Soy leyenda Experto en épicas históricas (1492: La conquista del Paraíso, Gladiador, Cruzada), Ridley Scott se ocupa ahora de recuperar un personaje legendario como el de Robin Hood. En verdad, la película es una suerte de "precuela", o mejor, la historia del personaje antes de convertirse en el célebre outlaw, en el fugitivo/bandido/justiciero/héroe popular que sembró el terror de ricos y poderosos en los bosques de Sherwood. Robin Hood es aquí todavía Robin Longstride, un arquero del ejército del rey Ricardo Corazón de León (Danny Huston) que regresa con más pena que gloria de las Cruzadas por Tierra Santa. Luego de asolar pueblos y arrasar castillos, el mandatario muere en combate. Robin y sus secuaces logran rescatar la corona que había sido tomada por el cruel Godfrey (Mark Strong), un espía al servicio de los franceses, y se hacen pasar por caballeros para regresarla al castillo real en Londres. El nuevo rey es Juan (Oscar Isaac), un torpe, patético, prepotente, despiadado, tiránico, traicionero y codicioso líder que lleva a Inglaterra al borde de la guerra civil entre fines del siglo XII y comienzos del XIII con el creciente ahogo impositivo que genera para pagar las deudas de tantas aventuras bélicas y que dispara la ambición expansionista de Felipe de Francia. Como en toda buena (y algo previsible) épica, hay aquí espectaculares escenas bélicas de masas a-la-Corazón valiente, algunos chispazos de humor y una subtrama romántica entre el Robin de Russell Crowe (un convincente actor físico para este tipo de tanques) y la bella Marion (Cate Blanchett). Como siempre, hay también un veterano sabio (y en este caso además ciego) a cargo del veteranísimo Max Von Sydow. Cine de alto impacto y entretenido, aunque también elemental (con bastante lugar común) y construido sin demasiada sutileza, Robin Hood tiene los méritos y falencias que podían preveerse. En este sentido, cumple en todo sentido con lo que promete.
El arco, la flecha y la gloria La versión de Robin Hood que plasmó Ridley Scott es más política que la protagonizada por Kevin Costner. Esta película funciona como una "precuela" que finaliza donde comienza la leyenda del personaje. La historia desconocida por la mayoría de los espectadores. En medio de una lluvia de flechas, conspiraciones y ambiciones desmedidas de poder, la película tiene elementos de Gladiador y de Rescatando al soldado Ryan (la escena del desembarco), pero el trabajo de Scott se mide por lo que pesa. En ese sentido, el diseño de los personajes y el sólido elenco, empezando por Cate Blanchett como una medida Marion y de Mark Strong como el villano de turno (como en Sherlock Holmes). Russell Crowe compone a un Robin Hood menos "light" que el de Costner, con más contradicciones, zonas oscuras y con un pasado tormentoso que afrontó en su niñez. La acción casi se inicia con la muerte del rey Ricardo Corazón de León y con una ciudad de Nothingam dirigida por un líder corrupto que exige impuestos desorbitantes. La misión de Robin es devolver al estadio de gracia a Inglaterra y el director lo hace a través de las contiendas políticas, el amor puro con la viuda Marion, entre aceite hirviendo, fuego y escenas que remiten al Holocausto. Con la esperanza de ganar el corazón de la dama en cuestión, Robin reúne a un grupo de mercenarios y todos se ven impulsados hacia una aventura mayor (¿habrá continuación?). En tanto, queda disfrutar del buen espectáculo que ofrece el siempre correcto cineasta
Gladiador con arco y flecha La nueva película de la dupla Ridley Scott-Russell Crowe (Gladiador) es un drama épico sobre invasiones y conquistas que nada tiene que ver con el héroe romántico de Robin Hood. El belicismo crudo, estilo otrora del director de La Caída del Halcón Negro (Black Hawk Down, 2001), empaña la imagen rebelde y libre del mítico personaje que supo “robarle a los ricos para darle a los pobres”. La acción transcurre en época de cruzadas, donde las disputas de poder por las tierras entre Inglaterra y Francia son cosa de todos los días. Entre tanta barbarie se encuentra Robin Longstride, alias Robin Hood (Russell Crowe) alejado de su ejército y acompañado por sus fieles compañeros guerreros. Sus dones patrióticos y códigos de hombría lo ubican en el lugar incorrecto en el momento justo, arriesgando su vida para salvar a su pueblo, Nottingham. Hay dos opciones a la hora de encarnar una película de reconstrucción histórica. Una es basarse en documentos reales, con datos específicos como fechas y nombres, buscando darle mayor veracidad al relato. La otra, apoyarse en la leyenda haciendo gala de los elementos míticos que conviertan a la historia en fábula o fantasía. Ridley Scott elige la primera opción, haciendo de su Robin Hood un drama épico. No por nada antes de realizar su versión de Robin Hood, dirige para la TV un documental llamado The Real Robin Hood (2010). Robin Hood con Russell Crowe es una película bélica muy diferente al film de aventuras que protagonizó Kevin Costner, por mencionar sólo un ejemplo de las tantas versiones cinematográficas sobre el héroe de arco y flecha. Se sabe que el director de Hanníbal (2001) siempre tuvo más cercanía hacia este tipo de relatos, en cuanto a films de reconstrucción histórica se trate; pensemos en 1492: La Conquista del Paraíso (1492: Conquest of Paradise, 1992) o la mismísima Gladiador (2000). En ese sentido, su Robin Hood está cargado de matices que tienen que ver más con códigos de lealtad y valentía -y patriotismo- que con ideales románticos como la libertad y el amor. Pero vale destacar que como film de guerra que es funciona, y bien: el relato esta repleto de estrategias militares, conspiraciones, traiciones, así como de batallas cuerpo a cuerpo y coreográficas peleas filmadas con un ritmo frenético sin desdeñar la estética sórdida propia del estilo autoral de Ridley Scott. Así, esta dupla ganadora del Oscar por Gladiador sigue intentando volver a sus fuentes y, de alguna manera, al film que tantos elogios les hizo cosechar. Lo cierto es que tal vez este personaje icónicamente ligado a otro tipo de historias no cuadre bien al realismo que Scott-Crowe le impusieron. Y, desde este punto de vista, seguiremos extrañando a Kevin Costner.
“Gladiador 2”, es lo que más de uno dijo al ver el trailer de Robin Hood. Era normal pensar eso: mismo actor, mismo director, escenas con batallas y otros elementos épicos diferentes a los tópicos de las historias de aquel que le robaba a los ricos para darle a los pobres. Y eso sucede porque la película se encarga de relatar cómo nace —o habría nacido— la leyenda de Robin Hood y su devoción por ayudar a quienes padecen hambre y frío. Por eso la película comienza cuando Robin y los suyos formaban parte del ejercito inglés que participó en las Cruzadas. En este aspecto hay una fuerte conexión con Cruzada, otra superproducción de Ridley Scott, aunque la película que hoy nos aúna es más corta, menos pretenciosa, muy lograda y muy entretenida. Por suerte, en eso sí se parece a Gladiador. Russell Crowe sigue demostrando que esta clase de papeles le sientan perfecto. Al igual que Máximo en la ya mencionada epopeya romana de 2000, Robin es un guerrero atormentado al que las circunstancias lo convierten no sólo en un héroe sino en la esperanza de un pueblo desesperado y hambriento, sometido por un gobierno corrupto. En cuanto al resto del elenco, Cate Blanchett se afirma como una actriz todoterreno, capaz de emocionar en una escena intimista y luego pelear contra un ejército como una verdadera luchadora, siempre de manera convincente. Ya no se discute el talento de William Hurt ni de Danny Huston ni de Max Vos Sidow, quien, aunque su personaje es ciego, sale a pelear con espada y todo. Interpretando al sádico Godfrey, un inglés amigo del Rey Juan que se alía con los franceses, Mark Strong confirma su status de villano cinematográfico de los últimos años (en unas semanas también lo veremos haciendo de mal tipo en Kick Ass). Mark Addy nació para encarnar al fraile Tuck, y Matthew Macfadyen está correcto como el Sheriff de Nottingham (Curiosamente, Nottingham era el título original del proyecto, e iba a estar centrado en el sheriff y en Robin Hood, al punto que Crowe estuvo por interpretar al primero). La revelación: Kevin Duran como el Pequeño Juan, aunque es verdad que la mayoría ya conoce a este actor canadiense por la serie Lost. Ridley Scott es un director irregular. Filmó desde obras cumbres como Alien: El Octavo Pasajero y Blade Runner, hasta bodrios como Hannibal y 1492: La Conquista del Paraíso, pasando por películas del montón (Peligro en la Noche, Lluvia Negra, Corazón de Héroes, por nombrar algunas). Nunca se sabe qué esperar de este director británico. Esta vez logró otro de sus aciertos, y con otra historia de época, donde se lo nota más que cómodo. De hecho, Los Duelistas, su ópera prima, transcurría en tiempos de Napoleón. Mediante una reconstrucción de época y una fotografía soberbias, Scott indaga —con mayor o menor suerte— en la situación política, social, cultural y económica del período que elija retratar. Tanto en Gladiador como en Cruzada y en Robin Hood, muestra que los gobernantes nunca dejan de aprovecharse de las masas para su propio beneficio, y que sólo los códigos y la actitud de los más valientes y arriesgados pueden ayudar a cambiar las cosas. En lo referente a las secuencias de batallas, aquí ya no abusa tanto de los ralentis, que hacían quedar como muñequitos a los combatientes. Aquí la acción es más fremética. Ya sabemos que la próxima obra de Ridley Scott significará su regreso al espacio... donde nadie escuchará tus gritos: la precuela de Alien. En tanto, a disfrutar de esta historia de Robin Hood, que en realidad es la que da origen a todas las demás historias que ya conocemos. Es evidente que Scott se está familiarizando con el arte de filmar precuelas.
Robin Hood es uno de los personajes populares con mayor cantidad de producciones realizadas en el cine desde 1908, cuando el director Percy Stow incursionó por primera vez con esta historia en un film mudo. Desde entonces se hicieron infinidades de versiones entre las cuales para mi se destacan tres títulos esenciales. 1-Robin Hood, de 1922, la espectacular versión de Douglas Fairbanks que sorprendió con increíbles secuencias de acción que no tenían precedentes en este arte e influyeron a las cosas que se vieron después en el género. 2- La aventuras de Robin Hood, de 1938, con Errrol Flyn que se convirtió en el gran clásico de Hollywood. 3- Robin Hood: Príncipe de los ladrones, 1991, que representó para muchos de nosotros el primer contacto con este personaje en la pantalla grande. Pueden encontrar más información en los links. También podríamos agregar otra versión de ese mismo año protagonizada por Patrick Begin y Uma Thurman que quedó opacada por el film con Kevin Costner y era muy buena también. Lo cierto es que este año el director Ridley Scott aportó a la larga filmografía del justiciero de Sherwood otro film memorable que se destaca como lo mejor que se hizo con este personaje en las últimas décadas. La gran virtud de esta película es que trae de regreso una historia super popular con una mirada totalmente fresca que no tiene antecedentes en la historia del cine. Originalmente el proyecto de Scott se centraba en la figura del Sheriff de Nottingham que iba a ser más simpático y Robin sería el villano. Lo cierto es que el guión no convenció demasiado a los productores y convocaron al director Brian Helgeland (Corazón de Caballero) para que escribiera una nueva historia. La nueva versión se centra en la figura de Robin Hood antes que se convierta en la leyenda inglesa. Ninguna versión profundizó en este tema. Acá vemos cuales fueron los hechos, según la imaginación de Scott y Helgeland que lo convirtieron a Robin y sus seguidores en los renegados de Sherwood. El único antecedente que existía de esto es la excelente novela del Gran Walter Scott (Ivanhoe), “Robin Hood”, que trabajó este tema de un modo similar, con la particularidad que el protagonista era más joven (ver link). Cuando terminé de ver este estreno me preguntaron si era mejor que la versión con Kevin Costner y la verdad que es inútil la comparación porque son dos propuestas totalmente distintas. El film de Kevin Reynolds fue una producción clásica de aventuras plagada de acción con mucho humor, donde se destacaba ese Sheriff de Nottingham grotesco y genial de Alan Rickman, más la inolvidable banda sonora de Michael Kamen. La película de Scott se centra en el drama y las intrigas políticas y está más en sintonía con Rey Arturo, de Antoine Fuqua, donde trabajaron toda la mitología de esa historia con un enfoque más realista. Eso es lo grosso de este estreno. La película funcionaría como una especie de precuela de la leyenda clásica que todos conocemos. Otra vez nos encontramos en el cine con Robin, Marian, el Pequeño Juan, Will Scarlet, Alan A´Dayle y el fraile Tuck como si los descubriéramos por primera vez y con la historia que tiene esta leyenda el laburo que hicieron es formidable a la hora de hacer algo distinto. El que se quedó afuera de los personajes clásicos es Guy de Gisborne, que en este caso fue reemplazado por un personaje nuevo llamado Godfrey, que es el principal villano de este film interpretado por un genial Mark Strong. Me gustó mucho también Cate Blanchett como una Lady Marian más fuerte y activa que la que se vio en otras versiones en el cine y la banda sonora de Mark Streitenfeld donde sobresale una influencia notable de la música celta. Scott presenta otro gran film épico en el que se toma su tiempo para desarrollar las relaciones entre los personajes sin olvidarse de la acción, donde ofrece secuencias espectaculares como las que solo él sabe filmar. Algo que me sorprendió es que la violencia fue trabajada un poco mas light de lo que fueron sus últimos trabajos. No es tan sangrienta como Cruzada y en una película de Ridley esto llama mucho la atención. Si algo quedó claro en estos últimos años es que Scott presenta sus filmes completos en dvd, ya que las versiones para cine siempre se les corta algo. Creo que su nuevo trabajo va de cabeza a tener una edición con el corte del director o versión extendida antes que termine este 2010 y probablemente esto sea modificado. De todas maneras, esta versión para cines es un peliculón memorable que trae de regreso a este héroe clásico con una mirada fresca y divertida que no defrauda para nada a los fans del justiciero del bosque de Sherwood.
