"Breaking Bad" nos sirvió, a muchos que veíamos la serie, para conocer a Bryan Cranston, un actor increíble que más allá de Walter White nos viene sorprendiendo con algunos personajes tan bien realizados que no es para menos haber estado nominado a mejor actor por su interpretación de Dalton Trumbo. "Trumbo" es una película biopic, que no se vuelve aburrida para nada y que en acompañamiento con el sonido, la fotografía, la banda sonora y la dirección, da como resultado una gran historia, que además de informar tiene grandes personajes secundarios que aportan en cada intervención. En síntesis: una gigante actuación de nuestro querido Bryan Cranston que si sos su seguidor tenes que ver.
Criminalizando la ideología. ¡Qué paradójico que en una época en la que estamos en las antípodas de la contracultura y casi todos parecen felices celebrando a pura carcajada la mediocridad y el conformismo que reinan en el campo de los guiones cinematográficos, Hollywood haya decidido construir una oda tan certera como la presente a uno de sus pocos y verdaderos “santos patronos”, el legendario Dalton Trumbo! Lejos del elitismo de cartón pintado de los hipsters incultos y del populismo cambalachero y acrítico que prima entre el público y la prensa, ese que festeja cuanto producto pomposo llega a la cartelera, los espectadores de izquierda siempre recordaremos al señor por el que quizás sea el mejor guión de la historia del cine, el de Espartaco (Spartacus, 1960), y por una de las propuestas antibélicas más viscerales de la década del 70, Johnny Got His Gun (1971), su ópera prima y única película como director. En Regreso con Gloria (Trumbo, 2015) se denuncian de manera explícita el fascismo, la intolerancia, el antisemitismo, la estupidez y el delirio de gran parte de la sociedad norteamericana de los 40 y 50, cuando estaba en auge la caza de brujas a través del Comité de Actividades Antiestadounidenses, un cónclave de fundamentalistas que se dedicaba al linchamiento sumarial de todo afiliado al Partido Comunista y que funcionaba al margen de la otra cruzada del terror, la encabezada por Joseph McCarthy -desde la demagogia y el amedrentamiento- contra los ciudadanos de pie u oponentes políticos. El film va más allá porque además de analizar la censura a la que fue sometido Trumbo por su militancia en tiempos de Guerra Fría, también señala el rol acusatorio de figuras intra industria como los execrables John Wayne y Hedda Hopper, una actriz reconvertida en chimentera enajenada. Aquí Wayne en especial es objeto de un ataque similar en términos ideológicos al encarado por Michael Moore contra Charlton Heston en Bowling for Columbine (2002), en esencia porque ambos representan ese costado hipócrita, conservador, demente y chauvinista del ser norteamericano (con la única diferencia de que Heston sí sabía actuar, basta chequear los trabajos de Wayne con su socio John Ford, otro republicano confeso que hasta llegó a ser galardonado por Richard Nixon). El encargado de dar nueva vida a Trumbo es nada menos que Bryan Cranston, un intérprete que sabe aprovechar cada uno de los manierismos y rasgos excluyentes del protagonista, ya examinados en el excelente documental Trumbo (2007) de Peter Askin, enriqueciéndolos vía la improvisación en numerosas escenas y enfatizando una metamorfosis que va desde el lujo altisonante a la cárcel y la proscripción. El interesante desarrollo es responsabilidad del guionista John McNamara, de amplia experiencia televisiva, y del realizador Jay Roach, conocido principalmente por las sagas iniciadas por Austin Powers (1997) y La Familia de mi Novia (Meet the Parents, 2000): si bien cae en algunos simplismos, el relato ofrece un pantallazo muy eficaz en torno a la lucha idealista de Trumbo por la libertad política y/ o de expresión, siempre en contra del clima paranoico y los oportunistas del momento (los que enarbolando las banderas de la infiltración comunista, se autoproclamaban guardianes de un “american way of life” petrificado y mentiroso). La trama no olvida al resto de los “Diez de Hollywood”, aquella primera lista negra de Estados Unidos, y muchas de sus preocupaciones están condensadas en el personaje ficticio de Arlen Hird (Louis C.K.), un resumen del dolor de años sombríos. Otra decisión inteligente fue la de colocar como antagonista al patético J. Parnell Thomas (James DuMont), presidente del Comité de Actividades Antiestadounidenses y luego condenado por corrupción, nuevo ejemplo de la doble moral de un montón de figuras del ámbito gubernamental y artístico. En Regreso con Gloria sobresalen también las exquisitas actuaciones de Diane Lane como Cleo, la esposa de Trumbo, Elle Fanning como Nikola, su hija mayor, y la maravillosa Helen Mirren como Hopper, la adalid de la criminalización más extrema del pensar distinto, esa que conduce al ostracismo y la utilización de seudónimos. Hubiese sido muy revelador que la historia continuase su derrotero más allá de los 50, para cubrir el período de Los Valientes Andan Solos (Lonely Are the Brave, 1962), El Hombre de Kiev (The Fixer, 1968) Johnny Got His Gun y la recordada Papillon (1973). La película destaca el fracaso del destierro profesional vía las anécdotas alrededor de los Oscars que recibe el protagonista -cuando debía recurrir a testaferros para seguir trabajando de manera regular, ante el veto implícito de los grandes estudios de Hollywood- por las bellas La Princesa que Quería Vivir (Roman Holiday, 1953) y El Niño y el Toro (The Brave One, 1956), antecedentes de una restauración que se completaría gracias a la intervención de los enormes Kirk Douglas y Otto Preminger, quienes lo incluyen en los créditos oficiales de Espartaco y Éxodo (Exodus, 1960) como autor del libreto, dando el puntapié inicial al fin de un etapa que pocas veces fue analizada por el mainstream, en una jugada que por supuesto tiene que ver con esa automitificación nostálgica que Hollywood pretende vender en el mercado global y que compran los cinéfilos más desinformados…
Un guión pésimo Dentro de la ola infinita -y por momentos insoportable- de películas biográficas que año tras año sepultan la creatividad en el cine americano. Algunas son peores que otras, el nivel no es parejo ni todo negativo. De tanto en tanto aparece alguna realmente buena y también hay un puñado de films simplemente mediocres pero inocuos. Un último grupo son las biografías tontas, fallidas o directamente indignantes. Como se trata de películas, las que más molestan son las que se basan en historias vinculadas con el cine. Hace poco un patético mamarracho le dedicaba sus dos horas a retratar a Alfred Hitchcock, en el medio, y de forma sintomática, expresaba una serie de ideas muy pobres acerca del cine. Para juntar todos los lugares comunes negativos del cine biográfico y agregarle su mirada obtusa sobre el Hollywood clásico ahora llega Trumbo, película que retrata la vida de Dalton Trumbo durante los años del Comité de Actividades Antiamericanas. Trumbo no es el primer film que trata sobre esta época, pero sin duda es el que peor lo hace. Bastaría contraponerlo a Buenas noches, y buena suerte para ver las diferencias entre un film excelente y uno horrible. El desfile de actores bien vestidos de época, la dirección de arte y una fotografía bien llevada puede hacer creer que no se trata de una mala película. Pero nadie duda de que aun un film mediocre en Estados Unidos es capaz de ofrecer estos elementos. Es una lástima que en sus eternas dos horas de duración, Trumbo se olvide de contar que los años que retrata fueron de los mejores de la historia del cine mundial. Pero claro, eso sería hablar de cine y el cine no importa acá. Trumbo funciona como aquello que denuncia. Una casa de brujas que ridiculiza a sus enemigos de manera lamentable, que se sirven de las herramientas más torpes que da el cine para contar historias. Caricaturas baratas, diálogos ridículos, escenas de trazo grueso. Todo aquello que el propio Dalton Trumbo hubiera tratado de evitar. Los artistas de Hollywood no se pueden defender de estos films que, para limpiar la conciencia del cine actual, suelen tener éxito en los premios. Pero tan mediocre y tonta es Trumbo que ni siquiera pudo tener mucho éxito en los premios. Solo la sobreactuación bastante triste de Bryan Cranston tuvo algo de repercusión. Alguna vez se hará una buena y sofisticada película sobre estos temas, que retrate todas las facetas del conflicto, por ahora los progresistas millonarios producen estas cosas. El cine, lamentablemente, es el único que sale perdiendo.
Una inteligente película que no se convertirá en un clásico pero que está llena de buenas cualidades. No te la pierdas! El dinámico guión tiene diálogos eficaces con los cuales logra informar al espectador de la mejor manera posible sobre...
El guionista rojo. Es muy común en el cine encontrar propuestas que comienzan bien y terminan mal, que prometen al principio y defraudan en el trayecto. Trumbo es el rarísimo caso opuesto: una película que empieza con notables problemas narrativos pero que inesperadamente levanta promediando la cinta. La presentación de Trumbo está hecha a retazos. Es caótica, apresurada y quizás un poco pretenciosa. Los múltiples personajes aparecen, dicen unas líneas y vuelven a desaparecer, como recurso narrativo de una trama que desorienta al espectador. Pero pasados los primeros 40 minutos el filme encuentra el rumbo y la historia se encarrila para bien, enfocándose en un argumento que de repente se torna interesante. A partir de ese momento la película empieza a sacarle provecho a su magnífico reparto y Trumbo resurge de sus propias cenizas. Trumbo posee un potencial narrativo y un reparto que en manos de otro director podría haber alcanzado múltiples nominaciones al oscar, pero no es el caso. Su introducción, lamentablemente, es deficiente, pero quienes estén dispuestos a atravesarla se sorprenderán del nudo hacia adelante. Algunas películas valen la pena sólo por partes. Ésta es una de ellas. Comments
El lado oscuro de Hollywood. Un año después de la muerte de Dalton Trumbo en 1976, el periodista Bruce Alexander Cook publicó su biografía del gran guionista y escritor norteamericano. Esta historia es la que fue adaptada por John McNamara, un guionista de series televisivas, para que el director de comedias pasatistas Jay Roach (Meet the Fockers, 2004) se adentrada en el drama histórico de esta genial figura del arte y la política que combatió contra las listas negras de Hollywood impulsadas por la oprobiosa organización presidida por John Wayne, “The Motion Picture Alliance for the Preservation of American Ideals”. La importancia de la película reviste en la recuperación de la militancia comunista de Trumbo desde la década del treinta, la cual se radicalizó a principios de los años cuarenta. Tras el comienzo de la Guerra Fría y la persecución de artistas dirigida por algunos congresistas a través de la “House Un-American Activities Committee”, Trumbo termina en la cárcel junto a otras figuras de Hollywood. Al salir enfrenta como puede la lista negra que le impide firmar sus trabajos, ofreciendo sus guiones a amigos o a la productora King Brothers Productions hasta que logra que Otto Preminger y Kirk Douglas lo incluyan en los créditos de Éxodo (Exodus, 1960) y Espartaco (Spartacus, 1960) de Stanley Kubrick. La película narra el disciplinamiento de los ideales sobre los artistas y la cruzada de John Wayne y de la actriz y columnista de chimentos Hedda Hopper, interpretada magistralmente por Helen Mirren, contra cualquier cosa que reflejara los valores del comunismo. Este proceso terrible dio vuelta la moneda del sueño americano por su contracara de pesadilla de miedo y desesperación, abierta por la lista negra de los primeros diez artistas silenciados por su militancia política. Tanto McNamara como Roach retoman el documental de Peter Askin de 2007 y no temen incluso agregar personajes ficticios a la historia de un protagonista de trato difícil e ideales enérgicos. El relato va desde el establecimiento de una estrategia para combatir la percusión hasta la aceptación de la derrota y la recuperación tras la flexibilización de la censura haciendo hincapié en la relación del guionista con sus colegas y con su familia. Con el boicot de los estudios a la cada vez más grande lista negra de actores, guionistas, directores, etc., las alianzas de Trumbo se van disolviendo. El personaje de Arlen Hird funciona como contrapeso del ego del protagonista y como un álter ego que expresa las dudas, los temores, el compromiso y las contradicciones del gran escritor norteamericano que solo dirigió una película, Johnny Got His Gun (1971), una obra basada en la novela homónima escrita por él mismo antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Las excelentes actuaciones de todo el elenco, con un Bryan Cranston genial interpretando al ampuloso Trumbo y una Diane Lane de gran carisma, son parte de lo mejor de este rompecabezas que indaga en la paranoia que asoló a Estados Unidos durante las primeras décadas de la Guerra Fría. Trumbo se erige así como una película insoslayable para entender la historia de Hollywood, el sustrato que subyace en sus películas, la idiosincrasia norteamericana y la lucha que se libró en torno a la cultura y particularmente el cine en la segunda mitad del siglo XX.
