Hay películas que son para adultos, pero alguna faceta un poco infantil las hace súper populares entre varias generaciones. Esto es común en el género de aventuras, que suele incluir algunos temas adultos y oscuros, pero que inspiran a gente de cualquier edad con sus expediciones, personajes carismáticos y paisajes espectaculares. Es así que el amor por películas como Star Wars (1977) o El Señor de los Anillos (2001) trasciende las barreras etarias. La obra literaria de Dan Brown es tal vez un poquito más sombría, pero la sensación de asombro y maravilla que crea en cada aventura de Robert Langdon invade a grandes y chicos por igual. No es noticia que el crecimiento constante de la población en la Tierra hace la vida casi insostenible. Esta es la opinión del magnate Zobrist (Ben Foster), cuyo suicidio revela una serie de pistas misteriosas. Luego de despertar en un hospital de Fiorenza con un severo caso de amnesia, Robert Langdon (Tom Hanks) comenzará su travesía por Europa en compañía de Sienna Brooks (Felicity Jones). Los rastros que Zobrist dejó atrás sugieren que creó un virus con el potencial de liquidar a un tercio de la raza humana. Perseguidos por la OMS y los mercenarios de Zobrist, estará en manos de Langdon y Brooks encontrar este virus antes de que se libere y el mundo que conocen llegue a su fin. Los libros de Dan Brown son el material perfecto para crear películas que tengan al espectador al borde del asiento. Fueron David Koepp, uno de los guionistas más exitosos de Hollywood (Jurassic Park [1993], La Guerra de los Mundos [2005]) y Ron Howard (A Beautiful Mind [2001], Apollo 13 [1995]) los que trajeron la trilogía de Langdon a la gran pantalla. El papel protagónico es de Tom Hanks, por supuesto. Lo acompañan Felicity Jones (The Theory of Everything [2014]) y Ben Foster (Warcraft [2016]). Ilustrando bien lo internacional de la trama, se incluyeron a Sidse Babett Knudsen (Westworld [2016]) de Dinamarca e Irrfan Khan (Life of Pi [2012]) de India. Es muy común que las películas basadas en novelas tan largas tengan la trama original recortada sin piedad o con cambios tan importantes que alteran el mismísimo desenlace (como pasó recientemente con Miss Peregrine y los Niños Peculiares). Las implicaciones éticas y morales del planteo que hace el personaje de Zobrist son muy pesadas, y Dan Brown las exploró profundamente en el libro Inferno, pero la acción y misterio de la película le quitaron lugar. El transhumanismo es una corriente de la filosofía que discute sobre el futuro del cuerpo humano y su posible comunión con los avances tecnológicos y genéticos. Muchos lo habrán escuchado mencionar en la saga de videojuegos Deus Ex (2000/2011/2016). Si bien recién se está entrando en la parte de la historia humana que permitirá todo esto, es interesante la manera en la que estos temas se filtran de a poco en la cultura mainstream y plantan en el espectador una semilla de la filosofía que cada vez es más relevante.
Abandonad toda esperanza De todas las películas dirigidas por Ron Howard y basadas en novelas de Dan Brown, Inferno (2016) es la menos excitante, porque no posee la perspectiva histórica de sus otras ficciones ni se juega por especulaciones interesantes. Es un thriller a contrarreloj como El código Da Vinci (The Da Vinci Code, 2006) y Ángeles y Demonios (Angels & Demons, 2009), pero por primera vez no comete la osadía de opinar sobre la religión. De hecho no opina sobre nada en particular. El tema central supuestamente es Dante, aquel quien a la mitad del camino de su vida, perdido el recto sendero, se encontrara en una selva oscura y al proverbial Infierno bajara. La trama transcurre mayormente en Florencia y efectivamente la máscara funeraria de Dante es uno de los MacGuffin de turno, pero la realidad es que el film no tiene nada para decir sobre el poeta, su obra o su visión. El código Da Vinci aunque sea enhebraba a Leonardo en su (absurda) trama; Inferno en cambio usa a Dante para embalar una historia que no tiene nada que ver con él. La trama sonará familiar a los lectores de Dan Brown, si aún los tiene: hay un asesinato, el académico Robert Langdon se ve involucrado, se le suma una joven y sexy acompañante, recorre varios edificios emblemáticos de Europa sin hacer una sola fila, descifra algunos acertijos gracias a una mezcla de suerte y talento, alguien que parecía estar ayudándolo lo traiciona y finalmente el objeto que estuvo buscando todo el tiempo explota o no explota. He aquí el resumen de los últimos cuatro libros de Brown, y de los próximos cuatro también. No hay nada malo per se en apegarse a una fórmula, que es lo que todos aman de aventureros de la vieja escuela como James Bond o Indiana Jones. Aquí el problema quizás sea Langdon, quien a pesar de estar interpretado por el infinitamente simpático Tom Hanks es un personaje sin carisma o misterio. O que sus historias tienen forma de aventuras extraordinarias, llenas de hazañas improbables y momentos absurdos, pero insisten en ser tomadas con absoluta gravedad. Habiendo depurado toda cuestión religiosa de la trama, el tema a tratar es el problema de la superpoblación, lo cual es más urgente que viejas teorías conspirativas sobre los caballeros templarios o la progenie de Jesús, pero mucho menos escandaloso o divertido. Y sin embargo la película tiene cero interés en desarrollar el tema. Al principio de todo se expone la problemática a partir de la cual se desprende la historia (el villano quiere “regular” la superpoblación mundial con una pandemia viral), la película no toma posición ni lo vuelve a tocar. Lo que le falta a Inferno es una sensibilidad más hitchcockiana de las cosas. ¿Qué son estas historias sino versiones de lo que hacía Hitchcock? Asesinatos asombrosos, hombres que sabían demasiado, perseguidos por crímenes que no cometieron, con locaciones exóticas y glamorosas a plena disposición y por supuesto el MacGuffin, aquel objeto que existe porque todo el mundo lo está buscando. El film tiene todo esto (énfasis en locaciones preciosas) pero carece de humor, ingenio o entusiasmo: es una película “mandada a hacer”, con el factor de entretenimiento mínimo y necesario para justificar su existencia y nada más. En una realidad en la que Ron Howard y Tom Hanks se bajaron de la franquicia hace rato, Inferno es el tipo de secuela tardía que con suerte saldría directo a DVD.
ACCIÓN ENTRE OBRAS DE ARTE Una vez mas Ron Howard como director, el inoxidable Tom Hanks como protagonista y la adaptación de un best seller, de recaudación segura, de Dan Brown. Claro que no es lo mismo descubrir el linaje de Cristo y sus supuestos descendientes, o una conspiración en el corazón del Vaticano, que encontrar un virus que plantó un excéntrico millonario para terminar con la mitad de la humanidad y salvar el planeta. Estamos ante un delirio que se parece más a otras películas de acción, ya tantas veces vistas y bien hechas. Aquí el condimento “Langdon” que tiene que ver con las descripción del infierno de Dante, más propiamente dicho, con la pintura de Boticelli de esos círculos infernales y una clave que debe descubrir el profesor, mas otras pistas, que permite que el film muestra la belleza de Florencia y sus obras de arte y sus palacios, para luego regodearse con Venecia y Estambul. Ese es un extra que sin duda es un deleite lujoso. Lo demás son corridas contra el reloj, buenos, malos, buenos que son malos o el contrario y algunas deducciones que causan más de una sonrisa. El resultado manejado con su habitual pericia por el director, mas los esfuerzos de Hanks para hacer creíble lo que le toco en suerte, deviene en un entretenimiento que seguramente tendrá éxitos entre los seguidores de una saga que no lo es realidad pero que tiene sus rasgos distintivos. Dos horas vistosas que tienen ritmo.
Dan Brown y una más del profesor Langdon. Los aportes de Dan Brown al cine son más bien pocos. Y ni siquiera positivos: el récord absoluto que en su momento significaron las 208 copias con las que se estrenó El código Da Vinci marcó el puntapié inicial para el actual modelo de lanzamiento oligopólico de las grandes superproducciones de Hollywood tanto en la Argentina como en gran parte del mundo. La tercera película basada en un best seller de Brown llega diez años después de aquel suceso, cuando sus títulos ya no se venden como pan caliente y la gran industria de la pantalla grande mantiene su matrimonio por conveniencia con los superhéroes. Quizá por ese desfasaje entre mercadotecnia y lanzamiento, y porque el realizador Ron Howard parece haber salido renovado del baño de aceite y grasa que significó la fierrera Rush, pasión y gloria, es que Inferno resulta una adaptación mucho menos explícita, más redonda y autoconscientemente efímera. Explicada hasta la exasperación, grave como rito litúrgico en latín, con sus acciones enteramente supeditadas a los mandatos del didactismo y un sinfín de vericuetos narrativos que la volvían un pantanal, El Código Da Vinci era un ejemplo supremo de todo lo que no debe hacerse en el cine. Le siguió Ángeles y demonios (2009), que no era buena pero sí menos enroscada en su propia trascendencia, y ahora llega Inferno, basada en el libro homónimo editado en 2013, y con Ron Howard y Tom Hanks repitiendo los roles de director y protagonista. El actor con voz nasal es por tercera vez Robert Langdon, un reputado profesor de iconología y simbología religiosa con una innegociable capacidad de estar en el lugar incorrecto en el momento menos oportuno. En este caso, en la ciudad de Florencia días después que un malvado millonario haya plantado un virus cuya liberación podría ocasionar la desaparición de media humanidad en cuestión de días y que sólo Langdon, con su conocimiento enciclopédico, puede encontrar. Como en los dos films anteriores, la anécdota podría reducirse a la trashumancia de Langdon por Europa (Florencia, Venecia, Estambul) siguiendo pistas dejadas en esculturas, pinturas y libros con el objetivo de encontrar el botín de turno. La diferencia de Inferno, entonces, no está en la dinámica narrativa, construida sobre la base del encadenamiento de situaciones inverosímiles y casi siempre referidas, en este caso, a la obra de Dante Alighieri, sino en la ausencia de misticismo y el apego a una levedad que terminan convirtiendo a este relato en uno que se olvida al rato de salir de la sala, pero que ofrece dos horas de aceptable entretenimiento. No será mucho, pero sí bastante más que antes.
