Una aventura de amor Si bien en términos prácticos Luz de mi Vida (Light of my Life, 2019) es la segunda película de Casey Affleck como director y guionista, luego de la delirante I’m Still Here (2010), aquel ejercicio narcisista, detallado y semi documental centrado en el convulsionado estado psicológico de su amigote Joaquin Phoenix, la verdad es que el film que nos ocupa se siente como su verdadero debut en el marco de los largometrajes ficcionales porque sin duda acumula todas las características por antonomasia que suelen tener las óperas primas como realizadores de actores que apuestan a pasarse al detrás de cámaras: el trabajo utiliza una excusa de ocasión, aquí un contexto post apocalíptico en el que una pandemia redujo casi a la extinción a la población femenina, para ofrecernos una historia minimalista basada más en el desarrollo de personajes y la dinámica afectiva que en una progresión retórica clásica. El mismo Affleck compone al protagonista sin nombre, el padre de una nena a la que llama Rag (Anna Pniowsky), abreviación de Raggedy Ann, jovencita a la que viste como varón y adiestra en tácticas improvisadas de supervivencia para que no sea secuestrada o violada en un mundo en donde la soledad, frustración y tristeza de la mayoría de los hombres no juega precisamente a favor de una convivencia pacífica o siquiera previsible (el Estado yanqui está casi ausente). Progenitor y vástago, ya con la madre (Elisabeth Moss) fallecida unos años atrás durante el estallido de esa misteriosa enfermedad que ahora parece contenida, recorren el interior estadounidense acampando en medio de bosques varios o metiéndose en las muchas casas vacías que dejó la peste, siempre temerosos de la presencia de extraños porque saben que en tiempos desesperados y crueles las estratagemas también suelen serlo. Ubicándose en una comarca intermedia entre Niños del Hombre (Children of Men, 2006), La Carretera (The Road, 2009) y Viene de Noche (It Comes at Night, 2017), el film ofrece una experiencia sincera y disfrutable que sin embargo no se aparta demasiado de los latiguillos del thriller indie de ocaso de la humanidad y tampoco llega al nivel de virulencia de -por ejemplo- The Survivalist (2015), optando en cambio por privilegiar un enfoque humanista que hace énfasis en la relación entre padre e hija, tanto en lo que atañe al enclave extraordinario del relato (las múltiples amenazas que deben atravesar cortesía de terceros que se aparecen de la nada) como en lo referido al sustrato más mundano y/ o trivial (los inconvenientes del hombre para criar a una chica en soledad y para colmo teniendo que desplazarse de manera permanente, hasta viendo cómo la otrora residencia de sus abuelos hoy es ocupada por fanáticos cristianos). Affleck combina el drama de tomas fijas y diálogos profusos con el suspenso de cadencia tradicional vinculado al aislamiento de las regiones bucólicas, logrando muy buenos momentos en ambos rubros como la maravillosa charla sobre sexo y pubertad con Rag y el agitado -y abrumador- desenlace en su conjunto. Más allá del hecho de que el director a veces abusa del ritmo narrativo aletargado y bien podría haber cortado alguna que otra escena autoindulgente en la línea de los diez minutos introductorios, Luz de mi Vida constituye una obra honesta que trata con respeto a las criaturas en pantalla, planteo que se agradece en un ámbito cinematográfico internacional contemporáneo -y hollywoodense sobre todo- que tiende a la homogeneización aniñada y empobrecedora. Affleck consigue capturar la dificultad intrínseca a la paternidad y los problemas que surgen al momento de transmitirles a los hijos nuestras preocupaciones de adultos, un esquema comunicacional lleno de obstáculos interpretativos y existenciales que deben salvarse con gran rapidez para garantizar la supervivencia de la joven en un periplo que no habilita la paciencia ni la comprensión escalonada de la información. El núcleo de la trama está en una conversación del dúo en la que el hombre le comenta a la niña que su mamá apreciaba mucho los instantes compartidos de la pareja -las vacaciones, por ejemplo- y los llamaba “aventuras de amor”, abrazando en simultáneo las minucias placenteras y tortuosas del compartir el viaje de la vida, justo como Rag y su progenitor hacen a diario…
Magnífica. Una historia que se cuenta en cinco minutos, pero que está brillantemente narrada como para poder disfrutar a pleno cada uno de sus ciento diecinueve minutos. Si vas a buscar acción post apocalíptica, es posible que no salgas conforme del cine ya que...
Un mundo sombrío La Luz del Fin del Mundo (Light of My Life, 2019) es una distopía sobre el periplo de un padre (Casey Affleck) y su pequeña hija, Rag (Anna Pniowsky), en una realidad donde la mayoría de las mujeres han perecido a causa de una plaga mortal. La niña nacida justo antes de que se desate el apocalipsis femenino es inmune a la peste, al igual que las pocas féminas sobrevivientes, resguardadas y escondidas en bunkers. En este mundo masculino sombrío y hostil, la niña, vestida con ropa de varón y pelo corto para encubrir su sexo, y su padre vagan por bosques siguiendo algunos mínimos lineamientos de seguridad, intentando ocultarse de otros hombres sin éxito, ya que en cada lugar donde se encuentran con alguien la presencia del niño llama poderosamente la atención de hombres consumidos por la testosterona. Con algunas tácticas de supervivencia amateur, el preocupado padre intentará evitar que los enajenados de turno le arrebaten a su hija en distintas circunstancias de gran similitud. El primer film de ficción de Casey Affleck, el hermano menor de Ben que ya se ha ganado excelentes papeles por los que ha obtenido galardones y reconocimientos, se inspira en diversas historias como el extraordinario film de L.Q. Jones A Boy and his Dog (1975), protagonizado por Don Johnson, Susanne Benton y Jason Robards, basado en la novela homónima del prolífico escritor estadounidense de ciencia ficción Harlan Ellison, pero también sigue los pasos de films distópicos recientes como La Carretera (The Road, 2009), de John Hillcoat, inspirado en la novela de Cormac McCarthy, y en menor medida Viene de Noche (It Comes at Night, 2017), de Trey Edward Shults, y El Sobreviviente (The Survivalist, 2015), todas obras que se retroalimentan en la íntima epopeya del hombre común sometido a la brutalidad y la crueldad humana en su peor imagen de sí misma. Aquí Casey Affleck abandona completamente el tono cómico de su ópera prima, I’m Still Here (2010), un mockumentary tan divertido como disparatado escrito junto a Joaquin Phoenix, para ceñirse a un estilo narrativo teatral, donde los diálogos entre padre e hija tienen una gran preponderancia y marcan el ritmo circunspecto de la propuesta. Con la dinámica actoral al frente, el realizador combina el tono de series como The Walking Dead y The Handmaid’s Tale para crear un film sobre la cuestión de la angustia paterna exacerbada en tiempos aciagos, tema que se funde con el planteo distópico. La Luz del Fin del Mundo no aporta ningún tipo de novedad al género que trabaja, pero aun así tiene una frescura inusual en la que la acción, aunque extremadamente previsible, se abre paso a través de una historia desesperada, apuntalada por las excelentes actuaciones del propio Affleck y la joven Anna Pniowsky, para dejar escenas memorables y creíbles. Desgraciadamente la propuesta también se pierde en redundancias que no aportan nada al relato y que generan pequeños momentos de tedio que por suerte son breves, pero que ralentizan la narración. Humanista pero inocente, de una gran calidez pero también de una violencia que se avecina, la película no llega al desborde descarnado ni se adentra completamente en la distopía que propone, eligiendo la microhistoria segura, que definitivamente funciona, pero abandonando toda apuesta y toda valentía cinematográfica en favor de la mirada familiar. Aun así, Affleck logra combinar sus roles de director, guionista e intérprete protagónico generando una gran actuación, una dirección teatral que sorprende y un guión aceptable pero demasiado predecible, deudor de otras obras de mejor resultado que ensombrecen la película en cuestión, aunque tampoco la dejan mal parada en la comparación final.
Con guión y dirección de Casey Affleck llega una historia de amor de padre a hija de una ternura pocas veces vista, dentro de un tiempo post apocalíptico en el que una enfermedad, que llaman “la plaga” asesinó a casi todas las mujeres. Affleck es un padre que cuida a su hija llamada Rag (la canadiense Anna Pniowsky), a la que viste como varón para evitar que sea reconocida como niña, y así ser secuestrada o violada. Su matrimonio con su mujer (Elisabeth Moss) ya fallecida a causa de una enfermedad no especificada parece haber sido amoroso y feliz, y su marido lo recuerda mediante flashbacks, pero ahora son sólo ellos dos. Lo que hacen padre e hija es acampar en bosques y vivir huyendo de los extraños que se les acercan, y así pasan días resguardados en distintos lugares, puede ser una casa abandonada, un establo, o la carpa que poseen, duermen juntos y se disfrutan, lo mejor del film es cada noche cuando el padre sin nombre le cuenta una historia inventada a su hija, o cuando hablan de sexualidad con naturalidad, anticipándole lo que se viene, pasar de niña a mujer. La dulzura de esos momento es creíble y memorable. Rag debe aprender ciertas normas de seguridad, cómo escapar en el supuesto caso de que algún extraño aparezca, su padre le pregunta y ella debe repetir, una y otra vez qué hacer en cada caso. Las actuaciones de ambos son memorables, el padre angustiado, preocupado y a la vez intentando que su hija viva una niñez que no puede ser normal y Rag sin recordar a su madre, temiendo perder a lo único que tiene que es su padre y teniendo que ocultar su “ser” femenino, ni siquiera una campera con brillitos que encuentra en una casa abandonada se puede poner y debe usar siempre el pelo corto...La fotografía de Adam Arkapaw logra increíbles paisajes. Affleck en su triple rol de guionista, director y protagonista logra un drama convincente, doloroso y dulce, de una gran humanidad y protección hacia Pniowsky, gran promesa para el cine. ---> https://www.youtube.com/watch?v=WoTe6D02VMQ TITULO ORIGINAL: Light of my life TITULO ALTERNATIVO: Luz de mi vida DIRECCIÓN: Casey Affleck. ACTORES: Casey Affleck, Elisabeth Moss, Anna Pniowsky. ACTORES SECUNDARIOS: Tom Bower. GUION: Casey Affleck. FOTOGRAFIA: Adam Arkapaw. MÚSICA: Daniel Hart. GENERO: Drama . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: No informada CALIFICACION: No disponible por el momento DISTRIBUIDORA: Digicine FORMATOS: 2D. ESTRENO: 12 de Diciembre de 2019
Casey Affleck debuta tras las cámaras en este relato post-apocalíptico de corte intimista que profundiza en la relación entre un padre y su hija. Un film que se desarrolla con un ritmo lento para meternos de lleno en este escenario donde una pandemia diezmó a la población matando a todas las mujeres del mundo. Rag (Anna Pniowsky) es una de las ultimas niñas que sobrevivieron y su padre (Affleck) deberá protegerla de amenazas externas, poniendo a prueba el vínculo afectivo de ambos. En primer lugar, su progenitor decide hacerla pasar por un niño (vistiéndola y cortándole el pelo como tal) para no llamar la atención de los extraños. Quizás, la premisa termine siendo más interesante que el desarrollo del film, pero “Light of My Life” (título original de la cinta) comprende un relato duro, pausado y solemne que busca ahondar en la ética y la moral reinante ante circunstancias adversas, así como también en la paternidad, los vínculos afectivos y el rol de la mujer en la sociedad. Aunque parezca increíble viniendo de Affleck, (una figura controvertida con un par de denuncias de acoso sexual en su haber) su ópera prima intenta, de alguna manera, reivindicar el rol de la mujer. En aquel escenario de ciencia ficción donde prácticamente no hay mujeres, estas están obligadas a vivir en comunidades aisladas para protegerlas de los hombres peligrosos que habitan en las cercanías. Una especie de alegato a la misoginia y a la violencia de género reinante en las sociedades actuales. Es en esos pasajes donde el largometraje resulta interesante, cuando profundiza sobre la problemática establecida y cuando explota la dinámica de padre-hija con todos los derivados que puede llegar a tener dicha relación. No obstante, la película falla cuando atraviesa ciertos lugares comunes vistos e interpretados de mejor forma en films como “Children of Men” de Alfonso Cuarón o “The Road” de John Hillcoat. El fuerte de la narrativa de esta obra radica en su minimalismo y cuando explota la enseñanza que le otorga el padre a Rag sobre lo que está bien y lo que está mal. En cuanto a sus aspectos técnicos, podemos destacar la estupenda fotografía de Adam Arkapaw que explota al máximo ese aire desolador de la escena post catástrofe, así como también su sobria puesta de escena y cámara que favorece la economía de recursos, aprovechando los planos de larga duración para acrecentar esa sensación de soledad y ese aire deshumanizado que rodea a los personajes. Por el lado interpretativo, se destaca Casey Affleck como el padre de la niña, que tiene la ardua tarea de actuar y dirigir al mismo tiempo. Igualmente, no es sorpresa que en cuanto a dirección de actores se destaque la cinta ya que es algo habitual en las obras dirigidas por actores. Mención especial merece Anna Pniowsky que tiene grandes momentos y se perfila como una joven promesa de actriz. «La Luz del fin del Mundo» es una película interesante que sufre la familiaridad de su escenario, un guion problemático y su larga extensión (dura dos horas y podría ser un poco más corta tranquilamente) pero que funciona por la reflexión que propone en el espectador, por las sentidas actuaciones, y por una más que acertada dirección de Affleck en su debut.
