La fórmula La coproducción entre Argentina y España vive un momento de bonanza desde hace ya varios años y Sólo se vive una vez (2017), la ópera prima cinematográfica de Federico Cueva, escrita en colaboración por Sergio Esquenazi, Nicolás Allegro, Chris Nahon, Mili Roque Pitt y Axel Kuschevatzky, es uno de los resultados de esta fructífera colaboración. En un intento de estafa fallido, Leonardo Andrade (Peter Lanzani), un embaucador de poca monta que filma los encuentros sexuales de su novia con hombres casados de buen pasar económico y mucho que perder, se ve envuelto en el asesinato de un científico y empresario a causa de la patente de una fórmula para enfriar carne que aún padece de severos efectos secundarios para la salud en su aplicación. Un grupo empresario extranjero, dirigido por Duges (Gérard Depardieu), está dispuesto a todo para conseguirla y persigue a través de sus subalternos, Tobías López (Santiago Segura) y el sicario Harken (Hugo Silva), a Andrade por algunos escenarios emblemáticos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para quitarle el papel con la fórmula que su novia, Flavia (Eugenia Suárez), le robó a López en su intento de escape. En su huida, Leonardo le sustrae su atuendo a un devoto de la religión judía, que asiste a un encuentro de la colectividad hebrea en Buenos Aires, para escabullirse en un prestigioso hotel del centro porteño. En el centro judío es recibido por el rabino Mendi (Luis Brandoni), quien lo introduce entre los adeptos y le asigna como compañero de cuarto a Yosi (Darío Lopilato), un judío ortodoxo enamorado de Sara (Arancha Martí), la hija del rabino. El protagonista le solicita ayuda a su hermano mayor, Agustín (Pablo Rago), quien se desentiende del asunto al principio pero es secuestrado más tarde por los secuaces de Duges, entrando por la fuerza en la trama para introducir una dinámica cómica de contradicciones, diferencias y semejanzas entre ambas religiones. A través de la extravagante aparición de Depardieu, la divertida exegesis de Hugo Silva y la extraordinaria versatilidad histriónica de Santiago Segura, Sólo se vive una vez introduce en enormes dosis un tono de comedia que se combina con las escenas de acción, las excesivas explosiones, las apremiantes persecuciones y los guiños cinematográficos a films como Testigo en Peligro (Witness, 1985), de Peter Weir, y Los Intocables (The Untouchables, 1987), de Brian De Palma, entre otros. Aunque no siempre causen gracia los gestos y los inofensivos chistes -principalmente a costa de la religión- del trío argentino Peter Lanzani, Pablo Rago y Darío Lopilato, tampoco desentonan en un opus que busca combinar la idiosincrasia irreverente argentina, la severidad europea, la visión ya estereotipada por la repetición constante del modelo del antihéroe -que debe combatir a los delincuentes empresarios de guante blanco- y la tradición judía, que sirve de contexto para enriquecer el guión. Ya sea a través del estilo de los títulos, la estética del film, la reverencia del protagonista a la banda de rock pesado Kiss (especialmente al tema I Was Made for Lovin’ You, del disco Dynasty, de 1979) o de las citas cinematográficas, Sólo se vive una vez remite constante y conscientemente a las películas de acción de los años ochenta por su trajín, temática y tratamiento de la misma, en un ejercicio de contemplación del ayer muy en boga en una época indolente y apática como la nuestra, que busca en el pasado lo que no puede producir en el presente. A pesar de esto, el film logra agradar a través de sus personajes secundarios, como Brandoni, que con muy pocas escenas genera un impacto mayor que el resto del elenco nacional durante todo el film. Ya sea homenajeando a estereotipos del cine argentino como el personaje fóbico o el debilucho que se hacen héroes en los films cómicos de los años ochenta que protagonizaban Emilio Disi y Guillermo Francella, por ejemplo, la obra de Cueva busca a cada momento el recuerdo de ese período y sus producciones en la memoria del espectador para generar risas y sonrisas sin pretender nada más que crear un limbo temporal de entretenimiento en tiempos de crisis de ideas.
Solo se vive una vez es un claro homenaje a las películas de acción de los 80’s con el condimento de la “argentinidad”. La historia de la película es bastante básica. Leo, el personaje de Peter Lanzani, es un estafador que básicamente usa a su novia para poner hombres con dinero en circunstancias complicadas para después extorsionarlos. Como es de suponer, en un momento se mete donde no debería, hecho que lo obliga a escaparse y esconderse mientras dicho hombre y sus matones lo buscan por todos lados. Si les parece conocida la premisa es básicamente porque la han visto mil veces. En innumerables películas a través de las ultimas 4 décadas. Si bien es divertida, las escenas de acción estan bien filmadas y ninguno de los actores desentona con la cinta (desde Pablo Rago a Dario Lopilato) el problema es que la película atrasa. Y cuando digo que atrasa, es porque es Comodines (1997) en una versión actual. El éxito de Comodines en su momento era que ese tipo de cine no se hacia en el país. Nadie se concentraba en la historia, los personajes, la historia, el guión, que se notaran los dobles de riesgo o los errores que tenia, porque no era lo importante. Era una película de Van Damme, de Stallone o de Schwarzenegger pero hecha acá, en nuestro país. Pero pasaron 20 años desde Comodines. El cine nacional evoluciono, dando no solo producciones que ganaron el Oscar, sino constantemente demostrando que puede competir con cualquier película de Estados Unidos. Si bien la película es correcta, cumple con todos los puntos que promete, y las escenas de acción, etc. estan mas que correctas, nos deja con la idea de que falta algo, y ese algo es un guión original, dirección de actores (no es casualidad que esta sea la opera prima de Federico Cueva, que se especializa en efectos visuales y coordinación de dobles) y, lo mas importante, la intención de contar una historia, en lugar de escribir un guión que sirva para conectar las escenas de acción que querían hacer. En conclusión, la película es correcta. Cumple con lo que promete. El tema, es que la promesa atrasa 20 años.
Leo (Peter Lanzani) vive como puede, de lo que consigue, ya sea legal o no. Ahora se encarga de filmar a una amiga teniendo sexo con clientes adinerados, para luego extorsionarlos. Pero todo cambia en su vida cuando el último de estos hombres está involucrado en la venta de una fórmula con un peligroso empresario. Como testigo de un crimen, deberá escaparse por las calles de Buenos Aires, en los lugares más insólitos, mientras busca la manera de salir de este problema con vida. Hoy nos toca hablar de Sólo se vive una vez, un film argentino que ya desde el elenco no puede dejar indiferente a cualquier espectador; una mezcla de actores nacionales (provenientes del drama, films serios o comediantes) con otros intérpretes internacionales y con bastante renombre, tanto que asombra verlos en un producto local. Hay películas que ya desde el diseño del poster nos avisan cómo tiene que prepararse el espectador antes de entrar a la sala de cine. En este caso si uno veía el afiche y luego el tráiler, sabía que Sólo se vive una vez es de esas cintas que nunca se toman en serio a sí mismas; más aun si tenemos en cuenta que se trata de una comedia de acción. Si uno entra en este juego, se va a divertir; además de que cada actor está bien en su rol, por más pequeño que sea su personaje, al grado de tener sus cinco minutos para lucirse. Pero también hay que hablar de las cosas negativas que nos presenta el film, siendo la mayor de ellas ciertos excesos que dejan en claro que estamos ante un producto argento. Y eso se logra haciendo abuso de malas palabras e insultos, que en algunos momentos suenan graciosos pero en otros ya saturan y aburren, más si el espectador no es de Argentina. Otro factor en contra es que si bien estamos ante una comedia de acción y que todos hicieron bien en no tomarse el proyecto demasiado en serio, en más de una ocasión algunos actores ya exageran esto último y casi que les falta guiñar a cámara luego de un chiste; chistes que encima no son tan efectivos y que en medio de esa catarata de gags pasan sin mucha gracia. Pese a todo, los intérpretes tienen el suficiente carisma como para sacar adelante una película que quizás en manos de otros hubiese sido vapuleada por todos lados. Teniendo en cuenta esto, y que es una trama pensada honestamente para divertir, la mayoría que vaya al cine a verla va a pasar un buen momento.
