El mal sueño de un astronauta Al director Gonzalo López-Gallego el mismo de El rey de la montaña, con Leo Sbaraglia, le sucede algo similar en esta nueva producción: promete suspenso y atrapar al espectador, pero el asunto va perdiendo interés a medida que van corriendo los minutos. A modo de falso documental, el film intenta hacer creer al público que se llevaron acabo 17 misiones, de las cuales sólo seis llegaron a la luna, específicamente Apolo 11, 12, 14, 15, 16, 17. Pero el relato asegura que al año siguiente del Apollo 17, en diciembre de 1973, dos astronautas estadounidenses fueron enviados a la Luna en una misión secreta financiada por el Departamento de Defensa de Estados Unidos y con lo que se encontraron no fue nada bueno. La experiencia podía haber sido interesante: dos astronautas solos en el lado oscuro de la luna, hallazgos y muchas tensión, pero el resultado dista mucho de un inquietante juego de suspenso. Nada cierra del todo (sin entran en detalles y contar qué es lo que encuentran), el film se transforma en una especie de Actividad Paranormal fuera de casa y el efecto no es el mismo. Es difícil pensar que se hagan films con semejante presentación publicitaria y exhiban a tres actores acreditados, un flojo argumento y se justifique toda la historia sobre el final con las típicas letras explicando qué sucedió y como se cerró el caso. Apollo 18 es un mal sueño de una noche de un astronauta que vio muchos films de la serie Tales from the Crypt (Cuentos de la cripta), pero que nunca se despierta. Y el espectador tampoco.
Hasta el momento en que uno de los astronautas es infectado, la historia es entretenida y atrapa bastante, pero a partir de allí todo empieza a girar sobre lo mismo, y no queda más que esperar las siguientes resoluciones: con respecto al astronauta atacado, ver si se convierte en asesino o si va a contagiar a...
El terror en el espacio aún funciona Aunque utiliza el recurso introducido por The Blair Witch Project y desde entonces varias veces repetido, el film consigue asustar con poco y se sostiene en la clásica y muy dosificada progresión que lleva de la normalidad a lo desconocido. No temas a la oscuridad, Destino final 5 y ahora Apollo 18 hacen pensar que el cine de terror está pasando por una buena temporada, allá en Hollywood. En esta ocasión se trata de un nuevo caso de falso documental, vertiente ampliamente explotada por el género, desde que The Blair Witch Project demostró que se podía asustar con el truquito de “hagamos de cuenta que lo que estamos viendo es real”. Y se puede, aunque el pavo terror de alcoba de Actividad paranormal haya hecho pensar lo contrario. Pero el problema de Actividad paranormal (la primera, sobre todo; la segunda era más efectiva) es que pretendía asustar con dos o tres ruiditos, un par de sombritas y metros y metros del más aburrido video matrimonial. Producida por el kazajo Timur Bekmambetov (director de las horribles Guardianes del día, guardianes de la noche y Se busca) y dirigida por Gonzalo López-Gallego (¿a alguien se le ocurre de qué nacionalidad puede ser?), Apollo 18 no comete el error de querer asustar con nada. Asusta con poco, lo cual es muy distinto. Astutamente, el guión de Apollo 18 se monta sobre un hecho real, por inane que éste haya sido. A mediados de los ’70, la número 18 fue la única (además de última) expedición del programa espacial Apolo que se proyectó, pero finalmente se abortó. Los productores, no otros que los inefables hermanos Weinstein, pretenden que la película, en la que un par de astronautas yanquis se topan con unos monstruitos en la Luna, está enteramente montada sobre la base de lo que se conoce como found footage: material de archivo rodado por camarógrafos anónimos, hallado mucho tiempo después y montado para la ocasión. Obviamente, es toda una sarasa marketinera, cuando lo que importa es exactamente lo contrario: no que lo que la película muestra sea verdad, sino que la mentira funcione. Funciona. El comienzo, lleno de comunicaciones entre la nave Liberty, la estación espacial Freedom y la NASA, hace temer sin embargo algo así como Actividad paranormal en la Luna. Filmada con cámaras que se suponen de registro y disímiles texturas de video (algunas, propias de la tele de entonces; otras, de una calidad de definición imposible para aquella época), cuando el espectador supone que no va a haber mucho más que aburrimiento espacial, todo visto antes (ingravidez, diálogos a cámara, ronquidos nocturnos, purecitos de legumbres para el almuerzo, roger this y roger that en las comunicaciones con Houston), empiezan a pasar cosas raras. Primero, unos ruidos no identificados, después el descubrimiento de un módulo satelital soviético, cuyos tripulantes no sobrevivieron para contarlo, más adelante la desaparición de la star spangled banner, luego unas huellas decididamente no humanas y finalmente la aparición de unas especies de cangrejos lunares que primero se te meten debajo de la escafandra y después bajo la piel. Y te llevan a la locura. Sostenida en una clásica y muy dosificada progresión que lleva de la normalidad a lo desconocido, apelando a la larga a la idea de que “no hay peor enemigo que mi superior” (como sucedía en Enterrado, también dirigida por un español, y en tantas otras) y cerrándose como tiene que cerrarse, lo que uno termina preguntándose es, en tal caso, para qué filmarla como un falso documental, si se podía haber hecho como ficción. Pero claro, había que venderla y, por lo visto, el público estadounidense puede llegar a comprar la ilusión de que sí, lo que está viendo es, posta posta, lo que en diciembre de 1974 sucedió con la Apolo 18, llevando a cancelar el programa entero para siempre.
Rocas vivas Una vez más el género del falso documental se pone al servicio del cine en una historia que se toma de una teoría conspiranoica clásica: ¿Por qué el hombre no volvió a la Luna? ¿Cuál fue la verdadera causa de la cancelación del proyecto Apolo después de la misión número 17? Una serie de imágenes "de archivo" intentan dilucidar el misterio planteado por la última misión, que fue tan secreta que incluso los astronautas no podían contársela a sus seres queridos. Así, abordamos el módulo tripulado por los astronautas Walker y Anderson. Los vemos iniciar sus relevamientos en el primer día de alunizaje, los vemos dormir y escuchamos esos extraños sonidos que no se sabe si vienen de fuera o dentro de la nave, pero que son (lo sabemos) la antesala del espanto. Lo que no podemos ver venir, o no queremos, es ese momento que tan difícil es de manejar para los realizadores del cine de suspenso-terror: la revelación de "la criatura" (o criaturas). Porque ese momento suele ser el definitorio para que la cinta se sostenga o se venga abajo. Mayormente, se viene abajo... y "Apollo 18" no es la excepción. En esta floja producción dirigida por el español Gonzalo López Gallego, sin dudas lo que más se destaca es la impecable técnica de rodaje. Los actores tampoco están mal, pero el guión es errático y poco ganchero, demasiado apegado a los clásicos golpes de efecto que prometen más de lo que finalmente se ofrece en la resolución. La propuesta, está claro desde el trailer, no es original. La premisa es interesante, pero como suele suceder (y efectivamente, sucede) termina desbaratándose en obviedades y resoluciones muy berretas. Casi, casi una marca de agua del productor detrás del filme, Timur Bekmambetov, responsable de "Guardianes de la noche" y "Se busca". Un comienzo bastante ganchero que se desliza hacia un final previsible y flojo, redondea una película que sólo apreciarán los muy (MUY) fanáticos del nuevo sub-género.
The Moon Witch Project John Fitzgerald Kennedy prometió en 1961, que al finalizar la década el hombre llegaría a la luna. Ocho años y once cohetes más tarde, cumplió su promesa. El programa Apollo de la NASA terminaría en 1972, con el Apollo 17. Apollo 18 (2011), de Gonzalo López-Gallego, inventa un viaje decimoctavo, ostensiblemente “la razón por la cual nunca volvimos a la luna”. El proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999) no fue ni el primer ni último film en presentarse como “material de archivo encontrado ”, pero indiscutiblemente se trata del centro canónico del género: toda película rescatada de algún desastre ficticio adeuda algo al film de bajo presupuesto, actores desconocidos, cámara en mano y sonoro terror de los directores Daniel Myrick y Eduardo Sánchez. Apollo 18 se presenta en perspectiva de primera persona, restos de una expedición fallida en la que tres astronautas se filman entre sí, ansiosos por documentarlo todo (los actores, con sus intensas miradas en primer plano y su recitar dramático, no parecen los “hombres cualquiera” que deberían ser). Falsea una estética de crudeza inédita, a través de la cual busca crear un sentimiento prevalente de peligro e inmediatez. En efecto, ésta es una doble falsa: los títulos de la película ya informan que el producto final es la edición de cuarenta y ocho horas de material, resumido en una hora y media de película. Es decir que Apollo 18 no solo es un film (obviamente) ficticio, sino que la presentación del metraje también lo es: el espectador no ve el material tal cual supuestamente fue filmado por los personajes (como El proyecto Blair Witch o Cloverfield, 2008) sino como ha sido recortado, montado y editado por terceros, desgrasando “tiempos muertos” y perdiendo cualquier noción de ritmo y tono. Todo lo que se muestra tiene una función dramática o expositiva; nada amerita el uso de la estética hiperreal de “metraje encontrado”. La mayor parte de los sustos son cortesía del repetitivo diseño sonoro y una multiplicidad de repentinos ruiditos precedidos por silencio. Hay, además, banda sonora compuesta y orquestada, la cual termina por romper cualquier ilusión de minimalismo realista. ¿Qué, la NASA recupera cuarenta y ocho horas de metraje inédito de una misión secreto-de-estado y no solo decide montarla como peli de terror sino que además le pone musiquita para ayudar con los sustos? Por lo menos Actividad Paranormal (2007) era creíble como documento virgen, sino por su tema, por la forma en que lo trataba. Valuado su costo de producción en “solo” $5 millones, parecería que por menos dinero la película podría haber sido menos barroca y más auténtica, quizás más aterradora. Está claro que el miedo, en este subgénero, se encuentra en la vivencia inmediata e inédita de la contingencia de la realidad. ¿Por qué arruinarlo con montaje clásico y sustos previsibles? Presentándose como “material de archivo encontrado”, el film ha tomado todos los recursos estéticos del género, y ninguna de sus ideas.
