Dinero de sangre. Las últimas dos adaptaciones cinematográficas de novelas de John le Carré habían elevado mucho la vara y a priori resultaba muy difícil que Un Traidor entre Nosotros (Our Kind of Traitor, 2016) pudiese superar lo hecho o por lo menos empardarlo: lejos del nivel de El Hombre más Buscado (A Most Wanted Man, 2014) de Anton Corbijn y El Topo (Tinker Tailor Soldier Spy, 2011) de Tomas Alfredson, la película en cuestión se ubica en un terreno intermedio entre la interesante El Jardinero Fiel (The Constant Gardener, 2005) y las más desparejas El Sastre de Panamá (The Tailor of Panama, 2001) y La Casa Rusia (The Russia House, 1990). Aún así, por suerte hablamos de una traslación digna que respeta la estructura del libro y vuelve a poner en el tapete la principal marca registrada del autor británico, léase la ambigüedad moral y política de los llamados “servicios de inteligencia”. A diferencia de los thrillers de espionaje tradicionales, con su patética bipolaridad “buenos/ malos” y todas esas secuencias de acción cronometradas, los opus de le Carré trabajan la dimensión psicológica de los conflictos internacionales, ponen el acento en burócratas grises que actúan como lobbistas, y finalmente se hacen un verdadero festín a partir de la corrupción y el latrocinio que caracterizan al entramado capitalista y sus “multinacionales espejo”. En esta ocasión el eje es Peregrine Makepiece (Ewan McGregor), un profesor universitario que termina desempeñándose como intermediario entre el MI6 y la mafia rusa cuando Dima (Stellan Skarsgård), un oligarca que amasó su fortuna gracias a la disolución de la URSS, le solicita que negocie ante los británicos protección para él y su familia a cambio de información sobre los funcionarios y empresarios ingleses vinculados a la mafia. El guión de Hossein Amini maneja con perspicacia ese viejo motivo del género centrado en un hombre común que es arrastrado por el azar hacia un submundo de secretos y asesinatos, ahora con el agregado de que las palabras son tan fulminantes como las balas… y a veces incluso más (otro de los rasgos de estilo de la obra de le Carré). Como era de esperar, las actuaciones de McGregor y Skarsgård son precisas como así también la de Damian Lewis, el encargado de dar vida al tercer vértice del triángulo, Héctor, el traficante estatal de influencias de turno, quien hoy se despega de los mandos altos y toma como cruzada personal la investigación y/ o posibilidad de conseguir los nombres y números de cuenta de los involucrados. Aquí nuevamente no tenemos a un villano específico porque el esquema ético general es complejo y el agente de destrucción es el entretejido político y económico. A pesar de que la película está bien llevada por una correcta Susanna White, por momentos se nota que la realizadora está fuera de su zona de confort y que además no cuenta con el talento de Corbijn o Alfredson. Al igual que otros subgéneros, el espionaje necesita de una tensión más o menos constante y es allí donde falla Un Traidor entre Nosotros, ya que el desarrollo se divide -casi en partes idénticas- entre escenas prodigiosas que analizan determinados aspectos de los personajes y algunas secuencias que desaprovechan lo que podría haber sido un “tire y afloje” a nivel de la progresión dramática. Sin duda los dos factores que terminan redimiendo a la propuesta son la espada de Damocles que cuelga sobre la cabeza de Dima (el film comienza con el trágico destino de un colega y su clan, lo que a su vez despierta sus temores) y todo el derrotero de los protagonistas con el objetivo de exponer ese “dinero de sangre” que los oligarcas y sus socios desean mover hacia el enclave londinense (las escenas en París y Berna cumplen y dignifican a la película). Como en las otras adaptaciones de le Carré, las mentiras, la corrupción y la impunidad son las enfermedades de sociedades que poseen muchos elementos en común y pocas diferencias…
Vive una historia de espionaje Llega a la cartelera un nuevo film británico basado en una novela de John le Carré y acá nos camuflamos para pasar desapercibidos y que nuestro mensaje llegue a buen puerto. John le Carré es uno de los novelistas que más material le aporta al mundo del cine y la televisión. Quizás sea porque sus obras son ideales para dichos medios – el suspenso, el doble espía y la conspiración son temas que nunca pasan de moda – o tal vez porque las mismas, al adaptarlas, son una cuota de seguridad en materia comercial. Indicar el lema “Basado en la novela de John Le Carré” es una marca de agua más que confiable para cualquier espectador. Con ese anticipo ya sabes que te vas a encontrar. Un traidor entre nosotros (Our Kind of Traitor, 2016) se basa en la penúltima novela que publicó el escritor allá por el año 2010. Sin lugar a dudas, tiene todo ese condimento que una novela de suspenso y espías podría tener. La obra se basa en un profesor de literatura que un viaje se topa con un ruso, el cual le confía información confidencial que funciona como pan caliente para los miembros de la inteligencia británica. Desde ese momento todo comienza a pender de un hilo: el riesgo de quien suministra la información, el inocente intermediario y quienes deciden utilizar dicho recado. El film sostiene una dinámica fiel a su propósito: lograr que nos pongamos en la piel de quien debe hacer llegar el mensaje. Adentrados en la intriga y suspenso que suceden luego del primer acto, la película se sostiene gracias a dos pilares fundamentales: el magnífico reparto y una dirección experimentada. El combo estelar es un plus a toda película pero muchas veces funciona como un contrapunto, como una granada a punto de estallar, si no se marcha por el buen camino. Si este reparto es genial, pero no se lo lleva por la senda correcta, la lluvia de detractores comienza a emerger desde el primer minuto. Ewan McGregor en la piel de este honesto profesor de literatura y un extraordinario Stellan Skarsgard como el ruso que filtra la información son las dos caras principales de la historia, junto con Damian Lewis, un experimentado en esto del espionaje gracias a su rol de Brody en Homeland, y Naomi Watts en unos correctos roles secundarios, son coordinados por la directora Susanna White (El regreso de la nana mágica) que cuenta con una vasta experiencia en el mundo de la televisión, destacándose en dos miniseries como Jane Eyre (2006) y Generation Kill, realizada por HBO en el 2008. La historia se mantiene por el buen camino a lo largo del film, sin arriesgar, sin ambicionar con contar algo distinto ni buscar la espectacularidad. El último tramo de la película, los últimos 20 minutos, son para mirar sin pestañar y no obviar ningún detalle. Sin estar a la altura de otras obras de John le Carré que fueron adaptadas a la pantalla grande, como El topo (Tinker Tailor Soldier Spy, 2011), El jardinero fiel (The Constant Gardener, 2005) o El hombre más buscado (A Most Wanted Man, 2014), Un traidor entre nosotros nos entretiene y hoy en día, por más simple que parezca, es muy importante. Ahora ya sabríamos como actuar si tenemos que trasladar información ultra secreta a las altas esferas del gobierno. Quizás sea eso lo que nos encanta de John le Carré. Nos traslada en roles impensados, en historias que rara vez podríamos ser parte, despertándonos el misterio a un terreno que desconocemos. “Vive una historia de espionaje” sería el lema implícito que acompaña estos productos basados en la novelas de John le Carré.
Un film que cumple con su cometido de entretener, pero hasta ahí, ya que te deja con la sensación de que algo más faltó, ese famoso "no se qué". La acción pasa más por los momentos tensos, el nerviosismo y la inquietud, que por el lado de la adrenalina, es decir, no nos vamos a encontrar con...
ESPÍAS Y CORRUPTOS Ya saber que es una de espías y basada en una novela de John Le Carre ya tiene un público asegurado y también su cuota de entretenimiento y sus dardos hacia los poderes y gobiernos donde llega inevitablemente la corrupción. El argumento no es original pero igual funciona: pareja de vacaciones que contactan con un mafioso ruso y a partir de ese momento se ven envueltos en una trama de intriga internacional, persecuciones y peligros. Quizás para el entretenimiento no cuente cuanto de verosímil resulta lo que vemos, cuanto de familiar y ya visto nos resulten las idas y vueltas y como aparentemente dos personas comunes se transforman en superagentes entrenados. Un elenco de lujo Ewan McGregor l, Stellan Skarsgard, Damián Lewis, Naomie Harris. Solo un buen entretenimiento.
Llega Un traidor entre nosotros, basado en una novela de John Le Carré. Perry (Ewan McGregor) y su esposa Gail (Naomi Harris) pasan unas vacaciones en Marruecos. Él es profesor universitario, ella abogada. Una noche conocen a un millonario ruso, Dima (Stellan Skarsgård) que invita a Perry a una fiesta. Enseguida parecen convertirse en amigos, pero el ruso que es en realidad un lavador de dinero que quiere escaparse de la mafia y buscar asilo en Gran Bretaña, persuade al universitario a que actúe como enlace con el M16 para que aceite los mecanismos que hagan que él y su familia logren protección británica. A diferencia de otros thrillers de espionaje que conllevan acción desenfrenada, Un traidor entre nosotros hace foco en la dimensión psicológica de los personajes principales en un juego de lealtades y traiciones, entre millonarios rusos, burócratas y funcionarios británicos, espionaje internacional y la situación tan explotada por Hitchcock de personas comunes puestas en una situación extraordinaria, mas el acertado elemento de quien pivotea entre el mafioso y el tipo común, Hector (Damian Lewis) un quijotesco funcionario que balancea la acción, funcionando como enlace entre todas las esferas. El muy llevado al cine John Le Carré (El hombre más buscado, El topo, El jardinero fiel, El sastre de Panamá) es adaptado en este caso por el guión de Hossein Amini que si bien logra un buen entramado entre los personajes principales en un juego de seducción en ambientes de fiestas, clubes de millonarios, glamorosos escenarios parisinos y el peligro que conlleva enredarse con peces gordos, a veces no acierta del todo con el tono de tensión que se rinde a un estilizado look de la pulcra fotografía de Anthony Dod Mantle (Quien quiere ser millonario). La directora Susanna White consigue corrección en un film de actuaciones precisas de McGregor y Skarsgard, pero es Damian Lewis (Homeland) quien en muchos momentos se roba el protagonismo con su performance. Un traidor entre nosotros es un thriller en tres actos que transita sin estridencias por el camino de la corrupción, el lavado de dinero, las mafias globales y otros males del mundo actual.El muy llevado al cine John Le Carré (El hombre más buscado, El topo, El jardinero fiel, El sastre de Panamá) es adaptado en este caso por el guión de Hossein Amini que si bien logra un buen entramado entre los personajes principales en un juego de seducción en ambientes de fiestas, clubes de millonarios, glamorosos escenarios parisinos y el peligro que conlleva enredarse con peces gordos, a veces no acierta del todo con el tono de tensión que se rinde a un estilizado look de la pulcra fotografía de Anthony Dod Mantle (Quien quiere ser millonario). La directora Susanna White consigue corrección en un film de actuaciones precisas de McGregor y Skarsgard, pero es Damian Lewis (Homeland) quien en muchos momentos se roba el protagonismo con su performance. Un traidor entre nosotros es un thriller en tres actos que transita sin estridencias por el camino de la corrupción, el lavado de dinero, las mafias globales y otros males del mundo actual.
