La magia del universo creativo de Burton se mantiene intacta Tim Burton es uno de los mejores directores que dio el cine estadounidense en los últimos 25 años. La cuestión es que últimamente sus films venían defraudando, desde la olvidable Alicia en el País de las Maravillas hasta las intrascendentes Sweeney Todd y Sombras Tenebrosas. La excelente noticia es que con Frankenweenie volvió el mejor Burton: el creativo, nostálgico, cinematográfico y soñador; siendo este nuevo film una brillante obra y la segunda de animación que dirige tras El Cadáver de la Novia. Basada en un propio relato en sus épocas de juventud, Frankenweenie narra la historia de Víctor, un introvertido e inteligente niño que le dedica su tiempo a sus pasiones: el cine y la ciencia. El inconveniente surge cuando su perro Sparky muere a causa de un accidente; en tanto que a partir de ahí el protagonista hará todo lo posible para hacerlo sobrevivir. Por sobre todas las cosas, el nuevo film de Burton es sumamente nostálgico, compuesto de grandes referencias a los míticos films de los monstruos de la Universal, como Frankenstein o La Novia de Frankenstein, ambas grandes obras de James Whale. Filmada en blanco y negro, y de un entorno oscuro símil a El Joven Manos de Tijera y La Leyenda del Jinete Sin Cabeza, Frankenweenie resulta una película sorprendente, de una historia atrapante y sumamente entretenida, la cual entre su cinefilia y su gran espectro visual llena la pantalla mágicamente con una melancolía encantadora, la cual es expresada en cada uno de sus personajes y situaciones, manteniendo la línea de las más personales ideas de Burton. Hay una escena en el comienzo del film que es encantadora y resume lo que es la película, y la extensión de la creatividad burtoniana. En esta parte, se puede observar la proyección de un film que había hecho Víctor, en el cual su perro, muñecos y efectos caseros pronuncian un gran homenaje al cine de clase B y sobre todo a la magia de hacer cine. A pesar que el uso del 3D en el film no aporta demasiadas innovaciones visuales a lo que es la profundidad de campo, la aplicación de este atributo técnico resulta mucho más lógico en Frankenweenie que en Alicia en el País de las Maravillas, para la cual este tópico parecía totalmente innecesario. El mejor Burton está de nuevo y Frankenweenie es el puro reflejo de ésto, con una historia alocada, encantadora y de un gran humor negro que hace que este sea el mejor film del director después de El Gran Pez.
Frankenweenie es una película de vista obligatoria para todos los amantes del cine de animación tengan la edad que tengan. Este film es un maravilloso y exquisito homenaje a Frankenstein y al clásico cine de monstruos que se disfruta no sólo por lo visual sino que también por su muy buena historia. El guión está muy bien realizado brindando no sólo sustos y ...
Cosiendo cinefilia... Dentro de Frankenweenie se encuentra todo el cine de Tim Burton con referencias a cada una de sus obras: Víctor -el cásico héroe burtoniano- no es otro que Vincent Malloy: el niño introvertido, melancólico y con ansias de ciencia que hace experimentos locos con su perro, quien se convierte en un animal terrorífico, cosa que sucede de igual manera con algunos animales en esta cinéfila remake canina de El Joven Frankenstein. Winona Ryder presta su voz a Elsa Van Helsing -vecina de Víctor- y su peinado alude al de la propia actriz en Beetlejuice. El barrio donde vive el joven aspirante a científico - New Holland- es muy similar al de Burbank, de El Joven Manos de Tijera e incluso el ático donde Victor lleva a cabo sus experimentos encerrado y en soledad se asemeja al castillo donde vive Edward también aislado. Edward es producto de la creación de un científico -el gran Vincent Price-, con sus tijeras por manos, y Sparky, revivido por el poder de la ciencia con todas sus costuras y su generador eléctrico. Ambos "monstruos" perseguidos al final por una horda de gente furiosa hasta su refugio, y en el caso de Sparky hasta el molino, donde fue perseguida la criatura en El Joven Frankenstein. Los murciélagos también son una fuerte presencia: en su intento por revivir a Sparky, Victor eleva por su ático un paraguas, una cometa y un murciélago...
Burton vuelve a sus orígenes El realizador Tim Burton fue objeto de los más fieros debates en los últimos tiempos debido a que sus filmes más recientes no habían llenado las expectativas de los espectadores. Tanto Alicia en el País de las Maravillas (2010) como Sombras Tenebrosas (2012) o Sweeney Todd (2007) fueron filmes que podían tener su sello, algún destello de aquel estilo que lo distinguió muchos años atrás, pero fueron historias que sólo parecieron conformar a sus fanáticos más acérrimos. La mencionada vuelta de Burton a sus orígenes implica no sólo el retorno al lugar que lo catapultó a la fama, el lugar del autor, del creativo, del extraño narrador de historias, del freak por antonomasia, sino también volver al pasado ya que Frankenweenie fue un corto que él mismo filmó en 1984, mucho antes de ser un realizador de largometrajes, mucho antes de Batman (1989), de El Joven Manos de Tijera (1990) y otro de los filmes que lo empujó a la fama (aunque no la dirigió él, como suele creerse) y que se emparenta mucho más con este, El Extraño Mundo de Jack (1993)...
Regreso del más allá Tim Burton a regresado, no sabemos bien donde estuvo estos últimos años, tal vez allá estado en el "Más allá" compartiendo momentos con algunos de sus personajes, eso no es importante, lo importante es que en Frankenweenie él al igual que el dulce Sparky ha vuelto. Así como es claro su regreso de ese sendero áspero que significó Alicia en el País de las Maravillas y Sombras Tenebrosas también es claro que al igual que el perro traído de nuevo a la vida por Victor él ya no es el mismo, puede vislumbrarse su escencia y su personalidad como puede reconocerse al can a través de sus costuras y cicatrices pero todos sabemos que el regreso definitivo no es tán automático y eficaz como un choque electrico, no, Burton está regresando con la actitud que George Romero nos enseño, con pasos lentos, algo toscos por momentos y repletos de acciones reflejo, así es esta vuelta de Tim Burton. La película funciona, es divertida y alocada pero sólo esto alcanzaría si se tratase de otro director, cuando hablamos de Tim Burton, una de las mentes más ingeniosas que dió el cine en los últimos años uno espera una vuelta más. La película a diferencia de las anteriores dos que nombre es 100 % Tim Burton, la mano del director se nota en todo pero esa libertad que Burton hace tiempo que no tiene la usa para hacer un homenaje y por momentos tán sólo eso. La película realmente se disfruta, cada uno de estos homenajes al cine de monstruos principalmente a ese estilo fantástico que brindó la Universal funcionan a la perfección y resulta un ejercicio muy divertido encontrar esas películas a las que homenajea, lo malo es que por momentos sólo es eso, un ejercicio en donde el director aprovecha toda oportunidad para brindar un plano homenaje y el espectador usa su atención para captar los guiños, Frankenstein, Drácula, Godzilla, Vincent Price, La Momia, El Hombre Invisible, en este festín todos están invitados. Lo más destacable es la comedia, ahí es donde está Burton, el de siempre, creando situaciones en donde uno ríe con cierta incomodidad, en donde después de la risa viene la reflexión, ese humor al que llaman "politicamente incorrecto" (que frase tan desagradable) es su sello y eso está presente todo el tiempo en esta película que por momentos parece muy oscura para el público infantil y muy simplista para el adulto, de todas maneras Burton desde el comienzo fue el único director que no subestimó al público infantil y la realidad es que el cine de monstruos y "su" cine divierten a los más chicos, un perro zombie ya no altera a nadie, todo es diversión. En el sentido de la comedia está película tiene un trabajo muy interesante con respecto a los diálogos, está repleta de frases celebres tan bien acompañadas desde la dirección que se van a convertir fácilmente en frases memorables, eso también es Tim Burton. Por otra parte la calidad de la imagen y de la realización del stop-motion es sublime, en ese sentido, la técnica favorita de Burton no tiene techo. Frankenweenie es una buena película y significa el regreso de Tim Burton como icono estético, sin embargo después de sus últimas obras va a tener que trabajar un poco más para volver a ocupar ese lugar que perdió.
EL PERRO QUE VOLVIÓ DE LA MUERTE Frankenweenie es un largometraje de animación inspirado en un corto realizado por el propio Tim Burton. La película es una de la más personales y bellas del realizador. Frankenweenie es un film que tiene detrás una larga historia, cómo suele ocurrir siempre en el género que tanto ama Tim Burton: el terror. Los primeros trabajos realizados con el cine que tuvo Burton fueron para los estudios Disney, incluso estudió en una escuela que era una cantera de talentos para los famosos estudios. Burton fue uno de los dibujantes de El zorro y el sabueso. El propio director reflexionaría más tarde “Yo no sabía dibujar aquellos encantadores zorritos de Disney. Simplemente no lograba hacerlo. No podía imitar el estilo Disney. A los míos parecían que los hubieran atropellado en la ruta”. En 1984 Tim Burton trabajaba para los estudios Disney, fue allí donde realizó un cortometraje que debía acompañar el reestreno de Pinocho, el clásico de Walt Disney. Ese cortometraje se llamaba Frankenweenie y contaba la historia de un niño llamado Victor Frankenstein no se resigna frente a la muerte de Sparky, su adorado perro, y decide traerlo de nuevo a la vida, tal cual lo hacía su homónimo en la novela y las películas de Frankenstein. Lo filmó en blanco y negro, tal cual lo había hecho con esa pequeña obra maestra llamada Vincent (1982) que también había realizado para los estudios. Pero mientras que Vincent no fue hecho como un corto para difusión comercial, Frankenweenie si debía serlo. Los ejecutivos del estudio consideraron que había desperdiciado los recursos del estudio y la relación entre Disney y Burton se terminó. Acusaban a Burton de hacer un corto demasiado tenebroso. ¿Acaso no era tenebrosa Pinocho? Lo cierto es que los estudios Disney no estaban listos para Burton. Pero Warner sí, quien lo convirtió en un director estrella en los siguientes años. Disney que parece que finalmente entendió a Burton, o al menos entendió que el mundo lo quería, se decidió a estrenar en VHS el corto, pero, insólitamente, con cortes. Unos años después, cuando Burton ya se había transformado en el vocero de toda una generación, se estreno –ahora sin cortes- Frankenweenie como extra en la edición en DVD de El extraño mundo de Jack. El extraño mundo de Tim Burton había triunfado. Muchos años más tarde el propio Burton, ya amigado con Disney, decidió transformar el cortometraje en un largo pero en lugar de actores recurrir a la animación. Eso sí, mantuvo el blanco y negro, absolutamente imprescindible para la lógica del film. De la misma manera que en la década del noventa el director logró obtener luz verde para hacer una obra maestra llamada Ed Wood, acá parece que el éxito de Alicia en el país de las maravillas, realizada para Disney, permitió que Burton se juegue por una estética menos masiva y salde cuentas con su pasado, también dentro de los mismos estudios que hace años lo rechazaron. El resultado está a la altura de lo mejor del director. Frankenweenie podrá ser siniestra y de altísimo impacto estético, pero en esencia mantiene la infinita ternura del realizador por sus criaturas. Frankenweenie no es una película de terror, es una película sobre los personajes del cine de terror, con una mirada comprensiva y humana acerca de la soledad de los diferentes, los marginados, los que no representan la belleza según los cánones actuales. En resumen: el universo de Tim Burton en estado puro. Porque aquí queda claro que recupera todo su universo personal, sus obsesiones, sus pasiones, su cine. Recomendable por su extraordinaria belleza, y recomendable también por la belleza de sus ideas. Frankenweeniee es Tim Burton en estado puro, a todo nivel, una cita obligatoria para quienes amaron Vincent, El joven manos de tijera y El extraño mundo de Jack.
Terror infantil de alto voltaje Inspirada en el clásico relato de terror Frankenstein, la nueva película de Tim Burton (de quien hace poco conocimos Sombras teneborsas) se coloca en un lugar preferencial dentro de las realizaciones del género. En Frankenweenie se dan cita la creatividad y el ingenio colocados al servicio de una historia que combina terror en clave infantil, el universo oscuro y tenebroso del cineasta y la ternura en primer plano. Todo mezclado en la justa medida para atrapar al espectador. El film, basado en su corto homónimo de 1984, está realizado en blanco y negro, y concebido con la técnica del "cuadro a cuadro" (al igual que El extraño mundo de Jack, que produjo Burton, y El cadáver de la novia), un trabajo artesanal en el que las marionetas van dando la sensación de cobrar vida cuando las imágenes son proyectadas en la pantalla. También dice presente lo último en materia digital para completar esta realización impecable desde los rubros técnicos. Frankenweenie gira en torno al pequeño Victor, un niño tímido y genial que realiza películas caseras que son miradas por sus padres (una suerte de alter ego de Burton) cuya vida cambia cuando su amado perro Sparky muere al ser atropellado por un auto. Victor, aplicará los conceptos de la física para "traer" a su mascota nuevamente a la vida, provocando el pánico en el pueblo. Con una mirada oscura pero menos macabra que la de Cementerio de animales, de Mary Lambert, Burton plasma en imágenes un universo cotidiano que se ve transformado por las nuevas situaciones que enfrentan los personajes y aprovecha para plagar el relato de referencias, homenajes (en el televisor se ve al Drácula de Christopher Lee) y también una vuelta, por qué no, a la atmósfera de la maravillosa película El joven manos de tijera. La idea de la vida después de la muerte es concretada entonces con los mejores recursos narrativos y a través de muñecos que también traspasan la pantalla gracias a una técnica y una historia que logra ponerles corazón. La galería de personajes que despliega la película no tiene desperdicio: desde el grupo de "amigos" que parecen salidos de ultratumba; Persephone, la perrita vecina devenida en una suerte de "novia" de Frankenstein (con ráfaga blanca en su copete); pasando por una niña bruja que presagia lo peor junto a su temible gato; el profesor Mr. Rzykruski (inspirado en Vincent Price y con voz de Martin Landau en la versión original); un vecino amenazante y dos padres sorprendidos antes el invento de su hijo. El elenco de voces lo completan por Winona Ryder (Elsa Van Helsing), Martin Short (Mr. Frankenstein), Catherine O´Hara (Mrs. Frankenstein) y Charlie Tahan (Victor Frankenstein). Frankenweenie encierra misterio, intriga, humor y terror gracias a la mano de un cineasta que creció mirando películas del género y que sabe divertirse cuando se coloca detrás de una cámara. La película (no está pensada para un público de corta edad) instala la idea de las pérdidas irreparables e impone la figura de un Sparky electrificado y otras criaturas que vuelven del más allá convertidas en monstruos. Una fascinación del director que encuentra aquí un film con muchos voltios, una muchedumbre exaltada para terminar con las criaturas y un molino que nos traslada inevitablemente a títulos clásicos. La única pregunta que queda dando vueltas es ¿era necesario el 3D?.
