La Huésped es el ultimo filme basado en una novela de Stephenie Meyer, la autora de (gulp!) Twilight y todas sus secuelas. Decidida a crear otra vaca a la cual pueda seguir ordeñando, optó por trocar vampiros, hombres lobo y adolescentes calentorras por invasores extraterrestres... y más adolescentes cachondas. El problema es que aquí no funciona ni el escenario de ciencia ficción ni el romance adolescente, y lo único que nos queda son algunas actuaciones aisladas y algunos diálogos perdidos. El resto va de la ridiculez al divague, y prácticamente no hay ni un aspecto de peso que logre redimir a la historia como para que califique de potable. Lo mas curioso de todo esto es que reclutaron a un tipo del calibre de Andrew Niccol para semejante pavada. Niccol es un especialista en distopías y alegorías, un tipo que realiza desarrollos extremadamente elaborados e inteligentes a partir de premisas simples - en todo caso, Niccol es un purista que toma la esencia clásica de la ciencia ficción y la aplica en su máxima expresión: tomar el mundo tal como lo conocemos, alterar un factor importante y desarrollar un escenario hipotético en base a dicha modificación -. El tipo ha dado a luz cosas como In Time, Gattaca y el libreto de El Show de Truman. A mi juicio el problema con Niccol pasa por los defectos de construcción de sus relatos, sea que parte de una premisa totalmente absurda (In Time) o realiza un desarrollo tan complicado que bordea lo absurdo, amén de poner a personajes totalmente apáticos como héroes (Gattaca). No creo que Niccol sea el genio que todos proclaman, pero creo que está en la senda correcta y que un día el tipo puede despacharse con un clásico enorme que hasta ahora (según mi opinión) no ha engendrado. Que el nombre de Niccol figure aquí tiene más que ver con la cantidad obscena de dinero que le habrán ofrecido que con un interés genuino en la obra de Meyer. A final de cuentas, en Hollywood son todos mercenarios y hasta Orson Welles rodaba bazofias en su momento con tal de obtener fondos para financiar sus obras maestras. Mientras que otros directores de prestigio - léase Bill Condon - se han acercado a adaptar los libros de Stephenie Meyer y han superado la prueba con bastante éxito, La Huésped podría ser el zapato de cemento que hunda definitivamente la carrera de Niccol en el fondo del lago. Niccol no sólo dirige sino que también es el responsable del libreto, así que la culpa va por partida doble. La Huésped es un monumento a la incompetencia y a la ridiculez pero, si la historia es tonta, la culpa de Niccol pasa por haber sido incapaz de tamizarla y volverla potable, amén de que haber aplastado todo el segmento de romance adolescente, raison d'etre de cualquier novela de Stephenie Meyer. Mientras que Meyer pudo manejar con una mínima eficiencia las mitologías clásicas de vampiros y hombres lobos en Twilight (y las reinventó para el traste, pero al menos las reelaboró de alguna manera), está visto que Meyer desconoce en absoluto cómo crear un escenario de ciencia ficción mínimamente potable. Acá tenemos una raza alienígena que rápidamente ha invadido la Tierra y ha asimilado a la mayor parte de la humanidad - estableciéndose en sus cuerpos como si fueran parásitos, y quitándoles todo rezago de su antigua personalidad -; el problema es que todos estos E.Ts son unos bonachones de aquellos y se manejan en nuestro planeta utilizando nuestra anticuada tecnología. Es absurdo ver a los aliens (o humanos asimilados) utilizando supermercados para abastecerse, volando vetustos helicópteros o siquiera montando lujosos autos deportivos. Cuando Diane Krueger decide rastrear el paradero de Saoirse Ronan en el desierto, apela a una vulgar cuadrilla de búsqueda y se comunica con sendos celulares. Toda esta gente... ¿no tiene satélites espías, rayos lasers o naves espaciales?. ¿Cómo es que tienen que buscar en Google la foto de un paisaje en el desierto para saber a qué localidad pertenece?. Y lo más importante es: ¿cómo hizo toda esta manga de incompetentes del espacio exterior para invadirnos y absorber el 99% de los seres humanos del planeta?. ¿Tan inútiles somos los terrícolas?.
La huésped es una película imperdible para los corazones muy románticos. Pero para poder disfrutar de esta original y bellísima historia a pleno es importante saber que acá la cosa pasa más por lo espiritual y por el amor que por la acción, ya que sino vas a entrar al cine con una falsa expectativa, y no vas a admirarla como se merece. El guión es complementado con...
Esquizofrenia y humanismo Finalmente ha llegado el film que viene a confirmar algunos rasgos de estilo en lo que respecta a las adaptaciones hollywoodenses de las novelas de la norteamericana Stephenie Meyer, máxima responsable de la saga Crepúsculo (Twilight). La industria ha creado un patrón artístico destinado al mercado adolescente en el que reproduce un “ABC rosa” sustentado en conflictos amorosos entrecruzados, un elenco de veinteañeros carilindos, un poco de acción esporádica, el misticismo reglamentario de cotillón, efectos visuales bastante modestos y un sinfín de devaneos verbales que a veces caen en la comedia liviana. La Huésped (The Host, 2013) ofrece la versión en clave de ciencia ficción del “paquete estándar”, lo que genera algunas modificaciones/ novedades en cuanto al producto resultante: respetando la estructura primordial de La Invasión de los Usurpadores de Cuerpos (Invasion of the Body Snatchers, 1956), vinculada a una avanzada alienígena de índole parasitaria que nos fagocita de a poco, hoy son los hombres quienes viven ocultos de una mayoría que los niega y/ o persigue (a diferencia de los vampiros y los licántropos de ayer que se mantenían en un exilio autoimpuesto símil señores feudales en decadencia). Sin lugar a dudas lo más curioso del convite pasa por la adición al triángulo sentimental clásico de una cuarta pata… aunque las dos chicas involucradas cohabitan en el mismo cuerpo. Específicamente hablamos de la anatomía de la bella Saoirse Ronan, señorita que aglutina a Wanda, una invasora de corazón sensible, y a Melanie, miembro de lo que subsiste de la resistencia. Así las cosas, la situación se resuelve a nivel formal con la consabida economía de recursos de las traslaciones a la pantalla grande de las obras de Meyer, léase a través de parlamentos en los que ambos personajes se disputan el accionar. El realizador neozelandés Andrew Niccol retoma la estética pop minimalista de la interesante Gattaca (1997) y las fallidas Simone (2002) y El Precio del Mañana (In Time, 2011), a la vez que construye una propuesta despojada que alcanza dignamente sus objetivos balanceando con sencillez la esquizofrenia de la protagonista y un humanismo sincero de aire romanticón. Aquí el cristianismo new wave persiste bajo el ropaje de un mesianismo que aparece empardado con el “camino del héroe”, en este caso la senda que atraviesa el “forastero” del momento, una entidad ancestral semejante a un panadero…
Alien se revuelca en su tumba… O en el vientre de alguien, bah. Antes que nada quiero decir que le agradezco al cielo que este film no haya sido protagonizado por Kristen Stewart. Aclarado este detalle, procedo a obsequiarles mi impresión sobre La Huesped (The Host, 2012). ‘Basada en la novela de Stephenie Meyer (autora de la saga Crepúsculo)’ reza la gacetilla de prensa, como si eso fuera una garantía de calidad. Lamentablemente mis escasas expectativas con respecto a esta película disminuyeron a pique a partir del minuto cinco, aproximadamente. Comienza con una escena bastante intrigante, pero ni bien descubrimos de qué la va, la trama se derrumba cual implosión inesperada. Una pena que la presencia de las talentosas Saoirse Ronan y Diane Krueger no haya podido invertir esta situación. Melanie (Ronan) es uno de los pocos seres humanos que sobreviven al futuro terrestre; ese futuro en que una raza alienígena infinitamente superior a nosotros tiene colonizado no sólo nuestro planeta, sino también casi todo el sistema solar. Tarde o temprano, los ‘E.T.’ de ojos luminosos, descubrirán a la terrícola y se la llevarán consigo para destinarla a su experimento de control y corrección del desordenado universo. Así es como la joven pasa a ser una de ellos; ¿y qué implica esto? Bueno, además de abandonar a los pocos seres queridos que le quedaban (su hermanito y su noviecito de tres días), Melanie será sometida a un ‘trasplante’ de alma en el que se le colocará una especie de ‘arañita filamentosa y movediza’ en su médula ósea. Una vez poseída por este bichito de luz, su ‘yo’ alien se apoderará de ella. Pero (siempre hay uno), el conflicto surgirá cuando comience la lucha interna entre la joven humana y su nueva ‘app’, llamada Wanderer. Ambas se escaparán y se darán un sinfín de conversaciones con una muy molesta voz en off, entre la terrícola que no quiere abandonar el cuerpo y el alien que lleva dentro. Mientras tanto, en la oficina de los alien perfeccionistas, se arma un revuelo bárbaro y salen en manada tras ella. Con un guión muy flojo, actuaciones mediocres, momentos más que predecibles y horribles clichés, este nuevo film que pretende quizás ser una sensación entre el público adolescente no tiene nada nuevo para ofrecer, fuera de escenas incoherentes para todos los gustos. De pronto vemos, por ejemplo, en una toma continua a un auto súper futurista (un Lotus deportivo cromado para ser más exactos) acelerando a más de 200 km por hora en una carretera desértica y vacía, dejando una estela de velocidad, como demostrando lo invencible que es. Tiempo después, en otra escena, el mismo auto no puede alcanzar a una camioneta común y corriente y cuando lo hace, la choca y se hace pedazos… Tan sólo un pequeño detalle a modo de ejemplificación de los tantos otros desaciertos que se dan en el film. Se supone que la historia de amor que se desarrolla, debería conmover al espectador, pero lamentablemente no llega a tocar ni la más mínima fibra del corazón. Un desperdicio de talento el del director Andrew Niccol, que tiene en su haber obras como Gattaca (1997) y fue el guionista de la exitosa El Show de Truman (The Truman Show, 1998). Tampoco me gustó la visión siempre marcada que se hace entre razas que se suponen son superiores, y las inferiores; tan retrógradas unas y tan perfectas las otras. Aunque reconozco que le tiran al ser humano un par de palitos que no están para nada errados. Por otro lado, muchos de los personajes son nombrados con apodos como: ‘Doc’, ‘Buscador’, ‘Nómade’, ‘Curandero’… ¿Qué son, de la lucha libre? Conclusión, no me agradó la nueva novela de la Meyer llevada a la pantalla grande así que, por favor Estefanía, no cedas más tus derechos de autor. Se agradece.
