¿Un banco maldito? Y pensar que hubo una época repleta de películas clase B como el ejemplo que nos ocupa, La Bóveda (The Vault, 2017), una creación que no se decide entre los diversos géneros que trabaja y que a decir verdad tampoco brilla en ninguno de ellos como para conseguir destacarse de la tradición de siempre o darle nueva vida a sus ingredientes, circunstancia que paradójicamente nos mantiene viendo -a pesar de ciertos pasajes de sutil aburrimiento- a la espera de ese volantazo que suele llegar en algún punto del caótico relato de turno. Ahora buena parte de los convites de bajo presupuesto son una porquería hecha y derecha que trata de imitar lo peor del mainstream (léase la obsesión con los CGIs y las recurrencias nostálgicas en pos de construir franquicias interminables) o productos bastante pasables con poquísima visibilidad (conservadurismo y concentración de los exhibidores de por medio). Este opus de Dan Bush, en esencia conocido por haber codirigido la amena The Signal (2007) junto a David Bruckner, unifica la estructura de las heist movies con el terror de fantasmas acechantes símil maldiciones arrastradas a lo largo del tiempo, dos estratos que nunca terminan de encajar entre sí debido a la torpeza de la ejecución del realizador y por los pobres diálogos del guión de Conal Byrne y el susodicho, el cual combina algunas buenas ideas aisladas, relacionadas sobre todo con una doble sensación de peligro cortesía de los seres humanos y los espectros, y un nudo narrativo bien lerdo en el que la fuerza del inicio se licúa vía una historia en espiral basada en situaciones que se repiten sin cesar, haciendo que la acción no avance y acercándonos hacia otro de los grandes problemas de los films de nuestros días, eso de que muchas veces no logran encauzar la trama principal. Hoy el asunto gira alrededor del asalto al banco Centurion Trust por parte de los hermanos Leah (Francesca Eastwood), Vee (Taryn Manning) y Michael Dillon (Scott Haze), más un par de secuaces, en pos de conseguir una linda suma de dinero para que Michael salde una deuda impagable con vaya a saber quién. Como el número recolectado les parece insuficiente, los ánimos se empiezan a caldear y así un hombre llamado Ed Maas (James Franco), aparentemente el subgerente de la sucursal, toma la voz cantante entre los rehenes y les comenta a los muchachos y muchachas con armas que en el sótano hay una bóveda con unos cuantos millones de dólares y que sólo deben abrirla. Desde ya que las cosas no resultarán tan fáciles porque entre la oscuridad andan merodeando los espíritus de los muertos de un robo precedente de 1982, a lo que se suma el eventual arribo de la policía. Si bien el rol de Franco es pequeño, alcanza para reconfirmar que el señor está en el buen camino a nivel actoral, como ya lo demostrara con la excelente The Disaster Artist (2017). Otro aliciente fundamental lo aporta la presencia de la bella y talentosa Eastwood, hija del amigo Clint, a quien también pudimos ver hace poco en la enérgica M.F.A. (2017). Complementando lo dicho con anterioridad, así como a una interesante introducción que abarca la toma del banco le sigue una colección de clichés del horror más perezoso que empantanan el devenir, de la misma forma el desenlace levanta un poco la cabeza y nos regala algún que otro instante de genuina tensión, aunque lamentablemente la propuesta desaprovecha tanto la temática fantasmagórica y el sustrato policial como los mismos intérpretes, redondeando una obra deficitaria pero no desastrosa a niveles insoportables…
Cualquier mirada más o menos atenta sobre las películas de terror siempre va a notar algo: cuando el guion está bien construido (y con él sus personajes), la manifestación monstruosa o el villano tiende a funcionar como un espejo trastocado del personaje principal o de alguno de sus aspectos. Para decirlo más directamente: en el drama construido por el relato hay un personaje que tiene sus propios conflictos y el “monstruo” es la figura que hace que estos salgan a la luz, que se expresen, estallen, y se constituya una lucha. Las figuras monstruosas ponen en movimiento a la trama y a los personajes, y así el terror conecta con una de las bases fundamentales de los géneros, que es el melodrama. Entre ambas partes hay una relación bidireccional (y hasta a veces de identificación) que nos salva de lo arbitrario. En La Bóveda (The Vault), la construcción podría ser digna pero se vuelve mediocre y, luego, arbitraria. Tenemos una situación de robo de banco prolongado que va deviniendo en otra completamente distinta, donde los fantasmas de los rehenes de un robo anterior (en 1982) reaparecen como verdugos a cobrarse venganza. Hasta ahí todo puede salir bien porque, además, tenemos algunos personajes sobre los que podemos depositar ideas. Francesca “hija de Clint” Eastwood interpreta a Leah, uno de los miembros de la banda de ladrones que vamos conociendo durante el metraje. De una forma casi azarosa y llena de vacíos narrativos, se nos conduce a pensar que su conflicto pasa por la autoridad, o más bien su capacidad para mantener el orden durante el robo. Pero el contexto es pobre y todo lo que nos acerca a la voluntad de los personajes se diluye, como si fuera tan sólo una palanca para hacer avanzar las acciones del relato. Michael, su hermano, desarrolla en su personaje toda una sensibilidad para con los rehenes que nunca alcanza a tener su fundamento, como si simplemente se tratara de su rol funcional al guion. En el robo anterior, el ladrón se volvió locó y torturó a los rehenes hasta matarlos. Con eso como antecedente, y si tratamos de encontrar alguna relación bidireccional, Leah debería tener algún tipo de eco. Lo que aparece ahí es un enorme fuera de campo como tensión que la película ni siquiera comienza a entender cómo manejar, y termina limitándose a hacer una inverosímil escena (completamente fuera de tono) en la que ella casi electrocuta a otro personaje con una lámpara convertida en picana. Otra pura palanca para coser puntos sueltos. Pero si hay algo que termina de demostrar que la La Bóveda es un fracaso tanto como película criminal como de terror, es la innecesaria vuelta de tuerca a la que nos somete al final. Una de esas que sólo aspiran al ligero asombro, casi automático, de acción y reacción ante un pequeño giro del guión que incluso está burdamente “explicado” con la puesta en escena durante el relato y que nos hace enganchar las fichas del juego. La película se termina de coser pero en su pura superficie, sin nada relevante debajo, puesto que no hay ninguna verdadera fe en el género.
Una entretenidísima y atrapante producción realizada con ganas, bien escrita, muy bien interpretada y con un muy buen desenlace que sorprenderá a la gran mayoría. Aquellos que no son muy amantes de las historias con fantasmas o muertos, sepan que....
