Cacería de brujas es una película de mediocre para abajo, donde lo único más o menos rescatable es la lucha final con el demonio. El resto, importa poco y nada y deja bastante que desear. La historia es pequeñita, pero estirada al máximo, aunque por lo menos no se les ocurrió hacerla durar dos horas. Y a pesar...
Otro traspié en la errática carrera de Nicolas Cage Tras ganar el Oscar en 1996 por Adiós a Las Vegas y coquetear con “autores” indies como Spike Jonze en El ladrón de orquídeas, Nicolas Cage construyó una errática, desconcertante carrera, en su mayoría ligada películas de aventuras familiares o como héroe de acción. En muchos casos, como en la reciente Infierno al volante 3D, al menos logró imprimirle a un film bastante flojo una veta humorística, refrescante, propia del cine de clase B, que redimía en parte los lugares comunes y carencias de la propuesta. Pero ahora llega Cacería de brujas, una película tan o más mediocre que la apuntada Infierno al volante 3D, también construida en base a fórmulas y clisés, sin vuelo artístico ni visual, y -para colmo de males- solemne, sin una mínima pizca de ironía ni sentido del humor. ¿Qué es Cacería de brujas? Una suerte de road-movie en pleno siglo XIV con dos caballeros renegados (Cage y el gran Ron Perlman), desertores de las Cruzadas, que deben conducir -acompañados por un monje, un adolescente y un estafador- a una joven sospechosa de ser bruja (y de haber diseminado una plaga mortal) hasta una ciudad Parlamentos imposibles (y que encima suenan como en pleno siglo XXI), personajes estereotipados, situaciones ya vistas en decenas de películas, efectos visuales que no sorprenden, un look que no tiene una sola imagen distintiva y actuaciones anodinas hacen de este producto dirigido con piloto automático por Dominic Sena (Kalifornia, 60 segundos, Swordfish, acceso autorizado, Terror en la Antártida) un film insostenible e indefendible.
UN VIAJE TAN CORTO QUE SE HACE LARGO Y TEDIOSO Película protagonizada por Nicolas Cage y Ron Perlman que, si bien tiene sus bien logrados momentos de acción y de guerra, desarrolla una historia que no tiene algún atractivo coherente y fuerte y que, principalmente, se ve estirada en muchas oportunidades sin sentido e innecesariamente. La historia se centra en dos guerreros, exitosos y orgullosos, que deciden volver a su pueblo durante las Cruzadas. Cuando llegan se dan cuenta que el lugar había sido devastado por la peste. Unos sacerdotes van a acusar a una adolescente de ser la culpable de todos los males y van a obligar a los dos soldados a llevar a la bruja a un pueblo para que allí puedan decidir su futuro. En el camino, secretos van a ir desvelándose, mientras que una fuerza mucho más poderosa, poco a poco, se va a ir descubriendo y amenazando con destruir la humanidad. Últimamente Nicolas Cage es sinónimo de fracaso, ya que ha participado y, en muchas oportunidades ha influenciado con su actuación, en películas muy regulares. En esta oportunidad, y pese a que la cinta nunca logra lucirse, el problema pasa por otro lado y, aunque las actuaciones de cada uno de los intérpretes no son lucidas (Cage y Perlman están regulares en muchas ocasiones), hay problemas peores que perjudican mucho más el disfrute de esta película. Primero que nada hay una personificación moderna de los personajes. La descripción y las actitudes de cada uno de los roles que van apareciendo mantienen un espíritu muy actual, mostrando reacciones, movimientos, frases y chistes que son imposibles o poco imaginables que hayan podido suceder en la época en la que la historia se centra. Este problema le resta mucha credibilidad al relato, en especial a la primera parte, ya que no se refleja, dejando de lado todo desarrollo visual, de vestimenta, maquillaje y ambientación, cómo se vivía y cuál era el estilo rutinario de esas personas. Por otro lado, la historia es muy sencilla y se ve estirada durante gran parte de su transcurso. El conflicto no va más allá de mostrar el viaje del grupo hasta llegar al pueblo para poder deshacerse de la muchacha, y para poder alargar un poco esta aventura se decidió por utilizar algunas de las escenas y situaciones más comunes del género, como la pasada por un puente precario, la persecución de animales y el continuo cambio de idea de los personajes (matemos a la bruja). A su vez, una vez llegado aal objetivo, la cinta llama a la previsibilidad y a los giros más evidentes para justificar muchas de las situaciones que no tenían mucho sentido y que ellos dictaban como obra del más allá. Las escenas finales, bien logradas visualmente, son lo mejor de la película en términos de acción y velocidad, pero las más deslucidas si se tiene en cuenta el estilo realista-fantástico que se planteaba en la primera parte. Mucha fantasía y muy poca originalidad. Las actuaciones son regulares, pero no empeoran ni perjudican la experiencia, son otros los factores que si lo hacen. Nicolas cage, acentuando su poca expresión y los mismos gestos que hizo en muchas de sus otras actuaciones, está bien por momentos, en especial cuando pelea y lleva adelante las muy bien logradas coreografías. Ron Perlman, tiene el rol que menos encaja en la época, no solo su humor está algo descolocado, sino que sus actitudes y pensamientos no van de la mano de la intensidad del relato, está correcto. Hay un cameo muy interesante de Christopher Lee, que si no fuese por su inconfundible tono de voz y su bigote, sería irreconocible, que está muy bien. Visualmente está muy bien lograda, principalmente en cada uno de los pasajes épicos que se introducen, ya sean las batallas (salvo la primera, en la que se ve a los dos protagonistas hablando y un centenar de personas digitales atrás suyo), los paisajes, las escenas finales, las quemaduras y esos poco lucidos, pero bien logrados, cambios en los rostros de los lobos y de la "bruja". La cámara muestra lo que se quiere ver y el diseño de vestuario y el maquillaje es acorde a las necesidades del guión. "Season of the Witch" es una película que visual y técnicamente tiene pocas cosas que reprocharle, pero con actuaciones regulares, una historia que nunca se luce, está estirada que no posee un atractivo mayor que el introducido en sus primeros minutos, y con una previsibilidad decepcionante al final. Lenta, sencilla, alargada, con diálogos mal escritos y carentes de emoción y poco destacable, una cinta para ver y nada más, no se dejan puertas abiertas sobre la religión ni situaciones para pensar sobre el pasado. Entretenimiento de mala calidad. UNA ESCENA A DESTACAR: pelea final en el monasterio (la parte con más fantasía, pero la mejor lograda).
Cage cruzado Resulta difícil comprender por qué Nicolás Cage elige algunos títulos tan olvidables. Y no es que Cacería de brujas (Season of The Witch, 2011) sea uno de ellos, pero ciertamente tampoco se encuentra a la altura de su labor en muchos de los trabajos que ha realizado. En esta oportunidad, el director Dominic Sena –el mismo de Kalifornia (1994), Swordfish (1999) o 60 segundos (Gone in 60 Seconds is, 2000) también con Cage- convoca al actor para un film de acción y aventuras que tiene como trasfondo la Peste Negra de la Europa medieval, las Cruzadas y las cacerías de brujas. Behmen (Cage), un justo y valeroso cruzado y su inseparable compañero Felson (Ron Perlman) retornan decepcionados de las batallas en Oriente. Encuentran una Europa deprimida por la peste y la pobreza. Acusados de desertores, para librarse de la horca deberán llevar a un tribunal eclesiástico a una joven sospechada de ser la bruja causante de la gran peste. La historia, que combina acción y aventura con un poco de fantasía, se desarrolla en fríos y húmedos bosques con climas enrarecidos por la presencia de fuerzas desconocidas. Los protagonistas emprenderán una travesía sin saber si la fuente del mal proviene del exterior o si realmente viaja con ellos. Es imposible saber qué pasa por la cabeza de Nicolas Cage a la hora de elegir sus papeles en la pantalla grande. No cabe duda que hizo buenas elecciones, que puede actuar y muy bien, y si no vale la pena recordar algunos títulos como Educando a Arizona (Raising Arizona, 1987), Corazón Salvaje (Wild at Heart, 1990), Adiós a Las Vegas (Leaving Las Vegas, 1994), Vidas la límite (Bringing out the dead, 1999), El ladrón de orquídeas (Adpatation, 2002),) o Un maldito policía en Nueva Orleans (Bad Lieutenant Port of Call New Orleans, 2009). Esto es: directores como Alan Parker, los hermanos Cohen, Lynch, Scorsese, Spike Jonze o Herzog lo escogieron para sus proyectos. También demostró poder con la taquilla en films como La Roca (The Rock, 1996), Con Air (1997), 60 segundos o National Treasure 1 (2004) y 2 (2007). Y queda igualmente claro que sin importar el género del film, la capacidad interpretativa de Cage puede soportar cualquier desafío. Cacería de brujas se propone como un film de entretenimiento ligero y sin muchas pretensiones, que seguramente engrosará la lista de películas para ver un martes por la tarde –temprano- en cualquier señal de cable. Las razones por las que Cage elige este tipo de películas no pueden estar muy lejos de lo estrictamente económico, y habrá que seguir esperando alguna de esas perlitas que de tanto en tanto lo tienen en el rol protagónico.