Una película que no convence ni a los amantes de la acción ni a los que le gustan la comedia pura. Siempre se ha pedido que las productoras y directores del país se animen un poco más a entrarle a los géneros menos utilizados por estas latitudes pero que a la vez son súper disfrutadas cuando vienen del exterior. Películas de acción, superhéroes, terror y ciencia ficción, son el ejemplo del tipo de películas que no abundan por aquí, a pesar de tener algunos exponentes que han demostrado que sí se puede. En los últimos años el cine argentino ha empezado a “abrir el juego” con producciones como Kryptonita (2015) y La Resurrección (2016), películas que han sido veneradas por unos y destruidas por otros, pero eso habla un poco de cómo se vive todo por estos lares. Quizás, el cinéfilo argentino promedio espera siempre un poco más de lo que el mercado local puede ofrecer. Este año le tocó a Federico Cueva debutar detrás de las cámaras con Solo Se Vive Una Vez, un ex doble de riesgo que ha dedicado largos años de su carrera a la hora de programar escenas de acción. Este será su primer trabajo como director en una película de acción mezclada con comedia que a nivel de nombres tiene un elenco bárbaro, con estrellas internacionales de primer nivel, pero que da la sensación que no termina de arrancar en ningún momento y entre los personajes nada cuaja del todo. Con Peter Lanzani (Casi Ángeles, 2007-2010) en la piel de Leonardo Andrade, en el papel principal, esta nueva coproducción argentina-española presenta a un joven estafador que trabaja junto con su pareja. Sus trabajos consisten en chantajear a gente con billetera abultada gracias a fotos y videos donde la compañera de Leo (Eugenia Suárez) los seduce y deja que se propasen con ella. Todo se encaminaba a otro trabajo exitoso por parte de estos vándalos hasta que unos mafiosos con armamento digno del mejor GTA y un temperamento bastante irascible, aparecen antes de que la joven termine con su trabajo. Los mafiosos, liderados por López (Santiago Segura) exigen al acompañante de la “China” que les entregase un contrato firmado por su puño y letra donde constatara que su empresa, una compañía que se encontraba desarrollando conservantes para comida sin uso de frío pero con un efecto secundario nada bueno, se uniría a la del jefe de López. Al negarse, el jefe del español decide aparecer y no es otro que el maloso Duges (Gerard Depardieu), un francés adicto al mate y a la violencia a quien este cambio de planes no le gustó nada. La situación se vuelve muy turbia y todo termina con un asesinato. Acto que queda grabado en la pantalla del celular de Leo, quien se encontraba detrás de un espejo sin fondo en esa misma habitación. Leo deberá cambiar su personalidad para huir de estos mafiosos y lo llevará por situaciones que nunca hubiera esperado. Desarrollado el argumento principal del film, se puede decir que la película tiene fallas por todos lados y nunca termina de cerrar un círculo narrativo que podría haber sido mejor que el que se deseó abrir. Si bien las escenas de acción están bien logradas y asombra desde su aspecto técnico, ya que en Argentina no abundan, son muy pocos los pasajes donde la película demuestra que es de acción. Claro está que aquí no se cuenta con presupuestos de los blockbusters hollywoodenses pero en ese caso no debiese considerarse una película de acción. Por otro lado, en todas las persecuciones, secuencias de disparos, peleas y enfrentamientos, todo parece muy surrealista. Los mafiosos que persiguen al protagonista parecen sacados de una academia de Stormtroopers, ningún disparo da en el blanco y a la hora de responder el fuego todos los disparos son precisos. Escenas de persecuciones en automóviles en el cine abundan y sino, pregúntenle a Michael Bay (Transformers) pero algo que siempre pasa en ellas son los choques, gracias al gran caudal de automóviles que circulan por las calles o autopistas. Aquí, solo van dos autos. El que escapa y el que persigue. Solo ellos dos en calles que se sabe que no son nada tranquilas. En cuanto a los personajes, los que se llevan las mejores actuaciones son los secundarios, dejando al protagonista de lado. Mal. Un personaje secundario puede gustar o no, pero siempre acompañando a los principales, en esta caso parecería ser al contrario. El personaje principal deambula por toda la hora y media que la película dura haciendo lo que los demás le dicen y nunca tiene un plan claro, quizás solo al final. Aún así, Lanzani no hace un mal trabajo personal, se lo nota entusiasta y con ganas pero con solo eso no se puede. Grandes estrellas del cine mundial como lo son Santiago Segura y Gerard Depardieu y del ámbito local como Luis Brandoni, son de lo mejor que tiene la historia y sus momentos no abundan en pantalla. Tampoco se aprovechó de la mejor manera todo lo que un personaje como el de Eugenia Suarez podría haber dado, hubiese estado bien un desarrollo más profundo del personaje. En cambio, sí se trabajó bien en los papeles de Pablo Rago y Darío Lopilato ya que son los que le dan ese toque humorístico característico de los dos, sin exagerar podría decirse que son ellos quienes le dan el toque de “comedia” a esta historia. Redondeando, Solo Se Vive Una Vez es una película que no convence ni a los amantes de la acción ni a los que le gustan la comedia pura. Las partes cómicas se basan en comentarios sin sentido, insultos en demasía y situaciones que si se quisiera se podrían tomar a mal, dejando muy mal parada a toda la producción. Eso deja mucho que desear de este nuevo proyecto, que a pesar de querer ser innovador y renovador para el cine local, no da la talla. Ojalá los cineastas, actores y productores se sigan animando a querer innovar en los diferente géneros cinematográficos aquí en el cine argentino, no hay que bajar los brazos, pero tampoco tomar al público de conformistas.
Leo es un estafador que tiene un negocio con una mujer para engañar a hombres poderosos. Sin embargo, se verá envuelto en algo mucho más grande y peligroso. El hombre al que están intentando estafar es interceptado por un grupo mafioso internacional que quiere conseguir una fórmula. Es así como Leo deberá ingeniárselas para huir de ellos y lograr sobrevivir. Lo primero que hay que recalcar de esta propuesta de Federico Cueva, es que películas de este estilo no se suelen hacer en nuestro país, debido al desafío que esto conlleva. Para hacer films de acción se necesita bastante presupuesto para los efectos especiales, sobre todo, y es por eso que se celebran las ganas de esta realización. De todas maneras, a pesar del esfuerzo, el film se queda a mitad de camino por una serie de cuestiones. En primer lugar, “Solo se vive una vez” busca generar una risa constante en el espectador, convirtiendo al guion en un sinfín de chistes. Probablemente cumpliría con su cometido si estos fueran más espaciados en el tiempo, generando un mayor impacto. Por el contrario, los chistes son excesivos y pecan de poco inteligentes, subestimando al espectador. Cualquier pie que deja un actor, el otro lo remata con una broma forzada, básica y que cae en el cliché. Con respecto a las cuestiones técnicas, existe un abuso de la cámara lenta en las escenas de acción, y las explosiones y persecuciones no terminan de ser del todo creíbles (se nota mucho la digitalización), tal vez por falta de presupuesto, ya que Cueva tiene experiencia en este tipo de asuntos. El elenco está conformado por personalidades de renombre, como el actor francés Gerard Depardieu, el español Santiago Segura (que, a mi entender, fue uno de los que mejor llevó a cabo su papel, aunque tuvo poco tiempo en pantalla), y los argentinos Pablo Rago, Luis Brandoni y Peter Lanzani en el protagónico, un actor que viene demostrando su capacidad actoral en sus últimas cintas como “El Clan” o “Hipersomnia”. A pesar de ser un elenco coral interesante, queda un poco forzada esta mezcla internacional, sin tener un claro justificativo dentro de la historia. En cuanto al argumento en sí, nos plantean una historia atractiva que tiene una clara introducción, nudo y desenlace, con un objetivo concreto. Por momentos existe cierta falta de información o detalles innecesarios que no hacen a la trama, pero en la mayor parte del relato no nos encontramos con subtramas que no tienen razón de ser; todo lo que se cuenta es esencial. En síntesis, “Solo se vive una vez” es una iniciativa interesante que aborda un género poco explorado en nuestro país como es el de cine de acción. Sin embargo, presenta un abuso de recursos como los chistes y gags básicos o la cámara lenta en ciertas escenas por la constante búsqueda del entretenimiento. Puntaje: 2/5
Ensalada rusa Si algo caracteriza a la superproducción argentino española Solo se vive una vez (2017) es la mezcla de estilos, estéticas, géneros, idiomas y hasta religiones. Mezcla que configura un cóctel explosivo, y no en todos los casos, con el mejor resultado. La ópera prima de Federico Cueva, con experiencia en la realización de escenas de acción y supervisor de dobles de riesgo, es un trago difícil de digerir. Por un lado, no tiene ninguna pretensión de ser más que un buen entretenimiento, mientras que por el otro, es puro riesgo. Ambas intenciones son loables, aunque la apuesta a géneros no tan probados en el público local -como es el caso de la comedia de acción- tenga una recepción al menos incierta. La historia nos trae a Leo (Peter Lanzani), un estafador de poca monta que filma a su novia (Eugenia Suárez) acostarse con hombres poderosos para extorsionarlos luego. Resulta que el cliente de turno es un empresario agropecuario (Carlos Areces) obligado por los mafiosos Duges (Gerard Depardieu) y López (Santiago Segura) a firmar un documento fuera de la ley. El papel cae en manos del protagonista que debe huir y disfrazarse de judío ortodoxo para ocultarse en una sinagoga. Esta producción de gran escala no pasará a la historia por su argumento sino por el elenco que reúne: Gerard Depardieu encabeza el reparto al que le siguen los españoles Santiago Segura (también productor), Hugo Silva y Carlos Areces. Del lado local están los argentinos Peter Lanzani, Darío Lopilato, Pablo Rago, Luis Brandoni y Eugenia Suárez, entre otros. No sólo delante de cámara hay figuras, detrás de ellas se encuentran el director de fotografía Guillermo Nieto (La luz incidente) y la directora de arte Graciela Oderigo (Diarios de motocicleta), nada menos, dándole una factura técnica impecable. Al igual que Permitidos (2016), que transita un género exitoso como lo es la comedia romántica, Solo se vive una vez intenta conquistar a un público joven que consume el cine de Hollywood con pie en la denominada nueva comedia americana, y se identifica con los actores de la televisión local. Para esta audiencia la película se excede en chistes escatológicos, un alto grado de irreverencia en su burla al judaísmo ortodoxo y el repetido gag con el dialecto local, exacerbado por las múltiples nacionalidades del elenco. Solo se vive una vez es una película al límite, y no por la acción que desarrolla. Bordea la delgada línea entre el chiste y la ofensa, entre lo escatológico y lo gracioso, entre la referencia y el ridículo, entre la superproducción divertida y la película bizarra. Algo es seguro, es una apuesta contundente a incursionar en un cine más cercano a Torrente: Operación Eurovegas (2014) que a nuestra Los Superagentes: La Nueva Generación (2008) abriendo el espacio para futuras producciones similares, con el riesgo que eso implica. En ese límite juega sus fichas, y la respuesta del público confirmará o no, dicha jugada.
Con la intención de recuperar el espíritu de las películas nacionales de acción de décadas pasadas, "Sólo se vive una vez" funciona mejor en sus escenas de tiroteos y explosiones que en sus momentos de comedia. Federico Cueva tiene una larga trayectoria como doble de riesgo y FX, y ahora salta a la dirección con Sólo se vive una vez, una coproducción argentino-española que hereda la ingenuidad de títulos nacionales de acción de los años 80 en esta historia que transcurre con vértigo en la ciudad de Buenos Aires, en medio del encuentro de la colectividad hebrea en Buenos Aires. Con ecos de la saga local de Los Superagentes y con referencias explícitas a Testigo en peligro, Terminator y otros títulos con "parejas o tríos desparejos", el film persigue la intención de capturar al público adolescente, pero gana puntos en el terreno de las secuencias de despliegue, explosiones -demasiadas- y persecuciones más que en sus pasos de comedia. Leonardo Andrade -Peter Lanzani-, un joven embaucador con fobia a las palomas, filma a su novia -Eugenia Suárez- en encuentros sexuales con hombres casados, hasta que se ven involucrados en el asesinato de uno de ellos, un científico que ideó una valiosa fórmula por la que más de uno mataría. Tras los pasos de Leonardo, el testigo de turno, se lanzará un ejército de guardaespaldas y asesinos comandados por Duges -Gérard Depardieu- y sus secuaces Tobías -Santiago Segura- y Harken -Hugo Silva- en esta propuesta que juega además con el cambio de identidad del incauto protagonista cuando se refugia en un templo y es recibido por el rabino Mendi -Luis Brandoni-. Leonardo no estará sólo en su peligrosa aventura, sino que lo acompañan Agustín -Pablo Rago-, su hermano sacerdote, y Yosi -Darío Lopilato-, un judío ortodoxo que le asignan como compañero de cuarto. Con una mirada integracionista entre las diferentes creencias y costumbres de ambas religiones, el film aprovecha para desplegar su generoso presupuesto, entre persecuciones, tiroteos, enredos y caídas al ritmo del tema "I was made for lovin´you", de Kiss. Cueva se da el gusto de tirar la casa por la ventana y cuenta con un elenco internacional y ecléctico en el que se luce un Lanzani espontáneo, y en el que Segura y Brandoni juegan sus fichas con comodidad, mientras Depardieu impone su contundente figura y malicia entre subtítulos -que en la función de prensa no se leyeron-. Balas no faltan, y también hay una escena agregada durante los créditos finales que aporta poca gracia.
