Consecuencias del descuido: Luisa (Sofía Gala Castiglione) trabaja en una fábrica de artesanías junto a su novio Miguel (Mariano González) y a la vez cuida al hijo de una familia acomodada. En su segundo largometraje, el realizador argentino Mariano González aborda las siguientes preguntas: Cuando se deja a alguien al cuidado de un niño, ¿Podemos garantizar plenamente su seguridad? ¿Acaso no hay contingencias que pueden ocurrir, independientemente de que quien esté a cargo sea de confianza? Todo se desata con el imprevisto (bastante común) de que la puerta se cierra mientras Luisa, en medio de su jornada como niñera, sale al palier para tirar la basura. El pequeño Felipe ha quedado durmiendo la siesta del otro lado. Su desesperación es palpable en sus gestos, golpeando la puerta y tocando timbre reiteradamente. Pide ayuda a la vecina, al encargado, pero no hay caso. Desde el teléfono de la vecina, llama a su novio y consigue abrir la puerta. Todo parece retornar a la calma, pero una cadena de descuidos puede sucederse cuando se está al cuidado de niños. Al rato, Miguel llama a Luisa preguntando por su billetera, que ha quedado accidentalmente en el sofá del departamento. El niño sigue jugando tranquilamente pero de repente se detiene, afectado por la fiebre. Cada giro de la cuidadora buscando solucionar lo que se le presenta, donde el niño queda fuera de vista, se vuelve posibilidad de un descuido. Felipe queda internado en terapia intensiva pediátrica por una intoxicación con drogas que estaban en la billetera de Miguel. Toda la secuencia está filmada empleando el recurso narrativo del thriller, creando tensión psicológica. Los primeros planos de Luisa resultan fundamentales y acertados, apuntando a la identificación del espectador con la protagonista y a contagiarle las emociones de angustia, culpa, impotencia y bronca que transita a lo largo del film ante las consecuencias de su descuido involuntario. Frente al delicado estado de salud de su hijo, los padres de Felipe responden recluyéndose en un blindado hermetismo. No le brindan noticias sobre la evolución de su hijo, no le dejan acercarse a la sala de internación y la amenazan con tomar acciones legales, instándola a responsabilizar a su pareja. La situación extrema vuelve comprensible la actitud de los padres, pero no su prolongación en el tiempo, incluso cuando la emergencia ha pasado y el niño ha retornado al hogar. Resulta inhumano y chocante que se nieguen a dialogar con ella sobre lo que sucedió, habida cuenta de que lo ocurrido podría pasarle a cualquiera, incluso a los padres mismos. En este punto, la identificación de un culpable da cuenta de la dificultad de asumir que en tanto humanos no controlamos todo, que lo inexplicable de la mala fortuna de la fatalidad ocurre, sin que haya culpable alguno. Otro punto acertado de la película es el título. “Cuidado de los otros” es precisamente lo que no hay. El dueño de la fábrica de Budas de cerámica tiene a sus empleados en negro. El encargado del edificio, amable al comienzo, se vuelve luego descortés con Luisa. Los padres de Felipe rehuyen a una solución por medio del diálogo con Luisa y la instan a firmar la renuncia y aceptar un dinero para no comprometerlos. No hay consideración alguna por el corte abrupto que imponen en el vínculo afectivo que se construyó entre Felipe y Luisa. Más que cuidado de los otros, hay cuidado de lo propio y una gran indolencia violenta para con el semejante, que pretende justificarse en razones de protección y seguridad. Con austeros pero precisos recursos formales, Mariano González logra construir una película inquietante, cuyos climas emocionales se sostienen en la convincente interpretación de Sofía Gala. Más allá de la coyuntura puntual del film, El cuidado de los otros nos habla de la pérdida del valor de la palabra, de la expulsión del otro como rasgo inmunitario de la época y de la necesidad de recuperar la empatía y solidaridad.
La asfixia del primer plano Mariano González hace de los primeros planos, de esos bien cerrados en la cara de Luisa (Sofía Gala), y de los planos medios y enteros de sus movimientos, el eje de su película. La cámara se mueve con ella y por ella. Y Gala se la banca, de nuevo, como en Alanis (2017). Acá cuidando a un nene que no es el suyo pero que de todos modos ante el primer conflicto queda partida como por un rayo, porque la sangre nunca importa. Ese conflicto marca a Luisa y a la película toda, que en su primera media hora podría ser un drama familiar denso escandinavo a la Thomas Vinterberg, pero que opta, para bien o mal, por un poco de luminosidad. Luisa es niñera, y un accidente que involucra a su pareja Miguel (el propio González) deja al chico al que cuida internado; a partir de ese hecho y en clave naturalista pero con un montaje que no cede mucho tiempo para la contemplación, la película asfixia y suma capas de sentido al mismo tiempo que propone más preguntas que certezas. González presenta una película política pero libre, o al menos liberada tanto de los vicios de la qualité nacional como del modernismo por presupuesto bajo, el miserabilismo, o el corset del género. Se apoya, sobre todo, en un buen guión bien interpretado, no sólo por las actuaciones clave (incluso de los secundarios) sino por la tensión que logran transmitir tanto los planos cerrados como los buenos movimientos de cámara, en definitiva, la puesta en escena: trama, técnica y sentido.
“El Cuidado de los Otros” es una muy interesante película de Mariano González sobre lo que conlleva la responsabilidad sobre el otro, en éste caso el menor que Luisa (Sofía Gala Castiglione) tiene sobre Felipe (Jeremías Antún) el niño que cuida. Ella tiene doble trabajo y vive con su novio Miguel (el mismo Mariano González). Uno de los trabajos es en una fábrica cuasi-clandestina de artesanías y otro como niñera en un edificio de lujo. La mamá de los dos niños es Carla (Laura Paredes), médica. Una tarde, Luisa cuida a Feli, él está durmiendo y ella aprovecha para hacer algunas tareas domésticas y cuando sale a tirar la basura, se le cierra la puerta. La desesperación se apodera de ella y llama a los vecinos, al Encargado y hasta a su novio, que viene a socorrerla . Por suerte, pueden abrir. Felipe sigue durmiendo, se despierta y juega con ambos, pero la billletera de Miguel queda en el sillón y Feli se intoxica, cambia de actitud. De ser un niño alegre, que está jugando, levanta fiebre y se descompensa. Luisa lo lleva al hospital donde trabaja su mamá y entra a Terapia Intensiva. Esta serie de hechos desencadenan que a Luisa se le prohíba todo tipo de acercamiento con la familia y que la misma quiera culpar a Miguel de lo sucedido ante la Justicia. El film se circunscribe a la evolución del niño y a cómo el mundo de Luisa se desmorona, su relación con Miguel cambia, su actitud en el trabajo también, los primeros planos la muestran angustiada y desesperada durante todo el desarrollo de la historia, se siente responsable, marcada y en una encrucijada, más aún cuando quiere comunicarse con su ex- empleadora y no puede. La labor de Sofía Gala es descomunal, nos hace parte de su drama, sufrimos con ella, es realmente excelente su trabajo y el resto del elenco acompaña la odisea que le toca vivir. ---> https://www.youtube.com/watch?v=8rrK1RoXLHQ DIRECCIÓN: Mariano Gonzalez. ACTORES: Sofía Gala. GUION: Mariano Gonzalez. FOTOGRAFIA: Manuel Rebella. GENERO: Drama . ORIGEN: Argentina. DURACION: 72 Minutos CALIFICACION: No disponible por el momento DISTRIBUIDORA: Cine Tren FORMATOS: 2D. ESTRENO: 28 de Noviembre de 2019
Peligros Ocultos. Crítica de “El Cuidado de los Otros” de Mariano González. Luego de sorprender al público con su ópera prima “Los Globos” en el 2016. En el marco de la Competencia Internacional del 34º Festival de Cine de Mar del Plata, el director vuelve al ruedo con un drama de la vida cotidiana, donde se cruzan las culpa, el remordimiento, las relaciones laborales y sentimentales. Por Bruno Calabrese. Luisa (Sofía Gala Castiglione) tiene dos trabajos, uno en una fábrica de artesanías y otro de niñera de Felipe, un niño de clase acomodada. Una serie de descuidos, donde se mezclan una distracción de ella y otra del novio que viene a atender su urgencia, desencadena una emergencia médica en el niño de consecuencias muy graves. Luego de superado el percance, los padres del niño atraviesan esos días con total hermetismo. Eso provocará en Luisa una angustia sofocante que afectará su relación con Miguel, quien afronta la situación sin sobresaltos, y con todo su entorno. Mariano González logra con esta película un relato íntimo yprofundo. Un film que relata de manera sostenida, pero contundente, profundos sentimientos aterradores, como la culpa y el remordimiento La cámara sigue de manera permanente a Luisa en cada una de las instancias que deberá afrontar después del casi trágico suceso. A raíz de ese suceso, se ponen en juego circunstancias de la vida cotidiana a la cual todos estamos expuestos, sin distinción de clase social. Peligros ocultos, el azar y accidentes inmanejables por descuidos o negligencias a los que todos estamos expuestos. La diferencia acá es el límite existente entre la relación laboral y la relación sentimental a la que se enfrenta la protagonista: amorosa pero que no deja de ser de trabajo con un niño. También refleja la diferencia de sensibilidad que se da en los distintos estratos sociales, la cual está marcada por la complejidad que existe en las relaciones laborales de este estilo. Luisa tiene una sensibilidad especial, no solo hacía el niño, sino también hacia los padres. No así ellos, que solo ven en la protagonista solo una empleada que no cumplió con la tarea para la cual se la contrató, algo entendible y complejo, teniendo en cuenta que está en juego la vida de un hijo, pero que da para el debate. La película encuentra su punto más alto en la magnífica y consagratoria actuación de Sofia Gala Castiglione. En ella se ven reflejados sentimientos de angustia, de culpa y remordimiento, pero a la vez de impotencia por no saber como manejar esos sentimientos sin explotar. “El Cuidado de Los Otros” es un relato profundo, marcado por la cercanía que genera en el espectador la cotidianidad de las acciones que refleja. Un film que no recurre a sobresaltos ni a golpes bajos para mostrar el conflicto, pero que a la vez incomoda y duele. Puntaje: 95/100.