Post apocalipsis familiar. La luz del fin del mundo es una película dirigida, escrita y protagonizada por el ganador del Oscar Casey Affleck que interpreta a un padre que debe cuidar de su hija, interpretada por Anna Pniowsky, en un mundo postapocaliptico donde murieron casi todas las mujeres a causa de un virus. Completan el elenco Tom Bower, Hrothgar Mathews, Timothy Webber y Elisabeth Moss. En esta ocasión Casey Affleck utiliza una puesta en escena minimalista para contar las consecuencias de una catástrofe de proyección mundial, en una escala intimista. Y los espectadores vamos construyendo lo ocurrido mediante cortos flashbacks en los que vemos como el virus afecta a la madre de esta niña recién nacida, interpretada por Elisabeth Moss, y tomamos conciencia de su gravedad por el noticiero que se escucha de fondo. Así como también vamos recolectando información de lo que dicen los diferentes personajes con los que se van cruzando en su camino. La austeridad de la puesta en escena con esos paisajes naturales desolados fotografiados por Adam Arkapaw, acompañados de la música de Daniel Hart, ayudan a generar este clima angustiante que predomina durante toda la película. Y esta angustia se profundiza en el contraste entre los tonos fríos del presente y los tonos cálidos de los flashbacks, que refuerzan la idea de una felicidad idealizada en la memoria de su protagonista. Pero el problema principal de La luz del fin del mundo radica en que si bien hay puntos de giro que dan paso a otros actos, no cambian su ritmo, por lo que el relato se torna aburrido. Porque de esa forma se desaprovecha el suspenso que genera el hecho de que la niña se tenga que hacer pasar por varón, con remates que no generan el suficiente efecto catártico debido a su corta duración. En conclusión, La fría luz del día toma un concepto similar al de Señales, donde M. Night Shyamalan reducía a la escala familiar una catástrofe a nivel mundial. Y si bien la propuesta de hacer una película de ciencia-ficción suplantando el fuera de campo por los efectos visuales es interesante, en este caso no resulta porque su ritmo monocorde hace que resulte tediosa y que la atención del espectador pueda dispersarse con facilidad.
Ser padre en un mundo inestable “La luz del fin del mundo” (Light of my life, 2019) es una película dramática dirigida, escrita y protagonizada por Casey Affleck (Manchester junto al mar, A ghost story). Completan el reparto Anna Pniowsky, Tom Bower, Elisabeth Moss, Hrothgar Mathews, Thelonius Serrell-Freed, entre otros. La cinta tuvo su premiere mundial a comienzos de año en el Festival Internacional de Cine de Berlín. Luego de una peste llamada QTB que acabó con la población femenina, un padre (Casey Affleck) deberá proteger a su hija Rag (Anna Pniowsky), la cual es inmune. Manteniendo una vida nómade en donde siempre deben mantenerse alerta, los dos intentarán sobrevivir a base de reglas mientras el gélido invierno se aproxima. Recordándonos al filme apocalíptico “La carretera” (The road, 2009) y a tantos otros en donde se nos plantea un mundo solemne y desequilibrado, Casey Affleck en esta oportunidad decide enfocarse en la relación entre padre e hija cuando todas las demás personas que quedaron en el planeta resultan una amenaza por no saber a ciencia cierta cuáles son sus intenciones. De esta manera, el hombre toma la posición de no permitirle a Rag que se vista con ropa de mujer, por miedo a que cualquiera descubra su género y quiera secuestrarla para otros fines. Sin contar con muchas explicaciones, lo que puede generar que a muchos la película les parezca lenta, el trabajo como director de Affleck se destaca por ser atmosférico, intimista y con clara atención a la construcción de sus personajes protagónicos. Luego de participar en series y largometrajes que se estrenaron directamente por televisión, la joven Anna Pniowsky aquí demuestra que como actriz tiene un futuro promisorio. No solo Rag parece ser la única niña que queda en la Tierra, sino que la joven está próxima a atravesar la pubertad, con todos los cambios que eso conlleva. Con una curiosidad típica de la edad que se manifiesta a través de preguntas creativas y profundas, además de unas ganas irrefrenables de establecer su punto de vista ante determinadas situaciones, la interpretación de Anna Pniowsky es uno de los mayores aciertos del filme. Como el vínculo entre el padre y la hija resulta genuino en todo momento (gracias no solo a las actuaciones sino también a los diálogos sinceros), Affleck consigue que el espectador mantenga el interés y tema por el bienestar y seguridad de estas personas. Sin embargo, algo que sí se siente poco trabajado es el desenlace, ya que resulta brusco, dejándonos con ganas de ver más de Rag y su padre. Unos minutos más de metraje no hubiesen molestado en absoluto. A pesar de ello, “La luz del fin del mundo” se alza como otro buen filme de supervivencia, en este caso centrado en mostrar el gran afecto y dificultad que reúne la paternidad. Tanto detrás como delante de cámara, Casey Affleck demuestra autenticidad, corazón y responsabilidad por lo que quiere contar.
Cassey Affleck toma elementos de distopías para construir un relato que, lamentablemente, toma la misteriosa muerte de las mujeres de la faz de la tierra para hablar del vínculo entre padre e hija. A la morosidad del relato, ese disparador a destiempo, sin explicación, resienten una propuesta que propone más de lo que finalmente resuelve.
Arranca La luz del fin del mundo con el plano cenital de un padre (Casey Affleck) inventándose una historia para su hija (Anna Pniowsky) antes de dormir. Entramos así en un cuento post-apocalíptico que en realidad es una tierna historia de amor paterno-filial. La primera película de ficción dirigida por Casey Affleck –antes había realizado el delirante falso documental I’m Still Here, protagonizado por Joaquin Phoenix– plantea un escenario hipotético en el que la población femenina ha sido erradicada por la amenaza de un virus. Para evitar la captura de su hija, que es una de las pocas supervivientes de la hecatombe, los protagonistas llevan una vida nómada ocultándose en bosques y huyendo de las compañías. A su modo, el marco del film recuerda a La carretera, la novela de Cormac McCarthy adaptada por John Hillcoat, si bien aquí el relato de supervivencia tiene un carácter más emocional que físico. Lo que parece interesarle realmente a Affleck es la hipótesis de tener que educar a un menor en tiempos extremos, mas aún tratándose de la última mujer viva sobre el planeta. El padre siempre encuentra una respuesta a las imposibles preguntas de la hija, y el foco de la propuesta siempre privilegia la interrelación de los personajes por encima de la “acción”. No se trata de una película sobre la violencia en un mundo agónico, sino sobre la posibilidad del amor como redención humana, incluso cuando ya no parece posible confiar en nadie. Affleck no busca el carácter espectacular ni la vertiente terrorífica en este drama de ciencia-ficción. Como uno de los actores más apreciados de su generación (y quizá el que mejor escoge los proyectos), su papel detrás de la cámara también transmite esa modulación interpretativa que le caracteriza, donde la inteligencia y el corazón confluyen. Esa política de contención juega todo el tiempo en favor del film. Incluso cuando la inevitable brutalidad entra en escena, Affleck logra mantener el foco sobre lo que realmente le interesa, jugando elegantemente con la oscuridad y el fuera de campo. No descubriremos a un cineasta genial en La luz del fin del mundo ni tampoco una historia especialmente original dentro del marasmo de relatos apocalípticos en el cine del siglo XXI, pero sí a un escritor y director con sensibilidad e inteligencia para contarnos aquello que quiere contarnos sin errar el camino, abriendo puertas a metáforas y certezas relevantes en nuestros días. Evidentemente, el futuro de la civilización está en nuestras manos, pero sobre todo en cómo seamos capaces de educar a nuestros hijos.
