El destino manipulado Si bien el director y guionista Paolo Genovese ya tenía una generosa experiencia en Italia en lo que respecta a las comedias orientadas a un público masivo, su primer gran éxito en el ámbito internacional fue Perfectos Desconocidos (Perfetti Sconosciuti, 2016), una propuesta inteligente que se metía al mismo tiempo con la dependencia tecnológica de nuestros días y con la hipocresía en los vínculos sociales más cercanos, logrando asimismo la proeza de garantizarse de inmediato la friolera de cuatro remakes en distintos mercados (así tuvimos -o tendremos en los próximos meses- una reinterpretación griega, una turca, una francesa y hasta una española a cargo del genial Álex de la Iglesia, la cual pasó por la cartelera argentina hace poco tiempo). Con semejante mochila sobre sus hombros, a priori resultaba una incógnita su nuevo proyecto, Los Oportunistas (The Place, 2017), y lo cierto es que no defrauda para nada ya que hablamos de un drama con un fuerte dejo fantástico que nuevamente consigue exprimir el carácter paradójico y demente de los seres humanos. El regreso al candelero por parte del italiano no podría haber sido más curioso porque en esencia estamos frente a una adaptación en formato largometraje de la serie televisiva norteamericana The Booth at the End, creada por Christopher Kubasik y con apenas dos temporadas que fueron transmitidas en 2010 y 2012. Hoy la premisa es idéntica: un hombre misterioso (Valerio Mastandrea) mantiene una serie de encuentros en un bar/ restaurant con un cúmulo de personajes para establecer los términos y seguir el desarrollo de acuerdos de tipo fáustico, en función de los cuales cada individuo le cuenta su deseo al susodicho, éste abre un anotador para leer la “contraprestación” de turno y la persona se marcha para llevar a cabo una tarea que puede ser desde mundana e inofensiva hasta realmente peligrosa o condenable desde el punto de vista moral. Como en tantos films similares sobre pactos con un genio, djinn o entidad diabólica poderosa, aquí se juega con el límite entre la imposición del otro y la elección por motu proprio en lo que atañe a avanzar o no con la misión fijada. Una tras otra presenciamos las breves reuniones que tiene la figura protagónica con diversos hombres y mujeres que vienen a pedirle algo y rápidamente se sorprenden cuando escuchan el precio a pagar, encuentros cargados de naturalismo y alejados de toda pompa paranormal: a una anciana le pide confeccionar una bomba y colocarla en un lugar público para devolverle la salud a su esposo con Alzheimer, a una monja en crisis de fe le solicita que quede embarazada para que pueda volver a “sentir” a Dios, a un hombre que mate a una niña para que sobreviva su hijo con cáncer, a otro -que quiere tener sexo con una modelo de calendario- que proteja a esa misma niña en peligro, a un ciego que viole a una mujer para recuperar la vista, a una chica que robe dinero para ser más bella, a otra fémina que separe a una pareja para que su esposo la vuelva a desear, a un policía que encubra un crimen para así recuperar a su hijo, a un joven que ayude a la chica destinada a ser ladrona para sacarse de encima definitivamente a su padre, un alcohólico que lo golpeó de niño, etc. A decir verdad el opus de Genovese, quien escribió el guión junto a Isabella Aguilar, no se aparta mucho de lo esperable en este tipo de películas orientadas a la ambigüedad ética y las ironías de la redención -siempre a su vez desde la perspectiva europea, que es mucho más parca y menos ampulosa que la estadounidense- no obstante el señor redondea un trabajo muy interesante que desde la sobriedad formal entrelaza las diferentes vertientes de un relato coral que se basa únicamente en las palabras de los actores, por un lado escapando de esa típica dinámica teatral porque hay cortes constantes entre las charlas y por otro lado condimentando la narración con los intercambios que el protagonista mantiene con Ángela (Sabrina Ferilli), la camarera del bar en cuestión. Aquí regresan intérpretes excelentes, ya vistos en Perfectos Desconocidos y en otras obras italianas, como Marco Giallini, Alba Rohrwacher y el mismo Mastandrea, los cuales ayudan a apuntalar este astuto drama en mosaico sobre las intenciones ocultas de los seres humanos, su afán por controlarlo todo, la sombra ominosa de la tragedia, los sueños y aspiraciones latentes, esa “psiquis social” que nunca deja de sorprendernos y finalmente las vueltas de un azar hoy un tanto manipulado…
Deseos y peticiones Los oportunistas (The Place, 2017) es una película dramática italiana que funciona como remake de la serie norteamericana The Booth At The End (2010-2012), compuesta por dos temporadas. Está dirigida y co-escrita por Paolo Genovese, reconocido por la exitosa comedia Perfectos desconocidos (Perfetti Sconosciuti, 2016). El reparto incluye a Valerio Mastandrea, Sabrina Ferilli, Silvia D’Amico, Alessandro Borghi, Alba Rohrwacher, Silvio Muccino, Vittoria Puccini, entre otros. Fue presentada por primera vez en el Festival de Cine de Roma. Un hombre (Valerio Mastandrea) pasa su vida en una mesa en particular de un restaurante llamado “The Place”. ¿Qué es lo que hace allí? A cualquier hora diversas personas se le acercan y le expresan cuáles son sus deseos más personales. Él chequea en su cuaderno y les asigna la respectiva misión a seguir. Si ésta es realizada, el individuo obtendrá lo que quiere. Pero para llevar a cabo la tarea, algunos deberán cuestionarse si están dispuestos a mentir, robar o asesinar. Ambientada en un único escenario, la película pretende mostrarnos el mal que habita en el ser humano y cómo la moral puede verse afectada de acuerdo al egoísmo ciego por conseguir lo que uno quiere. Así seremos testigos de varios casos, entre ellos una monja que desea volver a sentir a Dios y para ello debe quedar embarazada, otra mujer que quiere ser más bella por lo que deberá robar una exuberante suma de dinero, un hombre que para volver a ver tendría que cometer un acto de violación, etc. Cuanto más ambicioso es el deseo, más complicada y contra la ética es la misión. Lo que empieza como un relato interesante y dinámico se va transformando en algo que pareciera no avanzar y siempre ronda sobre lo mismo. Las situaciones de los personajes se van enredando pero no hay mucho más que eso. Genovese se centra en las actuaciones y los diálogos, pero al ser tantos los actores que pasan por el restaurante el espectador llega a sentirse cansado, por lo que hubiese sido más efectivo centrarse en menos casos. Con respecto al misterioso protagonista, ni siquiera le conoceremos el nombre. Se puede llegar a la conclusión de que alguna relación tiene con el Diablo, ya que sus propuestas tientan a ir por el mal camino. Sin embargo, él repite una y otra vez que no está obligando a nadie y que el trato puede romperse en cualquier momento. La interpretación de Valerio Mastandrea nos hace percibir a un hombre agotado, que muchas veces, sin expresarlo en voz alta, no está de acuerdo con las decisiones que toman las personas que recurren a él. Esa falta de explicaciones le juega en contra al film, así como su desenlace donde las cosas tampoco quedan muy claras. Además, el recurso para separar escena tras escena, haciendo que la pantalla pase al negro, se vuelve muy repetitivo. Los oportunistas logra que el espectador se ponga en la situación de la película al pensar cuál sería el límite para que nuestro mayor deseo se haga realidad, no obstante al tener tantos conflictos diferentes es demasiado notorio que la temática funciona mejor en la serie original.
