El incesto como derecho de admisión. Catalogar a Polvo de Estrellas (Maps to the Stars, 2014) como una comedia negra no es sólo quedarse corto sino también obviar la posibilidad de que quizás a David Cronenberg no le resulte precisamente “gracioso” lo que sucede en pantalla. Si bien el paroxismo y la hipérbole son ingredientes esenciales de la estructura paradigmática de la farsa, no podemos olvidar que asimismo forman parte del armazón del terror, el eje que sin dudas unifica la carrera del hoy por hoy mítico realizador. No importa qué géneros consideremos que el canadiense está trabajando en tal o cual film, si existe una directriz que otorga verdadero sentido al desfile de atrocidades siempre pasa por el horror y sus ramificaciones. El último opus del señor echa mano de una virulencia satírica prodigiosa para diseccionar con un escalpelo la neurosis del Hollywood de nuestros días y la industria del espectáculo en general, proponiendo un análisis intimista de las correlaciones, abusos y juegos de poder dentro de un “show business” leído como un organismo similar a la familia aunque dominado por un esquema reproductivo endogámico. Retomando su obsesión para con las pústulas que la sociedad contemporánea origina en los cuerpos y las psiquis de los individuos, en esta ocasión la necesidad de control del capitalismo más invasivo utiliza al incesto como ardid de corrección con vistas a afianzar egos inflados y la ceguera de turno. Como si se tratase de la “versión Cronenberg” de aquel Woody Allen sacado de mediados de la década del 90 o una reinterpretación hardcore del primer Paul Mazursky, aquí el director lleva al extremo el narcisismo, las frustraciones, los detalles sádicos, el influjo narcótico y la estupidez de la fauna de Los Ángeles. Francamente no conviene adelantar demasiado de la trama en sí porque el guión de Bruce Wagner va revelando con paciencia los vínculos concretos entre los personajes, sólo diremos que el susodicho se centra en Havana Segrand (Julianne Moore), una actriz entrada en años, y el clan Weiss, una estirpe que incluye un gurú de la autoayuda, una estrella infantil y una pirómana en recuperación. Nuevamente el surrealismo, la efusividad verbal y una ética en plan suicida actúan como dardos ponzoñosos contra el culto a la belleza y la juventud en tanto utopías prefabricadas por la “meca de los sueños”, ajenas a toda praxis cotidiana. Los protagonistas ejercitan su canibalismo destruyendo a un entorno inmediato que legitima su accionar y hasta los acompaña en la tarea desde la más pura hipocresía, poniendo de relieve el sustrato social de su comportamiento y los códigos de conducta del ecosistema involucrado. En función de lo que podríamos definir como una suerte de pesadilla foucaultiana del saber biopolítico, la construcción de los discursos colectivos actuales parece enmarcada en un círculo vicioso. A pesar de que la película no llega al nivel de El Camino de los Sueños (Mulholland Dr., 2001), aquella exégesis mordaz de David Lynch sobre El Ocaso de una Vida (Sunset Blvd., 1950) y Fedora (1978), las dos obras maestras de Billy Wilder acerca del tópico en cuestión, Cronenberg logra edificar un retrato complejo e hipnótico de los callejones sin salida de la afectación rimbombante, la prédica publicitaria y los delirios que trae aparejada la fama. El cineasta extrapola a Hollywood las indagaciones sobre el mercado financiero de Cosmopolis (2012) y señala las grietas de la comunidad artística, la cual gusta de jactarse de su hermetismo, sus “sacrificios” y el derecho de admisión que impone a sus miembros…
Cronenberg nos ofrece aquí una sátira sobre la vida en Hollywood y el mundo de los actores. Algo despareja, con grandes actuaciones y con momentos de pleno brillo que nos hacen recordar a lo mejor del director. Pero, al mismo tiempo, con una temática que pierde atractivo e interés producto de tantas otras ficciones, documentales, realities y programas de televisión que retratan situaciones similares.
Polvo de estrellas es un film con un relato atípico que merece darle una oportunidad. El guión tiene un muy buen ritmo, está repleto de situaciones inesperadas y no presenta ningún típico cliché de los que encontramos en cualquier película que hace referencia al mundo de la farándula, aunque presenta algunos altibajos. Los personajes son muy ricos y están muy bien...
Narcisismo a flor de piel. Con el juego de palabras que da pie al título del film, Agatha Weiss (Mia Wasikowska) aparece en escena recorriendo la ciudad de Los Angeles junto al actor y guionista devenido en chofer de limousine (Robert Pattinson), buscando la propiedad de una celebridad, con la ayuda de un star map. La extraña Agatha irrumpe en un mundo -Hollywood- que el guionista Bruce Wagner conoce bien e intenta retratar, en la primera comedia (visceral) de Cronenberg y a su primer trabajo en los Estados Unidos. Una labor similar ha sido, con un humor muy negro, el regreso a Hollywood del fallecido Robert Altman en Las Reglas del Juego. La representación consciente en pantalla de personas físicas reconocidas del ambiente a través de una mirada nociva sobre el medio y de aquellos que están dentro o fuera de este, es valedera en ambos films. Desde una perspectiva similar, caótica y desbordada, Polvo… viene a representar facetas de actores que hacen de otros actores, que han tenido altercados similares en sus carreras si se los comparase con los mismos actores a quienes interpretan. Las Reglas del Juego denunciaba mientras que Polvo… apela a la comicidad. La película está repleta de referencias a la vida de celebridades que pululan el ámbito cinematográfico actual y de ello se ríe en gran parte el personaje de Julianne Moore, una actriz neurótica, dada de baja por el star system, que quiere volver al medio como sea. Las menciones indirectas a la cientología son evidentes y se desarrollan con el personaje de John Cusack, quien, a su vez, forma parte de una familia disfuncional. Su esposa es interpretada por Olivia Williams, una madre que es la manager de la carrera actoral de su hijo adolescente, adicto en recuperación. En éste recaen gran parte de los diálogos que hicieron sonreír a una platea en cada aparición, no así a este redactor. El film contiene elementos que nos podrían remitir a Les Enfants Terribles, ya que habla sobre las relaciones de padres cuyas obsesiones y desordenes alteran las vidas de sus hijos. Así como por el narcisismo presente en cada uno de los personajes que deambulan por Polvo…, Cronenberg se cansó de pedir, en la conferencia de prensa posterior, que no comparen esta obra con sus anteriores trabajos. Señaló que jamás pensó imponer guiños en su cine, ni menciones a sus films previos; aunque como espectadores observamos que tanto el uso de la carne como la relación entre los automóviles y el sexo (a desarrollado en Crash y Cosmópolis, donde también se tiene sexo dentro de una limousina) son algunos de sus elementos preferidos. Polvo de Estrellas se convierte en el tercer film fallido de Cronenberg, al igual que sus dos anteriores. Aunque, según sus propias palabras, en tono burlon, si a alguien no le gustaba el film, el hombre a quien deberían echarle la culpa es a Wagner, su endemoniado socio.
El problema no es solamente Hollywood Una película que es una parodia de Hollywood es un buen gancho. Y si está dirigida por Cronenberg es garantía de que da para el análisis integro. Polvo de Estrellas (Maps to the stars) es un film que puede gustar o no, pero no hay duda que impacta, sus protagonistas son seres trastornados por su entorno, por sus ambiciones, por el deseo de permanecer en el estrellato. El relato tiene recursos para enganchar, pero no enamora, son personajes para apreciar con lejanía, no llegan a ser antihéroes porque se mira con mucha distancia las actitudes que están planteadas y nos expulsan íntegramente de su pensamiento. Havanna Segrand (Julianne Moore) es una actriz que quiere volver a figurar en la gran escena, está desesperada por conseguir el papel en la remake de la película que consagró a su difunta madre, si lo logra, Havanna considera que será suficiente para devolverla a las primeras planas. Por consejo de una amiga, decide contratar a Agatha como asistente, pero a medida que avanza el film, conocemos su complicado pasado. Agatha (Mia Wasikowska) sobrevivió a un incendio y está intentando recuperarse, se hace amigovia de Jerome Fontana (Robert Pattinson) un chofer de limusinas con intenciones de actuar y escribir guiones. Como historia paralela, Polvo de Estrellas introduce a una familia exitosa pero problemática, cuyo hijo, Benjie Weiss (Evan Bird), es una estrella adolescente que se encuentra superando las típicas adicciones de los exitosos jóvenes de Hollywood, y el Dr. Stafford Weiss (John Cusack) un gurú de la autoayuda con una gran pinta de chanta. Ambas historias se conectan de forma escabrosa, y la resolución está a la altura de lo que propone. Mientras vemos la frivolidad, la hipocresía, la salvaje competitividad y una exagerada visión de los actores y el ambiente de Hollywood, tanto que suena más a burla que a crítica, Julianne Moore se destaca en imprimir el dramatismo y la locura de un personaje ambicioso por conseguir que su nombre siga en lo más alto, también la acompaña una Mia Wasikowska que entiende perfectamente bien la actitud de su personaje, y un elenco cuya actuación general consolida las intenciones de Cronenberg. Polvo de estrellas Evan BIrd Más allá que la sátira sea directamente a Hollywood y al showbusiness, el trasfondo de la crítica excede este ámbito, porque el accionar de sus protagonistas no es de pertenencia exclusiva del mundo de la fama, sobre todo en el caso principal, que para no dar mayores detalles, ocurre por fuera del mismo, y no lo sugiere, pero estimo que sirvió para lanzar al estrellato a varios protagonistas. El guiño gracioso y satírico está bien llevado y descomprime, pero la esquizofrenia de sus personajes reflejada en sus visiones también devela el problema de los egos no se soluciona con el éxito. La imagen es todo, por afuera, pero en la soledad se juega otro partido, y lo puede jugar cualquiera, una estrella consagrada o una niña. El desafío que propone Cronenberg a la sociedad, no es a Hollywood directamente, sino a la imagen, el éxito y lo que se consagra como modelo a seguir. Hollywood es un eslabón más, la excusa que utiliza. Cuando algo no está dentro de ese encuadre se lo excluye, se lo oculta y se lo aísla. Polvo de Estrellas es un trabajo interesante para pensar y analizar, el film incorpora muchos recursos: desde el gore, la ironía y el humor negro, hasta el sexo, las obsesiones y referencias cómplices con la sabiduría del espectador. Por fuera de eso, lo que genera es absoluto rechazo y eso permite ser observador externo y no involucrarse con el sentimiento que lleva impreso el film en sus personajes.
El mundo está loco, loco, loco... (y Hollywood aún más) Cronenberg propone una despiadada sátira a la industria del cine en la que se burla de los egos, las miserias, el universo new-age, la cienciología, la obscenidad, el cinismo, la hipocresía, la codicia y el desprecio de las estrellas (tanto preadolescentes como adultas) de la fauna hollywoodense. El director de Crash: Extraños placeres y Una historia violenta propone en Polvo de estrellas una estructura coral, aunque con la inmensa Julianne Moore (ganadora del premio a la Mejor Actriz en el último Festival de Cannes) como el eje de la narración en el papel de una actriz neurótica y desesperada por conseguir papeles que ahora suelen obtener colegas más jóvenes. Mia Wasikowska (como una chica inocente que llega a Los Angeles y desatará el caos), Robert Pattinson (un conductor de limusinas con aspiraciones artísticas), John Cusack (un millonario y excéntrico gurú espiritual) y Evan Bird (un cruel astro de 13 años a-lo-Justin Bieber) son otros de los personajes que desfilan por esta comedia negrísima, sin red, que incluye sexo, escatología, perversiones, diálogos chocantes y hasta explosiones propias del gore más explícito. Entre Las reglas del juego, de Robert Altman, y un tono que remite al Todd Solondz de Felicidad, el nuevo y desenfrenado trabajo de Cronenberg resulta una experiencia despareja, es cierto, pero con algunos inspirados momentos que tienen el sello de un director que sigue haciendo gala de una libertad y de una audacia asombrosas para el cine contemporáneo. Aunque no se ubique entre sus mejores pelìculas, un Cronenberg "menor" sigue siendo cine mayúsculo.
La hoguera de las vanidades La última genialidad de David Cronenberg confirma que el director canadiense, más allá de trabajar con estrellas de Hollywood, aborrece todo lo relacionado a la meca del cine. La historia es un melodrama en su estructura, pero contado con la sordidez habitual del realizador de Festín Desnudo (Naked Lunch, 1992). El relato comienza con Agatha Weiss (Mia Wasikowska) llegando en micro a Los Ángeles. En ese universo habitan las estrellas de Hollywood Havana Segrand (Julianne Moore), Benjie Weiss (Evan Bird) y el Dr. Stafford Weiss (John Cusack), tan ambiciosas como decadentes, cuyos anhelos de fama terminan atrapándolos en un espiral de adicciones, relaciones nocivas y pasados trágicos que los condenan. En el medio aparece la familia que conforman los Weiss, en apariencia normal, que esconde varios secretos oscuros. A ella llega Agatha, la extranjera según la estructura tradicional del melodrama, a perturbar el orden familiar y desatar la tragedia. Cronenberg construye su relato por capas, haciendo un extraño paralelo entre el mundo de glamour y el descenso a los infiernos de sus personajes. Para visualizarlo desarrolla una extraña historia de fantasmas que refleja, entre otras cosas, la hipocresía del ambiente. Lo interesante de Polvo de estrellas (Maps to the Stars, 2014) es que la película, dirigida por otro director, podría tratarse de un melodrama moralizador. Nada más lejos de eso, Cronenberg utiliza la oscuridad del ascenso a la fama para incursionar, una vez más, en el lado tenebroso de la mente humana. Aquí, como en varios episodios de su obra, el director realiza un detallado trabajo sobre los cuerpos y su deterioro físico y moral. Las relaciones de poder actúan sobre ellos, desde el terapeuta que interpreta John Cusack y su método de relajación con Havana, pasando por las escenas de sexo mecánico (siempre denotando dominio antes que placer), hasta las marcas en el rostro de Agatha, que escenifican señales del pasado y de su posterior destino. La violencia ejercida entre personajes alude siempre a dos cuerpos confrontando, friccionando entre sí, corporizando los miedos personales. Los films del realizador de Un método peligroso (A dangerous method, 2012) siempre conllevan una polisemia de significados y Polvo de estrellas no es la excepción. Por tales motivos es una obra única en su especie, cínica en su crítica a Hollywood, llegando a límites insospechados y corrosivos sobre el mundo detrás de la industria del espectáculo.
