La carne flagelada Considerando que hablamos del octavo eslabón de la franquicia iniciada con El Juego del Miedo (Saw, 2004), y el primero en siete largos años, sin dudas Jigsaw (2017) es un trabajo bastante potable que se las ingenia para todavía sacarle el jugo a una premisa sencilla pero poderosa centrada en una sucesión de “pruebas” morbosas a las que un vigilante -símil asesino en serie sumamente meticuloso- somete a un grupito variopinto de individuos con el objetivo manifiesto de hacer justicia de una manera visceral, todo a su vez vinculado al gustito por los sacrificios ejemplificadores. Si bien el protagonista murió a mediados de la saga, su legado sigue presente y en esta oportunidad hasta llega a colarse en el título, en función de lo cual podemos vislumbrar la intención de comenzar un nuevo arco narrativo, uno relativamente independiente del resto de este “grado cero” del bello porno de torturas. El guión de Pete Goldfinger y Josh Stolberg respeta el andamiaje paradigmático de antaño con los juegos corriendo en paralelo a la investigación de las autoridades, en esencia porque en esta colección de slashers enrevesados siempre fue crucial la influencia del film noir y los policiales hardcore de la década del 90: así las cosas, por un lado tenemos a las ahora víctimas/ otrora victimarios encadenados, encerrados o simplemente obligados a atravesar unos obstáculos/ rompecabezas que derivan en coloridos ajusticiamientos por actitudes y acciones reprobables, y por el otro lado está la pesquisa de los uniformados en torno a dar con el culpable y detener la masacre. Aquí asimismo se retoma el ardid narrativo de sembrar dudas sobre la muerte del amigo John Kramer (Tobin Bell), apodado Jigsaw, para pasearnos por la posibilidad de que la nueva cruzada no sea obra de un imitador o secuaz. A pesar de que la propuesta cuenta con su buena carga de gore y mantiene el sadismo en las escenas principales, llama la atención que se haya decidido no enfatizar las “muertes artísticas” de las entradas previas en pos de balancear -como señalamos con anterioridad- un relato bipartito más clásico, en especial si pensamos en la vieja regla tácita de las secuelas, esa orientada a multiplicar exponencialmente lo que sea que haya funcionado a nivel retórico en el pasado. Desde ya que no hay ni un gramo de originalidad a esta altura del partido y que el convite está dirigido exclusivamente a fans de la franquicia, no obstante la ejecución de los hermanos Michael y Peter Spierig es muy digna: los realizadores alemanes, responsables de las interesantes Undead (2003), Vampiros del Día (Daybreakers, 2009) y Predestination (2014), construyen un producto clase B rutinario pero entretenido. Como si se tratase de un antiguo conocido con el que nos reencontramos de golpe, alguien que no nos sorprende aunque dispara momentos de alegría, Jigsaw se las arregla para evitar toda nostalgia explícita porque se concentra en hablarnos de un presente que recupera gran parte de los elementos que teníamos en la memoria de forma natural, recreándolos más que recurriendo a la autoreferencia: aquí nos volvemos a topar con esa verdadera pasión por los motores, los engranajes, las poleas, las sierras, los cuchillos y cualquier utensilio cortante, con una poesía irónica encubierta bajo los castigos y finalmente con el latiguillo de señalar que casi ningún personaje es inocente (los sospechosos abarcan nuevamente desde los detectives hasta los médicos forenses que hacen las autopsias de turno). En una época como la nuestra en la que el terror cada día mejora más en variedad y calidad pero aún persisten productos asépticos y aniñados, el regreso de la carne flagelada suma efervescencia al panorama general y despierta un interrogante acerca de la dirección que tomará la saga a partir de esta amena refundación, una que no será una maravilla aunque lee bien la fórmula de base ya que subraya el dolor de características expiatorias y no sólo el dolor a secas…
La octava entrega de la saga del juego del miedo, cambia su nombre y continua 10 años después de la muerte del celebre asesino/torturador/justiciero. El comienzo de la película nos encuentra con un hombre huyendo de la policía, hacia un galpón donde encuentra algo mientras grita “Tengo que jugar, yo no voy a morir” De ahí corta a una escena clásica. Cinco extraños están encadenados en un cuarto y al volver en si, se activa una maquina de tortura de la que solo pueden escapar descifrando algo del críptico mensaje de Jigsaw. A partir de ahí la dinámica de la cinta transcurre entre los protagonistas del macabro juego, y los agentes policíacos que tratan de entender que esta pasando, ya que todas las pistas apuntan a nuestro difunto asesino, escapado a cualquier explicación lógica y científica. Esa es basicamente la trama, en pocas palabras, y la película cumple con los fans. Tiene todos los elementos que han hecho de la saga del Juego del Miedo, justamente eso, una saga. -Tenemos nuestros protagonistas torturados por su pasado. -Los “jugadores” que siendo completamente obligados, no les queda mas que seguir adelante, con la esperanza de “ganar” el juego, de ser posible. -Las maquinas de tortura complicadas pero a la vez simples. -Nuestro querido muñeco en triciclo. -Y el giro del final. Lo que mas valoro de esta entrega es que hayan abrazado su estatus de cine clase b. Los personajes son bi-dimensionales, los diálogos son claramente de exposición porque en ningún momento es importante o imprescindible conocer a los personajes, todos, absolutamente todos, están ahí para contar la historia de JIGSAW. Como ejemplo el detective Halloran, que es el típico policía alcohólico, coimero, divorciado, que fuma, y es mal llevado. En ningún momento nos metemos en la vida de este hombre de no ser para enterarnos de cosas de nuestro asesino. Todos los personajes son planos, como para resaltar que son peones en el juego del unico personaje que importa, Jigsaw. Claramente la película esta diseñada y creada para los fans. A la gente amante del Gore, le va a quedar corta, a la gente amante del Thriller, obvia, a los reales amantes del suspenso, plana. Pero a todos, y resalto, a TODOS los amantes de la saga van a amarla. Esta plagada de guiños, pequeñas cositas que indudablemente son parte de un agradecimiento y homenaje a la gente que apoyo durante tantos años este universo. Así que ya saben, si son fans, vayan, sino, también, pero sepan lo que van a ver.
Jigsaw-El juego continua: Los muertos que vos matáis gozan de buena salud. La tradición de Halloween no muere, aún cuando se la creyera en el otro mundo. Igual con John Kramer, a.k.a., JIGSAW; quien vuelve para deleite de los sedientos de hemoglobina. Algo que trajo el nuevo milenio fue la redefinición de las películas de terror. Uno de los exponentes más claros es, sin lugar a dudas, toda la obra de James Wan. Y, en particular, la saga que comenzó allá por el 2004 con “El Juego del Miedo (Saw)”. El 2010 nos dejó con lo que parecía, una historia cerrada: John Kramer muerto y todo su legado derrumbado por un psicópata que, finalmente, es castigado por el primer protagonista que vimos de este sádico vengador. El círculo parecía cerrado. Pero así como todos los grandes monstruos del cine, Jigsaw vuelve a la vida en esta nueva entrega, 13 años después de la primera y 7 de la última, para que sepamos que su legado continua, castigando a los pecadores por sus pecados: Varios cuerpos comienzan a aparecer por distintas partes de la ciudad. Todos ellos tienen algo en común: han tenido una muerte única y espantosa. A medida que avanza la investigación todo apunta en la misma dirección: John Kramer. Sin embargo, ¿cómo es posible esto si Jigsaw lleva muerto más de una década? ¿Acaso hay un aprendiz que ha tomado el relevo de Jigsaw? ¿O tal vez sea alguien infiltrado en la propia investigación del caso? Este nuevo film en la saga del ¿asesino? más famoso del último milenio en el cine, viene dirigido por los hermanos Spiering, famosos por “Daybreakers (2009)” o la obra de culto “Predestination (2014)”, quienes parece que le tomaron el gustito a esto del terror, ya que en 2018 tendremos su próxima película “Winchester” basada en el famoso caso de la mansión embrujada más legendaria de estados Unidos. ¿Qué veremos en “Jigsaw: El juego continua”? Basicamente lo mismo de siempre: un caso donde comienzan a aparecer varios cuerpos, víctimas del supuesto fallecido John Kramer, la aparición del títere Billy, personajes que no son lo que parece y la vuelta de tuerca final que nos revelará quién está detrás de toda la locura de sangre y visceras. Entonces, ¿qué hace especial a esta nueva entrega de la saga? No solo que mantiene la calidad de film clase B, sino que apoyándose en las anteriores entregas, los hermanos Spiering logran renovar y darle un aire fresco a la saga; aún con la misma fórmula. Todo parece nuevo, la tensión se mantiene en todo el metraje y los amantes del gore quedarán fascinados ante tanta matanza, junto con los fanáticos, quienes verán y disfrutarán los guiños a los anteriores films. No se puede hablar mucho de Jigsaw: El juego continua sin caer en el spoiler. Lo último que diré es que la saga se renueva, manteniéndose fiel al estilo logrado por su creador y generando nuevos personajes que llegan para quedarse. El rito ha comenzado y se ha renovado, llega Halloween y con él, un nuevo capítulo en la historia de venganza de John Kramer, quien como Jason Voorhees, Freddy Krueger y tantos más, parece que nunca morirá, sino que vivirá para siempre dentro de todo aquel que se crea un ángel ejecutor. Un símbolo de venganza.
