Una mirada a la oscuridad "Me deja fuera todo esto", decía un padre mientras hablaba con su mujer, quien sostenía una mochila, aparentemente de su hija, que apenas segundos atrás había abandonado la charla con sus padres, cambiándola por una corrida digna de atleta olímpica: gritando como una desaforada. La pequeña, de no más de 11 años, corría hacia su presa. El arranque de entusiasmo fue detenido por una valla y por unos empleados de seguridad. Los gritos colmaron la sala. Los padres de la niña se miraban incrédulos mientras el caos sonoro iba in crescendo. No eran los únicos: buena parte de los que no eran sub 18 y que formaban parte de la interminable fila de ingreso a la avant premiere del último film terminado de la saga hasta el día de hoy, supongo, pensaban lo mismo: “¿De qué se trata todo esto?” Quizás esa pregunta final y esa afirmación inicial fueran una anticipación de lo que sobrevendría. Los fanatismos tienen ese aspecto tenebroso: hay momentos en donde nada se explica y el fanático se entrega atado de pies y manos. Algo similar había pasado con la segunda y tercera parte de la saga Matrix y con los dos primeros envíos de Star Wars (me refiero a Episodio I y II). El peligro del fanatismo, en parte, es que también demanda un conocimiento previo de todas las reglas y códigos para el entendimiento. Y quien no conoce o no entiende el código, simplemente se pierde en la vorágine de los gritos. Ese era uno de los aspectos que tenía que superar la primera mitad del último capítulo de la saga Potter. Superada la paupérrima organización del evento y su escandalosa demora de dos horas para el ingreso a salas, lo central era disponerse frente a la pantalla y hacer de cuenta que se desconocían las películas anteriores. Desafiar, en alguna medida, la necesidad de ser como ese espectador geek-freak que pululaba con varitas de polietileno por los pasillos del Hoyts, haciendo de la tolerancia un bien preciado. El film de Peter Yates cuenta con un componente problemático: un desagradable exceso de explicaciones, de cabezas parlantes e informativas, que asemejan los peores pasajes de la película a las charlas de Neo con la pitonisa en Matrix. Si a esto le sumamos una infinidad de términos que superan el conocimiento del espectador promedio, el asunto parece desbarrancar hacia un abismo hermético que no hace más que expulsar al espectador. Pero, al mismo tiempo, esa concepción pobre del espectador como fanático, como si las siete películas fueran parte de un serial cinematográfico a lo Flash Gordon tiene su contraparte lograda. Harry Potter y las reliquias de la muerte - parte 1 comparte, junto a Harry Potter y el prisionero de Azkaban, una saludable tendencia hacia las persecuciones, a la itinerancia de espacios, al salto de mata que, contra todos los pronósticos, contrario a confundir al espectador (abrumado por nombres, términos, conexiones, traiciones varias y otros), genera un irresistible efecto de abstracción, una suerte de formalismo. Y de esa decisión surge una dinámica que es plenamente formal, una sucesión de viñetas y corridas, enfrentamientos y persecuciones que funcionan mucho mejor cuando no explican que cuando buscan dar nombre y sentido a cada uno de sus pasos. Es ahí en donde la película encuentra su objeto cinematográfico: en la plástica del movimiento, en la confusión de los enfrentamientos, en las persecuciones interminables, en los viajes teletransportándose de un lugar a otro del mundo. Ahí es donde la película está más cerca de esos ejercicios abstractos y materialistas que son algunos de los films de acción con Jason Statham que de las películas con nota al pie. En esa tensión entre lo que debe explicar (recordemos que es un film industrial que no puede darse el lujo de expulsar espectadores nuevos o potenciales que acrecienten la franquicia), aunque se lo haga mal y aquello que se debe mostrar, y aquello que se mueve por tracción a imagen pura. De esa tensión surge esta película esquizofrénica, que ahonda cada vez más hacia el costado más oscuro de la formación de Harry como un adulto (quizás en ese aspecto radica el éxito entre niños y adolescentes tardíos), que no se reprime escenas de cruel violencia y toca tangencialmente el estrato más radical de la invención de Rowling: que el ingreso a la adultez no es un lecho de rosas y que está plagado de violencia, destrucción y soledad, pero también de camaradería y resistencia ante los embates de las nuevas experiencias. Una mirada a la oscuridad también puede ser un atractivo objeto de marketing.
La magia se acabó La primera parte de la última entrega de la saga de Harry Potter, basada en el último libro de la escritora JK Rowling, es en su contexto una pieza fallida dentro del universo onírico que plantea la historia. Harry Potter y las Reliquias de la Muerte (Parte 1) (Harry Potter and the Deathly Hallows, 2010) resulta agobiantemente insoportable ante una inconsistente estructura narrativa plagada de fallas y vericuetos que no hacen más que alargar, de manera innecesaria, un final anunciado. La historia continúa y lo cierto es que Harry y sus amigos ya están bastantes crecidos y con las hormonas en ebullición. Como siempre deberán luchar contra los malos que cada vez vienen más malos. En el medio surgirán todos los tipos problemas que tienen los adolescentes de cualquier parte del mundo sin importar la magia. Amores, rechazos, besos y caricias, histeria y hasta una onírica escena de sexo tiñen a Harry Potter de algunos otras temáticas que sirven para entretener a aquellos niños que se iniciaron en el mundo “pottiearno” cuando recién comenzaban a dar sus pasos en la literatura universal y hoy son tan adolescentes como los propios Daniel Radcliffe o Emma Watson. David Yates nos ofrece una versión bastante deslucida y con grandes baches narrativos. Queda claro que la necesidad de los productores de estirar el final para convertirlo en no una sino dos películas le jugó completamente en contra haciendo, que más allá de la fantasía que la historia propone, un producto final bastante desparejo, plagado de escenas recurrentes, diálogos banales y escenas injustificadas. Como ejemplo de esto vale citar la única escena y totalmente fuera de toda lógica en la que aparece Matthew Lewis. Recordemos que el actor que cobró cierto protagonismo en la versión antecesora y que interpreta a Neville Longbottom fue la figura elegida para la campaña promocional en países como Argentina y Chile cuando su aparición en esta película solo es de no más de cinco segundos. El anteúltimo capitulo cinematográfico de Harry Potter se tiñe de un aire sexual implícito que, si bien no es mucho lo que se hace, los productores aprovecharon para explotar la juventud y la fama de Radcliffe, luego de su polémico desnudo en la obra teatral Equus, poniéndolo en cueros en más de una escena y hasta en un desnudo total –aunque fuera entre humo- junto a Emma Watson en una alucinatoria escena que nada tiene que ver con la realidad. Para que no queden dudas Harry Potter no tiene sexo con esa especie de confusa amiga - novia, sino que sólo pasa por la imaginación. Visualmente override= es un film sugestivo, ya sea desde el efectismo estético como desde su construcción tempo-espacial. Yates nos conduce por los diferentes espacios y épocas históricas de una manera simple y sin demasiadas explicaciones, algo que el espectador agradece ya que artísticamente le brinda a la trama un dejo de belleza y narrativamente sirve para cubrir los baches que gracias a las elipsis pasan, en muchas ocasiones, bastantes desapercibidos. Harry Potter y las Reliquias de la Muerte (Parte 1) es más de lo mismo pero peor. Una historia larga y aburrida que se podría haber contado en mucho menos tiempo y en una sola versión. Pero como a los productores sólo les importa recaudar y a los fans que la historia prosiga hasta la eternidad, la historia continuará. Así que esperamos no tener sorpresas y que por fin en julio de 2011 se dé por concluida una saga que con el tiempo fue siendo cada vez más peyorativa. Pero la verdad que eso a quién le importa si los fans de Harry Potter van a ir a verla igual.
El viaje del héroe está llegando a su fin En un gran evento organizado en el shopping Abasto de Buenos Aires se realizó la avant premiere de Harry Potter y Las Relquias de la Muerte, la séptima y penúltima entrega de las aventuras del joven mago y sus amigos. Locoxelcine estuvo ahí y te cuenta lo que vas a poder ver en las pantallas a partir del próximo jueves. El mundo mágico está colapsando. Lord Voldemort (Ralph Fiennes) y sus secuaces tomaron el poder. El Ministerio de la Magia está bajo sus órdenes e incluso la escuela Howarts, donde Harry comenzó a dar sus primeros pasos en la hechicería, está dominada por Mortífagos. Pero La Orden Del Fénix no permitirá que eso perdure. Por eso, en una misión a muerte protegerán al único que, según la profecía, puede acabar con la vida del mago oscuro. Pero Harry (Daniel Radcliffe) no arriesgará la vida de todos. Por eso, junto a Ron (Rupert Grint) y Hermione (Emma Watson) comenzarán un viaje que los llevará a la búsqueda de los Horrocruxes (los fragmentos del alma de Voldemort) y de las misteriosas Reliquias de la Muerte. Con dirección de David Yeats, Harry Potter y Las Reliquias de la Muerte se convirtió, sin dudas, en la mejor entrega de la saga. Los climas agobiantes y oscuros hacen que la película, por momentos, coquetee con el género del terror. También hay guiños románticos y cómicos que distienden el vértigo de la cinta, pero a no confiarse, que los chicos la pasan muy mal en la mayor parte de la película. Esta última entrega de Harry Potter está dividida en dos partes. La segunda y última entrega de Las Reliquias de la Muerte podrá verse en julio de 2011 así que, ansiosos, a esperar que falta menos de un año para que el viaje de nuestro héroe llegue a su fin y, así, también culmine una de las sagas más exitosas de la historia del cine.
Harry Potter, el fugitivo Finalmente, volvió el aprendiz de mago en esta séptima entrega que se divide en dos partes. Las reliquias de la muerte (Parte 1), que se exhibe en nuestro país en su formato convencional y en el IMAX. Para ver el final habrá que espera hasta las vacaciones de invierno de 2011. Esta última película narra los acontecimientos que siguen al libro anterior, Harry Potter y el misterio del príncipe, con la eterna lucha entre Potter y sus aliados, contra Lord Voldemort y sus sirvientes, los Mortífagos. La escuela de Hogwarta se ha teñido de negro y las luchas de poderes hacen que Harry Potter y sus amigos tengan que abandonar sus hogares para estar a salvo. Su misión es encontrar y destruir los horrocruxes restantes para dar fin al reinado del Mal. El hechicero de 17 años es impulsado entonces junto con sus amigos Hermione Granger y Ron Weasley hacia una peligrosa travesía por Inglaterra para localizar esos objetos. Claro que el camino estará plagado de serpientes, apariencias engañosas y hasta un baño de agua helada en medio de la nieve. Harry se nutre de los conocimientos de Dumbledore (papel interpretado por el desaparecido Richard Harris y aquí reemplazado en una toma corta) para salir airoso de este penúltimo eslabón de la saga. Harry Potter y las reliquias de la muerte comienza con una secuencia muy bien resuelta (el escape camuflado -y multiplicado- del personaje central en escobas voladoras y una moto) que brinda ritmo, fantasía y emoción en medio de una trama que, si bien se resiente por su injustificada extensión, logra cautivar más en su primer tramo. El film contrasta la oscuridad de la vieja escuela con la modernidad que brinda la ciudad de Londres (el ataque mientras el trío de amigos hace un pedido en un bar) y aprovecha al máximo los viajes y la explosión hormonal que atraviesan los adolescentes, elementos apropiados y claves dentro de la historia. Realmente resulta irrisoria la corta escena a bordo de un tren que tiene a Mathew Lewis (Neville Longbottom), el actor que visitó Buenos aires para promocionar la película. Si el espectador pestañea, ni se ve. En resumen, un relato que fascinará a los seguidores y cuya varita mágica todavía funciona con méritos propios.
VideoComentario (ver link).
