¿Quién patrulla estas aguas? Debe haber muy pocas situaciones más gratificantes en el ámbito cinematográfico que el encontrarse con una propuesta minimalista que conduce a cada uno de sus componentes hasta el extremo de la efectividad. Como suele ocurrir en estos casos, el responsable máximo detrás de cámaras es un artesano, un director que sabe balancear los pormenores de la narración y las necesidades industriales del momento, sean estas del tenor que sean: con Miedo Profundo (The Shallows, 2016) Jaume Collet-Serra deja atrás una maravillosa trilogía de thrillers de misterio y acción protagonizados por Liam Neeson, compuesta por Desconocido (Unknown, 2011), Non-Stop: Sin Escalas (Non-Stop, 2014) y Una Noche para Sobrevivir (Run All Night, 2015), lo que a su vez implica un regreso al terror de las también geniales La Casa de Cera (House of Wax, 2005) y La Huérfana (Orphan, 2009). Si bien el catalán ya había ofrecido muchísimas pruebas de su amor por el cine de género, su maestría visual y una prodigiosa atención puesta al servicio de cada detalle de sus films, en esta pequeña epopeya de resistencia su estilo se hace más evidente, queda al amparo de los ojos del espectador -sin ninguna máscara y/ o ropaje de por medio- porque el guión de Anthony Jaswinski reduce la acción a un esquema sumamente simple en el que todo el peso del relato recae sobre la ejecución concreta del realizador de turno. Lo que podría haber sido apenas un mashup simpático entre Tiburón (Jaws, 1975) y Mar Abierto (Open Water, 2003), se transforma en una aventura dolorosa y bastante tétrica gracias a la tensión que Collet-Serra le imprime a las escenas y su excelente dirección para con la protagonista absoluta de la faena, una Blake Lively que nos regala cuerpo y sangre a pura efervescencia. Por si todavía hay algún despistado que no sabe de lo que hablamos, sólo diremos que la trama posee dos personajes fundamentales: Nancy (Lively), una surfista texana que está vacacionando en una playa paradisíaca de México, y un gran tiburón blanco que “prueba” parte de su pierna izquierda y quiere el resto de su cuerpo. Cuando se produce el ataque, la señorita decide refugiarse primero en el cadáver flotante de una ballena y luego en una formación rocosa símil arrecife que queda expuesta o sepultada según los vaivenes de la marea, siempre con la compañía de una gaviota malherida que -como ella- está varada y a la buena de Dios. Sin duda los otros dos pivotes principales del opus son la belleza de las locaciones naturales y la labor del equipo técnico, en especial del director de fotografía Flavio Martínez Labiano y el editor Joel Negron, quienes aprovechan el entorno al máximo. En esencia los “secretos” de Collet-Serra se resumen en una construcción meticulosa de la puesta en escena, la garantía de una historia dinámica y el encomendar a los artilugios digitales sólo determinados floreos visuales, sin jamás permitir que estos pasen a primer plano o subyuguen a la narración como ocurre con casi todos los productos que entrega Hollywood para el consumo masivo. Miedo Profundo es una clase B como las de antaño, un ejemplo de que aun hoy se pueden crear obras acotadas y muy entretenidas con un presupuesto mínimo. Evitando la verborragia patética sobrecargada de chistecitos y aires de “girl power”, el coraje de la película es -en cambio- primitivo porque se concentra en la supervivencia más llana, la vinculada a ese temor que aflora cuando los burgueses salen a hacer turismo y a surcar la vastedad de los mares, sin saber quiénes patrullan estas aguas…
Vuelve el tema de la paranoia en el agua con una estudiante de medicina que intentará sobrevivir al ataque de un gigantesco tiburón. El juego funciona de la mano del experimentado realizador Jaume Collet-Serra. Vuelve el tema de la paranoia en el agua con un gigantesco escualo que hace de las suyas en esta película del español -importado por Hollywood- Jaume Collet-Serra. Recordado por La huérfana, Desconocido, Non-Stop: Sin escalas y Una noche para sobrevivir, el realizador instala el terror en el mar a partir del inmortal legado de Tiburón, de Spielberg. En este caso, y luego de varias criaturas marinas que asomaron a la pantalla grande, la acción se centra en Nancy -Blake Lively, de la serie Gossip Girl y El secreto de Adaline-, una estudiante de medicina que regresa a una playa mexicana paradisíaca y alejada, la misma que alguna vez visitó su madre fallecida. Miedo profundo juega con la tensión de manera efectiva a partir de una historia que habla de enfrentar los miedos y los dramas familiares. Sin embargo cuando Nancy es atacada por un tiburón queda a merced de una fuerza desconocida y destructora. Aislada sobre un islote de rocas que la separan de la playa y de una boya, deberá ingeniárselas para sobrevivir y encontrar ayuda antes que la marea suba y su única posibilidad de mantenerse en la superficie desaparezca. Pocos personajes, un escenario natural muy bien registrado por la cámara y olas inmensas para hacer surf sirven de excusa para desarrollar una trama que pone el acento en el suspenso y el impacto que causa la aparición de la criatura del mar. La película funciona aunque puede defraudar su desenlace, y sabe cómo mantener expectante al público que acompaña el largo sufrimiento de la protagonista. La presencia de una gaviota como único testigo del horror, el uso del celular y, fundamentalmente, el ingenio y la astucia de Nancy, hacen de la propuesta una experiencia envolvente que supera las recientes producciones con tiburones al acecho.
Desde que Steven Spielberg sorprendió a propios y extraños con Tiburón -una cinta clase b que se convertiría en el primer blockbuster de la historia e incluso lograría una nominación al Oscar como Mejor Película- los escualos se convirtieron en los villanos favoritos de todos los cineastas con intenciones de aventurarse a las profundidades del océano. Desde películas de animación como Buscando a Nemo, acción y ciencia ficción como Alerta en lo Profundo, o hasta films de corte independiente como Mar Abierto, los tiburones le han dado al cine una buena cuota de entretenimiento que no se limita a un sólo género. Pero Miedo Profundo, del siempre confiable Jaume Collet-Serra (Non-Stop, La Huérfana), llega para confirmar que el que mejor le sienta a los escualos, es el de terror, o para ser más específicos aún, el sub-género conocido como man vs. nature (humano vs. naturaleza). Vamos a necesitar una roca más grande: Miedo ProfundoLa premisa de Miedo Profundo es tan simple y efectiva como su ejecución. Nancy (Blake Lively), se dispone a pasar un tranquilo día de playa en algún paradisíaco y asilado lugar de la riviera mexicana. Pero esta no es una vacación más. Su madre acaba de perder su lucha contra el cáncer y esta playa simboliza algo importante en su relación, ya que ella se encontraba allí surfeando al enterarse de que estaba embarazada . El día se desarrolla como cualquier otro entre el sol, la arena y las olas. Pero el caer de la tarde encuentra a Nancy sola en el medio del mar, y sin saberlo invade la zona de alimentación de un gigantesco y feroz tiburón blanco. Apenas logra escapar con vida de un primer ataque y queda varada sobre una gran roca lejos de la costa. Herida y con las horas contadas hasta que suba la marea y vuelva a quedar expuesta en el medio del océano, Nancy contará sólo con su voluntad e instinto de supervivencia para salir con vida. Como un publicidad de Rip Curl o GoPro que lentamente se convierte en una pesadilla, el español Collet-Serra usa todos los trucos posibles para entregarnos una de las experiencias más intensas del año. Muy a pesar de estar haciendo una película de terror, con un tiburón de por medio, y no poder mostrar más de lo que una calificación de “para mayores de 13 años” le permite. Por lo que el fuera de campo se vuelve una herramienta fundamental, con la que se divierte y juega con el espectador, pero dosificada y sin abusar, mostrando lo justo y necesario para que nuestra imaginación se encargue del resto. Y si todo en Miedo Profundo funciona como es debido, es también gracias una a la gran labor de Blake Lively, quien, aparte del tiburón, es la protagonista absoluta de esta historia. A la ex Gossip Girl le basta un solo plano para lograr la mejor actuación de toda su carrera. Serra, ya sea por necesidad o por habilidad, hace todo lo contrario a lo que la mayoría de los directores harían. En una escena en particular, cuando el tiburón ataca a un hombre que intenta regresar nadando a la costa, apuesta por el fuera de campo y nos muestra el terror a través de los ojos de su actriz, quien es capaz de sostener un extenso primero plano y transmitir el horror tan sólo con su mirada. Uno de los momentos más potentes de la película y todo gracias a Lively. Conclusión: Un guión adecuado, una dirección inteligente y una intensa interpretación de Blake Lively son suficientes para hacer de Miedo Profundo una de las mejores propuestas de género que veremos este año.
Tan cerca y a la vez tan lejos Miedo profundo (The Shallows, 2016) es un thriller situacional breve, intenso, a veces verosímil, a veces ridículo y dentro de todo bastante efectivo. Como en Gravedad (Gravity, 2013), una mujer es sujeta a un extenuante tour de force orquestado por la Ley de Murphy que la deja al filo de la muerte constantemente. En el caso de Nancy (Blake Lively), está destinada a batirse a duelo contra un gran tiburón blanco. Esto lo hace en un rompedero secreto en la costa de México, donde ha ido a practicar surf. Camino a la playa todos los nativos rehúsan decirle el nombre del sitio a donde se dirige, como si supieran que eso va a complicar la trama, pero considerando que se encuentra totalmente sola e incomunicada a lo largo de su suplicio uno se pregunta en qué hubiera ayudado saber el nombre del lugar. Nancy es atacada por el tiburón y queda varada en unos peñascos en el mar: sola, herida, sin promesa de ayuda y con las horas contadas para que suba la marea. Se encuentra a apenas 200 metros de la costa, pero el tiburón merodea por las aguas y Nancy no puede pasar ni medio minuto nadando sin atraerlo. Se las tiene que ir ingeniando minuto a minuto con los recursos que tiene a mano para llegar a tierra firme. Las comparaciones inmediatas serán con Tiburón (Jaws, 1975), aunque Miedo profundo se parece menos al seminal blockbuster de Steven Spielberg y más a cualquier otro de los thrillers absurdos e hiperactivos que ha dirigido Jaume Collet-Serra (tiene al menos tres con Liam Neeson). Más allá de la presencia del abominable escuálido, el conflicto es relativamente nimio. Tiburón construye conflictos en varios niveles (externo, social, situacional, etc); Miedo profundo hace un vago intento de asociar la lucha de Nancy con una historia personal medio confusa y rebuscada sobre su madre muerta. Cuando al final hace catarsis el momento se siente gratuito e injustificado. Nada de lo que Nancy ha hecho a lo largo de la película se relaciona en forma alguna con su supuesto complejo familiar; nada indica que no podría haber hecho catarsis de alguna otra forma – dejándose atropellar por un auto, quizás, o leyendo un buen libro. De todas formas Miedo profundo es un buen thriller. El tiburón se hace desear, el peligro es palpable y hay una empatía inmediata hacia alguien que se encuentra tan cerca y a la vez tan lejos de estar sano y salvo. Jaume Collet-Serra ha dirigido peores películas. Tiburón ha tenido peores secuelas.
