A 22 años del film original con Robin Williams llega este reciclaje que tiene sus puntos más altos en el carisma y profesionalismo de sus protagonistas. El negocio de la nostalgia de Hollywood continúa a todo vapor con esta remake del film familiar protagonizado por Robin Williams hace ya 22 años. Se trata de una versión más volcada a la comedia inocente y al gran espectáculo visual que a la aventura oscura, y que, gracias a sus intérpretes, se convierte en un aceptable pasatiempo veraniego. Jumanji: En la selva, dirigida por Jake Kasdan (Malas enseñanzas, Nuestro video prohibido), tiene un planteo distinto a la original. Ahora los protagonistas son un grupo de compañeros de colegio secundario que durante una jornada de detención -aquella forma de castigo que inmortalizó El club de los cinco- encuentran una vieja plataforma gamer con un cartucho puesto. Con el inicio del programa entran “dentro” de ese mundo selvático donde deberán ir superando obstáculos con las habilidades y fortalezas de cada uno de sus “personajes”. Así, la chica linda y frívola queda en el cuerpo de Jack Black, el nerd tímido se vuelve Dwayne “The Rock” Johnson y el negro deportista se achica al tamaño de Kevin Hart…. Lo que sigue es una historia que oscila entre el homenaje a toda la iconografía gamer/cinematográfica (Tomb Raider), la autoconciencia y la parodia a la película de 1995, todo salpimentado con esporádicas dosis de aventuras que funcionan en la medida del oficio de sus intérpretes. Como en prácticamente toda su filmografía, The Rock (¿el emblema del cine familiar de los 2010?) se ríe de su fisonomía y aporta todo su oficio para uno de sus habituales héroes cancheros y algo torpes, mientras que Black demuestra que funciona mejor cuando se lo contiene.
Nueva vida para un clásico. En 1995 se estrenó Jumanji, película dirigida por Joe Johnston y protagonizada por Robin Williams. Veintidós años después, aquella pequeña película sigue siendo divertida, original y muy emocionante. Tal vez la filmografía de Johnston merece ya ser reivindicada como corresponde. Hasta Robin Williams estaba sobrio en aquel film. Estamos en el 2017 y la idea de cuatro chicos jugando un simple juego de tablero parece que ya no es suficiente. Ni el tablero ni los niños. Por eso con una vuelta de tuerca que funciona razonablemente bien, aquel tablero mágico consigue transformarse en un videojuego y así obligar a nuevos jugadores a ser parte de la peligrosa aventura. Pero claro, al ser un videojuego, el juego no sale a la realidad, sino que los cuatro adolescentes rebeldes (están en detención cuando descubren el juego) eligen personajes y se meten en el videojuego. Una vez más, ellos no saben lo que va a pasar y se sorprenden cuando no solo quedan dentro del juego, sino que además tienen los cuerpos de los personajes elegidos. Estos cuerpos elegidos darán pie a varios chistes, graciosos pero repetitivos, como gran parte de la película. Aunque el esfuerzo por lograr dotar de vida a esta secuela es grande y los actores ponen todo lo que tienen para lograr el objetivo, el guión delata falta de ideas y limitaciones que no le permiten a la película alcanzar nunca verdadera grandeza. Es divertida, tiene buenos momentos, es espectacular y resulta en muchos niveles un homenaje pero también una reflexión sobre los videojuegos. Algunos detalles de melancolía en el final no consigue convertirla en un equivalente del film de 1995, pero le algo de dignidad frente al peligro de una secuela tan tardía.
Jugando en equipo Y por milésima vez el mainstream se fagocita a sí mismo y para colmo no la mejor versión de su recurrente identidad pochoclera family friendly: Jumanji (1995) en su momento fue un producto de aventuras para niños más o menos potable y no mucho más, dominado por un Robin Williams mayormente contenido (lo que quiere decir, un tanto aburrido y cercano a esa depresión que siempre dejaba entrever cuando no le permitían hacer comedia improvisada) y una de las primeras andanadas de CGIs de los grandes estudios, previa a la saturación que traerían en un futuro muy próximo las pantallitas verdes y esos maniquíes digitales de seres vivos y aledaños (si bien el tiempo transcurrido ha desencadenado una mejora sustancial en los movimientos de los personajes, lamentablemente el grueso del diseño hollywoodense de rostros y cuerpos sigue siendo pésimo, símil cadáveres pálidos). En vez de por lo menos robar un par de ideas de la interesante Zathura: Una Aventura Fuera de este Mundo (Zathura: A Space Adventure, 2005), aquella secuela conceptual de la Jumanji original, la película que nos ocupa, Jumanji: En la Selva (Jumanji: Welcome to the Jungle, 2017), pretende ser una continuación del opus de Joe Johnston, lo que en términos prácticos se siente más una “remake no oficial” que un nuevo capítulo en la franquicia basada en el trabajo literario de Chris Van Allsburg. Como era de esperar tratándose del cine actual, el asunto ahora está volcado más hacia la comedia simplona que a las andanzas heroicas, no obstante en esencia todo continúa en la misma senda con un puñado de jóvenes que abren el juego de mesa del título, lo que los lleva a una realidad paralela marcada por la lógica lúdica, allí encontrando asimismo a otro mocoso atrapado desde hace varias décadas. Con el recordado Williams desaparecido, hoy los productores se buscaron a un cuarteto bien recargado para reemplazarlo: aquí tenemos a Dwayne Johnson y Kevin Hart por un lado, el dúo medio bobalicón se podría afirmar, y Jack Black y Karen Gillan por el otro lado, la dupla de actores en serio. La trama gira en torno a 4 adolescentes que terminan en la detención de un colegio por diferentes motivos y allí descubren el tablero reconvertido en videojuego, lo que hace que en la competencia adopten cada uno un avatar representado por los actores mencionados. Johnson continúa en modalidad autoparodia ya que interpreta a un nerd que le hace la tarea a Hart, en la realidad un negro grandote y en Jumanji un pobre diablo que le lleva las armas al ridículo fortachón. Black compone de manera perfecta a una burguesita malcriada/ egoísta y Gillan a una chica retraída e interés romántico de The Rock. Considerando el pelotón de guionistas de turno -cuatro recibieron crédito formal, léase Chris McKenna, Erik Sommers, Scott Rosenberg y Jeff Pinkner- y el paparulo del director Jake Kasdan, aquel de las impresentables Nuestro Video Prohibido (Sex Tape, 2014) y Malas Enseñanzas (Bad Teacher, 2011), dos bodrios que sintetizan todo lo que está mal en el mainstream contemporáneo al momento de pretender encarar una comedia popular y terminar en la grasitud más cínica posible, a decir verdad la excesivamente larga Jumanji: En la Selva no llega a ser el desastre que prometía ser por la intervención de los cuatro protagonistas, cuyas simpatía y destreza -depende del caso- logran remontar una historia bastante remanida que inventa a un villano con muy poco desarrollo, Van Pelt (Bobby Cannavale), en función de la búsqueda de una gema que controla a los animales del juego y que sigue una dialéctica de lo más lineal, para nenes muy chiquitos. Algunas secuencias de acción son entretenidas y hasta un par de chistes despiertan sonrisas, pero la película jamás consigue despegar del todo de una medianía de pocas luces basada en un equipo eficiente…
Welcome to the jungle y a una gran comedia de aventuras. Para hablar de esta secuela, es imposible no referirse a la Jumanji que inicio este tour de aventuras salvajes. Aquella cinta noventera en la que, a través de un juego de mesa, la selva se trasladaba a una casa de familia, obligando a superar obstáculos a quienes lo jugaban. Por supuesto que en esta nueva versión la historia muta y se adapta a nuestra década. En un breve racconto, veremos cómo Jumanji se transforma de juego de mesa en un cartucho para una consola de videojuegos. Ya situados en la actualidad, la cinta nos presenta uno a uno a los protagonistas, típicos estereotipos de una high scholl: tendremos al nerd, al deportista, a la princesa presumida y a la intelectual. Por distintos motivos, y al mejor estilo El club de los cinco, los jóvenes terminaran castigados y obligados a convivir en un salón olvidado de la escuela. Revisando cosas viejas encontrarán la consola y cuando comiencen a jugar, los chicos serán tragados por el juego, tomando cada uno las características físicas de su avatar. Por lo que el nerd se materializará como un musculoso explorador (Dwayne Johnson), la princesa encarnará el cuerpo de un cuarentón gordito experto en arqueología (Jack Black), el deportista en un científico petiso y con poco estado físico (Kevin Hart), y la intelectual en una escultural aventurera experta en artes marciales (Karen Gillan). Juntos como equipo descubriendo sus propias fortalezas y debilidades, harán lo imposible para regresar la pieza sagrada de Jumanji al lugar que pertenece, para poder retornar a sus hogares. Con un planteo narrativo simple y conciso, este regreso a la selva resulta de lo más efectivo. Un combo explosivo: hay ritmo, están presentes todos los motivos del género, los efectos digitales no defraudan, también es una coming of age y sobre todo una gran comedia. En el cambio de físico de los personajes, y sus contradicciones, se sostienen los mejores momentos de humor, acompañados por actuaciones notables. No es fácil arrancar sonrisas, tampoco reelaborar el cliché…la película nunca pierde timing, sin restarle importancia a lo emocional ni al factor aventura, logrando de este modo actualizar con habilidad la entrega original.
Jumanji – En la selva: Entretenimiento sano y familiar. La secuela del clásico protagonizado por el fenecido Robin Williams, llega renovado y lleno de humor y acción. Si decimos “Jumanji”, inmediatamente asociamos la figura de Robin Williams a ese film que fue nuestra infancia, y que nos hizo asustar, reír, emocionarnos como si fuésemos parte de la trama y del juego en sí mismo. Es bastante complicado “tocar” un clásico como ese, realizar una secuela o rebootearlo; sin embargo, Jumanji: En la selva no juega con ningún tópico actual que evoque a la nostalgia, sino que se mantiene fiel al estilo de aventuras solo mencionando la original por algún easter egg perdido por ahí, y en eso gana. La historia comienza donde terminó la primera: el juego de mesa varado en las arenas de una playa y un joven que lo descubre. éste joven púber al ver lo que es, decide dejarlo tirado y seguir con el entretenimiento del momento, una consola de videojuegos. Parece ser que Jumanji no se toma esto muy felizmente, ya que tiene cociencia y se “adapta”, transformándose así por la noche (con los clásicos sonidos de tambores) en un casette para consola. El joven, curioso, decide jugarlo, entonces…20 años después cuatro adolescentes son detenidos por malas conductas. Solo dos de ellos son amigos, pero las dos chicas restantes no se conocen sino superficialmente. El castigo propuesto por el director de la escuela es que limpien un desván del precinto, y ahí es donde encuentran (misteriosamente, porque no se explica de otra manera) la consola con el casette de Jumanji. ¿Mucha vagancia para limpiar? Vamos a jugar un videogame vintage. Resultado: son transportados al mundo virtual en la forma viviente del avatar que eligieron. Deberán sobrevivir, confraternizar y, sobre todo, pasar los niveles y ganar el juego para volver a sus vidas normales. Todo un desafío. Jumanji: En la selva es una comedia de acción, muy familiera donde los cuatro protagonistas principales brillan incluso por sí solos, pero juntos, son un combo arrasador: Dwayne Johnson sobresale en el papel que más le cabes, el fortachón bueno y gracioso. Karen Gillian, cada vez más fuera de Doctor Who y afianzada en el cine, luce su belleza y sensualidad pero también su veta humorística. No hay que decir mucho de Kevin Hart y Jack Black, dos leyendas en el mundo de la comedia a esta altura. Nick Jonas es otro de la partida, pero hablar de su personaje sería caer en el spoiler. Jumanji: En la selva ofrece un correcto divertimento que se mantiene sin apelar a los recursos baratos de la nostalgia fácil, muy comunes hoy en día. Una gran aventura que nos sumerje en el mundo de la selva y que disfrutarán grandes y niños por igual.