Repulsivo. Audaz. Fascinante. El director David Cronenberg nunca deja de generar expectativa. Desde sus primeros cortos y mediometrajes, como Stereo y Crime to the Future, dio muestras de un talento y de obsesiones que lo volverían un artista único. Un cineasta que supo mutar tanto como sus personajes y el mundo que los rodea: del cine experimental pasó al exploitation, de ahí a proyectos hollywoodenses (que nunca dejaba de filmar en su Canadá natal), de ahí a un cine más “artístico y serio”… pero siempre conservando su esencia. En Polvo de Estrellas (título argentino de Maps to the Stars) traslada sus obsesiones a la denominada Meca del Cine, centrándose en un grupo de individuos con diferentes tormentos personales: una actriz en decadencia (Julianne Moore), acosada por fantasmas internos; una familia compuesta por un gurú de los medios (John Cusack) y una madre (Olivia Williams), pendiente del hijo de ambos (Evan Bird), una estrella de cine juvenil que ya está lidiando con los excesos; una joven de rostro quemado (Mia Wasikowska), que se involucrará en la vida de estas figuras del jet set, y un chofer de limusina y aspirante a actor (Robert Pattinson) que sabe satisfacer a sus clientas. Una sátira del costado más tenebroso de Hollywood, y una suerte de continuación de Cosmópolis, la película anterior del Cronenberg, ya que en determinado momento, la crítica social deviene en un thriller violento, donde los protagonistas cruzan todos los límites. Claro que el realizador nunca abandona sus temas recurrentes: la carne en descomposición, o al menos mutando (Havana, el personaje de Moore, que no puede evitar que ya no es muy joven en un microcosmos que rinde tributo a la juventud), lo que también provoca un cambio en la percepción; el sexo como canalizador de emociones, incluyendo tríos y un guiño a Crash: Extraños Placeres… Un interesante combo marca de la casa. John Cusack, Julianne Moore y Mia Wasikowska encajan perfecto en la obra cronenbergiana, y brindan actuaciones tan atrevidas como el guión de Bruce Wagner, otrora colaborador de Wes Craven. De hecho, Moore ganó el premio a la Mejor Actriz en el Festival de Cannes. Robert Pattinson tiene menos protagonismo que en Cosmópolis, pero incide en la trama. Por su parte, Sarah Gadon repiten con el director, y Evan Bird es toda una revelación. Una serie de detalles en el tercer acto confunden al espectador, y hasta lo dejan con ganas de más, pero Polvo de Estrellas sigue siendo un film potente, retorcido y venenoso. La mejor prueba de que hasta el trabajo menos genial de David Cronenberg es para tener en cuenta.
Cronemberg pasea por Sunset Boulevard David Cronemberg ha sido siempre un director visionario, innovador, jugando con los límites y siempre intentando pasar mucho más allá de cualquier encasillamiento cinematográfico. Sus películas como "La Mosca" "La Zona Muerta" o "Pacto de Amor" lo fueron posicionando en el terreno del cine de autor que fue reforzando con sus innovadoras "Almuerzo Desnudo" y "Crash" pasando por una adaptación exquisita de "M. Butterfly". Después de un par de buenos films con Viggo Mortensen como protagonista como "Una historia de violencia" y "Promesas del Este" tuvo dos films particularmente fallidos como "Un método peligroso" (con una Keira Knightley exasperante) y "Cosmópolis" que no lograron estar a la altura de sus creaciones anteriores. "Polvo de Estrellas" (o su título original "Map of the Stars" que da cuenta de los tours por Hollywood visitando la casa de las estrellas) se mete de lleno con la industria cinematográfica para tratar en tono de comedia que se parodia a si misma, el mundo de las estrellas de cine, la televisión, de los productores, los representantes, las estrellas en ascenso y todo aquello que rodea al mundo de las estrellas -con un gurú new age incluido-. La historia se desarrolla con dos líneas argumentales que irán confluyendo a medida que avance la trama y que un guión retorcido digno del universo Cronemberg las vaya haciendo confluir aún con algunos guiños bastante bizarros mediante. Por un lado está Havana Seagrand (Juliane Moore -en la actuación que le hizo ganar la palma de Oro a la mejor actriz en Cannes-) una actriz al borde del ataque de nervios, exasperada, que no logra conseguir ese papel que supone la volverá a catapultar dentro de las actrices del momento. Por consejo de una amiga (Carrie Fisher haciendo de si misma en uno de los tantos guiños que propone el guión plagado de autoreferencias) contrata a Agatha Weiss como su asistente personal (Mia Wasikowska tan ecléctica como para ir dese "Alicia en el país de las Maravillas" a un clásico como "Jane Eyre"). Agatha a simple vista parece no presentar problemas pero esconde un pasado sumamente tormentoso, intenso, con toda la negrura con la que Cronemberg parece sentirse como pez en el agua. Del otro costado del relato, avanza una línea paralela con la familia del Dr. Staffor Weiss (John Cusack) una especie de Claudio Maria Dominguez hollywoodense -y con el que el guión parece establecer una crítica directa a la Cientología-. Weiss parece poder ayudar a todo el mundo menos a su propia esposa, sumida en una enorme depresión (Olivia Williams) y a su hijo Benjie (Evan Bird - una verdadera revelación en la película) que está intentando superar las típicas adicciones en las que caen las estrellas infantiles Hollywoodenses. Estas historias se irán entrecruzando a medida que el pasado de Agatha se vaya desplegando. Cronemberg sabe manejar muy bien la dosis de suspenso que tiene el relato y hace virar la historia a un terreno que mezcla la (auto?)crítica, la pintura descarnada de ese mundo que a simple vista parece tan glamoroso pero con almas tan vacías y somete a sus actores a momentos realmente bizarros y hasta bordear el gore, con un guión que propone hasta algunas escenas que pueden dar "vergüenza ajena" -sin embargo la enorme Julianne Moore se anima a todo y más!-. Con toques cómplices al mundo cinéfilo, con situaciones y nombres de famosas figuras incorporados armoniosamente en el guión en algunos diálogos bien filosos, la radiografía impiadosa que construye sobre este mundo que Cronemberg parece conocer con la misma fuerza que parece detestar, es en este terreno en donde se logran los puntos más interesantes de la historia. Y una vez planteada la historia, se elige subrayarla de una forma exagerada y llevada al extremo a cada uno de sus personajes para empujarlos al precipicio y mostrar sus peores miserias. Sus actores parecen rendirse enamorados a la propuesta y totalmente entregados al juego. Julianne Moore se entrega a toda la complejidad de su personaje, y como fue dicho anteriormente, no tiene miedo de caer en el ridículo y logra momentos realmente increíbles con su desbordado personaje. Mia Wasikowska tiene ese halo de misterio que rodea permanentemente a su personaje (y si bien tiene puntos de contacto con su personajes en "Lazos Perversos", logra darle algunos tintes diferentes) aunque le falta fuerza para definir algunos de los matices que necesitaba un personaje tan complejo como Agatha. Una grata sorpresa es Evan Bird como la figura jóven ya consumida por el sistema, con aires de divo y una enorme soledad interior y John Cusack-Olivia Williams saben encontrarle la tonalidad exacta a una pareja completamente disfuncional. Un cocktail con ironía, sexo, perversiones, histerias, digno del universo Cronemberg plagado de humor negro y amoralidad. Lo único que se le puede reprochar a "Polvo de Estrellas" es que la mirada que brinda sobre sus personajes tiene la misma superficialidad que les critica. Uno no logra creerles ese sufrimiento, no logra verlos completamente humanos, dibujándose más como una caricatura de si mismos y sin que uno como espectador, pueda conectar con sus esencias y su dolor. Una película más de actuaciones soberbias que de ideas que lleguen a buen puerto, nuevamente Cronemberg brinda un producto inclasificable, personalísimo, con momentos arriesgados, provocadores y muy a su estilo para dar una mirada impiadosa al star system.
El tour que no hacemos El director canadiense David Cronenberg, considerado de culto por películas como Videodrome y Naked Lunch, y reconocido por films que dejaron su huella como Scanners (1981), La Mosca (1986) o Crash (con la que gano el Premio del Jurado en el Festival de Cannes en 1996), vuelve a escena tras la malograda Cosmopolis, su anterior película olvidada rápidamente. En Polvo de estrellas Cronenberg vuelve a exponer su obsesión de siempre, las perversiones humanas, y elige Los Angeles (la meca del cine) para narrar con su característico cinismo y humor negro la cara más infame y perversa posible de Hollywood, una industria signada por el ansia de popularidad y superficialidad de sus integrantes. Nombres estelares como John Cusack, Julianne Moore, Mia Wasikowska y Robert Pattinson dan vida a una galería de supuestas estrellas compuestas por un gurú de la autoayuda que atiende celebritis, su hijo estrella de 13 años y en recuperación (que parodia la carrera de Macaulay Culkin) con su madre y manager emocionalmente inestable, y una actriz con un tortuoso pasado, a la que la edad empieza a pasar factura, que lucha desesperadamente por obtener el papel en un remake de la película que hizo famosa a su madre en los años 60 y contratara sin saber cómo asistente personal a la hija pirómana recién salida del manicomio del famoso gurú. A las que se suma el atractivo chófer de limusina quien aspira a convertirse en una celebridad. Con cierto humor negro y escatológico al estilo Todd Solondz, algunos aspectos en la psicología de los personajes que recuerdan a El camino de los sueños (Mulholland Drive), de David Lynch, varios puntos de contacto con el cine de Sofía Coppola, en cuanto a la obsesión por la fama y el universo de las celebridades, e imbuido de su cinismo característico Cronenberg narra una retorcida y extravagante sátira sobre el mundo de Hollywood, que comienza como un simple drama familiar, incursiona la comedia y hasta se asoma al thriller, para culminar con una tragedia que por lo ridícula nunca llega a conformarse como tal. David Cronenberg tiene un estilo que a veces resulta difícil de definir, pero indudablemente sabe cómo entretener y dejar huellas en un espectador que no tendrá claro exactamente qué vio, pero saldrá satisfecho.
Pánico y locura en Los Angeles Del director canadiense David Cronenberg se ha dicho ya casi todo lo que se tenía que decir. Desde luego estamos ante uno de los mejores realizadores contemporáneos, con un puñado de títulos tan imprescindibles para cualquier amante del buen cine como La mosca; Pacto de amor o Almuerzo desnudo. Sin embargo sus últimos trabajos han dividido a crítica y público debido al cambio de registro que le ha llevado a filmar películas mucho menos truculentas (en cuanto a efectos especiales se refiere) y mucho más dialogadas. Tanto en Un método peligroso, como en Cosmópolis, el máximo exponente de lo que se ha denominado horror corporal y abanderado del concepto de la “nueva carne” muta de sistema y nos propone ejercicios de verbórrea sin fin donde un montón de personajes cruzan sus miserias y traumas en una sociedad tan podrida como desesperante. En esta ocasión el objeto de su ira dialogada no es otro que Hollywood y la falsedad que rodea a sus estrellas. Si antes sus telas de araña eran oscuras y tétricas ahora esas mismas estructuras agonizantes se expresan en todo esplendor a plena luz del día. El sistema fagocita a todo el que se atreve a formar parte de él, dando como resultado una pléyade de seres desquiciados y perturbados que pululan por la pantalla con todas sus neuras e inseguridades. El elenco actoral, trufado de rostros conocidos en papeles muy alejados de lo que nos tienen acostumbrados, se deja querer por un entomólogo que clava su escarpelo allá donde más duele a todas estas estrellas con pies de barro. El experimento no acaba de salir redondo debido a la repetición de fórmulas que llega a saturar durante algunos momentos de la función. La trama gira en espiral al igual que los protagonistas y acaba por conducirnos a un final insatisfactorio, aunque no por ello desechable. Hay que destacar sobremanera la actuación de una Julianne Moore que borda su rol de actriz entrada en años que ve como tabla de salvación para no caer en el olvido el dar vida en pantalla a su madre. Su lucha por conseguir el papel que la consagre y le permita seguir en el candelero de la popularidad ya le ha reportado algún que otro premio (entre ellos el de mejor actriz en el pasado Festival de Cine Fantástico de Sitges 2014) que auguran que podría ser una firme candidata para los Oscars 2015. A su lado, otros intérpretes de reconocido recorrido como John Cusack (dando vida a un psiquiatra de famosos y escritor de libros de autoayuda con una vida privada desasosegante) o Carrie Fisher (en una mínima intervención) y otros más emergentes como los espléndidos Rober Pattinson (nuevamente subido a una limusina como en Cosmópolis) y Mía Wasikowska (sin duda una de las actrices con un talante y una personalidad más arroladora de entre las de su generación) palidecen ante lo que es una gran composición de la protagonista de films tan emblemáticos como El gran Lebowski, Niños del hombre o Lejos del paraíso. Disfunción, decadencia, debilidad, sordidez, mucha mala uva sazonada con unas gotas de humor siempre bienvenidas son parte esencial de esta Polvo de estrellas en la que si hurgamos un poco en su superficie enseguida descubriremos muchas constantes de las películas de su director. Hay una escena demencial en la que uno de los intérpretes juega con una pistola presuntamente descargada llena de tensión y angustia que nos remite directamente a aquella otra de Una historia de violencia donde un fusil se paseaba de mano en mano con la amenaza de que todo acabara con un baño de sangre. Aquí Cronenberg opta por la solución cómica no desprovista de su lado macabro, aunque no desvelaremos el que es uno de los momentos más divertidos y trágicos del film. En definitiva, una visión de metacine muy particular que no dejará a nadie indiferente, pues su director va sobrado a la hora de contextualizar universos pesadillescos. O la amas o la odias, aunque por ahora los detractores parece que van ganando la batalla.
La decadencia de Hollywood Con una atmósfera que combina ‘¿Qué pasó con Baby Jane?’ y lo más enfermo de David Lynch en ‘Twin Peaks’, ‘Polvo de estrellas’ mezcla amoralidad y torpeza y hasta la técnica gore para insuflar misterio y realidad al relato. Mezcla de sátira y parodia, el canadiense David Cronenberg, retoma sus viejos temas de horror y pesadilla en la "dulce y contradictoria" comunidad Hollywoodense, donde envejecer es un castigo, la competencia es feroz, aún entre los actores infantiles y todo puede ser provisorio y frágil, incluso la muerte y la resurrección. Ahí está la chica Agatha (Mia Wasikowska) con muchas ganas de formar parte de la fauna hollywoodense y su reciente conocido, el joven Jerome (Robert Pattinson), que también piensa ser actor y mientras tanto hace de chofer y organiza tours para los que quieren formar parte de la fauna top. Construcción circense de estudios en decadencia, Hollywood también es un buen referente de sueños fracasados, de hipocresías varias y de albergar sueños exagerados de fama y dinero en la personalidad de la familia Weiss. COMUNIDAD DE PLASTICO Una familia integrada por personajes ‘border’, fanáticos freudianos, niño actor adicto, madre representante ligeramente histérica. Tan histérica como Havana Segrand (Julianne Moore), que ha llegado a la decrepitud de tener más de cincuenta y agonizar en una comunidad de plástico y cirugías, donde no se puede crecer y menos madurar. A su lado, la pequeña Agatha conseguirá un puesto ‘‘para todo servicio’’ con la conflictiva Havana y y se sentirá feliz como el actor metido a chofer y guía de parques temáticos, donde la mansión de algún magnate es casi tan grande como la de una actriz que ahora bajó el escalón hacia la nada. Con una atmósfera que combina ‘¿Qué pasó con Baby Jane?’ y lo más enfermo de David Lynch en ‘Twin Peaks’, ‘Polvo de estrellas’ mezcla amoralidad y torpeza y hasta la técnica gore para insuflar misterio y realidad al relato. Un rostro especial el de la adolescente Wasikowska, con la atractiva inocencia que ya se observaba en ‘Alicia en el país de las maravillas’. Evan Bird en el astro infantil (imperdibles los enfrentamientos competitivos) es un adolescente para seguir y Julianne Moore más talentosa que nunca son parte de este filme.
