Clooney se postula a Presidente… El hombre ha mutado desde ser un doctor de una sala de guardia hospitalaria, vertirse a la cultura pop matando vampiros luciendo un tatuaje que emergía por su cuello, a convertirse en el nuevo suspiro de señoras mayores en comedias románticas, fracasar al disfrazarse del caballero oscuro y hasta dedicarse a la tarea de dirección con dos primeros trabajos ejemplares: Confesiones de una Mente Peligrosa, Buenas Noches y Buena Suerte...
Escrita, dirigida y actuada por George Clooney, esta película, sin ser la mejor de sus creaciones, es una bien lograda propuesta sobre las idas y vueltas, traiciones y venganzas que van apareciendo durante un particular proceso electoral en Estados Unidos. Con interpretaciones muy buenas, un correcto trabajo de dirección y con un guión con diálogos interesantes, pero con una idea general que no se aleja de muchas otras películas del mismo estilo.
Para aquellos que no se sienten atraídos hacia los relatos políticos por considerarlos aburridos o engorrosos, les aviso que en este caso no hay nada de eso, y realmente Secretos de estado vale la pena verla, ya que la historia no es confusa ni densa. Este fílm tiene un elenco de primera que nos brinda brillantes interpretaciones, donde se destaca el muy buen trabajo de...
Nos siguen tomando por tontos “ Conozcan al Nuevo Jefe. Es Igual al Viejo Jefe” - The Who Los gobiernos pasan, pero los que están atrás quedan. Se sabe que un gobernante no sube solo al poder. Más allá de los ministros y asesores, atrás de los gobernantes siempre están los jefes de campaña. En tiempos de elecciones, ese es el otro frente de batalla. Esta cuarta obra dirigida George Clooney confirma la tendencia de actores que apoyan el partido demócrata y su necesidad de hacer política a través del cine. Secretos de Estado, se inscribe en la línea de thriller político con humor negro, cínico y satírico que Tim Robbins registró en su primer película, Ciudadano Bob Roberts, o Warren Beatty realizó en 1998 con Bulworth. Ambas son obras injustamente olvidadas, donde los intérpretes analizan las ambigüedades del poder y los ideales en los Estados Unidos. Hay otros ejemplos similares, como Mentiras que Matan (Wag the Dog) de Barry Levinson, y más atrás, El Candidato, épico film con Robert Redford, otro actor devenido en director, que siempre necesita meter bocado político en sus obras (ejemplo de ello, Leones por Corderos). En Secretos de Estado, Clooney emula el argumento de Colores Primarios, film de 1998 dirigido por Mike Nicholls, que prometía ser una crítica dura al gobierno de Clinton, y se quedaba a mitad de camino entre el drama y la comeda. El problema con Secretos… es que si se hubiese estrenado antes que Colores… habría pasado a la historia, pero en cambio, al llegar casi 15 años después, termina siendo un film que atrasa y pierde fuerza. Es sabido que Clooney apoya públicamente Barack Obama y al partido demócrata. Los discursos de su personaje, Mike Morris son perfectos. El gobernador, candidato a presidente, que él mismo interpreta, apoya el aborto, el matrimonio homosexual, se opone a hablar de religión en los discursos, está en contra de la guerra, de la búsqueda de petróleo… En fin, es un liberal de la primera hora, buen esposo, buen padre. Un candidato ideal… O casi. Pero el protagonista de Secretos, no es Morris, sino uno de sus jefes de campaña, Stephen (Gosling), que admira a su jefe y defiende sus ideales, a pesar de que en el entorno todos le dicen, para hablar mal y pronto, que es la misma mierda de siempre. Stephen no lo cree, hasta que la realidad lo golpea en la cara, y todo su mundo perfecto se da vuelta. El guión escrito por el propio Clooney y su habitual colaborador, Grant Heslov es dinámico, los diálogos son inteligentes y verosímiles, todos los personajes tienen dos caras. No hay héroes. Solo hombres corrompidos por el poder. A nivel de puesta en escena es excepcional. Si bien, no tiene el riesgo o la inspiración estética de otras obras de Clooney como Buenas Noches, Buena Suerte o Confesiones de una Mente Peligrosa, hay que destacar la magnífica fotografía fría y claroscura de Phedon Papamichael, habitual colaborador de James Mangold. Hay primeros planos realmente muy bellos, donde aprovecha la expresividad de sus intérpretes, e incluso de él mismo, con una luz baja, pero nítida al mismo tiempo, dándole un equilibrio entre la oscuridad y la claridad que plantea el film. La inteligencia de la estructura dramática, proporciona un guión que funciona como bola de nieve, donde la caída de un personaje trae como consecuencia la caída de otro, de forma evolutiva. La banda de sonido de Alexandre Desplat proporciona un nivel tensión increscente. Ryan Gosling, como protagonista absoluto es inmenso. El joven actor de 30 años, está pasando por un momento brillante de su carrera, y la forma en que maneja la dicotomía del personaje, cómo pasa de ser un jefe de campaña entusiasta, creyente, inocente a descubrir su lado oscuro, no se da de manera abrupta, sino prácticamente fluida, liviana, natural. Todo esto gracias al carisma y talento de Gosling. El resto del elenco encabezado por Seymour Hoffman, Giamatti, Tomei, Wright y Evan Rachel Wood es sólido, aun cuando interpretan personajes muy parecidos a otros encarados en el pasado. Especialmente Seymour Hoffman. Claro, que todos se destacan y el propio Clooney tiene escenas donde se luce con su austeridad. El problema del film es que no resulta ni novedoso ni sorpresivo. Al haber visto todos los films que enumeré en el primer párrafo, además de City Hall (film de Harold Becker con Pacino y Cusak, que iba por el mismo lado), Secretos de Estado, peca de inocente. A pesar de sus méritos en puesta en escena y narrativa, la historia no es demasiado atrapante. Ya está vista. Es un deja vu. Cuando se van sucediendo los infortunios en el camino del personaje de Stephen, no es difícil preveer lo que va a pasar o cuál va a ser la carta que el mismo va a usar para salirse con la suya… Y cuando eso sucede, no hay marcha atrás. El film está corrompido y se convierte en lo que critica: una película política más, que en unos años se va a confundir con otras películas políticas. Se trata de un traspié en la sórdida carrera de Clooney como realizador. Quizás le sirva para iniciar su propia campaña política en el Partido Demócrata, al cuál parece defender a pesar de la hipocresía que menciona en el film. Casi pareciera decir: “el partido demócrata tiene un gran discurso, pero de vez en cuando tenemos un desliz”. Una lástima que el desliz no sea político en este caso, porque sino la crítica sería mucho más interesante. Nadie es perfecto. Ni siquiera George Clooney.
Nido de ratas Referente tanto desde la dirección (Buenas noches, y buena suerte) como desde la actuación (Tres reyes, Michael Clayton, Syriana) del cine reciente con fuerte y crítica mirada política, George Clooney encarna en su nuevo opus como realizador a un gobernador en plena batalla para ganar la interna presidencial demócrata, aunque el verdadero protagonista del relato es el joven y ambicioso jefe de prensa (Ryan Gosling, una estrella sin techo) que compite por manejar la estrategia con el experimentado asesor del candidato (otra vez Seymour Hoffman). El responsable de la campaña del rival es el gran Paul Giamatti, mientras que esta vez Marisa Tomei no tiene demasiado espacio para demostrar su habitual talento como una incisiva periodista de The New York Times. En cambio, sí se luce Evan Rachel Wood como una seductora voluntaria veinteañera que generará más de un conflicto en el bunker del equipo de campaña. Thriller sobre las miserias, el cinismo, la doble moral, la hipocresía, los abusos, la corrupción y la mentira de la política (y también sobre su poder adictivo y sus nocivos efectos sobre las personalidades más débiles), esta transposición de la obra Farragut North, de Beau Willimon, tiene algunos aciertos (como desnudar a los "progresistas" demócratas), pero al mismo tiempo encuentra limitaciones en su corrección política (sobre todo por su tono de auto-importancia) y en una puesta en escena que por momentos tiene más de teatral y televisiva que de cinematográfica. Su tema y sus intérpretes, de todas maneras, la convierten en un trabajo más que atendible, que contó con Leonardo DiCaprio entre sus productores.
Detrás de los ideales La cuarta incursión de George Clooney en la dirección, Secretos de estado (The Ides of March, 2011), es un thriller político que denuncia los inevitables caminos de corrupción en época electoral. Clooney, siempre comprometido con la realidad detrás de cámaras, vuelve a darle un duro golpe ideológico al sistema político con este film. Elecciones primarias en Ohio del partido demócrata. Dos candidatos se disputan la cabeza de partido: Pullman (Michael Mantell) y Morris (George Clooney). Los sucios vericuetos detrás de las campañas quedan expuestos en escena. El jefe de campaña del primero es Tom (Paul Giamatti), el del segundo Paul (Philip Seymour Hoffman) y su asesor Stephen (Ryan Gosling). La trama se centra en el joven asesor que pone en jaque sus ideales para ascender en el mundillo de la política. La situación se torna aún mas interesante cuando el juego se vuelve personal para Stephen. Como en la genial Buenas noches, y buena suerte (Good Night, and Good Luck, 2005), Clooney se escuda en hechos muy semejantes a la realidad (aunque estén basados en la obra Farragut North de Beau Willimon, son situaciones que pasan cotidianamente en política) para meter el dedo en la llaga al sistema eleccionario norteamericano y hacer una defensa de los ideales. Un gran elenco preside Secretos de estado, todos de formidables actuaciones sumándose a los ya mencionados anteriormente, Marisa Tomei como una periodista implacable, y Evan Rachel Wood como “la pasante” del conflicto que disparará la venganza final en el film. La película viene cosechando premios en el exterior, cuenta con cuatro nominaciones a los Globos de Oro y tiene muchas posibilidades de candidatearse al Oscar. Pero lo más importante es que recupera un cine norteamericano de denuncia que hacía mucho no se estrenaba en nuestro país.
La política puertas adentro Se torna difícil relatar lo visto en este film controvertido que muestra puertas adentro los manejos del poder y los escalones (o cabezas) que se deben pisar para arribar a las altas cumbres. La nueva película dirigida, producida y protagonizada por George Clooney, The ides of march, cuenta la historia de un joven responsable de prensa de campaña, Stephen Meyers (Ryan Gosling), quien se ve SECRETOS DE ESTADOenvuelto entre los deseos de crecer y la lealtad hacia su jefe, el gobernador Mike Morris, y candidato a las primarias del partido demócrata por la presidencia norteamericana. Si hay algo que deja en claro esta producción basada en la novela Farragut North, del escritor Beau Willimon (2008), es que en la política no hay lugar para los sentimientos y que lo único que importa es la lealtad. En el medio de la historia, aparece una joven becaria con un secreto que podría hacer caer al candidato Morris, como afirma uno de los pasajes del film: "Las guerras, las mentiras o las estafas, son perdonadas por la gente, pero algunas situaciones privadas, no". El relato cuenta con un reparto de lujo compuesto por Philip Seymour Hoffman (Capote), Jeffrey Wright, Paul Giamatti (La dama en el agua) y Marisa Tomei (La Femme Fatale de Loco y estúpido amor) en el papel de una periodista en busca de la noticia reveladora. Secretos de Estado se fortalece gracias a las solidas actuaciones y a una banda sonora que imprime una línea de continuidad en la trama, pero no siempre logra mantener las expectativas o cautivar con su argumento.
Grandes esperanzas La incorrección política ya no es lo que era. Creo que o ya nos acostumbramos a ella o acaso el intento por ser revulsivo de parte de Clooney no funciona del todo. George Clooney es un buen director. Su película Buenas Noches y Buena Suerte (además de ser muy buena) era corrosiva y contestataria. En la era Bush donde el que no estaba a favor de la invasión de EEUU a Afganistán e Irak eran considerados antipatriotas, él se mandaba una que hablaba de casa de brujas del senador McCarthy. La película era pertinente y significativa, una cachetada inesperada de un actor surgido de una novela televisiva. A su veta política se podría sumar Syriana (en esta como actor) por la que ganó el Oscar, thriller acerca de príncipes árabes y petróleo. Su compromiso hacia ese film mostró que no era pasajero su ataque a ciertas políticas, principalmente republicanas. Y esa crítica se hizo extensiva también a los demócratas, ellos no se podían quedar afuera con tanta becaria suelta. Así llega Secretos de Estado. La historia de la competencia de dos candidatos demócratas a ser "el" elegido de su partido para la presidencia. Uno es el gobernador Morris (Clooney) y su encargado principal de campaña interpretado por Phillip Seymour Hoffman. Por debajo suyo esta el jefe de prensa, en el papel de joven ambicioso e idealista esta Gosling. Como rival de esta lucha de campañas está el siempre genial Paul Giamatti. Una joven que ayuda en la campaña entrará en juego para modificar la posición de sus personajes, moral y en las posiciones de poder. El tema de es que esa supuesta película políticamente crítica no va a fondo ni en su acidez ni en su embestida. Recorriendo lugares comunes para lo que la política representa (y de lo que se nos representa) no produce nada nuevo o interesante. Su narración adecuada ayuda, pero adormece, lo que se ve venir inicialmente se desarrolla sin demasiados sobresaltos (aún cuando nos quieren mostrar algunos momentos como algo impactante). Así una idea interesante y de la cual, al menos yo, esperaba mucho, no es capitalizada, pareciera que Clooney dijera "puedo hacer una película política" pero nada más, no hay audacia ni agudeza en esa mirada. Lo que es absolutamente destacable es la selección de actores, tanto Hoffman como Giamatti son tan sólidos y convincentes como nos tienen acostumbrados. George reservándose el papel del candidato esta sobrio, relajado. Del que sin lugar a dudas esperaba más era de Ryan Gosling. No es que desentone ante tan buenos actores pero tampoco entrega una actuación memorable, cumple pero no dignifica. Así este actor so hot right now queda un poco en deuda. Y aunque esta llamado en los próximos años a marcar el paso de Hollywood todavía no logro el gran salto a mi parecer. Lo que resulta inquietante y cuestionable es el lugar en que Clooney director coloca a las mujeres. Parece que la política es de hombres, y las mujeres, sea Even Rachel Word (asistente de fáciles maneras) y Marisa Tomei (desdibujada y algo traicionera) son meros aperitivos de estos estrategas impasables. Demasiado pecado para tan poca emoción.
