La maldad como inmanencia social Un cúmulo de evasivas retóricas y el arte de combinar los géneros con la mayor intensidad posible constituyen las dos características fundamentales de En Presencia del Diablo (Goksung, 2016), una obra maestra todo terreno de Na Hong-jin, asimismo uno de los realizadores más ambiciosos e insólitos de Corea del Sur… En consonancia con lo que viene siendo el inconformismo y la prodigiosa vitalidad del cine coreano de la década anterior y los últimos años, la tercera película de Na Hong-jin funciona como la frutilla de la torta de la que podríamos definir como la cinematografía nacional más interesante del espectro global reciente. En Presencia del Diablo (Goksung, 2016) es una obra maestra que adopta al desconcierto, el polimorfismo y la amalgama de géneros como sus principios rectores, aunque siempre respetando una idiosincrasia que se ubica en el ámbito de esa vertiente particular del terror que transcurre en nuestro Tercer Mundo. Hoy el director de las extraordinarias The Chaser (Chugyeogja, 2008) y The Yellow Sea (Hwanghae, 2010) construyó una épica sorprendente de 156 minutos plagados de paradojas misteriosas, arrebatos, detalles memorables y volantazos en el tono narrativo. Hasta cierto punto el realizador, al igual que colegas de la talla de Park Chan-wook, Bong Joon-ho y Kim Jee-woon (y en menor medida de Park Hoon-jung y Lee Jeong-beom), retoma un motivo muy caro al cine coreano -léase la inoperancia, corrupción y carácter bufonesco de la policía- para utilizarlo de base con el objetivo de ensombrecerlo de a poco en sintonía con Memories of Murder (Salinui Chueok, 2003), una jugada en la que la disposición del relato atraviesa una metamorfosis apasionante que arranca en el thriller bucólico con destellos de comedia y desemboca en el horror totalizador, ese que devora a los vínculos cercanos e instaura el infierno en la tierra. La premisa es extremadamente sencilla y nos lleva a un pueblito de las montañas de Corea del Sur, donde una infección cutánea transforma a los lugareños en enajenados que masacran a sus respectivas familias. Una vez más la investigación cae en manos de un pobre diablo sin la capacitación adecuada ni el ingenio para comprender la dimensión de lo que ocurre, el Sargento Jong-goo (Kwak Do-won), quien terminará inmerso en una espiral descendente gracias a una tensión y una dosificación del suspenso en verdad abrumadoras, como no veíamos en mucho tiempo en el séptimo arte. Cuando la única hija de Jong-goo muestre “indicios” de un cambio pronunciado en su persona y los vecinos comiencen a señalar el extraño comportamiento de un ermitaño japonés que deambula en la región, el protagonista deberá encontrar al culpable para salvar la vida de sus seres queridos y esquivar un camino que encauza hacia la locura. El guión del propio Na se concentra en la pesquisa pero inesperadamente evita mostrarnos los homicidios en sí, condenándonos a la angustia sutil de la escena del crimen. De hecho, la potencia retórica del film radica precisamente en los espacios vacíos a nivel de la información suministrada al espectador y la efervescencia/ desesperación de Jong-goo, un policía cuya impasibilidad resulta casi exasperante durante la primera hora del metraje. Mientras que gran parte del terror industrial norteamericano contemporáneo continúa obsesionado con los estereotipos de “la perturbación de la paz” y todas esas fórmulas quemadas en torno al dualismo platónico de la carne y el espíritu, En Presencia del Diablo en cambio patea por completo el tablero al sumergirnos desde el inicio en conceptos mucho más ajustados al mundo impiadoso en el que vivimos: en la historia la maldad gira sobre su propio eje porque es una inmanencia concreta que surge de golpe y arremete en forma de torbellino social, sin que importen la corporalidad o inmaterialidad de la entidad de turno. Así las cosas, el director se burla de planteamientos vetustos como la idea ochentosa de “contagio” debido a que los ataques son aleatorios y obedecen al placer caprichoso del sadismo, lo que en términos prácticos significa que aquel miedo a no acatar determinadas reglas es sustituido por la ausencia total de normas. De la misma manera que descubrimos una suerte de “sincronía en etapas” de los asesinatos, la propuesta confronta esta despersonalización del cazador con las penurias del protagonista en pos de darle sentido a los acontecimientos, circunstancia que a su vez pone patas para arriba al que suele ser el mecanismo más burdo del horror de nuestros días (en lugar de enfatizar un contexto corrupto que mancha a un héroe o paladín inmaculado, la trama nos obliga a calzarnos los incompetentes zapatos de Jong-goo y acompañarlo en decisiones de índole laboral/ ética). Sin duda el gran acierto de la película pasa por la combinación de los engranajes fantásticos de la mitología oriental con el “whodunit” de los policiales y las referencias aisladas a recursos de larga data -y muy en boga en la actualidad- como los exorcismos, las aventuras en parajes inhóspitos y los zombies antropófagos. Cada cita que introduce el cineasta va acompañada de una reformulación sensata que le escapa a la ironía y al homenaje bobalicón del indie y/ o el mainstream del resto del globo, los cuales parecen más interesados en celebrar la cultura chatarra desideologizada que en construir opus coherentes y valiosos a nivel discursivo. En el convite sólo prima el amor por el cine a secas, ese que nos brinda personajes verosímiles y con carnadura, para querer u odiar: hablamos de una fábula maravillosa que desde nuestra periferia analiza los clichés y fracasos del acervo marginal…
En presencia del diablo La cinematografía coreana posee una buena recepción en la taquilla argentina, razón por la cual ya no es extraño que comiencen a estrenarse con mayor frecuencia propuestas provenientes de esas latitudes. El film de Hong-jin Na nos sumerge en la vida de un policía que ve como su mundo se transforma al trabajar en un caso de misteriosas muertes.El director juega con géneros, los amalgama, los fagocita, los devuelve, y construye un tenso y atrapante relato, con elementos propios del folklore local reconocibles universalmente. Le sobran algunos minutos al metraje, los mismos que por un lado dilatan las resoluciones, y por otro suman para atender a detalles del gigantesco puzzle que configura.
Tras el sorprendente éxito de taquilla de Invasión zombie (Train to Busan) en los cines argentinos (130.000 espectadores), la misma distribuidora prueba ahora suerte con el nuevo film del director de The Chaser y The Yellow Sea. Aunque el resultado está por debajo de aquellos dos brillantes largometrajes previos, no deja de ser un buen exponente del cine de género de ese origen. Asesinatos seriales. Baños de sangre. Policías torpes y desconcertados. Un hombre que trata de salvar a su hija. Paranoia creciente en un pueblo rural. Fenómenos paranormales. Presencias diabólicas. Estos son algunos de los elementos que maneja el genial director de The Chaser (2008) y The Yellow Sea (2010) en la no tan genial The Wailing, una película que se pierde y en ciertos pasajes naufraga en su propia desmesura (innecesarios 156 minutos), en la acumulación de capas y de referencias. Entre Memorias de un asesino, de su compatriota Bong Joon-ho, y algo de Fargo y El exorcista, Na Hong-Jin construye con En presencia del diablo un thriller virtuoso y vistoso, con una gran puesta en escena, un acabado técnico extraordinario (para disfrutar en sala grande) y algunos momentos notables, pero la sensación de grandilocuencia y desborde -que tan bien ha funcionado en el cine coreano industrial- aquí le juegan un poco en contra. Así, lo que podría haber sido otra obra maestra del cine de género es sólo una aceptable propuesta que se disfruta de a ratos.
