El arte burgués de convalidar. Frente a un despropósito de la envergadura de Sausage Party (2016), uno quisiera creer que los responsables -con el limitado e híper repetitivo de Seth Rogen a la cabeza, ese Adam Sandler modelo nuevo milenio- tuvieron una infancia similar a la de la hija de Joan Crawford en Mamita Querida (Mommie Dearest, 1981) y por ello se dedican en su adultez a una especie de inmadurez crónica digna de un adolescente con un coeficiente intelectual por el subsuelo e intereses culturales de segunda mano, siempre orientados al Hollywood chatarra de la década del 80 y aledaños. Pero no, lo más probable es que hayan sido sólo unos burgueses malcriados y aburridos, de esos marcados por una mediocridad ad infinitum que los insta a regresar continuamente al único tipo de humor que conocen, el sexual/ escatológico/ drogón. La pobreza retórica de toda índole se condice con la falta de un mínimo maquillaje en cuanto al sustrato reaccionario y mezquino que anida en estos films. Desde hace muchos años ya, el mainstream más reduccionista pretende vendernos comedias de derecha de reviente hueco y conservador que la van de “cancheras”, cuando en realidad lo único que hacen es convalidar una serie de valores mentirosos y anacrónicos vinculados con la “superación” personal, la mentalidad de rebaño, el chauvinismo, la inmaculada familia, el consumo escapista y distintos tópicos semejantes, en consonancia con los escombros del sueño americano. La arquitectura y premisas narrativas por demás pusilánimes -que no critican absolutamente nada a nivel social, económico o cultural- van de la mano de personajes construidos con trazo grueso, sin originalidad y mediante una catarata de insultos, tonterías y latiguillos cargados de una pirotecnia verbal barata que se agota de inmediato a fuerza de la eterna repetición de lo mismo. La ausencia de inteligencia dramática e ironías siempre genera vergüenza ajena y a los pocos minutos resulta patética. Para el que no lo sepa vale aclarar que en esta ocasión estamos ante un intento fallido de animación para adultos que reproduce al milímetro las características de todo ese cine lava-cerebros de matriz neoliberal, el cual definitivamente prefiere obviar por completo la existencia de artistas en verdad contraculturales -y precursores del rubro en sus diferentes etapas- como Ralph Bakshi, Bill Plympton o el dúo compuesto por Trey Parker y Matt Stone. Aquí tenemos una colección de comestibles de supermercado antropomorfizados que creen en un paradisíaco “más allá” que les espera luego de ser adquiridos por los seres humanos en la grocery store de turno. Nuestro héroe es una salchicha muy fálica y malhablada (interpretada por el propio Rogen, por supuesto) que comienza a cuestionarse el asunto y eventualmente termina fuera del paquete contenedor y a la par de su compañera, un “pan para panchos” símil vagina (en la película no hay nada librado a la imaginación). La propuesta se divide en un puñado de subtramas decadentes, una más tediosa que la otra, y un sinfín de groserías gratuitas que enmarcan prácticamente todas las líneas de diálogo, un esquema a su vez complementado por una animación muy poco elaborada que por momentos pareciera parodiar de manera conjunta -y desde la más absoluta torpeza- la estética y motivos de los opus de Pixar y DreamWorks. Como en casi todas las comedias hollywoodenses de las últimas dos décadas, la sandez y la crudeza más inofensiva son los únicos rasgos de estilo sobresalientes, los que asimismo -aparentemente- constituyen las banderas de una buena parte del público, adoctrinado por cierto mainstream inculto a celebrar la irresponsabilidad ideológica, las poses cool de cotillón y las ínfulas de una rebelión que ya nace castrada. Por suerte la mayoría de estas comedias atolondradas ni siquiera llega a la cartelera internacional, circunstancia que nos regala un dejo de esperanza en pos de que este amasijo de idiotez quede contenido en Estados Unidos y no se siga expandiendo a otros sectores por fuera de los burgueses de buen pasar que no les agrada eso de “pensar”, prefiriendo siempre los productos que convalidan la sociedad circundante…
¿Qué sucede cuando se mezcla el humor ofensivo y ácido de Seth Rogen con las temáticas de Pixar? Bueno… sale algo como “Sausage Party”, una propuesta animada vulgar y extremista, pero que le ofrece al público adulto unas cuantas buenas carcajadas por sus inesperadas vueltas y su retorcido humor. Como si se tratase de “Toy Story”, en el mundo de esta película conocemos los secretos de la vida de todos los alimentos cuando el humano no les presta atención. La historia nos introduce a una salchicha y a su amada (un pan), quienes intentarán concretar su amor físicamente una vez que logren salir del supermercado. Pero, antes de hacerlo se enteran de la realidad, de la crueldad de los humanos al cocinarlos, comerlos, triturarlos y desecharlos.
Rebelión en la granja La fiesta de las salchichas comienza como típica película de Disney: una canción al estilo La Bella y La Bestia, con un mundo ideal dentro del supermercado para transformarse en una fiesta para los alimentos que allí se encuentran, con estética de la animación publicitaria de los 50s. El compositor Alan Menken ya de entrada nos introduce en el mundo de este film producto de la cabeza de Seth Rogen y compañía, que para quienes vieron Pineapple Express o This the end entenderán en qué se están metiendo. Es el tipo de humor que se imaginan y más. Irreverente, provocador, ordinario... y claramente no apto para todos los públicos. Es de esas películas que puede parecer grandiosa o por el contrario una total porquería. Y a decir verdad, a mí me pareció lo primero. ¿Y por qué? A la historia la llevan adelante productos de un supermercado (por lo general son comida pero encontramos de otro tipo también) y esperan con ansias ser comprados por los “dioses humanos” para poder salir por las puertas del supermercado, donde los espera el reino del más allá. Sin embargo no saben que la realidad allí afuera es muy cruda y no como les han hecho creer durante tanto tiempo. Y también es la historia de Frank, una salchicha que sueña con meterse hasta el fondo dentro de un pan para panchos llamado Brenda. Y si son de los que encuentran en esto una connotación sexual, es porque efectivamente la hay. Y no es la única. El guion, además de contar con el uso de drogas, contenido gore, referencias sexuales y étnicas, realiza una crítica a la religión sobre la cual se encarga de reflexionar. No encontramos momentos en los cuales no exista algo de todo esto mencionado, y es probable la falta de costumbre de ver este tipo de películas nos lleve a que impacte aun de forma mayor. Pero todo esto no debe hacernos dejar de lado toda ese trasfondo construido con el fin de dotar de esperanza a la comunidad y preservar el orden social. Encontramos buenos personajes como el de la salchicha Frank y el pan Brenda, pero también secundan de buena forma la otra salchicha (Barry), el taco Teresa, el bagel Sammy, Kareem Abdul Lavash, el villano Douche y Chicle, la goma de mascar. Si bien La fiesta de las salchichas por momentos es un tanto irregular, dado que cuesta mantener alto el nivel de palabrerios y gags de forma continua, haciendo que la parte central se sienta más apagada, lleva adelante momentos muy logrados. Y los últimos 5 minutos del film son con seguridad los que mejor saben hacen sacar nuestras risas y carcajadas. A pesar de no ser excelente, es sumamente entretenida y mantiene la crítica social alta, aun cuando se utilice lenguaje obsceno. Es innegable la originalidad de la historia, el humor que no se queda corto en ningún momento y que lleva marcado el encanto de lo políticamente incorrecto.
Es difícil imaginar una película estilo Pixar mal hablada y sexualizada, pero eso es -ni más ni menos- “La fiesta de las salchichas”. Seth Rogen y Evan Goldberg – junto a los guionistas Ariel Shaffir y Kyle Hunter y los directores Greg Tiernan y Conrad Vernon – han tomado un reconocido y exitoso formato y han logrado subvertir la trama inocente con el diálogo lascivo, los estereotipos innecesarios, y un descenso a la depravación sexual que siempre es bienvenido. “La fiesta de las salchichas” es temáticamente distinto a cualquier otro film en cartelera este año. El crédito, entonces, debe ir a Seth Rogen que aprovecha su star-power para llevar esta idea notablemente tonta y convertirla en una película con una sorprendente profundidad de conceptos, y a Anapurna Films para correr el riesgo de producir animación para adultos. Los animadores por su parte han logrado antropomorfizar la comida lo suficientemente bien como para que sean los personajes los que conduzcan una trama que enfrenta la idea de la fe contra la prueba, y cómo esta se la utiliza para darle sentido a una existencia que sin ella para muchos sería aterradora. Las mercancías de una tienda de comestibles americana esperan con ansias la festividad del dia “rojo, blanco y azul” porque los compradores vendrán a recogerlos para la fiesta. Lo que ellos no saben, es lo que sucede fuera de la tienda, lo que han llamado “el más allá”. Durante generaciones, han sido estafados con una canción/biblia que les promete que los compradores/dioses los llevarán a un lugar mejor, un “cielo”, digamos. En realidad, lo que les espera, claro, es ser destrozados, cocinados y devorados. Cuando un cliente regresa un frasco de mostaza a la tienda, el frasco cuenta los horrores de lo que vio como un veterano de guerra recién llegado. Por supuesto, nadie le cree. En el centro del conflicto estarán la salchicha Frank (la voz de Seth Rogen) y su amante pan de pancho, Brenda (Kristen Wiig), Más astuta que inteligente, el guión pinta todo con brocha gruesa, y subraya también un comentario sobre la división entre judíos y musulmanes. Hacia el final un montaje orgiástico que sonrojaría a la escena de sexo en Team America: World Police (2004) ofrece una parábola existencial sobre el sentido de la vida y la manipulación religiosa, no es poco para una película sobre comida que habla.
Una proposición indecente No sé si era la intención de los responsables de esta propuesta animada para adultos pero después de ver esta fiesta salchichera uno ya no va a poder ir al supermercado y mirar a los alimentos de la misma manera. Y más estupefacto se queda uno cuando ve que los artífices que firman esta alucinógena y descacharrante historia son dos directores que hasta ahora habían ganado fama y prestigio gracias a algunas producciones infantiles de renombre como Shrek o Tomás y sus amigos. Nos referimos a Conradt Vernon y Greg Tiernan, quienes suponemos que sobornados de mala manera por esa panda de cafres de la que forman parte actores como Seth Rogen, Jonah Hill, Paul Rudd o James Franco trasladan al mundo del dibujo animado todo ese universo desmadrado y pasado de vueltas que ya pudimos apreciar en una serie de comedias que pasan por ser de lo más divertido que se ha rodado en EEUU en los últimos tiempos. Títulos como Super Cool, Superfumados, Este es el fin, Una loca entrevista o Los tres reyes malos han pasado a formar parte por derecho propio de la historia de la comedia norteamericana moderna, por mucho que un alud de detractores se empeñen en denostarlas por tratarse de trabajos demasiado políticamente incorrectos. Hasta seis guionistas han perpetrado este auténtico homenaje a la irreverencia más extrema, y nos da en la nariz que se lo deben de haber pasado en grande añadiendo chistes y situaciones caóticas a un libreto que encuentra su mayor virtud en no tener ni pies ni cabeza. Ojo a la sinopsis: una salchicha y un panecillo emprenden una frenética huida por un supermercado cuando se dan cuenta de que los hambrientos compradores no tienen muy buenas intenciones para con ellos. Los inocentes alimentos despertarán a la realidad cuando vivan en sus carnes la voracidad de los que ellos creían Dioses. Hay un par de escenas que son sublimes: una en la que un drogata se inyecta unas sales de baño y a partir de su situación lisérgica puede darse cuenta de que toda su despensa tiene vida propia y otra, ya en las postrimerías, en la que todos los personajes protagonistas encuentran una manera, digamos que “muy curiosa”, de alcanzar la catarsis colectiva. Hasta entonces el ritmo es trepidante, con multitud de autoreferencias cinéfilas y diálogos picantes y de doble sentido que merecerían un segundo visionado para no perder detalle. Quizás ese sea uno de los hándicaps que provoque algún que otro altibajo en el desarrollo de la acción. Se quiere dotar al conjunto de un frenetismo tal que no se deja reposar alguna secuencia que hubiera merecido un poco más de atención. Aquí se dispara contra todos y contra todo, no quedando a salvo ni la religión, ni la intolerancia, ni la homofobia, ni el consumismo compulsivo. Se trata de arremeter contra cualquier convencionalismo con la excusa de la diversión. La crítica y el cinismo se palpa en cada fotograma, y todos los actores y actrices que han prestado su voz a semejante ejercicio demencial (Edward Norton, Salma Hayek, Bill Hader, Michael Cera, Kristen Wiig…tienen su momento de gloria (imprescindible, si es posible, verla en su versión original). Irregular, pero disfrutable por ser tan alocada y salvaje, hay quien ya se ha apresurado a compararla con South Park. Tampoco hay para tanto, porque la legendaria serie ideada por Trey Parker y Matt Stone se halla en un altar donde La fiesta de salchichas no llega. En definitiva, ni se os ocurra llevar a los niños al cine pensando que se trata de un entretenimiento inofensivo. Destila mucha mala leche y hasta un punto de crueldad no apta para todos los públicos, aparte de utilizar un lenguaje subido de tono donde se juega mucho con las ambigüedades. Eso sí, los mayores que aún conserven un punto de gamberrismo adolescente se lo van a pasar en grande.
