El justiciero es un film que cumple con creces lo que promete su título: un hombre (o más bien un super hombre) haciendo justicia al 100%. Para los que buscan este tipo de acción la van a pasar muy bien ya que se van a dar un festín con la gran variedad de estilos que usa el personaje de Denzel Washington para matar a los malos de turno. El resto se va a quedar con ganas....
Estás fuera de control, McBain El justiciero (The Equalizer, 2014) se inspira en la homónima serie de televisión de los ‘80s, en la que un ex agente de cierta agencia de inteligencia llamado McCall ofrece sus servicios paramilitares a quien los necesite, usualmente gente de clase trabajadora. Denzel Washington es naturalmente la decisión de casting perfecta. Ha hecho carrera interpretando a obreros insospechadamente heroicos y de un coeficiente altruista sensacional, usualmente dentro de sus colaboraciones con Tony Scott. El primer acto tiene atmósfera. McCall trabaja en una carpintería. Lleva una vida austera pero disciplinada, y todas las noches se lleva su libro y su saquito de té a una cafetería solitaria cuyo parecido con aquella famosa de Edward Hopper no puede ser una coincidencia. Allí conoce a una dama de la noche (Chloe Grace Moretz), de quien se hace amigo porque se da cuenta de que necesita uno. McCall la inspira a quererse a sí misma, y cambiar de vida. Ahora entra la mafia rusa, que deja a la prostituta de hospital. McCall no duda mucho. Entra caminando al antro ruso, donde la cámara hace zoom a su ojo, el tiempo se congela y aniquila a todos los mafiosos presentes con un cuchillo, una pistola y un sacacorchos muy afilado. Es el comienzo de una larga serie de confrontaciones entre McCall, la mafia y los corruptos que la protegen, en un recorrido similar al de Hombre en llamas (Man on Fire, 2004) y El tirador (Shooter, 2007). Para variar en algo, Washington tiene un némesis. La mafia rusa envía a Teddy (Marton Csokas), “un psicópata con una tarjeta de visita” que oscila a través de los estratos criminales de Boston en paralelo a McCall, anticipando una confrontación inevitable. Teddy es uno de esos villanos refinados que cuidan sus movimientos con narcicismo y resultan divertidos en la medida en que el actor se está divirtiendo. La película intenta construir cierto temor entorno a su personaje, pero es difícil sentir algo parecido al miedo cuando el bueno lleva una ventaja constante sobre el malo. No hay premio por adivinar cómo termina el duelo final. Denzel Washington es una presencia fuerte como siempre, severo y discretamente burlón al mismo tiempo, y es un placer verle al frente de cualquier película, ya sea como héroe o villano. Pero resulta una decepción que 13 años luego de Día de entrenamiento (Training Day, 2001) el reencuentro entre Antoine Fuqua y Washington resulte en una película tan poco llamativa como El justiciero.
Reunión de potentados. Aquí se reúnen nuevamente Denzel Washington y el director Antoine Fuqua, luego de la exitosa Día de Entrenamiento, que significó para el actor un segundo Oscar personal y para el realizador un salto en su carrera, la cual nunca terminó de despegar sino que deambuló entre thrillers y grandes producciones insulsas (por ejemplo, su más reciente desastre, Olimpo Bajo Fuego). Varios años han pasado para que ambos encontrasen una fuente interesante para volver al ruedo de la acción más inteligente que no descuida el entretenimiento. La inspiración de El Justiciero llega de una serie de mediados de los 80s pero también de otros ejemplos más opacos como el subvalorado thriller del año pasado, Jack Reacher, del cual toma su tono e impronta moral acerca de un hombre incapaz de mantenerse retirado de su esencia, la de utilizar sus recursos físicos, intelectuales y logísticos para ayudar a los débiles. Robert McCall (Washington) tiene una vida ordinaria, al trabajar en una gran cadena maderera y pasar las noches en un bar, en el que se recluye a leer y tomar café. El encuentro asiduo con una adolescente prostituta (Chloë Grace Moretz) llevará a McCall nuevamente a su condición de representante del bien (aunque nunca se explicite con claridad su pasado militar), traducido en ayudar a esta joven y enfrentar indirectamente a la mafia rusa. Luego de la primera aparición de la destreza de McCall llegará la tormenta, que definitivamente desnudará sus verdaderas capacidades. Hasta llegado ese momento Fuqua domina con paciencia y astucia la presentación de personajes y la contención del pasado de su protagonista, como una cara opuesta de la chatura de sus últimas películas. También hay una celebratoria réplica de Jack Reacher en la elegancia de la composición de los planos, los cuales tienen su justa duración, distanciándose ostensiblemente de los montajes del cine de acción actual. Otro de los rasgos deudores del thriller bien seco aparece con la presencia especular del héroe: un villano con semejanzas en la presencia física pero especialmente en la capacidad de adelantarse en sus movimientos, características realzadas por una actuación brillante del neozelandés Marton Csokas (La Supremacía Bourne). Tanto Washington (quien figura también en la producción) como Fuqua entienden la idea de “menos es más” y elevan una historia bien genérica por los ajustes de las particularidades, en lo que es una virtud compartida con el guión de Richard Wenk (16 Calles). Este regreso con gloria del dúo de Día de Entrenamiento tacha casi todos los casilleros de requisitos para un fanático, más situado en la old school que en la excesiva aceleración contemporánea de los últimos exponentes del género: precisamente otro de los méritos de esta película es no defraudar a los amantes del cine de acción en general.
Hacer lo correcto Sin la hiperquinesia de Tony Scott, pero con un personaje calcado de aquella Hombre en llamas, el retorno de Denzel Washington al cine de acción significa por un lado un reencuentro con el director Antoine Fuqua -tras trece años de ausencia desde Día de entrenamiento- para poner en marcha el mecanismo de la remake que tantos buenos resultados ha dado a Hollywood. Esta vez el modelo a seguir no es otro que la serie The Equalizer, que se emitiera allá por el año 1985 y con una seguidilla de episodios que comprendieron cuatro temporadas hasta 1989. El protagonista de la serie era Edward Woodward, en el rol de Robert McCall, ex agente de la Cia y entrenado por fuerzas paramilitares que interviene en asuntos domésticos como una suerte de justiciero o vigilante, cuando la injusticia de los débiles resulta insoportable para su escala de valores. Washington encarna a la perfección a este McCall afroamericano, quien se desempeña como empleado en una carpintería y pasa sus noches en un bar, acompañado de un buen libro y un saquito de té propio. McCall es austero y hombre carismático, aunque no muy hablador. Su metódica conducta indica autodisciplina y muy fácilmente puede advertirse un pasado que prefiere olvidar, cuando no ocultar mediante su pantalla de trabajador común. Sin embargo, una de esas noches de lectura conoce a una prostituta joven, de acento ruso, a quien no tarda en sacarle la ficha y descubrir que trabaja para una red rusa no por gusto y que su destino depende de un proxeneta violento y despiadado. La primera injusticia con el débil, en este caso la chica tras recibir una fuerte golpiza que la deja en el hospital por negarse a atender a un cliente despreciable, despierta en McCall al justiciero y vigilante nocturno dormido. La decisión de intervenir y malograr los planes de la mafia rusa, enquistada en pleno corazón de Norteamérica bajo la complicidad corrupta de la policía local, abre el plano a la llegada de un antagonista: el despiadado Teddy, mercenario cuyo objetivo es recuperar el orden para que la mafia continúe con sus negocios y aniquilar a McCall. Protagonista y antagonista, entonces, toman el control de film en un derrotero básico de presa y cazador que por supuesto, promediando la etapa final, cambiarán de roles mientras una ola de violencia y muertes de terceros se desata en el escenario elegido para que la puesta en escena sea lo suficientemente efectiva al lucimiento de Washington y su frialdad a la hora de empuñar un cuchillo, un revolver o hasta un sacacorchos. Los puntos fuertes de este entretenido thriller lo constituyen la buena elección del villano interpretado por Marton Csokas, a veces como caricatura de sí mismo al mejor estilo comic, la presencia de la ascendente Chloe Grace Moretz, en el rol de prostituta rusa y, por supuesto, Denzel Washington en un papel a su medida. Sin mayores pretensiones que la entrega de un film pasatista, que por momentos busca crecer en aspectos dramáticos y desarrollar más intimidad en sus personajes para contrarrestar el vértigo de la acción física, El Justiciero se deja ver no sólo como entretenimiento sino como un buen y esperado retorno de la dupla Fuqua-Washington.
Aun cayendo en todos los clichés del género, El Justiciero es una digna cinta de acción que se sostiene sobre los hombros de Denzel Washington. Robert "Bob" McCall cree haber dejado atrás su misterioso pasado y ahora lleva una tranquila y solitaria vida. Dedica su tiempo a trabajar y leer libros en un restaurante donde termina conociendo a Teri, una joven prostituta que trabaja para unos violentos gangsters rusos. Ambos entablan una pequeña amistad, pero para cuando Teri aparece salvajemente golpeada McCall sale de su retiro para enfrentar a quienes hicieron esto y llevarlo hasta las últimas consecuencias. Me llama usted, entonces voy, El Justiciero es quien yo soy Trece años después de Día de Entrenamiento el director Antoine Fuqua y Denzel Washington vuelven a reunirse para El Justiciero -o The Equalizer en su idioma original- remake de la clásica serie del año 1985 en donde un ex agente de inteligencia devenido a detective privado llamado Robert McCall (interpretado por Edward Woodward) se dedicaba a resolver los problemas de la gente que decidía contratarlo. Si bien esta nueva versión fue anunciada como una remake, la realidad es que tranquilamente podrían haberla llamado The Equalizer: Origins o The Equalizer Begins, ya que el film se centra en como McCall acaba convirtiéndose en una suerte de nuevo integrante de Los Simuladores, aunque más sádico y yendo siempre directo al grano, sin "simulaciones" de por medio. El Justiciero es una de esas películas que difícilmente hubiera funcionado con otro actor que no fuera Denzel Washington en el papel principal. El interprete de El Vuelo y Hombre en Llamas resulta una extraña aunque acertada elección para encarnar a este personaje que si hubiera caído en manos de alguien como Jason Statham, o hoy por hoy hasta Liam Neeson, probablemente hubiera hecho que la película pase desapercibida como una más en la larga lista de cintas sobre "gente aparentemente común, con un pasado oscuro y talento para matar". Lo que Washington le aporta a El Justiciero es complejidad y sentimiento, y le agrega una importante cuota de credibilidad a una película que la va perdiendo poco a poco con el correr de los minutos. Solitario, nostálgico, noble, obsesivo compulsivo, letal. Todas esas cualidades se condensan dentro de un solo personaje y son suficiente para mantener nuestra atención y llegan al rescate de un mediocre guión escrito por Richard Wenk (Los Indestructibles 2, El Mecánico) que se apoya en todos y cada uno de los convencionalismos del género de acción para hacer avanzar la historia. Chloë Grace Moretz (Carrie) crea también un interesante personaje que si bien es el detonante de la historia, de un momento a otro desaparece completamente de la trama. Una verdadera lástima, ya que la joven prostituta interpretada por Moretz es una niña obligada a hacerse mujer y tenía mucho potencial, pero a pesar de eso termina quedando desaprovechada. El director Antoine Fuqua es un viejo conocido dentro del género. Aquí demuestra una vez más su buen ojo para dirigir escenas de acción, pero falla a la hora de sorprendernos con un producto algo novedoso. Todo lo que El Justiciero tiene para ofrecer ya se ha visto, de mejor y de peor manera. También hay que remarcar que quienes gusten de ver una película violenta y gráfica (debo admitir que yo estaba de humor para eso cuando la vi) no deberían salir decepcionados, por lo menos en ese sentido. Conclusión El Justiciero es una película que rememora aquellas oscuras cintas sobre "vilgilantes" de los años setenta y ochenta, como la saga de El Vengador Anónimo. Y aunque como homenaje funciona de lo más bien, falla a la hora de entregarle algo nuevo -o por lo menos trabajado distinto- al espectador más allá de sus escenas de acción bien filmadas. Finalmente es el papel interpretado por Denzel Washington lo que mantiene viva a la película ya que logra encontrar un balance perfecto entre lo normal y lo amenazante, y eso lo hace muy divertido de ver.
