Una comedia poco condimentada Con la cocina como escenario de fondo, esta comedia francesa pone en choque permanente la innovación de los nuevos chefs con los platos tradicionales y el feroz negocio gastronómico que se oculta detrás de su fachada. Nunca mejor aplicado el refrán que asegura que "la comida entra por los ojos". Jacky Bonnot (Michaël Youn), es un aficionado de la alta cocina que sueña con trabajar en un gran restaurante, pero sus clientes parecen escaparle y no conserva sus trabajos a pesar de la apremiante situación económica que atraviesa con su pareja. Sin embargo, todo parece cambiar cuando conoce al chef estrella Alexandre (Jean Reno), quien está amenazado por el grupo económico que maneja sus locales de comida y que planea reemplazarlo a la brevedad por un moderno cocinero especializado en gastronomía molecular. Con este andamiaje argumental, El Chef, de Daniel Cohen, tenía todo para ser un gran comedia donde se ponen en juego las jerarquías, relaciones, rivalidades y ansias por la permanencia en un negocio hiper competitivo. Sin embargo, todo se limita a unos cuantos gags de dudosa efectividad (la dupla se hace pasar por un matrimonio en el restaurante de la competencia) a los que se agrega el cameo sin sentido -ni gracia- del actor español Santiago Segura, conocido por su papel en la saga Torrente. El juego de los contrastes, potenciando por la unión de los protagonistas para derrotar a un tercero, sólo se sostiene por la actuación de Michaël Youn, que parece una suerte de payado muy maquillado que se ríe de sus propias desgracias.El resto resulta tedioso y sin sorpresas para este relato gastronómico que pide a gritos un estilo de vodevil, salpicado con enredos y como frutilla del postre, un final con más fuerza.
Más agria que dulce El Chef es una comedia culinaria, producto de una coproducción francesa/española, algo simpática y poco pretenciosa, que posee como atractivo principal la presencia de Jean Reno. Michaël Youn interpreta a Jacky Bonnot, un joven fanático y obsesionado con la cocina, un memorioso acerca de los ingredientes y medidas exactas de cada receta; también un experto degustador capaz de probar un bocadillo y especificar detalladamente qué componentes lo constituyen. Y Reno hace aquí de un reconocido y afamado chef que parece estar estancándose en sus propias fórmulas gastronómicas, nada menos en la instancia en que críticos en la materia están a punto de visitarlo y juzgar la elaboración de sus platos. El sujeto que encarna de buena y carismática forma Youn es el de un muchacho sin maldad, bonachón y tan inocente que este último punto le juega en contra en cada trabajo que toma como responsable de la creatividad culinaria, entrometiéndose por demás en los gustos de sus comensales. Y así es despedido de cada empleo, hasta que, de casualidad (y cayéndose de maduro en una historia más que simple) el prestigioso responsable del restaurant que será sometido a prueba lo convoca a participar en su equipo. La película resulta agradable de modo justísimo, se mantiene a base de un andar apacible y manso, reforzado de una música tenue y poco dinámica, acentuando el carácter dócil de la proyección. Quizás lo mejor radique en el dúo protagónico y en el acompañamiento de un trío secundario que oficia casi caricaturescamente en cada secuencia que interviene. Pero el resto es mediocre, incluso la aparición de Santiago Segura termina restándole puntos al relato en un intento de agregarle picante; el protagonista de la saga de Torrente no hace más que influir en un fragmento tan alejado de lo que venía aconteciendo como ridículo. Prolija aunque más que predecible, El Chef no hace más que generar algún que otro momento risueño sin dejar de ser una cinta irremediablemente olvidable, a la que su director olvidó condimentar. LO MEJOR: el reparto. Se deja ver. LO PEOR: no ofrece nada digno de destacar por sobre la media. No engancha. Previsible. Muy light. PUNTAJE: 4
Receta repetida París es sin lugar a dudas el escenario perfecto a la hora de realizar una película que gire en torno al mundo gastronómico. De todos modos es Jean Reno, el prestigioso actor francés a quien también hemos visto en algunas producciones norteamericanas, lo único que posibilita que El chef (Come to chef, 2012) llegue a los cines comerciales. Jacky Bonnot (Michaël Youn) es un chef autodidacta y de impecable paladar, cuyo sueño consiste en trabajar en un restaurante de categoría para desplegar su talento culinario. Pero al estar esperando su primer hijo, debe dejar de lado su sueño y aceptar un trabajo como pintor en un hogar para ancianos. Por otro lado, Alexandre Vauclair (Jean Reno) es un chef respetado y reconocido por todos, pero que está atravesando una crisis culinaria y necesita de la ayuda de otro colega para reinventar sus platos y modernizar su comida o, de lo contrario, perderá una estrella en su restaurante y será despedido. Ambos personajes se encuentran de casualidad, y al hacerlo, descubren que cada uno necesita del otro, decidiendo unirse y así embarcarse en una aventura gastronómica. Infinitas han sido las películas que giran en torno a la figura del chef en la búsqueda de grandes recetas y sabores exóticos, para lograr complacer a los críticos de difícil paladar. Entre ellas recordamos a Sin reservas (2007), Fuera de Menú (2008), y al film de animación Ratatouille (2007). El director y guionista Daniel Cohen nada nuevo aporta a esta receta y se limita a ir tildando casilleros con los elementos que forman parte de la misma, bajo la construcción de personajes demasiado estereotipados. Está clarísimo que busca generar situaciones cómicas a partir del contraste de personalidades que presenta el dúo Alexandre/ Jacky (el primero más serio y tradicional y el segundo distentido y divertido), pero no era necesario hacerlos tan paródicamente opuestos entre si. El personaje de Jacky Bonnot es directamente odioso. Más allá de la exageradisima actuacion que provee Michaël Youn se convierte en una caritatura (que recuerda al histriónico Roberto Benigni), que en vez de provocar empatía en el espectador, genera deseos de abofetearlo durante todo el film. Daniel Cohen también tiene su parte de culpa en su constante búsqueda por generar situaciones “cómicas” entre la dupla, como ocurre con la burda escena en que los personajes deben pasar desapercibidos en el restaurante de la competencia para encubrir el robo de algunos ingredientes, y apelan a uno de los recursos más bajos para hacer reír: disfrazar a Jacky de mujer. Pero ni siquiera esto es suficiente y lo hacen realizar movimientos de geisha alrededor de una mesa. La frescura de Jean Reno, las secuencias en donde se muestra la bella ciudad París (en el desenlace del film los chefs cocinan frente a la Torre Eiffel) y el aspecto visual a través del despliegue de colores (principalmente en las escenas de exterior), son los únicos elementos destacables dentro de una producción que, habiendo contado con tantos recursos como para poder salir adelante exitosa, solo puede definirse como perezosa.
¿Otra vez sopa? No hace falta tomarse mucho tiempo para comprender de qué va la trama de El chef, comedia francesa vetusta y rancia, solamente amparada comercialmente por la presencia estelar de Jean Reno, quien lamentablemente ha dejado de brillar hace tiempo y transmite un cansancio en pantalla un tanto preocupante. Para seguir con términos relacionados a lo culinario debe decirse que El chef, dirigida y escrita por el actor Daniel Cohen, carece de aderezos que la doten de cierta frescura o humor y principalmente porque los protagonistas son como el agua y el aceite: no hay química entre ellos y en ese juego de opuestos -muy opuestos- se nota. Alexandre Lagarde es un chef exitoso que en la actualidad pende de los caprichos de su jefe a quien vendió la franquicia de sus restaurantes y que busca por todos los medios que le ceda el control absoluto para incorporar al negocio otra gente más joven. Mientras que Jacky debe encontrar un trabajo para mantener a su futuro hijo y asegurarle a su novia un futuro donde su sueño de convertirse en chef y codearse con los grandes como Alexandre no encaja. Pero todo cambia cuando el azar se cruce en su camino y tenga la posibilidad de mostrar su talento. La curva de aprendizaje es el elemento común entre ambos, por un lado para Alexandre Lagarde (Jean Reno) haber conocido a Jacky Bonnot (Michaël Youn) implica recuperar el espíritu y los sabores del pasado cuando las críticas apuntan a que a pesar de su reputación como un chef tres estrellas se repite de manera constante y no se adapta a la nueva cocina, y por otro es Jacky quien sacará de esta relación la mejor tajada al cumplir el sueño de trabajar junto al hombre que admira y de quien conoce vida y obra en calidad de espectador autorizado y cocinero amateur. Así las cosas, estos dos mundos se cruzan en el universo culinario y de esta manera entablan una unión de fuerzas para sacar a flote el restaurante de Lagarde que puede pasar a manos de la competencia si es que recibe una mala crítica. Elemento débil desde el guión para cohesionar la historia y justificar la unión. No hay escena graciosa que funcione en este relato vacío, ni siquiera en el momento de Santiago Segura, quien personifica a un experto en cocina molecular e intenta infructuosamente aggiornar al protagonista para que abandone la cocina prehistórica. Sin embargo aquello que necesita aggiornarse en este caso es la propuesta, dado que no logra desplazarse un ápice del estereotipo y mucho menos adquirir un ritmo constante para no bostezar.
