El romance del siglo es una película ideal para corazones románticos y para los que gustan de las historias de época y/o de la realeza. Lo más atractivo del film es que no es la clásica biopic, ya que acá se entrelazan las dos historias, la de ficción y la verdadera, de una forma muy bien pensada y bien trabajada. Sus imágenes son fascinantes y con mucho estilo. Las actuaciones de sus dos...
El amor versus la monarquía Con bastante retraso llega el segundo largometraje escrito y dirigido por Madonna, aprovechando el desembarco de la diva del pop en la Argentina para ofrecer sus dos conciertos en River. La película, que cuenta con un guión suyo junto a Alek Keshishian (realizador del documental A la cama con Madonna) recrea la historia del encuentro entre la divorciada norteamericana Wallis Simpson (Andrea Riseborough) y el rey Eduardo VIII (James D'Arcy), que decidió abdicar a la corona británica por el amor que le profesaba a esa mujer. El romance del siglo (W.E.) envuelve a los personajes en una atmósfera que no descuida nunca los climas dramáticos y violentos, mientras alterna con imágenes de archivo en blanco y negro y expone cierto tono de video clip. Un amor imposible que quiebra reglas es el tema ideal para que Madonna lo plasme en pantalla. El acierto de la película reside en las dos historias paralelas que plantea. Por un lado, el relato de un amor ocurrido hace más de seis décadas que alimentó el escándalo a nivel mundial y, por el otro, una visión moderna de una Wally (Abbie Cornish, la intérprete de Sucker Punch: Mundo surreal) que vive en Nueva York y está obsesionada con la figura de Wallis Simpson. El film es rico en contrastes, en anacronismos y enfrenta (en la escena final) a dos mujeres que quizás vivieron en la época equivocada. La Wallys actual es engañada y golpeada salvajemente por su marido y encuentra el apoyo en un agente de seguridad ruso que le abre un nuevo mundo. La mirada de Madonna resulta oportuna, envolvente (aunque a la película le sobran varios minutos) y polémica, pero es el mejor trabajo que ha dado para el cine a través de una cámara que se introduce lentamente en vidas ajenas y en otras realidades. No es la "película del siglo" pero impone su marco fastuoso y deja a la vista los pliegues de los simples mortales.
Hace dos años the Weinstein Company nos traía "El Discurso del Rey" y nos mostraba como el Duque Alberto de York se convertía, tras la abdicación de su hermano David, en el Rey Jorge V. Hoy los mismos son los responsables de distribuir este film dirigido por Madonna "W/E" y tal como hiciera Clint Eastwood con "La conquista del honor" y "Cartas desde Iwo Jima", los dos podrían tranquilamente formar parte de un díptico, ya que varios hechos históricos se cuentan en ambos films y son vistos desde diferentes perspectivas. De hecho se podría decir que prácticamente donde finaliza W/E, comienza aquel film que hace dos años triunfó en los premios de la Academia al coronarse como mejor película. El romance del siglo, título con el que se estrena en nuestro país, cuenta dos historias de amor paralelas, en dos épocas y dos mundos totalmente diferentes. La primera de ellas es la del Rey Eduardo VIII, quien tras enamorarse de una mujer de origen estadounidense y casada dos veces, debe elegir entre el dictado de su corazón o su deber al trono. La segunda, y que sirve como excusa para evocar la primera, es la de Wally, ferviente admiradora de Wallis Simpson, de echo su nombre se debe a aquella, ya que tanto su madre como su abuela también la admiraban, la consideraban como una protagonista de un cuento de hadas. En una exposición donde se van a rematar varios de los objetos que pertenecieron a quien luego se convertiría en la Duquesa de Windsor, a medida que Wally va observando desde una copa, un mantel o finas joyas, Madonna nos translada a la década del treinta y somos testigos de aquel romance, que contrario a los que muchos pensaban, estuvo muy lejos de ser un cuento de hadas. El film tiene un nivel bastante desparejo en cuanto al guión respecta. Le cuesta arrancar y aunque luego levanta vuelo, los primeros cuarenta minutos resultan bastante lentos. Tal vez el error sea recurrir a una historia actual y prestarle más importancia de la que merece, como si por momentos olvidaran que es solo un nexo, un vehículo para contar el pasado. La "Wally" de hoy sufre y llora por la "Wallys" de ayer. Pasa por situaciones similares, es golpeada al igual que aquella, víctima de un matrimonio no correspondido. Mientras todos creen que fué el Rey Eduardo quien lo dejó todo por amor, ella está convencida de que fué aquella la que más perdió, ya que al enamorarse renunció a su derecho a ser libre y eso vale más que cualquier trono y corona. Así lo vé ella y se lo cuenta a un empleado de seguridad que se enamora cada vez más al verla a diario, tan fascinada tras el monitor de una cámara. Las actuaciones sin impactar, resultan bastante convincentes. Tanto Andrea Riseborough y James D'Arcy (a quien pronto veremos en Cloud Atlas, de los hermanos Wachowski) como la pareja real y Abbie Cornish y Oscar Isaac (Drive, Robin Hood) como la actual pareja, salen bien parados en los roles que les toca interpretar. En su segundo largometraje (el primero fué Filth & Wisdom, no estrenado en nuestro país), Madonna cumple correctamente su rol en la dirección, producción y en la escritura del guión a pesar de ser el punto más debil del film. Pero si algo lo compensa, es la enorme calidad en los rubros técnicos. Un gran trabajo en el diseño del vestuario (nominado al Oscar), cuidada puesta en escena y una bella fotografía capaz de captar con la misma sutileza desde un hermoso paisaje hasta el brote de una lágrima en primerísimo plano. Al film le falta la intensidad, el dramatismo y porqué no, esa pizca de humor que le sobraba a aquel dirigido por Tom Hooper hace dos años y lo que logra transmitir lo hace en parte gracias a una muy buena banda de sonido, que aporta al relato la emoción que no llega a conseguir del todo por otros medios. Al finalizar, en los créditos suena la canción, también compuesta por Madonna y ganadora del Golden Globe, Masterpiece, la cual comienza diciendo: "Si fueras la Mona Lisa, serías exhibida en el Louvre y todos vendrían para verte......". Está claro que no se refiere a la película, pero en mi opinión es mucho más de lo que esperaba que pudiera entregar esta "chica material", y eso habría que tenerlo en cuenta.
El fraude de Ciccone Uno se espera lo peor, se sienta casi con resignación a ver una película dirigida por alguien que, más allá de su enorme talento musical, casi nunca le ha ido bien en cine. Pero nadie sabe muy bien qué puede hacer Madonna como directora. Entonces la película no empieza mal y uno se ilusiona. Y sigue -en un estilo Wong Kar-wai/Tom Ford/Sofia Coppola/Guy Ritchie- y uno piensa: bueno, no será muy original, pero no está mal el intento de sacarle a la historia de la abdicación de Eduardo VIII y su romance con Wallis Simpson la pátina de la qualité del cine inglés al estilo El discurso del rey. Pero al rato el asunto empieza a hacer agua. Y más agua. Y en la segunda hora se hunde cada vez más. Y, como no parece terminar nunca, los últimos 15 minutos ya son como el Titanic. Es una pena, porque Madonna no pudo nunca despegarse de la idea de contar un drama psicológico tradicional y los toques arties son simplemente eso, decorativos, a la usanza del momento, para la gilada que, como yo durante un rato, pensamos que la película iba por el buen camino. Como decía Maradona, su casi tocayo, en la segunda hora "se le escapó la tortuga". Y ni se les ocurra leer a la prensa británica. Si piensan que yo, que le tengo enorme cariño a la señora Ciccone, la maltrato no saben los destrozos que la crítica inglesa y estadounidense está haciendo con esta película.
