Jennifer Garner vuelve a la acción a pura venganza y es imparable.
Matar o morir (Peppermint) de Pierre Morel con Jennifer Garner. // Por CJ. Colantonio. Para quien le gusta la violencia y en este caso femenina, está invitado a ver algo que en muchas ocasiones te hará reír de lo absurdo, y no me refiero a que las mujeres no sean rudas (no entremos en campo minado), pero de aquí a cargarse a la policía, al FBI, a los narcotraficantes… hay una gran diferencia. Y no es spoiler, desde el principio sabes que todo esto que va a pasar porque además empieza en un pequeño raconto. Acá la idea es el “cómo”, aunque cuando llega el momento, no te sorprende en absoluto, lento y sin sonido. A mi modo de ver, tendría que haber sido todo lo contrario. Rápido, como en un abrir y cerrar de ojos (así se te va la vida); pero no, la combinación de lo peor del cine yanqui (efectista) y lo franchute (extremadamente discursivo); es como ir al McDonald's y que te den un BigMac pero en una baguete, con las hamburguesas de lado. Claro, el guionista no era Luc Besson, quien le escribió Taken. Con decirte que para graficar que una mujer está acostumbrada al dolor, a perder sangre, la protagonista se pone una toallita femenina… un gag de medio pelo que hubiera sido más efectivo usado por un hombre. Aún no entiendo quien lee estos guiones porque allá en yanquilandia los revisan una y otra vez. Capaz se les cayó una taza de café y quedó aprobado. Con decirte que el título original corresponde al helado que le gustaba a su hija, de menta… Entiendo que para un director como Pierre Morel, le puede resultar difícil darse cuenta que la protagonista no es Liam Nesson (un ex agente de la CIA y de las Fuerzas Especiales, experto en seguridad y en combate cuerpo a cuerpo), quien derriba todas las paredes, o personas que hagan falta para rescatar a su hija contratiempo y antes que la vendan, pero lo hace para desenmascarar una red de prostitución comandado por Albaneses. Acá, ella lo hace por venganza, que no es poco y no desenmascara nada, sino que todos sabían, pero policías, jueces, varios estaban comprados y los demás una sarta de inútiles. AH, los narcotraficantes son latinos, aprobados por Trump. ¿Ya lo viste? Yo también. Igual sé que irás, Jennifer sigue buena (me refiero al lomo, pero le falta chimichurri para actuar).
¡A la caza! Una contra todos. Nada nuevo bajo el sol. Un argumento visto una y mil veces en el que el individuo maltratado por el sistema se toma la justicia por su mano. Todo está corrupto y dominado por el miedo a las represalias de las mafias locales, y la única solución que queda es la de armarse de valor, bombas y bazokas y salir a la calle a saldar deudas imponiendo la propia ley a sangre y fuego. ¿Y cuál es el detonante del baño de venganza que se avecina? Pues el asesinato a sangre fría de una menor inocente en un parque de atracciones, quien paga con su vida las amistades peligrosas de su progenitor. La madre, testigo impotente en primera persona de la tragedia familiar, se dará de bruces con todo un aparato judicial que ampara al delincuente y abandona a su suerte al afrentado. A partir del detonante, se acabó el guion. Tan solo se tratará de ir eliminando enemigos como si se tratara de un videojuego. Jennifer Garner, quien ya diera buenas muestras de su fisicidad en títulos de acción pura y dura como Daredevil, Elektra o la serie de TV Alias, demuestra seguir estando en buena forma (y su doble también) y con la camiseta ensangrentada como su fuera una émula aventajada del John McClane de la saga de Duro de matar nos invita a un festival coreografiado de golpes, tiros y multitud de violencia incontrolada y ajusticiados por metro cuadrado. Quien busque estética o estilización en la puesta en escena que se vea mejor la trilogía de la venganza de Park Chan-Wook. El director francés Pierre Morel se va doctorando acumulando ejercicios de adrenalina pura a partir de algunos títulos recomendables como Distrito 13 o Búsqueda implacable. Claro que en ambas ocasiones contó con la participación en labores de guión de un entendido en la materia como Luc Besson, y aquí se ha tenido que conformar con la firma de Chad St. John cuyo “logro” curricular más evidente hasta la fecha ha sido su participación a modo de escriba en la vergonzante Londres bajo fuego. Se nota un afán por parte de los hacedores del film de búsqueda de lo más esencial, pasando por alto cualquier otro elemento disuasorio que descentralice el tema principal. Eso se traduce por un lado en que el resultado final sea más directo y contundente, aunque a la vez el conjunto adolezca de profundidad, repitiendo uno tras otro todos los clichés del género siendo a la postre una obra demasiado convencional y repetitiva.
Una película muy mediocre, tirando mucho al cine clase B y a los estereotipos, sólo para ver en cine si andás con muchas ganas de ver a una mujer tomando venganza en una historia muy pobre. De todas formas te parecerá entretenida si ...
Matar o morir es el nuevo film de Pierre Morel, responsable de la trilogía de Búsqueda Implacable, aquellas entregas que tienen siempre a Liam Neeson como el héroe de acción que va a por todo cuando sus seres queridos corren peligro. Este nuevo film no se aleja mucho del tono de su trabajo previo y lleva a cabo una fórmula muy similar a cómo se trataba al género de acción décadas atrás. La protagonista de esta historia es Riley North (Jennifer Garner), quien es testigo del brutal asesinato de su marido y su pequeña hija a manos de una banda de narcotraficantes mexicanos. Ya desde su punto de partida, el film comienza a hacer uso de estereotipos del género, que además en el contexto actual resultan extremadamente ofensivos, con una mirada arcaica que atrasa en contenido y también en cinematografía. El film está producido por H. Brothers, la compañía china que este año también produjo Milla 22, del cual escribimos hace unos meses. Pero a diferencia de éste, que contaba con un gran despliegue de escenas y coreografías de acción, Matar o morir no logra ni siquiera, en dichos momentos, convertirse en un mero entretenimiento. El hecho de que el film no pueda sustentarse en lo que debería ser el elemento fuerte de una película del género de acción, hace que éste evidencie todavía más sus fallas y su vacua construcción narrativa. El sufrimiento de la protagonista y su transformación en una justiciera que asesina a sus enemigos a sangre fría, hace uso de todo tipo de clichés que recuerdan a cierto cine de acción de los años 90 pero sin la carga de entretenimiento o el simple disfrute nostálgico. Incluso aquellos momentos que apelan al costado dramático de la historia y el sufrimiento de Riley, no hacen más que ocasionar el efecto contrario en el espectador: la risa ante lo bochornosas que resultan las escenas. De esta manera, Matar o morir no es más que un compendio de lugares comunes e incorrectos en la peor forma de lo que puede resultar un género en malas manos. De seguro brinda un buen número de momentos irrisorios, siendo tal vez lo único que funciona como entretenimiento y lo aleja a uno del sopor ocasionado por un film que parece de los 90 pero que en realidad atrasa mucho más dentro de un género que ha visto mejores días. El nuevo trabajo de Pierre Morel se hunde por sus propios méritos, o mejor dicho por la ausencia de ellos, logrando que el único reconocimiento que reciba sea el de convertirse en uno de los peores films de este 2018.
