Machete es la expansión a formato de largometraje del falso trailer que Robert Rodriguez había rodado para el proyecto (en dupla con Tarantino) de Grindhouse. De hecho es la materialización de un viejo sueño de Rodriguez que data de 1993, cuando el mexicano desembarcaba en Hollywood y conoció a Danny Trejo, a quien concibió como una suerte de versión latina de Charles Bronson. Desde entonces Rodriguez ha impulsado el proyecto, cosa que le costó 17 años concretar. Y aunque Danny Trejo está más gordo, petiso y viejo que nunca (el tipo tiene 66 años!), tiene el carisma intacto para despacharse como héroe de acción latino en toda su gloria. Rodriguez ha inventado el mexploitation, y acá monta una deslumbrante opera de excesos, aunque la trama no es tan fluída como debiera. A mí me gustaba Rodriguez cuando era un buen imitador de Sergio Leone, lo que ocurría tanto en El Mariachi como en su secuela Desperado. Luego se hizo amigote de Quentin Tarantino, y pasó a ser una mediocre copia de éste (no le salen los diálogos excéntricos ni maneja tan bien las troupes de personajes estrafalarios). Eso no quita que las películas de Rodriguez no sean buenas, pero tienen baches narrativos y mezclan grandes excesos con momentos de insoportable seriedad. Es un tipo muy virtuoso en lo visual, pero descuidado respecto de los guiones que escribe. Eso mismo se repite en Machete, en donde el relato va a los saltos en más de una ocasión. También es posible que tenga que ver con ello la característica de producción multiestelar, en donde tantos astros figuran juntos en el casting pero en la realidad difícilmente rueden escenas juntos. Ello es particularmente notable en un puñado de casos: todas las escenas con Lindsay Lohan están insertadas con calzador e incluso parecen rodadas después de haber terminado el filme; la participación de Steven Seagal está levemente mejor incorporada al relato, pero no llega a compartir más de 10 minutos de escena con otro compañero de elenco, y el resto del tiempo se la pasa charlando vía webcam; y así ocurre con un par de intérpretes más. ofertas en software de facturacion para empresas de Sistema Isis A su vez, hay momentos en que el filme se toma muy en serio a sí mismo. Un dato curioso es que Rodriguez ha usado a Machete como escenario para despacharse con una crítica foribunda a las políticas inmigratorias americanas (tal como las recientes leyes del estado de Arizona), que son cada vez más xenófobas. Ciertamente es una causa noble, pero ver a gente haciendo discursos de barricada en medio de un show de excesos gore termina por desembocar en un espectáculo bizarro. Mientras que en el 50% de los casos hay un odio sincero y sanguíneo en contra de los racistas norteamericanos, el otro 50% se reparte en un delirio descerebrado, con organizaciones de ilegales armadas hasta los dientes y entrando en guerra con senadores corruptos, oscuros hombres de negocios y jefes de la droga. Es un mix muy raro, de algo real mezclado con algo completamente disparatado. Eso no quita que cuando Danny Trejo pela su cimitarra mexicana Machete se convierta en un delirio fabulosamente divertido. Rodriguez hace lo mismo que Alexandre Aja en Pirañas 3D, y filma las matanzas de una manera gloriosamente excesiva. El tema es que, cuando la acción se calma, todo pasa nuevamente a descansarse en el desparejo guión y en la calidad de los intérpretes. Danny Trejo es una gloria, Jeff Fahey se deleita con su villano, Steven Seagal está ok (y sigue sin disimular su gordura), Don Johnson disfruta matando ilegales en la frontera como si fuera un deporte, y hasta Michelle Rodriguez está sexy; pero Jessica Alba es un bochorno en cada una de sus apariciones, y Lindsay Lohan parece descolgada, sin propósito en la trama. Para colmo, la mitad de sus apariciones (que son desnudos) están cubiertas por un doble, así que la actuación de la problemática estrella no deja de ser nominal. Machete es delirante cuando está en movimiento; en el medio, las cosas son bizarras y no en el mejor sentido de la palabra. ¿Mexploitation con mensaje político?. Así es, y el resultado es algo extraño. Podría haber sido mucho mejor si no tuviera esos seudo momentos de seriedad. Igual, es mucho mejor que Planet Terror - el opus anterior de Rodriguez -, y a Trejo le sobra personalidad aunque tenga 80 años. Era el protagónico que se merecía.
Quentin, no te escondas... Machete se te nota. Machete auguro que será un batacazo de esos que a fuerza del laburo le llega a Danny Trejo , ícono del mexicano malo, del bravo, del badass como dirían los yanquis y ahora su nombre ya no pasará inadvertido aun cuando seguramente se lo comience a llamar "Machete" antes que Danny. Seré sincera al decir que vi el film porque me invitaron, no tenía grandes expectativas aun cuando en su momento todos se alborotaban con la salida de las primeras imágenes o el trailer, y a pesar de que Sin City me pareció muy buena, el resto de títulos que venían de la mano de Rodriguez me habían dejado un tanto tibia como para esperar con ansias este film. Pero qué va, es genial y se disfruta horrores. Surgido de un falso trailer que apareció cuando Rodriguez lanzara Grindhouse y Planet terror, parece que los seguidores del director habían quedado tan prendidos que comenzaron a exigir un largometraje real, cosa que Rodriguez no desoyó y hasta se lo comentó al propio Trejo quien luego hizo su parte, dicen, persiguiendo con llamadas al pobre Robert. “Por qué no me envías un mensaje y lo charlamos”, le habría dicho un día al actor, a lo que Danny respondió lo que se convertiría en una frase de la película memorable: “Machete don’t text” (Machete no mensajea). En fin, que finalmente Rodriguez y Ethan Maniquis trajeron a la pantalla grande este film de estética setentosa escrito por el propio Rodriguez y su primo Alvaro, y producida -hiper evidente aunque esté fuera de los créditos- Quentin Taratino. Es más, sepan disculpar mi maldad pero yo diría que no solo produjo sino que metió bastante mano a la dirección porque aunque Rodriguez haya heredado bastante de la estética tarantinesca, el sello personal es obvio y Machete derrocha tarantinidad por donde se lo mire. ¿Pero de qué va?, imaginense un policía federal mexicano (Machete /Danny Trejo) de los buenos, al que obviamente nadie quiere dejar hacer su trabajo, un traficante de droga perverso y sanguinario (Torrez/ Steven Seagal), un senador corrupto que odia a los inmigrantes (McLaughlin/ De Niro), una bella policia federal yanqui de raíces latinas y una latina rebelde y de temer (Jessica Alba y Michelle Rodriguez respectivamente), lo adicionamos con un policìa de frontera más frío que El Chaltén en pleno invierno protagonizado por el otrora sex symbol del que recuerdo haber estardo enamoradísima, Don Johnson - que el tiempo es implacable es cierto, eh?. Todos sazonado con un rico condimento de venganza, mezclamos y tenemos un argumento que de por sí, sépanlo se ríe de sí mismo. El film es un genial tributo al cine de clase B de los '70, con errores de continuidad puestos adrede, con escenas hiperbólicas y hasta bizarras y manejos de cámara típicas de aquellas épocas que ya nos mostrara Kill Bill; y es que Machete vendría a ser el alter ego masculino de esta heroína pero con machete y cuchillo en vez de katana. Pero, atención, si uno se separa un poco de la forma del género y se pone a ahondar en las gracias de muchas escenas uno se encuentra con un film realmente crítico sobre la situación de los inmigrantes en EE.UU. En forma de sátira con el propio tono discursivo que usan los yanquis a la hora de enfrentar sus miedos y amenazas, sus fobias y sus intolerancias, Rodriguez da vuelta la tortilla y expone a la propia sociedad norteamericana sus trapitos y les pone un espejo enfrente para advertirles sobre ciertos exesos. Es que inmagínense lo alarmistas que son a veces los "del norte", lo paranóicos que son y que venga un tipo de apellido Rodriguez y les muestre que los inmigrantes- gente que les cocina, les limpia, les corta el pasto y les cuida los hijos- están organizados en una especie de red operativa capaz de alzarse ante la injusticia y decir basta con armas en la mano. Además, muestra las paradojas de quienes son capaces de denigrar lo que luego adoptan culturalmente- por ejemplo el mano derecha del senador desayunando tacos y burritos. Así y todo el film no deja de ser ante todo divertido, con tópicos exagerados que hacen el honor a los clichés que el propio cine de Hollywood ha usado por años en films de acción y que causa tanto hilaridad como estupor. La película es blasfema y políticamente incorrecta por donde se la mire, con actuaciones que destacan- De Niro nunca defrauda y Jeff Fahey asombra- y con escenas que se convertirán, insisto constantemente, en culto inmediato. Si gustaron de Kill Bill, Sin City o la última de Stallone- salvando diferencias claras- esta la van a adorar. Divertida e impactante por momentos, con líneas de diálogo que varios quedaremos citando por décadas y con escenas realmente hilarantes. La guerra que se desata al final es impagable y si bien el film fue pensado para salir directamente en DVD como una extensión del trailer original, el haber pasado con éxito por festivales como el de Venecia traerá la alegría de verla en las salas, y espero sobretodo por el propio Danny Trejo, con éxito de taquilla. Ya que estamos, verlo a Trejo en la "alfombra roja" del Festival sacando fotos con su cámara mientras a su vez el periodismo lo fotografiaba junto a Jessica Alba y Robert Rodriguez... me conmovió. Es que se agradece cuando un actor, siempre secundario, finalmente se hace con su momento de gloria, y sobretodo alguien con la estética de Trejo que- seamos sinceros- siempre lo limita al malo de turno. Destacable también la música de John Debney y Carl Thiel que acompañan excelentemente la ambientación y estética del film. Un film del que se prometen al menos un par más aún cuando suene a chiste la forma en que se anuncian sus secuelas. A continuación les dejo el falso trailer del que nació el film y el del film en sí.
En 2007, Robert Rodriguez y Quentin Tarantino estrenaron "Grindhouse", un homenaje al cine clase B de los años 70 que incluía dos films realizados por estos directores ("Death Proof" y "Planet Terror") y una serie de falsos trailers que los unía. Uno de estos falsos trailers era "Machete", el cual Robert Rodriguez decidió convertir en película. Dentro del contexto de "Grindhouse", el trailer de "Machete" proponía dos minutos bizarros y divertidos que acompañaban bien al resto del proyecto. La decisión de transformarlo en un largometraje de 105 minutos ya resulta demasiado. Tras una exagerada primer escena, uno descubre que la única forma de soportar esta película es tomándola como una comedia sobre el género de acción, como una sátira a las películas clase B de los años 70. Al fin y al cabo, si el propio director nunca la toma en serio, tampoco debería hacerlo el público. "Machete" es una propuesta desmesurada, desagradable, delirante, sangrienta, sexual y cargada de excesos. Las escenas de acción son violentas y exageradas, donde la sangre corre a litros, las cabezas ruedan y los cuerpos se apilan. Los diálogos son ridículos y las actuaciones forzadas, todo a cargo de un elenco mezclado y raro. Machete es interpretado por Danny Trejo, el viejo actor de 66 años que ya no está para hacerse el justiciero y conquistar jóvenes mujeres. Su enemigo es interpretado por Steven Seagal, otro gordo y viejo héroe de acción al que le cuesta moverse. El enfrentamiento final entre estos dos personajes es patético. Las personajes femeninos están a cargo de Jessica Alba (como una agente), Michelle Rodriguez (como una revolucionaria) y Lindsay Lohan (como una niña rica adicta), consiguiendo tres actuaciones para el olvido. Los únicos que parecen divertirse con sus personajes caricaturescos son Robert De Niro y Don Johnson, el primero como un senador corrupto y el segundo como un vigilante. Todo esto envuelto en una historia de venganza absurda y racista. El director Robert Rodriguez ya había demostrado su fascinación por este cine exagerado y grotesco con sus anteriores trabajos "Once Upon a Time in Mexico" y "Planet Terror", pero con "Machete" lo lleva al extremo.
¡Viva Machete! Hay películas que nos desbordan, que acumulan, acumulan y acumulan en una exageración que rebalsa nuestra mirada y todos los sentidos. Son películas con las que hacemos pogo, que nos hacen gritar, calentarnos, estallar. Películas que no detienen su motor, que son como una fiesta en la que hay de todo. Machete es una licuadora gigante en la que Robert Rodriguez arroja todos sus ingredientes-fetiches favoritos para servirnos una poción irresistible y explosiva. La mecha se enciende desde la primera escena: Machete es un oficial federal mexicano que va jugadísimo hacia una situación donde tiene todo en contra porque quiere caerle a un capo mafia que maneja a todos, incluso, claro, a la policía. La imagen tiene una textura gastada que continúa con la estética rayada de Planet Terror. Cuando Machete llega instantáneamente se pudre todo: toma carrera con su patrullero y choca de frente contra una casa atravesando un torrente de balas que liquida a su compañero pero del que él sale inmune. Porque Machete es indestructible, Danny Trejo es indestructible: ese rostro esculpido a cicatrices es la mejor prueba. “This is the boss”. Machete suelta la frase mostrando el filo de su arma favorita que reluce como una perfecta continuación de su cuerpo. Pero también Machete tiene el superpoder de volver un arma todo lo que toca, Machete improvisa: una pistola gatillada con la mano recién cortada de un policía, un “pela-cráneos”, un descorchador, una bordeadora. Cualquier elemento sirve para sumar a la comparsa de sangre que desfila por toda la película. Machete entra en una casa y comienza a bajar muñecos a lo Zatoichi, retazos de tipos que caen por acá y por allá. Todo es exagerado, mucho, un montón. Cuando traen a la esposa de Machete y la decapitan delante de él enseguida recordamos a Tony Montana atado en la bañera, obligado a ver la forma en que una sierra eléctrica rebana a su compañero como si fuera un bife. Machete se curte a lo Scarface porque también es un inmigrante al que le encargan asesinar a un político: el senador McLaughlin, un Robert de Niro que ya está grandecito y no tiene problemas en reírse de Taxi driver. Pegando una tras otra las figuritas de su álbum cinéfilo, Robert Rodriguez es un chico que juega a ser Tarantino disfrazado de Brian De Palma. Machete aparece tres años después en Texas dando vueltas como si fuera uno más entre los que intentan pegar una changa, pero no logra pasar desapercibido. Jessica Alba es una agente de migraciones que enseguida le echa el ojo y pasa un informe que lo define a la perfección: “Cicatrices, tatuajes… actitud de no jodas conmigo y no jodo contigo”. El resto de las fichas de Machete se juega en la frontera entre Estados Unidos y México, que aparece como el campo de batalla de una guerra entre dos bandos. De un lado está La red, una organización que ayuda a mexicanos a pasar e instalarse en Estados Unidos y que tiene a una líder, Michelle Rodriguez, que se refugia en un puestito de tacos. Los integrantes de La red viajan en vehículos enchulados, pelean con armas que también son sus instrumentos de trabajo como palas o hachas, y hablan de revolución. En la vereda de enfrente hay tipos como Jackson (Don Johnson), un sheriff facho que asesina a todo aquel que encuentra en la frontera sin importarle edad, sexo, ni tampoco si se trata de una embarazada; él sólo dispara: “porque si ese niño crece será un ciudadano estadounidense más”, dice sin que se le mueva un pelo. El senador McLaughlin está en plena campaña electoral y tiene como principal promesa cerrar definitivamente la frontera con México. Monitoreando todo el asunto está Torrez, un Steven Seagal que reserva para el final de la película su aparición definitiva irrumpiendo como si fuera el jefe final de un videojuego de peleas. Cuando Planet Terror se estrenó en Argentina hubo otra amputación además de la que obligó a Palomita a cambiar pierna por escopeta: la imperdonable omisión que significó no incluir el trailer de Machete en las copias locales. Esos minutos formaban parte del cuerpo de Planet Terror como Hotel Chevalier es parte de Viaje a Darjeeling, eran una introducción incendiaria que funcionaba como perfecto vermouth exploitation. Ahora que esas escenas tomaron vida propia podemos decir que Machete es la fiesta que nos prometió Robert Rodríguez en aquel trailer que ya dejó de ser falso: una celebración explosiva (Machete volando por los aires con un pistolón a lo Django en su moto), visceral (ver la escena en la que se fuga de un hospital), viril (una musiquita cliché de películas porno que suena más de una vez sugerente y nada más), y siempre hilarante (el “¡Qué puto!” de Seagal es inolvidable), a la que todos podemos asistir para elevar nuestras armas en señal de fidelidad guerrera y gritar: ¡Viva Machete!
