La dialéctica del espejo. Y Denis Villeneuve lo hizo de nuevo, esta vez adentrándose en un ámbito francamente inimaginable a priori. El realizador continúa ampliando su abanico estilístico y hoy por hoy nos entrega un thriller onírico centrado en el tópico del doppelgänger y el desdoblamiento ontológico, en un cambio de rumbo con respecto a su debut hollywoodense, la extraordinaria La Sospecha (Prisoners, 2013). Si bien reincide con Jake Gyllenhaal como protagonista, aquí regresa a Canadá con vistas a conservar el control de una propuesta más radical, que decididamente hubiese tenido una infinidad de problemas para materializarse en el caso de contar con financiamiento norteamericano (más allá de la producción, recordemos los tristes dilemas de distribución que padecen tantas obras en la actualidad). El film es una adaptación de una novela de José Saramago y en gran medida comparte con Ceguera (Blindness, 2008), otra ambiciosa traslación de un libro del portugués, su carácter de “ensayo” sobre la angustia contemporánea, no obstante el análisis de antaño de la dinámica social en esta ocasión es reemplazado por la perspectiva individual y una psiquis fragmentada. Adam Bell (Gyllenhaal), un profesor universitario de historia en plena crisis con su novia Mary (Mélanie Laurent), descubre a su homólogo exacto mientras ve una película. Así comienza una investigación apasionante que lo llevará a Anthony St. Claire (nuevamente Gyllenhaal), quien trabaja como extra bajo el seudónimo de Daniel y está casado con Helen (Sarah Gadon), una “contraposición” taciturna y embarazada de Mary. Respetando la dialéctica hegeliana de la tesis, la antítesis y la síntesis, Villeneuve ofrece en primera instancia un retrato fascinante de dos extremos con destino de colisión y luego una sistematización de los rasgos concretos de la mixtura resultante. El director relativiza la idiosincrasia singular y utiliza una típica estructura hitchcockiana, salpicada con destellos surrealistas símil David Lynch y referencias conceptuales a Ingmar Bergman, para construir una serie de planteos inductivos acerca de los dualismos cotidianos, los mecanismos psicológicos de fuga y esa neurosis moderada que todos arrastramos a nivel esencial. Los vaivenes del inconsciente y cierta organización alegórica constituyen el eje de un balance maravillosamente errático entre la estabilidad/ conformismo y la mutación/ apertura parcial. Mención aparte merecen la fotografía de tono ocre de Nicolas Bolduc y la exquisita música incidental de Danny Bensi y Saunder Jurriaans, apuntalada principalmente en cuerdas, una percusión rimbombante, motivos varios a la Bernard Herrmann y ecos posmodernos de la gloriosa experimentación de Wendy Carlos. El Hombre Duplicado (Enemy, 2013) recupera además las reflexiones sobre el matrimonio y la infidelidad de Ojos Bien Cerrados (Eyes Wide Shut, 1999) de Stanley Kubrick, pero volcando el devenir hacia la mitología kafkiana y un temor exasperante a los espejos antropomorfizados en la línea de William Wilson de Edgar Allan Poe. El choque de los ideales con el “deber ser” y la incapacidad para conciliar mundos paralelos ponen de relieve la pulsión de muerte y sus recovecos más crípticos y sensuales…
Tierra de pesadillas. Adam (Jake Gyllenhaal en modo insomnio) es un profesor universitario con una vida monótona, sin margen para el desorden, totalmente inmotivado. Sabemos de entrada que mantiene un amorío a distancia con Mary (una seca Mélanie Laurent) y sus intenciones parecen no tener más aspiración que las de una rutina nublada y estéril. Como buen agente externo casi necesario para desestabilizar el control automático que Adam tiene sobre sí mismo, la recomendación de un colega orientada a chusmear una película intrascendente dará el puntapié inicial a favor de una anarquía in crescendo. La primera impresión de Adam, si tenemos en cuenta la cara de póker inexpresiva de Gyllenhaal durante las primeras secuencias, es que esta película le dejó gusto a nada. Un producto irrelevante, pasatista, que no le cambia la vida a nadie. Pero casi en clave de regresión se asoma una señal, un presagio que lo anima a releerla. Y así llegamos a la instancia freak, cuando nuestro protagonista encuentra en un extra de la cinta a su doble exacto, un clon calcado a medida. Adam no tardará en contactarlo, Google mediante, para que solo reste carcomerse el balero en cuenta regresiva. Y acá mejor ponemos pausa. Recurso trillado el del doppelgänger, ese del mellizo maldito que contrapone los polos e inquieta al nudo argumentativo para fastidiar un lazo atraído por la carne pero que balancea sus personalidades. Adam es un amargo, un alineado cobarde que agacha la cabeza mientras pasea por estructuras arquitectónicas de una Toronto congestionada, fundida en cemento. Pero Anthony, su mitad maligna, padece varios de los instintos que el otro no alcanza a desarrollar. El segundo en cuestión no se retrae, sino que es más irritante y perverso con las mujeres. Lo acompaña Helen (Sarah Gadon), su esposa embarazada que se pone al tanto de la situación. Avisamos que el rol del protagonista irá rotando entre el que es absorbido por los hechos y el que los aprovecha. En El Hombre Duplicado (Enemy, 2013), una coproducción entre Canadá y España, el director Denis Villeneuve revuelve las imperfecciones de la identidad ya presentes en la aclamada Incendies, tomando como base el libro homónimo de José Saramago. Todo esto sumergido en un thriller kafkiano con ánimos de ponerse surrealista. Siguiendo en la línea de referencias podemos decir que, un poco como Richard Kelly en La Caja Mortal, el canadiense se pone a jugar a La Dimensión Desconocida pero con ribetes metafísicos (“Fulci meets Lynch”) en una aventura psicológica que desemboca en un inesperado mazazo frontal. Filmada antes que la mainstream y festejada La Búsqueda pero con delay de entrega, en El Hombre Duplicado Villeneuve se toma su tiempo, tratándose de un producto más acotado y humilde, corrompiendo la cámara para denotar el aire opresivo y los colores asfixiantes. Como Cronenberg en Pacto de Amor, el disturbio psicológico oficia de motor para regalarnos un trip experimental que no llega a ser un tour de force dañino, sino más bien sugestivo, de esos que nos descolocan por un buen rato. Se pone cada vez más interesante este Villeneuve.
Como mosca en tela de araña Una atención todavía más especial que antes habrá que prestarle de aquí en adelante a cada proyección que lleve a cabo Denis Villeneuve. Con una filmografía corta en su haber y con productos de muy buen calibre como la memorable Incendies y la brillante y tensa Prisoners, el canadiense cimenta en esta oportunidad, con Enemy, su entrega más polémica si lo analizamos a partir del estado de shock y de la dispersión mental que le ocasiona al espectador. Es que el film busca, entre sus objetivos, inquietar y confundir, hacer pensar al público desafiando su aptitud para atar cabos sueltos y encastrar cada pieza de un puzzle difícil de armar. Esta es la tarea más complicada, dado que la cinta invita a la elaboración de diversas teorías. Controvertida, impactante, oscura, asfixiante y a la vez perturbadora, esta adaptación bastante libre de la novela de Saramago cuenta con todos los elementos necesarios como para convertirse en una obra de culto. Jake Gyllenhaal, de excelente interpretación, encarna a un profesor con una rutina algo aburrida. Tras una recomendación, ve en una película a un actor que es idéntico a él. Desde ese momento, decide ir a buscarlo, conocerlo, algo que le puede ocasionar una serie de consecuencias exasperantes y problemáticas para su estado de ánimo. Puede que a muchos les parezca que Villeneuve hace trampa (como solían recalcarle también a David Lynch con sus simbolismos y apelaciones surrealistas). Enemy está realizada con el fin principal de jugar con nuestro poder analítico, provocándonos con los acontecimientos, retándonos a no dejar pasar los detalles ni determinados diálogos que pueden connotar algo importante o esconder un mensaje implícito a desanudar hacia el final. El director nos enreda en una tela de araña argumental, como si fuésemos una mosca. Desenmarañarse cuesta horrores, pero curiosamente se trata de un embrollo en el que uno no se siente a disgusto. El grado de hipnosis al que nos somete es altísimo, en él intervienen y cooperan para suscitarlo una musicalización punzante, penetrante; una fotografía tenebrosa, casi de pesadilla, con un tono sepia, amarillento, gélido y sugerente que nos sumerge en la angustia del personaje central; y una intriga que con el correr de los minutos crece en nervio y tensión. Enemy se pasa rápido, apenas dura una hora y media, acelerando los procesos más influyentes en sus últimos tramos, aquellos en donde la angustia, la curiosidad y la ansiedad se fusionan, transportándonos hacia caminos oscuros y turbios. Se aproxima el momento de unir los fragmentos, de entrelazarlos y, pese a la cita inicial, a esa advertencia o sugerencia al nacimiento del film que reza que “el caos es un orden por descifrar”, el rompecabezas se percibe incompleto. De hecho la duda se apodera de nuestra mente y la sensación de desconcierto llega al extremo más pasmoso con la última secuencia, de las más inquietantes y turbadoras que se hayan visto. Enemy es audaz, inteligente y polémica. Amada u odiada, controversial, pero no deja indiferente a nadie. Ideal para debatir y volver a visionar, la nueva joya de Denis Villeneuve tiene un poderío tan magnético y sugestivo que le quema la cabeza al espectador. LO MEJOR: la atmósfera opresiva que suscita, los estados de tensión. Intriga a grandes escalas. Soberbia actuación de Jake Gyllenhaal. La forma en que se narra la historia. Fotografía. El debate que abre. El WTF del final. LO PEOR: algunas cuestiones que sólo Villeneuve nos podría explicar con exactitud. PUNTAJE: 9,5
El hombre duplicado es una película que da lugar a múltiples interpretaciones. Es para odiarla o amarla, comprenderla o pedir el manual de instrucciones, y salir del cine fascinado o frustrado. Para los que quieran una ayuda sobre el desenlace, al final de la encuesta copio una explicación que dio el director. Por si lo lees sin querer, reemplazo "lo que ya sabés" por...