Una de tiros de la era Trump Como en aquella gran escena ultraviolenta en la que una nena era fusilada por uno de los pandilleros cuasi zombies en Asalto al Precinto 13 (1976) y desataba el conflicto central, acá la hija de la protagonista también es asesinada cuando va a buscar un helado. De todos modos, no hay ahora ni un ápice del cine músculo de Carpenter. Sí hay una intención de reformular a otras dos películas de aquella década: una de ellas la cojonuda Coffy (1973), de Jack Hill; la otra, Death Wish (1974), de Michael Winner y el gran Charles Bronson, madre derechista de una fila de exploits que sigue siendo emulada hasta el día de hoy. La punisher de turno, arrebatada y abarrotada de coyuntura, es Jennifer Garner, por desgracia la vengadora (no tan) anónima le guiña más un ojo al “Me too” (el actual “Ni una menos norteamericano”) y al imaginario trumpista que a Pam Grier. Riley (Garner) se queda sin hija y sin marido, y, después de que los asesinos quedan libres (entran por una puerta y salen por la otra, dirán las focas), se exilia en Europa para aprender el fino arte de matar (quiénes mejores que los europeos para tales enseñanzas). La protagonista, que cumple la premisa de mujer común reconvertida en máquina de matar, se la pasa liquidando a latinos tatuados que bien podrían ser parte de la pandilla de la mencionada Asalto al Precinto 13 porque son estereotipos vacíos puestos al servicio del guión; la diferencia con la película de Carpenter es que estos zombies no encajan con su relato mítico porque explicitan su universo y sus motivaciones. En sintonía con los prejuicios de la era Trump, los zombies del realizador francés Pierre Morel, director de la también pistolera pero mucho más copada Taken (2007), son latinos y narcos. De todos modos -y es una lástima- Matar o Morir no se asume como reaccionaria, no va a fondo con el mamarracho e intenta hacer una mezcla tibia entre su espíritu bronsoniano y su cáscara de buenas intenciones y cierta corrección contradictoria. Riley, más allá de que se mueva por motivaciones individuales, con el devenir se erige en una suerte de “Gauchita Gil” del barrio pobre en el que se esconde (el Skid Row de Los Ángeles). También hay policías malos pero comprados, empleados, porque en estos cuentos subnormales el poder amenazante viene de abajo hacia arriba y no al revés. Y hay estilizaciones cliché porque Morel además de realizador trabajó antes como director de fotografía y sabe cómo hay que iluminar y componer un plano lindo y popular. La mejor escena de Matar o Morir es su único chiste: la justiciera está cagando a palos a uno de los pandilleros adentro de un auto pero no lo sabemos, porque los vidrios están empañados y por el movimiento del auto creemos que es una pareja cojiendo. Esa escena es la primera de la película y la última interesante, porque Matar o Morir ni mata ni muere, se esconde en un pasado que tuvo más cojones y desaparece del futuro a gran velocidad.
¿Hasta dónde puede llegar el fanatismo por ver en pantalla grande a una actriz que amamos? Peppermint (2018) hace pensar en esto incluso en una época donde Internet facilita mucho la disponibilidad de un film, sin obligar a la compra de una entrada para verlo. Cinco años después de los asesinatos de su esposo e hija, Riley North (Jennifer Garner) emprende la venganza, no solo de quienes llevaron a cabo el acto; también de quienes permitieron el escape de aquellos. Si algo busca la visión de Pierre Morel es no ensalzar demasiado el compromiso social de esta justiciera. La película tarda en descubrir su rol defensor y, cuando lo hace, es por un tiempo breve y sin insistir en su bondad. En este sentido, Garner tampoco enternece con su presencia. La firmeza que muestra nos recuerda su actuación en la serie Alias (2001-2006), aunque en esta ocasión no tiene oportunidad de brindarle matices al personaje. La edición se empeña en retratar, de manera inverosímil, a una mujer invencible que ejecuta un plan sin fallas. Quienes hayan visto telenovelas venezolanas y colombianas se llevarán una divertida sorpresa y probablemente no quieran seguir leyendo este párrafo. El villano todopoderoso es interpretado por Juan Pablo Raba, galán frecuente en los culebrones de esos países. Acá es un mafioso mexicano que ordena el asesinato de la familia de North. Si bien su villanía es un lugar común hasta el punto de lo risible, resulta una de esas curiosidades ambiguas que mantiene el interés por seguir viendo la película para confirmar que se trata del actor que sospechamos. Los efectos reiterativos en la imagen y la pobre calidad de esta hacen del visionado una experiencia para tomar con poca seriedad. El impacto que buscan los típicos movimientos agitados de cámara ya ha sido probado antes, y sin éxito. A ello se suman situaciones incongruentes en el guión, como la actitud de la futura heroína cuando dan a conocer el veredicto del juicio o la impericia posterior de los matones para detener su fuerza vengadora. Si todo esto no lleva a la risa, mínimo genera bastante incredulidad. Al final no hay mucho que redima la película fuera de factores ajenos. El fanatismo por la presencia de Garner puede hacer la experiencia soportable; y es posible ver las referencias a otras vengadoras, por ejemplo, Jodie Foster en The Brave One (2007). Pero esto no nubla la certeza de que estamos ante circunstancias pobremente sustentadas, donde la vengadora y los villanos son indetenibles incluso para la policía y el FBI.
La vengadora fallida Mala hora para ser heroína del cine de acción, aún en tiempos de poder femenino e igualdad de derechos, porque a la falta de novedad en la historia de Matar o morir (Peppermint, 2018), una puesta al día de las sagas Sin control (John Wick, 2014) o Búsqueda implacable (Taken, 2008) en versión girl power, se le suma el poco carisma y el escaso nivel interpretativo de su protagonista. En cada bala que dispara se disipa un proyecto que no termina de cuajar por ningún lado y que tampoco está a la altura de las expectativas generadas. La historia de Matar o morir es simple: una mujer (Jennifer Garner) trabajadora, luchadora, ve como su vida cambia de un instante para otro al presenciar el asesinato a sangre fría de su hija y marido. El hecho sucede comiendo helado en un parque de diversiones, más cliché no se le puede pedir. Al tiempo de volver en sí, la huérfana protagonista, será testigo de algo aún peor que la muerte de sus seres queridos: la justicia le dará vuelta la cara a la hora de dictaminar el castigo a los asesinos que ella identificó. Así, Matar o morir, para justificar su sinsentido, intenta emular todas las fórmulas de vengadores que en la búsqueda de la restauración del estado inicial del relato no hacen otra cosa que bucear en películas de Charles Bronson, Clint Eastwood y otros, para narrar la desesperada necesidad de justicia por mano propia. A diferencia de aquellas películas protagonizadas por hombres, aquí se quiere imponer a una heroína de acción, como ya anteriormente se hizo con Geena Davis, Kim Basinger, y otras figuras que alimenten un relato acorde a los tiempos que corren, pero que en su afán de presentarse como distintas (Jennifer Garner elevada a la categoría de “santa” asesina que lucha por su reivindicación), termina por eludir cuestiones básicas asociadas a una progresión narrativa que se prolonga en el tiempo sin ninguna sorpresa para el espectador. A la falta de resolución y dinamismo, se le suman cuestiones básicas de representación y estereotipos del guion pasados de moda, como esos malos ricos que polarizan todo, los pobres honestos, aquellos latinos asesinos, carteles de narcotráfico, gente que se expone a la mala vida por necesidad, que además abusan de exceso de didactismo hacia el espectador conocedor del género. A los pocos minutos de iniciado el relato ya sabemos todo lo que acontecerá, y si esto sucede es porque no hay interés por buscar alternativas para este tipo de films que si bien exigen determinadas cuestiones para su puesta al día, sólo en el número de presas que la protagonista debe liquidar residen sus premisas narrativas. Matar o morir peca de soberbia cuando busca sorprender con escenas de acción coreografiadas, pero no logra mantener, ni siquiera con alguna dosis de humor, construir su proyecto. Además, confrontándolo con el escaso carisma de Jennifer Garner, quien ni aún en aquellas escenas que causan más risa que otra cosa se logra imponer como esa vengadora que tiene que ser.