Ella y yo, acorraladas En el día del primer recital en Buenos Aires del tour MDNA se estrena El romance del siglo (W.E., 2011), segundo film dirigido por Madonna. El romance entre el Rey Eduardo VIII (James D'Arcy) y su amante, Wallis Simpson (Andrea Riseborough), llega a la pantalla grande de la mano de la estrella pop. Es curioso que tratándose de una de las artistas más controversiales e irreverentes del mundo, en El romance del siglo la cantante (y directora) Madonna haya cedido ante tal grado de corrección política y de estilo. Naturalmente, la historia-base proveía muchos más vericuetos y puntos oscuros que la trama sentimental a la que –evidentemente- aspiraba retratar. Pero si bien está lejos del desastre que los críticos norteamericanos apuntaron, estamos frente a una película que hace uso y abuso de su consciencia feminista. A medida que la trama avanza, da la sensación de que el film no termina de fluir porque se nota demasiado las ideas que se revelan como su razón de ser. Los espectadores que tengan presente el comienzo de El Discurso del Rey (The king´s speech, 2010), recordarán la abdicación al trono del Rey Eduardo VIII, quien dejó su cargo para poder casarse con una norteamericana con la que inició una relación cuando aún estaba casada. Ese fue el puntapié para la asunción del “rey tartamudo”, personaje central en aquel film. Aquí, el protagonismo se invirtió. Aunque no se trate de uno absoluto, porque El romance del siglo introduce a un personaje contemporáneo e igualmente significativo; una bella ama de casa también llamada Wallis (Abbie Cornish) que admiró siempre a la “Wallis histórica”. Tanto, que escapa de su penosa relación marital yendo continuamente a ver la colección de objetos que pertenecieron a los duques. La dirección de arte es excelsa, preciosista. Muy a tono con esos productos de qualité que a Harvey Weinstein (el productor) le encantan. Esta variable estética llega, por momentos, a exasperar. Es como si Madonna estuviera más atenta a lo tangible que a lo intangible, que cobra en la admiración de la Wallis actual por la Wallis antigua su mayor sentido. No conforme con que las historias “dialoguen” de forma sutil, la trama entrega una serie de encuentros entre las dos mujeres. A las que –se nos recuerda una y otra vez- las une la maternidad frustrada, la violencia de género, la inconformidad cotidiana. También las une el amor prohibido, desde ya. Que el guión obvie los comentarios racistas de la Duquesa y pase muy superficialmente las acusaciones de simpatía con los nazis del Duque, vaya y pase. Pero que analogue aquel romance (“el del siglo”) con el de una joven de clase media alta frustrada y un sensible poeta ruso que custodia la muestra de Sotheby’s es demasiado. Y no porque no se puedan encontrar equivalencias, sino porque todo luce acartonado. Sólo la última media hora consigue que la historia de los duques cobre un poco de vida, y eso ocurre porque Madonna profundiza (sin abandonar su puesta en escena correcta, “a la Hallmark”) el relato centrándose en la mente y contradicciones de Wallis Simpson. Dejando de lado el tono museístico y feminista que la encorsetó hasta ese momento. No es un detalle menor que la película se concentre tanto en mostrarnos –con lujo de detalle, valga la redundancia- sus preciadas joyas, en el pasado y en el presente de la historia. Chica material, le dicen.
Si te vas a obsesionar con una persona, tratá de que no sea alguien tan complicado. Su nombre original es W.E., lo cual tiene sentido ya que tal sigla significa 'Wallis & Edward', nombres de quienes constituyeron el llamado 'Romance del siglo'. Madonna volvió al cine escribiendo, dirigiendo y produciendo este film en el cual no actúa y tan sólo canta una canción al final. Desde el comienzo y por un largo tiempo me costó entender qué rol ocupaba cada mujer protagonista de la historia, ya que se mezclaban dos personajes femeninos fuertes en distintas épocas a lo largo de la trama. Ya avanzada la película entendí que en sí no se relacionaban, pero estaban unidas por el destino; un destino marcado por el desamor, la frustración, la vergüenza, la tristeza y muchos sentimientos de dolor. Resulta que por los años '90, una mujer llamada Wally se encuentra en crisis con su pareja y mientras hace fuerza para aguantar el difícil momento, guía su instinto basándose en una famosa historia de amor que escandalizó a la familia real inglesa en años previos a la Segunda Guerra Mundial. Se trata del prícipe Edward, Duque de York y hermano de George VI (el famoso rey tartamudo) que se enamoró de, por así decirlo, una plebeya. El romance fue un total escándalo, ya que el futuro rey estaba tan enamorado que decidió renunciar al trono y a su pueblo para seguir a esta joven mujer de clase media. La película oscila entre ambos tiempos entre flashes de fotógrafos y la Wally de nuestra época que asiste religiosamente a una muestra con todos los objetos que le pertenecieron a la famosa pareja, próximos a ser subastados. En ese contexto conoce a un hombre de nacionalidad rusa, quien trabaja como guardia de seguridad allí y se interesa por ella. Y mientras su matrimonio se desgasta cada vez más y empeora en cuanto a violencia, Wally nos cuenta desde su perspectiva por qué el romance de los duques significa tanto en su vida. La realidad es que hay que ahondar bastante para entender cómo una mujer se puede obsesionar así con una historia que le supone tan lejana y cuando sólo hay un instante en que la protagonista explica que su abuela y su madre poseían el mismo 'problema' y por eso fue que la llamaron como la duquesa. El film tiene momentos que penden de un hilo, sobretodo cuando el 'alma' de la verdadera Wallis se aparece cerca de la protagonista y le da consejos. Hay que destacar que está bien filmada y que si la dirección recayó absolutamente sobre Madonna, es para felicitarla. La música es muy poderosa y el vestuario recuerda mucho a la Reina del pop, ya que abunda el encaje. Sí está bien marcada la diferencia entre lo que sucedía allá por los años '30, donde el ambiente que rodeaba a la realeza era un desborde de fiestas elegantes y alocadas, gente falsa por conveniencia, bebida de la buena y cigarrillos. Todos excesos glamorosos comandados por Edward, un hombre que para algunas mujeres resultó de ensueño y que no puede evitar ver en él a un joven Ian McKellen. ¿La historia se resuelve para ambas Wallis? Sí. ¿Y con finales felices? Más o menos. Tenés que verla y sacar tus propias conclusiones, pero en lo que a mí respecta, si no fuera por los buenos momentos 'de época' que tiene la película, diría que es una mezcla entre El Discurso del Rey, Cabaret y cualquier drama contemporáneo y romanticón, ya que no se termina de dilucidar el verdadero fin de lo que se quiso contar, sobretodo porque el final no fue para nada lo que me esperaba. @CinemaFlor
