El abogado del crimen es una película que lamentablemente se la va a recordar más por el impacto de una escena de asesinato y la originalidad de una sexual muy ratonera (que va a despertar de su sopor a más de uno a pesar de mostrar poco y nada) que por su historia. Pese a que el elenco hace un buen trabajo, los personajes, especialmente el de...
Traedme la cabeza del abogado El Abogado del Crimen (The Counselor, 2013) tiene un talento envidiable delante y detrás de cámara. Dirección de Ridley Scott, guión original de Cormac McCarthy e interpretaciones de Michael Fassbender, Javier Bardem, Cameron Diaz, Penélope Cruz y Brad Pitt. Con un repertorio de esta calaña no podemos esperar menos que una genialidad, y quizás por eso sea que la película resulta un poco decepcionante, si bien está lejos de ser mala o, dios la ampare, aburrida. Ante todo es nueva y es bizarra. El protagonista es el epónimo abogado interpretado por Fassbender, un tipo sin nombre (todos le llaman “Abogado”) feliz en pareja con Laura (Cruz), una madona con la cruz siempre colgando del cuello. El Abogado es un tipo inocentemente avaricioso y vive de negocios sucios a espaldas de la mujer que pretende comprar con diamantes. Luego conocemos a una segunda pareja, Reiner (Bardem) y Malkina (Diaz), un afable magnate de la droga y la vampiresa blonda que tiene de trofeo. Al Abogado y a Laura los conocemos en la cama, a Reiner y Malkina los vemos en pleno safari, mirando con aburrimiento a su chita mascota perseguir una liebre. La primera de muchas escenas que no tienen otro propósito narrativo que caracterizar la frivolidad de sus personajes, como cuando más tarde Malkina tiene sexo con el parabrisas de un Ferrari, en un flashback tan insólito como innecesario. No hay mucha economía narrativa en general. El Abogado y Reiner son empujados por sus mujeres a pactar el contrabando de 20 millones de dólares en droga a través de la frontera mexicana-texana. Mejor dicho, son empujados por la idea que tienen de sus mujeres – El Abogado cree que solo puede conquistar a Laura con dinero, mientras que Reiner sabe que necesita del dinero para mantener a la femme fatale Malkina. La quinta pata y socio de Reiner es el vaquero Westray (Pitt), que tiene la mujer más insaciable: todas. Demás está decir que el negocio se complica y la cómoda y suntuosa realidad de todos los personajes se ve amenazada por la sangrienta brutalidad que viene desde México. Y aquí hay que detenerse sobre la figura de Cormac McCarthy, el escritor del film y su verdadero autor. Como novelista trabaja desde hace casi 50 años y en los últimos años ha entrado en la cultura popular a partir de adaptaciones de sus novelas como Sin lugar para los débiles (No Country For Old Men, 2007) y La Carretera (The Road, 2009). Éste es su primer guión original. La mano literaria se hace ver a lo largo de la película, con extensas y crípticas disertaciones acerca del amor, la muerte y las mujeres, y un sabor teatral en cada escena. Los personajes entran en escena, intercambian palabras portentosas y salen de escena. Cuando no discuten sobre filosofía, discuten sobre la trama, que mientras tanto ocurre en segundo plano. Los personajes no hacen mucho per se: la acción se encuentra casi siempre en el fondo, llevada a cabo por personajes secundarios sin nombre que fatalmente van redirigiendo el curso de las vidas de nuestros protagonistas mientras se roban entre sí el cargamento de drogas. Por sobre todo, el diálogo es extraño. Los personajes tienen una forma de hablar irritantemente Shakespeareana, en el peor sentido de la palabra. “La mitad de lo que dijo significaba otra cosa, ¡y la otra mitad no significaba nada!”, como diría el Rosencrantz del dramaturgo Tom Stoppard. El barroquismo dialéctico típicamente McCarthiano funciona en sus libros y las adaptaciones de los mismos porque nace tanto de los personajes como del entorno que los moldea (la dicotomía del “salvaje Oeste” a medio educar se hace presente en Sin lugar para los débiles, por ejemplo). Aquí parecen hablar en aforismos porque sí. Un personaje le dice a otro que es frío y le responden “La verdad no tiene temperatura”. Luego tenemos “Es la debilidad de nuestros corazones lo que nos cerraría los ojos, pero al hacerlo crea nuestro destino”. O esta gema misógina: “La verdad acerca de las mujeres es que puedes hacerles lo que sea excepto aburrirlas”. Las mujeres de Cormac McCarthy son dos: putas o santas. La Malkina de Diaz es abiertamente una bruja: encapuchada, rodeada de espíritus familiares chitas, vestida y tatuada con manchas de leopardo y hasta su nombre (“grimalkin” viene del inglés arcaico para “gata malvada”) indica su naturaleza maligna. Por otra parte tenemos a la pulcra e intachable Laura de Cruz, el personaje más subdesarrollado de la película. Comparten sólo una escena juntas, en la que hablan, obviamente, de sexo y dinero. El Abogado del Crimen es ominosa, bizarra e impredecible, todas cosas buenas para una película. Su premisa es traicioneramente sencilla: hay en juego grandes actuaciones en un terrible mundo naturalista que, una vez desafiado por la codicia, pone a los jugadores en su lugar con furia e inclemencia. Los instantes finales de la película poseen una calma y serenidad familiares a los que recuerdan el poético final de Sin lugar para los débiles. Sin embargo las escenas y el diálogo en ellas sufren la ausencia de un ojo y un oído más cinematográficos y menos literarios.
Sin lugar para los débiles El abogado del crimen es una de las películas más desconcertantes, inasibles, inclasificables y discutibles de los últimos años. Para algunos colegas muy respetables (entre ellos, Manohla Dargis o Scott Foundas) es poco menos que una obra maestra. Y para muchos otros -igualmente reconocidos-, es poco menos que… un desastre. Yo pasé durante sus casi dos horas de la fascinación a la irritación, de las carcajadas a la incredulidad. Aún ahora, cuando empiezo a escribir estas líneas, no sé bien si me gustó mucho, poco… o nada. Reconociendo que es cualquier cosa menos “sólida y gratificante” (términos que utilizaron con frecuencia sus detractores), estamos ante una “anomalía” de Hollywood que merece ser analizada y debatida sin caer en el facilismo de despreciarla por lo que no pudo, no quiso o no supo ser. ¿Por qué hablo de “anomalía”? Porque estamos ante una película demasiado extrema, experimental y pretenciosa para los parámetros del cine mainstream actual (incluso para los del cine “adulto”). Porque había demasiadas estrellas involucradas (léase demasiado ego) y el resultado -por momentos ridículo, siempre provocativo- no es precisamente lo que los agentes y representantes suelen aconsejarles para consolidar sus respectivas carreras en la industria. Más allá de la presencia de Ridley Scott detrás de cámara (lo que garantizaba una estilización visual y también sus habituales regodeos), la mayor curiosidad que generaba El abogado del crimen era apreciar el primer guión original escrito por el ya octogenario, legendario y admirado Cormac McCarthy. Y el ganador del premio Pulitzer entregó cualquier cosa menos una historia sencilla y clásica. El film empieza con una audaz escena de sexo (más audaz por lo que dicen que por lo que muestran) entre el abogado corrupto del título (nunca sabremos su nombre) que interpreta Michael Fassbender y el amor de su vida (Laura, encarnada por Penélope Cruz). Tras ese romántico punto de partida, la cosa se pone cada vez más hostil, sórdida y cruel con una pátina moralista frente a las miserias del capitalismo, simbolismos varios (el guepardo persiguiendo al conejo) y una veta tragicómica que seguramente no pocos odiarán. Y empieza también el desfile de grandes estrellas en excéntricos personajes: la manipuladora y despiadada Malkina (Cameron Diaz), el ampuloso narcotraficante Reiner (Javier Bardem con otro de sus raros peinados nuevos); Westray (Brad Pitt), un cowboy experto en negocios sucios y en frases filosóficas, y muchos otros (están, claro, los latinos feos, sucios y malos). Entre estereotipos y arquetipos, caprichos y excesos, y mientras un camión de residuos sépticos transporta un inmenso cargamento de cocaína desde Colombia hasta Chicago, Scott y McCarthy se empecinan con diálogos de una ambición y complejidad que no recuerdo desde… Cosmopolis, de David Cronenberg. El abogado del crimen nos regala escenas épicas (como Cameron Diaz haciendo el amor con… un auto, en un remedo del fetichismo del Crash, extraños placeres, de -otra vez- Cronenberg), nos asesta una catarata de chivos (product placement en la jerga del negocio), nos lleva a más ciudades que todas las películas de Bond y Bourne juntas, nos compensa con algo de acción y tensión (en su tercio final), y nos ofrece imágenes de gran belleza cortesía de ese inmenso DF que es Dariusz Wolski. Si fuera un cronista de espectáculos radial, el conductor después de toda esta perorata me preguntaría: “¿Pero la recomendás o no?” Y mi respuesta más honesta debería ser: “No sé”.
Film menor de Ridley Scott, del que se extraña su sello personal Ridley Scott integra una reducida lista de directores de cine que generan expectativas, cada vez que presentan una nueva obra. Sus comienzos fueron espectaculares como lo demuestran sus tres primeros títulos: “Los duelistas” (gran debut) y dos clásicos de la ciencia ficción: “Alien, el octavo pasajero” y “Blade Runner”. Su dilatada carrera muestra grandes éxitos como “Thelma y Louise”, “Gladiador” (ganó cinco Oscars incluyendo mejor film) y “La caída del halcón negro”. Otras realizaciones, dentro de las cuales encaja “El abogado del crimen” (“The Counselor”), muestran un menor nivel artístico. Está basada en una novela del exitoso Cormac Mc Carthy, quien por primera vez participa también en calidad de coguionista. Y los resultados son inferiores a “Sin lugar para los débiles”, otra adaptación de una de sus novelas con temática similar. Claro que en este último caso los hermanos Coen se reservaron en forma exclusiva el rol de guionistas. Y bien que lo hicieron ya que da la impresión después de ver “The Counselor” que el fuerte de su autor no es la elaboración de guiones. Más aún, hasta puede especularse que hubiese resultado un mejor film si Mc Carthy hubiese limitado su rol. Un notable elenco resulta quizás el mayor atractivo de la propuesta. De los cinco personajes principales es el de Brad Pitt (Westray) el más logrado pese a su limitado número de apariciones. Será él quien prevenga al abogado (Michael Fassbender) sobre el juego peligroso en que se está metiendo al tratar con narcotraficantes. Gran parte de la acción transcurre en Ciudad Juárez y El Paso, a ambos lados de la frontera entre México y Estados Unidos. Al inicio habrá una escena en Amsterdam, única aparición de Bruno Ganz como un experto en diamantes y hacia el final otra en Londres con el siniestro personaje (Malkina) al que da vida una Cameron Diaz en un registro inhabitual en ella. Ella es la pareja de Reiner, un Javier Bardem que repite de alguna manera algunas características del personaje que componía en la nombrada película de los Coen. Su pareja en la vida real (Penélope Cruz) es aquí la inocente novia que ignora en que anda el abogado que interpreta Fassbender (“Hunger”, “Shame”). Dos escenas “de sexo” marcan el contraste entre ambas mujeres, donde en la primera predomina la sensualidad y en la otra Malkina hace el amor con… el auto de Reiner. Hay algo de “déjà vu” en “El abogado del crimen” en cuya trama hay cierta acumulación de convencionalismos. Por otra parte, la visión de Ridley Scott es bastante negra con una escena cerca del final que hasta puede tildarse de cruel y que en todo caso resultará poco tolerable para cierto tipo de público sensible. En síntesis, un film algo menor de un director talentoso del que se extraña su sello personal.