El juego del gato y el ratón Las novelas del inglés John le Carré han sido desde siempre un imán para los productores, pero en los últimos años sus historias han generado un interés aún mayor tanto en el cine (la excelente El topo, el hombre más buscado) como en la televisión (The Night Manager). Ahora es el turno de este correcto film basado en Un traidor como los nuestros (2010). Rebautizada para su estreno comercial en las salas de la Argentina como Un traidor entre nosotros, esta película dirigida por Susanna White (realizadora británica de amplia experiencia en la televisión) aborda problemáticas muy vigentes como el lavado de dinero, los paraísos fiscales, la corrupción política y el creciente poder de la mafia rusa. Como en varios libros de Le Carré, el protagonista es un personaje ordinario que -fruto de las casualidades- atraviesa circunstancias extraordinarias. En este caso, se trata de Perry Makepeace (Ewan McGregor), un profesor de literatura que está de viaje en Marruecos tratando de salvar la relación con su novia Gail Perkins (Naomie Harris). Mientras cenan en un restaurante de precios delirantes, ella sale a atender una llamada profesional y él es abordado por Dima (ese excelente actor que es el sueco Stellan Skarsgård, aquí con un inglés de acento ruso bastante irritante), un millonario que lo invitará a una fiesta a puro lujo (y lujuria). Lo concreto es que este hombre ha lavado demasiado dinero sucio y su vida corre peligro. Para colmo, no tiene mejor idea que darle a Perry un pendrive con valiosa información para que se lo entregue en mano a la inteligencia británica a su regreso a Londres. La película propone un típico juego del gato y el ratón, pero nunca está demasiado claro quién es quién. Es que la trama se irá complicando cada vez más con la aparición de un agente del MI6 que supervisa el caso (el siempre eficiente Damian Lewis), las internas políticas, los conflictos familiares de los distintos personajes y, claro, la permanente amenaza de la mafia rusa. Rodada en múltiples locaciones urbanas y montañosas de Francia, Inglaterra, Suiza, Rusia, Finlandia y Marruecos con un sólido aporte del director de fotografía Anthony Dod Mantle (ganador del premio Oscar por Slumdog Millionaire), Un traidor entre nosotros resulta un digno exponente de ese thriller psicológico y de espías que tiene al cine de Alfred Hitchcock como insoslayable referente. Más allá de algunos derrapes menores en su segunda mitad, Susanna White tiene claro el derrotero y conduce la película con seguridad y a la velocidad justa. Se trata de un viaje que puede carecer de ciertos encantos (McGregor y Skarsgård, sin decepcionar, están lejos de sus mejores trabajos), pero que llega al final en tiempo y forma. Un ejercicio de género que cumple con lo justo.
El profesor valiente El guión es bastante forzado, pero de todos modos la película crea suspenso y entretiene. Un traidor entre nosotros llega con el sello de garantía de John Le Carré, autor de la novela en la que está basada, pero en realidad el copyright de esta historia le pertenece a Alfred Hitchcock. No sólo porque se utiliza una vez más su vieja y explotada premisa narrativa del hombre ordinario involucrado en circunstancias extraordinarias, sino también porque su argumento es pariente cercano de El hombre que sabía demasiado de 1956. Aquí, como en aquélla, tenemos a una inocente pareja que, en medio de sus vacaciones en Marruecos, queda envuelta por azar en una conspiración internacional. Esta película abandona el “espionaje de oficina” de las mejores creaciones de Le Carré (El topo, El espía que surgió del frío) y cuenta una historia más actual -la influencia del dinero sucio ruso en la economía británica- y más movida, siguiendo la moda de esos thrillers globalizados que transcurren en varios sitios diferentes. Ese aggiornamiento “turístico” le quita identidad y la acerca a los productos de la máquina de hacer chorizos, pero no es su principal inconveniente. El problema aquí es, ante todo, la falta de credibilidad de la pareja protagónica, porque resulta que esos dos profesionales supuestamente cándidos y ajenos al mundo del espionaje terminan moviéndose como peces en el agua entre agentes del MI6 y mafiosos rusos. Tanto en su comportamiento como en su aspecto físico, ese profesor universitario de poesía (Ewan McGregor) y su esposa abogada (la bella Naomi Harris) parecen más cercanos a James Bond -de hecho, Harris fue una chica Bond y alguna vez se barajó a McGregor como posible 007- que a claustros y tribunales. De todos modos, el suspenso está. Y la siempre bienvenida presencia de Stellan Skarsgard (en un registro opuesto al que luciera en River) más el carisma de McGregor y el solvente Damian Lewis (conocido por su Nicholas Brody en Homeland) consiguen que, con un poco de buena voluntad, podamos hacer la vista gorda a los aspectos forzados del guión y pasemos, al menos, un rato entretenido.
Publicada en edición impresa.
Un traidor entre nosotros es un buen thriller basado en un trabajo reciente de John Le Carré, uno de los autores más populares relacionados con el género de espionaje. Desde el éxito de El topo (con Gary Oldman) las historias del escritor inglés empezaron a ser adaptadas en el cine con más frecuencia. Hace poco se estrenó El hombe más buscado, que representó el último trabajo de Philip Seymour Hoffman y este año la prensa y el público recibió con muy buenos comentarios la miniserie de la BBC, The Night Manager, protagonizada por Tom Hiddleston. En este nuevo film la historia de Le Carre trabaja la intriga de espías en un contexto moderno relacionado con la Mafia rusa y sus vínculos con las grandes corporaciones. La directora Susana White, quien previamente hizo el film infantil Nanny McPhee and the Big Bang, en este caso sorprende con un sólido thriller que resultó más entretenido de lo esperado por la premisa que presenta. El protagonista interpretado por Ewan McGregor en este caso es un docente universitario que no tiene ningún vínculo con el mundo del espionaje y termina involcrado en una compleja intriga que involucra a la Mafia Rusa y el Servicio de Inteligencia inglés. La novela original en que se basó esta película estuvo inspirada por el cine de Alfred Hitchcock y el trabajo de la directora White también rememora la clase de thriller que el cineasta ingles filmó en los años ´60. McGregor y Stellan son la figuras más destacadas del reparto y logran hacer llevadera esta historia donde el thriller se concentra en la situaciones de tensión más que en elaboradas secuencias de acción. Pese a una conclusión predecible Un traidor entre nosotros ofrece una buena película que no tuvo mayores pretensiones que desarrolla un misterio decente de espionaje. Para quienes sean seguidores de estas temáticas es una opción que vale la pena tener en cuenta.
A los 84 años el famoso novelista de suspenso y espías John le Carré sigue cosechando éxitos y adaptaciones de sus obras. Se acaba de emitir la miniserie de seis episodios The night manager (con Tom Hiddleston y Hugh Laurie) y ahora llega a los cines su hit literario de 2010. Lo que me gustó de Un traidor entre nosotros es que el foco pasa por una persona que se ve convertida en un espía por un caso fortuito dado a que es un profesor universitario. Si bien hay acción lo importante de la historia pasa por otro lado y son los vínculos entre los personajes el plato fuerte. Ewan McGregor está sólido en algunos momentos y en otros no tanto porque su personaje si bien es interesante a grandes rasgos por momentos parece forzado. Distinto es el caso de Stellan Skarsgård que está muy bien en todo momento como mafioso ruso y hombre de familia. La directora Susanna White, cuya mayor experiencia es en la televisión, no logra mantener un ritmo lo suficientemente atractivo y desperdicia recursos en una premisa que arranca muy bien pero que va decayendo a medida que avanza el metraje. Un traidor entre nosotros se queda en una buena idea mal ejecutada que tiene solo algunas secuencias que valen la pena.
En Un traidor entre nosotros una joven pareja inglesa de vacaciones en Marrakech entabla amistad con Dima, un millonario que resulta ser miembro de la mafia rusa. A cambio de conseguir asilo político en Inglaterra, Dima está dispuesto a develar todos los secretos de la organización criminal. La pareja pronto se verá atrapada entre la mafia rusa y el Servicio Secreto Británico, envueltos en un juego mortal del que no hay salida. Este thriller de intriga y espionaje, está construido a base de diálogos y climas más que de acción trepidante. Es un filme que necesita de un espectador atento a cada palabra, a cada movimiento de los personajes para no quedarse fuera de una trama plagada de datos, en las antípodas de los tópicos del cine pochoclero. Mentiras, corrupción, negocios turbios, son temas centrales en esta película correctamente rodada por Susan White en la que Ewan McGregor y Damian Lewis cumplen con creces en sus papeles. Ideal para cultores de las tramas rebuscadas.
