Derrumbe con clase Hay algo admirable en el cine de los Wachowskis (y en el de M. Night Shyamalan) que tiene que ver con su ambición y su perseverancia. Son directores que van por todo, sin miedo al ridículo… aunque muchas veces terminan siendo víctimas de sus propias pretensiones. Debo admitir de entrada –para los fans de la saga Matrix, V de venganza, Meteoro y Cloud Atlas: La red invisible– que la “filosofía” de los Wachowskis nunca me interesó, que me parecen siempre demasiado banales y poco inteligentes cuando apelan a la solemnidad y me resultan poco divertidos cuando juegan al cine clase B. En ese sentido, El destino de Júpiter es (mucho) más de lo mismo. Cuesta entender (y habla bien del poder de convencimiento de los Wachowskis) cómo un estudio de la talla de Warner les dio 175 millones de dólares para filmar un guión como este –absurdo, derivativo, denso e inverosímil por donde se lo mire–, pero al mismo tiempo es casi conmovedor apreciar el esfuerzo, la convicción y el fabuloso despliegue visual con que los hermanos encaran este despropósito. Mila Kunis es Jupiter Jones, verdadera heredera del trono de Abrasax, una dinastía en problemas en una galaxia muy, muy lejana, pero que vive en la Tierra limpiando baños con su madre de origen ruso. Sí, así como lo leen... Los malvados son tres ambiciosos líderes de aquel planeta como Balem (un penoso Eddie Redmayne, que podría ganar el Oscar al mejor actor por La teoría del todo, pero debería quedarse con el Razzie por este trabajo), Kalique (Tuppence Middleton) y Titus (Douglas Booth). Por suerte para Jupiter aparece por las calles de Chicago Caine Wise (Channing Tatum), un súper soldado renegado y con ADN de lobo (como el Wolverine de Hugh Jackman) para ayudarla y, claro, enamorarla. Entre temas “importantes” (los Wachowskis están obsesionados, por ejemplo, con la reencarnación) tratados de manera poco menos que risible; citas a Brazil, de Terry Gilliam; y un intento por construir un universo a-la-Star Wars, El destino de Júpiter ofrece, sí, unos cuantos pasajes en los que los directores dan rienda suelta a su estética camp, ese buen gusto por el mal gusto, que se disfruta en plan de placer culpable (¡y en 3D!). Pero eso solo no alcanza. Para comedia de ciencia ficción, mejor regresar a Guardianes de la Galaxia.
No contentos con haber creado un impresionante mundo con Cloud Atlas, los Wachowski vuelven a la carga con la expansiva fantasía Jupiter Ascending, un agradable cóctel convulsivo que mezcla muchos exponentes del género de la ciencia ficción para lograr un espectáculo intergaláctico que promete pero nunca alcanza grandes alturas. La Cenicienta del cuento es Jupiter Jones, la heroína interpretada con mucha soltura y frescura de sobra por Mila Kunis, quien ve su vida cotidiana de limpiar para familias ricas por demás aburrida. Claramente sin tener idea alguna de que su destino es más grande de lo que ella se imagina, de un momento a otro se ve perseguida por seres alienígenas, mientras es ayudada por el inefable híbrido humano-licántropo Caine Wise -otro punto más que suma Channing Tatum para ser considerado una gran estrella del cine de acción-. El espectador apenas sabe un poco más que Jupiter al respecto, más allá de que una raza muy similar a la terrícola -una familia en disputa, para mayor precisión- pretende hacerse con el control de la joven para usarla a su gusto en sus tejes y manejes de poder. Una vez que el misterio de la persecución por parte de mercenarios y esbirros se vaya esclareciendo con el paso del tiempo, y un par de coreografiadas escenas de acción despierten el interés de la platea casi al instante, es que Jupiter Ascending deja en claro sus intenciones. Detrás del expansivo mundo creado por Andy y Lana, se encuentra una space opera que no pretende ser una moderna Star Wars, pero que no por ello peca de intentarlo. Hay criaturas extravagantes por doquier, entidades cósmicas a raudales y una infinidad de nombres arrojados con mucha velocidad en la trama, tanta información que cuesta digerirla al mismo tiempo que el dúo de protagonistas emprende una carrera por sus vidas. Desde el guión, hay una clara y estimable intención de parte de los Wachowski por querer traer un mundo fresco y distintivo, pero a la larga tanta imaginación desbordante puede terminar por alejar al espectador de sumergirse plenamente en la historia. No obstante, sin la enrevesada historia -y amén de sus fallas- el film es otro colorido viaje espacial del montón, con el aditivo del 3D. Kunis y Tatum se cargan el peso de la película al hombro, flirteando todo el tiempo que pueden en un gran tire y afloje romántico que todos sabemos como va a terminar. Ella, puro carisma, irradia energía y propone salirse del esquema de la damisela en peligro muchas veces, aunque las vueltas del guión la obliguen a verse indefensa durante la mayor parte del arco resolutorio. Él, en cambio, debe arrojarse hacia la bomba de relojería que comporta su personaje, un híbrido inclasificable bastante irrisorio, que obliga al actor a utilizar sus dotes de comedia al igual que su cuerpo para las escenas de acción. Sean Bean interpreta a ese secundario que siempre le sale tan bien, ese personaje que está a medio camino entre el bien y el mal y nunca se sabe para qué lado irá, mientras que el villano principal está a cargo de un increíblemente sobreactuado Eddie Redmayne, que cada diálogo y cada afectación en su voz lo alejan más y más de ese Oscar asegurado. Una cruel ironía de la vida que el mismo día se estrene en salas nacionales su festejado trabajo en The Theory of Everything. Lo excitante y estimulante que resulta Jupiter Ascending va perdiendo fuelle mientras los minutos pasan y la trama se complica demasiado, llevando a un conflictivo acto final que no se sostiene luego de la entretenida primera parte. Quizás haya secuela, quizás no, pero se agradece que el final no sea terriblemente conclusivo, ni tampoco una puerta abierta de par en par.
Una despareja aunque visualmente deslumbrante aventura espacial a cargo de los hermanos Wachowski. Jupiter Jones nació en un barco en medio del océano, bajo un cielo estrellado que predecía un futuro brillante. Pero hoy su realidad es otra, debe trabajar de sol a sol junto a su madre limpiando las casas de otras personas. Hasta que aparece en escena Caine, un ex militar genéticamente modificado que llega a la tierra en su búsqueda y le revela su verdadera identidad: Jupiter es una de las personas más importantes del universo y deberá reclamar su herencia para restaurar el balance del cosmos. Acenso y caída de Júpiter El Destino de JúpiterLos hermanos Andy y Lana Wachowski demostraron con la saga Matrix (especialmente la primera) que son capaces de crear nuevos y originales mundos con una mitología y reglas propias. Quizás por esta mismo razón uno todavía no terminaba de descartar por completo a El Destino de Júpiter, una película que los avance no hicieron demasiado por vendernos y que con su retraso de seis meses solo alimentó nuestros peores temores. Oficialmente este retraso fue para pulir los efectos especiales, mientras que la versión extra-oficial habla de los Wachowski siendo relegados de la mesa de edición. Viendo el productor terminado la versión no oficial toma mayor fuerza en mi cabeza, ya que me resulta difícil entender como dos directores que nos entregaron algunos de los trabajos más complejos dentro de la ciencia ficción moderna, harían una película tan grande en escala y a la vez tan simple y efímera. Hay una película más grande (y hasta me animaría a decir que mejor) tratando de salir a la luz en El Destino de Júpiter. Hay momentos brillantes seguidos de otros que nos dejan rascando la cabeza mientras intentamos entender el porqué de su existencia. Hay un mensaje y una temática clara, hay hermosos paisajes espaciales, hay escenas de acción que nos quitan el aire, hay sátira, hay humor absurdo y hay mucha pero mucha imaginación. Pero la película nunca llega a funcionar realmente. Todo se siente como un interesante conjunto de ideas pero sin conexión. El film pareciera buscar recorrer un terreno similar al de otras aventuras espaciales como Star Wars, pero siempre algo sucede que la hace retroceder y volver a empezar. Hay, por ejemplo, una secuencia de humor sumamente absurdo y satírico que pareciera salida de La Guía del Viajero Intergaláctico y que termina siendo un claro homenaje a Brazil de Terry Gilliam, con el propio director teniendo una breve aparición. El Destino de Júpiter es una película de extremos, y se pasea de uno a otro frente a los ojos déjanos desorientados por momentos. Channing Tatum hace lo que puede y pone lo que mejor que tiene en su personaje de Caine que -debo decirlo- resulta un tanto ridículo. Desde sus orígenes hasta su apariencia, algo nos da la sensación de que no encaja del todo en el relato. Mila Kunis tiene la difícil tarea de ser, en muchas oportunidades, el descanso cómico de la película, pero desgraciadamente Mila está muy lejos de ser Amy Poehler o Tina Fey. Aunque un poco desaprovechados, quizás los mejores trabajos sean los de Sean Bean y Eddie Redmayne en papeles secundarios. Bean como un aliado de Caine y Redmayne como el villano de turno, tienen entre ambos algunas de las escenas mejor logradas de la película. Pero a pesar de estas fallas los Wachowski mantienen el film de pie y siempre en movimiento. La duración (un poco superior a las dos horas) es la justa, y aunque no puedo decir que se pasan volando, tampoco llegaría al extremo de decir que aburre. El buen uso del 3D, sobre todo en escenas de acción, el espacio y otras en donde el tiempo se congela, está en verdad muy bien logradas y demuestran que a veces el formato, aunque no sume a la historia, le agrega espectacularidad a la imagen. Conclusión El Destino de Júpiter tiene todos los ingredientes para ser una divertida aventura de ciencia ficción, pero nunca logra que funcionen todos juntos. A diferencia de Guardianes de la Galaxia, donde el humor estaba integrado a la historia y fue en gran medida parte de su éxito, aquí parece ajeno al relato y por momentos hasta incómodo. Pero a pesar de que el resultado final se siente diluido y rebajado para que pueda ser disfrutado por jóvenes o adolescentes, a grandes rasgos se puede apreciar lo que los Wachowski estaban intentando. Y tampoco podemos dejar pasar el hecho de que esta es una historia completamente original pensada por los directores, algo que en esta época tan adicta a las adaptaciones, remakes y secuelas es digno de valorar.
La cosecha del tiempo. La ciencia ficción siempre ha sido un género complejo para los directores con un destino esquivo e imprevisible. Algunas películas que fracasaron en la taquilla en su momento se han convertido en obras de culto muchos años después para un público fiel, mientras que grandes éxitos han sido olvidados en el desierto de las novedades fatuas. Siempre fieles a sus presuntuosas ideas, el derrotero de los hermanos Wachowski ha sido caótico como sus películas, mezclando la resonante aparición de su primer gran éxito, Matrix (The Matrix, 1999), con las inferiores y decepcionantes secuelas de la misma (The Matrix Reloaded, 2003 y The Matrix Revolutions, 2003), la ridícula Meteoro (Speed Racer, 2008) y la fallida Cloud Atlas (2012). Cada nuevo film del dúo es una superproducción que suscita mucha expectativa y que desgraciadamente siempre defrauda al espectador. A pesar de los enormes errores en los guiones producto de la falta de desarrollo filosófico de las ideas, sus opus siempre logran generar polémica por el debate implícito en las concepciones o el incuestionable riesgo que implica el atreverse a lanzarlas al mercado. En este caso, El Destino de Júpiter (Jupiter Ascending, 2015) reúne características de la ciencia ficción, los relatos fantásticos, los cuentos de hadas y hasta de la tragedia griega para proponer nuevamente, al igual que en Matrix y Cloud Atlas, una idea apocalíptica y ecologista sobre el destino de la humanidad. Júpiter Jones (Mila Kunis) es una joven de origen ruso que trabaja limpiando baños en Estados Unidos a pesar de los presagios de grandeza que le vaticina su ascendencia astrológica. Su vida ordinaria se ve trastocada cuando descubre que es la reencarnación de la regente de la casa de Abrasax, una dinastía de otra galaxia que posee el título de propiedad de la tierra. Cada uno de los herederos la busca por sus mezquinas razones imperiales para influir sobre el destino del planeta y del universo entero, destacándose el carácter atrabiliario de Balem (Eddie Redmayne). En su desarrollo filosófico que parece un devaneo, El Destino de Júpiter ataca a las corporaciones capitalistas, las monarquías, al militarismo y a las burocracias públicas y privadas sin vacilaciones, defendiendo la libertad y un humanismo confuso, a la vez que busca desarrollar un espíritu ecológico ambiguo e impreciso similar al de Cloud Atlas. La aparición de Terry Gilliam en una escena que homenajea a Brazil (1985), una de las joyas del director norteamericano, es un ejemplo de la introducción de elementos ad hoc que no aportan a la trama pero que confirman la necesidad de Andy y Lana Wachowski de expresar sus ideas -por más confusas que estas sean- contra viento y marea. El resultado de todo este magma caótico es una típica obra de ciencia ficción con efectos especiales extraordinarios que coronan una historia simple pero eficaz que por momentos amenaza con caer estrepitosamente en un abismo de diálogos y escenas anodinas. Sin embargo, en su confusión interna la propuesta logra construir un significado y mantener una coherencia que apenas lograba la anterior. Aún nos queda la esperanza de que en próximas entregas sus planteos filosóficos sean menos nebulosos y logren redondear una idea concreta como lograron en Matrix hace ya quince años, pero esa luz cada vez se vislumbra más lejana.