Ni bien termina una película, la situación que normalmente se presenta en una sala de cine es darse vuelta y comentar en una palabra lo que se acaba de ver al compañero de turno. Cuando la última escena de The Counselor llega a su fin y los títulos comienzan, esa palabra, ese "excelente" o el "malísima" tarda en salir, si es que alguna vez saldrá. Virtualmente inclasificable, el nuevo film de Ridley Scott es un grotesco de situaciones y personajes inexplicables que significa un salto al vacío -para bien o para mal- dentro de la filmografía actual mainstream de Hollywood. Si hay algo que no se ve seguido, eso es una película experimental con un elenco y guionista de lujo, algo que al final del día representa The Counselor. En su primer guión cinematográfico, el escritor Cormac McCarthy demuestra que todavía tiene esa chispa que lo hizo tan reconocido, con una historia sobre el crimen organizado y las causas y consecuencias de la avaricia, que no escasea en diálogos profundos en algunas oportunidades y hasta estrafalarios en otras. Nada es lo que parece en el mundo McCarthiano, no todo es lineal ni todo está dicho u hecho, y debe ser por eso que la trama a veces resulta difícil de seguir, amén de la calidad de un guión que, como la misma película, tiene momentos que pueden ser considerados piezas invaluables e inolvidables dentro de la memoria cinéfila o meramente flashes de provocación por el simple hecho de provocar. El abogado del crimen no es una película de fácil digestión. No es soporífera, pero tampoco es un blockbuster veraniego. No es una producción de la saga Saw, pero contiene escenas de violencia explícita, detalle que nadie se imaginaría en un film con los nombres del tamaño de Michael Fassbender, Cameron Diaz o Brad Pitt. No es Shame, pero las conversaciones de índole sexual y las escenas de sexo extremadamente sugerentes tienen lugar durante la mayor parte de la trama. El problema no radica en el argumento, sino en cómo se comportan sus personajes. Los diálogos construidos por McCarthy son antinaturales, netamente expresivos y poco creíbles, rellenos de alegorías y metáforas, y eso se traduce en pantalla, en las personificaciones del elenco. Dejando de lado las correctas caracterizaciones de Penélope Cruz y Brad Pitt, sorprenden el costado seguro de Javier Bardem -recordemos que ganó un Oscar por el espeluznante villano en No Country for Old Men, basada en la novela de McCarthy- y la apabullante belleza exótica que compone Diaz con su desalmada y calculadora Malkina que, si bien nunca se clarifica, en el guión original era de nacionalidad argentina. Malkina es el personaje mas caricaturesco y explosivo de la película y genera un contraste interesante entre el declive moral y físico que presenta el Abogado de Fassbender. Ambos cargan la película de diferente manera, Diaz con su conducta pasivo-agresiva, dejándose llevar incluso en las escenas más ridículamente increíbles -la del auto, para los anales del cine- y Fassbender con su convincente aplomo y expresividad. Es extraño ver cómo la calidad de Scott y su director de fotografía Dariusz Wolski logran sacarle jugo a las diferentes locaciones internacionales en las que se desarrolla el juego criminal, y cómo esa calidad fílmica se ve enredada por una colección de muchas buenas ideas que no terminan de conectar del todo. Sin lugar a dudas, su calidad fluctuante le permite volar alto y desplomarse completamente, le permiten ser algo que cuando es bueno, es genial, y cuando es malo, un fracaso absoluto, pero es imposible quedarse a medio camino. La sensación que deja al bajarse la cortina es muy palpable, un final frío y manipulador, tan gélido como el personaje de Malkina. The Counselor es la película más extraña de la temporada. Buena suerte con ella.
Una novela cinematográfica Recuerdo que mis padres, al igual que muchos, trataron de inculcarnos el hábito de la lectura usando nuestra imaginación; imaginarnos los capítulos del libro que estamos leyendo como escenas de una película dentro de nuestra cabeza. Esto, lectores, sería la mejor manera de describir a esta propuesta del director Ridley Scott. Ahora bien, el meollo del asunto sería el dilucidar si esta es una propuesta que pueda llegar a buen puerto, cinematográficamente hablando. ¿Cómo está en el papel? COUNSELOR 1Lisa y sencillamente cuenta la historia de un abogado, que a través de un socio de negocios, decide tomar parte en un trato de drogas. Los problemas surgen cuando la droga no llega a destino, y empiezan a rodar cabezas. Esto más que ser la última película de Ridley Scott, parece la más reciente novela de Cormac McCarthy (quien firma con este título, su primer guion original). Parece que el reconocido autor de Sin Lugar para los Débiles estaba concibiendo una novela y a último momento decidió reescribirla como un guion cinematográfico… en el formato de un guion cinematográfico claro está. Los diálogos y las escenas que transcurren en esta película tienen más sentido en una novela que en una película, hasta la estructura narrativa que ofrece tiene más sentido en una novela que en una película. A ver, se toma toda la primera mitad del metraje para introducirnos a los personajes, su filosofía, y alguna que otra escena anecdótica, solo para que el conflicto de la película arranque recién a la mitad del metraje. Pero eso sí, cabe destacar que McCarthy respetó una estructura de tres actos, y aunque tenía diálogos extensos ––pero claros y puntuales—, siempre hizo evolucionar los puntos más importantes de las historia a través de las imágenes. Aclarado que no suma muchos puntos como narrativa cinematográfica, cabe preguntar ¿Que tan lograda o fallida es como narración en sí? Tiene sus temas, tratados con elocuencia desde el subtexto ––la codicia y el sexo más que nada––; cada personaje tiene su objetivo con los obstáculos que deben superarse, algunos con acciones, casi todos con palabras; y un desenlace que corresponde de manera coherente con la lógica que armaron. Pero repasándolos por enésima vez surge mas la palabra “novela” que la palabra “película”. Debemos preguntarnos ¿Es esto malo? Si la meta es un experimento narrativo con cierta base clásica, no, no es malo. Ahora si la meta fue entretener a través de una narración usando los elementos del lenguaje cinematográfico, pero jugando un poquito con la forma, el experimento es tristemente fallido, por que el resultado es una novela cinematográfica. O sea, construida como un guion para la pantalla, pero desarrollada como una historia para el papel. Hay quienes señalarán el riesgo y la originalidad del enfoque, y sin duda acertarán ––entre quienes me incluyo––, pero a esta película se le avecina una tormenta, porque a simple vista su reparto parece ofrecer otra cosa y el resultado final decepcionará a muchos; no tanto por la resolución en sí, sino por el camino que elige para llegar a ella. ¿Cómo está en la pantalla? Visuales de primera ––bien iluminados, encuadrados y editados con ritmo–– como nos tiene acostumbrados Ridley Scott, al igual que una buena banda sonora. Por ese costado, no hayCOUNSELOR 2 nada que criticar. Por el costado actoral destacan Javier Bardem (¿Cómo puede ser que cada vez que este muchacho se hace algo raro en el pelo consigue hacer sus trabajos mas logrados?), Cameron Díaz (a pesar del “risible” frottage que le practica a una Ferrari) y Brad Pitt (quien prácticamente es un separador para cada punto de giro). Michael Fassbender y Penélope Cruz entregan interpretaciones a la altura del desafío, aunque debo destacar que llegando al final, Fassbender tiene una oportunidad de sobresalir y la aprovecha. Conclusión Lector, usted se metió para leer esta review, esperando una respuesta concreta a una pregunta concreta ¿Con todo este reparto, y este director tan hábil, vale la pena ver esta película? Si la entrada costara 7 pesos, tranquilamente podría decirle “Suba bajo su propio riesgo” y se acabó la milonga. Pero como la entrada en la actualidad ronda los 60 pesos, me veo obligado a ser categórico. Quien tenga un interés de índole académica en ver una narración alternativa, pero profundamente arraigada en lo clásico, puede ser una experiencia interesante. Ahora el que espere una historia con gancho, y que no de respiro ni siquiera para pensar, entonces esta tal vez no sea la mejor opción. - See more at: http://altapeli.com/review-el-abogado-del-crimen/#sthash.M2Cn8g58.dpuf
El abogado del crimen es el mayor fracaso de Ridley Scott desde La sombra del testigo, de 1987, con Tom Berenger, que al igual que esta nueva producción, los cines la levantaron de cartel poco días después de su estreno. La diferencia es que aquel thriller fue una muy buena película que se estrenó de manera limitada y no tuvo mucha difusion pese a que contó con buenas críticas. El nuevo film de Scott tuvo un destino distinto. No solo recibió la espalda del público en los países donde se viene estrenando, sino que además fue bastante castigada por la prensa norteamericana, algo que es inusual con un trabajo de Ridley. Hacía muchos años que una producción de este artista no lograba recuperar su presupuesto, que encima fue bastante moderado ( 25 millones de dólares). En lo personal creo que es la película más floja de su carrera. Cuando me pongo a repasar su filmografía esta es la única que no volvería a ver otra vez porque me pareció un bodrio de aquellos. En esto también tuvo mucho que ver que el guión estuviera a cargo de Cormack McCarthy, uno de los escritores más inflados y sobrevaluados del mundo literario. El Amo del aburrimiento que fue autor de "La carretera" y "Sin lugar para los débiles", y que en toda su carrera intentó emular a un verdadero maestro del suspenso como Jim Thompson, a los 80 años debería dedicarse a pasear con sus nietos por la plaza en lugar de torturar a la gente con estas historias soporíferas. Cualquiera que califique a este bodrio como un gran film noir debería ser perseguido de por vida por los fantasmas de Ed Mc Bain y Elmore Leonard. El abogado del crimen es una producción tediosa que está construida íntegramente con diálogos aburridos e intrascendentes que no aportan absolutamente nada a la trama central y al desarrollo de los personajes. La película dura casi dos horas y recién en los 20 minutos finales se pone un poco más interesante. Es increíble pero a Scott le llevó más de una hora desarrollar el conflicto principal y gran parte de la producción se le fue en situaciones banales. No hay un desarrollo de los personajes, a los que nunca se llega a conocer en profundidad, y la historia es completamente trillada y la podrías encontrar en cualquier episodio de División Miami. La película además presenta a Cameron Díaz en el trabajo más forzado de su carrera. Acá hace de femme fatale donde se la nota incomoda con el rol y ni ella se cree los diálogos de su personaje. Lo más irritante de El abogado del crimen es que prentende ser un tratamiento profundo de cuestiones morales y el mundo del narcotráfico cuando todo lo que ofrece es un gran despliegue de esnobismo. En la película todos los delincuentes parecen filósofos y el modo en que se expresan no es creíble. Los narcos de la vida real no hablan de esa manera ni citan a poetas cuando tienen que ejecutar a alguien. Por eso este film termina siendo pretencioso. Tampoco ayudó que los personajes sean acartonados a tal punto que las mujeres en esta trama son santas inocentes o prostitutas. Así es la vida en general en las obras de McCarthy. La verdad que el guión es malo pero también Scott tuvo su cuota de responsabilidad por el resultado de esta producción. Durante más de una hora su narración no va ninguna parte y el único motivo por el que uno le da una chance a la visión de la película es por el reparto que tiene buenos actores e hicieron lo mejor que pudieron con el guión que tenían. La fotografía es excelente y desde los aspectos más técnicos está al nivel de lo que suelen ser los trabajos de Ridley, pero en general es un film decepcionante. Cuando revisás la filmografía de Scott esta sobresale como la película menos interesante y entretenida de su carrera y con el tiempo seguramente quedará en el olvido.
“El abogado del crimen” es una película diferente. No solo para Ridley Scott, sino también para los parámetros recientes del cine de Hollywood. Mucho mas reflexiva que narrativa, poética que dramática, no tan interesada en crear acción y suspenso como en analizarlo, en cierto modo responde muy fielmente al universo de su guionista, el gran escritor Cormac McCarthy, que hace aquí su debut escribiendo un guion original. Viendo el filme, da la sensación que McCarthy no ha hecho de la escritura de guion una practica diferente que de una novela. Y eso es lo que transforma a “El abogado del crimen” en una experiencia curiosa. Es como una novela filmada… sin un guion de por medio. El dispositivo narrativo del filme es bastante clásico. Hay un abogado (Michael Fassbender) que necesita plata para pagar sus deudas e invierte su dinero en un cargamento de drogas desde México. El hombre tiene una bella novia (Penélope Cruz) que solo piensa en casarse con el. Hay un extraño intermediario con sombrero de cowboy (Brad Pitt) y una pareja bastante bizarra de criminales, que Javier Bardem y Cameron Diaz encarnan como si fueran criaturas salvajes recién liberadas del zoológico. Hay un cargamento de drogas robado. Sospechas. Traiciones. Muertes violentas. Narcos mexicanos. Y es mas o menos todo. Pero la película va por otro lado. counselor3Para empezar y alejándose por completo del estilo enérgico y multi-camaras que suele usar el director de “Thelma & Louise”, “El abogado…” es una pelicula plagada de escenas largas, de formato casi teatral y muy poco realistas, en la que los protagonistas circunvalan con sus palabras lo que esta sucediendo. Reflexionan sobre el mundo del crimen, analizan casi filosóficamente lo que es y lo que implica el hecho de “pasar del otro lado”, hablan de sexo y se cuentan curiosas anécdotas ligadas al tema, y miran animales perseguirse por el prado como si jugaran competencias de metáforas. Todo, en una serie de charlas que parecen estar hechas (y/o escritas) en un estado, digamos, químicamente alterado. La estructura del filme seguramente provocara incomodidad y hasta irritacion a algunos espectadores, pero hay cierta belleza en los procedimientos. McCarthy y Scott deconstruyen el policial negro de frontera de una manera no tan diferente a la que Hampton Fancher y David Peoples hicieron lo propio con la novela de Philip Dick que dio forma a “Blade Runner”. Circulando alrededor del “noir”, ambos filmes optan por trabajarlo desde los márgenes, poniendo en primer plano las consecuencias de los actos en lugar de los motivos y los actos en si. counselor2“El abogado del crimen” procede, como “Blade Runner”, como una serie de conversaciones tensas entre personajes que pueden o no estar engañándose entre si. Pero este filme incorpora de manera mas directa el universo de McCarthy, el creador de “Sin lugar para los débiles”: desolación, violencia, desesperanza. Si alguno recuerda ciertos diálogos de aquel filme (como el del final), sentirá que esta película se conduce por similares caminos: casi una elegía acerca de un genero y su forma de contar un mundo que ya no es lo que era. Bardem y su pelo desatado, Diaz y su look mujer fatal (en el guion original el personaje era argentino, pero ahora es de Bahamas), Pitt y su cowboy de autor, la sexy y casi inocente Cruz, y un montón de muy buenos actores en roles ínfimos (Rubén Blades, Rosie Pérez, Edgar Ramírez, Bruno Ganz, Dean Norris) le van devolviendo paredes al “bueno” de Fassbender, que va sufriendo cada vez mas en tanto su rol en el juego del narcotráfico se complica y complica, con severas consecuencias avisadas de entrada pero olímpicamente ignoradas por el. counselor4El suspenso crece, es cierto, pero no en la forma habitual. Si uno no termina de engancharse con el tono lento y poético de la película, puede detenerse en su evolución narrativa. Pero tampoco encontrara muchas convenciones respetadas en ese aspecto. McCarthy no quiere –o no sabe- apegarse a la lógica del thriller clásico y pasa de mas de una hora en la que sucede muy poco en términos narrativos a una media hora final donde suceden muchas cosas pero resultan muy complicadas de entender. Quien engaña a quien? Por que? Quien maneja los hilos? Como? Allí también director y guionista parecen decir: no hacen falta muchas explicaciones, ustedes saben como son estas cosas: hay (anti)héroes, villanos y barreras que, cuando se cruzan, no se pueden descruzar sin perder la cabeza en el intento… Es cierto, uno sabe. Uno vio incontables thrillers de tramas similares. Y es apreciable (hasta admirable) que dos grandes nombres como son los de McCarthy y Scott, un elenco archifamoso y un estudio major hayan apostado e invertido mucho dinero en una película tan inusual, oscura, grave, narrativamente confusa. Lo cual no quiere decir que estemos ante una obra maestra ni mucho menos. “El abogado del crimen” (titulo genérico, intercambiable, que le viene muy bien al estilo del filme) es una muy buena apuesta cinematográfica, con grandes momentos (un par de violentos crímenes se apoyan en ideas bastante originales, y una escena de sexo entre Cameron Diaz y… un auto es de antología) y otros menos logrados, que seguramente no quedara en la historia pero que, sin duda, se encuentra entre lo mejor que ha hecho el director en la ultima década. Un regreso a sus orígenes, “El abogado del crimen” esta mas cerca de “Los duelistas” y de “Alien” que de el 90% de las películas que el director ingles hizo desde entonces.