Clichés espectrales Así como uno de los supuestos ganchos atractivos de esta producción se acomoda perfecto en la idea de deja vu, el concepto se extiende al tener en cuenta que este film mediocre no sale del stándard de los malos productos que por esas incongruencias ocupan tiempo y espacio en una sala comercial. James Franco confirma lo poco que le interesa mantener un nivel aceptable al prestarse a estos “jueguitos” donde es claro que la pose de estar más allá del mainstream, pero sin escapar de los códigos y los beneficios, terminan coronando insólitas apariciones en este tipo de propuestas. Todo arranca como película de atraco a sucursal bancaria, con un grupo de hermanos donde las féminas llevan la voz cantante y el monopolio de la violencia frente a un hermano menos agresivo. Claro que la primera regla de moralina -cuando la ambición puede más- llega a partir de la escasa suma de dinero que obtienen y la sugerencia por parte de uno de los rehenes (Franco) de la existencia de una bóveda en el subsuelo de esa entidad, espacio misterioso y escenario propicio para el avance del elemento sobrenatural y la pesadilla de los atracadores. En ese sentido como híbrido, La bóveda no se decide qué camino tomar y la indecisión condiciona el interés en una trama que se desinfla apenas surge el cambio de registro. Resultaba más que evidente apelar a otra cosa cuando el tronco narrativo transitaba por los caminos del robo frustrado por algún inconveniente imprevisto, elemento que siempre genera sangre e internas dentro del grupo. Otro despropósito que llega al cine, con el rostro de James Franco y la hija del veterano Clint Eastwood, Francesca, para ponerle algo de pimienta a un plato desabrido.
La bóveda, de Dan Bush Por Ricardo Ottone Una buena cantidad de relatos de terror transcurren en lugares que no son simplemente una locación de fondo donde transcurren los hechos, sino lugares que poseen su propia carga siniestra, casi como si fueran personajes en sí mismos, monstruos o antagonistas. Stephen King los pensó como un arquetipo en su libro de ensayo Danse Macabre y los bautizó The Bad Place (el lugar malo). Este Bad Place puede ser cualquiera, el bosque en La bruja, un hotel en El resplandor, una nave espacial en Event Horizon. Pero la forma que le vemos con más frecuencia es la Casa Embrujada de la cual tenemos cientos de películas, la mayor parte imposibles de distinguir una de otra, estrenándose cada tanto. Y si el Bad Place puede ser cualquiera, un banco puede cumplir el rol sin problemas. De hecho las mismas reglas de la casa embrujada se le pueden aplicar fácilmente. Esto es exactamente lo que sucede con La bóveda. Un grupo de asaltantes liderado por tres hermanos, dos mujeres y un varón, entran a robar un banco con la esperanza de llevarse un buen botín. El disponible no era el esperado y la situación, tensa de por sí, se pone todavía más inflamable. Un empleado, con la idea de que los ladrones se den por satisfechos y se vayan sin lastimar a nadie, les propone abrir la bóveda que está en el sótano al que nadie visita y que contiene varios millones de dólares. Lo que se van a enterar más tarde y de mala manera es que nadie baja porque allí se ven y se oyen cosas raras. Averiguando un poco más se revela, como suele suceder en los sitios embrujados y en los lugares malos en general, que hubo un acontecimiento en el pasado del banco que lo dejó de algún modo contaminado con una presencia oscura. Un intento de asalto ocurrido hace más de cuarenta años que terminó con todos los rehenes asesinados y el psicópata asaltante desaparecido. Una vez ahí, van a descubrir que lo que queda de estas entidades sigue dando vueltas por ahí abajo. Se podría entonces pensar a La bóveda como una suerte de crossover entre película de asalto, película de lugar embrujado y también del subgénero que bautizamos como “a los ladrones les salió el tiro por la culata”, ese tipo de historias donde los delincuentes se encuentran con algo que es mucho más peligroso que ellos y pasan de victimarios a víctimas (secuestran un niño diabólico, entran a la casa de un psicópata, etc). En este caso su carácter de inesperadas presas es doble, acorralados por el peligro externo y terrenal de la policía que sitia el edificio y por el interno y sobrenatural que los acecha en los pasillos subterráneos. El punto de vista es el de los asaltantes, en particular las dos hermanas, las cuales representan, como también es habitual en estos casos, dos facciones dentro de la banda, los duros y los blandos, los locos peligrosos de los cuales nada nos importa y los buenos que están cometiendo un acto equivocado por una necesidad que los supera y con los cuales tenemos más empatía y preocupación. Su retrato es bastante básico: los malos sacados y los buenos de buen corazón cuyo extremo es el hermano culposo (bueno, en realidad, sí tiene la culpa ya que es por él que están ahí). Hay también un elenco interesante que hace un buen papel pese a lo esquemático de sus personajes. La bóveda es original en su rejunte de subgéneros pero ahí se le acaba la novedad. Después de eso es la aplicación del planteo de manera más o menos esperable: tipos que andan solos por pasillos oscuros, apariciones fantasmales, muertes truculentas y los sobresaltos de rigor. Aun así, es esta misma mixtura la que consigue mantener el interés LA BÓVEDA] The Vault. Estados Unidos. 2017. Director: Dan Bush. Intérpretes: James Franco, Taryn Manning, Francesca Fisher-Eastwood, Scott Haze, Q’orianka Kilcher, Jeff Gum, Clifton Collins Jr. Guión: Dan Bush, Conal Byrne. Fotografía: Andrew Shulkind. Edición: Dan Bush, Ed Marx. Música: Shaun Drew. Duración: 91 minutos.
La Bóveda: Botín Fantasma. Llega un film indie bastante peculiar que busca mezclar un atraco a un banco con el cine de terror sobrenatural. ¿El resultado? Acá te lo contamos. La Bóveda o The Vault es un film Clase B que busca mezclar el thriller con el terror sobrenatural. No es la primera vez que se busca yuxtaponer dos géneros tan disimiles, la cuestión es que en esta oportunidad se hace de una forma ineficaz y poco amalgamada. Generalmente, los films de horror tienen como objetivo sacar a relucir los miedos más intrínsecos del ser humano ya sea tanto del espectador como de los propios personajes que protagonizan la historia. Los monstruos o entidades paranormales sirven a modo de representación de los propios miedos, miserias y demás yerbas del hombre encarnados en una sola forma. El problema del largometraje en cuestión radica principalmente en que los fantasmas o antagonistas sobrenaturales tienen poco sustento. Tienen tan poco peso que la película gasta un tercio del relato (aproximadamente 30 de los 90 minutos) en presentar el robo y los personajes, pero en ningún momento se hace mención a los antagonistas fantasmagóricos más que en la secuencia de títulos y en unos breves flashbacks surrealistas. El film cuenta la historia de dos hermanas que se ven obligadas a robar un banco para salvar a su hermano, pero lo que parecía un atraco habitual se convierte en una auténtica pesadilla. La situación gira 360 grados cuando el gerente del banco (James Franco), lleva a los ladrones a la cámara acorazada del banco que se encuentra en el sótano, pero ese lugar esconde algo que ni las cámaras de seguridad pueden ver. El director Dan Bush (The Signal) nos ofrece una premisa con potencial pero llevada a cabo de una manera atropellada, poco inspirada y con varios clichés a nivel narrativo. Una empleada del banco se pone a contarle el evento pasado en el que desemboca la actividad paranormal en un ejercicio de sobreexposición de información bastante poco sutil. Previamente, otro empleado del banco había hecho algo parecido con el personaje de Francesca Eastwood (Fargo, Heroes Reborn) que se había hecho pasar por candidata a un trabajo en el establecimiento bancario previo al atraco que iniciaría con sus hermanos. James Franco (The Disaster Artist) y Taryn Manning (Orange is the new black, Hawai 5.0) completan el grupo de personajes secundarios que también resultan ser poco atractivos. Franco fue vendido como protagonista cuando apenas cuenta con una participación relegada que solo cobra importancia en el transcurso final del relato. En síntesis, La Bóveda desperdicia su potencial atractivo para volverse un ejercicio mediocre a nivel narrativo, repleto de baches argumentales y de situaciones azarosas que desembocan en momentos predecibles y poco inspirados. La mixtura de géneros resulta ser poco armónica y pareció haber sido preparada de manera forzada. Es así que la cinta termina fallando tanto en el ámbito del terror como en el thriller criminal. En último lugar la vuelta de tuerca del final esta impuesta a los golpes con una explicación toscamente preparada que podría haber sido justificada de mejor manera.