Esta producción nacional está encabezada por un elenco de reconocidas figuras locales, más dos reconocidas figuras internacionales de la talla de Gerard Depardieu y Santiago Segura. Por otra parte, tenemos el debut en la dirección de Federico Cueva, profesional de amplia trayectoria en el terreno de los efectos especiales y la coordinación de dobles de riesgo. En otras palabras, Sólo se Vive una Vez es una propuesta de enorme promesa, sobre todo por ser una comedia de acción en tiempos donde estas apuestas adquieren cada vez más frecuencia en el cine nacional. Barba, tirame un centro: Leo (Peter Lanzani) es un estafador de poca monta quien, en complicidad con una amiga suya, atrae a gente rica para filmarlos en actos comprometedores. Una de estas víctimas resulta ser un científico que es acorralado por un empresario francés con el objetivo de sacarle la patente de una fórmula. Cuando el científico es ejecutado, Leo se convierte en el único testigo. Teniendo en su poder la fórmula, deberá huir de las hordas de sicarios que enviarán detrás de él para quitársela. La situación se complica cuando la persecución termina conduciéndolo a una sinagoga donde tendrá que hacerse pasar por un judío ortodoxo hasta que pase el alboroto. A desconectar el cerebro: En materia humor, la película tiene aciertos y desaciertos; hay escenas que te sacan una risa y escenas que no. Respecto al guión como un todo, ya es una cuestión más pantanosa. Hay ciertas inverosimilitudes que son el pan y la manteca del cine de acción, pero este guión no reconoce la diferencia entre lo admisible y lo imperdonable. Es cierto, no todo tiene que ser realista y es también cierto que la imaginación ha producido cosas mil veces más interesantes que la sobriedad y el realismo. No obstante, hay un mundo de diferencia entre el “no tomarse a sí mismo en serio” como una motivación y el utilizarlo como una excusa. Por otro lado, la inverosimilitud no es el único problema de esta película. Hay sendas incoherencias en el desarrollo de los personajes, el arco que cubren y sobre todo su historia previa. Si tengo que destacar un ejemplo puntual, diría que el protagonista se nos presenta como un chupacirios y entrado el segundo acto esta característica vuela por la ventana. Respecto al tratamiento de la cuestión religiosa, que es la novedad que viene a ofrecer esta película, debo decir que tienen la oportunidad en bandeja de plata de tratar el tema de la culpa, visto con frecuencia en las religiones judía y católica, y no la aprovechan. Sobre todo cuando el humor judío se caracteriza por su acidez y mordacidad. Nada de eso está en esta película. Es más, estoy esperando con ansias la opinión de los miembros de la colectividad judía (en particular los más ortodoxos) sobre el cómo fueron retratados. En cuanto a lo técnico, Sólo se Vive una Vez goza de una eficiente fotografía y un montaje que responde con acierto al pulso de las escenas, sean de acción o no. La única contra que le encuentro son ciertos inconvenientes con algunos (no todos) los tiroteos de la película, donde salta a la vista su procedencia digital. Todas las escenas filmadas con efectos prácticos y dobles de riesgo están bastante bien logradas, como corresponde a la labor de alguien como Federico Cueva, de extensa experiencia en este campo (realizó efectos especiales en telenovelas, algunas de las sagas de Torrente y películas como Nieve Negra e Iluminados por el Fuego). Por otro lado, me animo a decir también que es un prolijo director de actores. Si bien no será un Sam Mendes o un Mike Nichols, puede verse que el trabajo actoral, las interacciones y las relaciones son el producto de una cuidada labor previa, a pesar de los diálogos con los que le toca trabajar. Todos y cada uno de los interpretes de Sólo se Vive una Vez entregan labores dignas, creíbles y a la altura del desafío. Compromiso y profesionalismo, ni más ni menos. No obstante, de todo este plantel destaco el protagónico de Peter Lanzani, que prueba tener el carisma, el sentido del humor y la carnadura dramática para encabezar una película solo. Conclusión: Si buscan una película para distenderse y no fijarse en nimiedades, Sólo se Vive una Vez puede ser pasable. Pero si son espectadores un poco más exigentes, les advierto que suban bajo su propio riesgo, porque puede ser una de esas películas que les puede despertar enojo. El Cine Argentino, el de género en particular, cuesta mucho trabajo. No obstante, tampoco se puede, por coacción o lástima, decir que una narración es sólida cuando no la es. El espectador actual tiene otras exigencias y muchas maneras de expresarlas. Son sus opiniones las que, a la postre, ponen a las películas en su justo lugar.
Una comedia de acción vestida con mucho despliegue de producción y elenco internacional. Un chantajista de poca monta que se encuentra con la posibilidad de realizar un gran negocio si sobrevive a la persecución sangrienta de mafiosos sin piedad y mucho poder. El tono va desde la comicidad más sencilla y eficaz a los efectos especiales vistosos y una anécdota chiquita que mezcla un romance. Algunas reivindicaciones, los judíos, los católicos y la música de Kiss. Un coctel bien armado que tiene como fin la diversión y que la mayoría de las veces funciona y en algunos momentos se traba en su fluidez, aunque el resultado final le augura un buen éxito de taquilla. El director es Federico Cueva, un experto en FX de gran trayectoria que debuta con su propio largometraje, Un guión soñado por Sergio Esquenazi y elaborado por el mas la ayuda de productores y socios (Nicolás Allegro, Chris Naon, Mili Roque Pittt y Axek Kuschevatzky) El elenco encabezado por Peter Lanzani y Pablo Rago, reúne a Luis Brandoni, la China Suárez, Darío Lopilato entre los locales y los internacionales Gerard Depardieu, Santiago Segura y Hugo Silva. Una estética atractiva con gran nivel técnico. Peter Lanzani, en un buen momento, responde como héroe de acción. Y si el éxito lo acompaña quizás en alguna remake de su personaje.
“Solo se vive una vez” es un film de acción con toques de comedia protagonizado por Peter Lanzani. Es la opera prima de Federico Cueva quien viene del palo de los efectos visuales. Vamos a decirlo, lo mejor de la película es Peter Lanzani. En cada nuevo proyecto que emprende, su trabajo es diferente, se nota que hace todo lo posible para que sus personajes sean distintos entre sí y su actuación sobresale del resto. Las participación de China Suárez es desopilante, Darío Lopilato y Pablo Rago están muy bien en sus papeles. Luis Brandoni hace un gran trabajo como rabino y las apariciones de Santiago Segura y Gerard Depardieu son pintorescas. La película tiene algunos problemas de guión en donde algunas situaciones llevan menos tiempo de lo que tendría que durar en realidad, y los gags en algunas ocasiones no terminan de funcionar del todo. A pesar de estos inconvenientes, el film es entretenido y resulta atractivo ver una película en donde hay explosiones y autos volando por la ciudad de Buenos Aires.
Tocar fondo y vivir para contarlo. ¿Hay algo más bizarro que ver un filme argentino donde muestran que se puede estar en medio de una calle de Puerto Madero y presenciar explosiones de la talla de una obra de Steven Seagal? Seguro que no, pero en este proyecto de película de acción (porque no hay otra manera de catalogarlo) las cosas bizarras abundan y mucho. La historia es tan simple como trillada: Leo (Peter Lanzani), un chico que se dedica a la estafa y robo de ciertos clientes adinerados, con la complicidad de su amiga Flavia (Eugenia Suárez). Por esas casualidades de la vida, se encuentra perseguido por una red mafiosa, liderada por Duges (Gerard Depardieu), luego de haber presenciado un asesinato y quedarse con unos documentos vitales para estos delincuentes. En el camino tendrá que infiltrarse en una sinagoga, hacerse pasar por judío (siendo él católico practicante) y así salvar su vida. El reparto da para mucho, porque va desde actores del momento hasta los consagrados, ni hablar de la genial participación de Santiago Segura, que siempre se destaca aún en papeles serios. Pero, aunque cueste creerlo, nadie puede esforzarse para producir el milagro de salvar esta cinta inverosímil, deslucida y completamente fuera de eje. Todo está mal, desde el guión que no tiene ni pie ni cabeza hasta los efectos especiales que son un chiste, completamente artificiales y poco creíbles. Las actuaciones van desde las decentes hasta las que dan pena. No es posible que se les haya ocurrido la idea de que un muchacho como Lanzani, con su corta carrera cinematográfica, pueda cargarse todo un protagónico al hombro y salir airoso. Depardieu hace lo que puede con el guion que le tocó, aun así, está correcto en su rol de villano, pero nada más. El resto del elenco mejor ni mencionarlo, con excepción de Luis Brandoni en su papel de rabino, todos están muy perdidos y se les nota. Especular con que la gente puede ir a ver una película sólo por sus efectos especiales, por más malos que sean, es un error garrafal. El público no es ingenuo y a estas alturas, el cine argentino ya debería aprender la lección para dedicarse a producir los largometrajes que hasta ahora no estaban defraudando. No queda bien buscar ponerse a la altura de los tanques hollywoodenses de Marvel, DC o cualquier otra producción de Sylvester Stallone. Simplemente no resulta prolijo, no importa la buena intención que se tenga. Este filme no sólo produce tristeza por todo el talento desperdiciado, también da un poco de vergüenza que se haya vendido a países del sudeste asiático, que tan buen cine supieron dar. Esperemos que este proyecto quede como un mal recuerdo y no se haga costumbre, sino tendremos explosiones para rato en las salas locales.