A SU JUEGO LOS LLAMARON Esperábamos un mamarracho, pero salimos con una sonrisa y una agradable experiencia aventurera. Desde el momento que anunciaron esta secuela/remake/lo que sea de la película de 1995, protagonizada por Robin Williams, muchos revolearon los ojos y pensaron que les iban a arruinar la infancia. Lo cierto es que la reimaginación de estos “clásicos” ochentosos y noventosos ya es un flagelo de nuestros días y una consecuencia directa de la falta de ideas en Hollywood, pero el director Jake Kasdan (uno de los hijos del legendario realizador Lawrence Kasdan) logró darle una vuelta de tuerca a la adaptación del libro infantil de Chris Van Allsburg, y convertir a “Jumanji: En la Selva” (Jumanji: Welcome to the Jungle, 2017) en una aventura familiar muy diferente. Todo arranca en 1996 en una playa de New Hampshire, donde el joven Alex Vreeke recibe el famoso juego de mesa de manos de su papá, pero este lo descarta de inmediato. Mágicamente se convierte en el cartucho de un videojuego, algo que sí llama la atención del jovencito, quien desaparece misteriosamente una vez que decide jugar a Jumanji. Veinte años después cuatro estudiantes de la zona terminan en detención por diferentes motivos: Spencer, el nerd, que para ganarse la amistad de su amigo Anthony, decidió ayudarlo con la tarea. El mismo Tony por copiarse; Bethany, la chica egoísta y popular que no logra soltar el celular; y Martha, la marginada social que le faltó el respeto a unas de sus maestras. Los cuatro deben cumplir con su castigo, pero se cruzan con la consola y el juego listo para ser jugado. ¿Adivinan? Los chicos son teletrasportados al medio de la selva, pero ya no son tan chicos, sino que adoptaron la personalidad, habilidades y aspecto de aquellos avatares que eligieron para jugar; curiosamente, en total oposición a los suyos. Spencer se convierte en el musculoso explorador Smolder Bravestone (Dwayne Johnson); Anthony en el zoólogo Franklin "Mouse" Finbar (Kevin Hart); Bethany en el cartógrafo Sheldon "Shelly" Oberon (Jack Black); y Martha en la bella experta en artes marciales Ruby Roundhouse (Karen Gillan). Su misión: salvar a Jumanji de una maldición y recuperar “el ojo del jaguar”, una joya que permite al malvado de esta historia (Bobby Cannavale) controlar la mente de todos los animales. Esto es un juego y se rige por sus reglas. Los chicos tienen diferentes obstáculos y pequeñas tareas que cumplir antes de llegar al final para poder regresar a casa, pero la jungla está llena de peligros y sólo tienen tres vidas cada uno, algunas herramientas y sus destrezas (y debilidades) que deberán poner a prueba si quieren salir sanos y salvos. Lo principal, deben aprender a respetarse y trabajar en equipo, pero también aceptarse como son y entender las diferencias de los otros, y todos esos mensajes lindos que necesitan los más púberes. En ese sentido, “Jumanji: En la Selva” es una aventura bien clásica, con mucho humor y algunas referencias noventeras, sobre todo a los estereotipos caducos de aquella época, como la sexualizada Ruby/Lara Croft, que puede molestar en una primera pasada, pero va adquiriendo sentido escena tras escena. Igual, a no confundirse. “Jumanji: En la Selva” no puede escapar de los lugares comunes del relato y cierta fórmula de las películas adolescentes (mucho homenaje a “El Club de los Cinco”), aunque acá cambié a sus verdaderos protagonistas por versiones adultas (y actores) que son un cliché en sí mismos. Esto va para Johnson y Hart, encasillados en los mismos papeles desde siempre. Muchos más simpáticos son los roles de Black y Gillan, los dos peces (léase avatares) que más están fuera del agua. Por lo demás, la aventura no dista de cualquiera de las clásicas de Indiana Jones, aunque mucho más berreta (hasta la musiquita se parece), que intenta emular al fichín a toda costa, muchas veces de formas geniales, y otras tantas con total falta de coherencia cuando rompe su propio universo y sus reglas; ejemplo de ello es el punto de vista del villano, un personaje que sólo forma parte del juego. Detalles que le restan puntos a una película por lo demás disfrutable, muy entretenida, correcta, con mucha acción y comedia, y tal vez demasiadas moralejas forzadas. Kasdan y sus guionistas redoblan la apuesta y, en vez de llevar el juego a los jugadores, deciden que formen parte del mismo viviendo las aventuras en carne propia, o algo por el estilo. Pero en el afán por no parecerse a la película original dejan escapar cositas que se podrían haber incluido, y así la historia (y el juego) es completamente distinto, salvo alguna que otra pequeñísima referencia. La clave está en el equilibrio, pero ahí es donde “Jumanji: En la Selva” se desbalancea. Igualmente, el resultado es positivo y augura alguna que otra secuela, un futuro más prometedor del que cualquiera hubiese imaginado cuando se anunció esta reversión de aquel clásico de los noventa.
Transformación en la selva Mucha gente dice que el público se renueva, y que de tanto en tanto es bueno acercar propuestas ya vistas, pero con un enfoque diferente, el que, de manera colateral, no sólo atraerá nuevos espectadores, sino que, principalmente, impulsará a que aquellos que ya conocen el espectáculo se sumen por la simple curiosidad de ver qué hicieron con el material disfrutado con anterioridad, aunque también se lo haga para juzgarlo. El caso de Jumanji: En la selva (Jumanji, 2017) además trae la buena nueva de apostar por una mirada distinta a la película con Robin Williams que en 1995 intentó recuperar el cine de aventuras en la pantalla grande, y que impulsó una sinergia de negocios asociados que la potenció como marca. Un joven es absorbido, misteriosamente, por un juego de mesa encontrado oportunamente en una playa. A partir de ahí la maldición que rodea a Jumanji se trasladará a un grupo de adolescentes en detención (cualquier similitud con El club de los cinco no es casual), los que pasan al otro lado de la interfaz e intentan regresar de cualquier manera al mundo real. Desde ese punto de inflexión, Jumanji: En la selva comienza un relato sobre las peripecias vividas por cuatro jóvenes, dos hombres y dos mujeres, los que, en el otro lado verán algunas transformaciones en sus cuerpos, y no así en sus personalidades. La película que recupera lo mejor de las grandes películas familiares de antaño, el director Jake Kasdan (Malas enseñanzas, Nuestro video prohibido) decide utilizar el humor para reforzar el espíritu lúdico, sumado a un guion en el que predomina la base de la nueva comedia americana con gags y punchlines que impulsan la narración y el sinsentido de la historia. Entre la aventura y la comedia es que Jumanji: En la selva deja su impronta, apoyándose además en las actuaciones del elenco protagónico, que abarca diferentes generaciones para conquistar a todo tipo de público, aunque algunas líneas del guion puedan ser incómodas para los más pequeños. Haciendo esa salvedad, la película se disfruta de una manera notable desarrollando una épica diferente que, sin lugar a dudas, traerá más producciones a la brevedad. Atención a Jack Black como una adolescente frívola y exhibicionista, atrapada en el cuerpo de un hombre, y a Dwayne Johnson como un miedoso explorador, que en realidad teme a los animales así como expresar sus emociones a pesar de su tamaño.
Patear el tablero El primer grato recuerdo de Jumanji (1995) sin lugar a dudas se lo lleva Robin Williams, actor con mayúsculas que a fuerza de histrionismo y naturaleza levantaba cualquier película mediocre con apenas tres o cuatro escenas donde se le daba libertad en su composición de personajes. Era sumamente anecdótica la película que abusaba de los malos efectos digitales y trasladaba las aventuras de un juego de tablero a la realidad de los participantes, sembrando todo tipo de caos en la casa y aledaños. Pero como suele ocurrir en plena decadencia, Hollywood recurre a este tipo de fórmulas bajo el operativo reciclaje y “aggiornamiento” en constante añoranza de éxitos noventeros y hasta ochentosos, productos que no encuentran su público más allá de los nostálgicos de generaciones anteriores. Lo cierto es que los millenials se aburren con este tipo de propuestas a veces por su infantilismo incipiente y otras sencillamente porque no logran vencer la inercia de la inmediatez que propone por ejemplo un video juego de play station. Tampoco los más chicos compran con ojos cerrados películas de este calibre, mezcla de aventuras, humor y un elenco de figuritas convocantes como Dwayne Johnson reconocido como La Roca, actor cumplidor si los hay en su modo autoparodia, el siempre eficiente Jack Black y un alivio cómico de la talla de Kevin Hart para que el convite al menos no defraude. Así las cosas, el renovado Jumanji, en la selva dista mucho de ser una secuela y su parte renovada intenta agregar a la lógica del juego de tablero que cobra vida una versión más electrónica porque aquí es un obsoleto juego de consola que los nuevos jugadores encuentran mientras cumplen su castigo de detención escolar. La acción nos traslada automáticamente al nuevo tablero: Selva tropical, peligros con animales salvajes, un villano poco interesante y poco desarrollado y una piedra preciosa que es la clave para ganar el juego y volver al presente, siempre y cuando se conserve una de las tres vidas que otorga el juego. El humor llega cuando cada jugador adolescente, tras elegir su ávatar con habilidades y debilidades, encuentra su correspondiente elección en otros cuerpos. Incluido Jack Black, otrora chica adolescente malcriada, y claro está La Roca, en su versión carne y hueso un adolescente nerd y cobarde. Nada más se puede agregar a una aventura simple, con pocas escenas destacables y de excesiva duración. Habría que patear el tablero Jumanji de una vez por todas.
Una simpatiquísima película, quizás un tanto flojita para los adultos exigentes, pero es ideal para pasar un buen momento con los más menudos de la familia. Si sos muy riguroso con los films de aventuras tenés que saber que no es una maravilla, no tiene un...
Después del éxito de Jumanji, la película que protagonizara Robin Williams en 1995 que atrapó a toda una generación, era de esperar la llegada de una secuela pero con un enfoque diferente. El candidato ideal era desde el comienzo el gigantesco Dwayne Johnson, The Rock, figura popular y que se adapta a varios géneros. Jumanji: En la selva continúa la aventura anterior y comienza en 1996. Cuatro adolescentes son castigados por el director de la escuela y se ven obligados a limpiar una vieja bodega donde se topan con el misterioso juego -ahora de de video-. Al escuchar tambores de la selva, son trasladados a una aventura salvaje en los cuerpos de sus avatares adultos, interpretados por Johnson, Jack Black, Kevin Hart y Karen Gillan. A merced de varios peligros y de una serie de obstáculos que deben superar, la acción y la aventura está nuevamente servida en bandeja. Con este punto de partida, la película de Jake Kasdan recrea el universo del filme original pero lo expande a nuevas direcciones en un relato ágil y plagado de gags que recuerda a Indiana Jones. A merced de varios peligros y en un territorio desconocido, los personajes deberán saltar obstáculos -niveles- para poder ganar y enfrentar al malvado de turno, John Van Pelt -Bobby Cannavale-. Con logradas escenas de acción, entre una feroz estampida de rinocerontes blancos y una vertiginosa persecución de motocicletas, la película entrega lo que promete y el mayor acierto reside en las diferentes personalidades de los jugadores: desde la inocencia plasmada por Johnson a su Spencer o la seductora personalidad de Bethany que cobra momentos graciosos en el cuerpo de Jack Black, un actor que se mueve como pez en el agua en el registro de la comedia. La idea del film funciona y es adaptada a un mundo moderno donde "el juego de mesa" de la película original está obsoleto y olvidado, pero los tambores de la selva resuenan con fuerza en esta propuesta nostálgica para disfrutar en familia.
Del éxito del film de 1995 protagonizado por Robin Williams a esta secuela o nueva versión muchas cosas cambiaron. Pero los homenajes abundan para esa primera peli donde los animales y vegetales de la jungla invadían una casa. Ahora son cuatro estudiantes castigados que describen un viejo videojuego. Se ponen a probar y son absorbidos y terminan en una espesa jungla pero en cuerpos de los avatares que eligieron. Y allí esta el mayor hallazgo del argumento simplón: el chico “nerd” y neurótico es nada menos que el héroe Dwayne Johnson, con su carisma especial para la comedia y todo a favor para la acción. El atleta se tiene q acostumbrar a un menudo y petiso científico. La chica estudiosa y antisocial es una suerte de mujer maravilla. Y la más linda y tonta, dependiente de “selfies” y “likes” en un antropólogo con el físico de ese talentoso Jack Black que logra una creación con sus gestos de mujer y el descubrimiento de su pene y sus ventajas. Lo demás, donde el juego actúa sobre los humanos y no al revés, donde tres vidas deben alcanzar para zafar o quedar atrapado para siempre es acción, buenos efectos especiales y no mucho más. Pero le alcanza para convertirse en un buen entretenimiento.