Jigsaw, el juego continúa, de Michael Spierig Por Paula Caffaro Y seguirá continuando porque si no bastaba con la entrega número siete, este jueguito del miedo tiene las intenciones de reproducirse hasta el infinito. Con una fórmula repetida y muertes poco originales, Jigsaw no sólo es aburrida, sino que tiene la apariencia de transformarse en parodia de sí misma. Obvio que es recomendable para fans de la saga, pero ojalá no te toque caer al cine desprevenido una noche de sábado. El juego del miedo nace con una idea original y hasta se podría decir, una nueva forma de relato dentro del género de terror. Sin embargo, tras el empeño de extenderla una y otra vez mediante una catarata de secuelas, el método se fue debilitando progresivamente hasta llegar a esta última entrega casi sin demostrar el más mínimo esfuerzo por seducir a su audiencia. Se perdió la magia. Jhon Kramer, el inmortal, vuelve a hacer de las suyas cuando escoge cinco víctimas que deberán purgarse de su pasado ominoso enfrentando las temibles trampas mortales, verdaderos juegos de ingeniera para la muerte. El asesino del rompecabezas jugará (como siempre) desde la invisibilidad hasta que por arte de magia (o remiendos del guión) resurgirá de la muerte para seguir “corrigiendo” los malos comportamientos sociales de los seres humanos. Predecible y muy aburrida, la película recorre cada uno de sus espacios y tiempos icónicos como si quisiera recordarse a ella misma cómo es que funcionaba su estructura macabra. Los lugares comunes de los personajes maniqueos sólo incrementan la distancia entre el horror que se intenta provocar y la carcajada. Mientras que los diálogos y el antiguo efecto del montaje paralelo agotan hasta el cansancio. Es una lástima porque Jigsaw solía espantar a mucha gente, pero de todo algo se aprende y la moraleja es: mejor retirarse en la gloria. JIGSAW: EL JUEGO CONTINÚA Jigsaw. Estados Unidos, 2017. Dirección: Michael Spierig y Peter Spierig. Guión: Pete Goldfinger y Josh Stolberg. Intérpretes: Tobin Bell, Matt Passmore, Callum Keith Rennie, Hannah Emily Anderson, Clé Bennett, Laura Vandervoort, Paul Braunstein, Mandela Van Peebles, Brittany Allen, Josiah Black. Producción: Mark Burg, Gregg Hoffman y Oren Koules. Distribuidora: BF + Paris Films. Duración: 91 minutos.
La saga truculenta iniciada en el 2004 por el director James Wan entrega ahora su octavo eslabón después de una larga pausa y de la mano de los hermanos Michael Spierig y Peter Spierig -realizadores de la interesante Vampiros del día-, quienes relanzan la historia, pero respetando el estilo de las anteriores. Contra toda lógica y un guión que acumula demasiadas vueltas de tuerca, Jigsaw: El juego continúa esparce cadáveres en la ciudad y todo indica que el asesino serial John Kramer -Tobin Bell- estaría de vuelta en acción, a pesar de que se lo dio por muerto diez años antes. Cinco personas aparecen encadenadas en un juego siniestro en el que deberán superar pruebas para salir vivos como castigo por sus delitos cometidos. Al mismo tiempo, se pone en marcha una investigación en la que científicos forenses tratan de encontrar y capturar al asesino. En un perverso juego de cadenas, víctimas y victimarios, cuchillas filosas y otros mecanismos ingeniosos que instalan una carrera contra el tiempo, la película tiene un buen comienzo donde las dudas atraviesan la trama, pero después del despilfarro de tripas se termina enredando en sí misma en su afán por no dejar cabos sueltos. Los fans de la saga encontrarán las mismas trampas de las anteriores películas aunque se ven mejor filmadas que sus predecesoras, a excepción del film original. No hay sorpresas, sino demasiadas explicaciones acompañadas por flashback en los minutos finales. Confesiones, pecados y crímenes mantienen a las ¿víctimas? encerradas y a merced del asesino cuyas reglas y amenazas aparecen desde un triciclo siniestro. Detectives, investigadores, ataúdes que son abiertos y una lista de sospechosos que se apilan en esta nueva entrega que juega más con el impacto que con los climas. Sólo para los buscadores de escenas fuertes y mecanizadas, en un cine gore que mantiene atrapado a su público.
El Asesino del Rompecabezas sigue más vigente que nunca. Thriller de horror y misterio dirigido por los australianos The Spierig Brothers (“Predestination”, 2014) “El Juego del Miedo” es una saga de películas del subgénero Torture Porn con mucho contenido gore y no apta para gente impresionable. Fue escrita y dirigida James Wan y Leigh Whannel allá por 2004, siendo una cinta que se produjo con bajo presupuesto, pero que con el correr de los años fue ganando adeptos y sumando más dinero en taquilla, considerándola hoy en día una de las franquicias de terror más consumidas del siglo XXI. Esta octava entrega da inicio cuando en una persecución y luego de un tiroteo es atrapado un peligroso criminal. Tras este suceso queda en estado crítico y posteriormente muere misteriosamente en el hospital, sembrando las dudas de los investigadores. Más adelante, cinco personas se encuentran encerradas dentro del establo en una granja, atados con cadenas y cubetas en la cabeza y tras escuchar la voz de Jigsaw deberán confesar sus pecados y resolver las pistas si no quieren perecer y ser torturados de las formas más ingeniosas y violentas. Más tarde, al examinar el primer cadáver de este macabro juego, se dan cuenta de que hay un misterioso asesino imitador que decide continuar con el legado que inició el fallecido John Kramer. La banda sonora y los flashbacks con giros en la trama que aparecen en esta cinta me hicieron recordar al film “Silencio desde el Mal” (2007), dirigida también por James Wan y en la cual hace un cameo el aterrador muñeco Billy. Las actuaciones de los cinco prisioneros me parecieron por momentos muy sobreactuadas con gritos poco convincentes. El que apareció para cumplir y nos brindó una decente actuación es el gran Toby Bell (John Kramer). También contamos en esta cinta con las actuaciones de Laura Vandervoort (Anna), Callum Keith Rennie (Detective Halloran), Matt Passmore (Logan Nelson), y Hannah Emily Anderson (Eleanor Bonneville). Para finalizar, quiero destacar el maquillaje, los efectos especiales y la escenografía que nos dan la sensación de claustrofobia y muerte, de tortura y sufrimiento, de la que nadie podrá escapar si se encuentran en el lugar equivocado.
Jigsaw no será una obra de arte, pero cumple con lo que se propuso, enaltecer una franquicia que venia de capa caída luego de su última entrega. Seguramente habrá nuevas ediciones de juegos mortales en los años venideros y si siguen por el camino de sujetarse a las bases que tanto rédito le dieron en el pasado, habrá sangre y tripas desparramadas para rato, que empiece el juego. Hace 7 años se estrenaba SAW VII 3D (2010), la séptima película de una de las sagas de terror más rentables de la historia del cine, una serie de películas con muchos altibajos en cuanto a calidad cinematográfica, pero que siempre en la taquilla tuvo un gran impacto gracias a su primera entrega en 2004 SAW. El juego del miedo, cuenta la historia de un macabro ingeniero civil llamado John Kramer/Jigsaw, a quien todo se le es arrebatado de repente y luego de querer terminar con su vida, decide dedicarse a vengarse de quienes tienen la responsabilidad de que su vida haya cambiado tan drásticamente. ¿Como lo hace? A través de una serie de “juegos” donde reúne a un pequeño grupo de personas, que principalmente no se conocen pero que al hurgar en su pasado y sobre todo en sus pecados, notaran que no han sido elegidos al azar en estos pequeños eventos. Luego de una exitosa primera entrega, dirigida por James Wan (Aquaman, 2019), la saga fue mutando constantemente, añadiendo recursos literarios que han hecho de una premisa simple, una historia con agujeros en el relato por donde se mire, solo por querer mantener una misma linea temporal en las películas. Jigsaw: Legacy presenta una situación extraña al comienzo con una nueva serie de asesinatos que empiezan a salir a la luz, siendo los juegos de Kramer los principales sospechosos. John, quien ya lleva varios años muerto, ha dejado un legado de sangre y locura que muchos han querido imitar. Para desenmascarar a este presunto imitador, la historia presenta a los detectives Halloran y Keith Hunt interpretados por Callum Keith Rennie y Mandela Van Peebles, respectivamente. También tendrán una participación sumamente importante una pareja de forenses, Logan Nelson (Matt Passmore) y Eleanor Bonneville (Hannah Emily Anderson) quienes agotarán todos sus recursos para atrapar a este maníaco e intentar evitar que el juego cumpla su sangriento objetivo. La película dirigida por los hermanos Michael y Peter Spierig toma lo bueno de las primeras entregas y lo entrelaza. Los giros en el argumento, los flashbacks y las conspiraciones se notan frescos sin parecer forzados. Si bien todo tiene un aroma familiar en la saga, el intenso final no los dejará pestañear. Incluso, Jigsaw es un homenaje a las primeras dos pelis de la franquicia, que quizás sean las mejores. La velocidad del relato contado es perfecta. El film no se hace denso, ni pesado y sus 92 minutos de duración quedan justos. Las actuaciones son positivas, cada miembro del elenco cumple con su trabajo. Ninguno se destaca por sobre otro y esto produce una armonía justa en el casting de la película.
