La carencia de ideas en Hollywood viene a la alza. Y no porque tengamos algo en contra de las adaptaciones, pero fue hasta el boom mediático que representó Harry Potter, que todas las compañías de cine se dedicaron a la búsqueda de su gallina de los huevos de oro en novelas juveniles. La única que lo ha logrado medianamente es Lionsgate con Los Juegos del Hambre, y Summit, con su gran fracaso llamado Crepúsculo, lo intenta otra vez, ahora con El Juego de Ender, novela de ciencia ficción multigalardonada, escrita por Orson Scott Card que goza de una vasta legión de seguidores (quienes por cierto, la odian, de lo cuál hablaremos más adelante). Ender es el tercer hijo de una familia que rompió las reglas.En un futuro post apocalíptico, la batalla contra los Formics, alienígenas que intentaron conquistar la tierra, la vida se ha vuelto dura para las familias. Sólo pueden tener dos hijos, y ambos, son enviados a temprana edad a una academia donde se les entrena para la nueva guerra que está por venir, la definitiva, donde se decidirá el curso de la raza humana. Ender es la mezcla perfecta entre la furia de su hermano y la compasión de su hermana, pero debe demostrar que él es la persona elegida para llevar a la victoria a su gente. Los efectos especiales de la película están muy bien logrados, eso es innegable. El problema es que, como siempre se ha dicho, si la historia es la que sirve a los efectos y no al revés, la historia no pasa de ser una pintura hueca, bonita, pero hueca. Y es que, sin ir más lejos, parece que Asa Butterfield (Hugo), ha perdido todo su encanto y sólo se dedica a ser un robot, sin actuar. No he leído la novela, y si bien los comentarios de los fanáticos, aseguran que más de una vez el Ender de las páginas llegas a odiarlo, en ningún momento de la película se justifica su liderazgo, su ascensión al "poder" y la justificación de sus acciones, mas que la necedad de un Harrison Ford totalmente plano, que se empeña en decir que es el elegido sin explicar nada de la mitología que puede haber detrás de todo el universo de Card. Ni Hailee Steinfeld, ni Viola Davis, ni Ben Kingsley (aunque sí es el más decente de todos) logran conectar con el público ni logran contar la historia de modo que atrape, que genere emociones. Fría, hueca, sin sentido. Todo eso en realidad se le puede atribuir a la dirección (Gavin Hood) y al guión. Si hubieran querido, hubieran podido dividir en dos la película y hubiera sido una adaptación más fiel (honestamente, estoy esperando que anuncien una versión extendida en DVD o BD para ver si así logran mejorar), muchos diálogos y metáforas sin sentido (que probablemente en el papel tengan mucho más ingenio), en la que nos pasamos casi 2 horas esperando entender algo de lo que nos quisieron contar. Por cosas así es por la que muchos autores han hecho bien en negarse a que sus películas sean adaptadas. Y por cosas así es por lo que premios de prestigio seguirán ignorando a la ciencia ficción.
El juego de Ender es perfecta para los lectores curiosos de ver cómo Hollywood logra destruir o mejorar un libro. Acá lo único destacable son los efectos especiales, que obviamente a esta altura si una película de este tipo no tiene una técnica digital de impecable calidad es algo imperdonable. El guión es monótono, sin vida ni ritmo y no pasa nada que te mantega en vilo o interesado...
Trabajo infantil y guerras preventivas. Cualquier adulto que haya visto un teenploitation de las características de El Juego de Ender (Ender’s Game, 2013) en una sala tradicional podrá atestiguar sobre la relativa eficacia de este tipo de productos y la consiguiente obsesión de Hollywood relacionada con seguir perfeccionándolos para captar a más y más subsectores de este nicho tan redituable del mercado. Por supuesto que el principal problema radica en el ámbito cualitativo, específicamente en el poco empeño puesto -por parte de la industria- en la magna tarea de evadir fórmulas gastadas y apuntalar proyectos valiosos que ofrezcan una mínima novedad. Así las cosas, bien podríamos decir que en la escala gradual que separa lo insoportable de lo realmente interesante, la película en cuestión se ubica en un punto medio con tantos ítems en contra como a favor. Dentro de la primera categoría, la historia recurre al clásico “camino del héroe” aunque hoy en el contexto de una amenaza alienígena, con un Estado por demás paranoico y una serie inacabable de referencias cristianas, en esta ocasión más procedimentales que místicas. El manojo de clichés se sostiene durante casi todo relato y no permite un verdadero desarrollo de personajes por fuera del cúmulo de diálogos severos.
Manual discursivo. El Juego de Ender es la adaptación de Gavin Hood -artífice de X-Men Orígenes: Wolverine- de la novela de Orson Scott Card y el comienzo de una nueva saga adolescente. Asa Butterfield se carga el protagónico como un adolescente reclutado por la Flota Internacional para salvar al planeta de una posible invasión alienígena. Lo que hace Hood es utilizar al género para esparcir una serie de discursos políticos, filosóficos y psicológicos a través de videojuegos, simulaciones y entrenamientos que son siempre un loop de un mismo ejercicio. Además, propone un enfoque adolescente despojado de cualquier indicio de un posible despertar sexual, porque no existe tal cosa para estos personajes diseñados para la destrucción. Los niños-soldados de El Juego de Ender son construidos y maniobrados como si fuesen un robot de Titanes del Pacífico. Hood lleva a la pantalla grande la primera de más de una decena de libros de esta nueva saga, con una puesta en escena sumamente fría que nos distancia de lo que podría ser una aventura más o menos tangible, incluida una Academia en la que el mundo gasta millones para entrenar máquinas de aniquilar y transformar en milicianos a menores de edad para ir a la guerra. Esto es llevado a cabo a través de diálogos de manual de filosofía barata y un discurso de lo más cruel y descorazonado, en donde no existe la lealtad, el honor o la amistad como vínculo profundo y verdadero, a diferencia del universo Star Trek. Y parece que tampoco hay lugar para la imaginación: las escenas de batalla, además de tener la paleta de colores más aburrida del planeta Tierra (blancos, negros y grises en donde no hay matices ni formas visualmente atractivas), están filmadas de forma caótica y el tratamiento digital arruina por completo cualquier atisbo posible de una estética espacial interesante.
El nuevo líder La adaptación cinematográfica de la primera entrega de la saga literaria ideada por Orson Scott Card, compuesta por cuatro libro, coloca a la Tierra en peligro luego de una invasión alienígena y las fuerzas militares internacionales están en alerta y se reorganizan. La misión es someter a un grupo de chicos a un duro entrenamiento para encontrar una nueva esperanza para la humanidad. Uno de ellos es Ender (Asa Butterfield, visto en La invención de Hugo Cabret), el tercer hijo de una pareja que nace en un mundo monitoreado que limita a sólo dos el número de descendientes. Con este planteo, el guionista y realizador Gavin Hood (X-Men Orígenes: Wolverine y la maravillosa Mi nombre es Tsotsi) construye un atrapante relato de ciencia-ficción que sigue los pasos de Ender, el joven inteligente y sensible que dejó atrás su hogar (y a una hermana a la que necesita, interpretada por Abigail Breslin) y ahora gravita en una élite en la que se conjugan estrategias, enfrentamientos con compañeros y un duro entrenamiento a manera de "juego" con pistolas que congelan al adversario. En él se depositan las nuevas esperanzas del Coronel Graff (Harrison Ford) y la Mayor Anderson (Viola Davis) que buscan un nuevo líder que supere las legendarias hazañas del comandante de la Flota Internacional, Mazer (Ben Kingsley). La pelicula acierta en la creación de climas y la descripción de personajes, a la manera de Reto al destino pero en el espacio y también plantea una crítica al mundo de los video-games en el que el protagonista se ve obligado a tomar decisiones ("si eliges una de las dos opciones, siempre pierdes") y enfrenta a extraterrestres con forma de insectos comocidos como "Insectores". Entre casas que mantienen su aspecto como las actuales en un futuro amenazado, automóviles aerodinámicos, naves que son destruídas y toda la parafernalia visual que nunca se olvida de la carnadura de los personajes, el relato prosigue su marcha y seduce al público. El juego de Ender tiene un final abrupto (como en la reciente El Hobbit: La desolación de Smaug y Los juegos del hambre: En llamas) porque la historia continúa y lo mejor está por venir. En tanto, una "sorpresa" acompaña al pequeño héroe por las profundidades del espacio.
Al servicio del juego Basada en la exitosa novela de Orson Scott Card, El juego de Ender (Ender´s Game, 2013) plantea una historia de ciencia ficción atrapante, que respeta las características propias del género y le aporta algunos aspectos nuevos. Harrison Ford y Asa Butterfield se lucen en la nueva película del director sudafricano Gavin Hood (X-Men Orígenes: Wolverine, 2009). En un futuro cercano las hazañas de Mazer Rakham (Ben Kingsley), comandante de la Flota Internacional, logran salvar al planeta Tierra de un ataque alienígena. Pero el temor a que una nueva invasión ponga en riesgo a la humanidad, lleva a las fuerzas militares mundiales a crear un fuerte entrenamiento dirigido a los adolescentes más aptos. Ender Wiggin (Asa Butterfield) es un joven que cuenta con todos los requisitos necesarios para ingresar a la Escuela de Batalla, dirigida por el Coronel Hyrum Graff (Harrison Ford) y Gwen Anderson (Viola Davis). Allí, conocerá su personalidad frente a los desafíos, y practicará numerosas estrategias (en ocasiones similares a las de los videojuegos) que le permitirán, quizás, convertirse en el próximo héroe. Al leer la síntesis de su argumento, El juego de Ender podría ser confundida con films de ciencia ficción como Día de la independencia (Independence day, 1996). Pero quienes leyeron el libro de Orson Scott Card saben que la historia presenta una profundidad mayor, que invita al espectador a reflexionar sobre las reacciones que provocan las situaciones bélicas en las nuevas generaciones, tanto a nivel personal como social. ¿Es necesario exponer a los jóvenes a una práctica semejante? ¿Hasta qué punto son dueños de elegir lo que desean hacer? ¿Qué rol ocupa la moralidad? Estos son algunos de los interrogantes que expone la película de Hood, acompañados por excelentes efectos especiales que la confirman como una fiel representante del género. El joven Butterfield (La invención de Hugo Cabret, 2011), quien ya ha dejado de ser una “promesa” para consolidarse en la actuación, logra que los momentos emotivos traspasen la pantalla a través de la expresión de sus ojos. Sin duda, la experiencia de Ford respalda cada escena que realizan juntos, lo que da por resultado un contrapunto sin desperdicios. Efectos muy bien logrados, grandes actuaciones y un libro que deja en evidencia varias aristas que no suelen tratarse en las típicas películas de ciencia ficción, hacen de El juego de Enderun film sobresaliente. Es probable que se convierta en un fenómeno adolescente porque tiene todo para serlo. Pero lo importante es que, si lo consigue, además de entretener a los jóvenes los dejará pensando.
