Los 7 más o menos Hacía dos años El justiciero (2014) de Antoine Fuqua abría el 62 Festival Internacional de Cine de San Sebastián; hoy su remake de Los siete magníficos (The Magnificent Seven, 2016) abre el de Toronto y cierra el de Venecia . Y si bien en la 73 Mostra de Venecia se estrenó fuera de competencia, sería difícil imaginarla ganando algún premio tal como Akira Kurosawa lo ganó por Los siete samurái (1954) en el mismo festival. La versión de Fuqua adapta la de Kurosawa - o la remake de 1960 de John Sturges, para el caso - con la sensibilidad de un blockbuster de superhéroes; nunca sentimos que estamos viendo un western así como el nuevo esfuerzo pseudo-chistoso de Marvel o DC de ensamblar un equipo de pillos con corazón de oro y luchar contra un mal obvio e inequívoco. Hasta el diálogo delata el poco esfuerzo de los guionistas (Nic Pizzolatto, creador de True Detective, y Richard Wenk) en ambientar su película en el viejo oeste. La historia es tan sencilla como siempre: un pueblo de indefensos granjeros es amenazado por la tiranía del bravucón local y contratan a siete forasteros para protegerlos. Los “siete magníficos” están liderados por Sam Chisolm (Denzel Washington) y consisten de Josh Farraday (Chris Pratt), un apostador; Robicheaux (Ethan Hawke), ex soldado y francotirador; Billy Rocks (Byung-hun Lee), su asociado; Jack Horne (Vincent D'Onofrio), un montañés; Vasquez (Manuel García-Rulfo), un forajido mexicano y Red Harvest (Martin Sensmeier), un guerrero comanche. Emma Cullen (Haley Bennett) los contrata y hace de octava magnífica; el malo es el minero Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard, siempre efectivo en componer villanos a la vez débiles y poderosos). El film tiene un excelente elenco, con alguna que otra escena simpática de convivencia, pero ninguno sale particularmente bien parado. El único personaje más profundo que la personalidad que esboza es Robicheaux (Hawke), quien se reúne con Washington, ex compañero de Día de entrenamiento (Training Day, 2001). La película plantea una camaradería que continúa la de aquella película (sus personajes son viejos amigos) pero la reunión se desperdicia salvo por un par de escenas de introspección y no mucho más. La trama procede relativamente sin demasiado conflicto - los siete se suman sin mucho esfuerzo (prácticamente por accidente), no hay ningún problema entre ellos y casi toda la adversidad se guarda para la última media hora, que al fin y al cabo provee un gran clímax. En cuanto al balance final, que solía ser más bien pesimista - replanteando la relación sacrificial entre protector y protegido - Fuqua hace borrón y cuenta nueva y postula un fin típicamente complaciente, sin áreas grises ni ideas problemáticas.
Olvidémonos por un momento que la película de Antoine Fuqua (“Día de Entrenamiento”, “El Rey Arturo”) es la remake de la remake de dos clásicos, y tratemos de analizarla como una nueva apuesta del western en pleno siglo XXI. A “Los Siete Magníficos” (The Magnificent Seven, 2016) no le falta ningún elemento común al género ni la iconografía del Lejano Oeste, ni siquiera los guiños a la genial partitura de Elmer Bernstein; pero si carece un poco de alma y carisma para su trama y sus personajes, un abanico de razas y personalidades porque, ante todo, el Hollywood de 2016 debe preponderar la diversidad a toda costa. Estamos a finales de 1870, poco después del final de la Guerra Civil, y el pueblito de Rose Creek debe sufrir los abusos territoriales de Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard), un empresario inescrupuloso que hará lo que sea para explotar las minas de oro del lugar y arrasar con todo lo que se cruce en su camino. Con las autoridades en su bolsillo, a los habitantes no les quedan muchas opciones que aceptar sus míseras ofertas y entregar sus tierras por unos centavos. Sin nada más que perder, la joven viuda Emma Cullen (Haley Bennett) decide viajar al pueblo más cercano y contratar los servicios de Sam Chisolm (Denzel Washington), un reconocido agente de la ley que se dedica a “cazar” fugitivos. Pronto se le suman Josh Faraday (Chris Pratt), un apostador aficionado a los trucos de magia; Goodnight Robicheaux (Ethan Hawke), héroe de guerra y gran tirador; Billy Rocks (Byung-hun Lee), un certero asesino; el mexicano forajido Vasquez (Manuel Garcia-Rulfo); el rastreador Jack Horne (Vincent D'Onofrio) y el guerrero comanche Red Harvest (Martin Sensmeier) que aceptan el dinero de la viuda para defender al pueblo, sus habitantes y ponerle un alto a las amenazas de Bogue y sus hombres. Una tarea para nada fácil teniendo en cuenta que ellos son sólo siete, los habitantes no tienen ninguna experiencia y el villano vendrá acompañado de todo un ejército. La misión parece suicida, pero con el correr de los días, estos hombres descubren que, tal vez, valga la pena morir a cambio de un poco de justicia. “Los Siete Magníficos” no puede escapar de los clichés y poco logra con sus protagonistas. Un villano malísimo y megalómano, el cowboy que busca venganza, el enfrentamiento final… todo está perfectamente calculado y no deja mucho a la imaginación. Washington es un líder nato que sabe cargarse la película al hombro, los demás hacen sus aportes, entre los chistes de Pratt que no puede despegarse su eterno personaje canchero, las excentricidades de D'Onofrio y la extraña camaradería entre hombres que apenas se conocen y, en teoría, deberían mirarse con recelo y, al menos, desconfiar un poco los unos de los otros. Todo está dado para que sea una aventura cargada de acción, un gran enfrentamiento entre buenos y malos que apenas deja lugar para el desarrollo de estos siete pilares que tiene la historia. Sus pasados, sus motivaciones, acá son apenas una anécdota y poco queda del honor y los valores que representaban los samuráis de Kurosawa. Ok, dijimos que no íbamos a hacer comparaciones. “Los Siete Magníficos” es un film de acción ambientado en el Lejano Oeste. Entretenido y pasatista, bien filmado, pero sin matices. Nada se destaca, ni aporta a un género que ha tenido remakes mucho más interesantes. Sólo es un conjunto variopinto de personajes (y grandes actores) que, de casualidad, aparecen en la misma película.
Seguramente a este filme le van a salir varios detractores. No sólo por, primero, trabajar sobre la base de uno de los filmes de género más potentes que el western haya dado a lo largo de toda su producción, sino que, además, es muy difícil acercar a las nuevas generaciones un tipo de películas que, al discontinuar su facturación, en contados casos, que funcionan más como homenaje que otra cosa, no logran convocar a las grandes audiencias. Pero hay que celebrar un filme como “Los 7 magnificos” (USA, 2016), remake del clásico que supo sentar muchas de las bases de todo aquello que luego se produjo en westerns. Y esa bienvenida tiene que ser honesta, porque Antoine Fuqua, con un guión de Nic Pizzolatto y Richard Wenk, logra traspasar la línea del homenaje o reversión de bronce, acercando una mirada sólida sobre cómo hoy en día se puede hacer un western y contemplar a nuevas realidades y tonos que ni John Sturges, ni mucho menos Kurosawa, pudieron vislumbrar por ese entonces. Hay cambios, pero la esencia de la historia, la de los siete forajidos, outsiders, que se unen para lograr ayudar a un pueblo en la lucha por mantener su propiedad y derecho sobre sus tierras, sigue intacta y, justamente, esa esencia también perdura en cuanto a la estructura narrativa, tradicional, que divide al filme en dos partes bien diferentes entre sí. Cuando el siniestro Bogue (Peter Sarsgaard) advierte a fuerza de muerte su pronta apropiación de todas las propiedades de Arroyo Rose, un pequeño y olvidado pueblo minero, los que aún se mantienen con vida deciden, de alguna manera defender lo suyo. En la primera escena del filme, arrolladora, Fuqua deja claro el rol de Bogue y su accionar al ubicar la acción en la Iglesia del pueblo, la que será incendiada para demostrar que ni la fe podrá salvarlos de la conquista que el malvado desea hacer. Desesperados, una joven viuda llamada Emma Cullen (Haley Bennett) será la encargada de alistar a siete forajidos para que les enseñen a todos los hombres del pueblo, y a ella misma, a poder valerse de las armas y de técnicas de defensa, para detener a Bogue y sus secuaces antes que regresen al lugar a quedarse con todo. Así, el filme posee una primera parte, también presente en la versión de Sturges y en la de Kurosawa, en la que el reclutamiento de los magníficos además se permite una digresión para detallar, claramente, las diferencias entre cada uno de los hombres. Encabezados por Sam (Denzel Washington), un ermitaño que no es adepto a las amistades, el grupo variopinto incluirá a un mujeriego (Chris Pratt), un latino (Manuel García-Rulfo), un oriental (Byung-Hun Lee), un indígena (Martin Sensmeier), un ex militar (Ethan Hawke) y un “old fashioned” vaquero (Vincent D’Onofrio), serán los encargados de adiestrar a los pueblerinos con técnicas que permitirán detener a Bogue. Mientras la primera etapa se muestra descriptiva, en la segunda, ante el inevitable enfrentamiento entre los siete y el inmenso escuadrón de Bogue, la tensión se apodera de la pantalla con situaciones e inevitables conflictos en el grupo que pueden llegar a poner en evidencia los planes que poseen para acabarlo. Si el filme de Sturges dejaba sólo el final para este encuentro, aquí se lo ubica primero a mitad del metraje, para luego replicarlo, con inevitables consecuencias para ambos bandos, casi al final. “Los 7 magníficos” es un filme que suma a su relato la prosa de Pizzolatto, el encargado de resurgir el policial en la pequeña pantalla y que acá potencia del western todos los puntos fuertes y aggiorna aquellos que no se habían contemplado por la diferencia de época, potenciando decisiones políticas que se terminan por consolidar al finalizar el metraje y que hablan del cambio de tiempo y de la necesaria puesta al día de la narración.
Una correcta remake Más allá de algunos valiosos "caprichos" de Quentin Tarantino y de algunas remakes valiosas, como El tren de las 3.10 a Yuma o Temple de acero, Hollywood no ha logrado recuperar en la última década el esplendor del más clásico de sus géneros: el western. En ese sentido, esta nueva versión de la película rodada en 1960 por John Sturges (que a su vez era una relectura de Los siete samuráis, de Akira Kurosawa) tampoco resulta un aporte sustancial a la historia grande de las películas del Oeste. Ya no están Yul Brynner, Eli Wallach, Steve McQueen, Charles Bronson, Robert Vaughn ni James Coburn, pero Los siete magníficos modelo 2016 tienen unas cuantas estrellas y -bien a tono con estos tiempos de corrección política- una mayor diversidad étnica: aparecen, sí, Chris Pratt, Ethan Hawke y Vincent D'Onofrio, pero también el actor afroamericano más popular de Hollywood (Denzel Washington), uno mexicano (Manuel García-Rulfo), uno asiático (el muy popular en Corea Byung-hun Lee) y otro que representa a los pueblos originarios (Martin Sensmeier). Y, en el medio, un único personaje femenino (Haley Bennett) que los recluta para luchar en 1879 contra un empresario tiránico (Peter Sarsgaard), que ha asesinado a sangre fría a varios vecinos, quemado la iglesia del pueblo de Rose Creek y contaminado las tierras circundantes con su explotación de las minas de oro. Antoine Fuqua, director de la notable Día de entrenamiento, pero también de varios films de acción olvidables, trabajó a partir de un guion de Nic Pizzolatto (creador de la notable serie True Detective) y consigue un puñado de escenas de gran intensidad, algunos bienvenidos pasajes de humor negro y ciertos momentos para el lucimiento de los intérpretes, sobre todo de Washington (el eje moral del relato) y del galán Pratt, que aporta un poco de desenfado y glamour. No es mucho, pero lo suficiente como para convertir Los siete magníficos en un producto bastante entretenido y eficaz.
Publicada en edición impresa.
Crítica emitida por radio.
Después de las últimas películas de Tarantino, el western vuelve a desempolvar (muchas) pistolas y a provocar (muchas) muertes, esta vez con una remake, la de Los Siete Magníficos, clásico de John Sturges que se basó a su vez en Los siete samurais, de Kurosawa. La historia es recordada, y simple: los sobrevivientes de un pueblo amenazado por un malvado y ambicioso explotador (Peter Sarsgaard) entregan todo lo que tienen a un misterioso pistolero (Denzel Washington) para que los ayude. La primera mitad del film se centra en la reunión de esos siete letales cowboys y la segunda en, digamos, la batalla. El grupo es un dream team de casting (Ethan Hawke, Chris Pratt, Vincent D'Onofrio) y diversidad (un negro, un indio, un asiático), pero ni el carisma de los actores evita la sensación de camaradería forzada entre personajes tan disímiles, unidos para jugarse la vida por algo de dinero. Enhebrada por un humor con bastante menos puntería que los pistoleros, el tono de Los 7 Magníficos oscila entre una propuesta ATP con demasiados cadáveres y una comedia negra con el western como contexto. En ninguno de los dos casos transmite algo más que la diversión de ver en acción a este simpático grupo de caracteres. Pero como lo demás huele a fórmula demasiado gastada, con eso no alcanza.
Los Siete Magníficos se desarrolla en el Lejano Oeste. Los habitantes de un pueblo acosado por salvajes ladrones contratan a un grupo de mercenarios para que los protejan. Denzel Washington es el líder de esta banda de justicieros, en la que sobresalen integrantes de distintas razas y caracteres. Más cercana a La Pandilla Salvaje que a la versión con Yul Brynner, Antoine Fuqua hace gala de toda su pericia para narrar historias de acción al dotar el metraje de momentos de pura tensión, tiros y adrenalina (y no se priva de una sorpresa final que remite a la cinta de John Sturges). Chris Pratt, puro carisma, la rompe, al igual que Ethan Hawke, como el más timorato del grupo. Si bien el director reduce las dosis de sangre, es definitivamente un filme para adultos, entretenido, clásico desde el argumento, moderno desde la realización y esencialmente pochoclero hasta la médula.
Hoy el western se hace presente, con el estreno de Los siete magníficos de Antoine Fuqua; con Denzel Washington, Chris Pratt y Ethan Hawke. Los habitantes de Rose Creek, atemorizados bajo el control del industrial Bartholomew Bogue, deciden contratar a siete forajidos para terminar con la amenaza: Sam Chisolm (Denzel Washington), Josh Faraday (Chris Pratt), Goodnight Robicheaux (Ethan Hawke), Jack Home (Vincent D´Onofrio), Billy Rocks (Byung-Hun Lee), Vasquez (Manuel García Rulfo) y Red Harvest (Martin Sensmeier). Sin embargo, pronto se darán cuenta estos siete que están luchando por algo más que el simple dinero. Remake de Los Siete magníficos de John Sturges (1960), que fue protagonizada por Steve McQueen, Charles Bronson, Eli Wallach; entre otros. A su vez, basada en otra obra maestra como fue Los Siete Samurais de Akira Kurosawa (1954) con Toshino Mifune (que Takashi Mike también homenajeo en su film 13 asesinos). Esta nueva versión toma mucho de su original, y de los aspectos del género clásico del western. La música, los héroes y los villanos estereotipados; y el escenario donde se desarrolla gran parte de la acción. Se adapta a la tiempos que corren, donde la acción vende más que los diálogos, aunque Fuqua y se guionista Nic Pizzolatto (True Detective) encuentran el momento justo para todo. Desde la moral y la serenidad de Denzel Washington, pasando por la figura cómica y héroe del momento Chris Pratt, y la acción más en manos de Byung-hun Lee (I Saw the Devil, G.I. Joe). Ethan Hawke relega su figura pero tiene grandes momentos con su co-protagonista Denzel; con quien ya había trabajado en Día de Entrenamiento. Fuqua, es más reconocido por sus trabajos en films policiales y de gangsters, allí se ve su estilo. Los Siete Magníficos, recuerda más su paso por la fantasía épica de El Rey Arturo. Mientras que allí, el honor era catalizador de las decisiones de los protagonistas; aquí la redención es la clave para entender el accionar de cada uno. El pasado de los personajes no es algo que haya tiempo para mostrar, algunos detalles comienzan a formarse a lo largo del film, y esto ya es más que suficiente para el espectador.
