El arte de evadirse Muy deudora de las antologías del espanto de Amicus Productions y del tono entre socarrón e implacable de su competidora Hammer, la disfrutable Historias de Ultratumba (Ghost Stories, 2017) nos presenta tres relatos de terror englobados alrededor del devenir del Profesor Phillip Goodman (Andy Nyman, quien además dirige y escribe la película junto a Jeremy Dyson), un especialista en desenmascarar a magos, psíquicos y clarividentes en su show televisivo en esencia con el objetivo de que la superstición y el oscurantismo no arruinen la vida de nadie como su padre, un judío ortodoxo, arruinó la de su hermana, a quien expulsó de la familia por salir con un asiático. El film se mueve a contrapelo de la banalidad de buena parte del horror mainstream contemporáneo, un rubro siempre deseoso del susto fácil, y apuesta a analizar el punto en el que las decisiones y la existencia de cada individuo se convierten en una condena mucho mayor que la que pueda llegar a imponer el poltergeist acechante de turno, a su vez incluyendo chispazos de humor negro sutil e hiper británico que condimentan la narración desde una elegancia infrecuente en la actualidad. Aquí la excusa para que comiencen a desfilar las historias del título pasa por la invitación de Charles Cameron (Leonard Byrne), un colega del pasado lejano que inspiró a Goodman siendo apenas un niño: Cameron, una leyenda dentro del enclave de los periodistas obsesionados con fenómenos sobrenaturales, ahora es un anciano enfermo que vive en una casa rodante en la pobreza y sorprende al protagonista con el encargo de investigar tres casos inexplicables que según él destruyeron aquellas presunciones de antaño y terminaron de minar el trabajo de toda su vida, del cual hoy por hoy se avergüenza por su sustrato escéptico, arrogante y profundamente cobarde en lo que atañe a aceptar interpretaciones no racionalistas al momento de tratar de comprender lo desconocido. El primer caso se vincula a Tony Matthews (Paul Whitehouse), un guardia de seguridad que se topó con una entidad espectral en un psiquiátrico, el segundo a Simon Rifkind (Alex Lawther), un adolescente que una noche atropelló con el auto de su padre a una figura demoníaca, y el tercero a Mike Priddle (Martin Freeman), un burgués que experimentó sucesos paranormales en su hogar. Más allá de elementos contextuales clásicos del género en lo referido a brindar un trasfondo psicológico para cada personaje en cuestión (Matthews siente culpa por dejar de visitar a su hija paralizada por el síndrome de enclaustramiento, Rifkind acarrea una mala relación con sus progenitores y Priddle viene de una tragedia con su esposa embarazada), la película consigue destacarse de tantas otras propuestas similares gracias a que lo más atractivo del lote no son los tres relatos fantasmagóricos centrales sino el derrotero del propio Goodman, el cual asimismo tiene lo suyo en materia de traumas del pasado que determinaron su profesión del presente (dejando de lado el episodio introductorio acerca de la intolerancia de su padre, el hombre esconde un secreto de su infancia del que viene huyendo hacia adelante mediante su caza sistemática y literal de brujas y brujos modernos). Todo el último acto supera por mucho al desarrollo previo de la mano del incidente del que hablamos y un desenlace tétricamente mundano que motiva una relectura de lo visto con anterioridad, tracción a pinceladas surrealistas que saltan hacia una visceralidad descarnada y taciturna. Los directores y guionistas Dyson y Nyman, este último conocido especialmente por su trabajo actoral y sus colaboraciones con el ilusionista Derren Brown, adaptan su exitosa puesta teatral homónima de 2010 y la convierten en una ópera prima para ambos de lo más astuta y gratificante, compensando la falta general de originalidad con un ritmo narrativo dinámico, diálogos afilados y una valentía bastante inusual en el mainstream anglosajón contemporáneo, adepta a llamar a las cosas por su nombre y a señalar la tendencia de los seres humanos a escapar de acciones, omisiones y coyunturas que les resultan penosas. Precisamente, esta predilección por cultivar el arte de evadir y evadirse es el eje ineludible de la película, ya sea que pensemos en rehuir de las responsabilidades familiares, negarle una ayuda urgente a quien la necesita, sortear trabas que hacen a nuestra vida cotidiana o simplemente decidir mirar para otro lado o marcharse frente a la presencia de peligro o la sensación de dolor. La angustia provocada por errores pasados y la dimensión de lo real son puestas a prueba en una obra interesante que sabe cuándo y dónde pegarle al espectador…
Los directores británicos Jeremy Dyson y Andy Nyman (también protagonista del film) trasladan a la pantalla grande su obra teatral Ghost Stories (Historias de fantasmas), sabiendo hacer uso de cierto surrealismo de las imágenes pero, a la vez, sin lograr que las historias a contar funcionen del todo bien. Como suele suceder con muchas producciones de antología, en este caso tres historias unidas por la investigación de un escéptico investigador de lo paranormal, la diversidad de relatos le otorga al film un desparejo desarrollo sin que ninguno de los arcos termine por contentar al ojo expectante. El profesor Goodman sigue el rastro de tres casos sin resolver para llegar a demostrar si hay algo de verdad en los sucesos paranormales o si todo responde a un engaño, como ha expuesto a lo largo de su carrera. Es así como el film presenta tres episodios con distintas temáticas dentro del género de horror: un cuidador nocturno (Paul Whitehouse) que es acechado por una niña espectral, un nervioso adolescente (Alex Lawther) que atropella accidentalmente a un demonio en medio del bosque, y un hombre de negocios (Martin Freeman) que comienza a notar una presencia extraña en la soledad de su hogar. Cada uno de los relatos parte de típicos clichés del género y, a excepción del segundo, que logra tomarse con humor absurdo el hecho de accidentar a un ser del mal, estos no no se separan demasiado –por no decir nada- de lo que son los lugares comunes. No hay sorpresas ni una búsqueda que escape del terror convencional, pero incluso manteniéndose dentro de los límites conocidos tampoco hay un intento desde el guión de lograr mantener un interés en el contenido y la forma de lo que se cuenta. La falta de ritmo o de atmósfera terrorífica dan por resultado historias algo inconclusas que no llevan a buen camino lo que se propone contar. El film alcanza ciertos puntos interesantes, no tanto desde la narración sino en la forma que introduce ciertos recursos estilísticos que, a pesar del desinterés que despiertan los relatos, logra captar la atención con su rareza visual (sobre todo a lo que se refiere al climax final). Sin embargo, esto no evita dejar a Historias de ultratumba como una desafortunada obra que sale más golpeada que airosa en el balance que se puede hacer de la misma. Algo que termina convirtiendo a su espectador, al igual que el profesor Goodman, en un escéptico de lo sobrenatural. Por suerte, es sabido que el género tiene mucho más para ofrecer.
Paranormalandia Mucha impronta británica detrás de este proyecto de la dupla Jeremy Dyson y Andy Nyman para meterse de lleno en un relato estructurado en tres compartimentos estancos, pero que se vinculan a partir del derrotero del protagonista, un especialista en la denuncia de fraudes relacionados a lo paranormal, aunque el pasado juegue sus cartas y modifique el rumbo en su atribulado camino. El ritmo es lo primero que debe destacarse y en ello predomina la cadencia anglosajona, pues las pausas necesarias para construir el entramado psicológico de cada personaje, atado a lo inexplicable, forman parte de la columna vertebral de estas historias, en que las decisiones marcan el amperímetro de la truculencia y la responsabilidad ante los actos. Todo comienza cuando el protagonista, el profesor Phillip Goodman (Andy Nyman) recibe una invitación de su antiguo referente en estos temas de los fraudes psíquicos, Charles Cameron (Leonard Byrne), para desafiarlo en base a la incredulidad manifiesta de Goodman a partir del relato de unas historias de difícil explicación por vías racionales. El anciano propone al profesor que investigue tres casos sobrenaturales que pusieron en jaque su trabajo durante su etapa más prolífica. Así las cosas, el cruce entre la experiencia traumática de un guardia de seguridad en un psiquiátrico, un adolescente que le roba el auto a su padre y en el camino atropella a un ser extraño, para cerrar con la desgracia de un burgués que en el seno de su hogar confronta con lo paranormal, conforman el mosaico que mezcla elementos del terror clásico, apuntes humorísticos y cierta textura surrealista promediando el desenlace. Historias de ultratumba escapa al estándard y esa pequeña cuota de desparpajo la vuelve atractiva al espectador.
Proveniente del Reino Unido llega esta ópera prima antológica de Jeremy Dyson y Andy Nyman, que reúne historias paranormales unificadas por un mismo individuo que se encargará de investigar la veracidad de dichos relatos. El escéptico profesor Phillip Goodman (Andy Nyman) fue testigo de cómo el extremismo religioso de su padre llevó a que éste expulsará a su hermana de la familia, hecho por el cual, como adulto, se dedicó a desacreditar a videntes fraudulentos o a toda clase de individuos que intenten explotar la fe o la superstición de las personas. El trabajo de su existencia se convierte en evitar que las vidas de las personas se arruinen por la de la misma manera que las de su familia. Un día Goodman recibe una invitación para visitar a un famoso investigador paranormal de los años 70, Charles Cameron (Leonard Byrne), quien lo inspiró de niño, pero que ha estado desaparecido durante décadas y ahora vive en una caravana, enfermo y empobrecido. El anciano le pide que investigue tres incidentes de fantasmas supuestamente reales sobrenaturales que nunca pudo desentrañar y que para él contrarrestan toda la investigación de su vida. Con este interesante e intrigante argumento arranca “Ghost Stories”, este pequeño film británico que cosechó buenas críticas gracias a su ingenio. El problema de los largometrajes compuestos por varias historias o estos films de antología, suele radicar en los diversos resultados que pueden tener estos relatos en cuanto a calidad e interés con el resto de ellos. Ya al pertenecer a la misma pieza audiovisual hace inevitable que se comparen entre sí. No obstante, una de las cosas atractivas de esta propuesta recae en que no son historias aisladas sino que están aglutinadas o amalgamadas por medio de una misma estructura que sigue al protagonista de turno. Si bien cada relato tendrá a un individuo como el personaje principal de los extraños sucesos descritos, estará el profesor Goodman como el protagonista indiscutido de toda la obra en sí consiguiendo sobre el final de la misma un logrado cierre que no hace más que homogeneizar aún más los distintos relatos. Si a todo esto le sumamos unas actuaciones competentes, la participación del siempre genial Martin Freeman (“Sherlock”, “The Hobbit”) y una atmósfera enrarecida pero atrapante creada por sus directores y elevada por el trabajo de fotografía de Ole Bratt Birkeland (“Utopia”), podemos establecer que el resultado final es más que positivo. Como bien mencioné, a veces se pueden ver ciertas irregularidades en las antologías o quizás algún relato no termine de convencer del todo, pero viendo la imagen completa, “Ghost Stories” termina convenciendo gracias a sus intensos y excéntricos personajes que no resultan ser narradores confiables y, por lo cual, el público se verá obligado a desconfiar de absolutamente todo lo que se le cuenta. Incluso deberá desconfiar de los pósters y el mismo título del largometraje, ya que puede ser que no sea la típica experiencia terrorífica actual que el espectador promedio espera por medio de los recurrentes jump scares (que los hay) y las espantosas muertes a las que nos tiene acostumbrados el género en los últimos tiempos.