Diversión garantizada de principio a fin con un desenlace a pura orgía alimenticia (y lo digo literalmente). Si bien hay muchísimas referencias sexuales y unas cuantas guarradas orales y visuales, éstas están al servicio del guión, por lo tanto no...
La Fiesta de las Salchichas (Sausage Party, 2016) es Toy Story con drogas, sexo y muchas, muchas malas palabras. La película es, según el INCAA, apta para mayores de 13. Tanto en los carteles publicitarios como la misma distribuidora en un comunicado se encargan de aclarar que la película es para mayores de 18. Ahora bien, ¿por qué decimos que es la versión retorcida y para adultos de Toy Story? Porque la comida tiene vida. A diferencia de su par infantil, los productos comestibles no tienen que preocuparse por charlar, gritar e insultarse de forma descarada frente a los humanos porque éstos no los ven ni oyen. Todo pasa en otro plano. Claro que ese plano se puede romper con una simple dosis de heroína. Y en esa otra realidad es que transcurre la vida de la comida. Todos viven en un supermercado, felices de estar vivos y de compartir esa felicidad con los otros. El supermercado es su casa y los humanos que compran son dioses. O al menos ellos los ven así, ya que eligen un producto, pongamos por caso una mostaza, y todos los demás festejan porque “fue elegido por los dioses para ir ‘a El Más Allá’”. El Más Allá es lo que llaman a eso que ellos desconocen por estar fuera del supermercado y que es, básicamente, el mundo. En este supermercado es que están Frank (Seth Rogen) -una salchicha metida en su paquete junto al resto- y en la misma góndola pero enfrentados están las pan de pancho -que son todas mujeres- con Brenda (Kristen Wiig). Frank y Brenda están enamorados. Cada uno dentro de su respectivo paquete se desean. Esperan con ansias ser elegidos juntos por los dioses para irse de ese supermercado, cruzar la puerta que lleva hacia El Más Allá, salir del paquete y poder estar juntos de una vez y para siempre. De hecho, eso pasa y allí van, los dos. Claro que cuando llegan a la casa se dan cuenta de que no todo es lo que parece: los humanos acribillan sin piedad a la comida. La cortan en pedacitos con grandes y afilados cuchillos. Ellos ven cómo sus amigos y hermanos mueren hervidos, asados, masticados y cortados por estos supuestos dioses. Hay aquí una especie de analogía un poco burda (tampoco le podemos pedir mucho más a esta película…) con la religión -no importa cuál- y con la relación que se tiene con lo que se cree y se desconoce. O sea, hay algo que se impone: la creencia de que al pasar la puerta del supermercado todo es felicidad. La fe ciega en este hecho es el motor de la película. Los personajes deciden a partir de esto. Tanto los que ya saben la verdad y deciden escaparse y volver al supermercado para advertir a los demás de que vivieron toda la vida bajo el manto de una mentira y los que se resignan. Todo es una gran analogía. Burda, pero analogía al fin. Pasado este punto la película es previsible, pero eso no quita su validez. Con escenas de sexo que rozan por momentos lo pornográfico, la historia se sostiene hasta el final y uno termina con una sonrisa dibujada en su rostro. Desde Freaks & Geeks y Virgen a los 40 (The 40-Year-Old Virgin, 2005), la llamada “Nueva Comedia Americana” pasó por muchas etapas y altibajos. La Fiesta de las Salchichas recupera ese espíritu salvaje de Pinaple Express (2008) o Este es el Fin (This is the End, 2013), y le pega una vuelta, ya que las posibilidades que da la animación son infinitas comparadas con el cine tradicional.
Salchichas enamoradas ¿En qué momento un chiste, una broma entre amigos, llegó a convertirse en una serie de películas que hablan todas sobre lo mismo? ¿Cómo la amistad entre un grupo de actores y productores de Hollywood terminó generando las más irreverentes comedias y films de los últimos años? La nueva comedia americana buceó en lo más patético y looser de su idiosincrasia para generar historias que generaran empatía, pero también explotó su costado más cínico y crudo al trabajar con estereotipos derivados del consumo de drogas y la exaltación del sexo. Ese grupo, encabezado por el actor Seth Rogen, pero que incluye a intérpretes como Jonah Hill, James Franco y Michael Cera, suman a Kristen Wiig, Edward Norton, y Salma Hayek para generar una de las películas más corrosivas de los últimos tiempos: La fiesta de las salchichas (Sausage Party, 2016). El film, un indescriptible relato para adultos enmarcado en un inmenso supermercado, trabaja con un verosímil lábil que se desprende de la entidad de cada uno de los protagonistas, artículos de consumo que pueden, al igual que pasaba en Toy Story (1996), dialogar entre ellos y, en esta oportunidad, sentir algo “más”. El relato, trabajado desde una animación que no se destaca, adrede, por su virtuosismo, comienza cuando unas salchichas desean a toda costa emparejarse con panes de Viena. Con la idea que la salida del mercado los lleve al “más allá”, su lugar anhelado y soñado, esperan que los consumidores, dioses para ellos, los retiren de las góndolas. Los días en el mercado pasan de manera apacible, cada sector posee sus características étnicas y cada uno sabe qué hacer y qué no con el vecino, pero cuando inevitablemente una “ducha vaginal” es olvidada por una posible compradora, y un accidente con un carro de compras hace que los productos, y particularmente las salchichas y los panes, pierdan contacto entre sí, todo direcciona la trama a una búsqueda épica para que uno de los embutidos pueda de alguna manera “debutar” con el pan que deseaba. En La fiesta de las salchichas no hay término medio, es todo sexo, escatología, drogas, alcohol, una fiesta en la que el alimento pasa a ser el protagonista de un relato que pretende tener un sentido mayor que el que presenta. El problema radica en que a los quince minutos, el guion y los directores deciden poner toda la carne al asador, la artillería de bromas escatológiocas y sexuales (no hay doble sentido aquí) pasa luego a una progresión lógica mucho más espaciada en la que el encuentro entre la salchicha y el pan debe aparecer. La fiesta de las salchichas es un film irreverente, transgresor, que seguramente encontrará un público afín, el mismo que ha apoyado series como Family Guy, films como Ted (2012), o productos en los que nada es predecible, mucho menos la sorpresa y el resultado efectista que se cree que los realizadores buscan con la narración.
LA REBELIÓN DE LOS ALIMENTOS Se promociona como la primera película de animación para adultos, aunque hay otras, pero esta propone un humor delirante, fumón, creativo y desatado, donde los alimentos de un supermercado sueñan con ser comprados, porque creen que los humanos son sus dioses protectores. Para cuando se enteran de la verdad, la rebelión esta en marcha, los deseos sin freno y las soluciones alocadas. Dirige Greg Tiernan y Conrad Vernon, pero entre los productores, además de la voz en versión subtitulada, esta Seth Rogen, que también es coautor. El es algo asi como una marca de fábrica en este tipo de humor donde los dardos se reparten contra el orden establecido, el sistema que imponen las religiones y la mirada inteligente para los diferentes y las diversas elecciones sexuales y el desenfreno. Un poco larga pero realmente efectiva. En EEUU le dieron calificación “R”, para nosotros prohibida menos de 13 con reservas.
Dibujitos, pero con lenguaje sucio. La gacetilla de prensa insiste en que La fiesta de las salchichas es la primera película de animación calificada “R” (simplificando, “para adultos”). Un disparate, desde luego, que pretende olvidar la extensa tradición de “dibujitos para grandes” desarrollada en todas aquellas cinematografías con producción animada de cierta relevancia. “Toy Story con puteadas” hubiera sido una definición más acertada e incluso ganchera. Porque algo de eso hay (nuevamente, simplificando) en esta producción de Seth Rogen y amiguitos que reemplaza juguetes por alimentos y el desorden en el cuarto del niño Andy Davis por los ordenados pasillos de un supermercado. Aunque aquí los únicos enemigos de los protagonistas son los seres humanos de cualquier raza, sexo y edad, siempre dispuestos a devorarlos, a toda hora y en cualquier lugar. El guión escrito a ocho manos ubica a sus particulares héroes en diversos estantes y bateas, ignorantes del funesto destino que les espera, fervientes devotos de una religión que anticipa el paraíso eterno una vez que atraviesen las puertas de salida automáticas y se encuentren con su propio y personal Dios. Puteadas hay muchas. A tal punto que la acumulación de “fucks” merece competir con aquel mitológico capítulo de South Park que hacía del conteo de la palabra con F una abstracción surrealista. Además de un tono explícito, podría decirse “chancho”, que transforma a las salchichas en erecciones perennes a la espera de sus panes de pancho. Y también algo de violencia alimenticia (una de las mejores escenas del film es el compilado de muertes de distintas carnes, frutas y verduras, triturados entre los dientes de sus consumidores). Y poco más que eso. El film de Greg Tiernan (director de incontables capítulos de la serie infanto–ferroviaria Thomas & sus amigos) y Conrad Vernon (co–realizador de Shrek 2 y Madagascar 3) descongela y refrita decenas de tópicos del cine de animación mainstream reciente, en particular los de la productora Pixar –el descubrimiento de una realidad más allá del pequeño universo al cual los personajes están confinados, las persecuciones y escenas de acción, la posibilidad de ser mejores criaturas–, y los recubre con una capa de chascarrillos guarros y varias referencias al consumo de psicotrópicos. Sumar a la ecuación alguna que otra referencia al mundo real, como ese bagel y su vecino el lavash que parecen repetir en las góndolas el conflicto de las tierras de Israel/Palestina. Más allá del divertido trabajo de voces con un reparto de figuras de primera línea –el propio Rogen en la piel de la salchicha protagonista, Kristen Wiig como su ansiada y panificada compañera, Salma Hayek como un taco lésbico y siguen las firmas– el contratiempo central de La fiesta de las salchichas es su verdadera falta de irreverencia más allá de una agitada superficie, elemento que no hubiera sido del todo problemático de no estar poblada por ciertas pretensiones pseudo filosóficas. No hay nada auténticamente polémico y mucho menos revulsivo en sus imágenes y palabras, aunque, como suele ocurrir en las comedias que disparan gags a velocidad de metralla, varios de ellos dan en el blanco. El gato Fritz se hubiera reído un rato.
La fiesta de las salchichas, una apuesta por el delirio y el descontrol En medio del furor de películas animadas (esta misma semana se estrena Trolls), llega otra propuesta, pero en este caso no para niños en plan de salida familiar. La fiesta de las salchichas es, sí, un largometraje de animación por computadora, aunque destinado de manera exclusiva al consumo de adolescentes y adultos. Los directores detrás de este delirio que va de lo gastronómico a lo sexual (las protagonistas son unas salchichas ávidas de salir del envase plástico y la góndola del supermercado para tener un encuentro íntimo con los panes de panchos) son Greg Tiernan y Conrad Vernon (con antecedentes en las sagas de Shrek y Madagascar), pero los productores y coguionistas son Seth Rogen y Evan Goldberg, responsables de sátiras extremas como Este es el fin y Una loca entrevista. La película apuesta al delirio y al descontrol (por momentos incluso al humor escatológico y al lenguaje vulgar), pero al mismo tiempo resulta simpática e inteligente en muchas de sus referencias a la sociedad de consumo y el lugar de la comida en la vida cotidiana, las alegorías políticas y religiosas, la angustia existencial y hasta en su apuesta sexual (la salchicha protagónica se llama Frank y está interpretada por el propio Rogen, mientras que Kristen Wiig da voz a una sensual "integrante" de un paquete de panes). También hay escenas musicales con el sello de Alan Menken y referencias a Toy Story. Para todos los gustos... Un consejo: traten de elegir las funciones con la versión original subtitulada. El elenco está integrado por otros notables comediantes como Jonah Hill, Bill Hader, Michael Cera, James Franco, Danny McBride, Paul Rudd, Edward Norton, David Krumholtz y Salma Hayek. Ni el mejor de los doblajes podrá replicar y transmitir la riqueza expresiva o los matices de sus voces. Sólo en esas condiciones el disfrute de esta comedia absurda y alucinatoria podrá ser como la soñaron los artistas que la realizaron.