Pochoclo del siglo XXI con trama del siglo XX. La actualización a la acción de hoy está hecha a la perfección. A pesar de que sólo comenzó a vérsela como una gran película muchos años después de su estreno, The Magnificent Seven (1960) es una de las más revisitadas e imitadas de la historia del cine. Ella, a su vez, es una adaptación al estilo western de Seven Samurai (1954), aclamadísima película del director japonés Akira Kurosawa. Sobre el cambio enorme que se hizo sobre la película de 1954 se trabajó para traer una nueva historia, igual de absorbente pero con los trucos y la ventajas del cine actual. Una ambientación como el Lejano Oeste tiene muchas complicaciones, sobre todo en la filmación, sin embargo se logró una película bien acabada con todos los sabores de la original. El progreso siempre es doloroso para las comunidades de granjeros. La gran mina de oro que linda con su pueblito está generando caos y desbalance. Como frutilla del postre, Bogue (Peter Sarsgaard), el dueño de la mina, llegó a amenazar a todo el pueblo para que abandone la zona y hasta asesinó a algunos residentes. En su desesperación, la viuda de uno de ellos (Haley Bennett) decide buscar ayuda, y con las pocas riquezas del pueblo logra contratar a siete hábiles luchadores. Ellos son Chisolm (Denzel Washington), Faraday (Chris Pratt), Goodnight (Ethan Hawke), Horne (Vincent D’Onofrio), Billy (Byung-Hun Lee), Vasquez (Manuel Garcia-Rulfo) y Red Harvest (Martin Sensmeier). Juntos harán lo posible por impedir que Bogue continúe arruinando la vida de los granjeros. Una vez más se juntó el trío que trajo Día de Entrenamiento en 2001: Antoine Fuqua en dirección y Denzel Washington con Ethan Hawke en el elenco. El guión estuvo a cargo de Nic Pizzolatto (True Detective, 2014) y Richard Wenk (The Equalizer, 2014). Según Fuqua, todavía hay casos serios de terrorismo y tiranía en el mundo, y por eso decidió aceptar el gran desafío que representa una remake que trata estos temas. El resto del reparto fue elegido con la diversidad en mente y busca mostrar que no todos en el 1800 eran blancos o mexicanos. En el papel de un descendiente de irlandeses está Chris Pratt (Jurassic World, 2015), en el de un cajún está Ethan Hawke, Byung-Hun Lee (I Saw the Devil, 2010) es un asiático, Martin Sensmeier es un comanche y Manuel García-Rulfo (Cake, 2014) es un mexicano. Los acompaña Vincent D’Onofrio (Daredevil, 2015) actuando de rastreador sumamente católico. Completa la formación Haley Bennett (Hardcore Henry, 2016), que es quien junta a los siete para defender su pueblo. Su papel tampoco es como el de cualquier mujer en un western, y se la ve mucho más independiente y aguerrida que lo que estas películas muestran hace años. La hermandad que desarrollan frente a las adversidades que el villano les presenta es sumamente natural y bien guionada, a pesar de que si se los observa con detalle, todos los personajes son muy básicos. La variedad en el elenco también se traslada a las peleas: se combinaron explosiones, tiros de diversas armas, arquería, cuchillos, hachas, trampas, caballos y otras técnicas. El resultado son varias escenas geniales de acción que combinarán la personalidad de cada magnífico con su experiencia en la batalla. Toda la fuerza de estos mortales objetos fue aprovechada al máximo e hizo de estas secuencias un buffet de violencia cómica en el que todos encontrarán algo para servirse. Es el western uno de los géneros audiovisuales más conocidos y parodiados. Sus tropos (el conjunto de estereotipos, motifs, temas, todo eso que puede terminar siendo un cliché) son explotados hasta hoy, y es en la época de The Magnificent Seven que terminaron de afianzar la idea del género que conoce esta generación. Es por eso que muchos de los chistes de esta remake funcionan y otros no tanto: fueron vistos sin descanso por años y años. A pesar de toda la originalidad que cualquiera trate de impartir en una película así, en esta época es difícil de vender. Los pequeños pasos dados por Fuqua, que se desvían de lo que el western fue por años, podrían dar un nuevo carácter al futuro del género.
¿Cómo se idea la remake de un clásico del cine universal? Se podría excavar en la pregunta. ¿De qué forma se le pueden inculcar conceptos contemporáneos a nivel sociedad a un género tan conservador como el western? Antoine Fuqua, realizador con vasto recorrido y prestigio en el cine de acción, se monta al hombro este desafío con oficio para la adrenalina pero con deslices demasiado grandes que no honran al clásico de 1960, el cual, aún con la ingenuidad con la que puede verse a los ojos de un espectador actual, se acercaba mucho más a aquella crítica social y sobriedad que caracterizaba a Los Siete Samuráis, aquella obra maestra de Akira Kurosawa en la que se inspiró.
Otro Rato de Épica Si hay un cineasta que reflexionó sobre el lenguaje del cine, ese fue Jean Luc Godard. Una de las ideas troncales de todo su pensamiento teórico fue, que más allá del momento que se represente la ecuación de tiempo y espacio, el cine es un arte que siempre interpela sobre el tiempo presente. Antoine Fuqua toma esta premisa godardiana y pone un héroe de raza negra al frente de su remake de Los 7 Magníficos, de John Sturges (que a la vez era una remake de Los 7 Samuráis, de Akira Kurosawa), algo imposible en el siglo XIX durante la época de la conquista y aún impensado en la representación de la colonización durante el clasicismo, tiempo en el que los actores de color tenían roles secundarios, donde John Ford y Howard Hawks -entre otros- construían el mito con el género que le devolvió la épica al siglo XX, el western. El potente Denzel Washington (Chisolm) es el espléndido héroe que aparece como un deux ex machina para salvar al poblado de Rose Creek de una banda de forajidos que lo acosa. Fuqua se toma todo el tiempo que corresponde para presentar al personaje gracias a bellos planos scope con gran angular, donde vemos a Denzel avanzar solitario, a caballo, subiendo y bajando pequeñas lomas hasta llegar al lugar en cuestión; el forastero milagroso que aparece para poner las cosas en su lugar. La estructura narrativa que utiliza Fuqua es la clásica del western tradicional, en donde irrumpe un elemento ajeno al espacio: llegada de una deidad, reclutamiento de un equipo, defensa de la tierra, resurgimiento del pueblo y progreso. La secuencia de inicio, donde Bogue (Peter Sarsgaard) somete a Rose Creek, es extremadamente violenta: podemos observar asesinatos a sangre fría y el incendio de la iglesia de la comunidad. Aquí se reversiona a Sturges, donde la toma era mucho más dócil (volviendo al cine como representación del presente) y lo que a posteriori confluirá en enfrentamientos mucho más violentos y sangrientos. Washington se presenta como un caza recompensas que al principio recluta y actúa por dinero y después comprende que debe hacerlo por un ideal de resurgimiento y progreso. Aquí otro cambio de Fuqua: Washington es contratado por una mujer, la bella Emma Cullen (Haley Bennett), viuda en el ataque de Bogue. Aquí el director la corre de la idea Fordiana de la mujer-cimiento, la idea de la mujer como clave de la sociedad pero como constructora del hogar mientras el hombre salía a hacer su trabajo. Emma Cullen se convierte en una luchadora; una mujer que representa al pueblo, rifle al hombro, para armar su línea de defensa. La idea de mujer contratista de un héroe de raza negra le da frescura, novedad y aporta otras capas de lecturas a un género muerto como el western. Washington reúne a un equipo que va a defender a Rose Creek a sangre y fuego. Chris Pratt (Josh Faraday) juega de cañonero-comic relief; Ethan Hawke (Goodnight Robicheaux) es el preciso pistolero con tortuoso pasado que entrena a los hombres locales como tiradores; Vincent D’Onofrio (Jack Horne), un brutal cazador de indios desempleado porque su actividad está en decadencia; Martin Sensmeier (Red Harvest), el indio que pelea para los blancos; Byung-hun Lee (Billy Rocks), el chino experto en cuchillos, y Manuel Garcia-Rulfo (Vasquez), el latino de este grupo variopinto que genera casi una idea sacrificial ante el ejercito que tiene Bogue para conseguir el dominio de las tierras. Y esta idea de sacrificio también es estructural en el western. Ya desde la idea de guion de Kurosawa (claramente influenciado por la era de oro del género), el sacrificio por la defensa de la tierra contra el lumpenaje fuera de la ley es pilar para la construcción y consolidación de la civilización en detrimento de los viejos modismos de la barbarie. Fuqua filma esta defensa con vigor, con un enfrentamiento final sangriento, con la misma potencia de su Día de Entrenamiento, con un Denzel Washington que siempre mejora cualquier producción y que le da amplitud a la carnalidad y ambigüedad de este género que amamos y que celebramos sus ocasionales regresos a la pantalla grande. Los 7 Magníficos es un western hecho con conocimiento del género y con pasión por el mismo, y la música de Elmer Bernstein en los créditos finales nos recuerda una vez más que una sala de cine es el lugar en el mundo donde podemos ser felices.
El regreso de los pistoleros En 1954 se estrenó Los siete samuráis del director japonés Akira Kurosawa. Esa película se convirtió en una de las obras maestras más grandes del cine mundial, y seis años más tarde llegaría una nueva versión de aquella película. Esta vez era un western dirigido por John Sturges y se llamó Los siete magníficos (The Magnificent Seven, 1960). En ella siete hombres se unían para salvar a un pueblo mexicano de una banda de malhechores, quienes eran interpretados por reconocidos actores de la época. La película al igual que la japonesa aún hoy es considerada un emblema y una de las más importantes del género. A pesar de estos antecedentes se decidió que era adecuado hacer una remake. Sam Chilsom (Denzel Washington) es contratado por la viuda Emma Cullen (Hayley Bennet) para poner fin al reinado de terror de Bartholomew Bogue (Peter Sarsgard), un hombre de negocios que quiere comprar los terrenos del pueblo a precio barato para luego explotarlos a su favor. Chilsom acepta la responsabilidad pero se da cuenta que sólo podrá detener a ese hombre con ayuda de alguien más, a él se sumarán Josh Faraday (Chris Pratt), Goodnight Robiecheaux (Ethan Hawke), Billy Rocks (Lee Byung Hung), Jack Horne (Vincent D'Onofrio), Vazquez (Manuel García Rulfo) y Red Harvest (Martin Seinsmeier). Antoine Fuqua, conocido por ser el director de Día de entrenamiento (Training Day, 2001) pone a Denzel Washington y Ethan Hawke, los protagonistas de la película, a ser parte de este grupo de héroes étnicamente diverso. Ambos son los personajes mejor desarrollados mientras que Chris Pratt está a la altura y es por él donde pasan la mayoría de los chistes y situaciones de humor: hay momentos donde el guion de Nic Pizzolato (creador de True Detective) y Richard Wenk intenta forzar situaciones de pelea entre miembros del grupo que aunque tienen orígenes distintos se nota que se llevan muy bien. En los rubros técnicos se destacan la fotografía de Mauro Fiore y la música que fue el último trabajo de James Horner antes de su reciente fallecimiento. Los siete magníficos funciona como una buena película de acción con grandes y carismáticas estrellas pero sufre el peso y pierde a la hora de ser comparada con dos de las películas más influyentes de la historia del cine.
En el lejano oeste se encuentra el Arroyo Rose, una pequeña colonia encargada de la recolección del oro que se encuentra en sus tierras, pero unos terribles forajidos llegan para adueñarse de esas propiedades para sus beneficios. El líder de estos malvivientes acaba con la vida de varios habitantes de esta población y les da 3 semanas para dejar vacía la colonia y así ellos tomar el control absoluto. Una joven viuda llamada Emma (Haley Bennett) decide contratar a Chisolm (Denzel Washinton) un cazarecompensas, para que le ayude a que el pueblo quede libre de todo peligro, este con pocas ganas accede, pero para lograrlo decide reclutar a varios hombres para que lo ayuden y así liberar a los campesinos de cualquier peligro. En estos tiempos en donde abundan las producciones llenas de acción, ciencia ficción y sobretodo el boom del genero de superhéroes que está dominando las taquillas con cada estreno, estos hacen el entretenimiento de todos. El género western había quedado en el olvido, pero Quentin Tarantino le dio su toque especial a este particular genero con sus dos últimas películas: “Django sin Cadenas” y la más reciente “Los Ocho más Odiados”, también hay algunas otras pero de dudosa calidad artística y escenográfica. Ahora el western volvió a los cines de la mano del director Antoine Fuqua que es el encargado de dirigir esta remake basada en “Los Siete Magnificos”, película de 1960 realizada por John Sturges y protagonizada por Steve McQueen, pero eso no es todo, ya que ese film también es una remake, la original es de 1956 y su titulo es “Los Siete Samuráis” quien fue dirigida por el japonés Akira Kurosawa. Esta versión del 2016 se acopla a los tiempos modernos con estrellas ultra conocidas, como: Denzel Washington, Chris Pratt, Ethan Hawke o Vincent Donofrio. Cada uno de ellos entregando papeles bastante buenos y con personalidades distintas, pero también suman a un mexicano (Manuel Garcia-Rulfo), un asiático (Byung-Hun Lee) y un indígena (Martin Sensmeier) y el antagónico Bartholomew Bogue, interpretado por Peter Sarsgaard. Un wenster moderno lleno de buenos momentos, les escenas sobre el final están cargadas de acción, el humor no es dejado de lado y en esta oportunidad corre a cargo de Faraday, interpretado por el carismático Chris Pratt. Lo bueno: Actores principales y secundarios cumplen en lo suyo, pero los más destacables son los de Denzel Washington y Ethan Hawke, cabe recordar que ambos ya estuvieron bajo las ordenes de Antoine Fuqua en la película “Día de Entrenamiento”. Los planos del viejo oeste, la ambientación y el vestuario también están acordes, la música es destacable. Lo malo: Tiene algunas situaciones algo obvias en las que el espectador sabe con lo que se va a encontrar.