La Madonna que cree en el príncipe azul Muchacha: si tu matrimonio es un desastre, y tu vida parece un camino sin salida, no desesperes. El final ideal tal vez se encuentre hurgando entre los objetos de alguna mujer que sí haya sido feliz en la vida. En su segundo trabajo como directora, la cantante Madonna elige recordar la célebre historia del “romance del siglo (XX)”: aquel protagonizado por el rey Eduardo de Inglaterra y su amada, una mujer plebeya, divorciada y norteamericana, Wallis Simpson (de allí la sigla de la que surge el título original de esta película: W.E.), escándalo que lo hizo abdicar al trono. El problema es el enfoque con el que narra la historia: Wally (Abbie Cornish, una actriz con un inquietante parecido físico a Charlize Theron) es una joven desdichada por su fracasado matrimonio. Su esposo es un renombrado psiquiatra infantil, que dedica más tiempo a sus pacientes, y otras actividades, que a su esposa. Para paliar su aburrimiento, ella se verá atraída por una muestra de objetos pertenecientes a los célebres amantes, y a través de ellos, con un talento equiparable al de la mejor médium, se contactará con la mismísima Wallis Simpson (en una respetable composición a cargo de Andrea Riseborough). La película consiste entonces, en una suerte de paralelo entre las vidas de ambas Wallis. Sin embargo hay una distancia enorme entre ambos personajes, que el mero hecho de que se llamen igual no puede salvar. Mientras que la Wallis real era una mujer de fuerte personalidad, independiente, sin temor a las apariencias, la Wally inventada es poco más que una ameba, insegura, indecisa, a quien hay que decirle qué hacer, y que depende de que su príncipe personal la rescate porque no sabe salir sola de la situación en que se encuentra. Con escenas que bordean el ridículo, como los momentos de conexión “paranormal”, personajes flojos, y el fallido intento de contar la historia “desde el punto de vista de ella (Wallis)”, el filme sólo es rescatable por la producción y la impecable reconstrucción de época. En una película demasiado larga para lo que ofrece, Madonna no logra aportar nada nuevo a la leyenda del rey que dejó su corona por amor, y en cambio ofrece una historia paralela previsible, edulcorada, y casi hasta infantil por su proximidad a los cuentos de hadas.
Más superficie que sustancia Para algunos, el romance entre la norteamericana Wallis Simpson y Edward Windsor, heredero al trono -y más tarde rey- británico, es uno de los romances más fascinantes de la historia. En medio de una Europa convulsionada por el avance de los fascismos, el amor entre una mujer casada y el futuro monarca de Inglaterra es materia de leyenda. Un amor con el que sueñan las mujeres del mundo, especialmente si no son felices en su vida cotidiana. Al menos eso es lo que cuenta Madonna en su segundo largometraje como directora, un proyecto que se parece más a una publicidad de lencería cara o un videoclip de aquellos que la cantante solía hacer en los años noventa. Pura belleza superficial, una puesta en escena atractiva y cuidada, pero que carece del peso dramático para sostenerse más allá de lo estético. Lejos de bucear en los detalles de El romance del siglo al que hace referencia el título, el film busca dar cuenta de lo complejo de la vida de dos mujeres atrapadas por circunstancias que las superan. Por un lado está la figura histórica: Wallis Simpson (Andrea Riseborough), cuyo amor puso en peligro la monarquía inglesa. Por el otro está Wally Winthrop (Abbie Cornish), joven esposa de un exitoso médico que languidece en su existencia como ama de casa de la alta burguesía neoyorquina mientras se obsesiona con la vida de Simpson. Con más obviedades que sutilezas, las vidas de una y otra mujer se entrecruzan en un relato que transcurre entre los años treinta y la década del noventa. Cuando viaja al pasado más lejano, el film toma prestados elementos visuales del documental y saca partido de trajes, escenarios y paisajes y logra sus mejores secuencias, especialmente por el notable carisma de Andrea Riseborough, la actriz encargada de interpretar a la intrigante Wallis Simpson. Aun con ciertos pasajes que abusan del clima creado por la fotografía de Hagen Bogdanski sin sostener las imágenes con coherencia narrativa, cada aparición de Riseborough en pantalla da una pista de lo que esta película podría haber sido en manos de un director más experimentado y menos preocupado por imponer su estrecho punto de vista en cada cuadro. Cuando la acción se traslada al pasado más reciente, la buena actriz Abbie Cornish (Bright Star) poco puede hacer para sostener a su penoso personaje, una mujer de fines del siglo XX con actitudes victorianas. Obligada a dejar su trabajo por su marido que la ignora y maltrata en igual medida, la joven se pasa media película reverenciando los objetos de la histórica pareja. Una fijación que aparentemente comparte con la directora de El romance del siglo, a la que el entusiasmo estético por el pasado no le dejó tiempo para ocuparse de construir un guión a la altura de su ambiciosa propuesta.
La Chica Material también sabe ser convencional Lo primero que debe hacer el potencial espectador es mesurar las expectativas. Es verdad que el segundo film de Madonna como directora y guionista tiene más defectos que virtudes, pero nada justifica la saña con la que críticos estadounidenses y británicos le saltaron a la yugular durante el estreno en el Festival de Venecia 2011. Por otro lado, la firma de una artista siempre propensa a lo imprevisible, la controversia, la provocación y lo visualmente bombástico invita a esperar una historia al menos arriesgada y políticamente incorrecta. Pero a la hora de la verdad, en la oscuridad de la sala, la Chica Material se despacha con un melodrama romántico tan correcto en su factura como trillado y llevadero en su desarrollo, con buenas ideas formales diluyéndose progresivamente a lo largo de casi dos horas, y con reminiscencias a los productos del ya fenecido Hallmark Channel. Desde la primera escena queda claro que El romance del siglo propondrá una narración en dos temporalidades distintas (los ’30 y ’40 y la actualidad) unidas mediante un montaje paralelo. En la primera está la historia de Wallis Simpson (Andrea Riseborough), aquella plebeya norteamericana dos veces divorciada por la que Eduardo VIII abdicó al trono británico, abriéndole las puertas a su hermano tartamudo Jorge VI, personaje central de El discurso del rey. La segunda sigue a Wally (Abbie Cornish, una Charlize Theron morocha y mofletuda). Nieta e hija de mujeres fanáticas de aquel romance palaciego, encuentra en una exposición de los objetos de su casi homónima, y en un guardia de seguridad que la flirtea con sutileza y perseverancia, una válvula de escape al infeliz matrimonio con un psicólogo al que cuesta entender qué le vio: el tipo es mal educado, descortés, infiel y, por si fuera poco, golpeador. Lejos de las barrabasadas vaticinadas por los colegas del Norte, los primeros minutos prometen. Allí se establece la relación dialógica entre ambas historias sin apremios, manejando la cámara con solvencia y dándoles a sus mujeres el tiempo necesario para que parezcan de carne y hueso. Hasta aquí, entonces, la película parece rumbear hacia la insatisfacción, el apego a las normas sociales y la imposibilidad casi ontológica de los hombres de comprender a las mujeres en su total magnitud. Pero Madonna parece relajarse después de los primeros cincuenta minutos, olvidándose de que todavía hay más de una hora por delante. Así, El romance del siglo vira progresivamente hacia la obviedad y el preciosismo, y el montaje paralelo deja de ser eficaz para volverse insoportable, con planos cada vez más cortos y pegados a reglamento. Lo que no deja de ser una lástima: al fin y al cabo, la cosa pintaba mejor.