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Crepúsculo cinematográfico A Stephenie Meyer le debemos la franquicia -literaria primero, cinematográfica después- de Crepúsculo. No puedo decir que me guste demasiado (tampoco la odio) esa saga con Kristen Stewart y Robert Pattinson, pero al lado de este engendro llamado La huésped aquellas historias de vampiros enamorados resultan -casi- como El ciudadano (bueno, no es para tanto). Andrew Niccol (quien combinó películas aceptables con otras bastante flojas como Gattaca, Simone, El señor de la guerra, El precio del mañana) cae a los subsuelos del universo hollywoodense con la dirección y -sobre todo- con el paupérrimo guión (lugares comunes, clisés, diálogos altisonantes, flojas actuaciones) de La huésped. No leí la novela original publicada en 2008 por Meyer, pero aunque fuese tan mala como esta película un autor y realizador competente podría “maquillar” un poco la cosa. Aquí todo es torpe, feo, obvio, ampuloso, solemne y grasa a más no poder. Diría que hasta bizarro, pero sin buscarlo. Tenemos una chica (la irlandesa Saoirse Ronan, talentosa actriz de Expiación: Deseo y pecado, Desde mi cielo y Hanna) cuyo cuerpo es invadido por los aliens que dominan la Tierra. Ellos le implantan un “alma”, intentan borrarle la memoria, y quieren que ella los lleve hasta el refugio de los pocos humanos “puros” que quedan en la resistencia. La protagonista queda escindida, en una doble personalidad que la tironea todo el tiempo y la llena de contradicciones. Esquizofrenia que, claro, se verá amplificada aún más cuando se enamore de dos chicos carilindos (¿les suena de algún lado?). Hay besos bajo la lluvia, apelaciones entre místicas y new-age, y hasta un diseño de producción poco atractivo dentro de los parámetros actuales de la ciencia ficción. Ni siquiera William Hurt o Diane Kruger se salvan del bochorno. Flojísima.
Dos en uno Aunque resulta difícil etiquetar a La huésped (The Host, 2013) en un solo género, Andrew Niccol, flamante realizador de Gattaca (1997), ofrece esta vez una mezcla contundente de ciencia ficción futurista y romance adolescente, como si la saga Crepúsculo o La Guerra de los Mundos (The war of the worlds, 1953/2005) le hubieran servido de inspiración. En un futuro no muy lejano, la Tierra se convierte en un lugar seguro, sano y limpio debido a que la raza alienígena ha venido para quedarse, tomando posesión de los cuerpos humanos como si fueran huéspedes. Algunos pocos lograron sobrevivir en remotos escondites; entre ellos está la familia de Melanie (Saoirse Ronan), una adolescente que corrió con el infortunio de ser usurpada y tendrá que convivir con Wanderer, su alma invasora. Con La huésped, Niccol demuestra una vez más que la ciencia ficción es lo que mejor sabe hacer; pero en algunos aspectos el film resulta ser más complejo. El concepto de dualidad atraviesa toda la película que no se focaliza tanto en dar un mensaje esperanzador a los terrícolas, sino más bien en explotar los dilemas de un triángulo amoroso (por no decir cuadrado) y el conflicto interno que supone la presencia de dos personalidades dentro de un mismo cuerpo. Apoyado en el trabajo del director de fotografía Roberto Schaefer, que brinda unas impecables imágenes de Luisiana y Nuevo México como escenarios, el guión no presenta errores mayores aunque de a poco va tomando el semblante de la saga Crepúsculo de varias maneras, lo que se fundamenta con el hecho de ser nuevamente Stephenie Meyer la autora del best-seller en el cual se inspira esta película. La interpretación de Saoirse Ronan, que se destacó en Hanna (2011), está a altura de un papel que tampoco le demanda tanto para este argumento más que un par de expresiones emotivas. Como ella, otra actriz en su lugar lo hubiera hecho bien también, lo que recuerda automáticamente la inexpresividad de Kristen Stewart en el rol de Bella Swan. Aun con su desdoblamiento y algunas complejidades, La huésped no deja de apuntar a un público adolescente con un guión sólido pero sencillo, con altas dosis de ciencia ficción y futurismo. Este parece ser el combo ideal para un espectador acostumbrado al amor romántico más que al realista y a observar la realidad con los ojos del personaje protagonista.
¿Se puede convertir a un culebrón venezolano en una historia de ciencia ficción? ¿Puede una típica novela de la tarde cuyo protagonista es un hombre de alta alcurnia que mantiene una relación prohibida con una mujer pobre pasar a ser una historia de amor entre aliens y humanos? Si, en ambos casos se puede. Y la responsable de tales logros es otra vez Stephenie Meyer, quien primero presenta sus creaciones en novelas que luego son expandidas y viralizadas en formato cinematográfico. Lo que se hizo con la Saga Crepúsculo se intenta emular en La huesped pero está claro que no tendrá el mismo resultado aunque el libro haya sido un best seller. Es muy fácil destrozar esta película y no sorprende nada que la crítica internacional la haya matado, algo que seguramente pasará aquí. Pero como siempre decimos en este espacio: cada film tiene su público y la audiencia para este estreno es la misma que deliró con los hombres lobo de torso desnudo y el vampiro sufrido, incluso en la última (y paupérrima) entrega el año pasado. Los fans son los que tienen la potestad y la última palabra para decidir si es una buena adaptación o no y dentro de esos parámetros habría que juzgar a esta película. Claro está que es el film más flojo dentro de la prolífera carrera del director Andrew Niccol, quien aquí incluso guiona. Debe haber recibido un lindo cheque porque sino no se entiende esta mancha en su filmografía. No hay nada de la cinta que pueda mencionarse como para resaltar en lo técnico, basta con decir que es correcto y que se deja ver. En cuento el guión, por momentos da risa si nos enfocamos a lo cinematográfico pero volviendo a lo que destacábamos un par de párrafos más arriba, dentro de ese mundo funciona bien. Es decir, si se acepta la voz de la actriz principal interpretando a dos personajes diferentes que conviven en un mismo cuerpo y que discuten por los hombres que aman siendo una humana y la otra extraterrestre, se le puede encontrar algún sentido e incluso esbozar una sonrisa en un par de escenas. Aún así hay que destacar la obsesión que tiene la autora por estar abiertamente en contra del sexo pre-matrimonial. Algo que plasmó en Crepúsculo y que como aquí no podía utilizar las mismas reglas recurre a una excusa descabellada a tal punto que es la mujer que le pide casi suplicándole al hombre que le haga el amor. En fin… Saoirse Ronan ha demostrado sus dotes actorales en The Lovely Bones (2009) y Hanna (2011) y aquí no repite lo mismo pero no por su culpa sino por lo que le tocó hacer. Pero vale destacar que teniendo en cuenta eso hizo un buen laburo. Sus consortes Jared e Ian, interpretados por los ignotos Max Irons y Jake Abel respectivamente, no logran imprimir credibilidad alguna. El resto del elenco es más que olvidable (incluso un desperdiciadísimo William Hurt), salvo por la bella Diane Kruger a quien siempre es lindo verla en pantalla y su papel aquí es el más “picante”. El final es efectista y logra funcionar hasta que lo arruinan con una suerte de epílogo. No obstante abre las posibilidades a futuras secuelas que es muy poco probable que se hagan (aún no se publicaron los libros). De todo este análisis que comenzó con dos preguntas se desprende una tercera: ¿Película mediocre y sin sentido o film correcto para un nicho determinado? La respuesta es afirmativa para ambos casos, solo varía el que responderá: el espectador, fan o no fan. Esa es la cuestión.
Melanie y Wanda, la primera es una chica miembro de la resistencia humana a una invasión extraterrestre, donde vienen seres de otro planeta a ocupar los cuerpos de hombres y mujeres y usarlos como propio, Wanda es quien ocupa el cuerpo de Melanie cuando es atrapada. A partir de esa tensión, invasor/invadido y los intereses de ambos, se va construyendo una historia de ciencia ficción y romance, cuando Melanie guía su cuerpo ocupado por Wanda a la guarida de la resistencia...
Una tonta película adolescente, ese es el mejor calificativo. Aunque, claro está, “La saga crepúsculo” también lo fue, y el resultado fue muy bueno (económicamente hablando). Parece que Stephenie Meyer no quiso cortar su racha y optó por vender los derechos de otra novela para adaptarla a la pantalla grande. En este caso: "The Host". Otra historia adolescente que lo único que aporta es: nada, definitivamente nada. Algo que agradezco es haber comenzado a mirar esta película sin ningún tipo de expectativas, de esta forma no pudo decepcionarme (del todo). En este caso, en vez de hablar de vampiros y hombres lobos, se trata de una invasión extraterrestre que ha aducido el 99% de la población humana e infiltrado a través de “almas”. De esta forma, los seres humanos pasan a formar parte de esta nueva raza extraterrestre. Sin embargo, y como todo buen ser humano, existe un grupo de rebeldes que lucha para mantener viva la especie humana. Eso es todo, una chica que es aducida y lucha (internamente) para que no descubran donde se encuentra el grupo de rebeldes entre los cuales se encuentra su hermano y el amor de su vida. La verdad que al ver que duraba poco más de dos horas esperaba más. Cuando la mala, no tan mala, Diane Krueger decide buscar a la fugitiva (Saoirse Ronan) en el desierto, apela a una vulgar cuadrilla de rastreadores que se comunican con celulares. ¿Y la tecnología? ¿Y los GPS? Una película que abunda en romanticismo y conflictos adolescentes más que en una buena trama de ciencia ficción. Una lástima sabiendo que el guionista y director es Andrew Niccol, aquel que dirigió “Gattaca” en 1997 y fue el guionista de la increíble “The Truman Show” (1998).