Complicadísimo tratar de catalogar, y mucho más de calificar, la nueva película de los creadores de “Matrix” (The Matrix, 1999). Si esta mega producción de los hermanos Wachowski fuera una parodia basada en aventuras espaciales o con toques de ciencia ficción al estilo de “Spaceballs” (1987) o un episodio de “Robot Chicken” sería una gran propuesta, pero su problema principal es que no lo es, ¿o si? “El Destino de Júpiter” (Jupiter Ascending, 2015) termina siendo un film demasiado rebuscado dentro de la sencillez de su trama, tan colmada de elementos comunes al género (ni siquiera voy a llamarlos “homenajes”, digámosle referencias), que desvía la atención sobre lo que realmente ocurre en la pantalla. Soy la primera en celebrar la originalidad, mucho más cuando se trata de géneros tan copados como la ciencia ficción, pero ¿puede llamarse “original” cuando sólo se trata de la suma de un montón de elementos conocidos? Durante dos horas de película, cargada de acción non-stop, peleas, persecuciones, planetas extraños, criaturas aún más extrañas, abejas, un poquito de romance y un largo etcétera (sí, pasa de todo), los Wachowski nos pasean por un repertorio que evoca desde “La Guerra de las Galaxias” hasta “La Cenicienta”, de “El Mago de Oz” a “Volver al Futuro”, pasando por “Brazil”, “Los Juegos del Hambre” y cuanta película de superhéroes se les ocurra. Si esto es bueno o malo, la verdad no lo sé, así que voy a dejar que ustedes decidan. Igualmente, el film no deja de entretener y nos arranca una sonrisa (irónica) a cada minuto. La cosa viene más o menos así. Jupiter Jones (Mila Kunis) lleva una vida poco glamorosa dedicada a limpiar las casas de gente rica y afortunada. Hija de padres rusos, sin nacionalidad ni futuro, pronto descubre que su destino podría ser mucho más interesante que el de frotar inodoros durante todo el día. Jupiter tampoco tiene mucha suerte para el amor, pero sí un código genético que llama la atención de los tres herederos de la casa Abrasax, tres hermanitos que se reparten la posesión de los diferentes planetas del universo de donde sacan la materia prima para el producto más comercializado de la galaxia. Al descubrirse la identidad de la muchacha comienza una feroz cacería que involucra a varios mercenarios intergalácticos y al rastreador más eficiente que se conoce: Caine Wise (Channing Tatum), un ex militar genéticamente modificado y medio albino, una extraña mezcla de ADN humano y lobo capaz de rastrear cualquier gen, venga de donde venga. Una cruza de Wolverine y Daryl Dixon con las orejitas de Legolas, como para que se hagan una idea. Caine tiene la misión de llevar a Jupiter ante Balem Abrasax (Eddie Redmayne) -el mayor de la familia-, un tirano con pocas pulgas que tiene sus propios planes para el futuro de la chica. Pero tanto Kalique (Tuppence Middleton) como Titus (Douglas Booth) –los más jóvenes en la línea sucesora- también tienen ganas de sacar una tajadita de la nueva heredera del planeta más codiciado de todo -la Tierra-, lo que arma un flor de quilombo intergaláctico que involucra naves estrambóticas, lagartos alados y unos cuantos trámites burocráticos. Ante todo, Jones tiene que asimilar el hecho de que existe vida inteligente en otros planetas y que estamos rodeados de alienígenas aunque no nos demos cuenta de ello. Aceptar su nuevo estatus real y salir a recorrer la galaxia de la mano de estos extraños. De la noche a la mañana, la ingenua mucamita se transforma en una heroína capaz de patear traseros como si hubiese sido entrenada por las fuerzas especiales, uno de los tantos detalles sin sentido que podríamos pasar por alto en este mar de incongruencias. Podemos conjeturar que mucho de “El Destino de Júpiter” quedó tirado en la sala de montaje, tal vez, para hacer una película más llevadera y no una ópera espacial de más de tres horas de duración. Se nota el apuro por cerrar esta historia, pero los cabos sueltos y las incoherencias la dañan bastante si uno se pone detallista con la trama y los personajes que, como si fuera poco, tienen menos química que el spinoff de “Breaking Bad”. ¿Es una mala película? No del todo. ¿Es una buena película? No, para nada. Lana y Andy hicieron realidad todas sus fantasías cinematográficas y las vomitaron sobre este film donde desde el minuto cero se exagera las formas (por ejemplo, un simple asalto se transforma en el ataque de un grupo comando), donde la mitad de los interrogantes no obtienen respuestas y, al mismo tiempo, se sobre explican tantos detalles que uno termina mareado y restándoles interés porque en el fondo no importan: nombres, lugares, razas, eventos y fechas que no llegamos a computar porque no nos dan el tiempo suficiente. “El Destino de Júpiter” (Jupiter Ascending, 2015) es una película que no aburre -eso no se le puede negar- gracias a que deja de lado la filosofía New Age de “Cloud Atlas: La Red Invisible” (Cloud Atlas, 2012), pero ni se acerca a su calidad visual. Ni hablar de compararla con la trilogía que catapultó a los Wachowski a la fama, al menos que tengamos en cuenta las mil y una piruetas aéreas que realizan los protagonistas a la hora de enzarzarse en una pelea. Jupiter es la Cenicienta de esta fantasía espacial (hasta tiene hermanastros malvados, je), aunque sea casi imposible creer que esta piba se dedique a limpiar baños, incluso, después del desenlace de la historia. Uno de los tantos momentos “WTF?” que tiene la película, que no pienso listar para no spoilerarles la diversión. Más allá de la espectacularidad de sus escenarios, el vestuario y los efectos especiales, “El Destino de Júpiter” no logra conmover desde lo visual, cortesía de un millón de pantallas verdes e incontables horas de trabajo para los magos del CGI. Hasta la música nos remite a la nueva trilogía de George Lucas, convirtiéndola en uno de los peores trabajos de Michael Giacchino (“Los Increíbles”, “Up”, “Super 8”) hasta la fecha. Admito que estoy desilusionada y, aunque no esperaba una maravilla, duele ver el resultado final de la nueva obra de esta dupla que supo redefinir el género a finales de la década del noventa. Sólo recomendada para amantes incondicionales de la ciencia ficción descerebrada, de los romances fugaces que hacen honor al mejor cuento de hadas, admiradores del torso desnudo de Channing Tatum y morbosos que gustan de ver a Terry Gilliam “homenajeándose” a sí mismo.
Perdidos en el espacio Si algo hay para reconocerles a los hermanos Lana y Andy Wachowski es que toman riesgos. Sus delirios visuales y épicos son abrumadores. Sus propuestas tienen algo de cachivache. La montaña rusa de imágenes y personajes (en circunstancias increíbles) suele ser narrativamente confusa, anegadas por el propio vértigo que proponen. Da la impresión de que sus films son juguetes. En su despliegue imaginario de héroes, elegidos y filosofía de cotillón (con un presupuesto que no te baja de 100 millones de dólares) su desfachatez es toda una marca. Su film anterior, la épica que trataba de la vida, el tiempo, el amor, la reencarnación llamada Cloud Atlas (que no me gusto para nada), fue otro ejemplo del exceso de su cine. Los Wachowski disfrutan de la aventura bigger than life. Su Matrix original funcionaba de manera acertada. Su premisa obvia y efectiva se valía de la acción y ciencia ficción sin demasiadas vueltas. La continuación de ese clásico fue su plataforma para un discurso filosófico colmado de peroratas más y más confusas. Desde esa Matrix: Reloaded se empezaron a notar sus grietas cinematográficas: el trazo grueso, el intento de explicar (verbalizando) todo, los personajes unidimensionales, la necesidad imperiosa de trascender el mero espectáculo, el barullo visual. Una licuadora que nunca lograba combinar bien sus ingredientes, aportando un producto insustancial la mayoría de las veces. Tengo un grato recuerdo de Meteoro (Speed Racer), seguramente porque su origen permitía la explosión vacua, transponiendo un recuerdo infantil a un film del mismo tenor. Ese espíritu desatado, simplista y juguetón, es algo que se resiente en su búsqueda de trascendentalidad. El Destino de Júpiter (Jupiter Ascending) tiene la marca de los Wachowski. El desborde visual, la narración atolondrada, el discurso filosófico, y como en su obra más famosa, un elegido: Júpiter (Mila Kunis). Júpiter, hija de rusos emigrados a Estados Unidos, se prueba vestidos y joyas de los dueños de las casas donde va con su madre a limpiar. Un día se levanta, va a donar óvulos para hacer unos mangos y se activa la alarma intergaláctica (o algo así) de que es la heredera de un imperio espacial. Pero en ese reinado de mercaderes cósmicos nadie quiere perder un trozo de poder, entonces, la mandan a liquidar. Por suerte hay un caballero de brillante armadura llamado Caine: Channing Tatum con orejitas puntiagudas y botas deslizantes. Este nivel de “complejidad” y audacia (esas orejitas no garpan ni un poco), es la estampa de El Destino de Júpiter. Su principal problema es el factor humano, falla constante de los habitantes del mundo de los Wachowski. El otro gran problema es que uno siente que cae ante un cóctel entre Flash Gordon y Duna donde no se entiende demasiado qué está pasando. El Destino de Júpiter tiene la marca registrada de los hermanos Wachowski. Primero lo primero. La química entre Kunis y Tatum es inexistente. Una nota del todo llamativa siendo dos actores que no derrochan talento pero si carisma, su vínculo es de una neutralidad inusitada. La falta de empatía hacia ellos es la medida de lo fallida que resulta esta aventura. Desde la nueva trilogía de La Guerra de las Galaxias no veía rostros tan perdidos dentro de un set de filmación. Tanto Kunis como Tatum (que al menos en algunas secuencias de acción puede pilotearla un poco mejor) no logran convencerse de lo que está pasando delante de sus ojos. Menos aún a nosotros. Además de los dos protagonistas esta Stinger, el siempre confiable Sean Bean. El inglés sabe aprovechar sus momentos en pantalla para mostrarse conflictivo y arrastrado por la historia. En oposición a lo hecho por Bean está Balem. El posible ganador del Oscar por La Teoría del Todo (el colorado Redmayne) suma una actuación espeluznante. Algo que no tiene vinculación con ser el malo de turno. Su interpretación de voz rasposa al borde del llanto es un lamentable intento de interpretar una tragedia shakesperiana. Patética. Por otro lado, uno debe hablar del aspecto visual exhibido. No obstante el vértigo narrativo (es bella la primera persecución entre edificios en la ciudad), y el imaginario tipo La Guerra de las Galaxias (Star Wars), El Destino de Júpiter no logra maravillarnos por completo. Si uno de los mayores aciertos de Guardianes de la Galaxia era la de sumergirnos de cabeza en una aventura espacial en un segundo, aquí lo presentado frente a nuestros ojos nunca logra interpelarnos. Mucho tiene que ver con eso la suma de personajes fantásticos incrustados en una narración carente de imaginación. ¿Cuántas veces puede salvar sobre la hora Caine a Júpiter? Hagan la cuenta, se van a sorprender.
La nueva bazofia de los hermanos Wachowski, sobre dinastías intergalácticas y extracción de recursos naturales, además de ser bastante mala por méritos propios, palidece al lado de los estandartes literarios del género, como podrían ser, siguiendo la misma línea, Duna de Frank Herbert y Nova de Samuel Delany. Todo lo contrario al clásico de ambos realizadores, The Matrix, que no tiene nada que envidiarle ni a Neuromante de William Gibson ni a Blade Runner de Ridley Scott, libro y film que popularizaron la estética cyberpunk en los 80s, impulsados por los comics franceses de la revista Metal Hurlant. Pero el nuevo proyecto de la dupla norteamericana es un mamotreto abúlico y kitsch. La protagonista, Júpiter Jones, es una hija de inmigrantes que ofrece servicios de limpieza en hoteles y mansiones de la ciudad de Chicago, y que un día, como suele ocurrir en la narrativa épica y en innumerables animés, descubre que es una de las personas más importantes del universo, un calco genético de la difunta matriarca de una poderosísima familia intergaláctica. Ahora bien, tras escuchar estas deslumbrantes revelaciones, la reacción de Júpiter, interpretada por una confundida y mal dirigida Mila Kunis, es relativamente apática. Se muestra tan sorprendida como podría estarlo ante cualquier noticia televisada. Es posible que alguna vez, mientras fregaba un inodoro, haya intuido la verdad, pero nada justifica su inexpresividad. Es más, el guion la introduce como una astrónoma amateur, que sueña con su propio telescopio, y sin embargo su periplo espacial no le despierta demasiado interés. Prefiere enamorarse de un hombre al que apenas conoce, en circunstancias poco románticas. Las mujeres, en buena parte del cine, eligen el amor antes que las obsesiones intelectuales. Los Wachowski olvidan a sus personajes en medio de las reiteradas y predecibles batallas que desencadena el hallazgo de la muchacha. Caine Wise, un militar y cazador galáctico contratado para rastrear a Júpiter, quien se convierte en su guardaespaldas tras una serie de intrigas dinásticas que no intentaremos resumir acá, es el típico héroe rudo que carga con un pasado oscuro. Y los hijos de la matriarca reiteran la figura del villano afeminado, del homosexual sospechoso y perverso. Quizás la intención de los Wachowski es desbaratar un estereotipo homofóbico a través del exceso, de la artificialidad exacerbada. Incluso, si vemos el film en clave paródica, sus aparentes defectos podrían interpretarse como comentarios sobre patrones genéricos. Pero los antagonistas son tan amanerados, las escenas de acción son tan rimbombantes y los diálogos son tan acartonados como los de cualquier otro tanque hollywoodense. Nunca se establece una distancia crítica, como sí lo hacen, por ejemplo, RoboCop y Starship Troopers, de Paul Verhoeven, películas de acción que ridiculizan el jingoísmo y conservadurismo que parecen enaltecer una dualidad comunicada a través de estallidos de violencia y de evidente fascismo que rebalsan las expectativas del público al mismo tiempo que exageran las peores tendencias del género. El Destino de Júpiter no es, tampoco, un inocente homenaje a los inicios de la ciencia ficción. A pesar de sus imágenes colorinches, de su torpe mezcla de iconografía grecorromana y ambientes extraterrestres, y de sus frecuentes y bienvenidos toques de humor, se trata de una película más o menos seria e intermitentemente solemne. No exuda la liviandad que caracteriza a Star Wars e Indiana Jones, que inauguraron este tipo de espectáculo pochoclero y postmoderno pero que son también abiertamente autoconscientes y lúdicas, herederas del pulp, de antiguos seriales y comics. Treinta y cinco años más tarde, lo que alguna vez fue un juego de referencias culturales se transparentó, y los clichés antes rescatados con fines nostálgicos ahora son un andamiaje convencional que sostiene películas con portentosas ambiciones temáticas.