Sólo se vive una vez: muchos nombres, pocas ideas La idea -al menos desde el punto de vista del marketing- no podía ser mejor: convocar a intérpretes populares como Peter Lanzani, la China Suárez y Darío Lopilato, a actores de renombre como Luis Brandoni y Pablo Rago, y a figuras extranjeras como el francés Gérard Depardieu o los españoles Santiago Segura y Hugo Silva para una comedia de enredos con generoso presupuesto, dirigida por un especialista en escenas de acción y supervisión de dobles de riesgo como Federico Cueva. El problema es que la historia concebida por ¡cinco! guionistas carece de mayores atractivos y la puesta en escena nunca alcanza la fluidez, la gracia, la consistencia ni el desparpajo; demasiado absurda para ser tomada en serio dentro de los cánones del thriller y demasiado contenida y forzada para funcionar en el terreno de la comedia hollywoodense del tipo Comando especial o Dos tipos peligrosos. Leo (Lanzani) es un estafador de poca monta perseguido por tres asesinos a sueldo (Depardieu, Segura y Silva), que se hará pasar por rabino en el seno de una comunidad liderada por el patriarca Mendi (Brandoni). Hay una excusa argumental (una fórmula que busca un poderoso laboratorio), algo de romance, personajes secundarios poco aprovechados, música de Kiss y muchas explosiones. El resultado es bastante menos espectacular y más desarticulado de lo que la propuesta de marketing original prometía.
Hollywood en castellano Peter Lanzani protagoniza esta comedia de acción, y se la pone al hombro, pero todo suena a imitación. Sólo se vive una vez conduce a una pregunta cuasi existencial: ¿para qué ponernos a fabricar hamburguesas si nuestra especialidad en comida rápida es el choripán? No hay dudas de que Hollywood impuso su modelo narrativo en gran parte del mundo -aquel fenómeno llamado colonialismo cultural-, pero ¿es necesario seguirlo tan al pie de la letra? Explosiones, persecuciones, tiros, patadas: recursos que ya están gastados hasta en las superproducciones yanquis, aquí aparecen a cada paso, como si alguien dijera “miren, acá también podemos hacer piruetas y romper todo”. Sí, ¿y? Ya nada de esto causa sorpresa, adrenalina o cual fuera la sensación buscada. Más bien al contrario: por mejor hechas que estén las escenas de acción y los efectos especiales -y aquí, dentro de todo, están bastante bien-, siempre tendrán un regusto pobretón en comparación con el modelo imitado. Como la sucursal de una franquicia multinacional, esta historia podría estar ubicada en cualquier lugar del mundo y nada cambiaría. El color local está dado por los drones y sus tomas aéreas de Buenos Aires, y algún que otro escenario emblemático de la ciudad. Pero Sólo se vive una vez es, ante todo, una comedia simpática, y cuenta con la autoconciencia como virtud. Se ríe de sí misma, de su condición de producto for export y su matriz estadounidense: en un momento, alguien menciona a Testigo en peligro, “esa película en la que un fugitivo se refugia en una comunidad religiosa”. Que es básicamente lo que sucede en esta historia; uno entre varios “homenajes”. Ese fugitivo es Peter Lanzani, que después de apoderarse por accidente de una fórmula química secreta pretendida por unos mafiosos, se camufla en una comunidad de judíos ortodoxos. Hay que decir que el ex Casi ángeles se pone la película al hombro y la defiende a capa y espada. Lo mismo que gran parte del elenco, tanto local como internacional, con Luis Brandoni (hace de un rabino) y el español Hugo Silva (un ridículo sicario) como los puntos más altos. ¿Y Gérard Depardieu? Contra lo que cabía esperarse, lo suyo está lejos de ser un bolo: protagoniza numerosas escenas como un cruel capo mafia. Y lo hace como siempre: admirablemente. Su insólita presencia es tan acertada como su diagnóstico sobre el panorama cinematográfico actual: “El cine estadounidense -le dijo a este diario- se volvió una terrible máquina de hacer dinero. Es difícil luchar contra esta industria idiota, el capitalismo de la cultura”. Esta película es una muestra más de esa batalla perdida.
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Se podría catalogar a Solo se vive una vez como la Comodines (1997) de esta época pero con la gran diferencia que este estreno posee criterio cinematográfico en comparativa de aquel éxito noventoso. Ver autos explotar en la Avenida Figueroa Alcorta, cantidad y cantidad de tiroteos, saltos y muchas piñas, es motivo de festejo. Que el cine argentino pueda contar con una producción de este calibre es signo inequívoco de que cada día crece más. Aquí lo vemos en el extremo del género: una comedia de acción donde no se escatimó en nada. Pese a ser su ópera prima, el director Federico Cueva cuenta con una larga trayectoria en efectos especiales y escenas de acción, y aquí hace alarde de su conocimiento a través de una propuesta divertida que no pretende ser más que eso. Y ahí es donde radica el todo de esta propuesta y su manera de verla/analizarla. Porque lo justo es que escape a análisis académicos porque es entretenimiento puro y duro, orquestado para cierto sector de consumo. Con esa mirada se realza el elenco de lujo en todo sentido. Por un lado Peter Lanzani, quien ya había demostrado ser un señor actor pero que aquí se consagra como algo que no tenemos: un héroe de acción. Loas para Darío Lopilato, quien sigue demostrando que la comedia es lo suyo, más al lado de un verdadero maestro tal como Luis Brandoni. Por su parte Pablo Rago en un papel genial y probando una vez más que siempre suma en cualquier tipo de película. Muy bien el cameo de Eugenia “La china” Suarez (por más que el póster aparente papel más grande), porque deja casi borrada a Arancha Martí, no por mal actriz sino por estar forzada en un acento argentino que no le salió bien. Y luego el gran despliegue internacional comenzando por Gérard Depardieu, quien se roba todas sus escenas. Un verdadero placer ver una bestia de tal magnitud en nuestro cine. Santiago Segura vuelve a reincidir y ya nos estamos acostumbrando a verlo (una buena costumbre), y aquí acompañado por sus compatriotas Hugo Silva y Carlos Areces. Uno mejor que el otro. La película pasa muy raído y se disfruta. Hay escenas de mucha carcajada. En definitiva, Solo se vive una vez es un derroche actoral puesto en función de una historia divertida para ser disfrutada por cualquier tipo de espectador en cualquier lugar del mundo, cuyo gran fuerte es su magnífica puesta en escena. ver crítica resumida
Sólo se vive una vez: Argentinidad al palo. Este jueves llega a todos los cines la película argentina “Sólo se vive una vez”, la ópera prima de Federico Cuevas colmada de acción. Si bien el producto cuenta con los componentes para ser un gran film, el director no pudo aprovecharlos en su máximo potencial y llegar a ser lo pretendido: una comedia. La película argentina “Sólo se vive una vez”, ópera prima cinematográfica de Federico Cueva, llega a todos los cines este jueves 15 de junio. La película relata la historia de Leonardo Andrade, un joven estafador quien, junto a su novia, se dedicaban a engañar hombres con gran nivel económico. Sin embargo, en uno de esos intentos, presenciaron el crimen de un científico; en ese momento, Leo huyó con la fórmula que los asesinos estaban buscando y, para evitar ser capturado, creó otra personalidad y se escabulló entre la comunidad judía. Para ello, el protagonista debió adaptarse a las circunstancias a su alrededor y relacionarse con sus viejas enemistades en busca de sobrevivir. Sin embargo, no fue fácil, ya que el camino estaba colmado de grandes peligros y adversidades de vida o muerte. La película está protagonizada por Peter Lanzani, el joven actor que supo llevar adelante su personaje de gran manera, con todas las responsabilidades que un rol principal conlleva. Asimismo, varias actuaciones tuvieron un gran nivel: Santiago Segura, Gérard Depardieu, Luis Brandoni, Pablo Rago, Darío Lopilato y Eugenia Suárez cumplieron con buenas interpretaciones en cada asignación. Sin embargo, un factor esencial en un film es tener un guión apto para el elenco, y en este caso no se consiguió. Por momentos, los diálogos pecaban de ser irreales, con intentos de comedia que no causaban el mínimo de gracia; además, eran irracionalmente variantes, ya que por momentos algunos chistes eran demasiado leves, inocentes, mientras que otros iban directamente al tono alto de comedia, con bastantes insultos. Aunque los actores elegidos supieron resolver bastante esta situación, se concentraban en resaltar constante e innecesariamente al público que es un producto de comedia, o el intento, y por lo tanto que no se debía tomar con demasiada preocupación las problemáticas desarrolladas. Otro punto es la representación a la comunidad religiosa que se demostró en la pantalla. En el afán por priorizar la espontaneidad y sencillez de Leo, en contraste con sus perseguidores extranjeros, el director utilizó el recurso de la religión para innovar en la idea del hombre común que logra convertirse en héroe. A pesar de ser original, en este intento se abarca a la sociedad judía de una manera cuestionable, ya que se las considera personas estrictas y carentes de humor, a quienes los protagonistas tenían que flexibilizar. En esa línea, la película destacó la personalidad argentina constantemente: imágenes del Papa Francisco, palabras propias nacionales, entre otros recursos. Sin embargo, hubo algunas inconsistencias; por ejemplo, la musicalización principal que caracterizaba al protagonista fue “I Was Made for Lovin’ You”, de Kiss, la cual desentonó con la idea que se quería mostrar. Sin embargo, más allá de estos fallos, la película tiene un excelente nivel de fotografía y montaje, ya que con un gran desarrollo de planos detalle a las armas, la filmación de las persecuciones y de los enfrentamientos, lograron generar el efecto de acción esperado que innovaron en el género argentino. Por lo tanto, la película cumple las expectativas de quien quiere ver algo distinto en el cine nacional, con grandes figuras protagonistas; pero más allá de eso, no fue mucho más, ya que en el intento de los personajes de dejar en claro constantemente que representaban una comedia, el film no lo logró de la manera esperada.
