Si la explicación sobre quién es Hanna estuviera al comienzo del film, lo único que atraería sería la forma en que está editada y dirigida, ya que realmente no hay mucho que contar. Pero como por suerte dicha revelación está bastante cerca del final, el espectador se...
El director Joe Wright ("Atonement", "Pride & Prejudice") cambia de registro e incursiona en el género de acción presentando un thriller con estilo visual moderno/experimental que parece haber sido influenciado por títulos como la saga "Bourne", "Run Lola Run", "Nikita" y los cuentos de los hermanos Grimm. Con un gran trabajo de fotografía, montaje y una imponente banda sonora de los Chemical Brothers, "Hanna" está sostenida por un excelente elenco encabezado por Saoirse Ronan (quien mezcla inocencia e instinto asesino interpretando a una joven adolescente criada lejos de la civilización y entrenada para asesinar a la mujer responsable por la muerte de su madre), Cate Blanchett (como una malvada agente de inteligencia), Eric Bana (como el padre) y Tom Hollander (como un asesino). Pero todos estos logros son opacados por un guión chato e inconsistente (que hace varios años viene dando vueltas en Hollywood), con una premisa que no se sostiene, personajes que no se resuelven, varias situaciones incoherentes (¿ese botón para ubicarlos?, ¿no sabe prender una llave de luz pero utiliza internet?, ¿usa el brazo como arco y flecha?) y un final abrupto. En una película hay muchos factores que determinan si el producto final es recomendable o no: dirección, fotografía, actuaciones, banda de sonido y algunos otros valores de producción. Pero sin duda, el elemento principal es el guión. En "Hanna", este punto falla y termina arrastrando el gran trabajo conseguido en los otros rubros.
LA PERFECTA ASESINA Grata sorpresa. No es que estemos ante una película que vaya a revolucionar el thriller (de hecho, tiene bastante de la saga de Bourne y no pocos elementos tomados de films sobre killers femeninas como Nikita, Kick-Ass o Se busca), pero esta historia sobre Hanna (Saoirse Ronan), una adolescente de 16 años entrenada por un ex agente de la CIA (Eric Bana) para sobrevivir a todo tipo de amenazas (y de paso convertirse en una auténtica máquina de matar), tiene las suficientes dosis de ingenio, solidez, ritmo, espectacularidad, suspenso, tensión (y de humor negro a la hora de retratar el costado freak que en términos de sociabilidad tiene la protagonista) como para redondear un más que meritorio resultado final. El joven director londinense Joe Wright (sí, el mismo de esas historias de época bien arties que fueron Orgullo y prejuicio y Expiación: deseo y pecado) se muestra muy a gusto en el género, regalando una puesta en escena seca, precisa y con virtuosas coreografías en las secuencias de acción + CGI. Lo dicho: un buen exponente de género (y con el plus de Cate Blanchett como la implacable jefa de la CIA que persigue a la heroína y la música electrónica de los Chemical Brothers). Nada mas y nada menos que eso.
Hanna es una adolescente de 16 años que, acostumbrada y reclutada por su padre, Erik Heller, vive como una ermitaña en los bosques de Finlandia junto a él, que pretende convertirla en una especie de arma letal, en un perfecto soldado de batalla que estará listo para enfrentar algún día a Marissa Wiegler, la asesina de su madre cuando tan solo era una bebe. Como parte de su entrenamiento, la muchacha tiene: prohibido conocer el mundo moderno (con excepciones descritas a través de breves textos que su padre le obliga a recitar automáticamente, automatizándola), el deber de adiestrarse en el combate cuerpo a cuerpo y con diversas armas, el poder manejar varios idiomas (alemán, español, italiano, francés e inglés) y cazar animales salvajes. El punto culmine de la vida de ermitaña se da cuando la joven rebela estar preparada para salir “afuera” y empezar una existencia normal, lo que le da el pié a Erik para efectuar un escape tras dar inicio a un rastreador por el cual vendrán a buscarlo y a ponerle fin. La casa del bosque es atacada entonces horas más tarde de la partida del hombre y Hanna, sola, temerosa y asombrada por la revuelta que se arma al llegar la CIA a su hogar, cae víctima del hombre/tecnología para ser llevada a un centro donde la estudian y ponen en contacto con Marissa (una falsa, ya que la verdadera desconfía de las intenciones de la niña). Hanna escapa del establecimiento y comienza una carrera contra el tiempo y los hombres de Weigler en donde se reencontrará con su padre un (que se da a conocer como un ex-CIA), descubrirá su pasado, replanteará su presente y se preparará para un incierto futuro en la nueva normalidad, si es que así podrá llamarla. Hanna, representa, con recursos repetidos y trillados, una historia que no se destaca por ser original, lo que no significa que sea poco entretenida, de hecho resulta, gracias al rico juego visual y sonoro (más las cuotas de acción que adornan el dramatismo), una forma más de ver un cine que pretende ser de género, pero sin jactarse de respetarlo por completo. La historia de la joven Heller y su adaptación al mundo, nos avoca a filmes que nos presentan mujeres de corta edad como las heroínas absolutas y capaces de llevarse todo por delante mediante la ultra violencia, pero sin dejar los valores de lado: recibcibiendo entonces influencias de la genial Kick Ass (Kick Ass EE.UU. 2010) y la menos conocida historia de Chocolate (Chocolate, Tailandia 2008), comprendiendo entre ambas a la ermitaña que recorre Europa en busca de respuestas mientras es seguida por la CIA y organismos ilegales. Por otro lado, respecto de la profundidad narrativa, la novela Un Mundo Feliz (A. Huxley, 1932), la historieta Cybersix (Trillo, Meglia, Argentina 1991) y la serie televisiva El Angel Negro (Dark Angel, EE.UU. 2000), comprenden un basamento creativo en donde varios de los aspectos de la manipulación genética, niños perfeccionados para ser soldados y la búsqueda de un pasado perdido (o hecho perder por aquellos que dominan el poder), son transmutados creando Hanna. Remitiéndonos a los aspectos más técnicos del filme, dato no menor resulta el hecho de que el filme haya sido dirigido por Joe Wright, un artista ya consagrado por trabajos como Expiación (Atonement, Inglaterra 2007) y Orgullo y Prejuicio (Pride and Prejudice), donde da cuenta de su fabuloso talento gráfico. El director amante de los planos-secuencia, como el realizado magistralmente en Expiación, se anima, en Hanna, a uno sobre la llegada de Erik a la estación que sobrepasa las expectativas, ya por su movimiento perfectamente controlado, ya por su coreografía delimitada con exactitud, ya por su iluminación y colorimetría conjugándose con lo que se va narrando, creando un clima adecuado y calculado para que se funda con aquello que sucedió y lo que se sucederá. El detalle clave, por ser modestos (ya que representa el punto más fuerte de la producción), se encuentra en el acierto respecto del impecable trabajo del soundtrack a cargo de The Chemical Brothers que, a través sintetizadores y elementos sonoros y efectos electrónicos, crean sucesivos climas que hacen a la historia de una complejidad extrema comparado a los otros filmes del director inglés. Esta vez, con un guión escrito por un novato en cine, Seth Lochhead y la corrección y ultimación de detalles a cargo de David Farr, Wright nos entrega una película de calidad apta para el entretenimiento, alejándose de sus horizontes antes explorados y demostrando nuevamente, que es un artista digno de análisis y lleno de aciertos, sobre todo en la elección del elenco y en los juegos de planos descriptivos.
La búsqueda interior Decir que la peli trata sobre una muchacha creada y criada para ser un arma letal, como parte de un programa de una oscura agencia gubernamental y que quien fuera parte de ese programa ahora la busca para eliminarla, a ella y a su padre, un agente renegado, sería señalar la base de muchas películas hechas en la últimas décadas. Sí, tiene algo de "Nikita", un poco del televisivo "Dark Angel" que Cameron produjo afanándole una idea al recientemente fallecido Carlos Trillo, una pizca de Bourne, y el espectador sumará otros ingredientes. Ahora bien, ¿que no se trate de un producto original le resta mérito? en principio no, no estamos ante un concurso de novedades. Por el contrario, en este caso le aporta algo de riesgo. El director Joe Wright eligió seguir el camino de Hanna y acompañarla en el proceso durante el cual descubrirá no quien es, sino más bien quien no es. Wright sabe que no tiene un relato sorprendente entre manos y entonces apela a recursos cinematográficos que suman a la historia desde lo visual. Si a esto le agregamos la formidable banda de sonido de Chemical Brothers entonces podemos decir que Wright hace la diferencia. Cate Blanchet compone a una fría asesina amparada por el poder, y como toda una villana muestra sofisticación y hasta una pulcritud extrema, especialmente en lo dental. Lo que se dice, la firma del artista. Buena producción, ritmo incesante y un giro creativo para una historia contada muchas veces, pero que vale la pena volver a ver.
Corre Hanna Corre Hanna (2011) es un film de acción pero con un argumento que gira constantemente hacia el drama. Es interesante el vínculo entre las dos facetas, pero ninguna adquiere la fuerza suficiente. El director Joe Wright intenta construir un personaje diferente, inadaptado, aunque cae en ciertos clisés que terminan opacando los aspectos más interesantes. Hanna (Saoirse Ronan) es una adolescente que vive en el medio del bosque en Finlandia. Su padre Erik (Eric Bana), un ex agente de la CIA, decidió criarla allí para que no la encuentre una agente de inteligencia (Cate Blanchett), quien los busca por razones que la trama irá rebelando. Erik entrenó a Hanna desde pequeña para matar a esta mujer, por lo que Hanna es una niña un poco salvaje, pero con estudios y conocimientos. El día de salir llega y ella debe luchar por su vida y cumplir con la misión para la que fue criada. Conocer y adaptarse a la vida en sociedad será, además, su otro gran desafío. Las protagonistas femeninas en films de acción ya dejaron de ser una novedad. No deja de generar, sin embargo, cierto misterio. Una mujer que encauza su vida hacia un ámbito generalmente masculino, donde el crimen, la muerte y la violencia son moneda corriente no es cualquier mujer. En Hanna, esta idea está doblemente explotada: no sólo que la protagonista es mujer sino que además es casi una niña. De estos elementos se vale Wright para intrigar al espectador: ¿Por qué una niña está entrenada para matar?¿A quién debe ultimar? Con premisas claras pero sin esclarecer del todo los motivos, la película alcanza buenos momentos, con escenas de acción muy logradas aunque repetitivas que remiten a Corre Lola Corre (Lola rennt, 1998): muchos momentos muestran a la niña de cabellos rubios corriendo hacia algún lugar para escapar de sus captores. Esos fragmentos están notoriamente dilatados con imágenes altamente sugestivas, mientras que la musicalización eletrónica (de los Chemical Brothers) convierte a cada persecución en un cuasi video clip, otorgando un ritmo visual muy ágil y entretenido. Hay ciertas líneas argumentales que se abren pero que no tienen una resolución definida. Hay, también, un énfasis en la reinserción social de Hanna, que sin embargo se desarrolla casi sin complejidad, de forma chistosa y sin proponer una crisis o conflicto. Por otro lado, se presenta la idea de la predestinación al momento de analizar la posibilidad de cambiar el curso de los acontecimientos para los que la protagonista fue programada. Pero esto tampoco se complejiza y termina adquiriendo protagonismo la persecución por parte de personajes malvados liderados por una mujer sin escrúpulos. Hanna tiene pretensiones estéticas y un argumento aceptable, pero apela más de lo necesario a resoluciones banales y conocidas.
Hanna es una muy buena incursión en el género de acción del director Joe Wright. Si alguien me decía que el sujeto que hizo el bodrio de Expiación, Deseo y Pecado iba a terminar filmando una historia de tiros y persecuciones como esta me hubiera costado creerlo. La historia parece salida de un cómic de Frank Miller que presenta una versión más adolescente de Salt, el personaje de Angelina Jolie, que tiene varios puntos en común, con la protagonista de esta historia. Si hay algo que le faltaba a la actriz Saoirse Ronan para demostrar la versatilidad de su talento es lucirse como heroína de acción. Su trabajo es el corazón de la película y es impresionante lo que hizo con un personaje complicado, que demandaba mucho trabajo emocional y físico. Después de Saoirse, los otros grandes protagonistas de este film son los Chemical Brothers quienes brindaron una fabulosa banda de sonido que se luce en muchas escenas importantes de la historia. Lo mejor de Hanna es que no es una película pretensiosa donde su director se pone analizar cuestiones existencialistas tratando de demostrar que es un film de acción “inteligente”. La película una producción decente de este género que trabaja muy bien el suspenso con grandes interpretaciones del reparto secundario. Muy especialmente de Cate Blanchett, quien encarna una extraña villana carente de humanidad. Hanna es como un cuento de hadas con tiros y en ese sentido creo que las referencias a los Hermanos Grimm no son una casualidad. El director Joe Wright sorprendió con un trhiller sólido y entretenido que me parece no va defraudar a los seguidores del género. El Dato Loco: Saoirse Ronan se entrenó en artes marciales para trabajar en esta película con Dan Inosanto, un discípulo de Bruce Lee. El sueño de Dan era seguir una carrera actoral y Bruce le dio su primer trabajo en The Game of Death. Sin embargo, Lee murió en pleno rodaje e Inosanto nunca llegó a trascender como actor. Finalmente emigró a Estados Unidos donde se convirtió en coordinador de dobles de riesgo y trabajó para directores como John Carpenter. Actualmente es uno de los profesionales más requeridos de la industria de Hollywood para entrenar actores y actrices que trabajan en filmes de acción.