LA COMEDIA SE DA LA MANO CON LA AVENTURA La Jumanji original, dirigida por Joe Johnston y estrenada en 1995, era una aventura mucho más oscura de lo que podía aparentar en la superficie. Detrás del diálogo con lo lúdico y cómo la aventura cobraba vida a partir de poner en escena la narrativa de un juego de mesa, el andamiaje que sostenía la trama era un drama familiar focalizado en el impacto de la pérdida y la conflictividad paterno-filial. La presencia de Robin Williams era apenas un aliciente, una especie de puerta amable para que el público familiar pudiera asimilar de forma más eficaz los elementos siniestros del relato. Jumanji: en la selva es algo distinto, que usa a la iconicidad de su predecesora como trampolín para otros propósitos. Porque esta nueva Jumanji es esencialmente una comedia que utiliza a la aventura como hilo conductor. Eso ya estaba implícito en los nombres involucrados: desde el director Jake Kasdan (realizador de Malas enseñanzas y la notable Camino duro – La historia de Dewey Cox) hasta Dwayne Johnson (un tipo que siempre se sintió cómodo dentro de esquemas humorísticos), pasando por Jack Black, Kevin Hart y Karen Gillan, todo apuntaba al terreno de la comedia. Y hacia ahí va el film, casi desde el primer minuto, incluso mientras va presentando su premisa, donde el juego de mesa es reconvertido en un videojuego que absorbe a cuatro adolescentes que se verán convertidos en los avatares que habían elegido para jugar y que deberán terminar la misión encomendada para salir del universo lúdico. Entonces Jumanji: en la selva incorpora el lenguaje de los videojuegos y la puesta en escena aventurera para montar una comedia autoconsciente, que siempre está reflexionando sobre sus propios dispositivos. Y cuando hablamos de dispositivos, no nos referimos sólo a los distintos elementos que van componiendo a los videojuegos o los nudos narrativos que cimentan el relato aventurero. Porque lo central termina siendo la reflexión sobre los estereotipos, los prejuicios y cómo estos condicionan las conductas. En esa operación discursiva, es clave la distribución de personajes interactuando: el joven nerd que se transforma en el musculoso Johnson; el muchacho atlético convertido en el diminuto Hart; la chica linda y popular que pasa a estar en el cuerpo del gordo Black; y la joven tímida que debe acostumbrarse a ser la bella y atlética Gillan. Esa vía para la comedia puede parecer extremadamente lógica y simple, elemental incluso, y en parte lo es, pero no deja de requerir de una ejecución fluida, de una interacción equilibrada donde nadie quede desdibujado pero tampoco monte un show propio que opaque a los demás. En ese desafío que implica desplegar personajes, ponerlos a desarrollar sus propios conflictos individuales en función del conflicto mayor -que es de aprendizaje sobre uno mismo y los demás-, Kasdan demuestra tener cintura, conocimiento del ritmo cómico y a la vez cariño por la aventura, sin descuidar ninguna de las variables. Pero no está solo: es patente la nobleza de los actores, que pueden ser conscientes de sus respectivos estatus de estrellas pero no quitan el foco del tono apropiado para componer sus respectivas dobles personalidades y lo que requiere la trama central. Jumanji: en la selva es fundamentalmente una película grupal, donde puede haber liderazgos específicos pero el héroe va adquiriendo características corales y matices variados. De paso, esta secuela/reversión consigue una pequeña hazaña extra, que es la de funcionar no sólo como una comedia de diversas tonalidades, sino también como un espectáculo potente. Hay una estética indudablemente artesanal, un coqueteo con la nostalgia y reminiscencias de los ochenta y noventa, pero también piezas de espectacularidad (como esa gran secuencia en helicóptero) con un preciso componente humano. Eso compensa un villano desdibujado, que es apenas una mera excusa, porque el foco no pasa por el enfrentamiento con un Mal antagónico sino por la evolución del cuarteto protagonista. En el medio, Johnson hace gala de un carisma indestructible; Black vuelve a ser un anarquista en el mejor sentido posible (hay una escena que gira alrededor de su pene que es gloriosa); Hart demuestra desde su cuerpo que no le teme al ridículo; y Gillan seduce, patea traseros, divierte y se divierte. La película de Kasdan respeta al original pero no le tiene miedo y emprende su propio trayecto. Ese trayecto es divertido y atrapante. Cuando quiere, cuando tiene claro qué contar y dispone los elementos de la manera adecuada, Hollywood construye piezas de entretenimiento nobles, felices. Jumanji: en la selva es una de ellas.
El juego de mesa convertido en videogame. Apreciar Jumanji (2005) hoy confirma varias cosas: la notoria evolución de los efectos especiales vía CGI a lo largo de las últimas dos décadas, cuánto ha crecido Kirsten Dunst en el mismo lapso y el hecho de que el film de Joe Johnston era bastante mejor de lo que la memoria podía llegar a certificar. Regresar al universo de esa película en 2017, no tanto para construir una típica secuela como para rehacerla desde otro punto de vista, puede parecer una típica jugada sobre seguro de los estudios de Hollywood, pero lo cierto es que Jumanji – En la selva es deudora sólo en parte de la historia original. Si en aquella película protagonizada por Robin Williams la aparición de un juego de mesa con aparente vida propia permitía el ingreso de seres de fantasía –pero muy tangibles y perniciosos– al mundo real, generando excentricidades tales como estampidas de animales en medio de una ruta o plantas devora–hombres tamaño XXL, ahora son los jugadores los que terminan siendo “chupados” por el juego, reconvertido en videogame de aventuras y acción. Y los chicos ya no son tan chicos: cuatro adolescentes condenados a un castigo escolar con encierro ejemplificador descubren una vieja consola en el desván de la escuela y son inesperadamente trasladados a las peligrosas selvas y montañas del reino de Jumanji. Viniendo de quien viene, era lógico esperar un cambio importante en las tonalidades del relato: Jake Kasdan, veterano de Freaks and Geeks y el director de títulos como Malas enseñanzas y Nuestro video prohibido, pulsa los botones turbo de la comicidad y la parodia a partir del comienzo mismo de la partida. Mucho del humor reinante está enraizado en los cambios físicos entre jugador y personaje: el nerd del grupo se convierte en un musculoso aventurero interpretado por Dwayne Johnson, alias La Roca, al tiempo que la chica linda y popular de la clase adquiere la fisonomía de Jack Black, cambio de sexo que permite algunos pases de transexualismo indirecto (y un par de chistes aptos para todo público sobre los usos y comportamientos del pene). El truco narrativo general es bien sencillo: cada uno de ellos es dueño de tres vidas antes de morir (virtual y literalmente) y una misión que consiste en regresar una gema reluciente a su lugar de origen y restaurar el equilibrio de un cosmos dominado por un villano de ocasión. Las ocho manos detrás del guión entrecruzan gags físicos y verbales clásicos con la parodia de sagas como Indiana Jones y el cine de superacción en general, incluyendo el aparentemente obligatorio mensaje de compañerismo ante las adversidades. De esa manera, la nueva Jumanji avanza en línea relativamente recta por los casilleros del tablero, atravesando instancias logradas y otras que se sienten intensamente atadas a toda clase de fórmulas. El masomenismo del procedimiento es elevado un par de peldaños por el profesionalismo y carisma del reparto, que además da la impresión de haberlo pasado bastante bien durante el rodaje, contagiando parte de la diversión a la historia y a la platea.
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Cuando tomé contacto con el primer trailer de "Jumanji 2", no pude evitar cierta nostalgia por Robin Williams. Esta es una de las películas que más recuerdo con cariño de él, no porque haya sido de las mejores, sino por su impacto, siendo un niño yo aún, presentando un universo mágico en ese momento, muy original y dinámico para su época. Mi primera sensación fue de incredulidad frente al éxito del proyecto, debo reconocerles. Jake Kasdan (hijo de Lawrence, gran realizador de los 80'), se lanza a adaptar el libro de Chris Van Allsburg sobre la historia principal y busca generar algo del mismo espíritu, en tiempos de la era digital. Como secuencia de conexión con la primera entrega de la saga, la trama inicia en 1996 cuando en una playa, un joven Alex Vreeke recibe el juego de mesa por parte de su papá. Pero como ya entramos en una era distinta, decide dejarlo a un lado porque no parece muy atractivo. Es ahí donde comienza a operar la magia, porque el mismo objeto se transforma en un cartucho de videojuegos y consigue captar la atención del chico. Resultado, Alex comienza a jugar y... desaparece. Años más tarde, cuatro chicos van a "detención" por haberse portado mal en su escuela. Algunos, por copiarse, otros por faltar el respeto (muy "The Breakfast Club" no?), y en esa vuelta de intentar superar ese incómodo proceso, dan con la consola y el juego en un armario y se animan a jugarlo. A partir de allí, saldrán disparados al medio de la selva donde terminan siendo adultos, avatares elegidos por ellos y con capacidades distintas, dispuestos a resolver a resolver un par de problemas: salvar al Jumanji, obtener de regreso "el ojo del jaguar" y retornar a casa sanos y salvos. De más está decir que cada personaje elige un alter ego que no se corresponde con su aspecto físico y emocional, lo que permite que haya cierto juego con esto en el desarrollo de los eventos. En el cast, los avatares están jugados por un grupo de actores muy populares. Y todos comediantes de primera línea: Dwayne Johnson, Kevin Hart, Jack Black y la ascendente Karen Gillan. Nada se puede decir de ellos sino que hacen lo esperable, mucho humor físico, algún gag ocurrente y toneladas de actitud aventurera. A mitad de camino entre las clásicas aventuras de los 80' (a las que homenajea en cierta manera) y el despliegue visual que caracteriza a esta nueva época (pensando en la premisa original, muy poca gente juega con tableros hoy en día, sin ir más lejos), "Jumanji: welcome to the jungle" es un producto bien hecho, sin demasiada imaginación, pero efectivo. De a ratos parece que nutrirse de varias influencias (desde las pelis de Indiana Jones hasta el tono humorístico de "The Mummy"-la saga) le quita personalidad al film. El elenco resuelve con simpleza su labor y ofrece correctas interpretaciones para sostener el equilibrio de una historia, no demasiado interesante. Nota especial para el villano que compone Bobby Cannavale. Loco. Pero dentro del despliegue y con la presencia de tantos buenos comediantes, es difícil que no sonrías bastante seguido durante su proyección. Los aspectos técnicos están bien logrados y la promesa de acción y escenarios salvajes, se cumple con creces. Un film aceptable, que quizás podría haber estado mucho mejor, teniendo en cuenta lo que costó... Pero que sin dudas es una interesante alternativa para la cartelera familiar ahora que los peques de la familia están de vacaciones.
Homenaje y juego en piloto automático Podemos imaginar el escenario, repetido una y mil veces en estos tiempos. Un grupo de productores de Hollywood dispuesto a ganar la taquilla sin correr demasiados riesgos sueña con exhumar algún éxito de décadas pasadas y mejorarlo con el potencial que ofrece la imaginación digital, sin perder el culto por la marca original. Ahora le tocó a Jumanji, aquel viaje a un mundo paralelo lleno de peligros, animales desbocados y, sobre todo, nostalgias de tiempos perdidos. También podemos imaginar qué se hizo para poner en marcha esta remake. Su matriz es una suerte de algoritmo que incluye partes iguales de Jurassic Park y las películas de Indiana Jones. El resultado es una trama de diseño prefabricado en el que toda la peripecia de cuatro jóvenes marginados de distintas formas procura escapar del selvático planeta virtual al que el juego los arrastró. La nueva aventura quedó en manos de Jake Kasdan, un director menos interesado en la multitud de descubrimientos que experimenta el grupo en una nueva realidad (y con nuevos cuerpos) que en salir a buscar un efecto humorístico alcanzado en muy pocas ocasiones. Entre otras cosas, porque Jack Black y Kevin Hart interpretan casi el mismo papel (el comic relief del grupo), y las situaciones cómicas dependen de clichés archiconocidos, aplicados con escasa eficacia. Sólo queda como consuelo un par de genuinos disfrutes: la perfección del portentoso trabajo de los cientos de especialistas en efectos visuales y (otra vez) el enorme carisma de Dwayne Johnson, que sabe tanto de acción como de comedia física.