Un thriller psicológico y religioso de manual Tras El Código Da Vinci (2006) y Ángeles y demonios (2009), Ron Howard dirigió esta tercera entrega de la saga de aventuras del experto en simbología y arte religioso Robert Langdon (Tom Hanks), basada en los best sellers del escritor Dan Brown. El resultado no dista mucho del conseguido en las dos transposiciones previas: el guión de David Koepp (quien ya había participado en la adaptación de la segunda película), la narración de ese experimentado artesano de la industria que es Howard y la actuación de Hanks son dignas del profesionalismo que todos ellos garantizan desde hace por lo menos tres décadas, pero se trata de un thriller psicológico y religioso que parece hecho con el manual del género, con piloto automático, sin que nada se salga de tono ni de carril. En síntesis, un producto estándar con pocos hallazgos, escaso vuelo y mínimas sorpresas (aunque todo luzca bastante inverosímil). En los primeros minutos Langdon aparece en un hospital de Florencia, Italia, con heridas en la cabeza y una amnesia bastante extendida. Allí recibe la asistencia de una joven enfermera llamada Sienna Brooks (Felicity Jones), pero mientras intenta reconstruir el pasado reciente una mujer vestida de policía los ataca a tiros. Y no sólo deberán escapar de esa asesina a sueldo de una misteriosa organización, sino también de la Organización Mundial de la Salud. Los peligros se extienden a cada minuto, ya que además se enfrentan a la inminente propagación de un virus lanzado por Bertrand Zobist (Ben Foster), un delirante genetista multimillonario obsesionado por la sobrepoblación a quien vemos morir en la escena inicial, pero cuya amenaza de acabar con la mitad de los habitantes del planeta continúa vigente. La veta apocalíptica del film en este caso está ligada a la simbología oculta en la Divina comedia, de Dante Alighieri. Sí, Langdon se lucirá descifrando enigmas, diversos personajes se darán vuelta con el avance del relato y habrá alguna que otra adrenalínica escena de acción por las calles de Florencia, Venecia o Estambul, pero Inferno nunca deja de ser un ejercicio de género chato, sin ironía ni riesgo. Demasiado poco para una producción con tantos recursos y tantos buenos artistas reunidos que, esta vez, quedaron bastante lejos de sus mejores trabajos.
La búsqueda del tesoro Cierre de la trilogía basada en novelas de Dan Brown, con Tom Hanks otra vez como el profesor Langdon. Después de El código da Vinci (2006) y Angeles y demonios (2009), Ron Howard y Tom Hanks vuelven a armar equipo para cerrar su trilogía de películas basadas en novelas del best seller Dan Brown. La sinopsis vuelve a ser básicamente la misma que en las anteriores: Hanks es otra vez el profesor Robert Langdon, ese héroe académico que, acompañado por una bella mujer (antes fueron Audrey Tatou y Ayelet Zurer, esta vez es Felicity Jones), apela a sus conocimientos históricos y literarios para resolver un enigma y salvar a la humanidad, mientras es perseguido por múltiples y misteriosos enemigos. No hace falta haber visto a sus antecesoras para poder seguir la trama. Que arranca con Langdon en la cama de un hospital de Florencia, herido en la cabeza, con amnesia parcial, horribles visiones apocalípticas y siniestros agentes pisándole los talones. No hay respiro: las persecuciones y los acertijos estallan apenas empieza la película, y no se detienen hasta el final. El procedimiento es nuevamente el de una agotadora búsqueda del tesoro: a una pista le sigue una brillante deducción, que conduce a un sitio histórico, donde se encuentra otra pista, y así sucesivamente. En este caso, todo gira alrededor de Dante Alighieri y de El mapa del infierno, la pintura de Sandro Botticelli sobre los círculos infernales de La Divina Comedia. El objetivo final: encontrar el lugar donde un científico escondió un virus diseñado para aniquilar a la mitad de la población humana. El mecanismo obliga a continuas explicaciones: Langdon tiene que justificar cada una de sus deducciones, por lo que los diálogos se vuelven largas parrafadas cargadas de información tediosa. La película pretende, además, ilustrarnos sobre las épocas, los lugares y los personajes históricos que están involucrados en la pesquisa, así que en boca de los personajes también se incluyen datos del estilo de “Venecia recibe veinte millones de turistas por año” que hacen aun más forzados los parlamentos. Los constantes flashbacks y giros artificiosos del guión contribuyen a empiojar la cuestión. Quedan, como consuelo, estupendas tomas de Florencia, Venecia y Estambul.
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Las aventuras del profesor Robert Langdon vuelven a la pantalla grande para su tercera entrega, en este caso, basada en la cuarta novela de Dan Brown que lo tiene como protagonista: “Inferno”. Tom Hanks vuelve a ponerse en los zapatos del experto en simbología, y esta vez tendrá que resolver un intrincado acertijo para salvar a gran parte de la humanidad de un virus mortal que tiene como objetivo frenar el problemita de la sobrepoblación y las catástrofes naturales que pueden desprenderse de ello en un futuro no muy lejano. Brown y Howard se alejan de los conflictos religiosos de las películas anteriores y se sumergen en los intrincados recovecos de La Divina Comedia de Dante Alighieri y, más precisamente, de su detalladísimo Infierno, punto de partida para resolver el misterio. Howard aprovecha e introduce elementos más terroríficos y apocalípticos a un clásico thriller de acción que nos pasea por varias ciudades europeas y bellos lugares históricos como ya es su costumbre. La trama arranca con Langdon (Tom Hanks) despertando bastante amnésico en un hospital de Florencia, sin tener la menor idea de cómo llegó hasta ahí. Con una herida importante en la cabeza y una asesina asueldo siguiéndole los pasos, el profesor logra escapar del lugar a tiempo con la ayuda de la doctora Sienna Brooks (Felicity Jones). Mientras intenta recordar lo ocurrido durante las pasadas 48 horas, Langdon se cruza con la primera pista que lo pondrá en carrera para tratar de detener los maquiavélicos planes de Bertrand Zobrist (Ben Foster), un científico con ideas muy radicales que, antes de suicidarse, dejó emplazado el mencionado virus para su propagación por Europa. “Inferno” no nos trae nada nuevo desde lo narrativo o lo argumental. Sigue siendo una búsqueda del gato y el ratón contrarreloj (acá se suman también los miembros de la OMS), con clase de historia (y arte) incluida, una trama más sencilla que sus predecesoras que no quiere marear al espectador, y evita todo tipo de conflictos religiosos, sumando conciencia ambientalista. La película es lo que es, y no pretende ser nada más que un thriller entretenido con buenos actores y, en esta oportunidad, el plus de una gran imaginería visual que se desprende de la obra de Dante. Howard juega un poquito al terror y nos muestra unas imágenes perturbadoras del Infierno en la Tierra, todo a través de los distorsionados recuerdos de Langdon. Por lo demás, “Inferno” sigue las reglas de la mayoría de las obras de Brown: una búsqueda del tesoro por ciudades europeas, en medio de persecuciones, asesinatos, conspiraciones y mucho arte, arte, arte. Algún giro inesperado por ahí, un poco de humor por allá, algunos de los escenarios más lindos del Viejo Continente de yapa... “Inferno” no pretende cambiar la historia de la cinematografía, sino regalarnos un par de horas de entretenimiento y, obviamente, sumar millones a sus arcas.
En busca del tesoro perdido El profesor Robert Langdon (Tom Hanks) se despierta herido de bala y con amnesia en un hospital de Florencia, no sabe cómo llegó y hay personas que intentan matarlo. Con la ayuda de la doctora Sienna Brooks (Felicity Jones) logra escapar pero ahora ambos tienen que resolver lo que hay entre la Divina Comedia de Dante Alighieri, la representación del infierno mencionado en esta obra dibujado por Sandro Botticelli y la obsesión con estas que tiene Bernard Zobrizt (Ben Foster), un genio multimillonario preocupado por la sobrepoblación mundial que cree que la solución es una epidemia. Tercera película que adapta las novelas éxitos de ventas escritas por Dan Brown (El código Da Vinci, Ángeles y demonios) Inferno reúne otra vez a Ron Howard en la dirección y Tom Hanks encarnando al héroe Robert Langdon. Lo que más le juega en contra a la película es que se toma demasiado en serio a sí misma, esa seriedad se hace evidente cuando el guion de David Koepp intenta explicar cosas demasiado inverosímiles y que el espectador nunca llega a captar. Además el villano interpretado por Ben Foster tiene un plan más parecido al de un villano de James Bond que al de un hombre de ciencia que pretende solucionar el mundo. No hay actuaciones sobresalientes y tanto a Tom Hanks como a Felicity Jones les falta el carisma que bien saben transmitir y tampoco se destaca el elenco de secundarios que, aunque está correcto, poco aporta. La música del ganador del Oscar Hans Zimmer está dentro de lo mejor de la película, mientras que la fotografía tiene momentos destacados como cuando retrata ciudades como Florencia o Estambul. Inferno es una película que va a ser un poco más apreciada por los fanáticos de Dan Brown o de esta saga de películas que el espectador casual. Aún queda por adaptar una novela más de Dan Brown llamada “El símbolo perdido”, por lo cual la recaudación mundial será la que defina.
Aunque Inferno sea una película menor en la filmografía de Ron Howard al menos logra brindar la aventura más entretenida del profesor Robert Langdon. A diferencia de las entregas previas (El código Da Vinci y Ángeles y demonios), el director en esta oportunidad optó por una narración mucho más dinámica donde establece el conflicto principal en los primeros dos minutos de la historia. Langdon aparece herido con amnesia en un hospital de Florencia,Italia, y tras sobrevivir un intento de asesinato el profesor enseguida se ve envuelto en la típica búsqueda del tesoro que caracterizan las novelas de Dan Brown. La pérdida de memoria del protagonista es un elemento que le dio cierta frescura a un relato que tiene un tono similar a los filmes previos, donde la intriga del misterio se centra en la simbología y los acontecimientos históricos. En el caso de Inferno si el espectador concede cierta indulgencia al hecho que Langdon y su nueva joven compañera resuelven algunas situaciones de un modo inverosímil, esta producción como propuesta de suspenso llega a disfrutarse. La trama tiene los giros inesperados necesarios para hacer llevadera la película y en esta oportunidad el guionista David Koepp cambió el final de la historia. Por consiguiente, quienes hayan leído la novela original se encontrarán con una versión alternativa del relato de Dan Brown. Creo que este fue un cambio favorable para evitar que la película resultara una adaptación literal como ocurrió con El código Da Vinci, donde el argumento seguía el conflicto del libro sin ningún aporte interesante. En este caso le dieron una vuelta diferente al acto final y el cambio no es tan terrible. Tom Hanks presenta una actuación correcta con un personaje consolidado y dentro del reparto se destacan en roles secundarios Omar Sy (Intocables) e Irrfan Kahn (La vida de Pí), quien interpreta al personaje más interesante del film. Lo mejor de Inferno se encuentra en los aspectos técnicos. Ron Howard lleva muy bien el suspenso de la trama en su narración, asistido por Salvatore Totino en la fotografía, quien supo capturar la belleza de los paisajes italianos y los exóticos museos. La película no tiene mayores ambiciones que presentar un thriller entretenido y en ese sentido cumple con su objetivo. En mi caso personal, que no me habían enganchado demasiado los filmes previos, la nueva aventura de Robert Langdon me pareció una propuesta mucho más llevadera.
