El cine de Alex De La Iglesia siempre ha tenido fervientes partidarios y furibundos detractores. No es algo nuevo, precisamente: es algo común cuando uno pertenece a esa raza de cineastas personales, libres y con un reconocible universo propio que ha alcanzado el suficiente estatus como para hacer básicamente lo que le dé la gana sin atender a poco más que lo que le pide la víscera. Y digamos que la víscera de Alex de la Iglesia está bastante inflamada en los últimos años como sabe bien quien viera en su momento Balada Triste de Trompeta. Los que nos sentamos en el Principal a la espera de ver Las Brujas de Zugarramurdi sabíamos que íbamos a estar delante de una nueva comedia frenética, brillante y excesiva. Y el realizador vasco no solo respondió a las expectativas sino que las desbordó. Por los dos lados. Digámoslo claro: Las Brujas de Zugarramurdi es un desmadre. Pero resulta irresistible de puro delirante. La historia de estos tipos que atracan un Compro Oro vestidos como estatuas vivientes, secuestran un taxi para ir al norte y se topan con unas brujas vascas con poderes que pretenden despertar a su diosa para sojuzgar a la Humanidad es algo que resulta incluso difícil de escribir para cualquier cronista desde la sinopsis. No digamos ya entrar a analizarlo. El mejor consejo que se le puede dar al futuro espectador que quiera disfrutar de la gozosa celebración de lo freak que ha parido De La Iglesia es que deje los prejuicios en la puerta del cine. Porque si no lo va a pasar ciertamente mal. Dicho esto, servidor es que ya desde los tiempos de Acción Mutante y El Día de la Bestia...
En Las Brujas de Zugarramurdi conocemos, de manera fantástica y entre carcajadas, el mundo de una comunidad que oficia la magia negra. Esta pequeña sociedad está presente en la actualidad en España, pero escondido, casi abstraído de la realidad, en un pequeño pueblo llamado Zugarramurdi, Navarra. Allí las mujeres someten y castigan a los hombres, se sirven de ellos y los utilizan. La cuestión es que esta comunidad de mujeres, con Carmen Maura a la cabeza desean la destrucción del mundo occidental en pos de la brujería. Pero para ello necesitan unos cuantos “ingredientes” para lograrlo. Allí es cuando Mario Casas (Jaime) y Hugo Silva (José) se convierten en la carnada de estas brujas. Ambos y el hijo de José, acaban de asaltar un local de compra de oro, disfrazados de Cristo y de soldado. Una vez logrado el robo de un bolso repleto de anillos de boda escapan en un taxi. Así es que ellos tres, -junto con el taxista y un pasajero rehenes- escapan, camino a Francia pero en el camino serán interceptados por estas brujas vascas...
Hechiceras de andar por casa Tras la subvalorada por el público y la crítica española La chispa de la vida (todavía pendiente de estreno en Argentina) el director vasco Álex de la Iglesia vuelve al terreno de la superproducción hispana al estilo mainstream hollywoodiense con Las brujas de Zugarramurdi -título local para Las brujas-, un híbrido de géneros que se mueve con mayor o menor fortuna entre la comedia, el cine de acción y el fantástico, en una mezcla tan estimulante como finalmente insatisfactoria. La película nos cuenta la peripecia de dos atracadores de poca monta, quienes en su precipitada huida junto al hijo de uno de ellos y un taxista y su cliente van a dar con sus huesos en un misterioso pueblo repleto de brujas y demonios varios. Sin duda, lo mejor de la función lo hallamos en el transcurrir de la primera media hora de metraje, aquella en la que los héroes asaltan una oficina de compraventa de oro situada en mitad de la Plaza del Sol de Madrid (uno de los lugares más conocidos y céntricos de la capital de España). Cuando son descubiertos por la policía deben poner pies en polvorosa y salir pitando con el botín. El momento es trepidante y tremendamente divertido, con una persecución que casi hace palidecer aquella carrera mítica de Los hermanos caradura (The Blues Brothers, 1980) donde se destrozaban una cantidad incontable de coches de policía. El brío y ritmo de esta escena garantiza el disfrute y el placer de estar contemplando una escena de acción bien rodada y con una puesta en escena exquisita que raya a gran altura. La pena es que el frenetismo de los diálogos punzantes y certeros y la acción desopilante se vaya diluyendo de manera paulatina con el paso de los minutos, y sea sustituida por otras escenas de cadencia más apelmazada que embarran el buen hacer de lo explicado hasta entonces. Cuando lo esotérico y lo paranormal hagan acto de presencia en la figura de esas brujas hambrientas de venganza y carne humana todo se volverá demasiado convencional y repetitivo. Es entonces cuando descubrimos al De la Iglesia de trazo más grueso y menos inspirado. El exceso y lo abrupto se apoderan de un relato que hubiera necesitado más reposo y sobre todo mucho más cariño por sus personajes, a los que abandona a su suerte en un sinsentido sonrojante de calamitosos efectos especiales. Todo acaba convertido en un tobogán de idas y venidas donde ya no importa el poso de la eterna lucha de sexos, tan bien cimentado en un principio mediante brillantes diálogos que mutan de la mañana a la noche en gritos y gruñidos convulsivos. El cineasta trata de embelesar a su audiencia mediante mecanismos de entretenimiento vacuo y un folklore rancio que no le pega para nada. Con todo y con esto, algunos gags aislados sobresalen entre tanta ampulosidad (impecable el del pasajero que insiste en que le lleven a Badajoz y que va siendo mutilado a medida que avanza el metraje.). Pero en definitiva, resulta poco bagaje para un proyecto de grandes dimensiones y mayores pretensiones que reúne a un elenco actoral de lujo (Mario Casas, Hugo Silva, Carolina Bang, Carmen Maura o Terele Pávez son auténticas estrellas de nuestra cinematografía patria) para desaprovecharlo en la mayoría de los casos al primar el esperpento y el espectáculo desmembrado y enloquecido.
Algo maligno se acerca por este lado Los primeros 30 minutos de Las brujas (Las brujas de Zugarramurdi, 2013) saciarán inmediatamente a cualquier fan de Alex de la Iglesia: encontrarán humor negro, fugitivos en la carretera, erotismo grotesco, exceso y santería, que el diccionario define como una religión sincrética nacida de la fusión entre el cristianismo y mitología africana, y que en la práctica (al menos en las películas de Alex de la Iglesia) funciona como una especie de satanismo pop. La brujería es su conclusión lógica: ominosos rituales que no significan nada y cualquiera puede practicar. La película comienza a lo Macbeth, con tres brujas entorno a un caldero profetizando el apocalipsis, que siempre es inminente en las películas de Alex de la Iglesia. Luego cortamos a Madrid, a un asalto a una joyería estilo Michael Mann, con una banda de ladrones empilchados con disfraces ridículos (Bob Esponja, Mickey Mouse, etc.). El líder es un Jesucristo de plata que carga una cruz con una escopeta dentro. Ha traído a su hijo al robo también, y encuentra tiempo para discutir las amarguras de su reciente divorcio con él (y sus rehenes). Padre, hijo y cómplices se balean con la policía y escapan en taxi rumbo a Francia con una bolsa llena de oro. Ocurre que la banda entra en tierra vasca, donde yace el pueblo maldito de Zugarramurdi, y terminan prisioneros en el castillo de un clan de brujas en vísperas de aquelarre, donde celebraran el apocalipsis del hombre y el advenimiento de la mujer como género superior. Su líder es Carmen Maura en el papel de viuda fatal; Carolina Bang es su hija, una bruja punk llamada Eva (imagen que define el espíritu de la película: Eva en lencería negra escurriendo jugo de sapo sobre sus pechos mientras los protagonistas espían calentones). Más allá de los gags físicos, que suelen ser los menos divertidos, la película posee una fuente estable de humor, que es la representación de una batalla de los sexos entre el machismo patético y el feminismo demoníaco. Sus observaciones no son particularmente ingeniosas, y reciclan muchos chistes, pero en el marco del género del terror y las interpretaciones aterradas, quedan graciosas. Podría criticarse a la película su mirada machista sobre la mujer, en definitiva un ser sádico, irritable y resentido que echa berrinches en el piso y sólo acepta relaciones de dominio con el hombre, pero Alex de la Iglesia es un director que vive y exuda excesos, y sus exageraciones exceden el sexo y abarcan todo lo demás. Los personajes se separan, se juntan y se vuelven a encontrar mientras huyen de la jauría de brujas que quieren sacrificarles, surcando los túneles y pasadizos del castillo como Scooby Doo hiciera antes que ellos. La película no posee tanta magia como la de El día de la bestia (1995), ni personajes tan memorables como Perdita Durango (1997), ni actuaciones tan carismáticas como Crimen ferpecto (2004), pero posee lo que casi todas las películas de Alex de la Iglesia tienen, que es una energía inagotable, personajes entretenidos, integridad artística y ganas de hacer reír – películas que se destacan por el estado de ánimo en el que se encuentran y el cual evocan. Resulta imposible aburrirse con ellas.
Mis problemas con las mujeres Si alguien convenciera a Alex de la Iglesia de convertir a “Las brujas” en un mediometraje de unos 30, 35 minutos, estaríamos ante una de las mejores películas de año y, sin dudas, la mejor de su carrera. Pero no. Difícil que acepte. Entonces, tenemos que convivir con esta versión -larga, larguísima, interminable- y la sensación de que algo preciado se nos va de a poco, pero inevitablemente, de las manos, con toda la decepción que eso conlleva. Es que el director de La comunidad nunca sabe bien cuándo ni dónde ni cómo parar. Nunca lo supo hacer bien en su carrera, pero últimamente está especialmente desatado. Sus películas se alargan, se engordan y se ensucian de una manera tal que terminan embarrando todos sus logros, casi como si Alex boicoteara su propia obra. Y es una pena, porque el talento natural para la narración frenética lo tiene. Y el ingenio y el humor, también. Incluso en esta película hasta tiene algunos buenos personajes. Lo que no tiene es, parece, alguien que lo haga frenar antes de pasarse de rosca y agotar la paciencia. A juzgar por la trama de Las brujas, además, no sólo es evidente que a De la Iglesia le interesan y fascinan las mujeres. El problema es que esa intriga devino odio, desprecio, al punto que parece considerarlas las responsables de todo lo que funciona mal en el mundo. Y de eso trata la película. De dos hombres desocupados que, con un chico, cometen un brutal (y muy divertido) asalto en el centro de Madrid y -en plena disputa con la esposa de uno de ellos por la custodia del niño en cuestión- se escapan rumbo a Francia, con tanta mala suerte que se detienen en un pueblo lleno de brujas que harán lo imposible por detenerlos en su fuga. Y acabar con ellos. El arranque es brutal. José (Hugo Silva) y Tony (Mario Casas) son dos hombres más bien tontuelos, timoratos y perdedores que entran a robar una casa de “Compro Oro” disfrazados de estatuas vivientes de esas que inundan el centro de Madrid. Lo hacen con un niño a cuestas -cargando armas, eso sí- y, tras un choque brutal y muy divertido con la policía (que incluye una cruel balacera contra Bob Esponja, entre otros hitos), se montan a un taxi y se lo llevan con destino parisino. Ahí suman a dos hombres más: el taxista -otro hombre trastornado por las mujeres- y un pasajero que se resiste a “liberarse” junto a los demás. Pero la liberadora aunque nerviosa alegría de los torpes ladronzuelos no durará mucho y ahí es donde la película empezará a enredarse consigo misma. La ex mujer de José, un cliché de la “bruja” en un sentido metafórico, lo ubica usando su GPS (sí, dijimos ya que el tipo no tiene demasiadas luces) y empieza a perseguirlos, seguida por una dupla de patéticos pero simpáticos policías de comedia clásica. Pero el problema mayor es cuando llegan a Zugarramurdi, mítico pueblo en la frontera en el que, durante la Inquisición, se procesaron y condenaron a muerte a muchas mujeres consideradas brujas. Allí se toparán con un trío de damas (desquiciada abuela, manipuladora madre y sexy hija) que harán desastres con nuestros pobres tontuelos. Allí el film entra en una espiral descendente imparable. No sólo por la excesiva misoginia que inunda la pantalla (sí, es una película de género, pero por momentos supera los códigos de cualquier género hasta volverse directamente repudiable), sino porque la trama se detiene por completo en una serie de combates, cada uno más excesivo que el anterior, que no conducen a nada y que lo hacen utilizando los recursos más básicos posibles: efectos especiales berretas, bromas gruesas y un desquicie generalizado que supera toda paciencia. El humor negro y grotesco necesita un contexto que lo vuelva mínimamente gracioso. Y eso está en el principio de la película, cuando el tono zumbón y la trama policial fluyen en conjunto a la perfección. Pero desde que aparecen las brujas en escena, el humor se vuelve desagradable, hasta contraproducente, lidiando con el mal sketch televisivo, pero con una puesta en escena espectacular y de mucho presupuesto. Las brujas tiene a su favor, en relación con las muy flojas Balada triste de trompeta y La chispa de la vida, que Alex no se pone sentencioso respecto a cuestiones políticas de la España contemporánea. Sí, los temas rondan el ambiente (la crisis económica, más que nada), pero la película está más virada al género, más cerca de El día de la bestia y La comunidad, con las que comparte coguionista (Jorge Guerricaechevarría) que de la más recientes. Lo que sí, lamentablemente, comparte con las últimas es en que, en un determinado momento, la bronca, la furia, la “mala leche” con la que De la Iglesia conduce la narración hace desaparecer casi por completo el humor. Es como un comediante gracioso y un poco agresivo que se va cebando cada vez más hasta que el espectador sólo siente la bronca que se esconde por detrás del chiste y termina hastiado, queriendo sacárselo de encima y mandarlo a hacer terapia de pareja.
