Sin control es una pelicula realmente imperdible si querés disfrutar de acción a la enésima potencia. El guión está construido con estilo e ingenio como para que el espectador esté pegadísimo a la pantalla, no sólo por las buenísimas ecuencias de acción, sino que también por la red de venganzas que se van armando. Visualmente es espectacular ya que...
Dolor mafioso. La opera prima de Chad Stahelski, Sin Control, es una película de acción acerca de la venganza de un ex integrante de la mafia rusa sobre sus antiguos compañeros de armas como represalia a un robo en su hogar. Con una estética oscura con preponderancia de tonos azules, el opus de Stahelski construye una historia de dolor en la que tras la muerte de su esposa, el ex mafioso John Wick recibe un cariñoso perro como regalo de ella para sobrellevar el dolor de la pérdida. El hijo de su antiguo empleador asalta su residencia para robarle su auto de colección y así se desata una cacería que lleva a Wick a volver a su antiguo trabajo, eliminando a sus nuevos enemigos y antiguos camaradas. La propuesta pretende asimilarse a la moda de los comics góticos modernos de acción y como tal es exagerada, con actuaciones desproporcionadas. Desgraciadamente la historia principal es predecible, con vacías escenas de acción en las que el protagonista asesina a todos los que se cruzan en su camino. La falta de ideas del guión -incluso en el título de la película- a la hora de proponer una historia interesante, y la pobreza de los diálogos, son un síntoma de las películas de acción de la época que se preocupan por el marketing del producto sin poner atención a la calidad artística de la obra. El adusto Keanu Reeves nunca logra imponerle su carisma al taciturno Wick, lo que posibilita que el actor sueco Michael Nyqvist se luzca como una especie de villano elegante, pintoresco y gracioso, siempre irritado por la incompetencia de sus subalternos. Lo mejor de la cinta son las simpáticas interpretaciones de los actores secundarios que deben acompañar a Wick en su viaje vengativo, ya sea como amigos o enemigos, como Willem Dafoe, John Leguizamo e Ian McShane. La actuación anodina de Alfie Allen, como el hijo del jefe de la mafia, es intrascendente y sus carencias refuerzan la falta de sentido de la historia. Sin Control pretende atraer distintos públicos a través de pequeños guiños que rápidamente cambian para pasar al siguiente con el fin de no dejar a nadie fuera, olvidando incluso la coherencia argumental pero poniendo mucho énfasis en los detalles de cada muerte para que quede claro que estamos ante un producto vacío en el que no sobrevive nadie ni queda nada tras la función. Nuevamente y hasta el hartazgo obtenemos un poco más de resarcimiento para las masas impacientes de acción que le aúllan a la pantalla en el eterno invierno hollywoodense.
Keanu Reeves recargado John Wick (título original de la cinta), interpretado por Keanu Reeves, se retiró de su antiguo trabajo de sicario para la mafia rusa y a pesar de salirse del círculo, su vida de civil estuvo rápidamente signada por la tragedia: la esposa que amaba, enferma y muere. En pleno duelo por la pérdida, un acontecimiento penoso y que también marca otra pérdida, alimenta su sed de venganza y su único propósito vital es paradójicamente exterminar a cuanto obstáculo humano se presente en su camino, salvo que le entreguen en bandeja al responsable de su miseria: el hijo bobo de su ex jefe mafioso, que sabe con los bueyes que deberá arar cuando John Wick entre en acción y despliegue su implacable destreza a la hora de matar y su frialdad para disparar a quemarropa. La pericia de los directores David Leitch y Chad Stahelski (uno de ellos no figura en los créditos de producción, según IMDB) es haber amalgamado por un lado la presencia de Keanu Reeves en pantalla en un personaje escrito a su medida para explotar el fixit du rol en escenas y secuencias de acción de una precisión y calibre para el aplauso. Además de ese detalle que no es menor tratándose de una película puramente de género, sin pretensiones de innovar y menos aún de no respetar las reglas básicas, la trama logra por mérito propio construir el submundo de la mafia y los sicarios con detalles y personajes atractivos a los fines de la acción, pero también está sembrada de buenos diálogos que a veces bordean cierta reflexión y marcan la psicología de los personajes como el protagonista y su imposibilidad manifiesta del duelo de las dos muertes que debe soportar cuando en su actividad rutinaria ciega la vida de tantos que se atraviesan en su raid de violencia y destrucción. El cuidado estético de la puesta en escena y un tratamiento de imagen que juega con colores fuertes como el rojo y el azul, cuando se trata de transiciones vira al verde, para dotar de cierta atmósfera alejada de toda realidad posible un relato que abraza lo inverosímil desde el primer enfrentamiento del antihéroe hasta el último, hacen de Sin control (título horrible de las distribuidoras locales) un film muy interesante y de amplio espectro en lo que a público de diferentes expectativas se refiere con un Keanu Reeves intratable, perspicaz y recargado.
Keanu Reeves interpreta al letal John Wick en la mejor cinta de acción del año. John Wick es un ex asesino a sueldo que hoy sufre la perdida de su esposa, razón por la cual había dejado su peligroso estilo de vida atrás en un primer lugar. Pero cuando el hijo de un peligroso mafioso y viejo conocido mata a su perro y roba su amado auto, Wick saldrá del retiro e irá en su búsqueda para recuperar lo que le corresponde, cueste lo que cueste. ¿Quien es John Wick? Pasaron apenas unos días del 2015 y ya tenemos una seria candidata para coronarse como la mejor película de acción del año. John Wick es el título original de este film que derrocha estilo y adrenalina, y que en Argentina ligó el genérico nombre de Sin Control. John WickEs imposible imaginar un mejor debut en la pantalla grande para los directores Chad Stahelski y David Leitch, quienes tienen una larga trayectoria en Hollywood como dobles de riego y directores de segunda unidad. Roles que sin lugar a dudas ayudaron a la hora de lograr un film sólido en el que se destacan sus escena de violencia perfectamente ejecutadas, con total precisión y oficio. John Wick llega tambien al rescate de la carrera de Keanu Reeves, quien si bien en los últimos años venía probando suerte como realizador con films como la cinta de artes marciales Man of Tai-Chi y produciendo el documental Side by Side, su chapa de “héroe de acción” venía en picada luego de lucirse en la década del noventa con película hoy ya clásicas como Point Break, Máxima Velocidad y The Matrix. Podríamos trazar un paralelismo entre la vida de Wick y Reeves. Ambos supieron conocer tiempos mejores y hoy, casi en el exilio, deben volver del retiro para reclamar lo que es suyo. Con todo lo bueno que podemos decir de Keanu, la realidad es que nunca se destacó por ser un gran actor. Sin embargo, el de John Wick es un papel que difícilmente hubiera funcionado tan bien con otro intérprete. Un tipo duro, inexpresivo y tan callado como letal. Reeves aborda su personaje con una importante cuota de melancolía, algo que hace que nos relacionemos rápidamente con él y festejemos cada uno de sus logros en esta cruzada por venganza. Su personaje está bien abordado, el guión hace también un gran trabajo desarrollándolo y creando toda una leyenda a su alrededor. Leyenda que, a lo largo de 100 minutos, veremos transformarse en realidad frente a nuestros propios ojos. Si bien en rasgos generales John Wick podría ser considerada como otra más en esta nueva camada de cine de acción a-la-Taken, en la que un solo personaje se carga a cuanto villano se le cruce por su camino, hay algo que la diferencia y que la vuelve única. Esto es que la acción, en la mayoría de sus escenas, se desarrolla en un solo plano. Claro que Liam Neeson parece un experto en combate si en una sola secuencia de pelea, con montaje digno de MTV, tenemos hasta cuatro planos distintos en solo un segundo. El gran acierto aquí de los directores Chad Stahelski y David Leitch está en dejar que la acción fluya en uno solo, sin la necesidad de cortar para generar esa sensación de brutalidad y demostrar lo letal del personaje interpretado por Reeves. El film tambien posee un gran trabajo en papeles secundarios, como son los de Michael Nyqvist (a quien recordarán de la trilogía Millennium) como el jefe de la mafia rusa, su hijo interpretado por Alfie Allen (Game of Thrones) y el siempre confiable Willem Dafoe, como uno de los pocos amigos que le quedan a Wick en su cruzada. Encontrarán tambien a John Leguizamo e Ian McShane en papeles pequeños y que se sienten algo desaprovechados. Sobre todo el de McShane, a quien es siempre un placer ver trabajar. Conclusión John Wick es el tipo de película de acción que me llena el alma. No toma al espectador por idiota e intenta y logra hacer las cosas de otra manera. Keanu Reeves resulta un gran acierto como el personaje principal de esta cinta que derrocha estilo y diversión y que ningún fanático de la adrenalina debería dejar pasar. Un promisorio debút para los directores Stahelski y Leitch, de quienes ya estoy esperando su próximo proyecto con los brazos abiertos.