En 1989 fue publicada la novela The Turn of the Screw de Henry James, conocida como Otra vuelta de tuerca. A aquel recordado cuento gótico sobre una joven institutriz que llegaba a un enorme caserón para cuidar de dos hermanitos que parecían ocultar un extraño secreto se le atribuye ser la mejor novela de fantasmas de la historia. La importancia del texto se basa no solo en la majestuosa narrativa de James, sino en las múltiples interpretaciones que fue cosechando con el paso del tiempo gracias a su reveladora vuelta de tuerca final. La Novela Gótica alcanzaba su máximo exponente y las narraciones sobrenaturales comenzaron a integrar elementos psicológicos importantes. El cine se adueñó de ese poder creativo e insistió con la fórmula reiteradas veces sin mucho éxito hasta que llegó la notable The Innocents (1961) de Jack Clayton, sin duda la mejor transposición de la terrorífica novela. Años más tarde The Haunting (1963), de Robert Wise, la superaría con creces sin ser una adaptación de esa misma historia. El tiempo hizo de las vueltas de tuerca en el cine de terror sobrenatural, específicamente de fantasmas, un lugar común, desbaratando por completo las tramas paranormales para concluir en psicología racionalista barata. Formas (o formulas) proteicas que sobrevivieron y que hasta estos días se cargan películas como Historias de ultratumba (Ghost Stories), que hace de las suyas en la pantalla para el espanto del espectador y no en el buen sentido. El film se compone de tres episodios donde los terrores del más allá parecen acechar a la vuelta de la esquina. Phillip Goodman, profesor escéptico que desenmascara fraudes relacionados a lo sobrenatural, se topa con tres archivos que detallan encuentros de ultratumba aparentemente irresueltos. Obviamente el enfrentamiento con los hechos resonará en su psiquis, poniendo en duda toda una filosofía de vida. Ya en el final las vueltas de tuerca irán desencadenando una metamorfosis narrativa que si bien hace buen uso de la metafísica del cine no alcanza para salvar las papas. Principalmente cuando se le toma el pelo al espectador. El film exhibe una solemnidad abrumadora y una densidad (en el peor sentido de la palabra) que va in crescendo hacia una resolución ridícula y terriblemente parecida a la de otra mala película de este tipo, El sereno (2017), con Gastón Pauls. Ambas se valen de giros inesperados para romper con la construcción que tanto les costó entretejer, solo por el vil capricho de la sorpresa en loop. Las nefastas formas alegóricas que aquí se profesan con tal de manipular la suerte del cine mismo, solo para hacerse con la idea de querer ser algo más que una mera película de terror sobrenatural, resultan incluso risibles. Historias de ultratumba no cree en la bondad y la humildad del relato clásico, una tradición que algunos directores como James Wan (El conjuro, Insidious) o Ti West (The Innkeepers) saben aprovechar aun sabiendo que en sus obras cuentan con giros inesperados. Ojo, tampoco hablo del giro final de El sexto sentido (1999). En el film de Shyamalan la vuelta de tuerca se ajustaba a las demandas del relato clásico sin desbaratar por completo los terrores sobrenaturales. Lo mismo se aplica a Los otros (2001), de Alejando Amenábar. Ambos films gozaban de ideas y formas acordes a su naturaleza de género; la diferencia entre ambas era que en una primaba la autoconsciencia mientras que en la otra se imponía una épica final aplicada al terror, pero sin alejarse jamás de los valores trágicos inherentes a la construcción del mismo. Historias de ultratumba se caga literalmente en esas tres (torpes, vagas y previsibles) historias que cuenta y se transforma de a poco en un dramón sobre un zopenco que no sabe ni dónde está parado. La música acentúa esa ejecución dramática no en la edificación de los hechos y su progresión, sino en su fatalidad lacrimógena del género dramático. Lo único rescatable es cierto coqueteo metafísico no intencional. Amén de un par de escenas inquietantes, no hay ni un dejo de terror, aun sabiendo que este género no solo se eleva por meros sobresaltos. Convengamos en que tampoco se torna inquietante (como la maravillosa La casa del Diablo de Ti West, por nombrar una actual) pues clausura esa posibilidad a base de tópicos mecánicos, momificando el golpe de efecto como única alternativa de suscitar miedo. Las Creepshow de los 80 con un par de ideas y modestia están a años luz de este bodrio insufrible y lapidario, para su género y para el espectador. Andy Nyman viene del teatro y este film es una adaptación cinematográfica (o algo así) de su obra. Viendo el resultado poco feliz debería volver a sus raíces. Por su bien y el de toda la humanidad.
Historias de ultratumba (Ghost Stories) es una película de terror británica que hereda y a la vez actualiza una larga tradición del cine de horror de Gran Bretaña. Una película de una fineza y una perfección tan gran que casi parece surgida de otra época. No es que el género no tenga grandes películas, pero en la enorme cantidad de films de terror que llegan año tras año se hace difícil encontrar aquellas que valen la pena. Y, nuevamente, más difícil aun es encontrar alguna con una sensibilidad sin demagogias, capaz de contar lo que quiere contar sin estar preocupándose por las tendencias masivas del momento. Bienvenida sea entonces Ghost Stories a los cines argentinos. Dos estudios cinematográficos dominaron el cine de terror desde finales de los cincuenta y hasta principio de los ochentas. Primero Hammer Films, la famosa Casa Hammer, que tomo todos los clásicos del cine de horror que había llevado a la pantalla Universal Studios en la década del treinta, y los actualizó con una dosis de violencia y sexo importante, además del color. De allí surgieron los genios del género, Christopher Lee y Peter Cushing, entre otros. Y directores como Terence Fisher, por citar al más famoso. Pero además de Hammer hubo otro estudio, Amicus Productions, cuyo período de actividad transcurrió entre 1962 y 1977. La producción de este estudio dejó como legado un tipo de film muy particular. El portmanteau fue el nombre que se le dio a un subgénero donde Amicus brilló. Estos film poseían varias historias vinculadas por un hilo conductor. Por extensión se le llama también así a cualquier film de episodios. Pero en lo que a terror se refiere, dicha estructura llega hasta la actualidad y atravesó todas las décadas desde que Amicus lo convirtió en una modalidad habitual. Dead of Night (1945) el clásico de los estudios Ealing fue la inspiración para los films de Amicus. Pero incluso en Argentina, el talento del actor Narciso Ibañez Menta permitió que el director Enrique Carreras realizara Obras maestras del terror (1960) basado en cuentos de Edgar Allan Poe, adaptando una serie que Ibañez Menta llevó a la televisión un año antes. Los films de Amicus que han escrito esta página maravillosa en el cine de terror empiezan con Dr. Terror’s House of Horrors (1965) dirigida por Freddie Francis, protagonizada por el incomparable Peter Cushing –actor clave también en Amicus Productions- Christopher Lee, Michael Gough y Donald Sutherland. Repitiendo actores y directores, el estudio repitió la fórmula con mayor o menor efectividad, logrando algunos momentos extraordinarios y otros no tanto. Todo fanático del cine de terror ha visto alguna de estas películas. En Argentina y por televisión se han visto en los ciclos de Sábados de súper acción o en el inolvidable Viaje a lo inesperado. El mencionado Freddie Francis y Roy Ward Baker fueron los realizadores encargados de dirigir la mayoría de estos films, con algunas apariciones actorales especiales y lujos según el título. The Psychopath (1966), Torture Garden (1967) con dos actores norteamericanos como Burgess Meredith y Jack Palance, The House That Dripped Blood (1971), Tales From the Crypt (1972), la maravillosa Asylum (1972) con Robert Powell, The Vault of Horror (1973), From Beyond the Grave (1974) y el intento de revival con la ligera y musical The Monster Club (1981), protagonizada por Vincent Price y John Carradine. Antes de Ghost Stories, la serie Tales From the Crypt (1989-1996) fue un derivado claro de uno de estos títulos, apoyándose también en la tradición de series de esta clase, pero con mayor foco en el terror que sus antecesoras. Creep Show (1982) de George A. Romero es otro ejemplo y así hubo muchos más. Sin embargo Ghost Stories es la que intenta darle un formato un poco más actualizado sin traicionar el concepto original. Las escenas de terror diurnas y el tema del tormento por los actos realizados, también marcan su conexión con los films de Amicus Productions. Lo más notable es que por su estructura de varias historias y por la forma en la que entiende el terror, Ghost Stories sin duda hereda la tradición mencionada. No se conforma con ello, sino que busca encontrar su propio rumbo. Sí hay muchos paralelos, incluyendo la falta de temor a las vueltas de tuerca y la idea del castigo a las faltas cometidas durante nuestra vida. El protagonista es el profesor Goodman, cuyo nombre no deja lugar a ambigüedades. Este escéptico profesor tiene un programa de televisión consistente en desenmascarar estafadores que dicen tener poderes psíquicos o la capacidad de hablar con el más allá. Derriba mitos y expone a los estafadores. Su ídolo es un psicólogo que ha desaparecido, irónicamente, sin dejar pista ni explicación. Pero un día este psicólogo se contacta con él. Cuando Goodman va feliz a conocer a su ídolo, este le dice que ambos han estado equivocados y le da una carpeta con tres casos de fenómenos inexplicables, historias que demuestran que sí existe ese universo que Goodman ha negado. El profesor, aun escéptico, se dedicará a investigar los tres casos, dando lugar tres diferentes episodios dentro de la película, como en historias de Amicus Productions. Por supuesto que no diremos, y en realidad no importa para hablar de la película, hacia donde irá la investigación. Si todo será como pensaba Goodman o si se caerán a pedazos sus más firmes convicciones acerca de los fenómenos paranormales. Pero las vueltas que pueda tener el guión y las conexiones entre las historias, muestra una habilidad de guión pero también la certeza de quien quiere contar algo más allá de los sobresaltos que no faltan en la trama. Si evaluáramos una película de terror solo por el miedo que nos produce, con eso solo a Ghost Stories ya podría ser calificada de obra maestra. Poder asustar al menos tres veces con tres historias que comienzan desde cero y reservarse un par de sustos más fuera de esas historias, es más de lo que se puede decir del promedio del cine de terror, actual y de cualquier época. Y las herramientas que utiliza también hablan de seguridad y convicción con respecto al poder del cine. Casi no hay efectos, en realidad prácticamente el espectador apenas si se distraerá con eso, todo es cuestión de luces y sombras, de sonido, de silencios, de planos que se toman el tiempo necesario para inquietar y dejar al espectador vulnerable para el próximo susto. Un elenco sólido, de grandes actores, capaces de ayudar a sostener esto, también es la clave. Andy Nyman (también codirector y coguionista) como el profesor Goodman y Paul Whitehouse, Tony Matthews y Martin Freeman como los protagonistas de las tres historias son un lujo actoral que también es imprescindible para poder cerrar todos los aspectos necesarios para volver creíble la trama. La canción Monster Mash, interpretada por Bobby “Boris” Pickett & The Crypt Kickers es el mejor cierre musical del género desde An American Werewolf in London (1981) de John Landis. Hasta ese lujo se puede dar la película, una canción homenaje al género, luego del final que no es justamente una comedia. Tal vez este último párrafo de algunas pistas sobre el final, así que el lector puede dejar de leer acá si no quiere arriesgarse a que algo del desenlace le sea revelado. Como el título lo indica, la película cuenta historias de fantasmas. Pero fantasmas en un sentido literal y metafórico. Fantasmas que son la respuesta a momentos de nuestra vida. Un personaje le dice a otro: “Lo que realmente ha estado haciendo es huir de su mayor miedo: Que hay más que el aquí y el ahora. Que cada acción que haya realizado o haya dejado de realizar ha tenido un efecto, ha dejado un pequeño rastro, un fantasma por sí misma.” Hay un tormento, una angustia, una duda, un espacio oscuro, una puerta sin abrir llamada muerte. Un camino que no tiene regreso y que nos perturba. De todo esto hablan las películas de terror desde siempre y cuando la historia es melancólica y llena de tristeza, generalmente es una historia de fantasmas. Y si esa historia está bien contada, no hay nada mejor. Ghost Stories es todo lo bueno que puede ofrecer el cine terror. Muchos sustos, una reflexión sobre nuestras angustias bajo el disfraz del género y un rato de excelente cine.