El abogado del título se pone ambicioso, avanza en negocios con sus clientes del mundo de la droga (Ciudad Juárez y aledaños, y también del otro lado de la frontera) y pasa lo que pasa. ¿Qué pasa? Lujos, asesinatos de horrible maldad y más maldades en un mundo que puede ser espantoso. ¿Es confuso? La narración de esta película es increíblemente confusa. Increíblemente porque, por más que Ridley Scott tenga varias películas flojas en su filmografía, siempre ha sabido narrar. Acá la desconexión y la arbitrariedad son flagrantes. También lo es el tremendo pifie de los diálogos. Estos personajes ricos y cancheros no logran decir una frase más o menos normal; no dialogan, sueltan una "verdad" tras otra. Hablan las palabras de Cormac McCarthy, el escritor de la novela en que se basó Sin lugar para los débiles, de los hermanos Coen, y que ahora debuta como guionista para cine, a los 80 años. E l abogado del crimen cinematográfico es una película con muchos actores de primera línea. El abogado sin nombre es Michael Fassbender, que se hace el lindo (es, pero aquí se hace) y el canchero desde el principio, con ese modo de seducción efímero que no es propio de una estrella perdurable. También está Brad Pitt, que puede actuar muy bien o como acá, más canchero todavía. Y está Penélope Cruz en versión en inglés y alejada de cualquier encanto (¡ese diálogo "sexy" inicial!). Y está Javier Bardem, algo así como una parodia de sí mismo, o de alguna otra cosa, con dientes muy blancos. Rubén Blades, por su parte, actúa una conversación telefónica y dispara sus "mil verdades de extracto de personaje literario". Los desaciertos de esta película de Ridley Scott son abundantes y apabullantes: por ejemplo, esas claves que se consiguen así nomás, esas casualidades que no se explican, ese armado de situaciones que se ven venir en obviedad insoportable (la snuff , el "bolito"). Quizás este relato se podría haber disparatado del todo y ser consumido de modo irónico. Pero no, es en serio: se notan los síntomas burdos de una mirada burda empaquetada de manera más burda aún, esa manera tan contrapicada de filmar el cuerpo que cae en el basural; esas sirenas que se escuchan apenas se ve el plano aéreo de Ciudad Juárez; ese regodeo entre culposo y pornográfico en la sangre, en el cuello, en los dedos cortados; esa manifestación filmada con ojo sociológico y de "informativo sensible". Hay unos leopardos, que podrían haber sido signo del disparate, pero en un diálogo también se aniquilan metafóricamente (hay otra metáfora más permanente con el contenido que se va escapando de un camión atmosférico). Lo bueno de la película es Cameron Diaz, que probablemente haya entendido que estaba en un bodrio imposible y se jugó a la caricatura más grande en modo pleno delirio (por suerte, su papel no fue para Angelina Jolie, que era la primera opción). Su escena de sexo con (no en) un coche será, con el tiempo, lo único memorable de este desastre.
La ironía cargada de culpa Lo mejor de la nueva película del director de Prometeo es, sin dudas, su elenco, pletórico de estrellas que podrían haber compuesto un entretenimiento autoconsciente y eficaz. El problema es que Scott no termina de definir qué es lo que quiere. Luego de la “seria” Prometeo y antes de la seguramente ceremoniosa The Vatican, Ridley Scott parece haber tenido ganas de divertirse un poco. El resultado es El abogado del crimen, un zafarrancho cinematográfico autoconsciente –aunque sólo hasta cierto punto– con guión del ganador del premio Pulitzer Cormac McCarthy, el autor de las novelas No es país para viejos y La carretera. Difícil saber qué quiso hacer exactamente la dupla, pero los resultados son tan extraños como frustrantes. La acción del film transcurre entre los Estados Unidos y México –en particular, cerca de la frontera entre ambos países–, con escalas en Amsterdam y Londres. Y el tema (si es que puede hablarse realmente de un tema) es el submundo del narcotráfico, al cual un abogado poco ético intenta ingresar con un sustancial aporte económico. Con ese punto de partida, el film construye un mundo de fantasía extremo donde los narcos son cool como modelo de pasarela (bueno, algunos de ellos caen de lleno en lo kitsch) y sus conversaciones pueden pasar de la cita literaria a la anécdota de sexo bizarro. Michael Fassbender encarna al jurisconsulto devenido inversionista de riesgo y Penélope Cruz a su bella prometida, presentados en la primera escena debajo de las sábanas, con la cámara literalmente ubicada en ese lugar. Una imagen casi publicitaria, cursi y pacata a pesar de su contenido. Javier Bardem y Cameron Diaz, cargados con todos los trucos de guardarropía habidos y por haber –incluyendo maquillajes felinos y cortes de pelo alocados–, son una pareja de excéntricos millonarios, dedicada, cada uno a su manera, al negocio de las sustancias ilegales. Finalmente, Brad Pitt interpreta a un narco tex-mex que, por momentos, semeja a un gurú de la vida y la muerte: a cada paso, una máxima. Semejante reparto de estrellas en roles que parecen tomados de un policial negro pasado de ácido lisérgico es, sin lugar a dudas, el mayor atractivo publicitario del producto, sea éste cual fuere. Entonces, ¿es éste un proyecto alocado a lo Guy Ritchie, un derivado post-post-Tarantino sin demasiado seso, un juego para adultos? Y si es así, ¿por qué tantos diálogos parecen estar tomados con una seriedad absoluta, pletóricos de sentencias sobre elecciones de vida, responsabilidades varias y culpas sin posibilidad de expiación? Si la idea era atacar el buen gusto y divertirse de manera incorrecta, ¿qué aporta esa escena donde un grupo de ciudadanos mexicanos clama en las calles por justicia ante las víctimas inocentes de la violencia narco? Sin caer en ofensas sobreactuadas, hay algo disparatadamente agresivo y hasta irresponsable en todo el asunto, rebajado con jugarretas campechanas –como el flashblack a la escena de “sexo automotriz”– y un hálito de seriedad gore (en cuadro y fuera de campo) que hasta incluye el viejo truco de la película snuff. El abogado del crimen cancherea con el exploitation pero no se la juega, poniéndose solemne en lugar de pisar el acelerador; tira cadáveres por el piso como quien no quiere la cosa y amaga luego con llorar sobre la sangre derramada. Y pretende que el espectador se divierta y ¿reflexione? sobre lo visto. Algunos creen que Ridley Scott fue siempre un poquito tarambana. En todo caso, no hay nada peor que la ironía cargada de culpa.
Por no tener un buen consejero Como se explicita en la primera escena de este filme, el protagonista está dispuesto a satisfacer a su amada en todo sentido, y por ello no piensa resignar su nivel de vida. Esa decisión lo lleva a tomar otras más arriesgadas, meterse en negocios peligrosos, a simple vista sencillos, pero de esos que suelen complicarse, y cuando eso sucede no queda otra que intentar escapar de una muerte más que segura. Para contar esta historia el novelista Cormack McCarthy eligió como escenario a la frontera que divide a México de los EE.UU., zona caliente del narcotráfico. Allí está el "abogado", sujeto cuyo nombre nunca conoceremos y que está fuertemente vinculado a personajes de dudosa reputación; entre ellos Reiner y Westray, roles a cargo de Javier Bardem y Brad Pitt, respectivamente. Cameron Díaz interpreta a la inquietante y perversa Malkina, pareja de Reiner, en tanto Penélope Cruz es la prometida del abogado. El filme no tarda mucho en mostrar sus fallas. La primera está en el guión de McCarthy, tipo talentoso que escribió novelas muy interesantes pero que aquí como guionista hace agua. Javier Bardem aparece con, tal vez, el peor personaje que le haya tocado presentar en su carrera. Caricaturesco, superficial y sin sentido es Reiner, que anda erráticamente por la historia al igual que el que le tocó a Penélope Cruz, de una intrascendencia pasmosa. Brad Pitt hace lo suyo, como de paso, mientras Fassbender debe lidiar con conflictos más internos que lo lleva a un registro que contrasta con los diálogos impostados y pretenciosos -de esos que llevan una frase con destino de calendario- que debe pronunciar Díaz, y ni hablar de la insufrible perorata que le toca dar a Rubén Blades., en una de las escenas más insoportables que hemos visto últimamente. Con todo esto Ridley Scott intenta contar la historia como puede, pero le sale mal, y el resultado es un bodrio pretencioso con grandes actores -si hasta hay una breve participación de Bruno Ganz-, que acaba en un desperdicio absoluto de talento.
Entre gravedad y disparate En su nuevo film Ridley Scott se divierte con personajes caricaturescos que pasan al rídiculo sin culpa, en el medio de un universo narco. Un menjunje estético y temático. En la extraordinaria Scarface de Brian De Palma los culpables del tráfico de droga eran un grupo de militares y civiles bolivianos. En El abogado del crimen los responsables son los mexicanos, feos, sucios y malos, mientras los jefes de la merca miran para otro lado y necesitan de un consejero, el personaje sin nombre que interpreta Michael Fassbender, un buen actor de estos días. Pero más allá de ideologías –las culpas las tienen los otros, aun en las películas bienpensantes de Oliver Stone– el nuevo film del veterano Ridley Scott resulta imposible de encasillar bajos ciertos parámetros. El gran cineasta de tres títulos iniciales (Los duelistas; Alien y Blade Runner), no se toma en serio lo que cuenta, o por lo menos, parecería que quiso divertirse entre personajes caricaturescos, border, que pasan el ridículo sin culpa alguna. Hay una firma prestigiosa con el guión de Corman McCarthy, autor de Sin lugar para los débiles y La carretera, ahora el encargado de la pluma de este disparate vacío y pretencioso, pero también divertido y extraño dentro del cine conservador estadoudinense. Hay dos parejas en ciernes, el abogado sin nombre y su chica, Laura (Penélope Cruz) y, en contraste, los zarpados Reiner (Bardem con guayaberas y pelo teñido) y Malkina (Cameron Díaz, en plan vengo a divertirme un rato, cobro bien y me voy). Más tarde aparece el cowboy socio de Reiner, interpretado por Brad Pitt al estilo "vamos para adelante que esto es bueno", como hiciera en la violenta Escape salvaje del fallecido Tony Scott. Y, claro, el motivo principal es un cargamento de droga con dificultades para su traslado, momentos en que el director desencadena algunas orgías de violencia bien físicas y muy bien filmadas. Pero El abogado del crimen es una película compleja de explicar. Por un lado, largas peroratas sobre la vida, el destino, los números que reditúan las drogas y el grupo de actores expresando sus parlamentos como si estuvieran interpretando Hamlet en el desierto de Texas. Por otra parte, una escena sexual al comienzo entre el abogado y su chica donde se dice más de lo que se muestra. A todo este mejunje estético y temático, se suman las escenas de violencia, que son pocas pero contundentes, como aquella que tiene al cowboy traficante como personaje central. Más la utilización del desierto como paisaje decorativo, la solemnidad de los textos, las camisas de Bardem, la malicia de Cameron Díaz como mujer perversa y jodida, las breves intervenciones de Bruno Ganz y Rubén Blades. Todo mezcladito, como un gran cóctel pirotécnico, donde hasta hay lugar para que Malkina se revuelque de placer y goce encima de un auto, convirtiendo a algunas escenas de Crash de David Cronenberg en una historia para chicos. Eso es El abogado del crimen, un film curioso.