Miedo profundo restaura la dignidad perdida de los tiburones en el cine, criaturas que en el último tiempo se convirtieron en un chiste. Filmes bizarros como Sharknado o Sharktopus, producida por Roger Corman, brindaron historias desopilantes, pero no se las puede calificar como thrillers o propuestas de terror. Con una premisa muy sencilla (ver sinopsis), el director Jaume Collet-Serra (La huérfana, Non Stop) logra desarrollar una entretenida historia de supervivencia donde los tiburones vuelven a ser aterradores en el cine después de muchos años. La película presenta muy buenas situaciones de tensión cuando se concentra exclusivamente en la odisea que vive la surfista interpretada por Blake Lively. Tal vez para darle mayor profundidad a la historia, el guionista Anthony Jaswisky (La oscuridad) sumó otra subtrama relacionada con una situación traumática que vivió el personaje principal que no hace otra cosa que distraer el foco de atencion del conflicto principal. El film de Collet-Serra se hace algo lento por momentos cuando el conflicto abandona la tensión que genera la amenaza del tiburón para concentrarse en otros temas que son completamente irrelevantes. Sin embargo, en los momentos en que el film se centra en la acción y el suspenso, Miedo profundo logra ser muy entretenida. Pese al abuso del recurso de la cámara lenta y algunas situaciones inverosímiles que se dan en el clímax, el director Collet-Serra logra desarrollar un thriller decente que aporta un buen entretenimiento.
Sólo se trata de (sobre)vivir Una producción hollywoodense que recupera el espíritu del cine clase B con una rubia estadounidense luchando contra un tiburón en aguas mexicanas. La saga de Tiburón, la franquicia televisiva de Sharknado, Mar abierto, El arrecife, Alerta en lo profundo y sigue la lista. Los depredadores marinos han sido desde siempre favoritos del cine y la TV clase B (o clase Z) y de ese espíritu bebe esta producción algo más mainstream (costó 17 millones de dólares) a cargo de Sony y dirigida por ese siempre eficaz cultor de los géneros que es el catalán Jaume Collet-Serra, el mismo de La casa de cera, La huérfana, Desconocido, Non-Stop: Sin escalas y Una noche para sobrevivir. La protagonista casi exclusiva del film es Blake Lively (vista en la serie Gossip Girl y que la semana próxima aparecerá también en Café Society, de Woody Allen), quien interpreta a Nancy, una típica rubia estadounidense de veintiipico que viaja a una paradisíaca y oculta playa en México para cumplir con una cuenta pendiente familiar (de allí es una vieja foto que atesora de su madre ya fallecida). Nuestra heroína texana es, además, una eximia surfista y el lugar parece ideal para remontar enormes olas, pero ni los pocos lugareños le informan que el mar está infestado de tiburones. No tiene sentido anticipar nada más, pero el lector no tardará en adivinar que se trata de una larga lucha para sobrevivir en condiciones no precisamente relajadas ni ventajosas. El correcto guión de Anthony Jaswinski va agregando los elementos necesarios para que la película crezca en tensión, suspenso, morbo y credibilidad (por ejemplo, que ella tenga un background en medicina), mientras que Collet-Serra ratifica esa condición tan noble y poco reconocida de los artesanos que trabajan en la industria: sabe dónde poner la cámara (incluso debajo del agua), tiene oficio para narrar con mínimos elementos (una chica, una isla, una gaviota, un tiburón y... ¡una GoPro!) y salir más que airoso del desafío. Blake Lively no es una actriz particularmente brillante, pero tiene en claro que lo suyo aquí es hacer de "gringa" promedio en circunstancias extraordinarias (¡una estadounidense sobreviviendo en México, Donald Trump!), mostrar un poco sus curvas y cargarse la película al hombro. Y lo hace con la misma convicción y dignidad con que el guionista y el director cumplieron con sus respectivas responsabilidades. Quizás le falte por momentos un poco más de vuelo, algo más de humor negro (el poco que tiene es muy bueno) y de delirio absurdo para ser una auténtica heredera del subgénero clase B, pero Miedo profundo asusta y entretiene, sobre todo en una pantalla gigante y con buen sonido. El cine de género en todo su esplendor.
Instinto de superviviencia El título original de esta película de terror acuático protagonizada por un tiburón con ganas de meterle un buen mordisco a una rubia de infarto atiende al nombre de The Shallows, que traducido al español vendría a ser algo así como Aguas poco profundas. En España se estrenó en su día como Infierno Azul y ahora llega a los cines argentinos con el glorioso título de Miedo profundo. Pues ya podrían haberse puesto todos de acuerdo y haberla llamado Tiburón 6 o 7, porque hasta ahora todas las críticas que uno ha leído sobre el film empiezan de manera unánime comparándola con el clásico imperecedero de Steven Spielberg, aquel que derivó en un sinfín de sucedáneos cada vez más irrisorios donde cualquier animalejo marino podía llegar a convertirse en un carnicero sin piedad.
Nancy aún está en proceso de duelo tras la muerte de su madre, y por eso decide pasar un tiempo a solas en una playa perdida de México donde su mamá hacía surf. Lo que parecen unas idílicas vacaciones termina siendo un infierno cuando Nancy sin saberlo se mete en la zona de caza de un enorme tiburón blanco. Ahora, varada en un islote de arrecifes, prácticamente sin ningún objeto que le sirva y herida en una pierna, Nancy deberá llegar a la playa si no quiere morir en las fauces del escualo. The Shallows (nunca entenderemos la necesidad de usar la palabra “profundo” en los doblajes de los films con tiburones) vuelve a poner al mal logrado tiburón blanco como villano de una película, y sorprendentemente, tenemos como resultado una cinta que, al menos, no aburre ni está cerca de ser de lo peor del año. El mayor acierto de Miedo Profundo es el contar una historia chiquita, sin dobles lecturas ni que intenta ponerse existencial usando al tiburón como metáfora de algo. Es un film sincero en lo poco que quiere contar y al menos en eso, sale mucho mejor parado que otros productos similares. Así es como tenemos una mini construcción de personaje, que cuando empieza a ponerse innecesariamente melosa y cursi, se la deja de lado para centrarse en la situación que está viviendo Nancy. Además de que el director hace un buen uso del suspenso con respecto al escualo, que si bien a esta altura no sorprende a nadie, al menos no tenemos una sobreexposición del tiburón. Es una lástima que el director Jaume Collet-Serra no resistiera la tentación, y mostrara un sinfín de planos que sólo se encargan de mostrar lo bella que es Blake Lively y que tiene un físico envidiable. Seguramente al grueso de la platea masculina esto no les moleste, pero es evidente cuando la actriz principal pasa a ser más un objeto sexy que a estar interpretando un papel. El trabajo de Jaume Collet-Serra termina siendo regular entonces, ya que por un lado sabe cuando mostrar al tiburón y jugar con las sombras y partes del escualo, pero también hace un abuso de su actriz mostrando incluso planos detalles de su cuerpo. De todas formas a favor de Blake Lively, debemos decir que es una grata sorpresa. Todos sabemos que es más conocida por su aspecto que por sus dotes interpretativos pero la verdad en ningún momento se siente que le molestara cargar el peso del film a sus espaldas, y uno logra empatizar con ella y querer que le salga todo bien. Miedo Profundo es un aceptable film, pese a meterse en un terreno mil veces explorado y que todos sabemos que nunca se podrá superar a Tiburón. Para quienes gusten de estas películas, no van a salir defraudados, para los que buscan algo distinto, quizás la mejor opción sea seguir buscando.
Del director de La Huerfana, llega Miedo Profundo. Desde que en 1975 las audiencias de todo el mundo quedaron hipnotizadas por la película Tiburón, hubieron 3 secuelas oficiales, versiones europeas, telefilms y más películas de ataques de tiburones de las que uno puede recordar. Este 2016 llega a los cines Miedo profundo , una nueva película con una premisa un poco mas intimista pero con el mismo resultado que el resto de los films de igual temática. Nancy esta en medio de una encrucijada en su vida, la pérdida de su madre le quita perspectiva de futuro. Entonces decide aventurarse a la búsqueda de una playa que los nativos mexicanos mantienen secreta para evitar que los turistas la destruyan. Ella la encuentra y se adentra en las aguas para practicar surf y tratar de encontrar algo de paz mental. Pero antes de terminar su día de playa, es atacada por un enorme tiburón blanco, y a partir de ahí su existencia se transforma en un juego de vida o muerte donde alcanzar la orilla es el premio máximo al que se puede aspirar. Al principio, y tal como ocurrió con el primer teaser que se vio del film, parece que estamos viendo una película bastante original en su punto de vista, centrada más en el duelo entre el personaje y la bestia, al mismo tiempo que la naturaleza misma del mar beneficia a uno y otro. Pero rápidamente la aparición obvia y muy expuesta del tiburón saca cualquier poética que el film había generado y pasados los minutos iniciales, Miedo Profundo se transforma en un producto digno del cine clase B, solo que con buen presupuesto. Para ser honesto, la verdadera intención estética de Miedo profundo se devela demasiado rápido en el film. La secuencia de apertura carece de la sutileza de todas sus predecesoras, incluso de películas muy inferiores a esta. Luego, una vez desatado el conflicto, vemos un tiburón que gruñe, retrocede (algo que los escualos no pueden hacer físicamente) y hasta pone cara de dolor, por más imposible o ridículo que esto suene. El punto más alto es sin duda su fotografía, a cargo de Flavio Martínez Labiano (quien supo trabajar para Alex De La Iglesia). Siguiendo la línea de directores de fotografía como Clark Little, las tomas de oleaje, las tomas subacuáticas y los ralentis son realmente bellísimos. El problema es que los efectos digitales son claramente inferiores en su estética a las imágenes obtenidas por el director de fotografía. Blake Lively como Nancy realiza una actuación apenas aceptable. Su personaje pasa demasiado rápido de su condición de “persona pensativa” a heroína de acción, y ninguna de esas facetas las desarrolla demasiado en profundidad. El paralelo con el personaje de Chrissie (la primer muerte en Tiburón) es claro, y la película no ahorra en homenajes al film del ’75, pero eso no alcanza para conformar a los fans de una de las películas más icónicas de la historia del cine. Esta película tiene en definitiva, el potencial de atraer a las salas a toda una generación que no posee muy buenos referentes de este tipo de films de monstruos devora hombres. Pero para aquellos que ya hemos pasado por la experiencia tantas veces, realmente Miedo profundo no aporta nada interesante para ver y muchas de sus escenas terminan siendo más graciosas que terroríficas.