A esta altura de la saga creo que no tengo que aclarar mi devoción por la obra de JKR… y que no se puede separar eso al momento de evaluar esta película. También para quienes hayan leído las anteriores críticas, destaco que siempre he disfrutado las adaptaciones a la pantalla, porque lograron mantener el espíritu de la obra en si, con la necesidad de acortar algunas cosas por los tiempos cinematográficos. Esta película (y la que queda) volvió a ser dirigida por David Yates, quien logró reflejar la oscuridad de la historia en la etapa de los desenlaces. El usó como recursos de filmación, tomas con cámara en mano, primeros planos, movimientos bruscos de cámara, secuencias con pocos frames, que se ven habitualmente en un cine más experimental o independiente, y no en grandes super producciones. Ese riesgo asumido siempre me pareció grandioso. Pero lo particular del 7° libro, es que en su primer etapa es una historia que no tiene la espectacularidad de todos los otros, o tiene casi a lo largo de toda la película, la tensión que se podía notar en 10 o 15 minutos de cualquiera de la otras, que compensaban con un final y todos relativamente contentos a casa. Los que no conozcan el libro, verán una película totalmente distinta, con un clima agobiante y tendrán preparado el camino para un final que es tremendo y que el cine seguramente le sabrá sacar provecho. Y Yates ahora no solo se luce con el estilo de filmación, sino que también les saca a los actores momentos geniales, y donde Emma Watson luce su talento dramático. Esta película es comparable con Las dos torres de El señor de los anillos. Dudo que despierte pasiones, pero es necesaria para entender y esperar el final que reitero, será grandioso, trágico y contundente. La mayor parte de la película es con el trio protagónico en su tarea encomendada por Dumbledore, y ahí logran un gran clima. Pero tienen muchos momentos de tensión y acción ya sea dentro del ministerio o en un bosque corriendo (que planos!!!!) y todo está genialmente balanceado. Mi calificación es parte de un todo. Y ya pueden imaginar la de la última película de la misma manera, porque el camino que tomó la producción no puede bajar de calidad y tienen bien en claro como mostrar todo. Esta A que le puse no promedia con el resto de las películas estrenadas este año. Las películas de Potter están en un mundo paralelo y solo deben ser juzgadas en este mundo mágico y trágico, no con las pelis de Muggles. No se confundan, no me vengan a decir “entonces vos decís que Potter es mejor que tal película…” Harry Potter y las reliquias de la muerte me transmitió lo mismo que cuando lei el libro y me mantuvo pendiente las 2h20 que duró la película. Y también cuando se puso todo negro en pantalla fui de los que puteó esperando que siguiera 6 horas más contándome todo. Pero no había otro mejor lugar para cortarla. Esta película no se anda con vueltas, y es lo que tuvo que ser. Eso es lo mejor de todo. Cita obligada para quienes conocen la historia o para los que solo vieron las películas. Y que termine todo de una buena vez, así me interno un fin de semana a ver todas juntas de un tirón. Las reliquias de la muerte parte 1 es oscura, áspera y brillante. Suena raro, pero no hay otra forma de definirla.
Se avecina la tormenta... El Ministerio de Magia ha caído. Con Harry Potter (Daniel Radcliffe) en la mira de Lord Voldemort (Ralph Fiennes), ningún lugar es seguro para él, su familia muggle o sus amigos. Harry, Ron (Rupert Grint) y Hermione (Emma Watson) deberán emprender en solitario un viaje casi a ciegas para encontrar, reunir y destruir los horcruxes que el Señor Tenebroso creó para preservar todo su poder. Saben que si él los encuentra primero, se volverá prácticamente invencible. Mientras buscan, se topan accidentalmente con un extraño símbolo que se repite en distintas latitudes y objetos. Pronto sabrán que su significado está ligado de manera misteriosa al propósito final de Voldemort: apoderarse del mundo y gobernarlo mediante la magia, sometiendo a cualquier no-mago o mestizo a la esclavitud, tortura y muerte. Más oscura, más tortuosa y menos ingenua que nunca, regresa la franquicia que más público había logrado reunir en los últimos diez años. Viene para despedirse: sus personajes ya alcanzaron una madurez extra-adolescente, y si bien hasta el momento apenas incursionaron en tibios romances que no llegan a calentar pantalla, su crecimiento es palpable y juega en contra del verosímil. Ante todo, hay que dejar bien claro que es casi imposible plasmar en un filme estándar de dos horas y media todo lo que J. K. Rowling dejó sin aclarar en los seis libros previos y que se resume bastante ajustadamente en la séptima entrega. El despliegue visual y el timing del celuloide se suman en este caso a la necesidad del mercado para que el último volumen de la historia del mago infanto-adolescente llegue a la pantalla grande como dos películas en lugar de una sola. Como toda decisión de este calibre, tiene sus pros y contras a la hora de un balance final. También es sumamente difícil evaluar una historia que no concluye en el último cuadro del metraje, sino que continúa de aquí a algunos meses más. Como sea, hay que destacar que a nivel cinematográfico las películas de Harry Potter han sabido evolucionar junto a su público. Quizá tenga que ver con el hecho de que su autora tuvo el ¿acierto? de ajustar los volúmenes venideros (del 4 al 6) en función de las películas que se iban filmando y estrenando año a año. Quizá. Es innegable que la tónica de rotación de directores se agotó en la cuarta entrega con Mike Newell, y la irrupción de David Yates ancló con bastante solidez una franquicia que tambaleaba. Esto trajo algunos pros y contras, a saber: lo que director y guionista no consiguen cambiar para su mejor comprensión audiovisual, lo omiten. Esto se percibe de manera muy marcada en lo tocante a los personajes secundarios, algunos extremadamente valiosos para el interés de la trama, cuya participación va declinando con el correr de los filmes en detrimento de una mayor presencia del trío protagónico. Sin ir más lejos, lo que diferencia significativamente a "Las reliquias de la muerte" de sus predecesoras. Algunas transiciones no se explican (la aparición y desaparición sin mayores explicaciones de algunos de los integrantes de la numerosa familia Weasley es un buen punto), se pierden inevitablemente y por acción del tiempo las referencias a los filmes anteriores (fundamentales para comprender cuáles van a ser los cabos a atar en esta última entrega). Estos dos indicios resumen por qué esta última película es la más fallida de todas en cuanto unidad narrativa, ya que cuanto más se ata al libro, pierde su cualidad de subsistir independientemente de la estructura general. No se puede decir que no haya sido una circunstancia largamente anunciada, pero al menos hasta la cuarta película había una posibilidad de análisis individual de cada filme. Salvando estos detalles, se trata de un filme que cinematográficamente, desde lo narrativo y el tratamiento argumental, se impone a la última entrega aproximándose a la calidad que el director ya había conseguido en "Harry Potter y la Orden del Fénix". Afortunadamente, en esta ocasión David Yates cuenta con una mejor puntería por parte de Steve Kloves para llegar a arañar la calidad de la quinta entrega de la saga. Es de esperar un final por todo lo alto, si se mantiene esta calidad y el ritmo de los últimos treinta minutos. Hasta entonces, se puede considerar con reservas el producto terminado ya que en esta cinta, a diferencia de sus predecesoras, los clímax están demasiado medidos para considerarlos efectivos.
De ante mano aclaro, para poder realmente entender lo que se pretende decir con esta crítica hay que saber separar los libros de las películas. Son dos artes completamente distintos, con dos autores distintos y si bien las películas “se basan” en los libros, los aciertos y desaciertos de uno, no implican los del otro. Es decir, que si hay algo que no funciona en la película, el famoso argumento de “en el libro es así” no tiene lugar. El director, el guionista y el productor deben hacer que la película funcione como tal, inclusive para aquellos que no han leído los libros. Dicho esto, prosigo… La película no funciona, lo cual no quiere decir que sea mala, sino que, tan sencillo como eso, no funciona. Una de las cosas más interesantes de la saga del malo, y a la cual se debe gran parte de su éxito, es que al final de cuentas, más allá de la mitología, más allá de “el elegido”, de la fantasía y de algunos personajes interesantes, hay una historia que está siendo contada. Parece contradictorio, pero es así. Digo, Harry Potter puede tener cualquier otra profesión distinta a la de mago, Hogwarts puede ser cualquier otro establecimiento distinto a una escuela, y aún así, seguiría siendo interesante. Tal vez no tanto, hay algo de magia en la magia, valga la redundancia, pero la esencia no cambia. En Las Reliquias de la Muerte Parte I, se pone a prueba eso. No más Hogwarts, los personajes secundarios ya no están, del tridente mágico uno desaparece a la mitad del film y la saga tiembla, tiembla porque Radcliffe solo no puede sostener una película de dos horas, porque ya sabemos (tirado de los pelos) que Hermione es de Ron, y Harry lo espera Ginny, y no hay tensión por ese lado. Tiembla porque todo lo demás pasa fuera de campo, y eso se siente. Así como las series semanales, sobre todo las estadounidenses, tienen sus “episodios de relleno”, esas licencias que se toman los guionistas para dejar crecer a los personajes y preparar las cosas para el gran conflicto, las últimas dos entregas de Harry Potter dejan la misma sensación. Como si tanto El Principe Mestizo como Las Reliquias de la Muerte fueran el preámbulo para algo más importante. Tal vez así sea, prácticamente ni lo dudo, pero hay una diferencia grande, una cosa es poner un episodio de 24 de relleno, y desarrollar los personajes y otra es destinar 2 películas 8 (un 25% de la saga) para explicar lo que va a pasar después. Ahí es donde está la falencia, ahí es donde no funciona el asunto. Cuando dejan de crecer los personajes y lo que pasa es pura explicación, cuando la acción pasa afuera y no la vemos, cuando le sacan los pequeños conflictos que acompañaban al conflicto general. Cuando personajes como Snape, Luna, Umbridge, Bellatrix, Lupin, Mad Eye Moody, o toda la familia Weasley, se limitan a “figurar” y no tener una participación activa en la historia, es lógico que las cosas se vengan a pique. Se hace difícil señalar estos defectos, sobre todo porque el film es genuinamente entretenido, y porque para la gran mayoría de los espectadores hay una conexión sentimental con los personajes. Se hace aún más difícil cuando hay dos o tres escenas muy bien logradas. Pero al final de cuentas, cualquiera que aprecie la saga, cualquiera que realmente quiera al personaje, debería estar furioso, no porque arruinen la historia, sino por haber desaprovechado dos horas y monedas, cuando se podría haber contado mucho más. Casi que deja la sensación de que dividieron el último libro en dos películas, no porque quieran cerrar mejor la historia, sino para recaudar el doble. Y no hay mayor traición que la de perjudicar la obra en pos de obtener unos billetes más. Ya dicho todo esto, voy a hacer algo que muchos críticos deberían hacer más seguido y es reconocer que, pese a sus grandes y numerosos defectos, la película cumple con lo que pretende, y con lo que el espectador espera. Pero no hace nada, por más minúsculo que sea, por ir más allá. Lejos está de lo que hizo Cuarón con El Prisionero de Azkaban, o el propio Yates con La Orden del Fénix. Lejos está de profundizar la estructura de La Cámara Secreta (película/libro que resume la saga, horcrux, Potter vs. Voldemort, Harry-Ginny, La amistad entre los tres magos, etc…). La película no es más que una extensión del preámbulo al capitulo final que abrió la entrega anterior, que nos deja con gusto a poco, y ganas de más.
Luego de seis vibrantes aventuras, llegamos al final de la saga. Bueno, casi al final, ya que esta es la parte 1 del final. Desde el vamos hay una fuerte diferencia con respecto a las anteriores: la acción no transcurre en Hogwarts, la escuela de magia y hechicería. Esta vez, Harry, Hermione y Ron andan por territorio muggle (humano), como Londres, también en parajes boscosos y otros lugares no del todo seguros. Por eso esta película funciona como una road movie vibrante, paranoica, impredecible, introspectiva pero no aburrida. Ni Daniel Radcliffe ni sus dos jóvenes colegas serán unos genios de la actuación, pero nacieron para interpretar sus personajes, al punto que pudimos verlos crecer a lo largo de las películas. Ron es quien se destaca por sobre los otros dos, por el nivel de complejidad que el personaje deja en evidencia: su amor secreto por Hermione, los celos que siento por Harry, el complejo de inferioridad que suele disfrazar con humor. De todas maneras, es verdad es este tramo de la película queda un poco largo y por momentos le resto un poco de ritmo al todo. Se nota que, para poder sacra dos films de un mismo libro, incluyeron escenas que normalmente no tendrían en cuenta a la hora de hacer un solo largometraje. Este detalle no estropea el resultado final. Sigue habiendo, magia, misterio, ahora en un contexto más apocalíptico, debido a que los seguidores de Voldemort están en las altas esferas. A la mayoría de los actores del impresionante elenco estable (Alan Rickman, Ralph Fiennes, Helena Bonham Carter, etc.), se suman Billy Nighy como Rufus Scrimgeour, perteneciente al Ministerio de Magia, y Rhys Ifans haciendo de Xenophilius, padre de Luna, compañera de Harry pieza importante en uno de los elementos cruciales de la historia: las reliquias de la muerte que se mencionan en el título. También regresa John Hurt en el papel de Ollivander, vendedor de varitas mágicas, y Dobby, el servicial elfo visto en Harry Potter y la Cámara Secreta, siempre con la voz de Toby Jones. Salvando una escena en la que Voldemort y sus secuaces discuten sentados a una mesa, casi todos estos secundarios de lujo tienen poca participación en pantalla, y algunos casi ni hablan (por ejemplo, Matthew Lewis tiene una escena de segundos y dice unas cinco palabras, pero igualmente vino a presentar el film a este país). Es verdad que los pocos minutos que aparecen, estos grandes de la interpretación hacen gala de su enorme talento, sobre todo Nighy y Alan Rickman. Como desde Harry Potter y la Orden del Fénix, el director David Yates hace un trabajo muy bueno, con bastante uso de cámara en mano en las escenas más intensas ya sea por las actuaciones como por las persecuciones y peleas. Yates supo expandir el tono y la imaginería que Alfonso Cuarón instauró en Harry Potter y el Prisionero de Azkaban, tal vez la mejor de la serie. Esta Parte 1 de la séptima película funciona como un prólogo de lo que ocurrirá en la Parte 2, a la que sus creadores definen como “una película de guerra”. Habrá que esperar hasta julio de 2011 para saber si eso es cierto y Harry por fin podrá vencer a su archirival... y estudiar tranquilo.