Antiguo dueño (británico) de las flechas Cuenta una de las versiones de la historia (como todas las de aquellos tiempos, muy borroneada por los límites de la leyenda) que el rey Ricardo Corazón de León (Danny Huston) batalló junto a Robert Loxley, a quien el mito popular atribuye la identidad de Robin Hood, famosísimo outlaw de los bosques de Sherwood. Pero, ¿y si el forajido hubiera sido otro? En esta visión del director de "Gladiador", con escenas que remiten invariablemente a aquella cinta, el protagonista es un obscuro arquero sin linaje noble y que lucha más por la paga que por su rey, el veterano Robin Longstride (Russel Crowe, siempre en forma a la hora de la acción). Un tipo de dudosa moral, que sin embargo es escrupuloso a la hora de barajar sus lealtades e implacable cuando la situación requiere una cabeza fría. Algo es históricamente cierto: Ricardo Plantagenet ha muerto en combate y pronto Inglaterra, bajo el reinado de su hermano Juan, correrá una suerte incierta y desesperada. Las tropas, los nobles y los vasallos se revuelven inquietos ante las ambigüedades de la nueva tiranía, capaz de dejarles a merced de soldados franceses en tiempos en que Francia era, justamente, un enemigo potencial nada despreciable para el reino. En medio de todo este caos, Longstride llega a Inglaterra y toma el lugar del caballero de Loxley a fin de entregar la corona a la Reina Madre y al heredero al trono, el hermano de Ricardo, John. Sin embargo, un poderoso canciller, sir Godfrey (Mark Strong), responsable de oscuros manejos a espaldas de la Corona, lo acecha sospechando que el ignoto arquero sabe más de lo que aparenta. En cumplimiento del último deseo de Loxley, nuestro héroe se dirigirá a Nottingham, donde la mujer del lord, Marian (Cate Blanchett) y su padre (Max von Sydow) le aguardan desde hace diez años. La historia pronto le reservará un lugar a este anónimo arquero cuando los intereses políticos avancen sobre la empobrecida nobleza del Norte. Allí, sus habilidades serán requeridas y bien aprovechadas. Como sabemos, la idea original de Ridley Scott (largo historial de trastablilleos desde "Alien" hasta "Body of Lies") era centrarse en el obscuro sheriff de Nottingham, que a lo largo de las diferentes adaptaciones de la leyenda ha sido el villano tipo, el antagonista primordial de Robin Hood. Esta visión se llamaría "Nottingham" y se centraría en este supuesto villano, humanizándolo y dándole un relieve más heroico, dejando a Robin Hood en un plano más realista de antihéroe. Previsiblemente, el guión y el tema hicieron chillar a los estudios que lo vieron poco rentable, y el personaje terminó ajustado al mito original, a cargo de un desteñido Mattew Macfadyen. El villano, o algo así, pasa entonces a ser directamente el rey Juan de Inglaterra. Y Francia, claro. Esta cinta de acción y algo de drama histórico está tan bien dirigida y fotografiada, ambientada y musicalizada que incluso los groseros clisés históricos se le pueden disculpar en función del entretenimiento. Como en los viejos tiempos de Ridley Scott, vale la pena. Aunque siempre nos quedaremos con la intriga: ¿cómo habría sido "Nottingham"?
Antecedentes del héroe del bosque Drama con acción antes que filme de aventuras, se luce todo su elenco. Aquéllos que esperen ver a un hombre de calzas saqueando a los ricos para darles a los pobres en los bosques de Sherwood, mejor que se recuesten en sus butacas, disfruten la película y esperen a la secuela de esta Robin Hood del dúo Scott/Crowe, la misma pareja de Gladiador. Tras los muchos cambios que fue teniendo el guión, con Crowe primero para personificar al Sheriff de Nottingham hasta esta suerte de precuela del arquero nacional y popular, la película une el clasicismo de Scott -historia lineal, escenas bien construidas, montaje perfecto, atildada reconstrucción de época- con una crítica a las intrigas palaciegas, el heroísmo no siempre bien entendido y hasta la democratización de los terratenientes ingleses cuando ven puestos en peligro sus derechos. y sus bolsillos. Scott toma a Robin de regreso de las Cruzadas, acompañando al Rey Ricardo Corazón de León. El y su guionista Brian Helgeland (Río Místico) se toman algunas libertades con ciertos hechos históricos, pero el deseo del Príncipe Juan por acceder al trono una vez muerto Ricardo, la traición de los ingleses y el poder expansivo e imperial de Francia por apoderarse de Inglaterra están más que como telón de fondo de la historia. Porque, insistimos, no es éste el Robin Hood ni de Errol Flynn, ni de Kevin Costner ni el zorrito dibujado por Disney en 1973. Robin se hace pasar por Sir Robert Loxley, un noble que acompañaba al Rey, y entrega en Londres el casco de Ricardo para partir a Nottingham. Allí se encuentra con Lady Marian (Cate Blanchett, mujer de arcos tomar) y el padre de Loxley (Max Von Sydow), a quienes cuenta la verdad. A todo esto, Robin ya comenzó a formar su grupejo de rebeldes, con el Pequeño Juan y el falso monje. Todo lo que ocurra en Nottingham estará lejos de ofrecer aventuras propiamente dichas. Scott prefiere que la historia se desande por el camino de los diálogos más que de las acciones, dejando para la gran batalla final, en los acantilados, el clímax emocional. Es cierto que muchos extrañarán la grandilocuencia de las batallas con que el mismo director bañaba en sangre y violencia Gladiador, en especial el comienzo del filme ganador del Oscar. Lo que no extrañarán es ver a Crowe con el mismo corte de pelo que en aquella película. Y si antes blandía la espada, ahora es el arco o el martillo con el que imparte, ejem, justicia por mano propia. Hay algo evidente en el cine de Scott, y en particular en los relatos históricos que filma: los enfrentamientos cuerpo a cuerpo, con armas filosas, no tienen parangón alguno con las guerras del siglo XXI. El combate frente a frente, a caballo o de a pie, generan una cercanía que redunda en empatía con los protagonistas. Scott volvió a secundar a Crowe, a quien el personaje le cae como anillo al dedo, con un notable elenco: Blanchett, Von Sydow, William Hurt, Mark Strong, Oscar Isaac, Danny Huston, todo para que la historia se siga con sumo interés, haya o no haya sangre y peleas. Así vale la pena.
Antes de convertirse en leyenda Robin Hood, de Ridley Scott, es casi una precuela de la historia del justiciero He aquí un Robin de antes de ser leyenda; uno que, al menos todavía, no se interesa por las desgracias de los pobres ni anda con otra preocupación que ser leal a su rey, Ricardo Corazón de León, a quien ha servido como arquero -y de los más destacados- durante la Tercera Cruzada; uno que ni siquiera se ha ganado el famoso apodo porque anda con la cabeza descubierta (aunque lleva el torso protegido por la cota de malla) y no ha vestido jamás una calza verde. Uno que tiene oportunidad de mostrar su pasta de héroe en las más crueles batallas del Medioevo, pero parece lejos del justiciero romántico que roba a los ricos para dar a los pobres. En fin, que Robin Hood se ha ganado una precuela, con perdón de la Academia. Brian Helgeland concibió una historia novelesca para hacer revisionismo con el príncipe de los ladrones y Ridley Scott la llevó al terreno que mejor domina: el del gran espectáculo a la manera de Gladiador . Lo que resultó de la propuesta es menos un nuevo enfoque sobre el popular personaje que otra película épica con el presuntamente futuro Robin Hood en medio de la acción. Y con algunos, sólo algunos, de los personajes que tradicionalmente lo rodean, en especial una Marian bravía y tempranamente feminista con el temple y el encanto de Cate Blanchett. Entre asaltos a castillos, sangrientas emboscadas, lluvias de flechas, feroces enfrentamientos cuerpo a cuerpo e intrigas palaciegas, Robin vuelve del Oriente con una doble misión, llevar la corona del rey Ricardo, muerto en combate, y entregar la espada que un noble moribundo le confió. Las circunstancias lo llevan a adoptar una falsa identidad -lo que incluye también un falso padre y una falsa esposa- y después a cumplir su parte para frustrar los planes del rey francés, que promueve la división de los británicos con el fin de apoderarse del reino. La rebelión de los barones contra los impuestos abusivos y los orígenes de lo que sería la Magna Carta son otros hechos históricos que el guión integra en el relato sin poner en la tarea demasiado rigor. Lo que importa es que las espectaculares imágenes de Scott atrapen la atención, que Russell Crowe imponga su energía y su carisma, y que la historia entretenga, lo que se logra, más allá de alguna sobredosis de batallas. Los villanos del caso son un insidioso espía bilingüe (Mark Strong) y, claro, el rey Juan. No hay noticias de Guy de Gisborne y el pobre sheriff de Nottingham pasa inadvertido.
Robin es la recuperación de Sir Ridley Scott con el buen cine de aventuras. Cruzada fue realmente una bosta, y totalmente inadmisible para el director de Gladiador. Y su Robin Hood es además una buena lección de cómo contar una leyenda. Esa es la diferencia mayor que tiene esta Robin, de la de Kevin Costner. Hay un gran trabajo para mostrar casi minuciosamente como se formó el personaje de Robin. El guión por ese lado es muy claro y los tiempos los lleva muy bien. Hay que entrar reseteando todo lo que uno sabe por la anterior película, ya que incluso si uno la recuerda bien, a los 15 minutos de comenzada esta, se dará cuenta que ya que son incompatibles totalmente. Scott vuelve a demostrar su oficio con la cámara, y su amor con los planos. Todo el elenco está realmente maravillos. Empezando por los dos de Oceanía ;) Russel sólido como siempre, diferenciándose de su Gladiador en la composición de un personaje mucho más positivo que aquel y sin resentimientos. Y la maravillosa Cate Blanchett, doble reina Elizabeth, y eterna Galadriel tiene la solidez de siempre. Y cuando se sube a un caballo, es para festejar ;) Ya la calza a la perfección montar! Pasando a un británico… este Mark Strong quedará más pegado a los villanos que Luisa Kuliok! Paren un poco! Los hace bárbaros, pero tantas películas al hilo de esa manera lo van a saturar al pobre muchacho, que ya se ganó el infierno hace rato. La contra para mi que tiene la película, es que por llamarse Robin Hood, le faltan flechas. Y por ser dirigida por Sir Ridley Scott, le falta sangre. De hecho en el afiche me estaban vendiendo sangre, que casi no hay. Ojo, no significa que no haya batallas, pero usaron “luchas” más de un par de décadas atrás, sin mostrar demasiado, y también algunas otras con el recurso de confundir un poco con la cámara en las luchas muy de cerca. Pero Robin Hood es una muy buena película para disfrutar en un cine, que no generará pasiones indudablemente, pero que cumple con esa premisa de “mirá el origen de la leyenda”.
