Jubilado violento George Clooney siempre tuvo canas, así que puede hacer de viejo ¿no? ¿O es el que el tiempo pasa y nos está haciendo mierda a todos nomás? Entérate. Jack (Clooney) es un veterano killer a sueldo de vacaciones en Suecia, con una mina bárbara. Pero la paz invernal se ve alterada por unos sicarios que vienen a boletearlo. Jack se los carga a todos y escapa a un pequeño pueblo en Abruzzo, Italia a esperar instrucciones de su jefe para un último trabajo. Mientras tanto la caretea que es fotógrafo pero la mentira dura poco. Lo contratan para ensamblar un arma a pedido y se enrosca con una prostituta y, además, en el pueblito aparecen caras raras y la cantidad de habitantes comienza a descender notablemente. Una rara peli de acción, en un estilo europeo setentoso con mucho tiempo muerto para esta clase de films, dirigida por Anton Corbijn, un tipo con mucha historia que durante los 90s hizo videoclips para U2, Nirvana y Depeche Mode. Este es su segundo largometraje (el primero fue “Control” sobre el cantante de Joy Division, Ian Curtis) y la primera vez que filma algo sin relación con la música. Muy colgada y filmada en lugares alucinantes. Vale la pena.
La historia es buena, y el saber si te puede gustar o no depende solamente de como te caiga el ritmo con la que ha sido filmada. Simplemente considerando si te gustan las películas frenéticas o las que parecen que avanzan como...
Nadie sale vivo de aquí En su primera incursión hollywoodense luedo de su aclamado debut con Control -la notable biopic sobre Ian Curtis, líder de la banda Joy Division-, el prestigioso fotógrafo y documentalista holandés Anton Corbijn (figura clave de la escena rock de las últimas dos décadas) construye una suerte de neo noir climático, minimalista, enigmático y existencialista al servicio de George Clooney, en el papel de un asesino a sueldo que se esconde (o trata de hacerlo) en un pequeño y encantador pueblo del Abruzzo italiano. El resultado, sin ser decepcionante (es un film con unos cuantos valores y hallazgos), tampoco es del todo convincente. La película -que no es "independiente" pero que definitivamente pretende no parecer mainstream- se arriesga bastante al trabajar los puntos muertos, el "mientras tanto" de un killer que debe "perder el tiempo", esperar hasta que se concrete un nuevo encargo. Así, tras una sangrienta apertura ambientada en la nevada Suecia, la narración se trasladará a la soleada Italia. La apuesta tiene algo de The Limits of Control, de Jim Jarmusch, pero no llega a la experimentación casi radical de aquella propuesta sino que termina cediendo a un romanticismo demasiado torpe y previsible, que incluso coquetea con el lugar común cuando ese solitario imposibilitado de establecerse en un lugar y menos aún de comprometerse emocionalmente se enamora de una bellísima prostituta del lugar (Violante Placido), que está dispuesta a dejar todo por él (al fin de cuentas es George Clooney). Corbijn es un hábil narrador, un buen creador de atmósferas y un exquisito del encuadre y del tratamiento de la imagen (a veces, al borde del regodeo, de un preciosismo exhibicionista). En este caso, por suerte, evita caer en el pintoresquismo (y hay un procesión religiosa que tenía todo para eso), pero el film se queda a mitad de camino entre la exploración de las contradicciones íntimas de un asesino profesional (no funciona en ese sentido la relación con el párroco del pueblo), la inevitabilidad trágica del noir y las convenciones más transitadas del cine de género. No está mal, pero de la dupla Corbijn-Clooney podía esperarse algo mejor.
Podría haber sido un thriller común y silvestre de no ser por el magnánimo director Anton Corbijn. Este holandés comenzó su carrera en la adolescencia, como fotógrafo de bandas de rock. Luego pasó a dirigir videoclips de agrupaciones como Echo and the Bunnymen, U2, Johnny Cash, Nirvana y Metallica. Su trabajo más legendario es con Depeche Mode, al punto de definir la imagen del grupo desde el disco Music for the masses. Su ópera prima también está vinculada a la música: Control narraba las últimas horas de Ian Curtis, vocalista de Joy Division, con quienes también colaboró en su momento. El estilo visual de Corbijn se basa mayormente en un envidiable uso de la fotografía en blanco y negro, que le da a la imagen una impronta realista, a veces sexy, a veces peligrosa, siempre irresistible. El ocaso de un asesino, su segunda película, toma distancia del rock y el pop para adentrarse en una historia de género. En una entrevista, Corbijn contó qué le atrajo del proyecto: “Quería encontrar una película diferente. Me fijé en diferentes géneros hasta encontrarme con el libro original en el que había una historia de redención. También me di cuenta de que era un buen marco para desarrollar un western o un spaguetti western”. Y se nota la influencia de aquellos films: planos generales de montañas, cerros, nieve, bosques; primerísimos primeros planos y hasta una suerte de duelo al final. Ah, y en un televisor pasan Érase una vez en el oeste, de Sergio Leone, abanderado de los Spaguetti. Sin embargo, el estilo elegido por el director es tranquilo, concentrándose en los personajes y en la historia. Algo que ya se veían en sus fotografías, donde suele aparecer gente común en actitudes relajadas, lejos de la rutina. No es una sucesión de persecuciones, tiros y cosas que explotan. Se nota que a Corbijn le dieron libertad creativa, por suerte. Anton C. también fue muy inteligente al darle un toque atemporal. Es más, sin la presencia de tecnología moderna, como celulares y LCDs (aparecen muy poco, de todas maneras), la acción podría transcurrir en los ’60 o ’70, período en el que, además de los mencionados spaguetti westerns, se filmaron los thrillers europeos más recordados, empezando por El samurai, protagonizado por Alain Delon y dirigido por Jean-Pierre Melville. Otro de los puntos altos reside en George Clooney —también productor—, en una de sus actuaciones más introspectivas y misteriosas. De hecho, habla poco y casi no sonríe durante la película, sobre todo en la primera hora, cuando su personaje todavía no entró en confianza con el Padre Benedetto ni con Clara. Hablando de ellos, los actores que los interpretan no se quedan atrás de Clooney. Paolo Bonacelli compone a un sacerdote viejo, pero muy experimentado a la hora de reconocer pecadores... y de perdonarlos. Observación curiosa: Bonacelli tiene un aire a Alfred Hitchcock. Si a eso le sumamos que George C. es el Cary Grant de los últimos tiempos... En cuanto a Clara, Violante Plácido le pone el cuerpo (¡y qué cuerpo!), y es sin dudas la revelación. Una caliente escena entre ella y Clooney provocó que El ocaso... fuera calificada con una R (para ser visto por mayores de 18 años). El ocaso de un asesino es más que la típica historia de agentes secretos. Es la historia de alguien que quiere ser libre, pero que sigue esclavizado a un peligroso estilo de vida. Esperemos que Corbijn sigua filmando largometrajes con esa mirada tan audaz y original que lo hace único.
Poca Acción en una película de “acción”, con un buen trailer... Vi “El Ocaso de un Asesino” sabiendo que la peli llegó a ser número uno de taquilla en los Estados Unidos, y me parece que allá vieron otra peli, o que un muy buen tráiler y un creativo afiche los engañó. Por supuesto que como cinéfilo, a toda peli le veo el lado positivo, el lado creativo y que me deje algo, a ver como explico… “El Ocaso….”. La idea es buena, la trama y ciertas situaciones son buenas, el planteo de inicio de la peli es muy bueno pero va cayendo de a poco, no se sostiene y uno como espectador quiere que se sostenga, quiere que la trama se vaya enredando, pero comienza a ser muy predecible. Por un lado el ritmo es lentísimo, y por lo tanto le quita acción a las escenas de acción. Los diálogos son muy escasos. Quizás el director quiere contar la historia con personajes de pocas palabras, pero no se consigue y el espectador se queda con las ganas de que se actué ,de que se conozca más, y al reducir tanto las conversaciones la cosa sale muy poco natural. El paisaje del bello pueblo italiano es impecable, muy buena fotografía y con planos impecables. George Clooney, actor y productor del film está correcto, tranquilo, con pocas marcaciones, creando un personaje solitario, atormentado, desconfiado, y reservado, se encuentra muy bien reflejado. Sus compañeros de elenco están algo estereotipados, bellísimas Irina Björklund y Violante Placido (tapa de Play Boy italiana… recién googleada). Si el espectador está pensando en ver una película de acción, según el trailer está equivocado, a la peli le faltan unos minutos de disparos y explosiones que te hagan estremecer.
Un asesino entre sospechosos cercanos Con inspirado clima introspectivo, la película de Anton Corbjin acierta en la pintura de los personajes y en el ambiente aislado donde desarrolla su acción. El film está basado en la novela "A very private Gentleman" del autor Martin Booth y el mayor mérito pasa por el trabajo actoral de su protagonista: George Clooney en el papel de Jack, un asesino profesional con ganas de retirarse del negocio. El relato comienza en Suecia, en medio de la nieve, donde Jack despierta de su letargo y entra en acción cuando se siente amenazado. El quiere salir del "juego" pero las cosas no son sencillas y menos cuando se traslada a un pueblito de Italia a esperar instrucciones y realizar su último trabajo. Las escenas en las que Jack se ejercita físicamente o prepara en silencio el arsenal que lo mantendrá con vida, son eslabones de una larga carrera que parece entrar en el olvido. Allí es donde se muestra el costado vulnerable del personaje: es capaz de enamorarse de Clara (la impactante Violeta Placido) una prostituta del pueblo y entablar una amistad con el párroco del lugar. El ocaso de un asesino tiene poca acción; persecusiones por laberínticas callecitas; una atmósfera de peligro constante y un tono romántico en los minutos finales. Ese es el acierto del realizador: poner a su personaje en alerta y rodearlo de sospechosos cercanos. Y la violencia golpea una vez más, como campanadas teñidas de sangre.
Un hombre redimido A diferencia de lo que aparenta a simple vista, El ocaso de un asesino (The american, 2010) no es un thriller ni un film de acción sino un relato intimista acerca de un asesino a sueldo que busca dejar la profesión. George Clooney interpreta al asesino en cuestión que padece de paranoia a convertirse en blanco del próximo encargo. La historia del asesino redimido ya fue contada varias veces en la historia del cine y ésta no es la excepción que escape a los lugares comunes del subgénero. Jack (George Clooney) termina un trabajo en Suecia en el que casi pierde su vida. A razón de ello repiensa su situación y se recluta en un pueblito italiano aislado en la montaña. Su vida solitaria será breve debido a que pronto trazará lazos afectivos con el cura del pueblo y una prostituta de buen corazón. En esta historia de pecadores que buscan la redención será difícil para Jack desarrollar su última misión. Varios son los ejemplos de películas sobre personajes redimidos que deciden dejar toda una vida de pecado para volcarse a la “senda del bien”. Jean Renno en El perfecto asesino (The professional, 1994), Silvestre Stallone en Asesinos (Assassins, 1995) o Robert De Niro en Fuego contra Fuego (Heat, 1995). Lo cierto es que más allá de la variedad de géneros entre los ejemplos mencionados, lo que si hay en común son los lugares frecuentes que atraviesa el personaje redimido. Son todos hombres solitarios, que realizan una actividad individualista como armar y desarmar su el arma, tienen carácter paciente, movimientos lentos, son inexpresivos corporalmente, tienen pocos gestos y menos palabras. Sus problemas laborales comienzan cuando trazan lazos afectivos con otra persona, siendo ésta por la que sacrificarían su profesión. El dilema pasa por si aún están a tiempo de cambiar o ya es demasiado tarde. Todos estos lugares comunes repite el personaje de George Clooney en El ocaso de un asesino. Sin embargo podemos destacar en el film el importante y trascendente papel que juega la religión. Estamos en un pueblo italiano, lugar católico si los hay. El cura del sitio conoce a todos los habitantes y sus secretos, incluso él mismo tiene secretos que contar. Clooney interpreta en este contexto a un pecador y se relaciona con una prostituta (otra pecadora) que buscan redimirse. La culpa, el castigo divino y el ajuste de cuentas adquieren valores bíblicos, sobre todo en el Vía Crucis final. El actor de Michael Clayton (2007) trabaja su personaje desde la contención, método prejuiciosamente adjudicado a los buenos actores, y con eso le alcanza para transmitir su angustia interna. El ritmo del film pausado y con movimientos de cámara lentos destacan la sensación de ocaso (como bien su título argentino lo dice) que vive el protagonista. El ocaso de un asesino culmina siendo una película previsible por transitar todos los lugares habituales del subgénero aunque igualmente correcta. No será un film memorable -jamás a la altura de Escondidos en Brujas (In Bruges, 2008)- pero que cumple con el objetivo planteado: transitar el camino a la redención.