Alquimistas de cotillón Gracias al infierno la franquicia del mago más aburrido del planeta está llegando a su fin, como viene a atestiguarlo esta primera parte del desenlace propiamente dicho. La muy insoportable Harry Potter y las Reliquias de la Muerte (Harry Potter and the Deathly Hallows: Part 1, 2010) extiende un poquito más el martirio a través de una especie de road movie inconducente que pretende retratar la peregrinación del protagonista -de la mano de sus anodinos compinches- en pos de destruir los “horcruxes” que aún restan para dar de baja al todopoderoso Lord Voldemort (Ralph Fiennes), el “villano comodín” de la saga. De esta forma una vez más Potter (Daniel Radcliffe) y sus amigos Ron Weasley (Rupert Grint) y Hermione Granger (Emma Watson) desperdician más de dos horas de metraje en las que no ocurre prácticamente nada: hoy los disparadores del relato son el asesinato de Dumbledore (Michael Gambon) y un golpe de estado semi- nazi en el Ministerio de Magia, circunstancias arrastradas de Harry Potter y el Misterio del Príncipe (Harry Potter and the Half-Blood Prince, 2009) que en esta ocasión provocan un éxodo en masa de hechiceros y la fuga automática del trío, la cual pronto deviene en una pesquisa detectivesca o algo así. Cuando parecía que el guionista Steve Kloves iba a evitar la fórmula histórica de la serie, nuevamente la aplica sin mayores resquemores: todos los malos contra Harry porque es “el elegido”, una investigación a partir de unos “cosos” que dejó un nigromante que ya no está entre nosotros, encadenamiento absurdo de los sucesos, humor simplón fortuito y detalles melodramáticos que sazonan la estética darky y la idiotez de siempre vinculada al crecimiento espiritual de estos alquimistas de cotillón. La triste monotonía y la ausencia de escenas de acción juegan un papel central en que este eslabón sea el más precario del lote. Por supuesto que nadie esperaba demasiado de este mix berreta de estereotipos, latiguillos y mitos varios del género fantástico, pero los productores tendrían que haber disimulado un poco más que con dividir el último libro en dos lo único que deseaban es facturar el doble (cero excusas artísticas). El realizador televisivo David Yates sigue tan inoperante como de costumbre y hay que destacar que Daniel Radcliffe por suerte mejoró su desempeño, de seguro gracias a sus continuos esfuerzos en teatro. Ni la participación de Helena Bonham Carter ni la secuencia animada sobre las “reliquias de la muerte” nos salvan del desastre...
Todo tiene un fin Oscura, la película también prueba el peso de sus jóvenes actores. Todo llega a su fin, y a Harry Potter comienza a llegarle el momento de la despedida. La primera parte de Las reliquias de la muerte -la segunda llegará aquí el 14 de julio de 2011- lo muestra ya todo un hombre. Han pasado los años -y los libros- en los que jugaba quidditch y aprendía a volar en escoba. El enfrentamiento final con Lord Voldemort, esa alma en pena que asesinó a sus padres y le dejó la marca en su frente, se cocina a fuego lento. Debe ser lo único sosegado en HP 7 , ya que David Yates, que se hizo cargo de la saga a partir del quinto libro, El cáliz de fuego , con los años se ha consustanciado en la mirada romántica de la autora JK Rowling. Y no son momentos para la relajación. Ni para la moderación... La principal pregunta, para quienes leyeron el libro, era si el trío de jóvenes que encarnan a Harry, Hermione y Ron sería capaz de estar al frente del relato sin la constelación de estrellas británicas a su alrededor, ya lejos de los muros de Hogwarts. Porque la escuela de magia no es más el espacio del conflicto, y los profesores apenas aparecen. Y sí, están a la altura. “Estos son tiempos oscuros, no se lo puede negar”, informa el Ministro de magia Rufus Scrimgeour (Bill Nighy) en un primerísimo primer plano. Si otras adaptaciones habían remarcado los costados más oscuros de la saga -peligros de muerte, torturas-, HP 7 comienza como un filme de terror -la Muerte, con mayúsculas, está en estado omnipresente, y fallecen tres personajes cercanos al protagonista- y de a poco va dejando espacio al thriller, con el agregado de que, como dijimos, el trío protagónico está librado a su suerte. Por si no es fan o no leyó el libro, la única forma en la que Harry puede derrotar a Voldemort es encontrando y destruyendo los horocruces que El Innombrable necesita para adquirir más poder y aniquilar al Elegido. Así que Las reliquias -al menos esta primera parte- mostrará a Harry sorprendido por algunas cuestiones que descubre de Dumbledore, y más que nada en plena huida para que los mortífagos no lo atrapen. La primera escapada, con los 6 falsos Potter, es un ejemplo de cómo filmar escenas de acción y suspenso. Al dividirse en dos películas hay espacio para contar mucho más y, en cierta medida, ser fiel al original. Si la decisión de hacer dos filmes de Las reliquias... obedece a una cuestión de fidelidad o de negocio (¿o acaso La Orden del Fénix no era el libro más extenso y terminó siendo la pelicula más corta?) es otra cuestión. Los personajes han crecido, y junto a ellos sus espectadores. Si se compara con La piedra filosofal , las diferencias son notorias en cuanto a la tonalidad y la madurez. Este HP7 prepara más que clausura el final de la saga. Queda mucho por verse, pero con lo que se ve dan ganas de esperar ese desenlace que viene aguardándose desde hace ya una década.
La magia es cada vez más oscura Harry Potter y las reliquias de la muerte - parte 1 deja atrás las fórmulas ya transmitidas por la serie Hacia el final de Harry Potter y las reliquias de la muerte - parte 1, sus protagonistas habrán huido, llorado y sangrado mucho más que en todo el resto de la saga que a estas alturas -a una película del final definitivo- ya no tiene mucho de infantil. Oscuro y angustiante, el film le hace justicia al libro del que fue adaptado y, al igual que él, la historia y su desarrollo parecen ser aptos sólo para iniciados. La película, además de ser un preámbulo del capítulo final, que llegará en julio de 2011, se ocupa de atar todos los cabos sueltos de los seis films anteriores. Así, está repleta de datos y aclaraciones que en varios casos hasta los fanáticos de la serie tendrán dificultad en seguir. Claro que a diferencia de todo lo que vino antes, Las reliquias de la muerte se desprendió de la fórmula y la estructura de sus antecesoras, dejando atrás la seguridad de Hogwarts, la escuela de magia que fue el escenario principal del relato. Si Harry Potter y el príncipe mestizo terminaba con la decisión del personaje de salir al mundo para resolver de una vez por todas el azote de Voldemort, aquí la decisión se cumple desde el inicio con Harry, Hermione y Ron despidiéndose de lo que conocen para enfrentarse a los peligros que los acechan. Con la cuidadosa dirección de David Yates, que decidió utilizar la cámara en mano para las vertiginosas escenas de persecución con resultados dispares; la virtuosa fotografía del portugués Eduardo Serra ( La comedia del poder ), y el guión de Steve Kloves, todos los elementos de este film fueron puestos en función de comunicar un mensaje: la infancia llegó a su fin y el camino de la madurez es tan accidentado como peligroso. En la búsqueda por encontrar y destruir los objetos, horocruxes , que contienen el alma de Voldemort y le permiten seguir vivo, el trío protagónico será acechado por los secuaces del malvado, pero lejos de unirse los chicos no tan chicos se pelearán hasta casi disolver su fuerte vínculo. Antes de la dolorosa disputa, interpretada con la suficiente emoción por los jóvenes actores en su mejor trabajo de la saga, pasarán las secuencias más logradas del film tanto por sus efectos especiales como por el aporte a la trama. Obligados por su búsqueda a infiltrarse en el Ministerio de la Magia, los chicos tomarán una pócima que los transformará, físicamente, en villanos. Es a estas alturas que el film refuerza la conexión entre los malvados del mundo de fantasía y el fascismo muy real. Con excepcional dureza el film incluye torturas, limpiezas étnicas y hasta un brazo tatuado que remite directamente al nazismo. Desde el comienzo, esta serie tuvo a los mejores actores británicos a su disposición y en este caso la regla se mantiene, sobre todo del lado de los villanos, con los personajes de Helena Bonham Carter y Ralph Fiennes.
Tres amigos demasiado solos Nunca se extrañó tanto la ausencia de los grandes nombres del cine inglés que dieron vida a los distintos personajes de la saga y que aquí ya han desaparecido, o aparecen apenas muy fugazmente, reducidos casi a la situación de meros cameos. Cada vez más dirigida a los incondicionales de la saga, esta séptima entrega de Harry Potter tendrá valor solamente para los iniciados, pero puede llegar a ser tan mortífera como Lord Voldemort para todo aquel que no ingrese a la sala ya rendido de antemano ante los personajes creados por J. K. Rowling que han hegemonizado la cultura infanto-juvenil de los últimos tres lustros. Tan es así, tanta es la confianza en la franquicia y en la fidelidad de sus seguidores, que el último libro de la serie ha sido dividido en dos para su versión cinematográfica y aquello que por ahora se puede ver –con un final más que abierto: directamente trunco– es apenas la primera parte de un todo que recién tendrá su continuación en... ¡julio del 2011! El comienzo es claro: Hogwarts y el Ministerio de la Magia están bajo el control absoluto del Amo de las Tinieblas, que ha instaurado una dictadura de inspiración nazifascista. Y Harry, el único que puede revertir la situación y derrotar a Lord Voldemort, como lo viene intentando desde hace tiempo, está en peligro, más que nunca antes en su vida. Lo cual es decir mucho. Cuidándole las espaldas se presentan sus leales amigos de siempre, pero con una baja de proporciones: ya no está el venerable Dumbledore, su guía y mentor, eliminado en el libro-película anterior. Y los pocos fieles que quedan también van menguando, lo cual es más un problema para la película que para Potter. Lejos del siempre variado escenario escolar de Hogwarts, que Harry ya no puede pisar, y perseguido en pleno centro de Londres por unos mortífagos que ni siquiera respetan las fronteras entre el mundo real y el de la magia con tal de aniquilar al Elegido, esta primera entrega de Las reliquias de la muerte transcurre en su mayor parte en digitalizados bosques, colinas y praderas donde Harry, Ron y Hermione se refugian de la ira de Voldemort, mientras intentan descubrir y destruir las “horrocruxes”, esos talismanes de los que se vale el maldito para consolidar su oscuro reinado. Pero –y ahí está el problema– los chicos están demasiado solos durante gran parte del metraje. Y ya se sabe hace rato, desde que dejaron de ser adolescentes y siguen queriendo pasar por tales: si hay algo que Daniel Radcliffe, Emma Watson y Rupert Grint no tienen es carisma, gracia, encanto. En fin, magia... Nunca se extrañó tanto la ausencia de los grandes nombres del cine inglés que dieron vida a los distintos personajes de la saga y que aquí ya han desaparecido, o aparecen apenas muy fugazmente, como el Severus Snape de Alan Rickman o el Hagrid de Robbie Coltrane, reducidos casi a la situación de meros cameos. La única que le saca un poco el jugo a su brevísimo paso por la pantalla es Helena Bonham-Carter, más loca que nunca como la siniestra Bellatrix Lestrange. ¿Un momento a destacar? El relato que lee Hermione referido a las reliquias de la muerte del título y que son ilustradas por una inspirada secuencia de animación, realizada a la manera del cine de siluetas de la pionera alemana Lotte Reiniger, autora de las legendarias Aventuras del Príncipe Achmed (1926). Son apenas unos pocos minutos, pero en ese tramo creado por el animador suizo-británico Ben Hibon se respira un aire artesanal que oxigena un producto por lo demás demasiado sintético.
