Complicado encontrarle algún error a una película que sabe lo que quiere ofrecer y lo cumple con creces. Un reparto con actores de primer nivel muchas veces ha fracasado, sin embargo en Kingsman: El Círculo Dorado todos se lucen gracias a sus identidades y funciones en el film. Matthew Vaughn sigue puliendo su forma de hacer cine sin pausas, con inventos que nunca pensaste ver y con planos que te harán alucinar. Ojalá existan más películas de Kingsman para disfrutar de los modales que hacen al hombre. Mark Millar es uno de los escritores de comics que más fama ha ganado en la última década, claro que de merecida manera por sus trabajos en las mejores editoriales, pero más que nada por su propio sello “Millarworld”. Ahí es donde fue creada Kingsman, la historia del servicio secreto de agentes al mejor estilo James Bond pero que cuenta con una versión mucho más cool gracias a la visión de Matthew Vaughn y el cine. En 2014 fue estrenada por 20th Century Fox “Kingsman: The Secret Service”, una película que sorprendió a propios y extraños. Nuevamente el vínculo entre el creador de comics Mark Millar y el director Matthew Vaughn se volvieron a combinar luego de trabajar en dos películas de Kick-Ass, otra de las creaciones de Millar, aunque esta vez el enfoque no era tan superheroico, sino que se trataba de una aventura de agentes secretos con escenas memorables, acción filmada con cámara en mano y un soundtrack brillante. Tres años después del mega éxito, Kingsman está de regreso. Durante la primera entrega de Kingsman, se vio la transformación de Eggsy (Taron Egerton) que pasó de ser un pibe de los barrios bajos de Inglaterra a convertirse en un elegante agente del servicio europeo. En su apresurada y prematura misión para salvar al mundo, Galahad logra vencer al villano interpretado por Samuel L. Jackson quien amenazaba con controlar el mundo mediante dispositivos electrónicos. La victoria de los buenos llevó calma para atravesar el luto de Eggsy quien sufrió la pérdida de su mentor Harry (Colin Firth) de manera trágica. En esta segunda película no parece haber pasado demasiado tiempo desde The Secret Service y rápidamente, la historia cuenta con una nueva villana que se trae un plan tan disparatado y divertido como lo tuvo Sam Jackson. La ganadora del Oscar, Julianne Moore es Poppy, una empresaria millonaria, egocéntrica y peligrosa que vive alejada del mundo cotidiano. Su principal ingreso y el motivo de su enorme riqueza es la comercialización de drogas a nivel mundial y el control de un grupo criminal desconocido por todos, conocido como El Círculo Dorado. Cansada de ser una persona que opera en las sombras y de que la gente no la conozca por ser la más rica del mundo, Poppy decide salir a la luz para controlar el mundo con un plan bastante original y extremo. Ahí es donde entra en juego el servicio secreto de Kingsman que intentará frenar una vez más al terrorista de turno que amenaza con acabar con buena parte de la población mundial. Como antagonista de esta excelente película, Poppy sorprende con cada uno de sus métodos dentro del Círculo Dorado, como así también en la personificación y desarrollo de su personaje que termina siendo querible por sus acciones y su salud mental. La explosión de la trama y el disparate para una aventura sin frenos al mejor estilo Vaughn, se debe justamente a una explosión que acaba con la clásica sastrería Kingsman y con todos sus miembros. Solo Merlin (Mark Strong) y Eggsy sobreviven al ataque y buscando respuestas para contraatacar, descubren una base oculta de Kingsman en los Estados Unidos. Jeff Bridges, Channing Tatum, Pedro Pascal y Halle Berry son el grupo de agentes que operan en norteamérica y que deberán trabajar en conjunto con los sobrevivientes del Kingsman europeo. A diferencia del ocultamiento mediante trajes elegantes, sus colegas de USA operan en el negocio del alcohol, en donde cada agente cuenta con un nombre de una bebida, como por ejemplo Champagne o Tequila. Agente Tequila. Simplemente genial. La figura del gran Harry (Colin Firth) está presente, como seguramente lo habrán visto en posters, trailers y cualquier promoción de la película. Hablar de su personaje sin revelar spoilers sobre la trama del film, es algo imposible, pero el sentimiento de que es uno de los mejores personajes de la franquicia es algo que no se pierde. El actor británico vuelve a ser de lo mejor de la película.
Kingsman 2: Cuando el traje todavía queda. Con más comedia y mejor acción, llega la secuela del universo de espionaje internacional que más disfruta el no tomarse los gadgets, martinis y supervillanos demasiado en serio. En 2014 se estreno Kingsman, una divertida película de acción que proponía un universo de espionaje internacional con todos los gadgets y villanos de James Bond pero con suficiente humor como para hacer una experiencia que celebre el género faltándole el respeto de la mejor manera. Ahora esa idea original se convierte en su peor enemigo: una secuela. ¿Saldrá aerosa de tremendo enfrentamiento? Como toda rivalidad, es más un juego de marketing que el reflejo de la realidad, pero el peso de ser secuela siempre se suma al que ya tiene otro tipo de proyecto. El escenario vuelve a ser solo lo necesario: Un colorido villano (Julianne Moore) amenaza al mundo, y luego de un ataque devastador nuestros héroes (Mark Strong, Taron Egerton, Colin Firth) tendrán que recurrir a una agencia hermana en los Estados Unidos para no sólo incluir grandes nombres en los créditos (Channing Tatum, Jeff Bridges, Halle Berry), sino también disponer de recursos suficientes para salvar al mundo una vez más. Kingsman 2 vuelve a ser una sincera y ridícula celebración del género de espías, y como toda celebración aspira a ahogar sus inevitables momentos negativos con el más puro entretenimiento. El film sacrifico conscientemente la poca seriedad que tenia su predecesor para convertirse en una comedia. Toda escena de la vieja vida de Eggsy (su barrio, amistades y familia) le daba a la original su cuota de drama y corazón. Gracias al tipo de personalidad de nuestro protagonista, el corazón sigue latiendo, pero se eligió ayudarlo menos. En esta secuela no hay tiempo ni para llorar viejos personajes, ni siquiera los que (supuestamente) significaban mucho para nuestro protagonista. Apenas un par de cortas escenas pueden considerarse solo dramáticas, las suficientes como para mover la trama como si se tratara de un desarrollo de personaje hecho apenas con dos lineas de dialogo en un guion inexperto. Poco elegante y sin dudas cuestionable, pero la elección termino saliendo bien: Kingsman 2 es una comedia con mucha acción de calidad que logra ser constantemente entretenida. Prácticamente la totalidad del film apunta a entretener mediante la comedia, sostenida por la intriga y acción. Incluso una escena especialmente gráfica en la que se implanta un GPS que, como mínimo, prueba definitivamente lo subjetivo que es siempre el humor (el rango de reacciones que puede ofrecer la audiencia es sorprendente y hasta un poco admirable). Pero aunque la base sea el humor, lo que termina de atraer en la franquicia es la acción. Si no vieron la original, la acción en Kingsman 2 es sobre todas las cosas colorida e ingeniosa, pero si disfrutaron de la primera película debe agregarse un detalle: es mejor que antes. La personalidad e imaginación sigue ahí, solo que el director Matthew Vaughn parece haber trabajado y mejorado el espíritu bastante único (comparable quizás con la acción de su compatriota Edgar Wright) de sus secuencias de pelea. Se sostiene menos en simplemente acelerar las peleas, y los movimientos de cámara terminan brillando mucho más que en la anterior entrega gracias principalmente a un aumento en la cantidad de cambios de ritmo: o cambia quién tiene la ventaja, o la locación (saltando entre varias simultaneas quizás) o incluso se introduce algún nuevo elemento que altera el orden establecido hasta ahora. Siempre procura que durante la acción nadie, ni los personajes ni la audiencia, tenga mucho tiempo para acomodarse. Otra mejora palpable es que prácticamente todas las escenas de acción tienen cierta tensión, algo que muchas veces (en el cine de acción en general) se da por sentado y termina haciendo tambalear a las imponentes peleas. Para dar un ejemplo claro de todo el cambio en la acción: Una de las mejores secuencias de la original es la masacre en la iglesia, aunque es ciertamente entretenida y respetablemente bien realizada la realidad es que le falta dinamismo, no tiene cambios interesantes en la mecánica ni posee ningún peso o tension, lo cual se vuelve cada vez más evidente y reprochable en la larga pelea luego de los primeros minutos. En Kingsman 2, no hay secuencia que repita estos pecados que tan recurrentemente cometía su predecesora, a excepción quizás de la repetición de las peleas en el bar de la original… lo que nos lleva al siguiente punto. El mayor error de la película es quizás ser una secuela, poco parece importar que sea precisamente una buena secuela. La mayoría de las criticas que podrían hacérsele (todas validas) es que sufre el tener que acomodar las cosas tras el primer film, y, principalmente, que ya no es una idea original: es una secuela. La gente odia a las secuelas como si no se trataran de películas, sino de algo completamente diferente. Es verdad que uno debe encarar, tanto realizar como juzgar, una secuela de forma diferente que a otro tipo de cintas, la realidad es que lo importante es si termina siendo buena o no. Kingsman 2 logra ser una buena comedia y una gran película de acción, al mismo tiempo que termina siendo una satisfactoria y efectiva secuela. Aunque hay detalles y secuencias que pueden gustar en mayor o menor medida, no hay dudas de que la gran mayoría de la audiencia va a estar muy ocupada siendo entretenida. Y ese es uno de los puntos más importantes de las buenas películas: no se debe apuntar a que no haya ningún problema, sino procurar hacer todo lo suficientemente bien como para que estos pasen desapercibidos.
Crítica emitida por radio.