Si hay algo que apasiona a los franceses es el amor, la comedia y la cocina. Y bien, un poco de todo esto trata esta película. Daniel Cohen escribió y dirigió esta comedia ligera y fácil de digerir, que trata de un joven prodigio de la gastronomía, Jacky Bonnot (Michael Youn), quien no consigue un trabajo a la altura de sus expectativas y se pasa de empleo en empleo sin permanecer mucho tiempo en ningún lado. La situación se vuelve apremiante ya que su mujer, Béatrice (Raphaëlle Agogue) está embarazada. En este contexto trabaja como pintor pero su suerte cambia y su vida da un vuelco cuando es descubierto por el gran chef Alexandre Lagarde (Jean Reno), que está bajo la amenaza de perder una de sus tres estrellas y por lo tanto su trabajo en el restaurante lleva su nombre, pero que es propiedad de un magnate y su hijo egocéntrico Stanislas Matter (Julien Boisselier). Este ha sido seducido por la cocina molecular y busca reemplazar a Lagarde, falto de recetas innovadoras, por un chef que traiga el último grito de la moda gastronómico. Jacky comienza a trabajar como pasante de Alexandre y se combinarán deliciosamente las personalidades contrastantes de ambos personajes: el duro y el blando, el chef tradicional y el joven entusiasta. De allí surgirán algunas risas, escenas simpáticas y un buen cameo del actor Santiago Segura, conocido por su papel en la saga Torrente. Jacky deberá hacerse camino entre ollas y sartenes para mantener a su esposa y no perder su amor, y Alexandre correrá suerte parecida intentando mantener su reputación y el cariño de su hija Amandine (Salomé Stévenin). El ritmo de la película es ameno, es corta, o más bien dura lo necesario para la historia que se pretende contar. Sabemos que es lo que va a pasar desde que empieza el film pero aun así no perdemos el interés. Ligera, suave como una mousse, aunque por momentos nos deja con un poco de hambre… sin embargo está bien planteada, con buenas actuaciones, funciona y entretiene.
Con los peores ingredientes... El cine francés es tan rico, tan diverso, y al mismo tiempo le está costando tanto llegar a la cartelera comercial argentina, que cuando se estrena un subproducto tan menor como El chef genera una mezcla de bronca e impotencia. No se entiende por qué los distribuidores locales, teniendo la posibilidad de elegir entre la vasta oferta del principal productor audiovisual de Europa, optan por una comedieta de cuarta, construida a pura fórmula, a fuerza de clichés y estereotipos, como esta de Daniel Cohen. Hemos visto (disfrutado y padecido) decenas, centenares de películas europeas y norteamericanas con la comida y el mundillo gastronómico como eje. Y, si bien podríamos coincidir en que el subgénero está ya demasiado transitado (¿agotado?), pocos exponentes han sido tan pobres, tan escasos de ideas, como este protagonizado por Jean Reno y Michël Youn. Un chef consagrado (Reno), un loser al que le gusta cocinar pero no tiene suerte (Youn). Una relación padre-hija, otra entre dos que están por ser padres y planean casarse. Un dueño de restaurante despótico. Diferencias generacionales y de estilos de preparar los platos. Con esos “ingredientes” (bastante sosos, por cierto), el guionista y director Cohen arma una comedia de enredos con gusto a poco, muy poco. Anodina, chata, previsible, El chef no da ni para la sonrisa (la carcajada es aquí una utopía). Un film decididamente menor incluso dentro de la vertiente más comercial del cine francés, que supo y sabe regalar productos que pueden resultar un poco convencionales, pero son casi siempre muy eficaces. No es este caso. Consejo: ahórrense la entrada y vuelvan a ver Ratatouille.
Mientras uno ve El chef tiene una sensación de deja vu y en más de una ocasión seguramente va a pensar “esta película ya la vi”. Inmediatamente puede ser que llegue a la mente la joya Ratatouille (2007) porque la historia es similar en algunos puntos pero no llega a ser ni por asomo lo magnífica que fue la producción de Disney/Pixar. Las personas que disfruten de la típica comedia francesa la pasarán bien pero tampoco encontrarán nada nuevo en el trabajo ofrecido por el actor devenido en director Daniel Cohen. El ritmo es bueno pero todas las salidas son previsibles, y el humor es demasiado pretencioso por lo que no llega a divertir sino más bien a ser pasatista. Pero en contraposición está muy bien desarrollado el amor de los personajes hacia la comida, la buena comida, haciendo que esta se convierta en un protagonista más y eso es algo muy ingenioso. Sin embargo, el mayor atractivo del film es Jean Reno, quien una vez más vuelve a demostrar su versatilidad. No solo los tipos duros le sientan bien, y aquí se apodera por completo del film tapando al protagonista principal Michael Youn. La continua repetición de secuencias en las cuales los personajes que son lo opuesto terminan haciendo equipo y complementarse es el mayor exponente de la ya citada previsibilidad de la película. En una época de tanques que rompen la cartelera sin dejar respiros, El chef es una opción para los que quieren alejarse de las explosiones. Aún así reiteramos: no se encontrará nada nuevo y su mayor acierto es la comida, por ello a lo mejor una buena opción es quedarse en casa viendo el canal El Gourmet.
La receta de la felicidad Con apetitosos créditos de apertura y sonidos de cocina comienza El Chef (Comme un Chef, 2012) con Jean Reno y Michaël Youn. Esta nueva comedia gastronómica con aroma francés transita sobre la vida de dos maestros culinarios: el primero, Jacky, incomprendido por los dueños de donde trabaja y valorado por su esposa embarazada; mientras que el segundo, Alexander, es un admirado chef de cocina gourmet que está apunto de ser despedido. Cuando Alexander conoce circunstancialmente a Jacky, forman el equipo perfecto para demostrarle al nuevo CEO del restaurante que son capaces de mantener la tercera estrella para la próxima edición de Guide. Entre egos y nuevas recetas, los dos chefs deberán aprender a realizar platos de gastronomía molecular para poder defenderse de los críticos que pronto irán a juzgarlos. Para conocer estos secretos, convocan al profesional más riguroso y conocedor del tema: el español Juan Castella, el especialista mundial. Mientras que estos dos cocineros intentan demostrar sus habilidades, los familiares que los rodean se sientes descuidados y exigen de ellos su mayor atención. Ahora, ellos deberán elegir: entregar a los demás lo mejor que saben hacer o renunciar a todo por la felicidad de aquellos que siempre los acompañaron. El director, Daniel Cohen propone en su tercera película una comedia divertida, graciosa pero por momentos caen en la obviedad del género. Más allá de la excelente interpretación de Jean Reno, vale destacar la participación especial de Santiago Segura que aporta una cuota simpática y entretenida parafraseando en un español aristocrático.