Qué bien se te ve... La versión 1984 de Frankenweenie (el corto de media hora en que se basa la película más reciente de Tim Burton) sigue siendo buenísima, y hasta probablemente es ahora mejor que hace 30 años, porque en primer lugar parte de una idea preciosa como es “traducir” el relato frankensteiniano, del que ya se había apropiado el cine de terror clásico, al mundo de un chico. Imagínense entonces, si es que no vieron el corto, un perrito que murió atropellado y al que su dueño resucitó durante una noche de tormenta eléctrica, con costuras similares a las del monstruo de Mary Shelley que interpretó Boris Karloff en las películas de James Whale de la década del '30 (y también a dos padres preocupados que se preguntan si corresponde castigar al hijo por resucitar a su mascota, cuando después de todo otros papás tienen que preocuparse porque sus hijos “se meten en las drogas”). Si Frankenstein nunca dejar de ser un monstruo -incluso cuando es gracioso-, Sparky, el perrito de Frankenweenie, es también un juguete, una especie de peluche reparado con hilo y aguja, y esa es una idea brillante. Además Frankenweenie, en su primera versión de acción en vivo, se muestra hoy como un compendio del cine de los '80 (con ese nene icónico que le puso la cara al Bastian de La historia sin fin) y su gusto por los géneros, y como puente entre el cine clásico de monstruos y todas las películas en las que Tim Burton volvería ese muerto a la vida en las siguientes décadas, desde El joven manos de tijera hasta, por supuesto, esta nueva Frankenweenie. Basta con ver el corto para comprender que Burton ya había entendido perfectamente cómo filmar un cuento de terror y para sentir también un amor por el cine que podía recargarlo de vida y electricidad más allá de la cita; por eso, la versión 2012 de la historia, esta vez en largo y animada pero todavía en un blanco y negro que la vuelve tremendamente real y palpable, solamente podía ser buenísima. Especialmente en un año en que otras películas de animación como Hotel Transylvania y ParaNorman vinieron a replicar la idea de “terror para chicos” con variantes de vampiros y zombies siempre inofensivas (con sus “mensajes” dichos en voz alta, de la manera más tonta posible y que subestima la experiencia y capacidad de comprensión de los chicos, con respecto a que la muerte es nada y el mal no existe). Porque Frankenweenie, a diferencia de estas producciones, mantiene el espíritu lúdico y artesanal de la peliculita filmada por un chico que da comienzo a la historia, esa donde un perro disfrazado con una remera hace de monstruo (Burton elige cargar su mundo en blanco y negro de texturas y volverlo próximo, habitable, en lugar de impresionar con colores). Y también porque acá, como en la mayoría de las historias de Burton, la muerte existe y es un asunto triste, que implica atravesar la pérdida. Si Hotel Transylvania quería transmitir torpemente que los vampiros en realidad son víctimas de los prejuicios humanos, y si ParaNorman contiene casi una lección ridícula de revisión histórica al enseñar que los puritanos cazaban brujas porque en realidad les tenían miedo (la compasión y la conciliación a toda costa parecen ser la norma), Frankenweenie se entrega a la locura, a la sorpresa, incluso a lo incorrecto, con personajes como el profesor pasado de intensidad que inculca ideas megalómanas y frankensteinianas en sus alumnos, o la nenita que lee premoniciones en la caca de su gato. Y Victor, por supuesto, que interpreta de modo muy literal el lugar común adulto frente a los muertos de “si pudiera lo traería de vuelta”, y pone manos a la obra para resucitar al perrito partido al medio por un auto. A partir de ahí, Frankenweenie se vuelve gozosa como Gremlins con su pequeño pueblito ordenado que se entrega a la locura, sólo que en este caso el caos no proviene de los monstruos sino de la capacidad inventiva de los chicos, incluso de su pizca de maldad que es más que bienvenida. Así, el blanco y negro ayuda paradójicamente a destacar ese gran carnaval de los monstruos que llega a ser Frankenweenie cuando el bichito de la demiurgia se contagia a todos los chicos como los piojos, y del cementerio de mascotas-caja de sorpresas que es la película salen Godzillas con caparazón de tortuga y Sea Monkeys que ríen y se desparraman con impulsos destructores. Después, nada vuelve del todo a la normalidad, porque el mundo de Burton es uno que, a diferencia de otras propuestas actuales, admite las costuras, lo inacabado, lo que no cierra y que precisamente por eso respira.
Con gustito dulce Mal que le pese a muchos, hay que reconocer que la filmografía de un realizador como Tim Burton tiene una mística fascinante, sea cual fuera el tema que toque. Frankenweenie (2012) se presenta limpia, mágica, sin errores, como si la historia nunca hubiera sido contada, tocada o retocada. Una versión de Frankenstein aniñada e inmaculada con homenajes y reminiscencias a otras películas, incluso las propias. Victor Frankenstein (Charlie Tahan) es un niño un poco científico y bastante gótico que atraviesa una de las peores tragedias por las que puede pasar un chico: la muerte de su mascota. Su relación con su perro Sparky era tan estrecha que en medio de la desesperación decide regresarlo a la vida en su pequeño laboratorio. Mediante los conocimientos en ciencias que adquirió en la escuela, lleva a cabo el experimento con éxito, pero nadie debe enterarse. El problema surge cuando su secreto se descubre y es revelado a sus compañeros. Fiel al corto del mismo nombre que el propio Burton creó para Disney en 1984, esta nueva lectura del monstruo de Frankenstein es un gran combo: el homenaje a El joven manos de tijera (Edward Scissorhands, 1990); el recuerdo de su tan querido ídolo Vincent Price a través del Dr. Rzykruski en la voz de Martin Landau, actor con quien ya trabajó anteriormente en Ed Wood (1994) y la recreación de su pueblo natal; las clásicas marcas burtonianas. Son visibles además las reminiscencias a películas como El hombre lobo (1935), La Momia (The Mummy, 1932) y el Drácula de 1958 interpretado por Christopher Lee . De la misma manera que Victor reanima a su perro muerto, Burton revive uno de sus primeros cortometrajes pero esta vez en stop-motion, aunque conservando los colores blanco y negro. Aquella película que en su momento a la gente de Disney le pareció muy oscura, sale de su “ataúd” para reivindicarse a si misma y también a su creador, luego de la ambigüedad de Sombras Tenebrosas (Dark Shadows, 2012). Con una banda sonora excepcional a cargo de Danny Elfman y personajes de rasgos tétricos, el film combina a la perfección una trama escalofriante con características tiernas y emotivas, el balance justo para que pueda ser visto por buena parte de la audiencia infantil. Burton, en esta ocasión, no tiene necesidad de recurrir al morbo de la sangre o la muerte física y visible para contar los hechos. Aquí su estética es más simbólica y todo se sabe y entiende, pero lo realmente mágico es poder ver a un creador en estado puro, aun aniñado, que rescata sus orígenes sin intenciones de disgustar a nadie, porque- hay que admitirlo- esta es una producción más bien comercial, alejada de la ya mencionada Ed Wood o de otra como La gran aventura de Pee-wee (Pee-wee's Big Adventure, 1985), pero sigue siendo fiel a su estilo de autor, aquel que sumerge al espectador en los mundos fantásticos de sus “hijos” freaks. Frankenweenie, otra obra maestra que seguramente no será tomada como tal por el gran público, es una película no dramática que le imprime el humor y a veces la sátira a personajes más que detestables. Un viaje hacia el mundo de lo fantástico y los sueños con final feliz (un rasgo atípico en la filmografía de Burton). Graciosa, tierna y muy impregnada del maravilloso mundo de Disney: la familia unida, la casa segura y las historias que desbordan amor. Quizá por esto haya sido finalmente aceptada por la gran corporación.
Espectacular regreso de Burton al mundo de la animación, en esta cinta homenaje al cine de terror clásico que es sin dudas, su mejor largometraje en años. Rodada con la artesanal técnica del “cuadro a cuadro” y en un blanco y negro de bellísima fotografía, la película es un verdadero deleite para los sentidos. Los amantes del cine freak, obviamente la disfrutaran mas, para el público no iniciado puede ser esta una oportunidad única de entender la mente fantasiosa y creativa de un director único. La dirección artística, y la banda sonora de un Danny Elfman, terminan de redondear esta verdadera joya, destinada a convertirse en un clásico del séptimo arte.
Interesante nueva versión que es más que una remake del corto original Tim Burton dirigió media docena de cortometrajes antes de debutar en 1985 con su primer largo “Pee Wee’s Big Adventure”, curiosamente el único no estrenado en nuestros cines. “Frankenweenie” fue su último corto (1984), cuya primera diferencia notoria con la película que ahora se presenta es que tenía actores “de carne y hueso” como Shelley Duvall en el rol de la madre de Víctor Frankenstein. De una a otra versión pasaron nada menos que 28 años y quince largometrajes pero lo sorprendente es que la que ahora vemos no resulta una simple remake sino más bien la incorporación de diversos aspectos del universo que Burton fue construyendo a lo largo de casi tres décadas. Que ahora se trate de un film de animación no debería del todo sorprender para quienes tengan fresco “El cadáver de la novia”, uno de sus films más originales y en similar formato. Lo que si se advierte nuevamente es la recurrencia a un mundo muy negro y hostil, una constante en varias de sus obras. Tal el caso de “Beetlejuice”, “Marcianos al ataque”, “Sweeney Todd” y la más reciente “Sombras tenebrosas”, por sólo nombrar algunas con dichas marcadas características. Poco queda del corto original que duraba apenas 25 minutos y donde los detalles macabros eran mínimos. La cantidad de personajes es ahora mucho mayor pero sobre todo se multiplica el número de figuras monstruosas, especialmente hacia el final del relato. Lo que Burton conservó es el uso del blanco y negro, todo un acierto de ambientación en escenas tales como la del cementerio de animales y la que refiere directamente a “Frankenstein” en el altillo de la casa del niño (Víctor). El personaje del padre de Víctor adquiere aquí mayor relevancia al ser quien le advierte a Víctor que “reanimar un cadáver es cruzar la frontera entre la vida y la muerte y por ello algo bastante peligroso”. Por otra parte son innumerables los guiños del director a películas del género fantástico y de terror. La hija de un vecino se llama Elsa van Helsing, hay una tumba donde se lee Shelley RIP (clara referencia a Mary la autora de la famosa novela), en una televisión pasan un film y el actor no es otro que Christopher Lee y siguen las referencias. Al punto que seguramente al espectador más atento se le escapará alguno de tantos homenajes. “Frankenweenie” no aburre en ningún momento aunque hacia el final la parafernalia puede resultar algo excesiva. Pero sin duda los adictos a Tim Burton la pasarán muy bien y no se arrepentirán al renovar su fidelidad a un autor original, responsable absoluto del guión del film.
Los anormales Paradojas de los negocios más que del destino marcan el derrotero de este proyecto añejo de animación de Tim Burton que recupera los orígenes de su mejor cine y demuestra una vez más que con talento a veces se puede vencer la rigidez del pensamiento industrial para sembrar alguna semilla de creatividad y dejar complacencias de lado. El matrimonio Burton-Disney vivió su primera luna de miel con Alicia en el país de las maravillas tras un prolongado distanciamiento donde prácticamente los estudios del ratón más famoso del mundo cerraron sus puertas a un irreverente dibujante que no se adaptaba al estilo del propio Walt, pero que ya contaba para ese entonces con ideas personales y un universo teñido de melancolía, ternura y finales no precisamente tan felices. Elementos políticamente incorrectos que fueron la marca de su cine, así como su rabiosa cinefilia plasmada en cada una de sus obras y su confeso amor por el género del terror. Frankenweenie no es una película de terror y tampoco un film para chicos, sino para adultos que todavía anhelan ser chicos; cinéfilos que respetan las locuras de este director, quien en esta ocasión transforma una vieja idea de un cortometraje al que los estudios Walt Disney bajaron el pulgar en la década de los 80 en un largo nostálgico, gótico y deslumbrante desde el punto de vista visual, que no suma por contar con el plus del 3d pero sí por su puesta en escena y el trabajo meticuloso en la construcción de ese universo blanco y negro tan particular atravesado de homenajes a las criaturas del cine de terror, más precisamente a los personajes de la Universal, y a la inocencia infantil con un tema tan espinoso como la muerte de una mascota, Sparky, a quien el protagonista Victor (voz de Charlie Tahan) busca devolver la vida luego de ser atropellado por un automóvil. Impulsado por los conocimientos en ciencia que un profesor (voz de Martin Landau) poco ortodoxo pretende inculcar a los cerebros dormidos en el aula y así alentarlos a la experimentación como pretexto de un certamen donde cada alumno presentará un proyecto para la feria de ciencia, el compungido muchacho llega a la conclusión de que aplicando los principios de un experimento por el que una rana muerta estimulada por la conducción de la electricidad pudo moverse ocurriría exactamente lo mismo con el cadáver de su perro atropellado. Cine y ciencia van de la mano en este relato porque qué otra manera de hacernos inmortales sino a través de una imagen que perdurará más allá de nuestra existencia cuando alguien rescate algún rollo de película como la que encabeza el maravilloso prólogo de este cuento en el que el creador Tim Burton toma prestado de su obra El joven manos de tijera la atmósfera lúgubre y a la incontrastable voz de Winona Ryder en el personaje de Elsa Val Helsing, la vecina de Víctor. Ella también aporta su cuota de soledad como la de todos aquellos niños que protagonizan esta historia: los anormales de siempre que no se adaptan a las reglas de la cultura; los feos que se apartan de los cánones estéticos y que deben inventarse un mundo un poco más justo y bello para despabilar a los adultos que le quitan color y sabor a la vida. Y si de vida hablamos, finalmente terminamos aludiendo a la muerte como parte de un ciclo que sin subestimar a la mente infantil, el irreverente dibujante devenido cineasta maldito expone sin negarla pero desde un lugar donde los Quasimodos de la nostalgia hacen sonar las campanas y bajan de la torre de Babel para mezclarse con la imperfección de la realidad, repleta de texturas remendadas como Sparky: el perro que volvió de la muerte para enseñarles a todos que todavía estaban vivos.
