Un poco de neurosis masculina. Por lo general el cine francés ofrece por año un buen surtido de comedias populares -y un tanto simplonas- destinadas fundamentalmente al mercado interno, un esquema en el que suelen dominar las distintas variantes de la entonación romántica. Más allá de que en ocasiones nos encontramos con obras volcadas hacia la intolerancia y los vaivenes sociales, en la comarca cómica prevalece una suerte de “costumbrismo burgués” que gira sobre su propio eje y no habilita desviaciones sustanciales. Considerando este contexto, resulta bienvenido un trabajo como Nuestras Mujeres (Nos Femmes, 2015), ya que a pesar de que se suma a dicha tradición por lo menos combina subgéneros y hasta recupera componentes de tiempos menos políticamente correctos que los actuales (tan grande es la pretensión por quedar bien con todos los sectores que los opus se transforman en productos muy insulsos). La última película del hoy director, guionista y actor Richard Berry unifica elementos de la comedia dramática, la del corazón y la empardada al suspenso, logrando una mixtura dinámica e interesante que no oculta su perspectiva extremadamente masculina. Lejos de las referencias que desencadena el título, el film en sí no le asigna importancia alguna a las parejas de los tres protagonistas y prefiere -en cambio- centrarse en una indagación en torno a los límites de la amistad que los une: en lo que sería una noche dedicada al relax y a jugar a las cartas, Max (Berry), un radiólogo pesimista, y Paul (Daniel Auteuil), un reumatólogo optimista y la contracara del anterior, están esperando a Simon (Thierry Lhermitte), un mujeriego chic dueño de dos peluquerías. Todo se va al demonio cuando Simon llega a la “sede” de la reunión, el departamento de Max, y confiesa que acaba de asesinar a su esposa. Basada en una exitosa puesta teatral de Eric Assous, la trama desarticula lo que se esconde por debajo de la jocosidad del trío, saca a relucir la verdadera idiosincrasia de cada personaje y hasta se permite coquetear con la misoginia por el rol patético de las mujeres dentro de la estructura general (así las cosas, con el correr de los minutos van desfilando la aletargada/ aburrida, la ninfómana/ infiel y la dominante/ asfixiante). La neurosis masculina, por su parte, aflora cuando el pedido de ayuda de Simon, en consonancia con un posible estatuto de “complicidad” en el crimen, deja paso a la desesperación explícita y luego al facilismo de las decisiones apresuradas, lo que -a su vez- allana el camino para los conflictos y las visiones divergentes acerca de cómo lidiar con todo el asunto. El concepto de “solidaridad” empapa las contradicciones de los protagonistas y los ahoga a puro delirio. Ahora bien, así como la propuesta puede ser leída como una obra sutilmente refrescante para los estándares de la industria cinematográfica gala, del mismo modo debemos aclarar que no incluye novedades significativas (si consideramos por separado cada módulo del relato) y parece contentarse con exprimir al máximo la capacidad histriónica de los actores (circunstancia más que comprensible por el generoso bagaje interpretativo del realizador). Sin duda lo mejor de Nuestras Mujeres se condensa en la primera media hora de metraje gracias a la estupenda introducción de los personajes y del catalizador de base, lo que sigue a continuación es una serie de secuencias apenas correctas salpicadas de furia, sarcasmo y destellos de esa promesa inicial. Un desarrollo sensato consigue la hazaña de que nos resulten simpáticas las miserias de un grupito de burgueses tan lelos como superficiales…
De las tablas a la pantalla grande, sin escalas. Tal fue el recorrido de Nuestras mujeres, obra teatral que fue un suceso en Francia (convocó a más de 160 mil espectadores durante 2013 y 2014) y que replicó su éxito en el cine con el mismo elenco. Se trata de otro exponente del habitual formato (¿ya un subgénero?) que se podría denominar "cena de amigos", donde una simple reunión puede convertirse en un compendio de diatribas y miserias cruzadas. Precedido por algunos ejemplos en esta dinámica que salieron airosos y otros no tanto, el film de Richard Berry se sostiene gracias a un trío protagónico (incluído él mismo) en estado de gracia.
Amigos y Enemigos Con una reciente adaptación en teatros porteños, y esperando repetir el éxito que en su país logró la obra de Eric Assous, “Nuestras Mujeres” (Francia, 2015) de y con Richard Berry, llega a las salas con su propuesta de entretener y reflexionar sobre la clase más acomodada francesa. En el detalle de la amistad de tres hombres por 35 años (los otros dos son interpretados por Daniel Auteuil y Thierry Lhermitte), que esperan con ansiedad las vacaciones que en solitario vienen teniendo hace años, y sus rutinas, que responden a la idea que uno de ellos revela “una gran amistad es como un gran amor”, se construye un relato que luego virará en una comedia de enredos con ribetes policiales que generará la tensión necesaria para poder esperar la revelación final que determinará la esencia del filme. Así, partiendo de la descripción de personajes, cada uno con su profesión y mundo detrás, luego se los ubicará en un lujoso departamento para que la acción y la confusión termine por confirmar o no cuán amigos son realmente entre sí. La transposición de la obra al cine es deslucida, con algún que otro juego de cámaras y paneo, y la utilización del recurso de la voz en off para despegarse de la adaptación literal, pero no mucho más, Berry apuesta a lo seguro, y, principalmente, a que los intérpretes terminen por confeccionar el paño sobre el cual se pintará el cuadro completo del filme. Algunos flashbacks para generar intriga, tampoco suman a la propuesta que posee una estructura muy hermética y que imposibilita que el humor francés, tan típico de esta y otras comedias como “Un Dios Salvaje” o “Le Prenom”, termine por cuajar en un producto universal. Atentos al rap de Berry en un momento de la narración.
Amigos son los amigos Nuestras mujeres (Nos femmes, 2015), transposición de una obra teatral, es una comedia negra que hace foco sobre la amistad masculina. La película de Richard Berry (aquí también actor, acompañado por Daniel Auteuil y Thierry Lhermitte) se inserta en esa clase de films franceses (con frecuencia, otras transposiciones) que posan su mirada sobre los vínculos pero, al mismo tiempo, lo hacen y grafican el estado de la burguesía. Sin el matiz psicológico Claude Chabrol, y disfrazados de comedias negras, estos relatos transcurren en hogares de familia bien posicionadas; hombres y mujeres lectores, cultos, que –malestar de la cultura mediante- ensayan puntos de fuga para vivir algo más que la amarga cotidianeidad. O tan sólo vivencian algún hecho poco frecuente que desestabiliza sus vidas predecibles. Sírvase como ejemplo Un Dios Salvaje o El nombre, por citar dos casos más o menos recientes. En Nuestras mujeres, el hecho que irrumpe contra la habitual medianía es la confesión de uno de los tres amigos que llegan a la clásica reunión de viernes a la noche. Sucede que en plena discusión con su mujer, y ante una sospecha bastante sólida de infidelidad, el hombre se va de manos y presiona con fuerza su cuello. Y por más que su objetivo no haya sido cometer un asesinato, su mujer queda ahí nomás, inmóvil y sin signos vitales. Lo que sucede luego de la confesión es más o menos lo previsible: pedido de complicidad para encontrar una “coartada”, pases de facturas varios, añoranza de viejos tiempos, y reflexiones que ponen en duda el estatuto de “amigos de fierro” que el trío protagónico llevaba marcado a fuego. El hecho de que el asesino sea el más irreverente del trío (un peluquero con fama de bom vivant), habilita a los otros dos a ponderar la vida sin sobresaltos, aunque a los dos minutos ese vínculo con la realidad ya esté hecho añicos y puesto en ridículo. Nuestras mujeres tiene tres actores que llevan con solvencia los diálogos punzantes. También hay puntos de quiebre interesantes, que alteran la mirada que el espectador tiene de ellos, como ocurre cuando uno de los tres descubre una afinidad demasiado cercana de su propia hija con el asesino en cuestión. Lo que queda al final es, previsiblemente, una celebración de todo aquello que apuntaron como una constricción de la libertad. La casa desordenada, claro, pero con una familia sonriente que hace que ese sea un detalle menor. Tanta cháchara para que, cerca del The end, esta amarga comedia devenga en la consumación del típico pollerudo. La burguesía, se sabe, necesitó siempre ejercitar pequeñas disrupciones en su discurso, tan sólo para revalidar el status quo.