Luego de su debut como realizador en 2017 con «Los Globos», Mariano González vuelve a la pantalla grande para contarnos la historia de Luisa, quien durante su trabajo como niñera, y frente a la visita de su novio Miguel, se distrae y el pequeño Felipe termina internado. Es así como veremos las consecuencias por las que tendrá que atravesar la protagonista. “El cuidado de los otros” es una película que se sostiene sobre todo por la actuación de Sofía Gala Castiglione como la protagonista, quien a causa de esta pequeña distracción su mundo comenzará a derrumbarse, como también su estabilidad emocional. Las consecuencias materiales no pasan a ser más que la pérdida del trabajo, pero en el ámbito sentimental se despertarán en ella muchas sensaciones debido a este vínculo que se rompe entre ella y el niño: culpa, impotencia, desesperación, preocupación, empatía, ambigüedad de querer ayudar a su novio pero a la vez reconocer que estuvo en falta e incluso una obsesión con esa familia que ahora la rechaza. La actriz logra transmitir esta transformación a través de sus gestos y actitudes: dice más con una mirada que con las palabras, ya que tampoco nos encontramos con una gran presencia de diálogos. Si bien está bien acompañada por el resto del elenco, es ella quien se luce y se pone la película al hombro. En cuanto a los aspectos técnicos nos encontramos con una sobria puesta en escena, donde se destaca el clima tenso que se genera alrededor de la situación y de los personajes; no sabemos qué puede pasar. Sin embargo, y a pesar de que la película dura 72 minutos, por momentos se siente algo extensa y repetitiva hasta su final que concluye de una forma abrupta y nos deja con ganas de saber más sobre el momento que está ocurriendo. Es interesante también cómo el director no le da todos los recursos servidos al espectador, sino que este tendrá que sacar sus propias conclusiones sobre lo sucedido y terminar de atar los cabos sueltos de las diversas situaciones, apelando a su imaginación y haciéndolo partícipe de la historia. En síntesis, “El cuidado de los otros” es un film correcto que se sostiene gracias a la actuación de Sofía Gala Castiglione y de la composición de su personaje, como además del clima tenso que se genera, a pesar de sentirse un poco extenso y reiterativo.
Entre la responsabilidad y el peligro Así como en su opera prima Los globos (ver crítica), el director y actor Mariano González supo amalgamar las coordenadas de un guion sólido, austero en palabras pero lo suficientemente intenso para amoldarse a la atmósfera de angustia de un padre, en El cuidado de los otros lo consigue a partir de la irrupción de Sofía Gala Castiglione en otra de sus grandes actuaciones para cine. Queda en evidencia que saber dirigirla es el plus para que la propia actriz logre, con economía de recursos, transmitir mucho más que lo que la sobreactuación de otras actrices de su edad y no sólo argentinas demuestran en personajes como el que le toca en suerte. En su segundo opus, a fuerza de planos cerrados y medios, el director -que se reserva un papel secundario esta vez- explota la tensión de un descuido y más teniendo en cuenta que la protagonista es la niñera. Sofía Gala se pone en la piel de Luisa, quien además de trabajar en un taller con resina, en la confección de objetos frágiles, se gana unas changas como niñera. Tener al cuidado hijos ajenos es su principal espacio umbral entre la responsabilidad y el peligro latente de cualquier accidente doméstico. Eso no tardará en llegar y su derrotero comienza a generarle todo tipo de complicaciones y de esta manera empezar en una procesión interna para, por un lado cargar con la culpa y por otro, reconocer que el estado de bienestar es un anhelo de unos pocos. El trabajo de montaje para sostener la angustia y la posterior búsqueda estéril de redención es uno de los principales elementos que contribuyen a generar climas en la película de Mariano González, además de planteos que van por encima de las capas superficiales de una bajada de línea; de una idea romántica de lucha de clases y con el foco no distorsionado en el drama humano. Se trata de una película sobre descuidos y miedos primarios, esos que no se visibilizan pero que existen como esos vínculos invisibles.
Una sorpresa de fin de año para este 2019 con un número gigantesco de títulos argentinos pero con un nivel discutible. El cuidado de los otros es una de esas películas que se destaca rápidamente con su pulso preciso, su intensidad cinematográfica y su coherente y decidido sentido. En resumen: Una película excelente. Luisa tiene dos trabajos, trabaja en un taller donde se fabrican pequeñas figuras de cerámica y también es niñera para conseguir un poco de dinero extra. Cuando está cuidando a un nene llamado Felipe, accidentalmente queda afuera del departamento por un rato hasta que su novio Miguel llega para abrir la puerta. El niño parece estar bien, entonces Luisa va al departamento de al lado para pedirle a la arquitecta que allí trabaja que no le cuente nada a los padres de Felipe. La tensión de este comienzo muestra una sólida construcción dramática apoyada en grandes actores. Hasta ahí la película conquista al espectador a puro suspenso. Pero esto recién empieza, porque el Felipe empieza a sentirse mal y Luisa debe ir con él de urgencia al hospital donde trabaja Carla, la mamá de Felipe, para descubrir que ha sufrido una fuerte intoxicación. Ahí el cuidado de los otros despliega su juego y la tensión se multiplica. No es solo una tensión de puesta en escena y actuaciones, también el guión se construye de forma tal que las emociones están a flor de piel y la angustia y la culpa de la protagonista se hace omnipresente, aun cuando no se esté hablando sobre eso. Para que el lector pueda darse una idea visual, El cuidado de los otros evoca claramente al cine de los Hermanos Dardenne. El camino del protagonista que cae y busca desesperadamente la redención y el perdón, lo vimos en los films de los Dardenne Rosetta, El niño y El hijo, entre otras. Pero la conexión no es solo de tema sino también de estética. Nosotros no sabemos otra cosa más que lo que la protagonista ve y vive. La cámara la sigue muchas veces desde atrás, en ese gran recurso de realismo, como si la cámara no supiera a donde va. Esa forma de conectar la ficción con el documental, aportando drama e intensidad. Estas conexiones estéticas y temáticas no le quitan identidad a El cuidado de los otros, para nada. La película tiene estilo y vida propia. Si el director, guionista y actor Mariano González triunfa en tu triple rol, hay que decir que la protagonista excluyente de la película, Sofía Gala Castiglione, consigue acá su mejor papel, apelando a los matices más visibles como a los más sutiles, en un papel más complejo de lo que se puede creer a simple vista. La emoción contenida de gran parte de la trama, los picos dramáticos y un desenlace de profunda emoción la confirman como una actriz que sigue ascendiendo. El cuidado de los otros es uno de los grandes films del 2019.
Presentada en el último Festival Internacional de Cine de Mar Del Plata como parte de la Competencia internacional, “El cuidado de los otros”, de y con Mariano González y Sofía Gala, transita su propuesta cinematográfica a paso firme con un disparador simple que se complejiza a medida que avanza la narración. El director sigue el derrotero de Luisa (Gala), la protagonista, y sin pensarlo, retrata de manera potente una visión sobre los vínculos ante lo sorpresivo y extraño, definiendo una época dolorosa y crítica que está a punto de cambiar.