Aquelarre vertiginoso Un mix de géneros es el que nos trae nuevamente el director español Alex De la Iglesia luego de Balada triste de trompeta. Y aún queda por estrenar en Argentina La chispa de la vida. Las brujas pone el acento en la acción, el humor y en el terror sobrenatural al mejor estilo de Las brujas de Eastwick a partir del momento en que dos hombres desesperados (Hugo Silva y Mario Casas) y camuflados como Cristo y un soldado, respectivamente, asaltan un negocio de oro en pleno centro de Madrid. El escape los llevará luego a bordo de un taxi, con chofer, rehén e hijo incluído, hasta los bosques de un lugar que parece detenido en el tiempo: una Navarra mítica, tierra de aquelarres, donde se toparán con las maldiciones de tres brujas pertenecientes a tres generaciones diferentes (encarnadas por Carmen Maura, Terele Pavez y Carolina Bang). Y, como si fuera poco, dos policías les seguirán el rastro. El resultado es una travesía alocada atravesada por efectivas dosis de acción, persecuciones automovilísticas y humor para desencadenar luego en un terreno fantástico donde una secta toma al pequeño hijo del protagonista para realizar extraños rituales. De la Iglesia conoce el material que tiene entre manos para lograr un explosivo entretenimiento, aún cuando el robo y sus consecuenicas resulten más atrapantes y vertiginosas que el resto. En el film, se maquilla a protagonistas que esconden su obsesión por el dinero y por salir adelante como sea. En el reparto aparecen un irreconocible Santiago Segura (convertido en mujer) al igual que Carlos Areces (recientemente visto en Los amantes pasajeros) como integrantes del aquellare. La monstruosidad también dice presente en los minutos finales entre brujas que caminan por el techo, una joven y atractiva hechicera que se revela contra las costumbres de su familia y un vínculo, tan sorpresivo y pasional, que se verá sobre el final.
El genial Alex de la Iglesia está de regreso con Las Brujas, un film que recuerda mucho a sus primeros esfuerzos. 1374578097886José es un padre divorciado al cuidado de su hijos Sergio. Al igual que mucha gente en España está desempleado, y debido a eso junto a un grupo de personas planean asaltar una casa de empeños donde la gente vende las pocas pertenencias que le quedan para poder subsistir. Obviamente las cosas no salen del todo bien y terminan fugitivos escapándose a Francia. Con la policía en los talones José, su hijo, su cómplice Tony y el secuestrado Manuel terminan en el pueblo fronterizo de Zugarramurdi, donde cientos de años atrás muchas mujeres fueron quemadas en la hoguera al ser acusadas de brujería y, al parecer, algunas de ellas sobrevivieron hasta nuestros días. La batalla de los sexos según Alex de la Iglesia las-brujas-de-zugarramurdi-imagen-2No faltarán quienes acusen a este nuevo trabajo del director vasco de ser misógino. Irónicamente, también existirán quienes puedan llegar a acusarlo de feminista. La realidad es que aquí, de la Iglesia recorre una línea muy fina que fácilmente puede ser malinterpretada. Pero uno debe tener en cuenta que sus películas siempre resultaron incómodas, incorrectas y desafiantes, y Las Brujas de Zugarramurdi (tal es su nombre original) no es la excepción. En los primeros minutos de película de la Iglesia despliega todo el cine que lo volvió uno de los directores más interesantes de la actualidad. La escena en que los ladrones, disfrazados de Jesús, un soldaditos de plástico, Bob Esponja y algunos personajes icónicos mas, roban la casa de empeños, califica fácilmente como uno de los momentos más divertidos y originales de su filmografía. Esto también termina por jugarle un poco en contra, ya que el film nunca logra superar la genialidad detrás de esa secuencia. Las-brujas-de-Zugarramurdi-alex-iglesia1Por momentos, este nuevo trabajo de Alex de la Iglesia recuerda a sus primeras películas que coqueteaban con el cine fantástico, como Acción Mutante o El Día de la Bestia. Cuando nuestros personajes llegan a Zugarramurdi y tienen su primer contacto con las brujas el film se vuelve algo así como una comedia de terror que, a pesar de guardar alguna que otra sorpresa, no se aleja demasiado de lo que ya nos tiene acostumbrados el director. Todo esto que estoy diciendo puede sonar como algo malo, pero créanme que no lo es. Con una filmografía tan rica y pareja resulta todo un desafío superarse, y aunque quizás aquí no lo consigue, está muy lejos de perder calidad. En los últimos minutos de película se comenten algunos excesos, tanto en la historia como de efectos especiales, que no le hacen del todo bien al relato, pero difícilmente arruinen la experiencia. Uno de los puntos más altos de Las Brujas está en el plano actor. De la Iglesia siempre supo tener buen ojo para el casting y aquí lo demuestra una vez más. Tanto los actores principales como los secundarios tienen su espacio para lucirse, pero sobresalen Hugo Silva, Carmen Maura y Terele Pávez. Conclusión Sin ser su mejor trabajo, Las Brujas resulta una más que divertida comedia de terror que dejará contentos a los seguidores de Alex de la Iglesia. Excesiva y delirante, tan solo los primeros 20 minutos de película hacen valer cada centavo de la entrada. - See more at: http://altapeli.com/review-las-brujas/#sthash.RNiOyBNL.dpuf
Una narración desaforada La nueva producción del talentoso director Alex de la Iglesia parte de un insólito robo en Madrid y desemboca en el alocado viaje de los ladrones hacia la frontera con Francia. El asalto a un local de empeños en la populosa Puerta del Sol madrileña, a cargo de un Cristo plateado (con cruz y todo), Bob Esponja y un soldadito íntegramente verde, es sin duda una de las escenas del año (de acción y de las otras), a partir de la violencia, la ironía y la mirada sobre el estado de las cosas de una empobrecida España según Álex de la Iglesia, gran director contemporáneo y desaforado contador de historias, que como le sucede casi siempre, tiene un comienzo memorable y a medida que avanza el relato se va enredando en los excesos, aplastando todo lo construido hasta el momento. El robo perpetrado por un grupo de perdedores disfrazados de estatuas vivientes está encabezado por José (Hugo Silva), desesperado por conseguir la custodia compartida de su hijo –que también participa del atraco disparando cual Oaki ibérico–, acompañado por Tony (Mario Casas), un relaciones públicas desocupado. En la huida se le suma forzosamente Manuel (Jaime Ordóñez), el conductor del taxi que toman los ladrones. A medida que los hombres desandan el camino hacia la frontera con Francia, se van contando sus penas y llegan a la obvia conclusión de que la culpa de cada uno de los males de este mundo se deben a las mujeres. Pero el botín tiene lo suyo: 25 mil alianzas de oro, vendidas, empeñadas por la miseria, el desamor o el odio de parejas que no llegaron a nada. Y la carga negativa de la bolsa se comprueba cuando en el raid los fugitivos a llegan a Zugarramurdi, un pueblo donde se chamuscaron varias supuestas brujas durante la inquisición. Y mientras la ex mujer de José los persigue para recuperar a su hijo ayudada por una pareja de penosos detectives, los fugitivos caen en las garras de esa comunidad matriarcal que lideran Graciana, Eva y Maritxu (desquiciadas madre, hija y abuela interpretadas por Carmen Maura, Carolina Bang y Terele Pávez), un poco como para que paguen por la estupidez y la crueldad de los hombres desde el principio de los tiempos, y otro poco como material de ofrenda a la diosa que va a inclinar la balanza para que las mujeres vuelvan a dominar al mundo. El director vasco, una vez más, no puede frenar a tiempo y todo el humor negro, un elenco fantástico y sobre todo una historia llena de aciertos, en el último tercio de la película abandona cualquier autocontrol y se lanza al frenesí de la acumulación de ideas, al placer (el suyo) de la narración desbocada y a un final apoteótico e incomprensible, casi escindido del resto de la película.
Esta bizarra comedia de Álex de la Iglesia, apela a todos los tópicos del genial director vasco, un filme de horror y humor negro que recuerda sus primeros y mejores trabajos, un filme con escenas de enorme genialidad e intensidad, sobre todo en la primera mitad del metraje, en donde cada idea, cada línea de dialogo, cada secuencia, resulta tan delirante como cautivante. Lamentablemente como en los últimos filmes del director, el climax del filme, es tan pasado de rosca, tan bestial, que no logra equipararse con el inicio del mismo. Sin embargo, y gracias a la enorme pasión y pericia del realizador detrás de cámaras, el visionado de LAS BRUJAS resulta una experiencia cinematográfica tan fundamental como lisérgica.
Estas son brujas y no tu mujer Desde los títulos nos atacan las imágenes de brujas grotescas de Brueguel o El Bosco, obras del renacimiento de los paises bajos, para luego pasar al renacimiento italiano, con brujas mas armónicas y femeninas, algo de la inquisición, brujas del realismo español y, finalmente, divas del cine antiguo y contemporáneo, mujeres de la política; algunas no solo hermosas, sino de gran personalidad y fuerte presencia. De forma contundente el concepto de lo que se verá está representado. En la secuencia inicial, De La iglesia muestra su mejor forma al presentarnos a los personajes y sus circunstancias sin rodeos; con claridad abre el juego sentando las bases de la historia. Lo desopilante tiene el camino libre desde el vamos cuando vemos a un Cristo, un soldado y un niño robar un negocio de empeños, secundados por un Bob Esponja y un hombre invisible. Llega el tiempo de la huida, y es a bordo de un taxi tomado de asalto que los personajes, hombres ellos, dan rienda suelta a sus penurias con el sexo opuesto. Sin sutileza alguna el director pone de un lado a los sufridos machos, víctimas de las mujeres que como arañas tejen su tela para capturarlos y servirse de ellos a su gusto. El escape lleva a los hombres hasta Zugarramurdi, pueblo teñido de leyendas sobre brujas y donde se encuentran con mujeres muy poco comunes. La figura de la bruja es la elegida entonces para representar a las infalibles mujeres, seguras de su poder e impiadosas con seres, para ellas, claramente inferiores. Las brujas de la película pueden camuflarse en mujeres normales, e incluso lindas, pero mientras son brujas cumplen con todos los estereotipos de fealdad, como si esa fuera su verdadera cara. Su casa también cumple con los estereotipos del cine clásico en cuanto a brujería, cocinas del siglo pasado, calderos, muchas telarañas y candelabros enormes, mezclado con efectos especiales que remedan los clásicos poco logrados, y los actuales más perfeccionados. La tríada formada por Carmen Maura, Terele Pavez y Carolina Bang es sencillamente insuperable, cada una en su registro da vida a su bruja hasta lo descabellado. Hugo Silva, por su parte, como el atribulado y temerario José, se luce como conductor de la trama, en tanto las participaciones de Enrique Villén, Santiago Segura y Carlos Areces son, como mínimo, desopilantes y esperables en un filme de De la Iglesia. El aquelarre es lo mas llamativo de la película a nivel estético, algunas escenas son cuadros de Goya, con los mismos claroscuros, la crueldad y el dolor en los gestos de los personajes e incluso algunos iconos de la imagineria española antigua como los gorros punteagudos y la ropa de procesión. Para finalizar, la bruja original, la que representa todo el poder de la mujer, es nada menos que la imagen misma de la venus de Willendorf. Así de representativa es esta obra de Álex De La Iglesia, quien socarromente se mete en la vieja batalla de los sexos con su particular e inspirada visión, y mucho guiño para la tribuna.