Max (Richard Berry, también director del film), Paul (Daniel Auteuil) y Simon (Thierry Lhermitte) son tres mejores amigos. Tienen más de cuarenta, vidas distintas entre sí, pero nunca pierden la oportunidad de reunirse para comer, charlar, reír. Pero durante una de las cenas pautadas, Simon llega tarde a lo de Max, en estado de shock, diciendo que acaba de estrangular a su mujer. De ahí, horror, desconcierto y reflexiones acerca de la amistad, la madurez y, sobre todo, las mujeres. Basada en la exitosa obra teatral de Eric Assous (habitual guionista de Berry), la película forma parte de la tradición de comedias francesas, que tiene como antecedentes cercanos La Cena de los Tontos y El Placard, también nacidas en las tablas. Auteuil y Lhermitte son vitalicios de estos films, y no podían faltar en esta oportunidad: la química entre ellos y Berry es el pico más elevado de esta historia. Cada uno de sus gestos y de sus diálogos vale el precio de la entrada. No pretende ser más de lo que es, pero le alcanza para cautivar a un público dispuesto a reírse pero también a pensar.
Dejen a las obras de teatro en paz Otra película francesa basada en un éxito teatral y, esta vez, muy poco lograda. Las transposiciones de exitosas obras de teatro al cine constituyen una de las tendencias más consolidadas del cine francés. Son en general comedias sobre personajes burgueses con algún elemento dramático, un toque sentimental y una moraleja (lección de vida). Nuestras mujeres -basado en la obra del también coguionista Eric Assous- no es la excepción, aunque esta vez los elementos dramáticos son tan fuertes como los “humorísticos” (las comillas tienen que ver con lo poco que estos funcionan) y el resultado es bastante más frustrante que en el caso de films anteriores. Paul (Daniel Auteuil), un reumatólogo que tiene una esposa demasiado pasiva y dos hijos ya veinteañeros; Max (Richard Berry, también coguionista y director), un radiólogo que nunca termina de armar una pareja duradera; y Simon (Thierry Lhermitte), dueño de dos peluquerías exitosas y obsesionado por conquistar bellas muchachas, son amigos desde hace 35 años y suelen compartir una vez por temporada unas vacaciones en la playa. Una noche, Simon llega tarde a una partida de póquer y, cuando finalmente arriba, desencajado, asegura haber estrangulado en su casa a su actual y joven pareja Estelle (Pauline Lefèvre). Se iniciará una larga velada en la que se jugarán secretos y mentiras, fidelidades y traiciones varias. No conviene adelantar nada de la trama, pero cada uno de ellos -con su supuesta “normalidad” y holgura económica- ocultan unas cuantas miserias personales y con las mujeres (esposas e hijas). Berry no se preocupa en los más mínimo por darle una impronta cinematográfica y apuesta al teatro filmado. Los actores también gritan y gesticulan más de la cuenta, como si estuvieran sobre el escenario frente a una platea. Además, los otros recursos que utiliza -la voz en off, los flashbacks, las salidas del departamento donde transcurre casi toda la historia- resultan torpes, forzados y subrayados. Tampoco funcionan las apuestas cómicas (Berry bailando hip hop, por ejemplo) y la negrura inicial se transforma con el correr del relato en algo demasiado moralista y, sí, sentimental. Una película rápidamente olvidable.
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Un traspaso que no se justifica Versión cinematográfica francesa de la obra de teatro de Eric Assous, que ha tenido éxito en varios países y actualmente está en cartel en Buenos Aires, protagonizada por Guillermo Francella, Jorge Marrale y Arturo Puig. En realidad lo de "versión cinematográfica" no es del todo exacto, más bien debería decirse "pretendidamente cinematográfica". Ya desde el comienzo, con un ostentoso plano que vuela sobre el mar en una película que no tiene nada que ver con el agua, nos damos cuenta de que se trata de uno de esos films que pretenden disimular su peso teatral con cotillón de falso cine: fastuosas imágenes de exteriores inconducentes, movimientos de cámara dignos de peleas de Matrix para hacer un pase de conversación de un personaje a otro, flashbacks que sobran. La tragicómica historia es la de tres amigos parisinos de buena posición económica que se reúnen con frecuencia. Una noche, uno llega con una novedad cruenta y tremenda. Y discuten, y se pasan facturas, y hablan de mujeres y de hijos, de fracasos y dolores, y aparecen las revelaciones o aparentes revelaciones de rigor. Nada que no se haya visto antes muchas veces. Conversaciones y discusiones que van creciendo en intensidad y que el director/actor y los otros actores, sobre todo Daniel Auteuil, hacen poco por convertir en cinematográficas, con gestos que la cámara amplifica y revela como excesivos todo el tiempo. La musicalización tiene algo de obsceno, y también el énfasis en las tesis acerca de cada idea o tema (fidelidad, pareja, soledad, etc.) tratado con superficialidad. Para terminar en un tono positivo, podemos recomendar alguna gran actuación cinematográfica de Auteuil en su carrera, como por ejemplo la de Un corazón en invierno, de Claude Sautet, o los consejos de André Bazin sobre cómo poner en relación el cine y el teatro en su imprescindible libro ¿Qué es el cine?
Tres hombres y un femicidio En tono de comedia, el filme plantea un dilema moral en una circunstancia límite entre amigos. Alguien dijo alguna vez: “Te deseo el bien aunque seas mi amigo”. Una frase que encajaría a la perfección en los afiches de Nuestras mujeres, que, pese a su título -y eso que es una fiel traducción del original francés- trata más sobre la amistad masculina que sobre las relaciones de pareja. Este es un ladrillo más en la pared de comedias francesas -como El placard, La cena de los tontos o Le prénom- que resultan un éxito de taquilla tanto en cine como en teatro y terminan siendo de exportación (hay una versión argentina actualmente en cartel, encabezada por Guillermo Francella). En este caso, la adaptación viene con garantía: Richard Berry, director y uno de los protagonistas de la puesta teatral original, cumplió el mismo doble rol en la película y además trabajó junto al autor del libro original, Eric Assous, en la escritura del guión cinematográfico. El punto de partida es un dilema moral en una circunstancia límite. Dos amigos de toda la vida (el siempre rendidor Daniel Auteuil y el propio Berry) esperan a un tercero (Thierry Lhermitte) para cumplir con el ritual de la cena de hombres; cuando el tercero en cuestión aparece, una hora más tarde de lo previsto, cae con la noticia de que acaba de asesinar a su mujer y necesita ayuda para fabricar una coartada. Lo que sigue es el devaneo de los dos inocentes acerca de qué debe prevalecer: ¿la solidaridad con el amigo en problemas o la honestidad ciudadana? Lo que la situación desnuda son las grietas en la aparentemente sólida amistad entre estos tres hombres. Y nos lleva a pensar en la cuota de hipocresía -o tolerancia, si se la quiere definir con mayor suavidad- imprescindible para mantener a través de los años no sólo una amistad, sino cualquier vínculo humano. Esa es la faceta más rica de la película, que, en cambio, flaquea cuando aborda los vaivenes conyugales: los personajes femeninos están en un tercer plano y, entonces, son abordados esquemáticamente. Otra objeción posible a Nuestras mujeres es que, por tratarse de una comedia, lo que podría haber derivado en un intenso drama, hasta con ribetes controversiales en tiempos del “Ni una menos”, termina diluyéndose,aguado por chistes fofos y tranquilizadores. Como si se hubiera decidido no inquietar demasiado al público, no vaya a ser que termine saliendo del cine -o del teatro- más preocupado de lo que entró.