Uno de los géneros más abarcativos que tiene el cine es el thriller. No es sencillo de caracterizar por esta misma razón, pero las emociones que debe causar sí son claras. A diferencia de otros géneros, en los que se obedece más a una fórmula o un ritmo ya estudiado, en el thriller se busca tener al espectador con el corazón en la garganta. Hay infinitas posibilidades en cuanto a la trama, pero la excitación, la intranquilidad, la desconfianza, el asco, la euforia y otros sentimientos sumamente fuertes son lo que convierte una película cualquiera en un thriller. Puede hacer pareja con cualquier otro género sin quitarle consistencia, convirtiéndolo en uno de los más ricos y amplios que tiene el cine hace años. El misterioso océano es, naturalmente, uno de esos grandes miedos humanos capaces de generar dichas emociones. La familia de Nancy (Blake Lively) ha recibido un gran golpe: su madre falleció luego de una difícil lucha contra el cáncer. Su manera de manejar esta fea experiencia es viajar sola surfeando alrededor del mundo. Su próxima parada es una playa paradisíaca en México, casi desierta. Las cosas se complican cuando un sangriento accidente la obliga a pasar la noche en una pequeña roca mientras en el agua la espera pacientemente un gigantesco tiburón. La dirección estuvo a cargo de Jaume Collet-Serra, conocido por dirigir La Casa de Cera en 2005 y La Huérfana en 2009. Su guionista, Anthony Jaswinski, no tiene una carrera muy extensa ni celebrada, pero tal vez sea The Shallows lo que lo ponga en el mapa. The Shallows es una de esas películas de suspenso en las que casi todo el trabajo histriónico recae sobre una persona. Al igual que Ryan Reynolds en Buried (2010) o Robert Redford en All Is Lost (2013), Blake Lively (Savages, 2012) es la única encargada de tener al público al borde del asiento, algo que hace sin dificultad. Semejante responsabilidad es difícil de acarrear, pero su habilidad la llevó a lograrlo, a pesar de que en algunos momentos se la usa más como eye-candy que como un personaje de verdad. Es inspirador e interesante ver a personajes femeninos casi de acción cuando son ingeniosos y resourceful, muy a la Mary Elizabeth Winstead en 10 Cloverfield Lane (2016). En los últimos años, estos papeles se han hecho más frecuentes. Si bien son en películas que no llegan a la calidad de Alien (1979) con el personaje de Ripley o de Terminator (1984) con el de Sarah Connor, una tendencia comienza a marcarse y se crea un antecedente interesante para el cine de acción que viene.
El juego del gato y el ratón, con un tiburón. Cortita, al pie y efectiva, Miedo profundo logra construir un Tiburón minimalista al cual se le hubieran eliminado presentaciones, contextualizaciones y personajes secundarios. Aunque esto pueda sonar ligeramente despectivo, el film del barcelonés Jaume Collet-Serra –rodado en Australia con producción estadounidense– convoca no tanto el recuerdo del largometraje de Spielberg como al de decenas de títulos de bajo presupuesto pero alta inventiva –con bichos existentes o imaginarios–, que el cine de Hollywood supo parir desde que la producción estandarizada adquirió todas sus luces y sombras décadas atrás. Los puntos de partida y salida no escapan de una única locación: una playa en algún lugar de México en la cual hace acto de presencia una atlética rubia en busca de un lugar para surfear que, de paso, la conecte espiritualmente con su madre recientemente fallecida. Ese dato y un llamado telefónico familiar poco antes del comienzo de la acción serán las excepciones a la regla de un relato concentrado hasta la destilación en el deseo de supervivencia ante circunstancias inesperadas y adversas. Y es que, a punto de montar una última ola y sin otro ser humano a la vista, la joven es atacada por un tiburón. Uno de esos tiburones cinematográficos menos atados a las leyes de los comportamientos animales confirmados por los biólogos que a los sádicos dictados de los guionistas (en este caso Anthony Jaswinski). Esto es: metódico, insaciable, perverso, molestísimo, mortífero como cualquier villano de película. Lastimada en una pierna y acompañada por una gaviota también herida, las perspectivas de Nancy se adivinan metafóricamente oscuras, más allá de la noche real que comienza a cernirse sobre el mar y la playa. Con esos escasos elementos y la ironía de verse atrapada en un islote de 2x2 a pocos metros de la playa, Collet–Serra (La casa de cera, La huérfana) dispone los típicos elementos del juego del gato y el ratón, roles que no se invierten casi nunca, hasta que… Y lo hace con astucia, algo de elegancia y un uso nunca explosivo de los efectos digitales: al tiburón se lo ve bastante poco, aunque sus indicios estén presentes todo el tiempo y las consecuencias de sus actos floten a la deriva. Película de una sola protagonista –más allá de eventuales personajes marginales, usualmente poco afortunados–, Blake Lively (famosa por su papel en la serie Gossip Girl y una de las protagonistas del último Woody Allen, Café Society) entrega una participación física acorde a su rol de heroína; quemada por el sol y las aguas vivas, mordida por el escualo y con decenas de golpes y magulladuras en el cuerpo, su Nancy es la enésima versión de la teniente Ripley enfrentada al Monstruo, dispuesta a todo con tal de salir viva de la funesta situación. Más allá del abuso constante del recurso de la cámara lenta, que agota rápidamente, y de un crescendo de la inverosimilitud, Miedo profundo utiliza todas las estrategias de la narración clásica –además de elementos de cámara y montaje pensados para generar la ilusión de inmersión visual– con el único fin de disponer y sostener el suspenso en sus poco más de ochenta minutos. En esa falta de ambiciones, que puede no ser otra cosa que humildad de género, encuentra las mejores armas para lograr su principal y modesto (aunque nada fácil de lograr) objetivo: que la empatía genere reacciones físicas en el espectador.
UNA BELLA Y UN TIBURÓN INSACIABLE Con la saga de “Tiburón” en la cabeza y la bella Blake Lively, se armó esta historia de una surfista en una playa de ensueño que queda atrapada en una pequeña roca, que será tapada por la marea alta y entre ella y la orilla (a unos 200 metros) un enorme tiburón blanco, que la ronda sin descanso. Hay que reconocer que mantiene la tensión durante la hora y media de duración, aunque algunas escenas de ataque y resolución suenen dignas de una superheroìna… Desde el comienzo la película es visualmente impecable, y las escenas de surf, las olas, son muy atractivas. Cuando comienza el peligro la tensión mantiene en vilo al espectador. Pero para resolver como sacarse el tiburón de encima el guionista Anthony Jaswinsky deliró más de la cuenta. Pero el entretenimiento esta logrado.
En Miedo profundo seguimos a Nancy una mujer que surfea sola en una playa aislada cuando es atacada por un gran tiburón blanco y queda varada a corta distancia de la costa. Aunque está sólo a unos metros de su salvación, llegar ahí parece una misión imposible. Jaume Collet-Serra, gran director catalán de cintas de acción y suspenso, logra con esta cinta de bajo presupuesto, un thriller inquietante que crispa los nervios. La hermosa Blake Lively cumple como la "reina del grito" del filme, poniéndole literalmente "el cuerpo a la película". Una fotografía prodigiosa, con acertadas tomas acuáticas, es esta una clase B hecha y derecha que crece en tensión a medida que avanza el metraje, hasta un climax no apto para cardíacos y fónicos del mar.
UNA BUENA CON TIBURONES Vivimos en un mundo que tiende al olvido, o mejor, a la deformación de la verdad y de la memoria; por eso, es nuestro deber como críticos de cine recordarle al lector que Tiburón (Steven Spielberg, 1975) es una de las grandes obras maestras que ha dado el cine en toda su historia, y que lo es porque contiene en su germen el cine que la precede a la vez que incluye nuevas formas y elementos para el cine que vino después. Su éxito económico y artístico la volvieron inmensamente influyente a varios niveles, incluso en la tradición menos elegante e inmediata que generan los sucesos culturales de semejante tamaño: el cine que pretende explotar su estela de éxito. Tradición a la que, sin dudas, pertenece Miedo profundo. Hay tantas películas de tiburones como las hay de zombis, la mayoría productos olvidables en la línea de la, apenas simpática, Sharknado (Anthony C. Ferrante, 2013). Pero sí, de vez en cuando, aparece algo rescatable como el drama indie Mar abierto (2003) de Chris Kentis o esa hermosa deformidad llamada Alerta en lo profundo (Renny Harlin, 1999). Hay que decir que esta película de Jaume Collet-Serra es también una de las excepciones, ya que cumple en esto de ser una buena película con tiburones. Miedo profundo tiene una inevitable corta duración si tenemos en cuenta su premisa: Nancy (Blake Lively) llega a una playa distante oculta en algún rincón de México donde se dispone a surfear. Es atacada por un tiburón pero logra escapar y queda herida varada en una roca que apenas sobresale del agua, a 200 metros de la costa. El comienzo es contundente pero muy limitante, y sin embargo Collet-Serra se las arregla para estirar lo suficiente la tensión generada por el impulso inicial. Es cierto que el suspenso parece diluirse pasado los 50 minutos, con alguna secuencia dramática un poco estirada, pero la llegada del tramo final nos involucra de nuevo en el juego del depredador y la presa. Collet-Serra se revela como alguien que tiene claro lo que quiere contar con esos pocos elementos que dispone en su película de premisa. Película que, además, sobre todo en el explosivo final, se define como un film de género y explotación sin la más minina culpa. Entonces, Miedo profundo es un film de supervivencia con tiburones que tiene la suerte de contar con una actriz capaz y de gran presencia como Lively. Intentemos obviar el comentario sobre su belleza, y digamos que la buena de Blake se pone al hombro una historia que depende en un gran porcentaje de su performance para que funcione. Y no sólo compone un personaje creíble y querible, sino que demuestra pericia para las escenas de exigencia física. Su actuación es clave, porque si no nos importa Nancy, poco importa lo que pueda suceder con ese tiburón bobalicón primo de esos torpes asesinos que aparecen en Sharknado. Miedo profundo es un pequeño triunfo, logra ser un buen film de explotación lo cual es una rareza, y más raro aún es un film de premisa que se sostiene casi hasta el final. Lo bueno es que es una película sin secretos, que basa su efectividad en las mismas herramientas con las que siempre puede contar el cine, una buena dirección y una buena actuación. Bueno, también aparece una simpática gaviota que casi nos olvidamos de mencionar, y que suma algún punto.