La luz de su vida El director retoma su corto de 1984 y demuestra que su universo e ima Ginería visual mantienen su fuerza. Animación blanco y negro y en 3D. Fanáticos de Tim Burton: ¿cuántas veces han visto llorar -y no una sino varias veces- a un protagonista de sus películas? A los que objetan que los personajes burtonianos son estrafalarios, sepan que hasta cuando no son humanos lo son más que cualquier vecino. Victor Frankenstein, el niño de Frankenweenie , llora. Y motivos no le faltan. Frankenweenie era, en el formato de corto de 25 minutos que Burton realizó en 1984, un homenaje a clásicos del terror, y una enternecedora admiración por la amistad entre un chico y su mascota. Ahora Burton ha decido expandirlo, animarlo y reanimarlo, manteniendo lo básico y creando subtramas con los compañeritos del colegio de Victor, el niño que ha logrado revivir su perrito muerto, Sparky, que atropellado por un auto buscando una pelota de béisbol termina partido en dos. Tímido y solitario, Victor tiene, obvio que sin quererlo, la megalomanía, el honor de trascender y la incomprensión de quienes lo rodean, cosas que comparte con el Jack de El extraño mundo de Jack , con Ed Wood, con Willy Wonka y con el inventor de El Joven manos de tijera : no quieren hacer daño a nadie, pero tienen -como Burton- la mirada posada más allá de lo natural y lo establecido como normal. Revivir un perro, llevar la Navidad a la Tierra de Halloween son deseos y actos impulsados por sus entrañas, no por un delirio de grandeza, que es lo que quienes los rodean les achacan sin razón. Pariente cercano de Edward Scissorhands, y no sólo por sus costuras, Sparky es un sinónimo de pureza e ingenuidad. Rasgos que tiene en común con su dueño. Cuando los padres le dicen que al morir alguien cercano, sigue vivo en su corazón, Victor les replica que no lo quiere en el corazón; él lo quiere a su lado. Así que estimulado por su maestro de ciencia (increíble la voz de Martin Landau en la copia subtitulada), Victor descubrirá que nada, hasta lo más difícil de imaginar, es imposible. En un año en el que coinciden -y en la Argentina están actualmente en cartel- películas animadas para niños con zombies, monstruos y vampiros como Hotel Transylvania y ParaNorman , Frankenweenie es la menos pasteurizada. Acá no se trata de comprender por qué los monstruos son perseguidos por los humanos o quitarle la pátina de temor a los muertos vivos. Burton se vale de los compañeritos del colegio que le roban a Victor la tecnología para revivir a sus mascotas enterradas para seguir homenajeando (¿alguien dijo Godzilla?) y, también, reírse de qué puede suceder si la ciencia loca cae en manos inadecuadas. Ya el corto era monocromático, pero ahora es animado, en stop motion y encima en 3D. Increíblemente están casi iguales el cementerio en la colina, el molino, y algunas tomas han sido calcadas del corto (lo pueden ver en YouTube). La imaginería visual y artística -el cementerio en particular- llevan la marca indeleble de Burton. Pero cuando se vuelve literal, y sus personajes optan por frases como que los adultos dicen cosas a las que no hay que seguir al pie de la letra, y que se teme a aquello que no se conoce (salvo al amor), ahí el director parece subestimar al público de todas las edades. Más macabra, pero también más sentimental que su original, Frankenweenie no defraudará a los seguidores del director de El cadáver de la novia , y aquéllos que no sepan quién es, no saben el universo que se están perdiendo.
Volver a vivir En 1984, con sólo 26 años, Tim Burton presentó un cortometraje de 29 minutos titulado Frankenweenie , que terminó con su despido como animador de Disney. Casi tres décadas más tarde, ya convertido en uno de los directores más prestigiosos e influyentes de Hollywood, regresa con un largometraje basado en la premisa y la estética de aquel trabajo y producido, sí, por... Disney. El resultado es una tragicomedia bella, nostálgica, fluida y divertida a la vez, que mantiene el espíritu artesanal del original (la técnica stop-motion de animación cuadro por cuadro y el uso de títeres) y las imágenes en blanco y negro, aunque esta vez pensada para su explotación en salas 3D. Para aquellos que cuestionaron los resultados de Burton en sus tres films anteriores - Sweeney Todd: El barbero demoníaco de la calle Fleet, Alicia en el P aís de las Maravillas y Sombras tenebrosas-, Frankenweenie es, a tono con la trama, una suerte de resurrección artística, un regreso a las fuentes, a sus obsesiones y referencias, al cine más personal de Beetlejuice, El extraño mundo de Jack, El joven manos de tijera, El cadáver de la novia o Ed Wood (extraordinario, en este sentido, el precario corto casero del principio realizado por el pequeño protagonista). El punto de partida está claramente inspirado en el Frankenstein de la novela de 1818 de Mary Shelley y de la película de 1931 de James Whale, pero el director lo instala en el seno de una típica familia disfuncional burtoniana (y de un patético pueblo) con un niño experto en ciencias llamado Victor que revive a su amado perro Sparky -que había sido atropellado por un auto- apelando a la energía que obtiene en plena tormenta eléctrica. Lo que sigue es una película que combina la dinámica familiar, la escolar (brillante el personaje del aterrador profesor de ciencias que interpreta Martin Landau) y cinéfila, con citas a decenas de películas propias y ajenas de terror (de Drácula a Godzilla ). En esta vuelta a los orígenes, Burton trabaja con viejos colaboradores (el apuntado Landau, Catherine O'Hara, Winona Ryder y siguen las firmas). Por ellos, y porque ningún doblaje podrá acercarse a la expresividad y ductilidad de los intérpretes que aportaron sus voces, es una excelente opción para el público adulto buscar las escasas funciones nocturnas que la exhibirán en versión subtitulada. Para disfrutar del talento de Burton y su equipo en toda su dimensión.
Con la pasión y la inocencia de los orígenes Volver al origen, a la ingenuidad y la pureza del primer comienzo, parecería una de las motivaciones de Frankenweenie, la nueva película animada de Tim Burton. Otros, más suspicaces, sospecharán que el realizador de El joven manos de tijera ya no es lo que era, que está creativamente estancado y falto de ideas y que por eso decidió hacer aquello que recomendaba el maestro Alfred Hitchcock en caso de crisis: “run for cover”, ponerse a cubierto, trabajar con lo que se conoce bien y no puede fallar. Ambas lecturas son válidas frente a la remake que hizo Burton de uno de sus primeros cortos (ver entrevista), que en su momento le valió la expulsión de los estudios Disney. Los mismos estudios que ahora lo tienen como su director estrella, su carta de prestigio, y que le dieron vía libre para rehacer –en 3D, pero en riguroso blanco y negro– lo que veintiocho años atrás rechazaron. Es verdad que Disney ha cambiado bastante en todo este tiempo, desde que descubrió –Pixar mediante– que no tenía por qué doblegar a sus artistas, que en todo caso era mejor sumarlos que perderlos. Pero Burton también supo ser flexible y hacer sus concesiones, como lo probó con su discutida versión de Alicia en el País de las Maravillas, que muchos fanáticos de Lewis Carroll sintieron demasiado contaminada por la estética kitsch de Blancanieves y el estudio del castillo brillante rodeado de estrellas. No por nada, esa hibridación, ese cruce de universos (con el del propio director en el medio) redundó en uno de los pocos, auténticos éxitos de boletería de Burton, un cineasta siempre más reconocido por la crítica que por el público. Lo cierto es que hacía mucho que el director de Ed Wood venía alimentándose de materiales ajenos antes que propios: Roald Dahl en Charlie y la fábrica de chocolate (2005), Stephen Sondheim en Sweeney Todd (2007), Lewis Carroll en Alicia... (2010), la serie “Dark Shadows” en Sombras tenebrosas, estrenada este mismo año. Hay que reconocer, sin embargo, que con sus más y con sus menos, en todos y cada uno de estos ejemplos nunca resignó su excéntrica, oscura visión personal del mundo y que en algunos de esos casos consiguió hacer completamente suyas fuentes originales en apariencia muy distantes de sus intereses, como el musical Sweeney Todd. Hay que remontarse a otro film de animación, el estupendo El cadáver de la novia (2005), una obra de orfebrería de una rara exquisitez, para encontrar un Burton en estado puro como el que reaparece ahora en Frankenweenie. No es que su nuevo trabajo –realizado con la misma técnica artesanal, la de la animación cuadro por cuadro– tenga la sutileza o la elegancia de aquel antecedente. Pero tiene todo lo que hace al universo de Burton: sensibilidad y empatía hacia personajes ligeramente desplazados de las normas impuestas por la sociedad, y una estética dark hecha tanto de resabios del gótico fantástico como de la cultura pop estadounidense. La idea original del corto ya era magnífica y abrevaba en todas estas fuentes (incluida la pasión morbosa de Disney por las muertes traumáticas): un niño ingenioso y solitario pierde a su querido perro en un accidente, pero lo resucita gracias a las viejas técnicas con truenos y relámpagos del doctor Frankenstein. Esa paráfrasis en clave infantil aquí se repite, pero Burton le agrega más personajes y criaturas provenientes de la cultura teratológica, desde una ridícula mezcla de Tortuga Ninja con Godzilla hasta unos inocentes Sea Monkeys que terminan mutados en una suerte de Gremlins tan ruidosos como destructores. Todos ellos dispuestos a arrasar con una típica, chata, gris localidad suburbana estadounidense, quizá no muy diferente de la que vio crecer al propio Burton. En este sentido, es un hallazgo que el director haya asumido para su nueva película el carácter rústico, artesanal, no sólo del corto original, sino también de las películas caseras que prepara su pequeño protagonista. A él no cuesta imaginarlo una suerte de alter ego del propio Burton, como si el director quisiera reencontrarse con la pasión y la inocencia de sus inicios.
Con una larga y fructífera carrera sobre sus espaldas, el director Tim Burton vuelve a sus primeros amores y estrena la versión largometraje de su segundo trabajo, de 1984, en aquel entonces realizado en stop motion y ahora con una frenética animación digital en 3D. Apoyado sobre su cinefilia militante y sus referencias siempre presentes al terror clásico (Christopher Lee es una de las voces del elenco), Frankenweenie confirma que la oscuridad conceptual para toda la familia y el esteticismo visual como punta de lanza son bases más que honestas para montar sobre ello una obra cinematográfica que sobrevuele la medianía general de la industria. Tras la inesperada muerte de su perro Sparky, el niño Victor emula a un tácito Dr. Frankestein y logra hacer resucitar al pichicho, aunque con algunos desajustes en el resultado final, sobre todo porque el can en cuestión sale a la calle y transforma al pueblo en un escenario de situaciones que van del disparate al terror. Con esta historia simple y una maquinaria visual de alta definición, Burton tiene suficiente como para impactar y confirmar que sigue siendo parte de lo mejor del mainstream de Hollywood; un autor que sabe hacer su negocio sin renunciar a los principios de un realizador de fuste. Mucho celuloide pasó bajo el puente de este auteur cincuentón con alma de niño, puede que por eso, a esta altura de su filmografía, esta revisión quizá (quizá) se ubique cómoda entre sus mejores trabajos.
Un Tim Burton auténtico Esta historia ya la vimos. Hace unos cuantos años atrás un joven e ignoto Tim Burton realizó “Frankenweenie”, pensado para largo pero que por el costo se hizo como cortometraje. Ahora, unos cuantos años de edad y experiencia después, Burton se da el gusto de llevar la historia a un largometraje con el sistema stop-motion (cuadro a cuadro), en blanco y negro y convertido a un maravilloso 3D. La historia del pequeño Víktor Frankenstein, solitario y amante de las películas de terror, que solo tiene como compañero a su leal perro Sparsky, que lo acompaña, juega y hasta le hace de protagonista de los cortos de monstruos que filma el niño. Cuando un auto atropella y le quita la vida a Sparsky, el pequeño, en base a lo que vio en una clase de ciencia, logra volverlo a la vida. El problema es cuando Sparsky se escapa y todo el mundo se entera de lo que había hecho el pequeño Frankenstein. La historia original era la misma, pero aquí, Burton se puede explayar y tomarse los tiempos necesarios para contarla como el quería, pero además le brinda un sentido y maravilloso homenaje a los film de terror de la Hammer y los japoneses de la época del Godzilla original. Toda la historia tiene distintos guiños ya que no solo el nombre del protagonista (Viktor Frankenstein) lleva a esos recuerdos, sino también a otros personajes, como el niño Edgar E. Gore, o la hermosa vecinita Elsa Van Helsing. Todo es un homenaje en un film maravilloso con este tipo de animación como ya lo había hecho en “El Extraño mundo de Jack” y en “El cadáver de la novia”. Luego de un par de intentos que no fueron lo mejor de él como “Sombras Tenebrosas” o “Alicia en el país de las maravillas”, ahora vuelve a su primer amor y lo hace con toda su creatividad e inteligencia sumamente conocida y que tanto disfrutamos de Tim Burton.
El reciclador ataca de nuevo Un poco de contexto: en sus comienzos como cineasta, exactamente en 1984, y antes de filmar su primer largometraje, Tim Burton dirigió un corto de 25 minutos llamado "Frankenweenie". Interpretado por actores reales, y filmado en blanco y negro, la historia era una versión libre del clásico de Mary Schelley, "Frankenstein". En el corto, un niño, Víctor, resucita a su perro Sparky mediante la aplicación de electricidad al cadáver del animalito. En 2012, Burton vuelve sobre sus pasos, y recrea aquella idea, sólo que esta vez en una versión animada con la técnica insignia de este director, el stop-motion. La oscuridad habitual del universo Burton se mantiene en este filme que conserva el blanco y negro; impecable en los rubros técnicos, como la fotografía, la iluminación -que trasmite un ambiente algo tenebroso- y el agregado del 3D. El filme es tan fiel al cortometraje original que funciona mucho mejor en aquellos que no lo hayan visto. Tiene buen ritmo, y algunos guiños como homenaje a clásicos monstruos de la historia de la ficción (desde Drácula hasta los Gremlins, pasando por Godzilla y la película La novia de Frankenstein), pero no logra sorprender. Y no sólo por sus deudas creativas con el corto, sino por sus similitudes con el libro de Schelley. La idea es la misma, en otra versión: Víctor y la re-creación de la vida, a partir del cadáver de su amada mascota, su único amigo, y el rechazo del resto de la sociedad, a quienes Burton muestra como muy tercos e ignorantes. Se agregan personajes, y de paso, aprovechando su extensión, la película desarrolla un tema casi ético que son los límites y uso correcto de la ciencia, y en cierto sentido intenta dejar un mensaje sobre la responsabilidad de los científicos. De las salas dependerá si estrenan la versión subtitulada o la doblada, aunque considerando que es sólo apta para mayores de 13 años (pueden perfectamente verla niños algo menores, pero no los más chiquitos), sería interesante que aprovechen a proyectar la subtitulada. En ella, Burton exhibe nuevamente su marca registrada al utilizar actores como Martin Landau o Winona Ryder para hacer algunas de las voces. Una película muy bien realizada, que entretiene por su ritmo pero no sorprende, y que renueva la pregunta que dejó abierta "Sombras Tenebrosas": ¿es que acaso Tim Burton tiene algo realmente nuevo que mostrar?
Las vueltas de la vida. En 1984 Tim Burton fue despedido de los estudios Disney por desperdiciar recursos de la compañía en un cortometraje llamado Frankenweenie. Los directivos de la casa del ratón Mickey en ese momento consideraban a esta producción demasiado oscura y terrorífica para chicos y les parecía comercialmente invendible. El corto se convirtió en una obra maestra de la filmografía de Burton y 28 años después de su estreno Disney terminó financiando una remake de esa historia dentro del género de animación de stop motion. La nueva versión de Frankenweenie es probablemente el trabajo más decente que brindó Burton en los cines desde El gran pez y El cuerpo de la novia. El 2012 fue un año nefasto para el director, quien destruyó un ícono del terror como Sombras tenebrosas y luego produjo otro film horrendo como fue Abraham Lincoln: Cazador de vampiros. Con la versión animada de Frankeeweenie volvió un poco a sus raíces creativas. Este largometraje si bien no está a la altura de las otra producciones animadas de Burton como El extraño mundo de Jack (dirigida por Henry Sellick) y El cuerpo de la novia es de todos modos una muy buena película que se disfruta y apunta a un público más familiar. Hasta Danny Elfman se inspiró en este proyecto y brindó una gran banda sonora que se destaca entre las cosas que hizo en el último tiempo para el cine. Desde lo técnico todo el trabajo que hicieron dentro del género stop motion es fabuloso. La adaptación de la historia en esta rama artística está muy bien lograda y esta versión de Frankenweenie, como lo hizo el corto original en su momento, le rinde homenaje a los viejos filmes de terror de los años ´40. El aspecto más débil de este film pasa por el guión. La trama original era perfecta para un corto y al ser expandida en un largometraje las escenas adicionales en mi opinión no la enriquecieron demasiado. Si bien no tiene el contenido bizarro de El cuerpo de la novia, la verdad que ésta es una muy buena película de Burton y si sos amante de la animación vale la pena disfrutarla en el cine.