El secreto de sus ojos De la autora de “Crepúsculo”, otra historia de amor, con brillo en los ojos de aquellos humanos invadidos por una fuerza alienígena. Parece que la escritora estadounidense Stephenie Meyer tiene algo con la visión de sus personajes, los desdoblamientos y, por sobre todas las cosas, el amor como fuerza motora. Su best seller Crepúsculo, que hechizó a millones de adolescentes con el triángulo licano-vampiro-humano, mostraba el iris rojo de los chupasangres marcando el camino hacia la inmortalidad. En La huésped, otra aventura romántica, pero no tan sesgada al público teenager , se refleja un brillo peculiar en los ojos de aquellos seres humanos invadidos por una fuerza alienígena. ¿Cómo ocurre esto? A través de un alma (unos filamentos incandescentes) que penetran suavemente en la piel del sujeto y borran su memoria, purifican su esencia llevándolo a construir la utopía del mundo perfecto: con salud y sin violencia, hambre, ni dinero que necesitar. Una de las “víctimas” es Melanie (Saoirse Ronan), a la que se le implanta un alma y pasa a llamarse Wanderer. Y aquí lo interesante del filme de Andrew Niccol (Gattaca): encapsular en un cuerpo al espíritu atrapado que se niega a desaparecer. Como si fuese una voz de la conciencia neutra y con cierta reverberación, Melanie luchará por dominar a la inmaculada Wanderer y obligarla a no adaptarse al nuevo orden mundial. Párrafo aparte para ese mundo, prolijo, limpio, despojado de toda maldad, donde todos visten de blanco y resalta un plateado brillante en autos, motos, helicópteros, lo que le otorga un carácter impersonal, emparentado con el pueblo infantilizado -e ingenuo- del 2032 del filme El demoledor. La conquista de las almas es por desgaste, contemplar la extinción de la otra raza, sin violencia, la contracara de los pocos humanos sobrevientes, ocultos en desértica zona de formaciones rocosas. Y en ese submundo (donde la escenografía y fotografía se lucen con, por ejemplo, las imágenes de las luciérnagas o las doradas cosechas) se desatará la lucha interna de la protagonista. Melanie se encontrará con su novio Jared (Max Irons) y Wanderer quedará obnubilada por Ian (Jake Abel), un cuadrado amoroso pero en tres cuerpos. ¿Difícil, no? Los contínuos debates internos de la protagonista con su otro yo (donde el amor es el único eje) por momentos hacen caer al filme en un pozo creativo del cual se levanta por la tensión de La buscadora (la pétrea Diane Kruger), quien hará lo imposible para encontrar a Melanie y llevarla hacia el foco de la resistencia humana. ¿Lo conseguirá?
Un huésped indeseado Un nuevo film basado en una novela de Stephenie Meyer llega a la gran pantalla. Si son fans de la Saga Crepúsculo esta película probablemente no va a ser de su agrado, lo interesante es que si odian la mencionada franquicia, la reacción será la misma. Aquello que los separó, el tiempo lo unirá. La Huésped vuelve a girar (así como Crepúsculo) en torno a un tópico clásico del cine fantástico, esta vez el emblema de turno es el de "los usurpadores de cuerpos". Extraterrestres que se apropian del cuerpo de los humanos para crear "secretamente" una sociedad propia en reemplazo de la nuestra. Las variantes de este tópico dentro del cine son diversas siendo Invasion of the Body Snatchers de Don Siegel, su remake homónima de 1978 dirigida por Philip Kaufman y They Live de John Carpenter los más elevados exponentes en cuanto a las sub-lecturas que proporcionan. La diferencia entre esos films y este dirigido por Andrew Niccol (Gattaca, El Precio del Mañana) radica en que pareciera llegar a destiempo al relato. En primer lugar la invasión ya es casi total, no sabemos muy bien cómo comienza el accionar extraterrestre pero el texto en off nos indica que ya casi no queda humanos libres. La posibilidad de defensa por lo tanto parecería nula. El relato entonces no va a basarse en la lucha por mantener y/o recuperar el territorio sino por el contrario en una peculiar historia de amor que una vez más va a involucrar a adolescentes cachondos que juegan por un rato a ser grandes, Meyer en estado puro. Nuestra protagonista es Melanie (Saoirse Ronan) que pese a que su cuerpo fue invadido opone desde el interior cierta resistencia que se traduce en una voz off que mostrará su lucha interior entre su parte humana y su doble extraterrestre que recibe el nombre de Wanda. Wanda es según los extraterrestres un "alma" débil ya que no puede controlar del todo la mente de su receptora (vale aclarar que también es bastante "humana" en sus formas y eso es sólo para ser funcional el relato). En esta instancia se hace visible el rumbo que Meyer desea darle al personaje. Una vez más la escritora toma el tema de la adolescencia y sus conflictos, una naturaleza que bordea la bipolaridad e impulsos que en más de una ocasión se contraponen. Este conflicto interno va a exteriorizarse cuando Melanie se reencuentre con su novio y Wanda se enamore de su amigo. Un cruce amoroso tan simpático como intrincado que fue desaprovechado por el director categóricamente por una narración audiovisual fría, distante, absolutamente deserotizada y lejana a cualquier tipo de intensidad dramática. En La Huésped no pasa nada. El metraje transcurre y todo se hace tan monótono como el desierto en donde transcurre gran parte del film. La "maldad" de los invasores sólo se intuye por sus ropas excesivamente sobrias y uniformes y cierta forma de hablar mecanizada, elementos que pretenden juguetear con el fascismo. Sin embargo estos seres tienen "debilidades", no mienten, confían unos en otros, transformaron la tierra en un mundo sin hambre, erradicaron las enfermedades, abolieron el dinero, etc. El precio de todo eso es la libertad que han quitado a los hombres por supuesto, un curioso dilema. Los humanos por su parte se mantienen escondidos haciendo cultivo interior... de trigo. Lo único que moviliza al relato entonces son algunas situaciones cotidianas tan pequeñas que ni vale la pena nombrar y el conflicto interior Melanie/Wanda frente a la dupla de galanes. Lo que las cámaras dirigidas por Niccol no pueden o no saben expresar es entonces dicho en diálogos, en realidad, más que diálogos son un cúmulo de frases literarias hiladas entre dos personajes que terminan de arrancarle al relato cualquier esperanza de verosimilitud en las actuaciones. De La Huésped pueden rescatarse tal vez algunas ideas o intensiones pero como totalidad su narrativa ausente de intensiones claras da como resultado un film aburrido y demasiado desapasionado.
Una de ciencia ficción, del futuro, un futuro en el que la humanidad ha sido tomada, ocupada por los extraterrestres. Ocupada, ocupados los cuerpos, como en las diferentes y añoradas BodySnatchers . Acá todo se hace de forma muy limpia, y ya no se trata de referirse al comunismo sino más bien a otra cosa más vaporosa. Los aliens de esta película dominan la tierra y han logrado una sociedad ordenada, ordenadísima, pulcra, aburridísima. Ni marcas para los productos tienen de tan aburridos que son: la harina, bueno, se llama harina. Un mundo con adhesivo vinílico pero sin Plasticola. Pero claro, como pasa siempre en el cine, quedan humanos-humanos que resisten, o al menos escapan (son los que no tienen los ojos de color celeste brillante, signo de cuerpo copado por los aliens). En eso de escapar andaba Melanie cuando la agarraron y le pusieron un alma alien. El principio de La huésped ( The Host , nada que ver con la maravillosa película coreana de monstruos dirigida por BongJoon-ho) parece prometer un relato de género con fotografía brillante, escenarios fríos, líneas rectas, prolijidad narrativa, rasgos intermitentes del director Andrew Niccol (especialmente en su ópera prima, Gatacca ; Niccol también hizo una gran película desaforada como El señor de la guerra ). Desde que a Melanie le injertan un alien, bueno, Melanie sigue ahí, el cuerpo entonces es compartido por "dos almas", la extraterrestre Wanderer se comunica hablando y Melanie se comunica pensando, y solo la escucha Wanderer, pero Wanderer a Melanie le habla hablando, como si no pudiera pasarle las ideas pensando. No sabemos cómo es este detalle en el libro de Meyer (la escritora de la saga Crepúsculo ) pero en todo caso, ok, es una solución de adaptación y de claridad narrativa, podemos seguir apostando por la película. Pero como a la media hora Melanie/Wanderer llega(n) a una cueva, y ahí se nos conduce sin piedad y sin ningún apuro a una situación como de Crepúsculo de outlet, con la chica de doble alma disputada por unos chicos dignos de tapa de libros de Johanna Lindsey, pero con el pelo corto. Estos chicos rubiones son inexpresivos, pero es lo de menos. Y no es el "efecto argumental obligado de la autora de Crepúsculo " lo que mata a La huésped a partir de ese momento. Es por un lado la torpeza para comunicar las situaciones: hay un momento en el que el personaje de William Hurt verbaliza a lo bestia lo que percibe y no hay manera de tomarse en serio nada porque parece hablar sin otro motivo que para que esta carrera de orugas fuera de forma avance un poco, pero no hay caso. Por otro lado se nos amontonan lo ridículo de las situaciones, los destellos new age básicos (los aliens son directamente "seres de luz"), la solemnidad, la tontería lisa y llana, la lentitud y la falta de gracia. La película, carente de personalidad, parece haber sido realizada por estos aliens medio pánfilos. Un dato relevante: la crítica de La huésped fue la última que publicó el famoso crítico Roger Ebert antes de morir.