¿Quién no vió "Tiburón" en su momento y se asustó de meterse en el mar? Ok, eso nos pasó a todos... Ahora, 2016, le llegó el turno a "Miedo Profundo", que te aseguro, si le tenes miedo a los océanos, está peli no te ayudará mucho a quitártelo... La hermosa Blake Lively ("Gossip Girl") es una surfista que queda atrapada en una roca en el medio de una bahía acechada por un tiburón... o sea, miedo, sí... miedo profundo! La peli mantiene el suspenso durante todo el trayecto de la historia y ella, Blake, la pasa realmente mal, pero lo que consigue el director es que nosotros también la pasemos pésimo. Buenísima propuesta para vivir el cine en carne propia y con el tiempo justito, solo una horita y media. Lo positivo de todo es que cuando termine la peli te vas a dar cuenta que estás en una sala de cine y no en el. Muy buena para disfrutar entre amigos y como te dije antes, pasarla un poquito mal.
Jaume Collet-Serra, director catalán que erigió gran parte de su carrera cinematográfica gracias a sus colaboraciones de superacción junto a Liam Neeson y algunas películas de terror, mezcla todo en “Miedo Profundo” (The Shallows, 2016) e intenta dejar su huella junto a “Tiburón” (Jaws, 1975) de Steven Spielberg. Nancy (Blake Lively) llega hasta una paradisiaca playita escondida de México con la intención de surfear y escapar de sus responsabilidades. Este es el mismo lugar donde su mamá remontó las olas por última vez antes de quedar embarazada, y esta es la forma que encontró de rendirle homenaje tras que perdiera la batalla contra una terrible enfermedad. Acá está Nancy, sola frente a las olas y consiente que debe regresar antes de que suba la marea. Nadie sabe su ubicación, salvo algunos lugareños y otros surfistas que se acercan hasta el lugar, pero eso no importa porque ella quiere y necesita estar sola. La liberación que le da el deporte pronto se ve interrumpida por la llegada de un visitante inesperado: un enorme tiburón blanco acecha la zona y encuentra en la joven su mejor aperitivo. Tras ser mordida en un muslo, Nancy logra ponerse a salvo en unas rocas a cien metros de la playa. Sus conocimientos en medicina son útiles (acaba de abandonar la carrera, justamente debido a la muerte de su madre) para los primeros auxilios, pero necesita ayuda antes de desangrarse. Así empieza la lucha por la supervivencia, la de ambos especímenes. Las horas pasan, la marea sube y el escualo acecha en las aguas esperando que su presa se sumerja para dar el golpe definitivo. Piensen por un momento en “127 Horas” (127 Hours, 2010) en el agua y con un tiburón asesino. Nancy lo pasa mal, sufre y no le sale una, hasta que decide tomar cartas en el asunto. Collet-Serra juega con la tensión y todo recae sobre los hombros de Lively que, constantemente, sale de Guatemala para meterse en Guatepeor, y eso es lo que empieza a molestar después de un rato de verla luchar contra tanta adversidad. Blake es la protagonista absoluta y, después de un tiempo, ya no hay mucho que contar. La historia empieza a dar vueltas en sí misma y, aunque mantiene la atención del espectador, no consigue los mismos climas terroríficos de Spielberg, ni el drama que experimentaba James Franco en su odisea. “Miedo Profundo” termina siendo una anécdota donde se ven lindos paisajes, las destrezas surfísticas (y el cuerpo) de Nancy, mucha sangre (ojo los impresionables), pero nada más. Le falta cinco pa’ el peso. La acción está bien y Collet-Serra sabe como filmarla desde diferentes puntos de vista, pero necesita de un contrapeso dramático para que nos preocupemos (un poco más) del bienestar de la protagonista. Estas fallas se notan mucho más al final con una resolución apurada que desentona con lo pausado y medido del resto del film. El clima que se construye a lo largo de toda la película hace un poquito de agua con un epílogo que sobra y no aporta nada. Igualmente, “Miedo Profundo” sale airosa en su planteo y en ofrecer una hora y media de acción y tensión. Todavía está a años luz del monstruo de Steven Spielberg, pero al menos es más digna que bodrios como “Alerta en lo Profundo” (Deep Blue Sea, 1999) y sus escualos súper inteligentes.
Al nivel de grandes maestros del terror y el suspenso Mediante abruptos cambios de tono y solapados anticlímax de humor negro, el director español sacude al espectador con tremendos niveles de suspenso. Muy de vez en cuando aparece una película que depende de ideas y de imágenes y no de fórmulas ni presupuestos millonarios para recordarnos el placer de descubrir joyas de maestros como Don Siegel, Richard Fleischer, Jacques Tourneur, Roman Polanski o incluso el joven Steven Spielberg. "Miedo profundo" es una de esas películas con la capacidad de devolvernos el placer del cine en estado puro y, además, da toda la sensación de que su razón de ser es este objetivo. Más allá de que hay un tiburón malísimo, la referencia a Spielberg es más sutil, y tiene que ver más con ese formidable ejercicio de estilo de suspenso, superacción y un toque metafísico que fue "Reto a muerte" ("Duel"), en la que sin motivo aparente un tipo común era acosado sádicamente en la carretera por un misterioso camionero. Acá, una surfista de Texas, por conflictos personales, necesita dar con la paradisíaca playa sudamericana en la que sus padres se enamoraron. Llega al sitio, que no figura en mapas, sola, haciendo dedo con su bolso y su tabla de surf. El sitio es realmente maravilloso, con sólo un par de surfers locales, que aunque hablan otro idioma le hacen entender que hay que prestarles atención a los cambios de mareas, las intempestivas olas gigantes y los filosos arrecifes de coral. De los concisos 87 minutos de metraje, casi un tercio no está dedicado al suspenso, sino a plasmar la belleza y felicidad de atrapar una ola gigante en ese paraíso. Lo que lleva a la noción de que no moderarse a tiempo esperando una última ola puede convertir todo en una pesadilla. El catalán Jaume Collet-Serra, luego de éxitos como "La huérfana" o "Non stop - Sin escalas", podría tener el budget que se le cante, pero prefirió construir un relato visual totalmente personal, con abruptos cambios de tono, solapados anticlímax de humor negro, para sacudir al espectador con tremendos niveles de suspenso. La fotografía de Flavio Martínez Labiano combinada con el brillante score de Malco Beltrami a veces quitan el aliento. Y justamente en los momentos más terroríficos se acentúa la fascinante belleza de muchas situaciones que mantienen a esa chica en permanente agonía. Ni Blake Lively ni la gaviota que la acompaña media película van a ganarse el Oscar, y está claro que esto no es "El ciudadano", pero es una de esas joyitas que la gente seguirá redescubriendo durante décadas.
En mi experiencia personal, Jaume Collet-Serra no puede hacer películas de género mal. Desde su auspicioso inicio en la violenta e infravalorada House of Wax y pasando por la intrigante Orphan, el oriundo de Barcelona ha ido marcando territorio en el horror con proyectos muy diferentes entre sí. Puede haber quedado estancado con su trilogía de colaboraciones con Liam Neeson en Unknown, Non-Stop y Run All Night, pero lo que mejor le sienta es angustiar a su platea, ya sea mediante borbotones de sangre o con puro aislamiento psicológico. The Shallows viene a recuperar ese terreno que Jaume no tocaba desde el 2009 y su regreso no podía ser mas excepcional, con una historia de supervivencia impresionante y una heroína dura de roer, dos cualidades que hacen de su último trabajo un festín de nervios y situaciones tensas. En pocos minutos, Collet-Serra y su guionista Anthony Jaswinski establecen a la estudiante de medicina Nancy como una alegre joven, de visita en una paradisíaca playa en México, con todos los tics gringos que tienen los extranjeros. No la hacen quedar como una rubia tarada ni una antiheroína que rechaza lo que no conoce, sino que es una visitante en busca de un pedacito de la memoria de su madre, fallecida hace no mucho tiempo pero que siempre la acompaña. Cuando Nancy finalmente se mete entre las agradables aguas cristalinas es que la acción comienza y, tras un desfile del escultural cuerpo de Blake Lively en las doradas arenas mexicanas y un notable abuso del CGI en las tomas acuáticas de la actriz que son más que evidentes, el escualo gigante ataca y todo se va al garete. La excusa de The Shallows para varar a su protagonista a escasos metros de la costa es simple, sencilla y aterradora. Con pocos recursos se construye un juego del gato y el ratón pero no en alta mar, sino en la mera superficie -algo que el título en castellano Miedo Profundo no termina de entender, en contraste con su título original-. Pasada la sorpresa del ataque, es cuestión de abocarse a admirar el trabajo de Lively como una víctima que no deja que la situación la desborde, sino que su proactividad se pone en marcha para salir de allí con vida. Hay un gran paralelismo con la excelente Buried, que lo tenía a su ahora marido Ryan Reynolds atrapado en una sola locación durante todo el metraje, y ambos parecen sobrepasar ese nicho en donde estaban ubicados como actores bonitos de poca sustancia. Lively siempre pareció una actriz vacua, pero a partir de ahora rompe barreras con un personaje sentido, enfrentando cada situación a todo pulmón y con el horror a flor de piel. Hay escenas desesperantes y, si en las primeras se mostraba su esbelto cuerpo con lujo de detalles, cuando la crisis la golpee miserablemente la cámara no aflojará su mirada, incluso en los momentos más dañinos donde Nancy esta más que perjudicada. Gracias al trabajo de Lively y su poderío magnético para mantener al espectador en vilo es que se viven las circunstancias límites de manera asequible, incluso cuando el guión se torna más que inverosímil en su tercer acto y ciertas situaciones se viven con un humor negrísimo y sutil. Es imposible creerse del todo lo que sucede, pero el guión se maneja con la suficiente astucia durante gran parte del camino y es en el final donde se tira todo por la borda en pos de un espectáculo visual un poco digitalizado, pero totalmente gratificante. Es una fina línea entre lo que trajo a colación la mítica Jaws de Steven Spielberg y las insufribles Sharknado, que tanto mal le han hecho al subgénero. Pero de más está decir que The Shallows es un buen mal rato para los espectadores que se animen a sufrir de las desventuras de Nancy.