Los trabajos de George Clooney como director suelen ser interesantes. Su nueva producción si bien no está al mismo nivel de la genial “Buenas noches y buena suerte” es una película correcta. No sólo presenta un drama político bien narrado, sino que además reúne un reparto de lujo donde tenemos la posibilidad de disfrutar en una misma historia de Paul Giamatti, Philip Seymour Hoffman, Ryan Gosling, Evan Rachel Wood, Marisa Tomei y el propio Clooney. El reparto es realmente excelente y es en definitiva lo que hace a la visión de este film una experiencia amena teniendo en cuenta la temática trillada que trabaja. Tal vez ese sea el punto más débil de este estreno. El mundo sucio de los políticos fue retratado infinidades de veces en el cine y Secretos de estado no aporta nada nuevo ni original en esta cuestión que no hayamos visto antes. De hecho, la película trae al recuerdo en más de una ocasión a Colores Primarios, de Mike Nichols, con John Travolta, que también abordó en su momento las mismas cuestiones que la producción de Clooney. La diferencia que se puede destacar es que en este caso el director encaró esta temática más por el lado del thriller. Secretos de estado no es lo más interesante que hizo Clooney como realizador pero es un film que está para ver si a uno le atraen estas historias.
Telaraña Después de su debut en la dirección con "Confesiones de una mente peligrosa" y de la destacada y multipremiada "Buenas noches y buena suerte", Clooney no solamente carga en sus espaldas la dirección de este nuevo proyecto que es "Secretos de Estado" sino que también es el actor principal y tiene participación en la adaptación de la obra teatral "Farragut North" de Beau Willimon en el guión para la pantalla grande. En este caso, se sumerge por completo en el complicado mundo de la política y los intereses de los candidatos y sus oposiciones. Nos introduce en este mundo a través de la mirada de su protagonista Stephen Meyers (Ryan Gosling, en otra de sus excelente actuaciones pero que de todos modos nos sorprenderá dentro de un par de semanas en la demoledora "Drive") quien como secretario de prensa y comunicaciones de un importante gobernador, ahora candidato a la presidencia (George Clooney). Stephen se verá poco a poco envuelto en un juego cuyas reglas son claras pero que evidentemente hay que tener muchas aptitudes para poder jugarlas sin salir lastimado. Y en ese derrotero personal, es que la cámara de Clooney acompaña a Stephen cuando ante la búsqueda de su lugar profesional y sus ambiciones ponga a prueba su escala de valores. Y dentro de este juego, aparecerán distintos personajes, cada uno disputando y sacando ventajas de los intereses notoriamente contrapuestos. Aparecen como elementos fundamentales del juego: el jefe de prensa de la campaña (Philip Seymour Hoffman), el que cumple idéntico puesto pero para el candidato contrario (Paul Giamatti) -quien va a tenderle diferentes "trampas" en las cuales Stephen puede llegar a caer-, el poder y el peso de los medios (introducidos en el guión a través de la figura de la periodista encarnada por Marisa Tomei)... Pero una pieza fundamental dentro de este juego estará dada por la presencia de una jóven que trabaja dentro de la campaña (hermosísima y con un brillante desempeño de Ewan Rachel Wood a quien vimos en "A los 13" ,"Que la cosa funcione" de Woody Allen y que fue la hija de Mickey Rourke en "The Wrestler") que con el devenir de los sucesos terminará siendo utilizada por varios de los personajes para ir sacando ventaja de su situación y desencadenando el conflicto más fuerte de la historia. George Clooney como director se maneja perfectamente para poder contar la historia en una forma compacta y que comienza a interesar sobre todo en su segunda mitad, después de una presentación algo morosa e intrincada, pero que una vez puestos en juego todos los personajes, comienza a desarrollarse armónicamente y con un interés que crece sin perder tensión. Justamente sabe, conoce y tiene por sobre todas las cosas un muy claro manejo de los actores, y aún con ciertas desprolijidades del guión, Clooney logre reunir un elenco completamente compacto que es como una especie de "dream team" del que se nutre para contarnos esta historia de ambiciones desmedidas, traiciones, bandos enfrentandos, encuestas, corrupción, inmoralidad, falta de códigos y búsqueda de poder. Dentro del elenco sumamente homogéneo, cada uno en su papel logra generar un personaje creible, compacto, bien actuado y todos forman un equipo consistente sin que ninguno de ellos ni sobresalga ni desentone. Nuevamente la máscara de Ryan Gosling es única y transmite toda la gama de sensaciones por las que atraviesa el personaje desde sus inicios en los que tiene una mirada más comprometida con su trabajo, hasta en las escenas finales donde su frialdad se pone de manifiesto en mover las piezas a su conveniencia sin ningún tipo de escrúpulos. "Secretos de Estado" quizás sea una de estas películas que la carrera de las premiaciones y los Oscar hace que estén en el candelero y quizás se espere mucho más de lo que realmente son, pero alejándonos de esa tendencia del momento anual de los premios, sabe sostener un relato interesante con buenas actuaciones. Y con una elección de Clooney desde la dirección, mucho más abocada a los matices, las miradas y las insinuaciones que por las obviedades y los comentarios explícitos, lo que hace crecer a la historia tejiendo lentamente una telaraña donde cada uno de los personajes, y a su turno irá cayendo con diferentes consecuencias.
Remitirse a Clooney únicamente respecto a su rol como director cinematográfico implica, inevitablemente, referirse también a su carrera actoral. Como actor, si bien por un lado reconocemos rápidamente su papel de galán seductor al mejor estilo Danny Ocean, el chanta encantador, al mismo tiempo no podemos negar que nunca se quedó quieto interpretativamente. Memorables son aquellos papeles como su Ulises de Dónde Estás Hermano?...
Ambientada durante las primarias de Iowa en la carrera presidencial, sigue a un joven vocero que cae presa de las maniobras políticas, las manipulaciones de los agentes veteranos y de la seducción de una joven interna. The Ides of March es la cuarta película de George Clooney, oportunidad del actor de volver a presentarse ante la industria como un muy buen director tras haberse auto-tacleado con la olvidable Leatherheads. La historia, que tiende a repetirse, lo encuentra seis años después en una situación similar a la del 2005 con el tándem Good Night, Good Luck / Syriana por un lado, mientras que esta y The Descendants por el otro. Salvando las distancias con su excelente segundo film, con quien comparte guionista, en esta oportunidad entrega nuevamente un trabajo que se mueve entre las filas de la prensa y la política, con la mirada puesta no en el Hombre que es portada de la revista Time, sino en aquellos que le preparan la campaña que lo llevan donde está. Durante buena parte de su desarrollo, el film fluye con total naturalidad, con muy buen manejo de los climas electorales y, especialmente, con notables actuaciones de sus protagonistas. Clooney sabe elegir a aquellos que lo rodean y erige tres pilares de su historia en figuras que sabe tienen qué aportar a la película, como Ryan Gosling (cuya carrera a esta altura parece no tener techo), Philip Seymour Hoffman y Paul Giamatti. "¡Cuídate de los idus de marzo!". En el momento en que The Ides of March plantea su conflicto esta empieza a perder la fuerza inicial, especialmente cuando se pinta de colores primarios. Así, la mirada alentadora que el realizador y sus personajes tienen de la política se vuelve, en un exceso de velocidad, cínica y desencantada. Estas resoluciones apresuradas contrastan con el cuidado desarrollo, en el que se ponen de manifiesto valores como la integridad y la lealtad, eligiendo destacar una verdad de Perogrullo, que "todos los políticos son iguales".
Para todos aquellos que siguen viendo en George Clooney al simple galán de aquella recordada serie E.R. (asombra que cada año ingrese en alguna que otra lista de los más sexies del planeta), tengo el agrado de decirles que estamos ante la confirmación de un nuevo sujeto; mucho más comprometido social y políticamente. Compromiso que ya venía dando sus primeros indicios en películas como "Syriana", "Buenas noches y buena suerte" y "Michael Clayton". Con "Secretos de Estado" se puede decir que se tira de cabeza a la pileta al asumir los múltiples roles de actuar, escribir el guión, producir y dirigir. Y el resultado no podía haber sido mejor. Un mes atrás veíamos como Garry Marshall reunía más de una docena de estrellas y las desperdiciaba por completo en la mediocre "Año nuevo". Acá Clooney junta solo la mitad y logra el milagro: un film perfecto a nivel actoral. "The Ides of March", título original del film, cuenta las campañas primarias de dos candidatos del partido demócrata (aquí no hay republicanos) de los Estados Unidos. El gobernador de Pensylvania Mike Morris (George Clooney) y el senador Ted Pullman. Y la lucha de ambos, o más bien de sus respectivos jefes de prensa, por conseguir los votos del estado de Ohio, ya que de lograrlo, sería el primer y casi seguro pase a la Casa Blanca. Pero como todos sabemos, nada en la política es completamente honesto. Y ahí es cuando comienza realmente a tejerse el hilo del film. Ryan Gosling ( excelente, se devora la pantalla con cada palabra, mirada o gesto en todas las escenas en las que aparece, y prácticamente se puede decir que no hay una sola en todo el film en la que no esté presente) interpreta a Stephen Meyers, secretario de prensa de Morris (muy bien Clooney, aunque prefiero dejarle el mérito de la dirección, que es impecable). Meyers es tan engreído y confiado en sí mismo y en su candidato que da por sentado que, no sólo va a ganar las internas, sinó que va a ser el próximo presidente de su país. además no está solo, sino que cuenta con la ayuda del jefe de campaña, el impulsivo e idealista Paul Zara (un gran Phillip Seymour Hoffman, como siempre), dispuesto a sacrificar todo en pos de la misma. Dos factores desencadenantes harán que Meyers se replantee si está en el camino correcto y le abrirán los ojos en más de un sentido. Primero cuando entre en escena Tom Duffy (otro gran papel para Paul Giamatti), tentándolo a cambiar de bando, ya que es quien maneja los hilos de la campaña del senador Pullman. Y segundo cuando comience una relación amorosa con Molly Stearns (muy sólida Evan Rachel Wood), una joven que trabaja en su comité, con la que compartirá información y a la que le descubrirá un secreto que hará que todo a su alrededor se derrumbe por completo, mostrándole la otra (verdadera) cara de Morris. El manejo de la prensa es tan importante, que no se puede dejar de mencionar a la increíble Marisa Tomei, que apenas con tres breves apariciones, logra una actuación brillante interpretando a una periodista sin escrúpulos ni moral con tal de tener su primicia. Muchos periodistas acreditados van a tildar a este film de políticamente correcto. Para mí, más que eso, es una excelente película, con un gran guión, dirección y actuaciones increíbles. Gran inicio de la temporada alta de títulos fuertes con Clooney a la cabeza.