Parábola del mundo actual contada a partir de una situación postapocalíptica en un futuro incierto, La luz del fin del mundo es una película más intimista y dramática que de acción o suspenso. Es la relación entre un padre y su hija, la necesidad del primero de proteger y criar solo a su niña. Porque el virus qtb, que ha acabado con la raza femenina y deja a Rag como aparentemente la única mujer en el mundo, podría no haber existido, y ese vínculo tan estrecho se mantendría incólume, igual. Casey Affleck, el hermano talentoso de Ben, no sólo como actor -ganador del Oscar por Manchester junto al mar-, debuta en la realización de una ficción, tras I’m Still Here, el falso documental con su gran amigo Joaquin Phoenix. Con algo de La carretera, la novela de Cormac McCarthy que el australiano John Hillcoat adaptó al cine, con Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee, e Hijos del hombre, de Alfonso Cuarón, Affleck apuesta siempre al minimalismo. Pero no a la fuerza de haber contado, se nota, menor presupuesto que aquellos directores, sino por convencimiento e ideas. La película arranca con el relato de diez minutos de una historia que Padre (nunca sabemos su nombre) le cuenta a Rag (Anna Pniowsky) en una carpa. Tiene que ver con el Arca de Noé, y es la manera con que Affleck introduce al espectador en la trama, en el universo del padre y su hija y cómo se posiciona ante el público. Rag puede preguntarle a Padre la diferencia entre moral y ética, o qué es lo importante en la vida, y él siempre tiene una respuesta satisfactoria. “Soy la única chica de mi especie”, dice por ahí Rag, que tiene el cabello corto precisamente para confundir a los extraños que, difícilmente, se crucen en su camino. No hay posibilidad de confiar en nadie, salvo en ellos mismos. ¿Hacia dónde van atravesando el bosque? Hacia el noroeste, en línea recta, pero ¿adónde? Porque cuando ven una casa que le podría dar refugio y cobijo, el padre sin nombre lo duda. Para más o menos explicar qué ha sucedido, Affleck apela a breves flashbacks de Padre, en el que habla con Madre (Elisabeth Moss) y ella está enferma. Y así como no sabemos por qué Rag es inmune, la amenaza y el miedo son constantes. Llegado el momento de la acción, porque tarde o temprano el enfrentamiento con “la realidad” se iba a dar, y sin mayores aclaraciones o interpretaciones, Affleck pone el peligro en escena, y en primer plano. Es cierto que apela al fuera de campo, y a la iluminación de Adam Arkapaw (True Detective y Top of the Lake) para mostrar contrastes y marcar un espacio abierto por lo general ominoso. Y así como al final vemos a Rag distinta, sabemos que esa relación de cuidados será, y fue, como una aventura con mucho de amor.
Después de una pandemia que liquidó a la mitad del mundo, un padre y su hija buscan sobrevivir. Estamos ante un film enrolado en la ciencia ficción de la tenue, alejada de los grandes despliegues, centrada en esa relación paterno-filial y en su escasa relación con el escaso mundo de alrededor. Asistimos a algunosflashbacks, a algunos peligros crecientes, a algo de acción sobre el final. Y a la cariacontecida convicción de Casey Affleck (director, guionista, protagonista) para narrar con solvente parsimonia una historia tendiente a los trazos mínimos y la abundancia de palabras, y plagada de conexiones, por ejemplo, con La carretera, con Viggo Mortensen y basada en la novela de Cormac McCarthy, con High Life, de Claire Denis, y también con Cómprame un revólver, de Julio Hernández Cordón. A diferencia de su hermano mayor Ben, Casey Affleck no está impregnado de los bríos del clasicismo: ya desde su sardónica -y más atractiva- ópera prima I'm Still Here, protagonizada por Joaquin Phoenix, se notaba que su mirada era otra, una más pegada a los vaivenes y errancias de otras zonas del cine contemporáneo. La luz del fin del mundo es una película que evidencia un trabajo concienzudo, esforzado, una construcción sin fisuras. También, acaso, evidencia un déficit de singularidad, que en este tipo de apuestas puede hacer que los resultados sean un tanto decepcionantes, un tanto grises: la solidez y la homogeneidad no siempre (¿casi nunca?) son sinónimos de atractivo y de seducción.
De padre a hija El actor Casey Affleck se vuelve a poner tras la cámara para dirigir una película que cuenta la historia de supervivencia de un padre y su pequeña hija en un futuro distópico donde todas las mujeres han muerto a causa de una extraña enfermedad. El director revisita un género que es muy popular en los últimos tiempos, para reflexionar sobre las relaciones paterno filiales. El instinto de supervivencia y la adaptabilidad del ser humano a un mundo devastado son los grandes temas de este tipo de películas. Sin embargo, en La luz del fin del mundo (Light of My Life, 2019) el realizador centra su mirada en ese padre (interpretado por el propio Affleck) que debe proteger a su pequeña hija en ese terrible contexto. El protagonista, a pesar de las circunstancias extremas que tiene que atravesar, intenta educar a su hija: para ello inventa historias con mensajes edificantes, le da charlas sobre las relaciones sexuales y la preserva, en la medida de lo posible, del horror cotidiano, aunque al mismo tiempo le provee las herramientas que le permitirán afrontar todo tipo de situaciones, incluso la posibilidad de su propia muerte. La película sólo recurre al género de cine post-apocalíptico, para darle un contexto que le provee una mayor intensidad a la construcción de la siempre difícil relación entre padres e hijos. Si bien hay momentos de suspenso y de violencia, Affleck busca mantener el foco en la interacción entre sus protagonistas. La luz del fin del mundo es una película cargada de sensibilidad (no de sensiblería), que por momentos cae en cierto tedio por la morosidad de algunas escenas, sobre todo por algunos diálogos que resultan redundantes y que generan que la duración de la película sea un poco excesiva. Sin embargo, Casey Affleck muestra algunas pinceladas de genuino talento, entre ellos obviamente, la dirección de actores, lo que permite avizorar una interesante carrera como realizador.
Un futuro distópico como consecuencia de una epidemia mundial que aniquiló a -casi- todas las mujeres. Un padre intentando ocultar a su hija a toda costa escondiéndose en bosques y casas abandonadas. ¿Les suena? Tal vez un poco, porque se me hizo un rejunte de Hijos del hombre (2006) y On the road (2012). Y si bien toma elementos de esas producciones y novelas, Casey Affleck crea un universo muy interesante en donde el clima de tensión e intriga es casi tan importante como el vínculo entre padre e hija. Aquí no solo actúa, sino también es el productor, guionista y director. Por lo cual no es una película más para él. Logra atrapar al espectador de dos maneras. Primero hace que nos preguntemos qué pasó en ese mundo y qué fue esa epidemia, pero luego poco importa porque ya estamos muy enganchados con la historia de los dos protagonistas y su supervivencia. Es en los largos planos cenitales donde nos adentramos (y cautivamos) por esa relación y su pasado. El resto pasa a ser accesorio. Aún así, el suspenso está muy bien manejado y se mezcla en dosis justas con la solemnidad que ofrece el film. No deja de llamar la atención la historia gire en torno a Casey Affleck protegiendo a una mujer de hombres salvajes, dado a que ha tenido denuncias de abuso en su contra en el pasado cercano. ¿Este estreno es acaso un alegato y defensa por medio de su arte? Puede ser pura casualidad, pero la historia es de él, y fue concebida en el medio de todo aquello. Creo que es un buen subtexto para tener en cuenta al momento de analizar la película. En definitiva, La luz de mi vida (tal como es el título original si lo traducimos) es una buena obra, que lleva a la reflexión en sus pausas y silencios, y que entretiene con la tensión que causan algunas de sus secuencias.
La Luz del Fin del Mundo: La ¿última? de nosotros. Una película escrita y dirigida por Casey Affleck sobre la relación entre padre e hija ante un mundo distópico donde una pandemia ha aniquilado a la mitad de la población mundial. Existen varias películas de relación entre padre e hijo/a en dónde deben enfrentarse al entorno destruido, o malvado, para sobrevivir como puedan. Entre ellas están Leave No Trace o The Road. Hasta el cómic Y: The Last Man pero siendo completamente lo contrario a La Luz del Fin Del Mundo. En ésta película de Casey Affleck no se queda en el camino en términos de calidad, sino que lucha por sobrevivir entre ellas. Con buena fotografía y una simple pero efectiva narración junto a buenas actuaciones, esta obra de Affleck es apreciable como también discutible. Debido a la relación entre su polémica vida personal y los temas tratados en la película. Aunque esté ambientada en un mundo distópico, obviamente aparecen muchos vínculos con la realidad. La historia es simple pero profunda y calma como los bosques en los que acampan. Desde el comienzo se aprecia esa tranquilidad y química entre los protagonistas con sólo un plano cenital del padre y la hija hablando dentro de la carpa. Con él, Casey Affleck, relatando un cuento a ella, Anna Pniowsky, que puede cobrar diferentes sentidos con el paso de la trama. Más aún cuando conocemos cuál es exactamente la epidemia que ellos están padeciendo. Sólo existen dos o tres secuencias de verdadera tensión, lo que la aleja de otras aventuras distópicas como el videojuego The Last Of Us o hasta el film A Quiet Place. La angustia aparece por momentos, con un último acto donde la cruda violencia explota luego de varias horas de diálogos y pensamientos. Sin embargo el film se centra más en el desarrollo de los personajes y en cómo encariñarse con ellos ante esta situación. La actriz Pniowsky, en su papel como Rag, es sincero, llenando los corazones con gentileza y estupendo talento para una niña de tan corta edad. A él ya lo conocemos. Casey Affleck ganó un Oscar con su actuación en Manchester By The Sea y acá podemos verlo en un registro parecido. Lo llamativo y quizá a la vez perturbador son los temas que suele hablar en estos casos, refiriéndose al trato con la mujer o a la relación entre seres humanos. Tanto en lo ético como en lo moral. Hay varias escenas en dónde son ellos dos hablando. A veces solo con un monólogo de él intentando explicarle a su hija cuestiones del mundo en el que vivimos. Algunas de estas pueden resultar vacías, sin tener peso en la trama del film, pero otras pueden cobrar un sentido diferente. Casey Affleck, en una entrevista, se refirió a que escribió el guion mucho antes de llegar a recibir acusaciones de abuso sexual por parte de una productora y de una directora de fotografía del documental “I’m Still Here”, su anterior película. Algo que se cerró con un pacto entre denunciante y la defensa. Pero la imagen de Affleck quedó manchada y esta película podría verse como un intento de “rehabilitarse”. De todas maneras el film, en el ámbito artístico, muestra mucho con poco; sólo necesita dos escenas intercaladas realizadas por un inteligente montaje, para dejarnos apreciar la profundidad de un padre. Con solo una escena y muy pocos planos un padre le cuenta a su hija un cuento ficcional, y relatos de la dura realidad, interpretados de manera perfecta. Esta obra puede tener diferentes aquiescencias para el público, viendo esto como un intento de Affleck para recuperar su imagen. Traerá discusiones o rechazo. Lo que es seguro es que en La Luz del Fin Del Mundo hay un gran vínculo con la realidad gracias a un buen trabajo técnico en fotografía, y edición. Al igual que las mencionadas actuaciones de los protagonistas. Con su ritmo lento pero apacible la narración nos sumerge a este drama de padre e hija.
En la reciente película que dirige y protagoniza Casey Affleck, “La luz del fin del mundo”, se retrata un mundo apocalíptico que quedó casi extinto de mujeres y niños. Allí, este padre intenta sobrevivir junto a su hija, a la cual hace pasar por un varón para protegerla, moviéndose entre bosques y casas abandonadas. La película sigue a estos dos personajes combinando sus momentos íntimos, en los que ella le hace incontable cantidad de preguntas para entender no sólo el mundo en el que vive sino el que no llegó a conocer, con los de un poco más de tensión, alejándose de todas las personas porque cualquiera podría ser peligrosa. El mundo que conoce esa niña, Rag, está casi todo abocado a lo que su padre le contó y los libros que lee. Ni siquiera logra recordar a su madre (Elisabeth Moss, en unos pocos flashbacks que terminan de explicar qué sucedió) y está a punto de dejar de ser una niña. Por suerte tiene a un padre que intenta instruirle de la mejor manera, hablándole sobre ética y moral o explicándole que hay (o hubo) personas con otro color de piel y que eso no los hace diferente. Affleck consigue retratar este mundo apocalíptico a través de los fríos escenarios y también consigue que la niña sea la protagonista del film, la que vivencia todos estos cambios. Sin embargo se toma demasiado tiempo para narrar las idas y vueltas y lo hace con un ritmo lento y cansino que resulta apropiado para comprender la desolación pero pesan durante las dos horas de relato. A la larga los mejores momentos de la película son los más intimistas entre ellos dos, en especial la conversación sobre el sexo y la menstruación que el padre debe llevar a cabo e improvisa como puede. En cuanto al tema y al mensaje, Affleck no puede evitar subrayarlo todo. La idea de un mundo sin mujeres, la importancia del género femenino para la humanidad, todo esto de una manera poco sutil. “La luz del fin del mundo” funciona como una película apocalíptica intimista, consiguiendo en algunos momentos conmover y apostando por un tono esperanzador entre tanta oscuridad. Lamentablemente además de no contar nada original resulta más bien aburrida y subrayada, lejos de sus anteriores películas como realizador.