Tras esa notable ópera prima que fue Los globos (2016), Mariano González construye en apenas 70 minutos una película de fuertes implicancias emocionales. Sólido, concentrado y potente, este drama narra las desventuras de Luisa (impecable actuación de Sofía Gala Castiglione), una joven con doble trabajo: por un lado, colabora en un taller donde se fabrican réplicas de Budas y otras figuras en cerámica y, por otro, suma ingresos como babysitter. Mientras cuida al pequeño Felipe se produce un accidente y el chico sufre una grave intoxicación por lo que es internado de urgente. Desesperados, los padres del pequeño, Carla (Laura Paredes) y Sebastián (Edgardo Castro), le echan la culpa a ella y a su novio Miguel (el propio González), quien justo estuvo al cuidado de Felipe en el preciso instante del infortunio. La culpa es una de las constantes de este film que tiene a Sofía Gala Castiglione casi todo tiempo en pantalla. Es ella quien intentará -como puede, como le sale- saber cómo está el pequeño y ofrecer las disculpas del caso. La otra parte le responde con constantes negativas y hasta con amenazas de acciones judiciales. Luisa se debate entre cubrir a su novio (que parece estar en su mundo) a pura lealtad y el deseo de distanciarse por el rechazo, indignación, angustia, bronca, desesperación y dolor que toda la situación le genera. El cuidado de los otros resulta -como buena parte de la literatura de Paul Auster o Ian McEwan, por ejemplo- un impiadoso, desgarrador e inteligente estudio sobre el azar y la precariedad con la que convivimos. Lo que en determinado momento parece pura armonía en solo un instante puede transformarse en un infierno inmanejable. De todo eso está construido este austero, preciso y al mismo tiempo provocador e inquietante film que ratifica a González como un autor para seguir muy de cerca.
Atrapante y por momentos hasta asfixiante es El cuidado de los otros, segundo largometraje de Mariano González (Los globos). Es un cuidado y laborioso estudio sobre la culpa, la lealtad, el azar o las vueltas de la vida, que le dicen, y has sobre la necesidad de sanar, de reparar lo herido o mal hecho. Luisa (Sofía Gala Castiglione) es babysitter a tiempo partido. Cuando no cuida al pequeño Felipe trabaja en un taller de cerámica junto a su novio, Miguel (Mariano González, el realizador). Y un (mal) día, una mañana el chico se intoxica en su casa, su vida se pone en peligro de muerte y no por culpa de Luisa. Hubo un descuido, alguien lo cometió y El cuidado de los otros trata casi todo el tiempo acerca de ello: cómo atender, preservar, defender a quienes amamos. Porque en eso están todos los personajes: los padres de Felipe (Laura Paredes y Edgardo Castro), Luisa, el padre de ella. La película, que compitió recientemente en el Festival de Mar del Plata, irá tomando diferentes rumbos cuando el asunto se empiece a poner más espeso, y las acciones judiciales entren a tallar. Sofía Gala Castiglione lleva todo el peso del filme, y bien ha confiado el director en ello. La actriz ya ha demostrado en varias oportunidades (Alanis, tal vez, la mejor) que no le teme a los desafíos interpretativos y que es capaz de aprisionar al espectador con las mejores armas, para que el público sienta lo que le pasa a su personaje, en el corazón y por la mente. Son solamente 68 los minutos que le toma a González contar esta historia, que por sabe conmover cuando debe, que intriga y que se sigue con los ojos fijos, clavados en Luisa, un personaje que ofrece tantos matices como cualquiera persona de la vida real. Y lograr eso en el cine, se sabe, no es fácil.
La música del azar Luego de un prometedor debut tras las cámaras con Los globos (2016), el también actor, Mariano González regresa a la faceta de director con El cuidado de los otros (2019), otra sorprendente película sobre el azar y la fragilidad de la vida. Luisa (otro impecable trabajo de Sofía Gala Castiglione) es una chica común y corriente que vive con su novio (Mariano González), va a la facultad, trabaja en un taller de cerámica, y cuida a los dos hijos pequeños de un matrimonio de clase media trabajadora. Es en ese trabajo donde por una situación azarosa Felipe, uno de los nenes, sufre un accidente mientras estaba a su cuidado y Luisa se ve doblegada por la culpa y la desesperación. González, también guionista de la historia, construye un entramado psicológico donde la protagonista tendrá la misma información que el espectador poniendo a éste en el mismo lugar de tensión a la que es sometida Luisa. Los padres de Felipe, el niño en cuestión, culpan a Luisa del infortunio y no le atienden el teléfono, ni el portero eléctrico y evitan tener cualquier tipo de contacto. Luisa entra en estado de desesperación por querer tener la información que se le niega y por ende el espectador también. Todos quieren tener una respuesta que se desconoce En El cuidado de los otros los personajes no son marginales, ni de clases sociales muy diferentes, todos trabajan y tienen conductas que los igualan. González toma la correcta decisión de que la discusión sobre la responsabilidad no tenga que ver con lo social sino con el azar, como por un hecho involuntario puede cambiar el curso de nuestras vidas para siempre. Con una línea estética e ideológica que le escapa a la miserabilidad y al regodeo, referencias dardenianas (la cámara siempre siguiendo a Luisa por la espalda), al escritor Paul Auster y también a la local Anahí Berneri de Por tu culpa (2009), Mariano González se posiciona con su segunda película como un gran director y ya no como una promesa.
Sofía Gala se hace cargo de las consecuencias en este áspero drama. En un primer plano vemos las manos de Luisa (Sofía Gala), envolviendo Budas de yeso. La pantalla se abre para mostrarnos a un grupo elaborando las estatuillas, en una especie de fábrica artesanal. Este es uno de los trabajos de Luisa, quien como segunda opción es niñera de dos pequeños niños, de quienes está muy encariñada. La finalidad de este sacrificio es culminar los estudios universitarios. Un día rutinario como cualquier otro, mientras cuida a Felipe, ocurre un accidente que pone en peligro la vida del pequeño. Felipe sufre una grave intoxicación, consecuencia de un descuido de Miguel (Mariano González). A partir de este suceso Luisa ya no será la misma, cargará con una culpa imposible de elaborar, incluido un recelo en la relación con su pareja. El Cuidado de los Otros, es un potente drama que sigue el punto de vista de nuestra protagonista; que a través de elementos mínimos construye y nos transmite su angustia y preocupación. Una Sofía Gala contenida, que realiza un trabajo impecable, carga casi con todo el peso de la narración. Este hecho doloroso también funcionará para que ella manifieste una crisis personal. Luisa ¿siente culpa? ¿ya no ama más a su pareja? ¿cuál es el origen de tanta angustia? Nunca lo tendremos bien en claro. Es una película de situaciones y muy emocional; con un registro austero, mental, alejado de la fisicidad, nunca vemos a Luisa y Miguel darse un abrazo, por ejemplo, se impone la distancia. Un relato equilibrado y pujante, que invita al espectador a sacar sus propias conclusiones.
El segundo trabajo de Mariano González, ha recientemente participado como una de las tres propuestas nacionales que se encontraban en Competencia Internacional en el Festival de Cine de Mar del Plata. Justamente, González había presentado en ese mismo Festival su ópera prima “Los Globos” en la Sección de Competencia Argentina, tres años atrás. Con este antecedente se estrena ahora en el circuito comercial, “EL CUIDADO DE LOS OTROS” donde González ya comienza a perfilarse como uno de los directores de cine nacional con un estilo y temática propia. En éste, su segundo filme, vuelve sobre su tono austero y seco y trabaja la temática de los vínculos entre el mundo adulto y el mundo infantil y en este caso, más tangencialmente también aborda el tema de la paternidad / maternidad. Luisa (Sofía Gala Castiglione) tiene dos trabajos: reparte su tiempo en un taller de réplicas de cerámicas donde trabaja con su novio y para poder mejorar su endeble situación económica, completa sus ingresos como babysitter, cuidando a Felipe. González sabe mostrar sin ninguna estridencia como un hecho fortuito puede cambiar la vida en un instante: un problema con una puerta que deja “encerrada” a Luisa sin poder acceder al departamento sumado a que luego su novio la visita en el departamento son dos momentos en los que ella ha perdido el control en el cuidado de Felipe. Es por esto que cuando el menor sufra un episodio crítico que desemboca en una internación determinada por una fuerte intoxicación, los padres de Felipe (otros muy buenos trabajos de Laura Paredes y Edgardo Castro) culparán a Luisa de la delicada situación que se encuentra atravesando su hijo. Aparecerán la culpa y la desesperación como importantes motores en Luisa, se instalan la duda y la desazón y fundamentalmente esa sensación que tiene de no estar segura de lo que pasa, de no entender cómo se van desencadenando los hechos. El guion nos pone del mismo lado de la protagonista pero no justamente para compartir una mirada cómplice con ella sino para acompañarla en su angustia y en la tensión que este hecho genera, sin tener más elementos y encontrándonos en la misma trama de incertidumbres, al no saber precisamente qué es lo que ha sucedido. González (quien también se reserva el papel del novio de la protagonista, cumpliendo sus tres roles como director, guionista y actor) maneja ese clima opresivo y angustiante en donde Luisa es abruptamente separada de Felipe, cortándose ese lazo de afecto que los unía más allá de la inmediata pérdida del vínculo laboral. Se rompe de esta manera ese único vínculo amoroso que plantea el director dentro de sus personajes, que por fuera de esto, parecen manejarse lacónicamente y donde prácticamente no hay contacto físico. Con un registro que puede remitir al cine de los hermanos Dardenne (el uso de la cámara en mano que no suelta a la protagonista ni un instante y que de esta forma nos permite acompañar a Luisa en su derrotero personal, se emparenta al del personaje de Marion Cotillard en “Dos días, una noche”), la trama se propone reflexionar fuertemente sobre la vulnerabilidad, nuestras responsabilidades, las implicancias de una cadena de hechos contingentes en donde cada uno impone su propia mirada cargada de prejuicios y de sobreentendidos. Tal como sucedía, de alguna manera, en “La Cacería” de Vinterberg, nuestra heroína ya queda sentenciada por los hechos, sin importar demasiado aquello que verdaderamente haya sucedido: condenada por una familia que la expulsa de su trabajo y rompe abruptamente toda la relación de afecto que ella tenía para con Felipe. En un rol complejo, Sofía Gala Castiglione aprovecha un excelente y absoluto personaje protagónico excluyente, para confirmarse como una de las mejores actrices de su generación, brindando una composición absolutamente medida y que transmite todos los estados por los que atraviesa el personaje, siendo el puntal fundamental para que “EL CUIDADO DE LOS OTROS” logre el impacto y la desesperación que genera con ese clima de permanente incertidumbre.
