Es un muy buen thriller, que si bien no es muy difícil adivinar como termina, en este caso lo disfrutable es el desarrollo a pura acción y adrenalina. Y lo mejor es que este tipo de escenas no aparecen sin ton ni son, sino que...
El Mecánico cuenta la historia de un asesino a sueldo (la única cosa que vamos a saber de él por supuesto) que vive cómodo, solitario y disfruta enormemente de su perfecta y precisa rutina: le mandan una orden a través de un aviso clasificado; el tipo investiga, planifica, viaja, mata y vuelve. Limpio, sencillo y rápido. Por supuesto, no siente el menor escrúpulo, culpa o remordimiento ya que, claro, por un lado es un hombre frío, duro, solitario, machote, “mecánico” y, por otro, la mayoría de los objetivos que le ponen son muchachos feos de más abajo (léase América Latina), de la sucia y narcotraficante Colombia, por ejemplo; por lo cual el tipo duerme tranquilo a la noche, sintiendo que a fin de cuentas le hace un favorazo al mundo. Claro, de la complicidad del Norte frente al Sur ni jota, por supuesto. Todo se complica cuando justamente esto mismo se quiebra. Resulta que esta vez no lo mandan a matar ni a colombianos ni a venezolanos ni a cubanos como le gustaría. Ahora su blanco es su propio mentor, Harry (Donald Sutherland, ¿alguien puede creer que este hombre una vez, hace mucho, filmó con Fellini?), el hombre que usualmente lo contrata para estos trabajos, y que usualmente también parece hacer las veces de figura paterna, de viejo piola, como se puede observar cuando le tira piropos acerca de lo bueno que es en su trabajo y lo orgulloso que está de él. En efecto, el mecánico, que responde al nombre de Bishop (Jason Statham, el eterno transportador), es el hijo que nunca tuvo y que, en contraposición al real, Steve (Ben Foster, podría pelearla más arriba si quisiera), le da motivo para estar orgulloso, ya que, claro, Steve es un veinteañero conflictivo, confundido, alcohólico y, lo más importante, no mata gente tan bien como a papá Harry le gustaría. Por todo esto, al duro, frío, solitario, despiadado y mecánico Bishop se le genera un dilema existencial. Parece que este asesino a sangre fría (Dexter dixit), que después de ahogar brutalmente a alguien se va a su casa del (¿Tigre?) río, come, lee el diario, escucha música y a la noche frecuenta a su prostituta favorita (único contacto que tiene con otro, ¿se acuerdan de El Custodio?); en el fondo es un hombre tierno, sensible, cariñoso y quiere mucho al viejo. Sin embargo, al sobreponerse a toda esta repentina sobrecarga emocional, y recordar que es un hombre serio y profesional, cumple con su trabajo. Pero resulta que el tipo todavía siente culpa y entonces decide ser buena persona y encargarse del pobre bastardo de Steve, quien va en búsqueda de venganza a toda costa. De más está decir que la película de a ratos entretiene a base de innumerables tiroteos, entrenamientos de combate entre profesor-aprendiz y un par de asesinatos gratuitos para “aprender el oficio”. Hacia el final, para alguien que buscaba una cierta redención al hacerse cargo del hijo de una de sus fatales víctimas, todo desemboca en una contradicción ridícula; si bien el protagonista toma la venganza de que los de arriba lo hayan engañado para matar al viejo, después termina haciendo de las suyas una vez más. Por mi parte tengo que confesar que resulta sumamente cansino ver a Statham una y otra vez, y en una y otra película, sin contrastes, mientras hace piruetas y sale ileso de las situaciones más letales e imposibles. Le sale tan bien la de El Transportador que hasta lo contratan para las publicidades de Audi. Por otra parte, Ben Foster funciona, quizás, como lo mejor de la película con su mínimo aporte. Alguien deseoso de aprender el oficio, pero movido internamente por un inextinguible cóctel letal de amor- odio por vengar a su padre, cosa que lo autodestruye y lo vuelve ambivalente acerca de si realmente le importa o no su muerte, sin esforzarse por ocultarlo. Con lo cual su personaje agrada al menos por su coherencia narrativa. No juega a hacer de asesino a sangre fría y a la vez volverse un tipo sensible y preocupado por el prójimo (cosa que, aunque no es imposible y hasta podría ser interesante, además, es muchísimo pedirle al pobre Statham). Insisto en que si Foster dejara atrás este tipo de cosas podría ser un actor destacable. El Mecánico, si bien repara los desperfectos y se ocupa de las cosas indeseables, no es capaz de construir un relato de acción medianamente interesante.
A esta altura, resulta difícil diferenciar las películas que protagoniza Jason Statham. Malas historias, mucha acción y el actor interpretando siempre al mismo tipo duro y recio, un personaje del que no puede/quiere correrse. Una fórmula repetida que vuelve a aplicarse en esta adaptación del film de 1972 con el mismo nombre (dirigido por Michael Winner y protagonizado por Charles Bronson), presentando una pobre y previsible historia "clase B" de venganza. Modernizada para captar al público joven que suele disfrutar de este cine, "The Mechanic" propone en poco menos de 90 minutos: varias secuencias de acción y asesinatos, un montaje ágil y frenético, una historia mal desarrollada y un desaprovechado Ben Foster ("The Messenger") en un rol secundario. Nada nuevo por aquí, más de lo mismo.
Menos por mas. El Mecánico es una película de acción bastante simple y efectiva. Sin muchas vueltas de tuerca ni capas que ir descubriendo, es simplemente un rush de adrenalina de principio a fin. Basada en el film original de los 70 con Charles Bronson, Jason Statham toma el rol principal de Bishop. El mejor asesino a sueldo (o Mecánico, dentro del léxico del film) que sigue estrictas reglas en su profesión. Luego de una seguidilla de situaciones, decide tener un aprendiz y cambiara su rutina para siempre. Las diferencias principales entre el film original y esta nueva versión son simples. En la original, la estrella era claramente Charles Bronson, el resto del reparto no era conocido o realmente no tenia mucho peso en la historia. Y realmente tenia una estética un poco mas cuidada o exótica (locaciones por todo el mundo, mas sutileza en los asesinatos, etcétera). Esta nueva versión de la mano de Simon West (Con Air, Tomb Raider) deja bastante eso de lado, pero lo cambia por un par de cosas que por momentos funcionan. Primero, se suma Ben Forster como el aprendiz de Bishop. Forster es un gran actor con una cualidad para canalizar Ira o parecer un poco trastornado. Por el otro lado, así como los "hits" de la original tenían delicadeza en tanto la forma de ser efectuados y filmados. Esta nueva versión tiene una brutalidad bastante extrema, que sirve cuando no tenes un buen guion. Las escenas de acción, que son la especialidad de West, son bastante claras, y utilizan muy bien su limitado presupuesto y locaciones bastante precarias. Cabe destacar el exceso de sangre digital, que por momentos nos saca de la ya estirada realidad. Pequeños roles por parte de Donald Sutherland y Tony Goldwyn redondean un cast en el cual realmente solo importa la imponente presencia física de Statham y la rareza mental de Forster. Por ejemplo, la película original al menos le da una cierta "novia" a Bishop que comparte algunos momentos y conversaciones. El nuevo film solo nos brinda una cara bonita (muy bonita!) que tiene una escena de sexo y nada mas. Un cambio muy grande nos viene en el final, adonde la resolución del film esta alterada en una manera muy grande. El final original le daba un toque muy bueno al film. Es una lastima que lo hayan cambiado a una resolución mas Hollywoodense. En definitiva, el film termina siendo una pasable distracción con algunas escenas de acción buenas. Lastima que sigan encasillando a Statham en películas de acción mediocres y bajo presupuesto. Y no logren utilizar su carisma que supo demostrar inicialmente. Siempre el mismo papel gruñón de pocas palabras y cero sonrisas.
El perfecto asesino Suelen gustarme las películas de asesinos profesionales. Tanto ellas como sus protagonistas tienen sus códigos y normas de conducta. La inolvidable El samurai los planteaba en la figura de Alain Delon: hombres solitarios y silenciosos, reconcentrados en su trabajo; sin distracciones, ni relaciones familiares ni de amistad, ellos practican un severo entrenamiento mental y físico, con algún hobby o manía. El samurai, de Jean-Pierre Melville cuidaba un pajarito; el de El perfecto asesino, una planta que trasladaba a todas sus viviendas; Arthur Bishop, el mecánico del título, ama la música clásica, y se obsesiona con el tiempo lento del trío Opus 100 de Schubert, sí, el mismo que popularizó Barry Lyndon. El título de mecánico no es sólo metafórico: su otro hobby consiste en reparar un Jaguar clásico, bastante espectacular, en su casa en medio de los pantanos que rodean Nueva Orleans. En general, esas cábalas profesionales no fallan y, cuando sobreviene algún fracaso, suele ser a causa de no haberlas respetado. El inglés Simon West (Con Air) dirige esta remake de Fríamente… por motivos personales, que en 1972 protagonizara Charles Bronson como el implacable asesino, aggiornándola a los gustos y ritmos actuales, y con el aporte de la última tecnología. La estrella es ahora Jason Statham, quien encarna a un profesional independiente cuyo mayor cliente es una compañía o agencia de dudosa identidad. Toda la primera secuencia sin diálogos es una muestra de la eficiencia y perfeccionismo de Arthur para realizar su trabajo: la eliminación de un capo de la droga colombiano, en su propia piscina, bajo la mirada de un ejército de guardaespaldas. Arthur es un hombre atractivo y delicado, y rápidamente gana la confianza del espectador, a pesar de su trabajo brutal. Su contacto con el cliente es Harry McKenna (Donald Sutherland), quien ha sido su mentor y único amigo. Una vez que la compañía ha comprobado que Harry los ha traicionado, presiona a Arthur para eliminarlo. Steve, su hijo pródigo (el versátil Ben Foster, a quien hemos visto crecer profesionalmente desde su actuación en la serie Six Feet Under, siempre en la franja de la ambigüedad, como en este film) se une a Arthur para devenir su discípulo y socio y, ya profesional, vengar la muerte de su padre. Las cosas no serán como antes: Steve quiere proceder a su modo –menos desapegado, más sádico-, y Arthur descubre el valor de la amistad, con lo cual se coloca en un lugar más vulnerable. Si bien no tiene ningún momento brillante, y al guión le sobran clisés y le falta cierta hilación interna, el film está servido para el disfrute de los amantes de la acción, y Arthur y Steve parecen hechos el uno para el otro. Habría sido interesante que profundizara en los temas propuestos: la violencia innata, la culpa, la venganza. Pero parece que las películas de violencia actuales no tienen lugar para reflexiones filosóficas o psicológicas. Se mantiene en lo suyo hasta el final, previsible y decepcionante. Sólo resta desear que Statham (El transportador, Crank, El gran golpe) no siga fijado en los roles de acción, pues todo hace creer que podría animarse al drama con la misma intensidad.