En Presencia Del Diablo: Demonios Coreanos. El cine coreano viene pisando fuerte en nuestras pampas y En Presencia del Diablo viene a reafirmar lo que planteó Train To Busan: se puede hacer buen cine de género en otras latitudes diferentes a las de Hollywood. Train to Busan representó una sorpresa, ya que el cine coreano no solía pasar por nuestra cartelera. Al parecer dicho film comenzó a mostrar que hay espectadores que están dispuestos a disfrutar de buen cine de género que no provenga solamente de Norteamérica. En Presencia del Diablo es un film que si bien en su mayor parte representa un relato de terror, logra por momentos ser una combinación de géneros, rozando la narrativa de misterio y jugueteando con la sátira social/institucional (especialmente en el modo en que se retrata a la policía surcoreana). El film nos cuenta la historia de un pequeño pueblo coreano donde la vida cotidiana y tranquila de sus habitantes se ve alterada por una serie de asesinatos cruentos, sanguinarios, misteriosos y salvajes. Al ser una pequeña comunidad rural, no tardan en propagarse los rumores y supersticiones que indican que un anciano extranjero de origen japonés podría estar vinculado con los hechos. Jong-goo (Kwak Do-won), un policía cuya hija está directamente amenazada, comienza a investigar y descubrir que el enigma puede ser de carácter sobrenatural. La película comienza en clave de thriller campestre con toques de comedia, en el momento en que se busca retratar la incompetencia de la policía local. El relato se toma su tiempo (el film tiene una duración de 156 min) para plantear el problema a resolver, pero todo sirve para que cada pieza vaya encajando en el enorme y entramado rompecabezas. Nuestro héroe demuestra no estar capacitado para resolver la tarea que se le ha encomendado y eso da lugar a varias situaciones interesantes que parecen conducir al protagonista al mismísimo averno. La fotografía y la música ayudan a construir una atmósfera gélida y opresiva que resalta la labor de los personajes y la ardua tarea que deberán llevar a cabo. Por otro lado, la dirección de arte nos sumerge en medio del folklore local y nos muestra algunos de sus elementos reconocibles. En síntesis, En Presencia del Diablo es un film inteligente con algunos planteamientos interesantes, como por ejemplo la forma en que los lugareños ven a los forasteros. Una cinta con una gran puesta en escena y buen desempeño en el apartado técnico. Un thriller policial hecho y derecho que a pesar de que por momentos resulta un poco largo, su extensión se aprovecha para que cada pieza del misterio encaje perfectamente con la otra. Otra gran adhesión al cine de género surcoreano.
Ángeles y demonios El cine asiático ha sabido canalizar todo lo referente a sus mitos y leyendas relacionados al terror; aquellos relatos orales y escritos que circulaban de generación en generación, han sido plasmados en la pantalla grande con resultados al menos interesantes. Tal es así que este subgénero ha sido fuente de constante revisión desde aquellas mentes brillantes de Hollywood que ven aquí una manera de reciclar (o “occidentalizar”) personajes e historias, pero no así las formas. Es evidente que el fordismo del terror solo ha sabido sacar en las ultimas décadas producciones menos que mediocres, salvo algunos productos de James Wan, y ejemplos especificos como Te Sigue (David Robert Mitchell, 2014), Exterminio (Danny Boyle, 2002), La Cabaña del Terror (Drew Goddard, 2012) y las nombradas mas abajo. De esta manera, gran parte de las sagas estadounidenses del género como La Llamada o El Grito, sólo por nombrar algunas remakes (enumerarlas requeriría otra nota entera), tienen su original en tierras orientales. Jong-Goo, sargento un tanto torpe y descuidado, comienza a cubrir una serie de asesinatos en su pueblo. Las características lo inducen a sospechar de una enfermedad epidémica que empieza a expandirse por el pueblo, por lo que la situación termina afectando a su hija Hyo-Jin (Kim Hwan-hee con una excelente actuación), mientras que él es obligado a resolver una trama que se torna compleja a medida que se acumulan las muertes. En Presencia del Diablo puede ser dividida en tres partes claramente identificables, y en el contraste de la primera con las últimas dos, se da la clave de la fuerza de la pelicula. El primer tercio nos introduce a Jong-Goo, el policía que se ve sobrepasado no sólo por la oleada criminal sino por su propia vida. Y aquí es donde En Presencia del Diablo tiene su pasaje mas llamativo: en el retrato de la personalidad del policía, mas cercana al slapstick que al de un hombre común y corriente que se ve desbordado por situaciones que no comprende del todo -¿o no es así como comienzan los mitos-. Sin embargo, a medida que se va desarrollando el nudo del argumento, en la segunda etapa podemos ver como el tono de la pelicula va cambiando lentamente hacia un terror folklórico, de amenazas terrenales y cercanas, clave en la empatía con el espectador. Y es en esa cercanía del horror palpable y cercano que En Presencia del Diablo empieza a ganarnos. Esto se debe a que el film es sumamente distinto a la grandilocuencia de terror al que nos tiene acostumbrados el cine occidental contemporáneo: el monstruo del infierno que despierta despues de milenios a reclamar la Tierra o la entidad demoniaca omnipresente y omnipotente con asuntos pendientes en el plano de los vivos, que no sólo son caprichosamente inverosimiles (mas allá del contrato de entendimiento que como espectadores tenemos con la fantasía), sino que son exhaustivamente ilógicas -el personaje fantastico puede hacer virtualmente lo que quiera en función, o al salvataje, del argumento-. Sin embargo, existen honrosas excepciones como la reciente La Bruja (Robert Eggers, 2016) o la australiana-canadiense The Babadook (Jennifer Kent, 2014). El último tercio de En Presencia del Diablo, es un tour de force violento y emotivo, una aventura lúdica, un juego de descubrimientos y propuestas ambigüas cuyo pulso narrativo hace que las más de dos horas y media de pelicula nos agarre del cuello, nos mire a los ojos y nos susurre al oído que la acompañemos al infierno. Y como Jong-Goo, sin saber por qué, lo hacemos desesperadamente.