Una película de espionaje, pero no de espías o, en todo caso, de espías improvisados, de gente ordinaria atrapada en una trama que los excede como en El hombre que sabía demasiado (como Hitchcock en general). Un traidor entre nosotros es la transposición de una novela de John Le Carré de 2010 y cuenta la historia de un matrimonio que se ve envuelto en una guerra de espionaje, mafia e intrigas entre grandes potencias. La película comete errores desde el principio, desde que desaprovecha el malestar de la pareja: poco y nada se sabe de los personajes de Ewan McGregor y Naomi Harris, salvo por unos pocos datos sumarios (profesión, estado civil, situación sentimental). Perry, de vacaciones con su esposa en Marrakesh, es abordado por Dima, un corpulento gángster ruso al que no se le puede decir que no. Dima captura la atención de Perry y lo convence de enviar un mensaje a MI6 a su regreso a Londres. El motivo del hombre común arrojado a un conflicto que lo supera ampliamente es bien conocido, pero Susanna White (tal vez la primera mujer en dirigir una película de espionaje) nunca se toma el trabajo de robustecer el relato dando cuenta, por ejemplo, de qué es lo que de Dima y del submundo de la mafia rusa atrae tanto a Perry como para arrastrar a su esposa a semejante aventura (ya dentro del conflicto, ambos aceptarán participar para cuidar a la familia de Dima, pero se trata de una excusa pobre y aburrida). Al igual que lo que ocurre con los personajes, el guion jamás termina de retratar a fondo el universo de la historia: la película recorre espacios lujosos y exclusivos, observa a gente peligrosa y descubre algún que otro ritual interesante, pero jamás los describe en profundidad. La cámara se comporta parecido: barre las estancias algo decadentes y a sus habitué a las apuradas, casi de compromiso, y enseguida vuelve a su rutinario esquema de primeros planos. La película asemeja un muestrario de texturas, una catálogo de efectos de luces, colores y decoraciones; ningún espacio se muestra realmente vivo, todo exhibe un toque cool que lo vuelve artificial, incluso en las escenas en las que la directora trata de jugar con la oscuridad y, en vez de suspenso, solo obtiene planos confusos. Una fotografía aséptica que juega a la sofisticación. Se creería que el misterio es el corazón de una película de espionaje, pero Un traidor entre nosotros parece tan segura de su plan que se permite prácticamente desechar la maquinaria de la intriga: uno de los momentos de mayor tensión (un tiroteo nocturno en una casa secreta) es resuelto en off y consumiendo pocos segundos, en algo que podría entenderse como un gesto iconoclasta (porque se despoja al género de una de sus principales convenciones), pero que también puede atribuirse a la falta de talento. En este sentido, no es casual que la dimensión física de las películas de espionaje haya sido anulada: tratándose de la variante de los espías improvisados, es de esperar que el cuerpo esté mayormente en reposo, frente al tipo más canónico del espía profesional, que contempla un despliegue de proezas físicas mucho más espectacular. Pero Un traidor entre nosotros neutraliza por completo el movimiento: la película se reduce a diálogos y a algún que otro intercambio de gestos, sin ninguna clase de esfuerzo físico (hasta James Stewart, ya grande, se movía de un lado a otro en El hombre que sabía demasiado). En el contexto de pereza y quietud generales, Stellan Skarsgard se las arregla para imponer su cuerpo en la escena y entrometerlo en las imágenes: su Dima gordo, abundante, pero también gritón y maleducado, profuso en gestos y tatuajes, sobresale de la medianía actoral que lo rodea en buena medida gracias a la fisicidad que le imprime a su personaje. Como contrapartida, el Hector de Damian Lewis, con su rigidez casi mecánica, no se sabe bien a qué juega, si a una parodia explícita de la figura del agente de inteligencia obsesivo, o si solo se está ante una actuación mal dirigida. En cualquier caso, Hector es uno de los principales pivotes del relato y jamás alcanza a acercarse siquiera al nervio casi animal del personaje de Skarsgaard. No por nada, Dima ocupa el lugar de víctima sacrificial: más allá de su función en la trama, Dima ocupa un lugar claro en el sistema de la película en su conjunto, el de un exceso (de imagen, de palabras, de cuerpo) que hay que dosificar y contener, y que pone de manifiesto la materia cinematográfica más bien escasa con la que están formados los demás personajes.
Pasa algo curioso con esta película de espionaje, basada en novela de John Le Carré: su trama es más simple que enrevesada, como muchas veces pasa con el género, pero la narración es tan apática y desganada que cuesta mantener el mínimo interés. Es la historia de un magnate ruso -Stellan Skarsgard con ridícula melena- que contacta a una pareja en crisis, de vacaciones en Marruecos, para que lleven un misterioso pendrive a la inteligencia británica. Sin saber porqué, el marido (Ewan McGregor) confía en su nuevo amigo al punto de aceptar el encargo y terminar involucrado en la guerra entre la mafia rusa y el servicio secreto. Todo un affaire tan desprovisto de fuerza, de energía, como la actuación de sus protagonistas, principalmente un McGregor que, como el espectador, también parece haber dejado de prestar atención.
Basada en una novela de John Le Carre, Un Traidor entre Nosotros cuenta la historia de un profesor de Poesía, que en medio de unas vacaciones con su mujer, se ve involucrado con la mafia Rusa, el MI-6 y el lavado de dinero. Con el ritmo de un Thriller ingles, la película cuenta con excelentes actuaciones ( Ewan McGregor como Perry, el profesor, Stellan Skasgard como Dima y Damian Lewis como Hector) y se mueve como las cintas de espías de la década del 80. A un ritmo tranquilo pero constante, nos va adentrando en la historia y nos atrapa, construyendo una trama que asciende tanto en la intriga como en la evolución de los personajes. Dima y Perry van añadiendo capas a sus personajes y lentamente se transforman en el real corazón de la historia, sin nunca permitirnos olvidar del contexto de intriga internacional que los unió. Filmada en Europa, eso también añade a la sensación de estar presenciando una historia de espionaje e intriga internacional como corresponde, con la rara combinación de personajes del bajo mundo, en escenarios dignos de príncipes y aristócratas con un balance que parece natural y real. Así debe ser este mundo. Así deben vivir. Correctamente dirigida por Sussana White en su primer pelicula luego de pasar por grandes series de TV como Generation Kill, Boardwalk Empire, Masters of Sex y Billons, cuenta con guión sólido e intención clara, transformandolo en 105 minutos de recomendable entretenimiento, en el que usamos la cabeza para disfrutar, además de los ojos.
El nuevo film de Susanna White (El Regreso de la Nana Mágica) es la adaptación de la novela Our Kind of Traitor de John le Carré (El Espía que sabía demasiado). Un Traidor entre Nosotros está protagonizada por Ewan McGregor, Naomie Harris, Damian Lewis, Stellan Skarsgard y con un cameo del propio le Carré. Este largometraje fue adaptado por el guionista Hossein Amini (Drive). Un Traidor entre Nosotros es la última de una ola de adaptaciones de los trabajos de le Carré que empezó en el 2011 con El Topo, siguió con El Hombre más Buscado (2014) , llegando a la miniserie The Night Manager (2015) con Hugh Laurie y Tom Hiddleston. Un Traidor entre Nosotros es el relato de espionaje típico de Le Carré donde no se puede confiar en nadie, donde la burocracia y la corrupción entorpecen todo. Los protagonistas son una pareja (McGregor y Harris) de civiles que queda entre la mafia rusa y el MI6. La película examina las inversiones privadas rusas en suelo británico y los compromisos de dudosa moralidad para con la obtención de dicho dinero. En medio de esta corrupción, los protagonistas deciden arriesgar todo para salvar vidas, sin importar las consecuencias. Filmada en Londres, París, Marruecos, Berna y los Alpes Franceses, Un Traidor entre Nosotros es casi una road movie pero cuya intención es averiguar ¿como lograran escapar? y no ¿quien hizo el crimen? Un Traidor entre Nosotros se apoya más en su guión y en sus actores que en efectos especiales, el film contiene la suficiente tensión como para elevar el material. Otro elemento de gran ayuda es el clima generado por la fotografía de Anthony Dod Mantle (Rush: Pasión y Gloria) quien utiliza distintos tonos de verde, azul y amarillo, incluyendo fueras de foco y cámara en mano, para reflejar el estado de confusión de los personajes y el turbio mundo al que han entrado. Con una impecable producción (música, locaciones, fotografía, etc) y buenas performances del elenco, Un Traidor entre Nosotros es un buen relato de intriga y espionaje que le faltaba un final algo más impactante para llegar a ser un producto memorable. Más allá de eso, Un Traidor entre Nosotros hace honor a la obra de John le Carré.