Un reparto de lujo con Michael Fassbender (quien vuelve a destacarse en una composición soberbia), Brad Pitt, Javier Bardem, Cameron Diaz y Penélope Cruz, hacen del filme, un producto digno de ver. La película está hábilmente dirigida por el veterano Scott, que vuelve a plasmar en la pantalla todo su oficio para generar climas y secuencias de alto impacto y darle forma a un guion entreverado. No estamos ante una cinta inolvidable, ni ante lo mejor del realizador de BLADE RUNNER, pero el filme tiene acción, suspenso, erotismo, dosis de sadismo, y se disfruta de principio a fin.
Trampa y velocidad Thriller con violencia, sexo y un elenco plagado de estrellas. Un guepardo persiguiendo a una liebre. La sagacidad felina, la velocidad, el instinto. Un singular comienzo para El abogado del crimen, lo nuevo de Ridley Scott, quien prometía dejar al espectador bajo sus garras con una historia que conjuga sexo, tráfico (de todo tipo), violencia y mucha sangre entre las ciudades limítrofes de El Paso (Texas, Estados Unidos) y Ciudad Juárez (México). Si a esto se le suma un envidiable quinteto actoral (Michael Fassbender/Penélope Cruz/Camerón Díaz/Brad Pitt/Javier Bardem), el éxito parece asegurado. Pero no. El realizador de Gladiador, Alien: El octavo pasajero, Hannibal, entre otras joyas del séptimo arte, se confió en El abogado del crimen con una historia simple de mejicaneadas varias, diamantes, drogas, cadáveres y un ¿forzado? giro hacia los consumidores de películas snuff , supuestas grabaciones, sin efectos especiales de por medio, de asesinatos, violaciones, torturas y otros crímenes. Scott y el célebre escritor Cormac McCarthy (en su debut como guionista) pusieron todas las fichas en los atributos de la dupla femenina de Vanilla Sky, a quienes parece no afectarles el paso de los años sobre sus cuerpos. Cameron es Malkina, quien conjuga velocidad, sensualidad y aura de muerte: el núcleo del filme. Los tatuajes leopardinos de su espalda aúnan su espíritu depredador. Ella no duda, actúa, y no vacilará en enviar a cortar cabezas (literalmente, si no vean la escena de la ruta) a quien se le interponga en sus maquiavélicos planes. Penélope es Laura, la enamorada esposa de El abogado (Fassbender) del que jamás sabremos su nombre: dato no menor. El se deja llevar por la tentación por más que su vida sea plena junto a su mujer. La vida les sonríe a ambos, pero el dinero (fácil) siempre tira más. El abogado del crimen tiene cierto espíritu retro, con una estética ‘50-’60, muebles art deco y personajes antagónicos como Reiner (Javier Bardem), el ostentoso amante de Malkina, quien maneja los hilos de un misterioso botín. Su antítesis es Westray (Brad Pitt), un intermediario con cierto toque bohemio, desprejuiciado y quien piensa que el riesgo ni siquiera lo rozará. Atrapa desde lo simple y así seduce a El Abogado para atravesar un sinfín de traiciones y esquivar balas. “El problema no es caer, sino lo que arrastrás contigo”, le dice Pitt a Fassbender. ¿Un presagio sobre esta obra de Scott con su troupe estelar? Quizás.
Scott en veta snob pero entretenida En un momento culminante de este drama policial de narcos mexicanos, la villana Cameron Diaz tiene sexo con el parabrisas de un auto deportivo. Esto da una idea de por qué, si bien "El abogado del crimen" no convence demasiado como film de gangsters, al menos no deja de tener sus detalles atractivos. En principio podría dar la sensación de que Ridley Scott intenta aplicar la fórmula de "American Gangster" al negocio de las drogas. Pero no, esto es más como si fuera cine de autor. Apelando a todo su snobismo, Scott esta vez hasta trata de demostrar que tiene más sangre latina que Oliver Stone con escenas testimoniales setentistas -manifestaciones incluidas-, y se toma todo el tiempo del mundo en diálogos poéticos, sensibles, filosóficos en los que los magnates del mundo narco reflexionan largamente sobre eso de que "Caminante, no hay camino...". Faltaría un homenaje a Facundo Cabral y el asunto estaría más completo, ya que lo que está claro es que, igual que el abogado protagónico, Scott no es de aquí ni de allá. Lo más flojo es que el abogado interpretado por Michael Fassbender es el personaje con menos gracia. El argumento original del escritor Cormac McCarthy (autor de "No country for old men", filmado por los hermanos Coen, y conocido aquí como "Sin lugar para los débiles", sólo para citar uno de sus libros más conocidos) tiene más puntos en común con las telenovelas mexicanas de ambiente ranchero que a veces amenizan las tardes de Canal 9. Brad Pitt es un vivo con sombrero blanco; Cameron Diaz es una archivillana peor que Joan Collins o Verónica Castro (ahí Scott se pasa de rosca, pero al menos no aburre). De todos modos, es una película de Ridley Scott, lo que implica que está notablemente bien filmada, aun en esta faceta snob. Hay una dirección de arte ultrakitsch que ayuda a que siempre haya algo interesante para observar, y, además, esta estética disparatada está muy bien equilibrada por una ascética fotografía del talentoso Dariusz Wolski. También hay dos o tres escenas de acción y violencia que merecen verse en pantalla grande (la mejor se la lleva Brad Pitt, y casi redime el precio de la entrada). Salvo el largo e innecesario prólogo, la película se sostiene durante dos horas. Pero dado el tema, y el talento involucrados incluyendo excelentes intérpretes como Bruno Ganz y Rosie Perez- da la sensación de que esto daba para mucho más.
The devil fucks Ferraris Cuando era chica (no me acuerdo bien qué película era, porque la pasaban por Cinemax cuando era un canal que venía con el resto de los canales básicos de cable y te pasaba mil películas clásicas de los cuarentas, cincuentas y sesentas y setentas…aunque siempre me haya tirado esta última década) vi una película de Fritz Lang en la que un hombre común y corriente, de un día para el otro, por una calentura, terminaba perdiéndolo todo: su obra como artista, su mujer y su dignidad. Todo por una chirusa. A esas chirusas el cine clásico les puso un nombre. Desde entonces cada vez que aparece una de esas minas que enloquecen a los hombres gracias a un sexo descomunalmente bueno (o una promesa, depende) las llamamos de una misma forma: femme fatale. A la femme fatale hay que tenerle miedo, porque, como sentencia Bardem en uno de esos diálogos con pretensiones existencialistas, son inteligentes, cogen bien y te enamoran. Frente a eso, el hombre está en peligro, como las presas indefensas de los leopardos. Desde Barbara Stanwick hasta Kathleen Turner (que en Body Heat, de Lawrence Kasdan, rajaba la tierra… pero que hoy está irreconocible: los años pasan para todos), las femme fatale se caracterizaron por ser un peligro para el mundo de los hombres. Si, un poquito machista el asunto. O misógino. Pero no tanto: las mujeres fatales a las que me refiero fueron clave en la avanzada feminista en el cine en una época en donde ser mujer, elegir y ser independiente era poco menos que un trébol de cuatro hojas. Claro, hoy estamos en 2013 y pedirle al cine que nos venda la misma cantinela de esas mujeres independientes y peligrosas a la vez, bueno, sería un poco injusto. Hasta anacrónico. Pasó demasiada agua sobre el río. Y, excepto que seas Brian De Palma y hagas un jueguito con el tema y hasta le pongas a la película ese título, es casi imposible reconocer a esa figurita en nuestro presente. Pero si sos un tipo chapado a la antigua –por no decir bastante conservador– como Ridley Scott y te la jugás de pseudofeminista, todo puede volver a hacerse. A eso suena El Abogado del Crimen: a que Ridley Scott quiso hacer una de gangsters de frontera (será por eso que el guión es de Cormac McCarthy) pero no solo le salió una cosa espantosa por los cambios de tono (por momentos, graciosa, llena de oneliners y, de repente, híper solemne y sentenciosa a morir). Básicamente hizo una suerte de remake literal de El Abogado del Diablo. La diferencia es que en esa, al menos, había algo juguetón. Aquí, en cambio, es el viejo cuentito moralista del abogado que se metió donde no debía y que por dinero “perdió lo más importante de la vida”. En el medio, la femme fatale es Cameron Diaz (en su mejor plan Ellen Barkin come hombres), que es una especie de monstruo que manda a hacer y deshacer, matar y comprar a éste y a aquel. Pero que, por sobre todas las cosas, es un monstruo sexual que se coge automóviles (posta). Acuérdense de la palabra “catfish” (que en castellano conocemos como “bagre”) y piensen que la película hace una asociación con la vagina de Cameron. Bueno, ese monstruo sexual hace y deshace a piacere. Es una mujer fuerte y sexuada en un mundo de hombres. Es una sobreviviente post apocalíptica en un mundo sin sentimientos. No estaría mal un personaje así en el mundo del policial negro de los 40. Pero estamos en 2013 y suena todo un poco viejo, un poco demodé, un poco moralista (mueren todos los que deben morir, y se pronuncian diálogos de manual de autoayuda) y un poco para la tribuna.
La película tiene un elenco espectacular, un gran director y un guionista de lujo, Cormac McCarthy. El resultado es un film provocador, que muchos odiarán y otros amarán, casi sin término medio. Momentos de gran estilización y diálogos amargos, o delirantes, se mezclan con situaciones desconcertantes y que hasta provocan risa, aunque el transfondo sea el narcotráfico, la violencia y los destinos que se determinan sin que los protagonistas puedan ni soñar con salvarse. Hay que atreverse, aún para discutir.
Una trama violenta y hablada Esta es la historia de un abogado en problemas que cree que meterse en el negocio de la droga es como ganar un juicio por mal estacionamiento. Si a esto se suma que a la codicia le agrega soberbia y lujuria, ya tenemos a la vista un asunto complicado. La promisoria carrera del realizador Ridley Scott, con un background impecable que va de "Los duelistas" a "Blade Runner", o "Gladiador", aseguraba una elegante planta y diseño visual. El lujo del guión de un Pulitzer, Cormac Mc Carthy ("La carretera" que Viggo Mortensen interpretara en cine) y un equipo variado muy rico, prometía la cocina perfecta. Pero no todo funcionó tan bien, el problema pasa por ciertos desniveles narrativos, un diálogo a veces demasiado elaborado para la calidad de las situaciones y cierta inverosimilitud de algunos personajes, más el hecho de revelar todo demasiado pronto y dejar poca expectativa para el final. PERSONAS EXTRAÑAS Todo atravesado por un imponente cargamento de drogas, sofisticados personajes como la manipuladora Malkina (Cameron Diaz), un cowboy excéntrico, Westray (Brad Pitt) o Reiner (Javier Bardem), el loco del peinado heavy y extrañas reacciones de un abogado que parece estar probando tipos de veneno para arruinarse la vida con cierta inconciencia existencial, nada acorde a su cronología. Hay bastante violencia, aunque no tanta acción, humor negro, fauna surrealista en la línea de imágenes de sofisticado estudio de fotografía, con sutiles gepardos y ropa fashion y cierta sensación de desconcierto ante esta mezcla de filme negro y melodrama surrealista, con descargas explosivas de los más promocionados carteles de la droga. Todos danzan una coreografía particular a la que uno se puede adaptar o renunciar, eso sí, con estilo y la mejor música envolvente. Hasta Bruno Ganz, el ex ángel de "Las alas del deseo", se precipita a tierra entre diamantes de varios quilates y su condición de joyero de Amsterdam, mientras Michael Fassbender (el abogado y también llamado "El consejero"), muere de amor por una ingenua Penélope Cruz, en el papel de Laura, su novia.
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Narcópolis Dos escenas pueden llegar a definir la poco sustancial El abogado del crimen, tal vez el intento de Ridley Scott de redimirse por su solemne Prometeo jugando a transformarse en Tarantino pero con la poco feliz sociedad creativa con el ganador del premio Pulitzer, el octogenario Cormac McCarthy, en su primer intento de guión cinematográfico tras su enorme trayectoria como novelista de, por ejemplo, No es país para viejos luego llevada al cine en el film de los hermanos Coen Sin lugar para los débiles. Las dos escenas a las que haremos referencia son lo suficientemente gráficas para justificar los desaciertos de esta película que reúne un elenco de estrellas de la talla de Michael Fassbender, Penélope Cruz, Cameron Diaz, Javier Bardem, Brad Pitt, Bruno Ganz: la villana de turno en la piel de la gélida Cameron Diaz que parece haber entendido que la única manera de salir indemne de este mamarracho era jugar al grotesco hace el amor con un auto de alta gama (tiemblan Sharon Stone y sus Bajos instintos) mientras el impávido Javier Bardem con un peinado extraño observa atónito como ella refriega su sexo sobre el parabrisas y la segunda escena ubica a uno de los personajes -que por razones obvias no revelaremos aquí- en un basural como si fuese parte de la misma fisonomía de residuos abandonados por un camión recolector. El público pensará de antemano que con semejante osadía Scott y compañía buscaron traspasar los límites del mainstream y apelaron a un recurso irónico para trascender los convencionalismos del género al desnaturalizar y metaforizar una historia de venganza entre narcos que se traicionan y roban un camión que transporta desechos sépticos como parte de una pantalla que oculta un cargamento sustancioso de drogas. A ese detalle basta agregarle que todo transcurre entre la frontera de México con E.E.U.U. para terminar de cerrar un círculo vicioso sin posibilidad de redención alguna porque lo que se subraya desde el punto de vista del protagonista, un abogado (Michael Fassbender) seducido por la codicia y ese mundo de ostentación, poder y animales exóticos, una vez que se entra no se sale. Bienvenidos entonces a la narcópolis desde la mirada novelada de Cormac McCarthy mucho más preocupado por las palabras que sus criaturas escupen en medio de reflexiones filosóficas sobre el sinsentido de la vida, lo efímero y hasta valiéndose del pobre Rubén Blades para traer a colación el poema de Antonio Machado que reza caminante no hay camino…; bienvenidos a un despropósito cinematográfico descomunal por su falta de osadía y creatividad a la hora de deconstruir al cine de género –si esa era la intención- y despojarlo de todo condimento atractivo para terminar hablando de sexo sin mostrar sexo, de violencia sin estética y pidiendo a los actores que se tomen en serio ese ridículo derrotero al que son sometidos como ocurre en este film que encima de todo dirige Ridley Scott, quien si bien abandonó su estilo clipero, hiperquinético y recargado de colores fuertes no encuentra el camino para su aventura narco filosofada, publicitaria y aburrida.