Película de living, en la que se luce el living. Se te ven los hilos, Chirolita. Basada en la misma obra que tiene en este momento su versión porteña en el Metropolitan, con Guillermo Francella, Jorge Marrale y Arturo Puig compartiendo cartel, Nuestras mujeres no es sólo teatro filmado, sino teatro “de hilos” filmado. O sea, esa clase de dramaturgia hecha de calculadas vueltas de tuerca, pistones que hacen girar sobre sí una máquina diseñada para enganchar, divertir, sorprender y, paradójicamente, emocionar a un espectador sobre todo cincuentón, edad de los personajes. Que a pesar de lo maquinal y calculado de todo el dispositivo algo de emoción se filtre a través de alguna hendija, obedece a dos factores: la sorpresa que pueda generar alguna (una) de esas vueltas de tuerca (que tomó al menos al cronista desprevenido) y las dosis de verdad que dos de los tres actores logran inyectarle sobre el final a un par de escenas. Claramente dividida en actos a la manera clásica, el primer acto presenta a los protagonistas constituyendo un grupo indestructible. Con lo cual sabemos que unos veinte minutos más adelante algún giro de la trama pondrá esa cohesión bajo amenaza de destrucción. Presentados colectivamente en off (el gesto “moderno” de la obra), Max (Richard Berry, coguionista y director ademas) es un radiólogo soltero, que todavía no encontró a la mujer ideal; Paul (Daniel Auteuil), reumatólogo casado y con dos hijos; Simon, finalmente (Thierry Lhermitte, el más ligado del trío a esta clase de comedias), dueño de dos peluquerías y casado, es el seductor del grupo. Los tres llevan un nivel de vida propio de cualquier comercial de televisión. Factor esencial de esta clase de películas u obras de teatro, en las que la empatía del espectador se gestiona, en primera instancia, por identificación o aspiración de clase. Recién después viene la empatía psicológica o emocional. El segundo acto, y el resto de la obra hasta poco antes de la “sorpresa” final, giran alrededor de un crimen que, es de sospechar, es muy posible que no haya sido tal. Detalle llamativo, la presunta muerte violenta de la esposa de uno de los amigos no interrumpe el clima de comedia. Algo que, puesto en relación con el comentario “¿Dónde viste que los hombres y las mujeres se comuniquen?”, no habla muy bien de la política sexual de estos tres señores. Teniendo en cuenta que funcionan como alter egos del espectador, y no precisamente para incomodar sino más bien lo contrario (la película termina con tres happy endings matemáticamente provistos), se supone que ese punto de vista es compartido por el relato, que además en sendos flashbacks hace quedar a la víctima como una buscona. Un ataque de sinceridio de guión, finalmente (lo coescribió Eric Assous, autor de la obra original), teniendo en cuenta la condición burguesa-conservadora de estos tres tipos. El presunto crimen genera presión sobre los dos amigos, y la presión conduce al juego de la verdad, infaltable en esta clase de obra, pero que en este caso, como es una comedia, se ve reducido a una única escena. Película de living en la que si algo se luce es el living del tremendo piso del radiólogo (que da justo frente a la torre Eiffell, no sea cuestión de que falte un lugar común), Berry, como es el director, roba cámara en una escena en la que baila un rap, mientras Auteuil hace un trabajo de grito y transpiración, más que de actuación. Sin embargo y ante sendas revelaciones que no son más que volantazos de libreto, ambos dejan colar, sobre el final, una verdad humana que no parecería corresponderse con esta maquinaria que si no huele a aceite es porque en estos interiores, de tan primorosamente aliñados, nada huele.
Ya sea por un cuestión de falta de creatividad o simplemente vagancia, cualquier película hollywoodense de medio pelo que le va bien en la taquilla en estos días enseguida tiene una continuación. No importa que no haya razones para que la historia de los personajes se extienda, los ejecutivos de los grandes estudios saben que el film encontrará su público. Buenos vecinos 2, cuya segunda parte no tiene razón de ser, califica entre las películas más perezosas que se hicieron en el último tiempo. Los cinco guionistas que reunió esta producción (incluido Seth Rogen) no pudieron concebir una idea mejor que repetir la misma historia del film anterior, con la diferencia que le cambiaron el género a los antagonistas. En Buenos vecinos, estrenada en el 2014 , el matrimonio Radner (Rogen y Rose Byrne) tenía que lidiar con un grupo de idiotas de una fraternidad universitaria. Los protagonistas ahora reviven la misma situación con un grupo de chicas que se comportan peor que los sujetos del film previo. La película desperdicia la buena química que tienen Rogen y Byrne para trabajar el humor a través de situaciones escatológicas, referencias sexuales y uso de drogas. Escenas redundantes que no causan gracia y logran que American Pie parezca una película de Robert Altman. Zack Efron es probablemente la figura más destacada del reparto, quien vuelve a demostrar su talento para la comedia e interviene en una de las pocas escenas divertidas que tiene esta propuesta. Un caso diferente es la incorporación de Chloë Moretz, cuyo rol de adolescente reventada es difícil de comprar. Dentro de las actrices de su generación ella es una de las mejores, pero su labor en este film difícilmente quede en el recuerdo. No voy a perder tiempo en analizar el ridículo panfleto feminista que intentó propagar en su narración el director Nicholas Stoller. Tratar de incluir un comentario social en una película que se concentra más en la escatología que en la igualdad de los sexos es algo que no tiene sentido y en esta producción termina por hacer ruido. Especialmente cuando los personajes femeninos están pobremente desarrollados y carecen de cualidades interesantes. Buenos vecinos 2 es una clara representación del triste panorama que vive este género en Hollywood, donde los estudios siguen obsesionados en clonar la fórmula de humor de ¿Qué pasó ayer? Inclusive si te gustó la primera entrega, esta continuación la podés esperar en el dvd o la televisión que no te perdés nada relevante. En este momento hay propuestas mucho más decentes para disfrutar en el cine.
REFLEXIONES SOBRE LA AMISTAD Es la misma obra de Eric Assous que con tanto éxito se da en la calle Corrientes con Guillermo Francella, Arturo Puig y Jorge Marrale. Pero lo que brinda el teatro: muchas risas y reflexión, razones que la hicieron preferida por el público, no está en la película. Es el mismo argumento, pero a la francesa. Mucha más hablada, mucho más dramática. Y lo que parece destinado a la risa es la mirada nada benevolente hacia tres hombres que frente a una situación límite, uno de ellos mata a su mujer y les pide a sus amigos que mientan para salvarse, se portan sacándose mascaras y miserias. Buenos actores y una comedia amarga que reflexiona sobre la rutina, las mañas y los secretos que siempre se ocultan.
Friends to be friends Muchas obras de teatro francesas han sido adaptadas de las tablas a la gran pantalla, algunas han sido un digno exponente de como traspasar un producto y otras no tanto. Ahora le toca el turno a la exitosa comedia Nuestras mujeres. Paul (Daniel Auteuil), Max (Richard Berry) y Simón (Thierry Lhermitte) son amigos desde hace 35 años y suelen compartir varios momentos juntos, inclusive vacaciones en las que abandonan todo y solo pasan tiempo entre ellos. En una de sus reuniones semanales a cenar y jugar a las cartas, Simón se demora bastante y cuando llega 45 minutos más tarde les informa a sus amigos que ha asesinado a su esposa Estelle (Pauline Lefèvre), esto cambiará rotundamente la noche ya que los tres debatirán que acciones tomar. Uno plantea hacer la denuncia, el asesino intentará usar los favores que les hizo durante esos años como moneda de cambio y el último irá cambiando de bando conforme los argumentos. A pesar de que tiene una trama que atrae, la película va perdiendo los momentos de comedia para centrarse en diálogos morales y reproches de tiempos pasados, no logra mantener la atención del espectador lo suficiente y los personajes con su carisma tampoco son el centro de atención dado que generan muy poca empatía. Richard Berry hace teatro filmado y poco aportan las salidas del espacio, no hay nada destacado en ellas y son intentos para hacer fluir la historia sin baches, aunque los que hay no son tantos, esto se debe a que Berry conoce la obra ya que también la dirigió y protagonizó en teatro. Nuestras mujeres, título que no refleja nada de lo que se ve ya que las mujeres solo se ven y son mencionadas pocas veces, se queda en los papeles y no logra ser una gran comedia, tal vez la primera media hora sea la más efectiva pero no logra ir más allá y los personajes quedan reducidos a tres hombres de clase alta con problemas en lo que pretendía ser una reflexión graciosa sobre los límites que pueden existir en una larga amistad.