Un elenco de primera, hace que sea más llamativo ver este film y que sea un festival para los ojos ver a estos actores trabajando en una película pura clase B. La mayoría de las escenas son un festival de sangre, vísceras, mutilaciones, más sangre, muchísima...
Orgullo latino El prolífico y siempre provocador Robert Rodriguez (aquí con la colaboración de Ethan Maniquis) retoma el espíritu de y su pasión por el cine clase B (clase Z) de los años '70 que ya había desarrollado junto a su amigo Quentin Tarantino en el díptico Grindhouse, pero en esta ocasión le agrega un fuerte condimento político (para algunos bastante oportunista) al abordar de manera satírica el conflicto inmigratorio en la frontera entre México y Texas. El film es hiper sangriento, bizarro y divertido. A mí, su "denuncia" me pareció un poco burda y obvia, pero al mismo tiempo bastante revulsiva para los cánones del mainstream hollywoodense actual. Y no me molestó en absoluto. El cóctel de humor negrísimo, acción, erotismo, western y gore (decenas de cabezas despedazadas vía CGI) funciona bien, aunque siempre con las limitaciones y el déjà v del caso. El mayor placer, claro, reside en ver a grandes estrellas "sometiéndose" a los caprichos de RR en papeles absolutamente delirantes, exagerados, artificiales y alejados por completo de lo que suelen hacer. El gran Danny Trejo (eterno secundario) alcanza con su rostro curtido de arrugas a sus casi 70 años de edad el merecido protagónico que venia demandando como esta suerte de superhéroe latino que enfrenta -con el apoyo de una amplia red clandestina de mexicanos y vecinos- a lo más rancio y conservador del establishment político (encabezado por el senador ultraderechista encarnado por Robert De Niro que, en la comparación, deja a George W. Bush como un progre bienpensante) y del narcotráfico (un malvadísimo Steven Seagal). También están las "chicas", que caen rendidas ante el fornido latin-lover de Machete: Jessica Alba, Michelle Rodriguez y hasta Lindsay Lohan en plan autoparódico. Para completar el disfrute, aparecen Tom Savini, Jeff Fahey, Cheech Marin y Don Johnson en personajes que en todos los casos tienen su desarrollo y posibilidades de lucimiento. Película sobre el odio, la venganza, el racismo, las diferencias de clase y el orgullo latino, Machete resulta un simpático exponente del cine de género. Con el sello inconfundible de este director texano que, desde El mariachi hasta la fecha (ya son casi dos décadas), ha logado reflejarse en el pasado del cine de bajo presupuesto para luego reirse de las convenciones, los clisés, los estereotipos y los lugares comunes de una factoría llena de prejuicios y fórmulas como la de Hollywood.
Un duro de matar entre guiños y homenajes Este film es el indicado si el espectador busca un producto de acción, muy del estilo de aquellos que protagonizaron Charles Bronson en los años setenta o Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone y Bruce Willis, en los ochenta. Machete surgió como un "falso trailer" que formó parte de la película Grindhouse, y que se veía entre los dos segmentos: Planeta Terror lo filmó el prolífico Robert Rodríguez. Ahora se ha convertido en un largometraje protagonizado por Danny Trejo (participó en más de 180 películas), un actor tan inexpresivo como muchos de sus colegas del género. Implacable, duro, gigantesco e indestructible. El realizador Robert Rodríguez filma aquello que lo divierte y eso se nota en sus trabajos, desde El crepúsculo al amanecer hasta Desperado. En Machete (que parece haber sobrevivido a las tardes de "super acción" o de algún programa de cine en continuado de una vieja sala de barrio), la intención es clara aunque la trama no ayude demasiado. No es su mejor película pero es ideal para disfrutarla por la cantidad de guiños que encierra para el público. Machete (Trejo) es un policía federal de México que ha sido expulsado del cuerpo tras un chantaje que le ha hecho Torrez (Steven Seagal) y se verá obligado a aceptar una oferta de un médico (Jeff Fahey) que planea asesinar a un senador corrupto llamado McLaughlin (Robert De Niro) y que mantiene su "apacible" vida familiar (su hija: Lindsay Lohan). Engañado y ubicado en el ojo de la tormenta, el protagonista recurre a la ayuda de Luz (Michelle Rodriguez) y de un sacerdote (Cheech Marin), mientras es perseguido por Sartana (Jessica Alba), una sexy agente de ICE. La película es un desfile de figuras que van desde Steven Seagal y Don Johnson (sí, el de División Miami) hasta Jeff Fahey y el mismísimo Tom Savini, realizador de la versíon de los años noventa de La noche de los muertos vivientes. Para lograr su cometido, Rodríguez orquesta su trama como una burla sobre los inmigrantes mexicanos ilegales en los Estados Unidos y despliega su arsenal para rendir homenaje a las películas con las que alguna vez soñó. Así desfilan por la pantalla rayones deliberados para añejar el relato y los títulos de presentación con una estética acorde, acompañados por los recursos de la pantalla dividida, la cámara lenta (la secuencia de la iglesia con El Ave María de fondo es la mejor) y la sangre en exceso (con decapitaciones varias). También resulta disparatada la escena en la que el protagonista se cuelga de los intestinos de su contrincante a manera de soga para escapar por la ventana o el recordado efecto sonoro de la serie El hombre nuclear cuando Seagal saca su gigantesca espada. Todo funciona así en Machete: un festival de chistes constantes que miran al mundo de Tarantino y recuerdan a El avispón Verde. Lo bueno es que también se burla de sí misma con el anuncio de Machete Kills y Machete Kills Again. Todo es posible.
Un machete de la Clase B Machete (2010) forma parte de la onda retro muy en auge en estos días. En este caso anclada en producciones de los setenta Clase B de súper acción, específicamente realizadas para ser vistas en autocines. El subgénero que transita no es otro que el más puro cine de explotación sin ningún tipo de pretensiones artísticas. Machete (Danny Trejo) es un ex agente federal puesto en desgracia al ser despojado de su trabajo por el corrupto personaje que interpreta Steven Seagal, villano de la película. Asesinada su esposa, Machete vagabundea haciendo changas de albañilería y peleas clandestinas para obtener algún dinero. Un buen día lo contrata el personaje de Jeff Fahey para que asesine a un candidato presidencial (Robert De Niro) que basa su campaña en exterminar inmigrantes ilegales. La nueva película de Robert Rodríguez (El mariachi, Érase una vez en México) nace de un trailer incluido en el proyecto en conjunto que realizó con su colega y amigo Quentin Tarantino llamado Grindhouse (2007). El mismo incluía un programa doble con dos filmes, uno de Rodriguez (Planet Terror) y el otro de Tarantino (Death Proof, que aquí se llamó A prueba de muerte) separados por el supuesto trailer del inexistente film Machete. Cabe aclarar que en Argentina no se estrenó en programa doble sino que se vieron ambas películas por separado. Lo curioso y llamativo de este fenómeno posmoderno –un fenómeno que se desprende de otro, de la onda retro el cine de explotación, y del trailer la realización de un film- es que en ese programa doble el trailer de Machete era más interesante que las dos películas proyectadas, generando una suerte de insatisfacción en quienes rememoraban el cine de autocines de la década del setenta. Robert Rodríguez, hábil productor con buen ojo para los negocios, se recuesta en el interés despertado por el público a raíz del trailer y pone en marcha la realización del film Machete, con el heroico discurso de querer conformar al público. Y aquí entra en juego el tercer fenómeno consecuencia de la onda retro: la realización de una superproducción para rememorar los filmes de bajo presupuesto. Falta de ideas más añoranza más nostalgia parece ser igual a éxito comercial, o al menos, una apuesta más segura que crear algo completamente nuevo (no original) de lo cual se desconoce sus posibilidades comerciales. Pero Rodríguez como dijimos es hábil, y para salirse del lugar estrictamente comercial en el que parece insertarse, convoca actores cuyo momento de auge caducó pero que incentivan y elevan la cuota de nostalgia, añoranza y Clase B de su película. En Machete actúa Steven Seagal, Jeff Fahey, Don Johnson y Robert De Niro (este último es la única estrella que mantiene cierto prestigio aún hoy en día) además de las bellas Michelle Rodríguez y Jessica Alba. Machete es todo eso junto, como una gran ensalada muy bien mezclada y condimentada que desparrama sabores para todos los gustos. Sigue el estilo posmo paródico de su director, que consta en no tomarse nada en serio, haciendo divertido cualquier derrame de sangre a fuerza de machete en mano.
Hay un nuevo heroe y es mexicano: se lo llama Machete, lucha contra la migra y esta sediento de venganza. De un falso trailer saltó a una película real: proveniente del mismo universo que Planet Terror y A Prueba de Muerte ( GrindHouse 2007 ) quien supo ser Cuchillo en Depredadores (2010) es el protagonista del nuevo film de Robert Rodriguez compartiendo pantalla con Steven Segal, Robert De Niro, Jeff Fahey, Don Johnson, Cheech Marin, Michelle Rodriguez, Jessica Alba y Lindsay Lohan. Estas últimas, tal vez, la apuesta más arriesgada. Machete convence dejándose llevar por el formato, que parte de la parodia, rayando el camp, para luego pasar al homenaje. Lo ayudan a planificar su venganza y descubrir el cerebro de todo el macabro plan, la agente de inmigracion Sartana (J Alba) y la vendedora de tacos Luz/Shé (M. Rodriguez) Aquí las chicas pasan a un segundo plano, sin perder fuertemente el protagonismo, pero a diferencia de A Prueba de Muerte, sin un estilo Russ Mayer marcado ( Faster Pussycats Kill , Kill!, 1965) y con menos autos. Machete tiene su encanto caracteristico de Rodriguez y Tarantino, combinando la nota politica con la estetica sexplotation de los setenta, en un proyecto que luego de varios años reaparece en la pantalla grande desechando la idea de la salida directa a DVD, tal vez por el elenco fuerte, destacando a Robert De Niro, en el papel del senador xenoóobo en ex tierras mexicanas, S. Segal, como el narcotraficante con códigos y por supuesto con mucho esfuerzo: Danny Trejo, el afilado Machete que no tendrá papeles, pero si el coraje para confrontar las leyes de inmigracion de los Estados Unidos y lo que deben afrontar los mexicanos que residen alli. Hay poda de miembros, mucha sangre, cuchillos, navajas, armas de grueso calibre; estan las mellizas (infaltables) Avellan, algún que otro coche, desnudos, tiros y la promesa del retorno de este superheroe mejicanote.
A Dios rogando y con el machete dando Popurrí de violencia, sexo y corrupción, Robert Rodríguez agita la coctelera y sirve un trago fuerte. Machete es un popurrí -de violencia, sexo, gore y corrupción policial y política, con toques de comedia-, en fin, de componentes variados que como se conjugan en un solo género con semejanzas al cómic no produce distanciamiento, sino diversión. Ya en sus inicios Robert Rodríguez era amigo de los desbordes, nutriéndose en el cine de Clase B, a veces parodiándolo -como aquí- y otras homenajeándolo, como en La balada del pistolero . Pero el director de Sin City, la ciudad del pecado unió, cosió todos los elementos antes mencionados con un hilo, para nada delgado: los problemas de la inmigración mexicana en los Estados Unidos. Y entonces cada vez que un policía (Don Johnson) o un senador (Rober De Niro) acribillen con mano propia en la frontera a alguien que quiera ingresar ilegalmente, no habrá espacio para la broma. Aunque Rodríguez se las arregle para que el combo pase como un entretenimiento, algo brutal, pero distracción al fin. Machete Cortez (Danny Trejo, de una fiereza que asusta) lleva tal seudónimo porque es diestro con esa arma filosa. Fue policía en México, hasta que Torrez (Steven Seagal), un capo de la droga, mató a su familia y lo obligó a cruzar la frontera. Tres años más tarde, Machete es un simple obrero al que el inescrupuloso asesor del senador lo contrata para asesinarlo... o si no, lo mata. Es pura estrategia, una zancadilla para que otro matón hiera en una pierna al político, echen la culpa al mexicano y el senador sume intención de votos camino a su reelección. Pero hay dos mujeres de origen mexicano que se cruzarán con Machete. Una es una agente de inmigración (Jessica Alba), y la otra, quien ayuda a pasar la frontera a sus compatriotas (Michelle Rodríguez). El director les ha dado un peso específico, más allá de que les haga empuñar armas, superior al de Lindsay Lohan -que se autoparodia de lo lindo-. Lo antedicho: Rodríguez agita la coctelera y sirve un trago fuerte, con decapitaciones, desmembramientos y sangre, algo de sexo y un ritmo bien de Clase B, donde el que menos desentona es Danny Trejo. Tiene un elenco soporte que es una selección, pero ¿qué sería de esta diversión sin un tipo como Rodríguez agitando las banderas de la libertad a puro sablazo?