La amenaza roja se oculta Hay películas que tratan un personaje tan interesante que confunden al crítico o espectador al momento de hablar acerca del film. Creo que Trumbo entra en esa categoría porque a pesar de tener muchos aciertos en su fotografía, recursos originales al momento de retratar la época y muy buenas actuaciones, el guión y varios aspectos de la historia caen en un vacío y nos producen varios cuestionamientos. Por eso hay que dividir los criterios y hacer un balance entre los aspectos positivos y negativos. Como la bondad nos invade empezamos por los positivos (?). Dalton Trumbo (Bryan Cranston) es un guionista y director de Hollywood muy exitoso, tiene ideales y está afiliado al partido comunista en una época difícil -los inicios de la guerra fría y el mayor momento de esplendor del macartismo, que conllevó persecución hacia personas alineadas ideológicamente con la izquierda o con cualquier cuestionamiento al capitalismo y los valores de vida norteamericanos-. La película ahonda sobre los grandes problemas que tuvo en relación a eso. Por eso, la primera mención es para Bryan Cranston que tiene completamente justificada su nominación al Oscar en la categoría Mejor Actor. La versatilidad que explota desde la primera escena muestra muy bien lo destacado de su caracterización, es el centro del film y maneja todas las emociones y momentos del relato con una comodidad tremenda. Es cómico cuando tiene que serlo, dramático si la escena lo requiere y firme al exponer sus posiciones. Un personaje tan tierno como fuerte. Sin embargo, no es el único que se destaca. Helen Mirren (Hedda Hopper) encarna su papel de malvada con excelencia, y logra el objetivo de ser muy odiada por el espectador. El elenco en sí acompaña correctamente, además de ser de muy buena calidad (Louis CK, John Goodman, Diane Lane, Michael Stuhlbarg, entre otros). Entonces podemos decir que el film apueba más que bien a nivel actoral. Otro de los aspectos positivos de la película es la fotografía y los recursos utilizados para mostrar la época, tanto en imágenes de archivo como en representaciones actuales. Están tan bien realizados a nivel fotografía que la distinción entre el archivo y la representación es difícil de distinguir y llama la atención por lo destacado de su mezcla. Pero lo más positivo es el contexto que trata. Se hace muy interesante el retrato de lo nefasto que fue la época y los problemas que surgieron en un montón de personas que reaccionaron como pudieron y como supieron. Pedirle valentía implacable a todos los participantes de un momento histórico es un acto estúpido y egoísta. El relato logra transmitir muy bien esa idea. Sin embargo, en ese punto también es donde empiezan nuestros cuestionamientos sobre el film. Al principio se ve claramente la ideología y afinidad con los trabajadores por parte de Trumbo, pero a medida que se desarrollan las acciones, esto parece perderse, pareciera que el protagonista se desvincula del todo con el pensamiento comunista. No sucede así con su forma de vivir, ya que su principal lucha contra el sistema macartista imperante fue lo central. Ese es el primer ruido, porque el tema no es ignorado, y si bien fue una víctima de la persecución, no era una persona inocente al oponerse al sistema capitalista. Tratar a Trumbo como un ser inocente en ese aspecto es lavar un poco su lucha y las dificultades que fueron tan bien retratadas. Al seguir con los cuestionamientos que me surgieron al finalizar el film es que se trata de la historia de un guionista fantástico, con un talento tan grande que supo esquivar la censura y aún así ganar dos premios Oscar en su época. Todo un logro. El problema es que, como una de las mayores de las ironías, la película que lleva su apellido justamente tiene inconvenientes en ese aspecto. Se hace larga, se dispersa entre la gran cantidad de los inconvenientes del protagonista, remarca innecesariamente algunas obsesiones, ciertos problemas con su familia, pero ignora, por ejemplo el sufrimiento social más allá de alguna mirada o pintada en el patio de la casa. En ese sentido, Puente de espías (2015), logró mostrar mucho más en menos tiempo, por ejemplo. La lucha de Trumbo está bien retratada pero el fondo de su ideología o pensamiento queda muy diluído, casi vacío. Eso es lo más injusto. A pesar de eso el film logra emocionar, genera que el espectador empatice con el problema y se entretenga, y además que se eduque con las injusticias y persecuciones de un tiempo nefasto que nunca debe volver a repetirse. Por eso vale la pena verla.
Un eficiente relato sobre uno de los más memorables guionistas. Dalton Trumbo, para aquellos que no lo sepan, fue el guionista de Espartaco. Pero esta consagración fue el punto final de un largo derrotero a causa de la caza de brujas en Hollywood de la que fue víctima por su afiliación al Partido Comunista. Por rehusarse a ceder a la persecución del Comité de Actividades Anti-Americanas, y a pesar de que la Constitución Norteamericana admitía la libertad de expresión, Trumbo conoció la cárcel y, al salir, tuvo que subsistir escribiendo para producciones de segunda con un seudónimo. Jay Roach, de amplia experiencia en la comedia por las películas de Austin Powers y La Familia de mi Novia, se despacha con Regreso con Gloria, un adecuado drama que arroja suficientes luces y sombras de una persona que, con total independencia de cuan identificado estés o no con su ideología política, fue todo un héroe de su época. Pureza y astucia La historia de Regreso con Gloria, esencialmente, ilustra la odisea de como Dalton Trumbo consiguió subsistir desempeñando su oficio a pesar de la enorme persecución que padecía, así como el enorme costo personal que le significó defender estos ideales. El guion no solo ilustra, con luces y sombras en igual distribución, la obvia valentía y astucia del protagonista, sino que muestra sin juzgar y con una luz muy humana lo que el miedo podía hacer con uno durante esa época negra de la historia. Donde los gestos nobles debían ser meditados más que automáticos, ya que ponían a uno en la difícil posición de verse obligado a manchar su integridad moral solo para sobrevivir económicamente. Regreso con Gloria se sostiene lo suficiente porque se trata más que nada de una odisea moral. Uno se pregunta si Trumbo hace lo correcto por un ideal o por su propio ego, y esa duda es la que lo hace al personaje más humano y verosímil. Aunque era un idealista, pintarlo como uno absoluto no hubiera ayudado al relato. (No hablemos de imagen a nivel histórico, no olvidemos que después de todo es una película, una dramatización, que como tal tiene sus licencias) A nivel técnico, la película tiene logrados aciertos en la reproducción de época y posee una fotografía decente. Pero si Regreso con Gloria consigue destacar es por obra y gracia de Bryan Cranston, quien entrega una interpretación digna de la nominación al Oscar que obtuvo por esta película. El carisma del actor es lo que consigue que esta película pueda seguirse hasta el final, aunque debe destacarse que hay interpretaciones meritorias de Helen Mirren; Louis C.K.; Diane Lane, como la esposa de Trumbo; y la joven Elle Fanning como su hija mayor. Conclusión Aunque no deslumbra, Regreso con Gloria es un relato eficiente que consigue mantener el interés del espectador a pulso de una decente puesta en escena y un nivel interpretativo encabezado por un actor de enorme carisma. Si contás con la plata, el tiempo, y te gusta como labura Bryan Cranston puede que no te desilusione.
Trumbo, el comunista El realizador Jay Roach, conocido por sus comedias (filmó la primera de Austin Powers y de La familia de mi novia), se pone detrás de cámara de un drama pero con la ironía política en primer plano. La historia de Dalton Trumbo, guionista norteamericano integrante de listas negras en épocas de macartismo (perteneció a “los diez de Hollywood”), a quién se le prohibió seguir trabajando por simpatizar con el comunismo. Desde el anonimato presenta batalla mediante testaferros que firmaban sus guiones, a la academia de cine que lo rechaza por ser figura non grata pero -paradójicamente- no deja de premiarlo por su trabajo. Uno de los mayores aciertos de esta increíble pero real historia basada en la biografía de Dalton Trumbo escrita por Bruce Alexander Cook, es Bryan Cranston quién personifica al héroe silenciado del relato. El protagonista de la famosa serie Breaking Bad logra construir desde el humanismo a un tipo común con fuerte temperamento y convicciones, asediado por la incongruencia de los hechos. A fines de la década del 40 el por entonces senador de los Estados Unidos Joseph McCarthy promueve la denominada caza de brujas persiguiendo y haciendo declarar ante un “comité de actividades antiamericanas” a cualquier persona sospechada de tener simpatía por el comunismo. La historia es conocida y en esa difamación cae hasta Charles Chaplin entre las personalidades más famosas. Dalton Trumbo por su rol de guionista (y no exponer su rostro en pantalla, como le dice Edward G. Robinson en la película) puede presentar batalla desde las sombras a dicha persecución ideológica desatada en el país de la libertad, con lo paradigmático que la misma frase sostiene. La lucha del hombre es representada en tres aspectos: el familiar, con el dolor que sufren su mujer e hijos por las acusaciones, el laboral, por los rebusques con testaferros para poder continuar en la industria y obtener el anhelado reconocimiento, y el ideológico, por su libertad para sostener frente a todo sus convicciones políticas expresadas en sus obras. Una historia casi tan increíble como los estragos que la mediocridad del macartismo hizo en el mundo de Hollywood. Regreso con gloria (Trumbo, 2015) sigue una narración clásica que genera empatía con el protagonista y su lucha, indispensable para correrse de la teoría de los dos demonios -de la grieta- y no pensar lo sucedido en buenos y malos, sino desde un hombre común sometido a lo insólito de los hechos que busca a través de su inteligencia hacer frente a semejante injusticia. En ese papel de burlar a Hollywood tiene una importantísima parte Bryan Cranston, hecho que le valió una nominación al Oscar, y quizás por el mismo motivo, la película no fue considerada como candidata a mejor film. El testaferro (The front, 1976) con Woody Allen, Culpable (Guilty by suspicion, 1991) con Robert De Niro, o la misma Nido de ratas (On the Waterfront, 1954) con Marlon Brando (dirigida por Elía Kazan, involucrado en los hechos personalmente), son algunas películas que tratan sobre la persecución ideológica del macartismo, pero Regreso con gloria se configura como la síntesis perfecta del tema al confluir varias aristas del problema desde el punto de vista del implicado pero sin desestimar jamás su afinidad política, e incluso mostrar el sin sentido de criminalizar a alguien por sus convicciones. Pensemos que Dalton Trumbo fue el hombre que escribió nada mas y nada menos que Espartaco (Spartacus, 1960) de Stanley Kubrick, sólo resta pensar los grandes films que nos habremos perdido por tanta estupidez humana.
El cine hecho metáfora. De un lado, tenemos a Dalton Trumbo, un guionista de Hollywood afiliado al Partido Comunista que, tras la Segunda Guerra Mundial, debe vérselas con una actualidad donde “comunista” es mala palabra. Pronto Trumbo recibirá un guión -el de Espartaco, no menos- para editar: contará así la historia de un simple hombre que luchó contra un imperio. Del otro lado, se yerguen orgullosos de su bandera y derrochando capitalismo las autoridades de un Estado al que ahora le toca decidir qué habitantes amenazan al país. Ellos no son tan sutiles como Trumbo y su guión: sus palabras exactas incluyen, para ilustrar solo con un ejemplo, que “los comunistas han intentado ahogarnos en un río rojo, pero éramos muy pesados para hundirnos”. Así funcionan el arte y la política. El arte, disfrazado de la humildad de la ficción pero ejerciendo un poder muy real sobre la sociedad, apuesta a la metáfora. En algún sentido, todo arte exitoso juega a disfrazarse de algo para comunicar algo más, alguna otra cosa que, en general, lo excede. La política, por otro lado, es pura verbalización. Todo está dicho tan lisa y llanamente cómo es posible; después de todo, hay un ciudadano mirando la tele que necesita ser convencido de los ideales que un cierto grupo de hombres les imponen. En este caso, el gobierno de los Estados Unidos deberá explicarle a su pueblo que nada en este mundo es más asqueroso que un comunista, que ese término es sinónimo de traidor a la patria y que, a pesar de que ellos vean a la Unión Soviética muy lejos en el mapa, esta es una amenaza que está más cerca de casa de lo que parece, con espías comunistas infiltrados en casi todo ambiente de la vida pública; no es casualidad que en esta época se funde la “Alianza Cinematográfica para la Preservación de los Ideales Norteamericanos”. Es en este escenario en el que se despliega Trumbo. Como su nombre lo indica, narra la historia del guionista Dalton Trumbo, y de todos aquellos -llamados los Diez de Hollywood- que fueron obligados a testificar sobre sus actividades “antiamericanas”. La película recorre las muchas etapas de su vida como guionista en una época en la que su inclinación política atravesaba su carrera toda, incluso, de a momentos, paralizándola por completo, sin dejar afuera su universo familiar. La narrativa se centra en torno a esta figura que es, cabe destacar, de lo más interesante. De más está decir que fue uno de los guionistas mejores pagos de Hollywood, con una casa frente al lago e ideales comunistas: una situación que no viene exenta de contradicciones. Y es que el Dalton Trumbo de John McNamara es un hombre convencido de sus ideales pero, sobre todo, convencido de su derecho a tenerlos. Es este el punto más importante de su lucha: la injusticia que representa el incluso tener que llevarla a cabo. Bryan Cranston se luce en un papel que no es demasiado desafiante, pero sí muy carismático y con el que es fácil empatizar, dado que no es el ególatra que uno esperaría de un guionista de su calibre. El título de Trumbo, sin embargo, es una suerte de engaño. Lo más importante de la película no es su personaje sino más bien el retrato impecable que logra hacer de una época. En ese sentido, es una suerte de registro histórico muy destacable, donde se abre una ventana a la idiosincrasia estadounidense y a todas las vicisitudes de una época. Volviendo al concepto original, el arte opera a través de la metáfora y es así como Trumbo debe leerse, como sinónimo de resistencia y oposición ante la censura más que como la biografía de un hombre más.