Los chicos de la guerra Basada en la primera de las cuatro y muy exitosas novelas de Orson Scott Card, El juego de Ender es una solemne y no demasiado lograda apuesta de ciencia ficción sobre una sociedad militarizada que lucha por su subsistencia ante constantes amenazas extraterrestres. Cinco décadas después de salvarse de forma casi milagrosa de la extinción (una arriesgada acción individual de un guerrero detuvo un ataque que parecía letal para el planeta), los invasores se han robustecido y preparan una nueva ofensiva. El futuro de la Tierra dependerá en buena medida de las aptitudes de unos niños que son entrenados con videojuegos, simuladores y escenarios elaborados gracias a la realidad virtual. Uno de ellos, el Ender Wiggin del título, podría ser a sus 12 años “el elegido” para una estrategia que contenga y luego destruya a las fuerzas enemigas por su destreza, pero también por sus características psicológicas. Es que él ha logrado lo que su padre primero y su hermano mayor después no han conseguido: ser la joya militar elegida por el coronel Hyrum Graff (Harrison Ford), que es el supervisor/mentor del asunto. La referencia a los videogames no es antojadiza: la película es lo más parecido que hay a la experiencia de jugar a la guerra en una Wii, una Xbox o una PlayStation. Allí se condensa (y se limita) buena parte de la propuesta de este film dirigido con el manual básico por el sudafricano Gavin Hood, el mismo que llamara la atención en 2005 con Mi nombre es Tsotsi y luego ingresara de lleno al cine norteamericano con El sospechoso y X-Men orígenes - Wolverine. Si la película se ve con cierto agrado es, sobre todo, gracias a la expresividad y solvencia del pequeño Asa Butterfield, quien ya había demostrado su potencial como protagonista de La invención de Hugo Cabret, de Martin Scorsese. A su lado, los adultos (el apuntado Ford, Viola Davis o un ridículo Ben Kingsley con tatuajes maoríes) son poco más que elementos decorativos. A nivel visual, la película tiene ese despliegue de CGI, vértigo y explosiones al que nos tienen acostumbrados (y por lo tanto ya no sorprenden demasiado) los tanques hi-tech hollywoodenses. Una suerte de sub-Tron: El legado con algo menos de vuelo formal y, debe admitirse, un poco más de nobleza.
Atrapada en desarrollo infernal desde hace dos décadas y media, la adaptación cinematográfica de la intensa novela de ciencia ficción de Orson Scott Card tuvo muchos escollos que superar antes de verse concretada, tanto desde la producción como desde el exterior, con comentarios homofóbicos del autor que armaron un revuelo irrelevante a la calidad del film. Ante semejante alboroto, que el director sea el sudafricano Gavin Hood, el mismo que aburrió con la entrega mutante X-Men Origins: Wolverine, no auguraba buenos presagios. Quizás estas bajas expectativas hayan funcionado en sentido contrario, ya que el resultado final en El Juego de Ender es una fidedigna adaptación, inteligente y diferente a cualquier saga juvenil actual. Dentro del film, veremos a Ender, un joven talentoso reclutado para ser el próximo Comandante en al lucha contra una raza alienígena que ya visitó al planeta Tierra una vez, y que está a punto de volver a hacerlo. Poca gloria tiene el ejército mundial al reclutar a menores de edad, pero su temeridad a la hora de tomar decisiones de vida o muerte los califica como grandes sorpresas a la hora de enfrentar al enemigo. Estos novatos se verán entonces expuestos a la crueldad militar que ya todos conocemos, al engaño, a la soberbia y demás bajezas humanas, todo con tal de crear futuros líderes para defender al planeta. El libro de Scott Card es mucho más cruento e intenso para con el trato a los novatos, pero Hollywood todavía no está preparado para un despliegue de tal calibre, y es por eso que la sombra de la calificación PG-13 se cierne durante toda la película. Mirando hacia atrás una vez terminadas las dos horas que dura El Juego de Ender, puede que no se note completamente la dureza de la historia del escritor, pero las bases se encuentran presentes en pantalla. Es difícil integrarse completamente a la trama del film si haber leído la novela previamente, ya que muchas cuestiones narrativas están mejor explicadas a través de los diálogos internos del protagonista. Esta poca familiaridad resulta contraproducente, ya que el espectador casual notará una frialdad en la historia inadecuada. Por supuesto, los fanáticos de la novela y la saga están de parabienes: verán respetada la filosofía de la novela a rajatabla, un punto a favor del director, que esta vez crea una aventura comedida, pero no por eso menos espectacular. Comprar la propuesta recae en las tareas actorales de Ender, un lucido Asa Butterfield quien tiene el peso de llevar consigo el destino del próximo Comandante, y convertirse en un héroe para la Tierra, aunque tenga sentimientos encontrados y sus superiores lo traten como si fuese una herramienta, la clave para la batalla final, más que un chico de trece años. Butterfield es pura emoción, con un registro emotivo remarcable y modismos para acompañar. No está solo, ya que un equipo de actores de renombre están con él, ya sea un adusto coronel en la piel de Harrison Ford, la preocupada Mayor Anderson de una siempre bienvenida Viola Davis el misterioso Mazen Rackham del estimado Ben Kinsgley ó las jóvenes - nominadas al Oscar, nada menos - Abigail Breslin y Hailee Steinfeld, una la hermana protectora en la Tierra y la otra, una compañera en la estación espacial con la que comparte una relación de camaradería muy cercana. El Juego de Ender no es un film de ciencia ficción accesible. No estamos frente a una Los Juegos del Hambre, sino algo en otro nivel, mucho más reflexivo y filosófico. Estamos frente a la anti-saga, un estreno de aventuras espaciales que ningún gran estudio quiso producir, pero que se agradece por haberse hecho realidad, para ver finalmente algo diferente y no tan comercial. En la industria actual, tomar un riesgo de tal calibre es para encomendar.
Hay una solemnidad en “El Juego de Ender”(USA, 2012) que juega en contra todo el tiempo contra sí misma. Desde el vamos hay algunas cuestiones que rozan el plagio a filmes como “Harry Potter” (la saga entera), “Top Gun” o más recientemente “Battleship”, pero no es el interés ahora de contar cuántas secuencias se copiaron a otras películas. Quizás el trabajo del realizador y guionista Gavin Hood (“Wolwerine”, “Tsotsi”) estuvo más orientado a una puesta en escena que finalmente atrasa años, que en despertar el interés en una historia que sólo por la participación de Harrison Ford (Coronel Graff) y algunos intensos momentos de la actuación de Asa Butterfield (Ender Wiggin) la hacen interesante. Niños nativos en el mundo del 3.0 y los videojuegos de estrategia son enlistados por la “Flota Internacional” (una elite de pilotos mercenarios) para destruir a unos antiguos enemigos alienígenas. Hace unos años el reality “Boot Camp” tuvo una versión con niños, y esta película parece ser la versión cinematográfica de esa experiencia pero en el espacio. El Coronel Graff apuesta a que Ender sea el líder del grupo y extermine en una misión secreta a la amenaza. Pero Ender (el hijo menor de una familia de clase media), si bien ansía con todo su ser pertenecer, tiene algunos problemas consigo mismo que aún debe solucionar antes de encarar una travesía, que más allá de alguna escena de vuelo en gravedad cero, nunca despega. Con una estructura narrativa clásica y filmada de manera tradicional, la riqueza que en la saga de Orson Scott Card genera las ganas y el interés de pasar al siguiente libro, el que nos aclarará algunas cuestiones pendientes, acá sólo potencia las intenciones de levantarse de la sala e irse. Después de ascender a comandante de Flota, Ender tiene un altercado con un excompañero y sin lograr contenerse y manejar su conducta hacia un lugar más positivo (en la película no se encuentran valores positivos, sino todo lo contrario) lo termina dejando en coma. Ahí está el problema, Butterfield no posee el cuerpo ni la cara para poder reflejar el fuego interior y las contradicciones de Ender. El actor no se cree su papel y nosotros tampoco. Pero él no es el único, el resto de los jóvenes tampoco logran transmitir la lucha interna y terminan convirtiendo sus actuaciones en parlamentos sin espíritu dignos de cualquier serie que transcurre en una escuela/colegio/secundario. Pertenecer o no. Ser elegido. Luchar contra los propios demonios. Trabajar duro. Dejar la vida de lado para convertirse en una máquina de matar. Eso elige contar Hood más que el incipiente amor entre Ender y Petra (Hailee Steinfeld), los vínculos que genera con sus compañeros y la relación con los altos rangos (Ford y Viola Davis) que bien podrían haber llevado a este juego, el de Ender, a otro lugar.
El juego de Ender es una película rara y con altibajos. Por momentos vuela bastante alto y por momentos desbarranca por completo. A lo mejor lo chocante (y fuente de estos altibajos) sea ver a chicos en situación de adultos y militarizados. No por hacer un juicio de valores ni nada por el estilo porque estamos hablando de una obra de ficción y juzgar eso sería una estupidez. El tema viene a que si es creíble o no para el espectador las situaciones que se plantean en la pantalla y como las representan los actores. A favor del film hay que destacar una gran labor actoral por parte de estos chicos con Asa Butterfield a la cabeza, donde vuelve probar que lo que había hecho con Hugo Cabret (2011) no fue una casualidad. El pibe tiene talento, mucho, y se carga la película al hombro incluso opacando a Harrison Ford, quien parecería que pide a gritos el comienzo del rodaje del Episodio VII de Star Wars para poder volver a su Han Solo así nos olvidamos de esta paupérrima performance espacial. No así la interpretación del siempre genial Ben Kingsley. Ahora bien, la premisa de este gran best seller mundial (su autor Orson Scott Card publicó el primer libro de la saga en 1985) es más que interesante y los que han leído la novela y visto el film aseguran que es una muy buena adaptación. ¿Entonces cuál es el problema? ¿Por qué le fue tan mal en Estados Unidos? La respuesta no es clara pero seguro tiene que ver con lo que se plantea al principio de esta reseña y con una identidad difusa a nivel cinematográfico. El director Gavin Hood (X-Men Orígenes: Wolverine, 2009) hace un buen trabajo pero se queda corto, no logra transmitir la pretenciosa historia ni tampoco deslumbrar en lo visual. No apostó por completo a la vertiente de la ciencia ficción y la veta filosófica que se intenta recalcar (más que nada sobre el final) queda diluía. Hay potencial en todo y se nota a simple vista, pero lamentablemente no se explotó y El juego de Ender, a pesar de sus giros argumentales ingeniosos e inquietantes escenas de violencia infantil, se convertirá en otro fallido intento de Hollywood por convertir en franquicia a otra saga literaria.