The Equalizer fue una serie de televisión que surgió en 1985 y quedó en el recuerdo por el tratamiento de la violencia, que solía ser más realista comparada con otras producciones de aquellos días. La trama giraba en torno a Robert McCall, un misterioso ex agente de la CIA, quien se convertía en un justiciero urbano que combatía el crimen. Varios actores jóvenes que luego serían famosos en Hollywood como Macaulay Culkin (Mi pobre angelito), Melissa Joan Hart (Sabrina, la bruja adolescente), Christian Slater y un por entonces desconocido Kevin Spacey hicieron sus primeros trabajos en la actuación en este programa. La serie duró cuatro temporadas y se canceló en 1989. En Argentina nunca llegó a ser popular y fue opacada por otras propuestas de acción que acá tuvieron mayor repercusión como Los profesionales, Brigada A o Hunter: El cazador. En esta adaptación cinematográfica, el director Antoine Fuqua (Día de entrenamiento, Rey Arturo) tomó los elementos clásicos del programa de televisión y los trabajó en un film de acción sobre justicieros, como los que solía hacer el realizador Michael Winner con Charles Bronson, en las décadas del ´70 y ´80. Algo interesante de este trabajo de Fuqua es que después de su última película, Ataque a la Casa Blanca, volvió a incursionar en el género con un enfoque diferente. La violencia en este caso tuvo un tratamiento más brutal de lo que el espectador está acostumbrado a ver en las producciones de este cineasta. El personaje de Robert McCall mantuvo su misterio y apenas se llega a conocer su pasado en la trama. El cambio más relevante es que Denzel Washington lo interpretó como un discípulo de Paul Kersey, el vengador anónimo, de Charles Bronson. La diferencia es que este justiciero tiene un perfil políticamente correcto. Es decir, el personaje de Bronson en los ´70 mataba a sangre fría a marginales de la sociedad y delincuentes juveniles, algo que generó mucha polémica en su momento, ya que se lo consideraba un pistolero fascista. El justiciero que encarna Denzel Washington en cambio se enfrenta a mafiosos rusos, policías corruptos y asesinos a sueldo, cuyas vidas no se hubieran modificado demasiado de haber tenido acceso a una buena educación. La verdad que hay una magia especial en ese equipo que forma el director Fuqua con este actor. Washington tiene momentos fabulosos en el film y su trabajo es el principal gancho que logra generar un interés por la trama. Las secuencias de acción estuvieron impecablemente realizadas y esta vez el director no abusó de la animación computada como había sucedido en su trabajo anterior. Una debilidad que tiene esta película es que le faltó un poco más de suspenso a la trama. El argumento se enfoca a pleno en la acción y sumado al hecho que todo le sale demasiado bien al héroe, el conflicto luego se vuelve demasiado predecible. Eso es algo que diferenció a los clásicos de Bronson como The Mechanic (1972) o Mr. Majestyk (1974), que más allá de los tiros y las explosiones te atrapaban por los giros inesperados que tenían las historias. De todos modos, como propuesta de acción, El justiciero es un film que tiene muy buenos momentos y logra ser entretenido gracias al gran trabajo del protagonista.
Inspirada en la popular serie televisiva de los años 80, El justiciero trae nuevamente a escena a Denzel Washington, en un papel muy cercano al que le valió el Óscar a mejor actor protagónico por la película Día de entrenamiento. Independientemente de su relación con la serie, y para quienes nunca tuvieron la oportunidad de verla, en la película Washington interpreta a Robert McCall, un trabajador común y corriente, pero meticuloso, rutinario y enigmático que establece una amistad con una niña muy particular. Su enigma comenzara a develarse cuando descubra que la chica es víctima de una red de prostitución y el decide ayudarla. El justiciero es una película de acción, con la venganza y la justicia como leitmotiv, que como tal tendrá sus clichés narrativos y visuales propios del género, presentando claras referencias con Hombre en Llamas (también con Washington), Al Filo de la Oscuridad y Búsqueda Implacable. Incluso podríamos asociarlo al prototipo de justiciero que supieron representar tiempo atrás Charles Bronson, Steven Seagal o Chuck Norris. Básicamente reutiliza los mismos elementos pero su principal acierto radica en el buen trabajo de guion, dosificando la información y no revelándonos la verdadera identidad de McCall hasta el desenlace. Con un personaje que tiene una historia desconocida, al que percibimos hábil e inteligente pero gélido en sus emociones, y que ira demostrando a lo largo del relato habilidades que lo convierten en un súper héroe, mezcla de Jason Bourne, MacGyver y Liam Neeson juntos, que nunca devela su identidad haciendo justicia por mano propia. Con diálogos claramente inspirados en Día de Entrenamiento y una combinación justa de misterio (al que contribuyen las apariciones de Bill Pullman y Melissa Leo), drama y violencia ensambladas por la gran actuación de Washington, al que se suma el reducido papel de Chloe Grace Moretz que sin lucirse logra otorgarle ese conflicto interno a su personaje. La interesante propuesta estética y una buena banda sonora se suman a las virtudes antes mencionadas que hacen de El Justiciero un vibrante y entretenido film de acción, cuyos predecibles ajusticiamientos del final son compensados por la originalidad de las ejecuciones.
Denzel Washinghton todo lo puede. Es un agente superentrenado retirado que vuelve a la acción porque quiere vengar lo que le pasa a una joven prostituta, y una vez que empieza… tiembla la mafia rusa. Él solito carga con todo. Hay acción sin respiro.
Bajo los códigos de la propia ley Entrenado en técnicas de lucha de brigadas especiales, su protagonista es un hombre en apariencia normal, que trabaja en una gran tienda y decide defender a una chica que es sometida por su pareja, un integrante de la mafia rusa. Estrena el jueves. Nuevamente a las órdenes de Antoine Fuqua, con el que ya había hecho "Día de entrenamiento", Denzel Washington es el protagonista de "El justiciero", un hombre que hace justicia con sus propias manos. "El justiciero" que se conocerá el jueves, según los que la han visto, señalan que Washington es un firme candidato a obtener su tercer Oscar por este papel, en el que hace de un indómito justiciero urbano. Para Antoine Fuqua, un director de éxito, su filme, "aspira a encontrar una masa crítica de público que permita dar continuidad a la misteriosa historia del personaje principal, McCall, un hombre que intenta pasar desapercibido hasta que las circunstancias lo empujan a descubrir que es una máquina de matar". OLVIDAR EL PASADO "El está tratando de olvidar su pasado, quiere ser hombre normal y ser uno más en la sociedad en la que vive. Creo que tiene miedo de lo que es realmente, y está esforzándose por no ser esa persona. Esto le funciona por un tiempo, hasta que una circunstancia externa lo obliga a tomar partido", comenta Denzel Washington en una entrevista con la agencia Efe. La interpretación de Washington sostiene la intensidad de un filme con un argumento tal vez algo previsible y un final cerrado, en el que el único cabo suelto es la identidad de McCall, una cuestión que a buen seguro se abordará en la secuela en la que ya se encuentra trabajando el guionista Richard Wenk. UN SIMPLE EMPLEADO ‘El justiciero’ tiene su premisa en una serie de televisión de la década de 1980 en la que el protagonista tomaba partido a favor de los indefensos y jugaba el papel de héroe, aunque el largometraje tiene su propia identidad. McCall -a cargo de Denzel Washington-, un empleado de unos almacenes, en el que se venden artículos para el hogar, entabla una relación de amistad con una joven (Chlöe Grace Moretz) que vive sometida al violento control de la mafia rusa. Tras una serie de abusos, el hombre decide ayudar a la chica cueste lo que cueste. "No hay nada de superhumano en lo que él hace. Su papel se apoya en las habilidades de lucha, en las que se entrenan los agentes de unidades especiales del gobierno", explicó Fuqua, él que añadió que en la preparación de la película se consultó a médicos, sobre lo que ocurre en algunas personas antes de vivir un hecho de violencia.
ANTOINE FUQUA, gran realizador de cine de acción, la pasa en grande dirigiendo este thriller de acción cargado de tensión y suspenso. Con momentos de auténtica sanguinolencia, resulta una cinta muy entretenida e inteligente y visualmente impecable que no se priva de momentos de humor irónico y negro que descomprime las escenas más incómodas para los espectadores impresionables con un WASHINGTON que se luce como héroe vengador en la mejor tradición de CHARLES BRONSON.
"The Equalizer" es lo nuevo del prestigioso Antoine Fuqua, un director que hizo títulos importantes (sino viste "Training Day", corré a alquilarla), pero que en este tiempo, sigue girando sobre temáticas con estructuras previsibles donde desfilan militares, policías, criminales con alto poder de fuego, hombres sencillos pero de conductas heroicas y escenarios dignos de grandes contiendas ("Olympus has fallen, "Shooter","Brooklyn finest" y más lejos, "Tears of the sun"). El tema es que esta predilección de Fucqua lo lleva a explorar ideas que ya fueron muy recorridas, y lo que es peor, transita por lugares convencionales donde nada sorprende. Sus últimas cintas son correctas desde lo técnico, pero carecen de fibra y emoción, elemento que viene ausentandose en sus enfoques. Eso sucede en "El Justiciero", nuevamente después de más de una década con Denzel Washington, lejana remake de un programa televisivo de los 80 que tenía a Edward Woodward como figura estelar. A ver, Washington es un imán para el público y de ese artilugio se vale Fucqua para invitarnos a transitar una historia donde un ex-agente de la CIA, Robert Mc Call, deja su rutina esquemática y solitaria de aislamiento (se ve que el hombre ha sufrido y está lidiando con alejarse de la violencia como medio de expresión) al conocer a Teri (Chloë Grace Moretz), una chica que ejerce la prostitución para unos mafiosos rusos muy pesados que sólo traerán problemas... La cuestión es que Mc Call será testigo de algo que no le gustará y a partir de ahí iniciará un furibundo raid de aniquilación de aquellos que osan molestar a los débiles, pobres y oprimidos. No, no es broma. Así lo verán protegiendo no sólo a Teri, sino a la cajera del Home Mart donde trabaja o a su amigo que quiere ser guardia de seguridad del mismo lugar. Casi como en un manifiesto político, luego de "activarse", se ocupará de enfrentar a los malos y hacerlos pagar por su decisión de no hacer lo que deben hacer: ser ciudadanos ordenados, respetuosos y honestos. Mc Call recorre la trama, marcando lo que cada uno debe hacer para mejorar como persona y alcanzar sus metas. Claro, el tema es que lo dice un hombre capaz de asesinar a los 5 criminales top de la mafia rusa de la cosa este en...19 segundos? Hay en el guión de "The Equalizer" algunas cuestiones que alarman por su simpleza. Como los protagonistas casi no expresan emociones (el jefe de los verdugos también es el ejemplo extremo de esta línea), los hechos son una sucesión fría e impersonal de matanzas rodadas con estilo y clase. Fucqua equivoca aleccionarnos desde un perfil tan extraño. Sin embargo, si les gusta la acción y en particular, Denzel Washington, "El Justiciero" tiene algo para ofrecerles. Quizás sea sólo un exponente más del nutrido género de acción , pero no deja de ser una realización bien filmada. Si en la taquilla va bien, probablemente estemos frente al nacimiento de una nueva saga. Parece que los vigilantes y héroes maduros (al estilo Liam Nesson) tienen mucho mercado para seguir ampliando su llegada.