"La luz del fin del mundo", apocalipsis sin mujeres Algo fallida, la película gira alrededor de un padre y su hija tratando de abrirse en un mundo devastado, en el que una pandemia arrasó con el género femenino. Actor secundario durante la última parte de los ’90 y la primera mitad de los ’00, Casey Affleck pegó un salto artístico en 2007 al protagonizar el western El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, de Andrew Dominik, y el policial Desapareció una noche, la sorprendente ópera prima de su hermano mayor Ben. En 2010 debutó como director con aquella gran tomada de pelo a la industria del cine y la música que fue el falso documental I’m Still Here. Casi una década tardó en volver a sentarse en la silla plegable para timonear los destinos de La luz del fin del mundo. La distancia entre ambas es enorme, no sólo en términos temporales: si en una atravesaba las siempre porosas fronteras entre realidad y ficción mostrando el supuesto retiro de Joaquin Phoenixde la actuación para dedicarse al rap, aquí abraza un relato post-apocalíptico intimista y de perfil bajo centrado en la relación entre un padre y su hija de once años. A Affleck Jr. le pasaron cosas entre las dos películas. Un Oscar como Mejor Actor por Manchester junto al mar fue una de ellas. La otra, ocurrida en vísperas al recibimiento de la estatuilla, fue la denuncia por abuso sexual de una integrante del equipo técnico de I’m Still Here. Consciente de la valía actoral que supone el reconocimiento de la Academia, Affleck construye una película pensada para su lucimiento, con presencia en prácticamente todas las escenas y largos monólogos susurrantes, filmados mayormente en tomas sin cortes, en la carpa que comparte con su hija Rag. Una idea de lucimiento muy relacionada a su presentación como padre protector y responsable, atento a las necesidades y requisitos de la nena, lo que podría interpretarse como un intento de expiar públicamente aquellas acusaciones. La acción orbita alrededor del vínculo entre los protagonistas, con especial hincapié en esas conversaciones nocturnas que, bajo la luz de la linterna, se pasean por temas varios, desde historias sobre los orígenes del mundo hasta explicaciones tímidas acerca de sexualidad femenina de cara al inminente inicio de la pubertad de Rag, pasando por los recuerdos –explicitados mediante flashback oportunamente intercalados– de cómo era la vida con mamá (Elizabeth Moss, de la serie The Handmaid's Tale) antes de que un pandemia arrasara con las mujeres de todo el mundo. Desde aquella pérdida papá (no hay nombre acreditado para ese personaje) y Rag quedaron solos. No se sabe qué ocurrió en el medio, pero la actualidad los encuentra recorriendo un bosque nevado, con un cielo siempre encapotado, al borde de un invierno que se presume impiadoso. A diferencia La carretera, de John Hillcoat, y Niños del hombre, de Alfonso Cuarón, dos películas con varios puntos de contacto con ésta, la marcha no tiene un norte definido sino que avanza o retrocede en función de la presencia de amenazas externas. Papá desarma campamento ni bien aparece algún hombre, más allá de que luzca peligroso: no suena muy seguro andar exhibiendo a quien presenta como “hijo” cuando en realidad es “hija”, sobre todo en un contexto donde las mujeres jóvenes escasean y los hombres están totalmente chiflados, liberados de toda norma de convivencia. En ese contexto de sálvese quien pueda, cambiarán carpas por casas cuando encuentren alguna desocupada. Aquellas experiencias diarias serán disparadores para las charlas nocturnas que van de lo enigmático a lo dulce, de lo fabulesco a lo biológico, de lo creativo a lo inseguro. Pero también de lo espontáneo a lo mecánico, en tanto no tarda en evidenciarse la lógica de “experiencias de día + conversaciones reflexivas de noche” que estructura un relato coronado por la inevitable explosión de la violencia contenida.
En la primera escena, desde un plano cenital, se ve a Rag (Anna Pniowsky) y a su padre (Casey Affleck) acostados en una bolsa de dormir. El le cuenta a su hija púber -quien lleva el pelo corto como una manera de ocultar su identidad femenina- una historia, otra versión de "El arca de Noé", cuando ella le pregunta si es la única chica de su especie. A lo que él le responde que probablemente haya más. "La luz del fin del mundo" está dirigida, escrita y protagonizada por el actor. En 2010 Affleck realizó su ópera prima "I"m Still Here", y ocho años antes había hecho el guion de "Gerry", de Gus Van Sant. El drama distópico, del que según Affleck le llevó alrededor de una década escribir el proyecto, sigue el vínculo entre un padre y su hija después de que una pandemia aniquilara a la mayoría de la población femenina. El protagonista, entonces, trata de proteger a su primogénita en medio de un viaje por la supervivencia. En la línea de "La carretera" (la novela de Cormac McCarthy que tuvo su adaptación fílmica en 2009), "La luz del fin del mundo" muestra a personajes nómades, que acampan, buscan refugio en casas vacías y se cuidan de posibles agresores. CORRECCION POLITICA Affleck, que fue acusado de acoso sexual en 2010 por la productora de "I"m Still Here" Amanda White y la directora de fotografía Magdalena Gorka, mantiene a lo largo de todo el filme la corrección política. Por ese camino, el director retrata la relación paterno-filial con logradas escenas en las que el padre le explica a Rag sobre el paso a la adolescencia y los cambios en el cuerpo de la mujer. La película, colmada de paisajes gélidos, es sensible e intimista. Fiel a su estilo, Casey Affleck sostiene una actuación minimalista, como en los largometrajes "Una historia de fantasmas", de David Lowery, o "Manchester frente al mar", de Kenneth Lonergan. En tanto, en su debut cinematográfico, la joven Anna Pniowsky sobresale con una interpretación minuciosa.
Cuenta la historia de un padre que vive junto a su hija en un mundo desolado. Pero no es hasta pasado un tiempo en el que se nos explica la causa de dicho aislamiento, el verdadero motivo por el cual ellos siempre se encuentran en constante movimiento. Como así también el hecho de que no es conveniente que el resto de las personas que puedan llegar a encontrar en su camino sepan su verdadera relación. Por lo cual todo el tiempo se dedican a escapar de cualquier contacto con la sociedad para mantenerse a salvo de tratos incorrectos. El objetivo de la película está cumplido ya que realmente logran demostrar el amor de un padre hacia su hija. Ubicándolo desde un lugar muy humano, con sus aciertos y errores en la crianza de la niña a causa del miedo y temor que posee a ser descubiertos. Pero siempre dejando muy en claro y a la vista que está dispuesto a no importa cómo, realizar cualquier sacrificio por el bien de los dos. Desde el comienzo nos muestran este vínculo tan especial y lindo entre estas dos personas a través del dialogo, creando una situación de extrema confianza, cariño, y paciencia, la cual se mantiene durante toda la película. Y también es lograda por una buena actuación de sus personajes, permitiendo que sean creíbles, y así poder sentir empatía y aprecio por ellos. Su fotografía es correcta, presentando escenarios amplios y acordes que se acoplen al silencio y quietud de la trama, como también la creación de planos que resultan interesantes, brindadando a la historia un visión distinta permitiendo conectarse de manera más natural a los verdaderos hechos. Y a pesar de que en La luz del fin del mundo finalmente todo gire en torno a la intimidad y relación entre los protagonistas, y la cual está perfectamente lograda, por momentos desespera la lentitud y tranquilidad con las que los eventos van ocurriendo, obteniendo como resultado una cinta demasiado extensa.
Es un extraña distopía donde las mujeres ha sido víctimas de una plaga, y la acción imaginada, escrita, dirigida y protagonizada es de Cassey Affeck que encarna a un padre que huye con su hija, aparentemente autoinmune a la enfermedad. Es una situación que no se explica, que se emparenta con “The Handmaid´s Tale”, inevitablemente. Muy pocas referencias se hacen a mujeres sobrevivientes esclavizadas o con destino marcado. Lo suficiente para que ese padre le corte el pelo a su hija, la vista de varón y la haga pasar por tal todo el tiempo posible. Los conmovedores momentos del film están en el interior de una carpa donde el padre le cuenta a su niña todo lo referente al arca de Noé, que luego adquirirá un nuevo significado. La química entre ese tono casi murmurado de Cassey Affleck y la vivacidad y comprensión de Anna Pniowsky que aprende, cuestiona a su padre y crece ante nuestros ojos, es de lo mejor del film. Ambientado en una zona fronteriza, donde la presencia de hombres siempre será un peligro, aun cuando llegan a una propiedad de la familia, ocupada por adultos religiosos y aparentemente amigables. Todo el entrenamiento de vía de escape, rutas alternativas, códigos rojos que practican ese padre y esa hija tiene su razón de ser. Es un film donde el peligro, borroso, difuso la mayoría de las veces, con un estallido se percibe siempre y está muy logrado. Peor lo mejor sigue siendo ese padre educando a su hija en su crecimiento y empoderamiento.