Triunfal reelaboración de un gran clásico de Kurosawa • POR MOMENTOS, EL NUEVO WESTERN "LOS SIETE MAGNÍFICOS" SUPERA INCLUSO A LA VERSIÓN DE STURGES Consciente de sus ilustres antecedentes (“Los siete samuráis” y el western de que aquí se llamó “Siete hombres y un destino”), el director Antoine introdujo originales vueltas de tuerca en la historia. El nuevo "Los siete magníficos" es un western de pura cepa y a toda superacción que parte del detalle inteligente de dar vuelta los personajes: esta vez los pistoleros son un grupo de marginales multiétnico, incluyendo un negro, un chino, un montañés caza indios y un piel roja, mientras que los granjeros del pueblo que tienen que defender son blancos cultos y bastante cobardes, al punto de que una mujer es la que se anima a contratar pistoleros.Y el villano que se quiere quedar con el pueblo para arrasar la tierra buscando oro es todo un ejemplo del peor capitalismo salvaje. El origen del film sigue siendo el superclásico de Kurosawa "Los siete samuráis", que no sólo dio lugar al extraordinario western de John Sturges "Siete hombres y un destino" ("The Magnificent Seven" le gustó tanto a Kurosawa que le mandó un sable samurai de regalo a Sturges), sino también a una producción de Roger Corman en el espacio, "Batalla más allá de las galaxias", y hasta a una parodia animada de Pixar, "Bichos". Pero, por supuesto, competir con un film de Kurosawa o con los actores de Sturges (su versión incluía a Yul Brynner, Steve McQueen, James Coburn, Charles Bronson, Robert Vaughn y Eli Walach) es una misión tan imposible como la de estos magníficos combatiendo a un ejército de cientos. Un buen director como Antoine Fuqua (el de "Día de entrenamiento" donde ya trabajó con Denzel Washington y Ethan Hawke) lo sabe perfectamente y por eso le dio distintas vueltas argumentales a la misma historia de antes. Algunos de estos cambios funcionan muy bien, empezando por la presentación de los personajes y, sobre todo, la manera de plantear la lucha en el pueblo. En este sentido, casi se podría decir que Fuqua supera a Sturges, ya que los tiroteos son sorpresivos y también realmente intensos hasta lo apocalíptico. El director logra algo tan difícil como elevar la violencia a niveles impactantes, sin derivar en el gore de los westerns de Peckinpah, lo que alteraría el espíritu del asunto a contar. Denzel Washington, una especie de Yul Brynner en negativo, hace muy bien un personaje que le da un móvil más realista al líder de los magníficos. Y si bien hay varios intérpretes bien elegidos, el que se luce es Vincent D'Onofrio como el montañés violento pero de buen corazón. El score póstumo de James Horner tiene lindos pasajes musicales, pero no puede competir con el del film de Sturges compuesto por Elmer Bernstein, que de todos modos aparece en el momento justo.
El reciclado es un negocio rentable Lo que ocurre con Los Siete Magníficos (The Magnificent Seven, 2016) es exactamente lo mismo que sucede con casi todo el mainstream hollywoodense de nuestros días, ese que se la pasa aplicando compulsivamente dos estrategias retóricas sobre la enorme mayoría de sus productos, a saber: en primera instancia tenemos una corrección política que resulta castradora y contraproducente para toda obra artística, en donde deberían primar un criterio de libertad y -en lo posible- la búsqueda de una voz propia o la innovación; y en segundo lugar viene un discurso que pretende garantizar una conformidad ad infinitum para con el sistema comercial cultural contemporáneo, para colmo presentándose bajo el falso ropaje de un alegato “jugado” cuando en realidad lo único que hace es caer en la redundancia, adoctrinándonos sobre terreno político ya ganado o conquistas sociales y civiles de antaño. Por supuesto que lo que se esconde detrás de este esquema es una suerte de repetidora anodina que por un lado desideologiza al arte y por el otro neutraliza cualquier atisbo de un arrebato en verdad inconformista que moleste al espectador, complejice el rango moral/ ético de los personajes o por lo menos ensucie la entonación narrativa, acercándola a la praxis cotidiana. Esta “nueva era” de la cultura chatarra y escapista tiene en el refrito y las sagas eternas dos aliados fenomenales, gracias a que los popes de marketing de los estudios del norte viven apostando a lo que ellos creen que es seguro, el producto ya testeado. Aquí la táctica está llevada al extremo porque hablamos de una remake de una remake, cuya premisa -como si lo anterior fuese poco- ha sido reproducida hasta el hartazgo por una infinidad de westerns y películas de acción a lo largo de los muchos años desde su eclosión. En el generoso catálogo de las obras maestras de Akira Kurosawa, Los Siete Samuráis (Shichinin no Samurai, 1954) es una de las más queridas y recordadas, un trabajo extraordinario que nos presentaba la historia de un pueblito atacado por bandidos y la decisión de contratar a unos samuráis errantes como “protectores”, ahora reconvertidos en sicarios de las clases populares. La versión hollywoodense de 1960 de John Sturges estaba bastante bien pero caía unos cuantos escalones debajo de la propuesta original, no obstante si la comparamos con lo que hoy tenemos delante de nuestros ojos, pronto la susodicha se transforma en una maravilla del séptimo arte. Poco y nada importa que el encargado del aggiornamiento sea Antoine Fuqua, un realizador desparejo y especializado en policiales, ya que el nombre del asalariado de turno es irrelevante en opus genéricos de esta índole. Como no podía ser de otra forma, una vez más nos topamos con un film profundamente estéril (todos los comentarios sociales quedaron anulados), repleto de carilindos en los roles centrales (Denzel Washington, Chris Pratt, Ethan Hawke, etc.), con líneas de diálogo que la van de “cancheras” (se escuchan ecos de las pavadas biempensantes que disparan los superhéroes del acervo industrial actual), una progresión muy esquemática (no hallamos paciencia para el desarrollo de personajes y la construcción de un vínculo lógico entre ellos, aquí sólo prevalecen el estereotipo y la pose malhumorada de cotillón) y hasta citas banales que pueden leerse como una verdadera falta de respeto hacia los pobres homenajeados (hay tomas y detalles varios que remiten a Sergio Leone y Sam Peckinpah, entre otros paladines de la izquierda que se reirían de “ofrendas” en un western así, tan conservador e insípido). Afortunadamente en este tipo de relatos corales siempre se puede encontrar una mínima calidad solapada dentro de la pluralidad, de este modo nos vemos en la obligación de rescatar la belleza aguerrida de Haley Bennett, el desempeño de Vincent D'Onofrio y Peter Sarsgaard y el enfrentamiento “a todo lo que da” del desenlace, cuando los siete renegados unen fuerzas junto al pueblo para luchar contra la andanada del villano usurpador y su séquito. La ausencia total de novedades y la sensación constante de que la trama avanza vía un triste piloto automático llevan a Los Siete Magníficos al tedio de la incomodidad y la somnolencia, en especial porque a la faena le quedan grandes los zapatos del pasado y el núcleo emocional es inerte: Fuqua no logra hacerse de la convicción necesaria para que este colectivo sea algo más que otra prueba de que el reciclado todavía es un negocio rentable…
Pese a que muchos fatalistas sostienen que el western ha desaparecido, siempre será el imperioso deseo de tantísimos realizadores abordar y aportar una idónea vuelta de tuerca al género emblema del cine americano. En los últimos años algunos referentes del western han logrado una excelente recepción del público y la crítica, es el caso de Django Desencadenado (2912) y Los ocho más odiados (2015) de Quentin Tarantino, o algunas sorpresas como la muy recomendable Bone Tomahawk (2015) de S. Craig Zahler, como una excelsa hibridación con el terror. De modo que el encanto de la frontera, las diligencias, los vaqueros, las cabalgatas y los duelos a la hora señalada, resultan inherentes a la magia del cine. Los siete magníficos de John Stuges (1960), a su vez es oficio como versión americana inspirada en el clásico Los siete samurais (1954) del genial Akira Kurosawa. En la actualidad el abordaje que propone el realizador Antoine Fuqua mantiene -como en sus versiones anteriores- inalterable su punto de partida: los habitantes de un pequeño pueblo sufren de los constantes ataques de un grupo de hombres armados. Indignados ante los constantes saqueos, buscan justicia y solicitan los servicios de un grupo de expertos pistoleros para contrarrestar los ataques. El elenco de la obra original estaba conformado sólo por hombres blancos ajustados al WASP (White, Anglo-Saxon and Protestant): Yul Brynner, Steve McQueen, Charles Bronson y James Coburn, debido a los códigos de representación de Hollywood de entonces. Sin embargo, la versión contemporánea Antoine Fuqua apela a la diversidad y la amalgama de razas para dar su rúbrica personal a la nueva versión de Los siete magníficos, consiguiendo distinguirse positivamente de su predecesora. Esta nueva versión de Los siete magníficos, resulta más próxima a la esencia de Los siete samuráis de Kurosawa, siendo que el variopinto grupo de mercenarios de la película de Antoine Fuqua presenta intensos matices y penurias a diferencia de la producción Hollywoodense de John Stuges de 1960, en la que los justicieros resultaban implacables prodigios de puntería y destreza sin mucho trasfondo emocional. Destacan en los protagónicos Denzel Washington, encarna a un ex militar de la guerra civil devenido en un despiadado cazador de recompensas, pero no carente de cierta nobleza; Chris Pratt oficia como el atorrante y jocoso de turno que disimula su condición implacable; en tanto que Ethan Hawke compone a un taciturno y traumatizado veterano de guerra. Pero la sorpresa en este elenco es el descomunal montañés compuesto por un inspiradísimo Vincent D’Onofrio. 324499 En algunos pasajes de Los siete magníficos (2016) se evidencia una tenue intención de abordar las heridas raciales en la historia de los Estados Unidos, esencialmente en todo lo relativo al conflicto bélico norte-sur. El nuevo grupo de pistoleros está liderado por un afroamericano (Denzel Washington), además un ecléctico elenco que en su selección muestra respeto por la diversidad: Byung-Hun Lee, Manuel García-Rulfo y Haley Bennett, interpretando a una mujer que contrata y participa activamente de las hazañas del clan de mercenarios escapando al lugar común de la damisela en apuros. El guión de Los siete magníficos (2016) fue elaborado por Richard Wenk, habitual colaborador de Antoine Fuqua, junto Nic Pizzollatto guionista de la exitosa serie de HBO True Detective (2014). Subyace en el relato una fuerte metáfora que oficia como bajada de línea al capitalismo salvaje, dado que en esta oportunidad el villano es una empresa ambiciosa cuyo brazo ejecutor es Bartolomé Bogue (Peter Sarsgaard), quien impunemente desata todo el despotismo de un hombre de negocios sin miramientos morales a la hora de sacrificar a los lugareños para beneficio de su firma. La dinámica e interación de una pluralidad protagónica de arquetipos se ajusta, cual signo de los tiempos, a las convenciones de “conformación de grupos” tan recurrente en las películas de la formula Marvel. En tanto que la trama de Los siete magníficos adolece al complejo de la sobre-explicación sistemática hasta el punto de redundancia como defecto/patología recurrente de Hollywood, atentando contra correcto ritmo y la construcción narrativa del guion de Wenk y Pizzollatto. Los siete magníficos de Antoine Fuqua es una producción respetuosa de todo concepto esencial al Western clásico, claro que no tiene la profundidad de La propuesta (2005) de John Hillcoat, y al tratarse de personajes encaminados a una redención evita transitar por los senderos de Los Imperdonables de Eastwood. En cuanto a la narrativa visual propuesta por Fuqua, la película adhiere a una puesta en escena de la violencia propia de Sam Peckinpah en La pandilla salvaje (1969), claro que lejos de la intensidad y crudeza manifiesta en el clásico, sino que a modo de aproximación relativa a toda la espectacularidad que el género pueda brindar. Los siete magníficos consigue instruir a nuevas generaciones respecto de los rudimentos básicos del Western , siendo una película muy divertida, con ideología implícita y mucha personalidad.
“Los siete magníficos”: La infalible ley del revólver Los Siete Samuráis (Shichinin no samurai, 1954), escrita y dirigida por Akira Kurosawa, contaba cómo unos campesinos del Japón del siglo XVI reciben la ayuda de este grupito de guerreros para defenderse de unos bandidos que los atacan periódicamente. Este largometraje fue ganador de varios premios internacionales, es considerado uno de los mejores y más influyentes filmes de la historia y uno de los pocos que, durante esos años, logró traspasar las fronteras y ganar fama y popularidad en occidente. Tanto es así que el gran director John Sturges realizó una remake titulada Los Siete Magníficos (The Magnificent Seven, 1960). Acá se trataba de un pueblito mexicano asediado por una banda de forajidos cuyos habitantes deciden contratar a siete pistoleros para que los defiendan. Esta versión es la más recordada por estos pagos y, probablemente, la que más gente vio. Tenía un gran elenco de actores (Yul Brynner, Steve McQueen, Charles Bronson, James Coburn, Robert Vaughn y Eli Wallach, entre otros) y, sin dudas, inspiró a los westerns que vinieron más tarde. Más de 50 años después -eso si no contamos a Bichos: Una Aventura en Miniatura (A Bug’s Life, 1998)- nos llega esta remake de Antoine Fuqua que intenta rescatar el sentido clásico, el glamour y el encanto de un género que nunca pasa de moda como el western. Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard) es el dueño de una compañía minera que ha encontrado oro en el pueblo de Rose Creek. Bogue no tiene muchos escrúpulos ni se anda con rodeos, así que para quedarse con las tierras de los pobladores les ofrece -poco- dinero para comprarlas. Y si se niegan, bueno, los asesina para que sepan a qué atenerse. Emma Cullen (Haley Bennett), recientemente viuda gracias al empresario, decide contratar al cazarrecompensas Sam Chisolm (Denzel Washington) en nombre de todos los habitantes de Rose Creek para que los defienda. Chisolm acepta, más que por la paga por motivos personales y se encarga de reclutar a un variopinto grupo de personajes para que lo ayuden: Josh Farraday (Chris Pratt), un jugador empedernido; Goodnight Robicheaux (Ethan Hawke), un excelente tirador; Jack Horne (Vincent D’Onofrio), un sabueso; Billy Rocks (Byung-Hun Lee), un asesino; Vásquez (Manuel García Rulfo), un bandido y Red Harvest (Martin Sensmeier), un guerrero indígena. A medida que comienzan a preparar a la población para la violenta confrontación que se aproxima, estos siete mercenarios se encuentran a sí mismos peleando por algo más que sólo el dinero. Este largometraje es bastante entretenido, algo clásico -Fuqua no comete el pecado de “modernizar” las peleas- y tiene algunas actuaciones destacables (Washington, Hawke, D’Onofrio, Bennett, Sarsgaard). Pero tiene una mala construcción de personajes, los lazos fuertes que muestra entre algunos de ellos no son creíbles, algunos no sabemos qué los lleva a hacer lo que hacen y las motivaciones personales con las que pasan a erigirse como santos no quedan muy claras. Es que este film presenta el mismo problema que la casi totalidad de las remakes: se vanagloria diciendo que nada tiene que ver con la original, pero en algún punto del relato juega con que el espectador entiende cómo se desarrolla la trama porque vio la primera. Piensen o revean las nuevas versiones de otros largometrajes y van a notar este sutil detalle. Esta película es entonces un conglomerado de buenas intenciones, mal llevada a cabo pero entretenida. Magnífico no hay ninguno, a lo sumo tres maravillosos, dos presentables y dos joya nunca taxi. Y en los tiempos que corren, con eso tal vez zafen.