La adaptación de la serie televisiva “The Equalizer” (1985/1989), encuentra en Antoine Fuqua la habilidad para trasponer y actualizar una historia universal en la que, un ex agente de la CIA (Denzel Washington), asume el papel de protector y vengador de una prostituta adolescente (Chloe Grace Moretz) que sólo quiere triunfar en el mundo de la música y que dice basta al maltrato y la violencia que los clientes ejercen sobre ella. “El justiciero” (USA, 2014) se erige como un thriller en el que el suspenso y la tensión potencian una historia ya vista, y que pese a esto, profundiza sobre un hombre gris y de personalidad apocada (Washington), dedicado a sus asuntos y, principalmente, a ayudar a los demás, pero en el que la venganza y el suspenso aumenta según vayamos conociendo al personaje principal (la película es él). Empleado en una tienda departamental, Mc Call (Washington), divide sus días entre la rutina laboral, a la que ama, y todas las noches asiste a un pequeño restaurante a leer uno de sus libros preferidos mientras degusta una taza de té, que ni siquiera compra allí. Alina/Teri (Moretz), la prostituta, encuentra en él una persona con la que puede conversar y alguien que finalmente se interesa por ella, más, allá del mero momento pago que pueden llegar a tener bajo las sábanas. Cuando Mc Call advierte que Alina/Teri deja de asistir al restaurante, comenzará a indagar sobre qué pasó con ella y se topará con una realidad que lo supera, la joven está involucrada en una red de trata de blancas internacional y tratará de sacarla de la misma. Fuqua aprovecha la potencia de Washington y su entrega para desarrollar la historia de este justiciero que encuentra en referentes directos como “El vengador Anónimo” u “Oldboy” la clara fuente de inspiración para algunas escenas. Ayudando a los demás con consejos y frases contundentes, Mc Call encuentra su razón diaria de existir, y además puede así, de alguna manera, reflotar algo interno que deseaba mantener oculto y alejado de un presente repleto de obsesiones y tocs. Cuando el protagonista asume su parte en el plan para poder vengar a Teri/Alina, Fuqua comienza a utilizar los ralentíes, zoom in’s y out’s, como así también los planos detalles, para enfatizar alguna acción que terminará en el espiral de violencia general en el que se introducirá Mc Call, y justamente estos recursos dotarán de una atmósfera nostálgica al discurso. “El Justiciero” es una película que apuesta por un relato digresivo y lento principalmente para potenciar la idea de amenaza que ronda toda la narración. La sombra del pasado y algo que no se dice hasta la aceptación del personaje principal de asumir su necesario rol en la historia, es el principal aporte de esta puesta al día de la serie televisiva. Washington deslumbra una vez más como este justiciero que entre las sombras actúa solapadamente para poder cumplir con la necesaria toma de partido por los más débiles en una historia que parece escrita principalmente para el más allá de su antecedente en la TV.
El director Antoine Fuqua vuelve a dirigir a Denzel Washington luego de su trabajo juntos en “Día de Entrenamiento” (2001). En este caso en el violento thriller de acción basado en la serie creada por Richard Lindheim, Michael Sloan, que tuvo cuatro temporadas al aire (1985-1989) y que planteaba la historia de un ex-agente de inteligencia que utilizaba sus habilidades como tal para ayudar a los necesitados. Obviamente que aquí, demás está decir que Denzel Washington ha sido la perfecta elección para el papel de McCall (no, Denzel nunca nos defradua), un ex-comando de operaciones especiales que fingió su muerte para tener una vida tranquila en la ciudad de Boston. Tranquila significa respetar su rutina diaria: cumplir su turno en una mega cadena de artículos para la construcción tipo Home Depot y por las noches leer un libro mientras come y toma su té en una cafetería. Allí es donde conoce y se hace amiga de una joven llamada Alina (breve participación de Chloë Grace Moretz), una prostituta sometida al control de unos gángsters rusos extremadamente violentos, que desea cambiar su vida y ser lo que realmente quiera, pero que le es difícil librarse de estos mafiosos que un día la dejan brutálmente golpeada en el hospital. Claro que McCall no duda en ayudarla, por lo que debe dejar su retiro, autoimpuesto, para entrar en acción. Así como Charles Bronson lo hacía en la saga “El Vengador Anónimo” (Death Wish), en diferentes circunstancias claro, aquí el protagonista comienza a vengarse no sólo de los rusos comandados por el villano de turno, Teddy (Marton Csokas), que en realidad es el enviado del verdadero líder, sino también de todos aquellos que brutalizan a los indefensos; ya sean policías corruptos o ladrones de poca monta. El deseo de justicia del protagonista, que calcula todos sus movimientos con su reloj digital, vuelve a despertar. A partir del momento en que el personaje de Washington, se deshace del proxeneta de la joven Alina, Slavi (David Meunier), comienza a darse una sucesión de violentísimos enfrentamientos que derivarán un gran último duelo que no tiene desperdicio. Ya sabemos, si alguien tiene un problema, si las posibilidades están en su contra y no tiene a quién recurrir, McCall lo ayudará. Él es “El Justiciero”.
Washington y la justicia por mano propia Una cruza entre El vengador anónimo y Taxi Driver con explosiones de violencia y una estilización formal a-lo-Quentin Tarantino. Así podría definirse El justiciero, reunión entre el director Antoine Fuqua y el actor Denzel Washington tras la exitosa experiencia conjunta con Día de entrenamiento (2001). Más allá de ciertas limitaciones del guión de Richard Wenk (basado en la serie televisiva que Edward Woodward protagonizó entre 1985 y 1989) y de una duración que excede las dos horas, El justiciero encuentra su razón de ser en la figura de Washington. Mientras la mayoría de las figuras de Hollywood busca regodearse en su expresividad con papeles más y más ampulosos y exhibicionistas, él apuesta por papeles más contenidos. Washington interpreta al calvo Robert McCall, un agente retirado de pasado traumático y presente solitario, que trabaja en un hipermercado de artículos para el hogar en Boston, y todas las noches va a la misma mesa del mismo bar a tomar un té y leer los libros que su fallecida esposa no llegó a terminar. Sus únicos contactos con el mundo son con una joven prostituta de origen ruso llamada Teri (Chloë Grace Moretz) y con un muchacho obeso (Johnny Skourtis), que intenta pasar un examen para obtener un puesto como guardia de seguridad. Washington -en un personaje que recuerda al Forest Whitaker de El camino del samurái, de Jim Jarmusch- casi no habla en toda la película. Le alcanzan pequeños gestos, su obsesividad para cronometrar hasta los más mínimos detalles y la mirada para transmitir la introspección, la calma, la serenidad y la sabiduría de su criatura. Lo peor de este nuevo largometraje del director de Tirador y Ataque a la Casa Blanca tiene que ver con los malvados de la historia. Los mafiosos rusos, que regentean clubes nocturnos y manejan una red de prostitución, dejan en la comparación a los de Promesas del este, de David Cronenberg, como personajes de un film de Disney. En ese sentido, todo es tan estereotipado y exagerado que le quita a esta exaltación de la venganza por mano propia bastante de su credibilidad y de su capacidad para generar algún grado de identificación. De todas maneras, quedó dicho, allí está la inmensa figura de Washington para sortear todos los baches y trampas de la película. Una estrella como las de antes
La acción es buena, lástima tanta sensación de déjà vu Más allá de que se inspira en una serie de TV de los 80, el principal problema de "El justiciero" es que se parece demasiado a demasiadas películas. Está muy bien filmada, pero la sensación de déjà vu es casi permanente. Denzel Washington es un hombre con un pasado, que vive una vida tranquila y más bien solitaria, que se ve interrumpida por el encuentro casual con una joven prostituta explotada por terribles mafiosos rusos. Nuestro héroe no es el tipo de persona que puede quedarse indiferente ante ese tipo de maltrato, y en principio intenta interceder con los proxenetas por las buenas, ofreciendo pagar un rescate por la chica. Eso no funciona y entonces empieza la esperable masacre de rusos, dado que el protagonista es algo así como un superagente retirado que puede liquidar un ejército él solo. Claro que por otro lado la mafia rusa no perdona, y mandan a sus más terribles asesinos para que exterminen a quien se atrevió a complicarles sus negocios. Denzel Washington si bien actúa más que sólidamente, hace un personaje que perfectamente podría intercambiarse por el de varios de sus muchas películas de acción, detalle que no ayuda precisamente a darle mayor originalidad al asunto. Incluso una excelente actriz como Chloë Grace Moretz está bastante desaprovechada en su rol de víctima de la trata de personas, y otro buen actor que podría haber aparecido más en un personaje secundario es Bill Pullman. En cambio. el que se roba la película como un implacable asesino ruso es Marton Csokas. En realidad todo lo que tiene que ver con la mafia rusa es lo que le da mayor interés a esta película que por otro lado, con más de de horas de proyección, se vuelve excesivamente larga. Eso sí, las escenas de acción y ultraviolencia están formidablemente filmadas gracias a la conocida pericia de Fucqua, el director de grandes films como "Asesinos sustitutos".
Un héroe solitario contra la mafia rusa Los héroes silenciosos, fantasmales, casi anónimos, tienen un atractivo irresistible. Esos hombres capaces de no alzar la voz y de jugarse la vida, a la manera de los compadritos borgeanos, con raíces cinematográficas en los samuráis japoneses y los cowboys de los westerns estadounidenses, que no son superhéroes pero casi: solitarios, dicen las palabras justas en el momento justo, tienen un inquebrantable sentido del honor y la justicia, una tendencia natural a defender a los más débiles y, sobre todo, una habilidad insuperable a la hora de ejercer la violencia. El Robert McCall de Denzel Washington es uno de ellos. Lleva una vida monástica en un barrio de clase media baja de Boston; insomne, de día trabaja en una especie de Easy y de noche se sienta en un bar a leer clásicos de una lista de “los cien libros que no podés dejar de leer”. De ahí que la película tenga unas cuantas referencias literarias -bastante burdas, por cierto- para resumir al protagonista: abre con un epígrafe de Mark Twain, y después establece paralelismos al pasar con El viejo y el mar, Don Quijote y El hombre invisible. La primera hora de la película -dura dos largas horas y cuarto- logra atrapar con la descripción de este veterano triste, resignado a pasar los años que le quedan alejado del mundanal ruido. Incluso consigue provocar cierta ternura con uno de sus tantos clichés: la relación, casi paterno-filial, entre Robert y una prostituta rusa. Pero todo empieza a desbarrancar cuando las injusticias que padece la chica despiertan al héroe dormido que hay en él. McCall decide enfrentarse solo al crimen organizado ruso, y empieza la acción. El problema es que fracasa aquel intento literario de darles cierta corporeidad a los personajes: todos están tan poco desarrollados que la trama termina resultando una sucesión de tiros, piñas y patadas sin mayor interés. Es lo que diferencia a El justiciero de joyas del cine de acción como la saga de Bourne, y a Robert McCall de grandes héroes silenciosos como el Léon de El perfecto asesino.
