Con la polémica como prólogo, llega a los cines «No te preocupes cariño», la nueva película de Olivia Wilde con Florence Pugh y Harry Styles en los roles protagónicos. ¿Vale la pena? De qué se trata «No te preocupes cariño» Alice (Pugh) y otras mujeres viven en una pequeña población idílica a la que se mudaron para acompañar a sus maridos, quienes trabajan en un proyecto secreto que promete mejorar el mundo. Algunos sucesos y comportamientos empiezan a generar dudas en Alice: ¿qué es lo que oculta este lugar? Lo positivo de la película Olivia Wilde nos presenta una historia que, si bien toma elementos y hace recordar inevitablemente a otras películas («Las mujeres perfectas», por ejemplo, pero también otras que no nombraré porque es spoiler), no deja de tener cierto grado de originalidad. La intriga respecto a qué sucede persiste y se mantiene el misterio. Pero lo más destacado de «No te preocupes cariño» es el trabajo de Florence Pugh. La actriz se pone la película al hombro y se convierte en protagonista absoluta, opacando a todos los demás. Sufre, vaya si sufre, y nos hace sufrir con ella. El tercer acierto del film es la dirección de arte. Wilde ambienta la historia en un vecindario salido de los ’50 y ’60, con sus vestidos soñados, sus peinados a lo Brigitte Bardot, sus coches de colección, una estética cuidada al milímetro. Visualmente, es un placer de colores y formas. Lo no tan bueno de «No te preocupes cariño» Queda la sensación de que le faltó poco para ser mucho mejor. Si bien es entretenida y tiene buen ritmo, el final parece estirarse demás, con una escena fuerte de tensión pero otras que, entre lo fragmentadas y dilatadas, diluyen un poco la fuerza que podría haber tenido esta resolución. Conclusión «No te preocupes cariño» es una propuesta interesante de suspenso psicológico con toques de ciencia ficción. Entretiene y engancha, sin dejar que los detalles opaquen un resultado por demás digno. «No te preocupes cariño» (Don’t Worry Darling) – Puntaje: 7 / 10 Duración: 122 minutos País: Estados Unidos Año: 2022
La vida que queremos La directora y actriz Olivia Wilde se adentra en No te Preocupes, Cariño (Don’t Worry, Darling, 2022) en una trama que combina suspenso, ciencia ficción y terror para construir un thriller psicológico sobre el control y la manipulación, en el que se destaca brillantemente la actriz inglesa Florence Pugh con un papel sufrido similar al de Midsommar (2019), el film de horror y misterio de Ari Aster. Algo extraño ocurre en una tranquila ciudad rodeada por el desierto ambientada en la década del cincuenta, donde un grupo de familias parece vivir en una utopía disidente de los parámetros sociales. Perpetuando los ideales de la unidad familiar norteamericana de los cincuenta severamente criticados en la década posterior, un grupo de parejas vive en amplias casas de diseño llenas de lujos para la época, con todo lo que necesitan. Los hombres, todos ingenieros, salen a trabajar todas las mañanas a la misma hora para adentrarse con sus impecables automóviles en el desierto en pos de participar de un proyecto secreto de la corporación Victory para el aparente desarrollo de materiales progresivos, una empresa dirigida por un mesías visionario del progreso con aires de coach motivacional, Frank (Chris Pine). La llegada de una nueva pareja, Bill (Douglas Smith) y Violet (Sydney Chandler), ocurre al mismo tiempo que el colapso de Margaret (Kiki Layne), una de las esposas, cuyo hijo desaparece en el desierto tras adentrarse en un área peligrosa donde les advierten a las esposas que no se aproximen. Desesperadamente, la mujer intenta comunicar a las otras esposas que algo muy extraño está pasando pero ninguna le cree, hasta que Margaret se suicida enfrente de Alice (Pugh), una de sus amigas. Esta situación lleva a Alice, la esposa de Jack (Harry Styles), una de las jóvenes promesas del proyecto Victory, a comenzar a realizar preguntas y a indagar en lo que oculta el desierto cuando ve un avión estrellarse detrás de una montaña. A partir de ese momento el idilio de Alice en el paraíso de Victory colapsará y su matrimonio se verá comprometido, dando paso a lo siniestro. La escenificación recupera la instalación de fábricas secretas y miniciudades para acoger a las familias en medio del desierto para la investigación y producción de armamento de avanzada durante las décadas del cuarenta y cincuenta, debido a la Segunda Guerra Mundial y posteriormente la Guerra Fría. En este caso la utopía de Frank parece situarse al margen de los deseos del gobierno, como una especie de secreto en el que las parejas seleccionadas deben desempeñar tareas muy específicas en una comunidad muy cerrada que pide discreción a cambio de tener las necesidades de toda índole satisfechas. En ningún momento los maridos discuten su trabajo ni entre ellos ni con sus esposas, a pesar de las genéricas diatribas de Frank en sus animadas tertulias, que incluyen una fiesta con una performance de Dita von Teese. En No te Preocupes, Cariño colisionan un paupérrimo guión de Katie Silberman, en base a una historia de Carey Van Dyke y Shane Van Dyke, con una dirección aceptable de parte de Olivia Wilde, que si bien le agrega tensión, vertiginosidad, suspenso y profundidad estética a una trama llena de puntos muertos y cabos sueltos, también arrastra malas decisiones y adolece de un final pobre, el cual intenta recuperar infructuosamente lo mejor de The Truman Show (1998), de Peter Weir, The Matrix (1999), de los hermanos Wachowski, e Inception (2010), de Christopher Nolan, pero termina copiando sin demasiado éxito ni disimulo a The Village (2004), de M. Night Shyamalan, y sobre todo The Stephford Wives (1975), la película de Bryan Forbes con guión de William Goldman basada en la novela de Ira Levin de principios de la década del setenta, que tuvo una pobre remake en 2004 dirigida por Frank Oz. Si bien Florence Pugh y Olivia Wilde realizan un gran trabajo, lo opuesto se puede decir de Chris Pine, cuyo personaje no ofrece profundidad ni contenido, y del popular cantante Harry Styles, cuyo personaje no aporta demasiado al suspenso de la trama. Aunque ambos no ofrecen de por sí malas actuaciones, son sus personajes los que no funcionan, especialmente el de Pine como Frank, ya que no es un líder, no dice nada y sus discursos y su oratoria no inspiran ni motivan a nadie, al igual que su esposa, Shelley, interpretada por Gemma Chan. El papel del Doctor Collins, uno de los fundadores del proyecto, interpretado por Timothy Simons, está completamente desaprovechado y no tiene demasiadas escenas ni desarrollo de su carácter, convirtiéndose en una pieza inutilizada de una máquina de la que nunca se averigua demasiado. El desarrollo narrativo de una vida perfecta que se decanta hacia lo siniestro no presenta ninguna novedad y aunque bien trabajada por Wilde a nivel general, la fatalidad nunca se presenta. En todo caso lo siniestro vendría a ser la consecuencia del mundo virtual y patético que las corporaciones construyen para entumecernos y no dejarnos disfrutar de nada, llenando nuestra existencia de deseos insatisfechos, recargados de trabajo o desocupados, predispuestos a la publicidad de basura empaquetada y a tomar alguna que otra píldora para pasar los malos tragos. El final no aclara nada, solo deja más interrogantes en un film del que solo queda la intensidad de la actuación de Florence Pugh y el acompañamiento de Olivia Wilde en una historia sobre el malestar de la mujer al ser disminuida a ama de casa, amante y consumidora. También hay una crítica fuerte y una reflexión sobre el papel masculino del proveedor, que se ve obligado a ir a trabajar para mantener a la esposa, que termina aprovechando supuestamente todas las ventajas del lujoso y relajado estilo de vida. También hay una aproximación interesante poco aprovechada cerca del final sobre las nuevas plataformas virtuales, la tecnología de la evasión, los peligros de las nuevas sectas y el malestar de la vida en la actualidad, esas depresión, desocupación y agotamiento que minan la pareja y la vida cotidiana, abriendo paso a nuevas propuestas de consumo que se presentan como innovadoras, rupturistas con el statu quo y garantes de un placer y un deseo insatisfechos por las condiciones asalariadas del presente o del futuro cercano. Otra cuestión importante de nuestra cultura que el film menciona al pasar pero que no desarrolla demasiado es la falta de oportunidades de crecimiento en las corporaciones, la subsunción de los trabajadores en un engranaje impersonal en el que destacarse es imposible e inútil, dado que el reconocimiento es simbólico y evanescente, lo que contrastaría con las posibilidades de crecimiento del proyecto Victory, que es en realidad también una estafa para hacer sentir bien a sus huéspedes o clientes. Aunque todo lo que presenta No te Preocupes, Cariño es interesante y es plausible de un análisis, no hay profundidad en ninguno de los elementos que el film ofrece como posibilidades narrativas, dejando todos puntos dramáticos a la deriva, sin resolución, quedándose en la obviedad, con una sorpresa no tan sorprendente cerca del final y algunos indicios bien presentados que se sienten descolocados por una trama que se centra demasiado en la relación entre Alice y Jack y descuida todo el resto. Otro punto aparte son las peleas suscitadas entre Shia LaBeouf, que finalmente renunciaría según él y sería despedido según la directora, y Wilde, las desavenencias entre ésta y Pugh, los cambios de elenco, los retrasos debido a la pandemia de coronavirus y las peleas entre Styles y Pine, delicias para llenar las noticias de cotilleros de la farándula, tal vez actitudes de enfado e impotencia de parte del elenco ante las posibilidades de la historia y el resultado final. No te Preocupes, Cariño es una realización fallida, donde la maravillosa escenografía -basta decir que la primera secuencia contiene tomas de la Casa Kaufmann, una célebre edificación modernista en Palm Springs, en Los Ángeles, obra del arquitecto austríaco nacionalizado norteamericano Richard Neutra construida bajo la estética internacionalista- queda opacada por un guión inconducente que no sabe hacia dónde ir, por personajes sin carácter ni densidad y por escenas claves que no hacen avanzar la trama.
Película en loop que cuenta una de las más intensas pesadillas que ha imaginado el cine. Florence Pugh brilla en un mundo de mentiras, en donde cada objeto, espacio, lugar, fue pensado milimétricamente. Abróchense los cinturones para uno de los finales más impactantes y trepidantes de los últimos tiempos.
Lejos del drama de Venecia y ya seteados en Victoria, una ciudad ficticia construida por Frank (Chris Pine), ‘Don’t Worry Darling’ sigue a Alice (Florence Pugh) en su día a día como ama de casa mientras su esposo Jack (Harry Styles) sale a trabajar en el ‘Proyecto Victoria’. Sin embargo, en esta película nada es lo que parece. Pronto, ciertas anomalías se presentarán haciendo que nuestra protagonista dude, no solo del ‘Proyecto Victoria’ sino también de toda su realidad. Luego de su debut como directora con la aclamada ‘Booksmart’ (2019), Olivia Wilde apuesta a un thriller psicológico y demuestra su versatilidad para contar historias. Vale la pena comenzar esta reseña reconociendo las injusticias que sufrió esta película y sus protagonistas. Desde las críticas ventajeras luego de su premiere en Venecia y todo lo que hubo alrededor de la alfombra roja, hasta las burlas hacia Harry Styles por un breve clip de uno de sus puntos más fuertes sacado de contexto. Al contrario de las primeras críticas que recibió el largometraje más hablado del año (por las razones incorrectas), ‘Don’t Worry Darling’ es una película con un montón de puntos fuertes. Se destacan su vestuario y maquillaje alucinantes, escenarios perfectos y actuaciones hipnóticas. Desde la performance soñada de Florence Pugh que hace que no puedas quitarle los ojos de encima hasta un Harry Styles que se sostiene con dignidad al lado de semejante protagonista. Un Chris Pine acertadísimo para el papel antagónico y la recurrente Olivia Wilde que suma frescura y dinamismo a la historia. El vestuario, maquillaje y escenarios meticulosamente curados traducen esa búsqueda de perfección por parte de los responsables del ‘Proyecto Victoria’, fieles creyentes de que pueden cambiar el mundo. Así mismo, decisiones de cámara como travelling circulares por fuera de los personajes cuando están reunidos, no solo subyace que hay una realidad arcana que los rodea sino que, además, revela la mirada autoral de Olivia Wilde. Con inspiraciones claras en la historia de ‘The Truman Show’ (1998) y el clima de ‘Black Mirror’ (2011-), ‘Don’t Worry Darling’ se sabe sólida casi hasta el final. Las intenciones son buenas: contar un thriller psicológico y feminista sin caer en el subrayado de otras como ‘Promising Young Woman’ (2020). Y, si bien lo logra, el giro del final no está a la altura del resto de la película y deja sensación de poco. Sin embargo, como ya aprendimos con ‘Game Of Thrones’ (2011-2019), un final que no satisface no convierte a todo lo demás en un producto desechable.