Jumanji: En la Selva aprovecha sus el carisma de su elenco y lo divertido de su premisa para entregar una graciosa aventura que se ríe de algunos estereotipos y clichés de videojuegos. Quienes crecimos durante la década menemista apreciamos Jumanji (1995). Esta aventura familiar dirigida por Joe Johnston (Captain America: The First Avenger, 2011) nos contaba la historia de Alan Parrish (interpretado por Robin Williams, fallecido en 2014), un hombre que fue absorbido por un juego de tablero varias décadas atrás y tuvo que sobrevivir en una selva salvaje. Cuando unos niños encuentran el juego logran liberar a Alan de su prisión, pero muchas criaturas de la selva y un temible cazador escapan al mundo real. El estudio decidió no correr riesgos a la hora de meterse con un material muy valorado por tanta gente y decidieron jugar a lo seguro: no hacer una remake de Jumanji, sino un reboot. Una nueva historia dentro del mismo universo. Para la tarea confiaron en un director con un prontuario… cuestionable como Jake Kasdan (Bad Teacher 2011, Sex Tape 2014) y cambiaron el concepto de un juego de mesa que atrapa a sus jugadores por una vieja consola de juegos. Y sorprendentemente funciona. Spencer (Alex Wolff), Fridge (Darius Blain), Bethany (Madison Iseman) y Martha (Morgan Turner) son adolescentes arquetípicos que por distintos motivos coinciden en detención. Mientras limpian un cuarto lleno de objetos descubren un videojuego para cuatro jugadores llamado Jumanji. Tras elegir a sus personajes ellos son succionados dentro del juego y se ven transformados en los avatares de sus personajes: El cobarde Spencer se convierte en un valiente e invencible aventurero (Dwayne Johnson), la sexy y superficial Bethany tiene que acostumbrarse a vivir dentro del obeso cuerpo de un profesor sabelotodo (Jack Black), el atlético y fuerte Fridge es un pequeño y débil zoólogo (Kevin Hart) y la tímida Martha debe habitar el cuerpo de una fuerte —y escasamente vestida— guerrera (Karen Gillan). Juntos deberán combinar las habilidades de sus personajes para avanzar a lo largo de los distintos niveles, recuperar un Macguffin que cayó en manos del villano del juego (Bobby Cannavale) y escapar de la consola, pero si llegan a perder sus tres vidas podrían no salir vivos de Jumanji. Jumanji: En la Selva no es una película perfecta (de hecho, está bastante lejos de serlo), pero sin embargo es un entretenimiento pasatista muy divertido para toda la familia. Lejos de la habitual horripilancia de las películas basadas en videojuegos, Jumanji es un film sobre los videojuegos. Constantemente a lo largo de la película vemos como los personajes destacan o se burlan de ciertas mecánicas inherentes al funcionamiento de los juegos (un mapa que se revela a medida que van explorando, NPCs que hablan en loops constantes y solo interactúan con ciertos personajes, cinemáticas para explicar el trasfondo del villano de turno, menús de habilidades, etc) y como también la película se ríe de los estereotipos habituales en los fichines. No es casual que el joven flacucho y cobarde sea un aventurero de físico imponente o que la adolescente popular deba acostumbrarse a ser un hombre gordo. La película juega con las personalidades estereotipadas de los chicos y los obliga a salir de su zona de confort al ponerlos en la piel de personajes completamente opuestos a lo que ellos son en el mundo real. Esto de pie a situaciones hilarantes como Jack Black comportándose como una adolescente caprichosa y Dwayne Johnson intentando no llorar y mantener la compostura en los momentos de crisis. La calidad del trabajo de CGI no termina de convencer por momentos (hay algunas escenas que están DEMASIADO cargadas de efectos digitales y se nota bastante falso) y los espectadores atentos encontrarán algunas referencias al film original. Con un fuerte hincapié en las situaciones cómicas, sabiendo como abrazar el ridículo de su propuesta y un elenco super carismático, Jumanji: En la Selva termina redondeando un espectáculo bastante entretenido que se deja ver.
Hoy llega a las salas Jumanji: Welcome to the Jungle, película dirigida por Jake Kadsan -realizador de Bad Teacher y Sex Tape– y escrita por Chris McKenna y Erik Sommers (The LEGO Batman Movie, Spider-Man: Homecoming) junto a Scott Rosenberg (High Fidelity) y Jeff Pinkner (The Amazing Spider-Man 2). Basada en los relatos cortos para niños de 1981 de Chris Van Allsburg y siendo una “secuela” a la de 1995, ahora vemos al mítico juego de mesa convertido en un cartucho de videojuegos que nos trae una nueva historia, bastante diferente a la anterior.
Game Over En varias ocasiones hemos visto que los reboots no son de lo mejor que le ha pasado al cine últimamente (La Momia es un ejemplo muy claro del 2017), pero cuando aparece una película como esta nueva versión de Jumanji, la felicidad es plena. Jake Kasdan nos trae a estos cuatro jóvenes actuales que son absorbidos por un videojuego de los años 80 y son transformados en los avatares que eligieron. La película logra recuperar esa épica de aventura que se logro en 1995 con Robin Williams, solo que en esta ocasión hay mucho más chiste (está lleno de gags típicos del nuevo humor estadounidense) y está aggiornado a la época actual. Eso sí, es el elenco el que se lleva toda la gloria. Con Kevin Hart y Karen Gillian un paso mas atrás, son Dwayne Johnson como un doctor musculoso con miedo a lo animales y Jack Black, como una adolescente atrapada en un hombre de 40 años con sobrepeso quienes logran todo el entretenimiento necesario para que disfrutes el film. Vale la pena ir al cine, verla y pasar un buen rato bajo el aire acondicionado en este caluroso verano.
A falta de ideas, otro “Jumanji” Amable pero poco necesaria nueva versión de la película fantástica para adolescentes, ahoracon un videojuego mágico en lugar de un libro. En la primera "Jumanji" (1995), la magia que teletransportaba a los personajes hacia un mundo fantástico surgía de un juego de mesa. Ahora, en esta segunda secuela luego de "Zathura" (2003) y de una serie de televisión, el artefacto mágico es un viejo videogame que unos chicos encuentran en el deposito de su colegio secundario mientras están en penitencia después de hora, al estilo de "El club de los 5". La gracia del argumento recae sobre todo en que un chico alfeñique se convierte, en el universo de "Jumanji", en el forzudo Dwayne Johnson, o que una chica obsesionada por su teléfono celular termine transformada en un explorador regordete encarnado por Jack Black. Justamente Black, que es un excelente comediante, es uno de los puntos a favor de esta comedia fantástica llena de aventuras y escenas de acción, aunque también incluye demasiados momentos dialogados que no resultan tan atractivos, y que estiran la duración más de lo recomendable. De todos modos hay estampidas de rinocerontes y persecuciones en moto a través de la jungla como para que el público adolescente, al que esta destinado el film, se mantenga razonablemente entretenido.
22 años desde esa entretenida aventura protagonizada por el querido Robin Williams, nos encontramos con una nueva entrega – algo impensada – de Jumanji. Esta vez el juego mortal en la selva se centra en el uso de la tecnología actual y los video juegos. Protagonizada por Dwayne “The Rock” Johnson, Jack Black, Karen Gillian y Kevin Hart esta película es una agradable sorpresa en salas de cine. Los tiempos cambian y las plataformas de entretenimiento también, con una interesante vuelta de tuerca el film de Jake Kasdan – sí, el hijo del director/guionista Lawrence Kasdan – se arriesga a dirigir un proyecto que desde el vamos tenía la palabra riesgo impresa en todos lados. Milagrosamente Jumanji: Welcome to the Jungle – nombre original – resulta entretenida de principio a fin; la película es directa, simpática, juega con la nostalgia pero al mismo tiempo se arriesga y crea nuevas reglas de lo que alguna vez fue el mundo del tablero mágico. Pasamos de las piezas en miniatura a los joystick y gracias a un correcto guión a cargo de Chris McKenna, Erik Sommers, Scott Rosenberg y Jeff Pinkner la película no falla al hacer esta transición – algo rebuscada – en pantalla grande. El cambio genera un momento de incertidumbre en la sala de cine pero al correr los minutos todo elemento necesario para satisfacer a un gamer se explota de manera ágil y sumamente interesante. Dwayne “The Rock” Johnson, Jack Black, Karen Gillian y Kevin Hart poseen una química ideal para interpretar a cada avatar con sus respectivas habilidades; cada personaje refleja el otro lado de la moneda de los jóvenes atrapados en el juego. Desde ya hay que aclarar que la película se refugia en estereotipos de escuela para los cuatro personajes principales pero todo está puesto de una manera efectiva y simpática. Jumanji: Welcome to the Jungle es el The Breakfast Club de John Hughes en la selva. Jumanji: Welcome to the Jungle no afloja un segundo, tiene un ritmo vertiginoso en su totalidad; es rápida, entretenida y los personajes están desarrollados de una manera justa sin derrochar información, es una película ideal para disfrutar en estas vacaciones. El juego entre la nostalgia y la actualidad es un conflicto hermoso en el cual todos los que disfrutaron de la película del año 1995 igual de cómodos que las personas nacidas en este nuevo milenio. La película se puede disfrutar en familia, con amigos o hasta en solitario. Es un gran espectáculo lleno de diversión. Recomendada.
Ya lo dijo Sidney Prescott al final de Scream 4: “no jodan con la original”. Uno de los mayores problemas de esta oleada de secuelas o remakes encubiertas que se vienen dando en Hollywood hace ya varios años, es el riesgo de meterse con la memoria emotiva de lo que otrora fue un éxito y con el tiempo (o inmediatamente) se convirtió en un clásico. Le pasó a la gran mayoría de los films de terror que intentaron, e intentan, darle una nueva mirada a los slashers de los ’80, le pasó a películas como Cazafantasmas, Vacaciones, Poltergeist, Línea Mortal, Star Wars Episodio VII, o Carrie, y hasta casi que sucedió lo mismo con It. No importa si el original era una obra maestra o, aunque sea, una buena película. No importa tampoco demasiado si la “nueva versión” lo es. El recuerdo de aquello que parece intocable es inalterable, y querer reproducirlo, de alguna manera, parece un insulto inaceptable. Jumanji: En la selva tenía el peso de aquellas experiencias; y la película de Joe Johnston con Robin Williams está en el corazón de casi todo treintañero que la vio siendo un niño o pre-adolescente. ¿Qué podíamos esperar 20 años después y ya sin la posibilidad del regreso de su protagonista? Los insultos estaban en la punta de la lengua. Sin embargo, había un as bajo la manga. Hacer algo totalmente diferente. El juego está por comenzar: Es 1996 y el tablero de Jumanji se encuentra encallado en una playa cuando alguien lo recoge. Según la idea del film, para ese año ya nadie juega juegos de tablero teniendo a mano la posibilidad de una PSOne; por lo que inmediatamente se transforma en un cartucho de videojuego antiguo para intentar atraer al público nuevo. Alex lo prueba, e inmediatamente queda capturado, absorbido por la consola. Pasan veintiún años, y el juego se encuentra ahora arrumbado en la sala de detención de un colegio. Cual El club de los cinco, ahí irán a parar el nerd Spencer (Alex Wolff), el deportista Fridge, o Refri como lo subtitulan horrible acá (Ser’Darius Blain), la introvertida Martha (Morgan Turner), y la it girl Bethany (Madison Iseman). Lo que sucede es obvio: encuentran la consola con el cartucho puesto, cada uno elige un jugador en la partida iniciada por Alex, y son absorbidos por Jumanji. Hasta ahí las variaciones son mínimas. Pero como el nombre lo indica, esta vez en vez de sacar al jugador y traer la selva a la ciudad, serán ellos quienes entren a la selva del juego. Como en una suerte de Alicia a través del espejo. No serán ellos mismos en la selva: cada uno representa al jugador que eligieron. Spencer pasará a ser un fornido aventurero (Dwayne “The Rock” Johnson); Fridge un entomólogo compañero de aventuras y portador de armas (Kevin Hart); Martha una sensual comehombres -sic- (Karen Gillan), y Bethany un experto en cartografía (Jack Black). Juntos deben proteger una joya y depositarla en un lugar sagrado, siendo perseguidos por un joven, renovado, y más tenebroso Van Pelt (Bobby Cannavale), y sus secuaces. ¿Y Alex (Nick Jonas)? Habrá que esperar por él. Hay fiesta en la jungla: Así, Jumanji: En la selva se separa de la primera entrega, que guardaba más relación de mecánica con Zathura (también basada en una novela de Chris Van Allsburg) que con esta. Más allá de algún guiño como el nombre Van Pelt, y alguna sorpresa nostálgica en el medio, no hay lazos entre ambas, lo que permite que pueda ver esta película sin necesidad de haber visto la entrega anterior. Es más, hasta la lógica de ambas películas en cuanto a cómo funciona Jumanji es diferente y contradictoria. Jumanji: En la selva se asemeja a películas como Viaje 2: La isla misteriosa o el clásico videojuego Uncharted. Llamativamente representa mejor la mecánica de un videojuego que varias de las películas basadas directamente en un videojuego. Es una aventura muy dinámica, siempre activa, que entretiene desde el principio hasta el final, y sobre todo extremadamente divertida. Sus chistes funcionan (casi) todos, y en diferentes niveles, convirtiéndola más en comedia que su predecesora. Ese espíritu de no tomarse en serio la favorece y nos hace pensar en un estilo clase B con mucho presupuesto. Hay cosas que no cierran del todo, y otras que convencen más que otras, pero el promedio es muy favorable. Todos los actores se divierten en pantalla, demuestran química y lo transmiten al espectador. Dwayne Johnson se consagra como un gran comediante más que un héroe de acción (su tic de pose galante es desopilante). Jack Black hace un show aparte como una adolescente fashionista en el cuerpo de un hombre regordete, es casi una oda queer moderna. Karen Gillian sorprende como esta come hombres que tiene mucho que aprender, sus momentos de torpe seducción serán otro de los puntos altos de la propuesta. Kevin Hart queda algo opacado en un rol que ya le vimos hacer, pero de todos modos tiene sus momentos, al igual que Nick Jonas. Conclusión: Jumanji: En la selva de Jake Kasdan (Malas enseñanzas, Orange County) es una aventura divertida, con un guion ingenioso para este tipo de películas, y lograda tanto desde lo técnico como en lo actoral. Su decisión de no compararse con el clásico, sino hacer su propio camino, la fortalece y nos hace pensar que esto puede ser el primer casillero de una partida que recién comienza.