Rápido y miedoso 8 Cuando la serie El juego del miedo (Saw) cerró la caja con siete películas - seis de más - al menos lo hizo con un módico de dignidad, pretendiendo que El juego del miedo 7 (Saw 3D, 2010) era la culminación del magnum opus póstumo del torturador Jigsaw (Tobin Bell). Siete años más tarde Lionsgate ha decidido que las aguas están tibias como para sacar otra. ¿Por qué no? Salen baratas y siempre rompen la taquilla en Halloween. La serie bien podría haber muerto a la altura de la tercera película, que tomó la cuestionable decisión de matar a su villano y con él cualquier interés por la historia. Ahora da igual. La realidad es que Jigsaw ha dejado cualquier cantidad de grabaciones, videos y trampas disponibles para que cualquier psicópata con trastorno límite de personalidad y tiempo de sobra continúe capturando y torturando “pecadores” en su nombre. La octava película no trae nada nuevo a la serie. Es la misma historia de siempre: hay un grupo de víctimas encerradas en una locación recóndita, forzadas a mutilarse para ir sobrepasando una serie de cámaras de tortura, y se muestra en paralelo una investigación policíaca a las apuradas por detener la masacre. Entre todos no hay una sola persona querible. Las víctimas son todas culpables de algún crimen nefasto, después de todo, y los policías pasan más tiempo puteándose y echándose culpas que otra cosa. Ni que sepamos mucho de nada sobre nadie. Se emplean los mismos trucos. La trampa irónica. La narrativa no lineal. El montaje final que repasa los puntos clave en la elaboración del misterio central. La gran duda de la historia es si Jigsaw sigue vivo o no, a pesar de que claramente murió al final de la tercera película y la cuarta hace gala de su autopsia. Pasamos a la segunda duda: ¿quién de todos los personajes podría ser el aprendiz de Jigsaw? Aquí aparecen un par de giros creativos, aunque sugieren agujeros en la trama demasiado grandes como para empezar a tapar. Notablemente, la octava película es la primera en moderar las escenas de tortura. Sigue siendo igual de morbosa y sangrienta como siempre, pero aunque sea cambia las máquinas de tortura más disparatadas (como el carrusel en la sexta película, y la vidriera pública de la séptima) por algo más elemental y consecuentemente más inmediato y terrorífico (sierras, cuchillas, pinches… la excepción son los láseres del final). Igual muchas de las trampas siguen requiriendo un nivel de previsión psíquica tan absurdo que se necesitaría un par de X-Men para operarlas. Hay que reconocer que la serie, aunque sea la primera película, se ha convertido en una suerte de clásico moderno del cine de terror, influenciando para bien o para mal cientos de imitadores. Como Jigsaw. ¿Quién espera algo más de la octava entrega, salvo la repetición segura y familiar de todo lo que ama u odia de la franquicia? La tentación es concluir que hay peores cosas para ver en Halloween, pero It (Eso) (2017) sigue en cartelera y últimamente hasta los cines más comerciales proyectan clásicos como El exorcista (The Exorcist, 1973), Martes 13 (Friday the 13th, 1980), El resplandor (The Shining, 1980) y Scream (1996). Háganse el favor.
Allá por el 2004, James Wan (“Insidious”, “The Conjuring”) nos presentaba la primera entrega de lo que sería una exitosa saga. Estamos hablando de “Saw” o “El juego del Miedo”. Aquel film inicial presentaba una atrapante premisa que traía una investigación policial detrás de un asesino serial que sometía a sus víctimas a juegos macabros, donde ellos mismos se encargarían de “decidir” quién muere o quién vive. Esta independiente y pequeña película tuvo un costo de 1.2 millones de dólares y recaudó 103.9 millones. El éxito fue tal que las secuelas no tardaron en llegar. El problema estuvo en que las continuaciones solo explotaron el costado gore del asunto, y resultaron repetitivas, pobremente actuadas y en cierto punto hasta estúpidas. Tal es así, que el conocido asesino Jigsaw muere en la tercera entrega y se hicieron 5 secuelas más con imitadores o discípulos del otrora famoso homicida. La frescura del film original, los momentos cruentos, y el aire clase B mezclado con la investigación policial paralela a los juegos tenebrosos, fueron replicados en las continuaciones pero no lograron el mismo atractivo que la primera parte. La saga fue exprimida hasta al hartazgo logrando desde el 2004 hasta el 2010 una película por año para el mes de octubre durante la época de Halloween. La saga se creía concluida, pero ahora siete años después de su último film, vuelven los rompecabezas retorcidos de la mano de los hermanos Spierig. Michael y Peter Spierig son dos realizadores de origen alemán, que fueron puestos bajo la lupa luego de entregar algunas propuestas interesantes y atractivas como “Daybreakers” (2009) y “Predestination” (2014). Este último largometraje se convirtió en un verdadero fenómeno de culto y es la principal razón por la que gozan del éxito que atraviesan en la actualidad. Es por ello que sorprendió su elección para dirigir “Jigsaw” y a su vez lo que devolvió la fe a los fans de poder ver un producto revitalizado e insuflarle algo de aire fresco a la ya desgastada saga. Y el resultado es bastante aceptable. Mucho no podemos esperar de la octava parte de un film de terror que busca sorprender a través de formas creativas y cruentas de mostrar a los protagonistas torturados. Sin embargo, los hermanos Spierig pudieron dotarle de su impronta al relato y otorgar un film sin nada nuevo u original pero entretenido al fin. La película nos dice que Jigsaw está de vuelta o al menos eso parece. Desde el primer momento no sabemos si está vivo o no, y se juega con eso durante todo el metraje. En esta ocasión, atrapará a cinco personas y las enfrentará en una serie de juegos sangrientos como castigo por sus delitos. Al mismo tiempo, tiene lugar una investigación en la que científicos forenses y detectives tratan de encontrar y capturar al asesino, con la sospecha de que alguien del equipo puede ser el responsable. De esta forma veremos la estructura ya conocida de montaje paralelo entre los protagonistas atrapados y atormentados, y los que se encuentran llevando a cabo la investigación policiaca. Lo interesante es que la cinta prioriza más el costado del thriller que el de las muertes escandalosas. No se confundan, hay sangre y hemoglobina para los fans del gore, pero quizás esta vez los asesinatos no tengan un número elevado y su tiempo en pantalla sea escueto. Obviamente que la película está pensada para los fans y tendrá esos personajes estereotipados que querrás ver morir, la acostumbrada exposición de la trama en los diálogos y los famosos flashbacks que preparan o anticipan el giro del final. Como bien dije antes, “Jigsaw” no representa nada que no hayamos visto antes, pero la realización es correcta y la película entretiene. Algunos momentos son predecibles y el guion hace aguas en varias oportunidades, no obstante, la investigación por sobre el sadismo, el fanservice y la digna ejecución de sus directores, hacen de esta octava algo disfrutable.
Para tratarse de la octava entrega de una franquicia que había explotado al máximo su historia y personajes en las películas previas, Jigsaw es una adición amena que se disfruta si estás dispuesto a verla con bajas expectativas. No arruina el recuerdo de la serie original, que había tenido su final en Saw 3D, pero tampoco entusiasma lo suficiente como para esperar más continuaciones con el nuevo arco argumental que se presenta en este film. La dirección en esta oportunidad corrió por cuenta de los hermanos Spierig (Vampiros del día), quienes tuvieron la honorable intención de retomar el suspenso establecido por James Wan en la producción original del 2004. El foco del conflicto en este caso se centra en la intriga de la trama y las investigaciones policiales más que en los espectáculos gráficos de violencia extrema. Si la comparamos con lo que fueron los episodios dirigidos por Darren Lynn Bousman (Saw 2, 3 y 4) y Kevin Greutert (episodios 6 y 7), Jigsaw es claramente la más liviana de todas en ese aspecto. Aunque el film contiene escenas de violencia, los directores optaron por evitar el espectáculo gore e inclusive las trampas creadas por el protagonista son menos creativas. Pese a todo, esta adición de El juego del miedo consigue ser entretenida y los hermanos Spierig sostienen el suspenso del relato hasta el final. El problema con Jigsaw es que la excusa que plantea para dar inicio a una nueva línea argumental es muy débil y cuesta imaginar que este film genere más continuaciones. La gran desventaja de la saga es que sin el personaje de John Kramer, interpretado por Tobin Bell, la propuesta no tiene mucho sentido. A Jigsaw no se lo puede reemplazar con una máscara como a Jason Voorhees o Leatherface. Su historia personal y la actuación de Bell, que eran dos ganchos importantes de Saw, ya no se puede estirar más y eso deja a esta propuesta en una posición complicada. De hecho, ya en esta película la participación de Bell, que tiene un rol muy reducido, demanda cierta indulgencia del espectador para remar el concepto del argumento. Por ese motivo resulta complicado imaginar una nueva saga con este relanzamiento que plantea la productora Lions Gate. No obstante, Jigsaw al menos logra ser entretenida y no arruina la memoria de una franquicia que en mi opinión debió haber terminado en el tercer capítulo
Muchas veces en el cine, menos es más. Y Jigsaw, el nuevo film que viene a continuar el universo de El Juego del Miedo, es un claro ejemplo de ello. Dirigido por Michael y Peter Spierig, busca volver a los orígenes de esta franquicia, creada por el director James Wan en 2004 -siendo la obra que lo catapultó a consagrarse como uno de los grandes realizadores del terror en la actualidad-, que ya contaba con siete entradas en su haber.