Miente, miente que algo quedará No solamente desde su vida pública sino por medio de sus películas, el actor y director George Clooney se ha encargado siempre de fijar alguna posición política respecto a determinados temas sociales. Su simpatía por el partido demócrata y especialmente por Barack Obama lo ha catapultado a esa zona gris y difícil donde las estrellas de Hollywood deben rendir examen cotidiano frente a una opinión pública desconfiada que muchas veces -desde el prejuicio- saca conclusiones apresuradas sobre el verdadero compromiso de los actores multimillonarios con las causas más sensibles. Existe un interesante documental intitulado Poliwood (2009), del director Barry Levinson, muy ilustrativo al respecto. Lo cierto es que en la misma línea que en un pasado trazara Tim Robbins con El ciudadano Bob Roberts en 1992, film político que tomaba el detrás de escena de la campaña de un ascendente candidato independiente desnudando la trama secreta que se teje durante toda la campaña política, George Clooney escribe y dirige Secretos de estado como antesala de lo que quizás pueda transformarse en el futuro en un acercamiento concreto a la vida política del partido demócrata. El guión de este thriller político que cuenta con un notable elenco no es más que un elaboradísimo discurso que puede encontrarse en cualquier campaña, dividido en tópicos concretos, los cuales van surgiendo en el derrotero de este candidato carismático y liberal durante el desarrollo del relato, inmerso -puertas adentro- en un contexto donde lealtades y traiciones de su entorno más íntimo definen el rumbo de los acontecimientos y sacan a relucir los trapos sucios de las intenciones que tienen por fin único ganar la elección para tener chances de competir en la puja presidencial. El protagonismo, sin embargo, no lo tiene Clooney, quien interpreta con corrección a un gobernador, Mike Morris, con concretas chances de convertirse en el próximo presidente de los Estados Unidos siempre que consiga el apoyo de la mayoría de los electores y sobre todas las cosas de los aliados políticos, para lo cual deberá negociar votos con los más fuertes y reacios. El encargado de las negociaciones y protagonista del film; de las reuniones y de mantener una imagen positiva del candidato es su joven asesor de campaña Stephen (Ryan Gosling), que hará lo posible por despejar todo tipo de rumores; ataques frontales de la oposición e incluso buscará una tregua con la competencia en reuniones no oficiales con su principal enemigo (Paul Giamatti), jefe de campaña del adversario con más posibilidades de derrotar a Morris, así como intentará disuadir a la incisiva periodista Marisa Tomei para que no filtre información que pueda perjudicarlo porque está realmente convencido de las palabras de su jefe. Sin embargo, el móvil más importante que mueve a Stephen no es la política en sí misma ni los discursos floridos que escribe para que Mike le dé un sentido cada vez que toma un micrófono, sino su desmedida ambición de poder. Y en definitiva de eso se trata la trama de esta nueva incursión del ciudadano Clooney en el cine: de cómo el poder corrompe a los hombres y los vuelve vulnerables e ingenuos a la vez. No obstante, más allá del conflicto de intereses coyunturales que se juegan en la carrera política cuando la mejor estrategia parece ser la mentira, Secretos de estado plantea en todo momento la desazón por no poder cambiar un sistema desde una controvertida solución que no ataca el fondo sino la forma. El conflicto central con una becaria (Evan Rachel Wood), subtrama que funciona directamente de detonante, es un pretexto dentro de la trama que apunta sus misiles hacia otro lugar desde lo meta-discursivo y ese es quizás el reproche que pueda hacerse a George Clooney ya que quita densidad a la historia, a pesar de complementar ese defecto con buenos diálogos y punzantes definiciones sobre la guerra absurda, el petróleo y otros temas de la agenda política más caliente por la que atraviesa hoy el presidente Obama. Secretos de estado en definitiva no viene a inaugurar una nueva forma de hacer cine ni valerse de él para fijar un mensaje político pero sí deja más que reflejado el compromiso y la coherencia intelectual de un actor que además de poder jugar con los códigos del faranduleo, coquetear con el glamour y reírse de sus propias banalidades tiene puestos los pies sobre la tierra, los ojos sobre la realidad y las manos sobre la cámara.
La cocina de la política En el nuevo film dirigido y coescrito por Clooney todo aparece teñido del más puro y maquiavélico pragmatismo. Pero en ese juego de lealtades y traiciones, la mirada del director no es moralizante. Para los romanos, los idus de marzo (los días de mediados de ese mes) eran época de buenos augurios. Pero desde que una conspiración terminó con la vida de Julio César, durante los idus de marzo del año 44 a.C., la fecha pasó a representar, en términos políticos al menos, lo contrario de lo que míticamente había significado. Apropiadísimo suena entonces el cambio de título que George Clooney y los suyos practicaron sobre Farragut North, obra en la que The Ides of March se inspira. Desde ya que la referencia se pierde ante el título mucho más neutro y descriptivo con que el nuevo film dirigido y coescrito por Clooney se estrena en Argentina, tras haber sido parte de la competencia oficial en la última edición de Venecia. Algo así como una versión amplificada de El estudiante (lo que allí era política universitaria aquí es la alta política de la nación que aún rige los destinos del mundo), Secretos de Estado es más decididamente pesimista que la película de Santiago Mitre. En medio de su trama de transas, trampas y traiciones, aquélla guardaba aún un último recodo para los ideales, mientras que en el film de Clooney todo aparece teñido del más puro, maquiavélico pragmatismo. Sin embargo –eso es lo interesante–, Clooney no mira ese mundo con el dedo levantado de la condena. Lo hace desde la nada ingenua presunción de que la mejor política posible no consiste tal vez en no ensuciarse las manos, sino en ver qué hacer con esas manos sucias. La escena de presentación es notable, por un montón de razones concurrentes. En primer término, permite entrar a la película (a la política) a través de un espacio de representación, el del teatro, donde tendrá lugar un acto de campaña. En segunda instancia, al no transcurrir durante el acto sino en su instancia de preparación, está recordando que un evento político es un fenómeno de diseño antes que un acto de comunicación espontánea. Por otra parte, introduce el que será el espacio de representación de la película toda: la cocina, el entretelón, el detrás de escena. No sólo eso, sino que al poner en su boca el que será el discurso de su jefe, presenta el lugar que el protagonista ocupa dentro de la jerarquía política: el de un segundón, literalmente un vocero. Algo semejante al muñeco del ventrílocuo. Finalmente, esa escena de apertura prefigura la que será su reverso exacto, la escena de cierre. Secretos de Estado es, como El estudiante, la historia de una iniciación, una carrera ascendente, una ganancia y una pérdida. En la jerarquía de campaña de Mike Morris, gobernador de Pennsilvania y candidato a la presidencia por el Partido Demócrata (Clooney), Stephen Meyers (Ryan Gosling) es el segundo del jefe de campaña, Paul Zara (un temible Philip Seymour Hoffman). El espectador tal vez crea ver en Meyers un muchacho ambicioso pero todavía algo tierno. No es lo que ve en él el muy curtido Tom Duffy (Paul Giamatti), jefe de campaña del rival, quien elogia su brillantez. De hecho le ofrece pasarse de bando, anunciándole que el “halcón” con el que la gente de Morris contaba para ganar el estado de Ohio está con ellos. De ser así, el candidato demócrata no va a ser Morris, sino su rival. Meyers duda, lo piensa, se debate entre la lealtad y la conveniencia, se reúne con Duffy. Una subtrama paralela pone a Meyers en relación con Molly, algo así como una “pinche” en la estructura de campaña de Morris (Evan Rachel Wood). Pero las paralelas van a cruzarse y la pérdida de inocencia será por partida doble: en el terreno personal y en el político. Es sólo el comienzo de un baile de máscaras en el que todos los roles van a mutar despiadadamente, cobrándose la vida de la pieza más débil y poniendo patas arriba las relaciones de poder existentes. Secretos de Estado confirma a Clooney como un cineasta de infrecuente claridad, solidez e inteligencia. El guión es redondo, el elenco extraordinario (Gosling, Seymour Hoffman y Giamatti están memorables), los diálogos parecen escritos por un Billy Wilder del maquiavelismo, la puesta en escena es práctica, precisa y sugerente. Ver por ejemplo el modo, digno de los clásicos, con que sin subrayados de por medio la puesta se llena de sombras, en la misma medida en que la historia lo hace. Las reuniones en despachos cerrados, la oscuridad cada vez más cerrada, las ofertas “que no se pueden rechazar”, el juego de lealtades y traiciones, el acceso del menos pensado al extremo de la pirámide, la referencia final al titiritero y el muñeco, la expresión vaciada y las mandíbulas apretadas del poderoso en la escena de cierre: todo recuerda al ascenso de Michael Corleone en El padrino. Allí el poder absoluto corrompía, como aquí, absolutamente, y ni el propio realizador se sabía a salvo de ello.
El lado oscuro de los candidatos Un joven político pierde su inocencia en una campaña electoral. Secretos de Estado se maneja entre el drama político y el thriller policial. La historia de Stephen Meyers (Gosling), un joven idealista que trabaja en la campaña presidencial de un gobernador del Partido Demócrata, le sirve a Clooney (que dirige e interpreta al candidato, Mike Morris) para ofrecer una mirada agria y bastante desconsoladora de la política estadounidense. Sin embargo, ciertos elementos algo forzados de carácter “policial” le hacen perder algo de fuerza y contundencia al relato. Meyers –interpretado por Gosling, el actor/sex symbol del momento- es inteligente, talentoso y, como Morris, quiere hacer las cosas bien. En plena campaña por la primaria clave de Ohio –que viene muy pareja con su principal oponente-, se niegan a cambiar o negociar ciertos puntos de la plataforma que podrían traerles más votantes y, especialmente, el apoyo de un senador que podría asegurarle la candidatura. ¿Pero se puede pelear para ganar sin meter “las manos en el barro”? Allí es donde empiezan las complicaciones. Meyers se reúne con el jefe de campaña de su rival (Paul Giamatti), que quiere convencerlo de pasarse a su bando. Pero Meyers se niega y le avisa lo que sucedió al jefe de su campaña (Philip Seymour Hoffman), lo que origina una serie de disputas sobre “lealtad” que pondrán su carrera en peligro. Pero ese eje narrativo se ve opacado por otro, menos interesante y más típico de un thriller convencional. Meyers tiene un affaire con una joven voluntaria de la campaña de Morris (Evan Rachel Wood), que es hija de un importante miembro del Partido Demócrata. Ese “affaire” se complicará cuando Meyers descubra que la chica también guarda algunos secretos que pueden enredar aún más toda la situación. Ese par de “disparadores” serán los que precipiten el drama y la pérdida de la inocencia de Meyers, que tendrá que ver cómo hace para sobrevivir entre veteranos políticos que parecen saber jugar mejor que él este cínico juego de ajedrez que se esconde bajo la fachada de los discursos plagados de buenas intenciones. Lo que logra Clooney –en un tono mucho más desesperanzado de lo que uno imagina considerando su imagen pública- es ser impiadoso y frontal respecto al mundo de la política (el filme se basa en la obra teatral Farragut North , de Beau Willimon) y consigue una serie de actuaciones más que sólidas de su gran elenco. Lo que no puede impedir es que la mecánica de un thriller más standard, uno que podría suceder en cualquier otra circunstancia y que acumula giros de guión “sorpresivos”, le haga perder fuerza dramática en la segunda mitad del filme. Lo que Secretos de Estado gana en tensión cuando la situación se torne de vida o muerte, lo perderá en credibilidad. O, quién sabe, tal vez las cosas en el mundo de la política sean así de terribles como Clooney las pinta...
Clooney indaga bien en la política oscura Es interesante la elección que hace George Clooney como director de temas políticos, como el de su película anterior «Confesiones de una mente peligrosa», sobre un programa televisivo de juegos que servía de fachada para una operación de espionaje. Ahora ha eligido adaptar una dramática obra de teatro sobre el sórdido backstage del mundo de la política, interpretando el papel de un gobernador en las internas para ser candidato a presidente por los demócratas, aunque el verdadero protagonista es Ryan Gosling, como el nuevo asesor de la campaña que, en principio, es bastante idealista, pero que pronto empieza a aprender los trucos sucios de otros colegas más avezados, como por ejemplo el implacable jefe de campaña encarnado con su talento habitual por Philip Seymour Hoffman. La película deja ver su raíz teatral en el primer tercio de su metraje, cuando describe los personajes y sus conflictos en forma tal vez menos tensa y estática de lo recomendable, aunque pronto empieza a ganar interés cuando va descubriendo las ambiciones del recién llegado, su relación con la periodista Marisa Tomei y con el competidor del gobernador (otro gran actor, Paul Giamatti) que muy astutamente le pone un anzuelo para complicarle la campaña a su rival. No es la primera vez que Hollywood se ocupa de este tipo de tema serio (y, al mismo tiempo, un poco ingenuo ya que sin duda este historia se queda corta en sus revelaciones sobre el mundo no visible de la política), y hasta ahora no hay ningún film que supere la obra maestra de Otto Preminger «Tempestad sobre Washington» («Advise And Consent»), y en todo caso, si bien no llega a ese nivel, «Secretos de estado» va hilvanando las presiones profesionales de sus personajes con detalles de su vida personal que se van mezclando hasta explotar en un escándalo que incluye una relación extramatrimonial, aborto y suicidio. Es un toque melodramático que le imprime al film un giro anticuado y terriblemente serio que viene bien en estos tiempos livianos. La visión de Clooney sobre los políticos es grave, descarnada y con buenas imágenes, pero sobre todo con excelentes actuacioens de todo el elenco. El resultado es una película reflexiva que funciona especialmente en su crítica al mundo de los políticos justamente por, en tiempos de Obama, ocuparse de los Demócratas.