A desesperar, que se acaba Hollywood Cronenberg hace un corte transversal al mundo de Hollywood, y muestra sus miserias, codicias y dolor. "La gente no llega a nuestras vidas por casualidad. Nosotros las llamamos". (Dr. Stafford Weiss, o John Cusack, en el filme). Los personajes de David Cronenberg enfrentan tormentas. No siempre las atraviesan, que sabemos no es lo mismo. Los protagonistas de Polvo de estrellas están parados ante una pérdida -el director de Promesas del Este puede ser más o menos sutil, pero se trata de aspectos morales, de deseos sexuales, ambiciones y de cordura-, y tratan de ver cómo salen de ese embrollo. Si lo encaran o, mejor (peor) apechugan. Como en Crash y otros de sus títulos, incluido La mosca, hay personajes que sufren una mutación física. Aquí es Agatha -Mia Wasikowska-, que en un accidente su cuerpo y su rostro se desfiguró, porque sufrió quemaduras. A otro como Havana (Julianne Moore) el paso del tiempo le está afectando no sólo la carrera de actriz B en Hollywood, sino también su vida personal. Y hay un niño estrella que comienza a advertir que todo lo que lo rodea no es precisamente oro sino codicia, la juventud está por saltarle encima y está en esa etapa formativa, que puede ser deformativa en su caso. Pero hay más personajes, en esta suerte de Las reglas del juego de Cronenberg, comparándola con la película mamut de Robert Altman. Uno es un gurú de famosos, el doctor de la frase con que comienza esta crítica, y otro un chofer de limusina (Robert Pattinson) que quiere poner un pie en el mundo de Hollywood. En el mundo artístico, se entiende. Porque Polvo de estrellas se enmarca en la Meca del cine, pero sus personajes podrían moverse en otro universo. Si Havana (Julianne Moore está estupenda en un rol neurótico y complicadísimo) desespera por obtener un papel que otra actriz, sea o no más joven, está a punto de obtener, es una situación que se da en otros ámbitos. El egocentrismo está ahí, en todos los personajes. A veces cuesta distinguir entre cinismo y desesperanza. Estaría bueno preguntarle a Cronenberg cuánto hay de amor y cuánto de sexo en las relaciones carnales que ofrece al espectador. Cada uno lo entenderá a su antojo, pero recuerde el lector otros filmes del director de Crash, o Una historia violenta, y el coito no es un tema menor en su filmografía. Provocador, hay escatología, sexo, violencia desmedida y gente que no es fiel a sí misma... ni a nadie. Un Cronenberg auténtico, tal vez no de los que llenan de cine los ojos, pero con la fiereza que descarna. Como siempre.
Cronenberg, en el paseo de la fama Hay cuerpos lastimados, con heridas de las visibles y de las otras. Hay personajes certificadamente inestables y otros que, sin certificado, igual podrían concursar para el premio de desequilibrado del año. Hay familias disfuncionales que con sus retorcimientos renuevan y refrescan el concepto hasta darle nuevas y perversas declinaciones. Hay fantasmas, tramas en espejo y un poema -"Libertad", de Paul Eluard- que funciona como leitmotiv de varios de los personajes y del desarrollo de la narración. Hay tantas cosas en Polvo de estrellas y todas ellas son reconocidas marcas de autor de David Cronenberg, que esta vez llevó a Hollywood su festival de sangre, dolor y heridas. Casi como si se tratara de un neuropsiquiátrico a cielo abierto, la capital de la industria cinematográfica sirve como marco para que Cronenberg despliegue sus preocupaciones habituales. Claro que esta vez, quizás por su afán -o el de su guionista, Bruce Wagner- de mantenerse actual y en contexto, la historia coral carece del espesor de films como Pacto de amor;eXistenZ, mundo virtual o Crash, extraños placeres, por citar un puñado de obras en las que el sexo, el amor filial y la violencia son, como aquí, armas de doble y triple filo que lastiman a todos los involucrados. En este caso, el tono es más paródico y más cercano al humor negro -negrísimo- que al terror psicológico de antaño, aunque ahora también asomen imágenes gore, escatológicas y no aptas para espectadores sensibles o poco acostumbrados a los modos del cineasta canadiense. Más allá de la transparente denuncia a los excesos de la sociedad de consumo e información representada por Hollywood, la historia y los personajes de Polvo de estrellas tienen vida, respiran, aunque sea un aire más bien contaminado. Y ninguna más contaminada que la estrella en decadencia que interpreta Julianne Moore, una patética y malvada actriz que entre masajes, terapias alternativas y desesperados intentos de salvar su carrera, se cruzará con Agatha, una misteriosa joven, aparente víctima de un incendio, que llega a Los Angeles en busca de algo más que las mansiones de las estrellas. El duelo entre la explosiva interpretación de Moore y la restringida actuación de Mia Wasikowska como la perturbada Agatha le da impulso a un relato que a veces se detiene demasiado en nombrar famosos (de Tatum O'Neal a Drew Barrymore, pasando por Emma Watson, Juliette Lewis, Al Gore y P.T. Anderson) y en aludir a situaciones reales. De hecho, cuando el relato se aleja de las minucias de Hollywood para volver a centrarse en la psicótica familia que integran los personajes de John Cusack, Olivia Williams y Evan Bird (un joven que parece resumir todo lo que está mal con la industria del cine), el film recobra la inquietante densidad por la que Cronenberg es tan conocido.
Acerca de la monstruosidad Antes que una comedia cáustica a la manera de Todd Solondz (como se la encasilló apresuradamente en el Festival de Cannes), Polvo de estrellas es literalmente una película de monstruos, como quizá Cronenberg no hacía desde Festín desnudo. Desde El ocaso de una vida (1950), del gran Billy Wilder, hasta The Canyons (2013), de Paul Schrader –injustamente ignorada en Argentina–, pasando por Como plaga de langosta (1974), sobre la novela de Nathanael West, ese mundo fuera del mundo que es Hollywood siempre fue visto desde adentro como un auténtico museo teratológico, una colección de aberraciones hechas de vanidad, egoísmo y lujuria. Y a esa galería viene a sumarse ahora Polvo de estrellas, una película que David Cronenberg y el guionista Bruce Wagner, un auténtico connoisseur de Beverly Hills (empezó trabajando de chofer de limusinas, como el personaje que interpreta Robert Pattinson), venían maliciando juntos hace años. A priori, no es la típica película que podría esperarse del director de Una historia violenta, porque el humor vitriólico no suele ser su estilo, aunque en muchas de sus películas haya bastante más de qué reírse de lo que parece. Sin embargo, a poco de que se la piense, se diría que antes que una comedia cáustica a la manera de Todd Solondz (como se la encasilló apresuradamente en el Festival de Cannes), Maps to the Stars es literalmente una película de monstruos, como quizá Cronenberg no hacía desde Festín desnudo. Monstruos. Eso y no otra cosa son todos y cada uno de los personajes que habitan el Hollywood de Polvo de estrellas. Empezando por Havana Segrand, esa actriz famosa pero –a causa de su edad– en peligroso proceso de olvido y declive, una suerte de Norma Desmond (el personaje de Gloria Swanson en Sunset Boulevard) del siglo XXI, que interpreta sin red la gran Julianne Moore, rodeada de cremas, almohadones y pastillas. Havana vive tan recluida en su propio ego –más grande aun que su inmensa mansión– que cuando gana el papel que anhelaba más que nada en el mundo, porque la actriz original, de quien se dice su amiga, acaba de perder ahogado a su pequeño hijo, ella no tiene otra reacción que ponerse a bailar feliz alrededor de su piscina, seguramente idéntica a tantas en Hollywood y a la que causó la muerte del chico. Como en un siniestro, asfixiante círculo cerrado, o una pesadilla de la cual no se puede despertar, en Maps to the Stars todos se conocen y se tratan socialmente: todos tienen a la misma representante, todos filman en el mismo estudio y todos asisten a las mismas, odiosas fiestas. Y todos se atienden con el doctor Stafford Weiss (John Cusack), una extraña mezcla de quiropráctico, analista freudiano y gurú espiritual, autor de varios best sellers de autoayuda, entre los cuales el más famoso se titula, no casualmente, Secret Kills (Los secretos matan). Sucede que el doctor tiene más de un secreto guardado en sus armarios, empezando por una hija desfigurada y pirómana, dispuesta a volver a las andadas (la australiana Mia Wasikowska), y siguiendo por un hijo atroz, estrella absoluta del universo teen (Evan Bird). Esta suerte de Justin Bieber reloaded, en la intimidad no sólo es el adolescente más repugnante y despreciable que pueda imaginarse. También puede llegar a ahorcar –por qué no– a un niño actor, a quien supone un rival en su carrera a la estratosfera del dinero y de la celebridad. Y si todo esto parece poco, ni se les ocurra imaginar para qué puede servir un macizo Golden Globe en manos de una chica con problemas para controlar su ira reprimida. Como siempre en el cine de Cronenberg, sus planos parecen cápsulas cerradas, compartimentos estancos, donde sus personajes aparentan ser menos de carne y hueso que proyecciones malignas del inconsciente. Y para ratificarlo, en Maps to the Stars hasta fantasmas hay, filmados por el virtuoso fotógrafo Peter Suschitzky (operador habitual de Cronenberg) como si hubiera utilizado como modelo esa luz enceguecedora de las piscinas de Beverly Hills que pintó David Hockney, pero con esa estética tan pop de Hollywood transfigurada por unas pinceladas góticas, tan oscuras como las limusinas con vidrios polarizados detrás de los cuales se ocultan el miedo, la codicia y la desesperación por la fama.
DAVID CRONENBERG, firma esta sátira sobre el precio de la fama y el submundo del Hollywood más trash. Sin ser muy original, deja ver destellos de la calidad detrás de cámaras de quien fuera uno de los realizadores mas interesantes de su generación y algunos de los tópicos que lo hicieron único: sangre, drogas, religión y sexo. Todo en un marco surrealista que la transforma en una obra interesante pero destinada sólo a iniciados en su cine. Párrafo aparte para JULIANNE MOORE en una actuación intensa y neurótica destinada a ganar muchos premios en su rubro.
David Cronenberg pone su mirada implacable sobre Hollywood, los famosos que dejan la vida cuando la fama se les va, capaces de bailar de felicidad cuando la oportunidad la trajo la muerte de un niño. O una estrella infantil en recuperación de adicción a las drogas, implacable, vigilado por sus padres con la única obsesión de que nada trascienda a los medios. Dos incestos, un trabajo único de Julianne Moore, y un mundo que un personaje define: el infierno es no tener ni drogas ni calmantes. Implacable.
Esas raras estrellas nuevas Agatha (Mia Wasikowska) parece una chica inocente que llega a Hollywood en busca de un trabajo y una nueva vida, pero ya tiene lazos que la ligan con el lugar; Agatha no ha llegado, ha vuelto. Y alrededor de ella Cronenberg presenta un coro de personajes que representan bizarros y excéntricos estereotipos de Hollywood: una estrella venida a menos que está cansada de perder roles interesantes en manos de actrices más jóvenes, un conductor de limusinas con aspiraciones a actor, un gurú de la autoayuda muy requerido por las estrellas, y un insoportable actor adolescente que mueve millones y que apenas ha salido de rehabilitación. La historia desparrama estos personajes, los cruza, los esconde, los presenta como criaturas histéricas que parecen poderosas y las desarma hasta quedar desamparadas. En el medio se burla de todo estereotipo y lugar común que encuentra, de todos los vicios y costumbres de las estrellas. Lo que al principio produce humor y risas se va desdibujando en una historia dramática que no termina de ser una crítica a Hollywood ni un drama en sí mismo, pero que narrado con el cinismo y la crudeza de Cronenberg resulta interesante aunque la historia no sea del todo redonda. Las actuaciones merecen un capitulo aparte, Julianne Moore compone brillantemente a Havana Segrand, una actriz que vive bajo la sombra de su madre que ha sido una gran estrella, y ella no solo no parece estar a la altura, además con los años ha perdido belleza y talento, lo que la convierte en una desequilibrada y atormentada mujer que desparrama odio y agresión a su alrededor; John Cusack también compone a un excelente Stafford Weiss, un personaje realmente interesante, una especie de coach y terapeuta que vende millones de libros de autoayuda, y que conociendo las debilidades de quienes lo rodean sabe manipularlos a su conveniencia, y es de todos los personajes quien mejor se mueve en ese ambiente traicionero y vanidoso; y Mia Wasikowska nuevamente en la piel de un personaje callado y misterioso, que funciona bien como el retorcido nexo entre todos los personajes.
Polvo de Estrellas (Maps to the Stars) es la última película del Señor David Cronenberg, uno de los mejores directores del cine contemporáneo. No quiero hablar mucho sobre la trama porque es interesante cómo Cronenberg se toma el tiempo para revelarnos quiénes son estos personajes. Polvo de Estrellas transcurre en este microcosmos o suerte de universo paralelo que es Hollywood y gira en torno a la vida de una actriz en decadencia y mega bitch llamada Havana Segrand (Julianne Moore), el motor de la narración. Son también protagonistas los integrantes de la familia Weiss, compuesta por papá Weiss (John Cusack), gurú de la autoayuda y terapeuta (oscurísimo) de las estrellas; el joven actor Benji Weiss (Evan Bird) –al lado de este pibe, Macaulay Culkin es un nene de pecho– y mamá Weiss (Olivia Williams), manager de su hijo. Mia Wasikowska interpreta a Agatha –la outsider freak que viene a desequilibrar aún más a este grupo de desequilibrados y a desatar el caos– y también hay una pequeña aparición del ex teen idol Robert Pattinson (Jerome Fontana), chófer de limo y actor/escritor wannabe, quien para mí fue, es y siempre será Edward Cullen. No sé por qué Cronenberg insiste en seguirlo casteando. Polvo de Estrellas es una película menor de un excelente director. La excelente interpretación y el labio botoxeado de Julianne Moore le valieron el premio a la mejor actuación femenina en el pasado Festival de Cannes, tan sólo unos meses antes de que apareciera la nueva carita de Renée Zellweger por todos los medios. Si bien esperaba que lo último de Cronenberg fuera otra cosa y no lo que es, y si bien de estos temas (los mambos familiares, la obsesión por la belleza y la eterna juventud, la crudeza del showbiz…) y de este mundo hoy en día sabemos y se habla mucho gracias a los amigos papparazzi, los hackers, E! Enterteinment, Twitter, Facebook, TMZ, etc, es muy seductora la visión hiperbólica de Cronenberg, con guión de Paul Wegner, acerca del cosmos Hollywoodense. Polvo de Estrellas no es una película memorable, no es una Mulholland Drive ni una Sunset Bulevard. Es una película menor de un excelente director. Pero, como premio consuelo, por lo menos es algo muy alejado de lo que fue Cosmópolis, esa cosa que algunos llamaron película. Bottom line, espero que a David se le prenda un poco más la lamparita: tiene 71 años y quiero que me vuelva a volar la capocha como antes – ¡te estoy esperando hace 7 años, David! En Polvo de Estrellas hay drama, humor negro, ácido y escatológico; hay cuerpos quemados, incesto, sexo y hay terror. Y los monstruos son estos sádicos, drogadictos, psicóticos, mentirosos, desagradables, hipócritas, incestuosos y narcisistas seres humanos.