¿Estará embrujado? Otro paso en falso en la errática carrera de Nicolas Cage. La carrera de Nicolas Cage debe ser una de las más extravagantes de la historia del cine. De actor de culto a estrella con Oscar, de héroe de acción de grandes “tanques” a películas independientes, el hombre trabaja como si tuviera que alimentar a diez familias (o pagar deudas, quién sabe) y en los últimos años parece haber encontrado un nicho como “cara conocida” en películas que, por su estilo y temática, parecen ser de ésas que salen “directo a DVD”. Si no fuera por el peso de los efectos especiales, los paisajes “espectaculares” y el rostro familiar aunque cansino de Cage, Cacería de brujas podría ir directo al cable o al videoclub. El filme comienza con Behmen (Cage) y Felson (Ron Perlman) como dos cruzados del siglo XIV quienes, tras demostrar sus dotes en el campo de batalla, deciden desertar al notar los crímenes horrendos que deben cometer. En su escape terminan en un pueblo que –se vio en una escena inicial- está siendo azotado por la gran Plaga Negra. Los habitantes del lugar acusan a una bruja del hecho y fuerzan a la dupla (bajo amenaza de denunciarlos como desertores) a llevarla hasta un monasterio alejado en el que, lectura de textos sagrados y rituales mediante, la mujer perdería sus poderes y la ciudad sería curada de la plaga. Ellos van, acompañados por un cura, un joven guerrero que sueña ser Caballero, un líder del pueblo cuya familia murió a causa de la plaga y un presidiario que sabe el camino que hay que tomar, ya que para llegar allí hay que cruzar un bosque peligroso. En el medio de todos ellos, la bruja, encarcelada, que trae a Behmen recuerdos de horrendos crímenes cometidos en las Cruzadas, juega con los viajantes (y con el espectador), manteniendo el misterio acerca de si es culpable o inocente de lo que la acusan. Dirigida por Dominic Sena ( 60 segundos ), tras un inicio relativamente prometedor y épico (al estilo de la última Robin Hood , digamos), la película empieza a perder su rumbo casi tanto como esa “carreta” que lleva a los viajantes en esta mezcla de western, filme de acción/suspenso y terror con criaturas y efectos fantásticos. Esa mezcla, que podría dar resultados interesantes, nunca termina por funcionar. Cage tiene cara de querer irse a casa pronto, los toques de humor son innecesarios y poco convincentes, y la situación escala hasta un final directamente absurdo. Si alguien se salva de todo esto es la joven bruja (Claire Foy), capaz de mantener un cierto grado de misterio e intriga hasta el final, cuando todo el elenco ya parece estar en camarines cambiándose y dándose una ducha.
En la Francia del siglo XIV, Behemen, un guerrero de gran valentía, emprende una misión: con su amigo Felson y un grupo de acólitos, entre ellos un sacerdote y un joven dispuesto a demostrar su necesidad de servir a la causa, deberán transportar a una muchacha acusada de brujería hacia un lejano monasterio. La travesía de este dúo está poblada de aventuras y desventuras, entre ellas el enfrentamiento con extraños seres que desean interrumpir esa marcha y ante la siempre atenta mirada de esa muchacha que, encerrada en una jaula, no se cansa de repetir que su hechicería no es tal. El director Dominic Sena, el mismo de la trepidante 60 segundos , intentó aquí cierta originalidad en un tema varias veces tomado por la cinematografía norteamericana, y el resultado es un film entretenido con escenas muchas veces cercanas al videoclip. Nicolas Cage parece disfrutar haciendo de caballero templario, aunque a veces su rostro impávido le quita fuerza a su papel, en tanto que Ron Perlman, como su cruzado amigo, no necesitó de demasiado esfuerzo para insertarse en el relato. Como curiosidad, Christopher Lee, animador de tantas producciones de terror, es aquí un deformado cardenal.
Otra “nicomovie”, un misterio a develar ¿Es Nicolas Cage simplemente un actor, o se trata ya de un género en sí mismo? ¿Se podría hablar, a esta altura, de nicomovies, englobando todas las que tienen como héroe al sobrino de Francis Coppola? Trátese de La leyenda del tesoro perdido, Ghost Rider, El aprendiz de brujo, Infierno al volante 3D o, ahora, Cacería de brujas, de existir las nicomovies se caracterizarían por salpimentar la acción con toques fantásticos, su elevado tenor graso y el importante rol que el rubro peluquería cumple en ellas. A saber, la frente amplia de Cage en La leyenda..., el entresacado con mechitas de Ghost Rider, el look Kate Winslet de El aprendiz, el rubio lacio con canas en Infierno al volante, el rubio más ondeado de Cacería de brujas. Lo que difícilmente pueda decirse de las nicomovies (la desaforada Infierno al volante 3D es la excepción a esta regla) es que sean buenas. Aunque el título original de Cacería de brujas es Season of the Witch, no hay rastros del tema homónimo de Donovan. Tras desertar horrorizados por la intolerancia eclesiástica, dos ex cruzados reciben, a comienzos del siglo XIV, el encargo de trasladar a una presunta bruja adolescente –acusada de llevar la peste de un lado a otro– a un lejano monasterio. Los monjes poseerían un legendario libraco, lleno de conjuros para acabar de una vez por todas con la brujería. Película “de acción histórica” en su primera parte (con amagues de picaresca aventurera), suerte de western medieval en la segunda (el viaje, a través de territorio salvaje, de unos hombres de ley y su salvaje prisionera), show de efectos especiales fantásticos en la última, da la sensación de que el guión, escrito por un tal Bragi Schut, se contenta con sumar peripecias dispersas, que le permitan llegar hasta los 90 minutos reglamentarios. Interpretando al cruzado Behmen, Cage luce tan ceñudo como siempre (su condición de héroe de acción es uno de los grandes misterios del cine contemporáneo). A su lado, el siempre atractivo Ron Perlman se ve reducido, en el papel de su cofrade Felson, al ejercicio de su resonante voz. En el viaje al monasterio los acompañan un representante de la Iglesia, un estafador (cuyo posible efecto cómico-pícaro se quema en los papeles) y un guerrero, papel a cargo del conocido Ulrich Thomsen, unos siglos atrás actor favorito del Dogma danés. Con una posición descaradamente oportunista en relación con el tema de la brujería (si se trata de criticar la intolerancia religiosa, no existen; a la hora de levantar el interés, que las hay las hay), el gran golpe de efecto de esta película, dirigida por el nunca relevante Dominic Sena (60 segundos, Swordfish), consiste en un demonio de tan poco poder, que termina forcejeando con dos o tres mortales, como lo haría Mariano Pavone con los defensores rivales. A una escena se limita la aparición del eterno Christopher Lee, en el papel del cardenal. Un pedazo de rosada carne fresca le brota de la frente, consecuencia de la peste. “Estoy enfermo”, anuncia, como si no se le notara.