Volver a las bases, uno siempre lo hace cuando aparentemente ha perdido el camino, cuando cegado por el presente uno no puede ver de dónde viene. Tim Burton hace exactamente eso, se reversiona a sí mismo, haciendo una remake de uno de sus primeros cortos. Frankenweeniee es una visita a la infancia de Burton, tanto cinematográficamente como personalmente. DE LA PIEL A LA PLASTILINA Por supuesto que los personajes de Frankenweenie no están hechos de plastilina, pero así denominamos ese material, para nombrarlo rápido y de manera amena. Frankenweeniee comenzó siendo un corto con actores reales allá por 1984, con grosos en el reparto como Daniel Stern, Shelley Duvall y Barret Oliver (Bastian de La Historia Sin Fin) y una por entonces ignota Sofía Coppola. Y Si no vieron el corto en estos 28 años, ahora no lo hagan, pues la película animada estrenada por Burton esta semana, sigue aquella historia al pie de la letra. Si bien añade situaciones para darle “Densidad cronométrica” a la obra, diría un amigo mío, el esqueleto narrativo se mantiene con los tres actos intactos. Vean el corto DESPUÉS de la película, pero no dejen de verlo, porque es igual de maravilloso, con un Burton casi en estado puro y salvaje. INCOMPRENDIDO Tim Burton ha dotado a sus personajes de inmensas y diversas cualidades, pero si hay una que todos comparten por igual es la de ser incomprendidos sociales, marginados y personajes tristes con efímeros momentos de alegría. Victor Frankenstein no será la excepción. Nuestro joven héroe, es un experto mecánico y un eximio cineasta a pesar de su corta edad. Sus actores preferidos son muñecos y sets de su autoría, y por supuesto, Sparky su fiel y más grande amigo. Un Bull Terrier fiel y compañero. Quizás único amigo de Victor. Obviamente con un personaje con ese nombre podemos saber el destino que tendrá su amigo canino. O mejor dicho “los” destinos, ya que al sobrevenir uno, inmediatamente, vendrá el otro. ¿PERO ES, O NO ES PARA CHICOS? ¡Qué pregunta! Completamente en blanco y negro, cubriendo temáticas como la muerte, la resucitación, monstruos y demás, Frankenweenie es todo un desafío a las explicaciones parentales de los más pequeños. No obstante la historia en sí misma merece ser vista sí o sí, porque este es el Burton que más nos gusta y nos hace bien. Melodramático, oscuro, con una agudeza visual cinemática afiladísima y con una historia fuerte y conmovedora que contar. ¡Esto hace Frankenweenie apta para todos! Les puedo asegurar que cualquier chico con corazón va a sufrir más con Dumbo y la madre acunándolo en la trompa, con Simba cubriéndose con la pata de su padre recién muerto o con Bambi llamando desesperadamente a su madre recién asesinada por un cazador. Todas estas películas de Disney “para chicos” representan momentos de los más complicados en la infancia de cualquier niño, y grande también. ¿A qué voy con este comentario? A que allá por 1984, Disney echó a Tim Burton por “malgastar cinta filmando películas como Frankenweenie”, porque supuestamente les hacían mal a los chicos. ¡Justo Disney, que es un canto al “no pasa nada, está todo bien”! La vida no es Hakuna Matata y eso Tim Burton lo sabe muy bien. Por otro lado, la técnica de Stop-motion siempre es un atractivo para chicos y grandes y a pesar de la movida valiente y casi “descarada” (en el buen sentido) de filmar la película en blanco y negro, la historia sólo se beneficia de estos dos métodos de relato. VIDA (Y MUERTE) DE PERROS Si bien la historia a priori es un bajón, tranquilos al llevar a sus nietos y/o hijos y/o sobrinos, que todo termina de la manera más esperada. La película es un homenaje tras otro a los clásicos de terror, y mas allá de estar obviamente homenajeando a la Joya de Mary Shelley, son muchas más las obras mencionadas directa o indirectamente. El 3D se ve genial, realmente muy bien aplicado, y bajo ningún punto de vista exagerado, está implementado de manera aceitada en el raconto de la historia. Las actuaciones de quienes prestan sus voces son realmente muy buenas y dotan de vida a los personajes de manera más que convincente. Y como nota personal, estoy agradecido del respiro que nos dio Burton del tándem Depp-Bonham Carter, a mí personalmente me tenía un poco desgastado. Martin Short, Winona Ryder, Martin Landau y Catherine O’Hara se lucen en sus papeles y realmente hasta opacan un poco al joven Charlie Tahan en su papel de Victor, pero tampoco demasiado. El humor oscuro y acido de Burton se destila por casi todas las escenas y más aun en los detalles a los cuales el espectador debe estar muy atento. Frankenweenie es imperdible tanto para fans de Burton como para espectadores no fanáticos. Punto a favor para la distribuidora que ha traído copias en inglés. Desde aquí renuevo mi grito de guerra, “Cine en su idioma original”. CONCLUSIÓN Frankenweenie es el mejor Burton, aquel con el que crecimos algunos, y con el que otros se horrorizaron u odiaron. El Original, volviendo a sus bases como cineasta y contador de historias. Con una historia tan original y llena de ternura que, a pesar del humor negro, es imposible no emocionarse. En especial si son como yo, un fanático confeso y perdido de los canes cuadrúpedos. Los perros nos alegran la vida y cuando no están dejan un vacío tremendamente grande y hondo. Victor Frankenstein lo sabe muy bien cuando dice “No lo quiero en mi corazón, lo quiero conmigo”, algo que a priori puede sonar egoísta. Y en la realidad lo sería, pero esto es cine, y les puedo asegurar que tanto Victor como Sparky son muy felices de tenerse el uno al otro. Sin importar su status vital. YAPA Corto Original de 1984: (Sepan que es un Spoiler para la versión de 2012! Vean primero la película nueva si no quieren saber el final!)
El estilo burtoniano a flor de piel en este film animado del director de los pelos quemados. Ni Frankenstein, ni su novia, ni nadie; todos ellos. Es que en el nuevo film de Tim Burton, el astro en lo que a realización cinematográfica respecta, se pone melancólico desenterrando cintas de su juventud. ¿Y nosotros? ¡Más todavía! Tengan a mano pala, una bolsa, electrodos y un poco de agua que les cuento para qué van a servir a partir de este momento. Para empezar, su primer rasgo positivo: el nombre es universal. Con esto logra que todos nos retraigamos a una misma cosa y nos imaginemos con qué historia nos vamos a encontrar, sin embargo hay mucho más que un ser construido por partes y vuelto a la vida con un par de tornillos metálicos. Victor Frankenstein es un chico muy curioso e interesado por la ciencia, a la que le dedica todo su tiempo, convirtiéndolo en un raro sin amigos. Su compañero fiel es su perro Sparky; ambos sienten un cariño incondicional el uno hacia el otro. El can es una criatura muy movediza y curiosa que un día, accidentalmente, pierde la vida. A partir de allí, el mundo de Victor (y el del espectador) se derrumba como un cielo tormentoso, pero él no va a perder las esperanzas cuando su profesor de ciencia le demuestre que casi todo es posible con pasión y con un poco de ayuda de la energía natural. Los amantes de los animales, y en especial quienes adoran a los perros como yo, van a sentir sus pestañas un poco húmedas al salir de esta película basada en un corto que el mismo Tim Burton realizó hace ya varios años. No se asusten, tampoco es una película para llorar mares, pero sí tiene ese dejo de melancolía que todos sus films presentan, en especial porque homenajea a muchas criaturas y personajes del clásico cine de terror y principalmente, porque a nadie le gusta que su mascota pase a mejor vida sea de la forma que sea. Hay infinidad de guiños que generan mucha simpatía y momentos de humor muy lindos que acompañan a una calidad de realización inigualable. El ‘stop motion’ es casi imperceptible de lo bien que está trabajado y el detalle de ser en blanco y negro lo hace aún mejor. Algunas transiciones son muy originales y las voces de los personajes cuentan con la presencia de celebridades anteriormente reclutadas por Burton, como lo es la de Winona Ryder. La música es muy buena y con efectos sonoros ‘mecánicos’ interesantes. Cuando la vean, hagan el ejercicio de adivinar o descubrir quién se esconde detrás de cada personaje; demasiado esfuerzo no van a necesitar, ya que las asociaciones están geniales. Y más allá de esta serie de detalles, la historia demuestra que en este universo, cualquier cosa es posible, siempre y cuando se haga con pasión y responsablemente. Un muy buen mensaje para todas las generaciones, de la mano de un tipo que acusa no tener los pies sobre esta tierra. Con todo esto, el Frankenweenie (2012) es muy llevadero y entretenido para todos por igual, aunque los más chiquitos pueden llegar a suspirar hondo cuando vean la ausencia de colores. Sin duda la recomiendo y cruzo los dedos para que tengamos cine fantástico del de Tim Burton para rato y si es en escala de grises como para resaltar aún más las ojeras de los personajes, mejor todavía. @CinemaFlor
La magia inteligente de Tim Burton Con técnica ‘stop-motion’, exquisita banda sonora y el uso del blanco y negro, Burton retoma la estilizada línea de sus personajes de ‘El cadáver de la novia’, permaneciendo tan fiel a sus temas de muerte, horror y ternura, como a sus intérpretes preferidos, desde Martin Landau a Vincent Price y Winona Ryder. Mary Shelley, creadora de Frankenstein, en 1818, no pudo imaginar la cantidad de libros y filmes que se harían con su personaje. Directores tan diferentes como James Whale, Roman Polanski, Mel Brooks, se interesaron por él, desde el horror al humor; hasta la alternativa de Frankenstein enfrentado con otros monstruos como ‘Abbot y Costello contra los fantasmas’ (1948), repuesta este año por el aniversario de la Universal. Claro, trabajaban emblemáticos actores del horror como Bela Lugosi y Lon Chaney jr. A esta galería se suma este tierno y solitario Víctor Frankenstein, pintado por la magia de Tim Burton, que nos hace saber que el cuestionado personaje ya tenía inquietudes prometeicas desde la infancia. MASCOTA CONOCIDA Aquí, su fiel compañero Sparky, perro parecido a nuestro Mendieta (la mascota de Inodoro Pereyra, el personaje de Fontanarrosa) se le muere y el chico decide resucitarlo aplicando electricidad, con procedimientos adquiridos en la escuela gracias a un profesor parecido a Vincent Price. Su experimento será divulgado y los compañeros de colegio intentarán imitarlo con peligrosas consecuencias. La película de Tim Burton, basado en un cortometraje del mismo Burton, de 1984, es un delicioso homenaje al cine de terror, ése que fascina al director desde la niñez y que lo lleva a amar y representar tantos héroes fantásticos. PEINADO EVOCADOR Por eso, quien observa con atención ‘Frankenweenie’, reconoce en el peinado de la perrita Persefone, el mismo de Elsa Lanchester en ‘La novia de Frankestein’ (y de Marge, en ‘Los Simpson’), el filme ‘Drácula’ con Christopher Lee, pasado en la televisión familiar del pequeño Víctor, más las mascotas de sus compañeros transformados en un desfile de Godzilla, Tortugas ninjas, mini dinosaurios y lagartos a la manera del cine de terror japonés de los ’60. Evocar el ascenso ‘ritual’ del perrito Sparky en busca de la vida a la manera de Frankenstein es tan emocionante como reírse con el patético compañero de Víctor, mezcla de algún desolado personaje de Christian Andersen y del servidor Ygor, tan parecido a Martin Feldman (versión del Frankenstein de Mel Brooks). Con técnica ‘stop-motion’, exquisita banda sonora y el uso del blanco y negro, Burton retoma la estilizada línea de sus personajes de ‘El cadáver de la novia’, permaneciendo tan fiel a sus temas de muerte, horror y ternura, como a sus intérpretes preferidos, desde Martin Landau a Vincent Price y Winona Ryder. El mismo juego que reitera su poesía filmada.
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“Frankenweenie”: joya del mejor Tim Burton La última película de Tim Burton se puede ver en 3D o en versión plana, en versión original en inglés subtitulada o doblada al castellano. Todo esto tiene algunas variantes, salvo que en cada caso siempre será en blanco y negro. Un film de animación en blanco y negro producido y distribuido por los estudios Disney parece algo imposible. Y es que «Frankenweenie» es una especie de sueño imposible de Tim Burton ya desde 1984, cuando, trabajando como animador para la Disney (en films como «El caldero mágico» y «El zorro y el sabueso»), lo concibió como un corto de 29 minutos, que sus productores consideraron demasiado extraño para poder ser distribuido masivamente en aquel momento. La misma idea de homenaje a Frankenstein desde el punto de vista infantil ahora vuelve convertida en un largometraje que es la quintaesencia del cine de Tim Burton, quien aquí puede partir de sus obsesiones esenciales (como un profesor de ciencias igualito a Vincent Price con la voz de Martin Landau) para luego dedicarse a que la trama derive en un delirante todo vale con «sea monkeys» transformados en monstruitos muy parecidos a los Gremlins de Joe Dante/Spielberg o mascotas agigantadas hasta lucir como algunos de los monstruosos enemigos del Godzilla de Inoshiro Honda (la bestia en cuestión es la tortuga mutante Gamera). La película sigue con bastante fidelidad la trama del «Frankenweenie» de 1984, que necesariamente debe expandirse hasta los 90 minutos de un largometraje. La expansión implica agregar todo tipo de situaciones y personajes que enriquecen la estética y el delirio general (incluyendo malvados compañeros de escuela del protagonista aparentemente inspirados en el jorobado Igor de los films clásicos de la Universal o en el sonámbulo Cesare de «El gabinete del Dr. Caligari), sin olvidar el foco en las lunáticas andanzas de Sparky, es decir la mascota que vuelve de la tumba para hacer mas líos que cuando estaba vivo. Si la primera mitad de la película luce casi demasiado sensata, formal y rigurosa si se tienen en cuenta las grotescas posibilidades surgidas del asunto a narrar, Burton parece usarla para poner el énfasis en sus homenajes y, sobre todo, en el sentido de este tipo de experimentos científicos o cinéfilos, para después hacer explotar todo el asunto en un delirio tan asombroso en lo estético como en lo argumental. Y lo mejor es que el mismo Burton no parece tomársela más en serio de lo que hace falta, a pesar de que en nedio de la diversión hay auténticos climas de cine de terror. Técnicamente deslumbrante, «Frankenweenie» es una joya que no hay que perderse.