Armado y misterioso George Clooney encarna a un hombre parco y con secretos en este seco thriller. Acaso para cambiar de aire, o porque le quedaba más cerca la zona de rodaje de su casa en el Lago Como, George Clooney se embarcó en un proyecto inusual como es El ocaso de un asesino . El filme, dirigido por el realizador de Control , el también fotógrafo holandés Anton Corbijn, en bellas locaciones de Italia, difere bastante de los proyectos que usualmente encara el actor. Si bien Clooney es un hombre que toma riesgos en su carrera -lo ha hecho muchas veces, especialmente como realizador-, esta película plantea algo inédito en su filmografía. Es una película europea. En realidad, El ocaso... es un choque de estilos. Por un lado remite a cierto cine estadounidense de los años ‘60 y ‘70 (con antihéroes solitarios y lacónicos, como Steve McQueen, Lee Marvin o el mismo Clint Eastwood), con un asesino silencioso y misterioso, del que apenas sabemos unos datos que quedan claros en el arranque: unos suecos lo están buscando para matarlo. ¿O no es tan así? Lo cierto es que después de ese comienzo que promete -como el trailer- un filme riguroso pero duro, intenso, casi un western que se mudará a los pequeños pueblos de Abruzzo, Corbijn opta por un estilo más contemplativo, intentando acaso remedar a El samurai , de Melville/Delon, o hasta estilos aún más secos (de la línea Antonioni/Bresson) o el de la reciente Limits of Control , de Jim Jarmusch. Pero se queda a mitad de camino entre ambos. Siempre rodeado de bellas mujeres (una prostituta, Clara, especialmente), el hombre -que puede llamarse Edward o Jack o Mr. Butterfly- se escapa y se esconde, se hace pasar por fotógrafo, comienza a construir un arma a pedido (acción que ocupa un largo rato del filme), a tener conversaciones pseudofilosóficas con un cura y uno, como espectador, sabe que el estallido no tardará en volver a aparecer. El ocaso de un asesino homenajea con conocimiento y respeto a esos antecesores, pero no consigue emular ni su tensión ni su fuerza dramática. Parece, casi, un ejercicio de estilo o una recreación fotográfica, donde las piezas están todas ubicadas en el lugar correcto pero el filme cobra vida sólo intermitentemente, acaso por la dedicación algo excesiva del director en destacar la belleza del lugar. Y, claro, de Clooney y sus varias mujeres. Haber hecho el filme de Corbijn es una elección respetable y noble de parte de Clooney. Lástima que el resultado no esté a la altura de sus pretensiones y que, finalmente, el filme no convoque ni interese tanto como otros trabajos suyos cercanos a este estilo como Syriana o Michael Clayton.
Un thriller indeciso para Clooney El ocaso de un asesino atiende menos a la acción que a la observación psicológica y así se torna solemne El ocaso de un asesino es un film tan enigmático, meticuloso, contenido y distante como su protagonista. Quiere ser un thriller, pero atiende menos a la acción y a las intrigas de la trama que a la observación psicológica, quizá porque se propone revelar la angustia existencial que acosa al personaje. De éste ni siquiera se sabe su nombre verdadero (Jack, Edward o Mr. Butterfly, según quien sea su interlocutor); sólo que está dispuesto a abandonar pronto su sofisticada ocupación (se dedica a adaptar armas y proyectiles según las necesidades de sus clientes, asesinos profesionales de muy alto nivel, como él), y que por ahora, hasta que concrete su última entrega y ya que su oscuro pasado lo ha convertido en blanco de múltiples e inidentificables enemigos, debe permanecer escondido en un pueblito de los Abruzos. "No hagas amigos", lo previene su jefe, pero él -renovada versión del clásico matador solitario, silencioso e inmutable- se vincula con un sacerdote que adivina su honda crisis interior y con una bella prostituta que alcanza a percibir los restos de un fatigado corazón detrás de la máscara impasible del hombre. Se habla del pecado, del paraíso, se insinúa alguna forma de salvación, se cita a Sergio Leone, cuya influencia es notoria en los largos pasajes que detallan la minuciosa labor manual del protagonista. El film, he ahí el problema, se toma demasiado en serio. Quiere ser profundo y se pone solemne. La confusa intriga del thriller languidece -muchos puntos quedan oscuros-, y a sostenerla poco ayudan un personaje por el que es imposible experimentar alguna adhesión (elección más que curiosa tratándose de un actor carismático como Clooney), un libro que abusa de los enigmas y un lenguaje narrativo que hace poco por resultar inteligible. Eso sí; el holandés Anton Corbijn es un gran fotógrafo y sabe sacar provecho de las bellezas de la región italiana donde se rodó el film y de la voluptuosidad de Violante Placido, hija del actor y director Michele Placido. Algo es algo.
Los criminales ya no son los de antes Los asesinos profesionales son fríos, metódicos y despiadados. Tan capaces de calibrar un arma durante semanas como de ejecutar de un tiro en la nuca a la mujer con la que pasaron la noche. Todo eso, siempre y cuando no se crucen con una tanita tetona. En ese caso se convertirán en románticos incurables, dispuestos a renunciar a todo e irse a vivir con ella. Si no se comparte esa premisa será difícil sintonizar con El ocaso de un asesino que, lejos de ser una comedia delirante –sería una posibilidad–, está narrada como el más serio de los dramas existenciales. Como si el protagonista de A quemarropa se hubiera extraviado en Pan, amor y fantasía, como si en Ultimos días de la víctima Luppi le hubiera regalado una rosa a Solita Silveyra en lugar de desmayarla de una trompada, como si fuera posible imaginar a George Clooney enamorado. El disparatado cruce entre thriller gélido y tarjeta romántica italiana no es, sin embargo, lo único que no funciona en una película que parecería padecer serios problemas de identidad. Basada en una novela del británico Martin Booth y coproducida por el propio Clooney, The American se estrena en Argentina con un título tal vez demasiado soplón. Pero es la propia película la que transparenta lo que sería bueno disimular, con traiciones que se ven venir desde las primeras secuencias y que el desarrollo posterior no hace más que corroborar. Tras dejar fuera de combate a un par de sicarios, el hitman Jack (Clooney) viaja de Suecia a Roma vía Munich, buscando refugio en el último rincón de la Tierra. Alguien lo quiere muerto y Castel del Monte, típica aldeíta de la montañosa región de Abruzzo, parecería garantizar una adecuada desaparición. Haciéndose pasar por fotógrafo, el ahora llamado Edward traba contacto con dos instituciones peninsulares: un cura y una prostituta. Obvio desde el nombre mismo, el padre Benede-tto (el veterano Paolo Bonacelli, que supo actuar en Salò y El misterio de Oberwald) intentará salvar su alma, con consejos y moscatos. Podría pensarse, entonces, que el alivio que dispensa Clara (Violante Placido, hija del actor y realizador Michele Placido) apunta al cuerpo. Y sin embargo no. Dirigida por el holandés Anton Corbijn, reputado especialista en videoclips (dirigió un montón de Depeche Mode y varios de U2, debutando en cine con el biopic Control, sobre Ian Curtis, líder de Joy Division), El ocaso de un asesino no ahorra clichés. El párroco es gordo, hedonista y tan bien intencionado como Aldo Fabrizi en Roma, ciudad abierta. A falta de uno, Clara responde, a su turno, a dos lugares comunes: la italiana exuberante y la puta buena y casamentera. Otro cliché, la tercera pata del triángulo se llama Mathilde y es un alter ego de Jack. Asesina profesional gélida y sexy, llega a Castel del Monte para que Jack le diseñe un arma de largo alcance. Hecha de deseo y sospecha, la relación entre ambos recuerda la que unía a Julia Roberts y Clive Owen en Duplicity. Pero sin pizca de humor. Fotografiada como para una revista de diseño, con una banda de sonido que cruza a Puccini con Bach y Patty Pravo y Clooney sobreactuando al Lee Marvin de A quemarropa, habría que ver si la desorientación es producto de la novela original, de un guión que no supo leerla o de un realizador que no dio en la tecla. En cualquier caso, mezclar humanismo rancio con thriller cerebral, costumbrismo for export con intriga sin intriga, tono gravemente existencial con pintoresquismo de tarjeta postal y diálogos ampulosos con resoluciones de ópera mal digerida son las armas más seguras para asesinar una película.
El poster de este estreno es engañoso. Tal vez si mostraban a George Clooney sentado en una mesa tomando un café era más apropiado, ya que es lo que el tipo hace durante gran parte de esta historia más que correr con armas. Lo quiero dejar bien claro. El ocaso de un asesino no es para nada una mala película, pero atrasa más de 30 años con una propuesta ultra trillada que ya no da para más. Los asesinos a sueldo necesitan de manera urgente una renovación en el cine porque ya no se puede seguir refritando el mismo cuento de siempre. La culpa la tiene un señor francés llamado Jean Pierre Melville, quien en 1967 revolucionó el género policial con una película llamada El Samurai, que protagonizó Alain Delon. Ese film estableció de manera contundente el modelo del asesino a sueldo en la pantalla grande al presentar a un personaje inédito hasta ese momento, cuyas características fundaron la base de este tipo de sujetos en el cine. El criminal parco, de vida solitaria, con códigos muy especiales que se enfrenta a una última gran misión, nació con El Samurai. La película que tuvo una narración minimalista se convirtió en uno de las producciones más importantes de la movida del cine francés de los años ´60. El tema es que fue tan groso lo que hizo Melville con esta historia en su momento que desde entonces los asesinos a sueldo en la pantalla grande se convirtieron en una maldita copia de lo que hizo este tipo hace tres décadas! Algunos cineastas inteligentes lograron encontrarle una vuelta de rosca al tema y darle personalidad. The Killer, de John Woo, que estuvo totalmente influenciada por el trabajo de Melville tuvo su propia identidad debido al particular estilo narrativo del Gran Woo. Ghost Dog: el camino del samurai, de Jim Jarmush, es otro ejemplo contundente, donde tomaron la influencia de Melville pero su director le agregó algo propio. La mayoría de las propuestas restantes cayeron en lo mismo al copiar el film con Delon. Escondidos en Brujas, con Colin Farell, estrenada hace unos años, es otra excepción decente donde los criminales de este tipo fueron trabajados con un poco más de originalidad. En El ocaso de un asesino el director Antón Corbijn evoca con su narración esa clase de policiales franceses que se hacían en los años ´60 con el problema que brinda una historia que ya se contó un millón de veces. A los cinco minutos que te presentan a George Clooney, quien brinda su versión personal del famoso “samurai” ya sabés lo que va a ocurrir en cada maldita escena del film, porque es totalmente predecible. Corbijn es un gran director visual que adquirió notoriedad por sus videos clips, que hizo para Depeche Mode (“Personal Jesús”) U2 (“One” y “Pride”) y Metallica (“Mama Said”) entre tantos otros artistas, que se destacaron por una estética muy particular. En este film se nota que él estuvo detrás de cámaras y este estreno se ve realmente espectacular. El tipo le sacó el jugo a esas espectaculares locaciones europeas con un trabajo de fotografía fabuloso. Clooney brinda un buen trabajo actoral pero a este film le jugó en contra el guión. Al no aportarle nada especial la película se vuelve un bodrio pretensioso de aquellos Al menos para los seguidores de los policiales que no descubrieron el género con Pecados Capitales.