Siete años después vuelve la saga de El Juego del Miedo o Saw, aquí llamada Jigsaw: el juego continúa. Tras la aparición de un cuerpo, en el medio de la ciudad, los investigadores comienzan a encontrar pistas que acercan como sospechoso a alguien que lleva más de diez años muerto: John Kramer o Jigsaw. Al mismo tiempo, cinco personas están atrapadas en un juego de vida o muerte. La saga de El Juego del Miedo es el claro ejemplo de una gran idea que comienza a retorcerse para exprimir hasta el último centavo del espectador. Todo empezó en el 2004 con un thriller policial independiente que lanzó la carrera de James Wan (Rapido y Furioso 7, El Conjuro, Aquaman). La segunda y tercera parte parecían ser coherentes y cerrar el ciclo del asesino Jigsaw. A partir de ahí, Lionsgate vio que tenía entre sus manos una franquicia que podía seguir explotando y cada Halloween estrenaba un nuevo film. Esta nueva etapa de la saga se apoyó mucho más en su aspecto gore y de tortura que en el thriller policial original. La séptima película, el capítulo final, debería haber sido el cierre de la historia. Para bien o para mal, Cary Elwes volvió a interpretar al personaje del doctor Gordon y reveló que desde el primer film estuvo trabajando para el asesino todo el tiempo. La octava de El Juego del Miedo, ahora Jigsaw: el juego continúa trata de encontrar su tono entre todo lo visto en las películas anteriores pero se queda a medio camino. Como policial, sus protagonistas no tienen carisma y formulan estereotipos clásicos. Mientras que desde el horror, el gore no es suficiente para los fanáticos de ese estilo. El planteamiento de cambiar el título podría dar a entender que esto es el comienzo de una nueva historia. Una alrededor del personaje de Tobin Bell. John Cramer es el asesino ausente en todos los filmes, tiene pequeñas apariciones y siempre fue lo más interesante de los títulos. En Jigsaw: el juego continúa se mantiene la misma postura que en las anteriores entregas. Los guionistas no se arriesgan. Las vueltas de tuerca también fueron parte de la saga, engañando al espectador con varios recursos. El efecto aquí vuelve a estar presente pero es previsible porque ya se había utilizado y al espectador le cuesta creer que Jigsaw podría estar vivo; el film no da pruebas suficientes para cuestionarlo.
Cuando El Juego del Miedo (Saw) se estrenó en el Festival de Sundance de 2004, nadie podía imaginar que comenzaba algo grande. Para empezar, costó un millón de dólares y recaudó 20, inauguró el término -y subgénero- Porno Tortura y catapultó la carrera de su director, James Wan. Pero su legado más duradero son las secuelas, que la convirtieron en una saga de terror equiparable a las de Halloween, Martes 13 y Pesadilla en lo Profundo de la Noche. En cada película, John Kramer (Tobin Bell), alias Jigsaw, coordinaba trampas mortales para un determinado grupo de personas con diferentes tormentos y prontuarios, a fin de que aprendan a valorar la vida. El juego del miedo 3D: El capítulo final (Saw 3D, 2010) parecía ser el cierre la franquicia, ya que la fórmula había caído en la repetición. Sin embargo, hoy tenemos Jigsaw: El Juego Continúa (Jigsaw, 2017) La premisa es siempre la misma: varias personas quedan sometidas a pruebas que incluyen cortes, mutilaciones, sufrimiento en general y hasta la muerte. En paralelo se nos muestra la investigación de los detectives de turno, quienes creen haber dado con un imitador de Jigsaw, alguien posiblemente cercano a ellos… Aunque el título y el demorado regreso a las pantallas habían prometido una vuelta de tuerca al concepto original, el mecanismo es el mismo de siempre: individuos de moral cuestionable, gore, muertes elaboradas, gore, intrigas policiales, gore, trampas físicas, gore, trampas narrativas, gore… y el inquietante muñeco que se volvió un ícono del miedo cinematográfico actual. Todo esto, sin la frescura necesaria como para revitalizar esta serie de films. En esta oportunidad, la dirección corre por cuenta de los gemelos australianos Michael y Peter Spierig, dos interesantes nombres del género fantástico y de terror gracias a la epopeya zombie Undead (2003), la distopía con chupasangres Daybreakers: Vampiros del Día (Daybreakers, 2009) y el thriller de ciencia ficción Predestination (2014). Aunque mantienen la temática de los personajes bajo presión en un contexto hostil, Aquí quedan demasiado atados al “modelo Saw”, que incluye guiños a las secuelas anteriores y, como corresponde, los elementos necesarios para hacer más films. Jigsaw: El Juego Continúa podría haber sido la oportunidad para llevar este universo en una dirección menos esquemática y más sorprendente, conservando su esencia, pero se conforma con ser más de lo mismo. Tal vez el momento de innovar llegue en algún momento, para que la saga vuelva a genera interés.
Jigsaw, el juego continúa: festival de torturas y mutilaciones Con la octava entrega de la saga Saw (acá, El juego del miedo), el terror pierde los tímidos componentes de inquietud y tensión que quedaban en el tintero de su tradición para regodearse en un tratamiento exponencial de la angustia. No hay misterio posible: solo se trata de esperar cómo y con cuánta sangre morirán los cautivos de un lunático que pone en escena las pruebas más sádicas. Dirigida por los hermanos Spierig (responsables de la más que interesante Vampiros de día), este reinicio de la franquicia, que sigue la tradicional estela del copycat tiene un componente redentorio: el juego temporal se convierte en la única clave de disfrute en la previsible feria de torturas y mutilaciones.
El juego de nunca acabar Es más y más de lo mismo. La originalidad se perdió hace varias películas de la saga. Y El juego del miedo tenía que volver, en medio de la avalancha de filmes de terror con remakes, precuelas y spin-offs de estos días. Pero como este octavo capítulo de la saga que alguna vez fue ingeniosa –la primera película la dirigió James Wan, luego realizador de El conjuro- tiene sus guiños y secretos, tampoco es cuestión de revelar demasiado. Aunque tampoco hay tanto para contar, porque es más o menos lo mismo de siempre. Una pierna cortada más, un nuevo cuerpo destrozado, cinco participantes despiertan con cubos en sus cabezas, encadenados y encerrados en lo que sería un granero, e intervienen sin quererlo en un juego mortal. Lo curioso es que la voz que se escucha advirtiéndoles las reglas del juego es la de Jigsaw. Pero ¿cómo? Si Jigsaw había muerto… Está Halloran, el detective que lo perseguía, y hay nuevos personajes en un relato en paralelo: lo que sucede en el granero y el seguimiento de la policía y una pareja de forenses: él, que volvió de Afganistán tras masacrar talibanes, y ella, con cierto placer con lo repugnante. ¿Es todo obra de fanático(s) de Jigsaw, que continúan su juego? Si le da placer morboso, usted la verá. No se lo recomendamos.
Octava entrega de la saga sangrienta en torno del serial killer amigo de los serruchos. Con el argumento policial como pretexto para un catálogo gore. No es la peor, y no defraudará a los fans, sobretodo por su generoso final.
Cuando en enero de 2003 se estrenó la primera SAW en el Festival de Sundance, nadie sospechaba que el muñeco Bill continuaría haciendo de las suyas 14 años después. Tomó más de un año para que se exhibiese comercialmente en el Halloween de 2004 en Estados Unidos, luego desembarcaría en nuestro verano, en enero de 2005. Con una legión de fans y merchandising a la orden del día, la saga ideada por una de las mentes del terror Siglo XXI, James Wan, se erigió como una franquicia exitosa. En esta octava entrega los detectives siguen las pistas que dejan unos cuerpos que aparecen en la ciudad. La truculencia de los cadáveres sugiere que Jigsaw ha vuelto, lo cual es difícil de creer porque su muerte fue hace 10 años. ¿Quizá un nuevo personaje continúa el legado o hay un infiltrado en el cuerpo de detectives? En SAW todo es posible a esta altura. Sólo digamos que Tobin Bell aparece… y mucho. Los científicos forenses Logan (Matt Passmore) y Eleanor (Hannah Emily Anderson) son los encargados de recibir los cuerpos para su investigación. Logan tuvo un duro pasado: fue torturado y sobrevivió a la guerra de Irak. Eleanor tiene una secreta fascinación por los juegos de Jigsaw. La rivalidad surge entre los detectives Halloran (Kallum Keith Rennie) y Keith Hunt (Clé Bennett), quienes nunca llegaron a la mutua confianza e intentan recopilar información cada uno por cuenta propia. La sospecha cae sobre estos 4 personajes en mayor o menor medida, sin olvidar que Jigsaw sigue siendo Jigsaw, aquel psicópata que supo premeditar cada acción en las primeras entregas. Y debo citar que Tobin Bell es de esos actores que nacieron para el papel, el ejemplo perfecto de physique du rôle. Acá se muestra sombrío, seguro de sí mismo, como de costumbre; podría tener una secta oculta detrás con esa capucha negra y esa mirada misteriosa. Mientras ocurre la investigación, un grupo de cinco personas “juega” por sus vidas. Estos se levantan con cubos sobre la cabeza y son arrastrados hacia unas cuchillas. Esta es una de las fórmulas características de SAW para romper el hielo, la clásica primera escena sangrienta. Como película es un buen entretenimiento, pero si es pensada en base a la historia general su relevancia es menor. Si hay un cambio notorio está en su fotografía y montaje: luce más estilizada, menos “videoclipera” y algunas escenas se apoyan en la luz exterior como nunca antes (aunque esto último podría deberse al granero que se usa como locación). El mecanismo no ha cambiado, el gore, la sangre y los juegos están presentes y es loable que tras tantos años de hemoglobina aún se mantenga cierta originalidad en la natural perversión de los juegos. La culpa y el castigo de los pecadores puestos a prueba por un demente, es interesante ver cómo Jigsaw intenta persuadirnos de que hace una especie de servicio público. Después de varias entregas se puede vislumbrar algún que otro cabo suelto en la historia. Algo difícil de disimular en cualquier saga de 8 films y más en esta que claramente apunta al mercado de Halloween.