Desvergüenza y frescura Comedia desprejuiciada y anárquica, con carmen maura en el pandemónium. Qué divertido puede ser Alex de la Iglesia cuando se lo propone. Las primeras secuencias deLas brujas gozan de una frescura, una desvergüenza y desfachatez de la que es imposible mantenerse afuera. Si hasta ver acribillar a Bob Esponja en la Puerta del Sol es un deleite. Bob es una de varias estatuas vivientes que pululan por el centro aquelarreEva (carolina bang) sobre José (hugo Silva): de terror./alfa filmS de Madrid, en medio del robo a una casa de Compro oro que realizan Jesús -Cruz incluida y pintado de gris-, otro secuaz y hasta su pequeño hijo armado hasta los dientes. El asalto sale mal, la policía los persigue, y ahí es donde Esponja queda con más agujeros y balas de las que puede absorber. Alex de la Iglesia es así: desbocado. Y, como en sus mejores películas, Las brujasluce desprejuiciada, anárquica, atrapante e intensa. Pero como en sus últimas realizaciones, el director deLa comunidadnecesita un amigo (mejor, un productor) que, a tanto desenfreno e intemperancia no le ponga moderación -jamás, porque perdería su esencia-, pero sí lo oriente para que la película no termine tan despistada como por momentos apareceLas brujas. Cuando el vasco se lanza a la comedia, es decididamente disfrutable. De la Iglesia tiene una cuota de ironía que lleva en ADN imposible de modificar. José y Tony, dos desempleados, más el hijo del primero, se suben a un taxi cuyo pasajero despistado y el conductor participarán de la huida hacia Francia, que los hará pasar por un pueblo en Zugarramurdi, famoso por, en tiempos de la Inquisición, haber quemado mujeres acusadas de brujería. Hay algo de Tarantino en el viaje en taxi, con los hombres hablando de las mujeres, Para los que tildan -otra vez- de misógino a De la Iglesia: si los personajes masculinos hablan de las mujeres comobrujas (la ex de José responde al arquetipo), siempre queda claro que José -un excelente Hugo Silva-, Tony y Manuel son tres perfectos idiotas, inseguros y manipulables. Será cuando se crucen con las distintas generaciones (abuela -Terele Pávez-, madre -Carmen Maura- e hija -Carolina Bang, pareja del director-) de una familia de brujas donde, de a poco, el guión se empiece a poner más espeso. La sátira de El día de la bestia está aquí ampliada con nueva tecnología -aunque algunos efectos estén entre bizarros y berretas-, y cuando la energía se agota, el humor ya no es tan brillante y las alegorías pasan ante el rostro sorprendido del espectador. Párrafo aparte para los créditos iniciales, ilustrados con retratos de ciertamente otras brujas, entre las que se cuelan Margaret Thatcher y Angela Merkel. Hay que cuidar el mercado externo. w
¡Otra fiesta! Por suerte este año ha habido un buen puñado de films que merecen ser llamados de esa manera. Esta semana le toca al talentosísimo realizador español Alex De La Iglesia, quien con este estreno vuelve a lo mejor de su cine. Aquél que supo explotar con bajos recursos en Operación Mutante (1993) y El día de la bestia (1995) y que logró posicionarlo en lo más alto tanto para los que son del palo freak del cine así como también para los del mainstream. Hay tantas buenas cosas para mencionar de esta cinta que es muy difícil no spoilear. Claramente hay que comenzar por la secuencia inicial: el robo a la joyería por parte de los protagonistas disfrazados de personajes infantiles y un niño. Ahí podemos ver toda la genialidad del director puesta al servicio del cinéfilo porque si ese tipo de humor gusta causa lágrimas de risa. Luego nos embarcamos en esa fantástica aventura que da cuenta el título local: las brujas. Y así de simple y como suena nos encontramos con la más divertida y desopilante historia que se haya contado en el cine sobre brujas. Y cuando hablamos de estas mujeres lo hacemos con todas las de la ley: las que vuelan, arman pociones y comen niños. Todo enmarcado dentro de lo bizarro, escatológico y un poco de gore. Pero todo esto sería nada sin las geniales actuaciones del gran elenco. Hugo Silva y Mario Casas componen uno de los mejores dúos cómicos de los últimos tiempos con sus personajes José y Tony, respectivamente. Le sumamos a la imponente Carmen Maura, la bomba sexy Carolina Bang y la genial participación de Santiago Segura para llevar a la película a lo más alto Y como si todo esto fuera poco, los efectos especiales que usan son realmente muy buenos e incluso superiores a los de alguna producción de Hollywood. ¿Sobre el resto de la puesta en escena qué se puede decir? Es Alex De La Iglesia, quien ha demostrado gran versatilidad con las ya mencionadas y otros films como la Comunidad (2000) y Los crímenes de Oxford (2008). Aquí sigue haciendo un trabajo brillante en todo sentido y en el tono que mejor le sienta. Si no conocen su cine esta es una gran oportunidad para hacerlo y luego repasar su filmografía, y si ya lo conocen seguramente estarán esperando este estreno del cual saldrán más que satisfechos y con los cachetes doloridos de tanto reír.
Se ha hablado mucho y no muy bien de Las brujas desde su estreno en España, en septiembre pasado. La nueva película del bilbaíno Alex de la Iglesia exhibida primero en la sección Midnight Madness del último Festival de Toronto y luego, fuera de competencia, en el de San Sebastián recibió más palazos que elogios, casi todos con el mismo argumento: se le reconoce una gran primera mitad y se le señala con mucha saña un derrumbe posterior que desdibuja ese inicio poderoso, de ritmo trepidante. Inspirado en la historia de cuarenta mujeres procesadas por la Inquisición española en el pequeño pueblito de Navarra del título original (doce de ellas terminaron en la hoguera acusadas de brujería), el film marca el reencuentro de De la Iglesia con Jorge Guerricaechevarría, su colaborador habitual hasta que decidieron tomar caminos separados tras el estreno de Los crímenes de Oxford , otra película muy discutida del ex director de la Academia de Cine española. El film arranca con un desopilante robo a una joyería en pleno centro de Madrid protagonizado por un par de presuntas estatuas vivientes, un grupo de secuaces camuflados con disfraces de personajes célebres de series de dibujos animados y un niño de 8 años armado hasta los dientes y muy sagaz a la hora de disparar. Toda esa secuencia de apertura combina acción con humor de manera ejemplar y está resuelta cinematográficamente de manera notable. Cercado por la policía, el grupo que encabeza el golpe un padre divorciado que pretende llevar a su hijo a Disneylandia París, el amigo mujeriego y no muy lúcido que lo secunda y el niño pistolero termina escapando rumbo a Francia junto con un taxista casualmente involucrado en la huida y un pasajero aterrorizado y obsesionado con llegar a Badajoz. Y justamente cuando llega a Zugarramurdi, la pequeña villa vasca presentada como el fantasmal centro de operaciones de un grupo de malévolas brujas, empieza un raid aún más delirante, donde De la Iglesia da rienda suelta a su pirotécnica imaginación visual. Es cierto que la historia se desmelena por completo en ese segundo tramo, pero también que la película conserva la gracia para los gags y las escenas de acción, además de sostener un atrapante ritmo narrativo. Calificado ligeramente de misógino, el nuevo trabajo del director de la celebrada El día de la bestia respondió la acusación al declarar que "las mujeres son malas y buenas, son lo mejor y lo peor de la vida", y confesó que el principal motor de la historia fue su proverbial incapacidad para relacionarse con el sexo opuesto. Si hay una lectura que no aplica para esta comedia negra y disparatada es la de la corrección política. Conviene, como admite uno de los protagonistas, insólitamente entusiasmado en una situación límite cuando las brujas lo toman como rehén, dejarse llevar, entregarse al viaje alucinado y excesivo que propone un De la Iglesia menos reprimido que nunca.
Apocalíptica y desintegrada José (Hugo Silva) y Tony (Mario Casas), disfrazados de estatuas vivientes, asaltan una tienda de joyas en pleno centro de Madrid. Sufrientes víctimas del paro, uno acompañado de su hijo más pequeño y el otro sin el coche, se hacen de miles de alianzas de oro, irónicos presentes de una experiencia marital en la que, precisamente, no les va demasiado bien. Desesperados, intentan fugarse en un taxi con conductor y acompañante incluídos, perseguidos por la policía y la ex mujer de uno de ellos, irán a Francia, por una promesa que le hizo José a su hijo de visitar la Disneylandia del país galo. AVENTURAS RARAS En el camino, el bosque del territorio vasco se ofrece como una invitación a aventuras exóticas. Parecen no saber que el Euzkadi y más precisamente, Zugarramurdi, tiene sus "señoras de la magia", ésas que en 1612 se transformaron en las víctimas del Salem de la tierra vasca, cuando fueron sacrificadas con la acusación de hechicería. Mujeres extrañas como Graciana (Carmen Maura) reavivarán la historia con un propósito siniestro en los que se mezcla la carne y el alma. Esta es una película de Alex de la Iglesia. Quien vio "La comunidad" o "Balada triste de trompeta" sabe lo que quiere decir eso. Por supuesto que la engañosa serenidad caótica de la primera parte de "Las brujas...", esconde la desmesura de la segunda. Y es que este De la Iglesia es heredero de Quevedo, de Valle Inclán y de Goya y si el humor elegante puede estar presente, el resto puede ser esperpento, barroquismo, o lo más "guarro" de un siempre efectivo Santiago Segura. UNOS ANTIHEROES El aquelarre que envuelve a las brujas y estos pobres antihéroes desempleados se mezcla con críticas misóginas, que envuelven las brujerías, policías en persecución, mujeres que demandan alimentos y el supremo deseo de "señoras de la magia", ahitas de carne humana, si es masculina mejor y almas para hacer nuevos conjuros. Ya obnubilado por las fórmulas mágicas, De la Iglesia pierde su norte y desbarranca en la última media hora, grotesco y bizarro ante ese poder femenino, al que parece temerle, pero sobre el que una y otra vez vuelve como abejorro atraído por flores carnívoras. Los actores adquieren el ritmo frenetico del director. Se lucen Hugo Silva, Mario Casas, Jaime Ordoñez, los desopilantes policías (Nieto y De la Rosa) y por supuesto las brujas con Carmen Maura, Terele Pávez, Carolina Bang y junto a ellas Santiago Segura. Todos ayudan al director con su humor negro y locura a conjurar el misterio de la vida, la que sin duda esconde muchos secretos.
Con un arranque espectacular, hipnótico, estruendoso y apocalíptico (nuevamente hay una predicadora anunciando lo peor de lo peor) filmado en un alicaído y empobrecido (crisis mediante) Madrid, más precisamente en Puerta del Sol, Alex De la Iglesia vuelve a los cines con “Las Brujas”(España 2013) luego de “La chispa de la vida”(que aún permanece inédita en Argentina). Cristo (Hugo Silva), un soldado de juguete (Mario Casas), un niño (Gabriel Delgado, caracterizado como Damien de “The Omen”), Bob Esponja, Minnie y el hombre invisible roban una tienda de compra/venta de oro y escapan en medio de un tiroteo con la ayuda de un taxista (Jaime Ordónez) que reclutan en el momento. Francia, más precisamente el Disney de París, es la meta, pero pasarán por Zugarramurdi, el legendario pueblo que originó a las brujas en la península Ibérica y obviamente no podrán continuar su camino. Paralelamente la exmujer de Cristo/Jose (Macarena Gómez) y dos policías intentarán encontrar al grupo de ladrones. Esto es “Las Brujas”, película en la que si bien hay “brujería”, imaginería popular sobre estas, hechizos y caldos “misteriosos” (hechos con partes humanas) hay mucho humor e ironía y se habla más de estos personajes dentro de la eterna y universal guerra de los sexos. Así, para De la Iglesia (que además tiene pequeños cameos en la cinta) las mujeres, con su eterno presionar sobre los hombres, son las verdaderas brujas de la historia. “Nunca les alcanza nada”, “Te meten presión”, “No te dejan salir con tus amigos”, algunos planteos que se escuchan a lo largo de la proyección entre cientos de reclamos ante la imposibilidad de encarar directamente a sus “media naranjas”. Pero ojo que del otro lado también hay reclamos, en ese aquelarre dirigido por la suprema bruja (Carmen Maura) con su madre (Terele Pávez) y su hija (la bestia Carolina Bang) a la cabeza, hay un descreimiento en los hombres, razón por la cual están solas (aunque el personaje de Bang quiere dejar de estarlo y busca su verdadero amor) y necesitan de un sacrificio para poder subsistir. Ese sacrificio será el pequeño Sergio (Delgado) quien “renacerá” en las entrañas de una megabruja. Por lo que los “ladrones en fuga” intentarán recuperar al niño y preservar sus propias vidas. La música, los planos aéreos y travellings, la escenografía, las actuaciones secundarias (María Barranco, Santiago Segura, Carlos Areces, entre otros) destacan y despegan a “Las Brujas” de las ya clásicas historias como “Las Brujas de Eastwick”, “Abracadabra” ó “La maldición de las Brujas”, cintas que no contaron con lo corrosivo e irónico del realizador español. Desde la secuencia de títulos hay una impronta de: acá vas a ver algo completamente diferente sobre brujas y aquelarres, con imágenes de libros ancestrales y hechizos, pero también con las caras de “brujas” MALAS, mucho más cercanas en el tiempo como Merkel, Tatcher y hasta Frida Kahlo. Èpica, abrumadora, así es “Las Brujas”, una película con algunos minutos de más pero con un inicio (robo) y un cierre (al estilo superproducción hollywoodense, lleno de efectos especiales y gran histrionismo de sus protagonistas) que de por sí valen esos excesos en el metraje.