El asesino americano Jack o Edward, según sea el caso, está cansado; se le nota en la mirada, no quiere saber más de ese oficio tan ingrato que es el de matar gente. Su jefe, el que le da las misiones, dice que ya no tiene el "toque" y lo manda a refugiarse a un pueblito italiano hasta completar otra misión. Por más hosco que intente ser, a Jack se le animan igual, y así se hace amigo, o algo por el estilo, del cura del pueblo y va un poco más allá con una puta del lugar. Mientras, Jack trabaja en el que ya casi tiene decidido será el último encargo. George Clooney protagoniza un filme muy europeo, no sólo por los paisajes y el elenco sino también por el tono, esa ausencia de prisa a la que nos acostumbró buena parte del cine francés, por ejemplo. El director tensa el clima, propone un filme denso, se apoya en la mirada de Clooney, en su actitud paranoica, esa que permite a su personaje seguir con vida. El suspenso crece, tal vez hacia lo obvio, una resolución otras veces vista, seguramente. Pero consigue redondear una cinta sin artificios, bien fotografiada, morosa en el relato, algo que se acentúa ante los escasos diálogos que tiene el filme; que por cierto no viene mal ante tanta parrafada gratuita que se suele lanzar ultimamente en el cine. De acertada musicalización, paisajista fotografía y buenas actuaciones en el elenco, "El Ocaso de un Asesino" no destila originalidad pero sí propone, en cambio, un buen momento cinematográfico.
El ocaso de un asesino, también conocida como la última de Georges Clooney, es lamentablemente, una decepción. La historia ya fue vista muchas veces en el cine - un asesino a sueldo descubre el amor, lo cual lo hace querer desprenderse de una vida de pecado, pero para lograr la tan enhelada redención deberá realizar un último trabajo. Es la historia de El perfecto asesino, de Luc Besson, entre tantas otras. El film no posee en este sentido ninguna originalidad, y pese a plantearse como "independiente" respeta a rajatabla los elementos del género: Chico malo se enamora de prostituta buena, se hace amigo del cura del pueblo y ahora sólo mata en defensa propia...casi. El film es predecible hasta hacernos enloquecer, y la resolución final es una salida bastante fácil - y poco verosímil- para cerrar la historia...desaprovechar de esa manera la oportunidad de utilizar una procesión religiosa como escena de acción en un film sobre asesinos, es - valga el juego de palabras - un pecado. Por otro lado, parece el destino de los actores que han logrado el mote de "serios", ganadores de premios de la Academia, realizar roles ascéticos; personajes que trabajan desde la contención más que desde el histrionismo...no hay ni una sonrisita seductora con la que viene haciendo suspirar a millones de mujeres desde la serie E.R. de parte de Clooney en este film. Y seríamos los primeros en alabar que haya pasado de este empacho seductor, pero...su actuación contenida, más que contenerse, coquetea con el nihilismo. La gracia está en llegar al límite y nunca estallar, y no en la inexpresión. Una pena por el bueno de Georges, pero a no desanimar que igual iremos todos al cine a verla...porque es la última de Clooney.
Clooney, el americano impasible Lejos de cualquier tipo de glamour hollywoodense, el actor intepreta a un sicario que espera su última misión antes de retirarse, en un film donde, más que tiros y acción, el nudo dramático pasa por la introspección del protagonista. En el comienzo el relato ubica a Jack (George Clooney) en Suecia, donde ejecuta sin piedad a tres personas, un derroche, una anomalía que certifica que algo salió mal. Enseguida, el killer se traslada a la campiña italiana, un respiro soleado antes del próximo trabajo. Como un profesional que domina todo el espectro de su oficio, Jack construye por encargo un arma para Mathilde (Thekla Reuten), un misterioso contacto. Mientras tanto, comienza una amistad con Benedetto (Paolo Bonacelli), el sacerdote del pueblo, y se enamora de la bellísima Clara (Violante Placido). Aunque con algunas concesiones a la narración más mainstream, El ocaso de un asesino es una película rara, que trabaja sobre el noir desde una concepción independiente, en la que el nudo dramático pasa por la introspección del protagonista, un asesino profesional a punto de cumplir con un último contrato antes de retirarse. Y buena parte de la “anomalía” del film descansa sobre Clooney que, bien lejos de cualquier tipo de glamour hollywoodense –y aun más del estilo Cary Grant, con quien se lo compara cíclicamente–, compone a un personaje reconcentrado, con una economía de movimientos que dan cuenta de la batalla interior por salir de ese mundo oscuro, y a la vez está preparado siempre para lo peor. El holandés Anton Corbijn, director de la extraordinaria Control –sobre Ian Curtis, el fundador de Joy Division– y responsable de varios videoclips notables de grupos como Depeche Mode, Nirvana, U2, Nick Cave y Metallica, se aleja de la exuberancia del mundo del rock y se arriesga por una puesta seca, aun en los paisajes de postal de la zona montañosa de Abruzo y del guión de Rowan Joffe (Exterminio 2) y de la convención narrativa que hace que el protagonista se enamore de una prostituta y entable relación con un sacerdote que, siguiendo con los tópicos gastados, vendría a ser algo así como la voz de la conciencia de Jack. Con varios puntos en común con la volada El último samurai de Jim Jarmusch, El ocaso de un asesino bien podría ser un western aggiornado, pero la diferencia es que se asienta sobre las estilizadas reglas del cine negro y así se convierte en casi un estudio sobre las contradicciones de un artesano de la muerte. Y para eso explora un costado poco transitado del gran Clooney, un intérprete con recursos sutiles infinitos, que cada tanto está dispuesto a desmarcarse de los papeles de galán encantador.
Se le acabaron las millas Le puede ir muy bien en los casinos de Las Vegas y de Europa, pero con el amor no tiene suerte hacer rato. George Clooney es un galán descorazonado. Al menos en sus últimas interpretaciones. Esta vez en El Ocaso de un Asesino, sino las puede tener… las mata. El personaje de Jack hace recordar un poco al Ryan de Amor sin Escalas, un hombre taciturno, con un pasado oscuro, solitario, sin hogar fijo, experto en lo suyo, que desea que cada nuevo trabajo sea el último porque siempre termina perdiendo una mujer en el camino. Rodeado de una típica villa italiana, se enamora de una prostituta hermosa, con la que se quiere escapar después de realizar una última misión, en la cual no va a tener que soltar disparos supuestamente sino solamente armar a una bella asesina. Este segundo largometraje de Corbijn prometía desde el trailer y el afiche inicial, mostrarnos una perspectiva europizada de las películas de asesinos profesionales. En ese sentido, el director de Control cumple, al menos en términos cinematográficos. Junto con el director de fotografía, aprovechan al máximo cada paisaje europeo (ya sea Suecia o Italia) para enfatizar la desolación de este personaje que solamente tiene que esperar… a que le llegue la hora. Corbjin trabaja el personaje de Jack en varios niveles psicológicos y existenciales, pero sin ser redundante o explicativo. El sutil, fino y elegante trabajo de George Clooney es muy interesante para entender el funcionamiento de la mente de este hombre. Corbjin trabaja con cuadros, no con planos. Trabaja con una simetría total completamente pictórica clásica, y aplica dicho clasicismo en la elección de las referencias cinematográficas que utiliza. La película remite a los policiales negros de principios de los ’50 con un protagonista al que no le queda mucho tiempo de vida, y a la vez por la elección de los principales personajes que lo rodean, Clara (la prostituta) y el padre Benedetto, un cura bonachón, con un secreto a cuestas. También se nutre, y muy bien a los policiales dramáticos europeos de los años ’60, especialmente los franceses como A Pleno Sol, de René Clement, donde por primera vez aparecía el personaje de Tom Ripley (Alain Delon), también reconocido en El Amigo Americano (de Wim Wenders con Dennis Hooper como Ripley). Si bien, Jack no es un sociópata como Ripley, el hecho de ser “un americano” forma parte fundamental de la estética narrativa de la película, donde se hace hincapié en la utilización del termino “americano” según la cultura europea: un café americano, el tema “No parlo americano” (que salía en El Talentoso Sr. Ripley para seguir en los paralelismos con el personaje de esta película). Y no falta tampoco la sensación de estar viendo un western crepuscular como A la Hora Señalada o Quién le Disparó a Liberty Valance, donde el “héroe”, debía esperar la llegada del villano en un pueblo pequeño y de paso, se enamoraba de la chica menos pensada antes de duelo final. Esta vez, el villano es dejado a un segundo plano para centrarse en crear a este antihéroe. Y en este sentido es donde encuentra más agujeros la película. Si bien desde un punto de vista visual e interpretativo, el talento artístico de fondo es innegable, la imagen está trabajada en sentido plástico, e incluso los tiempos son diferentes al de los thrillers estadounidenses contemporáneos, pero no por esto es densa o aburrida (aun cuando no hay mucha acción, Corbijn maneja muy bien los climas de suspenso y da falsas pistas al personaje, y al espectador), a nivel narrativo, la historia es demasiado previsible y convencional. Al hablar de Erase una Vez en el Oeste, Sergio Leone (quien tiene un homenaje justificado en el film) dijo: “Es una danza de la muerte: desde el principio sabemos que los personajes no van salir vivos”. Ahora bien, la comparación es un poco banal: mientras que Leone sabía como rellenar el desarrollo de la película con lirismo auténtico, humor y escenas de acción soberbias, Corbjin se limita a dejar que el tiempo pase… y pase… Por lo tanto, cuando termina el film, uno dice… “Al final, todo terminó como pensaba”. Nos quedaremos con los méritos de un director cinéfilo, excelente constructor de climas y encuadres, las soberbias interpretaciones de Clooney, Plácido (Clara), Bonacelli (el cura) y Leysen (Pavel, el jefe de Jack) antes que una historia tan remanida, con tantos lugares comunes. Demasiada película para tan poco guión.
Nada nuevo bajo el ala de George. Con gran presencia, el americano no es otro que George Clooney, la estrella de porte, fachero, que moviliza la atracción de cuanta dama de abarcativo rango de edad y, a mí en particular por esos riquísimos Nespresso que publicita. Este, decidió vincularse a un nuevo proyecto que en fin, no es nada nuevo en su carrera, un film muy cuidado en estética, sobrio y con una pronta distante visión sobre un pueblo rural italiano. Hablaré de El Americano, ya que me resulta tedioso el título que aquí se ha escogido para titular el largo (El Ocaso de un Asesino). El Americano, no es más que un gran efecto licuadora entre dos títulos en los que casualmente George tambien ha estado involucrado: Michael Clayton y Amor Sin Escalas (otra elección horrorosa de traducción para Up in the Air). Anton Corbijn, director de videoclips y ópera prima Control, primer film exhibido en Argentina con tecnología de transmisión desde un server en otro país, intenta recrear un western urbano, con la mención a Erase una Vez en el Oeste del rey del spaghetti Sergio Leone, pero las locaciones en Italia, específicamente Abruzo, carecen de la polvareda, ese sol que quema las pestañas de los cowboys, la ciudad es demasiado fría. Este thriller está en gran parte muy alejado de poder integrarse dentro del género de acción, ya que ésta es escasa, la trama gira más en torno al misterio de quien está queriendo asesinar al Mr.Butterfly compuesto por Clooney, un asesino a sueldo casi retirado que a su vez reforma armas para otros con su mismo quehacer, misiones desconocidas, otros asesinos a sueldo con encargos de liquidarlo, pero siempre contando con la incógnita del por qué, a libre interpretación del espectador quien debe asimilar como plazca ciertos acontecimientos, el resultado en éste sentido es el de esos films que alejan, no integran, ni terminan lograr ser lo suficientemente atrayentes para el espectador. Como para brindar un vuelco sentimental a la historia, Butterfly, por más que haya sido aconsejado de no generar amigos ni hablar con nadie, presenta un interés en una prostituta con quien establece una relación ambigua, fría y temperamental, la belleza es Violante Placido, quien brinda ese condimento extra como en los típicos films donde un extranjero termina enganchándose con la voluptuosa nativa de la ciudad foránea que le tocó visitar. La fotografía del film es realmente algo a tener en consideración, de esos films donde uno destaca que “Italia nunca se vió tan bella”.