Llegó la tercera parte de la saga basada en los exitosos libros de Dan Brown que tienen como héroe al simbolista Robert Langdon (Tom Hanks). Y llega diez años después de El código Da Vinci, cuando tanto la novela como su traslado al cine ha pasado de moda. Pero millones de fans, de la saga y del género, digamos, histórico fantástico, mantienen la fascinación por las claves ocultas entre las páginas de Dante. Y el último traslado al cine de las imposibles peripecias de Langdon regala ese placer, más o menos culposo, de escenarios internacionales, obras de arte, elenco multinacional y el rígido Langdon intentando salvar al mundo, además de citas a Hitchcock y al cruce entre lo viejo y lo nuevo. Seguramente, en poco tiempo, no te vas a acordar mucho de lo que viste, como poco recordás de Ángeles y Demonios y hasta de El código Da Vinci, la que llegó empujada por el fenómeno. De todas formas, y con la fórmula enfriada por el tiempo, Inferno es una película entretenida.
La tierra se convierte en infierno. Un atractivo comienzo: un hombre acostado en la cama de un hospital, se despierta y no recuerda cómo llegó allí ni qué le pasó. Una enfermera trata de contenerlo, alguien lo busca. Disparos. La enfermera lo ayuda a huir. En paralelo, otro hombre se tira de un campanario y se mata. Si este arranque no te genera misterio y ganas de ver qué pasa en los próximos minutos, no tenés sangre en las venas. Recordemos que “Inferno” es una historia basada en el libro homónimo de Dan Brown, y además es la secuela de “El Código Da Vinci” , “Ángeles y Demonios” (del mismo autor, que ya tienen su película) y la anunciada “El Símbolo Perdido”. En “Inferno” volvemos a encontrarnos con el profesor Robert Langdon (Tom Hanks) . El experto en simbología, catedrático de la universidad de Harvard, se verá envuelto, esta vez, en otro misterio que lo llevará a descifrar secretos guardados en el “Infierno de Dante” y una persecución interminable que lo conducirá a diversos e impresionantes escenarios. El film nos lleva por Florencia, Venecia y Estambul. La fotografía y las imágenes de estas ciudades son alucinantes. Ron Howard vuelve a dirigir a Tom Hanks como lo hizo en las antecesoras, pero en esta última desde los encuadres y edición nos lleva a una tensión y suspenso más logrados. La co-estrella Felicity Jones compone una Sienna Brooks encantadora y dulce con una sorpresa que produce un quiebre en la película de esos que se agradecen. Un hombre obsesionado con depurar la humanidad llevará a los personajes protagónicos a una aventura oscura, donde la tierra se convierte en infierno y se mezcla con la realidad. Un film interesante y dinámico. Felicity Jones logró junto a Tom Hanks una buena dupla, y sin dudas esta es la más entretenida de todas (comparando a sus antecesoras). Si querés pasar un momento de intriga, suspenso y ver una película bien filmada, anda a ver Inferno.
“Es una ficción que tiene medias verdades y algunas mentiras… Es tan ridícula que da para la risa. Esa es la impresión que me quedó”, declaró en 2006 el portavoz del ahora Papa Francisco al salir de la sala donde se proyectaba The Da Vinci Code. El abogado que presentó la primera acción judicial argentina en contra del film se dio a conocer como “católico apostólico romano, afectado por la película” -el profesional quería que las distribuidoras aclararan que se trataba de una ficción-. Tanto el proyecto dirigido por Ron Howard como el libro homónimo en el cual se basa generaron infinidades de polémicas. Representantes de la mismísima Iglesia católica y portavoces de diferentes comunidades cristianas cuestionaron la veracidad de las teorías propuestas, basadas en la historia del cristianismo. La cuarta novela de Dan Brown, segunda protagonizada por el profesor Robert Langdon -publicada en 2003-, alcanzó más de 80 millones de ventas en todo el mundo. A la película le fue igual de bien: recaudó casi 760 millones de dólares. Diez años después de este boom, y de la mano de la misma dupla director-actor, llega a los cines Inferno.
Robert Langdon despierta con un una herida de bala en su cabeza, ve a su alrededor y se siente desorientado pensando en su mente “donde me encuentro”, fija su vista y descubre que se encuentra en la habitación de un hospital en Florencia, Italia. Pero no se encuentra solo, a su lado está la doctora Sienna Brooks. Langdon se ve involucrado en un gran enigma encontrando a toda la humanidad en peligro, un gran caso por resolver en donde un virus está por ser liberado y donde las pistas para evitar una desgracia se encuentran en “La Divina Comedia” obra escrita por Dante Alighieri. El director galardonado Ron Howard, tras “El Código Da Vinci” y “Ángeles & Demonios” vuelve por tercera vez a adaptar una historia de Dan Brown a la gran pantalla. Luego de idas y vuelvas se estrenó “Inferno”, película que trae de vuelta al profesor de simbología Robert Langdon en una nueva aventura. En esta nueva entrega debe de lidiar con una amnesia que lo tiene confuso, a eso se le suman varias organizaciones que buscan dar con su paradero y exterminarlo de manera definitiva. “Inferno” entrega una primera hora bastante entretenida pero, a medida que transcurren los minutos se hace insoportable repitiendo momentos tras momentos y las sorpresas que se reserva son muy predecibles y notorias. Los fallos que presenta se notan a simple vista, es como si el guión fuera hecho de manera obligada o sin ganas. De ser así, la culpa es de David Koepp. En cuanto a las actuaciones también dejan mucho que desear, a Tom Hanks (“Puente de Espias”, “Sully: Hazaña en el Hudson”) se lo nota cansado de volver a este personaje y Felicity Jones (“La Teoria del Todo”, “Rogue One: Una Historia de Star Wars”) es buena compañera en la travesía del profesor pero aun así no se la nota conforme corriendo de un lado a otro en busca de las pistas. La película puede dejar conformes a algunos, pero para el público exigente será una película olvidable. Si se rescatan cosas positivas, las calles de Florencia, Venecia y Estambul son maravillosos, al igual que la música de Hans Zimmer, que cada vez demuestra ser un compositor con gran altura. Lo bueno: La escenas de acción son casi nulas, pero en los momentos de persecución sale victoriosa, y las localizaciones donde se filmó parte de la película. Lo malo: Buen elenco pero por desgracia desaprovechados.
Tom Hanks y Ron Howard se reúnen por quinta vez para adaptar la novela de Dan Brown Inferno, recorriendo Florencia, Venecia y Estambul de acertijo en acertijo. Una comedia nada divina: Robert Langdon es un académico especialista en descifrar acertijos basados en la Europa Renacentista y deberá asociar todo su intelecto al de una joven mujer que lo admira, para desentrañar juntos cada paso de una búsqueda del tesoro que les permita detener a un criminal con ideas mesiánicas. Asociar es una forma de decir, porque en realidad ella sólo necesita verse bien en cámara mientras el profesor le explica todo. No, no es El Código Da Vinci. Tampoco Ángeles y Demonios, no. Bueno, es ambas. Pero el sombrero es nuevo, porque esta vez el afamado profesor despierta en la sala de emergencias con una herida en la cabeza y fuertes alucinaciones que parecen representar los distintos círculos del infierno que estableció Dante Alighieri en su obra. No recuerda cómo llegó a Florencia ni lo que estuvo haciendo durante los dos días anteriores. Pero en cuanto alguien llega a terminar el trabajo de matarlo, la médica que lo atiende lo ayuda a escapar y juntos pretenden resolver una serie de acertijos que les permitan detener los planes de un asesino en masa obsesionado con el infierno imaginado por Dante y representado por Botticelli. En este momento me siento obligado a volver a recordar que no es ninguna de las otras dos películas del mismo personaje. La más reciente de las adaptaciones de libros de Dan Brown presenta tres niveles de misterios. El primero son los acertijos que resuelve el profesor Langdon sin ninguna dificultad, apoyando su erudición infinita en información del entorno que el público sólo recibe una vez que explica la respuesta, de forma que nos sea intrascendente intentar descifrarlos por nosotros mismos. El profesor parece estar siempre frente a una clase de escuela primaria en vez de la supuestamente brillante médica que lo asiste, señalando todo con un dedo y explicándole hechos históricos de la ciudad donde ella misma vive, como un guía turístico que ama escuchar su propia voz. Un segundo nivel es el que debe resolver el público mientras los protagonistas corren entre acertijos. Cada uno de los chatos personajes secundarios tiene sus propios intereses sobre el éxito o fracaso de la misión de Langdon, pero la oportuna amnesia que sufre le impide estar seguro sobre dónde están situadas las lealtades. Para mantener un poco menos evidente el avance de la trama, la retuercen con giros de guión forzados que de todas formas se ven venir desde bastante antes hasta con los punchlines que usarán para rematarlos. No hay un gran conflicto ni le da tiempo a construir tensión, confundiendo ritmo con velocidad saltan de un edificio histórico a otro sin mucha más excusa que la de saldar alguna deuda con la Secretaría de Turismo de Italia, siendo que hay más cuidado puesto en mostrar la belleza de las ciudades renacentistas que en relatar una historia. El tercer nivel de misterio que deja Inferno es el realmente desafiante y es sobre la necesidad de su existencia. Admito no tener respuesta a este interrogante, pero aparentemente Ron Howard recibió consejos Peter Jackson o el dúo Wachowski sobre cómo terminar una saga a tiempo. Conclusión: Algunas películas malas causan gracia. Otras indignan. Si al menos no se tomara en serio su propia ridiculez podría llegar a entretener, pero finalmente Inferno sólo causa sueño. Para conocer las maravillosas ciudades que recorre sin duda será más entretenido y educativo tener de guía a Ezio Auditore que a Robert Langdon.