[REVIEW] Historias de ultratumba: La verdad está oculta a simple vista. ¿Cuando no un film de género nos invita a reflexionar sobre algo más sustancial? Este es el caso de “Historias de ultratumba (Ghost Stories, 2017)”, la cual se estrena esta semana y te la recomendamos con esta reseña. “Los monstruos son reales, los fantasmas también. Ellos viven dentro nuestro y, algunas veces, ellos ganan”. -Stephen King El cine, generalmente, nos invita de manera sutil a replantearnos ciertos aspectos de la vida…o quizás debería hacerlo, como el arte que es. Hay pequeñas producciones que, ante los tanques que se estrenan cada año y cada vez más en volumen, pasan desapercibidos, su estreno se retrasa o, algunos, simplemente nunca llegan a una sala de cine. Y es lamentable cuando estas gemas son vistas y uno se pregunta ¿Por qué? “¿Por qué esta película que me está diciendo algo más y es tan grata de ver no la pude disfrutar como se merece?” El caso de “Historias de ultratumba (Ghost Sotries, 2017)” es el de esos retrasos que tanto bien le hacen a la piratería pero, si uno no llega a enterarse, es muy bueno que llegue a cines y se den la oportunidad de ver. Verla como un ejercicio clásico de reflexión con entretenimiento; porque cuando el género de terror o fantástico mete mano en lo que a aspectos místicos y fundamentales de la existencia humana se refiere, en la mayoría de los casos sale ganando. Más aún cuando la premisa viene desde Inglaterra, el lugar donde el género tomo forma definitiva en la década del 50 con la Hammer Films y sus monstruos redefinidos y su ambientación gótica. Además de ellos, hubo otra productora que propulsó el género antológico y que lo denominó Portmanteau, así quedando como definición de toda película que tenga varios cortos con un hilo conductor. Esta productora se llamaba Amicus Productions. A partir de allí podemos ver infinidad de relatos similares, quizás las más notorias dentro del género contemporáneo sean Creepshow y Tales from The Crypt. Así llegamos al film de Jeremy Dyson y el, también protagonista, Andy Nyman, donde el “profesor” Goodman (Nyman) es un escéptico caza-chantas que tiene un programa de televisión a-la-cámara oculta en el que desenmascara a esta clase de “manochantas”, valga la redundancia. Goodman, quien se nos introduce al comienzo del film como una persona que ha tenido problemas familiares en el que las creencias fueron un factor determinante, ahora está decidido a probar que cualquier hecho paranormal, a priori, es algo producido por la mente según el grado de impacto que el medio y la fe tenga en el individuo. “El cerebro ve lo que quiere ver”, su frase de cabecera. Su mentor a través de, también la TV, fue otro tipo de predecesor en esto de dar a conocer fraudes, un hombre que se cree desaparecido pero que llega a la vida de Goodman con tres casos que no pudo resolver y encomienda a esta especie de discípulo tal quijotesca misión: un guardia de seguridad al que una aparición le cambió la relación con la hija, un jovenzuelo con problemas familiares que tiene un encuentro cercano con monstruos del bosque y un excéntrico millonario al que la paternidad lo dejó bastante solo. Las tres historias tendrán un impacto en él, no solo por el trabajo de investigación que le tomará al interactuar con estas personas, sino que a medida que se adentra más en el campo de lo “paranormal”, las visiones de una entidad que lo acecha van tomando más forma física. Sin contar demasiado de la trama, desde el vamos el nombre del protagonista será determinante a la hora de la verdad: Goodman es, literalmente, “Buen Hombre” en idioma inglés. La TV, como pantalla, como aprendizaje y trabajo, son una parte fundamental en la trama, la pantalla como eso a lo que se ve desde otro lugar, como espectador pasivo, como si eso que sucediera no fuera a afectarnos. También, como una forma de alejarse de la situación y convertirla en trivial, sin importancia. El film, a nivel técnico es impecable, desde que nos lleva a un ambiente más intimo, a las zonas rurales, con ese humor inglés tan característico, irónico, ácido en el que el reparto también es otro lujo al tener a Paul Whitehouse (Harry Potter y el Prisionero de Azkaban), Alex Lawther (Black Mirror) y Martin Freeman (qué decir de este fenómeno, no?). Todo lo que proporciona este film es digno de destacar, aunque es, sin lugar a dudas, mejor disfrutarlo. Por último, “Historias de ultratumba” nos ofrece una reflexión sobre nuestra forma de vivir, como las decisiones que tomamos afectan nuestro futuro, y como es mejor tener miedo a los fantasmas del pasado que a los espectros sobrenaturales de los cuentos. Quizás Scrooge tenía razón, y quizás nuestros abuelos también cuando nos decían: “Tenele miedo a los vivos…”
Relatos aterradores Desde tierras británicas llega la película de terror de la semana y, con la particularidad de estar conformada por relatos que emulan una investigación, es un gran plan para disfrutar de las apariciones de espectros. Desde el surgimiento de Black Mirror, famosa serie británica que cuenta distintas historias a través de un hilo de conductor como la tecnología y los avances de la misma en la sociedad, nada volvió a ser lo mismo en el mundo de las series. Respetar un denominador en común, darle entidad a la estética y priorizar las historias sin subestimar al público comenzaron a ser la bandera para los distintos realizadores. Sin ir tan lejos, en nuestras tierras, Damián Szifrón (Los simuladores) con Relatos salvajes (2014) llevó esto a la pantalla grande. Un conjunto de historias, con diferentes personajes y unidos por una misma temática: la ferocidad de la sociedad ante situaciones críticas. Historias de ultratumba (Ghost Stories, 2017) toma esta línea para jugar con el formato. Ahora estas historias son de terror, con un periodista que investiga los casos, y presentado como un documental de investigación sobre casos paranormales. Historias de ultratumba no es para nada un film convencional. Desde el comienzo nos damos cuenta que la tonalidad y la estética dan para pensar que algo sucede con las historias que van a presentar, que hay un misterio más allá de lo que se expone y que, salvando las distancias, se siente un aroma a David Lynch y su placentera incomodidad. Escrita y dirigida por Jeremy Dyson y Andy Nyman, el film promete y cumple. En un muestreo claro de lo que se quiere intentar, cada relato de aproximados veinte minutos, se estructura de tal manera que se consigue llegar al clímax del caso y las resoluciones son a puro impacto. El gran acierto de la obra consiste en encadenar estos asuntos con el periodista como el eje de la investigación. Interpretado por uno de sus directores, Andy Nyman, el Profesor Goodman es un personaje que exalta curiosidad y misterio, lo cual se traslada sin pestañar a los espectadores. Cada uno de los relatos son concretos y descubren más aspectos de la investigación y del Profesor Goodman. Uno de ellos está llevado a cabo por el actor Alex Lawther (Christopher Robin: un reencuentro inolvidable), a quien todos conocemos por su entrañable personaje en la serie The End of the F***ing World. En el caso que lo tiene como protagonista, su interpretación es brillante. Lawther bordea la paranoia exorbitante dando rienda suelta a esa locura que tanto nos acostumbró en la serie. Y cuando se creía que las sorpresas interpretativas podían acabar, llega Martin Freeman (El Hobbit: Un viaje inesperado) para, con un personaje a su altura, demostrar cual es el destino del film. Entretenimiento, sorpresa y vuelta de tuerca a la orden del día. Esta clase de películas son muy difíciles de encontrar y escapan a todo tipo de obras de terror que se suelen posicionar en las salas. Historias de ultratumba es como cada uno de sus relatos: concreta, bien interpretada, cuidada estéticamente (los efectos especiales no tienen nada que envidiarles a los grandes estudios) y con el claro objetivo de no subestimar al espectador.