Fría comedia negra del David Cronenberg menos fiel a sí mismo Cronenberg vuelve a dejar el terror para meterse en las intimidades de la más desquiciada fauna hollwoodense en esta fría comedia negra de cine dentro del cine que, en realidad, no resulta demasiado divertida, sino más bien exagerada en su mirada clínica a situaciones que por momentos alcanzan el esperable tono surrealista de este tipo de películas. Mia Wasikowska es una instrusa en Hollywood que llega en micro desde Florida y pronto se hace amiga de Robert Pattinson, un chofer de limusinas, que es actor y escritor y que poco tiempo después ya está maquillado en una nueva versión de "Viaje a las estrellas". La intrusa pronto también está totalmente insertada en la fauna local al convertirse en asistente personal de Julianne Moore, una actriz en decadencia que siempre está al borde de la histeria y el descontrol sexual. A lo largo de la película aparecen situaciones sexuales, niños actores horriblemente malvados y hasta espectros que reclaman deudas afectivas del pasado, pero lo que falta es una unidad que vuelva el asunto interesante para el espectador. Incluso si se es fan del cine de Cronenberg, probablemente se entenderá este "Polvo de estrellas" (terrible traducción local para algo perfectamente traducible como "Mapas de las estrellas") como una versión hollywoodense de la esnob y sin gracia "Cosmópolis" que hace poco llevó a Cronenberg al nivel menos interesante de toda su larga y riquísima carrera (justamente en ese film Pattinson se pasaba casi todo el tiempo en una limusina). En el elenco, John Cusack está muy desaprovechado y la que se luce, a pesar de lo border de su personaje, es la excelente Julianne Moore, mientras que Mia Wasikowska, que tiene a su cargo las mejores escenas y que de alguna manera es el personaje nexo en lo que se podría llamar una película coral al estilo de las de Robert Altman, exhibe una tendencia a la sobreactuación llamativa estando a cargo de un gran director de actores del nivel de Cronenberg. El legendario realizador de "Scanners" y "La mosca" ha tenido que evolucionar hacia el cine de arte como modo para sobrevivr en la industria, y ojalá encuentre algún modo mejor y con menos esnobismo.
Cronenberg (el director) es Cronenberg... A mucha gente le gusta, a mucha gente no y mucha gente no entiende lo que hace. Director de "Crash", "Una Historia Violenta", "Cosmopolis" y varias más, llega a nuestros cines con una historia sobre la soledad de las celebrities (ojo, supuestamente esto solo le pasa a los que viven en Los Angeles) y sobre el Hollywood del siglo XXI. Julianne Moore es una de las grandes actrices que tiene el mundo cinematográfico y lo demuestra con un interesante/profundo personaje al igual que Mia Wasikowska que sigue sorprendiendo con la diversidad de cosas que puede interpretar. Robert Pattinson (el vampirito de Crepúsculo) acompaña y lo hace de forma correcta (por supuesto que gracias a las directivas de David); completan el reparto John Cusack, Olivia Williams, Carrie Fisher, etc. Una peli, no para todo el mundo, pero sí para todo el que no conoce el mundo de Cronenberg y quiere darle un vistazo. Historia interesante si las hay en nuestra cartelera nacional.
Un titulo tan críptico como lo es crítico y con un despliegue actoral sobresaliente. Las películas de Hollywood a esta altura del partido no son ninguna novedad. Casi todas tratan sobre lo mismo: Arrogancia, Soberbia, Excesos, Exitismo, Hipocresia, Humillación, Histeria y Desesperación. Pero como todo fenómeno refritado, el talento no pasa tanto en buscar un nuevo tema, sino como exponer lo ya visto bajo una nueva luz. El viejo y querido “Dame lo mismo, pero de modo diferente”. Eso es lo que hace David Cronenberg con Polvo de Estrellas, una película que toma estos cliches pero que son nada más que el escenario, una antesala de los verdaderos fantasmas que atosigan a sus protagonistas. ¿Cómo está en el papel? Polvo de Estrellas cuenta tres historias. Por un lado tenemos a Agatha (Mia Wasikowska), una joven que viene de Florida a Los Angeles para encontrarse con su familia, donde traba amistad —y luego algo mas— con Jerome (Robert Pattinson), un chofer de limusinas, aspirante a actor y guionista, y consigue trabajo como asistente de Havana Segrand (Julianne Moore), una actriz en decadencia. El segundo arco narrativo involucra a la arriba mencionada actriz que está desesperada por conseguir el rol protagonista en la remake de una película que fue protagonizada en su versión original por su madre. Havana empieza a sumergirse progresivamente en la locura cuando empieza a tener visiones de su madre (Sarah Gadon) que se le aparece con el aspecto que tenía en aquella película. El tercer arco narrativo involucra a la familia de Agatha. Su hermano, una estrellita joven recién salida de rehabilitación por drogas; su madre (Olivia Williams), que maneja agresivamente su carrera; y finalmente, su padre (John Cusack), un terapeuta prestigioso de Hollywood, quien tiene entre sus pacientes a Havana. El guion de la película es bastante claro en su construcción, tanto de los personajes como introducir un verosímil del mundo en donde viven. Pero cuando la película indaga más en los conflictos que sostienen a cada una de las tramas, es cuando la película empieza a multiplicar las capas de subtexto, y por ende, su complejidad. Cuando estas se presentan es cuando nos percatamos que toda la crítica al sistema de Hollywood es en realidad una excusa, que a la postre deja expuesto al verdadero tema de la película: Los hijos que pagan las culpas de los padres y prácticamente los condena a repetir su historia. ¿Cómo está en la pantalla? Del Cronenberg moderno (etapa iniciada con Una Historia Violenta), esta es la película donde más se nota el estilo de sus primeras películas. La evolución turbia de tema y trama se hace sentir en las elecciones de iluminación y el uso del color en cada plano. Cronenberg mantiene una puesta de cámara simple; sin atraer mucha atención a si misma. Las escenas cuando no están resueltas en un solo plano maestro, están resueltas en plano-contraplano. Esto se debe, al menos es lo que me parece a mí, para permitir el mejor lucimiento del aspecto actoral que es el plato fuerte de la película. El aspecto actoral, per se, es sobresaliente. Polvo de Estrellas es la película que mejor expone a Cronenberg como director de actores. No hay una sola actuación que desentona; hasta los bolos entregan actuaciones memorables. Pero de todo el ensamble, la que destaca es definitivamente Julianne Moore que se roba la película con cada escena en la que aparece. Merecidísimo, a mi juicio, su premio en Cannes. Conclusión Aunque un poco desafiante para el público mainstream, por el tema que abarca y cómo lo abarca, pero con un elenco que da placer verlo interpretar, Polvo de Estrellas es una película tan compleja como lo es profunda, donde el humor negro y el melodrama viven en sintonía. El que quiera ver una propuesta autoral fuerte, pero agraciadamente ejecutada, tal vez quiera darle una oportunidad.
Me gusta lo cínica que es la mirada de David Cronenberg sobre Hollywood en Maps to the Stars. Su última película puede pecar a veces de pretenciosa -esa andanada de nombres lanzados al aire desde el guión de Bruce Wagner puede divertir y agotar al mismo tiempo- pero a su vez es una afilada radiografía del estado actual anímico del estrellato americano, donde el concepto de normalidad en una familia prácticamente es inexistente, los desbordes comienzan a una edad a la cual la palabra temprana le queda muy grande, y donde el sexo, la sangre y la muerte venden, y mucho. La entrada del espectador a este inframundo paradisíaco es el personaje de Mia Wasikoska, una joven que lleva las marcas del fuego en su piel y actúa casi obnubilada, presa de una fascinación por conocer al jet-set local. Lejos es el personaje más agradable además del chofer que interpreta Robert Pattinson -¿podemos decir que es actor fetiche del director ya?- ya que los ánimos se caldean con la introducción de la agradablemente asquerosa Havana de la colosal Julianne Moore y la joven promesa perdida en los excesos de Evan Bird. Hay un padre que vendría a ser un gurú new age a cargo de John Cusack y una mamá manager -momager- en Olivia Williams, todos respondiendo a la violencia que genera el medio y devolviendo el golpe con dos veces la misma fuerza. La historia es tóxica, la gente es cáustica y Cronenberg no se deja avasallar y provoca desde todos los ángulos: mucha violencia, locura en demasía, sexo explícito y los menores de edad no están fuera de los límites. De tener una idea más cohesiva desde lo narrativo, el film hubiese sido un golpe del cual la Meca del cine todavía se estaría recuperando, pero cuando lo surreal, lo satírico y lo humorístico entrechocan, el resultado tiende a ser confuso y excesivo. El coqueteo con lo mitológico, con la repetición de un bello poema una y otra vez, y la siempre presente idea del incesto resultan apabullantes. Jugar a ser una sátira del medio, un drama de una familia disfuncional y vestigios de sobrenaturalidad no le sientan muy bien a Maps to the Stars, y aunque el cóctel no sea tan nocivo como los personajes en pantalla, Cronenberg sale airoso. Su visión pasada de éxtasis de Hollywood, aún entre tanta locura, toca a las puertas de varias celebridades. Toca, y bastantes veces.
Sátira al extremo Vale aclarar que David Cronenberg es un director que a lo largo de su filmografía, más allá de las aguas que haya dividido entre los gustos de cada espectador, ha demostrado ser un artista diferente y único por su osado estilo. Aquí, en Polvo de estrellas, parece quedar más cerca de la poco aceptada Cosmopolis, alejándose una vez más de aquellos variados y peculiares buenos trabajos que supo concebir en tiempo pasado. El canadiense expone una obra despiadada, mordaz y a la vez intermitente. Su pulso para manejar las escenas cuenta con una elevada dosis de imprevisibilidad, se trata de instancias en las que cualquier cosa puede acontecer. Una comedia negra, o más bien un intento de ello, que no causa gracia alguna ni invita a la risa, que utiliza como base lo satírico en sus formas más brutales, sexuales, perversas y hasta escatológicas. Todo es llevado a los extremos más retorcidos posibles; el fin es desnudar sarcásticamente las miserias, los excesos, las inseguridades y los demonios internos de las figuras de la meca del cine, ¿pero a qué precio? Lo exagerado suele tener sus aspectos jugosos, y mayor resultado de ello se saca cuando se dosifica correctamente o se mesura, de cierta forma, lo desmesurado. Sin embargo, cuando lo desmedido se repite y crece desenfrenadamente traspasando la barrera de lo que puede tomarse como aceptable, la fuerza de enlace se diluye, pierde interés. Por otra parte, uno de los puntos favorables del film radica en un reparto de ensueño en donde cada uno de los intérpretes redondean una más que aceptable actuación. Julianne Moore compone a una neurótica actriz de manera desquiciada. El jovencito Evan Bird resulta una de las sorpresas, mientras que Mia Wasikowska lleva a cabo otra gran performance conservando su siempre particular costado intrigante y magnético. John Cusack, Robert Pattinson y Olivia Williams, si bien cuentan con menos participación que el resto, cumplen. Polvo de estrellas es un relato de obsesiones a cualquier costo, de trastornos, de bipolaridad. Cronenberg nos sumerge en el universo hollywoodense señalando y enfatizando, en sus determinaciones, sobre lo malsano, desequilibrado y morboso de quienes forman parte de la industria. Allí no todo lo que brilla es oro, algo que curiosamente también es aplicable a su director en relación con este producto. Así como es acertado enunciar que las celebridades que observamos en la historia no se sienten netamente realizadas incluso con su holgada situación económica, de igual modo pasa, pero en términos de logros, con el canadiense; no necesariamente por ser acreedor de una gran cantidad de brillantes obras de culto, significa que todo lo que haga siempre vaya a ser bueno. LO MEJOR: las actuaciones. LO PEOR: suena forzada en su desmedido afán de imponer la sátira. Fallida. PUNTAJE: 3
“El mundo sabrá que cometimos crímenes”, se lamenta, horrorizado, uno de los personajes de Polvo de estrellas (Maps to the Stars, 2014), el último film realizado por David Cronemberg. Crímenes, desde luego, conservados en secreto, pues su descubrimiento podría lesionar gravemente la honorabilidad del selecto grupo que, en su intimidad, los consuma. Pero a su vez, crímenes destinados, por el tipo de violencia que encubren, a revelarse, de un momento a otro, en toda su retorcida y siniestra espesura. En definitiva, los crímenes de un pasado ominoso que sobrevuela, con la rabia tensa de un fantasma despiadado, por los callejones oscuros de la tierra de los sueños. Si Cronemberg en Cosmópolis (2012), su película inmediatamente anterior, se propuso mostrar el circuito virtual de las finanzas de Wall Street, en esta oportunidad apunta su curiosidad, no exenta de sarcasmo, hacia otra de las instituciones fundantes de la identidad norteamericana: Hollywood. Y lo hace, por supuesto, para mofarse de ella. Cronemberg saca a relucir, como un presentador de feria, las miserias que la industria cinematográfica más famosa del mundo disimula. El cinismo, la crueldad, la perversidad, la promiscuidad, la frivolidad, la podredumbre estructural que asoma apenas se descorre la pantalla cool de felicidad y algarabía. Un desfile burlón de celebridades, todas fácilmente reconocibles por su presencia mediática inoxidable: Stafford Weiss (John Cusack), un gurú-espiritual de moda, que escribe best-sellers de autoayuda y que atiende, a través de exóticas técnicas orientales, a famosos en crisis. Benji (Evan Bird), un actorcito altanero de trece años, superestrella pop, que ya cuenta en su breve existencia con una franquicia multimillonaria y con un prontuario por drogas. Savana Segrand (genialmente interpretada por Julianne Moore, ganadora del premio a la Mejor Actriz en el último Festival de Cannes), una veterana actriz que intentará conseguir, por todos los medios a su alcance, el papel estelar que le devolvería su gloria perdida. Verdaderos monstruos, definidos no solo por algunas de las marcas del universo cronembergiano –cicatrices, malformaciones -, sino también, y fundamentalmente, por la caricatura feroz de sus comportamientos. El director de obras notables como La mosca (1986); Crash (1996); Una historia violenta (2005) y Promesas del este (2007), presenta esta vez una historia sencilla, desenvuelta, formalmente equilibrada y explícita, porque cuenta y no oculta, porque avanza exponiendo, con socarrona ironía, su asunto: el trasfondo del glamour hollywoodense. Tal vez no alcance a ser, como sí lo fueron otros films de Cronemberg, brillante. Su desarrollo y final resultan, de hecho, previsibles. Pero acaso no sea sino sombrío el destino que les espera a estos pobres personajes desencantados que esconden, a la vista de todos, los secretos que matan.
Hollywood en versión neurótica La nueva obra del legendario David Cronenberg se dedica a examinar el lado oscuro de las estrellas del mundo del cine. Con elenco multiestelar, por momentos parece un film menor dentro de una carrera singular y única. Qué le habrá pasado por la cabeza al maestro Cronenberg para aceptar un guión repleto de trazos gruesos y carente de sutilezas? ¿Por qué se atrevió a registrar una visión de Hollywood que parece provenir de la mente de un director sólo preocupado por desenmascarar el lado oscuro de las estrellas? Cronenberg, ya con más de 70 años, tiene el derecho a hacer lo que se la antoje, bien lejos de sus gloriosas décadas anteriores y más que dispuesto con el nuevo siglo a opinar sobre el mundo y sus miserias. Entre puntos altos (Cosmópolis; Una historia de violencia), menos que discretos (Promesas del Este) e invadidos por debates dialécticos en relación al psicoanálisis (Un método peligroso), los films de Cronenberg en el siglo XXI, tal vez menos novedosos y originales que los de antaño, se dedican a explorar territorios coyunturales, dirigiendo más que un dardo certero a un paisaje reconocible. De manera similar se exhibe a Hollywood y sus personajes demenciales en Polvo de estrellas, desde la actriz devenida a menos Havana (Julianne Moore, en una sobreactuación recordable), hasta el actor y chofer de limousine (Pattinson, otra vez apático pero funcional a la trama), el escritor defensor de la cientología (Cusack) y el engreído Benjie (Evan Bird, en un papel que remite a un combinación entre Justin Bieber y Macaulay Culkin). A esa familia disfuncional, de raíz artística, llega la joven Agatha (Wasikowska), con la intención de descubrir ese mundo de enajenados con el riesgo de terminar siendo un integrante más de esa acumulación de celos, envidias, conformismos y narcisismos al por mayor. Con semejantes materiales, que recuerdan a la noventista Las reglas del juego de Robert Altman, Cronenberg mete en el bisturí en zonas ya transitadas por otros films y por la misma televisión en sus informes sobre el divismo de las estrellas. El director, en ese sentido, observa desde la obviedad, jugándose por un humor negro con resultados inestables, tratando de encontrarse cómodo con una historia ajena y eufórica desde la caracterización de los personajes. Algunos momentos donde se percibe el paso del tiempo (especialmente a través de la cincuentona Havana) y por la visible cicatriz que lleva Agatha en su cuerpo, recuerdan al mejor Cronenberg, aquel de las heridas, las llagas, la piel dañada. Film menor dentro de una carrera singular y única, que parece concebido desde la mente de un joven inquieto más que procedente de la sabiduría de un realizador veterano, Cronenberg no se animó a mirar a Hollywood desde un lugar legitimado por su propio ombliguismo, como sí lo hiciera David Lynch en esas dos últimas obras maestras, Imperio y El camino de los sueños.