Bipolar como pocas "La Huésped" es una historia de ciencia ficción, acerca de una invasión alienígena, que sucede en un futuro cercano. Los seres que han invadido la Tierra son realmente superiores, han traído la paz, el equilibro, y la cura para terribles enfermedades, entre otras cosas; pero a cambio, deben invadir los cuerpos humanos con sus almas, utilizándolos -literalmente- como huéspedes. Un pequeño grupo de humanos forma una resistencia armada, y tienen como lema morir antes que dejar invadir su cuerpo por extraterrestres. Esto es lo que pretende hacer la protagonista de la historia, Melanie (Saoirse Ronan) quien intenta suicidarse al ser capturada, pero falla en el intento, y mediante una pequeña intervención quirúrgica, le implantan el alma de Wanda, una milenaria extraterrestre, en su cuerpo. Algo extraño sucede, ya que Melanie no desaparece al ser invadida, y se resiste a que Wanda viva dentro de ella; así ambas conviven en un mismo cuerpo, y comparten los mismos recuerdos, y de alguna forma los mismos sentimientos, pero no las mismas ideas. A Wanda se le asigna una implacable buscadora (Diane Kruger), para que a través de los recuerdos de Melanie, los guíe hacia el refugio donde se encuentra la resistencia. A partir de ahí, al conocer y estar de alguna forma en ambos bandos, Wanda debe resolver de qué lado quiere estar. La película tiene un planteo inicial interesante, y como toda buena historia de ciencia ficción lo sobrenatural sirve como excusa para desarrollar temas complejos, como qué sucede con las almas, o quién tiene más derecho a habitar el planeta. Pero, la autora de la película es Stephenie Meyer, la responsable de la saga “Crepúsculo”, así que básicamente estamos ante una película para adolescentes, donde el dilema de la humanidad se desvanece antes de llegar a la mitad de la historia, para poner en primer plano los complicados romances de las protagonistas, quienes dentro del mismo cuerpo aman a dos chicos diferentes. Visualmente la película es algo más que correcta, con una clásica estética minimalista y blanca, para los extraterretres; y un microclima bastante mas interesante y rústico, como espacio de la resistencia humana. Saoirse Ronan logra un buen desempeño con un personaje realmente complicado, que es difícil no encontrar gracioso al principio, aunque no pretenda serlo. Se destaca William Hurt como un aplomado líder de la resistencia, que por momentos debe actuar como la voz de la conciencia en el medio del caos. Con una propuesta bastante original, la ciencia ficción en que se basa la historia cede ante una propuesta mas básica y romántica, por momentos algo melosa, pero bien narrada, y muy bien dirigida por Andrew Niccol, quien ya se había lucido en el género con “Gattaca”.
Usurpadores de cuerpos versión New Age Una persona que es dos, se enamora de dos galancitos teen que vienen de la resistencia y de la invasión de alienígenas, un condimento que resultaría divertido por lo inverosímil pero sólo deja la sensación del tiempo perdido. Algunas películas del cine mainstream deberían prevenir al espectador por sus probables efectos o daños colaterales. La huésped reúne todos los condimentos para dicha sugerencia con su extraña mezcla de ciencia ficción, thriller, romanticismo quinceañero, frases pontificadoras y una estética "bonita" y New Age que fluctúa entre el aforismo más cursi y el sermón religioso que hace sonrojar sin vergüenza alguna. Tampoco es para sorprenderse demasiado si la autora de la novela original es la exitosa Stephenie Meyer, responsable de la saga Crepúsculo y de este relato que planificó en un viaje por la ruta. Algo parecido a la descripción de un nuevo mundo es aquello que sucede al inicio del film donde un grupo de alienígenas encabezados por Wanderer (Diane Kruger, ¿qué hace acá?) llega a la Tierra con su gente para apoderarse de la rebelde Melanie Stryder (Saoirse Ronan con la actitud actoral de una ameba) e incluir en su anatomía a la invasora Wanda, razón por la que habrá un personaje conviviendo con dos criaturas diferentes. Melanie y Wanda, quien tiene algún pariente cercano escondido en una cueva, junto a otra gente que se opone a tales cuestiones (por allí anda William Hurt), se enamorarán de dos jóvenes de revista teenager, uno que aboga por la resistencia y el otro que procede de la invasión. Más allá de lo disparatado de la trama –los diálogos "internos" entre Melanie y Wanda pueden causar repentinas carcajadas– el problema mayor de La húesped es su postura grave y solemne frente a los géneros que, sin suerte alguna, intenta abordar en su interminable metraje. Otra actitud preventiva sería evitar que a semejante pastiche cinematográfico se lo compare con Invasion of The Body Snatchers (1956) de Don Siegel y también a sus remakes de finales de los '70 e inicios de los '90. La huésped es otra cosa, algo tan alejado del cine y del mínimo criterio para construir una puesta en escena, debido a sus malogradas pretensiones humanistas y didácticas, destinadas a adolescentes en época de descubrir sus primeras inquietudes hormonales, que termina convirtiéndose en una inconsistente e insconciente comedia, olvidable, aburrida y pavota.
Stephanie Meyer, autora de la saga CREPUSCULO repite la formula, con esta aggiornada versión de LA INVASION DE LOS LADRONES DE CUERPOS en clave de romance adolescente. Aquí también hay un triangulo amoroso teen con dos chicos enamorados de la misma adolescente. Claro, que si en la historia de vampiros y hombres lobos había toda una mística que hacia funcionar la trama, aquí, la historia resulta una anécdota plagada de lugares comunes, personajes trillados y actuaciones asépticas. Ni siquiera el reparto adulto parece estar cómodo en esta fallida película solo apta para incondicionales de la autora.
Es fácil pegarle a The Host por el sólo hecho de tratarse de otra adaptación de una novela de Stephenie Meyer pensada exclusivamente para instalarse dentro del nicho que ella misma ayudó a descubrir con el higienismo romántico/vampírico de la saga Twilight. Después de todo es la repetición total de una fórmula: una leve mixtura de géneros, un trío carilindo de protagonistas para poner algo de suspenso al "amor imposible" -que se sabe desde el comienzo cómo terminará-, diálogos de manual y demás. Pero aún partiendo de esa base, un buen director podría ofrecer algo digno o, por lo menos, diferente. David Slade lo hizo con Eclipse, la tercera y mejor entrada en la franquicia Crepúsculo, y Bill Condon sorprendió con algo de gore en la primera Breaking Dawn. Con Andrew Niccol en los puestos de guionista y director, se podía esperar que ocurriera algo así, pero no lo hace. El otrora escritor de Gattaca, Simone y The Truman Show –y realizador de las dos primeras- ha tenido dificultades en su vuelta a la ciencia ficción. Aquel que trajo una fuerte bocanada de aire fresco al género al momento de cambio de siglo, parece que ha dejado de esforzarse. El estreno de The Host tiene lugar en el marco de un año de renovación para el sci-fi, una época como hacía décadas que no se daba, en la que cineastas de renombre dirigen a estrellas de Hollywood en apuestas ambiciosas de un tipo de cine que ya no era frecuente. Su aporte a esta vuelta es nulo. Ya In Time (2011) mostraba signos de un malestar que aquí se potencia. Se repite el romance pasteurizado, las actuaciones acartonadas de sus jóvenes personajes, las líneas trilladas, solemnes, carentes de imaginación y emoción de un guión que hace agua en todo momento, así como también un mal manejo de los tiempos. The Host tiene una excesiva duración de poco más de dos horas, lo que le juega en contra al potenciar las falencias, como su falta concreta de avance y la tendencia a volver sobre sí misma con algunas secuencias. Tanto cuesta definir, que hay dos o tres finales. Si bien en un primer momento es molesto, el diálogo permanente entre Wanderer y Melanie termina por acoplarse. Una y otra se ponen a su vez en el rol de un comic-relief, lo que conduce a que el largo trayecto juntos –espectador y personaje- se haga algo más llevadero. Hay quienes aportan su grano de arena para que la propuesta no termine de caer estrepitosamente, con un William Hurt que trae su experiencia como el líder de carácter de una comunidad de sobrevivientes y con Diane Kruger como la cabeza de la raza alienígena que invadió la Tierra. Aún así, son personajes superficiales, de una notoria pobreza al momento de la escritura. Ocurre que el conflicto interno que se debate en el interior de un cuerpo que ha sido ocupado por otro ente, está muy poco explorado. Es un terreno unidimensional, en el que sólo el amor prevalece, pero que no explota ninguna otra variante de la rica psiquis humana o, para el caso, extraterrestre. Este tipo de cuestiones dejan en claro que, partiendo de un material fuente limitado, Niccol no manifiesta ninguna intención de hacer una búsqueda más profunda. En lo que se puede ver, su futuro distópico tampoco tiene elementos que permitan distinguirla dentro del género. En lo que es básicamente una leve variación de su última película, la división de clases entre ricos y pobres fue reemplazada por la de los humanos colonizados y los que resisten en grupos pequeños. Un sector es eficiente, amable, pulcro y su color distintivo es el plateado, el otro es sucio, desconfiado, con manchas de tierra en la ropa. Niccol se volvió un director demasiado transparente para un género abierto a nuevas miradas. Su conformidad al momento de llevar adelante esta película, impersonal al punto de que parece sólo haber prendido la cámara para cada toma prefabricada, lo muestran como el huésped de quien supo ser una década atrás.
Una visitante más que extraña Luego de cerrar la exitosa saga de vampiros "Crepúsculo", la escritora norteamericana Stephenie Meyer, se metió de lleno con otra historia que se nutre de un contexto de ciencia ficción. En "La huésped" se enfrentan alienígenas y humanos. Los primeros han invadido nuestro planeta y se dedican a profanar cuerpos para "inyectarles" algo que los convierte en extraterrestres. El título de la película "La huésped" refiere a una chica Wanda/Melanie (Saoirse Ronan) en cuyo cuerpo conviven una chica humana y una alienígena. EL COMIENZO El punto de partida de la historia tiene que ver con el suicidio del padre de Melanie (Saoirse Ronan). El hombre es ubicado en su casa por los extraterrestres y cuando llegan intentando profanar su cuerpo, él se pega un tiro, lo que impide que los invasores puedan utilizarlo en posteriores experimentos. En ese momento Melanie, que se encuentra con su pequeño hermano Jamie (Chandler Canterbury), muy cerca de la casa, observa con estupor lo que sucedió con su padre. Más tarde, mientras Melanie y Jamie intentan escapar de los invasores, se encuentran con Jared (Max Irons), que igual que ellos trata de no ser apresado. Los tres deciden irse a vivir juntos a un casa rodante, pero al poco tiempo son ubicados por una patrulla de extraterrestres. Después Jamie y Jared son capturados y Melanie que logra escapar, igual que su padre, intenta suicidarse, pero los alienígeneas logran salvarla y le implantan un dispositivo, que les permitirá, a través de ella -ya bautizada Wanda-, detectar a otros humanos, con el fin de continuar alterando sus cuerpos. UN DESIERTO Mucho tiempo después Wanda/Melanie logra escapar de sus captores y en un desierto descubre a un grupo de humanos rebeldes, liderados por su tío Jeb (William Hurt) y Jared, quienes al verla llegar primero desconfían, luego terminan aceptándola y la joven que es mitad humana y mitad extraterrestre, terminará enamorándose de Jared. En "La huésped", como ocurría en "Crepúsculo", se enfrentan dos grupos antagónicos. Si en la anterior saga eran los vampiros y los lobos, los que intentaban mantener distancia, en este filme, son los alienígenas, los que se proponen que no quede un solo humano vivo en la Tierra. La película es algo lenta en su desarrollo narrativo, no obstante logra transmitir una extraña sensación de misterio, que se traduce a través de ambientes minimalista y una exquisita fotografía que ofrece la extraña visión de extensos campos desolados, en los que se mueven personajes vestidos de blanco que dan una temible imagen fantasmal. "La huésped" está bien actuada por Max Irons y Saoirse Ronan, en los papeles de Jared y Wanda/Melanie.