El cuidado de los otros: Un descuido inofensivo. Sofía Gala protagoniza la nueva película de Mariano González, un drama intimista sobre el miedo, el remordimiento, la culpa y el trabajo. Mariano González vuelve con su segundo largometraje, luego de su ópera prima, Los globos (2016). Estrenada en el 34° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, otra vez se centra en el mundo laboral como contexto para este drama profundo e íntimo, donde se mezclan las relaciones laborales y personales, ante un descuido doméstico, que aunque pareciera inofensivo, desata una tragedia. Luisa (Sofía Gala Castiglione) es una joven que tiene dos trabajos: uno en una fábrica de adornos y otro como niñera en una casa acomodada. Un día, teniendo a su cuidado a Felipe, uno de los chiquitos de la familia para la que trabaja, tiene un descuido que parece inofensivo pero, sumado a otros hechos como una negligencia del novio de Luisa que va a esa casa a ayudarla con el primer imprevisto, termina ocasionando un accidente en el niño (no se conoce si está bien utilizado el vocablo puesto que, según se muestra, podría haber sido evitable prestando más atención). Luego de que el menor quede internado por unos días en terapia intensiva, la familia vuelve a su casa y se sume en un hermetismo del que ya no se sale. La situación extrema vuelve comprensible el silencio de los padres, pero no su prolongación en el tiempo, incluso cuando la emergencia ha pasado y el niño ha retornado a su hogar. Resulta doloroso la negativa a dialogar con Luisa sobre lo que sucedió, pensando en que le podría haber ocurrido a cualquiera. Así, la necesidad de identificación de un culpable muestra la dificultad de asumir que, al ser humanos, los errores suceden. Luisa, confundida y angustiada, quiere saber cómo está Felipe y, además, se aleja de su novio, quien parece ser culpable de lo sucedido. Sofía Gala Castiglione hace brillar la película; se luce de principio a fin mostrando la contención de los sentimientos a punto de explotar. Luisa tiene una sensibilidad especial, no solo hacía el niño, sino también hacia los padres. Los demás acompañan bien y aportan lo justo y necesario. Así, con esta historia pequeña, se narra cómo vive todo el proceso Luisa, principalmente su sentimiento de culpa y angustia que la atormentan constantemente, sumado a dualidad entre el amor que siente por el pequeño y la relación laboral que puede terminar a raíz de lo sucedido. Se remarca constantemente el límite existente entre la relación laboral y la relación sentimental a la que se enfrenta la protagonista. En la película también se remarca cómo ambas partes ven la relación laboral, el miedo de los padres ante el hecho trágico y la confusión de Luisa con su especial sensibilidad por esa familia. El cuidado de los otros (2019) logra incomodar al espectador por la cercanía y verosimilitud del relato. Sin utilizar golpes bajos ni giros violentos, duele verla y genera esa tensión típica del thriller, donde el público se refleja en los pasos de Luisa. Mariano González logra construir una película inquietante, que se sostiene muy bien a partir de la interpretación de Sofía Gala.
El director argentino Mariano González, cuya opera prima Los Globlos (2016) resultó ganadora del Premio Fripresci de la crítica internacional en la 31° edición del Festival de Cine de Mar de Plata, presenta en esta oportunidad su segundo largometraje bautizado El Cuidado de los Otros, una historia mínima acerca de los peligros del azar, la culpa y el miedo hacia aquello que no podemos controlar. La película sigue de cerca a Luisa (Sofía Gala Castiglione), una joven que reparte sus días entre las tareas que realiza en una fábrica de forma temporal y junto a su pareja Miguel (interpretado por el mismo director) y el cuidado de niños en casas ajenas. El día en que Luisa debe hacerse cargo de cuidar al pequeño Felipe (Jeremías Antún), una simple eventualidad con la cerradura del departamento de la familia lleva a que Luisa se desespere y termine recurriendo a su novio, quien se hace presente en el lugar. Con el problema finalmente resuelto, Miguel se marcha y todo parece haber vuelto a la normalidad. Pero horas más tarde, Felipe comienza a manifestar unos extraños síntomas que llevan a Luisa a dirigirse con urgencia al hospital donde se encuentra trabajando su madre. Todo indica que el niño ha sufrido una intoxicación accidental y las miradas recaen en Luisa y Miguel, quienes ahora deben enfrentar las consecuencias de este infortunio. Con una duración de apenas 72 minutos, el film que junto con Planta Permanente y Los Sonámbulos son las tres argentinas que participan en la sección de Competencia Internacional, consigue generar una convincente mixtura entre el drama y el suspenso que mantiene en vilo al espectador de principio a fin. No hay duda de que el peso de la historia recae en las interpretaciones, con una Sofía Galaque nuevamente vuelve a entregarnos otra brillante y humana actuación que continúa posicionándola como una de las artistas nacionales más destacadas de los últimos tiempos. A través de planos secuencia continuos, el director invita al público a seguir la desventura de esta protagonista mientras se debate internamente qué es lo que debe hacer con su vida de ahora en más. Resulta bastante sencillo empatizar con la angustia que vivencia el personaje de Luisa, atormentada por un error tan impredecible como posiblemente letal. Una culpa identificable con la visión patriarcal de las figuras maternales, a quienes desde siempre se les ha exigido una perfección inalcanzable. El vínculo tan cálido y honesto que se genera entre la protagonista y el niño dejan en claro donde radica lo verdaderamente importante. La decisión última de Luisa es también una rebelión hacia aquel ideal de la cuidadora impuesto por la cultura. El Cuidado de los Otros es una propuesta modesta pero profundamente emotiva, con un buen manejo de climas y un abordaje de la culpa interesante que conduce al espectador hacia el terreno más personal.
Luisa es una muchacha introvertida y solitaria que trabaja como cuidadora de niños y, temporariamente, en una pequeña fábrica. Su tarea se verá sacudida cuando tanto ella como su novio quedan a cargo de un pequeño que, accidentalmente, sufre una intoxicación. La desesperación hace presa de Luisa quien conduce al chico hasta un hospital y, de aquí en más, su vida se convertirá en un calvario. En torno de esta dramática historia, el director Mariano González logró un film que habla del azar y los accidentes inmanejables que desorientan la vida de las personas. La muy buena labor de Sofía Gala Castiglione eleva el crudo mensaje de este oscuro entramado.