“Historias de ultratumba”, de Jeremy Dyson y Andy Nyman Por Mariana Zabaleta El inglés victoriano es un sujeto supersticioso, Conan Doyle y Dickens fueron reconocidos espiritistas e interesados en materia de actividad paranormal. Cuentos que estremecen, relatos que nunca dejaron de transmitirse vía oral. Ambos escritores supieron ver el acervo folclórico y la veta critica que este género permitía. Historias de ultratumba nos devuelve esa atmosfera de tensión y nostalgia, la niebla puebla de fantasmas algunas escenas recordando viejas postales victorianas. Dyson y Nyman van por todo: dirigen, escriben e interpretan. Se puede conceder que el producto final entretiene, también estremece (solo apenas) pero conforma. El inicio nos pone en secuencia con grandes tópicos de la literatura gótica, que se irán desarrollando en las descripciones psicológicas de los diversos personajes. Una historia contiene a otras, como cajas dentro de cajas, imágenes en movimiento se fagocitan entre sí. Su protagonista, el profesor Goodman, es un hombre de ciencia. Paradójicamente se dedica (en una especie de reality show) a desenmascarar estafadores o víctimas de la superstición. Su férreo racionalismo generará una tensión continua frente a la emocional y sublime experiencia paranormal. Los personajes de Historias de ultratumba saben de ello, conviven con los resquicios góticos que sobreviven en la ciudad. Los eventos paranormales desencadenan emociones desbocadas, el terror los conduce a la agitación, la angustia, la paranoia. Para Goodman estas sensaciones tienen sus explicaciones psicológicas, a medida que avanzamos en el film la línea entre lo racional y lo irracional se quiebra. La miseria humana, sombras del pasado, imágenes de la vergüenza todas ellas alimentan las penitencias. En el camino Goodman (como el viejo Scrooge) deberá enfrentarse a los hechos, ponerse cara a cara con lo paranormal implica mirar hacia adentro; ante lo que se nos a-parece. A pesar de tal homenaje las historias presentadas por Dyson y Nyman no llegan a cautivar como la de los grandes escritores. Aunque, cabe destacar, que contienen la imprescindible nota de picardía y gracia que atempera el tono general de miseria. HISTORIAS DE ULTRATUMBA Ghost Stories, Reino Unido, 2017. Dirección: Jeremy Dyson, Andy Nyman. Guion: Jeremy Dyson, Andy Nyman. Intérpretes: Martin Freeman, Alex Lawther, Jill Halfpenny, Andy Nyman, Paul Whitehouse, Nicholas Burns, Daniel Hill. Duración: 98 minutos.
La historia del terror británico está directamente asociada a la productora Hammer. Pero hubo otra empresa que aportó lo suyo al género. Se trata de Amicus, cuyas películas se caracterizaban por su carácter episódico y la apuesta por un horror más sugerente y psicológico, menos explícito y explosivo que el de su competencia. Ese espíritu se transporta al siglo XXI en Historias de ultratumba. Que la traducción local del Ghost Stories original no engañe: aquí hay pocas tumbas pero sí muchos fantasmas. Lo particular del film dirigido y guionado a cuatro manos por Andy Nyman y Jeremy Dyson es que lo fantasmagórico está asociado a los pesares individuales de cada protagonista. Como se repite más de una vez durante la poco más de hora y media de metraje, “el cerebro elige ver lo que quiere ver”. Y muchas veces elige ver cosas que uno preferiría no ver. Historias de ultratumba presenta tres relatos de terror articulados por Phillip Goodman (Nyman), un especialista en desenmascarar psíquicos truchos en su show televisivo. Su gran referente es Charles Cameron (Leonard Byrne), una leyenda de la investigación de los fenómenos paranormales que, como se dice en la película, se convirtió él mismo en un misterio cuando desapareció de la faz de la Tierra sin dejar rastro. Hasta que lo deja. La sorpresa de Goodman es mayúscula cuando recibe un llamado de Cameron, quien ha dejado atrás su escepticismo para abrazar la idea de que no todo lo que sucede en el mundo tiene una explicación lógica ni puede “reducirse a átomos y moléculas”, tal como le dice a su discípulo. La propuesta es que intente resolver tres casos que lo obsesionaron durante años. El primero tiene que ver con un guardia de seguridad que se cruzó con ente espectral en el psiquiátrico que vigilaba. El segundo, con un adolescente que atropelló a un supuesto demonio con el auto robado a su padre. El terceto se completa con un padre que atravesó diversos sucesos paranormales con su bebé. La película tiene un crescendo notable de enrarecimiento, adquiriendo un tono más pesadillesco a medida que avanzan las historias. Terror psicológico a la vieja usanza, con pocos efectos especiales y prácticamente ningún golpe sonoro, Historias de ultratumba va a contramano de los mandatos del mainstream contemporáneo con un relato que entrecruza realidad e imaginación en cada escena con paciencia, sin apuro alguno. El resultado es un film inquietante y pesadillesco que apuesta por el escalofrío antes que por el salto en la butaca. Una verdadera sorpresa.
Sin una advertencia previa, es difícil sospechar el origen teatral de Historias de ultratumba, que primero fue una exitosa obra del West End londinense -incluso exportada a otros países de Europa, y también a China, Australia y Canadá- y ahora se transformó en una película que marca el debut como directores de Jeremy Dyson y Andy Nyman, sus autores. La película se inscribe en la tradición de Amicus, la desaparecida productora británica que en los años ’60 y ’70 se disputaba el mercado del cine de terror con la Hammer. La diferencia entre ambas era que los filmes de Amicus eran menos sangrientos y solían consistir en narraciones enmarcadas: dos características que Historias de ultratumba respeta a rajatabla. El propio Nyman interpreta al profesor Goodman, un escéptico que dedica su programa de televisión a desenmascarar fraudes paranormales. Su faro en la actividad había sido Charles Cameron, un investigador mediático que en los años ’70 tuvo su propio programa, interrumpido por su misteriosa desaparición. Un día, Goodman recibe una invitación del mismísimo Cameron para visitarlo: en su lugar de reclusión, el anciano le dice que se arrepiente de su carrera, que lo sobrenatural existe y lo desafía a desmentir tres casos que así lo demuestran. Cada una de las historias resulta estremecedora gracias a la utilización de armas clásicas del terror psicológico. Sencillas y efectivas: luces que se apagan inexplicablemente; dos personas quietas, paradas de cara a una pared; una cuna ocupada sólo por una muñeca sin rostro. Gracias a elementos siniestros por el estilo, acompañados por un muy británico sentido del humor, los tres cuentos están logrados. Y también lo está la historia que les da marco, protagonizada por el profesor Goodman. Es una lástima que después del vuelo casi surrealista que va cobrando la película, en el desenlace se intente darle una explicación racional a todo lo que vimos, como si algún desmitificador como Goodman hubiera tomado el control y nos dijera que los fantasmas sólo existen en nuestra mente.
Está claro que en la Argentina hay un gran mercado para el género del terror, tanto que llegan productos de todos los colores como si fuesen un muestrario de variedad de facturas en una panadería y ya se sabe: según el gusto de cada uno hay una preferida, tres o cuatro que nunca fallan y el resto es del montón o descartable. Vamos a dejar bien posicionada a “Historias de ultratumba” en el segundo grupo con varios puntos destacables. El Profesor Philip Goodman (Andy Nyman) es un investigador que está detrás de los embaucadores de almas en pena, y se llaman así mismos psíquicos. Un escéptico conductor de un programa de TV llamado “Engaños Psíquicos” que tiene por objetivo ir por la vida probando que lo de ver fantasmas y comunicarse con el más allá es una gran mentira. El mentor de este hombre es Charles Cameron (Leonard Bryman), quien en los ‘70 se dedicaba a lo mismo y nunca más se lo volvió a ver. Adivine de quién recibe carta nuestro buen hombre Goodman (chiste), claro, Cameron, quien lo invita a su casa para hablar de estos asuntos. “Como todo el mundo supuse que estaba muerto” “¿Cómo sabe que no lo estoy”, contestará el viejo. Su admirado predecesor ya está “curado de espantos” (si se permite el término) así que le entrega al protagonista tres expedientes con tres casos cuyo desafío es explicarlos. “Si usted me logra explicar estos eventos, entonces yo estoy equivocado respecto a su trabajo” Esta propuesta argumental servirá como columna vertebral de “Historias de ultratumba”, columna cuyas costillas serán precisamente las tres historias con las cuales Philip debe conectarse para encontrar donde está la trampa, si es que hay tal cosa. Mejor no anticipar de qué la va cada una porque, de todos modos, estamos frente a otra antología de cuentos de terror como otrora lo fueran “Los ojos del gato” (Lewis Teague, 1985), “Creepshow: el festín del terror” (George A. Romero, 1982) o Las crónicas del miedo (Adam Wingrad, 2012, aunque en este caso había varios directores) Pero tal vez, al ser una producción inglesa hay cuestiones que están más cuidadas, empezando por una concatenación más orgánica de los cuentos, aun cuando estos sean episódicos y tengan nombre y apellido. La impronta de este estreno encuentra un antecedente en aquella “Al morir la noche” (Alberto Cavalcanti, Charles Crichton, Basil Dearden y otros, 1945), y hasta parece filmada en esa época. Es decir, el tono pomposo, escéptico, irónico y a la vez melancólico que tiñe todo como un manto omnipresente deja lugar al humor, pero sin abandonar nunca el género al cual pertenece, y habrá sustos de los buenos. El mismo protagonista es quién dirige con una habilidad muy precisa para apostar a un momento de tensión que va in crescendo, sosteniendo el pulso dramático y de suspenso a base de cámara en mano y lo que esta encuentra cuando se vuelve subjetiva y vertiginosa, pero también cuando encuadra para dejar en evidencia lo que quiere mostrar. Esto y el registro actoral es lo que mejor funciona. Herramientas genuinas que ademán no necesitan de efectos de la banda sonora o estridencias innecesarias. Jeremy Dyson y Andy Nyman parecen sincerarlo todo, como si sus miedos de chico estuviesen al frente en el guión, y ante esa clase de sinceramiento a la hora de escribir, hay menos riesgos de fallar. Todo es creíble, bien instalado y de un trabajo técnico que se apoya en los elementos de la escena y su indefinición en la oscuridad para hacerlos funcionar. El realizador no le miente al espectador con los efectos de sonido, en todo caso lo engaña bien con el volumen. Sobrio trabajo del elenco que parece haber entendido a la perfección la propuesta. Es cierto que está lejos del efectismo y la parafernalia de It o la saga de El conjuro, pero Este estreno tiene con qué encantar a los seguidores del estilo y, por qué no, imaginar que estamos frente a una suerte de versión inglesa mezcla de Warren y Sherlock Holmes.