Desde “El juego del miedo” en el 2004, dirigida por James Wan que puso el suspenso, el sadismo, la sangre y los cuerpos torturados o autoflagelados en acción, la franquicia se transformó en una cita para el festejo de Halloween. Claro que sacarle el jugo a ese terror con muchos seguidores en el mundo es otra cosa. Y Revivir a John Kramer, el horrible creador de ficción de esos juegos, que ya murió hace una década en una de sus películas, tampoco es un recurso nuevo. Otra vez, gente secuestrada. Otra vez cadáveres tajeados que aparecen en escena y se explica su aparición de manera poco original y con una vuelta de tuerca que ya no convence a nadie, salvo porque se trate de un caso de adicción al rompecabezas infernal y con eso se asegure la concurrencia a los cines y las ganancias justifiquen lo ya gastado. Lo que sorprendió en el pasado, un juego de mutilaciones, autoflagelaciones y supervivencia, ahora es rutinario y sin sorpresas.
Un juego conocido. Luego de un respiro (para el público) de siete años, y una rutina de producir una entrega por año, los juegos sádicos están de regreso en una película que perfectamente pudo llamarse Saw VIII o El juego del miedo VIII. Sin embargo decide llevar por título al autor de tales maniobras, Jigsaw ¿Por qué? Veamos. Si recordamos las entregas anteriores (guarda que se viene spoiler para quienes no las vieron), sabemos que el asesino que sometía a todo tipo de ciudadanos a una suerte de juegos de (imposible) supervivencia, era el enfermo terminal de cáncer John Kramer (Tobin Bell) quien tenía como obsesión que todos pagasen cruelmente sus culpas. Tenía… porque a partir de la cuarta entrega este personaje está muerto y, desde entonces, los guionistas se las han ingeniado para hacerlo aparecer sin que sea un ente sobrenatural. Precisamente de esto se trata Jigsaw, de dilucidar si el personaje está vivo o alguien sigue su legado. Exactamente lo mismo que vienen planteando desde hace cuatro secuelas. Como si el tiempo no hubiese pasado: Un hombre aparece corriendo por la ciudad con un detonador de bombas en la mano. De inmediato aparece la policía, lo rodea, y el hombre advierte que los juegos han vuelto a comenzar. Efectivamente, a partir de entonces varios cuerpos irán apareciendo indicando que cada vez son menos los sobrevivientes, y por las pistas halladas todo indica que el autor no es otro que Jigsaw, ¿muerto? hace diez años. Los detectives Halloran (Callum Keith Rennie) y Hunt (Clé Bennett) son los encargados del caso, y cuentan con la ayuda de los médicos forenses Nelson (Matt Pasmore) y Bonneville (Hannah Emily Anderson). Entre los cuatro deberán revelar qué es lo que ocurre, si es que realmente John “Jigsaw” Kramer no murió y sigue haciendo de las suyas, o cuenta con un imitador. En paralelo, veremos un gran juego, con pequeños minijuegos internos (como en todas las de la saga), en el que cinco –muy pronto cuatro– personas se encuentran encadenadas en un lugar que se revela como un granero. Como pueden leer, la mecánica es la misma que las de cualquiera de las anteriores entregas. Hechos en paralelo, un grupo de policías corriendo contra reloj para que los muertos no se sigan apilando, gente que deberá expiar sus culpas del modo más cruento. Tampoco ha variado demasiado estéticamente. La cámara de movimientos rápidos y la fotografía que abusa sin sentido del filtro verde y amarillo, sumado a los golpes de efecto visual, están ahí, todos presentes. Un rompecabezas mal encastrado: Los Hermanos Michael y Peter Spierig vienen de un puñado de películas interesantes que les hicieron ganar prestigio como Undead, Daybreakers y Predestination. Pero Jigsaw es claramente un producto de estudio, y será poca la mano que ellos puedan meter en el asunto. Todo pareciera ser presentado por directores ignotos o principiantes como las seis secuelas que la preceden. Olvídense de una marca visual o narrativa propia. El guion, a mano de Pete Goldfinger y Josh Stolberg (quienes juntos se encargaron de escribir la remake de Sorrority Raw, Piraña 3D, y su secuela) pretende, al igual que las anteriores, construir un entramado ingenioso que desafíe las mentes de los espectadores y los sorprenda con sus vueltas de tuerca. Sin embargo, este entramado presenta no solo agujeros imposibles de eludir, cosas que conducen a una incongruencia total que cuesta creer las hayan pasado por alto. Además, y fundamentalmente, se olvidan que ya hubo siete películas antes, y que los que vayan a ver la es muy probable que las hayan visto todas, o aunque sea a alguna/s de ellas. Jigsaw pretende hacer pasar por sorpresa elementos que se adelantan durante toda la película, vueltas de tuerca muy previsibles, y resoluciones que son calcos de alguna de las entregas anteriores, todo huele a obvio y rancio. Se puede decir que la saga que ha hecho furor con la porno tortura bajó un cambio, pero pequeño, es un poco menos explícita que las últimas, sin regodearse tanto en primerísimos planos, pero hasta ahí. En definitiva, continúa con la misma mecánica de confundir morbo con horror. Conclusión: Jigsaw, de los Hermanos Spierig, no solo no ofrece nada nuevo ni estimulante: desarrolla mal su mecánica, recurre a efectos que ya no causan impacto, y desaprovecha a sus personajes generando nada de empatía ni de un lado ni del otro. Como si nada hubiese pasado en el medio, esta octava parte de El juego del miedo denota puro aprovechamiento y desgano por querer hacer algo superador.
Siete años después del estreno de “Saw 3D” llega este film que tiene muchos seguidores, los cuales esperan con ansias cada entrega. Nos encontramos en la octava pero prometen llegar hasta la decima. En esta oportunidad en la dirección están los hermanos alemanes Michael y Peter Spierig (“Vampiros del Día”). Esta contiene todos los elementos de lasaga del Juego del Miedo, su ritmo es rápido, humor negro, todos los personajes hacen honor a la historia, con diálogos e imágenes que llevan a la tensión, mantiene el gore, con trampas sádicas pero un poco más suaves que sus antecesoras.
Franquicia al borde de la muerte Por más vueltas que le den, la fórmula de El juego del miedo si bien es efectiva deja entrever un desgaste que entrega tras entrega se hace notar, más allá que siempre habrá en el público defensores de este ícono del porno de tortura que supo sorprender con su primera entrega dado el nivel y sofisticación de las torturas y máquinas de la muerte en la que un grupo de víctimas luchaba por sobrevivir a merced de la perversa mente de Jigsaw. Escuchar su voz en esta última desventura nos retrotrae a los momentos en que todavía vivía y pretende -aunque no lo logra- sembrar la duda como un intento de recuperar la trama nuclear y reciclarla hasta decir prefiero que me maten a seguir viendo lo mismo. Y lo mismo es precisamente: Nuevas torturas, nuevo grupo de pecadores bajo los parámetros morales y dudosos que justifican el ajusticiamiento. Algunos personajes ya conocidos en otras ocaciones como el detective Halloran, otros nuevos y el paralelismo con una trama policial que sigue las pistas a partir de los cadáveres, típico de cualquier policial berreta de esos que se alquilaban en el videoclub cuando no había otra cosa que hacer. Para aquellos que esperen algo más sofisticado y creativo en cuanto a las muertes se quedarán con los bolsillos vacíos porque aquel ingenio de otras épocas parece haberse deteriorado al igual que las escasas ideas para forzar un final que es insultante y tramposo por donde se lo mire. La dupla de directores alemanes, no obstante, cumple con los deberes pero pedir innovación o riesgo es como creer que todavía esta franquicia en estado de coma puede revivir con nuevas caras y aventuras dentro del porno de la tortura.