A los tiros en el capitalismo salvaje. El western siempre fue un género político, utilizado para retratar la historia y los valores de los Estados Unidos como nación, y el director de Día de entrenamiento no desaprovecha esa herramienta, que tiene como lejano origen el clásico Los siete samuráis, de Akira Kurosawa. Nuevo trabajo del cada vez más prolífico, desparejo y usuario serial de distintos géneros narrativos Antoine Fuqua, Los 7 magníficos representa un film infrecuente dentro del perfil actual de la categoría de los blockbusters, los mentados tanques de Hollywood. Inusual porque rescata un género como el western, virtualmente extinto como negocio a gran escala. Por eso tampoco extraña que para recuperarlo se haya elegido la jugada menos riesgosa, que es la de rescribir uno de los éxitos más grandes que dio el género en lo comercial, en lugar de usar un guión original. El rulo se retuerce más si se toma en cuenta que aquel original homónimo, dirigido en 1960 por John Sturges e interpretado por estrellas como Yul Brynner, James Coburn, Steve McQueen y Charles Bronson, era también una remake. En aquel caso de Los siete samuráis (1953), obra maestra de Akira Kurosawa, una de las muchas que llevan la firma del director japonés. También es todo un síntoma que el modelo de western elegido no haya sido el del vaquero solitario, sino el de un grupo de hombres con habilidades especiales unidos para combatir el mal. Un modelo que de algún modo se asemeja al del equipo de superhéroes, al estilo de Los Vengadores o la reciente Escuadrón Suicida que, al contrario de lo que ocurre con las películas del oeste, sí son uno de los negocios más redituables de la industria del cine contemporáneo. La historia es la de siempre: un pueblo es asolado por el malo de turno, esta vez Bartholomew Bogue, violento empresario que ha hecho un imperio minero saqueando villorrios perdidos como ese, en el extremo suroeste de un país que acaba de terminar su Guerra Civil. La cosa empieza con una gran escena: el pueblo reunido en asamblea dentro de la iglesia discute cuál es el mejor camino para resolver el asunto. Pero lo que en realidad se está debatiendo son las diferentes formas de enfrentar al capitalismo, sistema del cual el corrupto Bogue representa su variante más salvaje. Para unos lo mejor es bajar la cabeza y que cada quien siga en lo suyo; otros argumentan que lo correcto es unirse, armarse y enfrentarlo. Una discusión tan vieja que Fuqua consigue adaptarla con ingenio al contexto del lejano oeste, para hacer de ella el punto de partida de su película. La irrupción de Bogue en medio de la asamblea termina de establecer cuáles son las condiciones: el que está de acuerdo se queda y el que no, se lleva una bala en la cabeza como souvenir. Casi como en la vida real. Es cierto que la analogía en algún momento comienza a ponerse gruesa, pero aún así funciona. Un grupo de vecinos que se cuentan entre los que han perdido algún familiar a manos de Bogue (interpretado con solvencia por el especialista en psicópatas Peter Sarsgaard), decide contratar a Chisolm, un recio oficial de justicia, para que venga a reinstaurar el orden. Conocedor del personaje al que se enfrentará, este hombre de ley decide reclutar un pequeño escuadrón de forajidos, descastados y ex soldados para cumplir con el encargo. Quien se pone en la piel del líder es Denzel Washington, uno de los actores fetiche de Fuqua; el otro es Ethan Hawke, que también forma parte del equipo. Con ambos filmó su primer éxito, Día de entrenamiento (2001), por la que Washington se convirtió en el primer actor negro en ganar un Oscar por un rol protagónico. Pero el western siempre fue un género político, utilizado para retratar la historia y los valores de los Estados Unidos como nación, y Fuqua no desaprovecha esa herramienta. Sus siete magníficos son un grupo plural y heterogéneo, que replica el amplio catálogo cultural y étnico de su país. En él están todos representados: negros, indios, chinos, latinos y los blancos, claro, en sus variantes cool, conservadora y white trash. Que los que sobreviven sean los representantes de las tres minorías menos favorecidas no es una decisión azarosa, sino una forma de incluir dentro de esta clásica construcción de identidad a través de la ficción a aquellos que fueron siempre los excluidos, los parias o, directamente, el enemigo.
Crítica emitida por radio.
UNA DE COWBOYS VALIENTES Para los nostálgicos el recuerdo de la película de John Sturges de l960, basada en “Los siete samuráis” de Akira Kurosawa”. Ese film de cowboys que convocó a Yul Brynner, Steve McQueen, Charles Bronson, Eli Wallach y otros. En este caso los amantes del cine podrán hacer el juego de las diferencias. Que las hay y muchas. En esta versión Antoine Fuqua (“Día de entrenamiento”) con el argumento de Nik Pizzolatto (“True detective”) y Richard Wenk eligieron un grupo multirracial: Denzel Washington (siempre correcto, no muy inspirado), Cris Pratt (muy carismático) Ethan Hawke (desaprovechado), Vincent D‘Onofrio (brillante) Byung-Hun Lee (exótico lanzador de cuchillos) Manuel Garcia Rulfo y Martin Sensmeier (un indio con el rostro pintado según la ocasión y certero con sus flechas). De este grupo de “malos muchachos” que se disponen a salvar un pueblo amenazado por un ejército de forajidos, uno extraña saber más de cada personaje. Aquí solo quedan algunas pinceladas de su personalidad y pocas explicaciones del pasado o motivaciones de su acción. Quedan más en función de lo pintoresco y de la acción que es mucha y ocupa buena parte de la película, con homenajes a la de Sturges de l960. Claro que esta muy bien filmada, que el puñado de valientes frente a los malvados organizados es siempre muy atractiva y el resultado es un entretenimiento que seguro tendrá mucho éxito. La revalorización de un género que otros grandes directores como Tarantino y Clint Eastwood visitaron con su creatividad. En este caso en función de lo llamativo y el entretenimiento que mantiene la tensión del espectador.
Vídeo - Comentario
Clásico aggiornado Remake de una remake, tiene en el e elenco y en algunos gags los motivos para ser una buena película Si una remake siempre provoca desconfianza, ¿qué queda para la remake de una remake? Estos siete magníficos de Antoine Fuqua (Día de entrenamiento, El justiciero) son una nueva versión de Los siete magníficos de John Sturges, que a su vez eran la versión hollywoodense de Los siete samuráis de Akira Kurosawa. La fotocopia de la fotocopia conduce más que nunca a la pregunta existencial que carga toda remake: ¿por qué? Antes que nada, hay que decir que, si pocas remakes equiparan o superan a sus antecesoras, esta tampoco puede salir airosa en comparación con los dos íconos en los que está basada. Quitado ese peso de encima, puede agregarse que, 56 años después de Sturges, los magníficos mantienen parte de su capacidad para entretener intacta. Acorde a la corrección política de estos tiempos, se volvieron multiétnicos: además de tres carapálidas, hay un negro -Denzel Washington, en el papel de líder que tuvo Yul Brinner-, un asiático, un latino y un indígena. Esta pandilla Benetton tiene el carisma indispensable para la épica, sobre todo en Washington, Chris Pratt (heredero del papel de Steve McQueen, vuelve a lucir la gracia que tuvo en Guardianes de la galaxia) y Ethan Hawke. Los otros cuatro aportan presencia, una virtud para nada desdeñable. Fuqua no trató de inventar nada nuevo: filmó un western clásico, anclado en el siglo XIX, con unas cuantas de las escenas arquetípicas (empezando por la del forastero que, con su entrada intempestiva, provoca el silencio y las miradas desconfiadas de los parroquianos del saloon). Un respetuoso homenaje al género, una apelación a la nostalgia y a códigos conocidos, que por momentos emociona y en otros desprende cierto tufillo a moho: se hace difícil, después de Tarantino, volver a ver un western con los mismos ojos de antes. La historia es la misma: unos aldeanos contratan a un pistolero para que los defienda del pillaje sistemático al que los someten unos bandoleros, y ese pistolero arma una suerte de cuerpo de élite con otros vaqueros peculiares que va recolectando por ahí. Entre el proceso de reclutamiento -copiado hasta el cansancio en tantas películas- y la llegada del grupete al pueblo está lo mejor, con gags que combaten el apolillamiento. Al solemne combate final, en cambio, se le pasó la fecha de vencimiento hace rato. Entre las variaciones 2016 está el villano, que esta vez es un magnate del oro ávido por apropiarse de tierras ajenas. Un depredador que resume el espíritu de Estados Unidos en una lúcida frase. Dice, parado sobre el estrado de una Iglesia: “Este país ama por sobre todo a la democracia, y equipara a la democracia con el capitalismo, y al capitalismo con Dios”. Amén.
Esta es una remake de remake en 1954 “Los siete samuráis” de Akira Kurosawa y “Los siete magníficos” en 1960, dirigida por John Sturges, con Yul Brynner, Steve McQueen, Charles Bronson, James Coburn, Horst Buchholz, Robert Vaughn, Eli Wallach y Brad Dexter). Esta nueva versión moderna vale la pena verla, realizada por un director que sabe capturar al espectador y llevar un Western puro, tiene buen ritmo, elenco, fotografía y banda sonora. Un estupendo pasatiempo.
En 1954 Akira Kurosawa estrenó “Los Siete Samurais“, una de las mejores películas de la historia del cine. En 1960 John Sturges fue el encargado de llevar adelante la remake estadounidense de la película japoneasa. El film fue titulado “Los Siete Magníficos” y fue protagonizado por Yul Brynner y Steve McQueen. Ahora, llega a los cines la remake de la remake a cargo de Antoine Fuqua y, pese a que es inevitable preguntarse si era necesaria una nueva visión de la misma historia, el resultado es correcto.
Cincuenta años después de la original "Los siete samuráis", de Akira Kurosawa, y su posterior remake "Los siete magníficos", de John Sturges con Yul Brynner a la cabeza de un elenco que también tenia a Steve McQueen y Charles Bronson entre otros, llega esta nueva versión del director Antoine Fuqua, fiel a la trama original pero con un reparto con diversidad étnica, por decirlo de alguna manera, intentando dotarla de una visión mas moderna que de paso seduzca un máximo número de audiencias y asegure la taquilla. La historia vuelve a un pequeño pueblo del Salvaje Oeste asediado constantemente por un abusivo y sin escrúpulos terrateniente que se quiere quedar con el pueblo por las malas, y cuyos habitantes deciden contratar a un grupo de forajidos para terminar con la amenaza y buscar justicia. A camino entre el homenaje a sus predecesoras y al género al que pertenece, con todos los elementos y referencias del western clásico y Spagueti western, donde no faltan las miradas desafiantes, el hábil manejo de pistolas, los decorados tan artificiales, territorios inhóspitos y las típicas dosis de violencia y humor, Fuqua despliega una narrativa rutinaria y convencional poniendo el acento en la composición de planos del paraje donde ocurre la acción, mas momentos de tensión que acción y por sobre todo en el elenco de protagonistas, acompañado de la enérgica banda sonora a cargo de James Horner, que compuso la música en secreto durante la preproducción del filme, antes de su fatal accidente de aviación. Sin profundizar en ningún personaje, exceptuando en cierto modo al de Ethan Hawke, ni con un desarrollo equitativo de los protagonistas, Fuqua aspira a representar las minorías con un reparto donde Denzel Washington es un caza recompensas de temple tranquilo que se encargará de reclutar al resto de hombres formados por Chris Pratt, un astuto y timador jugador de cartas -papel al que parece haberse suscrito en sus recientes películas como Guardianes de la galaxia o Jurassic World-; Ethan Hawke, un francotirador en su ocaso y su inseparable amigo oriental Byung-Hun Lee, que domina como nadie las armas blancas y aporta una pequeña dosis de artes marciales; Manuel García Rulfo, un forajido mexicano; Vincent D’Onofrio, un extravagante rastreador; Martin Sensmeier, un indio de pocas palabras y Haley Bennett, la viuda joven y valiente que busca justicia sin descartar venganza y que casi se convierte a lo largo del film en la octava magnífica que ayudará a deshacerse del villano de turno, un retorcido y cobarde terrateniente interpretado por Peter Sarsgaard, especializado en dichos papeles. Toda remake instaura cuestionamientos sobre el porque de su realización, desde la falta de ideas, la eventualidad de sacar partido a un material previo con cierto éxito en busca de mayores réditos de taquilla o captar ese público nostálgico habido de experiencias cinematográficas pasadas, pero lo cierto es que da la posibilidad de poder ver cómo un mismo material es tratado, tanto argumental como visualmente, en una época diferente.Así es como una remake de un clásico conocido podría llevar a los cinéfilos más jóvenes a buscar y disfrutar de excelentes historias y producciones cinematográficas que marcaron la historia del cine, aunque contemplando la realidad de nuestros jóvenes arriesgaría a decir que esta nueva versión acerca a las nuevas generaciones un poco de lo que fue aquel género puro. El western, ese genero que alcanzo su cúspide en los 50 y que inmortalizaron directores como Edwin S. Porter, John Ford, Sam Peckinpah y que luego reinventaron Sergio Leone o Clint Eastwood, con los años fue cediendo terreno ante la supremacía de la acción, el policial, el thriller y sus mezclas y tiene hoy fugaces apariciones en films como Django Desencadenado -2013- o Los 8 mas odiados -2015-, de Quentin Tarantino; Deuda de honor -2014-, de Tommy Lee Jones; El Renacido -2015-,de Alejandro González Iñárritu o Temple de acero -2010-, de los Hnos. Cohen, por citar algunos. Aquella remake de Los siete magníficos dirigida por John Sturges en 1960 tuvo grandes críticas y fue un gran éxito de público que generó tres secuelas y una serie de televisión de corta vida, convirtiéndose en todo un clásico del cine y al que se han hecho multitud de referencias y homenajes. Esta nueva versión de Fuqua, si bien explota muy bien en la primera mitad de la película las convenciones casi obligatorias del genero jugando mas con la tensión que con la acción propiamente dicha, el lucimiento visual de los escenarios y un par de escenas de tiroteos muy bien filmadas -coronada por la ametralladora- en la segunda mitad, no aporta nada en cuanto al desarrollo de los personajes ni algún otro aspecto de la historia, resultando al final indiferente al espectador. No falta la obsesión por la propiedad privada, la comunidad reunida en torno a la iglesia, el desarraigo, la lealtad, la fe, el honor y por sobre todo el ojo por ojo como único sistema de valores, en cuanto a temas se refiere, ni la mítica melodía que compuso Elmer Bernstein para la cinta de Sturges. Los siete magníficos no decepciona en su objetivo de entretener en sus más de 2 horas de duración pero si deja ese vació de promesa que hubiera significado el mismo reparto realizando un western original.