Una de las peores películas estrenadas en este 2011. Apollo 18 no ofrece otra cosa que 80 minutos de aburrimiento irritante, producto de una realización mediocre que arruinó por completo una premisa que tenía su potencial. La semana pasada Chandler subió al blog de próximos estrenos un corto realizado por un director argentino realizado con 100 dólares que es mucho más creativo y está mejor logrado que esta bazofia que logró conseguir distribución internacional. Comparado con esto, Actividad Paranormal (inexplicable éxito taquillero si los hay) es una montaña rusa de pura adrenalina. La idea de la conspiración de la NASA sobre una misión secreta espacial que salió mal era una buena idea y probablemente habría funcionado mejor si no se desarrollaba con el mismo estilo de El proyecto Blair Witch, un formato que deberían dejar descansar en Hollywood hasta que presenten una idea original. Apollo 18 fue dirigida por el español Gonzalo López-Gallego quien hunde el film en el tedio absoluto en sus primeros cinco minutos y nunca logra rescatar esta producción de ese pozo de aburrimiento que se convierte en una tortura con el paso del tiempo. La ineptitud de Gallego para generar tensión y suspenso es impresionante. Oren Peli, el director de Actividad Paranormal, comparado con este tipo es Alfred Hitchcock. No ayudó tampoco que en la trama los protagonistas sean atacados por unos bichitos pedorros que aparentemente serían piedras lunares que tienen vida y nunca se llegan a ver. Salvo que seas geólogo este concepto no podría resultar menos atractivo. Uno recuerda lo que hizo hace poco el director Duncan Jones (el hijo de de David Bowie) con Moon, una historia completamente superior, que también tenía que ver con astronautas con problemas en el espacio y al ver esto te deprimís. El terror brilla por su ausencia a lo largo de toda la película, al igual que el suspenso. El film ni siquiera logra establecer una empatía con los personajes principales, cuyo destino no podría importarnos menos, pese a que el director intenta conmover al público con imágenes de archivo donde vemos a los astronautas con sus familiares. Tampoco es de extrañar que esta película sea mala teniendo en cuenta que fue producida por un director mediocre de películas de acción como es Timur Bekmambetov (Wanted). Un sujeto que cree que el cine de acción y la consola Play Station son la misma cosa. Lo más gracioso de todo esto es que el productor Bob Weinstein, quien piensa que la gente que vive fuera de Hollywood es estúpida, intentó vender en los medios la idea que Apollo 18 no era una película de ficción, sino que se trataba de una cinta clandestina que habían encontrado! Por supuesto nadie se tomó en serio semejante huevada y la campaña de marketing fracasó por completo. Hacia el final de la historia utilizaron un discurso de John F.Kennedy, sacado totalmente de contexto, para darle mayor realismo a la trama de un modo tan infantil que resulta gracioso. Esta película es impresentable y sería una falta de respeto al género catalogarla como una propuesta de terror. La mejor recomendación que se puede hacer es esperar a la semana que viene el estreno de La noche del miedo que es una propuesta superior y mucho más entretenida.
El lado soviético de la Luna Visionar una experiencia “clase B” tan modesta como Apollo 18 (2011) genera un placer culposo que nos remonta a la infancia, esa época dorada en la que los prejuicios aún no estaban asentados y la imaginación lúdica habilitaba situaciones de todo tipo. Para los que lo hayan considerado durante aquellos años y para los que no, el esquema en cuestión sigue siendo el mismo: si uno va al espacio tiene que enfrentarse -por obligación- a alguna peste intergaláctica porque de lo contrario hablamos de un viaje insatisfactorio, de esos que compran los burgueses en plan de “superación cultural” o para gozar de las miserias ajenas. Claramente el viejo y querido subgénero de los falsos documentales alcanzó su techo con Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2007), convite que llevó el minimalismo al extremo y por consiguiente señaló los límites específicos del found footage. Finiquitado en términos formales aunque no tanto en lo que respecta al contenido, como lo demuestra por ejemplo la excelente TrollHunter (Trolljegeren, 2010), el mockumentary ha ofrecido desde productos fallidos como El último Exorcismo (The Last Exorcism, 2010) hasta maravillas como El Diario de los Muertos (Diary of the Dead, 2007) del genial George A. Romero. Hoy la historia nos presenta el pequeño calvario del Comandante Nathan Walker (Lloyd Owen), el Capitán Benjamin Anderson (Warren Christie) y el Teniente Coronel John Grey (Ryan Robbins), tres astronautas enviados en los ´70 en una “misión secreta” al satélite de la Tierra para montar un equipo de comunicaciones con el cual espiar a la antigua URSS o algo así: al recorrer la vasta superficie lunar descubrirán la verdadera agenda del gobierno estadounidense, por supuesto vinculada a un módulo soviético cercano, un cadáver de un pobre cosmonauta y fuertes indicios de la presencia de seres extraterrestres poco amistosos. A pesar de que la propuesta se sumerge de lleno en un cúmulo de clichés quemados resulta innegable que entretiene -sin mayores pretensiones- debido a que privilegia el suspenso gradual por sobre los golpes de efecto y las escapadas gore. Sin llegar al nivel de Rec (2007) pero tampoco descendiendo al subsuelo de bodrios como Contactos de Cuarto Tipo (The Fourth Kind, 2009), el realizador Gonzalo López-Gallego y el guionista Brian Miller salen relativamente bien parados de la bizarra aventura de combinar El Proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999) y la eterna Alien, el Octavo Pasajero (Alien, 1979).
Un thriller espacial sobre la negligencia de un gobierno Entre la realidad y la ficción, el director español Gonzalo López-Gallego recorre todas las vicisitudes de la verdadera misión espacial a la Luna que en la década del 70 fue cancelada por la NASA. Sobre la base de documentales y de escenas realizadas para el film, el realizador compone las dramáticas circunstancias. Oficialmente, el Apollo 17 fue la última misión tripulada hacia la Luna; sin embargo, un año después dos astronautas norteamericanos fueron enviados hacia ese satélite en una misión secreta financiada por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos. La filmación de ese viaje -que fue mantenido en estricta reserva- recorre a través de una cámara manejada con indudable maestría las trágicas circunstancias por las que debieron transitar esos dos astronautas, quienes, al llegar al satélite, comprobaron que una nave rusa se hallaba entre los cráteres y que su tripulante estaba muerto. Entre la ciencia ficción y el thriller, el relato va ganando en emoción y en suspenso, elementos que tienen como casi único escenario ese cubículo desde el que sus tripulantes sufrirán su fracaso y su deseo de retornar a sus hogares. Film sin duda atípico (no se dan a conocer los nombres de quienes encarnan a los astronautas ni de los rubros técnicos), se convierte así en un dramático y duro relato. Interesante en su concepción técnica, el film muestra sin máscaras la falta de humanidad de aquellos que, desde los altos mandos, programaron este alunizaje que finalizó trágicamente en medio de un esfuerzo de sus tripulantes, que dejaron sus vidas en pos de la fracasada hazaña.
Lado oscuro de la luna Terror y ciencia ficción, en una supuesta misión espacial secreta del ‘74. La idea general de El proyecto Blair Witch y tantas sucedáneas, sazonada con toques de Alien, el octavo pasajero, más claustrofobia, desesperación y desamparo estatal, estilo Enterrado : la receta de Apollo 18 . Una película a la que, tal vez, se le puede objetar la solemnidad con que vende su promocionado found footage ( creación de un filme en base a viejas filmaciones encontradas). La fórmula del falso documental ya es antigua; pero también, en este caso, hay que ser justos, es eficaz. Como prefacio, se nos explica que veremos una edición de imágenes, colgadas en Internet, de una misión secreta enviada por la NASA a la luna en 1974. La estética de la película es, desde luego, retro: reproduce, sobre todo en las escenas sobre la superficie lunar, aquellas imágenes en blanco y negro, distorsionadas, entrecortadas, que nos llegaron del Apollo 11 en 1969. El resto, lo que ocurre adentro de la nave, está supuestamente filmado por los astronautas en 16 mm, y por las cámaras que comunicaban al Apollo 18 con la Tierra. Los hombres que cruzan el espacio son tres, aunque la trama se centra en dos: el capitán Anderson (Warren Christie) y el teniente coronel Grey (Lloyd Owen). Tras el alunizaje, encuentran una nave soviética abandonada, con sangre en su interior. Tendrán otras ingratas sorpresas, que no conviene adelantar. Lo que origina el terror posterior está bien dosificado, más sugerido que mostrado. La paranoia, o la realidad, irán creciendo. ¿Serán los astronautas, como sospechan ellos, conejillos de indias del Departamento de Defensa? El hábitat cerrado, la distancia y el agobio se apoderan, como seres extraños, de los tripulantes. Se recomienda disfrutar de Apollo 18 , tal vez a contramano de cierto preconcepto que supone una vuelta de tuerca a lo ya visto, como de un viejo thriller espacial. En su angustia cósmica, el capitán Anderson escucha una grabación de And You and I , que Ian Anderson grabó con Yes en 1972, en Close to the Edge . De pronto, aquel temazo imbatible se detiene: el hijo y la mujer del capitán le dejaron un saludo. Anderson, ahora, está más cerca del borde.
