Incluso las mejores relaciones pueden no terminar de la mejor manera. La carrera de Mark Schultz (Channing Tatum), ganador de medalla olímpica por lucha libre, cobra forma cuando es contactado por John du Pont (Steve Carell), un millonario con un punto de vista netamente Republicano. Gracias al apoyo económico y moral de John, Mark logra destacarse por sobre su hermano David (Mark Ruffalo), también luchador. Pero el vínculo entre ambos no tardará en agriarse. ¿Un film deportivo? Si bien tiene secuencias de lucha libre, se trata de un drama denso y oscuro, una demostración de que el sueño americano tiene su parte siniestra. Bennett Miller, director de Capote y de Moneyball, vuelve a contar otra historia sobre un hecho verídico, siempre con un estilo sin estridencias, concentrándose en los personajes, observando sus acciones sin juzgarlos. Un irreconocible Steve Carell se luce como Du Pont, en un papel que podría valerle una nominación al Oscar. No menos destacada es la actuación de Channing Tatum (viene demostrando que no sólo puede rendir cómo héroe de acción) y la del siempre estupendo Mark Ruffalo. Aunque no llega al nivel de sus trabajos anteriores, Miller consigue con Foxcatcher otro interesante film que, sin duda, seguirá llamando la atención en festivales y premiaciones.
Mecenazgo y alienación. Uno de los mayores motivos del cine estadounidense más valioso ha sido y sigue siendo la decadencia moral de una sociedad basada en buena medida en la egolatría, el consumismo, la perseverancia, el chauvinismo y esos sueños de grandeza propios del imperio que destronó a casi todos sus antagonistas transoceánicos. Una y otra vez Hollywood ha vuelto al análisis pormenorizado del costado menos apacible de la utopía de la riqueza y la gloria, exégesis que resulta muy fácil de exportar debido a esa misma estrategia centrada en la consignación cosmopolita ad infinitum de paquetes simbólicos en directa sintonía con los locales: hablamos de una suerte de sincronización cultural que se extiende hasta el presente. Así las cosas, indudablemente desde nuestro querido sur no tenemos ningún problema para identificarnos con la historia que Bennett Miller nos ofrece en esta oportunidad, un nuevo ejemplo de angustia contenida. Combinando en igual proporción el mecenazgo medieval y la fábula del capitalismo maltrecho a la Charles Foster Kane, Foxcatcher (2014) es un retrato asfixiante de la relación entre John du Pont (Steve Carell), un multimillonario, filántropo ocasional y entusiasta de los deportes, y los hermanos Mark (Channing Tatum) y David Schultz (Mark Ruffalo), dos campeones olímpicos de lucha libre contratados por el magnate para encabezar el equipo oficial norteamericano en las competencias de Seúl 1988. Si bien esta es la tercera propuesta del realizador inspirada en eventos verídicos, lo cierto es que aquí el tono del relato está más cerca del drama tétrico símil estudio de personajes de Capote (2005) que de las ambivalencias laborales de la mucho más luminosa El Juego de la Fortuna (Moneyball, 2011), lo que desemboca en la obra más opaca y fascinante de Miller. Dejando de lado por completo el atajo de la tensión homosexual entre los hombres, el cineasta apuesta todas sus cartas a un claroscuro enigmático -sustentado en diálogos escuetos y una distancia semi contemplativa- que araña la superficie de las situaciones para que los espectadores sistematicen por su cuenta las patologías psicológicas involucradas. De hecho, la trama adopta un laconismo consciente y pone en cuestión las contradicciones de Mark y su benefactor, utilizando con perspicacia la potencialidad alegórica del trío protagónico: el primero funciona como un arquetipo de la ansiedad exitista del ciudadano promedio y sus corolarios masoquistas (siempre a la sombra de su hermano mayor), el segundo representa la alienación de la grandilocuencia manchada con sangre (el poderío del clan familiar depende de los convenios gubernamentales con sus industrias armamentista y química), y David es el paladín de la ética y la vida sosegada (al privilegiar a su esposa e hijos, actúa como mediador en las pugnas que se van suscitando en esta dinámica vincular). Más allá de la destreza de Miller en cuanto a la dirección de intérpretes que no habían sido aprovechados hasta este momento, y sin intención de restar méritos a Ruffalo, Tatum o una exquisita Vanessa Redgrave como Jean du Pont, madre y eje de los dilemas edípicos de John, es evidente que estamos ante un trabajo prodigioso de Carell, otro apellido que se suma a la lista de comediantes que brillan en papeles trágicos. Foxcatcher es una película profundamente nihilista porque no hace alarde de un deterioro progresivo sino que se vuelca hacia la descripción de seres desfasados y engullidos por la colectividad, a espera de una “consagración” en donde lo social obcecado pesa más que la satisfacción individual…
Cazador de sueños. A diferencia de lo que comúnmente podría sugerir, Foxcatcher es una película que confabula contra su aparente premisa de biopic académica. Reconstruir el asesinato del luchador olímpico Dave Schultz a manos del perturbado millonario John du Pont es la excusa del director Bennett Miller para volver a camuflarse en los márgenes de un historiador verídico y así trabajar sobre una relación de opuestos que se asocian al confundir patologías vulnerables con beneficios superficiales. Hay matices compartidos con Capote, la opera prima de Miller, en donde un literato extravagante se acercaba por mero interés a las miserias de un desamparado social mientras se vislumbra el salvajismo inquieto de un país culturalmente impiadoso. La panorámica de unos años ochenta templados nos acerca a la rutina melancólica que atormenta al deportista olímpico Mark Schultz (Channing Tatum, en la personificación de un orangután) y la relación áspera que mantiene con su hermano mayor Dave (Mark Ruffalo, luciéndose con esmero), quien contrariamente sí goza de un bienestar anímico. Ambos se consagraron en la lucha libre olímpica, pero a Mark lo agobia la falta de incentivo nacionalista en la sociedad hasta que es tentado por el magnate John du Pont (Steve Carell y el morbo de perturbar a los comediantes), quien le ofrece servir de sponsor y alojarlo en su rancho de Pensilvania durante el entrenamiento para conseguir la medalla en Seúl 1988. Mientras siembra los indicios obsesivos de sus personajes al ritmo de un homoerotismo palpable, Miller escarba las grietas de una dinastía oligarca en los ideales de un líder mentalmente quebrado. Conforma al espectador ordinario demostrando ser prolijo para los melodramas pero especula con hacer una lectura pesimista de la turbia herencia aristocrática que rodea a du Pont y describiéndolo como un benefactor mercenario de amistades financiadas que en un brote de caprichos oprimidos planea montar un discurso chanta. La fijación en los retratos artísticos, el clientelismo con empresarios, la chamuyada hipócrita y el derroche del patrimonio son herramientas de las cuales se jacta para corromper el espíritu virginal de un huérfano pasivo como Mark y dominar sus dotes de atleta corpulento. Empleando una narrativa opresiva, Miller invita a descifrar el orgullo norteamericano, destapando los fundamentos retorcidos que sembró la riqueza bélica en su abasteciendo de armamento a todo el país. Es en esta deconstrucción que se viraliza el síndrome sectario del patriotismo y que se exprime dentro del Team Foxcatcher, el gimnasio que dirige du Pont para manipular y adiestrar bajo los efectos de la propaganda. La inspiración insulsa que domina a Mark pronto se verá desenmascarada por instancias de bajeza que dan vergüenza ajena. Un proceso de lobotomía al que de a poco se le ven los hilos. En contraposición al clasicismo profesional que decoraba los objetivos éticos estadounidenses en la previamente aclamada El Juego de la Fortuna, esta vez Miller pasa a un drama deshidratado que presiona con moderación a la audiencia, utilizando una cámara sobria para acompañar los altibajos y en su desarrollo testear eso de que la sangre es invaluable. Foxcatcher es un relato hipotérmico que delata la estafa maestra de una cultura que prevalece impune y las consecuencias de contradecir a un patriota en plena campaña.
100% lucha Experto en biopics e historias basadas en casos reales (venía de hacer Capote y la muy atendible Moneyball: El juego de la fortuna), Bennett Miller ganó el premio a Mejor Director en el último Festival de Cannes con un film en el que reconstruye la extraña relación que se estableció en los años ’80 entre el multimillonario John Eleuthère du Pont (notable trabajo de Steve Carell) y dos hermanos campeones de lucha libre (Mark Ruffalo y Channing Tatum). Así como en Moneyball… exploraba la trastienda del negocio del béisbol, aquí Miller expone en detalle la experiencia física de los luchadores, las tensiones entre estos dos hermanos, y luego las contrasta con el universo del excéntrico filántropo y referente del poderoso emporio químico obsesionado por convertirse en entrenador del equipo (al que llama Foxcatcher) que se prepara por competir en los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988. No conviene adelantar nada más de la trama (aunque una rápida búsqueda en Internet puede convertirse en un spoiler indeseable), concebida por el talentoso director y sus tres extraordinarios actores con una amplitud de recursos y matices (van desde la comedia hasta el melodrama) que no suelen abundar en el cine mainstream norteamericano, sobre todo a la hora de reflejar las contradicciones entre clases sociales tan opuestas.
Foxcatcher es una imperdible película que ya de sólo ver el afiche te dan ganas y curiosidad de verla, aunque más no sea para poder disfrutar del trabajo impresionante de estos excelentes actores. A partir del momento en que un irreconocible Steve Carrell aparece en pantalla con una construcción de personaje maravillosa, la producción toca...
Ubicada en tiempo y espacio en los Estados Unidos de los años ´80 la película de Bennet Miller (Capote; Moneyball) narra con maestría la sórdida relación entre un magnate devenido en coach de lucha libre y dos hermanos que acceden a su protección económica para entrenar en vistas de las Olimpíadas en Seúl 1988. Basada en un caso real, Foxcatchers tiene muchos detrás de escena: el primero y más evidente el de los atletas amateur en Estados Unidos, librados al azar en una sociedad que ultraprofesionaliza algunos deportes pero abandona otros; luego, el de los emporios económicos detrás de las promesas del deporte, millonarios que acceden a la compra de equipos enteros o de deportistas en particular, tanto como compran armas o tanques militares, compran un primer premio en un certamen de pueblo. John Dupont, dueño de una de las empresas de químicos más importantes de EEUU, es retratado en las memorias de Mark Schultz, ganador de la medalla olímpica en 1984, en el que se basa esta pelicula, como un benefactor celoso y hambriento de poder; Miller, a través de la estupenda recreación de Steven Carell lo muestra en su faceta más personal, un hombre sometido por la mirada de una madre autoritaria, que carga una batería de deseos reprimidos y que se rodea de hombres atléticos y musculosos de la élite del deporte pero de baja clase social. “Esa es una actividad baja y no quiero que seas bajo” le repite la madre. Esa relación de sometimiento madre-hijo, se replica de algún modo en la relación que establece con Mark,este joven que aspira antes que nada a ser campeón del mundo de su disciplina y luego a ganar otro oro olímpico. Esos momentos John-Mark logran un grado de perversión interesante. Hay algún abuso de símbolos como la simulación que hace de ser un entrenador frente al grupo de jóvenes cuando aparece la madre en el gimnasio o la liberación de los caballos tras u muerte, pero en general la pelicula es más generosa en las entrelineas narrativas a través de abundantes elipsis, no muy frecuentes en el cine norteamericano, que dan un aire, y sobre todo un ritmo que se detiene más en las semblanzas de sus personajes que en las acciones que ellos realizan. Miller apuesta más a un cine de personajes que a un cine de hechos, elección con la que el film gana, sin dudas. Por lo cual, termina siendo no la típica pelicula triunfalista de enfrentamiento deportivo, en todo caso asume una crítica hacia ese nacionalismo a ultranza o ese personalismo lacerante de ciertas figuras patológicas detrás del financiamiento de las estrellas del deporte. Y en ese sentido la critica al modo republicano del acceso al poder y al éxito se hace notar bastante.
Conocerás a un hombre viejo y ruin “¿Qué es lo que saca él de todo esto?” le pregunta Dave a Mark Schultz. Se refiere al millonario John du Pont, quien le ha hecho a Mark una oferta demasiado buena para ser verdad: que el ex campeón olímpico de lucha libre vaya a vivir con él y lleve su equipo de atletas a por el oro en las próximas olimpíadas. Se trata del típico cuento de hadas que sólo pasa en las películas, con la excepción de que éste se basa en hechos reales. Hechos por los cuales la Justicia halló a John du Pont culpable de homicidio en 1997. Channing Tatum es Mark Schultz, un luchador olímpico que podría haber tenido clase, podría haber sido un competidor, podría haber sido alguien en vez de un vagabundo, que es lo que es. Vive a la sombra de su hermano mayor Dave (Mark Ruffalo), quien también es un ex medallista olímpico pero lleva la ventaja de tener una familia y encontrarse a gusto entrenando en escuelitas. Una noche, Mark recibe una llamada de parte de du Pont. Tiene una propuesta para hacerle. Manda un helicóptero a buscarlo. Steve Carell es John du Pont, heredero de la dinastía du Pont, una incestuosa familia de sangre azul que recuerda a los nombres Astor, Rockefeller y Vanderbilt en la medida en que cada generación supo estar en el lugar y momento correctos a lo largo de la historia de los Estados Unidos (manufacturando pólvora o polímeros). Es importante comprender la historia, ya que pesa sobre los hombros de John y guía todas sus acciones. Efectivamente, lo primero que hace cuando Mark se muda a su dominio (“Granjas Foxcatcher”) es darle un video instructivo sobre la historia de su familia. ¿Pero quién es John du Pont? “Ornitólogo, filatelista, filántropo” repite John una y otra vez, como si fuera su mantra. Ahora quiere ser entrenador olímpico y cultivar atletas en su granja como si fueran hortalizas. Ante todo quiere sentirse como un líder, quizás por el tedio de una vida mimada, quizás porque quiere honrar el nombre de su familia y sanar su baja autoestima, quizás porque quiere ganarse el orgullo de su decrépita madre (Vanessa Redgrave), quien sólo cree en la pureza de los caballos de carrera. La madre se halla confinada en algún lado de la mansión, dedicada a humillar a su hijo porque siente que su hijo la humilla a ella y a la familia. Mientras tanto el ingenuo Mark observa todo desde una pequeña cabaña ubicada a los pies de la mansión, la cual tiene prohibido entrar. Algo huele a Psicosis (Psycho, 1960), aunque al verdadero du Pont le hubiera gustado tener el carisma de Norman Bates. Steve Carell le interpreta como alguien prematuramente viejo, abstraído de la realidad y perdido en un mundo ficticio sostenido por dinero y una desequilibrada fe en sí mismo. Este es el primer gran papel dramático de Carell y se nutre brillantemente de sus facetas más oscuras como cómico. De hecho John du Pont recuerda mucho a su personaje en The Office, Michael Scott: un tipo socialmente inepto que fuerza el buen humor de los demás porque quiere ser el centro patriarcal de atención y afecto de todos aquellos que le rodean. De a momentos, si entrecerramos los ojos, parece estar haciendo del gemelo malvado de Michael Scott, lo cual pone en peligro el verosímil de las partes menos solemnes de la película. En definitiva Carell, Tatum y Ruffalo exageran sus atributos públicos de vergüenza, lentitud y bonhomía respectivamente (aunque Carell es el que se roba las escenas). Pero por sencilla que sea la operación, el talento del director Bennett Miller hace de Foxcatcher un ominoso y elegante thriller fundado en un rico estudio de personajes que nunca deja de ser fascinante. Miller toma una historia inusual pero real, de las que rellenan los diarios con un poquito de intriga – como El juego de la fortuna (Moneyball, 2012) – y nos convence de la tragedia interna de sus personajes y las drásticas consecuencias de sus acciones.