Alice (Florence Pugh) y Jack (Harry Styles) son un matrimonio joven que vive en una comunidad ideal, una especie de utopía en medio del desierto. En esa pequeña sociedad llamada Victory, las casas son hermosas, los autos impecables y todas las mañanas los hombres salen a trabajar en un proyecto del cual no se habla mientras las mujeres se quedan limpiando la casa, tomando clases de danza y yendo de compras. Las parejas que protagonizan esta historia son amigas entre sí, todos son felices y nada parece faltar. La película no disimula ni por un segundo que algo inquietante está pasando. Tal vez esa sea su primera falla, su necesidad de exagerar la situación para delatar lo que viene. Alice empieza a percibir señales inquietantes de que algo está mal. Quiere, en un principio, hacer caso omiso de estos, pero luego las cosas van empeorando y ella debe enfrentarse a la verdad, hay algo muy malo detrás de esa fachada de perfección y belleza. No se puede anticipar mucho de la trama, pero esto ocurre en los primeros minutos de la historia. Nada, pero nada cierra en el guión al comienzo, el espectador deberá tener paciencia para que las cosas finalmente reciban, aunque no del todo, la explicación a lo que ocurre. La película busca ser ambigua todo el tiempo y ese es su mayor acierto. La necesidad imperiosa que despierta saber la verdad. El mundo de Victory parece transcurrir bajo la estética de la década del cincuenta, lo mismo para su música y su cosmovisión. Casi parece una crítica a la sociedad de la década del cincuenta la película, pero las alegorías cruzadas y contradictorias del guión impiden que sea tomada del todo en serio como crítica social. A pesar de tener un matrimonio perfecto, Alice sospecha que algo muy malo hay en esa comunidad y en particular en su líder Frank (Chris Pine), una especie de gurú y CEO. El villano favorito del cine norteamericano actual es el CEO blanco y heterosexual. Las críticas al machismo en Hollywood es solo para ellos, quedan para futuras décadas las sociedades donde las mujeres son tratadas como ciudadanos de segunda categoría, como por ejemplo la iraní. Cada película critica lo que quiere, es la suma de muchas lo que delata una tendencia ideológica. Olivia Wilde, que imaginamos como una estrella bien ubicada en el mundo del cine, delata en cada escena que no tiene mucha idea de la realidad del mundo. Elige justamente la alegoría porque esto le evita tener problemas con dicha realidad. Muestra de forma incisiva las contradicciones patriarcales de la década del cincuenta pero finalmente esa crítica no significa nada cuando el guión empieza a mostrar su juego. En todo caso dice que los hombres -y algunas mujeres- desean volver a ese mundo que parece perfecto pero no lo es. Hay muchas referencias cinematográficas, algunas de las cuales no hay que destacar para no delatar lo que pasa en la historia. Pero no pasan muchos minutos antes de entender que hay elementos de fantasía y ciencia ficción en el relato, eso se establece rápidamente. Existe una cierta similitud con The Stepford Wives (1975) con la cual comparte el ser una alegoría feminista. La diferencia es que la resolución de No te preocupes cariño es bastante pobre, incluso tramposa. Olivia Wilde, quien además de dirigir hace uno de los papeles, da un gran salto de producción y ambición luego de su primer film, La noche de las nerds (Booksmart, 2019). Pero aquella comedia era mucho más efectiva e inteligente que este pretencioso film. Es cierto que acá consigue lucirse con la puesta en escena, más allá de un guión que potencia el lado más superficial de dicho lucimiento. Lo que gana en la parte visual lo pierde en la historia, el personaje de Chris Pine carece de desarrollo, al igual que el personaje de su esposa Shelley (Gemma Chan). La falta de información es primero cautiva y finalmente un fiasco. Una película llena de promesas no es buena si finalmente no logra responder a lo que ha prometido. Esta especie de Shyamalan feminista parece más el capítulo piloto de una serie que una obra cinematográfica de calidad.
PREOCÚPATE, CARIÑO Hará cosa de unos diez años atrás verifiqué una regla que rara vez falla: persona que se te acerca saludando con un “¿Qué hacés, querido?” a la larga resulta ser un potencial garca y, si a posteriori le añade una palmada a tu hombro, dicho potencial se convierte en certeza. En las semanas que pasaron, específicamente tras el estreno en el Festival de Cine de Venecia, el film No te preocupes cariño se vio envuelto en una polémica externa a su contenido, planteos sobre temas que traían envueltas situaciones entre su directora, un actor del que no se termina de entender si fue echado o no por malas conductas y que sumado a otros chismes extras resultaron por captar la atención de ese nicho constituido por aquellos que siguen alguna cobertura de festivales de cine. La película poco importó, no se habló ni escribió demasiado sobre ella. Solo salió a flote el gossip. A su vez, si esto consistió en una mera operación publicitaria, queda en cada uno decidir al respecto. Olivia Wilde es la actriz convertida en directora que nos regaló una de las películas más divertidas de 2019: Booksmart. Pero aquí la tenemos con una segunda oportunidad tras las cámaras que realmente desaprovechó. La temática de No te preocupes cariño frente a Booksmart es completamente distinta como así su género, aunque comparten tener como protagonista principal a una figura femenina. Una es una comedia exacerbada, frente a thriller dramático que termina convirtiéndose en cierta manera en una comedia también; no por nada está guionada por los nietos de Dick Van Dyke: Carey y Shane. No te preocupes…es un film engañoso, pero de esos en los que ya sospechamos desde el minuto inicial de metraje. La puesta en escena intencionadamente cursi, comienza mostrándonos un barrio cerrado en el que la comunidad parece salida de Pleasantville, Wandavision, The Stepford Wives o una soap opera ficticia como también resultaban ser esos comerciales de ventas para las amas de casa de los años 50. En ella Florence Pugh y Harry Styles constituyen un matrimonio feliz que representa un engendro de todo lo que una relación entre dos personas no es. Él tiene un trabajo prometedor, sale en su auto por las mañanas al igual que sus vecinos, mismo horario y en caravana. Ella se dedica a las tareas domésticas, alguna salida entre vecinas, tomar sol y el té. Se suma al elenco la propia Wilde como la vecina con dos hijos y, entre la comunidad, una amalgama de colores y etnias como las que representan en un muestrario de elección de colores en una pinturería. Cuando comienzan a aparecer destellos de que algo no está bien, resulta ser Florence Pugh quien se carga al hombro la película. Es únicamente ella el tour de force que hace que un film como No te preocupes…funcione y no caiga en la ridiculización. Danza, corre, grita, sufre, actúa. Los minutos siguientes, develado un misterio vinculado a la presencia del CEO de la comunidad (Chris Pine), no constituyen más que una crítica social y feminista; en resumen: “la mujer es de armas tomar”. Las mujeres en el film son consideradas objetos por el hombre blanco malo en conjunto con otros. Se da paso al fantástico de una manera simplona y un tanto impuesta. Harry Styles, pobre, está de decorado. Es el marido cariñoso y trabajador, sensible, que quiere reparar el daño ocasionado. Así como el “¿Qué hacés, querido?”, el “No te preocupes cariño”, viene a denotar que evidentemente existe algo por lo que realmente deberíamos empezar a preocuparnos.
Entre la felicidad doméstica y el miedo contenido La idea de la perfección que completa los deseos máximos de la vida no es abordada por primera vez en el cine, pero tal vez sí lo sea en este tono pleno de simbolismos y con una estética cuidada en referencia a la idea de una vida plena de conformidad, encarnados por la pareja interpretada por Florence Pugh y Harry Styles. La película dirigida por Olivia Wilde, lejos de ser el gran escándalo que prometía (a todas luces con lo que implica un camino que dirige más al interés publicitario) tiene grandes méritos y, a pesar de que, en principio, el interés concreto de la producción no centra su base en historias ya vistas, toma ciertamente elementos de varias de ellas. Obviamente, y en tren de no spoilear, no puedo mencionar todos los ejemplos que se me vienen a la mente. La estética es una gran puerta de entrada a la propuesta general del guion de Katie Silberman, quien repite el rol ocupado en Booksmart a las órdenes de la directora del film, en una historia original basada en una idea de Carey Van Dyke y Shane Van Dyke (Chernobyl Diaries), y la propia Silberman. El guion es sorpresivo y atento a las circunstancias y planteos de situación para los personajes, en el entramado de la telaraña respecto de lo que se cuenta. En lo relativo al cuidado de la imagen, el trabajo de producción y el despliegue físico del elenco (sobre todo en las escenas de baile), Wilde repite también nombres, porque equipo que gana no se toca; así es que regresan al set el director de fotografía Matthew Libatique, la diseñadora de producción Katie Byron y la coreógrafa Denna Thomsen. Es así que el gran trabajo de vestuario y fotografía corona el despliegue de No te preocupes, cariño, además del resto de los protagonistas entre los que se encuentran Nick Kroll, Sydney Chandler, Kate Berlant, Asif Ali, Douglas Smith, Timothy Simons y Ariel Stachel. Con la idea de crear un thriller psicológico con golpes efectivos, aprovechando ciertos aspectos logrados llevados adelante a modo de homenaje, Wilde construye, casi en un servicio al espectador cinéfilo, un cuento acorde a las expectativas generadas.
Ya antes de su estreno que esta película tuvo su buena dosis de polémica: desde el cambio de protagonista masculino (de Shia Labeouf a Harry Styles) hasta rumores de roces en el set entre la directora y la actriz principal (Olivia Wilde y Florence Pugh); el drama No te preocupes cariño, que llega a los cines el 22 de septiembre, tiene el atractivo de un culebrón tanto delante como detrás de cámara. El film dirigido por Olivia Wilde (Booksmart) se centra en Jack (Harry Styles) y Alice (Florence Pugh), una pareja que vive en una comunidad experimental utópica de los años 50 llamada Proyecto Victoria. Todos los días, mientras los hombres salen a trabajar, las mujeres se quedan en casa limpiando y criando a sus hijos. Típico. Pero cuando dos nuevos habitantes llegan al lugar, eventos extraños suceden que le mostrarán a Alice que no todo es lo que parece. En esta película sobresale el diseño de arte y producción. Todo lo relacionado a la década de los ’50 está minuciosamente recreado, incluyendo escenografía y vestuario. Imposible no zambullirse en el momento. Si de actuaciones se habla, es innegable admirar el talento de Florence Pugh, quien sostiene el peso de las dos horas de cinta en sus hombros. La naturalidad con la que trabaja y a los extremos a los que va emocionalmente, señalan que es uno de los mejores talentos de su generación. Tampoco hay que menospreciar a Harry Styles; aunque el cantante todavía no tiene ese extra -interpretativamente hablando- que lo lleva a ser “el” protagonista, posee las herramientas para sostenerse en su papel. Más allá de todo, una mención especial a Chris Pine como Frank, uno de los creadores del Proyecto Victoria, es necesaria. Es un actor que sabe lo que hace y se maneja con una calma envidiable, no se roba la película pero sí atrae la atención del espectador. Muy bueno que se juegue con este tipo de personajes. No te preocupes cariño es interesante y atrapante a la vez, con una vuelta de tuerca que puede dejar al espectador con más preguntas que respuestas concretas; y eso deja una sensación insatisfactoria. Pero sí hay algo que queda clarísimo, la sociedad perfecta con sus roles específicamente etiquetados no sirve ni funciona.
Luego de toda la polémica dentro de la producción y en el elenco, llega la tan esperada «No te preocupes cariño». La segunda película de Olivia Wilde nos plantea un ¿thriller psicológico? digno de preocupar a más de uno.