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La relatividad del bien y el mal. Paolo Genovese consiguió destacarse hasta hace no mucho tiempo con una comedia ingeniosa como Perfectos desconocidos, que logró su remake en cine y teatro aquí en la cartelera porteña. En el marco de la 5ª Semana de Cine Italiano, el director decide estrenar este nuevo drama con toques de thriller psicológico que le sienta muy bien en todo sentido. La historia tiene como protagonista a un hombre del que poco y nada se sabe, su única actividad es sentarse en la última mesa de un modesto restaurante llamado “The Place” y hablar con desconocidos. Todos los que deciden acercarse a él, lo hacen con el objetivo de que les conceda sus deseos más profundos; a cambio de ello, este hombre les asignará tareas complicadas y crueles que pondrán a prueba su moral, su ética y hasta su fe. El director ya había demostrado anteriormente que tiene una gran habilidad para manejar los microclimas. Aquí toda la trama transcurre dentro de un restaurante, el afuera se ve solo de manera parcial, y las acciones de los personajes son las que llevan adelante la narración, sin caer en obviedades ni sobreactuaciones. Todos son unos simples nómadas en busca de una salvación, algo que los ayude, y el protagonista misterioso que ni siquiera nombre tiene, parece ser el haz de luz que los dirige hacia el futuro. Lograr que el espectador empatice y a la vez se indigne con cada uno de los personajes, es algo que muy pocos guionistas y directores pueden hacer. Las historias, al principio, parecen simples, pero conforme la trama avanza, da un giro inesperado que deja perplejo a más de uno. Es interesante cómo Genovese interpela al público instalando ideas que parecen incuestionables, pero a fin de cuentas caen en la más mundana relatividad. Cada tarea que el protagonista le asigna a sus consultantes es una pequeña muestra de cómo las creencias y prejuicios de una sociedad se sostienen en base a cimientos que cualquiera podría derrumbar si se tiene la astucia (o maldad) suficiente. La película no se estanca en un mismo lugar, arremete con todo impulso de una sola vez, exponiendo seres humanos en su más absoluta fragilidad, sin dar tiempo a encariñarse con ninguno ni de conocer más que lo que se muestra. Es posible que algunas actuaciones parezcan acartonadas, incluso el final puede desconcertar un poco, pero al ser un guion tan sólido y sin fisuras, la potencia narrativa es la que lleva al film hacia buen puerto, escalando como una de las mejores propuestas del cine italiano de los últimos años.
Luego de circular por varios festivales y ciclos, como la Semana de Cine Italiano en Buenos Aires, el director de “Perfectos Desconocidos” nos presenta su nueva producción “The Place”(o “Los Oportunistas”). El film cuenta la historia de un hombre misterioso que está sentado todos los días en la misma silla, en el mismo restaurante (“The Place”). Allí escucha peticiones que le traen distintos individuos y acepta concederlas a cambio de que éstos cumplan con tareas sugeridas por un libro al cual consulta. Estas asignaciones son de lo más extravagantes; como ayudar a tres señoras a cruzar la calle o matar a otro hombre. Con el diálogo como el principal recurso narrativo de la producción, la trama se inserta poco a poco en un gran enigma basado principalmente en tres ejes. Logra generar en el espectador durante todo el largometraje la necesidad de querer saber quién es el hombre misterioso, cuáles son sus objetivos y la razón detrás de cada tarea asignada. En función de esto último, lleva al público a plantearse la duda de cómo actuaría en esas circunstancias y a un cuestionamiento moral sobre sí mismo y para con los límites y causas del actuar del ser humano. A la par de esto, la película plantea otro hilo narrativo y es la historia de cada personaje que visita al señor y también generando intriga en cómo avanzan y se entrecruzan sus subtramas por fuera del bar. Al igual que en “Perfectos Desconocidos”, Genovese logra contar en una misma historia central, varias historias paralelas que se entrecruzan en un mismo núcleo. También retoma el mismo recurso que su obra más famosa que es el de usar una sola locación, de la cual como espectadores no nos vamos nunca (en este caso, “The Place”) y a través de lo que sucede allí se conoce el mundo externo de la narración central. La dirección de arte no se destaca y va a la par de la historia, es modesta y utiliza una paleta de colores bastante sobria, pero no quita que haya una buena fotografía en el film. Hubiese sido muy interesante si los realizadores corrían el riesgo de buscar con el arte colaborar a la intriga y el misterio que nos ofrece el guión; aunque de la manera que está hecha favorece más a la ambientación del bar y no al relato. Las actuaciones son muy buenas, principalmente la del protagonista (Valerio Mastandrea), y a quienes interpretan están a la par. Los personajes son muy interesantes, verosímiles y su desarrollo a lo largo de la historia está a la altura del guión. En síntesis, “Los Oportunistas” narra una historia muy interesante que nos genera mucha intriga de principio a fín, con muy buenas actuaciones y una dirección de arte que cumple, pero que podría haber aportado más al relato.
Un bar llamado The Place es el escenario en donde se desarrolla la nueva película del director italiano Paolo Genovese -el mismo de la exitosa Perfectos Desconocidos-, un sitio que podría estar en cualquier parte del mundo. Allí un hombre misterioso -Valerio Mastandrea- recibe la visita de hombres y mujeres para cumplir sus deseos, pero como nada es gratuito, todos deberán realizar una misión. Los oportunistas es una exploración del Bien, El Mal y los sufrimientos de estos personajes que quieren resolver sus problemas: Dios o El Diablo los espera con su agenda llena de anotaciones al otro lado de la mesa. Con el espíritu de Fausto y con un abordaje teatral cuya cámara apenas abandona los confines de ese lugar de confesiones y dolor, Genovese juega al perdón y cada operación exitosa concluye con fuego en un cenicero como una suerte de elemento purificador. De este modo desfilan un hombre que quiere salvar a su hijo con cáncer, un ciego que desea recuperar la vista y una monja que quiere encontrar a Dios. Algunos están dispuestos a hacer lo que sea -aparece una anciana que debe detonar una bomba casera- en este filme que también interrelaciona las historias y hay un personaje clave: la mesera. Sin alcanzar la efectividad de Perfectos desconocidos, donde los celulares eran también protagonistas de la trama, la película se permite el lucimiento de cada uno de los intérpretes y del hombre misterioso e impávido que los recibe. Por momentos, el filme puede resultar monótono pero no pierde el rumbo en cuanto a las intenciones de su propuesta, darle peso dramático a cada uno de los casos, entregando un "contrato" sin demasiadas opciones, algo similar a lo que ocurría en La Caja, la película que protagonizaron Frank Langella yCameron Díaz. El deseo, aparece en estado puro.