Aventuras de un héroe invencible En Machete , Robert Rodriguez pone la mira en un ex agente federal que abandonado a morir tras un choque con un capo mexicano de las drogas, escapa de Texas buscando desaparecer y olvidar su trágico pasado en el que murieron su esposa y su hijo. En su camino hallará una siniestra red de corrupción y engaño. Machete deberá limpiar su nombre y dejar al descubierto una profunda conspiración al tener que enfrentarse con un cruel empresario, con un perverso agente fronterizo que lidera un pequeño ejército, con un malvado individuo experto en artes marciales y con una joven funcionaria de migración que durará entre la aplicación de la ley y hacer lo que es correcto. De rostro imperturbable y firme decisión, ese Machete invencible (un muy buen trabajo de Danny Trejo) no cejará en su propósito de vencer a los malvados, quienes además de contrabandear drogas eliminan a todo aquel que, sin documentos, se atreva a cruzar la frontera entre los Estados Unidos y México. Nada falta en el film para entretener a los espectadores, ya que el director Robert Rodriguez sabe que, aunque por momentos eleve la cuota de sadismo, su guión posee todos los atributos para relatar esta historia en la que su personaje central se convierte en un defensor de la ley frente a tantos enemigos a los que debe vencer. El realizador supo, además, crear el necesario clima de violencia que pedía la trama, y para ello contó con una fotografía de indudable calidad, con una apropiada música y con un casi alocado montaje que permite dar el necesario sabor a su guión (que incluye la posibilidad de proseguir sus aventuras fílmicas).
Definitivamente Machete no es para cualquiera. Solo es apta para los amantes del absurdo, de las pelis ultraviolentas y no acepta puntos intermedios. Por mi parte la disfruté mucho en muchos tramos de la historia, pero debo confesar que unos buenos cortes o un 2x en algunos casos le hubieran venido muy bien para darle más ritmo a la película. Uno de sus puntos a favor y super intencionalmente buscado, fue el gran elenco que metieron para secundar a ese gran secundario que es Danny Trejo. La película tiene un leve guión que ata escenas locas que seguramente Robert Rodriguez en su retorcida mente tiene guardadas hace tiempo. Clara señal de esto es lo de los intestinos... Todas estos momentos zarpados (no le cabe otra definición) están desparramados en toda la película, pero esos espacios del medio son los que pueden aburrir un poco. Machete es una fiesta y algo distinto para ver en este 2010 bastante pacato. No conviene entrar con dudas... no es para flojitos.
Machete es una atípica película de Robert Rodriguez pese a que en principio parece más de lo mismo. Esta resultó por lejos la producción más politizada del director, quien por lo general se centra en el mundo de la ficción y la fantasía y no suele tratar con temáticas sociales. Machete puede ser tomada en joda e inclusive ser analizada como una producción clase B que tuvo la suerte de llegar a la cartelera. Sin embargo, más allá del festival ultra sangriento que ofrece el film (otro elemento atípico con el que no se suele relacionar a Robert) y los personajes estereotipados, la historia de este anti héroe protagonizada por Danny Trejo retrata la problemática de la inmigración ilegal en Estados Unidos con bastante crudeza, donde más allá de los chistes y el humor del director se dice más de una verdad sobre lo que ocurre en ese país. En ese sentido Machete recuerda bastante al cine de Roger Corman que presentaba cuentos que en principio parecían banales pero detrás tenían mensajes interesantes. George Romero es otro director que siempre se destacó en estas cuestiones. A lo que voy con esto es que esta película de Rodríguez es mucho más que una celebración del cine de los años ´70 clase B, que se evoca claramente. Que después el espectador prefiera o decida no fijarse en esas cosas es otro tema, pero están ahí.. Sólo en este 2010 Danny Trejo trabajó en más de diez películas. Claro que esta es la única que llegó a los cines. Después de años de remarla como extra y actor secundario Machete le dio la oportunidad de aparecer solo en el afiche de uno de sus trabajos. La gran paradoja de este tema es que en la película el personaje que interpreta Danny terminó siendo un personaje secundario más en la trama. Ya sea por sus limitación como actor o porque resultara así planteado el guión, la realidad es que Jeff Fahey (excelente actor subestimado si los hay) y Robert De Niro tienen en la historia más peso que el protagonista. Machete sobresale en las escenas de acción pero no tiene la misma fuerza que el Mariachi, que era un personaje mucho más atractivo. Con participaciones bizarras de Don Johnson y Steven Seagal (que te hace morir de risa con un par de palabras que tira en castellano) la película es un muy buen entretenimiento para los amantes del cine clase B y el gore. La trama se hace por momento un poco larga porque Rodríguez se toma su tiempo para presentar la premisa que se trabajaba en el trailer ficticio de Grindhouse, pero al final el balance es positivo.
Como Rambo, pero al estilo Rodriguez Mucha sangre, acción, mutilaciones y tiros sobreabundan en Machete, el film que dirige el particularísimo Robert Rodríguez (La Balada del Pistolero, El Mariachi, Spy Kids, entre otras) y que protagoniza Danny Trejo, quien fuera actor de reparto en otros trabajos del mismo director. Machete cuenta la historia de un mexicano indocumentado –ex federal incorruptible- que trabaja en Estados Unidos y que, sin querer, se verá envuelto en una entramada conspiración. La ambición por el poder, el dominio territorial del negocio del narcotráfico y la problemática de la inmigración ilegal en las fronteras de Estados Unidos se mezclan en este film para dar lugar a una historia llena de acción y violencia. Machete, el héroe del cuento, es un corpulento y feísimo latinoamericano con cara de malo, al que contratan para hacer un trabajo sucio en contra de su propia voluntad. El film plantea situaciones irónicas que hacen referencia a una realidad imposible de eludir; por otro lado, las exageraciones rozan el absurdo de tal manera que despiertan la risa inevitablemente. La banda sonora se luce acompañando e incrementando en un in crescendo apropiado los momentos dramáticos e imprimiendo una huella particular para cada personaje. Música y ritmo visual se mezclan y aportan un plus a cada escena. Las interpretaciones son tan buenas en algunos casos –la de Robert de Niro en su papel de Senador, por ejemplo- como rebuscadas (pero con buen resultado) en otros –Michelle Rodríguez, quien interpreta a Luz-. Personajes bizarros y otros no tanto se combinan en una historia que de a ratos parece ser producto de un ensayo de diversión del director. Sin embargo, lo que allí se cuenta encierra fuertes verdades que de divertidas no tienen nada. Hay algunas desprolijidades evidentes, aunque bien podría pensarse que están a propósito. De todos modos, la belleza de las mujeres que acompañan a los hombres rudos y malos seguramente logrará que aquellas pasen desapercibidas.
El rey del sablazo Nació como un falso trailer que precedía a "Planet Terror", película de 2007 de Robert Rodriguez, y al igual que aquel filme "Machete" se presenta como un celuloide degradado, con colores sin brillo, de estética imperfección. Filme de denuncia nada sutil acerca del racismo y sobre la política de los EE.UU. respecto a la inmigración mexicana, donde no se duda en comparar a los "chicanos" con cucarachas en el spot que promociona al Senador John McLaughlin que interpreta Robert De Niro, quien en la cinta promete terminar con la invasión del sur. Para ayudar a sus hermanos está Machete (Danny Trejo), un ex agente mexicano que debió cruzar la frontera luego de que el narco Torrez (Steven Seagal) matara a su mujer y, por esas cosas de la necesidad cinematográfica, dejara escapar a Machete, el único que no se doblegó ante su poder. El senador propone crear un muro electrificado en la frontera entre México y EE.UU. y por ello un sujeto contrata a Machete para que mate a McLaughlin. Pero las cosas no son lo que parecen y sólo consiguen despertar a la bestia, o sea a Machete, quien inicia un festival de descuartizamientos que hará las delicias de los amantes del gore. Los directores Maniquis y Rodríguez echan mano a todos los recursos del cine clase B que el tiempo fue haciendo clásico y el público hizo suyo con una mirada más socarrona, cómplice y condescendiente. Así podrán disfrutar de escenas inverosímiles y hasta ridículas, especialmente hacia el final, pero también de otras con destino de clásico. Las actuaciones de De Niro y Don Johnson, como un cruel sheriff W.A.S.P., brindan el contraste preciso para que con su seriedad interpretativa el contexto se torne más burlón, mientras Steven Seagal y su peluquín contribuyen a los momentos más risibles; en tanto Jessica Alba, Michelle Rodríguez y Lindsay Lohan aportan, cada una en su estilo, la cuota de erotismo que el público afecto a estas propuestas reclama. Notables encuadres y tiros de cámara que dotan al relato de expresividad más allá de lo meramente técnico, se suman al tratamiento del filme en sí, el que le brinda textura al presentarlo rayado, granuloso y hasta con saltos propios de cortes producidos por aquellas viejos proyectores cuyas lámparas aruinaban esas copias tan inflamables. "Machete" es el filme indicado para nostálgicos con ganas de revivir experiencias pasadas en viejos y desaparecidos cines de barrio; eso sí, de estómagos fuertes y pocas pretensiones.
Un día con (muchos) mexicanos Desde que en 1992 presentó El Mariachi, que rápidamente se convirtió en objeto de culto, Robert Rodriguez viene construyendo una personalísima visión de la violenta frontera que separa a los Estados Unidos de México. El díptico Grindhouse junto a Quentin Tarantino, Érase una vez en México, Del crepúsculo al amanecer, Desesperado –con “desviaciones” como Miniespías y Las aventuras del niño tiburón y la niña de fuego– son películas que recurren al western, al terror y al gore (mutilaciones, vísceras al aire, etcétera), pero todas tienen sus altas dosis de asesinos, narcotraficantes, mujeres letales, armas sofisticadas, potentes autos y el orgullo latino insertado en el riñón de Hollywood. Si todos estos films forzaban el verosímil al máximo, Machete es el disparate mayor, al que además, y dentro del imaginario del director mexicano, se le agrega la denuncia obvia, pero denuncia al fin, de la cuestión de la inmigración. Y ahí va Machete, repleta de estrellas en franca decadencia o en su mejor momento, un team que va desde Jessica Alba y Michelle Rodriguez, pasando por Robert De Niro y Steven Seagal, hasta Lindsay Lohan y Don Johnson, todos felices de poder participar. Por supuesto, en la enumeración de figuras falta el gran Danny Trejo, eterno segundón de innumerables producciones de bajo presupuesto, encarnando su primer protagónico como Machete Cortes, un ex agente federal mexicano al que le asesinan su esposa y que busca justicia y venganza enfrentándose a un cártel de narcos y a un senador ultramontano (De Niro), que busca su reelección proponiendo que los Estados Unidos construya un muro electrificado para detener la inmigración desde México. Lo que sigue es una trama sencilla, la exploración concienzuda de las posibilidades de todo tipo de armas cortantes en el cuerpo humano y una batalla antológica, donde se enfrenta una guardia paramilitar gringa a un ejército de vendedores de tacos, cortadores de pasto y albañiles mexicanos, casi una actualización de la famosa batalla de El Paso, aunque aquí con los latinos como ganadores. Y claro, las chicas, que inevitablemente caen a los pies del musculoso, tatuado, parco y letal protagonista. Machete cumple con lo que promete, un homenaje al cine clase b de los años setenta, que como plus, también habla del racismo y la intolerancia de un país poderoso ante otro que lo provee de mano de obra barata. <
La revolución de los pobres Era predecible, tratándose de Robert Rodriguez, que ese trailer falso que unía en Grindhouse (2007) a Planet terror y Death proof contara con todos los ingredientes para convertirse en largometraje en el futuro. El atractivo de ver a Danny Trejo empuñando un machete, esa arma rústica y simbólica de una clase social marginal, ya significaba demasiado como para perder la posibilidad de convertirlo en una historia. Ahora bien, lo que nunca nos hubiéramos imaginado tras ese trailer era que detrás de una película clase B orientada al puro entretenimiento se pudiese deslizar a cuenta gotas un planteo político y tan vigente en nuestros tiempos como el de la lucha de los inmigrantes ilegales mejicanos, utilizados como moneda de cambio por los Estados Unidos en iguales proporciones desde la derecha y desde la izquierda, y que en definitiva ocupa hoy uno de los pilares de la política exterior del imperio yanqui y de la agenda del presidente Obama. Si a eso le sumamos que el inimputable Robert De Niro haga las veces de político derechoso que mata ilegales por diversión y al temible Danny Trejo como un mejicano justiciero y revolucionario que unirá a los desposeídos en una revolución a puro machete, metralleta y autos viejos, la diversión está garantizada. Machete se asume desde el primer minuto por su propuesta estética como homenaje al cine clase B, planteando una historia absolutamente lineal que busca el pretexto ideal para deleitar a la platea con gore, algo de sexo y mucho humor en dosis adecuadas, que se valen de la autoparodia como un recurso inteligente y potable para esta ocasión. Al resto del elenco se le suman la sexy Jessica Alba, quien juega el rol de policía mejicana honesta en un mundo corrupto y la dura Michelle Rodriguez en un doble personaje que por motivos obvios no revelaremos. Si a eso le agregamos como frutilla del postre a este convite de violencia y grotesco -dirigido aceptablemente por el realizador de El mariachi junto a Ethan Maniquis- las participaciones de Steven Seagal, Don Johnson y Lindsay Lohan, todos riéndose de sí mismos, el atractivo es lo suficientemente fuerte como para pasar un grato momento.
Rodriguez lo hizo de nuevo y sin ceder un centímetro a lo que el mainstream considera correcto a la hora de ser (o parecer) bizarro. Luego de haber partido en dos su filmografía con la enorme Planet Terror (parte de ese combo de subversión delirante que fue Grindhouse, junto a Quentin Tarantino), el gran mex man de Hollywood repite infamia fílmica y escupitajos cinéfilos al que se le cruce. Si Planet Terror fue su Apocalypse Now zombie, Machete es la gran Scarface que su filmografía nos estaba debiendo. La aventura nos presenta al protagonista de aquel trailer apócrifo que acompañó a Grindhouse en los cines, un hombre armado hasta los dientes y sediento de justicia por mano propia. En este caso, Mr. Machete Cortez (Danny Trejo, nacido para el personaje) combate a los que reprimen a quienes cruzan la peligrosa frontera yanqui en busca de una vida mejor. En el grupo de los malos hay matones, un mafioso todo terreno (Steven Seagal) y, sobre todo, un senador conservador (Robert De Niro) que no solo lidera una campaña anti-inmigrante, sino que se encarga él mismo de dispararles en la cabeza, con la ayuda de una pequeña brigada de impresentables. Pero Machete no está solo, cuenta con la derecha (y la izquierda) de la guerrera Luz (Michelle Rodriguez), damisela de armas tomar que, a modo de bonus track, levanta la temperatura cada vez que aparece en pantalla, al igual que la otra femme fatale del cuento, Sartana Rivera (Jessica Alba), otra lady de las afiladas. En términos formales Rodriguez reprodujo con sucia pulcritud la estética de retoque retro, de fílmico averiado por el tiempo, rayado, salpicado por la sangre de las víctimas del héroe en cuestión, pero también por un estilo propio reforzado en un calculado derrape visual, como fuertes bocanadas de gore dulzón, de humor recargado y brutal. Porque te reís o te reís con las amputaciones de villanos, con las balas que no dejan de salir, con los cuchillos que vuelan certeros hasta el corazón de la víctima. El amigo Robert tomó impulso y entregó una cumplidora nueva entrega de lo que mejor le sale: cine de posmodernidad radicalizada. Y aquí estamos, aplaudiendo y, claro, gritando por una más.