El enigmático du Pont Foxcatcher está muy bien narrada. Se trata de una historia basada en hechos reales, ambientada en los ’80. El modo elegido para contarla deja vestigios de lo que es capaz de dar un director como Bennett Miller, quien había demostrado su gran capacidad detrás de la cámara con aquellos convincentes films llamados Moneyball y Capote. La cinta saca provecho no sólo por lo interesante que se perciben los acontecimientos que tienen lugar en ella, sino también por el excelente trabajo actoral del trío conformado por Steve Carell, Channing Tatum y Mark Ruffalo. Cada uno de ellos se adapta a lo que le exigen sus roles, tanto en lo que concierne a las expresiones faciales como en las posturas y en las formas de caminar, de moverse y de gesticular. En este punto vale remitirse especialmente a Steve Carell, quien sorprende con una interpretación magnífica al meterse en la piel de John du Pont, un millonario que convoca a Mark Schultz (Tatum) de cara a los juegos olímpicos en la categoría de lucha libre con el fin de promoverlo, entrenarlo y proclamarse como su mentor. Lejos de la faceta de comediante que le conocemos, Carell consigue que cada vez que su personaje aparezca en escena le transmita desconcierto al espectador, con ciertos aires de intriga. El sujeto que compone se hace respetar con su sola presencia, con su mirada y con un carácter que se va tornando cada vez más imprevisible. Desde el momento que realiza su primera aparición, el observador puede experimentar la sensación de que algo no le cierra acerca de la enigmática personalidad del acaudalado. Foxcatcher transita casi constantemente de manera pausada mientras expone las situaciones con una apreciable fuerza magnética. Otro mérito de Miller radica en el modo en que maneja los diálogos, la incomodidad que puede derivarse de algunos de ellos y también los silencios. Un drama que quizás en algún instante parece estancarse ante la dificultad para cambiar de matiz; sin embargo, a su ritmo, le encuentra la vuelta al asunto y muta lentamente hacia un costado más oscuro y alarmante. Es en esos pasajes (y a través de la aptitud de los intérpretes) cuando la narración nos comienza a atrapar en escalas crecientes hasta llegar a un desenlace que, aunque sea conocido por muchos por tratarse de un evento real, estremece y sacude fuerte. Esperada con ansias por gran parte del público, la proyección dirigida por Bennett Miller casi no sufre intermitencias y gana puntos gracias a la firmeza de su realizador a la hora de plantar los sucesos en escena. Clave resulta el trío principal del reparto, destacándose y sorprendiendo, como se mencionó antes, Steve Carell en un rol totalmente distinto al humorístico en el que se hallaba encasillado. LO MEJOR: la forma en que está narrada. El trío principal y la sorprendente labor de Carell. Magnética. LO PEOR: en ciertos pasajes parece costarle cambiar de ritmo. PUNTAJE: 8,2
Foxcatcher es el primer estreno de 2015 con “olor” a premios y no es para menos debido a sus nominaciones para los Globos de Oro y su gran paso por el Festival de Cannes en donde Bennett Miller se llevó el premio a mejor director. Todos hablan del impresionante trabajo actoral de este estreno y la verdad es que uno se queda corto al describir las enormes actuaciones del formidable elenco compuesto por un irreconocible Steve Carell, Channing Tatum y Mark Ruffalo. Carell se transformó por completo para encarnar al magnate John du Pont y el resultado es inmejorable: cada vez que entra en escena es imposible dejar de observarlo y no quedar atrapado por esa extraña forma de ser de su personaje, su cara de total villano, sus intenciones poco claras y sus gestos ambiguos. Carell logra meter miedo y te hace olvidar por completo que alguna vez interpretó a un virgen de 40 años. Otro que está irreconocible, y no por el cambio físico, es Channing Tatum, quien hace que la prensa y sus detractores tengan que pedirle disculpas por haberlo catalogado como mal actor. Mark Ruffalo ya ha probado su estirpe en varias oportunidades y aquí lo reafirma una vez más. Saliendo de lo actoral, nos encontramos ante una historia real que por momentos parece cien por ciento ficción, lo que hace que el relato sea aún más increíble. Tanto su nudo y, sobre todo, su desenlace serán apreciados por completo por quienes no estén familiarizados con lo que sucedió. Bennett Miller ya había demostrado gran habilidad con Capote (2005) y El juego de la fortuna (2011), y aquí vuelve a reafirmarse como director que pone y deja todo sobre sus actores. Amén de eso, la puesta en escena es genial en todo lo que es recreación de época en suburbios de Estados Unidos de la década del ’80 y la lujosa mansión du Pont. La fotografía también se luce mediante planos cortos sobre los personajes y amplios planos en las locaciones. Ahora bien, puede que a algunos el film los aburra dado que su ritmo no es rápido y además sientan algún tipo de saturación como consecuencia de la paleta de calores. Pero si no les ocurre eso la película les parecerá genial. Foxcatcher es una de esas joyas donde los que disfrutan de un buen trabajo actoral encuentran un film invaluable.
Una de las películas que más suena para las nominaciones de los Oscar. Su director, Bennet Miller (“Capote”), fue distinguido en Cannes. Se basa en un hecho real, la trágica relación del millonario Dupont con los luchadores ganadores del oro olímpico y hermanos Mark y David Schultz. Para el retrato del hombre que piensa que todo lo puede comprar, una patética criatura, que remeda la vida. Steve Carrell, con maquillaje y postizos, logra una creación, aunque el mejor es Mark Ruffalo, y también se luce. El film es oscuro, seco, que exige entrega del espectador, que no le facilita el camino.
Foxcatcher: amistades peligrosas Channing Tatum, Mark Ruffalo y Steve Carell unen fuerzas en “Foxcatcher”, un drama complejo e inquietante dirigido por Bennett Miller (“Capote” y “Moneyball”). La pelicula se centra en la vida de Mark Schultz (Channing Tatum) un luchador profesional cuya carrera, después de haber ganado una medalla olimpica de oro, parece solo decaer hasta que el destino lo encuentra con el peculiar millonario John DuPont (Steve Carell). Si bien esta unión parece favorecer altamente el desarrollo profesional de Mark, su vida comienza a tomar poco a poco el rumbo opuesto y Mark intentará, con la ayuda de su hermano David (Mark Ruffalo) encontrar un balance entre ambas. Basada en hechos reales y con un guión por momentos bastante austero, el punto fuerte de “Foxcatcher” son sus intricados personajes y la manera en que tanto las palabras como imágenes y miradas ayudan al espectador a construir el relato. Brillan unánimemente los tres protagonistas del film (Tatum, Carell y Ruffalo) quienes supieron construir sus personajes de manera puntillosa y medida, sin abusar del dramatismo propio de la historia. Cabe destacar este punto ya que los dramas tan intensos no suelen estar presentes en sus respectivas filmografías. Digna contrincante a varios premios (entre ellos a los Globo de Oro en sus categorías más importantes), ganadora de una palma en Cannes al Mejor Director y en la mira por otros tantos, “Foxcatcher” llega a nuestras salas con una singular perspectiva sobre la fama, la ambición y lo complejo del ser y las relaciones interpersonales.
Cuando en la edición de Cannes 2014 empezó a sonar fuerte esta película y la interpretación de Steve Carell como fuerte candidato a mejor actor debo haber sido una de las pocas personas que no se sorprendieron ya que confío plenamente en las múltiples capacidades de este hombre en pantalla. A esto sumábamos un cast como mucho, interesante por lo que se convertía en una cita obligada en la butaca. “Foxcatcher” es la historia de la granja de un millonario excéntrico (adjetivo que sólo pueden tener los ricos, claro) que eligió patrocinar al equipo olímpico de lucha en Estados Unidos para los Juegos Olímpicos de Seúl en el 88. Los hechos históricos que retratan tienen que ver con los hermanos Schultz y con Du Pont con lo cual no debería sorprender a nadie la trama, pero la verdad más absoluta es que el problema mayor de esta película es que no sorprende nada. Inclusive el guión va a todos los lugares más comunes: retratar al rico como muy rico y poderoso, un poco extraño, un poco demasiado bueno para ser verdad; el atleta tiene que ser básico, necesita estar en la ruina total, no intenta explotar absolutamente nada nuevo. Bennet Miller, su director, es un aparente fan de las biopics. Sus trabajos más conocidos previos incluyen "Capote" y "Moneyball". En ambos casos, destacaban más las interpretaciones que la película en sí con lo cual se ve que es una cuestión de elecciones, pero o no defiende el guión o no hay suficientes momentos como para pensar en un “film de personaje”. Dadas las capacidades actorales de Seymour Hoffman, la primera fue mucho mejor, pero "Moneyball" fue apenas correcta, desaprovechando las posibilidades de Brad Pitt. Sucede por momentos que uno ve y reconoce la maravillosa producción, cuidada hasta el detalle, el uso del fuera de foco, la cámara en mano y lo quirúrgico que se puede pedir a semejante empresa. Pero lo más triste es que te queda el sabor de estar viendo algo a medias, algo a lo que le falta alma. Por eso el título de la review: termina siendo una más del montón. ¿En qué se destaca? El film, de poco más de dos horas, es carente de ritmo pero los actores están probablemente en los mejores papeles en los que los he visto (y eso, sobre todo hablando de Ruffalo es mucho decir), en su mejor momento, con una entrega absoluta. A esto sumemos una maravillosa fotografía, una ambientación impecable. Por eso a lo mejor es tan triste que no termine de funcionar. El maquillaje es sencillamente espectacular: hasta resiste primeros planos y planos detalles, haciendo el trabajo de los actores inclusive más destacable. Hay muchos encantados con el film, pocos lo han odiado, eso dice bastante. A mí, me faltó para enamorarme como pensé que podía suceder. Será la próxima.
El primer dato interesante de “Foxcatcher” (USA, 2014) es que está inspirado en los hechos reales que conmovieron a la opinión pública yanqui cuando acontecieron, y que empañaron el esfuerzo puesto por los hermanos Schultz por conseguir para el país una medalla olímpica. Bennett Miller dirige con maestría al trío protagónico, que se mete de lleno en el equipo de lucha de John Du Pont (Steve Carrel), uno de los personajes más ricos de EE.UU, y que quería llegar a las Olimpiadas de Seul en 1988 con dos de los mejores exponentes de la actividad para su propio beneficio. Chaning Tatum interepreta a Mark Schultz, quien, intentando separarse de la sombra de su hermano Dave (Mark Ruffalo) acepta sin ninguna condición los planes que Du Pont tiene para él. Estos planes no sólo incluyen un exagerado acompañamiento y el mudarse a vivir a la propiedad Du Pont, sino que también, en una arriesgada jugada, tendrá como principal vector algunos vicios para mantenerse “siempre listo” antes cualquier requerimiento de John en cualquier momento A medida que pasan los días y el tiempo, Mark ve como su proyecto de triunfar por sí mismo puede quedar relegados cuando en un giro inesperado John convoca a Dave como parte del plan para llegar bien a las olimpíadas ( o en realidad para castigar a Mark). Los celos entre los hermanos no se harán esperar, y con John como un hábil estratega y admirador del dicho “divide y reinarás”, se aprovechará del enfrentamiento fraternal para consolidar la oportunidad de volverse el líder del grupo. Pero el resto de luchadores comienza a acercarse más a Mark, y John no permitirá que nada ni nadie lo saque del eje del liderazgo que cree tener, ni siquiera su madre (Vanessa Redgrave), quien sigue viendo con malos ojos y juzgando cada decisión que él tome profundizando su extremo conservadurismo. “Foxcatcher” es la puesta al día, en una película dramática, de “Ricky Ricón”, el niño rico que a fuerza de dinero intentaba comprar el afecto de los demás para superar su profunda soledad, pero avanza sobre un período oscuro de la actividad deportiva en la que el abuso de sustancias ilegales y el exceso relacionado a una situación sexual indefinida termina complicando cada paso que se quiera dar. El trio protagónico se entrega de lleno a la historia, que además es manejada con maestría por Miller, y que con un clima digresivo, planos amplios y una reconstrucción de época única, van hilando la historia, que avanza lenta y naturalmente hacia la resolución final. También es interesante cómo se trabaja sobre aquello que no se muestra, pero que se sugiere, lo oculto, lo que no se dice sobre la homosexualidad latente entre los protagonistas y el abuso que Du Pont ejercía sobre Mark. En este punto es interesante el minimalismo de las actuaciones, la proxémica con la que se plantean las situaciones, y la gestualidad mínima que se maneja, porque no hacía faltan amaneramientos en las interpretaciones de Carrel y Tatum para afirmar que entre ellos en algún momento algo iba a implosionar tocando a todos los afectados pero sin lastimar directamente a ambos. Película dura y árida, “Foxcatcher” es un logrado reflejo del egoísmo puesto encima de logros deportivos y cómo esto opaca el esfuerzo denodado por superarse en la vida. Carrel, Tatum y Ruffalo, impagables.
Rara fábula del águila y el orangután No extraña el cúmulo de nominaciones al Oscar: la plana y extendida sensación de desequilibrio que campea en el film de Miller se sostiene además en el trabajo de sus intérpretes, extraña pareja compuesta por un magnate industrial y un luchador. En el momento en que John DuPont, heredero de una de las mayores fortunas de los Estados Unidos, le pide a su pupilo que no lo llame así sino Aguila Dorada, termina de quedar claro lo que hasta entonces podía entreverse: el hombre está loco. Ganadora de la Palma de Oro a Mejor Dirección y candidata a figurar en varias categorías de los Oscar 2015, Foxcatcher hace foco en la relación entre DuPont y el peleador de lucha libre Mark Schultz, que ganó dos campeonatos mundiales y las Olimpíadas de su especialidad, en 1984. Ante la solicitud del manager y casi dueño, el veinteañero Schultz, para quien las palabras son como trampas para un oso, agacha la cabeza y asiente en silencio. Todo tiene lugar en tiempos de Reagan cuando, se sugiere, familias como los DuPont engrosaban su poder, mientras a los forzudos como Mark les cabía representar, en el teatro del mundo, el mismo papel que a Stallone o Schwarzenegger en las películas. Con armas o sin ellas.Tras el clásico cartel-talismán (“Basado en una historia real”), Foxcatcher se abre con imágenes documentales, mostrando a los DuPont e invitados en la estancia familiar de Pensilvania, dedicados a la aristocrática práctica de la caza del zorro. Allí puede apreciarse que Foxcatcher es el nombre de la propiedad. Se comprende por qué la película se llama como se llama (“El que atrapa zorros”, en referencia a los perros que se dedican a ello) y se puede aventurar el doble sentido: va a ponerse en escena la relación entre una presa y su predador. Que más que perro y zorro se dirían águila y orangután: ese aspecto presentan DuPont (Steve Carell, en vuelo directo hacia su nominación) y Schultz (Channing Tatum, quizás también).Que la presa y el predador están sobredeterminados histórica, social y políticamente lo explicita una escena en la que ambos pisan el sitio en el que los padres fundadores libraron una de sus primeras batallas, parte de la propiedad de los DuPont. Aunque la película hable genéricamente de “industria química”, esa familia conforma, desde hace más de un siglo, la mayor corporación dedicada a la producción de pólvora en el mundo entero. No llama la atención que, en tiempos de Reagan, el Aguila Dorada predique “patriotismo”.Entre otras muchas capacitaciones dudosas y además de autoapodarse en función de uno de los símbolos representativos de los Estados Unidos, DuPont dice ser ornitólogo. En abierta diferencia con el personaje real, el departamento de maquillaje se ocupó de diseñar para Carell lo más parecido a un pico que se haya visto delante de una nariz humana. Además, el hombrecito tiene un comportamiento como de musaraña y una sonrisa como de perro: más que sonreír repliega el labio superior, dejando ver –¡ay!– su rosada encía. Mira (acecha) siempre por sobre su apéndice nasal. Tampoco se requieren más de un par de apariciones para ver en Schultz el equivalente humano de un “sujeto no humano” (como se dice de la orangutana del Zoológico porteño, a la que acaba de “otorgársele” la liberación). En lugar de caminar, Mark se bambolea, las espaldas cargadas, la nariz aplastada, el mentón corrido hacia adelante.Cuando entrena con su hermano mayor, Dave Schultz (Mark Ruffalo, teletransportado también hacia la terna de Mejor Actor Secundario), basta que éste le haga una toma imprevista para que el encantador little brother le aplique un brutal cabezazo sobre la nariz. Una bestia, el muchacho. Y un santo el hermano, que se seca la sangre y sigue ayudándolo, como si nada. De modo casi lombrosiano, el águila y el simio van a comportarse, durante las dos horas y cuarto de Foxcatcher, de acuerdo a lo que el aspecto indica. Algo semejante sucedía con Philip Seymour Hoffman en Capote (2005), ópera prima de Bennett Miller, y en cierta medida con el personaje de Jonah Hill en Moneyball, el juego de la fortuna (2011), su opus 2. Parece un freak: es un freak.Lo interesante en Miller es que la máscara no deja ver nada detrás. En sus películas no hay fondo, sólo figuras. Tampoco hay crecimiento, tensión sostenida o intriga, como en nueve de cada diez films mainstream, sino una plana y extendida sensación de desequilibrio, de origen desconocido. Sobre guión de E. Max Frye (coescribió el de Totalmente salvaje, 1986) y Dan Futterman (escribió a solas el de Capote), en Foxcatcher motivos, orígenes y razones de las conductas de los personajes no salen a la luz. Cero psicologismo. Y eso que con Vanessa Redgrave como mamá DuPont –recordándole al aguileño Johnny, en sólo dos o tres apariciones, que para ella él nunca valió demasiado– todo estaba dado para entregarse de pies y manos a la madre de todos los psicologismos: el Edipo.Tampoco sobreviene revelación alguna en la sugestiva escena en que DuPont viene a buscar a su protegé fortachón en medio de la noche, para llevarlo a practicar unas tomas en el gimnasio privado. Ambos quedan entrelazados como atletas griegos, con John encima y Mark mordiendo el polvo. ¿Alegoría sexual o mera literalidad? Miller se niega a dar una respuesta, trasladando la pregunta al espectador. 7-FOXCATCHER EE.UU., 2014Director: Bennett Miller.Guión: E. Max Frye y Dan Futterman.Fotografía: Greig Fraser.Duración: 134 minutos.Intérpretes: Steve Carell, Channing Tatum, Mark Ruffalo, Vanessa Redgrave, Sienna Miller, Anthony Michael Hall.