Crítica emitida por radio.
Uno de los mejores directores de género de la actualidad y un subgénero con todos los ingredientes para crear tensión cuadro a cuadro; la ecuación solo podía sumar. Desde Jaws hasta la inminente y también recomendable In The Deep, los tiburones han sido el arma letal más utilizada para causar miedo desde el agua, con esa sensación de indefensa soledad e inferioridad. Olvidémonos de sub productos como Sharknado que apuntan a otro sector, salvo contadas excepciones, los tiburones (aunque sea en materia cuasi humorística) siempre han sido efectivos para el séptimo arte. Sumémosle a los escualos, un accidente, una protagonista con algún trauma, y un paraje olvidado y peligroso. Todo eso es Miedo profundo, la nueva película del director de La Huérfana y La Casa de Cera. El argumento es casi una premisa bien sencilla. Nancy es una surfista, residente en medicina, todavía traumada por la muerte de su madre, eximia surfista. En busca de reparar y cerrar una etapa, decide tomarse un tiempo para ella, sin previo aviso, y embarcarse en una playa perdida en México de la que nunca sabrá su nombre. Interacción idiomática algo fallida, el encuentro con otros dos turistas, un accidente al adentrarse más allá de donde debía. Un Tiburón la muerde, le hace perder su tabla, y así queda sola, perdida, y herida, en medio del mar, cerca de la costa, pero sin poder llegar a ella. Primero será una ballena muerta, luego una roca que depende de la marea para salir a flote, esos serán sus refugios del tiburón que la acecha sin tregua. Miedo Profundo es una muestra de que no se necesitan de grandes elementos para lograr un propósito efectivo. Sacando algunas participaciones esporádicas, aunque necesarias, prácticamente se vale de un solo personaje humano, una sola locación, y un tiempo que se va contando de a segundos. Habrá que sumarle una gaviota que funciona a modo del recordado “Wilson” de Cast Away, unas interacciones digitales originales y bien plasmadas (de la pantalla del celular y del reloj waterproof), el propio mar, y por supuesto ese tiburón hambriento que no la dejará escapar. Menos a veces es más, dicen, y aquí se cumple, porque con esos pocos datos, el guionista Anthony Jaswinsky (de quien la semana próxima veremos la impresentable Satanic, todo lo opuesto a esta) y sobre todo el director catalán Jaume Collet Serra logran un gran impacto. Sí, otra sería la película de haber cambiado de director. El guion si bien no defrauda y cumple con todo lo necesario (el desarrollo tiene algunas incongruencias lógicas, esperadas y hasta divertidas), pero es la puesta en escena la que gana el juego. No hay necesidad de apresurarse, con tonos soleados y celestes turquesas, aprovechando al máximo la locación, habrá tiempo para presentar al personaje, dejarlo interactuar, mostrar sus conflictos; como si fuese un veraniego film deportivo o una publicidad de bronceadores o cerveza en verano. Luego, progresivamente, se nos introducirá en el lado oscuro de esa playa, y en todas las posibilidades de supervivencia, que no son muchas. Como Nancy, Blake Lively, se ve más cerca de El secreto de Adeline que de la serie Gossip Girl. Soporta todo el peso del reato, una cámara que no la abandona, y la falta de otro humano en quien apoyarse. Del desafío sale airosa y nos hace creer su padecimiento, sin exagerar sus gestos, la vemos pasar por diferentes estadios, siempre convincente. Collet Serra guía a su protagonista, maneja el ambiente sabiendo qué mostrar y que no, recarga las tintas donde es necesario sin caer en el golpe bajo ni dejando las emociones de lado, después de todo es esta una historia de superación. Hay homenajes, muy buen ritmo, la música de Marco Beltrami que envuelve casi imperceptiblemente, y un montaje que se juega más por la pausa y lo metódico antes que por la convulsión. En el debe quedarán algunos detalles que necesitaron algo más de coherencia, y una decisión de suavizar la acción y dejar la sangre casi fuera de cuadro (salvo por una escena visceral pero que de todos modos juega más con el impacto de lo que siente el personaje que lo que realmente se ve) en pos de una calificación accesible. Nada demasiado grave como para impedir disfrutar del gran entretenimiento que ofrece esta película. De pretensiones escasas, y resultados bien logrados, Miedo Profundo, no llega a ser una gran película precisamente porque no busca serlo, porque prefiere el envase chico lleno de detalles; y porque sabe que con esos pocos recursos necesarios pisa más fuerte que otras competidoras más ampulosas. Un plato fuerte como para entrar a la sala con el vaso lleno de gaseosa, el balde desbordante de pochoclo… y no poder probar bocado por la tensión y el magnetismo logrado, quisiéramos gritarle todo a Nancy, brindarle ese auxilio que tanto pide.
Sí señor. Jaume Colet-Serra lo hizo de nuevo. Si en “Non-Stop” la adrenalina trascendía la pantalla a partir de la desesperación de los tripulantes de un vuelo a miles de metros de altura, y en “La huérfana” reinventaba el terror con esa niña/adulta que acosaba a una familia, en “Miedo Profundo” (USA, 2016), su última producción, protagonizada por Blake Lively, recupera la tensión del subgénero de terror “acuático”. Este tipo de cine, que supo encontrar en “Jaws” y “Piraña” sus máximos puntos, acá se potencian en un filme sintético y sólido, concreto, sobre una mujer que queda a la deriva sin poder recuperar rápidamente su libertad e integridad y a merced de un gigantesco tiburón asesino. Nancy (Lively) quiere ir a una paradisíaca isla de México, de la que no conoce su nombre, pero en la que espera poder recuperar una parte de ella que, en ese lugar, según su madre, fallecida recientemente, ha quedado y que le supo transmitir con fotografías y con palabras sobre la paz que la acompañó durante el embarazo. Un lugareño (estereotipadísimo Óscar Jaenada) la alcanza a la playa, y le advierte sobre la importancia de regresar antes que sea muy tarde, para evitar, así, que la marea le imposibilite su vuelta o que algún otro peligro la amenace. Nancy se enamora rápidamente del paisaje y se calza su traje para surfear, y Colet-Serra la registra y la captura en esencia, porque sabe que ella, en esta nueva incursión cinematográfica tras “El secreto de Adaline”, es la protagonista ideal para su historia de supervivencia y lucha, además de prestar su belleza indiscutible, necesaria también para ubicarla como objeto de deseo. Al poco tiempo de estar en la playa, dos jóvenes, también surfistas, comparten las olas y las barrenadas en ese oasis natural, y pirueta va y pirueta viene, el tiempo pasa por lo que deciden regresar a la playa y volver al pueblo, menos Nancy, que desea hacer un último intento en la cresta de una inmensa ola para cerrar un día de enorme alegría y esfuerzo. Pero mientras los jóvenes se retiran, un inmenso tiburón la ataca y, sin poder regresar o advertir de alguna manera a sus compañeros de hobby, deberá comenzar a urdir un plan para poder, de alguna manera, salir ilesa a la siniestra y retorcida persecución que el animal hará. “Miedo Profundo” actualiza el terror acuático, subgénero que supo lograr filmes de una tensión increíble, y que en esta ocasión son superados con la habilidad de Colet-Serra para potenciar escenas y situaciones con la última tecnología y planos arriba y debajo del mar que generan un efecto hermético para la narración. Algunas decisiones estéticas y visuales, como así también una precisa musicalización, reforzada desde la subjetividad de la toma de punto narrativo y el cambio de éste, no solo con la mirada de la protagonista, hacen que el largometraje pueda subsanar algunas decisiones erradas hacia el final de la historia, que quizás ridiculizan el complejo discurso que se fue fortaleciendo con la honestidad de la puesta que el director hace y la actuación de Lively. La incorporación de la tecnología en el relato (redes sociales simil instagram o whatsapp para modernizar la pantalla), como también la multiplicación de planos detalles de la actriz y del agua, suman tensión a la historia de “Miedo Profundo”, un trepidante thriller que toma de clásicos similares algunos puntos, y reversiona otros (si en “Naufrago” Tom Hanks tenía a Wilson como compañero, acá Lively tiene a una gaviota llamada “Steven Seagal” como el actor –seagull en inglés es gaviota-) para poder construir una de las historias más atrapantes del año, bien facturada, filmada con solvencia y actuada con más de lo necesario, sin exagerar, para que la verosimilitud se consiga y supere la anécdota de la joven que lucha con un tiburón hasta las últimas consecuencias.