Hierba y monstruos malos nunca mueren Luego de varios films que dominaron la década pasada, incluyendo un "capitulo final" en 3D (2010) que ofrecía un supuesto desenlace que, como era previsible, no convenció a nadie de que hubiera sido el último, "El juego del miedo" revive con una película que no aporta mucho a esta saga de matanzas justicieras con métodos sádicos y minuciosamente elaborados en el plano gore. Esta nueva y algo demorada entrada en la saga no debería decepcionar a sus fans, salvo en el sentido de que por más truculencia gratuita que se agregue, en realidad el asunto son variaciones sobre lo mismo. Como ya ha pasado antes, los cadáveres se amontonan y todo indica que llevan la firma del retorcido Jigsaw, el personaje de Tobin Bell que supuestamente estaba muerto desde hacía una década. Pero como ya antes lo habían dado por muerto, la trama ni siquiera arriesga mucho con esta nueva resurrección filmada por los hermanos Spierig.
"Jigsaw" (El juego continúa): no todo lo que ves, es. Se recuerda con alegría el ingreso de la saga iniciada con “El juego del miedo” a la industria. Película pequeña, tensa, verosímil, redonda, el juego sangriento propuesto en ese entonces por John Kramer inducía al disfrute y placer culposo. No eran estos dos atributos los únicos relevantes, “Saw”, además de ofrecer una vuelta de tuerca a un género que por ese entonces, excepto el aggiornamiento de “Scream” o “La bruja de Blair Witch” no encontraba salida, sumaba su tensa narración. Después la saga creció e impuso a Jigsaw (Tobin Bell) como nuevo parámetro del terror, a la par que comenzó a proliferar en secuelas hasta llegar a “Jigsaw: El juego continua” (2017), octava entrega centrada en la renovación de la propuesta. Entre la duda de un copycat, o el fanatismo extremo de algún adorador de Kramer, la trama de “Jigsaw” avanza generando secuencias que, por un lado, recuperan el sentido primigenio de la primera parte (tensión desprendida de pruebas, espacios cerrados, etc.) para luego avanzar en una acelerada resolución intentando, obviamente, mostrarse original. En ese momento en el que la película “intenta” sorprender con un giro (previsible, por cierto) aquello que se había sostenido durante su primer acto comienza a desmoronarse rápidamente, generando un desenlace plagado de estereotipos y lugares comunes que no convence. Los dos actos, lamentablemente, y muy a pesar de Kramer, se muestran como estancos separados. Aquello que el primero, con la intervención de la “arena” de juego en un viejo cobertizo plagado de trampas, comienza a disolver su tensión hacia una segunda parte en la que se intenta confundir al espectador para revelar la revelación final. En el primer acto hay un regocijo y placer culposo que se desprende de las múltiples torturas que Kramer impone a cada uno de los “jugadores” seleccionados. Uno a uno, cual conejitos de indias, deberán intentar escapar de las mortales artimañas del psicótico Jigsaw. El slasher y el gore escupiendo sangre por doquier, y la tensión en las torturas potenciada por la habilidad del guion de reinventar pruebas mientras cuela por lo bajo una subtrama policial en la que un sobreviviente y una médica forense quedan atrapados sin escapatoria. En esa dicotomía, entre ese primer instante lúdico (por nominarlo de alguna manera), en las dudas de las fuerzas sobre el origen de la nueva ola de crímenes asignada a Jigsaw, hay una pulsión que no funciona. Cuando el film explora en paralelo esos dos mundos, el del sangriento juego, y el laboral, con pistas y pruebas que comienzan a aparecer en los cuerpos, “Jigsaw: El juego continua”, suma y desanda los pasos de las mejores entregas de la saga. Pero cuando intenta mostrarse original y diferente a sus predecesoras, con un giro que no termina por colmar las expectativas, todo cae en tedio, conformando un escenario plagado de fichas de dominó golpeándose en cadenas y esparciéndose por todos lados sin conducir a ningún lado.
Hacía un tiempo que tenía ganas de hacer una maratón de Saw, pero nunca pude llevarla a cabo, esta hubiera sido una buena excusa para hacerla. Tenía ganas de ver los cabos sueltos de las películas, y ver qué tan distintas podían llegar a ser. Ahora que vi esta nueva entrega, creo que no me hace falta. Está claro que la película está apuntada aun público adepto a la saga de Saw (me niego a utilizar si horrible traducción al castellano), si bien no tiene un hilo que la une con las anteriores, tiene esos elementos que alguien que haya visto las anteriores la disfrutará más. Las actuaciones no sorprenden, la banda sonora acompaña. Se queda corta la película en la parte gore, hay una escases que sorprende. Y lamentablemente quizás haya un solo elemento “sorpresa” en esta nueva entrega, en la zona de spoilers hablaré de este. Muy reiterativo pero al punto de aburrir. No es como por ejemplo la saga rápido y furioso que uno sabe que es siempre lo mismo, en este caso ese siempre lo mismo aburre. Si bien la película logra mantener el interés en una gran parte, cae por momentos a un llano donde uno ya sabe lo que viene o espera lo de siempre. Mi recomendación: Si viste las anteriores esta tenes que verla pero en casa tranqui. Zona de Spoilers: El policía amigo que ayuda. El desfase temporal de cuando fue hecho el “juego” y lo que está sucediendo en el ahora. Esas cosas son las que ya sabemos de la saga Saw y que no sorprenden. Lo que si me sorprendió fue que Kramer haya salvado a uno de sus “jugadores” por un error de él, quien fue justamente el que cometió el error con el cáncer de él y quién (por supuesto) se convierte en su discípulo. Ahora mi pregunta es: ¿Por qué este discípulo espero tanto tiempo para comenzar a jugar?
EL VENGADOR ANÓNIMO ES MÁS PROGRE Durante la década anterior no había película de terror, no importa cuál fuera el argumento, que no incluyera torture porn: esa variante del gore que focaliza sus esfuerzos en mostrar violencia extrema, exagerada pero con la suficiente verosimilitud como para sentir repugnancia y empatía por el dolor de los personajes. Películas como Hostel, incluso la recomendable El despertar del diablo (remake del film de Wes Craven The hills have eyes), pasando por las francesas Martyrs, Frontière(s) o A l’intérieur eran exponentes de una de esas modas que suelen capturar al cine de género, como el slasher en los 80 o el thriller erótico en los 90. El juego del miedo fue la saga que explotó el recurso al máximo, y también la que, con una velocidad y voracidad admirable, lo agotó (desde 2004 hasta 2010 hubo una entrega de El juego del miedo por año). Si dejamos de lado la primera dirigida por James Wan (hoy un referente del cine de terror), básicamente porque fue la más lograda en cuanto a la atmósfera y la tensión, y también la única en la que no se conoce la identidad del asesino (el famoso Jigsaw), todas las películas de la saga tienen el mismo esquema: un largo montaje paralelo en el cual se muestran varios juegos mortales ridículos y violentos, los cuales las víctimas de Jigsaw, o de alguno de sus continuadores, deberían superar si es que quieren salvarse (generalmente no lo logran y mueren de formas espantosas); por otro lado siempre se cuenta una trama de policías corruptos inoperantes que intentan resolver el caso, y ocultar pruebas comprometedoras. Al final, por si el público no entiende algo, siempre hay un montaje que explica y ata todos los cabos sueltos. Nunca entenderemos por qué a Jigsaw: el juego continúa no le pusieron El juego del miedo 8, ya que comparte el molde con todas las anteriores. La película de los hermanos Spiering arranca con una secuencia de acción relativamente lograda: un tipo se escapa a toda velocidad de la policía y cuando queda acorralado pide hablar con un tal detective Haloran, amenazando con que de lo contrario cinco personas morirán; la situación se pone tensa, el muchacho aprieta el gatillo de un detonador remoto y en algún lugar arranca el mecanismo de uno de los juegos típicos de la saga. Y eso fue lo mejor del film, porque a partir de allí nos vemos atrapados por los mismos problemas que siempre ha tenido El juego del miedo, aunque esta entrega inaugura otros. Estamos ante uno de los peores guiones de toda la saga, tan inconsistente que nos saca de la película cada cinco minutos para preguntarnos si es posible que existan escritores tan perezosos. Se explican obviedades y se dejan huecos insostenibles, por ejemplo nunca sabemos cómo hace Jigsaw para conseguir la información detallada que maneja de sus víctimas. A veces la víctima justo vivía al lado de su casa con lo cual sabía todo lo necesario, otras veces es alguien que le hizo algo a un primo (literal), y siempre es una estupidez. Porque por si alguien no estaba al tanto, Jigsaw está vivo en la obra de sus seguidores y es el asesino más estúpidamente moralista de la historia, ya que mata a gente que supuestamente no respeta el milagro de la vida. Con lo cual, ya que estamos, se nos deja entrever la peligrosa idea de que sus víctimas son tan mala gente que merece morir. Y lo cierto es que, salvo en la primera -volvemos a repetir-, las películas de El juego del miedo no se corren lo suficiente del punto de vista de Jigsaw y si me apuran, diría que lo justifican. En resumen, el problema de Jigsaw: el juego continua es que no comprende el cambio de época, se ve vieja porque es incapaz de reflexionar sobre sí misma y de reírse un poco de tanta ridiculez; y sin humor sólo queda la ridiculez, el fascismo berreta, y una colección olvidable y mal hecha de personajes horribles.