El juego de encontrar las diferencias ahora es una película. Arthur Bishop (Jason Statham) es un mecánico. Pero no es que ande por la vida engrasado, con el inicio de la zona trasera al aire y rodeado de herramientas. Si, hace más de dos años que está trabajando en la remodelación de su auto de colección, pero su profesión está lejos de eso: Arthur es un sicario. Y el mejor. Y como es el mejor, su pulso no tiembla, ya sea que tenga que matar a un jefe narco o a su mismísimo mentor, Harry (Donald Sutherland), un ex asesino sospechado de haber vendido a sus compañeros en una misión fallida en Africa. Ahora, parte por culpa y parte por deuda, Arthur se hará cargo de Steve (Ben Foster), el hijo de Harry, que quiere vengar la muerte de su padre (a quién no ve hace años) y, a la vez, convertirse en un mecánico. Ahora, juntos deberán ocuparse de algunos trabajos ordenados por Dean (Tony Goldwin), el jefe de la organización secreta para la que trabajan, a la vez que Arthur debe cuidar tanto su vida como la del irracional joven. El Mecánico es una película de Simon West, el laureado director del clásico Con Air (1997) y a la vez es una remake de la película homónima que Charles Bronson protagonizara en los 70. En teoría nada podría salir mal, ¿no? Error. La primera impresión nos da a pensar que El Mecánico fue dirigida a las apuradas: errores de continuidad obscenos, cortes extraños, secuencias que no aportan nada y, sobre todo, muy poco criterio en la dirección y en el guión. Por ejemplo, no se entiende el repentino interés del joven Steve, la oveja negra de la familia, en vengar la muerte de alguien que jamás le interesó. Para colmo de males, la película, vendida bajo la manta del género “acción” es más bien tranquila. El foco cayó en la relación que Arthur y Steve intentan cosechar mientras el veterano le enseña el oficio al novato, pero creo que todos vamos al cine esperando ver al héroe de acción propinando unos cuantos golpes, y justamente eso brilla por su ausencia. Esto no quiere decir que no haya acción. Si, la hay, pero a cuentagotas. La película, en cierto punto, intenta ser más un drama político o familiar que una obra de catastrófica violencia, y eso -con los actores que West eligió, no muy duchos en el arte dramático- es una pérdida de tiempo. Por momentos da la sensación de que esta historia podría haber funcionado mejor como serie de tv. Con las reglas de ese formato, el argumento, desperdiciado en los 90 minutos, podría haberse desarrollado de una forma más armónica: Misiones unitarias que van formando al perfecto asesino mientras que el mentor vive bajo la culpa de haber matado a su mejor amigo. Así hasta llegar al episodio final en el que se resuelve el conflicto. En definitiva, si quieren ver tiros, líos y demás delicias del irreverente cine de acción al que Statham nos tiene acostumbrados, esta no es su película. Ahora, si prefieren pagar una entrada para jugar a las siete diferencias entre plano y plano en la misma escena (“¡el cigarrillo estaba prendido y ahora lo vuelve a prender!”, “¡la etiqueta del disco era roja y ahora es azul!”), definitivamente van a pasar la mejor hora y media de sus vidas.
Jason Statham hereda un papel que fue de Charles Bronson El mecánico fue, en su origen, uno de esos thrillers de acción que Michael Winner ponía al servicio de Charles Bronson: en ese caso, era un asesino a sueldo que se tomaba muy en serio su profesión, un perfeccionista que cumplía cada una de sus misiones con obsesivo detallismo, aplicando a cada caso una técnica diferente como para que sus asesinatos no aparecieran como tales sino como muertes naturales. Asesino a precio fijo (que así se llamó entre nosotros el film de 1972) le confería cierto refinamiento jamesbondiano a este tipo solitario e implacable, de pocas palabras, menos amigos y ninguna emoción visible, salvo cierto aire de tristeza o de dolor, quizá porque se veía cerca del retiro o porque conservaba alguna conciencia de sus actos. Más joven, el nuevo mecánico Jason Statham no parece padecer similares angustias, aunque también decide renunciar, como el otro, al protagonismo exclusivo, adopta un discípulo joven y le enseña todos los secretos del oficio sometiéndolo a un duro adiestramiento con vistas al trabajo en equipo. Es tarea muy bien remunerada por una turbia pero poderosa organización que en este caso señala blancos como un pedófilo disfrazado de pastor o un capo colombiano del narcotráfico. Casi todo el ingenio de los autores del film está puesto en las técnicas que el protagonista idea para concretar cada misión. Si hace cuarenta años Winner no supo aprovechar del todo la parte más interesante del guión de Lewis John Carlino (la relación entre el sicario y su alumno, la sorda tensión que hay entre ellos desde el principio y con sobradas razones, y su consecuente e inesperado final), Simon West la descarta casi por completo (incluso ha cambiado el desenlace, que ahora parece algo torpe) y reduce al mínimo el hilo argumental para concentrarse en la acción, que conduce con buen ritmo, montaje nervioso y generosas dosis de violencia. Buena parte de éstas provienen del personaje de Ben Foster, el discípulo, que es en realidad asesino por vocación (véase la escena en que descarga su ira sobre un ladrón de autos) y carece de la frialdad necesaria para emular a su metódico instructor y resultar un socio a la altura de su profesionalismo. Como thriller, El mecánico no trae demasiadas novedades. Es, básicamente, un ultraviolento producto de acción adaptado a la medida de Statham, y en ese sentido puede decirse que cumple más o menos eficazmente con lo que un aficionado al género esperaría de él.
Un “killer” para no tomar en serio Ungido como el nuevo héroe de acción, el protagonista de El transportador recicla un viejo vehículo para lucimiento de Charles Bronson y, enfundado en la piel de un asesino a sueldo, encabeza un cuento lleno de sonido y de furia que no significa nada. La popularidad del inglés Jason Statham sigue en alza. En una encuesta reciente de uno de los sitios especializados más visitados de la red (imdb.com), donde se consultaba a los lectores acerca de sus actores preferidos de cine de acción, el héroe de la saga El transportador salió cuarto, apenas detrás de Bruce Willis, Stallone y Clint Eastwood. Parece mucho, sobre todo después de ver El mecánico, pálida remake de la película del mismo nombre protagonizada por Charles Bronson allá por 1972, cuando todavía no se había convertido en El vengador anónimo. Es sintomático, en todo caso, que a los experimentados productores Robert Chartoff e Irwin Winkler se les haya ocurrido asociar a Statham con un viejo vehículo al servicio de Bronson: ambos siempre se han valido de su trabajado laconismo para no tener que exponer demasiado sus limitaciones dramáticas. Pero son casos y épocas diferentes, sin duda. Allí donde Bronson –con su aspecto de jinete mongol recién bajado de las estepas– cultivaba una personalidad tan recia como distante, Statham en cambio se ha venido preocupando siempre por ofrecer un costado “cool”, herencia sin duda de sus épocas de modelo publicitario, que le valieron sus primeros personajes en cine. Es el caso de este nuevo “mecánico”, el eufemismo bajo el cual se esconde un sofisticado asesino profesional, especialista en “arreglar” de manera definitiva aquello que no tiene otro arreglo posible. El killer Arthur Bishop vive recluido en una casa que parece salida de la imaginación de Le Corbusier si hubiera trabajado en los bayou de Louisiana. Detrás de sus generosos ventanales abiertos a la luz verdosa de los pantanos, esa guarida hi-tech reúne no sólo todos las armas y artilugios necesarios para su oficio sino también unos costosos productos vintage en los que Bishop invierte su tiempo libre: por caso, un Jaguar rojo modelo ’63 y un tocadiscos con amplificador a válvulas en el que escucha un único, repetido vinilo, con el delicado trío Opus 100 de Schubert, como si con esa música pudiera apaciguar a la fiera que lleva dentro. El asunto es que cuando no anda jugando con sus chiches, Bishop cumple con sus contratos, de la manera más discreta posible. “Los mejores trabajos son aquellos que no se notan”, dice después de haber mandado al otro mundo a un jefe narco sin que nadie de su numerosa custodia se entere siquiera de que fue asesinado. Su empleador es un viejo zorro en silla de ruedas (Donald Sutherland), que sabe que Bishop es el mejor en lo suyo, a diferencia de su hijo (Ben Foster), a quien considera “una constante decepción”. Pero las vueltas de la vida –y de la muerte– harán que el hijo carnal y el putativo terminen trabajando juntos, inmersos en una telaraña de traiciones en la que ellos mismos se convierten en blancos móviles. En contra de esa discreción y elegancia de la de que el film y su protagonista alardean en las primeras escenas, cada una de las siguientes se convierte en un festival del destrozo, como elefante en un bazar. Desde el killer rival (significativamente gay) que uno de ellos despacha trabajosamente en una sangrienta pelea cuerpo a cuerpo hasta el rompecoches y tiroteo final, pasando por el asesinato del líder de una secta religiosa que casi provoca el derrumbe de un hotel, todo en El mecánico parece –como decía el Bardo– un cuento lleno de sonido y de furia que no significa nada. El director Simon West filma todo con la estética de un corto publicitario y sus montajistas editan el material como si lo hicieran en una multi-procesadora, a ver quién corta más chiquito cada plano, como recomendaba Doña Petrona, a la manera Juliana. ¿Qué espectador entonces podría preocuparse por los problemas de conciencia y lealtad que acosan al “mecánico”? Ni siquiera él mismo parece tomárselos demasiado en serio.
