"Albert Nobbs" es una película para que su protagonista Glenn Close se luzca, ya que presenta una historia muy simple, contada de manera tradicional, sin la emoción ni la fuerza argumental como para movilizar al espectador, y con un guión indiferente y poco profundo, pero con un trabajo actoral maravilloso.
La opresión es física, literal: hay un corset que aplasta los senos y los lastima, no importa cuántos años lleve Albert escondiendo sus curvas. Un simple escozor, un hormigueo azaroso alcanzan para desear incendiar esa jaula que impide dominar la propia piel. No es digno, no es posible acostumbrarse, y esto el film lo corrobora cuando apenas han transcurrido unos pocos minutos del relato. La ansiedad del cuerpo se adelanta a la razón, y es el instinto -con su oportuna lucidez- el encargado de exponer la verdad. Albert (Glenn Close) descubre que no es la única mujer en este mundo que se disfraza de hombre, y a partir de ahí el espectador se arma una idea tentativa de lo que podría ser el film: un sobrio retrato de época centrado en la amistad entre dos mujeres obligadas a travestirse para sobrevivir en la Irlanda del siglo XIX. No es que esperemos necesariamente el camino hacia la liberación, pero al menos sospechamos que la protagonista se hará cargo del desafío que implica cruzarse con el señor Page (una adorable Janet McTeer) y nos aprestamos a seguir a Albert en un proceso de autoconocimiento, quizás una evolución (por más dolorosa que sea). Pero la película pronto demuestra ser otra cosa. Un marasmo helado, desconcertante, por momentos impenetrable, como si la masilla brumosa que congela el rostro de Close se expandiera por toda la pantalla para obstruir cualquier filtración emotiva. (A continuación se cuentan detalles de la trama.) La primera sorpresa es ver que McTeer no padece su condición sino que se adaptó a ella y eligió casarse con una mujer. En el caso de Albert la lectura es más críptica: ella dice que decidió convertirse tras ser abusada por una patota, y porque se le presentó la oportunidad de trabajar de mozo, pero cuesta entender qué es lo que siente íntimamente. Lo único claro es que anhela independizarse y abrir una tabaquería, de allí que su entusiasmo se reduzca a ahorrar propinas y contar monedas con fruición. Todo lo demás es soledad, porque el personaje se revela absolutamente anulado para el deseo sexual. Algunas reseñas señalaron que Albert corteja a la doncella (Mia Wasikowska) porque se enamora, pero es evidente que no, que sólo la visualiza como pieza de su proyecto comercial, detrás del mostrador. A lo sumo, con cierto esfuerzo podría pensarse que Nobbs quiere proteger a la muchacha por puro reflejo maternal. Como sea, estamos ante un ser radicalmente alienado, ajeno a todo erotismo. En el intercambio de miradas y gestos con los otros personajes, el montaje se preocupa por coartarle a la protagonista toda reacción que sugiera un indicio de pasión. Ella observa con cuidado a los demás para aprender los ademanes básicos, las pautas de “normalidad”. Su mirada, sin embargo, es un baldío hace tiempo abandonado. Si lo que Rodrigo García buscaba era transmitir desde el estilo una sensación de entumecimiento afectivo, hay que reconocer que en parte logra su cometido. El problema de la narración es que no siempre consigue conservar ese tono delicado y concentrado que el drama reclama, y esto se debe esencialmente a ciertos personajes secundarios no del todo pulidos que aportan poco y tienden a anegar el paisaje (como el novio de la criada, demasiado maquiavélico). El aliento del relato parece extinguirse anticipadamente, como si el clímax y la resolución en realidad no importaran. Finalmente, recién cuando palpamos el efecto residual del film, empezamos a comprender: Albert hace mucho que dejó de respirar como ser humano. Es un fantasma. Su historia excede la cuestión de la identidad de género. Lo que estruja su pecho es un desierto existencial inconmensurable. Una película tristísima.
El secreto de Albert Nobbs es una buena propuesta para aquellos que gustan de ver filmes con una buena historia y grandes interpretaciones actorales. Son excelentes la ambientación de época, el vestuario, la dirección, la fotografía y el maquillaje, pero el guión es posible que aburra a una parte del público por su ritmo demasiado tranquilo. Es fascinante ver el trabajo...
El derecho de ser mujer Dirigida por Rodrigo García, El secreto de Albert Nobbs (Albert Nobbs, 2011) se adentra en la vida, las pasiones y las ilusiones de una mujer oprimida por la sociedad en la que vive, pero que devela su necesidad de disfrazarse y cambiar su identidad además por a una situación traumática del pasado. Glenn Close encarna uno de los papeles más jugados y osados de su carrera y se convierte así en lo mejor de la película. En la Irlanda del siglo XIX, una mujer (Glenn Close) debe hacerse pasar por hombre para poder sobrevivir. Pero luego de varios años, se encuentra atrapada en la mentira de la cual ya no sabe, o no quiere, salir. La situación se vuelve más complicada cuando se obsesiona e involucra emocionalmente con una empleada del hotel en el que trabaja como mesera, cayendo así en un triángulo amoroso. No es casual que Close haya sido nominada al Oscar y al Globo de Oro por este personaje. Y debió ser difícil comportarse, vestirse y hablar como un hombre, además de llevar ese corset opresor de libertades. El espectador logra dejar atrás a la mujer actriz y le cree y la sitúa como Albert, depositario de toda la carga emocional de la película. Una historia simple pero de extremo dramatismo, que está llena de golpes bajos. Desde el amor no correspondido hasta ilusiones no concretadas y la profunda tristeza que genera en el espectador, que sufre todo lo que le pasa. Tan real como melancólico, Albert saca a relucir sus miserias y sus virtudes: un caballero con todas las letras, pero a la vez una mujer que vive como alguien que no es, ahorrando moneda por moneda con esfuerzo y con unas ganas inmensas de salirse de su cascarón para ser quien realmente quiere ser. En el reparto figuran Mia Wasikowska y Aaron Johnson, la pareja despareja que le quita el sueño a Albert Nobbs y se destaca la actuación de Janet McTeer que también se disfraza de hombre meritoriamente. Un argumento que trata con cuidado el tema de la identidad, las libertades y derechos de las mujeres que no podían ser independientes y con un elemento que no puede faltar: el amor. Glenn Close se lleva todos los laureles y muy merecidos. Una historia protagonizada por una actriz versátil que, con un maquillaje inmejorable, supo ponerle el cuerpo y la cara a este señor atrapado en lo más profundo de sus sueños.
Sabiendo que Glenn Close estaba nominada al Óscar como Mejor Actriz de nuevo y que su coestrella Janet McTeer se había llevado el mismo honor en la categoría de Mejor Actriz de Reparto, fui con todas las expectativas. Y creo que en las actuaciones realmente está la joya de esta película. En una época de crisis y pocas ofertas de trabajo en Irlanda, una mujer se hace pasar por hombre para trabajar como Mayordomo en una posada muy prestigiosa y va ahorrando para poder tener su propia casa de café. Glenn nos muestra un Albert prolijo y metódico que pasó de resignarse a disfrutar lo que hace. Casi con la inocencia y romanticismo de un niño, irá construyendo este relato. El drama termina de cerrarse cuando conoce a un pintor que resulta ser una mujer en la misma situación que ella. Janet realmente está brillante. La diferencia es que ella lo llevó más lejos y está casado. Será ese nexo, el sentir que alguien entiende lo que le sucede, lo que hará que Albert se vaya soltando. Pero mientras tanto el triángulo se teje en otra dirección y una chica que elige Albert para llenarla de atenciones (correcta Mia Wasikowska) estará entre la pena que le genera él y la pasión que encuentra en otros brazos. Ella será manipulada por un lado y le importará poco por otro. La tragedia es inevitable en ese contexto, en esas situaciones. Es el mundo sin amor que retrataban films como “Las noches de Cabiria” o “La Strada” y sí, no habrá una pizca de felicidad para el resto. Ahora bien, para ser sinceros, las actuaciones y el maquillaje junto con la ambientación son impecables, pero la película por momentos sugiere demasiado y no termina de redondear la fuerza necesaria para moldear un drama de alto nivel. Elementos los tiene, desde ya que la historia es muy interesante, pero el tratamiento del guión y la caída en algunos lugares previsibles, empañan lo que podría ser un film inolvidable. Rodrigo García, quien dirigió la serie In Treatment y es conocido por films como “Madres e hijas”, en este caso deja que los actores y actrices tomen las riendas y responsabilidad pero por momentos su elección no fluye como es debido y esa libertad creativa no termina de aunarse y cerrar la historia con la altura a la que invitaban los acontecimientos narrados en el libro original. Como que eran (simplificando la idea), muchos papeles con gran fuerza y complejidad generando en cierta manera una historia promedio y colorida, nada más. Esa es falla del director, estoy segura. Aún así y lamento decirlo porque adoro a Meryl Streep, creo que Glen y Janet se merecían ganar. Grandes actuaciones. El trailer que insertamos aquí es el español, porque la distribuidora solicitó que no se pudieran ver fuera de youtube en webs las versiones en inglés subtituladas. Las pueden ver saliendo de la página, pero les dejamos el doblado, para que lo tengan en el mismo post:
El refugio de la masculinidad Esta es la típica película "caza votantes del Oscar" y, también, de no pocos colegas que se llenan la boca hablando de la "notable caracterización" de Glenn Close (por supuesto, nominada este año por la Academia) haciéndose pasar por un hombre. No sé por qué a tanta gente le impacta ver a un hombre vestido de mujer y viceversa ¿Es algo tan arriesgado, tan difícil de hacer para un buen actor o una buena actriz? Para mi gusto, esta película de Rodrigo García (Márquez Jr.), el mismo director de Con solo mirarte, Amor de madres y la serie En terapia, está por momentos bastante cerca del ridículo, del mal gusto e incluso de ser ofensiva (¿qué dirán las militantes lesbianas sobre este guión pergeñado por la propia Glenn Close respecto de su mirada sobre la sexualidad y la masculinidad como refugio?). Pero, más allá de las distintas lecturas que puedan hacerse, El secreto de Albert Nobbs resulta bastante maniquea, manipuladora y por momentos hasta un poco tediosa. Ambientada en la aristocracia de Dublin de fines de siglo XIX, la película narra la historia de Albert Nobbs (una Glenn Close rígida, contenida, casi inexpresiva para exponer la represión del personaje), una mujer que se viste y se comporta como hombre para poder trabajar como sirviente en una mansión liderada por Jonathan Rhys Meyers. Allí, convivirá con gente que la aprecia y que la desprecia, que elogia su eficiencia o que se refiere a ella (a él) como un "freak" apenas da media vuelta y se va. Y habrá también, un/a colega y mentor/a (Janet McTeer) y, claro, un objeto del deseo (Mia Wasikowska). Este film de espíritu trágico y aleccionador me resultó demasiado esquemático, calculado, obvio y cansino (cansador). No pude ingresar ni en la propuesta de la historia ni conmoverme con este personaje que Close ya había interpretado 30 años antes en el teatro y que luchó durante mucho tiempo para poder llevarlo también a la pantalla grande. Logró su objetivo (premios, prestigio), es cierto, pero -al menos en este caso- no mi admiración.