"La fascinación por la sangre fluyendo y salpicando en todas direcciones es más poderosa que el instinto de conservarla en las venas". (Manual Animal. Lalo Mir y Carlos Barragán). En 2010 todos pensamos que habíamos asistido al final de esta exitosa franquicia de terror con el estreno de su séptima película, Saw VII, que además sumaba la tecnología 3D para darle mayor realismo y espectacularidad a este menú dantesco de mutilaciones. Pero no fue así. Una década después de la muerte de John Kramer, un grupo de víctimas deberán enfrentarse a una nueva seguidilla de juegos mortales. Varios cuerpos comienzan a aparecer y tienen en común una muerte única y espantosa. A medida que avanza la investigación policial todo apunta en la misma dirección: Jigsaw. Pero, ¿cómo es posible si el sádico asesino lleva 10 años muerto? Esta será la gran incógnita a resolver para el necesario retorno de la saga a los cines. Con el estreno de esta octava parte, Jigsaw: el juego continúa, el terror renuncia a su tradición basada en la tensión para deleitarse en un sinfín de escenas sangrientas estériles. Nada nuevo que no hayamos visto antes: solo presenciar una y otra vez cómo y de qué forma cada uno de los cautivos irá muriendo. Los hermanos Spierig no pudieron despegarse de esta tradición errática en que se estancó la saga luego de su cuarta película. Creo que ya es hora de dejar a la franquicia descansar (y morir) en paz. La historia detrás de la saga de los mil millones de dólares El terror siempre fue unos de los pilares narrativos y económicos en la historia de la industria de Hollywood. Desde sus inicios en la década del treinta con los monstruos de Universal (Drácula, Frankenstein, La Momia) y el esplendor de los estudios ingleses Hammer en los cincuenta y sesenta; pasando por El exorcista y La profecía en los setenta; Halloween, Pesadilla en Elm Street y Martes 13 en los ochenta, son algunos claros ejemplos de que el género siempre estuvo ahí para aterrorizar a las masas en sus butacas y aumentar las arcas de los estudios de cine. Pero el siglo XXI supo sacarle provecho a un sub género dentro del terror llamado gore (nacido en los años setenta) imponiendo el sadismo, las mutilaciones y las torturas como los principales protagonistas. El responsable de esta exitosa revolución híper sangrienta fue un director australiano de ascendencia china llamado James Wan. En 2004 estrenó El Juego del Miedo (Saw), proponiendo al terror básicamente como un pasatiempo donde su principal villano era un desquiciado justiciero llamado John Kramer (Jigsaw), que no solo se deleitaba observando las distintas pruebas mortales que preparaba especialmente para sus víctimas, sino que además todo estaba envuelto en una carga moral y de cierta humanidad. Su debut en la pantalla grande fue todo un éxito ya que contenía la dosis justa de violencia dentro de un contexto de suspenso y trama policial. En el plano económico, un increíble boom: gastaron 1 millón de dólares en producirla y recaudaron más de 100 millones a nivel mundial. Las obvias secuelas no se harían esperar. Hollywood no dejaría escapar su nuevo gallina de los huevos de oro, cada año se estrenaría un nueva película hasta el 2010 (siete en total), siendo las primeras tres (04/05/06) las que mejor supieron mantener el espíritu original de la saga. La falta de ideas en el terreno narrativo llevó a la franquicia a centrarse en otros aspectos menos interesantes. Todo comenzó a girar en torno a las nuevas formas originales de matar gente, siendo el único entretenimiento la creatividad a la hora de mostrar las muertes. Como resultado pasaron cinco directores, catorce personajes dentro de la misma trama, y casi mil millones de dólares de recaudación a nivel mundial.
Una más y van 8 películas realizadas bajo una misma línea argumental, y es sólo eso, una línea (acepten la redundancia por favor), no le pidamos un argumento, todo pende a mostrar torturas, sangre, muerte. El filme repite la estructura salvo que abre con una persecución de un sujeto por parte de la policía, una vez acorralado manifiesta, aparato en mano, que debe jugar, que no quiere morir. La siguiente escena nos muestra a cinco sujetos despertándose amarrados a una maquina de tortura, sin saber ni desde cuando, ni por qué, sólo la voz que les anticipa la forma de salvarse, respetar las reglas, si quieren vivir. Luego es tan igual que asusta, cada paso que hacen los pobres torturado en ese juego sinfín de pruebas, en los que van pereciendo de a uno, se le contrapone el avance de la investigación policial de manera paralela Diez años después del fallecimiento constatado y enterrado, del malvado John Kramer (Tobin Bell), más conocido por su sobrenombre de “Jigsaw”, la policía empieza a recibir cadáveres al estilo de nuestro conocido asesino casi serial, autodenominándose “justiciero”, al frente de la investigación un oficial de la fuerza de seguridad entrado en desgracia, “un ángel caído”, al que nada le importa, sólo su trabajo. Hacia allá ira a tratar de resolver y descubrir lo que parece ser un imitador del fallecido una década atrás. Hasta la idea de la reaparición del asesino original se pone en juego como para poder seguir desarrollando el concepto hasta el infinito. En realidad nada importa, si después para justificar lo injustificable, los personajes verbalizan delirios, o estupideces para darle sensación de algo que parece podría ser veraz, algo así como que Carlos I de Añillaco se presentara en 2019 a las elecciones para presidente, pues en su momento se olvido del salariazo. Nada se puede decir de la estructura narrativa clásica, del montaje del mismo tenor, así como la dirección de arte apoyada en la fotografía, que cumplen con su objetivo, lo mismo ocurre con el diseño de sonido y su concreción de buena factura. Nada que decir de las actuaciones, todos son personajes chatos, sin dobleces, arquetipos a ultranza, salvo uno o dos que están puesto sólo en situación de la supuesta trama constituyéndose en un maniqueísmo a ultranza, Lo único que sigue sosteniendo y/o presentando algo de originalidad es la ingeniería, precisión y construcción de las maquinas de tortura, de una simpleza que impresiona. Sin embargo lo que realmente asusta, aterra en este caso, es que los fans de la saga (10 años más viejos) podrían a llegar a estar contentos con el retorno de esta, pero eso no sólo no le da valor alguno al producto en si mismo, sino que corrobora es que toda esta pavada derrite cerebros a mansalva.
En la octava entrega de la franquicia, Jigsaw vuelve del más allá para seguir castigando a “espíritus insurrectos”. Fiel a su espíritu, Jigsaw comienza con una cruenta escena de tortura. Cinco personas amarradas a una cadena, con un balde de metal en la cabeza, son arrastrados hacia unas puertas que contienen unas sierras dentadas en movimiento. La muerte es inminente, salvo que ofrezcan un sacrificio de carne, reza una voz omnipresente. Este será el primero de los tantos juegos sangrientos que tendrán que sortear los elegidos por ¿John Kramer? La modalidad y ejecución parece indicar que el asesino que ha regresado, pero ¿cómo puede ser si está muerto? Este será uno de los tantos planteos de esta nueva entrega desgastada, con una fórmula que se repite una y otra vez hasta el hartazgo, sin proponer nada nuevo que le de aire al relato. El torturador elige muy bien a sus víctimas, todas arrastran un pecado, un gran pesar, y por supuesto el asesino juzga (y hace justicia por mano propia) para que estas almas impuras se purguen a través de la violencia extrema. Esta dinámica éticamente peligrosa, que en esta entrega se acentúa, siempre fue la excusa perfecta para que el sadismo se manifieste en su máxima expresión. Pero en esta ocasión la sangre se diluye como tempera roja aguada y ni siquiera las escenas gore están bien planeadas. Los asesinatos carecen de ingenio y la tensión nerviosa que era la quinta esencia de la franquicia, se evapora; con una narración que es entreverada y temporalmente confusa sin razón aparente. Una narración que intenta sorprender con vueltas de tuerca predecibles y utilizadas en un sinfín de películas argumentalmente tramposas, donde la cohesión de la historia se vuelve inconsistente. Jigsaw ha vuelo …y cada vez asusta menos.
"Jigsaw" comienza con la aparición de cadáveres por la ciudad, cuerpos que presentan indicios de haber participado de algún juego de Kramer. Cumple con el suspenso y un poco de sangre, pero las escenas no llegan a inquietar. A siete años de la última aparición de John Kramer, vuelve el encargado de hacer “justicia” a su modo con juegos sádicos que no siempre terminan bien. En esta oportunidad, el filme cambia de nombre, y en vez de ser “El juego del miedo”, somos testigos de la primera “ Jigsaw”, y se describe como primera porque parece empezar una nueva saga. Más allá del cambio, todo es una continuación de la historia que fue raíz de todo, centrando la atención en la filosofía y el legado de Kramer. “ Jigsaw” comienza con la aparición de cadáveres por la ciudad, cuerpos que presentan indicios de haber participado de algún juego de Kramer (Tobin Bell), tristemente célebre en el presente, pero con un detalle importante: el justiciero murió hace 10 años. Al mismo tiempo, se ve a cinco personas encadenadas que tendrán que luchar por salvar su vida en varias situaciones “didácticas”, perdiendo algo de sangre. A medida que aparecen los cuerpos, los detectives Halloran (Callum Keith Rennie) y Hunt (Clé Bennet) comenzarán la investigación para determinar quién los mató, y precisarán de la ayuda de los forenses Logan (Matt Passmore) y Eleanor (Hannah Emily Anderson). Con la intención de mantener la esencia de los filmes de James Wan, quien escribió y dirigió las primeras películas de “El juego del miedo”, los cineastas Michael Spierig y Peter Spierig crearon “ Jigsaw” con ese juego de despiste y sorpresa, para saber quién está detrás de todo. Sin embargo, la estructura es poco sutil y a pesar de manejarlo como un homenaje, el largometraje se torna repetitivo con respecto a otras tramas que ya se han visto, y el terror gore, necesario para la continuación de la saga, no es suficiente para tapar los baches que va dejando los defectos ya mencionados. Si bien podría decirse que su resultado es decente, porque cumple con el suspenso y un poco de sangre, lo cierto es que para ser una octava parte, en vez de buscar los extremos (algo con lo que jugaron la V y VI entrega, por ejemplo, para suplantar la falta de ideas), aquí todo parece tan lavado que las escenas no llegan a inquietar, mientras usan fórmulas que ya conocemos. Si la idea es hacer renacer el clásico de terror con filmes por venir, estos conflictos chatos deberían comenzar a ser más prominentes, porque sino es lo mismo que dejar morir la saga.