“Infierno”: una película demasiado explicada Dan Brown es uno de esos escritores que dividen las aguas: están los que aman sus novelas, y los que lo consideran un mediocre y aborrecen su obra. La realidad es que, mal que le pese a sus detractores, el tipo es exitoso, se sabe vender y sus libros son furor en el mercado literario. Nada mal para un hombre que en realidad luchó durante años para perseguir una carrera musical. Para aquellos que no tenían el dato, Dan Brown era cantautor de música pop –incluso tiene algunos CDs de música editados– y trabajaba dando clases de inglés y español. La leyenda cuenta que en 1993, mientras estaba de vacaciones en Tahití, leyó “La conspiración del Juicio Final”, novela publicada en 1991 por Sidney Sheldon y esto lo inspiró a dedicarse a escribir. El resto es historia. Su serie más conocida es la que lo tiene como protagonista a Robert Langdon, profesor de simbología religiosa de la Universidad de Harvard. Apareció por primera vez en “Ángeles y demonios” (2000) y le siguieron “El Código Da Vinci ( 2003), “El símbolo perdido” (2009), “Infierno” (2013) y se espera para el año que viene una nueva obra titulada “Origin”. Langdon aterriza por tercera vez en los cines de la mano nuevamente del director Ron Howard y Tom Hanks con el largometraje “Infierno” (2016). El profesor Robert Langdon (Tom Hanks) despierta en la habitación de un hospital con un fuerte dolor de cabeza. Está desorientado, aturdido y no tiene memoria de lo que le pasó en los últimos días. Para su sorpresa se encuentra en la ciudad de Florencia, Italia, y no tiene idea de cómo llegó a ese país. La doctora Sienna Brooks (Felicity Jones), la médica que lo atiende, le explica que está allí tras recibir un balazo que le rozó la cabeza, y eso explica su conmoción cerebral y la amnesia temporal. Pero el catedrático no tiene tiempo de recuperarse porque minutos después de que despierta intentan asesinarlo, logrando escapar junto con la doctora. Junto con ella, Langdon irá desenmarañando este rompecabezas siguiendo un misterioso rastro de pistas que están ligadas a la simbología oculta de la “Divina Comedia”, la obra clásica de Dante Alighieri. Esto lo llevará a descubrir un plan ideado por el multimillonario Bertrand Zobrist (Ben Foster) cuya finalidad es la aniquilación de la población mundial. Son realmente curiosas las películas dirigidas por Ron Howard sobre esta saga de novelas. Habría que ver cuánto control creativo tiene el director sobre el filme, o preguntarse si le debe rendir alguna clase de explicación a Dan Brown que oficia siempre de productor ejecutivo. Porque hay demasiada desprolijidad en todas las adaptaciones que hizo Howard y tal vez tenga que ver con que el escritor tenga la última palabra en el corte final. Vaya a uno a saber. Tiene mucho talento, tanto detrás como enfrente de la cámara: David Koepp es el guionista, Brian Grazer produce, y en el elenco están Tom Hanks, Felicity Jones, Omar Sy, Ben Foster, Irrfan Khan, muy buenos actores todos ellos. ¿Y cuál es el problema? Por empezar, hay mucho personaje secundario desdibujado y mal aprovechado, la trama se va en explicaciones y tiende al aburrimiento, no hay un grado de interés suficiente para el espectador. “Infierno” es de esas películas que engañan, que a primera vista resultan atractivas e interesantes, pero que cuando van pasando los minutos y uno comienza a analizarlas terminan teniendo demasiados errores, incongruencias y vacíos. Son como el algodón de azúcar: son ricas pero enseguida se deshacen tras saborearlas un poco. Parece que ya hay planes de adaptar “El símbolo perdido”, esperemos que no sea otro “Infierno” que nos hagan padecer. Es de esas producciones que engañan, pero que son como el algodón de azúcar: son ricas pero enseguida se deshacen tras saborearlas un poco.
Esta es la tercer película de la saga dirigida nuevamente por Ron Howard,(es adaptación de las novelas de Dan Brown). Recordemosque la primera transcurría en: París, la segunda en Roma y ahora por Florencia, Venecia y Estambul.El protagonista de esta saga Robert Langdon (Tom Hanks) se encuentra internado en un hospital diagnosticado con amnesia. A partir de esto aparecen vagos recuerdos que lo ayudarán a revelar ciertas intrigas con el transcurso de los días. Quien lo acompaña es la doctora Sienna Brooks (Felicity Jones), pero todo se complica cuando lo viene a buscar una asesina (Ana Ularu) que lo quiere matar y una serie de hechos extraños van sucediendo.A medida que va huyendo como un fugitivo descifra algunos hechos, hasta que descubre que debe salvar la humanidad de una plaga creada por el millonario Bertrand Zobrist (Ben Foster). Varios personajes van apareciendo, además una serie de acertijos relacionados con la “Divina Comedia” de Dante Alighieri. La trama contiene tensión, intriga y un suspenso apocalíptico. Visualmente es de alto impacto, posee estupendos efectos,resulta vibrante y tiene ese sello de superproducción. Con algunos toques a lo James Bond. Es mejor que sus antecesoras (“El código Da Vinci” y “Ángeles y demonios”) y cumple porque entretiene.
ESE INFERNO TAN TEMIDO Cuando todos pensamos que ya estaba bien con El Código Da Vinci y Angeles y demonios, dos películas sobre libros de Dan Brown, llega Inferno. Y si, hay inevitablemente hay que retomar el hilo de la historia. Hace unos años,Tom Hanks dirigido por Ron Howard llevaron a la pantalla grande un tanque de la literatura, El código Da Vinci. El libro había provocado un moderado escándalo con su mezcla de thriller, religión y la búsqueda del sagrado Grial. Todos sabíamos que no era para tanto y que la idea de que el Grial no era una copa como la que rescataba Indiana Jones, sino que era la descendiente del linaje creado por Jesús y María Magdalena y eso ya no jode a nadie más allá de las cuatro paredes del Vaticano. El film era una pieza de relojería donde lo único que desentonaba era el peluquín de Tom Hanks. Y aunque no le haya cambiado la vida a nadie, esa película recaudó a lo loco así que hicieron una segunda aventura, que era más o menos lo mismo, no jodamos. Así llegamos a Inferno, otra vez con Ron Howard en la dirección y bueno, ahora ya no está la iglesia en el centro del asunto, hay una mezcla de terrorismo con un villano tipo James Bond y algo de mesianismo. Si, es un formula, si, le arreglaron el peluquín a Tom Hanks, no, no le va a cambiar la vida a nadie. No es mala pero tampoco es tan buena como las otras dos, porque la resolución se ve venir y porque el protagonista, Robert Langdon, esta vez no se las sabe todas y está mas ñoño que nunca. INFERNO Inferno. Estados Unidos, 2016. Dirección: Ron Howard. intérpretes: Tom Hanks, Felicity Jones, Sidse Babett Knudsen, Irrfan Khan, Omar Sy y Ben Foster. Guión: David Koepp, basado en la novela de Dan Brown. Fotografía: Salvatore Totino. Música: Hans Zimmer. Edición: Dan Hanley y Tom Elkins. Diseño de producción: Peter Wenham. Duración: 121 minutos.
Tom Hanks desciende al "Inferno" Un multimillonario, con una visión extrema de la superpoblación mundial, está decidido a restablecer el orden lanzando una plaga apocalíptica que diezme a la población. El especialista en simbología Robert Langdon, se ve envuelto en esta oscura trama que tiene como inspiración al Infierno de Dante. En su tercera interpretación de Langdon, Tom Hanks, consigue transmitir la tensión de un relato vibrante. El director Ron Howard, tras El Código Da Vinci y Ángeles & Demonios, logra la mejor cinta de la trilogía. Una historia que esconde varios secretos que el espectador irá descubriendo a la par de los protagonistas. La ciudad de Florencia, un personaje más en la trama, resulta la locación ideal para este thriller que combina renacentismo con los terrores globales modernos. Felicity Jones, nueva niña mimada de Hollywood, acompaña al héroe aportando belleza y misterio. Un reparto internacional, en el que se desataca el francés Omar Sy, redondean un filme entretenido, quizás un tanto extenso, pero que mantiene al espectador al filo de la butaca. Como ocurre con las otras adaptaciones de libros de Dan Brown, la sensación es que un filme no alcanza a reflejar los detalles descriptos, sin embargo Inferno cumple con su máxima premisa, entretener sin prejuicios.
Crítica emitida por radio.
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Inferno: La exuberancia artística no lo es todo Se podría decir que estamos ante la “mejor” entrada de la por ahora trilogía de adaptaciones cinematográficas de la franquicia literaria de Dan Brown, lo que por cierto no nos libra de estar frente a un producto opaco y condenado a un olvido casi instantáneo…
Arrástrame al infierno Primero lo primero. Hay dos películas distintas de las cuales hablar: la de los que NO leyeron el libro y la de los que Sí. Para los que NO: es una montaña rusa que empieza con la caída más empinada que se puede. Y el viaje no para desde que comienza hasta que termina. Como toda obra de Dan Brown, la intriga en Inferno es el hilo conductor de la historia y la gran pregunta es ¿logrará descifrar los mensajes a tiempo? Como siempre, Tom Hanks recrea su rol de Langdon con una naturalidad y familiaridad poco vistos. De vuelta en la piel de uno de sus personajes más representativos, nos lleva a recorrer la bella Florencia, en Italia, y algunos parajes de Estambul, Turquía, en su intento por recordar cómo se involucró en una posible crisis mundial y casi incluso el fin del mundo como lo conocemos. Es una película que atrapa al espectador y le da una seguidilla de actores de alta gama para apreciar en unas actuaciones excepcionales. Quizá un poco muy comprimida, la magia de Langdon resolviendo acertijos casi que queda un poco de lado para priorizar un narrativa más ágil que logre atrapar a quien busca una película de intriga y acción. Para los que SI: olvídense de la Sienna Brooks de los libros. No existe en esta película. Dejando de lado los obvios cambios físicos (inocuos a la totalidad de la historia), la genio con ganas de salvar el mundo, incluso del hombre que ama, no aparece por ningún lado. En cambio, tenemos a una chica que busca destruirlo porque está enamorada de un hombre que murió al intentar hacerlo. Lo mismo aplica a Bertrand Zobrist. El genio que intenta, al final cuando se descubren sus intenciones, salvar a la humanidad de sí misma a través de la genética (dejemos la ética de sus acciones de lado por un momento) pasa a ser un genio incomprendido que decide que la única forma de salvar al mundo es matar a la mitad de la población de un plumazo. Desde un primer momento sabemos que los que persiguen a Langdon son en realidad de la OMS (Organización Mundial de la Salud). Así sin más, la mística de la persecución, del por qué lo persiguen se pierde. Es incluso confusa la forma en que Langdon y Sienna se relacionan en el departamento. Incluso el virus cambia. Igual que su creador, el virus pasa a ser una simple arma biológica en lugar de un avanzado virus genético que está diseñado para reducir la natalidad de la raza humana aleatoriamente. Toda la connotación ética básicamente se deja de lado. Básicamente: véase bajo su propio riesgo.