El transportador hereje El aceptable atractivo que puede despertar Cacería de brujas, dirigida por Dominic Sena y protagonizada por Nicolas Cage y Ron Perelman en los roles principales es sin dudas su desfachatez y despojo de solemnidad para disfrutar de un producto al que no le falta acción, algo de humor y una inverosímil historia detrás. La trama se ubica en el contexto de la época de las cruzadas y del azote de la peste negra aproximadamente en el 1300 después de Cristo. Behmen (Cage) y Felson (Perlman) se han enrolado en las cruzadas para expiar sus pecados y aniquilan a cuanto infiel se cruce en su camino en nombre de Dios. Sin embargo, tras años de lucha Behmen recapacita cuando mata a una joven inocente (recuerdo traumático que no le dará consuelo a su alma) y toma conciencia de que no todo es lo que parece y que su lucha no tiene ningún sentido. Pero su condición de desertor, junto a su fiel compañero, lo obliga a involucrarse en una misión suicida: transportar a una joven misteriosa (Claire Foy) acusada de ejercer la brujería y de ser la causante de la peste. A la travesía –como suele ocurrir en este tipo de propuestas- se unen una serie de personajes secundarios, quienes formarán parte de las peripecias a las que el grupo se someterá. Llegar a una abadía para que la supuesta bruja sea juzgada por las máximas autoridades eclesiásticas es la meta a conseguir, pero el camino es largo y muy peligroso. Con una estructura clásica (parecida a la de un videojuego de aventuras) mezclada con elementos de cine de clase B y bajo las coordenadas de un guión elemental pero eficaz casi hasta el final, el film de Dominic Sena mantiene el ritmo y la prolijidad en la puesta en escena a la hora de la acción sin abuso de efectos y cámaras lentas bastante habituales últimamente. Nicolas Cage suma a su irregular filmografía un titulo más donde se lo sabe aprovechar sin exponerlo al ridículo y rodeándolo de un buen coprotagonista como el carismático Ron Perlman, quien aporta los alivios humorísticos necesarios en los momentos justos. Por su parte, la joven Claire Foy consigue impregnar a su personaje una pátina de ambigüedad y misterio que se sostiene durante toda la primera mitad, aunque lamentablemente se desperdicia hacia el desenlace cuando la historia atraviesa la pendiente de lo absurdo.
Cruzados contra el demonio Behmen (Nicolas Cage) es uno de los más eficientes y sanguinarios ejecutores de la Iglesia en Oriente Medio, durante las Cruzadas. Su compañero Felson (Ron Perlman) no le va en zaga y juntos han disfrutado pelear todas las batallas que Dios mandó, hasta que un día se dan cuenta, casi como si despertaran de un sueño, que están masacrando indiscriminadamente a niños y mujeres por la Fe que dicen profesar. Asqueados de esta felonía, Behmen y Felson reniegan de la Iglesia (aunque no de Dios, bueno es aclararlo) y, desertando de su batallón, regresan rapidito a una Europa que está siendo diezmada por la Peste Negra. Por supuesto, poca chance tienen como desertores de tener una buena recepción y es así que son atrapados, aunque el Cardenal D´Ambroise (Christopher Lee) les propone un trato a cambio de su perdón: llevar a una joven acusada de brujería (Claire Foy) al lugar donde deberá ser juzgada y ejecutada. A desgana, aunque iluminado por la idea de que la joven no es en realidad la hechicera que dicen que es, Behmen decide aceptar la misión y se pone en camino acompañado de Felson y de una escolta reducida, que incluye a un ex caballero, a un sacerdote y al joven hijo de un cruzado fallecido. Claro que el camino no será sencillo, llevando como prisionera a una muchacha que parece atraer sobre sí una fuerza sobrenatural increíble, a quien parecen seguir todo el tiempo la enfermedad y la muerte. En esta película que le calza mejor al juguetón Perlman que al inexpresivo Cage, Dominic Sena ("Swordfish", "60 segundos") insiste con una historia que pretende asustar o al menos inquietar desde un supuesto verosímil, aniquilado casi desde el comienzo. Es que es muy difícil entrar en códigos de solemnidad cuando los Cruzados chicanean entre sí como ya vimos que hacían un elfo y un enano en "El Señor de los Anillos". Otra cuestión que tiene que ver con lo que esta película promete y no cumple es la escena de apertura: está muy bien lograda, pero queda prácticamente invalidada con el resto de la trama, a fuer de inconexa y por haber servido simplemente como muestra efectista de lo que vendrá. Sólo quienes disfruten de un cine de ficción con ligera base histórica, con actores conocidos en una trama bastante trillada aunque eficaz en términos de acción, encontrarán algún solaz en esta propuesta.
Pobre propuesta de cine fantástico Nicolas Cage encarna a un caballero medieval que, a pesar de sus diferencias con la Iglesia, acepta la misión de transportar a una prisionera acusada de bruja. Una producción sin estilo ni fuerza, que resulta interminable. Cacería de brujas no es la peor película del año, pero poco importa que no lo sea, porque debe estar cerca. Esta combinación de cine de terror, fantasía y aventuras tiene todo el estilo visual y la lógica de una película de esas que no podríamos ni tomarnos en serio viendo en cable. En cine, claro, se vuelve aun más molesta. En la Europa medieval, un caballero llamado Behmen (Nicolas Cage) renuncia a la Iglesia por las matanzas que esta impulsó durante Las Cruzadas. Asqueado por los crímenes que él mismo cometió, decide no servir más al poder religioso. Pero es por poco tiempo. Porque Behmen cambia de parecer y acepta una nueva misión con el afán de expiar sus culpas. Esa misión es transportar una prisionera acusada de bruja, a la que culpan por causar la peste por donde pasa. Behmen no cree que esto sea así, aunque en el viaje las cosas se volverán mucho más ambiguas, generando dudas en él y todo el grupo que lo acompaña. Este viaje no es un mal punto de partida. La historia de un grupo de personajes que debe llevar a un prisionero y eso ha servido para westerns, policiales y películas de aventuras. Pero acá la precariedad del trabajo del director, sumado a unos pobres efectos especiales (pobres en su resultado, al menos) y un guión que no tiene ni un solo instante de interés, hacen que cualquier fórmula o plan inicial se conviertan en nada. Una breve aparición del legendario actor Christopher Lee (famoso por hacer de Drácula a fines de los ’50) y un genuino momento de tensión al cruzar un puente colgante, son todo lo que se puede decir a favor de la experiencia de ver Cacería de brujas. El resto es un largo derrotero que, a pesar de lo corto que es el film, parece no tener fin. Todo el aspecto es de producción barata, fea, sin estilo ni fuerza. Parece un film clase B europeo, de esos que intentan emular a Hollywood pero no lo consiguen. Sin embargo, es importante aclarar que no es así. Que esta película se hizo realmente dentro del cine industrial estadounidense. Y que, confiados en recuperar algo más de dinero en base a su estrella, decidieron que era buena idea de estrenarla ahora acá. ¿Valdrá la pena hacerlo? Sabiendo la cantidad de películas comerciales hechas en aquel país que jamás logran estrenarse en la Argentina, produce un malestar extra pensar que algo como esto ocupará tantas salas de cine. Por lo pronto, la mejor decisión es dejarla pasar.
El reconocido realizador Dominic Sena, el mismo de Kalifornia, Swordfish o 60 Segundos y para nombrar un film con el mismo protagonista (Cage), trae una historia de aventura, valentía y toques fantásticos. Como anteriormente se citaba, el protagonista es el ganador del premio Oscar, Nicolas Cage, un heroico soldado de las cruzadas y su mejor amigo (Ron Perlman de Hellboy), que regresan a casa luego de décadas de intensa lucha, sólo para descubrir que su mundo ha sido destruido por una peste. Cacería de Brujas Pero al llegar son acusados de desertores y para librarse de la horca, deberán llevar a un tribunal eclesiástico a una joven sospechada de ser la bruja causante de la gran peste negra. Los ancianos de la iglesia, convencidos de que la joven acusada es la responsable de dicha devastación, encomienda a ambos el transporte de la extraña chica a un remoto monasterio donde los monjes realizaran un antiguo ritual para librar a la tierra de su maldición. La cinta, lejos de parecerse a Salomon Kane: Cazador de Demonios, donde predominaba los logrados efectos, la excelente banda sonora y unas creíbles interpretaciones, sólo tiene un prometedor comienzo y luego va desinflándose con el paso de los minutos. Sin lugar a dudas, esta última película de Dominic Sena es para ver sin demasiadas pretensiones y esperar que la próxima sea mejor, al igual que para Cage que suele pasar de films como El ladrón de orquídeas, Un maldito policía en Nueva Orleans o Adiós a Las Vegas a cintas menos comprometidas como El Aprendiz de Brujo o su más reciente, Infierno al Volante 3D. Como narra el argumento, será un viaje plagado de obstáculos que los llevará a un lugar místico donde las fuerzas de la oscuridad los esperan, esperamos que no le suceda lo mismo el film y pueda encontrar la luz de los espectadores.