Fantasmas del más allá “La mente solo ve lo que uno quiere ver”. A lo largo de Historias de ultratumba, esta máxima se irá poniendo a prueba una y otra vez en un viaje que lleva a nuestro protagonista a atravesar una crisis de fe. Y que sin duda también afectará al espectador. Esta no una película de sustos fáciles, sino más bien una perturbadora experiencia que nos lleva a cuestionarnos las raíces de nuestros mayores miedos. Phillip Goodman (Andy Nyman) es un presentador de televisión incrédulo de cualquier otra cosa menos de sí mismo. Su programa consiste precisamente de desenmascarar a fraudulentos médiums y agentes de lo sobrenatural. Para Phillip todo tiene una explicación lógica. Todo debe tenerlo. Pero cuando un viejo mentor le encomienda investigar tres casos misteriosos de encuentros con espectros, él se verá en la inquietante posición de no poder encontrar respuestas. Un guardia nocturno que escucha unos ruidos extraños en el hospital que custodia; un nervioso adolescente que atropella algo o alguien en medio de un tenebroso bosque; y un exitoso empresario que comienza a percibir una alarmante presencia en la habitación que prepara para su hijo recién nacido. Cada aterrador testimonio irá aumentando la tensión, y arrinconando a Phillip y a su forma de ver al mundo. En especial, cuando a él mismo se le empiecen a manifestar sucesos de la misma naturaleza. La película es una adaptación de una exitosa obra teatral, realizada por sus mismos creadores. El traspaso al lenguaje cinematográfico sólo se resiente en algunos pasajes más cercanos al clímax del film. La ambientación que consigue el equipo técnico tiene el gran mérito de amalgamar elementos clásicos del terror con otros surrealistas y hasta oníricos; obteniendo una personalidad propia que incluso le hace homenaje al cine de terror inglés de los años 60. Dos actuaciones a destacar son las de Martin Freeman (Sherlock) y Alex Lawther (The End Of The Fucking World). Cada uno le aporta su cuota de empatía y cierta ambigüedad que hacen de sus segmentos grandes relatos dentro del relato. Una de las pocas cosas que le podría achacar a la película es que su resolución se puede ver empañada por su giro final. Más allá de que sea sorprendente y acertado, falla en su ejecución y puede desentonar con el resto de lo narrado anteriormente. Historias de ultratumba tiene un magistral manejo de los climas y del suspenso. Cada momento aterrador se va construyendo poco a poco a tráves de situaciones y personajes bien trabajados. Básicamente porque entiende, y nos recuerda, que los fantasmas más aterradores, aquellos que no nos permiten descansar en paz, son los que están escondidos en lo más profundo de nuestro interior. *Review de Javier Puma
Esta es una película bastante controversial dentro del género que transita. Ha generado cierta resistencia en sectores especializados y también, ha cosechado muchos halagos, en un grupo de críticos y cinéfilos que ven en ella, un interesante homenaje a los films de Amicus Productiones (que trabajara el terror al estilo británico, con predilección por historias cortas, sugestivas y entrelazadas, entre las décadas del 60' y 80'). En lo personal, me ubico justo en el medio de esas dos posiciones, en relación a "Ghost stories" de Andy Nyman y Jeremy Dyson. Ellos llevan adelante una obra famosa en Londres (actualmente en el Lyrics Hammersmith) con gran éxito y han recorrido en tour China, Australia, Canada, Italia y Alemania con un espectáculo de 80 minutos, bastante singular y que vende bien. Esta "Historias de ultratumba" es el sustento de esta propuesta fílmica. Concebida para teatro entonces, pero potenciada por el hecho de apoyarse en el espíritu clásico de los films de misterio y terror clásicos británicos, tenemos aquí un film que se construye desde un núcleo primario, una presentación en la que encontramos a un investigador y mediático presentador, cuya actividad central es "desenmascarar" a aquellos que intentan engañar o estafar a la gente haciendoles creer que existen entidades "espirituales". El hombre en cuestión, el profesor Goodman (el mismo Nyman), recibirá una invitación para encontrarse con Charles Cameron (Leonard Byrne), un colega suyo que fuera de inspiración en su infancia (hacía una actividad similar a la de nuestro protagonista) y que se encontraba desaparecido de los medios hace un tiempo. Cameron, quien ya no es quien solía ser, le presenta tres casos a Goodman, que según él, lo han llevado a replantearse sus creencias más primitivas. Allí empiezan los tres episodios que conforman el núcleo compartimentado de "Ghost stories" que son estas tres historias, breves, intensas, sutiles, llenas de atmósfera siniestra, que serán el ejemplo de porqué todo lo que estos hombres creían, se pone en duda. Este tramo tiene como personajes principales a actores conocidos, (de series, primoridialmente) : Paul Whitehouse y Alex Lawther y al popular (este sí, en cine), Martin Freeman. Las tres historias tienen su gracia, aunque hay un desnivel en cuanto a realización que conspira contra el resultado. La calidad de la primera es superior a la segunda y la segunda supera a la tercera. Conclusión? "Ghost stories" va cayendo a medida que avanza. Los trucos y artilugios que funcionaron bien al principio (la atmósfera), van cediendo interés y cuando llega nuevamente el nudo que conecta los tres casos, se producirá una resolución discutible, en cuanto a lo visto. Digamos que no me gustó, tampoco el cierre. Más allá de eso, considero que el film exhibe los típicos valores británicos que hicieron grande el suspenso en esa tierra. Tiene todo ese espíritu clásico y teatral, que es curioso para lo que vemos en el género hoy en día. El planteo es claro, pero al interior de cada episodio, se hace difícil mantener la unidad y eso distrae, perdiendo peso específico en la propuesta. Está bien actuada, los rubros técnicos utilizados son escasos, pero efectivos. Aunque, es cierto, son repetitivos. "Historias de ultratumba" está hecha con esmero, pero no se esfuerza por reinventar su propuesta teatral y queda presa de esas limitaciones. Es, sin dudas, un producto llamativo para nuestra cartelera por sus características. Creo que vale la pena su visionado, para conocer "aggiornado" cómo hace tiempo planteaban este tipo de historias, los ingleses que hacían suspenso en serio.
Las antologías son uno de los formatos mas rentables que existen dentro del vasto género del terror. Pequeñas historias autoconclusivas y un marco narrativo que presenta dichos cuentos es lo único que basta para asustar al espectador de maneras macabras y originales, a la vez que se presenta el trabajo de diferentes directores y escritores para crear un mosaico atractivo y pensado para optimizar al máximo el horror. Desde la incombustible saga Creepshow hasta Tales of the Crypt, pasando por Trilogy of Terror y llegando a casos más recientes, como las tres V/H/S y su hermana espiritual Southbound, amén de la brutal y entretenida Trick ‘r Treat, el terror antológico nunca pasa de moda y siempre vuelve. Es el caso de Ghost Stories, exportación británica basada en la obra de teatro homónima que representa un buen exponente del subgénero, pero que se ve atrapada constantemente en los grilletes típicos de toda propuesta de horror.
El terror inglés de calidad se hace presente en esta historia que en realidad reúne varias historias hasta el final. Su episódica estructura termina por consolidar un relato que recuerda a los especiales de Alfred Hitchcock para televisión pero que busca encuentra su propia narratividad.
Historias para no dormir Las antologías de terror son todo un subgénero en sí mismo. El susto, si es corto, doblemente bueno, parecen estar diciendo. Muchos clásicos del género han recurrido a este formato de reunir tres o más historias de horror y suspenso dentro de una película que las englobe. Body Bags y Tales From the Darksides son los títulos que ahora se me vienen a la cabeza. El terror británico también ha sabido dejar su huella elegante distintiva, y en materia de films episódicos la mítica productora Amicus ha hecho escuela allá por los años ‘60. Justamente, en el medio de Amicus y su competidora local Hammer, se ubica el estilo de Historias de ultratumbra, que se convirtió rápidamente en uno de los films más comentados del género del año. En realidad, Dyson y Nyman adaptan su propia obra de teatro homónima estrenada con éxito en 2012, pero lejos está Historias de ultratumba de poseer un esquema teatral. ¿Qué es lo que la hace tan particular? Su capacidad de lograr terror en base a un buen clima y manejo de recursos escasos, si bien no necesariamente es una producción “clase B”. Historias de ultratumbasugestiona más de lo que asusta, y pone el foco en la historia, la profundidad de sus personajes, y el armado del escenario. Características propias del cine de la época a la que rinde homenaje sin recurrir al gancho fácil. Creer o reventar Historias de ultratumba presenta tres historias dentro de otra historia general. Típico estilo de Amicus (en Argentina utilizado en Obras maestras del terror), que recurría a un personaje narrador con una historia propia tratando de espantar a otros personajes que hacían las veces de oyentes. El propio Andy Nyman compone a Phillip Goodman, un profesor y presentador de TV dedicado -por un trauma y epifanía de la niñez- a desenmascarar estafadores de lo paranormal. Mentalistas en un teatro, familias que dicen tener un espíritu en su hogar, son puestos a juicio por el escéptico Goodman que siempre le encuentra el truco o explicación racional a todo. Él mismo recibe una invitación de Charles Cameron (Leonard Byrne), el hombre que lo inspiró en su niñez desenmascarando casos paranormales también desde la TV. Su empeño por aferrarse a lo real y tangible le sirvió para sobrellevar los malos tratos de su padre ortodoxo judío para con él y su hermana. Cameron, a quien creían desaparecido luego de un confuso episodio, reaparece de la nada, invitando a Goodman. De inmediato tira por la borda sus preceptos escépticos: le ofrece tres expedientes con un caso cada uno sin explicar. Por supuesto, serán estos los que veremos. Un guardia de seguridad en un psiquiátrico abandonado, un joven que tiene un accidente manejando el auto de su padre, y un padre de familia atormentado por algo en su hogar. Ante cada caso Goodman irá sumiéndose cada vez más en la confusión, y la relación con Cameron se hará más tirante. No tanto por lo espeluznante, todo lo contrario, porque Goodman parece emperrado en seguir ateniéndose a lo fáctico y realista. Mil gritos tiene la noche Dyson y Nyman apelan a lo básico. No van directo al jump scare, al susto fácil. Tampoco necesitan del gore ni la violencia extrema. Al igual que Cámeron juega con Goodman, ellos jugarán con nosotros. El clima lúgubre se respira permanente, la atmósfera pesada es palpable, introduciéndonos al horror paulatinamente. El escenario está plagado de detalles, con una puesta que aprovecha los lugares cerrados (no olvidemos que proviene de una puesta teatral) para crear sensación de encierro y ahogo; pero también el abierto, para sentir soledad, desamparo, y desesperación. Los más puristas podrán encontrar que la resolución final es traicionera, que nos juega una pasada, como si no hubiese confiado en sí misma. Cuestión de gustos. Aún así, ese detalle no derriba lo construido hasta el momento. Con buenas dosis de humor inglés, personajes simpáticos y una gran creación de clima y atmósfera, Historias de ultratumbra es uno de esos films que cada tanto se animan a salir de los cánones habituales del cine de género.