Tras su première mundial en la reciente Mostra de Venecia y en medio de acusaciones y chismes que hicieron las delicias de la prensa sensacionalistas respecto de un rodaje caótico con múltiples peleas dentro del equipo, llega a los cines de todo el mundo el ambicioso nuevo film de la directora de La noche de los nerds, una fábula ambientada en una urbanización aparentemente idílica en plenos años '50. El resultado artístico, lamentablemente, quedó muy lejos del de aquella promisoria ópera prima de 2019. Todo lo que en La noche de las nerds (Booksmart), ópera prima de Olivia Wilde, era simpatía, desparpajo y fluidez se vuelve ampuloso, recargado y forzado en No te preocupes cariño, una producción mucho más pretenciosa (y fallida) que -justamente por los múltiples logros de aquel debut de 2019- resulta una profunda decepción. No te preocupes cariño fue el hazmerreír de las redes sociales y los portales por motivos extracinematográficos (con epicentro en la polémica pública entre Wilde y Shia LaBeouf y los papelones de la presentación en Venecia con los distintos integrantes peleados entre sí), pero a nivel artístico -más allá de sus evidentes problemas- está lejos de ser el papelón que muchos colegas destruyeron con sorna en el mejor de los casos y desprecios en el peor. Ambientada en una urbanización construida en medio del desierto californiano en plenos años '50, No te preocupes cariño nos muestra en primera instancia una comunidad idílica y, en ese contexto, nos encontramos con el prototipo (estereotipo) de la pareja feliz (“parecen en una luna de miel perpetua”, les dicen) entre Jack y Alice Chambers (Harry Styles y Florence Pugh), él ingeniero, ella ama de casa. El proyecto urbanístico en cuestión se llama Victoria y pronto comenzaremos advertir que en medio de esa aparente perfección, de las rutinas y las seguridades, de instalaciones impecables y risas y cócteles, no todo lo que reluce es oro. Los secretos y mentiras, las manipulaciones y el control, la hipocresía y la doble moral, las perversiones y las trampas irán convirtiendo la experiencia en algo bastante alucinatorio, paranoico y perturbador. Con recursos, elementos y climas que remiten a Amor a colores (Pleasantville), de Gary Ross; Las mujeres perfectas (The Stepford Wives), de Frank Oz; Matrix, de las hermanas Wachowski; ¡Huye! (Get Out), de Jordan Peele; y The Truman Show, de Peter Weir (y podríamos seguir citando decenas de películas y hasta series como Westworld o Mad Men), con referencias owellianas, imágenes lyncheanas y coreografías a-la-Busby Berkeley (“gracia en la simetría”, se nos insiste), No te preocupes cariño resulta una película demasiado recargada, pomposa y por momentos subrayada. Ni siquiera un elenco pletórico de figuras como Florence Pugh (lejos de la excelencia de sus mejores trabajos), Harry Styles (muy poco sutil), Chris Pine (como el líder new age de la organización), la propia Olivia Wilde y Gemma Chan alcanza a maquillar los evidentes problemas de una película que deslumbra en lo visual (la fotografía de Matthew Libatique y el diseño de producción de Katie Byron son prodigiosos), pero en términos dramáticos naufraga entre la frialdad, artificialidad y obviedad de su propuesta.
Desde los tiempos de Cleopatra, con el romance explosivo de Elizabeth Taylor y Richard Burton y las cuentas en rojo de la Fox, que no existía un fenómeno semejante: una película precedida por un remolino de chusmerío y maledicencia que condicionó al público y a los críticos frente a lo que finalmente apareció en la pantalla. Sí existió en este tiempo de redes sociales y fanatismo desmedido la excesiva expectativa frente a experiencias que luego resultaron frustradas, pero nunca una cantidad obscena de rumores, peleas y escupidas inventadas, despidos desmentidos, exposición de audios privados, memes de la conferencia de prensa de un festival y miles de etcéteras. No te preocupes cariño viene anticipada por todo aquello y mucho más, y en parte, la expectativa que generó tiene más que ver con confirmar o no en los fotogramas el supuesto desastre que se libró detrás de escena que con disfrutar de una película, o determinar si es buena o mala por sus propios méritos. No te preocupes cariño es la segunda película de Olivia Wilde, quien debutó hace tres años en la dirección con La noche de las nerds, una muy buena comedia adolescente que sacudió los límites de aquel género alejado de la popularidad de otros tiempos. Desde entonces, Wilde demostró su personalidad tras la cámara, y con ella el atisbo de un ego que parecía poder sostener con las obras que vendrían. Lo que sin lugar a dudas viene a confirmar su nueva película es esa decisión de hacerse presente tras la cámara –más allá de reservarse un importante personaje delante de ella- desde el mismo concepto de puesta en escena. La vida idílica en una comunidad salida del modelo de confort de los años 50 se construye como una escena musical en la tradición de Busby Berkeley: planos cenitales desnudan esos caleidoscopios suburbanos en los que los maridos se despiden de sus esposas en las puertas de las casas color pastel, se suben a sus autos mientras saludan sonrientes y parten hacia la vida laboral que les espera. Wilde conjuga en esos minutos citas y guiños al melodrama sirkiano, a las distopías que siguieron al proyecto Manhattan, a las alucinaciones de La naranja mecánica, a la publicidad de la Madison Avenue en los tempranos 60, todo con una música pegadiza y envolvente que marca el gesto de acercamiento a esta historia. Ese pintoresco barrio cerrado al estilo ‘The Stepford Wives’ es la perfecta encarnación del Proyecto Victoria, un modelo urbano experimental situado en pleno desierto donde esa comunidad vive su utopía. Jack (Harry Stiles) y Alice (Florence Pugh, impecable) viven la suya propia: un romance apasionado en forma de matrimonio, sin hijos y con el deseo renovado cada día; el sexo sobre la mesa de la cocina, el Martini de la tarde, los sueños de una felicidad posible. En el día, Alice cumple sus rutinas de ballet, limpieza y chismes con las vecinas, siempre con un mandato en mente: no salir del perímetro de Victoria. El desierto y el mundo más allá están prohibidos. Pero un día, una de las obedientes esposas se escapa de su rol asignado, comienza a hacer preguntas y aquella fachada impoluta se rasga como un delicado velo. Wilde construye con paciencia y precisión ese progresivo deterioro de la realidad de Alice, un espejismo cuyos contornos se deforman, se oscurecen, se tornan abismales. Quien gobierna aquel sueño de éxito y progreso es Frank (Chris Pine), una especie de gurú sectario con aires de Ken y algo del Jon Hamm de Mad Men que conduce a sus ovejas con paciencia y rigor, evitando el peligro de cualquier infracción. Todo el vigor que Wilde le impone a la construcción de esa burbuja que luego va a destruir se dispersa con el correr de la historia; algunas escenas se tornan repetitivas, el rol de la mujer modelado en la sumisión se resiente como premisa evidente. El notable virtuosismo de su puesta en escena –y de la fotografía de Matthew Libatique inspirada en El cisne negro- se muestra cada vez más calculado, la distopía se desplaza a un drama bergmaniano de la era Kennedy. Sin embargo, hay una idea valiosa bajo su búsqueda, quizás aquella que mayor escándalo puede despertar en esta era, incluso más que los romances en el set y los desplantes por los salarios. Es su certero ataque a la nostalgia, aquel pulso que define muchos de los consumos culturales del presente. El retrato que presenta No te preocupes cariño de aquellas sociedades perfectas del pasado no es tanto una crítica retrospectiva como un golpe demoledor a la idealización contemporánea. Los mecanismos se repiten, intactos, vigorosos incluso en esta era cínica y digital. Su blanco es menos el artificio detrás de aquellas utopías de posguerra que la deconstrucción del modo de concebir hoy esos sueños de felicidad, ese anhelo de un mundo ideal.
Tras escándalos, rumores y una polémica presentación en el Festival de Venecia, Don’t Worry Darling llegó a los cines. Olivia Wilde, que presentó su ópera prima Booksmart en 2019, deja atrás la comedia adolescente para involucrarse en una cinta mucho más ambiciosa, aunque también, confusa. El film presenta a Alice y Jack, una pareja que disfruta de su rutina en la idealizada comunidad de Victoria. Es, en realidad, una ciudad experimental ambientada en los años 50 en la que los hombres parten cada día con el objetivo de trabajar en un proyecto confidencial que les permite mantener este nivel de lujo. Sin embargo, aparecen grietas que podrían demostrar que existe algo oscuro y retorcido en este aparente paraíso. No quedan dudas de que se trata de un gran desafío para la cineasta detrás de No te preocupes cariño: no solo es su segunda película en este rol, sino que además se desempeña frente a las cámaras en un papel secundario. Es necesario reconocer que, a nivel visual, la película resulta impecable. Aquel mundo ideal en el que Wilde introduce a su audiencia, está excelentemente construido a partir de su escenografía, sus locaciones, su iluminación y su impactante vestuario. Ahora bien, al centrarse en la trama, se trata de una enorme decepción. Aunque el póster remita a una historia romántica, es por el contrario una producción que intenta acercarse a largometrajes de la talla de The Truman Show o Get Out. Y aquí aparece la gran falencia del guion de Katie Silberman: intenta abarcar un sinfín de temáticas sin lograr profundizar demasiado en ninguna de ellas. En cuanto a las actuaciones, merece un párrafo aparte la nominada al Óscar Florence Pugh, que resulta hipnótica en su rol protagónico. Por su parte, Harry Styles la acompaña correctamente, pese a que en los momentos dramáticos deja en evidencia la falta de experiencia en este tipo de proyectos. Una desaprovechada Gemma Chan y un acertado Chris Pine completan el reparto de esta propuesta opacada por sus propios escándalos
Olivia Wilde, la reconocida actriz de «House M.D» y directora de la entretenida «Booksmart» (2019), nos trae su segundo largometraje tras las cámaras, el cual tuvo una premiere mundial en el Festival de Venecia. Simultáneamente vieron la luz un montón de cuestiones polémicas relacionadas con la producción que comenzaron a llenar las redes sociales de especulaciones y teorías, que poco tienen que ver con el resultado de la ambiciosa, pero en cierto punto fallida, propuesta que nos presenta «Don’t Worry Darling». Comencemos diciendo que más allá de todas las desinteligencias que sufrió la producción del film (algunos desconfiados dirán que es una estrategia de promoción), la obra está muy lejos de ser el fracaso estrepitoso e inmirable que afirmaba la crítica internacional. El film de Olivia Wilde probablemente peca de pretensioso y sumado a que en ciertos aspectos se siente como algo que ya vimos en contadas ocasiones se termina diluyendo el interés del espectador, especialmente en ciertos momentos repetitivos del relato. El largometraje se centra en lo que parece ser el desierto californiano, en una comunidad bastante recluida e «idílica» de los años ’50, donde sus ciudadanos trabajan para una secreta y misteriosa organización que lleva adelante el Proyecto Victoria. Dicho proyecto incluye un tipo de ciudad experimental que esconde varios aspectos de su plan fundacional bajo un aparente optimismo y un estilo de vida lleno de placeres. Alice (Florence Pugh) y Jack (Harry Styles) son una pareja que mantienen una existencia relajada y feliz, hasta que la joven mujer comienza a tener una serie de visiones y también presenciar ciertas cosas extrañas en los alrededores que la llevan a desconfiar de las intenciones de Frank (Chris Pine), el Director General del Proyecto de urbanización y una especie de visionario corporativo y Coach motivacional de estilo de vida. Alice comienza a investigar y va notando algunas grietas en su idílica vida, exponiendo destellos de algo mucho más siniestro que se esconde bajo la atractiva fachada. El principal problema que presenta «Don’t Worry Darling» es que aglutina elementos que ya vimos varias veces en otros relatos como, por ejemplo, «The Village» (2004), «The Stepford Wives» (2004) e incluso hasta «Get Out» (2017), en un guion que resulta algo convencional con giros que vemos venir desde el principio y sin aportar algo demasiado novedoso a la cuestión. Incluso, su segundo acto se siente algo extenso y repetitivo, y nos invita a pensar que podría funcionar mejor como un episodio de corta duración de alguna serie al estilo de «The Twilight Zone» o «Black Mirror». Una lástima realmente, ya que la película tiene algunos elementos interesantes, como quizás la cuestión de igualdad de género que busca incluir Wilde en medio del thriller psicológico con tintes de ciencia ficción. Por otro lado, Florence Pugh se siente verdaderamente convincente en su papel, dando nuevamente todo su talento y esfuerzo para sacar a flote el film, incluso cuando varios de sus compañeros de elenco no logran estar a su altura. Asimismo, todo lo que tiene que ver con el «setting» del relato, el diseño de producción y la dirección de fotografía están realmente bien y se nota que hay un enorme esfuerzo desde lo visual para sumergir a la audiencia en el mundo que establece la película. Sin embargo, es la convencionalidad de la misma la que nos expulsa y nos lleva a pensar en otros relatos mejores dentro del mismo estilo. Incluso el problema cae dentro del desarrollo de ciertos personajes secundarios como el de Chris Pine, que carece de profundidad y desarrollo como para presentar un antagonismo fuerte. Asimismo, algunas situaciones parecen atentar contra el verosímil que construye el mismo relato y dejan naufragando a la ya de por si endeble base narrativa sobre la que se sustenta el film. «No te Preocupes Cariño» es un film con varios inconvenientes que poco tienen que ver con la polémica extra-ficcional que le quisieron adjudicar a la obra. Los problemas del film tienen más que ver con su familiaridad que con supuestos desajustes entre sus intérpretes o una «mala» dirección de Wilde, lo cual no es el caso. Incluso dentro de los problemas narrativos, se advierte desde un principio que el inconveniente está en el guion y no en la visión de su directora que sabe bien qué cuestiones quiere explotar. Un film que tiene mucho potencial por su talento delante y detrás de cámaras y por un cúmulo de ideas atractivas que no pudieron ser explotadas del todo.