Sólo se vive una vez: Explosiones, Gérard Depardieu y Humor Religioso. Grandes nombres, un gran trailer y las ganas de disfrutar de hora y media de acción y comedia son lo que nos lleva a darle una oportunidad a este homenaje argentino al exceso. “¿No estaría bueno una película con mucha acción pero con humor y personalidad bien argenta?” Una pregunta que muchos se habrán preguntado en alguna que otra ocasión, y finalmente Sólo se vive una vez llego para darnos un ejemplo de como una idea puede resultar decepcionantemente mal. Durante los primeros 15 o 20 minutos la cinta amaga a funcionar. Hasta que las balas empiezan a volar nos encontramos seguramente con algo de intriga y alguna que otra sonrisa por lo menos. Incluso, una vez que Peter Lanzani empieza a correr, nos encontramos con una persecución que anticipa una película que va a terminar saciando todo lo que prometía, algo que finalmente no sucederá. El film cuenta con varios miembros del reparto de carácter internacional, pero sin dudas que los dos perfiles más altos son los conocidísimos Santiago Segura y Gérard Depardieu. Los que darán casa al pobre fanático de la banda Kiss que interpreta Lanzani, cristiano religioso que encuentra en un pobre rabino la oportunidad de esconderse de sus potenciales asesinos. Volver a su vieja vida no es una opción. Para cuando nuestro protagonista toma la decisión de quedarse dentro de una comunidad judía se inicia una eterna hora de película en donde no pasará nada entretenido. No sin antes igual regalarnos un buen (aunque estirado) diálogo entre Lanzani y Luis Brandoni. Ya terminado el intercambio la actriz española Arancha Martí acompañará a nuestro protagonista a su cuarto, y con el yo diría que el resto de ustedes podrían irse ya de la sala, no se perderían nada de valor. El guion descansa en lo formulaico, los pocos personajes y actores que intentan entretener (por ejemplo Darío Lopilato y Hugo Silva) fallan estrepitosamente o ni siquiera logran despertar un pasajero sentimiento de suficiencia a través del esquelético estereotipo que les fue entregado. Es evidente cuando un actor de la talla de Pablo Rago no logra dar ningún valor positivo a la pantalla que estamos ante algo increíblemente poderoso, con la capacidad de vaciar de entretenimiento hasta los miles de pesos que se queman en la paupérrima acción que tenemos ante nosotros. Hace falta mucho más que tirarle billetes a una secuencia para que entretenga. La tensión no existe, los personajes no importan, la dirección no ayuda y el guion conspira contra cualquier intento de disfrutar de una acción de plástico. Después de un prometedor arranque, Sólo se vive una vez se desinfla completamente. El final es incómodo porque busca poner a los personajes en una situación incomoda para lo que no fueron construidos, el centro de escena. Aún cuando uno no esperaba nada antes de entrar a la sala, el director Federico Cueva consiguió entregar menos que eso. Solo repasando el inicio de la cinta es que puedo rasgar aspectos positivos, la realidad es que cuando uno deja la sala es imposible no hacerlo con dos palabras dando vueltas en la cabeza: “Que desastre…“.
Aquí sucede más o menos lo mismo que con “Baywatch”, aunque dado el contexto hay que reconocerle el mérito del desprejuicio: difícil rodar una comedia de acción verosímil en la Argentina. Los intérpretes, en general, entienden el juego para que esta historia permanezca en movimiento. Hay un estafador de poca monta que es testigo de un crimen y debe huir y refugiarse en un mundo que desconoce, mientras los villanos le siguen la pista. La base es hitchcockiana y hay espejos y cámaras. Pero lo que sigue recuerda un poco a cierta comedia de Louis de Funes de los 70, “Las aventuras de Rabbí Jacob”: el tipo perseguido que se refugia en una comunidad judía. Ese choque de mundos es el que provee la mayoría de los chistes y ahí la estructura se fatiga, amén de ciertas inverosimilitudes del guión que exceden lo “perdonable por el género”. Como intento, bien. Hay que seguir probando.
Comedia de acción a la americana, pero muy argenta, pero con elenco internacional y el gigante Depardieu y Santiago Segura. Sólo se vive una vez es una película simpática y entretenida (en la primera parte) sobre la desventura de un chanta llamado Leo (Peter Lanzani), perseguido por una mafia después de quedarse con un contrato para la producción de un conservante de carne. Hay bastantes chistes sobre, y contra, la argentinidad, muchos de ellos eficaces, y es definitivamente gracioso ver a Depardieu, al que le basta con estar ahí, tomando mate, o a la comunidad judía que dirige el rabino interpretado por Luis Brandoni, desconcertada por el arribo de Leo, que encuentra como falso judío un refugio. Los problemas de Solo se vive una vez, quizá por la cantidad de gente que opinó en el guión y aportó en la producción, son de verosimilitud y puesta de la cantidad de situaciones a las que se ven expuestos estos personajes, apenas esbozados, que entran, salen, mueren o se enamoran sin desarrollo que lo haga creíble y por lo tanto nos involucre un poco. Los diálogos, en torno de un personaje de chanta callejero, se escuchan escritos, poco naturales, muy lejos de la fluidez con la que una película como Nueve Reinas atrapaba esa coloquialidad. Como comedia de acción, además, tiene un ritmo errático, que termina por decaer cuando debiera atrapar y subir, y muchas de las situaciones de acción -peleas, persecuciones con coches que estallan- se ven forzadas y torpes. Si la película se ve con una sonrisa es gracias al buen trabajo de sus actores, incluída la poco aprovechada, por breve, participación de Eugenia "China" Suárez. Un elenco carismático, dispuesto a sacarle jugo a los papeles más chicos, que parece disfrutar de lo que está haciendo -ciertamente, un género con pocas oportunidades en el cine argentino- y transmite esa diversión aún por encima de las limitaciones anteriores. Con un protagonista que ya ha probado su capacidad como actor versátil: el ex Teen Angel puede hacer catorce personajes de Ibsen en el Cultural San Martín, el atribulado Alejandro Puccio o este delincuente de buen corazón con vitalidad y talento.
Conformismo pochoclero En los últimos tiempos, cineastas independientes se han zambullido en la trabajosa tarea de profundizar géneros aún no explotados en nuestro país. Frente a las producciones del denominado Nuevo Cine Argentino, que cada vez suma más adeptos, los amantes del género fantástico, de ciencia ficción y acción han encontrado su forma de manifestarse a través de circuitos alternativos de distribución y proyección. Ficciones como Daemonium, que integra la escasa lista de películas argentinas en Netflix, o la popular Kryptonita, resultan por demás ejemplificadoras del crecimiento de este colectivo nacional. Sin embargo, no podemos negar que siga existiendo una reticencia por parte del público, sumado a que la promoción de filmes locales en salas comerciales funciona descomunalmente desigual si la comparamos con la de los tanques internacionales. En este contexto, uno de los desafíos primordiales para el cine de género debería ser producir confianza en el espectador, tanto desde los aspectos visuales como de la narrativa, y en esta última, sobre todo, la cinta Solo Se Vive Una Vez deja mucho que desear. Leo (Peter Lanzani) es un estafador de poca monta que trabaja en conjunto con su amiga Flavia (Eugenia Suarez). Un día las cosas no salen como las esperaban y el empresario al que iban a sobornar es asesinado por un grupo de mafiosos extranjeros, siendo Leo el único testigo del crimen. De ahí en más, el poderoso Duges (Gérard Depardieu) y sus secuaces Tobías (Santiago Segura) y Harken (Hugo Silva), comienzan una feroz persecución por las calles de la Ciudad de Buenos Aires. Para poder sobrevivir, Leo deberá hacerse pasar por un judío ortodoxo mientras se refugia en una sinagoga. El director de esta comedia de acción es Federico Cueva, un doble de riesgo y realizador de efectos especiales con marcada trayectoria. Precisamente, si hay algo que sorprende es cómo las escenas de acción, con todas sus explosiones y tiroteos, resultan tan poco creíbles teniendo en cuenta que quien las comanda está acreditado como un experto en el tema. Los diálogos se basan en una sumatoria de chistes bastante poco originales, uno detrás de otro, que resultan insufribles y por momentos pareciera que solo faltan Listorti y compañía para que estemos ante una de esas películas hechas para llevar a los niños en vacaciones de invierno. En este plan de subestimar al público, obviamente el plato fuerte reside en los pasos de comedia sobre la religión judía (si, todo lo más cliché posible que se puedan estar imaginando tiene lugar aquí). Las actuaciones, en general, son bastante flojas, empezando por la participación de “La China” Suarez, quien ni siquiera puede enunciar unas breves oraciones sin que parezca perdida. En el caso de Lanzani, el papel protagónico le queda enorme y se nota. Más allá de la sobreactuación al intentar plasmar el estereotipo de argentino descarado, su personaje no genera ninguna empatía y los actores secundarios acaban desplazándolo. Ante semejante panorama, la interpretación de Depardieu aparece como unas de las pocas destacables dentro del film, puesto que se muestra correcto durante todas sus escenas. Para resumir, Federico Cueva en su intento de homenajear a aquellos blockbusters hollywoodenses con los que muchos crecimos, termina por subestimar al espectador con una producción conformista que lejos de innovar no hace más que atrasar unos cuantos años. Necesitamos que el cine de género nacional siga creciendo, pero queda claro que por más ganas y buenas intenciones que haya, este no es el camino.