Estoy lejos de ser el sector demográfico que disfrutó de la serie The Equalizer, que incluso terminó su recorrida de cuatro temporadas y 88 episodios antes de mi nacimiento, en agosto de 1989. Su héroe, Robert McCall, era una especie de vengador anónimo que ayudaba a los más indefensos, algo así como Los Simuladores locales, aunque violento cuando la situación lo requería. Y si violencia es lo que se necesita, qué mejor dupla que la del director Antoine Fuqua y el inmenso Denzel Washington para llevar a cabo una reimaginación de este personaje en los tiempos que corren en El Justiciero, un film de acción con muchos elementos de viejas épocas pero con pequeñas pizcas de actualidad. No puedo decir que conozca con certeza la historia detrás del héroe que nos compete, pero el papel parece hecho a medida para Washington, que aún a los 59 años se puede dar el lujo de patear traseros y lucir alucinante haciéndolo, como hace no mucho hicieron actores como Liam Neeson o Kevin Costner. El talentoso afroamericano le da a su Robert demasiada apatía y puntillismo para crear un personaje en las sombras, que claramente carga un pasado en sus hombros, que hace que posea un perfil demasiado bajo. En el trabajo es un hombre amable, que agrada con facilidad, y que a primera vista no podría lastimar ni a una mosca. Pero en el momento en que una jovencísima prostituta -Chloë Grace Moretz jugando a un papel al que no termina de hacerle honor- se cruza en su camino es que las cosas se complican y dan paso a la acción. La primera hora de The Equalizer es bastante tranquila, con un punto y aparte con muchas otras compañeras de género. El mantener la calma, presentar a los personajes y al mundo que habitan en el film, el crear una rutina y dejar al espectador conocer a McCall significa que, cuando el momento de la acción llegue, su pulsante electricidad tendrá más peso. Y lo tiene, con creces. Cuando finalmente el héroe decide enfrentar a los jefes de la vulnerada prostituta, sabemos que los chicos malos la van a pasar mal, muy mal. Desde el guión de Richard Wenk, toda la trama está balanceada para que se disfrute con el castigo justo, que cada golpe y uso irreverente de los utensilios a mano generen un aplauso espasmódico por parte de la platea. Wenk sabe donde ciertas escenas generan más impulso y no es para menos, ya que fue guionista de The Mechanic y The Expandables 2, la más disfrutable de dicha trilogía. Fuqua le sigue bastante de cerca el juego a su guionista con esa sensación de crecimiento de la situación, que termina explotando y generando repercusiones para todos los involucrados. El haber desbaratado a una importante operación rusa de ilegalidades varias toca el techo de hasta donde llega el poderío de la película y de ahí en más el buen rollo construido se va desinflando poco a poco. Con la introducción del villano de turno -un Marton Csokas extravagante y peligroso por demás- que vendría a hacerle frente a McCall, la trama comienza a estirarse más y más y más, espaciando las escenas de acción y diluyendo la adrenalina en sangre del espectador. La falta de ese mantenimiento constante de la tensión -vamos, es un hombre contra un ejército de rusos malosos, ¿qué puede salir mal?- desconcierta, aunque Washington es un señor actor y mantiene el nivel durante los longevos 131 de duración. Celebro el minimalismo de la acción y el uso del combate mano a mano, así como la utilización de artefactos manuales y hogareños antes que una buena andanada de balazos, pero la indestructibilidad del héroe -al fiel estilo de Chuck Norris- termina generando un bajo nivel de sorpresa. Nada parecería salirle mal y esa invulnerabilidad se nota. The Equalizer tiene el potencial de convertirse en un nuevo vehículo de lucimiento para Denzel y no por nada Sony Pictures ya le dio luz verde a una segunda parte. Con unos retoques menores y un villano con similaridades a nuestro héroe, podemos estar seguros de que será un espectáculo memorable. Mientras tanto, el comienzo no es para nada desdeñable.
"El Justiciero" está protagonizada por Denzel Washington, quien despliega todo su don de actor en esta peli de Fuqua que, al igual que nuestras otras dos recomendadas, no decepciona para nada. Dos horas diez es lo que dura esta historia (quizás un poco larga) en donde vas a vivir momentos de violencia extremo muy bien filmados y con un detallismo impresionante. Chloë Grace Moretz acompaña (solo al principio) y muy bien que lo hace, una actriz en pleno crecimiento que ahora comparte historia con un grande como Washington. Película densa, oscura, interesante y basada en la serie de televisión de los 80´s... "El Justiciero" llegó para hacer justicia por mano propia. A vos sólo te queda verla.
Crítica emitida por radio.
El auténtico héroe de la clase obrera Sin deslumbrar y aun con sus excesos, el film consigue entretener con su historia de un héroe de extrañas características. Aunque puede discutirse si El justiciero es o no una buena película, la segunda colaboración entre el director Antoine Fuqua y Denzel Washington luego de Día de entrenamiento (2001, que le valió un Oscar al actor) sin dudas resulta entretenida e interesante a pesar de sus excesos. Se trata de un film que aborda de manera indirecta el tema del superhéroe, aunque no llegue a quedar claro si lo hace a conciencia, y ahí radica parte de su inesperada riqueza. La historia de Bob McCall (Washington), un obrero que trabaja en un supermercado de insumos de la construcción que de la noche a la mañana comienza una lucha contra el crimen solitaria, anónima y a espaldas de la ley, recorre el arco completo de ese tipo de relatos. El comienzo lo muestra como un hombre discreto y melancólico, un trabajador atento a sus compañeros y a su comunidad, pero con una rara costumbre: cronometra sus actividades domésticas. Un rasgo simple que alcanza para sugerir que tras la máscara cotidiana se oculta un hombre nada común. La paliza que un mafioso ruso le da a una adolescente obligada a prostituirse (Chloë Grace Moretz) es el hecho que detona el ansia justiciera de Bob. Como buen “americano”, primero buscará arreglar las cosas en el marco de la más importante de las leyes en Estados Unidos: la ley del mercado. En doble sintonía con la historia ideológica de su país, su impulso inicial para liberar a una esclava (sexual en este caso) no es reclamar por los derechos de la víctima o acudir a la ley penal, sino comprar su libertad. Al ser rechazada su oferta, la impunidad desatará la violenta búsqueda de justicia de Bob, quien en 30 segundos mata a cinco rusos muy malos, con una eficiencia que confirma que el tipo es más de lo que parece. Creyendo que se trata de un ajuste de cuentas entre mafias, el capo de los rusos manda al más psicópata de todos sus hombres (Marton Csokas logra hacerse odiar) para resolver el problemita. Mientras tanto, Bob sigue encontrando excusas cotidianas para imponer castigos donde la ley no llega, un poco como El vengador anónimo de Charles Bronson. Pero sobre todo como Batman: él también aprovecha la protección nocturna para impartir justicia por mano propia. La aparición de su némesis lo obligará a apelar a poderes extraordinarios que, como los de casi todos los héroes, le son cedidos por un poder superior. La clave está en la escena en la que Bob recurre a su ex jefa, que no sólo implica una revelación acerca del pasado y las habilidades del protagonista, sino que tiene un fuerte carácter simbólico: “No vino a buscar ayuda, vino a pedir permiso”, dirá la influyente mujer. Es recién entonces cuando Bob pasa de justiciero a superhéroe urbano: si a Superman el poder le viene de su linaje extraterrestre, a Thor de la divinidad y a Iron Man de la ciencia (y el dinero), Bob lo recibirá del Estado, de alguna de sus instituciones. No menos significativo en términos icónicos resulta que la batalla final contra un comando de élite de rusos asesinos tenga lugar en el Home Depot en donde él trabaja. Ahí, herramientas tales como mazas, engrapadoras o sopletes, e insumos como alambre de púas y bolsas de cemento se vuelven armas en manos de un héroe de y para la clase obrera. La suma de estos elementos hace que, tal vez, al menos superficialmente, pueda verse a Bob como lo más cercano a un superhéroe peronista que se haya visto en Hollywood. A qué peronismo representaría este personaje ya es tema de otra discusión.
Debe ser difícil para Denzel Washington negarle su colaboración al director Antoine Fuqua cuando fue gracias a él que en el año 2002 se alzó con el premio de la Academia como mejor actor por su papel en Día de entrenamiento (2001). Y parece que Washington a pesar de su aspecto envejecido, con el tiempo sólo se vuelve más y más rudo. El director de El Rey Arturo, Shooter y Olympus has fallen en esta oportunidad basa su guión en una serie homónima que en el año 1987 ganó un globo de oro gracias a su intérprete principal, el actor y cantante inglés Edward Woodward. La escencia de El Justiciero es que, al igual que Superman, está obsesionado con "hacer el bien". Sencillo y básico como esto suena, dicha premisa sirve para sostener un film que parece proponerse entretener al público a toda costa. Y con varios argumentos lo consigue. La dicotomía entre el bien y el mal y entre los buenos y los malos está plenamente marcada por héroes y villanos que no dan lugar a ninguna duda sobre sus intenciones. En todo momento sabemos quién queremos que triunfe y quien debe ser castigado por sus fechorías. El resto es todo cuestión de tiempo. No hace falta ni haber visto el trailer para saber que a fin de cuentas el protagonista salvará a todos aplicando la sed de justicia que lo ciega durante las más de dos horas de metraje. Lo que los guionistas llaman "el camino del héroe" se encuentra aquí presente con su más absoluta simpleza. Durante más de 100 años de Hollywood, la industria cinematográfica ya ha dado la vuelta completa. Las formulas narrativas que los guionistas plasman en sus historias se suceden cada vez más parecidas entre sí. Inclusive las vanguardias parecen aburrir cuando se proponen realizar alguna suerte de cambio sustancial. Los tanques o blockbusters llenan las salas de pochoclo y espectadores que cada vez parecemos exigentes. Pero lo curioso es que a pesar de todo eso a veces simplemente hay que admitir que ciertas formulas cuando están acompañadas de una buena dirección, interpretaciones a la altura de las exigencias del guión y pretensiones claras que solo intentan entretener y no innovar, funcionan.