La historia recién comienza Una nueva película con aires de saga llega a las pantallas del mundo. Esta historia de ciencia ficción, basada en los libros de Orson Scott Card, tiene todas las características para convertirse en una nueva serie de films. El protagonista de la historia, Ender Wiggin (Asa Butterfield, el recordado protagonista de La invención de Hugo Cabret) es un niño con un talento fuera de serie que es elegido para formar parte de una escuela militar de élite. El planeta se prepara para una nueva invasión alienígena y para evitar las consecuencias de la primera, forma a estos jóvenes de la mejor forma posible. La historia es tan antigua como efectiva: Ender es el Elegido, el destinado a salvar a la humanidad. Que sea una historia antigua no la hace menos interesante y, en cuanto al imaginario de ciencia ficción, la película se luce con algunas escenas francamente originales. Como todo film destinado a convertirse en una saga, la información se entrega poco a poco y la historia tiende más a abrirse que a cerrarse al final. Un lujo extra que la película tiene es ver a Harrison Ford en el papel del Coronel Graff, en un rol que es más que un papel secundario y donde semejante leyenda del cine es aprovechada. También actúa Ben Kingsley para completar el lujo actoral. Sin aspiraciones de clásico, pero bastante lograda, El juego de Ender funciona en su propósito y, al igual que Los juegos del hambre, muestra una juventud tironeada por las ambiciones y los deseos del mundo adulto. Sin llegar a inquietar demasiado, la idea queda instalada y es clara. Tampoco es trivial y ligera la presencia de los videojuegos como elemento primordial de la trama. Ya estamos frente a una generación que se ha criado con los juegos y a diferencia de la década de los '80, cuando se escribió el libro cuyo autor se negaba a llevar al cine, ya no ve como un universo tan lejano y asombroso el mundo del videojuego. Quedará, si acaso se hacen, para los siguientes títulos de la historia el revelar otras cosas de la historia de Ender y seguir resolviendo algunos interrogantes abiertos. Con una sólida puesta en escena y con excelentes actores, todo parece indicar que vale la pena saber cómo seguirá la vida del joven héroe y su destino de grandeza.
Estamos ante una más que correcta adaptación del clásico literario de Orson Scott Card, un filme de tintes épicos, con una narración ágil, un estupendo elenco con veteranos como HARRISON FORD y BEN KINGSLEY y un grupo de actores adolescentes a la altura de las circunstancias. Buenos efectos especiales, y un diseño de vestuario y sobre todo, un ritmo narrativo intenso, hacen del filme una interesante opción en su género.
El gran simulador “Los niños primero”, parece ser el lema de El juego de Ender, donde desde temprana edad un grupo de privilegiados púberes es entrenado en una academia espacial. Pero estos muchachitos/as no buscarán alunizar o colonizar planetas lejanos. No, se defenderán de los formics, una hostil raza de insectos robóticos que amenaza La Tierra en un postapocalíptico 2070. Este filme de Gavin Hood (X-Men Orígenes: Wolverine y Mi nombre es Tsotsi) es un unipersonal a cargo de “Ender” Wiggin (Asa Butterfield), quien conjuga la violencia-dulzura de sus hermanos para formar parte de la Flota Internacional. Una vez en la nave, comienza el ascenso militar de Ender bajo la tutela del coronel Graff (Harrison Ford), quien además guiará a un grupo de chicos. Ellos parecen máquinas asexuadas, cuyo vínculo tendrá una frialdad pasmosa. La rebeldía ante la autoridad de turno, junto a su cerebral (y eficaz) comportamiento, son el arma del protagonista, a quien se le encargará comandar la lucha contra los bravos alienígenas. Esta adaptación cinematográfica de la novela de ciencia ficción de Orson Scott Card es un filme chiquito, dominado por la presión psicológica de llegar a ser líder y asumir esa responsabilidad. Todo se centra en la meteórica carrera de Ender y los trabajos de simulacro y estrategia intergaláctica, donde el espacio virtual de batalla es el único ámbito que busca dar forma a una guerra que parece existir a millones de kilómetros. Los efectos especiales de El juego de Ender parecen sacados de una película de antaño, con acciones que se observan a la lejanía, como si fuese un videojuego, lo que aparta al espectador, dejándolo vacío, gravitando, como los mini astronautas que la protagonizan. La correcta actuación de Asa Butterfield (Hugo, de la La invención de Hugo Cabret) es lo único rescatable de un filme repleto de histéricos y excesivos cambios de plano, a tal velocidad, que diluyen la acción. Y ese frenesí eyecta a todos, haciendo imposible compenetrarse a fondo con la historia.
Liderazgo Infantil Vi El juego de Ender sin saber mucho sobre la trama; tan sólo sabía que la película estaba basada en la primera de las cuatro novelas de Orson Scott Card; novelas que no leí y pensé que este primer acercamiento audiovisual a la historia funcionaría como una puerta de entrada para abordar la producción literaria. Sin embargo la decepción fue tal, que el film en vez de "venderme" la historia, logra que la repela; ya que la obra de Gavin Hood me aburrió pero no tanto por el argumento sino porque sentí que el clima que se creaba no generaba intriga aún cuando la situación se predisponía a eso, era monótono y esto pasó durante las casi dos horas que fui espectadora. El juego de Ender es una propuesta de ciencia ficción sobre una sociedad militarizada que lucha por su subsistencia ante la amenaza constante de presencia extraterrestres. El film comienza mostrando como cinco décadas después de salvarse, gracias a una guerrero que logró detener una ataque al planeta, y así evitar la extinción , los invasores han desaparecido pero sólo para fortalescerse y preparar una nueva estrategia ofensiva. Ante esto, la única esperanza para lograr que La Tierra no sea invadida dependerá de las habilidades y aptitudes de un grupo de jóvenes niños que serán entrenados mediante el uso de videojuegos, simuladores y demás escenarios donde la práctica será mediante la realidad virtual. Uno de estos niños (Asa Butterfield), tiene la posiblidad de ser “el elegido” para una estrategia que contenga y luego destruya paulatinamente a las fuerzas enemigas tanto por su destreza, habilidades estratégicas y sus características psicológicas; características que hacen que el coronel Hyrum Graff (Harrison Ford) lo elija como la gran promesa militar , que es el supervisor/mentor del asunto. En fin, una trama que si bien ya se ha visto en cine; no deja de ser interesante y seguramente en el libro el enfoque de ciencia ficción se transmita de mejor forma que en la película; al igual que el intento de reflexión filosófica que comienza a esbozarse hacia el final del film, pero una vez más la intención y el torpe abordaje de esta historia, diluyen estas propuestas, y sólo contribuyen a aumentar la sensación de aburrimiento como emoción general en el observador. Sin embargo, no todo es malo en este film y destaco dos "elementos": los efectos especiales mantienen un nivel óptimo durante todo el largometraje, y la laboral actoral de los niños con un elenco encabezado por el ya nombrado Asa Butterfield ( a quien ya vimos en la maravillosa La Invención de Hugo Cabret) es espectacular; no así los roles interpretados por los protagonistas adultos, con un Harrison Ford que nos da un papel digno de ser olvidado.
Lo bueno tarda, pero vale la pena esperar Un chico de 10 años bastante mala onda es la esperanza de la humanidad para defenderse de una invasión alienígena. La película se basa en la novela "Ender's Game" escrita en 1985 por Orson Scott Card en 1985, pero en un punto se parece un poco a "Starship Troopers" ("Invasion" de Paul Verhoeven, según la novela de Robert Heinlen), pero sin insectos gigantes del espacio exterior decididos a bombardear Buenos Aires. Lo que es peor, también se parecería mucho a "El último guerrero espacial" ("The last Starfigher" de Nick Castle), pero sin sentido del humor ni gráficas primitivas de computadoras, pero con un muy poco respetable Harrison Ford reemplazando al más querible Robert Preston de aquella película pionera de los efectos de computadora con un chico elegido para salvar al universo. A esto hay que sumar a un Ben Kingsley terriblemente serio y bien caracterizado. Igual, sin bichos gigantes ni guerreros especiales de computadoras precarias pero queribles, en un punto todo el asunto de este juego tiene que ver con el universo homofóbico, pero por otro lado lleno de tensión homoerótica característica del universo de Orson Scott Card, aunque hay que destacar que en la adaptación de Gavin Hood hay más tensión homoerótica que otra cosa, apenas acentuando un poco más esos detalles tíícos de todo film sobre academias militares, en especial, futuristas con discípulos de Harrison Ford. Lo cierto es que la película tarda bastante en despegar, pero cuando explota, quema todos los cartuchos y se redime por todas su fallas previas. El último acto de "El juego de Ender" es algo que ningún fan de la ciencia ficción querría perderse. Eso entendiendo que todos los actos previos son más o menos visibles, o perdibles, según como se lo quiera ver.
Si estás buscando ciencia ficción, "El Juego de Ender" es tu opción. Película plagada de efectos especiales (decentes), con buenas interpretaciones por parte de Harrison Ford, Viola Davis, Ben Kingsley y elenco, pero con un guión cinematográfico muy simple. Hay películas que son para ver en casa y otras en el cine... "El Juego..." es para ver en pantalla grande. La adaptación del libro de Orson Scott Card es aceptable (podría haber sido perfecta - no es el caso -), tiene buen ritmo durante las casi 2 horas de duración y posee una fotografía bellísima, que suma a la hora de disfrutar el total de la peli. No vayas en busca de la "gran historia", pero el trayecto es entretenido.
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Chicos criados entre juegos de guerra La adaptación del clásico moderno de ciencia ficción escrito en 1985 por Orson Scott Card no sólo es un producto sólido, entretenido y eficaz, sino también una interesante y reflexiva aproximación a los límites contemporáneos del cine para adolescentes. Es muy fácil darle con un caño a El juego de Ender. Al fin y al cabo, se trata de la enésima adaptación de un best-seller norteamericano (Ender’s game, para muchos un clásico moderno de ciencia ficción escrito en 1985 por Orson Scott Card) con toda la imaginería audiovisual de Hollywood al servicio de la seducción del público infanto-juvenil, realizada con la indisimulable intención de convertirse en el inicio de una saga. Material hay de sobra, por cierto: tres secuelas literarias escritas durante los ’90, además de cinco derivaciones sobre los personajes secundarios. El cine como marketing en estado puro, podría decirse. Pero no. El juego de Ender no sólo es un producto sólido, entretenido y eficaz, sino también una interesante y reflexiva aproximación a los límites contemporáneos del cine para adolescentes. Dirigida por el sudafricano Gavin Hood (El sospechoso, X-Men orígenes: Wolverine) y fracaso comercial en su estreno norteamericano (recuperó 60 de los 110 millones invertidos), el film parte de las coordenadas simbólicas de los Estados Unidos post 11-S. Esto es, el de una nación en alerta constante: una raza alienígena atacó la Tierra sin razón aparente, se triunfó gracias a un mártir inmolado por el bienestar mundial y ahora se está en plena preparación de las tropas para un potencial contraataque enemigo. Así lo afirma el Coronel Graff, interpretado por un Harrison Ford al que se le vinieron las siete décadas encima. Y para defender nada mejor que un grupo selecto de... chicos, representantes de una generación “criada entre juegos de guerra”, como se escucha por allí. Punto a favor, entonces, para un guión atento al mundo que la concibe y poco condescendiente con sus potenciales espectadores. Uno de esos sub-15 es Ender (Asa Butterfield, el Hugo Cabret de Martin Scorsese), cuya languidez le confiere un aire de fragilidad por el cual nadie apuesta un peso por él. Salvo, por supuesto, Graff, quien no duda en que es la salvación del mundo. “Necesitamos un Julio César, un Napoleón”, lo alienta. Y el pibe cumple, ascendiendo rango tras rango hasta llegar el máximo escalafón, todo ante la fascinación de camaradas, súbditos y superiores. El film encarna, en la tersidad de su superficie, una versión futurista y simplona de aquellas películas sobre entrenamientos militares, describiendo un arco narrativo que va del menosprecio a la aceptación generalizada. El personaje pasa además por la contraposición con un superior que lo odia y la particular empatía con Petra (la nena ruda de Temple de acero, Hailee Steinfeld). Seguramente habrá quien frunza el ceño tanto ante el marco referencial rebajado y el interés romántico cursi. Pero en ese caso el error es menos de la película que de aquellos que aún le reclaman al mainstream norteamericano algo que hoy no quiere –¿ni puede?– dar; por lo tanto debe tomarse a la complejidad de este film como síntoma de los límites de la industria: puede haber un tono crítico, espacio para la interpretación y ciertas connotaciones políticas, pero tienen que entenderse sin demasiado esfuerzo. El juego de Ender es, en ese contexto, una película inteligente que va de la premiación inicial a la oscuridad del utilitarismo adulto, convirtiendo así un relato de autosuperación en otro acerca de la pérdida de la inocencia. Porque es cierto que Ender –y también la Katniss Everdeen de Los juegos del hambre– tiene el ímpetu, la inteligencia y la sagacidad de un líder natural, pero de allí a someterse a las responsabilidades de aceptar ese lugar hay un largo trecho. Ese recorrido es lo que aquí se muestra. Y nada mejor que transitarlo casi sin darse cuenta, pensando que todo se trata de un juego. Quizás así, mientras se atragantan con pochoclos y gaseosas, los adolescentes entiendan un poquito mejor todo lo que les espera más pronto que tarde.