Trío de excepción para una tragedia Como en Capote, el film que lo hizo conocer (y le dio el Oscar a Philip Seymour Hoffman) y en El juego de la fortuna-Moneyball, que mereció seis nominaciones (incluidas las correspondientes a la mejor película y al mejor actor, Brad Pitt), Bennett Miller vuelve a revisar historias y personajes reales. Puede que la de este caso no haya cobrado demasiada notoriedad entre nosotros, pese a su espectacularidad, tanto por quienes la protagonizaron como por su infausto desenlace, pero, de todos modos, invita a ser parco a la hora de describirla. De todas maneras, una sombra de fatalidad se cierne casi desde el principio sobre la extraña relación que involucra al último y excéntrico heredero de una dinastía sinónimo de riqueza y poder y a dos hermanos, ambos campeones olímpicos de lucha libre, una disciplina por la que el millonario manifiesta un entusiasmo obsesivo, quizá tanto como el que alimenta sus delirios de grandeza y aún mayor que el que lo ha llevado a dedicarse a la ornitología. Luchador mediocre él mismo, aunque le han sobrado influencias para coleccionar trofeos, el riquísimo heredero de los DuPont quiere convertirse en entrenador del equipo olímpico norteamericano de lucha para los Juegos de Seúl de 1988 y para eso pone dólares (600.000 sólo para construir el gimnasio) y dominios a su servicio. Quizás, en el fondo busca la aprobación de su madre, la aristocrática dama que prefiere deportes más nobles, ama a los caballos y desprecia esas prácticas que juzga vulgares, pero el hecho es que convierte a Foxcatcher (el gigantesco establecimiento que posee en Pensilvania) en un ejemplar centro de entrenamiento e intenta asegurarse la incorporación de los dos hermanos ganadores del oro en Los Ángeles, que viven modestamente en el otro extremo del país. El mayor, Dave, ya casado y también entrenador, no quiere trasladar a su familia, y dice no. Al hosco y solitario Mark, en cambio, lo seduce la oferta y acepta la mudanza, aunque deba resignar el estrecho contacto con su hermano (menos robusto, pero más inteligente, que es también su maestro y no sólo en lo profesional). De las características de ese vínculo, el director Bennett Miller da una temprana e ilustrativa muestra, sin necesidad de palabras (como en muchos otros logrados momentos del film) en una magnífica escena de entrenamiento. A partir de entonces, el film pone el acento en la relación de poder que se entabla entre el millonario y su pupilo, de aspecto tosco, pero más frágil. Los dos se necesitan para creer en sus propios valores, pero las relaciones se vuelven más complejas, la convivencia más tensa y el malestar, visible cuando más tarde Dave se incorpora al equipo. Miller no intenta explicar ni dar respuestas; sólo explora, con gran minuciosidad, los vaivenes de ese complicado trío, tal vez con la esperanza de que a lo largo de ese detenido y sutil estudio de caracteres asomen algunas pistas que ayuden a esclarecer los múltiples conflictos y expongan los elementos que llevaron a su extraño desenlace. No faltan aquí codicia, delirio, ambición, ego, desesperación, diferencias sociales, muchos de los clásicos ingredientes de la clásica tragedia americana. Y si falta alguna ligazón entre ellos es porque el cineasta -ganador del premio al mejor director en Cannes- ha preferido concentrarse en la elaboración de los personajes y en el trabajo del elenco. Que es, a todas luces, admirable. Y tan homogéneo en su altísima calidad, que es difícil establecer diferencias entre los tres principales (Tatum, Ruffalo, Carell), aunque se comprende que sea este último -por su rotundo cambio de registro y su vistosa composición física- quien llame más la atención.
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"Foxcatcher" estoy seguro que te va a dejar sin aliento al salir de la sala de cine. Steve Carell interpreta a John Du Pont como nunca antes lo viste en pantalla grande, sin duda es una de sus mejores actuaciones; acompañan Channing Tatum y Mark Ruffalo que vienen tomando grandes decisiones cinematográficas. La peli, por momentos, es lenta, muuuy lenta, pero no de forma negativa sino que todo es por algo y apunta directamente a la psicología de los personajes, por eso es oscura, siniestra y super triste... muy en el fondo, analizándola, es muy triste. Peli con varias nominaciones, incluyendo los Golden Globes, que hay que ver sí o sí. Suuuper recomendada, gran estreno.
Los chanchullos del deporte En los papeles pareciera que Foxcatcher sigue la senda inaugurada por Bennett Miller en Moneyball, su extraordinaria anterior película, y si bien las dos tienen muchos puntos en común -sobre todo en lo temático-, sorprende la diferencia de tono y de ritmo. Comparando a las dos películas uno puede notar el talento de Miller para contar historias que requieren distintos enfoques estéticos pero manteniendo siempre el clasicismo, el cuidado en los detalles y una cadencia firme. En Foxcatcher, Miller vuelve a los arrabales del deporte. En este caso, la lucha libre. Y con arrabales, me refiero a que no se trata esta de una película deportiva en el sentido estricto como podría ser Any Given Sunday, Rocky o, incluso, Karate Kid. Acá no importa demasiado si el protagonista consigue su medalla de oro ni tampoco el momento climático está en el enfrentamiento final con un rival. La historia que cuenta Miller es la de tres personajes inmersos en ese mundo: Mark Schultz (Channing Tatum), un hosco y solitario campeón de lucha libre que busca repetir en los Juegos Olímpicos de Seúl ‘88; su hermano David (Mark Ruffalo), también campeón y ahora entrenador, más “normal”, que lo eclipsa involuntariamente; y el enigmático millonario John du Pont (un muy distinto Steve Carell), que arma un gimnasio en su mansión para entrenar a jóvenes luchadores y se relaciona de una manera bastante peculiar con David. A diferencia de Moneyball, que tenía entre sus guionistas al muy parlanchín Aaron Sorkin, Foxcatcher tiene un tono muchísimo más ascético y un ritmo más reposado. El enigma está depositado en los personajes: desde el principio nos preguntamos qué onda con Mark Schultz y, sobre todo, cuáles son las motivaciones ocultas de John du Pont. Esos misterios son los que nos llevan de las narices y nos sumergen en un mundo de cuerpos luchando, casi abrazándose con un homoerotismo a veces sugerido y otras veces un poco más que eso. Foxcatcher es tan compacta y, podría decirse, perfecta, que Steve Carell por momentos aparece como una arruga en la media. John du Pont es un personaje extraordinario dibujado por un guión inteligentísimo y animado por un Miller que es un capo para manejar a los actores (todos están muy bien siempre y hay que recordar que le dio a Philip Seymour Hoffman su único Oscar, por interpretar a Truman Capote), y Carell logra despojarse de su aura de actor de comedia y hacer un papel “serio” y contenido, pero le juega en contra ese maquillaje y su rictus que lo hacen parecer un Vito Corleone con uniforme Adidas. De todas formas, y más allá de ciertos momentos en los que el trabajo de Carell -y en menor medida de Tatum, que está un poco Osvaldo Laport- representa un ripio en una narración fluida, Foxcatcher es una rareza hermosa, melancólica y trágica que pone a Bennett Miller, con apenas tres películas en su haber, en el lugar de uno de los realizadores fundamentales del cine norteamericano clásico, al menos de su generación.
“Foxcatcher” revela a un asombroso Carell dramático Sin las payasadas propias de la lucha libre, la lucha grecorromana no parece ser el tema más interesante para una película, aunque como se ve en este film basado en una historia real, este deporte olímpico no está exento de sus excentricidades y sus dramas. La historia que el director de "Capote" cuenta en "Foxcatcher" transcurre en los años 80 y comienza con un superserio Mike Schultz (Channing Tatum) tratando de contagiar su pasión por su deporte a un grupo de niños a los que les muestra su medalla de oro ganada en las últimas olimpíadas, lo que aparentemente no sirve para contagiar la más mínima emoción a la audiencia infantil. El y su hermano mayor Dave (Mark Ruffalo) son los dos grandes ases de la lucha grecorromana en los Estados Unidos, pero no tienen demasiado apoyo y se pasan haciendo prácticas en un gimnasio bastante rasposo. Mientras Dave es un hombre relajado con una familia, Mark es un solitario que no parece tener otro objetivo ni relación en la vida que no sea la disciplina deportiva en la que se luce. Eso hasta que recibe un llamado providencial: el millonario John du Pont lo invita a visitarlo en su fastuosa residencia, y tiene algo que proponerle. El asunto es que el heredero de la principal fábrica química del país y de una de las grandes dinastías de la industria armamentista es fanático a muerte del deporte que practican los hermanos Schultz y tiene un modernísimo gimnasio de práctica en su mansión. Por sobre todo, quiere ayudarlos a ganar el próximo campeonato mundial de Francia y las próximas Olimpíadas de Seúl. Pronto Mark está viviendo en un chalet contiguo a la mansión du Pont y aunque su hermano Dave no quiere saber nada con mudar a su mujer y a su hijo a la residenca de un millonario, los dos hermanos y el magnate se encuentran en Francia para ganar el campeonato del mundo. Pero una vez que Mark tiene el título mundial, la relación entre el campeón y el millonario se vuelve más extraña. Digamos que las drogas y la armas no van de la mano con eso de "mens sana in corpore sano". La gran revelación de "Foxcatcher" es Steve Carell, que siempre fue un comediante talentoso, pero que nunca se había lucido de esta manera en un rol dramático. Su composición de John du Pont, también llamado "el Aguila" (si no estuviera basado en una historia real, esto sería un disparate igual que varias partes del film) es asombrosa, y desde su primera escena su papel domina todo el film. En cambio Tatum prácticamente no cambia de expresión durante casi toda la película, mientras que Mark Ruffalo ofrece otra de sus excelentes actuaciones. También hay un par de breves apariciones de la venerable Vanessa Redgrave como la madre del millonario que, aún de adulto, sigue dominando su vida. Pero lamentablemente es un papel muy breve, apenas más que un cameo. Miller hace avanzar el relato con lentitud, sin una pizca de sentido del humor ni sorpresa alguna hasta el inexorable final. "Foxcatcher" está filmada con ascetismo. No hay una gota de esteticismo, aunque sí un poco de metraje de más que estira demasiado las dos horas de duración. Lo que la hace una película realmente interesante no sólo es la historia, sino por sobre todas las cosas, la increíble actuación de Carell.
Bennett Miller (“Capote”, “El Juego de la Fortuna”) dirige este drama basado en hechos reales cuya historia desarrolla la relación entre los hermanos Mark (Channing Tatum) y David (Mark Ruffalo) Schultz, campeones mundiales de lucha libre -y medallistas olímpicos de Los Angeles ‘84-, y el excéntrico e inestable millonario John du Pont (Steve Carrell), la cual tuvo un descenlace trágico. No conocer la historia, ocurrida a finales de los ’80, principios de los ’90, y que fue plasmada en el libro autobiográfico escrito por el propio Mark, influirá en la sorpresa del espectador, aunque con googlearla ya nos podemos enterar qué es lo que pasó y arruinarle a algunos la trama. Todo se inicia cuando ambos hermanos (primero Mark y luego David) son invitados (interesante propuesta monetaria de por medio) por el excéntrico y heredero de la familia más rica de los Estados Unidos a mudarse a la propiedad Foxcatcher para ayudarlo a formar un equipo nacional y entrenarlo para las Olimpiadas de Seúl de 1988, dentro de las modernas instalaciones de su centro de entrenamiento. Shultz aprovecha la oportunidad esperando concentrarse en su entrenamiento y, finalmente, lograr separarse de la sombra de su hermano Dave, también prominente entrenador de este deporte. Por un lado, la película, con una narrativa lenta (dura 2 horas y 15 minutos que no pesan ni aburren) nos muestra las idas y vueltas de la tensionante relación de los hermanos de clase social media/baja y sus respectivos logros personales; pero por el otro también ahonda en algunos aspectos -y al pasar da a entender otros- sobre la verdadera personalidad de Du Pont, un hombre profundamente egocéntrico que se autorepite una y otra vez que es un ornitólogo, filatelista y filantropista (nos queda claro con la escena del helicóptero). Pero el tema es que es un deportista frustrado y reprimido que no logró, en su juventud, pertenecer a la élite de la especialidad por falta de talento. Todo lo que hace este hombre, devenido en jefe de equipo, entrenador y mentor del “Equipo Foxcatcher” y obsesionado con lograr una medalla olímpica, es para obtener el reconocimiento de su madre, interpretada por la gran Vanessa Redgrave, quien nos ofrece dos momentos breves en escena que dejan clara la relación entre ambos y el sentimiento hacia su hijo, afirmando que la lucha es un “deporte bajo”. No importa si no entendemos sobre lucha y menos durante las escenas de competencia de este deporte amateur que a veces accede a propuestas de multimillonarios que sponsorean deportistas individuales o equipos enteros. Aquí el objetivo de la película es retratar un hecho puntual real sin entrar en demasiadas explicaciones ni ofrecer respuestas sobre la inquietante psique de unos y la baja autoestima de otros. Lo central son los personajes. Gran dirección de Miller y estupendas interpretaciones del trío protagónico en el que se destaca Steve Carrell debido a que la composición de su personaje requirió, además, la transformación física.
Mucho más que el sueño americano Candidata a pisar fuerte en los Oscar, la película de Bennett Miller "basada en un hecho real", narra la historia del luchador olímpico Mark Schultz y la extraña relación que establece con su millonario representante John Du Pont. La tercera película de Bennett Miller (Moneyball; Capote) tiene los requisitos necesarios (¿o acaso imposiciones solapadas?) para llevarse más de un inminente premio Oscar. El cartelito "historia basada en hechos reales", eso que tanto complace a la academia de Hollywood; un actor abocado a la comedia en su primer desafío dramático y un argumento inclinado a desnudar el mundo del deporte (la lucha libre y sus derivaciones particulares) a través de dos hermanos y su complejo entrenador. Pero Mark (Tatum) y Dave Schultz (Ruffalo) y el millonario representante y protector John Du Pont (Carell) son los vértices de una historia que va más allá del reiterado relato que describe una superación individual o grupal frente las circunstancias. Los hermanos son profesionales y reconocidos en lo suyo, de características diferentes (Mark, solitario y tímido en su anatomía pre-fisicoculturista; Dave, abocado a su familia y consejero del otro) hasta que sus vidas cambian cuando aparece Du Pont (egocentrista, manipulador, con una fuerte carga en relación a su pasado). La relación más fuerte Du Pont la establecerá con Mark, en un sutil juego de homoerotismo que tiene su apoteosis deportiva: la preparación de los luchadores para los juegos olímpicos de Seúl de fines de los '80. Habrá otro eje secundario pero central: la madre de Du Pont (Redgrave), que a través de un par de apariciones describe el pasado familiar y la inestabilidad y cuentas pendientes de su hijo, especialmente, en su privacidad. La narración fluye a través de silencios, tiempos muertos, escenas invadidas más por preguntas que por certezas, como ocurre en la psiquis de Du Pont, habilísimo titiritero del buenazo de Mark y del cuidado que Dave no quiere perder de su hermano. En efecto, es una película sobre el deporte, pero también sobre celos ocultos que hasta llegarán al crimen, mostrados de manera elegante para articular un discurso ambiguo sobre los Estados Unidos, aquel que exhibe el triunfo individual a través del deporte frente a la necesaria aparición de un sostén económico que reditúe una fama de fuegos artificiales y reconocimiento global. En esa dualidad, y superando con holgura a sus dos films anteriores, Miller se maneja con astucia, esquivando la emoción fácil y el empleo de recursos complacientes con el espectador. Ubicándose en esa zona fronteriza de cine mainstream y de modelo típico de Hollywood con cierta dosis de calidad, Foxcatcher también es una película con buenas actuaciones (Tatum, Ruffalo, el flematismo británico de Redgrave) que ante todo incluye la introspectiva composición de Steve Carell, sincera y explícita por llevarse un importante premio a corto plazo. Lástima que Sienna Miller aparezca tan poco.
Pasando las excelentes actuaciones de Steve Carrell, Channing Tatum y Mark Ruffalo, es difícil recomendar fehacientemente Foxcatcher, la nueva película de Bennett Miller. Su estilo de cine - visto en Capote y Moneyball no es para todos, y en esta ocasión se embarca en un oscuro viaje para retratar una triste pero verídica historia basada en hechos reales. No hace falta mucho para ver que el deporte despierta pasiones insospechadas en la gente. En el caso de Mark Schultz - Tatum - su apego por la lucha libre es tal que es capaz de causarse daño por haber perdido, o por no llegar a los estándares que él mismo se establece, para estar al nivel de su hermano Dave - Ruffalo-. En el caso del excéntrico millonario John Du Pont - un irreconocible y escalofriante Carrell - ganar significa un mérito más para conquistar el reconocimiento de su anciana madre - Vanessa Redgrave-. La vida de estos tres personajes se cruzará y sus pesares llevarán a un encuentro irreconciliable entre ellos. El film de Bennet es pesimista de principio a fin. Desde la charla en la escuela secundaria donde le pagan céntimos hasta el lugar donde Mark vive, pasando por la austera y deprimente fotografía de Greig Fraser, Foxcatcher destila tristeza por cada uno de sus poros. Y si de tristeza hablamos, los epítomes son Mark y John, el uno falto de figura paterna y a la sombra de los logros de su hermano, el otro con una madre que desaprueba fervientemente su incursión en un deporte que considera menor - ella es una fanática ecuestre-. Éstas dos almas solitarias unirán su camino, apoyándose la una en la otra y dándose ese afecto del que ambos carecen. Es una relación que con el tiempo se transforma en enfermiza e hiriente, y es el motor más sólido que tiene el film. El cambio estético de Carrell - excelente, por cierto - es lo que llama la atención a primera vista, pero es los engranajes internos lo que terminan por culminar una actuación extraordinaria. Todos saben que el actor tiene un gran trasfondo de comedia, pero las afectaciones con las que dota a su personaje, esa mirada tan cansada y oscura al mismo tiempo, esa fealdad interna y externa pero que a su vez tiene mucho de vulnerabilidad, todo es avasallante y genera un estupor creciente. No se puede decir menos de Tatum, un gran actor joven que ya pasó de ser sólo una cara bonita y acá entrega su papel más dimensionalizado y duro, con varias escenas que dejan ver el gran crecimiento actoral que ha tenido. La fuerza que genera Tatum no podría ser posible tampoco si no fuese con la contraparte fraternal de Ruffalo, que desde las primeras escenas - esa práctica en el gimnasio - crea un lazo afectivo muy grande con su hermano menor, y termina siendo el tercero en discordia. Aún con un trío de excelentes actores, siento que la historia escrita por E. Max Frye y Dan Futterman no termina de hacerle justicia a la trama estilo true crime en la que se basa. Es pura decisión artística del director encarar la trama a partir de las miserias y esperanzas de los personajes, pero la pasividad de la historia puede llegar a pesar durante las más de dos horas de metraje. Si sumamos eso al hecho de que los dañados personajes no generan mucha empatía por ellos, sino lástima, el combo puede resultar letal para ciertos espectadores. Foxcatcher es un film que es básicamente carnada para los Óscar, pero más allá de el excelente elenco presente y la escalofriante presencia de Steve Carrell totalmente irreconocible, es difícil recomendar una película de éste corte abiertamente.