La bella y la bestia. A diferencia de aquellos cineastas que promulgan el sometimiento a los productores encargados de supervisar el rendimiento comercial del mainstream, el emprendedor Jaume Collet-Serra construyó un conjunto de películas que defienden la reputación del género y lo consolidan como uno de los directores más notorios del presente. Descartando la solicitada Gol 2: Viviendo el Sueño, cada procedimiento de Collet-Serra comprende el reglamento conveniente para solventar el entramado narrativo, además de difundir los elementos que respetan el esteticismo americano (tomemos como ejemplo las relecturas del misterio en Desconocido o Non-Stop: Sin Escalas, conectando con trabajos desde Hitchcock hasta De Palma, e incluso el Polanski de Búsqueda Frenética). Después de cargarse las interesantes La Casa de Cera, La Huérfana, y una excelente trilogía de thrillers junto a Liam Neeson, el catalán nos presenta Miedo Profundo, un regreso a las cintas clase B de antaño. La historia acompaña a Nancy Adams (Blake Lively), una estudiante de medicina texana que, durante unas vacaciones, decide practicar surfing en una playa mexicana que se encuentra apartada. El inminente encuentro con un tiburón blanco que la ataca, dejará al personaje de Lively incapacitada para regresar a la orilla, manteniendo un enfrentamiento entre ambos en la superficie de un arrecife. Los mecanismos narrativos de la película recurren a lo aventurero de sobrevivir en solitario para concentrar el suspenso y convencer a la audiencia, agregando distintos recursos visuales para decorar la atmósfera del proceso, detalles precisos para informar al espectador y un balance entre humor y realismo. En Miedo Profundo Collet-Serra rememora el espíritu de los blockbusters que perseguían el sentimiento pochoclero (en esta oportunidad nos deleitamos con el sometimiento de una estadounidense con conocimientos de medicina, enfrentando la voracidad y la inteligencia de ese depredador tan bastardeado por las producciones de bajo presupuesto). Justamente las propuestas de Collet-Serra son pasatiempos elaborados que compensan la ausencia de experiencias gratificantes en la pantalla grande, y con Miedo Profundo simplemente retoma el subgénero de la supervivencia para relatarnos una historia sin demasiadas ambiciones. Tanto las instancias recreadas por el guionista Anthony Jaswinski para mantenernos intrigados, como el dinamismo que alimenta la cámara del director durante su casi hora y media de duración, convierten a la película en un salvavidas del género. La estrategia del concepto funciona en su totalidad, comenzando como una secuencia publicitaria para transformar el escenario en un ambiente atractivo, pasando por el desarrollo de las diferentes cualidades del personaje principal (una tragedia como trasfondo para aportar el dramatismo necesario), y la consecuente distribución de adrenalina que se conserva hasta el desenlace. La conducta de Lively también es responsable de conseguir los resultados acertados, ya que su interpretación se condice con el carisma del personaje y mantiene un protagonismo desprovisto de banalidades que abochornen al público femenino. Podríamos considerar a Miedo Profundo como una de las favoritas hasta el momento de Collet-Serra, quien viene mejorando de producción en producción y sigue construyendo una filmografía sin interferencias.
SOBREVIVIENDO Nancy (Blake Lively) escapa de la carrera de medicina y viaja a México para surfear en una playa secreta que su madre, recientemente fallecida, visitó estando embarazada. Tras unas cuantas olas, un tiburón blanco la ataca y ella debe resguardarse en una piedra cercana. Deberá tomar decisiones inteligentes para poder escapar del acecho del animal. Cabe destacar que se va a disfrutar más de la película cuanto menos se sepa de tiburones. En general, se va a disfrutar más cuanto menos se piense: los minutos pasan y la cinta abusa cada vez más de la suspensión de la incredulidad. Un par de jumpscares no hacen que una película “de miedo”, el Shallows del título original significa superficial, poco profundo y eso queda evidente en los primeros minutos porque sin temor a ser redundante, las cristalinas aguas permiten ver el fondo, por lo que se desprende que es mejor no acercarse a la sala esperando miedo o profundidad porque no, el relato carece de ambos. Los planos sos vistosos y la puesta de Jaume Collet-Serra (La casa de cera, La huérfana, Sin escalas, Una noche para sobrevivir) es en su totalidad es correcta, pero lo cierto es que se invierten demasiados minutos en la belleza del paradisiaco lugar y de Blake Lively. La actriz, por otro lado y obviando su físico, es de lo mejor de la película. Se carga la película al hombro (al lomo, cuac), resulta convincente y genera la empatía necesaria para mantener al espectador en la película. El crecimiento de Nancy y lo que se sabe de ella es otro punto a favor. El guión, que falla en algunas escenas llegando al ridículo, logra justificar su accionar a la vez que explica sólo lo necesario. Sin embargo, no deja de tener rasgos estereotipados, aunque el principal prejuicio, casi escandaloso, es el de un mexicano borracho y desagradable que parece diseñado de acuerdo a la mirada que tiene Donald Trump para todos los que no son blancos, anglosajones y protestantes. El concepto de la lucha por la supervivencia es bueno, pero pierde fuerza por la lentitud de la trama. Tiene picos de tensión, pero no son lo suficientemente efectivos y el relato se estanca varias veces. Es una lástima que se haya preferido convencer desde lo estético y no desde un guión efectivo. Y no efectista. MIEDO PROFUNDO The Shallows. Estados Unidos. 2016. Dirección: Jaume Collet-Serra. Guión: Anthony Jaswinski. Intérpretes: Blake Lively, Óscar Jaenada, Brett Cullen, Sedona Legge, Janelle Bailey, Angelo Josue Lozano Corzo, José Manuel Trujillo Salas, Diego Espejel y Pablo Calva. Fotografía: Flavio Martínez Labiano. Música: Marco Beltrami. Duración: 87 minutos.
La surfista y el tiburón Las películas que se concentran en mostrar cómo una persona intenta sobrevivir en una situación de peligro extremo ofrecen un placer sadomasoquista o son para aquellos que quieren ver en el cine la prueba de la fortaleza y determinación del ser humano. Miedo profundo cumple con ambos tipos de espectadores, con un relato sin mayores pretensiones ni logros. La primera vez que vemos a Nancy (Blake Lively) está yendo a surfear a una playa mexicana secreta, en una camioneta manejada por un lugareño. En esa escena y en otra que sucede luego, la conversación y el uso de un teléfono funcionan como mecanismos para darle al espectador gran parte de la información necesaria para entender qué hace esta chica norteamericana en ese lugar. Es como un trámite por el que hay que pasar antes de que empiece la acción. Luego vendrán escenas de estética publicitaria, dedicadas a mostrar la belleza de la playa y de la actriz, que no aportan demasiado a la narración. Cuando, por fin, aparece el tiburón que arruinará el día de playa de Nancy, la película sale del letargo y empieza a ser un juego de suspenso bastante ingenioso y entretenido. Distintos objetivos inmediatos van apareciendo en el camino de la protagonista, como pasos a seguir hacia la meta final: sobrevivir. El director Jaume Collet-Serra (Non-stop: sin escalas) sale del molde publicitario después de esa primera parte del film y, al sumergirse en la lucha de Nancy contra el tiburón, sabe cómo aprovechar los pocos elementos de la historia para construir un clima de peligro constante y mantener los nervios del espectador alterados hasta el final.
El directo es el catalán Jaume Collet Serra (“Huérfana”, “La casa de cera”, “Non-Stop -Sin escalas”). Esta es una sencilla historia de supervivencia, donde no resulta conveniente anticipar demasiado aunque muchos espectadores ya saben con que se van a encontrar desde el tráiler. Tiene tensión, miedo, secretos y suspenso, una extraordinaria fotografía, un lugar paradisiaco, sucede algo similar que en el film "Náufrago" de Robert Zemeckis, una relación con una gaviota en cambio de un balón, increíble el uso de la cámara debajo del agua y en general, un escaso elenco (Oscar Jaenada, Brett Cullen y Sedona Legge) y quienes hayan visto “Tiburón” de Spielberg algo recordarán. Puro entretenimiento acompañado por una buena banda sonora.
Después de La casa de cera y La Huérfana, el director catalán anota otro punto con una historia no apta para hidrofóbicos. Cuando nos topamos con una película de tiburones, inmediatamente se nos viene a la cabeza el film de culto de Steven Spielberg. Y en Miedo Profundo hay muchas similitudes. Está el aterrador tiburón blanco y una persona que —paradójicamente— queda acorralada por este brutal animal en medio del mar. A pesar de los puntos en común, sin embargo, el film de Jaume Collet-Serra tiene la nobleza de despegarse del relato de Spielberg y adquirir una propia marca autoral. Y esto sucede por muchas razones, la primera —y principal— porque aquí el tiburón es una excusa (muy bien elaborada, por cierto, que causa gran temor). Desde el aspecto técnico y narrativo la historia es incuestionable. Está muy bien filmada, lo verosímil de este universo funciona a la perfección. Nos creemos todo lo que sucede, las fauces del predador son dignas de espanto. Pero, como se mencionó anteriormente, este tiburón termina siendo un pretexto ante la psicología emocional del personaje. Una bella joven (Blake Lively), estudiante de medicina, decide escapar de su ciudad (Texas) debido a la reciente, y dolorosa, muerte de su madre. Ella necesita espacio y repensar las cosas y qué mejor lugar que la inhóspita playa de México, donde su mamá la concibió. Así, cuando llega al paradisíaco lugar a surfear (con la carga afectiva que esto implica) se tiene que enfrentar ante un inconveniente mayor, de pura supervivencia. El tiburón la asedia, no le deja escape, estando solo a 200 metros de la playa. En esta situación límite recuerda las palabras y la lucha que sostuvo su madre, a pesar del triste final: "nunca te rindas". Y nuestra heroína no lo hará. No se va a dejar amedrentar por este gigante blanco. Otro aspecto a destacar es el uso de la tecnología. Está siempre presente. Desde el comienzo, cuando la joven muestra las fotografías en el celular de sus seres más cercanos al baqueano que la transporta a la playa, hasta la cámara go pro de los otros surfistas. El celular sirve para graficar al espectador cómo es su familia, así se genera mayor identificación, desde lo emotivo. Y aunque este aspecto es ambiguo, ya que ante la naturaleza la tecnología es efímera, la camarita termina siendo el recurso que le salva la vida a la protagonista. No queda mucho más por agregar ante una historia tan honesta y personal que el buen cine sabe brindar.
Vídeo Comentario
The Shallows, título original, refiere a aguas poco profundas, las de una playa sin nombre México, que es escenario de la película. Una suerte de ejercicio visual con aire del cine clase B en el que el catalán Jaume Collet-Serra (La casa de cera, Non-Stop) va y viene con la cámara por encima y bajo de aguas, transparentes o ensangrentadas, para hacer de esas orillas una filosa y mortal pesadilla. La película tiene casi una sola protagonista, Nancy -la rubia Blake Lively, correcta y con un cuerpazo que es mapa central del film-, una estudiante de medicina y surfista experta que, buscando la última ola del día, se encuentra con un tiburón enorme que anda de cacería. Casi toda la película transcurre en la roca que sirve a Nancy de isla de supervivencia, con el amigo dientudo cercándola, como obsesionado con ella, a lo Moby Dick. Efectista y con voluntad popular, sin la negrura -profunda- de Open Water, otra de tiburones, un digno nuevo ejemplo de un subgénero que mantiene su vigencia.