Tras su paso por los festivales de Venecia y San Sebastian llega a los cines de nuestro país la última película de Olivia Wilde (`Wake up', `La noche de las nerds'), con dos jóvenes y reconocidos protagonistas: Florence Pugh y Harry Styles. El filme, basado en una historia de Carey Van Dyke y Shane Van Dyke (`Chernobyl Diaries'), traslada al espectador a Victoria, un barrio anclado en los años '50 y ubicado en el medio del desierto, donde todo parece funcionar. Los hombres trabajan todo el día en un proyecto misterioso sobre el cual nadie puede preguntar, mientras que las mujeres ordenan la casa, organizan cócteles y van de compras al shopping. Ese mundo casi irreal tambalea cuando Alice (Pugh) comienza a tener ciertos recuerdos/visiones que no pertenecen a esa realidad a la cual llegó junto a Jack (Styles). Durante el desarrollo del filme la protagonista se cuestiona qué es lo que hace allí y qué se esconde detrás de la rutina de esas familias perfectas que viven a su alrededor (e incluso la suya). Muchos pasajes de la historia remiten al espectador a películas como `Get out', `The Truman Show' y `Las esposas de Stepford' (con esta ultima se comparten varios puntos en común). PRETENCIOSO Olivia Wilde elige recursos repetitivos y subraya situaciones previsibles en el camino de Alice para encontrar la verdad. El factor sorpresa -que por supuesto no se revelará aquí- está bien logrado pero las dos horas de duración le juegan en contra a un filme muy pretencioso desde lo narrativo y que apenas logra superar las expectativas. `No te preocupes cariño' se sostiene mucho en las interpretaciones de los protagonistas. Florence Pugh compone un personaje complejo, atribulado e inestable, con la solidez como interprete que la caracteriza, acompañada por un Harry Styles al cual su papel le queda grande (el personaje iba a ser interpretado por Shia LaBeouf). Los rubros técnicos, eso sí, son impecables. La fotografía de Matthew Libatique y el diseño de producción de Katie Byron logran que la película sea visualmente imponente y se disfrute en la gran pantalla. `No te preocupes cariño' tiene momentos interesantes y bien logrados sobre el desenlace del argumento, y más allá de que Wilde no pudo evitar caer en lugares comunes y subrayados que atentan contra su película, el resultado final es aceptable.
Oscura utopía. Bienvenidos a Victoria, una comunidad ideal que parece sacada de los años 50´, construida en medio del abrasador desierto de California. Aquí viven Alice (Florence Pugh) y Jack (Harry Styles), una pareja perfecta, con una casa perfecta y amigos perfectos; además del hecho que hay mucha pasión entre ellos. Las escenas de sexo no se hacen esperar. Durante el día, Jack, quien es ingeniero, junto a los demás maridos van a trabajar en un misterioso proyecto dirigido por el carismático gurú de Victoria, Frank (Chris Pine); mientras las esposas chismotean en sus piscinas soñadas, hacen compras, limpian la casa y participan de las clases de ballet dirigidas por la esposa trofeo de Frank (Gemma Chan). Pero no todo lo que reluce es oro, y cuando una de las esposas comienza a comportarse de manera errática y a realizar preguntas, Alice también comienza a cuestionarse qué hay detrás de proyecto Victoria, y porqué no pueden salir de ese lugar diseñado para ser “felices”. Esto, acompañado de recuerdos intermitentes que vienen a su memoria, y parecen sacados de otra vida. Estamos ante una historia compleja, que involucra una realidad montada desde un solo punto de vista, tal como la alegoría de la caverna de Platón. Simbólicamente, se podría ligar a la opresión social que por cientos de años resistió la mujer. Por supuesto que aquí hay algo de eso, del despertar de esa mujer sumisa y anestesiada; que indaga, que averigua que hay más allá de ese conocimiento patriarcal predominante, en este caso el edén de Victoria. Desde lo formal la estética es impecable, así como la actuación de Pugh, que sostiene todo el relato. Un Harry Styles correcto, sumada la química de la pareja en pantalla, bien acompañan una historia en la se combinan una tensión constante y varios géneros narrativos como la comedia, el thriller psicológico y la ciencia ficción.
El filme comienza diciéndonos que estamos en los años 50, algunos elementos y/o acciones de los personajes mueven mínimamente a extrañamiento. La escena es una fiesta en la que cuatro parejas se dan al desenfreno alcoholizados, algunos personajes están fuera del registro de esa realidad, algunas acciones y actos también. Luego de ese inicio, el principio, “Don't Worry Darling” parece ser una anatema a la armonización del mentado “American Way of Life” yankee surgido en los años 50, pero luego atraviesa esa mirada hasta instalarse en un refrito de “Las Mujeres Perfectas” (1975) (The Stepford Wife), totalmente insustancial. Alice (Florence Pugh) y Jack (Harry Styles) tienen la suerte de vivir en la comunidad idealizada
"No te preocupes cariño": el mal sueño americano. Relato de opresiones de diversa índole y escala, parece deberle varias ideas a títulos previos como Las mujeres de Stepford, The Truman Show y tantas otras películas donde una vida aparentemente idílica esconde varias oscuridades y simulaciones. Que si Harry Styles escupió a Chris Pine, que si Olivia Wilde echó del reparto a Shia LaBeouf por mal comportamiento, que si Florence Pugh fue o no fue a la conferencia de prensa. El cotilleo alrededor de No te preocupes cariño en el reciente Festival de Venecia, donde disfrutó de su lanzamiento mundial, fue de tal calibre que cualquier reflexión cinematográfica quedó relegada a un lejano segundo puesto. Pasada la espuma inicial, el segundo largometraje como directora de la actriz Olivia Wilde fue atacado sin piedad en un porcentaje elevado de las críticas. A pesar de ello, y si bien se ubica varios pasos detrás de su más que auspicioso debut, La noche de las nerds, tampoco parece ser el desastre atómico que mucho quisieron ver. Eso sí: la frescura adolescente de aquella ópera prima no está presente en este relato de opresiones de diversa índole y escala, que parece deberle varias ideas a títulos previos como Las mujeres de Stepford, The Truman Show y tantas otras películas donde una vida aparentemente idílica esconde varias oscuridades y simulaciones. El suburbio impoluto donde viven Alice Chambers (Pugh) y su marido Jack (Styles), construido en medio del desierto, se asemeja a una publicidad de alguna inmobiliaria estadounidense de los años 50, en plena recuperación económica de posguerra y con el baby boom en pleno ascenso. Las mujeres del barrio cocinan, pasan la aspiradora, se divierten en cocktail parties vecinales y despiden a sus esposos por la mañana cuando estos parten a su trabajo en autos lustrosos. Wilde apuesta desde un primer momento al artificio deliberado y coreografía el comienzo de un nuevo día con un plano cenital que registra los movimientos de los vehículos como si se tratara de un musical (más tarde hará explícitas las referencias a Busby Berkeley en un par de secuencias oníricas). Más allá de las sonrisas permanentes y un estado de aparente bienestar, es evidente desde un primer momento que las cosas no son del todo normales en esa pequeña comunidad, gerenciada por un tal Frank (Pine), cuya influencia sobre los ciudadanos se asemeja más a la del gurú de una secta que a la de un líder vecinal. protagonista parece estar a punto de ser asfixiada por su propia casa. Luego vendrá la iluminación y, con ella, la explicación de causas, consecuencias y cada uno de los detalles que las integran, varias veces para que todo quede claro, y un final genérico que no logra emocionar a pesar del ritmo auto impuesto. La banda de sonido incluye decenas de éxitos del r&b y el soul de finales de la década de 1950, música que posiblemente pocos blancos de clase media acomodada escucharan por aquellos tiempos, aunque eso también podría tener algún tipo de explicación diegética, además de señalar el buen gusto musical de la realizadora.
Jack y Alice tienen la vida perfecta. Viven juntos en la ciudad experimental “Victory”, en donde los empleados de una empresa, trabajan en un proyecto secreto. Todos los hombres van a trabajar por la mañana y las mujeres se ocupan del hogar y de sus hijos. De afuera parece la vida ideal pero no todo es como parece. “Don’t Worry Darling” es un largometraje estadounidense dirigido por Olivia Wilde que se estrenó el pasado 22 de septiembre en Argentina. Pertenece al género de thriller psicológico y dura poco más de 2 horas. Mis expectativas eran altas debido a que estoy esperando esta filmación desde hace mucho tiempo, pero lo cierto es que no me gustó tanto. Estéticamente es impecable pero aun así no pude evitar sentir que la historia estaba algo desorganizada y que el filme carecía de alma. Tampoco parecía haber mucha química entre los personajes. Debo admitir que el concepto es interesante pero no está del todo bien ejecutado. Florence Pugh es quién salva la cinta. Su actuación es estelar y hace que todo fluya. Sin ella nada sería igual. Logró construir un personaje disconforme con su vida a pesar de parecer encontrarse en el mundo ideal. Creo que vale la pena ver la película solo por ella. Siempre recomiendo darles una oportunidad a todas las producciones porque detrás de cada una de ellas hay trabajo duro, puede ser que a mí no me haya terminado de gustar, pero eso no significa que a otro no le pueda encantar. Si les gustan los trabajos de Florence Pugh échenle un vistazo, realmente hace un trabajo espectacular.