"El cuidado de los otros": a puerta cerrada La nueva realización del director de "Los globos", que compitió en el Festival de Mar del Plata, es seca, elíptica y cierra el camino a toda moraleja. Segunda película del realizador, guionista y actor Mariano González, toda la arquitectura de El cuidado de los otros se sostiene sobre un par de descuidos ínfimos, banales, de lo más cotidianos, que tienen lugar, uno tras otro, en un plazo breve. Dado que el relato es seco, elíptico y cierra el camino a toda moraleja, es difícil --si no imposible-- saber si es el azar, la fatalidad, el efecto dominó o alguna clase de intervención del Inconsciente lo que provoca que, como tantas veces ocurre, la reiterada rutina de todos los días se vea alterada por una interrupción, un corte, un sacudón que implica a un niño, sus padres, la chica que lo cuida y el novio de ésta. También en la vida es así: hay cosas que suceden sin que se entienda ni cómo ni por qué. Pero suceden. El cuidado de los otros, que viene de participar en la Competencia Internacional del Festival de Mar del Plata, empieza como Los globos, la magnífica ópera prima de González (2016): con operarios trabajando en un tallercito barrial. Por cierto que lo que producen está fuera de lo que suele considerarse “circuito de producción”. Los globos del título allí; unos adornos baratos, entre los que predominan los Budas de mesita de luz, aquí. Si en una película aparece un icono religioso, en la mayoría de los casos es para significar algo en relación con la trama. No parece ser el caso: el crítico se partió la cabeza preguntándose si la trama de El cuidado de los otros podía tener alguna relación con el budismo, y no halló ni la punta de ese hilo. Lo que está claro es que a González le gusta mostrar el trabajo manual en cine, tal vez porque es una tarea que exige la clase de dedicación, paciencia y silencio que parecen estar en la base de sus películas. Es una mera hipótesis, sin mayor importancia. Lo que sí importa es que de acuerdo a la división del trabajo capitalista, las tareas manuales, salvo que se trate de artesanías artísticas, quedan a cargo de una clase social: la clase trabajadora. Para poder llegar a fin de mes, Luisa (Sofía Gala Castiglione) hace tareas diversas. Además de los Budas y mientras su novio Miguel (el propio González) le enseña a cortar plástico, Luisa cuida niños. Un niño. Feli (Jeremías Antún), a cuyo cargo lo deja su madre (Laura Paredes). Luisa sale a tirar la basura y cuando vuelve encuentra la puerta del departamento cerrada por un golpe de aire. Intenta abrirla sin éxito y llama a su novio para que le traiga copia de la llave. Abren, entran, encuentran a Feli durmiendo en calma, Luisa sale un momento a atender un asunto con la vecina de al lado. Vuelve, Miguel se va, Luisa se pone a jugar con Feli. Encuentra que su novio se olvidó la billetera, de la cual mientras estaba con el chico se le cayó, sin que se diera cuenta, algo envuelto en papel. Feli se siente mal, le sube la fiebre, tiembla, y Luisa decide alcanzárselo a la mamá, que es médica (Laura Paredes). Feli está intoxicado, según todo lo indica por haber aspirado sin intención alguna sustancia que no debía. Está claro que González no es afecto a los gritos, los desbordes, los golpes de melodrama, el empujar las cosas al extremo. Salvo un único momento, en el que hay un incidente físico que la cámara muestra, de manera sintomática, al soslayo. En El cuidado de los otros, como en Los globos, la procesión va por dentro. Y esto no tiene nada que ver con los Budas, ya que el budismo no contempla las procesiones. El malestar es sordo, y lo carga sobre todo la silenciosa Luisa, que trata de visitar a Feli sin que le permitan pasar a la sala de Terapia Intensiva. Luisa sufre, calla, ocasionalmente estalla en llanto, y la cámara la sigue, llevada en mano y desde atrás, en lo que no puede sino identificarse como “estilo Dardenne”. Podría decirse que todo (o casi todo) lo que le pasa a Luisa le pasa en ese fuera de campo que es su interior, del que asoman expresiones, miradas, gestos. Sofía Gala Castiglione parece la actriz perfecta para esto: es seca, contenida, aparentemente dura y sin embargo sumamente sensible. Pero más que nada para adentro, allí donde guarda todo lo que le está pasando.
Un buen realizador no solo está atento a las historias que pueda contar por cuestión de vivencias o lo que leyó en los diarios, vio en la calle o en los noticieros. También puede ser algo sencillo y cotidiano, un detalle que realizamos constantemente al punto que la inercia puede hacernos olvidar de lo indispensable que es. Un pequeño detalle como este es el punto de partida de El Cuidado de los Otros. Los Niveles del Cuidado El Cuidado de los Otros es una trama de enorme fluidez. Una clave de ese logro es que un detalle pequeño como dejar la llave adentro, desata una reacción en cadena de conflictos que se expande hasta sus últimas consecuencias. La estructura narrativa se divide en dos mitades, cada una con un foco de cuidado; uno específico y otro indeciso. El primero, el específico, es el cuidado de la protagonista del niño a su cargo, y es la odisea por encontrar la llave. El realizador, con mucho ingenio, sostiene la tensión de manera tal que no solo empatizamos con la protagonista, sino que se hace muy identificable para el espectador que pudo tener un incidente similar. El segundo foco, cuando decimos que es indeciso, no lo decimos por valoración sino por una clara necesidad dramática que satisface el guion, ya que se sostiene en la elección que deberá hacer la protagonista: ¿a quién cuida esta vez?, ¿al niño? ¿a su novio para que no vaya a la cárcel? ¿a sí misma? Es esta duda la que consigue mantener en pie la propuesta, llevándola de un terreno donde manda la trama hacia uno donde predomina lo psicológico, el desarrollo de personaje y los temas sobre la responsabilidad en los que se inscribe la película. El trabajo de cámara es uno necesariamente claustrofóbico. Establece con claridad el punto de vista en el que se inscribe, ya que no se despega de la protagonista en ningún minuto. Esto, por otro lado, es complementado por la labor de Sofía Gala Castiglione, cuyo rostro, cuyas reacciones, pueblan El Cuidado de los Otros y son el vehículo mediante el cual el argumento del film llega a buen puerto.
Luisa trabaja en un taller de alfarería y para compensar un sueldo escaso hace tareas como niñera en una casa de clase media. Todo es cotidiano en su vida hasta que suceden dos hechos aparentemente no significativos. Una tarde se le cierra la puerta del departamento en el que cuida al pequeño Feli y llama a Miguel, su novio para que la ayude a entrar. Algo ocurre (no queremos adelantar más datos para mantener la expectativa del espectador) y el pequeño termina internado. El resto es algo así como una odisea personal que se plantea Luisa con ella misma ante el descubrimiento de algo tan fundamental como la responsabilidad. Y no sólo eso: cómo se hace si hay también dos seres queridos involucrados y uno de ellos parece no tener conciencia de su parte de culpa. Luisa ama a ese chiquito que cuida todos los días, pero también ama a su novio, involucrado sin querer en la situación. Con esa austeridad que caracteriza el cine del director Mariano González ("Los globos") se desarrolla esta asunción de la culpa y la duda en el individuo (en este caso Luisa). Como una sumatoria de tensiones, un velo parece envolver a la chica que intenta explicarse y también explicar a los que se vieron afectados (la familia del chico impide cualquier diálogo). El espectador del cine de este joven director (y actor; es Martín, el novio de Luisa) observa acciones que llevan al núcleo temático, se interna en el clima casi enfermizo que va carcomiendo a la protagonista y toma conciencia de eso que sutilmente separa clases. ¿Cómo es que una relación hasta ahora casi perfecta, de servicio y cariño, interrumpida por un hecho fortuito pero peligroso, puede no admitir ni siquiera una explicación (aceptada o no) y terminar abruptamente? Como en el notable cuento de Liliana Hecker "La fiesta ajena", Luisa se da cuenta de que hay estratos que separan gente y sentimientos, que ella no es más que una chica por horas que se equivocó. Un relato minimalista, intenso, con climax y una gran actriz, Sofía Gala Castiglione, que con mínimos gestos, intensas miradas y sólida actitud emocional se pone al hombro el protagonismo de un filme.
Mariano González en su triple función, director, guionista e intérprete, nos regala un film inquietante, preciso y conmovedor. Con una actuación de Sofía Gala Castiglione que magnetiza una situación terrible y angustiante. La historia ubica a la protagonista en una vida precaria, tiene dos trabajos, en un taller donde fabrican budas, donde la contaminación y el frio hablan de una situación al límite. Pero ella también se esfuerza como baby sitter, con una preocupación profunda y delicada, que en pocos minutos la ubica como una madre substituta y casi de inmediato en una situación de peligro inminente. El niño está gravemente intoxicado y esa situación terrible que lo puso en riesgo de muerte implica al novio de la trabajadora, que paso unos minutos por ese hogar. A partir de allí todos los sentimientos encontrados de la protagonista atraviesan la sensibilidad de esa mujer, con matices diversos, desde la culpa al dolor, de la pulsión por volver a ver al niño, a la lealtad hacia su pareja, hasta que todo su mundo tambalea y se resquebraja en situaciones complejas, comprensibles e inquietantes. El director sigue el itinerario emocional de la protagonista, pegado a sus espaldas, captando cada pliegue de sus reacciones y consecuencias. Encontró en Castiglione a la intérprete perfecta.