Misterios de un alunizaje Esta es una docuficción sobre un hecho que puede haber ocurrido o no. Precisamente la intención de este thriller de ciencia ficción, tiene la función de sembrar la duda en el espectador, si realmente lo que está viendo fue real, o forma parte de la imaginación de los guionistas de esta película que dirigió el madrileño Gonzalo López-Gallego. Con una narración cinematográfica que se apoya en el cine documental y de ciencia ficción "Apollo 18..." va detallando instante a instante, lo que ocurre cuando la Nasa decide convocar a tres astronautas para enviarlos en una nueva misión a la Luna. El proyecto es absolutamente secreto y los hombres ni siquiera le podían revelar lo que iban a hacer a sus propias familias. Esta misión se llamó Apollo 18, de la que ni la NASA es capaz de definir si se realizó o no. O mejor dicho, más bien niegan el hecho. EN EL VACIO Lo cierto es que una vez realizado el alunizaje por los astronautas, éstos descubren una serie de hechos que comienzan despertar en ellos una misteriosa sensación de inseguridad. A pesar de tener mentalidad científica, los pilotos sufren de cierto pánico y más aún cuando descubren una nave soviética parecida a la norteamericana y más tarde manchas de sangre dentro y fuera de la cabina, por lo que presumen que sus colegas rusos están muertos. ¿Quién los mató? ¿Por qué murieron, o cuáles son las causas? es algo que los norteamericanos se disponen a investigar. Poco después una rara situación se produce dentro de la nave mientras descansan. Se escucha un ruido y más tarde una pequeña roca lunar aparece fuera de la bolsa hermética en la que se la había colocado. Más tarde se escuchan ruidos afuera de la nave y lo que sigue es la exploración a un cráter lunar, que parece una cámara refrigerada, por el intenso frío que se encuentra en esa extraña cavidad y a continuación uno de los astronautas vive una particular sensación, según lo comenta, en la que cree que su cabeza está por estallar. LA MISION El hecho se dice ocurrió en 1973 y el director Gonzalo López Gallego, igual que su colega Rodrigo Cortés (también español), en "Enterrado", lo que se propone explorar, es la sensación de claustrofobia y de asfixia que percibe tanto el espectador, como los mismos protagonistas, al sentirse atrapado u observado por algo que no se sabe qué es. Con planos cerrados y prácticamente en una sola locación, López Gallego se las ingenia para ir creando una espiral de suspenso y terror que va in crescendo, a la vez que mezcla imágenes de videos y tomas subjetivas que dan cuenta de lo que viven esos hombres, poco antes de un desenlace que aún hoy permanece en el misterio. Un guión poco trabajado, repetitivo, con escenas a las que le falta un mayor desarrollo dramático, el director trabaja la idea de un "terror externo que acecha" y lo hace con recursos que terminan convirtiéndose, por momentos, en una insalvable sensación de monotonía.
Los descendientes de la bruja Blair cobraron fuerza en los últimos años luego de que la fórmula del material recuperado y el registro "verídico" con cámaras testigo volviera a resurgir con la saga Paranormal Activity. A esta nueva película incluso se la ha definido con entusiasmo como Actividad Paranormal en el espacio, lo que puede interpretarse entonces como una idea repetida pero con cambio de locación. A esto apunta Apollo 18, en el marco de una fallida misión espacial dotada de una decena de dispositivos para filmar los acontecimientos. La propuesta tiene como plato fuerte la premisa de dar cuentas de la "verdadera" razón por la que el hombre no volvió a la Luna. Cuenta para ello con actores desconocidos que por asociación se convierten en los rostros de los astronautas "reales". Pero es el factor que idealmente la hace diferente, el espacio, lo que finalmente acaba por perjudicarla. Que sean dos sujetos aislados en la superficie lunar, sin comunicaciones y con salidas reducidas, lo que limita la película a unas pocas posibilidades que se agotan rápido y se repiten mucho. Esto produce así un ida y vuelta permamente sobre lo mismo: escuchar ruidos, ver indicios de que pasa algo raro, explorar la región, intentar comunicarse con Houston. Esto parece así un cronograma dispuesto por el realizador, quien no tiene reparos en repetir situaciones con algún mínimo cambio en pos de la "verdad". Hay respecto a esta construcción ciertos planos, acercamientos y enfoques en cámara lenta sobre algunos sucesos con los que se traiciona incluso aquella idea fundante. En definitiva se trata de una propuesta que poco aporta a esta técnica del found-footage. Tampoco tiene qué ofrecer tanto al género de terror, ya que difícilmente se la pueda encuadrar en él (si lo máximo que se puede lograr es un ¡Bu! de frente a la cámara, hay síntomas de que algo está mal) como a la ciencia ficción. Lo que más se destaca es sin dudas la lograda puesta en escena, algo que condujo a que en los últimos días la propia NASA prefiriera prevenir que curar y asegurar que este film no es un documental. Que la agencia se preocupara al punto de tener que desmentirla, es un premio demasiado grande para esta película de Gonzalo López-Gallego.
Perdidos en el espacio (en todo sentido!) "Apollo 18" viene acompañada de una importante campaña publicitaria, cosa extraña si tenemos en cuenta que fue un film barato, en términos de lo que la industria mueve hoy en día. La idea de su director, el españolísimo Gonzálo López-Gallego, era la de contar su historia al estilo falso documental. Digamos, una especie de híbrido al estilo "Blair Witch-Project", "Paranormal Activity", "Cloverfield" e incluso "Rec", todas cintas donde primaba el suspenso, veíamos poco e imaginábamos mucho. Siempre reconozco y saludo a quienes se atreven a filmar en esas condiciones (con presupuestos tan pequeños y equipamiento básico), por lo cual, si bien no son de mis favoritas, en general me tomé el trabajo de verlas todas. (Sí, ya sé, hay otras también hechas con muy poco dinero que son de culto, "El mariachi", de Robert Rodríguez, por ejemplo, pero no pertenecen al género). Aquí, se vende "Apollo 18" por el lado de la ciencia ficción, apoyados en el fuerte nombre que identifica la serie de misiones especiales enviadas a fines de los 60 por Estados Unidos en la llamada "carrera espacial"... Para fortalecer este vínculo y dar un marco de "credibilidad", se utilizaron algunos minutos de material real autorizado por la NASA sobre el programa en cuestión. Recordemos que en 1974, el programa se dio por cancelado y siempre quedó flotando en el aire la duda de porqué no se siguió enviando misiones humanas a la Luna. Utilizando este gancho, "Apollo 18" busca hacerse fuerte en esa rendija histórica y se nos presenta como la "misión que nunca supimos que existió", para desde ahí traernos la historia de tres astronautas y los devenires de su alunizaje en aquel desconocido territorio. El objetivo de la misma era montar un dispositivo que permitiera detectar los eventuales lanzamientos misilísticos soviéticos, de manera de repeler el ataque a la brevedad. El guión, a cargo del también debutante Brian Miller nos pone en viaje junto a la tripulación de aquella expedición. Ellos (los "innombrables", nunca sabremos cómo se llaman!), a saber, el trío conformado por Warren Christie, Lloyd Owen y Ryan Robbins, parecen un poco inocentes, sobre todo porque desde la butaca, enseguida percibimos que desde la Tierra, se sabe mucho más de lo que se les dice... Los hombres en cuestión alunizan sin mayores dificultades, pero cuando comienzan a hacer sus tareas descubren que algo no está del todo bien allá arriba... Quizás, estén acompañados y no por seres humanos precisamente... No se puede contar mucho más de la historia porque básicamente es eso. Mucho clima (hay esfuerzo por recrear incluso el grano mismo -en la fotografía- de la transmisión televisiva original de esa época), una cuidada reconstrucción de la nave y las clásicas escenas donde los ruidos, los giros y las expresiones son protagonistas. Christie, Owen y Robbins sostienen la película apoyándose en ellos. Sí, está bien, hay desesperación y miedo conforme van descubriendo los secretos del lado oscuro de su trabajo, pero quizás por el registro elegido (el tema del documental), no generan el efecto deseado. Todo es frío e impersonal, incluso las crisis graves que comienzan a aparecer cuando las cosas no salen como se esperan... Indudablemente una escuela establece un paradigma y partiendo de él, se van desprendiendo propuestas que funcionan como matices del tronco central. Eso es, justamente "Apollo 18". Una variación de algo que ya vimos y que no termina de despegar en ningún momento. Funciona sólo si son fans de films al estilo "Paranormal Activity", de lo contrario no me parece que sea del gusto del espectador corriente.