Un Hanks amnésico es la única novedad de “Inferno” Después de todos los enigmas y conspiraciones ancestrales que el obsesivo Dr. Robert Langdon desentrañó en "El Código Da Vinci" y "Ángeles y demonios", la verdad es que no llama la atención que el pobre termine amnésico en esta tercera parte de la saga basada en los bestsellers de Dan Brown. Lo que sí llama la atención es que dos grandes talentos como Tom Hanks y el director Ron Howard, que a lo largo de este último tiempo han protagonizado o filmado formidables películas como, respectivamente, "Puente de espías", y "Rush" y "En el corazón del mar", tengan que seguir atados a esta franquicia que, sin lugar a dudas, está entre lo más flojo de sus filmografías. En todo caso, esta "Inferno" no es mucho peor que sus antecesoras y tiene el mismo nivel mediocre y soporífero. La historia tiene que ver esta vez con el protagonista sufriendo amnesia y enfrentado a una profecía surgida del Infierno de Dante según la cual una plaga caerá sobre el mundo. Lo que lo preocupa sobremanera, cuando en medio de extrañas visiones dantescas se da cuenta de que la profecía no es algo simbólico, sino que realmente algún tipo de enfermedad o pandemia caerá sobre la humanidad a manera de cura contra la superpoblación mundial. La fotografía de Salvatore Totino se luce mostrando hermosas locaciones italianas y turcas, y Howard despliega un par de convincentes escenas de acción, pero la falta de buenos actores secundarios, el argumento remanido y, sobre todo, lo estiradas que se vuelven las dos horas de proyección sirven para recomendar esta superproducción apenas para un zapping en la pantalla chica.
Quizás al lector le parezca demasiado que le coloquemos dos estrellas a esta nueva entrega de la serie de aventuras del criptólogo Robert Langdon, que ya nos durmiera con El código Da Vinci y Ángeles y demonios. Sí, claro que es mucho. Pero tenemos una excusa: Tom Hanks. A esta altura de los acontecimientos, los módicos enigmas seudoteológicos que llevan al muchacho de acá para allá para evitar un apocalipsis del tipo que fuere son una especie de chiste. Los acertijos de Da Vinci soterraban el genio de La Gioconda al nivel de la última página del viejo Billiken; en Ángeles..., estamos a la altura de la Claringrilla y acá, de un más o menos dificultoso Sudoku. Las novelas de este muchacho Dan Brown son guiones toscos para películas y se convierten -¡Magia!- en películas toscas. Y eso que Ron Howard de tanto en tanto hace Apolo XIII o Rush. Pero otra vez: Hanks. Hanks en este caso parece darse cuenta de que estas historias son de una bobada y ramplonería dignas de peores causas, y actúa en consecuencia. Da la impresión de que se ríe de todo el asunto ligado con La Divina Comedia (¡Pobre Dante!), de la amenaza biológica y de lo que venga. Se da cuenta -esto es innegable, mírenlo poner cara de serio- de que todo es una especie de chivazo de las bellezas museísticas europeas. Y se ríe de sí mismo con su gesto de “no, no me digas que hay que leer al revés otra vez” mientras trajina recorridos de tour japonés. En fin, que el tipo es simpático y la película, mala. Pero el tipo es simpático.
La peste salvadora "Inferno" continúa las aventuras del experto en simbología de Harvard: Robert Langdon despierta en un hospital con amnesia, por lo cual debe hacer equipo con una doctora, esperando que ella le ayude a recuperar su memoria y a evitar que un demente libere una plaga global. Una opaca producción de la que ni se salva el bueno de Tom Hanks. El tercer filme basado en las novelas de Dan Brown (antes se habían hecho las versiones cinematográficas de “El código Da Vinci” y “Ángeles y demonios”) tiene nuevamente al intelectual y experto en simbología Robert Langdon (Tom Hanks) como protagonista y en esta ocasión, el guión se basa en la parte del “Infierno” de la Divina Comedia de Dante Alighieri. Langdon despierta en un hospital de Florencia con amnesia, y una de sus doctoras, Sienna Brooks (Felicity Jones) intentará ayudarlo. El problema es que su rehabilitación no será fácil cuando asesinos, policías y agentes del Servicio Secreto comiencen a buscarlo por toda la ciudad. La médica lo acompañará en el camino a resolver misterios, enigmas y claves ocultas que solo él puede reconocer. Si hasta ahora el argumento les parece conocido, es porque se repite la misma secuencia que en las otras películas (incluso la introducción de una bella compañera que secunda a Hanks), excepto que el carácter místico o religioso de las anteriores entregas, se ve mucho más forzado en esta última producción. Los puntos flacos El rompecabezas que debe armar Langdon será complejo no sólo por las aventuras que le esperan, sino porque confronta dos problemas: esparcir un virus que matará a un tercio de la población mundial, o no hacerlo y esperar la extinción total de la humanidad en 100 años a consecuencia de la superpoblación. Este punto es una actualización de la explicación teórica que se le da a la peste negra que azotó a Europa en la Edad Media, de lo que se analiza fue un exterminio controlado para que la humanidad comience una nueva era. Si bien en una serie de aventuras, se espera que se siga sistemáticamente una estructura, sumado a la falta de ideas y el misterio casi ausente, todo deriva en una opaca producción de la que ni se salva el bueno de Tom Hanks, que con un personaje poco carismático -en las anteriores entregas todo se tapaba por alguna fortaleza argumentativa- no puede ni siquiera entregar una digna performance. La mayor parte de la película transcurre en Florencia, la ciudad italiana de la Toscana, cuyo aire medieval renacentista, junto a sus pequeñas y zigzagueantes calles, le dan un marco casi romántico a las persecuciones (de a pie, en auto o en moto), además de enamorar la vista con pintorescos planos aéreos. De todas formas, no convence.
Tom Hanks vuelve a ponerse en la piel de Robert Langdon en Inferno de Ron Howard, una tercer parte más vacía e incongruente que sus dos previas aventuras. El catedrático de Simbología de Harvard, el profesor Robert Langdon (Tom Hanks), despierta sin memoria en la habitación de un hospital de Florencia. Sienna Brooks (Felicity Jones), una de los médicos que le atienden, le dice que no tiene recuerdos de los últimos dos días debido a una conmoción cerebral que sufrió tras ser rozado por una bala. La doctora ayudará a Langdon a recuperar sus recuerdos. Ante la amenaza de una plaga que pondrá muchas vidas en juego, Langdon será la última esperanza de la humanidad. En esta nueva aventura, Langdon formará equipo con la doctora Sienna. Juntos, en una carrera a contrarreloj, recorrerán Europa para frustrar un complot global mortal. Presentado todo esto, el argumento puede que venda más de lo que proyecta la película. El comienzo es quizás el punto más interesante de la trama. Las alucinaciones que sufre Langdon generan más intriga al espectador, pero no se mantienen a lo largo del film. Los límites entre la fantasía y la realidad; y los misterios que esconde el pasado siempre fue el punto fuerte y atractivo del universo creado por Dan Brown. La película avanza a tropezones con una ilógica tras otra, un recorrido por monumentos históricos sin justificar el arco argumental. Tom Hanks no se siente cómodo en su personaje y parece más un trabajo apresurado con su amigo Ron Howard que otros roles que ha hecho la estrella consagrada. Caso contrario el de Felicity Jones, que no excede su lugar, y su personaje es más interesante que el de Audrey Tautou en El Codigo Da Vinci. El villano de la película también es un personaje redondo en el concepto de la trama, entre psicópata y romántico; aunque el argumento le queda mejor a Samuel L. Jackson en Kingsman: Servicio Secreto. La resolución, sin entrar en spoilers, esta tan agarrada de los hilos que no tiene justificación; algo que difiere del final de la novela de Dan Brown.
El filme inspirado en la saga de Dan Brown vuelve con Tom Hanks en primer plano, pero esta vez el profesor experto en simbología carece de sutileza. Es raro lo que pasa con Ron Howard. El director de Una mente brillante es capaz de hacer películas emocionantes como Rush: pasión y gloria y adefesios al servicio de la industria como Inferno, la nueva entrega de la saga de best sellers escrita por Dan Brown, y cuyas dos anteriores fueron El código Da Vinci (2006) y Ángeles y demonios (2009). Autor y artesano, en ningún director fue nunca tan marcada la separación de estas dos maneras de concebir el cine. Ron Howard se muestra como un tímido autor o un voluntarioso artesano. Nunca las dos cosas a la vez. Inferno es de las películas en las que Howard se despersonaliza y deja que sea la industria la que decida. El resultado no es nada alentador, como no lo es ninguna producción industrial de estas características. Todo sobre Inferno, el último éxito de Dan Brown. La crítica de cine Pauline Kael decía que parte de la función del crítico de cine consiste en captar y señalar la diferencia que existe entre una mala película que no importa mucho (porque es igual a tantas otras malas películas) y una mala película que sí importa (porque impresiona intensamente al público con medios nuevos y distintos). Inferno entra con tranquilidad al grupo de las malas películas que no importan. El filme protagonizado por Tom Hanks en el papel de Robert Langdon, el profesor experto en simbología, comienza con cierta fuerza y decisión. Pero a los pocos minutos empieza a decaer y a explicar todo, sin demostrar una mínima capacidad para la sugerencia o la sutileza. El verosímil de la ficción falla hasta en sus detalles. Todo es de una vaguedad alarmante. Esta vez el centro del argumento es el clásico de la literatura universal: La Divina Comedia, de Dante Alighieri. Langdon despierta en un hospital italiano. Tiene una profunda herida en la cabeza y padece una leve amnesia. Lo atiende la doctora Sienna Brooks (Felicity Jones), quien lo ayudará a recuperar la memoria y a evitar que un millonario desquiciado libere una plaga global. La premisa de la película es que debido a la superpoblación de la Tierra, dentro de unos años estaremos todos muertos, ya que abundarán las pestes y todo se tornará incontrolable. La solución que propone el multimillonario Bertrand Zobrist (Ben Foster) es destapar un virus llamado Inferno para matar a la mitad de la población y así evitar el fin de la humanidad. Don Brown es un dantista menor, un exégeta sin luces, y su libro refleja con claridad esta condición. Pero acá no interesan los pormenores dantescos. Acá interesan la acción (cuyo suspenso tampoco se sostiene) y hacer un producto de fórmula para facturar millones de dólares, olvidándose por completo del arte cinematográfico.
VIAJE A NINGUNA PARTE Como si se tratase del clásico de Talking Heads Road to nowhere, en Inferno Tom Hanks corre sin brújulas y con guionistas despistados. La más reciente de las adaptaciones de Dan Brown propone al profesor Robert Langdon como una tabula rasa que a fuerza de flashbacks y elucubraciones científico-matemáticas podrá correr el velo de la trama policial donde está inmerso. La acompañante femenina de esta entrega es el personaje que interpreta Felicity Jones, con la que Langdon establece un interesante contrapunto al estilo Sherlock y Watson: la inteligencia es superlativa pero uno es apenas la sombra del otro. Juntos viajarán a la cuna del Renacimiento para evitar, entre otras cosas, el fin del mundo a manos de un multimillonario loco que podría estar afiliado a Zeitgeist. La multiplicidad de las locaciones atenta contra la espectacularidad de las escenas en los sitios históricos. En un momento, con tantas tomas aéreas y carteles que dicen dónde estamos por aterrizar, Inferno parece un documental de helicópteros o de drones. Las incógnitas que guían el curso de la historia serán encontradas en algunas pinturas y esculturas, pero por sobre todas las cosas en La divina comedia. La película cae en muchísimos lugares comunes y está llena de clichés. Tiene también algunos pasos de comedia fallidos entre la dupla protagónica: cuando Langdon le pide buscar el libro, ella le responde que lo leyó en Google. El ganador del Oscar Ron Howard, aún con otra historia larga y llena de fisuras, deja en Inferno la mejor entrega de la saga, a pesar de que los giros de la trama se anticipan fácilmente y las explicaciones constantes irritan sobremanera. Cualquier seguidor de Alighieri se sentirá ninguneado con algunas connotaciones de la mitología dantesca en el film. La policía y los representantes de la Organización Mundial de la Salud son payasescos hasta el punto de perseguir a Hanks sobre el palo enjabonado de la Feria de los Pescadores. La música original reviste la épica y es uno de los puntos fuertes, lo mismo que la fotografía y el montaje. Inferno cuenta con todos los elementos para ser una película buena pero resulta una apuesta intrascendente y muy presumida. Hanks posiblemente use una peluca (no está chequeado).