Matar o Morir: Elijo morir por favor. Delante de cámara la sólida Jennifer Garner lleva a cabo una venganza que ya hemos visto, pero con fragilidades detrás de cámara; tanto en la dirección como en el guion. Es una simple historia de venganza. Queda bastante claro al tipo de espectador que está dirigida esta película. Más allá del evidente ensañamiento contra los mexicanos que no ayudaría a la actualidad del país productor, aunque probablemente siendo del agrado para gran parte de Estados Unidos, solo entrega drama por momentos con secuencias de acción bastante básicas. La película empieza con la heroína golpeando a un sujeto en el auto. Para luego irse a una camioneta y curar sus heridas a lo Rambo. Es entonces cuando llega el flashback para entender porque mató a ese hombre. Sigue con un detonante imponente, pero durante el transcurso de los hechos, cuando comienza a efectuarse la venganza, la fuerza de aquel golpe disminuye convirtiéndose en una mala copia de los films de acción en los cuales se está basando. Quizá muchos estén esperanzados de ver una buena película debido a que es del mismo director de Búsqueda Implacable (Taken-2008), el señor Pierre Morel. Pero esto sirve para aprender a que las obras cinematográficas no dependen de solo una persona. En aquel caso del 2008 uno los guionistas eran Luc Besson y Robert Mark Kamen (El Quinto Elemento, El Transportador, etc.) los cuales aunque sea entregaban coherencia en su acción. En este caso con Matar o Morir, Chad St. John es el guionista (London Has Fallen – 2016) que nos trae una trama rústica. Solo empieza con un golpe dramático que se evapora como agua durante el transcurso de la historia clásica como es el de una mujer que sufre una tragedia, y empieza a vengarse de quienes lo hicieron. Aunque el comienzo parece prometedor con respecto a la empatía que podemos sentir con Riley North (Una Jennifer Garner que recuerda a Elektra) esto no se sostiene, siendo intervenido por secuencias de acción simples y sin corazón. Teniendo a mano películas como John Wick, o Atomic Blonde, que le otorgaron estilo a las películas de acción clásicas, este film parece quedarse atrás en ciertos aspectos. El director no puede mantener la adrenalina en momentos de acción como lo hizo con Taken. No entrega credibilidad en situaciones tales como escapes de algún lugar a punto de explotar, cortes de cámara para generar la huida de un personaje, además de ni siquiera mostrar las primeras muertes propias de la venganza del personaje. Decepciona a los pocos minutos de entrar al segundo acto. Jennifer Garner hace lo posible para entregarnos una madre desesperada y vengativa que por momentos funciona. Sin embargo la caracterización del personaje Riley, desde el punto de vista del guion, es muy pobre. Desde el comienzo esperas la razón por la cual ella puede golpear y tener el conocimiento de armas. Con un salto de tiempo en el medio solo recibimos la excusa de que estuvo peleando artes marciales mixtas. Ni siquiera un indicio de lo que pudo haber sido. Aun así ella, Garner, quizá sea de las pocas razones para ver la película. Es muy probable que a algún espectador le resulte intrigante esta película. No es aburrida, sino más bien mal elaborada en ciertos componentes. Tiene el clásico giro dramático sobre el policía corrupto que funciona, pero el último acto parece durar innecesariamente, forzando el enfrentamiento entre la heroína y el malvado mexicano. Sin olvidar los errores graves mencionados anteriormente, que dejan la verosimilitud de lado, resultando absurda e incoherente. La película hacia el final se da por vencida en intentar dar algo original, llenando de clichés cada espacio de pantalla, dejando la posibilidad de ¿otra película? Por favor, no.
Una vez más, Jennifer Garner se calza el traje de heroína y sale a cazar delincuentes. No es que lo haga mal...pero ya lo vimos. La historia muestra a Riley North como una dulce madre y ama de casa que ni siquiera se anima a defender a su hija de otra madre que la ataca en un estacionamiento. Trata de ser comprensiva y predicar con el ejemplo y está bien. Su marido es mecánico y ella empleada, y como mucha gente, tienen problemas económicos, por lo que su esposo está a un tris de entrar en un negocio ilegal. A último momento se arrepiente, pero ya es tarde, paga con su vida y de paso, su hija Carly (Cailey Fleming) también. Riley se salva porque está unos pasos atrás, pero ve todo, y eso la transforma en una maquina de matar al ver que los asesinos salen ilesos del castigo. Ella se atrinchera en una camioneta en el peor lugar de Los Angeles, se cura las heridas, y mata a troche y moche, haciendo justicia por mano propia. Hay policías corruptos, el jefe de los narcos llamado Diego García (Juan Pablo Raba) (Oh, latino!) Las peleas, algo de suspenso y la actuación de Garner que sabe de qué se trata, la salvan. Nada más. ---> https://www.youtube.com/watch?v=AD0TZjjVeDs TITULO ORIGINAL: Peppermint TITULO ALTERNATIVO: Justicia implacable DIRECCIÓN: Pierre Morel. ACTORES: Jennifer Garner, Richard Cabral, Michael Mosley. ACTORES SECUNDARIOS: John Gallagher Jr., Juan Pablo Raba. GUION: Chad St. John. FOTOGRAFIA: David Lanzenberg. MÚSICA: Simon Franglen. GENERO: Drama , Acción . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 102 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años con reservas DISTRIBUIDORA: Diamond Films FORMATOS: 2D. ESTRENO: 15 de Noviembre de 2018 ESTRENO EN USA: 07 de Septiembre de 2018
Matar o morir es una película de acción protagonizada por Jennifer Garner, quien vuelve al género, luego de su gran interpretación en la serie Alias. En este caso interpreta a Riley North, una mujer que busca vengar la muerte de su esposo e hija, asesinados por un Cartel Mejicano. La dirección está a cargo de Pierre Morel, quien maneja con mucho oficio este género, como lo demostró con Búsqueda Implacable, su segunda película. Completan el elenco John Gallagher Jr. como el detective Stan Carmichel, John Ortiz, Juan Pablo Raba y Annie Ilonze. El personaje de Jennifer Garner se asemeja al de Samanta Caine, que interpretó Geena Davies en El largo beso del adiós, porque ambas son esposas y madres de familia comunes y corrientes, que por determinadas circunstancias se convierten en asesinas implacables. Y en este caso las motivaciones de sus protagonistas son más que claras, porque como espectadores no podemos dejar de sentir empatía ante su sufrimiento, aunque nos resulten moralmente cuestionables sus acciones. Desde el punto de vista técnico vale la pena destacar lo bien resuelta que está la escena del asesinato del marido y la hija de Riley North, mediante el uso de la cámara lenta y la ausencia de sonido, lo que le otorga mucho más dramatismo a la situación y evita caer en golpes bajos. También hay que destacar el uso de violencia explícita para las escenas de acción, donde no ahorran en derrochar sangre para mostrar tanto la crueldad de los villanos como la falta de piedad con ellos de su protagonista. Y los escasos momentos de humor, negro y cruel por cierto, sirven para evitar los posibles golpes bajos, y hacer que la trama se centre más en la acción que en la tragedia. Esto se debe a que la segunda es la excusa que sostiene a la primera, y es por eso que Pierre Morel le presta más atención a la verosimilitud que al realismo en muchas de las escenas combate. En conclusión, Matar o morir es una película de acción pensada para el lucimiento de su protagonista, Jennifer Garner. Y esto se logra gracias a su carisma y destreza física, que su director supo aprovechar al máximo. Por eso si bien está lejos de ser una obra maestra, está claro que es porque nadie se lo propuso, pero eso no quiere decir que no cumpla su objetivo de ser sumamente entretenida.