Justicieros de ayer y hoy Acomodado desde hace algunos años en el lugar del hombre de acción, un poco corrido hacia la derecha (y no de la pantalla), si algo podemos defenderle a Denzel Washington -gran actor dramático que funciona de igual manera en películas físicas como esta-, es que sus personajes de armas tomar no carecen de complejidad y hasta se anima a interpelar el sentido de justicia en películas donde el arte de matar al otro no siempre es algo placentero y conlleva dilemas. Incluso, muchos de esos personajes que interpreta son antipáticos y hasta desagradables, contradiciendo un poco el lugar de seguridad que toda estrella de Hollywood gusta guardarse para sí dentro de la industria. Daría la impresión de que Washington agarra aquellos papeles que otros no se animan a hacer. El justiciero, adaptación de una serie de TV bastante exitosa en los 80’s, es otro paso más en ese sentido, y uno bastante irregular dado que el director Antoine Fuqua nunca parece encontrar el tono adecuado para su película. Cuando mejor funciona El justiciero, es durante su primera hora, allí donde el personaje principal es trazado con sutilezas y haciendo un recorte bastante detallista de sus obsesiones y actividades. La película es durante ese tiempo un policial oscuro, urbano, donde hay espacio para trabajar los diálogos con sensibilidad y llamativo reposo -como en esos encuentros entre Washington y Chloe Grace Moretz- y donde campea un aire de melancolía absoluto. Luego, cuando el giro que el tráiler anticipaba haga su aparición en escena, el film irá virando lentamente hacia una estética ochentera (con superficie áspera setentera) y se convertirá en una revitalización de aquellas películas de justicia por mano propia, de venganza violenta y estilizada, un poco entre solemne e hiperbólica, pero sin la suficiente distancia como para hacer de eso una operación autoconsciente. Solemne porque la recurrencia a ralentis, una música pesada y grave, y encuadres que glorifican la construcción de ese héroe individual determinan que la película quiere hacer una especie de apología de ese hombre común (que no lo es tanto, en el fondo), que se saca de encima a los malos con las herramientas (nunca mejor dicho) con que cuenta en la enorme ferretería donde trabaja. El justiciero parece querer decir algo sobre un héroe de la clase trabajadora, una relectura en clave cómic un poco a lo El protegido de Shyamalan, pero se excede en grandilocuencia cuando lo que se está viendo es un enorme disparate (la última media hora es un festival reaccionario de asesinatos gore). Esa grandilocuencia le quita el humor a las imágenes (algo que sabían muy bien Los indestructibles 1 y 2), las hace más pesadas, menos complejas o lúdicas, y por lo tanto, repudiables en su explicitud celebratoria de la violencia cercana a la pornografía. Washington y Fuqua, que ya habían trabajado juntos en la notable Día de entrenamiento (hasta ahora la única obra interesante del irregular Fuqua), una película donde la violencia también era cruenta, pero donde la historia se hacía cargo de la ambigüedad que sus personajes representaban en ese duelo entre el cinismo adulto y la ingenuidad virginal. Es claro que El justiciero es la obra de un tipo que ya aprendió unas cuantas lecciones, y que copia de los que sabe, de aquellos directores de los 70’s que trabajaban la superficie de sus relatos aprovechando la aspereza: hay secuencias donde la violencia aparece en un saludable espacio off (Fuqua sabe cuándo tiene que impactar y cuándo funciona la sugerencia); hay planos y encuadres virtuosos que le aportan un toque de originalidad a la propuesta; no se precipita en lanzarse a la acción trabajando a su personaje principal con inteligencia y los tiempos del relato con sabiduría; y hay un villano (Marton Csokas) que se hace odiar y recupera para el género de acción la centralidad del malvado, que parece aquí como realmente indestructible. En los parámetros del cine de acción, es un buen film, sólido, con un ritmo particular y una superficie tensa. Hay una frase clave en el film, que sin dudas intenta decir algo sobre la venganza y la justicia, y desde donde se puede notar lo fallido del asunto. En determinado momento Washington acude a una amiga con contactos estatales para que le aporte datos. Y es ella quien le dice que a veces “hacemos cosas incorrectas para obtener lo correcto”. Parece que la película va a decir algo importante. Pero no. El problema de El justiciero es que cuando lo ideal sería que haga hincapié en lo incorrecto de la operación (la masacre, la venganza por mano propia), se preocupa más por lo correcto (arribar a ese acto de justica que motoriza al protagonista). Así termina justificando algo que por más caricaturesco que aparezca en pantalla, no deja de ser discutible y repudiable.
Cómo fallar con una fórmula infalible Denzel Washington vuelve a trabajar bajo las órdenes de Antoine Fugua (Día de entrenamiento) en esta película donde, una vez más, el bien enfrenta al mal –encarnado en la mafia rusa– y donde hay varias escenas de manual. Robert McCall (Denzel Washington) trabaja en algo así como un supermercado para carpinteros, hace bromas, es simpático, pero se lo nota un poco corrido de ese entorno, como si no perteneciera. Claro, no pertenece. A la noche, cuando no puede dormir, envuelve cuidadosamente en una servilleta de papel un saquito de té y se va a un bar a tomar su módica infusión, mientras observa, lee, está alerta. Y allí, en ese lugar se va tejiendo una relación entre el viejo trabajador –que no es tal, que es un hecho que perteneció a alguna fuerza de seguridad– y Teri (Chloë Grace Moretz, la de Carrie), una joven prostituta, tan sola, tan indefensa para soportar la brutalidad de los clientes y el maltrato del ruso que la explota. Lo que sigue es la moral esperable del tipo que vivió, se equivocó y busca a través del compromiso con una desconocida la posibilidad de una nueva vida para la chica que todavía está a tiempo y, por supuesto, su propia redención. Un poco a la manera del film de David Cronenberg, Promesas de Este o bastante más atrás en el tiempo vía Martin Scorsese y su legendaria Taxi Driver, el relato se dispara con la casi niña explotada y el héroe que hace lo que debe hacer. Justicia por los fierros, por las artes marciales, por las diferentes maneras de provocar dolor en el otro, de ser posible en Tedy (Marton Csokas), suerte de sofisticado cleaner ruso que viene a poner orden en el desastre que sembró el McCall. Sin embargo, y a diferencia de los dos títulos citados como ejemplo, el enfrentamiento del protagonista con el mal, en este caso con la mafia rusa, es un festival del lugar común, la violencia porque sí y un montón de situaciones, escenas y formas de manual de películas parecidas. Y mejores. Denzel Washington y el director Antoine Fuqua vuelven a trabajar juntos 13 años después de Día de entrenamiento, aquella interesante película que mostró al intérprete en un momento alto de su carrera, en un papel que le valió el Oscar al mejor actor en 2001. Washington es un actor extraordinario, todavía en forma y con un dominio absoluto de su oficio, mientras que el paso del tiempo hizo que Fuqua se convirtiera en uno de esos directores de Hollywood llamados artesanos, esos tipos confiables para la industria que hacen lo suyo con solvencia pero que son apenas un engranaje (pequeño) de la maquinaria que implica una superproducción. Entonces, el nuevo trabajo en conjunto da cuenta de un presente oxidado, una unión de conveniencia para llevar adelante un trhiller sin corazón, mecánico, hundido en las fórmulas supuestamente infalibles, que aquí fallan y aburren.
Uno contra todos, ¿adivinen quién gana? El justiciero tiene grandes escenas de acción y muestra a Denzel Washington en un rol ideal para cambiar de tipo pacífico a hiperviolento a la velocidad de la luz. La gran fantasía norteamericana de que un hombre sólo puede solucionar todos los problemas a los tiros es útil para dos cosas. Una: calmar la ansiedad de patriotas resentidos. Dos: hacer buenas películas de acción. Sin bien ambas utilidades están íntimamente entrelazadas, la segunda siempre compensará a la primera, de lo contrario no existiría eso que se llama con justicia "el gran cine de Hollywood". A su manera, El justiciero pertenece a la tradición de Duro de matar o de Rambo, adaptada al contexto actual de las crisis económica de los Estados Unidos y las redes internacionales de las mafias rusas. Si algo ha demostrado el director Antoine Fuqua (Día de entrenamiento) a largo de su irregular filmografía es talento para apostar a la ideología que más le conviene a su narración. Y esta vez, el cinismo le dio resultado. Todo el planteo argumental de El justiciero está al servicio de la acción explosiva que se desatará a partir del momento en que Robert McCall decida empezar a hacer justicia por mano propia. El concepto no puede ser más elemental, pero tampoco más efectivo. McCall es Denzel Washington, un actor tan experimentado y tan icónico que ya ni siquiera es necesario prestarle atención al personaje que encarna. Basta y sobra con sus tics, su sonrisa, su mirada, su asombrosa capacidad para mutar de tipo pacífico a híper violento a la velocidad de un parpadeo. Desde la jovencísima prostituta amenazada (Chloë Grace Moretz), a la cual defiende, hasta cada uno de los mafiosos contra los que se enfrenta (casi en una escalada de videogame, donde cada enemigo es más peligroso que el anterior), todos los que se cruzan en su camino son comparsas, marionetas que se mueven al ritmo del personaje principal. Incluso el villano más fascinante de la película, un exmilitar ruso apodado Teddy (Marto Csokas), queda desdibujado frente a McCall. Ese magnetismo natural del actor es potenciado por una serie de escena de acción de un magnetismo extremo. Nada nuevo, nada especial, y todo estetizado hasta ese punto exacto en que la violencia se transfigura en espectáculo sin dejar de ser tremendamente cruel al mismo tiempo. La falta de piedad y de ironía que la película exhibe con un orgullo descarado tal vez no sea sólo una declaración de indigencia intelectual, sino una forma de darle una vuelta completa a la mala conciencia que implica siempre la exaltación de la violencia y la justicia por mano propia.
Por mano propia En El justiciero, Denzel Washington encarna a un tipo con pasado oscuro que debe enfrentarse solo contra un montón de peligrosos delincuentes. Con el estreno de El justiciero, regresa una dupla que en su momento supo dar buenos dividendos en la pantalla grande. El director Antoine Fuqua y la mega estrella Denzel Washington la pegaron (cada uno en su rol) en el año 2001 con Día de Entrenamiento, una película que le permitió al actor afroamericano posicionarse como un exponente del cine de acción y encima en el papel de malo (su trabajo le valió el Oscar). Los condimentos eran sencillos pero bien puestos: violencia de barrios bajos, policía novato contra policía veterano y corrupto, y una road movie urbana de 24 horas. En este nuevo trabajo que encararon juntos el primer elemento cobra una preponderancia mayor, porque la crudeza de algunas escenas pueden resultar incómodas para cierto público, aun en tiempos donde ya es costumbre ver sangre a raudales. El protagonista es Robert McCall, un tipo con pasado en las fuerzas armadas que se retiró para llevar una vida tranquila y ganarse el pan a través de un trabajo rutinario. Pero en un bar frecuenta a una joven prostituta que tiene problemas con la mafia rusa, y para ayudarla saca a relucir todo lo aprendido en materia de asesinatos. Basta un botón de muestra para que se desate una guerra que lo tiene a él como único integrante del “bando bueno” y a un montón de delincuentes del otro lado. Y cada vez que liquida a alguien, la cámara se regocija mostrando detalles y planos bien gráficos de los métodos y formas que McCall desempolva. Remake. El filme está basado en una serie de los años 80 titulada The Equalizer, que en realidad es el título original, y la idea central se respeta. Cuando el personaje y sus habilidades explotan, seguramente vendrán a la cabeza del espectador personajes como Jason Bourne o el agente que interpreta Liam Neeson en Búsqueda Implacable: indestructibles, con diez mil variantes para zafar y para liquidar enemigos. Al actor, quien al igual que Liam Nesson anda por los 60 pirulos, todavía le da para llevar adelante estos roles que combinan tranquilidad y pasmo con arranques de furia y violencia. Se trata de una producción que cumple aceptablemente su cometido de entretener a quienes gustan de las secuencias crudas y de, valga la repetición, justicieros que de la nada ponen las cosas en su debido lugar.