Siempre se vuelve al primer amor, reza la frase hecha acerca de los amores de juventud; y Alex de la Iglesia lo vive en carne propia con Las Brujas, título loal que omitió el “de Zagarramurdi” del original español, ¿Difícil de pronunciar? Luego de pasos por el suspenso más tradicional en la anglosajona por encargo Los Crímenes de Oxford, el drama histórico de Balada triste de Trompeta, y la metafísica de La chispa de la vida (aún sin estrenarse en nuestro país), en su último opus, pega un nuevo volantazo, para regresar al estilo de sus primeros films, aquella Acción Mutante, El día de la Bestia, La Comunidad y por qué no, 800 Balas. Una comedia de terror, plagada de referencias cinematográficas y a la cultura popular, totalmente descontrolada, y en donde no importan los mensajes o las moralejas. Eso sí, detrás de la diversión y el desenfado podemos también encontrar una lectura social actual muy interesante. Todo comienza un día agitado como pocos, José (Hugo Silva) y Tony (Mario Casas) son estatuas humanas que, en realidad, planean realizar un golpe en una casa de empeño de joyas y oro. Elo atraco empieza mal y termina peor, una feroz persecución, tiros, muertes, y los dos antihéroes subiéndose a un taxi ocupado junto a Sergio (Gabriel Delgado) el hijo de José. Estos tres personajes, más el ocupante original que solo quiere ir a Badajoz, y Manuel (Jaime Ordóñez) el taxista, emprenden fuga hacia la frontera con Francia, pero para llegar, antes deben cruzar el pueblo de Zugarramurdi. Mientras, los persiguen dos detectives (Pepon Nieto y Secun de la Rosa) y la neurótica Silvia (Macarena Gómez), la ex de José. Ya en Zugarramurdi, y por medio de un desvío organizado, entrarán en la casa tres mujeres, abuela, madre y nieta (Terele Pávez, Carmen Maura y Carolina Bang, respectivamente), brujas... y ya no podrán salir, el aquelarre ha comenzado, y entre ellos está “el elegido”. Con un ritmo irrefrenable (si bien decae un mínimo después de la espectacular secuencia inicial), mucha gracia, y nada de respeto por nada, de la Iglesia consigue una de las obras más personales de su carrera, principalmente porque todos sus guiños están ahí donde deben estar y dónde los fanáticos los quieren encontrar. El español ha demostrado ser tambien un excelente director de actores y saber armar cast de lujos; Pávez, Maura y Bang vuelven a trabajar con él y ya se sienten como de la familia, es imposible imaginar a esas brujas con otros rostros. Lo mismo sucede con el trío de hombres Silva, Casas (del que logra una actuación muy convincente), y Sergio. Todos estan en su timing justo, y si hay un desborde, este es deliberado. Hay algo de lucha de sexos, y una mirada rápida adivinaría un desmedro hacia la mujer, lo cual un análisis más profundo descarta. En realidad todo se encuentra en el marco de lo paródico, del desparpajo absoluto. A esta altura todos deberían saber con qué cruzarse al adentrarse en el mundo de Alex de la Iglesia, no hay lugar para escandalizarse. Las Brujas ofrece al espectador eso, justamente lo que viene a buscar, y por eso estamos frente a una de las mejores comedias del año.
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¿Quedará alguien que jamás haya visto una película de Alex de la Iglesia? Qué interesante sería escribir esta reseña para él. Pero más interesante sería espiarlo mientras la mira ¿Qué caras pondría ante la pantalla? ¿Se reiría, se asquearía o se agarraría la cabeza sin comprender semejante delirio? Basta de divague: por si todavía queda algún paracaidista tardío, Las brujas es un film ideal para conocer a este realizador único. Las razones hay que encontrarlas en la forma personalísima de filmar que tiene de la Iglesia. Pocas veces en la cinematografía se advierte tan claro lo acertado de aquella máxima: el qué es el cómo. Las brujas, inclasificable en comparación con el cine más convencional donde miles de películas repiten la misma estructura, tiene ideas, tiene un tema, argumento, concepto y hasta simbolismo. Pero lo que atrapa al espectador (razón de fans y, aceptémoslo, detractores) siempre es su estilo, sus formas. Composición tema, Las brujas: Qué: las mujeres son odiosas y echan a perder este planeta. Cómo: la historia desopilante de un puñado de perdedores que quieren hacer un robo, pero algo se complica y terminan atrapados en una aldea de hechiceras en pleno Siglo XXI. Etiquetar los filmes de este peculiar realizador es una ardua y desagradable tarea. Pero para ahorrar trabajo al lector desprevenido podría aventurarse que la película merodea por varios géneros aunque la veta principal es el humor. Gags y chistes se combinan con un toque de fantasioso y un poco de terror del cine Z. Sin embargo, la clave del nuevo film del director español, tanto como de los anteriores, pasa por las características esperpénticas de historia, personajes y escenas. Todo es imperfecto, ridículo y fallido dentro de esa España que de la Iglesia pinta desde hace décadas con una paleta ultradecadente. Para lograr esa visión cutre y coherente, Las brujas combina de forma admirable un elenco de maravillas (Hugo Silva, Mario Casas, Jaime Ordoñez, Carmen Maura, Terele Pávez y Carolina Bang, entre otros) con escenarios oportunos y un humor negro arratonado. El ensamble de las diversas piezas del cómo es suave y natural, todo funciona de maravillas, aunque más revelador de la estética del film sería decir que nada encastra, pero para eso está la vaselina, que hace que las cosas funcionen como sea. Tal vez sea ese el gran mérito de de la Iglesia. Filmar con espíritu bizarro pero sin resignar cuidado por las resoluciones y detalles. Esa rigurosidad es la que hace que las formas logradas se vuelvan tan importantes que se conviertan en lo primero en distinguirse en el film: el cómo le ha ganado al qué. ¿Y ese espíritu bizarro perdió frescura con los años y la mayor producción? Para nada. Con mejor presupuesto y tecnología, de la Iglesia demuestra que puede filmar con la lucidez y el cinismo de la lejana El día de la bestia. El estreno de Las brujas es la ocasión ideal para pegar un telefonazo a las distribuidoras locales: entre tanto estreno mediocre hollywoodense, en Argentina aún no se ha estrenado La chispa de la vida, película anterior del director. Fans y vírgenes merecen todo el cine de este pequeño geniecillo, que habla en español.
Hombres, a la hoguera Después de Balada triste de trompeta y La chispa de la vida, se extrañaba el Álex de la Iglesia desaforado, despiadadamente humorístico y atento al relato más que a la redundancia de las metáforas. Las brujas es la película en la que el director vasco pone manos a la obra y hace lo que mejor le sale: tomar un género, retorcerlo, desvirtuarlo y ponerlo al servicio del estilo que popularizó con El día de la bestia. Los primeros minutos de Las brujas son disparos de una comedia perfecta. En el centro de Madrid, un hombre, desocupado y en medio de un divorcio complicado, no tiene mejor idea que disfrazarse de estatua viviente de Cristo y asaltar una casa de venta de oro. El atraco está orquestado junto a otros desempleados cuya estrategia es pasar inadvertidos de la manera más obvia, vestidos como simpáticos personajes para niños. Junto a sus secuaces de peluche (el Bob Esponja armado hasta los dientes, imperdible) está su pequeño hijo. Pero la policía los intercepta y, en la huida, José (Hugo Silva), escapa junto a un colega, un taxista y el niño a refugiarse en un pueblo en la frontera con Francia. No es un pueblo cualquiera, sino uno en el que las brujas, como amazonas con berrugas, forman un matriarcado tirano (encabezado por Carmen Maura). A partir de ese momento, la comedia negra se sube a un tren fantasma y se inserta en un aquelarre absurdo en el que las brujas (encabezadas por Carmen Maura) persiguen a estos hombres, que les temen tanto a ellas como a sus propias esposas. De la Iglesia explota entonces un código masculino, propio de un asado de amigos, en el que la guerra de los sexos se convierte en una marmita en ebullición. Las víctimas, claro, son los varones. Es entonces cuando ese primer impacto del filme decae. Y no porque sea necesario señalar con el dedo al grito de "¡misoginia!" (hombres y mujeres son parodiados por igual), sino porque la historia se explaya en esas diferencias (con algunos chistes de los que ya no nos reímos hace rato), se acumulan varios personajes prescindibles y se extiende en un desenlace épico, extenso y barroco. Así y todo, Las brujas regresa a las mejores marcas del director, a ese sincretismo religioso-pagano-bizarro, y es generosa para hacer reír. Cosa que en las salas de cine ha escaceado en los últimos meses. Un dato para los seguidores de De la Iglesia: dos de sus actores predilectos, Santiago Segura y Carlos Areces, aportan mínimos pero imperdibles gags.
Mitos y estereotipos de un transgresor Como ocurría con la inolvidable El día de la bestia, la historia del nuevo film del director español remite al fuerte legado que la Inquisición ha dejado en las identidades ibéricas. Empieza a la altura del mejor De la Iglesia, pero luego decae. Existe un mito alrededor del vasco Alex de la Iglesia. Un mito entendido como relato más o menos fabuloso que se alimenta de un fondo lejano y muchas veces inasible, pero que puede contener algún fragmento de verdad. El mito de De la Iglesia dice que se trata de un director innovador y creativo, cultor consumado del relato fantástico y el humor absurdo, en cuyas películas se enfrentan siempre, de un modo u otro, el bien y el mal, y siempre dispuesto a llevar las cosas radicalmente al extremo. Varios de sus films confirman algunas de las premisas incluidas en esta improvisada definición ad hoc, y otras, en cambio, se cumplen mucho menos de lo que se cree. Las brujas, su nuevo trabajo, viene a hacerle honor a esa mitología. El nuevo film de Alex de la Iglesia utiliza un humor dudoso para referirse al prejuicio de la mujer “bruja”. Como en otros títulos, el director vuelve a encontrar una excusa para el relato en su propia comunidad. Se trata del carácter esencialmente aldeano que subyace en una cultura que, como la española, no puede evitar que por las grietas de una modernidad prefabricada se cuele un pasado medieval no tan lejano. La historia contada en Las brujas, como ocurría con la inolvidable El día de la bestia, remite de modo directo al fuerte legado que la Inquisición ha dejado en las identidades ibéricas. Algo que también pasaba, pero de modo más moderado y sutil, vía franquismo, en Muertos de risa y Balada triste de trompeta. Casi un cliché (o un mal chiste), el apellido del director podría pensarse como prueba irrefutable de hasta dónde llega dicha influencia. De la Iglesia se mete ya desde el título de su nuevo trabajo con una de las obsesiones de la Inquisición, y el comienzo del film da cuenta de un cineasta ingenioso y lúcido, capaz de sorprender con una larga secuencia construida con un timing que pocos directores en el mundo pueden jactarse de poseer. En ella, un grupo de ladrones disfrazados de estatuas vivientes asaltan una casa de empeños, llevándose un pequeño tesoro de minúsculas piezas de oro. Tanto la forma falsamente desprolija con que esta escena es presentada como el frenesí coreográfico de la acción y la eficacia con la que consigue que los actores disparen sus mordaces líneas a una velocidad que nunca resigna precisión justifican algunos detalles del mito. Incluso la brillante secuencia de títulos parece anunciar al mejor De la Iglesia. Pero a medida que la narración avanza, ese piso que la película propone en sus primeros 15/20 minutos le va quedando cada vez más alto. Y ahí donde parecía haber un director osado que se atrevía a jugar con el extremo de lo políticamente incorrecto, el devenir del relato acaba por (de)mostrar que apenas hay uno bastante conservador y falto de sutileza. De hecho resulta imperdonable abordar el estereotipo de la mujer como bruja desde un humor que, de tan ramplón, es más digno de un equipo de creativos publicitarios que del director que filmó la gran escena que abre esta misma película. Que, después de empezar tan bien, De la Iglesia decida contar su historia de fugitivos convertidos en víctimas de un aquelarre con recursos humorísticos que parecen extraídos de una propaganda de cerveza, provoca una franca decepción.
