Extrañamos tanto a Felix y Oscar Existe una vieja fórmula para la comedia, tan vieja como la historia del cine. Se llama incluir dos personajes completamente opuestos en una situación cotidiana para generar humor. Cuanto más grotescos sea, cuanto más exageradas sean las características que diferencian a ambos, mejores van a ser los resultado...
En escala decreciente Seth Gordon, que venía de construir un más que modesto y divertidísimo producto con Horrible Bosses, esta vez mete la pata y le pifia feo en este intento de comedia protagonizado por Jason Bateman y Melissa McCarthy. Ladrona de identidades arranca de manera potente, con buena vibra y sugiriéndonos que presenciaremos una entretenida y graciosa película, pero a medida que pasan los minutos ese esperanzador comienzo se va haciendo trizas a la par de la historia y los descabellados acontecimientos que les van ocurriendo a los personajes principales. McCarthy es una compradora compulsiva, y en esta oportunidad, estafa a Bateman robándole su identidad desde una punta a otra de la ciudad, valiéndose del crédito ilimitado de su tarjeta. Lleva a cabo la operación aprovechando el nombre “unisex” del protagonista y perjudicado en cuestión: Sandy, a quien la suerte parece darle la espalda progresivamente viéndose implicado en numerosas situaciones irritantes cuando va a buscar a cuya persona le tendió esa trampa. Quizás lo más destacable radique en la garra que le pone a la narración este dúo actoral y alguna que otra secuencia en donde se da un entrecruce de las figuras que participan. Pero todo lo que sobra se tira de cabeza hacia lo negativo, dado que falla en la parte de gags, no logra ascender la tensión, decae cada vez más con el pasar del tiempo y, como si fuera poco, se termina apelando a un sentimentalismo barato de nulo compromiso emocional con el espectador que acaba casi insinuándose como una cinta familiar. LO MEJOR: Bateman y McCarthy, en ese orden. LO PEOR: no genera risas, la historia cae vertiginosamente en un pozo. La resolución final. PUNTAJE: 4,6
Ladrona de identidades es ideal para los que buscan sacarse los problemas diarios de la cabeza pasando un rato ameno en el cine con una sencilla comedia. La historia es simpática, aunque bastante disparatada, pero lo vas a pasar bien si no le estás buscando la quinta pata al gato poniéndote a analizar si las situaciones que viven estos personajes podrían ...
Hace algunos años el director Seth Gordon estrenó Horrible Bosses, una película que gracias a su divertido y original concepto logró ser un éxito de taquilla. Este film pretende repetir la misma fórmula con los ascendentes Jason Bateman (Arrested Development) y Melissa McCarthy (Damas en Guerra) en los papeles principales. Pero lamentablemente un rayo no cae en el mismo lugar dos veces, y a pesar de contar con un elenco cómico de lujo y una interesante historia como punto de partida, Ladrona de Identidades termina siendo una película poco graciosa y excesivamente (e innecesariamente) sentimental. Doble Identidad Sandy Patterson es un hombre común y corriente, tiene una esposa, dos hijas, acaba de cambiar de trabajo y su vida parece encaminarse hacia un fantástico futuro. Pero hay un problema, Sandy es víctima de un robo de identidades. Usando sus datos y por medio de una falsa tarjeta de crédito, Diana gasta miles y miles de dólares a su nombre. Cuando Sandy descubre lo que está ocurriendo y con la policía atada de manos (por el bien de la historia) decide solucionar las cosas por su cuenta. Es por eso que Sandy viaja a Florida e intenta convencer a Diana de que lo acompañe a Denver para así solucionar todos sus problemas, pero la mafia y un temible cobrador aparecerán en escena complicando aún más las cosas. Oda a la mediocridad Ladrona de Identidades se estrena en los cines argentinos por una simple razón: recaudó mucha plata en Estados Unidos. Año tras año en el país del norte se ven centenares de comedia que, a pesar de obtener buenas críticas, nunca llegan a nuestros pagos por el hecho de que no funcionaron desde el punto de vista económico y ninguna distribuidora nacional se anima a traer. A lo que quiero llegar con esto es a lo siguiente, estrenar Ladrona de Identidades es “ir a lo seguro” y la película es un fiel reflejo de eso. No hay nada en el film que no hayan visto antes, quizás la historia pueda parecer original, pero créanme que de la forma en que está tratada no hace más que hacerla sentir como un largo deja vú de dos horas. El guión escrito por Craig Mazin es dolorosamente mediocre, se mete en todos los lugares comunes habidos y por haber y la dirección de Gordon nunca intenta siquiera ir un poco más allá. Si algo bueno se puede decir de esta película es gracias a sus dos personajes principales: Jason Bateman y Melissa McCarthy. La química del dúo es innegable y es lo único que nos permite seguir prestándole atención al relato. Está claro que el objetivo de una comedia es divertir, pero para lograr eso se necesita algún tipo de sustento y eso es de lo que carece Ladrona de Identidades. Sí, hay chistes y más de una vez nos pueden sacar una sonrisa. Pero olvídense de reírse a carcajadas. Para colmo de males llegando al final el film toma un giro (bastante obvio debo agregar) hacia el melodrama barato, y aunque plantea interesantes preguntas sobre la identidad (¿nos define lo que hacemos o de donde venimos?) la culpa y las responsabilidades, nunca se molesta en responderlas porque básicamente esa nunca fue su intención desde un primer momento. El guión se empecina en cerrar la historia con un final feliz (obviamente, porque esto es Hollywood) y es por eso que los giros que toma la tramase sienten forzados e inverosímiles. Conclusión Ladrona de Identidades es un film que ni siquiera amaga a ir un paso más allá de la mediocridad y se conforma con ser lo que es. La historia nunca explora todo su potencia y de la mano de chistes ya vistos el resultado final termina siendo una comedia que no causa gracia y aparte de todo, aburre. Simplemente podemos rescatar a Bateman y McCarthy que con oficio y simpáticas actuaciones mantienen viva a la película.
A robar mi amor Navidad sin los suegros (2008) es una comedia más redonda que Ladrona de identidades y ambas fueron dirigidas por Seth Gordon, cuyos orígenes provienen del documental. Ambos títulos pecan de los mismos errores que obedecen a la capa de corrección política aplicada bajo una prédica conservadora cuando en apariencia las propuestas tienden a ser todo lo contrario. Sin embargo, a pesar de este defecto debe reconocerse que tanto un film como el otro cuentan con una buena pareja protagónica y con la cuota de confianza necesaria para que todo el peso del relato y la efectividad de las situaciones graciosas recaigan en los comediantes. Para el caso de Ladrona de identidades la mayor cantidad de laureles se los lleva Melissa Mc Carthy (Damas en guerra, 2011), quien por un lado explota sus cualidades histriónicas y desparpajo a flor de piel y por otro las exageraciones de sus volúmenes corporales para demostrar enorme destreza física, sobre todo en gags pensados para su contextura y cuerpo. En esta comedia de enredos de pareja dispareja el contrapeso para que no se desbalancee el exceso lo aporta Jason Bateman, en un rol contenido y adecuado a las circunstancias. La premisa es básica y como tal no tarda en definirse el mayor conflicto entre la pareja antagónica: Diana (Melissa Mc Carthy) es una experta en fraudes con tarjetas de crédito que roba identidades y vive la gran vida a expensas de las fallas del sistema financiero y de sus víctimas como es el caso de Sandy (Jason Bateman), empleado y padre de familia sin un holgado pasar económico que se ve de la noche a la mañana envuelto en una trama que implica deudas con seis tarjetas de crédito. Así las cosas, el único modo de limpiar su buen nombre y de recuperar su empleo es dar con el paradero de la usurpadora y para ello adentrarse en una aventura a la que se sumarán sicarios, caza recompensas y un sinfín de enredos junto a la ladrona, así como una relación entre ambos que terminará por fortalecer un vínculo entre víctima y victimario. Las coordenadas de una buddy movie en el contexto de una road movie están más que presentes en un guión simple que en su primera mitad despliega lo mejor del film y en su segunda lo peor. Y esa descompensación termina por conspirar con el resultado final porque el drama y la justificación de un pasado traumático surgen de manera caprichosa y abruptamente cuando las condiciones para la comedia sin recaídas moralistas estaban servidas en bandeja. Con momentos logrados y muy buena química entre Mc Carthy y Bateman, Ladrona de identidades se ubica cómodamente dentro del grupo de comedias blandas e inofensivas a la vez que olvidables y convencionales hasta decir basta.