HARRY POTTER 6 Y 1/2 La primera mitad de la séptima película de la saga de Harry Potter es el ejemplo definitivo de lo alejado que está este fenómeno de cualquier criterio cinematográfico. Indiscutible para admiradores e insufrible para nuevos espectadores, la única buena noticia es que estamos a solo media película de terminar la saga. Si comenzáramos a analizar el fenómeno Harry Potter de forma exhaustiva, estaríamos confirmando la peor sospecha: el cine no importa, importa todo lo que está alrededor, el cine no es nada más que una ceremonia de cierre, no un fin en sí mismo. No hay nada de malo en crear espacios de comunión entre las personas ni que las películas sean algo importante, al contrario. Leer es una experiencia individual, ir al cine es una experiencia colectiva. El hecho de ser un seguidor fiel de la saga no es lo que aquí se pondrá en duda. El problema -la pena- es que las películas han renunciado a tener identidad propia –algo que no era imprescindible, El Padrino es un ejemplo de ello- y a respetar en exceso los libros que le dieron origen. Las películas de Harry Potter no tienen sentido sin sus libros, sus expresiones cinematográficas resultan pobrísimas en comparación con su gigantesca taquilla, su volumen de producción y los elencos prestigiosos que acompañan al trío protagónico. Harry Potter y las reliquias de la muerte, primera parte, es la mitad de la séptima entrega de la exitosa serie de películas basadas en los -no menos exitosos- libros escritos por la autora británica J. W Rowling. El primer Harry Potter se publicó –tímidamente- en 1997, en Inglaterra, y se convirtió en seguida en un fenómeno editorial mundial. Los films comenzaron en el 2001, con Harry Potter y la piedra filosofal –adaptación del libro homónimo- y llegaron a ser tan populares como los libros en los que se basaron. El último libro de la serie de Rowling llega ahora a la pantalla grande, pero dividido en dos partes. Y si bien las películas son dos, la primera no está completa sin la segunda. Así que, al pagar la entrada, el espectador deberá estar advertido de que hasta que no vea Las reliquias de la muerte, parte 2 no habrá visto la película entera. Lo que sí podrá ver es la promesa del final. La serie y la franquicia terminan y la división en dos partes no hace más que generar la sensación de que decidieron duplicar las ganancias. Desde el comienzo de la película, un primerísimo primer plano del Ministro de magia anuncia una lucha que será la definitiva. Allá irán, en épocas oscuras, sin lugar donde esconderse, Harry Potter, Hermione Granger y Ron Weansley tras la pista de aquello que podrá darles la victoria definitiva sobre sus enemigos mortales. Sin duda, la saga ha conseguido un público fiel que conoce de memoria cada una de las situaciones que los films plantean. Pero para ser justos, los films en sí mismos no han logrado brillar como obras cinematográficas independientes capaces de tratar temas o desarrollar estéticas originales o complejas. Para quien no haya visto nunca un film del joven mago, este no es el momento para subirse al tren, y quienes hayan visto alguno o todos y no les hayan gustado demasiado, se puede decir que este tampoco será su film. Hasta la elección del director parece responder a la necesidad de que los films no opaquen o compitan con los libros. Algo que sin duda terminarán pagando los espectadores de cine. Harry Potter y las reliquias de la muerte adolece del peor de los defectos de un film: aburre. Y si bien el aburrimiento es una categoría muy subjetiva, lo cierto es que el relato –incompleto, recordemos- avanza sin demasiado brío, con pocos momentos climáticos y con una falta de criterio visual que no le permite, como ya quedó claro, cautivar a quienes vayan a ver un solo film y deseen entenderlo o interpretarlo como tal. Por el contrario, los seguidores de la serie ya han llegado lo suficientemente lejos como para detenerse ahora y ellos, tal vez, lograrán emocionarse con algunos pasajes del film. El elogio excesivo a la oscuridad del film es un nuevo lugar común de la crítica internacional. Un nuevo método para valorar películas: la oscuridad es directamente proporcional a los méritos artísticos del film. La casi total ausencia de humor en el relato no mejora la seriedad del film, sino que le agrega un molesto tono solemne. Sí, son tiempos oscuros, pero acaso ¿eso nos obliga a tener que ser tan solemnes? Esa solemnidad es la manera a través de la cual, posiblemente, los realizadores del film intentaron cubrir la irrelevancia de todo lo que aquí ocurre. Harry Potter y las reliquias de la muerte: Parte no es una creación, no hay arte aquí. La película es la sombra de un libro, es la felicidad de sus seguidores, pero el cine faltó a la cita. Ni siquiera fue invitado.
Más allá de la magia Decenas de pantallas luminosas brillaron en otras tantas manos que enviaban mensajes en la previa de Harry Potter y las reliquias de la muerte . La espera incluyó bandejas con comida, pochoclo y gaseosas, ritual de muchos que eligieron la versión subtitulada, la noche del miércoles. Es que cualquier palabra suena diferente en la voz de Daniel Radcliffe como el mago joven que conocimos de niño. La primera parte del último libro de la saga de JK Rowling es tenebrosa y estremecedora, por el relato y la coherencia estética del director David Yates. La fotografía, la ausencia de música y los escenarios anuncian el enfrentamiento definitivo entre Harry y el asesino de sus padres. Lo primero que impacta es la figura de Voldemort (estupendo Ralph Fiennes sin nariz) presidiendo el Ministerio de la Magia que ha corrompido. Anuncia que matará al muchacho. Harry lo presiente y lo sueña. Sus amigos Hermione Granger y Ron Weasley deciden acompañarlo. Vuelven a ser aquellos niños que jugaban en la escuela. Predominan en la película, la oscuridad y la violencia. La primera escena, la de Voldemort en el Ministerio, marca el cambio de tono. Habrá muertes y se habla de desapariciones forzadas, traiciones, interrogatorios y pureza de sangre. Esa línea apuntala el conflicto de siempre y la misión de el Elegido, que debe destruir los horrocruxes, las partes del alma del Señor Tenebroso. Después de una estampida del grupo de Harry que huye entre las nubes, la amenaza se instala en todas partes. Sólo Harry y sus amigos pueden encontrar las reliquias que los acerca al desenlace. Si bien hay pasajes humorísticos, como el de la serie de transformaciones detrás de las que se oculta el trío fugitivo, la película sostiene el suspenso y no abandona el carácter de thriller. En una ciudad con claros signos totalitarios, entre imágenes que recuerdan a Dickens y otras, apocalípticas, con habitantes paralizados por el miedo, se desarrolla el drama de acciones concentradas y tiempos lentos. El muchacho convive con el espíritu maligno que lo ha convertido a los 17 años en un chico taciturno y triste. Con actuaciones impecables, voces profundas y escenas conmovedoras, Harry Potter y las reliquias de la muerte pone en paisajes hiperrealistas las formas del Mal y la fuerza de la amistad. La magia es la excusa que invita a pensar en el destino y los signos de lo que no se puede nombrar. El final en suspenso renueva el compromiso de los espectadores con Harry.
La primera parte de la última entrega de la franquicia no escapa a las mismas falencias y virtudes que sus antecesoras, dejando varias aristas sin resolver que quizá encuentren mejor suerte en la que será la última película sobre el mago, quien en esta ocasión transitará en su fase de oscuridad más temible con la premisa del sacrificio delante, un futuro cargado de responsabilidades y dolor, pero también con una fuerte carga emocional a cuestas (es justo reconocer un mejor desempeño actoral del protagonista) y la incertidumbre de un final abierto y tal vez nada feliz…
A Harry Potter le cuesta despedirse y lo hace en dos partes. Esta primera entrega de Las reliquias de la muerte encuentra al mago más famoso de la historia del cine tratando de destruir horrocruxes, y con ellos a Lord Voldemort. Por momentos demasiado cerca de El Señor de los anillos, Harry Potter y las reliquias de la muerte gana cuando apuesta por la aventura y la diversión. En los momentos que David Yates apuesta por la solemnidad, como en ese largo campamento, la película pierde fuerza. En cambio, Las reliquias de la muerte es diversión pura en la hilarante escena del comienzo donde Harry Potter se multiplica. Ahí, en lo lúdico, está el secreto de la magia de Harry Potter.
Los tres mosqueteros Tenemos un contrera fuerte de Harry Potter en la redacción de Fancinema. Es Mex Faliero, quien leyó los dos primeros libros de la saga (y no quedó muy fascinado que digamos) y que vio todos los filmes, de los cuales sólo rescata en su totalidad al tercero, El prisionero de Azkabán. Sí, tienen razón, es una mala persona, un ser detestable, corrompido por la insensibilidad. Bueno, en realidad no. Si han leído antes algunas de sus críticas, saben que ha defendido contra viento y marea al sello Pixar, con una dulzura en sus textos que últimamente se encuentra muy poco en el ámbito de la crítica cinematográfica. La verdad de la milanesa es que el tipo tiene sus razones. Y que el que escribe no es exactamente un observador neutral. Es más, es un fana absoluto de Potter. Una de las variables del disgusto de Mex pasa porque ve a Potter como un vehículo literario que anula lo fascinante del mundo mágico y lo termina burocratizando. Esa mirada es válida, pero tengo que respetuosamente disentir. J.K. Rowling utiliza el vínculo con la realidad y la normativa precisamente como contraste, como forma de resaltar la fantasía y lo maravilloso, los elementos que se destacan frente a lo rutinario. Pero, lo más importante, Rowling demuestra una creencia a prueba de balas en otros tipos de magia, que van más allá de lo literal: la de la amistad, el compañerismo, la camaradería, la voluntad de lidiar con la pérdida, la coherencia, la construcción de una identidad heroica, el amor, el proceso de maduración. Su Harry Potter es también un largo ensayo sobre los diversos grados de libertad: los individuos que sobresalen, los verdaderos héroes, son los que comprenden la esencia de la normativa mágica, los que construyen a partir de ellas o los que deciden violentarlas productivamente para armar algo completamente nuevo, siempre en pos de lo colectivo. Los villanos, en cambio, persiguen siempre un fin individualista, opresivo y represivo. Y si esto último parece tender hacia lo político, los últimos tres libros de la saga definitivamente construyen un entramado ideológico fuerte, con unas cuantas reminiscencias a lo que fue el ascenso del nazismo. De hecho, Voldemort guarda más de una similitud con Hitler: es un ser dispuesto a todo, que con tal de cumplir su objetivo no reconoce barrera ética ni moral, que va cooptando miembros y acumulando poder en base al miedo, pero también la conveniencia. Es verdad que por momentos Rowling patina y cae en ciertas obviedades, pero aún así su discurso es arriesgado y poderoso, usando incluso la violencia como modo de reflexión. La primera parte de Las reliquias de la muerte, al igual que su símil literario, no se recuesta cómodamente en el éxito garantizado y los aluviones supuestamente acríticos de los fanáticos -que no lo son tanto, la pottermanía tiene sus núcleos duros, que piden grados altos de excelencia-, dispuestos a ir en masa a ver a su héroe, a su prócer. Al contrario, usa ese factor como plataforma de despegue para correr riesgos estéticos y narrativos, de los que en su mayoría sale airosa. En muchos pasajes trasciende la mera ilustración, busca un estilo propio y cuenta su propia historia, respetando básicamente el espíritu de la novela. Es llamativo el balance en la película entre espera y acción, entre quietud y estallido, entre espacios abiertos y cerrados, entre secuencias hilarantes y definitivamente tristes. Y también entre planos generales y planos cortos, entre la utilización de la steady cam y la cámara en mano, entre la modelación de escenarios plagados de efectos especiales y los crudamente realistas. Hay que admitir que por momentos se estira demasiado en vez de ir a los bifes, pero deben ser pocos los tanques que manejan de este modo las variables temporales y espaciales. Sin embargo, Harry Potter y las reliquias de la muerte (parte I) es, primariamente, un filme sobre jóvenes solos, en una paradoja, siendo perseguidos por todas las fuerzas malignas y persiguiendo la chance de vencer a Voldemort. Harry, Ron y Hermione pasarán a la historia -tanto cinematográfica como literariamente- como personajes que consiguen asentarse en el mundo a partir del sostén mutuo, del complemento, incluso de la confrontación o el conflicto. Son tres, pero también uno. La tensión sexual no sólo es entre Ron y Hermione, también es entre Harry y Hermione, e incluso entre Ron y Harry -por eso es asimismo lógico que Harry termine enamorándose de Ginny, la hermana de su mejor amigo-. Y esa tensión, los cruces de miradas, las manos a punto de tocarse, los abrazos que son mucho más que abrazos, lo que se dice y lo que todavía se calla -y que, esperamos, se diga en voz bien alta en la última parte- es amor. Sí, este producto de doscientos millones de dólares también está construido con amor, porque es, primero y principal, una fábula sobre jóvenes aprendiendo a amar.