¿Quién soy yo? Enemy es una de esas películas que genera tanto amor como odio. Los amantes de las películas llenas de teorías e interpretaciones diversas se podrían hacer un festín por días, pero no vinimos a especular con ello, en principio. Aunque podríamos dar nuestra teoría, porque no. Basada en el libro de José Saramago “El hombre duplicado”, empieza con una frase que sirve más como despiste que como orientación para el espectador: “El caos es un orden por descifrar”. Sí, muy linda e interesante, pero al ver el desarrollo de los sucesos, entenderemos que su idea ayuda sobre el final para alimentar la especulación más que para brindar un esclarecimiento. No sigas la película en torno a esa idea, retómala para interpretar lo sucedido. En los primeros minutos del film nos encontramos con Adam (Jake Gyllenhall), se trata de un profesor universitario de historia cuya vida monótona y rutinaria interpretamos con el buen trabajo del director Denis Villenueve. El director en todo momento maneja los hilos de la película con una precisión genial entre el suspenso, la fotografía y la edición de los hechos. El protagonista tiene una novia muy bonita (Mélanie Laurent), pero su relación con ella es más dedicada al placer que a la compañía conyugal, y por fuera de esta unión y su trabajo en la facultad, Adam tiene pocas ocupaciones o pasiones. Así un día se encuentra con un sujeto en una biblioteca que le sugiere una película para ver, aquí se empieza a armar el conflicto en la vida de Adam Bell. De causalidad, en un plano sobre el fondo de una escena, ve un extra muy parecido a él mismo. Esto lo obsesiona con buscar e investigar acerca de la vida de este actor, Anthony St. Claire (interpretado también por Gyllenhall), inclusive tomando su identidad para lograr ciertos datos y llegar a su objetivo. En la primera llamada, Adam es atendido por la novia de Anthony (Sarah Gordon) que confunde al profesor de historia con el actor. El suspenso hasta aquí nos atrapa en todo momento, está muy bien planteado, junto con la interpretación de Jake Gyllenhall, perfecta para que el espectador sepa diferenciar muy bien un personaje de otro. Luego del encuentro entre los “gemelos”, el film cambia para dedicarse un poco más al terror. Los fantasmas de Lynch o Cronenberg son algunos de los que giran alrededor de este trabajo que a pesar de su magnífica dirección, interpretación actoral y simbolismo enigmático verdaderamente atrayente, deja muchas pequeñas pistas que golpean contra el argumento global y los personajes que quedan en un segundo plano. La historia en sí es solamente una excusa para pensar el enigma. El sonido y el suspenso, la fotografía, todo ayuda para retratar un mundo sombrío y oscuro que podría estar en cada ciudad. El final deja boquiabierto, puede gustar o no, pero jamás puede ser ignorado un cierre tan contundente. El enigma y las pistas que deja el film son muy sutiles, tan sutiles, que lo convierten en uno de esos trabajos que sirven para volver a ver y estudiar detenidamente. La cuestión de la identidad personal es el punto más fuerte que toca, donde dos seres humanos físicamente similares se encuentran y donde están los límites de esa identidad. También con un poco de la dimensión desconocida, ambos personajes tienen vidas encontradas, con tantas cosas en común como diferencias sustanciales. Los opuestos se atraen, pero hay algo de ese contrario que le pertenece a otro, como el yin y el yang; en la vida de ambos, hay algo que no cierra, una característica o cualidad que se adapta con el espejo y ahí es donde la atracción fue inevitable. “La historia se repite, la primera vez como tragedia, la segunda como farsa”, repite Bell, pero ¿qué sucede cuando no se trata de la historia, sino de dos sujetos iguales, pero distintos? ¿En qué se parecen? ¿El caos los ordena a los dos, o ellos ordenan el caos? En fin, podríamos pensar más, pero no nos da el tiempo para seguir buscando a nuestro Anthony (?). Por Germán Morales
Segunda colaboración entre Jake Gyllenhaal y el director Denis Villeneuve, quienes brindaron el año pasado el thriller Prisioneros, del que también fue parte Hugh Jackman. En esta ocasión ofrecen una propuesta radicalmente diferente que se basa en la novela "El hombre duplicado", del escritor portugués José Saramago. Una película que seguramente dividirá las aguas entre los espectadores. Creo que habrá gente que la irá a ver dos veces más al cine y tal vez a otras personas les resulte un bodrio infumable. El director Villeneuve desarrolló un thriller psicológico cuya resolución se presta a varias interpretaciones y esto es lo que convierte a la película en una propuesta sumamente interesante. Es muy complicado analizar este film luego de una primera visión, porque la historia está plagada de simbolismos (malditas arañas) y es inevitable que se te escapen algunos detalles que luego pueden contribuir a cerrar mejor lo que un principio parecería ser un final desconcertante. En lo personal creo que toda las pistas están desparramadas en la trama y eso también es que lo hace tan fascinante a esta producción, que te invita a que vos busques las respuestas en lugar de que el director te sirva la resolución del enigma en bandeja. Cualquier amigo del cine de David Lynch o David Cronenberg probablemente va a encontrar en este film uno de los mejores estrenos del año, ya que el espíritu de las obras de esos realizadores está muy presente en El hombre duplicado. Una película que desde los aspectos técnicos sobresale por la narración del director Villeneuve, quien construye en apenas una hora y media un relato cautivante con logradas atmósferas de tensión, que logran envolver al espectador en las situaciones paranoicas que vive el protagonista. Algo que también se vio reforzado por la fotografía de Nicolas Bolduc y la música a cargo de Daniel Bensi y Saunder Jurriaans. El hombre duplicado representa además uno de los mejores trabajos en la carrera de Jake Gyllenhaal, quien ofrece una auténtica cátedra de actuación. Es fantástico lo que hizo al interpretar dos personajes y como a través de gestos sutiles, que tienen que ver con la expresión corporal, creó matices diferentes en las personalidades de los roles que compone. Esta es probablemente su película más rara junto con Donnie Darko, que también ofrecía una experiencia similar. Me refiero a que son películas que dejan mucha tela para cortar a la salida del cine y ailientan su discusión. Algo que no sucede con todos los estrenos semanales y por eso me parece que vale la pena darle una oportunidad y dejarse llevar por el juego que propone el director.
El otro yo Basada en una obra de José Saramago, El hombre duplicado (Enemy, 2013) transita la temática del doble con un nivel de perfección asombrosa en el armado del relato que recuerda al mejor Stanley Kubrick, al darle a cada imagen una potencia descomunal e ingresar al espectador en un laberinto inquietante. Sin dudas uno de los mejores thrillers psicológicos del año. La historia nos muestra a Adam (Jake Gyllenhaal), un profesor de historia que atraviesa un conflicto existencial. Su relación de pareja no lo satisface y su rutina diaria lo agobia. Inmerso en la repetición de la vida urbana, decide ver una película por recomendación y surge la sorpresa: uno de los actores de reparto, Anthony, es igual a él. Se pone a tratar de contactarlo casi como una obsesión y sin saber mucho qué busca de él. El resultado será tan atractivo como peligroso. En tan sólo tres minutos la película encierra una tensión sin igual. El director Denis Villeneuve (Incendies, La sospecha) realiza suaves movimientos de cámara que enfocan los gestos del protagonista mientras atraviesa un pasillo. La imagen es simple pero es elevada a otra dimensión por el uso de los recursos formales: el cómo se muestra será clave en toda la película. La edición de sonido es fundamental para tal construcción, crea un clima de nerviosismo que invade la narración para mantener expectante al espectador. “Hegel dijo que la historia se repite dos veces, Marx agregó: una es tragedia y la otra farsa”, dice Adam en su clase de historia, que a su vez habla de la historia de la película. El hombre duplicado es un cuento de dobles, pero el guión del español Javier Gullón lo universaliza, y traslada a cualquier ciudad cosmopolita. Villeneuve no busca una narración clásica con resolución fácil sino todo lo contrario: plantea un entramado de situaciones para delinear paralelos entre personajes pero también entre sus respectivas parejas, entre edificios que se multiplican, rutinas diarias que se reiteran, y miserias humanas. Así en la película, los planos de situación se re significan en función de la trama, un plano de un personaje esperando adquirirá una tensión sin igual, y una leve caricia femenina dará tanta contención como temor. Villeneuve pasa de la historia de un personaje al otro –su doble- por corte directo, planteando un clima de pesadilla similar al de El camino de los sueños (Mulholland Drive, 2000). Pero no será la alucinación que envuelve a un personaje cotidiano como en David Lynch, sino un personaje cotidiano inmerso en sus temores más profundos y alucinatorios. Villeneuve diseña un armado intelectual que desafía la inteligencia del espectador para darle una vuelta de tuerca a los relatos de dobles y elevarlos a un nivel exquisito. En un cine actual reiteradamente explicativo y banal, El hombre duplicado nos recuerda el poder que una obra sutil, inteligente y cerebral puede darnos.
La tragedia y la farsa “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez, como farsa.” Karl Marx Alfred Hitchcock, Brian DePalma, David Lynch, David Cronenberg, Woody Allen. Todos ellos tienen algo en común: han explorado el universo de la dualidad. La idea que cada individuo es capaz de transformarse en otra persona de manera trivial o que cada uno tenemos un doble exacto viviendo una realidad paralela en alguna parte del mundo. La nueva película de Denis Villeneuve – que se presentó junto a La Sospecha en el Festival de Toronto – es una adaptación de la novela de José Saramago. Irónicamente, el film se estrenó junto con The Double, adaptación del actor/comediante/director Richard Ayoade de la novela de Fedor Dostoievsky. Ambos films, independientes entre sí, tienen como protagonistas a un mismo hombre que un día descubre un doble circulando cerca suyo. ¿Un impostor acaso? En la nueva propuesta del director canadiense de Incendies, Adam – Jake Gyllenhaal – es un profesor de filosofía universitario transitando una crisis existencial. Vive con su novia – Melanie Laurent – pero algo le preocupa. Un día descubre que hay un actor que tiene exactamente su mismo rostro y habla igual a él. Desde ese momento comienza la búsqueda de este hombre, Anthony – obviamente Gyllenhaal de nuevo – para tratar de descubrir como es posible que exista un doble exacto de él. Denis Villeneuve crea un relato vibrante y atrapante. La atmósfera es densa. Con pocos recursos, empieza a introducir al espectador en una especie de pesadilla, que va perdiendo coherencia y lógica a medida que avanza. El realizador juega con el poder de observación y detalle para construir una narración con muchos engaños. Poco a poco, ya no sabemos si estamos delante de Adam o Anthony, y de hecho las parejas respectivas de cada uno de ellos, van confundiendo al espectador. Ambos personajes son uno o ninguno. La pesadilla del realizador es no dar respuestas verosímiles y extrañar las situaciones en forma in crescente. Villeneuve manipula los tiempos y la información que brinda. Al igual que en Vértigo, hay un personaje que hace una persecución, hay dos rubias hermosas, debilidades de los protagonistas y está la construcción de un doble. La ciudad, se convierte en el marco de un día sin fin que atraviesa a el o los protagonistas. Las respuestas más obvias son rápidamente negadas y el secreto de la narración es descubrir un misterio que no tiene solución. El director da via libre al espectador para que interprete su propia versión de la historia, para que adjudique una respuesta basada en las pistas literales que va esparciendo en el camino o aportando una visión metafórica relacionada, con el interior del ser humano – alma/miedos – la dualidad de la figura del actor, desplegando un personaje que cobra vida, o quizás una respuesta social (Canadá es una nación con doble lenguaje). Historia con toque surrealistas y oníricas que recuerdan al universo lynchiano de El Camino de los Sueños o Carretera Perdida, o acaso al Cronenberg de Pacto de Amor o Crash, Extraños Placeres, El Hombre Duplicado es una película que provoca la reflexión, la discusión y el diálogo. Con una puesta en escena austera, una fotografía cuidada, y encuadres simétricos, Villeneuve consigue un film personal, intimista, económica pero a la vez pretenciosa en sus múltiples lecturas. Jake Gyllenhaal logra una de sus interpretaciones más profundas y versátiles, saltando de un personaje al otro, mostrando diferentes capas emocionales. Sensual y misteriosa, El Hombre Duplicado es una historia diferente, con la lógica – la tragedia – y el absurdo – la comedia – de un sueño sin principio ni final.