Ellas, las comehombres. La catarsis es algo peligroso para Álex de la Iglesia. Por un lado, el arte motivado por la furia siempre es fuente de grandes pasiones dignas de ver. Por el otro, estamos hablando del mismo hombre que se hizo un lugar en el nicho del culto gracias a su hábito por la farsa extrema, con clásicos como Acción mutante, El día de la bestia, La comunidad, Muertos de risa y Crimen ferpecto; dicho de otra manera, hacer que actúe bajo la influencia de la furia es correr el riesgo de quien le da azúcar a un chico hiperactivo. Es por eso que, al oír sobre como el próximo proyecto del ibérico divorciado iba a ser un relato fantástico sobre la maldad de las mujeres, sonaba normal alarmarse. Sin embargo, por la mayor parte de Las Brujas (2013), el realizador logra volver al hermoso ritmo de sus viejos delirios, hechizo que por desgracia también tiene una hora de desvanecerse. El frenetismo no se tarda en llegar. A los pocos minutos de iniciado el film, se lleva a cabo un suceso que funcionaría como la perfecta entrada a un chiste: una estatua viviente de Jesús, un soldado verde y un grupo de muñecos disfrazados entran a un local de empeño en la Puerta del Sol, sacando armas a lo loco y robando todo el oro. De este atraco y la subsecuente persecución con la ley (en la cual ni siquiera Bob Esponja se salva de la balacera), salen de Madrid el mujeriego Tony (Mario Casas) y el separado José (Hugo Silva), quien, ante la situación de poder ver a su hijo en escasos horarios, decide llevarlo en su fuga a Francia. Pero para alcanzar su destino, todos tienen que tomar el coche del taxista Manuel (Jaime Ordóñez), un hombre dominado y creyente que decide acompañarlos en su escape… hasta que descubre que tienen que pasar por el pueblo fronterizo de Zugarramurdi. Para el fanático de los shows paranormales, el lugar tiene su historia: sirviendo como hogar del acto de fe por el cual los inquisidores españoles retuvieron a miles de personas y sentenciaron a decenas de mujeres a la muerte, la localidad sirvió como verdadera cuna del mito de la brujería, aún antes de Salem. Como es de esperarse, los criminales no le harán caso, tras lo cual se encuentran con Maritxu (Terele Pávez), Graciana (Carmen Maura) y Eva (Carolina Bang), tres mujeres que hacen lo imposible para atraerlos a sus hogares. Por desgracia para ellos, el amigo chofer tenía razón: en realidad ellas son hechiceras caníbales, inmersas en la tarea de cumplir una profecía sobre el pequeño asunto de traer al Anticristo para acabar con el mundo. Basándose en esto, el director y co-escritor español (junto a su colaborador habitual, Jorge Guerricaechevarría) establece una batalla de los sexos sobrenatural, que toca uno de los puntos menos explorados habitualmente en este tipo de relatos (y aún más en versiones fantásticas): la intimidación masculina con la mujer. Tan sólo basta con recordar el origen del concepto que adorna el título del film. Como dictó la historia, la caza de brujas fue la excusa de la Iglesia durante la Edad Media para silenciar a cualquier dama que se atreviera a expresar su pensamiento; de esa forma, el Malleus Maleficarum fue uno de los libros más mortales de la historia. La subversión principal ejercida por De la Iglesia, con sus señoras fuertes y poderosas en varias épocas de la vida, tiene buen gusto; de todas maneras, siendo quien es, el artista recalca la idea con el exceso de la comedia negra y la fantasía de sus primeras obras, empleando torturas, embrujos e incluso una Venus de Wyllendorf de 15 metros de alto, como cereza del postre. las-brujas-3-locoxelcine Pero, desde luego, todo es una excusa para el mensaje del cineasta, quien pinta a las portadoras de estrógeno como fríos, calculadores y despiadados seres que se alimentan en el aprovecho de la suprema estupidez e incoherencia de los varones. Es en este enfoque, que el bilbaíno se acerca peligrosamente al terreno de la misoginia; no ayuda que, por ejemplo, la ex-esposa de José (interpretada por Macarena Gómez), resulte ser tan brutal como las arpías satanistas que sirven como villanas de la producción. Ahí, Álex se desvía de su film y empieza a lanzar su frustración por la pantalla, amargando el gusto de todo. Por suerte, la ridiculez de su premisa ayuda a que bastante de su enojo entre en la broma de la historia; sin embargo, uno no puede evitar pensar como sus deslices en sus “películas de protesta” (como Balada triste de trompeta y La chispa de la vida, sus últimos trabajos) lo sacan más y más de control. Eso es algo que se vuelve a notar al ver la ejecución de su historia, desde el frenesí de acción y bizarrez de la impecablemente dirigida media hora inicial, hasta el desinflado desenlace, un conjunto de peleas aburridas, revelaciones sin sentido y malos efectos especiales que hace que las casi dos horas de duración se tornen un tanto interminables. Por fortuna, la diversión causada por el impecable elenco lleno de figuras del humor (fíjense que plagado de comediantes está esto, que uno tiene que mencionar aparte las apariciones de los grandes Carlos Areces y Santiago Segura, quienes se roban sus escenas con altos niveles de travestismo) y la velocidad feroz de los primeros dos actos hace que los problemas de Álex con el otro sexo queden como asunto para otro día.
Regocijante regreso del Alex de la Iglesia “salvaje” Regocijo desde el primer minuto casi hasta el final, regreso de Alex de la Iglesia al espíritu de "Acción mutante" y "El día de la bestia", retrato de la España más reconocible y menos presentable, amplia humorada sobre la eterna guerra entre hombres y mujeres, eso es, en pocas palabras, "Las brujas de Zugarramurdi", cuyo solo título original ya suena excesivo, intransferible, imponiéndose a lo vasco a otro título más conocido, "Las brujas de Salem", que en comparación queda francamente insulso. Acá, por nuestra pereza para la dicción, lo hemos reducido a "Las brujas", con lo que pierde gracia y personalidad. Otras molestias que quizás afecten el entero disfrute de la comedia son algunos chistes muy locales que tiene de tanto en tanto. Por suerte, nada que nos deje afuera más de cinco segundos. Y una última: el final resulta menos brillante que el comienzo, pero esto porque el comienzo es de vértigo, y porque a cierta altura ocurre como en esas fiestas donde el dueño de casa ya se cansó de entretener a los invitados y está a punto de perder el hilo de su propia conversación. Aun asi, igual se agradece la regocijante noche que hemos pasado. ¿Y de qué trata la obra? De que las mujeres son mucho más inteligentes, astutas y rencorosas que los hombres, salvo excepciones. ¿Y cómo lo trata? Basta ver el afiche. Esto es disparate acelerado, caricatura de trazo grueso, diálogos sabrosos de salidas inesperadas, todo a partir de una banda de tremendos imbéciles que cometen un asalto loquísimo en plena Puerta del Sol y después huyen hacia Disneylandia perseguidos por la mujer de uno de ellos y dos detectives, con la mala suerte de pasar la noche justo en un pueblecito navarro donde damas y damitas de toda edad conservan las malísimas costumbres atribuidas a sus antepasadas (conviene saber que el atractivo turístico del auténtico Zugarramurdi es un Museo de las Brujas). No digamos más, esto es una sorpresa salvaje, misógina y contínua, con un elenco vastísimo y formidable donde casi todos se lucen, desde Carmen Maura y Terele Pávez hasta los partiquinos de menor cartel, el director está en su salsa, la música acompaña, y a nadie le importa demasiado que los efectos especiales de la noche de aquelarre sean medio berretas. E so también forma parte del chiste. Ahora, hablando en serio. La cacería de brujas de Salem, 1693, culminó con un lapidado, 19 ahorcadas y ahorcados, y 26 fallecidos en prisión, no sólo por la mala comida. La de Zugarramurdi, 1610, con 7 quemadas vivas, 5 muertas en prisión, y 19 arrepentidas que volvieron ese mismo día a sus casas. Parece que, estadísticamente, la Inquisición mató menos brujas que los protestantes, pero tiene una mala prensa que es de terror. Hay una película sobre esos hechos, "Akelarre", de Pedro Olea, 1984, con López Vázquez y el uruguayo Walter Vidarte.
Una comedia febril y desmadrada "El humor es lo más serio que hay, es lo que nos salva y redime". Esto lo expresó el director bilbaíno Alex de la Iglesia, heredero posmoderno de las más ilustres tradiciones de la comicidad española. El día de la bestia y Balada triste de trompeta son dos ejemplos de ese estilo. En Las brujas se propuso armonizar el policial con ramalazos de humor esperpéntico y una abigarrada historia de brujas. Y como es habitual en el cine de De la Iglesia, este filme también está cargado de violencia y de variables surrealistas de cuño buñueliano. Los protagonistas son José y Tony, desocupados y algo desesperados, que "trabajan" de estatuas en la Plaza de Sol de Madrid. El primero, semidesnudo, carga con una enorme cruz de madera a la manera de Jesús. Y el segundo, como un soldado con un fusil al hombro. Ambos se proponen salir de pobres mediante un atraco a una joyería situada en el lugar. José, que está divorciado, es acompañado por su hijo Sergio de diez años, porque es martes y le correspondía cuidar de él. Se llevan varios miles de anillos de oro, suben apresuradamente a un taxi conducido por Manuel y parten inicialmente hacia un destino incierto. Sobre la marcha deciden dirigirse hacia la frontera con Francia y llegar a París. Pero deben pasar por Zugarramurdi, un pueblo de Navarra conocido por sus cuevas en las que, según la Inquisición, se reunían las brujas para hacer aquelarres, con la supuesta presencia del demonio. Los problemas de los desafortunados ladrones se multiplicarán en ese sitio por centenares. Porque si hasta ese momento el filme podía encuadrarse, aproximadamente, en el género policial, en Zugarramurdi la historia se desmadra y adquiere proporciones alucinantes. Eso ocurre cuando los prófugos ingresan a la enorme y deteriorada mansión de las brujas, que se muestran siempre propensas a captar incautos, en especial niños, porque además de beber brebajes y comer víboras, también son caníbales. Es cierto que el director caracteriza a las mujeres como malvadas, crueles y demoníacas, pero también es cierto que a los hombres los trata de idiotas, "Dios es mujer -exclama la bruja encarnada por Carmen Maura--, y los hombres no pueden soportarlo". De la Iglesia es considerado el "rey de la comedia acelerada" y este filme es otra muestra ejemplar de ese estilo narrativo. El propio director señaló que ver su película es como asistir a una función de Abbott y Costello contra los fantasmas. Lo que no se le puede negar a De la Iglesia es imaginación, muy febril, pero imaginación al fin.
Brujas españolas que quieren dominar el mundo Sin complejos varados entre la corrección e incorrección, el cineasta Alex de la Iglesia se divierte mientras perfila hombres sometidos y mujeres caníbales durante el robo, fuga y pelea maléfica, de Las brujas. Entonces, como momento diáfano dentro de un cine donde el corsé de lo que puede decirse y cómo es regla, qué mejor que dejarse llevar en esta huida demente, con alianzas de matrimonios fallidos como botín. Es cierto también que, cultor como es de un cine de premisas atractivas, de la Iglesia culmina por desbordar hacia la montaña rusa. Sea El día de la bestia, 800 balas o Balada triste de trompeta, lo que guía al argumento deriva en una acumulación de situaciones absurdas. Con Las brujas sucede otro tanto. Pero, de todas maneras, lo que asoma ya es un rasgo de cine, tan personal como esperable. En este sentido, Las brujas no podía ni debía quedar relegada, y es así como se llegará a descubrir, sobre sus minutos finales, a la gran... madre de todas las madres (o algo así), rodeada de vítores lúgubres y chillidos histéricos. Pero antes de llegar a este aquelarre verdadero, a este festín femenino/feminista, hay toda una progresión más disfrutable, contenida en los diálogos masculinos, en los problemas compartidos, en las desgracias sufridas por las relaciones con el sexo opuesto. Mientras tanto, eso sí, hay un robo. Con un taxista como rehén, finalmente aliado. Uno más para la causa masculina. E infructuosa. Porque por más huida feliz que de la policía se logre, lo que a los cuatro les espera (es que también hay un niño, no por ello menos hombre), es sobrevivir al pueblo de Zugarramurdi, allí donde las brujas habitaban y todavía. Con Carmen Maura como líder de un séquito repartido entre la madre, la hija, el sirviente -un Igor en toda regla- y tías y parientes y amigas portadoras de las más variadas maneras de someter al macho odiado. Hasta el gran Carlos Areces -uno de los "azafatos" de Los amantes pasajeros- es una de ellas. Si en Antes de la medianoche Julie Delpy y Ethan Hawke se devoraban entre réplicas, habrá también de situarse en mismo rango y honor los reproches que son discusión entre Hugo Silva y la bruja que es Carolina Bang. Bruja de nombre Eva. Mientras el personaje de Silva se llama José. Quien apenas horas antes se disfrazara de Jesucristo para robar en la casa de empeños. Es decir, un Cristo a los tiros y blasfemando, así como a los besos y entredichos -que confiesa no terminar de entender- con la brujísima Eva. ¿Qué tal? Si la citada película de Almodóvar aparece como uno de los últimos títulos del cine español dedicado a mirar, con sorna y alegría, la propia realidad del país, con Las brujas sucede otro tanto. Aquí desde la imaginería del cine de terror. Género que supo ser norma cinéfila durante los años franquistas. Humor negro, entonces, para un presente que duele, y desde un cine que evoca otros tiempos, también negros.