La elegida Lana y Andy Wachowski dirigieron en 1999 Matrix y entraron para siempre en la historia del cine. En aquel film, como en casi todos los que siguieron (Meteoro es la excepción) combinaron un despliegue visual de altísimo impacto que se convirtió en una marca de fábrica con las más variadas filosofías y religiosas. Matrix se convirtió en un film de culto, citado hasta el infinito en innumerables películas, videoclips y hasta publicidades, desde los trucos visuales al vestuario, todo apareció en miles de otras expresiones visuales de los años siguientes y hasta la actualidad. Sus secuelas fueron muy esperadas, y la forma en la que se estrenaron –casi pegadas entre sí- permitió una inercia que las hizo exitosas, cosa que posiblemente no hubiera ocurrido en caso de haberse espaciado más. Hoy, ni Matrix recargado ni Matrix revoluciones, tiene peso alguno en el cine contemporáneo. La locura de los Wachowski se había convertido en algo excesivo pero también algo confuso. En Matrix no escatimaron tampoco en la mirada social ni en las referencias cinematográficas que fueron incluso más allá del homenaje, pero en las secuelas primó la confusión por encima de cualquier otra cosa. El destino de Júpiter es, sin duda, absolutamente fiel a las ideas de los Wachowski, una pieza más de una filmografía que va de lo sublime a lo banal sin escala alguna. Algunas ideas respiran enorme complejidad, otras parecen un consejo de revista dominical, y esto dicho sin ironía alguna. Jupiter (Mila Kunis) es hija de una mujer rusa y un hombre inglés, su vida como inmigrante en Chicago es dura. Se despierta de madrugada para limpiar los baños de las casas de clase alta, apenas si tiene tiempo para soñar con un destino mejor. Solo le queda un resquicio para –siguiendo los pasos de su padre- mirar a las estrellas. Jupiter, nombrada así por deseo de su padre astrónomo, odia su vida. Pero, como en su momento ocurría con Neo en Matrix, ella es la elegida. Ella tiene un destino diferente al que cree y llegará del espacio quien se lo hará saber. Caine (Channing Tatum) será su cazador y su guardaespaldas en una aventura cuya espectacularidad no impide que veamos las muchas contradicciones de la trama. Los Wachowski se pasan de citas a su propio cine y a, principalmente, la saga de La guerra de las galaxias, pero no tanto la saga inicial, sino la segunda. Tampoco falta un absurdo, anticlimático e injustificable homenaje a Brazil y a su director Terri Gilliam, quien hace acto de presencia en dicha escena. La narración se pierde entre tanta espectacularidad y no todo es tan impresionante como pretende. Tantas idas y vueltas tiene la trama que es difícil analizar en serio cual es la mirada que la película posee sobre cualquier tema o aunque sea algún tema. Esta historia galáctica que no sea ahorra tampoco algunas ideas de tragedia griega o de Shakespeare adolece del mismo exceso de producción que los anteriores films de los directores, dejando en claro que su desenfreno visual no da necesariamente una gran obra. Ya pasó mucho tiempo desde Matrix y empieza a quedar claro que las ambiciones originales que Lana y Andy tenían, no se vieron reflejadas en sus films posteriores. El destino de Jupiter es coherente con su filmografía previa aun –o principalmente- por sus defectos.
LA FANTASÍA DE SER REINA Si hay algo que se ha destacado de los hermanos Wachowski a lo largo de todos estos años, cinematográficamente hablando, es su capacidad para fantasear mundos paralelos al que habitamos los humanos. Ya jugaron con el tiempo en una ocasión, metieron a un tipo adentro de una computadora y llevaron las aventuras de ‘Meteoro’ a un terreno futurista. Para esta ocasión, los realizadores nacidos en Chicago presentan un universo eterno, en el cual la Tierra es apenas una franquicia germinada por los amos de unas galaxias lejanas. En estos planetas superiormente desarrollados, habitan humanos y criaturas peligrosas que han descifrado la forma de alterar los genes para vivir todo el tiempo que quieran despreocupados de su salud. La idea en sí resulta interesante, pero el encuentro entre el mundo real y este nuevo es inverosímil. Si alguno vio “Interestelar”, probablemente llore. La existencia de este universo paralelo intenta ser raramente justificada a través de un argumento que mezcla tanto a la genética como a la astrología, que ni la protagonista logra entender. De esta manera, el relato se estanca en sí mismo y se resuelve de forma muy lineal. Lo que tenga que pasar, va a pasar. La que paga estos pequeños platos rotos es la hermosa Mila Kunis, que a pesar de tener un papel que no le sienta muy bien, tampoco se las ingenia para deslumbrar en pantalla. A la novia de Ashton Kutcher le falta majestuosidad para componer a Jupiter Jones, una mujer de clase media que limpia baños y necesita mucho dinero para llevar una vida más tranquila. La trama estalla cuando repentinamente unos extraterrestres con poderes sobrenaturales quieren matar a la chica y Caine (Channing Tatum), un ex militar genéticamente modificado, la salva, no por amor, sino porque su muerte podría traer un tremendo caos en todo el universo. Al forzudo de Tatum le toca hacer de ‘pollera’ y si bien suena poco convincente a la hora de hablar, él es el héroe que hace todo por su dama sumergiéndose así en las dosis fuertes de acción, basadas en las persecuciones y batallas que tiene el film. El mejor del reparto es sin dudas Eddie Redmayne. El pecoso actor, que actualmente se destaca por haber encarnado a Stephen Hawking en “La teoría del todo”, sabe muy bien cómo utilizar sus manos, cómo tiene que hablar, cómo pararse y hasta a qué velocidad mover su cuerpo. La tiene clara. En síntesis, la película nos presenta a una mosquita indefensa que, perdida en un mundo intergaláctico, no entiende por qué quieren matarla. Sucede que cuando una nueva película de los Wachowsky está por estrenarse, uno espera algo mucho más completo por parte de semejantes mentes. De todas maneras, “El destino de Júpiter” derrapa acción, tiene un arte futurista excelente en lo visual y conserva un trasfondo curioso. Quizás las niñas deberían pensar dos veces antes de desear ser reinas de todo el universo.
Hace unos meses, alguien desde Estados Unidos logró un tuit muy exitoso que decía que en los ochenta cosas como Los Cazafantasmas no existían antes de ser película, que alguien realmente había inventado a esos personajes. La fuerza sarcástica del mensaje proviene, obviamente, de que la inmensa mayoría del cine mainstream actual es: a. Secuela. b. Remake. c. Precuela. d. Adaptación de cómic. e. Adaptación de best-seller. f. Adaptación de videojuego. g. Spin-off. h. Una combinación de las anteriores. El primer disfrute que proporciona de El destino de Júpiter es la posibilidad de sumergirse en un mundo creado para la ocasión, con personajes nuevos y con problemas y ambiciones que desconocemos. Más allá de las referencias a Star Wars esa especie de Han Solo que hace el rústico y siempre eficaz Sean Bean, a Jurassic Park y a otras, El destino de Júpiter juega su propio juego, impone su propia identidad. Y hasta se da el lujo de citar, mediante la idea de cosechar humanos, a una de las mejores y hasta cierto punto más ignoradas películas de acción y terror de los últimos años: Vampiros del día (Daybreakers), de otros hermanos, los Spierig. En El destino de Júpiter, melodrama con mucha acción + novela espacial con humor + ciencia ficción con múltiples personajes, el centro está puesto en Mila Kunis (Júpiter), que interpreta a una inmigrante rusa que vive en Chicago y que trabaja limpiando casas. Júpiter se verá envuelta en una intriga enorme, que la hará viajar y sobre todo acceder a nuevas realidades o, mejor dicho, a una realidad que desconocemos, que está relacionada con que hay otros seres y muchos más mundos que el nuestro en este universo. El destino de Júpiter cuenta mucho, y por momentos necesita dar mucha información para que entendamos las reglas del juego que se abre ante nosotros, y lo hace con una claridad notable: es clara al explicar y explica sin detener su fluidez. Y si necesita detenerse seduce mediante lugares de increíble diseño o los paisajes de una ciudad milagrosamente bella, como Chicago. Cuando el film se encamina hacia secuencias de acción complejas se plantea como primer objetivo la inteligibilidad y luego la espectacularidad, y ambos aspectos se potencian mutuamente, mientras el 3D se maneja en términos genuinamente espaciales. Que los actores aporten convicción festiva a una película que se juega por extravagancias diversas, heroísmos extra large y emociones múltiples es un bonus para este disfrute fantástico, para esta apuesta rotunda y probablemente incomprendida, a juzgar por algunas reacciones en Sundance por el poder de invención del cine.
Subir es difícil, bajar es fácil. “Subir es difícil. Bajar es fácil”, dice Caine (Channing Tatum) a Júpiter (Mila Kunis), hablando de sus botas voladoras. Sin quererlo, parece una metáfora de la carrera de los hermanos Wachowski. Cuando Larry Wachowski no era Lana y con su hermano Andy crearon el universo de Matrix, muchos creímos que había nacido una nueva generación de talento en el mundo de la ciencia ficción. Pero con el correr de los años y de las películas los Wachowski creen que ser ampulosos los convierte en geniales, y no es así, y la imaginería visual por sí sola no basta para hacer un producto acabado. Tras Meteoro -el único país donde fue un éxito fue la Argentina- y Cloud Atlas, regresan al campo de la ciencia ficción con El destino de Júpiter. Las vueltas de la trama no son lo que eran en Matrix, y el nudo conceptual ha quedado en minúsculas. Júpiter (una Mila Kunis que deambula perdida tanto en el universo como en la Tierra) se gana la vida limpiando baños. Pero se parece mucho a la madre de tres hermanos que en el espacio exterior se dividen los planetas como caramelos, por lo que el más malo de la dinastía (Balem, Eddie Redmayne) ordena matarla para no tener que reconocerla como, digamos Miss Universo. Pero otro hermano envía a Caine (Channing Tatum) a rescatarla. Y la hermana también quiere su cuota de poder. Es que estos personajes viven desde hace miles de años, porque se nutren de los humanos, a quienes cosechan. O sea: allá afuera están quienes pueden hacer con la raza humana lo que quieran, y que hasta derrotaron a los dinosaurios. El problema no es eso, sino que la película no termina siendo más que una suma de escenas de peleas entre seres extraterrestres y otras especies, como si los destinatarios del filme fueran jóvenes ávidos de acción y nada más. Hay frases que suenan como verdades absolutas: “La confianza es una ilusión”, “Todos hacemos cosas que no podemos explicar” (otras metáforas a los Wachowski). Tatum está a años luz de su personaje en Foxcatcher, y siempre corre (o vuela) a salvar a esta suerte de Cenicienta siglo XXI. En cuanto a Redmayne, muy probable ganador del Oscar por interpretar a Stephen Hawking en La teoría del todo, debe estar rogando que los académicos no lleguen a ver El destino de Júpiter.