Sin control es una de las mejores producciones de acción que surgieron en el último tiempo. Una historia fuertemente influenciada por el Heroic bloodshed chino, que fue un subgénero que gestaron a mediados de los años ´80 directores como John Woo, Ringo Lam (City on fire) y Johnny Mak (Long Arm of the Law). Salvo que pertenezcas a esa logia de seres iluminados de la prensa que se sientan a ver estos filmes para compararlos con El sabor de las cerezas (Abbas Kiarostami), para el resto de los mortales es una producción que se disfruta a pleno dentro de la propuesta que ofrece. Filmes de este tipo hoy son una especie en extinción en Hollywood y cuando se concretan vienen del cine independiente, como ocurrió en este caso. Keanu Reeves regresó con toda la gloria al género de acción con este personaje llamado John Wick, que fusiona a los anti héroes comiqueros de Garth Ennis y Warren Ellis con los clásicos asesinos a sueldo de las novelas policiales de Richard Stark. El espíritu de Parker, el personaje más famoso de Stark, está muy presente en el rol de Reeves. Sin control le ofrece al espectador un cuento clásico. Un killer disfruta de su retiro hasta que determinadas circunstancias lo obligan a quitarle el polvo a sus viejas herramientas de trabajo. La dirección corrió por cuenta de Chad Stahelski y David Leitch, dos experimentados dobles de riesgo de Hollywood que debutaron como realizadores en este proyecto. La dupla previamente había trabajado con Reeves en la trilogía Matrix. Las secuencias de acción que ofrecen en este film son impecables y las coreografías de los tiroteos estuvieron muy influenciadas por el cine de acción chino. Esta es una de las pocas películas norteamericanas que vi donde utilizaron a la perfección la técnica Gun fu para narrar los enfrentamientos armados. La particularidad del Gun fu es que desarrolla escenas de tiroteos como si fueran coreografías de baile. Si bien ese tipo de momentos son bastante ficticios, ya que en la vida real no se puede disparar las armas de fuego como lo hacen estos personajes, desde los aspectos visuales es un recurso muy atractivo. John Woo es considerado el padre del Gun fu, quien lo implementó por primera vez en esa joya suprema que fue A Better Tomorrow (1986), con Chow-Yun Fat. Como suele ocurrir con el cine oriental de acción, sobre todo en el Heroic bloodshed, lo que me encantó de Sin control es que los directores no se tomaron completamente en serio la película y jugaron también con algunas situaciones humorísticas. Por ejemplo, el concepto del hotel de asesinos a sueldo que presenta esta historia es maravilloso. Una idea original que está muy bien trabajada en la trama. Es gracioso porque cuando estaba viendo la película la venía disfrutando muchísimo, pero hacia el final sentí que le faltaba una buena secuencia de acción con autos. Resultó que los directores se reservaron el momento para el clímax de la historia. Lo que hace John Wick con un vehículo en los momentos finales es sublime. No es un dato menor que Wick, como todo buen héroe de la vieja escuela, es dueño de un Mustang modelo ´69, el más grande auto del cine de acción que en el pasado sobresalió en joyas como Bullit y 60 segundos (1974). El director H.B.Halicki sonríe desde el cielo. La verdad que hace mucho tiempo que no disfrutaba tanto una película norteamericana de este tipo y la recomiendo porque está muy bien hecha. Con un presupuesto moderado y buenos actores, que incluye a un genial Willem Dafoe en un rol secundario, en este caso los realizadores brindaron un producto digno que no defrauda a ningún fan del género. A modo de Dato Loco cabe resaltar que esta película es un proyecto de la actriz Eva Longoria (protagonista de la serie Amas de casa desesperadas), quien fue la productora ejecutiva de este estreno.
Volvió Keanu Sin control (John Wick, 2014) es pura dinamita, sin dudas la mejor película de Keanu Reeves desde Matrix (1999). Un film de acción potente, con todos los condimentos para ser un gran espectáculo al nivel de Búsqueda implacable (Taken, 2008). Y un día volvió Keanu Reeves. No es que se haya ido, sino que necesitaba una película que ennoblezca al héroe de acción que alguna vez supo ser desde Máxima velocidad (Speed, 1993). En la actualidad el actor cuenta con la edad perfecta para interpretar a un antihéroe sin piedad, frío y calculador. Su John Wick es un ser sombrío, con un pasado trágico y sin nada que perder. Su mujer muere por una enfermedad, y le deja un pequeño perro como último regalo. Ella significaba para John Wick la esperanza, la vida, la luz. Todo lo contrario al universo de asesinos a sueldos del cual formó parte en su pasado, y del que supo ser el mejor de todos. El ahora viudo, trata de superar su dolor haciendo crujir las llantas de su deportivo auto de colección. Por cosas del guion, es asaltado por el hijo del capo mafia ruso, que le roba su auto y mata a su perro. El refrán “muerto el perro, muerta la rabia” no funciona con John Wick, más bien todo lo contrario. La rabia se potencia y desata una sangrienta venganza contra la mafia rusa. Muy cada tanto aparece un film de acción que produzca deleite de principio a fin. Sin control es uno de esos casos. No estamos ante una historia novedosa, sino la simple y clásica historia de venganza bien desarrollada y mejor filmada. Esto se debe a los directores Chad Stahelski y David Leitch, coreógrafos de escenas de acción en las mejores películas del género de los últimos años. Tenemos suspenso bien construido que termina en una explosión de violencia, un personaje con pocas palabras pero de frases matadoras, coreográficas escenas de acción (es notable la masacre en la discoteca, solo comparable con Kill Bill: Vol. 1), buen ritmo de relato y una banda sonora con melodías de rock and roll. ¿Qué más se puede pedir? Un gran actor de reparto: Willem Dafoe interpreta a Marcus, otro asesino a sueldo veterano que entiende los códigos de su compañero (ideal para el actor). En el relato del antihéroe no existen personajes buenos, sino un universo de seres despreciables entre los cuales el protagonista sobresale por ser el más positivo (tiene códigos, el resto no) siendo el menos malo de los villanos. Esa lógica, al mejor estilo Revancha (Payback, 1999) con Mel Gibson (Carter era su personaje), le calza como anillo al dedo a John Wick. Sin control no es una obra maestra. Es una película de acción muy bien hecha que toca esa fibra sensible que debe tocar para trasmitir la potencia de la historia, a fuerza de tiros y golpes de puño.
Una venganza ultraviolenta Siguiendo la tendencia de películas de acción de los años setenta como El Vengador Anónimo o la más reciente El justiciero, que protagonizó Denzel Washington, Sin Control encuentra a Keanu Reeves en la piel de John Wick, un peligroso ex mafioso que se ve obligado a volver al ruedo cuando destruyen todo lo que tiene. La ópera prima de Chad Stahelski (junto al director no acreditado David Leitch) no se destacará seguramente por sus diálogos pero sí por el clima vertiginoso que termina involucrando al espectador. En Sin control ocurre algo similar a lo visto en Búsqueda implacable: un hombre empujado a volver, por motivos diversos, al ojo de la tormenta. La trama tiene como intención generar una catarata de adrenalina en el público y lo consigue gracias a su impactante y ultraviolenta sucesión se escenas en las que Wick dispara contra aquellos que destruyeron su vida (la secuencia de la disco resulta exagerada pero eficaz), le robaron su auto de colección y lo más preciado que tenía luego de la muerte de su esposa. Entre los actores aparece Alfie Allen como un villano torpe, Michael Nyqvist, un padre poderoso y exasperante; Willem Dafoe en el rol de un viejo compañero que aparece en el momento oportuno y un siempre convincente John Leguizamo (visto en Chef: la receta de la felicidad). Con disparos por doquier y enemigos rusos que el relato coloca en primer plano, el film muestra también como cambian a lo largo de los años los grupos antagonistas en las nuevas producciones made ine Hollywood. Y la acción sigue.
¿LA VENGANZA NUNCA ES BUENA? Una de las grandes moralejas que sin dudas nos dejó “El Chavo del 8” es que “la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”. Pero, ¿qué pasa cuando lo único que queda en la vida es hacer justicia por lo que le han hecho a uno? ¿Ese consejo vale igual para todos? ¿Acaso el tradicional “diente por diente” no alimenta el espíritu? Keanu Reeves vuelve con todas sus armas a la pantalla grande y mirando al cielo le responde a Chespirito: “La venganza siempre es buena, llena el alma y la potencia”. Dirigida por Chad Stahelski y David Leitch, dos viejos stunts con apariciones en “El club de la pelea” (1999), “V de Vendetta” (2005) y “300” (2006), entre muchas otras, llega al cine “Sin control”, una historia llena de acción, ritmo y furia. Luego de pasar muchos años aprendiendo de quienes los rodeaban y adquiriendo experiencia, parece que estos dos ahora apuestan por la labor detrás de cámaras junto a la participación de una estrella de lujo con la que ya habían compartido experiencia en “Matrix” (1999) y “Constantine” (2005). Además, “Sin Control” cuenta con la producción de Basil Iwanyk, el mismo de “Furia de Titanes” (2010) y “The Town” (2010). El relato comienza con un flashforward en la que observamos una escena que se entiende poco pero aun así es efectiva por la intriga y los escalofríos que genera. Luego de eso, se comienza a revelar de qué va la trama: John Wick (Reeves) es un ex asesino a sueldo que vive triste en su lujosa casa de Nueva York debido a la prematura muerte de su esposa, quien ha decidido dejarle un último regalo para que no se sienta tan solo: un perro. Piloteando a toda marcha su Ford Mustang Cobra 1969 por las calles estadounidenses, se topa con un grupo de mafiosos que le traen serios problemas y le quitan lo poco que le queda. Sin embargo, hay algo que no han logrado arrebatarle: su sed de venganza. A partir de ahí, John perderá el control y la acción seguirá hasta que la sala encienda sus luces. Sin dudas, la película se destaca por su gran elenco. Keanu Reeves, quien sigue apostando a la acción a pesar que desde su famoso papel de Neo no ha logrado dejar maravillado a todo su público, regresa con el mismo estilo que lo consagró y parece que esta vez la cosa se pone seria ya que quiere reivindicarse como uno de los mejores actores que sabe utilizar las armas y atacar. Willem Dafoe, quien luego de trabajar con Wes Anderson y haber encarnado al famoso director italiano Pier Paolo Pasolini, da el presente con su eterna cara arrugada transmitiendo la maldad y el miedo que ya todos conocemos. También tenemos a Alfie Allen (Theon Greyjoy en “Game of Thrones”), y a Michael Nyqvist (Mikael Blomkvist, el personaje masculino principal de la trilogía sueca “Millenium”). Para los fanáticos del género, es importante mencionar que ir a ver esta película es como invertir una ficha que sale o sale. Es una certeza que esta es una obra cuasi perfecta que representa en su totalidad lo que es el cine industrial. Si sienten vértigo cuando matan a un mosquito o piensan que están haciendo algo loco cuando corren al colectivo, es seguro que esta película los impactará por completo. Todo pasa por consecuencia de una causa conocida, el contexto es totalmente paralelo a nuestras vidas y los negros solo figuran detrás de un mostrador. La historia no tiene tanta novedad ni grandes sorpresas, pero no los dejará respirar ni un solo segundo.