Adiós a las armas No por casualidad el apodo de George Clooney en este film europeo dirigido por el holandés Anton Corbijn (aquel de Control) sea señor mariposa. Podría decirse que Eduard o Jack o vaya a saber quién se encuentra en la etapa de crisálida antes de transformarse en mariposa porque hace un tiempo largo que sus alas están atadas a su rutina de asesino profesional y su progresiva infelicidad lo hace cada vez más vulnerable y contenido en su propia coraza de frialdad y pragmatismo. Sin embargo, todo se precipita cuando el último trabajo en Suecia no queda del todo terminado y deja algunos cabos sueltos que obligan a nuestro antihéroe a refugiarse en una constante huida que termina por estancarlo en Abruzzo, un pueblito de Italia donde pretende hacerse invisible o por lo menos despistar al entorno bajo la apariencia de un fotógrafo. Desconfiado hasta del vuelo de una mosca; celoso de las miradas locales y con los ojos bien abiertos a la espera de la llegada de un verdugo -pese a tener contacto telefónico con el hombre que le encarga los trabajos-, el señor mariposa comprende perfectamente que su situación de blanco móvil es prácticamente una condena de la que tarde o temprano deberá hacerse cargo. Mientras espera una resolución de su situación se mantendrá ocupado estudiando el terreno y tratará de hacer todo lo posible para retirarse sin una bala en el medio de la frente. Si bien desde el principio resulta bastante predecible el derrotero de esta trama sólida -y sobria al mismo tiempo- que descansa en la actuación de Clooney y acusa su origen literario desde el minuto cero, El ocaso de un asesino es un buen ejercicio de estilo más que una gran película como pudieran serlo las de los 70, referencia obvia al tomar en cuenta el tratamiento y ritmo elegidos por el director holandés. No obstante, el film se toma su tiempo en la construcción de los personajes y maneja con prolijidad el sembrado de la información para ir ordenando un relato lineal sin sorpresas pero bien narrado, haciendo abuso tanto de la belleza natural de los paisajes como del innegable carisma del actor norteamericano en un papel que en apariencia no le exigió mucho esfuerzo compositivo.
Luego de la interesante Control (2007), aquella biopic sobre el líder de Joy Division Ian Curtis, Anton Corbijn bordea el paso en falso en la apenas correcta El ocaso de un asesino (The American, 2010): este retro thriller setentoso sufre principalmente de un guión lleno de estereotipos y en segundo lugar de un George Clooney al que ya le conocemos todos los manierismos de su “formato taciturno”. Aún así el holandés se las arregla para imponer una estética elegante y muy sexy, en especial gracias a la participación de la descomunal Violante Placido. Resulta una incógnita el futuro de este afamado realizador de video clips...
George Clooney sigue alternando películas comerciales con otras “con inquietudes” como esta El ocaso de un asesino que intenta –infructuosamente- desarrollar el perfil psicológico de un personaje retraído y con menos onda que Ricardo Fort (y esto no es poca cosa, señores…). La historia es básica hasta decir basta, la intriga directamente no existe y los tiempos muertos escogidos por el director Anton Corbijn para la narración, más que a la reflexión incitan al aburrimiento. Se entiende la intención pero una cosa es el guión de La conversación de Francis Ford Coppola (un título que me vino a la mente varias veces durante la proyección aunque también me vino a la cabeza un sanguche de milanesa, entre otras cosas…) y otra muy diferente el de esta obvia adaptación fílmica de una novela de Martin Booth. El final es escandalosamente patético pero no son todas pálidas: la planificación visual de Corbijn se destaca por méritos propios y también están muy bien escogidas las dos chicas que rodean al protagonista (con especial lucimiento para la exuberante y muy natural Violante Placido). En líneas generales, un filme tan irregular como fallido...
El principal error de "The American" es que es una película mal promocionada. Si uno se guía por el trailer y el poster, creerá que está frente a un thriller cargado de acción y suspenso. Nada mas lejos de esto. Este es un film norteamericano con estilo europeo, principalmente el estilo del cine policial francés de los años 60. Narración pausada. Ritmo lento. Pocos diálogos. Largos silencios. Aquí no se encuentran grandes escenas de acción ni de suspenso. Las pocas persecuciones que hay se resumen en el trailer y no es más que eso. Es la historia de un asesino que se aloja en un pequeño pueblo de Italia, a la espera de las indicaciones de su último trabajo. Mientras sospecha que su vida corre peligro, entabla una relación con el cura local y con una prostituta. Con un relato minimalista, gran parte de los 105 minutos de duración se dedican al tiempo muerto de este personaje: realizando actividad física, caminando, tomando café, trabajando con las armas... Si uno elimina el tiempo que este asesino pasa en silencio "sin hacer nada", estamos frente a un corto de 30 minutos. El punto más destacado es la dirección. Anton Corbijn es un reconocido fotógrafo, director de videos musicales y del film "Control" (sobre el cantante de Joy Division). El realizador aplica toda su estética visual para filmar hermosas escenas, con un muy buen trabajo de fotografía que distingue los espléndidos paisajes de Italia. George Clooney cumple una buena actuación como un asesino frío y reservado al que no se le escapa ni una sonrisa. "The American" es un film recomendable, principalmente para los amantes del cine europeo.
Esta es una película que tiene sus partes negativas, pero que gracias al trabajo realizado por su protagonista, logra enganchar al espectador y hacerlo testigo del los hechos que están sucediendo. Los problemas de la cinta lamentablemente se hace notar en muchas ocasiones, logrando así que esa comunicación con el público se corte por momentos.
El Ocaso de un Asesino cuenta los típicos problemas que tienen los asesinos al retirarse. Nombro la palabra típicos como si uno conociera a algún asesino al que le haya pasado esto, pero en realidad no me refiero a la realidad misma, sino hago referencia a que en el cine ya hemos visto en más de una oportunidad que las retiradas siempre son sinónimo de persecusión e intento de ejecución del interesado. Lamentablemente esta película no es la excepción, y por ello no nos aportará algo nuevo, sino todo lo contrario. The American nos va a mostrar la historia de Jack, un experto asesino que decide recluirse en un pueblo de Italia, luego de que su última misión no resultará tan simple como él pensaba. Allí conoce a un párroco y a Clara, entablando una relación con ambos. Al comienzo la relación con el "Hombre de Dios" será fria y distante, incluso mostrando varios intentos de rechazo, pero con el pasar de los minutos se irá estrechando. En cambio la relación con Clara es distinta debido a que ella es una hermosa prostituta que brinda sus servicios a él. Como casi todos podemos esperar, Jack se enamora de Clara y se hace amigo del párroco, que en todo momento intentará conocer su verdadero interés en el pueblo. La película en todo momento intenta generar un suspenso que realmente no puede concretarse y esto se da por una lenta y pesada narración. Solo en los últimos 20 minutos el ritmo levanta y se pueden ver algunos vuelcos de acción y tensión. El guión acompaña en la parsimoniosa narración, tratando de develar detalles a medida que van pasando los minutos, algo que logra por momentos. ¿Cuántas veces vimos en el cine al típico asesino a sueldo que se las sabe todas y que tiene pocas pulgas? Seguramente muchas... Ese es el personaje de George Clooney. Un tipo frío y solitario que con el pasar de los minutos va transformándose en la búsqueda de el amor como refugio, para tratar de salir de los remordimientos que lo asechan. Clooney cumple con ese tipo de interpretación, pero al igual que todo el film, no representa nada nuevo. Sin ir muy lejos, en Los Indestructibles, vemos como Sylvester Stallone entabla una especie de relación con una nativa del pueblo en búsqueda de la redención personal. La cuestión es que El Ocaso de un Asesino basa totalmente su cinta en ese argumento y en la anterior solo es un condimento para darle entorno a la historia. El problema se da cuando una película de este tipo intenta salirse de la estructura. Por momentos The American trata de mostrar cosas distintas que en realidad son un camuflaje para todos los lugares comunes que hemos visto en anteriores cintas de esta especie. Si su director Anton Corbijn, quería hacer algo trillado y común le salió demasiado predecible, lento y carente de toda sorpresa y suspenso, pero si quería hacer algo distinto y novedoso se quedó en un intento pretencioso que se acerca mucho más a la idea anterior. Algo altamente destacable es la hermosa estética que tiene el film. Los paísajes del pueblo italiano fueron muy bien mostrados por una hermosa fotografía y varias escenas que se destacan por aprovechar la arquitectura de una ciudad de montaña con calles estrechas y sigsagueantes. El Ocaso de un Asesino representa una opción altamente trillada y pretenciosa, que solo es recomendable para quienes hayan visto pocas películas de este tipo.
Mr. Butterfly “Me considero totalmente un director europeo y quiero seguir siendo así”. Anton Corbijn. Ya en “Más allá de las Nubes”, el último gran film que Michelangelo Antonioni filmó con la colaboración de Win Wenders, existía un alter-ego que como fotógrafo declaraba que sólo podía captar la realidad de una ciudad –Ferrara, como siempre en Antonioni- si primero la fotografiaba. Algo de ese destino tiene el director holandés de “El Ocaso de un Asesino” Anton Corbijn. Fotógrafo primero, director de videoclips de míticas bandas como Depeche Mode después y más tarde hacedor de “Control” sobre la vida de Ian Curtis, líder de la banda Joy Division. El film relata la vida de un asesino a sueldo que intenta escapar de su sino trágico. Después de un inicio a pura acción y traición en Suecia, la trama se muda a un pequeño pueblo de la zona del Abruzzo italiano. Corbijn filma y “fotografía” esos pueblos con un cuidado, con una maestría que pocas veces se ve en un producto de Hollywood. “El cine es la vida menos las partes aburridas” declaró un gran director. Sin embargo, aquí, una vez más, se intenta contar –con muchos aciertos pero también con algunos deslices– lo que transcurre en el mientras tanto, cuando se debe esperar una directiva. “No hagas nuevos amigos” le sugieren al asesino, que para pasar desapercibido dice ser, ironías del director, fotógrafo. La película se presenta como un western post-moderno, donde el forastero llega al tranquilo pueblo, se hace amigo del cura y se enamora de la prostituta. La atmósfera es sobrecogedora. No falta el bar casi despojado, las noches de garúa, los adoquines que relejan la luz y el suspenso a la vuelta de la esquina. Incluso hay lugar para la cita directa en un televisor donde se emite un spaghetti western de Sergio Leone, “Italiano!” como declara el cantinero antes de que un tiro corte la trasmisión. En uno de sus mejores trabajos, en la sintonía de “Michael Clayton”, George Clooney acierta una vez más en un rol contenido. Su asesino es parco, frío, casi no habla, aunque se le nota en la cara un secreto. Lo llaman “Mr. Butterfly” o “Señor Farfalla”, según la mujer de turno. La prostituta citada o una bella y enigmática mujer que lo contrata para armar un rifle especial. “El Ocaso…” con sus aciertos y fallas termina siendo un producto para celebrar, ya que pocas veces desde Norteamérica se apuesta por una historia tan europea, de climas contenidos y acción a cuenta gotas. Aparte de su performance, sí un mérito tiene Clooney es ayudar con su presencia a que un film así sea posible. Y si a la espera de una mueca seductora a lo “E.R”, alguna desprevenida puede llegar a verla, e incluso disfrutarla, en enhorabuena, misión cumplida.