Sin guerra fría, Le Carré debe forzar sus nuevas tramas Este thriller está basado en un libro de John Le Carré y también es una producción del veterano escritor de obras maestras del género de espías, como "El topo". Pero bien dice uno de los personajes del film, "en Europa ya no hay guerra fría", por lo que Le Carré arma una historia que elude el típico argumento de espías, aunque sí incluye al servicio de inteligencia británico en relación con las conexiones entre la mafia rusa y la corrupción en el Gobierno inglés. El detonante de la trama es el encuentro fortuito de una pareja inglesa de vacaciones en Marruecos con unos rusos que celebran algo en el restaurant de su hotel. Uno de los rusos insiste en invitar al inglés a una fiesta, y en medio de un jolgorio de alto nivel, queda claro que entre los invitados hay varios miembros de la mafia rusa. Stellan Skarsgård es el contador de la mafia rusa que le cuenta al inglés Ewan McGregor una historia de asesinatos provocados por su nuevo jefe mafioso, y le pide que de regreso a Inglaterra lleve un pendrive para entregar al MI6, con el fin de que le den protección a él y su familia. El inglés le hace el favor y queda metido junto a su esposa en una peligrosa intriga que lo lleva a París y a los Alpes Suizos, siempre perseguido por criminales rusos. "Un traidor entre nosotros" es un thriller bien actuado al que una rosca más de tensión no le hubiera venido mal. El tema es original y está mostrado de modo verosímil, aunque el punto más débil en lo argumental sea la manera en la que un profesor universitario y su esposa abogada (Naomi Harris) se involucran en un asunto con el que no tienen nada que ver.
Yo soy tu amigo fiel. Perry (Ewan McGregor) y Gale (Naomi Harris) forman una joven y formal pareja inglesa, él es profesor universitario y ella es abogada. Una noche en el bar del hotel Perry conoce a Dima (Stellan Skarsgård), un ruso extrovertido con el que termina tomando unos tragos y a pesar de ser muy diferentes no tardan en entrar en confianza. Al encuentro le siguen unos partidos de tenis y una invitación a la fiesta del cumpleaños de la hija de Dima, donde este le confiesa a Perry que no es un hombre de negocios sino el mejor lavador de dinero de la mafia rusa y sabe que van a traicionarlo; su vida y la de su familia están en peligro, y necesita de su ayuda para refugiarse en Inglaterra. Así el introvertido profesor se convierte en el contacto entre el mafioso ruso y el MI6. Dima les ofrece información sobre políticos ingleses que reciben dinero de la mafia a cambio de seguridad para él y su familia. La vida del moderado profesor y su esposa cambia de la noche a la mañana, hacen todo lo posible para ayudar a su nuevo amigo y su numerosa familia, mientras la mafia rusa los sigue de cerca y el MI6 los presiona. Como todo filme basado en obras de John Le Carré la trama es atrapante desde el comienzo, con varios puntos en común con "El Jardinero Fiel", otra de sus obras, el protagonista es un hombre que nada tiene que ver con el quilombo en el que se ha metido, pero son sus convicciones, su moral y sus sentimientos, los que le darán el valor para hacer lo que cree que es correcto. La intriga está muy bien construida, y genera mucha tensión que el filme no logra sostener siempre en su nivel más alto ya que el tono de la historia es excesivamente moderado, por momentos hasta monocorde, es un filme de suspenso que no se inclina hacia la acción sino hacia el drama, y a pesar de un muy buen guión tiene unas cuantas situaciones previsibles, que no por eso dejan de ser interesantes. Es la complejidad de sus personajes principales y un elenco excelente lo que hacen que valga la pena ver este filme que no tiene nada que no tengan otros thrillers del mismo estilo. Stellan Skarsgård compone extraordinariamente a un salvaje mafioso ruso que no pasa inadvertido con su estilo de nuevo rico, que combina un enorme carisma con toda la experiencia que puede dar el haberse criado en las calles de Rusia. Aun estando en las antípodas del correctísimo McGregor el vínculo entre ellos es creíble y es lo que sostiene el relato. Otro personaje para destacar es el de Damian Lewis como un agente gris del MI6 que carga con motivos personales para querer hacer caer a un político corrupto y que ve en Dima la posibilidad de lograrlo. "Un Traidor entre Nosotros" es un Le Carré clásico, tal vez demasiado moderado, con una trama muy bien construida, excelentes actuaciones y cuyo trasfondo es la corrupción, el lavado dinero y esos bancos de Londres con fachadas muy bonitas pero que operan con dinero manchado de sangre.
En Un traidor entre nosotros, una joven pareja se ve envuelta, por accidente, en un peligroso trato entre la mafia rusa y el Servicio Secreto de Inglaterra, entidades en las cuales no pueden confiar. John le Carré entre nosotros: Si bien Un traidor entre nosotros es un thriller de espionaje que se deja ver, es poco probable que hubiera llegado a los cines de no estar atado a un nombre tan importante como el de John le Carré. La película es una adaptación de la novela número 22 del célebre novelista británico, y no es la primera vez que una de sus historias se convierte en una producción cinematográfica. El escritor, quizás uno de los más importantes de la actualidad en materia de espionaje y suspense, fue el autor de The Constant Gardener (2005), con Voldemort (Ralph Fiennes), A Most Wanted Man (2014), con el fallecido Philip Seymour Hoffman y –más actualmente– The Night Manager, una adaptación de la BBC que salió este año, protagonizada por Tom Hiddleston y Hugh Laurie. Esta no es una mala película, de hecho es bastante “correcta”. Pero no trae nada nuevo a la mesa. Es complicado encontrarle exactamente cuál es el problema con la historia, si es que existe. Simplemente es convencional y predecible. Todo lo que creés que va a suceder, sucede, y de la manera que uno lo espera. Una amistad fortuita: El reparto está formado por actores de renombre entre los que destaca Ewan McGregor quien, contrariamente a lo que uno pensaría, es el personaje menos logrado. De por sí la premisa nunca convence porque el guión no da suficientes motivos para que un profesor de literatura quiera convertirse, repentinamente, en agente de espionaje, poniendo en peligro a su mujer y a él mismo. El resto (Alicia von Rittberg, Damian “Homeland” Lewis, Naomie “Moneypenny” Harris) están bien, pero no resaltan en lo absoluto. Quien destaca, sin duda, es Stellan Skarsgård (Erik Selvig en la franquicia de los Vengadores), y su relación de amistad con el personaje de McGregor es el punto más acertado de esta producción. Los momentos en los que ambos comparten escenas (la última vez había sido en Ángeles y demonios, basada en la novela de Dan Brown) son muy entretenidos. Un traidor entre nosotros es misteriosa y tensa, pero lenta y poco convincente. El guión se siente tan desbalanceado como crudo. Y creo que es demasiado básico en algunas cuestiones. Por ejemplo: ¿cómo hacemos para mostrar que los mafiosos rusos son verdaderamente malos? Respuesta: los hacemos golpeadores de mujeres. Cosas de este estilo se ven a lo largo de toda la película. Disfruté bastante de la fotografía (la historia te lleva por lugares fascinantes, desde Marruecos hasta Londres, desde París hasta los Alpes Franceses) pero la cinematografía se abusa del “shaky cam” al punto de tornarse molesto. Conclusión: Un traidor entre nosotros no es una cinta de espías deplorable, pero tampoco es Casino Royale. Creo que nunca llega a ser memorable y por eso la vas a olvidar apenas aparezcan los créditos. A pesar de contar con un par de momentos excitantes y bien logrados, el guión es muy tradicional y los personajes nunca se vuelven creíbles.
A pesar de la torpe dirección, es una película cautivadora con personajes queribles. Uno de los temas más populares en el cine, televisión y literatura durante el siglo XX es el mundo del espía. Cien años repletos de guerras en todo el mundo lograron llenar el imaginario colectivo con la fantasía de un personaje menos violento y más táctico. James Bond nació en los libros, al igual que Jason Bourne y Jack Ryan, pero ellos tres son hombres entrenados, profesionales dentro de su área. ¿Qué pasa cuando el héroe es un tipo común y no un superhombre? El libro de John le Carré “Un traidor entre nosotros,” publicado en 2010, desarrolla esta posibilidad. La relación entre Perry (Ewan McGregor) y Gail (Naomie Harris) no está yendo para nada bien. Intentarán mejorarla durante una escapada romántica a Turquía. Allí conocen a Dima (Stellan Skarsgard) y sus vacaciones se verán interrumpidas: él es miembro de la mafia rusa, y un cambio de mandato dentro de la organización pondrá su vida y la de su familia en peligro. Para ayudarlo, Perry y Gail deberán llevar información delicada al MI6 (el Servicio de Inteligencia de Reino Unido). Su compatriota Hector (Damian Lewis), representante de esta institución, comenzará a tratar con Dima a través suyo. A pesar de no querer involucrarse en asuntos tan peligrosos, el profesor y la abogada ya están metidos hasta la coronilla. John le Carré trabajó en el MI6 durante las décadas del 50’ y 60’, pero abandonó ese trabajo después del éxito de su primera novela. La directora de esta versión cinematográfica es Susanna White, bastante conocida en Reino Unido gracias a su trabajo en televisión (Bleak House, 2005) y el guionista es Hossin Amini. Uno de los actores más queridos de los últimos años toma el papel protagónico, Ewan McGregor. A su lado se encuentra Naomie Harris, conocida por su rol de Eve Moneypenny en las dos películas más recientes de Bond (Skyfall de 2012 y Spectre de 2015). Interpretando a Dima, el mafioso ruso, está Stellan Skarsgard, cuyo acento se escucha forzado en su primera aparición, pero a medida que la película avanza se lo ve más cómodo y por lo tanto, hace un trabajo más natural. Hay que destacar que Skarsgard es de nacionalidad sueca y no habla ruso. Damian Lewis, ganador de un Globo de Oro por su trabajo en Homeland (2011), es Hector, el representante del MI6 que ayudará a los protagonistas en su dilema. Una de las facetas más interesantes de Our Kind of Traitor es el tipo de héroe que pone como protagonista. En la última década, sobre todo en el cine de acción, se le dio mucho lugar al antihéroe. Esa área moral tan gris, lejos de sorprender como la primera vez que apareció, es ahora casi una regla, una manera fácil de agregar ‘complejidad’ a una narración que probablemente no sea tan compleja. El personaje principal de esta película, por el contrario, vuelve al extremo ‘bueno’. Es amable, es pacífico, busca complacer tanto a los que conoce como a los que no. En un mar de personajes iguales, Perry se destaca por su inaptitud para trabajar en un entorno de espionaje y violencia, pero incluso los hombres más duros de su entorno lo ven como alguien de confianza. Opuesto a personajes como el Bond de Daniel Craig o el Bryan Mills de Liam Neeson, el personaje de Ewan McGregor estira la mano hacia el hombre común y le da un merecido lugar en el panteón de los héroes del cine de espías.