Esto ya se ha visto Llega a los cines la secuela de Kingsman, la producción de Matthew Vaughn de 2014 que, sin haber sido pensada para tener una segunda parte, aprovecha el éxito de su antecesora para traernos una nueva historia de estos agentes secretos tan particulares. A la presencia del reparto original compuesto por Colin Firth, Mark Strong y Taron Egerton se suman las adquisiciones de Chaning Tatum, Halle Berry, Julianne Moore, Jeff Bridges, Michael Gambon y una genial participación de sir Elton John. Sin contar con la frescura y novedad de la primera película que, a partir de su paródico sentido del humor y de muy buenas actuaciones protagónicas, supo ganarse el aprecio del público, esta secuela viene a cumplir con la difícil misión de hacer sus propios méritos fílmicos con un origen obligado dado el boom de taquilla que resultó ser su predecesora. Todos estos antecedentes posiblemente expliquen el traslado de la acción a un contexto americano y ya no tan británico, la inclusión de muchos actores y actrices de renombre, un mega presupuesto orientado a la acción y la variedad de locaciones y un antagonista de mayor presencia en pantalla a cargo de la mencionada Julianne Moore. Lo que tenemos es a una malvada villana que vive recluida en su cuartel general dado que su principal fuente de ingresos, el tráfico de drogas a nivel mundial, no le permite salir mucho a la puerta que digamos. Pero El Círculo Dorado, como fue bautizada su organización criminal, tiene tal alcance que, con solo oprimir unos pocos botones, puede prácticamente aniquilar al Servicio Secreto británico conocido como Kingsman. Este ataque, que deja en pie solamente al querido Eggsy (Egerton) y al hábil Merlín (Strong), obliga a estos héroes a trasladarse a América donde, oh casualidad, existe una organización idéntica a Kingsman pero yankee. Todo esto ocurre mientras el bueno de Eggsy trata de hacer buena letra con sus suegros, reyes de Suecia, encuentra la forma de que su amigo y mentor Galahad (Firth) recupere la memoria y a su vez idea un plan conjunto con los amigos estadounidenses para ponerle fin a los planes del Círculo Dorado que incluyen un virus mortal ya distribuido por medio de sus drogas que amenaza con borrar de un plumazo a casi toda la población mundial si no obedecen sus órdenes de legalizar el uso y tráfico de los narcótios que ellos mismos venden. Exacto. Muchas cosas juntas. Con sus extensos 141 minutos de duración, Kingsman: El Círculo Dorado apela a una extensa lista de actores consagrados -muchos de ellos desaprovechados-, a una villana bastante estrafalaria y bien compuesta por la enorme Julianne Moore, varias líneas de acción que por momentos se molestan entre sí, buena carga de acción, algunos giros poco creíbles y el mismo humor satírico de las películas de acción y agentes secretos que ya habíamos visto en la primera para intentar estar a la altura de ese precedente que, en su secuela, encuentra una copia bastante ruidosa y rimbombante en vez de una historia distinta y que desafíe lo ya visto como parecía pedir a gritos dadas sus propias características.
Porque sí Apenas se puede recomendar Kingsman: El círculo dorado (Kingsman: The Golden Circle, 2017) a los que les gusta el cine de acción ridículo y sobre-estilizado. La película va a encontrar su audiencia en los arduos fans de la original, si es que existe tal público, y aún entonces se van a tener que conformar con una versión considerablemente más vulgar y sinsentido. Aquella vulgaridad juvenil ostenta ser parte del atractivo de la película, la cual no mella para nada con sus intentos esquizofrénicos por también ponerse seria o sentimental. La primera película es Kingsman: El Servicio Secreto (Kingsman: The Secret Service, 2014), una parodia del espía británico galán cargada de tanta violencia y misoginia que hace que James Bond parezca un eunuco por comparación. Con la secuela se extrañan algunas de las cosas que la original había hecho bien - darle al protagonista un arco transformativo, por ejemplo, y permitir que guíe el curso de la historia en vez de dejarlo en modo reaccionario. A saber: la acción es entretenida y se reparte en algunas secuencias creativas, como una persecución que termina en Hyde Park y el peor viaje en teleférico del mundo. El problema es que la acción no está atada a ninguna ley conocida de lo posible y carece de peso o consecuencia. Dos horas y veinte minutos es mucho para un atronador show de efectos especiales, y la trama - así como muchos de los personajes nuevos, que poseen entradas espectaculares y nada más - podría ser acortada cuarenta minutos sin gran pérdida. La agencia de espías Kingsman es atacada al principio de la historia y los sobrevivientes - Eggsy (Taron Egerton) y Merlin (Mark Strong) - viajan a Kentucky a formar alianza con la agencia hermana Statesman. La película desperdicia gran parte de su potencial humorístico al plantear diferencias puramente cosméticas entre ellos: los Kingsman visten trajes formales, los Statesman visten de vaqueros; los Kingsman van armados con paraguas, los Statesman con lazos, etc. Comparten la misma tecnología de alta gama e ideológicamente son intercambiables. El humor consiste en la repetitiva dislocación del tiempo y el espacio, como si los anacronismos fueran graciosos por sí mismos. Al menos hay cierta lógica paralela entre los Kingsman y los Stateman. Los villanos son un disparate aparte: liderados por la risueña Poppy (Julianne Moore), han sentado base sobre las ruinas de un templo en las junglas de Camboya y por ningún buen motivo han 1) erigido tiendas y diners inspirados en la cultura pop americana de los 50s, 2) construido mastines robóticos que parecen salidos de “Fahrenheit 451” y 3) capturado a Elton John para que toque para ellos las 24 horas del día. Nada de esto guarda correlación entre sí y ni siquiera empieza a explicar el plan de Poppy, que tiene demasiado tiempo libre en sus manos. Las pocas cosas que sí son graciosas pronto dejan de serlo porque el director Matthew Vaughn insiste en contar (o mostrar) el mismo chiste varias veces. La trama está al nivel de las películas de La pistola desnuda (The Naked Gun: From the Files of Police Squad!, 1988) o Austin Powers (Austin Powers: International Man of Mystery, 1997), las cuales poseen escenas individuales que son más hilarantes que la totalidad de ambas Kingsman. Quizás si estos films se jugaran de pleno al absurdo y no rompieran la burbuja con exabruptos asquerosos, como pasar gente por trituradoras de carne y después comerse la hamburguesa (porque sí), o aquella escena en la que el héroe planta con la mano un transmisor en la vagina de la chica que tiene que cogerse (con permiso de su novia, en lo posible) para salvar al mundo. Pensar que en su momento Austin Powers fue tachada de vulgar.
Manners maketh a sequel Allá por 2014, Kingsman El Servicio Secreto (Kingsman: The Secret Service) llegó como una brisa de aire fresco para el subgénero de espías ultratecnológicos del siglo XXI; la desfachatez impresa en cada fotograma por obra y gracia de Matthew Vaughn –Kick-Ass (2010)- sacudió el polvo y transformó la película sobre un joven de los suburbios londinenses devenido en agente secreto poco ortodoxo en una combinación interesante de acción y sátira autoparódica. Como todo éxito inesperado, una segunda parte era inevitable, y es así como nos llega Kingsman: El Círculo Dorado (Kingsman: The Golden Circle, 2017). Cumpliendo con un ítem fundamental del manual del buen proceder de las secuelas, el universo ficcional se expande cuando los Kingsman -estos agentes secretos británicos que velan por la seguridad global- son atacados por una organización criminal que prácticamente los aniquila, razón que lleva a Eggsy (Taron Egerton) y los agentes sobrevivientes en busca de ayuda del otro lado del océano por parte de los Statesmen, sus pares norteamericanos, quienes también luchan en las sombras contra los malvados. Hasta ahí la secuela cumple con las obligaciones de rigor: nuevo desafío, nuevos aliados, nuevos villanos. Pero el problema reside en la historia, con un conflicto central que parece ir mejor en un serial televisivo antes que en una secuela cinematográfica. Julianne Moore interpreta a Poppy, la jefa de una organización narco que opera desde una base ubicada en una isla remota en Camboya -si, Camboya- y planea liquidar a gran parte de la población con sus drogas de laboratorio. Moore se luce como tantas veces en pantalla, pero su personaje parece una suerte de “villano de la semana”. Múltiples subtramas debilitan la estructura narrativa antes que alimentarla, demorando más de lo necesario la resolución del conflicto central. Colin Firth, Mark Strong, Pedro Pascal, Channing Tatum, Halle Berry y Jeff Bridges completan el reparto de actores clase A. La pata visual sigue siendo la principal fortaleza del cine de Vaughn, regalándonos secuencias de acción que cautivan por su dinamismo y frescura, con el atractivo de jugar siempre al límite de su propio verosímil. Al igual que en la entrega anterior, es interesante la lectura entre líneas de ciertos puntos de la trama que intentan dar un mensaje sobre los males de la sociedad moderna: primero fue la crítica a la adicción a la tecnología, y ahora el hincapié sobre la profundización del abuso de todos tipo de drogas en distintos estratos sociales. Tal vez el acento sobre el tema sea minúsculo ante tanto estímulo, pero se valora de todos modos. El elemento autoparódico y la autoconsciencia respecto del devenir propio del subgénero de espías prácticamente brilla por su ausencia en esta secuela, uno de los puntos más destacados de su antecesora. Y cierto giro argumental sobre uno de los personajes centrales parece sacado de la novela brasilera de la tarde, pero el empleo cómico de la estrella musical invitada por suerte mitiga el fuego de nuestras mayores exigencias. Con impactantes momentos de acción y tramas secundarias que desearíamos poder adelantar hasta la próxima escena de tiros, Kingsman: El Círculo Dorado reparte de manera bastante equitativa pifies y aciertos en los excesivos 141 minutos que dura. Será cuestión de esperar qué nos depara su próxima misión…
Secuela sin sorpresas, sólo con la incorporación de villanos es que intentan una vez más conquistar la taquilla, pero ni eso, el espectador más avezado esquivará esta historia de espionaje con calidad visual pero no argumentativa.
Un dandy que tiene licencia para matar. Es cierto que lo mejor de Kingsman, El Servicio Secreto, de Matthew Vaughn (2014), venía por el lado de recuperar el carácter más festivo y absurdo que caracterizaba a las viejas películas de James Bond, ese que hasta las propias aventuras del Agente 007 protagonizadas por Daniel Craig resignaron en pos de aggiornarse al realismo hiperkinético del género post 11/9; es decir, post Jason Bourne. Y también es cierto que esa opción está jugada aún más a fondo en el segundo episodio de lo que ya es una saga, Kingsman, El Círculo Dorado, también dirigida y coescrita por Vaughn. Pero aún así no es lo mismo: algo falla dentro de la lógica del universo que propone esta secuela, haciendo que buena parte de la gracia se diluya. El resultado es, entonces, un escenario paradójico en el que apostando a potenciar lo mejor que había mostrado la original no se consigue hacer una película mejor. Si en El Servicio Secreto un chico callejero, representante de la clase baja londinense, acababa convertido en miembro de una selecta agencia secreta de inteligencia al servicio de la corona, el inicio de Kingsman, El Círculo Dorado lo muestra ya afianzado en su rol de dandy con licencia para matar. De novio con la princesa sueca de la que se había ganado los favores en el final de la película anterior, el afianzamiento en su rol de agente secreto también representa un giro conservador en su propia vida. Y puede decirse que eso es también lo que le pasa a la película, que tratando de redoblar su apuesta apenas consigue unos cuantos momentos memorables apareciendo acá y allá, dentro de una narración que tiene mucho de fórmula. Si bien el rol del villano vuelve a estar signado por la desmesura propia de los enemigos clásicos de Bond –en este caso la jefa de un cártel que aspira al monopolio del narcotráfico, interpretada de forma encantadora y feroz por Julianne Moore–, se extraña el carisma con que Samuel L. Jackson compuso a su propio psicópata en el episodio previo. Para peor se intenta recuperar esa idea mágica y fundacional que representa la existencia de una organización disparatada como Kingsman (agencia secreta que es el non plus ultra de la circunspecta y flemática elegancia británica, a tal punto que se oculta tras la fachada de una tradicional sastrería), trasladando el concepto a los Estados Unidos, donde reside una agencia similar, los Statesman, integrada por unos vaqueros sureños que tienen su cuartel general en una destilería de whisky. En la trasposición se pierde buena parte de la gracia, que apenas reaparecerá de forma esporádica, sobre todo cuando haga su entrada un presidente de los Estados Unidos casi tan turro como Donald Trump. Con él vendrán los mejores momentos de Kingsman, El Círculo Dorado, que nunca consigue que se deje extrañar a su predecesora. Ni las escenas de acción, ni las vueltas de tuerca ni el despliegue técnico llegan a estar a la altura de todas las promesas que aquella había cumplido con creces.