"GRAN PERSONAJE EN UN GUIÓN ALGO SUPERFICIAL" Con ritmo narrativo pausado y un gran cuidado por lo estético, asistimos a la historia de Albert Nobbs, un camarero de la Irlanda del siglo 19, que trabaja en un hotel, pero que ahorra moneda a moneda para lograr cumplir un sueño de independencia y formar una familia. Pero Albert es un hombre encerrado en el cuerpo de una mujer (o una mujer transvestida, como se lo prefiera ver), y no le será nada fácil alcanzar sus objetivos en esa época (ni siquiera es sencillo en estos “tiempos modernos”). Su meticulosidad y perfeccionamiento le hacen ser considerado como un magnífico mayordomo, siendo admirado por todos y logrando buenas propinas. Sin embargo, en su vida privada, se encuentra totalmente anulado por su indefinición sexual. Soñando con integrarse en una reprimida sociedad que lo ha obligado a ocultarse, empezará a cortejar a una de las camareras del hotel, desconociendo que ello le traerá varios problemas que marcarán su destino. Glenn Close interpretó por primera vez al personaje de Albert Nobbs en 1982, en una producción teatral, por la que ganó un Premio Obie, y durante quince años trató de adaptar la historia para el cine. El filme interesa más por la creación de Close que por la historia desarrollada; es de esas obras que se apoyan en el lucimiento de su protagonista, más que en un guión “de hierro” (al igual que la “iron lady” de Meryl Streep). La trama deja con ganas de más; pareciera quedarse en un medio tono que, para el tipo de personaje y el conflicto planteado, merecía mayor profundidad. El único momento en el que Albert se rebela y pareciera correr sangre por sus venas, conformando el breve clímax del filme, éste es dejado “fuera de juego” (para no develar qué ocurre), y el desenlace se presenta algo forzado y poco justificable. Es de destacar la cada vez más atrayente presencia de Mia Wasikowska en este tipo de filmes “de época” (especialmente en su reciente “Jane Eyre”), y es celebrable también el rol de una gran Pauline Collins; aunque, por otro lado, resulta extraño ver a reconocidos actores en roles demasiado menores, como Brendan Gleeson, Brenda Fricker o Jonathan Rhys Myers. La última propuesta del cineasta Rodrigo García (hijo del ilustre Gabriel García Márquez) resulta una obra que se aparta de la estructura de historias cruzadas que han caracterizado su filmografía (“Con solo mirarla”, “Nueve vidas”, “Amor de madres”). Muy bien está Glenn Close (aunque, tal vez, excesivamente contenida, casi de piedra) nominada a varios premios por esta personificación, pero mejor está Janet McTeer, que pareciera desplegar y comunicar más emociones que la propia protagonista. La película se apoya más en la exquisita puesta en escena, en una delicada fotografía y en buenas interpretaciones actorales, pero era una historia que daba para más. Al menos no es aburrida, pero le falta una vuelta de tuerca al guión, que la haga más interesante.
Soy lo que soy Glenn Close, brillante, como un personaje masculino. Atento pero con una mirada vacía, Albert Nobbs observa minuciosamente todo a su alrededor, con pequeños e ínfimos gestos. En buena parte, porque debe pasar desapercibido: es mayordomo en un hotel en Dublín, a fines del siglo XIX. Y en mayor parte, porque está convencido de que no le conviene que nadie descubra –como reza el título local- cuál es su secreto. Pero el misterio se acaba pronto para el espectador. Si uno no conociera a Glenn Close, tal vez creyera que Albert Nobbs es realmente un hombre, tal es la caracterización de la actriz de Atracción fatal y Relaciones peligrosas . Igual, la trama de la película, tomada de una corta novela que luego fue llevada al teatro por la propia Close, en 1982, no oculta sino que hace eje en esa dualidad. O, mejor, esa partición en la individualidad del personaje central. Nobbs guarda con celo las apariencias, así como sus ahorros debajo de la madera del piso de su habitación en el hotel. Su sueño es reunir cierto capital para poder abrir un negocio de tabaco, y hasta fantasea con casarse. Todos sus temores y pesadillas brotarán casi de la nada cuando otro personaje –un pintor que llega al hotel- deba pasar la noche en su cuarto. A partir de allí, Nobbs empieza a cabildear entre la seguridad que le daba su masculinidad y el hecho de ser como es, con ese nuevo personaje como modelo a seguir. La película de Rodrigo García -hijo de García Márquez (ver contratapa), un realizador al que le gusta vérselas con personajes femenino fuertes, como Con solo mirarte y Amor de madres - no le escapa al melodrama de buen gusto. De todas formas, su estilo no es ambicioso desde lo formal y se mantiene en el tono de una buena serie de TV, un medio en el que ha hecho mucha de su carrera, como director y guionistas ( In Treatment , Six Feet Under ). Lo que toma como tema es la posición social de la mujer en el siglo XIX. Si el personaje de Close deja de ser quién es , es así porque cree que lo necesita para poder ser quién es , algún día. La película se aboca a lo que comúnmente denominamos libertad, más allá de géneros. La cuestión es aceptar la realidad y, en el caso de Nobbs, su identidad. Para ser más claro: no es que quiere ser hombre, sino que necesitó dejar de ser mujer, que es muy distinto. En las subtramas es donde la película falla, o no llega a alcanzar el mismo nivel que cuando cuenta con Close al frente. Si las reuniones alrededor de la mesa de la cocina, con los empleados, tienen lo suyo, son la innecesaria apertura a varias subtramas –el botones que llega, el alcoholismo de otro sirviente, la fiebre tifoidea y cómo altera la vida en el hotel- lo que restan interés al relato. Pero la película está construida para especial lucimiento de Close, que sí, está muy bien y no por actuar como hombre, sino por manifestar con mínimas expresiones y actitudes lo que le sucede a la protagonista. Close no sólo interpreta a Nobbs, sino que, tras bregar diez años por llevar la historia a la pantalla, terminó coescribiendo el guión y también produciéndola. Se rodeó de un elenco inmejorable –Mia Wasikowska como el interés romántico de Nobbs, Brendan Gleeson, Pauline Collins, Jonathan Rhys Meyers, Janet McTeer, Aaron Johnson- en este filme sobre ser diferente a lo que se es, con los riesgos de ser una persona incapaz de sentir, algún día, la felicidad.
Un fallido relato que explora la cuestión de género en la Irlanda del siglo XIX Desde su primera aparición en pantalla queda claro que el Albert Nobbs del título no es lo que se dice un hombre sociable. Cuidadoso, obsesivo y obsecuente, Nobbs es un ser patético. Un hombrecito gris que vive para contar -con patológica meticulosidad- sus ahorros y no parece existir más allá del trabajo en un hotel y el cuarto en el que esconde su dinero. Pero hasta el sumiso Albert tiene algo que esconder. Rodeado de sus compañeros sirvientes, hostigado por la dueña del hotel y despreciado por los huéspedes, el personaje que interpreta Glenn Close es en realidad una mujer. Un hecho que, llamativamente, no consigue hacerlo más interesante. Todo lo contrario. Según la actuación de Close, que ya había encarnado a Nobbs en una versión teatral de la historia que impregna el ritmo -o la falta de él-del relato, se trata de un personaje tan rígido como miserable. En pánico por un incidente que podría revelar su secreto, Nobbs empieza a descubrir que podría haber otra vida para él/ella. Una forma de librarse de esa soledad que el director Rodrigo García se empecina en machacar con una insistencia que sólo puede interpretarse como sádica. Hasta los momentos de "triunfo" del personaje son fallidos y si el guión pretendía plantear algún argumento de denuncia sobre el papel de la mujer en la sociedad decimonónica, logra casi lo contrario. Y si la idea era poner sobre el tapete el lugar de la homosexualidad o transexualidad en la Irlanda de aquellos años lo que se ve desmiente las buenas intenciones. Tal vez lo mejor de una historia que produce más aburrimiento que emoción sean las pocas escenas en las que es posible vislumbrar algo de la vida del resto de los empleados del hotel y sus visitantes. Allí están la siempre excelente Mia Wasikowska (Alicia en el país de las maravillas) como el improbable objeto de cariño de Nobbs, el gran Brendan Gleeson, interpretando a un doctor que le aporta cierta bondad al mundo del protagonista y Janet McTeer, cuyo personaje funcionará como catalizador del despertar a la vida de Nobbs. Claro que la aparición de estos grandes actores queda aplastada por una dirección que los obliga a asumir poses excesivamente forzadas, a girar en torno del personaje de Close que -al igual que McTeer-, consiguió una nominación al Oscar por este papel. Premio que finalmente ganó Meryl Streep, otra actriz que atrajo la atención de la Academia de Hollywood por una interpretación cubierta de maquillaje. Claro que en el caso de Streep se trató de interpretar a Margaret Thatcher en una película menor y superficial aunque jerarquizada-hasta cierto punto-, por su actuación. En El secreto de Albert Nobbs, Close intensifica el efecto opuesto.