La tecnología no disimula la falta de talento Cuando durante 1999 los hermanos Larry (hoy convertida en Lana) y Andy Wachowski terminaron de rodar su opus dos, seguro imaginaban un éxito; lo que no podían saber es que esa película, Matrix, representaría el desembarco definitivo de la tecnología digital en la industria cinematográfica. Estrenada poco más de un siglo después de que otros hermanos, los Lumière, echaran a andar el tren del cine como ya no se lo conoce (es decir: fílmico y físico), Matrix encarnó el triunfo de lo digital y lo virtual, marcando un hito estético y sobre todo tecnológico que trasciende la obra. Tres lustros después, los Wachowski construyeron una carrera que incluye dos secuelas de Matrix (2003), una psicodélica versión del clásico del manga y el animé Meteoro (2008) y la complicada antes que compleja Cloud Atlas: La red invisible (2012), firmada en trío junto al alemán Tom Tykwer. Con ninguna de ellas consiguieron siquiera rozar lo generado con Matrix. Su nuevo trabajo, El destino de Júpiter, no es la excepción y viene a poner otra vez en duda la solvencia de los Wachowski como cineastas.Difícil afirmar que se trata de su peor película, porque tanto Recargado como Revoluciones, las secuelas de Matrix, eran tan malas que no es fácil decidirse por una de las tres. Ciencia ficción de nuevo, El destino... es la historia de la Cenicienta pero sobreproducida y llevada al formato de una saga espacial en la que todo es desmesurado, barroco e inverosímil. Su preocupación por contar historias donde una fachada virtual enmascara la realidad –recurrencia que hasta puede vincularse al cambio de identidad transgénero de Larry a Lana–, acá termina convirtiendo drama en impostura y afectándolo todo, empezando por las actuaciones. Que Mila Kunis no es una gran actriz no es novedad, pero Channing Tatum venía dando muestras alentadoras tanto en el drama como en la comedia y ahora en cambio parece una marioneta perdida en un aquelarre digital. Pero el asunto está lejos de ser un problema aislado. Eddie Redmayne, ganador de un Globo de Oro y nominado al Oscar como mejor actor por su interpretación de Stephen Hawking en La teoría del todo (que también se estrena hoy), está tan insoportablemente afectado en el papel de un vengativo rey del espacio, que no dan ganas de ir a averiguar si tanto reconocimiento es justo o si, como siempre, la Academia distingue a cualquiera que interprete a un tullido.El rubro sobreactuación tiene su correlato en la musicalización, que no deja escena sin saturar con orquestaciones épicas carentes de personalidad. Y qué decir del diseño de arte, que abusa de un monumentalismo tan recargado y rococó que las naves parecen el escenario ideal para un Almorzando con Mirtha Legrand intergaláctico. Si a eso se suma que ningún personaje genera empatía, que se abusa de los homenajes a otros clásicos de la ciencia ficción, que el argumento es tan básico como una telenovela pero con pretensiones de fábula social, que las partes graciosas no son graciosas, que las de acción aburren y que todo costó 175 millones de dólares, es fácil concluir que la tecnología podrá haber cambiado al cine, pero que todavía no se inventó un photoshop que disimule la falta de talento. 2-EL DESTINO DE JUPITER Jupiter Ascending,Estados Unidos, 2015.Dirección y guión: Lana y Andy Wachowski.Duración: 125 minutos.Intérpretes: Mila Kunis, ChanningTatum, Eddie Redmayne y Sean Bean.
Tiranía de la puesta en escena Júpiter (Mila Kunis), la chica con nombre de planeta, es una inmigrante que vive en Chicago y se gana el pan limpiando casas. Así como se la ve, entre guantes de goma, sopapas e inodoros de gente rica, Júpiter, aunque no lo sepa, es parte de la realeza. Para ser exactos, su ADN indica que se trata, nada más ni nada menos, de la próxima reina del Universo. Sin un mango y con ganas de comprar un telescopio (su padre era un astrónomo ruso, de ahí viene su deseo y la peculiaridad de su nombre), acepta una propuesta para ganar unos cuantos dólares vendiendo sus óvulos a una clínica; pero antes de que pueda concretarse, Caine Wise (Channing Tatum), un hombre-lobo, equipado con unas botas que burlan las leyes de gravedad o, mejor dicho, un cazador modificado genéticamente, concebido y entrenado para tareas militares, la rescata de las manos de sus asesinos. Es que Júpiter (los guiones de los Watchowski son siempre complejos, siempre ambiciosos: si tienen que hundirse, prefieren hacerlo en el Titanic, a lo grande, absolutamente convencidos de lo que producen) lleva el código genético de la dinastía Abrasax, los aristócratas del espacio, lo que la convierte, además, en la heredera del planeta Tierra, y eso es exactamente lo que los integrantes de su familia galáctica quieren evitar. Esa es la heroína principal, la nuestra, la terrícola, pero además hay villanos de otros mundos, como las iguanas gigantes servidoras del Balem (Eddie Redmayne), el mayor de la familia real de Júpiter; escenas de acción que transcurren en Chicago y a plena luz del día, además de otras tantas en algún lugar del espacio exterior. Algo de romance, muchísimos efectos, escenarios y vestuarios grandilocuentes, como la industria cree que corresponde en estos casos. El destino de Júpiter es una película entretenida, que se mira con una atención sostenida (el guión tiene el sesgo filosófico propio de los relatos de sci-fi, y esboza una mirada crítica hacia el sistema), pero Andy y Lana Wachowski suelen ser mejores narradores y en general tienen más talento para la cita cinéfila.
El destino de Júpiter era uno de los grandes misterios de esta temporada de verano. Podía pasar cualquier cosa con esta película. Los hermanos Wachowski suelen generan expectativa cuando presentan un nuevo trabajo, pero en el último tiempo sus producciones recientes fueron complicadas. Primero con la infame película de Meteoro que parecía un video juego y luego con Cloud Atlas que no terminó de convencer y dividió la opinión entre los espectadores. Este nuevo film que llega a los cines creo que es lo mejor que brindó esta dupla de realizadores desde la trilogía protagonizada por Keanu Reeves. No esperen encontrar una historia de la complejidad de Matrix, ya que esto es una propuesta diferente. El destino de Júpiter está claramente orientada al público adolescente y ofrece una entretenida película dentro del subgénero de la ópera espacial. Una rama de la ciencia ficción a la que pertenecen Star Wars, la saga literaria de Edgar Rice Burroughs con John Carter (cuya influencia para variar está presente en este estreno) y grandes filmes ochentosos como Enemigo mío (1985) y El último guerrero estelar (1984) que este estreno trae al recuerdo. Los Wachowski en esta ocasión trabajaron el concepto que la humanidad fue creada en otra planeta, una típica temática del programa de History, Alienígenas ancestrales, que nunca llega a ser desarrollada en el film. La sensación que deja esta película es que los directores comenzaron con una idea y luego el proyecto se transformó en otra cosa. Esto se puede apreciar claramente en la trama. La primera parte donde se presenta el conflicto y sus protagonistas es una película y a partir del momento en que Mila Kunis viaja a otro planeta la historia se enfoca por otro camino. El destino de Júpiter no tiene la seriedad de Matrix y los Wachowski tampoco se toman tan en serio el argumento. Inclusive se permiten jugar con algunas situaciones humorísticas. Channing Tatum presenta un trabajo decente como el típico discípulo de John Carter y Mila Kunis logra llevar adelante con éxito un rol que nunca había trabajado en el cine. Celebro la participación de Sean Bean y el hecho que no lo mataran a los cinco minutos. No les voy a decir en esta reseña si tiene un final trágico en la trama, pero no podía dejar de destacarlo porque interpreta a uno de los mejores personajes de esta propuesta. En este proyecto la pareja de directores trabajaron con todos sus viejos colaboradores que fueron parte de Matrix y a nivel visual la película es extraordinaria. En estos días donde es frecuente ver un despliegue de efectos digitales mal usados que arruinan las historias con secuencias artificiales, acá nos encontramos con un trabajo de primer nivel en estos campos. Las secuencias de acción son espectaculares y se nota una vez más la enorme influencia que tiene el animé en el arte de estos realizadores. El destino de Júpiter tiene sus puntos más débiles en el guión donde los Wachowski derrapan con algunos excesos. Por ejemplo, me pareció ridículo que la mujeres de otro planeta, que se supone viven en una civilización más evolucionada, usen vestidos de alta costura y sandalias de tacos altos como si fueran modelos de Vanity Fair. Luc Besson hizo algo parecido en su momento en El quinto elemento, pero el vestuario funcionaba mejor en esa película. Otro elemento para objetar es el romance forzado entre los protagonistas que repite una falencia que presentaba el Hombre de Acero, de Zack Snyder. Los personajes no tienen tiempo de enamorarse porque se la pasan escapando de peligros y de repente en una escena se miran y ya son almas gemelas para toda la vida. No es creíble porque el argumento no les dio espacio a los personajes para que pudieran desarrollar una relación. Al margen de estas pequeñas objeciones, hay que darle el crédito a los Wachowski que por lo menos concibieron un relato original que no es una remake ni adapta ningún cómic o novela juvenil best seller. Insisto en este punto, no es una película que revolucione el género ni mucho menos, pero brinda dos horas de puro entretenimiento con un film impecablemente realizado, que además es ideal para disfrutar en el cine.
Crítica emitida por radio.
Nada más que espejitos de colores Demasiada espectacularidad y muy poco contenido es la propuesta de Lana y Andy Wachowski en El destino de Júpiter (Jupiter Ascending, 2015), una película que siguiendo la línea impuesta por el binomio de directores intenta indagar en las profundidades filosóficas de la existencia humana pero solo se queda en la superficialidad del vacío y la nada misma. Júpiter Jones (Mila Kunis) es la heredera de una dinastía de otra galaxia -aunque ella no lo sabe- que habita en la tierra trabajando de ¿limpiadora de baños? Tres malvados -entre ellos un lamentable Eddie Redmayne- quieren sacarla del medio para así quedarse con su poderío (en este caso la tierra de la que es dueña), hasta que aparecerá en escena Caine Wise (Channing Tatum), un soldado al que le cortaron literalmente las alas, para salvarla de los malos y enamorarla. Esta incosistencia es la historia, aunque cueste creerlo. Lana y Andy Wachowski siempre se destacaron por su pretenciosidad visual y filosófica. Y El destino de Júpiter no es la excepción. Batallas coreografiadas de una manera increíble, efectos visuales espectaculares, un vestuario y arte que dejará boquiabierto a más de uno, se conjugan con una montaje dinámico que no hace otra cosa que tapar las fallas argumentales de una historia desmesurada que termina siendo tan banal como superflua. Disfrazando los espejitos de colores con citas filosóficas que no conducen a ningún lado y que carecen de todo sentido Lana y Andy Wachowski son unos grandes montadores de espectáculos visuales, claro está que solo eso. El resto es solo un invento para vestir de seda a la mona. Aunque sabemos que siempre será mona por más seda que le quieran poner. Y para colmo de males aburre de principio a fin.
La influencia y el estilo que los hermanos Lana y Andy Wachowski han dejado en el cine de ciencia ficción y aventuras es innegable. Muchos films a partir de su obra maestra Matrix han tomado elementos de su particular estilo visual para narrar historias.Recargado, luminoso y por momentos hasta barroco su impronta es tan identificable como única. Sus propuestas generan tanto odio como veneración, pero pocas veces indiferencia. El destino de Júpiter responde a todas las características del cine de esta factoría: visualmente impactante, frenético y por momentos desordenado en el relato. Júpiter Jones (Mila Kunis) es hija de un astrónomo inglés y una mujer rusa. Su vida se vió signada por la desgracia al perder a su padre antes de haber nacido y tener así que trabajar desde muy pequeña para ayudar a su familia. Júpiter es cualquier cosa menos única, o al menos así se siente cuando su despertador la invita a levantarse antes del amanecer para dirigirse a su trabajo: personal de limpieza. Hasta que un día su vida se modifica al cruzarse en su camino el joven Caine ( Channing Tatum) un joven cazador que trata de mostrarle que existe un universo donde ella realmente es una reina, pero donde también su vida corre peligro. A partir de entonces el relato se convertirá en una incesante montaña rusa donde el despliegue visual será tan intenso como notorios los baches narrativos del guión.Las influencias de ambos hermanos son más que notorias en todo el film y es así como sentimos el espiritú de Star Wars flotar sobre nosotros, como así también muchos guiños a la filmografía de Terri Gilliam. En este caso los futuros distópicos no encuentran su sede en la tierra, como en Brazil y The Zero Theorem, sino en este nuevo planeta que nuestra heroína comienza a conocer. La identidad genética es la que marca su caracter de heredera real.Pero hay algo que trasciende los universos : donde hay vocación al trono, hay intrigas palaciegas y es así como esta subtrama comienza a desplegarse. El destino de Jupiter es artificio visual extremo, una ópera galáctica que se apoya en el tridente compuesto por las interpretaciones de Mila Kunis, Channing Tatum y Sean Bean.Diversión pochoclera asegurada, un placer culpable que sin lugar a dudas debe disfrutarse en la gran pantalla.