Eficaz acción a la criolla, ycon elenco internacional Grata sorpresa: una comedia de acción en nuestro cine, y además con buen ritmo, ingenio, efectos, elenco destacado (Lanzani-Lopilato-Brandoni vs Depardieu-Santiago Segura-Silva, etc.) y además unos homenajes confesos, bien aplicados, a "Las locas aventuras del rabí Jacob", "Testigo en peligro" y otras glorias de ayer y de siempre. Y no es tanto para chicos, que quizá no capten algunas cosas, aunque seguramente no les molestará ver a la China Suárez corriendo por la calle vestida tan solo con blusa blanca y portaligas. Sobre todo si es una escena de tiros. La historia funciona bien. Por una circunstancia azarosa, un pícaro se convierte en testigo de un crimen mafioso, principal sospechoso del mismo, y custodio de un secreto comercial. Para huir de sus perseguidores, se disfraza de judío ortodoxo. Con un hermano cura. Los judíos lo miran raro. Los mafiosos y la cana le pisan los talones. A eso se suman los neonazis y hasta las palomas, con las que tiene un trauma poco claro. Bueno, acá hay unos hilos sueltos, pero todo transcurre con tanta agilidad y gracia amable que el espectador no llega a notarlos, y si los advierte no llega a anotarlos, o no les da importancia. Lo importante es el buen rato, la buena factura, y el gusto de ver cine comercial argentino bien hecho. Concedamos: argentino-español. Pero los coproductores, los guionistas, el grueso del elenco (no nos referimos a Depardieu) y el director son de este lado. Fernando Cueva debuta acá como director, pero atención: ya lleva años como experto coordinador de FX y director de escenas de acción en films de Bielinsky, Trapero, Alex de la Iglesia, Segura, etcétera. Pensar que empezó como doble de riesgo en las películas de los Extermineitors.
Fede Cuevas viene del mundo de los efectos y dobles de acción, ha conseguido construir un universo sobre este tipo de actividad que lo ha llevado a trabajar con un sinfín de estrellas, entre ellas Santiago Segura uno de los protagonistas de esta película. Esa experiencia que obtuvo a lo largo de 30 años de carrera le han permitido con soltura profundizar en “Solo se vive una vez” escenas arriesgadas para el cine nacional, pero lo que no le ha permitido es construir una sólida historia explotando la capacidad actoral de sus protagonistas. Peter Lanzani sorprende con un rol diferente y fresco, apoyado en el oficio de Darío Lopilato, como su contrafigura en la búsqueda de la libertad en medio de mafias, judíos, muertes y explosiones. Prometía mucho más de lo que da, y así y todo, le damos la bienvenida a la posibilidad de arriesgarse en el género. Aplausos para Gerard Depardieu y Luis Brandoni
En los últimos años, las coproducciones entre Argentina y España fueron los estrenos nacionales de mayor llegada al público, ya sea por sus figuras o la posibilidad de estar en varias pantallas de cines comerciales. Kóblic, Al final del túnel, Sin hijos y Casi leyendas son algunas de las películas de la línea de Sólo se vive una vez. El director Federico Cueva no apuesta a una figura española perdida entre un reparto de argentinos reconocidos, sino a tres actores que pisan fuerte en el viejo continente y, en el caso de uno, en todo el mundo: los españoles Santiago Segura, Arancha Martí, Hugo Silva y el francés Gerard Depardieu. El cuarteto internacional acompaña a Peter Lanzani, Pablo Rago, Darío Lopilato, Eugenia “China” Suárez y Luis Brandoni en una ópera prima de acción ochentosa cargada de explosiones, gags y personajes tan estereotipados como bizarros. Leonardo (Lanzani) es un ex convicto que, luego de haber sido testigo de un asesinato, consigue casi sin querer la patente de un fórmula que necesita un grupo de mafiosos para seguir con sus chanchullos. Esos peces gordos son nada más ni nada menos que Duges (Depardieu), Tobías López (Segura) y Harken (Silva), y buscarán al joven por cada rincón de la Ciudad de Buenos Aires para conseguirla. El protagonista sirve de guia para que un crisol de personajes bien heterogéneos aporten su cuota humorística. Los chistes, generalmente fáciles y predecibles, son el débil caballito de batalla de una comedia de acción a la que no parece importarle demasiado su trama, sino la efectividad a la hora de causar una carcajada en el espectador. La mayoría de los gags giran en torno a la religión -Leo se hace pasar por judío ortodoxo casi toda la película- y funcionan hasta que se agota la originalidad. Cuando el protagonista, en un par de escenas, reflexiona sobre su pasado, Cueva le pifia al tono que venía construyendo hasta ese momento. Lanzani, quien, en líneas generales, es uno de los más destacados, parece sobreactuado y el personaje secundario que le sirve de oreja -Rago o Arancha Martí- no ayudan demasiado. Cueva cumple con la expectativa que genera Depardieu en un filme argentino. El actor de Cyrano de Bergerac, que tiene tantas películas en su filmografía como cabellos, aparece en varias escenas, tiene incidencia directa en la trama y dialoga lo suficiente como para no decepcionar a nadie. El director también le hace honor a su especialidad: los efectos visuales. Las escenas de acción con mayor despliegue son creíbles y la cámara está bien puesta. Sólo se vive una vez flaquea en la combinación entre la gracia y los “momentos de reflexión” anteriormente mencionados. Las escenas cómicas que realmente funcionan son contadas con los dedos de la mano y se vencen antes del desenlace. El tono que logran, en cierto momento, el director y sus guionistas (Sergio Esquenazi, Nicolás Allegro, Chris Nahon, Mili Roque Pitt y Axel Kuschevatzky), se desvanece cuando la historia pide un cambio de rumbo. El espectador no verá un clásico de acción de los ochenta, ni mucho menos, pero sí un relato entretenido que seguramente haya visto antes.
Acción y humor en medio de una trama policial. Supervisor de efectos especiales y veterano doble de riesgo, Federico Cueva debuta en la dirección con un film en el que conviven acción y humor en medio de una trama policial. La fórmula encuentra innumerables antecedentes en el cine norteamericano aunque no en el de la Argentina, donde los habituales presupuestos ajustados configuran un panorama dificultoso para desarrollar las escenas de amplio despliegue visual que caracterizan el ideario de este tipo de películas. Quizá por eso los pocos intentos por emularla han dejado bastante que desear. Sólo se vive una vez (¡¿por qué ese título?!) se hace cargo de esa situación desventajosa mostrando las explosiones en cámara lenta, como para que se note que algo de plata hay. Pero esa no es la apuesta principal. Lo más importante aquí es el aglutinamiento de figuras nacionales de conocimiento masivo (Peter Lanzani, Eugenia “China” Suárez, Luis Brandoni, Pablo Rago) y un par de actores internacionales de fuste como Gérard Depardieu y Santiago Segura, a quien en estas semanas también pudo vérselo en la serie Supermax y un par de meses atrás en la comedia Casi leyendas. El resultado es una película con la tasa de rostros familiares más grande desde Relatos salvajes y algunos chistes que, en el mejor de los casos, obligan a mover las comisuras. Lanzani interpreta a Leo, un estafador de poca monta dedicado a filmar los encuentros sexuales de su socia (Suárez) con hombres adinerados para después extorsionarlos. Se ve envuelto en el asesinato de un científico (otro español conocido: Carlos Areces), a raíz de una lucha por la patente de un producto químico relacionado con la industria frigorífica. El estar en el lugar menos indicado en el momento más inoportuno lo obliga a adoptar una nueva identidad y esconderse en la sinagoga precedida por el rabino Mendi (Luis Brandoni), siempre con el malvado Duges (un monosilábico Depardieu) y su secuaz Tobías (Segura) siguiéndole la huella entre reuniones ultra secretas y cebadas de mates, muestra de que los códigos humorísticos que propone el film no van mucho más allá de los lugares comunes. En realidad, nada en Sólo se vive una vez va mucho más allá de los lugares comunes, con la apelación a los contrastes entre catolicismo y judaísmo, las irrupciones de un potencial interés amoroso y de un compañero de cuarto que pasa del odio a la complicidad, y la presencia de un asesino a sueldo en apariencia imbatible. En ese sentido, tenía razón el periodista Oscar Ranzani cuando, en la entrevista al ex Chiquititas y Casi Ángeles publicada el lunes en estas mismas páginas, afirmó que Sólo se vive una vez está pensada para “pasar el rato –no más que eso– en el cine”. El rato se vuelve ameno cuando Cueva deposita el peso del relato en un Lanzani que actúa con todo el cuerpo y que desde El clan viene mostrando que es bastante más que el galancete juvenil que supo ser. Pero se vuelve más ripioso cuando irrumpen algunos de sus traumas juveniles y Cueva deje espacio para algunos personajes deslucidos, mostrando que un plantel actoral de ensueño no siempre se traduce en una buena película.
Acción ortodoxa Hacía tiempo que el cine argentino no se le animaba al cine de acción sumando la comedia a su fórmula. El debut cinematográfico de Federico Cueva como director con Sólo Se Vive Una Vez (2017) no se avergüenza ni en apenas un fotograma mientras desparrama tiros, explosiones, insultos y referencias a Kiss. Leo (Peter Lanzani) es un extorsionador profesional que vive de embaucar a empresarios acaudalados filmándolos en situaciones comprometedoras, cuando se cruza en el camino de unos peligrosos hombres de negocios bajo el mando de Duges, interpretado por el francés Gérard Depardieu. Para escapar del aprieto, se hace pasar por judío ortodoxo y se refugia en una sinagoga que, convenientemente, hace un retiro religioso. De ahí en más, Leo y todo aquel cercano a él pasarán por todo tipo de aprietos, intentando salir vivos y con algún billete en el bolsillo. A Lanzani lo acompañan Santiago Segura, Eugenia Suárez, Luis Brandoni, Pablo Rago y Dario Lopilato, interpretando personajes en algunos casos relevantes para la trama y en otras ocasiones algo más “decorativos”, con cierto aroma a concesiones propias de una coproducción. Con un tono humorístico que funciona en ciertas escenas en igual medida en que se extralimita en otras, la propuesta cumple con su función primordial de entretener, mediante un relato que para los mayores de 30 podría contener ecos y guiños cómplices a Testigo en Peligro (Witness, 1985) y Cambio de Hábito (Sister Act, 1992). Gracias a un verosímil que todo el tiempo juega al límite de su propia lógica interna, Sólo Se Vive Una Vez llena de entretenimiento los 90 minutos de un film que nunca pide ser tomado en serio, ¿O acaso es esa la forma de meterse en una película en la que Peter Lanzani improvisa un look de judío ortodoxo en cinco minutos, Pablo Rago es cura y Luis Brandoni es un rabino a cargo de una sinagoga? Con una propuesta que por momentos recuerda a las películas ochentosas de Carlos Galettini y un esquema de producción que permite contar con más herramientas al servicio del divertimento, Sólo Se Vive Una Vez funciona como producto pasatista local si sabemos darle las licencias que el género supone.