Picardía, buen elenco y un placer culposo A esta altura, con el éxito de la versión local que protagonizan Guillermo Francella, Jorge Marrale y Arturo Puig, parece innecesario contar de qué trata esta comedia francesa, pero, como siempre hay algún distraído, ahí va la síntesis: a la reunión semanal de tres amigos cincuentones llega uno de ellos, desesperado, pidiendo amparo y comprensión. Acaba de cometer un macanazo irreparable. Los otros deben decidir entre protegerlo, o mandarlo preso. Quizás haya posibilidades intermedias pero, en todo caso, la amistad de años se ha puesto en juego. Eso, y otras cosas, porque la situación hace que cada uno descubra ante los otros lo bueno y lo malo de sí mismo, de la relación con sus respectivas mujeres, y hasta con la hija de, bueno, reservemos la sorpresa. La obra, escrita por Eric Assous, camina por el filo entre la risa y el drama, juega con los nervios y las mañas de los personajes, la segura identificación con algún amigo, pariente o vecino del espectador, las vueltas de la vida, y el viejo placer de reírse de la desgracia ajena, sabiendo que al otro día todo se verá mejor. A fin de cuentas, se trata de una comedia. Que nació para el teatro, pero no molesta verla en cine porque está bien adaptada, bastante aireada, tiene ritmo, picardía, provoca incluso algunas reflexiones serias, y brinda la ocasión de disfrutar con la interpretación de otros tres buenos actores: Richard Berry, además productor y director de la pieza teatral y de la película, Daniel Auteuil, en rol de tipo moderado hasta que por ahí se planta y suelta lo suyo, y Thierry Lhermitte como el varón en apuros. A los que se suman varias actrices, encarnando a las mujeres que en el teatro sólo se mencionan (ventajas del cine). El resultado es amable y francamente placentero. Y quizá también sea un placer, o al menos un placer culposo, para quienes levantan las consignas de lo políticamente correcto en materia de género, apenas se enteran de cuál es la referida macana irreparable. Y, peor aún, cuál es la consecuencia del hecho verdadero.
Nuestras mujeres, una nueva comedia francesa, que tras el éxito teatral, se convierte en película. Tres amigos de toda la vida, Simón (Thierry Lhermithe) un peluquero casado con una atractiva mujer, Paul (Daniel Auteuil) un medico cuya mujer es depresiva y con dos hijos a los que no les presta demasiada atención y Max (Richard Berry) un radiólogo obsesivo del orden, sin hijos y con una relación de idas y vueltas con una mujer más joven. Habituados a compartir viajes solos, se reúnen un viernes a la noche a jugar a las cartas, en el impoluto departamento de Max. Pero Simón llega mucho mas tarde de la hora pactada con la noticia de que ha asesinado a su mujer, Estelle. Lo que sigue es un repaso de muchos años de amistad con el dilema de entregar o encubrir al flamante asesino. Basada en una obra del aquí también coguionista Eric Assous, Nuestras mujeres es otra de las comedias que fue representada con éxito en su país de origen (Francia) y replicada con suceso en otros lugares como Madrid y Buenos Aires (en este momento en cartel, con el protagónico de Guillermo Francella, Arturo Puig y Jorge Marrale). Se pretende repetir el ciclo que siguieron, entre otras, La cena de los tontos, Le prenom, y Venus en piel, con disímiles resultados. Se trata generalmente de una burguesía acomodada, que se ve atravesada por algún hecho que la saca de eje, con una situación de corte moralizante, para que todo finalmente vuelva a la normalidad, dejando alguna enseñanza. No basta con recurrir a flashbacks para convertir a una obra de teatro en una película, porque en ese caso sólo se recurre a representar acciones que en el escenario están dichas por los actores y en el film son meramente ilustrativas, no tienen el peso propio de una escena. Esto sucede especialmente con acciones referidas al personaje de Estelle y dicho sea de paso, son ideológicamente cuestionables, como una especie de justificación para con el acto que se ha cometido sobre ella. Casi todo sucede en un mismo decorado, que hace pensar que los radiólogos son muy bien pagos, al menos en París, porque el departamento supera todo lo visto en las más exigentes revistas de decoración.
Dependiendo de cual exitosa sea la transposición, las obras teatrales adaptadas a la pantalla grande suelen resultar destacables o una pérdida de tiempo. Nos femmes mientras tanto, elige caer en esa misteriosa categoría del medio que podría llamarse "para aquellos que no la verán en su versión teatral y se tienen que conformar en casa". Basada en la obra de Eric Assous -que dirigió en aquel entonces, mientras que Richard Berry lo hace ahora y además protagoniza junto al genial Daniel Auteuil y Thierry Lhermitte-, Nos femmes tiene en su núcleo a un trío de amigos de toda la vida que siguen una rigurosa rutina, tanto todas las semanas como en sus vacaciones anuales. Se conocen hasta la más mínima falla y ocurrencia, hasta que uno de ellos, el más impredecible de todos, llega y destroza esa calma que han -aparentemente- conseguido en 35 años. Es un giro dramático y muy oscuro, pero que eventualmente se presta a una comedia a veces desopilante, pero que deambula mucho y se la nota desconcentrada. No es culpa de Berry, Auteuil o Lhermitte, que encajan en sus personajes a la perfección, sino en lo manido del asunto, que estira su conflicto de manera impensada durante la tortuosa hora y media que dura esa noche entre amigos. El problema es claro, los participantes están dispuestos a jugar, entonces ¿por que no termina de cuajar? Y es que Nos femmes elige resultar aleccionadora al poner en tela de juicio una amistad de años, con la familia, la comunicación, los celos y el compromiso, dejando de lado la comedia pura y dura teniendo un escenario tan negro y rico en oportunidades. Quizás sea el toque francés el que impida a uno conectar del todo con el humor, pero ya bien se sabe que las obras de teatro no son para todos y menos el arte francés, con otros códigos y preceptos. No digo que no haya gente que la disfrute completamente, sino que hay que tener una sincronización especial con el tipo de humor bien sutil de los franceses en este caso. Nos femmes está recomendada a aquellos que disfruten de estas propuestas teatrales que cobran vida en la pantalla, que siempre representan un gran trabajo de actores consagrados, pero cuya sustancia deja bastante que desear. Ese aire a sala de teatro se pierde en una puesta en escena deslumbrante, y quizás la comodidad de una sala de teatro le sea mucho más oportuna a esta pieza.
Cuenta con las ricas interpretaciones de tres grandes actores: Richard Berry “Antes del frio invierno”, “Querido asesino”), Daniel Auteuil (“Antes del frío invierno”, “Caché”) y Thierry Lhermitte (“El placard”, “La cena de los tontos”), muy sólidos, tienen muy buena química, por momentos con importantes duelos actorales. Donde ponen al descubierto la amistad entre estos tres hombres, hipocresía, tolerancia y disyuntiva sobre lo moralidad.