Que los Wachowski no se andan con “chiquitas”, eso lo sabe cualquiera que haya visto algunas de sus películas. Para ellos, lo que muchos llamamos “ambicioso” es lo normal, corriente y cotidiano. ¿Por qué hacer sencillo algo que se puede hacer complicado? ¿Por qué hacer discreto algo que se puede hacer desaforado? Este comentario no involucra un análisis crítico. Es, más bien, una comprobación de algo que es palpable en casi todo su cine, especialmente de la segunda MATRIX en adelante: sus películas pueden claramente definirse como excesivas, en todo sentido. Ahora bien, esa elección estilística implica tomar una serie de riesgos formales que siempre ubican a sus filmes en el terreno del amor/odio. Es difícil salir indiferente de una película de los Wachowski: o una queda fascinado por el despliegue de imaginación, recursos cinematográficos y, digamos, delirios de todo tipo y factor, o no puede soportarlo por más de diez minutos, llegando inclusive a sentir que está viendo una parodia, una especie de sketch televisivo de alto presupuesto de los excesos a los que pueden llegar las superproducciones hollywoodenses. Jupiter-AscendingLo raro en EL DESTINO DE JUPITER es que suceden las dos cosas: uno puede paralelamente quedar fascinado por determinados atrevimientos formales y casi al mismo tiempo agarrarse la cabeza por decisiones (estéticas, narrativas o, casi siempre, de diseño de producción o vestuario) que parecen incomprensibles. La película corre todo el tiempo pegada a su propia autoparodia, como si los fantasmas de los filmes más excesivos de Terry Gilliam les jugaran una carrera a ver quién es capaz de llegar más lejos. Y sin embargo, hay algo indescifrable –en su factura, en su nervio narrativo– que los hace funcionar. No siempre, no en todos los momentos, pero EL DESTINO… es una película que uno, a los cinco minutos, piensa que no va a poder soportar sin reírse irónicamente de ella, pero finalmente termina encontrándole una vibración que le permite seguirla. No digamos fascinado, pero sí con suficiente interés. La película protagonizada por Mila Kunis y Channing Tatum se acerca más al modelo de ciencia ficción setenta/ochentoso (un brebaje que incluye STAR WARS y, sí, también FLASH GORDON) que otros productos previos de los Wachowski, si bien en CLOUD ATLAS dejaban en evidencia su cariño por las llamadas space operas mucho más que en las militarizadas y oscuras secuelas de MATRIX. Por momentos, el filme parece un baile de disfraces, una película futurista soñada por Liberace mientras miraba a Jar Jar Binks y compañía en LA AMENAZA FANTASMA, en la que hasta los hangares para las naves espaciales tienen estatuas y candelabros. Por otros, entra en la curiosa lógica politizada de los hermanos, que tratan de transformar estas fantasías en una suerte de relectura de EL CAPITAL, de Marx, transformando planetas y criaturas en monedas de intercambio de un sistema comercial perverso. Capitalismo Global, pero global de verdad… jupiterLa trama de EL DESTINO DE JUPITER, simplificando algo que tal vez ni ellos terminen de entender bien, podría resumirse como las desventuras de una tal Jupiter Jones (Kunis), hija de unos inmigrantes rusos sacados de un sitcom de los ’80, que se dedica como varios miembros de su extendida y gritona familia a la limpieza de casas ajenas. Un día empieza a ser perseguida por criaturas del espacio que se pelean entre sí para quedarse con ella. Y es Caine (Tatum) –que se define como “licántropo” pero salvo que esa sea la marca de su tintura para el pelo es difícil saber qué hay de lobizón en él– el que termina rescatándola y llevándola (previo paso por una cabaña perdida en la que pusieron a Sean Bean para que nos explique lo que pasa y de paso nos grite un poco) hacia el espacio exterior. Si bien nos los presentaron al principio del filme, allí conoceremos en detalle el drama scifishakespereano que nos espera: tres hermanos (uno de ellos es Eddie Redmayne, en plan vampiro afónico), herederos interestelares, que se pelean por el planeta Tierra por motivos que luego conoceremos. Y es Jupiter la única que genéticamente puede disputarle las escrituras de propiedad del planeta. En una larga escena que no puede ser otra cosa que un homenaje a BRAZIL, con cameo de Gilliam incluido, nuestra heroína tiene, literalmente, que cumplir con la burocracia del caso. Y esto es solo el principio de una aventura que incluye criaturas de todo tipo, traiciones fraternales varias, bandos desconocidos y alianzas inentendibles. De todos modos, la imposibilidad de entender bien las idas y vueltas de las negociaciones interplanetarias no termina siendo un problema ya que la película muy pronto se define como la historia de una princesa en peligro y un héroe inesperado que es el único que la quiere y que puede salvarla mientras muchas cosas que parecen salidas de un programa de Xuxa suceden alrededor. jupiertatumY sin embargo, sin embargo, la película nunca termina de perdernos del todo ni de caer en la autoparodia absoluta (los límites los pondrá, claro, cada espectador). Los Wachowski tienen un nervio cinematográfico furioso que está a años luz de buena parte de sus pares y eso hace que el circo que crean alrededor suyo sea entre tolerable y simpático. Sus escenas de acción (especialmente una en los cielos de Chicago) son realmente impresionantes, aún dentro de los universos de gomaespuma digital en el que vivimos, con cámaras virtuales dando tumbos y giros por los lugares menos pensados y con una fluidez que envidiaría hasta Christopher Nolan, acaso el director que, trabajando en géneros y temáticas parecidas, más se opone en su estética e ideas de puesta en escena. Allí donde en Nolan todo es excesiva seriedad e intentos de realismo futurista, en los Wachowski es un valetodo de supermercado mayorista de cotillón de la calle Lavalle, carnaval carioca de crucero de lujo. Pero de algún modo algunas películas de los hermanos fluyen de una manera que casi nunca lo hacen las de Nolan, que parece filmar con traje y corbata mientras que uno imagina a Lana y Andy dirigiendo con los disfraces de sus personajes puestos… A veces, es cierto, los Wachowski también se toman demasiado en serio a sí mismos y allí es donde todo el edificio tambalea más de lo necesario. Y aquí sucede, varias veces. Tal vez por eso METEORO sea su mejor película, ya que sacaba lo mejor de ellos y evitaba casi siempre su tendencia a entrar en zonas pseudo-metafísicas que terminan teniendo un tufillo new age. En algún sentido, lo que podría salvarlos de ese problema sea hacer una comedia. De hecho, si me dan una secuela de GUARDIANES DE LA GALAXIA dirigida por Andy, Lana y su equipo de creativos fanáticos de TOMMY –o de cualquier cosa de Ken Russell– compro mañana mismo.
Lana y Andy Wachowsky insisten con sus ideas que cuando crearon la trilogía “The Matrix” cosecharon fanáticos. Pero como en su película anterior, aquí consiguieron financiación para esta carísima producción con una buena idea inicial que por más que tenga un enorme despliegue de efectos e imaginación, por momentos aburre. De limpiadora de baños en Nueva York a princesa intergaláctica, está Mila Kunis. Y Channing Tatum un guerrero hombre lobo para salvarla y enamorarla.
Para arrancar quiero ser lo más sincero del mundo... Entré a ver la peli con cero expectativa / salí del cine fascinado queriendo subirme a mis rollers para hacerme el Channing Tatum (es que el personaje vuela como si patinara) en "El Destino de Jupiter" (me falta volar, pero el estilo lo tengo). Una película de ciencia ficción con los hermanos Wachowski, quienes la rompieron con Matrix, y les viene costando todo lo que hacen, me daba cierta duda, pero olvidemos el resto y enfoquémonos en este sin fin de acción, efectos especiales, 3D y la hermosura de Mila Kunis (creo que es la película que más bella la muestra). La historia supone ser rebuscada pero no lo es, se entiende de principio a fin, y tiene un plus, Eddie Redmayne (actor de "La Teoría Del Todo") tiene un personaje genial en la trama. Ya sabes, ¿te gusta la ciencia ficción? Creo que ya no hay mucho por inventar, pero lo que tiene la peli es que te va a hacer disfrutar del género como nunca.
Mediocre Cenicienta del espacio sideral. La humanidad es sólo ganado para fabricar un néctar rejuvenecedor indispensable para el estilo de vida de la aristocracia monárquica extraterrestre, pero el balance entre nobles alienígenas y plebeyos terrícolas se altera cuando una humilde mucama que limpia baños en Chicago es reconocida como heredera del trono galáctico. El planteo tipo Cenicienta del espacio sideral en un principio parece estar pensado para funcionar como algunos excelentes films fantásticos de los 80 al estilo de "El último guerrero espacial" de Nick Castle, presentando un patético personaje terrícola que de buenas a primeras revela un espíritu especial destinado a salvar el universo. Esta fórmula solía permitir que una película que empezaba describiendo un ambiente exageradamente simple explote en los más delirantes delirios cósmicos permitidos por presupuestos más bien moderados, sin que este detalle de producción conspire de manera esencial contra una buena historia o imágenes y efectos realizados con creatividad. Por eso, sabiendo que "El destino de Júpiter", la nueva película de los hermanos Wachowski, famosos por la saga de "Matrix", dispuso de un budget de casi 200 millones de dólares, la previsible explosión cósmica debería superar todo lo conocido. Y no es que esto no se cumpla a lo largo de las más de dos horas de metraje. Lo malo es que el pésimo guión se ocupa de interrumpir casi cada escena atractiva, al menos en términos visuales, con algunos de las más torpes y estáticas escenas de diálogos que hayan mancillado el género de las aventuras siderales. No sólo eso; además, cualquier serial de "Flash Gordon" o "Buck Rogers" hacía un esfuerzo superior para darle alguna coherencia a las tramas malvadas de los villanos cósmicos, o incluso intentaban ubicar en qué planeta o galaxia sucedían los distintos eventos de la más elemental space opera. Los Wachowski no sólo interrumpen de manera horriblemente anticlimática cualquier escena potable de acción fantástica algunas rodadas de manera formidable a nivel efectos especiales y relieves de 3D digital-, sino que no se preocupan por el mínimo rigor a la hora de plasmar sus intrigas palaciegas interestelares en las que personajes que a veces parecen salidos de "Duna" hacen y deshacen alianzas contra la posible reina del espacio. La mediana actuación de Mila Kunis no ayuda mucho, y Channing Tatum, protector mutante de la protagonista hace lo que puede con sus diálogos imposibles. La ausencia de un elenco con actores de reparto atractivos ayuda mucho menos, sobre todo cuando sí aparece alguien más interesante, por ejemplo Terry Gilliam, el tono del film se altera totalmente para esbozar un obvio y larguísimo homenaje a "Brazil". Las escasas escenas de acción cósmica bien desarrolladas en todo su formidable potencial salvan del desastre al conjunto, que por momentos se desbarranca a chistes sin gracias sobre el cine clase B, incluyendo un lagarto parlante muy similar al involuntariamente chistoso personaje de una de las películas que Roger Corman filmó en la Argentina junto a Aries, "The Warrior and te sorcereress", remake de "Yojimbo" de Kurosawa, protagonizada por David Carradine. mucho mejor que este híbrido multimillonario.
5 puntos Hubo un tiempo en que los Hermanos Wachowski estuvieron en el centro de las discusiones no sólo cinematográficas, sino científicas y filosóficas: en 1999, Matrix había sabido expresar todo un estado de ánimo respecto a los debates existenciales de fines del Siglo XX -que iban a continuar en el nuevo milenio-, que giraban en buena medida alrededor de la concepción de lo real, la creación de imaginarios plenos de artificialidad y las relaciones virtuales que pasaban a expresar de forma creciente todos los vínculos humanos. Lo cierto es que ese film, más de quince años después, no ha envejecido del todo bien: es a lo sumo una buena película de acción que vuelca el peso reflexivo principalmente sobre la figura de Morpheus -un personaje verdaderamente insoportable-, tan sobrevalorada como subvalorada. De hecho, el camino que siguió podría compararse con el de Relatos salvajes en el contexto argentino: ambas son obras más interesantes para analizar en cuanto a su recepción por parte de la crítica y el público -tanto a favor como en contra- que por lo que en verdad tenían para decir desde su configuración formal. Las dos son paquetes bien envueltos, que hablaron de temas candentes y consiguieron una interpelación masiva, consolidándose como astutas expresiones de marketing. Pero esa conexión con los espectadores y su capacidad para construir mundos que apasionaran a las audiencias no les duraron mucho a los Wachowski: en el 2008 fracasaron rotundamente con Meteoro y a -luego- a Cloud Atlas tampoco le fue mejor. Ahora parecen estar relegados en el panorama del Hollywood, aunque su terquedad les permite seguir produciendo, incluso con presupuestos muy altos y hasta mostrándose inmunes al furibundo desprecio de buena parte de la crítica y de los espectadores. En esto se parecen a cineastas como Michael Mann, Terrence Malick y M. Night Shyamalan: son fieles a sí mismos de principio a fin, lo que les ha permitido consolidarse como autores innegables de su propia filmografía. Se podrá disfrutar o no de lo que hacen, pero no se puede discutir que son autores son un sello propio, distintivo en apenas una sucesión de planos, que encima siempre transitan por tópicos o nociones reconocibles: la figura del héroe predestinado, las dimensiones espacio-temporales entrecruzadas, los apariencias que esconden otras superficies de poder, las alegorías anti-sistema, la sexualidad como un campo de batalla entre la idealización romántica y la estética sadomasoquista. Todo esto viene a cuento de que El destino de Júpiter es, sin lugar a dudas, una típica película de los Wachowski: su relato se centra en Júpiter Jones (Mila Kunis), una joven que transita como puede su existencia como limpiadora de casas, quien descubre que es la heredera a través de su ADN de un legado familiar que ha dominado el universo entero por miles de años, con lo que se verá perseguida por varias fuerzas de poder, contando prácticamente con la única protección de Caine (Channing Tatum), un cazador intergaláctico genéticamente modificado. Ahí tenemos todos los elementos que han distinguido al cine de los hermanos, pero lo cierto es que al film lo termina hundiendo su parafernalia audiovisual. Los directores están tan preocupados por el diseño de arte, por el vestuario, los efectos especiales, que se olvidan de darle entidad y espesor a los personajes, que son un rejunte de lugares comunes. A esto se suma el déficit en las actuaciones: ni Kunis ni Tatum encuentran el tono adecuado para sus personajes y la química entre ellos es inexistente; aunque el que se destaca -para mal- es Eddie Redmayne, que está sencillamente inaguantable. En El destino de Júpiter hay múltiples referencias literarias y cinematográficas: Duna, Blade runner, Brazil -que tiene un homenaje explícito-, incluso la misma Matrix, pero nada de eso sirve para que la película crezca por sí misma y desarrolle una vida propia, aunque haga todos los intentos posibles, no sólo a través de una alegoría anticapitalista de trazo grueso -defecto que la emparenta con Meteoro-, sino también de una banda sonora, compuesta por Michael Giacchino, que busca en todo momento introducir una épica que no se transmite a través de las imágenes. De esta forma, El destino de Júpiter es un film que se devora a sí mismo y queda condenado a instancias puramente superficiales, efímeras, incluso huecas, muy contrarias a sus ambiciones de trascendencia. Y aunque hay que reconocer que no ofende, lo cierto es que está invadida por el ruido y aburre, cayendo en una gran insignificancia. Lo único que queda al final es la certificación de que Lana y Andy Wachowski sólo tienen para ofrecer su terquedad a prueba de balas.