Una surfista queda varada, sola, en el mar, a una cuadra de la playa, pero hay un feroz tiburón gigante entre ella y la tierra. Con eso solo, a pura inteligencia, Collet-Serra (autor de la genial Una noche para sobrevivir y cada vez mejor director) crea un relato de tensión creciente que deja al espectador sin aliento. Un pequeño gran film y una sorpresa, cine en estado puro realizado con toda la inteligencia -y claro, también humor retorcido- de quien transmite el placer de hacer películas.
La película “Miedo profundo” del español Jaume Collet-Serra.conjuga aventura, terror, suspenso y acción. Y tiene una protagonista que se luce: la actriz Blake Lively. Algunos dirán que sus imágenes están demasiado estetizadas y que su puesta en escena se parece a la de una publicidad de celulares veraniega. Todo esto es cierto, pero Miedo profundo va más allá de su forma. La película dirigida por Jaume Collet-Serra (responsable de La huérfana y Una noche para sobrevivir, entre otras) es buena porque logra que sintamos lo que siente su protagonista, que suframos con ella, que nos comamos las uñas de la desesperación, que vivamos la tensión de la situación, que nos empapemos de su atmósfera. Todo el tiempo estamos en el agua con Nancy Adams (interpretada por Blake Lively). Sus lastimaduras nos duelen como a ella, nos ponemos de su parte, nos involucramos, hacemos fuerza para que llegue a la orilla de la playa sin ser devorada por la enorme bestia que la acecha. El filme atrapa e impacienta como sólo lo sabe hacer el mejor cine de suspenso, el mejor cine de aventuras, el mejor cine popular. El triunfo de Miedo profundo es que nos convence de que el cine es una gringa texana que lucha sola contra un tiburón asesino. Nancy es una surfista aficionada que visita una playa secreta en México, donde solía ir su madre fallecida. El lugar es un paraíso terrenal. Pero lo que no sabe es que en las profundidades ronda un enorme tiburón blanco. Y lo peor es que el enorme pez parece andar con mucho hambre. ¿Qué hacer? ¿Cómo luchar contra tamaña máquina de matar? Jaume Collet-Serra utiliza mucho la cámara lenta, el plano cenital, el plano nadir (apuntando al cielo), el plano detalle para mostrar la anotomía de la protagonista. El director de origen español se aprovecha de la estética publicitaria para hacer cine. Y demuestra talento para conjugar aventura, terror, suspenso y acción. El trabajo de Blake Lively es superlativo. Su modo gracioso de hablar español es encantador. Ella es un arquetipo, la extranjera en busca de nuevas aventuras en lugares paradisíacos y exóticos. El otro gran acierto es la incorporación de una gaviota herida que acompaña a Nancy todo el tiempo, como si fuera una mascota. Miedo profundo tiene más elementos en común con Gravedad (de Alfonso Cuarón) que con Tiburón (de Steven Spielberg), ya que acá también hay una mujer que está luchando sola en un hábitat hostil, sin demasiadas herramientas para defenderse. La película apuesta por la experiencia sensorial, pero también invita a la alegoría y a la libre interpretación. El cine de género tiene una buena representante.
Una chica viaja a surfear a una playa perdida de México y se topa en el agua con un tiburón hambriento. En 86 minutos, el realizador catalán y la protagonista Blake Lively construyen un minimalista pero muy efectivo thriller de supervivencia. El realizador catalán radicado en Estados Unidos Jaume Collet-Serra tal vez no tenga el prestigio o el reconocimiento de otros colegas españoles suyos que trabajan en el cine internacional pero, sin dudas, es uno de los más consistentes y efectivos realizadores de ese origen que han hecho carrera en Hollywood. Lo suyo no pertenece al mundo de los festivales ni al de las superproducciones, sino que se acerca más a todo lo que sea o parezca “Clase B”: películas de terror, de acción o de suspenso, muchas de ellas de bajo presupuesto. Collet-Serra arrancó en Hollywood en 2005 con una remake de LA CASA DE CERA, siguió con otro filme de horror como LA HUERFANA para pasar al “género Liam Neeson” con quien hizo tres de sus mejores películas, como DESCONOCIDO y NON STOP: SIN ESCALAS y UNA NOCHE PARA SOBREVIVIR. Y ya está filmando una nueva con él. Es por esa probada y demostrada solidez que uno presta especial atención cuando su nombre aparece relacionado a un producto que, en principio, puede no parecer demasiado atendible. Es de esos directores que ha demostrado manejar muy bien los recursos cinematográficos para contar potentes e intensas historias con los materiales al alcance, como los clásicos directores de “segunda línea” del Hollywood clásico. Y MIEDO PROFUNDO es exactamente eso, una película de suspenso minimalista en extremo que exprime su limitado material hasta sus últimas consecuencias. Y lo hace muy bien. Uno podría definir a la película como una cruza entre TIBURON y 127 HORAS, aquel filme en el que James Franco se la pasaba encerrado casi todo el tiempo en un pozo. Es la historia de Nancy (Blake Lively), una estudiante de medicina que duda con continuar su carrera y que viaja a una playa oculta y casi secreta en México a surfear y lidiar con sus asuntos familiares. En medio del agua, y mientras disfruta de las excelentes olas, se topa con un tiburón que, bueno, hace lo que los tiburones suelen hacer: intentar convertirla en su almuerzo. Los tensos 86 minutos que dura el filme se irán en las mecánicas de supervivencia de la chica (que cuenta con muy pocos elementos para ayudarla: una roca, una boya, unos muy útiles aros y cadenas y otras cosas que ya descubrirán) frente a un enemigo implacable y con un estómago difícil de llenar. Y no hay mucho más que eso. Y no hace falta tampoco. La subtrama con trauma familiar incluido –que ocupa un par de charlas via Skype y fotos usadas cinematográficamente de manera muy poco elegante– no aportan demasiado a la historia y los pocos otros personajes del filme (un par de surfers, un lugareño, un alcohólico, un niño y una gaviota, nada más) cumplen funciones que a la larga tal vez sean importantes, pero que son mínimas y específicas. Es, casi, un unipersonal de la protagonista de GOSSIP GIRL, tratando de resolver con ingenio, conocimiento y algo de suerte una situación prácticamente imposible. Se le puede criticar a Collet-Serra ciertos planos un tanto similares a videoclips de producciones de trajes de baño de playa (hay, durante la primera parte del filme, un aire a la edición Swimsuit de la revista Sports Illustrated), pero cuando los peligros, las heridas, la sangre y las criaturas marinas empiezan a aparecer el asunto se oscurece y la película cobra su forma, tan funcional como específica y concreta. No le sobra nada, no le falta nada. Director, protagonista, editor y musicalizador son un tándem funcionando a la perfección para producir una “melodía” simple pero perfectamente ejecutada. Son 80 minutos de una rubia texana tratando de zafar de un tiburón. Y punto. No hace falta más que eso para tenerte atrapado…
Qué tal si retomamos con la chica que sale a nadar al inicio de Tiburón? El bicho le agarra las piernas, juega y la arrastra hasta una boya, pero no se la come de entrada”. Esta parece ser la premisa disparadora del film realizado por el catalán Jaume Collet-Serra, y es tan buena como su resultado. Nancy (Blake Lively) es trasladada por un guía local hacia una playa mexicana de belleza extraterrena; el guía no oculta la estereotipada tirria mexicana hacia el gringo; Nancy rechaza las insinuaciones como una pared de frontón. Pero llegó sola al paraíso perdido del que le habló su madre, y una serie de comentarios con el guía junto a videochats con su smartphone establecen que la madre murió de cáncer, que en gran parte por eso ella está allí, y que su compañera la dejó a gamba para quedarse con un chico en el hotel. Bella y salvaje como la playa, Nancy resulta una réplica exagerada en formato humano; rubia, sensual y texana, se quita la ropa con seductora normalidad impostada, a sabiendas de que la verán millones, y entra al mar con su tabla. Con la caída del sol, pronto estará sola y a los saltos, de los restos flotantes de una ballena a un banco de rocas, escapando de las mandíbulas de un tiburón. Y después estará como Rod Steiger, enfrentando a la bestia como heroína de un moderno Melville. Lo que hace al film tan interesante es la unión de recursos conocidos (la protagonista seductora, casi pornográfica del giallo, el suspenso clásico americano) en algo inquietante que hasta parece nuevo. Ideal para ver en función doble con Mar abierto.
Entretenimiento genuino que logra construir un universo propio Cualquiera que decida abordar un film sobre posesiones satánicas deberá saber que jamás podrá quitarse la mochila que se tiene por la concepción hace ya más de 40 años del ícono sobre esta temática. Así como “El exorcista” (William Friedkin, 1973), cualquier obra que decida incluir un escualo como el villano a lidiar contendrá a “Tiburón” (Steven Spielberg, 1975) como un referente ineludible. Los fracasos encolumnados desde aquella vez son una tonelada y le ha costado el puesto a varios. “Miedo profundo”, sin embargo, juega a otra cosa. Toma algunos elementos como pinceladas pero se propone establecer un juego del gato y el ratón vertiginoso y lleno de adrenalina, generando sensaciones que hace algún tiempo no se vivían con esta intensidad desde la butaca. Nancy (Blake Lively) tiene algunas razones para estar en la playa donde se plantea la acción. Razones que luego se convertirán en la serie de eventos desafortunados que desatan el duelo. La cuestión es que surfear esas aguas la llevan a tener un accidente del cual sale a flote, pero queda “atrapada” en una piedra muy pequeña alejada de la costa, como si fuese una baldosa de dos por dos. Nancy es acosada por un tiburón con mucha hambre y pocos escrúpulos. De cómo quiere e intenta salir de ese asedio se tratará éste estreno. Es cierto, el cuento se ha relatado miles de veces, pero no por eso deja de ser efectivo cuando está bien contado. Jaume Colette-Serra se las ha arreglado para llevar al espectador al límite de la tensión con grandes encuadres e imágenes, pulso narrativo a partir de un montaje preciso, certero, y sobre todo con la gran dirección actoral para Blake Lively, una actriz que logra la empatía a partir de un excelente dominio corporal, a la vez de economía gestual cuando el personaje se lo pide. “Miedo profundo” habla de un enfrentamiento natural. Hombre y bestia juegan al ataque y la defensa confrontando sus inteligencias, midiéndose a cada acción. Este juego va a ir nutriéndose de puentes narrativos necesarios para aflojar la tensión. Se trata de una producción notablemente filmada para un entretenimiento puro, genuino, que logra alejarse del emblema para construir un universo propio. Altamente recomendable.
