La chica de mis pesadillas "Yo no escribí para vos. Yo te inventé" le dice el joven escritor Calvin Weir-Fields (Paul Dano) a Ruby, la chica de sus sueños (Zoe Kazan), un personaje nacido de su imaginación y de una vieja máquina de escribir. Luego de publicar su primera y exitosa novela, Calvin cae en un bloque creativo que lo paraliza frente a una página blanca, pero su frondosa imaginación lo lleva a crear a Ruby Sparks en esta comedia sobre la vida alborotada de un autor que nunca pensó que una de sus creaciones cobrara vida y dominara su existencia. Ruby, la chica de mis sueños propone una mirada interesante sobre el proceso creativo del personaje central y lo alimenta con situaciones cómicas y románticas, sin dejar de lado el costado más dramático: la soledad de Calvin, tratada en una extensa sesión de terapia (comandada por Elliot Gould, el actor de la recordada El socio del silencio). "Tenés una vida miserable" le dice Ruby a su inventor mientras pasa desde los comportamientos más hilarantes e inesperados hasta una dependencia total de su -ahora- novio. Mientras Calvin siga escribiendo, Ruby sigue viva. Bien actuada por la dupla protagónica y con roles secundarios de Annette Bening y Antonio Banderas, el film recuerda también a un título de los años ochenta, Sueños eléctricos. La amistad, el enamoramiento, el perro Scotty (en homenaje a Scott Fitzgerald) y un libro que se las trae son algunos de los pilares de esta historia que mezcla con acertados recursos realidad y ficción, a partir de la presencia de una "chica" que se mueve a contraluz y altera los días de su craedor.
La segunda película de los directores de Little Miss Sunshine es otra comedia dramática, pero esta vez con toques fantásticos en la línea de lo que fue “Más extraño que la ficción”. El amor, un acto de Magia. Calvin sufre el tan temido “bloqueo de escritor” y por su falta de sociabilización en un experimento de su psicólogo escribe algo sobre una chica con la sueña seguido. Como por arte de magia, Calvin hace realidad a este personaje e inevitablemente se enamorará de ella, pero cuando las cosas empiezan a fallar, Calvin intentará cambiar a Ruby, pero la vida nos enseña que no podemos cambiar a las personas. Actos de a dos. Cuando comienza la película cuesta comprender cómo alguien tan joven como Calvin puede ser tan exitoso, pero esta tan bien narrado que el personaje nos hará entrar a la historia de manera natural. Este film es sorprendente desde el punto del guión, ya que está tan bien contada que no parece que es el primer guión que Zoe Kazan escribe para el cine. Ah, también protagoniza a Ruby, una chica multitasking. El conflicto en el metraje se da rápidamente, lo que parecía ser solo otra comedia donde el personaje de Calvin (Paul Dano) trata de averiguar los porqués de que Ruby (Zoe Kazan) exista, se convierte en otra película totalmente diferente. Vamos a averiguar problemas más profundos de los personajes, la relación que tiene con su hermano Harry, con su Madre y sobre todo lo que lo une con su padre muerto. Ruby va a ser el personaje que haga que el protagonista pivotee por estos factores de la vida. Calvin y Harry (hermano y único amigo) se irán dando cuenta que toda cosa que Calvin escribe en su maquina de escribir sobre Ruby se convierte en realidad. Pero esto ira afectando la relación que Ruby tiene con Calvin de manera exponencial , lo que parecía color de rosa se ira convirtiendo en algo para lo que no estaban preparados ninguno de los dos. Esto quizás, es lo mejor con lo que cuenta la película, no detenerse en explicaciones de cómo Ruby apareció en la vida real, sino creando otro universo donde este personaje va a enfrentarse a su creador. El punto débil de la película se da en una estética muy similar a Little Miss Sunshine, no porque sea mala, sino porque es un recurso más que utilizado para una película con tono independiente, ya sea tanto en fotografía como en música, films como Juno, Adventureland, Charlie Bartlett o inclusive Superbad han explotado estos recursos. Quizás era hora de innovar nuevamente. Muchas veces se refieren a películas mas livianas como “Chick’s flick” sin embargo podría catalogar esta como una “Guy’s flick”, ya que todo lo que le pasa al personaje tiene que ver con miedos que tenemos los varones cuando terminamos una relación y arrancamos otra. Conclusión: Ruby, la chica de mis sueños, es otra incursión exitosa de Jonathan Dayton y Valerie Faris en el mundo cinematográfico, no solo por darle originalidad a una historia que parecía que se había contado antes, sino por enfrentar cuestiones que no todo el mundo se anima a tratar en una comedia romántica. Es un film que da una lección de como con pocos recursos y sin escenas de grandes presupuestos se puede contar una historia genial apoyandose solo en el guión. Ruby está hecha para aquellos que pueden palpar lo bueno y lo malo del amor, porque como dice el Calvin, “No lo sé, es amor, es magia”.
Esta película ya la vi Zoe Kazan, de ojos celestes extra grandes y una naricita respingada preciosa, debe ser la chica de sus propios sueños porque acá se da la rara circunstancia de que haya escrito una película que la tiene como protagonista y chica-de-los-sueños de Paul Dano, el joven indie por antonomasia a esta altura, de películas generalmente buenas como Pequeña Miss Sunshine, Gigantic, o Meek´s Cutoff, de Kelly Reichardt. Dano viene a ser algo así como el Michelle Williams masculino pero menos famoso por el momento, y Zoe Kazan parece estar queriendo seguir los pasos de su no del todo tocaya Zooey Deschanel, aunque hasta ahora le tocaron papeles muy secundarios (hija de Meryl Streep en Enamorándome de mi ex, por ejemplo, y si la ven seguro que la reconocen de algún lado porque tiene una cara para recordar). En Ruby, la chica de mis sueños ella es el tipo de muñequita que ya es casi propiedad privada de Zooey Deschanel: pelo largo con flequillo bien tupido que casi tapa los ojos, polleritas de colores y cancanes en tonos fuertes, tacos, ojos completamente abiertos por el asombro, fragilidad, sinceridad que desarma y una tierna dosis de torpeza. Esta chica se llama Ruby Sparks pero no existe del todo, es el invento de Calvin Weir-Fields (Dano), escritor de novelas de éxito precoz que ya en la adolescencia se convirtió en una joven promesa de las letras norteamericanas y ahora a sus veintipico siente la presión de tener que seguir ese camino. Por un capricho similar al de Más extraño que la ficción / Stranger than Fiction (aquella película donde Will Ferrell resultaba ser un personaje de Emma Thompson, ¿se acuerdan?), Calvin sueña con Ruby, empieza a escribir la historia de los dos, y un día se despierta para encontrar que ella vive en su casa y hasta tienen una mascota. Al miedo comprensible de Calvin (y no muy bien manejado por Dano, un poco rígido para ser cómico) de estar volviéndose loco cuando su personaje de ficción cobra vida le sigue la irritante secuencia de montaje del amor indie: ellos dos en los flippers, o revoleando los flequillos en un recital, etc., que alguna vez fue conmovedora y significó algo con respecto a una manera nueva de vivir el amor y la pareja, pero ahora es puro videoclip (no me refiero por supuesto a lo independiente como modo de producción sino como estilo ya codificado, el de películas como Submarino o 500 días con ella, donde los chicos se enamoran porque ella escucha The Smiths o porque salen juntos a tirar petardos). Ojo: la película lo sabe, y lo que va a suceder de ahí en más precisamente viene a desmontar esa idea de amor, y la alegría fácil y adolescente de Calvin al encontrar por fin a su chica perfecta. Este es un punto de madurez de Ruby, la chica de mis sueños, indudablemente, pero también es cierto que la historia resulta muy previsible y raramente se sale del cauce que arrastra todos los clichés del indie devenido género, con marcas propias y estandarizadas de estilo. Porque pronto se entiende que estamos en presencia de un cuento moral en el que se va a usar el protagonista para exhibir los peligros de querer ejercer un control absoluto sobre la persona que amamos, y aunque acá los directores sean los mismos de Pequeña Miss Sunshine, esa película dejaba cierto espacio para la sorpresa (además de que Toni Colette, Alan Arkin y Abigail Breslin, por nombrar sólo tres, parecían reales y como actores hacían maravillas), mientras que en Ruby, la chica de mis sueños no hay absolutamente nada que uno no haya visto antes. Y lo que es peor, los personajes secundarios están espantosamente descuidados, sobre todo el psicólogo de Elliot Gould y los padres neohippies que convidan porro interpretados por Anette Benning y Antonio Banderas (la visita a la casa de ellos es la peor secuencia de la película, decididamente, y que alguien explique por favor por qué es gracioso que Banderas les regale a los chicos una silla hecha de palitos). Si hubiera algo así como una farándula del indie, un cielo en la tierra idealizado en el que todo lo que había de supuestamente realista y humano en él se hubiera convertido en tapa de revista, en perfección un poco inverosímil, en Brangelina, la verdad es que la parejita formada por Paul Dano y Zoe Kazan estaría a la cabeza como la más top, o Zoe Kazan se pelearía a cachetazos con Zooey Deschanel para ver quién es este año la prom queen -aparte de que él no puede conmover a nadie con su supuesta crisis existencial en el departamento con piscina más cool que pueda imaginarse-. Por eso, aunque ellos hagan que la película por momentos sea muy bella, casi luminosa, se tiene la sensación de que la historia de amor adolescente y perfecto no puede más que volver a comenzar, aunque teóricamente se trataba de desmontar esa idea de perfección y teóricamente también, en el transcurso de la historia alguien aprendió algo.