Llega a nuestros cines una de las películas que más generó polémica en este año, en donde vimos despidos, blindaje a algún actor por cuestiones románticas y una protagonista que se negó a participar en la promoción de la película. Así que, con ustedes, No te preocupes cariño. La historia sigue a la pareja conformada por Alice y Jack Chambers, quienes viven en un idílico vecindario en el desierto, en plena época de los 50. Pero todo este sueño americano no es suficiente para Alice, que, debido a una vecina, empieza a sospechar que tanto el lugar, como el jefe de su marido, esconden más de un secreto. Voy a serles sincero, el tráiler de No te preocupes cariño lo vi después de haber visto la película; así que no tenía ni idea de lo que me iba a encontrar en el cine. y creo que ese es el mejor consejo si quieren intentar disfrutar de este despropósito; porque todo empieza mal desde el propio avance, dándonos algunas pautas de las películas de las que se toma demasiadas cosas prestadas. Obvio no las voy a nombrar para no spoilear, pero si vale aclarar que no tiene nada de malo que una película se parezca a otra, si es que el director o el guionista le aporta algo de su propio estilo o personalidad. Pero si ya desde la estética, o conceptos claves de dichos films que se usaron como “referencias” se mantienen intactos, más que una inspiración estamos hablando de un plagio. Pero si creen que ese es el mayor problema de No te preocupes cariño, están equivocados. Esta cinta es una seguidilla de sin sentidos, que hace que esas dos horas de duración, se sientan como tres; en especial el tramo final, donde todo se alarga demasiado y sin necesidad, al grado de que es casi seguro que se pongan a mirar cuánto falta. Vale aclarar que el guión no corre a cargo de Olivia Wilde, solo la dirección. Eso y la decisión de encapricharse en poner a Harry Styles como co protagonista, algo que es otro de los grandes puntos en contra del proyecto. Y esto no lo decimos por todo el lío personal que hay entre ellos y Jason Sudekis; sino porque Styles casi que arruina cada escena en la que sale; solo falta ver una donde discute con Florence Pugh, y mientras ella da lo mejor de sí, el generó risas en la sala de función de prensa (algo que nunca antes había visto). Pero para hablar un poco de lo bueno, o de lo poco bueno, mejor dicho, tenemos a la recién mencionada Florence Pugh. La chica vuelve a demostrar que no importa la calidad del proyecto en el que esté, ella siempre va a destacar por sobre los demás, cargando las escenas dramáticas con una soltura pocas veces vista para alguien de su corta edad. Ella y la fotografía, junto con la ambientación, son lo que más podríamos alabar. En conclusión, No te preocupes cariño es una película que va a ser recordada más por todo el escándalo y el chisme que se armó alrededor de ella, que por su propia calidad cinematográfica. Con eso en mente, ya saben que se van a encontrar en el cine…
La segunda película de Olivia Wilde como realizadora (y actriz de reparto) viene precedida por ruidos mediáticos que es mejor dejar de lado, algunos inventados y otros reales. Lo cierto es que el guión escrito por los hermanos Shane y Carey Van Dyke, fue uno de los más peleados de Hollywood, 18 estudios estaban interesados. Y una vez adquirido para Wilde pasó a manos de Katie Silberman para su rediseño. En ese soporte está el problema de este film tan atractivo visualmente, con intensas actuaciones y un tema inquietante. El argumento recuerda un poco a The Truman Show, pero básicamente a “Mujeres perfectas” (Stepford wives, hecha en l975 y en el 2004). Una distopía donde en un barrio en el medio del desierto todas las casas son iguales, todas las esposas están felices de limpiar, hacer compras y esperar a sus marido para una cena abundante, todas por la mañana los despiden mientras ellos parten en colorido autos de los años 50 a un punto del “más allá”, zona peligrosa que ellas no deben frecuentar. Mundo colorido y perfecto donde se hacen un verdadero festín visual el fotógrafo Mathew Libatique, el diseño de producción de Katie Nyron, el vestuario de Arianne Phillips, la música de John Pawell. El tema es que tanto brillo visual, tanto baile y fiesta, tanta utilización de viejas coreografias de los primeros musicales hollywoodenses, conforman, fascinan pero no disimulan que las situaciones se reiteran más de la cuenta. Los primeros atisbos de una pesadilla en acción, las sospechas, los tratamientos médicos, se muestran pero no pasan de mostrar a una sociedad utópica paternalista con las mujeres como muñequitas de decoración, y otros temas como “el lavado de cerebro”, el verdadero sostén de la situación quedan de lado. Se luce Florence Pugh rodeada de tanto peligro como en Midsommar, Harry Styles se esfuerza y sale correcto, está muy bien lograda la escena de su baile un tanto desesperado, y Chris Pine utiliza muy bien su seducción para el mal, muy logrado. Es grato ver a Olivia Wilde frente a una gran producción, tendrá otras, pero lejos de la frescura de su primera película (La noche de los nerds) con buen pulso para las escenas de despliegue y un suspenso sostenido, pero con la falla del guión. Aunque hay que reconocerle que suma créditos para atraer al público y seguramente tendrá suceso.
Reseña emitida al aire en la radio.
Arranca bastante interesante y atrapa en sus primeros cuarenta minutos, la película pierde fuerza cuando finalmente se vislumbra el gran secreto de la existencia de Victoria, volviéndose en un producto insignificante y artificial, dejándonos un sabor amargo a quienes nos habíamos entusiasmado con Booksmart, la divertida ópera prima de Olivia Wilde como directora.
Un mundo feliz. No te preocupes cariño es la segunda película como directora de Olivia Wilde, quien además se reserva un papel secundario. Y está protagonizada por Florence Pugh, acompañada de Harry Styles, Gemma Chan, Timothy Simons y Chris Pine, entre otros. La historia se centra en Alice (Pugh), un ama de casa que vive en un glamoroso barrio residencial en la Estados Unidos de los años cincuenta, donde vive con su marido Jack (Styles), que trabaja para el Proyecto Victoria. Pero la conducta elusiva de una de sus amigas hace que sospeche que nada es lo que parece, y comience a investigar lo que verdaderamente ocurre, lo que la lleva a buscar la forma de romper la regla que se les impone de no escapar de la comunidad. En primer lugar, hay que destacar el uso de la estética publicitaria de la película, cuya iluminación excesiva de tonos cálidos y diseño de producción propio de los suburbios estadounidenses de la década del ’50 contrastan con una serie de escenas surrealistas propias del cine de David Lynch. Que sirven además como indicios que se le van mostrando al espectador para que elabore sus propias teorías de lo que realmente ocurre durante los dos primeros actos, siempre compartiendo el punto de vista de su protagonista. Un párrafo aparte merece el trabajo de la nominada al Oscar Florence Pugh, con un personaje pasional cuya psiquis es llevada al extremo a medida que va investigando lo que ocurre. Contraparte del carismático y manipulador Frank, cuya calma hace notar que tiene todo bajo control, permitiendo el lucimiento de Chris Pine en el mejor trabajo de su carrera. En conclusión, No te preocupes cariño es un thriller psicológico que funciona porque mantiene activo al espectador, intentando resolver el misterio junto a su protagonista, en una historia que podría haber formado parte de la serie La dimensión desconocida (The Twilight Zone, Rod Sterling 1959-1964). Mostrando el oficio de Olivia Wilde, quien hace un buen uso de las reglas del género, lo que la posiciona como una directora con un futuro promisorio dentro de la industria.
Una para todas, y todas para una Después de varias especulaciones y chismes polémicos sobre las relaciones de sus protagonistas detrás de escena, llega el estreno de No te preocupes cariño. “Se generalizó el uso de la categoría de género para referirse a la simbolización que cada cultura elabora sobre la diferencia sexual, estableciendo normas y expectativas sociales sobre las conductas y los atributos de las personas en función de sus cuerpos”. Marta Lamas, “Cuerpo: diferencia sexual y género”. Por Denise Pieniazek A pesar de su mala recepción en la reciente Bienal de Venecia, se considera que la película No te preocupes cariño (Don´t Worry Darling, 2022) es una propuesta interesante que merece ser contemplada en una sala de cine. Éste es el segundo largometraje dirigido por Olivia Wilde, al igual que el anterior Booksmart (2019), fue escrito por Katie Silberman, quien esta vez presenta una historia más compleja y madura. En No te preocupes cariño una joven pareja Alice (Florence Pugh) y Jack (Harry Styles), viven en una comunidad llamada Victoria, donde todo aparentemente es perfecto. Mientras que las mujeres pasan el día trabajando en las labores del hogar con el fin de que todo sea magistral, los hombres parten hacia los lindes de la ciudad para trabajar en un proyecto secreto, que se supone permitirá el progreso de todos. Asimismo, en Victoria, según su venerado líder Frank (Chris Pine) y en cierta forma demiurgo, las esposas deben ser “compañeras y discretas”, una forma diplomática de decir que se pretende que éstas sean sumisas y actúen según el ideal de domesticidad. De hecho, cuando alguna de ellas tiene un comportamiento por fuera de la norma la califican como “histérica” -expresión instaurada peyorativamente por el patriarcado, la cual proviene de hyster (útero)- y le piden que se controle. El comportamiento de ellas debe ser semejante, es una sociedad homogeneizadora de los hábitos de conducta que pretende “crear orden”. La construcción geográficamente circular de dicha comunidad compuesta por casas semejantes con colores pintorescos; cuya estética, decoración y automóviles, remiten a las décadas del ´50 y ´60, recuerda en cierta medida a esa perfección exacerbadamente superficial que tanto criticaba la película El joven manos de tijera (Edward Scissorhands, 1990). No te preocupes cariño realiza un logrado híbrido de géneros cinematográficos, que principalmente conjuga la ciencia ficción distópica con el thriller psicológico. En adición, la obra posee varias relaciones intertextuales con la novela Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, y otras las películas prexistentes -algunas de ellas basadas en textos literarios previos- como The Truman Show (1998), Las mujeres perfectas (The Stepford Wives,1975/2004), La naranja mecánica (The Clockwork Orange,1971) y The Matrix (1999). En Victoria -nótese que la ciudad tiene nombre de mujer- todos los matrimonios son heterosexuales, no hay solteros, ni parejas del mismo género. De tal manera, Alice y Jack parecen ser el único matrimonio que no desea tener hijos, tienen una vida sexual muy activa. Lo cual se representa contundentemente con la expresión del goce sexual de Alice, que en un principio parece un aspecto positivo, que permite creer en el funcionamiento de ese microcosmos. Sin embargo, como esboza el slogan del poster promocional del filme “la perfección tiene un precio”. Tras la reaparición en público de una mujer que es considerada como una “loca” y cuyo sentir es desestimado, el caos va invadiendo poco a poco el relato. Ese comportamiento disidente hace contacto con el interior de Alice y su latente inestabilidad e incertidumbre emocional, conforme a esa melodía que resuena en su mente y no puede dejar de tararear. En consecuencia, No te preocupes cariño, propone un mundo inquietante, en donde pasamos de lo perfecto a lo siniestro. La acción interna de Alice, interpretada estupendamente por Pugh, cada vez se va exteriorizando más. Ejemplo de ello, es el gesto de romper un huevo que por dentro está seco, vacío como metáfora de una sociedad superficial y vacua que comienza a quebrarse. Asimismo, la escena en la que parece el espacio de su casa se va achicando y un vidrio la aplasta, representa simbólicamente la opresión patriarcal. Todas aquellos signos y distorsiones espaciales son en realidad el despertar de Alice, y de los que podríamos llamar desde el análisis del metalenguaje, el feminismo. Al respecto, cada rasgo visual y formal de la obra, enfatiza el contenido de la misma. Lo cual puede ejemplificarse con las casas que poseen grandes ventanales, que funcionan como un gran panóptico (en términos de Foucault) o como un “Gran Hermano” (1984, George Orwell) a través del cual las mujeres siempre están siendo observadas. Del mismo modo, las formas circulares son constantes en el filme, recordemos que es un recurso cinematográfico que suele aludir a lo onírico, a la psiquis, basta con pensar en Vértigo (1958). En No te preocupes cariño puede observarse lo curvo en la forma de las casas, la ciudad (todo planificado como se ve en la maqueta circular), la cúpula -a la cual está prohibido acercarse- y hasta en los huevos mencionados anteriormente que condensan la tesis del filme. En cuanto a lo radial y espiral en el nivel del metalenguaje, puede pensarse que ese universo diegético funciona como una especie de loop constante, en el que todos los días parecen ser iguales, es un círculo vicioso cerrado sobre sí mismo. Por último, es interesante como en las clases de danza para mujeres dictadas por la esposa del líder Frank, Shelley, se realizan movimientos circulares conjuntos al ritmo de “una somos todas”. Lo cual, refiriendo al contexto de producción de la obra, puede interpretarse como una metáfora de la corriente feminista actual, ya sea que se exprese bajo “Me too” o “Ni una menos”. Nuevamente es el despertar de una mujer, lo que implicará el despertar de todas las mujeres silenciadas. En consecuencia, la película representa una tesis social que critica negativamente el patriarcado y enaltece el proceso de emancipación femenina, enmarcada en la resistencia de la protagonista, porque la libertad se alcanza a partir de la toma de conciencia. Además, la tesis del relato coincide formalmente con su estructura de base dividida en dos planos, uno enmarcado dentro del otro. Por un lado, ese mundo superficial y luminoso que reafirma el ideal de domesticidad y en paralelo el “Proyecto Victoria” que parece estar en contra de los ideales posmodernos y de la mujer profesional y “el cambio de roles” con su tono lúgubre. En palabras de Frank: “la sociedad nos va alejando de nuestro yo biológico”. Y, por otro lado, como respuesta a ello el metalenguaje desde el punto de vista de las autoras desde el cual se critican los ideales instaurados por el patriarcado y evidencian conforme a la actualidad que cada vez que surge una ola feminista (lo revolucionario), la hegemonía intentará aplacarla. En conclusión, No te preocupes cariño narrativamente tal vez no resulte tan original o rupturista, pero sí es sólido e intrigante. Sobre todo, es interesante si se lo lee desde la perspectiva de género y anclado a su contexto de producción, recordemos que tanto la directora como la guionista son mujeres.