Del tal padre, tal hija Una adolescente criada en soledad por un ex agente de la CIA sale al mundo a conocer su identidad. Hanna es una película extraña, rara. En tiempos en que gran parte del cine de Hollywood parece funcionar como una organizada procesadora de escenas y secuencias, la película de Joe Wright se destaca por sus diferencias. Es que el filme del director de Orgullo y prejuicio y Expiación, deseo y pecado parece trabajar a caballo entre dos tradiciones, la del cine de suspenso y la de arte/autor, y lo que le sale es, bueno, Hanna , una película... rara. La primera escena impacta. En el medio de la nieve, en un paraje desolado, una adolescente (la Hanna del título, Saoirse Ronan) persigue, mata y descuartiza un enorme animal con la frialdad y decisión de una pequeña Terminator. Pronto iremos sabiendo más de ella. Que vive en ese paraje con su padre (Eric Bana), un ex agente de la CIA que desapareció, literalmente, del mapa. Que su padre es su único contacto con el mundo: le enseña a hablar en varios idiomas y la educa y entrena por cuenta propia tanto en la lectura como en, bueno, en lo que ya le vimos hacer... Pero Hanna ya es adolescente y quiere saber que hay afuera. El padre le explica algo ligado a un botón rojo (que, si lo toca, dará cuenta a sus jefes de su paradero) y le advierte de los peligros de hacerlo, pero tarde o temprano, la manzana hay que morderla. Hanna toca el botón, el padre se fuga y la chica es atrapada por la CIA, comandada por Marissa (Cate Blanchett). De allí Hanna se escapará y otra película comenzará, suerte de Bourne mezclado con Alias/Nikita . Por un lado, Wright maneja con maestría escenas de suspenso como la que sucede entre una estación de micros y un subte en Berlín (un plano secuencia de más de tres minutos) con Bana escapándose de perseguidores. Y, más tarde, con la propia Hanna peleando con tres matones entre enormes containers. Todo en plan de reencontrarse con su padre y, de paso, saber quién es y cuál es la razón de esa indómita fuerza. Pero la extrañeza del filme no está ahí: Wright ocupa igual o más tiempo en narrar la fuga de Hanna como si fuera un oscuro cuento de hadas, con situaciones y personajes que parecen salidos de la fantasía (los matones alemanes, de hecho, parecen más bien sacados de El gran Lebowski ) y entrando al territorio de la trama de iniciación. Hanna se hace amiga de una chica de su edad y de su familia de acampantes a través de lo que parece ser el Norte de Africa y el sur de España, lugar en el que Wright se toma el tiempo para mostrar un número de flamenco... íntegro. Ese choque es lo que hace a Hanna una película extraña, no siempre lograda, pero inquietante. Tiene la capacidad de sorprender y sacar al espectador de la rutina, aunque muchas de esas salidas produzcan un choque entre realismo y fantasía que casi obliga a tomar partido por una u otra parte. Pocas películas salen airosas de este combo (imagine un Bourne dirigido por Tim Burton y piénselo), pero Wright lo logra. Con grandes momentos y otros discutibles, se las arregla para disfrazar lo simple de la trama y crea un filme que merece verse con atención.
La bella Saoirse Ronan brilla en un film que se excede en el cruce de géneros, que van del cuento de hadas al espionaje ¿Es el exceso de ideas algo malo? La respuesta inmediata sería que no. Por supuesto que nadie puede decir que mucha creatividad sea perjudicial para la expresión artística, y sin embargo eso es exactamente lo que impide que Hanna sea una mejor película de lo que es. El cuarto largometraje del director británico Joe Wright ( Orgullo y prejuicio ) es al mismo tiempo un cuento de hadas deforme, un relato de iniciación, tiene algo del cine de espías y una pizca de ciencia ficción. Tantos elementos conforman un collage que en lugar de destacarse por sus diferencias terminan anulándose entre ellos. Y en el centro de la tormenta de ideas está la historia de Hanna, la nena criada en el bosque helado para ser una sobreviviente y, consecuentemente, una asesina perfecta. Entrenada por Erik (Eric Bana), padre taciturno, intenso y ex agente secreto, la adolescente rubia, bella como una princesa de cuento, decidirá que está lista para salir al mundo, aunque más allá de la soledad nevada la espere la bruja mala. Exagerando la búsqueda de suspenso al no entregar demasiado de la historia, el guión queda en segundo plano frente al cuidado diseño de producción, la fotografía y la gran banda de sonido creada por The Chemical Brothers. Claro que cuando al realizador parece importarle más armar secuencias impactantes y bellas -aunque con cierta tendencia a la frialdad- que la historia que decidió contar, algo no funciona en el film. Lo contrario ocurre con su actriz protagónica. Saoirse Ronan interpreta a Hanna con la cantidad justa de expresividad que las experiencias de esta niña asesina, adolescente desesperada por algo de normalidad, necesitaban. Que su carisma frente a las cámaras es sorprendente queda demostrado cuando consigue ser siempre el centro de la escena, se trate de momentos de intensa acción como de otros más íntimos, como ese en el que descubre la música en un oasis marroquí. Y hasta logra quitarle fuerza a Cate Blanchett -que interpreta a la malvada bruja y agente secreto-, una de las actrices con mayor presencia escénica del cine actual. Lejos de la trampa de la vergonzosa Sucker Punch - otro film de chicas de armas blandir-, que confundía explotación femenina con liberación e igualdad, Hanna , a pesar de sus excesos, respeta la dignidad de su personaje central: la princesa asesina que quería vivir.
Cuando los niños crecen... Claramente el cuarto trabajo de Joe Wright es uno de esos films que terminan sobresaliendo por la suma de sus partes, no tanto porque se acoplan entre sí de manera armoniosa sino más bien debido a que cada una se destaca dentro de su categoría, elevando a fin de cuentas el nivel general. En términos prácticos Hanna (2011) es un clásico thriller de acción sustentado en un relato de venganza que incluye algunos de los condimentos habituales del realizador en lo que respecta a la faena visual y al contenido específico: a esta altura de la carrera del inglés ya podemos aislar inclinaciones como los travellings depalmianos, un esteticismo más que concienzudo, mucha fanfarria y ciertos personajes de espíritu circense. La historia es en extremo sencilla y gira alrededor de tres ejes: por un lado tenemos a la adolescente del título, Hanna (Saoirse Ronan), luego está su padre, el ex agente de la CIA Erik (Eric Bana), y finalmente descubrimos a la compañera del anterior, Marissa (Cate Blanchett). El detalle que impulsa la narración pasa por el homicidio de la madre de la joven en manos de la despiadada Marissa, tragedia que de inmediato produjo una respuesta vinculada a una obsesión de revancha. Ocultándose en una remota cabaña de Finlandia, Erik entrenó a Hanna a lo largo de toda su vida para convertirla en una asesina sigilosa que pudiera enfrentar a sus futuros enemigos y por supuesto “despachar” a la villana de turno. Cuando los niños crecen y comienzan a tomar sus propias decisiones el control parental rápidamente se viene abajo como un castillo de naipes: así un día la protagonista considera que ha llegado la hora de cumplir la misión asignada y contemplando su serena eficacia papá no puede más que asentir. Pese a que el guión de Seth Lochhead y David Farr no se caracteriza por su originalidad y por momentos se pierde un poco en lo superficial, vale señalar que acierta incorporando humor negro al convite, centrando el devenir en un “viaje iniciático” y en especial combinando elementos de El Perfecto Asesino (Léon, 1994), la obra maestra de Luc Besson, con una generosa dosis de violencia seca a la Sam Peckinpah. Wright vuelve a sorprender al modificar el rumbo a posteriori de El Solista (The Soloist, 2009), un proyecto humilde que sin ser completamente fallido resultaba olvidable. Aquí ofrece una propuesta inspirada que está muy lejos de las bazofias hollywoodenses del subgénero y hasta recupera aquel virtuosismo altisonante de las extraordinarias Orgullo & Prejuicio (Pride & Prejudice, 2005) y Expiación: Deseo y Pecado (Atonement, 2007), dos piezas de época que habilitaban el error de rotularlo como “uno más” dentro del batallón británico oscarizable. Pasado el tiempo, el señor demostró que sabe escaparle a las expectativas, traicionarlas con ingenio y encontrar rasgos personales desde los cuales crear. Sin embargo la soledad no es buena consejera y en esta oportunidad la ayuda recibida es enorme: más allá del desempeño de Eric Bana y Cate Blanchett, la que realmente se roba la película es Saoirse Ronan, una actriz meticulosa rebosante de autodisciplina y talento. Ya vista en la paupérrima Desde Mi Cielo (The Lovely Bones, 2009), hoy se luce y saca adelante una gran cantidad de escenas coreografiadas al milímetro por el equipo técnico. Mención aparte merece la excelente banda sonora de los Chemical Brothers que mezcla el eclecticismo big beat de Come with Us y Push the Button con el drum ´n´ bass de Dig Your Own Hole, en esencia otro apéndice ejemplar para un cóctel tan bello como extravagante…
Anexo de crítica: Este cuento de hadas postmoderno y pop que mezcla por un lado el mito del buen salvaje con la serie televisiva Nikita es una muestra de que cuando detrás de un proyecto pasatista se vuelca experiencia, creatividad y osadía, las cosas salen relativamente bien. El británico Joe Wright confirma que puede despojarse de cualquier género con un estilo propio, rebosante de virtuosismo pero sin resultar manierista. Su despliegue en las escenas de acción, que tienen todo lo que debe tener, así lo demuestra. También su buen ojo para elegir actores, como Eric Bana, Cate Blanchett como bruja moderna y la increíble Saoirse Ronan, una actriz en ascenso meteórico...
Nikita meets Lola. Cada vez que asistimos a ver un film en el ámbito cinéfilo y querer comentar, trasladar a nuestros pares la impresión que nos ha dado esa función en particular, muchas veces caemos en el mundillo de comparar y, es así como a medida que en pleno proceso de digestión o (in)digestión del film avistamos características, usos de cámara, planos, historias, tramas, personajes, vestimentas, maquillaje y todo elemento involucrado en un film que nos haga recordar a otro. Con esto no quiero inducir a que consista una característica negativa ni mucho menos, muchas veces, esta impronta inclusive puede constituir un homenaje, una referencia, un guiño a un mentor, que en muchos casos nos genera revisionar el original, descubrir a un maestro cinematográfico o hasta destacar una mejora y mejor visión frente a ese pequeño…”robo”. Hanna es un nombre femenino, al igual que Lola, no tan así con Nikita que es unisex al igual que René o Boris, Bourne y Kimble ya eran apellidos y Neo, bueno, vaya uno a saber desde cuando ha sido utilizado como un nombre sino a partir de ese film donde las personas podían esquivar balas y contar con el reflejo suficiente como para poder esquivar un puñetazo o varios. Hanna mantiene una relación con estos nombres aquí barajados y es: la violencia. Ella ha sido criada lejos de la civilización, en un lugar remoto, con la característica de poder sobrevivir por sí misma, esto significa poder cazar y alimentarse, pelear, en fin, instruida por un ser de quien en principio poco conocemos pero algo sospechamos. Un buen día, Hanna verbaliza sentirse preparada y es allí cuando su tutor le indica que cuando lo desée no tiene mas que apretar el botón de un equipo localizador, todo su entrenamiento tuvo el único motivo de estar lista para poder enfrentar este momento, del cual le es destacado una tal Marissa Wiegler vendrá por ella y esa situación terminará con la muerte de una de las dos. Por todos sus aspectos técnicos y estética bien podría constituir un film de la filmografía de Tom Tykwer, sin embargo sorpresivamente ha sido dirigido por Joe Wright, quien con sus dos grandes films Orgullo y Prejuicio, y Expiación, Deseo y Pecado, ambos de época, de tinte romántico y siempre centrados en personajes principales femeninos como es este caso tambien, divergen notoriamente del clasicismo y temáticas, en cuanto aquí abunda la violencia, las persecuciones vertiginosas de agentes, el juego del gato y el ratón, todos buscando a Hanna. Saoirse Ronan interpreta a esta niña de rostro angelical, la misma que en Expiación…inventaba una historia que traia consecuencias devastadoras por generaciones, con gran destreza desempeándose en escenas de acción demandantes y Eric Bana en un rol que al menos gracias a su physique du rol, personalidad y aspecto para interpretar a este personaje, padre de Hanna. Para completar el trío de personajes, Cate Blanchett interpreta a la fría Marissa Wiegler, una agente a quien se le ha escapado algo de una misión y hará lo imposible por recuperarlo, aunque eso involucre correr sin siquiera mudar de calzado y quitarse los tacos altos. Si, hay una escena memorable y transcurre en los pasillos de una estación de subte, involucra a Eric Bana y a un grupo de agentes que lo persigue, un plano-secuencia en un espacio reducido, cuyo travelling está ligado a la coreografía de golpe, algo que Wright intentó en Expiación…a gran escala y al menos en mi apreciación personal quedó completamente fuera de la acción motora del film, es usual que se utilice esta técnica cinematográfica en situaciones que no lo ameriten, no vitales a la narración. Favorablemente este no ha sido el caso. Para mi desilusión, y no por culpa del film, sino de la sala a la que asistí, la mezcla de sonido estaba ausente, sólo pudiendo distinguir un sonido apagado de bajos y sólo vibrante en canal central. Todo efecto sonoro y canales traseros tampoco aparecieron en toda la proyección, en un film que por su contenido de escenas de acción, tiroteos varios y tensión bien deberían estar presentes, inclusive considerando la excelente banda sonora de Chemical Brothers, quienes se suman a la reciente experiencia de Daft Punk en musicalizar Tron: El Legado o grupos como Air en la recientemente apreciable El Viaje a la Luna (1902) de Georges Méliès.