Guionistas en la lista negra. Este filme nos cuenta la vida de Dalton Trumbo (Bryan Cranston), un exitoso guionista cuyo nombre apareció en las listas negras a fines de la década del cuarenta. Trumbo junto con otros compañeros -guionistas, actores, directores- fue víctima de la cacería de brujas desatada por el senador Joseph McCarthy, quien citaba a declarar ante el “comité de actividades antiamericanas” a todo aquel que -según él- simpatizara con el comunismo. Luego de pasar un tiempo en la cárcel, Trumbo regresa a su casa y se encuentra con que no puede volver a trabajar, los estudios tienen prohibido contratarlo, aunque quieran y lo consideren un gran guionista. Desde las sombras Trumbo debe encontrar la manera de sobrevivir haciendo lo único que sabe hacer: escribir. La película se centra en esos años de supervivencia, donde utilizó todo su ingenio para seguir inventando historias con distintas estrategias, como por ejemplo firmar con seudónimo. Y fue bajo distintos nombres que ganó varios premios Oscar que no pudo ir a recibir. El filme cuenta con una excelente reconstrucción de época, detallista, minuciosa, no solo en el aspecto visual, sino también en el material radial y publicitario de aquel entonces, donde los actores tomaban posición a favor o en contra de la persecución que se vivía. Bryan Cranston hace una brillante y compleja interpretación de un hombre capaz de defender sus ideales hasta las últimas consecuencias, pero al mismo tiempo insensible ante las necesidades de su familia, y con un ego que a veces podía salirse de control. Diane Lane lo acompaña con una gran interpretación de su paciente esposa. El resto de los personajes parecen estar divididos en bandos, les faltan matices. Los perseguidos son buenos y talentosos, los americanistas son malos y brutos; un claro ejemplo de esto es el modo en que presentan al personaje de John Wayne (David James Elliott), a quien muestran como un republicano bruto y sin talento, que solo esta ahí para amedrentar a los compañeros que no piensan como él, o Helen Mirren que a pesar de su enorme talento interpreta a una acartonada y exagerada Hedda Hopper. Por otro lado, si bien en las listas negras hubo gente realmente talentosa, los que quedaban del otro lado no eran necesariamente incompetentes en su trabajo, podían ser ideologicamente nefastos, pero aún así Hollywood tuvo excelentes producciones durante esa etapa. "Regreso con Gloria" es una película que no defiende ideologías, ni profundiza en ellas tampoco. A través de un personaje atractivo con una lucha y una historia de redención muy interesante, el filme informa y entretiene, nos cuenta qué pasó, y lo hace de forma accesible, emotiva y por momentos épica, para construir una de esas historias que aspiran a ganar estatuillas doradas.
Cuando todo el mundo tiene sus razones. Ambientada durante la caza de brujas en Hollywood, la historia de Dalton Trumbo, guionista estrella caído en desgracia, es una película socrática: no juzga la opción del “rebusque”, como tampoco necesariamente la de hacer mucha plata con el trabajo honesto. Basada en un libro escrito por un señor Bruce Cook, el primer acierto de Regreso con gloria (lo contrario de Coming Home, que en los 70 tuvo en Argentina el título Regreso sin gloria) es el de zafar del trasnochado género biopic. No hay aquí gran arco temporal, burocrática recorrida desde la infancia hasta la vejez del protagonista, sino concentración en los años que marcan el nudo en el que se quiere focalizar. Básicamente, desde 1947, que es cuando al compás de la Guerra Fría se inicia la paranoia anticomunista en Estados Unidos, hasta 1961, cuando un gesto del presidente Kennedy marca el comienzo del fin de las listas negras en Hollywood. Una de cal y una de arena: el papel de Dalton Trumbo lo hace Bryan Cranston, el amado Walter White de Breaking Bad. Así como en la serie Cranston es puro cable a tierra y mandíbulas apretadas, aquí pule hasta la manía una composición llena de amaneramientos (da la sensación de haber practicado durante semanas cómo dejar el labio inferior en estado de perpetua flotación), que lo llevó hasta donde esta clase de artilugios llevan a la gente: a las puertas del Oscar. Integrante de la terna a Mejor Actor Protagónico en la última entrega, Cranston quedó en el camino del inevitable DiCaprio. El guionista mejor pago de Hollywood por aquellos años, Trumbo teclea en la bañera (como Michel Piccoli en El desprecio), fuma cigarrillos con boquilla, luce un mostacho a lo Martín Caparrós, escribe mucho y más eficientemente que la mayoría de sus colegas. Por eso el mismísimo Louis B. Mayer le ofrece el cuádruple de lo que le están pagando para ser exclusivo de la Metro. El contrato le dura poco: el Comité de Actividades Antiamericanas ha comenzado a buscar comunistas debajo de la cama, al mismo tiempo que la Motion Picture Alliance, que congrega a lo más reaccionario de Hollywood (de John Wayne para abajo) se muestra dispuesta a revisar cama por cama. Sospechados de traidores a la patria, Dalton y otros “rojos” deberán comparecer ante el Senado, conminados a dar nombres de otros compañeros de ruta. En caso contrario podrán ser sumados a las listas negras, con lo que eso representa: pérdida de trabajo y, eventualmente, prisión. Como Trumbo es de los que se niega a hablar (fue uno de los famosos “Diez de Hollywood”), todo eso le sucede, puntualmente, en 1949. Que el tipo tuvo los suficientes cojones para no traicionar a los suyos y poner así en riesgo su trabajo, está claro. Lo interesante del guión de Trumbo (escrito por John McNamara, de antecedentes exclusivamente televisivos, a partir del libro de Cook) es que a eso no le agrega que tenía alitas y volaba. Por un lado, el guión inventa a un guionista y miembro del PC, Arlen Hird (el gran Louis C.K., en su primer papel en cine), que representa el militante en estado puro. Algo que Trumbo no es. “Hablás como radical, pero vivís como millonario”, le enrostra Hird en el impresionante ranch de su colega, que cuenta con lago propio. “Les tenemos que ganar en su propio terreno”, alega más tarde Trumbo, para justificar su postura de seguir escribiendo los guiones que caigan en sus manos, por malos que sean. Lo cual tampoco tiene nada de reprochable, y ése es otro de los méritos de Trumbo: no juzga la opción del “rebusque”, como tampoco necesariamente la de hacer mucha plata con el trabajo honesto. Hace algo mejor: pone esas opciones en duda. Tanto como la contraria, la del purismo a ultranza, representada por Hird. Regreso con gloria es una película socrática. La película está dispuesta a oír incluso las razones de los delatores. Edward G. Robinson, que lo hizo bastante tardíamente, recuerda que mientras Trumbo puede sobrevivir escribiendo con seudónimo, él, como actor, no está en condiciones de hacer lo mismo. Donde Trumbo traza la raya política y moral es en el otro bando: el de los cazadores de brujas, representados por esa verdadera arpía que fue Hedda Hopper, periodista de chimentos que se muestra aquí capaz de chantajear hasta al director del estudio más poderoso de Hollywood y salirse con la suya. Luciendo un sombrero distinto en cada escena, a cual más ridículo, Helen Mirren compone una villana de Disney. No está mal que así sea: Hopper era en verdad una caricatura viviente, con forma de bífido. Más difíciles de digerir son los dobles de estrellas demasiado icónicas para ser encarnadas por cualquiera: no se puede poner a hacer de John Wayne al primer grandote que pase por ahí, de Kirk Douglas a uno con hoyuelo pero sin mandíbulas, o de Otto Preminger a un pelado que debe pesar 50 kilos menos que el director de Exodo (que tuvo guión de Trumbo, lo mismo que el Espartaco de Kubrick). Eso le quita verosimilitud a la película, tanto como las presencias siempre excelsas de John Goodman (protagonista de una escena exultante) y la sublime Diane Lane (como la asombrosamente paciente Sra. Trumbo) permiten disimular esos fallos. Dirige con solvencia Jay Roach, en su primera película “seria”, después de las series Austin Powers y La familia de mi novia.
Con la frente en alto Bryan Cranston compone al perseguido guionista Donald Trumbo en esta biopic sobre listas negras. El de Donald Trumbo fue un caso emblemático de lo que la censura, las listas negras y el macartismo intentaron hacer en el Hollywood de la Guerra fría. Un escritor, y guionista prolífico, capaz de redactar un libreto en tres días, Trumbo no sólo era talentoso sino que era comunista. Y eso para la caza de brujas fue como un imán. Para los jóvenes que no saben quién fue Trumbo, y que sólo escucharon dos palabras sobre el acoso y la censura (listas negras), Regreso con gloria es como un resumen acerca de la paranoia colectiva de fines de los años ‘40 y los ‘50, con los procesos arbitrarios y la caza de brujas que apoyaban, aquí con nombre y apellido, desde John Wayne a Robert Mitchum. El filme incluye escenas documentales en las que aparecen personajes reales, por ejemplo cuando dan su testimonio ante el Comité de Actividades Antiamericanas, y si son interpretados por los actores que los representan, viran del color al blanco y negro. Trumbo fue uno de Los 10 de Hollywood que fueron acusados de traidores y de ejercer una campaña antiamericana. Fue a prisión por “desacato al Congreso” -por negarse a contestar algunas preguntas ejerciendo su derecho cívico- y se quedó sin trabajo. Mentira: trabajó con seudónimo, ganó dos Oscar… La película de Jay Roach decide centrarse en la historia personal de Trumbo con el background que lo rodea, para crear como un patchwork, una manta con distintas anécdotas e intrigas. Jay Roach opta por personalizar la historia, pero es tan fuerte el entramado que la rodea que le permite arrojarse sobre las cuestiones políticas y cómo ello repercute en la vida social y de la familia de Trumbo. En el juicio. Donald Trumbo fue guionista, y ganó dos Oscar. En el juicio. Donald Trumbo fue guionista, y ganó dos Oscar. Esta opción no sólo no molesta, sino que refuerza la idea de fijar posición, documentalizar y no ficcionalizar. Son escasísimos los filmes de Hollywood sobre su costado más negro, por eso Regreso con gloria es muy bienvenida. Extravagante -podía escribir recostado en la bañera con agua- y extrovertido, Trumbo llegó a ser el guionista mejor pago de Hollywood, lo que es decir, del mundo. Con sus ideas libertarias y de igualdad -quería que todos los que trabajaban en un estudio de cine participaran de las ganancias-, es el héroe americano que se enfrenta al sistema, lo sufre, pero lo derrota. El guión también está en función de los actores, con escenas para que se luzcan. Y siendo Bryan Cranston (Breaking Bad) y Helen Mirren -como la ex actriz y periodista del espectáculo y de chismes Hedda Hopper, terriblemente anticomunista: ¿adivinen quién tiene una estrella en el Paseo de la fama, y quién no?- es un gran, enorme placer extra.
En regreso con gloria el director Jay Roach (Austin Powers) presenta una muy buena biografía sobre el guionista Dalton Trumbo. Problablemente uno de los mejores escritores que tuvo el cine hollywoodense en los años ´40, cuya carrera se vio afectada por sus creencias polìticas. Trumbo estaba asociado con el Partido Comunista y esto lo convirtió en un enemigo del gobierno estadounidense y de algunos artistas conservadores como John Wayne que contribuyeron a su persecución. El artista se vio obligado a seguir trabajando en el cine con pseudónimos donde brindó historias excepcionales. Entre ellas 30 segundos sobre Tokio (1944), La princesa que quería vivir (1953), The Brave one (1956), por la que ganó un Oscar con el pseudónimo de Robert Rich, ya que estaba prohibido en Hollywood, y Espartaco (1960) que representaría su gran regreso al cine norteamericano. Esta es una película ideal para cualquier espectador a que le interese la historia del cine por la manera en que el director Roach retrató este período oscuro de Hollywood. Luego de su labor en Breaking Bad, Bryan Cranston finalmente consiguió un gran papel protagónico donde se pudo lucir a lo grande. Su interpretación de Dalton Trumbo es fabulosa y en esta película tiene muy buenos momentos junto a Helen Mirren, Diane Lane y John Goodman, quienes también se destacan en el reparto. La trama de Regreso con gloria por momentos pierde su fuerza cuando el conflicto se enfoca demasiado en la vida doméstica de Trumbo que es mucho menos intersante que la lucha que emprendió por la libertad de expresión en los Estados Unidos. No obstante no deja de ser una muy buena película del director Jay Roach, quien construyó su carrera filmando comedias como las sagas de Austin Powers y La familia de mi novia y en este caso cambió de género para brindar algo diferente. Aparentemente el realizador se entusiasmó con este cambió ya que el mes que viene estrenará otra película dramática protagonizada nuevamente por Bryan Cranston. En ese caso se trata de una producción para HBO que narra la historia del presidente norteamericano Lindon Johnson luego del asesinato John F.Kennedy.
La historia del guionista Donald Trumbo (Espartaco, La princesa que quería vivir) y sus amigos que resistieron la tentación de muchos, condenar a conocido durante la locura del senador Joseph McCarthy. Resistieron con la cárcel, y los pseudónimos para sobrevivir en ese clima condenable alimentado por Heda Hopper y John Wayne, combatido por Kirk Douglas y otros decentes. Un elenco de lujo, Bryan “Breakin Bad” Cranston, Hellen Mirren, Diane Lane, Elle Fanning, John Goodman y siguen los nombres. Por ellos y por el tema vale el film, que es decente.