There is beauty in control. There is grace in symmetry. We move as one. Para su segundo largometraje, Olivia Wilde apostó a más. La sobriedad, autenticidad y sencillez que caracterizó a su sorprendente ópera prima, Booksmart, se cambia por lo grandilocuente, artificial, frío y exagerado en esta historia sobre un mundo perfecto que esconde algo terrible. Polémicas que no interesan aparte, estamos ante una fallida propuesta. Alice vive junto a su marido Jack en un pequeño pueblo llamado Victoria. Un pueblo chico, de pocas parejas (la mayoría con hijos o con planes de tenerlos; todas heterosexuales), una especie de burbuja donde viven protegidos de la amenaza exterior. Los hombres a diario parten a trabajar para Frank, el hombre que les da trabajo y hogar y les permite ser parte de algo único. Las mujeres se quedan en sus casas, limpiando, cocinando, a veces juntándose entre ellas o practicando ballet. Aunque se percibe que esta pareja hace un tiempo vive así, la película desde un principio empieza a distorsionar la realidad de Alice, que observa cosas que le resultan extrañas. Primera falla de las muchas del guion: no hay algo en particular que encienda esta atención que se le despierta, aunque sí pronto un personaje, una mujer que dice cosas extrañas y a la que parecen querer silenciar, la haga sospechar en serio. Gran parte de la película se encarga de retratar este mundo y olvida desarrollar personajes totalmente intercambiables. Paredes que tiemblan, sonido de aparentes explosiones, comidas que nadie entiende de dónde salen (todo proviene de Victoria, y es un pueblo de pocas cuadras donde sólo parecen estar estos hogares y un poco más allá la central donde los hombres van a trabajar). Olivia Wilde insiste en retratar un mundo que parece perfecto en su superficie pero al mismo tiempo lleno de grietas que amenazan con romperse en pedazos porque ya sabemos que no todo lo que reluce es oro. Alice se deja llevar cada vez más por esta sensación de que hay algo raro sucediendo en ese lugar. No quiere ser solo una muñeca a la que alguien cuide, quiere conocimiento. Y en esa búsqueda, que por momentos no parece más que mental, llega hasta la zona prohibida, la famosa central y a partir de ese momento ya nada podrá ser igual. Su compañero, Jack, que la ama y desea con devoción no puede escucharla ni comprenderla porque ni siquiera ella misma entiende qué es lo que está mal. La premisa de la película rememora de manera inmediata a The Stepford Wives (en especial la versión de Frank Oz aunque pareciera querer acercarse al horror de la de Bryan Forbes) y pronto va desplegando todo un abanico de influencias entre los que se podría mencionar The Truman Show y Black Mirror. Aunque resulte poco original podría también ser interesante, tiene su atractivo. No obstante el guion de Katie Silberman se regodea en un montón de detalles que no hacen a la trama (al contrario, pero ahondar en muchos de esos agujeros es acercarse a posibles spoilers) y descuida el desarrollo de personajes. En el centro de esta pesadilla está la Alice de Florence Pugh, actriz que ha demostrado desde Lady Macbeth y en especial con Midsommar que tiene un talento potente. Aquí sin embargo no le alcanza y recae en exageraciones que no logran salvarla. No está bien acompañada por un Harry Styles plano que no encuentra su tono y una deslucida Olivia Wilde, cuyo desgano se nota en casi cada aspecto de la película. Chris Pine prometía algo más con su excéntrico Frank pero nunca se le permite terminar de revelarse ni tampoco a Gemma Chan como su esposa, por lo que su acción en el final resulta irrelevante para el espectador. En cuanto a la dirección, también estamos ante un producto flojo. Hay planos e incluso escenas que se suceden con poca fluidez entre sí. Y por momentos una desprolijidad tal que hasta aparece en plano de manera muy notoria un camarógrafo con su cámara en un espejo que abarca gran parte del encuadre. El diseño de producción, con escenarios y vestuarios propios del mundo a retratar es el único aspecto totalmente logrado de la película. Es una pena que una propuesta arriesgada y ambiciosa no consiga desplegar un argumento efectivo y que en cambio opte por un guion lleno de agujeros y preguntas que atentan contra la verosimilitud. Hay una clara mirada crítica sobre los roles de género que de todos modos se siente algo anticuada, como que no ofrece nada nuevo hoy. La utilización de lo fantástico, la idea de distopía o de experimento social, terminan desaprovechadas a falta de un mejor desarrollo. Don’t worry, baby se sucede de manera repetitiva hasta un tercer acto recargado y apresurado que no hace más que exponer sus fallas. Una película que promete y al final no resulta ser más que una trampa, un engaño. Nada es lo que parece nunca, eso seguro.
La nueva película de la actriz Olivia Wilde, quien tuvo un elogiado debut en la dirección con La Noche de las Nerds (Booksmart, 2019), no ha quedado ajena a la atención mediática. En principio, a razón de una polémica desatada en redes sociales, que involucra la salida dudosa de Shia LaBeouf del elenco tras ser acusado de abuso sexual y psicológico por parte de su ex pareja, los rumores de infidelidad de la directora junto al protagonista Harry Styles y, por si fuera poco, la supuesta tensa relación entre Florence Pugh y Wilde. Luego vendría la premiere en el Festival de Cine de Venecia, en donde el thriller fue destrozado por la prensa especializada. Cabe aclarar que la primera circunstancia no será tenida en cuenta en este espacio, ya que nada tiene que ver con la función de la crítica. Sin embargo, es pertinente preguntar: ¿Es la película de Wilde el desastre que parecía augurar su escandaloso set? Lejos de cualquier veredicto extremista, hay que decir que No te Preocupes Cariño (Don’t Worry Darling) es un film irregular, con claros problemas en su escritura, pero aun así digno de visionado. Ideada bajo el gobierno de Donald Trump, la película fue pensada como una respuesta a su famoso slogan, Make America Great Again (“Hagamos a Estados Unidos Grande Otra Vez”), reflexionando sobre lo que implica volver a un tiempo pasado en donde los derechos humanos, entre ellos los de las mujeres, estaban fuera de agenda. Es por ello que Wilde despliega aquí una mirada crítica hacia la familia nuclear capitalista y los roles de género a modo de cuento de hadas perverso, colocando la figura tradicionalista de la ama de casa y esposa devota en primer plano. Un mundo feliz Ambientada en el crepúsculo de unos elegantes años ’50 que remiten al imaginario hollywoodense del American Dream, la historia presenta un microcosmos idílico ubicado en el desierto de California. Se trata de una exclusiva comunidad de casas prefabricadas y jardines perfectos construida por la misteriosa empresa Victory, quien lleva a cabo un proyecto ultrasecreto de logística en donde trabajan todos los hombres de familia del lugar. Como es de esperar, las esposas cumplen el rol signado por el conservadurismo de la época, esto es, el de ama de casa extremadamente sonriente salida de publicidad retro que atiende las necesidades de su marido y ocupa su tiempo libre entre el shopping con amigas y cócteles. En este oasis artificial y funcional, en donde las noticias del mundo brillan por su ausencia, la cámara sigue de cerca a Jack y Alice Chambers (Harry Styles y Florence Pugh), un joven y sexy matrimonio sin hijos que a los ojos de sus vecinos viven en una luna de miel perpetua. Sin embargo, sus vidas altamente planificadas parecen a punto de desmoronarse cuando una Alice acosada por vívidas pesadillas y alucinaciones comienza a sospechar de la verdadera naturaleza detrás de Victory y de Frank (Chris Pine), el intimidante CEO de la compañía. Un extraño accidente de avión en el desierto y el descenso hacia la locura de una de las esposas modelo de la ciudad, serán cruciales para que la protagonista tome cartas en el asunto y emprenda un frenético escape de aquel paraíso infernal. Con claras influencias de películas como The Truman Show (1998), Las Mujeres Perfectas (2004) y ¡Huye! (2017), el segundo largometraje de Wilde plantea una distopía en donde el machismo y las conspiraciones políticas confluyen en una sociedad con una estructura cerrada y piramidal similar a la que caracteriza a los grupos sectarios. En este sentido, resulta conveniente la época pre digitalización en que se desarrolla la acción y la ambientación en el desierto, cuyos planos largos potencian el efecto de aislamiento de los residentes. El personaje de Pine, como el manipulador líder de esta especie de culto que promete éxito profesional y felicidad, recuerda a gurús de famosas sectas modernas como NXIVM, cuyos seguidores quedaban absortos por la brillantez y el carisma de su creador. Un líder al que los hombres patéticos pretenden imitar hasta en el vestuario. A este paradigma se suma también el proyecto encubierto de Victory, que los trabajadores no pueden comentar ni siquiera con sus esposas pero que todo parece indicar que se trata del desarrollo de un arma de destrucción masiva. Una maquinación que no resulta descolocada teniendo en cuenta que estamos ante un periodo de la vida estadounidense precedido por una fuerte política estatal anticomunista y su consecuente persecución. Es evidente que No te Preocupes Cariño no es una oda a la originalidad. Cualquier espectador poco experimentado sabrá para que lado se dirige la historia y no es para menos, si tenemos en cuenta la cantidad de relatos sacados de La Dimensión Desconocida o Black Mirror que han bombardeado la pantalla grande y pequeña en las últimas décadas. Pero su mayor problema no radica en la falta de novedad o su predictibilidad, sino en el trazo grueso de una narrativa que descarta el subtexto y desconfía de la capacidad de su público para captar los mensajes políticos. El guion escrito por Katie Silberman (con quien Wilde ya había trabajado en La Noche de las Nerds), sobre una idea de los hermanos Shane y Carey Van Dike, es tan subrayado y alegórico como la idea de bautizar Alice a una protagonista atrapada en un “mundo de maravillas” o mencionar “la simetría” del sistema en voz en off mientras unas bailarinas macabras hacen una armoniosa coreografía. Con todo, el film de Olivia Wilde destaca en varios puntos importantes, entre ellos el aspecto visual. A partir de un diseño de producción meticuloso, con decorados amueblados por todos los electrodomésticos del momento, un vestuario estiloso y la fotografía de colores vibrantes a cargo de Matthew Libatique (DF de varios filmes de Darren Aronofsky), la película cumple su objetivo al impregnar la pantalla del glamour y la modernidad de los ’50. En cuanto a la dirección, hay ciertos intentos de Wilde por elevar la escritura obvia y repetitiva a través de escenas de terror y surrealistas interesantes que contrastan con el drama convencional e intensifican su atmósfera claustrofóbica. Por último, es menester destacar la labor de Florence Pugh en No te Preocupes Cariño. Gracias a su magnetismo logra capturar la atención y mantenerla de principio a fin. La joven actriz tiene la versatilidad necesaria para ahondar en su faceta más vulnerable y a su vez, sacar una versión feroz y subversiva como ya hemos visto en Midsommar (2019). Caso contrario el de su co-protagonista, el cantante Harry Styles, cuya actuación plana y genérica lo ha dejado muy por debajo de sus colegas.