Las películas que transcurren en una sola locación tienen la desafiante tarea de sostener una historia, casi siempre, a través del dialogo. La premisa y el conflicto deben ser cuidadosamente desarrollados para hacer el prospecto de, lisa y llanamente, dos personas hablando a los ojos de un posible espectador. Este es el desafío al que se enfrenta Los Oportunistas. Historias de Café En un bar llamado The Place, hay un hombre que tiene la extraña habilidad de conceder los favores más imposibles. Todo lo que él pide a cambio es que la otra persona realice una tarea específica, habitualmente de dudosa moralidad. Con este punto de partida veremos a diversos personajes debatir el antes y el después de sus acciones con este hombre, planteándose si vale la pena cruzar ciertas líneas para conseguir lo que uno quiere. Los Oportunistas es una película sostenida exclusivamente por el dialogo, por observar las limitaciones morales (o la falta de ellas) de una serie de personajes de lo más variopinto, y por la curiosidad de saber cuáles historias se conectarán con otras. Los personajes atraviesan un cambio emocional. Aunque es apreciable, no logra conmover o siquiera entusiasmar por su destino. Algunas de las historias plantean una evolución interesante, pero otras dan vuelta una y otra vez sobre el mismo tema, lo que sumado a cierto desorden narrativo contribuyen a que el recorrido final del film, como un todo, se vuelva tedioso, a tal extremo que uno está más interesado en ver las acciones en que deben incurrir estos personajes para obtener lo que quieren, que en su explicación posterior. En materia técnica tenemos un gran uso del color. Hay un notable esfuerzo en el trabajo de cámara para dar más atractivo a una puesta en escena que, cómo se dijo más arriba, es puramente dos personas hablando: primeros planos, cortar de un perfil a otro perfil para dar idea de confrontación, movimientos de cámara sutiles para sumar una cuota de dinamismo, etc. Todos esfuerzos nobles pero fútiles, ya que es aquí donde se nota que la estática puesta no puede ser sostenida por 105 minutos. En lo actoral es donde tenemos probablemente el punto más sólido. El ensamble actoral que compone la película se ve completamente entregado a estos personajes. Se puede ver en sus expresiones la duda, el miedo y, no pocas veces, la determinación de seguir o romper su propio código moral. Del protagonista, Valerio Mastandrea, debe decirse que entrega una hábil interpretación. Una composición parca y serena de un personaje con varios matices de gris. Conclusión Aunque actoralmente sólida y con nobles esfuerzos en el apartado visual, Los Oportunistas no puede sostener su premisa más allá del simple establecimiento de un dilema moral. Dichos dilemas se pueden llegar a comprender, pero adquieren un flujo narrativo tedioso que no consiguen involucrar o conmover en el largo plazo.
Increíblemente, o acertadamente, Paolo Genovese, quien dice odiar las remakes, genera una llevando al cine una serie de televisión que en su momento supo tener admiradores. Desde la comodidad que el éxito de “Perfectos Desconocidos” genera un film que en su falsa apariencia de reflexión sobre los tiempos que corren, construye un discurso vacío. La sobreutilización del fundido a negro, la imposibilidad de avanzar cinematográficamente con una puesta televisiva, hacen que Genovese de varios pasos para atrás en su camino para convertirse en uno de los referentes del cine italiano.
El está sentado en un bar. Siempre a la misma mesa. En la misma silla. El mismo saco. Los que cambian son los que llegan hasta ahí, en busca de una chance. No tiene nombre, pero muchos lo imaginan. El dice que puede ofrecerles eso (“una chance”) para lograr lo que quieran, pero deben cumplir una misión. Esas misiones, sí, son horrendas. Un padre que tiene a su pequeño hijo con cáncer, internado, debe matar a otro niño o niña. Una esposa que quiere que su marido se recupere de Alzheimer debe colocar una bomba y sacrificar inocentes. Hay quienes desean establecer o restablecer nuevos lazos afectivos. Y, parece, están dispuestos a hacer lo que les pida ese hombre de barba sentado a una mesa en el bar llamado The Place, que atiende una moza que se llama Angela. El hombre, dice, no les pide nada que sea imposible. Está en los otros realizar lo que les dicta. O no. Los oportunistas es la nueva película de Paolo Genovese, quien en Perfectos desconocidos tomó a un grupo de personajes (eran amigos), los reunió como en Los oportunistas en un mismo y único escenario y los hizo desnudar sus hipocresías, dejando sobre la mesa de la cena sus teléfonos celulares. Para que se conocieran realmente. Y en su nueva película cada quién terminara redescubriendo quién es. Qué es capaz de hacer por amor, por sentirse más linda o para recuperar algo perdido. La estructura de filme es un tanto monótona. La cámara sólo sale fuera del bar para tomarlo precisamente desde allí, y ver al hombre sentado, o a alguno de sus interlocutores llegar. Es, claro, un filme de guión y de actuación. Podría ser una obra de teatro, como terminó siendo Perfectos desconocidos, pero lo que realmente importa es si puede captar la atención del espectador. Si utiliza elementos, herramientas claras, idóneas, para llevar adelante el relato. Genovese juega entonces con la imaginación del espectador, que no ve lo que los personajes dicen que hicieron, o harán. ¿Podría ser una novela? Podría. ¿Una obra de radioteatro? También. Lo importante, de nuevo, es la base. Los oportunistas atrae de movida y no suelta al espectador. Hay metáforas clarísimas, y alegoría. Pero el principal cometido, el de entretener y mantener atento al público, lo logra. Y no hay mucho más.
Paolo Genovese, alma creativa detrás del boom de Perfectos desconocidos, ha decidido profundizar su observación sobre las oscuridades morales de nuestra sociedad desde una perspectiva más solemne que lúdica. Si allí intentaba hilvanar los escombros de las grandes sátiras de la comedia italiana de la edad de oro con algo del cinismo contemporáneo, aquí asume el espíritu fáustico que tanta grandeza le ha dado al cine con el mismo propósito. La cita ya no responde a la invocación que había imaginado el célebre Murnau en su audaz e inolvidable adaptación de Goethe, sino a los mundanos escenarios de una cafetería llamada The Place. Allí sumergido en la música de la rocola y con un café de por medio, un hombre celebra encuentros con diversos asistentes con los que intercambia deseos y anhelos por inquietantes exigencias. Genovese no ofrece demasiada carnadura a ningún personaje, todos responden a un esquema global que deja en claro la alegoría. Los que trascienden esa forma calculada del guion lo consiguen gracias a las interpretaciones: Alba Rohrwacher teje los mejores matices para su monja y Valerio Mastrandrea da a su eco de Mefisto una áspera humanidad. Despojada de toda grandeza fantástica, Los oportunistas se afirma demasiado en la convicción de su propio ingenio y si bien consigue equilibrio narrativo sin destellos de puesta en escena deja entrever demasiado su armado cuanto más anhela sublimarlo.
Dime tu deseo y te diré quién eres Luego del éxito mundial de Perfectos desconocidos (Perfetti sconosciuti, 2016), Paolo Genovese vuelve a la pantalla grande con Los oportunistas (The Place, 2017). El realizador italiano crea la tormenta perfecta en un solo ambiente de filmación, donde se pone al descubierto los tres elementos que motorizan al hombre. Alex de la Iglesia y Guillermo Francella ya lo vieron venir. Y es que el talento del director italiano Paolo Genovese ha sido exportado hacia muchas latitudes. En Argentina, con la adaptación teatral de Perfectos desconocidos, dirigida por el actor argentino (aun en cartelera) y en España, con la versión remake del mismo nombre que tiene a Belén Rueda, Ernesto Alterio y otros tantos como protagonistas. En Los oportunistas, Genovese decide apartarse del tono comedia para focalizarse en una historia que sucede íntegramente en un bar y tiene al presunto diablo como moderador absoluto de la película. La escena se repetirá varias veces: quien pareciera ser el diablo encarnado en un hombre cincuentón y de barba, se sienta a esperar con libreta en mano a diez personajes que estarán dispuestos a negociar con el a fin de cumplir deseos de sexo, ser mas linda o volver a creer en Dios. Como suele pasar, el diablo mete la cola, por lo tanto, no dejará que los anhelos se cumplan tan fácil. Los actos que las personas deben hacer estarán entrelazados de forma indirecta. Aunque en ningún momento se develarán en la pantalla. Solo se observa al demonio contemplar taciturnamente a sus víctimas indecisas y preocupadas por las consecuencias de sus actos. Algo moralejico sobre el final, el corazón de la realización late al sentir vibrar las aspiraciones humanas. Con la frase “solo soy quien alimenta el monstruo”, el subtexto del film incluye reflexionar sobre aquellas cosas que motorizan al espíritu del hombre a moverse. Juzgarlas no es la razón del guion. A pesar de generar algunas dudas por la jugada de basar su película en un hombre hablando con otras personas (algo que tiene muy aceitado, por ejemplo, el coreano Hong Sang-soo en sus films), sin duda en talento de Genovese reposa en la plasticidad para crear textos moldeables y aplicables a distintos géneros y elencos. Vale la pena sentarse una noche a ver Perfectos desconocidos y luego asistir a la apertura de la tercera edición de cine italiano en Argentina.