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Allá por el año 2012 los hermanos Wachowski estrenaron una épica entre reflexiva y profunda que se situaba en 6 épocas distintas. Muchos se frustraron no comprendiendo absolutamente nada de lo que acababan de ver. La crítica y la aceptación popular se dividió entre aquellos que acusaban al film de aburrido y aquellos que aseguraban que solo el tiempo la elevaría al lugar correspondiente como obra de culto. Tres años después, los Wachowski vuelven a incursionar en la ciencia ficción con una historia mucho más lineal y menos evocativa que su última producción. A modo de aventura interestelar clásica en la línea de Flash Gordon, Dune o inclusive Barbarella, El destino de Jupiter propone una historia de damiselas en peligro al mejor estilo Cenicienta en el espacio. Entre avistamientos de alienígenas, fregadas de retretes y humanoides que andan en rollers voladores dejando una estela azul (sí, en serio, rollers voladores, en tu cara Volver al Futuro 2) Mila Kunis descubrirá no solo que el universo es mucho más vasto de lo que ella cree, sino que pasará de ser una simple empleada doméstica muy bien maquillada a la propietaria de un planeta entero -adivinen cual-. Pareciera como si los creadores de la saga Matrix (¡Cuánto mejor hubiera sido si en vez de saga solo pudiéramos decir "la película Matrix"!) se negaran a aceptar que el mundo es tal cual lo conocemos hoy. Aquí nuevamente proponen que los humanos somos parte de una gran mentira similar a la matrix o todo lo que sucedía "por detrás" en hombre de negro. Entre edificios que explotan e invasiones intergalácticas, distintas razas alienígenas con un sentido de la moda particularmente absurdo se disputan el destino de la tierra en sus naves espaciales. Mientras tanto aquí abajo nos preocupamos por problemas tan mundanos como el calentamiento global y la finitud de ciertos recursos naturales. Andy y Lana Wachowski aprovechan el género para desbordar y regalar homenajes a películas y personajes como Terry Gilliam (quien tiene su propia y simpática intervención) y sus ironías sobre la burocracia en Brazil, a Shyamalan y sus señales, y hasta a los tebeos de Alejandro Jodorowsky. Pero sin dudas su mayor mérito es que se sincera con sus confesas intensiones de entretener abogando por la aventura, los duelos, sus extraños conceptos e ideas visuales (que no siempre funcionan) y un ligero andamiaje infantil que así y todo funciona mucho mejor que la pomposa Cloud Atlas.
Pastiche insustancial. Todos saben que los hermanos Wachowski ganaron prestigio y fama gracias a la trilogía Matrix, su creación más importante hasta la fecha. Por eso el estreno de su nueva película trajo aparejado una enorme expectativa por parte de sus seguidores. Pero como pasó con la segunda y tercera parte de la saga con Keanu Reeves, su nuevo producto no está a la altura de lo mejor de su filmografía. El destino de Júpiter es una ópera espacial de escaso humor y gran pomposidad que tiene como protagonista principal a Júpiter Jones (Mila Kunis), una inmigrante rusa que trabaja de empleada doméstica en Chicago. Sin saberlo, Júpiter es parte de la realeza, una dinastía muy poderosa de la Casa de Abrasax, ubicada en algún lugar del espacio sideral, y es, además, una de las tres herederas (los otros son Titus y Balem) del poderío dinástico y la elegida para ser la próxima reina del universo. Los problemas empiezan cuando unos cazadores escurridizos que se parecen al Gollum de Tolkien intentan raptarla para llevársela a Balem (Eddie Redmayne), quien tiene el titulo de dueño de la Tierra. Es aquí donde aparece Caine Wise (Channing Tatum), un licántropo que se desplaza en una especie de rollers que dominan la gravedad y cuya misión es protegerla. El amor a primera vista no tarda en llegar. El filme ostenta serias negligencias narrativas. Allí donde está la supuesta originalidad (la de ese mundo creado para la ocasión) también están las fallas. Los múltiples personajes no llegan a ser queribles ni se sabe qué les pasa, y son tantos y tan variados que el espectador puede llegar a perderse con facilidad. Su construcción es tan endeble que no logra que el espectador se interese por ellos. La solemnidad de algunas escenas, las sobreactuaciones, la posición respecto a la familia, la ética protestante que rige la vida de los personajes (aquí lo más preciado es también el tiempo) son algunos de sus problemas. Tampoco se entiende cómo un mundo tan evolucionado no puede erradicar la burocracia racional propia de las sociedades actuales. Los Wachowski mezclan todos los géneros (desde el cine épico hasta la ciencia ficción y la fantasía), meten todo en una licuadora y sacan un producto completamente insustancial, un entretenimiento vacuo que no aporta nada nuevo al mainstream americano. Y, por último, el peor pecado que cometen los Wachowski es creer que citar bien es recrear un plano y una secuencia de otra película, cuando en realidad citar bien es hacer que el plano de otro filme venga a decir algo en el nuevo.
Independientemente de la ansiedad que detrás de "El Destino de Júpiter" (USA, 2014) se había generado, hay una particular sorpresa en el filme que es, al igual que lo trabajo "Guardianes de la Galaxia" (USA, 2014), la de no tomarse en serio a sí misma y potenciar los tópicos clásicos de las películas se ciencia ficción. The Wachowski (Lana y Andy toman “La Cenicienta” para chocarla con “Matrix” y “Star Wars” y el resultado es una película dinámica y fluida que gracias al buen nivel actoral y la pirotecnia de efectos especiales construye un sólido producto que los devuelve al público masivo sin la solemnidad de "Cloud Atlas" ni el artificio de "Meteoro", para citar sus últimos filmes. Júpiter (Mila Kunis) es una joven inmigrante que se pasa los días limpiando casas junto a su madre y su tía. Cansada de su rutina y despotricando en todo momento por la suerte que le toco, el destino querrá que alguien en el universo escuche sus quejas. La tierra es uno de los planetas que en herencia los hermanos Abrasax recibirán, pero este territorio en realidad le pertenece a Júpiter por lo que enviaran a Caine (Channing Tatum en plan Star Lord) a buscarla para así poder otorgarle lo que le corresponde muy a pesar de alguno de ellos. Película que aprovecha el contraste entre mundos, y básicamente la ciencia ficción para reírse de algunas cuestiones "humanas" anquilosadas como la burocracia (basta sino como muestra la escena de Júpiter recorriendo dependencias para conseguir su título nobiliario) "El destino de Júpiter" es un gran espectáculo que reclama gran atención por parte del espectador. Ninguna escena esta librada al azar y si algún parecido con "Guardianes de la galaxia" asoma es justamente por su capacidad para generar un corrosivo filme que en el clásico de Charles Perrault no solo vislumbraron el potencial de reinventar, tal como lo hicieron en la trilogía "Matrix" un discurso novedoso. jupiter_3_ew Ayuda mucho al disfrute de "El Destino..." la paleta de colores con la que plasmaron las imágenes, y claro está, las actuaciones de Kunis y Tatum, a quienes todo el tiempo se los ve disfrutando y aprovechando la oportunidad que The Wachowski les dieron. "El Destino de Júpiter" es un espectáculo visualmente grandioso, con excesos, como les gusta a los directores (basta como muestra la escena de la fiesta dionisiaca a la que esta entregado Douglas Booth), porque justamente saben que en ese desborde o pueden sumar adeptos o todo lo contrario. Ellos se arriesgan a contar sus historias y a crear, como ya lo hicieron en filmes anteriores, una serie de aditamentos que permanecerán en el imaginario de la cultura popular como índice del film (¡quiero un par de botas voladoras!). "El destino de Júpiter" es el gran regreso de The Wachowski al género que los catapulto a la fama y del cual nunca deberían haberse ido.
Universos paralelos, reencarnaciones continuas, futuros distópicos, sueños eternos, recreaciones falsas, a esta altura nadie puede negar el increíble poder imaginativo que los hermanos Andy y Lana Wachowski han sabido plasmar en la pantalla demostrando una gran originalidad para dejar su propia huella. En "El Destino de Júpiter vuelven a ubicarse como dupla de guionistas y directores para narrar una historia que termina siendo mucho más sencilla de lo que toda su parafernalia pareciera mostrar. La protagonista de su séptimo - y retrasado - film es Júpiter Jones (Mila Kunis), una joven de ascendencia rusa que se gana la vida junto a su madre y su tía limpiando casas de lujo (con una especial preponderancia en mostrarla mopa en mano limpiando inodoros) pero que siente, en su vida le espera algo mayor. No es para menos, hija huérfana de un aficionado a la astronomía, su concepción y nacimiento fue bendecido por “un buen cosmos”, su esotérica tía le asegura algo especial, y aunque por su familia no lo pareciera, ella lo es. Mientras tanto, en otra galaxia, una casta de hermanos se reparte los futuros de los Planetas debatiendo su titularidad. Pero advierten que hay otra “heredera al trono”, decir quién es esa heredera sería remarcar lo obvio. Cuando los rastreadores ubican a Júpiter, también arriba Cain (Channing Tatum con prótesis faciales que distraen la mirada de los asuntos importantes), un guerrero robotizado, rebelde de las monarquías, que la rescatará y ayudará a cumplir con su destino. Claro, en el medio hay un poderío visual realmente impresionante, entre explosiones, levitaciones, una fauna de extraterrestres y robots variadísima, escenarios digitales de ensueño, y una intriga palaciega que se entrevera cada vez más sólo para desviar lo fundamental. El Destino de Júpiter podría estar divida en dos fragmentos diferenciados, la primera parte, más terrenal, se asemeja a una adaptación de saga literaria juvenil, de esas que pululan de a cientos hoy en día. La chica mundana que descubre un mundo de fantasía y que debe cumplir un destino importante en él sin dejar de lado el romance. Luego, el film se entrega a la Ciencia Ficción absoluta, más ligada a la aventura llena de acción, disparos, vuelos y pirotecnia abandonando buena parte del peso argumental. Ambas partes tienen deficiencias y parciales aciertos. En los momentos terrenales hay una extraña necesidad de rellenar con comicidad, como si todavía Mila Kunis fuese la chica de That 70th Show, comicidad que casi nunca funciona en modo alguno. Los chistes no causan gracia, cambian el clima, y terminan resultando molestos. Parecieran escenas sacadas de otra película, ¿una comedia romántica? Esto hace que se viva el primer tramo con liviandad, que cueste conectarse sin sentir que estamos frente a algo “insulso”. También es el tramo en el cual se teje la conexión entre Júpiter y Cain, Kunis y Tatum, una química que funciona, mejor que cuando ambos están por su lado. La segunda parte, es menos confusa en cuanto a vuelo argumental simplemente porque se entrega a una acción constante y rutinaria. Entretiene a puro golpe de efecto, y ahí sí, se siente la profundidad del 3D que hasta ese momento nos habíamos olvidado que existía. El Destino de Júpiter tiene varios elementos de sagas como Star Wars, o films como A.I., pero mantiene en ella un espíritu que nos hace acordar a esa ciencia-ficción sin sentido que plagaba las góndolas de los videoclubes a fines de los ’80 y ’90. Esa Sci-Fi barata que eludía la mínima lógica para ser entretenida y con ciertas libertades que el mainstream no se permitía. Imaginen eso, pero con muchísimo más presupuesto. Estamos frente a un cuento de hadas disfrazado, la chica simple que se convierte en princesa de la cual Disney ha hecho todo un emporio. No es este nuevo opus de los Wachowsky un mal film, si un trabajo de resultado fallido, errático, que no termina de concretar lo que pudo haber sido. Queda rondando la sensación que algo nos falta, o algo nos sobra ¿otras manos en la post-producción? Como su protagonista, a este film se le podría augurar un mejor destino, quizás con el tiempo quede como objeto de culto, elementos tiene de sobra.