Todo comienza con el robo a un banco, donde un grupo de asaltantes toma como rehenes a los trabajadores y clientes para llevarse el dinero de la recaudación. Sin embargo, no es suficiente para pagar las deudas. Ante la sensación de peligro y de que sus vidas estaban en juego, Ed Maas (James Franco), un empleado, decide ayudar a los malhechores indicándoles dónde se encuentra una antigua bóveda. Y es entonces donde los problemas empezarán para el equipo. “La Bóveda” es un film con muy buenas intenciones, que busca otorgarle algo nuevo al policial, vinculándolo con el terror o los fenómenos paranormales. Sin embargo, la ejecución no resulta del todo efectiva, ya que esta transición de géneros se realiza de una manera brusca. No existe un equilibrio armonioso entre ambos, sino que su traspaso ocurre de un momento a otro. Lo mismo pasa con el clima. No tenemos una ambientación o banda sonora que nos transmita la sensación de tensión o terror propicia de los géneros seleccionados. A pesar de que el espectador esté entretenido con el argumento, no vivirá en carne propia la experiencia de los personajes. Por otro lado, nos encontramos con una sobre exposición de información de lo que está ocurriendo en pantalla. Si podemos verlo con nuestros propios ojos, ¿es necesario que los distintos personajes nos relaten lo sucedido? Eso genera no sólo que el espectador no pueda sacar sus propias conclusiones de los hechos, sino que la historia se vuelva un tanto predecible y nos anticipemos a los grandes giros de la trama. Incluso el final podría ser tan sorpresivo como otras películas del estilo, pero al haberlo explicado durante la narración, no provoca el mismo impacto. El elenco está conformado por varias caras visibles, como Francesca Eastwood, la hija del reconocido actor y director, que si bien no tiene una vasta experiencia, viene de una familia con talento, y Taryn Manning (“Orange is the New Black”) como parte de los asaltantes, dando buenas actuaciones con puntos contrarios. James Franco hace un papel sobrio, pero funcional a la trama, reafirmando que no sólo se siente cómodo con personajes cómicos. En síntesis, “La Bóveda” es una película bien intencionada que tiene una idea original para llevar a cabo pero que podría haber sido mucho más efectiva si se aplicara el concepto de menos es más. No está mal mezclar géneros si se consigue que el resultado sea más que la suma de sus partes. Lo mismo ocurre con los giros narrativos, que son interesantes, pero que al exponer toda la información en el relato ya se vuelven predecibles antes de que ocurran. Una cinta que genera esa sensación de que podría haber sido mucho mejor de lo que es, pero que igualmente, y a pesar de sus falencias, logra entretener al espectador.
Una de esas películas que inexplicablemente llegan a salas y que bien tendrían que haberse directamente estrenado en televisión o DVD. Aparentemente los distribuidores locales apuestan a James Franco (que de hecho aquí está peor que nunca) para traccionar público tras “The Disaster Artist” a esta propuesta que mixtura géneros (robo y fantasmas) sin llegar a ningún lado.
Con un comienzo inquietante y vertiginoso, La bóveda intenta fusionar dos historias que parecen irreconciliables: un relato de acción con el ambicioso robo al banco Centurion Trust que arrastra un pasado sangriento y fantasmagórico ocurrido en 1982, y otro con fantasmas vengativos. Dos hermanas Leah -Francesca Eastwood, hija de Clint- y Vee -Taryn Manning- deciden robar un banco para salvar la vida de su hermano que debe dinero en esta historia que pone al descubierto ambiciones, necesidades y enfrentamientos entre los personajes cuando no encuentran el dinero deseado. Siguiendo la sugerencia del Gerente del Banco Ed Mass -James Franco-, la banda se dirige entonces a la bóveda ubicada en el sótano sin saber que algo malvado se esconde ahí. En una entidad en la que los cajeros no duran demasiado y escuchan ruidos extraños, el ingreso del grupo comando encapuchado -lo más destacado de la película- está dispuesto a todo sin imaginar que lo sobrenatural los espera escalones abajo. En La bóveda, el clima de suspenso del inicio deja lugar a los clichés del género de terror, entre figuras enmascaradas que se deslizan en el subsuelo causando sobresaltos y borrando la atmósfera conseguida en la primera parte del relato. Son como dos películas en una que comete el peor de los pecados: se adivina el final, entre pasillos lúgubres, bolsas de dinero y un pasado fantasmagórico que vuelve para quedarse.
Un grupo de maleantes entra a robar a un banco, tomando de rehenes a los empleados. Pero no solo tendrán que lidiar con algún intento heroico por parte de éstos, o con la misma policía que se entera del asunto de forma casi inmediata con el atraco; sino con algo terrorífico que se esconde en la bóveda de dicha institución. Si hay algo que tiene a favor La bóveda (quizás de lo poco), es que trata de ser original en el ya agotado sub genero de los robos bancarios; dándole un toque sobrenatural que se agradece, pero que por desgracia no está del todo bien pulido. Si, seguramente muchos nos tilden de llorones o quejosos, pero es que viendo la película, se intuye que algo malo pasó en dicho lugar, manejando con buen timming el suspenso y sin apresurarse en dar explicaciones; o mejor aún, sin intentar sobresaltar al espectador con algún susto forzado que no venía de la mano con lo que se estaba contando. Pero cuando se nos presenta el caso sobrenatural, es de forma tan torpe y abrupta, que más de un espectador va a tener cara de “WTF” en el cine y va a sentir que le mintieron en la cara. Incluso uno bien podría dividir la película en dos, separando ambos géneros y presentándolos como cortos independientes, y ambos funcionarían bien por cuenta propia. Y ese es el gran problema de La bóveda, que nunca vemos una cohesión entre el terror y el suspenso. Aparte que en lo que se refiere a las actuaciones, salvo por James Franco, el resto del elenco es bastante limitado en sus capacidades actorales; en especial, Francesca Eastwood, quien por lo visto no heredó el talento de su padre y es igual de (poco)carismática que su hermano Scott. De todas formas, pese a sus muchas irregularidades, La bóveda es una de esas películas que si uno deja pasar sus incongruencias, no nos termina aburriendo, además que se pasa volando (mucho influye sus escasos noventa minutos). Si solo buscan ver un film para pasar el tiempo, y olvidarlo a los pocos días, tienen una buena opción en esta mezcla de géneros. Si no, mejor piénsenlo dos veces antes de darle una oportunidad.