Tras la impactante aparición de Mariano González en la escena cinematográfica con su opus Los Globos (2017), que debutó en el Festival de Mar del Plata en 2016, en donde ya se perfilaba un abordaje inquieto hacia la interioridad de sus criaturas mediante una cámara desprejuiciada e inquisidora que buscaba retratar el alma de los personajes, llega ahora «El Cuidado de los Otros», que tras su paso por la 34 edición de este mismo Festival, esta vez en Competencia Internacional, desemboca en las pantallas locales. Lo primero que puede observarse en este film es que González intensifica su criterio de búsqueda, dotando a su cámara en mano de un poder absoluto y potenciador, haciendo recaer todas las circunstancias narrativas y emocionales en Sofía Gala Castiglione, excelente decisión de casting. Es esta sensible actriz quien dota a su personaje desde una interioridad rigurosa, haciéndole recorrer todo el andarivel de sensaciones: culpa, angustia, rebeldía, negación, vergüenza, desesperación, frustración. La cámara, esa otra gran protagonista, es quien avanza impulsando la historia junto con “la cuidadora” del título, sin anticipar, y se instala en el momento a momento de cada una de las circunstancias de su protagonista, deteniéndose precisamente en el impacto de lo que sucede por encima del hecho puntual en sí mismo. El director vuelve a demostrar aquí su predilección por los menores y como la resultante de las conductas de los adultos, reverbera en la superficie de aquellos. De estilo seco y directo, con notables influencias Dardennianas, González construye un universo potente en el que “el mientras tanto” pasa a ser objeto directo de su foco. POR QUE SI: «González intensifica su criterio de búsqueda, dotando a su cámara en mano de un poder absoluto y potenciador, haciendo recaer todas las circunstancias narrativas y emocionales en Sofía Gala Castiglione, excelente decisión de casting»
Luisa (Sofía Gala Castiglione) trabaja en una fábrica con su novio (el propio director y guionista, Mariano González) y también cuidando Felipe, al hijo menor de una familia de clase media alta. Por un descuido, en principio de ella que se queda afuera del departamento donde está el niño solo, y luego de su novio que viene a traerle la llave de repuesto y se le cae una sustancia de la billetera, Felipe sufre una intoxicación grave por drogas. Luisa tiene que llevar al chico al hospital de urgencia y este queda allí por varios días. A raíz del incidente los padres de Felipe cortan todo contacto con Luisa quien no solo queda ante la angustia acerca de las posibles consecuencias sino en completo desconocimiento sobre la suerte del niño. Con una premisa argumental que parece una anécdota menor (que lo es solo en apariencia) Mariano González, en su segundo largometraje, construye un relato de progresiva y sostenida tensión. Una pequeña distracción desencadena una serie de consecuencias imprevisibles y el episodio que podría haber sido intrascendente deriva en una situación que a Luisa la pone ante una sensación de abismo luchando para no derrumbarse. Gran parte de esa tensión está sostenida en la incertidumbre, en lo que queda fuera de campo pero tiene un peso determinante, es sobre todo ese no saber lo que a la protagonista no la deja en paz. Son varios los frentes con los que Sofía debe vérselas. En principio dos instancias que reaccionan de manera totalmente diferente. Por un lado los padres del chico, que actúan primero con hostilidad y luego con total hermetismo, con una negativa cerrada a comunicarse. Por otro lado la pasividad, que por momentos parece indiferencia, de su novio, quien lejos de sentirse nervioso o siquiera interpelado transita la misma situación con una actitud impasible como si nada hubiera sucedido. Y en el medio Sofía debe lidiar internamente no solo con su angustia y el miedo a las consecuencias legales, sino en gran medida con la culpa. Felipe es no solo un chico al que cuidaba por trabajo sino uno con el que había construido una relación afectiva y ella se siente en falta con él. El cuidado de los otros es también un film sobre la responsabilidad, sobre hacerse cargo de los propios actos, aun si no son completamente voluntarios, y esto se puede ver en las reacciones tan disímiles entre Luisa y su novio. Sofía Gala Castiglione hace tiempo dejó de ser una revelación para convertirse en una de las actrices más destacadas de su generación. Es notable lo que logra manejando todo ese bagaje de emociones contenidas, miedo, angustia, rabia, culpa, tratando de no desbordarse y manejar la situación de la mejor manera posible, mostrando al mismo tiempo vulnerabilidad y entereza. Y es también interesante la forma en que Mariano González compone al novio de Sofía, con su silencio y su supuesta indiferencia, dejando entrever algo pero revelando muy poco, como un personaje que es más bien un enigma. Como realizador, González arma una puesta austera pero ágil y nerviosa. Quizás con una posible influencia del cine de los Dardenne, la cámara se le pega a su protagonista y la sigue de cerca en planos cortos y constante movimiento transmitiendo una tangible sensación de urgencia. En apenas 68 minutos El cuidado de los otros se constituye en una experiencia alejada del exceso y a la vez intensa, un relato minimalista que pasa con naturalidad de una banal cotidianeidad a la más inesperada pesadilla. EL CUIDADO DE LOS OTROS El cuidado de los otros. Argentina. 2019. Dirección: Mariano González. Reparto: Sofia Gala Castiglione, Edgardo Castro, Laura Paredes, Mariano González, Jeremías Antún, Jorge Prado. Guión: Mariano González. Fotografía: Manuel Rebella. Montaje: Delfina Castagnino. Dirección de arte: Marina Raggio. Diseño de sonido: Emiliano Biaiñ, Marcos Zoppi. Producción ejecutiva: Ignacio Sarchi, Francisco Larralde. Jefe de producción: Martín Feldman. Distribuye: Cine Tren. Duración: 68 minutos.
Luisa trabaja en un taller haciendo figuras de arcilla y cuida al nene de una familia de clase media. El taller y el departamento son dos mundos diferentes, pero la protagonista pasa de uno a otro sin problemas, incluso puede oficiar de puente entre sus integrantes. Todo va bien hasta que una serie de accidentes la destierran del segundo: Felipe, el nene que tenía a su cargo, se intoxica y la familia corta toda comunicación con Luisa. El panorama resulta familiar: el contraste entre estratos sociales, la cámara que se inmiscuye en los espacios y sigue a los personajes de cerca, el realismo general; no podemos pensar más que en el cine de los Dardenne. Tememos lo peor: que los accidentes de Luisa la vuelvan una víctima sacrificial en el altar de un comentario acerca del despotismo de las clases acomodadas y de la desigualdad inherente al sistema. Las de los Dardenne son películas de tesis: los directores tienen una visión del mundo inconmovible que creen bastante más importante que el destino de los personajes; sobre ellos hay que descargar crueldades de todo tipo a los fines de vehiculizar la denuncia gruesa que caracteriza al cine social europeo. Tememos, entonces, pero todo es infundado. Más allá de la semejanza estilística, Mariano González entiende el cine de otra manera: la película no trata de encapsular las relaciones de sus personajes bajo una idea maniquea del mundo, sino de observar las posibilidades estéticas que abre la expulsión y deriva de Luisa. Estamos, entonces, ante una película que se ubica en las antípodas de los directores belgas. El caso es que después de la secuencia de infortunios que ponen en peligro la vida de Felipe y le granjean a Luisa el odio de los padres, la protagonista se hunde: no sabe qué es del chico, no puede comunicarse con la familia, el novio no parece tomar dimensión del desastre que produjo involuntariamente. Empieza un drama sin estridencias conducido discretamente por Sofía Gala Castiglione, que comprende el cine como pocas actrices argentinas. Mariano González, que hace al novio, tiene un personaje igualmente extraordinario: trabaja en el taller y vende bicicletas, es callado, habla con pocas palabras y rodea a Luisa sin poder nunca entenderse con ella ni ganarse su perdón. La trama se convierte en un limbo: Luisa sabe cada vez menos de Felipe y deambula desgarrada de un lado al otro; Miguel, con sus gestos de cariño algo torpes, se vuelve un estorbo, alguien al que conviene tener lejos, como le explican el padre de Luisa y un amigo abogado justo antes de que suba al auto. Luisa es el centro de la película, pero de a poco Miguel crece y adquiere un espesor insospechado. Los intentos de Luisa de contactarse con sus empleadores anteriores harían las delicias de directores como Ken Loach o Stéphane Brizé, pero González los resuelve evitando cualquier tipo de golpe bajo: el reencuentro de la protagonista con el guardia del edificio después del accidente no muestra la diferencia entre asalariados que pertenecen a espacios distintos, entre alienados y emancipados que luchan por salvarse a sí mismos, sino la extrañeza esperable ante la retoma del contacto. Una de las últimas escenas es extraordinaria: el padre de Felipe va a la casa de Miguel, donde vive Luisa, a pedirle que firme los papeles de su despido. Lo que otro director hubiera convertido en un pretendido estudio sobre la altanería de los acomodados y la resistencia de los humildes, González lo emplea para coronar el plan de la película: la visita está cargada de tensión, todos parecen incómodos, la frialdad del trámite contrasta con el disgusto y la culpa que experimentan los personajes. La rigidez de la conversación no viene a confirmar lugares comunes acerca de las diferencias entre clases sociales, sino a señalar la igualdad de sentimientos ante un hecho doloroso. El cuidado de los otros confía sus escenas y sus personajes a las ambigüedades de lo real esperando encontrar algo más que un montón de estereotipos al servicio de un mensaje. El título incluso podría funcionar como una declaración de principios acerca del trato cruel que le dispensa a sus protagonistas eso que a veces se llama cine social. El cierre hasta se permite el escándalo de esbozar un final feliz.