El indestructible siglo XXI El mecánico (The Mechanic, 2011) es la confirmación de lo que un año atrás insinuó Los Indestructibles (The Expendables, 2010): el pelado Jason Statham es el presente y el más promisorio futuro de las películas de acción donde prima la fuerza por sobre la espectacularidad. El protagonista de la trilogía de El transportador (The Transporter) es Arthur Bishop, un auténtico hitman que hace del sigilo, la perspicacia y la fuerza física sus herramientas de trabajo. Parte de una corporación nunca del todo establecida, ni mucho menos legal, debe ejecutar una de las misiones más difíciles de su vida: asesinar a su amigo y mentor acusado de traición, Harry McKenna (Donald Sutherland). Pero no será todo. Dolido y ávido de revancha, Steve (Ben Foster), el hijo de Harry, se ofrece como aprendiz de Bishop, quien lo entrena a sabiendas de que, tarde o temprano, él será victimario de la venganza. En agosto del año pasado, la cartelera porteña albergó a la película más camp de los últimos años: Los Indestructibles. Allí un grupo de superestrellas del cine de acción de los reaganeanos años ochenta volvía al ruedo en una película absolutamente conciente no sólo del paso del tiempo –la trama giraba a un escuadrón paramilitar prácticamente marginado-, sino también de los paradigmas cinematográficos: generaba más rareza que nostalgia ver una película de acción donde primaban las piñas, los músculos y la testosterona, por sobre la banalización física de los FX, la impostación coreográfica y la metrosexualización de las actuales películas de acción, si es que así pueden llamarse a los engendros de Michael Bay o la inminente enésima versión de Rápido y furioso que pulularán por el mundo en los próximos meses. Pero había una discordancia en ese grupo. Es que a Sylvester Stallone, Dolph Lundgren, Mickey Rourke, Eric Roberts y Bruce Willis se le sumaba el joven Jason Statham. Con 43 abriles a cuestas, el británico debutó recién en 1998, cuando las carreras de sus compañeros de elenco menguaban. ¿Qué hacía Statham en una película anacrónica y de patina ostensiblemente retro? El mecánico tiene la respuesta. Hoy por hoy, pleno 2011, este actor parece ser el único capaz de continuar con aquella estirpe de actores de cine acción entendido como tal. Desde la de bautismal El transportador, pasando por esa montaña rusa que fue Crank, veneno en la sangre (Crank, 2006) hasta el film de Simon West, Statham le imprime a sus películas el indeleble sello de esa pulsión hormonal y física casi extinguida. Si hasta aquellos films menos centrados en los puños y tiros (Caos, Celular) tiene la potencia cinemática del movimiento físico constante. No es casual tampoco que él sea el elegido de ponerse en la piel del mismo personaje que interpretara Charles Bronson en la versión original de este film. Simon West (Con Air, Tomb Raider) articula una narración despareja, sí, con el único fin de hilar las secuencias de acción del asesino y discípulo. Pero tiene el tino de no fallar donde no debía. El director parece escuchar lo que El mecánico pedía: una cámara atenta al movimiento, que acompañe de cerca sin atosigar (ejem, Michael Bay) permitiendo la distinción del emisor y posterior receptor de los puñetazos. Los Indestructibles bien podía interpretarse como ejercicio de memoria: miraba al pasado para entender el presente y vaticinar un futuro, edificando una síntesis perfecta sobre de dónde viene (Stallone y compañía) y hacía dónde va (Statham) el cine de acción. El mecánico es otro paso. Por muchos más.
El mecánico fue uno de los filmes de suspenso y acción más destacados de la década del ´70. Una película distinta, que hoy es recordada por ser un ejemplo perfecto del estilo del cine que se hacía en aquellos años. Esta fue una de las grandes producciones que brindaron uno de los mejores equipos que hubo en el género de acción, como el que formaron Charles Bronson con el director Michael Winner. Además de realizar clásicos como Chato, el apache (1972), América Violenta (1973) y los primeros tres episodios de la saga del Vengador Anónimo (1972-1985), ellos fueron responsables de El mecánico. Esta historia es celebrada por la secuencia inicial, donde se presentaba al personaje principal, en la que el director lograba mantener la tensión durante los primeros 16 minutos sin diálogos. Sumado a grandes escenas de acción, como una excelente persecución en moto, la actuación de Bronson y Jan Michael Vicent, (recordado actor de la serie Airwolf), más un final inesperado, El mecánico se convirtió en uno de los filmes más elogiados por la prensa en 1972. La nueva versión que llega a los cines esta semana con Jason Statham presenta un enfoque diferente, pese a que mantiene la misma premisa argumental. El director Simon West (Con Air) tomó la historia de Michael Winner pero la encaró exclusivamente por el género de acción, a través de una producción donde los tiros y las persecuciones son constantes durante los 88 minutos que dura el film. West mantiene todo el tiempo en movimiento a los personajes de la primera a la última escena. Statham interpreta la clase de anti héroe que estamos acostumbrados a ver en sus trabajos, pero quien realmente brinda una muy buena actuación es Ben Foster (30 Días de Noche), uno de los actores jóvenes más subestimados que existen en Hollywood. Por supuesto el film original, es imposible de superar por el simple hecho que la protagonizó Bronson, pero esta nueva versión por lo menos presentó un film decente de acción, que quienes no vieron la película de 1972, la pueden disfrutar si buscan entretenerse un rato con una historia de asesinos a sueldo.
Es sólo un encargo pero me gusta... Repasando la filmografía como director de Simon West nos encontramos con títulos de alto perfil comercial como Con Air (1997), La hija del general (1999) o Lara Croft: Tomb Raider (2001). También dirigió el thriller Cuando un extraño llama (2006), remake del film setentoso de Fred Walton, y estuvo involucrado en la producción y/o realización de dos series muy divertidas, ambas con el actor Mark Valley: Keen Eddie y Human target. Con estos antecedentes, al darse a conocer que West se encontraba trabajando en una nueva versión de The mechanic (Michael Winner, 1972) uno podía anticipar con un margen de error mínimo para dónde estaría encarada la película. Pues bien, tras visionar la obra en cuestión no podemos sino confirmar nuestro pálpito: El mecánico 2011 apuesta sobre seguro extrayendo el ADN argumental de aquel clásico con Charles Bronson, potenciando la acción con todas las posibilidades técnicas modernas y simplificando más de la cuenta el desarrollo de sus personajes principales. El esqueleto pareciera ser similar pero ya desde la escena de presentación queda claro que en realidad son dos cosas muy distintas. El filme de Winner se tomaba su tiempo para caracterizar al asesino a sueldo que interpretaba Bronson con su acostumbrado laconismo y el conflicto sobre el que giraba la historia llegaba cuando tenía que llegar. Ni un minuto antes. El vínculo maestro / alumno que se daba entre Bronson y Jan-Michael Vincent fue escrito siguiendo esos parámetros. Y funcionaba, dentro del verosímil planteado, podríamos decir que casi sin fisuras. No obstante, recordemos que eran los setenta y el ritmo cinematográfico de entonces no puede equipararse a la velocidad actual. Los cambios efectuados por Richard Wenk sobre el guión original de Lewis John Carlino apuntaron a corregir ese aspecto y de paso ajustarlo para el lucimiento de su estrella, el inglés Jason Statham. Wenk hizo su tarea a conciencia y en consecuencia El mecánico fluye con un dinamismo con la que su predecesora sólo podría soñar. La contra era de esperarse: el relato pierde consistencia con cada exceso adrenalínico tendiente a superar la escena anterior. Con semejante despliegue de acción no se puede sacar los ojos de la pantalla, garantizado, pero a nadie le importa el destino de sus fríos protagonistas. Son los riesgos de trivializar una buena trama… Jason Statham es el solitario, cerebral e infalible hitman Arthur Bishop. Quien le encarga las misiones es su mentor Harry McKenna (Donald Sutherland) quien tiene con él algo así como una relación de padre / hijo (sacando de la ecuación cualquier atisbo de emoción). Steve (Ben Foster), el verdadero hijo de McKenna, es el polo opuesto de Bishop: impulsivo, visceral y explosivo. Cuando por un suceso que no mencionaremos Bishop resuelve enseñarle el “oficio” a Steve todos los elementos dramáticos son puestos sobre la mesa. Si la situación parece forzada en parte se debe a ciertas modificaciones introducidas por el guionista Wenk que además se ha tomado la libertad (si fue él en efecto) de cambiar el archiconocido y sorpresivo final. Algunos fanáticos de Bronson no le perdonan a Wenk la irrespetuosidad. En lo personal, disiento con tales efervescencias porque se trata de un vehículo al servicio de Statham y por ende es lógico que busquen otras alternativas para no caer en un burdo calco al carbónico. De los héroes de acción occidentales que se observan hoy en día Jason Statham es quizás el más completo, el que mejores producciones entrega y el que menos desentona actoralmente (reconoce sus limitaciones y escoge bien los proyectos). El mecánico no está a la altura de la saga de El transportador –lo más destacable que hizo el actor en este género- y tampoco logra mitigar el impacto del film con Bronson por los motivos aludidos; sin embargo, para los seguidores del inglés hay varias secuencias trepidantes muy bien filmadas por Simon West y su equipo que justifican la inversión de los pesos que cuesta la entrada. Es sólo un encargo, sí, pero ejecutado con tanto profesionalismo y desapego emocional como los que realiza el mismísimo Arthur Bishop…
Anexo de crítica: Simon West demuestra pericia a la hora de planificar escenas trepidantes con un buen manejo de la cámara y el ritmo ágil que necesita este tipo de propuestas. Poco importa que se trate de una nueva versión del film protagonizado por Charles Bronson, aunque con algunas licencias en la trama, porque la figura de Jason Statham descolla una vez más en un papel hecho a su medida. Entretenida, con adrenalina y una sencilla historia para nada original pero que fluye sin que le falte o le sobre nada...