A pesar de que el “trailer real” de Machete (2010) definitivamente era muy inferior al falso de Grindhouse (2007), la película en sí resulta una simpática sorpresa ya que además del tradicional cóctel “clase B” de Robert Rodriguez nos encontramos con un retrato afilado de la xenofobia estadounidense y sus correlatos paranoicos: aquí las recurrentes amputaciones, las gloriosas curvas femeninas y la ausencia de metáforas van de la mano de un régimen discursivo de “complacencia cero” (precisamente por ello Planet Terror fue una obra interesante y Death Proof de Quentin Tarantino un gesto patético, vacuo a más no poder). Danny Trejo, Jeff Fahey, Cheech Marin y Steven Seagal constituyen los engranajes centrales de esta hipérbole desvergonzada...
El nacimiento de una saga Tierra roja, reseca, tierral y un rostro de rasgos cortados a cuchillo. México y Danny Trejo son los protagonistas de Machete, la película de Robert Rodríguez en la que el director no deja ningún cliché por fotografiar. Rodríguez, devenido en entretenedor de público latino y hábil imitador de Quentin Tarantino, armó la película cuando vio que salía bien una ocurrencia con cara de Trejo, para un tráiler. Machete es el nombre del ex federal que salta el cerco de la ley para hacer justicia. El tema, archivisitado, se consuma con una comedia sangrienta, de trazo grueso y humor negro. Aun así, Machete puede divertir a los seguidores del cine clase B y a los espectadores que disfrutan con los gestos paródicos, porque Rodríguez lleva formato y género a extremos delirantes. Machete deambula sin trabajo por el área fronteriza donde sobreviven los mejicanos ilegales. A medida que corre la acción, cada vez más violenta, el perdedor (es ex agente federal que cayó en desgracia) va forjando su leyenda, rodeado de mujeres muy especiales. El director carga las tintas en los perfiles de unas divas de historieta. Las chicas que se parodian a sí mismas son de armas llevar y hablan un cocoliche spanglish. Michelle Rodríguez (Lost) es Luz, la chica que ayuda a los inmigrantes desde su puesto de tacos; Jessica Alba explota sus encantos como Sartana, la agente de inmigración; y Lindsay Lohan se ríe de sí misma (“yo sé lo que la gente quiere”) y se desnuda en el rol de April, la hija del mafioso de guante blanco. Machete ha sido considerada una película oportunista, estrenada cuando en Arizona el avance de la derecha logró una ley restrictiva contra los inmigrantes. Conceptualmente, es insostenible por lo burdo del planteo general. Desde aquí, se la ve como un producto típico de Rodríguez que, si bien subestima al público masivo, transita los estándares del género con la cámara como machete eficaz. Son perlitas para el chiste, las participaciones con personajes extremos de: Robert De Niro, el senador anti inmigrantes al que Machete debe asesinar; un resucitado como Don Johnson en el rol de Von Jackson, cazador de mejicanos en la frontera; Steven Seagal, macizo hombrón en el papel del narcotraficante Torrez. Y el chiste mayor, Danny Trejo presentado como sex-symbol latino que conquista a todas con su rostro inmutable. El camino para la creación del Charles Bronson contemporáneo ha comenzado.
La venganza de los estereotipos mexicanos “Jodieron al mexicano equivocado”. Los caminos de la vida. Un delincuente condenado a 15 años de prisión se redime, se convierte dentro de la misma en campeón de boxeo, sale, entrena a Eric Roberts para pelear en Escape del Tren, comienza una segunda vida dentro del mundo del cine como entrenador, doble, extra… y un día, su rostro lleno de cicatrices de la vida llamaron la atención de los directores buscadores de estereotipos mejicanos y empezó a formar parte de pandilla de asesinos, criminales, etc. Pero un día, el reivindicador de los estereotipos latinos, llamado Robert Rodríguez lo llamó para formar parte de su obra completa. A veces, como villano, a veces como héroe, como se puede ver en la saga de Mini Espías. Pero el actor, californiano, pero descendiente de latinos, merecía tener un protagónico… y paradójicamente, lo consiguió para un trailer. Los caminos de la vida. Cuando Robert Rodríguez se unió a Quentin Tarantino para realizar el díptico Grindhouse, se le ocurrió dirigir uno de los cuatro falsos trailers que acompañaron a los dos largometrajes, Planet Terror y A Prueba de Balas. Aunque Don’t de Edgar Wright (el mismo de Scott Pilgrim y Muertos de Risa), Thanksgiving de Eli Roth y, especialmente, Werewoolf Women of the SS, de Rob Zombie (con Nicholas Cage como Fu Man Chú), tuvieron una manufactura técnica increíble, el único que realmente pareció pertenecer a una película real, y sobretodo a una de los años ’70 era Machete, con Danny Trejo y Jeff Fahey como protagonistas. El público enloqueció. Machete superaba a Planet Terror, y eso que duraba solo tres minutos y medio, y eso que la obra de Rodríguez es la obra más gore desde Muertos de Miedo de Peter Jackson (1993). El público lo pidió, el público lo tuvo: ¡Danny Trejo Super Star y Machete se volvió real! Es posible que al estar dirigida por Maniquis, alguno sienta que la película no es tan Rodríguez… Se equivocan. Rodríguez ha hecho su film más personal, riesgoso y anticonvencional, aun cuando cae en todos los estereotipos posibles. Machete se acerca más al trazo grueso de Y Donde está el Piloto? a una Grindhouse. Esto se debe a que Rodríguez decidió ubicar la historia en los tiempos modernos, y sacarle un poco la estética “película de cine viejo”, que es algo más propio del director de Bastardos sin Gloria que de Rodríguez. Esta vez no hay Tarantino a la vista. Rodríguez mezcla lo mejor de todas sus obras: el humor, la acción y la falta de escrúpulos para mostrar de forma estereotipada, pero a la vez con mucho respeto a la comunidad mexicana que tenía la saga de El Mariachi / La Balada del Pistolero / Érase una vez en México, con cierta narración superflua de Mini Espías, ciertas “actitudes” que parecen sacadas de un cómic (como lo fue La Ciudad del Pecado) y el gore de Planet Terror con algunos personajes de Del Crepúsculo al Amanecer. Pero hay algo nuevo: citas cinéfilas obvias y chistes internos de Hollywood, que parecen inspirados en las obras de Zucker y Abrams… o del propio Tarantino, sumado a un dreamteam de figuras, donde sobresalen Don Johnson, Robert De Niro, Cheech Marin, Steven Seagal, Jessica Alba, Lindsay Lohan, Jeff Fahey, Tom Savini, y por supuesto, su protagonista, Danny Trejo. Lo irónico, es que más allá de la sátira y la inverosimilitud de cada escena, o de cada minuto; del subrayado de algunos textos (pocas veces tan bien usado, prestarle atención al texto de la longitud de los intestinos), de las autoparodias de Lohan (con relación a su pasado de drogas) o el propio De Niro (conduce un solo auto en toda la película, adivinen cual), lo mejor de Machete, es el cinismo pero, a la vez, la seriedad, con la que encara el tema de la entrada de inmigrantes mexicanos ilegales en los Estados Unidos, y la sed de sangre, odio y xenofobia de los sectores más conservadores representados por los republicanos de Texas (el personaje de De Niro). Con humor y estereotipos, Rodríguez critica la política de crear una valla eléctrica (iniciativa de la familia Bush, por supuesto), y sugiere que tal vez este acto beneficie al narcotráfico. Y no es algo que sobrevuela la película, sino el tema principal: los mexicanos discriminados en los Estados Unidos le declaran la guerra a los republicanos. Violenta, surrealista, icónica. No hay plano de más y en cada encuadre se puede ver una cita u homenaje a otra película (incluida, Harry, el Sucio). Rodríguez y Maniquis crean una película muy imperfecta, pero planeadamente imperfecta que la hacen fresca, espontánea, más divertida y original. Algunas escenas con gran despliegue técnico contrastan con otras más pobres, pero a la vez, imprevisibles como los diálogos acerca de la “utilidad” de los mexicanos en Estados Unidos por parte de los guardaespaldas de uno de los villanos (entre los que aparece actuando Nimrid Antal, el director de Depredadores). Es cierto que hay escenas que no quedan claras (como la inicial, pero el misterio da pie a una segunda parte quizás) personajes que desaparecen repentinamente (el de Savini) y un supuesto incesto que da pie a la ambigüedad. Pero como dije, esta imperfecciones no hacen más que mejorar de alguna manera al film. Por momentos parece que a Rodríguez la película le importa muy poco, y otros que le preocupa mucho. Aun así, vale resaltar, que al director de Aulas Peligrosas, pone en un pedestal a “el mexicano” rudo y se burla de su protagonista (en pequeñas cosas), de la religión, de la política, de la mirada estadounidense. La falta de solemnidad y escrúpulos de Rodríguez provocan que Machete sea tan divertida. Con logradas actuaciones, un montaje que por momentos sorprende, una banda sonora soberbia y una mirada autoral meticulosa, el nuevo trabajo de Rodríguez supera todas las expectativas (mucho más que Los Indestructibles destruidos de Stallone). Esperemos que Rob Zombie, Eli Roth y Edgar Wright sigan el ejemplo. Todos los caminos se cruzan en un sagrado juramento: ¡Que Viva Machete!
Luego de varios meses de demora desembarcó en nuestras carteleras Robert Rodriguez y su Machete. Esta producción de larga data nació originalmente como un falso trailer que se pasaba en las emisiones de Planet Terror, aquel proyecto que llegó junto a Death Proof de Quentin Tarantino. Con un inusual contenido político, el "hemanito menor" de Tarantino nos contará la cruenta venganza que llevará adelante un mexicano que luego de escapar a Texas para intentar olvidar su duro pasado es contratado para asesinar a un corrupto senador y se ve envuelto de este modo en una serie de problemas que hacen que sea el hombre más buscado por la ley. Ese contenido político del que hablo se ve mencionado en la expresa discriminación que sufren los mexicanos en el territorio norteamericano, además de las medidas que muchas veces se quieren llevar adelante en ese país para contrarrestar el ingreso de inmigrantes ilegales a su territorio. Entrando más en detalle con la historia debo decir que Machete es un ex agente que tuvo que huir de su país luego de un trágico encuentro con el narcotraficante Torrez. Es en los Estados Unidos donde encontrará la tranquilidad para rehacer su vida, hasta que se cruza en el camino del Doctor Booth. Este ricachón contratará a Machete -sin conocer su pasado- para asesinar a un senador de duras posturas contra la inmigración ilegal llamado McLaughlin, a cambio de 150.000 dólares. Booth en realidad no quiere muerto al senador, sino que en realidad quiere crear una especie de conspiración en contra del político para que pueda conquistar su tan ansiada reelección. Obviamente que esto deriva en una repugnante traición al bueno de Machete, desencadenando todo tipo de peleas y venganzas de costos muy altos. Con un tono que roza lo ridículo en varios momentos Rodriguez lleva adelante 105 minutos de pura diversión, que se ven claramente potenciados por el estupendo reparto que integra este film. Machete tiene algunas escenas que quedarán grabadas en quienes puedan verla, como la utilización de los instestinos de una persona para escapar o el gran tiroteo en la iglesia matizado con el sonido del Ave María de fondo. Mención aparte merece la batalla final con esos autos simulando ser caballos en pleno relinche. Danny Trejo tuvo su primer protagónico importante a sus 66 años y aunque su personaje este dotado solo con algunas líneas de diálogo, Trejo se las ingenia para expresar y entretener en todas las escenas en las que participa. Por otra parte tenemos a un Robert De Niro interpretando a McLaughlin que nos vuelve a demostrar porqué es uno de los más grandes actores de la historia, con una brillante actuación al límite de la sobre actuación. Jessica Alba, Lindsay Lohan, Steven Seagal, Don Johnson y Michelle Rodriguez cumplen perfectamente en sus roles secundarios, al igual que Jeff Fahey. Machete cumple con todo lo que promete y devuelve esa cuota de acción que quedó vacante con la partida de Los Indestructibles de nuestras carteleras.
Disfrutes y decepciones Y Machete, si bien es una película con unos cuantos buenos momentos, algunos buenos chistes, algunas actuaciones regocijantes, es bastante menos de lo que pudo haber sido. Vamos por partes, por cortes, que parece ser lo indicado en una película con tanto filo de cuchillos, espadas, tijeras y, obviamente, machetes. Machete comienza con una secuencia en México, con un color setentoso, un coche y un ambiente que hacen recordar a la gran película de Sam Peckimpah Traigan la cabeza de Alfredo García, un título fundamental en cuanto a decapitaciones se refiere. Justamente, Machete empieza con una decapitación, con una chica desnuda y con un celular perfectamente ubicado, y con el principio del show de Steven Seagal, uno de los villanos. Luego de ese comienzo rutilante y prometedor, la película avanza un poco a los tropezones, con secuencias con demasiada autonomía, sin tensión, con una estructura demasiado pop, demasiado deudora de la idea de segmentos que puedan ser cortados por tandas televisivas. Es cierto, la apuesta de Rodriguez y Maniquis va por ese lado: por los seriales, por la clase B, por muchos componentes trash. El problema es que Machete tiene una línea política seria, de denuncia, con algunas buenas frases (“nosotros no cruzamos la frontera, es la frontera la que nos cruzó”) que dan cuenta de forma comprimida de las injusticias actuales e históricas sufridas por los mexicanos en y frente a los Estados Unidos. Esta línea política no es mala per se –de hecho, creo que Machete podría haber sido una buena película seria y sombría, o un gran artefacto pop cargado de ideología, si hubiera tenido, entre otras cosas, un tono más decidido– pero se resiente con tanta estructura episódica, con tanto fragmento, y también con alguna obviedad, como cuando el personaje de Jessica Alba dice que “va a hacer lo correcto” cuando el silencio y la acción habrían sido menos redundantes y más elocuentes y límpidos. Con todo, la estructura de fragmento, de disparate sanguinolento, podría haberse atenuado si el fragmento final, la lucha colectiva de cierre, hubiera formado un todo compacto, hubiera sido una set piece de acción bien planificada. Pero es el momento más flojo: Rodriguez y Maniquis se preocupan por el look de los contrincantes (los planos de Lindsay Lohan y la hermosa Michelle Rodriguez), por mostrar explosiones que detienen la acción, por la fragmentación un tanto incomprensible del espacio (véase a un maestro del relato de luchas en varios frentes como a James Cameron en la batalla final de Avatar para comparar) y por una fascinación por los efectos digitales (¿cuántas veces tiene gracia mostrar esos coches que se paran en dos ruedas?). A pesar de toda esta lista de defectos, debo decir que tengo más simpatía que antipatía por Machete. Sin embargo, la mejor película de Rodriguez sigue siendo Del crepúsculo al amanecer: una película verdaderamente festiva, endiabladamente clase B y con el gran protagónico de George Clooney. Del crepúsculo al amanecer es, además, mucho más carnalmente erótica –recordar el baile de Salma Hayek– que Machete (salvo el principio, demasiado prolija en este aspecto, y hasta con un desnudo “digital”: el de la ducha). Y la mejor película de Danny Trejo con Robert De Niro sigue siendo Fuego contra fuego, la obra maestra de Michael Mann.