“Apollo 18”: cómo arruinar una idea prometedora La fórmula «Blair witch project», de supuesto «reality de terror», con una historia contada a través de un supuesto material de archivo que documenta un hecho supuestamente verídico, se viene aplicando a demasiadas cosas. Ya hubo una de fantasmas, una de monstruos tipo Godzilla pero filmados por un cameraman amateur, y una de zombies españoles con secuela y remake hollywoodense, y hasta una de guerra a cargo de Brian De Palma. De todas estas opciones, una odisea espacial al estilo Blair witch tenía todo a favor. Pero a veces la fórmula, por probada y repetida que sea, no funciona, y «Apollo 18» es un gran ejemplo de cómo arruinar todo el potencial de una idea prometedora. Para empezar, elige la teoría conspirativa equivocada y nunca logra sostener con eficacia, o algún rigor, la premisa de una última misión de la NASA a la luna, llevada a cabo en secreto, dados los conflictos con los soviéticos hacia el final de la Guerra Fría. A esto hay que agregarle todo tipo de eventos misteriosos que, dada la locación, son bastante fáciles de adivinar, al menos en cuanto a su origen extraterreno. Lo que sí sorprende es el torpe desenlace revelado al final del alargadísimo enigma, filmado con la pobre calidad técnica esperable de un hipotético material documental filmado en la luna y perdido durante décadas. Los fans de la ciencia ficción, de todos modos, apreciarán un par de escenas realmente logradas, como que describe el encuento con una misión espacial soviética. Si alguien se anima a tratar de resolver una noción tan absurda como la de un falso documental supuestamente rodado en el espacio a principios de la década de 1970, debería hacerlo con algo más serio y verosímil, o por lo menos, más entretenido que esta «Apollo 18».
Las películas de terror en clave de falsos documentales se niegan a morir. Desde El Proyecto Blair Witch, en 1999, que el subgénero es usado para contar de manera más vívida y anticonvencional historias de invasiones extraterrestres (Alien Abduction, que en realidad es anterior a El Proyecto...), zombies hambrientos (REC y su secuela), bestias gigantes como Godzilla (Cloverfield: Monstruo), casas embrujadas (Actividad Paranormal y sus secuelas), posesiones satánicas (El Último Exorcismo, la argentina Incidente). Apolo 18 – La Misión Prohibida es el caso más reciente. Ahora hay más elementos de ciencia-ficción y los sucesos ocurren fuera de la Tierra. En los 60 y principios de los ’70, eran comunes las misiones tripuladas al espacio. El programa Apolo, de la NASA, realizó diecisiete misiones, y seis pudieron aterrizar en la Luna. El Apolo 17, en 1972 parecía ser la última misión al satélite natural de nuestro planeta. Parecía: un año después, una misión no oficial es enviada allá, con el supuesto objetivo de instalar un satélite artificial. Los dos astronautas responsables del objetivo empezarán a advertir que algo no anda bien en el territorio lunar. Hay algo extraño en el ambiente, en las rocas... Sus temores quedarán confirmados cuando encuentran los restos de una misión soviética, que incluye un cadáver y sangre por todos lados. Los astronautas descubrirán que el Departamento de Defensa —que financiaba la misión— sabía lo que estaba ocurriendo, y que dependerá de ellos salvarse de la inusual amenaza que mora en la Luna. Todo esto, contado con cámaras de 16mm manipuladas por los protagonistas y por las ya instaladas en el módulo espacial. Filmaciones supuestamente perdidas que aparecieron hace poco en Internet. Además, al principio y al final se recurre a la utilización de imágenes de archivo muy hábilmente mezcladas con las partes de ficción. Como una versión más barata de los primeros minutos de Transformers 3: El Lado Oscuro de la Luna, en la que también se presentaba una teoría —más delirante, por supuesto— de por qué el Hombre nunca más volvió a esa parte de la Vía Láctea. Al principio, la recreación de la vida de los astronautas en el espacio es realista, aunque bastante densa, pero con el correr de los minutos va aumentando la tensión y la sensación de claustrofobia. En cuanto a la naturaleza de lo que acecha a los personajes, no conviene adelantar demasiado. El director español Gonzalo López-Gallego viene de dirigir los largometrajes Nómadas, Sobre el Arco Iris (en donde ya había una estética de cámara en mano) y El Rey de la Montaña, en la que dirigió a Leonardo Sbaraglia. Con Apolo 18 debuta en Estados Unidos con esta película, y lo hace con muy buen pulso. Pero el nombre con más peso en el film es el del director —pero esta vez productor— Timur Bekmambetov, responsables de Guardianes de la Noche, Guardianes del Día y Se Busca. Este cineasta ruso se está volviendo un peso pesado en Hollywood y prepara Abraham Lincoln: Vampire Hunter. Pese a que los falsos documentales terroríficos ya empezaron a agotarse, y sin ser genial, Apolo 18 – La Misión Prohibida se las arregla para poner nervioso al espectador y hacerle experimentar miedo en tiempo real, como si lo que vemos en la pantalla hubiera sucedido realmente.
Actividad paranormal en el lado oscuro de la Luna Apollo 18 nos va a contar una misión secreta llevada adelante por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos que consistía en envíar a tres astronautas a realizar un nuevo reconocimiento en la Luna. Lamentablemente para los tripulantes de la nave espacial lo que encontrarán en el lado oscuro del satélite no será para nada lo que esperaban. Jugando como una especie de falso documental editado y "encontrado" en internet, Apollo 18 y su director Gonzalo López-Gallego intentan generar por medio de una supuesta puesta en escena filmada por sus protagonistas la máxima credibilidad posible sin tener en cuenta que para generar una obra que emule la realidad las imágenes deberían ser mostradas lo más fielmente posibles y no utilizando un proceso de montaje clásico que dote al film de un ritmo narratorio que no se condice con la idea de transmitir lo "ocurrido en la realidad". En ese sentido es una película mucho más honesta Actividad Paranormal 2, que ponía en pantalla secuencias (en exceso, es verdad) en las que no sucedía nada pero que favorecían a la emulación de la realidad que planteaba en su metraje la mencionada segunda parte de la obra promocionada por Spielberg. En Apollo 18 hay cosas de Cloverfield, El Proyecto Blair Witch, Enterrado y la citada Actividad Paranormal, utilizadas para intentar llevar adelante una idea de realidad que termina siendo contradictoria con un film que abusa del montaje y actuaciones demasiado exageradas para conseguir plasmar el realismo que muestran las cintas que intenta utilizar. Más allá de lo mencionado Apollo 18 consigue generar tensión y tiene secuencias de cierto dramatismo terrorífico, aunque aquí sufre de la ya clásica repetición de asustar por medio de efectos sonoros antecedidos por un pasmoso silencio, e incluso en la utilización del sonido también hay un terrible error por parte de su realizador al implementar una especie de música extradiegética compuesta por ruidos que vuelve a romper el concepto de realismo que intenta transmitir el film. Apollo 18 parte de una premisa interesante y atrapante, aunque en la totalidad de su metraje jamás supo como llevarla adelante con la credibilidad necesaria que un falso documental que intenta emular la realidad necesita.
VideoComentario (ver link).
Las películas “falsamente documentales” ya son todo un género. Desde El proyecto Blair Witch en adelante, la idea de mostrar (falso) “metraje encontrado” se ha convertido en un procedimiento más del cine de terror. En este caso, con pocos elementos, se cuenta la historia de la última y desconocida misión estadounidense en la Luna. Por supuesto, las cosas comienzan más o menos normales y terminan horriblemente mal. Pero el suspenso -sostenido en parte por el procedimiento y en parte por la dirección de actores- funciona bastante bien y deja al espectador suficientemente nervioso como para que el viaje haya valido la pena.
El terror de las cámaras movedizas se muda a la luna. Cuenta la leyenda que en diciembre de 1973, y financiada por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos, despegó una misión asignada bajo el nombre de Apollo 18. Cabe aclarar que el gobierno de los Estados Unidos había cancelado el plan Apollo en el número 17, a causa de la falta de fondos de la NASA, y en el tintero quedaron las misiones de 18 a 21, cortando así la odisea espacial norteamericana. Pero la aventura tendría un nuevo episodio, ya que en total secreto tres astronautas salieron del planeta con una misión que, oficialmente, constó en poner una especie de rastreador en nuestro satélite natural que, en teoría, funcionaría para la seguridad nacional (pensemos que la guerra fría estaba en su apogeo), pero al llegar allí, se darían cuenta que nada es como les dijeron. Apollo 18 clama ser una versión editada de más de ochenta horas de cinta que grabaron estos astronautas, pero en realidad es una película dirigida por el madrileño Gonzalo López-Gallego, que pisa Hollywood por primera vez en este mockumental producido por Bob Weinstein. Y que no se quedará ahí, ya que desde Dimension Films aseguraron que “esto es sólo el comienzo”, ¿de qué?… ya lo veremos. La película en sí es otro ejemplo más de terror efectista. La tensión que suelen tener este tipo de películas filmada con cámara en mano casi no existe, convirtiendo a Apollo 18 en una obra que se divide en dos momentos: cuando intenta asustar o cuando no pasa absolutamente nada. Tiene algunos buenos momentos, y tiene algunos buenos sustos, pero no va más allá ni se la juega por querer revolucionar este nuevo género, que nos da lo mismo una y otra vez desde el Proyecto Blair Witch, de 1999. Eso quiere decir que la fórmula sigue intacta: sustos repentinos, largos momentos “costumbristas” para darnos la sensación realista, cámaras que tiemblan, imágenes borrosas… ya saben. La única diferencia es que el marco no es un bosque, o una habitación, o una ciudad en llamas, es la luna. El gran problema que tiene Apollo 18 (para puntualizar y no hablar de todo el género) es que no sorprende. Uno ya sabe cuándo van a intentar asustarlo, por lo cual no se asusta (o no se asusta tanto, no voy a negar que algún salto se puede dar) y hace que toda la película pierda gracia. Además, van a tener que pensar seriamente qué hacer con esos momentos en los cuales los protagonistas duermen, o almuerzan, porque se convierten en minutos perdidos que terminan resumiendo el contenido real de la película a unos meros veinte minutos finales. En definitiva, Apollo 18 es algo que de alguna forma prometía, pero que se queda en la cómoda y vuelve a contarnos la historia del mal que se esconde en la oscuridad, y de los dos pobres tipos a la buena de dios, olvidados por su gobierno que deben sobrevivir a como de lugar en un territorio hostil. Dos cuentos narrados hasta el hartazgo que se unen para hacer del lugar común una película entera.