Tiene un elenco de lujo: Ewan McGregor, Naomie Harris, Stellan Skarsgård, Radivoje Bukvic, entre otros. La trama no es muy original, posee: intriga, la mafia rusa, espionaje, agentes, persecuciones y peligros. Infaltables: la corrupción, temas políticos y de poder. Para los espectadores que la elijan, puro entretenimiento asegurado.
Exceptuando los films de James Bond, hay que rebuscar minuciosamente para encontrar aquellas narraciones, muy características del período de la Guerra Fría, que se enmarcan dentro del género de “intriga internacional”. Y por supuesto que en la película dirigida por Sussana White, basada en la novela homónima de John Le Carré, no podían faltar los rusos que en este caso se enfrentan entre ellos mismos.
Crítica emitida por radio.
Síntesis entre lo clásico y lo moderno. Basada en una novela de John Le Carré, el film de espionaje dirigido por Susanna White propone un escenario global con la forma de un rompecabezas siempre incompleto, en el que las piezas se van ordenando y desordenando varias veces a lo largo del relato. Como ocurre con la mayoría de los moldes narrativos del cine, las películas de espías tienen un conjunto de reglas y códigos precisos en los que se cimenta el espíritu de eso que en su momento supo llamarse intriga internacional, que luego se redujo a una línea dentro del espectro amplio del thriller, pero que es un campo vasto con un carácter propio. Una identidad que el final de la guerra fría consiguió debilitar sensiblemente, pero que el panorama post 9/11 volvió a cargar con energías y fuentes de inspiración renovadas. Ambas líneas del género tienen a su vez características particulares. De estética muchas veces cercana al film noir, la línea clásica tenía la paciencia necesaria para hacer que la clave del misterio estuviera siempre delante de los ojos del espectador, pero que sólo se revelara al final, como un truco de magia realizado en cámara lenta. Con la saga de Jason Bourne como modelo, las películas de espías modernas adquirieron una personalidad frenética que volvió al género más ágil, pero igual de asfixiante. Con el tiempo empezaron a aparecer películas que consiguieron amalgamar algunos elementos de ambas genealogías, a veces con buenos resultados. Un traidor entre nosotros, de Susanna White, es una de esos casos. El largo primer acto de la película alcanza para dejar entrever las características híbridas del film. En la primera secuencia un contador ruso es asesinado en un bosque nevado junto a su mujer y a su hija mayor, luego de asistir a una reunión que tiene lugar durante una función de ballet en un teatro, en la que firmó una serie de documentos que le permitirán a un joven empresario, también ruso, comenzar a articular sus planes para extender hacia occidente sus turbios negocios bancarios. De ahí el relato salta a una pareja de ingleses pasando unas vacaciones en Marruecos. Perry es profesor universitario y su mujer abogada. Durante una cena en la que ella debe volver al hotel para atender cuestiones de su trabajo, él acaba haciendo amistad con Dima, otro ruso, quien se encuentra con un grupo de compatriotas en algún tipo de celebración. El ruso evidentemente es un hombre peligroso, pero también es agradable y seductor, y Perry acaba aceptando ir con ellos primero a una fiesta y días más tarde al cumpleaños de su hija, al que es invitado junto a su mujer. Ahí Dima le revelará que es testaferro de la mafia rusa y que necesita de su ayuda para poder salirse de ese círculo, porque sabe que luego de firmar ciertos documentos, él y los suyos también serán asesinados como aquel contador y su familia. Todo ese inicio pone de manifiesto la capacidad de Un traidor entre nosotros para combinar los dos registros del género, recuperando por un lado el espíritu clásico de las películas de espías, al demostrar que de alguna manera el final de la guerra fría fue solamente una formalidad. Una fachada detrás de la cual aquel enfrentamiento bipolar empezó lentamente a reconvertirse en otra cosa, en este caso una guerra por el dominio de los capitales negros, pero sin perder su carácter original. Pero también para establecer un escenario global en el que la historia comenzará a moverse a los saltos, dándole forma a un rompecabezas siempre incompleto, en el que las piezas se irán ordenando, desordenando y reordenando varias veces a lo largo del relato. Un traidor entre nosotros maneja de manera eficaz tanto la intriga como la acción, haciendo que los diferentes ingredientes se vayan revelando de manera orgánica, sin perder nunca el eje del verosímil, imprescindible para esta clase de historias. Aunque no se trata de un film en el que la espectacularidad entendida a la manera estadounidense sea un elemento preponderante, su directora se las arregla para que el nivel de adrenalina se mantenga alto, aunque para ello recurre más a provocar sobresaltos sobre la línea del relato que a artificios coreográficos de alto impacto. Ewan McGregor vuelve a demostrar su versatilidad para poner la cara y que todo se vuelva creible para el espectador, y encuentra en el duelo actoral con el sueco y cada vez más britanizado Stellan Skarsgard un contrapeso ideal para sostener juntos el andamiaje de intriga que la película propone.
Juego de espías Perry (Ewan McGregor) y Gail (Naomie Harris) son una pareja británica que intenta recomponer su relación yendo de vacaciones a Marruecos. Por casualidad su camino se cruza con el de Dima (Stellan Skarsgård), un multimillonario ruso con el que enseguida ganan confianza. Dima los invita a una lujosa fiesta por el cumpleaños de su hija y allí le cuenta a Perry que era el encargado de lavar el dinero de la mafia rusa. Le entrega un pendrive para que lleve a Londres información detallada ya que quiere entregar todo y poder vivir en paz con su familia. Lo que parece ser algo relativamente fácil se complica cuando le entregan todo a Hector (Damian Lewis), un agente del MI-6 que no cree que hayan sido elegidos al azar y los tendrá en la mira. Otra adaptación de un libro de John Le Carré (El espía que surgió del frío, El topo, El jardinero fiel) que llega a la pantalla grande. En esta ocasión pone a una pareja común en medio de una disputa que incluye los idas y vueltas del dinero ruso y cómo logra llegar hasta las más altas esferas económicas británicas. La dirección de Susanna White hace que la película cambie bastante en su ritmo, sobre todo en la segunda parte cuando de repente empieza a ser un poco más dinámica. A pesar de que la historia es interesante, el guion del iraní Hossein Amini (también responsable de escribir Drive) no logra evitar caer en baches y tediosos diálogos técnicos que no llevan a nada. El punto fuerte está en las actuaciones de un gran elenco de lujo, desde los protagónicos de Ewan McGregor, la bella Naomie Harris y el sueco Stellan Skarsgård hasta Damian Lewis quien abandona por un rato sus roles en televisión. Un traidor entre nosotros no está a la altura de otras de las recientes adaptaciones de Le Carré como El topo (Tinker, Taylor, Soldier, Spy, 2011), El hombre más buscado (A Most Wanted Man, 2014) o la serie The Night Manager (2015) pero aún así es una película que se deja ver.
Con un gran elenco encabezado por Ewan McGregor, Stellan Skarsgård y Damian Lewis, esta es una más que digna y “hitchcockiana” adaptación de una novela menor de John Le Carré, el autor de “El topo” y “El espía que vino del frío”. Hace unos meses se daba a conocer THE NIGHT MANAGER, la miniserie basada en la novela homónima de John Le Carré que fue un enorme éxito en Gran Bretaña y un suceso crítico, al menos, en los Estados Unidos. A mí me gustó poco y nada. En manos de una directora mediocre como Susanne Bier, la inquietante arquitectura argumental creada por el autor se perdía en un océano de improbabilidades. En el caso de UN TRAIDOR ENTRE NOSOTROS la situación fue casi opuesta. La crítica la recibió con discreción, no fue un éxito comercial en ningún lado y, sin embargo, me parece –al menos durante buena parte de su metraje– mucho más sólida y mejor construida que aquella. Una curiosidad que acaso no lo sea tanto: la directora de la película, Susanna White, pasa aquí de la televisión al cine, exactamente el camino opuesto al de Bier. Ambas películas tienen un punto de partida en común, además de los obvios que tienen que ver con ciertas constantes en las novelas de Le Carré: el protagonista es un hombre completamente al margen del mundo del espionaje que se ve llevado por las circunstancias a meterse en complejos asuntos de tráfico internacional. En este caso, de lavado de dinero via banqueros rusos en Gran Bretaña, tema de actualidad si uno presta una mínima atención a los dueños de buena parte de ese país, de los equipos de fútbol para arriba. Perry Makepeace (desafortunado, sí, pero es el original nombre del protagonista) es un profesor de literatura británico de vacaciones en Marruecos con su mujer, Gail (Naomie Harris), con la que intenta recomponer una dañada relación. Mientras cenan en un hotel de lujo en el que todo les parece carísimo ven como a su lado unos extrovertidos y gritones rusos beben y festejan. Ella deja la cena por cuestiones de trabajo, Perry (Ewan McGregor) termina bebiendo con los rusos y, ya se sabe cómo es esto, entre vodka, dinero, drogas y escorts, el hombre acaba enganchado con los muchachos, comandados por el tan carismático como repulsivo Dima (Stellan Skarsgård haciendo un acento ruso de los años ’30), el lava-dinero de unos billonarios de su país. Pero cuando uno imagina que Dima llevará a Perry a trabajar para él, lo que sucede es lo contrario: el fanfarrón Dima en realidad quiere escaparse de esa mafia ya que sabe que apenas haga una esperada operación será aniquilado por el nuevo capo de la organización. Y lo necesita a este modosito inglés para sacar tanto información como a su familia hacia las potencialmente seguras aguas británicas. Pero esto es John Le Carré y ya podrán imaginarse que los espías del MI6 británico tienen sus propias taras y problemas, y tampoco son de andar regalando así como así asilo a mafiosos rusos, por más arrepentidos que estén. Es ahí que aparece el agente Hector (Damian “Homeland” Lewis) quien parece querer ayudar en la causa pero tiene que lidiar con su propia interna entre espías y políticos. Así comienza la hitchcockiana aventura de esta pareja metida en el medio de un caso de espionaje internacional en el que se sienten obligados a involucrarse por una necesidad más humana (salvar a la familia de Dima, que corre peligro tanto como él) que la calculada participación política del MI6 que pone problemas y trabas a las negociacioens. Por más ridícula que suene la situación –un profesor de literatura convertido en espía profesional– White y compañía logran convencernos de la plausibilidad de la situación y meternos en medio del suspenso, al menos durante los dos primeros tercios del relato. Para el tramo final la situación ya se habrá pasado de rosca y la plausibilidad entrará también en una zona dudosa, pero de todos modos esos pasos en falso no logran desbaratar del todo lo que es una digna adaptación de una novela menor del autor de EL TOPO. Está claro que ni la novela está a la altura de aquella –ni la adaptación–, pero el Le Carré cinematográfico de UN TRAIDOR ENTRE NOSOTROS es más que digno y efectivo, y apunta a esa convivencia entre crecimiento inmobiliario, corrupción política y lavado de dinero que es tan tristemente relevante en el mundo contemporáneo.