Escuchá el comentario (ver link).
Escuchá el comentario (ver link).
Tiene que ser una comedia. Sí, esto es una comedia Denzel, como todos los negros, nunca envejece. Es el mismo Denzel de El Vuelo (y de hace 30 años) pero sin falopa y alcohol encima. El tipo trabaja en una suerte de Easy y se lleva bien con todo el mundo. No solo que se lleva bien sino que acoge a algunos bajo su ala protectora. A un gordito buenudo y simpaticón lo entrena para que pueda cumplir su sueño: ser guardia de seguridad de la tienda. Nada como tener uniforme y vigilar las góndolas de jardinería. Pero el gordito se hace trampa y mete papas fritas en el sándwich. Su otra prueba terrible a desafiar: arrastrar un neumático unos metros. Lo que hay que hacer para ser guardia. No cualquiera. Denzel es medio máquina, no duerme, casi que no come, pero toma té, siempre el mismo, en saquito pero sin la piola. ¿A quién se lo ocurre? Lo más incómodo del mundo, ¿cómo carajo lo sacas de la taza? En fin. Pero es Denzel. Como decíamos, todas las noches de insomnio va a una cafetería a leer las grandes obras de la literatura mundial, los 100 libros que, según su difunta esposa, hay que leer antes de morir, Hemingway, Mark Twain, etcéteras. Ella llegó al 97. Saquen los violines. Y ahí, tomando té sin piola, conoce a Chloe Moretz (Chloe, yo sabía que te iba a pasar esto; iba a venir a algún boludo y te iba a disfrazar de gato barato, para empezar a ratonearnos con tus curvas, tu sensualidad, tu todo –como si ya no lo viniésemos haciendo hace unos 7 años–). Chloe es una prostituta rusa regenteada por unos rusos malos con muchos tatuajes y escasa habilidad con las armas. Pero Chloe quiere ser cantante y Denzel le dice que vaya por eso, que podemos ser cualquier cosa que queramos en esta vida. Bucay y toda la avanza de la onda autoayuda de los últimos veinte años, un porotito. Pero a Chloe le gusta la guita y sigue troleando, hasta que un día termina en el hospital, golpeada, por los puños, por la vida misma. Denzel Washington, como todos los negros, nunca envejece. Y Denzel, el justiciero anónimo, no duda en hacer de esa su lucha personal. Se despacha a toda la mafia rusa y, en sus ratos libres, labura en el Easy y sigue entrenando al gordito. Pero claro, es la mafia rusa. Entonces vienen más rusos con cara de malos, bigotes raros, muchos tatuajes de calaveras y demonios y, nuevamente, poca habilidad con las armas. Es que Denzel se metió con una red de prostitución, narcotráfico, armas, etc. En el medio, una visita a Melissa Leo y Bill Pullman (son de la CIA o algo así), gran excusa de directores virtuosos para explicarte, en una conversación de 30 segundos, lo que nadie supo comunicar durante toda la película. ¿Quién catzo es el negro este? ¿Qué onda con la esposa que leía los grandes clásicos? ¿Quiénes son en verdad estos rusos bufarretas? Melissa Leo tira magia con un par de miradas y líneas seriotas y ya confirmamos que Denzel es un capo. Y, como buen capo, se termina cargando solo a todo el cartel (o como se le llame en Rusia). Hay una escena antológica en el Easy: una suerte de coreografía en la que Denzel perpetra los asesinatos más delirantes (pudiendo simplemente haber disparado su arma), valiéndose de bocha de artículos del mall. Eso, señores, es hacer uso de los recursos. Y los rusos que parece malísimos pero terminan engatusados como colegialas traídas de la triple frontera. Tremendo. Y todo pero todo con mucho ralenti, humo y lluvia que cae. Genios. Una vez rescatada la ex prostituta Chloe (ahora canta, tiene un trabajo “normal” y lee; oh sí, Denzel incluso contribuyó con su alfabetización), nuestro último gran héroe se va contento a su casa, habiendo cumplido la misión de rescatar un alma en pena. Final: nos damos cuenta de que Denzel se dedica a esto y tiene una página web en la que personas en apuros escriben buscando ayuda. Los Simuladores meets Guy Ritchie meets Miguelito Bahía: la comedia del año. Porque es una comedia, ¿no?
Hay dos películas en una en EL JUSTICIERO, dos que nunca terminan de conectar del todo bien. Basada en una serie de televisión de los ’80 pero muy libremente adaptada, la película de Antoine Fuqua (DIA DE ENTRENAMIENTO, ATAQUE A LA CASA BLANCA) intenta al principio ser algo más que un simple policial de vengador violento que, por sus propias manos, pone en jaque a una organización mafiosa. Pero, finalmente, termina siendo algo muy parecido a eso. Durante casi media hora no hay casi acción en el filme. Denzel Washington interpreta a un metódico y solitario empleado de una especie de Home Depot, a mitad de camino entre un “samurai” de la vida sana y cultor de cierta pureza filosófica (solo ver lo que hace con un saquito de té lo deja en claro) con un depresivo trabajador de una fábrica, más cerca del Travis Bickle de TAXI DRIVER que de un Charles Bronson, por citar dos modos de “vengador” de un cine de los ’70 al que esta película por momentos se acerca. Pero el hombre no duerme bien de noche y siempre va a un bar a tomar su tecito. En el bar, claro, no muchos toman té y es ahí donde conoce a una chica rusa muy joven (Chloe Grace Moretz) que, pronto sabremos, es una prostituta que trabaja para unos rufianes rusos que son, apenas, la cara más o menos visible de una cadena de mafiosos aún más grande. Denzel-Washington-The-Equalizer-MovieEs evidente que Robert McCall (Washington) no es simplemente un trabajador aburrido y rutinario. Tiene un pasado que iremos sabiendo de a poco y que le permite, cuando a la chica la golpean sus jefes, emprender una venganza que envidiarían algunos superhéroes de esos que tienen capas, se convierten en cubos de hielo o lanzan telarañas. Esta especie de Batman de clase media baja, sin más gadgets que un cronómetro, mucha concentración y un gran talento para el uso de destornilladores, tenedores y otros implementos que encajen bien en cuellos ajenos pasa de despachar a los mafiosos en cuestión a convertirse no solamente en un justiciero al paso sino que, a la vez, el encargado de enfrentar por sí solo a unos rusos de Rusia que son jefes de los otros rusos y vienen a buscarlo a Boston. La primera mitad –o un poco menos– de la película mantiene ese tono mecánico y hasta monótono propio de la vida personal zen de Robert. Y si bien esa calma no desaparecerá –ni tampoco, del todo, la forma económica de filmar de Fuqua–, la segunda parte del filme lo mostrará convertido, decíamos, en un personaje que encajaría en el universo de Marvel. Como si la furia violenta final de Travis Bickle se extendiera a lo largo del 60% de aquella obra maestra de Scorsese, o si una película de 1975 se convirtiera como por arte de magia en una de 1987, con toques actuales. The-Equalizer-20-Denzel-WashingtonEs ahí, entonces, que la película empieza a tornarse menos y menos creíble, con sus rivales dignos de la saga James Bond y con trucos visuales de un director que estuvo estudiando la serie SHERLOCK. Y si bien Fuqua deja en claro que McCall tiene un pasado que lo capacita, supuestamente, para liquidar a todo el Este de Europa con un escarbadientes, la película lleva esas habilidad (y el tiempo que le toma usarla, a razón de un ruso o aliado de ruso cada diez minutos) demasiado lejos. Obviamente es esa segunda parte la que hará que EL JUSTICIERO sea un éxito (la otra es más parecida a una película de Jim Jarmusch y eso no estaría vendiendo muy bien en los mercados internacionales) y la que continuará en las segundas y terceras partes que el filme pueda tener. La carta salvadora de la película será siempre Denzel Washington, un tipo que puede hacer creíbles aún las situaciones más inverosímiles. Clint Eastwood abandonó a su similar “Harry el sucio” a los 58 años, después de 20 años de “carrera” y cinco películas. Denzel arranca con su Robert McCall a los 60 y, al menos por ahora, nos logra hacer creer que tiene tela para rato. En unos 15, 20 años, imagino, lo veremos haciendo de las suyas en algún peligroso geriátrico de Boston manejado por neonazis. PD. Los fanáticos, como yo, de EL LOBO DE WALL STREET recordarán a THE EQUALIZER (tal es el título original del filme) como la serie que veía con devoción el padre del personaje de DiCaprio y por la que enfurecía cuando lo llamaban por teléfono en el medio y se la interrumpían.
La venganza y la furia en las manos de Denzel Washington. Inspirada en la popular serie televisiva de los años 80 del mismo nombre (The Equalizer), en español sería algo así como “El protector” el director Antoine Fuqua vuelve a elegir por segunda vez a Denzel Washington, con quien ya habían trabajado juntos en "Día de entrenamiento" (2001), recordemos que por esa interpretación resultó ganador de un Premio Oscar (ya había ganado por “Tiempos de gloria”, 1989 de: Edward Zwick). Además en esta oportunidad es el productor del film. Muestra a un hombre simple, llamado McCall (Denzel Washington) que trabaja en una fábrica, es buen compañero, tranquilo, ordenado, prolijo, metódico, vive solo, es viudo, y en sus horas libres se dedica a leer.Por la noche en ese bar donde concurre conoce a una joven Teri (Chloe Grace Moretz), maltratada y obligada a prostituirse por las mafias rusas de la Costa Este. Un día ante un hecho brutal siente la necesidad de ayudarla y salvar a varias jóvenes de una red de prostitución y drogas, que lo lleva a enfrentarse contra fuerzas extranjeras muy poderosas, allí se encuentra con Teddy (Marton Csokas, “Noé”), un sanguinario sicario ruso. A partir de esto y otras situaciones injustas, él saldrá a la calle transformándose en un justiciero y contará con una gran capacidad a la hora de defender a quienes se encuentren en peligro, un personaje similar a: Charles Bronson, Steven Seagal, entre otros; más moderno, tiene algunas habilidades especiales, como las tenía MacGyver, Jason Bourne y se transforma en un superhéroe. La historia tiene alguna similitud a otros films como: "Búsqueda implacable"; "Promesas del este", de David Cronenberg, y "Taxi Driver", de Scorsese; entre otras. Contiene mucha acción, es muy violenta, con gánsteres rusos ultraviolentos, hay más de un villano odiable, llena de venganza, con escenas bien sanguinarias, algún toque de humor, buenos diálogos, momentos dramáticos y emotivos. Buena fotografía y banda sonora, vibrante, muy previsible, pochoclera y entretenida.