Una película rellena de nada En la edición 2013 del Festival de Toronto, en septiembre pasado, el realizador canadiense Denis Villeneuve no presentó una, sino dos películas. Una de ellas se llamaba Prisoners y se estrenó aquí a fines del año pasado, con el título La sospecha. La otra es ésta, Enemy en el original. En ambas actúa Jake Gyllenhaal. Por duplicado, incluso. En la edición de Página/12 del 28 de noviembre de 2013, Luciano Monteagudo calificó al thriller existencial La sospecha de pretensioso, infatuado y sobrecargado de sentido. Basada en la novela El doble, de José Saramago, El hombre duplicado empieza con la siguiente frase: “El caos es orden aún por descifrar”. El espectador que ante semejante frase no sienta que está frente a una obra “importante” será porque estaba distraído. Parece claro que Villeneuve (cuya previa Incendios amuchaba sin problemas masacres palestinas con revelaciones familiares de culebrón venezolano) es un realizador coherente. El caos al que se enfrenta el profesor de historia Adam Bell (Gyllenhaal) consiste en conocer a un hombre que es su doble exacto. Y a eso se reduce El hombre duplicado, que parece apostar todas sus fichas al aire de importancia y a lo que podría llamarse “estado de inminencia metafísica”, que el tema del doble implica de por sí, con sus posibles derivaciones sobre la identidad, la singularidad, la labilidad del yo. Derivaciones que el guión del español Javier Gullón se ocupa esmeradamente de no desarrollar, aunque a Saramago le haya llevado una considerable cantidad de páginas hacerlo. En La sospecha, cada personaje estaba claramente definido, en su presencia, psicología y actitudes, no fuera cosa que al espectador se le ocurriera querer hacerlo él. Aquí sucede lo mismo, pero con un solo personaje: ya en la primera escena, mientras da clase a sus alumnos (sobre el tema del control que las dictaduras ejercen sobre el individuo, obviamente), a Adam Bell se lo ve abrumado, con el aspecto descuidado, barba crecida, maletín, andar pesado y expresión desconcertada que paseará en el resto de la película. El pretendido “quiebre” (que no es tal) tiene lugar cuando, mirando en su casa una película cualunque, al fondo del cuadro Adam descubre a un actor que es igual a él, pero sin barba. A partir de allí, lo previsible: la obsesión, la investigación por Internet, la constatación de que el actor y él son dos gotas de agua, la verificación de que no se trata de gemelos separados al nacer, el conocimiento mutuo, la angustia de ambos al enterarse de que no son el único “yo” que anda por ahí en el mundo... y nada más. De modo asombroso, El hombre duplicado no avanza más allá del planteo, la exposición, aquello que debería ser el punto de partida y no una playa de estacionamiento dramático. Para peor y como se anticipó, el único personaje (sobre)definido como tal es el de Adam, que encima tiene nombre de primer hombre sobre la Tierra. El resto (su chica, interpretada por Mélanie Laurent, la francesita de Bastardos sin gloria; la chica del otro y el otro mismo) carecen hasta del mero rol de funciones dramáticas. No son nada, son puro relleno. ¿Relleno de qué? De nada. Hasta que de pronto, en el último plano de la película, Villeneuve decide convertirse, sin previo aviso, en el doble de su compatriota David Cronenberg, en tiempos de La mosca.
Denis Villeneuve es una máquina imparable de buen cine. Sin ir más lejos, vean lo muy bien recibida que fue su anterior película, Prisoners, que mereció la más alta calificación en el sitio por su servidor aquí presente. Si no la vieron corran a verla, porque es una demostración más que sólida de los poderes cinematográficos del canadiense. Ahora, resulta bastante encomiable que en el pasado Festival Internacional de Cine de Toronto -el TIFF para los amigos- Villeneuve presentó al mismo tiempo Prisoners y Enemy, película que nos compete en esta ocasión. Si presentar dos films de calidad al mismo tiempo en el mismo festival no lo hacen un director para seguir de cerca, no sé que más lo hará. Por lo pronto, diremos que Enemy está basada en la novela El Hombre Duplicado, del autor portugués José Saramago, y que gira en torno al descubrimiento de un profesor de historia -Adam, interpretado por Jake Gyllenhaal- de un actor terciario más que secundario en una película que ve por recomendación de un colega. No sé hasta qué punto las historias de la novela y su adaptación están relacionadas, pero lo que sigue es un descenso hacia los recovecos oscuros de la mente humana, en una historia tan aterradora como adictiva. La fantasía de encontrar a un doble exactamente igual a nosotros es un pensamiento que muchos hemos tenido a lo largo de nuestras vidas. La serie canadiense Orphan Black está tocando ese mismo precepto pero lo impulsó hacia un número más alto que dos, pero el resultado en Enemy recorre aristas más profundas que la del show televisivo. La obsesión y la curiosidad llevan a un simple profesor de historia a querer conocer más de ese extraño que posee sus mismos rasgos y en la senda del descubrimiento hay puertas que no deberían haber sido abiertas. Ayudado por una suntuosa fotografía en sepia y varias tonalidades de amarillo -no, esta vez no fue la mano de Roger A. Deakins sino la del joven Nicolas Bolduc- y una electrificante banda sonora, el guión del español Javier Gullón no peca de excesivo, y la mano de Villeneuve va conduciendo al espectador a este doble festival de Gyllenhaal, que cumple la tarea de crear dos personajes parecidos físicamente pero muy diferentes en personalidad. La intensidad en las miradas de Adam y Anthony ya revelan todo sobre los hombres, y es un gran trabajo de caracterización creado por un excelente actor, que prácticamente está en todas las escenas. Ahora bien, mucho se ha hablado de lo extravagante que resulta la incorporación de elementos fantásticos, oníricos o como quiera llamárselos, y con esto hablo del uso de las arañas dentro de la trama. Por contrato, no se les permitió al elenco revelar nada del simbolismo de los arácnidos en la trama, así que queda a plena disposición del espectador quitarle el velo a sobre qué se refiere tanto el guión como la dirección con respecto a este particular uso, pero gracias a esta incorporación es que la escena final resulta tan especial, única, explosiva y atemorizante al mismo tiempo. Con una duración escueta -90 minutos, casi la mitad de Prisoners- Enemy genera una atracción magnética impresionante, aunque definitivamente no es para todos los gustos. Con una trama altamante indescifrable, es una muestra bastante experimental de parte de un director que desafía las categorías, generando inquietudes en cada historia que presenta.
Dobles, simetrías, opuestos..No es que el director canadiense Denis Villeneuve ofrezca aquí una clase matemática, pero esta muy libre transposición de la novela de José Saramago tiene una estructura (circular por un lado y dominada por triángulos y cruces, por el otro) que bien podría ser analizada a través de cuadros, gráficos y diagramas. El hombre duplicado bebe del cine de David Cronenberg, Brian De Palma y David Lynch, al trabajar no sólo el tema del doble sino también al apelar al erotismo y sumergirse en el terreno de las obsesiones más enfermizas, con una apuesta que por momentos se enfoca más en la construcción de climas y en exponer los vericuetos psicológicos de sus personajes que en desarrollar una trama más clásica, precisa y contundente. El film está diseñado para el lucimiento de Jake Gyllenhaal (que también trabajó con Villeneuve en la reciente La sospecha), quien interpreta a dos hombres de rostros y físicos idénticos, pero muy distintos entre sí en cuanto a su personalidad: Adam es un tímido e inestable profesor universitario de historia que mantiene una aburrida relación con su novia Mary (Mélanie Laurent); y Anthony, un impulsivo actor de poca monta cuya esposa, Helen (Sarah Gadon), está embarazada de seis meses. Cuando viendo un video Adam descubre la existencia de Anthony no puede contener la ansiedad de conocerlo. Lo que en principio era una simple curiosidad se convertirá luego en obsesión y no sólo de él sino mutua y con alcances inesperados, que incluirán también a sus respectivas parejas. El talentoso director de Incendies regala a pura estilización algunos pasajes sugerentes y enigmáticos, con no pocos toques de un voyeurismo perverso (el arranque remite a Ojos bien cerrados, de Stanley Kubrick). La película -que algunos podrán conectar desde lo cinematográfico, también, con Vértigo, del gran Alfred Hithcock, o con ese clásico literario sobre el desdoblamiento de personalidades que es Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Stevenson- no es todo lo concisa y seductora que podría esperarse, pero aun con sus desniveles resulta una propuesta poco convencional, que asume múltiples riesgos y que, por lo tanto, resulta bastante valiosa.