Stephanie Mayer se hizo famosa y millonaria cuando la saga de Crepúsculo se transformó en una maquina de recaudar. Ahora se metió con la invasión extraterreste, con un romance entre un humano y otro invadido por el nuevo ser. Andrew Niccol escribio el guión y la dirigió. Un poco larga pero entretenida.
Después de la saga Crepúsculo no somos pocos lo que vemos en los créditos de un film la frase “basada en una novela de Stephenie Meyer” y nos preparamos para una tortura insufrible. Sin embargo, eso no ocurrió con La huésped, que como propuesta cinematográfica, resultó una producción claramente superior si se la compara con la serie de los pseudo vampiros o la mediocre Hermosas Criaturas que se estrenó hace unos meses. La trama, que en este caso se encamina más por el lado de la ciencia ficción, es muchísimo más llevadera e interesante y lo más importante tal vez es que detrás de este film hubo un equipo de artistas decentes. En principio te encontrás con un elenco de actores profesionales que no dan vergüenza ajena en sus interpretaciones y llevan muy bien los personajes, un director competente y situaciones sentimentales que no parecen salidas de una telenovela mexicana. Tres elementos claves para disfrutar de un film que combina el romance con la fantasía y hacen que la experiencia no sea tan terrible como uno podría haber imaginado en un comienzo. Andrew Niccol es un muy bien director que en el pasado hizo filmes memorables como The Truman Show y Gattaca, con Ethan Hawke y Uma Thurman, que fueron muy elogiados en los ´90 y hace unos años brindó El señor de la guerra que fue una interesante producción con Nicolas Cage sobre el mercado ilegal de las armas. En el caso de La huésped creo que su profesionalismo como realizador sumado al talento de Saoirse Ronan lograron que la película no terminara siendo otra propuesta tonta para adolescentes. Niccol logra generar interés con el misterio de la trama, donde evitó caer en muchos clichés que tienen las historias de invasiones alienígenas. Salvando las distancias, el concepto de la ocupación extraterrestre en la Tierra en este caso fue trabajado más en la línea de La invasión de los usurpadores de cuerpo, donde el conflicto se desarrollaba más por el camino del suspenso que la acción. Acá no hay grandes batallas y secuencias de acción ni naves espaciales. Los invasores, que en este caso son una combinación de empleados autómatas de la Iglesia Universal del Reino de Dios con fanáticos del Arte de vivir, que visten siempre de blanco, operan de un modo distinto a lo que vimos en otros filmes a la hora de someter a los humanos. La historia es rara y es eso lo que genera también cierto interés. Saoirse Ronan que interpreta dos personajes distintos se cargó toda la película al hombro y es quien la saca adelante. Por otra parte, el romance de la trama es menos estúpido y meloso de lo que vimos en la anterior obra de Stephenie Meyer y presenta un triángulo amoroso distinto, ya que los personajes principales masculinos se enamoran de personas diferentes que habitan el mismo cuerpo. Un concepto bizarro que me pareció interesante ya que trabaja esta cuestión por otro camino. A La huésped le faltó un repaso más al guión para trabajar mejor algunas cuestiones que no se terminan de entender bien, como el desarrollo de los personajes extraterrestres y las motivaciones de sus conquista que termina siendo algo confusa. La trama ofrece un mundo de ficción interesante que nunca llega a ser bien explorado. De todos modos, matar a esta película, como ocurrió en otros países, simplemente porque es una historia de la autora de Crepúsculo es una gran estupidez. Desde lo cinematográfico son propuestas completamente distintas. La huésped no es una obra memorable del género ni mucho menos, pero está bien realizada y brinda un buen entretenimiento. No la sufrí para nada, algo que le agradezco al director Niccol y Saoirse Ronan cuyos trabajos, reitero, fueron la clave de este estreno.
Contundentes usurpadores modernos En un futuro cercano, nuestro planeta estará mejor que nunca. No habrá problemas ecológicos, ni más guerras, ni pobreza. Sólo que ya no seremos nosotros, dado que nuestros cuerpos estarán invadidos por alienígenas. Con sólo algunos humanos fugitivos tratando de que sus cuerpos no sean usurpados, "La huésped" funciona en un princpio como una especie de nueva versión ligeramente adolescente del clásico de Don Siegel tantas veces refilmado y copiado "La invasion de los usurpadores", hito de la ciencia ficción paranoica de la era del macartismo. Pero luego de algunas escenas iniciales eficaces en su variación del mismo asunto, "La huésped" va tomando identidad propia. Es decir la de la escritora Stephenie Meyer, la de la saga de "Crepúsculo" que con los marcianos supera a sus vampiros light, ya que ésta es una buena historia clásica de ciencia-.ficción romántica. Tambien hay que agradecerle al director Andrew Niccol, un conocedor del género luego de "Gattaca" y "El precio del mañana", el equilibrio y cuidado en todos los detalles para que esta película pueda exceder los límites del cine fantástico adolescente para funcionar más que bien como original invasión extraterrestre. El personaje es complicado, y realmente daría para el chiste fácil si no fuera por el director y especialmente por la talentosa Saoirse Ronan, ya que en realidad es una doble composición: Wanda es una marciana dedicada a bucear los pensamientos del espíritu humano que quedó en su cuerpo, que en este caso, dado que es un miembro virulento de la resistencia humana, no piensa dejar su envoltorio físico así como así. La implacable rastreadora de subversivos que compone Diane Kruger quiere que Wanda ubique los focos de resistencia. Asi es como la marciana con personalidad bipolar y una potente voz interior se escapa y logra encontrar el refugio de la resistencia dentro de un cañón montañoso digno de un viejo western con apaches. El jefe de la resistencia que compone William Hurt es uno de los motivos para recomendar, igual que todos los detalles que el director agrega a la descripción de este último refugio, con elementos visuales notables como la cosecha alimentada por la luz del sol de un complejo sistema de espejos en la cima de un volcán inactivo. Por supuesto la película pone el énfasis en los conflictos románticos derivados de la doble personalidad de la protagonista, dado que el cuerpo tenia un novio, pero la alienígena abierta a todos los seres del cosmos- también encuentra su enamorado, lo que en la práctica implicaría un difícil ménage a trois que el guión se arregla para que no pase a mayores, lo que de todos modos da lugar a situaciones y enredos bastante divertidos, a veces jugados con un humor al borde de lo involuntario. Todo esto está muy bien armonizado en una trama con acción, suspenso y riquísimas imágenes propias de la ciencia-ficcion. Hubiera sido interesante ver qué pasaba si los productores se atrevían a dejar pasar las cosas del romance al erotismo, pero entonces la película se parecería más a una adaptación de Philip Jose Farmer que a una de Stephenie Meyer, y en este sentido se puede decir que es un producto entretenido y contundente para el publico al que está dirigido.
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La última película de Andrew Niccol parece un producto más o menos prolijo, apenas efectivo, un intento de ciencia-ficción edulcorado con un mensaje lo suficientemente amplio y comprensible como para garantizar su llegada a un público masivo al precio de cancelar cualquier clase de particularidad o búsqueda nueva. La huésped puede aburrir pero nunca molestar; las superficies lustradas y brillantes del colonizado (y mejorado) planeta Tierra representan fielmente el recorrido ascéptico que propone el relato: un análisis somero de las bondades y desgracias de la humanidad y de las “almas” (los extraterrestres que invaden los cuerpos y las mentes) y un posterior balance que organiza en términos de debe y haber los atributos del hombre. El único recurso medianamente interesante en los papeles, pero que el guión enseguida vuelve repetitivo y torpe, es el hecho de hacer de la protagonista un personaje fracturado entre su cuerpo tomado por un alma y sus restos humanos que conviven de manera conflictiva en su interior. Pero lo que podría haber sido el relato de un conflicto más complejo e inquietante termina siendo apenas un combate de voluntades en constante aprendizaje moral: los contendientes están definidos con nitidez desde el principio, cada una (Melanie y el alma) tiene una voz propia y el diálogo de ambas se instala rápidamente como el mecanismo privilegiado de la película mientras que una enseña a la otra lo mejor de cada especie. Llega un punto en que la historia cede ante las exigencias del romance juvenil más lavado, y el futuro distópico y la amenaza alienígena pasan a ser un mero fondo contra el cual se dibujan los contornos de un triángulo amoroso que incluye a una chica escindida entre las ganas de acostarse de con dos chicos y la represión casi fanática de esos deseos. En esos momentos es fácil acordarse de Crepúsculo y sentir el peso de los temas de Stephanie Meyer tanto como la pacatería new age que ya es su sello distintivo.