Los directores de esta película fueron dobles de riesgo, saben mucho de acción, igual que Keanu Reeves. El resultado es un plato fuerte para los que aman la acción sin respiro y a un héroe que es capaz de cargarse a un verdadero ejército de la mafia rusa que siempre cumple sus objetivos, casi con la estética de un héroe de cómic. No mucho más se encuentra en el film, donde John Wick, el protagonista, regresa para arrasar con todo lo que se interponga en su venganza. Adrenalina y tiros hasta el hartazgo.
John Wick (Keanu Reeves) es un ex asesino a sueldo que cuando un grupo de gángsters se mete con él, claramente sin saber a quién estaban molestando, decide volver a la acción para vengarse de sus acechantes. Esta es la clave de “Sin Control” (USA, 2014), un filme de David Leitch y Chad Stahelski que sobre guión de Derek Kolstad posee muchos puntos en común con recientes películas del género como “Oldboy”, “The November Man” y hasta la fallida “Lucy” de Luc Besson. La principal virtud de la propuesta radica en la actuación de Reeves, a quien siempre se lo ha criticado por su casi nula capacidad de gesticulación ante los avatares que las narraciones de las películas en las que ha participado le han propuesto. En “Sin Control” justamente esa “incapacidad” es un punto a favor, dado que la inacción será el motor que moverá a este ex asesino, una máquina de matar, a dirigir sus energías hacia todos aquellos que le impidan volver a su tranquilidad luego del fallecimiento de su mujer. Reeves se mueve en la película como un autómata, que pese a que pueden llegar a caer lágrimas en sus mejillas por el dolor que le han generado sigue adelante sin ningún tipo de prejuicio. En los pequeños gestos, en los detalles que Kolstad trabajó la personalidad de Wick (Reeves), hay una ingeniería puesta a la hora de la acción que luego se desatará en una terrible espiral de violencia cuando, después de ser atacado por un grupo de gangsters para robarle su vehículo, el personaje decida asumir nuevamente su rol de matón para encontrarse con cada uno de aquellos que, en el pasado, supieron de su habilidad para terminar con aquellos que le indicaban. Una venganza sangrienta, con escenas de acción completamente diferentes a lo que Reeves está acostumbrado (nada que ver con las coreografías de Matrix), en la que la corporalidad y los puños marcan el ritmo de la narración. El cuerpo de Reeves es un cuerpo cansado de golpear, un cuerpo que quiere dejar de lado su pasado pero que debe asumir nuevamente la responsabilidad de su rol luego que le arrebataran el último vestigio de amor en su vida. En el detalle de ese dato, no menor, se esconde un gesto que su mujer, antes de morir, le legó, y que a pesar del recelo con el que lo había recibido, al perderlo, siente la necesidad de aferrarse una vez más a un pasado que no volverá y que lo convierte en alguien que ya no quería ser. Leitch y Stahelski trabajan la acción de la película con un conocimiento de productos anteriores y recursos propios del género como el flashback (esencial para conocer el pasado de Wick), el flashfoward y el aceleramiento de las peleas. También hay una estudiada atribución al personaje de Reeves para evitar caer en lugares comunes de vengadores que sólo generan rechazo. La empatía con él, por sus desgracias, por su última pérdida, sólo es comparable con el placer de género que los directores logran en cada disparo y golpe que John Wick, la máquina de matar, da. Mención aparte el matón interpretado por Willem Dafoe, impecable, como siempre.
Hay actores a los que cuesta definir su calidad interpretativa, no se caracterizan por poseer varios matices, difícilmente sean galardonados en su rubro… pero en lo suyo no se puede negar que son efectivos. Keanu Reeves es uno de esos actores, posee un extraño carisma con la cámara, su rostro es pétreo, es lento para hablar (tanto que a veces sospechamos que está leyendo carteles detrás de cámara), y tampoco posee grandes movimientos. Pero de vez en cuando encuentra roles que caen como anillo al dedo a su forma de ser, forma a la que se le debe sumar una mirada con cierta tristeza, dato no menor. John Wick (que acá titularon genéricamente como Sin Control, de modo muy errado) es uno de esos roles. La película sería otra sin él. Un ex asesino a sueldo, por supuesto el mejor en lo suyo (¿si sumamos todas las películas cuántos asesinos a sueldo insuperablemente mejores contaremos?), sufre una serie de desgracias que lo llevan al límite. El hombre está enamorado, pero el destino le juega una mala pasada, su mujer se enferma y muere, no sin antes hacerle una verdadera ofrenda de amor, le regala un perro y le hace prometer que lo cuidará. John pena, sufre, por todos lados, y apenas lo calma un poco de esa única lágrima que cae sobre su mejilla el recorrer la ciudad a bordo de su Shelby, y por supuesto, cuidar al perrito. Pero el pasado regresa, el hijo de un mafioso ruso lo asalta, le roba el auto y ¡le mata al perro!. ¡¡¡Para qué!!! Wick dirá basta a su penar y haciendo hervir su sangre y con el temperamento más frío que nunca saldrá a cobrar venganza contra todos, contra la vida. Por supuesto, el argumento de John Wick está a un paso (un paso más adelante) de aquel argumento satírico que Alberto Olmedo narraba en el sketch de Borges y Álverez; es un cliché seguido de otro, un manual de cómo hacer una película de venganza exagerada y desatada típica… y aun así, funciona. Los directores Chad Stahelski y David Leitch son conocidos por diseñar atractivas coreografías de acción en varios films taquilleros; pero a diferencia de lo que podríamos suponer, en Sin Control manejan un estilo clásico y sin pretensiones estéticas que la favorece. Estamos frente a un film que busca una excusa, para poner a su héroe en acción y entregar un resto de metraje cargado de acción sin concesión, tradicional y salvaje. No hablemos de verosímil, no hablemos de personajes complejos, Wick es un asesino, pero lo queremos igual porque Keanu nos da lástima, se le murió la esposa, el perro y le robaron el auto, punto. Disfrutable sin demasiado análisis, se nos guarda un plus con la intervención de Willem Dafoe en otro de esos roles típicos suyos que demuestran estar de vuelta de todo, el asesino de la sabiduría. Si la acción es lo suyo, no hay que pensarlo demasiado.
Todo iba bien hasta que mataron al Bobby El malvado, malvadísimo jefe de la mafia rusa (Michael Nyqvist), se dispone a saldar una traición matando a su víctima, indefensa en el piso después de un último intento de supervivencia. Lo hace disparándole dos balazos en el pecho. Una vez consumada la venganza, y cuando todo hace pensar en un corte, la cámara sigue sosteniendo el plano durante un par de segundos hasta que el silencio es interrumpido con una –otra– ráfaga de disparos. El desprejuicio, la deliberada estilización e incluso cierta comicidad subrepticia de la escena se corresponden al tono general de Sin control, regreso a los primeros planos de Keanu Reeves después de la fallida 47 ronin. Es que la enésima propuesta de acción del último lustro centrada en la venganza de un hombre ajado por su pasado y embutido en un presente poco alentador se diferencia del resto de la manada por el tratamiento que dispensa a los lugares comunes del género, recorriéndolos ya no con un respecto marcado por lo circunspecto y ominoso (ver Caminando entre tumbas, la última de Liam Neeson), sino evidenciándolos mediante su amplificación.Opera prima del veterano doble de riesgo Chad Stahelski, quien aquí dobla al propio Reeves, Sin control arranca con la muerte de la mujer del John Wick del título original. Triste y solitario, parco e inexpresivo como sólo un actor inmutable como la estrella de Matrix podría interpretarlo, circula por las calles nocturnas –todas bien azuladas, cortesía de los neones ubicuos– aquejado por el dolor de su pérdida. El único consuelo es un perrito legado por ella justo antes de partir. Una casualidad de guión hará el resto: el hijo díscolo del capomafia rojo lo ve cargándole nafta a su Mustang y se dispone a todo con tal de tenerlo, incluso ir hasta su propia casa para robárselo. Claro que él no sabía que Wick era un ex empleado de papá retirado del negocio debido a su caída en las bondades del amor, por lo que boletear al cachorro por pura saña no fue la mejor de las ideas.Así, el hitman volverá al ruedo en un raid vengativo motorizado por la que quizá sea la excusa más inverosímil de este tipo de películas en años, mientras que, desde el otro lado, una horda de mercenarios arranca la cacería. Tanto o más coreografiado que un ballet de Bolshoi, el resultado es un exponente orgullosamente básico, berreta incluso, que remite a los trabajos de John Woo de la década antepasada, tomando su estructura narrativa de Hard Target. Tal como ocurría en aquella película, Sin control dispensa no más de media hora a la asignación de roles de cada uno de sus personajes para después dedicarse a mostrarlos tiroteándose y revoleándose piñas y patadas en una escalada violenta cada plano más sanguinaria, convirtiéndose así en un juego de gato y ratón maximizado a la enésima potencia. 7-SIN CONTROL (John Wick, Estados Unidos/2014)Dirección: Chad StahelskiGuión: Derek KolstadMúsica: Tyler Bates y Joel RichardFotografía: Jonathan SelaDuración: 101 minutosIntérpretes: Keanu Reeves, Michael Nyqvist, Willem Dafoe, Alfie Allen, John Leguizamo e Ian McShane.