En nombre de Saramago El actor de “Secreto en la montaña” protagoniza “El hombre duplicado”, el filme basado en una novela del Premio Nobel, que se estrena aquí el jueves. La viuda del escritor portugués elogia la versión del director, Denis Villeneuve. “El caos es un orden por descifrar”, dice el epígrafe de El hombre duplicado, el libro que José Saramago publicó en 2002. Y así comienza la película homónima del director canadiense Denis Villeneuve (Quebec, 1967), que se estrena el jueves en Buenos Aires. “Pensé en ser fiel al amor que sentí cuando leí el libro, pero más que adaptación es mi interpretación”, sostuvo el ascendente director, dueño de un cine virulento, autor de éxitos como La sospecha (2013) o Incendies (2010). Y Pilar del Río, viuda de Saramago y traductora del libro, concede: si Saramago entregó los derechos de su obra, es porque confiaba en el director (ver “Adaptación...”). No conocemos el trasfondo de la negociación entre Villeneuve y Saramago. Pero sí la que el cineasta mantuvo con el venerado dramaturgo Wajdi Mouawad para llevar al cine su Incendies, una obra que Sergio Renán trajo en 2013 a la escena local y que en su versión cinematográfica estuvo nominada al Oscar como mejor película extranjera. Cuando Villeneuve fue a pedirle los derechos, Mouawad le puso condiciones: que hiciera una película personal y que no le pidiera ayuda. Fue el mejor regalo. Para él y para los espectadores. Con el libro del Nobel portugués ocurre lo mismo. Por suerte y por respeto a todos, el director abusó de su libertad. Una libertad que también le ofrece su actor fetiche, el polifacético Jake Gyllenhaal. Su cine enigmático agobia. Su alter ego aflora sin piedad, pues Villeneuve hace cine más allá del origen de sus historias: la vida, el teatro, un libro. Tal vez la clave haya que buscarla en su infancia. De chico adoraba los western, y más tarde se vio deslumbrado por 2001 Odisea del espacio, la mítica película de Stanley Kubrick, basada en un libro del novelista Arthur Clarke. Fue la película que le enseñó el misterio. Pero lo suyo no es la ciencia ficción, sino la condición humana, las personas, amenazadas por situaciones extremas, históricas, sociales o meramente personales, si es que éstas existen. Si en Incendies el desencadenante está en el contexto, en las secuelas de la guerra de Líbano, cuyas consecuencias son atribuibles a cualquier guerra, si en La sospecha la violencia urbana además de aturdir muestra las perversiones de un padre acorralado por la desaparición de su hija, en El hombre duplicado vemos la lucha del subconsciente. La identidad, el conflicto interno que se dispara en los personajes. Y una pregunta que es la del libro: ¿Qué nos define como personas individuales y únicas? Preocupaciones compartidas, excelentemente amparadas en el guión del español Javier Gullón. Apuesta a la universalización de sus historias Villeneuve. Sus películas ocurren en Montreal, en Ontario o en Líbano, pero poco importa el lugar. Podría ser Buenos Aires. Sí sobresalen las miserias, los interrogantes y las angustias de los protagonistas. La lucha interna, que en el caso de El hombre... hasta permite reconstruir el pasado. Hay que desconfiar de Villeneuve. Lo suyo es el enigma. Y lo simbólico. Si hasta juega con las arañas de Louise Bourgeois, la artista franco estadounidense. Ella estuvo en el infierno y volvió. Su gigantesca araña es un homenaje a su madre, víctima como la artista, del padre de Louise, tiránico y mujeriego. Si van a ver la película, descifrarán la relación. Si no, es suficiente saber que a Villeneuve lo atraen los miedos, sus propios miedos.
Si bien se le puede analizar muchas cosas más que interesantes y que dan para un largo debate, la realidad innegable es que El hombre duplicado aburre. A priori parece una película hecha por un David Lynch muy desganado donde la metáfora ¿del miedo? Aparece en forma -literal- de arañas de todos los tamaños. Esto último puede descolocar mucho al espectador ya que la película sale de la narrativa tradicional. El director Denis Villeneuve (Prisoners, 2013) ya ha demostrado su talento pero aquí peca de pretencioso y descuida el dinamismo en pos de los subtextos. Jake Gyllenhaal labura muy bien sus dos personajes pero a la hora de brindar brotes psicóticos y violencia exagera a un punto poco creíble. Ahora bien, la edición es muy buena y gracias a que la cinta no llega a los 90 minutos se deja ver porque si se tratase de una película de más de una hora cuarenta seguramente casi todo el mundo abandonaría antes del final. El hombre duplicado es una película que no va a gustar a la mayoría y que disfrutarán aquellos que gusten mucho del análisis.
Dos personajes idénticos, pero con vidas incompletas El director Denis Villeneuve adaptó con éxito una famosa novela de José Saramago, sobre paradojas y eventos encadenados. La vieja pero siempre efectiva máxima de Hegel de que la historia se repite, y que Marx completó con un sensato "primero como tragedia y después como farsa", le sirve desde siempre a Adam para explicar a sus alumnos las modalidades del poder y las recurrentes dictaduras. Además, claro, es un elemento decisivo para que el director Denis Villeneuve adelante y dé algunas pistas sobre lo que le va a pasar al protagonista, una casualidad que llevará a un encuentro sorpresivo y después, claro, a la tragedia. Luego de Prisioneros, el realizador franco-candiense vuelve a trabajar con Jake Gyllenhaal, esta vez en una adaptación del la novela O homem duplicado del portugués José Saramago, que se interna sobre las cuestiones de la identidad, difuminada en el contexto de la modernidad. Pero la película además se asienta en la paradoja del tiempo que por caso planteaba Isaac Asimov en su novela El fin de la eternidad, donde Andrew Harlan se encontraba a sí mismo, desencadenando una serie de eventos enlazados y difíciles de prever. Aquí, el personaje central se muestra insatisfecho con su vida, desde su rutina laboral hasta la relación que mantiene con su pareja Mary (Mélanie Laurent, protagonista de Bastardos sin gloria). Hasta que, viendo una película, descubre a Anthony St. Claire, un actor idéntico a él. Una vez que supera la sorpresa, decide buscarlo. Y cuando lo encuentra descubre que hay algo mucho más intenso que el parecido físico, empezando por la esposa de Anthony (Sarah Gadon), una versión de su pareja, más tensa, más agobiada. Así, dos personajes idénticos pero con vidas tan diferentes como incompletas y en apariencia carentes de sentido, se empiezan a cruzar y enmarañar (la sensación de agobio atravesado por el suspenso marca el ritmo de la historia), para contar la insatisfacción, el sinsentido de la existencia. Sin perder de vista una narración clásica, la puesta logra hacer olvidar las referencias, o mejor, se asienta en ellas para trabajar desde un cuidado esteticismo, con partes de surrealismo y una sistema de espejos deformados que van dando pistas sobre la psiquis del protagonista y a la vez complejiza las razones de su insatisfacción. Lo cierto es que si bien Villeneuve es el responsable de la muy interesante Incendies, luego tuvo un traspié con la sobrevalorada Prisioneros pero ahora, con El hombre duplicado, alcanza nuevamente su mejor forma y se supera.
Telarañas, sueño con telarañas La vida de Adam (Jake Gyllenhaal) está sometida a la rutina de dar clases de historia, volver a su casa, y tener sexo mecánico con su novia, quien luego le deja solo con toda su apatía a cuestas. Deprimente, así es la vida de este hombre. Un día, en medio de una de esas conversaciones de compromiso, un colega le recomienda a Adam que vea una película. Esa noche, ya con el dvd en su poder, el desanimado profesor decide dejar a su novia que se duerma sola mientras él ve la película. Pronto descubre que en el filme actúa un sujeto exactamente igual a él. Un doble perfecto. Atribulado, pero decidido, inicia el camino hacia un encuentro que va a cambiar todo. La idea del doble siempre fue atractiva para el público, y el cine ha sabido sacar provecho de ello. Tan así que ya podemos hablar de un subgénero "doppelgänger" que cuenta con pelis como "Dead Ringer", "Príncipe y Mendigo", "Alias Flequillo" y "La Doble Vida de Verónica", por citar algunas para armar un variado catálogo. Villeneuve nos ofrece una historia cargada de simbología, apoyándose nada menos que en una obra de José Saramago. El primero visita a David Lynch, el segundo a Dostoievski. Todo el filme está cargado de pistas y eso configura la trampa. Los protagonistas se mueven con aparente libertad dentro de una ciudad que opera como continente de un plan. Algo superior les vigila y acecha. La suplantación de indentidad tienta y se impone como nudo de un conflicto clásico. El director opta por un montaje que privilegia la elipsis de tiempo y logra un relato donde cada escena es resumida a su mínima expresión para ir así al hueso y, de paso, imponer ritmo sobre un relato de por sí denso, que gana aspereza gracias a una fotografía negada a lo vívido. Por otra parte, el guionista ha exprimido el texto de Saramago hasta dejar lo indispensable, obviando detalles y situaciones que indefectiblemente redundan en algunos baches que se hacen evidentes en lo que acaba frente al espectador. Gyllenhaal cumple sin descollar con los dos roles que le toca interpretar, igual que el resto del elenco. Para dejar algo en claro; el verdadero protagonista de este filme es el clima que Villeneuve propone y nunca se le escapa hasta llegar al ¿impredecible? final.
Del director Denis Villeneuve, el mismo de ” Incedios” y “la Sospecha”, un film basado en una novela de Saramago, que plantea la angustia insoportable para un hombre cuando descubre que existe un exacto duplicado de sí mismo. El film atrapa la atención del espectador que cuando salga del cine podrá buscar explicaciones o encontrarlas en internet: ¿Se habla de una crisis de identidad masculina?, ¿Es una realidad o una metáfora? Las arañas que aparecen según el director son la representación de la inteligencia (incluída la visión de la famosa escultura de Louse Bourgeois). Sin embargo esa data no alcanza para redondear lo que pasa en el film, esquivo, realista, intrigante, bien logrado.