Después de “El proyecto Blair Witch” o “Cloverfield” entre otras películas que apelaron al recurso del “material encontrado”, “Apollo 18” resulta poco original. Sin embargo este producto cuenta a favor con varios factores que generan suspenso. El filme narra la trágica experiencia de tres astronautas enviados a la luna en una misión secreta. Lo hace en base a las supuestas grabaciones de una experiencia que salió mal. El director construye el relato con pausa y va aportando algunos datos personales del grupo y aporta sugestivos detalles para ir construyendo el horror que les espera sin mostrar nada obvio. La soledad absoluta, la traición oficial y las teorías conspirativas, pero también el coraje y la solidaridad se reúnen en este filme que atrapa a pesar de un recurso conocido.
La verdad es pensé que en el 2011 zafábamos de alguna película de éste tipo, pero no. Se vino otra de terror de “Archivos fílmicos encontrados”, cuyo guión parece cumplir con las reglas, pero ofrece un final que rompe con toda lógica. ¿Conoce el término “found footage”? Literalmente significa “película encontrada” o “recuperada”; pero en Hollywood sirve para determinar una especie de “sub-sub-género” en el que toda la estética, dirección de arte e ilusión de ficción se basa en compaginar una determinada cantidad de metraje que alguien supuestamente encontró y dio a conocer. Todo parecerá un documental (falso). Claro que funciona mucho mejor en el género del terror, ya que este material filmado fue dejado o abandonado, por alguien que desapareció o se murió, y luego revelado por algún familiar (“El proyecto Blairwitch”,1999), el departamento de policía (“Actividad paranormal”, 2009) o ente gubernamental (“Apolo 18”). Por tratarse de una de terror en el espacio con ese estilo, “Apolo 18” necesita instalar el verosímil desde un principio. Veamos: Hubo 17 misiones del programa espacial Apolo. Las 18, 19 y 20 fueron canceladas por razones presupuestarias. Todo esto es verdad, a partir de allí comienza la ficción al proponer al espectador que en realidad luego de la 17 hubo una más, que se ocultó al público y ahora se da a conocer para que entendamos por qué el hombre dejó de viajar al satélite más romántico de la historia. Fíjese que curioso. Este inverosímil resulta creíble más por razones coyunturales que lógicas. Vale decir, luego del asesinato de John F. Kennedy estamos mucho más dispuestos a creer que el gobierno norteamericano les oculta información a sus habitantes (sobre todo en aras de preservar la “seguridad nacional”), que en un hecho tecnológico como el de una decimoctava misión a la luna. No sé. Será que en la Argentina al final nunca vimos el aparato que “se remonta a la estratosfera y nos deja en Japón en 15 minutos” En 1974 tres astronautas Ben Anderson (Warren Christie), Nathan Walker (Lloyd Owen) y Johnson (Ryan Robbins) son reclutados para traer más kilos de suelo lunar. Luego del despegue todo lo veremos a través de las dos cámaras instaladas en la nave, las que portan los astronautas, una quinta (detectora de movimiento) instalada en suelo lunar, y dos más que están en la nave satélite que gira alrededor de la luna esperando dar por terminada la misión. El clima de suspenso se va gestando a medida que, ya en suelo lunar, vemos como Ben y Nathan descubren una misión rusa que no terminó bien. Nathan entra en la nave abandonada y tomando un manojo de cables que cuelgan de algún lado dice que está destrozada (aunque después la veamos funcionando de mil maravillas). Por su parte Ben descubre a uno de los rusos, de la tripulación de la susodicha nave, en un oscurísimo cráter, pero no obtendrá mucha información dado el estado de putrefacción en el que se encuentra. Además, la cámara detectora de movimiento (me permito dudar si ya se había inventado) nos va mostrando que Ben y Nathan no están solos. La obra iba bien. Se tomaba su tiempo para preparar los climas, pero… La dirección de Gonzalo López-Gallego es correcta sólo en lo técnico. El manejo de la luz y la oscuridad ponen un buen marco de incertidumbre, mientras el sonido juega un buen papel aportando lo suyo en los momentos de silencio. Pero casi todas las decisiones tomadas, a partir de un guión deficiente, tienden a ir revelando todo lo que podría resultar sorpresivo, y para cuando el enemigo se muestra en potencia queda la sensación que con un rociador de DDT se solucionaba todo. Si el terror depende del diseño de los extraterrestres de esta película quédese tranquilo, algunos personajes de Plaza Sésamo asustan más. Para colmo, el inaudito final de esta producción es un insulto a la inteligencia de cualquier espectador y al uso del sentido común, pues deja instalada la pregunta de cómo demonios hicieron para “recuperar” el material que acabamos de ver. Menos mal que fue sólo una misión secreta la que ocultaron. Si es por el cine de terror, al menos puedo estar agradecido con la NASA. Calificación: Mala. (Iván Steinhardt).La verdad es pensé que en el 2011 zafábamos de alguna película de éste tipo, pero no. Se vino otra de terror de “Archivos fílmicos encontrados”, cuyo guión parece cumplir con las reglas, pero ofrece un final que rompe con toda lógica. ¿Conoce el término “found footage”? Literalmente significa “película encontrada” o “recuperada”; pero en Hollywood sirve para determinar una especie de “sub-sub-género” en el que toda la estética, dirección de arte e ilusión de ficción se basa en compaginar una determinada cantidad de metraje que alguien supuestamente encontró y dio a conocer. Todo parecerá un documental (falso). Claro que funciona mucho mejor en el género del terror, ya que este material filmado fue dejado o abandonado, por alguien que desapareció o se murió, y luego revelado por algún familiar (“El proyecto Blairwitch”,1999), el departamento de policía (“Actividad paranormal”, 2009) o ente gubernamental (“Apolo 18”). Por tratarse de una de terror en el espacio con ese estilo, “Apolo 18” necesita instalar el verosímil desde un principio. Veamos: Hubo 17 misiones del programa espacial Apolo. Las 18, 19 y 20 fueron canceladas por razones presupuestarias. Todo esto es verdad, a partir de allí comienza la ficción al proponer al espectador que en realidad luego de la 17 hubo una más, que se ocultó al público y ahora se da a conocer para que entendamos por qué el hombre dejó de viajar al satélite más romántico de la historia. Fíjese que curioso. Este inverosímil resulta creíble más por razones coyunturales que lógicas. Vale decir, luego del asesinato de John F. Kennedy estamos mucho más dispuestos a creer que el gobierno norteamericano les oculta información a sus habitantes (sobre todo en aras de preservar la “seguridad nacional”), que en un hecho tecnológico como el de una decimoctava misión a la luna. No sé. Será que en la Argentina al final nunca vimos el aparato que “se remonta a la estratosfera y nos deja en Japón en 15 minutos” En 1974 tres astronautas Ben Anderson (Warren Christie), Nathan Walker (Lloyd Owen) y Johnson (Ryan Robbins) son reclutados para traer más kilos de suelo lunar. Luego del despegue todo lo veremos a través de las dos cámaras instaladas en la nave, las que portan los astronautas, una quinta (detectora de movimiento) instalada en suelo lunar, y dos más que están en la nave satélite que gira alrededor de la luna esperando dar por terminada la misión. El clima de suspenso se va gestando a medida que, ya en suelo lunar, vemos como Ben y Nathan descubren una misión rusa que no terminó bien. Nathan entra en la nave abandonada y tomando un manojo de cables que cuelgan de algún lado dice que está destrozada (aunque después la veamos funcionando de mil maravillas). Por su parte Ben descubre a uno de los rusos, de la tripulación de la susodicha nave, en un oscurísimo cráter, pero no obtendrá mucha información dado el estado de putrefacción en el que se encuentra. Además, la cámara detectora de movimiento (me permito dudar si ya se había inventado) nos va mostrando que Ben y Nathan no están solos. La obra iba bien. Se tomaba su tiempo para preparar los climas, pero… La dirección de Gonzalo López-Gallego es correcta sólo en lo técnico. El manejo de la luz y la oscuridad ponen un buen marco de incertidumbre, mientras el sonido juega un buen papel aportando lo suyo en los momentos de silencio. Pero casi todas las decisiones tomadas, a partir de un guión deficiente, tienden a ir revelando todo lo que podría resultar sorpresivo, y para cuando el enemigo se muestra en potencia queda la sensación que con un rociador de DDT se solucionaba todo. Si el terror depende del diseño de los extraterrestres de esta película quédese tranquilo, algunos personajes de Plaza Sésamo asustan más. Para colmo, el inaudito final de esta producción es un insulto a la inteligencia de cualquier espectador y al uso del sentido común, pues deja instalada la pregunta de cómo demonios hicieron para “recuperar” el material que acabamos de ver. Menos mal que fue sólo una misión secreta la que ocultaron. Si es por el cine de terror, al menos puedo estar agradecido con la NASA.