El mundo está lleno de sociópatas, eso no es novedad alguna, así como no lo es el hecho de las historias de los mismos resultan, por algún motivo, siempre inquietantes. Muchos de ellos se ocultan bajo el mundo empresarial, donde no sólo logran pasar desapercibidos sino que además hasta obtienen elogios, premios, adulaciones varias y, si tienen un mínimo de carisma, hasta quizás alguna tapa de revista Forbes o similar. Estos fríos y distantes seres se desenvuelven con notable soltura por la vida hasta que, claro, a veces las cosas fallan y su socipatía deriva en psicopatía, y eso termina en crimen. Tal es el caso de John Du Pont, heredero de una fortuna, ornitólogo, filántropo y entrenador de lucha (según su curriculum), y también cocainómano, perturbado y antisocial cuasi-depresivo (según sus patologías y vicios). Foxcatcher, dirigida por Bennett Miller (Capote), es la historia de la unión de este hombre con dos hermanos deportistas, y sus recelos, resentimientos y miserias varias. Unidos por la ambición de ganar interminables medallas de oro, estos tres personajes se mezclan entre sí y pronto se adentran en el lado más oscuro de lo que, en un principio, parece apenas una actividad recreativa. Miller comprime en dos horas una historia real que se desenvolvió en prácticamente una década, y por momentos ese poder de síntesis le juega en contra: las elipsis -sobre todo hacia el último tramo de la película- son varias, y no siempre se perciben como transiciones orgánicas. La sensación que deja Foxcatcher es la de una historia que requería un mayor analisis, lo cual no necesariamente quiere decir una mayor duración: en sus 135 minutos por momentos cae en la redundancia a la vez que omite situaciones del caso real y otras perspectivas que quizás hubiese sido interesante observar. El mayor mérito de Miller, sin embargo, se encuentra en la estilización del relato (es notable la fotografía fría, casi monocromática, de Greig Fraser) y las sorprendentes interpretaciones de sus tres protagonistas, Mark Ruffalo, Channing Tatum y sobre todo Steve Carell, en un rol atípico para su habitual registro. Foxcatcher es un drama con algo de thriller psicológico que pudo haber indagado más en la oscura historia real que le precede, pero que resulta igualmente apasionante por su tratamiento acerca de temas tan difíciles -y fácilmente caricaturizables- como la socipatía y otros desórdenes mentales.
El sonido del silencio En su tercer largometraje, que arribó a las carteleras porteñas el día de hoy, Bennett Miller reúne dos tópicos de su interés, ya abordados en sus films anteriores: la locura y el mundo del deporte, temas centrales en Capote (2005) y en Moneyball (2011), respectivamente. Además, de nuevo se inspira en una historia verídica, protagonizada esta vez por el millonario John Du Pont y los hermanos Mark y Dave Schultz, ambos luchadores olímpicos, a finales de la década del 80. Foxcatcher abre con una secuencia de créditos que se entremezcla con imágenes de archivo, dejando ver el trasfondo no ficcional del film. Acompaña una melodía, ejecutada en piano y que se repetirá a lo largo de la cinta, y que ya adelanta que lo que vamos a ver es un drama. Con un ritmo lento, planos largos, descriptivos y mucho silencio –lo que será una constante en la película–, se invita al espectador a conocer el entorno de Mark, un luchador habilidoso, ganador de varios campeonatos, pero opacado por su hermano Dave, que además de dedicarse a lo mismo con igual o mayor éxito, es su entrenador. Toda esta información no se dice, se nos muestra. La vida monótona, solitaria de Mark es de pronto alterada por un llamado telefónico: un hombre le informa que Du Pont –ornitólogo, filatelista, filántropo y aficionado a la lucha libre y a los deportes en general, miembro de una de las familias más ricas de Filadelfia¬– desea hablar con él. Los motivos: proponerle formar parte de su equipo Foxcatcher y financiar su carrera. Mark, claro, aceptará, envolviéndose en una relación que se irá tornando cada vez más negativa y dañina. Sin duda, un gran acierto del film son las caracterizaciones, sólo basta con googlear a los protagonistas reales para apreciar los parecidos; y especialmente el de Steve Carell quien se pone en la piel de Du Pont y estremece con su transformación física. También estremece con la construcción del personaje –que le valió nominaciones a varios galardones, entre ellos, el Globo de Oro– a partir de la mirada, los gestos, la sonrisa que lejos están de provocar carcajadas como en muchos de sus otros films. Channing Tatum y Mark Ruffalo lo secundan muy bien con sus interpretaciones, que incluyen escenas de lucha muy bien logradas, de alta verosimilitud. En Foxcatcher, la primera película de Miller en la que no actúa Philip Seymour Hoffman, prevalece lo implícito, lo no dicho, lo sugerido frente a las palabras y, por ende, quedan en el aire algunas incógnitas. En otro orden, quizá el film se hace demasiado largo sin mucha justificación: podría contar lo mismo en menor tiempo o bien adentrarse un poco más en la compleja mente de Du Pont o mostrar, por ejemplo, momentos de su vida como su niñez, su relación con la familia, su matrimonio fallido, etc.
Una versión tardía del sueño americano. Dos hermanos, dos luchadores. Viven en la América de Reagan. Pelean fuera y dentro del cuadrilátero. Sus cuerpos hinchados y toscos, apoteosis muscular de un desarrollo anatómico propio de una sociedad creyente en el consumo infinito, fisionomías que remiten tanto a una deforme escultura griega de atletas como también a un Hulk descolorido. En efecto, Dave y Mark Schultz dedican su vida a la lucha libre. A principios de la década de 1980, ambos han ganado medallas de oro en las Olimpiadas de Los Ángeles y en el campeonato mundial de Budapest. La economía narrativa con la que arranca Foxcatcher, basada en un hecho real, es admirable. Una introducción sucinta a través de un material de archivo sobre la aristocracia estadounidense, seguida por un retrato de su contraste estructural, el de la secreta decadencia de su población que cada tanto se ve en el cine estadounidense: por 20 dólares, Mark intenta explicar a un conjunto de estudiantes de primaria la importancia moral del deporte. En el momento de cobrar su cheque lo confundirán con su hermano mayor, su mentor y su padre sustituto. De este modo, en menos de 10 minutos, todas las coordenadas simbólicas e históricas de Foxcatcher están sobre la mesa. Lo que viene después es una versión tardía del sueño americano, que nunca es otra cosa que una pesadilla. Mark primero, después Dave y toda su familia, quedarán bajo la protección económica de un magnate de la industria química estadounidense, la cual, lógicamente, está intrínsecamente ligada a las armas. Sucede que John Eleuthère Dupont es un excéntrico millonario obsesionado por la lucha libre. Delirante y circunspecto, Dupont lee en ese deporte una fuente de grandeza que sus compatriotas han traicionado, y es por eso que lidera el equipo Foxcatcher de lucha libre, cuya mayor promesa, entre sus luchadores, será Dave. Como es de suponer, esta empresa no llegará a buen puerto: las diferencias (de clase) son inconmensurables, y los propósitos de uno respecto de los otros, incompatibles. Este auténtico relato salvaje sobre la omnipotencia aristocrática y la precariedad simbólica de los desposeídos no sería lo mismo sin sus intérpretes: el irreconocible Steve Carrell, como Dupont, transforma su cuerpo en un enunciado de enajenación por exceso; la imposibilidad discursiva del personaje de Channing Tatum requiere que el actor transforme su cuerpo en un nicho de inhibiciones y frustraciones; y a Mark Ruffalo, el traje de combatiente experimentado le calza perfecto. Tres fenómenos. Pero la contundencia de las interpretaciones no debería enceguecernos. Bennett Miller (Capote, Moneyball) sabe muy bien qué es lo que está haciendo. ¿La evidencia? Hay varios ejemplos, pero los últimos planos son tan inolvidables como simbólicamente pertinentes. La revelación: el luchador olímpico se ha transformado en un remedo de sí mismo. Ahora es una bestia dispuesta a reventar a su contrincante en ese espectáculo brutal televisado bautizado “Vale Todo”, en el que los hombres devienen en fieras. Foxcatcher Muy buena. Guion: E. Max Frye y Dan Futterman. Dirección: Bennett Miller. Elenco: Steve Carrell, Channing Tatum, Mark Ruffalo, Sienna Miller. Duración: 134 minutos. Apta para mayores de 13 años. Sexo: nulo. Violencia: alta. Complejidad: nula.
Bennet Miller es un director de películas que retratan más que hechos, personajes; más que relatos concretos, alegorías sobre el estado de una Nación, sobre sus valores, sus preferencias, sus gustos. Ya lo había hecho con Capote y con Moneyball. Sus tramas son sencillas, con lecturas entre líneas convencionales que apuntan a la perversión, al capitalismo salvaje y al peinar a contrapelo el famoso sueño americano. Foxcatcher es una película modesta, que se deja ver con cierto goce, sobre todo por la fluidez del relato, por sus elipsis certeras y por algunas escenas interesantes. Pero carece de sutileza en todos los sentidos: sus simbolismos extremos son demasiado cristalizados como la suelta de caballos a la muerte de la madre, las sesiones de fotografías del rico con el pobre, la marcada diferencia de clases, el servilismo de los dominados frente a los poderosos, el rico aristócrata que corrompe versus el pobre, un poco ignorante y bastante inocente que cree y admira. Todo aquello que es políticamente correcto marcar y denunciar es lo que hace Miller. Quizá, lo único interesante de Foxcatcher sea el secreto que guarda, aquello que no dice, ni muestra, ni expone. Aquello que tiene que ver con esa solapada sexualidad –en todos los sentidos posibles- de los protagonistas. La relación del ricachón con su madre y con sus dominados esconde algo más que la película se empeña en escamotear: la perversión del aristócrata tiene que ver obviamente con la circulación del dinero, con la “compra” de los luchadores, con las “donaciones” a las asociaciones de catch; pero también esta perversión económica es moral y sobre todo sexual. Todo puede adquirirse con dinero, como moneda de cambio, el fetichismo de la plata y su consecuente adoración. John Dupont, ese personaje encarnado por Steve Carrell, con su puntiaguda nariz, oliendo el horizonte y su frente en alto queriendo alcanzar los centímetros que le faltan de estatura (real y moral) está vacío de afectos, de sensaciones, de emociones, de sexualidad y lleno de dinero. Caza hombres así como sus antepasados cazaban zorros, para luego destrozarlos (como con el hermano, el lindo de Mark Ruffalo) bajo la palma de su poderosa mano. Es, indudablemente, una película que habla sobre el dinero y su circulación, sobre sus resortes, sobre su dinámica y sobre el poder. Foxcatcher, Bennett Miller, Estados Unidos, 2014 Foxcatcher de tan prolija resulta forzada a veces, como su protagonista que posa para la cámara, al tiempo que posa para la película sin respirar, manteniendo el aire en el pecho y la frente en alto. Dupont, el “Aguila dorada”, el “entrenador” que tiene varios nombres, es un personaje aparentemente chato y oscuro, como chata es la película también, ya que no apuesta nada en el terreno formal, siendo más bien conservadora en su montaje prolijo y previsible, en su presentación con fotos de archivo que desnudan el linaje de su protagonista y el de la misma película y que cada tanto hace un paneo a algún retrato de alta alcurnia para que el espectador no se olvide de qué estamos hablando. Una película demasiado masculina y no sólo porque el catch sea un deporte de machos, peleas homoeróticas muchas veces ,sino por la manera en que las mujeres aparecen en escena: son malvadas y autoritarias como la madre, o sumisas y medio bobas como la mujer de uno de los hermanos. Tal vez, por este exceso de testosterona (músculos por doquier, fuerza extrema, patologías anabólicas) y la falta de progesterona la película sea tan rígida, tan poco sutil, tan marcadamente dialéctica en su contraposición de clases sociales. Una película que está hecha a espaldas de la contemporaneidad, que se maneja con demasiadas certezas, como la del dinero y su poderío, aquello que en su circulación se lleva todo, hasta la tragedia, hasta la muerte, hasta la sangre; una película sin tensiones, sin riesgos, sin texturas.
Es una lucha Con grandes actuaciones de Channing Tatum, Steve Carell y Mark Ruffallo, Bennett Miller ("Capote") cuenta esta historia alrededor del mundo de la lucha olímpica. La película ganó en Cannes el premio al mejor director. Es una de las mejores películas de la producción 2014. Una de esas realizaciones que tensa los nervios del espectador, que conjuga drama y thriller psicológico, que debutó en competencia en Cannes, donde ganó el premio al mejor director, y tiene a tres actores taquilleros al frente del elenco. ¿Más? Está basado en -increíbles pero reales- hechos verídicos. Toda una revelación es Channing Tatum como Mark Schultz, ganador de la Medalla Olímpica en 1984 en lucha libre. El excéntrico multimillonario John du Pont (un excepcional Steve Carell, con nariz prostética y alejado de la comedia) lo convence para que se mude a Foxcatcher, su granja, donde este heredero de una de las empresas líderes de la química ha construido un complejo, un gimnasio donde entrenar a la selección de lucha libre para las Olimpiadas de 1988 en Seúl. Ambos personajes son taciturnos, y hasta pareciera que viven a la sombra de algo o alguien: Mark, de su hermano y entrenador Dave –Mark Ruffalo, excepcional-, también ganador de la Medalla de oro; Du Pont, de sus apariencias y sueños de grandeza, de su incompetencia e ineptitud, y de su madre en silla de ruedas –Vanessa Redgrave-. El rol que Du Pont quiere ejercer sobre Mark, el de falso mentor, o de padre, colisiona con la relación de los hermanos. Y, tarde o temprano, se estrella. Basta observar cómo a Bennett Miller, el director de “Capote” y “Moneyball, El juego de la fortuna”, le bastan pocas pero contundentes imágenes para presentar -y definir- a su tres roles protagónicos. El contacto como luchadores de Mark y Dave, el apoltronamiento de Du Pont en su sillón en el salón de premios. Cuánta razón tienen los que sostienen que menos es más. Du Pont cree tenerlo todo. Y así como maneja sus millones, cree que puede tener personas. La convivencia en Foxcatcher dista de ser sencilla y apacible. Hay quienes quieren ser más de lo que en verdad son. Y al verse desnudos ante la realidad, las piezas del ajedrez cambian de estrategia. “Foxcatcher” es un filme sobre celos, ambiciones, oportunidades, el amor fraterno, la familia, pero también lo oscuro de algunos corazones, el poder, la gloria –falsa o no-, el respeto y la falta del mismo. También sobre el patriotismo y la exaltación del orgullo. No deja de ser llamativo cómo la película no es tan exitosa en los Estados Unidos: es una patada al hígado del sueño americano, algo que por allá nunca es bien recibido. Porque “Foxcatcher” es un thriller psicológico. Con un suspenso in crescendo. Como si una bomba se activara y el espectador -y varios de sus protagonistas- no supieran la hora en la que va a estallar. Y si usted no sabe o no recuerda qué sucedió, mejor. Déjese llevar por la intriga, los vericuetos de la trama. La excelencia del trío protagónico es una ventaja a la hora de sumergirse en la historia que, como en toda gran película, deja reflexionando al espectador hasta mucho después de terminada su proyección. Por que sí. Por cómo desnuda a sus personajes, sus celos, miserias y la necesidad de afecto, por los temas que aborda y las excepcionales actuaciones del trío protagónico.