Libertad por ley La versión que Ridley Scott y Russell Crowe hacen del clásico muestra a Robin Longstride antes de convertirse en Hood. No lleva la denominación de precuela, tan de moda por estos días, pero si se tratara de una saga acerca del “ladrón que les robaba a los ricos para darles a los pobres”, bien podría merecer ese calificativo. El Robin Hood dirigido por Ridley Scott es un unitario, y sin embargo no es la biografía revisitada de ese personaje, sino el relato de cómo un hombre cualquiera se convierte en la mencionada leyenda. Al principio, entonces, Robin Longstride es un diestro arquero del ejército del rey Ricardo Corazón de León. Hasta que la muerte de ese líder, una promesa personal y la amenaza de una guerra civil a causa de la acefalía del trono, lo empujan a abrazar su destino. Poco de nuevo puede decirse acerca de la habilidad cinematográfica del director de este largometraje, que volvió a consagrarse hace unos años con el filme Gladiador, pero que ya había rozado lo excelso en la década de 1980 con obras como Alien o Blade Runner. Montaje, fotografía, música, escenografía, sonido. Algunos más, otro un poco menos, todos estos rubros brillan. Pero además de gozarlos, se pueden admirar otros elementos que nos hablan de idiosincrasias, o de una madurez civil distinta a la nuestra. Y es que, en definitiva, lo que marca el paso de Robin Hood a la clandestinidad es la falta de acuerdo entre el recién coronado rey Juan de Inglaterra y su pueblo. “Queremos libertad por ley”, le dice Robin al monarca, antes de prometerle su lealtad para combatir al invasor francés. Frase que ha llevado a algunos a preguntarse si el guión tuvo la pretensión de unir la leyenda del “ladrón de ladrones” con los orígenes de la Constitución de Inglaterra. Pero no hay otras alusiones al tema en la película. Simplemente, se ve que el rey falta a su palabra (no reduce los impuestos) y en el mismo polémico acto proscribe para siempre a Robin Hood, forzándolo a esconderse en los bosques cercanos a Nottingham, y a iniciar su particular epopeya de beneficencia. Es el fin de la película, y el comienzo de la leyenda.
"Levántate, y vuelve a levantarte, hasta que los corderos se conviertan en leones" Robin Longstride reza esa frase en varias oportunidades tratando de recordar su pasado y quizás el gran Ridley Scott es justamente su pasado el que no quiere recordar ya que vuelve a rodar un film épico luego del fiasco que pudo verse en el 2005 con Cruzada. Aquí el director lleva adelante una historia con un gran ritmo, dotada de escenas de batallas espectaculares y con una excelente nueva mirada del mítico personaje proveniente de Inglaterra. En Robin Hood el realizador de Alien nos mostrará al hombre antes de la leyenda, es decir que aquí podremos ver el nacimiento del "ladrón del pueblo" para luego convertirse en la figura que pudimos ver en varias adaptaciones filmicas. Volviendo a las batallas quería comentarles que no hay tanta sangre como se promete, ni como nos tiene acostumbrados este realizador inglés. Ojo que esto no quiere decir que no esten buenas, sino todo lo contrario, realmente los últimos 20 minutos de "guerra" son brillantes y dudo que alguien pueda filmar esas escenas como el gran Scott. Todos esperabamos ver Gladiador 2 y Ridley nos demostró que realmente aquella memorable Obra Maestra poco tiene que ver con lo visto ayer. Maximus no se parece en nada a Robin, más allá de cierto aspecto fisico. El héroe del Imperio Romano era una persona fría con un resentimiento impresionante, en cambio aquí el guardián del Bosque de Sherwood es un hombre con sentimientos y pasional. Otro punto de diferencia es que el primero buscaba sanear sus heridas por medio de una feroz venganza, mientras que el segundo busca una especie de justicia social. En lo único que los encuentro similares es en la defensa de sus valores. Los australianos Russell Crowe y Cate Blanchett llevan adelante dos actuaciones totalmente destacables por la fuerza, pasión y realismo que tienen sus personajes. Russell, como bien mencioné antes, realiza una caracterización mucho más "humana" que su labor anterior en Gladiador, algo que es digno de aclarar porque en muchas ocasiones hemos visto a otros actores repetirse demasiado en sus actuaciones. Qué gran actriz es Cate Blanchett, puedo nombrar como su mayor virtud la versatilidad que tiene. Aquí la actriz de El Curioso Caso de Bejamín Button nos regala una versión mucho más "machona" y peliadora de Lady Marion, diferenciándose totalmente de las adaptaciones que ha tenido anteriormente este personaje. Dato de color dedicado a la lectora Coneja, chicas Russell esta muy fachero aquí y les recomiendo que a quienes les guste no duden un segundo en ir a ver esta película. Por otro lado tenemos al villano del nuevo milenio, Mark Strong. Este muchacho de gran parecido con Andy Garcia ha desempeñado el papel de malvado en Rockanrolla, Sherlock Holmes y en un papel más secundario en otra película de este realizador llamada Red de Mentiras, por mencionar algunas. Pero en un futuro lo veremos en Kick Ass y Linterna Verde haciendo nuevamente de malo. Aquí, al igual que en sus anteriores participaciones, lleva adelante un despiadado villano que merece un gran reconocimiento. Sinceramente me he convertido en un gran admirador de los malvados interpretados por Strong. Los papeles secundarios merecen ser subrayados. Las actuaciones de William Hurt, Matthew Macfadyen, Kevin Durand y Oscar Isaac acompañan a la perfección a las labores que destaco más arriba y no qería dejar de nombrarlos porque muchas veces estás labores pasan desapercibidas. Robin Hood es de lo mejor que vi en lo que va del año y es merecedora de que todos vayamos al cine a ver el nacimiento de esta leyenda.
Uno entra a ver Robin Hood creyendo que va a disfrutar de la historia de aquel que “robaba a los ricos para darle a los pobres”, y sin embargo el film no ofrece casi nada de eso: se trata de una precuela, es la historia de cómo un arquero inglés termina convirtiéndose en un forajido. Robin Longstride -Russell Crowe- es un arquero que integra las filas del Ejército inglés en las cruzadas, siguiendo las órdenes del rey Ricardo Corazón de León. En los enfrentamientos con Francia, el rey muere en una emboscada junto con sus más fieles colaboradores. Robin y dos de sus compañeros de lucha encuentran a la comitiva en su lecho de muerte, y es allí donde la mano derecha del rey, el caballero Robert Loxley, le pide como último deseo que su espada le llegue a su padre. Robin acepta el compromiso (no sea cosa de no dejar descansar en paz a un muerto…). Al llegar a las tierras de Sir Robert, se encuentra con la viuda del caballero, Lady Marion -Cate Blanchet-, y para evitar suspicacias, acepta el pedido del padre de Loxley y se hace pasar por el finado. A todo esto, muerto el rey, viva el rey: el hermano de Ricardo, Juan, se hace con la corona inglesa. Juan es un hombre ambicioso, ignorante del arte de la guerra y la política, y más preocupado por quedar bien y acostarse con cuanta mujer se cruce en su camino. Tal improvisación de mando genera una traición por parte de uno de sus más cercanos confidentes, quien lo engaña para que los barones ingleses, entre ellos ahora Robin, se pongan en su contra. Todo no es más que parte de un plan mayor: ser derrotados por el Ejército de Francia. El nudo será entonces la decisión fundamental de los terratenientes ingleses: ¿Agruparse en contra de su propio rey o defender las tierras inglesas contra la invasión francesa? Robin Hood termina siendo un mejunje de películas: es como meter en la juguera eléctrica a Gladiador, Corazón Valiente, un par de calzas y arcos y flechas… Es un megatanque que sólo ofrece despliegue visual en los enfrentamientos bélicos.
No sirve de nada hacer comparaciones con las versiones y personificaciones anteriores, ya que acá se narra otro momento en la vida de Robin, por lo tanto se puede decir que ésta vendría a ser una pieza única, por lo menos hasta el momento, pero sí en cambio, es imposible...
Arquería y redención Ya era hora de que Ridley Scott se redimiera de equívocos groseros como Un Buen Año (A Good Year, 2006), Gangster Americano (American Gangster, 2007) y Red de mentiras (Body of Lies, 2008), todos films que lamentablemente se ahogaban en su propia vacuidad preciosista. Robin Hood (2010) en cambio es un producto muy entretenido que funciona como un complemento perfecto de la versión de Kevin Reynolds de 1991 estelarizada por el hoy desaparecido Kevin Costner: ambas son pomposas, delirantes y por momentos ridículas. Mientras aquella era fundamentalista, la presente se abre un poco de la leyenda. En este caso tenemos a Russell Crowe como el justiciero de los bosques de Sherwood, quien por suerte aporta la garra necesaria y deja de lado varios de sus tics habituales. Hay que decir que el casting es en verdad excelente ya que cada actor está en sincronía con su personaje y la suma de apellidos llama la atención: Max von Sydow, William Hurt, Mark Strong y la siempre maravillosa Cate Blanchett. Aquí la historia continúa la senda de otras precuelas hollywoodenses y apunta a retratar los comienzos del protagonista como arquero en el ejército de Ricardo Corazón de León y la subsiguiente deserción en pos de la libertad. Resulta hilarante apreciar cómo el guión del errático Brian Helgeland mete en la misma bolsa hechos verídicos, pormenores del folklore inglés y ficción bastante eficaz. Por supuesto que la película no es un baluarte de la exactitud si se la piensa en términos históricos, pero si aflojamos la cuerda se la puede disfrutar como espectáculo sin ningún tipo de problema (en la trama los franceses pretenden invadir a los británicos, cuando en realidad sucedió al revés). Intercalando chispazos de humor, el film ofrece un relato ambicioso que incluye conspiraciones palaciegas, guerra civil y la gesta de Nottingham. Una vez más el trabajo de fotografía es estupendo y viniendo de quien viene hasta un tanto escueto: no nos topamos con esa catarata incesante de primeros planos, tomas detalle y ralentís. Pareciera que el señor optó por la modestia que exigía una aventura de marcada inflexión clasicista. Otra de las “novedades” más importantes pasa por el desarrollo de personajes, por fin a la par del diseño de producción y las deslumbrantes secuencias de enfrentamientos. Habría que avisarles a los que siguen esperando un regreso del Scott de los ’70 y ’80 que sólo con una máquina del tiempo sería posible, el horizonte quedó en el pasado…
¡Y a mí qué me importa! Una épica vive o muere a partir del contagio. Como pocos otros géneros, tiene el deber indispensable e ineludible de compenetrar al espectador con lo que se cuenta. Cuando los protagonistas están en una situación límite, uno tiene que tener ganas de saltar a la pantalla a repartir espadazos y liquidar enemigos. Por ejemplo, los mejores momentos de Corazón valiente o la saga de El señor de los anillos -con todas las imperfecciones que puedan tener- se basan en batallas, escenas de acción y enfrentamientos impactantes, donde la violencia es una destreza y la muerte prácticamente un arte. Si nos remitimos a lo nacional, en el teatro gauchesco de finales del Siglo XIX, la figura de Juan Moreira generaba tal empatía que los gauchos entraban al escenario, facón en mano, para defenderlo de los villanos. Ridley Scott había revivido un poco el género épico hollywoodense con Gladiador, un peplum donde lo más interesante pasaba por el personaje de Comodus (Joaquin Phoenix), un emperador acomplejado por la estampa de su padre, celoso del general Maximus (Russell Crowe) y obsesionado incluso a nivel sexual con su hermana Lucilla (Connie Nielsen). No había mucho más para destacar, pero el filme se defendía en ciertos pasajes, a pesar de un guión con diálogos impostados y personajes de cartón pintado. Luego, con Cruzada, se puso realmente en ambicioso, con múltiples referencias políticas y religiosas: el resultado fue un bodoque carente de atractivo, con un Orlando Bloom insufrible y muchos discursos “importantes” completamente huecos. Pues bien, con esta superproducción de 155 millones de dólares Ridley congenia todos los defectos de Cruzada y Gladiador, pero ninguna de sus virtudes, en lo que podría ser uno de sus peores filmes, lo cual es mucho decir. Es que desde Lluvia negra (1989) que a lo sumo entrega alguna que otra obra más o menos lograda -Gángster americano (2007)-, cuando en general concibe esperpentos -Corazón de héroes (1996), Hannibal (2001) o Un buen año (2006)-. Y ya está lejos, muy lejos, de sus prometedores primeros tiempos, donde encadenó sucesivamente Los duelistas (1977), Alien (1979) y Blade runner (1982). Esta nueva versión de Robin Hood viene a contar los supuestos orígenes de la leyenda, cuando el héroe en cuestión (aquí interpretado por Russell Crowe) se llamaba Robin Longstride y era un arquero común y corriente forzado prácticamente a adquirir la identidad de Robin Loxley, para terminar liderando la resistencia inglesa frente a la invasión de los franceses comandada por el rey Felipe y sustentada por el traidor inglés Godfrey (Mark Strong). La historia salta de un lugar a otro de Inglaterra y Francia, en medio de intrigas palaciegas y alguna que otra escaramuza sin importancia. Poco importa lo que pasa, ya que todas las escenas son alargadas innecesariamente y están imbuidas de una trascendencia vacua. Hasta la batalla final carece de sustento: empieza y termina, y uno no se da cuenta, no le interesa. Si hay un defecto notorio en Robin Hood es que es aburrida, a diferencia de los filmes estelarizados por Errol Flyn o el que protagonizó Kevin Costner en 1991. Toda esa carga negativa se traslada hacia el elenco. Russell Crowe, que venía remontando con El tren de las 3:10 a Yuma y Los secretos del poder, aquí luce forzado y sin carisma. Lo mismo sucede con Cate Blanchett y William Hurt, que parecen estar ahí de paso, porque bueno, esto es lo que toca. Incluso un actor con una gran potencia en su interior y un rostro muy particular, como es Strong, queda sometido a la intrascendencia del villano que le toca. Teniendo en cuenta que a Ridley Scott se le acabó la nafta hace rato, hay que temer por sus proyectos siguientes, las dos precuelas de la saga Alien, a estrenarse en 2011 y 2012. El mismo director responsable del surgimiento de una las criaturas más terroríficas de los últimos treinta años, puede terminar de hundirla.