Estafa sin gracia Los conflictos surgidos de las parejas de opuestos siempre resultaron atractivos para explotar y rentables para muchas producciones cinematográficas. En Ladrona de identidades se juega al máximo con las contrastantes personalidades de la dupla protagónica. Sandy (Jason Bateman, el actor de Quiero matar a mi jefe) es un hombre de negocios que tiene un buen futuro y una familia que lo apoya, pero su vida cambia cuando Diana (Melissa McCarthy, la intérprete de Damas en Guerra), que vive en la otra punta de los Estados Unidos, toma su identidad, utiliza su tarjeta de crédito y le hace sus días realmente imposibles. Con este marco, la comedia tiene un comienzo atrapante que promete humor y enredos, pero la historia se va haciendo previsible con el correr de los minutos, poco graciosa y vira hacia el lado sentimental en su último tramo. Aprovechando el nombre ambiguo de Sandy, Diana no tiene frenos y se da la gran vida en Miami. Nada parece alcanzarle, desde un buen peinado hasta ostentosos vestuarios. Hasta que el verdadero Sandy dice basta y emprende una travesía para atraparla y ponerla al descubierto. La película de Seth Gordon, realizador que acredita en su carrera títulos como Navidad sin los suegros y Quiero matar a mi jefe, focaliza en el tema de la soledad y cómo ésta arrastra a la protagonista (de peso pesado en el rubro) hacia la estafa y la desesperación. Si bien no resulta graciosa, la trama se sumerge además en el terreno familiar, en las persecuciones y en la inserción de Diana en el ámbito íntimo de Sandy. Ahí es cuando quizás todo hace más ruido a pesar de la buena química que existe entre los protagonistas. Ambos conocen el timing de la comedia pero aquí las situacones hilarantes quedan en un segundo plano.
En la carretera En estos últimos años existe una explosión (y reconocimiento por parte de la industria) de una comedia americana comandada por mujeres. Así Damas en Guerra (Bridesmaids, 2011), Despedida de Soltera (Bachelorette, 2012) o Ritmo Perfecto (Pitch Perfect, 2012) pudieron poner bien alto la vara de comedia. Desde la mejor de esas películas, Damas en Guerra, hizo su fulminante aparición cinematográfica Melissa McCarthy (conocida por la serie Mike & Molly). Al igual que Zach Galifianakis en ¿Qué Pasó Ayer?, McCarthy logró en un papel secundario robarse cada una de las escenas en las que dice presente. Este 2013 supone su gran lanzamiento: Ladrona de Identidades (Identity Thief) y Armadas y Peligrosas (The Heat, junto a Sandra Bullock) son con las que se va medir si ha nacido una nueva estrella (de la comedia). Ladrona de Identidades, el film en cuestión, la pone en el papel de Diana, una mujer que se da la gran vida (robada) a puro derroche de tarjeta de crédito. Claro, una que lleva el nombre de otro. La víctima en este caso es Sandy Patterson (Jason Bateman), hombre de familia que trabaja encargado de las cuentas de una firma financiera (de esas que solo los altos cargos, y que no trabajan, reciben bonos millonarios), y que vive al limite de ahorro. Entre timorato (en algún punto se deja llevar por cualquiera que lo presione) e inocente/estúpido (capaz de darle sus datos personales a una persona que lo llama por teléfono) su devenir en el film logra interesar por las violentas acciones de la que es capaz, representante el temor de clase media de perder su modo de vida. La imposibilidad policial de resolver el caso obliga a Sandy a salir de su tibio bienestar en la búsqueda de Diana para traerla ante la justicia. Para cuándo logra encontrarla, a varios cientos de kilómetros de distancia, la carretera es el único camino de regreso al hogar (la idea de dos Sandy Patterson en un mismo avión no cierra demasiado) y la buddy movie de opuestos queda conformada. Para meterle picante, y justificar el hecho de que Diana vaya con Sandy, Ladrona de Identidades fuerza una intriga policial con mafiosos y un caza recompensas (un cada vez más áspero Robert Patrick) que no convence demasiado. Lo que logra romper la comodidad de esta comedia industrial es McCarthy y su entrega al personaje. De un espectro que va desde la emoción hasta la salvajada, es en los raptos de comedia física dura (por momentos uno parece reírse de ella más que con ella) desde donde se transmite una energía y soltura que remonta la estructura de comedia medio pelo. Jason Bateman, aún con su usual buen timing y esporádicos arranques de furia, agota en el rol de hombre sensato. Una comedia irregular para el despliegue de Melissa McCarthy, no mucho más que eso.
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Jason Bateman es un muy buen actor que tuvo un enorme crecimiento en su carrera en los últimos años y por eso cada vez se lo encuentra en el cine con más frecuencia. Su popularidad en la serie Arrested Development generó que consiguiera más roles protagónicos en Hollywood. En este caso volvió a reunirse con el director Seth Gordon, con quien había trabajado en Quiero matar a mi jefe, una comedia que seguía el estilo de humor de ¿Qué pasó ayer? Lamentablemente el resultado no fue el mismo. La última película que hicieron no era una joya del humor, pero por lo menos entretenía y tenía sus buenos momentos. Ladrona de identidades es sencillamente horrenda. El argumento no hace otra cosa que desperdiciar el talento de Bateman y la actriz Melissa McCarthy, quien se había destacado en Damas en guerra (Bridemaids). Acá más allá de los chistes a su obesidad no aporta absolutamente nada por la sencilla razón que el humor brilla por su ausencia. Lo que podía haber funcionado como una decente comedia de enredos se viene a abajo cuando entran en escena asesinos a sueldo y cazarecompensas que están totalmente fuera de lugar en este film y uno no termina de entender que es lo quiso hacer el director con esta historia. Se dió algo similar a lo que ocurrió con la última entrega de ¿Qué pasó ayer? donde ibas al cine esperando ver una comedia y te encontrabas con un film desapasionado que ni siquiera es gracioso y los pocos momentos humorísticos son malos y parecen forzados por el guión. La película se concentra demasiado en la acción con persecuciones y tiroteos y el director se olvidó que si el el espectador quería ver una propuesta de ese estilo, lo último que haría es pagar una entrada por una buddy movie con Jason Bateman y Melissa McCarthy. Es muy burdo que intentaron hacer algo del estilo de Fuga a la medianoche (Robert DeNiro) y Mejor solo que mal acompañado (Steve Martin) pero no funcionó porque el guión es malísimo y representa un insulto a la memoria de esos clásicos. Es una lástima ya que se desperdició la oportunidad de disfrutar juntos a los protagonistas que son buenos comediantes pero esta producción no supo aprovecharlos. Un estreno para el olvido.
Para atrapar a la gorda Del director y el actor de Quiero matar a mi jefe, de la gran (en todo sentido) Melissa McCarthy (Damas en guerra) y del guionista de las dos últimas entregas de ¿Qué pasó ayer? se esperaba bastante más que esta discreta, mecánica, brutal, despiadada y sádica comedia negra. Me cuesta entender el enorme éxito comercial que tuvo (135 millones de dólares sólo en los cines norteamericanos) porque se trata de un subproducto que genera más vergüenza ajena e irritación que disfrute, incluso en plan “placer culpable”. ¿Qué vemos en este nuevo film de Seth Gordon? A Sandy Bigelow Patterson (el insulso Jason Bateman), un experto en finanzas y dedicado padre de familia (su esposa, una desaprovechada Amanda Peet, está embarazada) que -en medio de un importante cambio laboral- sufre el “robo de identidad” al que alude el título. En efecto, la obesa Diana (Melissa McCarthy) aprovecha su nombre “unisex” y duplica sus tarjetas de crédito para dar rienda suelta a su consumismo voraz. El mundo atildado, previsible, conservador del protagonista se derrumba y -presionado por la policía- no tendrá más que ir a cazar “a la gorda”. Lo de las comillas no es gratuito. Aquí se trata de ver cómo un buen tipo intenta atrapar a un ser despreciable como el que encarna McCarthy (cien veces mejor comediante que Bateman). El film nos obliga a odiar a Diana y a empatizar con Sandy y esa manipulación ya es una operación bastante poco eficaz (y no lo digo desde la mirada horrorizada de la corrección política). Lo que sigue es una mediocre sucesión de enredos en el terreno de la road-movie (ambos deberán unir fuerzas para escapar de mafiosos varios que siguen sus pasos) y el desenlace -que no adelantaremos- resulta a todas luces concesivo, demagógico y tranquilizador, de esos que terminan mordiéndose la cola. Las comedias de estafador@s nos han regalado grandes momentos de disfrute cinéfilo durante de décadas. Ladrona de identidades nos da, apenas, algunos flashes del talento impar de McCarthy. Esperemos que en próximos protagónicos pueda demostrar su ductilidad en mejores contextos que este.
El arte de engañarte Cada comedia tiene sus particularidades aunque Hollywood sea dueño de un discurso y estilo repetido y, en ocasiones, poco inteligente. Ladrona de identidades (Identity Thief, 2013) dirigida por Seth Gordon (Quiero matar a mi jefe, 2011), cumple con esta regla y por eso no tiene mucho para ofrecer. Diana o Margie (Melissa McCarthy), como gusten llamarla, sufre de una compulsión por robar identidades a otras personas y así poder disfrutar del dinero de sus cuentas bancarias para darse los gustos. Sandy Patterson (Jason Bateman) es un hombre de familia que cae en el engaño y debe dar con la impostora antes de perder su trabajo. Para ello emprende un largo y alocado viaje hacia Miami. Dichos nombres vienen sonando mucho últimamente en lo que a comedias estadounidenses se refiere. Melissa McCarthy fue nominada al Oscar en 2012 a Mejor Actriz por Damas en guerra (Bridesmaids, 2011) y se la vio también en ¿Qué pasó ayer? Parte III (The Hangover Part III, 2013). Por su parte, Jason Bateman (quien además produce esta película) es famoso por su participación en la serie Arrested Development y por su papel en Quiero matar a mi jefe (Horrible Bosses, 2011), entre otras. Ambos con un prontuario fílmico interesante, pero que en conjunto no llegan a conformar un dúo prometedor. Éxito de taquilla en su país de origen (logró recaudar $135 millones de dólares en Estados Unidos), la película fuerza situaciones y exagera chistes a lo largo de la trama; algo que lamentable recae sobre los hombros de estos dos actores talentosos. Ladrona de identidades ofrece en principio (por lo menos “de oído”) un argumento bastante atractivo y funcional a la pareja protagonista, pero que en los hechos no se disfruta como tal. Tal vez funcione mejor verla en casa en una tarde lluviosa y sin nada mejor que hacer.