El director italiano Paolo Genovese firmó un gran éxito, Perfectos Desconocidos, que tuvo su remake española a cargo de Alex de la Iglesia y ahora su puesta teatral porteña, dirigida por Guillermo Francella. Su nueva película, que Genovese vino a presentar a la Argentina, parte también de una especie de juego, un planteo ingenioso que se desarrolla en un único escenario, un bar llamado The Place, que es el título original del film. Allí parece estar siempre, en una mesa del fondo, un personaje misterioso de mirada triste (Valerio Mastandrea) al que acuden, regularmente, una serie de personajes. Van a pedirle favores, pedidos de vida o muerte, a cambio de lo que él disponga, luego de consultar un cuaderno gastado en el que anota lo que escucha como un analista. Dios o diablo, el hombre parece investigar, como la película, hasta dónde son capaces de llegar estas personas, desesperadas por muy distintas circunstancias. Una película de actores y diálogos, tan teatral, y un poco exasperante, como Perfectos Desconocidos, cuya trama se desarrollaba en un departamento durante una cena entre amigos. No será para cualquiera, pero seguramente, dadas las credenciales del director, atraerá a muchos.
Dos historias corales aparecen de pronto en cartelera, con las penas e ilusiones de diversos personajes y la suerte (o ellos mismos), decidiendo sus destinos. Buenos intérpretes, ácidos libretistas, momentos de reflexión a la salida del cine, eso es lo que ofrecen ambas obras. La más cercana a nosotros es "La voz del silencio", pieza braso-argentina del anglo-brasilero André Ristum, situada en San Pablo, con situaciones cotidianas bastante reconocibles de toda gran ciudad. A veces, dolorosamente reconocibles. Se destacan en ella los veteranos Marieta Severo (la mujer encerrada en su casa) y Ricardo Merkin (el agobiado comentarista radial), y también Claudio Jaborandy (el portero que se esfuerza por seguir estudiando), Marina Glezer, el diseño de sonido de Martín Grignaschi, el aporte musical de Pedro Onetto. Un clima de irónica tristeza y pesadumbre hace temer los peores desenlaces en medio de la indiferencia ciudadana, lo cual puede ocurrir. O no. También inquieta el alma la italiana "Los oportunistas", de Paolo Genovese, cuyo título original es "The Place", así, en inglés. Así también se llama el bar donde un hombre recibe la consulta de sucesivas personas. Le piden por la salud de un ser querido, el reencuentro con un hijo, un amor, incluso algo frívolo. El puede darles lo que piden. Pero primero les asigna el cumplimiento de un crimen. Como si la felicidad de uno solo fuera posible causando la desgracia de otros. ¿Es un ángel del mal, o un ángel del bien que pone a prueba a los necesitados? La obra reelabora una serie norteamericana, "The Booth at the End", de Christopher Kubasik. La reelabora, la sintetiza, y en parte la mejora. Y deja pensando.
Tras el éxito mundial de Perfectos Desconocidos, Paolo Genovese cambia de rumbo y estrena Los Oportunistas, una película que, a excepción de la unidad espacial, poco tiene que ver con aquella comedia. Los cuestionamientos morales serán el centro de Los Oportunistas, un film de planteo interesante y resultado desparejo. De qué se trata Los Oportunistas Un misterioso hombre sentado en la mesa de un café puede cumplir los deseos de quienes requieren su ayuda. A cambio, deben cumplir una misión. ¿Hasta dónde estarán dispuestos a llegar para obtener lo que quieren? Historias cruzadas de múltiples personajes pasan por la mesa de ese bar. ¿Quién es este ser que concede deseos? La ética en el cine El mayor acierto de Paolo Genovese es el planteo de la historia. Lejos de pretender dar respuestas, Los Oportunistas siembra preguntas y te deja pensando. Narra la película desde un único sitio, también desde un único punto de vista y se anima a hablar de moral. Es un cine de palabras, pero eso no le quita mérito. La originalidad de la propuesta definitivamente es el punto más fuerte de esta película italiana en torno a la ética. La debilidad de Los Oportunistas En Perfectos Desconocidos, la unidad espacio-temporal jugaba a favor. Se generaba una película de estilo teatral y funcionaba. Pero en Los Oportunistas, aunque la unidad es solo de espacio, la limitación se siente. No tanto porque uno necesite ver más allá, sino porque llega un punto en que la repetición de acciones puede cansar. Cada persona entrando una y otra vez a ese bar, sin cambiar de mesa y pocas veces de ángulo, se vuelve, por momentos, un poquito tedioso. Tal vez unos minutos menos hubieran aportado ritmo. Aún así, Los Oportunistas es una película interesante y con sólidas actuaciones. Eso sí: no esperes ver aquí nada de Perfectos Desconocidos. Drama sí, y bien variado. Puntaje: 6.5/10 Te dejo acá la conferencia de prensa con el director Paolo Genovese, quien estuvo en Argentina presentando la película en el marco de la Semana de Cine Italiano 2018. Título original: The Place Duración: 105 minutos País: Italia Año: 2017
Después de éxito globalizado de “Perfectos Desconocidos” (aquí transformada en obra de teatro, dirigida por Guillermo Francella es uno de los éxitos de la temporada) a Paolo Genovese le pedían una segunda parte con todo tipo de presiones. Entre las muchas opciones apareció esta idea basada en la serie “Booth at the end” que el director guionó con Isabella Aguilar. Una historia que supone aceptar a un ser misterioso que en un restoran, en la misma mesa que ocupa día y noche, recibe a sus clientes ansiosos. Ellos necesitan un milagro y van por él aunque el precio sea terrible. Ese hombre les promete hacer realidad sus deseos a cambio de tareas terribles. ¿Qué seriamos capaces de hacer para salvar la salud de un hijo? ¿O sacar del Alzheimer a un esposo? , ¿Mejorar relaciones familiares, aspectos físicos, recuperar la fe y otras necesidades? Entre los pagos se reparten asesinatos, atentados, secuestros, golpizas brutales. Las preguntas se multiplican con la flexibilización de las convicciones religiosas, morales o de conciencia. Un ejercicio que tiene poca movilidad para los actores, siempre sentados en esa mesa, con ese señor supuestamente poderoso, un dios, un diablo o lo que la imaginación le otorgue. Todo deviene en un ejercicio forzado, con entrecruzamiento de historias, poco original y ciertamente rutinario y no muy entretenido. Con buenas actuaciones de los mas conocidos actores del cine italiano actual, con buenas intenciones, pero…