La fama, ese anzuelo que arrasa con todo Cine retorcido y sacado, a ratos cínico y a ratos patético, otra perla de un director extravagante que sugiere mirar sus películas “desde el punto de vista de la enfermedad” y del impacto físico y psicológico que experimentan los cuerpos. Su cine reflexiona sobre el “horror corporal” y tiene a la violencia y la “nueva carne” –así la llama- como presencias ineludibles. Aquí, la enfermedad es la obsesión por la fama. Estamos en un Hollywood exuberante, artificioso y demencial. Con una insoportable estrella infantil, una hermanita con marcas en todo el cuerpo, un padre sanador, una madre sobre protectora y una actriz que vive su retiro con soledad y dolor. Cronenberg retrata sin piedad a ese mundo. Su cine es tan frío, que ni siquiera llega a conmover su desfile de muertes inocentes y violentas, su sangre y sus crudezas. Hay incesto, chicos que padecen, un pasado que angustia, muertos que acechan, desgracias y personajes al borde. Los celos, la hipocresía, la depresión y la soledad se suman a un menú superpoblado de excesos. Cronenberg transita con su carga de locura y patetismo, de humor desenfrenado y tragedia. Como en “Método peligroso”, un film anterior, despliega otra vez sus viejas obsesiones: el sexo culposo, la violencia, las tensiones entre el cerebro y la pasión, entre el espíritu y el cuerpo, entre la culpa y el poder. Y nos dice que la fama es un anzuelo envenenado que aniquila todo.
Psicóticos del espectáculo La última película de David Cronenberg, Polvo de estrellas, explora la locura del mundo de Hollywood. En El camino de los sueños, David Lynch ya había señalado magistralmente el nudo secreto entre la psicosis y el mundo del espectáculo. La famosa fábrica de sueños físicamente situada en Hollywood incita al delirio. El gran David Cronenberg vuelve sobre el mismo tema, en una película menos compleja y misteriosa, acaso prosaica y despareja, que remite tanto a la locura del filme de Lynch como también, por momentos, a la degradación moral de las películas de Todd Solondz, con registros emocionales quizás no del todo compatibles con la sensibilidad del director de Spider. La fauna de personajes de Polvo de estrellas sintetiza una comunidad y un estado psíquico: una actriz exitosa llamada Havanna Segrand desea encarnar a su madre (una vieja estrella de cine) en una futura película; una joven llega de Florida (o de Júpiter) al corazón de la industria para encontrarse con Carrie Fischer, a quien conoció por Twitter; más tarde, trabajará como asistente de Havanna, aunque el filme revelará que tiene una agenda secreta; y un gurú del bienestar espiritual y su esposa cuidan obsesivamente la carrera de su pequeño hijo actor, un cretino de unos 15 años que gana millones de dólares por semana en la televisión y mira el mundo como si se tratara de un chiquero. Todos estos personajes estarán ligados entre sí por motivos distintos y, como entidades de un axioma, paulatinamente les tocará su turno para encarnar el malestar narcisista de los millonarios del espectáculo. Algunos alucinan, otros desconocen el límite de sus caprichos, todos sufren y el egoísmo es un gen dominante. ¿En qué mundo viven las estrellas? Cronenberg descubre una galaxia abstracta. Desde la arquitectura y el decorado de interiores hasta los presuntos momentos de esparcimiento y placer, las estrellas viven en una realidad suplementaria sin puntos de fuga hacia lo real. El rumor del ambiente, los contratos y los traumas familiares constituyen la vida anímica de las estrellas. Si bien algunos temas preferidos de Cronenberg, como el complejo de Edipo y el incesto, asoman cada tanto, es la abstracción como forma de vida lo que organiza la puesta en escena. El sonido de exteriores suele alcanzar un grado cero de existencia, una ecualización que implica concebir el espacio público como una mera figura de fondo sin peso específico. El sonido encuadra el espacio y potencia la abstracción. Cronenberg no apela ni al desprecio, ni a la compasión. Se limita a contemplar a sus criaturas sumidas en un sistema abstracto en donde pueden existir en la medida en que son imaginariamente otras criaturas, lo cual es una forma más de abstracción. Es así como el entomólogo que rodó alguna vez La mosca mira con su cámara un mundo que conoce y al que pertenece. Lo ominoso acecha, los monstruos están en todas partes.
Crítica emitida por radio.
La última película del director David Cronenberg llega por fin a las salas argentinas y en ella hace un crudo y ácido retrato sobre Hollywood pero además sobre la familia. Adaptación de la novela de Bruce Wagner, quien acá se encarga también del guión, esta historia, que sucede en Los Angeles pero fue rodada en Canadá, trata sobre diferentes personajes que giran alrededor de una familia. Una familia en la que su hijo de 13 años es una gran estrella pero lejos de ser sólo una promesa, su carrera fue tan voraz que ya cayó en las drogas y en su posterior rehabilitación. Sus padres, compuestos por Olivia Williams, actriz no siempre reconocida como se lo merece, y el prolífico John Cusack, alientan su carrera continuamente mientras se mantienen alejados de su única hija, a quien enviaron lejos por ser peligrosa; un peligro para sus vidas, para sus carreras, para su imagen. Mientras Cusack interpreta a una especie de gurú de celebridades, es que tiene como clienta a una actriz ya en el ocaso de su carrera, bella y sexy pero con el paso del tiempo pesándole, casi como si se hubiera convertido ni siquiera en la sombra de lo que fue, sino de lo que era su madre. Es Julianne Moore la que interpreta de manera magistral (aunque no sorprende de esta actriz que ya regaló maravillosas interpretaciones para directores como Todd Haynes, Paul Thomas Anderson y Alfonso Cuarón, entre otros) a esta actriz que lucha por seguir manteniéndose vigente y para eso debe ganarse el papel que consagró a su madre. Aquí aparece la primera entidad encarnada, y es Sarah Gadon (que ya trabajó con Cronenberg en” Cosmopolis” y se la puede ver en cartelera con “Drácula Untold”) quien le entrega vida a un fantasma. Mia Wasikowska es Agatha, la joven que llega de las afueras, con cicatrices en el rostro y siempre usando guantes, y que, por recomendación de Carrie Fisher, con quien mantiene contacto vía twitter, se convierte en la ayudante de Havana (Moore). Por último, Robert Pattinson interpreta a quien sería el propio Wagner en la novela, un conductor de limusinas que se pasea por Los Ángeles llevando casualmente a alguna celebridad, y quiere ser parte de ese universo, pero apenas consigue ser un extra en alguna producción. No convendría adelantar más sobre lo que cuenta la película, pero sí afirmar que si bien no es el Cronenberg más clásico, por lo tanto el más esperado, “Polvo de estrellas” sigue teniendo su sello, apostando a relatos crudos, con mutaciones, perversiones y obsesiones, en esta sátira sobre Hollywood. Un Hollywood lleno de fantasmas, peligroso pero atrayente. Lo cantó Madonna: “¿Cómo puede lastimarte lo que luce tan atractivo?”. Acá Hollywood es algo parecido al infierno, haciendo de esta película un retrato oscuro y desolador, aunque también logra aportar humor, más que nada gracias a Moore en su papel. Extraña y visceral, no apta para cualquier espectador y con un Cronenberg que sigue siendo tan interesante como siempre.
Una tragedia silenciosa se va gestando en "el mapa de las estrellas" (Canadá, USA, 2014), ultimo opus de David Cronenberg, quien en esta oportunidad reinventa el drama épico familiar para hablarnos de las miserias de seres que intentan perseguir sus sueños, en algunos casos, o recuperar aquello que en algún momento la fama les supo dar. Con Agatha (Mia Wasikowska, cada vez más enorme) encabezando la historia, todo comienza cuando esta llega a Hollywood aparentemente con la inocencia de conocer a Carrie Fisher (que hace de sí misma). Pero en ese acercarse a la meca del cine en realidad hay una intención ulterior, la de poder acercarse a su familia, con quien no tiene trato luego de un incidente del que aún posee marcas en su cuerpo. Paralelamente las historias de los miembros de su familia se desarrollaran dando indicios de alguna manera, de los enfermizos vínculos que los protagonistas mantienen entre si y con los demás. Un niño estrella con problemas de adicción (Evan Bird), una madre sin autoridad que intenta exigir su parte del negocio (Olivia Williams) y un padre que intenta controlar demasiado todo aun sabiendo que nadie le hará caso (John Cusack). Además como Havana estará Julianne Moore, como una actriz en decadencia que acepta con tal de seguir vigente interpretar a su propia madre o intervenir en un trío en la cama en el que más que disfrutar la pasa mal. Cronenberg va conformando la cosmogenia de “Polvo de Estrellas” a base de impacto y la exageración de situaciones ridículas que no hacen otra cosa más que reflejar un estado de la industria y de los sucios y turbios mecanismos de producción que la sostienen. El énfasis colocado en las actuaciones le permite crear una tensión in crescendo en la que los desbordes de Wasikowska y de Moore no hacen otra cosa más que potenciar la historia. Ellas están impecables, al igual que Bird que con ese papel de niño estrella perdido Cronenberg aprovecha para posar la mirada en la creación de estrellas juveniles, no sin ironía y cinismo, ya que la incorporación de Robert Pattinson en el cast también habla de una toma de posición sobre el asunto. Hollywood devora, y en el fagocitar además va acribillando a sus estrellas, como Agatha (Moore) que no asume la perdida de fama y necesita de ella para de alguna manera sentirse deseada. Un viaje al centro de las miserias de Hollywood en el que nadie puede dar por sentado nada y mucho menos regodearse sobre lo que tiene o alguna vez tuvo. Gracias Cronnenberg por tu mirada.
La escuela de la carne Polvo de estrellas se inscribe en una ya considerable tradición de películas que ponen el foco en las miserias de Hollywood. Grandes directores como Wilder, Aldrich y Lynch, por nombrar sólo algunos, han sabido conjugar sus intereses autorales con temáticas vinculadas al mundo de ese universo del espectáculo a través de films complejos que se enriquecen con nuevos visionados. Tal vez no sea este el caso pero una lectura apresurada podría obviar uno de los intereses fundamentales del director canadiense, a saber, la relación entre la carne y la subjetividad. David Cronenberg siempre ha concebido el mundo desde la perturbación. Forma parte de una generación que rompió con el cine clásico y que reescribió genéricamente sus códigos sin tapujos. Si hay un signo que se destaca en sus obras es la correspondencia que existe entre las alteraciones de la carne y la idea de realidad que se quiere representar. Los cambios corporales, las mutaciones repugnantes de La mosca, Crash o Videodrome, siempre han sido síntomas de una subjetividad que se fragmenta ante cualquier posibilidad de orden. Aquí, el luminoso y soleado microcosmos hollywoodense, incluye personajes que escriben en sus cuerpos patologías, neurosis y deseos frustrados, y que son acosados por fantasmas cuya existencia es el compendio de sus perfidias. La galería está compuesta por Julianne Moore en primer lugar. Su personaje de actriz impaciente y en decadencia es la versión de las divas clásicas pasadas por el tamiz de signos actuales: a las pastillas, las drogas y las orgías hay que sumarle la frivolidad de un mundo gobernado por las redes sociales y las creencias pseudoreligiosas o sectarias de revista. Su pasado incestuoso y oscuro contrasta con la palidez de un cuerpo que canaliza el dolor y lo acumula en sectores determinados. Por ello, John Cusack, el infaltable gurú espiritual en medio de toda esta gente, le dirá durante tortuosas sesiones “todo se almacena en el muslo”. De manera similar, la insoportable estrella adolescente interpretada por Evan Bird vomitará (literalmente) toda la porquería moral que lleva adentro. Su desproporcionada fisonomía corporal, filmada desde ángulos atípicos, convierte su presencia en un lugar de extrañamiento constante. Robert Pattinson se suma con la palidez vampírica (otra vez) manejando una enorme limousine, al igual que la contenida Olivia Williams, temerosa de que se destape la olla de un pasado morboso. Es decir, en Hollywood podrá haber mucho sol pero los cuerpos y los rostros de sus estrellas son espectrales y contienen las cicatrices de su perversidad. Acaso, el personaje de Mia Wasikowska sea el paradigma de ello, con las quemaduras que oculta en sus brazos y que no son otra cosa que las marcas de una historia personal monstruosa que se traslada a la carne. Y si bien el incesto es una idea que hace ruido en la película, también parece ser una señal liberadora para estos personajes. El tema es hasta donde lo pueden manejar o no. Pero más allá de todo, lo que incomoda y perturba es la naturalidad con que el director muestra el mundo que retrata. A la espectacularidad gore de las mutaciones presentes en sus cintas anteriores de los ochenta y los noventa, esta versión de Cronenberg postula una velada incomodidad que se alimenta a base de posiciones de cámara y planos capsulares. Como buen cineasta contemporáneo, su cine continúa el trabajo de Cosmópolis, con imágenes que se instalan al borde de lo referencial, que han dejado de representar al mundo bajo el mandato de la fidelidad y la empatía con el espectador. De ahí el inquietante extrañamiento que conserva pese a que ha resignado unos litros de sangre.
Hollywood Babilonia Por segunda vez consecutiva, Robert Pattinson maneja una limusina en un film de David Cronenberg. Es la primera escena y es un dato. Al instante, cuando se acerca Mia Wasikowska con media cara quemada, no hay casi duda: Cronenberg volvió a ser el tipo morboso que hacía explotar cabezas y mezclaba el cuerpo de Jeff Goldblum con una mosca. Sobreviviente de un incendio, hija de un incesto entre hermanos, Agatha (Wasikowska) vuelve a Hollywood para reencontrar a sus padres y su hermano adolescente, una estrella decadente de TV moldeada en Macaulay Culkin. En el centro está Havana Segrand (Julianne Moore en su mejor rol desde Lejos del paraíso), una estrella casi retirada que fue acosada por su madre y, muerta esta, quiere rendirle tributo. El rey del horror venéreo vuelve al cuadrilátero de la provocación, pero lo espeluznante es más terrenal, conforme al camino elegido tras Una historia violenta, en 2005. En Polvo de estrellas, inadecuada adaptación del original Maps to the Stars (los tours por residencias de famosos en Beverly Hills), hay de todo, quizá demasiado; es un Grand Guignol cronenbergiano que no defraudará a los fans del canadiense y tiene la epítome en una pelea entre Agatha y Havana, con ecos a la lucha en el baño turco de Promesas del este. Con sutileza y gusto (a falta de mejores palabras), el director se puso autorreferencial. Los fantasmas de chicos perversos y la degradante terapia de Havana son inequívocas citas a The Brood, mientras las quemaduras de Agatha y sus sugerentes guantes evocan a Rosanna Arquette en Crash. Pero a diferencia de esas películas, Cronenberg mezcla influencias propias y ajenas sin demasiado criterio, como experimentos que se filtraron en la edición. La escatológica escena de Havana en el retrete es digna de un mal Almodóvar y John Cusack, como el sacado padre de Agatha, parece haber confundido a Cronenberg con David Lynch. Desde principios de la pasada década, Cronenberg decidió mudarse a un estilo de art house comercial no del todo convincente, donde de vez en cuando mete un puñetazo. Esta es una de esas películas.