De acuerdo con las informaciones que se manejan en el planeta Tierra, una nueva invasión alienígena se cierne como una mortal amenaza para el futuro de la especie humana. Nuevamente los formics, una raza similar a la de los insectos, pueden tener como objetivo la conquista y exterminio humano ante la superpoblación de sus colonias en su planeta de origen. Queda en el recuerdo popular la primera invasión, repelida con indudables dosis de hidalguía y templanza por parte de la flota al mando del comandante Mazer Rackham (Ben Kingsley); la actual defensa militar busca desesperadamente a su sucesor, y es por eso que el coronel Hyrum Graff (Harrison Ford), ofrece un duro programa de entrenamiento para los aspirantes. Todo hasta que a la Escuela de Batalla llegue el tímido y esmirriado Ender Wiggin (Asa Butterfield), y demuestre que no es sólo un hábil estratega sino que también posee temple de líder, por lo que el coronel Graff lo promueve a la Escuela de Comando como clara señal de esperanza. El chico deberá enfrentar no sólo sus devaneos interiores sino también la crudeza de aquellos que sueñan con un poder que no poseen, y que en Ender es tan preclaro como un don, pero ese camino será arduo para el joven que deberá comprender lo complicado de su misión. También difícil destino, debe señalarse, tienen los espectadores porque existe un problema fundamental que resiente al notable despliegue visual de El juego de Ender : es un entretenimiento aburrido. Y ese contrasentido, con el correr de los minutos, se aproxima al temido oxímoron del "instante eterno", particularmente en la primera mitad del metraje, donde largos parlamentos sobre el destino de la humanidad alternan con un entrenamiento que, por momentos, tiene el profesionalismo de una colimba en decadencia o de un grupo de exaltados boy scouts. Más inquietante es que los "otros", en este caso esos insectos gigantes, sean exterminados "por las dudas" en un paralelismo con las contemporáneas "guerras preventivas" que la moraleja final no despeja por completo. No dejan de sorprender los grandes actores de Hollywood (Harrison Ford, Abigail Breslin, Ben Kingsley y Viola Davis), que prestaron su trayectoria para esta galería de personajes unidimensionales incapaces de transmitir una emoción. Orson Scott Card, el autor del best seller original, brindó plena libertad creativa a Gavin Hood, quien parece estar en un asteroide remoto en el cual ha olvidado cómo hacer películas más sólidas como Tsotsi , o que sepan entretener al estilo de X-Men orígenes: Wolverine . Junto al universo de efectos especiales que sostienen esta experiencia de videogame, debe destacarse la labor de Asa Butterfield, como el chico de 12 años que enfrenta el mayor desafío de su vida como un partido de PlayStation, y toda esa galaxia de párvulos que parece tan lejana a la trayectoria de Harrison Ford, quien se reencuentra con el género a más de tres décadas de La guerra de las galaxias y a varios años luz de un film como aquél.
Será más disfrutado por quienes no leyeron el libro La literatura de ciencia ficción ha perdido en las últimas tres décadas a sus maximos exponentes. Ya no están entre nosotros Asimov, Bradbury, Clarke o Dick, un verdadero ABCD alfabético, a quienes se deben obras maestras como la saga “Fundación”, “Crónicas marcianas”, “El fin de la infancia” y “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” respectivamente. Cualquier lista de los diez más grandes autores del género los suele incluir además de clásicos como Julio Verne y H.G.Wells. Orson Scott Card no suele integrar dicha clasificación aunque su novela “Ender’s Game” (publicada como libro en 1985 y previamente como un cuento corto en 1977) adquirió desde entonces gran notoriedad, ganando los dos más importantes premios de la ciencia ficción: Nebula y Hugo (homenaje a Hugo Gernsback, creador de la SF). Card nació en Estados Unidos en 1951 por lo que pertenece a una generación posterior a la de los autores antes citados siendo un escritor bastante polémico por sus actitudes tanto homofóbicas como (más recientemente) opuestas al matrimonio gay. Cuenta sin embargo con una legión de seguidores lo que explica el éxito de la saga, que se inició con la ahora película “El juego de Ender” y que ya va por su quinto libro. El guión del film fue escrito por Card en colaboración con su director, el sudafricano Gavin Hood, quien había ganado con “Mi nombre es Tosti” el Oscar al mejor film extranjero hace unos ocho años. Para quienes como este cronista hemos leído el libro la película se revela algo decepcionante al desviarse bastante del texto original y sobre todo al quitarles protagonismo a algunos de los personajes centrales de la obra literaria. Ender Wiggin, el tercer hijo de su familia, sufre la permanente agresión de su hermano mayor Peter, personaje importante en la novela y acá muy limitado a una única aparición al inicio. Su hermana Valentine, interpretada por Abigail Breslin (“Pequeña Miss Sunshine”), posee una participación algo más importante aquí sin alcanzar la relevancia que adquiere en la obra literaria. El otro problema tiene que ver con la edad del personaje que da nombre a la obra ya que aquí Asa Butterfield (“El niño con el pijama de rayas”, “La invención de Hugo Cabret”) es el único actor (nacido en 1997 en Inglaterra) que cubre ese rol, que en la novela lo tiene desde los seis hasta los doce años. Para quienes no leyeron la novela (seguramente la mayoría) dichas traiciones a la obra original pasarán algo desapercibidas y hasta es probable que disfruten medianamente del conjunto. Será el coronel Hyrum Graff, una aceptable interpretación de Harrison Ford, quien reclute a Ender desde niño al descubrir que su “difícil relación con la autoridad” como afirma la Mayor Gwen Anderson (Viola Davis), su colega y psicóloga lo hace perfecto para prepararlo para repeler un posible ataque extraterrestre futuro de los “Formics”, que ya lo habían hecho hace medio siglo, casi logrando sus cometido. Gran parte de la primera parte nos muestra el entrenamiento a que es sometido un grupo de niños en que Ender se destacará netamente. Logrará así desplazar a Bonzo, su ocasional superior, un chico apenas algo mayor de origen mexicano como lo revela el uso de términos como “pendejos” con el que suele calificar a sus subordinados. Habrá también una lucha entre ambos en un baño en que accidentalmente Bonzo se golpeará la cabeza y será hospitalizado con pronóstico reservado (en la novela en verdad es mortalmente herido por Ender). Y estará Petra (Hailee Steinfeld) que se convertirá en la fiel seguidora de nuestro héroe junto a varios de sus colegas. Los seis años que insumirá la preparación del nuevo líder pasan demasiado rápido en el film, algo que han objetado muchos de los lectores de la obra original para quienes la duración de casi dos horas es insuficiente para reflejar las casi cuatrocientas páginas del libro. Ya en el final aparecerá Mazer Rackham (Ben Kingsley) otro personaje central del texto literario que junto a otros militares asistirán a un último entrenamiento virtual en la “battle room” de la que saldrá triunfante el joven. En verdad no todo será lo que parece y es esa parte quizás la más lograda. Para evitar revelaciones es preferible cerrar aquí la descripción del argumento sólo adelantando que el planteo final será de tinte moral y de cierta actualidad. En síntesis “El juego de Ender” será más apreciado por quienes desconozcan el libro original y probablemente refutado por los seguidores de Orson Scott Card. Y ello pese a que dicho autor intervino tanto en la redacción del guión así como productor y responsable del traslado de su obra a la pantalla cinematográfica.
Harrison Ford es el coro El Juego de Ender (Ender’s Game) es otro exponente de la ya agotada formula de Hollywood de transponer sagas literarias. Esta vez la obra elegida es la novela homónima de 1985 de Orson Scott Card. Desde el comienzo y a través de los diálogos de sus protagonistas y sobre todo a través del personaje interpretado por Harrison Ford (el Coronel Graff) se nos impone ver a Ender Wiggin (Asa Butterfield) como “El Elegido”, sin embargo el personaje que da nombre a la cinta no cumple argumentalmente ni las condiciones de esta denominación ni los nodos de aprendizaje necesarios para que sea considerado siquiera “héroe”. La figura del elegido implica un entorno místico o una estructura dogmática que justifican su existencia y su sacrificio. Ninguno de estos dos elementos estructurales son desarrollados con claridad en la película. Por otra parte, la narración no permite percibir una evolución en el carácter heroico de Ender. El protagonista supera etapas con una facilidad desconcertante y la omisión de elipsis temporales que permitan entender esa superación como fruto de un conocimiento adquirido a través de un determinado tiempo, terminan lavando el relato y evidenciando de manera demasiado grosera los puntos de giro del guión. Ender tiene el desafío de aplacar un instinto violento que no logra nunca ser orgánico a la caracterización del personaje de Butterfield (El niñito de Hugo). El actor se desenvuelve con facilidad en los momentos en los que se denota la frialdad de su personaje e incluso cierta violencia psicológica llevada a cabo de manera silenciosa y maquiavélica. Sin embargo, en las situaciones en donde debe expresar físicamente esa violencia, su apariencia y lenguaje corporal no logran transmitir nada. Ahí aparece una vez más Ford para decirle al espectador lo que debe pensar y sentir. En todas las situaciones forzadas de la película está Harrison Ford para explicarnos lo inexplicable o decirnos como debemos reaccionar si queremos ser buenos espectadores. Los personajes que orbitan alrededor de nuestro pseudo héroe mantienen con él extrañas relaciones. El desenvolvimiento de la relación de Ender con su familia se basa en algunas situaciones estereotípicas y en otras que resultan totalmente forzadas. De la misma manera resulta cómico notar que cada vez que el protagonista avanza a una nueva etapa, sus compañeros (que NO son los “elegidos”) ya están ahí esperándolo para conducirlo a su ascensión y victoria al final de la cinta. En el antiguo Teatro Griego la función del Coro es explicar a los espectadores como debería reaccionar el espectador griego perfecto ante cada hecho que se representa. Miles de años después la función del coreuta continúa vigente en El Juego de Ender y es encarnada por Indiana Jones. Que belleza.