¿Charles quién? Los bigotes setentistas bronsonianos son cosa del pasado, los mecánicos mercenarios tuvieron que adaptarse o morir, y sin duda no era esto lo que iba a elegir el pelado adrenalínico del momento, Jason Statham. A decir verdad, hace rato ya que el inglés que saltó a la fama de la mano de Guy Rithie en Snatch se ganó su nombre y apellido enlistado en los mejores héroes de acción de los últimos tiempos, y esta remake del film homónimo de 1972 hace justicia a dichos honores. Por eso Simon West, el otrora director de Con-Air, todo un conocedor del género, sabe que para ser respetuoso con un clásico no hay mejor manera que distanciarse, y poner todas las armas sobre la mesa. La premisa, no obstante, se mantiene relativamente fiel a la original: Arthur Bishop (Statham) es un asesino a sueldo que conoce su oficio y está más que al tanto de los gajes del mismo. Uno de ellos es la soledad, otro la inevitable reclusión social, y un tercero la necesidad de no apegarse a sentimentalismos que compliquen las cosas. Éste último, como no podía ser de otra manera, será el disparador de la película: resulta complicado a veces hacer borrón y cuenta nueva, sobre todo cuando las bases del contrato huelen a engaño. Los dos primeros, sin embargo, quedan relegados a lo anecdóticos y hacen apenas eco del conflicto existencial (al estilo Charles Bronson, claro) que abundaba en la película original. Statham cumple una vez más con su rol de imbatible (de hecho, este es un punto en el cual difiere un poco de aquel Mecánico de 1972) y carga sobre sus hombros un film que dificilmente resaltaría por sobre los demás de no ser por él. Todo un logro que hace rato es celebrado por los amantes de este a menudo menospreciado género.
Escuela de asesinos Un criminal a sueldo le enseña a otro los secretos de “la profesión” en este thriller protagonizado por Jason Statham y Ben Foster. Jason Statham es una de las caras más repetidas de la inagotable cantera de remakes de películas clase B de la década del ’70. Después de títulos como La estafa maestra y La carrera de la muerte ahora le llegó el turno a El mecánico , remake del thriller de 1972 protagonizado por Charles Bronson y dirigido por Michael Winner (dupla que se repetiría dos años después en El vengador anónimo ), que aquí se conoció como Asesino a precio fijo . Y se entiende el porqué de esta asociación. A diferencia de otros héroes de acción (los musculosos de los ’80, digamos), el británico Statham maneja bien la dureza y cierta solemnidad de los antihéroes de la década previa, y su forma de manejarse le debe más a Bronson, Clint Eastwood y Lee Marvin que a sus más fornidos colegas de Los indestructibles . El mecánico arranca muy bien, con ese tono de thriller metódico y silencioso de los ‘70. Statham encarna a Arthur Bishop, un asesino a sueldo cuya primera misión es deshacerse de un narcotraficante colombiano. Y lo hace a la antigua: oculto, sin escándalos, amenazas ni explosiones. Discreción pura. Al regresar recibe la orden para hacer un nuevo trabajo: asesinar a su “mentor”, Harry (Donald Sutherland), al que termina matando y haciendo pasar como un accidente. En el entierro Arthur conoce a Steve (Ben Foster), el hijo de Harry, que busca venganza por la muerte de su padre, sin saber que Arthur fue el culpable. Y Arthur termina enseñándole al más impulsivo y desorganizado Steve los secretos de su profesión, pero las circunstancias los llevarán a vivir situaciones inesperadas. De las tres partes en las que se divide El mecánico , la primera es la mejor. Luego, el entrenamiento y los primeros pasos en el trabajo de Steve sostienen en cierta manera el interés, pero ya van dando muestras hacia dónde se dirige el filme y cómo todo ese bajo perfil del comienzo terminará perdiéndose. Y en la última parte, cuando las traiciones y descubrimientos abundan, Simon West ( Con Air, Tomb Raider ) parece más interesado en poner toda “la carne al asador” dejando bastante de lado la relación entre los personajes y los conflictos centrales de la trama. El mecánico es relativamente disfrutable, también, como un choque entre un action man como Statham y un actor “intenso” como Foster ( El mensajero ). No llega a ser un seco policial como los que intenta remedar, pero tampoco da vergüenza en el intento.
Entre mentiras y espionaje El realizador de cintas como Cuando llama un extraño, La hija del general, con John Travolta, Con Air, con Nicolas Cage o "Lara Croft: Tomb Raider", con Angelina Jolie, el británico Simon West, presenta esta remake plagada engaños y muertes. Jason Statham (El Transportador, Los Indestructibles) interpreta el personaje que en su momento encarnó Charles Bronson en Fríamente… sin motivos personales (The Mechanic, 1972), metiéndose en la piel de Arthur Bishop, un asesino a sueldo solitario y letal con un estricto código de honor y talento. Cuando una agencia del Gobierno de Estados Unidos contrata al "mecánico" para que elimine a un espía renegado o a un empresario corrupto, pueden dormir tranquilos sabiendo que la muerte parecerá un trágico accidente o producida por causas naturales. Ben Foster El film comienza en Colombia con un primer crimen y desde allí a Nueva Orleans pasando por varios sitios de los Estados Unidos de América. La historia toma buen condimento con el agregado de Ben Foster (Bajo Amenaza) interpretando al joven hijo de uno de los trabajos asesinos del mecánico. Ben quien suele realizar papeles problemáticos, suma mucho al relato con una interpretación creíble. El Mecánico cuenta con menos ritmo que otros films de Jason, pero sí tiene una buena banda de sonido y una historia concreta que atrapa hasta el final, resultando un producto muy recomendable. Este arreglador de problemas tendrá que enfrentarse no sólo con los demás mecánicos que desean eliminarlos, sino también cuidarse de su nuevo socio. Entre crímenes, mentiras, espionajes y traiciones la película sale sin heridas y es ideal para un público sin demasiadas exigencias de diálogos e interpretaciones.
Durante el tiempo que este blog ha permanecido "al aire", se ha tratado de demostrar que no hay tal cosa como "géneros menores" en el cine, aunque sí hay películas y artistas que pueden serlo perfectamente. Los films de acción son rata de laboratorio de estudios sedientos de éxito económico y pocas veces los conejillos de grandes directores. No obstante, esta vertiente del séptimo arte ha dado sus frutos en catapultar estrellas: Schwarzenegger, Stalone, Bruce Willis y ahora Jason Statham, el británico que en esta película de Simon West caracteriza a aquel personaje que en su momento hizo Charles Bronson, otra figura antológica. Statham -a quien recordamos por sus papeles en Snatch, cerdos y diamantes y The transporter- interpreta al perfecto asesino a sueldo, con el perfil de un James Bond pero como extraído de una renovada Kriminalgeschichte: el "héroe" que provoca simpatía siendo el más pérfido criminal. Arthur Bishop no estaría, empero, de acuerdo en que cataloguemos su actitud como pérfida, puesto que él trabaja simplemente como un mecánico, "arreglando cosas"y de allí ningún tipo de traición puede colegirse si la paga fue la correcta. Pero esta ética es ajena a los negocios y Bishop se verá envuelto en los peligrosos cruces de Harry McKenna (Donald Sutherland) y Dean Sanderson (Tony Goldwyn), clientes suyos y socios entre sí. Tras lo que la conciencia de este asesino considera un grave error, Bishop decide entrenar a Steve McKenna (Ben Foster), hijo del anciano empresario, en las artes del asesinato invisible. Estos hombres atraviesan un muy peculiar purgatorio, que es más un infierno para el manualcito profesional de Bishop. Realmente Statham es un grande en su porte, en sus actitudes y en su salsa, que es este género cinematográfico. Sin embargo, no basta para otorgarle a este film el sello de unicidad que casi toda obra precisa y, enfáticamente, un mensaje que exceda el intento de convertirse en un nuevo clásico, lo cual dudo que consiga. Nada de esto implica una decadencia absoluta, pero si Simon West pretende, tal como confiesa, continuar su carrera con este tipo de cine, deberá ajustar algunas clavijas en el ámbito de la originalidad. Los amantes de la acción, con tiros, muertes y situaciones extremas no pueden dejar de ver El mecánico y, por supuesto, presentar su opinión preferentemente por este querido medio que dirijo, y quizá sean capaces de explicar a este servidor por qué en su visión la película no cruzó los límites de lo que hace a una obra, al menos, "interesante", como pudo lograr esa curiosa pieza que es RED o la vieja y querida Die Hard.