Denis Villeneuve es el director, además de "El Hombre Duplicado", de una de mis películas favoritas del 2013 como lo fue "La Sospecha" (si no la viste, hacelo). En esta oportunidad vuelve a utilizar al talentoso de Jake Gyllenhaal, pero por partida doble, con dos personajes diferentes pero muy atractivos a la historia. Excelente dirección, extraño clima, y un suspenso más que atrapante es lo que sucede durante la hora y media que transcurre esta hipnotizante historia que te deja sin aliento, inclusive en el final (ya vas a recordar mis palabras). ¿Qué tiene de interesante? Te aseguro que nunca ví algo similar, desde la puestas de cámara hasta el ritmo que utiliza. No es una película pochoclera repleta de acción y efectos, pero podes acompañarla con pochoclo (va más por el camino de las pelis para ver repetidas veces). La participación de Isabella Rossellini es una perlita dentro de esta peli que como veras mi puntaje, es una joyita dentro de los estrenos. (no es para todo el mundo, yo te avisé)
El traspaso de papel a pantalla grande no siempre es armonioso y decenas de clásicos de la literatura arruinados por el Séptimo Arte pueden dar fe de ello: La Mandolina del Capitán Corelli (autor masacrado: Louis De Berniere), Hook versión Spielberg (James M. Barrie) y La Letra Escarlata (con Demi Moore bailando sobre la memoria de Nathaniel Hawthorne) son sólo algunos ejemplos de evidente atropello. Y si bien no hay un patrón para el fracaso, lo que se le suele atribuir como error a estas obras, como explicación del fallido, es la poca fidelidad a la fuente original. Nada más errado: si Peter Jackson traspasó la fantasía de Tolkien al fílmico con irrefutable éxito, no fue precisamente por tomar al pie de la letra su obra (especialmente con el segundo episodio, Las Dos Torres, acaso la mejor de la saga) y por otro lado obras maestras del cine como El Resplandor (Kubrick) y Tiburón (Spielberg) reescribieron las páginas de sus autores -en este caso, algo mediocres- para conseguir un resultado notablemente mejor. Al escritor, claro, por lo general estas adaptaciones no le causan gracia -aunque allí estará siempre el texto, inalterado, para aquel que no quiera dejar que otros imaginen su historia. José Saramago era, hasta su muerte en 2010, precisamente uno de estos escritores: la última adaptación de su obra que vio en cine fue Blindness, de Fernando Meirelles (basada en su notable Ensayo Sobre la Ceguera) que no satisfizo a sus lectores ni al público en general. Su desconfianza respecto a esta rama del arte estaba, hasta entonces, más que justificada. Es por eso una tremenda lástima que el autor de clásicos de la literatura moderna como El Evangelio Según Jesucristo no haya tenido la oportunidad de ver su novela El Hombre Duplicado, en las manos de uno de los directores más interesantes de la última década, Denis Villeneuve (Incendies, Prisoners). Ahora sí, tras muchos intentos fallidos, alguien dio en el clavo. ¿Cómo lo hizo? Fácil: utilizó otra herramienta, la cinematográfica, para adaptar conceptualmente –no literalmente- lo más importante del libro. Y al agregar simbología adicional, metáforas abstractas, analogías de forma arácnida y vueltas de tuerca ocultas, enriqueció un texto de por sí ya rico en interpretaciones freudianas. El Hombre Duplicado es, en verdad, un Enemigo (tal su título en inglés) y es la primera señal de que la adaptación de Villeneuve es eso: una adaptación, no una transposición textual. Partiendo de la historia original que tiene a un profesor de Historia descubriendo que en su misma ciudad hay otro hombre idéntico a él en todos los aspectos (menos el psicológico, claro), Enemy traza una trama que gira rápidamente hacia lo macabro desde lo más oscuro de la psiquis humana: monstruosidades que se manifiestan en sueños, infidelidades, ciclos de agobiante redundancia y visiones de mujeres-araña (metáfora que conviene analizar al término de la película, repasando algunos detalles que en una primera visión de la misma pueden escapar). Villeneuve trabaja, esencialmente, sobre un género conocido –el thriller- pero le da una vuelta desde lo surrealista, con imágenes que remiten a Buñuel, Kubrick (la escena inicial parece una toma extra de Ojos Bien Cerrados), Cronenberg y De Palma, por lo cual otorgarle el adjetivo lyncheano es resguñar apenas la superficie de esta pequeña gran obra. Sin embargo, parte del mérito pertenece a la fuente original literaria (que a la vez comparte un lejano parentezco con El Doble de Dostoevsky que, curiosamente, tiene una reciente adaptación cinematográfica de la mano del director Richard Ayoade) y otra parte aún mayor a la notable interpretación de Jake Gyllenghaal, que divide su personalidad en dos extremos opuestos con igual maestría y sutileza. Ante un juego de duplicados, poder descifrar al instante si se trata de uno u otro personaje es indicativo de una gran actuación. Así como La Sospecha (Prisoners) fue una de las mejores películas del año pasado, puede que nos encontremos ahora con otra digna candidata a obtener idéntico honor. Que pertenezca al mismo realizador a esta altura no hace más que confirmar su talento, que hace por lo menos tres películas dejó de ser tan sólo una promesa.
En EL HOMBRE DUPLICADO el director DENIS VILLENEUVE y el actor JAKE GYLLENHAAL vuelven a trabajar juntos tras la excelente LA SOSPECHA y esta vez para llevar al cine una historia del escritor José Saramago. Un profesor que vive una vida apacible junto a su esposa, descubre que existe un actor idéntico a él. A partir de ese momento la búsqueda de ese individuo se convierte en su obsesión. De climas densos, laberíntica, y opresiva, es una cinta confeccionada para el lucimiento de GYLLENHAAL que requiere de un espectador atento y hasta un doble visionado.
Enemigo mío El Hombre Duplicado (Enemy en titulo original) es la adaptación de una novela del portugués José Saramago, autor del que ya habían adaptado su afamada e impiadosa novela Ensayo Sobre la Ceguera. El Hombre Duplicado tiene como premisa un tema recorrido ya otras veces en la literatura, la del doppelganger, el doble. Obras como El Vizconde Demediado de Italo Calvino, El Doble de Dostoievski, y el clásico El Extraño Caso del Dr. Jekill y Mr. Hyde de Stevenson están allí para refrendarlo. En este caso, el hecho le sucede a un profesor de historia. Un día, viendo una película por recomendación de un compañero de trabajo, descubre a una persona que parece ser su doble exacto. El relato, originalmente ubicado en Portugal, es trasladado por el director Denis Villeneuve a Toronto, una ciudad a la que va a transformar en una oscura prisión. Como una extensión de la vida de nuestro protagonista, la angustia incomprensible que lo habita se funde con la urbe. A nuestro protagonista lo vemos repitiendo clases, maquinando una rutina fría e inclemente. Su departamento es macilento. Lo vemos en las sombras, como aguardando algo terrible por suceder. Y eso que tiene como pareja a la bellísima Mary (Melanie Laurent), pero su relación es de un desapego palpable. En medio de una ciudad que se dibuja kafkiana, con una puesta en escena de tonos gélidos, la red que plantea una inmensa tumba de cemento agobia a Adam. La aparición del doble va a dar entidad a la ansiedad antes indescriptible: él ya ni siquiera es un ser único e irrepetible, ni eso tiene ahora. En medio de una ciudad que se dibuja kafkiana, con una puesta en escena de tonos gélidos, la red que plantea una inmensa tumba de cemento agobia a Adam. El doble papel del profesor está a cargo de un Jake Gyllenhaal que da con el rol de perturbado. Tanto para mostrar al hombre atribulado como para cambiar de papel sin variar de manera grosera. El otro personaje que interpreta, el actor de poca monta Anthony, juega un rol en apariencia más ligero pero que carga con mayor oscuridad. La duda que surge es, como en la mayoría de esos relatos que he nombrado, si estamos hablando de dos sujetos o de uno solo. ¿Es esto una escisión del propio ser? ¿Una fragmentación mental y temporal? En las diferencias y personajes que van apareciendo se van fundiendo cuestiones. Y el momento donde uno puede vincular ideas es con el encuentro de Adam y su madre (Isabella Rossellini) ¿Por qué la madre de Adam le habla de un bello departamento cuando vive en un lugar lóbrego? ¿Por qué ella le dice que le gustan las fresas cuando las detesta? Viendo más de cerca, pareciera que hablara del otro, del doble, más que de él mismo. ¿De donde surge la herida en el pecho que comparten? Es desde ese lugar de incertidumbre desde donde uno encuentra un interés en la historia. Pero este caso, como en muchas traslaciones, se adolece de la idea de que un texto denso debe transformarse en una imagen de igual espesor, como si lo anómalo y la trascendentalidad (que por fortuna aquí no es verbalizada) fuera condición sine qua non para una adaptación literaria célebre. Y por debajo de la opresión calculada del director y el extrañamiento de la puesta en escena, uno advierte que poco se ha dicho, y que quizás, tampoco importaba demasiado.
EL DOBLE Y LOS DESEOS ¿Quién soy? Esta pregunta recorre un filme impostado y pretencioso que revisa el muy transitado tema de los dobles para hablarnos de la vida rutinaria y desganada de un profesor que un día descubre que en otra ciudad vive un tipo absolutamente igual a él. Se desespera por conocerlo. Lo espía. Desde allí imagina que puede haber otra vida para él. Se encuentran, se recelan. ¿Por qué tanta tensión? Por allí rondan el subconciente, los sueños, la imaginación y la fantasía? Surgen dudas, preguntas y planes: ¿son mellizos? Como la madre no despeja la intriga, usan a sus parejas para prolongar el juego. El film flota sobre la incertidumbre y la perplejidad. ¿Qué de la vida de los otros nos interesaría alcanzar? ¿Y hasta donde la nuestra puede ser deseada? El suspenso avanza bien, pero después todo se confunde, toma para cualquier lado y el abrupto final obliga a revisar todo otra vez. “El hombre duplicado” es uno de esos films que se enrosca sobre sí mismo y que va dando constantes pistas falsas. No sólo reflexiona sobre la identidad; también alude a los caminos del deseo, al sentido de la posesión y a las ganas que sentimos de todos de poder enajenarnos para tener alguna vez otra vida.
Mucho se podía esperar de un filme realizado por el director canadiense Denis Villeneuve responsable de obras como “Incendies” (2010) o “La Sospecha” (2013), sobre todo si le vamos sumando a estos antecedentes el de encontrarnos frente a la adaptación de una novela escrita por el portugués José Saramago. El problema de la traslación de la literatura al cine, es decir cómo se puede explicar en imágenes lo que en palabras le llevo seguramente al autor literario varias páginas. Este es el principal problema de la película. La verosimilitud del conflicto que debería disparar el desarrollo del relato depende de la construcción y presentación del personaje, y para explicarlo debo introducir parte de la historia que narra. Adam (Jake Gyllenhaal) es profesor de filosofía en una universidad en la ciudad de Toronto, convive con su pareja Mary (Melanie Laurent), y su vida es de una monotonía espantosa. Un día se despierta en medio de una pesadilla (y esto podría ser una clave en la interpretación del texto), y descubre que en el filme que acababa de ver antes de acostarse hay un personaje animado por un actor idéntico a él. Este hecho en sí mismo no debería introducir problema alguno, es de por si, sin otros elementos, un acontecimiento que se instalaría en el orden de la curiosidad y no del misterio. Para que se instale en esta ultima opción y se desarrolle como conflicto narrativo, debería haberse tomado el tiempo y entregar los componentes (sobre todo psicológicos) necesarios en la conformación y presentación del héroe, para que desde el punto de vista de Adam pueda ser materia de tratamiento narrativo cinematográfico. Lo que a priori se podría entender como un caso de doble identidad, tal cual la novela del escocés Robert Louis Stevenson “Dr. Jekill y Mr. Hyde”, se diluye en las trampas que por engaño, omisión o incorrección narrativa, va cayendo la realización. Lo que termina por constituirse como un texto muy enmarañado (arañas no faltan en las imágenes), al mismo tiempo que se desarrolla en un clima asfixiante, tanto para Adam como para los espectadores. Si es loable la dirección de arte, específicamente lo relativo a la iluminación y desde ahí la fotografía, la puesta de cámara y la constitución de los otros personajes, el valor agregado del filme se encuentra en los actores, empezando por su protagonista y continuando por los secundarios, destacándose la actriz Melanie Laurent protagonista de producciones tan disímiles como “Bastardos Sin Gloria” o “El concierto”, ambos del 2009, y a un mismo nivel Sarah Gadon a quien vimos en “Un Método Peligroso” (2011) interpretando a Emma Jung quien aquí cumple el rol de la esposa de Anthony, el actor idéntico a Adam. El director intenta desarrollar un thriller psicológico y se queda a mitad de camino, no lo es tanto así como aburrido por confuso, sino transitando un drama mal emplazado, dando cuenta que de la comedia a la tragedia la línea puede ser muy delgada, y en lo que incumbe al relato, del sueño a la constitución de un delirio psicótico también, simbolismos incluidos, léase arañas, en este caso tarántulas, icono de mal augurio, ya que terminan por ocupar todo el universo del personaje.