"Un traidor entre nosotros": un experimento mental entretenido Con buen pulso, Susanna White lleva al cine una novela reciente de John Le Carré. Más que una película de espías Un traidor entre nosotros parece un experimento mental. Ese tipo de ideas que surgen de la fórmula ¿que pasaría si...? En este caso,¿qué pasaría si un profesor universitario inglés tuviera que salvarle la vida a la familia de un mafioso multimillonario ruso? El resultado puede ser un disparate total o una obra maestra, aunque ninguno de los dos calificativos sería aplicable a esta producción hiper profesional de Susanna White basada en una novela bastante reciente (2010) de John Le Carré. Pero no es el sello del famoso novelista inglés lo que mantiene con los pies sobre la tierra a esta historia que podría volar por los aire propulsada por su enorme inverosimilitud, sino el peso específico de los actores. En especial, Stellan Skarsgard, que compone un mafioso monumental, un ruso tan fanfarrón y calculador como entrañable y apasionado. Otro intérprete que se destaca es Demian Lewis, quien encarna a Héctor, el agente del servicio de inteligencia británico que se hace cargo de la situación. La trama es bastante simple si se la compara con cualquiera de las películas de espías recientes. Las fuerzas internacionales en tensión son escasas y ni siquiera hay una particular complejidad tecnológica. Se trata de una reducción del conflicto a sus partículas elementales: un grupo de individuos contra el inmenso poder de la mafia rusa y sus conexiones políticas y financieras. Debido a que toda la atención narrativa está volcada a resolver en términos de entrenimiento el experimento mental propuesto como trama, el guion evita profundizar en algunos de los aspectos más interesantes de la idea: el choque entre dos mundos extraños (el intelectual y el delictivo o el de la clase media con la plutocracia) y la traición como problema ético. Un traidor entre nosotros prefiere ser más divertida que interesante y más interesante que profunda. De esas preferencias dependen tanto sus virtudes como sus defectos.
Basado en la novela homónima de John Le Carré, cuya traducción más acorde seria “Nuestro tipo de traidor”, no se aleja demasiado de lo ya visto y/o leído de éste autor británico que continua generando expectativas. El filme abre con imágenes de un bailarín, el cubano Carlos Acosta, en plena ejecución de una danza clásica. Si la intención era instalar esto como metáfora, no alcanza, se diluye rápidamente, por la incoherencia. Si era contrastante, sucedería lo mismo. Si el propósito, en cambio, fue constituirse en una posible variable de lectura, se disipa por ausencia de desarrollo de la idea. En paralelo un acto de violencia, que instalará la idea de mostrar todo a distancia, se agradece no utilizar imágenes de violencia glamorosa, esa que sólo intenta excitar y de mala manera al público, casi sobresaltarlo, esto en ésta producción no sucede, las escenas de acción brillan por ausencia. Toda la realización está construido de esa manera, simultáneamente, desde el guión todo es demasiado previsible, pero lo que termina de otorgarle un plus de aburrimiento es la estética utilizada, ya que lo inverosímil también dice presente desde el inicio. Una jugada riesgosa por parte de la directora, que no otorga los dividendos necesarios pues se monta sobre un texto falto de desarrollo y/o justificación de los personajes y de las acciones que promueven. Valdría decir que lo que podría haber sido interesante, pero que fracasa en el intento, es la unión de dos contrafiguras clásicas del cine de suspenso o intriga, por un lado, la figura del arrepentido, un mafioso que viéndose en peligro e involucrada su familia quiere alejarse de la mala vida, pidiendo protección a cambio de denunciar a sus futuros ex jefes. Por el otro, un hombre común en una situación extraordinaria. Primera gran paradoja. La historia se centra en la relación que se establece entre Perry (Ewan McGregor), un profesor de poesía, y Dima (Stellan Skarsgard), un mafioso ruso, millonario. Que ambos estén en el mismo restaurante en Marruecos es tan injustificado como no creíble. El primero de vacaciones reconciliatorias con Gail Perkins (Naomi Harris, su esposa, una abogada que en medio de la cena debe atender una llamada laboral ¿?...por lo que se retira. Dima está de fiesta con otros personajes dilapidando dinero en bebidas a las que Perry nunca tendría acceso, que acepte una invitación de Dima para continuar la noche de fiesta, es tan inverosímil como todo el resto. La intención oculta de Dima es que Perry lo ayude hacer contacto con la inteligencia británica para pedir asilo para él y su familia que corre peligro, a cambio de información. El argumento no deja de ser un thriller político con espías, mafiosos, justos y pecadores, nobles y traidores, no desarrollando demasiado a los personajes principales y constituyendo a los laterales de manera demasiado maniqueista, casi insoportable. Una historia que sobrevuela constantemente lo superficial a ultranza. La producción es poseedora de una muy buena dirección de arte, siendo la vedette en éste rubro la dirección de fotografía, haciendo uso de los espacios abiertos en sentido narrativo, casi como otro personaje jugando como protagonista o antagonista, según la necesidad del relato. También es loable el trabajo realizado en los espacios cerrados creando los climas que necesita para generar suspenso mínimo, en esto último caso muy bien acompañado por la banda de sonido. Pero lo que realmente sostiene el filme son las actuaciones, muy convincentes los nombrados y con una actuación muy medida y justa de parte de Damian Lewis encarnando a Héctor, el espía inglés que hace de enlace entre el mafioso y el gobierno británico. De la directora Susanna White, cuya carrera está construida en la televisión, sólo con “Nanny McPhee, returns” (2010) como antecedente cinematográfico, poca era la expectativa, de John Le Carré hemos visto textos mejores. Alcanzaría con decir que ambos están en deuda
Las novelas de espioanaje de John Le Carré son una auténtica garantía para el lector y, también, para el adaptador cinematográfico: es difícil que no le salga, al peor director, un film decente con sus historias. Aquí no solo tenemos una historia compleja (una pareja se hace amiga de un lavador de dinero de la mafia rusa que los involucra en un juego de espionaje mortal), sino actores que entienden que la mayor potencia de estas historias consiste en que los personajes sean gente común -o aparentemente común- atrapada en las redes de un poder que no pueden comprender. Eso y conseguir, con las imágenes, reproducir la elegancia que tiene la prosa del autor británico. Sin estridencias, aquí eso está conseguido, especialmente gracias a Ewan McGregor, que comprende bien el juego y los dobleces de un personaje que tiene más profundidad de la que aparenta a primera vista. El juego geopolítico, visto desde la mirada bien humana, resulta un espectáculo comprensible, fascinante y peligroso.
Gloria y honor ¿Héroes y villanos? No necesariamente. Si bien esta premisa, clásica del género de espionaje, está presente en la trama, el último thriller de la directora Susanna White no tiene una visión partidaria ni política al respecto. Contrariamente, esta adaptación de la novela del autor británico John le Carré Un Traidor entre Nosotros busca desde el primer minuto definir y justificar el concepto de lealtad en un universo abierto a la subjetividad de interpretación frente a un hecho mafioso; como si intentara, en términos metafóricos, desenmascarar los dos lados de la moneda para lograr verla como un todo, como una unidad. Así, Un Traidor entre Nosotros (Our Kind of Traitor, 2016) muestra las dos caras de la mafia y pone en relieve la moral que trasciende entre los agentes que integran el servicio secreto de inteligencia. Aborda la corrupción que radica en Rusia y el gobierno británico a partir de la historia de un integrante de la mafia rusa, Dilma (Stellan Skarsgård), que se convirtió en millonario tras la disolución de la URSS y le pide desesperadamente ayuda a un profesor universitario británico, Peregrine Makepiece (Ewan McGregor), por considerarlo un hombre de honor. Y aquí es llamativo cómo Dilma elije a su opuesto como hombre de “honor”. Nótese que Perry es un joven perteneciente a una clase social media, fiel a sus ideales. Valores que llevan a Dilma a confiarle sus secretos y pedirle que lo ayude en su misión: debe enviarle al servicio de inteligencia británico nombres de funcionarios y empresarios ingleses vinculados a la mafia. A cambio, le asegura que si lleva la información a destino, tendrán protección para ellos y sus familias. El guión -o si se quiere, la obra literaria de Le Carré- entretanto, presenta otra arista para remarcar esa cualidad que lo convierte a Perry en hombre de “honor” pese a que involuntariamente se ve involucrado entre la mafia rusa y el MI6: la relación amor/odio que despierta en su mujer Gail (Naomie Harris). La joven pareja tiene la desgracia de conocer a Dilma en medio de sus vacaciones en una isla del Caribe, ya que es propietario del complejo donde se hospedaban. A partir de aquí la trama entra en un enredo del que no logra desapegarse hasta el desenlace. Cae en la famosa retórica de exhibir el “encanto y glam” del Caribe versus el “desencanto” que acarrea este desencuentro amoroso cuando Perry descuida a su pareja por pasar más tiempo junto a Dilma. Es así como, cual historia de diván, la narración comienza a perder el interés al mezclar dos aristas en paralelo e incorporar personajes secundarios que no aportan datos significativos. Susanna White, pese a su excelente elección de elenco y de la novela que la que se basa, no logra develar qué es la lealtad, ni quién es quién, ni porqué suceden de determinada manera los hechos. La trama abusa de escenas con planos excesivamente oscuros y extensos, abriendo muchos frentes sin redondear una idea más que pensar la LEALTAD como sinónimo de HONOR.