No te preocupes cariño: Living la vida loca Solo se trata de vivir Sin dudas, la película del escándalo en este 2022… ¿por sus actuaciones? ¿su historia? ¿reivindicaciones políticas o sociales? No, sólo porque fue dirigida por una mujer y eso habilita que se haga todo un Intrusos en el espectáculo detrás, que poco habla de la película en sí. Entonces, detrás del humo: ¿está bien No te preocupes cariño? ¿De qué va? Alice (Pugh) y Jack (Styles) son una pareja afortunada de vivir en la comunidad idealizada de Victory, una población experimental de una compañía en donde habitan los hombres, con sus familias, que trabajan en un proyecto ultrasecreto. El optimismo social de los años 50 fomentado por su CEO, Frank (Pine) —un empresario visionario y coach de vida motivacional— es el ancla de cada aspecto de la cotidianidad en la utopía en el desierto, formada por una comunidad estrechamente unida. La vida es perfecta y la compañía cubre con todas y cada una de las necesidades de los residentes. Lo único que pide a cambio es discreción y compromiso incuestionable a la causa Victory. No te preocupes cariño terminó siendo reconocida no tanto como la segunda película como directora de Olivia Wilde (que venía de esa maravilla llamada Booksmart en 2019), ni otro protagónico de la estrella ascendente Florence Pugh, o por el asentamiento en las grandes ligas del multifacético Harry Styles… no, se volvió viral por amoríos, peleas, y un escupitajo que quedará para siempre como ejemplo del efecto Mandela. Pero detrás de todo eso (que repito, no importaría nada si fuese un hombre el que dirigía) es otro gran peldaño en la escalera de Wilde como directora, logrando una extrañeza y atención basada en un gran trabajo de arte (de lo mejor de la película), actuaciones efectivas y el mantenimiento de un misterio que se cae bastante para el tercer acto, pero que durante más de la mitad de la cinta funciona de maravillas. Estamos frente a una suerte de episodio doble de La dimensión desconocida, en donde desde el principio hay algo que no está bien. Sí, Alice y Jack se re aman y tienen sexo a lo loco a cada rato. Parecen no preocuparse por nada, salvo no preguntar que pasa más allá de los límites marcados. Como si viviesen en una suerte de casa de muñecas, la realidad comienza a resquebrajar lo que daban por hecho y las preguntas y las dudas florecen hasta volverse fatales. Pugh lleva el protagonismo con el brillo que la caracteriza. Cuando juega a la sensualidad es un fuego, cuando tiene miedo da ganas de abrazarla, y cuando se enfrenta a lo imposible parece llevarse el mundo por delante. Sus modos y maneras para adaptarse a esta distopía de los 50´s yanquis le quedan pintados. Pero en ese barrio de silencios cómplices e ignorancias necesarias viven varias familias que demuestran lo frágil y entregada que es la humanidad ante un poder que los puede controlar dándoles lo que necesitan. Estamos frente al esquema de contención que tan bien explicitó el escritor británico Aldous Huxley en Brave New World, ese libro distópico pero cada vez más real. Con drogas, comida y sexo no es necesario nada más. En el medio de todo esto, un jefe que es más un controlador de estas nuevas religiones new age, interpretado por Chris Pine, que a través de las promesas con las palabras justas, y el control farmacológico de un doctor a su disposición (con muchas reminiscencias a Mengele), mantiene activa a la comunidad a base de discursos motivacionales que harían acabarse encima a Durán Barba. Y en el medio lo más importante, lo único que nos queda: la verdad. ¿Se puede sostener algo a través de mucho tiempo si sus cimientos son la mentira? ¿Se le puede mentir a todos todo el tiempo? ¿Cuál es el secreto de Victory? Mientras el enfrentamiento entre el líder motivacional y la esposa cansada crece, las capas de cebolla que encierran lo no dicho comienzan a mostrar su verdadero rostro. No te preocupes cariño tiene varios niveles de lectura, y se posiciona fuertemente en conversaciones que se mantienen más frescas que nunca; lo que también explica lo que sucedió alrededor de la película. Sin olvidar volver a mencionar que su tercer acto se siente desinflado producto de toda la expectativa generada en sus dos actos anteriores, el segundo opus de Olivia Wilde tiene elementos y secuencias que auguran una gran carrera como directora. Aunque no le perdonamos que haya abandona a Ted Lasso. Si te gustan las distopías, el misterio, la ciencia ficción, los cultos y la cultura yanqui de los 50´s, ésta sin dudas es la película para vos.
Don’t Worry Darling y lo insulso de la belleza sin profundidad ¿Valió la pena tanta controversia? Don’t Worry Darling era una de las películas más esperadas de esta temporada, desde que se anunció el cast se anticipaban cosas maravillosas de esta cinta. No solo porque su protagonista era Florence Pugh, una de las mejores actrices de su generación, sino porque también era el regreso a la dirección de Olivia Wilde, que nos había dado una belleza de ópera prima con Booksmart. El rodaje terminó, salió el primer teaser y la promesa de un film diferente y único seguía intacto, pero los rumores del set no tardaron en llegar, las aparentes peleas entre la directora y la protagonista, el cambio del protagonista masculino en medio del rodaje y la contratación de una de las estrellas más grandes del momento. Pero el mayor problema de esto es que todo ese escándalo es mucho más memorable que la película en sí. Alice (Florence Pugh) y Jack (Harry Styles) son una pareja que vive constantemente como recién casados, tener hijos no está en su panorama porque anhelan la libertad y la posibilidad de tener relaciones en cada espacio de la casa -algo que la película remarca de manera constante y no siempre de manera efectiva-. Viven en una comunidad cerrada, Victory, en donde los hombres se van todos los días a trabajar para “cambiar el mundo” con el desarrollo de materiales progresivos, algo que nadie entiende muy bien de qué se trata. El jefe y fundador de esta comunidad es un enigmático personaje encarnado por un genial y lamentablemente desaprovechado Chris Pine. Frank le pide a las esposas que estén siempre ahí, al lado de sus maridos, que lo único que se pide de ellas es que sean amas de casa perfectas porque son sus hombres los que cambiarán al mundo. Con esto la película presenta el primer concepto que no aprovecha, un comentario sobre los roles de género que se siente trillado y poco relevante. Una mirada superficial y básica acerca de algo que, en manos de un guion mejor desarrollado, podría haber tenido algo interesante para aportar a una conversación siempre vigente. Pero Don’t Worry Darling peca en muchos momentos de esto: tomar conceptos familiares, abordados a lo largo de la historia del cine de diferentes maneras, mezclarlos de forma poco efectivas y dar como resultado una película que se compone de algún que otro momento bien resuelto, que queda rodeado de cabos sueltos y narrativas que no llevan a nada. La vida idílica de Jack y Alice empieza a desmoronarse una vez que nuestra protagonista empieza a notar que hay cosas de Victory que no están bien, que no tienen sentido y que las esposas se comportan de una manera demasiado complaciente. Pero lo que más preocupa a Alice es la falta de curiosidad de sus amigas, la facilidad con la que dejaron de lado a una mujer que empezó a preguntarse esto y fue rápidamente catalogada como histérica. El papel de Florence Pugh es el único que parece tener un arco sólido, que se mantiene por su propio peso, pero no es tanto por lo que le dieron en el libreto, sino por lo poderosa que es su interpretación y su increíble talento. Cuando empieza a dudar de lo que les dicen, de lo que la rodea, empatizamos al instante con el personaje, pero cada revelación se siente decepcionante, poco efectiva y sobre todo, poco imaginativa. Uno de los mayores pecados de esta película es que se siente como una pieza de ficción que se quedó estancada en el tiempo, no solo por la época en la que está situada, sino por el abordaje a cada uno de los temas que trata. Al intentar hablar de todo, habla de nada. “El que mucho agarra poco aprieta” y esta cinta se siente la representación perfecta de eso. La interpretación de los temas centrales de la película es casi nula, los presenta y ya, no hay mucho más por debajo de la superficie, no aporta nada nuevo ni original, pero lo más destacable de todo esto es que no tiene nada para decir, nada nuevo al menos. No es necesario que todas las películas sean un manifiesto, una postura o un hito cultural, para nada; pero cuando te jactas de que tu película habla acerca de todo esto de una manera nunca antes hecha y lo que se ve en pantalla es tan poco efectivo, solo se logra que la sensación con la que se sale de la sala sea decepción. Algo que también le jugó en contra a Don’t Worry Darling fue la extensiva difusión que tuvo cada cosa que Olivia Wilde decía al respecto. Dejando las relaciones parasociales con las celebridades que hicieron que esta película fuera un fenómeno por su protagonista masculino y que una horda de fanáticas odiara a una mujer solo por el hecho de salir con él; cada entrevista de Wilde era amplificada, por lo que escuchamos como espectadores hasta el hartazgo las inspiraciones detrás de esta cinta: The Stepford Wives, Matrix, etc. Esto la perjudicó no solo porque es fácil predecir cada uno de los giros, sino que al poner esas películas como ejemplo, nosotros, como espectadores, vamos a estar constantemente comparándola con esas historias que hicieron un trabajo superior a la hora de narrar estas tramas. En cuanto a puntos a favor, Florence Pugh es definitivamente lo mejor de la película, y como actriz merecía mucho más, así como también casi todo el cast, compuesto por grandes actores con arcos inexistentes y personajes cuyas motivaciones se desdibujan constantemente. El diseño de producción es intachable así como el de vestuario, pero qué poco importa que una película se vea linda cuando lo que muestra es completamente olvidable. En cuanto a Harry Styles, se nota que no es actor y que no tiene la preparación necesaria para compartir escena y momentos dramáticos con Pugh, pero juzgarlo como actor cuando tuvo que trabajar con un guion como este no parece justo, habrá que esperar a su próximo trabajo para hacerlo. Una película que se hace larga, cuyo score es discordante con todo, pero no de una manera inteligente sino más bien desprolija; una historia que tiene de original lo que tiene de innovadora y un desperdicio lamentable de talento. Espero que lo próximo que nos de Wilde esté a la altura de su primera cinta, porque sé que en un año nadie va a recordar este estreno.
Vidas de maqueta Olivia Wilde arma una perturbadora distopía en “No te preocupes, cariño”, su segunda película que llega a los cines. Responsable de una de las mejores comedias estadounidenses de los últimos años (La noche de las nerds, 2019), la actriz devenida directora Olivia Wilde da un giro ambicioso con No te preocupes, cariño, donde toma por asalto el tren en marcha de la distopía social. La historia se sitúa en una comunidad idílica que emula a los fastuosos Estados Unidos de posguerra llamada “Proyecto Victoria”, donde todo son sombrillas, piscinas y jardines impecables de publicidad. “Simetría y control” son los lemas del paraíso aislado que comanda el benefactor Frank (Chris Pine), y por eso las dedicaciones públicas de sus habitantes obedecen a lógicas coreográficas estrictamente delimitadas por el género: las mujeres practican lecciones de danza mientras los hombres acuden en bandada de automóviles de época a trabajar en una hermética base esférica en el exterior desértico. Recién llegada al lugar, la pareja compuesta por Alice (Florence Pugh) y Jack (Harry Styles) parece adaptarse bien a esa vida de maqueta, en una rutina que alterna las esmeradas tareas de ama de casa de ella y la labor de ingeniero de él con apasionadas sesiones de sexo sobre la mesada. Tal artificialidad no puede durar mucho, y así la circulación de rumores de que “construyen armas bajo tierra”, la revelación de unos huevos huecos, la desesperación de una mujer contrastantemente negra (KiKy Layne) que dice “nos mienten a todos” o la caída lejana de un avión ponen en vilo a la protagonista, quien haciéndole mérito a su nombre, emprende una andanza intrépida hacia la fabulosa cúpula futurista. LA CÚPULA Y LAS MENTIRAS La escena de rojo saturado, en que Alice ve su reflejo en el vidrio, se interponen flashes oníricos y suena el pop abstracto de John Powell, comunica de manera directa con la reciente Men de Alex Garland, así como el vallado sociológico apunta a la satírica ¡Huye!, de Jordan Peele; más allá de su faz anacrónica, No te preocupes, cariño es una inconfundible hija del cine mainstream actual. Wilde entrega así The Truman show de la era #MeToo, refiriendo en su paranoia totalitaria al patriarcado, la manipulación carismática, el sectarismo, el simulacro, la tensión entre libido y política exterior o la psiquiatría represiva. Lo más perturbador tal vez sea que aquí ya no hay una cuarta pared de bambalinas mediáticas, sino un detrás de escena neurocientífico que recuerda a La naranja mecánica y que encastra con la administración digital. Inteligente y trepidante, No te preocupes, cariño expone al espectador a una saturación equivalente en su alegoría desbordada, y lleva a preguntarse si este género narrativo en boga cuestiona o justifica el mundo en curso, si no es la ideología ideal para un presente donde decirlo y mostrarlo todo ya no es una garantía de verdad.