No esperaba nada de esta película, es más, ya estaba preparado para odiarla y despotricar. Hablar de una secuela innecesaria y demás. Pero grata sorpresa me llevé porque disfruté mucho, demasiado, este estreno. Primero y principal, me pareció muy acertado la manera en la cual entrelazaron todo con el film original, y la manera de hacer un update y al mismo tiempo mantener un aire vintage. Convertir un juego de mesa en un juego de plataforma multiplayer para una consola de la década del 90’ me parece un gran acierto. ¿Acaso nos encontramos con la primera película de nostalgia noventosa? Ahora bien, Jumanji (1995) contaba con un protagonista supremo tal como fue Robin Williams y, salvando las distancias en todo sentido, Dwayne “La roca” Johnson está en la cima de su carrera con millones de fans en todo el mundo. En los últimos años ha ampliado un poco su registro actoral y la mezcla de acción y humor le sienta muy bien cuando hay un guión que acompaña. Tal es el caso de Jumanji: En la selva. Interpretar a un adolescente en cuerpo de adulto superheróico le sienta muy bien. El resto del cast también está esplendido, comenzando por un Jack Black que te saca muchas risas con su interpretación de la típica chica rubia adolescente adicta a su celular y las redes sociales. Por su parte, Karen Gillan (en modo Lara Croft) le aporta una gran frescura y momentos de problemas teens que suenan muy sinceros. Completan Kevin Hart y Bobby Cannavale. Este último como el villano muy de manual, casi un accesorio más, pero no por eso mal personaje, aunque hubiera estado bueno un antagonista con más presencia. El director James Kasdan, quien viene del mundo de la comedia, toma el humor como su fuerte y lo plasma en buena acción, aunque muchas secuencias dejan un poco que desear. Y ese es el único defecto del film: la falta de vuelo visual y poca capacidad de sorpresa en cuestión de efectos. Algo en lo cual se había destacado la primera película. En definitiva, esta nueva entrega del mundo Jumanji está muy bien hecha y deja al espectador con muchas ganas de más.
Otra vez los bombos y los peligros de la selva. Otra vez los felinos salvajes, los cazadores, los hipopótamos y rinocerontes. Otra vez un juego que se vuelve realidad. Sí, otra vez Jumanji. La fábrica de la nostalgia hollywoodense no descansa. Toda franquicia que alguna vez haya sido popular es digna de ser relanzada. Sin embargo, a pesar de la fría lógica comercial que la gestó, esta nueva aventura selvática es la primera sorpresa del año. La Jumanji de 1995, con Robin Williams, Bonnie Hunt y una joven Kirsten Dunst, nunca fue una maravilla, pero logró ser un éxito. Para una generación de millennials, perdura como un recuerdo de la infancia. Diez años después, se estrenó Zathura, un film complementario, que repite el concepto aunque con otros personajes. Como su predecesora, es la adaptación de un libro del ilustrador Chris Van Allsburg y cuenta una historia similar: unos adolescentes prueban un misterioso juego de mesa y, al hacerlo, ven cómo cobran vida los leitmotivs del tablero. Cambian los elementos visuales y genéricos –en vez de animales y plantas carnívoras, hay naves espaciales y extraterrestres–, pero la premisa es la misma. Ahora asistimos al estreno de Jumanji: En la Selva, que, con Jumanji y Zathura, integra una suerte de trilogía. Aporta, sin embargo, algo novedoso: los jugadores ya no interactúan con un juego de mesa sino con un videojuego. Esto implica otras reglas, otras convenciones y clichés, propias del medio electrónico. Niveles, vidas, misiones, códigos de vestimenta. Los jugadores se transforman en dobles digitales, en avatares. Habitan un mundo virtual y programado. Nos recuerdan menos a sus pares en las otras integrantes de la trilogía y más a los protagonistas de Tron y el animé Sword Art Online, también atrapados en videojuegos. Los jugadores del Jumanji digital son cuatro adolescentes, compañeros –pero no amigos– en una secundaria típicamente estadounidense. Por distintos motivos, reciben la misma sanción disciplinaria: deben limpiar elsótanode la escuela y reflexionar sobre sus vidas. Como en El Club de los Cinco, el cuarteto castigado está compuesto por integrantes de distintas tribus escolares: hay dos nerds, un deportista y una chica popular. Obviamente, la limpieza y la introspección duran poco. En el sótano encuentran una consola cubierta de polvo. La conectan a un televisor, la encienden, eligen a sus avatares e inician una partida. Es entonces cuando son transferidos, mágicamente, al entorno virtual, donde adoptan las identidades que seleccionaron al azar: los nerds se convierten en atléticos exploradores y luchadores; el deportista, en un zoólogo sin muchas aptitudes físicas; y la chica, en un cartógrafo con exceso de peso. Jumanji: En la Selva, de más está decir, no tiene pretensiones shakesperianas, pero, como en algunas comedias del bardo inglés, los actores interpretan, al mismo tiempo, dos personajes, uno que juega y otro que es jugado. De ahí surge el humor. Dwayne Johnson, con el carisma que lo caracteriza, es un Indiana Jones fisicoculturista y un chico miedoso. Jack Black, un experto en mapas y una adicta a Instagram. Kevin Hart, una armería caminante y una promesa del fútbol americano. Y Karen Gillan, veterana de la serie británica Dr. Who, es una artista marcial y una chica tímida e introvertida. El tema de la máscara, de la distancia entre lo que parece y lo que es, tiene un largo recorrido en la historia de la comedia. (Pensemos en Tootsie, en Victor/Victoria, en Desde el Jardín). Acá es reformulado de manera simple y pochoclera, sin muchos matices pero con energía y dinamismo. Black y Gillan, especialmente, logran que los chistes más zonzos, que en manos de otros actores darían vergüenza ajena, parezcan genialidades. Cerca del final, hay algunas incursiones sentimentaloides. Los protagonistas, al arroparse en pieles y músculos ajenos, descubren que su esencia espiritual no depende del cuerpo que adopten, o algo así. Lo que no quita que Jumanji: En la Selva sea divertida y eficiente. Sin duda, será recibida con escepticismo por los fanáticos de la original, especialmente tras ver Power Rangers y Día de la Independencia: Contraataque, otros intentos recientes –y bastante fallidos– de revivir franquicias de la década del noventa. Pero, ya sea por accidente o por la pericia de los involucrados, este intento salió mucho mejor de lo que se preveía.
Mismo nombre, otro espíritu Esta nueva aventura no tiene el encanto ni el ritmo de la película que en 1995 protagonizó Robin Williams. En la era del reciclaje, es inevitable sentarse frente a secuelas, precuelas, remakes y esa clase de exhumaciones con el recuerdo de la película original en la cabeza: una inevitable comparación de la que seguramente la versión moderna saldrá mal parada. Sólo queda resignarse, entonces, a que la gloria pasada no volverá y rescatar lo que se pueda de la “nueva” aventura, aunque en general aun así el saldo sigue siendo negativo. Esta Jumanji modelo 2017 no tiene ni una pizca del encanto de la que en 1995 protagonizó Robin Williams. El chiste de aquélla era que los obstáculos selváticos del juego de mesa -fieras, plantas carnívoras, monzones- se materializaban en el lugar donde se estaba jugando: una casona de un pueblo de New Hampshire. En esta suerte de continuación -que empieza en 1996 y sigue en 2016 en el mismo pueblo-,se invierte la premisa: los cuatro protagonistas quedan atrapados dentro del juego (que ahora es un videojuego), tal como le había sucedido en la original al personaje de Williams. Entonces, toda la acción transcurre en la selva, con lo cual esto tiene más olor a Indiana Jones que a Jumanji, de la que sólo quedan algunos guiños para entendidos. Perdido ese efecto, aquí la gracia es otra: dentro del videojuego, los jugadores se transforman en avatares. Así, esos cuatro adolescentes arquetípicos -que, como en El club de los cinco, se conocen en la sala de castigo- adquieren nuevos cuerpos, opuestos a su personalidad. El nerd ahora es el héroe musculoso (The Rock); la traga antisocial, una suerte de sexy Lara Croft; el deportista, un petiso simpaticón; y la princesa superficial, un gordito amanerado (Jack Black). Ese contraste entre cuerpo y alma es el sostén humorístico de la película. Y sí, hay algunos gags efectivos. Pero la aventura tiene un villano (Bobby Cannavale) desdibujado, y cae en baches causados por un exceso de diálogos explicativos: nada queda librado a la inteligencia del espectador. Y esa subestimación aburre.