El perfecto asesino Es probable que para los cinéfilos la mención de Jason Statham remita directamente a películas de acción, pura superficie explosiva donde el actor inglés hace lo suyo con eficacia bestial y casi nada de capacidad interpretativa. Sin embargo, desde su aparición en Juegos, trampas y dos armas humeantes (1998), luego en la saga de El tranportador y sobre todo el personaje de Chev Chelios en las demenciales y divertidas Crank: Veneno en la sangre (2006) y Crank–Alto voltaje (2009), Statham fue ganando seguidores que valoran su inexpresividad y la capacidad de reírse de sí mismo en proyectos que son casi una garantía de cine de acción de alta calidad. En El mecánico, el británico interpreta a Arthur Bishop, un asesino a sueldo, frío, cerebral, sin compromisos con nada, solamente con el placer del trabajo bien hecho y, claro, en la paga que recibe por hacerlo. Las cosas se complican cuando la organización que le provee sus objetivos le ordena que mate a Harry McKenna (Donald Sutherland), su mentor y único amigo, pero que traicionó a la “firma”. Lo cierto es que mientras Bishop cumple con su tarea, el relato se encarga de demostrar que la decisión de cumplir con la dolorosa orden está basada en un engaño. Remake del título homónimo de 1972 (Fríamente... sin motivos personales fue el título en la Argentina), protagonizada por Charles Bronson, un actor que prácticamente se adueñó de la venganza como subgénero, la versión actual dirigida por Simon West (Tomb Raider, Con Air) prescinde de las pretenciones existencialistas de la original y se concentra en la acción, una elección acertada para un actor como Statham, que está mucho más capacitado para desplegar un arsenal físico, que para ofrecer matices a las dudas de un killer letal. Esta falencia del actor británico está compensada por Ben Foster, que como Steve McKenna, hijo del asesinado Harry McKenna, un personaje que también tiene su propia agenda en cuanto a la venganza, y que como discípulo inesperado del hierático Bishop, aporta una interpretación llena de ira contenida que se va en progreso a medida de que avanza el relato. El mecánico, versión 2011, es una película de diseño, donde las partes están balanceadas para ofrecer una historia sin sorpresas, pero con oficio y con la mirada puesta en contar un cuentito sin grandes pretensiones.
Problema único de “El mecánico”: su director –Simon West– es mediocre. Triunfo del film, motivo para verlo y recomendarlo: Jason Statham. No piense el lector que uno es un fanático que le acepta cualquier cosa. Lo grande de Statham es que suele salvar películas horribles con su sola presencia cinematográfica. Pero no solo es una presencia magnética en la pantalla, uno de esos personajes al que estamos esperando ver cómo se mueve y cuántas piñas pega, sino que aunque no parezca –porque lo suyo son las patadas, las trompadas, los tiros y los autos a gran velocidad– sabe actuar. Para que nos entendamos: solo un buen actor hace que creamos que las trompadas duelen, que los tiros son riesgosos, que el auto vuela. En “El mecánico” es un asesino de elite cuyo mentor (Donald Sutherland) es muerto. Se hace cargo de la venganza y se le adosa el hijo de la víctima (Ben Foster), que quiere a su vez convertirse en sicario. Lo que sigue es una trama convenientemente enrevesada, sorpresas de guión (en realidad, no demasiado sorpresivas) y mucha acción. Algunas secuencias tienen inventiva y están bien coreografiadas, otras no. Da la impresión de que West no entendió que el asunto es el disparate a ultranza y por eso impone en sus personajes una solemnidad que está fuera de registro. Pero no hay dudas de que Statham solo es un gran espectáculo y que solo el cine, la pantalla gigante, puede mostrar la auténtica dimensión del mejor intérprete de acción de estos tiempos que corren.
Anexo de crítica: El Mecánico (The Mechanic, 2011) es una remake fallida del clásico de culto de 1972 dirigido por Michael Winner y protagonizado por el mítico Charles Bronson. Banalizando cada uno de los detalles del original y reduciéndolos a un esqueleto inerte, el torpe Simon West no se decide entre el thriller retro y la súper acción pochoclera. Jason Statham y Ben Foster hacen lo que pueden pero el guión se cae a pedazos desde el inicio, así lo más interesante por lejos es la reaparición en pantalla grande del extraordinario Donald Sutherland…
Más Statham, menos West Antes que nada, el dato que no debe faltar en una crítica de El mecánico: es una remake del film de 1972, The mechanic, protagonizado por Charles Bronson y… bla bla bla. En rigor, estamos ante una película de acción con muchas similitudes con El transportador, un poco torpe en su desarrollo, pero que se deja ver. Sólo por el papel en Los indestructibles Jason Statham merece mi respeto, y luego de varios films de acción (toda la saga de El transportador incluida, y buenas cosas como Crank y El gran golpe) podemos decir que estamos ante alguien que ocupa con dignidad el lugar que de a poco han ido dejando Stallone, Van Damme, Schwarzenegger o hasta el mismo Bronson. Statham interpreta casi siempre a un tipo durísimo, sin emociones, eficaz, creativo a la hora de matar, de voz áspera. Lo mismo pasa aquí con su Arthur Bishop de El mecánico, quien es un asesino a sueldo (el mejor) o como él se define “alguien que cumple tareas predeterminadas” (¿hello Transportador?). Esas tareas son, en general, diferentes tipos de asesinatos. Por “trabajo” deberá asesinar a su mentor Harry McKenna (el genio de Donald Sutherland) y luego entrenará al hijo de este, Steve McKenna (interpretado eficazmente por Ben Foster), y comenzará una historia de traiciones, traiciones y traiciones, también de venganza y algo de acción. Vale aclarar que la figura de Simon West, responsable anteriormente de Con Air y Tomb raider, entre otras, tropieza demasiadas veces en este film, con un desarrollo bien tosco, con pocas escenas de acción, bien filmadas pero sin sustancia interesante que las una. Porque luego de un muy buen prólogo enseguida estamos en mitad del film, allí donde no debería pasar nada ¡no sucede nada por demasiado tiempo! Intenta conducirnos por la relación maestro-aprendiz/camarada entre Bishop y Steve McKenna, que no despierta demasiado interés, ya que sospechamos desde temprano que no terminará nada bien. No hay juego con los códigos del género, ni sentido del humor, sólo lugar común tras lugar común, y aunque Statham lo sostiene todo, no puede por sola presencia hacer que la película fluya con más naturalidad. Hacia el final El mecánico se despierta, sobre todo con la escena del ataque de los dos protagonistas a Dean (el jefe de la organización para la que trabaja Bishop, interpretado por Tony Goldwyn), aunque no remonta lo suficiente como para olvidar el tedio de unos minutos atrás. Por lo tanto, las dudas de West resultan en un film irregular, que no es un bodrio absoluto pero casi. Una lástima porque podría haber sido el film vertiginoso de los primero minutos, pero termina siendo uno más de los estrenos fallidos y olvidables de este año.
Este Thriller, copia de tantos otros filmes, tiene como beneficio la mano del director Simon West, quien fuera el responsable de "La hija del general" (1999) y "Con Air" (1997) entre otras. Con las cuales tiene sobrada muestra de saber contar, el problema que presenta esta producción es no tener qué contar, o tener demasiado poco para contar, y lo que tiene es remanido. Un asesino sueldo, con códigos como todos lo de su calaña, pero además con ideología o ética, sólo mata gente mala. Léase colombianos narcotraficantes, musulmanes despiadados, gente mala por definición, entonces este asesino lo que hace es librar del mundo alimañas que no tienen "derecho" a respirar nuestro mismo aire. Un servidor público, mire. Pero todo cambia, y de solitario, huraño, misántropo, pasa por un hecho casi fundante a ser el maestro y tutor del hijo de su mentor, quien, acusado por la agencia secreta para la cual trabajan ambos, es acusado de traidor. Pruebas mediante él decide llevar a cabo la tarea, una lastima ya que su mentor era el gran Donald Shuterland (Harry McKenna), el único que tomo a esta producción como un juego, todos los demás aparecen con demasiada solemnidad en la construcción de sus personajes. Jason Statham (Arthur) presenta un gran problema, tiene ojos de buen tipo, no le sale el de perverso, o malvado, entonces sus performances están circunscriptas a este tipo de producciones netamente de entretenimiento. Parece ser una nueva variable de la secuela de “El Transportador” (la 1 en 2002, la 2 en 2005, la 3 en 2008). Ben Foster es Steve Mckenna, el hijo “descarriado” de Harry, quien ni para asesino sirve, sólo que ante la muerte de su padre desea encontrar al asesino de su progenitor y vengarse. Es el único personaje que tiene algún pequeño desarrollo, o cambio, durante la proyección. Tony Goldwin es Dean, hombre de familia, aparentemente cariñoso, pero en realidad un malvado de libro de cine Previsible, de principio a fin, los personajes no tiene matices, salvo Steve, a lo que sólo cabe agregarle que están muy bien filmadas las escenas de acción, sin las cuales la producción se tornaría soporífero, muy lejos de la original protagonizada por Charles Bronson, allá por 1972.