Los directores Jeremy Dyson y Andy Nyman adaptaron su éxito teatral en Londres para este film que muestra historias sobrenaturales, tres en total, que deben ser investigadas por un famoso conductor de televisión que se dedica a denunciar fraudes en ese terreno, convocado por su maestro. Nyman también tiene su papel central en un elenco donde, como siempre brilla Martín Freeman. Es en realidad un homenaje al género que los británicos adoran, en este caso a la vieja tradición. El tema es poner a prueba el escepticismo científico del investigador y llevarlo hasta la ruptura. En la primera historia el que cuenta su experiencia horripilante es un guardián nocturno. En la segunda, es un adolescente atrapado en un incidente pesadillesco y en la tercera un ultramillonario con su mansión invadida por el fenómeno poltergeists. Todos presentan sus problemas pero hacia un giro final encontrarán una lógica y al propio protagonista inmerso en sus recuerdos terroríficos y culposos. Hay guiños para el género, los transitados lugares comunes, algunos temas jugosos pasados de largo como la discriminación y el racismo, pero en general se disfruta del ingenio y los detalles.
"Tenemos que ser muy cuidadosos con aquello en lo que creemos". Esa advertencia del profesor Goodman (Andy Nyman), especialista en desenmascarar falsos profetas del ocultismo y la adivinación, impregna los minutos iniciales de Historias de ultratumba. Con el trasfondo de un bar mitzvá que transita del fervor a la tragedia en las breves imágenes de un video casero, Goodman nos revela pasado y presente, la raíces de su fe y el impulso de su escepticismo. La mirada a cámara, el registro televisivo y el juego entre lo creído y lo develado son las claves de una película llena de ideas y cambios de tono, que se despliega como un juego de cajas chinas, con aires hitchcockianos y momentos escalofriantes. Los ingleses Andy Nyman y Jeremie Dyson no solo se inspiraron en una obra de teatro propia sino que conjugan en su historia la frontera entre dos géneros y tradiciones: por un lado la investigación científica, arma de la razón para desmontar los mitos y las leyendas del más allá; por el otro, la recurrencia de lo no visto, de aquello que convive con el mundo de lo existente, de lo explicable. En esa dualidad la película edifica sus méritos, oscila entre la parodia del registro realista y la potencia de la pesadilla lynchiana, y nos conduce, en tres historias sobre el límite de lo sobrenatural, a las profundidades de la mente humana. Lúcida, divertida y perturbadora, Historias de ultratumba es el terror que vale la pena ver para creer en fantasmas.
Las películas de antologías de cuentos de terror son una especialidad inglesa. En los años 70, una productora clase B, Amicus, se dedicó casi exclusivamente al género con gemas como "Dr. Terror's House of Horrors", "Garden of Evil" y otros títulos generalmente protagonizados por Peter Cushing. Con menos presupuesto que Amicus, y sin ningún nombre del calibre de Cushing en el elenco, los británicos Andy Nyman y Jeremy Dyson unieron fuerzas para retomar ese estilo basándose en la fórmula clásica de tres historias unidas por un nexo que, a su vez, se convierte en la historia principal. El asunto tiene que ver con un experto en denunciar trucos paranormales a quien le entregan tres casos sobrenaturales para que los refute. El asunto empieza lentamente y de manera muy dialogada, con los terrores de un guardián nocturno y de un chico que choca con algo ominoso en un bosque siniestro. Las cosas van mejorando con el tercer relato sobre las angustias de un millonario y finalmente se ponen realmente buenas cuando el investigador cosecha lo que ha sembrado con tanto escepticismo. Es un poco lenta, pero bien se le puede dar un vistazo.
Fantasmas en la tradición británica Basada en la exitosa pieza teatral homónima, escrita por los directores y guionistas, hace más hincapié en la construcción narrativa, el humor negro y las ideas que en los sustos, golpes sonoros y efectos especiales. Historias de ultratumba parafrasea una larga tradición británica de films de terror, haciéndola derivar al terreno intransferible de cierto autor teatral, televisivo y cinematográfico del mismo origen, punto en el que la película se resignifica por completo. Aunque no se note para nada, la película escrita y dirigida por Andy Nyman y Jeremy Dyson tiene su origen en la exitosísima pieza teatral homónima, escrita por ellos mismos, que estuvo en cartel en Londres durante un lustro y salió más tarde de gira por Moscú y Toronto. Es posible que junto con Jordan Peele, realizador de ¡Huye! (2017), Nyman y Dyson sean los directores de terror recibidos como más prometedores de ambos lados del Atlántico en el último bienio. Las razones: más hincapié en la construcción narrativa, el humor negro y las ideas originales (o recicladas, pero ideas al fin) que en los sustos, golpes sonoros y efectos especiales. En el caso de Historias de ultratumba habría que agregar una complejidad estructural que tal vez sume o quizás reste, según el criterio de cada uno, pero que claramente revela una ambición mayor que la media. El profesor Goodman (el propio Nyman, que tiene ya toda una carrera como actor, incluyendo Muerte en un funeral, la serie Peaky Blinders y Star Wars Episodio VIII) es un desmitificador de farsantes de la paranormalidad, cuyo veterano mentor lo convoca años después de haber desaparecido misteriosamente. Aquí debe hacerse un alto para contar una referencia irónica que el espectador local ignora: Nyman es un conocido ilusionista y psíquico, con varios programas en la TV británica. Fin de la pausa. Vuelto tal vez de la muerte, el doctor Cameron ya no está tan convencido de que el mundo pertenezca a la razón, aunque sí de que hay que tener cuidado de lo que se cree. Como se encuentra semiparalizado en una casa rodante, Cameron encarga a su discípulo –al que por otra parte desprecia– la resolución de tres casos extraños que él no pudo dilucidar. Y allá va el algo relamido profesor Goodman, baboso de que su maestro lo haya elegido como continuador. Los tres casos, independientes entre sí, se narran en forma de episodios, y este es el formato tradicional del cine de terror británico, transitadísimo entre los años 50 y 70, que Historias de ultratumba viene a recuperar. Goodman no es el héroe sino el recipiente de la narración de los tres sucesivos protagonistas de casos sobrenaturales, que le cuentan qué fue lo que les sucedió. La primera es una historia de aparecido (o aparecida). La segunda, de demonios, y la tercera es la que más honor hace al título local (el original es Ghost Stories, Historias de fantasmas). Las tres tienen toques de humor negro. Las dos primeras hacen muy buen uso de la oscuridad. En la segunda se luce Alex Lawther, el adolescente que fue el joven Alan Turing en El código Enigma y el frustrado asesino serial en la notable serie de Netflix The End of the Fucking World. En la tercera brilla, como siempre, el invariablemente genial Martin Freeman (The Office, Sherlock, la serie Fargo y mil más). El hecho de que en los tres casos se trate de narraciones de segundo grado deja en suspenso la verosimilitud de lo narrado. Pero cuando Goodman vuelva a visitar al doctor Cameron el verosímil se dará vuelta como una tortilla, y de allí en más dará varias vueltas más. Todo esto representado por el desprendimiento de una máscara, al mejor estilo de Brian de Palma o el David Cronenberg de Festín desnudo. En los últimos años del siglo pasado y los primeros de éste, la televisión británica puso en pantalla varias series y miniseries escritas por el dramaturgo Dennis Potter, que se especializaba en darle vueltas de lo más cerebrales a tramas y personajes pulp, con ambiciones autorreflexivas y metalingüísticas. En la última de ellas, llamada The Singing Detective (2003), Robert Downey Jr. encarnaba a un escritor postrado, que salía de su estado de inmovilidad horizontal por vía de la mente, creando historias ficcionales, que en ocasiones alucinaba como reales. De modo imprevisto, que tampoco es cuestión de elucidar en excesivo detalle, Nyman y Dyson cierran Historias de ultratumba parafraseando el mundo de Potter y en particular esa serie póstuma (el autor murió en 1994). Las vueltas de tuerca del último cuarto de película pueden parecer excesivas o fascinantes, pero lo que no puede negarse es que a lo largo de su recorrido la ópera prima de Nyman & Dyson no deja de sorprender. Lo cual, para el cine de terror contemporáneo, es como un lujo oriental.
Esta película de género de terror, con toques fantásticos y un buen relato, logra buenos momentos y sobresaltos donde los espectadores vibrarán en sus butacas, su trama se relaciona con la religión y lo espiritual. La cámara es un protagonista más le da un relato más inquietante y claustrofóbico. Es perturbadora, se generan interesantes climas, con momentos sobrenaturales, bajo una excelente ambientación gótica y dirección de arte. Un film entretenido, inteligente con un guión bien construido y un buen final.
"Las creencias religiosas de mi padre destruyeron mi familia". Una película que arranca con esa frase promete. E Historias de ultratumba está a la altura de esa promesa, aunque no son las religiones su asunto central sino las creencias a secas, como la fe en el más allá, que el profesor Philip Goodman (Andy Nyman, actor, director y productor de este film basado en una obra de teatro suya y de Jeremy Dyson) se dedica refutar como opción de vida. Experto en la materia de desacreditar a chantas que cobran por vender a los deudos falsas conexiones con sus seres perdidos, descubre, de una manera por cierto intrigante, un archivo con tres casos de apariciones que no han sido explicados. Y allá va el hombre, decidido a investigarlos. Claro que el trip, estructurado a la manera de tres grandes capítulos, será también uno personal, y bastante terrorífico. Ingeniosa, inteligente, llena de buenas ideas, Historias de ultratumba saca provecho de sus muy buenos protagonistas para recorrer las tensiones entre la razón y lo inexplicable, y lo hace a la antigua, tomándose su tiempo para contar y escuchar a sus personajes, hasta su tremendo desenlace.
La antigua tradición inglesa de fantasmas y casas embrujadas encuentra en "Historias de ultratumba" un giro en lo que es uno de los hallazgos de esta producción británica. Estructurada como tres relatos independientes unificados por un personaje protagónico, el filme muestra el recorrido del profesor Goodman, un escéptico que se dedica a refutar las teorías y testimonios sobre fenómenos sobrenaturales de reconocidas figuras. Decidido a desenmascarar a quienes considera estafadores que se aprovechan de la fragilidad y el dolor de otras personas, Goodman termina involucrándose con uno de ellos, un popular personaje que mostraba su trabajo por televisión y que un día desaparece sin dejar rastros. La aversión entre los mediums y Goodman es mutua. Sin embargo un día el personaje desaparecido le pide tener una reunión con él y lo desafía a explicar tres casos que nunca pudo resolver. Así comienza una incursión por un antiguo hospital para enfermos mentales, el delirio de un adolescente y los trastornos de un hombre de negocios después que muere su esposa. Hasta ahí la ópera prima de Jeremy Dyson y Andy Nyman, también protagonista de la película, no difiere de otras similares, pero el ingenio de los realizadores queda en evidencia en la resolución, sobre la cual van dando pistas a través de todo el filme.