Dominic Sena (el mismo director de Kalifornia y 60 segundos), nos trae en esta ocasión Cacería de Brujas, una película de clan de los pastiches, que sin embargo logra salir bastante indemne pese al entrecruce temático y genérico que nos propone. Entre templarios, códices, curas, pestes, brujas y demonios, se desarrolla esta historia protagonizada por Nicolas Cage - no el de Adiós a las Vegas, Con Air o Cara a Cara, de ese no se ha vuelto a saber nada desde hace mucho tiempo, sino más bien el de El Hombre del Tiempo o El Aprendiz de Brujo, aunque menos aparatosamente fingido- y un acertado Ron Perlman, que aporta la cuota de humor que muchas veces a este tipo de películas fantásticas les suele faltar. Dos caballeros, de la orden de los templarios, deben llevar a una joven acusada de bruja maligna (responsable de la peste que azota la región) a una abadía donde un grupo de monjes juzgarán si es culpable o no. El problema surge a lo largo del viaje, cuando se presentan situaciones inexplicables, que ponen constantemente en tela de juicio los valores religiosos de los protagonistas. A favor. CDB tiene un muy buen ritmo narrativo, no hay por parte de su director un afán desaforado por alargar la historia; además tiene un buen manejo del suspenso. Quizá el ejemplo más claro de esto se vea en la secuencia del puente desvencijado que en un momento los personajes deben cruzar, y principalmente frente a la duda constante sobre si la joven es en verdad una bruja o una pobre víctima más señalada como malvada hechicera cuando no lo es. Otra cosa que me importa señalar, es que no hay tampoco abuso de efectos especiales, Sena los va dosificando y recién en las secuencias finales aparecen con todas las ganas (igualmente adelanto que no son de lo mejor que uno podría esperar). Como comentaba antes, resultó una buena dupla la de Cage-Perlman. Es que CDB cuenta con un reparto que ayuda bastante a que los personajes resulten atractivos, a la vez que consigue que nos retrotraigamos a otras películas que versan también sobre Inquisición, pestes y templarios. Es el caso de Ulrich Thomsen que trabajara en El Reino de los Cielos de Ridley Scott o el mismo Ron Perlman en El Nombre de la Rosa de Jean- Jacques Annaud personificando al ya inolvidable Salvatore. En contra. Una de las cosas más molestas de la película, es la música. De estilo gregoriano, es usada hasta el hartazgo y de forma grandilocuente, en primer plano sonoro intentando darle a las imágenes un cariz de profundidad y solemnidad que la historia en sí, en ningún momento requiere. CDB cae también es esa tonta tendencia de las últimas películas de terror, ciencia ficción y fantasía, de usar en el final, el recurso de una voz off reflexiva y aleccionadora, que insita al espectador a la toma de conciencia y cavilación de verdades ocultas o absolutas (u ocultas y absolutas) que uno no termina de saber a cuento de qué es que vienen. Los efectos especiales no están mal, pero no le brindan ninguna entidad visual particular al film. Y por otro lado, algunas elecciones (como la de la personificación del diablo) parecerían estar más acorde para otro tipo de producto audiovisual, que para una historia de templarios y brujas. Aunque la trama no sobresale por su creatividad, propone algunos puntitos de giro que le suman atractivo. Pero a lo que a diálogos y devenir de los personajes se refiere, hace bastante agua. Una vez presentados cada uno de los protagonistas, sabemos de una que actitudes asumirán y cual será su posible final. Casi que no hay lugar para arriesgar segundas opciones. Las criticas a la Iglesia y al propio Dios, son frases de cajón, escuchadas y leídas por los siglos de los siglos…
Hechizo a medias Hay un gesto característico de Nicolas Cage que podría resumir las intenciones y los efectos de Cacería de brujas . Es esa ceja levantada muy por encima de la otra, irónica en una primera lectura, pero tan seria y comprometida como todo lo que viene haciendo Cage últimamente: desde el vengador motorizado de Infierno al volante hasta el inolvidable oficial corrupto de Un maldito policía en Nueva Orleans , pasando por el padre enmascarado de Kick-Ass . Con mayores o menores resultados, Cage parece imponerse una cruzada propia por el imaginario y las jerarquías del cine de Hollywood, más allá de toda ley de corrección fílmica. Y esta película también comienza con una cruzada, en este caso una de las históricas cruzadas medievales, si bien la rigurosidad de la reconstrucción es tan exigente como la de cualquier filme de Clase B. Lo que interesa son las mutilaciones gratuitas, los rostros desfigurados por la peste y el ataque de demonios alados gritones de tintes ectoplásmicos. En ese sentido, la película es entretenida por su paso acelerado y amnésico entre el género de capa y espada, el terror religioso y con niña desequilibrada de La llamada o El exorcista y la aventura épica y casuística digna de los videojuegos “pasapantallas” (¡Sí, está la escena del puente colgante!). El defecto, en todo caso, está en esa ambigüedad que nunca termina de mostrar su verdadero rostro, más por timidez o pereza que por vocación de misterio, y que aparece por todos lados, apaciguando la intensidad lúdica. La pareja de amigotes guerreros compuesta por Cage y Ron “Hellboy” Perlman bromea como en una charla de café antes de clavar sus espadas en los estómagos de sus rivales, pero el chiste no pasa más allá del amague y ahí nomás el filme se vuelve tétrico y solemne, con esos destellos musicales a lo Vangelis y esas escenas tristonas donde se entierra al compinche recién abatido o se suelta algún discursillo moral. De ahí que la lógica del pastiche que envuelve a Cacería de brujas no pase de la contorsión de la ceja de Cage, quien así y todo supera el reto y se erige como el único héroe de este abortado experimento, sumando un nuevo hito a su filmografía cada vez más única, riesgosa y solitaria.
El peor Nicolás Cage y una película igual a varias Antes de hablar del film, parece pertinente referirse al vaivén que significa la carrera de Nicolás Cage, uno de los actores más contradictorios que ha tenido Hollywood en mucho tiempo. Porque hay que decirlo, cuando trabaja con buenos directores, realmente presenta personajes logrados; sin embargo otras tantas veces, su rostro es incapaz de transmitir sensación alguna. Cage estuvo en proyectos muy interesantes: Educando a Arizona (de Joel y Ethan Coen), Corazón salvaje (de David Lynch), Adiós a las Vegas (de Mike Figgis) y más cerca en el tiempo, El señor de la guerra (de Yuri Orlov) y Un maldito policía en Nueva York (de Werner Herzog). Pero su CV también muestra más de una mancha: El motorista fantasma, El culto siniestro, El vidente, La mandolina del capitán Corelli y Cuenta regresiva, entre otras. Cacería de brujas, bien podría sumarse a esa lista negra. El largometraje dirigido por Dominic Sena (el mismo de 60 segundos, también protagonizado por Cage) parece ser una película que resulta de la fusión entre varios pasajes ya vistos. Porque si a la historia de los desertores de las cruzadas que se cansaron de pelear en nombre de Dios durante el apogeo del cristianismo en pleno Siglo XIV, los héroes (Cage y el gran Ron Pearlman) se ven obligados a trasladar a una joven acusada de ser una bruja, y la causante de la peste negra en buena parte de Europa. Así saldrán junto a una serie de ayudantes que intentarán llegar a destino, sanos y salvos. La mayor atracción del film pasa por el rol que juega la adolescente inculpada de hechicera (una muy convincente Claire Foy, sin dudas lo mejor del reparto) y las pistas que de a poco devela la trama. Sin embargo, mientras se desarrolla la historia, el espectador intenta adivinar qué misterios esconde la prisionera, mediante situaciones que fueron explotadas tantas veces, que terminan por fustigar el interés que puede proponer inicialmente. Así, el ya típico viaje de un punto a otro se verá truncado no sólo por varios obstáculos, sino también por pretendidas sorpresas que se reparten entre aventura, magia, suspenso y terror. Hay que decirlo; la película ni siquiera es entretenida, y sobre todo en el final, ofrece un despliegue visual poco convincente. Con claras intenciones de demostrar la ingenuidad humana sobre la religión y las creencias divinas, el guión del ignoto Bragi Schut parece por momentos ridículo. A poco más de dos años de anunciar que Nicolas Cage pasa por un difícil momento económico (presentó la bancarrota y tuvo que vender varias de sus mansiones), no suena ilógico encontrarlo tan seguido en la cartelera -en menos de ocho meses protagonizó El aprendiz de burjo, Furia al volante 3D y el film que nos compete-. En resumen, la falta de interés en la historia, la poca credibilidad de sus escenas y una escasez de inteligencia para resolver su monocromático guión, hacen de Cacería de brujas un film que, de no ser por la propia aparición de Cage, hubiese tenido destino directo a DVD.
