¡Doble o nada! Nota: Debido a la falta de entendimiento -ya acostumbrada- en el momento de traducir los títulos cinematográficos, usaremos únicamente el original Winchester. El agregado “La maldición de la casa” niega las dicotomías enfermedad/maldición y cura/veneno (la segunda, evidente en la bala y el laudano de Price). Más aún, el uso de “Winchester” (a secas) refleja la polémica doble y fantástica del film. Winchester es la casa, la familia y el instrumento mecánico creado por esta (véase a tal respecto Frankenstein, de Mary Shelley). Luego de una sólida muestra de terror fantástico clase B, los Spierig volcaron su cine directamente al thriller. Estos directores, de ascendencia germano-australiana, produjeron films como la intrincada Predestination, la fallida Jigsaw: El Juego Continúa (Jigsaw) y la presente Winchester, en este caso regresando al fantástico. Vale decir: un poco más sabios. Los films de estos hermanos se comprimen en anécdotas mínimas, desplegándose taxativamente en persecuciones totales -tanto como locales- donde siempre hay un uno que busca a otro (un agente que persigue a un terrorista, un detective forense que persigue a un asesino serial, una presencia que persigue a los Winchester). Los Spierig se colocan dentro de la más irreductible persecución para así configurar films laberínticos. Que resultan, a su vez, espejados por los marcos diegéticos del film: la casa/laberinto Winchester, el juego sin salida de Jigsaw, el devenir caótico de Predestination. De todas maneras, instaurar lo laberíntico en la trama solo supone un recurso útil si les permite variar -o incluso invertir- el tempo de sus relatos. Parece ser usual que, llegada la conclusión, la trama se encuentre en perpetua reconfiguración. Los roles cambian y, en un momento genuinamente hitchcockiano, el perseguidor termina siendo perseguido por aquel que originariamente perseguía. Aquí se revela el componente máximo de estos films. Los Spierig, fieles a su tradición germana, retoman constantemente el personaje doble. Personajes que presentan facetas diametralmente opuestas, tejidas por el mismo hilo, y que participan de la misma persecución. El choque entre los dobles siempre conlleva un resultado trágico, sin escapatoria. Un fino uróboros que masculla incansablemente su propia cola (no se nos escapa la ironía de que los directores, hermanos gemelos idénticos, retomen el personaje doble). Entre los dobles hay un tercero, casi siempre fuera de campo. Un personaje que puede ver el laberinto desde arriba. Actúa como marcapasos del relato, permaneciendo suspendido de la persecución central del film. Robertson en Predestination o el propio Jigsaw en Jigsaw, ellos funcionan dualmente. Primero dan comienzo al relato -encargan o predisponen la persecución- para luego ocultarse en el rol de ringmaster. Aquel que canta las cartas. La apuesta de Winchester retoma otro fundamento de los Spierig, proveniente de su lado australiano: el personaje excéntrico. La narración se desarrolla sobre una anécdota sencilla: el psiquiatra Eric Price es enviado a la casa Winchester para refutar la supuesta demencia de Sarah Winchester. De probarse su locura, ella perderá su parte de la empresa Winchester (la que fabrica los famosos rifles del mismo nombre). El diseño de la película pone especial atención a las posibilidades dobles que trae consigo el nombre Winchester. Winchester como empresa yanqui (aquella que armó a las tropas de La Unión durante la guerra civil) permanece fuera de campo. Pero a su vez, la influencia manifiesta de esta empresa estará presente en cuadro, devenida fantástica con la presencia de los espiritus que hondan la casa Winchester. Como en La Niebla (The Fog) el regreso de este mal -siniestro o doble- corresponde con la expiación de un crimen originario. Fundador. La puja entre el juicio empirista psiquiátrico de Price y el espiritismo excéntrico de Sarah Winchester resulta la piedra angular en la simbología del film, llegando al momento cúspide en que Price dispara su bala polémica (aquella que mata y da vida) contra la invisible presencia siniestra de la mano anónima yanqui/winchester. Proyectil que contiene la inscripción “unidos por siempre”. La bala se arroja (se dispara) para destruir al enemigo diabólico, en pos de unir un pasado tormentoso y una familia deshecha. Y mientras que los protagonistas sufren una crisis metafísica/espiritual (y sumamente corporal), un proletario -que construye la inacabable casa- exclama contento, en un momento brillantemente trágico: “¡Lo bueno es que tenemos trabajo durante todo el año!”
Instrumentos de muerte De una manera similar a lo ocurrido con Jigsaw (2017), la anterior película de los hermanos Michael y Peter Spierig, La Maldición de la Casa Winchester (Winchester, 2018) está bastante lejos en términos cualitativos de las tres primeras y muy interesantes propuestas de los realizadores, Undead (2003), Vampiros del Día (Daybreakers, 2009) y Predestination (2014), no obstante los alemanes se las ingenian para redondear un producto relativamente entretenido que acumula elementos en contra y otros tantos a favor en lo que viene a ser el estándar hoy en día en un cine mainstream demasiado uniforme (desde hace décadas resulta habitual ver cómo los rasgos autorales de los directores desaparecen en sus proyectos destinados al público masivo, la gran novedad contemporánea pasa por la ausencia de todo conflicto con los productores, indicando que la triste “comodidad del asalariado” venció al reclamo de antaño de verdadera autonomía para desarrollar la carrera artística en cuestión). Con semejante título sólo debemos aclarar que la mansión a la que se hace referencia es la denominada “Winchester Mystery House”, una propiedad ubicada en San José, en el Estado de California, que durante décadas fue la residencia de Sarah Winchester (1840-1922), la jerarca de la Winchester Repeating Arms Company luego de la muerte de su marido William Wirt en 1881 por tuberculosis. Inspirada por el dolor a raíz de la desaparición de su esposo y el fallecimiento previo del único vástago de la pareja a los pocos días de nacer, Annie, Sarah comenzó a levantar la vivienda en 1884 y las obras no se detuvieron hasta el día de su deceso, generando una construcción mastodonte con muchísimas habitaciones que fueron edificadas bajo diseños de la propia mujer, sin la asistencia de ningún arquitecto. La leyenda popular de turno afirma que la señora creía que la propiedad estaba embrujada por los espíritus de todos aquellos que murieron bajo el fuego de los famosos rifles Winchester. El previsible pero simpático guión de Tom Vaughan y los Spierig respeta este trasfondo e inventa el personaje del Doctor Eric Price (Jason Clarke), un psiquiatra pagado por la empresa para declarar demente a Sarah y así expulsarla definitivamente de la compañía, lo que desde ya funciona como una excusa para que nosotros lo acompañemos y conozcamos a Winchester (Helen Mirren), su sobrina Marion (Sarah Snook) y el pequeño hijo de esta última, Henry (Finn Scicluna-O'Prey). Aquí tenemos el clásico engranaje narrativo de “primero no te creo y después te creo” a medida que los fantasmas comienzan a pasearse ante los ojos atónitos de Price, quien a través de las charlas que mantiene con la mujer descubre que la infinita construcción del caserón responde a la necesidad de asignar una habitación para cada fantasma de un asesinado por las armas de la empresa de la señora, la cual recibe -en su carácter de médium- los bocetos para las mismas con la meta de ayudar a que las almas torturadas alcancen la paz. Como no podía ser de otra forma, algunos de estos espíritus se portan bien y otros se dedican a amargar la existencia de los vivos, dentro de este grupo sobresale un espectro particularmente agresivo que pretende matar a Sarah a toda costa, ya sea poseyendo a Henry o atacando a cualquiera que se cruce en su camino. Los puntos en contra del film están condensados en el abuso de rutinarios jump scares, cierta redundancia estética símil gótico a lo Hammer, el pasado conflictuado e hiper remanido de los personajes principales y en general el motivo del “nene poseído” que ya se vio hasta el hartazgo en el horror. Ahora bien, los ingredientes positivos terminan ganando la pulseada porque -de hecho- son más numerosos que los negativos y en conjunto ofrecen una experiencia amable y bastante divertida: pensemos en el sugestivo dúo protagónico (Sarah percibe a los fantasmas y Price los ve por un episodio de su pasado cercano a la muerte), la idea de recuperar los santuarios de espíritus (esto de homologar la aparición con la necesidad de encerrar de inmediato al alma en pena), el excelente elenco (Mirren saca de taquito a Winchester y francamente sorprende lo bien que le sienta a Clarke este Price alcohólico, putañero y drogón, un personaje de por sí interesante porque es un psiquiatra que en la mansión bordea la locura) y finalmente ese enérgico último acto que pasa a complementar todo lo anterior (el relato hasta ese punto era un cuento severo con elementos irónicos, luego deriva en una linda montaña rusa a pequeña escala). Si bien uno como espectador hubiese querido una mayor participación de la bella y talentosa Snook, lo cierto es que la película es bastante digna y hasta incluye un sustrato antiarmas muy extraño para el cine -y la cultura- estadounidenses… aun así, la hipocresía norteamericana de siempre no deja de estar presente: tanto llorar a las víctimas de estos “instrumentos de muerte” jamás repercute en el cierre de la fábrica de rifles o una merma en su producción, utilizando de excusa eso de que las armas no son las que asesinan sino los hombres que las empuñan.