Padre e hija después del apocalipsis. Crítica de “La Luz del Fin del Mundo” de Casey Affleck. Un padre y su hija están atrapados en el bosque después de que una pandemia mortal alterara radicalmente el mundo. Por Bruno Calabrese. En el Hollywood de los últimos años encontramos varios ejemplos de actores devenidos en buenos directores, y uno de ellos es el hermano del creador del filme que nos ocupa. Él es el estupendo actor Casey Affleck, y su película, segunda que dirige, es”La Luz del Fin del Mundo”. Pero más allá de la particularidad de su rol detrás de cámaras, también hay que destaca quien es el actor. Ganador del Oscar por su maravilloso papel en “Manchester by the sea”, pero artífice de otras grandes actuaciones como en la excelente “Gone Baby Gone”, dirigida por su hermano Ben. Esta es su segunda película como director luego de su debut en el delirante falso documental “I´m still here”, donde seguía la vida de Joaquin Phoenix, luego de un supuesto retiro como actor. En su segunda película nos situamos en un futuro cercano, desolado por un devastador virus que ha aniquilado a uno de los dos géneros de la humanidad, el femenino. Ahí viven solitarios y en perpetuo movimiento un protector y siempre alerta padre (Casey Affleck) y su hija Rag (Anna Pniowsky), única mujer sobreviviente al virus que se viste de niño para pasar desapercibido. Muchas son las películas de este estilo filmadas en los últimos años, enseguida nos viene a la memoria cintas como “La carretera” o “Hijos de los hombres”, películas contenidas pero intensas al captar la dureza emocional de la diégesis en la que circulan los personajes. Pero dentro de ese mismo estilo, es sin dudas la increíble “Leave not trace” (película que no paso por los cines). Protagonizada por Ben Foster,un actor bastante infravalorado, la película aborda la relación entre padre e hija y aquellos que se encuentran por el camino, acompañado por una fobia social del padre a la sociedad, por lo cual ambos deciden vivir en el medio de bosques, alejados de la misma. En este caso estamos ante un trabajo realizado con buen gusto y con acertado criterio en el desempeño de sus apartados técnicos. Casey Affleck, como no podía ser de otra manera, nos brinda otra gran interpretación, como también lo es la de esa sorprendente Anna Pniowsky, una adolescente rebelde e inocente que no logra comprender lo peligros a los que se encuentra expuesta. Hay instantes hermosos entre padre e hija, y hay que aplaudir la labor como realizador de Casey Affleck al filmar puntuales escenas de acción y de tensión bien construidas. Un trabajo lleno de oficio y sensibilidad, que fácilmente será del agrado de muchos espectadores. “La luz del fin del mundo” es una película escrita, dirigida y protagonizada por un hombre que acosó sexualmente a las mujeres (admitido por el mismo) y, paradójicamente, está ambientada en un mundo donde una plaga ha eliminado a la población femenina. Sin embargo, es una odisea agreste poderosa que indaga en los temores de un padre solo con su hija, peleando contra la hegemonía masculina y la ausencia de referentes femeninos. Puntaje: 80/100.
Una historia que por honesta se autoproclama historia. Algunas historias son inventos, otras son realidad. El ejercicio del cuento abreva en la memoria universal, hablan los arcanos en todos los cuentos contados antes de ir a dormir. Un padre y su hija, los últimos que parecen habitar el futuro plagado de muerte y miseria. La naturaleza impasible observó muda el declive de la civilización. Luego de la plaga la población femenina parece haberse extinguido, el balance se ve interrumpido dando paso a la soledad y la frustración de los hombres. Aquellos que decidieron continuar la vida vagan errantes entre lo que quedo de la ciudad y los bosques periféricos a ella. Casey Affleck apuesta en el nombre del padre, la hija sagrada Rag (Anna Pniowsky) se cría en el periplo constante entre un espacio seguro, que nunca puede llegar a ser hogar, y la intemperie boscosa que palpita amenazas constantes. El Otro siempre puede ser enemigo cuando ya no existen pactos entre los hombres, el pasado de una sociedad contemporánea es parte de recuerdos e historias poco contadas. Una propuesta de ejecución limpia que roza lo minimalista apoyado en la actuación de Anna Pniowsky por sobre todas las cosas. Es notoria la similitud en el guion con el aclamado videojuego de acción y supervivencia The last of Us, donde la pandemia desarrolla un apocalipsis zombie y Ellie, la niña-mesías sobreviviente es la única portadora del anticuerpo y debe ser escoltada hasta las instalaciones del grupo paramilitar llamado Las Luciérnagas. Joel y Ellie desarrollan una relación de profunda paternidad cuando se ven embarcados en un periplo que es, también, el retrato del paso de la conciencia de niña al de una mujer. Portadoras de luz (supuesto vinculado a la fecundidad) ambas niñas se preparan para el momento donde el padre (pattern) se quiebra ante la adversidad del entorno hostil, resurgiendo ellas y su conciencia como las dadoras de cuidado y consuelo. LA LUZ DEL FIN DEL MUNDO Light of My Life. Estados Unidos, 2019. Dirección y Guión: Casey Affleck. Intérpretes: Casey Affleck, Anna Pniowsky, Elisabeth Moss, Tom Bower, Hrothgar Mathews, Timothy Webber, Thelonius Serrell-Freed, Jesse James Pierce, Tommy Clarke, Lloyd Cunningham. Duración: 119 minutos.
Opera prima del actor Casey Affleck, acá también protagonista y guionista, además de director. En un futuro impreciso pero cercano, una enfermedad ha diezmado casi por completo a la población femenina. No hay ni una sola mujer excepto una niña cuyo padre viste de niño para protegerla del mundo exterior. Ambos recorren los bosques acampando y eventualmente se acerca a una casa o un pequeño pueblo. El mundo se ha vuelto raro y hostil. Y por supuesto que sin mujeres tiene los días contados. Sin intentos de realismo ni explicaciones, la película arranca con el padre intentando enseñarle todo lo que puede a su hija para que pueda crecer y convertirse en una buena persona. Discuten sobre ética y moral, mientras deben aprender cosas más cotidianas para sobrevivir. La película los tiene a ellos dos como casi exclusivos protagonistas, con la excepción de las breves apariciones de otros personajes. Affleck se toma su tiempo para describir a sus dos personajes centrales por los que el espectador terminará sintiendo un enorme cariño. La película se va volviendo angustiante de solo pensar en que les pueda pasar algo. Hacia el final las charlas iniciales de ambos cobran sentido y se vuelven reales. La película adquiere entonces potencia y emoción en grandes dosis. Affleck tiene muy claro lo que quiere contar, sin agregados ni desviaciones. La película consigue su objetivo sin responder a ninguna demagogia de mercado ni lugares comunes.
Papá por siempre. Casey Affleck vuelve a ponerse en la dirección luego de filmar su ópera primera (I’m Still Here, 2010), tomando las riendas de su segundo largometraje tanto detrás como delante de la cámara. La historia de un padre y su hija que deben sobrevivir en un ambiente hostil donde solo pueden contar entre ellos, ofrece un acercamiento del director a tintes de ciencia ficción que le dan contexto a un film puramente dramático. En una realidad donde la mayor parte de las mujeres han fallecido debido a un “virus femenino”, un padre (Affleck) debe ocultar y proteger a su hija Rag (Anna Phlowsky) de quienes se topen con ellos sin buenas intenciones. Una premisa interesante que se debilita conforme el espectador acompaña a los personajes en su viaje. El film recae principalmente en la relación de supervivencia de los protagonistas. A medida que se movilizan habitando los bosques o lugares abandonados que se encuentran alejados de las ciudades, se puede atestiguar el cariño y el esfuerzo de este padre por mantener a salvo a su hija: educándola, contándole historias que la alejen del constante estado de alarma en que viven, tratando de brindarle una frágil sensación de estabilidad que cambia cada vez que dan con ellos los desesperados hombres que sobrevivieron a la pandemia. Hay un intento desde el guión y la dirección de ofrecer una íntima sensibilidad a la relación de los personajes, no obstante es algo que nunca termina de lograrse del todo. El relato se encuentra articulado entre el viaje de los protagonistas y los momentos en los que se alterna con breves flashbacks que ofrecen un vistazo a la relación de padre y madre (Elisabeth Moss), lo que retrata la calidez amorosa que luego le brindará a su hija, a la vez que registra el dolor y la desesperanza de los últimos momentos compartidos con su mujer. Ambos tiempos narrativos funcionan para contextualizar y ofrecer una rápida mirada a ese mundo distópico, pero el alcance emocional al que evidentemente se esfuerza en llegar el film nunca lo logra. Si bien la actuación de Affleck y su joven co-protagonista cumplen de manera correcta en cada aspecto requerido por la trama, hay una frialdad latente en las situaciones que se les presentan y un ritmo solemne que evita que se pueda conectar emocionalmente con ellos. Affleck demuestra tener visión para narrar desde lo visual, algo que se evidencia de manera sobresaliente en la manera que filma los espacios abiertos y naturales que recorren los personajes, o las situaciones de tensión que incluyen una encarnizada lucha cuerpo a cuerpo. Pero así como aprovecha esos aspectos, también desde la puesta es que acrecienta esa lentitud y distancia que juega en oposición a la cercanía emocional que intenta lograr, algo que se subraya a través de un mayor uso de tomas fijas, la mirada estática de una cámara que no invita al espectador a aproximarse al relato. Así como el film alterna entre los tiempos narrativos, sucede lo mismo con la toma de decisiones que varían de forma contradictoria entre los aspectos que evidencian el talento de su director y los que sabotean el trabajo logrado. La luz del fin del mundo es un film que, pese a sus fallas, demuestra de manera intermitente el potencial de un planteo interesante. Como si se tratara de la luz a la que refiere el título, el segundo trabajo de Affleck como director deja entrever unos rayos de luminosidad que resaltan sus buenos aspectos, encontrando su espacio para ingresar entre las grietas. Un film que de seguro no perdure en el tiempo, pero que tomando lo positivo de él puede asentar las bases para un trabajo mucho más sólido. El futuro lo dirá… a menos que se trate de uno distópico.
La luz del film del mundo representa el segundo trabajo de Cassie Affleck como realizador, luego del extravagante documental falso que hizo con Joaquin Phoenix, en el 2010, Im still here. En este caso ejerció el rol de hombre orquesta dentro de un proyecto donde se desempeñó comodirector, guionista, actor principal y productor. Su nueva obra propone una mirada más intimista y emocional a los relatos de supervivencia ambientados en un contexto post-apocalíptico. A través de una narración extremadamente pausada que puede poner a prueba la paciencia del espectador, el cineasta desarrolla la relación entre un padre y una hija en un mundo donde las mujeres desaparecieron a raíz de una epidemia. Affleck abre la película con toma de 15 minutos, sin cortes, narrada con un plano cenital, donde su personaje le narra un cuento a una niña en la que reinterpreta la historia bíblica del Arca de Noé. Una escena que más tarde repercutirá en el desarrollo y arco argumental de la protagonista. Al margen de la hazaña que la niña no se quede dormida dos minutos después de escuchar la monótona voz de su padre, este momento establece de entrada el tono narrativo que tendrá en adelante el film. El director en este caso optó por despojar a su relato de situaciones de violencia, tensión o suspenso, salvo por unos pocos momentos hacia el final, para concentrarse en los aspectos emocionales que se trabajan en la relación de los dos personajes principales. La luz del film del mundo presenta un trabajo impecable en su puesta en escena y las interpretaciones de sus protagonistas que se ven opacadas por un guión muy poco creativo. Affleck no hace el mínimo esfuerzo para darle una explicación coherente al escenario que rodea a sus personajes algo que da lugar a numerosas situaciones inverosímiles. Las mujeres desaparecieron del planeta y nunca queda claro por qué la civilización se desintegró y los hombres actúan como psicópatas. Nunca sabemos que pasó con las fuerzas de seguridad, científicos, artistas, médicos, docentes, simplemente los tipos se convirtieron en inútiles cavernícolas, con excepción del Caballero de Camelot que encarna el protagonista. Hay un montón de situaciones que no tienen el menor sentido y el espectador debe aceptarlas porque así las escribió su realizador. Otro problema notable de film es que nunca consigue hacernos olvidar que ya vimos el mismo concepto argumental en obras muy superiores como La carretera (Viggo Mortensen), Niños del hombre (Alfonso Cuarón) y más recientemente Leave no Trace, con un gran Ben Foster. El punto en común de todas esas películas es que lograban cautivar al público con relatos más intensos en los que era más fácil conectarse con los personajes. Cassey Affleck ofrece una buena interpretación dramática y su dirección de la debutante Ann Pniowsky es estupenda. Ambos consiguen con sus trabajos que el relato sea llevadero, pese a un guión superficial que no aborda ideas interesantes. La luz del film del mundo no es una mala película y los seguidores de este artista seguramente la apreciarán, sin embargo dentro del género que explora es una propuesta que se olvida confacilidad frente a otros antecedentes más relevantes. ver crítica resumida
Una pandemia acaba con casi todas las mujeres, un padre con su niña disfrazada de chico hace una vida nómade para salvarle la vida. Hay cineastas que filman con miedo a no aprobar. No se sabe qué, aunque se intuye que imaginan la crítica como una especie de tribunal, e incluyen en “la crítica” todo lo que puede escribirse sobre un film. Casey Affleck, actor y por segunda vez realizador, es de esos y también es raro, porque el uso de ciertos recursos poco habituales en el cine de hoy (planos largos, intimidad pudorosa entre los personajes, diálogos sostenidos con tranquilidad) sólo los utilizaría alguien muy seguro de sí mismo. Lo que parece una paradoja es, en realidad, indecisión. La historia (una pandemia acaba con casi todas las mujeres, un padre con su niña disfrazada de chico hace una vida nómade para salvarle la vida) muestra un mundo glauco que sirve perfectamente para el bochorno alegórico. Al concentrarse con todo el tiempo del mundo en la relación padre-hija, Affleck logra eludir el dedito levantado.