Anexo de crítica: Luego de la desastrosa Terror en la Antártida (Whiteout, 2009), Dominic Sena apenas si levanta el nivel general con Cacería de Brujas (Season of the Witch, 2011), otra de esas experiencias “clase B con presupuesto” a las que nos tiene acostumbrados el imponderable Nicolas Cage. Sin duda alguna la presencia de Ron Perlman le suma mucho a un convite lleno de lugares comunes aunque relativamente entretenido…
La bruja que lo parió Una de las primeras escenas de Cacería de brujas resume buena parte de lo que podría haber sido el filme pero nunca fue, y lo que termina siendo. Es antes de una batalla, entre dos grandísimos ejércitos, durante las Cruzadas. Mientras un sacerdote grita a los cuatro vientos, arengando a la tropa sobre cuán necesario es aniquilar a los infieles, Nicolas Cage y Ron Perlman –obviamente, primeros en la fila del ejército- hacen apuestas sobre cuál de los dos se va a cargar más enemigos, sin prestarle la más mínima atención a lo que dice el cura. Ahí se entrevía la chance de una aventura descontracturada, que apostara a la pureza de los géneros, buscando generar excitación o suspenso en el espectador, dejando de lado los discursos maniqueos. Pero no, toda la batalla es filmada luego con tono épico serio y ceremonioso, y así durante el resto de la película, que cuenta cómo un grupo de hombres tiene que trasladar a una supuesta joven bruja a un monasterio para que la juzguen. Hay que aceptar que el Medioevo siempre fue una época problemática para Hollywood: muy alejada y ajena como para lograr la empatía necesaria –a diferencia del western, por ejemplo, que consigue reflejar sin dificultades las vicisitudes de la conquista del Oeste-, encima no era tan grata y provoca cierta incomodidad, por las guerras religiosas y la Inquisición, lo que promueve inmediatamente la necesidad de reflexiones serias. En los últimos tiempos, por ejemplo, Ridley Scott trastabilló con Cruzada y su necesidad de verter analogías con la contemporaneidad, que hacían mucho, demasiado ruido. En cambio, uno que logró salir bien parado fue Richard Donner, con la adaptación de la novela de Michael Crichton Rescate en el tiempo, donde el relato sólo se detenía lo mínimo indispensable para la reflexión, primando siempre la acción, la aventura y el romance, y contando con la ventaja de que el viaje en el tiempo posibilitaba la mirada moderna hacia una era donde el pensamiento era totalmente distinto al nuestro. A Cacería de brujas le sucede algo parecido a Cruzada: nunca consigue ponerse en el lugar del habitante de la Edad Media, no comprende realmente sus códigos y por eso necesita a cada rato aportar alguna clase de análisis crítico. Y encima, ese aporte reflexivo no pasa de “ay, pero que fea era la Edad Media, donde quemaban a la gente sin un juicio justo y se asesinaba a gente inocente en nombre de Dios, y muchos pobres guerreros quedaban re traumados por hacer cosas tan tremendas, lo cual está muy lejos de lo que se supone que es Dios”. Habría que preguntarse realmente cuánto y de qué manera se pensaba a la religión católica, los códigos y valores morales, las reglas de la guerra, etcétera en esos tiempos. Y no trasladar nuestro pensamiento a esa etapa de la Historia, tratando de encajar un cuadrado en un círculo. Para colmo, tenemos a un director como Dominic Sena, cuyo mayor logro hasta el momento ha sido Swordfish: acceso autorizado (filme que sólo zafa gracias a un par de escenas de acción bastante alocadas y un elenco muy sólido, donde destacaban John Travolta y Hugh Jackman), y que en el medio entregó bodrios como Kalifornia, 60 segundos o Terror en la Antártida. El realizador no comprende el material que tiene a su disposición, no consigue divertir, estimular o asustar. Bueno, sí consigue aburrir, incluso en el desenlace, donde la vuelta de tuerca resulta ser una pavada absoluta y los efectos especiales hilarantes de tan poco creíbles. Incluso, se termina avalando indirectamente el pensamiento retrógrado de la Iglesia. Queda finalmente por preguntarse por qué demonios se producen estas cosas, cuáles son las razones que avalan su estreno por encima de otros filmes que lo merecen mucho más o si no les dará un poquito de calor a Cage, Perlman o Christopher Lee aparecer en piloto automático en estos productos. Cacería de brujas sólo sirve para volvernos a dejar en claro que hay demasiadas cuestiones en el contexto del cine actual –y más específicamente, en la cartelera argentina- que aún no hallan solución. Quizás lo de las hogueras no era tan mala idea, después de todo.
Otra más de exorcismos y persecuciones, esta vez ambientada en los alrededores del año 1300, donde Europa era castigada por la peste negra y habían acabado las cruzadas en Medio Oriente. El principio del film promete mucho, despierta expectativas, ya que rápidamente se puede asociar, tanto desde la imagen como del relato, a algún acercamiento al texto de Arthur Miller “Las Brujas de Salem”, escrito en la década de 1950 como una gran alegoría sobre el mccarthismo. En esta primera escena un representante de la Iglesia intíma a confesar a varias mujeres sus actos de brujerías, estas se niegan, salvo una, la más joven, que confiesa tras la promesa de perdón. Igualmente todas son ajusticiadas siendo colgadas desde un puente. Todo en tono bastante realista, según narraciones de la época de la Inquisición, no siendo esta ni la primera ni la última de estas practicas persecutorias. Toda las expectativas empezarían a desmoronarse ya al final de la primera secuencia, así de corta es la “beatitud” de la película. Luego del corte conocemos a nuestros héroes, Behmen (Nicolas Cage) y Felson (Ron Perlman), ellos son dos guerreros al servicio de la Iglesia durante las cruzadas. Cuando su capitán da la orden de matar a toda una población, cuyos integrantes eran sólo mujeres, niños y ancianos, se niegan y terminan siendo dos desertores que, luego descubiertos y apresados, se encuentran en la obligación, para ser liberados, de transportar a una bellísima joven, acusada de brujería, para ser juzgada y condenada. En esta travesía serán acompañados por otros personajes, salidos de otra películas, un joven que sueña con ser nombrado caballero, un hombre al que se le murió toda la familia y busca venganza y un guía ¿turístico? Por lo que hasta ese momento era un film de aventuras, lineal, de estructura clásica, se convierte en una road movie medieval, con una mezcla increíble de géneros cinematográficos, western, terror, cine fantástico, acción, y un toque de suspenso que mueve a risa más que a misterio, por lo que termina siendo cualquier cosa, incluyéndole al diablo en persona. Es tal la falta de respeto por el espectador que desde el montaje, donde los errores de continuidad son sorprendentes, hasta la dirección de arte, en el cual en plena Siria del siglo XIV las construcciones son europeas del siglo XVI. Todo del orden de lo paupérrimo. Eso sí, las escenas de acción están muy bien filmadas, los paisajes son muy bellos, todo en orden de lo hueco. Ni hablar del intento de guión y que decir de las actuaciones, el sobrevalorado Nicolás Cage pone un rostro vendedor, con sus únicos dos gestos posibles. Se salvan de la quema, simbolismo incluido, el gran Ron Perlman, el recordado Salvatore de “El nombre de la Rosa” (1986) y Claire Foy, una actriz promesa a tener en cuenta.