Al ritmo de los tambores La cartelera de 2018 arranca con otra secuela de un clásico de los ’90 que absolutamente nadie pidió. Hablamos del revival de Jumanji (1995) la película protagonizada por Robin Williams y basada en la novela infantil de Chris Van Allsburg, donde un juego de mesa inspirado en la jungla toma vida propia. La aventura familiar resurge de la mano de Jake Kasdan (Malas Enseñanzas, 2011), quien nos propone patear el tablero y convertir a Jumanji en un videojuego vintage. La historia comienza en 1996, cuando un adolescente llamado Alex recibe un anticuado juego que su padre acaba de encontrar en la playa. Como era de esperarse, el joven lo descarta ya que los chicos de su edad ahora cuentan con las revolucionarias consolas para pasar el tiempo libre. Misteriosamente, de un día para otro Jumanji se transforma en un cartucho de videojuego y apenas lo conecta Alex desaparece. 20 años después del extraño suceso, la cinta nos presenta a cuatro chicos de Nuevo Hampshire bien estereotipados: en principio tenemos a Spencer como el joven estudioso que hace las tareas de su ex amigo Fridge, un atleta con cierto estatus social dentro de la preparatoria. También se encuentra Bethany, la típica chica presumida y egoísta que vive pegada al celular y subiendo fotos a Instagram y, por último, Martha como la adolescente tímida y antisocial. En una clara referencia a El Club de los Cinco (1985), los cuatro púberes terminan en detención por distintos motivos y el director los castiga ordenándoles limpiar el sótano del colegio durante todo el día mientras reflexionan sobre quienes son y que esperan para su futuro. En aquel lúgubre sótano, los jóvenes descubren a Jumanji en una vieja consola con cuatro mandos. Ni bien seleccionan a sus personajes y dan comienzo al juego, todos son transportados fugazmente a la selva. Allí cada uno toma el cuerpo y las habilidades del personaje elegido: Spencer es ahora un fortachón aventurero llamado Dr. Smolder Bravestone (Dwayne Johnson), Fridge se convierte en Franklin “Mouse” Finbar (Kevin Hart), un zoólogo con bajo rendimiento físico, Martha en la sexy karateca “mata hombres” Ruby Roundhouse (Karen Gillan) y Bethany, que accidentalmente eligió un avatar masculino, pasa a ser el cartógrafo Sheldon “Shelly” Oberonun (Jack Black). La única forma de retornar al mundo real es atravesando los distintos niveles y así depositar la joya del Ojo del Jaguar en la estatua de Jumanji. El filme del hijo de Lawrence Kasdan, reconocido entre otras cosas por ser el guionista de los episodios V y VI de Star Wars, es un entretenimiento pasajero que asombrosamente logra zafar del inmenso desastre que vaticinaba el tráiler. El mayor acierto reside en la sabia decisión del director de trasladar el tablero al mundo virtual, que además de ofrecer un lenguaje fácilmente identificable para los niños de hoy, nos brinda un poco de nostalgia a aquellos veinteañeros que crecimos pegados a plataformas como el Family o el SEGA. Las actuaciones principales son el otro plato fuerte de la cinta, con un Jack Black que se destaca como hacedor de los mejores chistes. Los alter egos adultos de cada participante, radicalmente opuestos a la realidad, dan piedra libre a varios pasos de comedia con algún que otro gag divertido que aquellas caras conocidas se encargan de explotar al máximo. La premisa es bastante simple y no presenta giros emocionantes. Se trata de un modelo hollywoodense prefabricado que ante la falta de riesgos se procura proporcionar un despliegue visual y sonoro efectivo. A las magníficamente logradas escenas de acción con los clásicos rinocerontes y otros animales salvajes, se suman las persecuciones del villano interpretado por Bobby Cannavale y sus secuaces motorizados. Un antagonista olvidable que representa lo más flojo del filme. Los más grandes podrán disfrutar de los homenajes a Indiana Jones y otros blockbuster spielberianos, como así también a los juegos gráficos de acción y aventura retro. Un reinicio aceptable y diferente a su antecesora que cumple como divertimento familiar en estas vacaciones.
JUMANJI O EL JUEGO DE LA AUTOCONCIENCIA Cuando Jumanji llegó a nuestras vidas, allá por 1995, la película regalaba una interpretación lúdica (y a la vez angustiante) del concepto de soledad que tal vez como niña, en ese momento, no pude descifrar. Unos chicos aburridos se apartaban de sus consolas de videojuego para entregarse, sin más, a la diversión de un juego de mesa, aparentemente inofensivo. Sin embargo, el tablero de Jumanji escondía un secreto: la suerte de los dados no sólo era ficticia, sino real. El salvajismo autóctono de la selva se materializaba en feroces estampidas de elefantes o apabullantes mandíbulas de cocodrilos al borde de un precipicio, entre otros peligros, en cada una de las jugadas. ¿Cómo acabar con toda esta locura?: terminar la partida, ganando, por supuesto. La versión de 2018, notablemente apegada a las modificaciones narrativas y estéticas de la evolución del lenguaje cinematográfico, no sólo revisita la historia original de Jumanji, sino que redobla la apuesta poniendo en escena un juego donde la autoconciencia es la protagonista. Por un lado, la de los personajes una vez abducidos por el juego, y por el otro, la del propio filme que se sabe secuela, en una reinterpretación contemporánea de aquella preocupación de mediados de los noventa. El prólogo ubica en tiempo y espacio: en 1996 un año después de la primera aparición del tablero, éste ya parecía ser un objeto de culto para Alex, un típico joven de la secundaria que reniega del hallazgo ofrecido por su padre, entregándose al placer de las flamantes consolas de video juego. Sin embargo, al ser ignorado, el tablero ejerce su poder y se traga a Alex. Gesto que todo conocedor de la obra original reconoce como signo de inicio de la aventura. De todos modos, el prólogo se cierra allí y nos envía hacía el presente revelando a un grupo de jóvenes, las futuras víctimas-protagonistas de una nueva abducción que quien sabe cómo culminará. El bache entre 1996 y 2018 pronto cobrará sentido una vez iniciado el juego. Así Jumanji no sólo es un juego de mesa con poderes, sino un agujero negro, un portal de tiempo y espacio. Este nuevo grupo de desconocidos, cada uno por un motivo distinto, se conforma cuando luego de infringir alguna regla escolar, son llevados al área de detención (castigo que obliga a los jóvenes a quedarse luego del horario curricular a cumplir con alguna tarea solicitado por el Director). Con la actividad asignada, las personalidades comienzan a aflorar: el nerd, el jugador de fútbol americano, la tímida y la blondie serán puestos a prueba cuando desatendiendo la tarea, “Refri” (aludiendo a su contextura) descubre un misterioso objeto empolvado. Durante el tiempo transcurrido desde 1996 hasta el presente, Jumanji dejó de ser un tablero para convertirse en consola, tal vez, luego de notar el desprecio de Alex. Y es aquí donde el primer gesto de autoconciencia se presenta: el juego supo que si no modificaba su forma de existencia pronto dejaría de ser parte del mundo de los jóvenes dando por finalizado para siempre su pedido desesperado de ayuda. Si el juego desaparece ¿quién salvará a Jumanji? Por supuesto, los jóvenes son secuestrados por el juego y la aventura da comienzo, una vez más. Pero lejos de obedecer, sin cuestionamientos, este fenómeno paranormal, cada uno de los participantes es muy consiente de este viaje sobrenatural y esa conciencia se debe, por un lado, a un guiño del cine contemporáneo que, a estas alturas no puede dejar de ofrecer alguna explicación a este evento, y por el otro, a la evolución de un saber: en 2018 casi nadie puede desconocer los mecanismos y ciertas nociones del lenguaje del videojuego. Por eso, cada uno de los participantes tiene una misión que sólo podrán resolver si actúan en conjunto. Sólo así podrán salvar Jumanji y finalmente ser devueltos al mundo real, ese en el que también son autoconscientes de sus debilidades y fortalezas. Otro de los factores que operan en Jumanji es ciertamente la nostalgia. Hay una atracción que persiste en varias producciones contemporáneas del cine y las series de tv por el revival de los años ochenta y noventa, convirtiendo en necesidad (moda o rasgo de estilo) la presencia casi ineludible de una revisita a la estética de aquellas décadas desde aspectos temáticos, y de puesta en escena de vestuario y arte, recuperando algo de la esencia de aquel cine que comenzaba a deslumbrarse con las posibilidades técnicas de la digitalidad y la influencia del videoclip, la publicidad y el videojuego. Son estas características, entre algunas otras, las que hacen de esta secuela un filme atractivo en varios sentidos. Más allá de ser simpático y divertido, es un pedacito de nostalgia para quienes vimos en la primera Jumanji una porción de nuestra infancia. Por Paula Caffaro @paula_caffaro
La secuela de Jumanji es entretenida pero no conserva el espíritu de la película de 1995. Si estás entre los que vieron Jumanji allá por 1995 y hasta el día de hoy frenás el zapping cada vez que te la encontrás en el cable, la secuela que acaba de estrenar en cines definitivamente no es para vos. Es más, a Jumanji: en la selva le juega en contra tener como antecedente el filme protagonizado por Robin Williams, y quizá sería más fácil ser benevolente si no llevara el nombre de “Jumanji” al comienzo del título. Pero lo lleva. La película dirigida por Jake Kasdan carece de todo lo que tenía la de 1995: humor inteligente, oscuridad, buenas actuaciones, suspenso. En la selva por el contrario es una comedia liviana, entretenida, que hace hincapié en las escenas de acción y aventura. A diferencia de la primera, que en su momento recibió algunas críticas por ser un poco fuerte para los más pequeños, la secuela de Jumanji es apta para toda la familia. Además, tiene algunos guiños para los adultos que vieron la primera película pero al mismo tiempo se adapta a los tiempos que corren, dejando de lado el juego de mesa y convirtiéndolo en un videojuego. En Jumanji 2, cuatro estudiantes son absorbidos por una consola de videojuego vieja y terminan en una selva. Allí encarnan en unos avatares que tienen fortalezas y debilidades, y para poder regresar al mundo real deberán devolver una piedra mágica a un monte. Los momentos más logrados del filme a la hora de hacer reír tienen que ver con la sorpresa y la siguiente adaptación por la que pasan los adolescentes cuando de pronto están en cuerpos extraños que no los representan de ninguna manera. Dwayne "The Rock" Johnson pone todos sus músculos al servicio de la película, pero la falta de expresividad de su personaje está a la vista. Hay sin embargo varios momentos divertidos que lo tienen como protagonista, pero sin dudas el más gracioso (y talentoso) en pantalla es Jack Black. El actor de Escuela de Rock es el avatar de una presumida estudiante, que intenta hacerse a la idea de estar en un cuerpo regordete y barbudo cuando hasta hace no mucho era una de las chicas más populares del colegio. Y si bien no tiene mucha participación, también se destaca el personaje de Alex Wolff, un nerd que aparece en el juego con el avatar del Dr. Smolder Bravestone (Dwayne Johnson). Jumanji: en la selva es entretenida, ligera y divertida (de a ratos). El director se las arregla para actualizar la historia a los tiempos que corren, pero en el camino resigna lo mejor que tenía la película de 1995.
El juego cambió y la comedia mejoró La secuela del clásico protagonizado por Robin Williams trata sobre un grupo de adolescentes que es transportado a la selva. El film escapa a puntos esenciales del original pero se convierte en la primera gran comedia familiar del año. Era casi imposible escapar al prejuicio. Una secuela inesperada para una película filmada hace más de 20 años, que se convirtió en clásico y que contaba con el gran Robin Williams como protagonista. En esta oportunidad, el elenco incluye a Dwayne “La Roca “Johnson, Jack Black, Nick Jonas y Kevin Hart, y desde el trailer veíamos que la acción se transportaba a la selva. Así de arriesgado todo el panorama, “Jumanji: En la selva”, filme dirigido por Jake Kasdan -que tiene en su haber algunas comedias de mitad de tabla- escapa a puntos esenciales del filme original y al ponerse a “jugar” en el más amplio sentido de la palabra, resulta en la primera gran comedia familiar del año. Spencer (Alex Wolff), Bethany (Madison Iseman), Fridge (Ser’Darius Blain) y Martha (Morgan Turner), son cuatro adolescentes que por diferentes motivos son castigados en una sala que deben limpiar en su escuela. Este aire a “Club de los cinco” (1985) mantiene el filme a través de la consagración de una amistad, en principio impensada. Todo el conflicto comienza cuando encuentran una vieja consola de videojuegos y al empezar a jugar a “Jumanji”, son transportados a la selva, pero sus cuerpos son reemplazados por los avatares virtuales prediseñados. Spencer se transforma en Dr. Smolder Bravestone (Johnson), Bethany en el Profesor Shelly Oberonun (Black), Martha en Ruby Roundhouse (Karen Gillan), y Fridge en Franklin “Mouse” Finbar (Kevin Hart). Antes de que puedan acostumbrarse a sus cuerpos, con habilidades y defectos como cualquier personaje de videojuego, deberán aprender a jugar y a ganar, si es que quieren salir de la selva con vida y volver al mundo real. “Jumanji: En la selva” no guarda respeto por el filme original, más allá de alguna referencia a Alan Parrish, y gracias a la cobertura del género ciencia ficción, tampoco se preocupa por explicar mucho los motivos por lo que sucede todo. En cambio, bien utiliza su metraje para establecer nuevas reglas, y divertir de comienzo a fin, con buenas dosis de acción. Es destacable la intención de no hacer una película más de La Roca, algo que sucede con todas las producciones que protagoniza, y el actor sirve tanto a la narración como a la comedia.