La flaca escopeta en su laberinto de culpa. Para la historia norteamericana la palabra Winchester viene asociada en primer lugar a la muerte y en segundo a esa prosperidad capitalista generada a partir de la industria armamentista pero desde la simbología del rifle, elemento que determinó la aplastante victoria de los Confederados en la sangrienta guerra de secesión, cuerpos y rostros anónimos arrancados violentamente de las raíces de la tierra para que sus almas no descansen en paz y busquen venganza tanto con la familia como con los mortales. Así desde una sencilla anécdota que tiene por marco histórico la referencia al rifle, y a la compañía que lo fabricaba, tenemos por un lado a Sarah Winchester, heredera de ese legado de sangre, quien intenta saldar con los espectros torturados y acechantes esa deuda del pasado. Por otro, a un psiquiatra convocado para declararla insana y así con escasas posibilidades de tomar decisiones respecto a la empresa y su futuro. El otro protagonista de esta película dirigida por los hermanos Spierig (Jigsaw) no es otro que la casa. Una laberíntica construcción rodeada de habitaciones en la que según Sarah habitan espectros y que ella busca contactar para que abandonen los intentos de prolongar una maldición sobre el apellido. Los laberintos no sólo surgen desde la idea espacial sino también desde la profundidad de la mente y las formas de percepción de lo real. Allí es donde los Spierig desarrollan una serie de subtramas que buscan explotar los códigos del género respetando a rajatabla la dinámica de casa poseída. La aparición de fantasmas a lo largo del metraje es aplicada y prolija pero sumergen al relato en cierto estancamiento y repetición de fórmulas donde una desaprovechada Helen Mirren por momentos queda ridícula, y mucho más ridículo cierto planteo simbólico para justificar una relación entre ella y el psiquiatra que volvió de la muerte al recibir una bala disparada por un rifle Winchester. Los espejos que deforman también son el elemento dominante en este laberinto y desde el punto de vista conceptual una idea trillada pero efectiva. En síntesis, La maldición de la casa Winchester no es más ni menos que otra película de fantasmas, gótica, prolija, predecible y malograda.
La maldición de la casa Winchester: No hay terror más grande que la culpa. “Mi alma es demasiado débil; sobre ella pesa, como un sueño inconcluso, la espera de la muerte“. John Keats Los jóvenes directores que supieron sorprendernos con su ficción temporal “Predestination” (2014) encaran esta vez una historia que muchos afirman está basada en hechos reales, que convalidan con evidencias fílmicas y fotográficas, y aseguran continua sucediendo a pesar de haber iniciado su oscuro periplo a principios del siglo veinte. La historia de la mansión de la viuda y heredera del imperio armamentístico Winchester; Sarah Lockwood. Si ahondásemos en la historia propiamente este artículo se haría demasiado largo, así que resumiremos todo lo posible: En 1880 el magnate de las legendarias armas, murió de tuberculosis dejando a su esposa la fabulosa herencia de 20 millones de dolares, más un ingreso de mil dolares diarios. Esta fue la segunda muerte que impactó en su vida, la primera había sido su pequeña hija a poco de nacer. Logrando esto convencerla de que su familia estaba maldita. Es entonces cuando comienzan las leyendas; algunos dicen que consultando una medium esta le confirmó sus suposiciones, además de recomendarle mudarse al oeste y comenzar a construir una casa, una que le traería paz a sus muertos y los espíritus de los que habían sido asesinados por la celebre arma. La mansión que comenzó a construir en 1884, nunca dejó de crecer hasta su muerte en 1922. Un detalle bastante interesante en nuestro periplo es, según wiki, “… en la construcción de la casa el número 13 se repite varias veces. Escaleras con 13 escalones, 13 ganchos en el armario de Sarah (su sobrina), 13 agujeros en las coladeras de las duchas, candelabros para 13 velas, etc. Se dice que también su testamento estaba dividido en 13 partes. En honor a esa extraña costumbre, cada vez que hay un viernes 13 se tocan las campanas 13 veces a las 13:00 horas“. Los Spierig Brothers y Tom Vaughan tomaron esta historia para dar rienda suelta a una imaginativa narración de fantasmas y millonarias excéntricas, que terminó colocando al film en ese generalizado espacio de terror gótico de facilona manufactura. Aun teniendo en su elenco a dos figuras que pudieron aportar mucho más a los personajes como son Helen Mirren, la viuda dueña de la laberíntica mansión y Jason Clarke, el médico que deberá examinarla a pedido de los socios de la firma, optaron por el resumen plano y remanido que desde el comienzo el espectador supondrá oído en alguna parte, como si de un Déjà vu cinemático se tratara. Convencional de principio a fin, intentarán que el publico sienta la aventura a través de los, ya cansadores, jump scare. Todo esto a una velocidad casi de film de acción, sin dejar reposar la historia, sin permitir que el misterio pueda macerarse en la duda, en la posibilidad de un trhiller psicológico, de un estudio sobre como el terror humano puede generar también un retorcido relato sobre la culpa. Porque en definitiva de esto va “La maldición de la casa Winchester“, sobre el recriminamiento y el terror de saberse maldecido por las propias acciones, o en este caso por las de quien amamos. Ser cómplice de atrocidades también es ser reo de los hechos. En esto la actriz logra una interesante y oscura aproximación, dotando a la anciana Sarah Lockwood de ese aire cansino que todo sujeto sabio de los derroteros del destino impuesto articula; uno que se sabe parte de un terror, que lo vivencia y atestigua. Contrariamente al personaje de un comprometido Jason Clarke, quien en realidad lleva una torturada existencia por las parecidas causas. Puede que cierto halo impregne el film; una patina en los filtro y decorados de las viejas películas de la Hammer Productions, que el plot twist genere alguna empatía, pero a esa altura del film, cuando el espectador ya ha comprendido que los fantasmas existen es redundante y poco atractivo. Es sorprendente que quienes lograron una acabada y pequeña moraleja sobre la existencia en Predestination, puedan haber caído en tan redundante puesta, que utiliza el método de tal genero, el terror, sin atreverse a más.
Los hermanos Spierig nos supieron deleitar con logradas producciones como “Daybreakers” (2009) y “Predestination” (2014). Así fue como estos jóvenes directores alemanes de nacionalidad australiana comenzaron a llamar la atención en Hollywood por su frescura y talento narrativo. El largometraje de 2014 se convirtió en un verdadero fenómeno de culto y es la principal razón por la que gozan del éxito que atraviesan actualmente. El año pasado pudimos ver su inducción al cine mainstream con la octava entrega de la saga de “El Juego del Miedo” con “Jigsaw” (2017). En esta ocasión, siguieron con la línea del cine de terror y nos ofrecen “Winchester” (2018). Si bien este film no está a la altura de las primeras películas de los realizadores, la obra tampoco resulta ser el desastre que vienen pintando los críticos norteamericanos. El relato nos cuenta la historia basada en hechos reales de la mansión Winchester, situada en California, a 50 millas de San Francisco. Esta casa victoriana fue montada por la heredera del creador de los rifles Winchester, Sarah Winchester (Helen Mirren), quien creía que los fantasmas que fueron asesinados a mano del famoso rifle de la compañía de armas de su marido la acosaban. Es por ello que llegó a construir más de 160 habitaciones, escaleras que no llevaban a ninguna parte y puertas que al abrirse descubrían un muro, todo esto con el objetivo de mantener cautivos y/o liberar a los espíritus de sus cuentas pendientes. A su vez, los miembros de la junta directiva de la compañía llamaron a un psiquiatra con problemas de abuso de sustancias, el doctor Eric Price (Jason Clarke), para que evalúe a Sarah y descubra si puede seguir al frente de la compañía. El guion de los Spierig en conjunto con Tom Vaughan es bastante previsible en muchos aspectos, siguiendo la fórmula de escepticismo vs creencia, y de escena tras escena que desemboca en los ya conocidos y abusados jump scares tan utilizados en las películas de este género. Igualmente, el espectador podrá disfrutar de un par de puntos de giro interesantes que hacen avanzar la trama hacia un clímax inquietante. El problema principal de la obra radica en ese aire rutinario y de continua repetición producto de los sobresaltos baratos con los que pierde la oportunidad de darnos algo más fresco y novedoso. Las composiciones de Jason Clarke y Helen Mirren son dignas, como es de esperar por parte de estos talentosos actores, en especial Clarke, que tiene mayor exigencia interpretativa y sale airoso. Los climas que genera el film están muy bien logrados a pesar de cierta reiteración en la mecánica de algunas escenas. Por otro lado, resulta inevitable la comparación con algunas producciones de la Hammer y aquel terror gótico característico al igual que los films de Vincent Price, no por nada el personaje del psiquiatra lleva el apellido de la emblemática figura. “La Maldición de la Casa Winchester” es un film entretenido que podría haber sido mucho más efectivo si hubiera sido menos reiterativo y más creativo a la hora de generar mecanismos para asustar. Una película que se mantiene por el talento interpretativo involucrado y por aquella leyenda que dice “basada en hechos reales” que asusta y predispone al espectador de una manera distinta.