Aquellos que vayan a ver esta película pensando que se van a encontrar con el director de "Blade Runner", o al menos el de "Gladiador" saldrán de la sala decepcionados. Ridley Scott se embarca en esta precuela sobre la leyenda del aventurero que les robaba a los ricos para regalarle a los pobres y logra un filme que apenas despega en los últimos veinte minutos. Una trama demasiado extensa y escenas muy dialogadas hacen que la película de acción tenga baja intensidad, pocas flechas y escasas batallas. Sin embargo, los amantes del género le encontrarán encanto a la figura de un Robin Hood que no es un héroe imbatible, sino que se muestra como un personaje con fortalezas y debilidades. Además, el perfil seductor del personaje de Cate Blanchett aparece como un bálsamo.
Entre tantas adaptaciones que se han realizado en la pantalla grande del mítico Robin Hood, las dos que siempre recuerdo son "The Adventures of Robin Hood", de Michael Curtiz con Errol Flynn, y "Robin Hood: Prince of Thieves", de Kevin Reynolds con Kevin Costner. La razón por la cual estas dos me quedaron es que tenían una buena combinación de aventura, acción, comedia y drama, pero lo más importante, eran películas entretenidas. Cuando se anunció que Ridley Scott filmaría una nueva versión basada en este héroe, me pareció una unión perfecta. El director de "Gladiator" volvía así al cine de aventuras luego de su último trabajo en el género realizado en 2005, "Kingdom of Heaven", y quién mejor que Ridley Scott para entregar un entretenido film de aventura, no? Pero éste no es el Robin Hood que esperaba ver. No pretendía ver al clásico personaje con traje, malla y sombrero verde, pero tampoco algo depresivo. La idea original de ubicarla como una precuela a la leyenda ya conocida es un acierto, pero es una historia interesante (un poco rebuscada) que por momentos se separa demasiado del personaje. Si bien parte de la historia esta ambientada en Nottingham y muchos de los personajes conocidos están presentes (Marian, Sheriff, Pequeño John, etc.), no parece que fuera un film sobre Robin Hood. Lo que uno más espera en este tipo de películas es mucha acción y aventura, pero aquí hay muy poco de eso. Arranca con una batalla, pero luego debemos esperar casi dos horas (la gran batalla final) para volver a disfrutar de la acción. El bache entre ambas batallas, en donde aparece todo el desarrollo argumental, termina haciéndose demasiado largo. Estas secuencias de acción están muy bien filmadas y no son sangrientas, aunque hubiera preferido a Robin Hood sólo con arco y flecha, no tanta espada. Más clásico. En su quinta colaboración con el director, Russell Crowe interpreta a un frío Robin, quien junto a Cate Blanchett, como Marian, logran buenas actuaciones. Quizás están un poco grandecitos para estos roles, considerando que son los inicios de R. Hood. Mark Strong interpreta nuevamente a uno de los villanos, al igual que en "Sherlock Holmes" y "Kick-Ass", pero lejos del gran trabajo logrado por Alan Rickman en la otra versión de Robin Hood. Quienes me gustaron son los tres compañeros de Robin, interpretados por Kevin Durand, Scott Grimes y Alan Doyle. Los últimos minutos del film son los mejores, dándole el pie al comienzo de la leyenda que todos conocemos y hasta dejando abierta la posibilidad de una continuación que no creo que llegue. En mi opinión, comparándola con otras películas de aventura del director, "Robin Hood" está más cerca de "Kingdom of Heaven" que de "Gladiator", lo cual no es bueno.
Hood-Men: Orígenes Siendo la cinta de apertura en el Festival de Cannes, nos llega Robin Hood, film dirigido de manera excelente por Ridley Scott, quien retoma la temática histórica que tanto éxito le trajo en otras obras como Gladiator (2000), nuevamente con la cara de Russell Crowe, y contando la historia que dio pie a la leyenda del afamado ladrón de los ricos y defensor de los pobres. Con la ya agotada premisa de las aventuras del arquero, Scott y sus guionistas decidieron acertadamente centrarse en los hechos que formaron la personalidad de Robin Longstride, que luego se convertiría en quien todos conococemos. Para ello, infaltable, recurrieron a secuencias de guerra épica, muchos extras colisionando entre sí en varios actos clicheados sucedidos, gritos de hombría, Crowe poniendo cara de malo, y espectaculares secuencias de acción que además agregan como nuevo condimento esos ralentis en primerísimo primer plano detalle en, por ejemplo, el desenlace o aquellos momentos en los que Hood hace gala de sus dotes con el arco y la flecha. El guión, para qué dar vueltas, es pésimo. Los diálogos son toscos, no llevan a nada, y, al igual que la trama en general, no tienen un eje narrativo del que prenderse para seguir rumbo. De hecho, el impás generacional que sufre la cinta a partir del encuentro entre Crowe y una también tristemente desaprovechada Cate Blanchett, es fiel muestra de ello, llegando a generar reacomodamientos en la butaca e incluso bostezos. Uno anhela que la cámara se quede un rato más con las travesuras del personaje de Crowe, cuando éste da indicios de sus hazañas que luego lo inmortalizarían, como la escena del asalto en la madrugada o la incursión en la emboscada. El problema con este tipo de cintas es que, cuando la acción se da un break, los discursos pasan a tomar un protagonismo que no merecen, y más cuando se denota una falta grave de ingenio en los remates de las conversaciones. Señoras y señores, el Robin Hood de Scott y sus amigos es un demagogo. No hay con qué defender esos discursos diplomáticos con el Rey, ni las arengas, ni mucho menos la charlas entre los dos tortolitos (lo más predecible y aburrido del film)... todo es tan empalagoso que uno pide a gritos que vuelvan esas hermosas tomas aéreas o los travellings en las secuencias de acción. La película está muy bien fotografiada. Hay mucho provecho sacado de las ambientaciones y los paisajes, así como también se percibe un buen uso de los colores a la hora de, por ejemplo, elegir el vestuario. En lo artístico, la cinta se lleva todo el mérito; en lo técnico, Scott hace un muy buen trabajo; el guión, ya lo saben. Típico film histórico. Si busca buenas escenas de acción, adrenalina, o alguna historia con la cual pasar de largo 140 minutos de su vida, quizás esta sea la elección correcta. Si busca ir más allá de eso, es decir, buenas actuaciones, un guión creíble, y una mirada no tan trastocada por la subestimación al público tan característica de la industria hollywoodense, búsquese otra. Acá no hay demasiado para ver. O por lo menos algo que aún no se haya visto.
La banda de los ladrones alegres Aún cuando también aquí esté presente la pretensión tontamente "realista" que sobre mitos y leyendas el último cine norteamericano viene realizando, Robin Hood sabe salir airoso y sin disparar demasiadas flechas. Lo dicho viene, por un lado, como consecuencia del despropósito que significan películas anodinas y banales como Rey Arturo (2004), Troya (2004) o, desde cierta afinidad de género, Cruzada (a propósito, del mismo Ridley Scott). Films con alardes de revisionismo histórico -pero absurdo sobre historias que pierden, así, su encanto verdadero. Por el otro lado, señalar que si el Robin Hood de Russell Crowe no dispara muchas flechas es porque no estamos en presencia de un émulo de Errol Flynn o de Douglas Fairbanks sino, antes bien, en la indagación causal de su mismísimo nombre de fantasía bienhechora. Pero, y sin perjuicio, el mito sabe salir redimensionado desde esta nueva vuelta de tuerca, al no verse entorpecido ni negado sino, antes bien, resignificado tanto lúdica como históricamente. Lo que queda es un film logrado, que sabe distanciarse de tantas otras versiones así como de establecer, por primera vez para el arquero, una confrontación sorprendente con el mismísimo Rey Ricardo Corazón de León. Desde esta sola instancia, habrá que prepararse para lo que viene y deviene. Con un Sheriff de Nottingham que, de a poco, uno se sorprende al recordarlo como el villano principal del libro. De modo gradual, Robin conocerá el significado de su apellido y el de la frase que acompaña a la espada que debe entregar al padre del caballero moribundo, merced a su promesa. Allí el secreto y el designio que cataloga al héroe como tal. Como el marginal y outlaw que todos conocen. Aunque con un sentimiento patrio que hará, por momentos, que se sienta cierto escozor muy molesto. De todas maneras, y por fin, primará el lugar que al héroe corresponde: los bosques de Sherwood. Y una vez arribados allí, se recordará que los momentos clásicos de la historia el film los ha reelaborado pero sin perder de vista sus rasgos esenciales, así como el que supone el desafío y duelo de amistad entre Robin y Little John. Las leyendas, se sabe, acentúan lo que de veras ocurrió. Entre una y otra, leyenda y verdad -lección aprendida gracias a Liberty Valance , deberá elegirse la primera. Y eso es lo que, sorprendentemente, termina por ocurrir con este Robin casi añejo, de arrugas en su lugar justo; las cuales, si se permite, remitirán a uno de los mejores títulos del arquero: Robin y Marian (1976).