El Juego de Ender parecía, a priori, una adaptación más de las adaptaciones seriales que Hollywood de manera obscena e inescrupulosa está haciendo de libros dirigidos a jóvenes y no tanto. Casi todas las adaptaciones con el mero propósito de ganar dinero, de mala calidad, mal actuadas y hasta capaces de producir vergüenza ajena en los espectadores. ¿Sera El Juego de Ender una más de la lista? EQUIS, CUADRADO, CIRCULO Y TRIANGULO enders-game-3La película se desarrolla de manera MUY SIMILAR a la de Starship Troopers, donde la tierra fue atacada hace algunos años por una fuerza de extraterrestres similares a insectos. Formic, tal es su nombre en inglés, dejando en claro, que tienen algo en común con las hormigas. En la actualidad, la tierra prepara a sus tropas jugando video juegos. Ejem, “El ultimo Guerrero Espacial”, ¿alguien? El tema es que Ender parece el próximo gran comandante, al cual un inescrupuloso Harrison Ford, jefe de la academia y alto rango del ejército, pone bajo presión todo el tiempo para moldearlo como Comandante. Ender, de este modo, ira subiendo escalones y escalafones a costa de insubordinaciones y cabezas de compañeros (literalmente). Aun así, tiene una profunda compasión dentro de él la cual su lado más guerrero pugna por acallar. EHM, ¿VAMOS A VER ALGÚN BICHO EN TU PELÍCULA DE BICHOS? enders-game-5Así como el Dr. Malcom le preguntaba a Hammond si iban a ver Dinosaurios en algún momento del recorrido, yo me preguntaba lo mismo al casi promediar la película, ya que lo único que hacen los personajes de la película, con perdón de la palabra, es pasársela boludeando jugando juegos de combate, primero como video juegos, y luego como una especie de paint ball en equipos en gravedad cero. ¿Y los bichos? ¿Y la guerra? ¿Y las naves espaciales? NADA. Ahí es donde comencé a pensar, que quizás la película no era tan de “acción” como pensaba, por lo cual rebobine la película en mi cabeza y comencé a prestarle atención a otras cosas, que estaban allí. Sin tener que acudir al espantoso y horrible “critica a la sociedad yanqui” que tan cansado me tiene, es obvio que reclutar niños jugando video juegos, esta intrínsecamente atado a la relación que el ejército tiene con los video juegos (cada campamento en tierra foránea tiene provisiones de cerveza, porno y XBOX para tirar para arriba), y también a la relación que ciertas partes del gobierno norteamericano quieren endilgarle a la ola de violencia en jóvenes como si fuera culpa de tal o cual juego. QUIZAS SON AMISTOSOS Como todo niño o adolescente Ender cuestiona TODO. Capacidad que un soldado ciego y entrenado NO posee. Es por eso que llegado el caso Ender se pregunta si realmente los bichos son malos o no. Aquí está el eje REAL de la historia (no de la peli, tristemente), y está bastante mal llevado, ya que podría haber sido mejor explotado y haberle dado una riqueza superior a la ya deslucida historia. Aun así, El Juego de Ender me sorprendió gratamente, quizás porque mis expectativas eran NULAS, o quizás por mérito propio. Aun así, atención al tramo final de la película donde esta lo que verdaderamente tiene sentido de la peli. UNA ELECCIÓN MUY POBRE la_ca_0819_enders_gameParafraseando a aquel caballero protector del grial, no entiendo porque Harrison Ford sigue eligiendo TAN mal a sus personajes. De hecho, creo que ya es hora de aceptar que es un actor PESIMO. Por más que me duela en la niñez decirlo. Siempre será Han Solo, siempre será Indiana Jones, eso no se lo saca nadie, pero como actor es un desastre. Quizás, solo en una película olvidada en el tiempo, podamos ver una actuación buena y convincente, en la lacrimógena “Una Segunda Oportunidad”. Pero volviendo a El Juego de Ender, Ford esta flojo, desaprovechado, mal dirigido y mal actuado en esta película. Algo similar pasa con Ben Kingsley, donde uno se da cuenta que los tipos, vinieron, actuaron, cobraron y se fueron. Ninguno de los muchachos se lucen, Breslin desaprovechada completamente, los demás pendex son un desastre. Solo Ender cumple con su personaje, que es obviamente el más jugado de todos. Obviamente, (y digo obviamente porque a esta altura los efectos especiales NO deberían ser motivo de alabanza, hace años que son un STANDARD en la industria), los efectos están muy bien, las escenas de “batallas” son realmente deslumbrantes. Pero no mucho más, todo lo que no sea generado por computadora, será de cartón, y se notará. CONCLUSIÓN Si bien El Juego de Ender no es una pésima película, para nada, tampoco es una joya del séptimo arte. Con un final ABSOLUTAMENTE OBVIO PARA UNA SEGUNDA PARTE, uno no puede dejar de sentir que promediando la película, la historia esta solo empezando. Lo cual es muy molesto, uno se sienta a ver una película, como decían Golan y Globus, “con principio, medio y fin”. Esto dejo de ser norma en Hollywood y se nota, molesta y lo pone a uno de mal humor, al borde de sentirse estafado (Ni me hagan empezar con El Hobbit y su robo descarado). Aun así, sorprendentemente la película entretiene, y el final te deja con algo para llevarte a tu casa, mucho más que cualquiera de la sarta de porquerías que Hollywood está vomitando últimamente. En última instancia, no se van a arrepentir de ser el “Player 2” de Ender. - See more at: http://altapeli.com/review-el-juego-de-ender/#sthash.Gl0j9TcH.dpuf
Que temita este de las adaptaciones, eh. Siempre está presente esa dicotomía entre la fidelidad a la obra original y la adaptación en sí para el traspaso al cine. Personalmente soy de la creencia de que todo puede ser adaptado perfectamente, siempre y cuando se busque un punto de vista para la adaptación, encontrando la esencia de la obra original y luego haciendo los cambios que el guión precise. No suelo ser fanático de las adaptaciones totalmente literales, sino de las que ofrecen una nueva mirada sobre la historia. Esto siempre hablando de obras que uno conozca de antemano, obvio. Cuando no leímos el libro original no se aplica. Lo que no conocemos no puede dañarnos, no? Por eso es que cosas como meter a Gandalf viajando a Dol Guldur cuando en la novela original de El Hobbit eso no está me parece perfecto, porque suma a la historia (además de darle minutos extra a Jackson para estirar la trilogía, pero ese es otro tema. Pueden escuchar más sobre en el Podcast 61). A lo que voy con todo esto es que cuando leí la novela de El Juego de Ender de Orson Scott Card (hace un par de años ya) lo que más me pegó fue la sensación de opresión, de desgaste, de desesperanza incluso que atraviesa Ender Wiggin a lo largo de todo su entrenamiento. Todo el trabajo psicológico que hacen con él, como lo aíslan y como comienza a perder cierta fe en su propia humanidad son lo más interesante de la novela (al margen de otros subplots que no vienen al caso). El tema acá es que la película jamás me transmitió eso. El Juego de Ender Creo que luego de ver la peli podemos implementar la frase “Cara de Ender” El contexto de El Juego de Ender da a full para una película (lo iba pensando mientras la leía): Sociedad militarizada, donde el principal objetivo de los niños es lograr ingresar a la academia militar para así luchar contra los Insectores (Formics en la película) a través de un plan de entrenamiento sumamente riguroso. Acá es donde entra en acción Ender, quien se destaca como estratega entre los demás niños y es llevado a la academia para convertirse en el futuro comandante de toda la flota espacial en contra de los invasores. Este entrenamiento consiste, en mayor medida, en enfrentamientos entre bandos en un campo de cero gravedad, donde la estrategia es la mayor arma. Da recontra a full para película. El problema está en lo poco que hicieron foco en lo que comentaba antes. Por un lado el hecho de que Ender sea mucho mayor (en el libro tendrá unos 6 o 7 años cuando va a la academia) le quita mucho efecto a los suplicios que le hacen atravesar, que además en la película son ínfimos. Juzgando por lo que se ve en pantalla, Ender pasará unos… dos o tres meses entrenando en la academia. Tiene un par de batallas y lo van pasando de bando en bando así nomás, cuando en la novela está años entrenando y aprendiendo y, por consiguiente, sufriendo y siendo psicopateado por el Coronel Graff y sus secuaces. Si bien algo del sufrimiento de Ender está de alguna manera presente en pantalla, se termina desvaneciendo, pierde fuerza, se diluye a lo largo del film que pareciera estar corriendo todo el tiempo para terminar rápido y pasar a otra cosa. Viendo la película parece mucho más fácil recibirse de Comandante en esa escuela militar que de cualquier carrera en la UBA… El Juego Ender Ender Y Rackjam se encuentra nuevamente luego de Hugo Cabret. JA! A que nadie se acordaba… Nada de lo que sucede en la historia es ganado por los personajes. Ascensos, amistades, victorias, todo parece ocurrir por suerte o casualidad. Ender habla dos palabras con cada uno de los otros niños y de pronto son amigos de toda la vida, se ve una sola vez con otros y se convierten en enemigos acérrimos con todo el odio del mundo. Y así va transcurriendo todo, sin crecimiento, sin aprendizaje, un simple paseo de un punto al otro de la trama para poder continuar a la siguiente escena. Ojo, no digo que esperaba un drama existencial, definitivamente sabía que no era el camino para el que iban a ir. Pero incluso las batallas en zero gravedad son súper flojas, tienen muy poca emoción y sobre todo se pierde el crecimiento de Ender como estratega, algo que en la novela es primordial. En el libro Ender termina siendo una especie de Sherlock Holmes del análisis del campo de batalla, detallando los puntos fuertes y las vulnerabilidades y armando distintos planes según la situación. Lo que leés en la novela es infinitamente más emocionante que lo que terminaron trasladando a la pantalla. juego-ender-f4 YA quiero jugar un partidito en ese campo. YA. Pero como decía al principio, el tema esta en la adaptación y sobre todo en el conocimiento previo de la obra. Yo creo que a quien no haya leído la novela le puede llegar a gustar. No me parece que llegue a empatizar demasiado con los personajes y muy seguramente no entienda mucho del final, pero por mas que esos puntos que destaqué como lo más interesante de la novela están muy flojos en la película, al menos están, y eso puede marcar la diferencia.