Más allá del contexto, del trasfondo post apocalíptico en el que está sumido el planeta entero y de la naturaleza salvaje que parece cubrirlo todo, La Luz del Fin del Mundo (2019) es una conmovedora historia de amor filial entre un padre y su hija de once años. De esto nos damos cuenta a partir del minuto cero y hasta pasados los primeros diez de empezada la película. Desde el minuto cero porque el título original —Luz de mi Vida— habla a las claras de lo que representa la pequeña Rag (una sublime actuación de Anna Pniowsky) para su padre (otra actuación ejemplar de Cassey Affleck) de quién nunca sabremos su nombre. Y digo pasados los primeros diez minutos de película porque eso es lo que tarda el padre de Rag en contarle el cuento sobre el Arca de Noé —con las variantes propias de la improvisación— en un clima de absoluta intimidad, refugiados en una semipenumbra que el director de fotografía Adam Arkapaw se encarga de matizar con tonos cálidos, y a la que se prestan los dos protagonistas echando por tierra la premisa que dice que los primeros minutos de una película —vale también para la literatura, es decir para toda narrativa— tiene que atrapar al espectador/lector con golpes de efecto y algún que otro sobresalto. - Publicidad - Aquí no sucede nada de eso. Son casi diez minutos que uno se deja hipnotizar por un cuento fantástico, hablado en susurros, con la cámara en plano cenital, con pocos cortes de edición y en donde podemos apreciar los gestos de ambos que nos hacen creer que los estamos espiando a través de una rendija de la carpa en donde se encuentran y que ellos ignoran por completo. Un cuento como el Había una Vez de los relatos orales que cautiva en una película de por sí cautivante. Comienzo arriesgado si los hay. Pero esta ópera prima de Cassey Affleck —si descartamos el falso documental I´m Still Here de unos años atrás— es el tono que quiso imprimirle a toda la película. Y no es un dato menor que el propio Affleck fue el protagonista de la excelente Historia de Fantasmas (2017), de David Lowery; un film tan minimalista que parecía que el tiempo se había detenido. Tanto el de la historia en sí, como el de nuestra percepción como espectadores. La Luz del Fin del Mundo trata sobre un mundo devastado por una plaga (llamada qtb) en el que solo las mujeres fueron afectadas. Un mundo sin el sexo femenino. Algo que ya había tratado la película Hijos de los Hombres (2006) de Alfonso Cuarón, aunque en ese caso la raza humana se veía amenazada por la infertilidad. En el transcurso del film se da a entender que no todas las mujeres sucumbieron ante la plaga, sino que existen refugios en donde algunas pocas se hallan a salvo y son protegidas. Claro que los términos “a salvo” y “protegidas” se vuelven algo siniestros. Eso mismo piensa el padre de la pequeña Rag por lo que deciden vivir una vida nómade en medio de bosques húmedos y peligrosos, en alguna casa o granero abandonado que encuentran en el camino, o directamente acampando allí en donde se sientan más seguros. En esta travesía sin ningún norte preciso, ambos demuestran permanentemente su mutuo afecto. El padre trata de enseñarle los valores éticos y morales sin descuidar nunca las alertas rojas que ha ido desarrollando para poder escapar ante cualquier peligro inminente. Este tipo de precaución es lo que les salva la vida en varias oportunidades. Al caer la noche, mientras se preparan para dormir, padre e hija construyen un ritual en donde no faltan los cuentos, pero tampoco los interrogantes sobre la muerte, las dudas sobre la condición humana y qué esperan sobre un futuro que se volvió incierto. Es por eso que Rag debe esconder su sexualidad —en el preciso momento en que está entrando a la pubertad— vestida de varón, con el pelo corto y oculto dentro de una gorra o capucha, sin poder optar por una simple campera que encontró abandonada en el armario de una chica de su edad —fallecida por la peste— por tener “brillos” que la delatarían en la oscuridad, pero también por parecer demasiado femenina. La pequeña Rag es inmune a la peste. Su madre murió a una edad en que ella ya no se acuerda de cómo era. Una mujer (Elisabeth Moss) que se le aparece a su padre en sueños y recuerdos y que lo sigue atormentando por el miedo a no poder realizar semejante tarea; esto es proteger a su hija de una civilización —la suya— que se convirtió en una amenaza. La manera de filmar de Affleck tiene la virtud de tomarse su tiempo en cada diálogo, en cada espacio en donde ambos interactúan o caminan, o simplemente se miran. Porque también es una película de miradas; de miradas profundas, amorosas y de tanto en tanto miradas que destilan temores ocultos. De esa manera uno se encariña con ambos protagonistas de una manera tal que a medida que avanza la película y los peligros parecen acentuarse, uno ruega para que no les pase nada. Preferiría que la película terminase antes de tiempo, si eso es posible, para evitar algo que les pueda hacer daño; para respirar aliviados, para que encuentren un lugar en donde sentirse a salvo, Pero claro que algo puede ocurrir, y efectivamente ocurre. Las últimas escenas son tan adrenalínicas que uno contiene la respiración todo el tiempo que dura el enfrentamiento entre el padre de Rag y los que la buscan para algo más que “protegerla”. Mención especial para las luchas cuerpo a cuerpo. Pocas veces el cine produjo versiones tan reales como las de estas secuencias. Y si hablamos de menciones especiales, la pequeña Anna se lleva todos los méritos. En su debut como actriz, nunca parece estar actuando. Su calidez y especial atención cuando escucha a su padre es sencillamente magistral, como así también cuando se enfrenta a él con el enojo propio de estar llevando una vida difícil, tanto por el mundo que le tocó vivir, como por su naturaleza pre adolescente en donde comienza a cuestionarlo todo. Affleck —Oscar a Mejor Actor por Manchester by the Sea— hizo un soberbio trabajo como director, hay algo del Lowery de A Ghost Story en cuanto al tono y dinámica de la película, pero es en la elección de Anna Pniowsky que el film encuentra su condición más valiosa y fundamental para que esta historia de un mundo distópico y totalmente intimista se convierta en una película en donde la belleza se encuentra en los pequeños gestos. “Una aventura romántica”, como dice la pequeña Rag al finalizar la película.
APRENDIENDO A SOBREVIVIR SE VA LA VIDA Con ecos de La carretera, aquel film de John Hillcoat basado en la novela de Cormac McCarthy, en La luz del fin del mundo un padre vaga con su hija por el paisaje postapocalíptico de un mundo devastado por una peste que eliminó a casi todas las mujeres. Lo de casi tiene que ver con que en verdad hay algunas mujeres protegidas por ahí y, de hecho, la hija de este hombre lleva el pelo corto y viste como un varón para disimular su presencia femenina en un contexto de hombres salvajes y dispuestos a todo con el fin de sobrevivir. La luz del fin del mundo es el segundo largometraje como director de Casey Affleck, quien además es autor del guión y protagoniza, en un relato que aprovecha el contexto que sugieren la ciencia ficción y el horror para construir un drama paterno-filial, en el que se trabajan nociones como la ética y la moral en un territorio de constante aprendizaje. Papá (el personaje no tiene nombre que lo identifique) y la pequeña Rag viven en carpas y van cómo nómades, de bosque en bosque, escapando de otras presencias humanas. La luz del fin del mundo es casi una road movie, pero a diferencia de otros films del estilo los personajes no tienen un destino prefijado. A Affleck, como director, le interesa seguir ese viaje sin importar hacia dónde lleve: pone en primer lugar la experiencia y, de hecho, filma en largos planos y con pocos cortes, apresando a sus personajes en los márgenes de la imagen y obligándolos a vivir situaciones límites, a convivir, a mantener vivo el momento. La primera larga secuencia es un ejemplo de esto: una charla entre ambos, adentro del espacio reducido de una carpa, que va dejando pistas de los temas que serán fundamentales en el resto del relato. Si La luz del fin del mundo se pretende un film críptico, dejando en un gran espacio off las explicaciones generales sobre el estado del mundo que retrata, sí hay otros asuntos que se ponen en palabras a partir de la presencia curiosa de Rag. Porque más allá del contexto específico y singular sobre el que se mueven los personajes, la película no deja de ser el drama de iniciación de una niña ante los peligros de un mundo agobiante. El conflicto principal para Rag estará dado por la diferenciación entre ética y moral, en aprender a distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, aunque por momentos esos límites tiendan a confundirse. Claro está que el arco dramático de la película pondrá a la niña en el lugar de tener que tomar decisiones que pongan en crisis aquello que aprendió anteriormente. La luz del fin del mundo trabaja una tensión bastante diluida, que explota hacia el final en una serie de secuencias de acción física muy bien capturadas por el ojo de Affleck: en vez de apostar por lo espectacular, hay en esos momentos una economía de recursos, una parquedad, que busca poner el ojo en lo que importa, en el dolor y en las consecuencias de esos actos en el cuerpo. El director, al igual que su hermano Ben, demuestra conocer la herramienta cinematográfica, aunque en este caso hay una intencionalidad manifiesta de jugar con los códigos del cine indie y de cierta modernidad discursiva. Tal vez lo positivo en Cassey Affleck antes que en otros narradores contemporáneos que ponen lo estético por sobre lo ético, es que su apuesta formal no se desentiende de las emociones de los personajes. Aunque en los momentos en que la película no lo logra del todo igualmente se nota el esfuerzo por intentarlo, más allá de los resultados. Al igual que el pobre papá de su película, que instruye a su hija en el noble camino de la supervivencia. La luz del fin del mundo captura apenas una porción de viaje, tal vez la que sienta las bases de lo que vendrá.