LA TRAICIÓN TIENE CARA DE PENDRIVE Tuve oportunidad de ver hace poco otra adaptación de una novela de John LeCarré, esta vez para TV, The night manager, con el contrapunto efectivísimo entre un Hugh Laurie villanizado y un Tom Hiddleston probándose smoking para entrar en conversaciones por la candidatura del próximo James Bond. La miniserie resultó interesante, mucho más que la novela que le dio origen a decir verdad, en la que los enredos en las idas y vueltas en el tiempo del personaje central más los propios de las intrigas internacionales, sumados a una serie de descripciones bastante confusas causaban más mareo que placer en la lectura. Tampoco es que sea un devoto de los best-sellers de Le Carré pero hay que reconocer que es una gran fuente generadora de historias para adaptar a la pantalla grande, con El topo y El hombre más buscado entre los últimos de una larga lista. En el caso de Un traidor entre nosotros la historia cae en las tramas del tipo más convencional, con un planteo simple aunque prometedor: una pareja inglesa que busca recuperar la pasión en sus vacaciones en Marrakech se encuentra casualmente con un millonario ruso (Stellan Skarsgård) de nombre Dima que los invita a una fastuosa fiesta en su casa. La pareja asiste y al caerle muy en gracia al anfitrión, Perry (Ewan McGregor) termina recibiendo un pendrive con archivos comprometedores de la mafia rusa que debe entregar a las autoridades del gobierno británico con la promesa de proteger a Dima de la gente a la que está por traicionar. Un poco sorprendido, Perry acepta, no sin antes sostener una breve discusión con su esposa Gail (Naomie Harris) y entrega el recado al agente del servicio secreto británico Hector (Damian Lewis) que sospecha de la pareja desde el primer momento como si estuviesen implicados y no fuesen simples turistas inocentes a los que alguien utiliza de mensajeros. Claro que las cosas, lejos de terminar allí, marcan un punto de inicio en el que Perry y su esposa estarán cada vez más involucrados y en peligro de muerte. Si bien la historia tiene sus momentos de tensión y escenas a puro clímax, cuesta digerirla como al gran entretenimiento que debiera ser. La directora Susanna White no hace uso de una gran pericia para manejar el thriller político y de espionaje y se le va de las manos al punto de apoyarse sólo en el carisma y poder de resolución -y construcción de personajes- de los actores de renombre con los que cuenta. Esto no significa que la película no funcione en absoluto, aunque sí que se diluye en varias escenas en medio de discusiones un tanto obvias y pierde ritmo para recuperarlo recién en el último tramo de la historia. Al menos tiene el mérito de un cierre correcto que logra que el espectador no sienta que ha perdido el tiempo. La base del relato está en el trípode que se da entre Dima, Perry y Héctor, en el que Perry hace de nexo ante la desconfianza manifiesta del traidor por el servicio secreto británico (y con razón). En la medida en que el personaje de Ewan McGregor intenta proteger los intereses de interés humanitario de Dima para que la negociación no se convierta en un mero tema político y deje desprotegida a su familia, la tensión crece así como la violencia por conservar las distintas posiciones. Nada nuevo, nada que nos genere verdadera intriga y empáticamente apenas resulta interesante. Un traidor entre nosotros no es lo peor del año en el género pero quizás está entre en el grupo de lo más olvidable, uno de esos films que antaño se disfrutaban un sábado por la tarde en cualquier canal de aire y al que ni siquiera merecía prestársele mucha atención porque por más que se intentara complejizar la trama, podía intuirse perfectamente cuál sería el final. A eso se reduce todo y ténganlo en cuenta porque entre nosotros, quien avisa no traiciona.
Perry y Gail Perkins (Ewan Mcgregor y Naomi Harris respectivamente) toman unas vacaciones en Marruecos con el objetivo de mejorar su fracturado matrimonio, por cuestiones del azar se meten en la vida de Dima (Stellan Skarsgård) un “Vory” de la mafia rusa que al implorar ayuda los arrastra hacia una cacería de gato y ratón. Un traidor entre nosotros es la nueva adaptación de una de las últimas obras de John Le Carré (novelista británico especialista en el género de espionaje). Si están acostumbrados a este autor, ya saben que sus libros no se basan en resolver situaciones a los disparos (las armas se utilizan en caso extremo), le Carré prefiere utilizar el suspenso, el thriller en su máxima expresión, dando importancia al buen desarrollo de personajes y Un traidor entre nosotros ofrece justamente eso, personajes ricos interpretados de forma supremo por los actores: Stellan Skarsgård se hace querer, roba toda escena y prácticamente se lleva al resto del reparto por delante, es increíble como uno desea buena fortuna para este personaje lleno de tatuajes, que posee más alcohol en sus venas que sangre. Desde Marruecos, pasando por Francia, Suiza y terminando en Londres, la película es un deleite visual, con gran cantidad de escenarios a disposición del ojo espectador. Del calor al frio, el clima va cambiando casi en sincronía con la tensión que se ve en pantalla, esto es gracias a Anthony Dod Mantle y su especialidad en fotografía. El film se esfuerza, tal vez al extremo, en querer contar una historia compleja y llena de interrogantes, pero con su corta duración (la cual es la correcta para no caer en algo tedioso) no logra cautivar lo suficiente. Todo se muestra sin demasiada importancia, como si su directora, Susanna White, pensara más en su cheque que en entregar un proyecto de calidad en las salas. Un traidor entre nosotros es una película para ver solamente por sus actuaciones. Genera suspenso pero acompañado de una sensación ya antes vista en otros films. Buena en su simpleza.
DE RUSIA CON TRAICIÓN John le Carré se hizo conocido como cronista de la Guerra Fría, quien daba el retrato más realista, o al menos más creíble, del mundo del espionaje. Como su colega Ian Flemming, también exhibía un currículum de ex-agente secreto pero, en contraposición a este, se presentaba como la versión Unplugged, sin las estridencias, las hazañas imposibles, las chicas y el glamour, ofreciendo en cambio un vistazo a todo lo que el mundo de los servicios de inteligencia tiene de gris y burocrático pero también de violento, despiadado y amoral. Sus libros han sido frecuentemente llevados al cine y varias de su adaptaciones como El espía que vino del frio (1963, la primera) o El Topo (2011, una de las más recientes) mostraron ese mundo de fatalidad y sordidez donde la traición y la desconfianza están a la orden del día. La Guerra fría terminó pero eso no quiere decir que le Carré se haya quedado sin material. Un traidor entre nosotros viene a probar eso mismo. Basado en una novela reciente de su autor (2010), el segundo film de Susana White (quien cuenta con una extensa carrera en la televisión) transcurre en esa arena no menos brutal que es la del crimen organizado e internacional. El protagonista, Perry (Ewan McGregor) es un profesor universitario de vacaciones en Marruecos con su esposa abogada, tratando inútilmente de salvar el matrimonio del naufragio provocado por su infidelidad. Por casualidad Perry se encuentra en un bar con Dima (Stellan Skarsgård) un extrovertido ruso que lo invita a una fiesta bastante decadente. Entrado en confianza este le confiesa que lleva las cuentas de un sector de la mafia rusa que está ya pulo puso a él y a su familia en la mira y le pide que lo ayude a contactarse con las autoridades británicas para que estos lo saquen del aprieto a cambio de información valiosa sobre nombres y cuentas de sus patrones y socios. Perry acepta y se mete de lleno en un mundo peligroso y desconocido en el que se va viendo cada vez más involucrado. La referencia inevitable aquí es Hitchcock, a quien le gustaba poner a personas comunes cayendo por azar en situaciones extraordinarias y peligrosas. La diferencia es que allí los personajes eran empujados contra su voluntad y hacían todo lo posible, aunque generalmente sin éxito, para zafar del embrollo, lo cual contribuía a la identificación del espectador. (vease Intriga Internacional). Aquí en cambio Perry se mete desde el principio como un caballo y continúa operando casi por inercia, al punto que la incredulidad de Dima lo lleva a preguntarle “¿por qué seguís haciendo esto?”. La respuesta es tan lacónica como insatisfactoria: “no lo sé”, le contesta para luego continuar viaje como si no hubiera nada más que hacer. El problema es que no lo sabe él y no lo sabe el espectador tampoco. Uno puede intuir, con ganas, el influjo del aburrimiento, o la culpa, o algún carácter quijotesco, pero es poco y apenas esbozado. Y esa falta de motivación conspira contra la empatía con el personaje y contra la credibilidad del relato. McGregor y Skarsgård hacen buena pareja, uno con look de perejil y mirada de “¿qué hago acá?”, el otro con una impronta expansiva y ruidosa y milagrosamente querible. Lo mejor del film es el retrato de ese escenario global donde ahora, caído el muro y la cortina de hierro, las luchas se llevan a cabo sin las máscaras ideológicas del viejo enfrentamiento entre potencias antagónicas, y lo que está en juego ya no son secretos de estado o información clasificada sino la circulación de la plata negra y el reparto del botín en el marco del capitalismo triunfante y salvaje. Con ese escenario actual, Un traidor entre nosotros, ofrece los ingredientes clásicos del género de espías, el suspenso, la acción aunque más solapada y menos espectacular, los escenarios internacionales (Marrakech, Londres, parís, los Alpes suizos) y el clima de permanente sospecha. Por momento lograda y por momentos no tanto, logra al menos que uno siga mirando aunque a veces con la sensación de que lo hace con la misma inercia que su protagonista. UN TRAIDOR ENTRE NOSOTROS Our Kind of Traitor. Reino Unido. 2016 Dirección: Susanna White. Intérpretes: Ewan McGregor, Stellan Skarsgård, Damian Lewis, Naomie Harris, Alicia von Rittberg y Grigoriy Dobrygin. Guión. Hossein Amini, sobre la novela de John le Carré. Fotografía: Anthony Dod Mantle. Edición: Tariq Anwa y Lucia Zucchetti. Música: Marcelo Zarvos. Duración: 107 minutos.