Para el inefable Keanu Reeves, la venganza será terrible A John Wick (Keanu Reeves) se le muere su esposa de cáncer y unos gánsteres rusos le matan a su adorable perro y le roban su preciado Mustang 1969. La venganza, claro, será terrible, sangrienta (léase: decenas de cadáveres). Así de básica es la propuesta de esta ópera prima de Chad Stahelski, experimentado doble de riesgo (incluso del propio Reeves) que demuestra un indudable oficio para construir un eficaz exponente del cine de acción clase B. Además de ser una buena carta de presentación para Stahelski, Sin control regala un convincente trabajo de Reeves. Al no tener que hablar ni ser demasiado expresivo (aspectos en los que nunca se destacó), el protagonista de Matrix está impecable como un ex asesino a sueldo que sale de su retiro y ya no tiene nada que perder en su maratón de venganza. Con una estilización formal que remite al cine coreográfico de los maestros asiáticos de los años 90 como John Woo, Ringo Lam o Tsui Hark; explosiones de violencia recargada de humor negro a-la-Luc Besson (suerte de reverso masculino de Lucy), y buenos personajes secundarios como los de Dafoe, Leguizamo, McShane y Nyqvist (notable como el jefe mafioso), Sin control no tiene grandes innovaciones, pero resulta absolutamente disfrutable para quienes suelen apostar a este género. El resto, mejor abstenerse.
La venganza es el motor Keanu Reeves y un buen regreso al cine de acción. Sin control, que merece más el título original de John Wick, el personaje de Keanu Reeves, es una película para fanáticos. Del actor y del cine de acción. Y especialmente atractiva para aquéllos seguidores de esta clase de westerns del siglo XXI que eluden todo pecado de inverosimilitud con una tradición fílmica que todo lo permite y lo perdona. Visto así, la del inoxidable Keanu, que ya pasa los 50 años, es una buena película con una historia conocida y largos minutos de tiros y persecuciones: es la historia del asesino, sicario, o pistolero que se retira y que vuelve al ruedo por una motivación personal. No hay misterio. John Wick se convierte en una máquina de matar recargada porque acaba de perder a su mujer, que lo llevó al "lado bueno" de la vida. Y porque Iossef, el hijo de un veterano mafioso ruso, el hijo tonto que ningún gángster quiere tener, no tiene mejor idea que invadir la tristeza de John, robarle su auto y matarle a Daisy, la perrita que su esposa le envió de regalo antes de morir y que llegó vía delivery después de los funerales. Todo en sus propias narices. Trocó en odio la pena de John. Operó la transformación que convierte a la película en una cacería, en el regreso del temible Boogyman. "Es un maldito nadie", sobrará Iossef a su padre cuando este le pregunte si sabe con quién se metió. "Ese maldito nadie es John Wick", contestará el padre, que alguna vez lo tuvo como sicario a su servicio, que ahora sabe que el mundo se le vendrá encima, y que pondrá precio a su cabeza. El mundo es Nueva York, Brooklyn, un hotel art decó, una iglesia ortodoxa, una discoteca top, donde transcurren largas y sangrientas batallas. John, que conoció la vida de otro lado, volvió a cruzar de vereda, y es la pesadilla de los rusos, que podrían ser chinos, pero aquí son coproductores. Un buen regreso para el cine de acción que pese a sus evidentes muestras de marketing multicultural, sus pasajes pochocleros y sus argumentos gastados, seduce con ritmo, piruetas, códigos rotos y la venganza como motor. BUENA. Reeves, el elenco, el ritmo y las batallas del filme honran a un género que necesita recuperar su mística.
Acción y violencia sin ironías La cartelera de cine mundial está ocupada mayormente por productos para adolescentes y niños. Si bien los adultos pueden disfrutar de esos films, el cine exclusivamente para adultos no tiene espacio en taquilla. Cuando de films de adultos se trata, generalmente son dramas intimistas, no películas de acción. Sin control (otra patética versión local para el original John Wick) es una película de acción fuerte, violenta, adulta. Como el personaje principal del legendario film Los imperdonables (Unforgiven, 1992) de Clint Eastwood, el protagonista (Keanu Reeves, recuperado como héroe de acción) es un asesino implacable que se ha retirado de la profesión. El motivo ha sido una mujer con quien ha formado pareja. Pero al comienzo de la historia la mujer muere y John Wick solo se queda con un cachorro que ella, enferma terminal, le ha legado para que no haga el duelo en soledad. Pero todo se paga, todo vuelve y sus viejos asociados se cruzan en su camino y John Wick deberá volver a la acción para arremeter con una feroz venganza. Es él contra toda una organización, como un ángel vengador que debe terminar con toda una mafia que en algún momento lo albergó. Lo que impresiona de esta película es que las escenas de acción se multiplican y sin llegar a tener la magnitud de los grandes films industriales, tienen una intensidad que estos no tienen. No es una violencia lavada, sino una sangrienta multiplicación de enfrentamientos. Keanu Reeves, en el rol protagónico, hace que su personaje de asesino sea creíble dentro de la lógica del relato y le pone el hombro a la pesada carga de acción que toda la película tiene. No hay descanso alguno y desde el comienzo hasta el final, cada escena es más impactante que la anterior. Pocas veces se pueden ver en cine esta clase de películas, no solo por su violencia sin ironías, sino por su estética bien definida y su puesta en escena precisa, sin juegos, sin vueltas. Un cine casi de otra época a juzgar por sus compañeros de cartelera. Y sin aires pretenciosos para tratar de elevarse como un film de arte. Tan directa y contundente como su protagonista, así es Sin control, por eso el título original alude exclusivamente a su nombre.
Publicada en edición impresa.
Acción para un zapping de cable Uno de los grandes éxitos de taquilla del año pasado, "El justiciero", mostraba a Denzel Washington exterminando mafiosos rusos a diestra y siniestra. Ahora le toca el turno a Keau Reeves, en el papel del ex asesino a sueldo John Wick, quien cuando el hijo de un jefe de la mafia rusa le roba su Mustang del '69 y le mata a su perrito, vuelve a las andadas con toda la furia. A primera vista, esta película es demasiado minimalista y, en realidad, lo es. Pero tiene algunos detalles que la vuelven interesante y que por momentos llegan a darle cierta originalidad. Sobre todo, en lo que se refiere a la descripción de una especie de sociedad secreta o underground de asesinos profesionales, que tienen hasta un tipo de moneda propia y un hotel de lujo que les sirve de zona neutral donde pueden hacer sus negocios sin que supuestamente puedan atacarse entre sí (supuestamente, porque obviamente, ese orden también puede transgredirse). Por otro lado, hay algunos buenos actores además de Reeves, aunque es una pena que el papel de John Leguizamo sea demasiado breve, pero al menos tiene una buena escena que brinda una idea de quién es el personaje protagónico (en verdad, dan ganas de ver más del pasado de Wick, ya que cuentan que una vez mató a tres tipos usando solamente un lápiz, por ejemplo). Por supuesto, ni falta aclarar que hay superacción a más no poder. Sólo que para los niveles de violencia falta un poco de gore, que recién va aflorando en todo su rojo esplendor hacia las masacres finales. "Sin control" no está del todo mal, y tiene una escena con un tiroteo en una discoteca realmente bien filmada, pero siendo sinceros, es el tipo de film más para un zapping en el cable que para preocuparse de verlo en el cine.
Lo de siempre, pero bien hecho. Chad Stahelski se pone por primera vez al mando de un largometraje luego de una muy extensa trayectoria como doble de riesgo y director de segunda unidad en Sin Control (John Wick, 2014). Este debutante realizador norteamericano dirige a Keanu Reeves luego de haberlo reemplazado en las escenas peligrosas de Punto Límite (Point Break, 1991) y Matrix (The Matrix, 1999). Sin Control es una cinta de acción que intenta mezclar estilos estéticos sin salirse del libreto preestablecido del género. Por un lado, tenemos la oscuridad permanente y un despliegue muy cercano al videojuego; por otro, todos los lugares comunes de una película de acción: el matón retirado, la sed de venganza, el protagonista invencible, la ejecución inconclusa y el final mano a mano. Los clichés están absolutamente todos, la gran diferencia está en la manera en que se muestran cada una de esas situaciones en cámara. Stahelski demuestra su experiencia en el rubro con escenas de acción de una factura técnica admirable, coreografías bien ejecutadas, claras a la vista pero también -dentro de lo que el género permite- verosímiles, y ahí está su gran acierto. La historia también es repetida: John Wick solía ser el matón estrella de un mafioso ruso, pero se retira al conocer al amor de su vida. Luego de la muerte de su mujer, el hijo del mafioso que solía ser su jefe tiene la mala suerte de robarle su auto de colección y matar a su perro, el único haz de esperanza que tenía en su vida. Entonces Wick deberá resucitar a su asesino dormido para tomar venganza contra sus viejos conocidos. El buen nivel de la película se evidencia claramente en dos escenas dentro de la primera mitad de metraje. Primero, la presentación del protagonista, en boca de su antiguo jefe, cuando le explica a su hijo que se metió con el tipo equivocado y que no importa qué haga, John Wick lo va a matar. Luego, en la primera secuencia de acción del film, cuando el buen John se carga una decena de matones que lo buscan en su casa. ¿Cuántas veces vimos esta escena? Un grupo de muñecotes armados que intentan emboscar al protagonista. ¿Diez veces, cien veces? Stahelski demuestra que no importa, siempre se puede hacer mejor. A partir de la segunda mitad, el valor de las geniales escenas de acción va mermando y la importancia del flojo devenir de la historia toma más protagonismo. El encargado de darle un poco de vitalidad a la trama -el poco experimentado Derek Kolstad, que venía de escribir dos películas protagonizadas por Dolph Lundgren- no supo mantener el guión al nivel de la factura técnica y ni siquiera intentó evitar los clichés, que a medida que se acerca el desenlace se vuelven más caprichosos y exasperantes. A pesar de todo, Sin Control es una gran oportunidad para los fanáticos del género puedan disfrutar de la misma historia de siempre, pero filmada con tanto cuidado e intensidad que lo demás deja de importar.