Un padre le cuenta un cuento a su hija por dormir. Es un relato largo, un plano cerrado, cenital, fijo, de varios minutos. Una escena tierna, íntima, entre un padre y su cría, que lo escucha atenta y cansada. Pero están vestidos y abrigados, no parecen estar en una cama, ni en una linda habitación infantil. La luz del fin del mundo, escrita, dirigida y protagonizada por Casey Affleck, es un relato que se desarrolla en el filo entre dos mundos contrastados. El íntimo, humano, de la relación entre los protagonistas, y el feroz de la sociedad posapocalíptica en la que intentan sobrevivir. En un viaje constante a la intemperie. Durmiendo en carpas en el bosque o metiéndose en casas que parecen abandonadas, ávidos por algún retazo de la civilización perdida, agua que sale de una canilla, un cuarto con juguetes. En un mundo en el que no se puede confiar en nadie ni en nada, el padre hace las veces de maestro y protector, para que su hijo crezca protegido de la violencia. Pero nadie es capaz de tapar todas las grietas de la realidad, y el pasado doloroso, de la madre ausente, también forma parte de un combo duro. Está claro desde la primera escena que La luz del fin del mundo es un relato lleno de sensibilidad y humanidad, aunque cuesta encontrar ahí algo novedoso con respecto a otros films, (originales o basados en novelas, como La Carretera), de tema similar. Su personalidad, en todo caso, y a pesar del muy buen trabajo de la joven Anna Pniowsky, es la del omnipresente Affleck: su presencia, su cuerpo, su voz.
Casey Affleck da muestras de que la distopía todavía puede ser un género a explorar gracias a un enfoque innovador y la química que él transmite junto con una incipiente actriz protagonista. Casey, el menor de los hermanos Affleck, se encarga de protagonizar, dirigir y escribir La Luz Del Fin del Mundo (Light of my Life, 2019), un drama que utiliza la distopía como enfoque central y que a partir de ahí plantea un futuro no muy lejano en donde las mujeres, o su mayoría, murieron en todo el mundo a causa de una pandemia global. Dentro de ese contexto, podemos ver cómo se encuentra este mundo abatido gracias a la supervivencia de un padre (Affleck) y su hija Rag (Anna Pinowsky) que a través de diferentes situaciones, en donde se puede ver cómo el mundo que se conocía ya no existe, el hecho de que Rag sea una mujer no es del todo una buena noticia para ella y tampoco para él. Simple, efectiva y conmovedora. Por ahí van los mejores adjetivos que pueden ser utilizados para describir este nuevo trabajo de Casey Affleck. De menos a más en cuanto a su ejecución, ésta película muestra como ahondar en mundos distópicos que no habían sido explorados previamente y que las ideas existen, sólo hay que buscarlas, encontrarlas y confiar en ellas. La película es una muestra de cómo un guion bien ejecutado puede hacer que una premisa a priori simple, pueda convencer al espectador desde el momento inicial con algo tan “sencillo” como una conversación entre un padre y su hija con todo lo que eso conlleva a pesar de que por algunos momentos esos diálogos, que son recurrentes a lo largo de toda la película, pueden terminar siendo un poco pesados por una cuestión de extensión temporal y a la poca utilización de medidas estéticas que pudiesen alivianar el relato. Aún así, la cinta tiene una puesta en escena muy interesante en donde la fotografía y sus colores tiene un sentido mucho más metafórico que llamativo a los ojos del espectador. Muchos planos o incluso escenas son más descriptivos que algunos diálogos y eso de una película que rodea la ciencia ficción habla más que bien de ella. También es verdad que a lo largo del desarrollo de la historia uno podría esperar que el tercer acto pudiera tener la misma fuerza e importancia que los dos previos, pero eso no se da. A lo largo de sus dos horas de duración, el film no termina de cerrar un panorama para los protagonistas y da la sensación de que con una utilización diferente del tiempo de metraje en algunos pasajes la impresión final del filme podría haber sido mucho más convincente. Las actuaciones del experimentado Affleck cómo de la incipiente Pinowsky convencen desde un primer momento gracias a la química inmediata que se nota entre ellos. Con ambos se logra una conexión inmediata y el desarrollo que llevan a cabo sus personajes terminan mostrando como se puede contar una historia enfocada en sólo dos miradas de una manera más que interesante. Si bien hay otros intérpretes en el elenco, algunos de mucha valía como Elisabeth Moss, ninguno logra tener la participación necesaria como para subirlo a un podio de evaluación. La Luz del Fin del Mundo termina siendo una película más que convincente que no logrará ocupar puestos altos de ningún ranking de fin de año debido a que su desenlace no condice con lo bueno que se supo construir en sus dos primeros actos.
El cuidado amoroso y contar historias En su segundo largometraje como director, Casey Affleck revisita una tierra desolada, de violencia machista, a partir del cariño entre un padre y su hija. En la línea de películas apocalípticas y recientes como Un lugar en silencio o Bird Box: A ciegas, y una sensibilidad cercana a la notable (y maldita) La carretera –novela de Cormac McCarthy mediante–, el segundo largometraje del director Casey Affleck le sitúa de manera todavía mayor en una trayectoria que ya le reconoce como uno de los intérpretes relevantes de su generación. A partir de un guión también de su autoría –lo que hace de Affleck un realizador integral, y más vale tenerlo presente–, La luz del fin del mundo indaga en las postrimerías de una sociedad caída, cuyo fondo ya es la ciénaga donde apenas se chapotea. En este lodo vestido de blanco –en donde el frío se hará sentir con una nieve espesa– deambulan un padre y su hija (Casey Affleck y Anna Pniowsky). Resulta que un virus atacó y diezmó a la población femenina. De este modo, la niña inmune crece al cuidado de un padre que le disfraza la identidad cuando algún curioso merodea entre los bosques vacíos. A partir de un guión también de su autoría –lo que hace de Affleck un realizador integral, y más vale tenerlo presente–, La luz del fin del mundo indaga en las postrimerías de una sociedad caída, cuyo fondo ya es la ciénaga donde apenas se chapotea. En este lodo vestido de blanco –en donde el frío se hará sentir con una nieve espesa– deambulan un padre y su hija (Casey Affleck y Anna Pniowsky). Resulta que un virus atacó y diezmó a la población femenina. De este modo, la niña inmune crece al cuidado de un padre que le disfraza la identidad cuando algún curioso merodea entre los bosques vacíos. Así como en Bird Box y Un lugar en silencio el modelo familiar clásico aparece diezmado y la mujer es quien surge como lugar desde el cual repensarlo. Sobre los restos de lo que era, sumidos en una violencia naturalizada, lo que alumbra es una sensibilidad diferente. No es casual, por eso, que la iconografía de éste y otros films remita a la barbarie zombie o las infecciones letales. La tierra se ha vuelto un páramo, la calidez sólo existe en los recuerdos. Si hay algo luego de todo esto, tendrá que ver con volver a contar historias, pero desde un punto de partida distinto, que asuma lo sucedido y lo transgreda. El plano último, justamente, elige problematizar lo sucedido desde varios ángulos, sea por la alusión maternal trastocada –la hija como madre pero sin serlo-, pero también por el cuidado que se asume hacia el mundo que toca. Un mundo que no es el mejor. Pero sin esa toma de consciencia, sin esas historias que intentan pensar lo que les rodea, no habría pregunta alguna sobre qué es la moral, qué es la ética, tal como surge de la curiosidad de la niña. Dos aspectos que la película tematiza y disimula como diálogos casuales, mientras los pone en acto a lo largo de su argumento. Sea por un virus maléfico o no, lo cierto es que el padre ha quedado solo. El hombre solo. “No podré”, llora él desde el recuerdo; “Sólo tenla cerca de ti”, le dice su mujer exánime (Elizabeth Moss). Allí está el secreto mayor, el más profundo, cuyas consecuencias la película habrá de esbozar una vez arribe a su desenlace y a la manera de puntos suspensivos, en la mirada de una niña que ha crecido rápido, pero con la confianza de quien ya sabe tomar decisiones.
En una sociedad donde las mujeres murieron por un virus una decada atras, un hombre y su hija de 8 años, a quien hace pasar por varón, intentan sobrevivir, enfrentándose a distintos peligros que desafiarán su relación personal y sus vidas, en un mundo primitivo donde ya no existen reglas ni un lugar seguro. Escrita, dirigida y protagonizada por Casey Affleck (ganador del Oscar al mejor actor, por MANCHESTER BY THE SEA) y la nueva promesa, Anna Pniowsky, "Light of My Life" es un film que nos presenta algo que no suele suceder en este tipo de ficción. En las películas ambientadas en un mundo apocalíptico, generalmente, el contexto cargado de acción suele tener mayor importancia que los personajes y sus respectivas historias y relaciones. Pero en este caso desde un comienzo, con una escena únicamente de diálogo que dura más de 10 minutos, se marca que lo que suceda alrededor de los personajes es algo ínfimo comparado a la relación entre ellos, que es lo verdaderamente relevante de la cinta. De hecho, el contexto te lo van presentando de a poco, dando pequeños detalles que te permiten suponer y visualizar un aproximado de lo que sucedió hasta llegar a la realidad sin gastar suficientes minutos en ello. Por otro lado, tengo que decir que personalmente, y hablando únicamente del nivel de actuación, siempre considere a Casey mejor que su hermano, Ben Affleck. Suele pasar que cuando dos familiares son actores hay uno que queda marcado como superior en cuanto a reconocimiento. Me gusta ver que la balanza se vaya equilibrando con los años y su peso recaiga en el hermano menor. Además Affleck, aparte de protagonizar la película, también la escribió y dirigió, y ambos trabajos están correctamente realizados. El guión te deja la sensación que solo viste una pequeña parte del recorrido de los personajes (quizás ni siquiera la más relevante) y, sumando su trabajo de dirección, se nota que quiso abordar el género desde un lado más minimalista y sumamente personal, generando un ambiente que lleva al espectador por emociones que varían entre la ternura y la incomodidad. Es necesario destacar la actuación de Anna Pniowsky en su gran debut como actriz, convirtiéndose en una nueva promesa a futuro, y el final del film, que si bien puede ser abrupto, nos regala una escena donde el círculo de los personajes cierra de forma necesaria y cuyo diálogo deja un increíble valor a la cinta. La realidad es que es un metraje bastante largo y por momentos pesado debido a las largas escenas cargadas de diálogo sin acción que hacen sentir las 2 horas. También es importante que antes de verla seas consciente que no vas a ver una cinta sobre un mundo apocalíptico, sino la relación entre un padre y su hija que está pasando de ser una niña a una mujer, y cómo ese contexto los afecta. "Light of My Life" es un film emotivo, artísticamente realizado de forma personal e interesante. Innovando en su tratamiento, es recomendable para ver como alternativa diferente a la ficción apocalíptica saturada de acción. Por Estefanía Da Fonseca
Se estrena La luz del fin del mundo, segunda película dirigida por Cassey Affleck (I'm Still Here), que también escribe y protagoniza el film. Cassey Affleck es el padre de una niña llamada Rag (Anna Pniowsky) en un mundo en donde un virus ha acabado con gran parte de la población femenina. Esto provoca claramente que haya menos nacimientos y que el padre deba refugiarse y alejarse de otros hombres. Incluso haciendo pasar a su hija por un varón. Lo primero que hay que destacar es el notorio cambio en la traducción del título (algo habitual). El título original es Light of My Life o La luz de mi vida. Este pequeño pero gran cambio habla mucho de la relación entre el padre y su hija. Mientras que el cambio del título en Argentina da más importancia al contexto de lo que la misma película hace. Dejando de lado eso, Affleck escribe la difícil relación de un padre criando solo a una hija. La amenaza latente se enmarca dentro de la ciencia ficción pero, tranquilamente, es un drama realista que revela la importancia de la mujer en el mundo y lo poco que podríamos hacer los hombres sin ellas. La joven Pniowsky trabaja todo el film a través de sus miradas y su expresión corporal: por momentos tratando de actuar como un varón pero por otros disfrutando la realidad de ser una niña. Esto claramente se logra gracias a una increíble confianza y química entre ella y Affleck. La luz del fin del mundo construye la mayor parte de su relato con protagonistas que evitan el conflicto. Algunos flashbacks de Elisabeth Moss, como la madre, completan aún más el vacío emocional del padre. Toda la tensión se libera al final del film. La similitud con La carretera de John Hillcoat (basada en la novela de Cormac McCarthy) es que tocan ciertos temas de la paternidad en un mundo apocalíptico. Ambas películas logran un mensaje conciso de lo que quieren decir, pero el film de Affleck se apoya más en la figura de la niña en un mundo gobernado por hombres. Y la amenaza no es la falta de alimentos o medios para sobrevivir, sino el miedo a la incertidumbre.