Tiempos de caza de brujas y listas negras Dalton Trumbo fue un brillante novelista y guionista con una auténtica "vida de película". Tanto es así que Regreso con gloria no es otra cosa que una biopic con una estructura clásica: ascenso, esplendor, derrumbe y redención. Trumbo fue uno de los Diez de Hollywood, artistas (en su mayoría guionistas) afiliados al Partido Comunista que en 1947 se negaron a delatar a otros compañeros durante las audiencias del Comité de Actividades Antiestadounidenses lideradas por el senador Joseph McCarthy por lo que debieron purgar varios meses en prisión y se vieron impedidos de trabajar en la industria (muchos terminaron escribiendo con seudónimos en condiciones humillantes). Correcta y algo convencional (hay demasiados lugares comunes propios de este subgénero), Regreso con gloria se nutre del oficio de Jay Roach (director de comedias como la saga de Austin Powers, La familia de mi novia y Locos por los votos) y, sobre todo, de la convincente interpretación de Bryan Cranston (sí, el protagonista de la serie Breaking Bad). Sin embargo, más allá de la conmovedora historia de integridad de Trumbo, de los guiños cinéfilos (por allí aparecen Edward G. Robinson, John Wayne, Louis B. Mayer, Kirk Douglas y Otto Preminger), de la buena reconstrucción de una época marcada por la persecución, la hipocresía y la paranoia, y de algunos chispazos de humor (buenos secundarios de Helen Mirren, Louis C.K. y John Goodman), Regreso con gloria deja una sensación agridulce porque por un lado entretiene con recursos nobles, pero por otro no sorprende y hasta resulta demasiado previsible. Click Aqui En tiempos de cazas de brujas y listas negras como la segunda mitad de los años 40 y toda la década de 1950, Trumbo debió permanecer en las sombras (no siquiera pudo recibir los premios Oscar que ganó -sin figurar en los créditos- por La princesa que quería vivir y El niño y el toro), pero pudo sobrevivir entre carencias y desprecios sin traicionar ni traicionarse. El regreso con gloria al que alude el título de estreno local hace justicia con un hombre fiel a sus convicciones que finalmente tuvo el reconocimiento que siempre mereció y que durante tanto tiempo le negaron.
Otro film sobre un caso real, en este caso la biografía de Dalton Trumbo, un gran guionista de Hollywood incluido en las listas negras del maccartismo. El film es correcto y se nota que Jay Roach, el director, sabe de comedia, por la manera como dirige el Trumbo de Cranston. Pero padece del defecto del “álbum de figuritas”, los famosos cuyo nombre se subraya ante cada aparición. Y, además, la inmensa corrección política. Pero Cranston vale la pena.
Con retraso, finalmente llega a las salas del país Regreso con Gloria que presenta la historia real del guionista Dalton Trumbo y cómo su carrera casi llegó a su fin tras ser incluido en la lista negra de Hollywood acusado de comunista. Trumbo es autor de títulos emblemáticos del cine clásico como Vacaciones en Roma o Espartaco. Excelente biopic que funciona como pintura de un convulsionado y oscuro momento de la industria en la Meca del séptimo arte. Gran reconstrucción de época, apoyada en material documental que reafirma el realismo de la atrapante trama. Diálogos ágiles que en boca de un sólido elenco, funcionan tanto en niveles informativos como de entretenimiento. Helen Mirren, Diane Lane se destacan por sus composiciones pero sin dudas es Bryan Cranston el alma del filme, el actor de Breaking Bad demuestra que es un intérprete inmenso y que cualquier registro le queda bien. Apartando cierto concepto maniqueo, el filme es ideal para amantes de la historia reciente y cultores del cine de calidad.
Homenaje a un legado político Jay Roach rescata en esta biopic al talentoso guionista Dalton Trumbo, una de las figuras de la Era de oro de Hollywood que vivió de cerca la persecución ideológica durante los oscuros años que rigió el macartismo en los EE.UU. Un elenco notable encabezado por Bryan Cranston apuntala una historia que no desdeña los pasajes de humor pese a la gravedad del contexto planteado.
Bryan Cranston se juntó con el director Jay Roach para traer a la pantalla grande a Dalton Trumbo, uno de los grandes guionistas de Hollywood en los años 40’. Regreso con gloria no es más que una biopic del montón. Busca retratar la vida de Dalton Trumbo, aquel guionista de Hollywood de los 40’-50’, tan famoso por sus escritos (fue el responsable de Espartaco, La princesa que quería vivir, entre otras), como por haber pertenecido a los Diez de Hollywood (fueron los trabajadores de la industria que se negaron a declarar ante el comité de Actividades Anti-Norteamericanas, por lo que tuvieron que pasar un tiempo en prisión y quedaron en las listas negras). Una vida ideal para hacerla película. Es así como el nuevo film de Jay Roach mantiene una estructura típica del género que está tan de moda, la biopic: el comienzo del personaje, el esplendor de su carrera, el descenso y la “humillación”, y por último, el regreso con gloria, propiamente dicho. Ahí está el problema: no se arriesga ni por un segundo. No pasa nada inesperado, la película nunca explota, no hay tensión en el guión, del que estuvo a cargo John McNamara. Pero la falta de emoción no es el único problema de Regreso con gloria. Para tratarse de una película con un trasfondo político muy intenso, su compromiso político es nulo. No hay explicaciones, no se pone en contexto nunca: pareciera que todo lo que pasa ocurre solo en la industria cinematográfica, y no en el país en general. Aun así, sí hay algo que da gusto: Bryan “Breaking Bad” Cranston. En su etapa post-antihéroe de televisión, Cranston fue nominado al Oscar por mejor actor en su interpretación de Dalton Trumbo (y por si alguien vive en un tupper, perdió frente a Leo DiCaprio). El actor se luce y muestra las distintas facetas de Trumbo, desde la de guionista obsesivo, hasta la de tipo de familia. Está acompañado por las correctas Diane Lane y Helen Mirren. Por otro lado, los guiños cinematográficos y la estética de la película funcionan perfecto. Los 40’/50’ están retratados muy bien, y se aprecia la aparición de distintas figuras del momento, como Kirk Douglas o John Wayne.
Trumbo: el guionista que quería vivir El tema del macartismo y las listas negras en Hollywod no parece ser el mejor asunto para un experto en comedias delirantes como Jay Roach, el de "Austin Powers", pero finalmente es un director que puede explorar en la sustancia de las cosas y no quedarse en la superficie de la estética vintage, y por momentos lo demuestra en "Trumbo". Esta biopic de uno de los guionistas más famosos del Hollywood clásico comienza en el mismo momento en el que la Liga de Actividades Antiamericanas pone su ojos en la industria del cine decidida a desenmascarar a todo aquel que haya sido miembro del Partido Comunista. Trumbo, que piensa como un progre pero vive como millonario, es el que le explica a un colega que quiere gritar a los cuatro vientos su pensamiento ideológigo totalmente radical de que la Constitución de los Estados Unidos tiene una enmienda que asegura que los ciudadanos no tienen por qué revelar sus creencias políticas o religiosas, y ésta es la estrategia que decide adoptar el famoso grupo de "los 10 de Hollywood". Estrategia que no tarda en ubicar a Trumbo y otros de sus colegas en la cárcel, para luego ya no poder trabajar en Hollywood. Al menos no con sus firmas, pero sí haciendo que otros que no estén en la lista negra firmen sus guiones, algunos tan buenos como "Roman Holiday" ("La princesa que quería vivir") que incluso gana el Oscar, situación incómoda que empieza a revelar este tipo de trucos al mismo tiempo que desgasta la injusticia que se está cometiendo. Bryan Cranston da vida a un convincente Trumbo, recreando al personaje detrás de la persona real capaz de adaptarse a un cóctel con la odiosa Hedda Hopper (una formidable Helen Mirren) o a la cárcel, donde debe mirar una película de guerra con su enemigo John Wayne junto a los otros convictos. La película es tan triste como lo que deriva de la historia real, pero levanta en espíritu hacia la segunda mitad cuando Trumbo empieza a escribir con seudónimo para un estudio clase B comandado por John Goodman (que recibe con un bate de béisbol a los que buscan comunistas) y sobre todo, cuando Kirk Douglas y el director Otto Preminger empiezan a rivalizar por ver quién va a firmar un guión de Dalton Trumbo con su verdadero nombre. En este sentido, todo lo relacionado con la preparación, rodaje y estreno de "Spartacus" termina por darle el toque de triunfo épico al final feliz que todo cinéfilo conoce. Uno de los logros de Roach es la mezcla de documentales de la época con material filmado para la ocasión. El público desprevenido perderá algunas sutilezas, y el cinéfilo querría más exactitud en algunos detalles. Todo no se puede, y en síntesis, ésta es una buena película que se toma en serio pero no sin humor la descripción de una era en la que, como bien dice el protagonista hacia el final, "sólo hubo victimas".
Uno de esos casos en los que la historia es mucho más grande que la película, lo cual deviene en una adaptación simplona de los hechos: construir personajes lineales y unidimensionales, sin matices; retratar gente muy mala de un lado, muy buena del otro; hacer diálogos grandilocuentes; escenas casi didácticas y enmascarar la falta de profundidad con una buena factura técnica... [Escuchá la crítica completa].
“Regreso Con Gloria” es una de las películas que tuvo alguna nominación para los Oscars y tardaron en llegar. Mucho se hablaba de lo bien que estaba Bryan Cranston en su interpretación del guionista comunista Dalton Trumbo y si son de los que se aguantaron hasta que salga en el cine para verla, podrán confirmarlo a partir del 31 de marzo. La película en realidad se llama “Trumbo” y cuenta la historia de un guionista de cine que fue marginado por los estudios y por la sociedad al ser acusado de comunista. Él, junto a un grupo de colegas decide pelear por sus derechos y esto los lleva a formar parte de una lista negra. Algunos, hasta fueron injustamente apresados.
En lo que supone uno de sus primeros protagónicos en cine tras consagrarse en Breaking Bad como el icónico Heisenberg, Bryan Cranston lleva su carrera un paso más lejos con Trumbo, film pequeño y nostálgico que le valió una nominación al Premio de la Academia. Una biopic sobre el reconocido guionista del título, sigue una estructura tradicional de caída en desgracia, redención y consolidación, que batalla consigo misma a la hora de encontrarle la vuelta al tono, pero que a fin de cuentas funciona al reflejar un período clásico de la historia del cine. Su tono dispar -por momentos es comedia, por otros un drama que quiere ser duro pero llevado en forma liviana-, el foco puesto en una de las épocas doradas del séptimo arte y una fotografía colorida que no le sienta, irremediablemente llevan a pensar en Hitchcock, que de ninguna forma es algo positivo. Jay Roach ha probado ser un gran director en términos de humor (Meet the Parents, Austin Powers) y en films políticos (Game Change, Recount), sin embargo la cruza de ambas temáticas no le ha sentado bien (The Campaign). En esta oportunidad vuelve a tambalear con la política en el centro del conflicto, no solo por su postura férrea a favor de las convicciones de Trumbo y su grupo, sino porque hay un guión poco iluminado y transparente, que aborda sus tópicos con la sutileza de un puñetazo en el rostro. John McNamara, un escritor de experiencia televisiva sobre todo, no termina de hacerle justicia al guionista de Spartacus, Exodus y Papillon. Con una seguidilla de saltos temporales para abarcar un lapso de unos 25 años –con recortes de la vida laboral, familiar y política del protagonista y sus cambios-, se mete de lleno con la cuestión de la Lista Negra y el macartismo en plena Guerra Fría, del que Trumbo es víctima. No hay dudas de que la labor del Comité de Actividades Antiamericanas y su caza de brujas dentro de Hollywood es despreciable, sin embargo Roach y McNamara toman una posición demasiado simplista de los hechos, de blancos y negros, en la que los perseguidos son buenos y los otros son los malos terribles. Así, sin tocar las dos campanas, Hedda Hopper o John Wayne se ven reducidos a meros villanos por el solo hecho de causar daño o Edward G. Robinson a un cobarde, sin mayor explicación. Afortunadamente para Trumbo, cuenta con un Cranston inspirado que se luce con los bigotes del galardonado autor. No es la única elección destacada en términos de elenco, dado que Helen Mirren, John Goodman, Michael J. Stuhlbarg y Louis C.K. son unos secundarios de lujo para acompañarlo. También hay buenas caracterizaciones de parte de David James Elliot (JAG) como John Wayne y Dean O'Gorman (The Hobbit) como Kirk Douglas, físicamente idénticos a los actores que encarnan. Y así, con sus limitaciones, funciona como una mirada con nostalgia a una época que se fue y no volverá de la industria cinematográfica, en la que al menos se esperaba por un guión para establecer una fecha de estreno. La operatoria por dentro de los estudios, las personalidades reconocidas, el trabajo secreto del guionista, su regreso con gloria desde el anonimato o la faceta familiar y laboral sin duda ayudan a sacar a flote a un proyecto de digestión sencilla, que se sumerge en la medianía cuando se dedica de lleno a su corrección política. Por fuera de las parcialidades, tiene el valor de tocar las fibras sensibles de la cinefilia con una historia de película como es la vida de Dalton Trumbo, y a veces eso es suficiente.