John es un Du Pont, heredero de una familia que acumuló dinero y poder a manos llenas. Es un tipo desequilibrado, retorcido, sin amigos ni reconocimiento. Vive junto a su madre en la mansión de Pensilvania. Es fanático de la lucha libre y ha comprado algunos torneos para poder lucir trofeos en una casa sin vida. Quiere ser entrenador y ganar. Por eso lleva allí a un campeón olímpico, Mark Schultz, un pibe simple, manejable y vulgar. John, un tipo ladino y siniestro, se apropia del deportista para intentar darle algún objetivo a su desolada existencia (“al único amigo que tuve, lo había contratado mi mamá”). Foxcatcher (cazador de zorros) se llama el lugar. Y el film es una larga cacería con un final a la altura de esta alegoría. Bennett Miller ya había mostrado mano maestra en “Capote”, otro film inspirado en sucesos reales. Y aquí nos envuelve otra vez con su estilo envolvente, parco, sutil, lleno de gestos reveladores, con la manera estupenda de dirigir actores (grandes trabajos de Steve Carell y Channing Tatum ), de crear climas, de aprovechar silencios y miradas. Miller advierte que, los que ayudan, frecuentemente terminan usando a su antojo al necesitado. Y nos deja ver que, bajo la caparazón de este perverso pusilánime (la escena que corre alrededor del gimnasio es demoledora) se agitaba el poder impune de una clase que necesitaba medallas para justificarse. El film alterna imágenes documentales con una rigurosa reconstrucción, pero son los detalles los que mejor nos hablan del poder y de la dependencia, de la soledad, los falsos sueños y lo que cuestan algunas medallas. Un film magnífico que desde los combates físicos nos habla de otras luchas. Una crónica trágica y triste que marca el contraste entre el poder avasallante de los Dupont y los desvelos de estos luchadores, vulnerables y condenados, tanto como esos zorros que la dinastía fue matando a lo largo del tiempo.
Deporte, infelicidad y tragedia Bennet Miller parece haber encontrado en el universo del deporte profesional un semillero de historias trascendentes que vale la pena que sean filmadas. Si con El juego de la fortuna consigue una historia de triunfo épico de esas que inflan el pecho, con Foxcatcher logra una tragedia de tono operístico y amargura angustiante. Antes de que se desarrolle la historia de la tormentosa relación entre John Du Pont (Steve Carell) y Mark Schultz (Channing Tatum), el prólogo de Foxcatcher es sobre un tema típico de las historias cuyo centro es el deporte, y es la ingratitud del profesionalismo y el alto rendimiento. El deporte se lleva lo mejor de la juventud y el cuerpo de los atletas, esos individuos que explotan al máximo capacidades que nunca volverán a tener. Hay una frase que le debemos atribuir a Marcelo Bielsa porque es el último que la dijo públicamente (bueno, en un video de YouTube) pero que seguro es de Schopenhauer: “ser el mejor te quita felicidad” le decía a un joven defensor del Olympique de Marsella. Pensemos en Juan Román Riquelme, hombre que con toda seguridad sabe que está viviendo sus últimos tiempos como futbolista profesional activo, y que además a pesar de su lenguaje corporal se la pasa afirmando que es feliz (ok, “felí”), pero que nunca termina de cerrar esa etapa. La presión y depresión de ser el mejor y luego dejar de serlo inmediatamente, y también la posibilidad de llegar al máximo de nuestras capacidades y aún así no lograr nunca ser el mejor, de eso habla en principio Foxcatcher. Luego la película empieza a contar otra cosa, la historia de una amistad construida por la unión de dos almas con muy baja autoestima: la relación que mantuvieron durante un tiempo John Du Pont y Mark Schultz y por extensión Dave Schultz (Mark Ruffalo), un trío con la dinámica de un triángulo amoroso y cuyas interacciones conducirán a la tragedia. Aquí nos encontramos con un punto débil de Foxcatcher, que son las actuaciones: más allá de su efectividad no terminan de convencer. Carell no falla casi nunca en general, pero en Foxcatcher está un tanto exagerada su impostación. El Mark Schultz de Tatum está al límite de la competencia mental y además camina como un muppet; y Mark Ruffalo es tan natural siempre que parece mentira. El punto es que ninguno de los tres da enteramente en la tecla. Ya que estamos en la zona negativa de la crítica, mencionemos el otro punto débil del film que es el ritmo. Foxcatcher no aburre pero el pulso que Miller acostumbra es demorado y cuando repite cierta información, puede llegar a molestar un poco. Por ejemplo, subraya innecesariamente que John Du Pont tenía una relación difícil con su madre y que en el fondo era un niño que buscaba aprobación. Por suerte estas fallas no terminan empantanando el resultado final: la extrañeza se transforma en patetismo, y el patetismo en inevitable tragedia con una solidez que no puede menos que causarnos angustia y amargura. A veces los mejores también ganan arañando en el final y creo que ese es el caso de Bennet Miller y su Foxcatcher.
Otra de las muy buenas películas estadounidenses que pasó por la competencia del Festival de Cannes, FOXCATCHER cuenta una historia muy particular y lo hace de una manera sobria, discreta, mesurada, casi a contramano del tema y el mundo que retrata. El caso que le da origen es de la vida real: uno de los millonarios herederos de la familia Du Pont, un obsesivo, solitario y bastante peculiar sujeto, desarrolla una fascinación por la lucha libre y decide entrenar y sponsorear al equipo norteamericano que competirá en los Juegos Olímpicos de 1988. Su principal objetivo es trabajar con los hermanos Schultz, Mark y Dave, dos grandes campeones que ya vienen de ganar medallas en los Juegos de 1984. Los hermanos son bastante distintos entre sí y el filme se centrará más que nada en la experiencia de Mark (interpretado por Channing Tatum), el más joven, hosco y también solitario de los dos. El acepta la económicamente generosa oferta de John Du Pont y parte a entrenar a su bellísima finca. Dave, casado y con hijos, prefiere seguir donde está. Entre el excéntrico heredero de la fortuna Du Pont y Mark nace una relación muy especial, donde cierto sugerido apetito sexual se mezcla con un deseo fraternal, sumado a la ausencia y/o relación conflictiva con las figuras paternas que ambos tienen. Esas idas y vueltas se van enrareciendo cada vez más y la llegada posterior de Dave para tratar de solucionarlas en realidad las complican más aún. foxcatcher3El filme del director de MONEYBALL toma un camino similar al que aquella película sobre béisbol, centrándose en lo que pasa afuera del “campo de juego” y prefiriendo enfocar la mirada en los personajes del deporte y en lo que sucede por fuera del espectáculo en sí: las tensiones, rivalidades, enfrentamientos, amores y odios. Es una película deliberadamente minuciosa –podrían decir que hasta lenta para los parámetros actuales de “ritmo narrativo” hollywoodense– que cubre muchos años en la vida de este trío y que, más que los grandes enfrentamientos o discusiones, prefiere ir pintando los vaivenes de su relación de manera sutil, casi como si se estuviera accediendo a un secreto juego de piezas entre los tres. Uno que, se sabe, tendrá que terminar mal. Miller presta mucha atención al movimiento de los cuerpos de los actores en el cuadro, algo que le viene perfecto para un tipo de deporte que tiene mucho de danza y de fricción ligada a dos hombres: los abrazos, agarrones y empujadas de la lucha libre –más en los entrenamientos que en las competencias– son las metáforas tal vez más obvias que maneja la película, pero que de cualquier modo lo hace muy bien. A la vez, tratándose de tres personajes parcos, de eso que hablan poco, la película termina teniendo un interesante aprovechamiento del sonido: en el silencio, en el ruido ambiente de los entrenamientos, parecen suceder muchas cosas. foxcatcher2Lo más evidente y notorio en el filme es la personificación de Steve Carell como el enigmático y taciturno Du Pont, un birdwatcher, fascinado también por la lucha, las armas y con una suerte de extraviado patriotismo. En un rol cien por ciento dramático Carell está irreconocible: no solo por el maquillaje sino también por la voz y el uso del cuerpo. Pesado, lento, a años luz de la imagen habitual del comediante, es un rol consagratorio. Pero están igualmente bien Tatum (también en plan casi zombie) y Mark Ruffalo como el hermano amable y el más “normal” del grupo. Tal vez no sea la película consagratoria del director de CAPOTE y MONEYBALL en cuanto a premios y reconocimiento (es muy discreta y hasta elegante para ganar Oscars, le falta “impacto”), pero sí una que confirma que posee una mirada muy certera y precisa sobre el comportamiento humano, encontrando en los personajes más extravagantes ese rasgo universal que los hace reconocibles.
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Un trío de fantásticas actuaciones para un calculado drama biográfico. Mark Schultz (Channing Tatum) es un medallista olímpico de lucha libre quien en un día recibe una oferta que no puede rechazar. John du Pont (Steve Carell), excéntrico heredero de una de las familias más ricas de Estados Unidos, le ofrece ofrece instalarse en su lujosa residencia y entrenar en su campo de entrenamiento de alta competición para competir junto a su equipo Foxcatchet en las Olimpiadas de Seul ’88. Buscado alejarse de la sombra de su exitoso hermano Dave (Mark Ruffalo), Mark acepta la oferta de du Pont sin saber como esa decisión terminará afectando sus vidas. Titanes en el Ring Con solo tres películas en su haber (Capote, Moneyball y la que aquí nos importa) Bennett Miller ha demostrado ser un director sumamente clásico, de esos que ya no se ven tan seguido. Foxcatcher es un film basado en hechos reales, que se siente fuera de su tiempo y que tranquilamente podría haberse hecho durante la década del 70. Es un crudo y calculado relato que no viene servido en bandeja. Sugestiona y provoca al espectador, nos manipula pero al mismo tiempo no nos damos cuenta que estamos siendo manipulados. Es una película en donde la historia pasa por su personajes, y no al revés. Miller otra vez se mete con el sueño americano y los valores de la sociedad norteamericana. Refleja con una crudeza absoluta ese sentimiento en el que lo único importante es ganar y ser el mejor, sin importar lo que perdemos en el camino y la persona en que nos trasformamos para lograrlo. El director se pregunta que impulsa a sus personajes, y las respuestas son desoladoras. Foxcatcher es, más allá de todo, la historia de un crimen. El film nos relata lo hechos que terminaron desembocando en el asesinato de David Schultz. Hechos que nunca están abordados desde un punto de vista policial, sino que más bien construyen lentamente el estado emocional de los personajes que terminaron estando involucrados en este suceso. Miller aprovecha en su totalidad cada una de sus escenas. Nos va revelando la historia de a poco y al mismo tiempo nos va entregando información sobre los personajes, incluso a veces explorando sus costados más grises y sugiriendo cosas que terminarán quedando al criterio de cada espectador. Con el preciso guión escrito por E. Max Frye y Dan Futterman y el soberbio trabajo de fotografía a cargo de Greig Fraser, son las actuaciones de su trío protagónico lo que terminan convirtiendo a Foxcatcher en una gran película, y que la posicionan con total justicia entre las máximas candidatas a competir por todos los premios que tan seguido se entregan durante esta temporada. Quizás quien más llame la atención sea Steve Carell con su interpretación del excéntrico millonario y fundador del equipo de lucha libre Foxcatcher, John du Pont. Carell es merecedor de todos los halagos ya que crea un personaje enigmático y al mismo tiempo perturbador. Y teniendo un pasado dedicado pura y exclusivamente al género de la comedia, esto llega como una verdadera revelación. Por eso mismo quizás quede regalada (no por falta de mérito) la actuación de Channing Tatum como Mark Schultz, quien vive bajo la sombra de su hermano y encuentra en du Pont la posibilidad de independizarse y lograr transgredir por si solo. Por su parte Mark Ruffalo interpreta a David Schultz, la figura paternal de Mark y por la cual no puede evitar sentirse apocado. El trabajo de Ruffalo es más introspectivo pero no por eso menos satisfactorio, y lo que termina por otorgarle a la película un perfecto balance de intensidad, locura y sanidad. Conclusión En definitiva, estamos ante la presencia de un drama que se edifica sobre las interpretaciones de Steve Carell, Channing Tatum y Mark Ruffalo, quienes son los que terminan dando vida a estos personajes dirigidos con suma precisión por Bennett Miller. Foxcatcher es un film maduro y al mismo tiempo desafiante, insinúa y nos permite seguir armando el relato en nuestras cabezas, yendo más lejos de lo que se ve en pantalla.
En el inicio de Belleza Americana (Sam Mendes, 1999) el personaje de Lester Burnham se muestra como la tentativa de todo aquello que posteriormente no se cumple: la destrucción de una sociedad cuyos valores presuponen la más alta pauta de hipocresía posible. Hacia el final, lejos de reivindicar cualquier posible crítica, la película precisa encontrar un perfecto monstruo en quien concentrar su horror. Ese monstruo es el vecino nazi, que acaba con quien acaso sea el personaje más libertario, el mencionado Lester. A su vez, el hombre se suicida: el horror de los valores tradicionales jamás queda en cuestión y nada cambia. La misma tentativa (acompañada de la posterior decepción) sucede en Foxcatcher, donde el centro está dado por el imaginario de familia que la película dispone, como si se tratara de una tesis sobre los valores medios del sueño americano. Si toda familia es un sistema en el que cada integrante cumple un rol determinado, el cual, a su vez, se relaciona de cierta forma con el resto de los roles, instaurado ese sistema (los roles se adoptan casi de manera involuntaria, por una dinámica que se les impone), los integrantes tienden a recrearlo fuera del núcleo familiar primario, es decir, en sus vínculos interpersonales, ya sea el ámbito laboral, la filiación matrimonial y los hijos, las amistades. El rol que cumplimos en el seno de los núcleos familiares primarios nos determina de por vida. En Foxcatcher hay algunos sistemas que funcionan y se recrear, dando a luz a nuevos sistemas. El problema es que la película jamás echa luz sobre ninguno de estos temas, sino que simplemente los describe, los pone sobre el tapete. Del mismo modo pienso pararme frente a esta película mediocre: describiéndola. Sigamos. John Du Pont (Steve Carell) es una figura enigmática. Hijo de familia monoparental (no hay referencia alguna a la figura paterna), la relación con su madre (Vanessa Redgrave) es un tanto disfuncional. Es el hombre rico que nunca hizo nada productivo de su vida excepto gastar la fortuna familiar, obsesionado con ganar la aprobación de una madre displicente y absolutamente indiferente. John necesita una meta en su vida, un propósito que llene sus abúlicos días y se convierta en puente para obtener el beneplácito materno. Por eso se aboca de lleno al equipo de Lucha Olímpica, del cual se autoproclama entrenador y mentor. La presencia de su madre es una suerte de fantasma que sobrevuela la película, una figura amenazante en tanto intangible y casi invisible. Las pocas escenas en las que aparece son suficientes para dar cuenta de la relación entre ambos: la demanda no satisfecha, la búsqueda de aprobación, la descalificación automática, la repercusión en la autoestima. Pero ahí donde un director cáustico se hubiera hecho una comilona, bueno, el pobre de Bennet Miller nos manda un canapé. Mark Schultz (el campeón olímpico que se muda a la casa de John Du Pont, interpretado por Channing Tatum) tiene una historia similar a la de John, excepto que la búsqueda de aprobación está direccionada hacia su hermano y entrenador, Dave (Mark Ruffalo). La ausencia de relación paterno-filial lo obliga a tomar a su hermano mayor como padre y referente, hasta que se cansa de vivir en sus sombras y acepta la oferta de John, que pasa a tomar el lugar de Dave. Ahora Mark ve en Du Pont una figura de autoridad, una persona a quien admirar y en quien confiar, trasladando así la modalidad del vínculo anterior. Todo muy lindo, todo muy psico, pero con un grado de berretada importante, precisamente porque el asunto no profundiza en ningún momento. Con suerte que los temas estén ahí sobre la mesa, como en las cenas de fin de año. John lo ampara y ambos entablan esta suerte de relación (manifiestamente homoerótica) en la que cada uno reproduce su esquema y trata de imponerlo sobre el otro. John intenta encontrar en Mark un confidente, alguien que lo admire y lo respete de manera automática, alguien a quien manejar. Y Mark acepta el rol sin dudarlo, en busca de otra figura a la que seguir sin demasiados cuestionamientos. Ambos cumplen el rol que nacieron para cumplir a la vez que desempeñan el rol que el otro les asigna, reproduciendo así sus propios esquemas. Quizás ahí está el dato más interesante de una película calculadora y especulativa con el escándalo-morbo del caso real. Sin ir más lejos, Miller es especialista en esto de los casos reales. Pero retomemos. Dave, por su parte, es la piedra en el zapato, el tipo sano, el padre ejemplar, preocupado antes por su familia que por cualquier cuestión económica o profesional, capaz de dejar pasar una gran oportunidad laboral por estar con su familia. Es el tipo relajado y copado, empático, generoso en su saber, trabajador. Es, si se quiere, el único y verdadero continuador de las tradiciones normativas de una ética protestante. Esa misma ética de los padres de la nación, linaje al que pertenece Du Pont, linaje que no puede sostener con sus actos. Y la película se encarga, desde el primer minuto, de posicionar a los individuos de un lado u otro de la vara moral en relación a esa ética particular. La disfunción de Mark y John los coloca del lado de los perdedores, los patológicos, y les da un final coherente. Mark y John son exhibidos (y animalizados) como “errores” del sistema, excepciones. Dave, por el contrario, es el héroe que la película reivindica, en contraposición constante a los anteriores. Con John se contrapone porque él es el líder y el entrenador, mientras que John es el payaso que intenta imitarlo. Con Mark se contrapone porque él es el hermano ejemplar, el deportista nato que no carga con el don como una cruz, porque es el hombre que, pese a compartir historia familiar con Mark, pudo sobreponerse, construir su vida y formar una familia, cosa que Mark no pudo. La muerte de Dave no deja de ser una vindicación, el tipo que muere por culpa de su hermano (que lo hace ir ahí en primera instancia) y por culpa de Du Pont y su enfermedad mental, y termina convertido en héroe. Como en Belleza Americana, el problema jamás puede estar en las bases del sistema, sino en la incapacidad manifiesta de incluirse. Por eso Foxcatcher se siente tan cómoda plagada de loquitos: no hay mal que por bien no venga.