La carrera de David Cronenberg tomó un giro imprevisto (otro más) en los últimos años, cuando el director, manteniendo el núcleo de los temas que siempre le obsesionaron, viró su pasión por el horror y la violencia hacia un aspecto más psicólogico, contenido y de corte un tanto más “artístico”. Un Método Peligroso fue el primer punto de giro, donde a través de las historias reales de Freud y Jung el realizador acaso resumió prácticamente su filmografía entera (o la expicó). Cosmópolis, su siguiente film con Robert Pattison, fue un paso más allá: sin salir de una limusina como casi escenario excluyente, el realizador de Festín Desnudo y Scanners presentó un personaje alienado, poderoso y desagradable, al borde del abismo financiero, apostando a negocios virtuales desde su smartphone. El tono, en este caso, limitaba con el cine más vanguardista al cual Hollywood le tiene fobia. Polvo de Estrellas, en algún punto, parece una continuación de esta faceta del autor. Aquí la limusina no le corresponde a los yuppies sino las celebridades, e inclusive como notable ironía, quien antes la utilizaba como medio de transporte excluyente ahora la conduce como método de subsistencia económico: Pattison, aunque en un rol secundario, vuelve a demostrar que está ya lejos, muy lejos, de su otrora pasado como vampiro sensual posmoderno. El paseo comienza con lujo y termina en lujuria (asesinato, suicidio e incesto de por medio), pero así parece ser todo en la verdadera Ciudad del Pecado, Los Angeles. No hay un solo personaje en Polvo de Estrellas que genere al menos un mínimo de empatía, y eso imprime en la película una cierta distancia y frialdad que, inevitablemente, se resiente y por momentos abruma. Julianne Moore interpreta a una actriz en plena crisis de mediana edad, obsesionada por obtener un papel a toda costa. Es éste rol el que le brindó a Moore un premio a mejor actriz en el Festival De Cannes, enormemente justificado por la que es, posiblemente, la mejor actuación -y más atípica- de su extensa carrera. Acompañan el relato coral una familia disfuncional constituida por un pre-adolescente monstruoso (una suerte de Justin Bieber descontrolado), un padre hipócrita y desinteresado por el resto de su familia (John Cusack) y una madre-manager que sabe muy bien cómo capitalizar a su hijo (Olivia Williams). Éstos dos últimos guardan un oscuro secreto que, cuando parece que el argumento no puede retorcerse más, traspasa nuevamente la línea de la decencia. Moral, escrúpulos y honestidad no son palabras poco escuchadas en este sub-mundo enfermizo: son simplemente palabras inexistentes. Cronenberg esboza así, junto al guionista Robert Wagner, su rechazo para con esta cultura de la lujuria, banalidad y lo tristemente efímero, pero no lo hace desde lo aleccionador sino desde un simple muestrario de las bajezas más deplorables del ser humano. Su “mapa para conocer las estrellas” (tal el título original) se parece a la más lograda (y un tanto más surrealista) El Día de la Langosta (The Day of the Locust, Joe Schlesinger), aunque con menos emoción y vida. Un retrato de la frivolidad absoluta contado desde la frialdad misma.
Los niños terribles Una familia de monstruos: como suele ocurrir en el cine de David Cronenberg, en Polvo de estrellas hay algo monstruoso. Esta vez los monstruos son más de uno, por lo que los detalles y las acciones monstruosas se multiplican hasta formar una verdadera constelación a través de la cual se irradia, circula y se retroalimenta el halo bestial que los envuelve. La familia es la de Hollywood, que habita según la película un universo autocontenido y aislado, suspendido en la estupefacción, el ego desquiciado, el miedo y el dolor; incluso la psicosis. Pero lo notable es que Cronenberg está lejos de ofrecer un recorrido turístico morboso por el “otro lado” de las estrellas, ese paraje remanido apto para el solaz de los espectadores sedientos de lugares comunes, de revelaciones de consenso que se hacen pasar por verdades ocultas. Su película esgrime en cambio una visión hipertrofiada de esa fantasía del lado oscuro, para desentenderse de a poco de ella (es decir del mundo de Hollywood) y avanzar hacia una instancia atormentada propia de los grupos endogámicos, cuyos miembros parecen destinados a fundirse y a destruirse entre sí, en esta oportunidad bajo un manto de fatalismo con reminiscencias míticas. Un hermoso poema de Paul Eluard sirve de contraseña a dos de los personajes protagonistas, la joven interpretada por Mia Wasikowska y el pequeño actor tiránico que encarna Evan Bird, dos hermanos separados por la tragedia familiar que buscan volver a unirse a pesar de la opinión de sus padres, una ama de casa asexuada y glacial y un líder espiritual de actores que mezcla variantes sádicas de psicoanálisis con la efusividad de un pastor evangelista. Siendo una niña, la chica supo provocar un incendio del que le quedaron secuelas esparcidas por todo el cuerpo. Se la confinó luego a una institución psiquiátrica y fue desterrada de la familia. Su vuelta marca el principio de la película. Wasikowska está acurrucada en el asiento de un ómnibus y tiene puesta una remera con una inscripción que alude a la exitosa franquicia que su hermano menor rueda en Hollywood. Cronenberg establece la fetichización secreta del vínculo que une a los hermanos y describe en el mismo movimiento el modo en el que el mundo del espectáculo se proyecta con eficiencia como mercancía de pertenencia común. La segunda línea de la película le pertenece a Julianne Moore, a cargo de una actriz un poco venida a menos, que busca revitalizar su carrera mediante la obtención del papel principal para la remake de una película protagonizada por su madre treinta años atrás. Este último detalle, en la forma de un pasado que echa una luz descarnada sobre el presente, parece reafirmar la idea del círculo fatal que une a los personajes, esas criaturas feroces y desvalidas incapaces de enfrentarse a los fantasmas que se les aparecen de repente, como si fueran emanaciones malévolas de sus propios temores. En una película donde los cuerpos tienen una preponderancia evidente, Moore está espléndida en sus excesos, en sus arrugas, en su desesperación de niña grande perseguida, metida en un cuerpo cuya desnudez exhala un erotismo mórbido. El director canadiense hace convivir esas figuras espectrales de manera cruenta con los personajes, que pueden ser sorprendidos en plena mañana con una aparición sentada en la bañadera que los mira y les recuerda la naturaleza frágil de sus mentes. Cronenberg, como otras veces, más bien casi siempre, ha filmado una historia donde la muerte ronda en cada plano, incluso se palpa discretamente con una perseverancia maldita alrededor de los protagonistas, esos seres que en esta oportunidad no parecen existir fuera de sus obsesiones de éxito y de su cadena implacable de traumas. La película establece una continuidad entre un puñado de vidas aisladas, revolcadas en el hedor sostenido de sus humores y pequeñas miserias, y el pasado que acecha como una criatura maligna o espía sus casas luminosas por donde circula el miedo propio de las “familias del mundo del espectáculo” según dicta la leyenda, que sólo pueden mirar hacia adentro de sus casas (en Polvo de estrellas apenas hay lugares públicos) y verse en el espejo de una esterilidad sin escapatoria. Cuando Wasikowska y Moore se encuentran, los planos extraterrestres de Cronenberg parecen adquirir una consistencia líquida, sutilmente inestable, a través de la cual se percibe que el núcleo implosivo de la película podría estar basado, precisamente, en la convivencia forzosa dentro del plano de figuras heterogéneas (como en esa escena en la que dos actrices rivales se encuentran de casualidad en la puerta de un shopping). En un momento decisivo, teñido de una violencia hiperbólica, la sangre que salpica la cara de Wasikowska y le chorrea profusamente del pelo parece el corolario visual de las repetidas menciones al ciclo menstrual presentes en varias líneas de diálogo, como si toda la sangre no tuviera más remedio que explotar y liberarse. El plano final (gélido por cierto, aunque muy bello) es todo de Wasikowska y Bird, los hermanos malditos y fatales, condenados a duplicar a sus padres (a los que les robaron los anillos de casamiento que ahora tienen puestos). Los dos están acostados en el suelo y miran el firmamento; quizá se toman de las manos. Pese a todo el dramatismo que pueda suponerse, el plano es de una neutralidad desarmante, y eso es en parte lo que al final resulta tan conmovedor: a la psicosis, que encuentra su expresión en el brote y el estallido, Cronenberg le opone nada menos que una escena inesperada de amour fou.
Remember the desperation and insanity of Gloria Swanson as Norma Desmond in Sunset Boulevard? And the hatred and meanness of Bette Davis as Baby Jane Hudson toward her once cinema star sister played by Joan Crawford in Whatever Happened to Baby Jane? Of course, there’s also the ferocity of Faye Dunaway as, precisely, Joan Crawford in Mommie Dearest. Something in the same vein transpires in the scenarios of David Lynch’s maddening Mulholland Drive and Robert Altman’s ruthless The Player. Through these prisms, Hollywood is surely no pretty sight. All these films depict sickening families (be them via blood ties or only symbolical) that won’t (because they can’t) deal with failure, oblivion and loss. These families go to extremes to recover what cannot be recovered, to have what they wish for at any cost, and to turn others into the victims of their insatiable cravings. They maybe next of kin, but they are predators. Many traces of these individuals inhabiting Tinseltown are alive and well in David Cronenberg’s masterful new film Maps to the Stars, a merciless combination of extremely black comedy, devastating Greek tragedy, violent satire and eerie ghost story. Cronenberg looks back into the history of cinema to make new meanings for a fresh discourse on the miseries of the ever-dysfunctional family of Hollywood. A culture that eats up young actors and then spits them out, as stated by John Cusack, one of the film’s actors. Cusack effortlessly plays Stafford Weiss, a self-help new age media guru with a secret shared with his wife Cristina, also a greedy mother-agent, played to superb effect by Olivia Williams. They have an obnoxious star son, a small monster named Benjie, who cashes bundles of money and is played with icy coolness by Evan Bird. There’s also Agatha, a burn-scarred teen played by Mia Wasikowska with an air of mystery, who returns to Los Angeles after a long hiatus and soon befriends limo driver Jerome, the kind of ordinary guy stars like to sleep to show they also live in the real world. Cronenberg must be the only director who can make Robbert Patinson give a truly good performance, even if he’s a mere driver. Thanks to the help of her friend Carrie Fisher, Agatha lands a job as a “chore whore” or personal assistant for Havana Segrand, a mean fading diva who knows no boundaries when it comes to getting a role she so needs, which is no less than playing her real life mother (a dead and famous Hollywood legend who died in a fire) in a remake of one of her most renowned films. Incidentally, her mother also abused her as a child too. Havana is a demanding part for which Julianne Moore proudly won the Best Actress Prize at Cannes. Maps to the Stars is scary. It shows the horror that lies beyond the surface, and the mould of black of comedy is perfect to enhance it. Incest is not an extraordinary circumstance, be it real or metaphorical. In one way or another, ghosts from the past relentlessly come back to haunt the living. Eventually, out of the blue, comes mayhem and a growing series of tragedies. And you are a prisoner once again. But this time it’s for good. Panic-stricken, the members of these families, these falling stars, run but they cannot hide. They take desperate measures, because they think any exit is good enough to feel safe once again. In all his wisdom, Cronenberg doesn’t cast a facile moralistic point of view upon this ugly panorama. That would’ve been too easy. Instead, he opts to expose what can be seen at first glance, then reveal what’s buried, and finally confront you with the whole picture. It doesn’t get any more disturbing. Production notes: Maps to the Stars (Canada, 2014) Directed by David Cronenberg. Written by Bruce Wagner. With Julianne Moore, Mia Wasikowska, Robert Pattinson, John Cusack, Olivia Williams, Carrie Fisher, Evan Bird. Cinematography : Peter Suschitzky. Editing: Ronald Sanders. Running time: 111 minutes.
A lo largo de su carrera cinematográfica David Cronenberg se ha interesado en imágenes y obsesiones basadas en la representación y metamorfosis del cuerpo humano en sus diferentes variantes, como la descomposición orgánica de modo alusivo a la desintegración de la identidad y del espíritu del ser humano. Sólo basta mencionar “La mosca” (1986) o “Scanners” (1981) como dos ejemplos de su estándar autoral. Cronenberg, como ex estudiante de biología, opta por descubrir los cuerpos por dentro y juega con ese concepto de estética apuntando a mostrarnos las peores cosas que pueden sucederle desde un lado monstruoso. En “Polvo de estrellas” hace lo mismo, pero desde un lugar satírico sobre la monstruosa industria del cine. Hollywood bajo la lupa acida de Crononenberg, similar a lo hecho por David Lynch en “El camino de los sueños” (“Mulholland drive”, 2001) en la que arremetía desde un costado más onírico y menos explícito, y es aquí donde Lynch hace la diferencia. La realización de Cronenberg tiene dos líneas narrativas paralelas que terminan cruzándose. Habana Segrand (una gran Julianne Moore) es una actriz desesperada por volver a ser lo que era en el mundo de la industria hollywoodense, quien por recomendación decide contratar a Agatha (Mia Wasikowska), la que entabla una extraña amistad con un chofer de celebrities (Robert Pattinson). Por otro lado, aparece una caótica familia cuyo hijo, Benjie Weiss (Evan Bird), es una estrella adolescente que se encuentra superando adicciones prototípicas de los exitosos jóvenes de Hollywood, a lo Justin Bienber, y el Dr. Stafford Weiss (John Cusack), una especie de gurú de la autoayuda muy vendehumo. “Maps to thestars” es el título original de “Polvo de estrellas”, y es justamente eso, un recorrido por Sunset Boulevard desnudando todo tipo de perversiones en tono de comedia negrísima sin tapujos demostrando la libertad creativa que aún mantiene Cronenberg. Es que el cine de éste realizador canadiense siempre ha quedado al costado del camino de los cánones que propone la industria hollywoodense, considerado un cineasta marginal, al igual que su colega David Lynch. Sin embargo, “Polvo de estrellas” más allá de sus aciertos, su mirada corrosiva, sus atrevimientos y sus grandes actuaciones, tiene un problema en la forma de señalar todos esos males que hay en la industria del cine. Brota cierta literalidad discursiva acerca de lo que se está revelando dentro de ese universo. Hay algo que se está señalado groseramente y que enfatiza sobre el desprecio hacia los comportamientos de esos individuos, porque más allá de que sea una especie de sátira y la sátira tenga ciertas reglas, apela a una crítica muy en primer plano. Claramente, a pesar de estos defectuosos subrayados la película mantiene un atractivo ligado a esa libertad que posee toda obra de Cronenberg. Es que, aunque suene conformista, es preferible un Cronenberg sermoneándonos a muchos otros directores que pretenden emular a la marca autoral de éste realizador.