Después de la buena repercusión de Los globos, Mariano González dirige y actúa en El cuidado de los otros, notable obra protagonizada por Sofía Gala Castiglione. A veces, las circunstancias más pequeñas provocan las heridas más profundas. Luisa, la protagonista de El cuidado de los otros, trabaja part time, junto a su pareja, en una fábrica de souvenirs de cerámica y el resto del día se dedica a ser niñera. Un pequeño accidente doméstico provoca que el hijo de una pareja de clase media alta, al que Luisa cuidaba, termine en el hospital, y la responsabilidad caiga completamente sobre ella. El nuevo film de Mariano González se nutre del nervio y la tensión que caracteriza al cine de los hermanos Dardenne: personajes de clase trabajadora deben enfrentar conflictos que los sobrepasan en lo profesional y trascienden al ámbito conyugal, poniendo en riesgo no sólo la relación laboral, sino también la intimidad. González sigue a su protagonista con la cámara al hombro en forma constante, captando cada pequeña acción, reacción y gesto mínimo que Sofía Gala Castiglione ejerce, en un rol protagónico de esos que movilizan cada parte del cuerpo. La tensión pasa por la incertidumbre. La información que recibe el espectador es prácticamente la misma que sabe la protagonista, por lo tanto la dosificación de lo que Luisa recibe es vital para suponer y completar las acciones que no vimos. El director, a través de recursos puramente cinematográficos como el fuera de campo, o el trabajo sobre el primer plano de la expresión de la protagonista, e incluso de sí mismo, consigue evitar caer en subrayados u obviedades, sin subestimar la inteligencia o el conocimiento del espectador. El nivel de sutileza que administra González, pero sin dejar lugar a dobles lecturas, es de pura inteligencia. La tensión va in crescendo, a medida que aumenta el relato, contraponiendo, sin golpes bajos ni sentimentalismo, la humanidad y preocupación de la protagonista con la burocracia y los prejuicios sociales, sin la necesidad de bajar línea, juzgar o tomar una posición en el debate. La virulencia cotidiana explota sin matices, pero tampoco como juicio moral, sino como una consecuencia racional de las circunstancias. González intenta hacer un debate ético y reflexivo sobre la culpa y la redención. Por afinidad temática, y también por cierto abordaje estético-técnico audiovisual, El cuidado de los otros, remite al nervio, intensidad, efectismo y poder de síntesis que le otorga Anahí Berneri a sus obras, especialmente a Por tu culpa. Así como, en aquella premiada película, Erica Rivas se montaba todo el trabajo emocional-físico-psicológico sobre los hombros, acá, Sofía Gala Castiglione hace exactamente lo mismo, demostrando un crecimiento artístico y profesional que la ubican como una de las mejores intérpretes nacionales de su generación. El cuidado de los otros, de Mariano González, funciona como un drama psicológico, breve y efectivo, con el ritmo y nervio de thriller social, pero que pone énfasis en el desarrollo de los personajes y el cuidado del arco narrativo. González cumple muy bien el triple rol de guionista-director-intérprete (austero y contenido) y lo de Sofía Gala Castiglione es una bestialidad.
La culpa es una constante El cuidado de los otros es la segunda película de Mariano González (previamente filmó Los Globos en 2016) y participó de la Competencia Internacional el pasado Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. La obra narra en poco más de una hora una historia dramática en primera persona que pone en la superficie varios temas como la responsabilidad, las relaciones laborales, el perdón y el azar. Luisa (gran interpretación de Sofía Castiglione) es una joven universitaria que trabaja de niñera y, a la vez, en una fábrica de estatuillas de cerámica. El conflicto se desata cuando Felipe, uno de los niños a su cargo, sufre una grave intoxicación y debe ser hospitalizado. Si bien ella no es completamente responsable de la situación, decide hacerse cargo y queda en medio de algunos dilemas. De un lado su pareja (interpretado por el director de la película) y del otro el papá y la mamá del niño accidentado. Ambas partes atentarán contra el deseo de la protagonista de reencontrarse con Felipe. La escena de Luisa hablando por el portero eléctrico con los niños merece el aplauso de pie. La película es breve pero su relato tiene mucho peso. Y, sin acudir a giros dramáticos grandilocuentes y rebuscados, deja pensando. Llama a reflexionar sobre la responsabilidad en los trabajos de cuidado, históricamente precarizados y mal pagos en Argentina, pero también sobre el perdón, sobre hacerse cargo de las situaciones azarosas de la vida y -como en casi toda la programación del festival- la maternidad y paternidad. *Review de Martín Guazzaroni
Protagonista absoluta, de las que está todo el tiempo en cámara, de frente o espaldas, Luisa (Sofía Gala) se desplaza en bicicleta entre la casa que comparte con su novio y sus trabajos. En un taller donde fabrican budas decorativos y como cuidadora de un niño chiquito, Felipe, en el coqueto departamento con vistas en el que vive. Ahí sucede un accidente, primero una torpeza, de esas que pueden pasarle a cualquiera pero que parece anunciar un cambio para mal. Una puerta que se cierra a destiempo y Luisa se queda afuera, el niño adentro, la ayuda que tarda. Finalmente entra, todo parece bien, los visita su novio y pasará algo imperceptible, fuera de todas las miradas, y el chico se siente mal, taxi, hospital donde trabaja la madre, tiene una intoxicación grave. El cuidado de los otros es el relato de las horas siguientes a ese episodio. En las que la vida de Luisa, donde todo parece temporal, queda absolutamente atravesada por el remordimiento, la culpa y el miedo por la suerte de ese chico. Sobre el hombro de su actriz, como una imagen que sintetiza el peso de la situación, la película la sigue en un registro directo, crudo. Mientras ella atraviesa la angustia y el rechazo: de los padres de Felipe hacia ella, pero también el suyo hacia su pareja, por quien mantienen una lealtad que no puede ocultar el fastidio. Gala transmite todo esto con un minimalismo coherente con su personaje. Y no hacen falta escenas de gritos ni grandes aspavientos para que la acompañemos en su pequeña gran catástrofe, hasta su estupendo desenlace. El director y actor, Mariano González, consigue con ella un relato que no por asordinado deja de ser potente, sobre la fuerza del azar y la presencia de esas zonas de peligro capaces de dar vuelta, en un minuto, los cotidianos más anodinos.
LA FUERZA DE LO NO DICHO O MOSTRADO Tanto en Los globos, la película anterior de González, como en El cuidado de los otros, el mundo es un lugar vulnerable, sobre todo para los chicos. Es un drama que excede en este caso las clases sociales. Un error puede transformarse en una pesadilla cotidiana. ¿Es un mal irremediable del presente? ¿Es acaso el vaciamiento del significado de lo que se denomina responsabilidad, o cierta ligereza propia de una zona de riesgo inconsciente? A veces, el azar o el destino irrumpen abruptamente y la vida se torna insoportable. Luisa (Sofía Gala Castiglione) tiene dos trabajos. En uno de ellos, cuida a niños temporalmente, sobre todo a Felipe, el pequeño hijo de una familia porteña. El incidente con una puerta, la presencia de su novio en el departamento y un descuido sumergen a Luisa en un itinerario desesperante. Claro está, la desesperación está contenida y nunca las estridencias se imponen sobre un relato narrado con golpes sobrios de montaje y una efectividad narrativa que evita las explicaciones. La procesión de la protagonista es encapsulada por una cámara que nunca suelta al personaje, que acompaña su incomodidad existencial en un viaje donde el pánico y la incertidumbre se manifiestan a través de miradas, algún que otro desahogo y decisiones que parecen empantanar más el horizonte. Hay un calvario personal que pone a Luisa en una situación angustiante mientras el resto desfila sin saber muy bien qué hacer. No obstante, al drama individual, González le suma el otro, el colectivo, propio de una sociedad que ha naturalizado el trabajo precarizado (sea en la fábrica o en las casas donde familias pretenden cubrirse de sus pagos en negro). De ahí también la lógica del título, utilizada en el doble sentido de la desprotección. Con una mirada que no se refugia en proselitismos ni abusa de la hinchazón estética, González da forma a la punta del iceberg, con austeridad, despojamiento y precisión a la hora de trazar los comportamientos de los personajes. En los matices se encuentra el perfil de cada uno, en una realidad donde es difícil perdonar, aceptar y tolerar. Como en Los globos, hay un pasaje culminante, una decisión que abre una nueva posibilidad. Ni condena ni victimización. El cuidado de los otros, tal vez desconcierte en el contexto de un cine donde todo se erige como importante. En lo no dicho, en lo no mostrado, radica su principal fuerza.