La peste y la oscuridad del Medioevo La oscuridad del Medioevo europeo y la ferocidad de la Inquisición es el marco en el que se desarrolla este filme de aventuras y terror. Behemen y Felson son dos cruzados que han manchado sus espadas de sangre en nombre de dios. Pero tras una matanza de inocentes deciden desertar y regresan a sus villas. Allí la peste ha diezmado a la población y, sin solución ni explicación a la vista, mujeres acusadas de brujas se convierten en chivos expiatorios. Y una de ellas debe ser juzgada por un alto tribunal y hacia un lejano burgo parten los protagonistas. Es así como el viaje sirve de pretexto para una serie de secuencias propia de las películas de aventuras con los clishes del género incluidos. Y de buenas a primera esa road movie se convierte en un filme de terror cuando las cosas no salen como los viajeros quieren. Con buenos efectos especiales y una pesada carga emotiva (debido al arrepentimiento de uno de los soldados), la cinta carga las tintas sobre la religiosidad y las formas de abordarla, aunque sin la profundidad que el tema necesita. De esta manera, la historia sufre un achatamiento que se visibiliza en la seguidilla de reflexiones sobre los por qué de la devoción o no al dios de los cristianos. Y si Cage a esta altura ya no mueve montañas, Perlman vuelve a demostrar que un rostro rudo no oculta sus dotes actorales. Un buen pasatiempo para espectadores sin pretensiones.
Es ocioso ocuparse del pasado de Nicolas Cage, de sus desaprovechadas virtudes actorales y, sobre todo, de su irregular presente, en foco más por sus raros peinados nuevos que por su efectividad a la hora de elegir proyectos y seleccionar guiones. El caso de Cacería de brujas no escapa al topic (algo que sí sucedió con la muy destacable Un maldito policía en Nueva Orleans), ya que tenemos aquí otra de esas ocasiones en las que es fácil poner la mira en el devaluado Nic, disparar y dar en el blanco.La historia se ubica en pleno siglo XIV, en medio de la indiscriminiada cacería de señoras que negociaban cuestiones con Satanás, aunque también de aquellas que no comulgaban del todo con la Iglesia católica, verdadera protagonista de las matanzas y genocidios varios que ocurrieron por aquellos tiempos. El asunto en cuestión gira en torno a dos guerreros (Cage y e Ron "Hellboy" Perlman) que masacran espada en mano al servicio de la iglesia, pero que luego de una farragosa faena, abandonan el servicio tras comprobar que en nombre de Dios habían degollado a decenas de mujeres y niños. Pero el círculo tiene que cerrar de alguna manera, por lo que, calabozo mediante, ambos batalladores vuelven a trabajar para el santo mandamiento, aunque de otra manera, custodiando el traslado de una joven señalada como bruja, hasta la iglesia en la que será ajusticiada con la gracia divina, o algo así. Menuda aventura termina presentándoles a los custodios el encargo, debido a un camino complejo y una serie de eventos desafortunados que, se presume, están a cargo de la bella y demoníaca damisela. El film arranca con gallarda violencia, con un buen puntapié de terror en tiempos añejos, en buena mezcla de brujería, suspenso clásico y guiños de posmodernidad estética un tanto deudoras del horror oriental. Pero todo acaba ahí, demasiado rápido, tan solo como un aperitivo escaso y con más escarbadientes que aceitunas, si se permite semejante paralelo gastronómico. El resto es un relato de una linealidad pasmosa, sin la menor presencia de gracia narrativa, apenas con una o dos pasadas de terror bien elaborado, pero minúsculas respecto de un todo pobre en recursos para contar el cuento. Las limitaciones son constantes, un guión anulado por la falta de ideas, previsible casi siempre y demasiado obvio en su resolución, como si se tratara de un refrito de dos ideas, pero mal vehiculizadas.
Cacería de brujas parece una copia de cientos de otros productos con temática similar. No acierta en la épica de las batallas, ni cuando intenta disfrazarse de western y mostrar al grupo de hombres enfrentados a todo tipo de naturalezas. Veamos, Cacería de brujas no es peor que, por ejemplo, El vidente. Sin embargo, el nivel de los proyectos que ha venido eligiendo Nicolas Cage en la última década -sobre todo- es tan pobre, que cada nueva película habilita que la crítica salga a decir que se trata de la peor película de la historia. Y aclaro, para que no haya malentendidos, que este film es tan malo que Dominc Sena ha inventado un nuevo género con él: las aventuras inmóviles. Una serie de sucesos más o menos fantásticos resueltos con parrafadas entre solemnes y ridículas, y mucha pereza narrativa, con un final de los más absurdos que se recuerden, que incluye monjes zombies apestados moviéndose de manera hiperquinética. A lo que voy es que Cacería de brujas tampoco es la peste, y que vista con un poco de bonhomía es hasta involuntariamente simpática. Claro que la historia de estos dos cruzados (Nicolas Cage y Ron Perlman) obligados a transportar a una joven acusada de brujería en tiempos medievales, es pobre. Sena, que en Swordfish había logrado imprimir cierto insano delirio en algunas escenas de acción, aquí no pega una y su film parece una copia de cientos de otros productos con temática similar. No acierta en la épica de las batallas, ni cuando intenta disfrazarse de western y mostrar al grupo de hombres enfrentados a todo tipo de naturalezas. Mucho menos acierta con el horror -salvo la primera secuencia-, que parece hecho con las sobras de alguna otra película fantástica; y ni qué decir de su crítica a la institución religiosa, totalmente oportunista y contada desde el hoy, sin lograr comprender a sus personajes desde el tiempo en el que se narra: sencillamente es poco creíble la crisis existencial de estos guerreros, al menos en la forma en que queda expuesta en el film. ¿Y la simpatía?, entonces. Bueno, Cage luce nuevamente aquí un peinado extraño y, además, está más gordo de cara. Su aspecto es lo contrario del héroe que uno espera. Desde ese instante, cualquier atisbo de seriedad queda inhabilitado por la presencia de un tipo que parece salido de una fiesta de disfraces. Sobre el final, Ron Perlman pelea con un monstruo horrendo e intenta deshacerse de él a cabezazos. Lo divertido de todo esto es que Sena lo filma sin humor, se toma en serio el cuento; uno inverosímil, ideológicamente confuso, tan plagado de lugares comunes, que por la edición y la música uno puede preveer cuando esté por venir algún sobresalto. Apenas la joven Claire Foy, por el misterio que le otorga a su personaje, sale airosa de este bochorno. La torpeza evidenciada es comparable al fútbol. El film se parece a uno de esos equipos que no tienen nada y que a uno le da vergüenza ganarles por goleada. En este caso, quien escribe siente algo de pena por Cacería de brujas y no puede ni siquiera destrozarla. Tomá Sena, te pongo un cuatro y me quedo en el fondo esperando a ver si se te cae alguna idea.
Ese extraño de pelo largo Es un verdadero deporte este el de pegarle a Nicolas Cage. Y como no hacerlo, sale en películas de Disney, hizo y sigue haciendo una pila de películas de dudoso gusto, y además, tiene un peinado poco presentable (muy importante detalle parece). Y así me propuse ver Cacería de Brujas, considerada la última de sus derrapadas, que venia castigada y que se sumaba así a su infinidad de desastres cinematográficos. Punto uno: es cierto, no es una gran película ni una obra inolvidable. Pero es sincera en sus mínimas pretensiones. Simple en su premisa y de una ejecución sin demasiadas vueltas, una película menor pero no la berreteada que al parecer (en opinión generalizada) es lo único que aún puede hacer el sobrino de Coppola. Punto dos: tiene a su favor además que a su lado, y como compañero de cruzadas (literalmente), esté el gran Ron Pearlman (actor fetiche de Guillermo del Toro: Hellboy, Cronos, Blade 2). La historia sucede en el medioevo, donde este fructífero (guerreramente hablando) y más que bien alimentado equipo se agota de las cruzadas porque les parece que Dios, en sus venganzas institucionalizadas, simplemente no tiene piedad. Regresando como desertores se topan con una comarca infectada con la peste. La supuesta culpable es una joven bruja (con un estilo Samara de La Llamada) que debe ser llevada a través de un peligroso territorio hacia un convento donde deberá ser juzgada. Y si es necesario, aniquilada. Van con ellos un joven que desea demostrar que puede ser un caballero, un estafador (el único que sabe el camino), un monje y un caballero que perdió a su hija por la peste. Hay enfrentamientos, un puente quebradizo, unos monjes poseídos, y una batalla final. Lo que uno espera. No hay grandes escenas, solo un recorrido con algunos sobresaltos. El relato es llevado con oficio por Dominic Sena (Swordfish, 60 Segundos, Kalifornia). Lo que si sorprende un poco es ver a esta altura unos efectos especiales tan poco logrados, pareciera que hubiera sido lanzada a las apuradas. Esto extrañamente le juega a favor, proporcionándole un aire menor y despreocupado que la hace querible a pesar de sus intenciones más bien serias (con sus parlamentos religiosos principalmente). A esa liviandad colaboran activamente Pearlman y Cage que sacan pecho y panza para llevarla de taquito. No va a ser una película memorable para Cage, ni para Pearlman, ni siquiera para aquel que la vea, pero no por eso deja de divertir durante sus 95 minutos. Algo que una película también debe brindar y no por ello, cargar con culpa alguna.