“LOS OPORTUNISTAS” tiene como principal atractivo la figura de Paolo Genovese, un prolífico director italiano que ha tenido un rotundo éxito con “Perfectos Desconocidos”, tanto que ya se hicieron en menos de tres años la remake española dirigida por Alex de la Iglesia y la adaptación en el formato teatral que se encuentra en la cartelera porteña actual, dirigida por Guillermo Francella. Genovese vuelve sobre una idea similar a su film anterior, en cuanto a que toma un lugar cerrado para el desarrollo de varias líneas argumentales que se concentran en ese espacio limitado, en donde sus criaturas comenzarán a desnudarse de una manera particular. En este caso, el escenario no es una cena de amigos sino la mesa de un bar. Mesa en la que se sienta un enigmático personaje, todos los días, vestido de la misma manera, en el mismo y exacto lugar, como siguiendo un ritual. A su mesa acudirán diversos personajes que tienen un común denominador: la desesperación por lograr un anhelo, un objetivo, un sueño, una imperiosa urgencia, una necesidad vital. Pero también lo que los une, a todos ellos, es la falta de límites para realizar la tarea que el enigmático hombre les encomiende tras abrir su cuaderno, exponiéndolos a situaciones y a tomas de decisiones que ellos jamás hubiesen imaginado. ¿Cuál es el límite moral y real que estos personajes atravesarán para lograr su deseo más íntimo? ¿A qué se encuentran dispuestos cada uno de ellos? Ninguno de ellos se negará, a pesar de que haya algún momento de duda, a pactar lo que sea necesario, a firmar el famoso “pacto con el Diablo”, figura a la que remite casi desde la primer escena, el personaje central, ese hombre enigmático al que Valerio Mastandrea (de “La prima cosa bella” de Paolo Virzi, “Dulces Sueños” de Bellocchio y de “Perfectos Desconocidos”, justamente) le da carnadura, tomando esa distancia emocional y frialdad que el personaje le requiere. El precio que deban pagar serán tareas que los pondrán en una disyuntiva moral extrema: poner una bomba, proteger a una niña como si fuese un ángel de la guarda, ejecutar un robo, violar a una mujer, quedar embarazada, matar a una niña: estas son algunas de las “misiones” que el misterioso hombre les entregará a cada uno de los que acudan a su mesa y poco a poco iremos descubriendo que hay un fino hilo que las entrelaza, que las conecta como en un efecto dominó donde una influirá alguna de las restantes. Si bien la estructura y la idea (tal como pasaba en “Perfectos Desconocidos”) es atrapante y novedosa y Genovese sabe manejar perfectamente la tensión, a medida que avanza la trama, la historia se resiente inexorablemente con una puesta en escena completamente básica y esquemática. No omite en ningún momento la teatralidad de la propuesta, sino que al contrario, se presume de ésto al subrayarla, y es un punto que claramente no la favorece. Las únicas escenas donde intenta “airear” la historia son imágenes casi calcadas de ese lugar de encuentro, visto desde afuera, con su típico cartel de neón –justamente el bar al que remite el “The Place” del título original- . Las relaciones entre los diferentes personajes terminan sonando bastante forzadas y la multiplicidad de las historias hace todo quede fragmentado y episódico, que se diversifique la tensión. La puesta coral a la que apela el guion, provoca que ninguna de estas micro-historias tenga la contundencia suficiente ni que grandes actores que fueron convocados (como Alba Rohrwacher, Sabrina Ferilli o Silvio Muccino) puedan tener un mínimo lucimiento. A su favor, puede decirse que la homogeneidad que hay entre ellas, hace que todas puedan seguirse sin que una se fagocite a las demás. A medida que avanzan los relatos, todo se torna muy previsible y el interés inicial va quedando diluido resentido con algunas resoluciones apresuradas y poco creíbles, echando por tierra toda la negrura inicial y el aroma perverso que destilaban cada una de esas “misiones” a cumplir. Siempre en este tipo de historias, uno estará esperando el giro final, una escena que nos brinde un cierre contundente. Nada de esto sucede en “LOS OPORTUNISTAS” –incómoda traducción del original- que parece interesarse en poner el foco en las pequeñas actuaciones personales que darle cuerpo a una historia fuerte que las contenga. Cabos sueltos, caos narrativo, lugares comunes y una estructura monocorde y tediosa, dan marco a una buena idea que parece no haber encontrado un desarrollo adecuado. Queda esa extraña sensación de que Genovese no se tomó el tiempo necesario para volver con una película que no sea sólo revolucionaria en la superficie y totalmente vacía en el fondo.
El éxito absoluto que tuvo el director Paolo Genovese con Perfetti sconosciuti, tanto en tierras nativas como en el exterior, han propagado el atractivo de su propuesta un tanto teatral sobre el estado actual de las relaciones interpersonales entre un grupo de amistades. En este mismo momento hay una versión sobre tablas en las calles porteñas, hace no mucho vimos en salas la remake española dirigida por Álex de la Iglesia, y ahora el tiempo de adaptar llega a la inversa, siendo Genovese quien se inspira en otro tipo de material para su nueva proposición social. The Place, llamada así como el asequible café que le da lugar a la acción, es una adaptación de la serie americana The Booth at the End, experimento que duró dos temporadas, cada una con cinco episodios de media hora. El cometido del italiano es adaptar esas cinco horas de serie en menos de dos horas de largometraje. ¿Cuál será su resultado?
Los Oportunistas es la nueva película del director italiano Paolo Genovese, recordado por su más reciente y sumamente recomendable película Perfectos desconocidos, que adquirió cierta popularidad gracias tanto al éxito que obtuvo dicha cinta, como también por la remake que realizó Alex De Le Iglesia, y que hace poco estuvo en las salas argentinas. En esta ocasión fue Genovese quien optó por reversionar una serie estadounidense del año 2010, llamada The booth at the end, creada por Christopher Kubasik, y para la cual contó con la ayuda de Isabella Aguilar en el trabajo de guión. La historia de Los oportunistas transcurre en su totalidad en un bar llamado The Place, donde un curioso sujeto (Interpretado por Valerio Mastandrea), sentando en la misma mesa, recibe a diferentes personas que le preguntan por la posibilidad de la realización de determinados deseos, que van desde salvar la vida de un hijo, o recuperar la vista, hasta poder ser más hermosa. La función de este hombre es decirle a cada uno si estos deseos son factibles de llevarse a cabo, tras lo que les asigna una determinada tarea, guiándose por un cuaderno personal, en el cual anota constantemente datos, a medida que va dialogando con todos y cada uno de los interlocutores que asisten a su encuentro. Nunca se determina quién es este extraño sujeto, y naturalmente él no está dispuesto a dejarlo en claro, pero lo que siempre resalta, es que la realización de los pedidos que él encomienda no son para su propio beneficio, sino para la persona que acude en su ayuda. La dinámica que imprime Paolo Genovese en su nueva película es milimétrica, evitando baches y logrando sostener con diferentes recursos el relato, con la difícil labor que esto implica al utilizar un solo lugar en donde suceden los acontecimientos. Lo mismo para el sentido de las diversas historias de cada personaje, y los entrecruces que se producen, al estar situado en una especie de barrio. Además de la actuación de Valerio Mastandrea como su personaje central, se destacan algunas apariciones de ciertos actores que ya han colaborado con el cineasta italiano, como Marco Giallini o Alba Rohrwacher, ambos acertados en sus roles. Se percibe cierto mensaje sobre las ambiciones de cada persona, y cómo determinadas actitudes o la elección de un camino no aconsejable puede llevarte a la perdición. El punto más flojo es similar a lo que le pasó a De La Iglesia cuando justamente readaptó un filme de Genovese; cierta falta de riesgo y originalidad, ya que el citado no solo toma una base necesaria para poder construir las historias, sino que utiliza otros elementos que son propios de su versión original, y que podría haber evitado. Por lo demás, Los oportunistas cumple con su cometido, quizás sin lucirse, pero presentándose como una propuesta amena.