POCO COLORÍN Y COLORADO No es que se trate de una bocanada de aire fresco, sino del tímido reflote de un subgénero como la antología de cuentos de terror que cada tanto sale como homenaje dentro del cine comercial. Este es el caso de Historias de ultratumba, una propuesta británica basada en una obra teatral de sus mismos directores, Andy Nyman y Jeremy Dyson, quienes aquí intentan ofrecer historias de miedo al estilo vieja escuela. En Historias de ultratumba un profesor escéptico de los fenómenos paranormales se encarga de desenmascarar a cuanto chanta ande circulando, hasta que se topa con su autor de libros favoritos -otro investigador de más renombre-, quien le asigna la ardua tarea de resolver tres casos inexplicables donde el terreno de lo fantasmal es totalmente real. Así comienza a deambular por estas experiencias entrevistando a sus protagonistas. No sin antes perder un poco el tiempo para introducir al espectador a lo que sería la primera historia. Realmente da un poco de vueltas antes de meterse de lleno con el clima tenso y oscuro. Y esto, por supuesto, baja algunos puntos. Aquí las historias son tradicionales -ya se han visto miles de veces- pero logran cautivar al espectador con ese clima siniestro junto al humor típico con moraleja incluida que recuerda a la nostálgica serie Cuentos de la cripta de William Gaines, cierto tufillo a The frighteners de Peter Jackson y el espiral de locura de la última temporada de la experimental Twin Peaks. Historias de ultratumba tiene en su haber la narración del sereno de un psiquiátrico abandonado, interpretado por el secundario Paul Whitehouse (The fast show), cuyo relato termina de una forma muy abrupta y pobre en cuanto al clímax que supo labrar. Luego vendrá la segunda etapa con un accidente automovilístico en medio de una carretera perdida en el bosque, una propuesta más efectista con el joven Alex Lawther (The end of a F***ing World) que recuerda cuentos de Stephen King llevados a la pantalla chica o En la boca del miedo de John Carpenter. Y finalmente el relato que involucra al fantasma de un no nacido que tortura a su padre con un Martín Freeman (El señor de los anillos) -que siempre incluye sus muecas, tal vez un poco referencial a nuestro Guillermo Francella- y que aunque desentone con el estilo narrativo, cae en gracia y “vende” todo. Por ende, en todos los casos con buenas actuaciones, aunque lo que falla son ciertas resoluciones de la narrativa. Un formato en el que sus directores aún no cuentan con la maduración que sí supieron llevar con creces al terreno teatral. Y claro, no olvidemos el relato propio del profesor escéptico que sirve para continuar el hilo argumental en sus casi veinte minutos finales, lo que constituye también una historia personal relacionada directamente con todos estos extraños sucesos. Algo típico de este tipo de narraciones que buscan demostrar en primera persona el elemento fantástico en carne propia y que cierra a modo de broche. En resumidas cuentas, The frighteneres es un tibio paquete británicamente elitista que se desarrolla de manera correcta y entretiene con moderación pero que, sin embargo, no alcanza el nivel de otras obras mencionadas de los 80 ó 90, o la frescura narrativa más reciente de Trick’r Treat, ABC de la muerte o los formatos de historias encontradas en cintas como VHS.
Historias de ultratumba es la adaptación cinematográfica de una obra de teatro escrita por Jeremy Dyson y Andy Nyman que en los últimos años fue una de las grandes revelaciones entre los espectáculos de la cartelera inglesa. La obra comenzó en Liverpool en el 2010 como una propuesta independiente que le rendía homenaje al cine de William Castle y sus historias paranormales y a raíz del boca en boca adquirió bastante popularidad y la obra se expandió con una gira internacional. Era inevitable que con semejante repercusión el proyecto terminara en el cine y el resultado es más que satisfactorio. Los creadores de la obra estuvieron a cargo de la dirección y desarrollaron este film que captura el espíritu que tuvieron las antologías de terror de la vieja productora Amicus, como Cuentos de la Cripta (1972), Vault of Horror (1973) y Beyond the Grave (1974). El tono de la narración juega bastante con el estilo de cine de terror inglés de los años ´70 y no es una coincidencia en ese sentido que la trama se desarrolle en 1979. Uno de los realizadores, Andy Nyman, interpreta además al personaje principal, un intelectual que está convencido que no existen los casos paranormales y son obras de un fraude. Un parapsicólogo lo desafía para que investigue tres hechos sobrenaturales y través de esa premisa se desarrollan los relatos de horror. Historia de ultratumba es una película que consigue ser entretenida pero nunca le falta el respeto a la inteligencia del público. Hubo una clara intención de los realizadores por evitar los clichés clásicos del cine hollywoodense en este género y el terror se aborda más desde los aspectos psicológicos. A través de una gran labor de fotografía y el uso ingenioso de los ángulos de cámaras, los directores consiguen establecer algunas situaciones claustrofóbicas que están muy bien logradas. La película cuenta con un reparto decente, en el que se destacan especialmente Martin Freeman y Alex Lawter (Black Mirror) con buenas intervenciones. Tal vez para los espectadores que no se enganchan demasiado con el terror inglés de los años ´70 esta película podría resultar algo lenta debido a que el misterio de los casos se desarrolla de un modo más pausado. La obra de Nyman y Dyson se debilita un poco hacia el final cuando intenta cerrar todos los relatos con una situación trillada que ya vimos varias veces en otras películas y deja cierto sabor amargo. Sobre todo por el hecho que la película venían muy bien hasta la resolución. De todos modos esta cuestión será percibida de un modo diferente por cada espectador y no creo que afecte el balance general de film. Frente a las cosas que vemos todos los meses dentro del cine de terror, Historias de ultratumba al menos presenta cierta sofisticación que siempre es bienvenida.
Una película que le da una cachetada al género en general. Las actuaciones son soberbias y los actores ya de por sí transmiten un miedo inexplicable. En un género que no viene ofreciendo ningún tipo de innovación, Historias de Ultratumba (Ghost Stories) presenta una vuelta de tuerca a todo el mundo del terror. De la mano de Jeremy Dyson y Andy Nyman, quienes escriben y dirigen, esta película cuenta la historia del Profesor Phillip Goodman (Andy Nyman), un hombre que ha dedicado su vida a descubrir y desenmascarar engaños paranormales, a modo de documental televisivo, y siempre bajo de la premisa de “La mente hacer ver, lo que la mente quiere”, un credo que incorporó de su ídolo de la infancia Charles Cameroon, un hombre que se dedicaba a lo mismo que Philip hace ahora. El Profesor y Cameroon, se encontrarán cara a cara, cuando Charles que ya esta entrado en años y bastante mal de salud, le solicite que termine de investigar tres casos que él mismo no pudo resolver. Estos casos, tienen como protagonistas a Martin Freeman (Black Panther, 2018), Alex Lawther (The End of the F***ing World, 2017) y Paul Whithouse (Alice Through the Looking Glass, 2016). Ante el reto de su carrera, Philip deberá tener en claro su propósito y no dejarse llevar por los juegos que la mente pueda jugarle para poder resolver estos casos. Claramente acá hay que hablar del ingenio que tuvieron los responsables del film, para escribir una película que le da una cachetada al género. Esta película demuestra que una gran idea puede verse plasmada en la gran pantalla y ser un éxito total, siempre y cuando esté bien de guión y bien de protagonistas. La estructura de la peli puede darse el lujo de narrar una historia central y tres subtramas antológicas que en ningún momento se pisan, ni se mezclan o se traban y no se quitan protagonismo entre sí, además de lograr asustar. El gran reto de las películas de terror de hoy en día es el de producir esa sensación extraña y a la vez adictiva que es el miedo, el susto, y esta película lo logra, sin tener demasiados trucos rebuscados, simplemente apostando a la inquietud que una cámara y la oscuridad pueda transmitir. La fotografía va variando dependiendo de la subtrama que se cuenta y las diferencia de una forma excelente, también ese estilo de falso documental le da un toque distintivo que le funciona a la perfección. El desarrollo de los actos suele ser un problema para las pelis de terror, con un intenso segundo acto y un flojo/olvidable tercero, pero este no es el caso. De hecho la intensidad va de menor a mayor y la película explota al llegar al desenlace con un plot twist tremendo que sorprende a todos. Un recurso narrativo que está siendo bastante recurrente, pero que si se lo implementa de forma correcta y llega en el momento justo, se convierte en la “frutilla del postre” de un film. Las actuaciones son soberbias y los actores ya de por sí transmiten un miedo inexplicable. El que más lo logra es Alex Lawther, un chico que tiene la facilidad de demostrar y transmitir miedo, paranoia, empatía y preocupación en una sola mirada y que si bien tiene la historia más floja, lo compensa con su impecable trabajo. Lo contrarío pasa con Paul Whithouse, alguien que se lo conoce más por la comedia que por dramas y otros géneros. Él tiene la historia más oscura y su actuación no está al nivel de lo que merece su trama, aún así cumple. El salto de calidad es sin dudas Martin Freeman, un actor de los más versátiles que hay en la industria, tiene la facilidad natural de empatizar con el espectador y no importa lo que haga, lo hará bien. Así lo demostró en Sherlock, El Hobbit y sus diferentes participaciones en el universo cinematográfico de Marvel. Es una pena que esta peli llegue recién un año después de su estreno a nivel mundial y que incluso cabe la posibilidad que pase desapercibida por la cartelera, pero si tienen un lugar en sus agendas, aprovechen para verla en la mejor pantalla que puedan, con un buen sonido y acompañados de su protección favorita para taparse los ojos, porque el miedo es real.