La asesina imperfecta "Hanna" fue un proyecto bastante demorado por los grandes estudios, que lo tenían en carpeta desde el 2006 cuando Seth Lochhead pensó la historia original. En ese momento, era uno de los libros más codiciados por la industria. Tiempo más tarde, la producción lo contactó con Danny Boyle ("Slumdog millionaire") para que se integraran como equipo, pero por problemas de agenda, el prestigioso británico se bajó dejando el tema inconcluso y demorando el desarrollo de la preproducción. Fue entonces cuando quienes tenían el guión contactaron a otro inglés, el prestigioso Joe Wright (de quien conocieramos las maravillosas "Atonement" y "Pride & Prejudice") para ofrecerles el film. La cuestión es que Lochhead reescribió la trama junto a David Farr y juntos llevaron su trabajo a Wright, quien en apariencia, se enamoró de lo que leyó. Claro, "Hanna" es un thriller clásico, en cierta manera, pero tenía un potencial interesante: se podía enriquecer la historia principal combinándola con un drama espiralado lacerante, de manera de presentarlo en forma orginal . Ese era el desafío, y a la luz de los resultados, debo reconocer que esperaba mucho más de "Hanna", película que arranca como para alquilar balcones pero que promediando la proyección se desinfla estrepitosamente para terminar siendo un producto apenas correcto, producto de su indefinición e inadecuada extensión, que deslucen muchas de sus virtudes técnicas. Hanna (Saorise Ronan, quien ya trabajara con Wright en "Expiación, deseo y pecado", antes nombrada) vive en el Polo Norte con su padre, Erik (Eric -con "c" - Bana, a quien ya sabemos cada día más taquillero). Están aislados, cazan y entrenan en ese clima árido, totalmente incomunicados y dedicados a sostener extraños intercambios en forma de mensajes memorísticos. Erik es un ex-agente de la CIA y observa como Hanna ha crecido y el momento de llevar a cabo una importante tarea ha llegado. Hanna siente que tiene edad suficiente para salir al mundo, por lo que al cabo de algunos intercambios logra obtener el permiso para hacerse visible. Por qué esto? Tan pronto Erik encienda un transmisor, todos sabrán cuál es su paradero y sus ex compañeros vendrán a buscarlos. Padre e hija esconden un secreto muy importante (el que se irá develando recién en la segunda hora) por lo que su seguridad estará amenazada en forma permanente de ahí en más. Hanna será capturada por los agentes y llevada a un edificio de máxima seguridad para su estudio....Allí, la joven rubia buscará a una mujer especial: Marissa Wiegler (Cate Blanchett, de lo mejor del film), de quien se tiene que vengar, vaya a saber uno porqué. La extraña adolescente logrará fugarse y de ahí en más, seremos testigo de una persecusión larga y compleja que maneja sus propios tiempos y que no logra mantener la tensión a lo largo de su extensión. Si bien es cierto que hay dos o tres escenas de peleas y huídas musicalizadas magistralmente por Chemical Brothers, el resto del tiempo Hanna tratará de adaptarse a la vida común, lejos del escondite, prestando atención a un mundo nuevo y tratando de sobrevivir en él. Ahí es donde encontramos las mayores flaquezas del guión: se detiene demasiado para caracterizar esos momentos y de a ratos, coquetea con secuencias que recuerdan a esas series para adolescentes que conocemos tanto y no nos gustan... En su intento de dar credibilidad a la historia, se elige profundizar en el conflicto de adaptación de la joven a un unvierso cambiante y feroz (más siendo adolescente!) y en esas escenas, la intensidad cae tanto que comenzamos a mirar el reloj... Indudablemente la idea era salirse del formato de película de acción trepidante (al estilo "Bourne") y enriquecerla con una exhaustiva descripción de los conflictos internos de Hanna pero algo sucede ya que los diálogos entre Hanna y quienes serán sus amigos en esta travesía (una familia americana de vacaciones) terminan por hacer naufragar la profunidad del film (son esquemáticos y ralentizan más que interesar). Es ahí donde esa oscilación entre los dos conceptos sobre los que gira el film (la adaptación al mundo real y la dura lucha por entender su identidad) se desbalancea y la película termina por ofrecer más altibajos de los deseables. Las secuencias de acción están bien hechas pero son pocas para un film de este tipo, elemento que tampoco capitaliza el director a la hora de dar fisonomía final a su labor. Es cierto que Saorise Ronan hace lo suyo con prolijidad, pero su historia no termina por atraer ya que la dualidad natural de su personaje (inocencia y frialdad) languidece en largas secuencias donde pasa poco y todo se remite a acompañar a Hanna en su mirada curiosa de un mundo que desconoce. Es una pena que el sobrio trabajo de Cate Blanchett (elegante y mortal por partes iguales) tampoco alcance para redondear un buen producto. En definitiva, "Hanna" es un thriller discreto que parece ser un resbalón en la ascendente carrera de Joe Wright. Quizás le siente mejor volver al tipo de relatos que lo hizo famoso (los de época). No es que sea una mala pelicula, pero no es lo que promete (y ciertamente el trailer lo disfraza muy bien) y da la impresión de que su paso por cartelera será sin pena ni gloria.
VideoComentario (ver link).
Corre Hanna corre Sentidos agudos. Fuerza extrema. Golpes certeros. Preparada como un soldado para la matanza. Esas son las cualidades que reúne Hanna (Saoirse Ronan, la actriz de Desde mi cielo), una adolescente que tuvo un duro entrenamiento en los bosques de Finlandia en manos de su padre (Eric Bana), un ex agente de la CIA. Con esta premisa, la película de Joe Wright (Orgullo y prejuicio) comienza con una cacería feroz que muestra las aptitudes físicas de una protagonista que tiene dos caras: una angelical y otra oscura que la transforma en una perfecta asesina. La trama está estructurada en base a una serie de persecuciones que la colocan en el lugar de la "presa", mientras recorre Europa y es acechada por una implacable agente de inteligencia (impactante y fría, Cate Blanchett) y sus sanguinarios secuaces. Hanna acierta en la creación de climas tensos que propone la historia, se mueve siempre entre dos aguas y contrastes, impulsada por la joven que busca una vida normal cuando decide conectarse con la hija de una familia francesa. Atravesada oportunamente por los acordes de Chemical Brothers, la película se muestra sólida, cruda y detona al personaje central en los momentos adecuados. Es muy destacable la secuencia desarrollada entre containers; o la del refugio que Hanna encuentra en un parque de diversiones abandonado. Se puede decir que el film suene ridículo o que su historia haya sido vista muchas veces, pero cumple su cometido por la precisión narrativa del realizador. El pasado vuelve con la fuerza de un tornado y se instala en un presente que intenta reordenar las piezas de una niñez arruinada.
La fuga hacia adelante como escape improbable, como disparador de una crónica con final trágico (casi) anunciado. Hanna plantea una historia de batallas personales, ocultamientos, dolor y persecusiones, pero, por sobre todo, representa un buen ejemplo de relato de aventuras clásico y a la vez teñido de posmodernidad y conflictos de época. El film nos muestra a una adolescente, Hanna (Saoirse Ronan), criada al costado de la civilización por un padre (Eric Bana) obsesionado con hacerla fuerte, guerrera, implacable, una amazona del presente con aires de heroína medieval. Alguien quiere matarla. Ese alguien, en algún momento de su vida, intentará eliminarla, borrarla del mama. Y ese momento llega cuando ella está lista para enfrentar la batalla. Joe Wright (que viene de tambalear con la irregular The Soloist) plantea con precisión ¿germana? un laberinto con minotauro incluído al final, en el que la protagonista de marras, la escapista, la teen fatal de armas llevar, sostiene la acción en modo Rambo First Blood, o más acá, como una Nikita de perfil sajón, implacable y corriendo de forma continua una difusa frontera entre lo correcto y la más rematada amoralidad. ¿La oponente en este lío? La despiadada Marissa (maravillosa Cate Blanchett), ejecutora en todo el sentido de la palabra, encargada de terminar con el problema que le genera el hecho de que una beba modificada genéticamente, que se suponía iba a ser utilizada como indestructible soldado del Estado, haya terminado siendo apropiada por uno de sus colaboradores y educada para que nunca aceptara servir a los fines para los que había sido creada. Una trama de violencia, con pasajes de acción de alto voltaje, sobre todo a cargo de la mediana fémina en cuestión, además de un gran momento protagonizado por su padre, en un espectacular Eric-Bana-Contra-Todos. El clima de opresión que presenta el guión de manera constante (espacios amplios con encerronas continuas, cazadores al final de cualquier curva rutera) se ve subrayado por las múltiples locaciones que sirvieron como escenario de la aventura, un protagonista casi excluyente de la historia. Además, como bonus, la música hipnótica de los Chemical Brothers, condimentando con clima de rave extasiada y terminal.
Una jovencita que es experta en matar No todo termina de cuajar en la película que protagoniza la adolescente Saoirse Ronan, pero no carece de buenos momentos. Sobre todo por la elección de Berlín como telón de fondo. La trama transcurre en nuestros días y la protagonista tiene 16 años, pero no sabe qué es un teléfono, ni un televisor, ni siquiera una ducha. Creció y se formó en un bosque impenetrable, en lo que parece ser el extremo norte de Finlandia, donde la nieve no tiene fin. Allí aprendió a cazar ciervos de un solo, certero flechazo, y a luchar cuerpo a cuerpo y de igual a igual con un hombre. Que no es otro que su propio padre. Y que no sólo la entrena en las disciplinas del cuerpo sino también en las de la mente: Hanna maneja fluidamente varios idiomas y siempre, hasta cuando duerme, está alerta y vigilante, como el mejor de los ninjas. Básicamente, lo que Hanna aprendió es a sobrevivir. Y también a matar. Primera experiencia en el cine de acción de Joe Wright, un director inglés que se había hecho un nombre con esmeradas, laboriosas adaptaciones literarias (Orgullo y prejuicio, sobre Jane Austen, con Keira Knightley, estaba mucho mejor que Expiación, deseo y pecado, infatuada superproducción sobre Ian McEwan), Hanna tiene, como todo en la vida, sus pros y sus contras. Por un lado, sin ser precisamente original –pesan los antecedentes de La femme Nikita, la saga Bourne y hasta de la farsa Kick Ass–, la película logra llamar la atención, al menos en la primera mitad del relato, con el personaje de esta chica de apariencia frágil, casi transparente, pero formada para ser una máquina de guerra. Pero esta misma contradicción es la que fuerza al espectador a suspender al máximo la verosimilitud: por más que Hanna haya sido criada como lo fue y que en algún momento se explique que hasta su ADN ha sido alterado para hacerla más rápida y más fuerte de lo que puede serlo una mujer, cuesta creer que esta adolescente casi anoréxica esté en condiciones de combatir como lo hace con agentes especialmente entrenados y que la doblan en peso y estatura. Deliberadamente, en Hanna (interpretada por Saoirse Ronan, 17 años) no hay nada de Lolita: su personaje es del todo asexuado, sin relieves, de una apariencia casi andrógina. El único momento en que un muchacho intenta darle un casto beso, se convierte en un mal paso de comedia, con Hanna, fría como un robot, derribándolo con una llave de judo. Las escenas de acción tampoco parecen el fuerte del realizador Joe Wright: son siempre demasiado mecánicas, rutinarias, de manual, como si las hubiera dejado en manos del director de segunda unidad. Hay, sin embargo, algunos atractivos aislados en Hanna. Sus referencias al mundo cruel de los cuentos infantiles de los hermanos Grimm, en el cual la chica también fue formada, tienen su correlato en la villana de la película, una bruja contemporánea llamada Melissa Wiegler, agente de la CIA empeñada en matar a la niña, que en la ajustada composición de Cate Blanchett hace recordar un poco a la Lotte Lenya de De Rusia con amor, al punto de que cuando prueba sus zapatos de tacón parece que de su puntera va a salir algún arma filosa. A su vez, el estereotipado killer gay, de pelo platinado y afición por el kabaret, que propone Tom Hollander, parece escapado de alguna película de Fassbinder (aunque el casting ideal para que ese personaje eurotrash hubiera ganado una dimensión mayor tendría que haber sido Udo Kier). Finalmente, siempre es un placer, aunque sea en unas pocas escenas, ver a Berlín como escenario de un thriller de espionaje, no sólo porque la ciudad, por su escenografía natural, se presta como pocas para el tema, sino también porque la memoria emotiva del espectador no puede dejar de asociarla con una Guerra Fría que habría acabado, pero que en el cine se perpetúa míticamente.
Asesina por naturaleza El aprendizaje de una chica que en poco tiempo tendrá que enfrentarse a una despiadada asesina y sus esbirros (ver el entrenamiento de La Novia en Kill Bill). O una adolescente que es criada en el rigor de la armas, sin pasado, pero con una misión que tiene que ver con la venganza por su difícil presente (ver toda la saga de Bourne). Y también, una joven que mira a su padre-mentor y aprende, se prepara, porque además de saber que pronto va a dejar la seguridad del bosque helado para encontrarse con un mundo hostil, también intuye que ese paso se convertirá en el fin de su niñez (leer cualquier cuento de la obra de los hermanos Grimm). Las referencias son múltiples y se van entrelazando a medida que el relato sobre una niña de apenas 14 años, Hanna (Saoirse Ronan), se convierte en una máquina de matar en la fría Finlandia, para que cuando esté preparada, cuando ella sienta que es el momento, encuentre la manera de terminar con Marissa (la fantástica Cate Blanchett), responsable de muchas cosas, entre otras, de haberla convertido en una monstruosidad diseñada para convertirse en una asesina. El thriller, dirigido por Joe Wright (El solista; Orgullo y prejuicio), sin duda demuestra que al resignificar diferentes películas del género las honra con una puesta electrizante, siempre entretenida. Pero también, el director británico va un paso más allá, complejizando el relato con una puesta oscura y ciertamente imprevisible, donde además del origen incierto de Hanna, las postas que determinaron su presente y la venganza en progreso, lo alejan de la relación obvia de compararla con la serie Nikita. A todo esto hay que sumarle la tensa relación del personaje con su padre Erik (Eric Bana), en donde la camaradería, el rigor, más la expectativa por lo que se viene, conforman una trama tensa y amorosa sobre la responsabilidad de los padres y la presión sobre los hijos para estar a la altura de las expectativas. Y sí, un poco como Sarah Connor con su hijo John en Terminator. Hanna tiene algunos descuidos en cuanto al guión, pero en conjunto, con sus personajes atormentados, su densidad y sobre todo su confianza en el género, es una buena película. Y si los productores no explotan el interrogante sobre qué pasará con la protagonista en la vida adulta, están locos.