Horror comedy moves to flesh-eating witches Two down-on-their-luck anxiety-ridden men decide to rob a “We Buy Gold” store located in front of the La Puerta del Sol Square in Madrid. It’s a most peculiar robbery because José (Hugo Silva), a divorcee and one of the thieves, has to take Sergio (Gabriel Delgado), his eight-year-old son along with him. It so happens that it’s his turn (not his wife’s) to take care of the boy. Moreover, Tony (Mario Casas), the other thief, can’t find his car to flee after the hold-up because his girlfriend took it to go shopping. Now they have thousands of gold rings, but no car. So they kidnap a taxi driver, Manuel (Jaime Ordoñez), and his customer too (whom they put in the trunk of the taxi). And together, they hit the road to France. But they never get there. Instead, they get lost in the woods of Zugarramurdi, a region known for its flesh-eating witches and their abominable covens. The most dangerous of them all is Graciana Barrenetxea (Carmen Maura) because she’s the one who leads all the others. What they have in mind is not hard to figure out: they want to celebrate the arrival of the men and the kid by having a feast. Of course, they are the food. Las brujas de Zugarramurdi, the new film by famed Spanish director Álex de la Iglesia (El día de la bestia, La comunidad, Crimen ferpecto, Balada triste de trompeta) is quite a hilarious comedy with traits of a horror film gone nuts. It’s not one of his best films but it surely is above average (unlike The Oxford Murders, for instance). It boasts the same kind of black humour and extravaganza his early films had, but with better production values and a more assured direction. At times, it goes over the top, but not excessively — at least not for a film by Álex de la Iglesia. So the bizarre elements never reach the point of being ridiculous. Within the logic of the movie, they all make sense and don’t feel forced for a second. And unlike many other derivative films that tread the same territory, the universe depicted here is, indeed, original. Moreover, it’s filled with truly funny verbal gags and witty one-liners, great visuals and a superb cast that delivers equally convincing performances. Plus it’s told at the right pace thanks to its clear-cut editing. In all these regards, Las brujas de Zugarramurdi goes from good to better. However, when it comes to the screenplay, things are not that accomplished. Despite all the creative, very well executed scenes and sequences, the overall narrative sometimes comes across as a compendium of entertaining ideas — as if a story with a stronger dramatic edge were missing. Take the witches, for example. They have some characteristics to individualize them and a bit of a story of their own. Still, the main roles are underwritten. They play their roles in the story, but it would have been great if that included something other than performing a series of somewhat predictable behaviours. All in all, Las brujas de Zugarramurdi delivers what’s expected of it and sometimes goes a step further. It’s a crowd pleaser, granted, but it’s an intelligent one. I found myself laughing unexpectedly at different times in the movie. Other times, I could see the gags coming from a mile away. Nonetheless, the final result is more than satisfying. It might not be memorable, but it does pay off.
Aquelarre ibérico Alex de la Iglesia es uno de eso de esos directores que no se sabe si filma para divertirse él mismo o para divertir al público. Cuando se conjugan las dos opciones, estamos frente a muy buenas películas como El día de la bestia, Crimen ferpecto o la primera parte de Las brujas, que comienza con tal frescura y desfachatez que es imposible no disfrutar incluso del acribillamiento de Bob Esponja en pleno centro madrileño. José (Hugo Silva) y Tony (Mario Casas) son dos estatuas vivientes de las tantas que vemos en las grandes ciudades pero que en este caso, junto al hijo de 10 años del primero de ellos, tratarán de robar una casa de empeños. El asalto saldrá mal, la policía los perseguirá y los asaltantes tratarán de huir rumbo a Francia para que José, padre divorciado con pésima relación con su ex, pueda usar su parte del botín para llevar a su hijo al Disney de París. Toda esta primera mitad es una perfecta combinación de humor y acción a la que no le sobra ni le falta ni un plano ni una línea de diálogo. En la segunda parte, que es cuando la película se deshilacha un poco, el grupo llega a Zugarramurdi, un pueblo maldito ubicado en tierras vascas, famoso porque en las épocas de la Inquisición quemaron a varias mujeres acusadas de brujería. Es allí donde son secuestrados por tres generaciones de brujas: la abuela, Terele Pávez; la madre, impagable Carmen Maura; y la hija, una impactante Carolina Bang enfundada en látex negro, colándose de modo sutil el carácter medieval que dejó la Inquisición en la cultura española a pesar de la imagen de país moderno e integrado a la comunidad europea que quieren vender desde la península ibérica. Aquí el guión se pone más grueso, con bromas misóginas aunque suavizadas por el patetismo de los hombres que las enuncian, y la trama deja de fluir, pues se detiene en luchas enmarcadas por efectos especiales no demasiado logrados y un humor muy básico, perdiéndose totalmente la naturalidad y la frescura de la primera parte. Si bien es cierto que con este film el director vasco no llega al nivel de títulos anteriores como El día de la Bestia, Crimen ferpecto o Muertos de risa, también hay que decir que, a diferencia de la muy floja Balada triste de trompeta, en la que el cineasta pontifica acerca de la situación política de España, aquí se concentra en el género de la comedia de terror, manteniendo intactos el desenfreno y la imaginería visual que lo han caracterizado a lo largo de su carrera.
Loca como tu madre En Las Brujas de Zugarramurdi Alex de la Iglesia no deja títere con cabeza. Ya desde los créditos nos muestra diferentes mujeres plasmadas por el arte, la religión, y otras aclamadas y destacadas en la historia de la humanidad. Las mujeres son el centro de este universo macabro y atractivo a la vez, son las brujas, la fuente de la maldad, la manipulación y la histeria llevada a su máxima expresión. Pero no nos vamos a poner feministas con el gran Alex que ya demostró a lo largo de los años que tiene vía libre para reírse de lo que se le antoje y nosotros tendremos la autocrítica suficiente para hacerlo con él. Lo interesante del cine de Alex de la Iglesia es que una comedia es mucho más que eso, tocada por la tragedia, el drama, y la crítica profunda, este hombre nos hace reír a carcajadas de las cosas más tremendas que se nos puedan ocurrir apelando al absurdo, pero sin dejar de estar anclado a la realidad. Las Brujas de Zugarramurdi comienza con el asalto a una joyería, un comercio en donde la gente va a empeñar, vender o comprar sus pertenencias de oro. Este lugar parece estar plagado de anillos de matrimonio, anillos de los cuáles la gente quiere desprenderse por diferentes motivos. Y esto no es un dato menor, porque estos objetos brillantes y valiosos (y lo dice la película) demuestran los fracasos, las separaciones y el dolor contenido en ese oro que ya no vale más que el precio del mercado y un montón de recuerdos de los cuáles es preferible olvidar. Varios sujetos escondidos en sus gigantescos disfraces de famosos personajes deciden poner en práctica su plan. En combinación con un Mickey Mouse latinoamericano, y un Bob Esponja ruso, José (vestido de Jesús) su hijo Sergio (fruto un matrimonio ya disuelto y motín de guerra de sus progenitores) y Tony (simulando ser un soldado de juguete) irrumpen en el negocio llevándose una bolsa llena de oro. Por supuesto que en todo plan perfecto, siempre algo sale mal, lo que dará como resultado que estos tres personajes (José, Sergio y Toni) se escapen en un taxi manejado por Manuel y un pobre pasajero que sólo quería ir a Badajóz por una entrevista de trabajo. Con el objetivo de cruzar la frontera e ir hacia Francia, terminan pasando por un extraño pueblo detenido en el tiempo llamado Zugarramurdi, habitado en su mayoría por mujeres de diferentes generaciones, plagado de rituales macabros y ceremonias algo extravagantes. Este pueblo está liderado por Graciana (la grandiosa Carmen Maura) su anciana madre, y su hija Eva. La película está repleta de excesos, choques, explosiones, sangre, mutilaciones, deformidades y situaciones muy bien narradas y con un ritmo que no decae nunca. Pero además de la risa, el absurdo y la repulsión, la historia es una patada en la cabeza, una ácida crítica a las relaciones de pareja, más allá del género y de la obvia relación entre las brujas y las mujeres. Pero como toda pareja está formada por dos partes, observamos también a los pobres hombrecitos víctimas de la maldad femenina, atrapados entre las garras pintadas con esmalte rojo de estos perversos seres. Ellas como arañas que trepan por las paredes, chupan la sangre y se alimentan de las entrañas de estos débiles seres llamados hombres, que se la pasan quejándose de las féminas, pero no pueden dejar de quedar encantados por sus alucinantes poderes. Bueno, en todo caso si hay algún parecido con la realidad es simplemente mera coincidencia. La dicotomía bien-mal parece estar en pugna durante todo el último tramo de la historia, aunque algunos personajes estén construidos desde ambas facetas y eso es lo más interesante. Llega un momento en donde el caos es absoluto y sólo la muerte podrá poner fin a semejante barbarie. Pero, hasta la muerte se pone en duda en este relato… Entonces la película habrá alcanzado su fin hasta que el tiempo (ese que lo destroza todo a pedazos) dé su último veredicto.
Por el aire y a lo loco "Las brujas" es como un ejercicio previo a una de las buenas películas de Alex de la Iglesia, con el humor negrísimo que practica el director y que encontró su madurez en "Balada triste de trompeta". El último filme del director español luce como si el dúo creativo que De la Iglesia forma con el guionista Jorge Guerricaechevarría, que tuvo un prolífico desempeño desde el principio en "Mirindas asesinas", se divirtiera mucho. Eso queda claro en esta tormenta de ideas que es "Las brujas". Allí hay de todo: en los créditos iniciales aparecen desde grabados de Gustave Doré que evocan la brujería, pasando por fotos de divas intrigantes como Marlene Dietrich y Greta Garbo, hasta la primera ministra alemana Angela Merkel, como si se tratase de una larga dinastía brujesca que atraviesa los siglos. Luego se cuenta la historia de dos desocupados que buscan mejorar su vida. Para eso roban una joyería disfrazados de estatuas vivientes, serán perseguidos por la ex mujer de uno de ellos, para terminar en Zugarramurdi, escenario de procesos de la Inquisición en la Edad Media, donde caerán en poder de brujas antropofágicas. En las primera mitad se impone el puro estilo desaforado de De la Iglesia: discursos apocalípticos conviven con asesinos disfrazados de Bob Esponja y un Cristo con ametralladora. Al promediar el filme, cuando se enfrentan con las brujas, el tono cambia y se impregna de suspenso y gore en desmedro del humor y a favor de una arenga feminista apocalíptica.
Me casé con una bruja Zugarramurdi es un municipio español de la Comunidad Foral de Navarra Su población en 2012 era de 243 habitantes. Gran parte de los visitantes llegan a Zugarramurdi atraídos por las historias y leyendas que fueron surgiendo en torno al proceso inquisitorial de 1610. Con la intención de dar a conocer lo que sucedió en Zugarramurdi y su entorno a principios del XVII, esta localidad Navarra ha rehabilitado su viejo hospital, situado en el mismo pueblo, en la salida hacia las cuevas, para instalar en allí el Museo de las Brujas de Zugarramurdi, Este espacio museístico, único en España (el de Segovia es sobre la brujería y sus elementos), fue inaugurado en julio 2007 pretendiendo que sea el lugar para perpetuar la memoria, un homenaje a las personas, hombres y mujeres, que fueron víctimas de una situación social trasnochada, de una ola de pánico brujeril, y de una Inquisición que necesitaba imponer su autoridad. Tuve la oportunidad, en el 2008, de conocer a dos empleadas del museo, por lo que el titulo original de la realización de Alex de la Iglesia capto mi atención mucho antes de poder verla. Dicho esto a modo de introducción, y al sólo fin de poder justificar éste desguinzado fílmico, ya que a mi entender el saber algunas de estas cuestiones pueden aclarar algo del orden de las intenciones del director vasco. ¿De qué va la historia? José (Hugo Silva) es un padre divorciado que le ha prometido a su hijo Sergio (Gabriel Delgado) ir a Disneworld de Paris. Su nuevo amigo Tony (Mario Casas) es un mujeriego que, inexcusablemente, atrae a todo tipo de señoras, y no tanto Se conocieron mientras tramitaban la recepción de alguna ayuda monetaria estatal, pues ambos tienen en común el estar desocupados, como dicen en España están en el paro. Tienen la maravillosa idea de tratar de conseguir el vil metal robando en un establecimiento de compro/venta de oro como modo de dar solución de sus problemas más cotidianos, involucrando, y haciéndolo participe del mismo, a Sergio, por supuesto sin que la “bruja” de su ex lo sepa. Pero nada sale como estaba previsto y para huir de la policía, en dirección a Francia, secuestran a Manuel (Jaime Ordóñez), un taxista que termina siendo admirador del experto en lo paranormal Íker Jiménez. A su paso por el pueblo navarro de Zugarramurdi el trío es secuestrado por un grupo de brujas, estas si reales, con características más antropófagas que caníbales, lideradas por la gran perversa Graciana (Carmen Maura). No será la única arpía a la que conocerán. El desafío es sobrevivir a todas ellas. Entre el gran aquelarre nos encontramos con Maritxu (Terele Pávez), Kontxi (Carlos Areces), Miren (Santiago Segura), y Eva (Carolina Bang). Por si todo esto no fuese demasiado, se le agrega a estos pobres desgraciados el ser perseguidos por los inspectores Pacheco (Secun de la Rosa) y Calvo (Pepón Nieto), quienes están acompañados por Silvia (Macarena Gómez), la ex de José que sólo desea recuperar a su hijo Sergio. Esta increíble producción, dicho desde lo estético y formal, se constituye como un entrecruzamiento de géneros, por un lado, y a simple vista, es una muy buena comedia, pero plagada de simbología inherente al cine de terror más gore. Asimismo, se la puede pensar como una gran toma de posición sobre algunas cuestiones filosóficas, éticas y morales, (recordemos que Alex es Doctor en Filosofía) por parte de guionistas y el realizador. Para ello acude a distintas temáticas, todas presentes e identificables: el feminismo, el falso machismo, y del otro, algo del orden de lo ininteligible de la mente femenina, la violencia, el maltrato, la convivencia, al mismo tiempo que puede estar diciendo de manera profunda de España en general y de los vascos en particular, de formas bizarras, lo que no le quita mérito. Decir algo más desde las elecciones ejercidas, contar algo más allá de lo dicho en relación al relato, me parece que es quitarle la sorpresa al lector que devendrá en espectador. Sí revalorar la “apuesta” tanto desde el diseño de arte, la fotografía, que se convierte en la gran vedette, juntamente con el vestuario y maquillaje, una muy buena banda de sonido, el montaje y la dirección de actores.