Un descuido o una simple distracción pueden desatar un drama. Y si los que están implicados son chicos, tal vez desemboque en una tragedia. Eso es lo que le sucedió a Luisa (Sofía Gala Castiglione), empleada de una fábrica de artesanías industriales y que, en sus tiempos libres, trabaja como niñera. Ella es responsable, aplicada y cumplidora pero, por un accidente inconsciente, mientras cuidaba a un nene, debió recurrir a Miguel (Mariano González), su novio, para que la ayude. Lo que suponía ser un inconveniente pasajero, una cadena de errores provocó una intoxicación con drogas y el niño debió ser internado. Mariano González, que también dirigió esta película pone en foco un tema discutible: las responsabilidades que tiene un adulto y que, en ciertos casos, como un desliz involuntario, no tiene redención posible aunque sólo termine siendo una anécdota. El film es un drama con todas las letras. El manejo de la culpa y los sentimientos encontrados viven a flor de piel en la interpretación de Sofía Gala, cada vez mejor actriz, aunque, si no fuese por ella, la narración no podría sostenerse con claridad y caería en la intrascendencia. Si bien la obra tiene una breve duración y el director una profunda claridad sobre lo que quiere contar. y del modo en que quiere transmitir su idea, hay algún punto contradictorio del guión. Porque la protagonista se muestra siempre perseverante con sus acciones, si bien, al momento de generar un encuentro personal con los padres del chico llamativamente no lo logra. Posiblemente el criterio utilizado es para que la historia fluya y llegue a buen puerto, pero este detalle puntual hace un poco de ruido y genera preguntas al finalizar la proyección. El relato es dinámico, sólo con sonido ambiente para imprimirle un mayor realismo. Luisa va y viene. Es incansable. En cada escena está presente, jamás está tranquila, mientras que la preocupación aumenta junto al dolor intenso del alma. No consigue consuelo, su novio no la apoya como quisiera, y los damnificados le dan la espalda. Sólo el trabajo en la fábrica la mantiene en pie. Cuidar a otros, sin importar la edad de la persona dejada en guarda, no es sencillo. No confiarse nunca, estar atenta pues pensar que a ella no le puede pasar nada es una lección que Luisa aprendió a la fuerza y le dejó una marca imborrable en su ser.
Todo narrado sin artificio, a puro sentido común, al hueso de cada situación. Hemos dicho muchas veces aquí que Sofía Gala Castiglione es de lo mejor que tiene el cine nacional. Aquí, ocupando casi todos los fotogramas, vuelve a demostrarlo, pero la película es mucho más que ella. Es una joven que cuida a un nene, ese nene tiene un accidente, lo que viene después es pura culpa, intentos de explicación, alguna falsedad. Todo narrado sin artificio, a puro sentido común, al hueso de cada situación.
Mariano González es un director a seguir y Sofía Gala Castiglione una gran actriz de cine
El cuidado de los otros, Argentina, 2019. Escrita y dirigida por Mariano González Ya en Los globos, una película más personal pero no menos visceral y angustiante, González empleaba una estética general regida por lo necesario: ningún plano parecía estar de más; cada secuencia se encadenaba a otra sin la displicencia de tantas películas que extienden sus escenas por capricho o inconsciencia. Del primer al último minuto, en El cuidado de los otros cada escena contribuye a darle vida a un universo de ficción. El plano inicial constituye un punto de vista; el mundo de González es de la una clase media trabajadora, y el trabajo manual es un signo inevitable. Por otro lado, el momento elegido para cerrar el film, con un magnífico juego de fuera de campo en el plano final, señala el crecimiento del cineasta. Darle final a un film no es fácil, menos aún cuando el plano escogido contiene una potencia anímica como este, del que se prefiere extraer solamente su expresión directa y sin atributos.
Hay gente que trabaja de cuidar niños y hay quienes, como Luisa (Castiglione), sienten esa tarea como una cuestión casi maternal y a base del cariño. Mariano González (“Los globos”) indaga principalmente en los vínculos entre las clases sociales opuestas para poner el foco en una situación dramática. El tema es qué sucede cuando se queman las naves y cuál es la actitud que se toma cuando lo que se ve involucrado es algo tan sensible como un hijo. Luisa es una chica humilde, que trabaja además en una fábrica junto a su novio Miguel (González, en doble rol de director y actor), quien un día le da una mano para cuidar a Felipe, apenas por unos minutos. Miguel hará lo suyo, se irá de la casa y al rato Felipe pierde el conocimiento. ¿Qué pasó? Supuestamente el nene tomó algo de la billetera de Miguel y se descompuso. La cámara acompaña la desesperación de Luisa y su enojo con Miguel, pero también registra cierto destrato de los que tienen la billetera gorda. El director abre interrogantes y deja liberadas las respuestas al espectador. Sofía Gala Castiglione vuelve a brillar en la pantalla grande.
Luisa (Sofía Gala Castiglione) tiene dos trabajos: como niñera y en una fábrica, junto a su novio Miguel (Mariano González). Un contexto de precarización laboral la empujaron a buscar alternativas para resolver su situación económica dividiendo el tiempo entre la producción en serie de budas de cerámica y el cuidado –como bien nos adelanta el título- de los otros, en particular, de dos pequeños.
La primera película argentina en la competencia internacional es un potente drama centrado en una mujer que comete un error en su trabajo y debe afrontar las consecuencias. Sofía Gala Castiglione se luce en otro muy sólido film del director de “Los globos”. La opera prima del actor devenido director, LOS GLOBOS, fue una de las grandes sorpresas del 2017, una sólida película acerca de la relación entre un padre y su hijo contada con potencia y destreza cinematográfica. En su segunda película, González vuelve a trabajar a partir de un similar sistema narrativo, armado a partir de una narración seca, veloz y rigurosa que hace recordar otra vez a los primeros y más ásperos films de los hermanos Dardenne. Como las de los belgas, las de González son películas sobre el universo del trabajo en las que el hacer cotidiano es parte integral de la propuesta y en las que el mundo se construye siempre alrededor de ese hecho. En este caso la protagonista es una chica, Luisa (encarnada por Sofía Gala, que vuelve a lucirse aquí en una película que maneja un registro similar al de ALANIS), que trabaja como niñera cuidando a Felipe, un chico pequeño, en un departamento. Una breve distracción telefónica suya termina con el niño teniendo una emergencia médica y con Luisa despedida furtivamente de su empleo. Este breve film de poco más de 70 minutos se centra en las consecuencias que para Luisa tiene ese hecho, que la lleva no solo a vivir con preocupación lo que pudo haber pasado con el pequeño ya que no le permiten tener contacto con él, sino a entrar en una crisis personal que pone en riesgo su noviazgo con Miguel (con quien trabaja en una pequeña fábrica de objetos decorativos) y su estabilidad emocional. En esa cadena de angustias, Luisa empieza a perder de a poco su compostura y el mundo a su alrededor parece derrumbarse. Gala se pone la película casi literalmente al hombro y es ella la que lleva adelante el nervioso relato, cuya anécdota quizás sea mínima pero que acarrea una serie de complicaciones tanto éticas como emocionales. Entre los temas que trabaja EL CUIDADO DE LOS OTROS (cuyo título, desde ya, es bastante elocuente) está no solo la responsabilidad sino la culpa, la conciencia (o no) de clase, la empatía y la solidaridad. O la falta de ella. En algún punto es, como LOS GLOBOS, una película sobre la compleja relación entre adultos y niños, en la que la responsabilidad por el bienestar de los pequeños es algo que se vuelve imperativo pero de todos modos complicado de manejar. La actuación contundente de Gala Castiglione será seguramente lo más recordado del film –y con justicia–, pero EL CUIDADO DE LOS OTROS es también una muy sólida y potente película en su minimalista pero intensa construcción narrativa. Gracias a una puesta en escena casi de documental y un montaje preciso y por momentos feroz, González vuelve a demostrar que maneja con mucha solvencia las armas propias y específicas del cine.
Compitiendo en la última edición del Festival de Mar del Plata, como parte de la selección oficial de largometrajes a concurso, “El Cuidado de los Otros” nos inmiscuye en la realidad que viven Luisa y su pareja, quienes se ven involucrados en un episodio que podría desembocar en una tragedia. La película nos interpela valiéndose de su crudeza casi documental: ¿cómo se continua el vínculo luego de un episodio dramático? Mariano González -en su doble rol de guionista y director-, con escaso metraje y aplicando un tono tan austero como asfixiante, indaga en la paternidad forzada, poniendo su foco de interés en una protagonista femenina (Sofía Gala) al cuidado de un menor, al tiempo que pesquisando la curiosidad -a veces peligrosa, incontrolable- que se despierta en los niños y el cuidado que merece esa fragilidad de ser abriéndose al mundo. Los vínculos y el alrededor de este joven serán puestos bajo la lupa de este novel director.