Cliché alta gama El Paso. Frontera México-Estados Unidos, primera imagen de El abogado del crimen. La referencia es una más de las tantas de películas sobre narcotráfico, en sus combinaciones narrativas y calificaciones más variadas. Ridley Scott filmó sin privarse de ningún cliché, en clave narcos con narcos, sobre la novela de Cormac McCarthy (La carretera, Sin lugar para débiles).El concepto de la película resulta obvio y aburrido, aun cuando no falta la violencia extrema, sadismo y sofisticación al concebir la lucha por el dinero sucio. En el medio de la ostentación, el abogado juega su rol pensando que se puede estar a medias en el negocio. Las consecuencias son tan previsibles como todo lo demás. El abogado (Michael Fassbender) tiene una prometida (Penélope Cruz) que recibe amor y diamantes sin hacer preguntas. Trabaja para Reiner (Javier Bardem) que comparte secretos y codicia con una mujer que adora las panteras (Cameron Diaz). Hay otro socio, el personaje de Brad Pitt, y un vendedor de diamantes (Bruno Ganz). Resulta meritorio desperdiciar tal elenco en una historia fragmentaria, de varios escenarios (la empresa de camiones atmosféricos, la ruta en el desierto, la mansión de Reiner, los hoteles), planteada desde la descripción de unos vínculos imposibles. Además de las amenazas cumplidas con creces, el guion abunda en diálogos sexuales, un subrayado con respecto a quienes viven la voluptuosidad en el sexo y el negocio, con idéntica intensidad. La cámara retrata la ostentación de las marcas de alta gama y el derroche, mientras en la historia pasa muy poco: falla un detalle y el abogado pierde su lugar en el paraíso. Penélope Cruz pone la sensualidad en un par de escenas y Cameron Diaz interpreta una malvada de historieta. Este tipo de cine vende una ilusión sin misterio y colabora, a su manera, con la banalización de un nuevo orden económico. Las pretendidas reflexiones incluidas en medio de escenas olvidables expresan el pastiche que Ridley Scott filma con preciosismo. Ya sea el vendedor de diamantes y su filosofía sobre la sabiduría de los diamantes, o la perorata de otro abogado sobre la muerte ("El dolor no tiene valor") suman minutos a una película sin vuelo. Cosa que, tratándose de este director, lleva a pensar que él también, como los personajes, sólo la hizo por dinero.
Cuando la ambición te hace involucrar en el mundo del narcotráfico sin medir las consecuencias. Cuando los espectadores vean el tráiler con este gran elenco les resultará atractiva: Michael Fassbender, Brad Pitt, Cameron Díaz, Penélope Cruz y Javier Bardem , además Goran Visnjic, Dean Norris, Natalie Dormer, John Leguizamo o Rosie Perez, y dirigidos por el británico Ridley Scott (75) ganador de tres Premios Óscar como Mejor Director: "Thelma & Louise" (1991); "Gladiador" (2000) y "La caída del halcón negro" (2001), y en el 2003 fue nombrado caballero por la reina Isabel II. La historia gira en torno a un importante abogado del sudoeste de los Estados Unidos (Michael Fassbender, su personaje no tiene nombre solo es el Abogado), a punto de casarse con la bella y dulce Laura (Penélope Cruz), escenas audaces (entre sábanas blancas) y románticas, pero suele suceder cuando existe una importante suma de dinero y se gana rápido, la ética y todo lo demás se va al diablo en algunos seres, este es el caso el Abogado, que se introduce en el mundo del tráfico de drogas, en un principio no piensa ni en las consecuencias ni en nada. Para ello se traslada a la frontera entre Estados Unidos y México donde conoce a un poderoso empresario Reiner (Javier Bardem) con un look especial para componer este personaje excéntrico que pasa su tiempo con dos chitas, se entretiene y disfruta viéndolos cazar a un conejo, vive con su amante, una ninfómana de nombre Malkina (Cameron Díaz) extravagante y que mantiene una osada relación sexual en un coche. Otros de los personajes que surgen es el de Westray (Brad Pitt), un cowboy experto en este tipo de negocios, con un look especial, no tiene demasiadas apariciones. Gran parte de la historia transcurre en Ciudad Juárez y El Paso, entre la frontera entre México y Estados Unidos. Pero también en un algún momento nos trasladamos a Ámsterdam, Alemania y Londres. Es una historia bien coral donde además hacen su aparición: Bruno Ganz, Richard Brake y Édgar Ramírez. El film cuenta con escenas violentas y sangrientas, no falta la tensión, intriga y la acción, lo que narra es algo que ocurre en México y en el resto del mundo, las drogas lamentablemente están en todos lados. Contiene largos monólogos y lecciones acerca de la brutalidad del tráfico de drogas, se muestra como ingresa una importa cantidad de droga a Estados Unidos mediante un camión disfrazando. Todo producto de las miserias y del capitalismo, pero tiene algunos excesos, saturada de discursos difíciles de seguir, frases filosóficas, por momentos tragicómica, se mezcla un poco con el cine de Q. Tarantino, los hermanos Coen y Cronenberg, y una vez más se deja entrever que los latinos son feos, sucios y malos y finalmente resulta ser una película pretenciosa.
Una de Cormac McCarthy Si hay algo que distingue a Ridley Scott es su capacidad para invisibilizarse como autor, no evidenciando sus marcas de estilo o su punto de vista. Es distinto a lo que era su hermano Tony, que construyó una filmografía plagada de testosterona, de personajes masculinos que hacían de su profesión una declaración de principios y que transitaban films de ritmo acelerado y montaje videoclipero. Con Ridley es más difícil establecer patrones, lo que le ha permitido convertirse en vehículo de películas interesantes y estimulantes (y muy distintas entre sí), como Los duelistas, Alien y Blade runner, aunque esta falta de personalidad lo ha conducido a caer en la intrascendencia o mejor dicho, lo indignantemente intrascendente: de sus últimos veinte años, sólo se pueden rescatar Lluvia negra, Gladiador y Gángster americano. De films como Thelma y Louise, Hasta el límite, Corazón de héroes, Hannibal, La caída del halcón negro, Los tramposos, Un buen año, Robin Hood o Prometeo no vale la pena hablar mucho. Con El abogado del crimen, Ridley vuelve a tomar su papel de artesano, dedicándose a poner en imágenes un mundo configurado por Cormac McCarthy, autor de los libros en que se basaron Sin lugar para los débiles y La carretera, y que acá ejerce de guionista. El film se centra en un abogado (Michael Fassbender) que se mete en un negocio de drogas en el que todo lo que podía salir mal, sale mal, con lo que su vida (que incluye a su hermosa pareja, interpretada por Penélope Cruz, a la que acaba de proponerle matrimonio), se va por el inodoro rápidamente. No dejan de ser atractivos (y hasta arriesgados) dos aspectos del relato. En primer lugar, cómo se toma una buena cantidad de tiempo para presentar un universo de pura superficie y ostentación, de autos lujosos, trajes caros y pasatiempos bizarros, que en realidad es un castillo de naipes que puede ser sostenido o derrumbado, según convenga, por fuerzas que no temen desatar una violencia extrema. La gran mayoría de los individuos que integran este entramado (incluidos los personajes encarnados por Javier Bardem, Cameron Diaz y Brad Pitt) son, en mayor o menor medida, conscientes de esta fragilidad. Las excepciones son Fassbender y Cruz, quienes hasta último momento tratan de convencerse de que pueden salvarse, hasta que la realidad hace lo suyo. En segundo lugar, como evidencia que los verdaderamente poderosos, los que manejan los hilos, o no aparecen, o son vistos emitiendo órdenes, porque a la hora del verdadero horror, de la matanza y la sangre, ellos no están, no se mezclan, son como meros fantasmas, y sólo se dedican a aprovecharse de los resultados. El abogado del crimen, es un filme sobre los peones del ajedrez criminal, los que terminan siempre pagando los platos rotos. Si El abogado del crimen se complementa en cierta forma con el panorama trazado por Sin lugar para los débiles, termina lejos de la excelencia de la película de los hermanos Coen básicamente porque Scott no puede acomodarse de manera pertinente a los diálogos escritos por McCarthy, demasiado literarios por momentos (como en la conversación telefónica entre Fassbender y un personaje interpretado por Rubén Blades, donde hasta se cita a Machado de manera bastante superflua) ni imprimirle el rigor requerido a la narración, que recién en la última media hora adquiere el vigor necesario. Aún así, este film, demasiado maltratado por la crítica (y el público) en los Estados Unidos, no deja de ser un recorte seco y brutal de un momento, de una instancia del paisaje criminalístico que alimenta y a la vez canibaliza a la sociedad occidental.
El mundo del dinero y su subsuelo del crimen Es un placer denso, siniestro, el que recorre el realizador Ridley Scott durante 120 minutos monocordes, de diálogos abultados, con sabor de abismo. La sonrisita que dibuja el rostro de Michael Fassbender, el abogado del título (o mejor, el "consejero" -the counselor-, sin otro nombre que le refiera), se desdibuja de a poco, junto con un mobiliario blanco, bien pulcro, de auto y trajes lujosos, con esposa a punto de estrenar (Penélope Cruz), que serán antítesis para las paredes descascaradas, para el vaho fétido, que inevitablemente sobrevendrán. Porque las alertas están dadas, varias veces, a través de los oráculos del tema. Allí, entonces, el incomparable Reiner (Javier Bardem) o el huidizo Westray (Brad Pitt). Dos de los reiterados personajes que el "counselor" habrá de sobrellevar para saber cómo "invertir" en el negocio del narcotráfico. Mientras tanto, los leopardosmascotas entretienen a sus dueños al cazar liebres: movimientos admirables, instintivos, impiadosos. El escenario es el de la zona fronteriza entre Estados Unidos y México, con Ciudad Juárez como lugar nodal. Línea difusa que es mucho más, nolugar que es ámbito para una contienda mayor, que trastoca en juego con la ley, con la profesión misma del "counselor" como paradoja en acción. Misma zona de introspección que Orson Welles tematizara en Sed de mal (1958). La frontera, así, es algo mucho más profundo, y pone que jaque a los contendientes, entre ellos y consigo mismo. Ahora bien, una vez dentro del juego, ya no hay vuelta atrás. Que los diálogos de El abogado del crimen sean profusos, es cierto. Y todavía se tienen ganas de más. Quien está detrás de ellos es la pluma de Cormac McCarthy, el novelista (Sin lugar para los débiles, La carretera) devenido guionista, a las órdenes del gran Ridley Scott. Porque se trata de una de sus mejores películas, en mucho tiempo. Cerebral, impiadosa, con capacidad para ramificar desde puntos suspensivos. Es decir, una vez dentro de este otro mundo, lo que se entabla es otra realidad. Con otros parámetros, con otras reglas. Si bien distintas, las dos realidades se requieren. La plata del abogado -y todo lo que él representa- es causa, es consecuencia, del submundo donde quiere participar. En algún momento alguna manifestación se cruza por entre las calles violentas y la noche. Se pide por justicia. Porque hay muertos sin explicación, porque hay desaparecidos sin investigación. Por allí deambula, sin saber bien qué hacer, el "consejero". Como si nada de eso tuviese que ver con él. Mientras tanto, los movimientos, cada zarpazo, son obra del cálculo. Hasta que la víctima finalmente cae. Y la historia criminal, de cine admirable, puede volver a iniciar.
“El abogado del crimen” es una película inexplicable. Detrás están las firmas del veterano Ridley Scott (“Alien”, “Blade Runner”, “Thelma & Louise”) y del prestigioso novelista Corman McCarthy, que se encargó del guión. En el frente, como un cartel luminoso, hay un elenco de primeras figuras de Hollywood. Por eso es muy difícil entender que este (proyecto de) thriller falle desde el primer minuto hasta el último. La historia de un abogado que se mete en el mundo del narcotráfico se convierte rápidamente en un bodrio que no termina de definirse. ¿Es una caricatura o va en serio? ¿Es irónica o es un disparate? Al final nunca se sabe. La película es confusa y obvia al mismo tiempo, carente de ritmo y aburrida, y a veces se hunde en un limbo en el que nada sucede. Los diálogos, además, son imposibles. Están plagados de parrafadas solemnes y frases de autoayuda. En ese contexto los actores no pueden aportar nada, y en muchos casos terminan haciendo el ridículo. Sólo Cameron Diaz aporta un poco de desparpajo en una escena de sexo bizarra. La fotografía de Dariusz Wolski (colaborador de Scott y de Tim Burton) es lo único que suma una pizca de belleza.