Un amor a medida Jonathan Dayton y Valerie Faris, los directores de Pequeña Miss Sunshine (Little Miss Sunshine, 2006), construyen con Ruby, la chica de mis sueños (Ruby Sparks, 2012) un relato sobre la ficción a partir de un vínculo amoroso. Calvin (Paul Dano, un acierto del casting) tiene mucho tiempo libre. Aunque, se sabe, el tiempo en quienes se dedican a crear siempre es relativo. Está la posibilidad de ir tejiendo una red de ideas que culmine en una obra cuando, en apariencias, no se está haciendo nada. En ese sentido, él ha sabido emplear el tiempo de forma productiva, pues pese a ser muy joven muchos lo consideran un muy buen escritor. El problema de Calvin no es el tiempo que emplea para crear obras, sino el que no utiliza para crear su propia vida. Hasta el cuidado de su pequeño perro lo hace con hastío, amigos no le sobran y –claro- tampoco hay “candidatas” para conquistar su corazón. Hasta que un día, sueña. Más precisamente: sueña con una chica “común y corriente” a la que llamará Ruby (Zoe Kazan, también guionista del film). Las películas “sobre la creación” conforman a esta altura una suerte de sub-género. Dentro de las más recientes, podemos mencionar a El ladrón de orquídeas (Adaptation, 2002). Con esa película, Ruby, la chica de mis sueños tiene no sólo en común este rasgo, sino también una marcada intención de reflexionar sobre el sentido de la ficción y la forma en la que nos transforma. E indagar sobre la permeabilidad de aquel sentido en la propia experiencia (amorosa, social, incluso filosófica). Durante la primera media hora la película no está del todo lograda, resulta un tanto reiterativa. Pues el mero retrato del escritor consigue que la puesta devenga esquemática, como si el espectador supiera de antemano qué es lo que se le va a contar. Las cosas se pondrán más interesantes cuando un día ese sueño empuje a Calvin hacia su máquina de escribir (es un looser anacrónico). Y al poco tiempo se aparezca Ruby, la chica de sus sueños, en carne viva. El guión se concentrará, a partir de entonces, en el impacto que genera la relación del escritor y su musa/novia en los demás personajes. Y, desde ya, en su propia vida. Otra vez, cierta previsibilidad se apodera de la película, que no termina de “cerrar” como comedia (los diálogos entre él y su hermano, un típico canchero, son bastante flojos). Como contrapartida, comienza a gestarse una interesante vertiente más existencial en torno al dilema de tener una vida a la medida de uno o dejar que todo siga su curso normal. Porque Ruby es bonita, generosa, amable. Pero, en definitiva, es una entidad que, mutatis mutandi, desarrollará sus propios deseos y contradicciones. Que le jugarán en contra a Calvin. Ruby, la chica de mis sueños, consigue hacia el tramo final superar su planteo ingenioso y dotar de humanidad a los dos protagonistas. En el resto del elenco no se percibe ese detenimiento, tanto el hermano como la madre (Annette Bening) y su pareja (Antonio Banderas) están construidos de forma estereotipada. Para Calvin, especie de Próspero moderno, el mayor conflicto surgirá cuando tenga que tomar una resolución ética sobre su capacidad creadora. Va a lidiar con su neurosis (que nunca dejó de estar), sólo que meditando y dejándose afectar por su propia obra. Que, como toda obra, lo interpela, lo señala, lo obliga a ser mejor artista. Y, afortunadamente, un mejor hombre.
¿Hasta dónde llega el compromiso de un autor con su obra? Esta podría ser una de las preguntas que plantea Ruby, la chica de mis sueños, segunda película del dúo de directores Valerie Faris y Jonathan Dayton que hace seis años pasaron de la TV y los videoclips al cine con la grata sorpresa que fue Pequeña Miss Sunshine, una de esas gemas que suelen salir del indie norteamericano y que de tanto en tanto se convierten en éxitos de crítica (y público) y taquilla. Sin embargo, este nuevo film se presenta como muy distinto a su ópera prima. Pequeña... se trataba de una road movie simple y directa sobre una familia muy disfuncional. Ruby, la chica de mis sueños es mucho más compleja, más grande en cuanto a sus ambiciones, y con un argumento en apariencia mucho más profundo. Paul Dano (que cada vez se parece más a Cillian Murphy) es Calvin que fue un niño prodigio, con gran intelectualidad, y ahora es un escritor de cierto y repentino éxito, con muchos problemas tanto sentimentales como de bloqueo artístico. Su vacía vida social y amorosa parece ser lo que más lo acompleja, y es así como comienza a soñar con una mujer perfecta, un ideal de la chica de la cual él podría enamorarse. Calvin comienza a escribir alrededor de esta mujer, Ruby Sparks (Zoe Kazan, que también oficia como guionista) y al tiempo esta pasa de los sueños y las letras a materializarse en lo que podríamos llamar realidad. Obviamente el amor nace entre ambos, pero Calvin pronto comienza a encontrarle defectos (o detalles que hacen a la imperfección), por lo que va a recurrir a la escritura para ir “perfeccionándola”. Son muchos los planteos que realiza Ruby..., por un lado habla de la labor de “los intelectuales” y “la relación” que logran con su obra (llevando esto al paroxismo de la materialización); por otro lado es una película sobre la soledad, sobre las decisiones a las que nos lleva la misma; y también habla de la idealización, de la complejidad de las relaciones amorosas que la buscan, y sobre si se puede o no cambiar al otro en esa búsqueda; todo en un marco de realidad y ficción, ensoñación. La cuestión es el tratamiento que estos dos directores le dan a tamañas cuestiones. Desde el hilo argumental pareciéramos cruzarnos con un film de Charlie Kaufman o del Woody Allen de Zelig o La Rosa Púrpura del Cairo. Pero no, Dayton y Faris parecieran tomar otro rumbo, tomar la complejidad del asunto y con ella realizar una obra más simple, amena, hasta si se quiere ligera de lo que podríamos haber esperado. No es que la “sencillez” del tratamiento le juegue en contra, la perjudique; pero sí podría desilusionar a los que buscaban encontrar un gran planteo filosófico o psicológico. Como aclaré al principio, la película arranca con grandes ambiciones, fuertes planteos, y termina encontrando un ámbito ameno en el que los directores de Pequeña Miss Sunshine parecen moverse mucho mejor. Dano da el tono perfecto para su Calvin, todo el tiempo nos hace creer sus tribulaciones. En cuanto a Kazan está en cada uno creerle su perfección, pero la labor de la actriz no es para nada reprochable. A este dúo protagónico los acompañan un sólido apoyo en secundarios de Chriss Messina, Steve Coogan, Anette Bening, Antonio Banderas, y sobre todo el terapeuta encarnado por ese gran actor que es Elliot Gould. Los rubros técnicos también son correctos manteniendo esa sensación de sueño permanente y atribulada realidad al principio. Ruby, la chica de mis sueños es una película que fluye muy bien, logra que su hora cuarenta pasen imprevistamente, y al finalizar hay una sensación de haber visto una buena obra. ¿se esperaba más de los directores? ¿se esperaba más desarrollo de los planteos de la historia? Cada espectador irá con sus expectativas. Por el momento este es un buen exponente de la “movida independiente norteamericana”, con todo lo que eso implica de positivo y negativo.
Más Ficción que Extrañeza Cuando salimos de la función de prensa de Ruby, La Chica de mis Sueños, le dije a mi colega Elena D’Aquila, “esta película ya la vi”. La memoria de vez en cuando me hace jugadas tramposas, siento deja vués y no logro a veces disipar por qué. Lo primero que pensé es en Stephen King, que varias veces pone como protagonistas de sus novelas a escritores que se enfrentan a sus propios personajes (La Mitad Siniestra, La Ventana Secreta) o que lo que escriben se convierte en realidad (Tommyknockers), con algunos elementos de las comedias de Woody Allen que suelen tener bastantes escenas o premisas fantásticas. De hecho, parece no casual que el protagonista lleve lentes con marcos negros y pulóveres rojos o verdes, emulando el típico vestuario del realizador neoyorquino. Pero a los pocos días, Elena, que es más joven y ha perdido menos neuronas que yo en el transcurso de los últimos años, me lo recordó. Más Extraño que la Ficción es un film del año 2006, dirigido por el sobrevalorado Marc Forster que hizo una sola película realmente buena, cinéfila y entretenida en toda su carrera, Quantum of Solace (muy superior a Casino Royale, el que lo niegue no vio nunca un film de James Bond). En ella, Will Ferrell era un hombre al que de repente le empiezan a escribir su vida. Todo lo que sucede forma parte de la redacción de una escritora. O sea, si Emma Thompson ponía, Will Ferrell tiene un mal día, Will Ferrell tenía un mal día. En Ruby, en cambio, un escritor desinspirado (si estuviese inspirado no habría película parece), con duelo amoroso, tiene sueños acerca de una musa que lo viene a visitar. Empieza a escribir sobre ella y un día ella cobra vida. Pero no es su imaginación. Realmente ha creado un ser vivo (algo similar a la película Ciencia Loca de John Hughes pero sin explicación científica, hubiese sido más divertido en este caso). Calvin (Paul Dano, extraordinario, versátil, demostrando con que facilidad se puede mover de la comedia al drama) y Ruby (la guionista del film, Zoe Kazan, bastante sólida, para ser prácticamente desconocida), tienen un amor apasionado, idílico, al punto que Calvin no necesita escribir más sobre ella. Pero cuando la relación se empieza a desgastar porque Ruby quiere llevar una vida independiente, Calvin se tienta a esclavizarla con su máquina de escribir, de la misma forma que sucedía en la película de Forster, pero en forma menos filosófica. Si bien la premisa del film puede ser original, lo cierto es que es bastante previsible y superficial, pero sobretodo vista. O sea, tiene una estructura demasiado convencional, lugares comunes. Los giros que pretenden ser más llamativos (la familia new age de Calvin) se ha visto tantas veces en los últimos años en el cine “Indie” (otra vez Annette Bening como hippie ya es un clisé) no lo son tanto, la introducción de elementos fantásticos en relatos realistas ya no sorprenden. Entonces, queda la simpática historia de amor del muchacho perdedor que no es muy diferente a la de 500 Días con Ella (incluso Kazán es muy parecida a Zooey Deschanel), la crítica a la intelectualidad literaria queda a un nivel superficial también (vean Un Fin de Semana de Locos de Curtis Hanson y aprendan), por lo tanto, tampoco se puede decir que Faris/Dayton pretenden crear una sátira social. No soy fanático de Pequeña Miss Sunshine, pero era una película que al menos tenía buena construcción de personajes y una ácida mirada sobre la familia estadounidense y sus niveles culturales (además de enormes interpretaciones). Acá la sátira no funciona, porque no hay crítica, que un manager cultural sea una persona que trabaja únicamente por interés económico o sexual era el tópico principal de la filmografía de Blake Edwards. Si bien es correcta en casi todos los rubros, la falta de un alma, de acudir continuamente a la fórmula, de ir al efecto romántico, de pretender una estética transparente, con alguna que otra escena onírica inspirada, ya no logran convertir una comedia “Indie” en una obra trascendente. El soberbio elenco, no logran salvar una película mediocre, del montón (y agrego, además de Bening repitiéndose, Coogan ya me está cansando como el inglesito canchero, muy mal aprovechado). Resaltan Banderas y Elliot Gould, más distendidos que de costumbre. Es una pena que Zoe Kazan haya debutado con una obra simpática, pero tan poco sensible socialmente, teniendo en cuenta que el abuelo haya sido uno de los más polémicos y transgresores directores, un hombre que cambió la forma de encarar los conflictos de la juventud, darle un contexto socio-político, reformó con Lee Strasberg la forma de actuar en el cine, impulsó la carrera de uno de los mejores actores de la historia y realizó una obra maestra llamada América, América. Personalmente, pienso que las segundas o terceras generaciones deberían dejar atrás sus apellidos para no mancharlos con estos despropósitos cinematográficos (Cassavetes, Nick; Coppola, Francis) que no le hacen justicia a sus progenitores. Aprendan de Joe Hill, que consiguió una sólida carrera de escritor a la sombra de su padre, cambiando su apellido y sin necesidad de enfrentarse con sus propios personajes.