Magia negra En Mar del Plata NO se estrenó Harry Potter, y un pequeño cinéfilo indignado pasó por la puerta del Ambassador, sede del Festival, y gritó sacando la cabeza por la ventanilla: ¡¡¡Harry Potteeeeeeeeeeeeeeeeeeer!!! Pero mientras tanto, en Buenos Aires, nuestro experto Santiago asistía al estreno y acá nos cuenta lo que pudo pensar en medio de los gritos de las chicas. Antes que nada, comento mi relación con el universo Potter. Allá por el año 2000 recuerdo haber leído Harry Potter y la piedra filosofal, y quedé enganchado, tanto que no sólo me compré inmediatamente el segundo libro, sino que esperé ansiosamente el estreno de la primera película (que por lejos es la peor de toda la saga). Para cuando llegué al tercer libro, Harry Potter y el prisionero de Azkaban, empecé a distanciarme del mundo del joven aprendiz de mago. Lo que siento con los libros de Potter, y que de alguna manera se extiende al universo cinematográfico, es que J.K. Rowling intenta crear una mitología tan compleja alrededor del personaje principal, con una innumerable cantidad de personajes y elementos que aparecen y desaparecen de las historias, que al final me cansé y abandoné la lectura por el cuarto libro. Total, si las películas son adaptaciones bastante fieles a las novelas ¿para qué me iba a molestar en seguir leyéndolas? Por suerte, ese problema fue fácilmente solucionado en el traspaso a la pantalla grande. Es realmente admirable en ese sentido el trabajo del guionista Steve Kloves (autor de todas las películas de la saga), que logra condensar tanta información y hacerla fácilmente digerible para el espectador que no se haya leído los libros millones de veces. Es que Kloves decide concentrarse en lo que Rowling, a medida que pasaron los libros, pareció olvidar. Lo mejor de esta saga no pasa por los hechizos, las varitas mágicas o los partidos de Quiditch. Lo que más nos atrae de Harry Potter es la relación que se va desarrollando entre Harry, Ron y Hermione, y cómo se va complejizando esa amistad a medida que avanzan las historias. En Las reliquias de la muerte Parte 1, esta relación entre el trío protagonista llega a un punto de inflexión importante. El comienzo de la película, en el que vemos a cada uno separándose de sus respectivas familias (lo más duro es ver a Hermione borrándose de la memoria de sus padres) da la pauta del grado de madurez al que han llegado los personajes. Son tiempos oscuros los que se aproximan para ellos, con Dumbledore derrotado y Voldemort al mando del universo de los no muggles, y el camino que se aproxima estará lleno de pérdidas y de dolor. Hemos acompañado durante casi una década a Harry desde los momentos de máxima felicidad –cuando descubría Hogwarts por primera vez- hasta hoy, donde la oscuridad se adentra cada vez más en su interior, y su amistad con Ron y Hermione será puesta a prueba. A diferencia de las películas previas, en Las reliquias de la muerte ya no somos sometidos a la clásica estructura narrativa en la que Harry vuelve a Hogwarts y encuentra un misterio particular que debe resolver. La acción ahora transcurre en las afueras, en donde el trío deberá encontrar los horrocruxes que contienen el alma de Voldemort y destruirlos, mientras los persiguen los secuaces del villano. Esta nueva estructura permite que pasemos más tiempo junto a ellos mientras acampan y discuten como continuar la búsqueda. Así, los celos y la tensión entre los amigos vuelven al relato mucho más interesante que la típica historia dentro de la escuela que sucedía en los episodios anteriores, y es aquí también donde los actores se ponen a la altura de la oscuridad que la historia requiere. Sobre todo Ron, que antes cumplía la mera función de ser el comic relief de la saga. Pero pese a estas mejoras en lo narrativo, todavía persisten algunos problemas en el mundo cinematográfico de Potter. En primer lugar, ¿me parece a mí o esta es la saga con mayor cantidad de McGuffins en la historia del cine? No me gusta cuando se empiezan a acumular Horrocruces, Piedras filosófales, Cálices de Fuego o en este caso, reliquias de la muerte, como mera excusa para hacer avanzar la acción. Es un recurso fácil que nos distrae de la atracción principal que es el desarrollo de los personajes, y hace que la historia se asemeje a un videogame como el Zelda en donde hay que encontrar tantos objetos mágicos para pasar de nivel. Otro problema son los personajes adultos. Es una lástima ver a los mejores actores de Inglaterra apareciendo pocos minutos y diciendo no más de cinco líneas, como es el caso de Bill Nighy, un actorazo condenado a decir un par de frases y morir fuera de cámara. Estos reparos ya se notaban en los últimos capítulos, y poco han hecho tanto Kloves como el director David Yates para solucionarlos. Es una sensación rara la que tenemos cuando la historia llega a su final. Primero sentimos que fuimos estafados, por haber sido espectadores no de una película completa sino de la mitad, y va a ser necesario ver el desenlace para saber si la decisión de dividirla en dos partes es acertada. Pero al mismo tiempo, es tan largo y complejo el viaje que hicimos junto a Harry a lo largo de siete películas, que no nos queda otra que esperar con ansiedad a junio del 2011 para poder presenciar la conclusión definitiva. ¿Esto quiere decir que los creadores hicieron bien su trabajo, o que estamos hartos y queremos que de una vez por todas se termine este fenómeno? Quizás haya un poco de las dos cosas.
Movimiento arbitrario pero liberador Es curioso ver cómo después de 7 libros, 7 películas (y por ahora, esperando sólo 1 más) y millones de dólares cosechados, Harry Potter sigue siendo objeto de amores y odios por igual. El mérito literario de Rowling no debiera tener nada que ver con la crítica de la película. Puede ser buena (o no) literatura, y las películas, mejores o peores. En este caso, nos encontramos con la primera parte de la adaptación del último libro de Harry Potter, que según dicen, es tan denso, que son necesarios dos films, que deben sumar cerca de 5 horas, para condensarlo. Bueno, también es cierto que Harry Potter y la orden del fénix es el más largo, y la película es la más corta. Negocios son negocios. Se podrá acusar a la serie de muchas cosas (hablando, ahora, sólo de la serie cinematográfica), y algunos la podrán comparar con el otro éxito literario de la década (que también es un éxito en el cine): Crepúsculo. Pero hay que decir algo: la serie de Potter tiene mucha más dignidad que la de Edward. Eso me debe de hacer del Team Potter. Así, llegamos al principio del fin, nunca mejor dicho. Un primerísimo primer plano de Bill Nighy, que destaca todos los tics que lo hacen tan famoso, son la carta de bienvenida y el establecimiento del tono general del relato. Nighy es Rufus Scrimgeour, el Ministro de la Magia, que anuncia, con un labio tembloroso y algunas gotas de sudor por la frente, que se avecinan tiempos oscuros. Desde que Alfonso Cuarón tomó la posta en El prisionero de Azkaban, el tono de la serie se fue haciendo más oscuro. Y no sólo por la fotografía. Hasta en la elección del compositor eso se nota: mientras que en los primeros films el músico era John Williams (¿hace falta decir que es el compositor de Star Wars, Superman, Indiana Jones, y tantas otras?) que le dió la inconfundible personalidad al tema principal y aportaba su enorme espíritu de aventuras, ahora el compositor es Alexandre Desplat, un músico tan bueno como variado. Su presencia no se nota tanto como la de Williams, pero igual es soberbia. Lo misión de Harry, Ron y Hermione (tan grandes que cuesta creer que tengan 17 años) esta vez está fuera de Hogwarts. Deben encontrar unos horcruxes para derrotar a Lord Voldemort. Es decir: el horcrux es el McGuffin de la película. No importa bien qué hacen, sino que los tienen que buscar, y pasar por situaciones terribles para conseguirlos, y punto. A diferencia de la última película, en esta Yates apuesta mucho más al entretenimiento a base de explosiones, disparos de varita mágica, y a la tensión genuina que generan algunas secuencias de suspenso. Hay elementos repetidos, claro, como la partida de uno de los amigos post-pelea, el flirteo entre algunos con escena con "desnudos" incluida (y sí, tenían que crecer) y algunas muertes apuradas y otras arbitrarias como para emocionar a la platea. Lo que impide que Harry Potter y las reliquias de la muerte despegue totalmente, son algunos errores que comparte con sus hermanas mayores. En primer lugar, se nota que algunos pasajes están para contentar a los fanáticos del libro. Pequeñas secuencias que suman metraje, pero realmente no son necesarias a la historia. Otro de los problemas, es el Deus-ex-machina del final, del cual esta película no está exenta. El Deus-ex-machina se le llama al artilugio del guionista que aparece a último momento para salvar la situación. Cuando en el tercer acto de una película, algo parece demasiado complicado de resolver, el guionista introduce un Deus-ex-machina. Como ejemplo, podríamos recordar cualquier película de Harry Potter. Los que leyeron el (los) libro(s), dirán que así lo escribió Rowling. Pero bueno, esos serán recursos que usó la escritora cuando no supo como salir del enredo. Que las películas los sigan, es otra cosa. Además, el elenco no puede lucirse demasiado. Grandes nombres han pasado por la saga, como Robbie Coltrane, Alan Rickman, Kenneth Branagh, Michael Gambon (y Richard Harris), Ralph Fiennes, Brendan Gleeson, Maggie Smith, John Hurt, y un largo etcétera. Tantos nombres del Reino Unido, que llama la atención lo poco que aparecen algunos de los mismos en el film. La que más tiempo gana es Ilmeda Stauton, la gran actriz de El secreto de Vera Drake, como la estricta profesora Umbridge. Según la trivia de IMDb, uno de los productores de la serie sólo se lamentó de no haber conseguido a Daniel Craig, Daniel Day-Lewis, Ian McKellen y a James McAvoy. Con Helen Mirren y Judi Dench, hubiese sido un dream-team. Incluso, los mortífagos, ahora más que nunca, son una directa alegoría al nazismo. Persiguen a los sangre impura y hasta los marcan en el brazo. Sí: como en los campos de concentración. Alguno se podrá quejar de la banalidad, o la obviedad, pero no hay que olvidarse que es ficción, y que es Harry Potter. No lo digo con desprecio: afortunadamente la película evita caer en el sensiblerismo y la solemnidad de tantas películas relacionadas con el nazismo. Sí: apuesta al melodrama, pero al melodrama de adolescentes. Sabe escapar con elegancia de las zonas más riesgosas. La acción transcurre en muchos exteriores (que uno supone que siempre son los mismos, con algunos cambios climáticos), a diferencia de las anteriores que se desarrollaban puertas adentro de Hogwarts. La aventura está allá afuera, y bueno, hay que salir a buscarla. Si bien los momentos más débiles de la película son aquellos donde los personajes debaten qué hacer, y cómo seguir, en el bosque, casi siempre son rescatados a tiempo por la tele-transportación. Está bien: para los que no siguen la serie (o los que no recordamos cómo funciona eso) parece algo muy arbitrario, pero como agiliza muchísimo el relato, no está mal. Y esa es la principal virtud: los personajes se mueven de aquí para allá, como si tantos años encerrados en Hogwarts tuvieran sus consecuencias. David Yates apuesta por agilizar el relato, y no le sale mal. Los mejores momentos de La orden del fénix, eran aquellos donde el director apostaba por el espectáculo grande. Se nota que esos son los momentos que Yates más disfruta, y le quita la pereza y la modorra a las situaciones y diálogos. En el aspecto técnico, la película está más que bien, e incluso hay algunas apuestas arriesgadas (por lo menos para una superproducción de Hollywood). Quizás ese sea un buen resumen para toda la película: está bien, es entretenida, no revoluciona al cine, pero tampoco todas las películas están orientadas a eso. A ver con qué trivialidad me salís... - El primer trailer casi no tiene secuencias de la primera parte de Las reliquias de la muerte. Y a decir verdad, el trailer de la verdadera película entusiasma mucho menos que ese...