Cómo apagar el suspenso En esta película confluyen tres datos que en la teoría garantizarían el éxito rotundo. La experiencia del prestigioso Ridley Scott (Alien, Blade Runner, Thelma y Louise), dirigiendo una historia adaptada de la novela homónima del estadounidense Cormac McCarthy (Ganador del premio Pulitzer por La carretera y autor de Sin lugar para los débiles, adaptada eficazmente al cine por los hermanos Coen y galardonada con cuatro Oscars), sumado un reparto de lujo con Michael Fassbender, Penélope Cruz, Cameron Díaz, Brad Pitt y Javier Bardem, logran un film que rompe con todos los pronósticos favorables transformándose en un fracaso tras su estreno en los Estados Unidos. Un thriller con una historia varias veces vista pero con un guion pretencioso, donde un ambicioso abogado (Michael Fassbender) se involucra en el tráfico de drogas para poder llevar adelante una vida con su prometida (Penélope Cruz), mientras una pareja frívola y perversa (Cameron Diaz y Javier Bardem) y un misterioso intermediario (Brad Pitt) lo arrastran a un verdadero infierno. El estilo visual y jerarquía de un director que sabe crear clímax a la perfección, y las estupendas actuaciones de un elenco de lujo, no alcanzan para volver entretenido un relato que prescinde bastante de la acción (salvo dos o tres violentos asesinatos y una escena erótica que por pecar de exótica no produce nada), y todos los diálogos se tornan extraños, enigmáticos y con comentarios pseudo-filosóficas que terminan desviando el interés del espectador. Incluso por momentos sus personajes parecerían comunicarse por aforismos, algo que podría funcionar más eficazmente en el papel pero no en el lenguaje cinematográfico. El abogado del crimen, tiene huellas de Sin lugar para los débiles, pero demasiadas influencias de El árbol de la vida en sus diálogos, extinguiendo el drama, suspenso y acción propia de un thriller. Con una Penelope Cruz desperdiciada en un personaje subdesarrollado cuya única intervención interesante tiene lugar cuando comparte escena junto Diaz, en la que hablan, obviamente, de sexo y dinero.
Depredadores al acecho. Frente a una película como El Abogado del Crimen (The Counselor, 2013) no queda más que sincerarnos y dar rienda suelta a la perplejidad: ¿quién hubiese pensado que un realizador con el pedigrí de Ridley Scott podría encarar un proyecto con las peculiaridades del que hoy nos ocupa? A decir verdad, el británico nunca se caracterizó por las sutilezas narrativas, casi siempre optó por propuestas “tradicionales” y este thriller criminal con toques sardónicos parece no estar dentro de su rango habitual. Pero antes de profundizar en los resultados concretos de la presente hazaña, conviene aclarar que el cineasta filmó el guión de Cormac McCarthy tal cual como estaba escrito, en una actitud que podemos atribuir tanto al respeto como a su notorio desinterés en cuanto al desarrollo de personajes...
Algo se aproxima Ridley Scott empieza de cero. Esto no le importa a nadie. Menos todavía a los admiradores de Alien o de Blade Runner, los mismos que se vieron finalmente obligados a admitir, con la cabeza baja, el hecho de que el director inglés los había defraudado. Desde ahí, desde su puesto en este nuevo comienzo sorpresivo, Scott trae por lo menos una primera novedad: la novedad de las caras. ¿Qué pasa con las caras en El abogado del crimen? Se muestran avejentadas, agrietadas, cansadas; son caras que no pierden su interés (al contrario, lo ganan) al precio de no dejar pasar por alto tampoco ninguna marca, ninguna muesca, ninguna traza que denote el paso del tiempo sobre los actores. ¿Cuándo le vimos los poros de la piel expuestos de esa forma a Cameron Diaz, por ejemplo? Yo no me acuerdo. ¿Y a Penélope Cruz? Aquí se narra con el acento puesto en los cuerpos y en las caras. Se describe el peso de un mundo que irrumpe en el plano como una forma misteriosa, desplegada sobre los personajes y lo que los rodea. El abogado del crimen (que en algunos países se llama Cartel) es una historia que transcurre mayormente en Ciudad Juárez, en la frontera entre México y los Estados Unidos. Claro, trata sobre el mundo de las drogas. Pero, sobre todo, trata acerca de la naturaleza del mal. Michael Fassbender, el councelor del título, un día se da cuenta de que se pasó al otro lado; es decir, dio el mal paso. Ocurre que se involucró sin querer, casi por piedad, con el empleado sin mayor importancia de un cartel, al que hace sacar de la cárcel para aliviar un poco a su clienta también presa, la madre del chico. Resulta que ese chico es asesinado ni bien pone un pie fuera de la prisión. A partir de ahí, el sueño de un retiro pacífico del abogado, que siempre hasta ahora bailó como pudo con el diablo, exhibiendo de a ratos una soltura gansteril, se viene abajo estrepitosamente. Nada preparó al abogado para este desenlace, así como nada de lo que pasa en la película puede no tomar por sorpresa al espectador, que asiste helado en la butaca al espectáculo espeluznante de derrumbe que se desarrolla delante de su ojos. Scott cuenta con varias cartas de triunfo en esta película, ninguna de las cuales puede ser asociada fácilmente con lo que fue su cine hasta el momento. En realidad el director siempre se condujo como un pillo del cine, acaso demasiado pagado de sí mismo, saqueando cosas, acomodándose a lo que sugerían los tiempos. Su clásico instantáneo Blade Runner hoy es una pieza de museo, cuyos diálogos repiten con unción melancólica aquellos que se vieron impactados por sus imágenes de jóvenes, casi al modo de una contraseña generacional. En cambio El abogado del crimen se perderá irremediablemente en la cartelera, e incluso es probable que en poco tiempo nadie se acuerde de ella. Además se podrá repetir, como una curiosidad, que el guión fue responsabilidad del escritor Cormac McCarthy. Es que en esta oportunidad, Scott no aspira a la misericordia forzada de Blade Runner –esa en la que el mundo puede alcanzar un atisbo de salvación, porque sus androides se vuelven humanos “de corazón”–, ni apunta a su tema con una mirada clínica llena de astucia (como Soderbergh en Traffic ) sino que ha dispuesto, sin rendir cuentas a nadie, su propia agenda. La película hace sentir el poder del fuera de campo: algo monstruoso acecha, como una criatura imaginaria, que se irradia a través de la conciencia de los personajes y produce sus réplicas violentas en las muertes terribles de las víctimas, que se ofrecen como manifestaciones visibles de una fuerza de características omnímodas. Uno de los gestos más audaces y efectivos del director es el tono. Seco y desarraigado, por momentos pareciera que inhumano: una mirada fría de dandy. Pero Scott no se priva de ejercer cierta generosidad cruel: en esta película sorprendente el espectador está en la posición privilegiada de ver el desastre grabado en la piel de los actores, como si los observara con una lupa, esos primeros planos impiadosos concebidos con precisión y estilo, incluso con amor. (¿Amor es una palabra demasiado grande? Puede ser, pero hasta los senderos más tenebrosos deben ser cartografiados con dedicación). El director se revela como un experto en mostrar el reflejo creciente del horror en las actitudes corporales de los personajes. Fassbender, agobiado, virando entre la sonrisa congelada en un rictus inútil (en cierto punto, esa sonrisa ya no engaña a nadie, menos a sus enemigos) y el cansancio del que se ve atrapado entre dos fuegos pero guarda todavía, como una luz lejana, un poco de esperanza en la posibilidad de la huida. O los bailoteos simiescos de Javier Bardem, con su peinado a lo Don King, como una criatura de Looney Tunes a la que una granada le acaba de estallar en las manos. Patético y un poco querible al mismo tiempo. Esos personajes están desesperados, y luchan para que el miedo no los gane antes de tiempo. Quieren olvidar, pero no se puede olvidar, como no se puede dejar atrás la propia sombra. Scott filma entonces esas sombras: el pasado que se precipita y señala la imposibilidad de una vida ordinaria. El abogado del crimen encuentra a sus protagonistas en el momento en que algo, digamos el Mal, se apodera de sus destinos. Scott vela junto a sus personajes: los ve desmoronarse con crueldad pero también con afecto. De ahí, quizá, la delicadeza con la que filma un cuerpo enfundado en un vestido rojo al rodar entre los desperdicios de un camión de basura que hace su descarga. Uno puede cerrar los ojos y llevarse a su casa esa imagen pegada en la retina, tal vez a su pesar. Pienso que Scott logró esta vez mostrar algo muy fuera de lo común: el temblor de angustia que experimentan los cuerpos incluso después de muertos.
Parece mentira que un director como Ridley Scott, cultor de la lógica en su filmografía, sea el autor de este estreno. Desde “Los duelistas” (1977) a “Blade Runner” en 1982 (mire qué títulos); pasando por “Gladiador” (2000) o “Prometeo” (2012), con su diseño geométrico de personajes y escenarios. Incluso aquella “1492” (1992) hecha por encargo con un guión de manual y contenido de colegio secundario sobre Cristóbal Colón respetaba los cánones básicos del verosímil, el buen criterio y un gran diseño de arte. “El abogado del crimen” es la historia del Abogado (a mí no me mire, se llama así), un abogado interpretado por Michael Fassbender de buena posición inmerso en algunos problemas económicos para mantener su status. También, está en pareja con Laura (Penélope Cruz) una mujer instalada en una suerte de limbo, como si viviera en un palacio con su príncipe azul. Se imagina que un hombre de su prestigio no puede andar en bicicleta comprando anillos en la calle Libertad. El Abogado entiende que el mundo del tráfico de estupefacientes es la temática legal más funcional a hacer plata rápido. Acaso también darle prestigio a su buen nombre (si supiéramos como se llama). Su ¿amigo? Reiner, hombre relacionado con el mundillo de la droga y de muy buen pasar, lo conecta con Westray (Brad Pitt). Este último es una suerte de intermediario entre el Abogado y un cartel de drogas en México. Reiner (Javier Bardem, con más peinado a la ventilador turbo que nunca) anda en compañía de Malkina (Cameron Díaz), bella y enigmática mujer de movimientos sensuales, felinos, también tiene un Edipo mal resuelto y por eso anda teniendo sexo con autos caros. ¿Oyó?, con los autos, no con sus dueños. Sería el primer caso de “cochefilia” de la historia. Como nadie en el mundo sabe de los peligros de codearse con traficantes, tendremos que ver su modus operandi. También seremos testigo de una serie de peroratas sobre distintos temas por parte los protagonistas: Drogas, riesgos, violencia, sexo… Hay otros discursos. “La realidad de las realidades”, dado por Rubén Blades telefónicamente, compite por ser uno de los más ridículos y desubicados del contexto de toda la historia del cine. Una película de drogas que intenta mezclar algo de erotismo no tiene nada de malo. El problema es que Ridley Scott se va por las ramas, pero no sólo del relato, también de los personajes, al punto de no quedar claro por qué hacen lo que hacen. Ni hablar de las locaciones. Pocas veces vimos algo tan confuso. Los protagonistas se trasladan de un lado a otro y justo coinciden en encontrarse como en las telenovelas de Migré. Además, el espectador es “sometido” a ver situaciones larguísimas para justificar cuatro segundos (la aparición de Rosie Perez en la cárcel, por ejemplo, sirve para luego ver lo bien que funciona el método alambre para cortar cabezas. Podría quedar bien y decir que el elenco funciona, pero no, tampoco. Que se nos presente a Javier Bardem como pareja de Cameron Díaz es un capricho mal resuelto ante la ausencia casi total de química. El único diálogo más o menos coherente del film lo mantienen el Abogado y Westray en un bar. Ayuda a instalar el miedo a las consecuencias pero para cuando éstas se manifiestan es demasiado tarde como para que nos importe qué le pasa a cada uno. No extrañaría ver a más de un concurrente preguntándose de qué demonios se trata todo, o algún perdido mirando para arriba tratando de atar alguno de los tantos cabos sueltos en el desarrollo de la narración. De este modo, “El abogado del crimen” resulta una obra pretenciosa en su intento de darle glamour a una historia sobre la codicia. Si al menos lo fuera también en lo estético habría algún fotograma bonito, pero ni la persecución de un chita a una liebre muestra algo interesante. Parece una de las tantas frases hechas de la película pero realmente: ¡que desperdicio de talento!
ENTRAR ES FACIL, PERO... Un abogado que atraviesa problemas económicos se mete en el mundo del narcotráfico cuando acepta actuar como escolta de un cargamento de droga que proviene de la frontera mexicana a los Estados Unidos. Claro, cuando quiere escaparse comprende que en al mundo de la droga es fácil entrar pero difícil salir. Este es el punto de partida de este “film noir” de Ridley Scott, extravagante y discursivo. El libro es de Cormac McCarthy (No hay lugar para los débiles, “La carretera”) un escritor que no da salidas y que envuelve a sus criaturas en los pliegues de un fatalismo oscuro. Hay más palabras y sorpresas que acción, es vertiginosa, excéntrica y sus personajes no van más allá del estereotipo al borde de la caricatura. El filme es retorcido, tiene sangre, pero no pasa de ser un juego confuso y disparatado al que ni siquiera su cambios de escenario (Estados Unidos, México, Amsterdam, Londres) ni su fuerte elenco (Michael Fassbender, Brad Pitt, Cameron diaz, Javier Bardem, Penélope Cruz) consiguen darle vid a este desfile de tipos divagantes que se la pasan recitando citas y consejos y que acaban siendo más llamativos que interesantes.