Pasan los años queda la sangre La octava entrega de la serie trae sangre, tripas y el regreso del temible Jigsaw Cuando empiezan a aparecer cuerpos esparcidos a lo largo de la ciudad, todas las sospechas comienzan a señalar como culpable al homicida John Kramer, alias Jigsaw. Sin embargo, el asesino lleva más de una década muerto, entonces ¿cómo es posible que haya vuelto a las matanzas? Mientras tanto cinco nuevas víctimas tendrán que hacer frente al terror que supone el tétrico juego de Jigsaw. Es la octava entrega de una de las sagas más sanguinarias de los últimos tiempos. El filme lo dirigen los hermanos Michael y Peter Spierig, muy alejados del concepto y los climas originales de James Wan, creador de la franquicia en 2004, que en su momento no solo apelaba al gore, sino a una historia de suspenso, intriga y humor negrísimo que crispaba los nervios. Sin embargo, y a favor de este capítulo hay que decir que a diferencia de las últimas entregas, que eran meras excusas para mostrar todo tipo de elaborados ajusticiamientos, esta tiene un argumento más original y cierto tono retro que fascinará a los seguidores de la serie. Esto no quiere decir, que los directores renieguen de todos los elementos y clichés que la convirtieron en una serie de culto: la música, las máquinas de tortura y sus mecanismos de relojería, el montaje paralelo entre la situación de las víctimas y los investigadores en medio de la pesquisa y también… el terrorífico muñeco sobre el triciclo… todo está allí. Es verdad que para los no iniciados y aquellos que no son cultores del slasher, el filme puede resultar una pesadilla, un ejercicio de sadismo repugnante (aunque no es el más gore de la saga). Hay un detallado y explícito derramamiento de sangre que solo es recomendable para estómagos fuertes y espectadores acostumbrados. Hecha esta advertencia, Jigsaw: el juego continúa es una digna clase B, ideal para visionar en Halloween, un puzzle macabro, asqueroso, sádico, irresistible.
JUGANDO CON FUEGO El sádico favorito de Hollywood está de regreso de la muerte... o algo así. Como todos, me subí por un par de películas a la moda del torture porn, ese subgénero del terror que emergió a comienzos de la década del 2000 supongo motivado por la falta de sensibilidad del público. El juego del miedo (“Saw”, 2004) y Hostel (2005), por nombrar precursoras, buscaban el disgusto como efecto, más que el horror o el miedo – ninguno de nosotros se sentía intimidado por las situaciones, sino asqueado. Después de aquellas dos producciones entendí que la tortura sucedía de ambos lados de la pantalla. El asquito no me genera placer ni atracción, así que le perdí pisada a ambas sagas viendo pasar secuela tras secuela de Saw y pensando que se limitaban a mantener la fórmula intacta de “personas atrapadas a merced de un asesino que las obliga a confesar alguna cosa o sufrir una muerte horrible” y poco más. Que lejos estaba de la realidad. Como buen crítico de cine que soy (?) y anticipando que iba a ver la séptima secuela de una franquicia que había abandonado en la primera película me aseguré de buscar algún resumen de las anteriores seis, sólo para encontrarme con un TREMENDO QUILOMBO DE MITOLOGÍA con una cronología rebuscadísima que se tuerce y retuerce sobre sí misma haciendo referencia a eventos de tres o cuatro películas antes, o con situaciones que se desarrollan al unísono en dos (o más) películas diferentes. Entendiendo un poco mejor a qué me enfrentaba me aventuré entonces a ver Jigsaw: El juego continúa (“Jigsaw”), el aparente regreso del viejo (y muerto) John Kramer (Tobin Bell). Siendo honestos, Jigsaw no me decepcionó. No es que esperase demasiado tampoco. De un lado cinco pecadores que no quieren confesar y se enfrentan a un puñado de trampas letales, y del otro un grupo de detectives que intenta localizarlos para salvar a la mayor cantidad posible. Todo eso condimentado con malas actuaciones, agujeros de guión por todos lados, motivaciones poco claras y vueltas sobre vueltas de la trama. Sinceramente contar demasiado de la trama es exponerse a posibles spoilers. Y aunque la saga Saw no es Sexto sentido, si están interesados en la mitología, el porqué de este aparente regreso de Kramer (fallecido en Saw III) descansa en los convulsionados diez minutos finales de la película. Hay que aceptar, sin embargo, que el concepto de la superioridad moral permanece intacto. La justicia divina, la expiación de culpas y las consecuencias reales de actos en principio impunes le otorgan una profundidad única a la saga. Al fin y al cabo es verdad que Jigsaw es un asesino serial, pero es un asesino de asesinos o negligentes, y el concepto fascista de la parapolicía o que “el que mata tiene que morir” está muy bien aceptado cuando aplica a otros personajes de la cultura pop. Mientras que desde siempre se ha planteado a Kramer (y sus discípulos, imitadores y seguidores) como sádicos psicópatas, habrá quien lo considere un justiciero. Más de uno irá a ver estas películas con un hambre casi fetichista y con el discursito de “algo habrán hecho” sonándole en la cabeza. Qué se yo. El otro aspecto fundamental de la saga son las trampas, y hay que aceptar que en Jigsaw son bastante poco creativas. Mucha sierra eléctrica, algo de ácido y la peor: un silo que se llena progresivamente de granos amenazando con ahogar a dos personajes hasta que la lluvia se detiene… solo para dar lugar a una lluvia de cuchillos, clavos, y otros elementos afilados. Lejos quedaron los tiempos sencillos de las trampas para oso invertida o los inodoros llenos de jeringas. Habrán notado que ni mencioné al elenco. Es así porque son la gran mayoría absolutos desconocidos descartables, excepto el veterano Callum Keith Rennie (The Man in the High Castle, Californication) que interpreta al sucio detective Halloran. Jigsaw: El juego continúa ofrece lo que promete en el título: otra de estas películas pedorras de tortura con poco guión y menos ideas que gracias a su vuelta de tuerca sacada de la galera (y si la taquilla acompaña) le permitirá a Lionsgate continuar con el juego macabro de comenzó hace más de una década. Es para ir a divertirse irónicamente más que a sorprenderse.
El susto se renueva La saga que inició como Saw vuelve en su octava entrega para demostrar que siempre se pueden crear nuevas líneas narrativas. La vida de John Kramer (Tobin Bell) es de nunca acabar pues su ideología se incrustó en la población teniendo seguidores y fans de sus macabros juegos. Por si no lo recuerdan o se perdieron alguna de las películas anteriores, Kramer muere por un cáncer avanzado, pero el juego continúa (sí, el título en Hispanoamérica es sumamente obvio). En este caso se recrea la historia diez años después de la muerte del mítico asesino justiciero, quien pone a prueba a juegos de vida o muerte a personas que han cometido errores muy graves o simplemente no supieron darle importancia a la vida. Este film, -como los pasados- no te dejan respirar por un segundo, el suspenso que logran crear a través del contra-reloj de los juegos no perdió su esencia. Como así tampoco la increíble musicalización en momentos tensos. Como era de esperarse, cuenta con giros narrativos impresionantes, esto es algo que hizo que la saga sea famosa y rompa con ciertos paradigmas. También las ingeniosas trampas mortales y formas de ganar el juego. Con el morbo como bandera -siempre amaron destrozar cuerpos humanos-, la película de los Spierig, logra renovar esta historia que parecía finalizada. Aunque lo mejor sería terminarla de una vez porque se copia y repite constantemente de sí misma, seguramente seguirán saliendo por cuestiones rentables. En tu cara, Rápido y Furioso.
Volvió el asesino que gusta de encontrar formas sofisticadas de hacer pedacitos a pecadores comunes. Se suponía que había muerto, pero ya se sabe que Hollywood resucita yerba mala fácilmente cuando lo que importa es una marca y dólares. Aquí hay algo un poco mejor que en alguna de las últimas El juego del miedo, pero tampoco demasiado. La idea de divertirse con cortes de carne y quebradas de huesos es de lo más trivial -y grosero- que tiene el cine a mano.