Melodías de una vieja canción crepuscular. ¿Qué hace un asesino cuando no trabaja? Según la película de Anton Corbijn, puede por ejemplo enamorarse y reblandecerse, lo que es muy malo para el ejercicio correcto de su oficio. El asesino a sueldo no tiene paz: el horizonte blanco de una vida burguesa, con una cabaña en medio de un bosque nevado con el que arranca la película, es un espejismo que parece pergeñado en una agencia de publicidad. Tarde o temprano la dura realidad del killer termina por imponerse y la persona que menos lo espera puede terminar con un disparo en la nuca. El ocaso de un asesino es la historia de un hombre hundido en el torbellino de su actividad. Pero ese trabajo de consecuencias peligrosas, ante el cual el contacto con los demás se yergue como un territorio de acceso vedado, resulta ser la única cosa en el mundo capaz de proporcionarle un sentido de lo material, de lo tangible. En su nueva misión, que acepta casi a regañadientes, Edward va a parar a un pueblito de provincia en medio de la región de Los Abruzzos, en el centro de Italia. Esta vez, como se le informa, ni siquiera tiene que tirar del gatillo. Recoge de la oficina del correo una encomienda en la que hay un rifle desarmado en piezas relucientes. De lo que se trata entonces es de ensamblar el arma y pasársela a la persona encargada de ejecutar el asesinato, en este caso una mujer. De manera sorpresiva, la película de Corbijn se despliega en una espera impenitente, habitada por el espíritu de repetición propio de los actos que podríamos llamar cotidianos: dormir, tomar un café, hacer ejercicios físicos, cenar frente a un aparato de televisión, caminar por los alrededores, visitar a una prostituta. Despojada de todo rastro de glamour o de gracia, la actividad de Edward adquiere sin que nos demos cuenta una tristeza ontológica, una resignada desesperación que el director alimenta con ráfagas casi imperceptibles de música y con el uso de una luz imbuida de una frialdad nocturna y terminal. Edward lleva en su cuerpo el tatuaje de una mariposa y la bella prostituta Clara lo llama, a veces, el Signore Farfalla o Mr. Butterfly. Para todo el mundo es “el americano”, título original de la película que alude a su carácter de extranjero, de outsider: es “el otro” por excelencia, el extraño. El ocaso de un asesino no se priva de ofrecer parpadeos de una comicidad distante y espectral para delinear el espesor de su personaje: en un bar, Edward está sentado a la mesa mientras se oye de fondo la canción de Renato Carosone Tu vuò fa l’ americano: “Te hacés el americano”. De nada se puede estar completamente seguro. Edward, ¿es o se hace? Lleva una cámara como coartada e informa que se encuentra en el pueblo en su calidad de fotógrafo de una publicación norteamericana. Pero, en realidad, el asesino ni siquiera tiene patria; no es como los demás, su actividad lo aparta de los que lo rodean y de sus asuntos. De algún modo, y acaso a su pesar, está ungido con el halo de un misterio inconsolable, quizá aquello mismo que atrae al cura del pueblo desde que lo conoce, impelido por su oficio a la caza de pecadores. Lo cierto es que quien lo toque, quien intente llegar a él del modo en que lo hace Clara, por ejemplo, solo obtendrá una cáscara. El hombre pareciera desvanecerse, incapaz de encontrar sosiego ni felicidad algunos. George Clooney, protagonista y productor de la película, compone una máscara a través de la cual se filtran retazos de una identidad posible, señas fugaces que dan cuenta de la opacidad esencial de lo que se conoce como realidad, concentrada esta vez en el semblante de un solo hombre. La película hace de ese hombre un caso único pero, al mismo tiempo, no deja de señalarlo como un probable caso testigo. En los tramos finales, Edward marcha rumbo a la imagen trémula de una mujer, Clara, recortada contra la luz, en un paisaje digno del Edén: más que una mujer, se trata de “la mujer”, un arrebato platónico que se presenta como un conjuro, una visión surgida de entre los pliegues de la fiebre y del dolor a partir de la urgencia que se cuece ante la inminencia del fin. En la película, las tres mujeres que se cruzan en la vida de Edward están interpretadas por actrices que se parecen: su amante del principio, su contacto y Clara podrían ser variaciones de un mismo rostro. La mujer resulta más bien una idea, la perspectiva desde la que es posible observar un mundo diferente. Lo otro, lo que queda, es apenas una errancia infecunda, el vagabundeo por la superficie palpable y desolada del mundo. ¿Es una broma inclasificable o una torpeza supina la mariposita que aletea a la izquierda del plano? Cualquiera de las dos cosas no termina de funcionar como metáfora y el gesto se pierde enseguida en su propia intrascendencia: la tragedia de un hombre no puede encontrar redención en la cursilería.
Identidad desconocida Tal vez hilando muy fino uno podría encontrar en esta película que son muchas películas a la vez, y que habla sobre un asesino a sueldo que oculta su identidad en un pueblito de Italia, una referencia autoconsciente precisamente a la cuestión identitaria: El ocaso de un asesino está construida con retazos de muchas cosas, incluso corriendo el riesgo de que uno pueda descubrir desde el minuto uno qué va a pasar, y no sólo por su adscripción a un subgénero como el neo noir sino además por su aparente explicitación de cada guiño y giro de la trama. Sin embargo, y más allá de que este policial de Anton Corbijn protagonizado por George Clooney tenga algunos encantos y riesgos, lo que termina descubriendo es una película sin la personalidad suficiente como para sostenerse por sí sola y necesitada, constantemente, de la complicidad del espectador para ir deconstruyéndola segundo a segundo. Para ser más claros: tenemos al asesino a sueldo perdido en Europa un poco como la saga Bourne y otro tanto como Perdidos en Brujas, tenemos otro tanto del antihéroe del cine negro norteamericano de la década del 70 y la atmósfera plena, reflexiva, plagada de tiempos muertos, del policial francés a lo Melville. Esto desde lo estético, porque desde lo argumental el film se vale de otras herramientas reconocibles: el asesino a sueldo (Clooney) se hace amigo del curita simpático del pueblo, además se enamora -cuando no debe- de una prostituta sensible. Desde luego que con tantas cosas reconocibles se puede hacer un buen film, pero el problema es cómo Corbijn, que se muestra demasiado autoconsciente del ejercicio conceptual que lleva adelante, maneja las situaciones. Básicamente el problema de El ocaso de un asesino (título local que adelanta demasiado lo que vamos a ver) es que para Corbijn no hay posibilidades de diversión en esto que cuenta. Todo debe ser admirado con grandilocuencia y excesiva densidad: hay planos que se estiran demasiado, hay situaciones que pasan de ser contemplativas y se convierten en rutinarias y reiterativas, hay diálogos que son dichos con impostada trascendencia cuando se trata de comentarios obvios. Y a todo esto tampoco ayuda un Clooney puesto en modo “estoy haciendo algo serio”, excesivamente alambicado y otorgándole una seriedad que la película no soporta. Y uno descubre el desperdicio de talento (a los apreciables Corbijn y Clooney, sumemos el trabajo de fotografía de Martin Ruhe y la música de Herbert Grönemeyer) cuando el comienzo y los últimos veinte minutos de película demuestran lo que El ocaso de un asesino podría haber sido, y no fue: un buen thriller con logradas atmósferas. Es ahí cuando el holandés Corbijn instala al criminal de Clooney en situaciones de mucha tensión, y maneja la información de manera que el espectador se sumerja también en medio del clima enrarecido. Cuando el ejercicio pasa de la teoría a la práctica, es donde El ocaso de un asesino logra despegarse de la simulación y el aburrimiento para convertirse en un film rugoso, tenso, fatalista, oscuro; donde el aliento del protagonista forma parte de la respiración de la narración. Así como el film no parece definirse entre los varios modelos que toma para sí (nunca tiene demasiada acción, ni nunca termina de profundizar en el drama de su personaje, como tampoco se vuelve ridículamente romántica), el espectador tampoco sabe qué decir de una película que no es lo que promete ni, mucho menos, es algo que ofenda. El ocaso de un asesino es una buena película a la que le hubiera hecho falta un director con menos pretensiones de ganar el premio al cinéfilo posmoderno que homenaje a los viejos policiales, pero siempre con un planito cool para que digamos “oh pero qué bien filma”.
Esta realización, cuya traducción literal del título original es “El Americano”, cuyo protagonista casi absoluto es el actor nacido en Kentucky George Clooney, plantea una gran paradoja. Esos dos componentes (el nombre del filme y la nacionalidad del actor, en este caso también coproductor), son los únicos elementos que tienen alguna relación con el cine de hollywood. Todo lo demás es típicamente europeo. Narra la historia del intento de redención de un sicario, realizando lo que él decidió, dando aviso a su jefe que sería su último trabajo. Las primeras imágenes prometen una cosa, parece que estaremos frente un thriller clásico, plagado de acción, tiros, bombas, persecuciones alocadas, pero el resultado es otro. Por momentos parece acercarse narrativamente del clásico francés “El Samurai” (1967), que narraba las desventuras de un asesino a sueldo perseguido por la policía, en el que su director Jean Pierre Melville hace un uso magistral de la imagen y el color, prescindiendo de los diálogos. Lo mismo sucede con el filme dirigido por el fotógrafo holandés Antón Corbijn. En la producción francesa el actor era el símbolo sexual masculino de la época, Alain Delon, y ese podría ser otro punto de contacto, ya que George Clooney, 40 años después, esta colocado en el mismo lugar. La gran diferencia es que “El Ocaso de un Asesino” esta más sostenido por la actuación que por la imagen, que también es de una manufactura increíble, en este caso ayudada por los paisajes de las locaciones. Lo dicho anteriormente, el resultado es un film intimista, de personaje, reflexivo, que en el camino, y oculto en un pueblo montañés de Italia, se cruzan con Jack (George Clooney), un cura y una prostituta. El Padre Benedetto (Paolo Bonacelli) que lo reconoce como forastero que no sólo se esta ocultando, sino que además oculta un secreto. Pero que a su vez esta jugando a lo mismo, sólo que desde hace muchísimos años y por otros motivos. La bellísima prostituta Clara (Violante Plácido), cuya unión con el personaje del sicario esta dada por el deseo de dejar también esa vida. Con el primero tendrá charlas profundas pseudos-filosóficas y con la segunda irán construyendo una historia de necesidad de afecto reciproco. Todos estos elementos quedan subordinados a la imagen y no a la construcción del relato, esa certeza que tiene Jack de ser el blanco de otro asesino, pero que termina haciéndose moroso y previsible.