La redención del hot dog Un exceso dedicar semejante logro técnico en la animación para una comedia con sutileza nula. El cine de animación para adultos ya es un metalenguaje, la parodia de otros cines también. Y ni hablar de la crítica social enrarecida bajo velos varios. La fiesta de las salchichas, filme que dirigen Conrad Vernon y Greg Tiernan con participación en guión y voz de Seth Rogen (asociado con su amigo Evan Goldberg), exprime ese reino todavía fértil del metalenguaje. ¿Será un exceso dedicar semejante logro técnico, voces y creatividad indudable para divertir con sutileza nula, para disfrazar una comedia banal de idea subversiva, de una teoría de la manipulación puesta en un contexto orgásmico, el supermercado? Quizá, algunas risas en la sala son contagiosas, otras dan vergüenza ajena. La trama es sencilla, y bien simbólica. Los productos de supermercado, comestibles y otros, adoran a los compradores. Podría decirse que es una inversión del mundo real. Para ellos son dioses que los transportan al más allá cuando los suben al carrito. Tampoco es casual que Frank y Brenda, la salchicha y el pan de panchos, sean los protagonistas. Todos creen en el más allá, y cantan loas a sus dioses, hasta que consiguen información. Hay sabios en el supermercado que conocen el origen del mito, el mismo que Frank quiere desenmascarar. El germen de la revolución está sembrado entonces, contra los dioses, contra las falsas creencias, contra la manipulación. Cierto es que hace rato que el dios mercado es tan enceguecedor como los otros dioses, los teológicos, los que supuestamente cuestiona esta película. ¿Cambia algo esta “denuncia” convertida en cine de animación? ¿Si los protagonistas fuesen humanos, en lugar de salchichas y productos de supermercado, qué dirían de este guión? No es casualidad que la historia transcurra entre góndolas, sitio pornográfico y enajenante de la cultura capitalista. Tampoco lo es que sus personajes sean una salchicha y un pan de pancho, íconos de la comida chatarra, objeto fálico uno, representativos de una sexualidad endiosada también, iconografía explícita para una película que parodia las pulsiones básicas de esta humanidad, que cambia orgía por política. Es indiscutible la calidad técnica de la animación, incluso se pueden celebrar varios de los chistes ocurrentes, lisérgicos, de la película. Aunque otros sean más propios del humor estadounidense, como los lavash, los bagels, las duchas femeninas, y las salchichas revolucionarias. El sexo, la comida y los dioses fluyen de esa sociedad oculta de repositores, con personajes bien logrados, como el taco mexicano lesbiana que lleva la voz de Salma Hayek. ¿Alcanza? ¿Todo para decirnos que el más allá, la tierra prometida, es un invento, que también se vende en el supermercado?
Food porn El cine de animación contemporáneo, en especial el venido de la factoria Pixar, convierte a los sentimientos en el núcleo central de sus películas: ¿Qué pasaría si los juguetes tuviesen sentimientos? ¿Y los autos, los peces, las máquinas?... Si bien La Fiesta de Las Salchicas (Sausage Party, 2016) proviene de otro estudio de animación, la escencia se sostiene: ¿Qué pasaría si la comida tuviese sentimientos? Pero por sentimientos nos referimos a un amplio espectro que involucra desde creencias religiosas hasta mitos originarios, bagaje cultural y una marcada obsesión por todo lo relacionado con el sexo… una enorme obsesión. El protagonista de la historia es Frank (con la voz de Seth Rogen), una salchica más en la góndola del supermercado cuyo único anhelo es ser elegido junto con Brenda (Kristen Wiig, quien es un pan de pancho) por algún cliente para ser llevados al “Más Allá”, una suerte de paraíso que creen los espera una vez que sean elegidos y atraviesen las puertas del local. Por supuesto esta creencia se ve profundamente trastocada cuando Frank descubre la impactante verdad: no hay una tierra prometida y los humanos se los llevan para comérselos. Una vez planteado el conflicto principal, Frank asume la tarea de quitar la venda de los ojos de toda una sociedad de comestibles poco inclinada a cuestionar el status quo. Es así como tenemos una estructura con formato odiseico, donde el personaje principal debe atravesar toda una serie de desafíos para lograr su cometido, todo esto condimentado con un enorme repertorio de chistes con doble e incluso simplísimo sentido. El planteo es interesante, pero da la sensación de explotar lo mejor de su visión crítica de la sociedad conservadora, la religión y el sexo en el primer acto. Conforme avanza el relato, dicha crítica se vuelve repetitiva, lo que la lleva a intentar intercalar la mayor cantidad de chistes sexuales en el medio de una historia de aventura no apta para menores, como única forma aparente de mantener el interés. A Rogen lo acompañan algunos de sus amigotes de proyectos anteriores como Michael Cera (la salchica miedosa), Paul Rudd (la salchica piola), Craig Robinson (el alimento afroamericano), Danny McBride (la mostaza) y Jonah Hill (la salchica amigable) Es curioso que dentro de una película con tanta carga sobre lo sexual parezcan funcionar mejor las escenas cómicas con alguna referencia cinéfila o aquellas que se toman ciertas libertades a nivel gore gracias al hecho de que los alimentos son el medio de representación. ¿O acaso alguien se va a horrorizar al ver a una salchica partida al medio o un frasco de mermerlada estallado contra el piso? El estilo de la animación (una suerte de 3D con menos presupuesto que la competencia), acompaña a lo absurdo de la propuesta y funciona muy efectivamente como telón de fondo, con un aire tan burdo que roza la anárquía estética, reforzándo el costado paródico del material. Gracias a sus amigables 89 minutos, La Fiesta de Las Salchicas es un film dinámico que sin dudas puede sacarnos varias risas en la butaca, siempre y cuando estemos en sintonía con el tono humorístico y, por sobre todo, tengamos presente lo más importante: estamos viendo una historia donde los alimentos añoran ir a un lugar donde poder tener relaciones sexuales con otros alimentos, tan bizarro y elemental como suena. Tómelo o déjelo (en la góndola).
La fiesta de las salchichas es otra comedia mediocre de Seth Rogen disfrazada de película de animación irreverente para adultos. Como suele ocurrir con todos sus trabajos, el guión parece escrito por un chico de 13 años, cuyo humor se limita a utilizar insultos y chistes sexuales trillados que se repiten una y otra vez. Puedo comprender que un grupo de pre-adolescentes vean esto en dvd y sientan que descubrieron el dibujo animado más zarpado de su vida, pero la calificación de propuesta para adultos es muy discutible. Una lástima porque el concepto de la historia tenía su atractivo. En la idea que los alimentos tienen sentimientos y cuestionan el sentido de sus vidas había un enorme potencial para hacer humor y en esta producción esa posibilidad se desperdició por completo. Si se trabajaba desde el absurdo este film podría haber sido muy divertido. Lamentablemente, la supuesta irreverencia de esta película se limita al humor pobre y patético de Seth Rogen, donde todos los personajes dicen la palabra "fuck" cada 10 segundos (algo muy tedioso) y viven obsesionados con el sexo y la marihuana. No tengo duda que en manos de Trey Parker y Matt Stone (South Park) la idea central de esta historia hubiera brindado una verdadera comedia ácida mucho más entretenida. Pasaron 12 años del estreno de Team America y la escena musical de los montajes de la películas de Hollywood sigue siendo desopilante de ver. Aunque el humor también tenía su escatología, al menos la sátira que presentaba de la política internacional de ese momento era inteligente y creativa. Por el contrario, La fiesta de las salchichas pretende manifestar una crítica a la religión y el consumismo con un mensaje tan trillado como los dibujos animados ecológicos de los años ´90. El problema de esta producción es que pretende ser políticamente incorrecta y se estanca en la estupidez. No hay nada transgresor en repetir palabras vulgares en los diálogos o presentar una orgía con vegetales. El segmento Adult Swim del Cartoon Network o las viejas producciones de Liquid Television, en MTV, en el pasado brindaron propuestas de animación para adultos que tenían contenidos mucho más interesantes. Pienso en una joya desopilante como la serie Duckman y lo único que queda claro al ver este film es que Rogen no tiene la mejor idea del concepto de la sátira. La dirección de esta producción corrió por cuenta de Greg Tiernan (viejo colaborador de Don Bluth) y Conrad Vernon (ex artista de Dreamworks), quienes hicieron un trabajo decente en los aspectos técnicos pese al presupuesto limitado que tuvieron. Esto es lo único positivo que se puede destacar del film. Hay una escena en particular, donde se evoca una secuencia de Rescatando al soldado Ryan, en la que los realizadores se lucieron con la animación. El problema fue el guión que resultó desastroso. Obviamente, si sos seguidor de Seth Rogen o te pareció un peliculón Movie 43, vas a tener una perspectiva muy diferente de este estreno y tal vez la disfrutes más. En mi caso La fiesta de las salchichas me pareció tediosa y la gracia inicial que presentan los personajes se desvanece enseguida cuando el humor se vuelve redundante. Como propuesta de animación para adultos me quedo con Batman: El regreso del enmascarado que es una comedia completamente superior.
El reality show llegó al Supermercado, y los productos cantan para ser los elegidos por los clientes. Se estrena este jueves 27/10 la comedia de animación para adultos “La fiesta de las Salchichas” (Sausage Party). Con una premisa bastante básica, donde los alimentos de un supermercado cobran vida (sólo para los ojos de los espectadores, salvo que estés fumado dentro de la historia) hablan, tienen pies, manos y también sentimientos. Con creatividad e ingenio de los realizadores, se desarrolla una historia muy creíble y entretenida al mismo tiempo. Es muy simpática la mirada que le dieron a estos productos hacia los seres humanos (los clientes que entran a la tienda) cual si fueran Dioses, los adoran. Deseando ser los “elegidos” por ellos, con la fantasía de que fuera de allí les espera una mejor vida. Hasta que se dan cuenta que el futuro que les depara es de suma crueldad, son lavados, pelados, cortados, hervidos, en definitiva son comidos. Desopilante humor, con pinceladas de groserías y malas palabras, admisibles ya que es un film indicado para mayores de 18. Recomendada para pasar un momento entretenido, y animarse a una proyección con características muy diferentes a las que estamos acostumbrados.
La irreverencia de Seth Rogen y compañía no tiene límites, y ahora dan el gran salto a la animación con una vuelta de tuerca más que descabellada: la comida tiene vida y es tan malhablada como sus creadores. Rápidamente se vienen a la mente los nombres de Trey Parker y Matt Stone, los genios detrás de South Park, como pioneros del género, pero si bien Sausage Party puede considerarse una prima lejana, es una que apunta alto y no falla en términos de humor negro y subido de tono.
La comedia es un género binario; lo relevante no es si se usan vulgaridades o sutilezas, lo que cuenta es si poster la fiesta de las salchichasgenera risas. La Fiesta de las Salchichas, aunque es una propuesta narrativamente decente, se propone en todo momento borronear la línea que separa ambos límites de la comedia. A tal punto que ese borrón tiene más prioridad que la historia que están contando. En un supermercado donde todos los alimentos son antropomorfos, Frank, una salchicha parte de un paquete, y Brenda, un pan para panchos, no ven la hora de ir al “gran más allá”, o sea al mundo fuera del supermercado que le espera a todos los alimentos elegidos por los seres humanos a quienes ven como dioses. Pero todo cambiaráa cuando -a causa de un accidente- Frank descubra lo que en realidad le espera a los alimentos cuando llegan a los hogares humanos. El guion de La Fiesta de las Salchichas es uno, en apariencia, bien armado. ¿Hay un conflicto claro que redobla la apuesta narrativa con cada obstáculo? Sí ¿Hay un correcto desarrollo de personaje? Sí ¿Hace un planteamiento temático que vale la pena? Sí, se anima a hablar de temas como la religión y la vida después de la muerte. Pero la pregunta fundamental acá es ¿Consigue su objetivo de hacer reír? Sí, pero depende de qué tipo de humor le puede gustar al espectador, porque desde lo personal es una de esos films que parten aguas. Es una película que apunta al humor gráfico, de doble sentido y políticamente incorrecto en todo momento. Haciendo a un lado todo esto, debo decir que la única contra narrativa que le encuentro a un guion de otro modo prolijo, es una resolución que parece tirada de los pelos y elige evitar la premisa temática que supo exponer con tanta inteligencia. En el costado técnico, la animación está muy lograda con una dirección de arte que sabe utilizar ingeniosamente los colores. También cuenta con buenos momentos musicales. Por el costado actoral, ya que tuve la suerte de ver la versión subtitulada, se destacan las labores de Seth Rogen, Michael Cera, Kristen Wiig, Edward Norton y una desopilante Salma Hayek como una tortilla de Taco lesbiana que busca ganarse al personaje de Wiig. Conclusión: Personalmente, La Fiesta de las Salchichas es una película que no me sacó ni una risa, aunque no me cuesta mucho trabajo ver que pueda hacerlo con alguien más. Es un guion con una propuesta inteligente, pero que pisa fuerte el acelerador en materia de humor irreverente a tal punto que deja de serle funcional a la historia, para ser la irreverencia por la irreverencia misma. Lo concreto es que estamos hablando de una cinta que no es para todo el mundo: requiere de una mente muy abierta no tanto para apreciar su humor, sino para saber poner la inteligencia de sus temas en su justo lugar. Suba bajo su propio riesgo.