Aventuras medievales en ambientes fantásticos Corre el siglo XIV de la era cristiana y Europa se debate ante varios frentes, a cual más devastador: el diabólico poder de las brujas, el castigo quizás divino de la peste y las heroicas Cruzadas contra los herejes. En ese contexto histórico signado por la pobreza, el hambre, las perversiones humanas y el influjo de fuerzas oscuras, Dominic Sena (Kalifornia, 60 segundos) sitúa su nueva aventura fílmica, Cacería de brujas, con el inefable y posmoderno Nicolas Cage como protagonista. No se trata de un relato histórico ni tampoco pretende ser realista. Es fantasía pura, inspirada en esos datos que a través del tiempo se convirtieron en clichés y estereotipos capaces de abonar ficciones que apelan a lo un poco retorcido, bizarro y sobrenatural, un gusto que se podría considerar casi perenne a lo largo y a lo ancho de la historia cultural de occidente. Y que siempre está a mano cuando se quiere representar una época de gran confusión moral y espiritual, y de extrema crueldad. Con esos elementos básicos y un par de pesos pesado de la pantalla, más un menú de efectos especiales ad hoc, se puede lograr un entretenimiento lucrativo con alguna que otra moraleja. Behmen (Cage) y su inseparable compañero Felson (Ron Perlman) son guerreros y han participado en innumerables y sangrientos combates cuerpo a cuerpo con el enemigo de Oriente: el Islam y sus acólitos. Pero no es la fe lo que los motiva, son más bien profesionales expertos en matar y sobrevivir a cada batalla, aparentemente motivados nada más que en las recompensas que recibirán a posteriori. Sin embargo, algo sucede que los hace cambiar de opinión. En desacuerdo con las órdenes superiores, deciden abandonar el frente y volver a casa. Al regresar, encuentran a Europa sumida en la miseria y la peste. Son acusados de desertores pero se les ofrecerá un trabajo a cambio de retirar los cargos. Por orden del cardenal D’ambroise (un irreconocible Christopher Lee), deberán trasladar hasta un tribunal eclesiástico a una joven acusada de bruja y de ser la causante de la gran peste. La historia, que combina acción y aventura con aspectos fantásticos, se desarrolla en fríos y húmedos bosques con climas enrarecidos por la presencia de fuerzas desconocidas. El viaje estará lleno de peligros y acechanzas. Pronto, el temor ante lo desconocido empezará a diezmar la moral de algunos de los viajeros. Si bien no todos llegarán a destino, Behmen y Felson consiguen arribar al monasterio donde se espera que un altísimo tribunal se encargue de juzgar a la muchacha y eventualmente, permitir mediante ese proceso, la erradicación de los males que aquejan a la población. Sin embargo, nuevas sorpresas los están esperando allá, nada más para que descubran que se están enfrentando a un enemigo mucho más peligroso y poderoso que la harapienta brujita. Pero también, gracias a la agudeza mental del cura que va con ellos, encuentran la clave para contrarrestar esa fuerza destructiva y diabólica, y no es otro que el Libro de Salomón, el libro de la sabiduría. Habrá una batalla final y de algún modo se hará justicia, aun cuando no haya ningún tribunal explícito para ejercerla. Porque es sabido que este tipo de propuestas, aunque no tenga un guión sólido (el problema más evidente de esta película), casi siempre lleva implícito un mensaje políticamente correcto.
Nicolás Cage enfrenta al demonio Nicolas Cage agarra lo que venga. A veces da la impresión de que ni siquiera lee los guiones; simplemente su agente arregla los honorarios y a otra cosa. Sólo así se entiende el sorprendente desbarrancamiento de una carrera que pintaba para otra cosa. La distancia que media entre "Adiós a Las Vegas" y "Cacería de brujas" es la misma que separa a Mike Figgis de Dominic Sena (o sea, de un cineasta a un realizador de clase "B"). Ese es el tono de "Cacería de brujas", una de cruzados que renuncian a derramar sangre inocente para terminar enfrentados con el mismísimo Satán. Resulta que el diablo anda por el mundo destruyendo todos los ejemplares del único libro capaz de neutralizarlo. Estamos en la Edad Media y esas cosas pasaban todo el tiempo. Cage es Behmen, el valiente soldado que llevará a una bruja a un monasterio para que la juzguen por... bruja. En el camino pasan un montón de cosas (demoníacas), y cuando llegan al convento el asunto se pone mucho más feo. Junto a Cage se mueve Ron Perlman, uno de esos actores queribles y con futuro de culto, como los personajes que interpreta (desde el Salvatore de "El nombre de la rosa" en adelante). La historia de "Cacería de brujas" es previsible hasta niveles insólitos. También los sustos y los pretendidos toques de suspenso. Y de los efectos especiales no vamos a hablar a esta altura del partido. Todo enmarcado por diálogos pomposos. Para peor, Claire Foy no da bruja, por más cara de mala que intente poner. Esta película costó 40 millones de dólares. A veces asusta pensar cuánto buen cine podría producirse con esa montaña de dinero.
Tras desertar en plenas cruzadas, dos guerreros regresan a sus hogares luego de una década, para encontrar que el mundo que conocían fue diezmado por la peste. Los religiosos de mayor rango, convencidos de que una joven acusada de ser una bruja es responsable de la devastación, encargan a los dos la misión de llevarla a un monasterio remoto donde los monjes realizarán un antiguo ritual para liberar a la tierra de su maldición. Suena redundante referirnos una vez más a los tropiezos en la carrera de Nicolas Cage teniendo en cuenta que hace tan solo unas semanas se estrenó Drive Angry. Para ponerlo de la mejor forma posible, fue el encargado de abrir y cerrar el mes en lo que a cine respecta. Marzo comenzó con una película suya bastante regular y ahora se cierra de peor forma, teniendo en cuenta que lo destacable de aquella está ausente en esta. Es que en definitiva Season of the witch es similar a la otra, pero sin el 3D o la intención de hacer algo bizarro, pretendiendo ser una película para tomar en serio. Luego de diez años, un montaje de distintas batallas así lo demuestra, Behmen y su compañero Felson (Ron Perlman) se dan cuenta que en nombre de Dios se les ha ordenado matar aldeanos, por lo que deciden abandonar la lucha. Un mes más tarde, aclaración temporal ridícula tras mostrar que pasó una década, cuando llegan a un pueblo azotado por la peste serán descubiertos y encarcelados, con la posibilidad de evitar una condena si conducen, nuevamente en nombre del Señor, a una joven acusada de bruja a un monasterio lejano. Una partida de guerreros emprende entonces la peligrosa travesía de llevar a la muchacha, quien una y otra vez da pruebas de tener poderes sobrenaturales, pero a la que intentarán dar un juicio justo. Esta es la premisa a partir de la que se desarrolla el filme de Dominic Sena, director de la muy buena Swordfish pero que mordió la banquina con Whiteout (Terror en la Antártida) y terminó de derrapar con esta. Se lleva adelante entonces un producto pobre e incoherente, con un guión a cargo de Bragi F. Schut (creador de la serie Threshold) cargado de diálogos modernos y de comentarios ocurrentes, sin importar que se ambiente en el siglo XIV, así como una importante cuota de previsibilidad. Los logros con los hermosos paisajes o con el interesante comienzo no alcanzan para mejorar una película que va en picada y que llegando al final empeora notablemente, sumando una dosis de pocos logrados efectos especiales así como una vuelta de tuerca ilógica que deja sin sentido a la totalidad de la historia. Se trata también de una de las pocas películas que hace quedar bien a la Inquisición, dado que si bien tiene una apertura crítica a la Fe ciega y el mandato divino, resulta que la Iglesia tenía toda la razón y, gracias a un ritual, el mundo se salvó de la oscuridad. Como se señaló en ocasión de su último estreno, Nicolas Cage aún mantiene algún destello de que su carrera importa y cada tanto surge una película que lo encuentra bien. Este no es el caso porque a todas las fallas hay que sumar que su actuación no es de lo mejor y por momentos es risible, su escena en el bar festejando las victorias del principio así lo prueba. Habrá que esperar un tiempo hasta que aparezca en el horizonte un buen papel pero, considerando que Un maldito policía en Nueva Orleans y Kick-Ass las hizo al hilo, pueden pasar años. En tanto sigue sumando ceros a su cuenta y, lamentablemente, a su filmografía.