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Una limusina recoge a una joven que llega en autobús a Los Ángeles. Al ver la limusina podemos presumir que es una película de Cronenberg, porque últimamente en sus historias este vehículo funciona, no solo como transporte, sino como un elemento místico salvaje donde se suceden cosas fuera de las coordenadas habituales de la realidad cotidiana. Con su nuevo filme Cronenberg nos arroja una comedia negrísima, una sátira sobre el mundillo de Hollywood, a su vez que nos plantea una tragedia griega en medio de este ámbito tan frívolo. Una actriz madura, caprichosa, con temor a ser olvidada y obsesionada por un papel (Julianne Moore), una joven con la mitad de su cuerpo desfigurado porque se quemó viva (Mía Wasikowska), un actor adolescente en vías de recuperación de su adicción a la drogas (Evan Bird), un chofer de limousine con ansias de triunfar en la actuación (Robert Pattinson), y un gurú new age que succiona la sangre de las estrellas de Hollywood (John Cusack), son los personajes de este microuniverso en donde emergen como síntomas y se manifiestan de forma agresiva o autodestructiva. Fantasmas del pasado, relaciones incestuosas, traiciones, falsas apariencias y sobre todo la muerte merodea como tema recurrente esta esfera donde el dolor es una sensación inmediata. El dolor y el humor conviven de manera natural, y el director posee la maestría de lograr que sus personajes no caigan en el grotesco absurdo. Ya que sus comportamientos despiertan risa y temor a la vez. Polvo de Estrellas es una narración coral donde todos los protagonistas, de algún modo, están ligados entre sí. Una comedia trágica donde el humor funciona como catarsis, sino sería muy agobiante soportar tanta negrura. Por lo pronto está atravesada por varios géneros, y aunque el contenido es repetido las articulaciones de los motivos, en la historia, son continuamente novedosas. Cronenberg siempre nos sorprende porque escapa a las convenciones, amplía las posibilidades de lo decible y de este modo cambia las condiciones de expectación. Con su Polvo de Estrellas nos propone una mirada virulenta de la sociedad de consumo, a la vez que ausculta sobre las características más perversas de la condición humana. Por María Paula Ríos redaccion@cineramaplus.com.ar
Pactos de Amor Hay personas que son camaleónicas. Pueden transformarse, adaptar su piel al medio que los rodea para poder protegerse de los depredadores. Pero si los camaleones pierden su piel, capa tras capa, su esencia sigue siendo la misma. En el interior siempre tienen el mismo metabolismo. David Cronenberg puede parecer un realizador camaleónico. Cambia su piel constantemente, y bien se sabe que a Cronenberg le gusta cambiarle la piel a sus personajes, agregarle cicatrices, no solo que representan su pasado, sino que modifican su presente. En Polvo de Estrellas, Cronenberg nuevamente excava dentro de las miserias humanas y va sacándole capas de pieles a sus personajes, para desnudar sus sentimientos más oscuros, sentimientos incestuosos, incluso, necrofílicos. O todo combinado. Acaso esta forma que tiene el realizador canadiense de explorar las entrañas de cada miembro de la fauna que abunda en la película, sea la manera más divertida –para él- de satirizar a Hollywood. Por un lado tenemos a Havana –Julianne Moore justificadamente excesiva- una actriz cuarentona obsesionada con interpretar el joven personaje con el que su madre se hizo famosa, en una especie de remake que se está preparado, por otro a Agatha -Mia Wasikowska- aspirante a guionista/actriz que consigue trabajo como asistente personal de Havana. Ambas conforman una dupla madre-hija, que funciona como fenómeno de sustitución, ya que ambas fueron abandonadas por sus respectivas familias. La primera, porque la madre le dio prioridad a su carrera de actriz, la segunda cuando manifestó sus deseos de casarse con su hermano. Y de esta manera conocemos el destino de Benji Weiss, un niño-estrella, encasillado para interpretar comedias infantiles incoherentes, pero venido a menos por sus adicciones. El padre de Benji, Stanfford -gran actuación de John Cusak- quién maneja su carrera y ha abandonado a Agatha, es un reputado gurú espiritual de estrellas de Hollywood, entre quienes se incluye, obviamente, Havana. De esta manera todos los personajes de este mapa logran conectarse, y en el medio, para ir de un punto a otro –de una casa a otra- está Jerome, un conductor de limusinas –a cargo de Robert Pattinson, que demuestra que sabe actuar bajo las órdenes de Cronenberg- aspirante a guionista y actor ocasional, que termina siendo el personaje menos afectado del rompecabezas. cdn.indiewire.com Apelando a un uso negrísimo del humor, Cronenberg construye una historia de amor inusual, búsquedas utópicas por encontrar el sentido de la vida, y una sátira a la farándula, siguiendo un poco el tono violento-ácido que comenzó en Cosmópolis. Los personajes se flagelan, se sodomizan, tienen escamas. Los personajes disfrutan el dolor y lo llevan dicho sufrimiento hasta las últimas consecuencias. Junto a su equipo recurrente de trabajo –Howard Shore, Peter Suschitzky, Denise Cronenberg- el director arma una película que remite en tema y tono a Las Reglas del Juego, obra maestra de Robert Altman (1992) para mostrar la decadencia de las estrellas de Hollywood y que no todo lo que brilla merece estar en el cielo. Polvo de Estrellas aún así muestra las obsesiones del realizador con respecto a las adicciones psicofármicas, el sexo, los celos, la envidia y los desgarros corporales. Más allá del cambio de género, Cronenberg la convierte en suya, le da su impronta y autoría. Es cierto que no está entre lo mejor de su filmografía debido a “momentos” muertos de la narración, cierta previsibilidad y una escena final bastante decepcionante a causa de una pobre utilización de efectos visuales. A pesar de esto, los fieles seguidores del creador de Scanners y Videodrome, deben seguir agradeciendo, que el Maestro no hace concesiones, y que debajo de todas las capas de piel, está el único David Cronenberg.
Un probable paso en falso en la carrera de David Cronenberg. Una película que debería tal vez haber hecho hace dos décadas, cuando las revelaciones sobre la vida oculta de las celebridades eran una novedad y no un lugar común como ahora. POLVO DE ESTRELLAS es de esas películas que, tengo la impresión, quedan en la “bandeja de entrada” de algunos realizadores y no se las pueden sacar de encima hasta hacerlas. El problema es que el director canadiense la terminó haciendo cuando ya no tenía demasiada gracia. Bah, acaso no la haya tenido nunca… Una película tópica –de esas que se la pasan nombrando a muchos famosos que seguramente serán olvidados en unos años–, MAPS TO THE STARS trata sobre una familia desmembrada de seres famosos que extrañamente se reúnen en Hollywood. Agatha (Mia Wasikowska) es una adolescente que llega de Florida y que tiene una enorme cicatriz en el cuello. Se hace amiga del conductor de una limousine (Robert Pattinson) y pronto consigue un trabajo como asistente de la veterana actriz Havana Segrand (Julianne Moore), una de esas divas histéricas temibles que rondan la Meca del Cine con la que Moore se divierte como nunca en su carrera. maps2Paralelamente vemos a la megaestrella de 13 años Benjie Weiss (Evan Bird), un adolescente insoportable que parece una mezcla de Macaulay Culkin (seguramente el que inspiró al personaje en el guión de Bruce Wagner escrito en los ’90)y Justin Bieber. Su manager es su controladora madre (Olivia Williams) mientras que su padre es un exitoso escritor de novelas de autoayuda (John Cusack). Pronto veremos que entre Agatha y esa familia hay una importante conexión que se volverá central a la historia. La película tiene momentos de humor ácido que hacen reír un minuto pero que se olvidan al otro, especialmente los ligados a los comportamientos bizarros pero previsibles de Benjie y/o Havana. Pero al final no es más que el retrato cansino de una serie de personajes cínicos y desagradables en una película que no logra armar con eso nada muy interesante. Hay algo del mundo de Robert Altman en THE PLAYER aquí, pero demasiado tarde. maps3Es cierto que el estilo clínico de Cronenberg le aporta un grado de tensión y violencia a los acontecimientos y eso deja al espectador siempre a la expectativa, pero con estos personajes tan excesivos casi ningún comportamiento sorprende ni interesa demasiado más que el momentáneo gag de diálogo o visual. Lo más interesante, en ese sentido, es pensarla como una película de monstruos o de criaturas de otro planeta. Tal vez, mediante su puesta en escena y su retrato cruento, más que criticar a Hollywood (lo más parecido a algo extraterreste sobre la Tierra) Cronenberg quiso hacer menos una crítica a la industria que una comedia de terror sobre ella. Tal vez, en unos años, como sucede con muchos de sus filmes, consigamos (o al menos consiga yo) revalorizarlo. Por ahora sigo convencido que, aún sin ser una floja película, es una muy menor dentro de su filmografía. Con la excepción de Mia Wasikowska, los actores están bastante desatados (John Cusack, especialmente). El joven Bird es una revelación como el temible Benjie y Moore parece actuar solo con su brilloso labio superior que parece funcionar independientemente de su cara. Tal vez sea ese labio el personaje más “cronembergiano” –temible, inquietante, carnal– de esta película. Con ese “labio” y algunas escenas llamativamente audaces para la versátil y maravillosa actriz, le alcanzó para ganar como mejor intérprete femenina en Cannes.
La obsesión por la fama y muestra lo más oscuro del ser humano en una historia coral. Creo que siempre es bienvenida una película del cineasta canadiense David Cronenberg (“Una historia violenta”; “Promesas del este”; “Un método peligroso”) su filmografía es audaz, provocadora, maneja muy bien el gore, lo turbulento, es mordaz y cruel, y sabe llevar al cine grandes novelas, un claro ejemplo es lo que hizo con las de Stephen King, entre otras. Lo que nos muestra en esta ocasión es una comedia bien negra y una sátira donde cuenta la decadencia y degradación, haciendo una cruel radiografía de ciertas figuras de Hollywood y lo que cuesta la fama y lo que son capaz de hacer por ella. Nos encontramos frente a una actriz llamada Havana Segrand (Julianne Moore), que quiere volver al cine pero no le quieren dar el papel porque ya es grande, y ella se encuentra desesperada con esto; desea encarnar a su madre (en una remake), quien fue una gran actriz, (ella tuvo una mala relación esta), es neurótica, toma pastillas y por momentos se deprime, y contrata al terapeuta de moda, un especie de gurú: el Dr. Stafford Weiss (John Cusack). Otros de los personajes son dos hermanos: Benjie Weiss (Evan Bird) de unos 13 años, que representa al actor de moda, insoportable, maltrata a todo el mundo, insulta, es competitivo, se lleva muy mal con sus padres, y su hermana Agatha Weiss (Mia Wasikowska, "El secreto de Albert Nobbs”) lleva las marcas del fuego en su piel después de un accidente, acaba de salir del manicomio, llega a Los Ángeles y tiene fascinación por conocer al jet-set, terminando como asistente de la diva Havana. Agatha conoce allí a Jerome Fontana el chofer de la mansión que maneja la limusina y tiene aspiraciones artísticas (Robert Pattinson, vuelve a trabajar con Cronenberg). Todo gira a través de la mirada de estos dos hermanos que solo buscan fama y un lugar en el mundo de las estrellas. La historia resulta atrapante, tiene intriga, suspenso, sexo, violencia, gore, maldades varias, sangre, drogas, escatología (alguna de las escenas se muestra el momento más íntimo cuando está en el baño estreñida. Hasta se ha llegado a vender la materia fecal de algún actor), lesbianismo, ver el lado oscuro de los actores, retrata la realidad, muy interesante y despiadada. Cuenta con destacadas actuaciones, y el trabajo sobresaliente de Julianne Moore (está pautado el estreno en Estados Unidos para el 27 de febrero 2015, por lo tanto podría ser nominada a los Premios Oscar en 2016), en una actuación magistral. Es una sátira que toca temas como: el precio de la fama, la obsesión por la popularidad y como influye Hollywood en la cabeza de estos personajes. Con un toque surrealista, se muestran todas las miserias humanas mediante diálogos fuertes (el director a la hora de mostrar no se priva de nada), una dura mirada a la sociedad de consumo y toques psicológicos sobre los aspectos más ocultos y perversos del alma humana. No es lo mejor de Cronenberg pero es grato de ver este film.
Algo huele a podrido en Hollywood El inquietante y talentoso director canadiense David Cronenberg no necesita presentación, puesto que sus películas y su estilo son bien conocidos por el público. En esta oportunidad, Cronenberg apunta los cañones de su mirada sarcástica y despiadada sobre el mundo interno de Hollywood. Podría decirse que el tema de la película es la endogamia, como característica de esa comunidad cerrada que significa el imperio de la industria cinematográfica. Una característica que los manuales definen como “el matrimonio, la unión o la reproducción entre individuos de ascendencia común; es decir, de una misma familia, linaje o grupo”. Cronenberg exacerba ese aspecto de la comunidad que describe (a la que él también pertenece), poniendo el acento en su expresión extrema: el incesto, concretamente, el matrimonio y la reproducción entre hermanos. Pero también sugiere otras perversiones como abusos y violaciones por parte de los progenitores a sus propios hijos y una suerte de regodeo morboso de un grupo que no puede mirar sino a sí mismo, en una manifestación compleja y retorcida de su principal característica psicológica: el narcisismo. El guión pertenece a Bruce Wagner y es un tanto autobiográfico, porque Wagner fue chofer de limusinas en Beverly Hills, al igual que uno de los personajes del film, Jerome, que interpreta Robert Pattinson. La historia central se concentra en un niño de 13 años, la estrella del momento, Benjie (Evan Bird), hijo del Dr. Stafford Weiss (John Cusack), un afamado escritor de libros de autoayuda y terapeuta de las estrellas de Hollywood. Entre sus pacientes, se destaca Havana Segrand (Julianne Moore), una actriz clase B que atraviesa su etapa de madurez de una manera que no puede calificarse de apacible. La edad, en Hollywood, es un serio obstáculo en la carrera de las actrices. Havana está ansiosa porque hay un proyecto para hacer una remake de una película que había protagonizado su propia madre años atrás y ella desea que la llamen para hacer el papel principal, o sea, el que hacía su madre. Pero además, tiene una propia historia personal conflictiva y de características incestuosas, que la ligan a la figura materna. Un rollo que su terapeuta, el Dr. Weiss, trata de desatar con sesiones de masajes y algo así como psicodrama. Pero resulta que el mismo Weiss tiene un secreto terrible que carcome su mundo privado y que intempestivamente irrumpe, amenazando con hacer estallar todo por los aires. Tiempo atrás, la pequeña Agatha (Mia Wasikowska), hija del matrimonio entre Weiss y su esposa Cristina (Olivia Williams), y hermana de Benji, provocó un accidente doméstico que casi termina en una catástrofe. Como consecuencia de ello, la niña quedó con secuelas tanto físicas como psicológicas, que motivaron su internación en una clínica psiquiátrica y también fue apartada de la familia, por orden judicial. El caso es que Agatha, una adolescente, se siente recuperada y pretende reconciliarse con su familia. Pero su llegada a Los Ángeles perturba a todos, especialmente a su hermano, con quien la une una relación sospechosamente íntima. El incesto marca todas las relaciones de este grupo familiar y es el gran secreto desestabilizador que Weiss intenta mantener oculto, pero que será definitivamente el disparador de una serie de hechos escabrosos difíciles de describir. La historia se liga con Havana, quien contrata a Agatha como su asistente personal, de modo que todos conviven y se cruzan en el enrarecido ambiente hollywoodense. Cronenberg y su guionista Wagner pintan una comunidad no precisamente saludable, en la que la grosería, la violencia, el uso de drogas, los egos desmesurados y la crueldad son el pan de cada día. A medida que avanza la historia, la tensión va aumentando, hasta que se desencadena un desenlace sangriento y trágico, conformando un relato negro, alegórico y descarnado, que trata de mostrar el perverso mundo interno de la meca de la industria cinematográfica. Si bien el elenco es parejo en el nivel de calidad, se destacan especialmente Julianne Moore, con un trabajo excelente, y el jovencito Evan Bird, verdadera revelación del film.