Mucho se ha dicho y se hace en nombre del suspenso, se ha intentado en todos los idiomas, en todos los géneros, muchos realizadores le han dado distintos enfoques, incluso intentaron desde el punto de vista del encuadre, talvez lo sigan intentando y con nuevas técnicas, ayudados por los avances tecnológicos como 3D, IMAX etc. Lo cierto es que el suspenso es un conjunto de hecho que generan ese fenómeno en la historia contada, en la que el principal responsable es el director, y se genera a partir del clima que se crea dentro del set, donde todo se conjuga, empezando por la trama, el encuadre, la música, los actores, la dirección de arte , la fotografía, y todos lo rubros técnicos trabajando en conjunto. Todo ello influye y el resultado final de una producción aceptable, y el espectador sale de la sala con la sensación de haber participado en la película, por la opresión que le genera la proyección, por estar todo el tiempo sintiendo que algo esta por pasar. Este es el caso de “El Americano”, una realización del holandés Anton Corbijn, fotografo famoso y director de videos musicales. Dirige en este caso a Geoge Clooney en el personaje protagónico de un asesino que se integra a la apacible vida rural de un pueblo Italiano, justo antes de ejecutar el último encargo. El resultado final es aceptable. Cuenta con un guión delineado que deja a muchos personajes descolocados y/o olvidados en relación con el cierre de su importancia en la historia. Lo que no impidió que en los EE.UU ser ubicara como una de los estrenos más taquilleras en el fin de semana de su estreno con un total $ 14 millones de dólares, debido, fundamentalmente, a que Clooney tiene una audiencia femenina cautiva y se a involucrado en proyectos que finalmente de fueron muy exitosos, involucrándose también como productor de muchos de esos proyectos, lo que le genera muy buenas ganancias, lo cual le permite seguir produciendo
EL ASESINO EN SU LABERINTO Luego de su festejada primera película –Control- el director holandés se embarca en un particular relato policial centrado en la figura de un asesino profesional que intenta dejar atrás su pasado para empezar una nueva vida. La película, llena de aciertos y aspectos interesantes, se ve en última instancia afectada por un final que entra en contradicción con todo lo que había construido. Los primeros minutos, en un frío, blanquísimo y aislado pueblo de Suecia, vemos dos escenas que son principalmente introductorias, y que sirven para presentar al personaje principal (el asesino que encarna George Clooney) y también para dar inicio a la trama que se desarrollará en toda la película. En primera instancia, vemos en el interior cálido de una cabaña, al protagonista junto a una bella y desnuda mujer. El clima allí es tranquilo, relajado; la atmósfera exacta que se genera entre dos personas que acaban de compartir su intimidad y a las que nada exterior parece afectar. Luego salen de la cabaña para encontrarse con el frío panorama exterior. Mientras caminan por la nieve, notan unas huellas, lo que despierta inquietud en el hombre. Al instante se escuchan disparos, por lo que deben refugiarse tras unas piedras. Allí, el protagonista saca un arma y mata a quien les estaba disparando. Luego, sin dudarlo, con una frialdad atroz, se deshace también de la mujer con la que minutos antes habíamos visto en la cabaña. A partir de estos acontecimientos, por la inseguridad que le genera el hecho de que hayan atentado contra él, es que el protagonista (que usa los nombres de Jack y Edward) terminará refugiado en un pueblo de Italia, con la supuesta ayuda de otro hombre, encargado de asignarle los trabajos y brindarle seguridad. Pero en esos minutos iniciales –que suceden antes de los títulos- no sólo asistimos al comienzo de la excusa argumental del film, sino que también vemos allí todo un despliegue de elementos que signan el destino del protagonista, que anticipan la relación que éste mantiene con el mundo y que determinan –una vez puestos en simetría junto a escenas posteriores- la evolución o no de este personaje en cuanto a su posición ética, moral, o religiosa. Como decíamos, el protagonista debe refugiarse debido al incidente ocurrido en Suecia, por lo que su “superior” le facilita un auto y otros útiles para que se oculte en un pequeño pueblo de la zona de Abruzzo. Solitario y desconfiado, decide cambiar de idea y en lugar de ir al pueblo indicado, toma camino hacia otro: Castel del Monte. Allí se hace pasar por fotógrafo y se contacta con su superior, quien le asigna un nuevo trabajo: fabricar una sofisticada arma de fuego para una inquietante mujer –asesina profesional igual que él- que lo visitará en tres ocasiones en las tierras italianas. Y, lo más importante: entabla relación con el cura del pueblo (Paolo Bonacelli), y con una bella prostituta, llamada Clara (Violante Placido). Si no nos equivocamos, la cuestión central del film es la dualidad que se plantea a través de lo que representan estas dos relaciones. Ambas constituyen una posible salida para el laberinto sórdido y violento – y que parece haber agotado su ser- en el que vive Jack/Edward. El sacerdote, con sus constantes charlas, le ofrece la salvación trascendental, acercarse al Cielo; mientras que Clara, una vez superada la etapa de cliente-prostituta, se constituye como la salida terrenal, esto es: la posibilidad de empezar una nueva vida en compañía. Ambos casos (que no deberían ser necesariamente contradictorios) son posibilidades para salirse de su laberíntica existencia. Si nos referimos a esta figura tan simbólica (la del laberinto, claro está) es porque la puesta en escena misma nos lleva a ello. Las características de Castel del Monte, sus intrincadas calles, la angostura de las mismas, etc. son el correlato visual perfecto de esa situación del personaje que parece estar atrapado sin encontrar la salida. Y algo más: ese laberinto es creado por él mismo, por sus acciones y decisiones. La película nos lo muestra con un par de resoluciones ejemplares. Por un lado, por medio de algo que ya hemos citado antes: el hecho de que Jack/Edward, por propia voluntad, decide ir a ese pueblo específico; y por otro, con la constante paranoia y desconfianza con la que vive. Casi nunca lo vemos tranquilo, sino que su postura es siempre tensa debido al estado de permanente alerta en el que vive. A su vez, la expresión de su rostro lo muestra angustiado frente a esa situación. Todo esto son objetivaciones, expresiones simbólicas del encierro en el que vive el personaje, y al que él mismo se arroja. Algo más al respecto: gran parte de las acciones se enfocan en el delicado trabajo que Jack/Edward lleva adelante para fabricar el fusil que le encomendaron (aunque decir fabricar no es justo, ya que la fina labor artesanal, la delicadeza y la precisión con la que finalmente consigue un objeto de características únicas, nada tiene que ver con la fabricación industrial). Esto, lejos de ser una mera pérdida de tiempo narrativa, nos muestra cómo todas las capacidades propias del personaje terminan reafirmando ese laberinto, ya que hacia el final veremos que el fin exclusivo del arma es ser utilizada –circularmente- en su contra. Como decíamos antes, a Jack/Edward se le presentan dos posibles salidas, encarnadas por las dos personas con las que es capaz de establecer una relación más o menos confiable. La ofrecida por el Padre Benedetto es finalmente rechazada por el protagonista en una escena excelentemente resuelta, que transcurre casi en penumbras mientras el sacerdote le ofrece escuchar su confesión; ante la negativa del protagonista, que a su vez da a conocer que sabe que el cura tiene un hijo, Benedetto termina confesando él mismo sus pecados para luego hablar de verdadero arrepentimiento, y de las posibilidades de redención, y de tener amor. Esto último para Jack/Edward, a diferencia de lo propuesto por el cura, que por supuesto incluye a Dios, sólo puede ser interpretado de manera terrenal: para él la salvación es Clara, a quien –superando la desconfianza inicial- le propone escapar juntos. Es la mujer la posibilidad de empezar una nueva vida en este mundo, dejar atrás la soledad y hacer de su existencia algo distinto. Esta elección es remarcada cuando Jack/Edward se encuentra con Clara en una procesión, y mientras todos los asistentes están de frente hacia la figura de la Virgen que es llevada por las calles del pueblo, él se pone de espaldas y mirando a Clara para proponerle irse juntos. Es en este preciso momento en el que el laberinto parece volver a cerrarse, cuando en medio de la propuesta irrumpe un disparo (o dos), justamente proveniente del arma diseñada por Jack/Edward. Como puede apreciarse, hay un muy buen trabajo del director Corbijn en cuanto que ofrece toda una interpretación simbólica a partir de la puesta en escena, que, para dar otro ejemplo, en esta secuencia citada nos hace pensar en su par inicial ya que la disposición en cuadro de los personajes nos remite a ella. Arriba a la derecha se encuentra quien dispara al protagonista, mientras que abajo y hacia la izquierda se encuentra el protagonista con una mujer. La diferencia radica en las acciones del personaje de Clooney, que en principio, luego de librarse del asesino, lo hacía también de la mujer que lo acompañaba, mientras que ahora –buscando dejar atrás su modo de vida- la protege. Hay un cambio en el comportamiento ético del personaje, impulsado por una necesidad de salvación que él sólo entiende posible a través de su amor por Clara. Sin embargo, no le será suficiente. Se hace imprescindible aquí hacer referencia a la resolución final del film. Luego de asesinar a la mujer que atentó contra su vida durante la procesión, y de hacer lo mismo con su superior (quien al final de cuentas era su oculto enemigo), Jack/Edward, herido de bala, se lanza a buscar a Clara, a quien le había dicho de encontrarse en un secreto lugar, que no es más que un rincón de un bosque, al lado del un río. Ese lugar, al que en principio había elegido como sitio de prueba para el arma que debía entregar, parece ser descubierto sólo por él y representa de alguna manera un paraíso terrenal hecho por y para él. Así se lo dice Clara cuando llega allí por primera vez. Por supuesto que es un paraíso imperfecto, una falsa salida del laberinto, y que está manchado por la violencia (los pecados o el pasado, según se prefiera entender) de Jack/Edward; como prueba tenemos el momento en el que Clara pisa, dentro del río, el capuchón de una bala utilizada por el asesino profesional en una de sus pruebas. Y es un lugar en el que debido a la paranoia y desconfianza a la que ya nos habíamos referido, ni siquiera puede disfrutar de su relación con la mujer de la que se ha enamorado. Es entonces hacia este mismo lugar que se dirige con su último aliento, para encontrar allí, en su imperfecto paraíso terrenal, a la mujer amada. Sin embargo, al llegar, muere. Lo que él había elegido como salida, no fue tal, y termina encerrado en su laberinto. La historia de este film es la de una imposibilidad. La del protagonista que no logra concretar lo que él había entendido como posible redención terrena, y que había elegido por sobre la redención eterna. Queda el plano final. Un plano grosero y cursi, que involucra un paneo hacia arriba y la imagen de una mariposa volando, también hacia arriba. Este insecto no puede más que ser asociado a la figura del protagonista –entre otras cosas porque tiene tatuada una en su espalda, y porque Clara lo llama Sr. farfalla- y el hecho de que aparezca inmediatamente después de su muerte no hace más que indicar que se trata de su alma que asciende, junto a la cámara. Todo esto entra en total contradicción con lo que el film había expuesto en su desarrollo. En primer lugar porque, como hemos dicho ya, la elección de Jack/Edward involucra sólo lo terrenal, en rechazo de toda posibilidad de salvación según lo entiende la religión, de la cual descree. Si esto es así, ¿por qué ese paneo ascendente y la mariposa volando hacia arriba? Tal vez el director decidió él mismo salvar el alma de su personaje, contradiciendo todo lo que había planteado anteriormente. Hay aquí, por lo menos, falta de rigor. La salvación, o la salida, que buscó el personaje nunca fue hacia arriba (en lo trascendental y hacia Dios), sino hacia adelante (en el plano histórico-terrenal y por medio de Clara), y que su busca haya resultado un fracaso no significa que el director deba compensarlo ofreciéndole la primera de las opciones, que por haber sido rechazada ya resulta imposible. No se tata de juzgar por nosotros mismos al personaje y sus decisiones, sino de referirnos a las decisiones estéticas del director, muy interesantes y ricas en casi toda la película, pero totalmente desacertadas -por contradictorias con respecto a la totalidad del film- en el final.