Con sello inconfundible Tras el falso trailer de este largometraje, aparecido por primera vez en los avances del proyecto Grindhouse -que realizó junto a su amigo Quentin Tarantino- Robert Rodríguez (1968, Texas, EEUU) demuestra una vez más que sabe renovarse constantemente, a pesar de insistir con los estereotipos. Se trata de un caso raro. Porque el director de Sin City y Érase una vez en México, entre otras, no se caracteriza por usar ideas precisamente originales; sin embargo, su mayor fortaleza consiste en amalgamar historias que ya han sido tratadas (que incluyen desde asesinos solitarios, vampiros y zombies hasta espías infantiles) con su toque inconfundible, que le ha ganado renombre a base de entretenimiento puro y duro. Machete no es la excepción a la regla, porque después de ver al mítico Danny Trejo camuflado en cuero, con sus cuchillos, tatuajes y arrugas durante los primeros minutos de la película, uno ya sabe con qué va a encontrarse. En este sentido, Rodríguez da un paso adelante cuando otros ya hubiesen retrocedido, y jerarquiza al actor por sobre el personaje. Imposible entonces no disfrutar de gemas como el desquiciado político que encarna Robert De Niro, el siniestro mafioso que compone Steven Seagal, el cura pistolero de Cheech Marin o la autoparodia en la que se convierte Lindsay Lohan. Caso contrario sucede con los roles femeninos principales, que sucumben ante los encantos de Machete (a cargo de Jessica Alba y Michelle Rodríguez), siempre exagerados. El film cuenta la historia del personaje del título: un policía federal de México que ha sido expulsado del cuerpo tras ser traicionado, tras lo cual intenta sobrevivir en la frontera que une al país con Estados Unidos. Allí, un prolífico senador en busca de una reelección intenta demostrar los peligros que implican la aceptación de inmigrantes en territorio norteamericano. Mientras tanto, un grupo narco planea hacerse del lugar para poder controlar los ingresos y egresos de productos en ambos países. En este contexto, Machete es contratado para cometer un asesinato, pero luego de sufrir un nuevo engaño decide vengarse no sólo de aquellos que quisieron arruinarlo sino, también, de quienes provocaron terribles males en su pasado. Si bien las denuncias pueden resultar obvias, la bajada de línea sobre la política de inmigración que sostiene la película no deja de ser contundente, y a pesar de contar con el apoyo de grandes productoras norteamericanas (no sin algunos problemas a la hora de su estreno) el tema es eje central del conflicto. Claro que, a la larga, todo el metraje es una excusa para que el director tejano dé muestras de su inagotable capacidad para crear escenas de violencia clase B, sin perder su estilo. Machete es una película violenta y bizarra que resulta un homenaje al viejo cine de bajo presupuesto, mixturada con importantes dosis de humor negro, elementos del western y del cine gore. Tal vez no resulte apta para almas sensibles (como casi toda la filmografía de su director), pero su innegable calidad y capacidad de entretener la hacen irresistible.
Revuelta, no revolución En el cine de Robert Rodriguez se pueden percibir dos vertientes bastante definidas. La primera está representada por su cine infantil, con la saga de Miniespías y La piedra mágica como máximos exponentes. La segunda por su cine de acción, conformado por filmes como Desperado, La balada del pistolero, Del crepúsculo al amanecer, Sin city, Planet terror y ahora Machete. La última vertiente es la que le ha permitido a Rodriguez adquirir mayor repercusión crítica, a partir de las ideas estéticas, narrativas e ideológicas que despliega. Son todas películas con una gran cantidad de ideas, un ritmo ágil en sus relatos y un trabajo estético que puede parecer alocado y hasta descuidado, pero en verdad responde a múltiples y calculadas referencias. Sin embargo, habría que ponerse a pensar si en verdad ese es el cine que vale la pena del cineasta mexicano. Machete es un buen ejemplo de las virtudes y defectos de esta corriente. Exhibe unos cuantos méritos a partir de colocar a un eterno villano en el papel del héroe, con un mexicano como Danny Trejo -que debe estar entre lo más feo que ha dado la historia de la actuación- como sex symbol absoluto, representante de la rudeza sensual, levantándose a todas las minas que se le cruzan en el camino -con Jessica Alba y Lindsay Lohan como máximos exponentes- y vengándose de todos los que le arruinaron la vida en el camino. A la vez, Rodriguez un poco como que rescata a actores como Steven Seagal o Robert De Niro, que tienen sus mejores actuaciones en muchos años. Y delimita un contexto grasoso pero también con intenciones subversivas. Pero es en esto último donde Rodriguez manifiesta sus mayores limitaciones. Su pretensión de plantear una utopía donde los inmigrantes mexicanos puedan rebelarse contra los que quieren expulsarlos de los Estados Unidos no deja de ser saludable, pero también limitada. Al igual que en Erase una vez en México, el discurso es enarbolado de tal forma que pareciera que estuviera tratando de meter un cuadrado en un círculo. El choque con el abordaje genérico es muy fuerte y termina siendo difícil tomarse en serio a un cineasta con innegable talento para la puesta en escena, pero con una mirada un tanto limitada sobre qué decir y cómo hablar sobre el entorno que lo rodea. En realidad, lo que viene a delatar un filme como Machete son los méritos de las películas infantiles de Rodriguez. La saga de Miniespías, por ejemplo, posee muchas más nociones imaginativas y verdaderamente trascendentes. Lo que es capaz de afirmar allí Rodriguez sobre la familia, la hermandad, la amistad, las relaciones paterno-filiales, el poder de la imaginación es mucho más rico y atendible. La fantasía es, en filmes como La piedra mágica, una forma de cambiar al mundo, de hacer una política vital y realmente productiva. Por eso, aunque no lo parezca, el cine de Rodriguez con real capacidad de ser revolucionario, de sacudir las estanterías, es el infantil. Porque dice las cosas bien de frente, hablando con el idioma que corresponde. Si con su cine de acción, Robert parece un adolescente que le tira palos a todo el mundo, pero no tiene muy en claro qué proponer a cambio, excepto un par de sugerencias demasiado románticas; con su cine de fantasía es como un niño que tiene bien en claro su amor por los seres que lo rodean y que no está nada mal usar cualquier elemento que lo rodea para modificar el universo.
Esta película dirigida por Robert Rodriguez es una cinta que va a dividir la opinión del público, por el simple hecho de ser muy directa en sus intenciones y, aparte de todo interés de entretenimiento, posee pocas virtudes cinematográficas.
La historia del único héroe mexicano posible Machete se parece a muchas cosas y, a la vez, a muy poco. Se parece a muchísimo cine de los años '70, a mucho del trash y de la serie B que tanto su realizador, Robert Rodríguez, como Quentin Tarantino consumen e idolatran. Y a su vez, no se parece en nada, por ser una rara avis dentro del mundo de cine torpe y bienintencionado que produce actualmente Estados Unidos. En otras palabras, Machete es incorrecta, tanto política como narrativamente. Tiene sobreabundancia de situaciones, cierta vacilación narrativa, pero al mismo tiempo es todo ello lo que la vuelve -por ser deudora de tanto cine de matinée barato encantadora y bien filmada. Es un espíritu de celuloide rayado, sucio, el que corroe el rostro agrietado de Danny Trejo, ninguno más que él para ser Machete. El Machete de Trejo/Rodríguez es juego de referencia cinéfila, de divertimento bizarro, también es mirada crítica, sin doble discurso ni altanería que declame. En este sentido, Machete encarna al único superhéroe mexicano posible, deudor de Santo, el Enmascarado de Plata. Como tantos de su estirpe, es la tragedia la que sacude a Machete hacia la venganza personal y, sobre todo, hacia la revuelta social. Todo esto contado con el desenfado mayor, con la ridiculez como manera inteligente de burla. Por un lado, las caracterizaciones de los recuperados y vintage Steven Seagal y Don Johnson, ecos de films parecidos pero regurgitados por la maquinaria Rodríguez. Por otro lado, el gran Robert De Niro como hace tiempo no hace algo similar: el fascista senador republicano John McLaughlin, quien sonríe mientras asesina mexicanos ilegales, como si de cucarachas y gusanos se tratase. Y por último, las chicas que atraviesan el film, ufanadas de competir por el encanto sexual del héroe de la película: Jessica Alba, Michelle Rodríguez, y una Lindsay Lohan que demuestra haber perdido todo mínimo reparo, vestida como la monja letal que Disney pretende negar haber traído al mundo. Por esas rarezas circunstanciales, la denominada Ley de Arizona contra los inmigrantes ha dado la razón al contenido del film de Rodríguez. Como si se tratase de una reacción violenta hacia lo que dicha ley significa -si bien promulgada posteriormente al film , el Machete de Trejo tiene una respuesta posible y, por lo que parece, hasta amenaza con continuarla en secuelas. Machete se erige, sin que se lo proponga, como denuncia eficaz ante la insensatez peligrosa de tantos discursos serios, acunados por una corrección política que amenaza con convertirse en el veneno más poderoso.
Una joya del cine clase B con una crítica a la política estadounidense. Para disfrutar “Machete” hay que tener una mirada favorable hacia el cine de género, y especialmente al de Clase B. Robert Rodríguez, el mismo de “Planet Terror” y socio de andanzas de Quentin Tarantino, le puso el alma a esta película, en la que mixturó el western, el erotismo y la estética absurda para elaborar una película que no tiene desperdicio, que tiene una dinámica intensa, divertida y que, como si fuera poco, lanza una crítica ácida hacia la política anti-inmigración del gobierno estadounidense. El envase de la película va más allá del contenido. Porque para este caso cuenta más el concepto de los filmes de Robert Rodríguez que el guión propiamente dicho. Lo que para muchos puede ser solamente una película de acción o hasta una historia de amor, para otros será una película de culto. Pero es más justo que se la ubique en esta última opción. Machete es un ex agente federal que perdió su familia por culpa del villano del filme, interpretado por un emblema del género de acción, Steven Seagal. Danny Trejo es el mejor personaje que se podía encontrar para el protagónico. Su rostro marcado y su look identifica al mexicano tipo, aquel que se vio en los mejores spaghetti italianos de la mano de Sergio Leone. Machete respira venganza, pero derrocha humildad. Usa solo el dinero que necesita, el resto lo devuelve, y es incapaz de negarse a la tentación del cuerpo de una bella mujer, para el caso, una policía eficiente (Jessica Alba) y una revolucionaria renegada (Michelle Rodríguez). El machete de Machete es la llave de su seguridad. Es el arma que le permite hacer rodar tres cabezas en un intento y le abre el camino para defenderse solito contra el enemigo de turno, un corrupto senador que justamente está vinculado con aquel hombre que asesinó a su mujer y a su hija. La violencia es parte de la estética del filme, las escenas de peleas siempre terminan con alguna parte del cuerpo seccionada, una cabeza que explota por un escopetazo y un sable que atraviesa un tórax en medio de chorros de sangre que salpican la pantalla. Lo bueno de esta producción es que Robert Rodríguez no dejó escapar la oportunidad para que en medio de este contexto aflore su mirada mordaz hacia la clase política estadounidense. Y lo hace de la misma manera con que Machete ataca a sus rivales de turno. Clava el puñal hasta las entrañas. El senador John Mc Laughlin (igual que el virtuoso guitarrista inglés) y su burdo destino es el mejor guiño del filme. Brillante.
VideoComentario (ver link).
Ni John McClane, ni el Sheik Ahmed Hace unos años, y ahora funcionaria a modo de premonición un personaje secundario, de una buena comedia yankee, “La pareja del Año” (2001) interpretado por Hank Azaria, era un español que trabajaba en una película yankee, en clara referencia a Antonio Banderas, decía, “El público esta esperando al héroe hispano….” Robert Rodríguez lo hizo, creó un personaje latino, de habla hispana, todo un héroe, muy cercano al John McClane de Bruce Willis en “Duro de Matar” (1988). El actor elegido es el gran Danny Trejo, eterno secundario que merecía ya un protagónico, sin saber a ciencia cierta si lo iba a poder sostener. Mirando el filme uno no sabe si el personaje fue construido para el actor o si la elección del actor vino después de haber desarrollado el guión. Tal el grado de excelencia en la actuación de este actor yankee pero de ascendencia mejicana. Este superhéroe es presentado como un federal que tiene sus métodos poco ortodoxos para atrapar criminales, también tiene sus armas preferidas, sabe de pistolas pero le gusta el “machete”. Su nombre: Machete Cortez. Lo que él no sabe que esta misión de rescate de una joven secuestrada es, en realidad, una gran trampa para matarlo. Lo atrapan, le disparan, lo dan por muerto, corte elipsis a seis años después, lo vemos transitando por la frontera entre Méjico y los EEUU. Ya no es un federal. No sólo es un “inmortal” sino que es todo un “latin lover”, pero que en realidad esta en las antípodas de Rodolfo Valentino como el Sheik Ahmed en el filme “El Hijo del Sheik” (1926) Lo que hace Robert Rodríguez, realizador, igualmente yankee, de ascendencia mejicana, es juegar un juego plagado de guiños. Construye un relato donde hasta se da tiempo para instalar un discurso político relacionado a las medidas inmigratorias. Esto podría ser el punto más flojo de la producción. En realidad todo dependerá si el espectador acepta la propuesta estética, narrativa, de producción. Desde lo estético se podría decir que por momentos cruza una línea muy fina entre lo exagerado y lo bien intencionado, entre el humor brutal, negro, satírico, y lo bizarro. Narrativamente se podría decir que es lineal, hasta de fórmula. En cuanto a su producción, se muestra como cine clase B, tantas veces homenajeado por éste realizador y su amigo Quentin Tarantino. Pero sólo tiene de clase B la intención de mostrarse como tal. Por último un espacio privilegiado para los actores, todos dispuestos a jugar las locuras de Rodríguez, Robert De Niro haciendo de un prepotente político de extrema derecha, Don Jonson haciendo de alguacil corrupto, Steven Segal de malvado narcotraficante. Y las jóvenes y bellas que mueren rendidas a los pies de nuestro titán, Lindsay Lohan, Michelle Rodríguez y Jessica Alba. Todos cumpliendo papeles increíblemente, creíbles. Una divertida película, por el tratamiento, por guión y por lo exagerado.