Un Harry Potter más adulto hace frente a una etapa de definiciones. Harry ya no es un niño. Y queda claro en “Las reliquias de la muerte”, primera parte de la última entrega de la saga. La Escuela de Magia Hogwarts cayó en las garras de Lord Voldemort, el Ministerio de la Magia es una cueva de maldad y hostigamiento, corre la sangre de los justos mientras los malvados salen victoriosos. La corrupción y la delación imperan ahí donde los “buenos” enseñaban los secretos de la magia y hoy son alimento de las víboras. Buena parte de las más de dos horas de la película transcurren en la penumbra o con cielos nublados, desde el principio hasta la inquietante escena final, en una obvia referencia al matiz que tiñe el tramo final de este éxito que no dejó de facturar desde su primera entrega, “Harry Potter y la piedra filosofal”, que inauguró el fenómeno en 2001. Aquel pequeño Daniel Radcliffe conserva sus ojos de asombro, aunque no su inocencia. El personaje protagónico creado por Joanne K. Rowling vio demasiado a lo largo de su corta vida. Hoy, además de darse unos besos furtivos con su novia, a sus 17 años está definido el sentido de su existencia. Y el incremento de su edad fue proporcional al del peligro real de muerte que lo rodea a él y a todos sus amigos, con Voldemort enviándole sus sicarios incondicionales, los mortífagos. En esta entrega la trama de define en torno a las reliquias de la muerte que indica el título. Quién posea el más preciado de esos objetos mitológicos será el dueño del poder absoluto. La carrera es contrarreloj porque Voldemort está detrás de la reliquia, mientras Harry se reparte entre huir de sus perseguidores y llegar a tiempo para impedir que triunfe su gran adversario. Técnicamente el tramo en el que se revela el relato que da nombre al filme está ilustrado por una breve e impecable animación, con una estética que evoca las figuras estilizadas de “The Wall”. A pesar de algunos momentos de morosidad, el director David Yates, también autor de las últimas tres partes, impone un ritmo casi frenético que contrarresta con el agobio de la oscuridad. Pero no todo es vértigo y puro gusto por la acción. El guión, en el que se imponen los momentos dramáticos, también se hace un lugar para la reflexión y el humor, que aparece sobre todo en los roces que se dan en el trío protagónico formado por Harry, Hermione y Ron, en una relación cuyo desenlace los fans podrán conocer recién el año que viene cuando se conozca la segunda y última parte de esta taquillera historia.
La historia de Harry Potter llega a su fin y para todos aquellos que han disfrutado y sufrido con la lectura del último libro de la saga, por suerte, se puede decir que esta penúltima parte es, aunque no una de las mejores películas de la serie, una de las que más respeta cronológicamente el desarrollo de la novela, algo que muchos fanáticos pedían y que, gracias a la división en dos partes, se pudo cumplir.
La séptima historia de Harry Potter llega a la pantalla, basada en el último libro sobre el joven mago (¿o brujo?) que escribió J. K. Rowling para esta saga que la convirtió en una de las mujeres, relacionadas al arte, más ricas del mundo. Warner Bros cuando decidió llevar estas historias a los cines, ofreció dirigir la primera historia (“Harry Potter y la piedra filosofal”, 2001) a Steven Spilberg quien rechazó el ofrecimiento, por lo tanto las versiones cinematográficas han tenido diferentes directores hasta que las tres últimas (incluida la que se comenta) han sido dirigidas por David Yates, quien en está oportunidad pareciera no haber podido hacer uso de su imaginación al encontrarse atiborrado de material cinematográfico con una densa trama, múltiples subtramas, situaciones y resoluciones dentro de un guión profuso en detalles narrativos. El guionista, que ha vuelto a ser Steven Kloves (director de “Los fabulosos Baker Boy”, 1989),demuestra haberse encontrado condicionado a desarrollar largamente la trama principal, casi no condensar las subtramas literarias e incluir casi en totalidad las situaciones porque, basándose en una serie de libros tan exitosos (record mundial en ventas), cada lector convertido en espectador puede señalar omisiones de pasajes que haya considerado importantes, y hay que tener presente que estos lectores se cuentan por millones. Por lo tanto, el no poder compactar un argumento literario tan complejo que debió ser incluido en el guión casi en su totalidad provocó que la historia de “Harry Potter y las reliquias de la muerte” se haya filmado en dos partes. La Parte I, que es la que se comenta, se estrenó el 18 de noviembre de 2010 y la Parte II se estrenará el 15 de julio de 2011. La historia de la primera parte comienza un día antes de que Harry Potter cumpla 17 años (los chicos crecen, incluidos los niños actores) por lo tanto pierde a esa edad la protección mágica de la que gozaba en el hogar Dursley, y esa coyuntura es aprovechada por el maléfico Lord Voldemort para intentar eliminarlo como lo hiciera con los padres del joven, éste logra huir ayudado por su protector Albus Dumbledore y sus amigos entre los que encuentran el pelirrojo Ron y la bella Hermione. Pero Dumbledore es asesinado por un traidor y le dejará en herencia al trío objetos (entre ellos la espada Gryffindor) que le ayudarán a encontrar y destruir los horrocruxes (relicarios que contienen pedacitos del alma de Voldemort y lo hacen inmortal). Harry, Ron y Hermione comenzarán la búsqueda de los horrocruxes que los llevará a diversos lugares de Gran Bretaña y los hará vivir situaciones de peligro permanente, en las que repetidamente encuentran un extraño símbolo del que finalmente sabrán el significado. Se asiste casi todo el tiempo a efectos especiales de explosiones, apariciones, desapariciones y traslados “mágicos” (no hay que olvidar que el trío está compuesto por tres magos). Estas situaciones por momentos llegan casi al desborde. Es destacable la minitrama de la leyenda de “La Capa de Invisibilidad” ya que, tanto la profunda historia (de tres hermanos que enfrentan a la muerte) como la técnica empleada para contarla (dibujos tinta animados), son de excelente factura. Las actuaciones de Daniel Radcliffe como Harry Potter, Rupert Grint como Ron Weasley y Emma Watson como Hermione Granger son convencionales y nunca llegan a la composición, aunque posiblemente condicen con lo imaginado por la autora y luego de siete exitosas realizaciones cinematográficas han instalado la imagen del personaje en la mente del espectador. Sobresale la labor de Ralph Fiennes como Lord Voldemort como ya lo hiciera en las versiones anteriores, y se destacan los actores gemelos James y Oliver Phelps como Fred y George Weasley con buenos recursos de técnica actoral evitan el “efecto espejo” que suele darse en hermanos actores. Los fans de Harry Potter, encontrarán lo que buscan en esta Parte I y la disfrutarán aunque como buenos seguidores del joven mago, seguramente ya conocen el final de la Parte II con la que concluye el libro y, según la escritora, la saga.
Oportunismo. Codicia. Soberbia. Los epítetos para calificar la penúltima entrega de la saga de Harry Potter no tienen fin, y demuestran que Hollywood hace cualquier cosa para sacar dólares de debajo de las piedras. Seamos claros. Yo disfruto con los filmes de Harry Potter. No llego al grado de fanatismo de ir disfrazado de mago al cine ni asistir a convenciones de fans. Siempre encontré a la serie plagada de problemas, los cuales terminaba por superarlos con un puñado de virtudes que bordeaban lo sobresaliente, y que tenía que ver con los cambios que imponían los guionistas y los directores de turno. Pero la saga hace rato que ha pasado el límite de lo potable - debería haber culminado en la fabulosa Harry Potter y la Orden del Fénix (2007), escrita por un libretista nuevo y cargado de ideas frescas -, y todos los responsables han estirado el inevitable final durante 3 filmes más, del cual el que nos ocupa es el capítulo intermedio. Un capítulo inventado de la nada, ya que éste debería haber sido el último filme y decidieron hacer la gran Kill Bill, partiendo al medio una única película y recaudando el doble. Y no es que la novela fuera gigante (otros libros previos de Harry Potter han sido más extensos y han sido comprimidos en un único filme). Simplemente es pura codicia y oportunismo comercial. Ya con sólo ese dato de inicio la opinión sobre Harry Potter y las Reliquias de la Muerte - Parte 1 baja unos cuantos puntos desde el vamos. El problema es que el producto terminado tampoco termina de ser tan deslumbrante como para que uno no deje de pensar que esto es un invento comercial y, al ser en realidad un filme de casi cinco horas partido en dos, la "adaptación" termina por convertirse en una transcripción literal del libro - lo que no filtra ni pule nada -. Esto culmina con una serie de tiempos muertos o demasiado estirados durante el segundo acto, los cuales son demasiado respetuosos del texto original. Es cierto que aquí hay que preparar momentum - el que vendrá con el gran desenlace en la Parte 2 el año que viene -, pero luego de un comienzo muy kinético el relato se entierra en un pantano narrativo y sólo logra salir en los últimos 30 minutos. Parte del problema de ese pantano es que el relato se ha visto obligado a abandonar el confortable escenario de Hogwarts en donde J.K. Rowling tenía los engranajes narrativos aceitados hasta la perfección, no están los coloridos personajes secundarios, y el relato debe recaer en el trío central de adolescentes por demasiado tiempo (y su gracia y expresividad es un tanto limitada). Tampoco hay una maravillosa intriga de fondo. Los filmes de Harry Potter siempre han funcionado como pesquisas policiales, en donde el trío central intenta resolver el misterio de turno. Pero aquí sólo hay dos preguntas (¿dónde están los horocruxes? y ¿cómo se destruyen?) y el resto es melodrama fantástico de relleno. Gente huyendo a pie por la campiña inglesa durante demasiados minutos. Noches de campamento en donde los personajes se reprochan mutuamente. En un momento pareciera que a Rowling se le hubieran acabado las ideas y se dedicó a copiar a El Señor de los Anillos, con otro trío cargando un objeto maldito que empieza a envilecerlos. En un momento uno termina por volverse cínico y se pregunta: si Dumbledore sabía dónde estaban los horocruxes y cómo se destruían, ¿por qué no los destruyó él mismo en vez de dejarle un largo testamento recargado de acertijos a Harry y sus amigos?. Sobre todo porque Dumbledore no sabía nada de los horocruxes hasta el capítulo previo, en donde tuvo la mala idea de caerse de un balcón. Anuncio SOICOS Pero el tránsito lento del acto II no es el único punto irritante de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte - Parte 1. En el inicio hay persecuciones, explosiones y demasiadas muertes fáciles. Acá han llamado de regreso a la mayoría de personajes memorables de entregas anteriores, les han dado dos líneas de texto y a la tercera parte de ellos los asesinan de manera estúpida y fuera de pantalla. Ciertamente hay que mostrar un tono más oscuro - lo cual está muy logrado con la reunión inicial de Voldemort con sus esbirros -, pero el mutis por el foro de otros personajes (como Brendan "Ojo Loco" Gleeson) es lamentable, simplemente porque está omitido (wtf!). Para colmo el inicio es caótico y abrumador, simplemente porque el espectador está obligado a ver Harry Potter y el Principe Mestizo como tarea para el hogar si desea entender algo de lo que ocurre en los 15 minutos de arranque. Hay personajes que dudo mucho de haberlos visto alguna vez (hay una boda completamente salida de la nada, a menos que el Alzheimer haya comenzado a afectarme seriamente); la secuencia de la boda es una vulgar excusa para tirar de algún modo las pistas absurdas de siempre, solo que esta vez el recurso carece de estilo. Y si el acto I bordea lo incomprensible y el acto II es lerdo, esperen a ver el acto III. El libreto incrusta la reaparición de un antiguo personaje - cuya única utilidad es poseer el único superpoder que puede salvar al trío central de la circunstancia apremiante en que se encuentran -... y vuelve a producir otra muerte gratuita. A esas alturas yo ya estaba indignado; sólo en Serenity vi semejante manipulación amoral de los personajes, en donde los malos sobreviven (aquí no voltean ni a uno) y los buenos caen como moscas, simplemente para ser usados como golpes de efecto del guión. Harry Potter y las Reliquias de la Muerte - Parte 1 no me gustó. Me aburrió y me irritó. Quizás mi opinión cambie cuando vea la segunda parte, pero mi impresión es que esto nunca debería haber sido transformado en dos filmes. Así como está es una experiencia frustrante y cerrada, lenta e inconclusa, y un engendro comercial que nunca debería haber visto la luz, al menos en este formato.