A la hoguera con ella! Hace un mes hablábamos de "Drive Angry 3D", cinta en la que Nicholas Cage hacía un rol deslucido, pero entretenido, mostrando que su criterio de selección de roles es, cuanto menos, extraño... O no, si se privilegia lo económico... Pero decíamos informalmente, que era extraño ver a Cage haciendo tantos papeles distintos, en films de guiones poco convincentes y pobres siendo que es un actor de cierto prestigio en la industria. Recordemos "Leaving Las Vegas", "Raising Arizona", "Bringing out the dead", etc, trabajos potentes en los que se lo apreció por su enorme talento a la hora de ponerse en la piel de ciertos personajes. Luego, bueno, se dedicó mayormente a aumentar la taquilla de películas netamente pasatistas ("Con Air", "Natural Treasures 1 y 2", y siguen las firmas) y en este momento, no es sinónimo de adhesión incondicional por parte del público cinéfilo. Es un actor popular, pero sus últimas producciones están lejos de su mejor forma. Ahora, nos llega "Season of the witch", película de Dominique Sena (al que recuerdo especialmente por "Kalifornia", su mejor trabajo) en la que seremos transportados hacia la alta edad media, a presenciar un conflicto típico de la época: el trato de la iglesia católica con la brujería. Al comenzar la proyección, conocemos a dos grandes amigos y compañeros de armas, Behmen (Cage) y Felson (Ron Pearlman), ellos son cruzados y están acompañando las órdenes de un obispo, en busca de avanzar hacia Tierra Santa. Batallan duramente y logran sobrevivir a tremendos enfrentamientos con los "infieles", hasta que al llegar a un poblado, las autoridades de la columna deciden masacrar mujeres y niños en un pueblo a mansalva, y eso marca el fin de la tarea. Behmen y Felson desertan de la fuerza y comienzan a hacer otro camino. Atraviesan campos, descansan en alguna vivienda abandonada y se van familiarizando con la peste, que asola la región. Cuando llegan a un poblado, son descubiertos y acusados de traición por haber dejado el ejército cruzado. Para poder conmutar la pena, se les ofrece una tarea particular: deben transportar a una bruja, desde ese castillo, hasta una abadía que está a cinco días de distancia. La mujer en cuestión se autoproclamó autora de la llegada de la peste a la comarca, con lo cual, los obispos y autoridades militares de ese lugar buscan enviarla hacia los mejores eclesiásticos de la zona, quienes enjuiciarán a la joven, para comprobar la veracidad de sus palabras y actos. Poco después de negarse a hacerlo, Behmen y Felson cambian de opinión y deciden aceptar la oferta, pero piden varios compañeros de viajes para la travesía: un sacerdote (Stephen Campbell Moore), un soldado (Ulrich Tolmsen), y un guía (Stephen Graham) serán parte del equipo que trasladará a la posible bruja hasta la abadía donde los religiosos tomarán las decisiones que hagan falta. Lo central del film será, obviamente, el viaje a través de peligrosos bosques hasta llegar a destino. En ese trayecto, se verá cuánto de cierto hay en la acusación de brujería que se le hace a la mujer prisionera... El guión es simple, sin mayores matices, casi diría, clase B. Un par de actores conocidos (hay un pequeño papel de Christopher Lee!), ambientación acorde a la época bien lograda, música sombría y atmósfera sobrecogedora. Ah, y luchas con espadas. Y arcos, ballestas. Bien medieval. Nada más. La cinta es anodina, nunca logra despertarnos interés y a pesar de que estamos viéndola por Nicholas Cage, el hombre no se da por aludido. Tiene líneas poco imaginativas, mechadas con algo de humor negro y todo el tiempo parece estar desconcentrado, como si esperara que abriera el banco para ir a cobrar su cuantioso cheque y no le quedara otra que hacer la espera en cámara... Pobre trabajo de un actor que está perdiendo el rumbo. No hay mucho más para contar, "Season of the witch" es un film decididamente menor. No vale el precio de la entrada actual y lo mejor que pueden hacer es esperar su lanzamiento en el cable para verla, si todavía después de esta crítica tienen curiosidad por ella...
Otra de exorcismos... Season of the Witch es la nueva película protagonizada por Nicolas Cage, que parece demostrar que los rumores de que está en banca rota son ciertos, ya que últimamente se suma a cualquier proyecto mediocre que le tire unos manguitos, como es el caso de este film. La historia es la de 2 templarios desertores de los ejércitos de la inquisición, Behmen y Felson (Nicolas Cage y Ron Perlman respectivamente) a los que se les encomienda debido a su experiencia, escoltar a una joven bruja (Claire Foy) a quien responsabilizan de la plaga que asola a toda Europa. Como se imaginarán, se conforma un equipo de valientes que deberán sortear problemas místicos y psicológicos para cumplir con su tarea. Hasta acá, se podría decir que la historia no es la más original, pero podría safar... El problema es principalmente un desenlace o nudo que da vergüenza ajena, que termina ¡Oh sorpresa! con otro exorcismo cinematográfico... ¡OTRO MÁS! Que alguien se ponga las pilas en Hollywood y le avise a los muchachos que está bastante gastado el tópico. Comienza con un buen ritmo, pero a partir del minuto 30 se empieza a derrumbar más rápido que una casita de naipes en medio de un huracán. Los efectos en vez de ir mejorando, empeoran a medida que avanza la historia, la más o menos seriedad del film se va por la borda junto con las actuaciones de su elenco y la aparición de un demonio computarizado de creatividad cero, termina de hundir a esta cinta. Como otros ejemplos que ya hemos citado anteriormente, éste parece ser el típico caso de "mucho ruido pocas nueces", una película que los cinéfilos, como personas positivas que somos, queremos que tenga buen resultado, pero la verdad es que terminamos decepcionadísimos cuando se conjuga de esta manera mala dirección con poca imaginación. Como siempre responsabilizo bastante, tanto de los logros como los fracasos, a los directores a cargo, en este caso Dominic Sena, un tipo que con films anteriores como 60 segundos y Swordfish había logrado entretener bastante más que con ésta producción. Otro responsable del flojo resultado final es el mismísimo Nicolas Cage, que ofrece una actuación que grita claramente "Perdonen muchachos, estoy en bancarrota y no me queda otra que hacer esto". Ron Perlman (Hell Boy) se la pasa robándole las escenas, siendo mucho más atractivo y convincente. Yo les diría, si pueden, esquívenla!
NICOLAS CAGE ENTRE DIOS Y EL DEMONIO En la época de las cruzadas tres mujeres son colgadas de un puente acusadas de brujas sin saber que una de ellas es mucho más que eso. Por otro lado Bhemen que está peleando en las cruzadas entra a un pueblo donde termina matando a una niña, imagen que hará flaquear su fe y abandonar las cruzadas junto a su amigo Felson. Llegados a un pueblo les encargan trasladar a una niña a un convento para que la exorcicen y puedan así parar una terrible plaga que está sacudiendo a la humanidad. La hora del mal ha llegado y Bhemen entre su heroísmo y su fe endeble tendrá que hacerle frente en este viaje. Esa es muy resumida la historia de “Cacería de Brujas”, el nuevo film que tiene como protagonista a Nicolas Cage. Un film que no llega a consolidarse ni por las actuaciones ni por el guión. Cage vuelve a meterse en la piel de un personaje heroico y deprimente a la vez, como que no pudiera salir de eso. Perlman hace lo que puede con un personaje fundamental por momento e intrascendente por otros. La película falla sobre todo en el guión, que más allá de ser fantasioso como lo es la batalla entre el hombre y los demonios, no llega ni a producir terror ni suspenso por lo previsible de todo lo que va sucediendo. Un film fallido que tiene en sus efectos especiales lo más destacable.