Juramento de Venganza Tarantino y Robert Rodriguez idearon rescatar un cine de género sumamente bastardeado en sus tiempos, o sea el llamado cine "Clase B" que a veces nivelaba hacia abajo, casi convirtiéndose en clase "Z". Aquél que era hecho por directores de oficio que sin muchas ideas se copiaban así mismos con historias bastante traidas de los pelos, y qué enciman filmaban productos uno tras otro cual máquinas choriceras. Precisamente esa veneración denominada "Grindhouse", fué un combo que acometió con dos delirios muy divertidos llamados "Planeta Terror" y "A prueba de muerte" hace un par de años, allí se incluía un falso trailer llamado "Machete", tanto gustó que terminó en esta peli que hoy comentamos. Este prototipo de Rambo azteca es un agente federal que es traicionado y asi abandonado a su suerte, y que se erigirá en la venganza móvil propiamente dicha. Le bastará su machetito filoso, el cual manejará como los dioses(de la venganza), porqué si, el tipo pega y da en el centro tan velozmente que parece la mismísma reencarnación de la antigua Diosa "Kali", aquella que poseia tantos brazos como sables afilados. El casi setentón Danny Trejo, siempre actor de reparto, y recién ahora rasguñando la fama es "Machete", de un carisma incomparable para ofrecer este torpe y despiadado sujeto. A su alrededor hay un mafioso rey de la droga: Torrez (el reaparecido con entretejido capilar incluído: Steven Seagal), una agente de la ley que lo ayudará (sexy y bellisíma Jessica Alba), un memorable senador corrupto llamado McLaughlin (Robert De Niro al filo de una perfomance súper-exageradamente-sobreactuada), una reivindicadora social (Michelle Rodriguez), un particular curita hermano (Cheech Marin), y April (Lindsay Lohan notable) una chica de la alta sociedad con predilección por las armas. Imperdibles también Jeff Fahey como un gangster embaucador, y Don Jonhson -el ex "Miami VIce"- como un sherif muy facho. Al igual que no se le pueden pedir peras al olmo, tampoco se le puede pedir al guión que sea verosímil, la trama se ajusta a un divertimento pleno, a una corrida de pura adrenalina y para ver con sonrisa incluída, el que no entienda esto, que se abstenga de verla. Esto es cine de súper acción, de máxima pureza entretenida y alto poder festivo. La gansada habitual la dan en la sala de al lado.
Desproporción conmensurable. Un falso trailer del fallido díptico de Grindhouse fue suficiente para encender la chispa que llevaría a Danny Trejo y a Robert Rodriguez a cargarse con una parodia a las típicas películas de acción exploitation de la década de los '80. En un año que parece signado por la nostalgia, más hacia esos años (¿realmente todo lo anterior fue mejor?) y sin ser nada del otro mundo, Machete es la mejor propuesta. Es divertida, entretenida, y cumple con lo que ofrecía ese viejo trailer. Quizás sin tanta efectividad. En primer lugar, el chiste ahora parece demasiado largo. Salvo por un par de secuencias (la "soga" en el hospital, la introducción y alguna más) la locura visual y estética no logra sostenerse durante la hora y media que dura el film. En el trailer, Machete llegaba hasta el cielo con una motocicleta, mientras disparaba a sus enemigos, con la machine-gun que tenía montado el vehículo. En esos dos minutos, donde abundaba el grotesco, se parodiaba a todos los lugares comunes del cine de acción (viejo y no tanto). El héroe inmortal, el one-man army. Todo era desproporcionado, desmesurado y estaba bien que así lo sea. Después de todo, lo que seguía era Planet Terror, una brillante película cómica con zombies. Machete no hubiese sido Machete sin Danny Trejo, un actor secundario de películas como... Es carismático, feo, y rudo. Quizás no tenga demasiado tiempo en pantalla, pero bueno, en una historia donde hay tantos personajes, casi que asistimos a un desfile de caricaturas. Algunas de ellas están representadas por Michelle Rodríguez (una Che Guevara femenina), Jessica Alba (lo más flojo del film, como una agente anti-inmigración) y hasta más que cameos de Steven Seagal, Al Pacino, Lindsay Lohan y Don Johnson. El elenco de Machete, sus posters, todo, contribuyen a crear la atmósfera perfecta de una gran producción de clase B. Todo apunta a un festín de splatter, con amputaciones, muertes exageradas, tiros, explosiones, sexo y violencia. Pero como decía al principio, eso se cumple a medias. A Robert Rodriguez parece fastidiarle muchísimo la xenofobia que hay en los estados sureños en Estados Unidos, y que llevaron, incluso, a proponer leyes racistas para controlar la inmigración ilegal. La película es una creación de Robert Rodriguez, aunque esta vez, el director no compuso la banda sonora y comparte la dirección con Ethan Maniquis (¿Qué pasa con Rodriguez que siempre tiene que dirigir acompañado por otros?). Así, Machete, pasó de ser un guiño, un gran chiste, a ser un buen chiste, lleno de tintes políticos. Todo es muy obvio (y esa es la intención: vean la comparación de la propaganda donde se presenta a los mexicanos como, literalmente, cucarachas) y entorpece un poco la acción. Vamos a ver. es una buena película. Es entretenida y divertida, pero, maldita corrección política, mucho más modesta que el atrevido trailer que ofrecía y cumplía más. Y casi con 103 minutos menos.
Pararse de manos. Hasta ahora, los fervorosos adherentes al machetismo, es decir los que prácticamente pasaron de manera automática a formar parte de esa facción que no se cansa de dispensar elogios a la película de Robert Rodriguez, al revés que su ídolo, dejan de lado el machete y lo cambian por la poesía, que en ciertas ocasiones se convierte en un arma más contundente. Más todavía si de lo que se trata es de hacer proselitismo. El texto de mi amigo Aldo Montaño, escritor adelantado, consumado machetista y crítico perseverante, es particularmente sintomático de esa estrategia. Texto poético por donde se lo mire, hermoso y maldito en su carácter casi inexpugnable, y también en la rara felicidad que se deja entrever a cada paso, encabalgada en el envidiable júbilo de las frases, de los giros, de esa música secreta que llamamos tono, en definitiva, del estilo, nos informa básicamente esto: el tipo la pasó bomba viendo la película. Podría ser un caso más de escritura que supera con creces a su objeto. En la historia de esta misma página no se nos ahorran ejemplos parecidos. Sin embargo, en esta oportunidad podría tratarse también de otra cosa. Machete, la película de Rodríguez, parece haber venido cosechando seguidores por adelantado, acicateados por el falso trailer (aquel que daba cuenta de una película todavía inexistente) que operaba no tanto como el anticipo de una película por venir, aunque no se hubiera filmado aún, sino como la cifra dichosa del sistema preferido del director. Jugar e impostar. Hacer como que. Rodriguez no engaña a nadie. No hace exploitation sino algo que sólo simula serlo. Pero esa simulación ya estaba expuesta como tal en el trailer que no era trailer. Así que todos contentos. ¿Es esa la clave de la diversión, entonces? ¿Abandonarse al módico estallido de colores que se nos presenta en la pantalla, a la dulce expectación de la sangre digital –por dónde goteará, hasta dónde salpicará esa sangre púdica, nunca demasiado explícita ni exagerada –, a los rutinarios desmembramientos; al sexo convenientemente elidido, por lo que ni siquiera es sexo sino apenas un amague quisquilloso con motivo musical funky, mediante el que se sugiere que Machete es un maratonista y a partir del cual se nos invita a creer sin más? La película podría ir a fondo, y no solo en la cama con Machete, ¿por qué no? Podría obviar la fineza (otra vez poética) de sus estocadas de ballet a lo Zatoichi, en las que en vez de heridas da la impresión de que se desparramaran flores de pétalos rojos, bellísimos, poco adecuados para algo llamado “película de explotación”. Pero no hace nada de eso. Es que Machete, quizás, también sea un síntoma. El de un cine que renuncia a ver el mundo y que solo acierta a pensarse a sí mismo como un sucedáneo, como parte degradada de una historia que lo contiene pero a la que no termina de reconocer del todo. Machete se pone a mirar esa historia con un recelo que se confunde con una devoción que puede ser paralizante. Como hijo abandonado, fragmento paria del cine, que se siente sin derecho siquiera al gesto de rebelión que lo habilite a filmar como si se lo estuviera haciendo por primera vez, la película de Rodriguez parece resignarse al movimiento mecánico de una repetición risible, lo más acrítica que se pueda. Como ocurre con su amigote Tarantino en sus horas menos inspiradas, la cita constante, el chiste cinéfilo, el desfile impenitente de caras de una supuesta tradición paralela del cine, le proporcionan la coartada para erigir todo un sistema a partir de sus propias flaquezas y asumir, de paso, las ráfagas de su mala conciencia como estandarte: el cine solamente pude acceder al cine. Sin sexo y con una violencia remilgada, el universo de Machete es la admisión desvergonzada de una imposibilidad. El cine sólo se constituye repitiendo sus imágenes codificadas sin comentarlas, como si fueran tics, como mucho adecuándolas a las exigencias del mercado. ¿Es que no da para hacer política, tampoco? No importa, la alusión más o menos resuelta de las explosivas tensiones de frontera que la película presenta hace las veces de comentario urgente. Que al final de todo la culpa recaiga en un narco mexicano, de blanco impoluto y con la cara de Steven Seagal, que lo único que pretende es controlar la frontera para hacer pasar sus mercancías con mayor comodidad, no debería ofender a nadie. Las mujeres de armas tomar que recorren la película, por otro lado, son estampitas de fetichismo masculino que no desdeñan, paradójicamente, el pertinente resguardo de sus partes íntimas (como cuando el personaje de Jessica Alba se despierta y respira aliviada después de verificar que Machete no “le hizo nada”). Machete construye su credo con la risa mustia que sobreviene cuando se asume que todo ya se vio, que todo ya es, tristemente, parte de un banco de imágenes al que solo resta acudir para hacer las combinaciones adecuadas. Un narcocorrido cualquiera dice más cosas, tiene más gracia y se para mejor de manos que esta película. Machete no promete sobresaltos, ni siquiera el trailer trucho lo hacía, sino un arrullo con forma de diversión barata, la posibilidad de una compensación por medio de la sonrisa que se nos escapa cuando nos encontramos con lo que ya sabíamos.
El mexicano equivocado El falso trailer que acompañaba el proyecto compartido de Robert Rodríguez y Quentin Tarantino Grindhouse, y que fue el germen original de esta película, estaba buenísimo. Un homenaje a las películas de explotación de los años setenta, con el chicano maldito y de rostro taladrado Danny Trejo prometiendo desbordes sangrientos, sexo y machetazos gratuitos al por mayor. Como el trailer fue bien recibido y la tentación era grande, Rodríguez decidió convertirlo en largometraje, sublimando así esa bizarra fantasía. El temerario Machete (Trejo) es un ex policía especializado en la lucha con armas filosas y pesadas. Luego de haber sido dado por muerto por un encuentro con el rey de la droga Torrez (Steven Seagal) se instala en Texas para rehacer su vida y es contratado para asesinar a un senador corrupto y xenófobo (Robert DeNiro), pero con la oculta intención de tenderle una trampa al protagonista y usarlo como carne de cañón para una conspiración política. Y naturalmente, como dirá Machete con su pétrea mirada en alguno de los tantos primeros planos a lo Sergio Leone que le dedican: “Han tratado de joder al mexicano equivocado”. Y son de agradecer varias escenas de corte violento -en todo sentido- en que el vengativo protagonista despedaza docenas de pistoleros armados, con saña y radical falta de escrúpulos, y esa atmósfera desértica que tan bien funcionó en otras películas de Rodríguez como El mariachi, La balada del pistolero y Del crepúsculo al amanecer. Por supuesto, para poder sostener e hilar las escenas del trailer, era necesario esbozar un guión, un argumento que sirviera como excusa a tanto desmadre. Y ahí es que Rodríguez fracasa estrepitosamente: incapaz de crear un solo personaje interesante, plantea tramas y subtramas largas, vacías e inconsistentes –y eso que la acción transcurre cerca de la frontera de México-Estados Unidos, y hace referencia continua al conflicto de la inmigración ilegal- provee al relato de una arritmia radical -esto podría haberse solucionado con un montaje más riguroso- y diálogos soporíferos. El director mexicano, curiosamente, pretende darle un trasfondo serio a una película que se suponía iba a ser de explotación, y se esmera en continuar demostrando sus inmensas carencias para la realización audiovisual. Dejando esto de lado, la película aporta divertidos tramos que, por su extrañeza y singularidad, tienen lo suyo. Y no tiene desperdicio ver a algunos veteranos actores de la clase B como Don Johnson, Steven Seagal y Jeff Fahey aportando su presencia y su bizarrez natural. Claro que quizá lo mejor sería esperar a verlos en una futura edición de DVD, y así poder hacer un buen uso del botón de fast forward.