Visualmente rimbombante, no da respiro; un film a pura adrenalina que contiene todos los elementos del género de acción. En los primeros minutos de la cinta no sabemos mucho sobre este personaje de nombre John Wick (Keanu Reeves). Luego descubrimos que acaba de perder a su esposa de una enfermedad terminal y que pasado unos días recibe un último regalo de esta, una cachorrita beagle divina llamada “Daisy” con una carta de la difunta diciendo que: como tiene mucho para dar le deja este obsequio para que tenga a quien amar, darle amor y lo ayude a seguir adelante. En una de sus salidas y mientras carga combustible a su auto lo provocan unos matones, él les resta importancia y no busca pelea. Durante la noche se encuentra tranquilo e intenta buscar un poco de felicidad con su pequeña mascota, pero unos asesinos irrumpen en su casa, el matón Iosef (Alfie Allen, "Expiación Más allá de la pasión"), hijo del jefe de la mafia rusa Viggo Tarasov (Michael Nyqvist), junto con sus amigotes y Iosef matan a Daisy, lo golpean y roban su clásico auto. John se encontraba retirado de la acción, estaba más dedicado a una vida hogareña, había enterrado su pasado y se encontraba fuera del negocio del cual formaba parte como asesino a sueldo. Pero este hecho despierta todas sus fuerzas y odio. A medida que va corriendo la cinta todos los espectadores saben con que se van a encontrar. Desde los primeros minutos la película no da casi respiro, son constantes: las luchas, tiroteos, persecuciones, explosiones, muertes, artes marciales. Contiene buenas escenas de lucha bien coreografiadas, y se puede ver una pelea entre un hombre y una mujer, como así también cuerpo a cuerpo, con momentos muy bien filmados. Cuenta con buenos diálogos, con toques de humor y a la vezun poco reflexivos, se van creando buenos climas, la puesta en escena se encuentra cuidada y los colores se aprovechan con un buen contraste entre el rojo, azul, entre otros. Se destaca la actuación de Michael Nyqvist, uno de los villanos, a quien vimos en la trilogía ("Millennium") y Willem Dafoe en el papel de un asesino, convincente, Ian McShane ("Blancanieves y la leyenda del cazador"), Dean Winters ("Posdata: Te quiero Posdata: Te quiero") y John Leguizamo ("Moulin Rouge"), la música y fotografía estupendas. Queda abierta para una segunda entrega.
Hay quienes dicen que el cine de acción es el auténtico género cinematográfico por excelencia. No teniendo antecedentes directos en la literatura o el teatro, lo que hoy cualquier sinopsis de una película encuadra dentro del género de acción predispone al espectador a ver un producto con una espectacularidad que solo el cine puede ofrecer. Pero luego de una época dorada que se remonta a los años ochenta y noventa con las películas de superestrellas del género como Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone y Bruce Willies entre otros, los guionistas y productores de Hollywood parecen enfrentarse a diario con la dura tarea de sorprender y cautivar con algo que el público no haya visto. Tanto es así que en la última década han revivido viejas glorias que pese a estar ya entrados en edad parecen negarse a ceder el lugar a las nuevas generaciones. Sin más, así es como Los indestructibles ya lleva su tercera entrega y sigue llenando las salas. O como el inoxidable Liam Neeson a pesar de sus pasados 60 años sigue viviendo el cine a razón de tiros, piñas y patadas. Dicho esto, John Wick no viene a cambiar el paradigma. Y para el caso, Keanu Reeves tampoco es el estandarte del héroe de acción joven. Y aun así, la película de los debutantes directores más bien conocidos por su carrera como dobles de riesgo en más de ochenta películas, Chad Stahelski y David Leitch, ofrecen una bocanada de aire fresco en un género que aun tiene esperanzas. El detonante de la historia es secundario y para nada inusual, pero es la ejecución y el ritmo de la película lo que hace que John Wick funcione como un relojito (o más bien como una bomba de tiempo). El detonante en este caso es que el bueno de Keanu, que aquí interpreta a un ex-sicario, es sacado del retiro cuando la mafia rusa se mete con su perro y su auto. Grave error que provocará que durante la primera mitad del film los rusos se refieran a John Wick como "el hombre de la bolsa" o como le conocemos en Argentina, "El Cuco". Y lo que resta es pura venganza sangrienta y grotesca. Pese a la inexperiencia de los directores, John Wick logra no solo reposicionar a Keanu Reeves como un referente del cine de acción, sino también reencauzar un género que por momentos parece perder su identidad. Quizás lo único que faltaba era volver a lo básico y ejecutarlo con efectividad y entereza.
Dulce venganza La estelaridad de Keanu Reeves pudo haber decaído en la última década luego de la trilogía de Matrix, pero no necesariamente ello se volvió una sentencia. Por el contrario, la industria volvió a recibirlo como figura central luego de participar en varios filmes de éxito relativo y hasta dirigir su propia película. Y lo hace con un rol que le calza como un guante: un asesino a sueldo retirado que vuelve a las pistas para vengar la muerte de... su perro. "No es un don nadie. Es John Wick", dice el jefe de la mafia rusa con una mueca de terror para presentar al personaje del ex-Neo, en un pronunciamiento que puede extenderse de la ficción a la vida real. Tanto Wick como Keanu están de vuelta. Y para bien. La mención a la saga de los hermanos Wachowski tampoco es arbitraria. Chad Stahelski y David Leitch, ambos coordinadores de dobles en la trilogía Matrix, debutaron dirigiendo al actor en este thriller que entrega con fidelidad lo que promete. Sin control tiene una buena dosis de acción y violencia y no faltan persecuciones, peleas cuerpo a cuerpo y explosiones. No vale pedir otra cosa. Pero lo más vistoso que propone el filme es el uso del gun-fu, esa técnica que combina artes marciales y tiroteos que popularizó en Hollywood el director chino John Woo (Cara a cara, Misión imposible 2) y que en este caso toma vuelo y altura, sin derrapar nunca en el grotesco. Antes de comenzar el sincronizado y acelerado juego del gato acechando al ratón, John Wick es introducido sin mucho material de relleno. Pocos minutos son necesarios para explicar quién es ese hombre con expresión rígida que sale a asesinar, armado hasta los dientes, al crimen organizado que rige Nueva York. Le sigue un argumento sólido centrado en una guerra personal que no se demora. Todos sospechamos quién va a ganar, pero eso no es lo importante. Mientras tanto, se suceden personajes pintorescos a cargo de Alfie Allen, Willem Dafoe y Adrianne Palicki, pero el más atractivo es el villano, protagonizado por el sueco Michael Nyqvist (Millenium), quien logra aportar la cuota expresiva a la dupla protagonista. Todos ellos se desenvuelven en una ciudad sombría y nocturna con toques caricaturescos, en la que John paga con monedas de oro, un hotel es una suerte de “zona franca” y aparece un servicio de limpieza que opera como en la Nikita de Luc Besson. Cada escena en Sin control está pensada con precisión quirúrgica, tanto que Reeves debió aprender de memoria las coreografías, siempre musicalizadas a tono. Por momentos, la acción recuerda a un videojuego, o a un entrenamiento policial. El resultado: una experiencia vertiginosa y entretenida en la que Keanu entrega una interpretación que le hace honor a su famosa esclerosis actoral pero también a su presencia en la pantalla. En buena hora.