Dream a little dream of me Calvin (Paul Dano) es una estrella de la literatura que escribió lo que muchos consideran una de las grandes novelas americanas hace una década, cuando era un wunderkid de sólo 19. Desde entonces, vive a la sombra de su éxito precoz, recluido en su mansión californiana de la que emerge sólo para visitar a su psiquiatra y para sacar a pasear a su perro Scotty con la tímida esperanza de conocer a alguien en el camino, mientras trata de superar su bloqueo de escritor. Estos tres elementos -el bloqueo de escritor, una sugerencia de su psiquiatra y su perro- van a funcionar como disparadores de una nueva situación: la llegada de Ruby Sparks (Zoe Kazan) a la vida de Calvin, cuando literalmente aparece en sus sueños. El bloqueo desaparece y Ruby pasa a ocupar las páginas que Calvin tipea furiosamente, donde describe su versión ideal de una mujer. Es artista, es linda y su vida está llena de particularidades simpáticas. Un prototipo de la manic pixie dream girl, concepto propuesto por el crítico Nathan Rabin, sobreabundantes en recientes comedias románticas de los últimos años: una chica que abraza la vida y le enseña al protagonista masculino a dejar de lado sus neurosis y realizar su destino. Cuando Calvin se empieza a preguntar en sus sesiones de terapia si no estará enamorándose de su personaje, una mañana se produce la segunda llegada de Ruby en la vida de éste: esta vez, en carne y hueso. Y en su cocina. Es linda, es artista y está llena de particularidades simpáticas. Y aunque hacen viajes ruteros al ritmo de canciones yé yé y del pop francés, sacan a pasear juntos a Scotty y Ruby le cocina, surge con mayor fuerza otra dimensión en el film, la misma que aparece en toda relación en cierto punto: lo ideal versus lo real. Porque Ruby, si bien es su personaje, no es una mera manic pixie dream girl sin intereses propios más que el de ayudarlo a él a avanzar con su vida. Y Calvin deberá elegir entre una relación con una versión de su chica ideal a la que puede controlar a gusto (cada cosa que él redacta sobre Ruby en el papel, se cumple en la vida real) o una relación con la mujer de carne y hueso que él creó a partir de la ficción, pero que quiere tener vida propia. El guión de Zoe Kazan (que no sólo se pone en la piel de la protagonista, ella misma es una dramaturga reconocida desde su adolescencia; y sí, también es la nieta del polémico Elia Kazan) presenta algunas ideas interesantes en su acercamiento a temas clichés como el bloqueo creativo, la reclusión y las expectativas por relaciones potenciales que puede albergar un hombre joven. La dirección de Jonathan Dayton y Valerie Faris, en su primer película desde Pequeña Miss Sunshine en el 2005, es correcta, particularmente en la construcción de las otras relaciones de la vida de Calvin. La interacción entre Calvin y su psiquiatra el Dr. Rosenthal, interpretado por el genial Elliot Gould (uno de los tantos aciertos -aunque un poco obvios- del casting), podría caer en cierta ridiculez, pero la interpretación honesta y cálida de Gould en sus interpelaciones a la neurosis del personaje de Dano terminan ganando. Lo mismo va para Annette Bening como la madre new age, Antonio Banderas como su pareja, Steve Coogan como el agente cínico y Chris Messina como el hermano casado que hace de contrapeso al idealismo naif, y en muchos momentos controlador, de Calvin. Pero todos los factores y cuestiones que se van agregando a la historia compiten en la atención de la audiencia, desdibujándose unos a otros. No se puede decir si es irónico sin intención o un brote de autoconciencia que en el film, el hermano de Calvin, al ver un borrador de la novela sobre Ruby le pregunte: "¿Pero a dónde querés llegar con esta historia?".
Hecha para amarme Calvin (Paul Dano) es un joven escritor en pleno bloqueo. Nada lo inspira para seguir escribiendo. Llegó a ser reconocido siendo más joven aún, y desde entonces sus pares y editores lo tratan permanentemente de genio, o niño prodigio. Adolescente prodigio, en realidad. Para ayudarlo, su psiquiatra (Elliot Gould) le da una tarea: que escriba al menos una página sobre una chica. Calvin comienza así a escribir sobre una que vió en sueños, tan apasionadamente que casi no come ni duerme. La muchacha se llama Ruby (interpretada por la guionista del film, y nada menos que nieta de Elia Kazan, Zoe Kazan), y él inventa todo sobre ella, su historia, sus gustos, su inmenso amor por un chico… llamado Calvin. Todo parece encaminado: una vez más logró escribir, hasta que la normalidad se quiebra cuando Ruby, la ficción, se convierte en realidad. Esta película trata el tema, ya visto en otras, del creador y la criatura, con la salvedad de que lo lleva al terreno de la comedia romántica. Hasta dónde la Ruby real es tan real, si no deja de ser un producto de la imaginación de quien la creó. Qué pasa cuando ella no quiere seguir el rumbo que su inventor le marca. Hasta dónde una persona es capaz de manipular a quien ama, para que nunca deje de ser esa cuasi perfecta idea de la que se enamoró. El dilema borgiano se entremezcla así con la rutina de una pareja común y corriente, que puede ser cualquiera, planteando un cuestionamiento interesante, consistente, y con un guión que logra resolver bien la cuestión, teniendo en cuenta lo disparatado del punto de partida. La independencia, los espacios personales, la individualidad de cada uno de los miembros de una relación, también son aspectos revisados en este filme. Dirigida por los mismos directores de "Little Miss Sunshine", Jonathan Dayton y Valerie Faris, ésta es otra propuesta diferente en un género en el que abunda la repetición insulsa.
Alejados de la dirección desde su resonante éxito en 2006 con Little Miss Sunshine, la pareja de Jonathan Drayton y Valerie Faris vuelve al ruedo con una historia de corte fantástico pero que aborda una temática tan universal como cotidiana: encontrar al amor de nuestras vidas. La vuelta de tuerca es, ¿qué tal si dicha media naranja aparece de nuestra propia imaginación? Tal situacion le ocurre a Calvin Weir-Fields, un jovencísimo novelista que conoció los laureles a una edad temprana y se ha dormido en ellos. En verdad sigue abocado a su trabajo, pero un acuciante caso de bloqueo de escritor no le permite continuar su explosiva carrera. Unos cálidos y vívidos sueños con una joven de cabello colorado le abrirán las puertas a la escritura nuevamente, de una manera tan rotunda que caerá enamorado de su propia creación... hasta que dicha obra se materialice en su cocina, preparándole el desayuno. Cuando todo parece indicar que la película irá por el lado de la locura del propio autor, los giros del guión fortalecen a una trama que puede irse al caño repitiéndose a sí misma, pero no; muchas situaciones tienen resoluciones bien pensadas y sesudas, y todo se debe a la ágil cámara de Dratyon y Faris, encaminados por el guión de la joven Zoe Kazan, que hace de la onírica protagonista Ruby Sparks. Kazan explotará en escena próximamente y es una fuerza natural a reconocer, aunque claramente se busque capitalizarla con un aire cercano Zooey Deschanel con esos hermosos y gigantes ojos azules y ese flequillo que no hace más que acentuar sus rasgos. Paul Dano, acostumbrado a papeles de bajo perfil, le da en el clavo con su retrotraído joven autor y genera una química más que loable con ella; es de buen ver también las apariciones secundarias de la siempre estupenda Annette Benning, el desopilante Steve Coogan y el prácticamente cameo de Antonio Banderas. Si bien Ruby Sparks se mueve sobre los cimientos de un romance tan imposible que tiene que ser verdad, realmente se luce cuando los personajes se ven atrapados en la misma telaraña que ellos se han creado, en donde los miedos y las esperanzas de cada uno colisionan y dejan ver su costado más humano. Claramente, los directores optaron por demostrar las dos caras de la moneda en lugar de que el sol brille todo el tiempo para los protagonistas, y éste contraste es el que genera un interés mucho más fuerte por la trama y la resolución final. Estoy casi seguro de que Ruby Sparks funcionará tal cual lo hizo (500) Days of Summer allá por el 2009. Trabajada bajo los mismos lineamientos de un ambiente fresco y personajes entrañables, de seguro en unos meses u años se transformará en una pequeña joya de la dramedia romántica.