La Caperucita mutante Una semana después del estreno de X-Men: Primera Generación , un filme filosóficamente interesante, llega ahora otra criatura mutante llamada Hanna (S. Ronan). Esta Nikita adolescente, una verdadera máquina asesina, pertenece al linaje feminista (reaccionario) que, desde Kill Bill en adelante, promueve un modelo de mujer capaz tanto de cachetear a Mike Tyson como de balear a Jesse James. En algún páramo perdido de Finlandia, Hanna vive con su padre (E. Bana). La sugestiva secuencia inicial puede transcurrir tanto en el siglo XXI como en el XIII: la caza de un ciervo y un posterior enfrentamiento cuerpo a cuerpo con un hombre demuestran que Hanna es una especie de Rambo del nuevo milenio, con la diferencia de que habla alemán, árabe, francés, español. Su padre la ha preparado muy bien, aunque su naturaleza genética (modificada por la CIA) aporte un plus. Por venganza o arbitrariedad de un guión poco consistente, el padre tocará un botón rojo que dará aviso de su posición. Los muchachos de la CIA no tardarán, comandados por Marissa Wiegler (C. Blanchett), una despiadada agente que conoce muy bien a los exiliados. Él escapará, y su hija, tras ser atrapada, también. Como si fuera un videogame interminable, Hanna no dejará de correr, escapar y sortear obstáculos. Su destino: una casa temática sobre los hermanos Grimm en Berlín. Allí la espera su padre, aunque pasará por Marruecos y España, y en el trayecto conocerá el amor familiar (hippie) y el despertar sexual característico de su edad (en clave lésbica), además de escuchar música por primera vez y deslumbrarse ante la luz eléctrica. Hanna es un filme extraño. Su política opaca es conservadora, su moral ambigua y liberal. Si el tempo musical tecno de los Chemical Brothers le imprime al montaje una lógica de videoclip, Joe Wright ( Orgullo y prejuicio ), a quien le gusta explorar el espacio cinematográfico, también incluye un plano secuencia en donde Bana sale de una estación de tren, se mete a un subte y despacha a cuatro agentes que lo persiguen, todo en un solo plano elegante y virtuoso. Por momentos, Hanna se desmarca del thriller lineal y deviene tímidamente en un circular cuento mítico y onírico. Los últimos 20 minutos Hanna parece canalizar a Caperucita Roja. Literalmente, la heroína se adentrará en la boca de un lobo, aunque la abuelita es aquí una arpía trepadora de la CIA sin escrúpulos. En síntesis: si los personajes mutan es porque los géneros (y el cine en sí) experimentan una mutación. Hoy Caperucita está lista para el combate.
No aprietes el botón rojo Hanna se perfilaba como una de esas cintas de acción que logran aunar en un mismo proyecto audacia, diversión, ritmo y calidad. Curiosamente, la película contiene todos esos elementos, aunque por una extraña razón no termina de ser el producto que en un principio prometía. Veamos las razones: el director británico Joe Wright, conocido por los dramas de época Orgullo y prejuicio y Expiación, deseo y pecado se plantó frente al desafío de realizar un thriller de acción que nada tenga que ver con su filmografía anterior. El resultado es un trabajo lleno de matices, de buenos momentos, pero también de profundos huecos que terminan por perjudicar la experiencia. La Hanna que da nombre al film es una adolescente de 16 años (brillante interpretación de Saoirse Ronan) que vive en un bosque de hielo de dudosa procedencia. Completamente aislada del mundo, es entrenada por su padre (Eric Bana) un ex agente de la CIA que tiene sus propios planes para la muchacha. Con la certeza de estar lista para afrontar el mundo moderno, la niña devenida en mujer enviará un mensaje disfrazado de botón rojo para revelar su paradero. Y ahí comenzará otra historia. Separados uno de otro, empezaremos a conocer el pasado de ese padre y esa hija antes ocultos, ahora buscados por una agente especial (otra gran composición de Cate Blanchett) que será de suma relevancia para el resto de la trama. Película de venganza y muerte, de detalle y sorpresa, Hanna se presenta como un oscuro cuento de hadas moderno (incluidas a su manera, la princesa y la bruja) que muestra signos de agotamiento antes de tiempo. Porque si ese auspicioso inicio daba cuenta de una historia con demasiadas aristas, a partir de la segunda mitad del metraje las cosas toman otro color. Allí donde la protagonista comenzará un viaje de (auto)descubrimiento se incluirá a una familia tipo Siglo XXI con padres supuestamente cool, una amiga también adolescente, un intento de amorío y hasta el encuentro con la electricidad y la música. Mientras, desde el ojo espectador, los hechos parecen correr en cámara lenta. No hay demasiadas escenas de acción, o algún otro elemento que justifique las lagunas a veces evidentemente expuestas entre una escena y otra. A cambio, Wright ofrece algunos de los momentos más soberbios que se puedan ver en el cine comercial: dos planos secuencia de casi tres minutos cada uno (escenas del subte y el muelle) que impactan por su magistral coreografía, y una banda sonora cortesía de los Chemical Brothers que termina por darle ese toque tecno-new-wave que tanto bien le hace. Con reminiscencias a títulos como la saga de Bourne, Nikita, Agente Salt y hasta Kill Bill, Hanna no muestra mucho más que algunos momentos inspirados, a pesar de las astutas herramientas utilizadas por su director. Sin pretensiones de revolucionar el género, tampoco tiene destino de olvido inmediato. Y eso también debe tener algún mérito.
A Joe Wright le debemos dos buenos films (“Orgullo y prejuicio”, “Expiación”) y uno, peor que malo, mediocre (“El solista”). Aquellas eran películas dinámicas, basadas sobre todo en los personajes. Hanna también, aunque se trata de un thriller de acción sobre una niña (excelente Saoirse Ronan) entrenada desde su nacimiento por su padre (Eric Bana) para ser una perfecta asesina. Una misión que involucra a la villana del film (Cate Blanchett), y el encuentro fortuito de la niña con la vida de familia conforman el bastidor donde se teje este tapiz –más bien un patchwork– de varios géneros, desde el cuento de hadas hasta el suspenso. Pero lo más importante de la película, lo que realmente nos atrae más allá de las secuencias de acción que mantienen la atención física en vilo, es el misterio que rodea a la protagonista, no como pieza de la trama sino como persona. Como si los cuentos fantásticos que suelen ser la base para el cine de alto presupuesto se dieran vuelta como un guante, aquí se trata de personajes de fantasía que, de pronto, se cruzan con la realidad, con la rutina, con lo cotidiano, y –como si fuera el otro mundo siempre anhelado– tratan de comprenderlo y asirlo. El gran acierto de Wright es comprender esta idea de distancia entre dos mundos y establecer un puente mientras respeta a rajatabla los lugares comunes del género. Un film que, utilizando la coartada del gran espectáculo, apuesta –y acierta en la mayoría de los casos– al corazón humano que late en cualquier historia.
Otra chica mala Rudas, audaces y entrenadas para matar; en las últimas décadas el cine quiso mostrar así a las mujeres. Luc Besson puso en escena a Anne Parillaud en Nikita (quizás la más recordada asesina de sexo femenino), y luego a una niña Natalie Portman, quién buscaba vengar a su hermanito en El Perfecto Asesino; también Quentin Tarantino colocó su acento en la cuestión creando al mítico personaje de Uma Thurman en Kill Bill. En Hanna, el nuevo film de Joe Wright, aparecerá la joven Saoirse Ronan, quién interpretará a una adolescente sin ningún escrúpulo al momento de aniquilar a alguien. En la reciente película del realizador de Expiación, Deseo y Pecado, se narra como la prematura asesina, quién fue distanciada de la civilización, para ser educada y entrenada por Erik, su padre (Eric Bana), que le encomendará su primera misión, en la cual tendrá que huir entre África y Europa de una tropa liderada por Marissa (Cate Blanchett), agente de inteligencia estadounidense que busca eliminar a su padre y encontrarla a ella, a la que ve como una compleja amenaza. El hilo narrativo del film no solo se desarrolla entre frenéticas persecuciones y abundantes escenas de acción, sino que a lo largo de la trama se irán relevando las incógnitas sobre la existencia de la adolescente, a través de operaciones encubiertas surgidas en el pasado. Quizás lo más desentendido del film sean los puntos en que Wright muestra como Hanna se familiariza con el mundo exterior que le fue esquivo por tanto tiempo, momentos en los que tiene contacto con los hombres o la tecnología, los cuales están para distender y dar descanso a la acción, pero que junto a la asociación con lo fantástico y las fábulas de los hermanos Grimm que plantea la narración, no terminan de cumplir su cometido y cerrar ideas concretas que aporten algo más al núcleo de la obra. Hanna no presenta nada nuevo dentro de las películas de acción o espionaje, aunque sí hay que decir que gracias a llevaderos climas de acción, un montaje acorde y el acompañamiento musical a cargo de The Chemical Brothers hacen que la obra sea bastante compacta. A favor de Wright, se puede mencionar que tras films monótonos y sumamente sentimentales como Orgullo y Prejuicio y Expiación…, pudo irrumpir en un género diferente, en el cual a pesar de no mostrar demasiados destellos, provoca con Hanna un trabajo intenso de un ritmo mucho más avasallante que en sus anteriores incursiones, haciendo hincapié en que la estética moderna le sienta mejor que la de época.
La clásica historia del salvaje que conoce la sociedad por primera vez da un giro efectivo y de la mano de uno de los mejores directores de la actualidad. Hanna no es una película de acción. Hanna no es un drama. Hanna es una mezcla justa con esos dos ingredientes. Por un lado, conocemos la historia de esta jovencita (Saoirse Ronan), que se crió junto a su padre en las estepas nevadas de Finlandia, entrenando día a día con su padre (Eric Bana), cazando para comer y, de a poco, convirtiéndose en una máquina de matar. Por el otro, Hanna, como cualquier chica de 14 años, quiere conocer el mundo, lo que hay más allá de los bosques. Quiere sentir la música y tener amigos. Por eso, cuando su padre, un ex CIA rebelde, le da la posibilidad de irse, le advierte que hay gente que la busca, en especial la señora Marissa (Cate Blanchett), involucrada de alguna forma en la trágica muerte de la mamá de la chica. En ese momento la historia se divide en dos. Por un lado vemos cómo Hanna es atrapada por la gente de Marissa y cómo posteriormente escapa, quedando sola en Marruecos, en donde conoce una familia con la cual crea un fuerte lazo de amistad. Por el otro, el padre de la chica intenta llegar al punto de encuentro pactado con Hanna, mientras que él también es perseguido por los agentes oficiales y extraoficiales de la elegante agente. Pero, ¿Por qué les interesa tanto llegar a ella?, ¿Qué es lo que hizo el padre de Hanna? y, sobre todo, ¿Quién es Hanna? Estas incógnitas son algunos de los puntos argumentales más fuertes de Hanna, esta nueva obra de Joe Wright (El Solista, Expiación, Deseo y Pecado) en la que abandona el drama (o mejor dicho, lo toca de costado) para involucrarse con una película de una temática de misterio y acción. Una típica película de intrigas de espías, bah, pero con algunos toques modernos que hacen que se asemeje más a Identidad Desconocida que a los clásicos de la Guerra Fría. Con música original de los Chemical Brothers (una excelente elección, y definitivamente uno de los soundtracks más interesantes del año), Wright se despacha con planos secuencia larguísimos, con planos expresivos que dejan mudo y con un movimiento de cámaras que roza la modernidad inquieta, pero que a la vez tiene el pulso firme del cine de antes. La historia, si bien no es LO original, está muy bien contada por parte del director, y el trío de protagonistas conformado por Ronan, Bana y Blanchett se luce a fuerza de puro talento. Hanna es una de esas películas que no pueden dejar pasar. Vayan al cine, escuchen la música y vean el trabajo de un director que aún no filmó su mejor película, pero que con esta estuvo más que cerca.
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Inquietante ejercicio de acción Hanna es la nueva película del director de Orgullo y prejuicio (2005) y Expiación: deseo y pecado. Dramas de época, sensibles, bastante estilizados. Si bien hay puntos en común con la obra de Wright (incluso con la más reciente, El solista) Hanna parece otra partida del género en el que está encasillado: esta es una película violenta y frenética. Es como si fuera un ejercicio del director en el terreno de la acción, y a decir verdad, es un ejercicio muy bueno. Wright es un director formidable, aunque sus obras tienden al desequilibrio. Esta no es la excepción. Saoirse Ronan es la heroína del título. Es una chiquita de 14 años que vive entrenando con su padre, en Finlandia. No sabemos de qué se están ocultando: viven como primitivos, cazando animales salvajes y entrenando todo el tiempo, incluso cuando duermen. No es de extrañar, entonces, que la chica sea una máquina de matar. El padre, Erik (Eric Bana), esconde varios secretos, pero sin dudas quiere a su hija. El villano de la película es Marissa Weigler (Cate Blanchett haciendo formidable un rol genérico), una despiadada ejecutiva de la CIA que tiene una agenda pendiente contra ambos. Es como si fuera Karen, el personaje de Tilda Swinton en Michael Clayton. La película sostiene el interés mientras no devela las preguntas que nos hace. A decir verdad, el tercer acto, donde todas se empiezan a responder, es lo más flojo. No logran ser las grandes revelaciones y terminan siendo pura fórmula, pero tampoco está mal. También se intenta congeniar el cuento de hadas adulto (hay constantes referencias a los hermanos Grimm) con las películas de venganza. Es una simbiosis rara, pero lejos de molestar o chocar (podría haber resultado algo más o menos chocante, como en Kick-Ass) envuelve a los personajes con su costado más humano. En especial a esa suerte de robot-androide-petit Nikita que es Hanna. Saoirse Ronan, quien estuvo nominada al Oscar por su papel de Briony Tallis, es temeraria. Las cejas blancas, casi imperceptibles, le dan un aire todavía más despiadado. Todos los actores están bastante bien, a decir verdad, a excepción de Tom Hollander. El señor Collins de Orgullo y prejuicio no tiene el perfil de sicario despiadado. Aquí interpreta a uno de los asesinos (el más malo de todos) de Marissa Weigler. Pero aún con leit-motiv y todo, nunca puede despegar, de convencer. Como todo ejercicio, tiene sus virtudes y defectos. Es un espectáculo digno de las películas de acción de finales de los setenta y principios de los ochenta: sucia, rápida. También es una suerte de homenaje a El perfecto asesino (León, 1996, de otro europeo: Luc Besson). Es una película estilizada y con algunas secuencias impresionantes (como para demostrar que sigue siendo un autor, hay un plano secuencia fabuloso donde Bana pelea contra unos agentes, y conversaciones femeninas debajo de una cobija) y el ritmo de videoclip no agota y se muestra lleno de ideas y energía. Pero de nuevo: como todo ejercicio, también tiene sus carencias. En este caso, los personajes de stock no molestan tanto ya que los actores son estupendos (basta ver lo que hace Cate Blanchett con el suyo), pero la conclusión es decepcionante y no está a la altura del resto. Aún así, Hanna prueba que Joe Wright es un gran director de cine de acción. Mucho más que los que se "dedican" al género.