Una secuela cargada de humor y mucha mucha acción. Kingsman, El círculo dorado, está fantásticamente dirigida por Matthew Vaughn y el guión (de Matthew Vaughn y Jane Goldman) es un delirio total que es muy bienvenido! Escondida tras la fachada de una sastrería llamada Kingsman en Londres opera esta fantástica red. Pero sus oficinas se ven afectadas tras un terrible atentado que las hace volar y el equipo de espías (o los que van quedando con vida) deciden recurrir a la ayuda de una agencia colega situada en Las Vegas llamada Statesman para luchar estas dos organizaciones de primer nivel en conjunto contra un sangriento enemigo que amenaza con destruirlo todo. Las escenas de acción son impactantes y fantásticamente logradas. Muchas de ellas en cámara lenta (ralenti). En el elenco están todos brillantes, encontramos a Mark Strong, Julianne Moore, Taron Egerton, Colin Firth, Michael Gambon, Edward Holcroft, Jeff Bridges y Elton John entre tantos otros. Esta parodia de agentes dementes es muy recomendable y super pochoclera… así que… a divertirse!
En estos años las películas basadas en comics son sinónimo de éxito asegurado en la taquilla internacional, las personas esperan ansiosas las nuevas películas que integran los universos de MARVEL o DC COMIC, pero en el 2015 llegaba a los cines “Kingsman: El Servicio Secreto”, una adaptación comiquera bastante distinta a los que estábamos acostumbrados, una película de espías que se basaba en la obra de Mark Millar (Kick-Ass) y Dave Gibbons (Watchmen), pero la novedad de esta historia era que sus protagonistas eran como una especie de James Bond con muchos momentos muy satíricos, lleno de villanos exagerados, humor irrelevante y por supuesto, muchas escenas cargadas de acción, ahora nos llega la segunda entrega y te contamos porque tenes que ir a verla. Eggsy ya se ha convertido en un Kingsman con el traje a su medida, pero todo se desmorona con el regreso de un viejo rival que vuelve a aparecer para complicar las cosas, Eggsy no tardara en descubrir que esta persona es solo un títere de Poppy, una ambiciona mujer con aspiraciones de reconocimiento mundial, Poppy decide acabar con todas las instalaciones de los Kingsman que estaban ubicadas en Inglaterra, Eggsy junto a Merlin emprenden un viaje en busca de los Stateman, que serian los Kingsman de los Estados Unidos, ambos equipos serán los encargados de tratar de deshacer los planes de Poppy antes de que sea demasiado tarde y que la humanidad este al borde de la destrucción. “Kingsman: El Circulo Dorado” con casi sus dos horas y media logra dar con todo lo que el espectador se esperaba, esta un paso atrás que su antecesora, pero eso no quiere decir que sea una segunda entrega pésima, todo lo contrario, el espectador disfrutara muchísimo de ella, pero hay algunas cosas en donde se podía haber ofrecido un poco mas y no tratar de imitar tanto a su antecesora, el film cumple con las escenas de acción, las coreografías, el humor y los efectos especiales y lo más importante, con todos los personajes que hacen su aparición en la cinta, pero en lo que falla (como dije anteriormente) es en no tratar de diferenciarse a la primera película, en esta también volvemos a ver a una villana dispuesta a dominar a la población mundial a su antojo de una manera un poco obvia, también otra cosa que le jugó muy en contra es el factor sorpresa, ya desde el primer adelanto nos muestran que Galahad (Colin Firth) iba a estar de regreso con su personaje, eso hubiera sido emitido y dejado como sorpresa para cuando viéramos la película. “Kingsman: El Circulo Dorado” es de esas películas en donde todo el elenco es excelente con caras nuevas como las de Channing Tatum, Halle Berry, Pedro Pascal, Jeff Bridges, Bruce Greenwood, Emily Watson, Julianne More y hasta Elton John con su participación. En definitiva, “Kingsman: El Circulo Dorado” pese a repetir la misma fórmula que su antecesora, logra ser una película pochoclera digna de ser disfrutada en una sala de cine, una película con actuaciones bien acertadas y llena de momentos en donde la acción bien coordinada serán todo un goce para el espectado
En el 2014 llegaba a los cines la primera película de “Kingsman: El servicio secreto”, la cual fueron buenas noticias para su director Matthew Vaughn (“Kick Ass”, “X-Men: Primera generación”, “Snatch”) ya que tuvo casi un 80% de las críticas positivas y obtuvo una muy buena calificación en la página de “IMDB” con un puntaje de 7,7/10. Basada en los cómics de Mark Millar y Dave Gibbons “The Secret Service” (“El servicio secreto”), la primera parte tenía como protagonista a Harry Hart (Colin Firth), un elegante y veterano agente secreto, cuyo principal propósito era entrenar y formar a Eggsy (Taron Egerton) para convertirse en espía y unirse a la misión de frenar a Richmond Valentine (Samuel L. Jackson) de una amenaza global. Ahora, tres años después, regresa a la pantalla grande la segunda película de “Kingsman: El círculo dorado” con fecha de estreno para este jueves 12 de octubre. Coproducida y dirigida nuevamente por Matthew Vaughn cuenta una vez más, con un elenco extraordinario. Vuelven a formar parte de esta película Taron Egerton (Eggsy), Colin Firth (Harry Hart), Mark Strong (Merlin), Edward Holcroft (Charlie), Hanna Alström (Princesa heredera Tilde de Suecia) y se suman al elenco Pedro Pascal (Whiskey), Jeff Bridges (Champ), Channing Tatum (Tequila), Halle Berry (Ginger), Julianne Moore (Poppy) y nuestro queridísimo y excéntrico Elton John (como él mismo). Inicia la película con nuestro querido Eggsy ya disfrutando oficialmente de su vida como Kingsman cuando, de repente, es interceptado por una organización de carácter misterioso a la salida de su base de operaciones en Londres. Es aquí donde comienza la acción que tanto caracteriza a estas películas, donde vemos a Eggsy peleando dentro de un coche inglés acompañado por el tema de “Let’s Go Crazy” de Prince mostrando sus habilidades como Kingsman a lo largo de esta gran secuencia. Y es así, como en esta ocasión, nuestros héroes deberán salvar al mundo una vez más de un nuevo peligro, una organización secreta llamada “El círculo dorado” liderada por la excéntrica Poppy (Julianne Moore), la cual se encarga de controlar el tráfico de drogas a nivel global y cuya misión será deshacerse de todos los agentes Kingsman. Luego de destruir por completo el cuartel general y siendo sus únicos sobrevivientes, Eggsy y Merlin se ven obligados a viajar a los Estados Unidos en busca de ayuda. Su viaje les lleva al descubrimiento de una organización de espionaje aliada en los Estados Unidos llamada “Statesman”. Es aquí donde conoceremos a los nuevos personajes de esta historia que son el Agente Tequila (Channing Tatum), Ginger (Halle Berry), Agente Whiskey (Pedro Pascal) y Champ (Jeff Bridges). Ambas organizaciones deberán unirse con el fin de detener de una vez por todas a la villana Poppy de sus maléficos planes. Para ir cerrando, “Kingsman: El círculo dorado” es una película llena de acción y comedia acompañada de una excelente banda sonora. Los efectos visuales y especiales son realmente alucinantes de la misma manera que lo fue el primer film. Mantiene la “onda del estilo de James Bond” al igual que la naturalidad y la excelencia de sus personajes.
La primera película de Kingsman fue una buena sorpresa, porque si bien el director ya había mostrado su locura con Kick Ass, era otra cosa distinta. Y lo que pasa con esta secuela es que se pierde la sorpresa de conocer al personaje (y la mano del director), por lo que está por debajo de aquella estrenada hace dos años. Pero no quita que tenga escenas brillantes como la del comienzo, personajes nuevos muy bien puestos como el de Julianne Moore y aparicieron brillantes, como la de conocido cantante británico. Con todo esto igual se hace un toque larga la película y le resta unos puntos, pero quien quiera ir a reirse un rato y ver como filma este tipo, Kingsman no fallará... quizás no quede en el recuerdo, pero si les hará pasar un momento agradable y bizarro.
Kingsman: El servicio secreto integró mi lista de películas favoritas del 2014. Una sátira creativa y graciosa del viejo cine de James Bond, que además fue una buena adaptación del cómic de Dave Gibbons, co- creador de Watchmen. Por consiguiente, le tenía mucha fe a la continuación, ya que contaba otra vez con la dirección de Matthew Vaughn y reunía prácticamente el mismo elenco. La nueva entrega si bien ofrece un pasatiempo ameno lamentablemente no está al mismo nivel de la original. A no confundirse, es divertida y la pasás bien en el cine pero resulta una continuación olvidable que no genera la misma experiencia que la entrega previa. Creo que Kingsman 2 tuvo el mismo problema que la secuela de Guardianes de la Galaxia, donde los realizadores recopilaron de las críticas todo lo que a la gente le había gustado y lo multiplicaron por diez creyendo que con eso hacían una mejor película. En el caso de esta producción el director Vaughn, quien además fue guionista, la pifió con una serie de elecciones desafortunadas en el guión y lo que es más triste en el tratamiento de la acción. Empiezo por el argumento. Vaughn elimina en los primeros diez minutos, de un modo cruel y chapucero, a varios personajes secundarios que en la película previa contribuyeron a construir el mundo de Kingsman. El propósito de esta elección se relacionó con el hecho de concentrarse en los nuevos personajes y ahí encontramos uno de los grandes problemas del film. Todos los nuevos actores que se incorporaron al elenco fueron criminalmente desperdiciados. Channing Tatum, a diferencia de lo que mostraban las campañas promocionales, tiene una participación muy limitada y lo mismo ocurre con Jeff Bridges y Hally Berry, quienes no aportan nada. La única nueva figura que logra destacarse un poco más es Pedro Pascal (de la serie Narcos) hasta que el director arruina de un modo inexplicable su personaje en los últimos 10 minutos. El regreso de Colin Firth también resultó desangelado y salvo por el acto final, donde el film se vuelve un poco más interesante, Vaughn no consigue desarrollar la relación entre el protagonista y su mentor. Tampoco ayudó la inclusión de una villana débil y olvidable como la que interpreta Julianne Moore, quien resulta muy desperdiciada para tratarse de una artista de su nivel. A diferencia de Samuel Jackson en el primer film, la actriz tiene muy pocas escenas y nunca resulta una amenaza grave para los protagonistas. No termino de entender qué pasó con Matthew Vaughn. En este proyecto construyó una película exageradamente larga cuya duración no tiene razón de ser para el conflicto tonto que presenta. Kingsman cuando no se concentra en la acción se vuelve aburrida con las escenas de humor juvenil que son algo estúpidas. Entiendo que la gente que celebró la remake de Cazafantasmas pueda engancharse con este tratamiento humorístico, pero la primera película tenía más clase. Otro campo donde Kingsman 2 decepciona bastante es en el tratamiento de la acción. En esta oportunidad el director abusó de un modo obsceno de la animación computada y el resultado no es bueno porque la mayoría de las escenas se ven muy artificiales. Salvo por la persecución inicial que está bien elaborada y mantiene el espíritu del film anterior, el resto de los tiroteos y peleas parecen gráficas de un video juego que tuvo un presupuesto moderado. Pese a todo, en la película hay algunas cosas que funcionaron y se destaca entre los aspectos positivos. La agencia de los Statesman, la versión norteamericana de Kingsman, es divertida y conceptualmente tiene un potencial para ser desarrollado. Eso estuvo bueno y fue una adición interesante. También se trabajó con efecto la sátira de la guerra al narcotráfico y el tema de la despenalización de la drogas. Sin embargo, no hay mucho más para resaltar. Reitero, si bien Kingsman 2 tiene algunos momentos entretenidos, la película no le hace justicia a estos personajes y en comparación con la primera entrega resulta una propuesta inferior.