En esta oportunidad, el director de “Venganza” (2008), y “Caza al asesino” (2015), Pierre Morel, nos presenta un relato cargado de acción, pero que lejos de escapar de lo predecible, subraya lo obvio. Con un argumento pobre y un guión que no logra convencer al espectador, “Matar o morir” se transforma en una película de venganza más condenada al olvido. En la búsqueda por vengar un hecho trágico que marca su vida, Riley North (Jennifer Gardner) se enfrenta a un sinfín de criminales, que si bien dan batalla, no logran contra la fuerza inconmensurable de una mujer que lo ha perdido todo (¿un poco cliché, no?) Las secuencias de lucha y disparos, que constituyen el núcleo de la película son abundantes y casi siempre iguales: vemos a la protagonista pelear de forma incansable hasta lograr su objetivo. El filme tiene dos grandes bloques, en el primero se relata como es la cotidianidad de los personajes, su presente, y tras el punto de inflexión que desencadena el accionar de la protagonista, un segundo bloque, que podríamos llamar “la venganza”, en donde Riley acomete contra todo y todos los que se oponen a su objetivo. El argumento es sencillo, y si bien podría resultar efectivo, no logra su fin: la historia se vuelve predecible desde el comienzo. Sin sutilezas, y con un guión fallido, a cargo de Chad St John, “Matar o morir” cuenta con un factor a su favor: su protagonista, Jennifer Garner, a quien es difícil dejar de ver durante la película. La actriz demuestra su profesionalismo y versatilidad de poder interpretar el rol que se le presente.
Una vez mas la historia de la justicia por mano propia cuando unos mafiosos, que pertenecen a un cartel de drogas deciden matar a un posible ladrón de sus ganancias. Como quieren disuadir a cualquiera que se meta con ellos, buscan el escarmiento. No solo matan al sospechoso, sino a su hijita y dejan herida a su mujer. La policía en su mayoría corrupta deja el caso impune. Entonces esa ama de casa modosita y cariñosa se transforma en una vengadora anónima. Jennifer Gardner desempolva sus habilidades de cuando hacia la serie “Alias” y la juega de superpoderosa para que cada peligroso sicario, hasta sus jefes, paguen por sus culpas. El director Pierre Morel, el mismo de “Búsqueda Implacable” sabe darle al film la cuota de entretenimiento y buena factura técnica, todo el despliegue coreográfico de las escenas de mucha acción que caracterizan a las películas del género. Y eso a pesar de que el guión no aporte ninguna originalidad, el argumento y su desarrollo, con algunas mínimas diferencias, se parece a muchos films que ya hemos visto. Solo que la justiciera muestre el empoderamiento de una mujer común y corriente ¿alcanza? Apenas. Además deja la puerta abierta para una secuela.
Riley es madre, esposa. Para ella su definición es esta, más allá de su trabajo en el banco –en dónde la explotan-, más allá de las malvadas madres de las niñas exploradoras. Ella da todo por su familia, por eso cuando son asesinados frente a ella, y al ver que la justicia no hace nada, decide tomar el asunto en sus manos. Peppermint es una película de acción que causa gracia, pero no por los motivos correctos y que parece salida directamente de la década de los noventa.
Como una suerte de aprendiz del personaje impulsado por Liam Neeson en Búsqueda implacable, Jennifer Garner encarna a Riley North, una madre que toma las armas y enciende la venganza contra aquellos que terminaron con la vida de su familia en Matar o morir, la nueva película de Pierre Morel -De París con amor-, un especialista en el género de acción y discípulo de Luc Besson. En esta nueva realización, la acción está a la orden del día y no pierde tiempo para desatar tiros, peleas y enfrentamientos varios. Un salida nocturna al parque de diversiones se convierte en tragedia cuando su marido Chris -Jeff Hephner- y su hija Carly -Cailey Fleming- son asesinados a balazos. Este filme sigue los pasos de la exitosas sagas John Wick, con Keanu Reeves y El justiciero, con Denzel Washington, típicos exponentes del cine de los setenta y ochenta que, en este caso, convierte a Riley en una mujer decepcionada con el sistema judicial que deja libres a los asesinos de su familia. El filme cumple su cometido y entrega lo que promete sin apartarse de los convencionalismos del género ni profundizando demasiado en los personajes. Ello actúan porque la trama lo pide -Riley es el ama de casa que luego de salir del coma se supone que entrenó y puede controlar todo-. La trama también impulsa la investigación de los detectives de turno -John Gallagher y John Ortiz- para seguir los pasos de la enfurecida ama de casa, combatir y encontrar a un traicionero de la fuerza policial y enfrentar al capo narco junto a todo su ejército de secuaces mientras el nuevo "ángel vengador" encuentra el refugio y el apoyo de un grupo de homeless. Garner se pone la película al hombro con un personaje hecho a su medida y deja abierta la puerta a una secuela. Que los malvados se vayan poniendo en fila...