La angustia de la influencia Los comentarios positivos que en términos generales se produjeron desde la aparición de El hombre duplicado no escatimaron en resaltar las supuestas influencias: que Poe, que Hitchcock, que Kubrick, que Cronenberg, que De Palma, que Bergman, que Lynch, y así hasta el infinito y más allá. Es decir, cuando no hay carozo, no existe el corazón, acudamos a la idea de la cáscara, resaltemos las mil quinientas fuentes literarias y cinematográficas que remiten al tema del doble, veamos lo que hay en la superficie. La operatoria tiene cierta lógica ya que el film del director canadiense no ofrece nada más que un seductor gancho narrativo de dos minutos que no conduce a nada (o sí, a un patético y berreta intercambio de parejas ilustrado, bañado de solemnidad). Un oscuro profesor universitario inmerso en una rutina (subrayada) descubre a su doble, un extra en una película. A partir de ese momento, lo busca y la trama se concentra en obsesiones mutuas. El final del camino es digno de la pose más cool y tonta del año (a no desesperar, el guionista ya nos había anticipado con un grado de obviedad irritante ese final). El comienzo es una frase (“El caos es orden aún por descifrar”) y una sucesión de imágenes que se resisten a ser encerradas en un marco de coherencia. Alguna vez habrá que empezar a desconfiar de los epígrafes en el cine. Lo cierto es lo que debió ser un corto de cinco minutos deviene en un estiramiento a base de climas, de simuladas atmósferas psicológicas, que le quitan ritmo interno a la película. El melancólico rostro de Jake Gyllenhaal no ayuda tampoco para enfatizar las diferencias dentro de esta duplicidad y el rol de las mujeres es similar a cartones pintados a mano. No hay matices entre los personajes ni una historia digna que narrar. El resultado: puro estilo. Es decir, nada. Psicología barata y zapatos de goma.
Tu cara me suena Adam es un profesor de historia en la universidad. Anthony Hillaire es un actor de reparto de éxito moderado. La esposa de Anthony está embarazada de 6 meses y la novia de Adam se muestra insatisfecha e infeliz. Ambos están en un momento estancado de la pareja, sin proyectos visibles a mediano plazo, ni personales ni sentimentales. Un día, un colega de Adam recomienda una película y éste descubre que uno de los actores (Anthony) es idéntico a él en todo aspecto. A partir de ese mometo intentará encontrarse con su doble para quizás resolver el enigma existencial que es su propia vida. La idea del film en sí misma no resulta mala ni desacertada: jugar con la especulación en torno a si el doble realmente existe o es una paranoia psicológica en la mente de uno de ellos (¿Anthony? ¿Adam?). Cualquiera de los dos anhela escaparse, y este desdoblamiento (real o imaginario) instala un sentido posible en ese paréntesis angustiante que es la vida para cada uno. Sin embargo, la intención fracasa, a mi entender, a) por el retardo excesivo del planteo dramático (pasa más de un tercio de la película antes de que se desencadene realmente el conflicto y comencemos a interiorizarnosa en las historias particulares de los personajes; b) por la poca claridad en el desarrollo de los personajes, sus relaciones, sus contextos e incluso sus propias dudas, no sólo de Anthony/Adam, sino también -y fundamentalmente- de cada una de sus parejas. c) El relato inserta al comienzo, en el medio y en el final del film una serie de imágenes oníricas (imágenes de arañas monstruosas de diverso tipo) que resultan inexplicables y poco preparadas, más desconcertantes, que significativas en el conjunto de la trama. Un elemento fantástico que debe mucho al mundo onírico-cinematográfico de David Lynch, pero que en la cinematografía de dicho director siempre quedan justificadas e integradas en el marco narrativo.
Jake Gyllenhaal vuelve a reunirse con el director Denis Villeneuve (La Sospecha) en esta adaptación -por momentos algo libre- de la novela de José Saramago. La revolución de la mente El Hombre Duplicado abre con una frase que, de cierto modo, es lo que le da sentido a todo este relato: El caos es un orden todavía no descifrado. Nunca olviden esta frase, porque todo lo que verán en esta película se resume en esas pocas palabras. Adam es profesor de historia y le habla a sus alumnos sobre el sistema de gobierno totalitario. A medida que va nombrando ejemplos de como estos sistemas mantienen a la gente contenta y tranquila, vemos imágenes de su vida personal con las cuales podemos trazar cierto paralelismo. Básicamente Adam es parte de un sistema totalitario, pero no lo sabe o pretende no saberlo. Pero algo sucede que rompe con la monotonía de su vida. Un compañero de trabajo le recomienda una película, la cual él termina alquilando. Allí se encontrará con que un actor es igual a el. No parecido, IGUAL. Adam comenzará la búsqueda de esta persona, dando inicio así a una revolución interna. El Hombre Duplicado no es una película que vaya a dejar contento a todo el mundo. Quienes entren desprevenidos buscando simplemente un thriller que les entregue las respuestas en bandeja de plata, seguramente no salgan muy contentos de la sala. Si bien Villeneuve opta por un relato clásico a primera vista, la cinta está plagada de metáforas y analogías que terminan re-significando la historia. Sin dudas uno de los mayores aciertos del film está en el tono, que gracias a una gran labor de fotografía y un brillante trabajo de producción logra sumergirnos en un mundo similar al que vivimos, pero a su vez diferente. Calles vacías y edificios de perfecta arquitectura con abundantes ángulos y lineas rectas son parte del escenario de esta esta historia donde la “perfección” llega al punto de volverse perturbadora. Pero si hablamos de imágenes perturbadoras, ninguna se compara con el final de El Hombre Duplicado. Haciendo memoria, podría afirmar que las últimas dos veces que un final me descolocó tanto adentro de una sala de cine fueron con cintas de Villeneuve. Ya había amagado a dejarnos pensando que será de la suerte de nuestros personajes con el último plano de La Sospecha, pero aquí hace algo completamente diferente. Algo que inevitablemente produce que uno termine replanteándose toda la película y que quiera verla de nuevo inmediatamente con el simple afán de buscar respuestas. Pero lo cierto es que lo críptico de este final, y de todo el film para el caso, termina estando sujeto a la interpretación de cada espectador. Enemy Jake Gyllenhall Jake Gyllenhaal se luce una vez mas en el papel principal (en este caso doble) y brinda una actuación muy en la linea de Donnie Darko. Aunque la película pasa casi en su totalidad por sus personajes, hay una buena labor de las actrices secundarias Mélanie Laurent (Bastardos Sin Gloria), Sarah Gadon (Cosmopolis) e Isabella Rossellini (Terciopelo Azul), quien tiene un papel muy pequeño pero en una escena clave para terminar revelando el misterio detrás de este film del que cuanto menos sepan, mejor. Conclusión El Hombre Duplicado es, sin lugar a dudas, uno de las cintas mas extrañas que van a poder encontrar en la cartelera este año. Pero lejos está eso de ser algo malo. Denis Villeneuve y Jake Gyllenhaal logran sumergirnos en un mundo y una historia perturbadora que atrapa al espectador y no lo suelta hasta el final. Si son seguidores de David Lynch y David Cronenberg, esta película es para ustedes.
El beso de la mujer araña En la mitología del Japón antiguo, en el período Edo más específicamente (también conocido como periodo Tokugawa, que va de principios del siglo XVII a fines del siglo XIX), existía una criatura conocida como Jor?gumo que, según algunos relatos, es una araña que puede cambiar su apariencia en la de una mujer seductora. Según la leyenda, cuando una araña posee 400 años de antigüedad, gana poderes mágicos. En muchas de estas historias, Jor?gumo cambia su apariencia en una hermosa mujer para pedir a un samurai de casarse con ella, o toma la forma de una mujer joven con un bebé. El mito de la mujer araña se repite en diversas culturas a lo largo de la historia y siempre se la asocia con cierta idea de seducción, de misterio, y el símbolo funciona porque encierra también la idea de “voracidad sexual” de la mujer (nunca mejor aclarado, en referencia a las telarañas). Este concepto, ligeramente misógino, se pone de manifiesto, de manera indirecta (o no tanto), en Enemy, la última película de Dennis Villeneuve (Prisoners, Incendies), corporizándose en las fantasías y pesadillas paranoicas de Adam (Jake Gyllenhaal), un atribulado profesor de historia cuya soledad se va tornando cada vez más insoportable hasta que descubre en una insípida y anodina película su doble exacto. Un doble que le permite la posibilidad de vivir otra vida, una especie de forma de escape. Pero este doble (Anthony, también interpretado por Gyllenhaal), que está casado con una joven y bella mujer que espera un hijo suyo, también ansía, secreta y oscuramente, evadirse de su propia realidad, recurriendo a extraños lugares de prácticas sexuales voyeuristas. Es así que el encuentro con Adam los pone a ambos frente al dilema de intercambiar sus vidas, con sus respectivos problemas y consecuencias. Basada libremente en la novela El Hombre Duplicado (2002) de José Saramago, Enemy, de Villeneuve, consigue dar con un relato sofisticado, cargado de simbolismos y, sin ser pretenciosa, ser una película austera y sanamente ambiciosa a la vez. Una película cuyo contexto o escenario es tan o más importante que sus personajes. En este caso, la ciudad, siempre omnipresente, en constante construcción y brumoso e imparable avance, virando su morfología rápidamente hacia la arquitectura contemporánea (metal, vidrio, materiales plásticos: edificaciones despersonalizadas), puede generar en el individuo algún tipo de reacción claramente relacionada a la angustia. Dice Michel Houllebecq al respecto: “la arquitectura contemporánea, que alcanza su nivel máximo en la constitución de lugares tan funcionales que se vuelven invisibles, es transparente. Puesto que debe permitir la circulación rápida de individuos y mercancías, tiende a reducir el espacio a su dimensión puramente geométrica, (…) dando lugar a sentimientos de alienación” (El mundo como supermercado, Interventions, 1998). De esta manera, la ciudad, que se despliega y crece en ciernes sobre Adam y Anthony, no es otra cosa más que una enorme telaraña que se ha hecho tan grande que ni ellos mismos pueden vislumbrar su comienzo o su fin. Tal es así, que es probable que hayan estado dentro de esta trampa desde el momento mismo de su nacimiento. Y todos los presagios que se irán sucediendo (la madre que confunde de manera deliberada la identidad de los dobles, la amante de la cual nunca se tendrá en claro qué siente, la futura madre, temerosa y demandante, las persistentes alucinaciones) no harán más que reafirmar lo que los personajes siempre temieron: que jamás estuvieron ni estarán fuera de esa monstruosa telaraña.