REGRESO CON GLORIA (el bastante incomprensible y spoileador título local de TRUMBO) tiene una serie de problemas severos e inesperados. En principio, para tratarse de una película sobre un asunto fuertemente político (las listas negras de Hollywood de fines de los ’40 y toda la década del ’50), su dimensión política es nula. Dalton Trumbo fue un guionista de grandes películas de la historia de Hollywood, antes, durante y después de las llamadas listas negras. Y su pertenencia al grupo de los Diez de Hollywood (aquellos que se negaron a declarar ante el Comité de Actividades Anti-Norteamericanas y fueron a la cárcel por ello) lo convirtió en una de las figuras más prominentes de esa oscura trama. Pero la dimensión política de Trumbo jamás se explora verdaderamente en el filme. Como tantos guionistas, Trumbo pertenecía entonces al Partido Comunista pero su ideología y filosofía de vida quedan reducidas aquí apenas a algunas ideas infantiles que el hombre le explica a su hija pequeña como si el espectador tuviese la misma edad que la niña. Si eso no fuera suficientemente problemático, REGRESO CON GLORIA sufre de un inconveniente aún peor. Si uno ve el filme lo más probable es que se quede con la idea que una sacada y vengativa periodista de chimentos (la tan odiada y temida Hedda Hopper) fue la mayor responsable de la persecución ideológica y las listas negras de esos años, con la colaboración (menor) de algunos políticos de turno. Todos en Hollywood, para el filme de Jay Roach, fueron sus víctimas. Y aún los actores, productores y directores que más hicieron por censurar y dejar sin trabajo a colegas y guionistas se vieron forzados a hacerlo por temor a esta poderosa periodista, mala como la maldad misma ya que sus motivos resultan muy difusos. Hasta los miembros de la industria que terminaron “dando nombres” para conseguir trabajo en esa amarga época son salvados y perdonados –por la película y por el propio Trumbo– y puestos como víctimas de la todopoderosa Hopper, a la que nadie parecía poder enfrentar. No quiero decir con esto que Hopper (Helen Mirren en plan Cruella De Vil) no haya sido un factor en ese momento, pero suponer y limpiar de culpas a todo Hollywood para poner la responsabilidad del sufrimiento, las penurias económicas e incluso la muerte de personas ligadas a las “listas negras” sobre sus hombros parece algo excesivo. Joseph McCarthy y compañía apenas figuran en la lista de enemigos de la libertad de expresión. Roach prefiere que sean los periodistas los que carguen con la culpa: Hollywood fue la víctima de esta bruja de película de animación ante la cual furiosos anti-comunistas como John Wayne y Ronald Reagan –o el mismísimo Louis B. Mayer– debían rendirse. Más que “macartismo”, lo que parece haber existido entonces es un “hopperismo”… Fuera de estos dos problemas centrales, la película no logra tampoco crear un marco verdaderamente interesante para las penurias, soluciones intermedias (escribir guiones con seudónimos, trabajar en películas clase B para pagar las cuentas y, finalmente, la reivindicación) y complicaciones en la vida de Dalton Trumbo, guionista de ESPARTACO, LA PRINCESA QUE QUERIA VIVIR y 30 SEGUNDOS SOBRE TOKIO, entre muchas otras, acreditadas o no a su nombre. Roach trata de encontrar un tono algo cómico para el drama personal, familiar y profesional de Trumbo, pero se siente forzado, con excepción de las secuencias con John Goodman (el productor clase Z que le da trabajo cuando nadie quiere saber nada con él) que son sin dudas lo mejor de la película. Y si bien el backstage del Hollywood de la época genera curiosidad, todo se convierte rápidamente en lugares comunes y clichés. Es obvio que a cualquier persona interesada en la historia de Hollywood la película le generará curiosidad e intriga. Y, gracias a la personificación desmedida pero potente de Bryan Cranston en el rol del guionista, es una de esas películas que se consumen facilmente, aún cuando uno ya sepa hacia donde irá yendo la historia. El problema es que Roach no hace más que patinar una y otra vez para llegar a destino. A diferencia de LA GRAN APUESTA, otra película dirigida por un realizador surgido de la comedia pura y dura como lo es Adam McKay que tomaba incontables riesgos al punto de volverse casi un tratado sobre economía política, el trabajo de Jay Roach (AUSTIN POWERS, LA FAMILIA DE MI NOVIO y secuelas) aquí no sale nunca del formato clásico y probado de la biografía épica y celebratoria, sin lugar para profundizar en prácticamente nada. Una suerte de grandes éxitos de la vida del autor. De todos modos no es eso lo que la vuelve una película indigesta, sino su defensa casi de orden corporativo de la industria de Hollywood. Una industria que ha probado a lo largo de décadas que puede ser terriblemente cruel con los que trabajan en ella pero que, en la visión de Roach, es apenas la víctima inocente de algunos políticos y una caricaturesca periodista. Una película para que unos y otros se den palmaditas en la espalda y le achaquen la culpa “a los de afuera”. Una película de la industria, de la misma industria que le arruinó la vida de Trumbo y a muchos más.
En 1940 Hollywood pasó por una etapa en donde las diferencias políticas estaban a la orden del día. Esto afectó a Dalton Trumbo (Bryan Cranston) por su condición de comunista, pasó de ser uno de los guionistas de películas más solicitado y mejor pagado a ser buscado por la comisión de Actividades Antiamericanas y a ser llamado uno de los 10 de Hollywood, y de esta manera entrar en la lista negra, impidiéndole continuar con su trabajo como guionista, a lo que él se opone firmemente, Trumbo estuvo encarcelado durante 11 meses y luego enviado a México, donde se va junto a su mujer Cleo (Diane Lane) y sus 3 hijos, y continuó con su trabajo, pero siempre a la sombras y usando pseudónimos. Su vuelta al cine llega cuando aparece Kirk Douglas que le propone escribir el guión de la película “Spartacus” que dirigiría Stanley Kubrick y se estrenaría en 1960. La película se mantiene en el mismo nivel en sus dos horas de duración, es claramente una biopic bastante densa, que quizá no atrape al público común, pero si lo hará con los cinéfilos mas detallistas que quieran conocer más acerca de La lista negra de Hollywood. Lo más destacable de la película es el increíble elenco que hay en ella: Bryan Cranston, Diane Lane (Batman v Superman), Helen Mirren, John Goodman, Elle Fenning (Super 8, Malefica) y Louis C.K. pero el que más resalta es Bryan “Heisenberg” Cranston que, tras romperla en Breaking Bad, aquí también tiene una actuación genial, que le valió su primera nominación al premio de la academia,pero que se lo llevo Leonardo Dicaprio por “The Revenant”. También es para destacar la dirección de Ray Roach (director y guionista que viene del género de la comedia) quien logra colocar en su film algunas escenas de los clásicos de los años 40, inclusive vemos una toma de la bella Audrey Helburn (Sabrina, Desayuno En Tiffany), uno de los íconos del cine por aquellos años. Lo bueno: Se destaca mucho el conflicto de Los Diez De Hollywood en donde su trabajo se ve perjudicado haciéndolo tomar decisiones para él y su familia. Lo malo: Para algunos, puede resultar muy densa .
Este film es del mismo director de: “Locos por los votos”, la saga de “Austin Powers” y “La familia de mi novia”. Se encuentra protagonista por el actor estadounidense Bryan Cranston de la famosa serie “Breaking Bad”. La historia cuenta con buenos diálogos, es ágil, dinámica, con una buena reconstrucción de época y un estupendo elenco de lujo. Pero la historia en si entretiene, resulta algo previsible y además la traducción que hicieron del título no la favorece. Recordemos que estuvo Nominada al Oscar 2016 en la categoría; Mejor actor (Bryan Cranston).
Después de la guerra caliente llegó la Guerra Fría. Y en el nuevo encuadre, Rusia empezó a ser el mejor enemigo y el comunismo, la fruta prohibida. Y Hollywood lo sintió. Esta es la biografía de Dalton Trumbo, un escritor talentoso que, acusado de comunista y encarcelado por desacato, sólo pudo seguir produciendo a través de seudónimos. Más allá de los lugares comunes, que los hay, el film confirma que las biografía suelen orillar y la fácil exaltación. Aquí el resultado es digno. Están los delatores, los negadores y los rebeldes. Listas negras y censura espesan las aguas de una persecución que concluye con la llegad de Kennedy a comienzos de los 60. Los vemos a Trumbo en su casa, en su trabajo, con sus compañeros de lucha, con sus rebeldías y sus malos tratos, con su enorme capacidad de trabajo y sus empecinamientos, un personaje al que la lucha le fue quitando afectos y que hasta fue desafiado por sus compañeros de lucha. “Hablás como un pobre y vivís como un rico”, le dice un amigo. El film es un homenaje a una época donde las estrellas mostraron su peor perfil. Y por allí desfilan todos, en viejos noticieros o en cuidadas reconstrucciones. No es riguroso, es interesante, aunque molesta ver a John Wayne convertido en un grandote medio blando y a Kirk Douglas en un señorito sin fuerza.
Contra la fuerza, el ingenio “Regreso con gloria” no es una película más sobre el macartismo. La censura instaurada en Hollywood en la posguerra fue un capítulo para olvidar de la industria. Cientos de actores, actrices y directores fueron puestos en listas negras o cedieron a las presiones del Comité del Congreso que investigaba las llamadas “actividades antinorteamericanas”. Entre todos ellos hubo algunos que encontraron la vuelta y pudieron trabajar. Dalton Trumbo estuvo en ese grupo. Fue uno de los guionistas más cotizados, ganador de un Oscar secreto, simpatizante de izquierda que proponía compartir las ganancias de los estudios con actores y técnicos. Sus ideas pronto generaron sospechas, lealtades y traiciones. Esa es la historia que cuenta “Regreso con gloria”, pero no lo hace al modo de un biopic clásico, acentuando los momentos dramáticos y subrayando las virtudes. Al contrario, tanto el guionista como el director se permiten altas dosis de ironía. Una minuciosa reconstrucción de época se suma a una narración rigurosa y con tramos de material de archivo, que solo al final se permite unos minutos de retórica sensiblera, lo que no le resta mérito a un filme que en la última entrega de los Oscar pasó casi inadvertido, con excepción de su protagonista. El 90 por ciento de la responsabilidad recae en Bryan Cranston, el mismo actor de “Breaking Bad”. El intérprete, ganador de cinco Emmy por esa serie y candidato a un Oscar por su trabajo en “Regreso con gloria”, da una nueva muestra de su capacidad de transformación con un delicado equilibrio entre el idealista defensor de los derechos laborales y el buscavidas que usa su ingenio para tomar los atajos que le permitan seguir trabajando una vez que su apellido, como el tantos, se transformó en tabú.
Las brujas de Hollywood La historia del guionista Dalton Trumbo, protagonizada por Bryan Cranston, el actor de Breaking Bad. En la década de 1930, como reacción a la Gran Depresión y al auge del fascismo, miles de estadounidenses se sumaron al Partido Comunista. En 1943, el guionista Dalton Trumbo se afilió al partido. Luego vino la Guerra Fría, que intensificó las persecuciones y dio inicio al macartismo, una “caza de brujas” impulsada por el senador Joseph McCarthy. Todo comunista era considerado alguien que iba en contra de los ideales democráticos. Se creó el Comité de Actividades Antiestadounidenses y cientos de personas que trabajaban para Hollywood fueron proscritas. La industria cinematográfica hacía todo lo posible para eliminar las “influencias subversivas antipatrióticas” y los sospechosos pasaban a integrar las listas negras. Regreso con gloria, la biopic de Dalton Trumbo dirigida por Jay Roach y protagonizada por Bryan Cranston (basada en el libro Dalton Trumbo, de Bruce Cook), cuenta la fascinante historia de este talentoso escritor que, para no ser perseguido, se tenía que esconder en pseudónimos para firmar títulos como El niño y el toro, La princesa que quería vivir, Espartaco, entre muchos otros. La forma elegida por Jay Roach es clásica. Hay que entretener y dejar conforme al espectador menos exigente y, por lo tanto, la narración tiene que ser lineal y clara. La lectura que hace Roach (y el guionista John McNamara) de la vida de Trumbo quizás sea correcta, porque de alguna manera hace lo que hacía su personaje, es decir contar una historia pensada más en el entretenimiento que en lo cinematográfico. El problema es que la historia de ascenso, caída y redención de este guionista estrella fue mucho más compleja y fascinante como para ceder en la forma, tan cercana al qualité o al cine industrial. El autor de la excelente Johnny tomó su fusil escribió guiones geniales y merecía que se pensaran más a fondo las tensiones que se generaron en torno a su figura. El caso Trumbo desnudó el corazón de Hollywood. Fue un hombre que caminó por la cornisa de la delación sin caer en ella. Lo valioso de Regreso con gloria es que muestra los costados más polémicos de la personalidad de Trumbo: su ambición, los malos tratos con su familia, sus ganas de ser reconocido a toda costa. Pero lo más destacable de la película es su coraje para dejar en claro que esa pequeña estatuilla dorada llamada Oscar está bañada en sangre.
Mensaje mata cine La historia de Dalton Trumbo, un reconocido guionista de la era dorada de Hollywood (sus créditos incluyen la Espartaco de Kubrick), censurado y humillado tanto pública como moralmente por sus afiliaciones al partido comunista en plena época de caza de brujas del senador Mc McCarthy, daba pie para contar una historia fascinante como así también para entregar un marco de lo que se vivía en la gran máquina de los sueños durante los comienzos de la Guerra Fría, en donde la paranoia y la xenofobia estaban a la orden del día en Estados Unidos. Lamentablemente no es lo que sucede en Regreso con gloria. El director Jay Roach, conocido dentro del ámbito de la comedia con películas como La familia de mi novia y la saga de Austin Powers, decide abordar el derrotero de Trumbo de la forma más básica posible. Siguiendo paso a paso el modelo del biopic cinematográfico (lo único que faltaba era que cada figura conocida que aparece en pantalla esté acompañada de un cartelito indicando su nombre), Roach filma la odisea del guionista por subsistir en el mundo del cine sin traicionar sus ideales subrayando cada frase importante y haciendo una construcción maniquea de quienes se oponen al protagonista. En ese sentido es penoso el papel de la periodista de ultraderecha que interpreta Helen Mirren en plan villana de Disney y la paupérrima imagen que se le da al legendario John Wayne como el líder de la Motion Picture Alliance (una suerte de Tea Party de la industria cinematográfica). Pero esa decisión no solo se traduce en las actuaciones, ya que para mostrar qué tan bajo ha caído Trumbo a Roach no se le ocurre mejor idea que mostrarlo desnudo en una cárcel, remarcando lo reducida que quedó su dignidad a esa altura del relato. Tal es el nivel de sutileza que maneja el film. Luego de crear el antihéroe más memorable de la televisión de la última década con su Walter White de Breaking Bad, Bryan Cranston decidió, para darle vida a Dalton Trumbo, llenarlo de tics y manierismos cosa de que quede claro que está “actuando” y así conseguir un Oscar (de hecho fue nominado pero le tocó perder con Leonardo DiCaprio). La actuación de Cranston casi que puede resumir la película entera: gritada, desaforada, desesperada por ser reconocida por esa meca del mundo que es la Academia de Hollywood, como si esa fuera la única aspiración posible para quienes trabajan en la gran industria.