Varones en crisis. Sesentones en crisis. Profesionales franceses con mucho dinero y vidas vacías. Aquí, las mujeres del título duermen demasiado, exigen cosas imposibles o son ahorcadas, todo justificadamente. Ellas son las peores de todas (y todos). Karine, Estelle, Magali y hasta la joven Pascaline aparecen por chispazos, sin quedar muy bien paradas, nunca. El punto de vista general es el masculino (símbolo fálico de la Tour Eiffel omnipresente tras los velos de las cortinas) y en esta crisis produce la siguiente pregunta: qué hacer con estas vidas tan superficiales en las que por algún u otro motivo lo que prima es la soledad: hablar está mal, no hablar tambien está mal. Hombres y mujeres no se comunican. Y la amistad es un relleno para completar los huecos de la vida. Todas esas sentencias son las que descalabran el centro del conflicto, un conflicto forzado hasta el extremo por el asesinato de una esposa infiel, para que todo luego vuelva a cierta “normalidad”. Y aquí no ha pasado nada. Sí lo que pasa es la disconformidad general. La película de Berry, que interpreta a un radiólogo en cuya casa transcurre toda la acción, se sostiene en el nombre de sus actores Daniel Auteuil (bien hasta que rompe el registro del amigo paciente y comprensivo), y Thierry Lhermitte. Ambos con una filmografía amplísima dentro del cine francés, un cine que sale a vender sus productos al mundo con estos stars “tanque” y el recurso del teatro exitoso llevado al cine. La obra es de Eric Assous y fue llevada al teatro de Paris con Jean Renó y el mismo Berry en el 2015. En Buenos Aires está en cartel protagonizada por Guillermo Francella, Jorge Marrale y Arturo Puig. Salvo la primera secuencia, en el exterior y alguna escena intermedia todo transcurre entre las cuatro paredes del lujoso departamento frente a la Torre Eiffel. Un espacio en el que los actores se mueven, obviamente, como en un escenario teatral y que no termina de ser apropiado por el espectador desde lo emocional.
Galos burgueses en problemas. El actor, y ahora guionista y director, Richard Berry se sube al caballo de la trasposición de una obra de teatro exitosa como ya ocurriera con Le prenom (2012), film que además llegó a tener su versión italiana, estrenada la semana pasada. Al igual que aquella, el concepto de teatro filmado vuelve a poner el acento en una idea equivocada de lo que es el cine y que se liga a uno de sus elementos constitutivos que no es otro que el movimiento dentro del espacio. No basta mover una cámara para salirse de una puesta en escena totalmente teatral como la que propone nuestras mujeres y esa apuesta, además, predispone un modelo de actuación particular que para la pantalla genera por un lado cierta inquietud en el espectador y por otro, perturbación por la sobre exposición.
Teniendo todo para ser una divertida comedia, "Nuestras Mujeres" se desvía más por el lado de la drama y la reflexión. Noss Femmes (Eric Assous, 2013) es una exitosa obra francesa dramática, con tintes de humor, que cuenta con su adaptación argentina protagonizada por Guillermo Francella, Arturo Puig y Jorge Marrale. En esta oportunidad el protagonista es Richard Berry, así como también el director y escritor. ¿El problema? Parece que se olvidó de que está haciendo cine y no teatro. Nuestras Mujeres es un film que gira entorno a tres amigos que se conocen de toda la vida, cada uno con una profesión distinta y una vida amorosa bastante particular. Paul es un reumatólogo casado con una mujer muy tranquila, con la cual tiene dos hijos jóvenes; Max es un radiólogo que no tiene suerte en el amor; y Simón es un peluquero exitoso, siempre acompañado por bellas mujeres. Una noche, Simón llega tarde a su tradicional reunión de póquer con sus amigos y les confiesa que acaba de matar a su pareja. La película sigue el drama que viven los tres durante todo el relato, mientras tratan de solucionar el problema de Simón: la amistad se pondrá a prueba. Richard Berry dirigió y co-escribió el guion junto a Assous. El problema de este film es que sigue con la esencia del teatro, las acciones se dan casi en la misma locación, las actuaciones están exageradas como si actuasen frente a un público en vivo y sus diálogos se ven muy forzados. El humor que quieren insertar en la película esta opacado por la escenas dramáticas que tienen mayor intensidad. Ver a un grupo de amigos debatir su amistad, mientras conocen verdades de ellos mismos que los harán dudar de la relación, entretiene. Nuestras Mujeres no llega a ser una comedia, porque no saca carcajadas del público, por el contrario, es un drama francés que invita a reflexionar.
Otro traslado de una obra de teatro al cine francés en la línea de Le Prenóm y otros ejemplos con gente que habla mientras bebe buen vino. Tres amigos de toda la vida, burgueses de muy buen pasar, se encuentran en el magnífico piso de uno de ellos para jugar a las cartas. Uno llega tarde y, desencajado, dice que acaba de matar a su mujer. Lo que sigue es una hora y media de diálogos sobreactuados, como si los buenos intérpretes estuvieran en un escenario y no frente a una cámara. El director y guionista Richard Berry, asistido por el autor de la obra Eric Assous, hace gala de una desidia absoluta por intentar resolver todo aquello que hace del teatro filmado una chatura sólo comparable con el teatro filmado. Tampoco ayuda el contenido, apuntalado por las consabidas confesiones que llegarán, decisiones inverosímiles, toques de humor payasesco y revelaciones que se ven venir de lejos. Más que fallida, innecesaria.
Si fue al teatro (le envidiamos la billetera, de paso), sabe que hay una obra con este título donde tres amigos (Marrale, Francella y Puig) se enfrentan con que uno de ellos ha matado a su esposa. Curiosamente, esta película mediana (ni fu, ni fa) es la historia de tres amigos (Lhermitte, Auteuil y Berry) que se enfrentan al hecho de que uno de ellos ha matado a su esposa. Si quiere saber cómo suena el texto en idioma original, ya sabe dónde ir. La historia es trivial, pero eso no depende de los actores.
Ellas están ausentes y ellos hablan y hablan Otra insulsa comedia francesa. Es la versión cinematográfica de una pieza de una exitosa pieza teatral. Nos trae a tres viejos amigos, Max, Paul y Simon, que se reúne cada semana para jugar a las cartas y cenar. Simon se retrasa inexplicablemente. Y cuando llega, está desesperado: dice que ha asesinado a su mujer. Max y Paul no saben qué hacer: ¿ayudar a ese amigo que quiere fabricar una coartada, llamar a la policía, desentenderse? Y empiezan a hablar. Y no paran hasta el final. Hablan de su vida, de la amistad, de sus desavenencias afectivas, se echan en cara cosas, se pelean, se reconcilian, se reprochan, se sinceran. Y entre el fárrago de tonterías, surgen un par de secretos que estaban guardados. El esquema ya conocido. Pero la cosa no funciona. Si los diálogos fueron inteligentes, si los actores no fueran tan payasos, si el director fuera más inspirado, el film hubiera salido a flote. Para hacer reír hacen payasadas. Y cuando se pone seria, apela a lugares comunes. Como Le prenom (la semana pasada se estrenó una gritona versión italiana) el autor parte de un esquema gastado: la reunión de un grupo de amigos que se llevan bien hasta que una noche pasa lo que pasa y todo se desbarranca. Da pena ver a un actor como Daniel Auteuil –sobrevalorado pero eficaz- hacer tanta morisquetas. Lo mismo pasa con los otros dos, que no paran de exagerar. ¿Por qué? Son tres personajes exitosos (dos médicos y un peluquero) que ponen a juego su larga amistad y se comportan cal borde del ridículo en este vodevil de trazo gruesos que s ellama nuestras mujeres, aunque ellas apenas si están treinta segundos en escena y casi ni hablan. Como La prenom –otra similitud- el fin se cierra con una embarazada, promesa de un mañana mejor que pone la scosas en su lugar.