No quiero una novia pechugona Zoe Kazan no porta un apellido que pase desapercibido para los amantes del Hollywood clásico. La actriz y autora de Ruby, la chica de mis sueños es ni más ni menos que nieta del legendario Elia Kazan (1909-2003), un auténtico prócer del cine y el teatro pero muy discutido luego de ceder a la presión ejercida por el Comité de Actividades Antiamericanas y delatar a ex compañeros del Partido Comunista durante los años del macarthismo (1950/1956) para poder seguir trabajando en el ambiente. Recordemos que al recibir el Oscar honorífico en 1999 parte del público –directores, actores, productores, etc.- se manifestó en contra de este premio. Kazan había sido uno de los creadores del Actor’s Studio (1947), había lanzado a Marlon Brando al estrellato en Un Tranvía llamado Deseo (1951) y era uno de los más distinguidos realizadores de su época tras rodar películas tan famosas como Viva Zapata! (1952), Nido de Ratas (1954), Al Este del Paraíso (1955) o Esplendor en la Hierba (1960). A posteriori su carrera se vería afectada por el fantasma del episodio ocurrido durante la caza de brujas volcándose de lleno a la literatura desde fines de los setenta. El hijo de Elia, Nicholas, no heredó el talento de su progenitor y se ha destacado básicamente como guionista siendo su título más recordado Mi Secreto me condena (Reversal of Fortune, 1990), de Barbet Schroeder. Con tan ilustres antecedentes en la familia, Zoe Kazan no tenía una misión sencilla al escribir su primer guión: la comparación con papá y el abuelo no tardaría en formularse. Para ser moderadamente buenos digamos que el desafío ha sido superado con dignidad. Ruby, la chica de mis sueños no es un trabajo brillante pero al menos desarrolla su historia correctamente y con ingenio suficiente para conformar a los adeptos al cine independiente (término genérico que cada día me gusta menos). Ruby Sparks (Zoe K.) es el fruto de la imaginación del escritor veinteañero Calvin Weir-Fields (Paul Dano), quien se encuentra bloqueado e imposibilitado de continuar ejerciendo su oficio. Tras su debut sensacional en la ficción a los 19 años con una novela que la crítica consideró a la altura de El Guardián en el Centeno, de J. D. Salinger, Calvin apenas pudo finalizar un puñado de cuentos. Su editorial lo apura para que entregue material nuevo pero el solitario joven es incapaz siquiera de llenar una página. Para intentar ayudarlo su terapeuta, el Dr. Rosenthal (¡piedra libre para Elliott Gould!), le sugiere que se ponga a escribir sobre una chica que aparece en sus sueños. Calvin se obsesiona de a poco con su personaje, le inventa un nombre, un pasado, una psicología y un tipo físico muy específico (a diferencia de Horacio Fontova él no quiere una novia pechugona que sea maciza). Hasta que un buen día Ruby se materializa en su casa. Calvin diseñó a su mujer ideal y sabe Dios cómo –más allá de lo literario hay aquí algo de La Rosa Púrpura del Cairo y también de otros filmes, como por ejemplo Más extraño que la Ficción o Ciencia loca- ella se hizo presente para hacer realidad todos sus sueños. Para modificar o torcer cualquier atisbo de desencuentro entre ambos basta que Calvin redacte unas líneas con su máquina de escribir para que la situación se destrabe en su beneficio. Entre Ruby y una muñeca inflable hay diferencias pero de acuerdo a la manipulación a la que es sometida la chica, después de todo no parecen tantas. Por lo demás, el filme de los directores Jonathan Dayton y Valerie Faris (los de Pequeña Miss Sunshine) cuestiona con sentido común la naturaleza de las relaciones de pareja y llega a conclusiones bastante desalentadoras que lo serían todavía más de haberse mantenido menos permeables a las convenciones de la comedia romántica más tradicional. La historia, aún con sus reminiscencias a otras obras, remueve zonas oscuras de la psiquis humana que por ahí el espectador de a ratos olvida en favor del más trillado relato amoroso. Pero que siguen estando allí como trasfondo. Por eso hace tanto ruido ese falsamente tranquilizador epílogo donde todo pareciera empezar de nuevo. Claro que Calvin ya sabe que ni siquiera controlando las emociones de su novia a través de lo que le dicta al papel es capaz de mantener un vínculo sentimental sin arruinar las cosas. Un muchachito patético que no quiere estar solo pero que tampoco saber estar acompañado. Un caso de diván para toda la vida. El Dr. Rosenthal nunca pasará hambre con este paciente. Zoe Kazan como actriz luce simpática, por momentos encantadora en un rol al que una especialista en personajes freaks como Zooey Deschanel (cuya madre Mary Jo Deschanel cumple un papel secundario) seguramente le hubiese brindado una cuota extra de desparpajo y locura. No obstante, Zoe está genial en algunas secuencias. Particularmente en aquella donde no puede despegarse de Calvin y lo acompaña colgada del cuello para todas partes. Paul Dano, novio de la actriz en la vida real, tiene sus puntos fuertes y débiles pero en general logra que la película funcione. En roles secundarios aprueba con creces Chris Messina como el hermano primero descreído y luego atónito de Calvin. Y por ahí andan también Annette Bening como la madre y Antonio Banderas como el padrastro del muchacho. La silla espantosa de madera que este último construye con sus propias manos y le regala al escritor suponemos que no implica ninguna alusión personal al nivel interpretativo del elenco. ¿O sí, Steve Coogan? Mejor lo dejamos ahí…
Segundo largometraje del matrimonio de Jonathan Dayton y Valerie Faris tras el sorprendente éxito mundial que obtuvieron hace seis años con Pequeña Miss Sunshine , Ruby, la chica de mis sueños tiene como punto de partida un tema bastante transitado por el cine: el bloqueo creativo de un artista. El protagonista del film es Calvin Weir-Fields (un Paul Dano con más ductilidad para las escenas dramáticas que para las cómicas), escritor que tuvo un éxito arrollador con su primera novela adolescente. Ahora, una década más tarde y ya al borde de los 30 años, quien estaba llamado a ser el nuevo J. D. Salinger se sienta frente a su vieja máquina de escribir (porque, claro, no aporrea las teclas de un teclado de computación), pero la hoja permanece siempre en blanco. Hasta que, cual revelación, de pronto surge Ruby (la encantadora Zoe Kazan, nieta de Elia Kazan y autora del guión), la chica de los sueños a la que alude el título local. La figura de Ruby sirve como motor para que Calvin vuelva a escribir (en este caso, una novela romántica bastante cursi), pero al poco tiempo descubre que ella no es sólo un mero personaje concebido por él sino alguien bien real, de carne y hueso. Tras la lógica sorpresa inicial y la incredulidad de amigos y familiares que lo creen loco, ella se convertirá en su novia e iniciarán una convivencia. El film -que tiene no pocos paralelismos con Más extraño que la ficción , que encabezaron Will Ferrell y Emma Thompson- ofrece un tono tragicómico que lo hace pendular entre la comedia más absurda y el drama romántico más angustiante. Dayton y Faris ganan cuando se concentran en la relación entre Calvin y Ruby (aspecto que les permite reflexionar no sólo sobre el proceso creativo de un escritor sino también sobre el control obsesivo, casi posesivo), pero dilapidan preciosos minutos con subtramas inundadas de clichés del cine independiente norteamericano, como la escena de la visita de la joven pareja a la excéntrica madre de él (Annette Bening) y su no menos delirante pareja (Antonio Banderas), unos neohippies "aristocráticos" que no le aportan nada al film. Más allá de este y otros pasajes o personajes secundarios no del todo logrados, Ruby, la chica de mis sueños resulta una película disfrutable. Sus inquietantes ideas, el notable trabajo visual del fotógrafo Matthew Libatique ( Iron Man , El cisne negro ) y el buen aporte del dúo protagónico la convierten en un estreno valioso, de esa producción estadounidense bien alejada de los tanques de Hollywood y que, por lo tanto, ya no suele llegar con asiduidad a los cines argentinos.
Lo independiente no se libra del cliché El nuevo film de los directores de Pequeña Miss Sunshine no logra captar la frescura de aquella historia y se revuelca en los lugares comunes. Atisbos de comedia romántica con dos protagónicos que atrasan varios años. El cine independiente ha existido desde que el cine es cine, pero en los Estados Unidos, el país con la industria más constante y poderosa del mundo, el concepto del cine independiente no era moneda corriente. Por eso, fueron los estadounidenses los primeros en insistir en este término cuando a mediados de los '80 una fuerte corriente cinematográfica comenzó a hacer la diferencia en aquella cinematografía. Los nombres han sido y son muchos, algunos extraordinarios, otros no tanto. Pero Ruby, la chica de mis sueños pertenece a una línea muy particular dentro del cine independiente. Más que independiente, podríamos decir que es una película de presupuesto relativamente bajo, con actores famosos pero sin megaestrellas, con una distribución acotada y con el apoyo en la distribución de una compañía mejor. ¿Cómo puede ser que las grandes compañías apoyen al cine independiente? Es que en los '90 el mercado comenzó a descubrir la fuerza de este nuevo cine y el negocio que había en hacer películas no tan caras dándoles a cambio libertad creativa. Algunos directores lo aprovecharon muy bien y encontraron un refugio en esto. Pero el problema es que la fuerte originalidad de aquellas propuestas independientes se ha ido convirtiendo poco a poco en un "género" que, como los grandes géneros del cine industrial, se ha llenado de lugares comunes. Los directores de Ruby son los directores de otro famoso film independiente, Pequeña Miss Sunshine, pero acá no logran captar la misma frescura. Así que el joven protagonista de Ruby responde a todo nivel a esos clichés remanidos y hoy definitivamente gastados. El protagonista, interpretado por un típico actor indie como Paul Dano y su chica, también obediente a las reglas de esta clase de cine, en su mirada, su forma de actuar, su pelo, etcétera, conforman una pareja que hace 15 años podría haber sido original, pero hoy está tan gastada como una pareja romántica del más comercial de los proyectos. Los secundarios –por ejemplo padres hippies, otro cliché– no pueden hacer la diferencia y el motor de corte fantástico que da origen a la historia no pasa de ser ingenioso pero efímero. Si han visto cine independiente, no verán nada original en esta película, y si no ven cine independiente tal vez les llame un poco la atención, pero luego se preguntarán por qué no es tan divertida o simpática como las demás comedias románticas.
El amor imaginado Si algo distinguía a Pequeña Miss Sunshine era que rompía con lo preestablecido. La pareja que forman sus directores Jonathan Dayton y Valerie Faris -con éxitos en la publicidad y el videoclip antes que en el cine- se tomaron su tiempo, y seis años después ya no analizan a una familia particular, sino a un escritor bloqueado y necesitado de atención amorosa. En Ruby, la chica de mis sueños muestran a un individuo -que tiene su familia, pero el centro no es la interrelación, sino él-. Calvin tuvo un éxito editorial con su primera novela a los 19 años. Una década después, no sólo está paralizado: no sabe cómo empezar a escribir algo nuevo, ni cómo iniciar una cita. Y siguiendo el consejo de su psicólogo (Elliott Gould) esos sueños sobre la chica soñada los plasma en el papel de su máquina de escribir. Y un día Ruby, la chica sobre la que escribía, se reaparece en realidad. Ya Calvin dirá que no escribe “sobre” Ruby, sino que “la” escribió. Ruby es como él la quería. Y si algo no le gusta, va, se sienta ante la vieja máquina, tipea y, por arte de magia, Ruby es y hace lo que él desea. Película sobre el amor, la manipulación del ser amado, la necesidad de querer y de no querer, Ruby... abreva en varias fuentes. De la obvia Más extraño que la ficción (del mismo año que Pequeña… ), pasando por Harvey (con James Stewart), El ladrón de orquídeas , de Spike Jonze, y hasta cruzando con The Truman Show . No se le busca originalidad a la trama, lo original pasa por el tratamiento, y por qué harán los directores con Ruby. Con o sin final feliz, el filme plantea más que lo que resuelve. De qué sirve tener a alguien soñado si se puede maniobrar sobre él como con plastilina. Aquí no hay cinismo -sí algo de presunción e inmodestia desde la realización, que en momentos nos aleja de los personajes-. ¿Vale más ser querido o querer? Siguiendo con las parejas, Zoe Kazan (Ruby) escribió el guión, siendo nieta de Elia Kazan ( Nido de ratas ), y su novio en la vida real es Paul Dano, el protagonista de este filme singular e insólito. Por ahí está Antonio Banderas, en una de esas películas en las que no debería estar.