Guardianes de la Galaxia Siempre con esa obsesión latente por contar todas las historias que puedan contrabandear dentro una misma película, los hermanos que comenzaron escribiendo el guión de Asesinos –dirigida por Richard Donner– entregan otra de sus auténticas rarezas. El Destino de Júpiter explota como un petardo en la cara desde los primeros minutos con una escena que combina de manera perfecta el movimiento continuo de la acción con una gran claridad narrativa. La imaginación es lo que propulsa cualquier historia concebida por los Wachowski, que en esta ocasión nos deleitan con un diseño de producción impactante, encabezado por un Júpiter renacentista con toques góticos que parecería más inspirado en lugares existentes de nuestro planeta que en escenarios provenientes de la ciencia ficción literaria o cinematográfica. El último opus de los hermanos maravilla, con su puesta en escena barroca, representa un giro muy interesante para el cine de ciencia ficción actual; la originalidad que le imprimen a todos sus proyectos ya es una marca registrada de su inclasificable pero altamente reconocible estilo visual. La premisa de la película, en la que Júpiter Jones (Mila Kunis), hija de un astrónomo y una inmigrante rusa, se dedica a la limpieza de casas hasta que descubre que pertenece a la realeza en otro universo, es elevada a niveles interplanetarios, literalmente. En un mundo en el que la industria cinematográfica prefiere ir a lo seguro con historias derivadas de otra cosa preexistente (basadas en best sellers, en comics, secuelas, spin off, remakes y un largo etcétera), la gran virtud del cine de Lana y Andy Wachowski reside su concepción de universos fantásticos inagotables exclusivamente inventados para la ocasión. Ver El Destino de Júpiter en la pantalla grande es algo parecido a la sensación de estar soñando, porque la fascinación surge no solo del impacto visual de cada plano y de la gran utilización de los efectos especiales, sino que el milagro se produce al observar cada una de las capas que componen esta gran nave de ideas: un cuento de hadas, una película de ciencia ficción, una de aventuras y una ópera espacial que, a su vez, se las ingenia para incluir algunas referencias cinematográficas y condensar todo el cine de sus creadores en tan solo noventa y dos minutos. Los hermanos que dieron sus primeros pasos detrás de cámaras en 1996 con Bound –cine negro en estado puro– encontraron una forma de contar historias que se aleja de lo predecible, nutriéndose de los estereotipos pero sin caer en los lugares comunes, mas bien moldeándolos para darles la forma requerida por la historia. Todas las películas de los Wachowski son la película más ambiciosa de los Wachowski. Cuando digo esto, me refiero a la realización de obras que exceden las pretenciones más extravagantes y surfean los límites de lo realizable. Un ejemplo es Cloud Atlas: La red invisible, película incomprendida por gran parte del público y por algunos sectores de la crítica. Sucede que los directores que alcanzaron la cima del éxito con Matrix –otra revolución cinematográfica–, no piensan en términos financieros o de producción, sino que su método es simplemente dar rienda suelta a su imaginación y luego plasmar sus desproporcionadas ideas en pantalla. Pero a diferencia de ese gran puzzle de historias entrelazadas que viajaban desde el siglo XIX hasta un futuro posapocalíptico, en su último opus todo resulta orgánico: el relato nos seduce, nos divierte y nos interesa de una forma en la que solamente un puñado de películas recientes lo han logrado. El destino de Júpiter –al igual que Meteoro– es una película-juguetería, un Tetris perfecto que se arma siguiendo la lógica del sueño en el que las imágenes pueden no tener un sentido pero se sienten llenas de significados.
Los Wachowski saben hacer películas que de una u otra manera generen polémica. Tanto por su contenido como por que dividen a las audiencias entre quienes los aman, y quienes los detestan por considerarlos pretencioso y absurdos. Yo entro en el primer grupo. Si bien su mayor pecado se llama Matrix Revoluciones, desde entonces, sus filmes son inteligentes y destinados a algo más que entretener: a pensar. Cualquiera que diga que los Wachoski venden "filosofía barata" será por que en su vida han agarrado un libro de filosofía. Y no, no creemos que en sus películas escriban obras de la talla de Nietszche o compañía, pero si creemos que más que entretenimiento, consideran que los espectadores son inteligentes. Por eso no necesitan una explicación completa (y que puede terminar rayando en lo absurdo cuando se intenta) y dejan que la gente encuentre la mejor explicación. Jupiter ascending es lo mismo: crean una mitología que no necesitan explicarte totalmente de donde viene o como funciona. Solo dejan las pistas más básicas para poderle entender. Jupiter Jones (Mila Kunis) es una chica huérfana de padre que se ve obligada a trabajar como sirvienta, hasta que unos seres extraños intentan asesinarla. Es cuando entra en escena Caine (Channing Tatum), un guerrero alterado genéticamente, contratado para protegerla y descubrir que ella es en realidad la reencarnación de la jefa de la familia Abraxas, dueña de la mayor parte del universo. Si hablamos de reencarnación, no es la filosofía de el alma. Es de los genes. Y acá entra una base más científica, cuando jugamos con los genes y nos damos cuenta de que, en verdad, con tantos planetas, en un universo tan amplio y con tanta gente, ¿no puede la genética arrojar los dados y encontrar el mismo arreglo dos veces? Blockbuster entretenido, visualmente impactante y con un soundtrack, cortesía de Michael Giacchino que se coloca como uno de sus mejores trabajos.
Ladrones sin destino Hija de un astrónomo inglés asesinado por la KGB, Júpiter Jones (Mila Kunis) vive una vida normal en el hogar de una madre importada de Rusia, mientras ignora olímpicamente el destino que le tendieron los Wachowski (el de Mila, por ser de carne y hueso, es mucho peor). Primero, una amiga de visita casi resulta abducida por hombrecitos verdes. Y los sustos siguen. Un primo, rápido para los negocios, la convence para que venda óvulos y así poder comprar (ah, ah, la herencia genética) un potente telescopio, gracias al capital usufructuado (los Wachowski, a no olvidar, son militantes anticapitalistas que filman películas de millones de dólares). Entonces, sí: mientras aguarda la aguja, los doctores se transforman en hombrecitos verdes dispuestos a liquidar a Júpiter siguiendo órdenes (literalmente) de arriba. Pero entonces irrumpe Cain (Channing Tatum), híbrido de humano y hombre lobo que rescata a la chica, siguiendo órdenes de otro que también está arriba. ¿Por qué es tan importante Júpiter? ¿Es amiga de Sarah Connor? Pasaron treinta minutos y recién empieza la acción. En media hora más los Wachowski revelarán el destino de Júpiter y usted les pedirá The Matrix 4. A grito pelado. Mezcla de Star Wars con Star Trek con Flash Gordon con Buck Rogers con ideas frecuentemente desestimadas por la ciencia ficción “progresista” (como Godzilla, por ejemplo), Andy y Lana W. hacen un esfuerzo loable por revivir una estética prácticamente demodé, pero el intento se fragua como pólvora mojada. El nexo entre la Tierra y Júpiter con un reino ancestral como el universo, del cual proviene el ADN humano (otra idea extrapolada), sirve más como excusa para poner en marcha interminables escenas de acción que para formular una trama sustentable. Sobre las primeras, no habría casi reparos (los hermanos W. saben cómo blandir espadas láser), si no fuera porque resultan tan largas que ahogan el suspenso. La primera gran escena de acción, en donde Cain huye con Júpiter volando entre rascacielos imaginarios de Chicago, es un prodigio visual hasta que resulta un gigante videojuego. Entonces, volviendo a la pregunta: Matrix 4, ¿para cuándo?
Mucha acción, efectivos efectos especiales y adrenalina, en un entretenimiento bien pochoclero. Esta historia de ciencia ficción que se entremezcla con el drama y toda la acción comienza mostrando una pareja feliz, él por las noches mira con la ayuda de un telescopio las estrellas su esposa se encuentra embarazada y él quiere que lleve como nombre Júpiter. Pero una noche sucede lo inesperado y la vida de esta familia cambia. Ahora la joven, Júpiter Jones (Mila Kunis, “Ted”, “Annie”) sueña con las estrellas y una vida mejor, su destino por el momento le indica que por las mañanas debe limpiar baños, entre otras actividades relacionadas con lo mismo, no tiene una racha muy afortunada y su vida es rutinaria. Para ayudar a parte de la familia va a vender sus óvulos y en ese momento la atacan un grupo de alienígenas, es en ocasión de esto cuando entra en acción Caine Wise (Channing Tatum, “Foxcatcher”), un cazador ex militar genéticamente mecánico, que aterriza en la Tierra para cuidar a Júpiter, luego de varios momentos confusos y de aventuras, se sabe que por su genética es la sucesora de un extraordinario legado que podría alterar el equilibrio del cosmos. Aquí existen malos que vienen por triplicado: Kalique Abrasax (Tuppence Middleton, “El código enigma”), Titus Abrasax (Douglas Booth, “Noe”) y Balem Abrasax (Eddie Redmayne, “La teoría del todo”, un personaje logrado) y dentro de los buenos se encuentra Caine Wise quien intenta proteger en todo momento a Júpiter. La acción es constante, tiene mucho vértigo y visualmente es esplendida, con momentos impactantes como cuando Caine vuela con sus botas cohete entre rascacielos. La acción es constante y no decae nunca. En esta oportunidad se ve la mano de quienes conocen mucho de esto que son los hermanos Wachowski (realizadores de la trilogía “Matrix”). Cuenta con un gran atractivo para un público adolescente, buenas batallas y luchas. Se encuentra llena de personajes, es entretenida, pochoclera y resulta ser un cuento de hadas espacial. Tiene algunas fallas en su guión, el cual no resulta muy claro. Por otra parte no logra sorprender demasiado, es bien colorida y Kunis y Tatum no tienen química.
La nueva película de los hermanos Wachowski no puede dejar de ser una decepción, ya que si bien no es un mal filme, está muy lejos de la originalidad, la emoción y el estilo de su obra más conocida, la película The Matrix. Más cercana a Cloud Atlas que a la mencionada anteriormente, la película tiene mucha acción y se nota que tiene mucho trabajo, pero no alcanza a tener claramente una profundidad ni un nivel de sorpresa como tenían las anteriores. El problema más que todo, es el guión que hace que sea uno de los trabajos más flojos de los hermanos Wachowski en toda su carrera. Se nota claramente que han invertido mucho tiempo en la producción de la película y mucho esfuerzo también, sin embargo eso no se transforma en una película trascendente ni en una gran dosis de adrenalina. Es un film interesante y se deja ver, para el que ha visto poco cine le puede llegar a gustar mucho, pero es una película menor dentro de la filmografía de estos directores. Los cuales exploran lo que parece ser una obsesión en su cine de ciencia ficción: el hecho de que la humanidad sea sacrificada y usada para beneficio de otros. En Matrix en beneficio de las máquinas, usados como pilas; en Cloud Atlas en beneficio de otros humanos usados como alimento; y en el destino de Júpiter, usado como materia prima de reemplazo de seres extraterrestres. Bastante menos trascendente de lo que podría haber sido pero visualmente bellísima. Escuchá la crítica radial completa en el reproductor debajo de la foto.
No estamos solos en el universo Volver a dirigir en ciencia ficción contando con la trilogía Matrix en el curriculum no debe ser tarea fácil. Hay mucho que llenar para superarse a uno mismo, y a eso apuntaron los hermanos Andy y Lana Wachowski con “El destino de Júpiter”. Esta superproducción con escenarios steampunk espaciales que nos recuerdan un poco a Metrópolis, cuenta la historia de Júpiter (Mila Kunis). Ella es una mucama pobre y bastante disconforme con su vida que se enterará que es parte de la realeza, reencarnación de la matriarca de la familia de Abrasax. Ok, lo admito, la chica pobre que descubre que es una reina no es una idea poco explotada. Así que vamos a la ciencia ficción. Los seres humanos no son oriundos de la Tierra, sino que dominan gran parte del universo desde hace millones de años, con su consiguiente gran tecnología. Los planetas son granjas donde se cosechan recursos y se venden como propiedades. La dinastía de Abrasax, dueños del negocio del real estate, entran en guerra cuando la reencarnación de su madre podría (o no) reclamar los títulos que le correspondían en vida. El mayor, Balem (Eddie Redmayne) prefiere sacarse de encima lo que se interponga en su herencia; mientras que los menores, Titus y Kalique, prefieren a Júpiter de su lado a la hora de hacer negocios. Pero de esto Júpiter no tiene ni idea, y francamente es un personaje bastante idiota. En un pasamanos que dura gran parte de la película, los tres hermanos contratan diferentes mercenarios para ir a buscarla. Uno de ellos es Caine (Channing Tatum), que después de una persecución excesivamente larga recibe la ayuda de Stinger (Sean Bean). La pobre Júpiter cambia de manos entre los tres herederos, todos traicionan a los demás, es un lío. Es una serie de intrigas de política y negocios donde quedan varios baches sin cerrar. Además, en esta dinastía se mezclan los negocios y los sentimientos. Si hay algo que arruina todos los negocios es hacerlo personal, ¿no? Así que para arruinar al personaje un poco más, Júpiter se levanta un día y se da cuenta que está enamorada de Caine, el mercenario contratado por Titus. Probablemente, si Mila Kunis hubiera hecho un mejor trabajo al ir variando sus expresiones y lenguaje corporal, esto tendría un poco de sentido. Pero no lo tiene, y su extrema inexpresividad sumado a que tiene escrito un personaje que es una chica estúpida, arruina mucho las cosas. Pero no todo es malo, lo cierto es que el trío masculino de Redmayne, Tatum y Bean han demostrado que son buenos actores. Es muy genial ver al buenazo de “Teoría de todo” en el papel de un villano sin mucho escrúpulo y con problemitas de la infancia sin resolver. Otro punto fuerte es el CGI y los increíbles escenarios construidos de las diferentes locaciones de la galaxia. Un gran trabajo, un diseño excepcional que se luce al 100%. Es una pena que mucho de lo bueno que tiene esta película quede opacado por el personaje de Júpiter y la paupérrima interpretación de Mila Kunis. Ejemplo: misma expresión cayendo al vacío, en un casamiento, o profiriendo una amenaza. Los muchachos hicieron un gran trabajo, pero Kunis no tiene el calibre para un papel principal como este. Sería mejor si se quedara con las comedias pavotas. Imaginemos que lo hace por decir, Jennifer Lawrence y ¡pum! salió la nueva Matrix. Pero en definitiva esta nueva producción de los hermanos Wachowski se queda corta. Algunos baches en cómo cerrar la historia, y lo excesivamente largo de las peleas y demás tomas de acción podrían no ser un problema tan grave si el personaje principal hubiera cumplido. El talento está ahí, pero deberían elegir mejor a su elenco. Mejor suerte para la próxima, Wachowskis. Agustina Tajtelbaum
No es un capricho que este fin de semana, cuando se estrenan dos “películas del Oscar” con posibilidades, le demos más espacio a este film de fantasía y ciencia ficción que, desde el principio, se asume como un cuento de hadas aventurero y humorístico que, de paso, se encarga de criticar al capitalismo salvaje (de frente, nada de metáforas tontas: es eso nomás). El film es imaginativo no porque invente algo (una princesa oculta es perseguida por un imperio galáctico y cuidada por un guerrero del que se enamora, de “Cenicienta” a “Star Wars” está todo) sino porque crea imágenes bellas de pura acción. No solo eso: las secuencias de acción se entienden, son bellas, abstractas como un ballet y aportan sentido a la trama y emociones a los personajes. Los hermanos Wachowski, que ya jugaron este juego en aquel bello e incomprendido homenaje a la infancia que fue “Meteoro”, o en la reflexión sobre el cine y la sociedad que fue “Matrix”, aquí deciden crear un universo de fantasía, compartirlo y usarlo para hablar de la familia, del mundo del trabajo, del poder, de la amistad y de por qué el cuento de hadas contrabandea felicidad y esperanza. Hay mucho humor, de paso (gracias a los gigantes Mila Kunis y Channing Tatum) y el conjunto recuerda a “Flash Gordon”, y a su espíritu alegre, sexy y aventurero. Antes y después que nada, una verdadera película.