Tratándose de cocina -de cocina de alta escuela, más precisamente-, lo que sorprende sobre todo es que la receta de El chef no tenga casi nada de novedoso. Ni los ingredientes principales: la clásica extraña pareja, integrada por un actor de personalidad tan recia y austera como Jean Reno y un hiperkinético comediante mezcla de animador, bufo y figura mediática, muy dado a la caricatura y el trazo grueso, como Michaël Youn. Ni la elaboración del plato -faltan algunos aderezos, chispa en especial; sobran otros, como las parodias fáciles. La cocción es despareja: casi todas las guarniciones (las pequeñas subtramas) se han servido un poco crudas, y en cuanto a las salsas innovadoras (el episodio en que los protagonistas se disfrazan para espiar los secretos de un restaurante oriental, por ejemplo), no ayudan precisamente a realzar los sabores. Como puede inferirse, tan liviano como resulta ser no es un menú que pueda satisfacer a todos, y mucho menos a quienes tengan el recuerdo de Ratataouille como referencia. El chef se conforma con hilvanar episodios -algunos más o menos sabrosos; otros, bastante insípidos- en torno del azaroso encuentro de un veterano rey del arte culinario cuyo local, por falta de renovación, corre el riesgo de perder una de las estrellas de cierta famosa guía gastronómica, y el más fanático e ignoto de sus fans, un cocinero autodidacta que se sabe de memoria todos los recetarios del maestro, pero los aplica con tal fundamentalismo que no dura más de un día en ningún restaurante. Quiere el destino que el más joven, acuciado por la necesidad (no hay quien pare la olla en casa ahora que su mujer está a punto de ser madre), deba aceptar trabajo como pintor, que este compromiso lo lleve a tomar contacto con el gran chef y que, por esos caprichos del azar, el consagrado y el novato resulten milagrosamente complementarios. En el fondo se deslizan algunos apuntes irónicos sobre cocina tradicional y molecular, nouvelle cuisine, fast food, nuevas tendencias, moda gourmet, cocineros mediáticos, esnobismo e intereses económicos en torno de la actividad. Nada muy original ni muy ingenioso, pero fácilmente digerible. Jean Reno tiene suficiente oficio como para que la función piloto automático le baste para resolver el compromiso. El estilo y los desbordes de Michaël Youn pueden caer simpáticos o resultar francamente irritantes. Entre los aciertos hay que anotar el aprovechamiento de los escenarios de París y Nevers y la encantadora música de Nicola Piovani, que tiene una vivacidad de la que no siempre se contagia el ritmo narrativo de Daniel Cohen.
Una película no apta para paladares cinéfilos Metáfora obvia, pero inevitable: el tercer largometraje del actor y realizador francés Daniel Cohen es un plato poco original preparado de manera insípida, gran ironía si se tiene en cuenta el cuidado de los protagonistas a la hora de poner en práctica sus saberes culinarios. Fiel exponente de lo más mediocre de la comedia popular francesa, El chef (simplificación del original Comme un chef) es una humorada tibia y amabilísima centrada en un famoso cocinero, últimamente algo preocupado por la posible pérdida de una de sus “estrellas” en el riguroso mundo de la alta cocina, y también en un atrevido joven que, a punto de ser padre, no puede evitar perder cada uno de sus puestos de trabajo, merced a una obsesión principista con las reglas de la gastronomía. El primero de ellos está interpretado por Jean Reno, en plan “soy duro pero tengo corazón de oro” y con el botón de vuelo automático en on; el segundo, por el comediante Michaël Youn, toda una celebridad en el cine y la televisión galos. La idea del guión, por supuesto, es cruzarlos –el veterano que ve peligrar su posición y el talentoso desconocido, opuestos en más de un sentido– y hacer circular las escenas hasta su previsible desenlace, concepto que se aleja de cualquier posible definición de realización cinematográfica para acercarse a la del rol de un policía de tránsito. Hay apenas dos o tres chistes que funcionan y muchas referencias al costado más snob de la cuisine (tanto la nouvelle como la classique), pero nada es demasiado afilado o pertinente. Incluso una escena que presenta a Youn y Reno travestidos de visitantes japoneses –el viejo truco de la guardarropía grotesca– es arruinada por falta de timing y miedo al exceso. El punto más bajo, de todas formas, es la aparición de un chef español especializado en cocina molecular, un Santiago Segura que llega, hace su numerito y se va, seguramente para justificar los euros aportados por la coproducción hispánica. El resto se desprende de lo antedicho: suave aterrizaje en el múltiple final feliz, reconocimiento del talento de los buenos, castigo y moraleja para los malos (representados aquí por un empresario que sólo parece fijarse en modas y algoritmos de costo-beneficio), triunfo por goleada del amor y la bondad. En otras palabras, la película proclama una cosa y termina siendo otra muy distinta: detrás de la defensa de la cocina artesanal, basada en buenos ingredientes y la pasión por gustos y aromas, asoma el feo rostro de la peor comida chatarra. Anodina y por momentos penosa, El chef ni siquiera logra un cometido bastante sencillo: abrir el apetito del espectador a partir de la exhibición de diversos platos. Será que la falta de entusiasmo cierra el estómago. Un Ratatouille a la derecha, por favor (la rata o el plato, qué más da).
La propuesta es atractiva: sumarle al talentoso Jean Reno la vitalidad de Michael Youn, un cocinero que es leyenda pero tiene problemas societarios y creativos, y un cocinero amateur lleno de ideas. En el medio, la cocina francesa contra la molecular. No pasa de ser una comedia de enredos con altos y bajos. Entretiene.
Una receta algo repetida En los últimos años, la comida se convirtió en el nuevo fetiche para las clases más o menos acomodadas de todo el mundo. Libros de cocina que se convierten en best sellers, reality-shows y además, la avidez por descubrir nuevos sabores, desde lo étnico hasta los experimentos moleculares. Todo esto conforma un escenario ideal para el cine, con la cocina como escenario del drama, la invención, el romance y por qué no, para la obra suprema y efímera de un plato creado por los nuevos artistas del presente, que hacen lo suyo desde la ficción o el documental, en películas como Sin reservas, El Bulli: Cooking in Progress e incluso Ratatouille, solo para mencionar algunos títulos recientes. Y entonces llega El chef, cine industrial francés que intenta explotar el fenómeno con una comedia protagonizada por una estrella como Jean Reno, que compone a un cocinero obsesionado por las estrellas de la Guía Michelin –la mayor distinción del mundillo culinario– con todos los tips que se supone que debe tener un tirano de la cocina hecho y derecho. Lo acompaña Michaël Youn, como otro cocinero pero sin suerte, a punto de ser padre, que no logra retener un empleo a partir su obsesión por brindar a los comensales lo mejor en cada plato sin negociar sabores ni costos. No pasa casi nada antes de que ambos personajes se unan, conformando una pareja despareja de manual, que juntan fuerzas y talento contra el dueño del prestigioso restaurante que quiere desplazar al viejo cocinero por un chef moderno, arriesgado y sobre todo, a la moda. Y por supuesto, mientras que las ollas se calientan, mientras el milagro de la alquimia molecular logra un nuevo sabor y la ecuación "tradición vs. modernidad" encuentra un punto medio, los protagonistas van resolviendo sus vidas afectivas, dañadas por su obsesión culinaria. Todo esto da como resultado una comedia que en sus mejores momentos apenas logra el esbozo de una sonrisa, una película muy menor que apela a una comicidad rústica, de un cine viejo y sin ideas.