BUENO, MALO Y FEO Machete el bueno, Machete el malo y Machete el feo: 3 en 1. Cambia de color según la ocasión. Es heroicamente bueno con los buenos (los inmigrantes mexicanos rechazados), es malo con los que son malos (los políticos corruptos, los agentes anti-inmigración que cazan a quienes se atreven a cruzar la frontera) pero es siempre feo, feísimo (peleando cabeza a cabeza el título del más feo de Hollywood con Ron Perlman). Machete, interpretado por Danny Trejo, es el protagonista de la nueva y bizarra película de Robert Rodríguez, director de locuras como LA BALADA DEL PISTOLERO (DESPERADO), ERASE UNA VEZ EN MEXICO (ONCE UPON A TIME IN MEXICO), PLANET TERROR y la saga SPY KIDS, entre otras. Y como en toda su filmografía, el multi-talentoso Rodríguez (es guionista, director, productor, editor, supervisor de efectos especiales y hasta compositor de la música en casi todas sus películas), filma para demostrar cuanto ama el cine y vuelve a entregar un producto sumamente divertido, lleno de excesos visuales y narrativos, y plagado de guiños cinéfilos. Ya desde su origen, el trailer falso visto en GRINDHOUSE, MACHETE era todo un homenaje al cine berreta. Y, como debe ser, la película respeta el espíritu de ese avance y por momentos profundiza el estilo delirante que caracteriza a Robertito. Lo interesante es que nunca deja de ser un film que homenajea al cine en complicidad con el espectador y sin creérsela nunca, incluso cuando trata temas jodidos y actuales, como la inmigración mexicana en EEUU, el rol de los latinos dentro del sistema yanqui, la xenofobia o la corrupción en la política. La película no busca bajar línea a lo bruto ni expresar discursos solemnes/moralistas: y si en algún momento lo hace, es como parte del “juego” paródico y de exageración. Aquí se cuenta una historia, y al mismo tiempo se habla de algo más. Y esa historia que se cuenta es la historia de Machete, un heroico ex agente federal mexicano que es dado por muerto. Tiempo después, y ya en EEUU, es contratado para asesinar a un político yanqui (un supremo Robert de Niro sin temor al ridículo), cuya principal promesa de campaña es acabar con la inmigración ilegal y construir un cerco electrificado en la frontera con México. Pero Machete es traicionado y tendrá que escapar. Su única oportunidad de sobrevivir es con la ayuda de una red de inmigrantes mexicanos que funciona en la clandestinidad. Este es el primer papel protagónico de Danny Trejo, a quien siempre vimos como actor secundario. Y Trejo demuestra que ese papel protagónico tendría que haber llegado mucho antes: Danny llena la pantalla con su presencia y esa reconocible cara hecha garompa, esa cara llena de cicatrices de la vida (aquí no hace falta maquillaje), esa cara de la que Rodríguez parece estar enamorado (en sentido artístico, claro). Y es que Rodríguez sabe que Trejo es un rudo de verdad, un tipo jodido 100 por ciento real, un bad-ass como ya casi no quedan en Hollywood. Y si no, miren esta foto: A Trejo lo acompaña un curioso y espectacular elenco: el ya mencionado De Niro, un divertidísimo de ver Steven Seagal (resucitado del mercado del directo a DVD) como un narco mexicano (¡!), Jessica Alba como una policía encargada de investigar los asuntos de inmigración, Don Johnson (¡sí, el de la serie “Miami Vice”!) como un siniestro agente fronterizo, Lindsay Lohan como una niña rica drogadicta y malcriada que filma videos porno caseros (o sea, prácticamente hace de ella misma), Michelle Rodríguez como una vendedora de tacos que en realidad maneja la red clandestina de inmigrantes y Jeff Fahey (Lapidus en “Lost”) como un asesor político de oscuros planes. No hay que olvidarse de otros actores (que ya trabajaron con Rodríguez) que hacen papeles un poco más pequeños pero muy divertidos, como Cheech Marin como un sacerdote, Daryl Sabara (el ex Mini-espía) como un chico adoptado por mexicanos, las hermanas Avellán (las Crazy Babysitter Twins en PLANET TERROR) como enfermeras sexys, la re-aparición de Cristos (pobre, nunca puede ganar una pelea), y Tom Savini (experto en maquillaje y efectos especiales y actor en DEL CREPUSCULO AL AMANECER y PLANET TERROR, entre muchas otras) como un asesino a sueldo. Como aspecto negativo del film puede mencionarse el hecho de que en varias ocasiones los malos explican demasiado sus planes, y aunque esto puede ser tomado como parte del homenaje cinéfilo, estas escenas estancan un poco el film, que en general tiene muy buen ritmo. También hay un llamativa ¿timidez? a la hora de mostrar escenas de sexo (sí, aunque hay algunos desnudos). Por otra parte, hay puntos en común con las películas anteriores de Rodríguez: Machete recuerda en ciertos aspectos al protagonista de la saga del Mariachi (ambos son personajes que sufrieron mucho en el pasado, convertidos en leyenda en el presente) e incluso hay escenas puntuales que se reiteran, como conversaciones en el confesionario (algo ya visto en DESPERADO, ERASE UNA VEZ EN MEXICO y hasta en SIN CITY), tiroteos en iglesias o personajes que están en una cama y son atacados. Sin embargo, estos pequeños auto-choreos se contrarrestan con la inclusión de detalles que los hacen diferentes y validan el reciclaje. ¿Más puntos a favor del film? Ok, ahí van: las escenas de acción (llenas de amputaciones, cabezas que explotan y armas re-locas), los diálogos (“Machete don´t text”… jajaja, es brillante, quiero una remera con esa frase ya mismo), la excelente banda sonora y las apariciones en bolas de Lindsay Lohan y Jessica Alba (que curiosamente no había querido mostrar las gomas en SIN CITY… vaya uno a saber cómo la habrá convencido Robertito ahora… a ver, esperen que googleo porque el tema es interesante… ah, acá está: parece que fue un desnudo “digital”, miren ... mmm, me siento estafado). Además, Rodriguez no tiene miedo de meterse con nadie, incluidos los símbolos religiosos y los estereotipos, a los que usa pero para atacarlos a machetazos. Como ya se dijo, la película critica un sistema, critica una sociedad, critica unas leyes, y todo como parte de una historia hiperviolenta y bizarra, con mucho humor. Así, como el buen cine debe hacerlo: decir algo pero para hablar de otra cosa en el fondo.
Machete para presidente Cinemarama nunca fue pródigo en polémicas. Aunque más de una vez publicamos dos textos que hablaban bien y mal de una misma película, no se dio el caso de que un redactor le responda a otro explícitamente con un texto. Esta vez yo estoy tentado de contestarle a David y a su nota sobre Machete, concretamente sobre algo que allí se dice. Mi texto le responde al suyo pero también a otros, incluso a varios que rescatan a Machete por motivos que para mí están equivocados o son insuficientes. 1. La búsqueda de imágenes nuevas no tiene por qué ser un trabajo que se le imponga a todas las películas. Más allá de la dificultad de la tarea (Barthes derribó en parte el mito de la originalidad con “La muerte del autor”, y ya Herzog, en su aparición en Tokyo-Ga en los 80, señalaba el problema de encontrar lugares que nunca hubieran sido filmados), en muchos casos esa exigencia es incompatible con el cine que se tiene entre manos, por ejemplo, el de género, que se juega mucho más en el terreno de las convenciones y su despliegue que en el del registro del mundo. Robert Rodriguez hace cine de género, y para su factura echa mano a una buena parte de la historia del cine de acción y aledaños. No habría que confundir el libre manejo de las herramientas que pone a disposición esa historia genérica con la cita muchas veces fácil o la referencia cinéfila gratuita. Con esto no estoy haciendo un juicio de valor sino marcando diferencias: Rodriguez no es Tarantino. Claro, Rodriguez nunca va a hacer una película como Bastardos sin gloria, pero pedirle que la hiciera sería como exigirle que su cine explore el mundo con una intención de capturar imágenes nunca vistas como lo haría, quizás, un director de una búsqueda como la de Herzog. Ojo, que para el cine la observación no es solamente ir a la caza de esas imágenes; si pensáramos eso, estaríamos dejando afuera de los cánones de la crítica a más del noventa por ciento de la historia del cine, empezando, por tirar un ejemplo, con todo el clásico norteamericano (John Ford se cansó de filmar Monument Valley, y encima parece que lo filmaba siempre igual). 2. Hasta acá llega la respuesta a la nota de mi compañero David, lo que sigue es un comentario de la recepción general que tuvo la película y un intento de generar una lectura distinta. Creo que uno de los mayores errores de las críticas de Machete (tanto de las que estuvieron en contra como de algunas otras que la defendieron) fue el no haber visto el fuerte gesto político que esgrime la película. En general, entiendo que una película es política cuando dice algo sobre el estado de cosas del mundo con ánimo polémico, con ganas de intervenir y hasta de operar un cambio, aunque ese cambio sea un programa de corte utópico. Obvio, ese decir tiene que enunciado de manera más o menos noble, leal. Machete habla de la situación de la frontera entre Estados Unidos y México, y se sitúa en uno de los pocos lugares desde los cuales se puede abordar el tema sin caer en el golpe abajo y la búsqueda de impacto berreta: el humor y el exceso. La maldad exagerada de los personajes que no quieren que la gente atraviese la frontera estadounidense y la heroicidad casi impoluta de los que luchan para ayudar a los que la cruzan, todo, el conflicto y sus protagonistas, es de una simpleza y un contraste hiperbólico que hace imposible el análisis sociológico. El humor es el otro puntal de Machete, y el momento más rabiosamente político y luminoso de la película corre por cuenta de un personaje secundario. Después de que Machete se metiera en la casa del villano Michael Booth solamente portando un montón de utensilios de jardinería, un guardaespaldas (Nimród Antal, el director de Depredadores) le dice algo así a su compañero: “¿te fijaste cómo uno ve a un mexicano con herramientas y automáticamente lo deja entrar a su casa?”. Ese chiste condensa toda la ideología y el credo de la película, y también ofrece una mirada del mundo que no por cómica o exagerada resulta menos crítica. La discriminación racial, las condiciones de marginalidad a las que se somete a los inmigrantes mexicanos (legales o no, poco importa), la xenofobia que impera en muchos sectores de la sociedad estadounidense, todo eso, que puesto en palabras suena tan cargado y aparatoso, está contenido y disparado con agilidad por la película en ese solo chiste de apenas una línea de duración. Rodriguez tiene la inteligencia de hacer política con chistes, sin solemnidad, pasándole el trapo a todos los chantas que pretenden erigirse en comentadores lúcidos y comprometidos de la actualidad mundial con historias altisonantes, plagadas de golpes bajos y abyecciones varias. Iñárritu es la figurita fácil, pero también están Guillermo Arriaga (que fue su guionista) y hasta un tipo de la talla de Richard Linklater hace una película deleznable como Fast Food Nation. Al final, no se trata del tema o de la posición que se tome, sino del lugar desde el cual se mira. Fast Food Nation es ideológicamente afín a Machete, pero los medios de los que se sirve para comentar la situación de la frontera mexicana son los que terminan haciendo de la película un ejercicio de crueldad y miserabilismo: agarrar a un montón de personajes y someterlos a cuanta penuria sea posible para después discursear acerca de lo mal que estamos, de que el mundo es un lugar terrible para vivir no importa donde nos encontremos (la vida no resulta mejor en Estados Unidos que en México), eso se me hace un comentario fácil y achanchado, cuando no directamente repudiable. 3. A esas películas cómodas, que apuestan a la denuncia correcta y a irritar de manera complaciente la sensibilidad del espectador, Machete les gana la pulseada, y no solamente por su decisión de enarbolar el humor y la exageración como armas a la hora de pensar un problema como el de la frontera mexicana. Otro de los fuertes de la película de Rodriguez es su capacidad para imaginar un escenario distinto gracias a la capacidad que tienen los personajes de hacer del mundo un lugar mejor, la existencia de una rendija por la que se cuela una promesa de felicidad y que no por chiquita deja de alimentar la esperanza de los personajes más duros y golpeados por la vida (como el mismo Machete). Se la podrá tildar de utópica, de inverosímil y demás epítetos, pero en Machete los personajes pelean desesperadamente por cambiar las cosas y lo consiguen, y si en el cambio que se opera en el senador John McLaughlin (el nombre suena bastante al de otro senador y republicano, John McCain) o en la guerra armada y caótica que se libra no alcanzamos a percibir un violento deseo de cambio y la elaboración de un discurso crítico que no escatima referencias precisas al mundo actual, es decir, si no sentimos la potencia de ese gesto político, bueno, quizá somos nosotros los que estamos filtrados por ese otro cine de mirada cínica, que nos golpea en lo bajo, rico en personajes sometidos y humillados hasta el límite de sus fuerzas y de su dignidad. Un cine lo suficientemente cómodo y calibradamente desencantado como para imaginar otro mundo, mucho menos para pelear por un cambio. Por ahí las películas alla Iñárritu nos calaron más hondo de lo que pensábamos. 4. Puede ser que ese cine, el que hace de la gravedad, la solemnidad y la pretensión de urgencia sus armas predilectas, en cierta medida nos haya adormecido, embotado, que nos haya convertido a su vez en espectadores descreídos que huyen de cualquier visión utópica del mundo o de cualquier representación no “realista”, en los términos de impacto televisivo (de noticiero, casi) en que esas películas entienden el realismo. En este sentido, Machete, con su factura genérica y nutrida imaginería de cine de acción, que no apela a la exhibición de la miseria con intenciones de reflejo fidedigno sino a la observación de un tiempo y un lugar a través del cristal deformante (felizmente deformante) del cine de acción, debería poder sacurdirnos, cachetearnos, restituirnos algo de la sensibilidad que esas otras películas nos vienen arrancando de a poco. Y, sobre todo, hacernos creer de nuevo en utopías, en que todavía se puede cambiar el mundo, aunque ya no se trate de acabar con las guerras y el hambre sino de dar a conocer lo que viene pasando desde hace tiempo en la frontera entre dos países.
El año pasado, con el estreno de la mal distribuida “Planet Terror”, se vio el falso trailer de un film inexistente, “Machete”, con ese actor feo y adorable que se llama Dany Trejo y que entró al cine con el realizador Robert Rodríguez Parece que la cosa cuajó y Rodríguez filmó, de verdad, esta “Machete” que tiene el look de celuloide gastado de “Planet...” y de su film compañero, “A prueba de muerte”. La historia es sencilla: al policía mexicano Machete le matan a la mujer en la cara, lo dejan como muerto y, años más tarde, va por la revancha. Hay violencia, sexo y emociones desaforadas, como corresponde a lo que en apariencia es un homenaje al viejo cine clase B. El asunto parece una humorada sanguinolenta, con mucho ingenio. Y allí reside el problema: en que hay ingenio, pero no inteligencia. Rodríguez mezcla temas que se acercan a la denuncia social (el tráfico de gente a través de la frontera entre México y los Estados Unidos, por ejemplo, o la trata de personas) con un divertimento donde lo que cuenta es ese reflejo de “Uy, mirá, ¡ahí está Don Johnsonn!” o “Jé, el villano es el gordo de Steven Seagal”. Son dos ingredientes que no cuajan, como en una mala mayonesa. Hay cosas divertidas, algo de delirio, inventiva visual, ganas de contar un cuentito. Pero todo como “desde arriba”, como sobrando a los personajes. Aunque Dany Trejo le da un peso específico y una emoción a su criatura que superan muchas veces las limitaciones del director, para ir más allá de la superficie. Advertencia: “divertido” es, pero depende de qué le resulte a usted “divertido”. Si no ríe con un señor que usa el intestino de su víctima para descolgarse de un edificio, difícil que cuaje con este film.
You've got to be kidding me... Machete (2010) nace de un falso trailer de Grindhouse (2007), con el que Robert Rodriguez intentó inventar un héroe latino a la vez que homenajeaba al cine Clase B. La película es un chiste en sí mismo, pero su triunfo radica en si logra llegar al espectador o no con dicha finalidad. Es difícil digerir un film tan petético como Machete. La camada de producciones del estilo tarantinescas, que uno no sabe si van en serio o son producto de alguna deficiencia mental del realizador, de por sí son difíciles de digerir, y para complicar más el asunto llega esta película demasiado estadounidense, con una mirada demasiado xenofóbica, testosterónica y pochoclera, que sólo divertirá a los aficionados de Rodriguez y sus producciones 'sanguinarias-porque-sí' (con la cálida y refrescante excepción de Sin City). Como decíamos, la cinta es un chiste. Es como si los realizadores se divirtieran haciendo el film, logrando que de rebote los receptores se contagien con eso. De por sí, ver a Danny Trejo mostrando los dientes cada vez que está enojado es patéticamente chistoso, así como ver a Michelle Rodriguez con un parche en el ojo o Robert De Niro corriendo como embolsado para escapar de un tiroteo. Eso, sin contar los desnudos gratuitos, la escena de sexo en la piscina y todas las escenas en que Lindsay Lohan se ríe de su drogadicción. En definitiva, un gran chiste contado con clase... B. Hay mucho humor negro, bizarre, violencia extrema y una absoluta y anticipada carencia de porte cinematográfico. Todo está hecho para el deleite de los aficionados. Daba igual si Machete se hacía en VHS, con una camarita digital o lo que sea... el (des)propósito era ser ingenioso, respetar el estilo, y hacerlo bien. Y, mal que nos pese a los que buscamos un poco de juicio entre tanta fantochada, eso se logra con creces, a tal punto de que uno disfruta (en el tarantinesco e inocente sentido de la palabra) viendo a Machete matar, mientras soltamos incontables carcajadas en el proceso.