El hombre sin futuro En el trabajo de Jack se desaconseja hacer amigos. La prohibición es apenas una de las condiciones para llevar adelante con éxito la vida de un asesino. La mirada del escurridizo Jack revela la angustia de un hombre al que se le está terminando el tiempo productivo. En El ocaso de un asesino , George Clooney logra humanizar (quizás gracias a su indudable fotogenia) al personaje que se refugia en un pueblito de la región de los Abruzzos, en Italia, hasta nuevo aviso. La película del fotógrafo y director de videos musicales, el holandés Anton Corbijn, está basada en una novela y plantea la historia con morosidad. Llama la atención el cuidado meticuloso de la imagen. Tan meticuloso como el ejercicio de observación en el que está entrenado el personaje de Clooney. La trama sencilla e idéntica a tantas del género (más o menos Bond, más o menos thriller , según el refinamiento o la profundidad) se vuelve interesante por el seguimiento de los movimientos cotidianos de ese hombre. Siendo un hábil cazador, ahora se sabe presa, en el umbral de su retiro voluntario. La atmósfera apacible de Castel del Monte se sacude ligeramente con la llegada del “americano”. Por las típicas callecitas empedradas, Jack, que se hace llamar Edward, lleva el sello de fugitivo en la frente. La cámara opone el ritmo de los pobladores sin tiempo, con la ansiedad mal disimulada del asesino. El personaje tiene facetas muy interesantes, como es la fascinación por el trabajo artesanal. La cámara lo enfoca haciendo el ensamblaje de armas y luego, el esfuerzo de Jack frente a las escasas relaciones personales que debe enfrentar. Paolo Bonacelli, como el Padre Benedetto, oficia de consejero e intenta arrancarle una confesión. El sacerdote comenta: “Americano. Entonces cree que puede escapar de la historia. Vive en el presente”, una suerte de advertencia que da sentido al relato. Se escucha por ahí un hit que ya está pegando entre nosotros, a propósito de la palabra ‘americano’. Por su parte la bella Clara (Violeta Placido) cruza el cerco de piedra del hombre al que se le ha prohibido querer y hablar de sus sentimientos. Es el aspecto más rico de la película. Clooney puede con el personaje detrás de la máscara de hombre mortificado, en tanto, la actriz pone su sensualidad al servicio de la ambigüedad que genera la desconfianza de Jack. Y la alemana Thekla Reuten cumple con el rol de mujer fatal, versión femenina de Jack. La fotografía y algunos momentos de música que refuerzan el carácter dramático acompañan la historia del hombre que intenta huir de sí mismo. Con dosis equilibradas de suspenso, reflexión y romance, El ocaso de un asesino salva la obviedad de una historia muy poco original.
La condena del pasado. La trama de “El ocaso de un asesino” es atractiva aunque no original. Un sicario de alto rango se harta de su trabajo. Pero era previsible que a alguien con tantos secretos no le dejaran tanta libertad de acción. El asesino, interpretado por George Clooney, que hasta la mitad del filme ni siquiera tiene nombre, es enviado por su jefe a un pequeño pueblo de los Abruzzos con la orden de no llamar la atención. Imposible. En poco tiempo todos saben que es “l’americano”, además comienza una relación con una prostituta y con un sacerdote que también guarda sus secretos. El eje del filme pasa por el intento de redención del asesino, su culpa y su sensibilidad (se interesa en la vida de las mariposas). La película tenía todo para profundizar en esas aristas, pero pierde fuerza al darle prioridad al drama y al romance sobre el costado sicológico.
Policial negro con todas las letras Protagonizada por un excelente George Clooney, la película tiene ecos del cine negro y también de los westerns de Sergio Leone al acercar el retrato de un hombre, que se va desdibujando en un borroso espacio de vacío existencial. A sus cuarenta y nueve años el nombre de George Clooney sigue siendo motivo de gran atracción entre los públicos de diferentes sectores. Igualmente, su figura ha sido definida en función de un concepto (que el actor rechaza) de galán y su vida privada hoy ha abierto un circuito de intercambio de breves notas que pueblan las pantallas de Internet. En este momento de su vida, el actor, sobrino de la reconocida y exitosa cantante de los años 50, Rosemary Clooney, presenta una extensa trayectoria fílmica que parte de fines de los años 80. Actualmente tanto él como el siempre crítico Sean Penn colaboran en proyectos humanitarios y las declaraciones de ambos revelan una fuerte y polémica actitud contestataria. En este momento de su vida, Clooney aceptó interpretar el rol de un asesino profesional en los días previos a su retirada; más aún, él mismo fue coproductor de este film que de ninguna manera se puede igualar a lo que a veces la publicidad despierta en el orden de las expectativas; ya que aquí estamos frente a un policial negro, de clima intimista y de perfil existencial, lo que nos lleva a pensar en algunos films que lo preceden del cine estadounidense y particularmente, tal vez, del cine de Jean Pierre Melvilla de quien elijo el texto de apertura de su film del 67, El samurai, interpretado por un abatido y ajeno Alain Delon: "No hay soledad más profunda que la del samurai, excepto aquella que la del tigre en la jungla". Y si pensamos en esta cita, si volvemos a la mediana edad de este personaje interpretado por George Clooney, quien puede transmitir por igual la comedia y el drama, como el film de aventuras, y si lo ubicamos en el espacio del género negro nos volvemos a encontrar ahora con esta historia reflexiva, que se interna en tiempos demorados, que pone el acento en una espera sin fin. George Clooney compone a este personaje, asesino por encargo, aún sin nombre, que sobrevuela fugazmente el encargo de un último plan, de una última operación, antes de retirarse definitivamente de la escena. De Suecia a Italia, de un lugar alejado del país nórdico, donde falla un plan, a un pequeño lugar de los Abruzos, pasando ocasionalmente por Stazione Termini de Roma y alrededores. Escondido, con otro nombre, y otra profesión, con su mariposa tatuada bajo el cuello, este hombre que pasea su mirada vagabunda por antiguos espacios está a la espera de una última indicación, mientras prepara y construye meticulosamente un arma que encontrará otro destino. Podemos pensar, quizá, que el mismo clima del film nos lleva a evocar aquellos westerns de jinetes solitarios que cabalgan entre desfiladeros y llegan a pueblos fantasmas. O establecer, tal vez, un nexo con el mismo espíritu nostálgico de los films de Sergio Leone, tal como en Erase una vez en el Oeste, del mismo año que El samurai. Y es que estando el personaje en un bar de este pueblito de los Abruzos, en el que ya se comienza a armar el preparativo de una procesión, ve algunas imágenes que se emiten por tevé del film de Leone, mostrándose en primer plano el rostro de aquel icono del cine, Henry Fonda. Americano como él, el personaje misterioso y anónimo del film que se ha estrenado esta semana, espera. Basado en la novela A very private gentleman de Martin Booth, El ocaso de un asesino es un relato que está construido, no ya por suma de acciones, sino por miradas y silencios, como podemos reconocer en algunos films de Clint Eastwood, John Huston y ciertamente en tantos films de la serie negra. Ya en este lugar soleado de la Italia central, en un pueblo casi escondido, el ahora fotógrafo sigue de cerca aquello que ahora definirá su otro nombre, un seudónimo, que estará enmarcado por su casi espectral presencia. Es en este lugar, de la región de Castel Del Monte, donde comenzará a acercarse al viejo cura del lugar, interpretado por el actor Paolo Bonacelli, una de las prostitutas, Violante Placido y un joven mecánico, rol que asume Filippo Timi, el protagonista de esta eximia obra de Marco Bellocchio, Vincere, en su doble rol de Mussolini padre e hijo. Se puede pensar el crescendo del film desde uno de sus componentes básicos en la estructura de la trama, desde la manera paciente, desde el diseño milimétrico, del armado, paso a paso, de un arma. Mientras tanto, se aguarda recibir una orden, y en la espera se confirman el peso de tantos secretos y del sentimiento de culpa. Mientras veía el film pensaba en algunos momentos de finales de la antológica obra de Michelangelo Antonioni, El pasajero, de 1974, ambientado en éste, su último tramo, en silenciosos parajes de la zona de Málaga. Pensaba en la inminencia de lo que iba a acontecer allí y ahora estaba frente a George Clooney, como Signore Farfalla, enfrentado a su propio rostro. Más que recomendable es el film de Anton Corbijn, este realizador holandés, autor de numerosos videos musicales. Más que destacable es la actuación de George Clooney, (como la del elenco en su conjunto) quien defiende su condición de actor dramático, en esta historia que pide disculpar algunas cuestiones de verosimilitud y que nos acerca el retrato de un hombre, que se va desdibujando en un borroso espacio de vacío existencial.
En retirada Ya se sabe que a los clásicos personajes de los asesinos profesionales dentro del cine se los suele mostrar como fríos, calculadores y desconfiados hasta de su propia sombra, acaso quizás uno de los mejores ejemplos haya sido sin dudas "Ultimos días de la víctima" (1982), sobre novela de José Pablo Feinmann y dirección de Adolfo Aristarian con un antológico Federico Luppi. En esta peli, Clooney compone a ese killer que decidido un día después de un atentado, desea colgar los botines y retirarse del laburo. Craso error, se sabe que a la patronal no le conviene, ergo el tipo se refugiará en la campiña italiana, para decirlo en criollo: "desensillando hasta que aclare..", donde se relacionará con una prostituta joven con quien empezarán a pasarle cosas. Por su guión subyace toda una historia de redenciones, es decir que algunos de los pocos personajes que aparecen en la peli, ya que es tan discreta como económica (no hay explosiones, demasiadas muertes, ni muchos extras), y si demasiados planos con Clooney observando, desconfiando etc , deciamos que los peronajes buscan redimirse, como por ejemplo: el cura amigo, la chica prostituta, y obvio nuestro protagonista que de una se vé quiere abandonar todo y emprender la retirada profesional. No es de las propuestas que más pueda disfrutar un público comunardo que solo vea pelis cargadas de persecuciones, balaceras a full, corridas sin parar, no, se trata de un thriller relajado, lento de a ratos, con un sobrio Clooney, una postal italiana de primera belleza y (otra) serie de beldades femeninas que aparecen: Violante Plácido y Thekla Reuten dan prueba de ello. Y no mucho más, asi que se equivocaron chicos, las pochocleras están en la sala siguiente...!
George Clooney resulta creíble como el americano del título (original), así como el asesino del título (local). Parco, escueto, lacónico, Jack/Edward es un matador ermitaño en constante movimiento. Un “trabajo” en Suecia acaba de forma imprevista y decide retirarse un tiempo a una pequeña ciudad medieval italiana. Durante su estancia, acepta el encargo de un contacto misterioso para fabricar un arma. Jack se recrea en la serena tranquilidad que le proporciona su nuevo hábitat: se hace amigo del sacerdote del pueblo y tiene una apasionada relación con la prostituta Clara. El director Anton Corbijn brinda una película cerrada: “The american” es un thriller clásico pero reposado, centrado en la solitaria figura siempre alerta de Clooney. Los parajes italianos y la fotografía son para admirar, con preciosistas planos generales desde todas las angulaciones de cámara (especialmente cenitales) y la saturada iluminación nocturna, con filtros rojos y verdes en interiores, y anaranjados en exteriores. No es de extrañar que algunos espectadores se sientan decepcionados al verla, dado que predomina un ritmo muy acompasado, y el guión es bastante plano, sencillo, nada remanido y con algunos pocos apuntes de suspenso. Al margen, la presencia del astro hollywoodense, que intercala filmes ultra comerciales con otros como éste, más lo apuntado acerca de la fotografía y la puesta en escena, hacen de “El ocaso de un asesino” un tibio entretenimiento, bien filmado, pero olvidable a futuro.