Una historia que se la da de adulta cuando no podría ser más adolescente. Lector, le voy a extender una cortesía que esta película no le extenderá jamás: la de decirle las cosas como son. Empecemos por un precepto simple: “La mona aunque se vista de seda mona se queda”. Es como cuando un Argentino quiere demostrar que es Europeo, y acaba por demostrar que es más Argentino que el Obelisco. Esta película hace lo mismo, alegando que tiene un apego universal; que puede atraerle a los hombres y mujeres de 15, 25, 35 y 45, cuando en realidad solo puede atraerle a las adolescentes con las hormonas en pleno estado de ebullición, que fantasean con tener a dos muchachos facheros peleándose por ella. ¿Como esta en el papel? A ver, la película tiene un conflicto y un desarrollo narrativo satisfactorio, pero el desarrollo de los personajes es lo que toca un poco los cojones. Acá el problema no es Andrew Niccol, sino que el material con el que tuvo que trabajar es paupérrimo. Los enamoramientos tienen una base exclusivamente física; los integrantes masculinos de este cuadrángulo amoroso no tienen un solo rasgo de personalidad que justifique ese enamoramiento. No hay ni siquiera un verso pedorro con el cual se conquiste a la damisela en cuestión; no hay nada, y cuando manifiestan su “amor” es tan poco creíble que hacen parecer a Hayden Christensen (Anakin de las precuelas de Star Wars) un intérprete Shakesperiano. Gracias a Dios que Saoirse Ronan es una chica con talento, porque ella sabe pilotear lo que en manos de cualquier otra actriz sería un desastre absoluto: Lo que personaje promociona como una chica valiente, segura, independiente y abnegada es en realidad una histérica, irresponsable, hiperdependiente y suicida. Me rehúso categóricamente a aceptar que tanto este personaje como el que tiene dentro de su cabeza sean retratos femeninos positivos, porque no lo son. ¿Como esta en la pantalla? Estéticamente la película está muy bien; foto y montaje muy prolijos. En el apartado actoral, la protagonista arriba mencionada y un terriblemente desaprovechado William Hurt están entre lo más alto a nivel interpretativo que esta película puede ofrecer. Los dos muchachos que se disputan a la protagonista, son solamente rostros bonitos, nada más. Por más que tenga a un joven y emergente talento como la irlandesa Saoirse Ronan en el protagónico, y la adaptación y dirección corran por cuenta de Andrew Niccol, un nombre sinónimo de la ciencia ficción critica, no pueden tapar el hecho concreto de que esta película no trata un cuerno sobre el cuerpo y el alma, como lo afirma, sino que es, reitero, sobre lo copado que es que dos tipos facheros se peleen por una mujer. ¿Tan mal le fue a Andrew Niccol con El Precio del Mañana que tuvo que aceptar ponerle su nombre a esta bazofia? Lo único que espero es que le genere suficiente taquilla para que vuelva a dirigir historias originales, porque posta, hay talento, y si bien hay mucha coherencia narrativa, no sirven para tapar el hecho concreto de que la película es mala no por cagarse en el libro; la historia base desde el vamos ya estaba cagada por un tiranosaurio. Conclusión: Stephenie Meyer ratifica que lo importante para ella es tener un novio, porque esta es una historia que se la da de adulta cuando no podría ser más adolescente. Es una historia que hubiera producido una película más potable si se hubiera tenido el suficiente valor de traicionar a la fuente. Porque una historia con un subtexto tan superficial merecía dicha traición. Recomiendo, por este medio, a nuestro CEO, que la misma bajada de línea que le extendió a la saga Crepúsculo se la extienda también a esta nueva saga. Solamente deseo que le vaya bien en taquilla, para que los que desperdiciaron su talento en algo tan superficial puedan crear mejores proyectos.
Voy a empezar aclarando antes que todo, quien escribe esta reseña no ha leído la novela en la cual está basada esta película, mis apreciaciones sobre el libro y su autora provienen de lo que uno podría suponer habiendo visto las películas basadas en libros de su autora Stephenie Meyer, (por supuesto me refiero a la saga Crepúsculo). Aclarado esto continúo con que es imposible hablar de "La huésped" sin hacer mención a su origen, mucho de su espíritu pareciera provenir de ese costado. La saga vampírico/adolescente , hiper taquillera, amada por sus seguidores, y bastardeada por otros tantos, el año pasado llegó a su fin. Desde ese momento se ha buscado una “digna” reemplazante (recordar la reciente "Hermosas criaturas", por citar sólo un ejemplo) y "The host" era una oportunidad imperdible, misma autora, lineamiento amoroso similar (aunque por acá mucho más enrevesado veremos), elenco juvenil ad hoc. La mesa estaba servida para la degustación de las hormonas femeninas púber/adolescentes... y para dirigirla se confirmó a Andrew Niccol,... pero en ese momento las cartas se barajaron nuevamente. ¿Cuántas veces hemos visto la historia de la invasión alienígena, que primero nos combate – también como en este caso usurpa nuestros cuerpos – para luego comprender que los humanos somos una “raza” especial porque tenemos algo llamado amor, sentimientos fuertes, alma poderosa, o como quieran llamarlo?, el giro está en darle a eso un ya no triángulo sino cuarteto amoroso digno de Alberto Migré. Casi sin preludio, la escena inicial ya nos muestra como unos humanos poseídos por alienígenas (con ojos celestísimos) capturan a Melanie (Saorse Ronan, cada vez más parecida a Anita Pauls), “implantándole” un alien (son como unas medusas) renaciendo como Wanderer/Nómade. La jefa del operativo extraterrestre, la "Rastreadora" (Diane Kruger a la cual las publicidades de cremas anti-age no parecen estar haciéndole efecto) la obliga a que reciba los recuerdos de su cuerpo para localizar a los otros humanos, pero Melanie es fuerte y desde la mente comienza a convencer a Nómade de otra cosa. Escapan y terminan en el desierto en el cual son rescatadas por el tío Jeb (Willian Hurt, salvando por enésima vez las papas del fuego a fuerza de talento) y sus seguidores que viven ocultos en las Rocallosas. Claro, en ese grupo están el hermanito de Melanie Jaimie, el novio de la misma Jared (Max Irons), e Ian (Jake Abel) un muchacho que se enamora... de Wanda (Wanderer pasa a ser llamada de este modo para familiarizarla). Al principio la chica es rechazada, luego se los gana a todos, hay escarceos de Melanie a través de Wanda con Jared, y de Wanda desobedeciendo a Melanie con Ian; de mientras, Rastreadora y compañía intentan capturarlos, en fin. Decíamos que la dirección de Niccol (que también se encargó de la adaptación del guión) era fundamental, sobre todo en el primer tramo, allí el hombre impone su técnica y la estética luce clara y hasta lírica, sofisticada pero perturbadora en el mundo Álien y rupestre y acogedora con Jeb y los suyos. También una banda sonora omnipresente ayuda a darle un marco épico. Son esas cosas las que sacan a "The host" de cierta repetición (sobre todo en la segunda hora) y vueltas innecesarias en lo cual colabora una duración de por más extensa. Los romances de Meyer y la Ciencia Ficción seca de Niccol jugaron sus apuestas, el resultado es un empate peligroso, puede ser una decisión salomónica para ambos “bandos” o no dejar conforme a ninguno de los dos, cada espectador dará su opinión.
INVASORES DE ALMA Estos alienígenas alcanzaron algunos logros. Han logrado redondear un planeta sin tensiones, uniforme y algo aburridón, pero amable, donde no se miente ni se roba y la gente vive más de mil años. Pero claro, el puñado de seres humanos que se ha salvado de la destructora invasión, no quiere perder ni sus mañas ni su espíritu. Los invasores los buscan para sacarles el alma sin quitarles el cuerpo. Por allí va la cosa. Nada nuevo: invasores implacables que sólo capitularán ante el heroísmo y el amor. Porque una de las alienígenas, que anda con el alma de una humana enamoradiza, podrá conocer el amor. Y allí cambiará todo. Alargado y artificioso homenaje a una civilización, la nuestra, que miente, roba y no vive mucho, pero que le pone garra, alma y besos a su accidentada estadía. Y así estamos.
Conviviendo con un alienígena Situada en un mundo del futuro donde la Tierra es propiedad de los alienígenas, “La huésped” brinda una propuesta cinematográfica exigente, con una impecable fotografía. Melanie, una adolescente inocente, será una de las miles de víctimas cuyos cuerpos son habitados por almas de otros mundos para poder habitar la Tierra. Pero algo sale mal, la muchacha se rebela y queda consciente tras la ocupación, desatando una lucha entre su conciencia y el ente invasor. La película presenta algunas similitudes con “Mi novio es un zombie” ya que en ambas, los protagonistas deben convivir con dos voces, la interior y la exterior. Pero no se trata del mismo caso, dado que el zombie casi no puede hablar por su condición de muerto, en cambio Melanie deberá luchar con la voz de su alma extraterrestre y la suya, que habita sólo en su mente y no puede ser escuchada. Lo interesante de “La huésped” es que para recuperar su mente y su alma deberá recurrir al amor más profundo. Aún siendo una película de ciencia ficción, la naturaleza está presente en una escena de amor bajo la lluvia. Recuerdo necesario para que Melanie vuelva a ser ella y se reencuentre con su familia. Una historia por momentos extraña, donde no se termina de comprender ni siquiera al final, pero muy interesante, ya que su planteo principal es si los humanos son capaces de convivir sin violencia entre ellos mismos, e incluso con otra especie.
Tenemos visitas Stephenie Meyer quiere hacerlo de nuevo. Con Crepúsculo, la escritora se trasformó en best-seller y facturó a más no poder con la adaptación de la saga para la gran pantalla. Ahora, sin vampiros ni hombres lobos, la autora creó una nueva historia que recicla algunos de los elementos de su éxito anterior y los adapta a nuevas circunstancias, actores y contexto: La huésped. El mundo se encuentra ocupado casi en su totalidad por alienígenas llamados Almas, que se meten en el cuerpo de los humanos y los controlan. Un pequeño grupo resistirá a los invasores pero tarde o temprano caerá en sus manos. Así le ocurre a Melanie, una joven que se oculta junto a su hermano y novio hasta que es capturada y le implantan un Alma, a la cual intentará controlar para reunirse con su familia. Saoirse Ronan (Hanna, Expiación) interpreta a la protagonista del filme, que se comunica con Wanderer(así se llama la extraterrestre que ocupa su cuerpo) como si de su conciencia se tratara, y buscará influir en sus acciones y pensamientos. La marcada inexpresividad y rigidez del cuerpo manejado por el Alma en constante contraste con la actitud inquieta y ocurrente de Melanie (que se manifiesta como una voz en off) funcionan bien gracias a Ronan. La actriz es de lo mejor de la película junto a William Hurt (el barbudo tío Jed). Las escenas en que la dupla toma las riendas, sus conversaciones y los giros en torno a la relación de ambos merecen ser destacados. Por el contrario, los jóvenes que cubren la cuota apuesta y musculosa del filme no corren con la misma suerte. Mientras que al novio de Melanie, Jared (Max Irons), parece difícil creerle el enojo, la tristeza o cualquier otra emoción, su competencia rubia y fachera recuerda bastante al personaje del hombre lobo en Crepúsculo. La villana interpretada por Diane Kruger, por su parte, aporta belleza pero no logra llenar las botas de "la mala de la película". Sin vampiros pero con alienígenas, el romanticismo empalagoso le gana por lejos a la historia de la ocupación extraterrestre, que parece sólo un pretexto para contar, antes con vampiros, ahora con hombres y seres de otro planeta, una historia de amor adolescente con final feliz.