Evan Goldberg y Seth Rogen son amigos de la infancia, y una dupla de trabajo inseparable. Juntos han escrito cosas como “Super Cool” (2007), “Superfumados” (2008), “El Avispón Verde” (2011) o “Este es el Fin” (2013); la mayoría protagonizadas por Rogen. Pero, además de escribir, siempre estuvieron ligados a sus proyectos, ya sea actuando, dirigiendo o produciendo esas obras infernales que salen de sus cerebros. Y a lo largo del camino se han hecho amigos de una cantidad de artistas que comparten su mismo sentido del humor, preferencia y gustos. A esta altura se podría decir que son casi como una secta: Judd Apatow, Jonah Hill, Bill Hader, Michael Cera, Jay Baruchel, James Franco, Danny McBride, David Krumholtz, Craig Robinson, Paul Rudd. Todos aparecen en sus filmes contribuyendo de alguna manera (en el guión, siendo protagonistas, actuando sólo algunos minutos, produciendo, pero siempre están allí presentes). “La Fiesta de las Salchichas” (Sausage Party, 2016) es el último delirio pergeñado por esta gente, una película cuya trama parece salida de una noche intensa en la que no faltaron drogas. La leyenda cuenta que la idea surge de un chiste interno entre Jonah Hill y Seth Rogen mientras promocionaban “Super Cool” y “Ligeramente Embarazada” (2007). Cuando le preguntaban al primero cuál iba a ser su próximo proyecto respondía: “Se llama La Fiesta de las Salchichas”. El chiste se hizo realidad y, debido a la naturaleza bastante negra de la trama, el actor trabajó durante ocho años para que algún estudio se interesara por el proyecto. La trama gira en torno a una salchicha que lidera a un grupo de productos de supermercado en una cruzada por descubrir la verdad acerca de su existencia y qué ocurre realmente cuando son elegidos de la góndola y salen del local. Todos los alimentos viven felices en los estantes del supermercado, esperando y soñando con el día que los Dioses (nosotros, los humanos) los elijan para irse con ellos al “Gran Más Allá”, pero cuando descubren la cruda verdad –o sea que se los llevan para comérselos– van a luchar para tratar de cambiar su destino. Todo el filme es irreverente, con una incorrección política llevada al extremo y con un humor tan corrosivo como salvaje. Y esto ya se sabe al minuto, cuando comienza el filme con todos los alimentos cantando en el supermercado una canción titulada “The Great Beyond”, cortesía de Alan Menken, compositor estrella de Disney. Eso es un chiste también; que gente como Menken o los directores, tan relacionados a proyectos infantiles, trabajen aquí. Así como varios detalles, como por ejemplo que los personajes usan guantes blancos (guiño-guiño a la compañía del ratón). También hay parodias de filmes de todos los tiempos –los más evidentes son “Top Gun: Reto a la Gloria” (1986), “Rescatando al Soldado Ryan” (1998) y “Terminator 2: El Juicio Final” (1991)–, se meten con la homosexualidad, la religión, el racismo, no le hacen asco a prácticamente nada. Y es genial que les den la posibilidad de poder realizar estos largometrajes de argumentos alucinógenos y zafados, que ofrecen algo distinto al mercado. La idea de tocar todos estos temas tan brutalmente, con chistes bizarros y un humor tan demencial pero en una película animada es brillante. El contraste es, simplemente, hermoso. No se olviden de asistir a “La Fiesta de las Salchichas” –sin niños, por favor– porque la van a pasar muy bien. Diversión más que asegurada.
A COMERLA Hace un tiempo ya que la llamada Nueva Comedia Americana dejó de ser una novedad y sus principales figuras un grupo de outsiders. Su humor irreverente e incorrecto hoy es la norma y su grupete de comediantes pasó a convertirse en los referentes obligados de la comedia a secas. Tanto es así que, en una suerte de movimiento de expansión y conquista fueron incorporando otros géneros y subgéneros para imprimirles (o enchastrarlos con) su particular impronta. Así lo hicieron con algunos que les son naturalmente afines como las “Party Movies” (Vecinos 1 y 2, la serie ¿Que pasó ayer?) y con otros no tan cercanos como las películas apocalípticas (Este es el fin). Un bastión que permanecía virgen a esa movida era el cine de animación. Hasta ahora. Y entendámonos, la animación para adultos no es nueva, pero acá no se trata de seguir la senda trazada por Ralph Bakshi u otros exponentes conocidos en esa área. De lo que se trata más bien es de una parodia descarada e irrespetuosa, como se supone debería ser, que tiene como principal víctima a las animaciones infantiles de Disney /Pixar. De ahí se saca el recurso principal de La Fiesta de las salchichas que es el de la antropomorfización de objetos. En el universo aquí planteado los protagonistas humanizados son los productos comestibles en las góndolas de un supermercado esperando inocentemente que los consumidores se los lleven a su casa pensando que se trata de alguna especie de paraíso. Y si en Toy Story lo que se planteaba era una convivencia más o menos armoniosa entre los protagonistas no humanos y sus dueños, con un conflicto que siempre se resuelve de un modo feliz para todos, aquí la razón de ser de estos comestibles es obviamente perecer de manera atroz y dolorosa en las fauces humanas. Al principio no lo saben, pero cuando lo descubren la reacción natural no puede sino ser de horror y su visión de los humanos pasar inevitablemente de adorarlos como dioses a temerlos como a monstruos. Los protagonistas ya dan una idea del tono que podemos esperar: Una salchicha (símbolo fálico por antonomasia y objeto favorito de cualquier chiste de doble sentido), su amigo deforme, y un pan de pancho en versión femenina y sexy cuya forma recuerda ineludiblemente a una vagina. Los acompañan un dueto formado por un Bagel judío y un Lavash árabe (ideales para hacer humor sobre la vieja enemistad y el conflicto de medio oriente) y un taco mexicano en versión femenina y lésbica. El villano es un producto de higiene vaginal totalmente sacado y obsesionado por la venganza cruel e irracional contra el grupo protagónico. De este modo los productos comestibles (y otros artículos de consumo) tienen sexo en todas sus variantes, se insultan, se pelean, se drogan, se matan, se violan, y a su vez son cortados, despellejados, hervidos vivos y masticados. Y todo en medio de horribles sufrimientos. El humor es grueso y sacado, y especialmente orientado para provocar, no respetar nada, y cuanto más ofensivo mejor. Los responsables mayores son dos viejos conocidos de esta Nueva Comedia: Seth Rogen y Jonah Hill, que tanto prestan sus voces como colaboran en el guión, y convocan a su vez a un seleccionado de amigotes de la movida, así como también a algunas estrellas invitadas. Y para ayudarlos a perpetrar su tropelía ponen a dirigir a dos realizadores cuyos currículums incluyen títulos como Shrek o Madagascar. Es decir dos quinta columnas convocados para armar el atentado desde adentro. La fiesta de las salchichas funciona en parte por acumulación, aunque a veces esta misma le juega en contra y vuelve el asunto un poco monótono. Igualmente la propuesta es tan básica como efectiva y entrega exactamente lo que promete. Hay sí, algo de sátira social y algún guiño filosófico-teológico, pero lo que prima es la diversión incorrecta y descerebrada en un envase de apariencia inocente e infantil. No es mucho, pero es bastante. Como para ir esperando la próxima profanación. LA FIESTA DE LAS SALCHICHAS Sausage Party. Estados Unidos. 2016 Dirección: Conrad Vernon, Greg Tiernan. Con las voces de: James Franco, Salma Hayek, Michael Cera, Jonah Hill, Bill Hader, Edward Norton, Seth Rogen, Paul Rudd, Kristen Wiig, Craig Robinson. Guión: Evan Goldberg, Kyle Hunter, Seth Rogen, Ariel Shaffir. Edición: Kevin Pavlovic. Música: Christopher Lennertz, Alan Menken. Duración: 89 minutos.
La primera película animada que surge de las mentes de los creadores de Superbad, This is the End, etc, parece el resultado de un grupo de quinceañeros a los que se les dio mucho dinero, libertad absoluta, y el permiso de hacer todos los chistes que pudieran, con una sola regla: todos tienen que ser sobre penes, pitos o como les quieran decir. La premisa de la película no es mala. En sintonía con lo que podría ser una Toy Story zarpada, esta historia transcurre en un mundo donde todos los alimentos de un supermercado, están vivos. Los humanos no podemos verlos, ni escucharlos, pero ellos no solo viven, sino que el único fin de sus vidas es ser parte de “los elegidos” que serán llevados al “gran mas allá”, como si fuera el paraíso. Lo que ellos ignoran, y nosotros sabemos, es que cada alimento que sale, es consumido, y el mas allá no es otra cosa que una condena de muerte. Con eso en mente, los guionistas se lanzan en una catarata de situaciones que, básicamente, son un chiste tras otro que tiene el mismo remate. Todo tiene doble sentido, todo tiene que ver con un pene, un orgasmo o una vagina. Los personajes secundarios son estereotipos que lindan lo ofensivo, y todas las ideas que hay en esta cinta mueren en la premisa, siendo la estructura del guión, básicamente la misma que una película clásica de Disney, pero forzada para que sea para mayores de 18. Sinceramente es una lastima. La idea me pareció divertida, y hay un par de escenas salvables o rescatables en el guión, pero la vulgaridad (y eso que no me considero un pacato) embarra todo lo bueno que se podría haber construido. Y ese es el problema, no molesta por ser soez, molesta por no ser gracioso. Espero que este fallido intento no trunque la posibilidad de que el día de mañana, tengamos una comedia animada absurda para adultos, pero con menos chistes de pitos, y más chistes graciosos.
Crítica emitida por radio.
Era hora de que alguien destrozara no a Toy Story -que es genial- sino a los millones de clones animados de Toy Story (algunos buenos, pero en general perezosos) y de paso se riera del costado oscuro de la animación digital. Aquí partimos del esquema Pixar por antonomasia: hay un “mundo” que vive al costado del nuestro y al que no le prestamos atención. En este caso, son los alimentos del supermercado, que creen que ser elegidos es la gloria. Y entonces se descubre el cruel destino de ser comidos, aplastados, pisados, quemados, etcétera. En la primera mitad de la película, llena de chistes de tono subido (es una de las patas de la parodia, claramente), el humor negro llega a límites tremendos. No es que se calme luego, por cierto, sino que uno -pasa siempre- termina acostumbrándose. En cierto punto, la película se parece a otra realizada por la misma banda de amigos capitaneada por la dupla Rogen-Franco, Este es el fin, donde se burlaban de toda fantasía apocalíptica. Hay, sin embargo y a pesar de lo divertido que es todo (divertido y cruel, o cruel porque divertido), una especie de fatiga: hasta dónde puede llegar el chiste. Como son todos grandes humoristas, la cosa funciona. Y, dado el actual adocenamiento del género, no deja de ser un soplo de aire fresco.
Cuenta con una animación bien lograda, bastante adulta y para no ver con los niños. Posee un humor chabacano y vulgar, habla de sexo y con imágenes subidas de tono y hasta se muestra el consumo de drogas. Los personajes principales: la salchicha Frank (Seth Rogen), el pan Brenda (Kristen Wiig), el taco mexicano lesbiana Teresa (Salma Hayek), Sammy (Edward Norton, emulando a Woody Allen), un chicle mascado en silla de ruedas como si fuera Stephen Hawking, entre otros. Además encontramos otros personajes dentro del supermercado desde los vegetales, bebidas alcohólicas y duchas vaginales, tampones, papel higiénico, preservativos y humanos. Sátira animada y que referencia a otras películas. Toca temas relacionados con los conflictos entre palestinos e israelíes y deja algunos mensajes. Posee lindas coreografías y está bien musicalizada. Locura al extremo dentro de una idea original.