El destino de Jupiter es un entretenimiento válido, sobretodo si sos un gran amante de la tecnología digital, para poder disfrutar de un gran espectáculo visual repleto de escenas de muchísima acción y gran calidad en cuanto a efectos especiales se refiere. Este film es un raro mejunje que al final de su desenlace logra que unos espectadores...
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Delirio cósmico insalvable. Las dos mejores películas de los hermanos Wachowski (la primera entrega de The Matrix y Cloud Atlas) tuvieron dos características insoslayables: imponencia visual y profundidad argumental. Jupiter Ascending es una película visualmente imponente, pero carece de la grandeza narrativa que los directores supieron despuntar en proyectos anteriores. Hay delirios bien llevados y delirios insalvables. Esta nueva entrega de la ciencia ficción pertenece al segundo grupo, por carecer de un guión digno de ser adaptado. Lo atmosférico es sumamente interesante, con grandes escenarios e ideas ingeniosas, pero lo sustancial queda relegado a un segundo plano. Los personajes carecen de magnetismo y la historia es inverosímil en contenido y desarrollo, lo que finalmente despierta aburrimiento y desinterés. Hay suficiente material creativo en Jupiter Ascending para que fuera una buena propuesta, si el guión se hubiera encarado con seriedad y compromiso. A falta de esto último, el resultado ha sido sinceramente malo. Es una película que entra por la vista pero no soporta una digestión narrativa. Es una hermosa, pero vacía, caja de cartón cinematográfica.
Mundo Wachowski Los Wachowskis vuelven al ruedo con una super producción que lamentablemente no tuvo el resultado que esperaban. ¿Es un moco? No. ¿Es un peliculón que la gente no supo apreciar? Tampoco. En realidad es un buen film de aventuras y ciencia ficción, que si bien logra entretener no llega a maravillar y se torna un producto de corto o, a lo sumo, mediano plazo. Hoy en día con la cantidad de bombardeos del cine no alcanza con ser un producto aceptable, menos si el presupuesto dedicado a la producción sobrepasa los 170 millones de dólares. Lana y Larry insisten en la creación de mundos intergalácticos complejos en los que insertan una historia que más o menos funciona. El problema es que se concentran demasiado en la elaboración del contexto de la historia y no en la historia misma. En esta ocasión nos presentan a Júpiter Jones, interpretada por Mila Kunis, una joven de ascendencia rusa que limpia casas para ganarse la vida. El tema es que Júpiter no sabe que en realidad es parte de una poderosísima familia que controla parte de la galaxia, los Abrasax. Cuando los intereses económicos y políticos de sus familiares se ven amenazados por su existencia, mandan a distintos grupos de cazadores a eliminarla. Entre estos mercenarios, se encuentra Caine Wise, Channing Tatum, un híbrido mezcla de lobo y humano que se arrepentirá de su misión y la ayudará a mantenerse a salvo de las garras de sus familiares galácticos. La ayudará mucho, ya que durante todo el metraje Júpiter la juega de damisela en peligro, un tanto inútil. Y... primero que todo, tiene varios clichés. El mercenario que se enamora de la protagonista es algo ya un tanto gastado. Que Júpiter sea una débil mujer que debe ser protegida y salvada por el machote, también es antiguo. Y así hay algunos clichés más. Por otro lado, presenta un nuevo mundo de ciencia ficción que si bien tiene referencias a varios exponentes del género que ya hemos visto, resulta atractivo a los sentidos y una bocanada de aire con respecto a la creciente cantidad de remakes y secuelas. Acá no queda otra que aplaudir a los hermanos Wachowski, que más allá de que no vienen teniendo mucho éxito, nunca bajan los brazos y siempre nos quieren ofrecer algo distinto, nuevo, que no hayamos visto aún. Estos mundos mágicos de ficción pueden gustar más o menos, pero es innegable que los tipos le ponen mucha garra y talento para crearlos. El problema de estos directores y escritores es que elaboran ideas grandilocuentes que luego no son bien moldeadas en el guión. Se limitan para poder llevar adelante la historia de manera fluida y original, y terminan cayendo en varios lugares comunes del género de la ciencia ficción y la acción. Suman por el lado de la innovación en el planteamiento de la trama y en los aspectos técnicos, pero restan a la hora de llevar adelante la idea y hacer un cierre digno de un film de estas dimensiones. Es entretenida, colorida, con buenos efectos visuales y una premisa no tan común, pero también es un poco estruendosa de más, contiene varios clichés y abarca más de lo que puede apretar. Sólo para fanáticos de la ciencia ficción.
Si los nerds fuéramos mayoría, las películas de culto serían taquilleras. Ese podría ser el estigma que cargan los hermanos Wachowski, los cuales se anotaron un par de porotos con titulazos como Matrix y V de Vendetta, y después se dedicaron a generar disparates superproducidos que recaudaban dos dólares en el box office. Yo no creo que los tipos hayan perdido ni un ápice su talento creativo, pero sí creo que han extraviado su sentido de equilibrio y control de calidad. Es como si obtuvieran un presupuesto millonario, y se pasaran una noche de desvelo e intoxicación diseñando un libreto demencial para quemarlo. El resultado usual de los Wachowski es una orgía visual que rompe todos los esquemas, pero libretos rebuscados (o excesivamente sofisticados, según cómo se lo mire) e historias desequilibradas. Nadie les niega que son la mar de creativos; el problema es que dejaron de ser comerciales y la prueba está en El Destino de Jupiter, una space opera que - visualmente - haría orinarse en sus pantalones a George Lucas. Y aunque la primera hora arranca interesante, después se mete en un berenjenal del cual le resulta imposible salir. Pareciera que los Wachowski hubieran metido en una licuadora todas las películas de ciencia ficción que les gustan, generando un pastiche colorido y no siempre coherente. Aquí hay intrigas políticas y familiares a lo Duna; hay chicas terrestres devenidas heroínas espaciales como Barbarella (con la misma cuota de sofisticados vestidos); hay puchos aquí y allá de Flash Gordon (incluyendo razas hibridas de humanos con animales, y una boda con un alienígena), e incluso hay toda una larga y descolgada secuencia que parece extraída de La Guía del Autoestopista Intergaláctico. Hay una enorme cantidad de explicaciones apasionantes (como el por qué desaparecieron los dinosaurios), y grandes secuencias de acción; pero, cuando la historia se traslada al espacio, se clava de punta como el Titanic. Se complica al santo cohete, y arruina todo el esfuerzo inicial metiendose en un berenjenal que bordea lo literario. La cosa pinta mas o menos así: Mila Kunis es una inmigrante rusa radicada en Chicago, la cual se la pasan fregando inodoros. Un día las cosas se salen de control cuando descubre que la mitad de los alienígenas que existen en la galaxia están tras de ella, sea para atraparla, protegerla o matarla. Surge un guardián (Channing Tatum), el cual ha sido enviado por una de las facciones para capturarla. Resulta ser que la Kunis es la reencarnación de una antigua reina galáctica, cuya combinación genética es única y le garantiza ciertos poderes. Al ser una reencarnada tiene la posibilidad de reclamar su propia herencia (wtf?) - dispuesta en un testamento escrito cuando la reina estaba en vida -, la cual consta de varios planetas de la Via Láctea, entre los cuales figura la Tierra. Mientras tanto, existen tres hijos de la reina original que están tras su pasos y desean apoderarse de dichos planetas. Es que en ellos hay humanos, los cuales han sido"sembrados" hace miles de años y, cuando la población alcance varios billones, serán capturados, absorbidos y procesados (como si fuera ganado) para producir un suero de la eterna juventud que mantiene a los alienígenas vivitos, coleando y en un estado de semi inmortalidad. Mientras que hasta allí la cosa iba digerible, la historia empieza a enredarse cuando la Kunis está en el espacio y las facciones la van secuestrando por turnos. Por un lado hay uno de los regentes que tiene cierta fijación incestuosa con ella (es su madre reencarnada y quiere casarse con ella!), hay otra chica que no le da mucha bolilla, y después está el mas retorcido de todos (Eddie Redmayne) que quiere sacarle a las trompadas la firma de donación de los bienes y después asesinarla. Eso sin contar que el pibe quiere convertir en estofado a toda la humanidad de acá al viernes que viene. El Destino de Jupiter está llena de aciertos y cosas irritantes. La primera es Mila Kunis, la cual parece padecer el síndrome de Jennifer Lopez - hizo un par de peliculas famosas, mostró que actuaba como los dioses, y después se transformó en una tronca inmutable que se enrosca en cualquier cosa que le de un grueso cheque; ¿se acuerdan cómo arruinó la Kunis Oz, el Poderoso? -, y se comporta como si estuviera en una sitcom de mala muerte. Manda chistes malos o desubicados, putea cuando no debe, y carece de química con su co-protagonista. Después está Eddie Redmayne, el cual puede ir devolviendo el Oscar que ganó si va a sobreactuar así el resto de su carrera. Las secuencias en la Tierra con la familia de la Kunis parecen un episodio de Los Cosby en versión rusa; y aunque es divertido, resulta chocante contrastar todo eso con toda la formalidad de la intriga espacial. Hay un diálogo horrendo en donde Channing Tatum le dice que su romance no puede prosperar ya que él es un hibrido con lobo, y que se siente la mayor parte del tiempo como un perro... y la Kunis le contesta que a ella le encantan los perros (!), en uno de los peores diálogos de la historia del cine. La intriga espacial bordea lo intragable; parte del problema es que explican demasiado, y las cosas se vuelven repetitvas. A mi juicio al filme le sobra uno de los hermanos Abrasax, ya que la pelicula arma dos momentos cumbre casi iguales (la Kunis está con uno de los Abrasax y Tatum viene pitando para rescatarla) con diferencia de minutos, y sin que los mismos aporten algo más que confusión. Digo: con menos personajes, se podría haber usado esa media hora extra para darle oxígeno a la rebuscada historia y contarla de manera mas didáctica y creíble; pero el libreto de los Wachowski se va en explosiones, en odios familiares, en visiones cósmicas de negocios (los Abrasax han hecho fortuna vendiendo ese polvito de juventud eterna obtenido a partir de los humanos... tal como la especia melange de Dune), y en malos pasos de comedia. Por otra parte los FX son impecables, las secuencias de acción son algo nunca antes visto, Channing Tatum rezuma carisma y sale adelante con un personaje que podría haber sido ridículo, y el eternamente confiable Sean Bean demuestra que, cuando le dan la pelota y tiene la oportunidad de hacer jueguito, puede brillar en un secundario sin que nadie le clave una daga a traición. El Destino de Jupiter es una bolsa de gatos que sólo podrá tolerar el público nerd al cual le gustan los galimatías y las mitologías rebuscadas. Para el resto, es una película excesiva que tiene momentos que bordea lo ridículo. Yo creo que aquí hay una historia inteligente pero desequilibrada, la cual precisaba un severo control de calidad; pero los Wachowski son tan importantes (o creen serlo) que han perdido el sentido común, especialmente cuando se envician con el desarrollo creativo... generando algo lleno de potencial pero arruinado por sus propios excesos. Una lástima considerando que aquí había buenas ideas como para generar una franquicia de óptima calidad.