Matar o Morir puede ser entretenida, pero solo para pasar un rato lejos de la realidad. Hay películas que han servido para acomodar actores y actrices en géneros determinados. Jennifer Garner es el claro ejemplo de este paradigma, la mayoría del público logró descubrirla luego de su participación estelar en Como si tuviera 30 (2004), una película que se repitió hasta el hartazgo por los canales de cable y aire, pero que sirvió para descubrir un gran talento. Pero un año atrás, Garner tuvo un papel bastante importante en la adaptación cinematográfica de Daredevil (2003), cuando le tocó interpretar a Elektra Natchios, un personaje con una relevancia sustancial en todo lo que se refiere a Marvel y que si bien esa cinta no fue un éxito ni nada parecido, Elektra se ganó su film en solitario en 2005. Ahí a Jennifer sí que le fue mal, ya que la peli tanto para fanáticos como para la crítica, fue un fiasco rotundo. Ahora, Jennifer Garner busca tener revancha en las pelis de acción y es por eso que protagoniza Matar o Morir (Peppermint). Riley North (Garner) era una madre de familia de lo más convencional, hasta que un cártel mexicano le arrebató a su familia de una de las peores y más traumáticas formas. Años más tarde y luego de un arduo entrenamiento cuasi militar, Riley está preparada para ejercer justicia por mano propia y por fin vengarse de quienes se llevaron a sus seres amados. Ella contra el mundo deberá luchar contra la corrupción del sistema de justicia, las fuerzas policiales y el mismo cártel en la búsqueda de venganza. Siempre está bueno que los estereotipos se rompan. Todos. Si algo dejó en claro una película como Atomic Blonde (2017), es que una mujer se puede hacer cargo tranquilamente de una peli de acción sola y no tiene nada que envidiarle a las historias de machotes que disparan antes de preguntar que tanto se consumen. Matar o Morir, tiende a ir para ese lugar pero se olvida de algo tan sustancial y clave, como lo es el desarrollo de una historia, con un guion creíble y personajes secundarios que aporten elementos a la trama. La peli gira en torno a Riley North y los escritores bien lo hacen notar, porque es lo mejor que tiene la película y en sí su construcción no es del todo buena. Pero todo lo demás deja mucho que desear. Los personajes secundarios no logran engranar en el relato y cuando les toca participar se sienten forzados. Hay giros en cuanto a lo argumental que pierden efecto en su re-utilización y otros que ya de por si, son ridículos. Cuesta creer que el director Pierre Morel, no haya sabido como narrar una historia del tipo que mejor les sienta. Entre sus tantos títulos de acción, se destaca Búsqueda Implacable (2008) y si algo bueno que tiene la saga de Liam Neeson es que dentro de todo, se maneja dentro de un campo verídico bastante convincente. Acá, pasa todo lo contrario en todas las situaciones. Desde la rapidez en aprender tácticas militares, como accionar armamento y una gran habilidad para aguantar disparos a quema ropa, cada escena se desacredita cada vez más rápido. Por suerte para Jennifer Garner y teniendo en cuenta la falta de desarrollo de su personaje, ella es lo mejor de la película. Con un trabajo físico tremendo y una capacidad para realizar coreografías de peleas, la peli toma un poco de fuerza cada vez que ella se encarga de patearle el culo a los malosos de turno. El resto del elenco pasa desapercibido y eso que tiene un cast bastante completo con actores como John Gallagher JR o John Ortiz, pero que no pueden desplegar lo mejor de ellos por una estructura que no puede sostener nada. Matar o Morir puede ser entretenida, pero solo para pasar un rato lejos de la realidad. Si la apuesta de sus productores es la de generar una saga o franquicia, luego de un final súper abierto, como ítem principal deberán corregir el desarrollo de sus personajes y las situaciones con la que se encuentran, sino terminara siendo una idea muy prometedora que termino pasando sin pena ni gloria por los cines.
Pierre Morel, el director de “Taken / Búsqueda Implacable” con Liam Neeson y “The Gunman” con Sean Pean e Idris Elba, intenta repetir un esquema que le ha rendido sus frutos y que domina a la perfección y puede seguir sin ningún esfuerzo. En este caso, cambia la figura central del hombre común implicado en circunstancias especiales por la de una mujer, madre de familia que busca cobrar venganza por un crimen que destruyó su familia y que no logró encontrar eco en la justicia. Y para ello cuenta con el protagónico absoluto de Jennifer Garner, una actriz que construyó su carrera a dos aguas entre películas dramáticas y lacrimógenas como “La extraña vida de Timothy Green” “Directo al corazón” o “Yo soy Simón”, algunas comedias blancas como “Si tuviera 30” “Los fantasmas de mi ex” y “Día de los enamorados” y su perfil de heroína de acción. “MATAR O MORIR – PEPPERMINT” remite a sus trabajos en “Elektra” “Daredevil” o fundamentalmente en su papel protagónico en la serie “Alias” en donde Garner se pone ahora en la piel de Riley North, madre de familia y empleada en un banco, que deberá hacer justicia por mano propia. Por una mala información, un vengativo narcotraficante vinculado con el que su marido ha estado vinculado, intenta eliminar a toda la familia, pero cometiendo un error, deja a Riley con vida. Obviamente debido a las importantes vinculaciones e influencias que este mafioso tiene, la Justicia fallará a su favor y dejará a Riley completamente desposeída y con sed de venganza para ajusticiar el asesinato de su hija. El problema fundamental con el que se topa “PEPPERMINT” a los pocos minutos de planteada la historia es el de lidiar con un caso contado miles de veces y que por lo tanto, no tiene nada nuevo que aportar. En esta ocasión, Morel tampoco cuenta con la ayuda en el guion de Luc Besson como la tuvo en otras ocasiones y por lo tanto no logra escaparse de una estructura sumamente previsible que no brinda ningún elemento sorpresivo ni novedoso sino, que por el contrario, no se aparta de la fórmula más tradicional del género y transita absolutamente todos y cada uno de los estereotipos que se presuponen para este tipo de producto. Es así como Riley de la noche a la mañana, pasa –sin ningún tipo de arco dramático- de madre adorable a asesina a sangre fría, súper entrenada y que no le tema a nada. Se enfrenta sin que le tiemble el pulso a los narcotraficantes más pesados, no dudará en lidiar con ninguno de sus enemigos para eliminarlos de las formas más crueles. Todo comenzará cuando se cumplan cinco años del asesinato de su hija y Riley comience a eliminar a sus adversarios como si se tratara de una competencia dentro de un video juego, uno por uno, ella contra todos y sola contra el mundo. Ninguno de los elementos que plantea Morel en su nuevo filme logra el atractivo que los fanáticos suelen esperar en una película de género: la repetición y los lugares comunes se hacen presentes en las escenas de acción que tampoco aportan nada demasiado novedoso pero Garner, de todos modos, le pone garra y actitud intentando salvar la película del naufragio. Seguramente nadie que compre su entrada para ver “MATAR O MORIR – PEPPERMINT” está esperando que la historia gane un Oscar al mejor guion original, pero si, quizás, que se les caiga alguna nueva idea y que no se queden atrincherados en la zona de confort, repitiendo la receta de miles de productos ya vistos.