Una deliciosa para todos los gustos Jacky trabaja como cocinero. Tiene un gran problema : realiza trabajos de cocina gourmet hasta en lugares de comidas rápidas, por lo cual, rápidamente, es despedido. Esto lo hace porque es un amante de la cocina gourmet y su sueño es ser un Gran Chef como Alexander Lagarde, un cocinero con varios restaurantes con la máxima categorización : tres estrellas. Para no perder a su esposa que, embarazada, esta harta de que siempre lo despidan, terminará pintando puertas y ventanas en un hogar de ancianos. El gran chef Lagarde también esta en problemas : si no consigue que los críticos le mantengan sus tres estrellas, perderá su restaurante insignia, solo lo podrá salvar si comienza a servir comida molecular y dejar la cocina gourmet de la cual es un referente. A partir de los problemas de estos dos personajes, la vida o el destino los cruzara para salvar aquello que más quieren en la vida e, incluso, para revalorizar lo que están por perder. “El Chef” es una maravillosa comedia donde el oficio de Jean Reno como Alexandre Lagarde y el talento de Michael Youn como Jacky llevan adelante este film donde se enfrentaran dos amantes de la buena cocina natural, con la más cool y económicamente redituable comida molecular tan en boga. Todo esto los dos actores lo condimentan y lo llevan a la mesa con un gran talento, mucho humor y simpatía. “El Chef” tiene, como las buenas comidas, la frescura y la calidad que necesita un muy buen cocinero (Daniel Cohen, su director y guionista), para servir un plato realizado en el tiempo justo, no le falta ni le sobra un solo minuto, de excelente calidad en base a una muy buena receta (guión), y condimentado con las dosis justas de humor y emotividad. “El Chef”, nunca mejor dicho, es una deliciosa comedia para todos los gustos.
Cualquiera puede cocinar Un fanático de la cocina desempleado y un chef de renombre se encuentran en problemas. Jacky Bonnot (Michaël Youn) es un hombre joven, simple, un autodidacta que aprendió a cocinar leyendo libros de celebrados cocineros, y que vive en permanente búsqueda de empleo, ya que cuando intenta aplicar sus conocimientos en los lugares donde trabaja, lo echan. Por eso tiene problemas con su mujer. Alexandre Lagarde (Jean Reno) es una celebridad de la gastronomía, sin embargo su inspiración creativa está en declive, y la corporación dueña de su nombre y de su restaurant amenaza con quedarse con el manejo de su negocio si él pierde una estrella en la calificación de una guía de restaurantes. Por su agitada carrera tiene problemas con su hija. El encuentro entre ambos se produce por casualidad, y la historia de la película es cómo tratarán juntos de sobreponerse a los obstáculos. Esta comedia de Daniel Cohen toma como objeto de parodia a las nuevas tendencias de la gastronomía. En cierto modo como sucedía en la película “Ratatouille”, destaca el valor de lo tradicional, no por nada siempre francés, mientras que las novedades son extranjeras, como el “experto” en cocina molecular español interpretado por Santiago Segura. Con un desarrollo muy previsible, el filme se maneja dentro de los parámetros tradicionales de la comedia francesa, con actuaciones correctas aunque sin demasiado vuelo. Los personajes son unidimensionales, sin matices, y eso no permite gran desarrollo de parte de los actores. Por otro lado, hay pocas situaciones que generen algo más que una sonrisa. Sin sorpresas, la película resulta chata. Ni siquiera la presencia de Jean Reno alcanza para levantar un filme que termina siendo simpático, pero nada más.
Para aliviar cualquier mal; una pizca de pimienta y otra de sal. El Chef (Comme un chef, 2012), film francés protagonizado por Jean Reno, cumple con su cometido, y punto final: entretener al espectador, o mejor dicho, al degustador. Pero mientras lo hace, también nos deja alguna que otra linda enseñanza de vida. Condimentos que son fundamentales en el camino que recorre toda persona, como la humildad, la perseverancia, el humor y la amistad, son exaltados sin escrúpulo en un guión tan sencillo como amigable. Los protagonistas logran transmitir su aura de ‘tipo común y corriente’ dentro de una historia que gira nada más y nada menos que en torno a la comida. Jacky es un joven aspirante a chef que aprende recetas leyendo libros y memorizando cada ingrediente con cuidadoso respeto, desde que era tan pequeño como el ratoncito Remy. Está a punto de ser padre junto a su joven pareja, lo cual no le permite regalarse el lujo de cocinar por gusto propio. Todo trabajo gastronómico que consigue, termina rápido, culpa de su exquisito placer por la perfección. No está mal lo que piensa el pobre Jacky, pero su necesidad de supervivencia le obliga a realizar cualquier otra laborpara mantener a su pequeña y naciente familia. Por otro lado Alexandre Lagarde (Jean Reno), es un exitoso chef y dueño de un restaurante ‘3 estrellas’ en plena París. Le ha llegado el tiempo de jubilarse y abrir paso a nuevos talentos culinarios, pero no sin antes darse el gusto de vencer el hambre de gloria de los despreciables críticos de la gastronomía. Así es, atender y conformar a cientos de comensales a la vez, dirigir una cocina y conducir un programa gourmet semanal, no serían desafíos sin antes haber pasado por el ojo crítico de estos jueces. Por ello, los ánimos de Lagarde no estarán para bienes como para encima recibir a un nuevo discípulo en su cocina. Sin embargo, las vidas de los dos personajes principales se cruzarán por pura obra del destino, lo que desencadenará sabrosos acontecimientos para la trama. ¿Serán capaces ambos de sortear los inconvenientes de su vida cotidiana, conservando la armonía de cada plato que se les presenta? Lo que me simpatizó mucho de esta pequeña película fueron sus ánimos de grandeza envasados en frasco chico. Quiero decir, que el éxito se puede encontrar en los detalles más ínfimos y no necesariamente en un imperio de ideas aparentemente redituables. El hecho de que una nueva tendencia asome en el común de la gente, no significa que deba reemplazar a lo tradicional, lo cual por trayectoria siempre termina ganando. Esta sencilla reflexión se aplica en la película, a todos los aspectos de una vida llevada a cabo con total normalidad, como lo es la vida de los propios protagonistas. Una vez más el cine europeo demuestra que no necesitamos a Hollywood y sus comedias románticas cada fin de semana y sin pausa. Podemos darle la oportunidad a films de otras características, como es el caso de este ejemplo francés. Es factible asistir al cine y tener como plan ingresar a la sala de El Chef y no salir decepcionado. Al contrario, una historia simpática que puede alegrarnos el día con las divertidas ocurrencias de Jacky y la falsa amargura de Alexandre. Antes de ver cualquier film americano con poca pimienta, existe la opción de tener esta receta para ser feliz muy al alcance de tus manos… Con los ojos vendados y todo, animate a probar la Ratatouille para adultos. @CinemaFlor
En la comedia hay nobleza El salón, con cúpula vidriada del Grand Hotel, frente a la Opera de París, permite ver cómo se desliza la lluvia. Daniel Cohen debe ser buen director de comedias, porque apurando su café no deja de sonreír. “Conozco poco de la cultura argentina... Sé poco de fútbol, pero estoy atraído por Buenos Aires. Nunca estuve, me atraen el tango, desde lo cultural, y, uf, oí tanto de los asados...”. El chef, que se estrena el jueves, tiene a Jean Reno como el personaje del título, y a Michaël Youn como un amateur que sueña con ser chef. Todo, en tono de comedia con el típico gusto francés. ¿Cuál es el lugar de la comedia en el panorama del cine francés? Importantísimo. En general es el género con las películas mas fáciles de producir. Hay un pedido de los productores: es lo más fácil que se puede financiar. Y claro que hay distintas comedias, de gran público y más elitistas. Se suele decir que es más fácil hacer drama que una comedia. Sí, totalmente. Hay una mecánica muy rigurosa y muy inmediata con la comedia, que es muy difícil de poner en situación. O sea que si la película ya no hace reír en el set, es difícil que luego haga reír en la pantalla. Entonces la adecuación del ritmo, del gag, es una arquitectura difícil de construir, y en ese aspecto es más difícil que un drama. Mel Brooks decía que escribía un gag, y si la quinta vez que lo leía, se reía, quedaba. Si no, lo sacaba. Uh, me encanta Brooks. Crecí con El joven Frankenstien. Me parece una frase muy buena, muy acertada. Porque a pesar de que la comedia sea un género más bien despreciado, de todos modos implica una escritura muy, muy controlada, dominada. Veo cierta nobleza y grandeza en la comedia. ¿Jean Reno y Michaël Youn tenían que ceñirse al gag, al guión? Respetaban lo que estaba escrito, bastante, pero lo que hacíamos era juntarnos los fines de semana releer, reescribir, hablarlo juntos, ensayar y luego cando llegábamos al set se mantenían en lo que había quedado. Obviamente si alguna magia surgía, se conservaba, pero por lo general estaba super encuadrado. Los protagonistas son hombres de principios, cuando se van de cuadro es cuando las cosas les van mal. ¿Es la moraleja que busca dar la película? Una de las ideas de partida de la película era que hay un profesional, muy profesional, que desea volver a cierto estatuto de amateur, y al contrario, hay un amateur que ambiciona volverse profesional. Y quizás éste sea el principio que evocás, o que la película quiere evocar. Y el hecho de que cambian durante el transcurso de la película, van a invertir las curvas, digamos, eso es lo que crea lo cómico. No engañar a la realidad... Efectivamente, proviene más del hecho de que la pasión causa problemas, sea cual sea la pasión. Se ve que uno tuvo dificultades en educar a su hija, y esa pasión por la hija le causo problemas, y el otro empieza a mentir justo en el momento en que le surge poder ser chef, algo muy importante en su vida. Reno tiene versatilidad, se luce en drama, thriller y comedia. ¿Por qué lo elegiste? Fuera de su presencia y sus grandes películas, también tiene una cara de gran actor de comedias. Hizo Los visitantes del tiempo, es un gran comediante, y sobre todo lo elegí porque para hacer reír hacen falta los dos payasos, el blanco, el de las payasadas, y el payaso serio, el que mira al otro hacer las payasadas, y que tiene que tener carisma, autoridad y credibilidad. Y él lo da perfectamente. ¿Con qué comediante del cine francés te hubiera gustado trabajar? Nunca pensé en semejante pregunta, pero Lino Ventura, que frente a Jacques Brel en L’emmerdeur tiene ese aspecto que tiene Jean Reno, de mirar al otro hacer las payasadas... Y sino Yves Montand, Louis de Funes, Fenandel. Seguramente el capo de la lista es Funes, que se presenta como un extraterrestre, porque es todo íntegro, de una sola pieza.