Del director británico Joe Wright, cuyo debut fue en 2005 con “Orgullo y prejuicio” y posterior consagración dos años después con “Expiación, deseo y pecado”, podía esperarse más de lo que su más reciente “Hanna” ofrece. Y eso que cuenta nuevamente con la notable y joven actriz Saoirse Ronan, que tiene apenas 17 años y una muy promisoria carrera por delante. A menudo se ha dicho, con justa razón, que una de las principales limitaciones del cine norteamericano es la no mezcla de géneros, de manera que casi todos sus films, excluidos los independientes, pertenecen a uno sólo. Así por ejemplo tendremos comedias (muchas muy tontas), dramas, thrillers, películas animadas o de ciencia ficción. No es el caso de “Hanna”, quizás porque se trata de una coproducción de Estados Unidos con Europa (Alemania y Gran Bretaña) y por la procedencia de su realizador del último de los países nombrados. Ya desde el inicio se atisba que Wright intentó hacer algo diferente en una escena bastante cruel en que una joven en medio de un bosque helado persigue a un enorme alce al que mata aunque como ella lo dice “apenas errando su corazón”. Esta misma expresión resurgirá hacia el final del relato en inteligente contrapunto. La joven vive junto a su padre Erik (Eric Bana) en total aislamiento y pronto sabremos que él trabaja para la CIA en un experimento cuyos detalles conviene no develar salvo la indicación que se relaciona con la fortaleza física de su hija. Esta introducción podría perfectamente encajar en el género fantástico o de ciencia ficción, pero luego el film sufre un viraje al thriller en que Erik debe escapar para proteger su vida, separándose de la adolescente que también opta por salvar la suya. Es entonces que aparece un nuevo personaje, interpretado por la usualmente excelente Cate Blanchett, que aquí no tiene muchas oportunidades de lucirse, lo que habla más bien en contra de quien la dirige. Los cambios de paisajes y países aportan cierto atractivo a esta especie de película de James Bond, al pasar sucesivamente por Marruecos (un país visitado recientemente en dos oportunidades por este cronista y que será objeto de una nota futura en este sitio), España, Francia y Alemania. Hay una buena filmación en un puerto de contenedores, una sesión completa de baile flamenco y ya en la parte final del film varias escenas en Alemania, Berlin entre otras locaciones. Justamente hay un lugar que sería un parque de diversiones dedicado a los hermanos Grimm donde tiene lugar el desenlace de esta movida y algo despareja trama. Hay cierto exceso en determinadas situaciones como la persecución que sufre Hanna por parte de un alemán casi albino, un personaje que parece salido de un “comic”. El exotismo de la propuesta no siempre funciona y entre los más destacable conviene mencionar la banda sonora de “The Chemical Brothers”.
Nada de nada (y una recomendación final) Mucha gente aprovecha sus vacaciones para ir al cine. Yo necesitaba vacaciones, y vacaciones sin cine. Así las cosas, fueron vacaciones sin e-mail y sin películas (ni una). Tres semanas sin películas para volver con los ojos limpios y avidez por sentarme en una butaca (del centro a la izquierda, mirando hacia la pantalla). Volví al cine... ...pero las dos películas vistas fueron un fiasco. Empecemos por la que terminó con mi ayuno fílmico: Hanna, de Joe Wright, que bascula entre una intriga que se resuelve de forma anodina, groseras faltas de verosimilitud (en demasiados enfrentamientos primero se dan piñas y patadas, y luego se tiran algunos tiros: ¿por qué no tiran antes?; la “niña del bosque” Hanna no sabe ni lo que es un ventilador y luego, sin pasar por la Pitman, googlea a todo trapo) y reiteraciones ad náuseam de que, ojo, hay que trazar paralelos con los cuentos de hadas (¿alguna vez más nos van a aclarar que Cate Blanchett modelo 2011 –con aires y modos de Tilda Swinton– es “una bruja”?). Cine sin centro gravitatorio, hecho de retazos, tal vez un mero gesto canchero en forma de cómic, con algunos ramalazos de supuesta sofisticación como el villano alemán –que parece escapado de Cabaret de Fosse y rebozado con un poco de Fassbinder– o la música de The Chemical Brothers en contrapunto con la por muchos momentos payasesca acción. Habitualmente, cuando estoy varias semanas sin ir al cine la película con la que regreso a las salas me gusta un poco más de lo que me gustaría en medio de mucho consumo cinematográfico. Pero Hanna no fue el caso. Si es un chiste pop sofisticado, bueno, a veces prefiero los chistes más brutales, vibrantes y directos, como los que esperaba encontrar en ¿Qué pasó ayer? Parte 2 (The Hangover Part II). Pero esta secuela-reversión de una de las grandes sorpresas de la temporada 2009 está vaciada de interés, de intensidad, de esfuerzo cómico: los actores están apagados (hasta Galifianakis), y todo sucede de forma burocrática, previsible. No, el problema no está en rehacer la película original: con Todo un parto, Todd Phillips probó que podía reescribir con alma, corazón y gracia Mejor solo que mal acompañado. Pero si Mejor solo que mal acompañado era parte de la inspiración de Todo un parto, The Hangover no inspira The Hangover Part II sino que la reprime, le marca el camino para que pase por los mismos lugares, ahora con los zapatos gastados y los actores cansados. Todo está peor de lo que podría haber estado (salvo el mono, el personaje construido con mayor enjundia), fuera de ritmo: como Mike Tyson destrozando el grasoso éxito de los ochenta “One Night in Bangkok”. Las carencias rítmicas y el nulo carisma de Tyson para cantar condensan y ejemplifican de forma plúmbea los problemas de esta película hastiada de sí misma. Habrá que seguir intentando y seguir yendo al cine, aunque ya no en las queridas dos salas del Atlas Santa Fe, que cerraron y dejaron sin cines a la zona de Callao y Santa Fe (en donde hace poco más de una década funcionaban siete salas concentradas en cuatro cuadras). Por último, les dejo la recomendación de una película argentina que vi el año pasado: Lo que más quiero de Delfina Castagnino, que se exhibe en junio en el Malba los viernes a las 20:00 y los sábados a las 19:00. Una pequeña y sentida película sobre la amistad y duelos amorosos y filiales, hecha con gracia, convicción y emoción, elementos ausentes de los estrenos antes comentados. Un detalle: en Lo que más quiero un empleado que se queda sin trabajo se niega a recibir su indemnización, y este ha sido uno de los motivos –a partir de lo que yo denominaría una peculiar exigencia de “realismo sindical”–, por los cuales algunos críticos se han enfurecido con la película.
Cría cuervos El bosque, los animales, la nieve, la cabaña humeante: las primeras escenas de Hanna evocan la atmósfera de viejos cuentos, esos que hojea en un momento la propia protagonista, una niña entrenada por su padre lejos de la civilización, para sobrevivir y matar. Después van surgiendo algunos convencionalismos que parecen salidos de una comedia menor (sobre todo durante el encuentro de la chica con una familia comprensiva algo estereotipada), pero el tono ligeramente fantástico vuelve a aflorar con una persecución en el interior de un parque de diversiones vacío. En tanto, hay algo maravilloso también en el paso de un ámbito a otro que conllevan las idas y venidas de Hanna (encarnada por Saoirse Ronan, la adolescente nominada al Oscar tres años atrás por Expiación, deseo y pecado). Abriendo una claraboya se puede aparecer en un desierto marroquí, y tras un viaje inesperado encontrarse, no sin sorpresa, recorriendo calles españolas o alemanas. Y, sin embargo, lo increíble para ella es lo que integra naturalmente la vida cotidiana de todos pero no de la suya, como tener una amiga, dar un beso, escuchar música o sentirse parte de una familia. Aunque estos elementos la adornan o enriquecen, Hanna no pretende mucho más que ser un terso film de acción, con la chica perseguida por Melissa (una fría agente de la CIA interpretada por Cate Blanchett) y unos secuaces medio ridículos, quienes también están detrás del padre de Hanna (un Eric Bana casi tan imbatible como ella). Se descubrirá, además, que la fuerza con la que la protagonista afronta todo tipo de peligros proviene de algo más que de sus años de reclutamiento. Joe Wright (1972, Londres, Inglaterra) lleva a cabo su trabajo sin histeria videoclipera ni excesos de crueldad. Hay elegancia formal y una precisión encomiable en la construcción de cada secuencia: cámara en movimiento y planos muy breves cuando estalla la violencia, luz cálida y planos detalle cuando Hanna dialoga acostada con su amiga, fría belleza en los ambientes en los que se mueve Melissa. Algunas decisiones lucen particularmente atinadas: una aparición inesperada en el desierto interferida por destellos de sol como un posible espejismo, la irrupción en un extraño cabaret con imágenes enrarecidas, un inquietante plano secuencia como prólogo a un ataque en una estación, un magnífico plano de Melissa saliendo de la boca del lobo en el parque mientras apunta con su arma. Todo ello contribuye al sentido del espectáculo que supone Hanna, lo mismo que la música de The Chemical Brothers, nunca excesiva. Divertimento de calidad, lo más reprochable del film de Wright no es la inverosimilitud de algunos episodios o cierto sadismo de los personajes (que conforman las reglas del juego), sino el gusto con el que manipula cierta idea de venganza. Si la ausencia de valores y la necesidad de afecto redimen, ambiguamente, los letales comportamientos de Hanna, el breve plano final la muestra como heroína vindicatoria. Cerrando el relato, de paso, sin sutileza alguna.
“Hanna”: una asesina mezcla de Nikita y Kaspar Hauser Esta es una película que no acepta términos medios. Es algo para amar u odiar, e incluso puede provocar las dos cosas al mismo tiempo. Lo seguro es que «Hanna» es toda una experiencia, con las caracteristicas de una cult-movie, empezando por la antológica banda sonora de los Chemical Brothers, que realza el carácter psicodélico de las imágenes de este oscuro cuento de hadas utraviolento. Con una aproximación más convencional, éste podría haber sido un sólido thriller de conspiraciones, espías y paranoia, un poco al estilo de «El largo beso del adiós» de Renny Harlin, pero para bien o para mal, el director Joe Wright tenía en mente algo más alternativo. «Hanna» es una ensalada rara, especie de cruza entre «El enigma de Kaspar Hauser» de Herzog, «El niño salvaje» de Truffaut y «Nikita» de Luc Bessonn -del que tambien toma prestado bastante del snobismo fashion y ochentista de «Subway»-. Todo esto con un despliegue visual totalmente desaforado que parece querer continuar los delirios formales de «auteurs» como Ken Russell o Nicolas Roeg, claro que en plan siglo XXI. En una actuación memorable, Saoirse Ronan encarna a la chica del título, una adolescente que ha pasado toda su vida en un bosque cerca del Circulo Ártico entrenada por su padre (Eric Bana), ex agente de la CIA, para matar todo lo que se mueva. Y especialmente a su ex jefa, la despiadada Cate Blanchett (villana minuciosamente exagerada). La pobre chica sale del bosque, donde nunca escuchó musica ni vio televisión, ni a chicos de su edad, para perseguir y ser perseguida por asesinos implacables en Marruecos y media Europa, experimentando de paso sus primeras relaciones con todo tipo de personas comunes, incluyendo su primera cita romántica con un galán español y un pijama party lésbico con la hija de unos hippies que le dan asilo en su casa rodante,incapaces de sospechar los peligros que implica la presencia de esta ninja teenager. Partiendo de la base que este film es cualquier cosa menos realista, y que en algún punto está sobreproducido y que tiene más vuelo estético que sustancia o coherencia narrativa, «Hanna» ofrece un verdadero bombardeo de imágenes alucinantes, y secuencias totalmente dementes filmadas de manera formidable, con un trabajo de fotografia increibemente creativo a cargo del aleman Alvin H. Klucher, que por momentos parece ser el verdadero autor de este delirio.