Denzel Washington y Chris Pratt protagonizan una nueva versión del clásico western Los Siete Magníficos, ésta vez con dirección de Antoine Fuqua (Día de Entrenamiento) y guión de Nic Pizzolatto (True Detective). Los Supercowboys: Durante muchos años, el western fue el género más prolífico y exitoso de la industria cinematográfica norteamericana. El público iba en busca de emociones fuertes y con la expectativa de observar a su estrella favorita cabalgando en el Viejo Oeste. Este concepto se puede notar fuertemente en la primera Los Siete Magníficos de John Sturges, o mejor dicho, la remake americana de Los Siete Samurai de Akira Kurosawa. Básicamente aquella versión “original” funcionaba en parte gracias a su condición de dream team, en otras palabras, una constelación de estrellas tratando de dejar sus diferencias atrás para hacer el bien mayor. Si ésto les suena familiar, es porque es la misma consigna del género de mayor éxito actual: los superhéroes. La premisa de Los Siete Magníficos no dista de recientes films como Los Vengadores, Escuadrón Suicida o Guardianes de la Galaxia. Esto no es una comparación forzada sino que se puede observar en el tratamiento de esta nueva remake a cargo de Antoine Fuqua. En la superficie la trama es la misma, una aldea es atacada y saqueada constantemente por un malhechor avaro. Desesperados, los habitantes recurren a siete cazarrecompensas para que protejan a su pueblo. El encargado de reunir a los siete en esta oportunidad es Denzel Washington, quien vendría a ser algo así como el Yul Brynner pero ahora es un ex-esclavo liberado y ,por alguna razón que desconocemos, Sheriff. El personaje compuesto por el actor afroamericano se acerca demasiado al Django de Tarantino pero sin ninguna historia de fondo que justifique o explique su accionar. Por otro lado tenemos a Chris Pratt, que claramente ocupa el rol de Steve McQueen (fiel amigo de Brynner en la original) aunque sea canalizando a Star-Lord. En los otros cinco podemos encontrar a un orgulloso bandido mexicano, un Vincent Donofrio con un delirio místico ecológico, un indio comanche sin motivaciones claras para ayudarlos – tranquilos, nunca lo explican tampoco -, un chino experto en cuchillos y su anacrónico patrón objetor de consciencia Ethan Hawke (mitad Charles Bronson, mitad Robert Vaughn), El papel del novato que busca demostrar su coraje ya no está reservado a un hombre (Horst Bucchold) sino que es tomado por la bella Haley Bennet (Hardcore: Misión Extrema), una mujer con iniciativa y capaz de defenderse por si misma. Todos estos personajes sufren de inconsistencias y su desarrollo está reducido a algunos diálogos expositivos – como ciertos superhéroes actuales -; pero lo realmente llamativo es que parecen poseer ciertos superpoderes: uno tiene súper resistencia, otro súper puntería, otro es un ninja, otro súper inteligencia, otro es un súper arquero y así. No hay personas sino un par de chistes y habilidades especiales – me pregunto a que estudio de superhéroes me hace acordar -. Incluso no les interesa salvar las vidas que protegen con tal de derrotar a su enemigo – mmm, me pregunto a que otro estudio me hace acordar ésto -. Es como si Fuqua y el guionista Pizzollato tuvieran la intención de hacer un film de superhéroes en el Old West (Jonah Hex no cuenta) que tenga imágenes virtuosas y música genérica (deformaron la música de Elmer Bernstein por los insoportables golpes indistinguibles de siempre) en vez de profundizar en los diversos elementos que componían a la obra en que se basaron. Los realizadores se olvidaron por completo del drama, de la aventura, el romance y el ingenio que componían el film de Sturges. Los pistoleros de la corrección política: El otro elefante en la habitación es la clara intención de hacer el panfleto políticamente correcto más burdo e hipócrita posible. En el equipo de los bonachones tenemos a un afroamericano, un aborigen, un latino, un asiático – que es chino en la cinta pero el actor es coreano – , un sujeto de peso prominente y una mujer empoderada. El villano ya no es un complejo y razonable bandido mexicano sino que es un hipercapitalista de bigote retorcido; un ser de pura maldad que tendrá como mucho diez minutos de metraje en toda la película. Fuqua y compañía se esfuerzan tanto por no ofender que generan justamente el efecto contrario. La aldea que deben proteger ya no es mexicana, es un pueblo lleno de supermodelos cualunques que aceptan cualquier directiva de sus contratados. En el largometraje de 1960, se nos contaba que ser un forajido es fácil pero lo verdaderamente difícil es tener responsabilidades como lo tienen los integrantes de aquel viejo pueblo chicano. El villano unidimensional que compone Peter Saasgard no tiene ni un ápice de la complejidad que había demostrado Eli Wallach cincuenta seis años atrás. Lo más loco es que un western de hace casi seis décadas es más progresista que un producto del siglo XXI. Piénsenlo así: ¡era una película donde en el sur de Estados Unidos un soviético luchaba junto a un grupo de mexicanos contra un bandido compasivo! Conclusión: Los Siete Magníficos aglutina todas las falencias actuales del cine de superhéroes y desaprovecha la posibilidad de darle un enfoque original a una vieja historia. Pero si quieren ver una película con “buena pinta” y un tiroteo de veinte minutos entre seres fantásticos vestidos de cowboys, quizás no la pasen tan mal.
Es una obligación ir a ver Los siete magníficos. Pero no porque sea excelente, sino porque es una película que sabe adónde va. Es una obligación ir a ver Los siete magníficos. Pero no porque sea excelente, sino porque es una película que sabe adonde está parada y adónde va. Antoine Fuqua es uno de los pocos directores mainstreams que demuestra tener conciencia de la tradición de cine a la que pertenece. En Los siete magníficos se mete con el western, el género norteamericano por antonomasia. Más que una remake de Los siete samuráis, de Akira Kurosawa, de la que toma la estructura del guion, el filme es una remake del western Los siete magníficos (1960) de John Sturges (también basada en el guion de Los siete samuráis). La historia es conocida. Corre el año 1879 y los habitantes de un pequeño pueblo son sometidos por el tirano Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard), quien se adueña de todo y los obliga a trabajar para él. El pueblo es un infierno de cobardes incapaz de rebelarse y luchar por sí mismos. Una de ellos, la joven Emma Cullen (Haley Bennett), después de presenciar el asesinato de su marido, decide buscar cazarrecompensas que quieran ayudarlos a defenderse del tirano a cambio del poco dinero que tienen. Primero da con el misterioso pistolero Chisolm, interpretado por Denzel Washington. Luego, es el mismo Chisolm quien se encarga de reclutar al resto, mientras se los va presentando brevemente. La corrección política asoma sus narices, sin dañar la película, en la variedad étnica del elenco multiestelar, que incluye no sólo al afroamericano Washington sino al asiático Byung-hun Lee y al mejicano Manuel García-Rulfo. Antoine Fuqua vuelve a trabajar con Ethan Hawke y Denzel Washington juntos, como ya lo hizo en la excelente Día de entrenamiento (2001). Y con Washington repite por tercera vez (la anterior fue en la enorme El justiciero). Es la inmensidad de Denzel Washington la que abarca todo el plano. Su figura es la de un mito popular. Las referencias no pasan sólo por las obligatorias a John Ford y Howard Hawks. La conexión con Infierno de cobardes de Clint Eastwood es evidente (por cómo lo presenta al personaje de Washington, por cómo lo hace cabalgar el caballo, y porque Chisolm está más cerca del sin nombre de Eastwood que del personaje de Yul Brynner en la clásica de Sturges). Es en esa mezcla de películas representativas del género donde está la erudición (y el acierto) de Fuqua. Los siete magníficos tiene un pragmatismo efectivo y la innovación se basa en su aparente conservadurismo, como si para Fuqua el cine ya estuviera hecho, como si no hiciera falta hacer más nada, sólo revisar los géneros de la manera más respetuosa posible. Ya lo saben: hasta el western más irregular es una buena película.
El encanto de las estrellas Aún con sus falencias, y gracias a los protagonistas, Los siete magníficos es un satisfactorio western de esos que no abundan. Dentro del exiguo caudal de westerns del siglo XXI, sobresalen un puñado de películas que van por el carril del clasicismo o bien por el de la modernidad. Títulos como Django sin cadenas o Temple de acero se valen de los tópicos del género para construir universos con fuertes marcas de sus respectivos autores (Tarantino y los hermanos Coen), pero hay algunas otras como El tren de las 3:10 a Yuma o El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford -por nombrar dos de los mejores exponentes- que simplemente son muy buenos westerns que imitan o recrean los universos de aquellos clásicos de los años ‘40 o '50. Los siete magníficos pertenece a este segundo grupo, aunque de la misma manera que la película en la que se basa -es una remake de una de 1960 con Yul Brynner, Steve McQueen y Charles Bronson- resulta un producto relativamente menor, sin pretenciones, sin el ropaje de fábula moral al estilo de Los imperdonables o, menos que menos, de la película original en la que se basan ambas: Los siete samurai, de Akira Kurosawa. El director Antoine Fuqua es un artesano muy capaz, con un dominio del montaje que se nota principalmente en las escenas de tensión pero que no termina de ser del todo efectivo en las de acción. Por eso su mejor películas es Día de entrenamiento, un gran secuencia en donde va construyendo tensión. Para Los siete magníficos, Fuqua parece haber estudiado los yeites del western y consigue algunos porotos. La historia ya es prácticamente una fórmula: un pueblo es amenazado por un villano (Peter Sarsgaard) y su ejército, y sus pacíficos habitantes deben reclutar a siete forajidos para que los defiendan. El villano en este caso es un poderoso industrial y no un bandido como en la película original, y se insinúa cierta “crítica al capitalismo” que por suerte queda en la nada. Los siete magníficos gana con el magnetismo de sus estrellas y con algunas escenas puntuales -toda la secuencia del prólogo es extraordinaria- pero pierde cuando el guión intenta tomar las riendas, profundizar un poco u ordenar a los personajes. El méxicano Vasquez (Manuel Garcia-Rulfo), el comanche Red Harvest (Martin Sensmeier) y en menor medida el oriental Billy Rocks (Lee Byung-hun) son poco más que personajes decorativos que sólo están ahí para darle a la banda una variedad racial. Pero esto se compensa con los tres protagonistas: Chisolm (Denzel Washington), Josh Faraday (Chris Pratt) y Goodnight Robicheaux (Ethan Hawke) logran imprimirles a unos personajes bastante chatos la simpatía necesaria como para que nos importe su destino. Lo de Vincent D'Onofrio, el séptimo magnífico, da un poco de vergüenza ajena. Su Jack Horne (igual que su Kingpin de Daredevil) es una proeza inútil de trucos vocales. Quizás sea por la nobleza intrínseca del género, quizás porque Fuqua no es ningún tonto y aún cuando no brilla logra cierta lucidez, quizás por la intensidad de una historia sencilla y tan universal como la de gente buena que busca justicia, Los siete magníficos termina emocionando y dejando en el recuerdo más de una escena memorable. No es una obra maestra, pero con dos o tres westerns así por año, la vida sería mucho mejor.
No es una tarea sencilla reimaginar una película como Los siete magníficos. Probablemente una de las más grandes remakes que se hicieron en la historia del cine, basada en Los siete samuráis (de Akira Kurosawa), que en 1960 redefinió el género del western. Hasta ese momento los personajes de cazarrecompensas y mercenarios tenían roles muy limitados en estas historias y por lo general eran retratados como villanos. A diferencia de los héroes inmaculados que encarnaban John Wayne, Gary Cooper y Alan Ladd, Los magníficos representaban la peor escoria del Viejo Oeste y ayudaban a un pueblo de campesinos indefensos simplemente por dinero. Con esta película el director John Sturges estableció el arquetipo de anti-heroe que un tiempo después se consolidaría con el spaguetti western en Europa. Ahora bien, si a semejante antecedente le agregamos tres continuaciones realizadas entre 1966 y 1972, la remake futurista de Roger Corman de 1980 y la serie de televisión con Michael Biehn (Terminator), la realidad es que las posibilidades de brindar algo diferente no son grandes porque ya se hizo de todo con Los siete magníficos. Dentro de ese contexto, el nuevo trabajo de Antoine Fuqua (Día de entrenamiento) califica entre las mejores obras que brindó Hollywood con estos personajes. Si bien la historia es la misma y el director no se la jugó demasiado a la hora de reimaginar este clásico, la nueva versión ofrece un western decente que no tiene más pretensiones que brindar un pasatiempo entretenido. El film de Fuqua es políticamente correcto (tal vez demasiado) y presenta un equipo de "mercenarios Benetton" que integra varias razas. El director le dio un papel destacado a todos esos personajes que décadas atrás en los clásicos westerns no tenían demasiado protagonismo, como los cowboys negros, asiáticos y latinos. Inclusive el rol de la mujer que recluta a los protagonistas acá tiene mucho más peso en el conflicto y hasta interviene en las secuencias de acción. La campesina que interpreta Haley Bennett (Hardcore Henry) no tiene nada que ver con la mujer débil y desprotegida que encarnó Rosenda Monteros en 1960. Esto se relaciona obviamente con el cine y la sociedad de la actualidad donde esos personajes ya no tienen cabida. La única novedad que tiene este film es que el director le dio más peso a la minorías étnicas en su relato. En el 2016 los latinos estereotipados obviamente no podían ser los villanos, como en la versión de 1960, y ese rol esta vez corrió por cuenta de los gringos blancos. Un acierto de esta remake es que los protagonistas no interpretan los mismos personajes que en la película original. El rol de Denzel Washington no tiene nada que ver con el papel de Yul Brinner, salvo por el hecho que se viste de negro y es el líder del grupo. Lo mismo ocurre con el trabajo de Chris Pratt, quien no copia a Steve McQueen, sino que compone a un personaje distinto. Por breves momentos a Pratt le sale el Starlord (Guardianes de la Galaxia) del alma, pero durante gran parte del film ofrece una actuación diferente. Si bien el perfil de los personajes clásicos está presente, en esta producción los mercenarios tuvieron nuevos orígenes. Dentro del reparto sobresalen especialmente los trabajos de Vincent D´Onofrio, Ethan Hawke y ese tremendo actorazo que es Byun hun-Lee, una de las máximas estrellas del cine coreano que todavía no supieron aprovechar en Hollywood. Desde los aspectos técnicos Fuqua hizo un gran trabajo con la construcción de los momentos de suspenso y las secuencias de acción que logran ser emocionantes pese a que uno ya sabe el final de la historia. Por cierto, el destino de los protagonistas en el conflicto es diferente al de la película original y eso me pareció interesante porque evitó que la remake se convirtiera en una copia exacta de la obra de Sturges. Si bien la batalla final no llega al nivel de excelencia de lo que hizo Kevin Costner en el clímax de Vientos de justicia, una obra maestra entre las secuencias de acción, el desenlace que desarrolló el director logra ser muy entretenido. Cabe destacar que esta película representó la última obra del compositor James Horner, quien falleció el año pasado. Su trabajo para este film fue completado por Simon Franglen (Avatar). La música presenta una nueva melodía y lamentablemente el clásico tema de Elmer Bernstein recién se escucha en los créditos finales. Frente a las malas remakes que vimos en los últimos años, en diversos géneros, Los siete magníficos de Fuqua resultó un film digno cuya visión recomiendo a los seguidores del western.
Los siete samurais, la película de Kurosawa inspirada en los westerns, se volvió en los sesenta el western Los siete magníficos, de John Sturges, que además tuvo alguna versión para TV. Y ahora vuelve en pantalla hipergrande, con explosiones y un poco más de chistes que aquella con Yul Brinner y Steve McQueen (que siempre pecó de solemne). Es eso: una población aterrorizada por gente inescrupulosa contrata mercenarios para que la rescate, y estos tipos, siete como corresponde, terminan haciendo por deber lo que comenzaron haciendo por dinero. Hay momentos bellos: siempre lo es ver una cabalgata y algunos duelos icónicos y sorpresas de puro movimiento tienen la fuerza del viejo y querido género. Hay momentos redundantes: uno se pregunta por qué todo tiene que explotar en algún momento, como si el cine de aventuras hubiera llegado definitivamente a su era pirotécnica. Hay momentos en los que Denzel no sabe si es un duro justiciero o el descontrolado ferroviario de Imparable; hay momentos en los que Chris Pratt cree que esto es Guardianes de la Galaxia (y el problema es que lo cree donde ni se parece). Da la impresión de que Hawke y D'Onofrio, por ejemplo, solo pasaron un rato a divertirse. Fuqua, un realizador más cercano al artesanato que a la autoría, maneja bien la acción pero no comprende del todo la mitología del western, la ética de los pioneros o la moral del pistolero. Funciona, pues, como espectáculo, pero no mucho más.