DE MUJERES, AMISTAD Y SECRETOS Nuestras mujeres, película realizada en 2015 y estrenada este año en la Argentina, se presenta como una comedia más de las tantas producidas desde el viejo continente. No por ello, no resulta efectiva y atractiva para pasar un grato momento. El film narra la historia de tres viejos amigos, que deciden pasar una noche de juegos, ocasión que les permite salirse de la rutina en la que se encuentran inmersos gracias a sus trabajos, sus ocupaciones y… sus mujeres. El tópico sentimental de los conflictos amorosos será el eje central desde donde se construirá la trama, la intriga y efecto de comicidad de la cinta. Al mismo tiempo, esta temática permite repensar los diferentes estereotipos de pareja que circulan en el inconsciente colectivo de una comunidad: el matrimonio tradicional (y aburrido), la pareja que nunca se casa sin hijos, y aquellos “maduritos” que se casan con alguien joven en pos de impresionar a sus pares. La película se desarrolla casi en su totalidad en la casa de uno de los tres amigos, Max, donde se rescata una hermosa puesta en escena de un departamento en el centro de París (por la ventana y muy de cerca se ve la torre Eiffel) y en la que se focalizan las paredes llenas de discos de vinilo que posee dicho personaje. Esto no sólo se podría encuadrar dentro del estilo vintage dominante en este último tiempo, sino que también resulta un elemento fundamental para construir la caracterización de los personajes y a su vez, una forma de comunicación y de manifestación de la interioridad de los personajes. Los únicos momentos que no trascurren dentro del departamento, son aquellos donde se representan las diferentes posibilidades que los personajes barajan, ya que la acción principal de la película es reconstruir un supuesto asesinato. Estos cortes en la linealidad de la acción principal de los personajes permiten reconstruir el estatuto de personaje de uno de los amigos, Simón, quien en la mayor parte del film se encuentra inconsciente y por lo tanto su caracterización nos llega a través de los otros dos personajes. Se destaca la actuación de Daniel Auteuil, reconocido actor del cine comercial francés contemporáneo. En esta oportunidad explota la verbalización rápida, la exacerbación de los estados anímicos, pasando de la calma a la desesperación casi instantáneamente (se recomienda enfáticamente la película El placard, donde Daniel Auteuil y Gérard Depardieu realizan una exquisita comedia donde se problematiza la cuestión de géneros y lo laboral). Entretenida comedia, sencilla, disfrutable para pasar un buen momento y sobretodo en este fin de semana extra large.
“Nuestras mujeres” (Nos femmes) Film que deriva de la obra de teatro homónima, con mucho éxito en Francia. Con libro de Eric Assous que también se hace cargo del guión. Este año se estrenó en la cartelera teatral porteña con la actuación de Guillermo Francella, Arturo Puig y Jorge Marrale. Volviendo a la película, esta dirigida por Richard Berry, que integra el elenco junto al talentoso Daniel Auteuil y Thierry Lhermitte. Son tres grandes amigos de toda la vida que se encuentran cotidianamente a jugar a las cartas en el lujoso departamento de uno de ellos. Pero ese día sucederá un hecho inesperado donde se pondrá en juego la amistad. En esta ocasión, y en medio de la tragedia, aprovecharán para echarse todo en cara, lo bueno y malo que pensaba uno del otro, lo que tal vez nunca se animaron a decir. Se nota claramente que estaba concebida originalmente como una pieza teatral. El gran protagonista de la escena son los diálogos. Lo que se dice en ese living. En el contexto de esa bella París, acompañada con flashbacks que recuerdan los veranos juntos, anécdotas en los lugares de trabajo, o con sus parejas. Interesante comedia dramática recomendada para aquellos que les gusta indagar el comportamiento del hombre ante una situación límite y el profundo valor de la amistad.
Richard Berry (también uno de los actores del trío protagonista junto a Daniel Auteuil y Thierry Lhermitte) realiza la adaptación cinematográfica de esta obra de teatro que actualmente se encuentra en cartelera en su versión nacional en la calle Corrientes. La película y obra tratan sobre una noche en que se reúnen tres amigos de toda la vida, tres hombres ya grandes, con vidas y carreras armadas (de manera satisfactoria o no), diferentes cada uno en profesiones y especialmente en las relaciones amorosas. Pero lo que parecía o prometía ser una noche más entre amigos, de repente se transforma en algo a más cercano a la tragedia. Porque uno de ellos llega tarde y desesperado contando que acaba de asesinar a su esposa, una mujer más joven y aparentemente desinteresada por él, tras una fuerte discusión. Es a partir de esa irrupción que los tres debatirán, beberán, comerán, tomarán café, se gritarán, reirán, reprocharán y sobre todo tendrán que demostrar qué tan fuerte es esa amistad para seguir acompañándose y ayudándose aún en un momento tan difícil como éste. Auteuil es el reumatólogo cuya mujer nunca hace ni dice nada, y el único que es padre de los tres. Berry es un radiólogo romántico y nostálgico que de todos modos tiene problemas para comprometerse con una mujer; y Lhermitte es el peluquero exitoso, que se la pasa conquistando a jóvenes y bellas mujeres, y se casa con una de ellas y quien trae el percance mencionado a la reunión. Tragicómica, con algunos gags más eficientes que otros, Nuestras mujeres no puede evitarse tornarse muy teatral, no logra despejarse nunca de su raíz en el teatro (incluso los actores entregan interpretaciones bastante histriónicas), apelando a los recursos más obvios en un intento de alejarse, como un comienzo con plano general exterior, o la inclusión de la voz en off. No obstante aun así logra ser un retrato interesante sobre el hombre en una edad en la que se supone que ya debería tener su vida solucionada pero, más allá de sus aparentemente exitosas vidas, no dejan de ser personas con pedazos que recoger y relaciones que regar, especialmente con las mujeres de sus vidas. Sin embargo, las mujeres a las que refiere el título de la película, ninguna cobra demasiada importancia, prefiriendo el film enfocar en la neurosis masculina y la temática principal es la de la amistad entre ellos.
Siguiendo el rumbo de comedia light marcado, con rotundo éxito comercial, por Le prenom, ahora llega otra adaptación de matriz teatral que flaco honor hace a la prestigiosa fama del cine francés. Max (Richard Berry, también director) es un bon vivant que vive en un lujoso piso parisino, meticulosamente arreglado, con un equipo hi fi y prácticamente amueblado con discos de vinilo. Como es habitual, los viernes tiene allí su cita al estilo “los machos” con dos amigos, Paul (Daniel Auteuil), casado y con dos hijos, y Simon (Thierry Lhermitte), un donjuán más adinerado que Max, pero casado con una bomba rubia veinte años menor. El conflicto arranca con la llegada demorada de Simon, que acaba de asesinar a su rubia Estelle por infiel, y queda noqueado tras ingerir una sobredosis de barbitúricos. Lo que sigue es un debate entre los dos amigos, sobre denunciar el hecho o no, sobre la vida que lleva cada uno y, pese a alguna perlita actoral de Auteuil, todo ocurre en el almidonado estilo teatral de Le prenom, como una francoparlante versión de los enlatados de Guillermo Bredeston y Nora Cárpena. Como los balbuceos del dormido Simon, hay momentos en que la película da síntomas de querer despertar, pero siempre cae en monólogos altisonantes, como si el cine fuera un tablado sin micrófonos. No hay siquiera un solo remate ingenioso, aunque los actores, siempre sobreactuando, excitados, terminan cada soliloquio con un silencio, como esperando el festejo de una inexistente claque.