Trumbo, un comunista en apuros Podríamos decir que una buena película biográfica (o biopic) es aquella que logra captar algo esencial del biografiado a pesar de la necesaria reducción de su historia vital a tres o cuatro escenas más o menos interesantes. Por eso, a pesar de que no se puede contrarrestar fácilmente las críticas que se le hacen a Regreso con gloria (por el bien de todos nosotros llamémosla Trumbo) acerca de su linealidad y alteración de algunos hechos y esquematismo, tampoco se nos debería escapar su calidad como film, apoyado básicamente en dos aciertos fundamentales: una historia interesante, y su tono absolutamente adecuado que va a medio camino entre el melodrama y la comedia. El director Jay Roach (Austin Powers, La familia de mi novia) entre otras cosas apunta a los años en los que Trumbo sufrió la persecución del macartismo, es decir la caza de brujas política iniciada por el senador McCarthy en el año 1950. Trumbo fue uno de los Diez de Hollywood, primera infame lista negra integrada por otros guionistas, técnicos y directores. Roach no le escapa a las necesidades del relato de ascenso, caída y redención que está contando, de hecho queda claro desde el principio que no le interesa que su película sea un documento histórico riguroso. Tan sólo aprovecha como contenido el material que le provee la biografía de Trumbo para hablar un poco de las tensiones políticas y los intereses cruzados en el Hollywood post Segunda Guerra Mundial. El tono y el ritmo es el de una comedia, una comedia dramática si se quiere, y el protagonista principal es el doble estándar universal sobre el cual se cimenta toda la estructura social norteamericana. Hablando en serio, el protagonista es Dalton Trumbo, novelista, guionista y también director interpretado más que decentemente por Bryan Cranston. Evitemos hablar de Breaking Bad: Cranston es un buen actor que mejora cuando le toca interpretar personajes intensos, por lo cual el famoso carisma e ironía constante que se le atribuyen a Trumbo le vienen como anillo al dedo para su interpretación. De hecho la ironía y la autoconciencia de la mirada de Trumbo sobre el mundo es la que atraviesa todo el relato. El Trumbo de Cranston y Roach está hecho para exponer la crisis de valores que atravesaba (y atraviesa) Estados Unidos, donde un grupo de parias políticos trabajan en la clandestinidad para las mismas empresas que los hicieron parias; y donde aquellos que levantan las banderas del nacionalismo, la moral y la pureza política, son en realidad unos prepotentes con poder de lobby que sólo intentan eliminar a la competencia, como la infame periodista Hedda Hopper interpretada aquí por una correcta Helen Mirren. Es cierto que algunas de las costuras de Regreso con gloria (perdón, quise decir Trumbo) se ven demasiado fácilmente: por ejemplo cuando el personaje de la hija del escritor, Niki Trumbo, pasa de ser interpretada por Madison Wolfe a Elle Fanning, porque supuestamente pasaron unos años y la chica creció. Lo cierto es que el cambio es un poco abrupto y desprolijo, porque en la cronología de la película no pasa tanto tiempo. Al parecer, Roach necesitaba más peso dramático en el personaje de Niki en la segunda mitad de la película. Algunos le han reprochado a Regreso con gloria cierta falta de rigurosidad histórica. Esta dificultad no nos interesa tanto como el tratamiento superficial que se le da al cierre de algunos conflictos, o como la mirada sobre la realidad que se desprende de la película, que tiende al maniqueísmo. De todas maneras, Trumbo se apoya bien en sus sostenes genéricos y en su solidez como para que esas pequeñeces no nos dejen disfrutarla.
El caballero de las palabras aguijón La libertad de expresión, el vínculo entre arte y política, delaciones y listas negras. Dalton Trumbo aparece como síntesis y dilema. Una gran interpretación de Bryan Cranston. Los Oscar obtenidos, como premios al fantasma de un hombre cuyo nombre no podía ser dicho. Casi como una ironía, dada la vida del propio Dalton Trumbo (1905-1976), el film que lo recrea esconde su título (y nombre: Trumbo) por el ridículo Regreso con gloria. Es más, la semántica que le acompaña no hace honor a lo que la película postula sino, antes bien, a cierto mecanismo narrador donde el héroe culmina por obtener esa gloria imperecedera, que en virtud de los mandatos del mercado se dice éxito. Lamentable. Ahora bien, y con razón, puede acusarse a Trumbo, la película, de ser esquemática, de estructura lineal, pero lo cierto también es que no hay por qué pedirle al film de Jay Roach (Austin Powers, Locos por los votos) algo diferente, situado como está en una línea cercana a la que exhibiera Hitchcock: el maestro del suspenso, de Sacha Gervasi. En todo caso, son películas que podrán resultar, en muchos aspectos, didácticas, pero al mismo tiempo las moviliza una claridad que no está preocupada por ser emparentada con la artesanía de los personajes que recrean. Caer en tal comparación, desde el análisis, no tiene sentido. Antes bien, lo que debe rastrearse en Regreso con gloria es la construcción que sobre su principal retratado exhibe, porque Dalton Trumbo, como toda persona, es él y su contexto, pero con un dilema que encierra una época a la vez que actualiza su conflicto, en donde la libertad de expresión es el horizonte. Lo didáctico, en todo caso, estará en la recreación del momento histórico -el Hollywood de la posguerra-, en las acciones del denominado Comité de Actividades Antiamericanas, con el senador republicano Joseph McCarthy como uno de sus adalides, en la demonización del comunismo y la confección de las denominadas "listas negras", en los interrogatorios y las delaciones, amén del funcionamiento que los estudios de cine significaban en tanto productores de mercancías, más la entraña problemática en donde el arte era también una posibilidad. El nombre de Trumbo evoca todo esto, porque es uno de los referentes mejores y mayores, por su capacidad creadora, por su mirada crítica irrenunciable, por su provocación conciente. Trumbo responde, increpa, va a parar a la cárcel, cumple de modo socrático con la ley pero le devuelve a la misma industria la acusación, como un boomerang, al ser capaz de continuar trabajando, con alter egos diferentes, en películas de presupuesto exiguo, coherentes con esa tradición vasta y maestra que el denominado "cine B" le ha provisto a la historia cinematográfica. No sólo esto, también aparecen los premios Oscar obtenidos, como premios al fantasma de un hombre cuyo nombre no podía ser dicho: tal como lo refieren La princesa que quería vivir y El niño y el toro, este último con seudónimo. Tal como lo recrea, con lucidez, esa película de culto que es El testaferro (1976), de Martin Ritt, realizador que fuera incluido en las listas negras junto con varios de los intérpretes. Allí, Woody Allen cumplía con el rol prometido en el título. Por eso, una película que se acerque a esta problemática, que es a su vez reconocimiento a la tarea de alguien ejemplar, vale, y mucho. Hay algo de corrección política, es cierto, más aún cuando -dados los tiempos eleccionarios estadounidenses- la urgencia por resultar "demócrata" teje sus ejemplos: no faltará la adhesión a la causa negra, encarnada en la hija mayor de Trumbo, como continuación de la tarea paterna. Pero ello no desmerece la película, sino que la encauza en una misma declamación por la necesidad de los derechos civiles, y del recuerdo que sobre ellos se necesita. En este sentido, hay algo que es esencial por anterior a cualquier mandatario, norteamericano o de la nacionalidad que sea. Por otra parte, el partido demócrata no ha sido nada ajeno a la cacería de brujas de aquellos años. (Basta pensar otros ejemplos, localizados por acá nomás) Es interesante también encontrar en la película, esos nombres que aparecen de modo rutilante, tal es el caso de los delatores: los actores Robert Taylor, Ronald Reagan, John Wayne, la periodista Hedda Hopper (Helen Mirren), tienen sus caracterizaciones de archivo o con intérpretes. Es curioso también pensar en cuáles son los otros nombres -muchos, al fin y al cabo- que no se ven o leen, tal como el de Walt Disney. Pero lo todavía mejor, es el detenimiento sobre esa zona a veces caracterizada como gris, en donde muchos de los acusados culminaron por delatar -para la garantía de su trabajo, como es el caso de los cineastas Elia Kazan y Edward Dmytryk- y que el film emblematiza en el actor Edward G. Robinson: "dependo de mi cara", se justifica; "vos podés usar seudónimo", le dice a Trumbo. El escritor, en un gesto que enaltece al film, está lejos de recriminar, sino que prefiere devolver al actor el dinero alguna vez prestado para la causa. Lo que hasta ahora no se ha referido es la interpretación del actor principal: Bryan Cranston resulta medular, capaz de hacer olvidar ese gancho inevitable que un personaje televisivo acarrea -el Walter White de Breaking Bad-, para devolver vida a Trumbo, a sus ideas, a la permanencia de una mirada artística que debe ser crítica porque lo que la moviliza es una concepción de mundo. Su Trumbo está por momentos complacientemente tironeado entre su adhesión a la causa comunista y el mejor contrato posible para un guionista de la meca del cine. Sus gustos y caprichos -la bañera como escritorio, la boquilla, el lago artifical- lo vuelven un personaje ineludible, a la espera de ser increpado, capaz de echar a perder una fiesta porque lo que importa es la huelga, para lucir así una verborrea que no es mera acumulación de palabras ni desborde, sino ejercicio de quien sabe utilizarlas porque hay una mirada de mundo que la guía. Sus guiones, justamente, están atravesado de esta cosmovisión, y es ésa, y no otra cosa, una de las razones por las cuales alguna vez Hollywood tuvo -gracias a artífices extraordinarios como Dalton Trumbo- uno de los mejores cines posibles.
El contexto es Hollywood es su edad dorada y gloriosa repleta de clásicos inolvidables que se producían con la misma facilidad que hoy se filman películas tanque vacías de contenido. Estamos hablando de la época en que Hitchcock, Billy Wilder, Mankiewicz y Elia Kazan eran pochocleros. En énfasis estaba puesto en la narración y todo comenzaba con un buen guión. Ahí los guionistas tenían un rol fundamental en la génesis de una película a la cual inclusive concurrían al estudio a asistir a los actores y directores con sus tareas. Dalton Trumbo fue una bandera de esa generación hasta que comenzó la caza de brujas. Trumbo está representado como un atípico héroe americano al mejor estilo de Gary Cooper en Solo ante el peligro (casualmente escrita también por guionistas pertenecientes a las listas negras). En plena época de ferviente persecución al sentimiento antiamericano, Trumbo, confeso comunista, no resigna su ideología ni tampoco sus intenciones de abandonar la industria. Pese a que la opinión pública, la prensa y hasta algunos de sus amigos lo condenan, el personaje aquí interpretado por Bryan Cranston de manera sublime se las rebusca para seguir escribiendo bajo seudónimos y hasta conseguir que estos alter egos suyos ganen dos premios Oscar. El estudio que realiza Jay Roach sobre la vida de Trumbo es una dignificación de su carrera como guionista y una reivindicación de la libertad que se le negó por culpa de un gobierno opresor empecinado en hacer su guerra fría en territorio propio. Pero también es un retrato de las contradicciones de un sujeto que predica ideas socialistas desde la comodidad de un asalariado de Hollywood. Este erudito demuestra una presunta superioridad moral para con algunos de sus colegas con quienes su comportamiento arrogante y soberbio lo distanciará por siempre. Incluso se maneja la dualidad de sus principios e ideas políticas por sobre el bienestar de su familia. Y es que Dalton Trumbo era la suma de todo eso propulsado por la anómala situación de una temible caza de brujas que acentuó la arbitrariedad de la justicia sobre una sociedad uncida en temor y confusión.
La caza de brujas en Hollywood de los años '50 tuvo en Dalton Trumbo uno de sus símbolos más terribles. Asomarse a ese absurdo, siniestro episodio de la historia americana siempre es interesante. El problema con esta biografía, con Bryan Cranston en la milimétrica interpretación de Trumbo, es que cae en algunas simplificaciones y superficialidades que terminan reduciendo la ideología del protagonista casi al capricho de un talentoso escritor, y el proceso político responsable de destruirlo a una prensa maliciosa.