Si pudieras crear al amor de tu vida, ¿hasta dónde llegarías? Calvin (Paul Dano, una especie de Woody Allen joven y menos psicótico ) es un escritor que tuvo su gran momento muy joven allí por sus diecinueve años. Parco y con serios problemas para relacionarse decide por recomendación de su terapeuta empezar a escribir sobre una hermosa mujer que lo visita en sueños: Ruby. Bastará con solo pensar en ella para que la escritura, trabada hasta ese momento, se vuelva en la actividad más placentera de su vida. El centro de su diario devenir pasa por esos minutos que dedica a describir a su mujer perfecta Ruby(Zoe Kazan, también guionista del proyecto). Una mañana, cuando Calvin baja a desayunar, la encuentra en su cocina preparándole el desayuno, con toda la naturalidad del mundo y él sabe que o ha perdido totalmente la sanidad mental o un milagro ha ocurrido. Temeroso, primero consulta con su único amigo (su hermano) sobre lo ocurrido para luego entregarse a una historia de amor que termina por tornarse mágica al descubrir que su obra literaria puede modificar el humor y la predisposición de Ruby. En definitiva ella no solo es fruto de su imaginación, sino que con unos solos tipeos puede modificar todo: desde sus estados de ánimo, hasta los planes de salidas, hasta tratar de evitar la rutina de la vida en pareja. Toda una reflexión sobre la ética de la imaginación o sobre que haríamos si pudiéramos moldear a nuestra pareja más alla de sus propios deseos o necesidades: ¿dónde estaría el limite para hacerlo? Ruby la chica de mis sueños funciona, tal vez plagada de cliches cinematográficos sobre el amor con una mirada indie, pero efectiva como comedia, que nos permite reflexionar sobre los aspectos curativos del acto creativo en general El arte no solo transmite al espectador o degustador del hecho artístico sino que también para el creador en muchos casos es la única manera de conectarse con el mundo que lo rodea. La única hermandad con un ambiente que en muchos casos le es hostil y esquivo. Y Ruby en el relato encarna eso: la reconciliación de Calvin con un mundo que lo ignora y no le permite integrarse y le plantea la disyuntiva sobre seguir manejando a su musa/objeto de deseo o entregarse al normal desarrollo de una relación amorosa, con todo el riesgo natural que esa apuesta conlleva. En esta decisión estará enmarcado el destino de Calvin, ser un egoista manipulador pero acompañado o dejar que las cosas tomen su rumbo aún a riesgo de perderlo todo. La vida esta llena de grandes decisiones y este es el momento para que Calvin tome la mas importante de todas.
Un escritor en dificultades Filme correcto formalmente, con algunos minutos de más, dotado de cierto encanto y frescura sólo aportado por sus Dano y Kazan y que permite el reencuentro con Elliot Gould ("Bob and Carol", "Ted and Alice") como el psicoanalista. Sus directores son los mismos de "Buscando a Miss Sunshine". Calvin Weird Fields, el protagonista masculino de esta historia, escribió a los diecinueve años, una novela que lo convirtió en algo así como la gran promesa americana de las letras, pero parece que nunca más hizo algo que valiera la pena y ahora a los veintisiete, su editor está preocupado y Calvin, con algunos problemas de comunicación, sigue los consejos de su psicoanalista y se compra un perro para que de alguna manera se acerquen a él, a través de su mascota. Mientras tanto intenta escribir, y preocupado por esa necesidad de afecto, crea un personaje para su posible novela. El asunto es que Ruby, su creación literaria se materializa, y una simpática y movediza pelirroja comienza a formar parte de su historia. Pero Calvin, que con su carita de "yo no fui" se revela como un inocente, pero firme manipulador, no puede permitir que la que se convierte en su amor imposible, tome independencia y sea un misterio para él. FRESCURA ACTORAL "Ruby, la chica de mis sueños" es una parienta lejana de "Más extraño que la ficción", película en la que Emma Thompson creaba al auditor fiscal Crick, el personaje que saltaba a la realidad para asombro de la escritora. El caso es que "Ruby" no tiene su densidad dramática, la variedad de subtemas y anécdotas y sólo puede apoyarse en el recordado actor de "Petróleo sangriento" y "Buscando a Miss Sunshine", Paul Dano y la más que talentosa, Zoe Kazan, nieta de un maestro del cine, Elia Kazan, ("Al este del paraíso", "Nido de ratas"), desestimado por la gente del espectáculo por sus delaciones durante el maccarthiysmo. Filme correcto formalmente, con algunos minutos de más, dotado de cierto encanto y frescura sólo aportado por sus Dano y Kazan y que permite el reencuentro con Elliot Gould ("Bob and Carol", "Ted and Alice") como el psicoanalista. Sus directores son los mismos de "Buscando a Miss Sunshine".
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Otra comedia con elemento fantastico.Un escritor joven y exitoso esta bloqueado y de su imaginación nace la mujer perfecta, que él puede modificar a su antojo cuando tiene vuelo propio, será alegre hasta el cansancio, apegada hasta el agotamiento, nunca independiente. Fantasía masculina hecha realidad que se transforma en pesadilla, con romántico final, buenos actores y simpáticos diálogos.
Ruby Sparks es una de las mejores y más creativas historias de amor que se estrenaron en el último tiempo. Los directores de Pequeña Miss Sunshine, Jonathan Dayton y Valerie Faris volvieron al cine con otra gran comedia cuyos mayores méritos le corresponden a la protagonista Zoe Kazan. No sólo por la excelente interpretación que presenta como la bizarra Ruby, sino que ella fue la guionista del film y brindó una muy buena historia. El film puede traer al recuerdo por momentos aquella producción de Marc Forster, Más extraño que la ficción (con Will Ferrell), pero la verdad es que en este caso el núcleo central de la historia va por otro lado. La película se destaca por abordar temáticas que no solemos ver a menudo en la comedia románticas de Cameron Díaz. Se trata de un film que no tiene que ver tanto con el romance, sino con otros aspectos de las relaciones sentimentales como la idealización exagerada de la pareja y el posterior desengaño, las inseguridades y las manipulaciones. Una fantasía bizarra donde la posibilidad de manifestar en la realidad a la chica de tus sueños para el protagonista se vuelve una gran pesadilla, que deriva luego en una gran lección de vida. Por eso creo que más allá de que el film trata también la cuestión de los procesos creativos y el mundo de los escritores el tema central es otro. Ruby Sparks se enfoca en el asunto de los ideales románticos y aboga por las relaciones de pareja realistas aceptando a las personas tal como son, con sus fallas y virtudes. Es una propuesta que está más cerca de los cuentos de Cameron Crowe y la película 500 días con ella que los bodrios de Kate Hudson y Katherine Heigl que estamos acostumbrados a ver todo el tiempo en el cine. Una película rara, con personajes muy locos, que por lo menos te engancha por lo bien que está trabajada la comedia y la originalidad de la historia. Paul Dano vuelve a interpretar el clásico personaje freak que viene haciendo en los últimos años. A diferencia de Michael Cera, cuyo rostro te inspira a decapitarlo con una espada samurai, con Dano uno encuentra mayor empatía hacia sus personajes. Por alguna razón querés que al final las cosas le salgan bien y supere sus conflictos. En Ruby Sparks está excelente y tiene escenas fabulosas junto a Zoe Kazan. Quienes disfrutaron de Pequeña Miss Sunshine en su momento no deberían dejar pasar este estreno, ya que los mismos directores vuelven a ofrecer otra gran propuesta. Una de las mejores películas de este 2012.
Una ensoñación que se vuelve carne La nueva película de los realizadores de Pequeña Miss Sunshine es una atípica comedia romántica sobre un escritor solitario que descubre que la única convivencia posible entre un creador y su creatura puede darse en el terreno de lo imaginario. Desde fines de los años ’90, la fascinación contemporánea por lo metalingüístico trajo por resultado una serie de películas cuyo tema era la creación. No ya la creación en términos religiosos o metafísicos, como en tiempos de El Golem o la propia Frankenstein, sino estrictamente artísticos y literarios. Además de constituirse en toda una especialidad del guionista Charlie Kaufman –de ¿Quieres ser John Malkovich? a Todas las vidas, mi vida, pasando por El ladrón de orquídeas–, la tendencia dio lugar a un film como Más extraño que la ficción y hasta a una variante argentina, Juntos para siempre, ópera prima de Pablo Solarz. Pero fue el cine de terror el que unos años antes había anticipado esa veta, con películas como Misery, Almuerzo desnudo y En la boca del miedo, donde la creación desembocaba, de modo fatal, en el delirio persecutorio. Por más que se presente bajo el ropaje de la comedia romántica indie, Ruby, la chica de mis sueños parece hecha de una materia muy semejante, con un escritor solitario que descubre que la única convivencia posible entre un creador y su creatura puede darse en el terreno de lo imaginario. “¿Ni siquiera en sueños te acostás con una mina?”, le pregunta sorprendido su hermano a Calvin Weir-Fields (Paul Dano, el pastor mesiánico de Petróleo sangriento), cuando éste le cuenta sobre la chica con la que soñó la noche anterior. Novelista tal vez algo estereotípico, casi pisando los 30 años y después de una muy mala experiencia matrimonial, la única compañía de Calvin parecería ser su perrito Scotty. Al que en verdad tampoco le saca mucho el jugo. “¿Ni cuando sacás a pasear a Scotty te levantás a una mina?”, insiste el monotemático hermano Harry (Chris Messina). Diez años atrás, con su primera novela, Calvin saltó del anonimato a la consagración instantánea. Después de eso escribió algunos cuentos, y después... nada. En el presente de la película, su rutina diaria consiste en sentarse frente a la máquina de escribir (por algún motivo no usa compu), mirar la página en blanco del derecho y del revés, revolverse un buen rato en la silla, levantarse, dar vueltas por la casa y terminar llevando a Scotty a la plaza. “Se llama Ruby Sparks”, inventa Calvin a su psicoanalista (Elliott Gould, un placer verlo), en referencia a la chica aquella de sus sueños. Para superar el bloqueo, el terapeuta le recomienda que escriba sobre ella. Obediente, con Ruby como protagonista, Calvin entra en un rush creativo digno de Calamaro, allá cuando paría El salmón. Con la particularidad de que una mañana una voz femenina le pregunta, desde la cocina, qué quiere para el desayuno. Es, claro, Ruby (Zoe Kazan), que por la familiaridad con la que se comporta da la impresión de vivir con él desde hace vaya a saber cuánto tiempo. Fábula sobre el ombliguismo de los escritores, escrita por la propia Kazan (nieta del célebre Elia y joven estrella del firmamento indie desde que protagonizó The Exploding Girl, lanzada aquí en DVD), lo que vuelve interesante a Ruby, la chica de mis sueños es el modo en que pasa de los más clásicos pasos de comedia (el terror inicial de Calvin ante la “materialización” de Ruby, sus intentos para verificar que la chica no es un sueño, una broma pesada o un delirio psicótico, el maratón de películas de zombis al que asisten en una de las primeras salidas) al drama de ribetes siniestros, con el protagonista “reescribiendo” a la chica, como quien reprograma a un robot. Pero es también allí donde la fábula se vuelve un poco obvia y hasta didáctica, con una escena en la que el creador maneja a la creatura como el titiritero al títere, usando el teclado y el Word como piolines. Tampoco es que lo que la película dirigida por el matrimonio de Jonathan Dayton y Valerie Faris (realizadores de Pequeña Miss Sunshine) tiene para decir sobre el tema sea particularmente nuevo. Pero los momentos más jugados a la comedia funcionan, y cuando la cosa se pone más oscura toma al espectador por sorpresa. En el medio hay, en verdad, bastante relleno, con una love story espolvoreada con algo de sacarina y toda una subtrama en la que Annette Bening y el siempre pésimo Antonio Banderas tienen un aparte más o menos satírico sobre el neohippismo californiano, con toques de New Age. Un aparte que tal vez debió haber quedado aparte.