Del paraíso al infierno sin escalas The counselor. Si uno mira la ficha técnica, dice enseguida “un peliculón”. Una concentración de muchos pesos pesados, empezando por el director Ridley Scott, siguiendo por el guionista Cormac McCarthy y continuando por el elenco: Michael Fassbender, Penélope Cruz, Cameron Diaz, Javier Bardem, Bruno Ganz, Brad Pitt, Rubén Blades, entre otros. “No puede fallar, tiene que estar buena”, se piensa antes de entrar al cine, con el ánimo dispuesto a disfrutar de un film cargado de expectativas. Antes de que se desilusione por su cuenta, es trabajo del comentarista advertir al lector que puede sufrir alguna decepción. Con estos tipos las cosas son así, le puede ir bien o no tan bien como quisiera, pero no tendrá a quién reclamarle. No les podrá reprochar nada, porque si usted vio películas hechas por esta gente que lo llenaron de satisfacción, eso no le da derecho a exigir que el amor dure para siempre. Usted es libre de entrar al cine o no entrar, no está obligado, pero si entra, se la aguanta. Más o menos así es el planteo de la trama de “El abogado del crimen”, como se conoce aquí la última realización del afamado director de “Blade Runner”, “Gladiador”, “Prometeo” y otros éxitos. Resulta que un abogado ambicioso (Fassbender) quiere ganar más plata y la oportunidad se le presenta cuando le ofrecen trabajar para el crimen organizado (siempre con problemas de papeles y necesitado de abogados). Así contacta con Reiner (Bardem), un excéntrico narco, que opera en la frontera con México, junto a su socia y amante Malkina (Diaz). El abogado está muy enamorado de su mujer Laura (Cruz) y solamente piensa en hacer mucho dinero para disfrutar con su pareja. Reiner, a quien Malkina le ha descubierto sus puntos débiles, le hace de nexo con una banda de traficantes mexicanos, cuyo contacto es Mestray (Pitt). Por su intermedio, el profesional de las leyes conoce a una mujer presa, Ruth (Pérez), a quien tiene que brindarle sus servicios. Pero la mujer le pide un favor extra, que saque de la cárcel a su hijo, detenido por conducir su motocicleta a velocidad excesiva. Para salir en libertad, tendría que pagar una multa no demasiado onerosa. El abogado accede y nunca imagina lo que sucedería después. El chico está en la mira de un cartel muy poderoso que opera en la misma zona en la que él hace un tráfico al menudeo. El chico termina mal y ahí empiezan los problemas para el abogado. Todo eso ocurre en los primeros minutos de la película y lo que viene después es una sucesión de hechos violentos, con muchos muertos, en una especie de guerra en la que todos parecen estar enojados con todos y no se sabe muy bien a qué bando pertenece cada uno. Pero el abogado y su encantadora mujercita quedan pegados y lo que pintaba ser una hermosa historia de amor se convierte en una tragedia. En medio del caos, desaparece un cargamento de drogas de 20 millones de dólares. ¿Quién se lo robó? ¿Quién está detrás de todo este lío? Pronto se sabrá y la verdad será muy cruel. A grandes rasgos, “El abogado del crimen” se trata de una especie de reflexión moral acerca del sufrimiento que puede acarrear a las personas la codicia extrema, la que las puede llevar a involucrarse con gente muy peligrosa que resuelve las diferencias sembrando de cadáveres su camino. El dúo Scott-McCarthy concibe a los criminales como seres ferozmente entregados a los placeres carnales y a los gustos caros, muchas veces ostentosos e inclinados al kitsch. En ese ambiente, el abogado y su esposa desentonan, ellos en realidad representan otros valores, pero serán avasallados por la ley del hampa, sin piedad y sin posibilidades de salir airosos de la discusión. Mucha violencia, con escenas impactantes, sangre y mutilaciones escalofriantes, y todo sin una pizca de humor. “El abogado del crimen” no es de las mejores películas de Scott, es bastante confusa, los diálogos parecen un recitado de lecciones de vida, como si los personajes necesitaran hacer catarsis todo el tiempo. Pero la calidad técnica de la imagen, el montaje, la música y los actores salvan la cotización del producto, destacándose Cameron Diaz en su papel de malvada total.
“EL ABOGADO DEL CRIMEN”: CRIMEN SOMNOLIENTO La nueva película de Ridley Scott (Blade runner, Alien, Gladiador) es el claro ejemplo del film que aspira a romper todo (por sus figuras, el apellido ilustre del director y la cantidad de apuesta que posee una super producción) y se pierde en el camino, por no saber aprovechar todas esas ventajas a su favor. La historia es un thriller de suspenso (hasta por ahí nomas) que nos presenta a un hombre conocido sólo como “El abogado” (Michael Fassbender), un respetado ciudadano del sudoeste de Estados Unidos que se introduce en el mundo del tráfico de drogas y se encuentra con que ese universo lo superara y poco a poco se le ira la situación de las manos. La trama gira en el ya muy utilizado recurso de “hombre honesto quiere probar con un negocio ilegal una sola vez y no sabe donde se esta metiendo”, algo que convierte el desenlace como predecible, ya desde el comienzo. El film peca de ambicioso y se deja llevar por un elenco de estrellas encabezado por Michael Fassbender, Brad Pitt, Javier Bardem, Cameron Diaz, Penélope Cruz, con una breve aparición de Dean Norris y John Leguizamo y descuida la lentitud de la trama, que avanza a un ritmo muy trabado, algo que ya llama la atención siendo un thriller. Tal vez los mejores momentos están llevados adelante por Bardem y su carismático personaje, pero la utilización de una figura como Cruz en un personaje tan vacío, definitivamente hace perder credibilidad. El guion, increíblemente esta escrito por Cormac McCarthy (autor que nos dejo la gran obra “Sin lugar para los débiles”) y aun así se las ingenia para estar emocionalmente vacío. No hay suspenso, no hay agresividad, solo dos buenas escenas de sexo y dos buenas escenas de asesinatos, nada mas. Y cuando digo nada mas, es absolutamente nada mas. Un ritmo que se hace casi imposible de seguir (debido a lo somnolienta que es y a lo mal construida que esta la historia). Temas como “el precio del poder” ya han sido tocado antes, lo que ni siquiera la hace visionaria en la temática. Un film que sonaba bien en la teoría, pero definitivamente se queda y no cumple en la practica. Adormece, aburre y se hace muy difícil de seguir, a pesar del gran elenco que posee. Lamentablemente el apellido ilustre y las grandes estrellas, dejaron de ser sinónimo de buen cine, pero desde hace rato.
Cormac McCarthy, autor de un par de novelas ya llevadas al cine, como la reconocida No Country for Old Men (Sin lugar para los débiles, de los hermanos Coen), decidió en este caso escribir directamente un guión cinematográfico y entregarlo a una productora. Con la intervención de celebrados artífices del mettier, el resultado es El abogado del crimen, un film verdaderamente estupendo e inusual. “El protagonista es la clásica figura de una tragedia, un hombre decente que se levanta una mañana y decide hacer algo mal porque piensa que eso es lo que necesita. Algunas personas pueden llevar existencias repugnantes, estar en la ilegalidad toda su vida y morir en paz en sus camas, a los 102 años de edad. El abogado no es uno de ellos”, define el propio McCarthy y esa es la esencia del film dirigido por un cineasta enorme como Ridley Scott. Aquí elabora una suerte de thriller con poca acción pero lúcido, filosófico y desesperanzado, con un tratamiento visual y estético –dos legendarios puntos fuertes del director de Blade Runner- redimensionados sin regodeos ni excesos, con cada imagen dosificando en su punto justo esa impronta suya. A pesar de algunas sorpresas y pasajes devastadores en la narración, la trama avanza de manera relajada, característica que abarca todo el largometraje, cuyo título original, The counselor, remite de manera más irónica al infortunio del protagonista. Al significar tanto abogado como “consejero”, veremos que el hombre, en el tramo decisivo del film, debe solicitar paradójica y desesperadamente “consejos” a oscuros personajes para intentar desembarazarse de su situación terminal. Scott logra aquí su más depurado thriller de la última década luego de un par de buenos productos como Red de mentiras y American Gangtser, respaldado por un elenco excepcional en el que conmueve Michael Fassbender y se disfrutan las caracterizaciones de Cameron Diaz y Javier Bardem, entre otros intérpretes notables.
"La Elegancia del delito" Si hay algo que no podemos negar del nuevo trabajo de Ridley Scott es que se trata de un film polémico, que busca dividir aguas y ofrecer un punto de vista sobre el mundo criminal y las organizaciones ilegales que el cine comercial no se anima a mostrar frecuentemente. Generalmente cuando se habla de narcotraficantes y criminales dentro del cine estadounidense se cae dentro del cliché de que “los malos son los de afuera” (casi siempre mexicanos u latinos) y los buenos, los únicos que luchan contra el consumo de drogas y estupefacientes, son los nacidos en aquel país del Norte. Por si fuera poco, a todo ese combo, se le agrega una dosis de cinismo que termina por retratar a estos criminales como gente de bajo recursos, organizada en asentamientos en medio del desierto y que subsisten gracias al apoyo y complicidad que reciben por parte de corruptos gobiernos estatales. Ridley Scott (director inteligente, maduro y con suficiente huevos) y el escritor Comac McCarthy (autor de “No Country for Old Men” y “The Road”) decidieron romper con esa línea fantástica, cargada de estereotipos y prejuicios, para ofrecer una visión mucho más realista y acertada de cómo se mueven en la actualidad aquellos sujetos que forman de uno de los negocios ilegales más rentables del mundo, después de la venta de armas y el tráfico de mujeres. Por ese motivo “El Abogado del Crimen” (titulo explicito si los hay) retrata el destino de un abogado (Michael Fassbender), del cual nunca sabemos su nombre, que en vistas a formar una familia y establecerse bien económicamente junto a su esposa Laura (Penelopé Cruz) decide invertir una cantidad de dinero importante en una operación de narcotráfico, donde también está involucrado un amigo suyo, Reiner (Javier Bardem) y su excéntrica novia Malkina (Cameron Díaz). Cuando las cosas salen mal, fuera del rumbo planeado por un intrigante personaje llamado Westray (Brad Pitt), todos los protagonistas de esta historia conocerán la verdadera cara del mundo al cual quisieron ingresar, sin siquiera conocer sus reglas. El punto más alto de la nueva película del director de “Prometheus”, “Black Hawk Down” y “Blade Runner” es precisamente ese: Mostrarnos lo fácil que puede resultar hoy en día ingresar a estos negocios turbios y como la gente ambiciosa pretende ejercer también su dominio en un verdadero territorio hostil y violento, donde la única ley que rige es la de la selva. Los paralelismos que podrían trazarse entre la realidad (sobre todo con hechos que sucedieron en el plano local) y la trama que propone “The Counselor” son numerosos, por lo que repito nuevamente, ahí está la clave y el gran merito de esta película que sin embargos presenta falencias en otros aspectos. El numeroso y prestigioso elenco parece estar solo para el poster, a excepción de Michael Fassbender y Cameron Díaz, que son los únicos actores que a través de sus personajes rompen de forma certera estereotipos y logran traspasar la pantalla. Lo de Díaz sobre todo, si bien no es para alquilar balcones, es un gran trabajo parte de esta actriz, acostumbrada a otra clase de producciones y protagónicos. Cruz, Bardem y Pitt, en cambio, son meros accesorios del que Scott dispone para aportar cuotas innecesarias de drama, humor (Reiner parece un personaje sacado de otra película), diálogos y secuencias previsibles que no convencen ni aportan demasiado. Ni hablar de las pequeñas e intrascendentes apariciones de Bruno Ganz y Rubén Blades, que son para el aplauso y el comentario infortunito y molesto de la dama mayor dentro de la sala. Claro está que esto se debe a que, durante algunos momentos, el guión de McCarty pierde los estribos que le aseguran mantener el buen ritmo intenso, digno de un acertado thriller, por lo que la salida fácil a dicho problema parece que fue llenar esta producción de caras conocidas. Técnicamente, como toda película de Scott, estamos frente un notable trabajo de fotografía de Dariusz Wolski (“Prometeo”) y una musicalización soberbia del casi debutante Daniel Pemberton, quien viene de muchos años de trabajar solo en la televisión. En definitiva, lo que me interesa destacar de “El Abogado del Crimen” es su gran acierto al mostrarnos personajes mucho más realistas y cercanos a la realidad, haciendo lo suyo en el mundo del narcotráfico, dándose cuenta no solo de lo violento que vuelven a la sociedad donde viven (la escena de la marcha en México, claro ejemplo) sino también del riesgo al que arrojan a todos sus seres queridos. Cometer errores en un mundo desconocido e intentar solucionarlos en la realidad, solo puede terminar de una forma. El gran Ridley Scott tomó la posta y se encargó de reflejar esa cruzada. Y no es la que todos quieren ver, ni la que están dispuestos a entender.