Llega otra historia de amor, de la escritora estadounidense Stephenie Meyer. Esta nueva historia de amor, es de la escritora y productora estadounidense Stephenie Meyer (39) reconocida mundialmente por ser la autora de la exitosa Saga” Crepúsculo”, y de las novelas” La segunda vida de Bree Tanner” y esta que se estrena hoy en cine “La Huésped”. Ella comenzó con “Crepúsculo” en el 2008 atrapando con sus libros y con esta historia, que se transformó en saga cautivando a millones de adolescentes con el amor entre vampiros, humanos y hombres lobo. Ahora les toca el turno a humanos invadidos por una fuerza alienígena. Todo comienza con la primera víctima Melanie (Saoirse Ronan, "Expiación, Deseo y Pecado, 2007”), quien se rehúsa a ser atrapada por un grupo de alienígenas, lucha y pelea pero cuando ve que no puede zafar se tira al vacio pero sus signos vitales le indican a estos seres que ella desea vivir. Estos le otorgan esa posibilidad, además que necesitan seguir capturando almas. En una especie de laboratorio le injertan unos filamentos brillantes que van penetrando en el cuello, esto borra totalmente su memoria. Pero esta joven Melanie, se transforma en una espía, aun tiene vagos recuerdos de su pasado, dentro de su cuerpo se encierra una terrícola y otra extraterrestre. Se podría decir que lucha constantemente con su otro yo. Como son dos, ella se enamora de dos hombres: Ian O'Shea (Jake Abel) y Jared Howe (Max Irons).A partir de esto se crea un triángulo amoroso en el cual se mezcla el romance y la ciencia ficción. El realizador va mostrando una sociedad diferente donde un importante número de seres extraterrestres no solo van capturando almas y han eliminado de la faz de la Tierra el hambre, la violencia, la guerra, y el dinero. Se ven pulcros y todos vestidos de blanco, sería “un mundo ideal”, el tema implica que esto se dé a cambio de perder la identidad. En conclusión: “The Host” es un nuevo Crepúsculo, y las diferencia son pocas. En este caso el planeta Tierra se encuentra colonizado por extraterrestres. Los cuerpos son tomados y sus ojos son brillantes, recordemos que en “Crepúsculo (2008-2012) los ojos se encontraban inyectados en sangre. Cuenta con muy buenos efectos especiales y visuales, la fotografía se encuentra garantizada por Roberto Schaefer ("007 Quantum of Solace en 2008", "Descubriendo el País de Nunca Jamás en 2004"). Buenas interpretaciones de William Hurt (pero poco aprovechado), como el tío Jeb de Melanie, y la rastreadora (Diane Kruger), como la fría mujer alienígena que persigue a la protagonista. Gran parte de su desarrollo no logra convencer, es bastante absurda, en resumen la historia nunca termina de arrancar y se encuentra destina a los fans de Meyer. Muchos encontrarán cierta coincidencia con: “La invasión de los ladrones de cuerpos" (1956) Dirección Don Siegel o "Los usurpadores de cuerpos" de Philip Kaufman, su remake homónima de 1978 y "They Live" (1988) de John Carpenter.
En un futuro la Tierra es invadida por aliens y estos se alojan en los cuerpos de los hombres, controlando también sus mentes. Wanderer, quien habita el cuerpo de Melanie, no se puede acostumbrar del todo a soportar sentimientos fuertes, emociones y recuerdos intensos, se le hace aún más difícil cuando Melanie lucha desde dentro para conservar el control de su mente desplegando recuerdos de Jared, el hombre que siempre amó. La insistencia y magnitud de estos sentimientos domina a Wanderer hasta acabar deseando a un hombre que jamás vió. Las circunstancias en las que se ven envueltas hacen que ambas se terminen aliando y saliendo en busca de su amado, muy a su pesar. Stephanie Meyer, la culpable de la saga Crepúsculo (Twilight, originalmente), no perdió el tiempo, meses después de finalizar dicha saga con su último libro, sacó a la venta La Huésped (The Host - 2008), primer libro de tres. Leíste que hizo antes la autora y ahora solo pensás en lluvia de melasa, corazones y vampiros que brillan al sol destilando miradas de boy band? Casi, pero no. Andrew Niccol es el encargado de dirigir y quien está atrás del screeplay, éste se encargó de escribir y Gattaca (1997), S1m0ne (2002), Lord of War (2005), e In Time (2011). En este caso hay un trabajo correcto, pero no le llega ni a los talones a ninguna de su filmografía y se nota. La edición es buena y el ritmo, para lo que son las situaciones planteadas, esta bien, Niccol debe haber hecho malabares con los huecos donde no pasa nada, que son muchos. dirigir pelis recordables como El film entretiene pero los huecos mencionados lo hunden en cámara lenta a las profundidades del olvido. Las dos horas que dura se hacen eternas, hay una carencia de narrativa básica notable hasta para espectadores casuales. Nos intentan vender un triángulo amoroso que no tiene siquiera una pista donde apoyarse, pasa a ser algo intangible. Hemos visto infinidad de veces una entidad usurpando un cuerpo y luchando con el interior del mismo, pero esta vez le gana a todas... en diálogos monótonos y hasta ridículos. Se quiere vender tensión dramática cuando carece de una estructura sólida, actuaciones correctas y desarrollos decentes, no tiene ni un punto clave. En conclusión, tenemos una película rutinaria, con plagada de momentos trillados y bostezables, donde lo poco que pasa se estira durante dos horas, casi sin acción. No hay cosas destacables salvo la dirección que es correcta. Me atrevo a decir que será aburrida hasta para el público adolescente al que apunta. Como viene la mano, si esto fuese una versión triste de Celebrity Deathmatch, habría que subir al ring a Sthephanie Meyer para que pelée contra Uwe Boll.
Esa maldita dualidad Si ustedes creían que con la saga Crepúsculo terminaba el infame legado de Stephenie Meyer, lamento decirles que no, esta semana tenemos La huésped. Y es increíble ver cómo a pesar del cambio de director, el cambio de entramado visual, el cambio de actores y un escenario completamente distinto, sigue siendo esencialmente un producto de la escritora de la saga de vampiros acartonados pop. No importa si la cuestión pasa por una distopía futurista con autos plateados y “almas” intergalácticas o una ciudad donde unos vampiros milenarios irrumpen en la vida de una chica. Esto es obra de Meyer y ver esta película con la saga Crepúsculo aún en la cabeza transmite una especie de deja vú, incluso si al verla recordamos títulos de culto como Los usurpadores de cuerpos. La cuestión es sencilla: llegan unos alienígenas desde el espacio exterior que invaden la Tierra y la colonizan a partir de la invasión de los cuerpos de sus habitantes, para llevar a una convivencia universal y pacífica. Aparentemente los humanos somos demasiado “salvajes” y la parte de convivencia se omite, con lo cual sólo queda la parte de invasión de cuerpos. En ese contexto una chica (Melanie, interpretada por SaoirseRonan) lleva a cabo una valiente resistencia, pero en un desafortunado evento se sacrifica para proteger a su novio Jared (Max Irons) y su hermano Jamie (Chandler Canterbury). La cuestión es que es apresada e “invadida” por el “alma” de Wanderer (algo así como entidades espirituales que se alojan e invaden los cuerpos), pero el amor (es la única explicación que dan en toda la película) de Melanie es tan fuerte que continúa resistiendo, a diferencia de los millones de humanos que fueron invadidos. Claro, su amor es único y particular. Por tal razón, a pesar de que “Wanderer” ocupa el cuerpo de Melanie, ella continúa resistiendo en sus pensamientos, oponiéndose constantemente a entregar información a los extraterrestres sobre dónde se encuentra el resto de la resistencia que lidera. Y este es el disparador del escape desesperado de la protagonista, las dudas de “Wanderer” en las intenciones de sus semejantes en la “colonización”, los problemas de convivencia entre el cuerpo y el “alma” y, cómo no, el amor en un triángulo de contradicciones, una marca de la factoría Meyer. Sí, ahora las contradicciones del personaje femenino vienen por el lado del “alma”, por lo tanto su alma va a querer a Jared por los recuerdos del pasado, pero el cuerpo ocupado por “Wanderer” (luego Wanda) quiere a otro muchacho. Y en eso consiste toda la subtrama amorosa. Esta es la base de una película que, a pesar de lo previsible del argumento y las enormes carencias narrativas, logra ser digna gracias a la eficiente dirección de Andrew Niccol (sobre todo en las secuencias de acción) y las interpretaciones que hace el talentoso elenco para sostener personajes imposibles. En el medio Niccol parece divertirse poniendo todas esas cosas de chick flick que hacen de este subgénero un kitsch infinito: fíjense que cada vez que se besan Melanie y Jared llueve arbitrariamente, que los personajes se desean y se miden las intenciones en diálogos insoportables y el erotismo insinuado que, aquí sí, es por momentos más audaz que el de Crepúsculo. Sin embargo, también lo empata con una dosis de oscuridad: la secuencia del suicidio del padre de Melanie, la “dictadura saludable” del tío Jeb (William Hurt) o las fallidas intervenciones quirúrgicas de la resistencia le dan a la película una densidad que las entregas vampíricas jamás tuvieron. Nos queda luego un happy ending algo abrupto pero, ante todo, no resulta forzado, con lo cual se cierra una película que más allá de su obvio sustento conservador y religioso no deja de tomar sus riesgos y dar un film honesto. Un plus: Diane Kruger vestida de blanco como “seeker” luce un cuerpo que por momentos nos hace olvidar la película, sobre todo porque Niccol captura su imagen con particular afición.