Los muertos también se ponen tristes Un hombre mira una película en la soledad de su departamento y descubre que un personaje lateral de la historia, un botones, está interpretado por un actor idéntico a él. Pero lo interesante es la manera en la que advierte el parecido. El hombre está soñando: sueña con una escena de la película que acaba de ver en la vigilia y alcanza a identificar, como en una revelación, su propio rostro en un costado del plano, debajo del gorro de rigor que lleva el empleado de un hotel. El hombre se levanta sobresaltado de la cama y se precipita sobre la computadora para verificar el hallazgo. A partir de ahí no puede menos que lanzarse a una investigación febril ¿Quién es ese actor? ¿Dónde vive? ¿Qué hacer con él? El protagonista de El hombre duplicado es un apagado profesor de historia, vive solo y es visitado cada tanto por su novia, una chica bellísima con la que tiene un sexo no demasiado satisfactorio. El profesor no le comunica ni a su mujer ni a sus colegas el descubrimiento, y empieza a dedicar sus tardes primero a rastrear al actor y a seguirlo después, como un enamorado. La película podría ser una comedia, sino fuera porque el horror del protagonista ante la comprobación de la existencia de su doble destila una angustia que se replica en la frialdad de los planos, en el trámite anémico de los diálogos y, sobre todo, en la cara de idiota de Jake Gyllenhaal (mandado a hacer para el papel). La vuelta de tuerca es que todo lo descripto, bien examinado, tiene también una cuota innegable de comicidad, como si el director se hubiera decidido a jugar todo el tiempo a dos puntas, quizá a la expectativa de ver con cuál de las dos le va mejor. Lo primero que salta a la vista es que las chapucerías previas más o menos simpáticas del señor Villeneuve –esos manotazos trabajosos mediante los que intentaba convencernos a toda costa de que el suyo es un cine que “toma riesgos”– no nos habían preparado ni por asomo para una película tan divertida e intrigante como esta. El hombre duplicado ofrece un régimen de imágenes depuradas, en cierto modo elegantes, casi perfectas. Detrás de cada encuadre se advierte con facilidad la mano de un director seguro, cuya idea del cine es la de que cada plano sea capaz de concitar un interés autónomo, al margen de su competencia narrativa, como se ejemplifica en esos paneos incongruentes donde se ve la ciudad envuelta en brumas desde la altura: la clase de cosa que anuncia a gritos la presencia de lo que antes se llamaba un autor, y que el director canadiense parece querer encarnar con un desapego que se hace pasar por refinamiento. Pero lo más sugerente en la película es que detrás de esa enfermedad apolínea por el control se alcanza a oír, como si fuera una amenaza, o un canto de sirenas que llega para seducirnos demasiado temprano, un coro de risas que parece hablarle directamente al espectador. En algún punto, es difícil darnos cuenta de si la película es o se hace. Es decir, si su responsable es un plomo pagado de sí mismo o un comerciante astuto, que trafica una bomba de tiempo con la marca Clase B escrita en clave, amorosamente envuelta en un celofán indie-qualité. Lo que podemos saber con alguna certeza es que Villeneuve tensa las cuerdas de una especie de thriller existencial, no muy convincente como tal, que rueda entre el disparate y la emoción surgida de la historia de un hombre a merced de su locura, en una ciudad vacía que en cualquier esquina es capaz de devolverle, como un frontón, el eco helado del desarraigo. El protagonista es el último hombre, el que ya no tendrá nunca una carcajada, ni la posibilidad de una vida dichosa. El hombre duplicado es terminal en la ambigüedad de su postulado (no hay vida, porque no hay felicidad; o eso que llamamos felicidad no existe, solo tenemos la vida) y cada escena parece conducir progresivamente a un desenlace fatal. Pero también es una película que se disfruta con esa fascinación insensata con la que nos entregamos a la contemplación de un mecanismo extraño, con toda probabilidad hecho para no durar, cuyo funcionamiento no termina de resultarnos familiar. El hombre duplicado es también una película que anuncia el fin del mundo, o la historia de un hombrecito gris, un muerto que camina, que solo cae en la cuenta de su situación cuando se ve enfrentado a su propia sombra, el reflejo que lo mira desde un rostro ajeno.
Una araña para debatir El estreno de esta nueva película del director canadiense Denis Villeneuve, nominado al Oscar por su anterior película Incendies, llega tras su paso por el último Festival Internacional de Cine de San Sebastián, donde tuvo tantos amantes como detractores, y previo a su próximo trabajo Prisioneros (con Hugh Jackman y nuevamente Jake Gyllenhaal como protagonistas). Villeneuve toma la novela 'El hombre duplicado' del escritor portugués José Saramago y hace una adaptación libre con una mirada personal y audaz. Partiendo de una premisa argumental aparentemente sencilla, en la que un profesor universitario de vida monótona y rutinaria descubre a un actor idéntico a él y, obsesionado con su propia existencia, emprende su búsqueda con consecuencias inesperadas para su vida, Villeneuve despliega un thriller psicológico con elementos surrealistas, tan intrigante como opresivo, arriesgado narrativamente y cercano a los universos de Kafka y el cine de David Lynch, Cronenberg o Polanski. Tras un sueño alucinante en el que aparece un extraño espectáculo sexual con arañas de por medio (al estilo de Ojos bien cerrados de Stanley Kubrick y la perversidad del mejor B. De Palma), nos adentramos en la clase de este profesor donde la cita "El caos es un orden por descifrar" será la consigna que advierte al espectador que se enfrentará a un especie de rompecabezas. Una ciudad fría, deshumanizada y llena de simetrías, sumado al sombrío y monocromático tono de la fotografía que generan una atmósfera pesadillesca y la mezcla con imágenes oníricas (difícil olvidar esa terrorífica araña gigante sobre la ciudad) que sutilmente nos avisan si nos encontramos o no en la mente del protagonista, vuelven al film visualmente poderoso desde el primer momento. Villeneuve le imprime un ritmo tanto narrativo como musical inquietante que avanza de manera lineal logrando introducir al espectador en el juego. Un juego que desde el comienzo va sembrando dudas y preguntas en el espectador (existen realmente los dos personajes y el film describe un viaje a su subconsciente o se trataría en realidad de un único personaje), pero a su vez deja pistas muy certeras en el camino que están ahí, esperando que el público las descifre. El hombre duplicado explora el concepto de identidad, el conflicto de personalidad y el deseo de ser otro, la idealización de uno mismo, el miedo al compromiso, el adulterio y temas como los totalitarismos y sus métodos de manipulación subconsciente sobre el individuo, aludiendo a la perturbadora imagen de la araña como símbolo del mal y lo prohibido que todo lo manipula. La gran interpretación de Jake Gyllenhall, logra a través del lenguaje corporal y manejo de la mirada, diferentes matices para dar identidad y personalidad a sus dos personajes idénticos y extremos, el profesor que vive anclado en la rutina, la desidia y ausente de pasión y su alter ego actor, ambicioso, desprejuiciado y perverso. Muy bien acompañado por Melánie Laurent (Malditos bastardos, Beginners) y Sarah Gadon (Un método peligroso, Cosmopolis), dos actrices rubias que interpretan el papel de la/s mujeres del protagonista y con las que se ha procurado homenajear a Alfred Hitchcock, según propias declaraciones del director. Otro guiño a grandes maestros del cine es la presencia de Isabella Rossellini, encarnando a la madre del protagonista y pieza clave para completar el rompecabezas y comprender el film. Podría a continuación brindar mi interpretación y significación del rompecabezas, pero me interesa más destacar el juego propuesto del director para con el público con cada uno de los detalles que va dejando en el camino. Con un final impactante y sin aclaraciones donde lo más importante es la apertura a múltiples interpretaciones. El hombre duplicado es una de esas películas interesantes y sugerentes que atrapan al espectador e invitan a reflexionar, discutir y disfrutar de sus diferentes opiniones, con imágenes y conclusiones que seguramente permanecerán en el recuerdo bastante tiempo después de verla.
Cuando un creador, un artista, alguien tan grande como José Saramago es adaptado al cine, uno teme que su obra, tan inasible, perezca de inmediato luego de los primeros títulos. Así pasó con “Ceguera”(USA, 2008) que no supo o no pudo aprovechar la riqueza y la desgarradora narración que a través de aquellos que no veían se comenzaba a hilar. Enfrentarse a una nueva adaptación, en esta oportunidad de la novela homónima “El hombre duplicado”, suponía un enorme desafío, principalmente el de poder aceptar una vez más que frases como “Ni el propio Tertuliano Máximo Afonso sabría decir si el sueño volvió a abrirle los misericordiosos brazos después de la revelación tremebunda que fue para él la existencia, tal vez en la misma ciudad, de un hombre que, a juzgar por la cara y por la figura en general, es su vivo retrato (... )” dejarían de ser palabras en un libro amado para pasar a ser encarnadas por seres que una vez más podían traicionar al artista portugués. La sorpresa es enorme al detectar que “El hombre duplicado” (Canadá, 2014), no solo reproduce fielmente el espíritu pesadillesco y de complot presente en cada página del libro, sino que además, en un nuevo y elegante ejercicio de estilo, su director Denis Villeneuve, se alza como uno de los mejores realizadores contemporáneos. Representando en movimiento cada una de las palabras de Saramago, Villeneuve hilvana con ampulosidad la historia de ese pequeño ser gris, llamado Adam Bell (Jake Gyllenhaal), agotado de su existencia rutinaria, que de pronto descubre una otredad que es igual a el. En el visionado casi por casualidad de una comedia, se deslumbra al reconocer en un personaje secundario a alguien son su rostro. Imagen mediatizada en pausa, Villeneuve comienza a abordar el clásico tema de la dualidad en la contemporaneidad, tópico trabajado en filmes tan disímiles entre sí como “Pacto de Amor” de Cronenberg, o en “Contracara” de John Woo, pero también en un filme como “Silvia Prieto”, que en clave de comedia también habló de una obsesión mortal. Adam reconoce en ese actor/modelo de segunda, llamado Anthony St. Claire (Gyllenhaal), su doble, su par, su enemigo, alguien que lo acecha en sueños y en la vida real, y a quien decidirá tratar de reemplazar o al menos formar parte de su mundo. Escenarios amplios, lugares que a la vez son “no lugares” y que bien podrían trasladarse a cualquier país y ciudad del mundo, esos mismos espacios amenazan las diarias existencias al igual que los otros que en vez de completarnos nos quitan esencia. Un espejo en negativo, en el que Adam buscará alguna respuesta, pero que al no encontrar un feedback inmediato, en el asumir otra identidad, más allá que la cara sea la misma, el placer por ser alguien más, independientemente de la corporalidad. Un elenco sólido, en el que se destacan Isabella Rosellini, Sarah Gordon y la bella Mélanie Laurent, acompaña a Gyllenhaal en esta pesadilla eterna de la que nadie podrá escapar sin ser absorbido o replicado. De una idea simple, de una obra maestra de la literatura, de un estado de época, Villeneuve construye el discurso definitivo sobre un síntoma de época clásico, el miedo, en el posmodernismo, de que otro nos robe la identidad. Sublime.