¿EL ALUMNO SUPERA AL MAESTRO? Remake del film homónimo de 1972, dirigido por Michael Winner y protagonizado por Charles Bronson, esta propuesta, que presenta una vez más a uno de los actuales actores que en términos de acción más se destaca y se luce, Jason Stratham, es una correcta película si se tiene solo en cuenta el ritmo y las escenas de acción, pero que por el lado argumental se queda a mitad de camino, ya que invita a la previsibilidad y al poco realismo de muchos de los planteos que se introducen. La historia se centra en un exitoso asesino a sueldo, un hombre muy cuidadoso con su trabajo, que nunca impide el desarrollo de alguna misión y siempre trata de cumplir con su objetivo. Luego de terminar uno de los pedidos, matar a un empresario discapacitado, él va a contratar al hijo de dicho hombre y va a comenzar a enseñarle el arte de su labor. Pero los descuidos del aprendiz y el secreto que Arthur esconde sobre la muerte del padre, van a hacer que su relación y su trabajo se pongan en riesgo. Entre asesinatos son ellos ahora los que están enfrentados. La película se introduce con una escena con mucha adrenalina y mostrando un pequeño anticipo de lo que en las próximas tomas se está por ver, funcionando como la típica introducción en la que se ve al protagonista desplegando sus habilidades en el matar cautelosamente. Luego de esto, la cinta se desarrolla describiendo muy correctamente la identidad del protagonista, que no se aleja mucho de los tantos personajes que Stratham encarnó en películas pasadas, acentuando la áspera voz del actor y la seriedad que lo hace misterioso y temible. Es así como la historia no avanza demasiado en términos de conflicto y de interés, se ve cómo él va matando a algunas personalidades polémicas más, con la ayuda de su aprendiz o solo, y luego se invoca a los típicos giros argumentales que aportan poco y que profundizan la previsibilidad de la película. Todo lo que al comienzo se supone que va a pasar y por cuestiones de suspenso no sucede, ocurre al final. Una historia muy sencilla, que no trata nunca de reinventar o de mostrar cosas diferentes a las ya vistas y que, si bien es acorde a la desarrollada en la cinta original, no presenta sorpresas ni un conflicto que no caiga en lo simple e innecesario. Pero, y pese a los problemas del guión, hay un aspecto que vale la pena destacar y que es la acción aquí planteada. Las variadas escenas que tienen a los dos personajes principales armando cada uno de las misiones y luego efectuándolas están muy bien logradas desde lo visual, con primeros planos que aportan mucha emoción y con efectos especiales, principalmente en dar la sensación de vértigo en muchas oportunidades y en los tiros, muertes y explosiones, muy buenos; desde lo dramático, con una escena que ocurre detrás de un espejo muy bien planteada y con un muy buen uso de los silencios; y con el carisma y la adrenalina que Jason Stratham le aporta a cada una de las películas en las que participa. Es por eso que por el lado del entretenimiento, "The Mechanic", aunque no muestra nada que no se haya visto antes, satisface. La actuación protagónica del intérprete de "El Transportador" es correcta. Él sabe como encarnar a sus personajes, y pese a que casi todos los que hizo presentan características muy similares (seriedad, no abusa de su voz, habla siempre como en voz baja, guarda secretos, es misterioso y le encanta la sangre), está bien y satisfacerá a sus seguidores. Ben Foster, también está bien, en especial al darle ese toque de ira y locura a su rol. Quienes lo acompañan poco aparecen en escena y poco desarrollan con lucidez sus papeles, en especial porque el guión no les dio la oportunidad de poder diferenciarse y que se los perfile correctamente, por ejemplo el villano, encarnado por Tony Goldwyn, un personaje que nunca muestra potencial de misterio o emoción. "The Mechanic" es una cinta que tiene escenas de acción que no se caracterizan por ser exageradas ni demasiado inverosímiles (aunque los personajes tienen una invisibilidad y pasan desapercibidos de manera extraordinaria, lo que destruye muchos buenos momentos), y que se destacan por desarrollar correctamente el suspenso y el drama necesario en cada una de ellas, pero que falla al no presentar una historia que atrape y que tenga un desarrollo cronológico que vaya más allá de lo común y de lo previsible. Una cinta que gustará a los seguidores del actor, pero que desilusionará a quienes vayan en busca de una película con buenas escenas de acción y un guión que las acompañe, les dé sentido y las profundice. UNA ESCENA A DESTACAR: espejo.
El último gran héroe Lamentablemente ya no estamos en los ochenta, aquella época gloriosa del cine de acción en el que estrellas como Arnold Shwarzenneger, Silvester Stallone y Bruce Willis llevaban gente a las salas con solo nombrarlos. Tiempos en que los héroes de las películas de acción eran verdaderos animales cinematográficos, tipos musculosos y rudos que llenaban la pantalla con su sola presencia física. Ahora, lo que conocemos como héroes de acción son adolescentes carilindos como Orlando Bloom o Paul Walter, incapaces de intimidar a un pequinés. Sí, hay también algunos intentos (más que nada fallidos) de querer volver a esas épocas de gloria, con tipos como Vin Diesel y Dwayne “The Rock” Johnson, pero es inútil: las épocas de Arnie y Sly se terminaron (pese al intento de revival que significó Los indestructibles). Pero cuando parece que el modelo de estrella de cine de acción es cada vez más prehistórico, ahí lo tenemos al gran Jason Statham. Con su pelada resplandeciente, sus abdominales hiper trabajados y su rostro firme y decidido, este actor ingles logra mantener viva la llama del cine de acción más puro. Ya sea manejando su BMW por los techos de un edificio en la saga de El Transportador o corriendo a contrarreloj en las desaforadas Crank y Crank: High Voltaje, Statham logra convencernos de que cualquier proeza física es posible, y eso porque a diferencia de sus competidores, él sabe cuáles son sus limitaciones actorales (lo que no quiere decir que sea mal actor) y deja que sean sus puños y sus patadas los que actúen por él. En El Mecánico Statham interpreta un asesino a sueldo (¡cuándo no!) que luego de caer en una trampa que lo lleva a matar a su jefe, se dedica a entrenar en el oficio al hijo del mismo (Ben Foster), un joven drogadicto y sin rumbo que quiere vengar a su padre a toda costa. La película se deja ver, tiene un espíritu propio de los thrillers de los setenta como A quemarropa de John Boorman y las escenas de acción no están mal, pero no es algo que pasará a la historia ni mucho menos. Y es por eso que lo de Statham es más valorable todavía, ya que su sola presencia y su porte hacen de El Mecánico algo mucho más disfrutable de lo que realmente merecería ser. En un mundo perfecto no tengo dudas de que Jason Statham sería la superestrella de acción más codiciada del planeta, pero como dije al principio, ya no estamos en los ochenta.
Statham sigue esperando a un gran director Statham todavía se debe una película, o un realizador, que aproveche tanto su capacidad para reflejar el profesionalismo a través de su cara de póker como su extraña predisposición a los pasos cómicos. Jason Statham ha construido personajes muy conectados con el mundo de Michael Mann: esa clase de tipos impertérritos, impenetrables, ultraprofesionales, cuya vida personal se mezcla demasiado con la profesional, con códigos anticuados vinculados al honor, la lealtad y la vocación por hacer las cosas de la manera más limpia y adecuada posible. De hecho, Statham tuvo un breve cameo en Colateral, donde se cruzaba con Tom Cruise, un tipo que, también sin dejar de ser un profesional, delata una locura en sus composiciones y su carrera cada vez más acentuada. Las menciones de Mann y Cruise no son arbitrarias. Statham todavía se debe una película, o un realizador, que aproveche tanto su capacidad para reflejar el profesionalismo a través de su cara de póker como su extraña predisposición a los pasos cómicos a través de la distancia de las acciones. Hay presentes algunas muestras como para tener en cuenta en su filmografía: Snatch, Celular, La estafa maestra, la saga de El transportador, Carrera mortal, Crank: veneno en la sangre, El gran golpe y Los indestructibles han aprovechado diversas vertientes de la personalidad del actor. Sin embargo, Statham todavía no ha tenido su propia gran película, su Terminator o su Duro de matar, como lo tuvieron Arnold Schwarzenegger o Bruce Willis. El mecánico no va a ser ese gran filme que queremos para el bueno de Statham. En gran parte por el señor detrás de cámara, un tal Simon West, que entre Con Air, La hija del general, Tomb Raider y Cuando un extraño llama no ha hecho nada bien. Al tipo no se le cae una idea original y pocas veces encuentra el tono necesario para un policial que precisaba un estilo seco y duro, pero que en cambio termina exhibiendo un abordaje con jueguitos de montaje inútiles y música a todo lo que da. West nunca acierta sobre cuándo detener el ritmo o cuándo acelerarlo, con lo cual no puede construir los personajes adecuadamente y los vínculos entre ellos se revelan como extremadamente arbitrarios. No hay una progresión narrativa coherente y las escenas de acción –bien filmadas, hay que reconocerlo- se van acumulando porque sí, casi a pedido de un supuesto espectador que sólo va a ver a Statham haciendo lo que mejor sabe. En el medio, también Ben Foster y Donald Sutherland son desperdiciados, y hasta hay un par de personajes femeninos que aparecen por ahí para tener escenas de sexo seudo-videocliperas y no mucho más, como si fueran meros objetos de contemplación, sin profundidad o relevancia. Por último, el final es tan arbitrario como predecible, sin sustancia y totalmente rutinario. Y sin embargo, parte del relato sobrevive gracias al carisma de Statham más la efectividad de Foster y Sutherland, y hasta cierta crudeza sin vueltas que se permite la cinta. Pero no hay mucho más en un filme nunca va más allá de un cometido básico y que se termina relevando prácticamente irrelevante. No deja de ser sintomático cómo El mecánico se vincula con Cacería de brujas: estrenada la misma semana, dos estrenos que no aportan nada a nivel cinematográfico, desaprovechan actores y serán rápidamente olvidados, delatando a lo sumo una política de lanzamientos donde quedan fuera obras mucho más ricas, polémicas e interesantes. Un poco de coherencia ahí, por favor.
El Mecánico (The Mecanic) es la remake de la película del mismo nombre protagonizada por Charles Bronson allá por 1972 y dirigida por Michael Winner. Aunque más que remake es una interpretación libre de aquella película, en este caso el director Simon West hace unas reformas en el guión para terminar de desbarrancar una historia que parecía comenzar con el pie derecho (algo que no sorprende, teniendo en cuenta que este director también hizo Tomb Rider). La película empieza con Arthur Bishop, encarnado por el enorme Jason Statham, asesinando a un narco colombiano con mucho sigilo y haciéndolo parecer un accidente. Hasta ahí estamos bien, acción y Statham es una combinación que casi siempre cumple. Después encuentra en los clasificados (no es chiste) el pedido de un mecánico, que es un eufemismo de sicario, que a su vez es un eufemismo de asesino, para matar a su mentor (Donald Sutherland). Acepta el trabajo porque parece que su mentor es un traidor y lo mata. Empieza a caer el tema. Se encuentra con el hijo de su mentor (Ben Foster) recientemente asesinado por él, y lo empieza a entrenar para hacerlo un asesino. A partir de este momento la acción y la violencia se empiezan a multiplicar como un amontonamiento desesperado por llegar a algún lado. Este amontonamiento de violencia debería ser, por lo menos, divertido, y mucho más si esa violencia es llevada a cabo por Statham, pero no es el caso; todo esto está filmado como un videoclip, con escenas tan cortas, tan vaciadas de dramatismo y resueltas con tanta velocidad que parecen un tráiler. No todo es negativo de todas formas, pero queda la sensación de que con muy poco se podría haber mejorado mucho este producto. En los últimos minutos un par de vueltas de tuerca predecibles, incluso una inevitable (es el hijo del tipo que mataste ¿qué esperabas?) terminan haciendo medio mala una película que podía ser aceptable.