Albert, Alberta “¡Por Dios! ¿Cómo es que la gente vive vidas tan miserables?”, se pregunta indignado el Doctor Holloran (Brendan Gleeson) cuando finalmente descubre el secreto de Albert Nobbs al que alude el título del film. Un secreto que el espectador conoce desde la primera escena: que ese atildado y fiel mayordomo nunca fue un hombre, sino una mujer, empujada durante treinta años a esconder su condición con tal de sobrevivir en la empobrecida Irlanda de fines del siglo XIX. Y sin que la película se lo proponga, esa misma pregunta asalta al espectador, pero referida a la película misma: cómo es que el cine elige contar esa vida y lo hace de manera tan insulsa, tan pobre, tan prosaica. Nominada al Oscar 2011 a la mejor actriz (Glenn Close), mejor actriz secundaria (Janet McTeer) y mejor maquillaje, El secreto de Albert Nobbs es esa clase de películas que se conciben a partir del supuesto prestigio que les da su origen teatral y la corrección política de su tema. Basada en un cuento del escritor irlandés George Moore, “The Singular Life of Albert Nobbs”, esta encarnación de la historia tiene sus orígenes en una versión teatral que Susannah York protagonizó en Londres en 1978. Cuatro años después, Close la hizo en Nueva York y desde entonces intentó llevarla al cine y estuvo cerca hace una década, de la mano del director húngaro István Szabó, citado en los títulos del film actual. En manos del realizador Rodrigo García, hijo de Gabriel García Márquez y director de varios “women films” (Con sólo mirarte, Amores de madre) que le han valido el mote, ciertamente exagerado, de “el nuevo Cukor”, por su especialidad en dirigir actrices, Albert Nobbs sufre de anemia cinematográfica. Todo aquí es débil, lánguido, desvaído, desde el errático guión, pleno de inútiles digresiones, hasta la monocorde puesta en escena, donde todos los momentos son igualmente hipotónicos, como si no existiera algo llamado curva dramática. En lo que respecta a Close, impulsora de todo el proyecto, resulta inverosímil vestida de traje negro y bombín. Su drama es que siempre se ve a una actriz que hace de mujer disfrazada de hombre.
Glen Close y un papel para el Oscar El arte escénico ha probado a lo largo del tiempo y con éxito palpable, que tener en un film o una puesta teatral como protagonista a un actor o actriz interpretando a alguien del sexo opuesto, es rendidor. Existe un pacto no firmado entre obra y espectador según el cual el que está mirando hace de cuenta que, por ejemplo, en "La nona" Pepe Soriano es una anciana,y no un actor jugando el rol de señora mayor. A ese camino apeló Glen Close para escribir este guión que tiene como principal objetivo su lucimiento como actriz. No es este el lugar desde el que se discutirán los méritos como intérprete de una de las figuras más relevantes con las que cuenta el star system de Hollywood. Pero El secreto de Albert Nobbs es un trabajo endeble, únicamente justificado por el quid de tener a una gran actriz jugando el rol de una mujer infeliz, que vive en la apariencia de que es un hombre para poder trabajar como mayordomo de un gran hotel, en la Irlanda del siglo XIX. Ella vive en una habitación pequeña y a la vez en medio de una cárcel personal, cuya única vía de escape es el sueño de poner un local de venta de tabaco, con el dinero que viene ahorrando meticulosamente. A su vez, el encuentro con una mujer que vive una situación similar, le ayuda a soñar con una vida más allá de ese empleo de sirviente(a) de lujo. Estamos ante una película que no pierde en ningún moimento el tono solemne y la sensación amarga de una historia de profundo dolor y de tono claustrofóbico,como si el Albert Nobbs de Close no viera la forma en que su mundo se achica y la precipita a un final poco promisorio. Un amor claramente no correspondido aumenta esta sensación de tragedia constante. Close escribió para ella y en ese sentido el resultado es actoralmente óptimo. Su performance ratifica una carrera intachable, pero el relato, tan pendiente de su presencia excluyente, es un ancla, una traba insoslayable para el avance de lo que se está contando. En tanto, en cuanto al pacto no escrito entre obra y público, puede que tampoco se cumpla, sobre todo a partir del momento en que no resulta sostenible desde el verosímil el hecho de que nadie hubiera percibido en las tres décadas que Albert vivió como hombre, su evidente femeneidad. Pero el verosímil es tema de otra discusión. Albert Nobbs falla, paradójicamente, por el peso actoral de su protagonista, en detrimento de todos los otros elementos del film, y ahí es donde se vuelve un trabajo menor, por la única pretensión de que brille uno solo de sus componentes.
La travesti soñadora Afortunadamente hay actrices decididas que toman el riesgo y van por lo que quieren. Sabido es que Hollywood gusta de desechar a las mujeres que ya no son atractivas. En los tiempos que corren hay que imponerse a fuerza de cuerpos siliconados o por la prepotencia de algunos Oscares ganados. Es interesante entonces que Glenn Close haya elegido esta pieza escrita por George Moore en 1918 para producirla, adaptarla y actuarla. Como el personaje principal, ella debe hacerse su propio camino para subsistir en el medio. Albert Nobbs es un hombre pequeño; abnegado y prolijo mayordomo de un hotel irlandés. Atildado, servicial, algo inocente y poco expresivo, Albert oculta un par de secretos. El primero: que es una mujer. El segundo: una pequeña fortuna que chelín tras chelín ahorra desde hace años. Durante la primera mitad del filme disfrutamos de la presentación de los personajes y el conflicto central. La pequeña comunidad que habita ese hotel -con cada uno de sus personajes- está bien delineada por sus intérpretes y captado sin estridencias por el director. Albert sueña con dejar esa vida rutinaria de servicio y tener su propio negocio, y hasta una familia. En el camino hacia ese ideal ya ni se planeta si es hombre o mujer, piensa solo como individuo. Busca la felicidad como persona, y en ese sentido el relato es audaz para la época en que fue concebido y hoy cobra una actualidad pasmosa. Se trata de un filme cuidado en los detalles de época, se sitúa en la Dublin de 1858, con un gran trabajo por parte de la dirección de arte y de fotografía. Desafortunadamente, en la segunda mitad el relato pierde la fuerza del inicio y acaba diluyéndose, deja esa sensación de "podría haber sido mejor". Esto no empaña la brillante labor de Close, perfecta en la composición de este "hombrecito" que es capaz de expresar todo con su mirada, con el mínimo gesto. En un rol secundario, pero determinante, se luce también Janet McTeer junto a un elenco en que nadie desentona.
Una historia estremecedora, la de un ser humano que se funde en una ficción para poder sobrevivir, una mujer en la paupérrima Irlanda, que desde su adolescencia huye de una suerte terrible y finge ser un hombre. Aunque luego el deseo se presente en el más trágico de los sentimientos. Glenn Close realiza un trabajo profundo y conmovedor, su compromiso desde el comienzo del proyecto nos regala una composición inolvidable.
Cortate las venas y morí desangrado en el cine. Parecería que ese fue el sentimiento que se propuso transmitirle al espectador el director Rodrigo García (el Rey de los golpes bajos), a la hora de hacer esta película. Una de las historias más deprimentes que se conocieron en el último tiempo, que a Dickens seguramente le hubiera encantado escribir. El secreto de Albert Nobbs es un proyecto especial de Glenn Close en el que venía trabajando desde hace muchísimos años. Ella ya había interpretado en 1982 al personaje en la versión teatral que se hizo basada en la novela del autor irlandés George Moore. Desde entonces intentó llevarla al cine pero tuvo muchos problemas para conseguir el financiamiento adecuado. Finalmente concretó esta producción y trabajó como guionista y productora además de brindar uno de los trabajos actorales más importantes de su carrera. Albert Nobbs plantea una historia dura e interesante sobre la identidad y la opresión de la mujer en la complicada sociedad del siglo 19. Glenn Close logra sacar adelante con mucha convicción el rol de una mujer que vive interpretando un personaje en su vida para cumplir sus sueños y poder expresarse como la persona que realmente es. El problema que tiene esta película es la dirección de García (Con sólo mirarte). El director trabaja con personajes y temas muy interesantes pero convierte su trabajo en un bodrio insufrible cada vez que el relato se aparta de Albert Nobbs, que es el punto más atractivo de este film. Sus miserias, deseos y el modo en que se relaciona con su entorno social son los elementos que hacen llevadera la historia. La película decae cuando la trama se enfoca de manera innecesaria en personajes secundarios o situaciones, como la rutina cotidiana de un hotel, que no aportan a nada al conflicto central, más que aburrir y alargar el film sin sentido. Debido a esto se desperdicia una historia que contaba con un gran potencial y que nunca llega a ser completamente explotado. Es un film que se queda a mitad de camino en los temas que trata y que zafa principalmente por el trabajo de la protagonista.