El problema de situar a esta producción sólo como un buen exponente del cine de acción, o el Thriller, es de estar pecando de un reduccionismo en su análisis, a mi entender entre patético y peligroso. Esto se da por la intención de hacer circular la historia por dos vertientes, la primera ya mencionada, un filme que se encuadra desde mucho lugares como del género de acción, y la otra que muestra una clara tendencia hacia el drama y, si me apuran, hasta lo cierro en tragedia. Considerándolo a partir de este ángulo de lectura del texto se podría empezar diciendo que desde un principio, o sea desde el guión, se establece, se instala, en las antípodas de “Con Las Mejores Intenciones” (1992), el filme de Billie August, pero en este caso el autor del guión era el mismísimo Ingmar Bergman (que no tiene nada que ver ni era pariente del candidato a primer legislador por el PRO en la ciudad de Buenos Aires, no confundir), ya que en esa muy buena realización sueca, drama al fin, narraba la educación de un niño en el más férreo sistema educativo, que es el del fanatismo religioso, el hecho es que esos padres consideraban estar llevando al hijo por una vida de altruismo, bondad y misericordia, de ahí a obtener buenos resultados, hay distancia, y si no vean esa obra de Bergman.. Volviendo al filme que nos convoca, diría que es importante hacer, aunque más no sea, una pequeña referencia a su parte inicial. Un ex agente de la CIA, ¿desertor? ¿traidor? ¿excomulgado? Erik Heller (Eric Bana) ha decidido ya hace mucho ocultarse con su hija Hanna (Saoirse Ronan) en los perdidos bosques al norte de Finlandia para criarla. Este ocultamiento parecía estar justificado, pero en realidad esta crianza estaba infectada por el deseo de venganza por el asesinato de la madre de ella. La niña tenia en ese entonces sólo 2 años, ahora ya tiene 16 años. Su padre la educó, si es que eso que hizo se puede llamar educación, con el único fin de que sea ella quien ejecute la venganza. ¿Alguien podría decir ahora que al Erik éste lo echaron de la CIA por miedoso? Ella cree que ya esta preparada para salir al mundo, su padre le aclara que la responsable de su orfandad materna se llama Marissa (nótese las SS del nombre) Wiegler (Cate Blanchet), quien era la jefa de Eric en el momento de la muerte. El padre ante la insistencia de Hanna, cómo cualquier adolescente, de querer salir a conocer ese mundo, le aclara que en cuanto lo haga debe estar dispuesta a enfrentarse a la malvada Marissa, quien él cree estar seguro la sigue buscando para matarla. Al contrario de como dice la canción: “…Todos, todos nacimos Ángeles, Nada en el reloj de la culpabilidad Todo en el reloj de la inocencia….” Hanna es presentada con cara angelical, pero que no titubea en matar con una flecha a un gran ciervo y luego desollarlo, no presenta ningún rasgo de temor ni de excitación al hacerlo, con sus grandes ojos celestes que parecen glaciares, de la misma manera que una niña de su edad podría estar probándose un conjunto de ropa escolar. Luego la “trama” nos ira dando las razones por las que Marissa sigue buscando a Erik y a Hanna con la firme intención de matarlos a ambos. Sólo les adelanto que tiene relación directa a la cada vez más “posible” manipulación genética de los humanos. Si ponemos todos estos pruritos ideológicos nos quedamos en la vertiente dramática y lo intentamos unir a una cuestión de verosimilitud. El filme como tal se desbarranca irremisiblemente pero, como queda dicho al principio, esta es a primera vista una producción enrolada en el género de acción. En este sentido cumple con las expectativas, sobre todo al diseño de montaje, la espectacularidad de las escenas de persecuciones, que son muchas y muy buenas. Especialmente el largo plano secuencia dentro de los subterráneos. No estamos frente a una obra ni por asomo original. Tiene en su columna del debe mucho que agradecerle principalmente, ya desde la idea, a “Nikita” (1990), esa joya del Luc Besson, el mismo responsable de “El Perfecto Asesino” (1994), de la que también se puede observar algunos “homenajes”. A ese gran trabajo de montaje se le debe agregar, en principio, las muy buenas actuaciones de Eric Bana, Saoirse Ronan y, principalmente, la extraordinaria performance de Cate Blanchet, quien vuelve a justificar el por qué es una de las actrices más cotizadas del momento y de su alta estima no sólo en Hollywood. Otro elemento importante, uno de sus puntos mas altos posiblemente, como para ir dando consistencia al relato, es la banda de sonido, no sólo la muy acertada música incidental a cargo de Chemical Brothers, sino también la diegetica, esa de la cual vemos de donde proviene, ya sea un cuadro musical integro, con bailaores y todo, de música flamenca, por un lado, y también vemos como uno de los personajes nos / le hace escuchar a Hanna, “Cuadros de una Exposición” de Modesto Mussorgsky. Créame que no son casuales, ni ingenuas, estas inclusiones: la música flamenca es muy sanguínea y su baile netamente terrenal, y la composición clásica es todo calor/amor humano. Asimismo, acompañando más que sustentando el producto, en orden de meritos, podemos destacar el trabajo de fotografía. Podría haber sido una muy buena realización, pero no se decide por el drama o la acción y eso le resta eficacia; podría haber sido un buen filme de acción, lastima la bajada de línea discursiva y eso lo hace hasta peligroso.
Una joven máquina de matar El director Joe Wright no pierde el tiempo. En la primera escena pinta descarnadamente a la protagonista, y explota dramáticamente la rigurosidad del escenario elegido: la helada desolación de un bosque finlandés, en la que la muchacha caza y descarna a mano limpia un enorme ciervo. Rápidamente se plantea la relación de Hanna con su padre y entonces, a pocos minutos de comenzada la proyección, ya se entiende que la trama, si bien ha de remitir forzosamente a otros exponentes del género como "Bourne", "Nikita" o "Alias", va a presentar elementos singulares y distintivos. También será original el tratamiento visual que propone Wright; el realizador entrega otro excelente plano secuencia de varios minutos (en una estación de ómnibus y otra de subte de Alemania) que evoca a aquel -monumental- de la evacuación de los soldados aliados que concretó en "Expiación, deseo y pecado"; y también propone ciertas originalidades a partir de la introducción en la trama de una familia británica que (en cierta medida, involuntariamente) ayuda a la protagonista en su huida por el norte de África y el sur de España. Si se quiere, la película puede verse como una más que pinta la persecución de un fugitivo a manos de una organización gubernamental poderosa. Pero la trama muestra condimentos propios más que interesantes: la perseguida es poco más que una niña, y esta niña está poniendo a prueba su especial condición no sólo en las vicisitudes de la fuga sino -fundamentalmente- en el violento contacto que experimenta con un mundo "civilizado" que desconocía absolutamente. Y como si esto fuera poco, Hanna debe desentrañar los oscuros detalles de sus orígenes, signados por las mentiras y la tragedia. En suma: Wright propone (y logra) suspenso, intriga y algo más.
Manual de instrucción para asesina No debiera ser parámetro equivalente a juicio fílmico, pero el bostezo que se escuchó en la sala durante la proyección de Hanna, promediando noventa minutos, daba cuenta cabal del parecer de este cronista respecto del film. Aburrimiento sí, indiferencia no. Es por ello que la utilización usual de la violencia, el glamour de los organismos de inteligencia, sus entrenamientos militares y torturas institucionalizadas, no por rasgos vistos una y otra vez dejan de molestar poderosamente la atención. Más aún cuando, con el precedente de Kick Ass (2010), pasan a tener en los niños a sus protagonistas y depositarios predilectos. La apenas adolescente Hanna es entrenada por su padre en medio del frío más gélido: cabaña, fuego, leña, caza de presas. El momento, sabe su padre (Eric Bana), está por llegar, allí cuando Hanna decida asumir la pulsión del detector que hará de ella motivo de persecución y desate una búsqueda asesina imparable sobre su persona, amén de evocar --tanta es la pobreza argumental en Hollywood- la partida del hogar, el vínculo roto con la figura paterna. (Nada diferente, si se lo piensa un poco, respecto de la historia de Nikita, el film de Luc Besson, pero aquí en versión infante). Allí, entonces (¿y por qué? ¿qué necesidad hay, querida Blanchett?), la dama desalmada y de la CIA (sí, Cate Blanchett) para dar con la niña fugitiva, con el padre de pasado misterioso. La develación de los motivos se emparentarán, eso sí, con tantas historietas leídas como películas malas, tal es --de nuevo- , la pobreza argumental de Hollywood. La violencia, se decía, aparece como rasgo mayor, a través de esta pequeña niña que parece salida de un video game bestial, capaz de disparar un arma de fuego así como de romper el cuello de su víctima sin la menor dilación. Lo mismo, se apuntaba, ocurría en Kick Ass. En beneficio de los films, puede decirse, aparece la ironía burlona de esta última, así como los planes secretos de los servicios de inteligencia (responsables verdaderos) en Hanna; pero, eso sí, la violencia no deja de plasmarse desde la fascinación, el montaje intrépido, o la música electrónica (cortesía, aquí, de The Chemical Brothers). Las alegorías que Hanna intenta suenan forzadas por evidentes, con el nombre Grimm como señuelo de las hadas, o el parque de atracciones como castillo encantado y casa de la bruja. Una gran boca de lobo guarda en sus fauces a la abuelita escondida. Así de obvia, así de pésimamente fácil, es la lectura que propone --otra vez- el cine de Hollywood por estos días. Y si de ser más elocuente se trata, las peleas son pésimas, de coreografías duras y mucho montaje. Es entonces cuando aparecen las ganas de recurrir al cine oriental y sus géneros revueltos y buenísimos, con la artesanía necesaria como para sentir cada patada como un delirio surreal. ¿Por qué no son éstas las películas que llegan a la cartelera comercial? (¡y que saquen a patadas a estos malos recuerdos de lo que fuera, alguna vez, un gran cine!)
Corre Hanna, corre... Todos habrán visto alguna vez o recordarán la famosa escena de Intriga internacional (1959) de Alfred Hitchcock en la que Cary Grant es asediado por una avioneta fumigadora en medio de una desolada locación. Sólo un maestro podía transformar una situación común de espionaje en un momento único de cine, donde la fuerza expresiva de lo visual se sobrepone frente a lo que a priori podría tomarse como un absurdo (¿quién planearía cazar a un tipo de esa manera?). Pues bien, salvando las distancias, hay que celebrar que algo de esto exista en la película de Joe Wright, donde ciertos preceptos básicos del género son trabajados desde un marco un poco más enriquecedor que lo que se ve frecuentemente. Como si ello no alcanzara, el director logra hacer convivir elementos cuya fusión, a primera vista, haría temer lo peor. Me explico. Hanna (Saoirse Ronan) es una jovencita de apenas dieciséis años entrenada para matar por un ex agente (Eric Bana) que a su vez es intensamente buscado por una jefa de la CIA (la gélida Cate Blanchett). Este esquema argumental y muy convencional funciona en la primera parte de forma más que interesante a partir de la voluntad de la puesta en escena por seducirnos con una fotografía bellísima y planos abiertos al inconmensurable paisaje nevado, aún con encuadres cuestionables como el de un ciervo destripado y la bella joven al lado, pictóricamente mostrados con una cámara que asciende y se aleja. En efecto, el inicio desconcierta al no dar referencias espacio-temporales concretas, al estar despojado de música incidental y al provocar una especie de extrañamiento, sin introducción vertiginosa de conflictos. Se disfruta esa etapa donde se avanza sobre el adiestramiento del personaje pero al mismo tiempo sobre la ansiedad que tiene de cumplir su misión y de cambiar de vida. Claro está, aquí comienza lo previsible. En el intento de los demás por atraparla, se iniciarán las clásicas persecuciones con fragmentación de planos, velocidad, riesgo y otros recursos conocidos. Sin embargo, cuando creemos que todo está perdido o consagrado al mero entretenimiento, reconocemos un rasgo redimible inmediato: las extensas corridas de la heroína parecen un baile coreográfico electrónico. Sin duda, la música de los Chemical Brothers contribuye, pero más allá de eso, se nota la virtud de Wright por buscar espacios que funcionen desde un punto de vista expresivo y que tengan en común su condición laberíntica. Esta voluntad por correrse permanentemente del género para potenciar cinematográficamente situaciones convencionales juega a favor, desde mi punto de vista, de la película (lo podrán ver perfectamente al final). Por otro lado, sale victorioso ante una serie de ideas, lugares y personajes puestos como descansos que cualquier thriller desecharía de antemano, además de ofrecer un recorrido multicultural muy gracioso que va desde Leipzig hasta Marruecos, pasando por un número de flamenco, hasta Berlín como trasfondo de la acción principal. Que se filtre un gesto por hacer algo distinto, con una buena dosis de cine, en tiempos en que las imágenes explotan, no es algo desdeñable.
La arbitrariedad como valor positivo Hanna es casi un ensayo audiovisual, narrativo e incluso moral sobre esa joven ilógica, incivilizada, casi barbárica que es Hanna. Si uno se pone a desglosar el guión de Hanna, se perciben unas cuantas arbitrariedades. Pero son precisamente esas arbitrariedades las que terminan favoreciendo claramente a la película, en la que se percibe una notoria despreocupación por ciertas reglas de verosimilitud del thriller de espías. Porque en realidad, Hanna es una extraña mezcla de thriller, drama paterno-filial, historia de autodescubrimiento infantil e incluso road movie. Y en todos sus aspectos está atravesada por el cuerpo como cuestión central, como punto ineludible, en vínculo con otros seres, espacios y tiempos. De ahí los extraños saltos temporales y espaciales; las entradas y salidas de personajes sin explicar demasiado; los abruptos cambios de registro. La cinta puede permitirse también esto porque trabaja en escala, primero concentrándose en un eje triangular, formado por una niña, su padre y una despiadada villana, para terminar reduciendo ese trío a un individuo. Esa persona es Hanna, y es muy especial: criada en un bosque para ser un arma mortal, se adapta fácilmente al contexto moderno pero sin dejar de ser salvaje en sus modos y comportamientos. Sus acciones carecen de una lógica “civilizada”. Y la historia sigue a esa joven ilógica, incivilizada, casi barbárica, no le importa nada más. Adora a su protagonista, descubre con ella, ama u odia con ella, ataca o se defiende con ella. Hanna es como un ensayo audiovisual, narrativo e incluso moral sobre ella, sobre Hanna. Aparentemente, la protagonista, Saoirse Ronan, pidió expresamente que estuviera a cargo de la dirección Joe Wright, con quien ya había trabajado en Expiación, deseo y pecado. Y hay que decir que esa unión de talentos vuelve a funcionar magníficamente. Wright, con apenas tres películas –una de ellas, El solista, bastante fallida, hay que admitirlo-, se ha constituido en probablemente el realizador más interesante que ha aportado el cine inglés en la última década, y acá vuelve a hacer gala de su talento: un aprovechamiento y compenetración llamativa con la estupenda banda sonora de The Chemical Brothers; plena concentración en los personajes y la narrativa, sin encasillarse en mensajes superfluos; y una combinación de edición física y acelerada (muy emparentada con la saga Bourne) con estupendos planos secuencias, con una gran pulsión por el espectáculo. Pero lo de Ronan es realmente especial. Cada rol que le toca, termina dando la impresión de que sólo ella podría haberlo hecho. Y Hanna no es la excepción. La fisicidad que demuestra, lo primarias que parecen sus actitudes, terminan complejizando su personaje. Es, quizás junto con Hailee Steinfeld (Temple de acero), la mejor aparición femenina de los últimos años. Es la cara perfecta para un filme potente, imperfecto, sutil y crudo a la vez, al que no le importa nada y apuesta a todo. Es que Hanna no es una película adolescente (en el sentido de que adolece de elementos que compongan su identidad). Es en realidad joven, casi en construcción, con una seguridad que roza la soberbia, pero que también le permite plantarse con la cabeza erguida frente al mundo.