En algo se parecen Ridley Scott y Michael Mann: los dos tienen una capacidad muy llamativa para tocar fibras sensibles de nuestra era, sobre todo en lo relacionado con la tecnología y la política. Mann, elaborando una obra atenta como ninguna al aspecto técnico de la vida moderna, en especial en lo que hace a los métodos y costumbres de sus personajes, la mayoría de ellos profesionales inmersos en fríos mundos hi-tech; y Scott viene demostrando, desde Alien el octavo pasajero y Bladerunner, que su interés siempre gravita alrededor de los usos de la ciencia que pone en prática un poder inmoral y despersonalizado, al que sus personajes deben combatir y tratar de desmantelar. Coincidentemente, a los dos, Scott y Mann, no les salen muy bien las películas de época. Alí es la excepción manniana, mucho más cerca nuestro en una línea del tiempo que las fallidas El último de los mohicanos y Enemigos públicos, y algo parecido puede decirse de la gran Gángster americano de Scott. Gladiador, Cruzada y ahora Robin Hood tienen todas el mismo problema: les falta el dinamismo y la capacidad crítica de las mejores películas del director. Algo es seguro, Scott es un moderno y su cine no sabe mirar de otra forma: es por eso que en estas películas (especialmente en las dos últimas) uno de los conflictos principales es la forma en que se construye el poder y el reclamo de participación política de la sociedad, y sus protagonistas están atravesados por una conciencia republicana que es puro anacronismo. Y lo verdaderamente fallido no es la falta de fidelidad histórica, sino que esa mirada contemporánea que despliega Scott película tras película en sus relatos de época se siente tensada y endeble, como si el director estuviera incómodo y fuera de su terreno. Se siente con claridad en la pobreza de los diálogos o el trazo grueso y maniqueo con que están delineadas las fuerzas del bien y del mal. A Gladiador la salvaba un enorme e inolvidable Russel Crowe, que a fuerza de empuje se abría paso por una película que tenía poco más para ofrecer que un buen villano y una puesta en escena que era puro nervio a la hora de filmar la acción (otra cosa que emparienta a Scott con Mann). Pero en Robin Hood el director parece no decidirse a colgarle a Crow la mochila de su película, y el peso de la historia se reparte entre varios personajes que nunca alcanzan a imprimirle al film la fuerza necesaria para convertirse en algo más que una mera exhibición de vestuario, decorado y costumbrismo medieval. Para colmo, Scott desperdicia una historia que prometía ser una de las mejores del año: el relato de los comienzos de Robin Hood como héroe popular, todavía alejado del aura que le conferirían posteriormente la literatura y el cine. Este Robin (Longstride y no Hood) es un guerrero, un jefe militar que no se parece en nada al personaje en su versión más conocida, la del ladrón noble y pillo querible. Es increíble cómo se siente el peso de la épica de Longstride incluso estando rodeado de las tramas y las frases más torpes y a pesar de la insistencia subrayadísima y repetitiva que realiza el guión sobre la frase pretendidamente misteriosa de “levántate y levántate de nuevo, hasta que los corderos se vuelvan leones” (que irrita tanto como su elucidación final). Crow alcanza a levantar un poco al film solamente con su presencia, siempre gigantesca y tosca; a esta altura de su carrera, todo un coloso del cine. Pero poco puede rescatarse fuera de sus apariciones, el olor a maldad que desprende Mark Strong y algunas escenas de acción filmadas con un pulso netamente cinematográfico. En los bosques del siglo XIII un cineasta moderno y tecnificado como Ridley Scott puede perderse.
Hace una década exacta, Ridley Scott convocó a Russell Crowe para el gran espaldarazo de su carrera: Gladiador. Después de todos los premios, la carrera de Scott se fue a pique con un póquer de bodrios y, en los últimos años, comenzó a repuntar con un pico en Gangster americano y no decae en este reencuentro con Russell Crowe. Robin Hood se centra en cómo el famoso arquero llegó a ser una leyenda, con una mirada sobre la historia que remite al trabajo televisivo de Felipe Pigna sobre la cotidianeidad en la Argentina de antaño. Crowe consigue un Robin Hood de peso, que se aleja del estilizado personaje que acostumbraba mostrar el cine -de Douglas Fairbanks a Kevin Costner pasando Errol Flynn-, y logra un personaje memorable disparando muchas más frases célebres que flechas. En el humor y en las escenas de acción está todo el atractivo de este Robin Hood, por más que Scott exagere su acostumbrado tono épico en alguna secuencia.
Una cosa es contar una historia de una manera correcta, original y entretenida. Otra cosa es ir directamente en busca de la diversión del público con técnicas efectivas con todos los clichés existentes. Ridley Scott es un experto en lograr un balance entre ambos objetivos. Puede tomar una historia importante e histórica, pero agregarle aspectos modernos para lograr simpatía sin convertirse en pochoclo de baja calidad. Robin Hood, varios escalones por debajo de Gladiador y algunos arriba de Cruzada, con quien posee ciertas similaridades, se encarga de relatar el comienzo de la leyenda de unos de los forajidos más famosos. No se centra tanto en aventuras de alto vuelo ni las hazañas por las que es conocido mediante cuentos y otras películas, sino en los orígenes de esta personalidad y sobre cómo su popularidad heroica y solidaria comenzó a gestarse. Al no mostrar batallas en reiteradas ocasiones y utilizar un poco de humor naif, la película se vuelve entretenida. No es solemne ni destinada a quedar enmarcada como una joya del cine de acción, pero es digna para pasar dos horas de grata adrenalina. Russell Crowe se convirtió a los 45 años en el actor de mayor edad en interpretar este papel. Luego de protagonizar thrillers e historias contemporáneas en los últimos años, el neocelandés se calza con mucha comodidad este antiguo rol. Resuelve bien los momentos dramáticas y de acción, así como la transformación del papel a través de sus viajes. El romance con Cate Blanchett es uno de los puntos más flojos. No por los involucrados en la relación, sino por la poca originalidad a la hora de narrarlo. En el reparto, acompañan un desperdiciado William Hurt y un imperdible Max von Sydow. Todos los aspectos técnicos usualmente potenciados en una de acción y aventura están bien desarrollados, seguramente por la familiaridad que Scott tiene con esos géneros. Es que, sin dudas, la salsa de la ciencia ficción y las épicas son el lugar por el mejor se mueve. Cuando se apartó de ese camino, el mítico creador de Blade Runner, que actualmente se encuentra pre produciendo las precuelas de Alien, falló, como con la comedia Un Buen Año o la lapidada continuación de El Silencio de los Inocentes en Hannibal. Brindamos porque, a pesar de sus eventuales limitaciones, el cineasta retoma el sendero que mejor lo hace lucir. Porque, con varios altibajos, sigue ampliando su filmografía con trabajos visionarios, dantescos y, de vez en cuando, suavemente decentes.
Flecha de vencimiento Vi una película rarísima rarísima, se llama Robin Hood. Trata sobre un héroe que todos más o menos conocemos, pero quiere contar la historia de cómo ese héroe llegó a ser un héroe, esa cosa que ahora se llama precuela, eso de Batman en un monasterio del Tibet o trepando un edificio disfrazado de ninja, en Batman begins. Imagínense que este Russell Crowe de la película de Ridley Scott llegará a ser un día Kevin Costner o Errol Flyn, es algo así. Ya había una postcuela sobre Robin Hood (supongamos que la palabra existe, puede empezar a existir en cualquier momento, si sigue esta moda de los feos neologismos) donde Audrey Hepburn y Sean Connery se querían hasta la vejez, sólo que acá Robin y Marion ya son un poco viejos, así que de la precuela a la postcuela llegarían con la lengua afuera y apoyados en bastones. Bueno. Ni atlético ni con calcitas verdes ni romántico, este Robin tiene la carita mofletuda de Russell Crowe y es juguetón pero correcto. Lo sabemos porque bien al comienzo de la película, cuando las huestes de Ricardo Corazón de León todavía están en Francia en pleno regreso de cruzada, hace un juego de azar donde se esconde una bolita debajo de una tacita entre otras dos tacitas iguales, y un compañero cruzado lo acusa de que no hay ninguna bolita, porque nadie gana nunca el juego, pero cuando levanta, una por una, las tres tacitas, la bolita aparece bajo la tercera, entonces ahí sabemos: pícaro pero honrado, que es lo que debe ser un Robin Hood. Las bases para el mito de origen están sentadas (y no se van a parar nunca). Lo importante en principio es mostrar que Robin era un hombre, en este proceso de chatización que no deja títere con cabeza y que pretende que para que amemos al protagonista de algo tenemos que verlo tan común y silvestre como cualquier vecino que hace morisquetas en youtube. No no, nada más lejos que un afán aristocrático en todo esto que digo, pero es que ese realismo –ahora mostraremos al hombre detrás del mito, y si se caga en el traje como Iron Man, mejor- es la marca que organiza toda la película, desde la forma de filmar las batallas hasta los trajes y las chozas: cámara en mano temblequeante para meterse entre soldados que disparan una catapulta o para recibir una lluvia de flechas, zoom estruendoso y grasa hacia la cara de Cate Blanchett cuando recibe una mala noticia, cámara bajo el agua para mostrar cómo caen los cuerpos en el fondo del mar en la batalla final en una playa, plano cerrado y ultradetallista en cámara hiperlenta de la flecha decisiva que dispara Robin hacia el cuello del malo, en el que se ve la dicha flecha como si tuviéramos el ojo metido en el arco en el preciso momento en que el cimbronazo del arco la despide y salen múltiples gotitas, cuantificables gotitas, maravilla de la técnica, porque la flecha se había mojado porque no olviden que estamos al borde del mar. ¿Qué es todo esto? Es nada menos que la Edad Media tal como debe haber sido, polvorienta y marrón, con reyes burdos que practican sexo oral bajo las sábanas a sus princesas –ved el detalle del futuro Rey Juan sacándose un cosito de la boca cuando la madre le interrumpe el trámite al entrar en la cámara real y el niño sale de abajo de las sábanas- y se golpetean la corona-casco con un anillo para enfatizar una frase igual de burda, y con siembra directa sobre los campos famélicos de Nottingham, y con ropa difícil de desatar con infinitos nudos. Sobre el decorado realista, y la técnica visual hiperrealista, la figura de Russell como para demostrar que Roma y Nottingham son campos adyacentes y contemporáneos en la industria del cine, y líneas tan verosímiles como aquella que dice Robin en la asamblea de los dominados: “Porque los cambios se deben construir desde la base, como una catedral”, cosa que debe haber hecho preguntarse a los campesinos sedentarios de Nottingham que difícilmente hayan hecho turismo medieval, “¿Qué será eso?”. Pasa que claro, Edad Media+metáfora=catedral, y así se dan las cosas. ¿Es productiva esta tensión entre realismo y estereotipo, entre realismo y origen desmitificado, pero mítico todavía (porque Robin encuentra a su padre, por la mitad de la película, y se entera de que el hombre había sido una especie de héroe de la resistencia localista anti-dictatorial y que las manos de los dos ya estaban marcadas en el cemento fresco de una piedra que decía algo sobre leones y corderos, como un destino), del mito? Sí, produce mucho aburrimiento. Ridley Scott es tan tonto que no se dio cuenta de que los dibujos de los créditos finales son mil veces más estimulantes que toda su película, ¡ojalá hubiera sido toda así! El relato puede ser mítico, y el lector puede hacer, si se le canta, la “bajada” a cualquier tipo de interpretación real. Acá no hay nada para hacer, más que impresionarse, a lo sumo, con esa cámara ubicua que como no decide por dónde meterse se mete en todas partes y que nos deja como impresión más memorable los cachetes de Russell Crowe y la nostalgia de algún Robin más pícaro que juegue un poco y que se cuelgue de los árboles.