Encerrada en su propia cárcel El realizador Rodrigo Garcia, quien se mueve muy bien en las series televisivas y también en la pantalla grande (ejemplos como En Terapia hoy llevada a la pantalla nacional con Diego Peretti, Madres e Hijas o Nueve vidas) trae un relato digno y sumamente elaborado. Albert Nobbs (perfectamente interpretado por Glenn Close) cuenta las difíciles situaciones que debe vivir esta protagonista, haciéndose pasar por un hombre para poder trabajar y sobrevivir en la Irlanda del siglo XIX, una sociedad dominada por los hombres, en la que las mujeres no tienen ninguna oportunidad y están condenadas a una vida de servidumbre. Luego de unos treinta años de vestir ropa masculina y de trabajar como hombre en los mejores hoteles del mundo, se siente perdida y con infinitas ganas de poner un local propio. A esto se le suma el encuentro con un pintor de obra, llamado Hubert Page (gran papel de Janet McTeer, quien gracias a su contextura le es sencillo pasar por hombre), le brotan inmensas ganas de salir de la cárcel que ella misma ha construido y formar su propia familia. El film se encuentra sumamente cuidado en detalles y con una precisa fotografía que acompaña los cambios del personaje central. También vale la pena destacar la puesta en escena que con una paleta de colores donde abunda un azul gastado que mejoran a Albert Nobbs. La película tiene en el reparto a Mia Wasikowska y a Aaron Johnson (Kick-Ass) en un complejo triangulo de amor junto a Nobbs y, para completar el gran elenco, desfilan Jonathan Rhys Meyers, Brendan Gleeson, Janet McTeer, Pauline Collins y Brenda Fricker. Cabe recordar que Glenn Close fue nominada por este papel como "mejor actriz" en la última entrega de los premios Oscar
Glenn Close es Albert Nobbs. Sí, leyó bien, la famosa actriz otrora enemiga de los 101 dálmatas (Cruela de vil) se pone en la piel del personaje que da nombre a la película adaptada de un cuento corto. Ya desde el trailer se debe hacer una distinción importante que mucho afecta el juicio a la hora de reputar su interpretación. En realidad no se trata de una actriz interpretando a un hombre, sino de una actriz interpretando a una mujer que se hace pasar por hombre. Y no es la primera vez que esto sucede en una película, recordemos a Tilda Swinton en Orlando (1992), Kathy Burke en Kevin and Perry Go Large (2000) y la más cercana en el tiempo Cate Blanchett en I'm Not There (2007) interpretando nada menos que a Bob Dylan. La historia está centrada en la vida de una mujer que para sobrevivir a una sociedad que la dejó sin oportunidades como mujer, debe travestirse y hacerse pasar por hombre a fin de ganar dinero y alimentar su deseo de algún día poner un negocio propio con sus ahorros. De esta manera Albert Nobbs no entra en un esquema de travestismo por ningún tipo de perversión sexual o mera satisfacción cual Edgar Hoover. Se trata de un ser tan simple y mísero económica e intelectualmente que concluye que su única opción de supervivencia es transformar su aspecto para poder conseguir trabajos que como mujer le son esquivos. Bajo esta simple pero algo interesante premisa, el director Rodrigo García (amo y señor de los golpes bajos e historias deprimentes que devolverían a la vida a Charles Dickens para matarlo de envidia) alcanza un par de buenos momentos en los que la/el protagonista vive como mujer y hombre, denotando que en la sociedad irlandesa de siglo XIX tan solo la ropa y el sombrero definían el sexo. Pero lamentablemente la esencia no logra impregnar a toda la película que eventualmente se pierde con el complemento de personajes secundarios poco interesantes. Y otro de los principales problemas es que el personaje principal, quizás demasiado fiel a la idiosincrasia de un simple trabajador irlandés de finales del 1800, cuenta con motivaciones muy débiles. Si bien es cierto que para él/ella (enfatizamos en su ambigüedad ya que el mismo personaje llega a creerse que es un hombre) poner una tabaquería con su dinero lo era todo, a nivel cinematográfico y como meta personal no es un gran conflicto que remueva al espectador. Albert Nobbs es sin más una correcta propuesta cinematográfica que sin embargo peca de fría y la emoción no parece estar demasiado presente entre sus fotogramas.
¿Glenn o Glenda? ¿Qué sería el cine sin actores? ¿Cuántas películas malas y banales han sido salvadas por grandes elencos y cuántas fueron hechas al servicio de los dotes interpretativos de ciertos actores? Miles, millones. El star system nunca dejó de estar de moda. Sin embargo hay trabajos, que más allá de pensar en la repercusión en la taquilla por el fanatismo que el público tiene por ciertos actores, que sirven para que un actor sea ubicado o reubicado en el mapa cinematográfico. Hay obras que son hechas pensando, especialmente en como se vería tal actor interpretando a tal figura, muchas veces con vistas al Oscar. Es así como Meryl Streep nuevamente se llevó un Oscar el último año por interpretar a Margaret Thatcher. Premio que debería haber ido a las manos de Michelle Williams por su retrato de Marilyn Monroe o, quizás de Glenn Close por El Secreto de Albert Nobbs. Pero acá no estamos ante una biopic, sino ante una creación original de la propia Close, inspirada en un cuento y una obra de teatro. Si bien se inspira en ciertos hechos reales, el personaje Albert Nobbs es original, y sirvió para que la actriz nuevamente esté entre las más codiciadas de Hollywood, así como Petróleo Sangriento fue el vehículo perfecto para renacer la carrera de Daniel Day Lewis. Close, interpreta, escribió y produjo, Albert Nobbs, la historia de un mayordomo que trabaja en un hotel del centro de Dublin a fines del siglo XIX. Teniendo en cuenta la discriminación hacia el rol femenino durante esa época, Albert en realidad es una mujer en disfraz de hombre. Tiene un sueño: poner un negocio que venda tabaco. Para eso, quiere emplear a una mesera del hotel: Helen (Wasikowska) a la que además, desea como vínculo romántico. Pero Helen tiene una relación con Joe (Johnson), el muchacho que cuidas las calderas del hotel. Trágica historia de amor que muestra el travestismo un siglo y medio atrás, Albert Nobbs es un film de qualité, con una cuidadosa puesta en escena, trabajada fotografía, escenografía y vestuario, pero más allá de la reconstrucción de época y el impresionante maquillaje de Close, lo que más se destaca de Albert… son las actuaciones. Rodrigo García hace bastantes años viene demostrando que lo suyo son las películas y series, donde el actor pueda construir personajes con matices, conflictos internos y dudas existenciales. Albert Nobbs seguramente es la más superficial de las obras de García, pero contiene personajes que resultan creíbles. Close logra metamorfosearse en este personaje diminuto, concretando una transformación física y vocal meticulosa. Además de que tiene que condensar las expresiones, reprimir sentimientos y decir lo máximo posible con la menor cantidad de palabras, prácticamente sin mover los labios, usando los ojos, una mueca bocal o una forma de desplazarse. Esta construcción de personaje es un eficiente trabajo por parte del director. Cada mínimo movimiento dice algo de su ser. Close, es soportada por un elenco sólido empezando por Wasikowska que se trata de despegar de la Alicia de Tim Burton, Johnson, completamente distinto al adolescente nerd de Kick Ass, y enormes actrices como Pauline Collins, Brenda Fricker o Janet Mc Teer, más que convincentes en sus pequeños roles. Las tres no son figuras demasiado reconocidas, pero cada pequeña participación suma a brindar escenas elegantes y líricas con respecto al lenguaje. Pero así, como vale la pena destacar la sensibilidad de García para entender la idiosincrasia del personaje y unirla a la del actor, hay que decir, que en lo narrativo no logra esquivar los lugares comunes del guión, los golpes bajos y la falta de sorpresa. Es una historia demasiado lineal que no profundiza en los diversos dilemas que vive Albert. Llega a ser una obra sentimentaloide, que abre numerosas tramas, para cerrarlas en forma predecible. García hace bastante énfasis en la psicología del personaje: la incertidumbre de cómo el personaje de Hubert (McTeer) pudo casarse con una mujer siendo mujer también que vive constantemente como hombre, el deseo de poder desplegar su feminidad y los prejuicios internos, relacionado con el amor homosexual (en una época donde era condenado), pero también con la soledad del personaje, el miedo a relacionarse con las personas de salir del molde sirviente masculino. García siempre ha preferido posar sus ojos en el punto de vista femenino, y no es de extrañar que los hombres de esta obra sean los personajes más débiles, menos desarrollados y destacables. Es muy básico el retrato de Joe, y nunca influencian demasiado los personajes del doctor (a cargo del gran Brendan Gleeson) o el Lord que interpreta como si fuese un cameo, Jonathan Rhys Meyers. El Secreto de Albert Nobbs es una propuesta que no esconde sus raíces teatrales, apenas emociona, pero que se destaca por el atractivo y fatal trabajo de Glenn Close.
En tiempos donde el ser femenino era una expresion de artificio, de ornamentacion y coloridos peinados y vestimentas, pleno Dublin del siglo XIX, Albert Nobbs el fiel sirviente se muestra solicito entre las damas de la casa. Servicial y competente, algo parco en sus movimientos siempre está allí cuando lo necesitan eficiente y algo parco en sus modos. Su gesto adusto denota una contención que oculta un gran secreto que pugna por salir: Albert Nobbs es una mujer, contenida en las propias prisiones que se autoimpone para que sus curvas no sean visibles y le coarten sus posibilidades laborales. La genial adaptación que realizo Glenn Close del cuento de George Moore dirigida por Rodrigo García nos adentra en un mundo de pasiones reprimidas donde Albert Nobbs debe fingir una masculinidad inexistente para conservar un trabajo. Alli conoce tambien a Hubert Page (una correcta Janet McTeer) un pintor que trabaja en la casa, con quien compartirá el mismo secreto: ella tambien es una mujer que finge ser hombre, solo que en este caso la apuesta fue subida al máximo y ella se ha casado con otra mujer. La felicidad de no saberse sola con ese terrible secreto más la admiracion de encontrar alguien que ha llevado mas al limite la apuesta de vida de Albert harán que poco a poco los limites autoimpuestos comiencen a moverse, dando paso a los propios deseos. Y esos deseos vienen encarnados en Helen (la bella Mia Wasikowska) una de las mucamas de la posada quien a su vez vive un romance con Joe. Asi el triangulo estará planteado, con todos los particulares matices que la situacion impone. Un film interesante y emotivo donde las actuaciones son el plato principal a servir en una mesa señorial, donde no todo es lo que parece y la verdad se abre camino, a veces con tragico desenlaces. Imperdible opción para los amantes de las grandes actuaciones y los relatos de epoca.