Un Traidor entre nosotros: no te engaña La mafia rusa tiene un disidente que quiere venderlos a los británicos y un profesor universitario se transforma en una pieza fundamental de este ajedrez mortal. El cine de espionaje y conspiraciones tiene en el escocés Ewan McGregor a uno de sus más grandes exponentes, que en cada uno de los proyectos de este tipo que encara descolla con su gran trabajo, como ocurrió con "Ángeles y Demonios" y "El Escritor Fantasma". Sin embargo, está la sensación de que McGregor no ha sido aprovechado aún al 100 por ciento y que su próximo film será el que lo consagre definitivamente y lo saque de la mente de público como el Obi Wan Kenobi de la segunda trilogía de Star Wars. En "Un Traidor entre nosotros", McGregor personifica a Perry, un profesor universitario que durante las vacaciones que disfruta con su esposa en Marruecos es elegido por un poderoso elemento de la mafia rusa para ser quien llevará a la Inteligencia británica un mensaje por demás inquietante: quiere pedir asilo en Londres a cambio de "soplar" todos los negociados de sus jefes en el Reino Unido. Resulta que Dima (el siempre formidable Stellan Skarsgard, ojalá su hijo hubiera heredado ese talento...) es el contador de un grupo de mafioso que se vieron obligados a estatizar sus operaciones, tras lo cual fueron eliminados con familia y todo. Per Dima ha ideado un plan para salvarse junto a su prole de la masacre que se cierne sobre ellos y por so promete "buchonear" una vez estén todos a salvo en la capital británica. El problema radica en que el agente del MI6, Hector (Damian Lewis, el protagonista de la serie "Homeland") que se interesa en el caso no consigue de sus superiores el permiso para utilizar los recursos necesarios para sacar a Dima y su familia de la vigilancia dela mafia por lo que recurrirá a Perry y su esposa como enlaces con el contador. De esta manera, Hector iniciará un operativo que lo llevará a recorrer París y Suiza con el fin de sacar a la familia de Dima y también al profesor y su esposa Gail (Naomie Harris). La película, está basada en una novela clásica de John Le Carré, y adapta en la medida de lo posible esta historia tratando de permanecer lo más actual posible, algo que logra sobradamente gracias a la pericia de la directora Susanna White, que gracias a su pericia televisiva ha aprendido a lograr grandes escenas con poquísimos recursos. Y eso es lo que desprende la película: que cada centavo del presupuesto ha sido exprimido al máximo para lograr los mejores climas, en lo que colaboran también las muy buenas actuaciones del elenco, en especial de McGregor que sigue pidiendo a gritos el traje de James Bond que algún productor que arderá en el infierno le niega desde hace años... Claramente, "Un Traidor entre nosotros" se ubica entre los mejores estrenos de una semana que viene bastante floja de papeles...
Lejos del esplendor Perry Mckendrik (Ewan McGregor) es un docente universitario inglés que emprende unas vacaciones improvisadas a Marruecos para salvar su desgastada relación con su esposa, Gail. Allí, en un restaurante, Perry entabla amistad con Dima (Stellan Skarsgard), un multimillonario de dudosa procedencia que, luego de compartir un par de fiestas plagadas de excesos, se revela como un peso pesado de la mafia rusa. El problema es que Dima está en apuros. Durante años se dedicó a lavar el dinero negro de la organización, pero ahora, la llegada de un nuevo líder que lo quiere desplazar –el Príncipe- lo complica. En un acto de desesperación, Dima le confía un pendrive a Perry con valiosa información sobre la red criminal para que éste se lo entregue al MI6 londinense. A partir de allí, el tímido profesor de literatura quedará envuelto en una complejísima trama internacional de corrupción, violencia y conflictos políticos de la que será difícil escapar. Basada en un libro del afamado escritor de novelas de espionaje, John le Carré, la película retrata su inconfundible estilo con una historia que privilegia los aspectos burocráticos y políticos del conflicto en cuestión, en detrimento de escenas de acción vertiginosas o situaciones de violencia grandilocuentes. El destino de las obras de Carré a menudo se definen en habitaciones cerradas con dos personas hablando tranquilamente (y no por ello resultan menos apasionantes). Excelentes filmes como “El Sastre de Panamá” (2001), “El jardinero fiel” (2005), “El topo” (2011) o “El hombre más buscado” (2014) así lo atestiguan. En el caso de “Un traidor entre nosotros” (2016), la directora Susanna white (“Nanny McPhee and the big bang” – 2010) logra mantener por momentos el interés en la trama. No obstante, el filme adolece las consecuencias de un guión forzado que atenta a cada paso contra la verosimilitud de la historia. Así, no resultan claras las razones por las cuáles Perry (una persona de a pie, honesta) decide ayudar a Dima (un capo de la mafia metido en miles de asuntos turbios); y tampoco es muy coherente que el jefe de una banda criminal internacional decida solicitar la ayuda de un profesor universitario al que apenas conoce. Es que, a decir verdad, todo el personaje de Dima es bastante bizarro: se trata de una especie de capo mafia “old school”, que pese a blanquear dinero negro del narcotráfico, trata de blancas, tráfico de armas, etc. se jacta de tener un código de honor que lo diferencia de los demás criminales. Si bien los personajes de Carré suelen ser complejos (nunca nadie es totalmente bueno o malo) aquí no resultan creibles. Más allá de las siempre correctas performances de McGregor y Skarsgard y el oficio de White en la dirección, Un traidor entre nosotros naufraga entre tantos agujeros narrativos y no consigue cohesionar un relato convincente.
Crítica emitida en Cartelera 1030-sábados de 20-22hs. Radio Del Plata AM 1030
JUEGO DE ESPÍAS Todo por una apuesta. Un inocente juego de memoria vincula a Perry con Dima, es decir, a un profesor universitario y al número uno en lavado de dinero de la mafia rusa. Pero si bien al inicio, Perry pareciera disfrutar de dicho lazo basado en el exceso, con tintes de lujuria y exotismo –cuyo punto máximo es la fiesta de cumpleaños de la hija mayor de Dima– la reciente unión adquiere otro nivel cuando el ruso le pide que entregue un pendrive al servicio secreto británico. Perry acepta porque lo considera algo inofensivo o, incluso, leal. Sin embargo, se trata del puntapié de una serie de enredos entre la mafia rusa, el príncipe, el servicio secreto británico y diversos miembros del parlamento inglés inmiscuidos en lavado de dinero. Un traidor entre nosotros está basada en una novela de John le Carré y si bien se encuentra insertada dentro del suspenso y del espionaje tiene pocas escenas representativas de género. De hecho, la más tensa –que transcurre en un bosque en mitad de la noche– no se muestra in situ, sino desde el fuera de campo o con la acción casi terminada. La directora Susanna White propone un gran desfile por lugares como Marruecos, Londres, Francia o Berna, que contrapone a sitios comunes como casas, autos o despachos y privilegia un trabajo algo más detenido en el interior de esos espacios como generador de tensión entre los personajes, entre ellos y el medio o hacia el espectador. Tal es el caso de ciertos rincones en la fiesta en Marruecos o la escena de la entrega de la caja con la pistola y el relato del príncipe. Sin embargo, dicha tensión se diluye por momentos o pierde su fuerza porque no se la profundiza; por el contrario, los espacios se limitan a ser contenedores o pasajes de tránsito en lugar de componentes de la trama. Y esta operativa se replica con los personajes, sumidos en una combinación de ambigüedad y poco desarrollo. Un elemento curioso es el guiño de la directora hacia el arte. Ya en la primera escena aparece un bailarín fuera de contexto, que realiza movimientos lentos y casi imperceptibles; luego, se muestra al mismo hombre dentro del cuerpo de ballet en un teatro. También hay un plano detalle fugaz del libro que lee la hija de Dima –Mansfield Park de Jane Austen– y por último algunas escenas dentro del museo de Albert Einstein. “Si puedo recordar los números de tu tarjeta te tomas un trago con nosotros”, lo persuade Dima. Perry se ríe de la oferta y accede, sin saber que este hombre cuenta con una memoria prodigiosa y con una información capaz de poner en vilo a la mafia rusa, al servicio secreto británico y a un simple profesor universitario. Por Brenda Caletti @117Brenn