Entre la historia y la leyenda Pastiche posmoderno que procura jamás desatender los hilos del entretenimiento ni aflojar la tensión entre batalla y batalla. Uno se pregunta a esta altura del partido qué cosa nueva se puede hacer con Robin Hood más allá de la aplicación de los efectos digitales que, a veces, además, más que uso es abuso. No diría que eso es lo que ocurre con esta película de Ridley Scott pero definitivamente sus casi 140 minutos de duración llegan a cansar con su previsibilidad y obviedad narrativa. Lo único novedoso es que lo que se cuenta es lo previo de la historia que conocemos. Robin antes de ser Hood. Peleando en las Cruzadas al lado de Ricardo Corazón de León, nuestro héroe (Crowe) es un rebelde defensor de las causas nobles pero sin posesión de nobleza de sangre, un idealista que detrás de su individualismo no puede ocultar una sincera lealtad por la corona inglesa a pesar de las arbitrariedades de sus poseedores y de su apoyo a la incipiente Carta Magna que impulsa, un romántico empedernido que vence cualquier batalla menos la de una viuda distante y pretendidamente desprotegida. Porque hay que reconocer que Lady Marian (Blanchett) no es una frágil damisela que necesita un hombre que la defienda sino un hombre que la acompañe y eso, aunque apenas se esboce, es signo de los tiempos, inevitable corrección política convengamos por otra parte. Grandes nombres en el elenco acompañan a los protagonistas: Von Sydow, Hurt, Strong, Huston. El camino del héroe no es novedad y el filme cumple todos los pasos y lo épico aventurero cede cierto espacio al drama histórico (con grandes licencias poéticas) con toques de humor contemporáneo en un pastiche posmoderno que procura jamás desatender los hilos del entretenimiento ni aflojar la tensión entre batalla y batalla, método que la dupla Scott y Crowe ya supo regalar con la sobrevalorada Gladiador. Y que evidentemente busca emular sin pretender cambiar la fórmula o llevarla hacia otras búsquedas creativas. Está claro que si los números acompañan se viene la segunda parte.
'Robin Hood' es un film que le falta uno para el peso en todos sus aspectos. La historia es interesante pero en algún momento se olvida sobre quién debería tratar y se convierte en un clon de 'Corazón valiente', el elenco es excelente pero todos han dado mejores actuaciones en el pasado, las escenas de batallas están muy bien filmadas pero no aportan nada que no se haya visto antes y de hecho sorprende que el mismo realizador de una película tan cruenta como 'Gladiador' este detrás de este film mucho más "light". Este proyecto al principio se iba a llamar 'Notthingham' e iba a mostrar la clásica historia desde el punto de vista "del malo" pero entre idas y vueltas terminó convirtiéndose en una especie de 'Robin Hood Begins' y de hecho el famoso Sheriff aparece poco y usado casi como un recurso cómico. Igual la idea seguía estando buena... ¿pero como se sentirían ustedes si en 'Batman Begins' el batioreja solo hubiera aparecido en los 5 minutos finales y el resto del film fuera sobre Bruce Wayne? Quizás hubiera estado bueno pero sentiríamos que fuimos robados con estilo. Este film produce esa misma sensación. Es todo una cuestión de marketing y no implica que la película sea mala pero un titulo diferente hubiera causado otro efecto. Lo más interesante del film es que el protagonismo de la trama esta muy dividido en varios frentes, ya que como dije, la historia es bastante compleja: por un lado esta Longstride (un Rusell Crowe muy correcto que además de adelgazar evitó el cliche de hacer 'Gladiador 2') fingiendo ser un noble fallecido en combate para cumplir una promesa, por otro al avaricioso príncipe Juan (interpretado por Oscar Isaac que logra un personaje ambiguo y lejos del estereotipo del rey malo malo) que intenta consolidar su flamante trono y por ultimo a William Marshal (William Hurt cumplidor como siempre), un consejero desplazado de la corte que descubre el complot para invadir Inglaterra. Toda la historia es un intento de meter la mitología de Hood en un suceso veridico como fue la creación de la Carta Magna, un documento que le garantizaba a los nobles y plebeyos derechos iguales a los de la realeza y del cual Juan se lavó las manos después de firmarlo. La excusa funciona bien para interesarnos en la trama pero pregunto de vuelta... ¿Y Robin donde está? Porque acá no. En conclusión, estamos ante una historia épica y dentro de todo realista, sin duda la versión más política de las numerosas adaptaciones cinematográficas que se hicieron del personaje... pero también es posible que sea una de las más olvidadas en los años venideros. Repito, con otro titulo seguro ganaba un par más de puntos.
No voy a poner en discusión la calidad de Ridley Scott, el director de gemas del cine como Alien: el octavo pasajero y Blade runner, pero me parece que es uno de los directores más irregulares hoy en día. Pareciera que cuesta encontrar un concenso respecto a su obra, y no porque sea un visionario incomprendido, precisamente. Salvo Gladiador, aunque con Oscar y todo (podríamos decir que con el Oscar, más) trae amores y odios con igual intensidad. El hombre que se mostró versátil para dirigir oscuros universos tecno-retro-futuristas y pasar a una road movie y películas de criminales como Gángster americano (lo sé: es gánster) y Hannibal, se interesó estos últimos años por sacar los soldaditos de plomo de algún baúl empolvado y empezar a jugar a la guerra del medioevo. Así, repetía en menor medida la efectividad del gladiador romano con las guerras cruzadas en las Orlando Bloom deshacía más de lo que hacía. No era una mala película, pero fallaba el actor protagónico (quizás porque lo de "actor" se puede poner en duda). Con Robin Hood vuelve Máximus el magnánimo, a cortar cabezas, brazos y piernas de cualquier enemigo, ahora, en nombre de Inglaterra. El personaje de Robin Hood tuvo varias adaptaciones en la historia del cine, de las cuales tenemos Las aventuras de Robin Hood, con el inigualable Errol Flynn (el capitán Blood, ese que moría con las botas puestas). Es de 1938, de William Keighley y Michael Curtiz (Casablanca), en blanco y negro, y le pasa el trapo a esta chata adaptación de la leyenda popular. Para simplificar digo que, desde el título, la versión de 1938 es todo lo que esta no es: una aventura. ¿Dónde está el corrupto Sheriff de Nottingham? Es una figura central en la historia, porque, claro, es un hombre que aún dentro de su maldad, cree estar haciendo las cosas bien. Su muerte no es un motivo de festejo, sino de conmoción. La existencia de Robin Hood, un defensor del oprimido pueblo, como la de cualquier superhéroe encapotado, no hace más que hablar de una sociedad en decadencia. Es por eso que el enfrentamiento entre quien actúa dentro de los marcos legales (y debería ser el héroe, pero es el villano) y el que lo hace fuera de la ley (que debería ser el villano, pero es el héroe) es un enfretamiento épico, decisivo. Aquí Ridley Scott cree que para hacer una película de aventuras basta con poner un par de personajes de stock (el frailer gordito gracioso, el bruto grandote y gracioso, la dama linda pero guerrera, etc.) y se olvida que la aventura es más que eso. Aunque tampoco creo que apuntaba a eso. Aquí el sheriff es un comic relief (a cargo de Matthew Macfayden) y la verdadera contrapartida es Mark Strong, el malo de Sherlock Holmes, que sigue haciendo el mismo papel. Cara siniestra por aquí y allá y voilá: Hollywood consiguió un nuevo villano. Scott, en un momento, quiso hacer la película donde Russell Crowe fuera Robin Hood y el Sheriff. ¿Las dos caras de la misma moneda? No sabemos, pero seguro hubiese sido un planteo mucho más interesante. Robin Hood es una precuela que nos cuenta el origen de uno de nuestros outlaws favoritos. Cómo Robin se convirtió en Hood, en esta manía postmoderna de contar orígenes (como Darth se convirtió en Vader, Wayne en Batman y James en Bond). O sea, agregar un fondo pseudo dramático, con flashbacks torpes y situaciones dramáticas peores, no hace otra cosa que cimentar una falsa realidad (cuota de realismo que a partir de Batman inicia, parece fascinar) que la historia no necesitaba. Se traiciona no sólo el orígen del fantástico personaje. Sino su escencia. Por ahí el cast está lleno de caras conocidas, desde Cate Blachett para propiciar comentarios babosos como este (el bodrio anterior de Sir Ridley, Un buen año, tenía a Marion Cotillard para eso) hasta el cruzado de El séptimo sello, Max von Sydow. Este último es parte de una secuencia que debería ser vital y por poco roza el ridículo. Sí, las batallas están más o menos bien (utilizando un framerate menor, como en Gladiador) y alguno quizás le vea una pizca de emoción a esta larga historia de dos horas y media. Yo no vi ninguna. Me entretenía pensando que los bosques siempre fueron lugares oníricos, ominosos e incomprensibles. Como laberintos (y sino, vean esa obra maestra que es Rashomon). Quizás Robin Hood, el verdadero, se perdió por ahí y el director buscó un soldado romano para reemplazarlo.
EL SURGIMIENTO DE UNA LEYENDA Robin Hood es un personaje de leyenda inglés surgido en la Edad Media. Hace un recorrido por la literatura, no sólo con relatos anónimos sino también como un personaje de Ivanhoe (1819), el clásico de Walter Scott. Es tal vez Howard Pyle el único escritor que firma, en 1883, una historia completa de Robin Hood que en muchos sentidos es base fundamental para el siglo siguiente en la vida del famoso personaje. Con la aparición del cine se convirtió en protagonista de docenas de films, siendo el de 1938, con Errol Flynn en el papel principal, el más inolvidable de todos. Esa imagen de Flynn, la misma que hemos visto durante años en la colección de libros infantiles Robin Hood, era la de un Robin sonriente, de origen noble, que le quitaba a los ricos para darle a los pobres. Arco y flecha y su traje de color verdad eran su marca. El personaje era el arquetipo ideal del héroe de capa y espada (swashbuckler) que tantos ejemplos tuvo en la literatura desde el medioevo hasta comienzos del siglo XX. Pero para las generaciones más recientes el Robin Hood más conocido es el que interpretó Kevin Costner a comienzos de la década de los noventa. Para los especialistas, por otro lado, el favorito será siempre el Robin viejo que interpretó Sean Connery en Robin y Marian en 1976. El desafío para Ridley Scott era volver el personaje y crear un film que lograra estar entre los más memorables que se hayan hecho sobre el héroe de Sherwood. En Robin Hood, el director de Gladiador y su protagonista, Russell Crowe, intentan recrear el clima y los temas del film que los condujo al éxito y al Oscar al mejor film y al mejor actor. En esa búsqueda se encuentran con una diferencia entre ambas historias. Mientras que Gladiador tenía un personaje protagónico nuevo y, por lo tanto, sin condicionamientos, Robin Hood es un personaje que ya ha tenido infinitas versiones y quien más quien menos conoce su historia. Por eso el guionista Brian Helgeland (el mismo de esa maravilla llamada Corazón de caballero) se encuentra en una disyuntiva: respetar al personaje y hacer otro film más, parecido a todos los anteriores, o buscar hacer algo nuevo, arriesgando aquello que los espectadores esperan encontrar en un film sobre Robin Hood. Finalmente deciden contar el origen de la leyenda, ocupando todo el relato en lo que usualmente ocupaba los primeros minutos de cada aparición del personaje. El film está bien escrito, tiene complejidad dramática y el oficio de Ridley Scott (Alien, Blade Runner, Thelma & Louise, La caída del halcón negro) está bien a la vista. Aquello que decepcionará a los seguidores de Robin tal vez guste a los que nunca se interesaron por el personaje. Y los fanáticos, para alegría de los realizadores, terminarán de ver el film con el deseo de una pronta segunda parte. No una secuela, sino la segunda parte de una historia que aquí queda claramente inconclusa.