No es la primera vez que el cine norteamericano busca respuestas a uno de los períodos más oscuros de su historia, el de la caza de brujas que en Hollywood se hizo durante la década del 50 del siglo pasado para ver si las influencias “comunistas” continuaban adoctrinando al público, o al menos eso se pensaba. Así “Regreso con Gloria. (Trumbo)” (USA, 2015), de Jay Roach, reposa su mirada en la vida de Dalton Trumbo (Bryan Cranston), uno de los guionistas más exitosos de la industria, que vio como al abrirse la persecución indiscriminada y pública de los simpatizantes a las ideas de izquierda, su carrea fue sepultada, momentáneamente, y destinada al olvido. Pese a esto, Trumbo siguió en la clandestinidad en la búsqueda de poder seguir desarrollando su pasión por el cine, dedicándole la mayor parte de su vida a la escritura y terminando por configurar, con la prohibición, algunas salidas que le permitieron continuar con su carrera como escritor de guiones. En una primera etapa del filme, mucho más festiva, de celebración al cine, la presentación de Trumbo y su familia, es esencial para que en la segunda etapa, más oscura y depresiva, la amenaza constante sobre él y los suyos sean la guía de la película, para así poder mantener en vilo al espectador para saber qué destino es el que encontrará este revolucionario guionista. Trumbo era un personaje que no se callaba nunca, y todo aquello que pasaba por su cabeza se transformaba en una lucha por la cual no temía quedar expuesto, y menos aún, exponer las verdaderas intenciones de sus allegados ante cualquier cuestionamiento sobre sus ideas. “Regreso con Gloria…” el desafortunado título local, revela parte del complejo entramado de situaciones que llevaron a configurar la vuelta de Trumbo al mundo del cine fuera del siniestro mastodonte estatal dedicado a la caza de brujas, el que pudo eludir con habilidad luego de pasar un tiempo tras las rejas. El ágil guión de John Mcnamara se apoya en material de archivo, el que, resignificado, además, posibilita el lucimiento absoluto de Cranston, pero también el de participaciones secundarias como la de Hellen Mirren, quien interpreta a Hedda Hooper, la periodista que se encargó de dilapidar la carrera de varios directores, actores y guionistas con su poder, o el de Diane Lane, siempre efectiva y justa, como su esposa, la mujer que lo sostuvo y contuvo a pesar que todos sus amigos, conocidos y jefes le dieran la espalda. La cuidada reconstrucción de época, desde el vestuario a la utilería, como así también la sobria puesta en escena, son esenciales para poder revisitar una época oscura en las que las listas negras lideraban una industria en apogeo. “Regreso con gloria…” plantea una historia del cine dentro del cine, que necesita ser pensada desde la actualidad porque invita a reflexionar sobre cómo las propias trabas que se imponen a la expresión libre de accionar y pensamiento, y que pueden resentir los cimientos de una cultura. En el evitar olvidar ese pasado hay también una necesidad por reivindicar su origen, y que exige dejar de mirar hacia otro lado a situaciones que tocan de cerca, aún hoy en día, pese a la innegable experiencia de ya haber pasado por lo mismo y saber que nada bueno surge de eso.
Dalton Trumbo fue uno de los guionistas más importantes del cine clásico hollywoodense, en un momento complicado para ser abiertamente comunista. Cuando Estados Unidos y la Unión Soviética decidieron dividirse el mundo, los grises no sobrevivían. Es así como a través de esta biopic (película biográfica) se nos revelan las situaciones más impactantes de la Cacería de Brujas de McCarthy en el ambiente artístico. Con una construcción minuciosa de época y un memorable trabajo actoral tanto de Mirren y Branston (ambos nominados en sus categorías en los Premios de la Academia) como de Lane, la película de casi dos horas termina contagiándose del ritmo liviano y lúdico que quiere imponer la música elegida (casi todo jazz instrumental), pero no termina de condecir con la carga emotiva por momentos. Me sucedió que ese timing y esa cintura para pasar de la comedia negra al melodrama que tan bien le sale a Bryan, termina no siendo tan claro para el resto del elenco y eso hace decaer el ritmo justo antes del clímax de la historia. Con una buena dosis de galería de personajes de la industria del momento como ser John Wayne, Kirk Douglas, Otto Preminger entre otros, más fragmentos de los films contemporáneos, la película apunta más que nada, al corazón de los cinéfilos. Por otro lado, la película no presenta particulares vueltas de tuerca y cae en todos los lugares comunes del género: la lucha, el desgaste de la vida social y familiar, reconocimiento de sus pares, las fotos de archivo con letras blancas sobre la pantalla negra. Nada nuevo bajo el sol. Y por más que no se apunte a ello, parece injusto frente a un personaje como Trumbo y a un actor como Cranston. Siento que se merecían mucho más ambos. El guión, a cargo de John Mcmara, quien tiene una larga trayectoria en TV, da un nuevo aire del peso del actor versus el guión y de su exposición pública que pudo haber sido lo más interesante pero que no explota. Justo un escritor hablando de un escritor, ¿No? El director, Jay Roach, con su trayectoria en comedias, explica un poco de por qué el tono del film no termina de definirse por momentos y por otros pierde ritmo. Si la vas a ver, no te va a decepcionar. Si encima sos amante del cine clásico, te vas a encontrar con homenajes adorables a varios títulos imprescindibles. Encima podés verlo un rato a Goodman que nunca defrauda. El balance no es malo, pero sí tiene gusto a poco, a mitad de camino. Fue un gran acierto no estrenarla en el conjunto de los films candidatos al Oscar donde iba a pasar sin pena ni gloria. Ahora, al menos, vas a sentir que salís hecho.
Homenaje necesario Bryan Cranston da vida a uno de los guionistas más prolíficos y exitosos de Hollywood cuya carrera fue truncada a raíz de la “cacería de brujas” implementada en los EE.UU. durante el macartismo Durante la Segunda Guerra Mundial, miles de estadounidense aprovecharon la alianza que su país había establecido con la Unión Soviética para hacer pública su simpatía hacia el comunismo. Algunos fueron más allá e incluso se inscribieron en los comités, sin saber que de esa manera, sus nombres estaban entrando en una lista negra de la que les costaría sangre, sudor y lágrimas salir. Dalton Trumbo, uno de los guionistas más importantes de la industria cinematográfica de ese país, miembro de un selecto grupo denominado "los 10 de Hollywood", fue una de las personas más afectadas por la cacería de brujas iniciada durante el denominado "macartismo", al punto de que fue condenado a un año de prisión por desacato ante el comité de actividades anticomunistas con el que el gobierno cometió atropellos a sus ciudadanos durante años. Sin embargo, la historia señala que Trumbo no sólo logró escapar a la persecución política sino que fue el único de "los 10" que logró burlar la vigilancia estatal, al tiempo que creaba una "pyme" que se dedicaba a escribir guiones para estudios que producían cine comercial de baja calidad. Así y todo, Trumbo ganó dos premios Oscar desde la clandestinidad. Lo cierto es que este filme de Jay Roach, director asociado a la comedia gracias a la trilogía de películas de Austin Powers o las dos entregas iniciales de La Familia de Mi Novia con Ben Stiller y Robert De Niro, trata de tomárselo muy en serio y lo logra en parte, sobre todo a raíz del guión de John McNamara (basado a su vez en la biografía escrita por Bruce Cook en 1977). Si bien, el libreto es fiel a los hechos y realiza un retrato bastante completo de los pormenores que le tocó vivir a Trumbo y su gente, la vertiginosidad de relatar los hechos de tres décadas en tan sólo dos horas de film complica las cosas al extremo. De todas maneras, el filme se puede ver y recomendar en base a la genial actuación del cada vez más admirable Bryan Cranston que, no contento con haber interpretado a ese monstruo (en todo sentido) de la TV que fue el Walter White de la serie Breaking Bad, ahora emociona con esta efigie de un hombre que no se dejó "domesticar" por la peor faceta del régimen capitalista y que resiste impulsado por la convicción de sus ideales. No por nada, Cranston estuvo nominado en la última entrega de los Oscar por este papel. Otra de las interpretaciones que se gana aplausos es la de Helen Mirren que aquí interpreta a Hedda Hooper, la odiosa archienemiga de Trumbo que lo persiguió, con la "ayuda" de estrellas como John Wayne, tanto a él como a sus correligionarios durante décadas. La siempre bella Diane Lane interpreta a su vez a Cleo, la fiel esposa de Trumbo que lo bancó en las buenas pero por sobre todo en las malas sin echarle nunca nada en cara y Elle Fanning como Niki, la hija idealista del guionista. También hay otros maravillosos momentos de la mano de actores como Dean O´Gorman (como el recio Kirk "Espartaco" Douglas) y Cristian Berkel como el simpático director de Éxodo, Otto Preminger. En definitiva, Trumbo es un filme lleno de energía que busca contar una historia que merece la pena ser escuchada con grandes actores y un mensaje que no debe quedar en la nada.
Jay Roach (La familia de mi novia, Austin Powers) se encarga de dirigir la historia del guionista Dalton Trumbo (Bryan Cranston( en el film Regreso con Gloria. Hollywood, años 40. Dalton Trumbo (Bryan Cranston) disfruta de su exitosa carrera, es el guionista mejor pagado de la industria, con un sueldo de 4.000 dólares a la semana. Pero comienza la Caza de Brujas y la Comisión de Actividades Antiamericanas inicia su campaña anticomunista. Es entonces cuando Trumbo, uno de los llamados 10 de Hollywood, entra en la lista negra por sus creencias políticas. En una época oscura para Hollywood, donde se censuraba y se perseguía a todos aquellos que pensaran distinto en la industria, Regreso con Gloria hace el rescate de la historia de Dalton Trumbo, guionista de varios clásicos como Espartaco de Stanley Kubrick o Papillon de Franklin J. Schaffner. Ganador de dos oscars por sus trabajos en The Brave One y en Roman Holiday; pero como en ese momento no se lo dejaba escribir; utilizaba pseudonimos o guionistas amigos para tomar su lugar. El multifacetico Bryan Cranston, acepta el rol del guionista; y personifica un Dalton magnifico, que oscila entre el tono satírico y el drama; conjugando ambos de una manera correcta y que en ningún momento deja de perder el interés del público. A su vez, se destacan las participaciones secundarias de Diane Lane, Helen Mirren y Elle Fanning. La reconstrucción de la época, como a su vez la caracterización de reconocidos actores como Kirk Douglas, Eddie Robinson o John Wayne son complementos que le dan un condimento adicional a la historia. Regreso con Gloria encuentra la forma de contar la historia de un gran guionista, a través de una gran narración y la suma de un actor único como es Bryan Cranston.
Cuando Joseph McCarthy creó las famosas “Listas Negras”, gran parte de la población artística de los Estados Unidos se vio obligada a permanecer en las sombras ya que eran considerados traidores a la patria por ser comunistas. Elia Kazan, Gary Cooper y Arthur Miller, entre otros tantos más, llamaron a esta persecución -solo por pensar distinto al gobierno- como: “Caza de Brujas”. El estreno que llega ahora, Regreso con gloria, refleja cómo el guionista Dalton Trumbo, en ese mismo periodo, también se vio obligado a firmar sus libretos con distintos seudónimos para poder continuar con su trabajo cuando se encontraba en la cima de Hollywood. De todas formas, siguió creando y corrigiendo guiones para mantener sus ideales. No importaba si le pagaban monedas o su guión ganaba un Oscar, el impulso lo hallaba en expresar entre líneas su pensamiento. A pesar de todo, tuvo que enfrentar a John Wayne que venía con las botas de punta como Presidente del Comité de Actividades Antiamericanas y un año en prisión por negarse a declarar -o delatar a sus compañeros-, ingresando a una nueva lista apodada por la prensa de la época como “Los 10 de Hollywood”. Trumbo mantuvo sus ideales a pesar de ser perseguido. Una vez en libertad, pero siempre vigilado, Trumbo logró su más esperado reconocimiento cuando logró firmar con su verdadero nombre. Esta recuperación de su identidad la logró gracias al director Otto Preminger y el actor Kirk Douglas a quienes no les importaron las presiones y acudieron a él para que se encargara de escribir Exodus y Spartacus. Regreso con gloria, es sin dudas, una biopic de Dalton Trumbo que refleja (y a pesar de todo) con humor una época atroz de Estados Unidos. Paradójicamente, esta película despierta un pasado que parece repetirse en la fábrica de los sueños. En la última ceremonia de entrega de los premios Oscar se manifestó lo que viven en la actualidad los actores de piel morena, presentando un discurso directo a las barbaridades que manifiesta Donald Trump.