Con El Proyecto Blair Witch se pusieron de moda los falsos documentales. Esas mentiras grandes como una casa, en donde se presenta material falso como "videos descubiertos a último momento y que documentan algo totalmente fuera de lo común". Para mí, ese chiste tiene gracia si está armado por alguien con dos dedos de frente. En el caso de Blair Witch, era la sensación de inmersión en lo que ocurría en escena, ya que había un palurdo (perteneciente al grupo de protagonistas) que filmaba todo el tiempo, aún cuando la amenaza de turno estuviera por devorárselo. Con ese modelo siguieron otros filmes, reemplazando a brujas por monstruos mutantes del espacio (Cloverfield) u hordas de zombies que dominaban el planeta (Diary of the Dead). Y en el 2007 apareció Actividad Paranormal, que reemplazó al nardo que filmaba todo el tiempo por una serie de cámaras de vigilancia, dispuestas en el interior de una casa embrujada. Aún así, el estilo de "cámara testigo" seguía siendo eficiente porque la pasividad y el silencio que brindaban las cámaras de Actividad Paranormal terminaban por producir sus buenos sobresaltos cuando algo salía de la nada luego de 30 segundos de contemplar la escena mientras uno contenía la respiración. Apolo 18 es la última película de terror en intentar subirse a ese carro. Intenta ser una especie de Actividad Paranormal en el espacio, ya que tenemos a otro idiota rodando todo el tiempo - en este caso, uno de los astronautas - y hay una parva de cámaras dispuestas por el interior y el exterior del módulo lunar. Hay una cuidadísima reconstrucción de época, y las filmaciones se ven como si dataran de mediados de los setenta. Pero ¿saben qué?. Nada de semejante mise en scene funciona como debiera. Ciertamente el escenario que plantea Apolo 18 es fascinante - imaginen estar solitos en medio del desierto lunar, y que algo desconocido empiece a golpearles la puerta -, pero la puesta en escena es errónea. Es recargada. Es distrayente. Cuando pienso en la impresionante desolación de la superficie lunar me acuerdo de 2001, Odisea del Espacio, o de la reciente Moon. Es más: el filme de culto de Duncan Jones plasmaba mucho mejor el clima de paranoia que transmite la aridez de semejante geografía. Acá no sólo hay demasiados cortes de planos que duran tres segundos - vemos la cámara del astronauta, una cámara externa al módulo lunar, otra cámara externa, una cámara dentro de la cápsula, otra en el baño, etc - sino que, por el esfuerzo de reconstrucción de época, todo se ve como un video VHS borroso. Algo se mueve al lado de la bandera estadounidense clavada en suelo selenita, pero la imagen es tan turbia que resulta imposible adivinar de qué se trata. En ese sentido, Apolo 18 se hubiera beneficiado mucho más con un enfoque tradicional (cámara en tercera persona) en vez de ser Blair Witch en el espacio. No sólo el director no logra crear el clima necesario de tensión y horror sino que, cuando vienen los supuestos momentos de shock... no shockean a nadie. Ok, también es cierto que la trama no ayuda ya que es predecible - esta gente llega en misión secreta a la Luna para instalar unos aparatos medidores pero a) empiezan a desaparecerle cosas b) encuentran una misión lunar soviética completamente diezmada por algo desconocido c) su propia nave es atacada por algo inesperado d) un miembro del grupo es infectado por algo extraño -, y parece un rejunte de cosas, que van desde Alien hasta El Enigma del Otro Mundo (la exploración del módulo soviético abandonado parece calcada de la investigación de la base noruega del clásico de John Carpenter). Resulta increíble que un filme realmente corto - 86 minutos - y con una premisa tan clara la pifie en gran forma. Y si bien no es completamente original, Apolo 18 podría haber sido rutina bien hecha. Hasta uno podría haberle perdonado la vida... hasta que llega la revelación final de qué (o quién) los está atacando, y ahí es cuando Apolo 18 decide lanzarse por el precipicio. Oh, Dios: ¿no se les podría haber ocurrido algo mejor?. Apolo 18 no es un filme terrible, pero tampoco es uno bueno. No asusta, es rutinaria, el estilo "testimonial" es distrayente, y el alien malvado de turno es ridículo. Todo esto podría haberse mejorado bastante si la hubieran rodado de manera standard, pero quisieron hacerse los graciosos y el tiro le salió por la culata. A lo sumo es un filme típico de cable, al cual decidieron estrenarlo en cine para ver si recaudaban un poco más con los inocentes que pasaban por la puerta de la sala, se engancharon con el afiche y decidieron entrar.
Nada por aquí, nada por allá... Apollo 18 es, en principio, otra de las películas de terror hijas de las premisas del Proyecto de Blair Witch de 1999. Esto es, armar un film a base de imágenes supuestamente reales que documentan algún hecho extraordinario y terrible. En verdad, aceptamos el juego de que las imágenes son material rescatado de hechos verídicos desde Holocausto Caníbal, recurso que por gastado no deja de producir, a veces, un golpe de efecto interesante. El problema es que la mayoría de estas películas solo se quedan con eso, sin historia, sin ideas o sumando un montón de arbitrariedades y ridiculeces. Apollo 18 contiene todas estas fallas al por mayor. Entonces la cosa es más o menos así: oficialmente, el último viaje del hombre a la Luna se produjo el 7 de diciembre de 1972, en el Apollo 17. De acuerdo con el material “encontrado”, con el cual fue hecho el film en cuestión, hubo una misión secreta posterior en el Apollo 18 donde se nos revelará la verdad acerca de por qué el hombre jamás volvió a pisar el suelo lunar. Entonces veremos un montaje de imágenes tomadas a través de las cámaras de control y documentación de la nave, y las que instalan convenientemente los astronautas en suelo lunar, además de la que llevan en la mano. Todo bajo el aspecto visual de aquellas filmaciones rudimentarias y por momentos ininteligibles, a través de las cuales se pudo ver a Neil Amstrong pisar suelo lunar en 1969. El film del español Gonzalo López Gallego (Nómadas ; Sobre el arcoíris, El rey de la montaña), es esquelético. Desde el principio está acotado y presionado por su propia propuesta. El estilo “falso documental” obliga a abandonar unas cuantas herramientas cinematográficas y simular tosquedad o desprolijidad, con lo cual se pierde en emoción, en timing volviéndose todo monótono y se decanta en el aburrimiento. Además, el espacio donde se desarrolla la acción se ve claramente comprometido, es decir, astronautas encerrados en una nave demasiado pequeña, como lo era el modulo lunar de las misiones Apollo, que sólo pueden salir por determinado tiempo en trajes pesados e incómodos, teniendo que lidiar con cierta amenaza extraterrestre que no tiene ningún problema para vagar lo mas campante por la Luna. De ahí que el desenlace sea obvio y previsible: sabemos que en las misiones en el espacio cualquier eventualidad es tragedia, por lo cual, si aguantamos el innecesario bodrio de la primera media hora de la película, quizás podramos ver qué les pasa a estos muchachos. López Gallego, ante las dificultades que tiene el film desde su concepción, sólo le suma ineptitud y falta de ideas. Lo único que le queda para generar suspense, es hacer zoom y subrayar (unas cuantas veces) alguna piedrita moviéndose donde no debería hacerlo; o cada vez que llega un ataque climático, recurrir a una interferencia o la destrucción de la cámara prohibiéndonos ver que está pasando. ¡Incluso hace que las cosas hagan ruido al caerse, fuera de la nave, donde no hay atmósfera! En suma, despoja a su película de la posibilidad de mejorarla mediante los recursos de la imagen, haciendo hincapié hasta el hartazgo con los pocos recursos disponibles, quedándose con el esqueleto de una película, una historia escuálida ejecutada y flaca de ideas. Quizás hubiera sido igual de mala si se la pensaba con otra concepción, pero seguro que no tan desagradable y tediosa. Así, repleta de lugares comunes y de golpes de efecto, avanza Apollo 18 hacia la nada. Esto se da porque el resultado más común de tanta torpeza y tantas malas elecciones en la elaboración de un film es el aburrimiento, y la total carencia de emoción. En eso Apollo 18 cumple.
Existen dentro del muy frecuentado género del cine fantástico dos vertientes principales. La más habitual contiene a las películas de terror mientras que las de ciencia ficción constituyen una fracción minoritaria pero no por ello despreciable en cantidad. El caso de “Apollo 18”, título original al que la distribuidora local le ha adicionado “La misión prohibida”, podría considerarse un cruce entre ambas categorías. El comienzo hasta podría parecer el de un film documental dado que se le comunica al espectador que la misión Apollo 18 existió y que fue la última de un programa que, años antes, llevó a los primeros y “únicos” astronautas a la Luna. La primera mitad transcurre en verdad con pocos sobresaltos para los astronautas Ben Anderson y Nathan Walter, interpretados respectivamente por el canadiense Warren Christie y el británico Lloyd Owen. Ambos, venidos de la televisión, son poco conocidos lo mismo que el director Gonzalo López- Gallego entre cuyos créditos anteriores figura una película (“El rey de la montaña”), no estrenada en nuestro país pese a que el actor principal es nuestro conocido Leonardo Sbaraglia. Dado que la duración total es de apenas 86 minutos pronto empezarán a ocurrir una serie de hechos extraños, comenzando con inexplicables interferencias en las comunicaciones con Houston. Pero la gravedad de los hechos se potenciará cuando los astronautas descubran una serie de pisadas que como uno de ellos afirma “no tienen sentido” y hasta parecen no pertenecer al género humano. Es en ese momento en que, más que ciencia ficción, se ingresa en la categoría del cine de terror. Dado que se supone que la acción transcurre hacia fines de 1974 en que la tecnología no estaba aún tan avanzada como hoy día, las imágenes que obtienen los astronautas con sus camaritas son en general de pobre definición. Recuerdan inevitablemente a “El proyecto Blair Witch”, una película muy diferente y que sin embargo tiene algunos puntos de contacto con ésta. Si no es demasiado exigente, “Apollo 18” puede constituirse en un entretenimiento adecuado, casi artesanal donde lo más interesante son las reflexiones de los dos tripulantes sobre el verdadero motivo de la misión y sobre la sensación de que ambos eran “sacrificables” (expendables), aunque dignos de ser recordados como héroes prestando un supuesto servicio a su patria.