Tercera parte de la saga de películas basadas en las novelas de Dan Brown y centradas en el accidental investigador Robert Langdon (“El Código Da Vinci”, “Angeles y demonios”), “Inferno” es la más efectiva y entretenida de las tres, con Tom Hanks metido nuevamente en aventuras que lo llevan por museos y ciudades turísticas europeas. Recuerdo cuando vi EL CODIGO DA VINCI en una inauguración del Festival de Cannes. Las corridas para entrar, los nervios y la excitación que flotaban eran tales que se sentían en el ambiente. Más allá de no ser una película “festivalera” se la esperaba como un evento importante, como uno de esos imperdibles “tanques” anuales. La decepción era palpable al rato nomás: la película erachata, aburrida, imposible. Un desperdicio total. Y las críticas lo hicieron notar. En el fondo –pasa lo mismo cada año– lo que muchas veces nos frustra es la diferencia entre la expectativa por el producto que se nos quiere vender y el material con el que nos encontramos. No estoy diciendo que EL CODIGO DA VINCI era una buena película ni mucho menos, pero seguramente la toleraríamos un poco más si no supiéramos bien qué es y apareciera una tarde por cable o la engancháramos en Netflix. Me acuerdo poco y nada de ANGELES Y DEMONIOS más que la sensación de estar viendo, otra vez, un producto por encargo gracias al cual Ron Howard y Tom Hanks podrían financiar otros proyectos más personales. Pasaron siete años de esa secuela y cuando todos pensábamos que habían colgado los guantes (¿sigue alguien leyendo libros de Dan Brown?) aparece INFERNO, un nuevo capítulo en la saga de aventuras del experto en simbología Robert Langdon, acaso el héroe cinematográfico menos interesante del siglo XXI, una especie de Deep Wikipedia con cara de “preferiría estar en otro lado” que Tom Hanks resuelve solo con oficio. Pero en este caso, tal vez por ese mismo oficio que Hanks y el propio Howard le ponen al producto y, especialmente, por las muchísimas menores expectativas con las que uno se acerca a verla, INFERNO resulta más entretenida y atrapante que las dos películas anteriores. No estoy diciendo que se trate de una muy buena película ni mucho menos, pero es un thriller hitchcockiano armado con cierta dignidad y solidez, más allá de lo absurdo e improbable de toda la trama. Pero, como ya nos enseñó el maestro inglés, este género no está hecho para “verosimilistas” por lo cual lo que conviene es dejarse llevar y disfrutar, en lo posible, de los módicos placeres que la película tiene para ofrecer. Tras una intro en la cual un biólogo millonario llamado Zobrist (Ben Forster) explica que si no se reduce en la mitad la población de la Tierra el planeta desaparecerá en poco tiempo –y termina suicidándose en Florencia– nos topamos con Langdon despertándose allí mismo en un hospital y con amnesia: no sabe cómo llegó ahí y que pasó en los últimos dos días. Pero, con la ayuda de una enfermera (Felicity Jones), empieza a repasar su pasado y, especialmente, a escaparse de una serie de personas que lo persiguen, aunque él no sabe porqué. De a poco aparecerán los recuerdos y quedará claro que Zobrist dejó una bomba plantada para aniquilar a esa mitad de la población y que solo Langdon, a través de su lectura de claves ocultas en cuadros, libros y objetos atiguos (en este caso ligadas a “La divina comedia”, del Dante), puede encontrarla. Pero tras ella va también la OMS, una agencia tipo Interpol y esta ignota asesina que trabaja para un tercer grupo que los busca. Fugas por varios museos, escapes por Florencia, Venecia, Estambul y unas inesperadas vueltas de tuerca completan el panorama de una película que puede verse como un funcional homenaje a Hitchcock, no solo a partir de la figura del profesor universitario involucrado en un asunto de espionaje internacional sino en las explicitas referencias, en especial a VERTIGO o a EL HOMBRE QUE SABIA DEMASIADO, entre muchas otras. La película, decía, es implausible casi de principio a fin (todo su motor narrativo no tiene sentido alguno si uno se detiene a pensarlo un poco) pero está armada con mayor eficiencia, ritmo y tensión que las anteriores. Acaso en su etapa post RUSH, Howard se hayaa actualizado y capturado cierta energía narrativa que venía perdiendo y así logró que la película en apariencia más claramente por encargo de la trilogía termine siendo la más efectiva de todas. Acaso, también, por ser no tan excesivamente mística y volar un poco más cerca de problemas y asuntos terrenales. Otra ayuda y sostén es su buen elenco. Dejando en claro que los filmes basados en Dan Brown se siguen haciendo por el mercado internacional más que por el norteamericano (las anteriores películas hicieron el 72% de su recaudación mundial fuera de los Estados Unidos, algo muy poco común), a los norteamericanos Hanks y Forster los rodean la británica Jones (LA TEORIA DEL TODO), el francés Omar Sy (AMIGOS INTOCABLES), la danesa Sidse Babett Knudsen (la serie BORGEN y la actual WESTWORLD), el indio Irrfan Khan (LA VIDA DE PI), la rumana Aa Ularu y así. Todo en función de un gran coproducción internacional que no será recordada para el 2017 pero que, acaso por las bajas expectativas con las que uno la esperaba, termina siendo un producto aceptable y hasta, por momentos, genuinamente entretenido.
La trama secreta del pasado Langdom, un investigador de iconografía y simbología religiosa, vuelve a estar en medio de una intriga de alcance planetario. "Inferno" repite la estructura de las dos partes anteriores basadas en las novelas de Dan Brown. Esa inicial falta de sorpresa para quien haya visto "El código Da Vinci" y "Angeles y demonios", seguramente no la experimentarán aquellos que no conozcan el personaje del profesor Robert Lagdom, interpretado por Tom Hanks. Langdom, un investigador de iconografía y simbología religiosa, vuelve a estar en medio de una intriga de alcance planetario. Más precisamente, este héroe de acción atípico que no da trompadas ni protagoniza persecuciones a toda velocidad, tiene que detener el plan extravagante de un millonario que quiere salvar el planeta con un singular método: aniquilando a la casi totalidad de la población con una pandemia. Por más que parezca disparatado, la intriga funciona con la lógica propia de las convenciones de este tipo de ficción. El plan tiene sus detalles y es que las buenas intenciones de Langdom chocarán contra las malas de los villanos que quieren vender al mejor postor el virus mortal. Hasta allí el filme avanza a fuerza deducciones brillantes, acertijos escondidos en ilustraciones del Renacimiento y tomas generosas de Florencia, Venecia y Estambul. Pero cuando Lagdom, también un experto en historia, desconoce qué función cumplía la Basílica Cisterna de Estambul, o cuando la película, generosa en explicaciones, no aclara cuál es el rédito de los malvados de turno que presumiblemente también podrían morir en la pandemia, la intriga se diluye, aunque la acción se extiende hasta el último minuto.
El reconocido Profesor Langdon (Tom Hanks) despierta en un hospital, con una conmoción cerebral. No puede recordar qué fue lo que le sucedió, sólo tiene algunas visiones aisladas y una doctora que lo intenta ayudar a que vuelva sobre sí, luego de explicarle que una bala rozó su cráneo. Mientras ésto ocurre, las persecuciones comienzan mucho antes de que el hombre comprenda el motivo de las mismas. Una mujer desconocida, vestida de carabineri, entra en el hospital e intenta dar con él de una forma poco amigable. La doctora Sienna Brookslo (Felicity Jones) ayuda a escapar al catedrático y lo refugia en su casa. Allí, Langdom -experto en simbología- trata de entender qué es lo que está sucediendo e idear un plan para poder escapar de los que van tras sus huellas.
Tercera parte de la saga de Dan Brown y con ella el protagonismo nuevamente de “su” Robert Langdon en busca de salvar al mundo rodeado de lugares históricos, pinturas icónicas y obras fundamentales de la literatura. Ron Howard y Tom Hanks regresan para darnos un espectáculo visual de manera cuestionable. Con sus primeros 15 minutos frenéticos, infierno se destaca sobre sus anteriores entregas. Langdon está perdido, confuso en sus pensamientos y tratando de desentrañar porqué se despertó en el país equivocado, sufre amnesia temporal y esta incomodo, eso se tramite a la perfección. Gruñidos, quiebres y chirridos - muy bien el juego de sentidos propuesto en el principio de la película - adentran al espectador en una trama sumamente interesante, no obstante la niebla de intriga que produce ese gran comienzo se va disipando a medida que pasan los minutos para darnos un resultado perezoso y sin duda, aburrido. Los continuos errores de edición hacen que todo misterio resulte sintético (cambios de posiciones en corte de cámaras, objetos que aparecen y desaparecen por arte de magia…) además, Howard y David Koepp – guionista de la película – resuelven los enigmas/conflictos de forma estúpida y poco creíble alejándose de la obra que intentan adaptar. Lo peor de todo, la película se siente extremadamente lineal. Los libros de Dan Brown pueden tener una compleja e interesante historia, pero el factor sorpresa se perdió después de El Código Da Vinci (2006). En El Código al ver por primera vez al protagonista corriendo contra el tiempo en lugares asombros, generaba cierto encanto; En Ángeles y Demonios (2009) - la secuela del Código -, la cosa empieza a cansar, aun así, el resultado es bueno, pero con una señal de alerta. Ahora bien, en la tercera adaptación, estamos en otra ciudad y vemos nuevamente al protagonista corriendo de un lugar a otro con otro fondo, definitivamente hay que poner un freno… Con dos horas y minutos extras de duración, infierno se siente pesada y fastidiosa. Tom Hanks da lo mejor, pero no consigue salvar del todo a este pobre intento de adaptación cinematográfica. Una película que es mejor evitar si no se es un Die Hard Fan de esta saga.