Del Japón del siglo XVI al Oeste estadounidense del siglo XIX. De samurais a pistoleros y estafadores buscavidas. De la mesura del haiku al rock. Las diferencias parecían insalvables, pero Hollywood lo hizo posible. No solo una, sino dos veces. "Los siete magníficos", la versión de Antoine Fuqua estrenada el jueves -remake de un clásico de 1960 de John Sturges, y ese a su vez remake de "Los siete samurais", una película de Akira Kurosawa de 1957-, se mantiene fiel a su antecedente estadounidense de gran entretenimiento, excelentes actuaciones (Vincent D'Onofrio, sobresaliente), una trama conocida pero que visualiza una sociedad multiétnica que ya era una realidad en Estados Unidos, y la infalible presencia del héroe. Se trata de la historia del villano que acosa a un pueblo de granjeros indefensos para comprarles su tierra a precio vil -es eso o la muerte- hasta que llegan los siete del título y lo enfrentan. Fuqua rinde tributo, por momentos con gracia y humor, a imágenes icónicas del western, como el ingreso espectacular a un bar, la llegada al pueblo de un desconocido que promete traer problemas, o el duelo en medio de la calle. También sugiere historias personales que justificarían la transformación de los pistoleros en héroes y apela a la nobleza sin solemnidad, en dos horas de acción sostenida y con el rigor formal del los clásicos del género.
La pandilla salvaje En ésta remake del clásico western que John Sturges filmara en los albores de la década del ‘60, algunas cosas han desaparecido, otras se han agregado. Situación, convengamos, que no va en desmedro del resultado final de la nueva producción. En realidad aquella película protagonizada por Yul Brynner era en sí misma una versión trasladada al western con el que el director japonés Akira Kurosawa ganara El León de Oro en el festival de Venecia en 1954. “Los Siete samuráis”, que de el filme se trata. Al igual que en la de 1960, la motivación de los personajes era otra, diferente a la actual dirigida por Antoine fuqua, en el que se despliega el tema de la venganza antes que el de la “mano de obra desocupada” al finalizar una guerra, o la simple ambición económica. Esto último sólo se establece en el personaje de Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard), antagonista en estado puro, capitalismo a ultranza, el único Dios imperante es el dinero, según la expresión del personaje, malvado por antonomasia, con el clásico doblez del poderoso y cobarde de manera alterna. Curiosamente esto es expresado en dos ocasiones y ambas dentro de la iglesia del pueblo. A partir de la diferencia en la motivación podría entenderse simultáneamente el cambio en la presentación de los personajes. La historia, tan sencilla como las anteriores, un pueblo de simples campesinos asolado por un malvado, decide contratar a un grupo de pistoleros “profesionales” para que los ayuden a erradicar el mal definitivamente. De esta misión se encarga Emma Cullen, (Haley Bennett), recientemente viuda, quien encuentra en otro pueblo a Chisolm (Denzel Washington), al que elige por el sólo hecho de haber demostrado ser muy diestro en el uso de las armas y un “caza recompensas”. Él será el encargado de reclutar a los otros hombres, que acepten el desafío, sea por lo que sea, adrenalina, reminiscencias, aburrimiento. En total siete, ningún santo. Nadie podrá negar la habilidad para contar una historia de manera audiovisual del director de “Día de entrenamiento” (2001), y su tendencia a darle más preponderancia a las imágenes sobre las palabras, lo mismo sucedía en la década del ‘70 con el genial Sam Peckinpach, por lo cual el espectáculo está garantizado. De estructura clásica, tiene todos los elementos clásicos del western, género cinematográfico por excelencia, planos generales sobre espacios abiertos, pueblos cerrados en una calle principal, iglesia cerrando, y balas, muchas balas. La construcción de los personajes es posiblemente el único rubro al que no parece que se le haya dado la importancia necesaria, en realidad casi todos se construyen a partir de otros personajes, estableciendo parejas que se constituyen en pequeñas subtramas, pero sin desplegar ni explicar demasiado, lo que le da cierto aire de incógnita que favorece al desarrollo progresivo de la narración. Como ejemplo valga la que establecen Goodnight Robicheaux (Ethan Hawke) y Billie Rocks ( Byung-Hun Lee). Si bien algo quedo fuera del texto original, el realizador hace de manera locuaz una especie de homenaje-cita a su antecesora a través de la banda sonora en dos escenas, en las cuales muy claramente se puede escuchar la clásica música del western anterior, lo mismo sucede con los créditos. Un western con todas las letras, realce de las imágenes tan bien contada que sus 132 minutos no se sienten, el bonus track está en las actuaciones de un muy buena selección de actores, pues sin ellos el filme no se sostendría.
Tiros, líos y muy poco que ofrecer Los Siete Magníficos es la remake de una remake. El filme es chato, y tiene una historia de buenos y malos, con un guión que ni siquiera es gracioso cuando debería serlo. Sólo muertes exageradas y algo de sangre salvan al largometraje del aburrimiento extremo. En el pequeño pueblo Rose Creek, el magnate minero y matón Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard) se adueña de todo. Y lo que no puede comprar lo consigue matando y quemando. El villano más poderoso en época de villanos, un tiempo en el que la ley poco importa en un recién nacido Estados Unidos posterior a la Guerra Civil. Es el Lejano Oeste, y se aprovechan las ventajas que da la ausencia de justicia para obtener todo. Tras matar a varios hombres que ni siquiera conocen las armas e incendiar una iglesia para obligar al resto del pueblo a regalarle sus tierras, una mujer (Haley Bennett) sale con su hermano (Matt Bomer) en busca de ayuda. En un paraje se encuentra con Chisolm (Denzel Washington), un cazarrecompensas y oficial de policía experto en manejo de armas y violencia. "Esto es todo lo que tenemos", le dice la mujer llamando la atención del profesional por la desesperación. Al enterarse de la situación, que livianamente asegura que es una misión imposible, comienza a reclutar bandidos, estafadores, indios comanches y ex militares para que se sumen. Así se une a Josh Faraday (Chris Pratt), Goodnight Robicheaux (Ethan Hawke) y su compañero Billy Rocks (Lee Byung-hun), Jack Horne (Vincent DOnofrio), Vásquez (Manuel García-Rulfo) y Teddy Q (Luke Grimes). Nace entonces este grupo de "Los siete magníficos", que por algunos pedazos de oro irán a eliminar al maldito Bogue. Con un ataque inicial que les da cierta jerarquía, deberán entrenar a quienes hayan quedado en el pueblo y quieran resistir a la tiranía. Vale la pena recordar que estamos hablando de la remake de una remake. La idea original fue de Akira Kurosawa, que en 1954 creó Los Siete Samuráis. Seis años después, John Sturges la adaptaba llevándola al Lejano Oeste en pleno auge del western y con un gran elenco (Steve McQueen, Charles Bronson, James Coburn, Horst Buchholz, Robert Vaughn, entre otros). Quizás haya sido el tiempo, el pasaje de manos o simplemente no haya otra excusa más que la falta de ideas que, al parecer, está de moda en Hollywood, pues el filme es chato, una historia de buenos y malos cual superhéroes y villanos actuales, pero con un guión que ni siquiera es gracioso cuando debería serlo. Sólo tiros, muertes exageradas y algo de sangre salvan al largometraje del aburrimiento extremo, aunque en ningún momento explica sinceramente que quiere parodiar un género ya visto.
Héroes del oeste Los siete magníficos es un western clásico generoso con los que no conocen el género, renovado en varios aspectos, y narrado dentro de un estilo contemporáneo. Su nombre fácilmente identificable se debe a que es una remake de una película con el mismo título realizada en 1960. Aquel film, dirigido por John Sturges, tenía un elenco de lujo encabezado por Yul Brinner y Steve McQueen. Pero más allá de ellos, su fama permaneció apuntalada en la banda de sonido compuesta por Elmer Bernstein, una de las melodías más recordadas de todos los tiempos. Más datos: aquella película era una remake del film japonés más conocido del mundo: Los siete samuráis (1954) dirigida por Akira Kurosawa y protagonizada por sus dos actores favoritos: Toshiro Mifune y Takashi Shimura. Aquella legendaria película realizada en Japón se convirtió en un merecido clásico absoluto y llevo al mundo un cine casi desconocido en occidente. Lo curioso es que Kurosawa era un fanático del western y no existe otra película japonesa más parecida a un western que Los siete samuráis. La remake fue como una vuelta al origen. Pero la película de Sturges, muy popular, no soportó el paso del tiempo como su par japonés. Envejeció y está muy lejos de ser un gran western, aunque la historia –claramente sacada de la otra película- completamente adecuada para un film del oeste. Esta nueva versión tenía, por todo lo mencionado, grandes chances de ser una buena película. No hablamos de comparación, sino de la historia que tenía y las posibilidades de hacerla bien. Y lo hace, porque es una película entretenida, emocionante, que no deja su clasicismo en ningún momento pero tampoco se ve diferente al cine actual. Tiene todo lo que uno espera de un western, no llega a ser una obra cumbre, pero está filmada con estilo y el elenco –pieza fundamental- se luce. La estructura de la película es muy simple, tan simple como atractiva, y cuenta la historia de un pueblo que amenaza con ser aplastado por un millonario. Luego de que son colocados entre la espada y la pared, deciden contratar a un pistolero llamado Chisolm (Denzel Washington) para salvarlos. A su vez, Chisolm recluta a otros pistoleros hasta llegar, claro, hasta un número total de siete. Con un sentido del humor muy claro y a la vez con un resultado políticamente correcto, el septeto de pistoleros parece un manual de diversidad para iniciados. No falta nada ni nadie. Y si acaso los sietes magníficos son todos hombres, es una mujer quien los contrata y a su vez es un personaje con relevancia en la trama incluso en las escenas de acción. Donde otras películas parecen forzadas, Los siete magníficos consigue plasmar diversidad de forma creíble y hasta un poco irónica. Otro logro para el film de Fuqua. Y del western la película tiene todo lo importante. No solo el paisaje y la acción, también los temas, en particular el de la lucha entre la civilización y la barbarie. Y también la venganza, otro tema vinculado con la falta de la ley y la justicia en el salvaje oeste. Y por encima de todo tiene héroes, gestos nobles, sacrificios, actos valientes. Esos cowboys que admiramos desde siempre reaparecen acá en todo su esplendor. Hoy por hoy eso es para mí un motivo para disfrutar de una película. Mucho más si es un western, el más grande de los géneros cinematográficos que hayan existido.
Fuqua nos trae un western aggiornado a nuestra época, repleto de balas, explosiones y acción. Nos encontramos ante un remake de un remake. La historia original es del director japonés Akira Kurosawa, Los siete samuráis, ya un clásico del cine universal. Luego reversiona esta ficción, en la década del 60, John Sturges quien cambia el título de samuráis por magníficos, debido a que aquí la idiosincrasia del film es netamente estadounidense. Por supuesto que la adaptación que nos atañe, la de Fuqua, se ciñe mucho más a esta última. Los 7 Magníficos es un western aggiornado, mantiene la estructura clásica pero hay algunos cambios sustanciales en referencia al de Sturges , como que el protagonista sea afroamericano (Denzel Washington) y que entre los demás magníficos haya un pistolero de origen mexicano, otro oriental y un indígena. Otro cambio a destacar es que una mujer cobra protagonismo, ya que es la que única que posee suficientes agallas para ir en busca del grupo y no tiene pruritos en cargar un arma siendo capaz de matar, como un cowboy más. Justamente el argumento gira en torno a un pueblo desbastado, dominado por un tirano (Peter Sarsgaard) a quien lo único que le interesa es explotar a la gente porque en estas tierras hay oro. Asesinadas a sangres frías e intimidadas, a las personas del pueblo —agricultores, mujeres y niños— no les queda otra opción que pedir ayuda para defender su territorio. Es así que recaudan todo su dinero y logran convocar a siete hombres de temer, siete profesionales del disparo que harán justicia por mano propia. El remake de Fuqua posee una fotografía impecable —los extensos planos generales, característicos del género, son pictóricos—, muy buenas actuaciones y una banda sonora que acompaña la trama a la perfección. En cuanto a las escenas de acción están muy bien logradas, no dan respiro, tiros, tiros y más tiros que salen de lugares inesperados. Es muy fácil compenetrarse con la historia. Si hay algo que juega en contra de Los 7 Magníficos, es que no logra profundizar ningún personaje, los sentimos distantes. La coralidad en la narración o ciertas balaceras interminables —sobre toda la final, por momentos surrealista— agota al espectador y suma a este desdibujamiento del perfil de los vaqueros. Más allá de este aspecto los amantes de la pólvora y la acción disfrutarán de un western entretenido y correcto.
Escuadrón suicida La versión contemporánea de Fuqua del clásico de Sturges de los ’60 con Yul Brynner, Steve McQueen y Charles Bronson –a su vez, remake de Los siete samurais de Kurosawa– comienza con una magnífica escena que tiene la potencia de un tren a toda máquina. El pueblo de Rose Creek está reunido dentro de la iglesia discutiendo cómo debería actuar ante el hostigamiento del inescrupuloso empresario Bogue, dispuesto a todo para explotar las minas de oro del lugar. Pero en medio de la reunión irrumpe el villano con sus secuaces para comunicarles a los ciudadanos que si no entregan sus tierras morirán. Fuqua, que sabe muy bien cuándo es el momento de impactar al espectador y cuándo conviene sugerir, decide arrancar la película presentando a Bogue con la secuencia más cruenta de todas, con una violencia que tiene ecos de Peckinpah. Hay una bajada de línea sobre el capitalismo que no pasa de una frase de diálogo y, por suerte, no vuelve a retomarse. Fuqua sabe lo que hace y lo deja en claro con una gran economía narrativa en apenas unos pocos minutos de película. Los 7 magníficos no pretende imitar a su predecesora ni recrear fábulas morales. De hecho, la secuencia inicial está desprovista de solemnidad, al igual que el resto de la película, algo que no puede decirse de la de Sturges. Resulta tan sólida, épica y placentera la propuesta para contar la misma historia por millonésima vez, que ni el Jack Horne de Vincent D’Onofrio, con su voz inútilmente impostada que resulta inexplicable, o la diversidad en tiempos de corrección política –aunque menos forzada que en otros casos– llegan a ser lo suficientemente molestos como para resentir la emoción que genera ver a los personajes cabalgando, haciendo trucos de magia o simplemente divirtiéndose. Ese logro nada menor de Los 7 magníficos radica en no pretender ser más –ni menos– que lo que es: un gran espectáculo montado casi exclusivamente para recordarnos que dejarse llevar por la magia del Lejano Oeste, las cabalgatas y los duelos puede ser algo maravilloso.