Se estrena Historias de ultratumba, antología de cuentos de terror dirigida por Jeremy Dyson y Andy Nyman, que presenta cuatro narraciones. Funciona mejor generando expectativas que brindando una resolución inteligente. ¿Cuál es la clave del buen cine de terror? ¿Cuáles son las claves del buen cine de fantasmas? Uno debe analizar qué es lo que realmente asusta de este subgénero y qué es lo que realmente metaforiza. Historias de ultratumba tiene dos grandes problemas. El primero es una gran manipulación del espectador, el segundo es la explicación de la metáfora. En principio hay que aclarar que el título original es Historias de fantasmas y podría remitir a esa antología de terror de John Irvin, llamada Historias macabras -que fue la última película de Fred Astaire-. Pero no, aunque sí tiene en común que -a diferencia de Creepshow, esa excepcional obra de George A. Romero, escrita por Stephen King- acá hay un hilo narrativo que conecta las historias. En Creepshow sólo había segmentos animados, con una especie de Creeper -similar al de Cuentos de la Cripta– que enlazaba las historias. Sin embargo es con la popular serie de HBO con la que Historias de ultratumba guarda mayor relación, en tono y resolución. El protagonista es el Dr. Phillip Goodman -Andy Nyman, codirector y coguionista- el conductor de un programa que se dedica a descubrir a parapsicólogos truchos. Goodman establece que no existen los fantasmas, ni la vida después de la muerte. Un día, recibe el llamado de su presunto mentor en el tema, desaparecido varios años atrás, que le solicita que investigue tres casos de “encuentros” fantasmales a los que no les encontró solución. De esta manera, y tras este extenso prólogo, se van sucediendo las diferentes historias de fantasmas que, si bien tienen una buena construcción del suspenso y la tensión, apoyada por tres buenas interpretaciones -especialmente del siempre maravilloso Martin Freeman-, terminan siendo bastante convencionales en su resolución, tanto visual como narrativamente. Y acá está la primera decepción de la película: los directores manipulan al espectador generando expectativas con historias y personajes complejos pero que, en realidad, tenían una explicación bastante simple y banal. Todo lo que sucede con Goodman entre cada historia es más interesante, en teoría, que las tres historias de fantasmas. Esta decisión no es azarosa. No se trata de pereza narrativa, es una elección de los realizadores relacionada con su propio escepticismo. No está mal, pero, obviamente, podría ser mejor la resolución. La cuarta historia es la más atractiva y es la del propio Goodman. Y acá es donde los directores realmente terminan embrollándose innecesariamente porque conviven interesantes ideas visuales ejecutadas con simpleza -de nuevo, relacionadas con el engaño y la manipulación- con una vasta cantidad de innecesarios diálogos y explicaciones que demuestran que todo se trata de un juego ridículo -parecido a la película de Fincher, pero más forzado e incoherente- y completamente caprichoso, con la única meta de sorprender al espectador de la forma más burda y anticuada de la literatura. Hay herramientas visuales nobles, como el uso del super 8, la construcción de espacios, apelar a pocos efectos especiales y bastante fuera de campo, pero también hay mucho lugar común: las notas musicales que subrayan el momento de susto, monstruos que salen de la nada con un corte o un paneo. Nada demasiado original. ¿Clasicismo? Sí, pero también muchos clisés. El humor tampoco funciona demasiado bien. Es previsible el remate final de varias escenas. Lo más triste es que tiene material suficiente para hacer una película con mayor complejidad o para aprovechar un poco mejor el mundo concebido, pero, en cambio, los directores se limitan a crear expectativas para burlarse y engañar ellos mismos al espectador.
Me niego a catalogar a esta película como dentro del género de terror contemporáneo. Seríamos más benevolentes si la juzgáramos como un homenaje a DEAD OF NIGHT (1945) dirigida por cuatro directores y que se caracterizó por ser una cinta con episodios. Ése terror inglés, que productoras como AMICUS, se destacaron en desarrollar con guionistas de la talla de Robert Block (Psicosis) y que ni siquiera mostraba una gota de sangre. Más allá de eso, aquí hay una mal interpretación sobre el manejo del suspenso. Los personajes se acercan a la oscuridad sin miedo y no entendemos el porqué, a tal punto que es forzado. ¿No es mejor que tenga miedo y que deba enfrentarlo? Desde ya, no es algo que diga yo, grandes maestros del suspenso han demostrado que para lograr ésos momentos, el espectador debe saber más que el protagonista. El protagonista es uno de los escritores y directores que adaptó este material desde su propia obra teatral. Este dato nos otorga una pista sobre el porqué los personajes están sujetos a ciertos trazos gruesos que en la pantalla debieron ser adaptados. Difícil salir de algo que seguramente en teatro resulta favorable. No te preocupes, si te duermes, te despertarán los típicos efectos de películas de terror, como esos videos que te mandan por whatsapp. Atento a la imagen final, la que tendrá un acento poético, lo mejor para mi gusto. Aunque… te anticipo, Martín Freeman (Sherlock, Fargo) volverá a fastidiarnos con sus manierismos actorales a los que nos tiene acostumbrados, tan predecibles como estudiados. No te hagas ilusiones con el tráiler estilo David Fincher.
¿Cuál llave abre la puerta del muro? En la tradición del cine episódico, el género tiene aquí una variante de interés, desde el tren fantasma que suponen las historias que se narran, a la capitulación que las reúne y resignifica. Tres casos irresolubles organizan al relato. Terror en pequeñas dosis, todo un lugar desde el cual pensar Historias de ultratumba. Formato que el cine de terror disfruta desde una estrecha colaboración entre con el cómic y la televisión. Hay pastillas de terror con sabores varios; entre ellas: Tales from the Crypt (del cómic al cine, cortesía inglesa del director Freddie Francis), el telefilm de culto Trilogy of Terror de Dan Curtis, la siempre hermosa Creepshow del tándem George Romero/Stephen King, las Obras maestras del terror del dueto local e impensado Enrique Carreras/Narciso Ibáñez Menta, cuya impronta marca Poe comparte mismas venas con Tales of Terror, de otro dúo de temer: Roger Corman/Vincent Price. Sin perder de vista el aporte televisivo que sintetizan los nombres venerables de Rod Serling (La dimensión desconocida, Night Gallery) y Chicho Ibáñez Serrador (Historias para no dormir). Todo esto como ámbito de tradición, de donde viene a abrevar el film inglés de la dupla Jeremy Dyson/Andy Nyman, a partir de la obra teatral de su autoría, y con sello británico presente –-porque más vale recordar, siempre, los grandes ejemplos-- en Al morir la noche, relato coral del año 1945 con la firma de los ilustres realizadores Alberto Cavalcanti, Basil Dearden, Robert Hamer y Charles Crichton. Qué cine. Así que por ahí es donde filtra su cometido este atendible film, consciente del lugar en el que se inscribe, con pulso narrador suficiente como para orientar, desorientar, y reorientar al espectador. Es por ese laberinto como Historias de ultratumba entreteje sus historias a la manera de cajas chinas, en las que habrá que saber perderse, con el resorte puesto en el legado que un anciano desmitificador de asuntos paranormales pone en las manos de otro, más joven y eje del relato. Se trata de tres casos irresolubles, que evidentemente han martirizado a este viejo de tiempo escaso, cuyos malos modales apuran al sorprendido Profesor Goodman (el propio Andy Nyman), “buen hombre” que dedica también sus días a demostrar lo falso de tanto show fantasmal, qué sabe destinado al juego emocional y el dinero fácil. Hasta acá, la película es una propuesta. Pero a partir de acá, la película pasa a ser otra: ocurrirá cuando el primero de los casos ya sea investigado, y el resultado termine por arrojar a Goodman a un reencuentro familiar inesperado, de silencio mutuo ante el cuerpo casi inmóvil de ese familiar cuyo parpadeo, tal vez, remita a cierta alegría o sensación ligeramente parecida. Ahora bien, ¿qué es lo que realmente investiga Goodman? Para llegar allí, habrá que pasar primero por los sustos que guarda la noche del sereno, en ese lugar escabroso que supo ser un loquero femenino: marcas de uñas arañan la pintura del generador eléctrico, la luz de los focos oscila como una voz que grita y se quiebra, una aparición amarilla acompaña un desfile de maniquíes o muñecas grandes, manos sucias acarician en busca de la boca tibia. Son sensaciones que alteran la calma, percuden y sobre todo hieren, porque lo que se narra tiene la densidad puesta en una relación afectiva rota: es lo que trasluce el fantasma de la niña, pero también la historia de vida del propio sereno. En ese lugar de amor filial desabrido es donde habrán de inscribirse los otros casos o expedientes, como quiera llamárselos, con Goodman en el papel del investigador preocupado por desocultar falsedades, ilusiones psíquicas y fantasmas alcohólicos. Desde esa tesitura escuchará la historia del niño que vive oculto en su casa, cuyos padres no ofrecen rostro, entre sonidos de pasos de un presumible hermano. Con los rasgos acerados del actor Alex Lawther (que parece un Cillian Murphy adolescente, de susto metido en la mirada), el chico muestra al visitante su habitación en forma de guarida, con calor anormal, plena de imágenes maléficas que guardan un secreto, contenido en el accidente automovilístico que le reventara en pleno parabrisas durante una noche profunda. La noche, el auto roto, la presencia hedionda, y los padres que increpan desde el teléfono, celan y gritan, subsumidos en una acostumbrada rutina de carcomerse mutuamente. Este sendero de cariño parental caído reaparecerá en el tercer caso, con Goodman en compañía de alguien que todo lo tiene, adinerado (y con un par de zapatos con el que podrían comer tres familias), pero sin embargo de lágrimas secas, sin haber podido cumplir el sueño (programado, digitado, desafectado) de tener un hijo. O tal vez sí. Es cuestión, en todo caso, de ver o mejor aún, de creer y descreer en lo visto, ya que es ése, y no otro, el lugar desde el cual Historias de ultratumba se plantea formalmente. Y lo hace con una lucidez que redimensiona lo que se narra ya que, en primer y última instancia, lo que se cuenta tiene asidero en un lugar hondo, que toca el fondo de quien es el verdadero eje del relato y protagonista, y éste no es otro más que el bueno de Goodman. Para llegar allí, habrá entonces que atravesar este tren fantasma. Y lo cierto es que la manera de sobrellevar el periplo resulta virtuosa, con alguna sorpresa y sustos inevitables, pero sobre todo con la atención puesta en el logro de un clima que hará virar a la película hacia dentro, para que se mire a sí misma y quite de encima cuantas capas sean necesarias. Lo hace desde alusiones, que hacen dialogar al film con el mural expresionista de Fritz Lang en Las tres luces (¿cómo traspasarlo?, ¿quién tiene la llave?) y los cortes de tijera que el sueño de Salvador Dalí pergeñara en Cuéntame tu vida, de Alfred Hitchcock. Llegados a ese punto, cuando la denominada realidad se desvanece y deja surgir lo que esconde, desaparecerá el terror para que surja el horror. Las imágenes serán imposibles. Será por eso que Historias de ultratumba elige una explicación simuladamente convencional, en forma de vuelta de tuerca, con la cual no sólo da cierre preciso a lo que cuenta sino que, fundamentalmente, permite una variable expresionista, de raigambre dual, que es a su vez alma torturada de uno de los ejemplos superlativos de la historia del cine. No vale decir de cuál película se trata, sino mejor descubrirla en el espíritu corrosivo, ensimismado, de estas Historias de ultratumba.