Matar o morir es un estreno decepcionante para tratarse de una película de Pierre Morel, uno de los mejores realizadores del cine de acción que surgieron en los últimos años. Si este mismo film lo hubiera hecho Steven C.Miller, responsable de las últimas producciones de Bruce Willis para el dvd uno podría ser más indulgente, pero de Morel se espera mucho más porque es un director que conoce y domina perfectamente este género. El artista francés, que en el pasado brindó joyas como Distrito 13 y Búsqueda implacable, en este caso presenta su proyecto menos inspirado a tal punto que ni siquiera parece filmado por él. La trama trabaja el trillado concepto de El vengador anónimo desde una perspectiva femenina, una idea que el director Neil Jordan exploró hace unos años en una película superior como fue Valiente, con Jodie Foster. El problema con esta producción es que Morel no hizo el menor esfuerzo por hacer algo diferente con esta premisa y eso la vuelve extremadamente predecible porque ya vimos el mismo argumento centenares de veces. La mejor remake del clásico con Charles Bronson la hizo James Wan en Sentencia de muerte, con Kevin Bacon, y todavía no la pudieron superar. En el caso de Matar o morir Jennifer Garner rema con mucho profesionalismo su personaje, que le permite ofrecer una buena interpretación dramática pero no alcanzó. El argumento se desarrolla de un modo muy predecible sin ningún tipo de suspenso y las secuencias de acción no están al nivel de lo que solemos encontrar en un trabajo de Morel. Inclusive París en la mira (John Travolta) y The Gunman (Sean Penn) contaban con escenas de tiroteos y persecuciones más intensas donde se podía apreciar el talento del director en este campo. Por otra parte, el hecho que el concepto del vengador anónimo en este caso se trabaje con un personaje femenino resulta irrelevante por el modo en que se desarrolló la trama, donde abundan las situaciones inverosímiles. Algo que no ocurría en el thriller En la sombra, con Diane Krueger, que abordaba un relato similar, más enfocado en la experiencia de duelo de la protagonista y las consecuencias que generaba su deseo de venganza. El personaje de Jennifer Garner en cambio pasa de ser un ama de casa normal a la hermana de John Wick sin una transición creíble y eso afecta bastante a la película. En resumen, Matar o morir si bien se deja ver gracias a la interpretación de su protagonista, no deja der ser un film olvidable debido a su falta de originalidad y el hecho que no ofrece la mejor labor de su director.
La justiciera “Matar o Morir” (Peppermint, 2018) es una película de drama y acción dirigida por Pierre Morel. Con un guión a cargo de Chad St. John, el reparto incluye a Jennifer Garner, John Gallagher Jr. (Avenida Cloverfield 10), John Ortiz (El Lado Luminoso de la Vida), Juan Pablo Raba, Cailey Fleming, Jeff Hephner, Annie Ilonzeh, Pell James, Jeff Harlan, entre otros. Riley North (Jennifer Garner) y su marido Chris (Jeff Hephner) están dispuestos a que el cumpleaños de su pequeña Carly (Cailey Fleming) no sea el fracaso que quiere la malvada Peg (Pell James), madre de una compañera de escuela de la niña que decidió dar otra fiesta en su casa para que los invitados a la celebración de Carly no aparezcan por allí. Por eso, a la noche los tres concurren a la feria navideña llena de juegos y locales de helado. Chris trabaja como mecánico y ese mismo día un amigo trata de convencerlo para que se una al plan de robarle a un líder narcotraficante llamado Diego García (Juan Pablo Raba). Aunque Chris declina la idea, igualmente la información de la propuesta llega a oídos de García, el cual ordena que lo maten de inmediato. Esa noche en la feria no solo Chris es asesinado, sino también su hija cumpleañera. Cinco años después de puro entrenamiento, a Riley North le llega la hora de vengarse con todas las personas involucradas que le arrebataron a su familia. Del director de Búsqueda Implacable (Taken, 2008) llega a las pantallas una historia que ya vimos muchísimas veces pero con la diferencia de que ahora la protagonista es una mujer. El resultado podría haber sido bueno si la trama hubiese respetado la mínima verosimilitud que hay que tener en este tipo de producciones. No obstante la cinta tiene demasiados elementos con los que de ninguna manera el espectador puede llegar a tomársela en serio, haciendo que la experiencia se vuelva tediosa, ridícula y graciosa en los momentos que se supone deben ser tensos. Jennifer Garner hace lo que puede con un personaje completamente mal construido, que pasa de ser una madre amorosa a una mujer habilidosa en el manejo de armas que funciona como “ángel guardián” de las zonas marginadas. Aunque ese cambio haya ocurrido luego de cinco años, al no mostrarnos el proceso resulta muy complicado creernos que Riley North fue capaz de robar muchísimo dinero del Banco donde trabajaba, ir a Hong Kong para practicar boxeo y luego prepararse más en el continente europeo, todo esto sin dejar rastro para la policía, que recién ahora está interesada en ella. Sumándole que Riley sufrió un grave disparo en la cabeza cuando su esposo e hija perdieron la vida, su destreza actual no deja de ser dudosa. Al ya darnos cuenta fácilmente cómo será parte del desenlace, las escenas de acción o explosiones nunca nos hacen sentir temor por lo que pueda pasarle a la protagonista: ya sabemos que, aunque esté en el peor escenario posible, ella puede contra todos. Por otro lado resulta increíble la capacidad que tiene el guionista para tomar por idiota al espectador, en especial cuando Riley desde un celular ajeno puede conectarse con los medios para ser transmitida al instante por la televisión. “Matar o Morir” definitivamente no es una película diseñada para cine; solo podrá resultar en un futuro cuando, haciendo zapping, no haya nada mejor que ver.
UN PLATO QUE SE SIRVE TIBIO Jennifer Garner vuelve a patear traseros, pero la historia no la acompaña. La venganza no es exclusiva de los hombres, como tampoco el cine de súper acción. Pierre Morel, responsable de “Búsqueda Implacable” (Taken, 2008) y de convertir a Liam Neeson en un héroe madurito, hizo escuela en esto del “ojo por ojo”, y empapado de este nuevo empoderamiento femenino que salpica todos los rincones de la industria, se despacha con “Matar o Morir” (Peppermint, 2018), un thriller dramático cargado de violencia, pero con muy poco contenido. Celebramos que Jennifer Garner se ponga al frente de esta historia y vuelva al terreno de Sydney Bristow pateando traseros, pero el guión de Chad St. John -“Londres Bajo Fuego” (London Has Fallen, 2016)- no le otorga las herramientas suficientes para lucirse, como sí lo hacía, por ejemplo, la serie producida por J.J. Abrams. La cosa empieza cinco años atrás, con Riley North (Garner), y su bella familia, que hace lo que puede para apaliar los problemas económicos. Ellas trabaja en un banco, mientras su marido Chris (Jeff Hephner) se rompe el lomo como mecánico, todo para darle a su pequeña hija Carly el mejor pasar. El problema es que el señor North intenta buscar una salida más fácil, pero a último momento se arrepiente y decide evitar involucrarse en los chanchullos de un amigo, quien intenta robarle a Diego Garcia (Juan Pablo Raba), un poderoso narcotraficante. Claro que a Garcia no le gusta que le toquen el bolsillo, y aunque Chris no hizo nada malo, igual piensa dar el ejemplo y demostrar que, con él, nadie se mete y vive para contarlo. El día del cumpleaños de Carly, los North salen de paseo y son sorprendidos por los hombres del mafioso que arremeten contra ellos. Se imaginarán que la única sobreviviente del tiroteo es Riley, y a pesar de identificar positivamente a los perpetradores, todos quedan en libertad por culpa de algunos funcionarios corruptos, y el hecho de que a ella la consideran un poquito traumada como para tener en cuenta su testimonio. Cinco años después, durante el aniversario de aquella fatídica noche, los cadáveres empiezan a acumularse. Primero, los tres supuestos