LA CALMA ANTES DE LA TORMENTA Ahora que Lord Voldemort (Ralph Finnes) y sus Mortífagos han tomado el control de Hogwarts y del mundo mágico, ningún lugar es seguro. Lejos del colegio y de sus familias, los inseparables Harry (Daniel Radcliffe), Ron (Rupert Grint) y Hermione (Emma Watson) emprenderán un solitario viaje, huyendo de sus enemigos, con la misión de encontrar y destruir los Horrocruxes, las partes del alma del Innombrable, ocultas en diferentes objetos. Solo de esta manera, y con la ayuda de tres antiguos y poderosos objetos mágicos conocidos como Las Reliquias de la Muerte, podrán vencer a Lord Voldemort y restaurar la paz en el mundo. Resulta difícil creer que este film pertenece a la misma saga que comenzó como una encantadora aventura familiar sobre un niño que descubría ser un mago. Pero una vez más, Harry Potter nos hace creer lo increíble. La magia y los entrañables personajes creados por la novelista J.K. Rowling siguen presentes en esta séptima adaptación de uno de sus libros, pero esa oscuridad y madurez progresiva, percibida desde las primeras secuelas, han alcanzado los niveles de una película ya no apta para niños - ni siquiera para aquellos acompañados por sus padres, sin excepciones -; y los inofensivos temas que antes solía tratar han sido desplazados por completo para centrarse en una historia sobre la lealtad, el paso de la adolescencia a la adultez, la injusticia, la intolerancia, la corrupción y, por supuesto, la eterna lucha entre el bien y el mal. Es decir, todo lo que se podría esperar de una película sobre tres adolescentes prófugos, solos en un mundo dominado por la tiranía. Después del paso en falso que fue la sexta entrega de la saga, el director David Yates se reivindica con HARRY POTTER Y LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE: PARTE 1 (2010), uno de los mejores y más eficaces films de la franquicia que, aunque no cierra de la mejor manera - a fin de cuentas es solo la mitad de una película entera -, no hay duda de que dejará a casi todo espectador, lector de los libros o fanático incondicional, más que satisfecho. Alguien que no conozca cómo termina la historia del joven mago o que no haya leído nunca el séptimo libro, probablemente crea que la decisión de dividir el final en dos partes se deba solo a una cuestión monetaria - después de todo, dos películas significa el doble de ganancias en taquilla -. Sin embargo, y aunque puede ser que, en parte, ese alguien tenga razón, el acertado plan de Warner Bros. va más allá de la codicia: dos películas significa más tiempo para ser lo más fiel posible a la novela, sin tener que dejar (casi) nada afuera. Y dos partes permiten que sus responsables pueden darse el lujo de forjar una muy entretenida narración, equilibrada con espectaculares escenas de acción, momentos de humor, drama y romance, picos de tensión y una agobiante y muy bien lograda sensación de tranquilidad y calma. A diferencia de la veloz sucesión de escenas de, por ejemplo, HARRY POTTER Y LA ORDEN DEL FENIX (2007), aquí la narración se toma su tiempo y, sin aburrir la mayor parte de sus 146 minutos - gracias a la química del trió protagonista -, logra balancear su trama entre la espera y la acción, y entre la quietud y el estallido, algo que seguramente estará ausente en la épica PARTE 2 (15 de Julio de 2011) de este desenlace, a la que sus productores definieron como “una película de guerra”. Pero no se dejen engañar. HARRY POTTER Y LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE no es ni la primera ni la última película filmada en simultáneo y dividida en dos. Desde la trilogía de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS, pasando por las dos secuelas de la saga MATRIX y los dos volúmenes de KILL BILL, hasta las aun no estrenadas dos respectivas partes de THE TWILIGHT SAGA: BREAKING DAWN (2011-2012) y de THE HOBBIT (2012-2013), esta estrategia fue ganando popularidad al darle a sus estudios ganancias millonarias, pero también trayendo consigo una dificultad que se hace presente en la séptima aventura del joven mago. Al ser solo la primera mitad de una película, HARRY POTTER Y LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE: PARTE 1 no concluye debidamente. Era de suponer que su historia quedaría continuada y con más de una pregunta sin responder, pero aquellos que esperen ver un film completo, con el tradicional principio, nudo y desenlace, seguramente se desilusionarán al tener que conformarse solo con un principio y un desarrollo sin final. Lo que sí logra la última secuencia, es acomodar todas las piezas para lo que será la - ahora esperadísima - segunda parte; y ese continuado “desenlace” se encarga de asegurar la asistencia de todos los espectadores de la sala que quedaron con la intriga y con las ganas de saber cómo concluirá esta historia. Otro de los problemas que provoca esta división del film es una división en el público, que se hace evidente más ahora que en cualquier entrega anterior. Por un lado están los fanáticos de los libros que apreciarán la fidelidad de la adaptación. Por el otro, están los espectadores que solo conocen a Harry Potter por las películas, y son estos quienes, al ver LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE: PARTE 1, probablemente se sentirán perdidos o frustrados ante situaciones o detalles nunca antes mencionados en las previas adaptaciones fílmicas (el espejo que lleva Harry en todo momento, la boda o el Valle de Godric) y personajes que, a diferencia de los libros, aparecen o regresan de la nada (como Fleur Delacour, Bill Weasley, Dobby, Mundungus Fletcher). Al no condensar las sub-tramas literarias e incluir casi en totalidad las situaciones de la novela, el espectador ordinario podría perderse en más de una ocasión y para aquel que nunca antes vio un film de Harry Potter, este sería el peor momento para empezar. Puede que su fidelidad, con respecto al material original, cause que la trama llegue a estirarse demasiado, que las muertes de algunos personajes parezcan rápidas o carentes de importancia, o que ese deus ex machina del final enoje a los críticos. Pero no hay duda de que es una película que, aunque solo los fans disfrutarán por completo, a todos emocionará por igual. Después de agotar la rotación de directores en HARRY POTTER Y EL CALIZ DE FUEGO (2005), el estudio dejó a David Yates con la responsabilidad y la dificultosa tarea de encargarse de las secuelas restantes. Y aunque al principio parecía que no sabía lo que hacía, Yates creció junto a las películas logrando darles una agradecida solidez estilística a lo que quedaba de la franquicia. Ahora, algunos años después, el director ya se anima a desenvolverse cómodamente, soltando todo su arsenal cinematográfico en lo que es la entrega más visualmente atractiva desde la de Alfonso Cuarón (HARRY POTTER Y EL PRISIONERO DE AZKABAN, 2004). Variando entre planos abiertos y cerrados, entre una cámara estática y otra frenética, y entre escenas de puros efectos y otras crudamente realistas, el estilo de HARRY POTTER Y LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE: PARTE 1 se termina de consolidar por los eficientes labores del compositor Alexande Desplat y del director de fotografía Eduardo Cerra (el mismo de MÁS ALLÁ DE LOS SUEÑOS y DIAMANTE DE SANGRE), de sus majestuosos paisajes y decorados, sus deslumbrantes FX y de esa secuencia animada que ilustra “La Fabula de los Tres Hermanos” y que, aunque se aprecia la intención, lamentablemente no encaja del todo en la película. Aun así, sumado esto a la fuerza narrativa de su guión y a las ya insuperables actuaciones de su elenco, estamos en presencia, no solo de una de las mejores películas de la franquicia “Harry Potter”, sino de un muy buen film en general. Al estar solos en la mayoría de las escenas, el trío principal se enfrenta a su reto más difícil: sostener la película sin contar con talentosos actores secundarios que los acompañen. Sin Michael Gambon (Albus Dumbledore), Jim Broadbent (Profesor Slughorn), Emma Thompson (Profesora Trelawney), Maggie Smith (Profesora McGonagall), entre otros dejados de lado, los tres protagonistas demuestran lo mucho que crecieron actoralmente logrando sobrellevar sin problemas las escenas de comedia (especialidad de Rupert Grint), drama (especialidad de Emma Watson) y acción (okey, especialidad de Daniel Radcliffe). El resto del elenco lo integran algunos muy desaprovechados buenos actores (Alan “Snape” Rickman, Jason “Lucius Malfoy” Isaacs, Tom “Draco Malfoy” Felton, John “Ollivander” Hurt, Helena “Bellatrix Lestrange” Bonham Carter y Robbie “Hagrid” Coltrane), otras acertadas nuevas incorporaciones (Rhys “Xenophilius Lovegood” Ifans y Bill “Rufus Scrimgeour” Nighy) y un sobresaliente Ralph Fiennes que termina de consolidarse como EL villano. Su Lord Voldemort en esta entrega, aunque no cuenta con mucha participación, es el más inhumano, cruel y aterrador hasta el momento - demostrado desde el principio en la arrolladora escena en que le da de comer a la serpiente Nagini - y sus escasas apariciones se aprecian a cada momento - así como lo fue el Joker de Heath Ledger en THE DARK KNIGHT (2008), aunque en menor escala -. Con la fiebre Crepusculera olvidada por el momento, una franquicia que sí se merece el éxito regresa a los cines por penúltima vez. Pero todo ha cambiado. Lejos de Hogwarts, la erupción de las hormonas adolescentes, las clases y los partidos de Quidditch, la saga da un brusco giro y se convierte en algo más. Aunque sigue siendo una aventura sobre magos, las películas de Harry Potter han madurado. Más oscura, más violenta, autorreferencial, políticamente incorrecta y hasta con una tensión sexual latente entre sus protagonistas, la primera parte de LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE llega para hacer que nos cuestionemos qué es en realidad esta saga. ¿Qué hay por debajo de su fuerte entramado ideológico? ¿Es a caso una reminiscencia al ascenso del nazismo o las dictaduras? ¿Son los muggles aquí una alegoría de los judíos? Y con frases como “No tienen nada que temer si no tienen nada que esconder”, los interrogatorios, la intolerancia, las desapariciones, el miedo inducido, los héroes siendo perseguidos y los gobiernos y el colegio bajo el mandato del despotismo, la respuesta es casi obvia. Aún hay escenas de acción impactantes (Los Mortífagos y Voldemort persiguiendo a Harry por el cielo), un misterio que resolver (Las Reliquias de la Muerte), momentos muy entretenidos (El trío infiltrándose en el Ministerio de Magia o la escena de los múltiples Harrys en la que Radcliffe se luce) y otros fuertemente melodramáticos, pero no hay duda de que LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE es muy distinta de lo que fue HARRY POTTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL (2001). Quién iba a pensar que en esto se convertirían las películas del joven mago. A lo largo de diez años su historia fue madurando junto a sus seguidores, dejando ver un relato sobre el amor, la amistad, la familia y las líneas que separan al bien del mal. Pero ese relato llegará a su fin muy pronto (el 15 de abril de 2011, para ser más exacto). Ellos, los fanáticos, lo saben bien y ya están preparándose para dejar su adolescencia atrás. Saben que todo principio tiene un fin, que ya es tiempo de seguir adelante pero que, a pesar de tener los días contados, nunca habrá nada más mágico que haber crecido junto a sus héroes.
Harry Potter y las reliquias de la muerte I, el innombrable y el indeseable en guerra. La saga del mago va llegando a su fin. Para los que los seguimos se nos estruja un poquito el corazón y seguramente quedaremos luego como cuando Lost: agarrando palitos por la calle y murmurando alohomora, bombarda o expecto patronum. Y es bueno volver a sentir esto después de una espantosa entrega anterior donde evidentemente David Yate quizá no estaba en su año. Pero esta Harry Potter y las reliquias de la muerte parte 1, un film que dicen que se partió en dos para abarcar todo el volumen de acontecimientos del libro final, es una película digna a lo que fue la saga en general. Los chicos han crecido, lo percibimos aun más que en aquel baile de salón que se diera en el colegio. Harry, Hermione y Ron ahora se ponen serios porque son tiempos oscuros donde el innombrable ha desatado vía aquelarre tras aquelarre una persecución mortal del pobre Harry. La saga ahora se pone oscura, mucho más que cualquier otra, si hasta hay escenas en las que me arrepentí de haber llevado a mi pobre hija de 7- aunque las pasó sin drama la muy fanática- e intrigas y guiños que hasta rozan lo político. Ingredientes que ahora me dejan con sabor de querer leer los libros. Pero no les voy a contar de qué va ni nada. Vayan así, sabiendo lo mínimo posible. Además si no leyeron como yo los libros y vieron la 6 no habrán entendido ni jota tampoco. Asique no se inquieten porque esta sí se entiende y hasta se digna a explicar un poco algunas cosas. Voy directamente a decirles qué disfruté de esta peli. Así, concreto y puntual: * Excelente factura. Se disfruta mucho todo lo referente al montaje, la fotografía, los espacios, la iluminación, etc. Es un film muy cuidado donde lo oscuro de la trama no se ve contaminado con la oscuridad de la cinta visualmente hablando, algo que por momentos me pasaba con la anterior. * La madurez de los personajes como tales, donde veremos a tres amigos que no son perfectos, son humanos y capaces de pelearse e insultarse. Son amigos que tienen una relación real como cualquier hijo de vecino (ya verán por qué lo digo) * Muy buen timing en general. La peli se toma el tiempo de darte acción y suspenso sí, pero también su tiempo de contemplación. * No deja de perder el humor, hay momentos en los que la comicidad se deja ver de alguna manera. Vamos que siempre que usan la posión multijugos uno termina siempre desesperado y mirando el reloj por las dudas. * Por último, lo mejor de la peli en años y creo que lo que la eleva sobremanera: El relato de los tres hermanos y las reliquias de la muerte, un corto que nos van pasando a medida que se nos lee la historia, un corto dirigido y diseñado por Ben Hibon. Una delicia visual que de pronto llena de magia la pantalla. Uno se siente niño otra vez y puede sentir la fuerza brutal que tiene un buen relato. Así como en la literatura se da lo del cuento dentro del cuento, acá tenemos algo así como el cine dentro del cine. Esta animación, plástica, fantástica, acompañada por una música acorde y sensible termina agregando al film una mixtura difícil de definir y la engrandece. Ahora entiendo porqué todos la alababan tanto, porqué había gustado de esa manera. En fin, que este relato además tiene la importancia que seguramente veremos en el final de la segunda entrega. Un relato que dice mucho sobre cómo las cosas habrán de solucionarse. Asique si aun no la vieron pues no esperen más. Por las dudas háganse de un día y horario atípico en un lugar infrecuente a las masas como el Norcenter (Domingo 12:15 va genial, no llegabamos ni a 10 a la sala) y no se la pierdan.