Espíritus enojados La maldición de la casa Winchester (Winchester, 2018) es una película de terror co-producida entre Estados Unidos y Australia. Está dirigida por los hermanos Spierig, que también escribieron el guion junto a Tom Vaughn. El reparto incluye a Helen Mirren, Jason Clarke (Malcolm en El planeta de los simios: Confrontación), Sarah Snook, Eamon Farren, Laura Brent y Finn Scicluna-O’Prey. El film está basado en hechos reales. En 1906, la compañía de armas Winchester se contacta con el médico Eric Price (Jason Clarke) para pedirle que se dirija a la mansión de Sarah Winchester (Helen Mirren), viuda que heredó el negocio de su esposo. La empresa quiere tener un certificado que confirme que Sarah no tiene las facultades mentales necesarias para liderar la compañía. Eric accede a viajar a San José, California, donde se encuentra con una casa gigante en plena construcción de más y más habitaciones. Recibido por Marian Marriot (Sarah Snook), sobrina de Sarah, Eric no tardará en darse cuenta que algo raro sucede en la mansión. Como ya estamos acostumbrados, la película está catalogada en el género del terror pero no logra crear miedo en el espectador. Aunque los primeros jump scares nos hacen tirar la cabeza hacia atrás, el recurso se repite una y otra vez, generando que ya sepamos de antemano cuando van a aparecer los fantasmas. La música en pocos segundos al máximo volumen no hace más que cansar: siempre pasa lo mismo y la historia se vuelve muy aburrida. Esto también se debe al poco interés que sentimos por los personajes. Jason Clarke como protagonista tiene cero profundidad, lo que hace imposible empatizar con él (solo sabemos que es médico y adicto al láudano). Ya avanzada la trama conocemos un poco más sobre su pasado, sin embargo el guion está armado de tal forma que toda la información, tanto de Eric como de la casa maldita, es dicha de golpe sin generar ningún efecto. Helen Mirren está desaprovechada en el papel de la viuda que ve a los espíritus. Si bien su introducción contiene misterio (da órdenes estrictas a los carpinteros, se viste toda de negro), su angustia por la pérdida de su marido e hija no consigue traspasar la pantalla. Por otra parte, la sobrina y el hijo de ésta, que viven en el hogar, no aportan nada a la trama. Tranquilamente si no estuvieran en la película se entendería lo que sucede sin problemas. Situaciones ridículas como dispararle a un espíritu o que justo ocurra un terremoto solo alargan un film con desenlace muy previsible. La fotografía oscura del lugar está bien manejada, lo que luego de haberla visto nos hace pensar en que, si los hermanos Spierig se enfocaban en mostrar más la vivienda, con sus pasadizos secretos y diversas puertas, la cinta hubiese sido mucho más atractiva. El “inspirada en hechos reales” del póster promocional sólo busca meternos en un relato que no se esfuerza en sobresalir del resto de películas “tenebrosas” que no logran su cometido. Resulta una lástima porque la información de la Winchester Mystery House, que ahora es usada como atractivo turístico, tenía potencial para otorgar una historia espeluznante.
Otra incursión en el género de terror es trasladada a la pantalla por los Spierig Brothers, Michael y Peter, los mismos que entregaron la interesante Vampiros del día y también tuvieron el traspíé el año pasado con Jigsaw: El juego continúa. El filme toma un caso real sobre la mansión victoriana más embrujada de los Estados Unidos que tenía más de cien habitaciones. Situada en California y a cincuenta millas de San Francisco, la casona fue construída por la heredera del creador de los rifles Winchester, Sarah Winchester -Helen Mirren-, que diagramó más de 160 habitaciones y escaleras -que no llevaban a ninguna parte- para esquivar a los fantasmas que la perseguían. "Él viene por nosotros" se la escucha decir en esta historia inquietante que prometía entregar suspenso y terror en los diferentes recovecos del lugar. En La maldición de la casa Winchestertodo se derrumba en un convencional juego de fantasmas, salpicado por apariciones sorpresivas y llamados del "más alla". Una historia con fantasmas que buscan venganza, como en tantas otras realizaciones, pero que no tiene el encanto de los títulos clásicos y desaprovecha el magnífico marco escenográfico y a los personajes a pesar de contar en el elenco con la británica Helen Mirren y Jason Clarke, en la piel de Eric, el psiquiatra adicto al láudano que arrastra sus propios fantasmas y es enviado para evaluar el estado de salud mental de la anciana. Ni el esperado encuentro entre Sarah y Eric, ni el enigmático personal de servicio o de construcción que trabaja incansablemente para cumplir los delirios y exigencias de la dueña del lugar generan tensión, interés o intriga. Entre tomas cenitales, flashbacks, intercomunicadores internos, un niño sonámbulo y habitaciones selladas, el miedo nunca aparece y abre la puerta para una continuación.
Imaginen a la poseedora de las acciones de las armas del mismo nombre, que cree en espíritus, y que “recibe” en su casa a cada uno de los asesinados por los famosos rifles, le construye una habitación, trata de brindarles un pacífico pasaje al “mas allá” pero si son malitos los encierra con cantidades cabalísticas de clavos. Con esa historia, los directores australianos, los hermanos Spiering (Michael y Peter) que también escribieron el guión quizás pudieron imaginar una historia con delirios pero se quedaron en el enunciado, con la pretensión de que se trata de una historia real. En fin. Para el protagónico tuvieron el lujo de Hellen Mirren que sobrelleva lo mejor que puede un papel que le exige muy poco y la desaprovecha. Ella charla con los espíritus, es médium escribiente para diseñar las habitaciones escenarios de un crimen, pero no se mete en campos de batalla ni extermino que pudieron ser un buen filón. La casa esta en permanente construcción y desmoronamiento. Para sacarla del cargo directivo de la empresa le mandan a un psiquiatra, en otro papel desaprovechado para un buen actor como es Jason Clarke. Casa encantada si las hay, se debe reconocer que tiene una producción y un elenco que los bodrios del género no suelen reunir, pero tampoco remonta como una película de terror.