Los hermanos Dave y Mark Schult fueron dos luchadores profesionales de la década del 80’ en Estados Unidos. Cuerpos sumamente trabajados, entrenamientos diarios que se convierten en rutina, hay un solo objetivo: el oro olímpico. Dave, deportivamente, es superior a su hermano. Está contento con su modo de vida, además de la ardua preparación tiene su familia, sus afectos. Mark vive a la sombra de su hermano mayor y su existencia, así como su vocabulario, es chata y solitaria. En medio de esta dinámica aparece John DuPont, un millonario excéntrico, que debido a un antojo patológico decide financiar el equipo de lucha para los Juegos Olímpicos de Seúl. La fisicidad de los hermanos da cuenta del anhelo del millonario, y a su vez de todas sus falencias y frustraciones. Un cuerpo y una mente débil para afrontar un deporte en serio, más no es así para manipular personas. Bajo esta lógica malsana y con un atmósfera oscura, avanza lentamente, pero con precisión, el relato de Bennet Miller. Una especie de mecenazgo psicótico donde el deporte queda relegado en segundo plano para abrir paso al drama puro. Deseos y frustraciones que se confunden, y también se unen, en relaciones viciadas. El clima del filme es extraño y sugestivo. El realizador nos hace testigos del comportamiento imprevisible de DuPont, pero a su vez da cuenta de que hay algo latente a punto de estallar. Es imposible que las cosas terminen bien, o en su defecto que desencadenen sin inconvenientes. Justamente lo que pretende hacer Dave, quién por supuesto necesita el dinero, es tener un relación netamente profesional sin tratar de engancharse en la locura del millonario. Pero este vive en una mentira sostenida por su cuantiosa fortuna, quiere dar una imagen ante la sociedad, la imagen exitista que le inculcó su madre. Y como no la tiene, la compra, la inventa. Más allá de la metáfora gruesa del capitalismo maltrecho y la decadencia del “sueño americano”, Foxcatcher utiliza con eficacia las elipsis, para dotar de fluidez al relato, y, así mismo, narrar con solidez y crudeza una folie á plusieus, donde, de un modo u otro, tanto las víctimas como los victimarios son participes, inequívocos, de este síndrome. Por María Paula Rios @_Live_in_Peace
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
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Resaltan las excelentes actuaciones de: Steve Carell, Mark Ruffalo y Channing Tatum. Un gran desafío para el trío que se debate en un gran duelo actoral. Este joven director, Bennett Miller de 48 años de edad, es el que le dio vida al film “Truman Capote” (2005) donde Philip Seymour Hoffman por su papel obtuvo el Óscar al Mejor Actor, luego llegó “Moneyball: el juego de la fortuna” (2011) con Brad Pitt pero este solo resulto ser nominado, además el film obtuvo otras nominaciones. Ahora llega “Foxcatcher” que compitió por la Palma de Oro en la sección principal de la competencia en el Festival de Cine de Cannes 2014, Miller ganó el Premio al Mejor Director, además esta película ya obtuvo tres nominaciones a los Goblos de Oro (Mejor Película, Mejor actor dramático: Steve Carell, Mejor actor de reparto: Mark Ruffalo), y seguramente obtendrá varias nominaciones a los Premios Óscar. Todo gira en torno a las vidas de dos hermanos luchadores de lucha libre; Mark Schultz (Channing Tatum, muy buena preparación y destreza) y David Schultz (Mark Ruffalo, brillante y muy buena su caracterización) ganadores de la medalla de oro al nivel olímpico, ambos son bastante diferentes, Mark gana una miseria, vive humildemente y siempre es opacado por su hermano mayor David. Pero las vidas cambiarán cuando Mark entabla una relación con el multimillonario John Du Pont (Steve Carell, de excelente actuación y caracterización que compone un psicópata que se hace odiar), quien lo invita a unirse a su equipo “Foxcatcher” dentro del cual será entrenado para el campeonato mundial. Aunque John Du Pont quiera tener también a David este no quiere mudarse con su esposa Nancy (Sienna Miller) y sus hijos Alexander (Jackson Frazer) y Danielle (Samara Lee). Al tiempo Mark comienza a ganar varios campeonatos, parece que obtiene todo por sus propios méritos pero se enfrentará a los vicios, la fama y comenzará a mantener una extraña relación con John Du Pont que se tornará enfermiza. Este magnate tiene además varios problemas psicológicos y le quiere demostrar a su madre Jean du Pont (Vanessa Redgrave, en un pequeño papel, con pocas palabras se puede decir mucho) que puede hacer otras cosas y no continuar con el legado familiar que se encuentra relacionado con el mundo de los caballos de competencia. Ambos tienen sus retos, pero David finalmente accede a ayudar a su hermano y comienzan a surgir celos, otros propósitos y conflictos. El movimiento de cámara se encuentra muy cuidado, posee una buena fotografía, apenas se utiliza la música, se encuentra bien narrada, pero tiene problemas con el ritmo que no logra mantenerlo. La historia es interesante, oscura, con buenos diálogos y excelentes actuaciones en las cuales se lucen: Tatum, Ruffalo y Carell. El espectador se mantiene expectante en su desarrollo porque sabe que está basada en hechos reales y eso le da un plus especial. Toca varios temas: la soledad, el amor, la solidaridad, la ambición y muestra en uno de los protagonistas ciertas inclinaciones sexuales, pero todo está sugerido. Hay traiciones, desilusiones, muestra las marcadas diferencias sociales, y como suele suceder en algunas películas estadounidenses se desliza la propaganda patriótica y nacionalista dejándose ver la bandera de los Estados Unidos en varias ocasiones, así como elementos que refieren a la guerra de independencia de dicho país. El libro que inspiró la película se encuentra a la venta.
Foxcatcher (2014), la última película de Bennett Miller (Moneyball; 2011; Truman Capote, 2005), exhibe una disposición narrativa que por su escasa frecuencia en las filas de la cinematografía hollywoodense resulta apreciable: la sugerencia. Miller construye escenas concisas pero esenciales, delimitadas con precisión, eficaces por su potencial convocante. Podríamos decir que apuesta por la audacia que implica no informar burdamente las razones de un drama. Mejor aún: las presenta en acto. Sucintas acciones alcanzan, entonces, para establecer un relato contenido. Casi tanto como el protagonista de la historia, Mark Schultz (Channing Tatum), un luchador profesional, ganador de una medalla dorada en los Juegos Olímpicos de 1982, pero que sobrelleva sin pena ni gloria una vida gris y sin horizonte. Desde la primera escena es posible advertir cierta violencia que anida en su cuerpo de animal arisco, tan solo brutal por su mirada perdida y por eso feroz. Violencia cuya probable justificación se descubre después, cuando la empleada de un colegio al que fue invitado para departir acerca de su experiencia deportiva lo confunde con su hermano mayor Dave (Mark Ruffalo), luchador como él, ganador de la misma medalla. Un simple entrenamiento de lucha entre ambos revelará sus diferencias, breves señales que anticipan el desarrollo posterior de la trama: el ataque de Mark es precipitado, decide su estrategia por la fuerza y el choque. Dave, por el contrario, utiliza la fuerza sólo cuando la técnica lo exige; recibe golpes, pero es paciente: espera el instante preciso para voltear a su contrincante y derrotarlo. Mark tendrá, sin embargo, una oportunidad. John du Pont (Steve Carell), un atribulado millonario, dueño de la corporación química más grande del mundo, lo invita a su residencia para ayudarlo a conquistar un nuevo triunfo, esta vez por fuera de la sombra opresiva de su hermano. Foxcatcher, ajustado su relato al orden narrativo que lo fundamenta desde el principio –pero que a veces traiciona- avanza sin nunca del todo definir completamente. Como si buscara dejar irresuelto, casi en suspensión, esos sentidos siempre dispuestos para un desarrollo pueril. Al contrario: permanecen velados. ¿Qué sucede realmente con Mark? ¿Qué sucede realmente entre él y su promotor? Poco importa. El film de Bennett Miller funciona justamente en aquellas escenas donde acentúa su régimen alusivo y avanza. Retrocede cuando, precipitándose, arriesga escenas afectadas de cierto patetismo psicologista. Cuando, por ejemplo, ensaya y subraya explicaciones a partir de una relación familiar problemática. La historia, hacia el final, desestima sorpresivamente a su protagonista, lo pierde de vista, acaso por la tentación de atender las desavenencias de un poderoso desquiciado de soledad. Lo recupera tanto más luego, en la última escena, en la expresión máxima de su violencia descomunal.
Bennett Miller, el director de “Foxcatcher”, es casi un especialista en películas biográficas. Su corta filmografía lo avala: “Capote” (2005) se centra en la historia del caso del célebre escritor y su obra “A sangre fría”, y en “Moneyball” (2011) que se mete de lleno en la vida de Billy Beane, un reconocido manager de la liga de baseball de los Estados Unidos, producción recordada - al menos para mí - por la velocidad de los diálogos escritos por el gran Aaron Sorkin. Siguiendo esa línea de historias verídicas, su última película (de paso exitoso por el último Festival de Cannes) también está basada en hechos reales. “Foxcatcher” narra el vínculo entre John du Pont (Steve Carrel), un magnate bastante paranoico, que contrata a dos hermanos campeones de lucha libre, Mark Schultz (Channing Tatum) y Dave Schultz (Mark Ruffalo) para promoverlos a participar de los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988. La relación entre estos transitará diferentes facetas de empatía y odio, de obsesiones, desconfianzas y traiciones. Como en toda historia con estas características la cosa terminará mal. Tal como lo hiciera Nicole Kidman en su Virginia Woolf de “Las horas” (2002), ahora es el turno de Steve Carrel en calzarse una nariz de utilería. La actuación de Carrel está muy bien, y no por la nariz. Su actuación interpretando un “papel serio” es la típica que debe hacer un comediante en algún momento de su carrera, como ya lo han hecho Jim Carrey en “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos” (2004) y Guillermo Francella en “El secreto de sus ojos” (2011), por nombrar un par de antecedentes. Otro punto notable es la actuación de Tatum y Ruffalo. Algo que no es casualidad en las realizaciones de Miller, ya que se ha destacado por el buen manejo en la dirección de actores. Esto denota que es un director que centra sus realizaciones en los personajes, les da un lugar más que importante. Como dato curioso, sepan que varios actores protagonistas de las producciones anteriores han ganado nominaciones a distintos premios de la industria cinematográfica que, aunque no sean sinónimos de calidad, al menos representan una cierta importancia en sus carreras. Googléenlo y sabrán al respecto. Por decirlo de alguna manera, “Foxcatcher” funciona como la contracara de “El lobo de Wall Street” (2013). Coinciden en la época (los años ’80) y en la sumisión (y la rebeldía) ante el poder del dinero, entre otras cosas. Pero en contraposición a la de Scorsese, la de Miller es desacelerada, introspectiva, cuidada y bastante contenida. Además, no narra el origen del multimillonario, sino que toma un momento en particular de su (solitaria) vida. Es que en “Foxcatcher” todo es más intimista y reservado, y ese es justamente el tono elegido de la realización. Miller está interesado en la construcción del vínculo entre Du Pont y Mark Schultz. Esa obsesión por ambos personajes funciona como la de Du Pont hacia los hermanos Schultz, y viceversa. Hay una descomposición de esa relación que tiende hacia una decadencia sin salida que poco a poco vamos intuyendo en la película, ya que, al fin y al cabo, esta historia expone una variante deforme de las consecuencias del sueño americano. Sin dudas, el pulso hacia la resolución final marca el ritmo de la narración. Las abundantes elipsis y los personajes de pocas palabras juegan a favor y en contra de la película. En determinados momentos es necesario que cierto punch sacuda ese tono gris y sombrío. “Foxcatcher” es una historia de lucha, pero no pega, no cachetea. Es que sus virtudes terminan erigiendo sus propios defectos. Te envuelve, te atrapa, pero no te apasiona.
Un cazador de zorros Foxcatcher seguramente esté un poco por debajo de lo que indicaba su reputación y acaso un poco más allá de ese horizonte chato y gris que parecen señalar con ferocidad sus detractores. Un hijo de las grandes fortunas de los Estados Unidos –las de los constructores del país, los benefactores concienzudamente selectivos, los hacedores de milagros que trabajan el hierro, la voluntad, la expectativa, incluso el dispensario de imágenes más o menos probables que pueden pasar a conformar de pleno derecho parte del bagaje mental de los norteamericanos de buena voluntad– viene a posar su mirada sobre Mark Schultz, un ex campeón de lucha que sobrevive con esfuerzo en gimnasios de mala muerte. El joven luchador es más bien ingenuo, no ha sabido hacer dinero, su oficio de campeón del pasado lo lleva a ofrecer charlas ante una sala colmada de niños de escuela que bostezan distraídos; su prestigio es algo que solo reluce entre los conocedores de la especialidad y constituye un plus dudoso de moralidad, cuya fuerza edificante explotan los funcionarios del deporte mientras Mark deriva por su modesto presente, atado a los recuerdos, solitario y ausente.Mark tiene en su hermano Dave, también campeón mundial en la misma disciplina, un entrenador aplicado y cariñoso y una figura de autoridad cuya sombra parece pesarle dolorosamente. Foxcatcher destila una desolación profunda desde el minuto uno, cuando el director Bennett Miller arroja al espectador sobre ese cuerpo enfundado grotescamente en malla que se retuerce sobre un muñeco que le sirve de contrincante en el espacio descorazonador de un gimnasio desierto. El ex campeón se prepara para una competencia de relativa importancia. Su deporte es un asunto solitario, de horas arduas horas de dedicación y recompensa insuficiente. La conclusión es clara: en el fondo de su alma el hombre está solo, no tiene a nadie; solo cuenta con su actividad y la dignidad difusa que de ella pueda extraer, cada vez con más esfuerzo y menos convicción. La película le acerca entonces, de forma no demasiado sutil, a un personaje que se encuentra en una situación equivalente, el extraño filántropo que le hace una llamada intempestiva para ofrecerle entrenamiento, comodidades, un sueldo y una promesa de gloria en el panteón de los héroes norteamericanos del que se alimentan los sueños de sus compatriotas más acreditados. La película de Miller no es de ningún modo un gran relato sino otra cosa muy distinta: una artimaña más o menos decorosa para describir un presente de promesas rotas, tal vez un poco en la tradición desencantada de cierta porción del cine americano de los años setentas. Esa es la parte buena de la película: Miller diluye con habilidad la tensión dramática en el misterio extendido de la naturaleza verdadera del personaje de Carell. Enseguida queda claro que el heredero es un monstruo; el espectador lo intuye pero todavía no es capaz de vislumbrar de qué manera, bajo qué maniobras tortuosas, se evidenciará del todo su carácter oscuro. He ahí el placer leve, un poco incómodo, que la película es capaz de deparar. El director dispone planos fríos, ligeramente imbuidos de una sensación de desastre inminente; la ausencia casi absoluta de comentarios musicales –sorprende, y no de la mejor manera, el uso de la canción This Land Is Your Land, a cargo de Bob Dylan, para aludir con una ironía fatua a la esencial desconexión del personaje del ricachón con una pertenencia a la historia de la nación de cuyo orgullo hace usufructo simplemente por herencia– constituyen una novedad a medias para el mainstream, quizá malgastada en la pretensión más bien insensata de que la austeridad programática produce de suyo un objeto más o menos relevante. Está claro que lo que Miller ha intentado hacer no es una película de visión agradable, que se siga con ese afecto minucioso, tal vez un tanto improcedente, que destinamos a los placeres de digestión inmediata. La emoción contenida de las escenas, la sobreabundancia de maquillaje, el regodeo con planos que parecen acompañar el carácter absorto de los personajes –esas criaturas estupefactas que no parecen nunca comprender cabalmente el hilo trágico con el que están zurcidas sus vidas– ofrecen un aire de evidente artificio cuyo encanto esquivo pertenece al reino de la ironía o de las causas perdidas de antemano. Foxcatcher nunca será una gran película, acaso porque la pierden un poco su seriedad, su exceso de cálculo y esa suficiencia silenciosa con la que cada escena parece contenerse a sí misma, como si el director se abstrayera, con plena conciencia, de ofrecer un relato con fluidez y coherencia interna para enrostrarnos una idea precocida acerca de la naturaleza triste de sus personajes y el mundo que los rodea.