El cine francés de regreso en la cocina Desde "¿La pata o la pechuga?" y "Un loco lindo en el gran restaurante", ambas con el desaforado y memorable Louis de Funes, y tangencialmente "El restaurante", de Pierre Salvadori con Daniel Auteuil (2003), que los franceses no habían hecho otra comedia sobre una de sus artes más prestigiosas: la culinaria. Hasta que llegó ésta, que no pretende ser cómica pero provoca la sonrisa de principio a fin. El título original, debe aclararse, es "Comme un chef". Parece, tiene las características y el espíritu, pero todavía es "como un chef". Para serlo de veras, falta que lo descubran y lo contraten, nada más. El tipo es un aficionado talentoso, entusiasta, trabajador, y sigue a pie juntillas las enseñanzas de un cocinero famoso, al que admira hasta el fanatismo. ¡Qué no daría por cocinar a su lado! Y ocurre el milagro: el mayor chef de Paris con el mayor fana que podría tocarle en su vida. Pero es tan fana que, puestos a cortar y hervir el puchero, no le permite al maestro la menor innovación, el mínimo desvío, se ofende, parece la loca de "Misery". Para colmo, el otro necesita innovar. Se lo exige el grupo financiero que controla su restaurant. El yuppie conductor del grupo, un flaco mala leche, ya tiene planeado hacerle perder categoría, echarlo y reemplazarlo por un cocinero modernoso. Como si esto fuera poco, la hija del chef también tiene sus reclamos. Otro tanto, la mujer del aspirante a chef, que para colmo está embarazada y se cansa de verlo tan obcecado y purista que ningún restaurante lo toma. Así se desarrolla un suspenso doble, por el embarazo a término y el serrucho que amenaza a nuestros héroes. Habrá que ver cuál de ellos triunfa, y de qué modo, qué afectos se rompen o mejoran, y qué escuela de cocina se impone: si la tradicional, o la tan mentada molecular, que viene de afuera. Buenísimas, todas las escenas que se rien de este asunto. Y además, original y fresco el diseño de títulos, interesante el planteo sobre los distintos estadios de creación, rutina y renovación en la carrera de un chef, gozosos los resultados, graciosos los comediantes, lindas las mujeres, tremendamente apetecibles las comidas. Y toda la trama tan simpática, que al final enternece.
Un plato tibio En Eternamente comprometidos, el personaje de Jason Segel es cocinero. Y tiene más o menos el mismo conflicto que el protagonista de El chef: su calidad excede el nivel de los lugares que lo contratan, por eso no dura en ningún lado. Pero ese asunto, en definitiva, es algo que se extiende a su personalidad: hay una constante desilusión, un perpetuo inconformismo que se traduce a su relación de pareja. También, en Eternamente comprometidos, hacen un chiste relacionado con Ratatouille: “todos tus amigos me preguntan si me gustó Ratatouille, no sé qué les pasa con esa película”, se queja ante su novia. Es que Eternamente comprometidos o Ratatouille son de esas películas que hablan de la comida, de la relación entre el profesional gastronómico y su material de trabajo, pero que por supuesto están hablando de algo mucho más amplio: del mundo, de una forma de verlo y de cómo desenvolverse ante esas adversidades. Las dos pertenecen a esa clase de películas que toman un universo y lo convierten en centro del mundo, por vía de la metáfora. La diferencia entre estas y El chef, es que esta última no tiene nada que decir que sea relevante y no se salga del terreno de la trivialidad. Claro que hay algo peor que la trivialidad en el film de Daniel Cohen -ya lo hemos dicho, pero no viene mal repetirlo: desde lo convencional se han hecho grandes películas-, y es el aburrimiento que genera: uno reconoce los estereotipos, los clichés sobre los que transita, los lugares comunes que aborda, por lo que espera solamente que el viaje sea placentero. Y cuando esto no sucede -no hay humor, no hay gracia para mezclar los ingredientes, todo luce mecánico-, el tedio se apodera de la situación y uno sucumbe ante la falta de gracia del plato (disculpen las metáforas) que le ponen delante. Es tanto así lo del aburrimiento, que El chef dura 84 minutos que parecen dos horas y media. Y es curioso, porque si hay un solo atisbo de interés es la velocidad con la que avanza la película: casi no hay escenas de transición, todo lo que aparece en la pantalla es importante para el centro del relato. Pero esa velocidad, que en manos de un buen director de comedias sería un elemento fundamental para desarrollar el humor -el tiempo y su fisicidad resultan claves en el género-, es aquí sólo un artilugio que impide profundizar en los personajes y sus conflictos, como si Cohen dudara en levantar el pie del acelerador por miedo a que el espectador se duerma. Un ejemplo de esto es el desarrollo de la relación entre Jacky y su novia embarazada, y cómo se resuelve todo, convirtiendo al personaje femenino en un antojadizo instrumento del guión. Es cierto que el cine francés es mucho más que esto, y que sigue contando con autores interesantes y capacitados, creativos y originales, además de una segunda línea de documentalistas que abordan con inteligencia temáticas sociales. Pero también es cierto que esos nombres son los habituales de los festivales, y que el cine industrial que exportan a todo el mundo y que se estrena en salas está atravesando una crisis de ideas igual -e incluso peor- que la de Hollywood. Así lo dejan en evidencia El chef y varias de las comedias que se han venido estrenando en los últimos años o esos policiales reaccionarios de la escudería Luc Besson.