Los nefastos niveles de la mafia del tercer milenio "La globalización es la mafia", ha dicho el escritor y filósofo italiano Gianni Vattimo, quien simplemente constató una verdad. Y aunque "la verdad no tiene temperatura", como afirma uno de los personajes de este filme, siempre quema a quienes osan acercarse demasiado. Vattimo alude a la mafia del tercer milenio, que ya no sólo trafica drogas, sino misiles y diamantes, controla el mercado negro de las obras de arte y las grandes obras civiles, y lava dinero en paraísos fiscales. Sus artífices viven en Londres, Nueva York, Hong Kong, Moscú o París, son invisibles a los ojos del mundo y suelen actuar en complicidad con los gobiernos, aunque no necesitan de ellos. Simplemente los usan. La mafia del tercer milenio se mueve en tres niveles. En el primero están los ya mencionados; en el segundo aparecen los monigotes, con o sin mostachos, que cumplen órdenes y ríen mucho, aunque nunca son los últimos en reír. En el tercero figuran los que hacen el trabajo sucio. Son los que matan y mueren. Los gobiernos actúan sobre estos y, eventualmente, sobre los del segundo nivel, cuando pretenden volar con alas propias, olvidándose que son nada más que intermediarios. Esta realidad es la que expone Ridley Scott en este filme, un poco groseramente, es cierto, a partir de un guión aportado por Cormac McCarthy, autor de Sin lugar para los débiles, con la que El abogado del crimen guarda algunas similitudes estilísticas. Los personajes claves son Westray (Pitt), el sonriente Reiner (Bardem), y la amante de éste llamada Malkina (Cameron Díaz). También el "abogado" (Fassbender), que sonríe y no tiene nombre, porque simboliza a todos los inversionistas de riesgo que se creen inteligentes. Y Laura (Penélope Cruz), su prometida. Personajes que en raptos de sarcasmo se atreven hablar de moral. El motor de la acción es un cargamento de drogas valuado en veinte millones de dólares, transportado dentro de un camión atmosférico. Violencia mediante, el botín pasa por varias manos y en algún momento inclusive se pierde el contacto, aunque uno de los personajes afirma que siempre supo su ubicación. Varios mueren atrozmente, porque la mafia nunca perdona. Ni siquiera a quien dice que podría vivir sembrando rabanitos, porque ya armó su colchón de dólares. El director se dedica a caracterizar a sus personajes y por eso incluye prolongados diálogos. Menciona las películas snuff y describe con imágenes repelentes el sanguinario modus operandi de los cárteles. Se trata de un filme difícil de encasillar, porque es una mezcla de géneros, pero no es un "zafarrancho". No abunda la acción, porque la atención está puesta en los personajes. Es buena la tarea de Fassbender hasta el momento que comienza a llorar sobre "la sangre derramada"; Bardem exhibe un rostro diabólico; Pitt se presume previsor; Cruz hace bien el papel de inocentona enamorada del dinero, y Díaz es un gran interrogante, hasta que demuestra su verdadero perfil.
Si pensabas que los amigos eran esos que están dispuestos a morir por ti; entonces no los tienes. Lo nuevo de Ridley Scott llegó cargado de negocios sucios. Sin embargo, eso conllevó mucho menos violencia explícita de la que esperaba ver. De hecho, ni siquiera me encontré con el film que imaginaba. Michael Fassbender es un abogado de ley, con buen porte, inteligente, y la mayor parte del tiempo con buenas intenciones. El problema es que se ha metido en un mundo mucho peor de lo que aparenta. Al menos así parece, pero… Nadie que entre en Ciudad Juárez, México, puede pretender no pagar las consecuencias. Si se quiere, la película es un tanto abstracta; hay demasiadas conexiones, con razones aparentemente muy profundas, pero llevadas a un extremo de realismo que quizás choque con la fantasía en la que viven todos esos tipos malos que beben alcohol hasta en el desayuno. el-abogado-del-crimen-3--locoxelcine En un lugar donde los excesos y los pecados están a la orden del día, nos encontramos con una suerte de ‘snuff movie’ en vivo y en directo, pero que no utiliza ninguno de esos excesos como excusa para mostrar ‘nasty things’. Al fin y al cabo, el precio de poner tu vida en peligro por un par de ratas que arrojarán un buen dinero, no termina siendo un riesgo para tu vida misma, sino para aquello que más adorás en el mundo y que, por supuesto, es inocente por donde se lo mire. Lo que vas a tardar en descifrar quién es el verdadero villano detrás de toda esta materia fecal, no lo vas a tardar en notar la cara de mala que Cameron Diaz puede tener ¡A total bitch! el-abogado-del-crimen-2-locoxelcine Sinceramente… Todavía no puedo descifrar qué es lo que me pasó con esta película. En sí, tiene un ritmo muy particular y una elegancia para contar la historia, que no necesariamente descansa en los lujos de la realización, como por ejemplo, las mascotas de los ricos, que son dos leopardos con collares de piedras preciosas, cuya función es adornar un poco más esa imagen de ‘acá todo es posible’. Y de correr liebres a toda velocidad en el desierto y cazarlas, claro. ¡Pero! Cada elemento termina siendo una metáfora de algo interesante. Algo que se caracteriza por los diálogos largos y pausados, y por la ausencia de acción pura. Los actores ofrecen buenos desempeños, en especial Fassbender, Bardem y Diaz. Siento que El Abogado del Crimen (The Counselor, 2013), va a sufrir un destino similar a lo que sucedió con Mátalos Suavemente (Killing Them Softly, 2012). Un film que paga los platos rotos por tratar temas tan fuertes con demasiada elegancia. Habrá quien disfrute de verlo así, y habrá quien extrañe esa ausencia de entretenimiento salvaje que yace en las típicas películas sobre narcotráfico. Acá lo que importa es que el abogado exitoso desea con el alma, contraer matrimonio con la única mujer que vale mucho más que los diamantes que él puede ponerle a su alianza de compromiso, y cuyo destino ahora se verá truncado por las ambiciones y los peligros de un negocio que no perdona nadie.
Violencia y sexo en un thriller de vuelo bajo Es sorprendente la facilidad con la que Ridley Scott pasa de filmar una gran película a otra prescindible. “El abogado del crimen” integra el segundo lote, arrastrando al elenco supercotizado que la protagoniza y aún a expensas de la omnipresencia de Cormac McCarthy en el proyecto. McCarthy es un gran escritor cuya novela “Sin lugar para los débiles” devino en éxito cinematográfico gracias a los hermanos Coen. Aquí es guionista y productor. Michael Fassbender es, simplemente, “the counselor” (el abogado). Reiner, su socio y amigo (Javier Bardem), lo invita a involucrarse en una lucrativa operación de narcotráfico, de la que también participa Westray (Brad Pitt). En el medio está Malkina (Cameron Díaz), la sexópata pareja de Reiner. A la legua se nota que Malkina esconde infinidad de secretos. Y Laura (Penélope Cruz) es una chica angelical, ajena a ese mundo en el que se mueve el abogado, que es su prometido. Estereotipados a más no poder, excesivos en cada gesto y reacción, los personajes van hundiendo de a poco en la sobreactuación a las estrellas que los encarnan. Eso sí: todos están vestidos por Armani. En el afán por revelarse como un gran escritor de diálogos McCarthy obliga a Scott a enredarse en escenas demasiado largas y explicadas. Y mientras tanto todo va haciéndose previsible. De “Breaking bad” a esta parte todo lo que se filme sobre el universo del narcotráfico está regido por una vara altísima. Lo demás queda reducido a un thriller tan lujoso como vacío. Como “El abogado del crimen”, por ejemplo. Perlitas: las breves apariciones de Bruno Ganz y Rubén Blades, de lo mejor en dos horas de metraje.
Todavía no puedo creer haber visto "El Abogado del Crimen" y que lleve el sello de Ridley Scott, quien tiene en su haber pelis como "Blade Runner", "Alien", "Thelma & Louise", "Gladiator", "Prometheus" y varias más. Totaaaaalmente olvidable, de hecho, ya me olvidé que la ví... Hagamos de cuenta que nunca existió en su filmografía. Ojo, hay que reconocer que hay algún que otro diálogo impecable y que los personajes están bien definidos, pero el resultado final, lo más importante, es que es una película completa y puramente aburrida, que no te lleva a nada. El elenco es de lujo, bah, de lujazooo, lo que no entiendo es como dijeron que si ante un guión tan malo. En fin, queda en vos ir o no ir a ver esta película, ¡yo te avisé!
En El abogado del crimen, Ridley Scott unió fuerzas con el escritor Cormac McCarthy y un elenco de estrellas. El resultado es una película con un guión ambicioso y escenas que quedarán grabadas en las retinas de los espectadores. De todos modos, sobrevuela la idea de que con tanto talento involucrado se podía esperar más. El octogenario McCarthy estuvo muy involucrado en la película. Además de haber escrito el guión, es el productor ejecutivo y, como tal, asistió al rodaje y ultimó detalles en la versión final. Y eso se nota desde el primer minuto de la cinta con diálogos existencialistas y pseudo-filosóficos que deleitarán a los fanáticos del escritor pero no a los seguidores del cine de Ridley Scott. Por momentos, se pierde el hilo de la acción y da la sensación de que estamos frente a la lectura de una novela repleta de aforismos acerca de la vida. Es el autor que habla a través de los personajes y ofrece su mirada sobre este mundo tan atractivo como violento. Pero cuando parece que la película desbarranca y no la salva ni el director de Gladiador ni el elenco que incluye a la élite de Hollwood, tienen lugar impactantes escenas de violencia y una curiosa secuencia de sexo protagonizada por Cameron Diaz y una Ferrari que nos descoloca como espectadores. No se está diciendo que el guión sea malo ni mucho menos. Las interacciones entre los personajes son interesantes pero suenan un poco artificiales. Es decir, se haría más fácil su lectura como novela pero en el celuloide suenan inverosímiles. Las actuaciones están a la altura de la película pero, entre tantas estrellas, sobresalen Michael Fassbender y Cameron Diaz. Javier Bardem y Penélope Cruz quedan relegados por la naturaleza misma de los personajes que componen. El primero interpreta al socio del abogado y la segunda a la prometida del personaje de Fassbender. Da la sensación de que cualquier otro actor podría haber interpretado sus papeles con un resultado similar. Por supuesto que la diferencia entre la elección de estos actores y otros se dará a la hora de contabilizar las entradas. Brad Pitt también logra una buena interpretación como intermediario entre el abogado y el cartel. El abogado del crimen es una película que sobresale del resto por la unión de Ridley Scott, Cormac McCarthy y un elenco de lujo. Esto generó demasiada expectativa y puede ser que más de uno se sienta defraudado pero, sin lugar a dudas, no pasará desapercibida. 3/5 SI Ficha técnica: Dirección: Ridley Scott Guión: Cormac McCarthy Género: Acción Año: 2013 Estreno(Argentina): 14 de noviembre de 2013 Reparto: Brad Pitt, Michael Fassbender, Javier Bardem. Cameron Diaz, Penélope Cruz, John Leguizamo, Natalie Dormer, Rubén Blades.
El experimento de Ridley El nuevo trabajo del realizador Ridley Scott ("Alien", "Gladiador", "Blade Runner"), no fue muy bien recibido, ni por la crítica ni por los espectadores. ¿Cuál fue el problema? En mayor parte lo que no gustó fue su narración complicada y demasiado ostentosa. La cohesión de la trama no tiene formato clásico, de hecho es bastante compleja y se centra en la importancia de los diálogos y no en la conexión de las secuencias. Los personajes están cubiertos por bizarros velos narrativos que no permiten conocer en profundidad quienes son, velos que dificultan la conexión con el público y que le dan un tratamiento demasiado frío a cada uno. La película tiene escritura del afamado Cormac McCarthy, responsable de novelas como "No country for old men", que también se convirtió en película ganadora del Oscar, y "La Carretera" de la cual salió también otro film que protagonizó Viggo Mortensen. McCarthy es un tipo muy respetado y alabado por algunas personas y a su vez es bastante criticado y menospreciado por otras. Sus novelas y guiones no son comunes y presentan una línea de narración que puede gustar mucho o ser odiada con fuerza. Con el film de Scott pasa lo mismo; algunos dirán que es fabuloso y que pone sobre el tapete dilemas morales de la vida interesantes para analizar, mientras que otros sólo se aburrirán y pensarán que al pobre Ridley le pegó el viejazo. Personalmente, no la disfruté mucho y por momentos me aburrí. De todas maneras, le reconozco la iniciativa de tratar de hacer algo diferente y me doy cuenta de que el hecho de que no me haya gustado a mi no quiere decir que sea del todo mala. Hay baches de narración y algunas secuencias varias innecesarias fruto del capricho del director, pero fuera de esto los demás elementos de la cinta son tan experimentales que sería muy soberbio de mi parte tildarlos rápidamente de malos. Aconsejaría que los espectadores que estén más adecuados al cine mainstream, de narración clásica, directamente eviten esta propuesta. Si son de los que están abiertos a un cine no tradicional, un tanto más pretencioso, pueden ir y sacar conclusiones por sí mismos, pero no les puedo asegurar que les vaya a gustar.
"...Es una película que está destinada a [...] un cinéfilo avanzado, [...] no es una película apta para todo público. Y como para darles una impresión de como [...] pone las reglas de juego; la 1º escena de la película es una escena de cunnilingus, y bueno, eso es como que pone el tono de la película, y si no saben que es eso, no son el tipo de público para ese film". Escuchá la crítica radial completa (hacé click en el link)
Publicada en la edición digital #256 de la revista.
Publicada en la edición digital #257 de la revista.