A esta altura de las circunstancias nadie puede poner en duda el talento histríonico de Tom Hanks, en realidad desde “Quisiera ser grande” (1988), o ya con su primer protagónico (“Splash”, 1984), llamo la atención del público, de los productores y directores. Pero permítanme poner en duda el talento del escritor Dan Brown y del director Ron Howard, no en cuanto a los mecanismos y condimentos que deben articular una historia, sino a la cocina misma: Es como que todos los guisos tienen el mismo sabor. Es que ésta tercera colaboración entre ambos no deja de ser una repetición de lo mismo, tanto desde el guión literario como de la estructura narrativa, motivaciones del personaje e incongruencias varias. Así como en las anteriores nuestro héroe, Robert Langdon (Tom Hanks), es el único ser sobre la tierra que puede descifrar el enigma planteado, en éste caso seria descubrir las huellas que ha dejado un excéntrico millonario, quien desilusionado, y creyéndose el “salvador” de la humanidad decide que para salvarla debe hacer desaparecer a la mitad de la misma. El filme abre con una persecución en la bellísima ciudad de Florencia, muy bien filmada, con los cortes necesarios en una escena de acción, una banda y diseño de sonido muy eficaz, sólo para mantener expectantes la atención del público. Bertrand Zobrist (Ben Foster) intenta escapar de las “garras” de Christoph Bruder (Omar Sy). En la huida sube a un campanario, (siempre me pregunte ¿por qué los perseguidos suben a los edificios?, ¿tendrán fantasías de que le crecerán alas? Ya arriba de la edificación, Christoph le señala que mejor él que los otros. Estamos en la habitación de un hospital, Robert Langdon, convaleciente, sufre de amnesia, tiene pesadillas, alucinaciones con imágenes extrapoladas de peste, guerra, hambre, y muerte, pero no son en realidad iconografías del Apocalipsis de “La Biblia”, sino imágenes de una recreación plástica de “La divina comedia”, de Dante Alighieri, específicamente de los nueve círculos del infierno. Detengámonos acá por un momento. Parecería ser que Virgilio y Dante sólo transitaron estos nueve círculos, nunca se nombran a los que integran “El Purgatorio” y “El Paraíso”, espacios que permitieron al escritor florentino nominarla como comedia, ya que tiene final feliz. En realidad el texto no es en si mismo el cuerpo del enigma, funciona en ésta ficción más bien como cartografía de un marino, lleno de charadas en las que Robert se hará fuerte para resolver el secreto de Bertrand, en una carrera contra el tiempo que circula de manera inexorable. Nuestro héroe es atendido por la Dra. Sienna Brooks (Felicity Jones), mientras le informa de su estado son atacados por una mujer policía, la doctora ayuda a Robert y logran escapar. Lo que instala en el buen profesor confianza ciega. ¿? Ella, ¿por qué continua con el profesor luego de ponerse a salvo? Como en las anteriores entregas de la franquicia, nuestro catedrático, poseedor de una cultura extraordinaria, una inteligencia muy superior a la media de los mortales, y una memoria prodigiosa, cumple las funciones de detective, sin embargo siempre se sorprende cuando quien creía que es quien dice ser, no es realmente quien es. ¿Se entiende? En el filme que nos convoca son varias las veces que se construye un conflicto a partir de esta variable, todo parece tornarse confuso para el protagonista e inversamente proporcional muy previsible para el espectador. Lo que logra es dejar de ser una producción de intriga para aburrir de la peor manera. En ese recorrido la cámara y las acciones nos llevan a Venecia y Estambul, donde todos los escenarios están muy bien utilizados, pero la falla en su contenido no puede ser superada ni por el trabajo realizado por el departamento arte, ni por la excelente dirección de fotografía, ni por la mencionada banda de sonido que nunca retorna al nivel de la primera secuencia. Si algo sostiene la realización son las actuaciones, el vértigo de algunas escenas, poco más, giros de los personajes, más que narrativos, ni siquiera se los podría llamar duplicidades, que aparecen como evidentes dentro del mecanismo estructural. Muy clásico en su desarrollo, y ya visto en la circulación de la intriga, sumado a diálogos bastante vacuos e inverosímiles. El relato hace circular a los personajes por distintos ámbitos de gran belleza, léase museos, como La Galería Ufizzi, El Palacio Vechio en Florencia, La Basílica en la Plaza San Marcos de Venecia, incluyendo la cárcel de la Inquisición, donde tiene lugar una escena importante, en Estambul, Santa Sofía y La Cisterna construida por Justiniano. Todo un raid turístico de gran belleza y muy bien fotografiado, en tanto el texto bien gracias. Como dijo el poeta Miguel Marcotrigiano: “Un escritor está siempre escribiendo el mismo libro”. Algunos se están abusando, ¿no?
Entretenimiento garantizado, pero fácilmente olvidable. En este caso, como en las entregas anteriores, el personaje del profesor también debe descubrir mensajes ocultos, pero éstos no tienen el...
A diez años de El Código Da Vinci, con guión de David Koepp (quien escribió la segunda parte, Ángeles y demonios, de 2009), Ron Howard revive al experto en criptología Richard Langdon, en una adaptación del tercer best-seller de la saga ideada y escrita por Dan Brown. Inferno sigue la travesía de Langdon (Tom Hanks) por diversas ciudades europeas, tras los pasos de un demente obsesionado con el Infierno del Dante, creador de una plaga que podría decodificarse con un grabado de Botticelli inspirado en ese segmento de La Divina Comedia. La trama arranca cuando un billonario megalómano, quien venía posteando videos en YouTube sobre la inminente llegada de una plaga, es acorralado y acaba arrojándose desde el famoso campanile de Giotto; seguidamente, Langdon despierta en Florencia con un disparo y sin saber cómo llegó a una guardia de esta ciudad, a escasos metros del mismísimo campanile. Esta vuelta acompañado por Felicity Jones como la doctora Sienna Brooks, Langdon atraviesa la historia menos compacta de la trilogía, si bien algunos efectos digitales (sus pesadillas) y las vistas de Florencia compensan, si se quiere parcialmente, las falencias del guión.
El fin del mundo no mueve la aguja Es llamativo cómo a un actor brillante puede trastocarle el chip un personaje. Cada vez que se calza el inmaculado saco de Robert Langdon -ya van tres-, Tom Hanks cambia a piloto automático. Será que la pasa bomba durante los rodajes en compañía de su amigo Ron Howard, sobre todo consiguiendo locaciones tan maravillosas como las que ofrecen el casco histórico de Florencia, Venecia o Estambul. Por ahí se lo ve, siempre a las corridas, mientras descifra acertijos renacentistas y desgrana algunas reflexiones existenciales en las situaciones más insólitas. Por lo menos este Hanks/Langdon no luce aquel quincho horrible que le armaron para “El código Da Vinci”. Aquí Langdon no anda a la pesca del grial entre los pliegues de “La última cena” ni husmea conspiraciones de los Iluminati en El Vaticano. Las cosas son más graves. Hay un millonario (Ben Foster) decidido a terminar con la superpoblación planetaria desatando una peste y las claves para desbaratar el plan están escondidas en los versos y las imágenes de “La divina comedia”. Sale Leonardo, entra Dante Alighieri, diría Dan Brown, cuya fórmula para construir best-sellers es tan efectiva como el Barcelona de Guardiola: todos sabían cómo jugaba pero nadie podía ganarle. A Howard, irreprochable artesano del mainstream hollywoodense, no lo ayuda el guión de David Koepp. Su historia se condensa en 24 horas y no le queda otra que apelar a extensos flashbacks para ponerle un poco de claridad a la trama. Entonces las cosas se tornan demasiado explicadas. Langdon está más didáctico y sagaz que nunca en su rol de sabelotodo cool, pero lo que sobra de erudición le falta a la tensión del relato. Esto es un thriller y se supone que el fin del mundo llegará en cuestión de minutos, pero sobran las escenas en las que todos se toman demasiado tiempo para charlar sobre el sentido de la vida. A Jason Statham no le pasan estas cosas. La vuelta de tuerca con un personaje central se ve venir desde lejos. Sin esa pizca de sorpresa “Inferno” queda enconsertada en su impecable concepción visual. Es un entretenimiento caro, seguramente a la altura del cachet de Tom Hanks. Felicity Jones luce más desconcertada que inexpresiva y el resto acompaña con la misma certeza que contagia al espectador: son personajes sin carnadura ni historia, tal vez mejor tratados en la novela. Por la pantalla se mueven sin convicción, esa de la que carece la película.
Crítica emitida en Cartelera 1030-sábados de 20-22hs. Radio Del Plata AM 1030
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Robert Langdon, agente secreto. Por si las conspiraciones renacentistas y papales le quedaban cortas, ahora el héroe de Dan Brown se mete en los terrenos de 007 para detener a otro supervillano con plan de exterminio a nivel mundial, diseminando un virus que liquidará a la mayoría del planeta - otra que Drax en Moonraker -. La macana con esto es que, al parecer, nadie en la producción tiene la más sodomita idea de cómo corno funciona la rutina básica de los filmes de James Bond. No, chicos, no: el héroe no llega cuando el plan diabólico ya ha sido concretado ni el villano muere en el primer fotograma. Primero investiga, descubre a tiempo el plan del maloso, lo detiene antes que detone y liquida al malvado. No se precisa ser ingeniero nuclear para descubrir cómo funciona, ¿verdad?. Pero acá nadie entiende nada de nada. Al menos en el libro de Dan Brown lo que hacía Robert Langdon era descubrir, al final del camino, que los hechos estaban consumados - el virus desatado generaría esterilidad en la mayoría de la población mundial y, con el correr de los años (y sin posibilidad de reproducirse) la población se reduciría por sí sola; comenzaba una carrera contra el tiempo para buscar un antídoto viable -, lo cual era la culminación de un proceso argumental completamente lógico. Digo: si el villano está podrido en plata y está convencido de la bondad de su idea, ¿para qué va a esperar para concretarla?. No quiere dinero, no le interesa negociar nada; por lo tanto, no tiene nada qué perder para detonar el arma en este mismo momento. Pero como a los productores semejante final le pareció demasiado pesimista, decidieron despacharse con un parche abominable que va en contra de toda lógica. El virus está durmiendo por ahí y Langdon debe ubicarlo, descifrando ridiculas pistas basadas en la estructura del Infierno que Dante Alighieri creó para la Divina Comedia (y que el mismo villano se encargó de dejarle servido a Langdon!!). oferta software de facturacion electronica Si hubieran respetado el final original del libro, Inferno podría haber sido la mejor película de la saga de Dan Brown,... lo cual tampoco es mucho decir en vista de la mediocridad de los capítulos anteriores. La pesquisa histórica es siempre interesante - aunque aquí el razonamiento deductivo de Tom Hanks sea bastante críptico y el tipo siempre se salve de sus perseguidores por un dato traído de los pelos -, hay dos o tres asesinos carismáticos (como la sicaria rusa disfrazada de carabinieri italiana, o el siempre enigmático Irrfan Khan como un oscuro operador internacional de siniestras intenciones), y hay algo de acción bien filmada. El problema es que la efectividad del filme queda torpedeada por el absurdo tercer acto, plagado de revelaciones increíbles y cosas salidas de la galera. Inferno es una fallida película pasable. Dan Brown no es santo de mi devoción, pero acá las cosas parecían algo mas aceitadas que en entregas anteriores. Quizás el punto pase porque es el momento de jubilar al equipo creativo de Ron Howard & Tom Hanks, los cuales no logran dar en el clavo con las obras de Brown - o quizás éstas sean tan mediocres y sobrevaloradas que sus defectos quedan en evidencia al estar en manos de talentosos -. Como sea, si usted no pudo tragarse El Código Da Vinci ni Angeles y Demonios tampoco digerirá Inferno, simplemente porque los responsables de esto siguen sin parir algo minimamente tolerable.