El tour más barato La maldición de la casa Winchester (Winchester, 2017), basada en hechos reales, termina informando que al día de hoy la residencia Winchester es “una de las mansiones más embrujadas de Estados Unidos”, en comparación con otras mansiones menos embrujadas, probablemente por gente menos muerta. La mansión es real y al día de hoy pueden visitarla por $39 dólares ($33 si van en grupo). Fue construida por Sarah Winchester, heredera de la fortuna de aquel versátil rifle, quien ante la muerte de su esposo en 1881 emprendió la incesante ampliación de una mansión en San José, California, agregando cuartos, pisos y todo tipo de anexos por más de 40 años. La intención era apaciguar las víctimas de los rifles marca Winchester ofreciéndoles alojamiento, aunque 160 cuartos suena a poco. Una película biográfica sobre la monomanía de Mrs. Winchester sería interesante pero en su lugar los hermanos Spierig - los arquitectos de la octava Jigsaw: El juego continúa (2017) - se vuelcan al tradicional relato de la mansión embrujada y sin inspirarse ni un poco en tan exótico contexto recompilan los Grandes Hits del género: la silla que se mece sola, el cuadro que chorrea sangre, el susto bajo la cama, el susto tras el espejo, el susto a la vuelta de la esquina, arriba de las escaleras, debajo de las escaleras, etc. Todo acompañado con el estruendo correspondiente. Helen Mirren hace de Sarah Winchester. Su presencia en la cinta es inexplicable - ni siquiera es la protagonista. El honor cae en Eric (Jason Clarke), un doctor decadente y confeso fraude que se aloja en la mansión con el objeto de evaluar la salud mental de la viuda. Inmediatamente decepciona la falta de tensión en las charlas que tiene con su anfitriona, que no está loca y abiertamente recibe al doctor como un aliado. Ni hay tensión en las expediciones nocturnas del doctor: nadie se las prohíbe, y aunque se las prohibieran la cada está llena día y noche de obreros determinadamente trabajando y robando la preciada atmosfera de su misterio. Todo esto es una pena porque la película posee todos los elementos necesarios para ser entretenida o aunque sea interesante, pero están ensamblados de manera tan incompetente que jamás plantea un buen misterio. La casa en sí mezcla el encanto de una mansión victoriana con las ilusiones imposibles de Escher (escaleras que no van a ningún lado o se tuercen innecesariamente, cuartos dentro de cuartos, puertas al vacío, etc). Pero las posibilidades arquitectónicas de la mansión nunca son explotadas en su mayor potencial y en el mejor de los casos se prestan al servicio de sustos cliché. ¿De qué sirve un laberinto en el que nadie nunca se pierde? El guión se reserva un par de giros que, retrospectivamente, resultan ingeniosos, porque tienen que ver con información que se presenta de entrada y parece estar al servicio de otra cosa que un giro sorpresa. Detalles. Algunas cosas sencillamente no dan miedo, da igual qué película el director arma alrededor. Un fantasma es, instintivamente, algo anormal y por lo tanto abominable; un fantasma con un rifle Winchester se ve ridículo y pedestre. Es el tipo de conjuro cómico que aparecería en la lotería de La cabaña del terror (The Cabin in the Woods, 2012).
El furor del cine de terror hoy por el subgénero de las casas embrujadas, gracias al rendimiento económico de esa fábrica de chorizos cinematográficos conocida como la serie Amityville, permitió la adaptación de una de las historias reales más atractivas relacionadas con el tema. La mansión Winchester, punto turístico a menos de una hora de San Francisco, está considerada como uno de los lugares más embrujados de los Estados Unidos. Allí vivió a fines del siglo XIX y principios del XX Sarah Winchester, viuda del fundador de la famosa compañía de armas, que terminó convencida de que su hogar estaba maldito por los espíritus de todo aquel muerto con un rifle de su empresa. Tras la muerte de su marido y su hija, Sarah decidió construir 160 piezas, una para que habite cada uno de esos fantasmas, hasta el día de su muerte. Los hermanos gemelos germano-australianos Michael y Peter Spierig (Jigsaw: el juego continúa y Vampiros del día) adaptan la historia a los días en que Sarah, aquí en la piel de la siempre sobria Helen Mirren, fue cuestionada por los accionistas de la compañía, que querían apartarla por su comportamiento errático. Así es que, por esas vueltas del guión, un médico con problemas de adicciones termina encerrado en la mansión victoriana con la todavía enlutada dueña, su también viuda sobrina y su hijo, el pequeño Henry, que tiene una afición a deambular sonámbulo, con la cabeza cubierta por una bolsa, poseído por alguno de los espíritus. Cada protagonista carga su cruz relacionada con los fusiles de la compañía, que los cineastas aprovechan para una todavía más pesada dimensión política sobre el control de armas, otro signo de esta época potenciado por la oscarización de Huye, la película de terror con mensaje de moda en estos días. Entre tanta tendencia, los gemelos Spierig explotan la alegoría anti-armamentista para desentenderse de la narración y terminan perdidos en los pasillos de una mansión a la que jamás le encontraron la salida.
La mujer del rifle A priori, el proyecto poseía ribetes de interés. En principio, los hermanos Spierig (la dupla de gemelos alemanes instalados firmemente en Australia) habían demostrado talento para abordar los géneros cinematográficos con ingenio y algo de originalidad en películas como Predestinación y Daybreakers, vampiros del día. En segundo lugar, la presencia de la gran actriz británica Hellen Mirren, en un rol central muy diferente a los que suelen formar parte de su cartera de intereses. Finalmente, un relato basado –desde luego, muy libremente– en una casa “oficialmente” embrujada, la Mansión Winchester de San José, California, que supo pertenecer a la viuda del creador de los célebres rifles de repetición y que, hoy en día, es una atracción turística con horarios fijos de visita y cuyo tour de una hora de duración recorre 110 de sus 160 habitaciones. La leyenda cuenta que la millonaria mujer sentía culpa por las muertes que tuvieron lugar como consecuencia del invento de su ex marido y que, en los cuartos de la inmensa casa, en eterna construcción, se mudaron los espíritus inquietos de las víctimas del arma de fuego. En la ficción, que transcurre no casualmente en 1906 –el año del fatídico terremoto de San Francisco–, un médico psiquiatra con traumas del pasado a cuestas y una afición desmedida por el consumo de láudano (el australiano Jason Clarke) es enviado por los abogados de la empresa para estimar si la salud mental de la patrona no descarriló definitivamente en la banquina de la demencia. En la tradición iniciada hace casi un siglo por films como El caserón de las sombras, no transcurrirá ni siquiera un día antes de que el galeno se enfrente a la peor de sus pesadillas: la aparición de fenómenos paranormales que una rígida educación científica le impiden racionalizar. Veinte minutos de metraje transcurren antes de que la señora Winchester haga triunfal aparición, bajo uno de esos velos de duelo de otras épocas, la gran entrada en escena de Helen Mirren, que a pesar de su inicial aspecto de villana en toda regla demostrará ser dueña de otra clase de aptitudes y habilidades. Lo más inquietante de la nueva película de los Spierig se acumula en el primer tercio de la narración: ciertos climas sugestivos logrados en base al diseño de arte y la iluminación, el misterio acerca de qué está ocurriendo en realidad en las extrañas habitaciones y pasillos del lugar, la poderosa presencia de la Mirren, que logra dotar de interés a cualquier línea de diálogo. De a poco, sin embargo, todo comienza a irse al diablo, reemplazando la sugestión por los más trillados golpes de efecto (no menos de una docena, según el cálculo de este cronista) y la falta de explicaciones de los sucesos por la más derivativa e insulsa elucidación de todos y cada uno de los pasos que dieron lugar a la maldición del título local. Hacia el final, cuando un objeto personal se transforma en la bala de plata que mata al hombre lobo, Winchester está tan enterrada en el lodo del cliché que sólo queda darse una vuelta por Wikipedia y admirar la extraña fisonomía del sitio real, que por momentos parece salida de la mente de un arquitecto lovecraftiano.
La pregunta tras ver esta película es, si en el título pones el misterio que debe esconderse tras la mansión que alberga a la viuda Manchester (Helen Mirren), la protagonista “humana” del relato, esa construcción debe presentarse imponente e inmensa. El principal problema, más allá de lo obvia de la trama, del intentar asustar con golpes de efectos sonoros e intrascendentes giros, de las flojas actuaciones del elenco, que hace lo que puede con la débil historia de una mujer que día y noche sigue construyendo una casa para encerrar espíritus, es que la vivienda en cuestión nunca llega a imponerse por encima de la narración, por lo que su premisa se diluye.
Después del famoso caso de Amityville, la maldición de la casa Winchester es la leyenda más popular dentro de la parapsicología en los Estados Unidos. La historia de la mansión embrujada de San Francisco inspiró numerosas obras en la literatura de terror y los cómics, sin embargo esta película que se estrena esta semana en los cines es la primera obra cinematográfica en trabajar el tema. Sara Winchester fue la esposa del inventor del famoso rifle de repetición Winchester que jugó un papel clave en la conquista del Oeste a fines del siglo 19. Tras la muerte de su esposo y de su hija pequeña en un breve período de tiempo, la mujer vivió convencida que su familia era acechada por los espíritus de las personas que habían sido asesinadas con el rifle. La leyenda urbana sobre la mansión embrujada se originó en 1884 y en la actualidad el lugar es una popular atracción turística en San José, California. Los hermanos Spierig, quienes en el pasado brindaron una buena historia de vampiros en Daybreaker y otra sólida película en el thriller de ciencia ficción Predestination, en este caso decepcionan con el trabajo más desapasionado de sus carreras. Se nota que la hicieron para cumplir un compromiso comercial y nunca estuvieron comprometidos con la historia y la temática de hechos paranormales. Winchester es una película tediosamente aburrida donde no pasa nada relevante durante la mayor parte de la historia y los directores abusan de los momentos de sustos falsos. Cada vez que aparece algún fantasma o se genera alguna situación paranormal el film lo presenta de la manera más burda posible, tal cual se lo puede imaginar el espectador. Los Spierig en este caso no hicieron el menor esfuerzo por construir situaciones decentes de suspenso y por ese motivo la película resulta un collage de lugares comunes. Una lástima porque tenían una gran actriz como Hellen Mirren y muy buenos colaboradores en el diseño de producción quienes se lucieron con la ambientación de la casa. Teniendo en cuenta los trabajos previos de los directores y la presencia de una artista del nivel de Mirren se podía esperar mucho más de esta producción que no dejar ser otra propuesta mediocre sobre hechos paranormales. Un dato loco. Debido a esta película, la productora Lionsgate compró los derechos de las imágenes de la mansión Winchester y por ese motivo los turistas que visitan el lugar ya no pueden tomar fotos en la interiores de la vivienda.