Dos amores, versión estilizada Mientras Madonna prepara su primera presentación del pop post cincuentón, y luego de una importante demora, se estrena su gustito de millonaria como directora. No es su opera prima (Filth & winsdom, nunca se estrenó en la Argentina) pero El romance del siglo, aun con sus escenas atractivas, son apenas algunos millones invertidos por la estrella donde lo exterior (rubros técnicos, sofisticación visual) se impone a la narración, plagada de momentos soporíferos y de una letanía casi insoportable. La historia, o las historias, cuentan en montaje paralelo el amor imposible entre el rey Eduardo VIII y la plebeya norteamericana Wallis Simpson (a futuro la duquesa de Windsor), en un ida y vuelta narrativo al presente donde se presenta Wally, la indiscreta admiradora de aquella pareja del pasado. Por un lado, el riesgo que toma Madonna es concreto: cotejar aquella historia pasional de los años '40 con el relato en presente, donde la inquieta Wally vive situaciones parecidas a las de sus antecesores. En ese mecanismo calculado al extremo, la película pierde puntos, autodeclarándose como presuntuosa, revestida de lo peor del cine de qualité, de la cáscara superficial a la que remite el film de época, casi siempre sometido a los rubros técnicos y a la reconstrucción fidedigna. Ahí es donde falta delirio, humor, riesgo, vomitar en la Historia y reírse de aquellos prejuicios de antaño. Por el lado del presente, en cambio, surgen un par de escenas que patean el tablero, especialmente, cuando la admiradora Wally se enamora de un guardia de seguridad de origen ruso. El resto es puro palacio, joyas, riqueza, poder, exceso de marcas y poca sangre, riesgo, incomodidad. Sin embargo, en una película repleta de contradicciones, la escena recordable será la de duquesa plebeya bailando "Pretty vacant" de los Sex Pistols. Allí sí se imagina a Madonna detrás de cámara riéndose muy fuerte, disfrutando de uno de los pocos momentos donde El romance del siglo se sale de registro y convierte a una gran historia de amor en un grito originado desde la pureza del punk.
Una esclava de otra vida La relación entre Wallis y Edward, el rey que abdicó por amor, en la mira de Madonna. La búsqueda del amor verdadero y de una identidad. Madonna, en su segunda incursión como directora de un largometraje (la comedia dramática Filth and Wisdom es de 2008) cuenta la historia de Wally Winthrop (Abbie Cornish), quien presa de su infelicidad conyugal se sintió atraída por la historia de Wallis Simpson (Andrea Riseborough), la mujer que luego de dos matrimonios conquistó el corazón de Edward (James D’Arcy), el principe de Gales, luego rey, y que decidió abdicar su trono en 1936 y transformarse en duque de Windsor. Y ella en duquesa. Todo por amor. Una verdadera revolución institucional para la realeza del Reino Unido. La película viaja a Manhattan en 1998 donde se subastan los bienes de la pareja y Wally se enamora, es esclava de una vida ajena ocurrida varias décadas atrás. Mientras recorre los objetos se retrotrae a los años mozos de la famosa pareja de Windsor. Un ida y vuelta de tiempos que por momentos funden sus vidas y cuesta seguirle el hilo a la duquesa y su copycat siglo XX. Wally imagina ver a la figura fantasmal de Wallis, quien le aconseja que “se busque una vida”. Pero no lo logra y su vida es un reflejo vívido: desengaño, soledad, violencia de género (escenas muy crudas) y una fogosa epístola que toca el nervio de estas almas gemelas. W.E. (su título en inglés o las siglas de Wallis y Edward) se extiende demasiado en un argumento que podría resolverse en menos tiempo, pero gana en detallismo, preciosismo tanto en su fotografía como vestuario. En esta película pasado y presente se cruzan, se tocan, pegan y despiertan. La cámara rodea a las protagonistas y también se aleja para que las locaciones brillen, desde París a Nueva York. La vida de Wally se transforma cuando se enreda con un guardia de seguridad de la colección, lo que necesitaba para estar en el corazón del mundo de W.E. Las acciones de subasta muestran su caída al vacío de la devoción, llenar su vida con una ajena. ¿Con qué fin? ¿Cambiarla del lujo a la simpleza? ¿Lograr una identidad propia? Los actores principales se lucen más en las escenas conmovedoras (D’Arcy, al dar el discurso radial para informar su abdicación) que en las tomas más relajadas y festivas. Y siempre con el piano como música de fondo, un sello de La reina del Pop (hoy y el sábado en River), quien lo refleja a puro dramatismo clásico en sintonía con el argumento del filme. Y muta, como la Ciccone, como cuando suenan los Sex Pistols y su Pretty Vacant en medio de una fiesta o cuando Wallis baila The Twist de Chubby Checker frente al lecho de muerte de su marido. Un codazo a tanta solemnidad.
El prejuicio de decir "es una película de Madonna" escapa instantáneamente al momento de mencionar W.E., el flamante segundo opus directorial de la cantante pero el primero de sus largometrajes. Quizás sin el hecho de destacar que dicha película es de la propia autoría de la estadounidense, la oportunidad de ver este drama romántico y totalmente almibarado sea bastante prudencial. Incluso si dicho detalle hubiese pasado desapercibido a la hora de presentar la película, la opinión de muchos no se hubiese sentido tan parcial, pero si hay que mencionar un detalle es el ojo especial que ella tiene para filmar un producto más que decente, al que le falta más de una pulida para convertirse en algo especial y fuera de lo común. Claramente W.E. es una gran pancarta de amor de la propia directora hacia la controversial figura de Wallis Simpson, una norteamericana que logró robarle el corazón al futuro monarca inglés Eduardo VIII y todos los problemas que le trajo aparejado a la pareja al verse inmersos en un escándalo de proporciones mundiales. La visión de la historia entonces es contada en dos líneas temporales: la de Wallis y Eduardo en 1936 y en 1998 por la joven Wally y el guardia de seguridad Evgeni. Como punto de equiparación, la subasta de objetos de los Duques de Windsor actúa como catalizador de que las líneas se entremezclen y se apoyen una a la otra para llegar a la tediosa meta final de las dos horas de metraje. Claramente a W.E. le sobra bastante celuloide y la capacidad narrativa de Madonna solo es efectiva en una dosis más pequeña, más asequible. La película tiene romance, mucho romance; es la historia de una mujer que fue contra la corriente y le costó absolutamente todo, y sólo el amor profesado por su amado la ayudó a salir adelante. Por su parte, en el presente, Wally es una joven que anhela ser amada con todas sus fuerzas y su marido es una figura ausente, y he aquí el porqué se sustenta tanto con el "romance del siglo" para lograr finalmente que el amor entre en su vida. Para ser un film que busca reivindicar totalmente a la figura de Wallis Simpson, Madonna jugó mucho con la credibilidad de la historia y en ciertos pasajes es demasiado evidente la fuerza en la que se hace el hincapié para que Wallis agrade y se sienta empatía por ella. Durante gran parte este funciona por medio del carisma y gracia de Andrea Riseborough, apoyada soberbiamente por la joven Abbie Cornish, dando momentos muy atractivos entre las dos cuando sus historias se cruzan en un cuestionable pero interesante recurso fílmico. Los caballeros que las acompañan funcionan también, pero el Eduardo VIII de James D'Arcy no tiene tanta química con Riseborough como sí la tiene Oscar Isaac con Cornish en la historia que transcurre en la actualidad. W.E. es hermosa, tiene una reconstrucción histórica impecable y un buen elenco, pero su larga duración y su falta de foco narrativo pueden ser letales para el espectador, aunque si se tiene en cuenta que Madonna es nueva en todo esto, se le puede perdonar que todavía no haya logrado controlar su ojo para el cine. Aún así, es un esfuerzo más que loable de su parte; será cuestión de ver como evoluciona su lado cinéfilo.