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El pacifismo era cosa seria El juego de Ender, adaptación del libro de Orson Scott Card -considerado ya un clásico de la ciencia ficción de los 80’s-, es una de esas películas que sirven para demostrarnos que hay que ingresar al cine ligero de prejuicios. Al menos, lo más posible. El tráiler era malo, las adaptaciones de sagas literarias infanto-juveniles saturan el mercado, el director Gavin Hood viene de atrocidades varias como Wolverine, y en los Estados Unidos a la película le fue como el demonio de mal. Motivos había, pues, para esperar lo peor. Pero -y ahí lo interesante- daría la impresión que los responsables del film trataron de sacar virtud de los múltiples elementos trillados y recurrentes que constituyen El juego de Ender, y apostaron por una película con una personalidad definida que si bien no es ninguna maravilla, al menos cumple con su objetivo de sembrar un nuevo universo cinematográfico para ser explorado. En El juego de Ender hay mucho del procedimiento que llevó a la pantalla grande a Los juegos del hambre: la película no se desvive por sostener el interés del espectador a puro golpe de efecto, sino que se propone una narración más relajada y con el acento en los personajes y su psicología. También, hay veteranos que aportan su prestigio en personajes de reparto bien puntuales: Harrison Ford, Ben Kingsley, Viola Davis. Y en el centro, una estrella juvenil en ascenso como Asa Butterfield, que aporta solidez al protagonista, un personaje bastante conflictivo y al que el aspecto parco del actor amplifica en muchos aspectos. Al igual que Katniss Everdeen (o al revés, si tenemos en cuenta que Los juegos del hambre es muy posterior literariamente hablando a Los juegos de Ender), el joven Ender es un héroe a su pesar. Y su éxito se enmarca en un contexto social y familiar, donde la cultura ha hecho de la violencia un modo de vida pero también de subsistencia. Aquí también algo primordial es el sentido de liderazgo y de aquello que estamos decididos o no a hacer para ser respetados y aceptados. Y si bien la adaptación dejó de lado mucho del subtexto político y religioso que existía en el libro, lo cierto es que funciona igual y no pierde un ápice de su potencia humanista. Es verdad que el film de Hood peca también de esa seriedad que carcome las entrañas de mucho entretenimiento adolescente actual. Y si bien llama la atención su falta de humor, hay que reconocer que el drama funciona y que el film tiene una estructura narrativa pensada en función del revelador final. En él, la palabra “juego” adquiere reminiscencias bastante siniestras y logra incorporar varios sentidos en su dialéctica: habla de la tecnología, habla de los liderazgos, habla de cómo los adultos pervierten el mundo de los niños. Y mucho de esto está dicho sin redundar en el mensaje y recurriendo plenamente a la imagen y el movimiento. El juego de Ender es un film pequeño en su proyección, pero que a diferencia de otras sagas nos promete un futuro interesante. Habrá que ver -reglas del mercado al fin- si el fracaso comercial permite seguir la aventura que Card imprimió en varios volúmenes.
Basada en una novela histórica del género, de gran suceso dentro del círculo de lectores de ciencia-ficción hace casi dos décadas, El juego de Ender marcó el nacimiento de una seguidilla de cinco libros del autor Orson Scott Card. Y por el final de este film de Gavin Hood, con una taquilla que seguramente acompañe, está claro que propiciará una saga cinematográfica que funcione paralelamente a los textos ya escritos. Y aunque los adolescentes son los principales destinatarios de esta serie, dentro de la impuesta tendencia que une a esta franja de público con productos fantásticos, futuristas o levemente terroríficos, esta historia se avizora interesante, o al menos, con toques diferentes. Transcurre en un no tan próximo futuro luego de un asedio extraterrestre a nuestro mundo que será repelido, pero ante una inminente nueva ofensiva se pone en marcha un nuevo programa de entrenamiento en el que intervienen preadolescentes entrenados intensivamente. Lo destacable del mensaje es que los personajes cuestionan tal artilugio, mientras que un final sorprendente y claramente espiritual y antibeligerante termina de asentar valores que promueven la reflexión juvenil, además de estimular su gusto por las aventuras espaciales. Buenas imágenes digitales y performances de un elenco que mixtura dos generaciones opuestas.
“Quiero saber si puedo ser un referente de la paz, además de la guerra”, dice Ender, el protagonista adolescente de “Los juegos de Ender”. En esa línea del guión está una de las claves del filme, a pesar de presentarse con el aspecto de una sentencia demasiado ambiciosa para alguien que es poco más que un chico. La trama, un posible avance de lo que podría ser una saga, narra cómo un grupo de niños y jóvenes son entrenados desde muy corta edad para el combate y para los puestos de mando de la guerra. Es que la Tierra, en una época no especificada, se prepara para un nuevo y probable ataque de los Insectores, llamados “Formics” en el original de ascendencia italiana. El dato no es menor ya que los enemigos se presentan y viven como, precisamente hormigas. Los chicos con aptitudes son separados de sus familias y entrenados en la Escuela de Guerra, a miles de kilómetros de la Tierra, donde a su vez competirán entre ellos para ver quién será el líder. Y allí entra en escena Ender, un chico flaquito, sin demasiado carisma, pero con una mente poderosa y una inteligencia brillante. En suma, el líder perfecto para tener a su cargo la nueva batalla. Quien se carga al hombro la película no es Harrison Ford, sino el pequeño actor Asa Butterfield como Ender, seguido de cerca por Viola Davis, en el rol de una sicóloga, y Ben Kingsley que hace creíble lo inverosímil. Pero es Butterfield/Ender el que pone en apuros a los adultos, tanto con su actuación como con los planteos que ofrece el guión, uno de ellos el mencionado al principio y que podría reemplazarse por un interrogante: ¿Es posible la guerra, o la paz, a cualquier precio?.
Apenas unos juegos de la milicia Las premisas parecían suficientes. Por un lado, la obra primera, la novela ya clásica de Orson Scott Card. Por el otro, la participación suya en el rubro producción, junto a los nombres marca Fringe de Alex Kurtzman y Roberto Orci. Harrison Ford y Ben Kingsley en papeles decisivos. Y, mal que bien, Gavin Hood (Mi nombre es Tsotsi, X-Men Orígenes: Wolverine) en guión y dirección. Pero, visto lo sucedido, lejos está la versión fílmica de El juego de Ender de atreverse a bucear en lo perverso de su asunto. Ender's Game es la historia del niño Ender Wiggin (Asa Butterfield, el Hugo Cabret de Scorsese), destinado de manera temprana a los juegos de la milicia: atractivos video-games que esconden la preparación física y mental necesarias para enfrentar un duelo final postergado: el de los humanos contra los horripilantes insectores. La manipulación social -que Scott Card no sólo puntualiza en el ejército, sino también en las decisiones paternas- aparece como una pátina fácil en el argumento de Gavin Hood. En lugar de atreverse a indagar en las tribulaciones de un niño elegido, al que se le inculca la férrea idea de asesinar para la defensa del mundo, esto surge apenas como lectura facilísima, muy torpe. En este sentido, El juego de Ender atraviesa una sucesión escalonada, donde el niño habrá de superar todos los conflictos clásicos al adolescente norteamericano promedio: ser el menos popular, ganarse el respeto, la primera atracción sexual y, acá lo mejor, una adultez precoz por obligada. Aquellas situaciones que de por sí debieran ser irónicas (lo referido previamente, así como los adultos, los militares, aplaudiendo las habilidades de Ender en sus simulaciones de combate: videojuegos hipertecnificados, con la mira subjetiva desde las armas de fuego) están lejos de parecerlo, sino que se asumen como engranajes de un relato ocupado por retratar capítulos o escenas puntuales que el libro ya ofrecía. Es decir, no hay transposición válida, no hay alma dolorida en esta versión fílmica. Aún cuando lo parezca, o cuando su desenlace asuma de manera mimética el de su fuente primera. Con eso no basta. No hubo sensación alguna parecida en la que subsumir al espectador. Un desafío que, vistas las características de cierto cine similar, no corresponde solicitar. Pareciera que, aún cuando la trama de la historia apele a lo siniestro, el divertimento adolescente (entiéndase por esto, una coerción de mercado) debe prevalecer. De manera tal que nada queda en la película, sólo una cáscara vacía, con todos los fuegos de artificio. La violencia virtual podría haber sido el gran tema del film. Allí la notable mirada de Scott Card para su novela de 1985. Ahora factible de corroborar desde las posibilidades que las nuevas tecnologías ofrecen. La película podría haber sido un gran fresco irónico. Pero, lamentablemente, la ciencia ficción cinematográfica hace caso omiso de su pasado, empecinada en un divertimento vacuo. Lo de Harrison Ford es olvidable. Y lo de Ben Kingsley es peor.
Probablemente “El juego de Ender” sea la producción que mejor justifica la presencia del formato de video juego en el cine, más allá de “Tron” (1982), claro. Por supuesto que hay algunos antecedentes. John Carpenter había jugado esta carta de ir superando niveles hasta llegar “a la final” con “Fuga de Nueva York” (1981), también su remake (1996), y “Rescate en el barrio chino” (1996). Por otro lado, la idea de reclutar a un gran jugador de video juegos espaciales para combatir de verdad tuvo su ejemplo en “El último guerrero espacial” (1984). En el futuro nuestro planeta anduvo en guerra contra una raza alienígena que nos invadió aniquilando a millones, pero resistimos, los echamos, y ahora andamos en una paz relativa. Estos se llaman Formics, pero créame, eso no importa mucho. Como es habitual hay dos opciones: una, vienen por el agua; dos, porque se les canta, o no les caemos bien. Como ya Hollywood no se molesta en nuevas ideas, ha de tomarse así y punto. Los niños del futuro (expertos como hoy en video juegos) se convierten, merced a su audaz y riesgosa habilidad con los joysticks, en la tropa de elite que va a salvar al mundo de una nueva e inminente invasión. Obviamente, deben ser entrenados. Nada mejor que el ejército para eso, y como ha ocurrido siempre en el discurso del cine norteamericano, la armada (del pasado, el presente y el futuro) es el lugar al cual todos quieren llegar. Una institución dura, fuerte, de pura estirpe, en una palabra el gallardo y orgulloso ejército estadounidense, tenga la forma que tenga. Esta vez, en éste futuro, los marines no sirven de mucho. Sólo chicos súper inteligentes, con grandes capacidades para el combate gráfico, son llevados a la milicia. En este punto es necesario hacer no una sino varias concesiones en pos de hacer creíble la situación. Si empezamos con las preguntas todo se va al tacho. El respetado Coronel Graf (Harrison Ford) es el cazatalentos que posa su ojo en Ender Wiggin (Asa Butterfield), un chico de notable inteligencia capaz de mirar fuera del cuadrado en muchos aspectos. Viene de una familia tipo, pro-americana, en la cual hasta la hija quiso, y no pudo, quedar seleccionada para tener el honor de defender a La Tierra. Graf entiende por muchas razones (monitoreadas en el Liceo), que las cualidades intelectuales de Ender lo convierten en “el elegido”. Frente a los rumores de que los Formics se están reagrupando y armando mucho mejor que hace cincuenta años, es menester tener al candidato para transformarlo en el líder máximo. ¿En que se basa? Al verlo en un enfrentamiento con otro chico el protagonista se justifica: “le pegué para ganar esa contienda y le seguí pegando para que no lo vuelva a hacer nunca más”. Veremos entonces como el Coronel intenta alimentar en el chiquillo su instinto asesino, su capacidad estratégica y, sobre todo, la falta piedad. ¿Lindo no? Si a eso le agregamos que nadie levanta la voz por la explotación infantil tenemos cartón lleno. Ya sé, ya sé. Es una aventura. Me da no se qué omitir la sensación. Sigamos. Así comienzan propiamente los distintos niveles de dificultad que se plantearían en cualquier Playstation. Primero, con el entrenamiento físico, luego intelectual, y finalmente todo combinado. En ese transcurso Ender se transformará (con mucha ayuda, por cierto) en el capo. Visualmente muy lograda, tanto en el diseño panorámico como en los detalles (los cuatro equipos que compiten en el domo tienen los colores del ludo). La película apunta claramente a un tipo de espectadores que puedan compenetrarse con éste mundo que poco a poco va explorando los miedos, los deseos, y las aptitudes del protagonista lo cual, ciertamente, funciona para una correcta construcción del personaje y para justificar todas sus acciones posteriores. “El juego de Ender” sorpresivamente deja de lado la corrección política del discurso y plantea un asunto más interesante, en tanto un mundo dirigencial se vale de la trampa y la corrupción de menores para perseguir sus objetivos olvidando cualquier tipo de ética. También es verdad que hay sólo cinco adultos con presencia concreta: Graf; su ayudante Mayor Gwen Anderson (Viola Davis); los padres del héroe, y un soldado convertido en leyenda, Mazer Rackham (Ben Kingsley). Esto reduce el promedio de edad a unos 16 años. No es casual. Que sean menores de edad los que están expuestos a esta batalla conspira contra el verosímil pero apuntala el mensaje. Por lo demás, cada rubro técnico, incluida la banda sonora, aporta al concepto de película de acción, sin dejar de lado un guión algo mejor trabajado que los vistos últimamente. De todos modos, por estar apuntada a un público adolescente resulta al menos extraña la ausencia de humor. Gavin Hood, el director de la primera “Wolverine” (2009) tiene buena mano para el manejo del ritmo narrativo, además de dosificar la información que a través de Ender le llega al espectador, dejando siempre una sensación de querer encontrar los datos faltantes. En suma, un producción correcta y entretenida.