Dejá de robar de una vez ¿Quién no se molesta cuando a horas (desubicadas) de la noche o el día llaman al teléfono particular o celular para darnos a conocer molestas promociones, encuestas, concursos, etc? El condimento especial es si del otro lado de la línea hay un estafador/a quien, en este caso por la renovación de los datos de un seguro, nos pide que digamos nuestros datos personales. El director Seth Gordon, que quizás recuerden por Navidad sin los suegros (2008), intentó renovar su paso de comedia cinéfila. Paso, pero en falso en esta Ladrona de identidades que tiene una pata en Sandy Bigelow Patterson (Jason Bateman, quien trabajó con Gordon en Quiero matar a mi jefe), un exitoso hombre de negocios con una familia ejemplar quien tiene una condición irreal: el ser humano más inocente e ingenuo del planeta, el tipo que no se enojará con nada ni con nadie. La otra pata es Melissa McCarthy (Damas en guerra), lo único destacable del filme, en la piel de Diana, una compradora compulsiva que no puede (¿quiere?) parar de robar, mentir y engañar a sus víctimas. Y además tiene serios problemas con el alcohol y la ley. La idea de clonar a Sandy Bigelow Patterson y azotar sus tarjetas de crédito/débito es un prometedor disparador de historias disparatadas. Pero luego de los 20 minutos de iniciado el filme, el camino (predecible) del guión, naufraga, por más que tome onda road movie donde el Sandy real conduce miles de kilómetros en búsqueda de su doble quien, tarde o temprano, terminará influyéndolo para pasarse al lado ilegal. En Ladrona de identidades los chistes no funcionan y el mensaje del dilapidador monetario que tapa carencias y busca llenar su vacío se profundiza recién al final. Los personajes secundarios son olvidables: los mafiosos latinos, el rústico cazarrecompensas y hasta el grandote Chuck, un obeso donjuán con costumbres voyeurísticas. Lo mejor: los escapes grotescos de McCarthy, su puñetazo a la garganta como arma de defensa. Lo peor: todo lo demás.
Las películas de ruta o road movies , como todos los films definidos por un elemento de su narrativa, tienen reglas específicas que deben estar presentes en la trama más allá de su tono. Se trate de una comedia o un drama, por definición estos films muestran un traslado espacial de sus personajes y, por vocación, cuentan cómo el cambio de locación también los modificará internamente. Ese tándem argumental del viaje exterior/viaje interior es la esencia del género y a él se adscribe Ladrona de identidades. Una comedia que si se concentrara en lo que sucede en la ruta con sus dos personajes centrales conseguiría mejores resultados, aun cuando tiene un guión que no se aparta de caminos ya transitados muchas veces. Ahí está Sandy Patterson (Jason Bateman), el hombre de familia, trabajador, honesto y algo apocado que descubre que alguien le robó su identidad e hizo desastres con sus finanzas y hasta lo involucró con la policía, poniendo en peligro su nuevo empleo. Para resolver el problema, al hombre no le queda otra opción que ir a buscar y llevar ante la injusticia a la estafadora responsable de sus desgracias. Ella es Diana (Melissa McCarthy), una mujer solitaria que pasa sus días comprando objetos y amigos a cuenta del dinero ajeno e involucrándose con peligrosos mafiosos. Cuando Sandy encuentra a Diana, cuando los grandes comediantes Bateman y McCarthy finalmente comparten la pantalla, el film crece, aunque se parezca mucho a otras películas de compañeros de viaje -y en la comparación pierda con ellas-. Muchos tropiezos literales y figurados se usan para contar la historia del buen hombre que necesita algo de espontaneidad en su vida y de la excéntrica pesada que lo único que necesita es que la quieran un poco. Un relato que ya había contado antes John Hughes en Mejor so lo que mal acompañado, con los brillantes Steve Martin y John Candy, un clásico de la comedia -¿dramática?- de los años ochenta de la que también se alimentó hace unos años Todo un parto, con Robert Downey Junior y Zack Galifianakis. En Ladrona de identidades, el dúo cómico responsable de llevar adelante la película funciona gracias al talento de Bateman (nominado al Emmy por su papel en el serie Arrested Development) y McCarthy, una actriz que, como hizo en Damas en guerra, aquípone su regordeta figura y tempo cómico al servicio de la historia. Es una pena que la historia no esté a la altura de sus protagonistas, que, de todos modos, salen mejor parados que los intérpretes secundarios entre los que aparece Génesis Rodríguez -la hija de José Luis "El Puma"-, como una asesina a sueldo que es objeto de chistes homofóbicos y xenófobos que dan mucha vergüenza y ninguna gracia.
Bromas pesadas Una gorda despreciable, que vive de usurpar identidades ajenas, impide a un padre de familia toda-corrección salir de una vez del apretón económico en que se encuentra, arrastrándolo hasta el fondo de una pequeña pesadilla. Esa es la síntesis de Ladrona de identidades, una de las películas más profundamente desagradables que haya habido ocasión de ver últimamente. Desagradable por el modo en que lleva al extremo, sin el menor escrúpulo, varias de las más nefastas lacras ideológicas de medio pelo (la asociación entre el sobrepeso y lo canallesco, la idea de que lo distinto es peligroso, la paranoia de perderlo todo en manos de quien no es como uno, el recurso express a la justicia por mano propia), poniéndolos en escena con una distancia crítica igual a cero. La película empieza con un sentido inverso, que no hace más que prolongar la anterior de Seth Gordon, realizador de ésta. Cómo asesinar a su jefe canalizaba, con su fábula de venganza, uno de los odios más justificados del homo contemporaneus: el que se experimenta ante superiores injustos, arbitrarios, maltratadores y corruptos. Ladrona de identidades empieza como apéndice de aquélla, con el presidente de una compañía financiera (Jon Favreau, que de tan hinchado parece a punto de reventar) haciendo ostentación de su poder y privilegios, en momentos en que la compañía tiembla y los empleados no reciben un maldito aumento desde hace siglos. Hartos del canallesco jefe, varios de ellos se rebelan y deciden renunciar en masa, poniendo financiera propia. Aunque su corrección y modales hagan pensar que sería incapaz de ello, Sandy Patterson (Jason Bateman, protagonista de la legendaria serie Arrested Development) se pliega a la rebelión, haciéndole un rotundo corte de mangas a la rata de Favreau. Bravo. No tan bravo. Una sombra nefasta se cierne sobre él y su familia de chica linda (Amanda Peet) y niños cariñosos. Mediante un sencillo pero efectivo subterfugio, una estafadora de 200 kilos (Melissa McCarthy, la que en Damas en guerra se hacía encima) ha logrado “levantar” sus datos personales. Aprovechando que el tipo tiene nombre unisex (Sandy), imprimió a su nombre todas las tarjetas de crédito habidas y por haber, pateándose 2000 dólares en una borrachera masiva, 4000 en un local de deportes acuáticos y así. La policía viene tras él, él zafa, comprende que la policía jamás va a atrapar a su Némesis y entonces opta por aquello que todo ciudadano estadounidense normal haría en su lugar: agarrar la 45 e ir en busca de la maldita gorda. Que, claro, cuando se enfrenten no hará otra cosa que redoblar la apuesta, confirmándose como la clase de psicópata de la que todo espectador quisiera librarse. Como sea. ¿Pero no es ésta una comedia? Se supone que sí. ¿Graciosa? Si un tipo impecable pegándole un guitarrazo por la cabeza a una gorda arreglada como Charlotte Caniggia lo es, entonces ésta es graciosísima, sí.