Las escenas de época casi salvan a Madonna La historia de la mujer que hizo que un rey abdicara por amor, es digna del título local de este film, «El romance del siglo». Sin embargo la película de Madonna no trata exactamente de eso, sino que se centra más que nada en una mujer casada de fines de los 90 que tiene un romance con el guardia de seguridad de la sala de Sothebys sobre artículos del rey y su novia plebeya. Es como si alguien quisiera filmar la vida de Napoleón, pero se preocupara por intercalar anécdotas de un kiosquero que colecciona revistas de comics sobre Bonaparte. No tiene mucho sentido, y esa falta de sentido es lo primero que afecta al film de Madonna, que por otro lado también exhibe toda una serie de tics que no ayudan mucho a su obra, como el uso constante de temas musicales de otra época, desde un clásico de Henry Mancini hasta uno de los Sex Pistols (este tipo de uso de la música fuera de época es tan remanido que cuesta creer que alguien pueda considerarlo original). Después de todo esto, quedan las escenas que sí hablan de la relación del rey Eduardo VIII con la divorciada norteamericana Wallis Simpson, y en este sentido hay algunos momentos interesantes, con una actuación razonable de James DArcy como el rey, y algunas escenas de época que casi logran que el film pueda verse. Lamentablemente el conjunto no cierra en absoluto, y no sirve para pensar que Madonna pueda tener un gran futuro como directora de cine.
La otra cara del cuento de hadas Sobre la historia del Rey Eduardo VII y Wallis Simpson que genero la abdicación del monarca por amor se ha filmado y escrito un montón de veces. Pero Madonna no podía ver lo que todo el mundo. Ella encontró la manera de mostrar la otra cara de la moneda, la parte de atrás del cuento de hadas. Tal como dice casi literal el film, siempre se muestra lo que El Reino Unido y el Rey propiamente dicho perdieron, pero poco se hablo de lo que Wallis Simpsom perdió por su amor. Esto es lo que Madonna plantea en este film. Realizando un paralelismo entre Wallis Simpsom en su época y la joven Wallis Winthrop que al ver una subasta de pertenencias de los duques de Winsor comienza a ver cuan similares eran sus vidas. El film está muy bien filmado pero algunos flashbacks la convierten, por momentos, en confusa. Más allá de eso es buena la idea, tanto desde lo fílmico como desde el guión. Más allá de miles de teorías que se plantean sobre la más famosa abdicación del siglo pasado, es bueno ver que también Wallis perdió su reputación y, por sobretodo, su libertad, todo por seguir al hombre que amaba. Un buen film, confuso por momentos, pero muy bien filmado, entretenido y, al fin, mostrando la otra cara de los cuentos de hadas.
Un estreno aprovechando la presencia de Madonna, su directora, en la Argentina, por sus shows. La fama como cantante no tiene que ver con sus logros como directora. Con una historia que la obsesiona, el amor entre Wallis Simpson y Eduardo de Inglaterra, más personajes actuales influenciados por ese amor. Con cuidado estético, es mejor el pasado que la parte del presente, donde la película, con interesantes actores, pierde tensión dramática porque se prioriza la imagen más que la progresión de la historia. Bella y fría.
Dos mujeres en pugna En su segundo largometraje como directora, la cantante pop Madonna (que por esas causalidades se encuentra en Argentina) utiliza el recurso de la historia especular para adentrarse en la tórrida relación que tuviera el Rey Eduardo VIII (James D''Arcy) con su amante norteamericana Wallis Simpson (Andrea Riseborough) y que se presentara como El romance del siglo, al igual que el título local del film cuando el original es W.E, que hace obvia referencia a las iniciales de ambos amantes. En paralelo a lo histórico -que también fuese tomado como subtrama para la película ganadora del Oscar El discurso del rey- se desarrolla otra historia también protagonizada por una Wallis Simpson (Abbie Cornish) completamente alejada de las intrigas palaciegas pero que comparte con aquella mujer que provocó semejante escándalo a la corona británica un derrotero de angustias, maternidades frustradas y violencia más allá del romance clandestino con un poeta ruso que aporta un condimento dramático extra al relato. La Wallis del presente mira con un dejo de admiración a la histórica; se deslumbra por ese mundo de joyas y lujo inalcanzable y sufre de la misma manera y los mismos dolores. Eso es a grandes rasgos el planteo narrativo que Madonna matiza con una fuerte dosis de esteticismo, encuadres pictóricamente bellos y un estilo similar al que su ex pareja Guy Ritchie emplea habitualmente en sus trabajos y que la diva asimiló sin ningún problema. Sin embargo, los raptos de manierismo se agotan en sí mismos y el guión acusa desprolijidades y cierta falta de rumbo que se hace evidente luego de una primera mitad aceptable, con un ligero repunte promediando los últimos 20 minutos. Tampoco se puede cuestionar que Madonna haya impregnado a su película con una mirada feminista más que femenina en el amplio sentido del término para dejar un sabor agridulce en el paladar de un espectador más exigente y un eficaz uso de la corrección política a fin de ganar público y evitar todo tipo de controversia, aunque la crítica tanto inglesa como norteamericana haya destrozado su obra y cuestionado sus intenciones.