El excelente drama político dirigido por George Clooney se estrena hoy en nuestras salas. Los primeros meses del año traen para algunos fanáticos del cine y las series la tan esperada temporada de premiaciones que, obviamente, cierra con los famosos Premios de la Academia, más conocidos como los Oscars. Las salas se llenan de films de gran calidad en todos sus aspectos, y esta nueva película de George Clooney no puede dejar de estar en esta lista. Basada en la obra de teatro Farragut North de Beau Willimon y dirigida, escrita, actuada y producida por George Clooney, ésta película nos muestra las primarias en Ohio de dos candidatos a presidente por el partido demócrata en Estados Unidos y cómo sus secretarios de prensa deberán lograr que sus candidatos ganen sea como sea, escondiendo sus más oscuros secretos. Ésta simple historia que ya conocemos de memoria si recordamos a algunos de los presidentes más famosos de Estados Unidos y sus polémicas vidas privadas, va tomando forma de a poco y nos va mostrando lo crudo, cínico y turbio que puede ser una campaña electoral, pero sobre todo, el gran y forzoso trabajo de los que están atrás de todo; los jefes de campaña y de prensa. Desde nuestras butacas, nosotros vamos a ver todo desde los ojos de Stephen Meyers, un jóven idealista interpretado a la perfección por Ryan Gosling, que va a encontrarse con terribles secretos y va a tener que ver como actuar en base a esto. La historia principal no es tan original, y por momentos suena pretenciosa, pero la joya de este film está en sus actuaciones. Como ya sabemos, George Clooney es actor, y esa sensibilidad queda demostrada a la hora de ver la interpretación de cada uno de los personajes que habitan en esta película, resaltando al gran Philip Seymour Hoffman como el leal y trabajador Paul Zara, el increíble Paul Giamatti como Tom Duffy, un George Clooney que cumple en el papel del candidato a presidente Mike Morris, una excelente Evan Rachel Wood como la interna Molly, Ryan Gosling en el lugar principal y con un papel que le queda perfecto. Por último, y con un pequeñísimo papel, podemos ver a Marisa Tomei, que nunca falla en ninguna de sus interpretaciones. Una historia que comienza lentamente y nos muestra de a poco una trama muy bien contada sin ningún fallo técnico y con una gran música, cortesía del talentoso Alexandre Desplat, que no tiene ni un momento de debilidad y que acompaña perfectamente. No es la mejor película de George Clooney como director, pero demuestra claramente que su trabajo es impecable en cada uno de sus films y que debería dejar de lado la actuación para avocarse completamente a la dirección. Y si son de esos que se toman el trabajo de ver todas las películas que pueden llegar a estar en los Oscars, no duden y vayan a ver Secretos de Estado.
Todos los tipos de gobierno son susceptibles a la corrupción política. En términos generales, es el mal uso público (gubernamental) del poder para conseguir una ventaja ilegítima, generalmente secreta y privada. Los EEUU no son indiferentes a los chanchullos políticos, y George Clooney lo demuestra en esta nueva cinta que lo tiene, además de como actor, como director. El filme acontece durante los días previos a las elecciones primarias presidenciales de Ohio, cuando Stephen Meyers (Ryan Gosling), un secretario de prensa de la campaña del gobernador Mike Morris (Clooney), se ve implicado en una disputa política que amenaza con poner en riesgo las posibilidades de su candidato de llegar a la Casa Blanca. Si bien la cinta se centra casi exclusivamente en cuestiones políticas y en el detrás de bambalinas de una campaña para conseguir votos (con todo lo que implica en cuanto a mostrar cierta parte oscura de la política), el guión se permite, más avanzada la historia, abrir una subtrama paralela: un pequeño y “juguetón” affaire entre Stephen y una veinteañera aprendiz (atrayente presencia de Evan Rachel Wood) que también trabaja en la estructura de campaña de Morris. Justamente, esta subtrama se colará indefectiblemente en la trama política central, generando los picos de tensión más importantes del filme. La aparición de excelencias actorales como Phillip Seymour Hoffman y Paul Giamatti como jefes de campaña de los bandos opuestos resultan uno de los mayores aciertos, gracias a las escenas de diálogos punzantes, rápidos y afilados que los tienen como protagonistas junto a Gosling. También está en un rol de reparto Marisa Tomei, como la reportera que se hace la amiga para tener las exclusivas periodísticas. Posiblemente el filme peca de corto (dura 100 minutos) y hubiese sido, tal vez, más interesante, profundizar más en las desdichas del personaje principal y cómo opera en él el cambio que sufre al final del guión. George Clooney demuestra que es más grande como director que como actor, proponiendo esta vez una interesante puesta en escena de este juego de lealtades y traiciones que es el mundo de la política… más de lo segundo que de lo primero, por cierto.
Mucho de lo que destapa Secretos de Estado en esta exploración del detrás de escena de la política podrá no sorprender demasiado. Al cabo de tantas campañas electorales en las que la práctica del sucio juego de enlodar al rival insume más tiempo, más energía y más ingenio que exponer ideas o debatir programas de gobierno, los propios políticos se han encargado de ventilar cuántas hipocresías, bajezas, vanidades, deslealtades, artimañas, dobleces, ocultamientos y zancadillas se mezclan en la turbia lucha por sacar ventaja en la carrera hacia el poder. Los idus de marzo del título original que aluden al asesinato de Julio César coinciden en la ficción que Beau Willimon concibió originalmente para el teatro con la fecha de las primarias del partido demócrata en Ohio, pero más allá de algunos rasgos que puedan sugerir paralelos con la realidad, bien podría tratarse de cualquier partido político, y no necesariamente norteamericano. Al fin, no es una plataforma política lo que se discute en el film sino las estrategias que conducen a ganar el poder y el precio que hay que estar dispuesto a pagar para lograrlo. Permanecer mucho tiempo en este negocio conduce fatalmente al cinismo y al hartazgo, dice en un momento Paul Giamatti, un maquiavélico jefe de campaña que ya ha vivido ese proceso en carne propia (y está a la vista). Precisamente, aunque la acción pivota en torno del precandidato en cuestión -Mike Morris, el carismático gobernador de Pennsylvania que encarna George Clooney-, el centro de gravedad del film está en Stephen Meyers (Ryan Gosling), su joven vocero, seguidor convencido, idealista y sagaz, y en el arco que describe su trayectoria a partir del momento en que, por inexperiencia (y también por vanidad) cae en la malévola trampa que le tiende el jefe de la campaña rival y se ve de pronto incorporado, de un modo brutal, a la realidad más sórdida de la contienda política. Thriller sin una sola escena de acción, pero con tensión constante y un complejo entramado dramático, el film confirma la habilidad narrativa y la elegancia del lenguaje de Clooney -aquí mucho menos indignado y bastante más escéptico que en Buenas noches y buena suerte - y la adhesión que despierta entre sus colegas: el elenco del film es un verdadero seleccionado cuyo aporte a la solidez del relato es decisiva. Aparte del propio Clooney -que tiene la prestancia y la simpatía del hombre que debe seducir al electorado, pero también la firmeza de carácter que puede hacerlo temible cuando se lo ataca-, y del transparente Ryan Gosling a cargo del personaje más acabadamente elaborado y el que más matices exige, el film tiene dos robustos pilares en Philip Seymour Hoffman, el jefe de campaña de Morris, y su contraparte, Paul Giamatti. Marisa Tomei supera con creces el estereotípico retrato de la periodista de The New York Times que no repara en medios para conseguir primicias sabrosas, y Jeffrey Wright es el senador sin escrúpulos que se cotiza muy alto en términos políticos y por cuyo apoyo compiten ambos precandidatos. Párrafo aparte merece la sugerente y expresiva Evan Rachel Wood, cuya pasante determina que la historia se desvíe hacia el drama sobre sexo, adulterio, chantaje y deslealtad y desemboque en tragedia. Seguramente el film es, en el fondo, algo más naïf y menos demoledor de lo que Clooney parece proponerse, pero se trata de una obra que no flaquea en ninguno de sus rubros y logra sostener la atención del principio al fin.
Las razones de Clooney “Un cineasta, especialmente cuando enfrenta un gran tema, es al menos alguien que enciende un fuego entre un film y nosotros. Para calentarnos, para jugar juntos, para merecer el riesgo de quemarse con él. Quitemos este riesgo, y el cine se convierte en una pobre cosa, decente y muerta” (Serge Daney) Hay una escena en Secretos de Estado que condensa su fundamento estético e ideológico, al mismo tiempo que sus virtudes y sus limitaciones. Un primer plano luminoso del gobernador (Clooney) en el púlpito, quien promete sin esfuerzo medidas a tomar en el futuro, es intercalado con las sombras de dos protagonistas que discuten fervientemente y deben tomar decisiones cruciales. Se trata del jefe de prensa (Ryan Gosling) y del principal asesor (Phillip Seymour Hoffman), los cuales ejercen verbalmente su rol de poder con una enorme bandera norteamericana de fondo. Esta especie de reminiscencia a la alegoría de la caverna platónica representa un aspecto clave del film: lo que vemos son apariencias que tenemos que aceptar por realidad; la verdad es inaccesible e inimaginable ya que ninguno estaría preparado para conocerla; es la que se gesta entre las sombras. Aquí, el fuego de la famosa alegoría aparece sustituido por la bandera, lo cual no constituye un dato menor, puesto que la película es un sólido thriller que toma la política como tema pero con la forma de un relato genérico industrial propio de una tradición (Lumet, Gavras, Stone) a la cual refiere ya desde la tipografía de sus créditos iniciales como de su afiche (con la doble cara sugerida), inscripto más en la obviedad significativa propia del universo visual publicitario que en una imagen cinematográfica. En efecto, la historia, focalizada en una feroz interna presidencial, juega en todo momento con la idea de la doble faz y la doble moral. En el inicio mismo, la puesta en escena como forma de persuasión mediante la seducción del candidato, con luces y discurso, se muestra a la manera de un ensayo y luego deviene en actuación. Cada aparición es similar a un recital: aquello que se ve en el escenario está dirigido en una cabina donde la adrenalina no es menor por el grado de responsabilidad que implica. Lo interesante es cómo se trabaja para que ello se mire a través de los oyentes en el auditorio, de quienes se encuentran detrás del show y finalmente, de nosotros como espectadores. En reiteradas oportunidades, aún haciendo el amor con su atractiva compañera, voluntaria en la campaña (Evan Rachel Wood), el joven ambicioso Stephen no perderá ocasión para distraerse y evaluar cómo se ve en pantalla su candidato. Tal mecanismo, que podría haber sido formalmente sostenido como punto fuerte en cuanto a una reflexión sobre la mirada como móvil, es opacado por otro signo de permeabilidad en este juego de realidad/apariencia: la palabra. Clooney propone un filme dialéctico con muy buenos diálogos, fluidos y potentes, moderados y a punto de hacer estallar a sus ejecutantes, pero sin caer, por fortuna, en la sobredimensión (todas las actuaciones están muy bien). De hecho, por momentos, recurre a buenas elipsis verbales o a cortes para que no agobien los discursos y jamás se pierda de vista el detrás de escena. No todo lo que se dice o se dirime se explicita, sino que es sustituido por música o con un plano fuera de campo. En los primeros quince minutos ya asoman delineados los roles activos en la trama maquiavélica: la política, la prensa, la publicidad, entre las principales instituciones. Cada uno tirará de la cuerda y esconderá su mejor carta para posicionarse en pos de su triunfo hasta nuevo aviso. Ser amigo o traidor por conveniencia, ésa es la cuestión. No obstante, lo anterior no alcanza para eludir un recurso que ubica a Secretos de Estado como una película más (interesante por cierto) dentro de las propuestas que nos llegan del país del norte frecuentemente como ficciones industriales (vuelvo sobre esa enorme bandera de fondo), con sus héroes enfrentados a diversos obstáculos en su camino al destino triunfal, los lugares comunes (el político que se sobrepasa, la infaltable subtrama amorosa), la velocidad de los acontecimientos y una seducción narrativa que tiene el mérito de no soltar nunca al espectador pero que le ofrece una visión un poco trillada y fácil de la política como práctica (no hallaremos aquí nada que no imaginemos). Es en este sentido que Secretos de Estado no deja ser un film “dominado por lo visual”, como diría Daney, ya que apela a una serie de imágenes discursivas ya vistas y transitadas dentro de una tradición cinematográfica como televisiva. La solidez narrativa y el oficio, más bien clásico, de Clooney como director, no logran disimular el academicismo y la visión un tanto lavada de la política. Recomiendo, para confrontar, L´Exercice de l´État, de Pierre Schoeller (comentada en este sitio por Mex Faliero y vista en el último festival de Mar del Plata), con intenciones parecidas pero mucho más rica por su carácter ominoso.