La cartelera nos presenta este drama con tintes de thriller policial, ambientado en los años ’50. Una suerte de sci-fi feminista en donde un personaje vehicular de la trama comienza a tomar percepción de la extraña realidad que la rodea. El misterio psicológico con tintes de horror nos adentra en la cotidianeidad de un vecindario donde la rutina de amas de casa y esposos felices prolifera. Uno puede observar ese tipo de imágenes de afiche publicitario cobrando vida ante nuestros ojos. Pero, cuidado, la perfección es pura cáscara y fachada. Detrás, se esconde un secreto presto a ser desenmascarado. No se requiere eximia experiencia para poder comprobar en qué butaca nos hemos sentado: esta película la hemos visto antes. Un punto de verosímil cuestionable hace que “No te Preocupes, Cariño” pierda pronto credibilidad. Las formas audiovisuales ejecutadas a gran nivel estilístico no alcanzan. El film se hace de ideas preexistentes, cuyas referencias más notorias se rastrean en obras semejantes como: “Black Mirror”, “The Stepford Wives” y “The Handmaid’s Tale”. tales influencias comparten elementos que colocaran el énfasis sobre esta dinámica turbia que anida tras la apariencia idílica y perfecta de un grupo social. Olivia Wilde, la directora de la comedia adolescente “Booksmart” (2019), vuelve a colocarse detrás de cámaras, ofreciendo un producto dispar. El ritmo narrativo se desenvuelve de forma lenta y la fórmula repetitiva se plaga de secuencia en donde la reacción no precede a la acción. Los efectos sin causa ni congruencia no hacen más que contribuir a nuestra desconexión como audiencia. Apenas, y de a ratos, la fuerza actoral en Florence Pughls aviva la llama de una historia que se enfría pronto, víctima de su inconsistencia narrativa. Si bien la pesadilla relatada se desenvuelve de modo terrorífico, proveyendo instantes opresivos y que sofocan emocionalmente, el tedio acabará ganándole a la sorpresa. Lo primeramente insinuado acaba encapsulado en un guion falto de riesgo. No ha sido sencilla la última aventura cinematográfica para Wilde: un tropezón en plena alfombra roja, culminó un espiral de complicaciones, en derredor de la polémica que visibilizara mayúsculos escándalos de su vida privada.
Este relato de misterio y suspenso se centra en una mujer que descubre que su vida en un suburbio en apariencia perfecto no es tan ideal como parece. Con Florence Pugh y Harry Styles. Durante mucho tiempo los años ’50 fueron vistos por el cine de Hollywood, desde su iconografía, como una época inocente y en apariencia perfecta, con suburbios prolijos e idénticos repletos de familias tipo, económicamente estables y tradicionales: papá trabaja, mamá es ama de casa, los niños van a la escuela y por las noches todos cenan juntos frente al televisor. Con el correr de las décadas esa mirada fue cambiando y volviéndose más crítica, incisiva, tratando de mostrar la otra cara de esa «vida perfecta»: depresión, pastillas, amantes, crímenes, maltratos, racismo, sexismo y varios etcéteras. Y es esta, más que la anterior, la imagen que muchos tenemos de aquella época. Pero no todos. En DON’T WORRY DARLING ese suburbio familiar, inocente y perfecto, vuelve a aparecer en escena con casi todos sus clichés y referencias audiovisuales. El espectador atento lo sabe de entrada al ver las sonrisas brillantes y el modo prolijo y tradicional en el que todo se hace: acá hay un problema y nada de esto terminará demasiado bien. Y la película de Wilde no tarda demasiado en darlo por sentado. La película tiene como protagonistas a la pareja que integran Alice (Florence Pugh) y Jack (Harry Styles), una de las tantas que viven en un suburbio llamado Victory que se ha armado de un modo preciso y prolijo en medio de un desierto. Un literal oasis de felicidad y armonía que transcurre en… bueno, habrá que ver exactamente cuándo y cómo. Lo cierto es que de entrada se ve que hay algo raro en todo esto, que los comportamientos son un poco excesivos (hasta su vida sexual es más intensa de lo que uno espera ver en una película que transcurre en esa época), el orden parece coreografiado al estilo comedia musical (la forma en la que los maridos sacan sus autos para irse a trabajar subraya precisamente eso) y hasta las sonrisas parecen esconder algún tipo de extrañeza. Y la que va a empezar a vivenciarlo es Alice. Primero serán unos flashes de imágenes que pueden o no ser pesadillas y luego la aparición de una vecina, afroamericana, que parece querer anunciar a los cuatro vientos la falsedad de todo esto y es tratada como «la loca» del barrio. No hay que pensarlo demasiado: acá pasa algo extraño y habrá que ver qué es. En alguna zona inquietante entre THE TRUMAN SHOW, THE STEPFORD WIVES, WESTWORLD, MATRIX, GET OUT! y PLEASANTVILLE –uno hasta podría incluir a las series WANDAVISION o SEVERANCE— parece funcionar la nueva película de la actriz y realizadora de la muy divertida BOOKSMART. Lo que uno no tiene muy claro, o eso pretende la película, es qué es lo que pasa y porqué, cuál es el motivo o razón de fondo que explica esta claramente falsa vida armónica que estamos viendo. Uno de los problemas que el film tiene es que, al echar tan rápidamente las cartas sobre la mesa, le es difícil sostener el misterio durante las dos horas que dura el relato, lo cual termina volviéndolo repetitivo y finalmente un tanto subrayado en sus intenciones si se quiere políticas. La película, de todos modos, fue excesivamente criticada durante su estreno en el Festival de Venecia, quizás a partir de todo el drama «detrás de escena» de la producción, que llegó a ese evento precedida de conflictos entre los actores y entre los actores y la directora, y una vez allí sumó nuevos materiales de consumo extracinematográfico: Pugh no fue a la conferencia de prensa, Chris Pine parecía estar en otro planeta mientras todo sucedía, todos hablaban mal de todos en las redes sociales y así. Pero si uno puede evitar los memes (el del supuesto escupitajo fue un hit de hace unas semanas) se topará con una película bastante más digna que lo que uno imagina por su problemática producción. Sí, se torna previsible, obvia y un tanto repetitiva, pero es un film de suspenso con algunos momentos inquietantes y un par de ideas inteligentes que, lamentablemente, no se pueden discutir en esta crítica sin caer en el terreno de los spoilers. Pugh es la fuerza vital de la historia, la mujer a la que se le empieza caer la fachada de felicidad que tiene de a poco, la que comienza a ver que este suburbio perfecto organizado por un líder/creador y casi cabeza de una secta llamado Frank (Pine) esconde algo raro. ¿Adónde van a trabajar los maridos cuando salen del barrio y se pierden en el desierto? ¿Por qué a todos les molesta que se pregunten algunas cosas? ¿Qué rol cumple ese hombre misterioso que parece estar en todos lados como una fantasmagórica presencia? Y uno, viéndola, piensa algo parecido: ¿por qué Pugh no parece en su modo de hablar, actuar y moverse una persona de la época que estamos viendo o creemos ver? El rol de Styles es más funcional –al menos durante dos tercios del film– y algo parecido pasa con el de Wilde, que encarna a la vecina de la pareja, la más entusiasta defensora del estilo de vida en el llamado Victory Project. El excesivo cuidado y perfección del barrio en cuestión está explicado desde la propia lógica de la película, lo mismo que ciertas curiosas elecciones musicales o discordantes situaciones que aparecen aquí y allá. El misterio de NO TE PREOCUPES… pasa por lo que se ve y por lo que no se ve también. Es una película cuyas ideas pueden no ser novedosas, pero que revelan una cierta ansiedad cultural y social de este momento de un modo no tan distinto al que lo hacía la opera prima de Jordan Peele. En ciertos segmentos de los Estados Unidos (digamos, los que usan una expresión como «Make America Great Again») hay una nostalgia por una época en la que «las cosas eran como tenían que ser» que ya se ha internacionalizado y vuelto preocupante, un deseo por desterrar todos los cambios culturales y ampliaciones de derechos que tuvieron lugar desde los años ’60 en adelante. Y, a su manera, la trama de la película de Wilde habla de eso. Lo hace, sí, de una forma un tanto mecánica y evidente, por lo que sufre el mismo problema de muchas de las películas «políticamente correctas» de esta época: de entrada no hay muchas dudas acerca de quienes son los «villanos» de esta historia (cuanto más rubio, más blanco y más sonriente, más chances tiene) y quienes serán las víctimas, por lo que luego serán 90 o más minutos los que tenemos para adivinar solo cuál es el truco y la trampa. Para cuando se revela ya ha dejado de ser importante, nos cansamos de esperar o lo adivinamos solos. La película se explicó a sí misma mucho tiempo antes de su resolución. Y ese es uno de los problemas de buena parte del cine contemporáneo. Sin grises, ni matices, todo está predigerido desde la primera escena. El resto es una cocción en el microondas de casi dos horas.
ESO, NO TE PREOCUPES El debut de Olivia Wilde en la dirección con Booksmart había despertado enormes esperanzas. Era una película divertida y conmovedora a la vez, con personajes adorables incluso en sus defectos y que transitaba una multitud de temas y conflictos con una naturalidad pasmosa. Por eso es que No te preocupes cariño es una decepción importante y más aún al darnos cuenta de que la realizadora cede toda posibilidad de riesgo frente a una acumulación de estereotipos temáticos y narrativos en un thriller carente de tensión y sorpresa. No deja de ser llamativo que la superficialidad sea la marca registrada del film, a pesar de que su foco sea la construcción de apariencias, a partir de la historia de Alice (Florence Pugh), quien parece tener una vida perfecta. Es feliz con su marido Jack (Harry Styles), quien trabaja en un proyecto secreto y a quien aguarda todos los días en su casa, que siempre luce espléndida. Y su existencia es igual a la de todas las demás mujeres de Victoria, una comunidad donde no parece haber nada fuera de lugar. Todo es bello y reluciente, sin alteraciones, un paraíso que combina calma y euforia por el progreso, en un fino balance. Hasta ese equilibrio empieza a derrumbarse, la percepción de Alice se va alterando progresivamente y ese mundo supuestamente ideal va exhibiendo sus grietas y secretos oscuros. Si todo suena muy parecido a una combinación entre la metáfora paranoica de Las mujeres perfectas y la reflexión sobre el artificio de The Truman Show, es porque bastante de eso hay. Lo cierto es que No te preocupes cariño nunca logra salir de esas comparaciones obvias -y quizás odiosas-, por más que Wilde acumula ideas visuales (algunas más potentes que otras) por todos lados. La ambición formal es innegable, lo mismo que su falta de propósito concreto y la sistematicidad en función de la estructura narrativa. Incluso pareciera que Wilde se sintiera un poco fascinada con ese universo falso que despliega, con sus colores, espacios y tonalidades. De ahí que la película no pueda evitar, casi desde el comienzo, ser un objeto lustroso y artificial, que cuando quiere mostrarse reflexivo luce forzado y que despliega una serie de personajes que casi nunca salen del estereotipo. En ese esquematismo constante, el único que la pasa bien es Chris Pine, interpretando a un villano desatado. En su recorrido predecible de revelaciones, No te preocupes cariño quiere sorprender con un giro al estilo Philip K. Dick en sus minutos finales, pero falla por completo. Para ese momento, todo se adivina con anticipación y, lo peor, no importa demasiado. La discursividad anti-machista cae, entonces, en saco roto, porque está sostenida en el diseño de arte y el vestuario antes que en los protagonistas. Si bien Wilde ya demostró que puede hacer cosas muy interesantes y que dispone de las herramientas para conseguir un impacto estético considerable, No te preocupes cariño es un tropiezo importante, del cual esperamos que se recomponga. Mientras tanto, su salto de la comedia al drama le ha restado capacidad disruptiva y la ha colocado en lugares plagados de obviedad.
Uno de esos eslabones que termina siendo abrumado por el revuelo mediático que genera la prensa. No es la pesadilla que muchos aseguran y la presencia de Harry Styles tampoco desafina. Las intenciones de Olivia Wilde se ponen más interesantes.