Con el título original Light of my Life, sin representar necesariamente lo dicho por Jack Torrance mientras intenta arrebatarle el bate de béisbol a su esposa Wendy, y a casi una década después de haber realizado su falso documental sobre y protagonizado por Joaquin Phoenix y él mismo, Casey Affleck se postula como guionista, director, co-productor y protagonista de este film post-apocalíptico, en el cual solo las mujeres murieron continuamente de causas naturales y conocer al menos a una parecería ser una imposibilidad absoluta. Para la suerte del personaje del mismo Affleck (conocido únicamente como “papá”), cuenta con un constante acompañamiento; para su infortunio, se trata de su hija pre-adolescente, Rag (Anna Pniowsky), la única mujer que vemos viva en toda la película y, por lo tanto, la protagonista más propensa a ser anhelada e interceptada por cada hombre que ambos encuentren en su camino. Es por esto a Rag se le niega el uso de ropa de niñas y todo rasgo apariencia física que aluda a esto.
Una nueva película post apocalíptica, y van… Debo admitir que en parte me entusiasmé al ver el primer avance de esta película cuyo guion y dirección pertenecen al Affleck menos conocido, pero no por ello menos relevante. Lo que podría dejar de ser así, al menos en términos de lo que la fama y el reconocimiento simplón suelen ser, si no hubiera pensado una película intimista sobre la humanidad y sus oscuridades en medio de un embrollo en el que él mismo se mete, contando la historia de un padre y su hija y las circunstancias que deben enfrentar en su camino en la búsqueda de un lugar seguro, que cambia todo el tiempo. Mientras tanto, como es la única mujer con vida (las demás, incluida su propia madre, quien vuelve en flashbacks explicativo-emocionales, fue aniquilada por un virus de rápida expansión) debe esconder el género al que la niña pertenece para no ponerla en peligro. Si bien tiene puntos altos, decae de tanto en tanto, con algunas situaciones inverosímiles (sí, a pesar de ser una película que crea un universo en el que las reglas son nuevas, a veces cuesta creerlas) y con algunos simbolismos más o menos bien logrados responde a algo de lo que ofrecía en primera instancia, perdiendo luego la línea de creación de la historia en lo que podría ser una película sensiblera y sin demasiada expansión creativa. La mixtura de géneros que Cassey Affleck utiliza puede ser una buena idea en general, pero hace agua cuando se quiere forzar ello animando un encuentro de dos estilos narrativos, dos miradas sobre un mundo difícil en el que estamos expuestos a cierta crueldad, cierto miedo, a la angustia y a la inseguridad del mañana. Y tal vez, también, de hoy. De todos modos, y a pesar de ciertas fallas en la estructura y la utilización de la emocionalidad para armar la narración, puede verse más o menos de manera aceptable y es menos hiriente en lo visual que otras películas que se presentan en un mismo tono.
Crítica emitida al aire en Zensitive Radio Nordelta
La opera prima de ficción del actor es una oscura parábola futurista acerca de un padre que debe proteger a su pequeña hija en un mundo en el que han muerto todas las mujeres. Una versión minimalista de un clásico tema del género post-apocalíptico. El universo que describe la opera prima de ficción de Affleck no es para nada original pero acaso su forma de acercarse a él sí lo sea. Estamos hablando de un futuro post-apocalíptico en el que una terrible catástrofe ha sucedido y nos encontramos con un mundo devastado y sin recursos. Y la historia se centra en un padre y una hija a la que debe proteger y cuidar atravesando los enormes peligros que se avizoran en este lugar en el que parece no haber reglas ni un hogar seguro. El lector podrá suponer que películas como THE ROAD, LEAVE NO TRACE o hasta CHILDREN OF MEN trabajaron temáticas parecidas y estará en lo cierto. Pero en la forma de poner en escena ese universo, Affleck optará por un minimalismo radical que ninguna de esas películas tiene. No necesariamente con mejores resultados, pero al menos con una búsqueda personal dentro del subgénero “sobrevivientes de una hecatombe”. La “hecatombe” en cuestión es muy particular. En el pasado (que vemos a través de muy breves flashbacks) algún tipo de virus acabó con toda la población femenina del mundo. Por algún motivo que no se explica del todo bien (uno puede suponer que, sin mujeres, a los hombres solo les queda volver a su modo más salvaje y primitivo), los sobrevivientes andan escondiéndose de peligros que los acechan de todos lados. En el caso de los protagonistas tiene mayor sentido ya que el padre (Affleck, en un personaje que jamás se nombra) tiene una hija de unos ocho años apodada Rag (Anna Pniowsky) a la que hace pasar por varón para evitar que alguno se la lleve con oscuras intenciones. Por un rato no sabemos si esto –lo de los peligros “del exterior”– es del todo cierto o es parte de los cuentos que él le cuenta a su hija pero pronto sabremos que amenazas hay. Y bastante reales. En LA LUZ DEL FIN DEL MUNDO (LIGHT OF MY LIFE) lo que Affleck intenta contar es la relación de un padre y su hija, a la que debe proteger y ver crecer, aceptar en sus cambios e ideas y llevar, si se acepta la metáfora, de una orilla a la otra. Es tan central ese punto que la primera escena es una larga conversación –una suerte de cuento para dormir inspirado en el Arcá de Noé– que se extiende por más de diez minutos. Y así, la película pondrá más el eje en la intimidad de ambos y en los recuerdos de su fallecida madre (Elisabeth Moss, en los breves flashbacks) que en algo parecido al peligro y la acción. Promediando un relato que se extiende más de lo necesario y que podría ser más potente con una duración sensiblemente menor a las dos horas, el afuera, la amenaza y también la solidaridad empezarán a aparecer. Y recién ahí este pequeño drama independiente sobre un posible fin del mundo empezará, un poco, a parecerse a una película de género. Tan solo un poco. Y está bien que así sea ya que queda claro que Affleck se siente a gusto en ese tono bajo y ese estilo indie que lo vio crecer como actor en películas como GERRY, AIN’T THEM BODIES SAINTS y, especialmente, A GHOST STORY, una película que, en su callada intimidad forzada por un exterior misterioso y potencialmente terrible, se relaciona claramente con esta, si bien LA LUZ DEL FIN DEL MUNDO no alcanza jamás la potencia emocional de aquella. Uno podría prácticamente sacarle todos los elementos de “ciencia ficción” al film y no cambiaría demasiado. Sería igualmente una película acerca de un padre que debe hacer todo lo que esté a su alcance para cuidar a su hija de los otros, peligrosos, hombres. Hay quienes han leído esto como una suerte de mea culpa de parte de Affleck respecto a las acusaciones que recibió de acoso sexual, pero me parece una comparación forzada. El mundo afuera de esa relación puede ser horrible, es cierto, pero también amable y considerado. Y por momentos nuestro protagonista prueba ser igualmente perverso con los demás. En esa tierra de nadie que es este futuro sin mujeres los hombres son capaces de hacerse cualquier daño con tal de sobrevivir. Pero, de vez en cuando, tienen momentos de nobleza. La película es visualmente bella y eso ayuda mucho a que su estructura minimalista no sea vuelva más repetitiva de lo que por momentos es. La fotografía de Adam Arkapaw (el DF australiano de ANIMAL KINGDOM, MACBETH y las muy buenas primeras temporadas de las series TRUE DETECTIVE y TOP OF THE LAKE, entre otras producciones) capta de una manera entre bella y tenebrosa los espacios abiertos, fríos y muchas veces inhóspitos que padre e hija deben atravesar entre los distintos lugares que eligen para pernoctar. Y en las pocas escenas en las que el universo se abre a otros personajes o a estructuras un tanto más urbanas, la película genera permanentemente una ominosa sensación de que en cualquier momento algo terrible puede suceder. Y, claro, eso sucede. Y allí Affleck se atreve a cambiar hacia un registro de acción más clásico que resuelve de una manera un tanto confusa visualmente pero dramáticamente satisfactoria. LIGHT OF MY LIFE es una película simple que puede generar indiferencia o emocionar dependiendo de cuánto el espectador logre involucrarse en las idas y vueltas de esa relación. Tanto detrás de cámara como adelante, Affleck hace lo posible –siempre desde sus modos cautos y reservados– para otorgarle a su pequeña historia la dimensión de una parábola humanista. Y, sin estridencias, logra convencernos que la experiencia vale la pena. Es un viaje raro, denso y por momentos incómodo, pero uno finalmente se queda con la sensación de que tuvo sentido haberlo recorrido.
Las cargas abundan en el viaje del miedo. Román es un hombre que acostumbra visitar a su madre en ciertas temporadas, y gusta de dormir en el patio, acostado en la hamaca. Su hija de ocho años lo acompaña. Allí se hunden en el sueño mientras observan entre las palmas de coco las pocas estrellas que las luces de la ciudad les dejan ver. Una noche, Román es despertado abruptamente. Un joven armado le pregunta, mientras señala la hamaca donde duerme la niña, si es varón o hembra. Él, aún con el terror, le responde que es varón. El invasor pareciera chasquear con pesar y desaparece. El terror de Román es el mismo de Casey Affleck, interpretando al padre de Reg (Anna Pniowsky): el de los hombres que aman a las mujeres; ya sean sus hijas, esposas, hermanas, madres, o amigas. Su papel, como nos tiene acostumbrados -ver los ejemplos de Manchestar by the sea, The assassination of Jesse James by the coward Robert Ford, A Ghost Story, entre otros-, es el de un hombre encorvado, con un gran peso en el alma.
El renombrado Cassey Affleck, marginado en los últimos tiempos a raíz de una denuncia que casi acaba con su carrera, reincide en la dirección (y actuación) de un film hecho a su medida En los tiempos que corren en Hollywood, encontrar una película que comience con un diálogo intimista de 9 minutos entre los dos protagonistas, recostados dentro de una carpa con un único plano, además de arriesgado es sublime...