Los hermanos Michael y Peter Spierig, en franco ascenso en la industria (hicieron el regreso de "Jigsaw" en 2017), vuelven a la carga con un film de terror, de estructura clásica, basado en una serie de relatos biograficos sobre la mujer que lideraba la acciones de la famosa compañía de rifles de repetición americanos: Sarah Lockwood Winchester. Al parecer (y esto si es parte del contexto histórico), esta mujer, Sarah (jugada en el film por Helen Mirren), sentía un gran dolor y preocupación por las víctimas fatales que se desataban por la creación máxima de la familia: el rifle a repetición. Esa arma era utilizada en su tiempo mucho, y ella creía (al parecer), que esos espíritus venían a su casa a reclamar paz. De ahí que se le ocurrió la idea de tener una casa enorme, y de ir construyendo habitaciones y ambientes en forma sucesiva, decorados o funcionales para cada persona que presumiblemente había muerto, y cuyo espíritu visitara la casa Winchester. Digamos entonces que este era "su" mecanismo para limpiar la culpa por haber generado la máquina que quitaba vidas. Ella parece haber estado buscando contener a esos enojados y dolorosos espíritus atenuando su situación de dolor y angustia...(dicen sus múltiples biógrafos) Recordemos que su marido había muerto de tuberculosis y su hija recién nacida también. Sin dudas, Sarah era una mujer poderosa y conflictuada, rol que define por excelecia a Helen Mirren. El rol le calza como un guante de seda. Convengamos que la historia luce interesante. Los Spierig parten de un hecho popular, imaginan un escenario y lo recrean con cast que lidera Mirren, centro del juego en cualquier cinta donde participe. Aquí la trama comienza cuando la compañía, intentando quitarle el control de las acciones a Sarah, envía a investigar que sucede en la casa (y con la clara intención de declararla insana)a un psiquiatra de nombre Eric Price's (Jason Clarke). El es bastante escéptico del tema de los espíritus y sus manifestaciones. Pero intenta hacer su trabajo con algo de decoro... Sarah (Mirren)... Está en otra sintonía. Tiene muchísimo dinero y... algún tornillo le falta. La actriz británica se luce componiendo otro personaje que si lo hiciera otra intérprete, sería un impresentable. Ella se las arregla para convencernos de la locura de la viuda Winchester sin demasiados problemas. La cinta propone sustos, puertas que se abren y cierra, presencias amenazantes, seres inmateriales que deambulan, ceremonias de invocación... Bueno, todo lo que ustedes ya se deben imaginar. Nada luce demasiado especial, pero se nota el esfuerzo por invitar a una inmersión emocional en la temática del film... Clarke hace lo que puede con su rol (no ofrece demasiados matices), y el resto del cast no aporta demasiado. "Winchester" transcurre como una especie de "The Conjuring" fuera de registro y levemente bizarra. Es una sensación extraña, pero no parece "orgánica" (se que mi referencia no fue de lo mejor pero...). Hay preocupación de sobra por asustar y mostrar locura, y lo cierto es que pasados unos minutos, esperamos con ansias construcciones con giros y color, y la verdad, esto no sucede. La trama, cuando promedia el film, se vuelve previsible y repetitiva y si no fuera por el trepidante final, nos dejaría un gusto amargo en la boca. Más allá de eso, "La maldición de la casa Winchester" es un film que se deja ver y se sostiene por la calidad de una actriz que siempre hace bien disfrutarla en pantalla. No es quizás todo lo que esperan, pero tampoco saldrán defraudados.
Helen Mirren tiene talento de sobra, incluso para interpretar a la excéntrica Lady Winchester, heredera de la famosa marca de rifles de repetición, quien a principios del siglo pasado se dedicó al espiritismo y a construirle una especie de santuario en su mansión a los espectros de todos aquellos muertos de manera violenta por culpa del "rifle que conquistó el Oeste". Hay algunos apuntes de la historia real de la extraña mansión Winchester que, al día de hoy, sigue siendo considerada uno de los lugares mas embrujados de los Estados Unidos. Pero este es un film de terror que se parece demasiado a alguna de las clásicas películas sobre cuentos de Edgar Allan Poe de Roger Corman, aunque con más dinero que verdadera eficacia, y a pesar de que, cuando hace falta, Mirren puede resultar más oscura que el mismísimo Vincent Price. La trama presenta a un precoz psicólogo de 1906, perdido entre el alcohol y el opio, que de golpe es contratado por la empresa que fabrica los rifles del título para determinar si la protagonista está, tal como parece, totalmente demente, y por lo tanto incapaz de manejar negocios. Ya en la mansión el médico encontrará cosas raras, incluyendo un niño poseído con tendencias homicidas y señales espectrales intensas. Lo interesante del guión es que sublima el tema de las actuales masacres con armas de fuego a través de lo fantástico, pero más allá de Helen Mirren y un buen par de sustos, el asunto daba para más.
Basada en la historia de la mansión Winchester situada en California. Esta mansión victoriana fue construida por la viuda y heredera del creador de los rifles Winchester, Sarah y su convicción de que los fantasmas la acosaban la llevó a construir más de 160 habitaciones, escaleras que no llevaban a ninguna parte y puertas que al abrirse descubren un muro… todo con la intención de esquivar a los seres del otro mundo. Los abogados de la empresa de Rifles a Repetición Winchester contrata al doctor Eric Price (Jason Clarke), un psicólogo adicto al láudano, atormentado por su pasado, para que evalúe las capacidades mentales de Sarah Winchester (Helen Mirren), única heredera de William Winchester y accionista mayoritaria en la empresa. Desde un primer momento La Maldición de la Casa Winchester nos deja ver con qué nos vamos a encontrar: espíritus malignos acosando a los protagonistas a diestra y siniestra. Con un tempo tranquilo pero implacable, los hermanos Spierig (Predestination, Jigsaw) nos muestran a lo largo de 99 minutos de metraje cómo los espíritus de las víctimas de los rifles Winchester intentan vengarse de la familia que los fabricó en un principio; así como el conflicto desencadenado en el doctor Price, quien a pesar de presenciar actos inexplicables, su mente racional lo fuerza a negar la realidad que vive dentro de la casa. Con actuaciones impecables por parte de Helen Mirren y Jason Clarke; una fotografía excelente llevada a cabo por Ben Nott y un guión prolijo a cargo de Tom Vaughan y los mismos hermanos Spierig, La Maldición de la Casa Winchester es una película entretenida, atrapante y escalofriante.