George Clooney siempre fue un hombre comprometido tanto delante como detrás de cámaras y si en “Syriana” (2005) denunció los negociados turbios con el petróleo en este, su cuarto largometraje como director, vuelve a la carga pero contra el sistema político estadounidense. Sin embargo, “Secretos de Estado” no se trata tanto sobre la política en sí misma ni sobre los políticos, sino sobre como el sistema puede corromper hasta lo más profundo de un ser humano hasta volverlo irreconocible y hacerlo realizar actos que nunca hubiera hecho. Una historia atrapante y un elenco con el que cualquier director soñaría poder trabajar son solo algunos condimentos que hacen de esta película una de las mejores del año. Y eso que recién estamos empezando. El mundo de la política es muy traicionero y el secretario de prensa Stephen Meyers (Ryan Gosling) aprenderá una valiosa lección. El marco de la historia transcurre durante las elecciones primarias del partido Demócrata en Ohio, pero esta no es una elección menor ya que el ganador será quien represente al partido en las presidenciales. Pullman (Michael Mantell) y el gobernador Mike Morris (George Clooney) están en una competencia reñida cuando Tom Duffy (Paul Giamatti), en un intento por robarle el codiciado secretario de prensa a Morris, se reúne en secreto con Stephen para convencerlo de que se cambie de bando. Stephen es un joven idealista y cree firmemente que Morris cambiará el país para mejor, pero todo se complica cuando alguien se entera de su reunión con Duffy y Stephen se ve involucrado en un escándalo que amenaza con poner en riesgo las posibilidades de su candidato. A partir de allí sus ideales se pondrán a prueba y la historia se pondrá más interesante aún cuando la situación se vuelva personal para el personaje de Gosling. En “Secretos de Estado” cualquier semejanza con la realidad no es mera coincidencia, ya que Clooney no solo pinta muy bien el paisaje político y sus sucios manejos sino que también utiliza ciertas imágenes que son reconocibles para el público, como por ejemplo el famoso diseño que Obama utilizó en su campaña de 2008. Aunque, para ser justos, la historia jamás toma partido por una rama ideológica en especial sino que se dedica a contar la historia sin una bajada de línea específica y quizás por eso sea tan interesante. En cuanto a las actuaciones es difícil destacar a alguien cuando se tiene un elenco tan rico y talentoso, sin embargo, creo que Ryan Gosling aquí da un salto de calidad. Como actor, Gosling rinde tanto en una comedia liviana como en una película romántica o un drama como este, además, después de verlo en Drive (film que veremos más adelante) es un actor para tener en cuenta. Por otra parte, Clooney, Giamatti, Philip Seymour Hoffman y Marisa Tomei también demuestran porqué forman parte de la elite de Hollywood con actuaciones muy sólidas. “Secretos de Estado” es una película que atrapa de principio a fin, con una dirección perfecta y unos intérpretes de lujo que hacen de este film una gran historia digna de ver. También es casi seguro que la veamos compitiendo en varias categorías en los Oscar, ya que viene haciendo mucho ruido en las premiaciones en el exterior. Mi voto, sin duda alguna, va para Clooney y compañía.
Las relaciones entre cine y política han existido casi desde el mismo origen del séptimo arte; el primer film que se ocupó del tema fue El nacimiento de una nación de David W. Griffith (1915). La tierra que más títulos brindó dentro de este "género" fue (y es) Estados Unidos; este país siempre se debatió entre mostrar la Historia o ser propagandista, pero más allá de sus matices, mostró las belicosidades eternas entre republicanos y demócratas y retrató (con innumerables biopics) a sus presidentes. En Secretos de Estado, Stephen, un joven responsable de la campaña por la presidencia del demócrata Mike Morris, descubrirá que en los caminos de la política sobrevivir a la corrupción, no es nada fácil. George Clooney es el responsable de llevar a la pantalla grande la obra de Broadway Farragut North; es el cuarto trabajo que dirige el actor y el segundo que se ocupa del ámbito político; el primero fue Buenas noches y buena suerte (2005), donde el director se interesó por la caza de brujas (léase comunistas) llevada a cabo por el senador Mc Carthy. Clooney ha admitido abiertamente su tendencia demócrata y su apoyo a Barak Obama. El título original (y mucho más meritorio) de Secretos de Estado es: The ides of March, Los Idus de Marzo; un dato para nada menor, ya que es interesante ver como el director enlazó el peso histórico de la frase con la actualidad; hay que recordar que los idus eran días de buenos augurios que tenían lugar los días 15 de marzo, mayo, julio y octubre y los días 13 del resto de los meses; los idus de Marzo son famosos porque Julio César fue asesinado en esos días. El enlace que hace Clooney quizás se refiere a que las cosas en la política no han cambiado mucho desde los días del Imperio Romano: la tentación al engaño existió y existirá, la lucha de algunos políticos por resistirla (no siempre con éxito) también. Por otro lado, los dioses y los días de augurio no siempre corren para los mismos beneficiarios. Ryan Gosling interpreta al idealista Stephen, George Clooney al carismático pero cínico Morris, Philip Seymour Hoffman al fiel Paul, Paul Giamatti al calculador Tom, Evan Rachel Woods a la conflictuada Molly y Marisa Tomei a la tenaz periodista Ida. Gosling está muy bien pero podría estar mejor, al igual que Clooney, las damas consiguen un bueno y los restantes un excelente. Secretos de Estado es una película oportunista (porque no es casual que se estrene a escasos meses de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, aunque Clooney haya afirmado que “no se trata de una película política” que más bien “es un drama sobre un hombre que quiere tener éxito a cualquier costo, el viaje de un joven político que trabaja para un candidato en las primarias. Trata sobre la pérdida de la inocencia y la dignidad. Es un thriller político, no una lección cívica”) y políticamente correcta (porque podría haberse excedido un poco más en los enfrentamientos y no lo hizo). De todos modos su mayor logro es ser entretenida y a la vez, poner en el tapete un tema, que aunque trillado, es necesario tener presente.
Desde el barro de la campaña El actor y director George Clooney se mete en la piel de un gobernador candidato a presidente en un film que desentraña la miseria de la política y lo despiadado del poder. Como realizador de hasta ahora tres buenos films, múltiples acciones solidarias y declaraciones sobre el estado de su país, George Clooney demostró que es una de las estrellas de Hollywood comprometidas con su tiempo y especialmente preocupado por el resquebrajamiento de las bases morales de la sociedad estadounidense. En Confesiones de una mente peligrosa dio su visión sobre el mundo del espectáculo donde el todo vale es la norma, en la extraordinaria Buena noches... Y buena suerte –nominada en 2005 al Oscar como mejor película, mejor director y mejor guión– se internó en las consecuencias del macartismo en los medios y en el discurso predominante de los ’50 y su potente influencia en el oscurantismo de la política estadounidense actual, y hasta en la aparentemente inocua Jugando sucio –que en la Argentina fue directo a DVD–, el fútbol americano le sirvió para hablar del poder del negocio por sobre el deporte. En Secretos de Estado el actor y realizador decide ir al hueso del asunto, es decir, la política pura y dura representada por él mismo en el papel del gobernador Mike Morris, un candidato presidencial progresista con serias posibilidades de ocupar la Casa Blanca, que pelea la interna del Partido Demócrata ayudado por un equipo de campaña donde se destaca Stephen Meyers (Ryan Gosling), un joven, idealista y ambicioso jefe de prensa que descubre los sucios manejos del juego del poder a través de dos personajes extraordinariamente delineados: el jefe de campaña, Paul Zara (Philip Seymour Hoffman), y Tom Duffy (Paul Giamatti), el estratega del comando republicano. Tomando solamente el elemento de la rivalidad y los recursos para destruir al oponente, la película se sostiene con buen ritmo, pero Clooney, desde el guión basado en la obra teatral Farragut North, de Beau Willmon, y confirmando su visión desencantada de la política, hace hincapié en un devastador secreto del gobernador, que lo equipara con lo peor de sus rivales y destruye cualquier esperanza de estar ante un candidato diferente. En la larga tradición de los thriller políticos como Todos los hombres del presidente, Network: Poder que mata, El candidato, e incluso Todos los hombres del rey, el cuarto opus de George Clooney es un relato sobre las miserias de la política y lo despiadado del poder, pero que en su carácter denunciante, y si se quiere obvio, se convierte apenas en un film correcto y por debajo del resto de la filmografía del director.
George Clooney, identificado como actor y director con la oposición cultural y política americana en los mandatos de Bush, se encuentra hoy entre los decepcionados con el partido demócrata y decide poner el foco en las miserias del proceso para las elecciones primarias. La intención es claramente crítica, pero la narración no es lo bastante virulenta como para inquietar a nadie. Lo mismo ocurre con el chantaje endeble que forma el nudo de la intriga. La película no profundiza en el aparato de campaña ni en las construcciones políticas internas y se pierde en una nebulosa de anécdotas superficiales. Secretos de Estado sólo se concentra en el equipo de comunicación compuesto esencialmente por un director de campaña y su ayudante: un joven prodigio de barba seductora y dientes afilados que, al igual que la película, no llegan a ser corrosivos. Clooney se reserva el papel del candidato: un hombre de principios, laico y pacifista, como sueñan los intelectuales liberales americanos. El personaje, cuya integridad tambalea por los cálculos electorales, está demasiado ausente de las escenas centrales. Desde la idea de duelo permanente hasta el dinero que necesita la pasante, los roles resultan poco convincentes para una película que pretende ser realista. El conjunto es desordenado, mal resumido y mal montado. A la disolución de ideas en la estrategia electoral corresponde la evaporación de todo lo que está en juego a nivel de puesta en escena (basada en el plano y contraplano), signando la imposibilidad de una película política. El director parece condicionado por el fantasma de un cine que no puede reproducir por falta de escritura y ritmo. Secretos de Estado es un thriller político sin envergadura, que confirma que la ficción de izquierda americana es incapaz de remover el cuchillo en la herida como sus maestros de los años setenta.
La corrupción política existe George Clooney, director de este filme, se basó en una obra teatral de Beau WIllimon, "Farragut North", inspirada en la campaña demócrata del político Harry Dean (2004). Como en "Confesiones de una mente peligrosa" o "Buenas noches y buena suerte", producciones anteriores de este actor-director nacido en Kentucky, la temática enfrenta un ambiguo mundo social y al hombre inmerso en él. En Ohio, el gobernador Mike Morris inicia las internas demócratas presidenciales. Con él está Paul Zara, el asesor de confianza con toda la experiencia del mundo, ése que hay que encontrar cuando se tiene mucho para ganar sin mirar a los costados, ése que hay que poner al lado como sea para que no vaya con tu enemigo. También tiene su lugar en el cuadro el que recién empieza, pero en el que ya se vislumbra un futuro ganador, un casi idealista, un muy ambicioso secretario de prensa, Stephen Meyers, la voz del gobernador. FAUNA DE CAMPAÑA Meyers, a pesar de la mugre que presiente, sigue al que admira y que, ¿por qué no? secretamente idealiza al candidato que promociona. Alrededor, pichones de abogados, la pasante estrella, Molly Sternes (Evan Rachel Wood), hija de otro poderoso, con ganas de correr carreras, pero todavía tan joven perdiendo un poco la cabeza con el sexo. También aparecen como miembros del paisaje urbano, el burdo veterano a cargo de la campaña del rival y la periodista del New Tork Times, Ida, a la que los políticos veneran, pero que a la vez temen. De la que conviene ser amigo, si alguien tan arriesgado es capaz de hacerle creer que la amistad existe. Los personajes están. El drama se presiente. Por algo la película tiene un nombre real "Los Idus de Marzo", que habla del fatalismo, de conspiraciones alrededor de un poderoso (Julio César entonces, un demócrata ahora), confiado en su suerte en la vida, sin pensar que el final violento le esperaba. Esta vez el poderoso no lo es tanto, todavía busca el poder. El secretario de prensa, aprendiz de jugador, está aprendiendo a dominar el tablero, confiado en que las piezas están a su favor, sin saber que la suerte o la desgracia esta vez es femenina y su caída puede desmoronar algo más que una pieza de ajedrez. Con algo de policial negro y su carga denunciante y escéptica, "Secretos de Estado" obliga a pensar, a visualizar un complejo mundo de fantasía y corrupción. Lo hace con un lenguaje brillante, diálogos agudos, toques musicales sorprendentes y un rico panorama de actores que apuntan a distinciones vastas, como el canadiense Ryan Gosling, Philip Seymour Hoffman (Capote), Paul Giamatti, Marisa Tomei y el mismo George Clooney. Aunque no hay "nada nuevo bajo el sol" y el final es predecible, el intento es valioso.
Anexo de crítica: La historia principal de Secretos de estado demora en arrancar y no es precisamente atrapante hasta el último acto pero allí donde el guión falla prevalecen los actores con personajes muy bien definidos. La descripción de una campaña política, con su compendio de agachadas, traciones y lealtades puestas a prueba de manera constante, compensan cierta debilidad argumental que levanta el nivel en dramatismo más avanzada la trama pero nunca en originalidad. Es una de esas películas en la que casi todos los personajes de peso son seres humanos cínicos y poco edificantes: la radiografía que efectúa George Clooney es impiadosa y nada mejor que la formidable máscara de Ryan Gosling para hacer llegar su mensaje desolador. De todos modos se trata de la película menos interesante realizada por el actor, director, productor y guionista hasta la fecha…-
VideoComentario (ver link).
George Clooney es un actor con pinta clásica y un realizador que ha logrado penetrar la política -y su relación con el espectáculo, como lo prueban Memorias de una mente peligrosa y Buenas noches, buena suerte- para encontrar sus razones. Este Secretos de Estado es menor respecto de sus otros films en la medida en que no nos narra nada nuevo y -gran pecado- se deja llevar por la mecánica del thriller político, que ya se ha vuelto un género en sí. Hay placer en ver la película: las actuaciones son perfectas y la trama se sigue con interés casi hasta el final. Sin embargo, el espectador que intente ir más allá del esquema se encontrará con que Clooney tiene muy poco que decir respecto de los problemas centrales de su historia: apenas que el poder es nido de corrupción (y para eso basta con leer el diario). En otras palabras: a la justeza de la realización y la tensión de la trama se les superpone -y les resta peso- la trivialidad de su tema. Un film, pues, mucho menor de lo que podíamos prever dados los antecedentes del realizador.