A Tim Burton, ya a esta altura, lo amás o idolatrás, o lo detestás. La calidad de sus últimos trabajos es despareja, pero el tipo tiene oficio para contar lo que moviliza y está ducho en escenario de oscuridad y tristeza crónica que atraviesan sus films. No todos pero... Yo soy del equipo la más joven y no tuve la suerte de ver todo su material en sala, pero tengo una actitud de espera hacia él: siempre aguardo que haga algo mejor que lo que termino viendo. Estoy convencida de que me va a sorprender y que por esas cosas del destino, sus mejores films nacen de las figuras que se filtran de su mente al celuloide, imágenes que lo afectaron en su mundo interno y se despliegan y juegan a las escondidas en todas las profunidades de sus obras... Leí su biografía y sus influencias me atraen, es así. Volviendo al punto, no me parece para nada mal siempre esperar más de él. Digamos. Lo cierto es que en "Frankenweenie" conoceremos la historia de Víctor, un niño chico con pasiones fuertes como el cine y la ciencia. Es un erudito casi del tema. Hasta que cierto día su perro Sparky muere y el pibe va tiene la tarea de ver que hace con esas desapariciones... Para reconvertirlas en... bueno, ya se imaginarán!! Lo primero que hay que decir es que la evocación que el cineasta hace de los grandes monstruos de la Universal, es fuerte. Aquellos espectadores de años en butaca encontrarán muchas referencias a lo largo del film que los harán sonreir y reconocer elementos históricos de los grandes clásicos del género. En ese sentido, Burton sabe a que juega y lo hace bien. Elegir filmar en blanco y negro y con una paleta particularmente oscura encuadra bastante el tono melancólico y que predispone al espectador a conectarse con su lado sensible, despojado de los artilugios de la animación de estos días. Eso si debo reconocerselo, puede no gustarte su manera de presentar la historia o incluso, tener desniveles en su enfoque para narrarlas, pero de imágenes y climas, sabe mucho y se nota. Pero además, en este caso, hay emoción en la identificación que genera con el público, dado que nuestro querido Víctor, por ejemplo, arranca la película mostrando una filmación casera con su perro y muñecos mostrando como respeta y reconoce el valor de las cintas de clase B en su propia cosmovisión. Vuelven las voces de actores de la factoría Burton como Winona Ryder, Martín Landau, Christopher Lee… Y ninguno desentona. Pero les soy sincera, no puedo dejar de ver a Víctor en pantalla y pensar en el propio Tim Burton a esa edad. Es autobiografía encubierta! Si bien en algún momento vacilé pensando en la posibilidad que “Frankenweenie” iba a abrir al director a otro universo, lo cierto es este film es absolutamente personal. Unico, que tiene su punto más alto en la cadena de homenajes que juega, más que en la historia en sí. No puedo decir que la trama me defraudó, sí, que a la luz de todo lo que sucedía en pantalla, quedó en segundo plano. El universo creado para esta ocasión tiende a absorber al público, y entonces la emoción queda para quienes pueden despegarse del recuerdo de tantas tardes viendo ciencia ficción en los años 50 y predisponerse a recibir una historia simpática, un poco triste pero contada con solvencia. Debe quedar claro que no es un gran exponente en comparación con sus grandes producciones, pero teniendo en cuenta sus últimos trabajos (en especial “Sombras tenebrosas”), es otra cosa. Hay un despliegue de recursos, emociones y evocaciones que hacen que “Frankenweenie” sea una delicia para el espectador adulto. Insisto, no hemos recuperado a Burton, pero está dando señales de vida, y eso, no tiene precio amigos…
Tim Burton profundiza en su estilo más oscuro Los límites entre la luz y la oscuridad, la realidad y la fantasía, la locura y la cordura, la vida y la muerte. Tan absolutos o relativos como cada ser humano entendió, entiende o entenderá sus bordes, definidos o difusos; cortados por filosas tijeras o unidos por costuras más o menos rústicas, han provocado inquietudes expresadas en diversas materias y formas desde tiempo inmemorial. En literatura llevada al cine la gran icónica quizá sea la novela Frankenstein o el moderno Prometeo , que la británica Mary Shelley escribió en 1818. Obra enmarcada en el género gótico y primer texto de ciencia ficción, explora la moral científica en relación con la vida y la muerte y desde el vínculo de la humanidad con la divinidad; y fue llevada a pantalla por primera vez con Frankenstein en 1931, dirigida por James Whale, con protagónicos del inolvidable Boris Karloff como el monstruo revivido y Colin Clive como su re-creador, el doctor Víctor Frankenstein. En Frankenweenie , Tim Burton profundiza en inquietudes históricas para la humanidad y para su filmografía, acerca de la vida después de la muerte --Beetlejuice, El extraño mundo de Jack, El cadáver de la novia -- y retoma esos antecedentes que fueron su musa en El joven manos de tijera , donde Johnny Depp interpretaba una suerte de monstruo de Frankenstein juvenil y moderno. La nueva película --de animación en stop motion y en 3D-- surgió de un cortometraje realizado por el británico para la Disney, en 1984, donde un niño llamado Víctor decide regresar a la vida a su perrito Sparky, luego de que fuera atropellado. El proyecto que entonces quedó archivado, finalmente encontró su tiempo de revivir, como una película apta para preadolescentes y adultos. El niño en cuestión es un enamorado del cine y de la ciencia, que realiza sus propias películas en el altillo de su casa y al estilo de los primeros directores, atiende con fruición las enseñanzas de su profesor de física y biología. Un trabajo a presentar luego de presenciar una clase acerca de la función de los impulsos eléctricos en la vida, inspira a Víctor a desenterrar a su mascota, rearmar su cuerpo y probar el experimento de las cometas, los generadores y las descargas de alta tensión de los rayos para devolverle la vida a su único y fiel amigo. Pero Víctor no cuenta con que Sparky era un pichicho sociable, conocido y querido por todo el pueblo, que buscará la misma libertad con que siempre vivió y que le será muy difícil esconderlo en su nueva condición. Tampoco con las ambiciones de sus compañeros de clase más siniestros. En la advertencia que el padre de Víctor realiza acerca de jugar con los límites entre la vida y la muerte --literaria de tan directa, quizás por tratarse de un filme, en principio, para niños--, Burton presenta su inquietud de manera concisa, como si procurara presentarle su obra a un público nuevo. Frankenweenie --filmada en blanco y negro-- es un gran homenaje al primer Frankenstein del cine, pero también una confirmación de Tim Burton en sus preguntas más oscuras y el estilo que adoptó, desde los inicios de su filmografía, para responderlas.
Tim Burton vuelve a dirigir un film de animación y eso es una buena noticia. Frankenweenie es la traslación al largometraje de un corto que realizó en 1984 con actores y la anécdota del niño que revive a su perrito con un experimento científico que parodia y homenajea a Frankenstein sigue siendo deliciosa. La historia se ha expandido y vuelve a mostrar un mundo hipertrofiado por el descontrol y la estupidez, al tiempo que vuelve a reivindicar la necesidad de que exista la diversidad entre las personas, a criticar el universo utilitarista y a rescatar la necesidad del cuento, del humor y de la fantasía. Pero, por una vez, el diseño está por encima del alma de sus personajes: lo que ayer, actores mediante, implicaba la aparición del contraste al mismo tiempo terrorífico y satírico, aquí es todo uniformidad en la diferencia. La sorpresa intelectual está ausente, y si la película se disfruta de cabo a rabo es porque aún Burton es capaz de sacar un conejo gigante de la galera y regalarnos una sonrisa.
Tim Burton por Tim Burton Quienes siguen atentamente el cine del realizador de "El joven manos de tijera", "Ed Wood" o "El cadáver de la novia" (entre muchas otras) sentirán un enorme placer al asistir a uno de los filmes más "burtonianos" de la carrera del director. En esta oportunidad vuelve sobre el tema de un corto que hizo hace casi tres décadas y lo presenta en una versión deliciosa, llena de guiños, homenajes, tributos y referencias, realizada con excelentes recursos cinematográficos y, fundamentalmente, con un indisimulable amor por el cine. Ya en la primera escena, la película casera que Víctor muestra a sus padres (y a su perro) no puede sino regocijar a los espectadores. Y todo lo que sigue está en la misma línea. Le toca al joven protagonista presenciar el accidente que le cuesta la vida a su querida mascota; el chico toma demasiado al pie de la letra el comentario que escucha de su madre ("si pudiéramos, lo traeríamos de vuelta"), hace pie en su afición por la ciencia y reedita el experimento del doctor Frankenstein para devolverle la vida al perrito. Todo lo que sigue está en línea con la famosa novela de Mary Shelley, contado con mucho humor y apoyado en las singulares características de los personajes que intervienen en el relato, entre los que se destaca el profesor de ciencias (una adorable mezcla de Vincent Price con Martin Landau, este último a cargo de la voz del personaje en la versión no doblada al castellano). Quizá la intensidad del filme decaiga un poco al promediar el relato, cuando algunos compañeros de Víctor acceden al secreto de la resurrección de Sparky e intentan aplicarlo a sus propias mascotas. Pero esto no le resta brillo a la propuesta, si bien conspira contra la fluidez de la narración, Burton mueve sus entrañables muñecos en la monocorde escenografía de un impecable pero aburridísimo pueblito y maneja con maestría las posibilidades expresivas del blanco y negro. La utilización del 3D no está enfatizada; el director renuncia expresamente a los golpes de efecto con, por ejemplo, objetos que vuelan sobre los espectadores o tiros de cámara pensados sólo para aprovechar la ilusión de profundidad. Por el contrario, prefiere ceñirse al relato, divertir a los más chicos y proponerles a los más grandes y a los adultos sentados en la platea un desarrollo dramático más que atractivo, homenajes y reconocimientos sutiles al cine de terror y la pintura de una sorprendente colección de personajes exóticos y absolutamente queribles.
Burton nunca nos abandona. Puede amagar, con el tonto intento de seguir justificando a Johnny Depp en todas y cada una de sus películas como sucedió este mismo año en la torpe Dark Shadows, pero nunca cesa en su empeño de seguir entregando historias con su sello personal. En esta ocasión, regresa en el tiempo y convierte a su adorado corto Frankenweenie en una verdadera aventura en stop-motion que se debía a sí mismo y a los espectadores, ansiosos por ver en pantalla grande esa chispa burtoniana que tanto cautiva. Mientas que Frankeenweenie es un poco más convencional -menos extraña, digamos- que dos de sus obras más elogiadas (A Nightmare Before Christmas y Corpse Bride), el alma que destila tiene mucho más carisma y gracia que sus últimas incursiones en el live-action, como ser la ya mencionada Sombras Tenebrosas o la decepcionante Alice in Wonderland. Fijado a los parámetros que se vino imponiendo durante toda su carrera, Burton vuelve a los suburbios, a los vecinos extravagantes, a los personajes que son tildados de raros en la vida corriente pero que en la filmografía del director tienen un lugar especial en su corazón. A fin de cuentas, Frankenweenie bien podría ser una autobiografía, un poco esquizofrénica, de la entonces corta vida del autor. Tildado como un chico raro y solitario por sus pares -lo cual es irónico, ya que la mayoría de los compañeros de clase del muchacho adolecen de varios caramelos menos en el tarro-, Victor se la pasa construyendo sets de filmación en su ático con la inseparable compañía de su perro Sparky. En lo que es una ligera y conmovedora alegoría al primer contacto con la muerte cuando somos chicos, Sparky sufre un accidente y muere, lo que provoca que Victor busque resucitarlo con un empujón de su extraño nuevo profesor de ciencias. Lo que sigue a continuación es una de las historias más amables y queribles que se han visto en el cine de animación en los últimos años. No es que sea una revolución, claro que no, pero la sencillez del guión de John August (colaborador incansable de Burton) y la cantidad de referencias al cine de monstruos de todos los tiempos hace que Frankenweenie termine siendo una interesante película para chicos pero que los más grandes disfrutarán más, al adivinar todos y cada uno de los guiños cinéfilos desperdigados por toda la historia. Más allá de la calidad insuperable y la belleza del blanco y negro de la película -por que no todo tiene que tener colores rutilantes en pantalla-, se trata de un festival nostálgico para todo aquel seguidor de Burton que se precie de serlo: las voces incluyen nombres como el de la talentosa Catherine O'Hara o la chica rara por excelencia, Winona Ryder, o incluso la voz del brutal Martin Landau como el hilarante Sr. Rzykruski. No puede faltar el eterno guiño a Christopher Lee, del cual pensé que iba a tener un rol más activo en esta propuesta. Frankenweenie entonces marca un esperado regreso en forma a la vasta y prolífica filmografía de un genio cono Burton, que se debía hace rato un homenaje propio volviendo a sus raíces y poniéndole todo el empeño a un proyecto soñado hace muchos años atrás. Quizás sea un tanto seguro en comparación con otros films del director, pero es justo lo que necesitaban, tanto el director como sus seguidores.
Un jubiloso y entrañable compendio de lo mejor del caudal expresivo y estético de Tim Burton ofrece el último film del gran cineasta, o más bien artista integral del arte audiovisual. Frankenweenie se puede tomar como una pieza infantil, para todo público o acaso para adultos con alma de niños freak, pero sea como fuere, se trata de una obra cautivante y memorable. Recreando y expandiendo al máximo su primer cortometraje, homenajea en primera instancia al cine de terror, un género en el que Burton se siente irremediablemente extasiado, y que lo ha inspirado en gran parte de su suculenta filmografía. Imposible dejar de mencionar a El extraño mundo de Jack como principal antecedente -aquella maravillosa relectura del mito de la Navidad que extrañamente no fue dirigida por él pero que nadie deja de adjudicársela-, por el espíritu tenebroso y la técnica de realización, exactamente la misma utilizada en Frankenweenie, ese cuadro a cuadro que en este caso recibe varias ayuditas de la animación digital, pero que destila en todo momento ese sabor artesanal y diferente a tanto producto de dibujo computado reciente. El introvertido e ingenioso niño protagonista es sin dudas un alter ego de Burton, ya desde el hecho de realizar películas caseras que sus padres disfrutan, que luego se convertirá en un genio sombrío al tratar de resucitar a su amado perrito Sparky, inspirado en otras hazañas llevadas a cabo por otroras portadores de su apellido Frankenstein. Con claros homenajes a la imagen en blanco y negro que lograba James Whale en sus films sobre aquel científico y reanimador serial, Frankenweenie propone un deleite tan terrorífico como humano, porque el creador de El joven manos de tijera ofrece criaturas repletas de ternura y capacidad de redención. Fascinante en todo su metraje, incluyendo su delicioso desfile de monstruos final, el film posee el plus de poder ser apreciado en su idioma original y escuchar las voces de grandes intérpretes como la del legendario Martin Landau (el Vincent Price de Ed Wood, la mayor obra de Burton).