Un Robin Hood subversivo La película protagonizada por Russel Crowe –en el papel del legendario ladrón– y Cate Blanchett –en el rol de la enamorada de Robin– es la narración de una historia épica que muestra la situación previa en Inglaterra a la construcción de la leyenda del ladrón de los ricos para los pobres conteniendo, además, conceptos revolucionarios ligados a dar fin a la esclavitud. Por otro lado, propicia la visión de una mujer activa, con decisión, y no sólo como la bella acompañante, sino como heroína y luchadora. El filme de Ridley Scott comienza con Robin Longstride formando parte de los arqueros del ejército inglés peleando en las cruzadas contra los musulmanes en el siglo XII. En un momento, tras una riña, Robin queda frente al rey Ricardo Corazón de León y pone en evidencia su conciencia crítica al oponerse a masacrar al pueblo musulmán. Esto le cuesta un severo castigo junto con sus amigos. Es el primer acto de rebeldía del primigenio Robin. Luego, tras una serie de circunstancias –que para conocerlas deberán ver la película–, Robin pasa a ser un noble de Nottingham de una comarca gestionada por la doncella Marian, de carácter aguerrido y tenaz, que no se deja torcer por la adversidad. Frente a la voracidad recaudadora de la Iglesia, Robin decide levantarse y promueve la recuperación de lo pagado ayudado por el nuevo cura del pueblo. Es el segundo acto de sublevación ante una injusticia. Después el héroe termina conociendo que su padre fue ultimado por las autoridades por su pensamiento libertario de que “los corderos serán leones”. Aunque ahí roza la ingenuidad al expresar que los mismos barones, los que utilizan a los esclavos para generar sus riquezas, habrían mostrado su buena voluntad a favor de brindarles su liberación. Por otro lado, es llamativa la mirada que cuenta sobre Marian, mujer que se para ante la violencia sufrida “desde arriba” y decide pelear. Generalmente, en este tipo de películas, a las mujeres les cabe el papel de enamoradas del héroe sumándole solamente la parte romántica al relato. En este caso, incorpora este costado amoroso pero con el ingrediente de ser una mujer combativa que se pone al frente de la lucha. Finalmente, la película es una versión atrapante del nacimiento de este personaje rebelde ante las injusticias.
Si vas al cine a ver Robin Hood esperando encontrarte con la historia de aquel jovencito portador de un excelente dominio del arco y la flecha, que les robaba a los ricos para darle a los pobres tendrás una gran sorpresa cuando veas la última producción de Ridley Scott. Pero el cine está hecho de sorpresas y de darnos lo imprevisible. Lo que, justamente, no esperábamos. Sino, no habría gracia. Lo que pasa en esta ocasión es que, al buen estilo de Hollywood, se puso toda la carne al asador y nos construyen un Robin (que aún no es Hood) en grande que, casi sin fundamento, es convertido en una especie de líder de un ejército y participa de en batallas inmensas y espectaculares. Mucha flecha, mucha lucha, mucha grandilocuencia, como les gusta a los americanos. Ésta vez se cuenta el origen de aquel mito. Robin Longstride (Russell Crowe) es un excelente arquero, perteneciente al ejército del rey Ricardo Corazón de León (Danny Huston). Debido a la muerte de éste, Robin emprende, junto a otros compañeros, el regreso a Inglaterra tras haber luchado en las Cruzadas por Tierra Santa. Una casualidad hace que se encuentren en el camino con un grupo de caballeros ingleses heridos y decidan hacerse pasar por ellos y llevar la corona del rey de nuevo a Inglaterra. Ese episodio hará que Robin tome una nueva identidad. Diferentes desafíos comienzan a presentársele en el camino. Y el Robin Hood, combativo y justiciero, que todos conocíamos empieza a surgir. A pesar de que algunas características esenciales del personaje están muy bien plasmadas en la película (como la rebeldía a las autoridades, la lucha por la justicia y la equidad), la falta de carisma de Russell Crowe impiden que uno pueda involucrarse con el personaje. En el caso de Gladiador, su estilo se amoldaba perfectamente a las necesidades de la película. Sin embargo, Robin Hood era un ser carismático, del pueblo. Y eso es algo que, si bien trata de mostrarse durante la película, no me lo transmite este actor. La versión 2010 de Robin Hood cuenta una parte de la leyenda. Pero es una parte que, según la impresión que me dejó, no merecía una película de dos horas y media para ser contada. Aunque, reconozco, todo depende de cómo se narre una situación. Pueden relatarte la historia más simple, pero si está bien contada, con eso basta.
Robin según Ridley Robin Longstride, es un huérfano que vaga por toda Inglaterra, en busca de su lugar de origen, junto a un grupo de guerreros van en defensa de su Rey, Ricardo Corazón de León, a quién vienen de defender en las cruzadas, viajando desde Inglaterra, pasando por toda Europa, hasta llegar a Palestina, empresa que en esa época, en la que se movilizaban a caballo, les tomó 10 años de viajes y luchas. En su regreso al país sajón, Robin, se encuentra con una emboscada por parte de los guerreros franceses, que pretenden invadirlos. En esta batalla, es herido de muerte Robert Loxley, uno de sus mejores amigos, a quién promete llevar su espada a su anciano padre, en Nottingham. La espada lleva una extraña inscripción, “Levántate una y otra vez hasta que los corderos de conviertan el leones”, lo que lleva a Robin a querer cumplir su promesa y averiguar el significado de ésta frase. Ya en Nottingham, se encontrará con Lady Marion (Cate Blanchett), viuda de Loxley, de quién nuestro héroe quedará perdidamente enamorado. Luego, regresando también de las cruzadas, el rey Ricardo, es asesinado por los franceses, y Robín tendrá el destino de ser el encargado de llevar la corona del rey caído al castillo de su familia, para que lo pueda suceder el hermano menor, Juan; Pero Juan es totalmente egoísta, abnegado e inepto para gobernar, solo le importar recaudar, y decide aumentar los impuestos a los ya pobres habitantes de esta tierras, y quien no pague será castigado con la muerte. Por si todo esto no fuera suficiente, Godfrey (Mark Strong), un hombre de mucha confianza del rey Juan, traiciona a su país, haciendo una alianza con el Rey Felipe de Francia, facilitándole su llegada a la isla para preparar el ataque. Al mismo tiempo, los barones (nobles) del norte, cansados de tanta injusticia, se están organizando derrocar a su rey, entonces Juan, tendrá que decidir, entre seguir con su política infame o unir a todo su pueblo contra el enemigo que acecha. Sin embargo, luego de luchar por su rey Juan, el gobernante no recapacita y sigue con su gobierno de mano dura, y declara a Robin, “forajido”, perseguido por la ley, entonces el protagonista escapa, junto a su grupo de amigos encapuchados (en inglés capucha se dice “Hood") lo que da nombre a nuestro personaje. Grandes actuaciones, se destaca el malvado y frió personaje de Mark Strong, muy buenos paisajes, y recreación de época excelente. Digno de ser film del Ridley Scott.
¿Y dónde está Robin? ¿Se puede hacer una película aburrida, con un personaje que es un canto a la anarquía y al instinto libertario? ¡Si! Ridley Scott y Rusell Crowe pueden volver aburrido, solemne y careta cualquier cosa que toquen. No es que el director británico filme mal, es que es irremediablemente conservador no sólo en sus ideas políticas -que sería lo de menos al fin y al cabo el mismísimo John Ford era bastante facho-, Scott es conservador desde sus planteos estéticos que aparecen una y otra vez en sus películas, ya sea que traten del imperio Romano, las cruzadas o como en este caso, las aventuras de Robin Hood. El planteo es siempre el mismo, “contar la verdad” y olvidarse de la leyenda. En ese plan, Robin Hood deja de ser un héroe de los humildes para pasar a ser un mercenario de los señores feudales hartos de pagarles impuestos al rey. Marin deja de ser una chica virginal, hija de uno de esos caballeros feudales para pasar a ser una heroína de armas tomar. Donde había espíritu libertario y ansias de libertad, Scott pone ideas librecambistas y enojo por la opresión estatal. ¿Los pobres? Están para hacer número pero no para mucho más. Con esta nueva visión, el personaje deja de ser simpático, la historia de amor deja de emocionar y nada termina por importarle demasiado al espectador. El Robin Hood de Scott-Crowe es un fiasco más de Hollywood.
JUGUEMOS EN EL BOSQUE MIENTRAS ROBIN NO ESTÁ Una de las duplas más codiciadas del Hollywood actual es la del director Ridley Scott (ALIEN, BLADE RUNNER, THELMA Y LOUISE, HANNIBAL, KINGDOM OF HEAVEN, LA CAÍDA DEL HALCÓN NEGRO) con el actor Russell Crowe (UNA MENTE BRILLANTE). Su colaboración comenzó con la excelente GLADIATOR (2001) y continuó con films de menor envergadura como A GOOD YEAR (2006), AMERICAN GANGSTER (2007) y RED DE MENTIRAS (2008), en los que Crowe iba como anillo al dedo y Scott se lucía orgulloso saltando de un género a otro sin titubear. Pero después de algunos años, Scott se cansó de conformarse con lo mediocre o lo simplemente correcto, e intentó volver a las raíces de su relación con Crowe, el drama épico que tan bien les funcionó en GLADIADOR. Para decirlo en otras palabras, intentó volver a la cima, esta vez con un proyecto tan interesante como ambicioso: filmar la historia jamás contada de los comienzos de Robin Hood, el legendario arquero, forajido, ladrón, aventurero y héroe. Pero la cima está más lejos de lo que él cree y, a veces, uno se puede perder en el bosque camino a ella. Un historiador nos diría que esta película es correcta. Un productor la etiquetaría orgullosamente como un blockbuster. Un cinéfilo, por su parte, diría que esta versión de ROBIN HOOD no tiene nada que ver con Errol Flynn, Kevin Costner o incluso con el aventurero zorro de la clásica película animada de Walt Disney. Estos tres últimos fueron la encarnación del mito, un intrépido forajido romántico, un héroe sin igual que robaba a los ricos para dárselo a los pobres y, de paso, enamoraba a la doncella. Es decir, muy diferente a lo que Ridley Scott quiso hacer: contar la historia del hombre detrás del mito. Porque había un hombre. Según este nuevo film su nombre era Robin Longstride, un soldado de las Cruzadas cuyo espíritu patriótico, códigos de honor y valentía lo condujeron, junto a sus fieles amigos, hasta el pueblo de Nottingham. Allí ayudó a Lady Marion (Cate Blanchett) y al resto de los habitantes a recuperar las cosechas y a enfrentar a un corrupto Rey, sólo para terminar guiando a su ejército contra las tropas francesas invasoras. Una vez más, y ahora que sabemos de qué trata la visión de Scott, podemos concederle algunas indulgencias. Más que nada, nos permitimos pasar por alto que el protagonista no cuente con muchas de las características que lo convirtieron en una leyenda. Pero tampoco se puede titular un film con el nombre de ROBIN HOOD si en pantalla tendremos a Russell Crowe haciendo, nuevamente, de Maximus Decimus Meridius. Sin embargo, mejor será dejar de lado esta comparación antes de que lleguen a la conclusión que ROBIN HOOD es un proyecto sencillo y vulgar por el simple hecho de ser similar a GLADIATOR. Este nuevo film de Ridley Scott es una película regular y llena de lugares comunes pero no por parecerse a GLADIATOR, sino por errar al intentar emular la misma fórmula con la esperanza de repetir su éxito. Así tenemos, una vez más, los mismos componentes de una ya explotada ecuación: guerras a caballo, un tirano soberano que no se ensucia las manos, y un héroe que se impone ante un gobierno opresor para representar los ideales de libertad y valentía de un pueblo. El problema es que todo esto está presentado a desniveles y de manera errónea, dejando un resultado displicente. Las batallas no abundan ni son lo suficientemente épicas o grandes, y hasta a veces llegan a cansar. Lamentablemente, aquí el único culpable es Scott, quien se estancó en lo seguro y filmó las escenas de batalla de la manera más típicamente posible, alternando planos extremadamente abiertos (para mostrar la espectacularidad del combate) y muy cerrados (para compartir la sensación de opresión y adrenalina de la lucha), mezclando la cámara lenta con los sonidos eclipsados de siempre, y muchas muertes pero nada de sangre. El film también cuenta con algunos flashbacks presentados torpemente e introduce incorrectamente dosis de humor sin gracia que le quitan seriedad a las escenas. A esto se le suman momentos cursis, poco románticos, que desvirtúan la narración y llevan a la historia en una dirección alejada de las estrategias militares, las ideas políticas, las conspiraciones, las traiciones y las batallas, tal vez los componentes más interesantes de esta desatinada versión. ROBIN HOOD (2010) a veces pierde su ritmo y nunca termina de elegir qué camino seguir. No es aventura ni un drama épico o romántico. Es un pastiche de géneros que la campaña de marketing intentó vendernos como el origen del ladrón más heroico de todos. Con nombres como Russell Crowe, Cate Blanchett, Mark Strong (Godfrey), William Hurt (William Marshal), Danny Huston (Rey Richard Corazón de León) y Max Von Sydow (Sir Walter Loxley), podría llegar a pensarse que, al menos, el elenco lograría salvar el film, pero no. ROBIN HOOD (2010) falla otra vez. Las actuaciones son todas correctas – algo indiscutible para estos actores - pero no todos tienen el suficiente protagonismo y los personajes que interpretan forman parte de los mas burdos estereotipos hollywoodenses actuales. William Hurt y Danny Huston son completamente ignorados, el siniestro Mark Strong cumple nuevamente como villano pero con escasas escenas, y Mark Addy (Fraile Tuck) y Kevin Durand (Little John) están solo para cortar la tensión con su humor sin gracia. Tal vez la mejor del film sea Cate Blanchett, quien irradia belleza pero pierde en carisma. Su historia de amor con Robin Hood no emociona ni convence, y su interpretación es buena pero su personaje es el cliché de la mujer guerrera - muy irreal para el ámbito en que es presentado - que termina de consolidarse como un completo fiasco cuando hace su vergonzosa e innecesaria aparición en el campo de la batalla final, acompañada de los niños del bosque y el fraile gordo, montados en ponys (¡!). El Robin Hood de Crowe, por su parte, es un héroe que no llama la atención, chato y con motivaciones no muy claras. Aunque el planteo inicial del proyecto fue contar la verdad y alejarse de la leyenda, Scott y Crowe llevaron esto al extremo y se alejaron tanto del simpático personaje original que no parece una película de Robin Hood (ojo, tampoco es GLADIADOR 2, como muchos asumimos luego de ver los primeros trailers), ni mucho menos el origen del personaje que todos conocemos. Es sólo la visión de Scott de un Robin Hood realista y uno se da cuenta qué tan equivocado estuvo el director al decidir contar esta versión cuando, al repasarla, recordamos que los mejores momentos son aquellos en los que Robin Hood se comporta como tal. Por ejemplo, cuando roban a la noche en el bosque para salvar las cosechas o toda la genial secuencia final (SPOILERS): cuando Robin Hood mata a Godfrey con una flecha, cuando el Rey lo nombra un outlaw, seguida por la escena en que Sheriff de Nottingham necesita un clavo para fijar un cartel y una flecha pasa volando junto a él. ¡Ese era el tipo de película que queríamos ver! (FIN DE SPOILERS). ROBIN HOOD (2010) desilusiona pero, por suerte, sí entretiene la mayor parte del tiempo sin complicar sus tramas. Sus dos horas y veinte minutos se sostienen no sobre sus escenas de acción, sino sobre tres pilares fundamentales: sus majestuosos paisajes, una gran banda sonora y buenas interpretaciones, que logran salir airosos. Pero no hay duda de que esta es una oportunidad perdida y un elenco desprestigiado en un film que no supo aprovechar todo su enorme potencial. Tal vez, si la historia del film no se hubiese alejado tanto de la leyenda para centrarse en el hombre, el director habría alcanzado la cima. Pero son los hombres los que fallan, no las leyendas. Las leyendas viven por siempre… incluso después de una versión como esta.