Reyes de la acción Después de que el cuartel de los Kingsman en Londres explote por los aires, Eggsy (Taron Egerton), que ya es un Kingsman hecho y derecho y su compañero Merlin (Mark Strong) se verán obligados a viajar juntos a los Estados Unidos para unirse a sus homólogos norteamericanos y combatir al siniestro "círculo dorado", el cártel criminal más grande del mundo. La primera entrega de esta saga, fue una verdadera bocanada de aire fresco. El director Matthew Vaughn logró una divertida parodia a las cintas de James Bond con personajes carismáticos, una estética de cómic y escenas de acción imposibles, dignas de los dibujos animados. Esta segunda parte, funciona como aquella pero de manera amplificada: más explosiones, mucha más adrenalina y un reparto extenso (en algunos casos un tanto desaprovechado). Es interesante el contraste que se da en pantalla entre los agentes británicos y los norteamericanos (señores con estilo vs cowboys brutos) y la presencia de Jeff Bridges, Pedro Pascal y Channing Tatum profundizan esta "grieta". Pero sin dudas, en el apartado actoral la que se lleva todas las palmas es Julianne Moore, villana de turno a medio camino entre "los malos" de Bond y Austin Powers. La puesta en escena es como en la primera parte, uno de los platos fuertes del filme. Los decorados imponentes, sirven de escenario para un sin fin de secuencias de combate cuerpo a cuerpo, perfectamente coreografiados. Los movimientos de cámara en medio de las escenas de acción, buscando el efecto, la inmersión del espectador y la brutalidad de la pelea, es una marca de autor del director y un condimento que se vuelve demasiado rutinario por momentos. Y es que el recurso repetido hasta el hartazgo termina saturando. El humor negro está presente en todo el metraje, funciona, aunque algunos gags parezcan forzados (como los que tienen de protagonista a Elton John, cuyo cameo pasa rápidamente de gracioso a patético). La duración del filme, (más de dos horas) termina estirando una trama que a los 90 minutos de metraje pide a gritos un epílogo. Pese a esto Kingsman: el círculo dorado es una cinta pochoclera, de acción y humor extremo que se disfruta, eso sí, puede resultar tan atrapante como agotadora.
EXPLOSIONES CON ESTILO El universo de espías británicos está de vuelta, con el mismo estilo pero menos enfoque. Como sucede cada tanto, llegué tarde a una de las grandes sorpresas cinematográficas de 2015, Kingsman: El Servicio Secreto (Kingsman: The Secret Service). Y como sucede cuando eso sucede, me aseguré de ver la película antes de asistir a la función de prensa de su secuela, Kingsman: El Círculo Dorado (Kingsman: The Golden Circle). Entendí en esa noche de domingo el atractivo de Kingsman, aunque lo sintiera un poco lejano, ajeno. Sí, es una caricatura de una aventura clásica de trascendencia social dentro de un contexto de espías a-la-James Bond con buena dirección (Matthew Vaughn maneja muy bien el cine de acción), magníficas coreografías y un estilo indiscutible. Pero también es una película inmadura, nihilista y sexista, que glorifica la violencia intentando disfrazarla de espectáculo y hasta se toma la libertad de terminar con un primer plano de un trasero invitando al protagonista a una sesión de sexo anal. Pero como dije antes, entendí el atractivo en esa fantasía de poder adolescente al extremo. Pero por desgracia hay poco nuevo bajo el sol en el mundo de estos James Bond 2.0, y las partes donde la primera conectaba están muy diluidas en la secuela. Ha pasado un año desde los eventos de la primera película. Eggsy (Taron Egerton) es ahora el nuevo agente Galahad, está en una relación formal con la Princesa Tilde (Hanna Alstrom) y sigue teniendo tiempo para disfrutar con sus amigos. Todo parece color de rosa, excepto la parte en la que extraña a su mentor, Harry (Colin Firth), hasta que Poppy (Julianne Moore), la jefa del cartel de drogas más importante del mundo, arrasa con los Kingsman. Como los trailers dejaron ver, Eggsy y el otro sobreviviente a la masacre, el capo tecnológico Merlin (Mark Strong, el falso Andy García), se trasladan a Kentucky, Estados Unidos, para encontrarse con los Statesman, sus contrapartes del otro lado del charco. Ahí conocerán a Tequila (Channing Tatum), Whiskey (Pedro Pascal), Ginger (Halle Berry) y el líder Champ (Jeff Bridges), con los que unirán fuerzas para echar por tierra los planes de Poppy, que a través de un virus incluído en los narcóticos tiene al mundo de rehén. Kingsman: The Golden Circle sufre lo que muchas secuelas: la necesidad de subir la apuesta. Vaughn y Goldman priorizan espectáculo sobre narrativa, y se nota. La primera secuencia resume perfectamente la película: un personaje vuelve inexplicablemente de la muerte y un minuto después, sin más introducción, se lanza a una larga y espectacular persecución a alta velocidad con choques, explosiones, piruetas y estilo. La escena llega a su fin y no sabemos qué pasó o porqué… pero qué viaje de adrenalina, eh. Más allá de ese vacío de motivaciones, esta segunda parte presenta demasiadas líneas argumentales y se termina sintiendo menos enfocada que la original, que giraba exclusivamente alrededor del conflicto del protagonista y su adaptación a un nuevo universo. En este caso tenemos que lidiar con la relación de Eggsy y Tilde, con el regreso de la muerte de Harry, con las motivaciones de los villanos, con los cameos extremadamente largos, con el costado político de la cuestión y con las inquietudes y problemáticas de algunos agentes. Los 140 minutos de duración se sienten bastante más, especialmente considerando que la primera tiene un ritmo mucho mejor y no se hace tan larga aún con solo 10 minutos menos. El guión de Jane Goldman y el director es denso y lleno de incoherencias, pero su mayor pecado, además de seguir objetivizando al sexo femenino y no darle un lugar de peso del lado de “los buenos”, es construir una villana tan flácida en motivaciones. Poppy vive aislada en unas ruinas maya aún no descubiertas (formalmente, claro) que ha adaptado y remodelado con un estilo propio de la década del 50, con peluquería, pistas de bowling y el típico café. Poppy se queja que, como una de las empresarias más exitosa del mundo, tiene que vivir escondida y aislada del mundo sólo porque su negocio es ilegal (con la obligatoria referencia al alcohol y el tabaco). Tan sádico como poco genuino, el personaje que construye esta Julianne Moore desganada no le mueve un pelo a nadie, y tiene un final tan innecesario como esperable. También tengo que mencionar el costado político de la cuestión, que me llamó muchísimo la atención. Como en la original, el villano (norteamericano) tiene línea directa con el Presidente de los Estados Unidos. En 2015 Samuel L. Jackson, el zar de la tecnología que iba a limpiar el mundo a través de sus chips de telefonía celular, hablaba con Obama (aunque lo veíamos de espalda), dando a entender que el mandatario (demócrata) estaba entongado y bajo su control. En este caso el Presidente es interpretado por Bruce Greenwood (Gerald’s Game), y aún cuando en materia ideológica son semejantes, hay una clara intención de Fox de “cuidar” al payasesco Trump – sin ir más lejos, ninguno de los periodistas de Fox News sufren los efectos del virus implantado en las drogas, dando la idea de una cadena de noticias “pura”. La segunda excursión de Vaughn al mundo de Kingsman, creado por Dave Gibbons y Mark Millar no lo deja tan bien parado como el debut. La acción, la violencia, la sátira y los elementos caricaturescos dicen presente (si perros robots no son una caricatura, no sé qué lo es) y la película se siente un verdadero cómic en movimiento. Pero en el camino, entre tanta explosión, Kingsman perdió algo de corazón. Quizá en la inevitable tercera parte lo vuelva a encontrar.
Una de espías alterados Sin el impacto de la primera de la saga, la película garantiza acción, humor inteligente y un buen guión. No corremos peligro de caer en una hipérbole si decimos que Matthew Vaughn es uno de los directores de la actualidad que mejor entiende cómo filmar una película pochoclera que reúna a la vez cuatro elementos de difícil coincidencia: asombrosas escenas de acción, humor elegante, entretenimiento y un guión inteligente. Kick-Ass, X-Men: Primera generación y Kingsman: El servicio secreto (en las que, además, participó como guionista junto a su socia creativa, Jane Goldman) son los mejores ejemplos de su talento. Y ahora, por primera vez, Vaughn dirige una secuela. El resultado se resume en una frase suya: “Es muy difícil ser original dos veces”. Esto no significa que El círculo dorado no tenga, en parte, las cuatro virtudes mencionadas, pero padece el infame Mal de las Secuelas: pierde en la inevitable comparación con su antecesora. El atenuante es que la vara estaba muy alta. Sigue Vaughn: “La gente quiere lo que amó de la primera película, pero si hay demasiado de lo mismo, dice esto es muy repetitivo y aburrido. Y si hacés algo completamente diferente, dice esto no es una secuela”. En busca de evitar esos riesgos y hacer algo nuevo pero con la misma esencia, el director dinamita parte de lo que había construido y traslada la acción a los Estados Unidos, donde los Kingsman se encuentran con sus primos yanquis, los Statesman. Y también reproduce algunas situaciones de la primera pero con una vuelta de tuerca que las transforma, como si las viéramos en un espejo deformante. Ninguno de los dos recursos funciona del todo. Y, además, la historia da algunos giros forzados que obligan a la inclusión de diálogos explicativos, con la consecuente pérdida de ritmo. Igual, la imaginación y el humor de Vaughn se lucen en varios aspectos, como en el reducto selvático-pop donde se oculta la villana, Poppy (una lograda Julianne Moore, aunque sin la gracia ni el protagonismo de Samuel L. Jackson en la primera). O la caracterización del presidente estadounidense, con sátira a la guerra contra el narcotráfico incluida.