HOLLYWOOD, PUEBLO CHICO El horror corporal y el cine de Cronenberg casi siempre han ido de la mano. La mosca, Crash, Videodromo, eXistenZ… títulos de las décadas ochenta y noventa en los que las prótesis, los cuerpos intervenidos por el metal y los órganos grotescos hacían de la carne el domicilio privilegiado en el que residía lo monstruoso. Quizás no de manera tan notoria, su obsesión sigue presente en el siglo XXI. Todavía recordamos el ojo albino de Ed Harris en Una historia violenta, la brillante lucha atravesada por la desnudezen el sauna de Promesas del este, los ataques histéricos de Sabina Spielrein en Un método peligroso, la revisación médica de Eric Packer en plena limusina en Cosmópolis. Maps to the Stars no será la excepción aunque a la monstruosidad del cuerpo se le sumará también la de la mente. El lugar de los hechos será ni más ni menos que Hollywood, paraíso terrenal al que todos quieren acceder y que nadie quiere dejar. Los que hacen fila para entrar son la joven Agatha (Mia Masikowska) y el chofer-guionista Jerome (Robert Pattinson, esta vez del lado de adelante de la limusina). Una de las que no quiere salir es Havana Segrand (enorme Julianne Moore), actriz en decadencia desesperada porque su cuota en pantalla no decaiga. Son parte del juego, también, el Dr. Stafford Weiss (John Cusack), suerte de pastiche entre counselor, masajista y terapeuta new-age y su hijo Benjie (Evan Bird), estrella preadolescente dispuesta a todo con tal de que otro niño no se lleve los aplausos en su show. Las estrellas de Hollywood son hermosas, sí, pero en el detrás de escena el aire está enrarecido. Las criaturas de Cronenberg habitan los mismos espacios sociales, las mismas fiestas, los mismos estudios. Hay una marcada endogamia que, como tal, es enfermiza y el fantasma del incesto es material. Por eso el cuadro lo completan las alucinaciones (o los recuerdos si quiere utilizar un término menos médico), testimonios de un pasado con el que es imposible convivir y que al mismo tiempo es imposible de enterrar (porque en definitiva, de qué sirve enterrar a los cuerpos si los espíritus terminan paseándose por la casa). Como ocurría con la Mulholland Drive de David Lynch, Maps to the Stars indica que Hollywood y la psicosis se llevan muy bien. Y quién sabe, a lo mejor, hasta sean sinónimos.//?z
Hollywood al desnudo El vacío de la superficialidad y la banalidad de una vida sin significado se mezclan en un torbellino de crueldad y desesperación en Polvo de Estrellas, la nueva realización del cineasta canadiense David Cronenberg, director de algunas las grandes películas de los últimos tiempos, como Una Historia Violenta y Promesas del Este. Stafford Weiss (John Cusack) es un terapeuta que escribe best-sellers de autoayuda, y es la cabeza de una típica familia hollywoodense. Su mujer (Olivia Williams) es la manager de su hijo Benji (Evan Bird), una estrella adolescente malcriada que acaba de salir de rehabilitación a pesar de tener sólo 13 años. La otra hija de la familia (Mia Wasikowska) acaba de salir de un psiquiátrico en Florida y regresa a California, muy al pesar de sus padres, y se hace amiga de un chofer de limusina aspirante a guionista (Robert Pattinson). Por otro lado, una de las pacientes de Weiss es una actriz mediocre que ya pasó los cuarenta (Julianne Moore) y que busca desesperadamente obtener un papel en el remake de la película que catapultó a la fama a su madre (Sarah Gadon) cuando era joven, y que la convirtió en una estrella de culto. Basada en la novela homónima del célebre escritor Bruce Wagner, Polvo de Estrellas aborda con ironía y humor negro el lado patético de una cultura obsesionada con la fama y la celebridad. Es a la vez una filosa crítica social y una historia de cómo los fantasmas de una persona son más fuertes y reales delo que uno imagina. El Ego y la locura de vínculos familiares algo macabros se entrelazan para crear una película que critica la obsesión por la superficialidad del ser humano, pero muy especialmente la que recorre los salvajes pavimentos del Sunset Boulevard.
Si algo ha caracterizado a David Cronenberg, es esa crítica sutil (y a veces no tan sutil) del comportamiento de los "famosos". desde burlas, sátiras y críticas de todo tipo, el realizador tiene en su haber varias películas (muy buenas) que de una u otra manera se acercan al tema. Ahora, con Mapa A Las Estrellas, explora la vida de Havana Segrand (una fabulosa y renacida Julianne Moore), una actriz de segunda que vive más de la fama de su madre que por lo que ha hecho ella misma. Es así que, mientras planean hacer un reboot de la película que hizo a su madre famosa, pelea por el papel, mientras que su asistente Agatha Weiss (Mia Wasikowska) recorre las calles de los ángeles en medio de un drama pasado familiar que tendrá duras consecuencias. Dentro de las obras de Cronenberg, muchos sugieren que es de las más flojas. Honestamente no podemos opinar mucho sobre ese tema, pues no hemos visto demasiado de la filmografía del canadiense. Lo que si podemos decir es que esa crítica se termina por volver repetitiva. Ya sabemos los excesos, sabemos que muchos abusan de sustancias, abusan de personas y tienen costumbres extrañas. Contar una tragedia familiar en este ambiente puede ser innovador, pero termina por perderse en un laberinto de referencias actuales y no tan actuales. Tantas conexiones y personajes resultan complicadas y pareciera un enorme teatro griego con tantas tragedias. ¿Es que todos tienen que sufrir para generar empatía? Recomendable sólo para quienes gusten de Cronenberg
"El lado oscuro de una vida perfecta" Este ambicioso proyecto de David Cronenberg se autodefine desde el primer afiche como una comedia negra. Humor negro sí que hay, pero también puede ser un drama familiar o una sátira de la vida hollywoodense de la estrella de cine. Todos los papeles son interpretados por actores excepcionales, que le dan a este guión atípico el impulso para sorprender hasta el último momento. En un primer momento vemos historias aparentemente desconectados entre ellas. Mía Wasikowska (“Alicia en el País de las Maravillas“) es Agatha, quien llega a Hollywood con motivos poco claros y conecta con su chofer, el escritor desempleado Jerome (Robert Pattinson, de la saga “Crepúsculo“). Ella tiene extrañas cicatrices de quemaduras que resultan un misterio. En un golpe de suerte comienza a trabajar para Havana Segrand, una fuerte pero exquisita interpretación de Julianne Moore. Se trata de una actriz que ha crecido a la sombra de su madre, también actriz, y ahora venida a menos. Pretende enfrentar su trauma de un abuso sexual en la niñez interpretando el papel que hizo famosa a su propia madre en la remake. Sin embargo, no puede competir contra actrices más jóvenes. Pero la expectativa de interpretar a su madre no hace sino agravar su cuadro y comienza a ver el fantasma de su madre que llega para consultarla en los peores momentos. Para superarlo cuenta con el gurú de la autoayuda Stafford Weiss (John Cusack), padre de un niño estrella de 13 años que acaba de salir de rehabilitación y comienza a ver fantasmas del pasado. La familia Weiss no puede ser realmente normal una vez que ha aceptado el precio de la exposición y la fama, con el plus de la madre presionando y exprimiendo la carrera de su hijo. Havana y el fantasma de su madre, junto con su misteriosa nueva asistente parecen no tener mucho que ver con los Weiss, salvo en el hecho de que todos están atrapados con fantasmas de recuerdos. Pagan el alto precio de la fama, y un precio aún más alto por guardar la apariencia de una vida perfecta y superficial de Hollywood. En este contexto el más normal parece ser Jerome, el chofer con sueños de grandeza que piensa que está a un paso de escribir y protagonizar un guión ganador del Oscar. Este es casi el papel del escritor, Bruce Wegner, que al momento de comenzar a delinear esta historia trabajaba como chofer en Hollywood. El director, David Cronenberg, es conocido por desafiar los moldes de los géneros, por lo que resultó perfecto que Wegner le llevará el guión del drama familiar en el que el incesto, la piromanía y ver fantasmas de un pasado no resuelto, son la moneda corriente. Rompe de hecho el molde del género, puede bien ser una comedia negra o una sátira, o un drama costumbrista en el inusual escenario de una familia que ha hecho un pacto con el diablo a cambio de fama, dinero y prestigio. Las actuaciones están a la altura del magnífico guión, los retratos nos muestran la espiral descendente hacia la locura de los personajes. Es destacable el trabajo de Julianne Moore, que fue premiada en Cannes como Mejor Actriz; aunque todos contribuyen a hacer de esta una historia memorable y diferente a lo que estamos acostumbrados. Agustina Tajtelbaum
Hollywood by Cronenberg "Maps to the stars" es el nuevo trabajo del director canadiense David Cronenberg, famoso por películas como "La Mosca", "Scanners" y "Promesas del este". Los que están familiarizados con sus trabajos, sabrán que Cronenberg es del tipo de artista que hace films con sello propio, de autor, por fuera de los cánones habituales del cine mainstream, por lo cual no siempre es del agrado de todo tipo de público. Personalmente encuentro algunos de sus trabajos realmente perturbadores e interesantes, pero en otros creo que el ego y el personaje que ha creado de sí mismo se lo come y entrega producciones sólo como para armar revuelo sin tanta sustancia puesta en la trama. En "Maps to the stars" creo que hay un poco de ambas cuestiones. Por un lado tenemos un mundo hipnótico, el Hollywood en su intimidad desconocida por casi todos los mortales salvo por los que forman parte de ella, a través del cual nos muestran que no todo lo que brilla es oro y que ese tipo de vida acarrea algunas tentaciones difíciles de sortear y algunas prácticas dignas de ser analizadas por el mismísimo Freud. Por otro lado el director le imprime algunos caprichos propios varios como por ejemplo su forma de ver el sexo, la ambición, las relaciones familiares y los desequilibrios psicológicos. En "Maps to the stars" hay incesto, hay una mirada exagerada de la industria fílmica y el ego de las estrellas de Hollywood. Todos sabemos que a ese nivel hay mucha excentricidad, pero en este trabajo de Cronenberg todo está llevado al absurdo, extremando la superficialidad de los protagonistas y mirando todo con mucho cinismo. Algunos dicen que esto es comedia, humor negro desde el enfoque del artista, pero no estoy tan seguro de que haya querido ser muy gracioso que digamos. Si nos centramos en la crudeza de su mirada, el film es efectivo porque expone las miserias de esas personas que desde afuera parecen tenerlo todo, la soledad que muchas veces trae el éxito y el dinero sin límites y las consecuencias que suelen traer la falta de amor y la carencia de austeridad en la vida diaria. Nos hipnotiza usando como gancho la vida secreta de las estrellas del entretenimiento y a la vez nos introduce en temáticas con las que nos podemos sentir identificados como la complejidad en las relaciones laborales y familiares. Estas cuestiones hacen que el film sea bueno, significativo y nos ofrezca entretenimiento, pero como escribí anteriormente, también aparecen algunos factores que a mi entender le bajan la calidad. El elemento incesto por ejemplo, está al vicio. No aporta más que bizarrez y de última una mirada crítica al mismo, lo cual tampoco tiene mucho sentido. La escena escatológica protagonizada por Julianne Moore tampoco aporta nada, sólo acrecentar el repudio al personaje, algo que ya se logra con otros recursos. Y así se pueden encontrar algunos otros caprichos del director. En general, diría que es una buena película, que explora un mundillo poco expuesto y adictivo aunque por momentos se vuelve demasiado exagerado en su mirada crítica. Las interpretaciones son muy buenas, sobre todo de Julianne Moore y Mia Wasikowska. No es una película para cualquier tipo de espectador, pero aún así creo que va a entretener a un público que va más allá de los seguidores incondicionales de Cronenberg y el cine "arte".
Las estrellas parecen ir perdiendo su brillo poco a poco, parecen opacarse y Cronenberg está ahí dentro para contarlo. Desde el lugar de la parodia y la sátira transitamos el mundo de las celebridades del cine en su mismísima miseria. El más reciente film de David Cronenberg ofrece un recorrido tragicómico entre medio de las estrellas de Hollywood, sus excentricidades, pasiones, secretos y perversiones. Todo lo que usted siempre quiso saber sobre las estrellas y nunca se animó a preguntar… Asistentes, choferes, agentes, actores, directores, productores y toda la jungla de la industria cinematográfica más poderosa del mundo desfilan ante las cámaras representando su comedia del día a día. Cronenberg elige algunos estereotipos bien marcados y bastante alusivos para mostrarnos la sátira del mundo de las estrellas, ese mundo que se vende como la máquina de hacer sueños y el estandarte del glamour. Por un lado tenemos a Benjie Weiss, un niño estrella que ha sido protagonista de una famosísima serie pero que, a sus doce años, ya ha caído en las drogas y las noticias de su rehabilitación ponen en riesgo la franquicia que lo llevó al desmesurado éxito. Podría pensarse en una suerte de Macaulay Culkin no tan corrompido (aun). El padre de este niño, en la carne de un John Cusack que con los años no ha dejado de repetirse a sí mismo, un intento de psíquico, terapeuta alternativo, metido, como una rata, en los recovecos más miserables de Hollywood…un chanta de primera. Julianne Moore es una de las elecciones más acertadas dentro del elenco actoral. Si bien es una actriz que solemos ver cubierta en lágrimas y corporizando papeles en su mayoría dramáticos, en esta ocasión, Cronenberg parece haber aprovechado ese perfil al máximo, sumándole un buena dosis de comicidad, erotismo y una carga trágica mucho más contundente: Moore representa a esta actriz hollywoodense venida a menos, perseguida por el fantasma de su madre, desesperada por representar a su progenitora en la remake de una de sus películas. Es un personaje totalmente patológico, complejo y desprotegido; pero esto no evita que podamos ver un costado patético, y la comicidad que representa la parodia de Hollywood a través de los clichés. Lo patológico parece ser una de los aspectos que definen a las estrellas pero está situado en la vacuidad de estas vidas ostentosas y serpenteantes. De hecho, los protagonistas de esta comedia de lo patético, parecen arrastrarse por el piso mientras se revuelcan en sus propias miserias. Así, la temática de lo enfermo o lo psicológicamente podrido (incestos por doquier, complejos de inferioridad, drogas) entra a formar parte de la misma performance de la excentricidad y hace que el espectador se ubique en el espacio de la risa, porque sátira y parodia se despliegan con maestría. Así es que lo puede parecernos exagerado e inverosímil, está narrado justamente en esa clave, siguiendo la lógica tan alejada de la realidad y excéntrica de Hollywood.
Publicada en la edición digital #268 de la revista.