Jumanji; En la selva Si quieren ser los verdaderos héroes del video juego que están por jugar, entren y participen desde adentro, ese parece ser el lema de esta nueva versión de Jumanji. Así es, cuatro adolescentes son castigados por indisciplina dentro de la escuela a la que concurren, y por casualidad, mientras realizan tareas de limpieza, encuentran, una consola con comandos de la década del ´90 para conectar al televisor. Pero, como la curiosidad y la desobediencia es propia del ser humano, ellos también cayeron en la trampa, fueron absorbidos y transportados hacia la selva donde se desarrolla el juego, transformados en los personajes que eligieron para participar. Con esa excusa, son otros los actores que llevan adelante el peso del relato, ambos probados y experimentados, Jack Black y Dwayne Johnson, que encabezan el elenco. El director Jake Kasdan le da una vuelta de tuerca a la película original, porque se desarrolla en la actualidad, pero siempre tiene como referencia al año 1996. Los cuatro personajes principales decotan fortalezas y debilidades individuales que tienen que saber cuando explotarlas o esquivarlas. Su objetivo es llevar la “joya” robada y colocarla en el sitio donde estaba antes, para lo que tienen que cumplir con la misión y pasar los niveles, como los video juegos. En el film constantemente suceden cosas, pero todo es demasiado explicado, no se deja nada librado a la imaginación. Hay algunas secuencias demás que alargan innecesariamente la historia. Spencer (Dwayne Johnson) tiene incorporado al chico nerd, alérgico y fóbico a las ardillas, y actúa como tal. Le da un tinte cómico a su caracterización, alejado un poco del superhéroe de todas las películas y aquí cumple con su rol sólo cuando es exigido. Bethany (Jack Black) tiene a una atractiva y popular chica en el envase de su cuerpo, hombre y gordo, pero el comediante sale bien parado con su personaje. Los otros dos actores acompañan y son partenaires para que los consagrados se luzcan. Es un producto sacado de un molde, diseñado para utilizar una gran variedad de efectos especiales, pero que no puede igualarse al film original, sólo llega a ser un entretenimiento para las vacaciones, nada más que eso.
Critica emitida el sábado 6-1-2018 de 20-22hs. en Cartelera 1030 por Radio Del Plata (AM 1030) Jumanji: en la selva es una secuela del filme Jumanji (1995) protagonizado por el entrañable Robin Williams, cuyo personaje es homenajeado sutilmente con un tallado en madera: "Alan Parish". Esa primera entrega finalizaba con una extra escena en donde el juego de mesa era encontrado en la arena de un desierto de Oriente. Mientras cambia su director, el espacio temporal es el mismo en esta segunda entrega, el relato nos situa en 1996 pero hay un cambio espacial: no es la arena de Oriente sino una playa de Estados Unidos. Otro cambio con respecto a Jumanji (1995) es que el juego de mesa es reemplazado por un video juego, manteniendo lo lúdico pero haciendo un cambio de tecnología. Un tercer cambio importante del relato que está vinculado al mencionado anteriormente es la inversión de los espacios y sus elementos. Mientras que en Jumanji (1995) la selva invadía la ciudad habitada por los personajes que participaban del juego, en Jumanji: en la selva (2017) serán ellos los que se infultren en la jungla como participantes con roles concretos del video juego. A partir de allí comienza una gran aventura que resulta entretenida, pero que no posee ni suficiente originalidad ni una aguda inteligencia. Lejos de la innovadora propuesta de 1995, Jumanji: en la selva no defrauda pero tampoco sorprende, aunque su trailer ya lograba quitarnos erroneamente toda expectativa. Tras varios años de espera ha llegado quizás demasiado tarde su secuela, queda por preguntarnos ¿el juego Jumanji volverá a latir?
Jumanji: En la selva suscribe a una fórmula de la época, la del cine que parece diseñado para comentarse a sí mismo sin tomarse demasiado en serio las peripecias de los personajes. Pero cada película puede explotar esa fórmula de diferentes maneras y con distintos niveles de inteligencia. Jake Kasdan opta por una comedia un poco deforme que cruza dos géneros en principio irreconciliables: la película de aventuras con la high school movie. La amalgama de esos universos tan desemejantes corre por cuenta de un juego que atrapa a sus participantes y los sumerge en su mundo. Casi toda la gente recuerda la Jumanji original, así que Kasdan no pierde tiempo transponiendo la historia a la actualidad: en la primera la familia jugaba un juego de mesa, en la nueva resulta más creíble que el cuarteto de adolescentes medio inadadptados se tiente con un videojuego. La transformación del juego de mesa en videojuego consume apenas un corte, y la presentación de los protagonistas es igual de económica: un par de diálogos, algunos gestos y acciones característicos y ya está, el director bosquejó un mapa de relaciones y conflictos en apenas unos minutos. La película abraza los estereotipos con una seguridad infrecuente, convencida de que es más interesante desordenar lugares comunes de los géneros populares que intentar quién sabe qué presunta originalidad. El disparador del relato tiene casi un aire experimental: al ser absorbidos por el juego, los protagonistas cambian de cuerpos y de carácter según el personaje que hayan elegido. La premisa abre enseguida un horizonte interminables de chistes, muchos de ellos políticamente incorrectos, como casi todos los que giran en torno a Bethany, la prototípica rubia tonta y bella que se transforma en Jack Black. Durante la repartición de avatares todos adquieren rasgos diametralmente distintos, y Fridge, el negro del grupo, histérico y fuera de sí, se ve despojado de sus atributos físicos de deportista y recibe como única habilidad especial el cargar una mochila con las pertenencias de los demás. Doble referencia a estereotipos del cine, entonces, los dos igualmente malvados: al mayordomo negro que solía oficiar de comic relief en el cine clásico, de un lado, y al negro espamentoso que grita y habla en un slang bien marcado, del otro. El esquema narrativo es de una simpleza abrumadora: los cuatro deben tratar de sobrevivir dentro de Jumanji mientras superan sus defectos en la vida real. El inseguro deberá ser valiente; la tímida, seducir a un par de hombres como si fuera una femme fatale (la rubia le pasa tips para calentar tipos: se hace humor con la moda de ver “cosificación” en la representación de cualquier cuerpo femenino), etc. Todo es más o menos como en El mago de Oz pero en la jungla y con The Rock, su masa corporal inverosímil y su feliz tendencia a reírse de sí mismo. El relato avanza gracias al dispositivo de los chistes autorreferenciales: muchos versan sobre convenciones de géneros del videojuego, pero la cosa nunca se vuelve un asunto de saberes especializados. El conjunto se resiente pasada la mitad, justo después de la escena en la que la inexperta Ruby tiene que llamar la atención de los soldados. De allí en más todo es apenas una seguidilla de chistes en clave meta y de peleas y obstáculos que no interesan mucho, al menos hasta el final, cuando Kasdan demuestra un pulso dramático insospechado y se atreve a un cierre emotivo. No hace falta contar cómo termina todo, alcanza con decir que un hecho inesperado permite reconstruir una familia quebrada, un poco a la manera en la que el cine de los 80 explotaba la fantasía de la reunión familiar gracias a alguna ocasional magia del cine.
La sorpresa de la secuela de Jumanji no es tanto que “no moleste”, sino que es sencillamente buena. Con la inteligente decisión de alejarse de la original, aunque manteniendo sí su espíritu y algún que otro homenaje a la primera parte, Bienvenidos a la selva destaca por un guión inteligente (para este tipo de películas ATP) que hace gala de sus efectos especiales, sin olvidar el desarrollo de sus personajes. Es casi una readaptación de la anterior entrega, de hace más de veinte años, pero para un público nuevo ávido de aventuras. El comienzo de este film de Jake Kasdan (Bad Teacher, Sex Tape) ya anticipa el nuevo giro que tomará el clásico juego Jumanji, cuando éste se convierte mágicamente en un videojuego, como escuchando la queja del joven que lo recibe y se pregunta “¿quién disfruta de un juego de mesa hoy en día?”. El año de partida es 1996, el mismo año en el que supimos por última vez de las andanzas de Alan Parrish (Robin Williams), que recibe un simpático guiño a la mitad de la historia. Luego de capturar a su primer rehén, el juego permanece adormecido hasta encontrar el resto de sus jugadores veinte años más tarde, y ahora sí, estamos en el 2018 en medio de una aventura semi-retro con ironías varias sobre la vida digital-virtual. Cuando cuatro alumnos de un colegio secundario (que, por supuesto, no podrían ser más distintos entre sí) se ven obligados a permanecer juntos en “detención” por diversos motivos, el juego se muestra ante ellos con la promesa de terminar este temporario aburrimiento. Claro que los jóvenes ignoran que Jumanji es mucho más que una manera lúdica de perder el tiempo: tras ser obligados a elegir un avatar, los estudiantes son succionados por el juego y ahí comienza la verdadera película. Jumanji 2: Bienvenidos a la Selva utiliza una vieja fórmula multi-protagonista donde cada uno de los personajes tiene casi la misma importancia, y debe colaborar con el otro para seguir avanzando. La estructura de los videojuegos le ayuda a progresar de una manera dinámica, y el humor se potencia en situaciones absurdas y encuentra su mejor cara en la personalidad de Dwayne Johnson, a esta altura un verdadero maestro de la comedia física. Esta secuela probablemente no competirá con la primera parte (porque tampoco se lo plantea), pero sí sacará una sonrisa a los nostálgicos que se quedaron con ganas de más en su momento (niños en aquel entonces, adultos hoy), y al público nuevo que simplemente busca pasar un buen rato.