Divertida secuela de una parodia Tres años después del sorpresivo éxito de Kingsman: El servicio secreto, llega esta secuela que -como suele ocurrir en Hollywood- redobla la apuesta. El círculo dorado tiene más minutos (los 141 resultan exagerados), más personajes (hay varios intérpretes consagrados con participaciones no del todo aprovechadas), más escenas de acción y más humor absurdo, pero el resultado artístico ratifica esa máxima que afecta a tantas sagas: más es menos. El guionista y director inglés Matthew Vaughn retoma los personajes basados en el cómic de Mark Millar y Dave Gibbons para esta parodia de las películas de espías (con James Bond como estandarte) con un héroe juvenil (el Eggsy de Taron Egerton) y la voz de la experiencia y la sensatez a cargo del Harry Hart de Colin Firth, quien "revive" tras el film original (milagros que sólo existen en la industria del cine). Las diferencias generacionales son precisamente unos de los ejes humorísticos que mejor funcionan en esta franquicia que viene a burlarse de los lugares comunes del subgénero de historias de agentes secretos. Otro de los hallazgos de esta suerte de montaña rusa sin freno de más de dos horas que es Kingsman: El círculo dorado es Poppy, la malvada de historieta que compone Julianne Moore, capaz de pasar el cuerpo de alguien que no le cae demasiado bien por la picadora de carne y, a los pocos instantes, servir una hamburguesa con una sonrisa de oreja a oreja. El virtuoso y desprejuiciado realizador de No todo es lo que parece, X-Men: Primera generación y Kick-Ass propone unas cuantas escenas de acción espectaculares y construidas con indudable profesionalismo, mucho humor negro, una enorme cantidad de personajes secundarios que resultan uno más ridículo que el otro (a Moore se suman desde Channing Tatum hasta Jeff Bridges, pasando por Halle Berry, Bruce Greenwood como un patético presidente de los Estados Unidos y el mismísimo Elton John en plan autoparódico), pero por momentos el efecto de acumulación genera la sensación opuesta a la buscada: con más desconcierto e irritación que fascinación. De todas maneras, y a pesar de ubicarse un par de escalones por debajo del film original, El círculo dorado tiene unos cuantos pasajes que invitan al disfrute y a la risa. En estos tiempos de películas sin demasiado riesgo le alcanza para destacarse.
Un James Bond posmoderno en divertido choque cultural La secuela de "Kingsman" muestra a su director, Matthew Vaughn, totalmente desatado gracias al éxito de taquilla del film original, lo que lleva a que la continuación de las andanzas del joven espía Taron Egerton. adiestrado por el veterano agente secreto Colin Firth, sea igual o aun más divertida al incluir nuevos personajes delirantes. Empezando por la villana, Julianne Moore, quien luego de monopolizar la venta global de drogas usa a todos los consumidores del mundo como rehenes en una negociación con el presidente de los Estados Unidos. Justamente la nueva "Kingsman" une a los agentes secretos ingleses con sus pares norteamericanos, los "statesman", en cuyas filas militan Jeff Bridges y una irreconocible Halle Berry, y el choque cultural entre los dos estilos de espías da lugar a gags memorables. Pero la película de Vaughn no sólo es muy divertida sino imaginativa a todo nivel, empezando por las creaciones robóticas y gadgets; los decorados lunáticos y la utilización de actores claves, incluyendo al propio Elton John interpretándose a sí mismo en una serie de secuencias sin desperdicio.
Los agentes más cancheros del mundo El gran problema de Kingsman: El Círculo Dorado es que quiere ser la película más cool del mundo. En cada plano se busca ese cancherismo vacuo para adolescentes que solemos ver en otras producciones de súper acción con las que comparte target de audiencia pero acá incluso más exacerbado. En esta comedia, secuela de Kingsman: Servicio Secreto (2014), predomina la edición anfetamínica y la estética videoclipera. Los preceptos con los que se mueve Matthew Vaughn oscilan entre la dinámica del nuevo cine de acción de súper héroes y las referencias a varias películas de James Bond (sobre todo a Goldfinger pero también a otras de la era Roger Moore). Además de ser la más pilla de todas, Kingsman pretende ser políticamente incorrecta pero termina siendo tan conservadora como la vestimenta de sus héroes. Se mostrarán a los amigos del protagonista consumiendo ridícula ilegalidad para luego aclarar que ellos “no necesitan eso”. Porque uno de los temas de esta nueva Kingsman son las drogas; tanto legales -un espacio central dado al scotch y al bourbon- como ilegales. La villana de turno, Poppy, interpretada por la eterna MILF Julianne Moore, maneja toda la falopa del mundo y vive aislada en medio de una jungla, en un pueblo de fantasía ambientado con todos los clichés de los años 50 donde tiene secuestrado a Sir Elton John. Sin embargo, no le alcanza con ser una cártel queen sino que quiere ser una diva del jet set. Para salir de la clandestinidad contamina sus propias drogas y extorsiona al jefe del mundo (un presidente de Estados Unidos que emula en amoralidad a Trump), no sin antes tratar de aniquilar a los agentes de Kingsman, quienes se verán obligados a unirse a una agencia análoga al otro lado del océano, los Statesman. La ridiculez de la premisa es, en parte, bienvenida –aunque no está ni cerca de la potencia de la primera- y el espíritu de “ya fue todo” no puede no ser simpático; sin embargo, es sólo en las secuencias aisladas donde reside lo mejor de esta segunda parte de Kingsman. La destreza técnica, con y sin CGI, con la acción inverosímil y la música estallando, brindan los únicos momentos de verdadera diversión, en una película que por varios momentos se percibe sin alma y sin cohesión. Entre esas secuencias aisladas se destaca la escena inicial de una persecución motorizada al ritmo de Let’s Go Crazy de Prince que sienta las bases para la acción venidera. Cerca del final habrá otro buen momento con el temazo Satrurday night’s alright del mencionado Elton, y el climax tendrá también su propio videoclip. De todos modos, estos clips insertados entre miles de escenas con actores desperdiciados (entre ellos Jeff Bridges) no consiguen que los 140 minutos se nos pasen sin pensar en, como mínimo, haber tomado un ibuprofeno.
Eggsy ya es un Kingsman con todas las letras, y además de eso disfruta de su pareja y sus amigos. Pero un repentino ataque a la base de los caballeros y a cada uno de los miembros barre con toda la agencia secreta, dejando sólo con vida a él y a Merlin. Ambos deberán buscar ayuda en una nueva agrupación, mientras una poderosa villana y líder narco asoma como la mente detrás de los atentados masivos. Después de tres años de esa hermosa sorpresa que fue Kingmsan: el servicio secreto, nos llega la secuela, llamada Kingsman: el círculo dorado. A quienes nos gustó la primera entrega, esperábamos ansiosos esta segunda parte, aunque también estaba el miedo latente de encontrarnos una fórmula calcada y ver más de lo mismo; algo que ya pasó con John Wick y su secuela. Por suerte Matthew Vaughn (que acá dirige y co-guiona) y su compañera de guión Jena Goldman toman elementos vistos en la primera entrega, y lo exageran casi llevándolos a la auto parodia, pero sin caer en ella. Por desgracia y pese a que se nota un esfuerzo en contar algo nuevo, la estructura es exactamente igual a lo visto en el film anterior, y eso se nota. Como era de esperarse, los actores vuelven a repetir los sólidos trabajos vistos en la película original. Todos ya conocen sus roles, se sienten cómodos en ellos. Aunque es un poco decepcionante cómo algunos personajes duran poco en pantalla, o en el caso de otros, cómo se nos mintió en la campaña publicitaria y apenas los veremos en pantalla, siendo que se suponía que uno sería coprotagonista. De todas formas, lo que más destacaba de Kingsman: el servicio secreto, y destaca de Kingsman: el circulo dorado, son las escenas de acción. Vaughn vuelve a demostrar que es uno de los mejores directores que hay en este apartado; mostrando un abanico de recursos tan amplio que va desde las coreografías, el montaje con la música o la edición, haciendo que más de una vez terminemos al borde de la butaca deseando que las peleas o los tiroteos no acaben nunca. Es una pena que la música esté en un nivel por debajo de su predecesora, aunque si uno piensa bien en la personalidad de los villanos de ambas entregas, es entendible cómo muchas veces lo que escuchaban los personajes, terminaba influyendo en la película en sí. Kingsman: el círculo dorado termina siendo una película entretenida, con grandes escenas de acción y personajes carismáticos. Por desgracia a nivel trama no propone nada nuevo y pierde frescura e irreverencia comparada con la cinta original. De todas formas vamos a ver muy buenos gags y personajes que deberían seguir en la saga en caso de que quieran seguir contándonos las aventuras de estas organizaciones secretas.
Después del éxito de la primera, una invitación a la acción y la diversión de alto nivel, para el director Matthew Vaughn coguionista con Jane Goldman, el desafío de la secuela fue grande y respondió doblando la apuesta. Ahora el personaje de Taron Egerton con novia princesa, debe afrontar con solo un sobreviviente la destrucción de la sede de los Kingsman y recurrir amigos norteamericanos para combatir el mal. Se trata de los Statesman liderados por Jeff Bridges, con Channing Tatum, Halle Berry y Pedro Pascal unos vaqueros muy ricos que le brindan sus recursos. Como villana Julianne Moore es una Poppy increíble en un reino especial que concentra toda la distribución de droga del mundo. Claro que además de la acción, los giros cómicos, los efectos especiales, el argumento tiene una terrible ironía sobre el presidente de EEUU, un pragmático siniestro que toma las oportunidades sin medir consecuencias. Para los seguidores de esta saga, ¿alguien duda que habrá una tercera?, el entretenimiento de peleas, huidas, efectos especiales tiene su cuota grandilocuente. Ya el reino de la villana, una especie de mundo a lo Martha Stewart, es un prodigio de creatividad con su maquina de picar carne incluida. Pero además esta el humor inglés, el choque de culturas con sus aliados norteamericanos y vueltas de tuerca para poner todo en su lugar. Son dos horas cuarenta que pasan rápido. La diversión es redonda y en 3D.
Kingsman. El círculo dorado, de Matthew Vaughn Por Jorge Barnárdez Kingsman 2 es buena, no tanto como la uno, que en realidad no iba precedida por ningún número con lo cual no sabemos si esta continuación estaba pensada o no. Lo cierto es que teniendo en cuenta que de si tenían que revivir al personaje que interpretaba Colin Firth, sin duda el protagonista del film de 2014, todo hace suponer que nadie había pensado que iba a ver una segunda parte. Pero Kingsman fue tan fresca, tan original, tan desfachatada y tuvo tanto éxito, que tuvieron que hacer una segunda parte, que no es tan fresca, ni ta original, ni fluye tanto como el arranque de la ¿saga?, pero tiene lo suyo y con eso alcanza para recomendarla y para decir que sin quieren seguir gozando con el espíritu juguetón de las películas de espías en clave irónica, vayan a ver Kingsman: El círculo dorado sin ningún temor. La película retoma la historia donde había quedado aquella, pero ahora hay una archienemiga que se hace con el control mundial del tráfico de drogas y a eso se le suma una versión estadounidense de los Kingsman, comandada por Jeff Bridges. Kingsman: El círculo dorado es vertiginosa y espectacular, además de contar con un elenco de figuras a las que hay que agregar caemos y participaciones que mejor no adelantar. De todas maneras si hay momentos en que a uno le parece que está tirando demasiado de la cuerda, no quiero pensar que puede pasar si el chiste se alarga y haya una tercera parte. También es cierto que pensamos lo mismo en la segunda Rápido y furioso y los productores de esa saga siguen viajando por el mundo y agregando películas. Así estamos. KINGSMAN. EL CÍRCULO DORADO Kingsman: The Golden Circle. Estados Unidos/Reino Unido, 2017. Dirección: Matthew Vaughn. Guión: Jane Goldman y Matthew Vaughn. Intérpretes: Elenco: Taron Egerton, Colin Firth, Mark Strong, Julianne Moore, Michael Gambon, Channing Tatum, Halle Berry, Elton John, Bruce Greenwood y Jeff Bridges. Fotografía: George Richmond. Música: Henry Jackman y Matthew Margeson. Edición: Eddie Hamilton Diseño de producción: Darren Gilford. Distribuidora: Fox Duración: 141 minutos.