Un hombre y una mujer El cine mainstream generalmente se las ve de figurillas si se trata de lidiar con cuestiones de género e identidad u orientación sexual. No es mera casualidad si consideramos que dichos temas han sido y, hasta un punto, siguen siendo tabú. Lo prohibido, en los años incipientes del cine y mucho más aún durante los nefastos años del Código Hayes, era la identificación completa, total e indisimulada con una identidad genética diferente de la aceptada socialmente (en el sentido de impuesto=permitido). Luego de Stonewall y de los movimientos por los derechos civiles de los años 60, el cine sobre géneros comenzó a tener un rostro más visible, pero tal vez restringido a problemáticas de relación y aceptación, tales como el coming out y las relaciones entre personas del mismo sexo. La temática transgénero, sin ser ajena a esta apertura, quedaba casi siempre en un segundo plano, o se la enfocaba desde el único costado permisible: la comedia o la parodia, como en la comedia de doble cruce de géneros Victor Victoria (Blake Edwards, 1982), en la que Julie Andrews intentaba -inútilmente- hacernos creer que era una mujer que se ponía en la piel de un transformista masculino disfrazado de mujer. En medio de la confusión, Blake Edwards se daba el lujo de presentar, en un mainstream de Hollywood, personajes abiertamente gay o ambiguos. Cuando el doble juego de identidades sexuales ya parecía cosa del pasado, la talentosa actriz Glenn Close, devenida productora y guionista, decidió adaptar un cuento de George Moore basado en una idea original del director István Szabó. Junto con el renombrado novelista John Banville, Close escribió el guión de la inquietante, conmovedora y dolorosa El secreto de Albert Nobbs. A una edad en la que los guiones protagonizados por actrices no suelen abundar, Close, quien acaba de cumplir los 65, lejos se encuentra de la malhechora vampiresa de Atracción fatal (1987), acaso el primer film de la era del SIDA con una malsana pátina moralista sobre la sexualidad y la infidelidad marital. A nivel artístico y político, El secreto de Albert Nobbs se ubica a años luz de Atracción fatal. Se trata de un retrato descarnado de una sociedad intolerante e hipócrita: la Irlanda de fines del siglo XIX. El film, protagonizado por Close y dirigido por Rodrigo García (Con sólo mirarte, 1999; Nueve vidas, 2005), quien parece tener una afinidad muy particular con los vericuetos del mundo femenino, nos permite -más que atisbar- sumergirnos de lleno en la tragedia y el sufrimiento implícitos del cross dressing y del cambio de identidad sexual forzados y necesariamente negados por una sociedad predominantemente heterosexual y falocéntrica. El personaje de Glenn Close, Albert Nobbs, es un extraño pero extremadamente respetuoso y respetado maitre de un hotel para huéspedes aristocráticos (en realidad, se trata de un hotel de cierta categoría pero con aspiraciones mayores). Cortés e invisible, pero siempre presente a la hora de atender a los huéspedes, Nobbs esconde un secreto: su identidad sexual y social no es la verdadera, sino la que ha decido adoptar con el fin de conseguir trabajo en tiempos de acuciante crisis económica, atravesada por el fantasma de una virulenta peste que castiga primero a las clases más bajas y desposeídas, y luego amenaza el bienestar de los ricos y glamorosos. Si nos atenemos a los dichos de Close (Banville sólo se habría limitado a darle un toque y un acento irlandés a los diálogos), El secreto de Albert Nobbs se apoya en un sólido guión propio y casi sin despliegues de innecesario pintoresquismo. La historia de Albert Nobbs, de hecho, va mucho más allá de un simple cambio de identidades, pues se trata, en realidad, de la necesidad de adaptación y del deseo -tal vez imposible, más bien irreal- de traspasar las barreras impuestas por ancestrales mandatos sociales. Más allá de lo anecdótico (Nobbs conoce a un pintor de casas que también oculta un secreto y decide encarnar, hasta las últimas consecuencias, su rol transgénero masculino), la película cuenta con una apabullante actuación/personificación, y la dirección de Rodrigo García le imprime a la historia matices de credibilidad pocas veces vistos en el cine de recreación histórica. Al igual que el Albert Nobbs de la ficción, Glenn Close demuestra ser sorprendente y poderosamente multifacética. La actriz no sólo interpreta el rol principal con intachable devoción por cada pequeño detalle, sino que también se hace cargo (un increíble triplete) del guión y la producción. Y por si todo esto fuera poco, Close también compuso la canción original de El secreto de Albert Nobbs (la conmovedora balada Lay Your Head Down). A la hora de los Oscar, Glenn Close, nominada como Mejor Actriz, perdió ante la multinominada y premiada Meryl Streep (por La dama de hierro), una actuación excelente pero de ningún modo superior a la de Close. No obstante, El secreto de Albert Nobbs se lleva el mayor de los lauros: la autenticidad de una verdadera actriz de raza y creadora como Glenn Close, y el profundo conocimiento del universo femenino que siempre ha demostrado el director Rodrigo García.
Anexo de crítica: -Fiel a su conocimiento del mundo femenino ya demostrado en películas anteriores donde se destaca la capacidad de dirigir actrices de fuste y una avidez por el melódrama de lágrima fácil, el director Rodrigo García se une a este proyecto muy personal de la ecléctica Glenn Close para concebir un personaje trágico que se debate entre las imposiciones sociales de una sociedad machista y el deseo por lo que verdaderamente la completa como persona en un mundo donde las máscaras y las imposturas se aplauden y la autenticidad aburre y se repudia.
Frío ensayo feminista Una película que seguramente subestimará, que pensará no vale la pena ir a ver en el cine, que es mejor esperar a que salga en formato DVD (o Blue Ray).... si es de los que no tienen paciencia y necesitan una dinámica activa quizás tenga razón. "El secreto de Albert Nobbs" es una película interesante como proyecto experimental, es un ensayo elegante sobre la opresión, el machismo, la sexualidad, la sociedad del siglo XIX y algunos otros temas que siempre resultan atractivos de abordar. El tema es que el director colombiano Rodrigo García decide ofrecer una historia narrada con frialdad y cierto ritmo monótono que le crispará los nervios a más de uno. No es un film de ritmo turbulento, no ablanda, no apasiona, mantiene siempre su serenidad narrativa hasta el final del metraje dónde cachetea al espectador como diciéndole, "¿Esperabas algo que te mueva? ¡Tomá!, una escena fuerte para que te retires de la sala con un poco de furia que despierte la discusión post cine". No es una película para todo tipo de público, más bien gustará a aquellos que disfrutan de buenas actuaciones, secuencias bien elaboradas, humor sutil y temáticas para reflexionar al ritmo que avanza la cinta. Todas las interpretaciones protagónicas son fuertes y creíbles, sobre todo Glenn Close y Janet McTeer que bien merecidas tuvieron sus nominaciones a los premios Óscar de este año. La actuación agrega bastante calidad a una trama experimental que no fue concebida para el público que va al cine buscando una montaña rusa de efectos dramáticos sobre su persona, de hecho creo que si el cast hubiera incluido talentos un poco menos agraciados, la película habría recibido muchísima menos atención de la que terminó obteniendo. Para asistir a una puesta no convencional de temáticas controversiales tratadas con profesionalismo y seriedad, elevada por un grupo de actores y actrices que se comprometieron con los roles que les fueron asignados.
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En una sociedad represiva como la de la Irlanda victoriana, una mujer decide ocultar su género para poder llevar la vida que desea, trabajar, encontrar más que una supervivencia atada a la dominación masculina. Pasa en ese estado treinta años y tiene dos problemas: una mujer se enamora de ella, ella se enamora de un hombre. El realizador Rodrigo García (pura trivia: es el hijo de Gabriel García Márquez, pero ese dato no tiene nada que ver con su trabajo) ya ha retratado más de una vez el espíritu femenino (Con solo mirarte, por ejemplo) con mayor sensibilidad y atención a los personajes que a una puesta en escena realmente cinematográfica. No es necesariamente un defecto y en este film, cuyo peor defecto es ser un poco largo para la historia que narra, es la alternativa más adecuada para comunicar las contradicciones que sufre su personaje central, una creación perfecta de la gran Glenn Close. Film de actores, un poco televisivo pero emotivo.
Glenn Close “varón” en un drama que no levanta vuelo La idea no es mala. Tampoco la película es mala, pero es menos buena de lo esperado. Su asunto es singular, y está contado con particular discreción, como respetando el carácter discreto, reservado al máximo, de su personaje: una mujer que, para mantener un trabajo limpio, estable, que le permitiera ir ahorrando algún dinero, vivió largos años con apariencia de hombre y en soledad de afectos. Tal es la interesante y triste historia de esta criatura, a la que le tocó sufrir en la dura Dublín de fines del S XIX, víctima callada y singular de un ceremonioso esquema de represiones sociales e ignorancias sexuales. En su representación de «un» camarero de hotelito pretencioso (y permisivo con los vicios de algunos nobles en plan de festichola), Glenn Close da ejemplo de contención actoral, y empleando apenas una expresión de miedo, a veces llega a parecer realmente un hombrecito obsesivo de fondo paranoico y cuerpito feminoide. Su trabajo es digno de respeto. Hay que valorar, además, su empeño para concretar esta película, basada en un viejo éxito teatral suyo. Ella compró los derechos, fue su coadaptadora, coproductora, coautora de la canción final, y protagonista. El problema es que así le dejó poco margen al director Rodrigo García, a quien contrató por su especial manejo de elencos femeninos, pero no por su mano personal y preciosa para la creación de personajes femeninos. Vale decir, acá García dirige la puesta de un libro ajeno, sin aportar casi nada de su propia cosecha. No estamos ante «Amor de madres» o «Con solo mirarte», sino ante una película distinta de Glenn Close. Paradójicamente no es ella, sino Janet Mc Teer quien se lleva las palmas, componiendo la más atractiva figura de una machona comprensiva. Para interesados en el tema, se recomienda el cuento original del irlandés George Moore «The singular life of Albert Nobbs». También otras películas sobre mujeres obligadas a ocultar su identidad de género, como «El misterio de Alexina», «La Raulito», «Victor Victoria» o, por qué no, las comedias «Luisito», «La estancia del gaucho Cruz», y hasta «Vidalita», con Mirtha Legrand. Que tampoco es totalmente creíble como varoncito, pero es más divertida.
¿Alguna vez escucharon la frase "vehículo de lucimiento"? Albert Nobbs bien podría ser un producto que encaje perfectamente con ella ya que, como un gran entero, probablemente no sea grande, pero destaca con dos actuaciones memorables y tan especiales que cualquiera de las dos actrices, estando en pantalla, levantan la trama un par de niveles más. El personaje principal, del cual toma la película su nombre, es un papel muy particular y difícil. Siendo la película un proyecto encarado con pasión por Glenn Close (quien también personificó al mismo en la obra teatral), la soberbia actriz personifica a una mujer de mediana edad camuflada como hombre para sobrevivir dentro del seno de una sociedad dublinesca a principios del siglo XX. Una época cruenta y llena de peligros para hombres desempleados, cuyos riesgos se acrecientan para mujeres a la intemperie. Así es como Albert Nobbs nace; nunca sabemos la verdadera identidad femenina del personaje, pero no importa, porque al ver a una Glenn Close totalmente transformada (pelo corto, nada de maquillaje y una voz muy masculina que supura acento irlandés) ya se convierte en el centro de atención y el motor del film. Pero la suya no es la única actuación potente de la película: cuando entra en pantalla Hubert Page, el papel de una estelar Janet McTeer, no hace más que confirmar la nominación en los pasados Oscars. Ambas actrices conforman un duo dinámico excepcional y, quizás, la razón más sustancial para ver la película. El asunto de Albert Nobbs es que, con casi dos horas completas de duración, cae en un estado soporífero al seguir la historia contada desde el punto de vista de la servidumbre, en este caso, del personaje de la joven y talentosa Mia Wasikowska. Este enfoque diluye la trama y, aunque esté conectada fuertemente y es un aspecto vital y de importancia, no tener en pantalla a Close o a McTeer afecta. No es culpa de su director, un formidable Rodrigo García que sabe como hacer que el guión y el elenco (en el que se encuentran el joven Aaron Johnson y el consagrado Brendan Gleeson como el doctor residente del hotel) tomen forma, pero la trama apunta demasiado al sentimentalismo y la tragedia como para ser tan coherente como podría haber sido. Albert Nobbs no es una película excelente; tiene carencias en su historia y se hace demasiado larga cuando sus dos motores principales, las grandiosas Glenn Close y Janet McTeer, no están en pantalla entregando su todo en sendas actuaciones memorables por las cuales vale la pena sentarse a disfrutar (con la caja de Kleenex al lado) de la susodicha película.