Una bala por los muertos Quienes sean seguidores de la interminable serie televisa Supernatural tal vez ya lo sepan. Winchester es una de las marcas armamentísticas más famosas, en especial por sus rifles de repetición, junto a las Colt. Pero también ese nombre es célebre por otras razones: ser el apellido de una familia (y no, no nos referimos a Sam y Dean, hablamos de una familia real), la que acuño la fábrica original y cuya mansión es considerada la casa más embrujada en la historia de los Estados Unidos. La pregunta es, ¿cómo es que hasta ahora el cine se había perdido semejante historia? Está ubicada en San José, California. La esposa del creador de los rifles William la mantuvo permanentemente en construcción durante casi 40 años, debido a unos terremotos que asolaron la región. Los mitos alrededor del lugar abundan, y por eso hoy ya no es un hogar sino un atractivo turístico pintoresco, conocido como Winchester Mistery House. Todo ello nos sirve para decir que a los Winchester les llegó la hora (que no, que todavía no termina la serie) y La Maldición de la Casa Winchester es el film que cuenta parte de su mitología, con la obligada placa inicial de “Basada en hechos reales”. Los Hermanos sean unidos Se podría decir que los hermanos Michael y Peter Spierig comenzaron su aventura en la gran pantalla con el pie derecho. Su primer película, Undead, es de esas joyas a descubrir (quizás exagere un poquito), populares por el boca en boca más que por una gran producción o campaña de marketing. Le siguieron dos producciones más que los mantuvieron al borde del mainstream, pero acrecentando su prestigio: Daybreakers y Predestination, ambas con el protagónico del querido por la cinefilia Ethan Hawke. Claro, ¿cuánto tiempo iba a pasar hasta que las puertas de las grandes producciones se abrieran ante ellos? A fines del año pasado fueron los encargados de dirigir Jigsaw, la octava entrega de El juego del miedo, y si bien la taquilla sonrió, la cuestión del prestigio comenzó a ponerse en dudas… aunque siempre en estos casos queda la excusa de ser productos por encargo de los cuales no tienen el control creativo. Tres meses pasaron nada má, para que los Spierig jueguen su próxima carta en La Maldición de la Casa Winchester, que los coloca nuevamente no solo en la dirección, sino como responsables del guion –a diferencia de Jigsaw–, esta vez junto a Tom Vaughan. ¿Son los hermanos Spierig expertos en la materia con la capacidad inventiva y originalidad que demostraron en sus tres primeros films? Los vengadores del rifle Ambientada a inicios del Siglo XX, La Maldición de la Casa Winchester cuenta la historia del Dr. Eric Pierce (Jason Clarke), un médico atormentado por su pasado respecto a su difunta esposa, que es convocado a la mansión para analizar si Sarah Winchester (Helen Mirren) se encuentra en condiciones psiquiátricas y físicas óptimas como para continuar al mando de la empresa Winchester. Sarah es también una mujer atormentada por su pasado, recluida en su casa, siempre vestida de negro, con un velo que recubre su rostro. Convive con su sobrina Marion (Sarah Snook) y el hijo de esta, Henry (Finn Scicluna-O’Prey). Pero hay algo más: Sarah está convencida de que la casa es acechada por espíritus que la perturban y no la dejan en paz. Por esta razón construye una casa inmensa, llena de dormitorios y escaleras; para no tener que cruzarse con los espíritus. Ese “detalle” es lo que hace que varios (menos Marion) duden de su cordura, y ahí está Eric para descubrirlo. El Dr. Pierce deberá pasar unos días en esa casa para evaluara a la mujer y, por supuesto, su cordura también será puesta a prueba cuando él mismo comience a sentir las presencias de las que Sarah habla; hasta la presencia de su propio pasado. La Maldición de la Casa Winchester podría definirse como una apuesta a lo seguro. Sigue los lineamientos de las casas embrujadas y fenómenos paranormales trazados post El conjuro, y se reposa en varios jump scares obvios y terrores clásicos que, aunque los vea venir de lejos, pueden llegar a sobresaltar igual. Con una puesta en escena cuidada, aprovechando la época en la que se sitúa, y aprovechando más aún la presencia de una dama de la actuación como Helen Mirren, se nota un film a escala mayor, con cierta veta dramática clásica. De Jason Clarke sabemos que no podemos esperar mucho, su rostro no parece tener más de una expresión, ya lo conocemos. Quien sí se adapta mejor al género es Sarah Snook (la protagonista de Jessabelle): luce correcta y muestra pavor en su rostro. Los hermanos Spierig logran una labor acertada, no hay grandes fallas en la fotografía ni en el montaje, mantiene un ritmo lento pero constante típico, y hasta se hace notar su banda sonora ambiental. Pero es inevitable pensar que La Maldición de la Casa Winchester pudo ser más de lo que es: un producto de manual. No hay aquí originalidad ni innovación o diferenciación alguna, ni siquiera logra aprovechar bien su locación. A diferencia de un film como Havenhurst La Resurrección del mal, o Gente detrás de las paredes, aquí la casa no se siente como protagonista, no es una amenaza en sí misma con sus pasadizos y trampas, como si lo es la casa real. Es una gran mansión, lúgubre, pero nada inventiva ni distintiva. Conclusión La Maldición de la Casa Winchester es un producto medio, entretenido, que puede lograr algún susto. Sin grandes errores; tampoco fuertes aciertos. El desaprovecho de la locación y la posibilidad de ir adivinando mucho de lo que sucede, puede llegar (sobre todo en su segundo acto) a cierto tedio. Los hermanos Spierig demuestran tener mano para el género, pero ya no lucen tan sobresalientes.
La película, con guión de Tom Vaughan y los hermanos Spierig nos trae la historia acerca de la maldición de la casa de la viuda de William Wirt, quien falleció en 1881 a raíz de una tuberculosis, y quien fuera el fundador de la Empresa de Rifles Winchester Repeating Arms Company. Luego de su muerte, su esposa, Sarah (impecable Helen Mirren) sufrió otro golpe, la muerte de su única hija, Annie. A partir de allí, comienza una loca carrera de "construcción" que se traduce en agrandar su mansión a lo largo, ancho y alto, convirtiéndola en una casa de más de cien habitaciones que no conducen a ningún lugar. Según la Sra. lo hace guiada por espíritus que se lo ordenan y para cada uno hace un cuarto y los encierra ahí. Y todos ellos fueron víctimas de los rifles Winchester. Para evaluar la salud mental de la viuda, quien vive con su sobrina Marion (Sarah Snook) y el hijo de ésta, Henry (Finn Scicluna-O'Prey) quien será el destinatario de ciertos "embrujos", llegará a la casa ubicada en San José, California, el psiquiatra Eric Price (Jason Clarke). Algunos sustos, no muchos, un final que cierra y una muy buena actuación de Helen Mirren. Muy buena dirección de arte y recreación de época. No mucho más, de todas formas, se deja ver.
Los hermanos Spierig no se caracterizan por la sutileza. Su apropiación del terror, que incluye sagas ya agotadas como la últimaJigsaw: El juego continúa, o cruces originales entre el horror y la ciencia ficción como la extrañamente luminosa Vampiros de día, combina una cinefilia algo freak con un conocimiento adolescente de los códigos del género del que siempre hacen gala.La maldición de la casa Winchester no escapa a esas constantes pero se enriquece con un gesto: usar el espacio, elemento fundamental del gótico, en clave irónica. Toda la lectura de la leyenda sobre la viuda del inventor del famoso rifle Winchester y su mansión en permanente construcción, habitada por espíritus deudores de ese pasado pecaminoso, adquiere un tinte satírico que no elude el guiño hacia el presente de la era Trump. Cuando el dilema de las armas en manos de civiles resuena día a día, la mansión de principios del siglo XX, teñida de susto y sangre por los Spierig, se revela como una caja de resonancia de augurios y premoniciones. Más allá de lo previsible de algunos golpes de efecto y de cierta redundancia en algunas revelaciones, la idea de un mal que emerge de las consecuencias imprevisibles de los actos, de la dimensión oscura de la máquina y que habita en los recovecos del pensamiento resulta un logro interesante. Helen Mirren desfila con su atuendo mortuorio como una presencia más de aquel embrujo cuyo último refugio es la conciencia.
La estupenda actriz Helen Mirren (“La Dama de Oro”, “La reina”) protagoniza a Sarah Winchester, una viuda, dueña de una importante mansión del mismo nombre , es la heredera del patrimonio del inventor del famoso rifle Winchester. Su trama tiene un plus especial porque se dice que se encuentra “Basada en hechos reales”. Se decía que esta enorme mansión se encontraba habitada por fantasmas, llena de pasillos y pasadizos secretos, estos buscan cobrase algo y acechan en distintos momentos. La señora Sarah Winchester se encuentra perturbada por lo que sucede en ese lugar. Hay quienes buscan quedarse por eso es contratado el Psiquiatra Dr. Eric Price (Jason Clarke) para declararla insana. Una vez allí, la muerte vigila, varios sucesos extraños van ocurriendo, existen espectros, espíritus, sombras, habitaciones siniestras, oscuridad, el miedo aparece entre los personajes que habitan en el lugar, hay intriga y tensión y la utilización del flashback ayuda para develar ciertos hechos. Este film tiene un estilo gótico y prolijo pero lamentablemente no deja de ser predecible. Aunque los amantes del cine de terror disfrutarán de la misma y su trama genera cierta curiosidad.