LA MIRADA INVISIBLE DE LA VENGANZA Manteniendo el mismo estilo y perfección visual lograda en "Orgullo y Prejuicio", "Expiación, Deseo y Pecado" y "El Solista", aquí Joe Wright invoca una historia que toca aristas totalmente diferentes a las desarrolladas en sus filmes anteriores, con excelentes actuaciones por parte de los protagonistas y una mezcla homogénea entre géneros, que le aporta dinamismo, originalidad y mucho entretenimiento a esta propuesta de venganza. Hanna y su padre viven en el bosque y él está entrenando a la muchacha para poder sobrevivir a los acontecimientos que en un cercano futuro la invadirán. Ella se aprende su discurso de memoria y, ante la llegada de ese extraño e inesperado día, comienza a descubrir, al mismo tiempo que escapa de las garras de una organización que la quiere asesinar, pero que no entiende porqué, las razones y el pasado de su madre. La incertidumbre y la falta de respuestas está presente durante todo el transcurso de la película. Desde la primera escena, en la que se puede ver a la adolescente en plena acción cazando y siendo amenazada por quien luego sabemos que es su padre, la cinta comienza a plantear diferentes situaciones que no tienen una justificación aparente y que nunca logran poseer un sentido mucho más significativo que el que se plantea superficialmente en las instancias finales. Todo lo que envuelve a la organización que quiere asesinar a la familia, a ese curioso botón rojo y a la explicación de cómo supuestamente los dos personajes principales lograron sobrevivir, es un misterio que el espectador tiene que armar en su cabeza y darle forma para poder entender la historia a la perfección y crear un relato coherente. Esta es una de las características que sobresalen de "Hanna", la habilidad del director por plantear un argumento lleno de preguntas, de las cuales solo responde las necesarias. A su vez, la perfección visual que aquí se presenta, que mantiene un paralelismo muy bueno con diferentes escenas filmadas en las películas anteriores del director, es hermosa y expresa calidad, talento a la hora de utilizar las herramientas cinematográficas y esa marca personal que aquí nuevamente vuelve a estar presente. El plano secuencia que comienza con la salida del padre de un colectivo y que termina en una fabulosa pelea en un subsuelo, es impresionante, no solo por el tranquilo y detenido uso de la cámara, la cual acompaña al personaje en toda la caminata, sino porque se juega con los cambios de velocidad. Junto con todo el conflicto en el parque de diversiones, estas escenas son las mejores de toda la película. Otra de las características que aquí sobresalen y que le aportan calidad y verosimilitud a la historia, es la intensidad de las actuaciones. Saoirse Ronan está excelente en su personaje, su fuerza, su mirada, las expresiones de su rostro, los movimientos corporales y esos matices emotivos, divertidos e inocentes que muestra en diferentes escenas, le aportan mucho realismo y destaque a su personaje. Cate Blanchett, en una villana que no se preocupa por hacer las cosas bien, ni se lamenta por buscarle una justificación moral a lo que hace, está también muy bien, especialmente en las escenas finales y en esa secuencia en la que mira escondida la masacre que la adolescente hace dentro de los laboratorios. Eric Bana, el padre, también está muy bien, se luce al comienzo y en esa pelea que tiene con Hanna llegando a la conclusión. La acción aparece y es protagonista de numerosas escenas, las cuales están maravillosamente filmadas. A su vez, la música, compuesta por The Chemical Brothers, es impecable en cada momento de tensión, de diversión y de acción, cumpliendo con las atmósferas creadas visualmente y con el movimiento y ritmo de cada una de ellas. Muy buena banda sonora. "Hanna" es una película que presenta excelentes actuaciones protagónicas, una historia que logra destacarse por no ser pretenciosa y por mostrar una particular y personal manera de hacer cine. Bellísimamente filmada y fotografiada (plano secuencia), divertida, con algunos toques de terror y con buenas escenas de acción. Una muy buena propuesta, una cinta de Joe Wright diferente a sus películas pasadas. UNA ESCENA A DESTACAR: pelea en el parque y el plano secuencia.
La inocencia perdida en el país de las peores pesadillas El director Joe Wright volvió a dar muestras de su intrincada imaginación en “Hanna”, y lo mejor es que lo hizo con una película en el extremo opuesto de sus trabajos anteriores. El cineasta inglés, que sorprendió desde su opera prima, “Orgullo y prejuicio”, y confirmó las muestras de talento en “Expiación, deseo y pecado”, lo hace ahora con una película que no tiene nada que ver con novelas adaptadas. En el caso de “Hanna” se metió con ímpetu por la puerta trasera de las buenas maneras y los corsés de época en los que parecía sentirse cómodo. La protagonista vuelve a ser la enorme actriz adolescente Saoirse Ronan que encarnó a la nena que arruina la historia de los enamorados en la adaptación de la novela de Ian McEwan. “Hanna” está muy cerca de un arriesgado cruce entre la acción, el suspenso, las películas de espías, la ciencia ficción y sobre todo una relectura arriesgada de los cuentos de hadas de Lewis Carrol y los hermanos Grimm. Tanta fusión por momentos abruma, pero a pesar de todo Wright sale indemne. El mérito es de Saoirse Ronan. Si en “Expiación...” tenía el tono de una nena arrogante y en “Desde mi cielo” fue la imagen de la inocencia y la vulnerabilidad, en este caso da un salto al vacío y compone a una adolescente educada para ser una máquina de matar, tarea que estuvo a cargo de su padre Erik, interpretado por Eric Bana. Cómo hace una adolescente, de cara lánguida y con pocas pero contundentes líneas de guión para casi eclipsar a una magnífica Cate Blanchett y pasar por encima al experimentado Eric Bana, es otro de las sorpresas que depara el filme. Hanna sale del bosque donde creció para cumplir su destino. Cuando se siente lista va al encuentro de Marissa, el personaje de Blanchett, una agente secreta y ex compañera de Erik, quien después de una operación fallida está viviendo con su hija en un bosque cercano al Polo, el lugar más solitario del planeta. “Hanna” recrea los climas ominosos de los cuentos de hadas y tiene su bruja malvada, su casita de los horrores, un túnel por donde caer a un mundo desconocido y cruel. Que el director haya puesto a una adolescente en ese lugar tiene coherencia con sus películas anteriores. Como en este caso, eas películas cuentan un relato de iniciación, pero también hablan de la inocencia, aunque Hanna desconozca qué significa esa palabra.
Asesina por anti-naturaleza Joe Wright incursiona en un nuevo género con Hanna, luego de los films de época como la excelente Orgullo y Prejuicio o Expiación, Deseo y Pecado, y sin olvidar su última obra que no pertenecía a ese "molde" que acá se conoció como El Solista. Este cuarto film de Wright nos contará la historia de Hanna, una adolescente que es criada/entrenada por su padre, un ex agente de la CIA que le dará todos los conocimientos necesarios para que pueda sobrevivir al violento y terrible futuro que le espera. Ese entrenamiento y una "pichicata" aplicada por la CIA serán sus principales armas para llevar adelante una misión que desenterrará su pasado y la llevará a pelear contra sus peores miedos. Los escollos que se le presentarán en la compleja misión serán una despiadada agente y un grupo de mercenarios que harán lo que sea necesario para detenerla. Hanna no es una simple película de acción e incluso es conciente de querer diferenciarse, y lo hace por medio de la utilización de varios recursos que no son ofrecidos generalmente por las obras de tiros y persecusiones. Wright hecha mano y nos muestra una historia cargada de tensión, suspenso, estética comic, cámara en mano y movediza, música electrónica, secuencias oníricas e incluso hasta se deja ver de manera bastante intencional y subrayada un cuento de hadas donde tranquilamente la villana podría pasar a ser la bruja en un abrir y cerrar de ojos. Obviamente que también tenemos los clásicos tiros y persecuciones, aunque filmados con un llamativo gran pulso para un director que no viene de ese "palo". Todo eso junto tenemos en esta obra y lo más interesante del film es cómo se logra plasmar, algo que deberán descubrir ustedes mismos para así sacar sus propias conclusiones. De alguna manera simplista se podría decir que Bourne + Nikita + Caperucita Roja darían como resultado Hanna. La mala resolución de ciertas cuestiones, como la inverosimil fluidez con la que socializa una muchacha aislada del mundo o la velocidad con la que nuestra querida asesina entiende el uso de la pc, hacen que no estemos en presencia de un film redondo o casi perfecto. Da gusto ver a Cate Blanchett y en este papel aún más. Esta malvada agente que espera a una también excelente Saoirse Ronan en la boca del lobo, le imprime a su penetrante mirada unos ingeniosos, despiadados y rojizos ojos que buscan acabar con la pequeña, algo que no recuerdo haber visto en su extensa filmografía. Tampoco hay que dejar de lado el aporte de un siempre correcto Eric Bana en el papel del padre de Ronan. Hanna es una novedosa propuesta de acción por la gran puesta en escena y la conjunción de varios detalles novedosos que se distancian de las películas que llegan dentro de ese estilo a nuestras carteleras.
JOE WRIGHT NO LE ERRA A TU CORAZÓN Usted anda triste, quiere distraerse con una película y le cuentan esta sinopsis: los yanquis fabrican en los 90 superbebés para la guerra pero se arrepienten. Uno queda vivo y cobra venganza. Estupideces de una industria masturbatoria. Agonía creativa no asumida. Celuloide manchado con fertilizante tóxico. Carie sin tratar que pudrió una dentadura. ¿Pero qué pasaría si semejante imbecilidad es adoptada por un director iluminado? No remañido. No grandilocuente. Uno diestro, seguro y sofisticado. Un director con un coeficiente cinematográfico altísimo, autoconsciente de su superioridad, genio sin delirio de grandeza. JOE WRIGHT Hanna es un ejemplar extraordinario que demuestra cuán carismática puede ser una película a la que no se le daría ni dos pesos. Cada toma es cautivante, feroz y bella. Cada escena, absorbente, adrenalínica y rigurosamente lógica. Pura danza fílmica. Joe Wright dirige, organiza, entiende para qué sirven los componentes que hacen de un film algo único e irrepetible. Conjunción perfecta entre el lirismo de un loco y la matemática de un físico nuclear. Pensemos en sus planos secuencias, que los usa desde Orgullo y Prejuicio. Hacer un plano secuencia implica mover miles de elementos en el momento exacto para que no se choquen. Como un dios organizando las órbitas de un sistema solar. Armonía suprema, serenidad vital y creatividad implacable. Las películas de Joe Wright deben ser entendidas como gigantescos planos secuencias. Planetas con elípticas hermosas. Todo encuentra su momento y su meridiano. Las divisiones marcadas en Atonement y Hanna son derivados de la calma, no del formalismo estructural. Películas orgánicas y organizadas. Uno supondría que Joe Wright es un mecánico inteligente. No: su técnica incorpora la convicción de que lo capturado por la cámara es un lápsus de realidad. Por eso sus encuadres son nítidos y nuevos. Sus personajes, cercanos y atractivos. Joe Wright sabe que una mirada es mágica durante un microsegundo. También sabe que no importa cuánto FX haya en una escena de acción si el actor no transpira hasta el desmayo. Después podría hablar sobre lo bien que funciona el viaje iniciático, de lo compleja que es Cate Blanchett, de lo estusiasta que es la música de The Chemical Brothers, pero todo eso lo dejo en suspenso y que lo descubra el afortunado que vaya a ver
Hanna es un título con un pedigree interesante. Todo hace presagiar que se trata de una versión teen de Jason Bourne, pero el calibre de los involucrados termina por generar algo distinto y de mayor calidad que lo esperado. El responsable es Joe Wright, un tipo especializado en adaptar dramas de corte clásico como Orgullo y Perjuicio (2005) o Expiación: Más Allá de la Pasión (Atonement) (2007). En vista de eso, Hanna hace mayor énfasis en los personajes que en la acción, con lo cual se produce un thriller equilibrado y, por momentos, apasionante. Si uno analiza en detalle, podrá ver que Hanna es material típico de Quentin Tarantino. Hay un fuerte tufillo de comic en todo el asunto, desde el momento en que vemos que el personaje principal ha sido educado desde su infancia para ser una asesina letal. Desde ese punto de vista, Hanna no difiere demasiado de los origenes de Diabolik, o del universo de letales caracteres secundarios de Kill Bill (en especial, Gogo Yubari). Cuando a una niña le enseñan a armar bombas en vez de jugar con muñecas, los costos que termina por pagar semejante sujeto son altos. El filme, si bien es competente desde el punto de vista de la acción, prefiere afilar sus uñas en el terreno dramático y explorar el concepto de la inocencia robada del personaje. La supuesta educación formal que le provee el padre no deja de ser un lavado de cerebro concebido desde un punto de vista militar. La chica memoriza idiomas, datos geográficos, históricos y tácticos, de manera de ser un robot ambulante y letal. Cuando Hanna se encuentra en algún lugar y lo identifica, vomita una parva de datos geográficos, utiliza el dialecto local, y calcula las salidas de emergencia. El tema es que esta máquina de matar es, a su vez, una niña que jamás ha disfrutado la vida, que carece de urbanidad y cuyos conceptos morales están agarrados con alfileres. Cuando ella logra escapar de los cuarteles de la CIA y comienza un largo derrotero por media Europa (sin papeles ni dinero), se comporta como si fuera una extraterrestre. Se fascina con el parpadeo de un tubo fluorescente, o tiene reacciones exageradas como cuando intenta quebrarle el brazo a un adolescente calentón que quiso besarla. Todo el relato despide un tufillo triste y trágico, simplemente porque el espectador se queda con la sensación de que la chica es un instrumento utilizado por un adulto contra otro, y a que ninguno de los dos realmente le interesa su suerte. Erik la ha formado para vengar a su madre y, si bien es cierto que él ayuda a la chica en dicha operación, a uno le queda la impresión que sus motivos son más egoístas. Digo yo: si Erik es normal, ¿por qué criar a la chica como un robot?. En ningún momento se siente una relación de afecto entre padre e hija (el libreto después se despacha con una explicación sobre este punto). Erik es frío, distante y perfeccionista. Jamás se preocupó por enseñarle a socializar a la adolescente y, por eso, cuando sale al mundo real la chica se siente como si hubiera caido en la fábrica de Willy Wonka. Todo lo que la rodea es raro, es distrayente... y es nuevo. En el aspecto thriller, Hanna es eficiente en un sentido jasonbournesco. En el último acto, sin embargo, se presentan problemas. Aparecen elementos de ciencia ficción que intentan explicar como una pequeña adolescente puede vencer a un gorila de dos metros de altura que resienten un poco la credibilidad. Si bien dicho aspecto uno termina por digerirlo, hay otras cosas desprolijas que le impiden dar un cierre como se debe al filme. La suerte de la familia inglesa que la recoge en el norte de Africa es una de ellas - en cualquier otra pelicula hubiera sido el cantado broche de cierre para el relato -; la otra es la batalla final, en donde la suerte de los supervivientes queda en el limbo. Me parece un despropósito que uno se haya interesado por alguien durante 90 minutos y que luego el director venga y baje la cortina abruptamente sin dar más explicaciones. Hanna es un muy buen filme. Es un thriller ok, que tiene un plus interesante y distinto. La dirección, el ritmo y las perfomances son muy buenas; el único reproche es el libreto, que sobre el final no termina de tener muy claro cómo clausurar todas las historias que había lanzado al ruedo.