Tarde o temprano, toda franquicia o película exitosa de los años '80 y '90, tiene su vuelta a la pantalla en modo siglo XXI. Como pasó este año con It, que en rigor fue la primera versión para cine, ya que la de 1990 fue una miniserie que luego se editó condensada en un VHS de tres horas de duración; ahora es el turno de otro ícono noventero: Jumanji. Como todo ejercicio de reboot, precuela, remake o lo que fuera de un film consagrado, lo más recomendable antes de ingresar a una sala, es sacarse la mochila de la nostalgia y olvidar todo material precedente. Si atravesamos esta Jumanji versión 2017, comparándola con la original de 1995, el flamante film que está liderando la taquilla en los cines argentinos durante estos días, sale perdiendo por goleada. Pero no vamos a entrar aquí en el juego de las diferencias, que son unas cuantas. En términos generales, se podría decir que el relanzamiento de este ícono del cine de aventuras, tiene los ingredientes necesarios para entretener a espectadores de dos generaciones. Claramente, la narración tiene menos matices y vueltas de tuerca que la protagonizada por el legendario Robin Williams, pero se las ingenia para salir airosa con una dosificada y muy premeditada mezcla de códigos genéricos. De esta manera, las peripecias de los protagonistas de Jumanji: En la selva están condimentadas con suculentas dosis de humor, romance y uno que otro guiño para aquellos adolescentes de los '90; hoy cercanos al territorio de las cuatro décadas. El juego de mesa que en el film inicial tenía el poder de irrumpir en las vidas de los personajes, aquí es reemplazado por una vieja consola de videogame que es activada por cuatro estudiantes durante una jornada de castigo escolar. Un nerd de manual, un grandote musculoso que saca provecho de ese nerd, una chica introvertida y una prototípica rubia adicta a Instagram; son literalmente chupados por la arrasadora consola. Dentro del juego, el nerd deviene en un hombre que es una mole de músculos (Dwayne Johnson), el ventajista de gym queda reducido a un hombre de escasa estatura (Kevin Hart), la tímida muta en una insólita amazona (Karen Gillian), y la adicta a las selfies queda atrapada en el cuerpo de un aparatoso regordete (Jack Black). En la dimensión lúdica, cada cual tiene sus poderes y debilidades, y todos deberán cuidar al extremo no agotar las tres vidas de las que disponen para sobrevivir a esta inesperada experiencia, para así lograr el feliz retorno a su dimensión real. Obviamente, la premisa de la lucha conjunta, combinando destrezas y conocimientos, se repite una y otra vez. Jumanji: En la selva no oculta en ningún momento su voluntad de seguir a rajatabla el libro de recetas para refritar los condimentos básicos de toda película de aventuras. Tampoco elude la bajada de línea emotiva que exalta la proeza grupal, un gancho muy eficaz, tanto para aquella generación de espectadores que alcanzó a jugar con amigos en las plazas, como para el atomizado adolescente de hoy, que en medio de tanto egocentrismo digital; se resiste a perder por completo el vértigo de la adrenalina. El director Jake Kasdan, que cuenta con mucha más trayectoria en TV que en cine, combina cierta textura old school con algunos momentos de pirotecnia visual. Pero claramente, el elenco es el responsable de que este divertimento funcione y por momentos resulte plenamente disfrutable. Si bien las cartas están dispuestas para el lucimiento del cada vez más querible y carismático Dwayne Johnson, así como también de un astro de la comedia como Jack Black; todos los protagonistas tienen su momento de lucimiento. Y así como el punto más flojo de Jumanji: En la selva está en la construcción del villano (Bobby Cannavale), la inclusión de un abatido jugador que lleva 20 años atrapado en la consola (Nick Jonas); suma puntos al resultado final de la propuesta. Más allá del arsenal del que disponen Johnson y Black, Karen Gillian sorprende con su desopilante despliegue de danza, aplicado a luchas con todo tipo de giros y patadas voladoras, mientras suena el hit noventero Baby, I love your way, de Big Mountain. Con un pie en la nostalgia y otro en el ritmo vertiginoso, este regreso de Jumanji tal vez tenga unos minutos demás, pero no deja la sensación de estafa marketinera ni saqueo nostálgico. Welcome to the jungle, de los Guns N'Roses suena en los créditos de cierre de una película que indudablemente no pasará a la historia, aunque cumple con su objetivo de mantener a flote un género que desde hace décadas pende del abismo de la extinción; pero que aún guarda algunas hazañas bajo la manga. Jumanji: Welcome to the jungle / Estados Unidos / 2017 / 119 minutos / Apta para mayores de 13 años / Dirección: Jake Kasdan / Con: Dwayne "The Rock" Johnson, Jack Black, Kevin Hart, Karen Gillan, Alex Wolff, Madison Iseman y Nick Jonas
Cuatro adolescentes (un nerd, una chica sexy, una chica tímida y un deportista musculoso) son absorbidos por Jumanji en versión videojuego, y en el mundo virtual son todo lo contrario que en el real. Puede el lector sentir que vienen lecciones de vida, y sí, pero esto es tanto “hay que resolver este juego mortal” como El club de los cinco, aunque sean cuatro. Primera virtud: se resuelve en cien minutos, a esta altura del cine un cortometraje para esta clase de espectáculos. Segunda: el humor funciona. Tercera: las escenas de acción valen la pena. Cuarta: los actores entienden absolutamente el juego, se divierten y comparten con el espectador esa diversión. Quinta: nadie mira a los personajes por encima del hombro, sino que en la liviandad propia de esta clase de relatos, se les confiere una humanidad y una simpatía por encima de la media. Y además Dwayne Johnson es el tipo más carismático del cine: a veces da la impresión de que piensa “qué suerte tengo, yo no soy actor y acá la paso bien... vengan conmigo” y eso lo hace tremendamente amigable. Si los chicos le piden ir, vaya sin miedo. Y si no, también.
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En 1995 se estrenó “Jumanji”, una película que no pasaría de moda y que quedaría en la historia como un clásico de la cinematografía. Es por eso que cuando se anunció el deseo y la concreción de una nueva cinta sobre esta historia, el temor comenzó a rondar. Tal vez su reboot fue innecesario, pero de todas formas le encontraron la vuelta para otorgarnos un film muy bien realizado, con un buen elenco y un guión divertido. Todos recordarán la historia de “Jumanji”, donde dos niños recién mudados con su tía a una mansión encuentran un juego de mesa ya empezado y suman a una antigua participante a la jugada. Luego se anexará Alan Parrish, el dueño original del juego (y de la casa) para concluir esta peligrosa y real partida. En “Jumanji: En la Selva” nos encontramos con una versión más actualizada y cercana a nuestros tiempos, donde en vez de un juego de mesa clásico y algo anticuado tenemos un videojuego de los años ‘90 que abdujo a un chico. Años después llegarán a él cuatro chicos muy distintos entre sí pero que comparten una hora de detención en la escuela. Allí se embarcarán en una aventura dentro de la pantalla, tomando la forma de cada uno de los personajes seleccionados. Una vez metidos en el juego deberán superar una serie de obstáculos y misiones para poder salir de ahí y regresar a casa. A simple vista este reinicio de la trama no tenía mucha razón de ser y podría estar justificado únicamente en el rédito económico. Pero a medida que el relato avanza nos damos cuenta de que buscaron realizar algo diferente y que dista bastante del producto original. Y esta novedad le brinda una frescura a la historia que, sumado con el buen guion, los chistes atinados y la sorpresa, genera una sólida efectividad dentro de la cinta. Los personajes están muy bien delineados y acompañados por figuras como Dwayne “The Rock” Johnson, Jack Black, Kevin Hart y Karen Gillan, que no sólo imponen su presencia artística, sino que realizan muy buenas composiciones gracias al desarrollo de sus papeles y su gran experiencia en el género de la comedia. Los que más se destacan son Black, que interpreta a un personaje totalmente distinto a él y lo hace de una manera tan sutil que provoca mucha gracia; y Hart, quien logra llevar a cabo los chistes escritos para su rol de una muy buena forma. Tal vez en su contra podemos decir que el cuarteto protagónico se enfrenta a un villano desdibujado y que carece de poder, mientras que también existen algunos diálogos con sobreexposición de información de los pasos a seguir que son innecesarios. De todas maneras, “Jumanji: En la Selva” resultó una grata e inesperada sorpresa, debido a que tomó la gran decisión de no retratar idénticamente a su película antecesora, sino que buscó hacer algo único, novedoso y actual, que funcionó por sus propios medios. Probablemente no quede en la historia como el clásico que fue la cinta de 1995, pero al menos no la recordarán como la remake innecesaria o mal llevada a cabo. El film presenta una aventura entretenida a partir de un guion ágil y divertido (con chistes eficaces) y un grupo de personajes entrañables.
Antes del game over Pasaron 22 años después de la "Jumanji" original que cautivó a toda una generación con el único e irrepetible Robin Williams. Y el boom de las remakes de Hollywood trajo una nueva versión de este filme de aventuras familiar que, lejos de parecerse a su antecesor, se aggiorna a estos tiempos. Esta vez, cuatro estudiantes encuentran un viejo videojuego en el cual se pueden convertir en versiones adultas de ellos mismos. Y deciden emprender la aventura de sus vidas. Así, se sumergen en un mundo selvático donde tendrán que sortear los desafíos más adrenalínicos: como vencer una manada de rinocerontes, dominar una serpiente o conducir un helicóptero. Resulta interesante ver cómo estos adolescentes se convierten en adultos: la chica linda y frívola queda en el cuerpo de Jack Black, el nerd tímido se vuelve Dwayne "The Rock" Johnson y el negro deportista se achica al tamaño de Kevin Hart. De este modo, conocerán tanto sus fortalezas como sus debilidades que usarán en equipo para tratar de ganar el juego y volver a la vida real. La dosis de humor del filme hace que sea entretenido y dinámico, y por supuesto que la aventura está presente a lo largo de la historia. Una muy buena opción para disfrutar en familia y ver cómo estos adolescentes intentan sobrevivir en cuerpos de adultos.
Crítica emitida por radio.
Está visto que la moda de remakes / reimaginaciones / reboots es una tendencia imparable en Hollywood. Después de todo el aliciente es que tienen un trabajo de marketing ya pre-hecho – todos conocen de antemano a una determinada película o serie, así que no hay que gastar tanto como cuando se quiere vender un producto totalmente nuevo -. Yo estoy absolutamente en contra de las remakes de clásicos indisputables – desde los proyectos de americanizar Akira y hacerla live action hasta Robocop (aunque la versión 2014 no era totalmente mala) -, pero hay otras películas que tienen una fama sobreinflada. La versión femenina de Ghostbusters me pareció muy graciosa y no es como dice el clamor popular “que le violaron los recuerdos de la niñez”. La primera Ghostbusters tampoco era una película suprema, sino una cosa estirada con un Don Murray denso, y que tenía un final espectacular que compensaba todo. Es cierto que cuando uno es niño la impresión es mayor, pero viendo la película original ahora de adulto uno ve que los méritos son menores – no quita su valor histórico, como el de ser un super blockbuster anunciado un año antes de su estreno -. Algo parecido pasa con Jumanji: a mi no me parece un clásico intocable, apenas era una buena película de matineé con algunos efectos especiales horrendos (era el albor de los CGI así que los monos y los leones no se veían reales ni por asomo) y un Robin Williams pasado de rosca. Es muy muy superior – en términos de historia, suspenso y equilibrio – la seudo secuela Zathura dirigida por Jon Favreau que el original de Joe Johnston. Pero todo el mundo disfrutaba de Williams haciendo morisquetas y como era la que había empezado todo… Si la mala onda que ocurría con Ghostbusters 2016 estaba presente al anunciar una nueva Jumanji, las buenas nuevas es que la secuela / reimaginación 2017 es muy superior a lo esperado (e incluso mejor que la original). Tampoco es la super película, solo es una aventura plagada de momentos simpáticos y dotada de un cast de comediantes de lujo que realzan lo que sugiere la trama. Pongan a otro tipo que no sea Dwayne Johnson a decir las líneas con “intensidad ardiente” (uno de los perks de su personaje dentro del videojuego) y la cosa hubiera resultado insípida. También es cierto que la Roca no está solo: la química del grupo es genial y se conforma con Jack Black (que hace de adolescente snob atrapada en el cuerpo de su personaje, un obeso arqueólogo, y que es un ladrón de escenas constante) y el encanto de Karen Gillan, la muchacha nerd ultra tímida que se despierta como un clon super hot de Lara Croft, una femme fatale exterminadora de asesinos que, cada vez que hace una proeza, abre los ojos como dos platos. Hasta el usualmente anodino Kevin Hart brilla, como el matón de la escuela que ahora descubre que está atrapado en el cuerpo de un moreno super petiso. Portal Datacraft: codigos postales, telefonos utiles, articulos de interes en tu revista digital Ciertamente el principio está ok pero los actores que hacen de adolescentes no son un prodigio de carisma. Esto es básicamente El Club de los Cinco encuentra La Dimensión Desconocida, con un montón de parias absorbidos por un videojuego con poderes mágicos. Deben completar la misión para regresar al mundo real, amén de vencer al rey de los cazadores (el personaje de Bobby Cannavale es el mismo cazador de salacot que perseguía a Williams en el original de 1995, si no me equivoco) quien posee una joya mágica con la cual puede dominar a todos los animales. Johnson recupera la joya y debe devolverla a su templo original, con lo cual deben pasar peripecias de todo tipo y son perseguidos por los esbirros de Cannavale. El chiste del asunto es ver a estos soberbios actores hacer de pendex traumados, inseguros, llenos de tics, que siguen comportándose como si estuvieran en la secundaria. Jack Black descubriendo que tiene pene, Kevin Hart queriendo prepotear a la Roca como si aún fuera el urso que era en la escuela, Hart quejándose de todo, o el bizarro romance que surge entre Johnson y Gillian (que da para una memorable escena de beso). Pero la cosa funciona por ráfagas, ya sea el humor o la acción, con lo cual está ok y uno se divierte con alguna carcajada fuerte de vez en cuando. Jumanji: En la Selva está muy bien y es recomendable. No es guau, está mejor que el original, pero tiene chispa suficiente para ser entretenida. Y como resultó un taquillazo salido de la nada (arañó los 800 palos verdes de recaudación, casi lo mismo que una pelicula Marvel), desde ya la secuela está garantizada. Lo único que pido es que aceiten un poco mejor los mecanismos para que las escenas de la escuela tengan tanta gracia como las de la selva, o al menos sean mas breves como para pasar a lo que nos interesa (actores gigantes haciendo de adolescentes idiotas y escapando de un peligro tras otro) en poco tiempo y con mayor disfrute.