La mansión Winchester es considerada el lugar más embrujado de Estados Unidos. La edificación en constante construcción pertenecía a la familia homónima, sí, los responsables del afamado rifle. Y este film toma como punto de partida esta historia folclórica norteamericana, basada en los hechos reales acaecidos alrededor de la figura de Sarah Winchester (Helen Mirren) y los extraños sucesos en los que se vio involucrada.
Esta fue una gran oportunidad desperdiciada de sumergirse en la misteriosa historia de Sarah Winchester y su obsesión con el ocultismo como un medio para lograr la paz mental. Un misterioso laberinto de habitaciones y escaleras de la verdadera mansión de Winchester, en California, crea el escenarioideal para una película de terror llena de intriga y “sustos” típicos del género, que nunca faltan en producciones de Michael Spierig (Daybreakers, Predestination, Jigsaw). La película está ambientada en 1906, basada en la historia real de Sarah Winchester (interpretada hábilmente por la ganadora del Oscar Helen Mirren), que construye una elaborada mansión siendo heredera de la fortuna del rifle Winchester, y cree que todas las almas asesinadas por sus armas de fuego la persiguen por una razón u otra. En la película, Sarah piensa que está encargada de guiar a estos espíritus asesinados mediante la construcción de las habitaciones en las que murieron. Día y noche, la construcción continúa mientras Sarah deambula fantasmagóricamente en un vestido negro digno de película de terror. Nada de esos hechos va muy bien con la gente de la compañía Winchester Rifle que tienen el 49 % de la propiedad de la empresa, quienes preferirían tomar el control del negocio en lugar de tener una “matriarca perseguidora de fantasmas” ejecutando las operaciones. Contratan al doctor Eric Price (Jason Clarke) para visitar a Sarah y llevar a cabo una evaluación de su estado mental. Por supuesto, el doctor Price tiene sus propios demonios: enlutado por la muerte de su esposa, pasa las noches en un estado de drogadicción. Una nota del doctor Price podría efectivamente robarle la compañía a la vieja viuda y hacer que los accionistas de Winchester sean aún más ricos, así entonces la compañía envía al médico a pasar una semana con Sarah. Al llegar, Price es recibido por la sobrina de Sarah (Sarah Snook) y su hijo Henry (Finn Scicluna-O’Prey) que se quedan con su pariente después de una tragedia familiar. Price comienza su evaluación de inmediato y entrevistar al personal antes de mantener conversaciones con Sarah. Es en estas escenas, entre Mirren y Clarke, donde la película se acerca más a algo interesante, pero no resulta ser así. Mirren es perfecta como Sarah Winchester, así que no te preocupes por su actuación. La mujer podría leer una guía telefónica y ser interesante, convincente incluso. Ella interpreta a una mujer consciente de sí misma atormentada por el miedo y la culpa, pero que aún no ha perdido sus facultades. Clarke es útil en el papel del doctor Eric Price. Toca todas las notas, pero falta un elemento de carisma. El personaje tiene defectos, y ese no es el problema. Nunca se dio una razón para gustarle; de hecho, inmediatamente se dan razones para desconfiar de él como el protagonista de la historia. Con una historia tan rica, el equipo de escritura y dirección de los hermanos Michael y Peter Speirig, deciden enfocarse no en la casa, no en la historia de Sarah con lo oculto, ni siquiera con la tradición de evadir espíritus con cambios constantes en el hogar, pero sí en algo que ya no funciona: jugar con lo ya visto antes. Eso sin mencionar los sustos que dependen en gran medida de aguijones musicales o ruidos repentinos en lugar de suspenso y tensión genuinos que hace tiempo no vemos en una película de terror. Esta fue una gran oportunidad desperdiciada de sumergirse en la misteriosa historia de Sarah Winchester y su obsesión con el ocultismo como un medio para lograr la paz mental. Lo que podría haber sido una imagen de terror psicológico en la línea de lo brillante como The Haunting (1963) de Robert Wise, o incluso el más obvio pero todavía aterrador de The Conjuring, termina siendo todo una película de la casa encantada, donde al final de alguna forma, el bien triunfa (?) sobre el mal.
Horror gótico Helen Mirren es la protagonista de esta historia de fantasmas y maldiciones con una historia real como base Sarah Winchester es una millonaria convencida de que está maldita. Después de la repentina muerte de su marido y su hijo, cree que las almas de todas las personas que murieron por culpa del famoso fúsil creado por su familia se dedican a perseguirla. Su obsesión la lleva a construir una gigantesca mansión en San José, California, para intentar ahuyentar a los espíritus malignos. El Dr. Price, contratado por los accionistas de la empresa Winchester, deberá dilucidar si Sarah está en sus cabales y resolver el misterio que encierran los cuartos de la Casa Winchester. Michael y Peter Spierig han escrito y dirigido este filme de atmósfera gótica, una historia de fantasmas muy bien lograda que, por decorados y estética, remite a los clásicos ingleses de la Hammer Films. La laberíntica casa del título (que en realidad existe en la zona de San José, California) sirve como surrealista locación para una trama densa e inquietante, en un filme que insinúa más de lo que muestra. Play Helen Mirren como Sarah Winchester mete miedo, su presencia de luto permanente, impone respeto y muchas veces causa más espanto que las propias apariciones. Como aquella terrorífica madre del vampiro que encarnaba Martita Hunt en Las novias de Drácula, esta viuda de caminar lento y mirada amenazante, es una incógnita. Los puntos bajos que pueda tener el filme, se ven opacados por la participación de tan tremenda intérprete, un lujo para cualquier película. Jason Clarke también logra ser convincente, su Dr. Price es el complemento perfecto para que la trama avance hacia un clímax en donde la superstición se dará la mano con la realidad. Sin ser una maravilla, La maldición de la Casa Winchester es una honesta película de aparecidos, que una vez finalizada, invita al espectador a investigar un poco más sobre esa exótica mansión y sus excéntricas habitaciones, para descubrir que algunos misterios de la vida real, superan ampliamente a la ficción.
ADIÓS A LAS ARMAS Seguimos sumando historias intrascendentes de terror al repertorio. Cuando pensábamos que el subgénero de “casas embrujadas” se había agotado, los hermanos Michael y Peter Spierig -responsables de la última entrega de la saga “Saw”, “Jigsaw: El Juego Continúa” (Jigsaw, 2017)-, arremeten con esta historia de fantasmas centrada en la mansión del título (no, nada que ver con Sam y Dean), esta famosa casona ubicada en San José (California), perteneciente a Sarah Winchester (Helen Mirren), viuda del magnate inventor del rifle de repetición William Wirt Winchester. Estamos en 1906, y tras la muerte de su marido, Sarah decide recluirse en la mansión mientras sigue siendo dueña de más de la mitad de las acciones de la compañía. La señora mantiene la casa en constante remodelación, y está convencida de que carga con una maldición por todas aquellas muertes (inocentes o no) a manos de la creación de su esposo. Ahí es donde entra en juego el doctor Eric Price (Jason Clarke), terapeuta que batalla con sus propios demonios y adicciones, obligado a abandonar su año sabático para examinar a la heredera y determinar su estado mental, por orden del resto de la junta directiva que, obviamente, la quiere sacar del camino. Un poco a regañadientes, y porque anda necesitando pagar algunas deudas, Price acepta el encargo y se muda a la mansión inmediatamente. Allí conoce a la sobrina de Sarah, Marion Marriott (Sarah Snookk) y su pequeño hijo, quienes viven un tanto recluidos, pero bien cuidados bajo el manto de su tía. Apenas pone un pie en la casa, Price empieza a experimentar algunos de los hechos sobrenaturales de los que tanto le hablaron, pero les resta importancia, y enseguida lo atribuye a su estado de abstinencia. Pronto descubre que, a pesar de sus supersticiones y creencias, la señora Winchester no tiene un pelo de loca y deberá ayudarla a encontrar las causas que la atormentan a ella, a su familia y a esta casa tan extraña. “La Maldición de la Casa Winchester” (Winchester, 2018) no aporta nada a un género que venía en ascenso durante 2017 y encontró su mejor expresión, en cuanto a casas embrujadas y posesiones, de la mano de James Wan y sus entregas de “EL Conjuro” (The Conjuring). Los Spierig hacen su mejor esfuerzo a la hora de sumergirnos en el misterio que rodea a la mansión y su relato, pero como muchas de estas historias, terminan cayendo en los sustos fáciles y todos esos lugares comunes a los que estamos acostumbrados. Cuesta creer que actores de la talla de Mirren o Clarke se presten para estas cosas, pero desde acá no los vamos a juzgar (ni