A caballito del sorpresivo éxito que resultó en enero pasado Invasión Zombie, lega ahora el otro hit de “terror” surcoreano del 2016 En presencia del Diablo. Si bien entre ambas no abundan las similitudes, las hay algunas circunstanciales. Las dos tardaron bastante en estrenarse en nuestro país y durante este tiempo se corrió un fuerte rumor alrededor. Ambas funden el terror con una fuerte dosis dramática. A las dos les pusieron títulos locales desafortunados. Son dos películas exquisitas. Na Hong Jin ya había demostrado talento de sobra en películas como Hwanghae (Asesinos por contrato) y Chugyeogja (El Perseguidor), que si no las vieron recomiendo que corran a hacerlo. Al hombre le gusta tomarse su tiempo para construir sus historias, delinear personajes y ponerlos en situación, todo un artesano del cine de género; y Goksung no es la excepción, 156 minutos le tomará cerrar este impactante círculo. Si algo suele distinguir al cine de género asiático es precisamente que atraviesa los géneros. Toman elementos fantásticos, mucha tensión, no suelen escatimar en sangre; pero lo mixturan muy bien con una carga emocional para las lágrimas, la comedia, y/o hasta alguna dosis de acción o policial. Repetimos, la extensa duración de Goksung le permitirá ir transformándose e ir mutando por los diversos géneros. A la historia se nos introduce de a poco, el protagonista es Jong.Goo (Kwak Do-Won) un policía algo torpe que debe investigar una serie de asesinatos en un pequeño pueblo rural surcoreano. Los hechos parecen indicar que todo se inició con la llegada de un extraño hombre proveniente de Japón, de que poco se sabe, pero todos comienzan a temer. Es más, hay testimonios que lo complican aún más. El úeblo es un lugar de costumbres muy arraigadas y pronto todos entrarán en una paranoia creyendo que algo sobrenatural se esconde, hasta el propio Jong Goo llega a creerlo, convocan a un chamán, se aumenta la persecución, y de pronto, varios niños del lugar empiezan a presentar extraños síntomas de ¿posesión? Hong Jin toma esta historia que pasará por varuos giros para hablar de cuestiones más terrenales, y es imposible no compenetrarnos, el drama que atraviesan los personajes es real, y los acompañaremos en su dolor, lo que permitirá un temor real cuando el terror comience. Sí, En presencia del Diablo es un título de por más genérico, no hay Diablo, por lo menos no así como lo “conocemos”; lo que ocurre tendrá que ver con tradiciones propias de la cultura coreana, pero en ningún momento se nos hará complejo seguirla de este lado occidental del globo. Goksung no es una película para quienes busquen el golpe de efecto fácil, el barullo para asustarnos, el ruido detrás de la puerta, el destripamiento gratuito, y a casa. No, hay que seguirla, son dos horas y media en la que el relato más de una vez parece estancarse, hay un ritmo lento, pero en verdad se sigue requiriendo de nuestra atención, porque a la hora de atar los cabos, todo eso que parecía no conducir a ningún lado, importará y mucho. La minuciosa construcción de los personajes y la emoción por lo que sucede hará que nunca decaigamos en nuestra atención. Kwak Do-Won realiza una gran labor y es capaz de sacarnos una sonrisa caricaturesca o alguna lágrima. Los rubros técnicos con una fotografía gélida que nos eriza la piel y una musicalización que hace todo más grande, completan el cuadro adecuadamente. En presencia del Diablo trata de mucho más que una simple historia de género, nos deja pensando y plantea varias incógnitas que pueden aplicarse a otros terrenos. A veces el demonio es mucho más terrenal de lo que pensamos.
El torpe sargento de policía de una pequeña comunidad rural investiga una serie de extraños asesinatos. La apuesta coreana combina varios géneros y, a pesar de su extensión, logra inquietar al espectador. El tercer film coreano de Hong-jin -The Chaser, The yellow sea- espía la destrucción de los vínculos familiares bajo el formato del terror y el policial, coqueteando con otros géneros, y brindando así una experiencia extensa pero recomendable dentro del panorama actual del cine de terror. "Pueblo chico, infierno grande" es la realidad que azota al torpe sargento de policía de una pequeña comunidad rural, cuya tranquilidad se ve alterada por una serie de extraños asesinatos. Todo indica que la llegada de un anciano ermitaño es el responsable de los crímenes, pero el rumbo de los acontecimientos enfrentará al protagonista con sus propios miedos -pesadillas que presagian lo peor- y con su propia familia amenazada. Con una lluvia torrencial, una comisaría asaltada por una presencia fantasmagórica y el hogar del "hombre de ley", convertido en una verdadera pesadilla, En presencia del Diablo combina elementos del cine de terror y los toques sobrenaturales con el folklore propio de la cultura coreana, amedrentada por la presencia del anciano japonés. Un tópico que expone el choque de culturas, que el cine supo aprovechar en muchas oportunidades, y que el director desarrolla para instalar la intriga y el miedo en este pueblo olvidado y desprotegido. Al comienzo se ve una "carnada" que funciona como símbolo constante dentro del film que acumula cadáveres, zombies, posesiones diabólicas, extraños poderes y la presencia de un chamán que llega para ayudar a la hija poseída del policía. Magia blanca versus magia negra, actuaciones sobresaltadas y humor, un perro diabólico, carreteras desoladas y calles embarradas, son la constante dentro de un relato que presenta los acontecimientos de manera paulatina y -también engañosa- y los torna confusos sobre los minutos finales, con giros innecesarios, todo con una atmósfera inquietante que sobrevuela las dos horas y media de duración. La pregunta que se hace el espectador es ¿quién está realmente detrás de estos asesinatos brutales en los que gente común y corriente se convierte en extrañas criaturas?. Todo está servido y condimentado al estilo "gore" en una experiencia diabólica que se refugia en el bosque. Este exponente del cine coreano transforma -como lo hizo recientemente Invasión Zombie- lo cotidiano en algo desconocido y amenazante.
A la sombra del éxito de “Invasión zombie” (“Tren a Busan) llega rápidamente otra película coreana que habita el mundo de los muertos y las muertes. En este caso el director Na Hong-Jin utiliza el humor, las reacciones incrédulas, las distintas historias individuales, para, tomándose su tiempo llegar al meollo sobrenatural. Varios asesinatos salvajes se suceden en un pequeño pueblo. El policía que interviene, temeroso, lento, incrédulo poco a poco se vera sugestionado por los rumores del pueblo que apuntan la coincidencia de los hechos de sangre con la llegada de un extranjero, un japonés. Lo que se ve leve y gracioso se transforma lentamente en situaciones oscuras de discriminación, supersticiones, persecuciones y la contratación de un chaman. Hasta una última vuelta de tuerca. Es una película extensa, son 156 minutos, pero que lleva entretenido al espectador hasta rituales, posesiones y lo diabólico. Desaparece el sentido común y todo se ve arrastrado hacia el terror.
Terror en el campo El cine de terror surcoreano es generalmente muy bien recibido por los seguidores del género, a pesar de que no lleguen muy seguido propuestas de dicho país a nuestra cartelera cinematográfica. Si bien no son películas de un impacto masivo entre los espectadores argentinos, en enero apareció sorpresivamente el fenómeno Invasión Zombie (Busanhaeng, 2016), que cautivó a la crítica especializada y al público en general, logrando muy buenos números en la taquilla. Dos meses después, llega a los cines argentinos En presencia del Diablo(Goksung, 2016), dirigida por Na Hong-jin, quien demostró su talento previamente en películas como El perseguidor (Chugyeogja, 2008) y Asesinos por contrato (Hwanghae, 2010), films en los que la naturaleza de los hombres es esencialmente mala. En presencia del Diablo cuenta cómo la vida de un pueblo rural coreano se ve alterada por una serie de asesinatos salvajes y misteriosos que cambian la rutina de los pueblerinos. Todo parece indicar la existencia de una presencia extraña, hay un anciano extranjero que vive como un ermitaño. Nadie logra comprender racionalmente lo que está ocurriendo y la policía va varios pasos detrás de la fuerza asesina, por lo que algunos habitantes del lugar optan por recurrir a un chamán. El protagonista del film, Jong- Goo (Kwak Do-won) es un policía, cuya familia se ve amenazada por parte del supuesto asesino, aunque Jong en realidad cree que se trata de una entidad sobrenatural. En presencia del Diablo pone en disputa las creencias religiosas y las supersticiones de los distintos habitantes del pueblo que intentan huir de la maldición de algo o alguien a quien ni siquiera conocen. La película recorre la historia de manera evolutiva, inicia con uno de los crímenes y luego entra en una especie de meseta en la que se van encontrando pruebas y generando suposiciones de lo que ocurre hasta llegar al pico de la montaña en el relato, donde llega la hora de la verdad. El largometraje se torna largo y lento en la primera parte, pero sin que el espectador pierda el interés de lo que ocurre, debido a que desde la mitad del film la tensión aumenta a pasos agigantados y el público no podrá despegar sus ojos de la pantalla grande. La parte técnica de la película es correcta y acorde al género, cuenta con una destacada banda sonora que suma misterio y suspenso a los acontecimientos retratados y con una fotografía impactante. Fue muy acertada la atmósfera creada por el director ya que al localizarse en un entorno rural, en bosques con montañas y con un clima de lluvias torrenciales recurrentes, las sensaciones de incomodidad y temor se incrementan. Otro aspecto distintivo es que los acontecimientos siniestros no solo ocurren en la noche, como suele pasar en los films de terror, sino que también se presentan a la luz del día logrando que los personajes no tengan paz en ningún momento. En cuanto a las actuaciones, todos brindan trabajos correctos. Resalta la interpretación de Hwan-hee Kim como Hyo-Jin, quien siendo una niña realiza escenas terroríficas muy jugadas y en todas ellas se luce. En presencia del Diablo es la alternativa de terror en la cartelera semanal, que seguramente será disfrutada por los fanáticos del género pero no tanto por aquellos que buscan el susto rápido y constante. Como se mencionó anteriormente es una película que cuenta con una historia compleja, con varias vueltas de tuerca, la cual se desarrolla lentamente durante la primera hora para llegar a una segunda mitad a pura adrenalina y suspenso.