Asa Butterfield es Ender Wiggin, un niño superdotado de 12 años sobre el que recae la responsabilidad de salvar al mundo de una inminente invasión alienígena. Su formación para llegar a ser líder de la Flota Internacional estará a cargo de Hyrum Graff (Harrison Ford) y Mazer Rackham (Ben Kingsley), este último un héroe de guerra que venció en un enfrentamiento pasado a los Insectores (tal es el nombre de los extraterrestres). A través de simuladores que se asemejan a videojuegos, Ender será sometido a un estricto entrenamiento sin reglas claras ni límites establecidos. La nueva película de Gavin Hood (X-Men Orígenes: Wolverine), es una adaptación del clásico de ciencia ficción de Orson Scott Card, donde El juego de Ender es el primero de cuatro libros. Pero atención, aquellos que lo hayan leído y vayan al cine con las expectativas a flor de piel, deben saber que es muy probable que la propuesta no los convenza del todo. La cinta resulta una adaptación edulcorada de la novela, diluida por una tendencia a mostrar el despliegue técnico en detrimento de la profundidad del relato. La historia se desarrolla más en función de los efectos especiales y proezas del protagonista que de los aspectos políticos, sociales y morales que propone Card en su libro. De ahí que no sorprende que apenas se haga referencia al controvertido tema de los niños formados como militares y el uso de la violencia como medio para un supuesto bien mayor. “Ya habrá tiempo para ocuparse de eso”, dice el personaje de Harrison Ford cuando es cuestionado por la edad de los soldados que recluta y las secuelas que dejará la guerra en ellos. Y entre actuaciones correctas y algunas desperdiciadas, como la de Abigail Breslin en el rol de la hermana del protagonista, Asa Butterfield se destaca por la composición que hace del conflictuado Ender Wiggin. Dueño de unos ojos azules súper expresivos y un cuerpo que de tan menudo insinúa fragilidad, el actor crea un personaje que rápidamente abandona su niñez y se transforma en una herramienta funcional a un sistema militarizado al máximo. No llama la atención entonces que el director insista en los primeros planos de Ender, que refleja en cada uno de sus gestos las contradicciones que le genera su misión y, al mismo tiempo, la excitación que le produce batirse a duelo en las batallas simuladas virtualmente. El juego de Ender funciona como una película de ciencia ficción con un despliegue de efectos especiales de calidad, pero decepciona como adaptación de uno de los libros más reconocidos del género.
Basada en la novela homónima escrita por Orson Scott Card, “El Juego de Ender” narra las aventuras de Ender Wiggins (Asa Butterfield), un niño superdotado que es separdado de su familia y enviado a la academia militar internacional en donde se lo entrena para encontrar una estrategia que le permita a la humanidad vencer a una raza extraterrestre, de apariencia muy similar a hormigas gigantes, llamada Formics. El objetivo de esta especie alienígena es la búsqueda de nuevos mundos para colonizar y quedarse con su agua; por ello, habían invadido la Tierra en el pasado, dejándola al borde de la destrucción. Pero gracias a las hazañas del héroe de guerra Mazer Rackham (Sir Ben Kingsley), la flota alienígena fue destruida, pero no así la amenaza. Con el objeto de vencer a los alienígenas en posibles futuros encuentros, el mundo se unió y se fundó una academia militar internacional para entrenar a niños superdotados desde muy temprana edad con la esperanza de buscar al nuevo Mazer Rackham: aquel que será capáz de vencer a los Formics de una buena vez por todas. El Coronel Hyrum Graff (Harrison Ford) piensa que Ender es el elegido, aquel que guiará a la Flota Internacional en la batalla final contra el peor enemigo que ha enfrentado la humanidad y para ello, se lo hace pasar por un duro entrenamiento que comienza en la Tierra y culmina en el espacio con la mera finalidad de formar al protagonista hasta convertirlo en el líder que el mundo necesita para poder subsistir. Desde el punto de vista técnico y actoral, el film escrito y dirigido por Gavin Hood (“X-Men Orígenes: Wolverine”, “El Sospechoso”) es impecable. Pero si bien es entretenido, no aporta nada nuevo. Tiene muchísimos elementos que podrían hacer acordarnos rápidamente a otras películas del género siendo la más obvia -por su guerra contra insectos gigantes- “Invasión” (Starship Troopers de 1997). El reparto se completa con Abigail Breslin como la hermana de Ender, Viola Davis como la Mayor Anderson y Hailee Steinfeld como Petra Arkanian. Es muy probable que “El Juego de Ender” tenga continuidad en la pantalla grande, pero con argumentos originales basados en la mitología creada por Card, pero sin tener nada que ver los otros cuatro libros de la saga.
Enemigos míos Aquello que en los 80 sorprendía a los lectores por plantear la virtualización dentro de las prácticas militares para simular guerras contra enemigos potenciales hoy ya existe. En la época en que fuera concebida esta novela por el escritor Orson Scott Card y que se propone como una nueva saga adaptada al cine y orientada hacia el nicho adolescente, sonaba estrafalario inclusive pensar en niños entrenados para la guerra, algo que en estos días ya no se acomoda a los cánones de la ciencia ficción. Para los 80 un grupo de niños, expertos en la resolución de combates virtuales como modelo de juego, empleados para convertirse en potenciales guerreros era toda una novedad y desde ese lugar parte la historia de El juego de Ender: preparar un ejército de jóvenes para aniquilar a la raza alienígena que en un pasado atacara al planeta Tierra diezmando la población. Así las cosas, nuestro héroe Ender (Asa Butterfield) tiene todas las características para convertirse en el elegido y de esta manera es reclutado por el comandante Graff (Harrison Ford) para ser entrenado bajo una estricta disciplina militar, donde deberá demostrar ante sus pares decisión y rapidez mental para coordinar un ejército y así terminar con el enemigo en su propio territorio. Los formics son unos alienígenas de una morfología similar a la de las hormigas y al igual que estos insectos su comportamiento obedece a una reina, el principal eslabón de una cadena que debe ser destruida para siempre. El director y guionista Gavin Hood en una primera mitad pareciera transitar por los caminos habituales de todo film de iniciación militarizante con los estereotipos del caso, léase enfrentamientos antagónicos, desacato a la autoridad, peripecias que pondrán en riesgo el futuro del protagonista durante el arduo proceso de reclutamiento. Sin embargo, en una segunda mitad el film vira hacia otros horizontes que hacen foco en aspectos más profundos en relación a la guerra preventiva como estrategia para evitar males mayores sin medir las consecuencias y que representan para Ender un dilema interesante que seguramente se desarrolle con mayor énfasis en la secuela. Si bien no estamos ante una película dechada de virtudes tampoco nos enfrentamos a un producto mediocre en cuanto a la calidad y desde el punto de vista cinematográfico porque es de destacarse por ejemplo el diseño de producción para una trama que se desarrolla en su mayoría en escenarios simulados, donde el despliegue visual es importante pero no avasalla con detalles ni atosiga con efectos para dejar fluir el relato de manera prolija y sostenida, hacerlo entretenido gracias a las buenas actuaciones de Asa Butterfield, Harrison Ford y una escasa participación de Ben Kingsley.
Días de Entrenamiento Basada en la novela homónima escrita por Orson Scott Card, “El Juego de Ender” narra las aventuras de Ender Wiggins (Asa Butterfield, el niño de "Hugo Cabret", aqui totalmente inexpresivo), un chico superdotado que es separado de su familia y enviado a la academia militar internacional que adiestra peques al mejor estilo duro allí arriba en el espacio exterior. Película bastante aburrida, llena de discursos histéricos y estériles, que parece prometer de a ratos y que solo cae en la caótica e incongruente peli que es: la nada misma. De a momentos es una suerte de gran juego de video-game, diluída en efectos especiales, y que nos recuerda aquella frase histórica "La guerra la hacen los viejos y solo pierden los jóvenes". Pero aparentemente el libro ha sido superador de esta propuesta fílmica que se va quedando a mitad de camino, y que pese a un elenco numeroso y destacado, donde están los adultos: Harrison Ford -parece incómodo de estar en el filme-, Viola Davis, la negra excepcional de "Historias cruzadas" y un personaje incoherente a cargo de un desaprovechado Ben Kingsley, más las jóvenes actrices: Hailee Steinfeld -de "Temple de acero"- y Abigail Breslin - "Pequeña Miss Sunshine"-, pero nada de esto alcanza, claro. Si el supuesto futuro de la Tierra se jugara acá, vamos mal, y ya adivinamos el resultado.