Sólo se vive una vez, de Federico Cueva Por Jorge Bernárdez Solo se vive una vez tiene todo en los papeles para ser un hitazo: gran elenco internacional, alto nivel de producción y un look que hace pensar en un cine comercial y de aventuras que veíamos hace años en los cines de barrio o las películas de Belmondo, pongamos, que veíamos en Cine de Superación de canal 11 (antes de que se llamara Telefé). Todo lo anterior significa que me senté en la butaca con cierta esperanza y mucha buena voluntad. Leon (Peter Lanzani) es un estafador que junto a su amiga Flavia (la divina China Suárez), organiza un golpe que sale mal y se ve envuelto en un juego que lo supera. Hay tiros, líos y corridas que terminan con León escondiéndose en un ómnibus, que traslada a un grupo de rabinos de todo el país que participan de unas jornadas en uno de los templos de la Capital. El anfitrión es el rabino Mendi (Luis Brandoni) y el compañero de cuarto de León será Yosi (Darío Lopilato) y claro, hay una chica que será en algún momento lo que va a hacer que León tome algunas decisiones. Todo el mundo parece haberse divertido bastante haciendo lo suyo en la película, que además cuenta con Gérard Depardieu como un sangriento capo mafia, Santiago Segura que hace de su mano derecha y un grupo de actores se suman a la aventura como Pablo Rago, que hace del hermano cura del protagonista. Por desgracia algo falla en el camino y por más buena onda que le ponga uno desde la butaca, las explosiones, los tiros y las corridas no terminan de hacer funcionar una película que tenía todo en los papeles como para gustar. Pero se queda a medio camino. SÓLO SE VIVE UNA VEZ Sólo se vive una vez. Argentina/España, 2017. Dirección: Federico Cueva. Intérpretes: Peter Lanzani, Pablo Rago, Darío Lopilato, Arancha Martí, Luis Brandoni, Gérard Depardieu, Hugo Silva, Santiago Segura, Pablo Cedrón, Eugenia Suárez y Carlos Areces. Guión: Sergio Esquenazi, Nicolás Allegro, Chris Nahon, Mili Roque Pitt y Axel Kuschevatzky. Fotografía: Guillermo Nieto. Música: Alfonso González Aguilar. Edición: Fran Amaro. Dirección de arte: Graciela Oderigo. Sonido: Sebastián Litmanovich y Federico Billordo. Duración: 90 minutos.
Esta es la opera prima de Federico Cueva, especialista en efectos visuales (trabajó en: “El aura”, “Nueve reinas”, “El secreto de sus ojos”), entre otras. La historia es muy sencilla: se centra en las vivencias de Leo (Lanzani), un charlatán y tramposo, filma a escondidas a una amiga Flavia (Eugenia "la China" Suárez) mientras tiene sexo con importantes empresarios y luego los extorsiona ;pero un día todo sale mal cuando es testigo de un negocio turbio y crimen. Huye de seres muy peligrosos: Duges (Depardieu), López (Segura, además es el productor de este film) y Harken (Hugo Silva) y debe cambiar su identidad. El film ya es atractivo desde el gran elenco, todas primerísimas figuras nacionales e internacionales; y ya fue vendida a 45 países (Rusia, Alemania, España, Japón, China, Francia, entre otros). Es divertida, entretiene, hay romance, escenas de acción con un estilo aquellas de los 80 pero ahora con más efectos especiales (mucho de esto sabe su director), persecuciones, contiene mucho humor y puede resultar un buen pasatiempo. Finaliza con un cover de Kiss “I was made for lovin you” interpretado por Peter Lanzani.Después de los créditos hay escenas extras.
Peter Lanzani se carga al hombro esta fallida comedia de acción, sin lógica dramática ni osadía paródica. Por Sólo se vive una vez desfila un gran elenco, entre ellos Gérard Depardieu y Santiago Segura, pero eso no facilita las cosas. Muchas escenas de esta producción resucitan fantasmas de los años ‘90, puntualmente títulos como Poliladron, en donde la única gracia consistía en hacer explotar un galpón para demostrar virilidad de recursos audiovisuales. Pero una película quiere demostrar algo cuando desconoce su identidad y va a contracorriente de sus posibilidades. Sólo se vive una vez intenta ser algo que no es y que nunca llegará a ser: un mainstream hollywoodense. Y tampoco opta por la parodia; si despierta sospechas de intenciones lúdicas es por su misma impericia. Cinco mentes firman este guion de rigor nulo, que salta de situación a situación sin crear un organismo narrativo. Por momentos se tiene la sensación de estar viendo un compilado de sketches: aparece un cura, se lanzan dos o tres chistes religiosos; aparece un sicario, hay tiros; aparece una prostituta, se viene el striptease. Estamos ante fórmulas ejecutadas desde el subdesarrollo, algo que provoca una risa incómoda: no llegamos a sentir adrenalina con la acción pero tampoco la película nos invita a reírnos de ella. Es un juego que los realizadores se terminan creyendo como estudiantes de cine que suponen estar filmando una genialidad. Peter Lanzani interpreta a Leonardo Andrade, un estafador perseguido por un grupo de mafiosos liderados por Gérard Depardieu, insólito y desaprovechado lujo de casting. El papel de antihéroe a Lanzani no le queda cómodo, no sabe imprimirle picardía, demasiada bondad hay en su porte. El resto del elenco cae en la caricatura ramplona, Luis Brandoni y Pablo Rago están sólo para hacer muecas. Quien sale mejor parado es Darío Lopilato, quizás el único que se plantó en un registro livianamente cómico. Los decorados austeros, la fotografía lánguida, el exceso de insultos para darle un tono guarro, la sangre, disparos o palomas hechas por computadora y el uso indiscriminado de drones (acaso el más dañino avance técnico para la gramática del cine) revelan que Sólo se vive una vez fue una película fallida en su origen, un cine de género filmado sin ideas y condiciones apropiadas.
Crítica emitida en "Cartelera 1030" por Radio Del Plata (AM 1030) Sabados de 20-22hs.
ARGENTINA FOR EXPORT Frente a todo mal pronóstico y prejuicio, Sólo se vive una vez es una comedia correcta, con una entretenida historia de acción al estilo de producción hollywoodense y con algunos buenos gags guardados bajo la manga. Con Peter Lanzani a la cabeza, Darío Lopilato, Pablo Rago y Luis Brandoni -entre otros-, más los villanos españoles de Santiago Segura y Hugo Silva, y la figura estelar del francés Gérard Depardieu que “curiosamente” tiene varias escenas, se despliega la historia de Leo, un estafador de medio pelo que junto a su amiga prostituta asaltan a los clientes ocasionales de ella. Pero el último cliente, un empresario de la carne, es apretado por unos mafiosos del gremio que buscan activar una fórmula cancerígena sobre la materia prima. En medio de tiroteos y algunas muertes, el personaje de Lanzani se ve envuelto por error en esta trifulca. Con el documento en mano sólo pensará en escapar. Sólo se vive una vez es una de fugitivos con estilo extranjero que juega al gato y al ratón y, sin embargo, con la utilización de drones nos ubica en un contexto porteño de barrios emblemáticos y paisajes característicos de la ciudad. Cueva, su director, ofrece persecuciones, explosiones con uso destacado de CGI, humor, acción y recursos propios del cine de acción yanqui pero que pueden hacerse con el mismo o mejor nivel en suelo argentino. Incluso existe un guiño al mítico Testigo en peligro, donde el protagonista termina resguardándose en una comunidad religiosa -judía en esta ocasión-. La historia es simpática y la comedia no es forzada. Entretiene con una alta producción sin descuidar la picardía argentina. Saca sonrisas y algún chiste inesperado, como alguna situación entre Leo y el personaje de Silva -aquí con un look muy Sacha Baron Cohen-, además de contar con un Santiago Segura más sólido que en la reciente y pobre Casi leyendas. Y Depardieu, correcto pero limitado en su rol franchute mafioso, nacionalizado con un mate y termo a mano en sus apariciones (NdR: hubiese preferido una pequeña mascota que lo acompañe, aunque eso sea caer en un lugar común que particularmente esta película podría habérselo permitido). Por el lado de los actores nacionales, Brandoni impecable pero siempre haciendo de Brandoni: aquí un rabino con pocas pulgas, aunque canchero a la hora de impartir su fe. Un insípido Pablo Rago como cura católico hermano de Lanzani, mientras Lopilato representa a un joven buchón de la colectividad, aceptable en su rol aunque le cuesta sacarse esos dotes “francellescos”, estigma de su paso por la serie Casados con hijos. En el caso de la “China” Suárez, pasa como un suspiro innecesario pero con innegable atractivo visual. Y finalmente el creciente Lanzani, que después de un drama como El clan apuesta a reírse de sí mismo y jugar en una de acción entendiendo el sentido del film. Sólo se vive una vez nada tiene que envidiar a superproducciones internacionales, ya que cuenta con destacada factura técnica y abre un espectro en un nuevo cine nacional de acción, que contuvo ejemplos bizarros como Comodines o La furia (ambas de 1997). Pero esta vez en clave de humor, autoparodiando y homenajeando al género con mayor prolijidad. Y esto se debe a que su director Federico Cueva (también dibujante para DC Cómics) es un experto en escenas de acción y de manejo de doble de riesgos en taquilleros films norteamericanos como Assassin’s creed. Cueva conoce el medio y ya logró “vender” Sólo se vive dos veces al otro lado del Atlántico: eso, para el cine argentino de género es gratificante.
El modelo de "Sólo se vive una vez" es muy claro: las superproducciones taquilleras de Hollywood. Y en ese sentido tiene todos los tics del caso: junta a actores populares de la televisión (Peter Lanzani, la China Suárez, Darío Lopilato) con estrellas internacionales (Gérard Depardieu, Santiago Segura), convoca a un director especialista en escenas de acción y deja la historia en manos de cinco (sí, cinco) guionistas. El resultado es —como suele suceder en el Primer Mundo, hay que decirlo— una ensalada decepcionante. La trama se centra en un estafador de poca monta (Lanzani) que por accidente se queda con una fórmula química secreta y es perseguido por un grupo de mafiosos. Para escapar, el protagonista se hace pasar por un rabino en una comunidad de judíos ortodoxos. La ópera prima de Federico Cueva (experto en filmar acción y supervisor de dobles de riesgo) arranca con algunas escenas simpáticas, que buscan un humor cómplice, pero de a poco se transforma en un engendro que mezcla religiones y dialectos, personajes torpes y villanos ridículos, y explosiones y persecuciones que ya se vieron hasta el hartazgo en el cine americano. Con su humor de trazo grueso y sus referencias gastadas, "Sólo se vive una vez" no termina de funcionar ni como película de acción ni como comedia bizarra. Los únicos que se salvan son algunos actores (Lanzani, Brandoni y Depardieu), que aportan una cuota de frescura entre tanto plástico.