Eggsy está de regreso con más e iguales aventuras en Kingsman: El círculo dorado, de Matthew Vaughn, una secuela que repite no solo la fórmula de su anterior, sino que hasta copia algunas de sus escenas. En 2014, finamente el comic creado por Mark Millar y Dave Gibbons fue llevado a la pantalla grande. Kingsman: El servicio secreto si bien no fue un éxito rotundo, acaparó la mirada de un grupo importante de público que la convirtió en culto. Ese culto, y el murmullo (bastante exagerado) de que la primera era una maravilla, fueron la llave para esta secuela tres años posterior, manteniendo al equipo técnico, y a buena parte de su elenco, sumado a otro paseo de estrellas recién llegadas a esto que parece será franquicia. Así, Kingsman: El círculo dorado es probable que apunte a capturar a aquellos que no vieron la primera entrega, porque quienes la hayan visto, notarán que están viendo algo muy, demasiado, parecido. El argumento se dispara casi al inicio del film. Un atentado hace peligrar a las oficinas de la Agencia Kingsman, Eggsy (Taron Egerton) y Merlin (Mark Strong) sobreviven e inician una investigación. Esta investigación los lleva hasta Kentucky, donde descubren otra agencia similar a Kingsman, creadas en paralelo, los Stateman. Kings, States, Ingleses, yanquis ¿Entienden el chiste? En fin. Así como el primer film se tomaba su tiempo para la formación de Eggsy en agente secreto, este nuevo lo hace para presentar a esta nueva agencia, y sus diferencias superficiales con Kingsman. Sin embargo, una presentación de gemelos nunca va a ser tan interesante como el camino del héroe. Ambas agencias deben unirse para enfrentar a un enemigo común, un grupo de villanos liderados por Poppy (Julianne Moore, cuando actúa en tanques para después hacer cosas independientes mucho mejores), que también cumplen con el tono retro y absurdo de la película. En efecto, la saga de Kingsman es una parodia a los films de espionajes. Pero la primera entrega por lo menos mantenía algo de fuerza narrativa como para ser considerada un film de espionajes. Esta secuela ya está a un paso de ser Top Secret en cuanto a su seriedad, pero no mantiene ni un poco de su gracia. Las escenas de acción, sumado a la mínima historia que da pie a ellas, vendrían a ser Kingsman: El servicio secreto 2.0. Son básicamente iguales en desarrollo pero más espectaculares y mucho, pero mucho, más inverosímiles, y eso que la anterior no se apegaba a ningún rigor realista. El elenco, plagado de estrellas, es desaprovechado por acumulación, sumando una suerte de cameos que no tienen demasiado sentido para el público joven al que se apunta (el chiste de Elthon John ya se vió en Los Simpsons). Como siempre, Vaughn rescata su labor con un buen apartado técnico y un ritmo frenético que transforma todo en simpático. Pero allí donde Kingsman: El servicio secreto se veía como una adaptación al cine de la serie animada James Bond Jr., esta no ofrece casi nada nuevo, y lo poco que hace está más cerca de ser Cody Banks. Es una secuela decididamente en piloto automático. Los fanáticos acérrimos de la primera entrega que se quedaron con ganas de más, estarán de para bienes, pero deberán ser sólo aquellos que querían más de lo mismo sin necesidad de nada nuevo. Aquellos que busquen, no digo nuevos horizontes, una nueva historia; o pretendan algo más que un ejercicio de estilo en medio de un guion chato, no lo van a encontrar esta vez.
Video Review
El mal de la banalidad La primera película fue sorprendente, pero El círculo dorado es casi una deshonra para el cine de espías. Todo el desparpajo festivo, el humor paródico y el encanto visual que tenía Kingsman: El servicio secreto (2014), en Kingsman: El círculo dorado (2017) se diluye en una sofisticación idiota y en escenas innecesarias. Si las cabezas que explotaban en clave psicodélica en la primera entrega coronaban una película de acción entretenida y original, acá no hay una sola secuencia que se destaque por su desenfado y su novedad. Esta segunda parte de la película dirigida por Matthew Vaughn, basada en el cómic de Mark Millar y Dave Gibbons, retoma los personajes del primer filme para que luchen contra una narcotraficante desquiciada (Julianne Moore). Pero lo hace de la manera más inverosímil. Por ejemplo, para explicar la reaparición de Harry Hart (interpretado por un desanimado Colin Firth), que en la primera moría de un balazo en el ojo, recurre a una explicación tan forzada como descabellada. También incorpora una nueva agencia secreta, liderada por un viejo y caricaturesco Jeff Bridges. La violencia explicita y estetizada es la droga legal de Hollywood, su verdadera pornografía. La representación de la violencia con cámara lenta debería ser utilizada para expresar el infierno que significa morir a tiros, no para celebrarla o para que quede bonito. Y este es uno de los problemas de Kingsman: El círculo dorado, ya que es capaz de mostrar cómo introducen a un tipo en una picadora de carne pero no una simple escena de sexo. En su afán por redoblar la apuesta, la cinta pierde la consistencia y la poca libertad que tenía en la primera parte. Si en aquella contaba con escenas novedosas y emocionantes, acá se repite mecánicamente como si estuviera aplicando una fórmula sin demasiada convicción. Kingsman: El círculo dorado deshonra a las películas de espías. La villana de Julianne Moore es tan insulsa y poco graciosa que nunca termina de encender la chispa del conflicto. Quizás el mejor personaje sea el de Elton John, que al comienzo parece sólo un cameo pero después se convierte en el personaje más destacable y querido. Pero el mayor problema de Kingsman: El círculo dorado es que no sabe cómo divertirse. Cree, erróneamente, que al complejizar la trama, extender las escenas, incorporar nuevos giros y personajes sofisticados resultará más efectiva que la primera.
AL SERVICIO SECRETO DE SIR ELTON JOHN Las películas de espías desde la era Bond tienen dos posibles destinos, elección de la cual ni siquiera ha escapado la saga inspirada en los libros de Fleming que supo transitar tanto la autoparodia en la era de Roger Moore, como la solemnidad con el protagónico de Timothy Dalton, como si la personalidad del actor y la contemporaneidad exigieran un decantamiento por una de ambas. Hoy mismo y con esta suerte de reboot que supuso la llegada de Daniel Craig se ha convenido mostrar un agente mucho más “realista” y si bien termina teniendo pinceladas de humor, ya no es lo que era en sus inicios lo cual provoca reacciones de todo tipo, aunque lo que importe, finalmente sea la taquilla. Tampoco se trata de irse al extremo en la exploración del género con sagas como la de Austin Powers o sátiras como las que protagonizaran desde Leslie Nielsen (Duro para espiar) hasta Santiago Segura (Torrente): existe un camino alternativo en el que el disparate tiene un contexto en el que no todas son risas y situaciones de comedia, que se permite el toque dramático de la muerte o sufrimiento extremo de algún que otro personaje y que se anima a mostrar una crudeza casi excesiva en las situaciones de violencia explícita. Y no estoy hablando de subproductos tan poco felices como xXx: Reactivado, cuyo absurdo total impide muchas veces el disfrute, sino de películas como la que nos ocupa, que no sólo se animó a instalar un nuevo referente en el género, sino también a pergeñar una secuela a la altura. Hablamos de Kingsman: el círculo dorado, secuela directa de Kingsman, el servicio secreto, historia situada un año atrás y momento en el que Eggsy (Taron Egerton) es reclutado por la agencia británica que funciona debajo de la fachada de una sastrería, luego entrenado como súper agente para poder derrotar, al final del recorrido, al terrible villano Richmond Valentine (Samuel Jackson) mientras perdía en el camino a su amigo y mentor Harry (Colin Firth). En esta entrega, al comenzar el cambio más notable es la ausencia de Harry -que de todos modos durará poco-, la nueva relación socio-amistosa con Mark Strong, la vida en pareja de Eggsy con la princesa Tilde pero, sobre todo, la nueva amenaza, constituida por la carismática villana Poppy, interpretada por Julianne Moore. Cabe destacar que Moore viene de interpretar antagonistas con muy mala suerte en Los Juegos del Hambre: Sinsajo o la olvidable El séptimo hijo. Por fortuna, su personaje en Kingsman: el círculo dorado le deja explotar su histrionismo y componer a una perversa y hedonista empresaria que pretende dominar el mundo del tráfico de drogas valiéndose de un virus letal para extorsionar a los principales gobiernos del mundo (que por supuesto no son otros que EE.UU. y Gran Bretaña) y permitir la legalización del uso de sustancias. Para negociar al tiempo que expande su negocio, se sitúa en un cuartel general escondido entre ruinas falsas en las cuales tiene desde perros guardianes robots hasta un anfiteatro en el que canta sólo para ella el mismísimo Elton John, a quien tiene esclavizado. Hay muchos buenos y divertidos momentos a lo largo de toda la película, cuya duración podría ser menor pero tampoco resulta digna de recortes de metraje innecesario. La violencia está presente al igual que los excesos pero quizás un poco menos explicitados que en la entrega anterior. La coreografía de las escenas de acción sigue siendo creativa y así también la recreación de lucha con alguna prótesis que termina confiriendo habilidades extrahumanas al oponente. El humor llega, la mayoría de las veces, de la relación con los agentes de Stateman, el organismo que opera de manera similar a Kingsman pero en Estados Unidos de América. Si los kingsman son lores ingleses y visten y se comportan como tales, los hombres de Stateman son cowboys urbanos, de grandes sombreros, hebillas y pistolas y encarnados por gente como Jeff Bridges (otro de la fallida El séptimo hijo) que ya ni tiene que meterse en el personaje que trae puesto de fábrica de tantas veces que lo encarna. También son de la partida Channing Tatum, Pedro Pascal (serie Narcos) y hasta Halle Berry en su papel quizás más deslucido. Si bien es cierto que no hay una apuesta a fondo por explorar una rivalidad manifiesta entre culturas, se presentan algunas situaciones que la justifican, aunque sea de manera simplista e icónica. Pero el plato fuerte sigue siendo el despliegue del villano y su mundo disparatado, lleno de esos chiches bondianos para dominar el mundo que los fans extrañamos, incluso hasta en la ridiculización de los líderes mundiales como el inepto presidente interpretado por Bruce Greenwood que, si bien caen en un cliché, apuestan a lo simple sin desencantar. Kingsman: el círculo dorado es fiel a su predecesora y no defrauda. Tampoco levanta el nivel pero permite seguir la producción de la saga (ya anunciada en su tercera entrega) en la que esperamos se arriesguen y reinventen algunos recursos que hasta ahora lucen un tanto trillados, como para que no siga siendo todo un refrito que sabe bien y no mucho más.