Búsqueda implacable Chad Stahleski y David Leitch hacen su debut detrás de cámara luego de una amplia experiencia como coreógrafos de artes marciales y dobles de acción –de hecho, el primero lo fue de Keanu Reeves en Matrix, donde se conocieron, y también en Sin Control– además de haber coordinado escenas de acción en Iron Man 2, Los Indestructibles y su respectiva secuela, y El mecánico, entre una larga lista. Un Keanu parco como solo él puede serlo, con pelo largo, barba tupida y vestido de etiqueta cual Agente 47, regresa a la pantalla grande como un asesino retirado que se verá obligado a volver a lo que mejor sabe hacer cuando los mafiosos rusos para los que trabajaba se meten con su perro –regalo póstumo de su esposa– y con su preciado auto: un Mustang Boss 429, modelo del año 1969. Porque los héroes de acción no necesitan demasiadas razones para activarse en modo máquina de matar. Así las cosas, la venganza no solo será terrible, sino también sangrienta y, por supuesto, divertida. El gran acierto de la película, que marca la vuelta del actor al género que le calza como un traje hecho a medida, es la combinación correcta de todos los ingredientes más una cucharadita de amor extra por el cine de acción. De esta manera, todo es válido en el universo que se plantea, también la inverosimilitud –puesta sobre todo en el desencadenante de la cacería–, que no desentona para nada con la propuesta general, en la que incluso hay espacio para el videojuego –con referencias literales en algunos momentos, o siguiendo la lógica de los juegos en otros, el protagonista que debe superar distintos obstáculos, cada vez más difíciles hasta cumplir su objetivo-. El tándem Stahleski-Leitch nos sumerge en un universo casi fantástico que funciona como una especie de submundo habitado solamente por sicarios, mafiosos, mercenarios y sus mujeres ocasionales. En una gran esquina de este mundo paralelo –en el que todos los miembros de este clan son vistos como hombres de negocios–, existe un imponente edificio art decó que, como una suerte de hotel de lujo, los hospeda perfectamente conscientes de lo que harán durante su estadía. Eso sí: los asuntos de “negocios” se llevarán a cabo fuera de las instalaciones, porque el recinto puede ser utilizado solamente como un refugio con leyes específicas de protección a sus clientes, servicios médicos ultradiscretos incluidos por si regresan ensangrentados, y de entretenimiento las 24 hs, claro. A este espacio se le suman una Iglesia bastante pomposa que sirve de fachada para otro asunto, y un boliche que se encuentra dentro del hotel y que será escenario de una de las mejores -y más extensas- escenas de acción de la película que incluye tiroteo, combate cuerpo a cuerpo y todo tipo de piruetas que terminarán, desde luego y para nuestro goce, con la destrucción masiva del lugar. La originalidad argumental es lo de menos. Sin Control, como todas las películas de acción, se basa en el movimiento, y el dúo detrás de cámaras sabe de timing para la acción: secuencias con precisas coreografías que despliegan una amplia gama de artes marciales –jiu jitsu, judo, kung fu– combinadas con un gran manejo de diversos tipos de armas en escenas de suma agilidad, ritmo y mucho pulso para la acción. La banda sonora a cargo de Tyler Bates –que además de ser el responsable de las bandas de Halloween, Amanecer de los Muertos y Killer Joe, entre otras, es compositor de música para videojuegos– y Joel Richard es el perfecto telón de fondo a pura electrónica para un largo catálogo de disparos a quemarropa, largas secuencias de acción imparable y una magnífica persecución en auto en la que el protagonista atropella a uno de los mafiosos, levantándolo por encima de su capot y disparándole a través del techo hasta que cae muerto en el suelo. Porque hay que saber moverse para ser un héroe de acción, por más mínimo que sea ese desplazamiento y Keanu Reeves lo sabe. Por eso, los directores le quitan el peso de cualquier tipo de actuación dramática de encima. Entonces, con la trama relegada a un segundo plano, lo que importa –y mucho- es el juego con los espacios y el color: esa paleta furiosa que baña la pantalla de rojos y azules culminando con un clásico duelo final mano a mano: porque los verdaderos enemigos pelean con los puños. Cabe destacar, por si todo lo dicho anteriormente no fuese suficiente, a algunos personajes secundarios más que interesantes como el sicario interpretado por Willem Dafoe y sus pómulos más filosos que nunca y el team designado por los personajes para limpiar y borrar rastros de las masacres ocasionadas. Sin Control es una película que tiene oficio y lo demuestra con su actualización del mejor cine de acción clase B al servicio de las posibilidades del gran espectáculo, con un tratamiento estético y una estilización de la violencia que va desde lo mejor de John Woo –decenas de extras cayendo como moscas al paso del protagonista-, es atravesado por Tarantino y llega hasta Luc Besson. Todo junto en una suerte de Nueva York distópica y carpenteriana, en explosivo surround y una pantalla que, cuanto más grande, mejor.
¡El regreso de Keanu Reeves! Tras olvidar raudamente que existe ese esperpento llamado 47 Ronin, no puede ser más satisfactorio la inyección de adrenalina que se siente al ver John Wick, un film de acción hecho por gente que entiende del género, y que toma una propuesta bien simple y la eleva hacia límites insospechados. Los directores Chad Stahelski y David Leitch - ambos provenientes del campo de los dobles de riesgo - fueron convocados por el mismo Reeves para hacerse cargo de esta historia donde un asesino a sueldo retirado lo pierde todo en un abrir y cerrar de ojos. No hay mucho para revelar en materia de trama, pero mejor si se reservan ese pequeño y amoroso disparador de eventos que pone al personaje del título original en camino a una rápida y cruenta venganza. El catalizador puede ser vergonzosamente sencillo, pero el tratamiento de los directores y la emoción que le extraen a Reeves hacen que uno se sienta empatizando con él casi de inmediato. No mucho tiempo después comienzan los balazos a diestra y siniestra, y no se detienen hasta el final. Lo que separa a John Wick de otros vehículos de acción de estrellas al estilo de Steven Seagal es la estilización de la acción. A mitad de camino entre la coreografía armada - gun fu - y el arte de la acción, Stahelski y Leitch le sacan provecho a los diferentes escenarios donde tienen lugar los intercambios de balas. Ya sea un suntuoso club nocturno con un sótano convertido en spa, o un hotel donde pasan a descansar diferentes asesinos a sueldo, el film se sostiene en dichas escenas de acción, que van creciendo en intensidad conforme John Wick se vaya acercando a su objetivo final. Y no sólo de la venganza vive el film. A medida que se siguen agregando jugadores a la caza de John, un mundo subterráneo va saliendo a la luz. La mitología de este mundo encuentra su pináculo en el hotel Continental, donde la estadía se paga con unas extravagantes monedas de oro que varios personajes tienen en su poder. Hay una cofradía de asesinos con su código de conducta, y a la vez que John busca su venganza, el espectador va uniendo piezas sobre este mundo culto rebosante de gente asesina. No me extrañaría que volvamos a ver dicho ambiente en una secuela. Volvamos a la acción. Rauda, violenta a más no poder, donde cada tiro y cada golpe de puño duelen. Y en el centro, un inspirado Reeves, a quien el papel le viene como anillo al dedo para hacer un regreso a pura fuerza. Quizás su héroe con más corazón y calidez desde el agrio Elegido de The Matrix, el actor libanés está perfectamente acompañado por un elenco que incluye al villano ruso de Michael Nyqvist, la deliciosa Adrienne Palicki como una asesina que se cruza en el camino de Wick, y la soltura de Willem Dafoe como un francotirador amienemigo de John. Por supuesto, el villano de Alfie Allen es detestable y da placer verlo correr por su vida mientras las balas lo rozan. No se esperaba much de John Wick, pero lo que se obtiene a cambio es una extraordinaria película de acción que humilla a otras compañeras del género. Cruzamos los dedos para que una secuela se materialice en el futuro próximo.
El hombre de la bolsa Keanu Reeves es un actor limitado. Uno que me cae particularmente bien. Pero en cuanto a su versatilidad, se puede decir que tiene tres gestos (que no varían demasiado). Si tiene un talento, seguramente sea el de acertar con algunos proyectos. En Sin Control (traducción carente de sentido de John Wick) su escasa expresión juega a su favor. John Wick, nuestro antihéroe del titulo, solo necesita tres expresiones: una para antes de matar, otra para cuando esta matando, y la última, cuando ya mató. Qué no difiera una de otra, resulta ideal. Sin Control es una historia salida de un cómic. Sería algo así: un hombre (Reeves) debe darle una lección a un joven estúpido qué se calienta con su auto cuando lo cruza en una estación de servicio. El pibe (Alfie Allen) se cree pistola porque es hijo de un mafioso ruso. Ve al mundo como un inmenso kiosco. Pero dentro de ese universo paralelo de asesinos hay códigos. Uno es no te metas con John Wick. Otro, que la sangre tira. Por eso ese líder de la mafia rusa, interpretado de manera genial por Michael Nyqvist, debe proteger a su inútil vástago, un nuevo rico que solo tiene ínfulas de poder (un heredero que cree en el derecho divino). Pero esta vendetta no es por un auto. El tema es que Wick había perdido a su mujer y ella, románticamente, le había dejado como último recuerdo un pequeño cachorro. Qué de casualidad se tope con unos rusos más malos y crueles que el camarada Stalin es el who-gives-a-fuck de la película. ¡Los mafiosos le matan al perro! (eso no se hace ni aún siendo mafioso ruso). Esto va a obligar a que John Wick salga de su retiro voluntario. ¿Y quién es John Wick? Digamos que no te metés con él si querés seguir vivo. Una mezcla de El Justiciero (The Equalizaer) de Denzel Washington y Liam Nesson en cualquiera de sus facetas actuales de héroe de acción (no como Oskar Schindler por ejemplo). Pero a diferencia de ellos, este recorrido salvaje y recargado no tiene más asidero que una venganza. Sin lecciones. A lo sumo, no te metas con John Wick o con mafiosos rusos. Keanu Reeves cumple de manera inconmovible. Y viene bien la aparición de actores solventes. Un grande como Willem Dafoe ocupa el rol del asesino Marcus. Dafoe es conciso y efectivo. Uno de esos actores cuya sola presencia marca territorio, nunca pasa inadvertido. El otro buen aporte (además del mafioso interpretado por Michael Nyqvist) es el británico Ian McShane, dueño de un hotel para asesinos en medio de la ciudad donde los modales son primordiales (o sea, nada de asesinatos en el lugar). En ese mundo de asesinos y mafiosos, la dupla de directores debutantes Chad Stahelski y David Leitch, trata de ponerle una interesante impronta visual para que el tiro, muerte, tiro, chiste, muerte y más tiros, no resulte monótono. Su sencillo y directo planteo de venganza le juega a favor, aunque puede agotar si a uno no le interesa la acción por la acción. El relato quizás tenga uno que otro agujero (de tantos balazos), pero no es determinante considerando que hablamos de la historia de un ex asesino invencible contra toda una organización mafiosa (¡por qué le mataron al perro!). Algunas libertades se tomaron, por ejemplo, no liquidar al loco Wick cuando existe la oportunidad. Siempre hay un discurso de más. Pero bueno, es Hollywood. Sin Control se pude tomar con humor. Un feliz (y violento) entretenimiento de un hombre imbatible que venga a su perro, y aunque no se llegue a explotar el potencial de diversión descerebrada, se agradece la ausencia de redención o justicia. Una de tiros y a la bolsa.