Una película contra otra Para empezar, hay que decir que la película tiene ritmo veloz, tiene suspenso político, tiene un muy buen comienzo ¿quién ganará las primarias demócratas? ¿quién logrará la alianza con el tercero en cuestión? ¿qué asesor dirá la frase más inteligente? Esa zona de la película, concentrada en su primera mitad, apoya su innegable eficacia en tres pilares. Uno son los diálogos “pingponeros”: ataques y contrataques astutos, rápidos, que suenan como una percusión ágil, liviana. Otro son los actores, sobre todo Philip Seymour Hoffman (con su decir un poco cansado, un poco obeso, un poco fastidiado, un poco de vuelta de todo), Paul Giamatti (que pone toda su depresión física, sus hombros vencidos y su rictus de desagrado al servicio de un personaje cínico), Marisa Tomei (que siempre tiene chispa y vivacidad roedoras) y Ryan Gosling (en esa primera parte, cuando le dicen que puede divertirse). El tercer pilar es múltiple, y tiene que ver con el “look”: los actores se mueven velozmente, o hablan velozmente, como flechas con dirección clara, y el vestuario de campaña política (o de película de campaña política) en invierno en Estados Unidos es atractivo, y en Hollywood incluye sobretodos a medida, que son muy fotogénicos. Hasta ahí, viene bien. Pero. PERO. Pero a alguien se le ocurrió que había que ponerle un conflicto graaave al asunto. Y ahí vamos. A Gosling le deben haber dicho: a partir de ahora, la cara ya no es relajada y canchera sino grave y apesadumbrada. Y ahí va Gosling, que es un actor que actúa. No es malo para actuar, pero es un actor que actúa y se nota que actúa. No es como Matt Damon, que parece fluir naturalmente, hacerse uno con la película (comparen este asesor político de Gosling con el feliz y cinético político de Damon en Agentes del destino). Gosling no respira cine, respira actuación y eso, para el cine, no es lo mismo. Volvamos al conflicto graaave. O más bien a la idea de presentarlo como graaave. No les voy a contar cuál es, se van a dar cuenta porque a partir de ese momento –en el que todavía no pasó nada realmente graaave– Gosling cambia la cara y le tiran sombra y le tiran música recontra graaave (lo del exceso de música y del tono de la música de la secuencia después del llamado a las dos y pico de la mañana es realmente asombroso, subraya tanto que se rompe la hoja). Desde ese punto hasta el final, la película se va encorsetando para trabajar más y más sobre el dilema moral y el fin de la supuesta inocencia para que salgamos diciendo “ah, qué sucia la política” (y, sinceramente, aquello ante lo que se escandaliza la película es apenas un jarabe para la tos comparado con el whisky político habitual). Para llegar a describir su podredumbre, a la película no le importan cuestiones de notable inverosimilitud (en un film que se las da de realista porque la realidad es así de corrupta, ¿vio?), como que el personaje de Gosling no tenga casi nada de plata en su cuenta bancaria, para así tener que pedir la caja chica de la campaña (dato que no va absolutamente a ningún lado narrativamente hablando). La película del Clooney bueno (el de las comedias, el que actúa con facilidad, el que mira con ironía no exenta de oscuridad) al final se convierte en la del Clooney sermonero y cariacontecido (el de El ocaso de un asesino, el de esa cosa horrible llamada Michael Clayton). Como el afiche con la tapa de Time, Secretos de estado está partida al medio.
“Secretos de estado” (“The Ides of March”) destaca estupendas interpretaciones de un cuarteto de actores, que merecerían reconocimiento a la hora de las inminentes nominaciones al Oscar. Sin embargo, es posible que sus nombres aparezcan vinculados, el martes próximo, a otros títulos y no a este cuarto largometraje dirigido por George Clooney. Comenzando por el propio Clooney que aquí se ha reservado el papel del gobernador del estado de Pennsylvania (Mike Morris), y que parece tener más chances de ser nominado como mejor actor por “Los descendientes” de Alexander Payne. Ryan Gosling es aquí el personaje central (Stephen Meyers), un hombre con poderosa vocación por la política y cuyo mayor pecado es seguramente fruto de su inexperiencia y juventud. Gosling, a quien hemos visto recientemente en atractivos títulos como “Blue Valentine” y “Loco y estúpido amor”, posiblemente sea nominado también como mejor actor pero por “Drive”, un film aún no estrenado localmente y presentado en el último Festival de Cannes. El tercero de los notables actores es Philip Seymour Hoffman que compone a Paul Zara, el asesor principal de Morris en las internas por el Estado de Ohío del Partido Demócrata y que tendrá fuertes enfrentamientos con el impetuoso Meyers. El otrora ganador del Oscar podría quedar afuera de la contienda este año ya que es poco probable que sea considerado por su actuación en otra película ”nominable”. Nos referimos a “El juego de la fortuna” (“Moneyball”) del director Bennett Miller (“Capote”). Finalmente el cuarteto se completa con el más prolífico de ellos, Paul Giamatti, quien ya ha superado los cuarenta títulos en apenas veinte años. Recientemente se lo ha visto en “El mundo de Barney” e “Intercambio de almas”, ambas anteriores a 2011 y en “¿Qué pasó ayer? Parte II” de ese año. Giamatti podría sí ser nominado por su rol como jefe de la campaña del rival de Morris dentro del Partido Demócrata, al componer a un ser sin escrúpulos, que aprovecha la debilidad del ambicioso Meyers. Clooney vuelve a dirigir un film político (ya lo había hecho en “Buenas noches, y buena suerte”) y si bien está basado en la novela “Farragut North” de Beau Willimon (aquí uno de sus coguionistas) reconoce haber incorporado algunos datos autobiográficos, particularmente de su padre e inclusive abuelo (fue intendente de Cincinnati, Ohio). Aunque el relato pivotea en forma central alrededor de los cuatro hombres de la política, habrá algunos personajes femeninos que por vueltas de la trama adquirirán trascendencia en los tramos finales. Marisa Tomei, como periodista del New York Times no tendrá muchas oportunidades de lucimiento. En cambio, Evan Rachel Wood (“Que la cosa funcione”) como una joven pasante y pareja ocasional de Meyers le hará algunas revelaciones que tendrán trascendentes consecuencias en el devenir del relato. Aunque “Secretos de estado” roza por momentos lo que podría calificarse de relato convencional y ya visto en otros films anteriores norteamericanos, logra sobresalir por más de un motivo. En primer término las ajustadas interpretaciones no sólo de los actores ya mencionados sino de otros en roles menores. La música del notable Alexandre Desplat, que tuviera numerosas y recientes nominaciones al Oscar (“El discurso del rey”, “El curioso caso de Benjamín Button”) y el César de Francia, ganando por “El escritor oculto” de Roman Polanski, es otro elemento destacable. Y finalmente, y pese a las reservas ya señaladas, la temática elegida al subrayar la fragilidad de la lealtad en la política y las consecuencias inesperadas a que puede llevar la extorsión como herramienta de poder. Publicado en Leedor el 20-01-2012
CONFIANZA ORIGINARIA La quinta película de Clooney supera los temas ahondados previamente por el director-actor. Lo que pudo ser un relato propagandístico se erige como una historia de hombres que deber ser y hacerse sujetos políticos, responsables, creíbles, ganadores. Stephen (Ryan Goslin) cree que cree en alguien, en su jefe, en el Gobernador Mike Morris (George Clooney). Desde el inicio, ese comienzo en las sombras, que coincide con el principio de Secretos de estado (2011) donde Stephen ensaya, a oscuras, ubicado en un atril, el discurso que escribió para que el Gobernador salga airoso de un debate previo a las elecciones primarias, nos advierte, junto a otros signos que iremos relevando durante la película, que esa “fe” no es tal. Stephen vive pendiente de las encuestas, de los archivos, de lo que dijeron los republicanos, de lo que se escribió en los blogs, en la prensa gráfica, de todos lo datos que puedan influir en la campaña para dar sus próximos pasos. A primera vista este modus operandi no representaría ninguna alarma ya que el trabajo en un bunker de campaña depende de todas esas variables que habría que controlar, atender. El problema no es ese, si no lo que Stephen cree o cree que cree. Stephen cree en una figura política, en un hombre que lleva adelante sus propias ideas y las que él genera en pos de su ideología y propaganda. Aquí deberíamos detenernos, Morris no se muestra totalmente dócil ante, por ejemplo, un discurso que le escribe Stephen; lo cuestiona, pide opiniones. Finalmente lo terminará aprobando pero exige “reescribirlo con sus palabras”. Stephen se mueve tras los pasos de otro hombre, además: Paul (Philip Seymour Hoffman). Él es en realidad su jefe, el que aprueba o no sus decisiones, quien verdaderamente cree en el gobernador. Paul actúa, si bien también pendiente de los datos externos, intentando dominar aquel saber. Adentrándose en ese terreno desconocido de manera diferente a Stephen. Paul se entrega al futuro. A pesar de parecer nervioso, afectado por los inconvenientes, desesperado, su fe le posibilita superar todo cuanto le sale a su encuentro. Paul, aún despedido de la campaña, seguirá buscando otro horizonte verdadero y pese a las circunstancias que le tocan, aparecerá siempre operando desde su lugar finito. Esa finitud es la que le permitirá poner el límite frente a Stephen con una defensa de la lealtad que lo volverá un hombre fuerte, vital, pleno, en la búsqueda de lo que él cree más verdadero, más justo, aunque sus esfuerzos nunca puedan alcanzar aquello. George Clooney, director de esa película, se encarga de marcar la oscuridad de Stephen enmarcando, por ejemplo, en un sostenido plano general, donde vemos su figura en la sombra completa y detrás, fulgurante, una gran bandera norteamericana. Ante la llamativa duración de ese plano, el espectador no puede resultar indiferente. Sucede que cuestiones relacionadas con su supuesta fe en Morris han empezado a amenazar a Stephen, su pensamiento empezará a llevarlo hacia un retador derrumbadero oscuro. Y es ahí donde uno espera que brote su verdadera fe. Un asentimiento que lo aleje de ese miedo desesperado que el rostro de Goslin expresa de manera sutil y más que acertada en los primeros planos, en donde jamás lo vemos con una iluminación plena, siempre estará saliendo de las sombras o entrando en la oscuridad. Es que Stephen se movió en falso hasta ese último primer plano, su confianza originaria fue lo que posibilitó su existencia, su desarrollo como profesional, fue el resorte que lo catapultó hasta Morris, pero él no hizo de esa confianza un acto de fe. Stephen vio como absoluto algo que era imposible de serlo desde que pertenece a la existencia terrena y no pudo ver que la primera forma concreta de fe es la fe que uno siente, tiene, experimenta, de manera plena hacia otro. Stephen cree que siente eso por Morris, pero nunca se deja encontrar de modo personal por él ni por Molly (Evan Rachel Wood) aunque se ella quien le evidencie que “cree que cree”. Que hay un límite concreto que no puede dejar de mirar. Este último encuentro es lo que lo confirma egoísta, irrealizado, funcional y quizá sea la esperanza de un nuevo comienzo, de un futuro con fe, obras libres y entrega genuina.