Traslación de la obra de teatro homónima, escrita por Eric Assous, a quien le pertenece también el guión del filme, en colaboración con Richard Berry, éste, responsable primero de esta versión cinematográfica o sea, su director. Dicho de esta manera, parecería plantearse desde determinado punto de vista la observación, a partir de un trabajo realizado con profundidad de pensamiento. Pero no, este es un muy claro ejemplo de la banalización de la cultura. De hecho el titulo de referencia no tiene ninguna relación directa con el texto en si. Si al menos se llamará “Por nuestras mujeres” hasta sería más entendible. Puesto a que no deja de ser una radiografía en tono de comedia, muy bien instalada desde un principio en el género, de tres patéticos hombres que necesitan de compartir tiempos juntos lejos de sus objetos de amor elegidos, serían sus parejas, aclaro para que no oscurezca. Max (Richard Berry), médico radiólogo de profesión, pesimista, Paul (Daniel Auteuil) médico reumatólogo, optimista inconsistente, y Simon (Thierry Lhermitte) coiffeur exitoso dueño de dos peluquerías, y muchísimas mujeres, son muy buenos amigos desde hace 35 años. Una amistad construida más por el tiempo que otra variable. Alegres, fuera de todo compromiso social. Digamos, más conocido como amigos para la “joda” inquebrantable. Individualmente queda expuesto que no todo lo que reluce es oro. Una noche, los tres amigos tienen su cita semanal, en casa de Max, para un juego de cartas. Simon aparece tarde y derrotado, cuenta que discutió con su esposa Estelle, y en un ataque de emoción violenta, la estranguló. Max y Paul están sobrecogidos. Especialmente cuando Simon les ruega que le aporten una coartada para que pudiera evitar la cárcel. Max y Paul dudan. La disyuntiva está planteada. ¿Mentir a la justicia o denunciar su mejor amigo? Pero, como fue enfocado en un principio, estamos frente a una comedia, por lo que el verosímil que podría estar instalando algo del orden del drama-suspenso es menos veraz que un político argentino. Si con ese desliz no alcanzaba para dar por tierra la idea de fatalidad, la escena del hecho en sí se le suma. En realidad nada se sostiene, el tema no es “sus” mujeres sino ellos mismos, que no son parámetro de nada ni representación de nadie, ni siquiera de la burguesía francesa Lo que retumba en la cabeza del espectador es que, “aca” no hubo ningún muerto, bueno si, en realidad podría ser el funeral de la históricamente muy buena comedia francesa. Todo redundante y repetitivo, incluida la concepción de la banda de sonido, recargada y en algún punto incoherente. Pues uno puede perdonar a un yankee como Garry Marshall que haya incluido la bellísima melodía del fragmento de la suite de Claude Debussy “Claro de luna” en un amanecer en “Frankie y Johnny” (1991). Pero que lo haga un francés hasta parece una falta de respeto para el compositor fallecido hace casi un siglo. Para aclarar el punto, el término que da nombre a la composición es estrictamente nocturno. De estructura demasiado clásica, con un guión que destila su origen teatral de manera constante, con diálogos entre pueriles e ingenuos, con momentos que dan paso al humor físico mal desarrollado, o a la comedia constituida como tal, por malos entendidos, que se diluye muy rápidamente. La película, esta sólo sostenida por la muy buena escenografía, las imágenes siempre cautivantes de Paris, o de la Torre Eiffel en este caso, el envidiable apartamento de Max, juntamente con la cafetera automática express y las actuaciones del trío. Nada más. Muy Poco.
Tres grandes Amigos y sus Mujeres La película Nuestras Mujeres pone a prueba la amistad de tres viejos amigos que se verán sobrepasados por la revelación de uno de ellos, ante dicha confesión se llevará a cabo un debate ético que reflexionará sobre la amistad y toda clase de vínculos humanos. Por Denise Pieniazek El film Nuestras Mujeres (Nos femmes, 2015) dirigido por Richard Berry y escrito en conjunto con Eric Assous, autor de la obra de teatro, lo cual implica una relación de correspondencia con el texto dramático. La historia comienza presentando a cada uno de los personajes: son tres viejos amigos que rondan entre los 40 y 50 años de edad. El guión y su representación son muy audaces, lo cual es notable en tiempos de proyectos superficiales, profundizando así en la psicología de cada uno de los personajes revelando sus conflictos más existencialesEl guión y su representación son muy audaces, lo cual es notable en tiempos de proyectos superficiales, profundizando así en la psicología de cada uno de los personajes revelando sus conflictos más existenciales. El primer personaje interpretado por el mismísimo director del film, Max es un radiólogo, quien se encuentra en una crisis de pareja. Toda la película transcurrirá principalmente en su casa que es muy lujosa y moderna. El decorado -excelentemente diseñado porPhilippe Chiffre-simboliza a la perfección la psicología del personaje, evidenciando un gran trabajo de puesta en escena. El segundo de estos personajes es Paul, interpretado por el reconocido Daniel Auteuil, -protagonista del célebre largometraje Caché de Michael Haneke- quien encarna aquí a un Reumatólogo. Paul es el único de estos tres amigos que posee una familia constituida con hijos y una vida aparentemente más estable. Sin embargo, su esposa se la pasa durmiendo y su hija no sabe cómo comunicarle ciertas cuestiones debido a su rigidez. Por último, Simón (Thierry Lhermitte) es un exitoso peluquero con un gran pasar económico que le ha permitido conseguir una esposa muy hermosa y mucho más joven que él. Como es de costumbre estos tres amigos bien diferentes entre sí se juntan a cenar como hacen habitualmente, pero Simon llegará tarde y les hará una confesión que los dejará shockeados. Dicha revelación traerá una serie de debates éticos, cuestionamientos y catarsis de los personajes, quienes en consecuencia deberán tomar una decisión para llegar a una resolución. Pues al parecer la amistad no habilita a todo. En dichas disputas se esbozan reflexiones sobre las relaciones humanas, tanto de la amistad como de las relaciones sentimentales, de la familia y de los vínculos entre padres e hijos. Una de las deliberaciones más atractivas de Nuestras Mujeres es planteada por uno de los personajes, éste se pregunta cómo funciona realmente una pareja, si cuando ésta discute no funciona, pero si no discute tampoco. Este largometraje tan bien dirigido, tanto a nivel formal como narrativo, nos mantendrá constantemente intrigados por su contenido dramático y a su vez destellará varios momentos de lucidez cómica. Es constante en la actualidad la trasposición de lenguajes sobre todo del teatro al cine. Asimismo es una tendencia llevar obras con gran éxito en el teatro francés a la escena nacional, pensemos por ejemplo en Un dios Salvaje, La Piel de Venus o Le Prenom. Nuestras Mujeres tiene su versión local actualmente en teatro en donde Jorge Marrale, Arturo Puig y Guillermo Francella interpretan a estos tres amigos.
En la versión cinematográfica de Nuestras Mujeres dirigida y protagonizada por Richard Berry (El Inmortal), dos amigos deben pasar la noche en vela discutiendo qué hacer después que el tercero del grupo les confiesa que acaba de matar a su esposa. Noche de Cartas Paul, Max y Simon son tres hombres maduros que lograron mantener una cercana amistad durante más de tres décadas a pesar de ser completamente distintos entre sí. El perfeccionista obsesivo, el optimista tradicional y el desprejuiciado pendiente de su imagen se juntan una noche como tantas otras a jugar a las cartas, pero todo cambia cuando Simón llega tres cuartos de hora tarde a la cita completamente desencajado y les informa que acaba de asesinar a su esposa. Tras el espanto inicial de sus amigos, Simón decide que no puede aceptar la idea de ir a la cárcel y pide a sus amigos que mientan para cubrirlo, apenas minutos antes de desmayarse por una mala combinación de alcohol y pastillas. Comienza así la noche más larga en las vidas de Paul y Max, que en el proceso de decidir si deben denunciar a su mejor amigo o mentirle a la justicia, se dejan llevar por un torrente de reflexiones sobre la amistad y las parejas que derivan inevitablemente en una sucesión de reproches acumulados durante los años. El pedido de Simón es el disparador que los empuja a reflexionar sobre sus conceptos de amistad y lealtad, pero a la vez el hecho de que la víctima sea su esposa los incentiva a analizar sus propias relaciones de pareja para descubrir que ellos tampoco están en la situación que desean porque la comodidad o el temor les impidió actuar para remediarlo. Teatro en cámara En la misma escuela que El Nombre o Un Dios Salvaje, Nuestras Mujeres adapta una obra de teatro a la pantalla manteniendo la estructura de monólogos y debates entre pocos personajes que apenas abandonan un único escenario en algunas escenas, situaciones que si no estuvieran no cambiaría casi nada al total de la película sino que parecen insertas sólo para intentar suavizar la sensación de que simplemente pusieron una cámara frente a un escenario. Como suele suceder con estas adaptaciones, todo el peso del éxito termina dependiendo principalmente de cómo los intérpretes llevan adelante un guión muy hablado pero planeado palabra por palabra con precisión para darle fluidez y ritmo. Por contraste la propuesta visual es correcta pero intrascendente, con escenarios y encuadres que sólo cumplen la función de acompañar lo que los intérpretes están diciendo sin agregar casi nada a ese discurso. Conclusión Nuestras Mujeres no es novedosa en su planteo pero entretiene a quienes gusten de esta clase de propuestas teatrales que mezclan el drama con la comedia poniendo el foco en los diálogos más que en las acciones o la imagen.