Me pregunto si Seth Rogen y Evan Goldberg –también responsables de “Este es el Fin” (This is the end, 2013)- serían capaces de hacernos reír si les prohibieran los chistes sobre drogas y sexo. Lo más probable es que no, o por lo menos, no sabrían como manejar e incluir otros temas en sus películas. Todos los realizadores tienen sus marcas personales, pero cansa cuando los argumentos siempre giran alrededor de un par de tópicos y nada más. Ser transgresor no significa ser divertido y gracioso, y ahí está el mayor error de “La Fiesta de las Salchichas” (Sausage Party, 2016). La película animada, definitivamente no apta para niños (ni siquiera los menores de 13 como lo estipuló el INCAA), se vanagloria de ser una parodia de las aventuras de Pixar, una comedia con toques musicales llena de productos comestibles que viven una existencia placentera, esperando a que los “dioses” (los compradores) los elijan y los lleven al más allá. O sea, más allá de las puertas del supermercado Shopwell donde, creen, van a encontrar la “iluminación”. Claro que no tienen la menor idea de lo que hacen los humanos con la comida, pero Frank (Rogen), la salchicha protagonista, no ve la hora de que llegue el 4 de julio para abandonar finalmente la tienda y poder unirse al amor de su vida, Brenda (Kristen Wiig), un pan de Viena bastante mojigata. No hace falta imaginarse todos los chistes que se pueden hacer con este dúo. Además, súmenle todos los estereotipos raciales que se les ocurran de la mano de bagels, tacos y una infinidad de productos. Ojo, estas bromas no son nuevas, sólo que esta vez se trata de comestibles animados. Por esas cosas del destino, Frank y Brenda salen de sus empaques y quedan varados en la tienda, mientras sus compañeros se van felices con los compradores. Por un lado, tenemos a la parejita sorteando obstáculos y a un poderoso enemigo: una ducha vaginal que perdió la oportunidad de ir a casa con un dueño. Por el otro, al pequeño Barry (Michael Cera), una salchicha deforme y conflictuada que descubrirá la verdad e intentará volver a la tienda para alertar a sus amigos. Como verán, se parece al argumento de cualquier película para chicos, pero Rogen y compañía la saturan de chistes sexuales y fumados que, después de un rato, ya no causan tanto efecto. ¿Por qué? Porque ya los vimos en todas sus películas anteriores y, a pesar de que las referencias a la cultura pop son lo más divertido y que los personajes funcionan muy bien en el contexto, la sátira se queda por el camino y no es mucho más que una acumulación de vulgaridades que pueden sonrojar y divertir a un adolescente de hormonas alborotadas, pero no a un espectador menos predispuesto. “La Fiesta de las Salchichas” maneja ese humor tan particular de Rogen, Jonah Hill, James Franco y compañía, pero carece de la habilidad narrativa de, por ejemplo, un Judd Apatow. No molesta la transgresión ni la parodia, sino la repetición y la falta de ideas. O sea, se llama “La Fiesta de las Salchichas”…, y claro que suena a película porno de cuarta. A muchos les resultará hilarante, original y desenfadada. Para otros, una comedia subidita de tono del montón, sólo que protagonizada por embutidos animados cachondos.
Divertida, delirante, incorrecta Estos dibujitos animados, lindos como los de Pixar, se drogan, se emborrachan, se tocan, se franelean, se enfiestan, se insultan, se matan, se mienten. Hay un montón de personajes simpáticos en La fiesta de las salchichas, pero estos dibujitos animados, lindos como los de Pixar, se drogan, se emborrachan, se tocan, se franelean, se enfiestan, se insultan, se matan, se mienten. Es tanto prohibida para menores de 13 (y quizás se quedaron cortos) como para espectadores demasiado estructurados, porque resulta divertida y al mismo tiempo atrevida: se toma en joda la religión –y de paso se burla con efectividad de varias religiones– con su planteo existencial de esos alimentos del supermercado que creen en el Más Allá al que los llevan los humanos/dioses. No saben que al salir por las puertas del súper el mundo no será como les contaron (con una optimista canción que todos interpretan felices) sino el mismísimo infierno en que serán devorados, usados o maltratados. La salchicha Frank es el héroe de esta historia, con un grupo de improbables alimentos que desafían todo lo conocido frente a peligros externos e internos (la propia conciencia también juega), por amor o por el solo hecho de conocer una verdad. La acción de La fiesta de las salchichas está muy bien dosificada a lo largo de sus 90 minutos; la animación es perfecta, en sintonía con lo mejor del mercado; los personajes son queribles a pesar de lo incómodos que puedan resultar algunas veces; el guion es original, bien provisto de gags efectivos que una vez que entramos en el mecanismo de su humor pueden predecirse un poco. Los dibujos hacen gala de un humor que sería mucho más difícil de imaginar con actores de carne y hueso. Y detrás de ellos se percibe la mano de Seth Rogen (el del guion y de la idea), un comediante que siempre juega un rol incorrecto aunque socialmente aceptable.
Salchichas audaces (y sólo para adultos) La ánimación digital, lejos de la inocencia de “Toy Story” o “La era de hielo”, acomete un film muy divertido pero con situaciones no aptas para menores La animación digital necesitaba una comedia negra y políticamente incorrecta como "La fiesta de las salchichas", que saca al género del esquema típico de "Toy Story" o "La era del hielo" para jugar en la tradición de films de animación contracultural como "Fritz el gato" o "Heavy Metal". Es que esta película no sólo es divertidísima sino que sorprende con sus irreverentes chistes sexuales con alimentos, escenas alucinógenas y humor demente de todo tipo, ya desde el concepto básico, que resulta genialmente descabellado. El universo de "La fiesta de las salchichas" es básicamente un supermercado en el que todos los alimentos y demás productos sueñan con ir al Gran Más Allá, el paraíso que los espera cuando un cliente los mete en su carrito y los lleva al exterior, donde según sus creencias los esperan placeres infinitos. El protagonista es una salchicha que desde su paquete sueña con el amor con su vecina pan de panchos, exclamando cosas como "parecemos hechos el uno para el otro", mientras esperan ansiosos ser recogidos por alguna diosa/ama de casa que los ubique en el mismo carrito. Pero también hay quienes dudan de esa religión del Gran Más Allá, como una mostaza que asegura que salió al exterior y descubrió con horror que sólo serán devorados por esos monstruos a los que consideran dioses. El argumento es la crónica de la confirmación de esta herejía, tanto a través de pesquisas en el amplio supermercado como en el exterior, donde el horror queda expuesto cuando una papa es pelada sádicamente y arrojada a una olla de agua hirviendo. La película tiene gags gloriosos de principio a fin, y potencia al concepto al máximo a medida que la salchicha protagónica avanza por desconocidos pasillos del super para dar con la locura nocturna de la góndola de las bebidas alcohólicas, o la sabiduría de los inmortales, es decir los alimentos no perecederos. Visualmente audaz e imaginativa y técnicamente muy sólida, "La fiesta de las salchichas" cuenta además con el enorme talento de actores como Seth Rogen, Jonah Hill, James Franco, Edward Norton y Salma Hayek, que interpreta a una tortilla lógicamente lesbiana. Sólo hay que aclarar que éste no es un dibujito para chicos, sino una gran comedia negra para adolescentes y adultos.
Crítica emitida por radio.
Algún día esto iba a suceder. Algún día alguien iba a parodiar el trabajo de Pixar con ganas. Y era hora de que así fuese. Hasta ahora, siempre vimos y experimentamos las versiones "blancas" de animación dentro de los objetos hogareños. Pero todo tiene un fin. Esta vez seremos testigos de lo que les sucede a un conjunto de alimentos envasados, listos para su comercialización, en su hora de mayor tensión como seres alterados. Es que llega, de los craneos que hicieron "Superbad" y "Pineapple express", una comedia donde, todo, parece estar permitido: "Sausage party". Una historia de superación, lucha, aprendizaje, amistad y... Lo que ustedes ya saben, con la perspectiva que siempre le poenn Rogen, Franco y todos los comediantes de la NCA extreme: súper escatológica al extremo. Utilizando un engine bastante decente y con las voces de un puñado de actores muy populares, "La fiesta de las salchichas" es la historia de un grupo de alimentos que se encuentra en un supermercado, frente al desafío de sus vidas. Al parecer, ellos creen (luego verán porqué esto sucede así) que cuando la gente se los lleva (es decir, cuando hace sus compras), van a un más allá glorioso a disfrutar de la redención. Pero no, lo cierto es que los humanos cortan, pican, hierven y fríen esos alimentos para su propio bienestar. Uh. Suena feo no? Lo es. Tanto que Frank (un salchicha con convicciones) y sus amigos, deberán encontrar la salida a semejante amenaza, descubriendo quizás, la esencia de su existencia misma. Ponele. Escrita por Seth Rogen (quien le pone la voz al protagonista central masculino) y Evan Goldberg, y dirigida por un tándem conocido por otros hits ("Madagascar", "Monsters versus Aliens"), Conrad Vernon y Greg Tiernan, esta es una historia plagada de lenguaje crudo y vulgar. Lo que comienza a toda pastilla, (eh!) dentro de los buenos primeros minutos de la trama (donde se luce Kristen Wiig, quien ofrece siempre solidez en sus personajes, aquí jugando a ser un atractivo pan de panchos -?-), se va diluyendo de a poco, cuando el grupo (que cuenta a Bill Hader, Michael Cera, Johan Hill, James Franco y otras estrellas) pasa a estar extraviado, luego de un gran accidente, y debe volver a su lugar original en el estante correspondiente. Ese devenir, totalmente lisérgico, ofrece gags aceptables y de los otros. Aunque con el correr del metraje el humor se vuelve repetitivo, la historia se descubre como una excusa que no amerita tanta duración y el interés se desinfla... Hasta una escena que quedará en el recuerdo de muchos, de la que no puedo anticiparles demasiado. Sólo digamos que será un "todos contra todos" que no dejará a nadie indiferente. "Sausage party" parte de una idea original y es una película jugada. Divertida, pero muy despareja. Parece que pierde fuerza a medida que avanza y la parodia que propone es lícita, pero en cierta
Mucha fiesta, poco humor Existen muchísimas películas de animación, que todos disfrutamos y consumimos con avidez. Largometrajes que si bien están pensados para entretener al público más joven, logran conmover hasta las lágrimas a adultos muy serios como nosotros. Y después existen películas como Sausage Party. Frank (Seth Rogen) es “un” salchicha que está enamorado de Brenda (Kristen Wiig), “una” pan para salchichas. Ambos están a la venta en la góndola de un supermercado, esperando a ser comprados por un “dios” humano y llevados al “Gran Más Allá” donde podrán consumar su relación. Pero el viaje de ambos queda trunco cuando Frank intenta rescatar a un frasco de Mostaza con Miel (Danny McBride) que quiere suicidarse porque sabe que el “Gran Más Allá” no es el edén que todos piensan. Así se separan de sus paquetes y en el camino de vuelta a su góndola, descubren la aterradora verdad sobre su existencia. Sausage Party nació como una película de animación estrictamente para adultos, y créanme cuando les digo que no quieren que sus niños la vean. Dirigida por Greg Tiernan y Conrad Vernon, a quienes probablemente conozcan de películas como Monstruos Vs. Aliens y Shrek 2, Sausage Party es un festival de mal gusto. Sabemos que este tipo de películas permite tocar temas más jugados y ser un poco más ácidas que aquellas destinadas a públicos familiares, pero esto ya es demasiado. Pareciera ser que la concepción de “humor adulto” se limita a montones de chistes de sexo y drogas, tantos que con el pasar de la película pierden la gracia, todo adornado con una cantidad excesiva de insultos que terminan por perder el sentido. Por momentos es divertida, no vamos a decir que no, y aunque no lo crean, invita a hacer una pequeña reflexión acerca de las religiones y la cuestión de la Fe. Pero todo esto se desaprovecha en un mar de personajes sobreactuados, escenas sin sentido, violencia descontrolada y orgías muy explícitas entre frutas y verduras. En conclusión, Sausage Party intenta copiar el humor absurdo al que nos tienen acostumbrados Rogen y compañía, pero no lo logra. Es tristemente irónico que hayan querido hacer una película animada de humor “sólo para adultos” que apenas los niños encontrarán divertida.