Publicada en la edición impresa de la revista.
Asesina Angelical Hanna es el nombre de esta nueva producción del director Joe Wright (Orgullo y Prejuicio, El Solista), que combina elementos de varias películas de acción con un enfoque un tanto experimental en la técnica de filmación. Resulta un poco extraño ver a este director al frente de un film de acción frío y crudo como este, que poco o nada tiene que ver con sus trabajos anteriores, dramáticos y románticos, pero lo banco a muerte por animarse y probar, demostrar que puede ser muy versátil obteniendo resultados bastante respetables como es el caso de esta cinta. La historia de centra en Hanna, una chica de 16 años que fue creada en un laboratorio de la CÍA y que ha pasado toda su joven vida entrenando como una especie de super asesina en el círculo ártico junto a su padre, el agente renegado Erik (Eric Bana). Hanna no ha tenido nunca en su vida contacto con el mundo exterior, aunque si conoce como está compuesto debido a la exhaustiva educación que recibió, que incluye por ejemplo, ser experta en más de 4 idiomas. Su objetivo es encontrar a la agente Marissa Wiegler (Cate Blanchett) y asesinarla, tarea que no le será fácil, ya que ésta es una arpía con bastante camino andado en el espionaje y a la que le sobra tranquilidad para apretar el gatillo. A simple vista parece que fuera un cliché de espías, y en cierta forma lo es, aunque enfocado de una manera que la transforma en un viaje entretenido y con mucha adrenalina. En 1er lugar, cuenta con un cast espectacular, que incluye a la ganadora del Oscar Cate Blanchett (Elizabeth, El Señor de los Anillos, El Aviador), Saoirse Ronan (Expiación, Deseo y Pecado) y el gran Eric Bana (Troya, Chopper y Munich), un triángulo de talentos que definitivamente le subió varios puntos. En 2do lugar está la cuestión de lo bizarro que anda muy moda se ve, a mí particularmente siempre me atrajeron los personajes bizarros, excéntricos, raros, y en Hanna hay varios de ellos, desde el matón de los pelos rubios y el conjunto de tenis setentoso, hasta la familia semi hippie que conoce en su camino hacia Berlín. Por último está la cuestión de la acción que está muy bien lograda, sin descuidar la parte interpretativa, algo que es muy valorable por estos tiempos. El ritmo de la película es bueno, salvo algunos partes que están claramente de más y que son sólo un despliegue de técnicas de filmación o escenas concertadas para lucir a la banda sonora compuesta por los Chemical Brothers, que sin duda también sumaron a ese enfoque urbano, moderno y adrenalínico, pero que por momentos se volvían protagonistas ausentes de escenas sin mucho contenido. El balance general es que Hanna es un Thriller que cumple bien su función, con algunos altibajos, pero con un resultado final que atrapa y entretiene. Saoirse Ronan está totalmente hipnótica en este film.
Secretos de la genética Hanna, la protagonista de este thriller con elementos de ciencia ficción, se parece a los personajes de los filmes de Luc Besson, como "Nikita", en el que las heroínas son valientes, aguerridas y capaces de luchar cuerpo a cuerpo como un hombre. Ocurre que Hanna fue entrenada por su padre, un ex agente de la Cía, bajo una extricta disciplina militar, en unos bosques solitarios, en los que vive con la niña en una cabaña sin luz, mientras que en tiempos de alta nieve, utilizan pieles para vestirse. En ese ambiente prácticamente primitivo, Hanna aprende a matar, a asesinar a sus víctimas, en este caso animales, con una certera cuchillada en el corazón. La chica parece anestesiada al dolor, tampoco concurre a ninguna escuela, es educada por su padre mediante la lectura de una enciclopedia y los cuentos ilustrados de los hermanos Grimm. UN TRIO El filme no intenta inscribirse en ningún género, pero el que más se le acerca es el de un thriller de espionaje con algo de ciencia ficción, que conviene no revelar. Acá los personajes que se persiguen entre sí son: la niña, Hanna, su padre, el ex agente de la Cía y una colega de otra época del hombre, la que tiene un objetivo bien concreto: borrar de la Tierra al padre y a su hija. ¿Por qué? La respuesta tiene alguna raíz en los experimentos llevados a cabo durante la Segunda Guerra Mundial, o la Guerra Fría. Con estas cartas en la mano, el director inglés Joe Wright desarrolla un buen seguimiento de sus personajes, aunque por momentos el guión, lo haga variar de rumbo, o detenerse demasiado tiempo en escenas que no aportan a la evolución de la historia. No obstante esto se disimula a través de un preciso y sólido entramado de escenas, que apelan al buen entretenimiento, con una fotografía de pronunciada plasticidad en lo referido a las persecuciones, o las escenas en el bosque en el que vive la niña y su padre. MISTERIO Con un acercamiento a las películas de James Bond, Wright desde la dirección también se interesó en incluir una cuota de extraño y muy sugestivo misterio, al personaje de la agente especial que hace la siempre eficaz Cate Blanchett. Si la Blanchett demuestra oficio, su protagonista Saoirse Ronan le otorga a su papel un original e ingenuo encanto, con un buen equilibrio dramático, en las escenas de peleas y en las persecuciones. Una atractiva banda sonora en la que se disfruta de los Chemical Brothers, cierran este filme de exquisita fotografía.
El director Joe Wright (encargado de la más reciente versión del clásico “Orgullo y Prejuicio” y de la excelente “Expiación, deseo y pecado”) es dueño de un estilo personal que ha marcado su producción hasta el momento, pero es innegable cierto aroma al cine de acción del francés Luc Besson en “Hanna”. La música electrónica, a cargo de The Chemical Brothers, para subrayar los momentos de adrenalina pura, bastaría como ejemplo. Sin embargo, Wright va más allá y además de la psicodélica escena del escape de la protagonista por los túneles que la conducen al desierto marroquí, nos vuelve a regalar un extensísimo y coreografiado plano secuencia. Ese pequeño gran detalle al que nos tiene malacostumbrados. La precisión y frialdad de Blanchett en su composición de Wiegler es simplemente atemorizante.
Civilización o barbarie Cuando veo una película suelen pasarme tres cosas, hablando generalmente: me gusta, no me gusta o, el intermedio y poco definido “me gustaron algunas cosas pero algo le falta”. Bueno, esto me pasó con la tan esperada por mí, Hanna (Joe Wright, 2011). Anunciándose desde hacía un tiempo, con un tráiler prometedor y con la gran Cate Blanchett de por medio, parecía ser una obra prometedora. Y no sé si fue por lo poco que sabía del film antes de verlo, pero me desconcertó su género, su estética, su narrativa. Y todo me desconcertó para bien y para mal. Es difícil explicar qué me pasó con esta película. Hana (Saoirse Ronan) es una niña que ha vivido toda su vida con su padre (Eric Bana) en una región aislada del mundo “civilizado” y moderno. Se ha criado cazando y entrenándose cual soldado, para ser el asesino perfecto y ha conocido el mundo a través de enciclopedias. Hasta que llega el ansiado momento de largarse al mundo urbano para enfrentarse a su enemiga letal, Marissa (Cate Blanchett), para cumplir una misión. La narración podría decirse es inteligente: dejando varios blancos al principio, y durante buena parte del film, nos mantiene en la lógica del rompecabezas y atentos a cada detalle. Acompañado por el ritmo narrativo, la película experimenta una transición desde el mundo natural, salvaje y primitivo con el que comienza, que por un momento pensamos que nos encontramos en una era pasada (retratado con una fotografía deslumbrante) hacia un mundo moderno, civilizado, hasta futurista por momentos. Ese desplazamiento supone un giro en cuanto a estéticas, colores, ambientación, etc. que puede resultar chocante, pero que logra establecer el contraste pretendido para dividir aquellos dos universos tan distanciados. Y es en este punto donde el subtítulo del film viene a colocarse de maravilla: “Adapt or die” (Adaptarse o morir). Se plantea en la película un tránsito entre mundos que conviven paralelamente pero que se contradicen, que no llegan a una síntesis. Y tendremos que esperar al final para saber qué mundo se impone sobre el otro: si es el de la “barbarie” encarnado por Hanna, o el de la “civilización”, representado por el personaje Blanchett. Hanna poster Hanna: Civilización o barbarie cine En medio de todo este planteo, que resulta bastante interesante, se cuelan en la historia muchos datos que luego se sintetizan, pero que resulta un poco engorroso y artificial unirlos; parece que la narración no tuviera un curso fluido y que se encontrara como incomodada por acontecimientos colados. Con esto no me refiero a que no es una buena historia, sino que el orden no fue el más feliz. Un elemento llamativo que no se puede dejar de destacar es la musicalización de la película a cargo de The Chemical Brothers. Parece que el audio no se correspondiera con las imágenes. Pero creo que justamente es esto lo que en el film se busca: desconcertar. Ese mismo desconcierto que vive Hana, una niña que aparece como extraña y mítica todo el tiempo, es lo que se busca generar en el espectador; desde los cambios de patrones estéticos, hasta canciones que parecen desubicadas, secuencias desestructuradas, etc. Y al mismo tiempo, mientras transcurre un film que parece de vanguardia, saltan a la vista los elementos más hollywoodenses. En fin, disfruté de la película, aunque no todo el tiempo. Sí creo muy interesante y valioso el trabajo de contraposición entre dos realidades, retomando una antinomia básica de occidente como lo es pertenecer a la civilización o a la barbarie.
LA FEMME NIKITA En lo más lejanos parajes nevados de Finlandia, Hanna (Saoirse Ronan) es una adolescente criada por su padre (Eric Bana), un ex-agente de la CIA, en las más rústicas condiciones. La joven se encarga de cazar renos para alimentar a ambos, y tiene la potencia, el aguante y el instinto tan agudos como los de un guerrero a prueba de todo. Su educación y entrenamiento han sido generados para hacer de ella una asesina perfecta (cualquier similitud con “Nikita” es pura coincidencia). Cuando llega el momento de encarnar una misión, es enviada por su padre a la civilización, donde Hanna viaja oculta por África del Norte y Europa, mientras intenta esquivar a agentes clandestinos que están bajo las órdenes de Marissa (Cate Blanchett), una cruel espía que conoce el origen de la joven. A medida que se enfrenta con sus nuevos enemigos, encabezados por un patético rubio vestido de blanco, que silba una cancioncita mientras se prepara para la masacre (cualquier similitud con “La naranja mecánica” es pura coincidencia), Hanna irá develando alarmantes secretos acerca de su propia existencia. El director Joe Wright (quien ya había dirigido a la niña en la gran “Expiación, deseo y pecado”) gradúa bien la información dada al espectador para mantener el misterio e intriga de la trama, alternando persecuciones al ritmo de una excelente música electrónica de The Chemical Brothers (en su debut cinematográfico componiendo música para filmes) y de un montaje dinámico. El gran secreto sobre la naturaleza de Hanna no resulta de lo más interesante ni determinante, como para justificar semejantes corridas y matanzas a diestra y siniestra, por lo que, en parte, se desvanece prácticamente la importancia de todo su desarrollo. Eso no quita que el filme resulte entretenido de ver, no sólo con las grandilocuentes escenas de acción, sino con los intentos de Hanna por adaptarse al mundo civilizado, con la ayuda de una familia tipo que anda de vacaciones en una casa rodante. Saoirse Ronan le da al filme la fuerza necesaria para que no sucumba, gracias a sus excelentes dotes actorales y la enorme preparación física para este rol, pero la frialdad de su personaje y de los otros secundarios, enfría la película, por lo que hay poquísimo espacio para la emotividad y la identificación, y se diluye la reflexión sobre la identidad personal, la falta de cariño de una madre, la búsqueda de un padre y la ausencia de una vida normal para una niña condenada a una existencia difrerente.