Comedia entretenida, que daba para más Paul Dano es un escritor que no escribe hace tiempo, producto de un formidable bloqueo que lo ha dejado sin inspiración. Tiene un sueño y crea un personaje, Ruby, la chica a la que se refiere el título. Y de golpe, sin que se sepa bien cómo, o tal vez mágicamente -de hecho este detalle es lo más flojo del guión- Ruby cobra vida en la forma de la guionista Zoe Kazan (nieta del cineasta Elia Kazan) y entonces comienza este romance que tiene sus momentos divertidos aunque no siempre se sostiene del todo. Jonathan Dayton y Valerie Faris, los directores del clásico del cine independiente «Pequeña Miss Sunshine», parecen manejarse mejor con los detalles absurdos surgidos de la realidad que con una comedia romántico-fantástica como ésta, en la que por momentos la gracia consiste en cómo interactúa esta chica imaginaria convertida en real con la familia y conocidos del escritor, que lógicamente, primero cree que él solo puede ver su creación, hasta que descubre que en realidad Ruby es un ser que todo el mundo puede percibir. Luego, hay momentos divertidos surgidos de los intentos del escritor por moldear a su personaje, lo que hace simplemente reescribiéndola a gusto, lo que cambia algunos detalles de la chica de sus sueños pero que obviamente es un truco que no puede funcionar todo el tiempo. Pero, dado que es un asunto fantástico, se nota que a los directores y la guionista les falta familiaridad con el género y el asunto queda a medio camino, convertido en una especie de fábula que no tiene mucha coherencia. Zoe Kazan y Paul Dano hacen una buena pareja (lo son en la vida real, y después de todo, la guionista escribió el papel para ella, así que es lógico que lo haga bien). Pero no todos los papeles secundarios cierran del todo, empezando por una sobreactuada Annette Bening como la madre new age. En cambio, Elliott Gould es más divertido como el psiconalista del escritor. En suma, «Ruby» tiene sus momentos divertidos y se deja ver amablemente, pero daba para más.
No es bueno que el hombre esté solo De los mismos directores de “Pequeña Miss Sunshine” (2007), que obtuviera cuatro nominaciones a los premios Oscar, de los que obtuvo dos (guión original y actor secundario), ahora regresan con otro filme que dará que hablar. En aquella ocasión trabajaban el tema de una familia disfuncional en un viaje hacia el reencuentro, utilizando para ese fin el género y la estructura de una road movie. En este caso también se podría decir que se trata de un viaje al interior del proceso creativo, el de un joven al que todos consideran un genio y cuya carga parece conflictuarlo. Calvin Weir Fields (Paul Dano) es un escritor que ha encontrado la fama muy rápidamente con su primera novela. Ahora, 10 años después, se encuentra bloqueado, no puede escribir ni una línea. Ese no es su único problema, sino que la novia lo ha dejado con el corazón roto y la autoestima bastante deteriorada. Pero su imaginación estalla una noche de verano, cuando sueña con la joven perfecta, la mitad que le falta, el yin de su yang, desde lo coloquial. Las ideas y las palabras le surgen sin esfuerzo, toda una gran historia de amor. Pero ¿qué pasaría si ese personaje, fruto de su febril imaginación, cobrará vida? Realmente cobrará vida. No sólo la ve él sino que todos la pueden ver, con la particularidad de que él la puede manipular desde su máquina de escribir, aunque no sabe si desea hacerlo. Ruby, encarnada por la joven Zoe Kazán, quien al mismo tiempo es la guionista del filme, es todo lo que Calvin desea, pero esa perfección que encuentra eco en ella empieza a presentar sinuosidades, cuando ella no sólo reclama por sus derechos sino que le cuestiona el tipo de vida que llevan La realización es posible de ser leído como una gran metáfora, o simplemente preguntándose qué significa el amor, qué el enamoramiento, qué la libertad, fuera y dentro de la pareja, los lugares de poder, la manipulación del otro. Trabajada constantemente en tono de comedia, no deja de tener asiduamente interrogantes que la atraviesan, sobre todo respecto a los valores esenciales del ser humano. El filme podría haber caído en la fácil y trillada manipulación salvadora de un personaje que finalmente descubrimos como un esquizofrénico, pero no, demuestra inteligencia como para que la metáfora quede instalada. Una buena idea, bien desarrollada, con una estructura narrativa de progresión constante, asentada en un buen diseño de arte, fotografía sin demasiadas búsquedas estéticas, sustentada en las actuaciones pero, por sobre todas las cosas, con un guión que supura escritura, ingenio y creatividad. (*) Obra de Pedro Olea, realizada en 1973
No es del todo original la idea (un novelista crea un personaje para que lo ame y se le vuelve realidad, o algo similar) pero funciona muy bien en esta comedia que trabaja sobre las complejas relaciones entre la realidad y la fantasía. Lo mejor es que lo hace desde un lugar amable y feliz, apuntando a las emociones como herramientas para comprender el mundo. Los actores son, de paso, el mejor elemento de la película, empezando por el protagonista Paul Dano.
Pasión indie Uno puede ver películas sin leer prácticamente nada sobre ellas. A veces está bueno, es recomendable y hasta saludable entrar en el cine con poco conocimiento sobre lo que uno va a ver. Por ejemplo esta semana: Ruby Sparks, listo, título, más o menos un oteo del afiche y los actores, y vamos, adentro de la sala. De acuerdo, “de los directores de Little Miss Sunshine”. Ok, listo, adentro. Pero no, uno vive en la Argentina. Y, joder, el título acá es Ruby, la chica de mis sueños. Y uno, que quería ignorar todo lo posible sobre la película ya sabe algo más, con el bendito título de estreno acá ya sabe que esa Ruby es la chica de los sueños de alguien. Y entonces… Y entonces, que durante los primeros minutos Ruby no está, pero uno ya sabe que es la chica de los sueños del protagonista. Cada vez más, los trailers cuentan las películas casi completas y, desde hace unos 100 años (hay registros, y comentarios de Horacio Quiroga al respecto) también los títulos locales cuentan demasiado. Dentro de poco reestrenan Casablanca, tengo miedo de que le pongan Reencuentro en Casablanca, en donde hay gente cínica en un bar pero que finalmente es copada y resiste frente a los nazis. Volvamos a Ruby Sparks, sí, del director y la directora de la indie Little Miss Sunshine (bien, esa se llamó acá Pequeña Miss Sunshine), un matrimonio que antes de esa película se dedicaba a hacer videoclips (de R.E.M., de Smashing Pumpkins, de Red Hot Chili Peppers, por ejemplo). Y entre Pequeña Miss Sunshine y Ruby Sparks pasaron seis años, años en los que no hicieron videos. ¿Ruby Sparks es una comedia? Eso dicen en casi todos lados. Veamos: joven escritor con bloqueo creativo y emocional, que tuvo una novela de tremendo éxito y ahora no se le ocurre nada, y anda penando que su novia lo dejó; bueno, el atribulado muchacho empieza a soñar y a escribir sobre una chica. Y la chica se materializa, así, como por arte de la magia de la literatura en máquina de escribir: Ruby Sparks, la del título. Sí, película de y con fantasía. Y también es cierto que comedia, pero… Es una comedia que por momentos maneja un nivel de crueldad emocional importante, el personaje principal (Paul Dano, un actor cuyo rostro nació para el indie, ver For Ellen y/o Gigantic) es vengativo y emocionalmente lisiado (como todos, o un poco más). Pero bueno, se enamora locamente. Hay algo no del todo confiable en ese personaje, así como tampoco es confiable la arquitectura de su casa, como si escondiera algo a pesar del minimalismo que deja ver todo, como si detrás de esas líneas rectas y ese blanco acecharan oscuridades diversas. Los planos, además, dejan entrever cierta pulsión geométrica que hacen pensar en Kubrick. Kubrick + escritor: ¡El resplandor!; no, está tan loco este muchacho, no llega a esos niveles. Ruby Sparks, si maneja una locura, es la romántica, la de la búsqueda de la pareja anhelada, la de la mujer ideal. Y ahí es donde reside lo más interesante de la película, cuando abandona la pose cool indie de las parejitas que andan juntas para ver qué cool que son (Gigantic, por ejemplo, era linda pero, como siempre, tenía a la linda –o a la ex linda, a juzgar por algunas fotos con el rostro intervenido– Zooey Deschanel en su sempiterna pose indie, ojos indies, ropas indies, excentricidad indie). Acá, por momentos, hay un bienvenido romanticismo arrebatado, inflamado, romanticismo melodramático, fuerte, apasionado, como el momento de la recién conformada pareja en la calle, ante la irrupción de una hipotética tercera en discordia. Allí, en los chispazos de intensidad, en los crueles y en los bonitos, hay nuevas posibilidades para el romanticismo indie: al final, había sangre en estos chicos lánguidos.