FURIA VENGADORA Denzel Washington interpreta a un misterioso McCall, un hombre de pasado turbio que ha iniciado una vida nueva y tranquila. Vive solito, trabaja en un corralón, no habla con nadie, todos los días se toma un té en el bar de la esquina y lee. Allí conoce una prosti joven y desamparada que es explotada por unos rufianes rusos. Cuando se entera que la han desfigurado, McCall deja el té a un lado, se calzará el viejo traje de justiciero y volverá a la calle. Historia conocida a la que el realizador Antonio Facqua sabe sacarle algún provecho. Una música bien puesta, unos personajes bien pintados, energía y ritmo, todo sirve para redondear un aceptable entretenimiento. Lo mejor es el fenomenal Denzel Washington, uno de los grandes actores de este tiempo, un intérprete clásico que llena la pantalla con su magnética presencia. Es una pena que el film pase del buen clima intimista del comienzo al desfile de peleas inverosímiles de la segunda parte. Facqua nos quiere hablar de un tiempo donde hasta el más pacífico es capaz de verse desbordado por la furia y la venganza. “No vino a pedirnos ayuda sino a pedirnos permiso”, dice una ex compañera suya; sabe que no es el instinto sino la dura calle la que convoca a este justiciero implacable y hastiado.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
La venganza del hombre invisible Un mérito de “El justiciero” es que ofrece lo sugerido desde su título, reforzado con el protagonismo de Denzel Washington; pero esto sólo no le alcanza para posicionarse como una gran película. A lo largo de sus casi dos horas pueden reconocerse un cruce de innumerables films (desde “Taxi Driver” a “El perfecto asesino”; desde “Promesas del Este” a “Gangster americano” o el “Hombre en llamas”) y los ingredientes donde se suceden salpicones de cine negro, con mafiosos y policías corruptos, dinero mal habido, prostitutas víctimas y gente común que se esfuerza para mejorar a través de un trabajo honesto. El argumento de “El Justiciero” proviene de una serie de televisión de los años ochenta, “The Equalizer”, sobre un agente secreto a quien los hechos lo empujan a volver a repartir una justicia elemental que no pasa por la ley ni el Derecho. Es la vieja fórmula para dar rienda suelta a lo que podría llamarse “la violencia de los buenos”, que exceptúa de su ética personal al enemigo. El señor Mac Caul es alguien que se siente un caballero medieval en un tiempo que no responde a ese ideal de caballerosidad; un quijote honesto y protector de damas en infortunio. Un papel ideal para Denzel Washington que interpreta a un agente de la CIA retirado y solitario, empleado en un gran mercado de artículos para el hogar en Boston. Al estilo de Forest Whitaker en “El camino del samurai”, sus días transcurren con el ascetismo de quien ha resignado las tentaciones del dinero y los paraísos artificiales: trabaja sin descanso y dedica sus momentos de ocio a frecuentar un bar para consumir bebida sin alcohol en compañía de un libro. Tiene un trato amable con todos sus compañeros del trabajo, pero particularmente con un muchacho obeso (Johnny Skourtis) al que siempre aconseja y con una joven prostituta de origen ruso (Chloë Grace Moretz), con la que existe solamente una afinidad paternal. El film comienza con una frase de Mark Twain que refiere a dos fechas fundamentales en la vida de todo hombre: su nacimiento y el día en que se descubre para qué se ha nacido. Recluido voluntariamente en un anonimato que disfruta, toda la impasibilidad del protagonista se verá interrumpida cuando la joven prostituta es salvajemente agredida y se trunca una negociación pacífica para lograr su independencia de la mafia que la explota. Ése será el disparador para que Mac Caul vuelva a los aspectos más oscuros de su vida anterior y comience su venganza hasta llegar a las últimas consecuencias, es decir hasta lo que él llama “la cabeza de la serpiente”. Más que humano La vieja fórmula de acciones justicieras en el rango del ojo por ojo y diente por diente, funciona conducida por un realizador experimentado y un intérprete adecuado. Pero nada es demasiado novedoso, aunque se intentan algunas estilizaciones formales y se utiliza un barniz cultural sembrado de frases de autoayuda y un juego intertextual con referencias a “El viejo y el mar” o “El hombre invisible”, bastante evidente y en cierto modo confuso. De la famosa novela de H.G.Wells, “El hombre invisible”, comparte el enigma de la identidad, aunque no la demencia del protagonista original de Wells, ya que Mac Caul sólo acentúa ciertas intenciones iconoclastas, en tanto derribar un sistema establecido, que en este caso tienen sus límites en la mafia rusa, demonizada como el origen de todos los males que han infectado a la sociedad americana. También hay una fuerte referencia a “El viejo y el mar” de Hemigway, en tanto existe un enfrentamiento decisivo y solitario de alguien con más experiencia que mide fuerzas frente a un adversario superior en fuerza física. Pero la película está plagada de inverosimilitud, apostando a la puesta en escena más que a las justificaciones de lo que sucede. Y entonces esas fábulas hiperviolentas de hombres comunes en cruzadas personales, como ocurría en la serie original, se alejan en esta versión que adquiere ribetes casi sobrenaturales, reñidos con el realismo y adentrándose en un territorio más bien simbólico. Muy trabajada desde el montaje, la película abunda en pequeñas elipsis como la de los anteojos ensangrentados de un custodio difícil, antes de sentarse a hablar con el principal oponente. La edición junta planos cortos y acelerados con otros ralentizados, sugiriendo más que mostrando, pero lo suficiente como para develar algunas estrategias para luchar o curarse, tan simples como utilizar miel hervida, un sacacorchos afilado, una maza de albañil o el agua que desborda un baño lujoso para eliminar a un adversario con un cortocircuito provocado. El director Antoine Fuqua es un viejo conocido dentro del género y aquí demuestra una vez más su buen ojo para dirigir escenas de acción, pero no es tan eficaz a la hora de sorprender, porque todo lo que la película tiene para ofrecer ya se ha visto, de mejor y de peor manera.
El vengador The Equalizer llama la atención por su tráiler y por la presencia de Denzel Washington como figura central del film. El director Antoine Fuqua lo ha dirigido en aquel muy buen policial del año 2001 llamado Training Day, en el que Denzel se lució al punto tal de obtener un Oscar como mejor actor. Todo lo que acontece en la cinta cobra un grado de interés mayor gracias a lo que el mencionado intérprete nos brinda. Por lo demás, se trata de una historia que da la sensación casi todo el tiempo de haberse visto con precedencia. Trillada, de mayor a menor, con instancias de acción ideales para amantes del cine pochoclero. Robert McCall es un sujeto de apariencia amable. Un solitario (y solidario) de buen trato con la gente, pero a la vez misterioso. Robert no duerme, sin embargo le sobra energía para ocuparse de todo. Trabaja en una tienda comercial que vende una amplia diversidad de artículos y le tiende una mano a un empleado de allí que aspira a convertirse en guardia de seguridad. Lo aconseja y lo entrena. Cada noche acude al mismo bar. Se topa con una joven prostituta (Chloë Grace Moretz) manejada y maltratada por la mafia rusa. Nuestro héroe no puede tolerarlo y decide preparar una venganza por cuenta propia. La película comienza pausadamente y casi en nulidad de diálogos. Fuqua lo hace bien, administra los silencios y los primeros acontecimientos dejando en el camino, como si fuesen huellas, ciertos retazos de magnetismo. El espectador es llevado al seguimiento de los pasos del protagonista, y cuando Washington está a cargo (omnipresente), quien observa se siente seguro y conforme por la sobriedad innata y natural del actor. Chloë Grace Moretz, quien sorprendió especialmente desde su rol como Hit-Girl en Kick-Ass, acompaña y congenia de buena manera (aunque tenga poca participación) con Denzel. El resto del reparto cumple con lo justo en relación a lo que la trama requiere. Vale la pena remarcar que la duración (poco más de dos horas) le juega en contra a The Equalizer, y esto se hace sentir principalmente en los tramos finales. En los pasajes cercanos al desenlace, la narración se torna indefectiblemente pesada, más allá de que se desenfunde un enfrentamiento interesante pero previsible que intenta levantar y animar el asunto. En la proyección de Fuqua, la acción es sangrienta y feroz. Los movimientos del personaje de Robert son milimétricos, se trata de un tipo frío y calculador que arrasa contra quien se le tope en su camino (¿ni siquiera un peligroso conjunto organizado puede con él?). Cuchillos, golpes de puño, pistolas varias y hasta un sacacorcho forman parte del “repertorio” con el que nuestra figura arremete. Con altibajos, no obstante entretenida, aprueba por la enorme capacidad de Denzel Washington. LO MEJOR: Denzel Washington. Las escenas de acción. El inicio. LO PEOR: de resoluciones discutibles e inverosímiles. Irregular, se extiende más de la cuenta. PUNTAJE: 6
Hablemos de héroes de acción gerontes; jubilados con pancita y dientes postizos que, en vez de hacer la cola del banco para cobrar su pensión, prefieren andar a tortazo limpio con los villanos de turno. Como dice James Berardinelli, el género de acción tiene lugar para todo y para todos y, en el caso de los veteranos, hay unos cuantos casos en donde los canosos han sabido salir bien parados. Sylvester Stallone no entra en la ecuación, simplemente porque es un tipo que - casi a los 70 años - sigue teniendo un cuerpo escultural; pero en otros casos - como Sean Connery en La Liga Extraordinaria o Liam Neeson en Taken y sus incontables secuelas y clones - han probado que se puede ser creíble a la hora de las trompadas y los balazos, y sin tener un físico cuidado (Connery tenía 73 en el caso de LXG). Lo mismo no puede decirse de Denzel Washington en The Equalizer. El tipo le pone toda la intensidad y toda la oscuridad al papel, pero termina siendo torpedeado por la burda edición del filme, el cual lo muestra torpe y lento a la hora de las refriegas. Aún en su primera pelea - que es muy a lo Jason Bourne, con el tipo masacrando gente con lo que tenga a mano, sean sacacorchos, vasitos de ginebra o pisapapeles de vidrio - Denzel no convence y eso empieza a tirar abajo la credibilidad del personaje, a lo cual se suman otras pifias con las cuales se despacha el libreto en la última media hora, todo lo cual termina empantanando la efectividad de la cinta. El Ecualizador (o El Igualador, o El Justiciero, como quieran) se basa en la serie del mismo nombre, que data de mediados de los años 80 y estaba protagonizada por Edward Woodward. Era un justiciero a domicilio, que resolvía tanto venganzas como situaciones menores, y que venía a ser una versión pasteurizada del Charles Bronson de El Vengador Anónimo. Me acuerdo haber visto un par de capítulos y haberme aburrido de manera soberana, porque era pura cháchara y no pasaba nada; para colmo Woodward se veía como mi abuelito y no me resulta creíble como héroe de acción. El por qué resucitaron semejante serie ignota - la cual, definitivamente, no era un título de culto - es un misterio. Acá Denzel Washington no es inglés ni blanco ni maneja un lujoso Jaguar, sino que es un cincuentón aburrido que labura en Home Depot y padece de desorden obsesivo - compulsivo. Ese es un detalle con cierto potencial - al ser tan minucioso, calcula en demasía y opera como una auténtica computadora de pura lógica al planificar sus combates -, pero el libreto se encarga de abandonar el punto sobre la última media hora. De hecho, el guión termina pasándose tanto de rosca sobre esos 30 minutos finales - con exceso de