CRITICA EMITIDA EN CARTELERA 1030 por RADIO DEL PLATA (AM 1030) EL SÁBADO 16/6/2018 de 19-20hs. Por si el finde entre el partido y el día del padre te quedaste con ganas de ir al #cine , te comparto mi critica de #LosOportunistas #ThePlace emitida en Cartelera 1030 por @radiodelplata Los oportunistas escrita y dirigida por el italiano Paolo Genovese, realizador también de Perfectos Desconocidos (2016), quien estuvo en nuestro país hace una semana presentando la película en el marco de la Semana de Cine Italiano en Bs.As. Si en Perfectos Desconocidos el director indagaba sobre los secretos y cuán poco conocemos de los que nos rodean, en este caso el problema se centra en qué poco sabemos de nosotros mismos. Un hombre de mediana edad concurre todos los días al mismo bar THE PLACE y se sienta en la misma mesa, y allí la gente asiste a contarle sus problemas esperando que él le ofrezca soluciones. El misterio reside en saber con qué lógica llega a las mismas, pero para lograr lo que quieren las distintas personas y sus distintos problemas, deberán en algunos casos realizar acciones extremas o que pongan en duda su moral. ¿Por qué pide cosas terribles? ¿Por qué siempre hay alguien dispuestos a hacerlas? Una cruda reflexión sobre el egoísmo de la sociedad posmoderna. La falta de piedad, la maldad de la gente. ¿Hasta dónde uno está dispuesto a llegar para conseguir lo que quiere? Al igual que Perfectos Desconocidos transcurre en una sola locación y hay un elenco coral. Un solo cabo suelto, de qué vive este señor… Cómo se mantiene? Porqué lo hace? No están claras las motivaciones del personaje protagonista sí las del resto. mientras que en Los Simuladores había un equipo resolviendo problemas de la gente, hay es la gente misma quien debe encargarse de conseguir lo que quiere.
El título original de este film es “the place”, un pequeño restaurante donde L'uomo (Valerio Mastandrea) todos los días sentado en la misma silla y con un libro que podría ser mágico recibe a sus clientes. Es un hombre firme y misterioso, escucha a quienes se acercan al lugar, observa ciertas conductas y concreta los pedidos que le hacen las personas pero él pide algo a cambio. Su narración funciona porque tiene al espectador atento y pegado a su butaca sin perderse detalle, muchos diálogos, donde solo algunos son buenos, genera intriga porque uno quiere saber quién es realmente este hombre y los personajes que hablan con este hombre y las vidas de estos se entrecruzan. Los hombres pueden ser diablos o demonios. Uno de los atractivos es que tiene varios personajes que se encuentran con este personaje: una monja que perdió la fe, un mecánico que sueña con pasar una noche especial, una esposa que tiene problemas con su marido, un matón, una madre y un ciego entre otros. La actuación de Mastandrea es muy buena y los personajes secundarios acompañan correctamente. Cuenta con una buena fotografía, logra buenos planos, una interesante paleta de colores, va logrando buenos climas, con una música adecuada, con la banda sonora compuesta e interpretada por Marianne Mirage y una buena ambientación. Pero por momentos se torna un poco pesada, le falta profundidad a algunos personajes, al ser tantos uno no llega a conectarse, resulta un poco extenuante y le sobran unos minutos. Es la adaptación italiana de la serie de televisión "The Booth at the End (2011) y posee cierto hilo conductor con “El diablo de la botella” de R. L. Stevenson y “Fausto”, entre otros.
Los destinos de un aparente grupo de extraños se ven relacionados por un misterioso hombre a quien le atribuyen el poder de cumplir cualquier deseo, a cambio ellos deberán realizar una tarea encargada por él. Tras su gran éxito Perfectos Desconocidos, Paolo Genovese sigue explorando las decisiones humanas y nos trae una historia cargada de sugerencia donde un hombre juega a ser todopoderoso y su fuente de poder reside en un libro que él mismo se encarga de escribir cada día que pasa en The Place (2017), nombre del bar que da título a la película. Para entender la simple complejidad de The Place es necesario acatar los siguientes puntos: -Todo ocurre en un único ambiente (el bar) -Todos los personajes que acuden al bar están desesperados -No sabemos quien es él La gran virtud está en la cuidada narrativa de Genovese, no hay día que no pase algo importante en The place, es un bar como cualquier otro para el regodeo social pero cuenta con llamativos personajes. Es así como vemos a una viejita que debe explotar una bomba en un lugar lleno de gente para tener de vuelta a su esposo o a un hombre que debe cuidar a una niña que tiene su vida en peligro para poder pasar una noche de sexo con una modelo de póster. En contra está el uso de la música, que subraya innecesariamente las situaciones y está más acorde con algún videoclip (probablemente esto se deba al trabajo previo de Genovese como director de publicidades). También tiene una tímida historia de amor fallida que intenta hacer el film menos oscuro, no lo logra. En el balance podemos decir que Los oportunistas es interesante, que apela a la imaginación del espectador en base a una fluida narración, con pedidos y deseos por cumplir tan naifs o maquiavélicos como sus personajes. No es el diablo, es un hombre que pide cosas horribles solo porque hay gente que está dispuesta a hacerlas.