HOLLYWOOD SIN GLORIA Se proyecta en los cines de La Plata el film "Regreso con gloria", sobre la vida del guionista Dalton Trumbo, encarcelado por su relación con el comunismo Por Lisandro Gambarotta Dalton Trumbo tuvo una vida profesional en Hollywood que no parece la del mejor guionista pago de su época, como fue definido por los periódicos al vender en cifras millonarias uno de sus primeros escritos. El film "Regreso con gloria" (nada que ver con su título original, simplemente "Trumbo") retrata su apogeo profesional durante las décadas de los '40 y '50. El actor Bryan Cranston (sí, el protagonista de la serie Breaking Bad) interpreta en esta película al hombre que escribió para la pantalla grande las historias de importantes largometrajes de ese tiempo como fue la pro bélica "30 segundos sobre Tokio" (1944, ganadora de un premio Oscar) , pero en su vida personal no estuvo tan convencido del american way of life. Trumbo sostenía que los trabajadores tenían derechos que no podían ser vulnerados por los dueños de las grandes empresas, y para defenderlos debían ser solidarios y organizarse, por lo que se afilió al Partido Comunista. El film se concentra en la lucha que el guionista dio contra el "Comité de Actividades Antiestadounidenses", comisión tristemente célebre del Congreso de ese país, impulsada entre otros por el senador Joseph McCarthy, desde donde - al finalizar la Segunda Guerra Mundial - comenzó a perseguirse a toda aquella expresión cultural con opiniones diversas, y el cine fue uno de sus epicentros. Trumbo fue citado a declarar pero se negó, por lo cual en el año 1950 fue enviado a la cárcel por casi un año y luego debió exiliarse en México. Pero "Regreso con gloria" también muestra al otro bando de los actores, el formado por importantes estrellas de la época que sí creyeron , y militaron, por el sueño americano. Por ejemplo John Wayne, quien lideró este sector, orgulloso de matar , en la ficción, a miles de nativos en sus clásicos films del Lejano Oeste, sin necesitad de metáforas artísticas. En la realidad su militancia consistió, entre otras actividades, en entregar al Comité un amplio listado con nombres de colegas relacionados con la defensa de los derechos sociales. Y también estuvieron aquellos que aunque no tenían participación política se solidarizaron con Trumbo y los demás censurados (conocidos en la historia como " Los 10 de Hollywood") porque nunca se les probó ningún delito real. Kirk Douglas , el padre de Michael, lo contrató a Trumbo para que adaptara al cine uno de los films que terminó de convertirlo en una estrella: "Espartaco" (1960, ganadora de cuatro premios Oscar) con un joven y frenético Stanley Kubrick en la dirección. El líder de los esclavos que se rebeló contra sus amos romanos y lideró una revolución fue un personaje que el guionista utilizó para representar su lucha en la vida real. "Regreso con gloria" se ubica dentro del clásico género biográfico, o biopic, donde el trabajo de cámara y la realización audiovisual en general no son los ejes centrales, sino narrar los claroscuros en la vida del protagonista elegido. Sí son importantes los actores secundarios, y en esta obra son varios. Diane Lane representa a Cleo, la mujer de Trumbo , pilar clave para sostener en los difíciles momentos a su marido, Elle Fanning es la hija mayor, rebelde como su padre y a veces incomprendida en sus reclamos. También se destaca Helen Mirrrer como Hedda Hopper, una malvada periodista de chimentos que adoraba a su patria y odiaba a quienes creía del otro lado. El film es un justo homenaje a una de esas figuras claves en la historia del cine del norte, pero fundamentalmente revela que detrás de la pantalla grande no siempre ganan los buenos.
Hollywood se confiesa El guionista John McNamara, de experiencia televisiva, y el realizador Jay Roach (“Austin Powers” y “La Familia de mi Novia”) asumen la autoría de esta biopic sobre el caso de Dalton Trumbo, víctima del macartismo, episodio de la historia de Estados Unidos que se desarrolló entre 1950 y 1956 durante el cual el senador Joseph McCarthy (1908-1957) desencadenó un extendido proceso de delaciones, acusaciones infundadas, denuncias, interrogatorios, procesos irregulares y listas negras contra personas sospechosas de ser comunistas. El macartismo se ensañó con un grupo de actores, guionistas y directores de cine, que la prensa denominó “Los Diez de Hollywood”, y que integraron una lista negra que afectó sus trabajos, sus familias y hasta sus propias vidas. Trumbo, que era un guionista muy conocido, integraba esa lista y como sus compañeros, confiaba en que el activismo político y los reclamos ante el Congreso iban a morigerar el avance del macartismo. Sin embargo, sucedió todo lo contrario. La película es una visión crítica de Hollywood sobre Hollywood, donde se ventilan sucesos que ocurrieron en la vida real y que involucraron a varias figuras legendarias del cine estadounidense, quienes estuvieron de un lado y del otro del conflicto, durante el cual hubo delaciones y otras bajezas entre colegas, así como también actos de lealtad memorables. Fue un período que ensombreció a todo el país y que para algunos significó pasar un largo período en prisión, sólo por ser simpatizante o afiliado al Partido Comunista, como efectivamente le ocurrió a Trumbo. La película de Roach-McNamara es un típico producto hollywoodense, que consiste en una narración clásica, de estilo realista, que alterna de manera sagazmente dosificada momentos dramáticos de intensa sensibilidad, con situaciones más distendidas y algo de humor, un humor un tanto sarcástico, tal como era, dicen, el estilo personal y profesional de Trumbo. El caso es muy conocido y paradójico, puesto que si bien estaba censurado e imposibilitado de trabajar, productores y directores del cine clase B lo buscaban para que les escribiera guiones, aunque no podía firmarlos con su nombre y debía usar seudónimos. Así, se hizo muy popular y pudo mantener a su familia. No obstante, fue denunciado y tuvo que pasar un tiempo en prisión. Al salir, toda la familia debió exiliarse en México, pero Trumbo volvió a escribir y con el tiempo, la rigidez macartista fue perdiendo peso en la vida pública del país, hasta que el escritor tuvo su merecido reconocimiento. El detalle más sobresaliente de esta historia verídica es que dos de sus películas de la época de la censura recibieron el premio Oscar a mejor guión (“La Princesa que quería vivir”, 1953 y “El niño y el toro”, 1956), premios que Trumbo no pudo recibir personalmente, en su momento. El film ofrece la oportunidad para que se luzca un elenco de fuste encabezado por Bryan Cranston, en el papel protagónico, con un trabajo muy intenso en la caracterización de los distintos momentos por los que tuvo que atravesar Trumbo y que hicieron mella en su persona y también en su vida familiar. Cranston está muy bien acompañado por una Diane Lane impecable, como su inseparable esposa; la imponente actriz Helen Mirren, encarnando a la mordaz actriz-periodista Hedda Hopper, y otras figuras destacadas del ambiente cinematográfico. La visión de Roach-McNamara sobre ese episodio negro de la historia estadounidense y sus efectos sobre el mundillo de Hollywood intenta no demonizar ni ensalzar a ninguna de las partes en conflicto, sino más bien trata de ofrecer una salida de reconciliación, en la que, sin negar los sufrimientos y las injusticias, finalmente los valores humanitarios logran imponerse sobre el odio y el rencor.
A fines de los años 40 el mundo de Hollywood, que por ese entonces se terminaba de recuperar de los coletazos de la II Guerra Mundial, ingresó de lleno en una era de persecución ideológica que parecía salir de la mente de algún guionista. Pero no, se trató de una realidad que se prolongó durante varios años y que incluso llevó a no pocos artistas a la cárcel. En ese marco de hostigamiento hacia quienes se declaraban comunistas (o que apenas se acercaban a las ideas de izquierda) se sitúa Trumbo, que retrata lo sucedido a Dalton Trumbo, guionista estrella del Hollywood de mitad del siglo XX (responsable del Spartacus de Kubrick, entre otros hits) y autoproclamado simpatizante comunista.
Crítica emitida en Cartelera 1030-sábados de 20-22hs. Radio Del Plata AM 1030
Los rojos de Hollywood La industria cinematográfica de Hollywood es un gran imperio que desde hace años invade las pantallas del mundo con sus imágenes, sus estrellas, sus ideas y especialmente con sus negocios. Pero a lo largo de la historia y durante la construcción de esta gran maquinaria, se han sucedido no pocas voces críticas, asociadas a distintos movimientos sociales y culturales. La película Regreso con gloria (Trumbo), del director Jay Roach conocido por sus comedias (Austin Powers y La familia de mi novia) que se estrena este jueves, se centra en uno de los capítulos y personajes de esta historia. Dalton Trumbo, guionista de Espartaco, Johnny cogió su fusil, Papillion, entre muchos otros clásicos, fue uno de los tantos militantes comunistas perseguido en la era del macartismo, su caso tomó resonancia ya que fue parte central e integrante de "los diez de Hollywood", los guionistas y directores acusados que se negaron a declarar y fueron presos por desacato. La película parte de las acusaciones que comienzan en 1947 por parte del Comité de Actividades Antiamericanas (este venía funcionando desde fines de los años 30), pero las tensiones en Hollywood ya se venían incubando algunos años antes. El crack del 29 y la crisis económica de los años 30 dió paso a producciones que tomaron como tema las problemáticas sociales del momento, que fueron controladas y censuradas por el Código Hays, como también se dió un impulso a la organización gremial de los trabajadores de la industria del cine, en especial uno de los sectores con más peso en los reclamos por sus reivindicaciones fueron los guionistas. Estas organizaciones fueron constantemente perseguidas por las casas productoras dominantes (Warner Bros, MGM, 20th Fox, Paramount, RO). En Estados Unidos las consecuencias de la crisis del ´30 promovieron la militancia en el Partido Comunista como también en los grupos de la oposición trotskista como el SWP que tuvieron un importante desarrollo en esos años. Ese era el clima que se vivía y que influía también en la radicalización al interior de los estudios de Hollywood. La entrada en la segunda guerra mundial inundó el ambiente de patriotismo y unió a la gran mayoría de la comunidad cinematográfica, pero al finalizar la guerra, el imperio triunfante necesitaba acallar las voces críticas externas e internas y en el marco de la nueva Guerra Fría comenzaron las persecuciones. La corriente de cine social se continuó a través de temáticas que abordaban las consecuencias de la guerra, los mutilados, el antisemitismo, la corrupción, pero rápidamente, la industria buscó terminar con estas imágenes. Con el objetivo de cerrar paso a esta corriente y al crecimiento de las ideas de izquierda, en 1947 se inicia una campaña impulsada por el Comité de Actividades Antiamericanas destinada a extirpar de raíz la "infiltración subversiva" en el seno de la industria del cine. Para acompañar esta oleada de persecuciones se ponen en marcha una serie de producciones cinematográficas anticomunistas como la reconocida El telón de acero . 1948. El Comité de Actividades Antiamericanas llamó a declarar a cientos de productores, actores, guionistas y técnicos. El objetivo fue dar un mensaje al conjunto de la sociedad, "si podemos perseguir a los famosos de Hollywood, imaginen lo que podemos hacer con los ciudadanos comunes". Otro objetivo central fue romper los lazos humanos construídos en el ámbito del cine, buscando en forma permanente la delación como forma de salvación. Las declaraciones se dividieron entre las reaccionarias de los representantes de la industria llamando a perseguir a los rojos, como Jack Warner, Walt Disney, o el famoso actor Adolphe Menjou quien dijo orgullosamente "Yo puedo oler a un comunista, porque los comunistas despiden un olor extraño que no cualquiera reconoce, un olor muy particular, pero yo sí, yo lo reconozco, creanme yo puedo oler a un comunista". Los delatores, como Elia Kazán, entre otros, y los que resistieron, negaron las acusaciones o se negaron a declarar. Al finalizar las sesiones en 1951, se establece una "lista negra" con 324 nombres, a los que los productores (Warner Bros, MGM, 20th Fox, Paramount, RO), reunidos en un cónclave se comprometieron a no dar trabajo. En este clima se realiza el éxodo de Chaplin, Orson Welles y Joseph Losey. Los "Diez de Hollywood" fueron nueve guionistas, entre ellos Dalton Trumbo, y un realizador Edward Dmytryk, que se negaron a responder amparándose en la primer y quinta enmienda de la Constitución de Estados Unidos, y fueron encarcelados entre seis meses y un año por esto. Su caso tomó relevancia, como lo muestra la película de Jay Roach, las sesiones tenían una gran asistencia y eran televisadas, con el objetivo de amedrentar a toda la población. El mundo del cine es cruzado por enfrentamientos cotidianos entre sus integrantes, todo debate cinematográfico es un debate político. "Regreso con gloria" cuenta con la destacada actuación de Bryan Cranston (el actor de Breaking Bad), como Trumbo. Su aporte es un punto de apoyo central a la construcción del relato, (fue nominado al Oscar este año por el papel) que sigue los lineamientos clásicos de las "bio-pic", un género "superexplotado" en los últimos años. Otros personajes se destacan por la interacción de las personalidades del mundo del cine, Jhon Wayne (David James Elliott) junto a la crítica Hedda Hopper (Helen Mirren), representando al sector más reaccionario. Los productores relegados de la industria representados por Frank King (John Goodman ) quien dió trabajo a los perseguidos por las listas negras y así reactivó su producción con guionistas de gran calidad trabajando "en serie" y con seudónimos para sus películas, su lugar en "Regreso con gloria" logra destacarse con gran personalidad. Finalmente entra en escena Kirk Douglas (actor y productor de Espartaco con guión de Trumbo), interpretado por Dean O´Gorman quien logra una muy cercana caracterización física, y junto a Otto Preminger (Christian Berkel), son la "reserva moral" que se niega a ocultar con pseudónimos a los verdaderos artistas, desafiando así la censura imperante. Algunas críticas han marcado una liviandad con que la película aborda la historia y los debates políticos del momento, como también la permanente búsqueda de hacer eje en explicaciones psicológicas de los personajes. Si bien es cierto que muchos de los temas podrían profundizarse y se plantean de forma algo esquemática, la película cumple el papel de traer al presente una historia, conocida, pero no tan divulgada. Otra fuente recomendable para adentrarse en esta historia es el documental de Peter Askin"Trumbo" (2007), en este trabajo se rescatan las cartas del guionista cuando estuvo preso, dirigidas a colegas, esposa e hijos y se descubre allí otra creativa dimensión de este narrador. La era del macartismo en Hollywood tuvo una autocrítica por parte de la industria cinematográfica y muchos representantes políticos. Las grandes productoras pueden promover hoy historias críticas con las que apuntan a un fragmento del mercado. Pero el dominio de estas empresas monopólicas y sus aliados empresarios y políticos del establishment norteamericano no ha dejado de censurar, perseguir y castigar económicamente a quienes no sean los difusores de las ideas del momento. Las formas cambian, pero el dominio de este imperio en el mundo del cine aún continúa.