Cómo malgastar una buena idea La nueva comedia americana, con altas dosis de incorrección política, sucesión de momentos escatológicos e inolvidables, el cuerpo como campo de batalla donde se sufre el fracaso y un humanismo naif pero curiosamente contundente, desde hace un tiempo a esta parte viene sufriendo un desdibujamiento a partir de que sus elementos fundantes se trasvasaron en pequeñas dosis a todo el género, dando como resultados películas carentes de alma, calculadoras, que no logran la cohesión deseada. Este es el caso de Ladrona de identidades, dirigida Seth Gordon –responsable de la más que interesante Quiero matar a mi jefe–, que ubica a un hombre común, Sandy Bigelow, frente a su derrumbe financiero-social a partir de que alguien le roba su identidad y alegremente gasta a su nombre y hasta pone en riesgo su empleo. La responsable de la catástrofe es Diana (la extraordinaria Melissa McCarthy), que estafa, duplica tarjetas de crédito, consume a lo grande y tiene una vida intensa aunque bastante vacía. Y hacia ella va el hombre bueno, trabajador y un poco bobalicón, atravesando estados, enfrentándose a mundos que desconoce, dispuesto a desenmascararla y a lograr que le devuelva su ordenada vida. Lo cierto es que lo que arranca como una buena y feroz idea –el burgués asustado de siempre vs. la libertaria lumpen–, que podría haber ido a fondo y plantear ese choque entre dos maneras de ver el mundo, con el correr de los minutos se va transformando en un relato lacrimógeno sobre la falta de oportunidades, con dos personajes obligados a convivir por unos días y que como el manual del buen guión de Hollywood dicta, se terminan encariñando y, desde allí, encaran juntos un nuevo comienzo. Pero más allá de las convenciones de la historia, el error más grande de Ladrona de identidades es que desperdicia de manera inexplicable el timming para la comedia que siempre aporta Bateman y sobre todo, la impronta desquiciada de McCarthy (cómo olvidar a la histriónica Megan que compuso para Damas en guerra). Y eso es imperdonable. «
Fraude al espectador Cuesta identificar como comedia a una película cuya trama apenas si genera alguna sonrisa, y donde lo único humorístico son los comentarios de índole sexual o escatológico. Diana (uno de sus tantos nombres, interpretada por la sobrevalorada Melissa McCarthy) es una pobre mujer solitaria, incapaz de hacer amigos, y cuya única forma de encarar la vida es a través del engaño, no sólo para aprovechar las ventajas económicas que el robo a distancia le permite, sino también para sentir que su realidad no es tan patética como se ve. Una de sus víctimas es Sandy (Jason Bateman), un empleado contable de mediana edad, casado, con dos hijas y otro en camino, y cuyas finanzas no son de lo más holgadas. Por un llamado telefónico, él cae en la ingenuidad de dar todos sus datos y allí es donde comienzan los problemas a los que lo arrastra Diana, al usurpar su identidad para hacer gastos monumentales con sus tarjetas de crédito y cometer delitos varios. Dado que la policía mucho no ayuda, él decide ir personalmente a buscar a esta ladrona para que confiese lo que hizo y volver a su vida normal. Así comienza la suerte de road movie llena de intentos de escape, persecuciones de gángsters y vericuetos varios que completan las casi dos inexplicables horas que dura la película. El único talento cómico que Melissa McCarthy exhibe en este filme es su cuerpo bajito y obeso, el mal gusto con el que lo viste y adorna, y las situaciones escatológicas en las que incurre, que provocan más vergüenza ajena que risa. Casi podría decirse que es la versión femenina y algo excedida de peso de Adam Sandler. Por su parte, Bateman sólo cumple la parte de partenaire, apático y esquemático, con una presencia sólo de soporte de McCarthy, para algunos la nueva estrella de la comedia norteamericana. Así y todo, el guión tiene otra insolvencia peor, que es la moralina que subyace a todo el relato. Una ladrona que, sólo el guionista sabe por qué, cambia de golpe, se sensibiliza, casi se podría decir que se redime, y que en el fondo tiene una razón para actuar como actuó siempre, que no es la mera especulación de vivir a expensas de otros, sino una carencia de su pasado. Como si el mensaje del filme fuera que hay que preguntarse por qué cada persona que delinque lo hace, y a partir de ahí comprenderla y quererla. Pocas risas, personajes sin profundidad ni gracia, muchos minutos de más, y un mensaje conciliador pero ridículo considerando la gravedad del delito de robo de identidad, tan actual y en crecimiento, es todo lo que tiene para dar esta película.
El realizador Seth Gordon sabía que más allá de la simple idea disparadora sobre una persona que roba identidades por medio de un simple llamado telefónico, contaba con la estrella del momento Melissa McCarthy (acostúmbrense a este nombre porque nos viene un aluvión de películas protagonizadas por ella) para darle algo de “entidad” y fuerza a la cinta y a la idea. También tenía de su lado a Jason Bateman, el protagonista de la nuevamente exitosa “Arrested Development” (que se puede ver por Netflix en su nueva temporada) y algunos gags que funcionarían. Pero en “Ladrona de Identidades” (USA, 2013) no hay mucho más que eso. “Identity Thief” (título original) es una pqueña comedia con muchas más intenciones que logros. Filmada de manera casi anacrónica, líneal y en escenarios naturales,la película cuenta la historia de Sandy Bigelow (Bateman) un agente comercial que un día descubre que al otro lado del país hay alguien que está haciendo compras de manera compulsiva con los datos de su tarjeta de crédito y que además se lo acusa de crímenes que no cometió. Para poder recuperar su identidad y su trabajo decide viajar por el país en busca de Diana (McCarthy), una experta en timos y negocios turbios, que además está envuelta en una red de contrabando de datos personales y es perseguida por una pareja de latinos (estereotipados al máximo). Cuando se encuentran cara a cara Sandy con la Sandy usurpadora (en una de las escenas más divertidas del filme) comienza el desastre, porque Diana es una mujer que intentará a todo o nada seguir manteniendo su excéntrico modo de vida (una casa llena de porquerías inservibles, todo por triplicado y muchas de ellas provenientes de los programas de “LLAME YA!”). Intenta escaparse, aplicando su golpe de la muerte (una trompada en la garganta) pero Sandy es mucho más rápido y con mucho mejor estado físico que ella y la atrapa. Así es media película, te atrapo, no te atrapo, te atrapo, no te atrapo, para finalmente dar un giro de 180 grados y convertirse en una buddy movie que mucho tiene de “Mejor sólo que mal acompañado” (USA, 1987) pero no tiene ni a Steve Martin ni a John Candy ni mucho menos a su director John Hughes. En ese giro veremos cómo Sandy termina justificando el comportamiento delictivo de Diana y empatiza con ella. No esperen encontrar la comedia del año, pero si quieren igualmente acercarse a las salas, háganlo por McCarthy, sólo por ella vale la pena el esfuerzo.
(Anexo de crítica) Que gracias a aquella simpática comedia que fue "Damas en guerra" (por la cual obtuvo una nominación al Oscar como actriz secundaria) y a su labor en la serie Mike & Molly (que le hizo ganar un Emmy), hoy en día se considere a Melissa McCarthy como la reina indiscutible de la Comedia Americana, eso nadie lo discute. Que Seth Gordon tenga cierta habilidad para la comedia como lo demostró con "Navidad sin los suegros", "Cómo matar a mi jefe" y dirigiendo algunos episodios de las series "The office", "Community" y "Modern family", tampoco se discute. Y ya que estamos, dudo que quienes hayan visto la serie "Arrested development", o las películas La joven vida de Juno, ¿Cómo sobrevivir a mi ex? o La mentira original, entre tantas otras, pueda dudar del carisma que tiene Jason Bateman frente a la cámara. Todo esto debería ser motivo más que suficiente para que "Ladrona de identidades" sea una comedia divertida o al menos entretenida. La trama (muy previsible) de esta comedia de situaciones, en la que una tras otra se suceden, sin pausa y a cierta velocidad (y poco logradas), nos presenta de entrada a Sandy Patterson (Bateman), empleado corporativo, de buen pasar, casado (nada menos que con la siempre hermosa Amanda Peet), con dos hijas y otra (u otro) en camino. El está a punto de dar el gran paso de abandonar su trabajo para comenzar su propia empresa (junto a otros compañeros disconformes como si fueran Jerry Maguire), pero verá como su presente se derrumba y su futuro pende de un hilo al enterarse de que su identidad fué robada y no sólo instantáneamente ha quedado endeudado hasta el cuello, sino que además, tiene una cuenta pendiente frente a la justicia por un desfalco que no cometió. Por otro lado tenemos a Diana (McCarthy), quien se dedica a tomar "prestadas" identidades ajenas para darse una vida llena de lujos y placeres a costa de los demás. Ella, aprovechando que Sandy es nombre de mujer (por más que él repita una y otra vez que es un nombre masculino), no dudará en hacerse copias de sus identificaciones, tarjetas de crédito y a gastar con toda la fiebre que puedas imaginar los ingresos del clásico empleado en ascenso americano. Pero Sandy no se va a quedar cruzado de brazos y con tal de recuperar su futuro empleo y reputación conseguirá un plazo de una semana y viajará desde Denver hasta Florida en busca de Diana para traerla ante la justicia. Claro, más allá de que sea fácil localizarla, la tarea no va a ser nada fácil. Esto dará inicio a una road movie repleta de situaciones disparatadas, absurdas, que transita entre la comedia y el melodrama social (sí, créanlo!) sostenidas por el carisma absoluto de la protagonista. Jason Bateman cumple bien su labor y hasta sentimos pena del pobre Sandy, en cuanto a Melissa McCarthy ¿que se puede decir?, algo debe tener para convocar del modo que lo hace (sólo en Estados Unidos el film superó los 130 millones en recaudación). En lo personal, este personaje en particular me pareció un estereotipo de su propio recorrido como actriz, con todos sus tics, lados fuertes y flacos. Su "Diana" no puede ser más desagradable, maldice todo el tiempo, vomita, babea, pelea y repite varias veces ese golpe directo al cuello al mejor estilo Liam Neeson en "Búsqueda implacable" (la primera vez es graciosa, las diez restantes, previsibles e innecesarias). Pero todo esto hubiera sido hasta soportable, sino fuera por la aparición de secundarios (entre los que se encuentran Robert Patrick y hasta el director Jon Favreau) quienes no hacen más que entorpecer el viaje, ya que a Sandy también la busca un caza recompensas y una pareja de traficantes. En algunos pasajes (ya dijimos), el film intenta dar paso del humor al drama social, al querer denunciar ciertos manejos ilegales de las grandes empresas y sobre el tramo final trata de dejar un claro mensaje sobre la inclusión, cuanto menos discutible por la forma en que es presentado. La duración, también conspira y puede ser que al final de la proyección, muchas de ustedes añoraren aquella divertida "película de carretera" que fue "Mejor solo que mal acompañado", con los geniales Steve Martin y John Candy y a la cual ésta intenta imitar en más de una oportunidad sin demasiada suerte. Por suerte nos queda el cable, donde la dan bastante seguido y aunque la hayamos visto diez veces, nos sigue divirtiendo. Nos queda esperar que McCarthy alguna vez logre ese nivel como comediante familiar. Seguramente nos llevaremos una sorpresa, porque condiciones, no le faltan.