Una vez más una coproducción argentina-española se estrenará este jueves en nuestros cines: Sólo se vive una vez. Esta atípica superproducción tiene intérpretes como Peter Lanzani, Eugenia Suárez, Pablo Rago, Darío Lopilato, y "estrellas" invitadas como Gerard Depardieu y Santiago Segura. El film cuenta la huida de un estafador de un grupo de mafiosos de diferente calibre, y las peripecias que sufre el personaje a razón de esto. Por el tipo de actores y la cantidad de dinero invertido, desde un principio la película parece ser lo que luego de verla termina confirmando: un exceso de inverosimilitudes que pretenden pasar por extravagantes -mal actuadas, por cierto- y supuestos diálogos ingeniosos -que podría decir un tío borracho en navidad, por qué no-. Incluso se podría afirmar que esta película, que por momentos no lo parece, es como si agarrara lo peor del género de acción y de comedia, como podrían ser las últimas entregas de Rápido y Furioso y las películas del estilo Socios por accidente y los mezclara con un estudio de mercado berreta como buscar los videos y memes más populares de Instagram o alguna otra red social. Vamos, la película tiene un título tan malo como Sólo se vive una vez. Pero esto es sólo la cáscara: si bien uno puede esbozar todos estos argumentos que tienen que ver con una intención clara de marketing y tono, ni siquiera está bien dirigida, y las secuencias de acción son lamentables. Una película pretendidamente "comercial" no tiene por qué tener como condición sine qua non ser mala, eso es claro. Sin embargo, en este caso particular, lo que menos se destaca es la narrativa, la acción, los ritmos de comedia. Parece ser que las decisiones han sido tomadas en una mesa chica por un grupo de directivos que lo que menos les ha importado es la idea más noble -y fundacional- que posee el cine: contar una historia. Aquí, ha pasado a segundo, tercer plano. La cumbre de la estupidez y el tomar al espectador por tonto en esta película se encuentra cuando el personaje de Pablo Rago le dice al de Lanzani "hoy te convertís en héroe" cuando tiene que pasar por arriba de una bandada de palomas, a las cuales este último les tiene fobia. Emulando esta frase que se ha desgastado y banalizado de todas las formas posibles, la película saca a relucir lo más siniestro de la narrativa posible, que es venderte el álbum de figuritas mientras estás viendo el producto (¡que ni siquiera es bueno!). Si hurgamos un poco más en la película tal vez se encuentren algunos pasajes un poco -siendo generoso- interesantes que surgen a partir de la mitad. Pero cuando la película parece tomar impulso, las actuaciones de Lanzani, Santiago Segura -que para hacer de malo da menos miedo que Lassie- y el español Hugo Silva frenan este comeback narrativo que proponía la película. Sólo se vive una vez es lo que se espera de ella, lamentablemente. Una película totalmente prescindible, lo que pasa es que es esta vez, es argentina, y esta vez, se ha gastado demasiado dinero para hacer esto.
El género de acción es una cuenta pendiente del cine argentino. Cuando se incursionó en esta temática en el pasado la gran mayoría de las películas que se hicieron fueron patéticas. El mejor trabajo de la producción nacional dentro del género de acción se hizo en la publicidad durante las décadas del ´70 y ´80. Los clásicos comerciales locales para el Ford Taunus, Ford Falcon y la camioneta Chevrolet, hoy en pleno 2017, siguen humillando a esos pastiches de animación computada que se ofrece en las entregas de Rápido y furioso. Las cosas que se hicieron en Argentina con los autos fueron increíbles y le dieron un gran prestigio a la industria de la publicidad a nivel internacional. En los años ´90 Adrián Suar elevó la calidad de los contenidos en este campo con la serie Poliladron y en el cine produjo una película decente como fue Comodines (1997). Después se podrían destacar las secuencias de acción de Caballos salvajes (Marcelo Pyñeiro), Cacería (Ezio Massa) y el tiroteo final que brindó Adrián Caetano en Un oso rojo, que era impecable, pero no hay mucho más. Juan Campanella y Damián Szifrón también brindaron sus aportes dentro del cine de género. Al menos entre los filmes que se pueden tomar en serio. Tal vez se me escape algún título en este momento pero forman parte de las excepciones del cine nacional, que nunca le encontró la vuelta al concepto de la acción. Sólo se vive una vez es una de las producciones nacionales más cuidadas que se hicieron dentro de este estilo en mucho tiempo y tiene sus mayores méritos en los aspectos técnicos. En esta película queda demostrado que en el país se encuentra el talento para hacer cosas de calidad que se puedan apreciar en una pantalla de cine. Las secuencias de acción que ofrece el director Federico Cueva son muy prolijas y se nota que hubo un esfuerzo por brindar un producto digno. No es habitual que encontremos en el cine nacional escenas de tiroteos o persecuciones automovilísticas que estén bien filmadas y esta producción claramente supera a los horrores que vimos en el pasado. La película de Cueva tiene además cierta impronta nostálgica por el viejo cine de acción, ese en el que las explosiones eran reales en lugar de efectos digitales, que hoy es una especie en extinción. Sólo se vive una vez consigue ser entretenida pese a que su historia no es muy atractiva ni presenta personajes que generen interés. El argumento la verdad que no es bueno y la mayoría de los chistes no funcionan. Sin embargo, el film tuvo la enorme ventaja de contar con un muy buen reparto que contribuyó a que la trama sea llevadera. Peter Lanzani ya demostró en otros trabajos que puede sacar adelante cualquier rol que le asignen y acá se desenvuelve muy bien en los momentos humorísticos, pese a que su personaje es infumable. Por otra parte, actores de calidad como Pablo Rago, Luis Brandoni y Santiago Segura levantan muchísimo la historia cada vez que aparecen en escena. No se puede decir lo mismo de Gerard Depardieu, quien compone un villano trillado con una interpretación en piloto automático. Ya sea porque el guión no le permitía hace nada interesante o el director no supo aprovecharlo su aporte en esta producción es olvidable. En resumen, Sólo se vive una vez no es una película memorable pero consigue ser entretenida y está bien realizada, algo que no se veía en el género de acción nacional desde hace mucho tiempo.
Crítica emitida por radio.
Una más de esas películas argentinas que quizás recaude mucho pero nos deja con sabor a poco. Un elenco lleno de actrices y actores famosos, algunos duran unos minutos, otros toda la película. Pero el gran elenco no es suficiente para esta película argenta. Chiste predecibles por parte del personaje principal (crecido en la calle, y por eso con una forma de hablar vulgar subrayada por demás), muchos personajes secundarios que no se sabe bien su función, algunos matones que los intentan hacer quedar como estúpidos y quedan aún más estúpidos. Actuaciones que dejan mucho que desear de varios personajes, pero se destaca la actuación de Rago y Lanzini. Escenas de acción bien realizadas, el guion por momentos crece, pero regresa rápido a la meseta de la cual es víctima durante gran parte de la película. No aburre la película pero tampoco te descostillas de la risa. Salís del cine, y es como si nada hubiese pasado. Mi recomendación: Mirala cuando salga por telefé.
Crítica emitida por radio.
Un elenco multiestelar e internacional conforma la galería de personajes que desfilan a través de la historia de Sólo se vive una vez. Dirigida por Federico Cueva, es una película de acción y comedia que por sobre todas las cosas cuenta con un notable presupuesto que no pretenden ocultar. En Sólo se vive una vez, un delincuente de poca monta y humildes orígenes termina como blanco de un poderoso mafioso al cual frustra sus planes y le roba un documento importante del cual se había apoderado a las fuerzas. Es Peter Lanzani el protagonista y Gerard Depardieu el principal antagonista, aunque como todo en esta película, hay muchos, siendo otros los españoles Santiago Segura y Hugo Silva. En el medio, cualquier excusa es buena para largos tiroteos, andadas por los techos de los edificios y autos o camiones que exploten con suma facilidad. Hay un intento además de generar humor a través de chistes que van desde lo sexual a lo religioso, aprovechando el tema judío cuando su protagonista no encuentra mejor opción que hacerse pasar por uno de ellos para esconderse. Sin muchas ideas, sin muchos gags efectivos, con un elenco llamativo desde el vamos donde aprovecha algunos rostros conocidos y desaprovecha otros tantos, es que Sólo se vive una vez no termina resultando más que un rejunte de elementos que vimos en muchas películas, aunque es cierto no tantas dentro del terreno nacional. Hay una clara intención de homenajear el cine de acción de algunas décadas pasadas, pero todo termina resultando desprolijo y forzado. Nunca interesa por qué se quiere y necesita tanto ese documento, por ejemplo, bueno sí, sabemos por sobre la superficie que podría generar un importante cambio para la industria de la carne. En cambio, es más divertido escuchar a Gerard Depardieu puteando en español o viéndolo tomar mate. Es que si bien interpreta a un francés, es un francés muy argentinizado que incluso utiliza el fútbol para demostrar su punto en una conversación. Santiago Segura y Hugo Silva apelan por lo estrambótico y exagerado. Luis Brandoni aporta algo de cordura y tranquilidad. María Eugenia “la China” Suárez tiene su imprescindible participación como femme fatale, y Darío Lopilato como el principal comic relief. Lanzani se desenvuelve en general bien, e incluso se permite cerca de los créditos interpretar a Kiss, pero está lejos de las sorpresas que su talento actoral generó en varios productos de los últimos años. Sólo se vive una vez presenta una extensa galería de personajes aunque pocos logra desarrollarlos con el éxito. El humor al que apela constantemente –los gags se dan sin respiro- funcionan a medias. La acción toma protagonismo principal pero sin los otros sostenes esas escenas se tornan reiterativas. Un film pasatista y no mucho más y vale por incursionar en un género poco explotado.