La bestia pulp Recorrido por un cine popular, visceral e irreverente. Surgida de un falso tráiler, Robert Rodríguez entrega -en una muestra de libertad creativa- su mejor película hasta la fecha: Machete. La bestia pulp está de vuelta. Y al parecer, una especie de Movimiento Antropofágico trash existe en cine. Por lo menos eso puede confirmarse en la filmografía de Robert Rodriguez, coronada por su última película Machete (2010). Se puede enlazar a este hermano díscolo de Quentin Tarantino con la corriente de vanguardia brasileña, no sólo por la reivindicación de cierto primitivismo (del cine), sino que lo liga también la capacidad de fagocitar -sin jerarquizar- elementos dispares de la historia de la cultura toda. Pero si el movimiento latinoamericanista liderado por Oswald de Andrade forjaba un mestizaje de corrientes estéticas para hacerle contrapeso a una mirada eurocéntrica, el canibalismo del autor de La ciudad del pecado adquiere un espesor de pastiche con pretensiones universales y totalizadoras. El cuasi chicano profesa feliz una patología del linkeo: su marca personal es convocar estilos postergados, como remanentes culturales. Esos que hace algunas décadas formaban la pata marginal para el mundillo de un arte demasiado “serio” y “respetable” como para entender que el exploitation, el comic, el gore, el policial folletinesco, el video clip, la serie televisiva son parte nutricia de un verdadero cine de masas. Me dicen que diga quién soy ¿Pero cuál es el genuino Robert Rodríguez? ¿El que emprende aventuras para niños o el que elucubra relatos de músicos populares con potencial sanguinario? ¿El que hace encarrilar su cine por las vías de lo artesanal o el que juega en las grandes ligas con presupuestos vigorosos? Es cada uno de esos directores y todos a la vez. Conjugando en un caldo único diversos retazos estilísticos, Rodriguez hace su propia crónica de legitimación autoral. A la vez clásico y contemporáneo. Con sus remisiones nostálgicas hacia el pasado, pero también con su anclaje en conflictos del presente, el director gesta el mosaico, el recorrido museístico de los objetos cinéfilos que adora. De hecho por medio de esa pista de aterrizaje de toda película que son los créditos de inicio R.R. ya nos invita a dar un paseo por una especie de memoria viva del cine. En Planet Terror viajamos a las salas de doble sesión de los años setenta, al celuloide gastado, a los espectáculos a go-go en bares de “mala muerte”. En La balada del pistolero y Erase una vez en México, las secuencias iniciales hablan de un lejano oeste revisitado en las espuelas pulcras de Antonio Banderas, de vaqueros modernos que pasan a la acción en ralenti. Los créditos de La ciudad del pecado y Machete prologan en clave viñetas el derroche de sangre que veremos durante lo que duren los films. Tres son multitud Los entretelones de la producción de su primer largometraje traen aires míticos. Para financiarlo, RRse ofrece como conejillo de indias para un experimento científico sobre el efecto de ciertas drogas.De esa aventura obtiene los 7.000 dólares que costó El Mariachi (1992), película basada en un culto pasional por lo berreta y que inaugura una trilogía de neowestern chicanos. Nadie imaginaba que un tipo podía ganar el premio del público en el Festival de Sundance realizando un film con ese escueto presupuesto. Un héroe de básicas ambiciones –ser simplemente un cantor popular- que termina envuelto en una trama de narcotráfico por amor, le bastó a su director para demostrar que se podía invertir mucho corazón ante la escasez de recursos y obtener célebres resultados. Pero todo el desparpajo y la frescura amateur característica de esa ópera prima, se pierde en las otras dos patas de la trilogía. Más remilgada pero con buenas intenciones es la secuela La balada del pistolero (1995), que llevó a la fama a la pulposa Salma Hayek e hizo visible –tres años antes de calzarse la máscara de El Zorro- a Antonio Banderas en tierras yanquis. Pero cuando llegamos a Erase una vez en México (2003) las cosas se ponen peores. Ni el dream team actoral la salva del archivo de las películas fallidas. Ni Johnny Depp como un trastornado agente de la CIA, ni Willem Dafoe como archi villano funcionan en este film donde los chistes toscos y la búsqueda de cierto preciosismo visual le inclinan la cancha a su filmografía. Aquí -incluso con un presupuesto abultado- Rodríguez tiene el síndrome del genio creativo en retirada. Pero…director inagotable y fascinado por armar trilogías, también se le animó al cine dedicado a los más chiquitos. Con aventura y acción para niños y adultos, la trilogía de Mini espías fue -entrega por entrega- un éxito de taquilla. Doble tracción El genio creativo de R.R se afianza en el trabajo conjunto con su amigote Quentin Tarantino. Del crepúsculo al amanecer (1995), otro de los grandes momentos en la filmografía de Rodríguez, le debe mucho a esa relación. Después del experimento de una película de dirección coral (Four Rooms, 1995) la imaginería de Tarantino anida en prácticamente cada film realizado por el texano. Su participación como guionista enDel crepúsculo al amanecer confirma la mezcla explosiva de esa fuerza conjunta: un verdadero film mutante que cambia de piel (de género, de intensidad sanguinolenta) radicalmente. Lo que comienza como una road movie se vuelve épica vampírica con un George Clooney joven, desencajado y de moral inmune, tal vez en una de sus mejores gestas. Junto a Tarantino también realizaría la mejor adaptación de una historieta hecha en cine (sin contar Spiderman de Sir Sam Raimi, por supuesto). Más allá de que La ciudad del pecado (2005) toma prestada casi a rajatabla la maquinaria retórica del lenguaje historietístico (encuadres, trabajo en la paleta de colores, etc.), la historieta de Frank Miller cuadraba justo para ser llevada al cine por este tándem: exaltación de la violencia, personajes masculinos de un romanticismo virulento, las mujeres arrojando luz sobre el velo corrupto y sombrío que cubre la ciudad. El trabajo en dupla llega hasta Grindhouse (2007), un proyecto que homenajea a las salas donde se proyectaban películas del género exploitation de bajísimo presupuesto –en doble programa- en la década del setenta. Para esta obra conjunta, Tarantino produjo Death Proof y Rodriguez Planet Terror. Esta última, un festín de vísceras y escatologías varias que festeja al cine de zombies sin el delirio creativo habitual de su director. De todos modos, de esa película algo fallida surgiría la desmesurada maravilla que es Machete (2010). Machete, herramienta política Surgida de un falso tráiler incluido en Planet Terror, el personaje que encarna Danny Trejo (eterno actor de reparto finalmente en un protagónico) resume muchos de los motivos recurrentes en la obra de Robert Rodríguez. Ex federal convertido en mito popular, Machete transita la barrera fronteriza entre México y EEUU donde las conspiraciones corruptas marcan el timing diario. Hay narcotraficantes (Steven Seagal), un sheriff impiadoso (Don Johnson), una organización revolucionaria comandada por una sexy latina (Michelle Rodríguez), un senador caricaturesco (Robert De Niro) y subtramas familiares con cuotas de perversión (Lindsay Lohan se la juega). Y en medio de esa compleja trama Danny Trejo (Machete) crea del barro a nuestro Charles Bronson latinoamericano y revolucionario casi por accidente. Rodríguez hace en Machete un cine bastardo, que no tiembla ante la deuda de un paternalismo de estilos importados, sino que asume su especificidad en el reciclaje mismo. Reivindicación tercermundista desde dentro de los estudios. Mientras Hollywood se le atreve al comentario político en clave de futurología, de neo matrix al cubo en incepciones “nolanyanas”, entre tanto avatar que alerta sobre el desastre natural y la digitalización de nuestros cuerpos en los años venideros, Machete hace acción curtida en el bajofondo texano y juega a señalar un aquí y ahora inminente: la electrificación de la frontera norteamericana, el republicanismo saliendo de cacería a buscar mexicanos en su diáspora famélica. Los personajes de Robert Rodríguez –más o menos verosímiles, no importa- son un bestial aglutinamiento de mitos, un rejunte de caracteres de la infinita comedia humana. Grotescos y sofisticados; crueles y sensibles, dispuestos a morir por sus convicciones o a retraerse preservando su individualismo. ¿Es posible salir ilesos ante tamaña ambición por conjugar realismos?
Un ex federal es sometido a ver el asesinato de su esposa e hija después de que una redada fracasara. Con una actitud mortífera, increíbles habilidades con su machete y una capacidad para readaptarse a circunstancias adversas, Machete (Danny Trejo) se muda a Texas para comenzar una nueva vida. Allí es contactado por Booth, el líder de una red de corrupción política que decide contratarlo para asesinar al senador del estado (Robert De Niro). Ante su negativa, Machete vuelve a convertirse en un blanco móvil y en plan de limpiar su nombre y el honor de su familia intenta dejar al descubierto la conspiración. Para ayudarlo en su cruzada estarán Luz (Michelle Rodríguez), dueña de un trailer de tacos, Padre –el hermano cura de Machete- y la agente de migraciones Sartana (Jessica Alba). Este nuevo filme del realizador Robert Rodríguez, que toma como eje central al personaje surgido brevemente en el proyecto doble Grindhouse (estrenado en Argentina en dos partes: “Planet Terror” y “A preba de muerte”) co-dirigido por Quentin Tarantino, no faltan las amputaciones en primerísimo primer plano, coreografiadas luchas, sangre a chorros y una estética que ya es marca registrada del director de “Érase una vez en México”. Danny Trejo es el actor ideal para caracterizar a este tipo rudo, de pocas palabras y de una comedida búsqueda de redención. Solo él puede decir la frase “Ellos se metieron con el mexicano equivocado” y realmente hacernos temblar. Por desgracia, todos los méritos de la primera mitad de la historia se diluyen en su segunda parte, reiterándose a si misma sin encontrar una forma directa de concluir el relato con el nivel con el que fue iniciado. Jessica Alba tampoco está a la altura de su contrafigura femenina, la ex lostie Michelle Rodríguez, de personalidad combativa, ruda y de armas tomar.
Malos alumnos Quentin Tarantino es un ejemplar extraño en el imperio del norte: rebelde y revulsivo por naturaleza, no deja de ser al mismo tiempo el gran paradigma de la filosofía hollywoodense, el hombre capaz de llevar los ideales estéticos y formales de ésa cultura a su mejor expresión. Claro que el carácter anárquico de su cine termina minando siempre su casamiento final con la industria: Tarantino es también un cineasta libre, acaso un pensador de las tradiciones y de las formas cinematográficas que resulta imposible domesticar, que incluso se torna peligroso porque suele desnudar las hipocresías del sistema, revelar sus límites y volveros en contra del propio Hollywood. Aquí yace el gran valor de su cine. Pero la historia es muy distinta con su escuela, porque los seguidores de Tarantino suelen realizar una apropiación frívola de su cine, tomando sus peores aspectos y confeccionando incluso un canon propio con ellos, que cada tanto nos entrega una nueva película que pretende imitar aquello que justamente es lo menos interesante de su obra (aunque también es lo que suele atraer el gran público). El mejor ejemplo es Robert Rodríguez, acaso el imitador más conocido de Tarantino, un director que ha realizado todo un cuerpo de obra propio enteramente a su sombra: incluso Machete, la película en cuestión, nació de un trailer falso que acompañaba el programa doble de ambos en Grindhouse (constituido por Death Proof y Planet Terror). A diferencia del de Tarantino, el cine de Rodríguez se define por su apariencia, por la producción estética de sus películas, nunca por la reflexión sobre la puesta en escena: la consecuencia es un cine lleno de ornamentos y colores, pero vacío de contenido. Aún en el caso de Machete, donde Rodríguez se propone cuestionar e incluso parodiar la avanzada conservadora (racista) en la política inmigratoria de California, tema central de la agenda fronteriza, en una propuesta que al mismo tiempo intenta homenajear explícitamente al cine de clase B y las series televisivas de los años `80. Los primeros cinco minutos (los mejores del filme) sintetizan la propuesta: filmado con filtros que le dan un tono ochentoso a la imagen, un policía mexicano (el Machete del caso, interpretado por Dany Trejo) se obstina en rescatar a una joven secuestrada por unos maleantes, y se enfrenta a ellos únicamente con su machete, cortando manos y cabezas al por mayor. La muchacha es nada menos que Eva Mendez, en el primero de varios desnudos de famosas en la película (filmados siempre con cierto cuidado, al punto que el de Jessica Alba es falso, ya que fue elaborado digitalmente), quien en realidad le ha tendido una trampa: pronto aparece el villano (Steven Segal), que terminará asesinando a la esposa de Machete al frente suyo. El combo une entonces a grandes estrellas del cine (a los nombrados, se sumarán Robert de Niro, Don Johnson, Michelle Rodríguez y Lindsay Lohan, entre otros) en una apuesta paródica por el absurdo y la acción, que pretende ser festivamente sangrienta y alocada. Tres años después, nuestro protagonista se verá inmerso en una operación política para relanzar la candidatura de un senador xenófobo (De Niro), que lidera una verdadera guerra contra los inmigrantes y está relacionado al tráfico de drogas, mientras una organización clandestina que defiende a los mexicanos y es liderada por una joven apodada Shé (emulando al “Che” de Guevara) se prepara para enfrentarlos, y una policía (Alba) que investiga dicha red comienza a descubrir la trama de negocios espurios que se esconden detrás de la criminalización de los inmigrantes. El problema de Machete no está tanto en los clichés de género y los estereotipos raciales, exagerados al máximo (todas la mujeres son hermosas y sexy, y los hombres brutos y machistas), ni en la apuesta por el absurdo y la acción delirante, incluso tampoco en un guión fallido que -con excepción de un par de diálogos (De Niro diciendo “Bienvenido a América” luego de asesinar a un inmigrante)- se dedica a explicar todo lo que sucede, sino en las carencias narrativas y formales, que acercan a la película a un producto de televisión. Episódica, fragmentaria, formalmente convencional (la mayor ocurrencia de Rodríguez se limita a un plano cenital que muestra una decapitación simultánea o la fragmentación del plano) e incluso mal filmada (la última secuencia de pelea de masas es una oda a la incompetencia), Machete sucumbe por sus propios méritos, que consisten en creer que bastan los efectos especiales, los cuerpos esculturales y un tema urticante para hacer gran cine. Por Martín Ipa