En su segundo largometraje, la reina del pop retrata el apasionado romance que vivió Wallis Simpson, una americana de familia humilde, que conquistó al rey Eduardo VII. Y nos cuenta en paralelo una historia de amor contemporánea; la de Wally Winthrop, una joven casada con un doctor adinerado, que vive un matrimonio infeliz. Bedtime Stories La historia impactante de la corona británica siempre estuvo vista desde otro lado. Siempre fue de lo más interesante entender como llegó al trono el rey Jorge VI, luego de la abdicación de su hermano por una mujer, en lugar de poner la vista en esa extraña historia de amor que se generó entre una americana divorciada y un rey devoto de su pueblo. Siempre vimos la postura del rey Eduardo VII, nunca el cine nos mostró la otra cara de esa moneda, la de la americana que resignó todo por una vida al lado del hombre que amaba, que se sometió a insultos, a chismes, al exilio por estar al lado de su rey. Y esto es lo que Madonna nos trae, el otro lado del romance del siglo. El de una mujer devorada por un pueblo, que se ganó el odio de una nación por el simple hecho de ser americana, pobre y divorciada. Something To Remember Para mostrarnos esta historia, la directora no eligió la fórmula standard, sino que decidió contar dos historias atravesadas por una misma iniciativa: el amor que dura toda la vida y que todo lo puede, existe. Para esto la película empieza en nuestra época, y nos muestra a Wally, una joven que vive en Manhattan casada con un doctor, un hombre cruel, que la engaña y la maltrata; ella se refugia en la casa de remates Sotheby’s donde se presenta en remate una colección de artículos que pertenecieron a Eduardo y Wallis. Con ese punto de partida, vemos como la joven Wally siente una conexión desde su nacimiento con Wallis; no es solo una figura con la que se identifica, es también un modelo a seguir, alguien en quien creer y confiar, y que augura con sus actos pasados un mejor futuro para la torturada esposa de este siglo. Ray Of Light El romance del siglo es una película bella, de una hermosura estética que sobrepasa el promedio de películas que se presentan en la cartelera porteña, logra cautivar al espectador con una fotografía de una calidad impecable y, realmente se nota que Madonna hizo en la pantalla lo que suele hacer en su vida como artista, monto un espectáculo en el que se dio el lujo de hacer lo que quiso de la manera en que mejor le sale. La mayoría de las personas que se sientan atraídas por las películas sobre monarcas, encontraran en El romance del siglo, una caracterización impecable del contexto que rodea esta historia, desde los decorados hasta el vestuario. No se puede criticar absolutamente nada de la estética de este film. Tiene momentos que rememoran a esa hermosa versión de Maria Antonieta que realizó Sofia Coppola, guiños al espectador, que endulzan un drama real como fue esta historia. Con una música muy bien elegida que, irónicamente, no está interpretada por Madonna, excepto el tema de los créditos finales. La película tiene lo que a mi parecer es, su única falla, y es un tema exclusivamente de guión, el film está tan direccionado a lo visual, que pierde credibilidad desde la trama. Acciones de sus personajes que carecen de fundamento, o situaciones que nunca son resueltas para el espectador. Se siente sobretodo en el abordaje de la historia contemporánea, la protagonista esta tan empecinada en recordar o imaginar cómo vivía Wallis que se olvida de sus propios problemas. Supongo que en algún punto es lo que quiso lograr la directora, pero eso no logra evidenciarse para el espactador. Conclusión El romance del siglo es una película que merece la pena ver en cine, por sus grandes momentos visuales, que recuerdo solo haber visto en A Single Man, aquella película del 2009 dirigida por el diseñador Tom Ford. Pero a diferencia de esta, la película que dirige Madonna lleva una temática más llevadera y activa para que uno no se deslice por la butaca como si esta fuese una cama. Recomiendo arduamente que vean y revean esta película, que emociona pero sin caer en los puntos bajos y muestra, una verdadera obra de arte de la estética, donde cada fotograma merece poner pausa y admirar esa belleza.
Madonna dirige (y no es su primera pelicula) una versión del romance entre Wallis Simpson y Eduardo VII, que es a su vez vista por una joven contemporánea (más o menos, de mitad de los 80 más bien) como una especie de “guía” para sus propios problemas de pareja. El resultado es desparejo pero no cabe duda de que la cantante-productora-actriz-realizadora toma del asunto histórico solo el tema de la independencia femenina. Y en ese sentido, el film funciona casi como un cuento de hadas.
MI REINO POR UN AMOR La historia está ambientada en dos tiempos. Sus protagonistas, dos mujeres. Su tema, la insatisfacción, la soledad y el difícil cerco que a veces impone el amor. En primer plano aparece un hecho real: la crónica de ese gran amor entre Wallis Simpson, una plebeya norteamericana dos veces divorciada, y Eduardo VIII, el futuro rey de Inglaterra. Y en segundo plano, una ficción que recrea ese memorable capítulo: una malquerida señora de hoy, se mira en aquel espejo para entender su desgraciada vida amorosa. La Wallys actual admira a la Wallis verdadera. Una y otra van dejando ver los contornos de unos amores con más pesares que alegrías. El film de Madonna es un melodrama con hallazgos visuales. Tiene más de un acierto en la primera parte pero se queda sin fuerza a medida que la historia avanza. Todos hablan de aquel príncipe de Gales que por amor dejó tanto en el camino. Pero Madonna reivindica aquella mujer que por amor también renunció a su hogar y que fue despreciada en Inglaterra y acusada invariablemente de trepadora y adultera. Ella pasa a ser la vocera de esta elegante prédica sobre la callada resignación femenina en un mundo de hombres. La película -raro en Madonna- transita por senderos conocidos. No es provocativa ni arriesgada ni explora caminos nuevos. Es convencional, cuidada, políticamente correcta. Pero se ve con interés. Su idea es rendirle un homenaje a esas novias llenas de sueños que entregaron todo y se fueron quedando sin nada.
El romance del siglo, cuenta dos historias de amor paralelas, en dos épocas diferentes. Esta idea, ya transitada en otras oportunidades aquí se desluce por un guión desparejo que avanza a tranco lento. Madonna, en su segunda cinta como realizadora, le resta importancia a la historia, para centrarse en el estilo (una fotografía y diseño de arte de gran belleza) y en las actuaciones, que sin ser una maravilla, resultan convincentes. Mas Europea que Americana en su forma de narración, resulta una curiosidad fílmica mas cercana al cine arte que al mundillo pochoclero.
Es difícil quitarse los prejuicios al ver una película dirigida por Madonna. No es porque se dedique a la música y se haya pasado al asiento del director. Convengamos que la gran mayoría de los realizadores que plagan la cartelera jueves a jueves no los conocemos demasiado, así que no hay razón para pensar que un artista de la música (que también es actriz, recordemos) no puede dirigir una película. Hace algunos años que la rubia cantante se está dedicando a la dirección. En 2008 realizó una comedia romántica que no cosechó ni buenas críticas ni demasiado dinero en las taquillas llamada Filth and Wisdom y también escribió ese mismo año el guión de un documental sobre niños huérfanos en Malawi. Sin embargo, es común asociar a Madonna con la debacle de su -en aquel tiempo- esposo y afamado director Guy Ritchie, ya que juntos trabajaron en aquel insalvable bodrio llamado Swept Away (2002), tercera película del inglés después de las sobresalientes Juegos, Trampas y Dos Armas Humeantes y Snatch, Cerdos y Diamantes. Swept Away, protagonizado por Madonna y Bruce Greenwood, no solamente fue una ingrata sorpresa para los admiradores de Ritchie, sino que significó un estrepitoso fracaso comercial. De ahí los prejuicios con la actriz y cantante que aquí vuelve a sentarse tras las cámaras...