Hace un par de años, cuando uno pensaba que nada nuevo se podía inventar en el mundo del cine de espías, llegó Kingsman y demostró lo equivocados que estábamos. Este año llega su secuela Kingsman: El círculo dorado y con muy sutiles pero contundentes cambios retrocede en las conquistas de su predecesora, aunque funciona más que bien como film de acción. Eggsy es el nuevo y joven encargado del local de Kingsman. Saliendo del mismo sufre un intento de secuestro y/o asesinato que desemboca en una investigación sobre una banda de rufianes unidos por un símbolo dorado en forma de anillo. Pero el fracaso del plan de los asesinos es sólo aparente y Poppy (la villana de turno) logra destruir, en un parpadeo, a la organización de agentes encubiertos más poderosa del Reino Unido. Por suerte nada está librado al azar en la organización y los Kingsman tienen un protocolo a seguir ante semejante problema. Ese protocolo los lleva a USA, donde una organización muy parecida a la de ellos, opera en la clandestinidad. Y así comienza la cacería sobre la malvada Poppy y el intento por detener su plan para dominar al mundo. Hace ya varios años, Wes Craven había dejó asentadas en su película Scream 2 (1997) las reglas para una secuela. Todo tiene que ser más grande, más impactante, más elaborado. La segunda entrega de Kingsman es, sin dudas, eso. Lamentablemente “eso” implica también que la sutileza y la… ¿elegancia? de la primera entrega no estén presentes en el nuevo film. Todo es muy estrafalario y complejo, pero se perdió un poco esa estética tan cuidada del guion anterior. Sí siguen estando las grandes actuaciones. Esta nueva entrega tiene nuevamente a Colin Firth y agrega grandes actores como Jeff Bridges y Julianne Moore. Moore está encargada de interpretar a Poppy, la estrafalaria pero conservadora villana que combina el más sangriento malvado de Bond con una ama de casa de la época dorada de los suburbios de los Estados Unidos. Sin dudas las mejores carcajadas se las llevará el cameo sorpresa (mejor no spoilear), pero no serán las únicas. El film más allá de perder en comparación con el anterior logra mantener un buen ritmo y es muy entretenido de ver.
Este film es imperfecto, es cierto. Adolece del mismo defecto (y la misma virtud) que “Guardianes de la Galaxia Vol. 2”: le importa más el placer que puede producir el ejercicio del cine, le interesa más que jueguen sus personajes, que la cohesión narrativa o la necesidad de plantar bandera con ideas importantes sobre el mundo. Sí, por supuesto: al tratarse de una aventura de espías totalmente disparatada, también se reflexiona de costado sobre el poder. Pero eso es mucho menos importante que las ganas de inventar cosas con el cine. El realizador Matthew Vaughn ya había logrado picos interesantes en su carrera con sus largos anteriores: Kick-Ass, la increíble X-Men-Primera generación (que es necesario volver a ver) y la anterior Kingsman. Y en todas hay grupos de personas, de héroes más grandes que la vida, una manera de denunciar las repeticiones de un género y, al mismo tiempo, hacerlos estallar por saturación. Aquí la organización de superespías británicos se ve en enormes problemas y sale en su rescate otra organización paralela pero estadounidense. Claro que hay chistes sobre las diferencias culturales pero, otra vez, están colocados de tal modo que resultan una burla a la salida fácil. Por cierto, el defecto mayor es la duración, el pasarse de rosca con la creatividad gráfica. Pero los actores –está lleno de estrellas– se divierten y lo contagian a la platea. Un sabroso pedazo de pastel, como hubiera dicho Hitchcock.
Si como dicen el mundo le pertenece a los locos, denle a Mattew Vaughn la parte que le toca. En 2014 se estrenaba Kingsman: The Secret Service, la película basada en el cómic (casi homónimo) de Mark Millar y Dave Gibbons. No solo fue un boom comercial, sino que ocupó un lugar en el género que hacía mucho estaba vacante. Tampoco hay que dejar de lado el hecho de que nos dio una de las mejores y más desaforadas escenas de acción de la década: el caos en la iglesia con “Freebird” de Lynyrd Skynyrd de fondo.
Tras el éxito, tanto de la critica como en taquilla, de una de las más agradables sorpresas de 2015, Kingsman: El servicio secreto, llega esta secuela dirigida nuevamente por Matthew Vaughn en la que el director ha optado simplemente por continuar la historia de Eggsy, Harry y Merlín potenciando todos los elementos que hicieron de la cinta inaugural un éxito. Con el asesinato de varios de sus miembros y la explosión de su base de operaciones en Londres, los Kingsman se verán obligados a buscar ayuda a sus homólogos norteamericanos los Statesman, una asociación secreta similar que se camuflan tras una destilería de whisky y con la cual deberán interactuar para combatir a una misteriosa organización narcotraficante liderada por la megalómana villana Poppy -Julianne Moore- que pone al mundo al borde del colapso. Con una aventura mucho más grande y ambiciosa -que abarca escenarios desde Reino Unido a Kentucky pasando por Camboya o el Mont Blanc-, pero bajo el mismo tono de parodia, toda clase de guiños al cine de espías, escenas de acción violenta y el humor irreverente y provocativo del primer filme, Kingsman: El circulo dorado presenta una historia central absurda en la que destacan sus sarcásticos latigazos a la política estadounidense, con un Presidente de los Estados Unidos visionario, psicópata y desequilibrado -en plena alusión a su actual- y con menos escrúpulos que la misma villana, capaz de cometer peores aberraciones. En su afán trasgresor, Vaughn propone algunas escenas delirantes, como los perros robot, todos los consumidores de droga del planeta confinados en jaulas en grandes estadios deportivos, una escena sexual con rastreador de por medio muy divertida, otra de canibalismo y las de acción -como la espectacular secuencia de pelea en el interior de un taxi en medio de una vertiginosa persecución automovilística o la que tiene como protagonista a un teleférico fuera de control-, con las cuales Kingsman: El circulo dorado reinventa los clichés propios de las películas de James Bond -Incluso los de algún cómics con la reinvención del lazo de rodeo- a un ritmo que resulta prácticamente imposible aburrirse ante todo lo que sucede en pantalla. Si bien la química entre Taron Egerton y Colin Firth sigue funcionando de maravilla, no hay un desarrollo de los nuevos personajes a excepción del encarnado por la fantástica Julianne Moore, en el papel de una caricaturesca villana de apariencia frágil y encantadora que esconde la personalidad de una auténtica psicópata demente y perversa con un plan estúpido pero divertido, aficionada a la década de los 50 y cuya finalidad es obtener fama y reconocimiento mundial. Channing Tatum, Jeff Bridges y Halle Berry ofrecen poco más que cameos extendidos, y la inclusión de Elton John, secuestrado por la villana, con su capacidad para auto parodiarse protagonizando momentos surrealistas al son de su clásico "Saturday" tienen gracia un rato y luego cansan. Sobre el choque cultural entre los metódicos agentes británicos y sus primos estadounidenses, únicamente se centran en el agente Whiskey, interpretado por Pascal, y nunca ahonda en la agencia norteamericana, siendo su única función como organización la de dar una base de operaciones para los héroes ingleses Esta secuela tampoco esta exenta de algo frecuente en las sagas, la perdida del factor sorpresa, que hace que Kingsman: El circulo dorado adolezca de cierta falta de frescura y originalidad respecto a su predecesora -a excepción de algunos gags-, extendiendo demás algunas escenas por la cual la trama termina alargándose innecesariamente. Sin embargo, esta continuación que retrae la fina ironía de los diálogos de la primera película en pos de un humor mucho más obvio y facilón, aunque no por ello menos efectivo, suma a las enérgicas y brutales escenas de acción, el sarcasmo y la parodia, una banda sonora que combina tonos de las películas de espías con las de superhéroes, música country y grandes clásicos para hacerla eficazmente entretenida.
Toda aquella grata sorpresa que había sido la irrupción en la cartelera vernácula, y en el resto del orbe, del filme “Kingsman: Servicio secreto” (2014), arcas llenándose mediante, se presenta una secuela. Muy interesante palabra. En uso del término en medicina hace referencia a las consecuencias de una enfermedad, o accidente también. pero de manera coloquial, al corolario o resultado, generalmente de carácter negativo, que sobreviene de un hecho determinado. En relación al arte, literatura, teatro, cine, hace referencia a segundas partes, algunas por efecto de la primera, otras por derivación de la recaudación de la antecesora. Una de las premisas en una “secuela” cinematográfica es que se repita lo mismo de la primera, y éste es el caso. Todo es igual, productores, director, guionistas, montajista, director de fotografía., músico, casi todos los intérpretes, y unos nuevos, sólo cambian los malos. Entonces cuál es la razón de estar frente una tan fallida segunda parte, ¿podría buscarse en el guión? Posiblemente haya mucho peso en esta variable, sin embargo vale aclarar “Kingsman”, que podría leerse, traducción forzada mediante, como los hombres del rey, era un filme de espionaje en tono satírico, tomando como punto de partida a la saga de James Bond, y funcionaba de maravilla. En este caso el original del cual parece querer burlarse es la saga de “Austin Powers”, que en sí misma intentaba ser una parodia de las producciones sobre personajes como James Bond, Flint, espías en general. No eran tan fallidas como tontas otras, algunos gags bien resuelto y nada más, si se parte de la mediocridad absoluta el destino no puede llegar demasiado alto en calidad. Esto es lo que parece suceder con la segunda entrega de Kingsman. Con el agregado de más actores yankees, Julianne Moore, Chaining Tatum, Jeff Briges (totalmente desperdiciado) y Halle Berry, entre varios más, canadienses Bruce Greenwood, bueno algún que otro inglés, de Emily Watson hasta Elton John, y además Pedro Pascal, chileno él, o “el chileno”. El intento de historia se centra en la malvada Poppy (Julianne Moore), todo un “clon” de Pablo Escobar, que quiere dominar al mundo, para ello envenena su propia producción de droga con la intención de forzar a los poderosos del mundo a otorgarle, extorsión mediante, lo que desea, y simultáneamente comprarle el antídoto que, por supuesto, ella posee. La casa central de los Kingsman en Londres es atacada y destruida por completo, muchos mueren, nuestros héroes Eggsy (Taron Egerton) y Merlin (Mark Strong), sobrevivientes ellos, deben recurrir a sus pares yankees establecidos en Kentucky (dentro de una destilería de whisky, lo cual es el mejor chiste de la película), enrolados en un grupo llamado “Statesmen” (hombre de estados o estadistas). ¡Uff! cuanta creatividad, la primera dicotomía presentada. Luego aparecerán los paraguas ingleses contra los látigos, los sombreros bombin, vs. sombreros tejano, por lo demás fuera de la imagen responden al mismo mandato o mandatario. El presidente de lo EEUU (Bruce Greenwood), personaje con cargo pero sin nombre, intenta ser, desde la acción, una especie de burla a Donald Trump, lo cual tampoco es necesario, sino fuese por el poder que tiene y como lo ejerce, seria una caricatura. Lastima por nosotros los damnificados. Los Kingsman y los Statesmen se unen para, de manera conjunta, derrotar a la malvada, casi una “Cruella De Vil”, pero el filme es para adolescentes, jóvenes y adultos, o al menos eso parecería ser el target al que apuntan, por lo que algo no estuvo demasiado bien pensado. Una vez terminada la primera secuencia, una persecución a ritmo del cantante Prince, que parecía anticipar un buen retorno, todo va en declive, presentados los personajes, lo previsible se hace presente, trasformando la producción en algo monótono, repetitivo, anodino, sin gracias. La idea de hacer reír marcando las diferencias de modales entre ingleses y yankees puede ser efectiva en la primera utilización, la segunda redunda, la tercera molesta. Bien, aquí es infinita la cantidad de repeticiones del mismo estilo de chistes. Sumado a ello aparece lo vulgar, la promiscuidad, lo escatológico, como material sobre lo que se quiere hacer sostener un entretenimiento que, incluida la duración del mismo, no sólo aburre, también cansa. En relación a los rubros técnicos nada que reprochar, saben filmar y las actuaciones son, o parecen, de compromiso, toda una selección de actores de ambos continentes, salvo las excepciones, Todo termina siendo una sucesión de gags ni muy graciosos, y muy previsibles, mezclados con varias escenas de estética de video clip que no agrega nada, eso sí, de tanto en tanto aparece la música de Elton, para gratificarnos un poco, Para ello, más vale escuchar en su aparato de audio.