Exageración es igual a disfrute De vez en cuando, surgen películas que son pura forma, que parecieran pedir un disfrute vertiginoso, sin demasiada reflexión, aunque hay visibles huellas en sus composiciones que delatan que no son puro ruido -como podría ser Transformers: la era de la extinción-, que hay un conocimiento del género que abordan, al que buscan reformular, como en el caso de Escape imposible. Sin control -el título original, mucho más apropiado y representativo, es John Wick- es un film que va en esa línea, avanzando a los tiros, dejando de lado todo tono ceremonioso. El arranque es un tanto dramático, con el personaje del título, interpretado por Keanu Reeves -cuya mediocridad expresiva pero fisicidad en sus movimientos en este caso es plenamente funcional-, comenzando el luto por la muerte de su esposa, quien prácticamente desde el más allá le envía un regalito, que es nada menos que una encantadora perrita. Pero claro, una noche entran unos matones -uno de ellos hijo de un jefe mafioso ruso- en la casa del protagonista con el simple objetivo de robarle su lujoso Mustang, le dan una paliza y matan al animal. Error, gran error, porque John no es un salame cualquiera, sino un legendario asesino a sueldo retirado que unirá el dolor por la muerte de la cachorra con el luto por la partida de su mujer y la molestia por la pérdida de su auto, hará con todo eso una bola inmensa de rencor y volverá al ruedo, es decir, a matar a todos los que se le crucen en el camino rumbo a su venganza. Y si todo esto suena un tanto disparatado, Sin control no se preocupa demasiado por darle a esa premisa una racionalidad, sino lo que necesita, que es un verosímil cinematográfico: todo es exagerado en el relato, desde la perrita de tamaño y caritas adorables, que conmoverían a Stalin, hasta la furia de John, pasando por su habilidad para asesinar. Si a eso se le suma la construcción de una especie de submundo donde desfilan criminales dedicados al negocio del homicidio con profesionalismo extremo; un hotel (¿?) que sirve de refugio a los delincuentes y a la vez como territorio neutral para las disputas mafiosas; un servicio de limpieza de escenas del crimen dirigido por un viejito muy particular; y hasta el uso de monedas de oro para pagar las prestaciones previamente mencionadas, el combo está completo. Todo este paquete está envuelto en la acumulación de numerosas secuencias de acción muy físicas e impactantes, con una puesta en escena donde se privilegian los planos de conjunto y el montaje fluido en función del entendimiento de todo lo que sucede dentro del cuadro. Sin control es un film que no cuida mucho a sus personajes, básicamente porque están para morir o ser heridos -de hecho, cuando deja ver ciertos rastros de sensibilidad o profundidad es muy poco creíble-, sólo buscando inflar cada vez su composición artificiosa, su carácter de entretenimiento exagerado, absurdo y definitivamente simpático. Veloz y potente, hace de lo efímero una virtud, sin ninguna clase de culpa.
John vendrá por ti Tras un tráiler a pura fibra, John Wick (en Argentina bajo el título de Sin control), atrae principalmente a seguidores del cine de acción y de toda propuesta pochoclera. Los directores David Leitch y Chad Stahelski se valen de la presencia de Keanu Reeves como protagonista en el rol de un asesino a sueldo retirado con sed de venganza (¿cuántas veces se ha visto esta historia?). John Wick sufre la pérdida de su esposa y lo único que le ha quedado de ella es un cachorro que le obsequió. Una noche, un grupo de gánsteres rusos le roban su auto y también la vida al pequeño Beagle. El problema para ellos radica en que no saben con quién se han metido hasta que el padre del líder de la banda que arremetió en esa oportunidad lo explica. John no va a parar hasta hacer justicia por cuenta propia. Películas con una trama similar se pueden encontrar y mencionar varias. No hay nada que no suene trillado en este tipo de historias, la diferencia radica en cómo volcar los acontecimientos a la pantalla. Por citar un caso más reciente, John Wick se asemeja bastante a The Equalizer. Tanto Reeves como Denzel Washington interpretan (cada uno en su film, lógicamente) a tipos solitarios que se meten contra la mafia rusa. Lo que varía es que Keanu, si bien redondea una buena performance, no es Denzel ni tiene la solidez natural que el actor de Man on Fire ha sabido demostrar para papeles de este estilo. La proyección de Leitch y Stahelski carece de un guión virtuoso; tampoco pretende sacar rédito de ello, dado que las fichas están puestas sobre lo que las secuencias de mayor adrenalina y violencia puedan ofrecernos. Como ejercicio de acción, John Wick funciona principalmente en la primera hora, en la que se puede disfrutar por la dinámica y el timing de los enfrentamientos que se dan en diferentes escenarios. Lo que acontece más adelante se torna repetitivo, predecible y, lamentablemente, peca por su carencia de nervio. Referencia especial para el apartado técnico, en donde se nota un apreciable trabajo de fotografía, con tonos oscuros, sumado al buen resultado que se extrae de la combinación entre el aspecto sonoro y la variedad de planos y movimientos ágiles de cámara. En narraciones como ésta, la discusión sobre la verosimilitud de los hechos que se exhiben siempre se halla presente. Llama la atención que nuestro intérprete principal sea respetado y temido a elevados niveles por sus antagonistas, siendo algo que definitivamente despoja de tensión a la cinta, quitándole asimismo ferocidad a los villanos de turno. LO MEJOR: la primera hora. Las escenas de acción. LO PEOR: previsible. Historia vista muchas veces. PUNTAJE: 5
Hollywood tiene tantos matices en la composición de su constelación de estrellas que uno podría tomar, entre tantos nombres, un puñado de actores que cumple el sólo propósito de estar en la pantalla para un (in) determinado fin. Hollywood tiene tantos matices en la construcción de su industria que hasta hay películas en las cuales sólo podría haber un actor o actriz en el rol protagónico, independientemente de sus capacidades expresivas, la escuela en la cual estudió o sus técnicas de composición de personaje. Se produce tanto que hasta gente sin otro talento que el physique du rol tiene su lugar en la historia. Sin dudas es la tierra de las oportunidades para quienes tengan la virtud de la paciencia, habilidad para elegir (entendiendo sus limitaciones), y un representante lo suficientemente “bicho” para entender, no sólo la madera de la cual está hecho su representado, sino también el tipo de bote que se puede construir con la misma. También es cierto que dos o tres traspiés (casi un trabalenguas), seguidos en términos de taquilla y calidad, pueden hacer de una carrera prometedora y con futuro una caída en picada sin fondo definido. Preguntémosle sino a Nicolas Cage. Desde 1989 hasta 2015 Keanu Reeves no será recordado jamás por deslumbrar con sus trabajos, pero Neo, al igual que el robot Terminador, por ejemplo, hay uno sólo. Tan cierto como que hay sólo una (e irrepetible) saga de “Matriz” (1999/2003) o de “Terminador” (1984/2003) y estas, a su vez, se identifican con un rostro. John Wick es un ex asesino que se “despierta” furioso a su nuevo oficio por venganza contra gente muy mala. Terrible. Es eso. Para qué decir más. Una de tiros por venganza. El trabajo de Keanu Reeves cumple con lo que pide la historia, pero para los más observadores es como si en lugar de “desconectarse de la “Matrix”, Neo hubiera encontrado laburo de matón. Habla igual, se mueve igual, y dispara igual. Si “Sin control” se hubiese estrenado en los ‘70, hoy sería un clásico al estilo “El vengador anónimo” (1974, pero hay dos grandes diferencias entre ambas (hay cientos, pero usaremos ésta como ejemplo de acá en adelante). Una es la factura técnica, pues el clásico con Charles Bronson no tiene nada que hacer frente a esta producción. La realización de Chad Stahelski y David Leitch (es una co-diercción a pesar de lo que dicen los créditos) remite a exponentes de un grande del cine de acción como John Woo. Por espectacularidad en su concepción estética las más cercanas a éste estreno son probablemente “Contracara” (1997) u “Operación cacería” (1993). Estamos frente a una de acción “filmada del carajo”, como diríamos entre amigos, razón por la cual cada uno de los rubros técnicos es impecable, en especial el diseño de sonido que se potencia aún más cuando hay cámara lenta. Sin embargo, hay una cuestión temporal que impide ir más allá de entender que las herramientas técnicas en la década del 70 eran muy distintas con lo cual, vista hoy en su contexto, “El vengador anónimo” todavía funciona bien. La otra diferencia es más grave y es donde “Sin control” queda en jaque: el guión. El personaje de Charles Bronson reaccionaba contra pandilleros que habían violado y matado a su mujer; Acá John Wick se despacha a tiros contra la mafia porque al no querer venderle el auto a un gángster desubicado, éste se la agarra con su perro (¡¿?!). Convengamos que es más endeble la justificación, y por ende no queda otra que “comprar” o irse de la sala. Olvidado el percance de los guionistas, que bien podrían haber buscado la parodia en lugar de hacernos reír con lo serio con que se toman el asunto.”Sin control” se regodea en lo que mejor hace: entretener con acción de máxima tensión.
El gran Keanu Reeves aquí es un asesino retirado que se ve obligado a volver a la acción. Pero lo que podría ser una más de tiros, es otra cosa: un film estilizado, con escenas de acción que capturan la mirada y la imaginación, más un protagonista que comprende lo que hace y se divierte ejerciendo el oficio del tiro y la piña. Hay algo de historieta y también de tragedia en esta película, más original de lo que da a entender su sinopsis.