El recorrido comercial y en sendos festivales internacionales no ha sido demasiado generoso con esta segunda incursión de la cantante Madonna como realizadora cinematográfica. Incluso sus distribuidores locales confiaban tan poco en esta cinta que esperaron (muchísimo) para estrenarla, haciéndola coincidir con el primero de sus tres recitales en suelo argentino. W.E., tal es su titulo original, narra la historia de amor entre la norteamericana Wallis Simspon (excelente trabajo de Andrea Riseborough) y el futuro Rey británico Eduardo VIII (James D’Arcy). Catalogado como el romance del siglo, el suyo fue un camino de sacrificios, de dolor, de pérdidas y de chusmerío público. La prensa y el pueblo siempre destacaron todo lo que Eduardo perdió por estar con ella, pero jamás nadie se detuvo a pensar todo lo que Wallis resignó en haras de proteger este amor. Quien sí detectó este costado menos revisado de la historia es Wally Winthrop (Abbie Cornish), una joven inmersa en un matrimonio infeliz, víctima de la violencia de su marido, fascinada por los efectos personales del Duque y la Duquesa de Windsor que en 1998 serían subastados en Manhattan. De sus visitas a Sotheby’s nacerá una segunda oportunidad para que Wally rompa sus barreras, destierre los miedos que la paralizan e intente volver a ser feliz. Ganadora de un Globo de Oro a mejor canción original por “Masterpiece”, toda la banda sonora de la película es ampulosa y grandilocuente, hecho que se contagia en los escenarios elegidos para situar el relato. La obsesión que sentía Eduardo por Wallis es la misma que décadas después sentirá Wally por ellos, y eso se traduce en un ida y vuelta constante, dos historias paralelas que tienen sus momentos de destaque por separado. En los primeros minutos los actores son muy distantes con la cámara, se los percibe demasiado concentrados en mantener la pose de publicidad de cosméticos que seguramente su directora les habrá impuesto. Cuando se relajan y su atención recae en el qué se está contando más que en el cómo (cabe decir que vestuario y maquillaje cumplen roles importantes en la cinta) todo comienza a fluir con mayor naturalidad. El romance del siglo es, a fin de cuentas, una historia de amor, sufrimiento, pérdidas y pasión. No promete más de lo que puede brindar.
Cuando el sentido se desploma Advertencia: intentaré en esta crítica no referirme a Madonna como “la reina del pop”, o hacer referencia a Like a prayer o Like a virgin. La película de Madonna es en realidad dos: una burda aunque aceptable, la otra mala y aburrida. Desde el título argentino y el póster se nos vende que nos van a contar la historia de Eduardo III y su amada Wallis Simpson, en lo que es, si se quiere, una precuela de El discurso del rey, y algo de aquella película hay aquí. Sin embargo, existe otra historia contada en paralelo que lucha con la otra; la historia de Wally (Abbie Cornish) una deprimida chica neoyorquina que vive un matrimonio en decadencia y tiene dos exageradas (e injustificadas desde el punto de vista de la lógica del film) obsesiones: la vida y circunstancias de Wallis Simpson, y quedar embarazada lo más pronto posible. La ejecución de la premisa inicial del film, o sea, esto de encontrar ambas historias, entrelazarlas mezclarlas e intercalarlas, es por lo menos torpe en un principio ya que el montaje confunde, y es cada vez más insostenible a medida que se desarrolla la película. Cuando ya pasó la primera hora no queda nada en pie, excepto el emparejamiento absurdo de dos historias que se aplastan y que no se resignifican, ni se sostienen una a la otra. El párrafo anterior ya dice bastante de los problemas de dirección de la buena de Madonna, pero seamos un poco más malvados y no dejemos de mencionar la guarangada constante que es el sonido, subrayando, y lo que es peor, buscando dar sentido a cada hecho trágico que sucede. Por ejemplo, hay un momento en que Wally se inyecta una droga de fertilidad, en el que cada uno de los pinchazos está acompañado con el sonido de un trueno que no se le ocurriría poner ni a la producción de un programa de Chiche Gelblung. Decíamos que la parte de la película que cuenta la historia de Eduardo III y Wallis Simpson podía ser considerada una precuela El discurso del rey. Con aquella comparte, además del contexto histórico, esa forma de mostrar a los personajes secundarios como caricaturas (ver cuando aparece la ridícula caracterización del padre de Eduardo) y la excesiva piedad en cómo se retrata a esos personajes históricos (recordemos que en El discurso del rey Bertie, o sea el rey, es apenas retratado como un pobre tartamudo que debía recuperarse para liderar una nación, cuando las cosas nunca son tan lineales y menos en estos personajes). Pero bien, la que salva las papas en este tramo es Wallis Simpson, interpretada correctamente por Andrea Riseborough, que es el personaje más interesante y complejo de este artefacto filmado por… la reina del pop (perdón tenía que decirlo). La otra parte del film es la menos interesante y más aburrida. Wally, esta chica deprimida encarnada por Cornish, no despierta la más mínima empatía y como venimos diciendo desde el principio, la interacción de su historia con la otra le aporta cada vez menos interés a medida que pasan los minutos. Una historia que además es una bolsa de lugares comunes acerca de todo. Y seamos sinceros: Abbie es muy bonita y elegante, pero despierta menos sentimientos que un partido del Chucho Acasuso. Y les pido perdón queridos lectores pero no puedo reprimirme más: Madonna ya no es una virgen en cuanto a dirigir cine, aunque ya debería ir abandonando esta cruzada, o rezar una oración que la haga mejorar.
¿Recuerda aquellos primeros minutos de “El discurso del rey” (2010)? Allí veíamos a la familia real escandalizada porque el sucesor del Rey Eduardo VIII abdica en favor de su hermano tartamudo para irse con la mujer que amaba. Bien, “El romance del siglo” es como echar una mirada desde el punto de vista del escándalo, sólo que de manera un poco menos tradicional que la ganadora del Oscar. Veamos: Madonna ha sido, y es, una transgresora en todos los ámbitos y escenarios en donde se ha movido. No una transgresora como algunas “vedetongas” de nuestro medio; sino una verdadera pionera de la liberación sexual, expresiva, religiosa y, por qué no, política. En sus discos y sus videos podemos ver fácilmente como el mito se ha ido transformando, facturando millones y marcando muchas de las tendencias que vemos en las “artistejas” pasajeras que visitan el ranking de las radios un par de veces y luego no saben como reinventarse para mantener satisfecha a la gran bestia pop. Dos o tres mujeres de la historia le quitaban el sueño a la cantante. Evita, Marilyn Monroe (a quien homenajeó en los Oscar con la canción de “Dick Tracy” en 1993), y Wallis Simpson. Con la primera se sacó las ganas en 1995 en la versión cinematográfica de Alan Parker, la tercera la encuentra en un momento de su carrera en la que prácticamente puede hacer lo que se le de la gana. Por ejemplo, poner la guita para hacer esta película. Uno que ha seguido de cerca la carrera de la diva entiende por qué estas mujeres la obsesionan: todas han traspasado barreras en un mundo machista, o al menos lo han intentado marcando precedentes. En 1928, Wallis Simpson (Andrea Riseborough) era "una cualquiera" (según la alta sociedad de la época) que entró en la vida del príncipe Eduardo a costa de meterse en donde debía. En 1998, Wally Winthorp (Abbie Cornish) anda cómoda y paseando por Sothesby en Nueva York, hipnotizada por una pronta subasta de los objetos y joyas que pertenecieron a Simpson. “El romance del siglo” intenta trazar un paralelo entre estas dos vidas, misión cuyo resultado fallido dispar atenta contra el alma de la obra más que respecto de la carcaza. Porque desde el punto de vista técnico y visual Madonna ha logrado una cabal demostración de minuciosidad en la hegemonía de la fotografía, una dirección de arte casi siempre bien acompañada de la música (en la que no interviene) y un montaje pausado que encuentra buenos momentos entre los saltos de tiempo. No son en esos aspectos donde reside la falla, sino en el tenue punto de contacto entre una historia y la otra. La debilidad de la conexión entre una mujer condenada y juzgada por la sociedad y otra que sufre el abandono y la violencia doméstica de su marido hace más difícil el compromiso del espectador con ambos destinos. Un vacío de humanidad, como si los bellos pero escuetos momentos filmados a lo "videoclip de tema “lento", fueran el único vehículo por el que transitan las emociones. De todos modos, nobleza obliga, se cuentan dos historias y todo está bien filmado. Con más puntos a favor que en contra, uno se queda con las ganas de decir que esta película correcta podría haber sido mucho mejor.