Mezcla bien distintos géneros: Acción, comedia y espionaje. Triunfó en el 2015 con su primera entrega, ahora vuelve su protagonista, el agente Eggsy (actor inglés Taron Egerton, “Volando alto”), es una gran aventura de agentes secretos, donde como siempre están los buenos y los malos, en esta oportunidad en el marco de un plan siniestro que pone en peligro al planeta y sus habitantes. Cuando Merlin (Mark Strong) y Eggsy lo pierden todo ante un ataque, logrando sobrevivir, comienzan a investigar y se encuentran con una base secreta de Kingsman en los Estados Unidos. Terminan uniéndose a estos agentes tan particulares que son: Champ (Jeff Bridges), Tequila (Channing Tatum), Whiskey (Pedro Pascal) y Ginger (Halle Berry) como sus nombres lo indican sus negocios están relacionados con el alcohol. Aunque algunos personajes aparecen poco. Deben enfrentarse a una villana multimillonaria de nombre Poppy (Julianne Moore), bastante excéntrica que tiene algo especial en su personalidad y convive con otros temibles personajes que la apoyan. En la cinta hay un personaje muy especial: Elton John, que hace de sí mismo. Su narración nos da un buen movimiento de cámara, planos secuencias, un vestuario acorde a su ambientación a la época, más locaciones, con más personajes que son verdaderos cowboys. Nos entregan escenas disparatadas, de acción que son espectaculares, humor negro, absurdo, parodia, sátira a James Bond entre otras, todo bien exagerado. Este es un director bastante creativo, su reparto es enorme, aunque es bastante previsible y entretenida.
Crítica emitida en "Cartelera 1030" por Radio Del Plata (AM 1030) SÁBADOS de 20-21hs.
La secuela de la exitosa “Kingsman” encuentra a los elegantes espías británicos en problemas ante una nueva enemiga, una poderosa narcotraficante. Con la ayuda de unos pares norteamericanos deben enfrentarla en esta hueca, irónica e insulsa secuela que no hace más que perpetuar un modelo cinematográfico totalmente acabado. Ni su gran elenco (que incluye a Julianne Moore, Jeff Bridges, Colin Firth, Mark Strong y Channing Tatum) puede salvarla. Me doy por derrotado. Películas como KINGSMAN: EL CIRCULO DORADO me irritan, me fastidian, sacan lo peor de mí. De hecho, mientras la veía me imaginaba haciendo explotar algunas de las tantas cosas que explotan en la película sobre su realizador, Matthew Vaughn. No entiendo el éxito de este tipo de productos: sus bromas son viejas y malas, su mezcla de violencia e ironía caducó allá por el 2001, su acción solo tiene cierta gracia si es mirada en función puramente técnica y sus personajes no poseen nada parecido a una personalidad o alma. Matan a uno de ellos, importante, y al segundo lo cortan con un chiste de salón. Dos minutos después la música nos dice que sí, que lo que pasó es importante, aunque la trama diga lo contrario. Hay personajes cuyos “nombres de guerra” son Champagne, Whisky o Martini y, como trabajan en una destiladora, alguien supone que eso puede ser gracioso. Y así, ad eternum. El único que se salva es Elton John –en un rol secundario o un cameo largo–, que tiene el camp incorporado en su persona. En EL CIRCULO DORADO una peculiar narcotraficante encarnada con poquísimo entusiasmo por Julianne Moore y personalidad armada cruzando referencias de referencias de películas manda a matar a un montón de los agentes de los Kigsmen en un plan que incluye poner al borde de la muerte a medio planeta con drogas modificadas. Lo hace desde un perdido palacio que es una mala copia de una broma de AUSTIN POWERS. Los elegantes hombres de Saville Row (Taron Egerton y Mark Strong son los únicos sobrevivientes, aunque SPOILER ALERT uno que murió en el primer filme aparece ya anunciado desde el poster) se quedan sin nada y viajan a Kentucky donde, escondida tras la fachada de una productora de whisky, hay otra agencia de espías que los debería ayudar. El chiste es obvio: los elegantes ingleses de sastrería frente a los aparentemente pajueranos americanos de Kentucky (sí, hay un chiste con “Fried Chicken”). Al combo no lo salvan ni Channing Tatum, ni Halle Berry, ni Jeff Bridges, todos cobrando por minuto y poniendo el mínimo de onda posible. ¿Qué es salvable de la película? Yo diría que nada, porque más allá de que las escenas de acción estén ingeniosamente “dibujadas por computadora” no tienen –salvo la primera– mucho interés dramático ni narrativo, solo cuentan en plan “veamos qué efecto cool inventamos ahora” o, si uno se pone positivo, lo puede ver casi como un cartoon de Tex Avery y compañía. Pero no más. La mezcla de violencia brutal con bromas ad hoc resulta repetitiva e intragable (los chistes además suelen ser muy malos y básicos) y la trama apenas toca algunos ejes políticos de interés pero luego recula hacia un mensaje mucho más tradicional ligado al “flagelo de las drogas”. Cerrando como cierra, queda claro que pese a que la narración diga lo contrario, en KINGSMAN los que ganan son los villanos, dentro y fuera de la pantalla. Y el responsable mayor es Vaughn, heredero de la escuela noventosa de Guy Ritchie, Danny Boyle y la más actual de Edgar Wright. Si bien este último es, comparado con los otros tres, un talento mayor, casi un Hitchcock de la cinefilia, los cuatro comparten ese gusto por el efectismo digital y la broma supuestamente ingeniosa y canchera. Wright suele hacerlo muchas veces bien. Ritchie hace años que perdió el rumbo. Boyle ya circula en su propio universo. Y Vaughn va cayendo, poco a poco, desde su extraordinaria LAYER CAKE hasta ahora, en el mismo ciclo de caída de una Cool Britania que solo sigue existiendo en sus cabezas y que pertenece a sus memorias juveniles de 1995. Una celebración que parece la de una banda de amigos publicistas con demasiado dinero y con un desdén absoluto por todo aquello que tenga que ver con lo cinematográfico. Ah, y dura casi dos horas y media…
Pochoclera al máximo, divertida, entretenida, estilizada y sobre todo muy delirante. A algunos espectadores puede llegarles a agotar la extensa duración, ya que cada vez que parece que se está aproximando el desenlace, aparece...
Los superagentes del disparate… En la misma sintonía que su antecesora, la secuela de Kingsman es una sátira delirante del mundo del espionaje que, cuando no es ácida y divertida, destella con escenas de acción vibrantes y efectivas. Es una película bipolar, de alto contraste, que podría ser mejor si se comprometiera más con su género troncal. Lo mejor: - La cinematografía en general, las escenas de acción en particular y, por sobre todas las cosas, la fantástica edición digital - Un reparto de lujo Lo peor: - Llevar el disparate al extremo desdibuja a los protagonistas y quita sustancia a la trama
Más recargada pero con menos fuerza "Kingsman, el círculo dorado" es la secuela del éxito sorpresivo que fue la primera entrega que se estrenó en 2014. La historia se centra en un grupo secreto de espías británicos llamado Kingsman que opera por fuera de las órbitas gubernamentales y se encarga de acabar con villanos tan malos como excéntricos. Uno de esos agentes es Eggsy (Taron Egerton), nuestro protagonista quien fuera reclutado en la primera parte por Harry (Colin Firth). La primera película se centró en la presentación de los Kingsman y en el reclutamiento de Eggsy, mientras que esta secuela se enfoca ya de lleno en el accionar de los agentes en contra de un nuevo villano, la malévola Poppy (Julianne Moore). Acá creo que pierde un par de puntos la propuesta ya que algo interesante que tenía la primera parte era toda la emoción de introducir al espectador a este mundo oculto de espías y a quien se convertiría en el héroe de la historia. En "El Círculo Dorado" el relato pierde riqueza y se reduce al surgimiento de un nuevo villano a ser vencido. Es verdad que se suma la facción estadounidense de vigilantes para unir fuerzas con los Kingsman, pero esto no es suficiente para darle cuerpo a la trama, que dicho sea de paso debo decir que se puso un poco ridícula de más. El guión de la primera parte era irreverente y un tanto bizarro, lo que le daba puntos por simpatía, pero en esta secuela la bizarreada toma un nuevo nivel con el que no todos nos sentiremos tan entretenidos. Por ejemplo la villana del film es uno de estos exponentes bizarros de más de los que estoy hablando. No hay una mala labor de Moore, sino que el personaje mismo resulta demasiado inverosímil y caricaturesco. Algo que sí mejora mucho con respecto al primer film son las escenas de acción que son realmente maravillosas y divertidas, con piruetas imposibles y efectos de especiales y de cámara que permiten apreciar todo el combate. El elenco se agranda con nuevas y espectaculares adiciones como las de Jeff Bridges, Channing Tatum, Halle Berry, Michael Gambon, Pedro Pascal, Elton John, Poppy Delevingne y Julianne Moore. Vuelven Taron Egerton, Colin Firth, Mark Strong, Edward Holcroft, Sophie Cookson y Hanna Alstrom. Una película de acción más ruidosa y combativa que su antecesora que tiene menos para ofrecer en lo que a historia se refiere. Los fans de la primera entrega creo que van a salir satisfechos pero no maravillados.
Crítica emitida por radio.