Risa amarga En general uno escribe una crítica sobre la última película que le tocó ver, pero para mí hoy este no es el caso. Tuve la oportunidad de ver Ladrona de identidades hace un par de semanas, lo que me dio tiempo para reflexionar sobre ella y de digerirla, porque ciertamente no es una película fácil de tragar. Además, en el medio me sometí a la visión del Metegol de Campanella, que de tan escandalosamente mala se convierte en esclarecedora; su inmenso caudal de fallos es un esquema resumido de lo que los críticos olvidadizos como yo no debemos dejar de observar cuando analizamos un film. Pero concentrémonos en Ladrona de Identidades, que es indudablemente una experiencia más agradable. El director Seth Gordon venía de realizar la divertida y efectiva Quiero matar a mi jefe, protagonizada por el bueno de Jason Bateman. A esta dupla sumémosle la genial Melissa McCarthy, entonces se podía tranquilamente augurar buenos resultados para Ladrona de identidades. Y sin dudas estamos ante una buena comedia, una buddy movie al revés, una road movie averiada y a veces torpe, pero el adjetivo que mejor la describe es sorprendente. Y sorprende porque Gordon, a pesar de tener todo servido como para apelar a la efectividad que demostró en su anterior film, se embarca en la construcción de dos personajes complejos y con una pesada amargura a cuestas, una búsqueda extraña que por momentos daña a la película, hace que le sobren minutos, o que pierda en ritmo y gracia, pero que sin embargo es mucho más gratificante al final. Por un lado se nos muestra a Sandy Patterson, un hombre de familia del suburbio, tratando de realizar su sueño americano a base de esfuerzo y honestidad. Es como esos personajes bonachones de Adam Sandler o (a veces) Ben Stiller pero sin chiste definitorio: me refiero a esos chistes que siempre hace Sandler sobre los problemas de ira que tienen sus personajes o a la verborragia llena de divagues y neologismos absurdos a los que suele apelar Stiller. Bateman hace que con Sandy Patterson uno sólo se pueda reír en situación pero nunca es un chiste en sí mismo. Por otro lado tenemos a la Diana de Melissa McCarthy, que como ya sabemos (al menos los que tuvimos la suerte de ver Damas en guerra), es una dama explosiva, siempre extravagante, con un timing maravilloso, capaz de hacer puro humor verbal con diálogos delirantes e incómodos como también de hacernos reír con guarangadas sexuales y escatológicas. La Diana de McCarthy es a grandes rasgos un ser vacio, desequilibrado y roto. Es también una delincuente que hace lo que hace para aplacar su inmensa soledad. Y a esta altura podemos decir que el director se ve obligado a usar ciertas explosiones humorísticas, ya que la tristeza intrínseca de la historia que va construyendo hace que sea difícil una risa fácil, por lo que intenta durante el metraje atajar una película que corre peligro de convertirse en algo diferente de una comedia lisa y llana. Ejemplo de esto que decíamos es la inclusión de la subtrama del caza-recompensas Skiptracer (Robert Patrick), que tiene como objetivo tan sólo producir un par de buenos chistes, pero que es absolutamente descartable. De ahí que la premisa de la película (Diana roba la identidad de Sandy, que vive en la otra punta de Estados Unidos, para utilizar sus tarjetas de crédito) es sólo una excusa para poner a los protagonistas en un auto en pos de un viaje larguísimo que los transforme y los complemente, y durante el cual deberán pensarse a sí mismos, contraponiendo el frío conservadurismo patético de Sandy frente al descarado nihilismo hedonista de Diana. Los resultados son risas y verdades durísimas que la película por suerte no suaviza: Sandy es un frío y calculador burócrata disfrazado de honesto políticamente correcto, mientras que Diana es alguien que merece cárcel o psiquiátrico, o ambos. Y sí, hacia el final ambos personajes han reflexionado e intentan ser de alguna manera mejores. Porque después de todo no hay razón para abrazar gratuitamente la desesperanza.
Una usurpación hecha comedia Parece que eso de la usurpación de identidades no es solo un mal latinoamericano. En todos lados se cuecen habas y de eso habla esta liviana comedia protagonizada por Melissa McCarthy y Jason Bateman. La película abunda en vulgaridades, estereotipos, situaciones pesadas de fácil resolución, exageraciones y un humor físico sobrealimentado. Parece que eso de la usurpación de identidades no es solo un mal latinoamericano. En todos lados se cuecen habas y de eso habla esta liviana comedia protagonizada por Melissa McCarthy y Jason Bateman. Dos seres que ni se conocen están destinados a hacerlo de la peor de las maneras. Uno vive en Colorado, la otra en la Florida. Sandy (Jason Bateman) es un clásico señor dedicado a la economía, con familia constituída; Diana (Melissa McCarthy), una ansiosa "gordita", adicta a las compras, especialmente con plata ajena. Y la jugosa tarjeta de crédito de Sandy (Jason Bateman) -que ella le robó, a través de llamarlo un día por teléfono y él desprevenido le pasó sus datos personales- es un desafío hasta este momento inexpugnable. Son dos enemigos que, con disparidad de defensas, las legales y de sentido común, permanecen enfrentados ante la ingobernabilidad de la explícita Diana (Melissa McCarthy). ENEMIGA FEROZ Con "Ladrona de identidades" ocurre algo similar a "Quiero matar a mi jefe", otra película de este director, engancha el comienzo, pero no mantiene el nivel de producción posteriormente. La diferencia principal es que "Quiero matar a mi jefe" era un filme bastante logrado y éste no. La película abunda en vulgaridades, estereotipos, situaciones pesadas de fácil resolución, exageraciones y un humor físico sobrealimentado. Este filme dirigido por Seth Gordon cuenta con el protagonismo de la divertida Melissa Mc Carthy, una de las damas de honor de "La boda de mi mejor amiga", que se mete en el bolsillo la historia. Jason Bateman mantiene una línea bastante insípida. Génesis Rodríguez, la hija del Puma Rodriguez, forma parte del equipo de actores -en este caso como parte de un grupo mafioso-, luego de iniciar su carrera en conocidas telenovelas latinoamericanas.
Comedia desaforada al uso actual Una estafadora mitómana y pendenciera utiliza un truco elemental para que un empleado administrativo le dé todos sus datos personales y los números de sus cuentas bancarias. El pobre tipo, ya afectado por la crisis, apostando a un nuevo trabajo y con su mujer embarazada de un tercer hijo, ve de golpe cómo puede perder todo debido, no sólo a los gastos inmensos que lo dejan en bancarrota, sino también por ser arrestado por los delitos cometidos en su nombre. Como solución a su pesadilla, el estafado decide viajar desde Colorado a Florida para encontrar a la estafadora y convencerla de que si se confiesa con su jefe y le ayuda a no perder su trabajo, no hará ninguna demanda en su contra. Jason Bateman es el hombre común y serio enfrentado a la loca de atar de comportamiento imposible interpretada por Melissa McCarthy en esta road movie que demora demasiado en arrancar y luego apela a fórmulas repetidas últimamente, aunque de todos modos no deja de tener una buena cantidad de gags eficaces y situaciones totalmente desaforadas. La comedia pone todo el énfasis en su elemento más original, es decir un personaje femenino desquiciado y capaz de cometer todo tipo de maldades y meter a los demás en problemas realmente desagradables. Melissa McCarthy se toma en serio el desafio de componer a esta horrible mujer. El problema es que cuando el argumento no ayuda, la protagonista termina siendo horrible a secas, aunque llegado el momento pueda demostrar que también tiene corazón. Todo esto no quita que, cuando las cosas funcionan, la película haga reír. Un poco de síntesis por ejemplo hay una subtrama con gangsters que no cierra demasiado- y sintonía fina en los gags hubiera venido bien, igual que un mejor aprovechamiento del muy buen elenco, en el que lucen Robert Patrick y Jon Favreau.