Los oportunistas, las decisiones y la ética Seria, dramática y con toques de humor, la propuesta que el italiano Paolo Genovese juega en Los Oportunistas reflexiona sobre los límites de las acciones humanas con evidentes moralejas. El guión basado en una serie de TV (The booth at the end, o La casilla del final) engarza una serie de momentos cruciales en las vidas de un puñado de personas dispuesta a cumplir algún deseo a cambio de las peculiares misiones que les encomienda un misterioso personaje en la mesa de un bar. A diferencia del gran paso de comedia que el realizador logra en Perfectos desconocidos, aquí sus personajes pasan de lo cotidiano a la tragedia con solo decir “acepto” y dejan en jaque al espectador, que quiere ver más, saber más, y espera reír como en la anterior película del realizador. Pero no. Aquí hay un juego de guion y de complejidades éticas. En este sentido, la propuesta es atractiva. Genovese establece un código lúdico de vidas cruzadas donde las decisiones de cada personaje pueden resquebrajar la apariencia de lo posible, éticamente hablando. Y lo hace con pocos recursos: un bar y personajes en diálogo. No hay más acciones. El protagonista es la palabra. Y la destreza en la puesta de cámara, rítmica y ágil en su espacio acotado. Las historias que se tejen son sencillas. Pero como en un juego de mesa, cada tiro es un paso hacia el desenlace final, mientras se estira la cuerda y la trama a cada paso, se presenta a punto de estallar. Genovese, eximio director –esta es la segunda de sus doce películas estrenada en Argentina –, se ampara en la expertise de su pasado publicitario para confeccionar esta pieza con prolijidad y solvencia. Lo acompaña un elenco sobrio y ajustado a sus peticiones. Cada palabra y cada gesto imponen su presencia a través de un montaje articulado con la precisión de un mecanismo de relojería. Esa curiosa magia del crucigrama donde una letra toca a la otra para conformar una nueva palabra sostiene la trama. La intriga está puesta en las consecuencias de los actos que las personas realizan, en esta suerte de pacto con el diablo o con Dios. Ante cada acción, una evidente moraleja. Es ese encuadre edulcorado lo que no le permite al film ahondar en los pliegues de la condición humana. Sin embrago, aunque navega en la superficialidad, Los oportunistas no deja de ser una buena oportunidad para ver cine de calidad, bien hecho, aunque sin dudas menor en su resultado final que lo que el público pueda tener como expectativa. oportunistas.jpg Ficha: Los oportunistas (Italia, 2017) / Dirección: Paolo Genovese / Guión: Paolo Genovese / Edición: Consuelo Catucci / Elenco: Valerio Mastandrea, Alba Rohrwacher, Marco Giallini / Duración: 105 minutos / Calificación: apta mayores de 18 años Perfectos desconocidos, el gran antecedente Los Oportunistas se estrenó en Buenos Aires como parte de la Semana del Cine Italiano organizada por el Istituto Luce Cinecittà con el apoyo de la Embajada de Italia, los primeros días de junio. Es la segunda película de Paolo Genovese estrenada en la Argentina. La primera fue Perfectos desconocidos, donde cuatro amigos y sus parejas juegan por una noche a compartir los mensajes que llegan a sus celulares. El argumento intenta mostrar que todos tenemos vidas ocultas. Y con esa idea madre, Genovese devolvió el cine italiano a la taquilla internacional para comedia. Sin embargo, fue la versión española a manos de Alex de la Iglesia la propuesta que ofreció una mejor perfomance narrativa. La versión española tuvo la osadía de introducir cambios al desenlace final. Alex de la Iglesia con su sello de autor elevo el nivel de complejidad y calidad narrativa del original. El título se convirtió en el más taquillero de su carrera como director, con más de 3 millones de espectadores en salas. Y desde mayo, también está disponible en Netflix. En tanto en la calle Corrientes se presenta la versión teatral de Perfectos desconocidos, dirigida por Guillermo Franchella, con Alejandro Awada, Carlos Portalupi, Agustina Cherry, Peto Menahem, Mercedes Funes, Gonzalo Heredia y Magela Zanotta.
Hay momentos claves en la vida de una persona que depende del carácter que tengan, les serán más o menos difíciles de enfrentarlos. Ya sea por temor, falta de confianza en uno mismo o en los demás. También puede ser ignorancia al no saber cómo tratarlas o solucionarlas, y para estos casos se necesita la ayuda de alguien, un consejero, amigo, profesional, etc., como éste hombre que permanece en un bar desde la mañana hasta la noche y utiliza una mesa del fondo, que da a la ventana, como su oficina. A él recurren personas de distintas edades y clases sociales. Cada uno de ellos le cuenta su conflicto, y cómo para cada problema hay una solución el consejero las encuentra escritas por sí mismo en una gruesa agenda. Paolo Genovese dirige este particular film de modo sencillo y austero, alejado del lenguaje cinematográfico, pero más cercano al teatral. Son nueve los personajes que le piden ayuda al protagonista, alternadamente, a cualquier hora se acercan a su mesa y siempre está disponible. Lo toman cómo la última oportunidad de resolver sus angustias, para lograrlo él les encomienda hacer una tarea muy especial y nada convencional, que es, de algún modo, realizar lo que nunca se atreverían, ello desde una posición más violenta, prohibida o ilegal posible, y si lo concretan se les cumplirá sus sueños más profundos. Los pone a prueba ante sus debilidades, que saquen sus miserias para comprobar si realmente son capaces de todo. Para la narración no es importante saber cómo llegan a contactarlo, porque nunca se lo ve con un teléfono en sus manos. Tampoco se sabe cómo le pagan por sus servicios, ni siquiera devela al públic, o a sus “clientes”, la metodología de resolverles los inconvenientes. La película está filmada casi en su totalidad dentro del bar. La cámara sale a la calle en muy contadas ocasiones para mostrar la ubicación del establecimiento y, además, oxigenar un poco el relato que pese a ser reiterativo y monocorde tiene un ritmo constante, resultando atractivo de ver hasta dónde un ser humano es capaz de hacer algo impensado para alcanzar su objetivo. El asesor siempre está sentado, no se para nunca, come y bebe en los ratos libres, y sino escribe y garabatea en su agenda. Su rostro rara vez expresa una emoción. Ángela (Sabrina Ferilli) es la moza del lugar, y actúa como un espejo, lo hace enfrentarse a su presente y su pasado, pero él parece inmutable, oculta hasta su nombre, que jamás lo pronuncia. Pese a todo, ella es la única que lo hace dudar un poco y sensibilizarlo de una forma apenas perceptible. Paolo Genovese establece, desde un punto de vista único, una trama que parece un juego de tira y afloje, probando a las personas si son capaces de llegar al límite, enfrentar a sus fantasmas cuando se encuentran en aprietos sin medir las consecuencias, o si todavía pueden tener un rapto de lucidez y cordura, pese a todo.
SI LOS BARES HABLARAN Paolo Genovese vuelve a incursionar en las actitudes humanas que muchas veces preferimos ocultar. Ya en Perfectos desconocidos nos mostró que puede haber mucha acción en una habitación y en Los oportunistas se retoma el desafío de movilizar al espectador desde el discurso y las expresiones. Toda la película se desarrolla en un bar, “The Place”. Podemos verlo desde afuera o adentro, las mesas desde arriba o de frente, pero no salimos de ese lugar. Interesante desafío dispuso este director. Y aunque por momentos los diálogos parecen predecibles, la verdad es que la propuesta resulta desafiante. Un hombre solitario (Valerio Mastandrea) es el encargado de cumplir los deseos de las personas a cambio de algo. Por motivos que desconocemos, parece trabajar sin descanso. Este personaje sigue las órdenes de un libro que él mismo escribe, pero que no puede desafiar y, de esta manera, es como les ordena a los demás lo que deben hacer. La figura de este hombre es la gran metáfora que trabajará en cada uno de los personajes. Se abren así debates filosóficos sobre las decisiones que se toman. Se pone en duda una única posibilidad de actuar ante las circunstancias y se manifiesta que siempre la última decisión es tomada por el individuo. Vemos también lo que cada uno está dispuesto a hacer para conseguir sus objetivos. La acción está dada principalmente por la imaginación. Hay un gran trabajo en las expresiones de los actores que nos permite completar toda una parte de una historia a la que sólo tenemos acceso por la narración. Un recurso interesante que se utiliza para lograr fluidez en los diálogos son los cambios de apariencia de los actores y las actrices. De esta forma, los retos que atraviesa cada uno de ellos no son sólo contados y vividos, sino que los interpelan y modifican. El hecho de recurrir nuevamente a varios actores y actrices que ya han trabajado con el director no parece un hecho menor a la hora de ver los resultados. Ya que el foco está puesto en los personajes y en los diálogos, su importancia es mayor que en otras producciones. Es sólo a partir de ellos que es posible que un bar se convierta en la proyección mental de cada una de esas historias. Los oportunistas se desarrolla de forma dinámica y nos logra mostrar que puede haber mucho movimiento en un solo lugar. Esto también da cuenta del poder de la palabra como motor de la imaginación. Aunque uno de los puntos débiles es que muchas veces los diálogos terminan tornándose aleccionadores. Aun así, cada uno de los personajes toma un rumbo distinto y muchos ellos inclusive sorprenden porque pareciera que van a cambiar su vida y, sin embargo, la empeoran.