Una Comedia más sobre… Daniel Cohen presenta su tercera película titulada “El Chef”, en la cual Jean Reno interpreta a Alexandre Vauclair, un chef parisino reconocido que tiene su propio restaurante y un programa de televisión semanal que realiza por las calles de la capital francesa. Pese a esta enorme ventaja profesional, como todo muta y la cocina no es la excepción, la “gastronomía molecular” parece ser indispensable hoy en día a la hora de prosperar en el mercado y Alexandre es muy tradicionalista para adaptarse a estos cambios. Al mismo tiempo, el personaje está atravesando una crisis creativa y perderá calificación por parte de los críticos, por lo que necesita urgentemente a alguien que lo ayude a reinventarse y adaptarse al mundo gastronómico de hoy en día. Acá es donde aparece Jacky Bonnot, interpretado por el actor Michael Youn, que es un cocinero autodidacta con dotes y un sobrenatural sentido del gusto que no cuenta con el espacio para demostrar todo su talento. Un día Jacky conoce casualmente a Alexandre Vauclair, a quien admira y de quién aprendió gran parte de su saber, y se unen para llevar cada uno adelante sus objetivos. La misma Receta Al parecer, durante el último decenio para la industria es ley que si una película transcurre dentro de la Galia no existe otro actor más que Jean Reno. Asimismo si la película es sobre el mundo gastronómico no existe otra ciudad en el mundo que Paris. Es que de esto se trata “El Chef”, un rompecabezas de clichés y estereotipos de comedias que completan los 85 minutos que dura la película, yendo desde la clásica “pareja-despareja” hasta disfraces ridículos, pasando por todas las herramientas dignas de una comedia de Suar en Prime-Time. El único punto a favor es la actuación de Jean Reno que demostró hace rato ser un gran actor y tampoco quiero desmerecer a Michael Youn que lo sabe acompañar más que bien. Además, en un momento aparece el genio de Santiago Segura que se roba un par de sonrisas, pero es una participación muy escueta. Conclusión “El Chef” de Daniel Cohen es una película que no te va a sacar ni una sonrisa pero puede hacerse llevadera ya que utiliza recursos conocidos por todos generando así que se pasen rápido los ochenta y cinco minutos. Aunque las actuaciones son más que aceptables, sinceramente no creo que merezca la pena gastar dinero en ir al cine a ver esta comedia tan vacía habiendo tantas buenas películas en cartel.
Una deliciosa comedia, fresca, tierna, sin necesidad de recurrir al golpe bajo. Parte de la historia gira en torno a Jacky Bonnot (Michael Youn) un autodidacta que trabaja como cocinero. Él es un exquisito se pasa haciendo observaciones en el restaurant, el tema es que donde va desarrollando sus tareas son lugares sencillos o de cocina rápida y termina siendo despedido. Su sueño es ser un Gran Chef y siempre mira un traje para tal labor en la vidriera de una tienda. Su pareja la bella Amandine (Salome Stevenin) se encuentra embarazada casi a punto de parir, y es momento de tomar conciencia, dejarse un poco de chiquilinadas, madurar y afrontar la realidad. Ella está cansada de que siempre lo despidan (cuatro veces en 4 semanas), por lo tanto él termina aceptando un trabajo que no es de su agrado, termina pintando puertas y ventanas en un hogar de ancianos. Por otro lado desarrolla sus actividades un famoso Chef Alexander Lagarde (Jean Reno), exigente, reconocido por todos y hasta tiene su programa en televisión, es algo similar como lo tiene acá Guillermo Calabrese o Juan Braceli, entre otros. Este se encuentra también pasando un mal momento ya que en pocos días vendrán los críticos a su Restaurant y si no logra seguir manteniendo su categorización de tres estrellas lo perderá (algo similar ocurría en “Ratatouille”). Las cosas comenzaron a cambiar en este rubro, hay que modernizarse y una de las exigencias es que sirva la comida molecular y deje la cocina gourmet algo que para él es tradicional. Aunque esto no es todo, tiene una hija que requiere de su atención dado que en pocos días presenta su tesis en la carrera de letras y quiere que su padre este presente. Estos personajes de una u otra forma se encuentran rodeados de problemas tanto familiares como laborales y sus destinos en medio de presiones se chocan, formando una buena dupla. Quien se incorpora al dúo es Juan (Santiago Segura) un experto de la cocina molecular. Si bien casi todo el film es previsible, tiene buenos giros, entre enredos emociona y dentro de su desarrollo contiene una interesante estética. Los espectadores deben conocer que después de los créditos finales hay una escena extra. Los actores: Jean Reno (64) y Michaël Youn (39) (“La vuelta al mundo en 80 días”, “Lucky Luke”) componen una buena dupla y tienen bastante química, logran arrancarte más de una sonrisa, hay situaciones que suceden en la cocina relacionadas a la película “Sin reserva”. Tiene un buen ritmo, una fuerte crítica a la cocina post moderna y la buena música de Nicola Piovani está acorde. Es una comedia entretenida, sencilla, graciosa, dinámica y diferente, se mete en el mundo de la gastronomía donde descubrimos la competencia, el estrés, las presiones y la mala onda, pero tampoco todo es tan malo o tan bueno, aunque en algún tiempo podes encontrar un amigo y una posición, tanto económica como social.
(anexo de crítica) No es “Ratatouille”(USA, 2007) ni “Sin reservas”(USA, 2007), pero “El Chef”(Francia 2012), filme galo por excelencia, dirigido por Daniel Cohen, nos introduce en un tema de moda: la adrenalina y competencia que existe en las “cocinas” de los afamados restaurantes. En “El Chef” la historia es sencilla, Alexandre, un afamado cocinero de moda (Jean Reno, mejor que nunca), divorciado, con una hija a punto de presentar una tesis de doctorado, debe conservar las estrellas de su restaurante “Cargo Lagarde” luego de la visita de un grupo de estrictos y exigentes críticos. Si el grupo que lo visita mantiene la cantidad de estrellas para el restaurante, entonces el continuará con su puesto de trabajo, caso contrario, a la calle, ya que la renovación gastronómica de la “comida molecular” hacen que la estabilidad y prestigio de Alexandre tambaleen. El malvado dueño del restaurante quiere ir por el camino novedoso en vez del seguro. El tiempo, las presiones, la apatía le han agotado las ideas a Alexandre, por lo que luego de ser abandonado por sus dos asistentes, decide contratar temporalmente a Jacky (Michaël Youn) un aficionado al arte culinario que lo ayudará a mantener su reputación y trabajo. ¿Cómo conoce Alexandre a su nuevo segundo al mando? Jacky ama la cocina, pero a punto de ser padre y luego de ser expulsado de varios restaurantes de medio pelo por innovador, deberá trabajar de otra cosa (pintor) para poder encarar la paternidad con solvencia. En un lujoso geriátrico parisino además de pintar, conoce al grupo de cocineros a quienes de a poco comenzará a realizar sugerencias. Alexandre asiste un día y prueba una de sus especialidades y decide contratarlo de manera temporaria. Desde ese momento la mentira regirá el destino de Jacky ya que deberá asumir su nueva tarea sin decirle nada a su mujer para evitar que tenga complicaciones en el embarazo. Allí la película dará un giro para pasar de una comedia costumbrista clásica francesa a una “buddy movie” en la que Alexandre y su nuevo asistente Jacky harán lo imposible para poder mantener el “Cargo Lagarde” en lo más alto de la gastronomía mundial. Narrada de manera lineal, con algunos acordes musicales para marcar los tiempos de comedia (innecesarios por cierto) que recuerdan a viejas películas argentinas de Olmedo y Porcel de los años ochenta del siglo pasado, “El Chef” se sostiene por el increíble histrionismo y oficio del gran Reno y por intentar en tiempos de egoísmo e individualismo, destacar el trabajo en equipo y la lealtad entre compañeros como valores esenciales para la vida. Sobresale una pequeña participación de Santiago Segura como un experto en cocina molecular. Para salir del cine con ganas de ir a comer.
UNA COMIDA DESABRIDA Uno cree que la comedia francesa de estos días ya ha tocado fondo. Pero no, siempre puede aparecer algo más liviano, más soso y más tonto. “El chef” se aprovecha de la fama que han alcanzado en estos días los cocineros y desde allí propone una serie de enredos con personajes que tratan de ser simpáticos, pero no hay caso. Jacky Bonnot, 32 años, amante de la alta cocina, sueña con triunfar en un gran restaurante. Pero la situación financiera precaria de la pareja le obliga a aceptar unos trabajos de cocinero que ni siquiera consigue conservar. Hasta el día en que se cruza en su camino Alexandre Vauclair, gran chef con estrellas, amenazado en su confortable situación por el grupo financiero propietario de sus restaurantes. Como viene sucediendo, los hombres son todos bobos y ellas, encantadoras. Y así estamos. El film no tiene gracia ni tema ni personajes.