¿Otra película sobre el ataque de un tiburón? Sí. ¿Otro intento por imitar el clásico filme de Steven Spielberg de 1975? Sí. ¿Vale la pena verla? Sí. “Miedo Profundo” puede parecer muy similar a tantas otras películas que tratan sobre lo mismo, pero lo que la diferencia es la manera en la que fue filmada y en el toque de belleza visual que su director decidió impregnarle a cada fotograma.
- Vamos a precisar una boya mas grande. ¿Por qué no existe una película decente sobre tiburones asesinos?. Es algo que sinceramente no entiendo: no se precisa ser un ingeniero nuclear para escribir una historia potable que no sea, necesariamente, un clon del clasicazo Tiburón (1975) de Steven Spielberg. Por el contrario el género de tiburones asesinos ha caído a un nivel tan bajo y bizarro que lo único que podemos ver, en este momento, son engendros como Tiburón Fantasma, El Tiburón de Dos Cabezas, Tiburón del Pantano, CiberTiburón, Tiburón de Arena y el epitome de toda esta decadencia que resulta ser Sharknado. Parece una competencia de mal gusto sobre quién puede producir el filme mas rídiculo de tiburones. Es cierto que estas bizarreadas rinden sus frutos - la gente las ve para reírse de ellas y, en el caso de Sharknado, terminan convirtiéndose en impensables franquicias -, pero están a años luz de las posibilidades reales y estremecedoras que implica un escenario cerrado con un escualo asesino rondando en el mar. Gracias a Dios The Shallows (que podría traducirse como "los playitos") le devuelve la gloria perdida al subgénero, aún cuando se trate mas de un drama de supervivencia que un filme de horror sobre monstruos submarinos acechándonos para devorarnos a la primera de cambio. oferta software de sueldos El responsable de esto es Jaume Collet-Serra, un tipo que ha hecho un par de aventuras sólidas de Liam Neeson (por ejemplo, Non-Stop), y acá parece estar en la flor de la creatividad. Las imágenes que crea Collet-Serra son impresionantes: el océano parece un ser vivo, plagado de brillos y colores sicodélicos gracias a los arrecifes de corales que yacen en el fondo, y el agua se mueve con una fuerza y violencia que resulta impresionante. Las imagenes de Blake Lively surfeando - antes de enterarnos de la existencia del tiburón - son realmente excitantes, convirtiendo a la primera media hora en un extasis visual incomparable. Desde ya las cosas cambian cuando Blake Lively decide darse un último chapuzón antes de irse. Ve muchas gaviotas revoloteando sobre un gigantesco montículo flotante... y las cosas se ponen aterradoras cuando descubre que se trata de una ballena desgarrada salvajemente por un tiburón insaciable. El primer ataque se produce allí, con Lively usando a la ballena como una improvisada isla flotante, y siendo arrastrada y volteada por los salvajes ataques del escualo. En semejante refriega sale lastimada feo y, sin tabla de surf ni otro recurso mas que su traje de buzo, la chica debe nadar como puede hasta un risco de corales en donde debe resistir hasta que se le ocurra un plan de escape o alguien aparezca y pueda darle una mano. ofertas de software La tensión que crea Collet-Serra es formidable. En realidad The Shallows es un filme sobre supervivencia en condiciones extremas, muy similar a 127 Horas - en donde el protagonista debe realizar sacrificios físicos extremos con tal de resistir otra hora -. Blake Lively da una perfomance intensa y emocional, ya sea arreglando como puede sus serias heridas, mandando un mensaje de despedida a través de una cámara GoPro que encontró en el agua, o realizando peligrosísimas maniobras para rescatar cosas útiles que le puedan ayudar a resistir otro tranco mas hasta llegar al amanecer. Pero es en el último tercio en donde el filme se dispara a full, con la carrera desesperada de Lively por llegar a la boya - el único lugar que le puede deparar refugio independiente de las mareas -, y el duelo personal que tiene con el tiburón. Es un climax resonante, sufrido y excitante como pocos he visto. Si Jaws es el líder del género, entonces The Shallows merece un lugar de honor en el podio. Vea The Shallows. Hay muertes pero no hay gore en exceso; acá el punto fuerte es la tensión y el clima de adrenalina pura que crea Collet-Serra sobre el final, lo cual termina creando un filme impecable y altamente recomendable.
Una de tiburones. Bueno, no: de un tiburón. Como Tiburón (Jaws) de Spielberg. Y hay una rubia, como al principio de la película de Spielberg. Y agua. Y no hay más de Spielberg. Porque ese mal que acechaba de forma terrible e inopinada aquí necesita engancharse de un trauma a resolver por parte de la protagonista. Enganchar no engancha mucho, en parte porque esta película está sembrada con situaciones -y conexiones entre ellas- que pueden ser aceptables en un contexto más festivo, o más límpido. Ni uno ni otro, y entonces las sucesiones de casualidades prácticas que se ponen en escena resaltan en su arbitrariedad frente al fondo más “serio”, frente a Blake Lively mirando al horizonte con ojos de “esta situación de surf acá es muy significativa para mis emociones y mi constitución como sujeto”. Esta es una de esas películas con un poco de culpa por ser, simplemente, una de un tiburón al acecho. Quiere separarse de la simpleza tensionante de la mucho mejor Mar abierto (Open Water) de Chris Kentis. Aquí hay más, para finalmente terminar en una resta: menos potencia cinematográfica, menos suspenso, más ripios narrativos (las imágenes de otros ámbitos en otros tiempos arruinan cualquier clima, siempre incipiente y raramente logrado). Recuerden que hay spoilers, aquí vienen. Hay casi más referencias a la madre -muerta, esa del vasco Juanma Bajo Ulloa era buena- que al tiburón, y lo que vemos es una película en la que hay un pez dientudo que acecha pero que en realidad está subordinado al relato de cómo la protagonista trabaja su trauma particular (si la carrera de medicina, si su madre, si la conexión entre las dos cosas). Hay un cine de gran circulación que se ha convertido en un campo lamentablemente propicio para historias que deben resolver traumas diversos, relaciones padre-hijo pero de la variante más frontal, sin fuga, sin juego, lo más cognitivamente literal posible: y ahí se suman a esta tendencia, o mejor dicho la preceden y así preparan a las nuevas generaciones para este tipo de cine inflado con “algo importante”, la sobrevalorada Intensa Mente y la injustamente súper exitosa Buscando a Dory (las dos son parte de un camino de decadencia de Pixar que siempre estamos a la espera de que se revierta en la próxima película). Miedo profundo, Intensa Mente y Buscando a Dory son negaciones a la aventura, o especulaciones vuelteras alrededor de la aventura. Juegan como si nos vendieran grandes emociones y son la cáscara de una aventura. Pero no se juegan por la cáscara y por la superficie, que puede estar muy cerca del alma del cine (la gloriosa Misión Imposible II de John Woo era pura cáscara mítica). Aquí estamos en supuestas aventuras -dos de ellas en el mar- pero que en realidad necesitan justificar que lo son. Y de esta manera quedan expuestas como una sesión de cine en la que la culpa domina. Son películas que necesitan del movimiento pero no lo valoran, lo sienten como una deshonra que debe ser compensada con cuestiones más serias. Así, los últimos minutos de Buscando a Dory, con el frenesí de la aventura en la ruta, demuestran por contraste toda la molicie de las lecciones ñoñas que hemos recibido hasta ese momento. Miedo profundo no tiene mucho de liberación, porque el final es bien machacón con la madre, y ya desde el principio acechan las cuestiones familiares y los planos publicitarios sobre el cuerpo de Lively. Al comparar este cuerpo con los menos ostentosos pero más carnales de la escena de cama del principio de Mar abierto, notamos otra diferencia, entre el cine que narra y los almanaques que exhiben.
Decente batalla surfista-tiburón "The Shallows" es una de esas pequeñas películas de suspenso/terror hollywoodense que salen cada tanto y que a casi nadie les interesa, excepto a aquellos espectadores que son muy fanáticos del género. Son títulos bien de nicho. De hecho, cuando se conoció que este film tendría como protagonista absoluta a Baldé Lively ("Gossip Girl", "Green Lantern") y un tiburón, las expectativas del grueso del público se establecieron en niveles bien bajos. Bueno, en realidad si bien la película es chica y no es una joya del cine en ningún aspecto, logra crear un paquete de entretenimiento que supera por mucho esas bajas expectativas. No es excelente, ni muy buena, pero sí es lo suficientemente tenaz y armónica en lo poco que ofrece como para situarse cómodamente en tres estrellitas de cinco y eso es una sorpresa. Lo primero que debo resaltar de esta historia es la capacidad para no perder de vista el centro de atención que es la batalla entre una sobreviviente y una bestia diseñada desde hace millones de años para matar. Es simple. Los que vamos a ver esta peli, vamos esperando una batalla infartante que tenga los sesos suficientes como para plantear algo que parezca más o menos real. "The Shallows" lo logra. Le sube el coeficiente intelectual cinematográfico a Lively y nos regala un tiburón malvado bastante respetable y no pasado de rosca como los que hemos visto en "Tiburón 3D" o "Alerta en lo profundo". Por otro lado, la dinámica del film es fresca, sin tanto preludio y con una duración super aceptable para un planteo simple, 86 minutos. Linda fotografía y efectos especiales creíbles aunque no espectaculares. "The Shallows" es un film que al que no le gustan este tipo de historias, no lo va a atraer tampoco, pero para el asiduo y los espectadores circunstanciales va a ser una pequeña sorpresa que los entretendrá y mantendrá tensionados durante hora y media, algo que es más que loable en los tiempos que corren. Aplauso corto para Jaume Collet-Serra ("La huérfana", "Non-Stop"), Blake Lively y el tiburón.