Continuando con aquello que hace más de una década inauguró The Blair Witch Project, llega Apollo 18, film que se cuelga de la idea del documental apócrifo y lo hace con una decencia formal para nada despreciable. Es decir, tengamos en cuenta que venimos del derrape de dos Paranormal Activity. Pocos personajes, apenas tres astronautas de una nave y una cápsula independiente, ambas enviadas a la luna en una misión especial con el fin, se presume, de buscar rocas. Una misión secreta, de máxima seguridad, que llega al punto de no poder ser comunicada ni siquiera a la familia de los implicados. Una vez en el lugar, los exploradores espaciales recogen sus respectivas muestras y preparan lo que esperan sea un exitoso regreso a casa. Pero no, la superficie lunar parece estar cobijando no sólo a nuestros humanos visitantes, sino también a una extraña forma de vida asechante y letal. El español Gonzalo López-Gallego plantea un trabajo que le debe todo al film antes mencionado, con una estructura idéntica pero sin el click del presupuesto cuasi nulo con el que contaba la trama de la bruja de Blair. Aunque claro, Apollo 18, aunque no costó cien mil dólares como aquel, es un film barato para los estándares de Hollywood (cinco millones de dólares aproximadamente, casi un vuelto para las majors). Cámaras de plano fijo y un montaje inteligente de múltiples puntos de vista (vale destacar el hecho de que la cápsula en la que se encuentran los dos personajes principales es pequeña y el vértigo sin embargo no se pierde) hacen que el relato sea dinámico y fluido, redondeando hora y media de buen fílmico sin mayores pretenciones. No hay aquí ni cuestionamientos a la política espacial planteada en épocas de guerra fría ni tampoco esbozo de crítica alguna, siquiera, a la manipulación por parte del Estado militar. Pero hay buena mano, casi artesanal en un contexto que ha hecho del 3-D casi un mandato de época. En ese sentido, y a pura bidimensionalidad, el toque terrorífico proporciona muy buenos momentos, altos en tensión, sobre todo cuando hacen su primera aparición los alienígenas que arruinan el viajecito interestelar. El resto es anécdota, pero bien contada.
VideoComentario (ver link).
TRUCHO Falso documental pasado de rosca. Inepto como ficción y ridículo como archivo. Apollo 18 no sabe para qué sirven los géneros cinematográficos y sus reglas, mandándose cualquiera. Está editado con la maestría de un videoclip. Hay muchos tiros de cámara y espectaculares paneos aéreos justificados por satélites vagabundos. Gonzalo López-Gallego no sólo cubre todos los puntos de vista, también filma secuencias de acción con nitidez incomprensible. Hasta la cámara en mano compone imágenes legibles. Esta prepotencia técnica es una fuerza gravitacional que no deja flotar el relato. La mano del montajista está más presente que la pizza cuatro quesos que pidieron en la sala. La prolijidad del diseño sonoro es desubicada. Los diálogos tienen la pulcritud de un doblaje. Arranca la película y un sobreimpreso dice que este video circula clandestinamente por Internet, pero su mezcla sonora es perfecta. Está mal por estar bien; el material sería de 1974 y crujidos, atmósferas, murmullos, respiraciones, circuitos eléctricos se escuchan perfecto. Los astronautas son adolescentes inmaduros; desobedecen órdenes, se largan a llorar, extrañan a la familia y compiten para ver quién se banca más tiempo en un cráter con bichitos. También encuentran naves abandonadas que despegan aunque tengan en su interior todos los cables pelados. Y si la verosimilitud aún no se pulverizó, consideremos que estos astronautas no saben hablar otro idioma que el inglés y salen a matar extraterrestres con un martillo. ¿Mencioné que en la luna de Gonzalo López-Gallego hay zombies, profecías, delirios místicos y los bichitos son, literalmente, piedras que se transforman en arañitas? El cine es una mentira pero cada película necesita mentir con lógica interna. Apollo 18 es un falso documental contradictorio, contaminado de After Effects y orden narrativo. Encima los pochoclos estaban húmedos. Aunque me asusté un poquito por los golpes musicales, en general fue un embole.
La piedra lunar. En Jinetes del espacio, de Clint Eastwood, hay un plano muy bello cuya sorprendente pertinencia puede quedarse dando vueltas durante muchos años en la cabeza del espectador. En medio del paisaje lunar el cuerpo de un astronauta yace despatarrado en el suelo, con restos de equipo a su alrededor, y en el visor de su casco se puede ver el reflejo de un planeta Tierra lejano, levemente tembloroso. Se trata de un momento marcado por el dejo de una discreta desolación, al que la ironía generada a partir del contrapunto con la voz de Sinatra entonando Fly Me to The Moon alcanza apenas a disimular. Lo que hay adentro del traje de astronauta es el cuerpo de un hombre muerto, por supuesto, y la poderosa figura retórica alcanza un pico de misteriosa melancolía en la cual el triunfo logrado por la pandilla de veteranos amigotes con Eastwood a la cabeza se vuelve, también, el síntoma definitivo de una angustia que no acierta jamás a nombrarse pero que recorre la película desde la primera escena. En Apollo 18, los dos astronautas protagonistas marchan por la superficie de la Luna a bordo de un precario vehículo sobre ruedas. La acción se ubica a principios de los años setenta y el título de la película se corresponde con el nombre de la nave enviada en una misión que se mantiene en secreto por motivos que no quedan del todo claros ni siquiera para los propios tripulantes. En la escena, los personajes tienen sus caras a la vista dentro de sus cascos hasta que, en un movimiento azarosamente sincronizado, ambos bajan el doble visor que viene provisto en los trajes y esas caras desaparecen. En esta oportunidad no es el fantasma azul de la Tierra lo que se ve en su lugar sino un vacío negro, un abismo funesto que parece señalar el carácter provisional de la voluntad de los dos hombres: de a poco se hace evidente que son poco menos que marionetas prescindibles a merced de inexplicables intereses científicos y que el viaje que emprendieron está plagado de peligros acerca de los cuales las autoridades decidieron no informarles. Apollo 18 comercia con los materiales del falso documental, pero a diferencia de muchos de sus congéneres recientes lo hace tensando la premisa de una manera implacable. Los encuadres dentro de la nave son siempre los mismos y corresponden a las tomas de las cámaras fijadas en el interior de la nave y a los monitoreos con los que los personajes se vigilan y recelan mutuamente, todo mientras unas extrañas piedras recogidas a modo de muestras parecen adquirir un carácter animal y desparramarse por todos los rincones sembrando la enfermedad y la locura. La naturaleza esencialmente rugosa de la película, con sus imágenes granuladas y sus agobiantes primeros planos no se priva, cada tanto, de breves destellos de una poesía inesperada, casi imperceptible en su opacidad y falta de énfasis, como si el director quisiera airear su sistema sin renegar nunca completamente de él. La película parece exhibir una fe tremenda en sus propias premisas y eso termina convirtiéndola en un objeto raro, orgulloso y por momentos risible, acaso inmerso en la trampa de su asumida insularidad. Apollo 18 no cede al menor arrebato de lirismo ni de psicología y entrega, en cambio, un pesimismo terminal que resulta una verdadera extravagancia en el panorama del cine mainstream, territorio al que la película pertenece montada en su modesta vocación de ejemplar de clase B.
Lunática Blair Witch Apollo 18 cuenta, en formato de documental, la supuesta historia de porque el Hombre nunca volvió a la luna luego del Apollo 17. La premisa ya daba mala espina... Otra historia de los Apollos, pero esta vez con una cruza de "La Cara del Terror" (donde Johnny Depp hacia de astronauta poseído por extraterrestres) y "The Blair Witch Project" (por el formato de filmación) que no le sentó para nada bien. Dirigió el film, el director español Gonzalo López Gallego que tiene en su haber algunas buenas películas como "Sobre el Arco Iris" o "El Rey de la Montaña" (en la cual dirigió al argentino Leonardo Sbaraglia), y también alguna media mala como "Nómadas". En esta ocasión se metió en algo más comercial, que seguramente no quedará en el recuerdo de sus mejores trabajos, ya que se puso a contar una historia yanqui hasta la médula, tratando de imprimirle una personalidad más independiente, cuestión que resultó finalmente en un film irritante y con pocos momentos para rescatar. Algunos de los buenos momentos tienen que ver con la sugestión utilizada en la técnica de filmación a lo "Blair Witch", donde lo que no se ve provoca más tensión que lo que sí se muestra. Por otro lado, exageraron con el uso de interferencias visuales de cámara, lo mismo que con el sonido que mezclaba a una especie de tipo gritando con un velociraptor en celo, situación que resultaba bastante cansadora. Era tal el caos que generaban las supuestas fallas de cámara (sí, sí, supuestas porque se quizo vender que la grabación ¡era real!) y los sonidos raros, que te perdías y no sabías que estaba pasando, de hecho nunca me pude aprender el nombre de 2 de sus personajes, ¡y eso que solo eran 3!. Nunca se le da tiempo al espectador para simpatizar con los astronautas, por lo que, cuando son atacados, uno sólo espera que se mueran rápido para ver si mas adelante pasa algo más interesante. Creo que la intención fue buena, pero lamentablemente el resultado no coincidió con el objetivo planteado de asustar y mantener al público adrenalizado. Se preocuparon más por la técnica de filmación que por la trama, resultando un film raro que no vale la pena recomendar.