OFENSAS PARA TODOS Y TODAS Es llamativa la contuinidad y fluidez que ha tenido la carrera de Seth Roger desde su debut en Freaks and Geeks (con Jason Segel y James Franco) allá por 1999. Especialmente por el hecho de que nunca se ha consolidado como un estandarte de la llamada Nueva Comedia Americana, aquella generación que tenía el mitico Saturday Night Live como semillero casi absoluto. Sin embargo, el canadiense se las ha arreglado para mantenerse en las primeras planas a fuerza de un tipo de comedia que elogiaba la adolescencia eterna, el sexo y las drogas blandas. Y si no estan empapados del estilo de Rogen miren el descontrol, en varios sentidos y razones, de This is the End, Pineapple Express y The Interview. De esta manera, Rogen ha llegado a un punto en su carrera donde tiene una libertad mas sustentada en lo economico que en lo prolifico, lo cual le permite dar rienda suelta a sus mas delirantes fantasías. Y es en este momento donde su nuevo delirio se llama La Fiesta de las Salchichas. Frank (Rogen) es una salchicha que convive con otras en un paquete en el estante de un supermercado, su solo objetivo consiste en ser elegido por los “dioses” (humanos) para ir al “mas allá” (afuera del lugar) y tiene la intención de hacerlo con su novia, la pan para salchicha de Brenda (Kristen Wiig). Lo que no sabe Frank, ni ninguno de los productos del supermercado, es que los dioses los quieren para su consumo. De esta manera, La Fiesta de las Salchichas nos introduce en una gran metáfora, y lo de “gran” hace referencia al tamaño, no a la profundidad. Greg Tiernan y Conrad Vernon abordan con una total irreverencia, desparpajo y literalidad los chistes que son los ya conocidos para aquellos introducidos en la factoría Rogen & Cia.: lineales, groseros y totalmente explicitos. Todos aquellos chistes que Rogen insinuó con la limitación del action-live, aqui los hace visibles gracias a la animación, y eso no es una buena noticia simplemente porque es lo único que la pelicula tiene para decir. Aquí los chistes son un fin y no un medio. Todos los actos (incluso el final) dirigen su narración hacia gags con resultados superfluos, que raramente hacen reír principalmente porque se ve venir el remate. Y su mayor error se da en el camino que precede ese desenlace, donde amaga con abordar temáticas como el conflicto de Oriente Medio, los americanos nativos, la religión, el ateísmo y el control de masas, pero simplemente elige hacer chistes sobre el obvio paralelismo fálico-vaginal de una salchica y un pan de pancho. Tiernan y Vernon construyen una película dirigida a un público muy especifico en una propuesta que, precisamente por esto, va a matar o morir en su recibimiento. Y es por esto que Rogen se empieza a parecer mas a Adam Sandler que a Trey Parker y Matt Stone (South Park), un tipo con un humor de corte inmaduro que hace películas con sus amigos para gente como él y sus amigos. Y como era de esperar, el resto se queda afuera.
La historia de una salchicha que en vísperas del día de la independencia norteamericana cae en un carro de compras es el puntapié inicial de un guión lascivo y políticamente incorrecta repleto de referencias al sexo y las drogas que solo Seth Rogen, Jonah Hill y Evan Goldberg pueden ofrecer. Lo nuevo en realidad es el formato en que se elije contarla. Y para eso, Conrad Vernon y Greg Tiernan que cargan en sus espaldas la experiencia de haber dirigido Shrek 2, Madagascar 3 y Thomas & Friends entre otras, fueron los elegidos para darle forma a la ejecución de semejante disparate audiovisual. La principal diferencia con otras producciones de Seth Rogen y compañía es que el tono promiscuo y burdo acompañan una premisa fresca, divertida y osada que encuentra en la animación la excusa perfecta para derrapar a niveles inimaginables. Solamente pensar en la posibilidad de filmar algo similar con actores en vez de personajes animados parece una invitación abierta a la censura o a la mera provocación. Pero a veces en el afán de empujar los límites de lo grosero el ritmo se vuelve un tanto tedioso y a pesar de su escasa hora y media de duración es inevitable abstraerse de la trama y preguntarse cuánto falta para el final. Es fácil pensar este tipo de historias no abundan en el cine comercial, pero luego uno se acuerda de South Park y todo parece menos arriesgado que el estreno de Bigger, Longer & Uncut allá por el año 1999. Levantando la herencia de Pixar, Dreamworks y todos los grandes estudios de animación, los guionistas toman la misma idea de plantear un mundo colorido y en apariencia fastuoso en el cual repentinamente sus protagonistas comienzan a blandearse con experiencias carnales de todo tipo. Orgias, muertes brutales y prácticas lisérgicas son el vehículo que utilizan los guionistas para mostrar el lado B de todos esos personajes que si hubieran sido rendereados por otro estudio no harían más que sonreír, saltar y divertirse.
Anoche llegó un mail delirante de United International Pictures, la distribuidora encargada del estreno de La fiesta de las salchichas, en el que informaban que el INCAA había calificado la película como Solo apta para mayores de 13 años con reservas y que a pesar de que solicitaron que se le subiera la calificación a SAM 16 o SAM 18, la restricción quedó así. Si, entendieron bien: la distribuidora, al revés de lo que ocurre siempre, quería subir la calificación, no bajarla. El motivo es obvio, aunque resulta un poco raro que lo hayan desnudado con tanto candor en ese mail a los medios: el gancho de La fiesta de las salchichas es el humor subido de tono, la idea de película de animación para adultos, como si fuera una de Pixar con guión de Hugo Sofovich. Pero los encargados de calificarla ignoraron el plan de marketing y evaluaron la película en sí. Terminaron ejerciendo de críticos involuntarios: el humor sexual ramplón ya no escandaliza a nadie. Cuando se estrenó Intensa-Mente, se viralizó un chiste muy inteligente en Twitter. Decía: Pixar, 1995: ¿Y si los juguetes tuvieran sentimientos? Pixar, 2001: ¿Y si los monstruos tuvieran sentimientos? Pixar, 2008: ¿Y si los robots tuvieran sentimientos? Pixar, 2015: ¿Y SI LOS SENTIMIENTOS TUVIERAN SENTIMIENTOS? En ese chiste se resume el truco de Pixar (en realidad es más largo e incluye todas las películas, no solo esas cuatro) y sobre todo la voltereta insoportable de Intensa-Mente. El objetivo de Seth Rogen y Evan Goldberg -productores y guionistas de La fiesta de las salchichas- es burlarse de Pixar, pero lo que terminan haciendo es copiar la fórmula, ponerle sexo y esperar a que el cóctel funcione por sí solo. Lo que pasa acá es: ¿y si los productos de supermercado tuvieran sentimientos? ¿y si fueran todos pajeros que lo único que quieren es coger? El protagonista es Frank (voz del propio Rogen), una salchicha enamorada de Brenda (Kristen Wiig), un pan de pancho. Frank y Brenda se hablan de paquete a paquete en una góndola de supermercado y esperan que algún cliente se los lleve para que los saque de sus respectivos paquetes, puedan consumar su amor y viajar al “más allá”, un lugar desconocido y utópico al que todos creen que irán cuando sean adquiridos por los clientes. Lo que nadie sabe es que en realidad ese “más allá” es una mentira, y que apenas salgan de la góndola serán hervidos, pelados, cocinados y devorados por los humanos. Luego de que Barry (Michael Cera), una salchicha enana que sobrevive a la olla hirviendo de un cliente y vuelve al supermercado, les revela que no hay un “más allá”, organizan una rebelión. Si bien las películas de Rogen y Goldberg no pasan del divertimento entre amigos, la presencia de esos amigos en la pantalla las hacen al menos atractivas. Los cameos, los chistes internos y la cosa delirante las sostiene. Pero en La fiesta de las salchichas la premisa es demasiado rígida, y si bien el delirio por momentos alcanza un nivel entretenido (el chiste del chicle es extraordinario), no deja de ser más una parodia floja de Pixar que una comedia de Rogen y Goldberg. No es casual que recién en el final, cuando la película se despoja de la mochila de la historia, pueda tirar unos chistes “meta”. No es casual, tampoco, que sean lo mejor de la película.
Un planteo original y un arranque simpático es todo lo que tiene para ofrecer esta comedia de animación para adolescentes cuya gracia se acaba a los 20 minutos ya que luego comienza a volverse repetitiva, tediosa y mucho menos irreverente de lo que sus creadores, Seth Rogen y Evan Goldberg (“Este es el fin”), creen que es. Es común y lógico que mucha gente pida por películas de animación para adultos. Después de todo, es un género con el que todos crecimos y, en un punto, empezamos a abandonar por distintos motivos. El principal de ellos es que no hay, en cine, películas de animación que no sean solo para chicos salvo algunas contadas excepciones. Y si bien uno puede apreciar y disfrutar cualquiera de estas películas infantiles, cuando se aparece algo como ANOMALISA, por ejemplo, uno se da cuenta los miles de caminos que puede tomar la animación en cine (hablo solo de cine aquí porque en TV sí hay mucha variedad de animación para adultos). LA FIESTA DE LAS SALCHICHAS se vende como animación para adultos pero no lo es. Más bien es una película para adolescentes que piensan que hablar de coger, de pijas, culos, tetas, drogas y otras sustancias es algo así como provocador y jugado. Y no, no lo es. Es más bien tonto y solo puede ser considerado entretenido a las 4 de la mañana con un grupo de amigos ebrios o fumados, situación que –imagino– dio origen a esta película. Y cuando la temática intenta escaparse de esas zonas, la cuestión no mejora mucho: chistes banales sobre la situación política en Medio Oriente, un intento de poner a un personaje feminista para que no se note demasiado que esto es una reunión de bros que hace mucho que no tienen sexo o la propia lógica “vegetariana/ecologista” que da pie a la trama. Casi nada es demasiado inteligente ni original si uno pasó los 15 años y ya se sabe todos los chistes habidos y por haber sobre orificios. El arranque es intrigante y gracioso pero las ideas que sostienen la película se acaban a los 15, 20 minutos. Claro que en el bombardeo de chistes hay algunos que funcionan (y muy bien) pero la mayoría no, o bien se vuelven repetitivos y tediosos con el correr de los minutos. La trama tiene un punto de partida simpático: los alimentos en un supermercado han sido convencidos históricamente que cuando un cliente los compra se van a un mundo mejor, una especie de paraíso de los productos donde todo será maravilloso. De hecho, el filme comienza con una graciosa canción dedicada al tema. Pero un producto es devuelto por un cliente al supermercado en cuestión y empieza a hacer correr la voz de que afuera es más infierno que paraíso y que todos serán, bueno, utilizados como alimentos, cortados, sangrados, decapitados, etc. El planteo vagamente vegetariano del filme se queda en los papeles ya que no pasa el punto por ahí sino más bien por la atracción sexual entre los distintos alimentos, empezando por una salchicha macho y un, ehhh, pan de pancho hembra que y desean liberarse de sus plásticos y concretar el asunto. De ahí a una suerte de orgía loca en medio de un símil Coto norteamericano hay un par de pasos nomás. El problema de la película es que no es más que un sketch potencialmente simpático de SNL estirado hasta el hartazgo, con chistes sobre árabes y judíos que pueden tener gracia una vez pero que se vuelven insoportables a la décima reiteración de la misma broma, lo mismo que el personaje de bomba latina lesbiana o los indígenas con sus drogas místicas y así, en un recorrido que, aprovechando los ítems de distintos orígenes étnicos que hay en un supermercado, da pie para centenares de chistes que supuestamente son políticamente incorrectos pero más que nada son malos. Algo similar sucede con su lógica “existencialista” y anticlerical: es graciosa hasta que se vuelve tediosa en el mejor estilo reflexiones sobre el ser y la nada de alguien que ha fumado demasiado y no se calla nunca. Eso es lo que no parecen entender muy bien los guionistas y creadores Seth Rogen y Evan Goldberg: esta suerte de humor supuestamente ácido, zarpado o corrosivo se vuelve contra sí mismo si no se apoya en buenos momentos de comedia. Pero la película no tiene demasiados y uno puede reírse de chistes malos una limitada cantidad de veces hasta que al final empezás a sentirse un tanto estafado. Trabajen, muchachos, piensen mejores bromas, tachen lo que no funciona. Vuelvan a ver BOJACK HORSEMAN, viejos capítulos de LOS SIMPSONS, la película de SOUTH PARK. Este todo vale de borrachera de amigos onda “te conté la del moishe y el turco…” termina siendo muy aburrido para alguien que la mira sobrio… PD. Como dato extra, creo que el INCAA hizo bien en ponerle una calificación apta para 13. La edad para ver esta película debe andar por ahí. Si tenés más de 18 y no te parece demasiado idiota es que estás demasiado tiempo online viendo videos de gatitos elecrocutados en YouTube.