“Inferno”: Más de lo mismo Después del éxito que cosechó con sus best seller “El Código Da Vinci” y “Ángeles y Demonios”, Dan Brown estaba lejos de soltar el protagonismo del Dr. Langdon y sus aventuras descubriendo secretos de la historia. Sociedades ocultas, conspiraciones a gran escala, y una historia mundial paralela más verdadera que la oficial; son algunos de sus temas clichés. De este modo la siguiente historia de su serie llega a las pantallas dirigida nuevamente por Ron Howard, quien sigue trabajando con Tom Hanks como lo hizo toda la vida. La historia comienza en Florencia, cuando el Dr. Langdon (Tom Hanks) despierta en un hospital junto a la Dra. Sienna Brooks (Felicity Jones). Ella le informa que fue víctima de un secuestro y recibió un disparo, por lo que ha perdido algunos días de su memoria. Sin darle tiempo de comprender, un falso policía llega para matarlo, mientras que Sienna lo ayuda a escapar. Langdon no llega a comprender demasiado, pero pronto descubre entre sus cosas un proyector que contiene una versión modificada de El Infierno de Dante, de Boticcelli. Como no podía ser de otra manera, debe seguir las pistas por toda Europa mientras escapa de sus perseguidores, quienes intentan que la verdad no salga a la luz. El planteo no es muy diferente que en las películas antecesoras. Difiere un poco en que esta vez Langdon ha perdido parte de su memoria, y no conoce cuál es si nivel de participación en la supuesta conspiración. Por otro lado, esta vez no es con la Iglesia Católica con la que se mete, sino que gira en torno a la figura de Dante Allighieri. Pero para no perder el componente místico que caracteriza al autor y a su director, Langdon es víctima de sueños enfermizos donde ve de manera muy vívida el infierno como fue descrito por Dante en La Divina Comedia. Es decir, si bien tiene diferencias con las películas antecesoras, sus similitudes son muy profundas, dando la molesta sensación de que no estamos viendo algo original. Existen por otro lado algunos giros que no están del todo explicados, pero tampoco son fáciles de deducir. Es fácil que el espectador se quede boyando sin comprender cómo llegaron a ocurrir las cosas. Quizás se utiliza el recurso para reflejar el estado de confusión del protagonista, pero no logra su efecto si al final no entendemos muy bien qué ocurrió. Algunos otros asuntos, como el repentino romance de Langdon, son por demás forzados y no aportan nada. De hecho al contrario, complican algo que podría estar claro. Pero en otros momentos ocurre lo opuesto: escenas muy predecibles y recursos reutilizados. Esto hará que, por ejemplo, el punto de giro del final en realidad no sea muy sorpresivo. Pero no todo son pálidas. Lo cierto es que las interpretaciones están muy bien. Tom Hanks demuestra que sigue siendo un buen actor, y que ya tiene más que estudiado al personaje, con el que se siente cómodo. Felicity Jones hace un buen trabajo, aunque el problema de su personaje es de escritura: parece que siempre sabe mucho sobre todo, habla todos los idiomas, nunca duda, nunca se enfada, ni siquiera se despeina. No es un personaje muy humanizado, pero la actriz hace lo mejor que puede con el material que tiene. Se destaca en particular el trabajo del hindú Irrfan Khan como ese despiadado hombre de negocios que navega la delgada línea entre ser un héroe incomprendido o un villano inescrupuloso; contrastes que el actor sabe aprovechar. “Inferno” es el cuarto libro de la saga, pero el tercero en llegar al cine. Quizás el director alcanzó una zona de confort en donde parece copiarse a sí mismo. Hasta en las tomas aéreas de las ciudades europeas, que si bien son preciosas, ya las hemos visto antes. “El símbolo perdido”, la tercera entrega de la saga, fue anunciada poco después del lanzamiento del libro con Ron Howard como productor, Mark Romanek como director, y Dan Brown en persona como escritor del guión. Sin embargo, el proyecto fue postergado y reemplazado por “Inferno”, cuyo resultado tenemos ahora en nuestras salas. Quizá, de concretarse la idea, el cambio de director sería una buena opción para darle algo de aire al cierre de la franquicia.
Inferno: Armando un rompecabezas sin sentido. Luego del “El Código Da Vince (2006)” y “Ángeles & Demonios (2009)”, el trío de Ron Howard, Tom Hanks y Hans Zimmer vuelven a reproducir otra obra de Dan Brown. Luego de siete años de su última adaptación, el tercer libro del reconocido escritor de “best-seller” (Dan Brown): Inferno se lleva a la pantalla grande donde la figura de Tom Hanks retoma al protagónico y es acompañado por la sonrisa de Felicity Jones y la mirada estoica de Omar Sy. Ya conocemos a Robert Langdon (Tom Hanks), un profesor académico experto en semiología que sorprendentemente lo abarca todo desde historia universal, literatura, música, religión, lingüística hasta un poco de idiomas en su cabeza. Gracias a que pudo iluminar dos grandes misterios que ocultaba la Iglesia Católica durante siglos (y que estuvo casi obligado a desmentir), obtuvo gran respeto y reconocimiento a nivel mundial. Sin embargo, continúa siendo un ordinario educador intentando vender sus libros y enseñando en un tranquila universidad. La primicia es simple. Un visionario (Ben Foster) quiere desatar una plaga para “purificar” la humanidad en la que vivimos a través de un virus que nadie conoce y no se ha visto anteriormente. ¿La única forma de encontrar la amenaza? Tener que conocer la “Divina Comedia” de pies a cabeza ya que el terrorista dejó una serie de pista para que alguien lo encuentre antes de la ejecución. Ahora resulta que Langdon tiene este dantesco acertijo que resolver (como en sus anteriores epopeyas hace de Alan Turing descifrando enigmas que nadie podría aclarar) pero con un agregado fresco: tiene amnesia por lo que no recuerda lo ocurrido 48 horas atrás y deberá averiguar todo mientras despeja su memoria. Todo un nuevo juego desafiante. Además del protagonista, quedara enredada su nueva compañera la doctora Sienna Brooks (Felicity Jones) quien la acompaña desde el despertar en el hospital y es a la única a quién confía plenamente. Es un lastima que el actor conocido por “Días felices” no haya podido sacarle todo el juego a esta sorprendente actriz que queda casi apagada y olvidada. El guión escrito nuevamente por David Koepp (había co-escrito “Ángeles & Demonios” , 2009) sigue la línea ideológica del director quien se ha empeñado en sus dos anteriores producciones hacer crítica a la tecnología y nuevo contexto social. No se pierdan los asombroso diálogos que recurren a la forma de comunicar de los millennials. Un ejemplo fue “Ah, yo uso Google” de Sienna contestando a Robert en un escena ; o el uso de tablets y drones en la policía, entre otros. En cuanto a los personajes secundarios, Irrfan Khan (“Jurassic World” 2015 ) , Omar Sy (“Intocables” 2011) y Sidse Babett Knudsen (“Borgen” 2010-2013) cubren muy bien la trama y el suspenso que había sido, en las anteriores adaptaciones, olvidada. No obstante, si conocen las obras anteriores les va a parecer demasiado predecible de principio a fin (los mismos enredos, los mismos giros, los mismos finales). Repite la misma formula que sus antecesoras. Agradezco mucho el aporte de Hans Zimmer (no solo en esta sino también en sus predecesores) ya que hace a las escenas un poco más amenas en cuanto comienza a sonar la música. Todo lo demás es casi hecho para el intelectual Lagdon, indescifrable no en el sentido enigmático sino el sentido lógico. El título de la película tranquilamente podría ser: “Hanks y Jones corriendo por pasadizos secretos por todo Europa”, pero ya nos delataría lo insatisfactorio que podría ser la cinta en cuestión. Me resulta difícil pensar que los títulos de Dan Brown sean de un nivel digno si conllevan las mismas esencias absurdas y disparatadas que sus proyecciones en el cine. La última cinta de Howard es la mejor de la trilogía que no es mérito muy grande sabiendo que no era muy difícil de superar a las anteriores.
Catástrofes Brownísticas "Inferno" es la nueva película de lo que ahora es una trilogía del director Ron Howard, basada en los libros del escritor de novelas de ficción, Dan Brown. Esta nueva propuesta mantiene el espíritu de sus predecesoras, con muchos complots, sociedades secretas, predicciones catastróficas y elementos de fantasía que se mezclan con la vida real. Con esta saga me pasa algo extraño. En esencia me gustan sus entregas, me parecen interesantes sus planteos catastróficos y sus viajes por distintas capitales del mundo donde Robert Langdon (Tom Hanks) debe descifrar acertijos que parecen pensados por el mismísimo diablo. A su vez, la narración y resolución del conflicto me resultan torpes y exageradas. Es como que la mayor parte del metraje viene bien y cuando empieza a desatarse el nudo aparecen algunos errores o torpezas que le bajan bastante la calidad al film. En gran parte, esto es culpa de Brown, que sigue un patrón en sus novelas que ya se hace medio obvio y permite al lector anticipar por donde va la mano. Howard no se queda atrás. En lugar de adaptar estas falencias de la historia, las exacerba con escenas pomposa que resultan muy desorbitadas. Entiendo que debe haber entretenimiento con efectos visuales y demás, pero si te concentrás en esto y no en pulir el guión las cosas salen de manera irregular. Por esto habrá gente a la que le guste "Inferno" y bastante gente a la que no. De una cosa estoy seguro, muy pocos serán los que piensen que es una gran película, y eso es un moco porque la historia da para hacer algo realmente memorable. Tom Hanks le sigue aportando mucho a esta saga, sobretodo desde su innegable carisma y su gran profesionalismo. El resto del reparto acompaña bien pero no resalta tanto como Tom. Una película pochoclera con muchos elementos de misterio y acción que la hacen una propuesta entretenida, pero que no logra salir de la etiqueta de "film para pasar el rato".