El crecimiento exponencial que tuvo durante estos años Melissa McCarthy es impresionante. El salto lo dio con Bridesmaids, claro, y hasta le valió una nominación al Oscar por su papel en dicha película, pero hace años viene haciendo pequeños roles en muchas comedias americanas, así que no debería sorprender tanto su merecido reconocimiento. Pero ¿qué pasa cuando una actriz destaca muchísimo como secundaria pero hace aguas como protagonista? Identity Thief pasa. El anterior proyecto del director Seth Gordon fue la explosiva Horrible Bosses, que supo sacar provecho de todo su elenco y de una premisa muy divertida. Quizás se debió al guión, que era bastante inteligente, y en esta ocasión el mismo está a cargo de Craig Mazin, que tiene en su haber desde Scary Movie 3 y 4 hasta The Hangover Part II y III. Con ese prospecto uno sabe por donde vienen los tiros en esta ocasión. Lo cierto es que la trama descabellada no apunta hacia ningún lado y se sostiene por el solo talento actoral que produce la pareja que conforman McCarthy y el parco pero gracioso Jason Bateman. La regla del secundario apenas afecta a Bateman, que tiene una veta de humor muy particular, que no es para todos los gustos. Menos que menos cuando en el camino la comedia se transforma en una road movie con criminales de por medio y toques de drama densos para generar empatía con la protagonista, una vividora a la cual no le importa nada más que su pellejo. No digo que una comedia no deba tener moral, pero cuando ésta misma intenta encajarse a la fuerza al espectador se nota, y mucho. Como ya le sucedía a Bridesmaids, cuando una comedia roza las dos horas de duración, es difícil mantener un nivel de hilaridad constante. Al film de Paul Feig le costaba retener las situaciones excéntricas durante mucho tiempo, pero las compensaba con el drama interno de la protagonista, gracias al guión de la también actriz Kristen Wiig.Identity Thief resulta entonces muy larga y no cuenta con escenas rebosantes en comedia ni tampoco ahonda mucho en el drama, sino que funciona más como un dedo en la llaga. El poco humor que logra rescatarse se ve ahogado por escenas de corridas, escapes a alta velocidad, choques, tiros y secuaces varios, que hunden momentos como las enormes mentiras de la protagonista femenina, que se suceden una y otra vez pero con matices diferentes. Identity Thief se beneficia del talento de Bateman y McCarthy, pero le falta alma y le sobra metraje. El que mucho abarca, poco aprieta, y bajo ese sencillo refrán es que la película se desploma. Una pena, por lo que esperamos algo mejor para Melissa en la próxima The Heat.
Una comedia con grandes actores como Jason Bateman y Melissa McCarthy que plantea un caso de robo de identidad que lleva a la ruina a la víctima y a conocer a la delincuente, exagerada en su crueldad, pero también tierna. Un argumento que apunta al delirio y al toque emocional que entretiene hasta ahí, con enredos previsibles.
Jason Bateman vuelve a trabajar junto al director Seth Gordon ("Quiero Matar a mi Jefe") en esta divertida comedia en la que comparte protagonismo con la ascendente Melissa McCarthy, la actriz que, si bien es conocida por su trabajo en series como "Gilmore Girls", "Samantha Who?" y la actual "Mike & Molly", cobró notoriedad luego de su participación en el film "Damas en Guerra". En esta película, la comediante del momento interpreta a Diana, una mujer que roba identidades, gracias a lo cual se da la gran vida y tiene, en lo que respecta a lo material, todo lo que quiere. La más reciente víctima de esta estafadora profesional es Sandy Bigelow, un hombre de clase media que trabaja en una compañía financiera que no lo respeta para nada (su despreciable jefe está interpretado por Jon Favreau) y al que no le cierran los números para mantener a su esposa embarazada (Amanda Peet) y sus dos pequeñas hijas. Cuando sus compañeros de trabajo deciden crear su propia compañía y lo invitan a que sea parte del equipo, con un salario mucho mayor, Sandy ve que su situación financiera está por mejorar... hasta que descubre que alguien, al otro lado del país, más precisamente en Florida, está haciendo mal uso de su nombre -y de su dinero-. Y no sólo eso, sino que le está creando todo tipo de problemas con la ley (una supuesta cita en la corte a la que no se presentó). Como la policía local se ve imposibilitada en arrestarla en otro estado (toda esta situación pone en peligro su nuevo puesto de trabajo), Sandy decide ir a confrontarla y atraparla para entregarla a las autoridades y así limpiar su nombre. Desde Denver, emprende un viaje hasta Miami para capturar a esta supuesta "indefensa y tierna" mujer de aspecto robusto que, en teoría, no debería presentar ningún inconveniente. A partir del encuentro entre estos dos personajes, se suceden una seguidilla de situaciones que generan carcajadas, porque a este hombre de familia no le es fácil lidiar con esta criminal a la que debe convencer de viajar con él para aclarar el problema en que lo metió. En esta especie de "road movie", todo empeora cuando aparecen otros dos criminales (encarnados por el cantante "T.I" y por Génesis Rodríguez) y un cazarecompensas (Robert Patrick) que también están en busca de Diana. Esta línea argumental muy secundaria no se desarrolla por completo; sólo aporta lo justo y necesario para complicar las cosas. Una comedia entretenida en la que resalta la buena química que se genera entre la dupla protagónica.
El nombre unisex puede ser muy peligroso. Evidentemente Jason Bateman y Melissa McCarthy están de moda, y de racha en esto de hacer comedias. Ambos son actores talentosos, que podrían desempeñarse cómodos en papeles más comprometidos, pero siguen eligiendo este género. Una nueva comedia yankee los juntó, y de esa unión surgió un film por momentos entretenido aunque con algunas exageraciones. Sandy Patterson es un tipo de familia, cuyo mayor objetivo al presente es tener un trabajo estable y cuidar de su esposa y sus dos pequeñas. De repente su tranquilidad se verá invadida por alguien que se está adueñando de su nombre para utilizar las tarjetas de crédito y vivir la vida loca con los escasos ahorros que le quedaban. Aunque en banca rota, Sandy promete encontrar al responsable y traerlo a Denver para que confiese lo que hizo frente a su jefe, antes de ser despedido y perderlo todo. Su destino final será Miami, donde se encontrará con su despreciable ‘otro yo’. Y es que su ´némesis’, es una mujer que disfruta de los excesos y tiene un carácter bastante especial, además de ser un poco violenta. No será tarea fácil para Sandy convencerla de que debe viajar con él, y una vez que lo logre, ese viaje se tornará una absoluta pesadilla para Sandy y toda una aventura para… Sandy también. El film no se aleja demasiado de las típicas comedias que vemos recientemente. Quizás el ‘gran’ condimento sean algunas persecuciones en la ruta, y otras escenas de acción varias. El humor está correcto pero tampoco para reír sin parar. Creo que lo interesante es que la trama está dividida en dos etapas marcadas; desde el encuentro entre los dos personajes, hasta el momento en que llegan a conocerse en profundidad y Sandy descubre quién es ella en realidad y por qué se comporta como lo hace. La segunda etapa es la más interesante, gracias a que esas revelaciones hacen que la pareja cómica una fuerzas en un objetivo común. Incluso, en un momento uno empieza a sentir algo de pena por ella, lo cual nos hace ver la buena persona que todos llevamos dentro. Corazones sensibles a un lado, mi conclusión es que Jason Bateman es un blandito cariñoso. De más está decir que en el largo trayecto, pasan cosas muy bizarras y llenas de insultos despotricados por la falsa Sandy. Está bueno que haya una representante femenina del humor en cine, ya que la mayoría son hombres. En general, a las mujeres las vemos haciendo muy buenos trabajos en series televisivas. No todas combinan trabajos respetables en ambas pantallas, aunque es más que sabido lo difícil que es no quedar pegado a algún personaje y tener en éxito tanto en películas como en series. Opino que el gran logro de la protagonista fue hacer que la odiemos por un buen rato; o sea que cumple con su objetivo. Ladrona de Identidades (Identity Thief, 2013) es una comedia que va a pasar desapercibida con respecto a la otrora dirigida por Seth Gordon: Quiero matar a mi jefe (Horrible Bosses, 2011), cuyo guión es mucho más interesante. Sin embargo, me parece que va a funcionar justo en esta época en que Estados Unidos entra en el receso de verano, y algunos de nosotros en el de invierno. Ya sabés, mantené tus papeles al día, actualizá tus documentos de identidad y controlá el saldo de tu tarjeta de crédito a diario, no vaya a ser cosa que del otro lado del mundo, tengas un doble que se esté aprovechando de tu valioso nombre ¡Cáspita!
Robo con plásticos Comedia hecha por gimnastas de la comedia. Gente con mucho stand up, serie de TV y película humorística encima. Comedia que revive una idea antigua pero que está en un buen momento para ser refrescada. Algunos recordarán el filme El regreso de Martin Guerre. En la época medieval, Gerard Depardieu llegaba a una villa y aseguraba que era alguien que había vivido allí, y despertaba la duda generalizada acerca de si era o no un mentiroso que quería colarse o inventarse un mundo de la nada. En pleno siglo 21, algunas cosas cambiaron y otras no tanto, como que la identidad puede ser robada, pero a través de medios electrónicos. Como las tarjetas de crédito. Que es lo que le sucede a Sandy, uno de los protagonistas en esta historia, poniéndolo al borde de la desesperación, por tener dos hijos, uno en camino, y una vivienda propia en la cual pensar. Pero hay una persona y una vuelta de tuerca que llevan a esta película del género criminal a la comedia. Esa persona es la actriz Melissa McCarthy, quien compone de modo admirable a una mujer de mediana edad que, más que una inclinación a la estafa, tiene una curiosa, de a ratos tierna, y sin dudas extraña fantasía psicológica en la cabeza. Ella, más que robarle a un pobre diablo, lo que quiere es tener satisfacciones, ser como sueña ser, vivir a pleno la vida. Eso sí, dependiendo en buena medida del dinero, y del ajeno. Punto a favor. No estamos frente a un personaje clonado de tantos otros iguales. Lamentablemente, la película dirigida por Seth Gordon deja de crecer muy temprano y no se convierte nunca en una gran película. Las constantes mentiras con que la ladrona se pasea por el mundo se hacen repetitivas. O la energía que lleva la historia desemboca en vías sin salida. Una pena, porque Ladrona de identidades tiene escenas cómicas, buenas actuaciones, situaciones originales, y otras varias cualidades. Aunque, mirándola con ojos optimistas, con eso al menos le alcanza para no dejar a pie al espectador.