Lo primero es la familia Aprovechando la distracción que brinda un enorme incendio, dos hermanas improvisan una banda para asaltar un banco y salvar a su hermano de un prestamista al que se le está acabando la paciencia. Para su desesperación, la caja fuerte está casi vacía y el botín es mucho más modesto de lo que pretendían. Viendo el peligro que significa el nerviosismo de los asaltantes necesitados de dinero rápido, uno de los rehenes -que parece conocer todos los detalles del edificio- les revela que en uno de los sótanos, en un sector olvidado que ya nadie frecuenta, existe una antigua bóveda privada con varios millones de dólares que no son del banco y que probablemente nadie va a extrañar. Lo que evita mencionar es el motivo por el que nadie se acerca a la bóveda: estuvo vinculada a un violento asalto en los 80s, donde un sádico criminal torturó durante días a sus rehenes antes de matarlos, un hecho que dejó su marca indeleble en el edificio y particularmente en esa robusta bóveda que sería mejor dejar en paz. Una máscara y varias bolsas El desarrollo podrá ser bastante lineal y simple, pero el giro en la premisa alcanza para ponerle un poco de aire a una propuesta que no pretende nada más que entretener un rato; rara vez en una película de terror el argumento soporta un análisis profundo y sería un poco injusto esperar más. Se nos cuenta lo mínimo indispensable de cada personaje como para darle un poco de personalidad y justificar sus acciones, el resto es producir situaciones inquietantes con siluetas en las sombras y apariciones que por suerte no recurren al sobresalto ni la violencia gratuita para generar una reacción en el público. Si algo salva a La Bóveda es que parece consciente de sus limitaciones y no pretende ser más de lo que sus recursos le permiten ser, sin cruzar la fina línea entre lo modesto y lo ridículo. Con síntesis y buen ritmo La Bóveda sostiene una historia sin sorpresas que no aguantaría muchos minutos más de metraje ni propone nada destacable. Es esencialmente una película de terror de bajo presupuesto bien manejado, reparto televisivo, y una cara conocida como la de James Franco dando un poco más de repercusión a lo que probablemente hubiera terminado como un estreno directo a DVD. No tiene la necesidad de construir historias rebuscadas ni de plantear escenas llamativas, con astucia recurre a siluetas y apariciones breves que no llegan a desgastar el recurso, por más previsible que resulta la mayoría de las veces. Conclusión Aunque clásica y previsible en el desarrollo, La Bóveda hace buen uso de la síntesis de recursos para entregar una historia de fantasmas con algunos momentos inquietantes, la cual seguramente no quedará en el recuerdo una vez que termine.
Extraña mezcla de film de robo de bancos mezclado con el terror, asaltantes de carne y hueso con fantasmas, muertos que regresan y un suspenso módico que solo da un entretenimiento que por momentos roza lo obvio y nada original. Una sucursal de un banco que esta por cerrar cumplido su horario, recibe en el último minuto a una clienta gritona y a una aspirante a un trabajo en el lugar. Ellas formaran parte de la banda que tiene buenas intenciones, ayudar al hermano de las chicas y amigotes del grupo, a juntar dinero para pagar sus deudas. Parecen y son improvisados. Y cuando un gerente les sugiere que en los sótanos esta el verdadero botín, el terror no muy sorprendente comienza a actuar. Vueltas de tuerca continúas para un argumento por lo menos raro, que pretende una originalidad que no puede sobrellevar lo pueril. En el elenco abundan nombre muy conocidos como James Franco, Francesca Eastwood (hija de Clint) y la intensa Taryn Manning (“Orange is the new Black”).
Los ladrones más inexpertos Dueñas de historias básicas y directas, y con la acción contra el tiempo como único centro narrativo, las “heist movies” (“películas de golpes”) ensayan un regreso sin gloria en este thriller de tintes paranormales que regurgita algunas de sus fórmulas sobre el molde narrativo de una de terror y que se estrena en la Argentina gracias a la presencia de James Franco en un rol de reparto mucho menor al que presagian los afiches y la información de prensa. Difícil entender qué hace un actor reconocido y popular en una película absurda y sin sentido, encerrado en un relato incapaz de construir tensión y mucho menos de asustar, y víctima del guión con la vuelta de tuerca más involuntariamente hilarante que se haya visto en años. ¿Tan mal anda Franco para laburar en semejante film de baja estofa? Algunas teorías: un error, una necesidad económica, la devolución de algún favor o, por qué no, el morboso placer de participar en una producción digna de Tommy Wiseau, aquel director al que le dio vida en The Disaster Artist para recrear el rodaje de la que es considerada la peor película de la historia, The Room. En las heist movies las cosas pueden salir mal. Para evitarlo, nada mejor que planear. Puede ser antes o después del punto cero del relato, pero las bandas llegan al golpe sabiendo, como mínimo, dónde están y qué tiene que hacer cada uno de sus integrantes. Este cronista no recuerda a unos ladrones tan inexpertos como los de La bóveda, salvo en aquellos casos en los que esa inexperiencia funciona como elemento humorístico. Las chicas y los hombres entran al banco sin saber absolutamente nada. Bastaba con googlear para enterarse que allí, unos 35 años atrás, un ladrón terminó prendiéndose fuego junto con los rehenes al verse rodeado por la policía. Fue, según se ve, uno de esos casos históricos que, como el robo al banco de Acassuso en 2006, ocuparon tapas de diarios y revistas durante semanas. Pero los muchachxs viven en un termo y reinciden, como si no existiera ese principio básico de la física que dice que la misma acción en iguales condiciones genera una reacción similar. Para colmo, parece que aquel asalto dejó más huellas que las impresas en los medios. Tres empleadas renunciaron porque vieron y escucharon cosas paranormales, tal como le dice el gerente a una de las cabecillas de la banda, infiltrada en el edificio con la excusa de una entrevista laboral. De haberlo sabido, seguramente se hubieran negado cuando un hombre que se presenta como empleado (Franco) les dice que hay más plata en la bóveda. Peleíta va, insulto viene, los ladroncitos terminan dividiendo tareas y bajando hasta el subsuelo. A partir de acá la película le suelta la mano a la trama delictiva para abrazar otra que apelotona lugares comunes del terror, incluyendo visiones fantasmagóricas, posesiones y suicidios inducidos que asustan sólo por los efectos de sonidos que los acompañan. Filmada con la pereza reglamentaria de la chacinería de los sustos, La bóveda reserva para su desenlace una trampita digna del peor realismo mágico.