Historia de amor correspondido De la Iglesia filma mucho, tal vez demasiado. A veces filma mal. Las películas parecen salirle como exabruptos, volutas caprichosas, rabietas de un chico malcriado, que acepta a regañadientes las reglas del juego y cada tanto renueva las esperanzas de que será capaz de hacer explotar, con una sola carga puesta en el punto preciso, el sistema del cine español. Ocurre además que de la Iglesia no está solo: tiene un público fiel, desperdigado alrededor del mundo, y un par de ideas fijas. El director es un hombre de efectos: en su cine, las acciones son violentas, como la emoción de los desesperanzados y los locos perdidos, que buscan películas en las que sentirse como en su casa, películas-espejo, porque solo se sienten a gusto entre pares, o mirándose la nariz. De la Iglesia es generoso y siempre les da lo que necesitan. Si hay algo que no se pude negar es que hay un amor correspondido entre el director y sus seguidores. Tan violento y profundo como el de los dos protagonistas de Las brujas. Su cine, contra lo que pueda pensarse, no se hizo más prolijo con el tiempo, ni se volvió más potable, ni tampoco se vistió de etiqueta para lucir más respetable, ni aligeró el poder radioactivo de su bagaje esencial de cinismo saborizado con esperpento. Chorizo español, estelas perdidas del franquismo, el reacomodamiento de un país con tradiciones de fuerte identidad que subsisten estupefactas en el presente. Esperpento es la palabra clave, esa que define mejor el mundo según de la Iglesia. No se trata solamente de un manojo de jirones al que se alude porque resulta de buen tono hacerlo, como si se fuera en busca de un certificado de pedigrí con el que justficar en forma adecuada las tropelías que tienen lugar en la pantalla. Aunque no conociera el término –pero todo español lo conoce– lo estaría ejerciendo de pleno derecho. Cada escena de Las brujas parece salir de las tripas. ¿Es esto un elogio envenenado? Puede ser: el director español no titubea; está demasiado seguro de su habilidad –ese oficio machacado en cada plano durante años– y de lo que de ella se espera. Sabe que debe sacudir la pantalla, expulsar a toda velocidad sus ideas visuales y sus tesis sobre el estado irremediable del mundo para que se produzca el milagro de una nueva película, una nueva explosión de desfachatez, de procacidad y de sinsentido. Es decir, una película que funciona como sobre rieles bajo la marca registrada Álex de la Iglesia. Las brujas desborda para todos lados. Después de un breve prólogo muy estático con las tres brujas del título, donde ya se anuncia el sex appeal a prueba de balas de Carolina Bang (la musa maldita de Balada triste de trompeta, anterior película del director), de la Iglesia se despacha con un asalto espectacular en medio de Puerta del Sol. Espectacular en el sentido más noble del término: coreografiado; incluso bailado. De la Iglesia pudo no haberse refinado mucho, pero cuenta con más presupuesto, y se ha dedicado a aprender una cantidad de esos de trucos que la industria del cine asume con desparpajo cuando se los deja en manos niños grandes como el español. Las brujas empieza como comedia y se reencarna luego en más comedia. Pero en realidad nunca se puede saber del todo para dónde va la película, como no sea hacia una argamasa improbable hecha de trozos sueltos de comedia policial, cine fantástico mechado con chistes de cuño costumbrista y metáfora despeinada sobre la guerra de los sexos a modo de corolario. La pareja integrada a la burguesía, que en la última escena va al cine a emocionarse reglamentariamente, establece el dardo de ironía necesaria que terminan de comentar las brujas viejas desde la última fila: no importan las buenas intenciones del mundo. Al final todo se destruye. Hay que tomarlo o dejarlo al director, que inventa entretenimientos llenos de estruendo que guardan siempre, como una mala noticia, algún señalamiento un poco remanido acerca de cómo funcionan las cosas en el mundo. De la Iglesia tiene un poco de moralista y espera que sus películas lo digan por él. Su público sigue contento.
Todas las Mujeres son Brujas Alex de la Iglesia siempre promete, a veces más, a veces menos pero uno siendo cinéfilo obsecuente conoce su cine, el cual viene de diversión, entretenimiento, una puesta vertiginosa y un acabado final de calidad, que el director de joyitas como "El día de la Bestia", "Muertos de Risa", "La comunidad", "800 balas", "Crimen Ferpecto" o "Balada triste de trompeta" sabe como filmar, manejar al grupo actoral, o trabajar una muy buena dirección artística es cosa sabida. Su filme anterior "La chispa de la vida" (2011) no llegó a los cines argentinos, durante meses tanto del año pasado como del actual se la anunció en vano, ahora se promete para enero 2014, fecha improbable seguramente, pero quienes pudimos apreciarla vimos una crítica feroz a los medios, a la política actual y por supuesto no defraudaba como su director. "La Brujas.." es un delirio que mezcla a dos asaltantes de un compra-vta de oro que no son más un par de pobres infelices, uno con la carga emocional de sufrir a su ex esposa y la postura "rehén" de un hijo chico, a quien lleva al atraco y hace participar. La salidera delictiva no será como ellos esperan y sumarán a la huida en taxi, a su chófer y a un pasajero que esconden el baúl, claro que habrá que sumar en la rauda persecución a una par de policías muy particulares y a la ex mujer por otro lado, terminando todos en un poblado ínfimo de Navarra llamado Zugarramurdi, donde aguardan brujas actuales de todo calibre, aspecto y don, dispuestas al aquelarre fiestero en el cual los recién llegados serán objetivo a consumar. De la Iglesia supera un final un tanto alargado-la persecución de las brujas a los visitantes- con unos diálogos fenomenales donde los hombres protagonistas charlan acerca de las desgracias que otorga el sexo opuesto, el que en definitiva será el mismo de las "Brujas", o sea una manera de determinar y criticar los embates de las ex relaciones, o cargas soportadas por hombres con sus parejas...y obvio que el espectador irá sacando conclusiones, y/o habrá de ver que a veces también puede ser al revés, para que no tomen esta crítica a favor del machismo. Como sea el director cumple una vez mas.
Nunca sabremos bien si Álex de la Iglesia filma para divertirse o para divertir a otros. En sus mejores películas, hace ambas cosas; en las peores, solo lo primero. Aquí parece ir de un lado a otro: un absurdo asalto que sale mal (con un cómico Jesús metalizado) en el contexto de la crisis española termina con una fuga que lleva a los protagonistas a enfrentar brujas caníbales al por mayor. Y allí se corre y se ríe, aunque el espectador se agota mucho antes del último rollo.
Una comedia de terror y humor negro, con alguna que otra sorpresa. Qué suerte que antes de que finalice este año podamos tener una película en cartel del director bilbaíno Alex de la Iglesia (47, recordemos que es Doctor en Filosofía), la última que vimos aquí fue “Balada triste de trompeta” en agosto de 2011. En septiembre se presentó en el Festival de Toronto y en San Sebastián “Las brujas de Zugarramurdi, una comedia negra fantástica, que contiene: humor, amor, dinámica y acción. En los papeles principales: Hugo Silva, Mario Casas, Jaime Ordóñez, Carmen Maura, Terele Pávez, Carolina Bang y Macarena Gómez, el título original es “Las Brujas de Zugarramurdi” lugar donde se inspira esta historia en 1610 y en el que varias mujeres fueron procesadas por la inquisición española y quemadas en la hoguera acusadas de brujería. Todo comienza en La Puerta del Sol, en la plaza de Madrid, donde se encuentran una serie de personajes desopilantes y llenos de color, interlocutores con megáfono, vendedores ambulantes, Bob Esponjas, Mickeys, Minies, entre otros, una verdadera fauna humana, donde un grupo de hombres camuflados con disfraces roban un negocio cuya vidriera reza “compro oro”. José (Hugo Silva, “Los amantes pasajeros”) padre divorciado que desea la custodia compartida, como coincide con el día de su visita lleva a su hijo Sergio de 11 años (Gabriel Delgado) quien desea ir a Disneyland Paris ; Tony (Mario Casas), relaciones públicas de la discoteca Esperma, actualmente en paro, es un mujeriego al que le atrae todo tipo de mujeres; y para huir eligen un taxi al azar, a Manuel (Jaime Ordóñez), taxista, va aterrorizado, y es admirador del periodista de lo paranormal Iker Jiménez, además lleva un pasajero que gran parte del viaje va en el baúl. De esta manera emprende su gran aventura, la idea es llegar a Francia, en el trayecto va cayendo en distintos lugares bastante alocados, hasta caer en el pueblo navarro de Zugarramurdi un nido de brujas, de tres generaciones, abuela, madre y nieta: Maritxu (Terele Pávez) Graciana (Carmen Maura) Eva (Carolina Bang, esposa del Director Alex de la Iglesia) y allí también se encuentran Kontxi (Carlos Areces) y Miren (Santiago Segura). Ellos finalmente sabrán que el botín esta maldito, son 25.000 anillos de boda, cargan muchas desilusiones, fracasos y está lleno de malas energías. Y quienes no le pierden pisada son: Silvia (Macarena Gómez), la ex-mujer de José que tiene a su hijo en estos momentos y sin saberlo cuenta con la colaboración de Calvo (Pepón Nieto) y Pacheco (Secun de la Rosa), dos policías que quieren atrapar a estos delincuentes. Un film al que le sobran algunos minutos pero tiene ritmo y muy buenos gags, diversión, desopilante, bizarra, está el grotesco, efectista visualmente, con una lucha entre brujas muy divertida, tiene mensajes y moralejas, los cameos de Santiago Segura, Carlos Areces y María Barranco muy buenos, llena de referencias cinematográficas a la cultura popular, desenfadada, contiene algo a lo Tarantino, contiene una lectura social actual muy interesante, muy buenas locaciones, actuaciones, vestuario, maquillaje, banda de sonido y fotografía.