Por Dios, cómo esperaba una película como ésta. John Wick es intensa, visceral y deliciosamente absurda. Mientras que la historia es un cliché y resulta totalmente previsible, el placer (culpable) se encuentra en los detalles, que están plagados de excentricidad y están jugados como Dios manda. No romperá ningún molde pero, por favor, es diversión garantizada en un 120%. En mas de un sentido la historia de fondo de John Wick es ridícula. Me hace acordar al estúpido trailer falso que aparecía en El Ultimo Gran Héroe - mataron a su primo segundo... y ahora está enojado! -. Keanu Reeves es un tipo retirado, el cual viene pasando un momento terrible después de perder a su mujer tras una larga enfermedad. La frutilla del postre es una entrega a domicilio - acordada por su esposa desde meses antes a su inevitable desenlace -, la que implica la llegada de una hermosa cachorrita Beagle. Como suele pasar en el cine, cuando uno se encariña demasiado con los personajes es que los mismos van a ser boleteados en el corto plazo, y eso es lo que le pasa a la Beagle. La perrita se roba todas sus escenas con su rabito alegre y su cara de fiesta, hasta que alguien le aplasta el cráneo con un bate de baseball. Ups, mal día para matarle la mascota a Neo, quien mete el programa de Terminator en la diskettera y sale a full a exterminar gente. Todo porque unos rusos idiotas - hijos de algunos capo mafia instalados en la ciudad, y tipos realmente jodidos para ofender - quisieron quedarse con el Mustang Boss de Neo. Lo que desconocen estos palurdos es que el flaco es el asesino mas letal que existe en la Tierra después de la epidemia de la Peste Negra de 1347, y ahora los ha puesto en su mira. No, no se trata de un autito y de un perrito, sino de los fetiches de un asesino a sueldo retirado, elementos que le daban un viso de normalidad a su vida y que - ahora que han desaparecido - le han quitado todo tipo de cable a un tipo que a duras penas se mantenía cuerdo. Una vez concluido el Acto I, John Wick se mete en un territorio extraño, el cual - por momentos - roza la excentricidad comiquera propia de Wanted - Se Busca. Ahora vemos que el tipo tiene un cargamento de monedas de oro enterrado en el sótano, y que las mismas son la moneda de cambio para un submundo secreto y oscuro compuesto por asesinos de élite, los cuales tienen garitos exclusivos escondidos en las cloacas de la ciudad, y/o que usan un peculiar hotel céntrico como una especie de zona desmilitarizada - allí nadie puede matar a nadie, ni negociar contratos con nadie, e incluso el servicio de lavandería del hotel se hace cargo de hacer suturas, conseguir municiones y desaparecer cuerpos si fuera necesario -. Como Wick ha comenzado su vendetta personal contra media mafia rusa, a estos tipos no les importa demasiado los reglamentos de la profesión sino bajar a Reeves de un hondazo antes que llegue a su objetivo. Es por ello que las balaceras proliferan en el hotel, y pronto todo esto se transforma en un todos contra todos. Si hay algo que sobresale de John Wick, es que colma las expectativas sobre el protagonista (e incluso las supera). Durante media hora vemos a todo el mundo diciendo "Uy, Dios... ofendiste a John Wick!. Ese tipo es un asesino legendario!" y, después de semejante autobombo, el filme termina concretando el delicioso postre que todos estábamos anticipando. No es como el geronte de Denzel Washington peleando a 2 kilómetros por hora en The Equalizer; Reeves es expeditivo y brutal, y usa las pistolas para pelear y matar de maneras novedosas - es como si aplicara una versión 2.0 (y mucho mas copada) del Gunkata de Equilibrium, aunque con menos dosis de idiotez en el libreto -. Es frecuente que le pegue tres tiros en la cabeza a cada oponente, o que salte encima y se enrosque sobre su cuello para entrangularlo con una pierna o con su corbata. No será tan impactante como La Identidad Bourne, pero igual no deja de ser muy bueno. Mientras que Reeves es muy bueno en lo suyo - taciturno, cínico y expeditivo -, el cast que lo acompaña es notable. El que se destaca es Michael Nyqvist (Millennium), que hace de mafioso ruso y vendria a ser el padre del idiota que robó el Mustang a Reeves. Nyqvist le aporta urbanidad y racionalidad - es un tipo que sabe que su hijo metió la pata y, llegado el momento, comprende que debe dejarlo a su suerte debido a haber ofendido al Diablo en persona -, y lo vuelve un personaje tremendamente disfrutable. La otra muy buena es Adrianne Palicki (Mujer Maravilla), que destila maldad y sensualidad, y va obteniendo los roles que su carisma precisa. John Wick es una gozada de principio a fin. Los personajes no se andan con vueltas, el ritmo es imparable, la acción está coreografiada con excelencia y la historia - aún cuando sea remanida - está contada con talento. No existe ni un solo personaje - en toda la trama - que no tenga el curriculum manchado con sangre; es por ello que esta guerra entre asesinos y antiheroes resulta tan disfrutable, simplemente porque todos son tan inteligentes y despiadados en lo suyo. Desde ya, una pelicula gloriosa y altamente recomendable, y un anticipo de lo que puede ser una franquicia realmente deliciosa.
Una ensalada que mezcla un poco de Jack Reacher, Machete, The Raid, John Rambo, Crank, The Transporter, James Bond, Bullit, Taken, Drive y funciona. Keanu Reeves en modo badass en un film entretenido y diseñado para convertirse en franquicia.
Crónica de una venganza anunciada. El cine de acción de hace dos o tres décadas atrás solía carecer de pretensiones argumentales, concentrándose exclusivamente en las escenas de acción. John Wick trae reminiscencias de aquella época del género, por su indudable compromiso para con el espectador a la hora de los golpes y las balas, pero la experiencia, divertida e impactante por momentos, no llega a satisfacer del todo por sus evidentes deficiencias narrativas. Otra simple e inverosímil historia de venganza arriba a la pantalla. John Wick se debate en una dualidad de alto contraste: es extremadamente superficial en lo narrativo, pero de una enorme profundidad en lo técnico. En general, su cinematografía es de primerísimo nivel, pero en particular, sus secuencias de acción son viscerales, creativas e imponentes como pocas veces vemos en el cine. No caben dudas de que la película posiblemente cuente con muchas de las mejores escenas de acción que se han visto en los últimos años, y eso seguramente será suficiente para muchos. Otros tantos, sin embargo, encontrarán un relato vacío de contenido. John Wick es un personaje al que se le podría sacar mucho más jugo del que efectivamente se le saca. Con apenas un poco de trabajo en el guion, conservando la simpleza de la historia, ésta es una película que tranquilamente levanta dos puntos. Hay personajes e ideas interesantes que con escaso desarrollo podrían llenar su notable vacío narrativo y nutrir la propuesta con algo más que sólo grandes escenas de acción. Es quizás de visión indispensable para los fanáticos del género, pero no es más que apenas un buen entretenimiento para el resto de la audiencia.
VideoComentario (ver link).
Nace un nuevo áspero del género de Acción "John Wick" es una nueva película de acción con ganas de convertirse en una saga exitosa. Los dobles de riesgo, Chad Stahelski y David Leitch, hacen su debut como directores dándole vida a un nuevo personaje en el universo de los antihéroes de acción, y lo hacen a lo grande. Lo primero bueno que puedo decir de esta película es que está muy bien filmada, con un ritmo muy dinámico, una estética elegante e hipnótica que parece sacada de un comic y con algunas de las mejores secuencias de acción que he visto en el último tiempo. Ambos directores hicieron uso de su vasta experiencia como dobles de riesgo y lograron coreografiar peleas cuerpo a cuerpo y tiroteos de lo más realistas y espectaculares. Por el lado del guión, no hubo una tarea especialmente original pero sí se logró, junto al trabajo de los directores, brindar una historia simple pero creativa que trajo consigo lo que podría ser el universo oculto de la mafia organizada a nivel mundial. Asesinos a sueldo que llevan vidas públicas aparentemente respetables, áreas neutrales de reunión con códigos seguidos por todos los grupos criminales, fachadas impensables que esconden capitales mal habidos, lujos que pocos podrían imaginar. Todo un mundo mafioso que resulta increíblemente atractivo. ¿De qué va la trama? John Wick es un legendario ex asesino a sueldo de la mafia que por amor se alejó de todo ese sórdido mundo para llevar una vida ordinaria. Luego de que su esposa falleciera a causa de una enfermedad terminal, el mundo de Wick se viene abajo y pierde las esperanzas de vivir que había recuperado con su amor. Su esposa, sabiendo de su vulnerabilidad, le deja como legado a un pequeño cachorro de perro para que siga adelante y tenga alguien por quien vivir. En una mala jugada del destino, se topa con un grupo de mafiosos que asesina a su perro, lo último que le quedaba de su amada esposa, y hasta le roban su auto, lo segundo más importante que le quedaba. Esto genera que saque nuevamente toda su furia afuera y vuelva al ruedo para vengarse de aquellos que decidieron meterse con sus seres queridos. Como verán es una historia simple de venganza y redención, pero que cobra mayor relevancia cuando vamos viendo como decidieron relatarla. Por el lado de las interpretaciones, tenemos a un renovado Keanu Reeves ("Matrix", "Máxima Velocidad") que marca su gran vuelta al cine de acción y patea traseros con mucha clase y aspereza. El villano interpretado por el sueco Michael Nyqvist ("Millenium") también resulta carismático y hasta hace que el espectador se identifique bastante con él y las decisiones que toma a lo largo del metraje. Los demás que completan el cast como Willem Dafoe ("Pelotón"), Adrianne Palicki ("G.I. Joe"), Alfie Allen ("Game Of Thrones"), Ian McShane ("Piratas del Caribe: Navegando aguas misteriosas") y el resto hacen un buen trabajo de acompañamiento lo que suma puntos en la calidad final del film. Una muy buena propuesta para entretenerse y disfrutar de la vuelta de un grande como Keanu. Si hacen una saga, ojalá todas las secuelas tengan la calidad de este primer trabajo. Recomendable.