Otra película de terror llega a la cartelera. En este caso, dirigida por Dan Bush y escrita junto a Conal Byrne, “La bóveda” parte de una premisa que podría haber resultado interesante: el robo a un banco con rehenes en un mismo lugar donde décadas atrás otro robo con rehenes resultó en un final catastrófico con las víctimas torturadas por un enloquecido ladrón, y en cuya bóveda, el único lugar del banco que cuenta con una cantidad de dinero importante (al menos la que los ladrones quieren o necesitan), residen los fantasmas de aquel fatídico desenlace. Los problemas con esta película son varios y, más allá de la poca inspirada dirección, la mayoría radican en un guión al que se le ven los hilos, lleno de huecos y personajes mal construidos. Los ladrones son tres hermanos: dos mujeres que parecen luchar por tomar la posta (una interpretada por Francesca Eastwood, una de las hijas de Clint, y la otra por Taryn Manning, más conocida por ser Pennsatucky en "Orange is the new black") y un tercero que parece ser el más sensible y dócil, aunque nunca se termine de explotar este costado. Afuera hay un detective (Clifton Collins Jr.) que poco va a aportar más allá de lo funcional. Y dentro quedó un personaje bastante tranquilo y callado, excepto para decir lo justo y necesario, interpretado por un anodino James Franco (nada más alejado que su reciente trabajo en su propia película, “The disaster artist”). Es el suyo un poco el personaje que va moviendo el relato, el que brinda menos información que la que tiene pero la suficiente como para que ciertas cosas vayan de a poco saliendo a la luz. “La bóveda” no funciona como película de robos a bancos porque no logra ni siquiera construir la tensión necesaria pero tampoco funciona como una de terror, más allá de algunos pequeños atisbos, porque no consigue ni buenos sustos. Se mueve entre varios subgéneros, incluso intenta conseguir algo de drama familiar, pero fracasa en su indecisión. La vueltita de giro al final resulta poco sorprendente y original. Las motivaciones de los personajes nunca terminan de ser claras (con quién y por qué tiene ese muchacho esa deuda tan terrible). El film comienza cediendo espacio a la figura del detective, dando algunos atisbos de su personaje, y luego prácticamente desaparece hasta que le conviene a la historia. Todo termina resultando un revuelto de ideas (algunas mejores que otras) sin el trabajo suficiente y deriva en un producto tan aburrido como inverosímil. El problema principal de “La bóveda” es que ni siquiera entretiene. Es una película de terror, si es que elegimos ese género para etiquetarla, sin gracia. A la larga, los rasgos del film que podrían haber sido interesantes terminan todos desaprovechados en una más de esas películas de terror clase B que llegan a la cartelera con cierto atraso. Un género donde se puede hacer mucho con poco siempre y cuando haya buenas ideas y se sepa qué hacer con ellas. Acá nadie sabía qué hacer con una buena idea.
CORRALITO Una hermana, Taryn Manning (Orange Is the New Black), simulando una queja como clienta y la otra, Francesca Eastwood, teniendo una entrevista laboral con el gerente, toman un banco por asalto con la ayuda de su otro hermano, Scott Haze (Midnight Special), y dos cómplices. El objetivo es llevarse medio millón de dolares de los que inicialmente consiguen juntar menos de 100 mil de una pequeña caja fuerte. Cuando las rencillas y reproches internos de la banda comienzan a escalar, interrumpe la sorpresiva ayuda del subgerente Ed Maas (James Franco) que los asesora con la logística no sólo de seguridad, sino monetaria. El problema es que Maas no les ha comunicado a los ladrones el pequeño secreto que habita el sotano del Centurion Trust. En tiempos con la efectividad de La Casa de Papel ( 2017) -que, nota aparte, las alabanzas merecen una larga discusión-, la película de Dan Bush rápidamente se perfila como una de atracos y justo cuando necesita un giro narrativo, muta al género terrorifíco. Entonces la expectativa de la propuesta inicial se desinfla al ver que tanto el grueso de la trama y los géneros que pretende abarcar se recorren a fuerza de sustos, golpes de efecto y poco mas. La Bóveda propone temas y temáticas que nunca llega a completar, sobre todo ese comienzo prometedor con una pálido juego de colores y un pulso intenso que la acercan mas a Sicario (Denis Villeneuve, 2016) o Triple 9 (John Hillcoat, 2016). Sin embargo, esta intensidad se desvanece en minutos y Dan Bush deja lugar a un pobre desarrollo general de la narración, que encuentra problemas en su ritmo – por momentos se embarulla en las tramas que despliega -, en sus personajes – pobre desarrollo y motivaciones poco creíbles – y sobre todo en la ejecución de su trama principal. Lo único que rescata a esta novedosa idea de fallida ejecución es que La Bóveda es coherente con la duración de lo que propone, el guión de Dan Bush y Conal Byrne tiene poco que decir. Y eso es respetado a rajatabla. Por Pablo S. Pons
La bóveda: historia de un robo espectral El intento de revitalizar los géneros tradicionales a como dé lugar, mezclándolos entre sí o abordándolos desde un prisma paródico, ha llegado con La bóveda casi al paroxismo. Es cierto que es una película de austera producción y con una corta participación de James Franco como principal atracción, pero el intento de combinar el cine de asaltos con el terror fantasmal aquí es clave. El director Dan Bush y su guionista Conal Byrne trenzan elementos de ambos universos, construyendo secuencias logradas y otras menos interesantes. Cinco delincuentes asaltan un banco y la tensión de la toma de rehenes se combina con enfrentamientos internos y una historia familiar que atraviesa todo ese plan bastante improvisado. La aventura se pone espectral cuando los ladrones se internan en una bóveda subterránea del edificio. Lo que más afecta a la película son los inexplicables volantazos de guion que se suceden hacia el final, y el abuso de esas presencias terroríficas que mientras eran sugeridas permitían explotar una atmósfera de peligro que mucho tiene de pesadilla interior.