Mini caudillo Un arranque potente y efusivo se difumina lentamente con el correr de los minutos, no solo en nitidez sino también en intensidad. Esa decaída obra como uno de los problemas fundamentales del film; la extensión del metraje no se condice con lo que ofrecen sus escenas. Esa incapacidad para ocasionar inquietud en el espectador resulta uno de los aspectos más flojos del relato. El juego de Ender nos remite a la novela más famosa y premiada de Orson Scott Card, en un futuro en el cual existe una escuela militarizada (y espacial) encargada de preparar ampliamente a una cierta cantidad de niños a fin de defender una venidera invasión a manos de alienígenas que reciben el nombre de insectores. Proveniente de una familia experimentada en el rubro bélico, Ender Wiggin (Asa Butterfield) se presenta como “el elegido” según la mirada del coronel Hyrum Graff (Harrison Ford). El jovencito no solo posee un gran potencial con aptitudes para la destreza y el pensamiento lateral, sino también una actitud avasallante y tenaz. Muchos tramos de la historia están dedicados a la simulación y entrenamiento a base de videojuegos, similares a los utilizados hoy en día en consolas como la Playstation 3 y Xbox, entre otras. Nuestro protagonista incursiona en ese mundo virtual empleando su inteligencia para desplegar un abanico de estrategias, algo que no hace más que maravillar a Graff, bajo la interpretación de un Harrison Ford que, si bien empieza en buena forma, va perdiendo solvencia y credibilidad en su personaje conforme avanza la proyección. Y he aquí otros de los puntos poco pulidos, el tema de las actuaciones. El papel mayoritariamente robótico que le toca a Asa no termina de convencer por lo forzado que se percibe. Pero probablemente el caso menos verosímil esté a cargo de Nonso Anozie, en una caracterización de un sargento casi caricaturesca, cuando en verdad debiera infundir respeto y temor en sus súbditos. Pero el gigante (mide más de 1,90 m.), con unos gritos que no guardan para nada relación con su expresión gestual, aparenta mostrarse más bonachón de lo que su puesto le ocupa. La dinámica sufre altibajos y todo parece limitarse a secuencias en donde las prácticas son utilizadas para acaparar el interés del público, fallidamente dado su monotonía y falta de sorpresa aunque de gran factura técnica si nos remontamos a sus efectos especiales. El peso cae por completo sobre Ender, y el modo en que le llueven loas y elogios de toda índole actúa como inclinación hacia un mensaje más esperanzador y prometedor del que se tendría que volcar y reflejar para suscitarnos, al menos, un poco de nerviosismo. LO MEJOR: los primeros minutos tienen mucha fuerza y enganchan. LO PEOR: todo se cuenta de modo poco sorpresivo. Las actuaciones, la falta de tensión. PUNTAJE: 4,7
Basada en el Best Seller de Orson Scott Card El Juego de Ender es otra excursión hollywoodense por las aguas de la aventura adolescente. Dirigida por Gavin Hood, se nos propone la formación militar de un pre-adolescente desde la típica insolencia de todo joven hasta la rectitud de la doctrina. Ambientada en un futuro que nos resulta familiar, la Tierra ha sido atacada por una raza alienígena conocida como los Formica. Para contrarrestar se ha formado una fuerza militar internacional (en donde claro, solo veremos estadounidenses) integrada por jóvenes en el frente de batalla a bordo de imponentes naves. Ender Wiggin (Asa Butterfield) es una (muy) joven promesa, proveniente de una familia con capacidades militares pero rechazada por diferentes motivos, él parece ser todo un prodigio y a fuerza de habilidad logra entrar en el programa de formación para líderes militares comandado por el Coronel Graff (Harrison Ford) y la Mayor Gwen Anderson (Viola Davis). Ender es un joven conflictivo, para terceros y para sí mismo, toda su capacidad es compensada con arrogancia y furia descontrolada que le juega en contra. Pero Graff está empeñado en convertirlo en el mejor de todos los soldados y para eso desoirá a la más compasiva y reflexiva Anderson. Al igual que todos los jóvenes, Ender será sometido a una serie de pruebas y “juegos” para desarrollar y demostrar capacidades, y estas serán cada vez más complejas y peligrosas; hasta llegar a un enfrentamiento con un ex recluta Mazer Rackam (Ben Kingsley), suerte de tesis para graduarse. Luego de una carrera como actor secundario en films de acción, Gavin Hood demostró tener pulso para la dirección con Mi nombre es Tsotsi; de ahí saltó al drama patroteril El sospechoso, recayendo en la fallidad X-Men Orígenes:Wolverine. El juego de Ender desarrolla la pirotecnia de la última (extrañamente no fue desarrollada en 3D) y el mensaje patriota del film con Jake Gyllenhall y Meryl Streep. Los Formics parecieran ser una amenaza exterior al film, es poco lo que se sabe de ellos más allá de que parecen insectos; no es el campo de batalla lo que importa, sino la formación para lucirse n él. Bajo esa premisa, los personajes lucen esquematizados, Ender es la promesa, Graff es el militar dispuesto a toda manipulación con tal de lograr su objetivo, Anderson es la voz de la conciencia, Valentine (Abigail Breslin) hermana de Ender es el refugio emocional; y Petra (Hailee Steinfeld) es la amiga y potencial romance. En el trasfondo pueden escucharse premisas militares patrióticas de toda clase y el ritmo no parece decaer gracias a una cámara vibrante y una fotografía de planos inusuales. Pero en realidad la acción está estancada en un solo hecho, el entrenamiento, casi aprisionado en ese concepto de postas a lograr. Ford y Butterfield (lejos de La Invención de Hugo) son lo mejor de una película que pareciera no terminar de despegar, que promete hasta el último segundo algo que, claro, finalmente no cumplirá.
Le damos esas estrellas solo por una razón: no aburre. La novela original, escrita a principios de los 80, generó un cambio en la ciencia ficción y abrió las puertas a la poética del mundo virtual, del desdoblamiento de la realidad y de -atención- la interactividad como parte del mundo que anticipó nuestros tiempos. Lástima que también inspiró otras ficciones: Matrix, Invasión (la de Paul Verhoeven, de la que esta Ender... parece una versión para Nickelodeon) y varias otras. Lo que quedó es una más de guerra contra bichos extraterrestres aunque con “mensaje” (en los últimos minutos, donde el torpe Gavin Hood nos da una “excusa” para haber disfrutado de las imágenes), y cuyas escenas de acción se esperan ansiosamente dado lo poco que importa el resto de la trama. Los chicos están bien; los grandes, más o menos, y su condena al militarismo -que es el que nos permite disfrutar del rompan todo que propone parte del film- es una bobada insigne. Pero hay tiros y rayos láser y esas cosas.
El niño evolución "Ender's Game" es la adaptación de la primera novela de la saga juvenil de Orson Scott Card. Mucho se habló de este proyecto en la previa, bien y mal. A muchos les gustaba que el nuevo niño estrella de Hollywood, Asa Butterfield, fuera el protagonista del film y muchos fans se contentaron de que la historia llegue a la gran pantalla. Luego hubo críticas por el hecho de que el director fuera Gabin Hood ("X-Men: Orígenes") y porque algunos grupos LGBT se quejaron de que la obra de Card tenía mensajes homofóbicos. Sobre esto último, sinceramente no noté ninguno, al menos en la película. Una cuestión a aclarar, es que mucha gente a la que no le gustó en absoluto, no tenía idea de qué estaban yendo a ver al cine. Leí comentarios como "demasiado fantasiosa" y "un final malísimo". "Ender's Game" es una obra de fantasía, de ciencia ficción, por lo que renegar sobre esto es ridículo. Por otro lado, deben saber que esta película es la primera parte de una saga, es decir, el final abierto es de esperarse. Ya si pasamos al análisis de la película en sí, se puede encontrar tanto cosas buenas como algunas no tan buenas. Por ejemplo entre las cuestiones negativas, podemos resaltar la falta de expresión de Asa como protagonista. Si bien se nota que el pibe es talentoso, acá se lo ve un tanto frío, como si fuera un niño robot en algunas escenas. Otra cuestión que puede irritar al espectador es el estiramiento de algunas escenas que no son relevantes. La parte del entrenamiento de Ender se vuelve un tanto lenta cuando en realidad su ascenso en la escuela militar es bastante veloz. Aquí hubo claramente un manejo irregular de la dinámica del film. Como última cuestión negativa, comento que me sentí intrigado por saber más del trasfondo que contiene la trama pero Hood estuvo un tanto mezquino con esto. El director va directamente a los bifes y no sabemos bien nunca como fue que comenzó esta guerra o por qué hay ciertas reglas de la sociedad que se nos presentan sin explicación alguna. Como elementos positivos, resalto en primer lugar el logro técnico, tanto visual como sonoro. La efectos están muy bien realizados y eso siempre es importante en un producto de sci-fi. Otra cuestión que me resultó interesante fue el tratamiento adulto que se le dio a ciertas escenas. Está claro que la saga va dirigida a un público más bien púber, pero a su vez incorpora algunas cuestiones psicológicas, políticas y sociales que elevan su importancia y la hacen un poco más madura. La historia en sí es bastante interesante, recuerda un poco a "Starship Troopers" de Verhoeven, pero con menos ironía. Ciertas cuestiones de la moral se ponen en tela de juicio y eso siempre es un ingrediente atractivo. En general me pareció una película disfrutable, que podría haber sido mejor sin dudas, pero que sirve como puntapié para comenzar una nueva franquicia y hacer los ajustes necesarios para que la segunda entrega sea más atrapante.
Juegos de niños Entre entrenamientos de lucha en Gravedad Cero, naves espaciales y video juegos se asoma El Juego de Ender, la aventura astro-espacial basada en la novela homónima de ciencia ficción de Orson Scott Card, publicada en 1985. Con efectos visuales impresionantes y reflexiones sobre los deberes morales y la culpa aplastante de la guerra, el film, a pesar de sus varias fallas estructurales, logra una historia desgarradora y atrapante, siempre manteniendo una fidelidad innegable con la obra original. En un futuro lejano, niños y niñas son entrenados para luchar contra flotas espaciales de razas enemigas. Un régimen cuasi-fascista los elige jóvenes, porque sus mentes son más elásticas y estratégicas que las de los adultos, que son más cuadradas y menos aptas para las nuevas tecnologías. Entre estos niños se destaca Ender -Asa Butterfield, de El Niño con el Pijama de Rayas y Hugo- que, entre el borde de la empatía, la estrategia y el sadismo violento, es pronto designado como "El Elegido" para salvar al mundo y derrotar a los Formics. La trama recuerda sutilmente a Harry Potter, con sus referencias a una especie de "niño elegido" para destruir a las flotas enemigas y liberar a la humanidad de un miedo constante. También a Los Juegos del Hambre, por la historia de un juego de adultos que se convierte de golpe en responsabilidad de chicos. El film no escasea de pequeños detalles que harán que esta película no sea la más memorable del año, y menos si la comparamos con otros grandes logros de la ciencia ficción de distinto calibre de la última década y media, como Donnie Darko, Los Niños del Hombre y Minority Report. Pero si obviamos todas estas fallas, El Juego de Ender arma un relato sólido y entretenido. Gavin Hood, director de X-Men Orígenes: Wolverine y Tsotsi, no crea un desarrollo creíble del personaje de Ender, que pasa de chico violento y retraído, a líder nato en un pestañeo. Uno de sus mentores, interpretado por Harrison Ford, le provee una especie de figura paterna, muy lejana a la imagen estricta y fría que proyecta en el libro original. A pesar de todo, El Juego de Ender es un film de ciencia ficción recomendable, que afronta grandes temas que dejan mucho para pensar, como el poder, el genocidio y la manipulación despiadada a favor de "el bien mayor".