DEMASIADA EXCITACION Al efecto guarro de La fiesta de las salchichas le pasa más o menos lo mismo que a Michael Bay con el CGI o a La pasión de Cristo con los latigazos: termina siendo tan repetitivo y monótono el recurso, que se atraganta hasta anestesiar el efecto. No está para nada mal la jugada de Seth Rogen, Evan Goldberg y la banda habitual (sí, los directores son Greg Tiernan y Conrad Vernon, pero sólo prestan el conocimiento en la animación y el vértigo narrativo) en recuperar para el mainstream norteamericano la idea de la animación para adultos, e incluso ser autoconscientes respecto de su condición de producto de mercado: de hecho, el centro del conflicto tiene que ver con los consumidores ya que los protagonistas son alimentos y objetos, que no casualmente habitan un supermercado y desean ser elegidos por los humanos, vistos como dioses que trasladan hasta un paraíso puertas afuera. Como suele ocurrir con buena parte de esta generación de comediantes (podemos incluir a Jonah Hill, Paul Rudd, Kristin Wiig, James Franco, Michael Cera y tantos otros que brindan sus voces en el film) la forma de rebelarse contra determinado estado de las cosas es un refugio en el hedonismo, y la lucha es entonces por hallar los límites de una convivencia pacífica. El arco dramático más que interesante que atraviesan los personajes tiene que ver con el descubrimiento de que no existe tal paraíso, y ante la negación de Dios y la ausencia de un objetivo lo que queda es entregarse a ese hedonismo tan preciado. Que aquí se entiende, hacia el desenlace, como una osada orgía gastronómica en la que participan salchichas, tacos, panes, salsas, bebidas y todo lo que se imagine que habita un supermercado. Pero el problema de La fiesta de las salchichas no es tanto aquello que quiere decir, y que finalmente dice con un espíritu libertario bastante infrecuente para Hollywood, sino el camino que se debe atravesar para llegar hasta ahí. Es como si Rogen y Goldberg (los guionistas y habituales compinches) tuvieran claros los motivos que los llevó a construir este peculiar artefacto audiovisual, pero no pudieran pasar del chiste originario: una salchicha y un pan de panchos quieren coger. La fiesta de las salchichas confunde reflexión con amontonamiento de ideas. Y si no ideas, al menos referencias que supongan una mirada a otro nivel: entonces aparecen un bagle y un lavash que remedan el conflicto entre judíos y musulmanes, pero la mirada es tan básica y superficial que el chiste se repite hasta perder efecto. Lo mismo ocurre con todo lo demás, incluso con la idea de película animada guarra; de hecho muchas veces ni siquiera hay un chiste, lo que hay son objetos puteando. Da la impresión de que por momentos Rogen y Goldberg se engolosinaron con las posibilidades que brinda la animación, con esa libertad infinita en las formas, y como adolescentes sin control de hormonas sexualizaron en extremo el asunto hasta volverlo ordinario y con escaso timing cómico. Porque lo que más preocupa en definitiva son los escasos momentos graciosos que la película logra construir. No deja de ser curioso el fracaso artístico de La fiesta de las salchichas puesto que Rogen y Goldberg crearon hace unos años Este es el fin, una comedia realmente osada, sexual y de timing perfecto donde se aprovechaban desde la auto-referencia los límites de lo permitido por Hollywood para hacerlos volar por los aires (cuando lo que se debe exponer es el propio físico y no los pixeles de un dibujo animado se piensa más y se construye mejor: incluso, aparece el componente humano, que aquí brilla por su ausencia). Aquella película que jugaba con la idea de un fin del mundo y la llevaba al fondo, es el reverso perfecto de este film animado que aún jugando dentro de la misma liga se queda a mitad de camino porque se piensa primero como osadía y luego como reflexión. Lo que les termina pesando a los guionistas es precisamente esa libertad tan ansiada: cuando no hay una barrera que derribar, lo que queda en evidencia es la futilidad o no del objeto en cuestión. Y este -lamentablemente- es el caso.
Alegorías sobre sexo y religión "La fiesta de las salchichas" trata sobre un embutido que emprende un viaje para descubrir la verdad sobre su propia existencia. Hilarante, incómoda, extremadamente desfachatada, esta película no nos cambiará la vida pero es una bocanada de aire fresco. Cuando llega la hora de apertura del supermercado, los alimentos comienzan a cantar-rezar para que los seres humanos, dioses para ellos, se los lleven a "un lugar mejor". Una salchicha, Frank, no ve la hora de llegar a ese paraíso para meterse en medio de un pan para panchos de sexo femenino, Brenda. Dos alegorías sobre el tabú del sexo y la religión como mito, que derivarán en más chistes de ese tipo, muchas veces metiéndose en temas más duros humor negro, sexual, escatológico- pero siempre hablando sobre la intención de conocer "el más allá" y el cuestionamiento de qué es lo que les espera en realidad tras salir del supermercado a todos los creyentes. Será una mostaza devuelta a la góndola la que cree el caos y las dudas. En tanto, un duchador vaginal que consume alcohol que echa la culpa a Frank y Brenda por no haber llegado al paraíso, los perseguirá cual "terminator". Hilarante, incómoda, extremadamente desfachatada, "La fiesta de las salchichas" no nos cambiará la vida pero es una bocanada de aire fresco justamente por no tomarse nada en serio (ni siquiera su carácter de animación) y hacernos pasar un grato momento. El guión esta a cargo de un verdadero "dream team": Seth Rogen, Evan Goldberg y Jonah Hill.
Sexo, drogas y rock and roll en esta animación para adultos aguda e inteligente. En La fiesta de las salchichas nos encontramos ante un mundo colorido y feliz —exclusivamente para adultos— en el que los alimentos de un supermercado cobran vida. A los pocos minutos que comienza el film nos damos cuenta de que éste se ríe de la luminosidad y la línea moral que bajan las animaciones que rondan hoy en día y que de manera contestataria abarcará todos los temas políticamente incorrectos que puedan existir. El líder de la historia es una salchicha desesperada por que un “Dios Humano” lo elija y lo lleve a la “Tierra prometida”, que se encuentra cruzando la puerta del supermercado. Allí podrá tener sexo con su adorado panecillo (una sexy cubierta de pan para hot dogs) y disfrutar por siempre. El día que una persona lo escoge, debido a una serie de incidentes, y a una mostaza con miel al borde de la locura, descubrirá que ese más allá de la tienda no es tan ideal como le han contado e imaginado, y es así que, junto a un pan árabe, un bagel y su amada emprenderán un viaje para descubrir la verdad: morirán al ser deglutidos. En esta divertida comedia donde los alimentos bailan, se drogan y tienen sexo, los chistes subidos de tono y el humor negro estructuran el relato. Pero La fiesta de las salchichas no solo se queda en la irreverencia. Vedada bajo este estilo de humor, la cinta alude al uso de las drogas, a conflictos étnicos, además de realizar una gran crítica a la religión católica. La fiesta de las salchichas no solo entretiene con bromas agudas y osadas, la película, como una cebolla, posee varias capas: desde su excelente confección a nivel técnico, funcionando como una parodia sobre su propio género, vinculándose con tópicos adultos como los de la orientación sexual, conflictos sociopolíticos y religiosos, como también exponiendo la artificialidad del dispositivo cinematográfico a través de un recurso metadiscursivo que aparece hacia el final de la película. Sexo, droga y rock and roll, en una historia elaborada e inteligente, incorrecta y también molesta, que entretiene de principio a fin.
Orgía en el supermercado Como contrapartida a esa manía de la animación mainstream y especialmente de Pixar de humanizar cuanto objeto inerte exista, ya sean juguetes, lámparas de mesa, robots, medios de transporte y hasta volcanes, esta película lleva esa fantasía infantil al extremo del absurdo, convirtiendo a todos los alimentos de un supermercado en seres parlantes, dotados de personalidad y sentimientos. Cada objeto disponible en las góndolas se presenta como un posible personaje, y a veces un solo paquete cuenta con varios de ellos, como son los protagonistas: salchichas (panchos) y panes de Viena. Esta humanización trae un costado sumamente incómodo; por un lado, la idea es terrorífica, y al mismo tiempo la empatía es dolorosa en el sentido de que, de tener vida los objetos, sería una especialmente ardua. Con esta doble incomodidad juega constantemente esta película. “Advertencia, sexo explícito entre alimentos”, señala uno de los pósters. Lo curioso es que no hay nada de exagerado en la frase, efectivamente La fiesta de las salchichas cuenta con una escena de sexo desopilante y realmente sorprendente. El mensaje es parte de la campaña de promoción del filme, pero sería igual de pertinente otra advertencia referente al gore u otras escenas gráficas de destripamiento o trituramiento de alimentos “vivos”, por raro que esto suene. Los productos del supermercado viven una existencia pacífica, siempre a la espera de que un comprador los elija y los lleve al “gran más allá” de las puertas corredizas; su único miedo es el de quedar caducos antes de ser comprados, lo que supondría que irían a parar al tacho de basura. Su sistema de creencias los lleva a pensar que los “dioses” (es decir, los humanos) son seres todopoderosos que actúan según designios inescrutables, y quizá la genialidad de la película sea jugar con ese costado oscuro de la vida y de la muerte: qué sucedería si en vez de ese lugar luminoso y de ensueño que esperamos nos tocara enfrentar el más horrendo de los infiernos. En este caso, los “dioses” los eligen para trozarlos, sacarles la piel, hervirlos, freírlos o directamente masticarlos en crudo. Varias escenas que muestran, con clima de pesadilla, estos sucesos, sirven como dura metáfora de realidades inhóspitas, como cuando una de las salchichas sale a la calle y se encuentra con un preservativo usado que relata su desagradable historia, o con granos de choclo, aún vivos, hundidos en la mierda. Todo este delirio está integrado a una película desternillante, repleta de chistes sexuales que pisan constantemente la total incorrección. Un punto notable es haber integrado al cuadro a dos directores de animación, conocidos por haber hecho películas infantiles, y también a Alan Menken, compositor frecuente de Disney, como para crear una estética “infantil”, que resalte aun más las constantes salidas de tono. El principal responsable de este despropósito es el productor, actor y guionista Seth Rogen, quien reunió a un montón de amigos (hoy ya son casi una secta: Evan Goldberg, Jonah Hill, Bill Hader, James Franco, Danny McBride, David Krumholtz, Craig Robinson, Paul Rudd) para lograr tan divertido desmadre. La fiesta de las salchichas es de esas raras animaciones calificadas en Estados Unidos como “R”, o sea, para mayores de 17 años. En este caso, la estampa está plenamente justificada.