Una de las razones para ver “El ocaso de un asesino” es la performance de George Clooney. Segundo largo del realizador de clips y fotógrafo Anton Corbijn, narra la historia –o el final de la historia– de un asesino profesional, quien tras un trabajo que no sale del todo bien, decide que aceptará un último encargo. El film deja de lado cualquier tipo de trama “de acción” para concentrarse en el personaje: lo que importa aquí no es el impacto de lo policial o de la trama de espionaje, sino –y esta es otra de las razones para acercarse al film– cómo personas lo más “humanas” que el arte puede producir, reaccionan ante circunstancias que parecen lugares comunes. El personaje de Clooney no desea retirarse por sentimentalismo, ni porque descubra que el mundo cotidiano –una mujer con la que establece una relación, un cura con quien conversa en su retiro de seguridad a la espera del trabajo postrero– le sean más cercanos que el uso de las armas. No: lo que vamos percibiendo es que el hombre se descubre, finalmente, un anacronismo. Volvamos al actor: su presencia elegante, como un resabio de esos fríos agentes de los films de la Guerra Fría, es una nota discordante en un paisaje que ya no tiene nada que ver con él. La vida, finalmente, está en otra parte y no, justamente, en quitarla por razones comerciales. En los diálogos, en la construcción plácida de los personajes, en las crueldades aleatorias que cruzan la trama, incluso en la acción dosificada de modo justo, reside el encanto de la historia.
Jack está en serios problemas. Luego de una noche romántica en un refugio de montaña en los Alpes, por la mañana, él y su compañera son atacados a balazos. Jack tiene reflejos rápidos y mata al agresor y también a su pareja, por sospechar que lo ha traicionado. Jack es un asesino a sueldo con ganas de retirarse. Su contacto es Larry, quien le encarga un último trabajo. Jack sospecha que la próxima víctima puede ser él y recorre parte de Italia haciendo contactos, comprando armas. Trata de no buscar nuevas amistades, pero un cura de pueblo se empeña en ser su amigo y una muchacha con la que pasa la noche, lo busca para estrechar la relación. Por momentos, recuerda el cuento “La espera”, de Jorge Luis Borges, y los films de gangsters melancólicos que protagonizaba Lino Ventura en los 70. George Clooney se muestra a la altura de las circunstancias. Jack no quiere comprometerse afectivamente, pero lo hace. Así y todo, despacha a unos cuantos. Un thriller de estructura clásica, bien resuelto.
El crimen, definitivamente, no paga Cuando se lee el resumen argumental de este filme, no parece haber nada nuevo en la propuesta; un "killer" que espera oculto en un paraíso rural entra en crisis a través de la percepción de que existe un mundo alejado de la muerte, las traiciones, las sospechas y la violencia. Sin embargo, el realizador Anton Corbijn se las arregla para entregar una película interesante, basada fundamentalmente en la descripción minuciosa del protagonista. Esa tarea tiene un pilar fundamental en la sobria y convincente personificación que logra George Clooney. Con una elogiable economía de gestos, el actor consigue transmitir perfectamente los estados de ánimo de su atormentado personaje y la intensidad de su actuación alcanza su climax en la secuencia del desenlace. Corbijn también hace lo suyo; es la primera vez que este realizador abandona el tema de la música en su producción (hizo, entre otras cosas, clips para las bandas Nirvana y U2), y demuestra con este filme una gran solvencia a la hora de manejar climas densos y de mantener el interés del público sin apelar a escenas espectaculares y estallidos de violencia. Los tiroteos y los cuerpos ensangrentados están sabiamente dosificados para balancear los momentos de introspección de los personajes. Este puede parecer un "thriller" atípico por la morosidad de algunas escenas (la construcción del arma que le encargan al protagonista, por ejemplo), pero no cabe duda de que el realizador eligió deliberadamente un estilo narrativo lento, "a la europea", y no una vertiginosa sucesión de persecuciones con tiros, explosiones y vehículos en llamas. La película muestra, además, buenos momentos de la fotografía, favorecida por los bellísimos escenarios naturales de la región de los Abruzzos, en el centro de Italia. Y aunque el guión resuelva suscribir (una vez más) a aquella máxima hollywoodense de que "el crimen no paga", la película redondea una interesante propuesta a través de la pintura de los tipos humanos que intervienen en la trama.
Silencios y Estampas “No creo que Dios esté muy interesado en mí, padre”, responde el huraño personaje de George Clooney ante la propuesta de confesión de un cansado sacerdote, disparando una frase exquisita, potenciada por ser su emisor un personaje cuyo principal rasgo es, paradójicamente, su escueta verborragia. Disculpen el reduccionismo, pero consideró que El Ocaso de un Asesino (inexplicable traducción de The American) es una película sostenida por dos pilares únicos, pero no por eso menos sólidos: la soberbia fotografía y el empleo de los silencios. Anton Corbijn, de una prolífica carrera como director de videoclips y fotógrafo de músicos, crea con su segundo largometraje un thriller intenso, consistente, pero principalmente, consecuente con sus aptitudes y talentos. La película transcurre a través de una sucesión interminable de logrados planos, en los que la Italia profunda hace gala de su añeja belleza. La cámara propone un deleite audiovisual que sin embargo, no nos aparta de un argumento sencillo, pero solventado por la interacción constante e inteligente que Corbijn crea entre “lo que se ve” y “lo que se dice”. Y aunque esto suene obvio, es una práctica de la que no todos los directores salen airosos. El director consigue que los lugares en los que transcurre la trama, sean una suerte de personaje más en la película. Cada uno de sus paisajes, de sus edificios, de sus lugares más secretos, luminosos, bellos y lúgubres, cumplen una función narrativa sostenida en el carácter que les aporta el pulso firme de un director que sabe exactamente donde lanzar sus dardos. Paolo Bonacelli esconde secretos debajo de su sotana, al igual que Clooney Paolo Bonacelli esconde secretos debajo de su sotana, al igual que Clooney George Clooney construye un personaje que recuerda al insomne policía de Clive Owen en The International, aunque claro, parado en la vereda opuesta, en la de los “chicos malos”, pero también frío, impiadoso, calculador, malhumorado y de pocas palabras. Con una humanidad que se deja entrever en dosis muy pequeñas, casi imperceptibles y que lo convierte en una figura interesante, aunque para nada novedosa, que obtiene sus mejores momentos en la interacción con Clara -prostituta romántica de la que procura enamorarse- y Paolo Bonacelli, un cura anciano del que brotan los diálogos más destacables de la cinta. Diálogos anclados por silencios perfectamente ubicados. Por miradas, gestos, muecas, besos, sonrisas, asesinatos, investigaciones y secuencias completamente mudas. Momentos que permiten que emerja la figura de la imagen, evidenciando el impecable trabajo de Martin Ruhe, ladero de un director que definitivamente sabe a lo que juega. Violante Placido encarna a Clara, una prostituta con tendencias a caminar por el filo de la cornisa. Violante Placido encarna a Clara, una prostituta con tendencias a caminar por el filo de la cornisa. The American culmina por ser una película más que correcta y hasta recomendable, que invita a no perderse los trabajos futuros de un Anton Corbijn con crédito abierto. El cine preocupado por mostrar con cierto rigor estético eso “que se ve” -y con esto no hablo de la tormenta de FX a la que nos tiene acostumbrados el planeta Hollywood- es un ejercicio siempre saludable que últimamente sólo parecía encontrarse en algunas producciones europeas. Yo, y sólo yo -en un rapto idealista- celebro que la oferta de las salas locales sorprenda con piezas de este tipo. Silenzio stampa.
En su propio laberinto El cine sigue respirando lejos de las grandes carteleras comerciales de la ciudad, a pesar de algunos tibios intentos por homenajearlo. El mejor estreno del fin de semana, largamente retrasado en estas pampas y proyectado apenas en DVD, tuvo lugar nuevamente en el Cine Teatro Córdoba, que este año (el de su 25 aniversario) se ha convertido en un verdadero faro para la comunidad cinéfila local: hablo de Luz Silenciosa, la última película del mexicano Carlos Reygadas, que lo confirma definitivamente como uno de los grandes directores contemporáneos, pero que el lector ya no podrá apreciar al momento de leer esta nota (pues la película habrá salido de cartelera). Si bien otras veces he optado por comentar películas que no estarían disponibles en las salas al publicarse la columna, esta vez creo que vale la pena esperar a su estreno en DVD, quizás porque se trata de una de las mejores películas del año, y sería una pena que pase desapercibida porque el comentario se perdió en las nubes del tiempo y la memoria. Por eso pasaremos a revisar otro de los estrenos, sombras a lo sumo de ese gran cine que se margina en los complejos de la ciudad. El mejor ejemplo es El ocaso de un asesino, del conocido fotógrafo holandés AntonCorbijn (ya director de Control, aquella biografía sobre Ian Curtis), un filme que pretende recuperar ciertas tradiciones del cine independiente europeo pero termina cayendo en una estetización casi publicitaria, de película de diseño se diría, que tiene poco que ver con aquellas escuelas memorables. Se trata de un modo de apropiación de la historia cinematográfica: como la mayor parte del Hollywood actual, Corbijn no parece terminar de entender a la forma como un lenguaje específico, y más bien la termina utilizando como una marca de estilo, un envoltorio para su producto cinematográfico. Sí hay que reconocer una búsqueda de demarcación del mainstream, tal vez una intuición de que los modos y los tiempos del cine comercial contemporáneo tienen poco que ver con las realidades que abordan, pero que en parte se queda trunca en ésa voluntad por emular géneros y fórmulas sin verdadera conciencia ni vocación. Como en la reciente TheLimits of Control, del gran JimJarmusch (acaso el mejor ejemplo de lo que hubiera podido ser), su personaje principal es un asesino a sueldo, en este caso en retirada (tal cual lo anticipa la pésima traducción local del título original, que es The American): ya la primera secuencia del filme anticipa que está en peligro, pues nuestro protagonista (encarnado por George Clooney) será víctima de una emboscada, y terminará matando hasta a su amante. El hombre, cuya verdadera identidad nunca conoceremos, es enviado a ocultarse a un pequeño pueblo de una región montañosa de Italia (Abruzzo) hasta que pasen los sacudones, donde comenzará entonces la verdadera película, especie de trhiller existencial que se hunde en la interioridad de este personaje oscuro y en peligro. El filme pasará a retratar con detalle la cotidianeidad de Jack (según lo nombra su jefe) en el pequeño Castel del Monte, donde conocerá a un cura (Paolo Bonacelli) que se convertirá en su contendiente filosófico, pero sobre todo a una prostituta, Clara (la bellísima Violante Placido), de la que se terminará enamorando. Mientras, deberá realizar un trabajo relativamente fácil: preparar un sofisticado fusil para una compradora desconocida, con la que trabará contacto. Sin llegar a la paranoia de Escondidos en Brujas (otra obra reciente con la que tiene contactos), de Martín McDonagh, la película sabrá construir un tono de sospecha general que irá en constante aumento, sobre todo a partir de que Jack decida emanciparse con Clara, quien tampoco está libre de dudas. Claro que en la misma medida se irá convirtiendo en un filme convencional, e irá perdiendo el interés y el enigma que había sabido despertar. Minimalista y climática, la película ostenta una belleza formal digna de mención, aunque a veces caiga en el pintoresquismo: los encuadres calculados al detalle y la fotografía (o el manejo de la luz) revelan una dirección sofisticada, así como también los planos generales que remiten tanto al cine de Michelangelo Antonioni como al Spaghetti Western (homenajeado explícitamente), dos de las tradiciones citadas al inicio, aunque también pueden caer en la postal para exportación. Y es que en el fondo estamos ante un filme de fórmula, una obra elaborada a partir de clichés (muy visibles en los personajes y sus intérpretes, pero quizás también en estos mismos dispositivos formales que se elogian), que sin dudas tiene el mérito de detenerse allí donde los demás thrillers deciden pasar de largo, pero que se irá derrumbando a medida que avance, acaso porque revelará que en el fondo no había mucho sustento para tantas aspiraciones. Por Martín Ipa