Parece una cosa, y es otra El intento de llevar el robo de un banco al terreno del terror es tan original como fallido. Un grupo de ladrones necesitados intenta dar el gran golpe en un banco para salir de malas. Así comienza La bóveda, como casi toda heist movie, subgénero policial donde los protagonistas suelen buscar la salvación mediante un gran asalto. Pero el cineasta Dan Bush decide llevar la película por otro camino apenas la codicia de los protagonistas, otra de las vueltas recurrentes del subgénero, consigue apartarlos del plan original y los pone en peligro. La historia se centra en Leah, interpretada por Francesca Eastwood, hija de ese Clint que durante los ‘70 protagonizó en el subgénero Especialista en el crimen y El botín de los valientes. Francesca tiene el carisma suficiente para ponerle el cuerpo al intento de golpe que Leah y sus hermanos necesitan dar para saldar sus deudas y empezar de cero. Pero el principal problema que enfrenta la familia no está en la brutalidad de sus compañeros de pandilla ni en la guardia policial que enseguida se monta frente al banco: La bóveda se transforma en una película de terror apenas los asaltantes deciden, por consejo de un sospechoso subgerente interpretado por James Franco, descender a la infernal cámara del sótano del banco, donde se produjo un crimen terrible en los ‘80, en busca de una suma millonaria. La bóveda se vuelve una especie de Del crepúsculo al amanecer y parece trasladar Tarde de perros a la casa embrujada de Amityville, pero los problemas de la película aparecen cuando Bush necesita cerrar de un plumazo las dos líneas narrativas de su premisa. El director se deja llevar por las variopintas trampas que enfrentan los ladrones en el sótano del banco, como si se tratara de una fantasmal Mi pobre angelito, hasta terminar obligado al repentino final pomposo que despeja toda duda y recuerda a los momentos más flojos de M. Night Shyamalan.
En un 2017 en el que tuvo altos y bajos artísticos y personales, este film se ubica en el segundo grupo para el prolífico y desconcertante James Franco. La primera pregunta que surge al iniciarse los créditos es qué hace James Franco en una película de baja estofa como esta. Heist movie entremezclada con un thriller de tintes paranormales, La bóveda está bien lejos de lo que la presencia de un actor de renombre invita a suponer. El robo al banco está encabezado por dos hermanas. Cuando descubren que la bóveda del primer piso no tiene dinero suficiente (la logística y la investigación no son los fuertes del grupo), un empleado del banco (Franco) les sugiere probar suerte con la caja fuerte del subsuelo. Lo que no saben es que ahí ocurrió un hecho catastrófico hace más 30 años. Un hecho que aún hoy tiene consecuencias. La bóveda no tiene la tensión suficiente para funcionar como película de robos ni tampoco las ideas audiovisuales para asustar cuando, superada la mitad del metraje, la historia vire hacia el terror más rutinario. Habrá apariciones fantasmales, posesiones y suicidios inducidos construidos sobre la base de efectos sonoros. Película de indudable espíritu clase B, La bóveda se suma a la larga nónima de films de terror hechos en serie. La vuelta de tuerca más involutariamente cómica de los últimos años corona una película fácilmente olvidable.
Ver The Vault sin saber nada sobre ella es la mejor opción de sobrevivir a este triste intento de híbrido que funciona de a partes, hasta que revela su verdadera identidad y todo lo armado se cae abajo. Su director Dan Bush había co-dirigido la sugerente película de terror apocalíptica The Signal hace una década, pero no queda rastro de dicha inventiva en la que aquí nos compete.
Difícil llegar a los millones La Bóveda (The Vault, 2017) es una película de suspenso dirigida por Dan Bush, quien además está a cargo del guion junto a Conal Byrne. Las hermanas Leah (Francesca Eastwood) y Vee (Taryn Manning) junto a dos amigos y su hermano Michael (Scott Haze) planean robar millones de un banco para sacar a este último de un aprieto en el que se metió. Exitosamente logran despistar a la policía con el inicio de un incendio en un edificio cercano, pero al abrir la caja fuerte se dan cuenta que el dinero allí es muy poco de acuerdo a lo que ellos necesitan. El subgerente (James Franco), que se la pasó escuchando su conversación, les propone un trato: si ellos no lastiman a nadie, él les dirá dónde está todo el efectivo (aparte de ayudarlos otorgándoles la llave e indicaciones correspondientes). Los ladrones aceptan la condición y, para conseguir siete millones, deberán dirigirse a la bóveda del establecimiento. Lo que no saben es que espíritus malignos habitan allí, seres atormentados por un episodio sangriento que ocurrió en 1982. La bóveda es el claro ejemplo de cómo se puede arruinar por completo y en pocos segundos una historia que en su primer acto era de lo más atrapante gracias a la tensión bien construida. Luego de conocer a cada integrante complotado para el mismo fin, con sus actitudes violentas para con los rehenes y su desorganización debido a las distintas personalidades, el relato da un giro tan brusco que se convierte en algo que no tiene nada que ver con lo planteado. De esta manera el interés baja en su totalidad ya que la película se llena de clichés como por ejemplo escenarios oscuros con sombras que por las cámaras de seguridad no se perciben, llamadas que no se sabe de dónde provienen, mitos de terror a los que la protagonista no cree, etc. Esto no hubiese sido problema si los guionistas hubiesen tenido ideas concretas pero no, ni siquiera el conflicto está bien armado. Cuando se decide volcarse a lo sobrenatural, el argumento hace agua por donde se lo mire, volviéndose todo lo que no era en un principio: aburrido, trillado y sin ritmo. Llega un punto en el que la trama no avanza y el espectador debe armarse de paciencia para seguir mirando hasta el final, que además no brinda respuestas sólidas de lo que sucedió. Nunca se llega a comprender qué quisieron hacer con el personaje de James Franco, aparte de que se nota la intención del director por mostrar muchas veces en primer plano la belleza de Francesca Eastwood. Los demás actores se mueven por el banco sin ninguno llegar a destacarse, esto es debido en gran parte a las débiles líneas que les tocó interpretar. Hay uno o dos jump scares que son efectivos en un principio, pero al ver con claridad los efectos utilizados dan risa. Resulta una lástima que La bóveda se convierta en una película olvidable más del montón porque realmente tenía potencial para ser buena. Por suerte no dura más de una hora y media.
Francesca Eastwood (la hija del director) y James Franco son los protagonistas de La bóveda (The Vault, 2017), película que desaprovecha su elenco, tarda en definir su género y lo único bueno es que sabemos que va a terminar. La historia de un trio que roba bancos y se encuentra con una bóveda que encierra muertos vivientes, es de por sí, cautivante. El primer problema del film, es un guion que resulta estar igual o más perdido que sus personajes en el medio del banco. A pesar de contar con Francesca Eastwood, actriz de ascendente carrera, y un actor más consolidado que nunca (James Franco), el relato hace agua porque no sabe definirse (nunca terminamos de entender si es thriller o terror) y, peor aún, tarda en plantear cuál es el peligro al que están atados los personajes. Por primera vez en mucho tiempo, veremos al reciente director de The Disaster Artist: Obra maestra (The disaster artist, 2017) callado, impertérrito, desaprovechado en su sentido del humor y en el talento para poder crear diálogos espontáneos. Además, Dan Bush no sólo logra quitarle todo histrionismo a su estrella, quien interpreta al guardia de seguridad del banco, sino también, el sentido al film, y evidencia el escaso talento para plantear el concepto de la película. Tal vez solo sea un mal comienzo para este director de poca trayectoria en el cine (con esta son tres sus trabajos). Esperaremos con tranquilidad su próxima producción. Por el momento, nos tendremos que conformar con una película pasajera que, tal vez, sirva como pretexto para comer unos buenos pochoclos.