Lo primero que vale la pena aclarar es que éste filme es exclusivo para “consumo” interno, tiene un claro y univoco destinatario, el ciudadano medio americano, ese que esta subsumido en una sociedad de consumo (valga la repetición, lo mismo hace el texto fílmico, todo muy redundante), que nada se interroga. Es por esto que no podría, (debería) provocar por estas latitudes el mismo efecto. Partiendo de un enunciado y constituyendo una premisa tan sencilla como simbólica: es mejor acá adentro que allá afuera Hacia eso apunta todo el texto, sólo que esta vez los encargados de instalar el discurso son un grupo de comestibles “encerrados” en un supermercado. Los principales son Frank (Seth Rogen) una salchicha enamorada de Brenda (Kristen Wiig), un pan de viena, espera ser elegido por los “dioses” y poder juntarse con ella para conformar el clásico “Hot dog”, comida chatarra, el “fast food” por excelencia, icono de la cultura yankee. Ellos creen que, según su propio mito, tendrá una vida mejor una vez que dejen el lugar en el que están, nada saben de la verdad de su destino, hasta que algún otro compañero de situación siembra la duda por algo que escuchó. Para que esto parezca que pueda funcionar, los directores Greg Tiernan y Conrad Vernon la conciben dentro del género de la animación, ese que permite cualquier arbitrariedad con el fin de establecer la verosimilitud del relato, de manera extremadamente eficiente en tanto tecnología puesta a su servicio, nada hay que no sea del orden de la perfección en cuanto animación, color, montaje, pero enarbolando siempre la bandera del mal gusto, el chiste chabacano, soez, como si eso sólo pudiese causar gracia, intentando hasta ser transgresores, situación que dista lejos de serlo. Un par de tópicos repetidos hasta el cansancio, donde los sexual es el argumento por excelencia, pareciera ser que por el sólo hecho de tener como destinatario el mundo adulto y ser un filme de animación se pueda no pensar en el humor con elementos genuinos. Solo repetición de escenas y chistes que tienen como elemento central implicito el sexo. No obviando que algunas sean bastante manifiestas, de mal gusto, con la sola intención de provocar la risa fácil, pero por acumulación del recurso hastía. No interesa finalmente si son frutas y verduras, frascos y envases enlatados, pan y salchicha, todo es del orden de la evidencia explicita, el consumo de drogas, orgías varias Por supuesto que la oportunidad no hay que dejarla pasar y establecer desde ahí otros grupos de chanzas sustentadas en los más retrógrados estereotipos, entonces nos encontramos con Teresa (Salma Hayek), un taco mejicano homosexual, o Barry (Michael Cera), una salchicha deforme, (¿léase discapacitada?) discriminada por su particularidad, un representante de la comida asiática, uno de cada uno, no mas por favor, no se transforme en invasividad indiscriminada. Todo junto y por el mismo precio Por esas cuestiones del destino, accidente de por medio, nuestra pareja de héroes quedan fuera de sus respectivos envases, alejados de sus compañeros, cuando han sido elegidos exactamente el 4 de julio, Día de la Independencia, en su recorrido por el retorno descubrirán la cruda verdad, saben que deben avisarles a sus compañeros de la mentira implantada. Es a partir de este momento que el filme se asemeja desde la estructura del relato a “La Isla” (2005), de Michael Bay, claro que si partimos de lo regular para copiar, el destino no puede ser demasiado alentador. La historia abre con una estética propia de los filmes de animación actuales, pero la banda de sonido, la canción específicamente, cantada por los productos en sus góndolas, hace clara referencia a las producciones de la edad dorada de Hollywood, donde todo era color de rosa y se empezaba establecer el “American way of life”. Hay todo un subtexto implícito, a veces bastante explicito, de discurso político, ¡Acá estamos seguros!, ¡Nos arreglamos bien entre nosotros!, ¡El afuera no es tan maravilloso como dicen! El problema entonces es que, además de todo lo establecido, querer ser transgresores y divertidos sin lograrlo es que el americano medio, a quien apunta para que consuma este producto, posiblemente no lo va a poder asir, se quedará en la gansada, y lo estúpido nunca es gracioso. (*) Nota de la distribuidora, con pedido de difusión, 26 de octubre. “Estimados periodistas, Debido a las consultas que hemos recibido por este tema, les informamos que la película “LA FIESTA DE LAS SALCHICHAS” que estrenaremos el jueves 27/10, fue calificada por el INCAA como APTA PARA MAYORES DE 13 AÑOS CON RESERVA. Se solicitó una nueva calificación pero el Instituto nos comunicó que no se permite una re calificación para subir la edad de la misma. Para nosotros, la distribuidora, es una película que debería haber tenido una calificación mayor - SAM 16 o SAM 18 - por el alto contenido de temática sexual y de consumo de drogas, por ese motivo las piezas de comunicación se produjeron oportunamente teniendo esto en cuenta con la intención de prevenir que se confunda con una animación para niños. Ante esta situación, las salas de cine también han sido advertidas para evitar problemas en las boleterías cuando se presenten familias o menores de edad. Agradecemos como siempre la difusión”
LAS SALCHICHAS SOLO QUIEREN DIVERTIRSE Que es apenas una película con sexo explícito entre alimentos, que es un delirio gastronómico-sexual, incluso que es “la primera película de animación calificada para adultos” (un disparate si tenemos en cuenta que la historia del cine va por sus 121 años). Se ha escrito mucho de La fiesta de las salchichas desde su estreno y la verdad es que lo más objetivo que puede decirse es que tiene el sello de las típicas películas que hace Seth Rogen junto a sus amigos. ¿Figurita repetida, entonces? Algo de eso hay: mucha marihuana, algo de humor escatológico, lenguaje vulgar, gags bastante (y por momentos muy) efectivos y un concierto de voces formado por el mismo Seth Roger, James Franco, Jonah Hill, Paul Rudd, Kristen Wiig, Salma Hayek, Bill Hader, Danny McBride y un efectivo Edward Norton que por momentos se confunde con el mismísimo Woody Allen. La trama nos ubica en un supermercado yanqui en cuyas góndolas hay alimentos de todo el mundo, que se rigen bajo un sistema de creencias en el que, si son buenos y obedecen a los dioses (los humanos), algún día serán elegidos y llevados al Gran Más Allá, fuera de las puertas del súper. Sólo serán elegidos si permanecen puros de espíritu y no se salen de sus envases. Luego de una introducción digna de Disney en la que todos los productos le dedican una canción al paraíso, una mostaza con miel vuelve, cual Víctor Sueiro, del idealizado “más allá” con todos los síntomas del estrés postraumático. Cuenta que los humanos no son dioses, sino monstruos… la canción/biblia que augura que los compradores/dioses los llevarán a un lugar mejor es una estafa, pues les espera ser destrozados, cocinados y consumidos. El relato ha sido armado por la sémola, el aguardiente y otros productos imperecederos para que la vida sea más tolerable al subordinarse a cierto orden moral. A partir de aquí los productos se debatirán entre la verdad y la ilusión mientras circulan referencias a la sociedad de consumo, reflexiones sobre la angustia existencial y, por supuesto, alegorías religiosas y políticas (dos de los personajes secundarios son un bagel y un lavash que repiten en sus góndolas el conflicto de israelíes y palestinos) ¿Que abundan los estereotipos sobre los judíos, los musulmanes y los mexicanos? Es cierto, pero la película tiene aciertos significativos, como cuando se tiñe de disaster movie en la secuencia del changuito y también cuando vira al género del terror en la escena de la cocina. No hay en el film de Greg Tiernan y Conrad Vernon (co–realizador de Shrek 2 y Madagascar 3) nada demasiado revolucionario. Si tan solo el resto de su metraje se hubiera empapado del desenfreno final, el resultado sería muy superior. Para la próxima, entonces, menos pretensión filosófica y más depravación sexual, por favor.//∆z
Aunque la animación para adultos haya tenido más éxito en la televisión que en el cine, nunca faltan los artistas valientes que arriesgan sus carreras y el dinero de los grandes estudios para poner animales teniendo sexo o niños puteando en la pantalla grande. A esta respetada línea de artistas se les unen ahora Seth Rogen y Evan Goldberg, los comediantes porreros detrás de algunas de las mejores comedias de este siglo. Co-dirigida por Greg Tiernan y Conrad Vernon (quien interpretó al Hombre de Jengibre en todas las Shrek), La Fiesta de las Salchichas (o Sausage Party, como dicta su título original) tiene una premisa sencilla. Tomando la fórmula aparentemente infalible de Pixar, los cineastas se preguntan: ¿qué pasaría si la comida tuviera sentimientos? "Rápidamente nos dimos cuenta de que sería muy bizarro, porque nos la comemos", reflexiona Rogen. Los nuevos comediantes americanos tienen una habilidad extraordinaria para tomar ideas muy pelotudas y convertirlas en clásicos modernos. Lo logran mezclando las historias graciosas con temas más profundos: Superbad y Pineapple Express se enfocaban tanto en los gags vulgares como en la amistad de sus protagonistas, mientras que Neighbors hablaba sobre lo difícil que es ser un "adulto responsable". Por ser un filme animado y por los temas que trata, La Fiesta de las Salchicas es probablemente la película más ambiciosa hasta la fecha del equipo Rogen-Goldberg. En el mundo aquí planteado, la comida que compramos e ingerimos sólo tiene un deseo: ser elegida por "los dioses" (nosotros) para ir al Paraíso, sin saber que el Paraíso es una cocina donde son descuartizados y devorados. La trama sigue a la salchicha Frank (interpretada por Rogen), quien trata de revelar la verdad al resto de los alimentos. En el camino, vemos muchas escenas de violencia contra alimentos, escenas de alimentos drogándose, o alimentos teniendo una orgía. O sea, esto no es Ciguëñas, ¿entendido? Para los fanáticos las películas de Rogen y Co. (¿y quién no es fan de esas películas?), La Fiesta de las Salchichas tiene una cantidad más que suficiente de chistes obscenos para destornillarse de risa. Además, incluye temas sobre la religión y la fe que nunca pero nunca vas a encontrar en una de Adam Sandler. A propósito, ¿ya les dije que los personajes son alimentos que hablan? Re flashero, chabón. Cabe destacar además el gran elenco de voces del film, que va desde los habituales amigos de Rogen (Michael Cera, Jonah Hill, James Franco, Paul Rudd, Danny McBride, Bill Hader, Craig Robinson) hasta algunas nuevas presencias (Kristen Wiig, Salma Hayek, Edward Norton). La Fiesta de las Salchichas se convierte así en un clásico inmediato del cine animado para adultos, y se posiciona allá arriba con Fritz el Gato y South Park: Bigger, Longer and Uncut. Seth Rogen y Evan Goldberg se merecen un aplauso (además de unas cuantas carcajadas) por su ímpetu en expandir el género de comedia hacia tierras desconocidas, un chiste sobre penes a la vez. VEREDICTO: 8.5 - FUCK, THAT'S DELICIOUS La Fiesta de las Salchichas es la opción para todos los adultos amantes de la animación que no se bancan Trolls. Un festín de risas imposible de rechazar, aunque los chistes sean sucios o la resaca implacable.
Seth Rogen, Evan Goldberg y Jonah Hill son quienes pergeñaron la historia que, ya podrás imaginar, no es la animación que esperabas compartir con los pequeños, ni de cerca…
Acidez y Food Porn "La fiesta de las salchichas" es la nueva creación de Seth Rogen, Jonah Hill y sus amigos fumanchis, que debo decir tienen una capacidad increíble para sacar airosas sus tesis tan ofensivas como divertidas. En esta ocasión, el producto es una historia animada que se centra en la supuesta visión que tienen los productos de supermercados de nosotros, los seres humanos. Todos estos comestibles, bebidas y elementos de limpieza e higiene, viven en una realidad que parodia de cierta manera al film "La Isla" de Michael Bay, en la que los protagonistas viven en una especie de colonia (aquí el supermercado) aguardando por su turno de ser elegido por los dioses (los compradores) para ser llevados al "Más allá" (fuera del super), donde todo es felicidad y alegría. En esta colonia viven los protagonistas, las salchichas Frank (Seth Rogen), Barry (Michael Cera) y Carl (Jonah Hill), el pan de pancho Brenda (Kristen Wiig), el bagel Sammy (Edward Norton) y el wrap (o algo por estilo) Lavash (David Krumholtz). Todo viene bien hasta que un día son seleccionados por los dioses para ir al "Más allá". Un accidente trágico dentro del super deriva en que nuestros personajes principales se enteren de la cruel realidad. Los dioses son unos monstruos que sólo los comen y destrozan de las maneras más morbosas posibles. En general debo decir que si bien la premisa es totalmente absurda, logran hilar de manera muy natural y divertida todo un universo de comestibles vivientes con el que nos vamos encariñando a medida que avanza el metraje. No es una propuesta para niños, de ninguna manera. Hay mucha violencia física, verbal y sexo casi explícito. Es una propuesta liviana para adultos, con mucho humor ácido y algunas bofetadas a las religiones, las culturas y el establishment. Muchos de los gags son bastante ofensivos si nos los tomamos en serio, pero soy partidario de separar realidad de ficción y tomarse con humor este tipo de cosas. El humor que se utiliza es muy al estilo de las películas de Seth Rogen, por lo que advierto a los espectadores a los que no les haya gustado casi ninguna película de él, no perder el tiempo con esta. Un producto liviano, fresco e irreverente, que no pretende más que sacar algunas carcajadas a su público.
Conrad Vernon (“Madagascar” y “Monster Vs Aliens”) junto con Greg Tiernan nos traen esta desfachatada e insolente comedia de animación que apunta a un público adulto sin ningún tipo de pacatería. Esta cinta de animación de Sony Pictures está basada en una historia de Seth Rogen, Evan Goldberg y Jonah Hill que fue adaptada a un guion por los mismos Rogen y Goldberg junto a Kyle Hunter y Ariel Shaffir. El film cuenta la historia de un grupo de alimentos que viven en un supermercado. Allí, ellos adoran a los consumidores humanos considerándolos como dioses que los llevan al “Gran Más Allá” cuando son comprados. Entre los productos comestibles del supermercado está una salchicha llamada Frank, que sueña con vivir con su novia, un pan de salchicha, llamada Brenda, en el “Gran Más Allá”, donde finalmente puedan consumar su relación. Los paquetes de Frank y Brenda son elegidos pero sus celebraciones son interrumpidas cuando un frasco de Miel Mostaza devuelta, que también ha sido elegido, afirma a los otros productos comestibles en la cesta de la compra que el “Gran Más Allá” no es lo que creen. Como ya se pueden imaginar por lo que nos dice la sinopsis argumental, la película no es apta para conservadores. Un relato de tinte delirante hace uso de situaciones bizarras para realizar una crítica social del capitalismo y el consumismo, al igual que un profundo reproche a las doctrinas religiosas. Por otro lado, también sirve a modo de sátira del puritanismo. Resulta chocante ver a varios productos comestibles realizar orgías o componer arquetipos sociales bien fuertes y dominantes de la comunidad norteamericana. Es ahí donde la película logra dar justo en la tecla y componer un relato entretenido, reflexivo y obsceno a la vez. A nivel técnico, el largometraje excede las expectativas y representa un logro para la disciplina de la animación (“Sausage Party” fue nominada a los premios Annie 2016 en la categoría Mejor Montaje). Y por el lado narrativo, el film exuda inteligencia a partir de una secuencia continua de gags efectivos, y la ya mencionada crítica social, racial y religiosa. Si están buscando una comedia negra, irónica, irreverente, desmedida y que cuente con grandes personalidades del género como Seth Rogen, Kristen Wiig, Jonah Hill, Iris Apatow, James Franco, Michael Cera, Salma Hayek y Edward Norton; entonces este fin de semana deberían ver “La Fiesta de las Salchichas”.