sospechosos, después el juez y el abogado de la causa. La policía está un tanto consternada por la violencia de los crímenes, pero todas las pistas confluyen en Riley North, ahora convertida en una Charles Bronson revanchista. Nadie sabe muy bien qué anduvo haciendo la señora a lo largo de todos estos años, pero entre los detectives Stan Carmichael (John Gallagher Jr.), Moises Beltran (John Ortiz) y la agente del FBI Lisa Inman (Annie Ilonzeh), van a tratar de descifrar sus intenciones y detenerla antes de que sea demasiado tarde. La cuestión es que Riley no tiene nada que perder y, además, para muchos está considerada una justiciera más que una criminal. Sí, la opinión pública tiene un peso específico en esta historia, aunque Morel nunca lo desarrolla y se decide por una trama llena de acción desenfrenada, violencia extrema, tiros y explosiones. Hay atisbos de explicar cómo una tranquila ama de casa se convierte en la versión femenina de Rambo, pero igual nos cuesta comprar este argumento demasiado exagerado y agarrado de los pelos. Ojo, si se tratara de un hombre, tampoco funcionaria, ya que al menos, en el caso de Liam Neeson y su Bryan Mills, dábamos por sentado que se trataba de un ex agente súper entrenado. La venganza mueve montañas, pero lo de Riley se hace poco creíble. Igual, “Matar o Morir” entra en ese subgénero de “vigilantes” que se enfrentan solitos a un ejército y salen bien parados porque el bien siempre gana, no importa que tan chifladito esté el justiciero en cuestión. Morel y John se esfuerzan demasiado en mostrarnos a Riley como un personaje fuerte y patea traseros que, con algunas habilidades aprendidas por el camino, puede enfrentarse a todos los delincuentes de la zona. Suman policías ineptos, personajes corruptos y malos muy malos sin muchas justificaciones, como para llenar todos los casilleros de los lugares comunes. Nos resulta imposible empatizar con un personaje como el Garner. Sí, la pobre mujer perdió a su familia, la hicieron pasar por loca y, encima, no recibió ni un poquito de justicia; pero los realizadores la convierten en esa loca descontrolada que dispara y luego pregunta, casi sin ninguna escala. “Matar o Morir” es una película vacía, como tantas otras de súper acción. Pierde la oportunidad de presentarnos una gran historia encabezada por un personaje femenino, de esos que no abundan, en cambio, utiliza una fórmula gastada que puede funcionar para ciertos arquetipos ya en desuso, pero no para un planteo de 2018. Sabemos que Morel sabe filmar muy bien este tipo de encontronazos, y que Garner se le planta a cualquier desafío, pero acá hace lo que puede con lo que tiene que, en realidad, es bastante poco, y no logra conquistar nuestros corazones. El final nos llega de forma predecible, con falta de emoción, y casi que lo esperamos con los brazos abiertos después de más de hora y media de este juego del gato y el ratón entre los buenos, los malos y Riley, que no termina de decidirse. LO MEJOR: - Si querés acción, vas a tener acción. - La venganza no discrimina entre sexos. LO PEOR: - La historia y los personajes carecen de desarrollo. - Demasiados lugares comunes, a pesar de su antiheroína.
El título original es “Peppermint” y se encuentra relacionado con el helado de dos bolas que le gusta a la hija de Riley North (Jennifer Garner), una ama de casa que vive feliz con su familia, pero un día matan a su hija Carly North (Cailey Fleming) y a su esposo Chris North (Jeff Hephner) y ella ve el hecho. No se hace justicia y a partir de ese momento Riley tiene sed de venganza, vuelve a aparecer luego de 5 años y no se explica cómo pero ya aprendió a usar armas, sus luchas son con muchas coreografías, se convierte en breve en una super mujer, tipo “Rambo” y/o “Terminator. El film tiene problemas de guion y cae en lugares comunes, en un melodrama familiar con varias subtramas que no terminan de cerrar, llena de clichés, con situaciones que causan gracia, es repetitiva, muestra personajes poco creíbles y situaciones inverosímiles. Jennifer Garner (“Juno”, “Yo soy Simón”) se pone la película al hombro e intenta en todo momento sacarla a flote. Sin sorpresas, nada original y muy pochoclera.
La inverosímil transformación de una esposa fiel, madre amorosa y empleada bancaria en una máquina de matar es el primer eslabón de una antología de despropósitos. Estamos ante la peor versión del género de vengadores anónimos, ahora en manos de una mujer (Jennifer Garner, más sufrida que nunca) cuyo comportamiento parece avalar la idea de justicia por mano propia. La lista de desatinos es interminable y va desde mostrar del modo más irresponsable y efectista la muerte de una niña hasta la abrupta e incomprensible transformación de algunos personajes claves. Los saltos absurdos del guion y el desfile de estereotipos raciales resultan en este contexto casi anecdóticos.
RUTINARIA JUSTICIA POR MANO PROPIA Pierre Morel todavía conserva cierto renombre por el film que lo lanzó a la fama: Búsqueda implacable, cuyo único mérito fue el haber podido instalar a Liam Neeson como un veterano héroe de acción, porque ya en el momento de su estreno y ahora, vista un poco a la distancia, es una película claramente sobrevalorada y cuyo enorme éxito es aún hoy difícil de explicar. Y no solo porque su construcción era endeble y antojadiza –además de facha- sino también porque su puesta en escena era definitivamente mediocre, sin una secuencia de acción decente. Lo peor es que después, a pesar de dedicarse con esmero al género, Morel nunca dio muestras de aprender a filmar escenas de impacto con algo de nervio y creatividad: Sangre y amor en París y The gunman: el objetivo son films anodinos y fácilmente olvidables en lo que deberían destacarse. En Matar o morir, Morel vuelve a trabajar con la acción vinculada a altos niveles de violencia y a indagar en personajes que no tienen muchos pruritos a la hora de romper todas las leyes posibles en pos de alcanzar sus objetivos, pero también vuelve a demostrar que sigue sin aprender a narrar o mostrar, y que no pasa de ser un artesano mediocre. Para que quede claro: el problema no es tanto que la única vuelta de tuerca que aporta el relato a la típica premisa de “protagonista que pierde a su familia en un hecho delictivo y que frente a las fallas del sistema decide hacer justicia por mano propia” es que el personaje principal es una mujer; o que la ideología (definitivamente explícita) avala toda clase de acciones ilegales desde una justificación sentimental. Al fin y al cabo, son todos elementos discutibles, síntomas de un caldo de cultivo que está siempre presente en las distintas sociedades. El gran problema es que todo es aburrido y rutinario, con la cámara siguiendo en piloto automático el drama esa pobre madre y esposa que encarna –con esmero, hay que reconocerlo- Jennifer Garner, que busca vengarse brutalmente de todos los que estuvieron involucrados en mayor o menor medida en su tragedia. Esa desidia y desgano con el narra Morel lleva a que en la primera media hora se acumule de manera apabullante un compendio casi interminable de estereotipos y situaciones esquemáticas –la felicidad familiar hecha pedazos, las muertes en cámara lenta, los malos malísimos, los abogados corruptos o desinteresados, la policía inútil, el juicio humillante, etcétera, etcétera, etcétera-; para luego seguir con acción videoclipera y gestos cancheros que aportan poco y nada. Y si el film intenta darle un giro original al argumento a partir del rol que pueden jugar las redes sociales, avalando determinadas acciones pero también contribuyendo a revelar las miserias del sistema, tampoco es que se le brinda la suficiente atención como para imprimirle energía a lo que se está contando. De ahí que Matar o morir sea una experiencia banal y carente de impacto, un film sin alma y que nunca se preocupa realmente por contar apropiadamente su historia, por más que ya haya sido contada muchas veces. Así, no hay presencia femenina capaz de elevar un sub-género que luce un tanto agotado.