“La bóveda” abusa de los lugares comunes del terror Esta mezcla de policial y film de terror tenía todo para ser una gran película clase B, pero lamentablemente el director Dan Bush no supo ejecutarla como es debido. La idea es muy buena: dos hermanas delincuentes deciden robar un banco para arreglar un entuerto familiar, pero eligen el lugar equivocado ya que allí hubo un sangriento robo décadas atrás que dejó una oscurísima actividad paranormal. Durante la primera media hora, básicamente dedicada al asalto en sí mismo con el agregado de algunos detalles sobrenaturales, el asunto funciona bastante, e incluso promete. Pero a medida que la acción se transporta a la bóveda ubicada en el siniestro sótano el ritmo decae y la acción se vuelve confusa. Por otro lado, las situaciones terroríficas no son demasiado contundentes, y apenas hay un par de sustos bien pensados. Con todo, la premisa funciona como para que el espectador no pierda del todo el interés hasta un epílogo demasiado largo que cae en esos múltiples lugares comunes que reconocen fácilmente los fans del genero. La presencia de algunos buenos actores como James Franco ayuda a recomendar el film, pero para cuando lo pasen en el cable.
Este film es desparejo pero intenta, con ganas de jugar y sin pretensiones, mezclar el género “robo de bancos” (hay dos chicas que tienen que robar uno para salvar la vida de su hermano) y terror sobrenatural (algo terrible se esconde en la bóveda del título). Por momentos, logra que la tensión y el suspenso, a puro golpe de puesta en escena, engranen bien y generen esperanza en un realizador con mirada propia. En otros, las soluciones son a reglamento, pero en el balance final la película vale la pena.
Entre dos mundos. Las películas de robos a bancos y toma de rehenes son un género en sí mismo. La bóveda podría encajar perfectamente dentro de las reglas de dicho género pero busca ir mucho más allá. Dos hermanas deciden robar un banco por razones de fuerza mayor y junto con sus cómplices se encuentran con que no hay suficiente dinero. Este fracaso inicial –la esencia misma del género- sufre un giro inesperado cuando alguien en el banco les dice que el verdadero dinero está en la antigua bóveda del banco, en el subsuelo del mismo. Ese empleado (James Franco, demasiada estrella para una película tan pequeña) quiere llegar a un acuerdo en caso de que el robo a la gran bóveda se concrete. Lo que los ladrones no saben es que años atrás en ese mismo banco ocurrió una masacre que costó la vida a muchos rehenes. Al parecer, algo de lo ocurrido en aquel momento repercute en la actualidad y en su siniestra bóveda oculta. Lo que era una película de robos a bancos pasará entonces a jugar con el cine de terror. Aunque en un comienzo la combinación funciona bien dentro de los límites de una película no muy ambiciosa, alguna vuelta de tuerca de más termina restándole interés a un film clase B que con mayor cuidado podría haber sido interesante.
UNA BÓVEDA CON ACTIVOS MUERTOS La bóveda, como elemento de protección, de contención y seguridad de lo que consideramos valioso, es un elemento que reviste misterio. Incluso hasta pueden albergar cadáveres, las que se construyen con esos fines. Es un lugar sagrado, cuya sacralidad no pasa por lo religioso sino por el valor que le adjudicamos a lo que allí se guarda. Pero así como es de sagrado, también lo es de misterioso -como decía antes-, y eso logra que se convierta en un objeto de deseo, inalcanzable y digno de ser violentado por quienes no pueden reprimir ese instinto, gente que por lo general, practica alguna forma de delito y prefiere la marginalidad para acceder a la misma y no el escalado a través del poder económico. Y como de delito estamos hablando, eso lo que dispara la acción en este thriller sobrenatural. Un grupo de ladrones intenta saquear un banco para salir de apuros y se encuentra con que la cantidad de dinero almacenada allí, de más fácil acceso, es insignificante. Pero existe “la bóveda”, el lugar en el que hay mucho más dinero y al que, por lógica, es mucho más difícil de obtener. Ante el inconveniente, y tras una breve discusión sobre la toma de decisiones, el equipo decide intentar el ingreso al lugar y hacerse con el botín. El problema es que no tienen en cuenta que algo más peligroso puede estar esperándolos dentro. No voy a seguir sosteniendo un misterio forzado cuando desde la misma promoción de La bóveda se adelante que estos enemigos que acechan en ese lugar son fantasmas, demonios, espíritus que se encuentran ávidos de presas humanas a los que intentarán atacar de todas las maneras posibles. Esto, claro, a mitad de metraje, logrará que algunos de los espectadores se desprenda del argumento puramente policial de la historia y por el contrario, otro se entusiasme, aunque es probable que tampoco dure mucho ese entusiasmo. Francesca Eastwood es una de las asaltantes con más personalidad. La hija del querido Clint tiene su mirada, porte desafiante y a la vez enigmático, características que no “ligó” su hermano Scott, que en cambio tiene su “percha” de juventud. Inciso al margen, Francesca sigue siendo un elemento atractivo que logra construir al que quizás sea el personaje más interesante de la película. Claro que también está James Franco, componiendo a un empleado con cara de constipado que guarda un secreto. Papel que debiera tener incluso más misterios y enigmas que el de su compañera pero que no lo logra. Pero no es del todo un problema de Franco, ni tampoco de Francesca el de salvar la película, sino de la poca pericia de su director, que en lugar de convertir un thriller en algo interesante a partir de su sordidez, lo torna denso y con una salida más que predecible gracias a su pobre vuelta de tuerca. La bóveda son dos películas en una, pero esto, pudiendo ser una ventaja, es apenas un cambio de género que tampoco se la juega al extremo. Una película típica de criminales en una situación de encierro y rehenes, con un arranque más que promisorio, que se convierte a empujones en una de fantasmas vengadores con máscaras y no termina de redondear ni de perfilar personajes. La bóveda pudo haber sido un espacio para encerrarse y disfrutar a pura claustrofobia, algo que otros directores especialistas del género pudieron haber logrado con menos recursos aún. Pero aquí todo queda sólo en el intento y ambición de lograr algo medianamente distinto obteniendo, en cambio, un lugar común del que le cuesta mucho salir.