Esta es la remake 2011 de El Mecánico, un filme de 1972 dirigido por Michael Winner, y con Charles Bronson y Jan Michael Vincent en los papeles principales. La historia trata de un asesino que se ve obligado a eliminar a su mejor amigo, decide entrenar al hijo de éste como sicario (sin que sepa quién liquidó a su padre), y descubre que sus patrones lo han traicionado. Como vengarse contra toda una organización criminal no es tarea para una sola persona, debe hacer equipo con su alumno, corriendo el grave riesgo de que éste termina por darse cuenta que él es el responsable del homicidio de su padre. Confieso que lo único que recuerdo de la versión 1972 es el final, y los detalles de la historia se me escapan. De todos modos no creo que fuera un clásico inmortal, ya que la filmografía de Charles Bronson está saturada de peliculas de acción correctas pero que no han hecho historia (salvo un puñado de excepciones). Acá llega esta versión 2011 inundada de esteroides; lo que antes era una bala, ahora es una avalancha de cañonazos y explosiones. Por suerte la factura técnica de Simon West hace que la acción sea disfrutable y fácil de seguir, lo cual es una virtud en estos tiempos en donde abundan los cortes rápidos y las cámaras epilépticas. Los otros puntos destacables son el ritmo, el cual no decae en ningún momento, y Jason Statham, el que aporta su simpatía habitual. El gran problema de El Mecánico pasa por el aspecto moral de toda la historia. Existen historias de asesinos que tienen epifanías, se dan cuenta de lo que han hecho, se vuelven justicieros y en contra de sus jefes, y terminan expiando sus culpas con su propia muerte. Pero aquí son todos los personajes son malos tipos - moralmente irrecuperables y completamente reprochables -, comenzando por Statham quien mató a Donald Sutherland sin darle oportunidad de explicarse. Como al tipo le agarra alguna especie de cargo de conciencia, decide hacerse cargo del vago del hijo de Sutherland, Ben Foster - quien es el único en todo el casting que muestra algo parecido a una perfomance -, y lo entrena como asesino (no es que le paga una carrera como abogado o le consigue trabajo en un locutorio). A última hora a Statham le agarra un ataque justiciero (justificado o no, eso no importa), y decide arremeter contra el mismo tipo que le ordenó matar a Sutherland, viendose obligado a poner a Foster a su lado aunque en el proceso vaya a revelarse toda la verdad... En ese momento las perspectivas del filme es que todo los que participan mueran asesinados, incluyendo al acomodador del cine. Sería lo más lógico, ya que ninguno es trigo limpio y todo el mundo cumpliría con sus respectivos castigos. (alerta spoilers) El problema es que Statham le debe haber deslizado unos dólares al guionista para que éste hiciera que su personaje no fuera demasiado oscuro, pero el resultado final es bastante bizarro. No sólo éste es un asesino con buen corazón - toma a su cargo al vago hijo de su víctima y le enseña un oficio (!) -, sino que es simpático y sólo asesina a basura mucho peor que él. Y, el colmo de los colmos, sobrevive y le niega la venganza a Ben Foster. ¿Se supone que uno debe aplaudir este final?. Sin dudas es una de las vueltas de tuerca más absurdas y estúpidas que he visto en el cine. Me parece increíble que el libretista haya escrito esto y pensara que se trataba de un climax decente y festejable. (fin spoilers). Dejando de lado el aspecto moral, El Mecánico es un espectáculo solvente en un sentido pochoclero. Entretiene, la acción está bien coreografiada, y Jason Statham derrocha carisma. Lástima que el climax ensombrece los méritos del filme, simplemente porque aquí no había héroes y había una venganza que termina por quedar insatisfecha.
Arthur Bishop es el Mecánico, un asesino a sueldo especializado en eliminar a sus objetivos limpiamente. Siempre ha trabajado solo, pero luego de que se le ordena eliminar a su amigo y mentor, unirá fuerzas con el impulsivo hijo de este, formando un dúo imparable. The Mechanic es una remake de un film homónimo de 1972 dirigido por Michael Winner y protagonizado por Charles Bronson. A diferencia de lo que suele ocurrir con las nuevas versiones, en las que a grandes rasgos se mantiene el mismo molde mientras que algunos detalles son modificados, esta película es fiel a los aspectos menores y cambia los importantes, como si el filme original sólo hubiera sido una inspiración. Dos son los elementos centrales que esta varía con objetivos claros orientados al público. El primero es el final, pareciera seguir una nueva Biblia de Hollywood que prohíbe darle un cierre definitivo a las historias dado que de encontrarse con una gallina que de huevos de oro, por qué dejar que de uno solo. Por otro lado el Arthur Bishop de Jason Statham es diferente al de la década de los setenta, ya que mezcla dosis de asesino a sueldo con justiciero. Sucede que en la original Bronson mata por encargo desconociendo si la víctima lo merece y no le tiembla el pulso a la hora de hacerlo, pero en la actual se le debe señalar al espectador que los objetivos son homicidas, violadores o hasta jefes de un cartel colombiano, como si un asesino frío y amoral fuera a espantar al público. En lo que se refiere específicamente a la realización del 2011, esta cumple su cometido que es el de entretener. Tiene buen ritmo, escenas de acción bien logradas y una pareja central de actores que funcionan bien juntos. Por un lado Statham, quien en unos años se las arregló para convertirse en el gran referente del cine de acción actual, al que se suma Ben Foster, quien domina su papel a causa de que en el último lustro ha interpretado a jóvenes algo trastornados como por deporte. Tal y como ocurría en la primera, esta versión se construye en base a una sumatoria de trabajos de “limpieza” que permiten que avance. Esto tenía su motivo en la original, dado que el meollo de la cuestión se derivaba de la relación entre ambos personajes, sin embargo no opera de la misma forma en la nueva. Sucede que Bishop es el asesino del padre de Steven, y por un extraño sentimiento de culpa lo adopta como aprendiz. Esta tensión, imperceptible en la primera, es el fundamento del trabajo del director Simon West que sin embargo acaba por hacerla a un lado, para sumar otro conflicto recién a la hora de película, y luego retomarla para darle un cierre. Los guionistas Richard Wenk (16 calles) y Lewis John Carlino, autor del original, terminan introduciendo el tópico de la venganza volviéndola obvia y predecible, algo que se lamenta considerando que a raíz de la dudosa moral de sus personajes centrales se trataba de una película atípica. Luego de haber realizado algunas películas poco logradas como Tomb Raider o Cuando un extraño llama, del director Simon West finalmente puede decirse que se anotó un punto a su favor. The Mechanic acaba por ser una buena película de acción que sale bien parada del cruce entre el enfoque clásico con una mirada actual. Si bien demora bastante su desarrollo a raíz de todas las escenas inconexas que la componen, estas no dejan de estar bien llevadas resultando atractivas y, sobre todo, entretenidas.
Un asesino ejemplar Nunca se sabe si una película de acción mejora o empeora cuando se le añaden condimentos humanos a la salsa elemental de tiros, peleas, persecuciones y explosiones. Lo seguro es que se vuelve más lenta. En este caso, es una lentitud relativa, hecha de aceleraciones y desaceleraciones bruscas, como un auto de carrera manejado por un principiante. Ese es uno de los costos marginales de la pretenciosa profundidad que intenta alcanzar El mecánico. Otro es una falta de sentido del humor inexplicable en un producto encabezado por Jason Statham. El calvo actor inglés vuelve a encarnar a un especialista en el arte de matar, pero esta vez sin la afectada autoparodia que se ha convertido en su sello. Arthur Bishop es un asesino a sueldo al que le dicen “el Mecánico” por la extrema precisión con que elimina a sus víctimas. Tras una magnífica escena inicial en la pileta climatizada de un narcotraficante colombiano, empiezan a sucederse situaciones que desvían la acción hacia zonas de alto riesgo. Algunos ejemplos. Uno: el protagonista piensa en voz alta y sus pensamientos parecen el extracto del manual del asesino perfecto. Dos: en el puerto de Nueva Orleans donde vive alejado del mundanal ruido tiene un amigo negro del que recibe sabios consejos a cambio de una buena botella de whisky. Y tres (el colmo): la distante amabilidad con la que trata a la prostituta que sacia sus instintos de solitario empedernido. La antología de dudoso gusto se completa con un veterano en silla de ruedas que hace de contacto con la organización que le paga los trabajos. El veterano (Donald Sutherland) cumple con una doble obviedad: es una especie de padre para el asesino y se siente decepcionado por su verdadero hijo (Ben Foster). Las cosas terminan de complicarse cuando Arthur recibe la orden de eliminar al viejo. El corazón de la película empieza a latir en el momento en que se hace cargo del hijo de su amigo y lo adopta como aprendiz y socio de sus misiones. El contraste entre un actor de verdad (Foster) y un ex nadador olímpico (Statham) se agrava cuando la historia se reduce a ellos dos. Si bien el director tiene la delicadeza de separarlos en varias escenas, cada vez que se juntan la distancia entre ambos hace que uno se vea como un ser humano y otro como un títere sin emociones, dotado de una inteligencia que sólo figura en el guión y que nunca brilla en sus ojos.