De cara frente al demonio. Se estrena este jueves En presencia del diablo (The Wailing/Goksung) impresionante thriller coreano dirigido por Na Hong-jin que anteriormente realizó otras dos interesantes películas: The Chaser (2008) y The Yellow Sea (2010) Con un formidable manejo de cámara y sobre todo de la narración cinematográfica, el director nos va conduciendo, con un logrado suspenso, a una atrapante historia de horror. Donde logra mezclar diferentes géneros sin perder nunca el eje de atención: de esa mirada casi inocente frente al peor de los males. En un pueblo rural de corea ocurren una serie de horribles y misteriosas muertes. La policía no logra dar con el responsable de esta cadena de crímenes, quedando en la mira un anciano japonés de extraños comportamientos. El jefe de policía decide acudir a la ayuda de un chamán para tratar de esclarecerlos ya que también su propia familia está siendo amenazada por esos oscuros espíritus. Sorprendente manejo de tensión muy bien logrado en el montaje paralelo donde el director con mucha picardía descoloca al espectador y deja temporalmente sin saber qué es lo que está ocurriendo y en dónde. Impactante fotografía, un sólido elenco y logradísimos efectos de make up hacen de En presencia del diablo una enorme cinta no por los 156 minutos que dura sino por lo atractivo en la forma de contar.
Un exorcista en clave budista. Conocida desde su debut en el Festival de Cannes, el año pasado, con el título internacional The Wailing, En presencia del Diablo difícilmente hubiera llegado a la cartelera argentina de no ser por el inesperado éxito de Invasión zombie hace un par de meses. La lógica de su estreno, entonces, responde a una hipótesis de dudosa comprobación antes de los hechos y es, en definitiva, una apuesta: si una película de terror coreana fue bien recibida por el público tal vez la situación vuelva a repetirse. Los pingos se verán en la cancha a partir de hoy, pero lo cierto es que no podrían existir dos films más diferentes que el largometraje de Yeon Sang-ho –cuya carrera de Seúl a Busán en un tren infestado de criaturas sedientas de carne humana apostaba a un clasicismo inoxidable– y el último largometraje de su compatriota Na Hong-jin, que hace del pastiche de diversos subgéneros del terror cinematográfico –y también de otros universos– su razón misma de ser. Al mismo tiempo, ambas películas revelan la punta del iceberg de un cine popular hecho en Corea del Sur año tras año, de ninguna manera extrañezas como contundentes pruebas de la vitalidad de esa industria cinematográfica. Ambiciosa, desorbitada, extensísima para los parámetros del horror cinematográfico, la película escrita y dirigida por Na Hong-jin comienza como un policial de investigación, ante la sangrienta evidencia de una serie de crímenes seriales en un pequeño pueblo coreano. ¿Policial? El protagonista, Jong-goo, es un oficial de las fuerzas de ese lugar que –con la excepción de algunos ejemplares dentro del terreno de la comedia más franca– quizás sea el uniformado más torpe y melindroso de la historia del cine. La apuesta de En presencia del Diablo será usualmente seria y, por momentos, incluso melodramática (como ocurre en buena parte del cine industrial coreano), pero los momentos de humor no serán escasos, al menos durante sus primeros tramos. Al pueblo ha llegado un forastero, un hombre japonés (el gran Jun Kunimura, veterano con varias decenas de títulos en su filmografía, de Takeshi Kitano a Takashi Miike, pasando por Quentin Tarantino) de quien no pocos en el barrio comienzan a sospechar, en principio sin mayores razones que la xenofobia. Que el asesino de las primeras dos víctimas haga gala de unas singulares pústulas en todo su cuerpo es apenas la primera de una serie de señales sobre la anormalidad de los hechos. Mientras el supuesto Caligari japonés anda rondando los bosques enfrascado en sus misteriosas actividades y los cadáveres continúan apilándose, la hija del protagonista comienza a actuar de manera extraña, inicio de otra punta de un ovillo que sólo se desenredará luego de dos horas y media de desvíos, cruces de caminos y giros de un film que, definitivamente, no le teme ni al exceso ni al ridículo. Y que, como ocurría en The Chaser y The Yellow Sea (las películas previas del realizador, nunca estrenadas en la Argentina) alternan momentos de gran intensidad con otros que no logran cuajar de manera definitiva. The Wailing suma muertos vivos, fantasmas de varias categorías y posesiones diabólicas con sus consiguientes exorcismos, congelando el esquema de whodunit policial que le había dado arranque hasta la llegada de las últimas escenas. La escena del exorcismo budista doble, narrada en montaje paralelo, no sólo se erige como instancia bisagra en la narración, sino que resulta el mejor ejemplo de los logros de la película: imagen, sonido y tensión dramática puestas al servicio de la generación del suspenso más básico y puro. Si el cine de Na nunca se caracterizó por la sutileza, aquí los desbordes de todo tipo –fundamentalmente los de un metraje a todas luces excesivo– parecen estar siempre a punto de arruinar la fiesta. A pesar de ello, y en comparación con la rutinaria exposición de terrores semanales en la gran pantalla (esos films derivativos, tan poco originales como sugerentes, que se estrenan regularmente), los 156 minutos de The Wailing ofrecen una suculenta dosis de novedades y sorpresas. El Mal es aquí tan cambiante como ingenioso y los seres humanos no parecen estar ni remotamente preparados para enfrentarse con semejante poder. La mejor demostración de ello es Jong-goo, el héroe más atípico que el espectador pueda llegar a imaginarse.