Pecando de originales, les comentamos cuales son para nosotros los 7 motivos por los que vale la pena ver el nuevo film de Antoine Fuqua: 1) La reinvindicación de un género en retroceso: Lo de retroceso en realidad se aplica desde hace varios años. Si bien estamos lejos del auge del Western, debemos agradecer así sea remakes de por medio que todavía Hollywood se fije en este gran género olvidado. Y tratándose de una remake, no es poca cosa que readaptar un clásico como el presente, no haya caído en la desgracia que padeció la remake de Ben-Hur, por ejemplo. 2) El villano: El trabajo de Peter Sarsgaard como villano de turno es exquisito. Su malicia dice presente en cada escena que encabeza ofreciendo una tensión que solo un gran actor puede producir. 3) El cast: La versión de 1960 contaba con nada menos que Steve McQueen, Yul Brynner, Eli Wallach, James Coburn y Charles Bronson entre otros. Todas estrellas en su apogeo. Y si bien la comparación es hasta injusta, los elegidos por Fuqua hacen muy bien su trabajo. Denzel Washington es un gran lider, Chris Pratt en su rol del jocoso del grupo se lleva sus méritos y los demás saben acompañar estando a la altura. Hasta un Vincent D'Onofrio con la voz más peculiar y aguda del cine contemporáneo sale bien parado. 4) Antoine Fuqua: Conocemos al director de un registro completamente distinto. En Día de entrenamiento, El Justiciero y Los mejores de Brooklyn, Fuqua se movía como pez en el agua entendiendo los códigos de la calle y manejando las secuencias de acción a razón de medidos planos secuencia y un frenético montaje que no da respiro. En Los 7 Magníficos logra trasladar su estilo perfectamente al lejano oeste. Su sello queda intacto. 5) La música: La partitura del eterno Elmer Bernstein jamás podrá ser olvidada por el público que tuvo el privilegio de disfrutar la remake de 1960, pero sin la necesidad de superarla, James Horner hace su mejor esfuerzo por regalarnos una sucesión de notas musicales a la altura de los leit motiv más tradicionales de la mejor época del Western. Y además los créditos finales regalan un pequeño homenaje a la partitura original. 6) La fotografía: Está a cargo de Mauro Fiore, un nombre que quizás a priori no nos resulte tan familiar, pero se trata nada menos que de un ganador del Oscar (por Avatar en el 2010). La decisión de no realizar ninguna toma en helicóptero retoma el clasisismo de este tipo de películas. Ah y además fue filmada en 35mm con lentes anamórficos. 7) El tiroteo final: No es spoiler mencionar que como buen Western de cepa pura, la historia cierra con un inevitable tiroteo que funciona como clímax perfecto. Y la maestría con la que está filmado hace que inclusive perdonemos el algo pobre o lento desarrollo inicial de los personajes en el primer tramo del film. No cabe duda que Fuqua se siente cómodo filmando escenas de acción.
En Rose Creek todos andan atemorizados por la figura de Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard), un hombre con los recursos y personas necesarias para atacar, generar temor y abusar de su poder. Sam Chisolm (Denzel Washington) es el encargado de reclutar un equipo de hombres para defender a sus habitantes. Josh Faraday (Chris Pratt), Goodnight Robicheaux (Ethan Hawke), Jack Home (Vincent D’Onofrio), Billy Rocks (Byung-Hun Lee), Vasquez (Manuel García Rulfo) y Red Harvest (Martin Sensmeier) y él serán los siete magníficos. Comandado por un afroamericano, el grupo se transforma en un mix étnico -con un indígena, un chino, un mexicano en su haber- y permite la presencia de un solo un personaje femenino: Emma Cullen (Haley Bennett) quien hará de motor de la lucha cuando los contrate en defensa de este pueblo granjero y estará junto a ellos, incluso en medio del entrenamiento. Frente a ellos el enemigo aparece como una gran amenaza capaz de quemar iglesias, abusar y asesinar habitantes sin escrúpulos en pos de sus beneficios.
Clásico y moderno, como buen western Si John Sturges se había metido en camisa de once varas para rodar un cover de “Los siete samurais”, Antoine Fuqua redobló la apuesta. Afrontar la remake de un clásico -y hablamos de Kurosawa- ya es mucho. Y cuando son dos las referencias incrustadas en el imaginario cinéfilo la marcha puede tornarse demasiado empinada. Pero Fuqua confía en sus aptitudes de narrador y tuvo claro qué quería hacer con “Los siete magníficos”, a 62 años de la gesta encabezada por Toshiro Mifune y a 56 de la réplica que protagonizó Steve McQueen. Bien por él y por su película. De lo que más se viene hablando desde que se conoció el elenco es de su diversidad. Entre “Los siete magníficos” de Fuqua hay un negro -que además es el líder (Denzel Washington)-, un mexicano, un asiático y un indio. Casi un seleccionado de la ONU implantado en el corazón de un western que abreva en toda clase de fuentes, desde el clasicismo a lo John Ford hasta guiños propios del spaguetti. Ese carácter multiétnico del cast no representa una modernización forzada de la historia ni un anábolico para la boletería. Está manejado con naturalidad y por eso encaja sin hacer ruido. Chisolm (Washington) lidera el grupo de desclasados que se une para defender un pueblito de las garras de Bogue (Peter Saasgard). Son forajidos que se tornan héroes por accidente, pero también por ambición. Entre ellos sobresalen Faraday (Chris Pratt, cuyo destino de superestrella parece irreversible) y Jack Horne (el gran Vincent D’Onofrio). De paso, Fuqua se dio el gusto de reunir a Ethan Hawke con Washington, la dupla que había brillado en su mayor éxito hasta aquí: “Día de entrenamiento”. Lo mejor de “Los siete magníficos” brota de las escenas de acción, que son varias, poderosas y emocionantes. Esa tensión dramática es la especialidad de Fuqua. Menos lucida resultan la calidad de los diálogos y el tratamiento de los personajes, cuya unidimensionalidad no es digna de un guionista de los kilates de Nic Pizzolatto, creador de “True detective”. Ahora bien, ¿esperan escuchar “esa” canción? A no levantarse cuando empiecen los títulos finales.
LOS SIETE HOMBRES PROMEDIO El western (o el cine de cowboys, o del oeste) es uno de los aportes más relevantes del cine norteamericano a la historia del cine en general. Su historia es la historia de grandes realizadores como John Ford, míticos actores como John Wayne y películas legendarias como Más corazón que odio (1956), que es capaz de disputar el podio de las mejores películas de la historia. Pero el problema del western no es su épico pasado, lo problemático es su irrelevante presente: al público mundial ya no le interesa el género, y la producción se reduce a constantes homenajes, reescrituras de Quentin Tarantino, y a la mirada cool y reivindicatoria el spaghetti western filmado en Europa. ¿Vale la pena preguntarse dónde se ubica Los siete magníficos dentro de este panorama? Más o menos. Todos los críticos del universo señalaremos lo siguiente: Los siete magníficos es una remake de una película de 1960 con el mismo nombre, protagonizada por Steve McQueen, Yul Brynner y Charles Bronson entre otros, que tiene una de las mejores bandas sonoras de la historia y que, a su vez, estaba basada en Los siete samuráis (1954) de Akira Kurosawa, que como todos sabemos, en aquel tramo de su carrera estaba fuertemente influenciado por la era de oro del western norteamericano. Es cierto que hay un círculo de conceptos y sabiduría cinéfila de trazo grueso que parece cerrar con esta película, sin embargo, creo que más cierto que Los siete magníficos edición 2016 es un producto liviano atravesado por los discursos típicos de nuestro tiempo y no una obra maestra asociable al nombre de Kurosawa. El relato es más o menos conocido, un grupo de justicieros, pistoleros, y virtuosos de la violencia, es reunido por un cazador de recompensas que ha recibido la propuesta económica de un poblado pobre, que necesita ser defendido del ataque inminente de un despiadado magnate de la minería. Si descontamos los detalles es más o menos como Los Vengadores de Marvel pero en el oeste, un grupo de justicieros que se unen para un objetivo supuestamente mayor pero que en realidad hacen lo que hacen en pos de satisfacer sus conflictos internos. El director Antoine Fuqua nos es un virtuoso, fácilmente notaremos su falta de sutilezas desde el mismo comienzo de Los siete magníficos: unos traveling genéricos que nos muestran un pueblo genérico de un oeste genérico. Fuqua construye su aventura con cowboys apelando a cada convención y lugar común posible, cosa que no está mal a priori, pero que a medida que avanza la película llegará a hacernos dudar de la humanidad de sus personajes, que se debaten entre el cartón y una tosca ambigüedad apoyada en una moral de profundidad escolar. Además Fuqua cede a las presiones de la corrección política de nuestros días, su grupo de pistoleros es un crisol étnico improbable y arbitrario que no sirve, ni siquiera, para discutir las cuestiones raciales, o para subvertir un género claramente conservador y blanco, como alguna vez lo hizo Tarantino, sino que es un simple movimiento de mercado. Todos en la aldea global debemos identificarnos y ser incluidos en el grupo de los buenos. De todas maneras, Los siete magníficos logra conservar la dignidad gracias a que el director hace que el movimiento frenético de la batalla final fluya junto con el carisma de sus protagonistas. El show de Denzel Washington, Ethan Hawke y de sobre todo de Chris Pratt, que aquí está en piloto automático, hace que la película, al menos, nos caiga un poco simpática. Mención aparte merece la desconcertante y divertida performance de Vincent D’Onofrio. Al final, la misma liviandad de la película hace que su propuesta no se hunda demasiado y también que se olvide fácilmente.
Los 7 magníficos: ideas para un abordaje del western Mucho se dice del western y poco lo que he visto de ese género, al menos en comparación a lo que me hubiese gustado ver. Un teórico del tema ha sido André Bazin, que entre otras cosas planteaba que no importaba la fidelidad que las películas de cowboys tuvieran con la historia, sino el contenido de verdad histórica que poseían por sí mismas, como expresiones de una época y la idiosincrasia de una sociedad. En lo personal, el western me interesa por su gran capacidad de generar empatía. El esquema de buenos y malos en este tipo de películas creo que está más allá de una cosmovisión social, como se piensa frecuentemente, sino que responde a una declarada búsqueda de los autores de generar en los espectadores empatía con los personajes. Se trata de una regla infalible de construcción del discurso ficcional, un recurso para producir un tipo de catarsis moderna que sólo puede lograr el cine, cosa que los norteamericanos comprendieron muy bien. Algo de esto se ve en la reversión de Los siete magníficos, de Antoine Fuqua, el mismo de Día de entrenamiento, en homenaje a la película de 1960 de John Sturges. Ambas tienen como origen otra película de 1954, en este caso de Samuráis, de Akira Kurosawa. Pero como decía, el western es un género que declaradamente acentúa los polos morales para causar empatía en el espectador y en esa línea la película de Fuqua busca hacer del villano un ser extremadamente malo. Se advierte cierta pretensión de recrear rasgos del Guasón de Nolan. Pero no es en lo único que esta película busca parecerse a la trilogía de Batman. También en ciertos movimientos de cámara y en la orquestación de una moderna música tensionante para ciertas escenas. Esos pequeños gestos imitativos de una estética que marcó una tendencia en el cine contemporáneo, dan cierto aire de impostación a la obra. Pero más allá de eso tiene buen ritmo narrativo y sutilezas técnicas varias. La estructura del western empieza por plantear una situación de gran injusticia que ciertos cowboys con sentido ético deben subsanar. Sea combatiendo el mal que sigue teniendo lugar en el presente, como en el caso de Los siete magníficos donde una banda de pistoleros mantiene bajo un régimen de usurpación y terror a un poblado de campesinos, o vengando la injusticia cometida, compensando a las víctimas y castigando a los culpables, como ocurre en Los imperdonables de Clint Eastwood. En todos los casos la legalidad es un orden todavía endeble, no del todo asentado en la sociedad, y por lo tanto lo que prima es la ley del más fuerte. El bien y el mal dependen de individuos particulares que poseen o no sentido de justicia, y actúan en consecuencia. Se produce una confrontación entre justos e injustos, en una temeraria lucha de fuerzas. Los representantes de la justicia actúan para ganar unos dólares, por mero divertimento, por venganza o incluso como solitarios representantes de la ley. En los móviles del principal justiciero se diferencian la película de 1960 y su remake actual. En la versión vieja, el líder de la banda que va a salvar al pueblo que sufre los abusos de poder de la banda de malechores, posee un sentido de la justicia que no se explica de dónde viene. Mientras que en el mismo personaje de la versión actual, encarnado por Denzel Washington, los móviles son más complejos: él es representante de la justicia formal y además tiene un deseo personal de venganza, dado que el malhechor en cuestión también cometió abusos contra su propia familia. En el esquema simplificado de la versión de 1960 hay más inocencia y la escena moral funciona con mayor eficacia. En el villano de la nueva versión también se ve un intento por complejizar la psicología del personaje, mostrándolo como un ateo despiadado que no respeta los templos religiosos (comete atrocidades en ellos y los quema). Eso sumado a su actitud marcadamente perversa. En la versión del sesenta las cosas son mucho más simples. El villano no es un millonario cínico sino el líder de una banda de pistoleros que busca solventar los gastos de sus hombres doblegando poblados que vivirán a su costa. En cierto momento perdona la vida de los cowboys justicieros mostrándose más clemente y negociador que el de la nueva versión, que es absolutamente despiadado. La diferencia entre una y otra obra es que una despoja a los personajes de móviles psicológicos y deja actuar las fuerzas del bien y el mal sin mayor sobre-explicación. La segunda película intenta dar mayor densidad a los móviles, creando psicologías más complejas, y empantanando de esa forma la simplicidad del anterior esquema. Eso no significa que los móviles no sean importantes en el western. De hecho, muchas veces estructuran la acción dramática como en la ya mencionada Los imperdonables, donde el personaje principal cometió injusticias en el pasado y quiere resarcirse criando a sus hijos y trabajando la tierra, pero termina retomando su antigua actividad con culpa y a la vez preocupación por estar demasiado viejo para poder llevarla a cabo. Pero en estos casos el trabajo sobre la psicología del personaje es más profundo y detallado. Para concluir, se puede establecer una diferencia entre dos tipos de western: el ético y el psicológico. Uno quizás más anclado en el período clásico del género, el otro probablemente más moderno. En su intento por pertenecer a ambos tipos es tal vez donde falla la nueva versión de Los siete magníficos.
El oficio de Antoine Fuqua (Día de entrenamiento) en el cine de acción no está a prueba, pese a lo irregular de su producción. Un ejemplo son sus últimos dos filmes: tras la mediocre Ataque a la Casa Blanca se recuperó en el policial “a quemarropa” The Equalizer. Ahora, vuelve con Denzel Washington en el protagónico de la remake del film de John Sturges, de 1960. Y el dato de un afroamericano caza recompensas al frente de un western trae la inevitable comparación con Los 8 más odiados, el último y magnífico (realmente) film de Tarantino. ¿Fuqua llegó tarde? ¿Se metió en camisa de once varas? Sin esa asociación, Fuqua ya carga demasiado peso: recrear una historia de venganza que ingresó al panteón del western (a su vez, una versión de Los siete samuráis de Kurosawa), cuyo leitmotiv musical, publicidad de cigarrillos mediante, adquirió tanto peso que esta remake debió meterlo a la fuerza en los créditos. Fuqua no sale indemne, pero queda bien parado. El villano Bartholomew Bogue (fantástico Peter Sarsgaard) se apodera del pueblo de Rose Creek tras una matanza en su iglesia; dos sobrevivientes contratan al caza recompensas Sam Chisolm (Washington), para la venganza; Chisolm arma un “cuerpo de elite” que incluye al ex confederado Goodnight Robicheaux (Hawke), y todos los parias, como los delincuentes de Suicide Squad, aceptan sin pestañear la idea de atacar Rose Creek, sin un dólar de adelanto. Pese a la participación de Nic Pizzolatto (True Detective) en el guión, lo más destacable del film es el trabajo de cámara del italiano Mauro Fiore, junto a los protagónicos de Washington y Vincent D’Onofrio, como el “magnífico” hosco Jack Horne.