Jennifer Garner: qué mujer. No tiene una belleza tradicional, lo suyo es dulzura mezclada con esos pómulos magros que indican dureza. Su gran momento fue la serie Alias (2001 – 2006), hace ya demasiado tiempo. Ha hecho papelitos y comedias chiquitas (a mi me gusto mucho en 13 Going On 30, y me dí cuenta que era una formidable actriz), pero lo suyo es el cine de acción. ¿Cómo olvidarla, ahora que es tiempo de heroínas?. Peppermint no es un superfilme, pero es un vehículo de acción mas que adecuado para la Garner. No sólo patea traseros en gran forma sino que también actúa. Porque la Garner no tiene todos los patitos en fila (resulta obvio considerando que liquidaron a tu esposo y a tu hija). Porque acá cruzamos la barrera de los tabúes y matamos niños. Y si bien para algunos críticos es un golpe bajo del cual el filme no se recupera, para mí es un necesario argumento narrativo. Si sos mujer y tu marido es medio corrupto… ¿qué cosa te movería para buscar venganza y remover cielo y tierra tras los asesinos de tu familia?. Y sí: sólo tu instinto maternal, que te hayan boleta un hijo. Yo no encuentro el sacrilegio en semejante premisa: después de todo, a Frank Castle le hicieron pomada toda la familia (incluyendo al pececito dorado) y nadie dijo ni pío. De hecho uno podría argumentar (con mas de un fundamento) que Peppermint es la versión femenina de The Punisher. Veamos: familia asesinada por la mafia de la droga: chequeado!. Persona que se roba un arsenal y va a liquidar a los asesinos: chequeado!. Persona inestable emocionalmente que carga algo de su hijo / hija fallecido: chequeado otra vez!. En vez de baticueva la Garner vive en una camioneta piojosa donde guarda armas como para tirar al techo y, como le gusta la tranquilidad, ha hecho limpieza en el barrio hasta el punto que la consideran un ángel guardián (otro detalle que me hace acordar al Castigador). Desde ya un ama de casa no puede liquidar a toda la mafia y, para que eso resulte creíble, la Garner debe hacer un curso acelerado de entrenamiento en la Liga de las Sombras, desapareciendo durante cinco años para foguearse en el manejo de todo tipo de armas, practicar artes marciales mixtas y convertirse en un arma viviente. El cómo esta mina tiene mas datos de inteligencia que la policía y el FBI juntos es un misterio pero, ¿a quién diablos le importa la lógica en este tipo de películas?. El tipo que ceba todo esto es Pierre Morel, el mismo de Distrito 13, Taken y Desde París con Amor; o sea, el tipo sabe filmar acción con estilo y acá se luce. El asalto al jefe del cartel de la droga es espléndido. Hay bastante de John Wick en todo esto (con balazos en la cara y cuchillazos en donde no corresponde), pero la sensación es la Garner. Como Frank Castle, tiene visiones de su familia muerta y, acá, es el espiritu de su hijaes quien la despierta cuando está desmayada y la van a hacer boleta. Con el pelo cortado con cuchillo, sucia, musculosa, lastimada por todos lados, la Garner es una fuerza de la naturaleza que actúa con desquicio. Quizás eso sea lo mejor del filme, ver que la protagonista no está cuerda y solo razona como debe a la hora de trazar planes para infiltrar, atrapar, torturar y matar malvados. Mientras que Peppermint es un deleite porque va directo al punto (no es que perdemos una hora viendo como la Garner se entrena sino que tenemos un resumen al pasar de 5 minutos sobre lo que hizo en estos cinco años) y tiene unas cuantas sorpresas, el tercer acto es algo flojo porque, al intentar salirse de lo predecible, termina enredándola y lastimando la lógica (y la inercia) del relato. Igual es satisfactorio, pero quizás hubiera sido mejor no innovar y dejar que las cosas siguieran su curso natural. Como sea, Peppermint es una película súper recomendable, una de acción bien hecha que, aunque no surque ningún camino nuevo, al menos te hace pasar bomba 90 minutos de tu vida. Y ojalá que a la Garner le ofrezcan mas papeles de este estilo, porque esto definitivamente es lo suyo.
Esta película ya la vi, es la primera idea que se cruza en los “segundos” minutos de empezar a verla, aunque esto no sea una verdad revelada. La idea se desprende desde el texto mismo, es una historia ya contada, pero en que su personaje encarnando al héroe es un hombre. La primera escena, esos primeros minutos, hasta daban para ilusionarse. Una noche oscura, un estacionamiento vacío, sólo un auto que, por los movimientos que produce mientras la cámara va acercándose muy despacio, da la sensación de que vamos a ser testigos de una escena de sexo salvaje, histórica. Pero no. Salvaje, sí, Riley North (Jennifer Garner) está dando todo tipo de golpes a un supuesto malviviente, uno de los culpables de su tragedia, le da para que tenga guarda y no reparta, porque lo mata. Y ahí terminan todas las sorpresas del filme, se les acabo la (casi) originalidad. Luego el filme retrocede 5 años para establecer al personaje y su trágica historia, esa que la devengara en la versión femenina de “El vengador anónimo” (1974). Pero esto no sucede pues copian de buen origen, pero lo hacen mal, insertándole parte de otras historias de venganza personal o justicia por mano propia, como más le guste. Su marido y su hija son asesinados casi por error, una vez capturados, el juicio que se le sigue a los responsables es una gran farsa, ella estalla. Es sabido. No hay nada más peligroso que la venganza de una mujer despechada. Entonces, a partir de ahí, tenemos el derrotero de la mujer que se transforma en la versión hermosa de Paul Kersey, el personaje interpretado hace más de 40 años por Charles Bronson. Todo para que sea creíble esa búsqueda frenética de algún tipo de justicia, aunque eso suponga cometer todo tipo de delitos. Pero eso no es el mayor problema, es más, casi la actuación de Jennifer Garner es más que promisoria, pero no puede sostener sobre sus espaldas tanto desajuste y clichés mezclados, casi sin ser meditados, que están a la mano, funcionaron alguna vez, los pongo. Así aparecen todos los personajes que tienen que aparecer de la manera más exacerbada posible: el traidor, la rata, el malo, muy malo, el jefe oculto del malo, muy malo, los secuaces de ambos que son más malos que los malos. o eso aparentan, y las escenas de acción bien filmadas. Otras que dan un respiro a tanta vorágine, ella es capaz de hacerse cargo de un ejército de sicarios, claro que estos se ponen en fila esperando su turno para ser castigados por Riley (sí, el mismo nombre que la adorable nena de “Intensamente” 2015). La música que establece lo que el espectador debe sentir en cada momento, o está puesta en esa función de manera disfuncional. Podríamos abstraernos y dejarnos llevar, entonces hasta podría ser entretenido el ir corroborando que acertamos cuando nos anticipamos a cada escena, sin tener el catálogo de lugares comunes en nuestras manos. Pero esto es posterior a la última toma del desenlace, durante la proyección sólo deseamos que aparezca la palabra fin, pero en este caso, en realidad, surge continuará, claro que eso dependerá de la recaudación en boletería de los cines.
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