Oscuridad inconclusa En una de las escenas de apertura puede verse a Hermione -una ya madura Emma Watson, que parece actuar cada día mejor- en su casa, de rostro grave y compungido apuntando a sus padres con su varita, y arrojándoles un implacable hechizo desmemorizante. Consciente de que su destino próximo la colocará en situaciones de extremo peligro, y que quizá incluso la exponga a la muerte, Hermione prefiere borrarse a sí misma de los recuerdos de sus progenitores. Al poco tiempo se desatarán sanguinarios ataques de mortífagos hacia los principales personajes, en los cuales morirán varios de los últimos y la sangre se derramará en forma intermitente. Los protagonistas ya no son niños (los actores mucho menos) y ya no están amparados por su viejo director –el tristemente fallecido Dumbledore-; obligados a madurar de golpe y a asumir una responsabilidad inmensa, la tensión se cierne gravemente sobre ellos. Así, esta séptima entrega es, hasta hoy, la más oscura y tétrica de las películas del niño mago, la menos rebajada de violencia y la primera que no está ambientada en el colegio Hogwarts, sino en el inhóspito mundo exterior -aquí los protagonistas emprenden una travesía en busca de objetos varios que les servirán para exterminar al villano-. Para extender aún más una larga saga que amenazaba con culminar, y con obvias intenciones comerciales, la adaptación cinematográfica de la séptima novela de Harry Potter fue dividida en dos partes, de las cuales ésta sería la primera, y la segunda y última estaría proyectada para estrenarse en julio del 2011. La decisión es beneficiosa por un lado, en el sentido en que son respetadas las diversas instancias de acción presentadas en el libro –no hay grandes omisiones- pero también trae algunas consecuencias negativas: en la novela había una atroz bajada de ritmo, con los protagonistas alojados en una carpa en medio de un bosque y sin saber bien qué hacer, que es reproducida sin elipsis, y que lleva a que la narración se estanque drásticamente. El otro problema es que la película no tiene un desenlace contundente, sino que termina con un decepcionante e inevitable “continuará”, dejando una sensación de extracto o de capítulo carente de unidad. Se está haciendo notoria la distancia actoral de Daniel Radcliffe (Potter), apenas correcto, con la de sus dos brillantes acompañantes Emma Watson (Hermione) y Rupert Grint (Ron), que se roban la película y logran cambios de registro y dobleces emocionales en pocos gestos. Como de costumbre, los demás secundarios están perfectos -la escuela británica se hace sentir- y la película en conjunto es disfrutable, aunque sin dudas un tanto hermética para quienes no tengan presentes las novelas o las anteriores películas. Por otra parte, los primeros veinte minutos son ágiles, intensos y poderosos, y más adelante no se vuelve a retomar ese nivel. En definitiva, como en tantas otras entregas, queda la sensación de que si bien hay potencial, no estuvo muy bien administrado y resuelto.
La primer hora y media de proyección me pareció por breves momentos tediosa y lenta, pero a partir de allí y hasta el final, realmente se pone muy buena. Es apasionante el momento en que se cuenta la historia de las Reliquias de la muerte, tanto por su...
Los tres mosqueteros Hay algunos casos en los que reflexionar sobre un film es sólo una excusa para hablar de ciertas cuestiones que hacen a su cometido en general. Porque, seamos sinceros: poco le puede importar a los fanáticos lo que se diga sobre la saga Harry Potter; siempre elegirán disfrutar fundidos en sus falsos anteojos redondos. A decir verdad, la primera parte del séptimo y último libro tiene todo aquello que convirtió al personaje de J. K. Rowling en un fenómeno de masas con pocos precedentes. “Llegará el día en que todos conozcan el nombre de Harry Potter” anunciaba proféticamente uno de los personajes en el primer film, tal vez sin imaginar (intenciones de productoras aparte) lo que provocaría en una generación de jóvenes que consumieron sus libros y películas casi de manera religiosa. Pero hay una apuesta que bien podría ser destacada en esta Harry Potter y las reliquias de la muerte. Por primera vez, el peso de la película (por ende, de la franquicia) cae en manos de Radclife, Wattson y Grint: es decir, en Potter, Hermione y Ron respectivamente, a quienes vemos en el 90% del metraje en la pantalla. Esto implica que, mirando con un poco más de cuidado, la saga entera es sobrellevada por tres adolescentes que simulan ser personajes de ficción y no son más que chicos con la responsabilidad de conformar a todos. Pensándolo así, tal vez podríamos decir que los jóvenes actores no caen tan mal parados. En esta antesala del final anunciado para julio de 2011 -es decir, la primera de la última parte- Harry y sus amigos deben escapar de las garras de Voldemort, quien se ha apoderado de la escuela de Howarts, mientras se encargan de destruir los Horrocruxes, fragmentos del alma que contienen todo el poder del señor tenebroso; tarea que habían emprendido con el ya desaparecido Dumbledore. Con una puesta en escena mucho más arriesgada (los personajes se transportarán por todo Inglaterra), este séptimo film prácticamente suprime a los personajes secundarios a quienes sólo les otorga sendos cameos durante todo el metraje. En este sentido, Las reliquias de la muerte mantiene el suspenso, la oscuridad, y hasta la violencia que el director David Yates había impuesto en El misterio del príncipe. Metáfora literal del difícil paso de la infancia a la adolescencia que afrontan los personajes, el arriesgado cambio que supone la dictadura impuesta por Lord Voldemort (que al igual que en la reciente La leyenda de los guardianes, establece un paralelo con el nazismo durante la Segunda Guerra) logra buenos momentos dramáticos, tal vez mucho más difíciles de digerir que aquellos primeros films donde la importancia estaba en los partidos de Quidditch. Con una esencia que respeta al máximo los puntos fuertes que hicieron de las películas de Harry Potter un fenómeno a gran escala, esta cinta no es más que el preludio -estiramiento innecesario cuyo único argumento real es la máxima explotación comercial- de algo que está por venir. Es decir la antesala del clímax cinematográfico que supuestamente significará la segunda parte de Las reliquias de la muerte. Por el resto, un constante detenimiento en detalles del mundo de Rowling que, para aquellos que no somos más que espectadores casuales de esta saga, resultarán sin duda apabullantes, abrumadores y hasta confusos. Pero claro, comercialmente hablando, la necesidad de recordar, revivir, rememorar o consultar por vez primera los seis films predecesores, llevan a un calculado circulo vicioso marketinero. Harry Potter y las reliquias de la muerte parte 1, respeta en esencia aquello que los fanáticos esperan ver sin ofrecer nada de más. Aquel que a estas alturas elige entrar a la sala es porque o bien sigue la historia desde el principio, o está dispuesto a dejarse “hechizar” por ella. Todo espectador que prefiera mantenerse al margen sabe perfectamente que en vano es rechazar el impacto mediático -y literario- que el pequeño mago ha causado. En ese caso, será preferible mirar de costado cómo colas y colas de adolescentes llenan las salas una y otra vez, entendiendo que el cine también es un espacio de recreación, imaginación y consumo. Ni más ni menos.
A esta altura de los acontecimientos, lo más probable es que el film sólo interese a los ya convencidos. Es cierto que, a medida que pasan los años y se multiplican las ediciones en DVD (o los lectores de las novelas), para la última película (recordemos que a un sabio del marketing se le ocurrió partir esta aventura en dos) habrá una cantidad enorme. Pero a diferencia de los dos últimos films de la saga, donde todo tenía un aire de film “Clase B” hecho con lujo, velocidad y precisión, aquí volvieron las pretensiones y esa cosa llamada “oscuridad”, que no es más que engolamiento. Y estiramiento: si el último tomo de las novelas es más “largo” es porque suma elementos decorativos, derivativos y descriptivos. En el cine, todas cosas que se resuelven instantáneamente confiando en las imágenes, algo que aquí no pasa. La historia del enfrentamiento final entre Harry y Voldemort, la lucha entre los jóvenes aliados del chico de anteojos y los villanísimos asesinos del Señor Oscuro es, más allá del maquillaje y los vericuetos de la trama, elemental. Lo que no sería malo (“La Ilíada” es elemental en este sentido) si no fuera porque en lugar de asumir la diversión que ello implica, a alguien se le ocurrió inyectarle el virus de la (falsa) importancia. Así, la pregunta es para qué esperar seis meses para saber cómo el bueno acaba con el malo (no es sorpresa, después de once años de películas es lo menos que se puede esperar) cuando lo que se ve en este megaprólogo no es más que imágenes decorativas y subsidiarias de un libro. Cine, más bien poco.
Primera parte del capítulo final de la exitosa saga de J. K. Rowling. Los chicos han crecido y con ellos los riesgos a que serán sometidos. Los días de aprendizaje han quedado atrás y es hora de demostrar lo aprendido. Prueba de fuego para los jóvenes magos. Harry, Ron y Hermione encaran la peligrosa misión de localizar y destruir el secreto de la inmortalidad de Lord Voldemort y la capacidad de destrucción de los Horrocruxes. Solos frente al Mal, los tres amigos deberán confiar en sus propias capacidades. Las Fuerzas Oscuras se interponen y amenazan separarlos.Los juegos han quedado atrás. Voldemort ha tomado el control de Hogwart y está dispuesto a aniquilar a quien se le oponga. El enemigo busca encarnizadamente a Harry, con órdenes de llevarlo ante Voldemort para que se libre la batalla final. El peligro acecha a cada paso.
Prólogo de la locura Potteriana Harry Potter and the Deathly Hallows: Part I es el comienzo del final, el preludio de un cierre que provoca en muchos una mezcla de ansiedad con melancolía, de euforia con un poco de tristeza, es el cierre de la franquicia más famosa y taquillera de la historia del cine. Para comenzar debo decir que lo de David Yates como director fue una muy buena elección, imprimiéndole oscuridad, drama y seriedad a esta historia, que fue creciendo a lo largo de 10 años hasta llegar a la adultez, una adultez en la que debe enfrentar su destino y lidiar con todos los tópicos por lo que fue pasando, desde la discriminación hasta la fuerza de la amistad y el amor. Leyendo otras críticas en la web, me llamó la atención ver que muchos fueron durísimos con esta entrega, cuando en realidad para ser la 1ra mitad de un final tan esperado como este, creo que superó las expectativas, sobre todo de los fans, que al menos cuando yo fui a verla, salieron muy contentos de la sala. Es un poco lenta por momentos, es verdad, pero también ofrece algunas secuencias que quitan el aliento y de alto voltaje, tanto en la acción como en el drama. La escena donde Ron visualiza a Harry con Hermione dejó sin aliento a todo el cine que miraba estupefacto. Los actores secundarios le aportan un valor agregado muy importante a esta película, que sin cerrar muchas cuestiones de la historia, se centra en preparar el terreno al vendaval que tendrá lugar en la 2da mitad de la última entrega. La fotografía y los efectos, tanto visuales como de sonido, son espléndidos, justificando el gran presupuesto que implicó filmar este final tan esperado. Creo que un poco más de impacto en lo emocional habría sido perfecto, ya que por ejemplo, suceden algunas muertes a las que no se les da mucha importancia, o que pasan sin despertar mucho sentimiento en el espectador. ¿Es un poco criticable el haber dividido el final en 2? Quizás... pero no debemos olvidar que este es un negocio muy rentable y con fines de lucro. Comparando con la cantidad de secuelas que andan dando vuelta, se podría decir que se hizo un trabajo bastante sutil de marketing, con elegancia, y no con los excesos vulgares a los que nos tienen acostumbrados las continuaciones en Hollywood. El mérito de este fenómeno debe ser compartido entre la escritora J.K. Rowling (la visionaria) y la Warner Bros. que supo captar la esencia del mundo mágico de Harry Potter y plasmarlo en la gran pantalla. Sólo queda ver si la 2da mitad terminará de concluir de la mejor manera las apasionantes aventuras del mago adolescente.