Cuando la ciencia se utiliza con buena fe Frankenweenie consigue, desde el principio, captar toda la atención del espectador, sobre todo por sus imágenes y personajes. Pero esto se ve apoyado también por una musicalización acorde y un interesante planteo narrativo. Luego de la muerte de Sparky, Víctor, protagonista y dueño del perro, se ve influenciado por las palabras de su profesor de ciencia -uno de los personajes más atractivos, por su inteligencia, su irreverencia y los detalles del dibujo que lo hacen complejo y misterioso- y por la tristeza para planificar, llevando luego a cabo el experimento que hará posible volver a la vida a su mascota. Pero lo que no se imaginaba era que su creación se diferenciaría de otras por su buena intención. Para la feria de ciencias del colegio al que concurre, sus compañeros, impulsados por una política de competencia, hacen lo imposible para ganar y con este objetivo intentan repetir el experimento que Víctor realizó para revivir a su perro, generando una gran convulsión en todo el barrio. Si pensamos en Frankenweenie, lo primero que se nos viene a la cabeza es Frankenstein. El punto común entre este film y la clásica novela de Mary Shelley es, sin duda, la utilización de la ciencia para generar vida. Víctor es en el libro el científico que desafía a la naturaleza para traer a la vida a un monstruo con restos de muertos. El niño, personaje principal de la película, lleva el mismo nombre. Comparten ambos el amor por la ciencia, pero este último vuelve a darle vida a su perro por algo más que crear: por el amor. En consecuencia, se genera en el film un significado de ciencia distinto al de la clásica novela: ya no será la ciencia como despropósito y desvinculada de los sentimientos, sino que se plantea la posibilidad de una ciencia con buena intención. Vemos entonces que no se mantiene, como en la novela, una crítica a la razón, sino que se la desmitifica y se la coloca como una posibilidad de extender la felicidad. Los parecidos no se detienen ahí: la película mantiene además ese estilo gótico que caracterizó a Frankenstein, a través del blanco y negro; la presencia de lugares solitarios, como el laboratorio o el cementerio; y un desfile de personajes cargados de misterio. Encontramos también intertextualidad con la novela en la concepción identitaria más literal: tanto desde el nombre del personaje principal (Víctor) como los padres (familia Frankenstein), sin olvidar la tortuga que lleva el nombre del apellido de casada de la autora de la novela (Shelley). En Frankenweenie se unen con fluidez lo gótico con lo tridimensional. A diferencia de otras películas, en las que se ve forzada su implementación, aquí encontramos una buena forma de reforzar la entidad del film: las profundidades acentúan los momentos en lo que se quiere demostrar soledad o tristeza; el juego con el adelanto de algunos objetos en el momento del experimento mantienen al espectador como parte de ese laboratorio; y el repentino adelantamiento de los personajes o animales no se aplica como mero golpe de efecto, sino como una herramienta funcional a la creación de climas donde impera el miedo. Podemos concluir diciendo que Frankenweenie nos presenta una buena oportunidad para disfrutar de las imágenes y los dibujos. No es para nada una película para chicos: ya desde el comienzo, con la muerte del perro, marca un horizonte de espectador, relacionado con la adultez. Es muy dinámica y sumamente atractiva la propuesta que nos trae Tim Burton, con esos personajes, como los de Alicia en el País de las Maravillas, que configuran todo un mundo y de los cuales se podría escribir mucho. Aquí hay también todo un universo por descubrir.
El mundo burtoniano se afirma como marca registrada “Frankenweenie” llega en un momento de la carrera de Tim Burton en la cual todo parece volver a foja cero. El corto sobre el que se basa fue lo primero que filmó como director hace casi treinta años, y ya en ese entonces sus inquietudes sobre el mundo y el séptimo arte pasaban por el mismo tamiz: El cine clase B de los '50, con Roger Corman a la cabeza, se asienta en el descreimiento del mundo color de rosa, en especial la mirada compasiva por los seres distintos en cuya oscuridad el realizador encuentra belleza y esencia, respecto de lo cual sobran botones de muestra como “El joven manos de tijera” (1992), “Batman” (1989), ni qué hablar de “El gran pez” (2003). No es que haya abandonado esto en “Sweeny Todd” (2007) o en “Sombras tenebrosas” (2012), pero por alguna razón este gran realizador necesitó volver a sus fuentes de manera literal. Sería poco recomendable ir a YouTube para apreciar el corto antes de ir al cine a ver esta versión. La historia es la misma, con lo cual se perdería mucho de lo sorpresivo que pueda tener, y resultaría aburrida. Más bien sería al revés, porque el mundo de Tim Burton ya es claramente identificable. Sólo el puede filmar cementerios y molinos con semejante dedicación hacia la estética. El mundo "burtoninano" ya es marca registrada, en estos escenarios y también lo es en el tipo de personajes conflictuados que aborda, la excepción sería su versión de “El planeta de los simios”, de la que él mismo reniega. Víctor Frankenstein es un chico apático, incomprendido y "raro" para el resto. También es un soñador. Construye mundos en el ático donde se recluye incluyendo la posibilidad de filmar en super 8 una película de ficción (clase B, obviamente) para proyectar en el seno familiar, con padres más condescendientes que comprensivos. Todo lo hace acompañado de Sparky, su perro fiel (cuyo diseño fue tomado del que Burton hizo para un capítulo de “Cuentos asombrosos”, en 1992). Un accidente provocará la historia paralela al Frankenstein de Mary Shelley. El director vuelve a elegir el blanco y negro como lo hizo en la fenomenal “Ed Wood” (1994), pero con la técnica del Stop Motion que usó como ideólogo y productor de “El extraño mundo de Jack” (1999) y “El cadáver de la novia” (2005), logrando una estética deslumbrante (otra vez). “Frankenweenie” es un catálogo de imágenes y personajes de la propia filmografía de Tim Burton, así como Steven Speilberg hacía lo propio con su versión de “La guerra de los mundos” (2005). Intriga saber lo próximo qué hará un artista genial cuando rebobina su propia historia. Por lo pronto vaya con los chicos a disfrutar de una gran película bien realizada.
Perra muerte Los personajes son terroríficamente adorables. La proyección en 3D, magnífica. El color de las imágenes, blanco y negro. El argumento, conocido, pero a la vez rico, porque nadie se baña dos veces en el mismo relato. Hay algunos momentos donde el atractivo del cuento decae en algo, pero el final reivindica toda posible duda, pues es a toda orquesta, con acción, dramático, romántico, espeluznante y mágico. Víctor es un niño curioso, fanatizado por la ciencia, cuyo perro un día muere atropellado por un auto. Buscando salir de su tristeza, el chico inventa una máquina a electricidad que le permite revivir al cusco (que se llama Sparky, en inglés, palabra derivada de "Chispa"). Pero sus compañeros de colegio lo espían, y le roban la idea para hacer maldades, hasta que la travesura se desmadra y ponen en peligro al pueblo donde viven. El director Tim Burton filmó hace casi 30 años un corto de casi media hora de duración, llamado Frankenweenie, que recientemente decidió desarrollar hasta convertirlo en este largometraje. En el filme encontramos casi todos los tics del autor de Beetlejuice, El extraño mundo de Jack, Ed Wood o El joven manos de tijeras, por nombrar a las más parecidas, desde los cementerios y los seres con piernas de alambre, hasta esas típicas personalidades que no encajan, por melancólicas o por frenéticas, y que a veces caminan por el mundo de los vivos pero también lo hacen por el de los muertos. Pero esto que durante muchos años ha sido el gran fetiche del director, puede volverse para sus seguidores un poco repetitivo, y eso es tal vez lo que hace un poco más pesada a la historia. De cualquier modo, Burton es un genio en lo suyo. Es un guardián de la técnica de la animación cuadro por cuadro, y alguien que se ha torcido poquísimo, y solo circunstancialmente, en sus convicciones artísticas, pese a haber entrado hace rato a las grandes ligas de Hollywood. Por ello, es un cineasta para admirar y cuidar.
Veintiocho años después de su estreno como cortometraje, Frankenweenie vuelve en formato de largo e inspirado en ese trabajo realizado por Tim Burton en la década del ochenta. Por aquel entonces, le costó su trabajo en Disney, estudio que casi tres décadas después financió y distribuye esta cinta. Paradojas del mundo del cine. Víctor Frankenstein, un niño rata de laboratorio y con pocos amigos tanto o más extraños que él, sufre la dolorosa pérdida de su mascota Sparky. Inspirado por un experimento realizado en su clase de ciencias, decide valerse del poder de la energía y de las tormentas eléctricas para volver a la vida a su compinche canino. Con algunas variaciones con respecto a su versión anterior a ser arrollado por un auto, Sparky logra salir del escondite en donde Víctor lo mantenía oculto y para sorpresa de todo el pueblo descubrirán que la vida después de la muerte existe y que puede ser algo realmente espantoso si no se lo realiza con cuidado. Frankenweenie es un homenaje a sí mismo: Burton retoza sobre todo aquello que consolidó su carrera como un director único, con marca personal y con un universo propio. Aquí hay referencias a El cadáver de la novia (el protagonista es una versión preadolescente del Víctor de aquella cinta), El joven manos de tijera, Beetlejuice, entre otras de sus más celebradas creaciones. La decisión de que la película fuera en blanco y negro y en tres dimensiones marcó una apuesta jugada tratándose de un filme apuntado esencialmente al público infantil. Para los burtonianos acérrimos sepan que, a pesar de su escasez, hay algunas proyecciones donde podrán disfrutar del talento vocal de Christopher Lee, Winona Ryder, Martin Landau y Catehrine O’Hara.
El extraño mundo de Tim No hace falta ahondar en la biografía de Tim Burton, o en los elementos autobiográficos en su obra (que los hay también en la cinta que hoy nos ocupa) para saber que ha sido un chico raro. Uno de esos que seguramente no se asimilaba bien en su entorno social. O cuando menos, uno de esos que cuando hace un chiste con su peculiar humor ve que la mayoría no se ríe, a lo sumo alguno esboza alguna tímida sonrisa. Pero un buen día, esos chicos crecen, algunos se dedican a alguna actividad artística y, si el destino los pone en la industria cultural de masas, logra llegar a otros chicos que también se sienten solos, pero ellos sí entienden los chistes y los guiños, y así la química se produce. Entonces el primer chico raro pasa a ser un “autor de culto”. Vuelta atrás “Frankenweenie” es una revancha para Burton, a quien en su época de “creativo experimental” para la Disney (en 1984) le costó el puesto el realizar un cortometraje en blanco y negro sobre un chico raro y brillante, que decide resucitar a su perro muerto en un accidente. Porque la versión 2012, realizada con la técnica del stop motion (básicamente, muñecos manipulados a 24 tomas por segundo de movimiento) y con la estética escuálida que mostró en “El extraño mundo de Jack” y “El cadáver de la novia”, está producida por... la Disney. Pero ya desde antes de los créditos empieza la situación: la imagen del Magic Kingdom pasa de los azules rutilantes al gótico blanco y negro. Porque es la faceta más gótica de Burton la que fluye aquí, gótica como una búsqueda de la belleza en la oscuridad, en un lugar alejado del canon, pero también como parodia de lo macabro: refléjese en el Cementerio de Animales (¿Stephen King?) de New Holland, creíble escenario de la Gotham City de las dos cintas que el realizador hizo sobre Batman. Esto no es casual: este retorno al origen desanda la senda de la filmografía de este autor, tal vez por las marcas que su vida ha dejado en ella. Por caso, el pueblo suburbano de New Holland se parece mucho a aquel otro pueblo de veredas anchas frente a los chalecitos de posguerra de “El joven manos de tijera”, un reflejo de Burbank (en el condado de Los Ángeles), el lugar donde Burton se crió y, como el protagonista Victor Frankenstien (sic), mitigó soledades experimentando filmando sus primeros experimentos. Memoria visual Por supuesto, el lugar donde se ubica esta historia es el colmo de lo raro, un lugar donde todas las noches se dispone de tormentas eléctricas como para insuflarle vida a los muertos, con su letrero a lo Hollywood, y con una galería de personajes única. Baste ver el curso de la escuela de Victor: un jorobadito llamado Edgar “E” Gore (chiste con Igor, y con el género gore); una chica de ojos que impresionan, cuyo gato hace caca con forma de la inicial de la persona con la que sueña (a la que le pasará algo ese día); una oscura y algo desganada heroína, llamada Elsa Van Helsing (voz original de Winona Ryder); el tétrico Nassor, una especie de Largo de niño; Toshiaki, el japonés que tendrá que vérselas con una criatura a lo Godzilla, de su propia factura; todos ellos educados en ciencias por un oscuro docente llamado Mr. Rzykruski (voz de Martin Landau), con su cara larga a lo Vincent Price. Como se verá, un poco a la manera de Tarantino en “Kill Bill”, Burton recupera aquí su galería de influencias: los fragmentos del “Drácula” de Christopher Lee, la bata y las antorchas de la “Frankenstein” protagonizada por Boris Karloff, los mechones blancos de “La novia de Frankenstein”, el cine de monstruos de Japón. Todo para contar la historia de un niño que amaba tanto a su perro que decide violar las leyes naturales para recuperarlo. Una versión naïf de un tema que fue abordado en otra clave por Stephen King en “Cementerio de Animales”, y antes por William Wymark Jacobs en “La pata de mono” (imperdible el “episodio homenaje” en “Buffy la Cazavampiros”). Pero aquí no hay enseñanzas, no hay castigos para el “moderno Prometeo” (subtítulo de la novela “Frankenstein”, de Mery Wollstonecraft Shelley), sino que sobre el final campea la ternura al estilo de “El joven manos de tijera”. En el medio, una alocada historia de competencia entre chicos para ganar una feria de ciencias, a una edad en la que una feria de ciencias es cuestión de vida o muerte... frase que se vuelve muy literal en este caso. Compañeros de ruta Rick Heinrichs es el encargado de, como diseñador de producción, darle coherencia y el toque final a esta obra. No es casual: él produjo uno de los primeros cortos de Burton, “Vincent” (1982), sobre Vincent Price; fue director de arte de “Batman vuelve”, asesor visual de “El extraño mundo de Jack” y diseñador de producción de “El planeta de los simios” y “Sombras tenebrosas”. Cualquiera diría que le ha tomado el pulso a la peculiar visión del mundo del enrulado director... John August fue el encargado de adaptar al largometraje el guión original de Leonard Ripps sobre idea de Burton, tarea de la que sale airoso. Peter Sorg da en la clave con una fotografía oscura pero no opresiva, el toque justo entre lo inocente y lo macabro. Lo mismo hace Danny Elfman desde la música, la misma que cae como una neblina sonora en los filmes burtonianos para sacarnos de la modorra cotidiana y adentrarnos en un gótico mundo de ensueño. Valga además el dato nerd de que seguramente tiene el récord de colaboraciones con el director (“Beetlejuice, “Batman”, “Batman vuelve”, “La leyenda del Jinete sin Cabeza”, “El joven manos de tijera”, “El extraño mundo de Jack”, “¡Marte ataca!”, “El planeta de los simios”, “Charlie y la fábrica de chocolate”, “El cadáver de la novia”, “Alicia en el País de las Maravillas” y “Sombras tenebrosas”). Reconozcamos también un rescate: en la recomendable versión subtitulada (que permite disfrutar de las voces originales, varias de ellas interpretadas por Catherine O’Hara y Martin Short) se puede apreciar la reivindicación de Winona Ryder, aquella que antes de robar calzones protagonizó una de las escenas más bellas del cine americano de las últimas tres décadas: esa en la que danza extasiada bajo la nevisca creada por Edward Scissorhands al esculpir en el hielo. Porque la belleza a veces es un chispazo en medio de las sombras.