Por un puñado de dólares Robar un banco es uno de los tópicos más recurrentes de la historia del cine, y cuenta con una larga tradición de grandes películas (desde Tarde de perros hasta Fuego contra fuego, como para no abundar). El banco siempre fue una institución sospechosa: el temor a que se robe el dinero ajeno nunca dejó de ser una idea incómoda, perturbadora. Pero lo que pocos imaginan es que el banco también puede enloquecer a las personas, o, lo que es peor, matarlas. La bóveda, dirigida por Dan Bush, propone una interesante pero no del todo satisfactoria mezcla de géneros. Por un lado tenemos la clásica película de atraco a bancos, donde cinco ladrones liderados por dos hermanas entran al banco Centurion Trust a llevarse todo el dinero. Por el otro, nos encontramos con una película de terror con fantasmas y una vieja y macabra historia ocurrida en el lugar. La película cuenta, además, con la presencia estelar de James Franco, que encarna a un personaje secundario pero decisivo, que termina uniendo las dos líneas narrativas planteadas. Es justamente el personaje de Franco quien les dice a los asaltantes que en el sótano del edificio se encuentra la antigua caja fuerte repleta de dinero. Sin embargo, cuando bajan a la bóveda descubren que no están solos, que extrañas y aterradoras presencias los acechan. El problema más visible de La bóveda es que intenta ser una película de terror original (con la particularidad de ser también una película de robo a bancos) pero termina siendo un producto predecible y por momentos inconsistente, con giros de guion remanidos y actuaciones apenas aceptables, y con un deficiente manejo del suspenso, apoyado más en la música, que suena constantemente, antes que en la trama. Toda película de terror, como cualquier buena historia, tiene necesariamente dos niveles interpretativos: el lineal, o literal, y otro que corre subterráneamente. La bóveda es una película de robo a bancos sobrenatural, pero también es una película que, implícita y difusamente, quiere decir algo acerca de la institución bancaria (que en realidad es el personaje central). Su problema principal es justamente del orden de lo moral, ya que su posición se convierte, quizás involuntariamente, en una defensa encubierta del máximo símbolo del dinero. El banco puede robar. Pero si se le roba al banco, hay que pagar.
Su desarrollo comienza bien con un robo simple en un banco antiguo que se va trasformando en un thriller sobrenatural, con fantasmas, su ritmo en un principio resulta rápido e interesante pero con el correr de los minutos sus sobresaltos son lentos, un horror trillado y cae en lugares comunes. El actor James Franco con una participación fugaz, como un empleado del banco con problemas de depresión, el caso de Taryn Manning hace lo que puede y queda solo en el intento, con una vuelta de tuerca que no conforma mucho.
Con una premisa tentadora, híbrida entre thriller y horror sobrenatural, La bóveda no logra enriquecer sus puntos fuertes y termina subestimando, en el camino, la intuición del espectador. Dos jóvenes (Taryn Manning y Francesca Fisher-Eastwood) deciden robar un banco junto a su hermano (Scott Haze), para salvarlo de una enorme deuda. Todo se les va a complicar cuando descubran que eligieron el banco menos indicado, uno que esconde un oscuro secreto ligado a un turbio acontecimiento pasado: la bóveda donde está todo el dinero se encuentra embrujada. Hay que decirlo, la mixtura de géneros no está desequilibrada. La bóveda es tan mal thriller como mala película de terror. La toma de rehenes rápido pierde su dinámica inicial y los tres delincuentes que la protagonizan empiezan a repetirse, a sobre-explicarse, a caer en torpezas. No logran dimensión, no crecen, caminan en círculos que nos marean. Sin que podamos hacer nada al respecto, de un momento a otro, los cautivos empezamos a ser nosotros, prisioneros de la pretendida frescura de un drama que pronto se llena de tibiezas y previsibilidades adornadas que exasperan. Nunca hay una tensión trabajada con minuciosidad en La bóveda, apenas unas actuaciones dignas que nada pueden hacer para elevar la cotización de la obra en sí. Todo pareciera suceder en irrupciones, como si Dan Bush temiera ir demasiado lejos, dejarse fluir. Sí se obsesiona con recordarnos a cada rato que tiene un as bajo la manga. Tanto se esfuerza en adelantar su jugada maestra que no tenemos tiempo de, por lo menos, divertirnos con los artificios de una historia que se desaprovecha acto tras acto. James Franco tiene una participación mínima, interconectando los momentos con escenas de poco pulso climático y narrativo, haciendo que una gota de sudor frío se deslice por nuestra frente cuando empezamos a sospechar el evidente giro final. Cruzamos los dedos para que esa no sea la vuelta de tuerca definitiva y un sinfín de películas con el mismo método aflora en nuestra mente, recordándonos que, de llegar a ser el caso, La bóveda no le llega a los talones a sus predecesoras, obras, muchas de ellas, que salieron a la luz a partir del estreno de la ya clásica Sexto sentido, opera prima de un Shyamalan que se perfilaba como inteligente constructor de desenlaces. Un Shyamalan mal copiado hasta el hartazgo. Y van… La bóveda demuestra que la originalidad en disparadores o momentos de clímax no basta para que una película resulte triunfante. “Todo lo que ocurre en la pantalla debe ser tan inevitable como inesperado”, escribió alguna vez Jean-Claude Carriére, guionista francés que ha sabido ser gran colaborador de Buñuel. Y es justamente eso lo que sigue siendo una deuda pendiente en películas de este calibre, películas que se van para un lado o para el otro de la balanza, omitiendo el tan necesario equilibrio.
El filme dirigido por el creador de “The reconstruction of William Zero”, alterna entre varios géneros sin lograr calar hondo en ningún de ellos. En el relato, dos hermanas, Vee y Leah, interpretadas por Taryn Manning (“Orange is the new black”) y Francesca Fisher Eastwood (“Outlaws and angels”), deciden planificar y ejecutar junto a una banda, el robo de un banco para salvar a su hermano Michael (Scott Haze), conocido por, entre otras películas, “Deber cumplido”. Con un comienzo que se perfila como una historia sobre asaltos más, Bush propone elementos que si bien resultan un tanto cliché, no dejan de ser efectivos: tiros, rehenes, gritos, y un grupo de delincuentes que resultan no estar tan de acuerdo con el plan a seguir. Del lado de los rehenes, James Franco (“The disaster artist”), interpreta a una subgerente bancario que está dispuesto a ayudar a los ladrones a cumplir su misión. Sin embargo, aquel banco no es como los otros y en la bóveda no solo hay dinero. Es a partir de allí, cuando Bush, desde el guión y la dirección, combina el hilo que se desarrolla con el terror, un género que está abarrotado de intentos fallidos. Sin efectos sorpresa, y con pocas escenas a destacar, “La bóveda”, es una película que a pesar de tener un buen casting, podría estar destinada al olvido por su pobre argumento, y la mediocre forma en que es narrada.