SE LE NOTA EL DISFRAZ Rodrigo García es un director con buena mano para retratar el mundo de la mujer ("Con solo mirarte",) que aquí dirige una producción de Glenn Close, que llegó al cine tras un exitoso paso por Broadway. Está ambientada en Dublin, a finales del siglo XIX. Y enfoca un tema imposible para la época: una mujer debe disfrazarse de hombre para poder trabajar, aunque en este caso hay chicas trabajando en ese gran hotel con ella. La idea tiene un punto de partida interesante: tanto se disfrazó de hombre que sólo soñaba con casarse pero con una muchacha. Es decir el disfraz había prevalecido y al final lo falso había terminado siendo su verdadera identidad. Pero es tan lánguida, tan sin ganas, tan correcta y previsible, que todo se cae. Declamatoria, obvia, hasta el trabajo de Glenn Close suena estereotipado. ¿Cómo nadie se da cuenta que ese mesero discreto y servicial es una mujer? Sólo un nene de 6 años parece interrogarlo con la mirada. Lentos los irlandeses. El filme acumula clises para intentar denunciar el machismo y la intolerancia de entonces: trepador violento, aristocracia tilinga, borrachines gastados. Es una película sin vida que se disfraza de cine de calidad. Pero no hay caso.
Un grito de liberación Por Melody San Luis Cuando terminé de ver El secreto de Albert Nobbs, algo seguía resonando en mi cabeza (algo fantástico por suerte). Me había quedado encantada por varios momentos. Albert Nobbs era un hombre. Realmente veía a un hombre moverse como camarero. Un hombre que a costa de borrar todo tipo de sospecha de ser mujer se oculta bajo el manto de la introversión. Pero, a su vez, en el film vi a la mujer. Un grito de liberación del género femenino recorre el film, intencional o no. Glenn Close hace un papel excelente. Su personaje es alguien sumamente interesante. Pero más allá de la actuación de Close, lo que me enamoró fue el guión, que si bien está basado en la novela de George Moore, no deja de tener importancia el trabajo del director, Rodrigo García. Albert Nobbs y Hubert Page (interpretado por Janet McTeer), el pintor, son los personajes más interesantes del film. Ambas son mujeres que interpretan a hombres. Sus historias de vida muestran cómo tras ser violentadas por hombres deciden cambiar de sexo. Es en esta película, a mi parecer, casual el hecho de tener que conseguir un trabajo. No creo que sea ese el objetivo del disfraz, sino más bien lo que antes he mencionado: la mujer opta por ser hombre para protegerse de los hombres. Dicen que los artistas, cuando vuelven al pasado para traerlo al presente, lo resignifican. En este caso, la vuelta es al Siglo XIX en Dublín. Desde esa época hasta ahora, vemos que los derechos de las mujeres han cambiado, para bien. Pero, sin embargo, cada año somos protagonistas de la violencia que sigue ejerciendo el hombre por sobre la mujer. Ver la vida de Nobbs nos reencuentra con la lucha de un sector oprimido. La parejita de Helen Dawes (Mia Wasikowska) aparece en el film mostrando la tercera historia más importante de la película. Es en sí la única mujer en la que vemos la violencia de género: las demás fueron narradas por las protagonistas. Aaron Johnson como Joe, pareja de Helen, no logra estar a la altura de los demás actores y queda un tanto descolgado. Resulta poco armonioso verlo actuar. Pero más allá de eso, esta pareja funciona como vehículo para ver los condicionamientos de la mujer. Por suerte, la figura de Mia está bien cuidada y eso hace que el film tenga una coherencia argumental. Aún siendo muy bonita, su participación no está llevada por el lado de la belleza sin más, sino más bien se la presenta como una adolescente que está conociendo el mundo. Es interesante ver cómo funciona la mirada del niño en la película. Hay un pequeño de clase burguesa en el hotel que aparece al menos dos veces en el film. Una de las veces mira a Nobbs con detenimiento y la otra se queda observando a Page. El pequeño encuentra en esos hombres algo más, ve algo que los demás no. El film es de por sí algo lento, pero esto tiene relación con la figura de Nobbs. Rodrigo García compara al protagonista con Chaplin y es realmente esa la figura que queda de Nobbs. Es una mezcla de ternura y tristeza, con movimientos puntillosos, lentos y suaves. Muestra a un hombre postergado y luchador. En ningún momento nos damos cuenta si Nobbs o Pages son lesbianas, pero sí vemos que con el sólo hecho de vestirse como hombres los demás las reconocen como hombres. Ahí observamos cómo ese juego de apariencias hace caer a las aptitudes asignadas socialmente a cada sexo. Se rompe de esta forma con la visión de que la mujer es de una forma y el hombre de otra con el sólo hecho de vestir como si lo fueran. Si hay algo que no me convence demasiado es ese intento de redondeo que se da a lo último. Esa explicación de cómo termina cada uno de los personajes me parece una subestimación al espectador. Pero más allá de esta simple observación, creo que el film está muy bien logrado y es una muestra de que la visión del mundo va cambiando.
Cuenta la historia de una mujer que se encuentra esclavizada por la sociedad y debe ocultar su identidad para poder subsistir. El director colombiano Rodrigo García (Amor de madres y la serie En terapia), nos trae una historia de la Irlanda del siglo XIX, la pobreza y la supervivencia; se estrenó en los festivales de Telluride y Toronto con el título de “Albert Nobbs”; la protagonista es Glenn Close (Relaciones peligrosas 1988; Atracción fatal 1987; La casa de los espíritus 1993) y el resto del elenco: Mia Wasikowska (Mi familia; Alicia en el país de las maravillas), Aaron Johnson, Janet McTeer y Brendan Gleeson, entre otros. El guión está basado en “The Singular Life of Albert Nobbs”, una historia escrita por el novelista George Moore (1852-1933), por varias décadas la obra se realizó y contó con el protagónico de Glenn Close, quien ganó un Premio Obie por su actuación. Siempre estuvo muy interesada de llevarla al cine, busco la financiación y la adaptación, y el 2010 esto se puso en marcha. Close como protagonista, productora y co-guionista y Rodrigo García como director hicieron realidad el sueño. Este film obtuvo tres nominaciones al Premio Oscar (Mejor Actriz para Close, Mejor Actriz de Reparto para McTeer y Mejor Maquillaje) y otras tres al Globo de Oro, sin obtener ninguno. Narra la historia de Nobbs (Close) una mujer que decide hacerse pasar por hombre, a través de esa imagen el espectador logra sentir el sufrimiento de la misma, cuando usa esa ropa y en sus movimientos, y como debe soportar ese trabajo para poder ahorrar dinero (su meta es abrir una tienda de tabaco) y subsistir; Esta es la única manera que tiene para lograr incorporarse al personal de un hotel de lujo en Dublin y todos la conocen con el nombre de Albert Nobbs. Va sosteniendo esta mentira por varios años, a lo largo de ese tiempo vamos viendo a este ser, disminuido y oprimido. Su situación se complica aún más cuando tiene que compartir su habitación con otro hombre, lo que ella no sabe es que se trata de Helen (Mia Wasikowska), otra mujer que debe adoptar también otra identidad para poder trabajar. Ambas deben solidarizarse y cuidarse pero sus vidas se van complicando, surgen los secretos y el amor. Es una buena propuesta para aquellos que busquen un film con excelentes interpretaciones, ambientación de época, vestuario, maquillaje, dirección de arte, quizás el guión resulte flojo y su ritmo demasiado tranquilo, en algún punto se puede sentir alguna similitud con “La mansión Howard” donde muestra cómo interactúan personajes con distintos niveles socio-económicos en un mundo dominado por los secretos.
Antes del estreno de “El secreto de Albert Nobbs” sabíamos que Glenn Close estaba nominada al Oscar como mejor actriz, rubro en el que competía con Meryl Streep por su trabajo en “La dama de hierro”. Luego vino todo un cúmulo de información irrelevante como que esta idea fue antes una obra de teatro y otras yerbas. Lo cierto es que ambas tienen en común la construcción de un “traje a medida” en términos de actuación en desmedro del producto final. El secreto en cuestión no tarda en develarse al espectador. Albert Nobbs debe su existencia a una mujer que encuentra “disfrazándose” de “él” una manera de abrirse paso en una Irlanda del siglo XIX, en la cual la mujer no juega prácticamente ningún papel. Sin doble discurso, digamos que es un hombre incluso parco, temeroso de estar vivo, tomar decisiones y sobre todo de ser descubierto. Adivinamos también la mujer que lo encarna (el personaje, que encarna a su vez un personaje) también actuaría de la misma manera pero con muchas menos oportunidades. Oculta celosamente el dinero que obtiene en calidad de propinas en el hotel donde trabaja empleando como caja fuerte un sector del piso de la habitación en que vive, soñando con algún día establecer un negocio, independizarse, comenzar una vida más digna y llevadera e incluso constituir una familia. La complejidad gestual y corporal de Nobbs precisaba de una estupenda actriz como Glenn Close. Aquí es donde podría cuestionarse la conveniencia de algunas decisiones sobre la construcción del ser. Sabemos que Albert es Glenn Close y hay pocos momentos en los que no la vemos a ella actuar como hombre. Es decir, la obra requiere varios momentos de la complicidad del espectador para aceptar llegar al punto que pretende el director, mostrar que para realizarse en este mundo, para trascender más allá de los hechos, la mujer debe “no ser”. La entrada de un hombre que hace changas como carpintero y albañil será lo que funciona como disparador afirmativo de la esperanza de éxito para el plan de Nobbs. Todo juega a favor de un guión correctamente construido en el que queda poco lugar para las preguntas, y menos aún para la reflexión. La reconstrucción de época, el vestuario y un destacado maquillaje ayudan a crear el mundo frío e indiferente en el que se mueven los personajes. Con todo armado para el lucimiento de la actriz de “Relaciones Peligrosas” (1988) “El secreto de Albert Nobbs” termina por auto consumirse en su propio jugo, dejando una actuación de colección respecto de una obra de menor valía al someterla a un examen riguroso.