Frankenweenie, el regreso desde el más allá de Tim Burton Una vez conté que Tim Burton, siendo un desentendido por su talento, recibió un portazo de Disney luego de mostrar el corto Frankenweenie en 1984, que acompañaría el lanzamiento de Pinocho. Burton y sus extrañas creaciones quedarían a la deriva hasta que alguien más pudiera comprenderlas y estuviese listo para su oscuro universo. Warner le dio esa oportunidad y el mundo entero se rindió a los pies del director y de cada personaje que nos regaló. Las vueltas de la vida hicieron que inevitablemente Disney contratara a Tim Burton para que adaptara Alicia en el País de las Maravillas y que quisieran producir la adaptación de Frankenweenie, el corto que los llevó a despedir al director. En cuanto a su trabajo en Alicia, el director fue criticado por no ser completamente original a su estilo. Quizás Disney no se animó a darle riendas sueltas por completo y mostrar el otro lado, no tan pintoresco, que poseen los libros de Lewis Carrol. En cuanto a Frankenweenie, Disney parece haber aprendido su lección. Frankenweenie, es una película animada completamente con stop-motion, que relata las aventuras de Victor Frankenstein y su fiel amigo Sparky, quien es atropellado por un auto. Victor, en un acto de desesperación, resucita a su perro tras una noche de tormento; pero no podrá tener el secreto guardado por mucho tiempo y es entonces cuando los problemas comenzarán. La última realización de Burton es sinónimo de todas aquellas cosas que le obsesionan: sus personajes, los regresos de la muerte, las películas de terror y dejar mal parado a los padres de familia. A veces da la impresión que el director se autohomenajea con escenas cómo la primera secuencia del film: un corto de Sparky hecho por Victor en stop-motion. En otras tantas, Burton decide incluir (otra vez) pequeñas escenas en referencia a hitos del cine de terror y algunas películas de su autoría, que han sido muy significante para su carrera: Frankenstein, La Novia de Frankenstein, Van Helsing, El Jinete Sin Cabeza, El Hombre Invisible, Batman, su corto Vincent, Drácula, La Momia. Gremlins y hasta Godzilla. Algunas teorías eran ciertas. Burton debe dejar de adaptar historias y dedicarse a crear propias. Es de la única manera en que puede ser fiel por completo a sus estilos a la hora de dirigir una película. Cómo un cineasta dijo: Burton es como Spielberg. Es mejor que se dediquen a filmar películas infantiles. Para adultos está Affleck. Tim Burton plasma su esencia desde muchos puntos de vista y la hace funcionar como un todo. Siendo una película para chicos no tan chicos, su trama es triste y melancólica, con varios nudos de garganta. No toma a los chicos por ingenuos y por eso que hablar de la muerte y el mal resulta muy natural en el film. Desde una lectura muy personal, su estilo en blanco y negro y sus enseñanzas, son un mensaje de Burton hacia los niños, que diría algo como “allá afuera no es todo un mundo de colores” y “cada uno puede hacer la diferencia”. Seguramente más que nosotros, Tim Burton ama sus personajes y los comprende mejor que nadie, pero también quiere que nosotros comprendamos su soledad, la opresión y su marginación, que en algunos casos (como en el caso del Profesor Rzykruski, o la relación Victor- Padre) no se alejan de la realidad. Frankenweenie no es una tipica película de Disney, tampoco es una de terror. Más bien funciona como un homenaje a las clásicas historias del cine, que le sirven a Tim Burton para librarse de las ataduras que comprimían su imaginación. Frankenweenie es un must see del director y una de las mejores películas del realizador desde El Cuerpo de la Novia, que hará volver a creer en el tan cuestionado cine de Tim Burton.
¿Que sos capaz de hacer para que tus seres queridos vuelvan a la vida? Hay que recordar que el director, productor, escritor y diseñador estadounidense Tim Burton (54 años) comenzó su carrera en el departamento de animación de Disney. Y un día nace este “Frankenweenie” que en un primer momento era un mediometraje de unos 35 minutos de duración, filmado en blanco y negro en 1984, cuya historia parodia la novela Frankenstein de Mary Shelley. Pero esta quedo guardada en un cajón de Disney porque la consideraban para Disney sus seguidores los niños muy impresionantes, llega a saturarse y se va, y luego comienza a crear largometrajes y hasta vuelve a trabajar en dicha empresa y también a irse. Pero siempre le quedó en su cabeza este proyecto pero ahora como un largo, y bien venido sea, esta historia es toda en blanco y negro, se puede apreciar en 3D y en 2D, subtitulada al español y doblada al mismo. Y como este director no descansa, haciendo un homenaje a las películas del terror vemos este largometraje de animación basado en su propio corto filmado con la técnica stop-motion de animación cuadro por cuadro (como “El extraño mundo de Jack” y “El cadáver de la novia”), un trabajo artesanal en el que las marionetas van dando la sensación de cobrar vida y sigue siendo en blanco y negro Conocemos a un niño solitario (quizás varias de esta referencias tenga bastante relación con el director), Víctor Frankenstein (Charlie Tahan) cuyo único amigo es una mascota un bullterrier “Sparky” a quien adora y comparten momentos fantásticos. Un día Víctor se encuentra jugando al béisbol en la escuela. Su mascota sale corriendo a buscar la pelota, en ese momento sufre un accidente y muere. Melancólico en todo momento y sin encontrar consuelo, como le suele suceder a muchos ante una perdida muy querida. Surge una idea en la escuela que parte de su profesor de ciencias Sr. Rzykruski (Martin Landau), personaje que tiene todo el estilo al gran Vincent Price, de esta forma surge la idea, a través de un impulso eléctrico le puede dar vida a su perro y lo logra; en el pueblo y en su casa comienzan a suceder una serie de complicaciones. Este film tiene un muy buen guión, contiene humor y evita los sustos. La relación entre el niño y el perrito es conmovedora, emocionante, simpática y llega en todo momento al corazón (confieso todo esto me sucedió). Esta historia en gran parte es un homenaje al cine del terror, hay muchas referencias, tiene desde los nombres hasta las situaciones de Frankenstein, como así también de “Drácula” con Christopher Lee, entre otras. Es visualmente increíble t posee una gran variedad de personajes, con el sello de Burton en todas las secuencias.
No importa qué es lo que esta vez venga a contar: el retorno de Tim Burton siempre augura imágenes inolvidables, de esas que la memoria se apura a apretar y guardar como tesoros. Pero no sólo eso. Sabemos que el mundo en el que el film tendrá lugar será el mismo que conocemos (sólo que en otro rincón), y que estará regido por las únicas lógicas de la magia, el afecto y la inocencia. Más aun expectativas habrá si es uno de los rincones animados de la filmografía burtoniana, especie de submundos subterráneos, como un sótano de juguetes en donde la fantasía y el juego gozan de la espacialidad para expandir sus reglas. Frankenweenie, el último descubrimiento en la geografía del director, confirma ambas sospechas: lo previsible es el molde de la innovación y la sorpresa, y la combinación resulta, una vez más, inolvidable. La historia está basada en un mediometraje del mismo nombre que Burton realizó en el año 1984, y que en su momento fue rechazado por no ajustarse (y asustar) al público infantil. Paradójicamente, haciendo realidad la gran esperanza de todo niño (al menos de los que vivimos esa pérdida): Víctor, el pequeño protagonista, revive a su perro. Y como siempre que algún personaje burtoniano regresa de la muerte —y eso suele ocurrir— la vuelta es un problema, pero también una fiesta. La eternidad como condena y al mismo tiempo condición de posibilidad del juego y las risas sin razón (y sin fin): eso es Frankenweenie. Las múltiples y evidentes referencias a otros films de terror clásicos complementan, asimismo, esa celebración que es la permanencia y el retorno a la vida, regalos que sólo el cine ofrece y que Burton —como siempre— aprovecha. Y eso no sólo está presente en el montaje de citas e innovaciones sino también el trabajo sobre el stop-motion y la música, que parten de figuras y lugares conocidos pero finalmente resultan no solamente nuevos sino también conmovedores. Ese es el sello que Frankenweenie lleva en cada plano y que también contienen las mejores películas de Burton: imaginación y fantasía que invaden, no sin la suficiente ternura, los rincones oscuros del recuerdo.
Momentos Vi Frankenweenie, de Tim Burton. Vi Locos por los votos (o sea, The Campaign). Son dos películas que no volvería a ver completas. Y sin embargo, me gustan, por momentos me gustan mucho. Eso, momentos. Hay películas que me han gustado menos que Frankenweenie y Locos por los votos y estoy dispuesto a verlas de vuelta completas. Pero no todo el disfrute que puede proporcionar el cine tiene que ver con la cohesión o la homogeneidad. A veces uno se encandila con fragmentos, cree –durante algunos momentos- que está ante grandes películas, y luego la sensación se disipa ante el avance del relato. El comienzo de Frankenweenie exhibe un mundo que se describe con seguridad, clara identidad y estética ya depurada (y todo ya probado en un corto de hace décadas). Y, además, juega fuertes cartas emocionales. El segmento final de la película, con una galería de monstruos fascinantes y monerías varias, es festivo, explosivo. Volvería a ver esas partes de Frankenweenie muchas veces, pero no el segmento del medio, una meseta con esa displicencia narrativa de Burton presente en Sombras tenebrosas (y que llegó a un punto máximo, burocrático, en Alicia) que se intenta disimular con citas cinéfilas.
¡No profanar el sueño de los muertos! nos imploraba Ray Lovelock desde las afueras de Manchester en cierto film de Jorge Grau. Suponemos (y confirmamos) que Lovelock se refería a los muertos del género humano. Gracias al cielo, no especificó nada relacionado con mascotas. Esta versión animada y extendida de Frankenweenie retoma aquel cortometraje que en 1984 significó el divorcio creativo entre Tim Burton y los luminosos muchachos de la Disney. Sin embargo, cabe recordar que un par de films después de aquella ruptura, Burton la pegó (había y hay mercado para esa clase de oscuridad) y Frankenweenie fue desempolvada y relanzada al mercado -en video- llenando las arcas de ambas partes. De modo que a este exponente de arte-objeto lo resucitaron dos veces hasta la fecha. Nos detendremos en la última vez. Más allá de los guiños/homenajes a Karloff, Vincent Price, Peter Lorre y Gamera (ciertos colegas lo confunden con Godzilla) y de los tiernos personajes longilíneos a los que Burton nos tiene acostumbrados desde Vincent, debemos confesar que Frankenweenie nos resultó Exquisita, como la marca de bizcochuelos y gelatinas. Víctor y Sparky antes del shock galvánico. Sparky -la atolondrada mascota de Víctor- es atropellada y se va al cielo de los perritos sólo por un rato, pues su dueño padece un éxtasis cientificista (cebado por un profesor capo) y decide revivir al can aplicando las ideas del genial Luigi Galvani, ese señor que en 1800 teorizó respecto a tejidos muertos, impulsos electromagnéticos y músculos contraídos. Si el galvanismo parece funcionar bien en ranas ¿por qué no en perros? pensará Victor, que elevará la dosis de picana a su máxima expresión a través de rayos y centellas, y provocará el regreso de Sparky, que vuelve igual de atolondrado y lindo, pero con moscas y trozos de carne un poco flojos. El regreso del pichicho provocará envidia e insana competencia entre los compañeritos de Vincent que también quieren ser los mejores de la cursada y -una vez descubierto el procedimiento- todos se dedican a reanimar muertos. Nadie revive una abuela, un tío, un hermanito, un papá o una mamá. La idea es revivir algo muy tuyo, algo que fué recipiente al 100% de tu amor y viceversa. Mascotas, por supuesto. En general perros, pero también pueden aparecer reptiles, aunque todavía no se ha comprobado científicamente la cantidad de amor que puede recibir (y dar) una tortuga. Cuando hacés trampa y revivís una mascota adquirida exclusivamente para este menester, la pudrís. Lo mismo si revivís al asqueroso murciélago que te trajo de regalo tu estúpido y altanero gatito. Y ni hablar si lo que estás buscando revivir son miles de ejemplares de artemia salina (seamonkeys). ¡Eh, gato! Parecería, por lo tanto, que si no hay lazo afectivo fuerte... el animalito resucitado vuelve violento y con ganas de bardear. Lo importante es querer mucho, y que te quieran supongo. Y Burton quiere muchísimo a Frankenweenie -una de sus criaturas más bonitas a la fecha- y el film que lo revive y lo resguarda hace justicia respecto a ese cariño. No contamos un solo plano que no nos resulte una auténtica belleza, pocas veces hemos visto tormentas y barriletes tan bien puestos, jamás pensamos que una linterna podía funcionar como pincel tranquilo y anestésico en la más frenética de nuestras búsquedas, y -por sobre todas las cosas- nunca asistimos a una subjetiva canina tan efectiva como aterradora (un parque de diversiones desde ese ángulo y a ese nivel de sensaciones). Burton subió el voltaje al mango y resucitó a su perrito una vez más. Y ambos se han querido tanto a lo largo del tiempo que el resultado -lejos de ser violento y bardero- es una pequeña maravilla. El correr del tiempo nos enseña que tenemos que aceptar la partida de algunas cosas, y el correr del metraje nos indica que eso no siempre es acertado.