El actor George Clooney devenido en director de cine ha sabido ganarse un lugar a través de sus proyectos cinematográficos. En primer termino por su búsqueda, en tanto y en cuanto ha tomado al arte también como un lenguaje; en segundo lugar, tal cual se puede definir, desde hace ya muchos años al invento de los hermanos Lumiére, como una plataforma de discurso político. Es en este orden que Clooney pisa fuerte, recordemos sus dos primeras películas “Confesiones de una mente peligrosa” (2002), escrita por Charlie Kaufman, era una más que interesante biopic sobre Chuk Barris, un afamado productor y conductor de televisión en los EEUU, devenido en agente de la CIA en una época conocida como la “guerra Fría”, para terminar siendo uno de los más eficaces asesinos de la agencia de inteligencia yankee. En esa producción era tan importante el “qué” se estaba contando, como tan movilizador y desestructurante, en igual nivel que el “cómo”, vale decir la estética elegida para tal fin. Su segunda producción fue la que llamo la atención al gran público, sobre todo en Hollywood. Con “Buenas noches, buena suerte” (2005) vuelve a incursionar en las ligazones que existen entre la política y la televisión o, más específicamente en este caso, el periodismo. Narra el enfrentamiento entre el senador McCarthy, creador, promotor y director de la mayor persecución ideológica en los EEUU, producida en la segunda mitad del siglo XX, y Edward Murrow, un periodista que lo enfrentó y denunció. Con este filme Clooney obtuvo seis nominaciones a los premios de la academia de Hollywood. Deja de lado un tanto la búsqueda de posibilidades narrativas desde lo estructural, para centrarse más en ideas de ética y moral, pero sin dejar de lado lo estético. Su tercera incursión detrás de cámaras data del año 2008 “Leatherheads”, una comedia romántica protagonizada por el propio George Clooney y Reneé Zellweger, nunca estrenada en Argentina. Con estos antecedentes, sobre todo los dos primeros, era de esperar que haya tanta expectativa por el estreno de su cuarto filme, más afianzado cuando viene prologado con más que elogiosos comentarios y como firme candidata, otra vez, a varias nominaciones para la próxima entrega de los premios “Oscar”. En esta ocasión vuelve a adentrarse en el mundo de la política, pero deja de lado, en parte, a los medios de comunicación, para construir una ficción con muchos puntos de contacto con una cotidianeidad abrumadora. La historia se centra en Sthephen Meyers (Ryan Gosling), un joven asesor de campaña del gobernador Mike Morris (George Clooney) en la disputa con otro candidato demócrata para dilucidar cual de los dos terminará siendo el postulante a presidencia de los EEUU por ese partido. El joven Stephen admira al gobernador, le cree hasta las últimas palabras, lo cree integro, pero esta bajo las ordenes directas del jefe de campaña Paul Zara (Phillipe Seymour Hoffman), un hombre para quien la lealtad es uno de los principales atributos que debe tener un político. Mientras intentan convencerlo que todo en la política esta corrompido, él sigue adelante con su candidez e ingenuidad hasta que algunos hechos lo van despertando de su sueño. El gran problema de esta realización es que a partir de pretender ser un vehiculo de imputación, termina haciendo concesiones, cayendo en obviedades que lo transforman en eso mismo que intenta denunciar. Estructuralmente se pude decir que esta encuadrado dentro de lo que se denomina thriller político, donde las traiciones, las mentiras, los arreglos, la corrupción, los escándalos, la coerción y, por sobre todo, la sed de venganza, son moneda corriente. Hubo muchos ejemplos en la historia del cine que se enmarcan en esa temática, desde “Caballero sin espada” (Frank Capra, 1939) hasta “Bulwort” (Warren Beaty, 1998), pasando por “Mentiras que matan” (Barry Levinson, 1997), sin embargo tiene más puntos de contacto, sin caer tan bajo, con “Colores primarios” (Mike Nichols, 1998), pero produce la misma decepción. En el balance final defrauda un poco, pues parece encarar un tema en profundidad para quedarse a mitad de camino en una anécdota de las tantas que hubo en la realidad, diluyéndose en situaciones por demás conocidas, lo que parecía ser una investigación de la cocina se queda en un muy buen libro de recetas. Sí tiene, a su favor, algunos elementos que no se deberían pasar por alto. En principio, y a mi entender muy importante, el titulo original que hace referencia directa al asesinato de Julio Cesar, ocurrida en los Idus de Marzo del año 44 antes de Cristo, pero también a William Shakespeare, quien en su obra de teatro “Julio Cesar”, al inicio, el personaje del ciego adivino le grita a Julio Cesar “Cuídate de los Idus de Marzo”. Nada en el cine es casual, menos cuando el responsable ya dio cuenta de su postura frente a la vida y al arte, tal cual refiero al principio de esta nota. Por otro lado el guión esta muy bien constituido, con diálogos inteligentes, creando escenas memorables, como en la que intervienen Ryan Gosling con Paul Giamatti, el asesor del contrincante, u otras muy bien resueltas a partir de los encuadres, tanto sean primeros planos, que permiten el lucimiento de los actores, como planos enteros que trabajados en travelling se transforman en planos generales instalando un decir sin mediar palabras. Todo esto apoyándose principalmente en la fotografía de Phedon Papamichael, donde la estética, el trabajo con la luz, y el color en tonos fríos, está en función del texto, si bien no crea climas los exacerba. Por su parte la música de Alexandre Desplat se encuadra en el mismo tono que la fotografía, dándole un crecimiento progresivo a las escenas hasta llegar en forma conjunta al climax del acto. En definitiva, una producción con la historia muy bien contada, muy buen ritmo, que no decae, donde parece haber una planicie se presenta un giro dramático, termina no siendo exactamente lo que propone, pero vale. Calificación Buena. (Héctor Hochman). * * * * * * * * * * Información complementaria Respecto a los idus de marzo En el calendario romano los idus de marzo caían en el 15 del mes de Martius. Los idus eran días de buenos augurios que tenían lugar los días 15 de marzo, mayo, julio y octubre, y los días 13 del resto de los meses. La fecha es famosa porque Julio César fue asesinado en los idus de marzo del año 44. a. C. Según el escritor griego Plutarco, César había sido advertido del peligro, pero había desestimado la advertencia: “Lo que es más extraordinario aún es que un vidente le había advertido del grave peligro que le amenazaba en los idus de marzo, y ese día cuando iba al Senado, Julio César llamó al vidente y riendo le dijo: «Los idus de marzo ya han llegado»; a lo que el vidente contestó compasivamente: «Sí, pero aún no han acabado»”. (Plutarco) Aunque el calendario romano fue sustituido por los días de la semana modernos alrededor del S.III, los idus se siguieron usando coloquialmente como referencia durante los siguientes siglos. Shakespeare en su obra “Julio César” los citaba al escribir la famosa frase: «¡Cuídate de los idus de marzo!».
En los preparativos para las elecciones primarias presidenciales del partido demócrata en Ohio, el secretario de prensa de la campaña del gobernador Mike Morris descubrirá parte del pasado de su candidato e involuntariamente se verá involucrado en un escándalo político que pone en riesgo las posibilidades de Morris de acceder a la Casa Blanca. Dirigida y co-protagonizada por George Clooney (quien acaba de ser nominado al Oscar por el guión de esta cinta), la película es un curso acelerado sobre los verdaderos intereses que yacen debajo de los ensayados discursos políticos. Es también una lección sobre lo que muchas personas están dispuestas a ceder y tolerar por alcanzar venerados puestos de poder. “¿Quieres trabajar para un amigo o para el presidente?” y frente a esta disyuntiva el protagonista debe decidir de qué lado está su lealtad. A pesar de sus muchos logros, Secretos de Estado pretende tomarse a sí mismo demasiado en serio: intenta construir una historia más compleja de la que en definitiva termina presentando. Afortunadamente allí se encuentra un sólido elenco para compensarlo. Desde los experimentados Philip Seymour Hoffman y Marisa Tomei hasta dos grandes promesas como Evan Rachel Wood y Ryan Gosling.
La Política del culo sucio George Clooney como director tuvo puntos a favor, el mejor: "Buenas noches y buena suerte" (2005), su debut fué con una mediocre y olvidable "Confesiones de una mente peligrosa" (2002) y entre medio realizó "Jugando sucio" (2008) que solo se editó en Argentina en DVD y que tampoco es gran cosa. Ahora vuelve a la palestra realizadora con este thriller político que intenta mostrar los correveidiles y miserias y demases que suelen ocultarse tras las campañas e internas de un candidato (el propio Clooney) y un asistente joven que se halla en plena carrera a la cúspide como armador y jefe de prensa (el ascendente actor Ryan Gosling), claro que nadie imaginará como se presenta la complicación que podrá disparar todo al diablo, y perjudicar la imagen del candidato. En el plantel de asesores y contendientes especulativos hay hartos ejemplos del chanterío que casi siempre se mueve a espaldas de los propulsores de algún partido, aquí se reparten en los rostros de actores notables como Phillip Seymour Hoffman y Paul Giamatti, y hay una breve pero simpática Marisa Tomei como una inquieta periodista. Es indudable que Clooney se vé motivado por el fenómeno político y sus aristas, su clara idea lo ubica en las antípodas del partido Republicano -se permite algún chiste al respecto-, pero no intenta modificar nada, solo muestra, ejemplifica algo de lo mucho que siempre esconde la política, y que sabemos de su "Culo sucio" que casi nunca sale a trasluz. Se sabe que ningún partido político, ninguno...orina agua bendita.
La trama del poder Recubierto de varias capas de modestia, pudor y elegancia, Secretos de estado es en realidad un filme ambicioso, agudo, maduro y consistente, que llama más que nada la atención por su “enfriamiento” narrativo, una línea de intensidad continua que nunca cae en los abismos de la morosidad ni en facilismos efectistas, y que por eso logra un dinamismo sonámbulo, hipnótico. Proeza que ya ostentaba Buenas noches y buena suerte (2005), segundo opus de George Clooney como director, que ahora en Secretos de estado (cuarto en su CV) alcanza una “síntesis” de la mano de un elenco virtuoso y aceitadísimo: el mismo Clooney como candidato demócrata de las primarias presidencialistas en Ohio, Ryan Gosling encarnando al idealista secretario de jefe de prensa del ascendente político, y los siempre preciados alfiles secundarios Phillip Seymour Hoffmann (asesor del candidato) y Paul Giamatti (opositor en las internas). Piezas de un tablero político delimitado por finísimas alianzas, traiciones y estrategias contrainformativas de la que también forma parte una periodista sin escrúpulos (Marisa Tomei) y una pasante de la campaña demócrata (Evan Rachel Wood), quien jugará un rol decisivo en el desenlace de esas fuerzas en pugna. Así, en un principio Secretos de estado semeja un filme un tanto cínico y desencantado acerca de la política y sus miserias y hasta de su lado “oscuro”, acentuado en la figura siniestra de Mike Morris, el candidato “progre” que encarna Clooney y que puede pasar de la amplia sonrisa al gesto marcial en un microsegundo. Pero lo cierto es que la lúcida película de Clooney es también parte de la tendencia del “detrás de” que marca antecedentes cercanas como La red social o El juego de la fortuna, en las que el universo en cuestión nunca es realmente el núcleo del relato (no lo es Facebook, no lo es el béisbol y en Secretos de estado tampoco lo es la política): la “gente” es invisible, los discursos se oyen de fondo o se entrecortan, los planos no paran de exhibir a microfonistas y asesores. Y de allí la recurrente comparación del personaje de Ryan Gosling (el auténtico protagonista del filme, escindido entre la devoción incondicional hacia Morris y la capacidad de manipular a todo el mundo con su sangre fría) con el Esteban Lamothe de El estudiante: el centro de Secretos de estado es el choque entre idealismo y realidad, base del clasicismo más recóndito que Clooney sabe reinventar y poner al servicio de una trama tan sobria e impecable como él.
El Fin Justifica los Medios The Ides of March o Secretos de Estado es la última producción del ya consagrado, tanto por su labor como actor como por su trabajo como director, George Clooney, que una vez más nos regala un film interesante, no tanto por su temática, sino por la manera de encarar la historia, con dramatismo, oscuridad y suspenso, cuidando como él sabe de los aspectos técnicos y la cinematografía. El talento ya se dilucidaba en su 1ra película detrás de las cámaras "Confesiones de una Mente Peligrosa" que nos entregó a un Sam Rockwell formidable. También es digna de resaltar la película "Buenas Noches y Buena Suerte" que obtuvo 6 nominaciones para los premios Oscar. Se puede decir que Clooney está consolidando de muy buena manera su lugar entre los actores/directores que consiguen el éxito, muy al estilo Clint Eastwood. Como resalté anteriormente Secretos de Estado no es de esos films que son atractivos por su temática, de hecho la corrupción en la política estadounidense ya se ha filmado millones de veces, en producciones malas y buenas por igual. Lo interesante de esta cinta es el prolijo trabajo que se realiza con los actores y el clima de las escenas, empezando por un reparto soñado que incluye nombres de peso como el ascendente Ryan Gosling ("Diario de una Pasión", "Drive") y los galardonados Philip Seymour Hoffman ("Capote", "Antes que el Diablo sepa que Estás Muerto"), Marisa Tomei ("El Luchador"), Evan Rachel Wood ("El Luchador", "A los 13"), Paul Giamatti ("Entre Copas") y el mismo George Clooney ("La Gran Estafa", "Michael Clayton") ensamblando un cast de profesionalidad irrefutable. Las vueltas crudas y adultas que se le aplican a la trama agregan gran parte del entretenimiento, que sin ser lo mejor de Clooney como director, ni lo mejor que van a poder disfrutar en este período de películas que compiten para el Oscar, es una buena opción a la hora de elegir una película seria, adulta y atractiva para pasar el tiempo. Tiene buen suspenso, los personajes son elaborados con la crueldad de la vida real, en la que muchas personas ligadas a la política tienen más de una cara y donde el fin muchas veces justifica los medios. Definitivamente es una buena opción aunque no esté en el top 10 de recomendadas de la temporada.