Titanes en el ring Con "FOXCATCHER", la tercer película de Bennett Miller, el director se consolida como una especie de fanático/experto en filmar biopics. Ya lo había hecho brillantemente con su debut en "CAPOTE" con la presencia magnética e irreemplazable de Phillip Seymour Hoffman en un papel consagratorio que le valió el Oscar y su consolidación internacional. Luego fue el turno de Brad Pitt, Jonah Hill y Chris Pratt en "MONEYBALL - Rompiendo las reglas" basada en la historia del gerente general del equipo de Atléticos de Oakland ... y ahora se interna nuevamente en el mundo del deporte con éste, su último film, que ha obtenido nominaciones al Oscar para su protagonista (Steve Carell) y como actor secundario para Mark Ruffalo. También Miller ha obtenido la nominación al Oscar en el rubro Mejor Director y viene de ganar la Palma de Oro en Cannes, una de las distinciones más anheladas para cualquier director. Porque se vuelve cinematográficamente valiosa la mirada de Miller sobre esta historia real que profundiza en el vínculo entre el luchador olímpico Mark Schultz (un gran papel protagónico para Channing Tatum) y el mecenazgo de un excéntrico y reconocido millonario John Du Pont (Carell)? La historia en dos lineas es la siguiente: cuando Mark logra conseguir un respaldo económico para perfeccionarse y formar parte del equipo olímpico de EEUU en Seúl, comienza a entretejerse una trama particular con su hermano, también deportista y entrenador, Dave Schultz (Ruffalo). Aparece, de la misma forma, una especie de triángulo patológico entre ellos y Du Pont, un millonario dotado para descubrir y proyectar a jóvenes talentos, pero completamente desequilibrado psicológicamente. El momento en el que se está narrando esta historia real es justamente aquel en el cual convergen varios disparadores que harán que todo desencadene en una tragedia. Y a lo largo de todo este trayecto narrativo, Miller elige arriesgarse a contar la cosas muy lejos de un típico biopic hollywoodense. Acierta en un tono intimista, plagado de detalles -sutiles pero claves- a la hora de ir atravesando las pulsiones que habitan en cada uno de los personajes. Imprime una atmósfera de intriga y negrura, que es exacta para dejar tendidas ciertas pistas, ciertos señuelos y librando al espectador para la propia construcción de este rompecabezas. Tampoco les da a los personajes una mirada unidimensional sino que se interna en otra, mucho más profunda y compleja. Al no entregar la totalidad de las herramientas ni de plantear ningún tipo de subrayados, cada uno como espectador, puede ir abordando la historia en diferentes "capas". Miller, a su vez se valió de tres intérpretes notables. Channing Tatum, aparece por primera vez con una interpretación dramática donde se lo nota contenido y cómodo en el papel. Mark Ruffalo como su hermano, entrega otra actuación sobresaliente, dando cuenta una vez más de su versatilidad y de su talento para comprometerse en proyectos de corte más independiente mezclados con sus participaciones dentro de los "tanques" del cine americano (desde "Hulk" "Ironman" a "The Avengers", la comedia romántica como "Puede una canción de amor salvar tu vida?" o tocar el drama con "Mi Familia" "Adulterio" o el multipremiado film para televisión "The Normal Heart"). Pero sin duda, todos los lauros y la gran atención del filme va para la actuación de Steve Carell, un actor que nos tiene acostumbrados a sus actuaciones dentro del terreno de la comedia y que aquí se muestra sorprendentemente exacto (el parecido físico con Du Pont es completamente asombroso) y tanto las miradas, como los gestos y los detalles con los que va construyendo su personaje, completan a la perfección el retrato de un millonario excéntrico, con carencias afectivas, presiones familiares, celos y ambiciones desmedidas. Indudablemente, la mejor actuación por lejos en la carrera de Carell. El objetivo de Miller ha sido cumplido: esa dualidad con la que presenta a los personajes en donde toda lectura es posible, ha levantado polvareda en las redes sociales en donde el propio Schultz dijo que el director modificó sin su consentimiento el enfoque de la historia, convirtiéndola en una historia falsa llena de ficción y morbo, totalmente negativa y humillante para su familia. Channing Tatum, por su parte, confesó a los medios que la esposa del luchador Mark Schultz visitó a los actores durante los días de rodaje limitándose solamente a decir que aquello era insensible y triste. Pese a todo esto "FOXCATCHER" sigue cosechando triunfos en la actual temporada de premios, consiguiendo entre otros los Premios Gotham, el International Cinephile Society Awards, Premios Independent Spirit y Premios Satellite. Un biopic diferente, sin ningún tipo de encasillamiento, con brillantes actuaciones y una narración inquietante, "FOXCATCHER" se convierte en una de las películas más interesantes del pelotón de las nominadas para el OScar de eta temporada.
Trauma, tragedia y nonfiction Bennett Miller ya encaró en “El juego de la fortuna” una historia biográfica sobre el mundo de los deportes. Y en “Capote” encaró el período de la vida del escritor en que llevó el nonfiction (“no ficción”, con “A sangre fría”) al altar de la literatura. Así que podemos pensar que a Miller “el nonfiction le sienta bien”. En “Foxcatcher”, se mueve en un terreno que por momentos remite a “El ganador” de David O. Russell y cita a “El luchador” de Darren Aronofsky. En ese linaje se inscribe, pero le agrega elementos de tragedia shakespereana (hermanos en discordia, sumisión al poderoso) y psicopatóloga moderna (traumas arrastrados desde la infancia). Oro y gloria La historia nos ubica en 1987, en la vida de los hermanos Schultz: Mark, campeón olímpico de lucha en los Juegos Olímpicos de 1984, y Dave, también medallista de oro, pero con una familia y una carrera promisoria como entrenador. Dave es mayor, y siempre se ha hecho cargo de Mark, un ser retraído, que en el fondo siempre se ha se sentido a la sombra de su hermano. Un buen día, el excéntrico (por poner una palabra) millonario John E. du Pont (miembro de una de las familias más ricas de Estados Unidos) convoca a Mark para financiarlo y convertirse en su “mentor”. En realidad, detrás de la creación del “Team Foxcatcher” (equipo bautizado así por la propiedad en la que entrenaba), hay una guerra entre John y su anciana madre Jean du Pont (un pequeño papel honrado por Vanessa Redgrave), que entre otras cosas siempre rechazó la lucha en beneficio de los deportes ecuestres (“Foxcatcher” hace referencia a la cacería de la zorra). Como un rey renacentista, John es un mecenas ególatra que gusta que sus beneficiarios se arrastren ante él. Las cartas están echadas: los Juegos Olímpicos de Seúl están a la vuelta de la esquina, y el entrenamiento de Dave se vuelve necesario para que Mark tenga chances de besar nuevamente el oro. Los tres protagonistas ya están reunidos en un camino sin retorno hacia la tragedia. Cambio de registros Cuando repasamos estas líneas, ya sabemos que el filme tiene cinco nominaciones al Oscar: Director, Actor Protagónico para Steve Carell, Actor Secundario para Mark Ruffalo, Maquillaje y Peluquería para Bill Corso y Dennis Liddiard y Guión Original para E. Max Frye y Dan Futterman. Estas consideraciones no son casuales: desde las primeras escenas impacta la caracterización de los protagonistas, especialmente la de Carell como John: sus orejas, las manchas en sus manos, la dentadura y la nariz, que lo vuelven casi irreconocible. Pero no sólo por eso: su actuación (y eso es otro mérito de la dirección) se mueve lejos de sus registros habituales de comediante: su John es parco, de expresiones mínimas, capaz de responder con un “ah” sin que se sepan las implicancias de eso, pero dejando intuir que detrás de esa sequedad se ocultan oscuros recovecos. Lo mismo pasa con Channing Tatum, habitual héroe carilindo de acción: su Mark (más allá de unas peculiares orejas prostéticas) es una criatura huraña, de movimientos simiescos y de una fragilidad emocional que contrasta con su potencia física. Y lo de Ruffalo lo confirma como el gran actor que es: con mucha barba y poco pelo, su Dave es entrador, bonachón y sin dobleces. Es fácil para el espectador empatizar con él, lo que vuelve más triste el devenir de la historia. Drama visual La narración visual saca provecho de esa química: siendo la lucha el contexto, hay muchas escenas de contacto físico (desde el primer entrenamiento de los hermanos), desde el deporte mismo a un abrazo o una pelea; la cámara en mano acompaña este tipo de situaciones, al igual que los momentos de soledad. Pero la cámara fija refuerza el estatismo de escenas de conversación, ésas con economía de recursos actorales que se basan en la precisión de los diálogos (como el primer encuentro de Mark y John). Y hay detalles, como la firma de los cheques, con su diferencia de monto y de fecha. Quizás el último tercio o cuarto del filme parezca a primera vista más difuso en la narración, con la recurrencia de elipsis. Pero recupera precisión en las escenas finales, las que se explayan en lo trágico. Al gusto de Hollywood, habrá pantalla negra con letras blancas que cuenten qué fue de cada uno: los diarios de la época ya quedaron amarillos hace mucho.
DE ÁGUILAS Y SIMIOS La sonrisa que se le filtra a Mark Schultz cuando John du Pont le pide que lo llame Águila o Águila dorada es genuina. Dice más que cualquiera de las pocas, poquísimas, palabras pronunciadas por ese luchador que interpreta un convincente Channing Tatum. Es una grieta que raja su corporalidad simiesca (tiempo después ese pseudopadre pseudomentor que es Du Pont lo tildará de “simio desagradecido”) revelando una idea que se confirmará más tarde: este tipo está loco. Foxcatcher cuenta la historia de Mark y Dave Schultz, campeones mundiales y olímpicos de lucha libre y su relación con John du Pont, uno de los popes de la industria química yanqui obsesionado por la disciplina que practican los hermanos y en la que él no ha podido destacar. John se acerca en principio al hermano menor para ofrecerle dinero y las instalaciones necesarias para optimizar su entrenamiento como luchador con el fin de conseguir más títulos y medallas para el país. Se ampara en la necesidad de inspirar a los más jóvenes, de llevar a los Estados Unidos a lo más alto, de promover valores ejemplares. Lo hace, en fin, por la patria. Víctima de una suerte de enamoramiento, el hermano pequeño cae en la red y lo que al comienzo se perfilaba como un patrocinio se revela como una franca apropiación. Así como la dinastía du Pont perseguía a los zorros en esas cintas que se pueden ver al comienzo del film, la autodenominada Águila (du Pont se sostiene en títulos que no puede ganar y que obliga a que otros ganen por él) posará sus ojos en Mark. Los efectos de una mirada deshumanizada no pueden ser otros más que la deshumanización, y si Mark ya era de pocas palabras, John se llevará las que le quedaban a fuerza de ejercer una violencia más nociva que la de aquellos que combaten sobre el tapiz. En el horizonte se vislumbra la animalidad. Así como Capote le valió el Oscar a Phillip Seymour Hoffman y una nominación a Catherine Keener, y Moneyball recibió nominaciones por el trabajo de Brad Pitt y Jonah Hill, Bennett Miller vuelve a dar la nota esta vez con Steve Carell y Mark Ruffalo. Es este último, el que encarna a Dave, el hermano mayor, el único capaz de hacerse una pregunta que cuestione el orden establecido. Del terceto que conforma junto a su hermano y du Pont es quien ha logrado casarse y tener hijos. Claro que dentro de estas coordenadas tomar la palabra para enunciar una verdad está prohibido. El destino del único padre que aparece en la película, no puede ser sino el que ya todos conocemos. Foxcatcher retrata el encuentro entre dos niños de distinta clase social: el de Mark Schultz, que arrastra consigo una profunda necesidad de castigo, y el de John du Pont, que parece haber trocado el interés de su madre por montar caballos en el de coquetear con hombres que se montan los unos a los otros. No es casual que de sus respectivos padres no se sepa nada. Como ocurría en la que hasta el momento es su mejor película, Moneyball, Bennett Miller cierra su opus tres con una escena de poderosa simpleza. Una bocanada de lucidez en medio de tanto delirio.//?z
Cuando de historias patrióticas se trata, no es que los norteamericanos tengan más que otros países, el problema es que ellos idolatran a cualquier persona que supere sus problemas y logre un triunfo histórico. Tal es el caso de David (Mark Ruffalo) y Mark Schultz (Channing Tatum), campeones olímpicos de lucha que dan un salto en su carrera cuando aceptan ser patrocunados por el equipo Foxcatcher, propiedad de John Du Pont (un sorprendente Steve Carell). Sin embargo, todo terminará mal para los tres. De Bennett Miller, ganador a mejor director en Cannes, conocido por su gran capacidad para sacar lo mejor de sus actores, lo más sorprendente del filme es sin duda Steve Carell y Channing Tatum. De Mark Ruffalo ya conocemos su gran capacidad de actuar, y de Tatum, quizá no sea mucho el drama que aporta al filme, pero Carell, acostumbrado a hacer comedias de medio pelo es quien se lleva el filme con su interpretación de John Du Pont, un excéntrico millonario que, al igual que ha sido su vida, por capricho decide promocionar a Mark Schultz, proporcionando equipo e instalaciones de primera para que sea capaz de llegar a lo más alto. Por eso es que su nominación al oscar resulta bien merecida aunque realmente tenga pocas oportunidades de llevarse la estatuilla a casa. Hay que advertir al espectador que, aunque la historia es buena, la forma de desarrollarse es lenta. Podríamos decir que incluso sobran unos 20 minutos de metraje, Pero analizado en conjunto, te lleva poco a poco de la mano para justificar todas y cada una de las acciones, adentrándose en la psicología de los tres protagonistas. Para que al final, aunque no sorprende mucho, está totalmente centrado en el drama. No hay salidas fáciles ni errores en el planteamiento. Todo termina como debe de terminar. Quizá, como ya lo mencionamos su falla es el ritmo que parece por momentos estancarse y en otros momentos acelerar demasiado. Pero podemos asegurar que por lo menos vale la pena un visionado sobre todo si se disfruta de actuaciones precisas y excelentes.
The winners are… las biopics y la autocelebración Algo queda claro tras ver las ocho películas nominadas este año al premio Oscar: la predilección de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood (y del público estadounidense) por las biopics tanto como por las historias que dejan al descubierto miedos y ambiciones en el mundo del espectáculo. Es que, más que volver a indignarse por la dudosa calidad de lo que esta legendaria e influyente organización propone como lo mejor del año en materia de cine (ya habíamos expresado nuestras dudas sobre la importancia de los premios y recabado opiniones al respecto, en una nota que puede leerse aquí), parece más provechoso analizar brevemente lo que hay detrás de ese puñado de elegidas. La mitad de ellas son biopics y confirman la predilección por este género, especie de resumen de la vida de una persona pública, que no sólo implica una sucesión de incidentes intensos en un crescendo dramático que suele concluir con una lección moral digna de aplauso, sino que, además, empeñándose en la reconstrucción de época y el parecido con el original, despliega un abanico de esfuerzos que permite la multiplicación de nominaciones y premios (a mejor vestuario, maquillaje, dirección artística, etc.) En la ceremonia del Oscar del año pasado, por ejemplo, los auténticos Capitán Philips y Philomena estuvieron presentes, reflejando esa afición y confirmando, al mismo tiempo, que se trata siempre de biografías autorizadas. La teoría del todo, de James Marsh, y El Código Enigma, de Morten Tyldum, pueden verse como el triunfo del freak: un astrofísico postrado por una enfermedad degenerativa (Stephen Hawking) en el primer caso, un matemático hábil pero solitario y esquivo (Alan Turing) en el segundo. Las dos películas exudan oficio: hay que reconocer que Hollywood sabe hacer estos recorridos biográficos creíbles, emotivos y entretenidos (baste pensar cómo le cuesta al cine argentino cada vez que lo intenta). Pero tratan al espectador adulto como si fuera un chico, con paternalismo didáctico –con los personajes hablando entre ellos sólo para informar determinados datos, como al descuido mientras comen o hacen bromas– y resolviendo situaciones con tics gestuales, estereotipos y música melodramática. Temas complejos (discapacidad, homosexualidad, espionaje) son expuestos sin incomodar, con los protagonistas sacando fuerza de la debilidad junto a estoicas partenaires femeninas. Cubierto de una pátina refinada, con encuadres puramente decorativos (mostrando sin justificación dramática desde una ventana a un personaje cuando cae, o desde abajo cuando alguien sube por una escalera caracol), La teoría del todo sólo desliza un elemento discordante cuando incorpora a un tercero en discordia que termina casi integrado a la familia, desviándose hacia los intereses de la mujer de Hawking (tal vez porque el público de este tipo de films suele ser femenino, o porque resulta más cómodo que el espectador se identifique con el personaje sano y no con el lisiado). La decisión adoptada por el protagonista en relación a la medalla entregada por la Reina levanta un poco la puntería de este largometraje pulcro y lustroso como un alhajero, al que ni la sonrisa y el esfuerzo físico de Eddie Redmayne ni la belleza inexpresiva de Felicity Jones logran insuflar de emoción. Marsh hace que su film –más allá de un curioso replay hacia el final– luzca fuertemente convencional, apelando a previsibles escenas de baile y fuegos artificiales, a un afectado reencuentro en una iglesia o a la ópera en un teatro para cargar de intensidad un momento clave, recursos no necesariamente cuestionables si no fuera que la nominación al Oscar lo ubica en un pedestal inmerecido. La película de Morten Tyldum es, de alguna manera, más conflictiva, al centrarse en un analista criptográfico que se involucra en secretos vinculados al Poder durante la II Guerra Mundial, ocultando asimismo misterios relacionados con su complicada vida personal. El Alan interpretado con tenacidad por Benedict Cumberbatch es un freak triste, por momentos egoísta, con serias dificultades para los vínculos afectivos (consecuencia de maltratos sufridos en su etapa de estudiante, según flashbacks a los que el film recurre ocasionalmente). Es un personaje de esos que se recuerdan –da la impresión que cuando se nomina a un actor o actriz al Oscar es más por la simpatía o el impacto emocional que depara su personaje que por su actuación en sí–, movido no por un principio humanitario o una convicción política sino por una necesidad personal: “agnóstico respecto a la violencia” se considera esta especie de Schindler, y eso parece bastar para transformarlo en una buena persona. Los hechos históricos son en El Código Enigma una buena excusa para desplegar artimañas propias del thriller, balanceándose un logrado clima de época (con imágenes documentales de la guerra fundiéndose con la ficción) y algunas entrelíneas sobre el valor del trabajo en equipo, con una música omnipresente y caracterizaciones modeladas a partir de lugares comunes. De vez en cuando asoma Keira Knightley, dándole algo de vida al calculado armazón argumental. Aunque no llegó a estar nominada como Mejor Película (sí Bennett Miller como Mejor Director), Foxcatcher también ronda en torno a un freak que existe o existió: un tal John du Pont, millonario paranoico amante del deporte, obsesionado con un joven atleta igualmente solitario. Acá, la cámara deteniéndose en profusos planos generales, la dosificación de la acción y la actuación reconcentrada de Steve Carell y Channing Tatum, y el cruel final incluso, apartan la biopic del acostumbrado recorrido por escenas significativas, depositando el dramatismo en el lento proceso de maceración de los sentimientos ocultos de ambos personajes. Muy bien narrada, la enturbia la caracterización exterior de Mark Ruffalo y la conservadora moraleja que –en torno al dinero y la familia– el film parece dejar como sedimento.