La Irlanda del siglo XIX era especialmente cruel con las damas. Disfrazada como hombre para poder trabajar y sobrevivir, y bajo el nombre de Albert Nobbs, esta mujer se encuentra atrapada dentro de su propio cuerpo. Preocupada por acumular riquezas para un futuro desolador, un triángulo amoroso la llevará al borde de la locura. A pesar de las toneladas de maquillaje, Glenn Close se sigue viendo femenina: una mujer poco agraciada y algo constipada, pero mujer al fin. Su interpretación es acertada para la versión teatral que realizó años atrás, pero en cine –donde cada pequeña expresión se magnifica- es melodramática y exagerada, algo que seguramente se debe a la dirección de Rodrigo García (“Con solo mirarte”). Es destacable la dirección artística y el notable vestuario, pero estos logros se ven opacados con escenas como, por ejemplo, en la que Nobbs cuenta chelines y peniques sobre su modesta cama: cualquier semejanza con la atracción de Gollum hacia el anillo es pura carcajada.
Un drama humano del siglo XIX Película sensible y austera, en la que se siente, más que nunca, la desesperación de la mujer sola, aceptada por la fuerza laboral únicamente como hombre (son tiempos de la gran hambruna irlandesa de 1845) y cuando los derechos sociales estaban ausentes. Un pequeño hotel en Dublín con buena clientela. Entre el personal de servicio: Albert Nobbs, insignificante servidor, eficiente y callado. Nadie sabe nada de su vida, tampoco él. Luego el espectador conocerá sus orígenes, el abandono por alguien que se encargó su crianza y la sola presencia de una madre en un pequeño retrato que conserva. Luego vendrá la necesidad de subsistir en la pobre Irlanda de mediados del siglo XIX. UNA EPOCA PRETERITA Nada parece faltarle al austero Nobbs, que ahorra dinero para independizarse. Nada hasta que conoce la felicidad familiar de Hubert, el imponente pintor de brocha gorda que hace todos los trabajos pesados en el hotel y vive con su mujer en los suburbios. Hubert también tiene un secreto, como Nobbs. Los parecidos se encuentran. Basada en el cuento de George Moore (1852-1933), el filme de Rodrigo García, es una exquisita pieza dramática, de impecable diseño y un prodigio de maquillaje (Nobbs). Llevado al cine por el trabajo incansable de Glenn Close, que representó la versión teatral veinte años atrás, su interpretación es una síntesis de vida interior y emocionalidad. Pocos pueden haber expresado tanto, sólo con sus ojos o su actitud corporal. Pero todo el equipo actoral se destaca, especialmente ese Hubert, que compone la actriz Janet McTeer, suerte de Gertrude Stein de la clase trabajadora, que parece salida de obras de Henry James como ‘Las bostonianas’. Película sensible y austera, en la que se siente, más que nunca, la desesperación de la mujer sola, aceptada por la fuerza laboral únicamente como hombre (son tiempos de la gran hambruna irlandesa de 1845) y cuando los derechos sociales estaban ausentes. Una Irlanda dependiente de la Inglaterra que castigara las elecciones sexuales de Oscar Wilde con la cárcel y como asegura Janet McTeer, dejara en paz el lesbianismo por la simple razón de que la reina (Victoria) no creía en su existencia.
Es probable que esta sea la mejor actuación de Glenn Close con la cual debería haber obtenido el Oscar. También es cierto, que esto es lo más destacable de un film que por su temática podría haber alcanzado a generar múltiples reflexiones en torno a una realidad tan compleja y rica como ha sido la modificación de la identidad, como elección –en algunos casos- obligatoria para la subsistencia. Puntualmente me refiero a convertirse en hombre para poder tener un trabajo medianamente digno, en una sociedad marcada por la discriminación de los sexos. En una época donde en Irlanda, tanto el tema de la homosexualidad como el de la transexualidad hubiesen sido “los temas para relevar” este personaje reconcentrado y obsesivo, impecable en su interpretación, se vuelve poco a poco inconsistente en un guión que hace agua por todas partes. Y todo ese inmenso esfuerzo de la excelente construcción del personaje resulta fallido. Un secreto casi obvio, un triángulo amoroso sin grandes aristas, una frustración con un final previsible. Y sobre el tapete? Quedan solamente algunas supuestas intenciones? Acompañadas de una actuación sorprendente como pocas, con momentos que podrían haber sido memorables! ¡Zapatero a tu zapato!
Ambientada en la Irlanda del siglo XIX, la historia de una mujer que se viste y actúa como un hombre para poder trabajar pone en evidencia algunos males sociales que, vistos a la distancia, resultan inconcebibles. Sin embargo la sociedad decimonónica llegó a los extremos que muestra el director Rodrigo García en su película. Albert Nobbs trabaja como mozo en una hostería irlandesa aunque, en realidad es una mujer que se oculta bajo ropas de varón para conservar una aparente libertad. Para alcanzar sus fines debe vivir en el ocultamiento y someterse a humillaciones como la que la obliga a disimular su sexo. Un filme que resalta una de las peores aristas de la época victoriana con una buena interpretación en los roles principales a cargo de grandes actores y un marco escenográfico que recrea la época con fidelidad.
Un secreto bien guardado corre peligro Glenn Close logra conmover en la composición de este personaje que se mueve desde esa tácita melancolía que permite dejar asomar un reflejo trágico. El film logra una orquestación de voces, rostros y parlamentos que se equilibran desde una afinada ambigüedad. Tal vez podamos pensar a este film, en relación a la época y al lugar en el que se narran los hechos, la ciudad de Dublin, hacia fines del siglo XIX, en ese lugar de cruce, en el que John Huston se despedía con su último film, ese prodigio cinematográfico basado en el cuento de James Joyce, "The Dead", que dio lugar a este film de 1987 que se conoció en nuestro país como "Desde ahora y para siempre". En este film legado y testamento del realizador de obras maestras como "El cielo fue testigo" y "La noche de la iguana", entre tantas otras, desde mi punto de vista, ambientaba su relato en esa noche de epifanías a puertas cerradas, en el interior de una casona familiar, en la noche de fin de año. Era el tiempo de la era victoriana y los rigurosos preceptos y prejuicios que laten sutilmente en las conductas de los allí presentes se manifiestan ahora sí, de manera más abierta, en este film, que se ha estrenado esta semana, "El secreto de Albert Nobbs", cuyo realizador, Rodrigo García, ya conocido en nuestro medio por ser el director de "Con solo mirarte" y numerosos episodios de las series "In treatment" y "Six feet under", entre otros, nació en Colombia en el 59 y es el hijo del multipremiado y admirado escritor Gabriel García Marquez. Desde el año 1982, la gran actriz Glenn Close, injustamente relegada desde mi opinión en la entrega de los Oscars 2012, venía interpretando a este personaje en escenarios teatrales. Y lo hace de manera ocasional, construyendo a este personaje? máscara que se mueve en el interior de un hotel, vistiendo indumentaria masculina a los fines de garantizar su supervivencia en su rol de mayordomo, adoptando una actitud imperturbable, moviéndose chaplinescamente (más aún, su vestimenta así nos lo recuerda), llevándonos a evocar por igual, al personaje que tan admirablemente componía Anthony Hopkins en el que considero, quizás, el film más notable de James Ivory, "Lo que queda del día", realizado a partir de la novela de Kazuo Ishiguro. Albert Nobbs guarda ante los demás su secreto. Ese secreto que en pocos momentos más será revelado ante alguien que también se le planteará como diferente, que le abrirá las puertas a esa otra realidad en la que encontrará escenificada en otros la proyección de sus propios deseos, mediando una puerta azul, en una galería de espejos refractarios y de amores no correspondidos. En el Hotel Morrison de Dublin Albert Nobbs ya lleva sus veinte años de servicio. En horas de la noche, alimenta un sueño y esconde en un lugar de la habitación sus ahorros para poder concretarlo. A ese hotel, llegará alguien que la ubicará, violentamente, en relación especular, a lo que se ha silenciado. Y la historia se proyectará en otra dirección, buscando un inesperado camino. En su función de coguionista, coproductora y actriz a los 64 años, nominada en seis oportunidades por la Academia, logra conmover en la composición de este personaje que se mueve desde esa tácita melancolía que permite dejar asomar un reflejo trágico. Pero no es sòlo ella, también en este film basado en el cuento "Morrison's Hotel Dublin" de George Moore, además de los que componen los de la dueña del Hotel, el Doctor Holloran, el pintor de interiores, el vizconde, están los criados y es a ellos a quienes sus guionistas y realizadores les permite expresarse, darse a conocer a través de sus comentarios, sentados, ellos, en la mesa de la cocina. Film muy discutido, así se puede leer en la prensa internacional, ya que algunos medios sólo consideran que sólo se destaca la labor de la primera actriz, preguntándose si un film sólo puede sostenerse teniendo en cuenta sólo esto...; film que ha abierto debates en el orden de que el guión considera que los otros personajes no definen sus conductas; por lo pronto así, algunos contados críticos lo ha manifestado. En tal caso, bienvenida sea las polémicas. Y no, claro está, quedar indiferente, sin posibilidad de generar un diálogo. En mi caso particular, puedo compartir el hecho de que el personaje central (y esto ya está planteado en el título del film, todo un nombre propio!) gravite en todo el relato; pero también considero que se logra una orquestación de voces, rostros y parlamentos que se equilibran desde una necesaria y afinada ambigüedad, que deja suspendida más de una situación. Y en lo que respecta a Glenn Close, quien haya podido ver aquel film de 1988 de Stephen Frears, "Las relaciones peligrosas", según la novela epistolar publicada en la Francia de 1782 por Chorderlos de Laclos, ¿podrá acaso olvidar ese juego de seducción, intriga y perversión que desata como la Marquesa de Merteuil, un poco por juego y otro por venganza, contra su ex amante el conde de Valmont y ese plano final de su rostro frente al espejo?.