Un escritor bloqueado intenta crear un personaje y escribir sobre este pero el problema surge cuando sus fantasías pueden convertirse en realidad. Esta es una comedia romántica dirigida por Jonathan Dayton y Valerie Faris, y este es el plus especial quizás para algunos espectadores, porque son los mismos directores del film “Pequeña Miss Sunshine” que ganó dos Premios Oscar y otros premios. Escrita por Zoe Kaz, protagonizada por: Paul Dano "Pequeña Miss Sunshine", Petróleo Sangriento", "Cowboys & Aliens"), Zoe Kazan ("Crimen perfecto", "Enamorándome de mi ex", "Solo un sueño"), y como actores secundarios: Chris Messina, Annette Bening, Antonio Banderas y Elliott Gould. La historia en si es la que le puede pasar a cualquier escritor, y este el caso de Calvin Weir-Fields (Paul Dano), reconocido desde muy joven a los 19 años, sus primeras novelas fueron un éxito, reconocido por varios lectores, obteniendo varios Premios, pero él se encuentra en crisis, está sufriendo un bloqueo creativo y acaba de romper con su novia y colega escritora Lila (Deborah Ann Woll),últimamente con las mujeres a la hora de comunicarse tampoco encaja, va de fracaso en fracaso, pero por suerte tiene alguien que lo ayude que es su Doctor Rosenthal (Elliott Gould). Le da algún que otro ejercicio, para que aparezca en su mente una musa inspiradora, que cualquier escritor me supongo debe tener, es cuando él a través de sus sueños y durante varios días, empieza a imaginarse a una protagonista femenina, esta resulta ser Ruby Sparks (Zoe Kazan), y es cuando comienza a escribir todo sobre ella, esta mujer es la fuente de inspiración, relata situaciones increíbles y podríamos decir que todo va viento en popa. Pero su vida se complica cuando esta chica Ruby un día aparece en la cocina de su departamento, ese personaje creado y moldeado como él lo ideó o imaginó. Eso es lo que cada espectador debe ir descubriendo, entre situaciones de enredos, ternura, humor y un toque de realismo mágico, también intenta seducir con las presencias de los actores: Annette Bening, Antonio Banderas y su querido amigo casi un hermano, Harry (Chris Messina), y Scotty una mascota encantadora. La película intenta crear diferentes climas, indaga a la fantasía, y de qué manera uno se puede llegar a inventar el amor, este es el primer guion cinematográfico de la actriz y autora, Zoe Karzan y muchos notaran que tiene ciertos toques femeninos.
Un bello y maravilloso film Existe la mujer o el hombre de los sueños. Hay posibilidades de encontrar aquella persona con el que uno sueña compartir toda su vida. Los que la encontramos diremos que si, y los que no la encontraron, obviamente, dirán que no, pero, que pasaría si al no encontrarla decidimos crearla. Obviamente esto en la vida real es imposible, pero para eso esta el cine, para hacernos soñar que el amor soñado se puede crear. Esto es lo que hace Calvin, el protagonista del film. Calvin es un joven y reconocidísimo escritor que escribió su primer best seller antes de cumplir los 18 años. Ahora, apurado por su editor, tiene que escribir una nueva novela. Calvin tiene como único momento de paz cuando duerme y sueña con su chica ideal. Incluso en su terapia sale frecuentemente la joven de sus sueños. En base a todo esto es que Calvin decide escribir y crear para su nueva novela a su alter ego, también llamado Calvin, y a la chica de sus sueños a quien pone de nombre Ruby Sparks. Él le creara una vida, una forma física, una forma de ser e incluso de sentir y pensar. El problema es como explicar a los demás, como por ejemplo su hermano Harry, que esa chica que esta escrita en sus papeles se hizo realidad y que está teniendo un romance con él, e incluso viviendo en su casa. ¿Será bueno crear a la mujer perfecta, a la chica que uno quiere hasta el mínimo detalle o no ? Esta historia escrita por Zoe Kazan y dirigida por Jonathan Dayton y Valerie Faris esta imbuida de una belleza poética que da gusto ver. Los directores, el matrimonio que estuvo detrás de las cámaras en otro fantástico film como fue “Pequeña Miss Sunshine”, logran que esta parábola del amor sea hermosa tanto en lo visual como en la profundidad de diálogos, que parecen simples, sencillos, pero que llevan a pensar. Una comedia deliciosa que quizás no le va a sacar carcajadas, pero que hará que el espectador, siente que esta disfrutando de una poesía hecha película, de un placer de disfrutar de la vida y del amor, y de terminar creyendo que el amor se encuentra en el aire que respiramos día a día. Uno tendría que analizar las muy buenas actuaciones de los actores protagónicos, pero mejor quedarse con la sensación de bienestar con el que uno sale del cine. “Ruby Sparks, la chica de mis sueños”, un film para creer que el amor soñado también es posible.
Esa chica no es real Muy agradable comedia sobre la idea de conseguir la novia que uno siempre imagino, donde con mucha simpatía se narra una gran historia llena de emoción y ternura. Aunque hay largas escenas bastantes innecesarias, la película obtiene su mayor fortaleza en los momentos más íntimos y profundos de una muy lograda historia romántica. Si bien los concepto del escritor con bloqueo creativo o la posibilidad de crear personas no son nuevos ni originales en el mundo del cine, esto poco le importa a la guionista ya que el punto clave de la historia radica en la imposibilidad del protagonista de aceptar que nunca siempre puede obtener lo que quiere. En este caso, se manifiesta en su expresión máxima al darle la posibilidad de soñar/crear a su novia ideal, pero igualmente es incapaz de conseguir la felicidad al no poder controlarla. Un planteo interesantísimo que a pesar de ser llevado de manera un tanto previsible, asombra por la calidez de su trama. Paul Dano se luce con una impresionante interpretación de este hombre complejo que supo ser famoso y ahora padece de la vida sin ninguna motivación u objetivo. Un personaje pidiendo a gritos un poco de compañía, pero por su extrema introversión solo tiene las visitas de su hermano. Por lo tanto, si hasta el momento el espectador logró identificarse con el protagonista la llegada de Ruby a la trama le provocará una inmensa sonrisa. Al principio todo va de maravilla, los dos se divierten constantemente y Paul Dano vuelve a sonreír. Lamentablemente para él, la trama empieza a encaminarse en una linea altamente dramática donde esa historia de amor idealizada y onírica se vuelve muy real y ahora Dano no puede soportar que ella actué, piense o sienta de forma diferente a él. Por lo tanto el conflicto se desencadenará en una serie manipulaciones que solo llevarán a su obvia conclusión donde (en por ahora la mejor escena del año) el protagonista obtendrá una gran lección sobre la vida. Sin embargo, tristemente la película tiene sus errores y algunos son bastantes serios. Para empezar están la madre y padrastro del protagonista quienes son una horrible caracterización de la moda New Age. Hay una fiesta donde innecesariamente y de manera muy superficial se discute sobre la personalidad de los personajes. Se encuentran detalles muy fuera de lugar, más propios de una producción estudiantil, como son una silla de madera o la simbolización del cambio de vida en el traspaso de una máquina de escribir a una laptop. Por último y bastante importante, el desenlace final de la película es sumamente forzado donde con el afán de buscar un final explícitamente feliz se crea una escena confusa e innecesaria. En conclusión, si bien "Ruby, la chica de mis sueños" tiene sus traspiés no deja de ser una gran película que cuestiona con inteligencia la idealización del amor.
¿El amor esta hecho de imaginación? ¿O es al revés? Algo de esto le pasa a este escritor joven y consagrado que crea la mujer de sus sueños en el papel. Con un poco de magia (el amor lo presupone) logrará que ese ser no sólo se corporice sino que desde la escritura él pueda ir moldeándolo a su antojo. Desde el puro romanticismo el film juega con la idea de esos enamorados que buscan empecinadamente que la chica de sus sueños no dé sorpresas, que sienta y haga lo que él desea. Y la película transita sin tropiezos en los confines del amor posesivo y el amor loco. Ellos son tan distintos que se necesitan: él es tímido, lento, y ella es una chica fresca y radiante. Y su amor crece a la par de ese libro que acompaña la historia y la corrige. Y que muestra las oscilaciones de una pasión que a ratos los exalta y a ratos los derrumba. Y está el afuera (simbolizado por un hermano), que no entiende nunca lo que pasa dentro de ese amor. Interesante, despareja, pero al menos con ideas y búsqueda. La escribió y la protagoniza Zoe Kazan, nieta del gran Elia. Al final, la película vuelve al punto de partida. Es que en el amor -nos dice- siempre se está recomenzando.
Ese loco loco amor Tras el éxito sorpresivo de Pequeñas Miss Sunshine (éxito en los parámetros del cine no industrial), la pareja de Jonathan Dayton y Valerie Faris profundiza con Ruby, la chica de mis sueños -su segunda película- esa búsqueda formal que los distinguió en aquella ópera prima: un recorrido por los lugares comunes de ese subgénero conocido como cine indie norteamericano, pero ligeramente movido hacia un sentido más radical y menos autoindulgente. En Pequeña Miss Sunshine la utilización del poco “académico” tema Súper freak de Rick James obraba como una bienvenida distancia popular a tanta acidez estilizada. Y hay que reconocer que si bien Ruby, la chica de mis sueños es una película totalmente diferente de aquella, en su génesis existe la misma idea a desarrollar: trabajar en superficies reconocibles y fácilmente etiquetables, para ir descolocando progresivamente al espectador. En este film, ese descoloque tiene que ver con la el romanticismo “vulgar” para este tipo de propuestas que va incorporando la historia hasta tomarla completamente. Los lugares comunes son varios acá. Hay lugares comunes narrativos: por empezar tenemos al autor paralizado ante la hoja en blanco (Paul Dano) y por otro, al personaje de la ficción que súbitamente se hace real (Zoe Kazan). Y hay lugares comunes que son meramente de tono y registro, para ubicar al espectador: la chica -Ruby- se viste, se ve, se oye, respira como la típica chica del cine indie; la banda sonora es lo suficientemente cool para el que busca este tipo de propuestas. A saber: el cine indie, que hace décadas fue una oportunidad y una salida real al desfasaje industrial, hoy es un producto más de la industria, que elabora estas propuestas más económicas y ha sabido crear un mercado, con sus actores, sus directores, sus colores y canciones. Todo es muy fetichista. Y ese espectador busca siempre lo “loco”, el recurso visual novedoso, la actuación que entiende dos tonos: lo lánguido o lo intenso. Por eso, el amor en las películas indie suele ser lavado, nunca pasional, siempre autoconsciente y autocontrolado. Y que en Ruby, la chica de mis sueños el amor comience a desbordarse, a volverse loco, a convertirse en un problema y a ser algo inmanejable para los personajes, es todo un acierto de la dupla Dayton-Faris. Hay otro acierto del guión, y es poner el conflicto en el creador antes que en el creado. Como siempre ocurre en las películas que abordan personajes ficticios que cobran vida, incluyendo también a aquellas que hablan de inteligencia artificial (de Más extraños que la ficción a Blade Runner, de Inteligencia artificial a Terminator) las dudas se tornan existenciales para aquel que de repente toma conciencia de ser una creación. En Ruby… no. El conflictuado aquí es Calvin Weir-Fields, quien de repente empieza a sufrir por esa posibilidad de manipular al otro a gusto y piaccere. Esto pone la reflexión en dos sentidos: una lectura es sobre el arte y cómo el artista pierde necesariamente el control de la obra una vez que llega a la gente; pero la lectura que más me interesa es aquella que habla sobre el amor y sobre una idea del amor idealizado. Ruby, la chica de mis sueños se pregunta sobre si existe, si es posible, qué demanda y qué consecuencias trae la dependencia sentimental o la búsqueda de ese amor perfecto. Apelando a un humor lunático como en su anterior película y poniéndose dramática sin caer en sordideces, la dupla Dayton-Faris se anima a un film bastante oscuro y libre, más allá de un final complaciente e innecesario.