Tensión insuficiente No parece una película de Hollywood, y mucho menos una candidata a cinco Oscar, incluyendo director y guión original. El abordaje del cineasta Bennett Miller (Capote, El juego de la fortuna) no es solamente frío; es gélido. La anécdota se basa en sucesos reales y sus participantes son vistos desde la distancia, las tomas son largas y distendidas, la acción es mínima, los diálogos son concisos y los personajes (sobre todo los protagónicos) se ahorran todas las palabras innecesarias, más algunas de las otras. El énfasis parece puesto en lo que se gesta dentro de ellos, aunque el espectador sólo pueda intuirlo. John Dupont (Steve Carrell, esgrimiendo esta vez una seriedad espeluznante) es el magnate heredero de una de las empresas de químicos más importantes de Estados Unidos; concretamente de la mayor corporación de pólvora del mundo. Como aporte a la grandeza de su país, se convierte –pese a las objeciones de su madre dominante– en un coach de lucha libre, enfocado en entrenar atletas con un objetivo claro: que ganen la medalla de oro en los Juegos Olímpicos. Nada de ayudarlos a fortalecer el espíritu o perfeccionarse, simplemente que sean los mejores del mundo. Entre los protegidos de Dupont, la gran promesa es Mark Shultz (Channing Tatum), un mastodonte inexpresivo, proclive al desborde (durante un entrenamiento con su hermano en una de las primeras escenas, le da accidentalmente un cabezazo que lo deja chorreando sangre), con quien el magnate gestará un vínculo particular, fuente de constante tensión: si Dupont en su constante excentricidad deja bien a las claras que le faltan unas cuantas tuercas, Shultz es pura fibra y energía contenida, una bomba de tiempo que sabemos explotará, mejor temprano que tarde. Con reiteradas referencias a su país, Dupont se convierte en símbolo de la aristocracia republicana estadounidense, acostumbrada a erigir sus fortunas a fuerza de llevarse el mundo por delante, comprando personas si es necesario y utilizándolas a capricho. Foxcatcher es el nombre de su finca, en referencia a los perros que cazan zorros, para deleite de sus dueños. Pero la tensión surgida a partir del vínculo entre los protagonistas puede no ser suficiente para despertar el interés necesario. La austeridad, la inescrutabilidad de los personajes, la ausencia de dinamismo durante largos tramos, son elementos deliberados y escrupulosamente desplegados en esta película, pero proveen a la narración de una arritmia importante, que puede extenuar a la audiencia y dejarla por fuera del cuadro. Foxcatcher es una película interesante, sutilmente sugerente, técnicamente sobresaliente y con actuaciones soberbias, pero no precisamente entretenida y, para los espíritus más inquietos, quizá directamente insufrible.
"Espíritu americano" Lo que comienza como un film motivador y estimulante para el espíritu competitivo Bennett Miller lo transforma en un atrapante y oscuro drama humano que retrata una peligrosa lucha de egos y poder. Basada en hechos reales (que distan bastante de lo que veremos en la ficción), “Foxcatcher” nos sumerge en la historia del multimillonario John du Pont (Steve Carrell), el heredero de una aristocrática familia de Pennsylvania que decidió brindar su apoyo durante la década de los ochenta a un grupo de deportistas profesionales entre los que se encontraba Mark Schultz (Channing Tatum), un luchador que no soportaba vivir tras la exitosa sombra de su hermano David (Mark Ruffalo), un reconocido medallista olímpico. De menor a mayor, con un ritmo que puede sentirse lento pero que viene acompañado de una intensidad aplastante, Miller se encarga de ir construyendo un drama donde las relaciones humanas juegan un rol clave. El vinculo entre du Pont y Mark Schultz se roba gran parte de la primera mitad del film, ofreciendo quizás las escenas más logradas y emotivas de la propuesta, mientras que de menor a mayor empezamos a vislumbrar el gran detonante que tendrá esta historia que es ni más ni menos la relación entre ambos hermanos. Con excelsas actuaciones por parte de Carrell, Tatum y Ruffalo, “Foxcatcher” inmoviliza al espectador durante todo el metraje y consigue acongojar en más de una ocasión. Ya sea por el maquillaje que lleva encima Carrell, la vehemencia que Tatum le brinda a su personaje y el cuidadísimo lenguaje corporal con el Ruffalo nos convence de que él es un verdadero luchador, “Foxcatcher” logra concretar un objetivo al que pocos dramas aspiran: generar empatía y desconsuelo por el destino de sus distintos personajes. Acompañado de un excelente apartado técnico donde se destacan la grisácea fotografía de Greig Fraser y la melancólica banda sonora compuesta por Rob Simonsen, Mychael Danna y West Dylan Thordson, el último trabajo de Miller sorprende gratamente al ofrecer una potente historia donde además de un logrado reflejo sobre los riesgos del egocentrismo también encontramos una marcada crítica hacia los antiguos e inoxidables ideales de las estirpes más poderosas y, por qué no, también del sueño americano. “Foxcatcher” se suma a ese batallón selecto de producciones cinematográficas que sin miedo al rechazo ni a las criticas despiadadas se encarga de traducir en la pantalla lo retorcido, ambicioso y amenazante que puede ser un hombre cuando su mayor deseo es enaltecer a su país a su imagen y semejanza. Ideales, poder y paranoia. Tres matices del sueño americano que “Foxcatcher” desarrolla de forma contundente y convincente.
Foxcatcher es una película sobria, lenta, fuerte, y sórdida que logra un clima de opresión en la mayoría de sus escenas, que es realmente notable; eso se debe en parte a una gran interpretación por parte de Steve Carell en el papel de un multimillonario que entrena a un equipo de lucha libre en una granja que tiene en su mansión. Pero más allá de que estén todos los recursos necesarios en ese lugar, el clima humano que se genera, cierto misterio que tiene el personaje, y cierta sensación de que es un personaje con muchas inseguridades que obliga a sus luchadores a que lo reconozcan como un padre, nos hace pensar que algo terrible va a suceder. Sobre este clima la película se construye, mientras edifica a los personajes, los cuales son basados en personas de la vida real, y cuyo protagonista principal es el luchador interpretado por Channing Tatum, acompañado por su hermano interpretado magníficamente por el nominado al Oscar Mark Ruffalo. También este clima opresivo se debe a un sólido guion y a una dirección calculada y precisa. Una película que no es para todo público, no sólo en el sentido de prohibición que tiene el término sino también en el sentido de que es para un público que le gusta un cine más tranquilo, un cine más artístico, un film que vaya construyendo poco a poco sin ningún apuro, pero logrando una gran identificación con los personajes, un gran clímax y una invitación a la reflexión. Una película que se preocupen el estudio de sus personajes y está llena de simbolismos y recursos cinematográficos que nos invitan a una segunda lectura. Recomendada, pero no para todos. Escuchá la crítica radial completa en el reproductor debajo de la foto.
Sobrevalorada en la temporada de awards, sólo se destacan las actuaciones de Tatum y Carell que recuerda a Peter Sellers en “Desde el Jardin” (Being There, 1979).
Una clase de actuación tripartita. Otra historia verídica llevada a la pantalla grande. Esta vez no se trata de una historia extraordinaria, aunque dependiendo de cuán informado esté el espectador, sí es cierto que hay dentro de la trama una importante cuota de sorpresa. Foxcatcher es, sin lugar a dudas, un drama que impacta por su contundencia dramática. No es un actor, ni dos; son tres los protagonistas que le sacan chispas al arte dramático en esta adaptación de un hecho real contemporáneo. El obvio, del que todos hablan, es el rol de Steve Carell, que se ha distanciado de su típico papel de comediante para transformarse físicamente en el multimillonario John Du Pont. Es increíble la mutación estética y gestual que ha logrado el actor, quien apenas puede reconocerse detrás del maquillaje. El no tan obvio es Mark Ruffalo, que seguramente ha interpretado en esta oportunidad el mejor papel de su carrera, dándole vida a un medallista olímpico de lucha greco-romana norteamericano. Quizás no marca distancias en lo expresivo (Ruffalo es el tipo de actor que generalmente conserva sus expresiones pausadas), pero sí en lo corporal, adaptando su cuerpo y su modo de moverse al de un luchador. Párrafo aparte merece Tatum, quien demuestra ser un actor fuera de serie. El protagonista principal de la película ha adaptado su cuerpo, sus gestos y su expresión corporal de forma asombrosa, y si bien no lleva encima maquillaje, está irreconocible en la cinta. Es verdaderamente maravillosa la eficacia con que el actor ha asumido el papel de Mark Schultz, aportándole muchísima verosimilitud al relato. Foxcatcher es una película interesante en lo narrativo, correcta en lo cinematográfico y sobresaliente en lo dramático. No es una historia apasionante, pero sí está adaptada con oficio y pasión actoral. Merece verse.
Foxcatcher cuenta la historia del asesinato de Dave Schultz (Mark Ruffalo) a manos del excentrico multimillonario John E. du Pont (Steve Carell). Y no, no te cagué el final, porque este acontecimiento termina siendo el menos importante de la película. Lo interesante para el director Bennett Miller, a quién parece gustarle esto de adaptar historias de la vida real (ya lo demostró en Capote y en MoneyBall), pasa por mostrarnos un retrato de las relaciones que se configuran entre John y el hermano de Dave, Mark Schultz (Channing Tatum). La historia viene más o menos así: Mark y Dave Schultz son campeones olímpicos en lucha grecorromana. Dave tiene una vida tranquila con su familia y es apasionado a su trabajo. En cambio, Mark, un tipo hosco y solitario, vive a la sombra de su hermano. Un día lo llama un tal John du Pont, el último descendiente de la dinastía du Pont y fanático de la lucha que le hace una oferta que no puede rechazar. Desde ese momento, Miller simplemente nos hace testigos de los vaivenes de la enfermiza relación que se genera entre estos dos. Una sociedad, de principio demasiado buena para ser real, que se va transformando en un infierno para el luchador. du Pont, exquisitamente interpretado por Carell, se nos presenta como un ser despreciable, de aspecto desagradable y con motivaciones completamente altruistas. Él ofrece a los hermanos Schultz la oportunidad de representar al equipo de los EEUU en las Olimpíadas de Seúl y entrenamiento gratuito en las instalaciones Foxcatcher, ubicadas dentro de su mansión en Pennsylvania. Dave, al encontrarse asentado en su casa junto a su familia, pasa de la invitación, pero Mark pisa el palito... A partir de acá, vamos a ver el breve apogeo y la brutal caída de esta sociedad, en donde el multimillonario comienza a aprovecharse de la fascinación que provoca en su pupilo, a quién, a base de promesas y distintos beneficios, irá absorbiendo lentamente. Es en este intervalo, en donde se nos muestra a John du Pont como a un niño rico con delirios de grandeza que puede conseguir lo que quiere a base de dinero, exceptuando el amor de su desinteresada madre. El ritmo de la película es, por momentos, muy lento. Miller se toma mucho tiempo describiéndonos a estos personajes. Sus motivaciones, ambiciones, miedos, etc. Tal como dejó demostrado en films anteriores, el director le pone mucho a las actuaciones de sus protagonistas. En este sentido, la película es formidable. Al momento del desenlace, ya rota la relación entre Mark Schultz y su patrocinador, vemos a un John du Pont completamente esquizofrénico, en donde Carell -la estrella excluyente del film- vuelve a salir bien parado. Mark Ruffalo, irreconocible, también cumple un gran papel interpretando al mayor de los hermanos Schultz, aportando serenidad, equilibrio y entereza para mediar entre su hermano y el millonario. Sería injusto no destacar también la gran tarea de Tatum, quien suele ser muy criticado al respecto de sus dotes actorales. Como punto final de este análisis, hay que aclarar que esta película no busca en ningún momento intentar echar luz sobre ninguna situación o pista que nos permita sacar alguna clase de conclusión al respecto del crimen final. La idea central de Foxcatcher es mostrarnos una tragedia conformada por un triángulo de relaciones muy complejas, que pueden o no haber sido reales. De hecho, si queda alguna duda al respecto, luego de ver la película, el Mark Schultz de la vida real dijo lo siguiente: "Retiro todo lo bueno que he dicho sobre la película. La odio. La odio. La odio. La odio. La odio. La odio. La odio [...] Odio a Benett Miller. Odio todo lo que toca esa basura. Lo odio." En fin... tampoco le puede gustar a todo el mundo ¿no? VEREDICTO: 8.0 - ESPECTACULAAARR Es muy difícil que una película de luchadores no sea atractiva. Foxcatcher no es la excepción. De ritmo lento, pero a paso firme, la película te atrapa en una trama trágica de poder y miserias personales que no te suelta hasta que aparecen los títulos.
La historia ¿verdadera? de los Schultz "Foxcatcher" es otra de las películas nominadas al Oscar 2015 que cuenta una historia basada en hechos reales, aunque según los desencuentros que hubo entre el luchador profesional Mark Schultz, uno de los protagonistas de la historia, y Bennett Miller, director de la película, la similitud del relato cinematográfico y los acontecimientos reales no sería tanta. Schultz, luego de entender un poco más como lo había retratado Miller en el film, se volvió una furia y arremetió contra el director en Twitter diciendo que era un mentiroso, que la película era una completa farsa y que arruinaría su carrera por manchar su nombre. Luego de una conversación privada entre ambos a raíz de lo sucedido, Schultz retornó a los medios pidiendo disculpas y diciendo que en realidad "Foxcatcher" era una de las mejores películas de la historia del cine. ¿Arreglo de por medio? Luego de que todo se calmó, Schultz dio otra entrevista en la que reconoció no entender los métodos del cine y no estar de acuerdo con algunas escenas que muestra la película, pero bueno, todo sea en pos del éxito de la misma. ¿A qué voy con esto? A que nos vendieron un relato bastante inventado como si fuera real. La trama es buena, interesante, juega con la psiquis de los personajes, pero según el propio Schultz no sería verdadera en varios puntos importantes de la relación personal que se plantea entre él mismo y el millonario John du Pont. Para los que no saben, "Foxcatcher" cuenta la turbulenta relación que tuvieron dos hermanos medallistas olímpicos de pelea grecorromana, Mark y David Schultz interpretados por Channing Tatum y Mark Ruffalo respectivamente, y el excéntrico filántropo millonario John du Pont interpretado por Steve Carell en un rol muy distinto de los que nos tiene acostumbrados. Du Pont entre sus excentricidades, se convirtió en el sponsor económico y entrenador de estos dos luchadores para llegar obtener el título mundial de lucha. La relación del trío comenzó bien pero con el tiempo se fue enturbiando llegando a un desenlace trágico. La película se podría decir es un drama con toques de suspenso, al cual el espectador reacciona con asombro y un poco de incomodidad, lo cual es bueno. La trama es muy interesante y eso hace que el público se mantenga entretenido, pero el director Miller reparó demasiado en los aspectos psicológicos de los protagonistas que se ven expuestos de manera, por momentos, grotesca. La homosexualidad reprimida de dos de los protagonistas (que según Mark Schultz no es así), el leve retraso mental de Mark que lo hacía obsesivo (también negado por Schultz), la relación de du Pont con su madre, entre otras cosas. Hubiera sido mejor que se trabajara más en los matices de la relación del trío, que si bien se muestra, no ahonda lo suficiente, sobre todo en la interacción de David con du Pont. Las interpretaciones en general son muy buenas, sobre todo la Mark Ruffalo que sobresale por encima de las demás. Tatum está bien en su rol, al igual que Carell, aunque este último por momentos se torna un poco exagerado y caricaturesco. Una película interesante pero polémica en la veracidad de los hechos. Con buenas actuaciones y una historia de fondo interesante que no llega a despertar todas las sensaciones que podría haber suscitado en el espectador por su falta de profundidad en el relato. ¿Era para un Oscar? Mmm... Disfrutable.