Tres personajes en busca de autor Cruel suele ser el paso del tiempo y no parece haber tenido piedad con estos tres mosqueteros de la pantalla: Daniel Auteuil (otrora uno de mis favoritos, snif), Richard Berry (en su doble papel de actor y director) y Thierry Lhermitte. Como espectadora frecuente del cine francés, me han conmovido de distinta manera a lo largo de sus prolíficas carreras y han sabido mantener en una alta estima la variedad de sus participaciones en dramas, en comedias y en las distintas variantes del film noir. Siempre mostrando en el orillo la marca de origen, estos tres profesionales de la escena se encuentran entre lo más destacado del rubro (aunque no sin altibajos), desde los ochenta hasta nuestros días. En esta oportunidad, se juntaron para llevar al cine una obra de teatro (costumbre que ya se está haciendo tendencia), “Nuestras mujeres”, de Eric Assous, obra que tiene como protagonistas a tres amigos cincuentones que cultivan su entrañable relación a lo largo de más de tres décadas; quienes cumplen rigurosamente con el ritual de compartir todos los años unas vacaciones juntos, sin sus parejas, y todas las semanas, una sesión de juegos de mesa y cena en la casa de Max (Richard Berry), el solterón. La película comienza con una secuencia que los muestra disfrutando de uno de esos encuentros veraniegos en una remota playa, mientras un narrador en off explica las características de la relación entre ellos, disparando gaffes y gags a discreción. Luego, la acción pasa directamente al día de la cita semanal, y comienza en las horas previas. Paul (Daniel Auteuil) es un médico reumatólogo, casado y con dos hijos veinteañeros. No parece tener demasiado diálogo con su esposa. Simon (Thierry Lhermitte), el más excéntrico, reparte su tiempo entre sus dos peluquerías y su mansión lujosa. Está casado con una joven y sensual modelo, que conoció en su oficio. Max, médico radiólogo, vive en un piso muy distinguido, en inmediaciones de la Torre Eiffel. Es coleccionista de discos de vinilo y fanático de la limpieza. Mantiene una relación de pareja con una mujer más joven, pero se muestra reacio a la convivencia. Se considera inestable y se muestra un poco frustrado por no haber logrado formar una familia. Esa noche, los amigos tienen previsto encontrarse en casa de Max, a las nueve, como de costumbre. Puntualmente, el primero en llegar es Paul, pero Simon se retrasa más de lo habitual, lo que incomoda a sus amigos, y cuando por fin aparece, termina de poner todo patas para arriba. Desencajado, confiesa que acaba de matar a su mujer, en un arranque de ira, motivado por los celos. A partir de allí, empieza a desarrollarse el nudo del conflicto: cómo ayudar a Max, quien desesperadamente pide que le ofrezcan una coartada. Siempre en tono de comedia, el guión se pasea por casi todos los lugares comunes: el suceso saca a relucir el machismo, los prejuicios de clase, el dilema ético que implicaría encubrir un crimen... los personajes se empiezan a sentir como fieras enjauladas y a medida que avanzan las horas, el abatimiento y la desesperación se combinan en una sensación de encierro sin salida. Pero, luego de la correspondiente catarsis, en la que los amigos sacan a ventilar algunos entripados que tenían bien guardados, finalmente, siempre en tono de comedia, las aguas se irán calmando y la razón parece volver a “reinar”. Con “Nuestras mujeres”, Auteuil, Lhermitte y Berry ofrecen un espectáculo impregnado de guiños a la comedia francesa (especialmente a Patrice Leconte y sus recordadas películas “La maté porque era mía” y “El marido de la peluquera”), a algunos de los personajes más famosos de sus carreras y a ciertos tópicos también bastante frecuentados en la escena del país galo, como el femicidio, la misoginia, el fetichismo, los prejuicios y la hipocresía burguesa. Estos tres mosqueteros no parecen tomarse muy en serio nada, ni siquiera a ellos mismos, derrapando en más de una ocasión en un compendio de sobreactuaciones, tics y clichés, que por momentos dan ganas de hacer con ellos algo peor que abofetearlos (afectuosamente, claro).
"Nuestra mujeres" es una comedia francesa estrenada en abril de 2015 en su país, pero que recién se hoy en Argentina. Fue dirigida por Richard Berry, que a su vez, interpreta a Max, uno de los protagonistas de la película. Tras el éxito teatral dirigido por Eric Assous en 2013, Berry decidió adaptarla para el cine, intentando mantener la mística del escenario. Esto es claramente visible: la entrada y salida de los personajes a cuadro, la espacialidad y la palabra como elementos fundamentales hablan de un formato escénico preexistente. Paul (Daniel Auteuil), Max (Richard Berry) y Simon (Thierry Lhermitte), viven en Paris y mantienen una fiel e inquebrantable amistad desde hace 35 años: se juntan a jugar a las cartas regularmente y vacacionan juntos, siempre que pueden, sin que sus esposas Karine (Mireille Perrier), Magali (Pascale Louange) y Estelle (Pauline Lefèvre), respectivamente, las molesten. Sin embargo, en uno de los semanales encuentros de los muchachos, Simon llega muy tarde y en shock, confesándoles a sus amigos que ha matado a su esposa, Estelle. Este hecho desata una crisis intra e interpersonal en el trío, pues la fidelidad, la ética, la moral y el respeto mutuo son cuestionados a lo largo de todo el film, que sucede casi todo en una misma habitación: es como si los tres personajes estuvieran detenidos, estáticos, tras el incidente. Ahora bien, hay un tema que es ineludible: la violencia de género. Ante un movimiento feminista fuerte a nivel global (y actualmente, en Argentina más aún), no se puede evitar analizar la película desde esa persepectiva. "Nuestras mujeres" ("Nos femmes", en su país original) ya de por sí habla del sexo femenino a un nivel posesivo por parte de los hombres. Los protagonistas del film no se plantean esto en casi ningún momento, lo cual delata la postura neutral del director frente al feminismo. Y hoy por hoy, no tomar partido en este tópico, es apoyar al opresor. Por momentos, hasta la violencia hacia la mujer parece naturalizada, con personajes que incluso intentan justificar el asesinato. Es una pena, pues deja en segundo plano, lamentablemente, el análisis puro del film. Como película, es aceptable. Bajo una estructura clásica de comedia, la trama parece fluir bien a través de personajes muy bien interpretados y construidos -salvo el de Simon, que su única función en el film es detonar el conflicto, pues su personaje no tiene desarrollo en toda la película-. La palabra, además, es casi un personaje más (hasta incluso, más protagonista que Simon). Se debaten temas interesantes y comunes a todos los seres humanos como la ética y la moral, pero sobre todo, la fidelidad: ante una situación extrema, Paul y Max discuten el límite entre apoyar a un amigo y ser cómplice de un delito. La tensión además permite algunos extensos y acalorados monólogos que son sobriamente ejecutados por los personajes de Auteuil y Berry. Es prudente separar la postura política del film de su contenido, y allí el espectador decidirá qué prioriza. Sin embargo, es inevitable que la violencia de género como tema sea tenido en cuenta para el análisis de la película, pues es moneda corriente en los tópicos más importantes hoy en día, y una postura neutral no hace más que retroceder la búsqueda por la igualdad de género. ¿La yapa? Fernando Masllorens y Federico González del Pino adaptaron la versión de Eric Assous al teatro argentino: Guillermo Francella, Arturo Puig y Jorge Marrale protagonizan la obra dirigida por Javier Daulte, y actualmente está en la cartelera del Metropolitan Citi.