La gran comilona Hace unas semanas se estreno en Buenos Aires el “El Gran casamiento”, que se enrolaba en el genero de la comedia, siendo un ejemplo rancio del mismo, antiguo, previsible, pero sobre todo chabacano, desperdiciado una selección de actores que empieza con Robert de Niro, Susan Sarandon o Diane Keaton como iconos consagrados, hasta llegar a Amanda Seyfried o Thoper Grace como jóvenes que ya dejaron de ser promesa y son una realidad, pero el filme no funciona pues ni las actuaciones lo salvan. En este caso podríamos estar en presencia de una situación similar, una comedia pasatista, demasiado liviana en una primera lectura, pero…. es una producción francesa, y reza un axioma, acertado o no, que no importar el género la cinematografías de ese país intenta, y casi siempre lo logra, plantear la posibilidad de otras lecturas subyacentes al relato. La historia gira alrededor de un joven, Jacky Bonnot, quien sueña con triunfar como chef en un gran restaurante. Pero su frágil situación económica le obliga a aceptar trabajos como cocinero en lugares donde su “arte” no es aceptado, por lo que no dura mucho en ninguno. Un día se cruza en su camino Alexandre Vauclair, un célebre chef, tradicional por donde se lo mire, que se ve inmerso en la necesidad de un cambio hacia lo moderno por la posibilidad de perder una estrella en el catalogo de restaurantes, e impuesta por los dueños, y cuya imposibilidad de realizarlo amenazaría su estabilidad laboral. En esta pelea entre lo clásico y lo moderno, jugado desde la comida, se despliega la toma de posición del director, casi ironizando la cocina molecular, o la más francesa nouvelle cuisine, la comida rápida sin elaboración, o la más internacional cocina de “autor”, pasando por las nuevas tendencias culinarias, la comida sana, hasta los cocineros mediáticos, pero atravesado por las relaciones humanas, los celos, la envidia, el amor filial, de pareja, la amistad, todo se ponen bajo la lupa de las diferentes preferencias. Algo así como que en gusto no hay nada escrito, pero de lo humano hay demasiado. El problema principal se encuentra entonces en la vaguedad de las subtramas, puestas sólo en función de desplegar y acrecentar cierto ritmo de la trama principal, pero la falta de construcción de estas terminan por parecer casi innecesarias,. Historias tales como la hija del famoso chef que lo castiga haciendo gala de su preferencia por el fast food, o la mujer del joven cocinero a punto de parir, quien le exige al marido aceptar trabajos en desagrado, razón que le obliga a mentirle piadosamente, más por no herirla que por cobardía. Lo mejor esta en las actuaciones. Jean Reno demuestra su versatilidad para cualquier género cinematográfico, construyendo un personaje duro por fuera y tierno por dentro, muy bien acompañado por Michaël Youn quien hace solemnidad de cómo generar empatia con el espectador. No hay una búsqueda estética, no intenta deslumbrar con ello, ni variantes de estructura narrativa, sólo el hecho de contar una historia simpática, simple, incluyendo elementos que permiten poder analizar esa realidad un poco más allá del texto. Una comedia como las de antes, pero en ritmo actual, que parece superficialmente estar bien sazonada, pero que en realidad, en la preparación de los platos principales esta el secreto de su éxito.
Suerte de comedia gastronómica con una aceitada pareja interpretativa, El chef es también un vehículo concebido para ridiculizar la nueva cocina molecular, especialmente la que cultiva el español Ferrán Adriá. Más allá de su trama, liviana pero simpática, y de algunos buenos gags, diálogos y situaciones, el film de de Daniel Cohen se ocupa principalmente de salvaguardar la de la gastronomía francesa ante un avance modernoso que se propone arrasar con las tradiciones culinarias. El chef hace foco también en los cocineros mediáticos, los chefs-stars, ya que el personaje de Jean Reno combina su prestigio profesional (en peligro que le sea bajada su calificación), con su aspecto de popular conductor en un ciclo de cocina televisivo, lo que le aporta un matiz más al film. Al menos la película del director y también actor Daniel Cohen, no se inspira demasiado en otras piezas recientes que abordan esta temática, como El sabor del edén, Deliciosa Martha, y su remake americana Sin reservas, y la participación de Santiago Segura como chef de la nueva era resulta disfrutable, aporte fundamental en el tópico de satirizar a los platos en los que la química interviene más que la legendaria cocción alimenticia. Con toques de Pierre Richard y Benigni, el joven actor Michaël Youn es una revelación en el plano de la comedia y el humor, junto a un Reno muy divertido. Ambos destacan su timming en el squetch en el que se disfrazan de pareja japonesa en un restaurante de –presuntas- delicias moleculares.
Un tipo importante con problemas de dinero se encuentra con un tipo pobre pero con innato talento para la cocina. El resultado es una comedia social, una especialidad del cine francés, que termina hablando mucho más de la amistad a pesar de las diferencias de clase que de la haute cuisine per se. El resultado final es dinámico y leve, sostenido por sus actores, cuya capacidasd permite que sintamos simpatía por sus criaturas.
Una cocina sin sabor “El chef” es una comedia extraña. En parte película de compañeros, el clásico tándem de la pareja despareja, es también una parodia sobre algunas especificidades de la alta gastronomía -especialmente pone en ridículo la llamada cocina molecular- mezclada con la historia arquetípica del perdedor con buenas intenciones que lucha por conseguir su sueño. El protagonista es un cocinero exquisito pero frustrado, condenado a trabajar en fondas de mala muerte de las que lo echan por sus gustos refinados, o a pintar ventanas de un geriátrico y con una esposa a punto de ser madre. Justamente allí conoce a su ídolo, el chef más distinguido de Francia, dueño de las míticas tres estrellas de la guía Michelin, pero en franca caída ante la moda de, como se muestra, transformar por ejemplo un pato al horno en cuatro cubos gelatinosos. A priori era una trama con potencial, pero ni el director ni el elenco pudieron remontar un guión que se dispersa en cuestiones menores, subtramas y diálogos sin ingenio, algo esencial en una comedia. Tampoco los actores aciertan en el timing. Sin embargo Jean Reno, a cargo del chef estrella, muestra, una vez más, que es un actor versátil e impone su solvencia aun en las partes más absurdas del filme, como cuando aparece disfrazado de oriental o cuando interactúa con el personaje de Santiago Segura como un referente español de la cocina molecular, un personaje en el que el actor ibérico sale del paso con dignidad de lo que le tocó en suerte.