explosiones y cámaras lentas - que el filme bordea la autoparodia (en especial cuando Denzel vuela un barco de los villanos, el cual tiene una onda expansiva tan poderosa que casi le arranca los pantalones... pero el tipo sigue caminando muy cool en cámara lenta y con la columna de fuego detrás... la cual amenaza tostarle el trasero). Como sea, el geronte dependiente que vive como una monja en un departamento desprovisto de lujos y elementos personales termina siendo una versión morena de Terminator, sólo que ha preferido el anonimato para dejar atrás un pasado teñido por la violencia. A final de cuentas era un operativo del recontraespionaje capaz de matar a una persona de 130 maneras diferentes con su dedo pulgar (131 si no se cortaba las uñas esa semana), y que ahora prefiere despachar maderas en un Home Depot, el cual termina actuando como una especie de arsenal encubierto ya que - cuando las cosas se pongan agrias -, el veterano Washington usará todo lo que encuentre en el Mall para detener a los malos. El filme arranca lento. Muuuy lento. Washington le pone ganas y es intenso, y eso hace tolerable el tránsito demorado de la primera media hora, la que sirve para crear momentum. El tipo decide salir de su retiro cuando ve que a Chloe Grace Moretz la muelen a palos. La Moretz está de adorno aquí, solo aparece un ratito al principio y después resucita dos minutos antes de los titulos finales; hace de prostituta menor de edad, la que le toca atender los clientes mas violentos que le mandan sus chulos de la mafia rusa. Cuando la Moretz termina en el hospital, Washington se activa y va a verlo a los gangsters. Y cuando los tipos se burlan de él y lo amenazan, el obsesivo compulsivo se encierra con ellos y los convierte en puré de carne. El Justiciero es un filme muy violento y sangriento; el problema es que la edición es un fracaso mayúsculo y le saca todo el impacto a la carnicería. Washington se ve demasiado lento y poco creíble haciendo maldades o tirando piñas y, cuando llegan los excesos - como sacarle el ojito a alguien -, los cortes eclipsan el shock. En vez de entusiasmar, las peleas del filme decepcionan. Por suerte el estado de ánimo cambia cuando entra Marton Csokas a escena. Nunca me ha parecido un gran actor, pero acá el tipo se relame y destila maldad por todos sus poros. Es inteligente, amoral, discursivo, cruel. No sé si es un gran villano pero al menos repunta la flácida puntería del filme después de los fallidos momentos de acción. Es una lástima que Fuqua decida mantener un enfrentamiento a distancia entre los antagonistas, en vez de poner en un mano a mano a Washington contra Csokas. Es como que el final es demasiado expeditivo, eso sin contar al fugaz enfrentamiento (si se lo puede llamar tal) del héroe con el gran capo de toda la mafia rusa. El Justiciero no me terminó de convencer. Será que Denzel Washington se ve demasiado viejo, gordito y prolijo como para resultarme convincente como despiadado héroe de acción - al menos Liam Neeson es gigante y se ve amenazador -; o será que el libreto derrapa en excesos sobre el final... como sea, el punto mas destacable del filme es el villano de Csokas; y si en una cinta el malo es mas interesante que el heroe, eso significa que estamos en serios problemas de balance. Habrá que ver si, en la inevitable secuela, esos problemas se corrigen y logran que Washington luzca como el jubilado badass que pedía a gritos el público para esta entrega. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/equalizer.html#sthash.dF2bInII.dpuf
Un hombre con un pasado extraño decide dejar toda su vida atrás, y empezar en un lugar nuevo. Para ello, decide instalarse en un lugar donde nadie lo conoce y encontrar un trabajo promedio para pasar desapercibido. Sin embargo, un día conoce a una chica que es forzada a trabajar en lugares poco deseados, por lo que, desarrollando una empatia hacia ella, decide detener a la mafia por sí mismo. La historia desarrollada en estos párrafos ha sido mil veces vista. Taxi driver, Hombre en llamas (con el mismo protagonista de ella) son los primeros nombres que vienen a nuestra cabeza. Antoine Fuqua (Día de Entrenamiento) decide tomar esta historia cliché y regalarnos... nada. Denzel Washington es un gran actor y aceptar papeles tan trillados no le hace ningún bien, aún cuando la damisela en peligro sea Chloe Grace Moretz. Lugares comunes, coreografías comunes y finales comunes no aportan nada al género mas que un poco más de dos horas que hace la película larga y tediosa. El Protector no es más que un filme de fin de semana para ver en hora de zapping
Denzel a pleno "El justiciero" vuelve a juntar al que ya podemos decir es una leyenda del cine, Denzel Washington ("Hombre en llamas", "Día de entrenamiento") con el director de acción pensilvano Antoine Fuqua ("Día de entrenamiento", "El Tirador") para deleitarnos con 132 minutos de una historia de muchas peleas a puño limpio y armas varias. La película es la adaptación al cine de una serie de televisión de los 80s que duró unas 4 temporadas. La misma trataba sobre un ex agente de inteligencia que se dedicaba a ayudar a gente de clase trabajadora que era damnificada por actos de corrupción. En este nuevo film de Fuqua, Denzel es ese justiciero. Particularmente recomiendo a los que no vieron la serie, no verla antes del film, ya que de esa manera la trama les resultará un poco más misteriosa y sorpresiva. Los que ya conocían la serie, no se van a sorprender más allá de la nueva carga de violencia que tiene la peli y el carisma que destila Denzel en pantalla. "The Equalizer" es todo Denzel, él es el protagonista absoluto y la verdad es que la sabe llevar como un duque. Historias sobre justicieros hemos visto muchas veces en cine, por lo cual la trama no nos ofrece algo totalmente original, pero la forma en que está producida y el picante que le mete el protagonista la convierte en un producto de entretenimiento espectacular. Todo va in crescendo, presentándonos al principio al justiciero como una persona retirada, buscando vivir en paz y que los demás puedan hacerlo también. En un bar al que va todas las noches a leer y tomarse un te que él mismo lleva, conoce a adolescente prostituta rusa (Cloë Moretz) que está en problemas. Al principio su ayuda se limita a darle consejos de vida, para que deje atrás la prostitución y siga su sueño de convertirse en cantante, pero cuando se entera de que la piba recibe una golpiza tremenda que la deja internada en el hospital, su ayuda va más allá y aparece el justiciero frío y despiadado que todos estamos esperando. ¿Quién no fantaseó con ser un paladín de la justicia áspero con habilidades de combate extraordinarias? Bueno, McCall, el personaje de Denzel, es esa fantasía que alguna vez hemos tenido. Se enfrenta a los corruptos y los pone en su lugar, primero dándole la oportunidad de tomar la decisión correcta y si no escarmientan, los limpia de la faz del planeta a puño limpio o usando armas caseras a lo MacGiver. La trama no es fabulosa, debo admitirlo, ya que si bien mantiene aspectos de la personalidad de nuestro protagonista de manera misteriosa, la resolución del conflicto narrativo es previsible y casi no presenta vueltas de tuerca. Es lo que se ve desde el principio y nos damos bastante cuenta de cómo terminará todo. En cuanto a aspectos técnicos, Fuqua hace un despliegue fabuloso de peleas, muy bien coreografiadas y tratadas con una elegancia que la pone por encima de otros exponentes del género. Un verdadero blockbuster para disfrutar sin muchos prejuicios, dejándose llevar al mundo Denzel y delirar con peleas muy imaginativas.
"Un héroe de acción" Denzel Washington vuelve a la acción en la piel de Robert McCall, un tipo aparentemente normal y aburrido que un día explota de ira y se convierte en el vengador de los desvalidos. Washington vuelve a trabajar con Antoine Fuqua, que ya lo había dirigido en Día de Entrenamiento, y eso se nota. McCall, nuestro protagonista, es capaz de las más impresionantes y crueles proezas sin que le tiemble el pulso y aún así mostrar un costado sentimental. Es sin duda el lado fuerte de Washington. Sin embargo, lo que para el actor es su fortaleza, también es su debilidad. Parece que los guionistas ven a Denzel y escriben un personaje bastante en común para cada una de sus apariciones. En exceso, esto puede cansar al público. Cobrar venganza por el destino de una chiquita con la que él se llevaba bien me recuerda a Hombre en Llamas más de lo que me gustaría. Sin embargo, el acierto es que sólo descubrimos el lado de acción de McCall después de un buen rato. Al principio el personaje es un tipo que vive tan correctamente que incomodaría a cualquier persona normal. Es como Ned Flanders sin humor, y cuando intenta hacerse el groso queda como un idiota. Pero de pronto el hombre de los libros y la camisa abotonada hasta lo último se convierte en un asesino despiadado. La idea es darle un mensaje a los proxenetas que tienen atrapada a su amiga del bar, Chloë Grace Moretz, en una red de trata de personas. Pero resultó en tanta mala suerte que no eran proxenetas comunes y silvestres sino capos de la mafia rusa. Podría haber dejado todo como estaba, pero tenía que ser el héroe de acción y tratar de desbaratar él solito toda la red de mafiosos. Lo más notable es que es tan hábil que es algo factible. Para los fans de las películas de acción, está es la suya. Una historia de acción hecha y derecha, con todos los elementos narrativos de la buena acción. Un retirado de los malos hábitos vuelve gracias a una provocación, ver cómo los malos se aprovechan de los vulnerables. Es de librito. Lo mejor de esta producción es la fotografía. Las escenas con VFX bien aprovechadas, la cámara lenta y la profundidad de campo, construyen unos planos que por momentos recuerdan a Sin City pero a colores. Si se abusara de este recurso sería un exceso, pero en su justa medida como está aquí, crea un ambiente excepcional que despega esta película de otras mil películas de acción con historias similares. Un blockbuster para los fans de las explosiones y las peleas cuerpo a cuerpo, aunque narrativamente no es demasiado original. Agustina Tajtelbaum
De nuevo en llamas... A pesar de los años, a Denzel Washington le sigue quedando bien el traje de héroe implacable, frío y calculador, ése que ya ha interpretado en varias oportunidades, pero que supo componer casi a la perfección en la genial Hombre en llamas, del difunto Tony Scott. The equalizer es, precisamente, una película hecha a la medida de ese tipo de protagonista, y todo lo demás es meramente circunstancial. Denzel arde otra vez, pero las llamas no queman como cuando tuvo que interpretar a John Creasy. The equalizer está lejos de asemejarse a Hombre en llamas, por carecer de sustancia argumental y también por su escasa complejidad dramática. Robert McCall es un héroe estereotipo del cine comercial moderno, un Jason Bourne humanizado al que cuesta creerle, pero que igual entretiene cuando le toca darle una lección al malo de turno. Lo interesante de la película, su fuerte, está en la cinematografía. Visualmente, The equalizer no es una propuesta del montón, y logra destacarse gracias a su fotografía y a una muy buena dirección en general. Todo lo demás, sin embargo, el resultado es apenas ordinario. La historia es banal e inverosímil, y el resto del reparto es intrascendente, incluido el villano de turno, perfilado según la típica receta hollywoodense. The equalizer es una película para pasar el rato y listo. No hay mucho más que Denzel Washington enojado y buena cinematografía dentro de la cinta. Si las expectativas se contienen, es una película que entretiene la mayoría del tiempo, pero no es una pieza imprescindible para cualquiera que disfrute del cine de acción.
VideoComentario (ver link).