La novia perfecta En Jill, la novela de Philipe Larkin, el protagonista es un solitario joven que se inventa una hermana a través de cartas que él mismo se escribe, hasta que cree que ella es real. En la misma sintonía, en Ruby, la chica de mis sueños Calvin, un joven prodigio de la literatura, a quien lo que le sobra en imaginación le falta en vida social, un día se inventa una novia. Primero la sueña, después la escribe y un día se le aparece en su casa. Pero no es sólo el fruto intangible de su imaginación, sino una chica de carne y hueso, con pelo y uñas, que se corporizó desde su cabeza. La nueva película dirigida por los creadores de Pequeña Miss Sunshine, Jonathan Dayton y Valerie Faris, es una comedia romántica con toques fantásticos, que recupera la frescura y el tono de filmes como 500 días con ella. Aquí, lo que prevalece es también la mirada del sujeto que se enamora, el joven Calvin (Paul Dano, de Petróleo sangriento) y que literalmente crea a la mujer de sus sueños. Como en aquel filme, también la cámara se enamora y construye un halo alrededor de esta chica y sus cualidades: es hermosa, aniñada, un poco colgada y peculiar. El modelo con el que la actriz Zooey Deschanel sedujo a Jim Carrey, Joseph Gordon-Levit y la mitad de la audiencia. De hecho, el nombre de la protagonista fenemina es Zoe Kazan, quien también es la autora del guión. La historia, justamente, apunta con humor a la idea de que la media naranja perfecta sólo existe en nuestras cabezas. Pero la idealización cobra cuerpo y vida propia. Si la literatura ha creado personajes tan intensos que parecen reales, como el Holden Caufield de El guardián en el centeno (de hecho, en el filme hay más de un guiño a la obra de J. D. Saliner), lo que Calvin hace no es sólo dar forma a su capricho, sino también probar cuán lejos llega su genialidad narrativa. Cuando esta idea del argumento principal se agota (una idea que funciona pero que no es novedosa) y la historia parece que no tiene adónde ir, la comedia se vuelve más interesante. Calvin sabe que un golpe de su máquina de escribir en el papel es capaz de hacer que Ruby haga lo que él quiera, sabe que puede moldearla a su gusto. Deberá lidiar entonces con su vanidad de escritor superior y con su omnipotencia de macho literato.
Ruby Sparks y el poder de cambiar al otro Esto sería más o menos así: Calvin (Paul Dano), es un escritor que luego de un primer gran éxito siendo muy joven, tiene el llamado “bloqueo narrativo” y está desesperado. Para eso, busca ayuda en su psicólogo (Elliott Gould). Una noche, Calvin tiene un sueño, un sueño inspirador, donde se le materializa una chica de manera muy clara, que lo impulsa a escribir. Esa chica tiene un nombre, Ruby y Calvin se va enamorando poco a poco de ella a través de la escritura. Pero un día, un día como cualquier otro, Ruby (Zoe Kazan) aparece en casa de Calvin. Ruby, la chica del libro, está ahí, es real (¿es real?) tal como Calvin la imaginó. ¿Loco, no? Ruby Sparks está dirigida por Jonathan Dayton y Valerie Faris (la dupla de Pequeña Miss Sunshine) y protagonizada por Paul Dano (Pequeña Miss Sunshine; Gigantic) y Zoe Kazan (Me and Orson Wells; La familia Savages). Pero a la vez cuenta con las actuaciones de Elliott Gould (¿se acuerdan del padre de Ross y Mónica?) Chris Messina, Annette Bening y Antonio Banderas. ¿En dónde nos habíamos quedado? Ah sí, Ruby aparece en la casa de Calvin, Ruby cobra vida. Calvin no entiende nada por supuesto, cree que se está volviendo loco, porque esa chica no puede ser real, es producto de su imaginación, él la creó, no puede estar ahí, y menos que menos hablarle como si siempre hubiera estado ahí, como si él fuera su pareja…ah, él es su pareja. Ok, Calvin está loco. ¿Está loco? ¿Estoy loco? se va a preguntar Calvin durante varios pasajes del film. Pero la película a partir de ahí, va a girar en torno a esta chica, a la que todos pueden ver, lo cual convence a Calvin de que increíblemente está pasando y es real (¿es real?) y hace hincapié en el amor, en la dicotomía ficción-realidad, pero más que nada, en la relación de esta pareja, que no es perfecta y no debería serlo. ¿A qué me refiero? Calvin comprende que tiene el poder de escribir lo que quiera sobre Ruby, porque al ser un personaje que él inventó, todo lo que esa máquina de escribir registre se vuelve realidad. Si Ruby está enojada, Calvin escribe que Ruby está contenta y chan: Ruby está contenta. Si Calvin quiere que Ruby no se le despegue un segundo, lo escribe y chan: Ruby está atada a él. Cada vez que Calvin siente que hay algo que no funciona en la relación, escribe lo que sea necesario para cambiarlo. El mensaje de la película se vuelve claro: si tuviéramos el poder de cambiar a la persona que queremos, de tener el control sobre esa persona ¿Lo haríamos? ¿Por qué queremos cambiar el otro? ¿Por qué no podemos aceptarlo como es, con sus virtudes y sus defectos (sobre todo sus defectos)? Hay una escena en particular donde Harry, el hermano de Calvin, le pide que aproveche esa chance que tiene, y que todos amarían poder tener: la de cambiar al otro. ¿Y qué le dice Calvin cuando su hermano hace este planteo? Que no va a cambiar a Ruby, que nunca más va a escribir sobre ella. Una promesa difícil de cumplir, una promesa que va a romper y cuya consecuencia lo va a llevar al límite (y no voy a contar más para que lo vean) A partir del imaginario de este escritor “frustrado”, que no puede repetir el éxito que supo tener, la película busca hacernos reflexionar. Y voy a citar una frase que para mí sintetiza de manera perfecta el film: “Es un film acerca de cómo, en nuestro afán por querer tener control sobre las cosas, terminamos alejándolas y de cómo, si realmente nos jactamos de amar a alguien por lo que es, nunca debería existir la maldita necesidad de cambiarlo.”
Ruby, la chica de mis sueños, es una muy buena opción para disfrutar de una comedia romántica fuera de lo común. Siempre es refrescante ver una película de amor donde el argumento esté bien alejado de todo lo que es predecible dentro de este género, y en Ruby podemos disfrutar de una historia muy creativa, donde no sólo se hace referencia al enamoramiento, sino que ...
Publicada en la edición digital #244 de la revista.
Publicada en la edición digital #3 de la revista.
El poder de la palabra ¿Qué harías si pudieras regir las acciones de alguien con solo escribir un par de palabras? ¿Y si te enamorás de esa persona? ¿Y si además la soñaste? Todas estas preguntas tienen su respuesta ficcionada en Ruby, la chica de mis sueños, lo nuevo de Johnatan Dayton y Valerie Faris, creadores de Pequeña Miss Sunshine y especialistas en dirigir videoclips musicales: The Smashing Pumpkins, Offspring, R.E.M., Red Hot Chilli Peppers, entre otras bandas de renombre. La dupla de directores en esta ocasión se metió de lleno en una historia de amor que combina comedia, toques de suspenso (sin llegar al susto, pero sí a la intriga) y una interesante vuelta de tuerca que recuerda a la construcción de personajes como la célebre El ladrón de orquídeas (Adaptation). El argumento es sencillo, Calvin es un joven y exitoso escritor quien, como la mayoría de sus colegas, debe enfrentar el famoso “temor a la hoja en blanco” ante un desafío editorial de comenzar una nueva obra que lo consagre. La angustia se apodera del actor Paul Dano (quien interpretó a Dwayne en Pequeña Miss Sunshine y también se destaca en la flamante Looper) y recurre al sueño como su aliado de inspiración. Así en estado onírico aparece ella, Ruby Sparks (Zoe Kashan), una colorada intrigante que tomaría protagonismo en su nuevo libro. Lo que menos piensa el escritor es que su creación ingresaría a su vida cotidiana. Y aquí es donde la película podría derivar en una clásica historia de encuentros y desencuentros o personajes secundarios que creen que el novelista se relaciona a una figura inexistente. Pero no, ella es de carne y hueso y comenzará a vivir una particular historia de seducción con Calvin y todos sus allegados. El joven actor estadounidense calza perfecto en el papel de escritor introvertido, un lector apasionado que contrasta con la efervescente y multifacética personalidad de Ruby. Y a la actriz Zoe Kashan le sientan muy bien las comedias románticas (como Enamorándome de mi ex o Al diablo con el amor). Calvin siente tocar el cielo con las manos por haber conseguido al codiciado amor que soñó por años: es simpática, afín a sus gustos, muy sociable (a veces en demasía), buena cocinera, deportista, sexualmente inobjetable. En síntesis, la novia ideal. Pero como en estas películas siempre hay cosas que se desbarrancan, una máquina con teclas (y atención, no es una computadora) irá cambiando las actitudes de la bella Ruby quien pondrá al novelista en una verdadera disyuntiva. Lo empalagoso, a la larga sabe mal y cuando un sueño se cristaliza, también puede tener ribetes atemorizantes. Mención aparte para la familia de Calvin, muy ligados a los inolvidables Focker, aquella pareja libertina encarnada por Bernie (Dustin Hoffman) y Rozelin (Barbra Streisand) que incomodaba a su hijo Greg (Ben Stiller). En Ruby, la chica de mis sueños aparece la madre (Annette Bening), una amante de la naturaleza que rehizo su vida junto a su pareja, un canoso y jocoso Antonio Banderas que hará sonrojar al huraño novelista. Esta película destila dulzura, dejará pensando al espectador y demostrará como el amor es algo que se construye paso a paso, sin necesidad de buscar (o forzar) un ideal, sino experimentándolo día a día, entendiéndose mutuamente con naturalidad. Como la vida misma.