Él un buen padre de familia, ella una picara ladrona de identidades. Siempre las comedias de enredos atraparon y más aún si los protagonistas son actores reconocidos en el género. En esta oportunidad cuenta la historia de Sandy Bigelow Patterson (Jason Bateman, “Quiero matar a mi jefe”), un padre de familia y buen hombre. A raíz de un llamado telefónico su vida se complica bastante, además esta situación le da al espectador una importante enseñanza: no hay que dar datos personales en forma telefónica, porque si después te toca vivir situaciones tremendas como a este hombre, te lo regalo. Una mañana Sandy Patterson recibe la llamada de una mujer diciendo que habla de un servicio de protección de identidad y le formula una serie de preguntas, entre ellas: su nombre, fecha de nacimiento y número de seguro social. A raíz de esto él es una nueva víctima y esta mujer utiliza este sistema para ir robando distintas identidades. Sandy se encuentra trabajando en Denver junto a su jefe Harold Cornish (Jon Favreau), un ser despreciable, cuando recibe una llamada diciendo que tiene una cita en un salón de belleza el viernes en Florida, hasta ese momento no sospecha, lo toma como un llamado equivocado. Luego se reúne con sus compañeros de trabajo entre ellos con Daniel Casey (John Cho). Ellos tienen nuevos proyectos laborales. Mientras Diana (Melissa McCarthy, “Damas en guerra), esta ladrona de identidades no para de gastar y de ocasionar algún que otro disturbio, hasta cae presa, la vida de Sandy Patterson comienza a complicarse cada día más, para colmo su esposa Trish Patterson (Amanda Peet ) se encuentra embarazada de su tercer hijo, y se ve obligado a viajar hasta Florida para encontrarse con esta estafadora y termina involucrándose con otros personajes como Marisol (Genesis Rodriguez, la hija de José Luis "El Puma", trabajó “En el último desafío”, entre otras ), Julián (T.I. “Qué pasó ayer?) y Paolo (Jonathan Banks, “Crocodile Dundee in Los Angeles”), existen otros negocios y algunos son de alto riesgo. Está loca comedia se encuentra dirigida por Seth Gordon (37) conocido cineasta responsable de: "Quiero matar a mi jefe" (2011), "Navidad sin los suegros" (2008) y el guión escrito por Craig Mazin (“Scary Movie 3 y 4”, “Qué pasó ayer II y III “), ambos son conocedores del género, pero en esta oportunidad la historia es prometedora los primeros veinte minutos luego va cayendo en lugares comunes y naufraga hasta el final. La película tiene algunos giros argumentales pero no alcanzan, contiene algunas escenas dramáticas y graciosas, porque los protagonistas se ponen sobre los hombros la historia, sin ninguna duda son buenos comediantes y tienen mucha química entre si, por momentos emulan a otros films como: “Mejor solo que mal acompañado”; “Todo un parto”; entre otras. Su argumento por momentos resulta algo absurdo, persecuciones, explosiones, tiros, escenas de violencia, malas palabras y gestos obscenos.
TODOS FALSIFICAN Estafador -parece insinuar esta comedia- somos potencialmente todos. Depende en qué lugar nos encuentre la mala. Una gordita simpática, abandonada y mal querida se dedica a robar tarjetas de crédito. Y va al shopping y hace desastres. Un día cae bajo sus garras un hombre bueno, y trabajador, intachable jefe de familia. Le llueven las cuentas, su vida se torna un infierno y no parará hasta dar con la que la ladrona. La encuentra en Florida y los dos regresan a Denver. Quiere entregarla para poder lavar su nombre y recuperar trabajo, decencia y calma. El viaje estará lleno de incidentes y será un aprendizaje para los dos. Ella pagara sus culpas y el jefe de familia se dará cuenta que la necesidad tiene cara de estafa y que la tentación hace al ladrón. El film es muy básico en sus resoluciones y en sus exageraciones, pero en lugar de explorar algunas interesantes ideas (¿nada es legítimo? ¿la identidad la da más la tarjeta de crédito que la biografía?) prefiere hacer las paces con la corrección política y elegir un final liviano, impostado y feliz.
Comedia y trabajo Una comedia, no se estrenan tantas en el cine. Las veo casi siempre. El género me gusta. Claro, a todos les gusta, dicen. Bueno, en primer lugar, conozco gente a la que no le gustan las comedias. En serio no le gustan. No les gustan, prefieren ver –y lo dicen así– películas que “les dejen algo”. Yo creo que dejaría de ver cine nuevo si no se hicieran más comedias. Así las cosas, vi Ladrona de identidades, del director del documental The King of Kong y también de Quiero matar a mi jefe (Horrible Bosses, de la que está preparando la segunda parte). Como ocurría con Quiero matar a mi jefe, Ladrona de identidades es una película a la que le falta una fluidez mayor, una unidad más compacta, una mirada más grande, que vaya más allá de la suma de fragmentos cobijados por una excusa argumental no muy sólida. Estas dos películas de Seth Gordon tienen un tema no del todo común para la comedia, porque incluso en las que no son estrictamente comedias románticas, las relaciones de pareja suelen tener mayor peso. Y estas dos comedias de Gordon se centran en el trabajo. Quiero matar a mi jefe se organizaba a partir de las relaciones de empleados con tres jefes abominables distintos, y de las maneras de derrotarlos. Ladrona de identidades, del lado del personaje de Jason Bateman, se trata de cómo conservar un nuevo puesto de trabajo recién conseguido que implica no tener que soportar más a un jefe maligno. Del lado de Melissa McCarthy, en cambio, se trata de otra cosa: su personaje es el de una desesperada, una mujer gorda y solitaria que no tiene idea de cómo vivir, ni siquiera de cómo querría vivir. No es simplemente una adicta a comprar cosas, sino además a la mentira constante, al fraude, a hacerse pasar por otra persona. Al revés de lo que suele suceder en las comedias (y en los westerns) en Ladrona de identidades es la mujer protagonista la que se convierte, no tanto el hombre. Un rasgo inteligente de la película es no haber planteado al personaje de Bateman como un hombre desagradable. Y en el conflicto de la película él tiene razón, eso no se pone en duda. Lo interesante es ver cómo se enfrenta al problema: y el problema es que se le cruzó una persona que es tremendamente distinta a él. En ese juego de personajes desparejos en viaje por Estados Unidos la película remite a Todo un parto y, por lógica consecuencia, a Mejor solo que mal acompañado. La lógica del flaco y el gordo, de persona con la vida “ordenada” y la que está en la búsqueda de algo, o incluso desesperada, con conflictos mayores. La química de hombre-mujer, y de estilos actorales con facilidad para el choque seco (verbal y físico) logra los mejores momentos de comedia: golpes, objetos arrojados, persecuciones: Bateman y McCarthy brillan en ese aspecto. Cuando la película se centra en ellos, irradia esa felicidad que nos propone la comedia incluso al acercarse a las neurosis más oscuras, a los miedos más básicos. Cuando para relatar abusa del sentimentalismo y las explicaciones, y de la música demasiado obvia y explicativa, se hace más rutinaria. Hay un lado más salvaje de esta película, más crudo, que se ve atenuado por un acabado demasiado blando. Pero en Ladrona de identidades hay señales que indican que cuando Seth Gordon suelte su ferocidad, su capacidad para el golpe cómico, logrará una gran comedia. Por ahora, Ladrona de identidades ofrece unos cuantos buenos momentos, a los que se suma la presencia –con hermosas arrugas, sin falsedades—de Amanda Peet con sus cuatro décadas.
El arte de la risa Su figura subida de peso, cabello desprolijo y rostro excesivamente maquillado ya son motivo de risa. Por eso al mínimo movimiento o gesto que realiza Melissa McCarthy en “Ladrona de identidades” causa las carcajadas más desopilantes. Ya en “Bienvenido a los 40”, McCarthy demostró que su talento actoral no tiene límites y más a la hora de componer un personaje atrevido y sin filtros como el de Diana, una mujer sufrida que se apropia de las identidades ajenas para comprar lo que se le ocurra. La historia comienza cuando Sandy, el brillante Jason Bateman, un hombre honesto y trabajador, descubre que está endeudado y no por irresponsabilidad propia, sino porque Diana se encuentra utilizando su nombre, su tarjeta de crédito, su seguro social, absolutamente todo, para sobrevivir. Al ver que su vida se cae a pedazos, inmediatamente, Sandy decide recorrer cielo y tierra en busca de la estafadora para hacer justicia con mano propia. Pero cuando estos dos personajes se encuentran, suceden cosas inesperadas que cambiarán el destino de ambos. Los que se roban la historia son los protagonistas, dejando de lado a los personajes secundarios, como el de Génesis Rodríguez, la hija de José Luis “El Puma”, o el de Amanda Peet. Episodios como una escena de sexo furioso, bailes y cantos poperos, peleas violentas, diálogos bizarros y momentos emotivos y conmovedores conforman esta comedia que está muy lejos de marcar un antes y un después en el cine, pero que logra eficazmente su cometido: divertir durante 111 minutos.