culpar) por apostar a una narración que podría haber explorado temas más interesantes desde la psicología de sus atormentados personajes, ya que todos cargan con sus propios fantasmas del pasado, que nada tienen que ver con lo sobrenatural. Indirectamente, y creemos que es de pura casualidad (¿o no?), “La Maldición de la Casa Winchester” se relaciona con asuntos más coyunturales. Los fantasmas que pululan por la mansión son almas atormentadas que murieron a causa de la violencia provocada por los rifles, y acá no importa si son víctimas o victimarios. La culpa de estas muertes cae sobre los hombres de la viuda que, en última instancia, cree que el invento de su finado esposo es la verdadera maldición de su familia, y hace hasta lo imposible por redimirse y otorgarle a los muertos la paz que andan necesitando. La película se estrenó días antes de la masacre de Florida, el ataque a una escuela secundaria que dejó 17 víctimas fatales, y volvió a iniciar el debate sobre el uso de las armas en el país del Norte. Los hermanos Spierig, también guionistas, dejan escapar la oportunidad de sumarse a la discusión desde un género que, con sus mejores exponentes, siempre abogó por las reflexiones sociopolíticas y económicas enmascaradas en zombies, fantasmas y engendros varios. La gran protagonista de “La Maldición de la Casa Winchester” es, justamente, la mansión en constante cambio. Una estructura enorme repleta de habitaciones, pasadizos extraños y escaleras que no van a ninguna parte, cuya construcción (y destrucción) se extiende a lo largo de las veinticuatro horas del día. A pesar de los escenarios y la cuidada puesta en escena victoriana, algunos climas bien llevados y una idea de base que podría haber sido explorada con mejores (mucho mejores) resultados; esta nueva propuesta terrorífica cae en el tedio del género y sus clichés más explotados, relegando la importancia de los protagonistas y de esos fantasmas que buscan descanso o venganza, a un segundo o tercer plano. Todo termina en artificio, con un desenlace apresurado y agarrado de los pelos, adornado con algunos “efectos especiales” dignos de las más jocosas películas clase B. Queremos preocuparnos por los personajes y su padecimiento, pero los realizadores prefieren los espejitos de colores y la musiquita tenebrosa, antes que concentrarse en el desarrollo de los mismos y de una trama bastante floja. Nos gusta ver a estos grandes actores comprometidos con los géneros, pero no alcanza con los nombres famosos en los títulos; necesitamos de un gran relato de peso para que la inversión (monetaria y emocional) valga realmente la pena, y no nos quedemos con la “historia de fantasmas” vacía de calidad y contenido. LO MEJOR: - La casa como protagonista. - La puesta en escena. - Bueno, a Helen Mirren le perdonamos cualquier cosa. LO PEOR: - Una historia más del montón, plagada de clichés. - Una idea interesante que se cae minuto a minuto.
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A LA SOMBRA DE AMITYVILLE El subgénero de casas encantadas, que supo tener furor en los 70′, con la mencionada Amityville, La casa embrujada y la más desconocida pero excelente Pesadilla diabólica, hoy tiene como abanderada las sagas de El conjuro o La noche del demonio, además de Marrowbone. La maldición de la casa Winchester no parece hacer justicia a su grupo. La fascinante mansión Winchester en California, EE.UU., es considerada como una de las casas más embrujadas del país -aparte de Amityville- y con una interesante leyenda que envuelve sus 160 habitaciones. Sin embargo, los gemelos Spierig -responsables de las infumables Undead y Jigsaw, y sólo la rescatable Vampiros del día-, no logran sacarle el jugo narrativo al rico mito del inmueble con mayor actividad paranormal, proponiendo solo un pobre thriller sobrenatural. Eso sí, respetando la belleza victoriana del edificio en cuestión. La vida de la anciana y viuda del empresario de los rifles, interpretada por una correcta Helen Mirren, se encuentra desdibujada por una narración con pobrísimo clima misterioso. Además, Los Spierig caen en todos los lugares comunes del terror clásico y los efectos visuales de los espectros fantasmales son realmente para llorar. Toda la buena calidad en fotografía y ambientación de período se ve marchita con el bajo presupuesto de las apariciones del otro mundo, algo imperdonable para estos sujetos que ya cuentan con un prontuario de films dentro del terror. La propuesta se queda de esta forma a mitad de camino, con casi hora y media que aburre a los espectadores. El factor biográfico de la viuda obsesionada con los fantasmas que moran en la residencia y que por ello debe realizar tantos cuartos o salas como el inframundo le demande, queda solo como mero elemento de decoración. Lo mismo puede decirse de su obsesión con el número 13 para evitar que estos seres dañen a su sobrina nieta y su pequeño hijo. Todo esto sucede bajo la supervisión de un reacio doctor –encarnado por un Jason Clarke en un tono muy parecido a las interpretaciones de Robert Englund- contratado por la firma Winchester, que tendrá que analizar la cordura de esta anciana. Demás está decir lo poco aprovechado que está la interesante calidad actoral del joven Eamon Farren, cuyo rostro griego y a la vez siniestro es mejor explotado en Twin Peaks. Pero claro, todo es posible que ocurra en esta laberíntica casa donde la razón no cuenta y que dista de transmitir el pavor típico de una visita guiada a la verdadera edificación o el miedo imaginario de los pasadizos enredados en la literatura borgiana o de Edgar Allan Poe. 100% olvidable y sin salida.
Una producción que se establece como impregnando atención, un filme que de antemano se sabe esta basado en sucesos históricos, en lugares de existencia real, tal como reza desde los avances y el saber popular, sin embargo es todo de tan mal ensamblado que ni siquiera funciona el axioma “si dice basado en hechos reales, no le creas”. Lo que en un principio le otorgaba cierto interés anticipatorio era la presencia de la gran actriz inglesa Hellen Mirren acompañada. como un coprotagónico, por el actor australiano en ascenso por consenso Jason Clarke, a quien veremos dentro de poco en “Mudbounde”. Sumados a ellos varios actores de reparto entre los que se destaca la presencia de Sarah Snook, dirigidos todos por los hermanos Michael y Peter Spierig, también en progreso de consideración dentro de la industria por un par de producciones anteriores. Esto instala la idea, e intención de desear, por parte del espectador de creer sobre lo que se ve en pantalla, parece lograrlo. Pero sólo durante los primeros treinta minutos, es durante este tiempo que el texto cinematográfico cumple con lo que parecía prometer. La historia de la mansión Winchester, situada en California, a 50 millas de San Francisco. Esta construcción victoriana fue erigida por la heredera del creador de los rifles Winchester, Sarah Lockwood Winchester (Helen Mirren), y su convicción de que los fantasmas de los muertos por la creación de su marido la acosan la llevó a levantar más de 160 habitaciones, escaleras que no llevaban a ninguna parte y puertas que al abrirse descubrían un muro, todo con la intención de esquivar a los seres del otro mundo. Los directivos de la empresa preocupados por la salud mental de la viuda, a la que creen se le volaron las chapas (aunque la construcción es de ladrillo y cemento) envían al Dr. Eric Price (Jason Clarke), medico psiquiatra, para que haga una evaluación de la mujer. Pero el bueno del doctor tiene su propio “karma”, y la casa embrujada, no tardará en hacerle recordar que el titulo de psiquiatra no es un certificado de salud mental. Desde la producción, la dirección de arte, la fotografía, el diseño de sonido, todo trabajado en pos de sensaciones y climas sugerentes e inherentes al género, pero de buena factura durante ese lapso de tiempo delimitado en el primer tercio del filme. Sumado al trabajo de cámara, desde los planos elegidos hasta la posición de las mismas, para hacer jugar a los espacios como otros protagonistas. De hecho el nombre del filme se lo atribuye y “todo” transcurre dentro de esa mansión, supuestamente maldita, hoy un lugar turístico. Ubicada en San José, California.. Tampoco es casual que el relato se sitúe temporalmente en el año de 1906, en el que la ciudad de San Francisco quedo destruida por un terremoto. Para luego intentar sostenerse desde las actuaciones, que no pueden logar mantener el interés, ya que el catalogo de lugares comunes, los clichés se hacen presente a cada momento, exabruptos sonoros incluidos, relegando toda la película a la caterva de producciones mediocres, salvo raras excepciones, que se han ido realizando en los últimos años. A partir de estas cuestiones es que la obra no depara sorpresa alguna, se torna demasiado previsible, por ende aburrido. Desperdiciando todo lo bueno de las interpretaciones.