PUEBLO CHICO, INFIERNO GRANDE El terror surcoreano sigue haciendo de las suyas y ahora cambiamos zombies por espíritus malignos. Después del exitazo de “Invasión Zombie” (Busanhaeng, 2016), nos llega otra gran historia de terror surcoreano, esta vez de la mano del director Na Hong-jin, que la rompió toda en los últimos festivales de Cannes y Sitges con este thriller policíaco y sobrenatural donde se mezclan las creencias religiosas, las supersticiones y el folclore de la región. La apacible rutina de una comunidad rural se ve alterada súbitamente por una serie de horrendos asesinatos cometidos por sus habitantes más tranquilos. Sin motivos aparentes a la vista, y ante la perplejidad de la policía local, las sospechas empiezan a caer sobre la mala influencia de un anciano japonés que llegó al pueblo hace poco y ahora vive alejado en medio del bosque. El oficial Jong-goo empieza a investigar por su cuenta y pronto se convierte en el blanco de una maldición que afecta a su pequeña hija. Desesperado busca la colaboración de un sacerdote que lo ayude a encontrar explicaciones, además de contratar los servicios de un chamán que pueda liberar a la nena del espíritu maligno que la aterroriza. “En Presencia del Diablo” (Goksung, 2016) es todo lo opuesto a “Invasión Zombie”. Na Hong-jin se aleja del caos y el bullicio de la gran ciudad para contar una historia que remite a los clásicos más clásicos del terror occidental como “El Exorcista” (The Exorcist, 1973) y “La Profecía” (The Omen, 1976), pero impregnada con las costumbres y los mitos orientales. Hay muchos elementos de la tradición cristiana, que acá chocan con las supersticiones y los ritos locales, a los que los habitantes de estas comunidades más alejadas parecen más susceptibles. El director y guionista se toma su tiempo (más de dos horas y media) para desarrollar cada uno de sus personajes, sus situaciones y sus climas. El ritmo tan lento no siempre funciona, pero compensa con suspenso, dramatismo y mucho gore. Jong-goo termina siendo un protagonista demasiado torpe, por momentos, y esto dificulta una trama que nos mantiene, casi siempre, hipnotizados frente a la pantalla. “En Presencia del Diablo” es una película de terror hecha y derecha que juega con nuestros nervios y ese espíritu detectivesco de “descubrir al culpable”. Le juega a favor los escenarios rústicos y la idiosincrasia del lugar y su gente, en contraste con el “modernismo” de una metrópoli como Seúl; pero no logra mantener la atención y el ritmo a lo largo de toda la trama. Mientras que “Invasión Zombie” (perdón por la comparación constante, pero es el referente surcoreano más cercano que tenemos) es vertiginosa, sangrienta y trágica; la obra de Na Hong-jin explora el drama familiar y las diferentes creencias religiosas de sus protagonistas. Avisamos, no es para cualquiera que no esté acostumbrado al ritmo del cine oriental, pero sigue siendo un gran exponente del género de terror, sobre todo, por esa mezcla cultural tan extraña e intrigante.
Terror con peso espiritual Decir que En presencia del diablo es una película de terror sería poco preciso y bastante injusto. Sin preocuparse por las restricciones del género, Na Hong-jin logra provocar verdadero miedo construyendo un film que también es un policial con muchos toques de humor y una tragedia familiar. Esa combinación es un riesgo enorme que en otras manos podría haber resultado en un desastre, pero en las del director y guionista coreano logra un tono propio y original. La raíz del miedo en En presencia del diablo, como en la mayoría de las películas de terror más efectivas, es espiritual-religiosa. El pecado y la posesión demoníaca forman un círculo vicioso en el que no se sabe qué vino primero, pero sí queda claro que sus consecuencias lo destruyen todo. En la búsqueda de una solución se recurre tanto a ritos autóctonos como a la colaboración de un seminarista cristiano, otro detalle más que contribuye a presentar una perspectiva muy distinta a la que Hollywood nos tiene acostumbrados. El film tiene un gran impacto visual, con encuadres magistrales y un interesante uso del color. Entre tantas historias sobrenaturales que sólo tienen como fin asustar y fallan en lograrlo, este film se destaca por ser una obra singular, que provoca el miedo a través de un clima ominoso, una historia con peso espiritual y asaltando al espectador con imágenes que quedan impresas en el cerebro.
Revela menos y tensiona más El filme coreano conjuga géneros y tensa los nervios hasta llegar a un desenlace a puro horror. En presencia del Diablo suma un éxito más al cine coreano de género, díríamos de masas, tras Invasión zombie (Train to Busan). Pero más que un filme de horror, la tercera película de Na Hong-jin (The Casher, The Yellow Sea) es una aleación de géneros, con el horror como detonante principal. Bien dicen que para generar suspenso no hay nada mejor que desconcertar al público. Ofrecer un giro imprevisto, pero que si le da al espectador alguna que otra pista, del otro lado no se siente engañado, ni siquiera desamparado. Sí respetado. En presencia del Diablo es así. Na Hong-jin presenta a un par de agentes de la policía a los que parodia en un comienzo -como viene haciendo el cine de su país desde hace años-, mostrándolos como torpes. Pero uno de ellos, el sargento Jong-goo (Kwak Do-won) vivirá en carne propia lo que está investigando. Extrañas muertes ocurren en un pueblito tras aparentes infecciones en la piel, y todo parece indicar que un japonés que deambula por el bosque sería el responsable. La investigación, cómo no, recae en Jong-goo, pero poco a poco él y su familia notarán que su pequeña hija empieza a experimentar… cambios en su conducta. No es mucha la información que Na Hong-jin brinda al espectador, porque En presencia del Diablo no es siempre un filme de terror explícito. Primero no muestra las muertes, sí los cadáveres, pero por aquello de la vuelta de tuerca habrá momentos de espanto, ataques, vómitos y posesiones. Revela menos, y tensiona más. Están los elementos básicos del cine de género de los últimos tiempos (el bosque que encierra sus secretos, exorcismo, zombies hambrientos, una joven vestida de blanco), pero el batido es diferente, porque hay una línea argumental y no una mera sucesión de atrocidades. No es éste un filme estadounidense: hay un personaje que no es precisamente un héroe, y hasta cuestionamientos éticos para quién quiera encontrarlos. En la tradición de otros cineastas surcoreanos -Park Chan-wook (Oldboy), Bong Joon-ho (The Host)-, las poco más de dos horas y media de duración puede atentar contra la atención -hay que tener muchas líneas de historias para seguir, y la película se centra básicamente en la pesquisa-. Pero el cambio de género -thriller, comedia, horror- estructura el relato.
Por esos milagros de la cartelera argentina esta semana llega a los cines el nuevo trabajo del director coreano Hong-Jin Na, responsable de ese tremendo policial que fue The Chaser (2008). Si nunca la vieron deberían buscarla porque es brillante. En esta producción el realizador ofrece una extraordinaria fusión del género policial con el terror sobrenatural que le pasa el trapo a todas las producciones norteamericanas que se estrenaron en los últimos meses. La película vuelve a presentar esas escenas de tensión intensas que tenía The Chaser con la particularidad que en este caso la historia incluye elementos fantásticos. Resulta muy interesante ver como el misterio que un principio parece un típico caso policial luego se convierte en una historia aterradora, donde los demonios y las posesiones satánicas no son un chiste. El primer segmento del film puede resultar algo desconcertante porque el director inclusive incorpora situaciones de comedia que luego desaparecen cuando la película se vuelve más intensa. En presencia del Diablo es la tercera producción de Hong-Jin Na y la desventaja que tiene con sus obras previas es su duración. La película se alarga demasiado cuando el relato que ofrece se podía haber narrado en menos de 156 minutos. El inconveniente de esta historia es que el film presenta numerosos personajes secundarios que no son relevantes para el conflicto central y sus participaciones estiran el argumento sin sentido. Al margen de este detalle la película está impecablemente filmada y es una muy buena propuesta para los amantes del cine coreano o seguidores del género de terror.
Tras el estreno de la gran Train to Busan, llega a la Argentina otro exitoso film de origen surcoreano, que confirma la excelencia de dicho país en materia de cine de género. The Wailing (Gokseong) es un thriller de terror sobrenatural, con mucho suspenso, que sumerge al espectador en una bellísima aldea rural en las montañas de Corea del Sur. Uno repleto de impactante imaginería religiosa –se pueden trazar muchos paralelos bíblicos- y hermosos paisajes, que albergan una historia de credo, miedo a lo desconocido e impotencia ante una guerra terrenal entre fuerzas que no son de este mundo.