Este filme podría ser esgrimido para demostrar, una vez más, el deterioro de la cultura, ya que utilizando recursos narrativos consagrados, probando su eficacia en infinidad de películas, “Ladrona de identidades” se constituye en uno de las peores producciones en lo que va del año, ¿de lo que va del siglo también? Sólo es rescatable la composición y conjugación de los personajes, apoyándose en la actuación de Jason Bateman, en buena interacción química con Melissa McCarthy, sobre todo por poner en juego esa clásica unión de los opuestos. Sin intención alguna de comparación, se podría decir que el registro de Bateman esta en el orden de la escuela de actuación en comedia de Buster Keaton, por momentos pétreo, por momentos anodino, a su lado McCarthy se descubre, pues aquí el texto no se lo permite hace que cruce constantemente la línea del buen gusto hacia lo vulgar, lo mismo que le sucedía con “Damas en guerra” (2011), como una gran actriz de comedia (en todo sentido) realmente desperdiciada. Ella hace un uso primordial de su cuerpo, del registro de emociones y estados de ánimo en su rostro, nuevamente sin propósitos de comparar, un humor más físico como los inicios de Charles Chaplin, sabiendo que esta diferenciación entre Keaton y Chaplin es de un reduccionismo atroz, sólo dicho en pos de lo explicativo, fuera del orden de lo real. No sólo el enfrentamiento de estilos sino también de personajes así diseñados, viene a la mente rápidamente “Extraña pareja” (1968) escrita por Neil Simon, quien recuerda que la dirigió Gene Saks, esto dicho con toda la intencionalidad de hacer hincapié en la importancia de contar con un guión inteligente como prioritario en este género. “Ladrona de identidades” no es ni original, ni inteligente, ni graciosa, y lo más importante no es creíble, no obstante lo inverosímil de todo el producto. El disparador de todo, la chispa de la idea, es aplicada por un pequeño detalle: el personaje masculino tiene nombre “unisex”, aclaración que se repite demasiadas veces a lo largo de los extensísimos 111 minutos que dura la proyección. Sandy Patterson (Jason Bateman) es un característico empleado medio de una gran empresa en Denver, analista de riesgos matemáticos, una labor no muy convencional para la cual es muy competente, pero no reconocido en sus honorarios. Casado con Trish (Amanda Peet) y en espera de su tercer hijo, se le presenta la oportunidad de cambiar de empresa al mismo tiempo que alguien le falsifica la tarjeta de crédito y hace gastos excesivos. El robo es perpetrado por la “gorda” Diana (Melissa McCarthy), quien no sólo es una ladrona cibernética, sino que es todo un catalogo de la incorrección, “droga” no sólo consumo, además como distribuidora, “sexo” no sólo casual sino hasta promiscuo, y sin nada de “Rock and Roll”, metida en cuanto acto inmoral, criminal o antiético se le presente. Aquí empieza el derrumbe total de la producción, empezando por la apertura discriminatoria, la misma “gorda” que se cagaba encima en “Damas en guerra” aquí es la salvaje fuera de control y del sistema que irrumpe en la apacible “way of life” de Sandy. La policía va en busca del pobre de Sandy, pero se comprueba que no es él, pues alguien en Miami le ha robado su “identidad”, situación por lo que la policía de Denver queda fuera de la jurisdicción ¿?. Le aconsejan (la misma policía) que haga justicia por mano propia, la vaya a buscar y la traiga a la ciudad para llevarla a juicio, total es una lumpen, gorda, golfa despreciable, o eso intenta el director que sintamos por Diana, mientras Sandy recupera su vida. De su llegada a Miami, del encuentro con la obesa despreciable, de los imprevistos que transforman la narración en una road movie de persecución, ya que la horrible gorda es buscada por un cartel, no se sabe si de Colombia o de Méjxico, y un cazarrecompensas yankee. El filme esta plagado de lugares comunes, personajes estereotipados al extremo, exageradamente previsible, y no menos chabacano y vulgar. De la comedia construida por los opuestos se queda en eso, en los opuestos, pero esto sólo no genera ni una mínima mueca parecida a una sonrisa. Si a todo esto le sumamos un final de historia que intenta justificar al personaje femenino por una infancia pseudo traumática y una línea discursiva moralizante tipo clase media americana, tenemos de frente el deterioro de la cultura.
Con una pareja despareja ideal para el género -mujer traumada, desprolija, marginal, buscavidas y finalmente estafadora, frente a hombre de familia y empleado standart que acaba de obtener un mejor empleo-, Ladrona de identidades es la nueva comedia de Seth Gordon, responsable de un buen exponente como Navidad sin los suegros y de otro magnífico como Quiero matar a mi jefe. Este último, revulsivo y audaz título había contado con un elenco formidable, encabezado precisamente por Jason Bateman. Aquí este comediante tan solicitado luego de La vida de Juno, comparte cartel con la voluminosa y ascendente Melissa McCarthy, camino al estrellato luego de Damas en Guerra. Esto ya garantizaba momentos chispeantes, pero la buena idea puesta en juego por el guión de Craig Mazin le otorgan al film condimentos atrayentes, que se emparentan con esquemas de algunas comedias sarcásticas del cine americano más reciente. Mezcla de comedia de enredos con road movie, Ladrona de identidades, dentro de su alocada persecusión, incorpora otros personajes y situaciones, no todas logradas pero sí muy humorísticas, aún en sus procacidades. Un segmento final emotivo redime a este par de desafortunadas criaturas, en una parodia que puede ser disfrutada u odiada, dotada de algunos divertidos intérpretes secundarios además de la buena dupla protagónica.
Estafando a los espectadores Otro intento fallido de la llamada "nueva comedia norteamericana". Otra vez se cae en el ridículo intentando, con poca gracia, hacer reír al público de la gordura de una persona o a través del humor escatológico que en varias ocasiones cruza la línea de lo divertido hacia lo simplemente asqueroso o ridículo. En esta ocasión el director Seth Gordon ("Horrible Boses") no logra sacarle el jugo a dos genios de la comedia como Jason Bateman ("Arrested Development", "Paul") y Melissa McCarthy ("Bridesmaids", "The Heat"), en gran parte culpa de un guión chato, tirado de los pelos e incoherente. La historia de entrada ya es bastante liviana y nos propone el viejo juego de la estafa a través del robo de identidad, en este caso personificada por Diana, el personaje de McCarthy. La contraparte es Sandy, un empresario cuya vida se ve complicada de mil maneras por el dinero que Diana está gastando en su nombre. Hasta ahí no es una genialidad pero podría haber resultado, el problema se presenta cuando ambos cruzan sus caminos y se le pretende imprimir a la película un juego fallido entre policial y comedia valiéndose de la situaciones más inverosímiles que se te puedan ocurrir. Se ve que los escritores se fueron por las ramas y en vez de proponer una historia consistente, se coparon creando secuencias alocadas donde todo depende del talento de los actores para hacer reír y no tanto de la sustancia de la historia. Saca algunas sonrisas, sí, pero cada 15 minutos te hace acordar que estás viendo un sub producto, algo medio pelo que se podría disfrutar un día de pocas opciones en DVD o Blu-ray. Individualmente McCarthy demuestra que es una comediante grosa y que su sola presencia puede levantarle algunos puntos a la propuesta, mientras que Bateman está desperdiciado en un rol que resulta por momentos irritante y desabrido. Para redondear, hay comedias mucho más divertidas que esta, incluso entre ese nuevo grupo de exponentes de la nueva comedia americana que sigue haciendo pasos erráticos. Paradójicamente, este último trabajo de Seth Gordon resulta casi una estafa para los espectadores.
La idea no es mala: una estafadora profesional “roba” identidades, o más bien utiliza los datos de otras personas para hacerse con dinero y bienes. Un hombre decide recuperar la suya y evitar que el robo siga, con imprevisibles consecuencias. Pues bien, el problema es que les acabamos de mentir: ninguna de las consecuencias es imprevisible sino que se ven venir a kilómetros y la mayor parte de la gracia se reduce a que Sandy es un nombre tanto de hombre como de mujer, lo que pone en ruta a un señor atildado y a una delincuente obesa. Aunque Jason Bateman y Melissa McCarthy son dos buenos (en ocasiones, excelentes) comediantes, aquí todo está mal. En primer lugar, escasea la sangre de la comedia: el timing. A McCarthy se la deja sola con su gordura como si la gordura, por sí misma, fuera graciosa. Y los mensajes aleccionadores que, se supone, justifican que se realicen películas (mal universal, no solo de Hollywood: después de todo, fue invento de Stalin) parecen generados por una máquina aleatoria de aforismos. La nada en pantalla grande.
Publicada en la edición digital #252 de la revista.