Statham juega a ser Bronson (imaginen el resultado!) Jason Statham apareció allá por el año 2002 con "The transporter" sorprendiendo a la audiencia por su carisma y habilidad para el género. Claro, atleta (integrante del equipo olímpico británico de natación en 1992) y ex modelo , todos supimos inmediatamente que había nacido un nuevo héroe de acción. El hombre combina muy bien su estilo dinámico para las coreografías de lucha con cierto encanto personal para resolver las escenas donde no hay violencia que mediatice. No es que sea un negado, Statham sabe actuar ("Lock, stock & two smoking barrels", "Snatch" y "Revólver", sin ir más lejos) pero en general se lo convoca para trabajos donde hay que poner el cuerpo y hablar poco. De hecho, mucha gente lo conoce por "Crank", bizarra cinta donde la acción descarnada y sinsentido se muestra en toda su vulgar expresión. Podríamos decir, en otras palabras, que Jason Statham, como otros actores de la industria, elige lo que puede, dentro de lo que le ofrecen. Hay buenos y malos guiones en su camino... Este, "The mechanic", remake de un exitoso film del año 72 protagonizado por Charles Bronson parecía apriori una apuesta segura... Pero no. "El mecánico" intenta conservar la esencia de su relato original, pero sólo logra mantener una estructura pseudo coherente donde apoyar las secuencias de acción que hilvanan el film. Dirigida por Simon West (cuyo único mérito importante parece haber sido insistirle a Jerry Bruckheimer con toda su convicción para que comprara el guión de "Black Hawk Down" con la intención de filmarla aunque él no terminara haciéndola!), no esperabamos nada novedoso, si quizás una decente recreación de un buen libro. Quienes ostentamos años y vimos mucho cine de acción de los 70, siempre conservamos la esperanza de ver un film bien actuado, con antihéroes consistentes y la dosis justa de violencia que el guión propone. O sea, la violencia por la violencia misma no. Tiene que tener un sentido y ese sentido debe ser interesante para el espectador. La historia es bastante lineal. Arthur Bishop (Statham) es un asesino a sueldo. Pero no cualquier asesino a sueldo. Es un artista en su medio. Elige cuidadosamente sus métodos para acercarse a sus víctimas y las mata, de manera que no se descubra que fueron asesinadas, sino que parezcan, accidentes. Cobra bastante bien por sus servicios, le gusta trabajar sin compañía y tiene un solo amigo en el negocio, Harry (Donald Sutherland). Este hombre fue quien le enseñó todo lo que sabe, y está retirado hace tiempo. Luego de conocer el modus operandi de trabajo de nuestro "mecánico", éste se verá obligado a eliminar a su mejor amigo, por pedido de sus empleadores. Arthur no duda al principio, pero con el correr de las horas, empezará a sospechar que algo no está funcionando bien en esta tarea y se aliará con el hijo de Harry, Steve (Ben Foster, lo mejor de la película, lejos) para descubrirlo. Claro, él es un novato en el negocio, tiene problemas serios para relacionarse con el mundo (quien no?!), y encima, hay que entrenarlo... Su perfil psicotico y autodestructivo le dará bastante trabajo a Arthur que intentará moldear un profesional a su medida para que lo acompañe, aunque no será fácil. Finalmente y como todos suponemos, harán equipo contra sus propios jefes en una lucha sin cuartel. Bueno, lo que se imaginen que puede pasar, pasará. No hay mucha sorpresa a lo largo de la cinta y siempre anticipamos al equipo en sus misiones. La pareja central no tienen nada de química y sólo se puede rescatar la actuación de Foster, que muestra su mejor faceta de perturbado y siempre nos hace pensar que su imprevisibilidad puede salvar la película a cada instante. Pero es sólo una ilusión. Nada la salva. Y no hay mucho más. Los fanáticos del género quizás salgan satisfechos de la sala, visto y considerando la respetable cantidad de lucha, golpes y estallidos que atraviesan la cinta de lado a lado. Pero nada más. "El mecánico" es nada más que una mediocre película de acción. Su mejor lugar es el estante de tu tienda favorita de DVD. Sin dudas.
Un canto a la muerte Arthut Bishop es un sicario que se caracteriza por su efectividad y por conseguir que todos sus asesinatos parezcan accidentes. Su macabro éxito radica en la planificación puntillosa y en su implacable conducta profesional. Sin embargo, como al más avezado cazador suele escapársele una liebre, el asesino que todo lo preve es víctima de un engaño y asesina a quien no debía. Entonces se ve obligado a realizar la misma tarea que siempre hizo por dinero para cumplir con su venganza. Con este siniestro argumento, el director Simon West muestra al hierático Jason Statham (actor de gestos medidos) como a un héroe traicionado. Muertes abundantes y perfectas e ingeniosas maneras de matar pueblan esta película que pone a la violencia en un pedestal y reduce el valor de la vida humana a cero. Un desperdicio de esfuerzos para glorificar a un adalid de la muerte.
Acción pochoclera The Mechanic es una película de acción dirigida por Simon West, responsable también de otras cintas al estilo como Tomb Raider (Angelina Jolie) y Con Air (Nicolas Cage). En esta ocasión cuenta la historia de un asesino profesional llamado Arthur (Jason Statham), que luego de la muerte de su mentor Harry McKenna (Donald Sutherland), decide comenzar a entrenar al hijo del difunto, Steve McKenna (Ben Foster) para que aprenda los trucos del oficio más frío y calculador del mundo, algo que no le caerá muy bien a sus superiores y que pondrá la vida de ambos en peligro. El film es una remake de la original The Mechanic rodada en 1972 con Charles Bronson como su protagonista y Michael Winner en su dirección. Para comenzar debo decir que el pastiche que se muestra en The Mechanic extrañamente funciona, exhibiendo una especie de James Bond más duro que el original, con la elegancia para matar de un verdadero 007, pero con mucho menos respeto por la vida, mas frío y un aspecto mucho más urbano. En lo personal, creo que es una versión que supera a la original, que es mucho más lenta y aburrida, aunque es inevitable encontrar algunas escenas descerebradas, comunes en los films de Simon West. También tiene mucho del Transportador, trilogía grotesca de acción que se enfoca en lucir al machote Statham y mostrar mucha acción con situaciones exageradas, aunque en este caso se ha pulido un poco más la cuestión de los personajes y la historia es mejor, lo que no quiere decir que esta sea buenísima, porque de hecho es medio tonta. Pero como siempre digo, hay que ponerse a pensar 2 minutos que vamos a buscar cuando vemos una gráfica con Statham colgado de un cable disparando, o cuando vemos un trailer impactante con muchas explosiones y pocos diálogos... la respuesta es acción desmesurada, relajar la mente viendo chorros de sangre salir de algún cuerpo y muchas balas volando por la pantalla, y en este sentido la película cumple totalmente con su objetivo, por lo que se configura como una buena cinta de acción, no es la mejor, ni la peor, pero si le hará pasar un momento entretenido al espectador que busca despejar la cabeza y no pensar en nada. El que está buscando una historia original, que lo ponga a reflexionar o lo emocione, que vaya a ver El Discurso del Rey. Aunque The Mechanic no le aporta nada nuevo ni al cine, ni al público, se convierte en un placer pecaminoso necesario para escapar de los dramas que ya nos da la vida real, y ponernos en la piel de un asesino frío e invencible que no dudaría en matar a nuestro jefe de la oficina o al pibito ese que no me banco porque tiene cara de gil.
BUENA REMAKE DEL FILM DE CHARLES BRONSON Arthur Bishop es un asesino profesional solitario. Es una verdadera y eficiente máquina de matar. Cuando por encargo tienen que matar a alguien cercano todo se complicará, sobretodo cuando por culpa o sabe Dios a saber porque, comienza a enseñar su oficio a un joven. Para comunicarse con Bishop le ponen un aviso ofreciendo trabajo de mecánico, llamados así porque se dedican a arreglar las cosas que le piden. Este film es una remake de la famosa película de Charles Bronson de 1972 con el mismo nombre en inglés pero que aquí se llamo “Asesino a precio fijo”. El film tienen momentos idénticos a aquel film y lo que se hizo fue llevar a la época actual los otros, sobre todo los de mucha acción. En este caso el papel que hacia Bronson está interpretado por una de las nuevas estrellas del cine de acción como es Jason Startham. Aquí vuelve a interpretar a un hombre oscuro y taciturno asesino. Ben Foster lo acompaña de manera excelente como su joven aprendiz, Tony Goldwyn vuelve a hacer de malo de manera impecable y al gran Donald Sutherland le bastan pocos minutos para imponer su presencia. “El Mecánico” es una buena remake de aquel viejo film de Bronson que ningún fanático de la acción, y de Statham en particular, se puede perder.
Si se te rompió el auto…..anda al Mecánico! Vieron cuando uno dice: “¿vamos al cine a ver una de acción?”. Bueno, esta es justo lo que buscan para pasar la tarde. A Jason ya lo vimos en varias pelis de acción de hecho me atrevería a decir que es el actor del momento para hacer peliculas de este tipo (una mezcla de Bruce Willis, Stallone y Jet Li todo en uno jajaja). En esta película Statham hace más de lo mismo (que tanto nos gusta) repartir bifes al por mayor cuasi carnicería próxima a cierre definitivo. Aconpañandolo, tenemos a Ben Foster que lo vimos en el drama “EL MENSAJERO” donde interpreta junto a Woody Harrelson a 2 oficiales del ejercito cuya función es notificar a los familiares de los soldados su caida en batalla. Me sorprende la versatilidad de este actor, si bien no tiene una gran actuación en The Mechanic, su papel es totalmente opuesto al que interpretó en El Mensajero, y logra llevarlo muy bien. Por último tenemos a Donald que prácticamente hace una participación “de onda” donde refleja la experiencia acumulada en su carrera. Para esta película Jason es Arthur Bishop, una especie de agente secreto del gobierno que se encarga de solucionar los problemas del mismo a través de misiones que implican desde sabotear operaciones hasta liquidar personas que se puedan interponer en sus objetivos. Donald, interpreta a Harry McKenna el mentor de Arthur, quien cumple un papel importante al ser el motor de la historia. Básicamente, el Gobierno le notifica a Bishop que Henry traicionó a un equipo en una misión. Así, Arthur debe finalizar con la amenaza de su mentor pero se da cuenta que nada es lo que parece en el mundo de los mecánicos. La película me gustó, tiene escenas de acción muy buenas y la trama es interesante. El gancho definitivamente es el juego de traiciones que nos lleva al encontronazo final con el maloso de turno y un final con una vuelta de tuerca inesperada. La recomiendo para verla, está buena sobre todo si te gustó El Transportador, Bourne Identity y Red. Para mí es una más de acción, repito buena, pero para verla en casa.