Se estrenó el nuevo film de Paolo Genovese, Los oportunistas, una remake de la serie The Booth at the End. En un bar llamado The Place, un hombre espera sentado tomando un café y comiendo a medida que se acercan diferentes individuos con pedidos particulares. Él revisa su agenda y encuentra una actividad que cada uno de ellos debe hacer a cambio de sus deseos. Algunas de las historias se irán conectando a medida que avanza el relato. Los oportunistas es una película enteramente basada en el diálogo. Toda la acción ocurre dentro del bar y en ningún momento el director nos muestra lo que pasa afuera. Las acciones de cada uno de los personajes que vienen a cumplir sus deseos son parte del fuera de campo. Esta decisión pone mucho peso en hacer creíble el relato y en no aburrir en el tono de su construcción. Dividiendo las opiniones entre aquellos que la van a disfrutar y los que esperaban otra cosa. Hay un concepto teatral en cada una de las escenas en donde el director no aporta ningún recurso cinematográfico, sólo se dedica a observar y poner plano contra plano de las conversaciones. Otras decisiones no son tan afortunadas: como la utilización de fundidos a negro o una música que queda fuera de lugar en el relato. Las historias por momentos son previsibles pero su objetivo de mantener al espectador especulando funciona. Arma preguntas constantemente sin respuestas para que se formulen teorías alrededor del protagonista.
Paolo Genovese se interioriza una vez más en las conductas humanas y las consecuencias que producen dichos comportamientos. En su anterior realización, Perfectos desconocidos, que lo catapultó a la fama, analizaba la forma de actuar de un grupo de amigos, un modo de poder conocer a los demás. Reunidos para una cena debían intercambiar los teléfonos celulares para leer en voz alta los mensajes recibidos. Los oportunistas, en cambio, investiga el interior de cada persona, es el “conocerse a uno mismo”. Ambas coinciden en la estructura teatral y en el espacio físico: la primera tenía lugar alrededor de una gran mesa en el living de un departamento; la segunda trascurre en el interior de un bar y más específicamente en una determinada mesa a la que acuden todos los personajes. El protagonista (Valerio Mastrandea), un hombre enigmático, tiene en el café The Place (título original del film) instalada su oficina de consultor, consejero espiritual y componedor maquiavélico. Mezcla de Dios y Diablo, a él acuden seres en conflicto, algunos desesperados, otros más frívolos. Como un oráculo dará repuestas y soluciones a una clientela variopinta que deberá sortear pruebas de difícil cumplimiento. En un principio son fuertemente resistidas ya que parecen dictadas por Mefistófeles, pero a la larga se resignan e intentan realizarlas. Está la anciana que debe colocar una bomba en un local público para recuperar a su esposo de un Alzheimer, el padre que con la muerte de una niña salva a su hijo enfermo de cáncer, la joven esposa dispuesta a provocar la infidelidad de otra pareja para recuperar el amor de su marido, la monja que acepta quedar embarazada para retornar al seno de Dios, el ciego que enfrenta la violación de una mujer para recuperar su vista. Semejantes desafíos desnudarán el alma humana, sacarán a relucir el monstruo que esconde cada mortal, el amor y el desamor se harán presentes en historias con desenlaces felices y trágicos. Una puesta en escena dinámica mediante el uso del plano-contraplano y un montaje ágil y efectivo, es la perfecta contrapartida para un guión donde los actos se relatan sin ser mostrados. De este modo se evita caer en el tedio o en largas exposiciones farragosas. También son importantes las actuaciones, ya que los constantes close-up de los rostros deben reflejar de manera cabal los sentimientos de cada personaje. Mastandrea luce impertérrito e intransigente ante súplicas y desplantes; la religiosa (Alba Rohrwacher) denota paz y dulzura; la esposa senil (Giulia Lazzarini) oscila entre la ternura y lo enfermizo; el padre (Vinicio Marchioni) se debate entre las dudas y el sufrimiento. En definitiva, Los oportunistas resulta un exacto retrato ácido y corrosivo de la sociedad moderna, en el que el amor al prójimo es un eco lejano que se apaga de a poco.
Crítica emitida por radio.
Los oportunistas, de Paolo Genovese, viene a proponer una continuación del universo de la (recomendadísima) serie The Booth at the End. El director de Perfectos desconocidos, película que cosecha remakes a lo largo y a lo ancho del mundo, vuelve narrar en un espacio limitado haciendo énfasis en los diálogos de sus personajes, logrando un resultado bueno, que se desinfla hacia el final. Ayi Turzi te cuenta por qué. Un hombre cuyo nombre desconocemos (Valerio Mastandrea), se sienta en la mesa del fondo de un bar llamado The Place (título original de la película). Recibe gente constantemente. Se acercan a él con un pedido y, tras chequear información en un cuaderno de tapas negras lleno de anotaciones, les da una instrucción a seguir para que el pedido se concrete. Instrucciones que, a simple vista, carecen completamente de lógica. Por ejemplo, indica a una anciana que para recuperar a su marido del Alzheimer, deberá confeccionar una bomba y detonarla en un lugar concurrido. Lo primero que capta la atención es la intriga que generan estas asignaciones. Uno no puede evitar tratar de buscarle alguna lógica, que nunca encuentra. Más adelante, al aparecer nuevos personajes y pedidos, las historias comienzan a cruzarse, pero hasta las resoluciones mantienen cierta ambigüedad. ¿Están esos personajes relacionándose fuera del bar o hablan de otras personas? Lo importante es lo que no vemos, en dos sentidos. Por un lado, no vemos qué hacen los personajes con sus mandatos. Si los cumplen al pie de la letra, si exageran, si mienten…aunque él, por motivos que desconocemos, sí lo sabe. El halo de misterio sobre este personaje es fundamental para mantener el clima. La propuesta explota la incertidumbre al máximo. Lo no visto opera también en otro sentido. La acción avanza gracias a los cambios que ocurren dentro de los personajes. Este hombre no les pide pavadas: pide matar niños, violar mujeres, haciendo entrar en crisis los valores de quienes se acercan a él. ¿Cuánto quieren lo que quieren? ¿Qué están dispuestos a hacer para lograr lo que desean? ¿El fin justifica los medios? No obstante el magnetismo que genera la propuesta, fuertemente apoyada en los morbos personales de cada espectador, ya que como decíamos antes, asistimos a una puesta en crisis de los valores de los personajes, hacia el final de la película la tensión decae. Quizás porque en el fondo esperábamos algo más macabro, tal vez porque el recurso del relato no se amolda del todo bien a la extensión de un largometraje o porque en algunos momentos la película “amaga” con terminar pero tras un fundido continúa, la tensión y el interés se terminan diluyendo. Uno siente que lo preparan todo el tiempo para que pase algo que o no sucede, o no es contundente. En síntesis, una propuesta interesante, sostenida por la actuación de Mastandrea y la intriga que nos genera saber qué tan hijos de puta pueden ser estos diferentes oportunistas en pos de conseguir lo que quieren, pero que llegando al tercer acto se queda sin fuerza.