Entretenimiento netamente pochoclero con tiroteos y explosiones hasta el hartazgo. Para disfrutar a pleno sólo en pantalla grande y en salas que tengan un muy buen sonido. Si vamos a analizar la originalidad, en eso sí se puede decir que hace agua, ya que no hay...
REMAKE DE REMAKE: ESPECTACULARIDAD Si la extraordinaria Los siete samurais de Akira Kurosawa (1954) fue el precedente de la efectiva Los siete magníficos de John Sturges (1960), la versión de Antoine Fuqua es aun más pobre, en donde el efectismo es el centro de un relato sin profundidad en donde el estruendo, la violencia y el exceso porque sí es la columna vertebral de la película. Eso si, sin complejos y con la seguridad de que así se debe contar un western en el presente. Fuqua es un director irregular (El justiciero, Ataque a la Casa Blanca, Los amos de Brooklyn, Lágrimas del sol, Día de entrenamiento) pero el guión a cargo de Nic Pizzolato (el creador de la extraordinaria serie True Detective) alentaba alguna esperanza sobre Los siete magníficos. Pero si bien el Norte es el film de Sturges (de Kurosawa ni noticias), con la historia de un grupo de marginales reunidos para ayudar a los habitantes de Rose Creek, a punto de ser expulsados de su pueblo por el bárbaro empresario minero Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard), que necesita la expandir su negocio a las tierras que ocupa el caserío, el film apenas delinea a los personajes -cazadores de recompensas, jugadores y pistoleros a sueldo- apenas un prólogo descuidado antes de la batalla final, adonde Fuqua concentra toda su energía y su indudable buen pulso para la acción y la espectacularidad. Podría afirmarse que Denzel Washington, Chris Pratt, Ethan Hawke, Vincent D’Onofrio, Byung-Hun Lee, Manuel García-Rulfo y Martin Sensmeier no están a la altura del elenco que los precedió hace más de cincuenta años -algunos de los legendarios pesos pesados de la industria de entonces eran Yul Brynner, Eli Wallach, Steve McQueen, Charles Bronson, James Coburn-, pero sería injusto, el problema es que todos y cada uno de los personajes carecen de carnadura, ese necesario perfil es apenas una excusa, una previa que expone con rutina que la vida no fue fácil para ninguno y para que claro, demuestren sus habilidades con algún tipo de arma, que luego van a usar a discreción cuando se enfrenten al ejército de mercenarios reclutados por el malvado Bartholomew Bogue. Y no es que la puesta haya traicionado las reglas del género -con mucho menos se hicieron grandes películas-, es que Fuqua concibe a la remake como un espectáculo de entretenimiento y en ese espacio acotado tiene sus logros -Denzel Washington, Ethan Hawke y Vincent D’Onofrio hacen lo suyo y bien aunque podrían dar mucho más-, pero claro, el cine es mucho más que eso. En ese sentido hay algunos cruces y homenajes logrados, en principio toda la película saquea el imaginario de Sergio Leone, el final con mítica banda de sonido de Elmer Bernstein y claro, esa ametralladora demoníaca que claramente remite a La pandilla salvaje de Sam Peckinpah. Entonces al final de las dos horas y pico, el balance indica que no hay innovación, el camino elegido es el western clásico pero que supone la espectacularidad del presente, un maridaje forzado e innecesario. LOS SIETE MAGNÍFICOS The Magnificent Seven, Estados Unidos, 2016. Dirección: Antoine Fuqua. Guión: Richard Wek, Nic Pizzolatto, según el guión de “Los siete samurais”, de Hideo Oguni, Shinobu Hashimoto. Fotografía: Mauro Fiore. Edición: John Refoua. Música: Simon Franglen, James Horner. Intérpretes: Denzel Washington, Chris Pratt, Ethan Hawke, Vincent D’Onofrio. Duración: 132 minutos.
Remake de un western de 1960 que ya tenía un célebre antecedente cinematográfico Antoine Fuqua conoce muy bien a Denzel Washington, a quien ha dirigido anteriormente en “Día de entrenamiento” y “El justiciero”. Su tercer encuentro se produce con un remake de un famoso western (“The Magnificent Seven”) dirigido por John Sturges, aquí conocido como “Siete hombres y un destino” y con populares actores como Yul Brynner, Steve McQueen, Charles Bronson y Eli Wallach. Lo interesante es que la película de 1960 ya era un remake de “Los siete Samurais”, obra maestra de Akira Kurosawa. La que ahora nos ocupa se llama “Los siete magníficos”, respetando el título en inglésl y en gran medida la trama original. Nuevamente tenemos un pueblo (Rose Creek) que vive de la minería, en manos de Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard) y sus secuaces. En una de las primeras escenas el grupo de malvados mata al marido de la joven Emma Cullen (Haley Bennett) y será ella quien conciba contratar a un grupo de vaqueros para liberar al pueblo del yugo de los explotadores. A diferencia de la versión anterior los siete “magníficos” tendrán muy diversas etnias comenzando por el personaje de Chisolm, el líder aquí interpretado por Washington y en la versión anterior por Yul Brynner. Habrá un mexicano, un indio comanche, un oriental y entre los “blancos” uno de apellido francés (Ethan Hawke), otro bastante excéntrico (Vincent D’onofrio) y un típico vaquero (Chris Pratt). Sin alcanzar el nivel de las que la preceden esta película logra compensar ciertas concesiones argumentales, como la lucha desigual de los siete y los improvisados pueblerinos (con poca “instrucción” previa) contra un verdadero ejército de fácilmente cien agresores del malvado Bogue, con destacable fotografía (mauro Fiore), música (el fallecido James Horner junto a Simon Franglen) y buenos intérpretes. Y entre estos últimos sobresale como siempre ese gran actor que es Denzel Washington, ganador de dos Oscar (“Tiempos de gloria”, como actor de reparto) y justamente “Día de entrenamiento” en que ya actuaba junto a Ethan Hawke, quien fue allí nominado a mejor actor de reparto aunque sin ganarlo.
Ya deberíamos de dejar de usar el término remake. En serio. Y terminar también con la discusión sobre su validez y la comparación con las originales. Evidentemente a Hollywood no se le cae una nueva idea ni por casualidad, y si queremos ver algo original nos tenemos que salir de los grandes tanques y buscar a nivel local o en la esfera independiente. Habiendo dicho esto, vamos a hablar de Los Siete Magníficos como si fuera una película nueva, sin tener en cuenta ni la versión "original" de 1960, dirigida por John Sturges, ni la versión realmente original, que no es ni más ni menos que Los Siete Samurais de Akira Kurosawa. La película arranca, contundente y directa, planteando el conflicto: Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard), una especie de colono capitalista que está conquistando medio país para explotar los recursos naturales, quiere comprarle la tierra a los habitantes del pequeño pueblo de Rose Creek. Pero comprar es un decir solamente, ya que los amenaza con matarlos si no aceptan unas monedas a cambio. Y para demostrar su poderío, él y sus matones masacran a tiros a un par de pueblerinos a la primera que se resisten, entre ellos Matthew Cullen (Matt Bomer), el esposo de Emma Cullen (Haley Bennett); este acto la lleva, frente a la pasividad de los hombres, a tomar la iniciativa que desembocará en el plan de defensa del pueblo. Porque claro, si Bogue puede abusar del poder de la manera en que lo hace, es porque está "entongado" con las autoridades locales. Tras una revuelta en un bar, Emma recluta a Sam Chisolm (Denzel Washington), un caza recompensas que acepta la tarea, y a Josh Faraday (Chris Pratt), un pistolero canchero y seductor que se suma tras la promesa de recuperar a su caballo al finalizar la empresa. Luego de esto, en una secuencia muy breve que no da absolutamente ningún fotograma de información de más (¡en tu cara, Suicide Squad!) presenta a los otros seis involucrados: el entrañable Goodnight Robicheaux (Ethan Hawke), el oriental experto en el uso de cuchillos Billy Rocks (Byung-hun Lee), el rastreador Jack Horne (Vincent D'Onofrio), el guerrero Comanche Red Harvest (Martin Sensmeier), y el mexicano fuera de la ley, Vasquez (Manuel Garcia-Rulfo). Lo que sucede a continuación es sencillo: tienen que defender al pueblo de los invasores, pero claro, por más que sean los pistoleros más sarpados del condado, no podrán hacerlo solos; es allí que comienzan a reclutar a gente común del pueblo, campesinos, para establecer algún plan de defensa, que nunca es blanqueado al espectador, sino que se muestran elementos de defensa aislados que se van hilvanando sobre la marcha. Este es uno de los principales aciertos de la película: no hay una laaaarga secuencia explicativa de cómo un pueblo de campesinos con un entrenamiento de tres días podrá vencer a unos villanos súper malos y despiadados. Sobraría. La invasión al pueblo y la defensa, si bien están regidos por un plan central, dan lugar a improvisaciones de acuerdo a la estrategia de los invasores. Con un montaje y una musicalización que te dejan sin aliento, la acción se entiende perfecto sin artificios de cámara ni trucos de efectismo: definitivamente hay un guión, los hechos están pensados, se van construyendo las soluciones de acuerdo a cualidades o virtudes de cada uno de los siete protagonistas. Si en la presentación te mostraron una cualidad, una virtud, un talento, es en este momento donde se explota, con un resultado que, por momentos, incluso emociona. Al margen de la relación que pueda tener con la película original (que, insistimos, se debería dejar de debatir sobre este punto), es una película que actualiza con respeto y cariño el género western en sí. Movimientos de cámara, paisajes, y hasta algunos encuadres muy significativos aparecen en los momentos justos, bien usados. Se nota que Antoine Fuqua (su director) conoce el género, sin recurrir al guiño arbitrario ni aggiornar la historia buscando un final feliz, simpático y amigable para el espectador. Si te tiene que pegar, pone los huevos sobre la mesa y te pega. Como debe ser. VEREDICTO: 8.00 - UN MAGNÍFICO EJEMPLO Con un elenco impecable, Los Siete Magníficos sabe contar una historia que atrapa, te involucra y te deja sin aire en el tercer acto. El film posee una muy buena estructura narrativa que no ostenta de nada, gracias a lo cual sus elementos se lucen mejor.
Crítica emitida en Cartelera 1030-sábados de 20-22hs. Radio Del Plata AM 1030
No soy fanático del Western, en especial del norteamericano. Para mí el único Western que existe es el spaghetti rebosante de tuco de las exquisitas obras maestras de Sergio Leone, un tipo que hacía cosas sobrenaturales con historias archiconocidas, y en donde los héroes transpiraban carisma y oscuridad por partes iguales mientras la partitura de Ennio Morricone sonaba en toda su furia. El spaghetti western habrá nacido como un género barato y exploitation pero Leone lo hizo ultracool, supremo e inmortal. Para mí un pistolero no es John Wayne sacudiendo sus caderas en una cantina polvorienta sino Clint Eastwood masticando un puro recortado y liquidando tipos malos con una Colt que sacó a traición debajo de su poncho raído. Esa visión bastarda, heroica y comiquera es la que compraré siempre y la cual, lamentablemente, pocos norteamericanos han intentado copiarla. Ni siquiera el genio de Tarantino le ha logrado homenajear como corresponde - Django Desencadenado me resulta bastante decepcionante en ese sentido, mas allá de que sea una gran película en sus propios términos -, y lo único que se le ha acercado (por ridiculo que suene) es un dibujo animado (Rango, brillante por donde se la mire). Es por eso que la versión original (y clásica) de Los Siete Magníficos me resulta indiferente. La he visto algunas veces cuando era chico, y lo único que recuerdo era a un cool Yul Brynner vestido de negro cabalgando por la pradera mientras sonaba la música de Marlboro de fondo. Es por eso que mi aproximación a esta versión 2016 es mucho mas desacartonada que los papistas amante del original (y que tildan de herejía a la remake de Antoine Fuqua). Los Siete Magnificos 2016 es una brillante película pochoclera que toma muchas notas estilísticas de los clásicos de Leone de la década del 60, tiene un cast brillante, una música notable y una acción formidable. El problema es que carece de trascendencia debido a que ha perdido las connotaciones morales del original (y del original del original, que era el clásico de Akira Kurosawa Los Siete Samurais). Esta gente es reclutada en cinco minutos y se lanza a la matanza por un puñado de monedas que no amerita su muerte. Al omitir la motivación - lo cual era imprescindible y es por ello que el original de Kurosawa dura casi tres horas - a favor del ritmo y la brevedad se termina lastimando la efectividad (y durabilidad) del producto y solo se hace un pasatiempo de lujo. Si Fuqua se hubiera tomado otra hora para poner a estos tipos en pose reflexiva, transmitiéndonos el por qué esta gente violenta han aceptado una misión suicida en busca de redención, Los Siete Magníficos 2016 hubiera alcanzado estatura épica y hubiera sintonizado a los originales de John Sturges y Akira Kurosawa. Así como está zafa, pero resulta olvidable. software ERP Sistema Isis No sólo la ausencia de pathos de los protagonistas afecta la efectividad emocional del filme; también hay algunas pifias notables. La mas estridente es Vincent D'Onofrio hablando como el gallo Claudio, lo cual te hace rechinar los dientes. D'Onofrio es un gran actor pero a veces darle demasiada libertad creativa a un talentoso puede culminar en un desastre. Que alguien me explique por qué D'Onofrio - gordo, fuera de estado y envuelto en pieles como si fuera una alfombra ambulante - tiene que hablar con voz finita y acento rebuscado. Al menos Fuqua le debe haber dicho que su aproximación al personaje era ridicula y por eso D'Onofrio es mas medido y audible en la segunda mitad del filme; pero, cuando recién aparece delante de los magnificos (matando con su hachita india a un par de ladrones que le han asaltado) y empieza a hablar a 1.000 por hora con voz de pito... me resulta inexplicable cómo el resto del cast no se tira al piso a despanzarse de risa. Mientras que D'Onofrio se redime con el paso del tiempo, el otro tema discordante es el lenguaje anacrónico que usan estos vaqueros. El peor ofensor de los sentidos es Chris Pratt, el cual se supone que es un cowboy bruto que anda por el desierto pero habla como si fuera un ingeniero nuclear. "Se precisan 2.7 kilos de fuerza para matar a un hombre". "Estadisticamente hablando, es imposible que un grupo de 20 tiradores no le acierte a un blanco a 5 metros de distancia". Pareciera que estuviera leyendo la Wikipedia mientras escupe estos parlamentos. Dejando de lado eso, Los Siete Magníficos 2016 es muy divertida. Peter Sarsgaard se relame con su villano (aunque a veces bordea la sobreactuación) y tiene parlamentos interesantes; la diversidad racial del grupo (factor disonante en un montón de western modernos; ¿alguien se acuerda de lo ridiculo que fue poner como titular de Wild Wild West a Will Smith, un moreno con autoridad en el ultrarracista salvaje oeste?) está explicada con cierta lógica y se hace tolerable; cada personaje tiene su momento de delicioso lucimiento y Denzel Washington (un tipo que siempre me pareció demasiado soberbio en cada papel que ha hecho, y que se portaba como un geronte fuera de estado - y no creíble como héroe de acción - en la versión moderna de El Ecualizador) brilla con gran altura, siendo un héroe muy fisico muy creible (gracias a la magia del editor contratado por Fuqua). Gran fotografia, accion coreografiada como los dioses, buenos parlamentos, excelentes personajes. Los Siete Magníficos 2016 no hará historia pero, rayos, está a años luz de ser una mala película.
La remake del clásico de John Sturges de 1960 llega con sabor a nostalgia, dirigida por Antoine Fuqua.