El breve trailer de Apollo 18 despertaba curiosidad y anticipaba que el film abrazaría la propuesta del “falso documental”, aunque para ser precisos hay que decir que se trata de un caso de found footage. Es decir, una película confeccionada con materiales fílmicos hallados en algún sitio y que por lo general implican alguna suerte de revelación. Como dice Sergio Wolf, el found footage es el inesperado encuentro “de lo que estaba destinado a perderse”. El último viaje a la luna oficial fue realizado en 1972 por el Apollo 17. Luego hubo otro viaje que la NASA intentó soterrar y que esta película reconstruye a través de imágenes capturadas por diversas cámaras que registraron la actividad de los tres astronautas responsables de la misión. Uno de ellos permanece en órbita dentro de la nave Freedom mientras los otros dos de dedican a rastrillar el satélite y conviven en el minúsculo módulo lunar. En la superficie de la luna hay huellas. Pisadas. Parecen recientes y no pertenecen a los visitantes norteamericanos. Hay alguien más ahí. Y decir huella es decir rastro constatable, indicio, prueba de algo que ocurrió, algo que efectivamente estuvo ahí con todo el peso de su materialidad. Una presencia. Cuanto más dañada luce la cinta más deberíamos creer en lo que muestra, porque se supone que su función esencial es dar testimonio, construir algún grado de veracidad. Es el mismo objetivo del documental clásico, sólo que en el found footage -sobre todo en la línea de Apollo 18- la estrategia de certificación busca ser aún más radical, más vehemente, ya que aquí todo procedimiento de connotación pretende aparecer velado. Debe quedar claro que, hipotéticamente, quien compila las imágenes se limita a editar y nunca a interceder en lo real. Lo único que importa es rescatar la cinta por su misma existencia, por su capacidad de denunciar el lado B de ciertos mitos contemporáneos, por la resurrección heroica de seres devenidos polvo espacial. Sin embargo, la simple exposición del Mal no es suficiente: el relato no convence. A nivel de proyecto la idea es genial (como lo es casi cualquier idea antes de su concreción artística), pero en su resolución estructural la película se vuelve desvaída y hasta un poco ridícula, principalmente porque le cuesta vencer el escepticismo de base que hoy detenta el espectador mínimamente informado. ¿Por qué hacer el esfuerzo de confiar en un producto que desde la misma promoción se intuye como “falso”? ¿Cómo reconquistar la vibración de lo espontáneo para el receptor post Blair Witch? Apollo 18 asusta con un par de golpes de efecto pero no logra sostener la solvencia en la revelación del enigma. Por supuesto, hay otro ángulo desde el cual podemos abordar el film, aquel que reclama pensarlo como dispositivo, más allá de los rótulos impuestos por la crítica y el marketing. Frente al metraje encontrado sabemos perfectamente que existe un enunciador que lo organiza para articular un determinado relato: aquí se sigue la linealidad del episodio original con el fin de develar un hecho crucial para la historia de la humanidad. Lo interesante es que no siempre somos conscientes, durante la proyección, de que como espectadores somos testigos de los acontecimientos en sintonía con los observadores de la NASA. El relato nos hace creer que cada tanto los astronautas pierden conexión con la Tierra, pero al final resulta evidente que todo se trató de una maniobra ampliamente calculada. Es inquietante comprobar, entonces, que nosotros siempre estuvimos en el punto de control del panóptico. Siempre fuimos Houston, acompañando al poder desde la ubicuidad cínica y distante del ojo homicida. Apollo 18 es una producción de los hermanos Weinstein dirigida por el cineasta español Gonzalo López-Gallego. Probablemente esperaba mucho más del film porque tenía muy presente el atractivo trabajo anterior del realizador, El rey de la montaña, que comentaré en un próximo post.
MURIERON CON LAS BOTAS PUESTAS "Memoria y Justicia" hacen falta para tantos hechos del pasado, que, cuando no se comprende qué pudo haber ocurrido, se lo inventa. Y eso está bien, más si se quiere ofrecer un film que oscile entre la siempre idéntica crítica al accionar militar yanqui y mañas de Hollywood bien intencionadas, como los documentales ficcionales (recordemos dos queridos films de Woody: Zelig y Sweet and Lowdown). En esta película de Gonzalo López Gallego, dicho género y el terror se presentan diáfanos, pero podría discutirse, a propósito de esta cuestión, la entidad de la ciencia ficción y sus caracteres esenciales. El debate debería, a simple vista, zanjarse claramente por el sí, aunque persiste la duda acerca de si la ciencia ficción puede evocar tiempos de una tecnología del pasado. Pues, por un lado, tenemos obras como La guerra de los mundos, en particular el libro de H.G. Wells, o las novelas de Verne, que proponían avances tecnológicos radicales para su época e incluso -aun cuando algunos de ellos hoy en día hayan logrado desarrollarse- ciertos inventos cuya concreción se ha demostrado, todavía, imposible. Pero ¿qué frontera divide la técnica de la ciencia, cuando esas creaciones -como en Apollo 18- fueron o son efectivas, de modo que sea plausible etiquetar un film como "ciencia ficción"? El planteo es, en otras palabras, el siguiente: si no hay un "aun no" tecnológico, no hay ciencia ficción. ¿O todo lo que es ciencia, el doméstico horno microondas, es ciencia ficción? Además, una tercera opción me fue sugerida hoy mismo: que "ciencia ficción" es una ficción protagonizada por la ciencia; tesis admisible aunque algo escueta: en lo personal, considero que habría que correrse hacia el lado de la técnica en aras de acotar dicha definición. ¡Cuidado cinéfilos! Lo en apariencia obvio debe poder justificarse... (¡cuidado críticos!, deberíamos exclamar). El fracaso de la misión del Apollo 18 -última del plan Apollo que, desde 1960, EEUU dirigió a la Luna- se fundaría, según el director y los escritores Brian Miller y Cory Goodman, en un terrible descubrimiento por parte de los astronautas estadounidenses en nuestro satélite natural. El horror político es, empero, lo más predecible: la NASA tenía noción de cuál era la situación en ese disputado territorio lunar, y los hombres enviados a la Luna formarían parte de esa Guerra Fría. La escasez de información acerca del film mismo pretende ilusionar al público con supuestas grabaciones reales... este objetivo es ilusorio, aunque bien construido. También podemos preguntarnos si el objetivo del film es ser un "documental" ficcional, y la respuesta sería negativa, y lo sería además para otras obras como Cloverfield. Apollo 18 logra, sin embargo, una mayor efectividad al respecto que este film del gran monstruo que citamos. Lo que en efecto decepciona de la película de López Gallego es el uso de elementos cinematográficos, y hasta de argumentos, algo trillados, que no captan el interés del espectador, si bien el maquillaje de terror aporta esa dosis de placer infaltable para los amantes del género. De todas formas, si la fallida misión a la Luna fue real o no, no importa: Alien sigue superando toda realidad a través de la magia de este grandioso séptimo arte.
¿Una misión secreta a la Luna que desconociamos? No tanto. “Apollo 18? intenta generar terror a través del falso documental pero rara vez lo logra. De real no tiene nada y de terrorífico e interesante casi la misma cantidad. Muchas películas dentro de este género han logrado triunfar como por ejemplo “El Proyecto Blair Witch” y “Actividad Paranormal” que son prueba de que la gente realmente cree en estas cosas. Pero no necesariamente el falso documental tiene que funcionar para todos los films de terror y actualmente el hecho de tener una cámara en mano no necesariamente lo hace mas creíble. Todo comienza cuando la NASA envía una misión secreta a la Luna con tres tripulantes encargados, según son informados, de instalar tecnología en dicho satélite para espiar a los Rusos. Pocos días después de instalar los equipos, y de realizar recolecciones de rocas para estudio, descubren que algo está sucediendo y que aparentemente no son los únicos que andan rondando el lugar. Es ahí cuando la trama se desata y vemos la psicosis de los astronautas que luchan contra algo desconocido en el medio de la soledad lunar, sin poder escapar ni pedir ayuda. La película en si comienza medio lenta hasta que se establece la trama. Luego empieza a captar nuestra atención, pero tan rápido como lo logra la pierde. Si bien en algunos pequeños momentos puede llegar asustar, lo hace mas por los sonidos fuertes o la música que por el contenido de la situación. En el 80% del film nos muestra cosas que se mueven, sombras y huellas de seres desconocidos, pero tarda un buen rato en realmente brindarnos algo de eso haciendo que uno llegue a perder el interés. ¿Es culpa del film? Realmente no lo creo. Si nos hubieran vendido esta película hace unos diez años lo mas probable es que fuera un éxito, pero lo trillado del género hace que se pierda entre muchas otras que no lograron triunfar. Actualmente podríamos decir que el público es menos ingenuo, motivo por el cual cuesta satisfacerlos con este tipo de producciones. Si buscan terror posiblemente no lo encuentren. No es uno de los grandes estrenos que queden en la historia y difícilmente en pocos años la recordemos.