Esta es la tercera película del cineasta surcoreano Na Hong-jin. Su relato es pausado, atrapante, no cae en el convencionalismo del género, hay tensión, intriga y suspenso, como así también buenos climas y toques de humor. Contiene posesión demoníaca, zombis, ocultismo, toques sobrenaturales y un final sorprendente de gran intensidad, con un buen giro. Eso si le sobran algunos minutos.
Sorprendente título coreano de género fantástico Esta película de terror surcoreana, aunque coproducida por la Fox de EE.UU., es toda una sorpresa, y ojalá sirva para que se estrenen en nuestro país otros films del mismo director, que tiene excelentes títulos como "El mar amarillo", aun mas oscuros que esta odisea de embrujos campestres. Aquí hay un pueblito coreano donde, con la aparición de un misterioso anciano japonés, empiezan a pasar cosas horribles, asesinatos, incendios; la gente enloquece, deambula desnuda por la noche y, aunque lo primero que se dice es que hubo un consumo de hongos o alucinógenos que provocan intoxicaciones e infecciones, pronto queda claro que la causa de todo es de orden sobrenatural. Un policía regordete y cobarde es uno de los investigadores, y también quien aporta un particular sentido del humor a esta historia de terror. Justamente, una de las cualidades del film es la transformación de este personaje patético, pero simpático, en un hombre dispuesto a todo para salvar a su pequeña hija, que en medio de la investigación exhibe preocupantes síntomas de posesión. La película es larga dos horas y media, una duración excesiva- y se va volviendo cada vez más oscura, con escenas impresionantes como la de un rarísimo ritual de exorcismo coreano con bailes desaforados y sacrificios de animales.
Después de The Chaser (2008) y The Yellow Sea (2010), el realizador coreano Na Hong-ji sumerge al espectador en una historia oscura y con ingredientes interesantes, aunque no suficientes para conformar una totalidad efectiva. Reiterados asesinatos modifican la tranquilidad de un pueblo coreano. Los rumores comienzan a relacionar los hechos con la reciente llegada de un nuevo vecino: un anciano japonés que no se comunica demasiado con el resto de los habitantes. En un contexto en el que la superstición tiene cada vez más sentido, uno de los policías encargados de investigar se involucra en primera persona cuando percibe que su familia está siendo amenazada. En presencia del diablo (Goksung / The Wailing, 2016) es un film de terror que logra que el espectador se involucre con el argumento desde el inicio. Y a medida que transcurren las situaciones, la tensión avanza hasta generar una expectativa que el guión no abandona, pero tampoco resuelve completamente. El film de Na Hong-ji tiene particularidades que lo hacen atrapante y también similitudes con otros del género, como por ejemplo El exorcista. La posibilidad de que existan fantasmas, la idea del diablo como intangible, y la necesidad de recurrir a lo espiritual para salvarse (en este caso específico a chamanes) son algunos de los aspectos que aborda el film. No hay dudas de que el público se retirará del cine pensando en lo que vio. Porque la historia atraviesa, en el mejor o peor de los sentidos, y no es indiferente.
INFIERNO GRANDE Hay films que parece que a lo que apuntan es simplemente a contarte una historia, introducirte unos personajes más o menos identificables y una serie de hechos más o menos concatenados, pero lo que en realidad hacen es impregnarte, envolverte paulatinamente en una capa espesa hasta adherirse como una costra viscosa y pegajosa, dejándote al final con la pregunta de qué es lo que pasó acá, cómo llegamos a esto. Es el caso de ciertos films de David Lynch (Carretera perdida, Mulholland Drive) o Takeshi Miike (Gozu), películas que arrancan bajo el amparo de algún género del que sostenerse para luego dispararse a lugares imposibles de definir. Es el caso de este tercer film de Na Hong-jin. Aquí todo comienza en un pueblo chico en donde se desatan una serie de crímenes brutales en varios hogares protagonizados por algún familiar enloquecido a medio camino entre el poseído y el zombie. El protagonista es Jong-goo, un policía de rango menor, torpe, ineficiente, miedoso y de pocas luces, un tarambana impresentable que da más para la comedia. Un poco como también arrancan los protagónicos de algunos de sus compatriotas más famosos: El de Oldboy de Park Chan-wook o el de The Host de Bong Joon-ho. Y al igual que estos seguirá un derrotero que los transformará por completo. Descreído de los rumores que señalan causas sobrenaturales como las causantes de los crímenes y el enloquecimiento de los pobladores, en particular desde la llegada de un viejo japonés que vive en las afueras del pueblo, se mantendrá en esta postura hasta que la tragedia lo alcance y se le meta en su propia casa. A partir de allí todo se descompone y se acaba la gracia y la comedia. El personaje se hunde entonces en el desconcierto y la desesperación y empieza a actuar de una manera en la que jamás había soñado. El mal que ataca al pueblo opera como una infección, como una epidemia que contamina todo a la manera de las plagas que vemos en Nosferatu o la presencia parasitaria de Salem’s Lot, intrusiones que van pudriendo el lugar hasta diezmarlo. Se trata de algo extraño, un mal que viene de afuera pero que ataca el adentro, invade el interior de sus víctimas las cuales se vuelven contra sí mismas y contra aquellos que aman. Na Hong-jin maneja aquí con total desparpajo el cruce de géneros. Así, lo que empieza como un policial con toques de comedia y costumbrismo deriva en un thriller asfixiante, mezclando además de manera promiscua fantasmas, demonios, posesiones y demás sub-géneros del relato de terror. La trama se va complejizando y enrevesado hasta que en algún punto de su extenso metraje uno descubre que ya no sabe bien lo que está sucediendo. Y no esperen que al final todo se aclare. Sin embargo da la impresión de que al realizador eso le importa bien poco, que lo que le interesa son los climas ominosos, la tensión sostenida, la atmósfera cada vez más enrarecida. Como en el caso del mencionado David Lynch donde no se trata tanto de comprender lógicamente lo que está pasando aunque se presenten pistas (más de una vez falsas) y se den giros y vueltas de tuercas. Se trata más bien de sumergir al espectador en el ámbito de lo siniestro como algo que no es racionalmente aprehensible. Con una fachada mainstream y una factura técnica impecable, En presencia del diablo es sin embargo una película visceral, un viaje al corazón de las tinieblas. Una experiencia original y estimulante. EN PRESENCIA DEL DIABLO Goksung. Corea del Sur, 2016. Dirección: Na Hong-jin. Intérpretes: Kwak Do-won, Hwang Jung-min, Jun Kunimura, Chun Woo-hee, Kim Hwan-hee. Guión: Na Hong-jin. Fotografía: Hong Kyung-pyo. Música: Jang Young-gyu, Dalpalan. Edición: Kim Sun-min. Duración: 156 minutos.