VideoComentario (ver link).
Robin Hood es una de las figuras que más apariciones artísticas tuvo en su historia, desde series televisivas, novelas que cuentan diferentes aspectos de su vida, hasta películas de todos los géneros. Pese a esto, hasta el momento, son solo pocas las versiones cinematográficas que con el paso de los años todavía son recordadas. En este caso, Ridley Scott demuestra una vez más que el contar historias de aventuras es su gran fuerte. Esta es una cinta muy bien lograda desde lo visual pero desenfocada en el recrear la mítica figura de Hood.
El lado desconocido de una leyenda de la mano de Ridley Scott Robin Hood (Rusell Crowe) el héroe de la leyenda llevada a la cinematografía en muchas oportunidades, quedando en el recuerdo particularmente las protagonizadas por Fiarkanks (“Robin de los bosques”, 1922), Errol Flynn (“Las aventuras de Robin Hood”, 1938), Sean Conery (“Robin y Marion”, 1973) o Kevin Costner (“El principe de los ladrones”, 1991) En todos los casos se hace una parcial, y muy somera, referencia a la vida del personaje anterior al momento de sus hazañas en el bosque de Sherwood, centrando todo el relato en las aventuras que se supone allí se registraron. En tanto “Robin y Marion” (1973), con Sean Conery, abordaba los últimos años del héroe legendario. En el caso que nos ocupa, en cambio, el relato nos retrotrae a la niñez de Robin Hood narrando todas las incidencias de su vida que finalmente, por decisión de Juan sin Tierra, hermano de Ricardo I, coronado rey ante la supuesta muerte de éste, es obligado a convertirse en un fugitivo, para iniciar como tal su lucha por la libertad y la justicia desde el famoso bosque británico. Consecuentemente, esta nueva visión de la historia del Robin Hood, protagonizado por Russell Crowe y dirigida por Ridley Scott, a diferencia de todas las que le anteriores, finaliza cuando Robin va a comenzar su camino hacia la leyenda. Al regreso de las cruzadas, y considerado muerto en una batalle Ricardo I Corazón de Leon (1157-1199), le es encomendada a Robin la misión de entregar la corona en Londres, para lo que asume el nombre del noble Loxley, hombre fiel del Rey, muerto en batalla a quien Robin promete llevar la espada a su padre. Después de cumplir la misión que le fuera encomendada entregando la corona al principe Juan, parte con destino a Nottinghan donde conoce a Lady Marian (Cate Blanchett) esposa de Loxley y al padre éste Sir Walter Loxley (Max Von Sysow), a quienes les confiesa toda su verdad al momento de cumplir con la entrega de la espada, gana la confianza del anciano considerándolo digno de que siga usando el nombre de hijo, revelándole a Robin aspectos de sus antecedentes familiares. Ahora Robin Longstride interviene en las luchas contra los invasores franceses, que actuaron merced a traiciones en el entorno del Rey Juan. Por su actuación en las batallas gana un reconocimiento que molesta al soberano británico, quien lo considera un peligro para la corona y es obligado a actuar como un fugitivo. Robin cansado de injustas amenazas, del aumento desmedido de impuestos, el vandalismo de las autoridades y la hambruna, violencia e injusticias que debe soportar Nottinghan resuelve resistir esos embates, actitud que avalan los ciudadanos para comenzar a reivindicar sus derechos humanos tomando las armas en defensa propia. Los quionistas nos traslada a la Inglaterra del siglo XII con una historia plena de lealtades, traiciones, amores y aventuras, desarrollada con inteligencia en cuanto al tratamiento del relato y los personajes que la animan, en una interesante vuelta de tuerca que mantiene interés sostenido en las acciones engarzadas con buen criterio. El realizador británico Ridley Scott tiene 72 años, en los últimos 33 dirigió 19 producciones desde “Los duelistas” (1977) hasta “Robin Hood” (2010), incluyendo títulos como “Alien, el octavo pasajero” (1979), “Blade Runner” (1982), “Thelma y Louise” (1991), “Gladiador” (2000), “Red de mentiras” (2008). Recordando estas obras estamos ante un cineasta avalado por una trayectoria de indiscutible calidad artística, con sus más y sus menos según la apreciación de cada cinéfilo. “Robin Hood” suma méritos presentes en los títulos mencionados por tener como punto de partida buenos guiones, a los Ridley supo interpretar acabadamente en contenido y forma, armonizándolas al materializarla en imágenes y sonidos. Denota conocimiento, gusto y estilo para aprovechar todas las posibilidades tecnológicas al servicio de la cinematografía, y de los equipos técnicos que la aplican en justa medida sin sobrecarga de efectismo, en este caso la calidad de la fotografía, el trabajo de las cámaras, la dirección de arte y el uso de los planos sonoros, y una compaginación que sostiene ritmo y cadencia narrativa. Esto último particularmente notorio en la utilización de la música placentera, incluidos los coros, tratamiento que en algunos pasajes recuerdan a “Gladiador”. Por otra parte, tiene el mérito de una inteligente selección de intérpretes, a quienes conduce por sendas claras y mano segura logrado buen nivel en todos los estratos, apreciado desde Russell Crowe y Cate Blanchett encarnando a Robin y Marion cuarentones, hasta el rescate de un excelente actor sueco Max von Sydow, por lo general desperdiciado por los realizador de Hollywood. La historia invita a disfrutar de la acción y la aventura, en tanto la realización alcanza un muy buen nivel artístico que sostiene sin desmayo los 138 minutos de proyección. Se abre una incógnita: ¿puede haber una segunda parte cubriendo lo que algunos espectadores esperaban encontrar al concurrir a la sala?
Con el carisma de los justicieros “1492”, “El reino de los cielos” y “Gladiador” bastan sobradamente para justificar la pericia en películas épicas del versátil director Ridley Scott, que ahora vuelve su mirada al personaje de Robin Hood, pero antes de convertirse en el célebre bandido justiciero y héroe popular de los bosques de Sherwood. Lejos del estilizado perfil físico de Errol Flynn y más cerca del musculoso general de “Gladiador”, encontramos al arquero más diestro en el ejército del rey Ricardo Corazón de León en su momento de regreso de las Cruzadas por los ricos países de Oriente. Con un ejército empobrecido y con una vuelta que no resulta tan fácil, ya que los franceses del rey Felipe de Anjou aspiraban a la debilitada corona inglesa. La toma de un castillo medieval es una de las secuencias iniciales que ya justifica el visionado y sirve para presentarnos a los protagonistas: un Robin valiente y leal, pero también pendenciero y con deseos de libertad, antes que de permanecer en la rígida disciplina de los ejércitos. Sin embargo, las circunstancias lo conducen a tomar la identidad de un noble inglés y regresar la corona del rey a sus herederos. Esta sustitución de identidad es uno de los cambios fuertes del guión: Robin no tiene títulos de nobleza, pero los encontrará casualmente, tanto como a su futura esposa Marion. Más historia y menos leyenda El arbitrario reinado de Juan Sin Tierra (el odiado sucesor) hereda las deudas de las aventuras bélicas de su hermano y, además, está en la mira del rey francés que aspira a destronar con ayuda de felones enquistados en el corazón de la corte. Una frase que inicia la película advierte que, “cuando la injusticia oprime, el forajido encuentra su lugar en la historia”. En ese contexto, el rol de bandido justiciero aguarda a Robin y a sus hombres cuando regresan de la guerra: nunca tan patente la presencia del hambre y la codicia, como en esta versión que resalta la avaricia de los poderosos (como la actitud mezquina del rey, que guarda para sí el anillo con el que debería premiar a un fiel servidor). El intento deliberadamente desmitificador no logra despojar totalmente al personaje de su carisma. Robin es “valiente, honesto e inocente” como el mismo rey lo admite, aunque lo manda al cepo. Es cierto que con la tendencia a humanizar héroes o mejor, de acercarlos a la historia antes que a la leyenda, se pierde algo de magia, pero este Robin más rollizo, sin la pluma ni la malla verde de Errol Flyn, entretiene alternando los flechazos con la espada, la caballería y alguna que otra observación práctica. Es interesante el perfil dado al personaje de la Blanchett como una lady Marion, alejada de la fragilidad de otras versiones. De origen noble (ella sí) pero sin hacerle asco a las tareas más rudas del campo y hasta llega a calzarse la pesada armadura para pelear contra los franceses. Aunque este realismo no concuerde con la elección de la fragilidad corporal de la actriz, quien a pesar de haber interpretado a la reina Isabel I en las dos entregas de “Elizabeth”, no reúne el vigor físico que necesitaría una mujer para tan fatigosos roles que exigirían un cuerpo de pesada amazona. Todo se compensa con el espectáculo visual que ofrece la reconstrucción de edificaciones medievales que superan las artificiales construcciones de cartón-piedra vistas en versiones anteriores. Y también el vestuario, las armaduras y demás detalles de época están cuidadísimos. La música, compuesta por Marc Streitenfeld, tiene protagonismo pero no entusiasma como para recordarse. Sin llegar a ser “la película del año”, este Robin Hood sobrevivirá entre las mejores revisiones del mítico personaje y, sobre todo, por ser un pasatiempo con todas las de la ley.