Dos mujeres que en épocas diferentes vivieron momentos penosos, difíciles, y solo estaban en búsqueda del amor. La cantante, actriz, productora y escritora Madonna Louise Ciccone (54), tiene un gran talento con la música pero también se anima a incursionar en el cine, por eso una vez más apuesta a la pantalla grande. En materia de estrenos, a nuestro país llega un poco tarde, recordemos que este film obtuvo una nominación al Premio Oscar en la pasada entrega (Mejor vestuario), y solo fue la Ganadora de un Globo de Oro a mejor canción original por “Masterpiece”. Narra la historia de amor entre la norteamericana Wallis Simspon (Andrea Riseborough) quien capturó el corazón del futuro Rey británico Eduardo VIII (James D’Arcy), se conoció como el romance de siglo, alguna pequeña referencia se hace en la película “El discurso del rey” aunque esta toca otros temas. La señora Simpson se había divorciado de su primer marido en 1927 y posteriormente se había casado con Ernest Simpson, pero ahora su vida cambio cuando conoció a Eduardo VII. Todos hablaban del futuro Rey británico Eduardo VIII, de la pérdida del trono por una mujer, (tuvo que abdicar y fue sucedido por su hermano menor), después de esto fue nombrado duque de Windsor (1937 - 1972); pero tal vez nadie se detuvo a pensar como sentía ella ante tanto chismerío, su dolor, su amor y como era detrás del lujo, las joyas y el vestuario. Pero quien intentó averiguar sobre la señora Simpson es Wally Winthrop (Abbie Cornish), quien vive con un marido violento, hundida en un matrimonio infeliz, se encuentra fascinada por la subasta en 1998 en Manhattan de objetos que pertenecieron al Duque y la Duquesa de Windsor, en su lugar entre idas y venidas comienza a sentir una gran atracción por Evgeni (Oscar Isaac, actor “Red de mentiras”). La película comienza con la subasta de estos objetos, luego se irá entrelazando con la vida de estas mujeres en épocas diferentes, también se van alternando con imágenes de archivo en blanco y negro, para ir viendo sus conflictos, su dolor, sus obsesiones y sus sufrimientos. Quizás en algún punto de esta historia Madonna se sienta atraída y fascinada por el personaje de Wallis Simspon porque en algo se sienta identificada. Un excelente trabajo de Andrea Riseborough y la banda sonido, visualmente atractiva desde la fotografía hasta el vestuario, maquillaje, un buen casting, escenas fuertes, bien detallada cuando habla de maltrato a la mujer (un tema tan actual), pero lamentablemente tiene un problema de montaje. Es confuso porque pasando la primera hora comienza a caerse a pedazos, hasta tal punto que ambas historias paralelas no logran sostenerse.
Ensalzar por deporte "El romance del siglo" de Madonna, es una película que generó discusiones acerca de las dotes directivas de la cantante, además de que se centra en el no tan famoso amorío que mantuvo Eduardo VIII, un personaje importante de la realeza inglesa, con una mujer americana divorciada 2 veces. ¿Por dónde empezar? Vamos por lo obvio. No me gustó. Si hay algo que me molesta, es que se utilice una historia de la cual no se conocen detalles históricos reales con el simple interés de generar dinero sin preocuparse por las cuestiones fácticas. Ya lo dije anteriormente en mi crítica a la "Dama de Hierro". Resulta muy molesto tomar la figura de un personaje al cual se lo puede considerar como por lo menos polémico e inventarle una historia donde se lo pinte como buena persona, humanitario y muchas otras cualidades más que seguro no tenía. Un tipo mujeriego de esa cosa tan extraña e inexplicablemente vigente llamada Monarquía, acusado de simpatizar con el nazismo, y una mujer adúltera, también acusada de mantener relaciones amistosas con nazis, que juntos se dedicaron a vivir como celebridades sociales con el dinero de los contribuyentes, que aún inexplicablemente, se siguen preocupando por lo que opina la reina o si la mujer del príncipe Guillermo usa Prada o Gucci. ¿Un poco duro? Quizás, pero si la historia de Wallis y Eduardo es el romance del siglo, yo soy Mahatma Gandhi y estoy por salir de gira a predicar la paz por el espacio exterior. La chica material se centró muchísimo en resaltar una historia de amor que en realidad, no le interesa a casi nadie. La historia contemporánea que protagoniza paralelamente Abbie Cornish, es mucho más atrapante que la de Wallis y Eduardo. En cuanto a los aspectos técnicos, debo decir que la fotografía es buena y hay algunos planos interesantes, pero sin ser malo, dudo que hayan sido producto del talento cinematográfico de la reina del pop. Quizás sea una buena opción para los románticos empedernidos, de esos que aman encontrar historias de amor donde sea, pero a los que van buscando algo que vaya un poco más allá del romance de estos dos personajes, no se encontraran con una historia fluida y atrapante.
Los cuentos de hagas de la chica material Estamos en 1998 y Wally (Abbie Cornish) visita la casa Sotheby’s días antes de la subasta de bienes pertenecientes a los duques de Windsor, protagonistas de un romance prohibido por el cual Edward debió abdicar del trono. La idea es Madonna en estado puro. Mientras su matrimonio se desmorona, Wally sueña con la historia (real) de la norteamericana Wallis, que debió soportar a un esposo golpeador y, tras conocer a Edward, las injurias de la corona británica; después (ese es el mensaje) entiende que una mujer debe tomar las riendas de su destino. El romance del siglo son dos historias en espejo: por un lado, una sureña poco agraciada (Wallis) que se enamora del príncipe azul; por el otro, la bella neoyorquina que descubre su amor por Eugeni, personal de seguridad de Sotheby’s. Pese al glamour de Cornish y a una ingeniosa escena donde los duques bailan al ritmo de “Pretty Vacant” (Sex Pistols), el debut de Madonna tras las cámaras tiene menos energía que el peor de sus shows, con un sopor in crescendo a punto tal que, en los últimos veinte minutos, pareciera que hasta los actores piden la hora.