El filme del surcoreano Na Hong-Jin está ambientado en un pequeño pueblo, navega por distintos géneros y siembra el terror con estallidos de genialidad. Lo más sorprendente de En presencia del diablo, la segunda película surcoreana que se estrena este año después de Invasión zombi, es su capacidad para hacer equilibrio entre las cuerdas de varios géneros sin caerse jamás. Pasa de la comedia al terror y del drama familiar al policial con la habilidad de un trapecista. Como si para su director, Na Hong-Jin, ya no fuera posible hacer una película sin tener en cuenta la historia reciente de los géneros que aborda. En presencia del diablo cuenta cómo en un pequeño pueblo empiezan a ocurrir cosas raras: desde hallazgos macabros con señales de culto satánico hasta posesiones demoníacas. Las apariciones de los cadáveres son tan escalofriantes que los habitantes del lugar pasan de la preocupación al miedo, hasta que un grupo de policías medio torpes comienza la búsqueda del responsable. Todos los dedos apuntan al más extraño, que en realidad no es del pueblo. Todos lo llaman “japonés”, un ermitaño mayor que no articula ni una palabra. Hay que reconocer que el director utiliza los elementos de los distintos géneros de manera extraordinaria: hay niñas poseídas como en El Exorcista que se comportan como zombis que atacan a la yugular como vampiros. A esto hay que sumarle que los exorcismos se practican con rituales paganos liderados por chamanes, y todo en el marco de un thriller lluvioso que tiene como eje a un padre que busca desesperadamente frenar el mal que aqueja a su hija y atrapar al culpable, que no se sabe si es una persona o un fantasma. La película pone trampas en la trama: conduce al espectador por un lado para después llevarlo por otro, y luego regresarlo al punto de partida. De esto modo, el filme se ve más preocupado por los giros y las sorpresas que por la forma. ¿Por qué el sospechoso es un japonés? El director, consciente o inconscientemente, desliza una sutil discriminación hacia sus vecinos nipones, como la que ejercen los habitantes del pueblo con el principal sospechoso. He aquí el centro moral de la película: los japoneses encarnan el Mal, son el Diablo, los fantasmas que hay que combatir y echar del pueblo. Sin embargo, la película tiene estallidos de genialidad que conjuran estas fugas innecesarias. Y si bien el final se deja adivinar, es tan efectivo como perturbador y quedará en la iconografía del mejor cine de terror.
Tras la popular “Invasión zombie” llega otro éxito comercial coreno que combina acción, suspenso y terror aunque sin resultados tan sólidos como los de aquel filme. Lo nuevo del director de “The Chaser” se centra en los misteriosos asesinatos y enfermedades que plagan a una aldea a partir de la presencia de una figura diabólica. Vi EN PRESENCIA DEL DIABLO (THE WAILING) en el Festival de Cannes y me decepcionó un poco. Si bien anteriores películas de Na como THE CHASER y THE YELLOW SEA están entre lo mejor y más efectivo del cine de género comercial coreano, su nueva película me resultó agotadora en su laberíntico plot, sus cambios de tono, su cruce de géneros (algo que es usual en el cine coreano pero que aquí me parecía manejado muy bruscamente) y, sobre todo, su excesiva duración de 156 minutos, que no está del todo justificada por su trama. Na tiene un evidente talento para poner en escena situaciones de tensión y violencia y hay varios momentos sueltos de la película que son verdaderamente impactantes tomados por sí mismos, pero esta diabólica historia sobre un extraño y misterioso anciano que podría estar causando estragos y muertes en un pueblo (y eso es solo el principio) me resultó agobiante, muy alejada de la concentración narrativa y temporal que sí tiene otro de los recientes y exitosos filmes coreanos como la impactante película de zombies TRAIN TO BUSAN (estrenada aquí como INVASION ZOMBIE). De todos modos, si se conforman con una película que posee algunos grandes momentos y un par de espectaculares escenas, EN PRESENCIA DEL DIABLO puede interesarlos. Es un filme que arranca como un thriller policial en un tono casi cómico y para el final ya hemos pasado al horror hecho y derecho. Pero dos horas y media para llegar a eso me resultaron excesivas y desproporcionadas. Como he dicho más de una vez, es de esas películas que, tal vez vista fuera de un festival tan exigente como Cannes, pueda mejorar…
Hay un pueblo donde aparece una rara y terrorífica afección. Hay un detective, hay una niña, hay un chamán y un japonés misterioso (en Corea los japoneses no son precisamente queridos). Con estos elementos, se crea un tapiz social y sobrenatural muy impresionante, un film con la densidad de una novela clásica que no deja de lado ni la poesía ni el estremecimiento. Los coreanos están haciendo una parte considerable del mejor cine actual, y esta película lo demuestra.
Construir el miedo "En presencia del diablo" trata sobre un pueblo coreano en el que ocurren una serie de asesinatos salvajes y misteriosos. Los rumores se propagan a causa de la presencia, desde hace poco tiempo, de un anciano extranjero que vive como un ermitaño. Pero un policía cuya familia está directamente amenazada, cree que se trata de crímenes sobrenaturales. La ansiedad social de la que solemos ser víctimas; el tener todo ya; el llegar ya, antes que los tres de adelante, en el subte; escalar rápido; tener la primicia; competir sólo para ganar: el camino es olvidado y sólo evaluamos según la respuesta al estímulo. Es por ello que nos acostumbramos a ver filmes de terror en los que apenas importa que sean aterradores, a fuerza de sobresaltos, monstruos que den miedo o efecto “gore”, que salpique sangre y nos obligue a quitar la mirada de la pantalla. La vanguardia cinematográfica de Oriente, específicamente de Corea del Sur, no sólo se basa en lo novedoso, sino en reestablecer las bases artísticas o de género que están en el otro extremo de la búsqueda ansiosa de asustarnos instintivamente. De esta forma, “En presencia del diablo”, en sus dos horas y media de duración, construye el miedo, lo planta con escenas fuertes y lo fortalece más con situaciones policiales y de desesperación. En la tormenta, como en la quietud, no deja de crecer. La historia La policía de un pequeño pueblo rural debe investigar un extraño asesinato con rasgos de brujería. Un japonés llegado hace tiempo al bosque vive como ermitaño y es señalado como sospechoso (en Corea del Sur no quieren mucho a sus vecinos japoneses, lo que hace más lógico el prejuzgamiento espontáneo). El agente Jong-Goo (Kwak Do-won) cree que ese asesinato y otros hechos extraños que suceden en el pueblo están vinculados a algo sobrenatural, y cuando su familia se vea amenazada por algo que escapa a su comprensión, hará todo lo posible por resolver el misterio. Subidos al caballo victorioso de “Invasión zombie”, que se estrenó en enero y logró gran repercusión mundial, Corea vuelve al ataque con el cine de género aunque con una propuesta que se aleja bastante de la ya estrenada, porque en vez de mirar hacia Occidente, se concentra en su forma de filmar. Resulta extravagante, compleja, en constante ascenso en el suspenso y, del mismo modo, atractiva.
Esta producción en apariencia se subsume en el género del terror, instalando un verosímil más que interesante y atrapante, pero que a poco de comenzar comienza a realizar cruces de género derivando en un sinfín de tropiezos narrativos que, sumado a la excesiva duración, termina en el lugar del tedio. La falta de resolución de las variables da por tierra los muy logrados momentos que posee. Lo mismo sucede con los temas que intenta abarcar, el amor filial aparece como principal, pero subyace en el texto la idea de lo foráneo como causa primordial del desastre. El filme abre con un personaje pescando plácidamente en un lago, observando una escena familiar. Luego sabremos que éste pescador es un recién llegado, japonés él, instalado en un pequeño pueblo de la campiña surcoreana. Comienzan a suceder extraños casos de asesinatos, una enfermedad sin explicación, alguna transforma a sus habitantes y los convierte en asesinos de su propia familia. El primer caso es cubierto por el sargento Jong-goo, quien no comprende ni encuentra indicios para una explicación lógica de los sucesos, pero todo cambia cuando estos hechos se hacen más profusos y terminan involucrando a su propia hija. Dentro de la obra son reconocible los homenajes a filmes como “El exorcista” (1973), y en una misma proporción satirizar al cuerpo de policía, situación común en producciones surcoreanas de los últimos años, aquí sumándole la denuncia de corrupción y falta de formación de sus integrantes. Increíblemente lo mejor que posee el filme es la presencia en ausencia del mal por antonomasia, el trabajo de los espacios vacíos, plenos de un diseño de sonido que invade la imagen, completan y dan lugar al desarrollo de lo narrado, simultáneamente el uso excesivo del recurso, sin agregar nueva información hace de esto una planicie de la que le cuesta en muchos momentos despegarse. La primera hora es de una excelencia envidiable, luego parece que la idea original se quedo en es, sólo idea, el resto de la realización tiene unos pocos momentos de lucidez, todas aplicadas a los giros narrativos o temáticos, en las que se aplica el abanico de posibilidades de lecturas, gracias a la universalidad del género principal.