Hechiceras vascas y bizarreadas Las brujas de Zugarramurdi tiene fuerza y adrenalina. Mucha, y sobre todo al inicio. Es fresca, osada, impulsiva, espontánea e intensa. Pero no todo el metraje. Pasada la media hora, quizás los 45 minutos, aparece el tambaleo, la irregularidad y el declive. Y se ve la cara que más le cuesta moderar o controlar al director bilbaíno: el exceso, en el sentido de saber distinguir hasta qué punto un gag es en verdad gracioso y funciona. Hugo Silva y Mario Casas asaltan, junto con el pequeño hijo del primero, un local de empeño de oro y huyen en un taxi rumbo a Francia. Para arribar allí, es de pasaje ineludible Zugarramurdi, un pueblo oscuro y misterioso en donde se topan con la tenacidad de tres brujas que complican abruptamente su “estadía”. Una comedia vinculada al género de terror/fantástico en donde la acidez y el humor negro vuelven a estar a la orden del día. De la Iglesia saca a relucir la misoginia en cada uno de sus personajes masculinos, en momentos realmente disfrutables. Conecta al espectador estruendosamente con un arranque a puro vértigo y ritmo, cargado de diálogos agudos, relampagueantes, con el particular desenfado y desprejuicio que le imprime el creador de El día de la bestia a sus proyecciones. Inevitablemente, el film comienza a desarmarse mientras los minutos corren y la trama pierde fibra y energía. Pero el problema principal, quizás, guarde lugar en esa obstinación del vasco en no detenerse y en enviciarse con ese constante recurso a la sátira. Si bien tiene una capacidad innata para hacer reír, a De la Iglesia últimamente le está jugando en contra su ceguera en el hecho de discernir cuándo es necesario cortar una determinada escena o situación para no incurrir en la reiteración de una ironía que, por su desborde, pueda perder la chispa. LO MEJOR: interpretaciones, fotografía. Un comienzo electrizante. Cuando el humor funciona. LO PEOR: si bien se trata de una película bizarra, pierde sustancia y fuerza. Cuando el humor no funciona. PUNTAJE: 5,5
La comunidad hechicera inferpecta Me declaro fan de obras maestras como La comunidad, El día de la bestia y Crimen Ferpecto, pero lo cierto es que hace tiempo que Alex de la Iglesia me tiene desencantada porque siento que si bien es un virtuoso del humor bizarro, su gran defecto es el exceso; el no saber donde parar y extender una película innecesariamente cuando si se concluyera en menos minutos, tal vez produciría un efecto más atrapante e ingeniosamente equilibrado en el espectador. Precisamente esto fue lo que no ocurrió con Las brujas (2013), película por la que apostaba fuertemente para ver una nueva forma de abordar el tiempo y la narrativa en esta superproducción, que nunca llegó. A poco de iniciar el film, vemos como un grupo de estatuas vivientes y personajes infantiles disfrazados que trabajan en la plaza de Madrid entran a un local de Compro Oro en la Puerta del sol a cometer un atraco. La pandilla será torpemente comandada por José (Hugo Silva), un padre separado disfrazado de Jesús, quien es el autor intelectual y material del robo al que asiste con su hijo Sergio de diez años. A Jesús lo respaldan Tony (Mario Casas) vestido como soldadito verde, un hombre sin cabeza, la ratoncita Minnie y hasta un Bob Esponja que será el blanco de todas las balas policiales cuando el asalto se complique. Una vez que los ladronzuelos y el pequeño en cuestión logren huir de la zona con la ayuda de Manuel (Jaime Ordóñez), un desafortunado taxista que pasaba por la escena del crimen; tendrán como objetivo llegar a Francia una vez que logren atravesar el pueblo de Zugarramurdi, sector históricamente conocido como hogar de la hechicería y los aquelarres donde se encontrarán con Maritxu (Terele Pávez), Graciana (la aquí mal aprovechada Carmen Maura) y la joven y sexy Eva (Carolina Bang), tres brujas que disfrutan del canibalismo, y harán hasta lo imposible para atraerlos a sus hogares. Es a partir de allí, con la inclusión de las brujas en la trama y la posterior aparición en escena de la ex esposa de José, que el film de Alex de la Iglesia abandonará la bizarreada, el humor y la intriga de la primera media hora inicial para dirigirse a un desarrollo y desenlace largo, tedioso repleto de peleas que no aportan nada a la narrativa y que se abordan con efectos especiales que de especiales tienen poco, humor negro que roza lo grotesco pero cuyo real problema es su inclusión totalmente descontextualizada, elementos todos que eventualmente confluyen para dar como resultado un final carente del frenesí e ingenio que este director suele presentarnos. En síntesis, los pequeños conflictos que tuve con este film, paulatinamente devinieron molestias al punto de hacerme bostezar y cabecear al ver que los minutos avanzaban mientras la narrativa se estancaba. Lo que primero tenia que ver con fascinación y desconcierto por el universo femenino, se tornó en odio desmedido, misoginia y desprecio al punto de tomar a las mujeres como los agentes responsable de los males del mundo, teniendo en la ex esposa de José su exponente mayor. A todo esto se suma el hecho de los diálogos inentendibles por momentos, ya que el argot particular local es utilizado constantemente y al quedarnos afuera de ese código por la falta de subtítulos por más que se trate de una película hispanoparlante, algo del dramatismo se pierde. Un parráfo aparten merecen los inmensos Carlos Areces y Santiago Segura, que con su travestismo producen algunas de las mejores y más escasas escenas de todo el largometraje. Por otro lado lo que me parece altamente destacable es el nivel entre sutil y observable que el director incluye sobre cuestiones políticas sobre la España actual; y en particular la crisis económica local y mundial, que además se manifiesta en el rostro de una de las brujas, reconocida como la mandataria alemana Angela Merkel. Esta sutileza le da un tono exquisito al film que si bien me dejo una sensación agridulce, recomiendo ver y divertirse en medio de los enredos policiales y hechiceros que se nos proponen.
“LAS BRUJAS”: ALEJANDRO DE NUEVO Existe cierto mito, creado por propio merito desde luego, de varios directores que nunca defraudan. Ya sea por historia, actores fetiche o hasta taquillas repletas, pero la noticia en todos los medios es que ese director, estrena película nueva. Con el tiempo algunos dejan de ser intocables y se vuelven simples mortales que han estrenado una nueva obra, pero aun así no defraudan. Alex de la Iglesia, es uno de ellos. LAS BRUJAS (Las brujas de zagarramurdi, España 2013) es la última película del realizador nacido en Bilbao y sin duda es uno de sus mejores trabajos hasta la fecha. Inspirado en la historia de cuarenta mujeres procesadas por la Inquisición española en el pequeño pueblito de Navarra del título original (doce de ellas terminaron en la hoguera acusadas de brujería), el film es una comedia negra con el estilo propio, que roza lo fantástico y coquetea con el terror, algo que ya es marca registrada del español, ese estilo que recuerda a una de sus máximas obras, El día de la bestia. Para este proyecto se volvió a reconciliar con su eterno compañero ( con una relación casi matrimonial según el propio director) Jorge Guerricaechevarría, guionista de casi todas sus obras, pero que, desde el estreno de Los crímenes de Oxford, se había alejado del bilbaíno. La historia comienza con el robo a una joyería (tal vez la mejor escena de toda la película). El robo, protagonizado por un par de presuntas estatuas vivientes, un grupo de secuaces camuflados con disfraces de personajes famosos y un pequeño niño de 8 años, todos armados hasta los dientes. Acá se luce la acción, las tomas dinámicas y vertiginosas y un escape en auto que combina el mejor humor solamente en diálogos. Sin duda la mejor escena, resuelta cinematográficamente de manera notable. Cercado por la policía, el grupo que esta huyendo en el taxi (un padre divorciado que pretende llevar a su hijo a Disneylandia París, el amigo mujeriego y no muy lúcido que lo secunda y el niño pistolero junto con un taxista casualmente involucrado en la huida y un pasajero aterrorizado y obsesionado con llegar a Badajoz) terminan con rumbo a Francia. Y justamente cuando llegan a Zugarramurdi, empieza la trama central de la cinta, siendo la imaginación la mejor arma de De la Iglesia. El elenco esta encabezado por Hugo Silva, Mario Casas, Jaime Ordóñez y la ya clásica Carmen Maura, con cameo de Santiago Segura y un puesto secundario para Javier Botet. Todos y cada uno cumple de manera notable y hacen que te olvides que tan solo es una película, llegando a reirte con ellos en el transcurso de la historia. El film fue duramente criticado argumentando una gran primera mitad y luego un derrumbe posterior que decolora ese inicio, de manera contundente. Esto es así en cierta medida, si bien es acertada su excelente primera mitad, la segunda parte del film no decae tanto, ya que el humor es gran protagonista como también la acción y las buenas actuaciones. Capaz el único defecto (que le resta un punto en nuestra escala de valores) es la aspiración en cuanto a efectos digitales se refiere. Se nota que no supieron como resolver algunas escenas (con seres sobrenaturales) al final del film y la utilización de los efectos digitales son de una calidad muy mediocre, siendo estos de muy fácil reconocimiento. Una jugada arriesgada que termino jugando en contra. Conclusión Todas las mujeres son malas, menos nuestras madres. O al menos las que son brujas. LAS BRUJAS tiene el sello característico del Español. Sangre, comedia, diálogos desopilantes y un sin fin de acción que se disfruta desde que comienza hasta que termina. Alex, lo hiciste de nuevo.
La estructura es conocida (aunque no por ello menos atípica) y, como en tantos otros casos, resulta un arma de doble filo: primer mitad de la película en un tono, segunda mitad en otro completamente distinto. Hitchcock hizo gala de sus dotes de maestro del suspenso y lo inesperado al matar a su aparente protagonista en la mitad de la película durante su gran Psicósis, y el mundo entero aplaudió su hazaña. Muchísimo tiempo después, Robert Rodríguez, lejos (lejísimo) del pulso del Maestro pegó un giro de 180 grados al convertir una historia de robos en formato road movie en una de vampiros sangrientos con absurdas dósis de gore. No se puede decir que aplaudió todo el mundo, pero igual se le festejó la hazaña, muy divertida aunque vacía de contenido, y dos secuelas mediocres arruinaron la originalidad. Ahora Alex de la Iglesia incursiona en este formato split-script y el resultado es un tanto más ambiguo: la primera mitad es gran hallazgo (visual, narrativo, estilístico y de montaje), y la segunda es un derrape total hacia las convenciones más básicas del género (sustituir vampiros por brujas y todo dicho) y chistes fáciles que bordean la misoginia. ¿La defensa? Sí, las mujeres son malas pero los hombres son unos idiotas. Alex de la Iglesia dice ser un misántropo y eso explica mucho, claro, aunque otros misántropos (hermanos Coen, por citar ejemplos contemporáneos) también se han expresado mejor, más parejo, y hasta sin necesidad de aclararlo. Las Brujas... comienza con la historia de José (enorme trabajo de Hugo Silva) y Tony (Mario Casas) que, junto con una banda de criminales encubiertos gracias a disfraces que van desde Bob Esponja hasta hombres invisibles callejeros, deciden asaltar una joyería. Lo hacen, y cuando todo parece ir bien, algo en el plan falla y se ven obligados a escapar en taxi de la policía. El ritmo vertiginoso manejado con notable gracia por parte del director de La Comunidad y 800 Balas, entre otras, no sólo merece un aplauso sino que, cuarenta minutos después en la trama de la película, hacen que el espectador se pregunte porqué las cosas no podían seguir así. Para ser justos, hasta el momento en que aparecen gradualmente las primeras brujas (destacable Carmen Maura, entre ellas), el clima de terror de pueblo fantasma resulta también súmamente interesante. Para ser bien específico, si uno se encargase de diseccionar la nueva película de Alex de la Iglesia, se podría decir que el problema aparece a tres cuartos de finalizado el film o, sencillamente, en la mitad del desarrollo del segundo y posterior tercer acto. O, una forma más sencilla de explicar todo lo que termina aquí fallando, es diciendo que el director no ha podido superar otras historias inconclusas como Crimen Ferpecto o Los Crímenes de Oxford. Un mal síntoma que parece no poder sacarse de encima el realizador de cada vez más lejanas joyitas como El Día de la Bestia o Muertos de Risa (notable excepción la incomprendida, mea culpa inclusive a cargo de quien escribe estas líneas, Balada Triste de Trompeta).
Publicada en la edición digital #256 de la revista.
ALEX DE LA IGLESIA al 100% Las Brujas, de Alex de la Iglesia ALEX DE LA IGLESIA AL 100% por Alejandro D. Trobbiani En su visita a la Argentina Alex de la Iglesia pregona que “Las brujas de Zugarramurdi” es su película más autobiográfica, incluyendo complejo padre/hijo, conflictos con su ex, competencia con algún colega por el amor de alguna señorita, entre otras cosas. Para mi “Las brujas de Zugarramurdi” (2013) es mucho más que eso, ya que veo no solo un guion impecable repleto de gags cómicos, sino la genialidad en la combinación de géneros terror-cómico, los cambios de ritmo, los cambios de escenarios y la simpleza en que resume todo eso y mucho más en tan solo 104 minutos. A su vez, puedo resumir lo que la película provoca en el espectador en sus primeros 15 minutos: plaza de Madrid, un grupo de estatuas humanas confabuladas en las que podemos incluir a Jesucristo (con la cruz a cuestas), un soldado verde de plástico, Bob Esponja y Minnie, entre otros, entran a robar una joyería y escapan de la policía luego de un cruento tiroteo. Una prueba queda en la joyería y los policías comienzan a perseguir a la ex mujer de Jesucristo, quien vía GPS comienza su persecución para recuperar a su hijo de 10 años, quien se encuentra en el taxi escapando junto a dos de los delincuentes y se adentran en el oscuro bosque de Zugarramurdi, tierra de mitos, brujas y aquelarres pasados… Cuando alguien que esta meramente relacionado con el cine ve una película que le gusta mucho lo primero que hace es averiguar características de la misma: cómo surgió la idea, quien la escribió, quien la dirigió… Y luego se suele interiorizar en que otros títulos ha filmado ese director/escritor. Soy un seguidor de las películas de Alex de la Iglesia, las disfruto, las recomiendo y me gusta los diferentes estilos que propone, el constante juego, el constante cambio, y las sorpresas que todas sus películas brindan. Cualquiera que vea “Las Brujas de Zugarramurdi” puede encontrar un resumen de la filmografía del director: las 800 BALAS (2002) o un par menos en realidad, del tiroteo… las insólitas decisiones luego de un CRIMEN FERPECTO (2004)… los bizarros personajes apocalípticos del DIA DE LA BESTIA (1995)… o las rarezas de ACCION MUTANTE (1993)… la rivalidad de dos MUERTOS DE RISA (1999) en situaciones extremas…las confusas relaciones entre los miembros de LA COMUNIDAD (2000) de Zugarramurdi o el final a toda orquesta de BALADA TRISTE DE TROMPETA (2010)… Esta ensalada bizarra de géneros, situaciones, personajes, gags y supersticiones es lo que mejor le sale a Alex de la Iglesia, quien haciéndole un auto homenaje a su filmografía realiza la que para mí es… LA COMEDIA DEL AÑO.