A pesar de sus personajes travestidos, sus numerosas puertas cerradas con llave y romances tras las sábanas tendidas del patio, en El secreto de Albert Nobbs casi todo es translúcido. Incluso hasta aquello que uno no quiere que lo sea. El artificio comienza por invadir ciertos diálogos y situaciones, pero llega hasta detalles visuales mínimos que todo el tiempo frenan la verosimilitud, cuando no producen la sensación de estar viendo a actores disfrazados y bien maquillados en perfectos decorados de época. Glenn Close interpreta a Albert Nobbs, un hombre que tras su traje de mozo esconde un cuerpo de mujer. Al conocer a Hubert (Janet McTeer), quien también es una mujer encubierta (y que lamentablemente lo es mucho antes de que el director decida revelarlo), Albert empieza a proyectar un futuro completamente nuevo. En alguna ocasión, estos proyectos toman forma a través de una cámara móvil, que atraviesa la puerta de una tienda vacía y se encuentra con la mujer anhelada por el protagonista. En otras (la mayoría), esto se da en planos de unos pocos segundos, en los que Albert se detiene y deja lo que estaba haciendo para preguntarse en voz alta acerca de los pasos a seguir. Ambas escenas caracterizan de igual forma la ingenuidad del personaje, pero en una y otra el efecto es completamente distinto. En la primera situación, el acceso a la imaginación del personaje es una especie de descubrimiento móvil, espontáneo y hasta curioso (el espacio imaginado –que forma parte de la visión de una casa propia– es muy similar al que comparte Hubert con su mujer). En la segunda, en cambio, se presenta como algo programado casi rítmicamente, y las reminiscencias teatrales en su disposición no hacen más que terminar por destruir ese mundo y su posible autonomía. Así, la primacía del artificio va coartando la capacidad de la ficción para disfrazarse, y un final en el que un bebé con apariencia de muñeco atrae a los ojos más que la acción es su lamentable prueba definitiva. Sin estas elecciones (y/o descuidos) y su acumulación, no puede entenderse cómo es que El secreto de Albert Nobbs cuenta con personajes sólidos y buenas actuaciones que sin embargo lucen coreografiados. O cómo es que a pesar de contar con una historia atractiva en su propuesta, finalmente resulta un film llano y despojado de toda intensidad.
Vidas raras en un mundo hostil El guión está basado en una novela corta de George Moore que despertó el interés de la actriz Glenn Close, quien antes de pujar para llevarla al cine la convirtió en una obra de teatro. El dato es curioso, aunque no se conocen los motivos por los cuales Close se comprometió tanto con el tema, al punto de participar en la adaptación, en la producción y asumir el personaje protagónico. La dirección fue confiada a Rodrigo García (“Con sólo mirarte”, “Nueve vidas”), el hijo del escritor Gabriel García Márquez con quien la actriz ha trabajado varias veces. “El secreto de Albert Nobbs” cuenta la historia de un personaje misterioso, ambientada en las postrimerías del siglo XIX en Irlanda. Fiel al espíritu de la época, trata de ofrecer un relato social, enfocado en los personajes menos favorecidos de la escala, en un ambiente urbano en donde el trabajo escasea, la miseria abunda y las condiciones de existencia se presentan particularmente duras. Albert (Glen Close) trabaja de mayordomo en un hotel. En realidad es una mujer de orígenes oscuros que ha tenido que asumir una personalidad masculina para poder sobrevivir. Ha guardado su secreto celosamente durante unos treinta años, con relativo éxito en lo económico, al punto de que fantasea con independizarse y abrir un comercio propio. Integra la servidumbre del Hotel Morrison, compuesta por un par de ancianos sirvientes y un puñado de jóvenes mucamas, quienes deben atender a la clientela, miembros de una clase social terrateniente y profesionales liberales de buen pasar. Historias de vida En ese micromundo, donde todos están a las órdenes de una casera entrada en años pero vivaz y rápida para los negocios, la Sra. Baker (Pauline Collins), se van generando historias de vida que entrecruzan amores, pasiones, ilusiones y desengaños. Entre esas historias, se destaca la de Helen (Mia Wasikowska), una bella y joven mucama, que se enamora de Joe (Aaron Johnson), el muchacho buscavidas que se encarga de atender la vieja caldera pero fantasea con emigrar a América en busca de un mejor futuro. La rutina sufrirá un giro inesperado cuando aparezca Hubert Page (Janet McTeer) en escena, un pintor de paredes que conseguirá romper el muro de silencio de Albert y penetrar en su secreto. Ambos empiezan una rara amistad en medio de ese ambiente que no es precisamente amable con seres como ellos. Y las fantasías del protagonista empiezan a crecer y a aventurarse por caminos nuevos, desconocidos, sin reparar en los riesgos. Pronto, a las complicaciones socioeconómicas se sumará la fiebre tifoidea, más otros sucesos entre trágicos y pasionales, y los sueños de Albert se estrellarán estrepitosamente contra la dura, más que dura, realidad. Sin embargo, pese a esta visión pesimista, el relato rescata a otros personajes con un aliento de esperanza y redención, en medio del naufragio. “El secreto de Albert Nobbs” está pensado para destacar las composiciones actorales en una estructura dramática muy teatral, planteando desafíos interesantes para todos los intérpretes, quienes logran una buena y amena composición, aunque la historia no escape a los clichés ni sea inmune a los golpes bajos.
La soledad y las contradicciones de la sociedad "Me pareció interesante el personaje de Albert Nobbs, porque es alguien que tuvo que borrarse a sí mismo, casi completamente, para sobrevivir". Esto lo expresó Rodrigo García, el hijo cineasta de Gabriel García Márquez, y autor, entre otros filmes, de Amor de madres. La película recrea la novela breve del escritor irlandés George Moore (1852-1933). En la década de 1980, la obra fue adaptada para el teatro y representada primero en París y luego en Broadway, donde se estrenó en 1982, protagonizada por Glenn Close. Desde entonces, llevar la historia al cine se convirtió en una obsesión de Close. Escribió el guión conjuntamente con John Branville y como no consiguió productor interesado en financiar la película, la propia actriz aportó el dinero para concretar el rodaje. También fue ella quien eligió a Rodrigo García para asumir la dirección. En el inicio del relato, Albert Nobbs aparece como mayordomo en el hotel Morrison de Dublin. Paulatinamente, el director va perfilando rasgos de su personalidad. Porque en realidad es una mujer, que no cambió de sexo, sino que se viste con vestimenta masculina y disimula su condición femenina por razones que se explicitan en el filme. Es reservada, sin amigos entre los hombres y tampoco entre las mujeres, y vive su trabajo y su estancia en el hotel Morrison como una suerte de cárcel que ella misma se construyó. El conflicto dramático se instala en la película y en la vida de Nobbs cuando Margareth Baker, la dueña del hotel, la obliga a compartir su habitación, por una noche, con el pintor y carpintero Hubert Page, quien ha sido contratado para realizar tareas de mantenimiento en el edificio. Otros dos personajes claves de la historia son el plomero Joe Mackins y su amante Helen Dawes, una camarera del mismo hotel, a quien Nobbs invita a pasear por la ciudad mientras barrunta la posibilidad de abrir un negocio de tabaquería, y la prodiga de obsequios, a pesar de su acendrada avaricia, por razones que deberá descubrir el espectador. "No se trata --escribió Mónica Ottino-- de la historia de una lesbiana frustrada, sino de un ser aterrado ante la vida que decide usar un disfraz que, como todos los disfraces, termina por adherirse a su piel". La intención de Moore, rigurosamente respetada por el director, fue describir la extrema soledad de la protagonista y las contradicciones de una sociedad inmersa en un mar de hipocresías, represiones y agobiantes ambigüedades. Además de la excelente actuación de Glenn Close, nominada este año por la Academia de Hollywood en el rubro mejor actriz, también cabe destacar los trabajos de Janet McTeer en el papel de Page, y de Brendan Gleeson como el doctor Holloran, que aporta un poco de humanidad a ese gélido universo retratado en el filme.
Travestidos por un sueño Glenn Close despertará admiración. Un poco por el exceso de maquillaje, otro poco por la psicología represiva del personaje, que incita casi a un grado cero de expresividad. Su composición de Albert Nobbs, una mujer escondida en el semblante de un sirviente, consiste en un dominio selectivo de ciertas expresiones faciales mínimas y un trabajo meticuloso sobre el lenguaje corporal. El contexto no podría ser otro que el de la era victoriana, aunque este drama íntimo y social tiene lugar en Dublín. Nobbs es uno de los muchos sirvientes de un hotel para aristócratas; vive en una pieza del edificio y durante décadas obedecer y atender ha delimitado su vida. De su salario y sus propinas sueña con comprar una propiedad, abrir una tabaquería y unos años después irse a vivir al lado del mar. Si bien el sexo es un accidente que tiene lugar en la vida de los otros, Nobbs concebirá algo parecido al erotismo después de conocer al pintor del hotel, un tal Hubert Page, con quien tendrá que compartir involuntariamente su habitación. Nobbs no está sola: disfrazarse de hombre parece un método de supervivencia para muchas mujeres victorianas, pero en el caso de Page viene acompañado de una revelación: él (o ella) se ha casado con una mujer. Así, Nobbs empezará a pensar en un posible matrimonio con una de las criadas de la casa, alguien con quien podría compartir la utopía burguesa de ser dueña de su propio negocio, pero la joven está enamorada de un empleado del hotel cuyo objetivo es emigrar a "América". No tienen dinero; Nobbs, sí: el conflicto es inminente. Basada en Vidas célibes (1927), una novela de George Moore, la sensiblera versión cinematográfica de Rodrigo García, hijo del mítico Gabriel García Márquez, incorpora mecánicamente cierta sensibilidad sociológica de Moore. La opresión de clase se percibe mediante un registro en el que predominan los planos cerrados, y es por eso que un paseo a la orilla del mar, tras una hora de metraje, es visualmente un alivio. Pero García no puede con su genio y necesita subrayar la felicidad del personaje pidiéndole a su actriz un gesto unívoco de alegría. Un ademán semejante en primer plano invoca la ridiculez: ¿qué decir entonces de las secuencias donde los sueños de Nobbs se "hacen realidad"? Travestirse para sobrevivir. En esa decisión se condensa el misterio de un orden simbólico; en El secreto de Albert Nobbs tan sólo vemos la primera capa de su maquillaje.