EL TEMOR A LO EXTRAÑO Una serie de raras muertes, un detective que comienza a investigar y se deja influenciar por los chismes del pequeño pueblo, un solitario y extraño japonés al que vinculan con los crímenes. Y un torpe policía, que de a poco comienza una investigación que lo terminará enfrentando al extranjero, del cual no se sabe si es un brujo o una simple persona a la que se le acusa por miedo, en un duelo de creciente tensión. En presencia del diablo (título bastante inapropiado con la que se la conoce en la Argentina) es la nueva película de Na Hong-Jin, uno de los directores más interesantes del cine de Corea del Sur (The chaser y The yellow sea ya lo confirmaban). Algunas de las constantes de su cine vuelven a estar presentes: la llegada de un extranjero (como en The yellow sea) que siempre representa el mal o eso de lo que se debe desconfiar; y la negligencia de la policía para resolver los misterios o muertes (como en The chaser), que contribuyen desde diferentes vertientes a un clima de inquietud e inestabilidad permanente. Sin embargo, En presencia del diablo es su primera película con elementos que podríamos tildar de sobrenaturales y que la pueden acercar al cine de terror. La duración (es bastante larga, característica del cine de género en Corea del Sur que no siempre le da buenos resultados) esta vez funciona por el quiebre que la película tiene de la mitad en adelante, que resignifica lo visto previamente y potencia los minutos finales. Es una gran secuencia, construida en base a un montaje paralelo que exhibe los rituales del chamán traído al pueblo para combatir el mal y el extraño japonés. Film efectivo, que sostiene su premisa sin problemas, En presencia del diablo es una nueva muestra de la capacidad del cine surcoreano para construir una mirada propia sobre diversos géneros, a los que les otorga una mixtura sumamente distintiva.
Si es surcoreano, es bueno. No les voy a mentir, no tengo una explicación lógica, pero desde hace por lo menos cinco años tengo la seguridad de que si voy a ver una película coreana, esta va a ser de buena a excelente. No me interesa saber quien es el director, ni siquiera me gasto en leer la sinopsis; la regla nunca falla, el 100 % de las veces me voy contento de la sala. Nunca estuve tan seguro de algo en mi vida, tal es así, que si voy a un festival lo primero que hago es sacar las entradas para todos los films que provengan del país originario del supermercado de mi cuadra. Si pudiera, le preguntaría al cajero del super – mientras compro una soda de tercera línea – como hicieron para reformular el cine de monstruos con The Host, o el de zombies con Train to Busan, o de donde sacan ideas tan retorcidas Kim Ki Duk o Park-Chan Wook. Digo “si pudiera”, porque cuando uno ve films como En Presencia del Diablo, no puede creer la enfermedad mental (con toda la intencionalidad positiva que pueda tener esta frase) que tienen estos tipos en la cabeza, Yo hasta la cola Manaos me animó, pero ya preguntarles por el final de Oldboy es demasiado En presencia de una genialidad: La hago corta, no les voy a contar de qué la va En Presencia del Diablo, para eso pueden leer la sinopsis más abajo, pero sí les voy a explicar porque es un peliculón; y no, no me pagó la embajada coreana. Es un peliculón porque: presenta al policía más inútil, incompetente, pusilánime y patético desde el Jefe Gorgori y lo convierte en uno de los protagonistas más ricos, queribles y complejos de que los tenga memoria en el cine moderno. Porque hace referencia al cine occidental pero tiene la valentía para darlo vuelta y dejarlo en ridículo frente al terror oriental, porque te hace una analogía política pero no te la refriega en la cara cada dos minutos, porque se acuerda que el humor también existe en el género, porque aprecia el silencio y evita el susto fácil, porque pone al espectador en inferioridad de condiciones constantemente, porque ya era hora que los niños inocentes vuelvan a ser antagonistas, porque no hay nada más horroroso que un hombre adulto japonés en pañales y finalmente, porque hace que un metraje de dos horas y media se pase volando. Conclusión: En Presencia del Diablo es un mimo para cualquier amante del terror, y por sobre todas las cosas, para todo cinéfilo cínico y cansado con las decepciones constantes. A usted le digo, señor que añora el cine americano de los 70s, a usted que extraña el cine francés de los 60s, que ama el cine ponja y se miró toda la saga de Ringu y después mintió cuando le preguntaron si fue a ver La Llamada 3. Sí, a usted, el mensaje es claro y viene de Corea del Sur: Hay esperanza, crea en el poder del cine y será renovado.
Fenómenos paranormales, muertos vivientes, figuras satánicas, asesinatos por doquier y sangre, mucha sangre, son los elementos principales que constituyen a En presencia del diablo, la nueva película de Na Hong-jin. Luego de que una serie de extraños asesinatos azotaran Goksung (un pequeño pueblo de la provincia de Jeolla del Sur en Corea del Sur), el sargento Jong-Goo, un policía poco capacitado, deberá ponerse la investigación al hombro y tratar de descubrir qué es lo que realmente está ocurriendo. A partir de una sucesión de eventos imprevistos la investigación tomará un nuevo rumbo: lo sobrenatural. Los habitantes del lugar comenzarán a sospechar que un japonés que vive en las afueras del pueblo es el culpable de todo lo que está pasando. Por otro lado, Jong-Goo deberá luchar también por salvar la vida de su única hija. La tercera película del director surcoreano (The Chaser y The Yellow Sea) cuenta con la participación de Kwak Do-won, Hwang Jung-min, Chun Woo-hee, Jo Han-cheol, Jun Kunimura, Jang So-yeon y la pequeña Kim Hwan-hee, quien destaca por su gran actuación. Si bien la película se enfoca en el terror, el director juega con los diferentes géneros dejando entrever desde momentos cómicos hasta escenas enteramente policiales o plenas de horror. Además, a pesar del largo de la duración del film, logra mantener el suspenso en todo momento y sorprender con giros completamente imprevistos. Otra cosa para destacar del film es la fotografía y la puesta en escena. Estos dos aspectos se acoplan a la perfección y realzan la intensidad de cada escena logrando que la película genere constantes momentos de tensión. En presencia del diablo se aleja por completo del terror industrial norteamericano y muestra que es posible realizar una película que realmente perturbe al espectador por su historia y no por recurrir a los screamers en cada momento.
Cuando una película te mantiene el suspenso hasta al final, cuando la intriga de saber quién es bueno y quien es malo dura los 156 minutos de la película quiere decir que es una película que es excelente y merece un diez. Pero en el caso de esta peli surcoreana se queda en eso. Podemos destacar la fotografía, la bando sonara, la actuación de la pequeña, sin embargo no se queda con el diez. Resta puntos la ridiculez de algunos personajes, los enredos que confunden de más, las trampas del director. Es un película que parece de humor, parece un drama, parece de terror, parece thriller y se queda en eso, en el parece. No deja de ser una película de una puntuación media por los elementos destacados anteriormente, pero me parece que le han tirado muchas flores a esta, a comparación de “Invasión Zombi” que es una película merecedora de una promoción. Mi recomendación: No vayas al cine, es muy larga y si tomaste mucho agua antes de verla (como yo) te vas a comer un garrón cuando quieras salir a despachar, mirala en tu casa.