Una fábula moral vertiginosa y negra Escrita, dirigida y protagonizada por George Clooney, la película pone su eje en las intrigas que pululan desde el centro de una campaña electoral para alcanzar la presidencia en EE.UU.; aunque queda muy claro que las resonancias son universales y atemporales. Precisamente, el título original alude a los Idus de Marzo de la antigua Roma, que a partir del asesinato de Julio César se convirtieron en una emblemática alusión a las traiciones en política para llegar al objetivo. Con intensidad vertiginosa, se cuenta una historia figurada, situada en un tiempo presente con elementos clásicos y conocidos pero suficientes como para desnudar el rostro miserable del camino hacia el poder, siendo imposible no relacionar la trama con la más candente actualidad. La película expone la hiperactiva trama de asesores en torno a dos candidatos presidenciales antagónicos: uno demócrata, Morris (interpretado por Clooney) y otro por el partido republicano. Resulta interesante, aunque en todo momento se manejen nombres ficticios, el hecho de que los brillantes discursos, las apariciones televisivas del gobernador que encarna Clooney, recuerdan sobremanera a la campaña del actual presidente norteamericano. El punto fuerte de la película son las interpretaciones: Stephen Meyers (Ryan Gosling) como un joven periodista, moderno discípulo de las artes de Maquiavelo. A su alrededor se lucen las actuaciones de Phillip Seymour Hoffman, Paul Giamatti, Marisa Tomei y Evan Rachel Wood, creando una atmósfera teatral que recupera el espíritu de la obra de Beau Willimon en la que está inspirado el guión, candidato a su vez como una de las mejores adaptaciones al cine. Retratos feroces La película expone una descripción realista de debilidades vergonzantes, aunque sin apelar al maniqueísmo entre víctimas o verdugos. Todo es negro y parejo, con humor ausente, aunque el film destila una de sus derivaciones más sombrías: el cinismo irónico. Inicialmente vemos al carismático personaje de Steve, totalmente abocado, entregado y convencido de una campaña que promete un proyecto capaz de cambiar el horizonte político estadounidense. El punto decisivo es el resultado en el estado de Ohio, donde quien logre las mejores alianzas se perfilará adelantadamente como ganador y precisamente en este momento crucial, su relación con una joven pasante de veinte años y una propuesta del manager que lidera la campaña rival le dan un vuelco a sus ideales mientras se suceden a su lado inesperadas traiciones. La película tiene una perspectiva crítica, satírica y despiadada pero el modo en que tanto demócratas como republicanos son expuestos en todas sus debilidades y bajezas evita cualquier enfoque interesadamente partidista. Como pocas, la película no deja un solo personaje con el que tener empatía ni compasión: es cínicamente nihilista. Cada conversación, cada silencio, cada gesto, componen un mundo falso, otros rostros debajo de las máscaras. Con sus puntos de giro y sus tres actos, la narración es totalmente clásica y muy ágil, prefiriendo las elipsis en honor a la brevedad antes que detalles. Tiene un cuidado tratamiento cromático que acentúa las sombras y acerca la película a la estética del policial duro. Aunque el film no posee la capacidad de denuncia que se presupone para un actor comprometido con varias causas políticas y humanitarias como Clooney, igualmente adquiere la estatura de una fábula moral sostenida con la solidez de las actuaciones con secuencias de un carácter narrativo brutal, en las que no se dice ni una sola palabra: pequeñas escenas que engrandecen la trama. El argumento incluye una línea melodramática a través del personaje interpretado por Evan Rachel Wood, algo confuso y sin la hondura necesaria para su incidencia, determinante en el desarrollo de los hechos. Clooney se encuentra entre los actuales realizadores más respetados de Hollywood y tal vez por eso se espera aún más profundidad, particularmente en la revelación principal, quedando la película algo fría y corta como crítica política, lo que no le resta interés ni filo a una mirada muy vigente sobre los oscuros caminos que conducen al poder.
Ellos pulen la imagen. Hacen marketing político. Venden un porte, un concepto. El film acaba antes de que se celebren los comicios porque en el fondo ya no importa el acto electoral en sí, sólo la previa, las encuestas y los impactos mediáticos capaces de orientar las tendencias. (Ningún voto es realmente libre desde que nos gobiernan las encuestas. Habría que repensar todo el sistema, pero eso no es algo que podamos resolver acá). Es una cuestión de imagen, decíamos, y en Secretos de Estado (The Ides of March) abundan las reproducciones de Mike Morris (George Clooney). En la televisión, en las revistas, en los afiches, en el espejo, los íconos rebotan en un caleidoscopio en el que cada gesto se adivina ultra ensayado. La película sabe que se dirige a un espectador escéptico que ya no confía en las estampitas de campaña ni en los discursos de los candidatos, de allí que necesite anclar su apuesta en la palabra de un convencido: el joven (Stephen/Ryan Gosling) que sí dice creer en el proyecto del político. Deberíamos, supuestamente, sentir el conflicto moral a través de él. Pero una cosa es la ficción de la política y otra cosa es la ficción de la película. La segunda debe ser lo suficientemente sólida como para hacer mella en la primera y motivar una dialéctica, por eso resulta increíble que un film que quiere cuestionar la fabricación de caretas sea tan descuidado al construir la presencia de sus protagonistas frente al espectador. No hay manera de justificar la “sorpresa” que esconde el personaje de la becaria (Molly/Evan Rachel Wood). Al ver el film por segunda vez uno intenta hallar indicios de la joven ingenua que luego nos quieren vender, pero no hay fisura alguna en su aplomado temple. Desde que irrumpe en escena, Molly sabe cuál es su lugar y a dónde quiere llegar. Tiene un andar decidido, lleva los cafés para todo el equipo y toca el hombro de algún colega cuando le conviene. Y de repente nos anuncian que está embarazada. Y encima cuando está en la clínica esperando el aborto, Molly dice “I hate this shit” (Odio esta mierda), y suena como si estuviera acostumbrada a ese trámite (¡¿?!). Molly es un personaje de plastilina que el guión deforma con llamativa torpeza. Junto a ella hay otras dos mujeres con relativa incidencia en la trama: la periodista cínica y extorsionadora que al final será castigada con la indiferencia, y la mujer del político que sólo aparece para incitar al líder a que ceda en sus principios. Por último, otra joven y bella pasante cerrará el film sugiriendo un eterno retorno al ciclo del abuso masculino/necia sumisión femenina. Algo aquí huele a rancio, un vaho que se vuelve casi infantil frente al insuperable affaire Clinton-Lewinsky. También huele a misoginia. Con esto no quiero decir que haya que negar el tema de la manipulación sexual. El problema con el “giro de la becaria” es que termina devorando toda la tensión, opacando otras dimensiones más ricas del escenario dramático. Como bien señala Manuel Trancón en la revista El Amante, The Ides of March “parece menos una película que su propio prólogo”, porque da la impresión de dejarnos apenas en la puerta de otras puntas más arriesgadas por explorar. A diferencia de El estudiante (comparación ineludible), en donde todo se limita a la rosca en sí misma, en el film de Clooney sí se enuncian ideas y deseos políticos. También prolifera el chantaje, el camaleonismo y la ambición trepadora, pero al menos aquí asoma un candidato con un programa y con presiones diversas como para elevar por ese lado el nivel de la discusión. Más allá de algunos diálogos disfrutables y certeros (el vínculo Gosling/Seymour-Hoffman es lo mejor del film), a la larga todo se ciñe a la superficie: evitar el estigma sobre el traje mojigato. Ésa parece ser la carta de defunción de un político, mientras que la deriva más patética que puede tocarle a un consultor en desgracia sería asistir las necesidades eróticas de los ex presidentes. Simplificador, el relato se escapa antes de pisar el fango concreto en donde son otro tipo de manchas las verdaderamente daniñas. La mirada a cámara final de un Gosling angustiado viene a confirmar el viejo cuento: la política es sucia. Esto es lo que hay. Si algún espectador aún cree en ese joven del comienzo que aseguraba tener ideales, podrá concluir que al menos él resistirá “desde adentro” y que quizás algo bueno se consiga en el camino. En cada esquina brota la mugre, así que por ahora no tenemos más alternativa que elegir el mal menor. ¿Pero es ésa realmente la única opción que nos queda?
El mundo de la política, el ambiente de primarias en EEUU, la obsesión del poder, las promesas y las convicciones que pueden ladearse por distintas razones, las trampas para aminorar las ventajas de un equipo, el descubrimiento de secretos que destruyen y permiten la acumulación de más poder. George Clooney se maneja con pericia, con verdad y profundidad. El protagonista, Ryan Gosling, hace un gran trabajo, igual que Clooney, Paul Giamatti y Philip Seymor Hoffman.
No sólo los votos se pueden comprar La política, sus mañas y sus agachadas, su hipocresía y sus traiciones, sus exigencias y sus mentiras. De todo eso habla este filme polémico y severo que lleva la firma de George Clooney, un actor de éxito que, a la hora de ponerse detrás de las cámaras, elige historias que dejan ver el otro lado de la realidad, su cara más oculta y más temible, sus personajes más siniestros y poderosos, el mundo de la manipulación, de los abusos y de los arreglos. Estamos en medio de las elecciones primarias de los demócratas. La carta decisiva se jugará en Ohio. Y uno de los aspirantes con más chance es Mike Morris, gobernador de Pensylvania. Su equipo de campaña se esfuerza para tener aceitadas todas las piezas: el discurso, las entrevistas, las encuestas, los acuerdos. El staff de asistentes tiene como jefe a Paul (otro estupendo trabajo de Philip Seymour Hoffman) y como primer ayudante a Stephen (buena labor del ascendente Ryan Gosling). Son las dos caras de una moneda que primero chocan y que la política los terminará igualando: Paul es un profesional, práctico, implacable, quiere ganar como sea y con quien sea; Stephen es un joven que -como suele suceder- irá perdiendo su inocencia a medida que gane posiciones. Basada en una obra teatral, "Secretos de Estado" nos recuerda que los actos oficiales, los discursos y la declaraciones (es decir, lo que se ve) no importa demasiado, que lo que se decide y lo que define la suerte de cada uno, no sale nunca a la superficie. El filme juega en esos dos escenarios y le suma una historia que mezcla pasión, abuso, aborto y sobredosis y que es un eslabón más de esa cadena trueques, negociaciones, cálculos y entregas. Un filme bien contado, que atrapa, con buenos trabajos. Le falta rigor y se demora demasiado en la historia policial, pero nos muestra que todo es inestable, resbaladizo, y que la lealtad, como los votos, se negocia. Stephen no sólo abandonará sus ideales, también aprenderá y para siempre que en este mundo lo que vale es ganar, trepar y no mirar nunca lo que va quedando atrás. (**** MUY BUENA)
El cuarto trabajo del actor George Clooney como director (los anteriores fueron "Confesiones de una Mente Peligrosa", en 2002; "Buenas noches, y buena suerte", en 2005; y "Jugando Sucio", en 2008) es un thriller político que sitúa al espectador en los días previos a las cruciales elecciones primarias presidenciales de Ohio programadas para "el Idus de Marzo", título original del film que se refiere al día 15 de ese mes en el que el gobernador Mike Morris (Clooney) espera vencer a su oponente, el senador Pullman (Michael Mantell), y convertirse en el candidato del partido demócrata. En este contexto se desarrolla esta cinta cuya trama pone al descubierto algo que es común en el mundillo de la política y las campañas: los arreglos, los intereses, las conveniencias y los jueguitos sucios que se tejen para contar con una ventaja que favorezca a uno o a otro, cosa que pone en jaque los ideales de Stephen Meyers (Ryan Gosling), el talentoso secretario de prensa y asesor del personaje encarnado por Clooney, por el que el muchacho tiene una fuerte convicción de que va a marcar la diferencia en el país. Un desinteresado encuentro que se torna desafortunado con el jefe de campaña del oponente (Paul Giamatti); la búsqueda del respaldo de un senador (Jeffrey Wright) que cuenta con más de 300 delegados dispuestos a poner su voto a quien le ofrezca un puesto en el gabinete (a lo cual Morris no está dispuesto a acceder); encuentros nocturnos con una pasante (Evan Rachel Wood) y un secreto que derrumba sus creencias, propician que Meyers se vea involucrado en una especie de venganza cuando es separado de la carrera presidencial de su candidato. Escrita por el propio Clooney junto a Grant Heslov y Beau Willimon, basada en la obra teatral "Farragut North", "Secretos de Estado" cuenta con logradas actuaciones de todo su elenco, el cual se completa con Philip Seymour Hoffman como el jefe de campaña de Morris y Marisa Tomei como una periodista de la revista Time. A ellos se suman las pequeñas participaciones de Max Minghella, Jennifer Ehle y Gregory Itzin.
I like Mike George Clooney regresa detrás de las cámaras y del guión en este drama político que muestra la otra cara del juego en la escena política. George Clooney interpreta a Mike Morris, candidato a la Presidencia de los Estados Unidos. Mike es un idealista en temas claves relacionados con lo social. Respaldado por un grupo de asesores encabezado por Paul Zara (Phillip Seymour Hoffman) y Stephen Meyers (Ryan Gosling) intentarán llevarlo a la presidencia. Pero dentro de la carrera política y del idealismo, la moral y las decisiones personales colisionaran generando a Stephen sobre sus propios principios y lo que es correcto. La actuación del director, George Clooney, no resalta del resto pero sirve a su propósito: brindarnos un candidato al cual logramos aceptar sin conocer su verdadera cara. Por otro lado, tenemos a Phillip Seymour Hoffman, que vuelve a mostrar su destreza en la profesión y su versatilidad actoral de poder intepretar papeles cómicos y dramáticos. Si bien su participación es algo escasa, logra dejar una buena impresión. Por último, quiero dedicarme a Ryan Gosling. Recientemente tuve una sobredosis de Gosling, mirando esta película, “Crazy, Stupid Love” y la de la próxima review “Drive”. Gosling tiene una predilección por los papeles de “pobre tipo”. Si bien en comedia participó, no deja de salir del personaje por el cual sentimos pena. En Ides of March, me gustó su actuación, incluso me pareció mejor que en Drive, pero digamos que no me terminó de cerrar su interpretación para momentos claves de la película. Me pareció muy buena la puesta en escena, logra transmitir al espectador ese ambiente pre elecciones y sumado a la tensión creada por el trasfondo de estrategias para llegar a la presidencia, genera una sensación de incertidumbre sobre las verdaderas intenciones de los candidatos. En resumen, la película me gustó. No me parece una de las mejores películas de trama política pero considero que logra transmitir el mensaje del viaje moral que atraviesa el protagonista, Stephen, de estar alineado con las ideas y principios del Morris y luego terminar quebrando los mismos hasta alcanzar su objetivo pero no de la mejor manera. Si les gustan los dramas políticos, es para ir a verla al cine. Si prefieren reservarse el cine para pelis pochocleras, definitivamente esperen la versión en dvd.