¡ESTÁ VIVO! Siempre existieron esos niños que preferían estar adentro de sus casas en lugar de salir afuera. Solitarios e incomprendidos, encerrados en mundos propios, jugando y escondiéndose en su imaginación. En su infancia, el director Tim Burton era de esos niños. Así nos lo cuenta sin problemas en su nueva película, FRANKEENWEENIE (2012). Como un niño solitario, el Burton adulto pasó meses dentro de un set, moviendo muñequitos que después se convertirían en los protagonistas de este film en stop-motion que llega a la salas marcando un nuevo osado estilo en las películas infantiles - okey, muy infantil no es, pero los nenes seguro irán a verla -, que ni siquiera previas maravillas animadas burtonianas (como EL EXTRAÑO MUNDO DE JACK o EL CADAVER DE LA NOVIA) se animaban a implementar. FRANKENWEENIE no solo es extraña, oscura y simpática, o un bello homenaje al clásico cine de terror de Clase “B”. También es la mejor y más personal obra de Burton en mucho tiempo. Acusado de volverse reiterativo y poco novedoso, Burton hizo oídos sordos a las críticas y revivió una historia que ya había filmado. FRANKENWEENIE empezó siendo un cortometraje ochentoso con actores reales que aquí decidió reinventar, animándolo cuadro por cuadro y agregándole la tecnología 3D Digital, pero siguiendo apostando al blanco y negro y a la misma trama: Victor es un niño solitario con un adorable perro llamado Sparky como mejor amigo. Sin embargo, el pichicho muere atropellado. Pero en lugar de lamentarse, el inventivo pebete ideará un plan para traerlo de vuelta a la vida, al mejor estilo Frankenstein. Claro que habrá aquellos - vecinos horrorizados, compañeros celosos - que intentarán deshacerse de Sparky. Allí es cuando Victor y su perro deberán demostrar que nada (ni la muerte) los podrá separar. Es una historia pequeña pero fascinante, con un acercamiento muy conmovedor y nostálgico a la infancia, a las primeras relaciones que tiene uno de niño (con los padres, con las niñas, con los maestros que nos inspiran) y al amor incondicional que se puede llegar a sentir por una mascota. En esta nueva travesía por su mente, Burton también habla de la muerte con madurez y no enalteciéndola como algo cool, lo que la hace verdaderamente oscura y adulta (repito: muy infantil no es). Sumándoles las incontables referencias a los clásicos de horror y a la cultura pop, y un humor tan inocente como irónico, FRANKENWEENIE termina siendo el mejor exponente animado del año y una película casi, casi sin fallas. A veces es predecible (más aún si ya vieron el mediometraje original) y a veces presenta secuencias tan exageradas, fantasiosas o forzadas, como el ataque final de los monstruos, que toman a uno por sorpresa, por no decir que desentonan con los primeros ¾ del film. Pero no son fallas. De hecho, hasta se agradecen. Es más Burton, más homenajes al cine de terror y algo que el mediometraje no pudo aportar. FRANKENWEENIE también triunfa a nivel visual. Sus planos compuestos casi como cuadros, sus diseños híper burtonianos y los juegos con las sombras le dan al film una belleza pictórica que, con la mezcla del stop-motion y el bien aprovechado 3D, la hacen una película realmente única. Teniendo incontables elementos a favor, Burton encontró el mejor lugar para retratar su infancia, sus vecinos y su pueblo (idénticos a los de EL JOVEN MANOS DE TIJERA, otra relato personal y a lo Frankenstein), sus padres, sus ídolos (el maestro Rzykruski es un calco de Vincent Price, con la voz de Martin “Bella Lugosi en ED WOOD” Landau) y su primer amor: el cine y los interiores más ingeniosos y solitarios de su imaginación. Después de la divertidísima SOMBRAS TENEBROSAS (2012), Burton vuelve a demostrar que nunca se fue, que siempre se reinventa en lugar de repetirse y que es mucho más que un director que hace films con Johnny Depp. Burton no revive ¡Burton está vivo!
DÉJALO IR, TIM Frankenweenie, el largo, es una película carismática, narrada por un relojero, visualmente encantadora. Frankenweenie, el corto, es una película auténtica con esas imperfecciones que la hacen irrepetible.
Publicada en la edición digital #245 de la revista.
Publicada en la edición digital #245 de la revista.
Publicada en la edición digital #245 de la revista.
El poder de dos Este nuevo trabajo de Tim Burton para Disney demuestra lo mejor de ambos estilos, con la creatividad bizarra y los personajes terroríficos pero a la vez adorables de Burton, y por otro lado, esas historias trascendentes que suele crear Disney para seguir acrecentando la felicidad de los más chicos y por que no, de los adultos también. A diferencia de "Alicia en el país de las maravillas", en "Frankenweenie" se logra dotar de alma y encanto a todos los personajes que aparecen en escena. En esta ocasión, Burton elabora un homenaje, melancólico pero a la vez lleno de energía al cine de terror gótico centrándose por supuesto, en esa historia tan magnífica de Mary Shelley llamada "Frankenstein". La amada mascota de un extraño niño llamado Víctor muere en un accidente de tránsito dejando a su pobre dueño sumido en la tristeza. A partir de algunas ideas locas surgidas de un trabajo para la feria de ciencias del colegio, Víctor logra revivir a su difunto perro Sparky al que trata de mantener en secreto, cuestión que no dura mucho tiempo. Edgar, otro extraño niño compañero de colegio de Víctor, cuenta el secreto a los demás niños que, celosos del descubrimiento, roban sus notas y practican el mismo experimento con otros animales muertos obteniendo resultados catastróficos y a la vez bizarramente divertidos. El detalle que se puso en las características físicas de cada nueva mascota/monstruo es buenísimo, un homenaje lindísimo a las clásicas criaturas del cine de terror de los años 50 y 60. Si hay algo bueno que tiene Disney, es que no tiene miedo de coquetear con situaciones de desgracia y muerte en sus trabajos, dos cuestiones que con un tratamiento desprolijo, podrían tener consecuencias negativas en su audiencia infantil. En "Frankenweenie" se hace notar la experiencia del gigante del entretenimiento para contarnos una historia que combina la comedia, el terror y el drama como pocos trabajos cinematográficos pudieron y podrán hacerlo. Sencillamente, una de las mejores propuestas infantiles del año que seguramente dará pelea en la categoría animada de la próxima entrega de los premios Oscar. Un film que trata temas trascendentes y emotivos con una gracia encantadora y el sello inconfundible de dos grandes del cine, Burton y Disney.
El resultado de esta remake no es solo una impecable adaptación del material original, sino una reinvención, un viaje por la extravagante infancia del director, una crítica a la sociedad norteamericana y un tributo a los grandes clásicos del cine de terror.
Hace rato que no veo una película de Tim Burton que realmente me asombre, o que se sienta fresca y equilibrada. Lo último que me gustó fue El Cadáver de la Novia (2005) y, después de eso, Sombras Tenebrosas... aunque esta última dista mucho de ser un plato para cualquiera. Ahora Tim Burton decide regresar a sus origenes, remakeando un cortometraje que él mismo dirigiera en 1984; el chiste de todo esto es que en aquel momento Burton trabajaba para la Disney y cuando los ejecutivos de la corporación del ratón vieron el corto, decidieron darle una patada en el tuje a Tim y toda su oscura imaginería. Quién iba a pensar que 26 años más tarde la gente del ratón se postraría ante Burton - ante los contundentes resultados de taquilla de Alicia en el Pais de las Maravillas - y le darían un cheque en blanco para que rehiciera aquel corto que consideraron herético en su momento. Ciertamente Frankenweenie posee el sabor inconfundible de Burton pero, por otra parte, dista mucho de ser una idea redonda. El problema es que la trama se queda sin combustible a mitad de camino y, ante la falta de ideas, decidieron empardarle un exagerado e indulgente final, el cual provee fuegos de artificio pero no termina por satisfacer a la platea. Hay que admitir que la idea de fondo es loable: imaginen una versión infantil de Frankenstein, sólo que esta vez la criatura es una mascota muerta y el científico es un niño de diez años que está desesperado por revivirla a cualquier costa. El problema con el filme es que la historia no va más allá de eso, como si los libretistas no supieran cómo enriquecer la idea o cómo expandirla para que ocupe dignamente los 90 minutos que requiere un largometraje (el corto de 1984 duraba apenas 30 minutos). En cambio, deciden meter una troupe de personajes secundarios excéntricos y charlatanes, los cuales tienen un propósito más decorativo que otra cosa. En ningún momento Victor reflexiona sobre el hecho de revivir a su perro muerto, o si el animal merece el tipo de vida que él le ha proporcionado, o si la ciencia se ha usado correctamente. En el corto original la historia bajaba línea a las mismas premisas del Frankenstein original - la intolerancia al diferente - pero aquí, en cambio, el mensaje queda diluído. Es que gran parte del problema - aparte del estiramiento innecesario (o poco inspirado) de la idea original - proviene del mismo Burton, quien decide aportar su cuota de relleno al asunto, bombardeando la pantalla con homenajes a los tétricos héroes de su infancia: desde el mencionado re-versionamiento de Frankenstein pasando por menciones sutiles a filmes del mismo Burton - cometas con forma de murciélago, un poster de Marte Ataca! en el dormitorio del protagonista, un vecindario demasiado parecido al de El Joven Manos de Tijera, etc -, hasta una caterva de referencias mas o menos sutiles a clásicos de todo tipo y color del cine fantástico: una tortuga gigante al estilo de Gamera, un profesor de ciencia sospechosamente parecido a Vincent Price, un compañero de estudios que se ve idéntico al Boris Karloff de la Frankenstein original (aunque sin tornillos en el cuello; e, incluso en un momento, queda envuelto accidentalmente en un rollo de vendas, quedando idéntico a La Momia que Karloff interpretara en 1932), amén de toneladas de referencias a títulos como Gremlins (con una horda de sea monkeys mutantes atacando el pueblo), Los Pajaros, Drácula e incluso El Hombre Lobo Americano en Londres (la transformación del minino mutante que sostiene el murciélago muerto se ve idéntica). Todo esto deviene en un filme que se siente más propio de Joe Dante que de Tim Burton: Dante es un amante del cine fantastico que satura sus obras con homenajes cinéfilos hasta el punto de la saturación y la asfixia - aplastando las ideas originales que los libretos podían aportar -. Por contra, Burton es un creador de universos tétricos, un individuo abocado a lo original y no a la copia; pero aquí Burton deja de ser Burton y pasa a ser una fanático enardecido a cargo de una cámara, rodando homenajes de todo tipo y color para su regodeo personal. Ni siquiera esa horda de referencias cinéfilas contribuye a darle substancia a Frankeweenie, con lo cual toda la historia termina resultando una anécdota demasiado estirada. Frankenweenie se deja ver, pero no es el gran filme que todos venimos esperando (de hace rato) de Tim Burton. Es como un vistazo fugaz a los origenes de este creador, y nos recrea sensaciones conocidas e inconfundibles por las cuales hemos adorado a Burton durante todos estos años; pero también representa una apuesta sobre seguro, una inversión sin riesgo hecha por parte del director, el cual simplemente se ha dedicado a reciclar todos sus tics con tal de satisfacer a sus fans... algo que termina por resultar inquietante ya que, cuando un creador comienza a copiarse a sí mismo, es una clara señal de que su talento ha llegado a un punto de agotamiento.
Burton ha vuelto con ese cine mágico y oscuro. Esa oscuridad que no carece sin embargo de emociones tiernas. Esta vez basándose en un cortometraje de él, y en el Frankenstein que todos conocemos, llega este perro raro, que vuelve de la muerte. Ese amor hacia las mascotas, nunca esta de más, esa ternura que los chicos sienten hacia los animales y viceversa, es una dupla que juega fuerte y bien. Sin embargo, aún con la alegría de volver a ver al Burton que más me gusta, tengo mis reservas para con la peli. Por un lado, algunos personajes me resultan sosos, pocos desarrollados. Burton suele dotar a sus personajes de una estética y movimientos que los caracterizan de por si, y a veces, no hace falta más. Como por ejemplo, en el personaje de la nena, una niña con ojos enormes que dicen todo y un silencio tremebundo, con acciones simples pero super precisas, suficiente para crear un personaje extraordinario. En cambio, los chicos malos del cuento, me resultan poco desarrollados, sobre todo el que aparenta ser el matón del grupo, y otro más que anda por ahí y que a mi entender no viene a cuento. Luego tenemos al amigo semimalo con dientes para afuera y cuerpo torcido, que si cumple con creces con su papel. Y el perro, un genio!!! Y casi me olvido de otro personaje muy bien desarrollado, él y su metamorfosis, me refiero al gato ;) Otro punto que no me gustó mucho es la cantidad en demasía de referencias a Frankenstein. Si, están justificadas; ya desde el título nos dicen a qé vamos, pero aún así, hubiera preferido no encontrarme con frases textuales y ese tipo de cosas. Y eso que adoro las referencias en los filmes. Sacando esos pequeños puntos, la peli se disfruta, se siente, y tiene la magia de los muñecos que este director tan bien sabe diseñar. Volvió Burton, BRAVO, BRAVÍSIMOOO!!!
Publicada en la edición digital Nº 4 de la revista.
Tim Burton, en tren de imaginar, se las ingenia para mezclar el espíritu de los cuentos infantiles con esas zonas sombrías que están siempre al acecho. Acá encara la historia de un niño y su mascota, pero no se trata de un chico cualquiera ni de un perrito como tantos. Hablamos de una pérdida, una recuperación y la mirada implacable de los otros. A Víctor se le muere su amado Sparky cuando menos lo espera, y utilizará el poder de la ciencia para traerlo de nuevo a la vida. Cualquiera se da cuenta de que Burton ha hecho su relectura de “Frankenstein”, el clásico de Mary Shelley, llevado a la pantalla de manera excesiva. Sparky revive con algunos ajustes y Víctor procura esconder el fruto de esta experiencia para no provocar escándalo. Cuando el nuevo Sparky sale a la calle, los compañeros de Víctor, su maestro y el pueblo entero se enfrentarán a eso tan diferente que no podrán aceptar. El humor, el horror y la creatividad van de la mano.
Cómo generar un clima oscuro y profundamente emotivo desde la animación Frankenweenie está basada en un cortometraje realizado por el propio Tim Burton en 1984, en aquel entonces con la figura de un Bull Terrier llamado Sparky. Aquí, bajo la producción de Disney, el director de Sleepy Hollow le pone vida a esta obra desde la animación. La historia, construida en base a una parodia-homenaje a Frankenstein, nos remite al experimento científico que el pequeño Víctor lleva a cabo para resucitar a su amado can, quien había sido arrollado por un vehículo. La mano de Burton se hace evidente en cada punto del film. Lo podemos percibir a partir de una atmósfera oscura, con personajes pálidos, blancuzcos y ojerosos, de primera apariencia inexpresiva pero con una implícita carga emocional que se va metiendo inconscientemente en el espectador, individuos de aspecto muy similares al Johnny Depp de El Joven manos de tijera pero en versión animada. La característica destacada y que más hondo cala en el público radica en la emotividad que se le imprime al relato. A base de una desaturación de la imagen, en donde todo transcurre en blanco y negro para acentuar el dramatismo, uno puede empezar a querer a Sparky apenas a los diez segundos de observarlo en movimiento. Y aquí encontramos una discordia, dado que las expresiones del perro están tan bien logradas, que por momentos uno se pregunta si está realmente preparado para sentirse dolido y experimentar ese dejo melancólico que nos provee la cinta. Frankenweenie no es la clásica proyección de animación que los niños suelen o están acostumbrados a ver; es mucho más profundo que ello y el ritmo de la historia está cargado de tensión por todo lo que le va sucediendo al protagonista. Pero dicha tensión en ciertas instancias es tan angustiante que uno desea que la cuestión se resuelva pronto y con el mejor happy ending que se le pueda aplicar. Sumamente conmovedora, gótica y con una más que apreciable dosis artística, la película tiene vida propia y sabe llegar al corazón del espectador, al punto tal de dejarlo con una congoja importante por unos cuantos minutos tras su resolución. LO MEJOR: Sparky, el perro: excesivamente querible. Genera un grado elevado de emotividad. La mezcla entre lo oscuro y la melancolía a la vez. LO PEOR: que con una vez de verla puede resultar suficiente. PUNTAJE: 7,30