Cocinando un bodrio La comedia francesa "Comme un Chef" es el típico ejemplo de producto cinematográfico mal hecho, tirado de pelos, que se nota fue concebido para cumplir con compromisos comerciales. El director Daniel Cohen juntó a dos veteranos del cine francés que creía le iban a dar la fórmula del éxito, uno un poco más joven y de moda en los últimos años llamado Michaël Youn y por otro lado, al conocidísimo y talentoso Jean Reno, pero parece que se olvidó de la parte más importante, dirigir bien. Otro aspecto que brilló por su ausencia fue el guión, que resultó ser tremendamente superficial y poco original, ofreciendo al espectador una especie de historia televisiva de domingo en el horario de siesta. Jacky (Youn) es un chef inadaptado, obsesivo y detallista, que prefiere tener 2 personas desfrutando de un plato gourmet bien elaborado a tener un restaurante lleno de comensales sin cultura gastronómica. Su personalidad difícil, lo llevó a ser despedido de cuanto restaurante hubiere en París y terminó trabajando como pintor. Por una de esas casualidades sin sentido e improbable de la vida, se topa con Alexandre Lagarde (Reno), uno de los chefs más reconocidos de Francia y el mundo, que en el último tiempo ha visto en riesgo su status de maestro culinario al ser considerado un dinosaurio de la gastronomía. Para salir a flote y lograr conservar sus estrellas distintivas acumuladas a través de su fructífera carrera, Alxandre deberá encontrar un nuevo talento que aporte frescura y pasión a su cocina. Es aquí cuando se cruza con Jacky. A partir de que se conocen, se darán cuenta que son tan compatibles como incompatibles, un torbellino de cocina magistral pero con discusiones y diferencias disparatadas. Fin... Entre medio, Jacky tiene algunos problemas con su mujer embarazada, algo que no aporta absolutamente nada al film, nada al menos positivo. Digamos que se intentó aportarle algo de comedia romántica con esta parte, pero la verdad es que el resultado es soso y para nada interesante. Similar con Alexandre, se intenta presentar la complejidad de la relación que mantiene con su hija, una adolescente que lo adora pero está dolida por su poca dedicación como padre. También se aborda el tema por la superficie y con la sutileza del increíble Hulk, dando como resultado escenas infantiles y mal actuadas. Para concluir, debo decir que en general me gusta la comedia francesa, pero aquí se nota que hubo influencias externas que convirtieron a "El Chef" en un moco total. No recomendable, ni siquiera para los amantes más acérrimos de la cocina.
En busca del sandwich cubano perfecto Actor, guionista y director, el versátil Favreau, figura del cine independiente tanto como del mainstream, propone aquí una comedia que recuerda a Ratatouille, pero con manteca, carne, panceta y queso en lugar de verduritas. Rechoncho, cachetón y portador de un par de ojos caídos dignos de un perro San Bernardo hastiado de fotos y caricias en el Centro Cívico barilochense, Jon Favreau es uno de esos secundarios vistos en películas de toda calaña (Alguien tiene que ceder, Sólo para parejas, Te amo, hermano, El lobo de Wall Street y siguen las firmas), siempre dispuesto a poner su cuerpo tamaño oso al servicio del lucimiento del protagonista de turno. Es, también, el director de las dos primeras Iron Man, es decir, el hombre que le insufló aire, burbujas, amenidad y frescura a un subgénero hasta entonces lastrado por las disquisiciones acerca de las responsabilidades del poder y los tonos quejumbrosos como era el de los superhéroes. Lo mismos calificativos cuadran en Chef: La receta de la felicidad. Como si supiera que la cuota 2014 de sacarina y paralelismos obvios entre gastronomía y la vida ya está más que satisfecha con Un viaje de diez metros, del inefable Lasse Hallström, Favreau driblea el moralismo sentimentaloide a fuerza de una creencia absoluta en sus personajes y las situaciones que atraviesan. Sí, es cierto que el regreso a la simpleza propuesto por la parábola narrativa huele a caramelo quemado, pero este viraje y los cambios que acarrea son consecuencia de lo sucedido durante los cien minutos previos y no al revés.Favreau es Carl Casper, un chef reconocido por el carácter vanguardista de sus recetas. O al menos así era hasta hace un tiempo, antes de que su jefe (Dustin Hoffman, el primero de varios cameos estelares) empezara a mirar de reojo el arte de la sartén en pos de priorizar lo probadamente exitoso por sobre cualquier atisbo de innovación. “Esta es mi cocina porque yo pagué por esas ollas”, espeta, palabras más, palabras menos, ante cada desplante de su empleado estrella. ¿Reflexión sobre la falta de libertad creativa dentro del mundo del cine? Favreau tiene la inteligencia suficiente para sugerirlo sin jamás levantar el dedito acusador, evitando así el recorte interpretativo. La cereza del postre, con perdón de la metáfora, será una reseña demoledora de un importante crítico gastronómico (Oliver Platt, genial como siempre) bastante enojado por el menú ya visto, pero sobre todo por la pérdida de entusiasmo de Casper, quien se enfrentará en pleno salón escupiéndole las mil y una verdades.Ya desocupado, y apoyado tanto por la madre de su hijo (Sofía Vergara, de Modern Family) como por la recepcionista del restaurante y amigovia (Scarlett Johansson), Casper partirá junto a su hijo y a su asistente (John Leguizamo) en busca de nuevos horizontes a bordo de un food-truck cedido por el ex de su ex (Robert Downey Jr.). Nuevos horizontes que de nuevos tienen poco y nada, ya que en realidad se tratará de una vuelta a los orígenes. Lo mismo que Favreau con Chef: al fin y al cabo, se trata de un realizador iniciado con dos películas indies (guionó Swingers y dirigió Made) y que luego pasó a las grandes ligas con Iron Man y la injustamente masacrada Cowboys & Aliens para terminar regresando a la autogestión con un proyecto producido, dirigido, guionado y protagonizado por él.Los orígenes están encarnados en la búsqueda de la confección del sandwich cubano perfecto. Sandwich que Favreau filma con una devoción sincera y fascinada, como si entendiera que en el cine, y en la vida, la buena comida también se ingiere por los ojos. A partir de ahí, Chef campeará entre los usos y costumbres de una comedia de redescubrimiento en la que nada puede salir del todo mal y los apuntes –bastante trillados, por cierto– acerca de la gastronomía como metáfora de la persecución de los deseos y campo de exposición de las convicciones personales. Lo mismo que Ratatouille, pero con manteca, carne, panceta y queso en lugar de verduritas. 7-CHEF: LA RECETA DE LA FELICIDAD (Chef, EE.UU., 2014)Dirección y guión: Jon Favreau.Duración: 115 minutos.Intérpretes: Jon Favreau, Sofía Vergara, John Leguizamo, Scarlett Johansson, Oliver Platt, Bobby Cannavale, Dustin Hoffman.
Los secretos de la cocina. Es una road-movie sobre un padre y su hijo, pero también sobre afrontar los cambios, el intercambio generacional y el apoyo de la familia y amigos tan imprescindibles en los momentos álgidos de la vida. Ser el chef estrella de un restaurante cuando el negocio no es propio, puede ocasionar al especialista en cocina más de un dolor de cabeza y eso es lo que le sucede a Carl Casper, separado y con un hijo de diez años. El filme del director Jon Favreau que acá se reserva el protagónico, muestra como ha ocurrido con otros filmes sobre las artes culinarias (‘La fiesta de Babette’, entre ellos), que el saber cocinar no se trata únicamente de combinar bien los elementos, también implica un aprendizaje sobre la vida, que ejercita las emociones y agudiza los sentidos.NUEVOS PLATOS‘Chef... es una original comedia familiar, en la que a partir del conflicto que tiene Casper con el dueño del local en el que trabaja, cuando a ambos les avisan que vendrá a calificar el restaurante un temible crítico de cocina, la vida del primero se modificará radicalmente. Casper es un obsesivo que siempre está ideando nuevos platos, pero a partir de que abandona su trabajo porque se siente humillado, con la ayuda de su ex mujer y en compañía del hijo de ambos viaja a Miami y su realidad se modifica.En la llamada Little Havana de Miami, Casper no sólo se reencuentra con su ex suegro, un compositor de música tropical, también constata al primer ex marido de su mujer, él que lo ayuda en un nuevo emprendimiento. Le consigue un trailer rodante con cocina para vender comida en la calle.Lo concreto es que a partir de ese momento comienza una nueva vida para Carl Casper, su hijo y su ex mujer, él que ahora se dedica a proveer a sus numerosísimos clientes, en su mayoría latinos, de sabrosa comida cubana.El filme de Jon Favreau es una road-movie sobre un padre y su hijo, pero también sobre afrontar los cambios, el intercambio generacional y el apoyo de la familia y amigos tan imprescindibles en los momentos álgidos de la vida.Valiosas son las actuaciones de Jon Favreau, Emjay Anthony y Sofía Vergara, a los que acompañan en papeles secundarios: Dustin Hoffman, Scarlett Johansson y Robert Downey Jr, al que Favreau dirigió en la saga Iron Man.