Lo primero que tengo que decir, es que no leí la clásica obra de José Saramago en la que está inspirado el guión de "El hombre duplicado". Muchos dicen de ella que es una obra maestra así que esperaba con ansias ver como Denis Villeneuve abordaba semejante tópico. Para quienes no han visto "Prisoners", su último y aclamado trabajo, les digo que muchos colegas la señalan como el mejor thriller del 2013. En lo personal, creo que este cineasta tiene poderosas ideas y es muy dúctil para generar ambientes opresivos y amenazantes, dentro de lo que el espectador reconoce como simple y cotidiano. El fuerte de Villeneuve es hacer foco en los miedos primitivos, ampliando y profundizando la percepción y redescubriendo el mundo que nos rodea, desde los elementos más atemorizantes que posee. Eso hizo en su trabajo anterior y aquí, en "Enemy", desliza las mismas estrategias para cautivar al espectador. ¿Qué dirías si supieras que tenés un doble, exacto a vos, en algún lugar cerca tuyo? ¿Cuáles serían las inquietudes que eso te generaría? ¿Qué toca en la fibra interna, el saber que nuestra identidad, desde lo superficial, puede ser confundida, extraviada, perdida...? Adam Bell (Jake Gyllenhall, uno de los mejores actores de su generación ya) es un solitario y gris profesor de historia. En su casa, se dispone a ver una película, que le recomendó un compañero en el trabajo y que esconde una sorpresa singular en su reparto: hay un hombre que es muy parecido a él. Demasiado. El docente comienza a indagar sobre el actor (de nombre Anthony) y va obteniendo más información a medida que crece su obsesión con el tema. Las dos vidas, que son extremadamente distintas, comienzan a relacionarse cuando Adam acosa a su "doble", interfiriendo en sus rutinas y desconcertando a sus respectivas parejas (Melanie Laurent y Sarah Gadon), quienes no logran comprender qué sucede entre esos dos hombres idénticos. Ambos descubrirán que su conexión es mucho más compleja de lo que aparece en la superficie y llegado el momento, una serie de eventos los pondrán cara a cara con una realidad mortal, que desatará en el espectador, un sinfin de conjeturas e hipótesis. No conviene revelar mucho de la trama, pero sí aclarar que "Enemy" es una cinta intricada, críptica, engañosa y que no da respiro. Villenueve conduce al público a un lugar de incomodidad, de a ratos extremo. Y se apoya en una descomunal tarea de Gyllenhall, quien hace todo bien. Lo único cuestionable es esa tendencia del director, potenciada por el guión de Javier Gullón es a que todo, absolutamente todo, parece tener una vuelta de tuerca extra. Como si no hubiera ningún punto de apoyo fijo, lo cual, si bien contribuye al misterio en la trama, tiende por agotar al espectador al no permitirle ningúna certeza. Las posibilidades de interpretación son múltiples y si bien eso está bien, lo cierto es que no tener ningún parámetro tampoco termina por conformar. Sin embargo, reconozco los méritos de "El hombre duplicado", quizás menos a veces es más y esto es algo que el director debería considerar. Ojo, creo que esta es una película que hay que ver, abierto, predispuesto (nada de intentar adentrarse, cansado un viernes por la noche!) y con ganas de debatirla después de la proyección. Lograda y a tener en cuenta.
Publicada en la edición digital #263 de la revista.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Laberinto de la psiquis "Enemy" es una película compleja basada en el libro del escritor portugués, José Saramago, "El hombre duplicado". ¿Por qué digo compleja? Porque este nuevo film del director Denis Villeneuve ("Incendies", "La Sospecha") es de esos trabajos que le exigen al espectador no sólo estar muy atento a los acontecimientos por la carga simbólica que tienen, sino que explora cuestiones de la psiquis humana como la depresión y la demencia, elementos que la mayoría no va a buscar a una sala de cine. Debo decir que el tipo de narración casi no tiene fisuras, es original y sumamente atrapante, aunque por momentos se torna un poco densa de más. Personalmente, se me hizo difícil entender todo y estar bien atento la primera vez que la vi (sí, la vi dos veces), en gran parte porque no sabía bien con qué tipo de película me iba a encontrar y no estaba del todo predispuesto a usar el cerebro en un 100%. Luego, cuando reflexioné por unos días lo que había vivido y volví a verla, me di cuenta de varias cuestiones que había pasado por alto y pude sacar algunas conclusiones importantes para la tranquilidad de mi psiquis. Vamos por parte. En primer lugar, "Enemy" no es una película convencional, es decir, tiene un ritmo de narración pausado, alienante y que combina elementos surrealistas. La idea es transmitir las sensaciones que vive el personaje principal y la verdad que lo logra. Uno se siente abatido y asfixiado gran parte del metraje. Esto es algo que a muchos espectadores les va a costar. Ni hablar de los que no son muy tolerantes... Les puede llegar a pasar como un amigo que fue a ver "El árbol de la vida" de Malick esperando ver a Brad Pitt hacer la gran "Leyendas de pasión" y se encontró con reflexiones sobre el universo con dinosaurios incluidos... Se quería morir. Acá uno debe saber de antemano a qué se enfrenta. Referencias kafkianas, hitchcockianas y psicología profunda son parte del menú. El ritmo es lento, lo que hace que el camino sea un poco más gris, pero para suerte de muchos la película sólo dura 90 minutos. No van a encontrar respuesta expresa a los interrogantes que les va a plantear el film, interrogantes que no van a ser pocos. Acá es donde entran las ganas de cada uno para ponerse a pensar sobre lo que ha visto. Si no hay un análisis posterior, dudo que la experiencia sea placentera en algún nivel y directamente la tildarán de "bodrio". Es tan compleja que requiere en la mayoría de los casos, volver a verla para entenderla mejor. Esto es una contra. Para que se den una idea, Jake Gyllenhaal interpreta a un profesor de historia llamado Adam que se da cuenta que hay una persona que es idéntica a él, el actor de cine Anthony, también interpretado por Gyllenhaal. Decide, casi por un impulso enfermizo, conocerlo y encontrarse con él para sacarse algunas dudas. El encuentro no sale como esperaban y ambos se ven envueltos en un juego de suspenso y amenazas que los lleva de a poco a la ruina. En el medio de todo esto, se encuentran Mary (Mélanie Laurent) y Helen (Sarah Gadon), respectivas parejas de los protagonistas, la madre de Adam (Isabella Rossellini) y los medios de él mismo materializados en arañas gigantes. Una experiencia para probarla por sí mismos. A mi me pareció un viaje interesante, pero no lo suficientemente entretenido como para ir más allá de las 3 estrellas. Un thriller/drama que te dejará reflexionando, y eso siempre es bueno.
El Hombre Duplicado: de arácnidos y doppelgangers caos es un orden por descifrar". Con esta cita de José Saramago de su libro "El Doble", comienza El Hombre Duplicado, film de Denis Villeneuve, director canadiense de Incendies y La Sospecha, con Hugh Jackman y Jake Gyllenhaal, con quien vuelve a reunirse para este thriller kafkiano que deja más preguntas por resolver que respuestas concretas. "Adam (Gyllenhaal) es un inestable profesor universitario que de pronto descubre la existencia de Anthony, un actor que es físicamente igual que él. Consumido por el deseo de conocer a su doble, Adam sigue la pista de Anthony y ambos se ven abocados a un obsesivo enfrentamiento que tendrá inesperadas consecuencias, no sólo para ambos, sino también para sus respectivas parejas". Esto es lo que resume la sinopsis del film, pero la verdad es mucho más complicada. Con una estética apagada, en un Toronto abrumadoramente aburrido y rutinario, esta película trata de inculcar que no todo es lo que parece, y que la oscuridad se esconde hasta en lo más incoloro, insulso e insípido de la creación. Jake Gyllenhaal es fantástico como los dos doppelgangers, cada uno sutilmente diferente al otro, sin una exageración hollywoodense de los polos opuestos. Y son tres mujeres las que respaldan su interpretación, desde una leyenda del cine como Isabella Rossellini, hasta una de las últimas revelaciones del cine francés, Mélanie Laurent, y la turbadora e hipnotizante Sarah Gadon. Cuando conocemos a Adam, nuestro héroe -título dudoso- está dando una charla en una universidad sobre el totalitarismo, y cómo las dictaduras adormecen la mente de las personas mediante la abolición de la cultura y el control de la información. Y esto es un fenómeno que se repite constantemente a través de la historia, desde el famoso "pan y circo" de los romanos, hasta distintas metodologías del presente, pero todas con el mismo objetivo: sembrar el conformismo. A partir de esa escena, Villeneuve nos hace mirar al film de otra manera, y nos incita a ver más allá de lo que se observa en la superficie. Pero esta historia de dobles, sexualidad reprimida y el poder profético de los sueños, que nos hacen despertar a realidades que permanecían escondidas de nuestro propio subconsciente, nos lleva, entre arañas y otras sorpresas, a preguntarnos qué es lo que realmente trata de comunicar este film. El Hombre Duplicado es un mirage; un espejismo con muchas caras, que puede interpretarse como un drama sobrenatural digno del universo kafkiano; como un vistazo a las complejidades de los deseos y la mente de los humanos; y como un trauma psicológico de un alma perturbada e insatisfecha, que lucha por salir de las tinieblas.
Del director Dennis Villeneuve, responsable de la maravillosa Prisoners, llega Enemy, de nueva cuenta con Jake Gyllenhall, quien está demostrando cada vez más ser dueño de un enorme talento que había sido desperdiciado en películas intrascendentes de acción. En esta ocasión, interpreta a Adam, un profesor de universidad que vive su vida entre clases, romances fugaces y su vida en solitario, hasta que un día, por recomendación, mira un filme en el que se encuentra a un hombre que es idéntico a él. Por curiosidad, ocmienza a invetigar la identidad de este actor hasta conocerlo en persona, lo que provocará un desastre en la continuidad espacio tiempo. Bueno, no sucede eso en el filme. Pero es como si una persona fuera un universo completo. Basada en una novela de José Saramago, Enemy es un thriller dramático que muestra como ese dicho de "todos tenemos un hermano gemelo en algún lugar del mundo" puede ser más común de lo que pdríamos pensar. Y aunque avanza un poco lento al principio, conforme las vidas de Adam y Anthony se enlazan, descubren demasiadas cosas de las que ya no hay vuelta atrás, y con las que tendrán que vivir lo que les quede de tiempo en la tierra.
Construida con cuidadosa incomodidad “Enemy” opera desde una motivación elusiva: sostener una desorientación narrativa que como artimaña recrea “Fight Club”, “Mullholland Drive” y “Dead Ringers” de Cronenberg. La simbología de la araña parece ser más un diseño visual para incorporar más extrañeza al film que un comentario de sustancia sobre la historia y termina siendo apenas una decisión estética como el filtro ocre que cubre el film. El tercer acto no cumple las expectativas creadas por el encuentro del protagonista con su doppelganger. Hollywood parece no poder adaptar las obras de Saramago (ver: “Blindness” 2008).