Las ventajas de ser humano Cuando Andrew Niccol ha abordado la ciencia ficción ha sido desde la perspectiva del rebelde contra el “Brave New World” (título original de “Un mundo feliz”, de Huxley): si en “Gattaca” el rasero estaba impuesto por una determinación genética, en “El precio del mañana” el tiempo era la unidad de cambio y la duración de la vida se convertía en condicionamiento de clase. En “La huésped”, unió fuerza con Stephenie Meyer, la creadora de la saga de “Crepúsculo”, que demostró gran habilidad para colocar romanticismo adolescente en contextos extraordinarios; devenida aquí en productora, ya plena parte del negocio cinematográfico. Y entre los dos construyen una vuelta de tuerca sobre el tema, y encontrando a la vez una vuelta de rosca sobre los tópicos de “la invasión zombie”, algo muy de moda en estos tiempos (la humanidad acorralada, la resistencia organizada, los seres queridos que vuelven convertidos en otra cosa). Invasión prolija La Tierra ha sido colonizada por una raza alienígena de “almas” (en realidad, unos simbiontes luminosos que se meten por la nuca), que al parecer en otros mundos conviven con la raza dominante pero aquí se dedican a poseer a las personas. Así generan una sociedad de apariencia humana pero modificada: en vez de ser bárbaros que se matan los unos a los otros, ahora se ven individuos solidarios, que no mienten, que han incorporado cierta ciencia alienígena pero en general usan la tecnología local (ideal para no gastar tanto en efectos especiales). El rasgo distintivo de los “poseídos” es un aura alrededor de la pupila, algo con cierto glamour. Los humanos libres son perseguidos por los seekers (buscadores), agentes coloniales que visten trajes blancos y gustan de los vehículos plateados y la prolijidad. Tratan de capturar vivos a los humanos, para que sean receptivos a nuevos simbiontes. Ése es el caso de Melanie Stryder, quien trata de suicidarse sin éxito y recibe el implante de un “alma” conocida como Wanderer (nómade, viajera). Luchadora nata, Melanie sigue despierta, con lo cual se desata el conflicto entre las dos conciencias que habitan el cuerpo. Melanie tiene un novio (Jared) un hermanito (Jamie), y en su búsqueda parte. Anunciada como “el primer triángulo amoroso en dos cuerpos”, en realidad se vuelve cuarteto, cuando la renombrada “Wanda” (la invasora “humanizada”) empiece a tener su propia agenda afectiva. y será perseguida por una seeker salirda de su propia norma, como el agente Smith de “Matrix”. Simbiosis pasional Como decíamos, cada uno de los creativos puso su granito de arena. Niccol vuelve a defender el libre albedrío y el deseo como pulsiones esenciales de lo humano, y mostrar que “ser humano está bueno”, incluso desde la perspectiva de una entidad incorpórea y milenaria. Y Meyer vuelve a construir atracciones complejas donde todos quedan confundidos: “Te enojás si beso a un hombre al que amás, y te enojás si beso a uno al que no amás”, le dice Wanda a Melanie; “Si pudieras abrazarme como soy realmente, me apretarías para matarme”, le dice a Ian, uno que trata de colarse como en el juego de la loba. Así fluye un relato entretenido y llevadero, con momentos de tristeza pero sin ninguna amargura definitiva, y visualmente vistoso, a partir de la contraposición del mundo salvaje y desértico (el “Far West” de los westerns) donde se aloja la resistencia, y las pulcras y ordenadas ciudades, con algunos rediseños a lo Berlín oriental, donde tiene su base la sociedad de los invasores. Mi bella alien Pero parte de lo vistoso es poner jóvenes bellos en ese contexto violento (pero sin la dureza de “Los Juegos del Hambre”). Y Niccol elige una bella y a la vez buena actriz para encarnar al cuerpo dividido: Saoirse Ronan, aquella jovencita nominada al Oscar por “Expiación, deseo y pecado”, la misma que eligió Peter Jackson para “Desde mi cielo”, ya lo suficientemente mayor para dar el perfil de heroína romántica (ayuda al lector: pronuncie su nombre de pila como “Sirsha” o “Surshu”: vio cómo son estos irlandeses). Max Irons encarna a Jared, el “chico lindo” que la protagonista ama, y Jake Abel a Ian, el “galán alternativo” y sensible. William Hurt como Jeb, el tío loco y genio de Melanie que lidera a los resistentes, le da peso al elenco, junto a Diane Kruger (la obsesiva seeker) y Frances Fisher (tía Maggie), en su primer papel de “mujer mayor” (ya no de “veterana hot”). Emily Browning hace una aparición fuera de créditos, como para no deschavar el final. En definitiva: “una peli que se deja mirar”, un poco de “franeleo” (poco) en medio de una invasión a la Tierra, otro poco de reflexión sobre qué nos hace ser humanos, y la conclusión de que el corazón y las hormonas nada saben de exobiología.
Después de años de cine y literatura, que muchas veces se disfraza de analítica a la hora de “interpretar” la idiosincrasia de las nuevas generaciones, uno se va acostumbrando a la idea de que Hollywood parece tener 500 ideas sobre una misma temática, pero en realidad son sólo una o dos con 500 disfraces distintos. Se producen guiones “carcasas” a los que luego se les va cambiando o rotando el escenario y a los actores como si fueran un fondo de pantalla. Versiones actualizadas de los mismos programas o sistemas operativos. Desde el punto de vista de la literatura Stephanie Meyer (más viva que el hambre) hizo millones con la saga Crepúsculo. Cuando se acabó el curro (se acabó es una forma de decir), escribió “La huésped”, en 2008. Le compraron los derechos y los productores (tan vivos como Stephanie Meyer) tomaron la fórmula de jóvenes (supuestamente) marginados e incomprendidos huyendo del mundo que no los representa, con la libido a punto de estallar y, por supuesto, lindos. Como salidos de anuncios de ropa, shampoo y desodorantes. La autora cambia bosque por desierto, el mundo adulto por el extraterrestre, y las banditas de lindos vampiritos y lobos por rebeldes anti-aliens, y rebeldes con voluntad de paz. Todo lo mismo. “La huésped” plantea un mundo invadido por extraterrestres de una manera peculiar. Son como “panaderos” brillantes (¿Se acuerda de “Avatar”, 2009?) que se meten dentro del cuerpo y los deja puros, prístinos, sin violencia, sin rencor, y también sin razón. Una especie de “parásitos bondadosos”, si me permite. La forma básica de distinguirlos es que los ojos se vuelven plateados, ergo los que tienen ojos comunes no han sido colonizados. El tema es que el alma, el espíritu, o lo que sea que llevamos dentro, se resiste a la conquista mental. La lucha digamos que va por dentro. Esto es lo que le pasa a Melanie (Saoirse Ronan). En pos de proteger a su hermanito Jamie (Chandler Canterbury) se usa a sí misma como señuelo y se suicida, pero como no muere los extraterrestres (humanos colonizados) le implantan un panadero y le cambian el nombre por el de Wanda. ¿Y entonces? El alienígena comienza a escuchar a Melanie dentro de ella dándole órdenes, cargoseándola y pretendiendo que la lleve a donde están los sobrevivientes. En ese instante vemos y escuchamos un recurso jamás visto en el cine, ni en la televisión, un destello de genialidad, inventiva y originalidad: Wanda habla en voz alta y Melanie en off con efecto de cámara, para que nos damos cuenta de quién es quién. Y si con esto no le alcanza el director Andrew Niccol, le indica a la actriz que detenga toda acción física para cuando inserten los diálogos ¿Qué me dice? Perseguida por la obsesiva Seeker (Diane Kruger) Melanie/Wanda llega a cruzar todo un desierto hasta que el líder de la resistencia Jeb (William Hurt) la encuentra y la lleva montaña adentro donde descubrimos que los sobrevivientes formaron una especie de colonia Amish que hasta los de “Testigo en peligro” (1985) sentirían envidia. Esta producción no sólo deja baches narrativos con propuestas de subtramas que pierden por abandono, sino que además atenta contra el verosímil (que ya arranca por una cuerda flojísima), y como guinda del postre contradice el discurso de la resistencia para salvar a uno de los personajes en pos de las secuelas. Ah… ¿No le avisé? Stephanie Meyer tiene contrato para escribir al menos dos más: “The soul” y “The Seeker” (a que el final lo dividen en dos, como hicieron con la saga anterior). No hay actuaciones destacables aunque es de esperar que varios de estos chicos sigan su carrera aquí o en algún reality show. Igual nunca se sabe. Si a Robert Pattinson lo puede llamar David Cronemberg para actuar en “Cosmópolis” (2012), puede pasar cualquier cosa. Tampoco los rubros técnicos se destacan. La fotografía de Roberto Schaefer es una sucesión de postales del desierto, al que le quita toda posibilidad de dar sensación de extensión, aridez y sequedad. Digo, porque son muchas las panorámicas utilizadas por el realizador como para establecer la ubicación del refugio, bien lejos de la civilización y modernidad. La banda sonora de Antonio Pinto es una delicia, pero parece de otra película, y los efectos visuales una copia de todo lo ya visto. Claro está, “La huésped” encontrará su público en los fans de Crepúsculo, “Soy el número 4” (2011), y demás productos parecidos a una cadena de comidas rápidas. Al principio de sabor distintivo, luego más de lo mismo, y al final, aburre.
Los perfectos invasores Historia romántica mezclada con ciencia ficción que entre un par de brillantes ideas iniciales mezcladas con idealismos absurdos terminan generando un híbrido mal acabado sobre la raza humana enfrentando una invasión extraterrestre a través de una mujer atrapada en su propio cuerpo usurpado por un alma invasora. Mujer y usurpador que además enfrentan el dilema de ambos estar enamorados de dos chicos diferentes. Así como en "Crepúsculo" Stephenie Meyer, la autora de los libros originales, propuso un universo singular y original al cual desaprovechaba totalmente, "La huésped" se trata de una idea madre muy buena que termina siendo desarrollada de forma horrible. En este caso, se trata de unos invasores completamente bien intencionados (en su causa) que dominan y casi exterminan a la raza humana en beneficio de una mejor sociedad y planeta. Los humanos, héroes de esta historia, tranquilamente podrían ser los villanos irracionales, egoístas y ambiciosos que solo sirven para destruir. Sin embargo, los invasores carecen de emociones, algo casi central para generar muertes masivas o mantener una sociedad equitativa, justa y en paz. Por lo tanto, la utopía es en realidad una pesadilla que debe terminar. Claramente estamos ante un escenario sumamente atractivo. Incluso la posible idea de que el alma es un ente puro corrompido por las urgencias o llamados del cuerpo, como sucede en el caso del invasor del cuerpo de Saoirse Ronan, es fascinante. No obstante, todo lo positivo centrado en este planteo queda totalmente desacreditado y traicionado por los devenires de una historia romántica descerebrada y carente de pulso. Ya para empezar, el hecho de que dos entes compartan el cuerpo de Saoirse Ronan de tal manera que les permita hablar entre ellos es bastante difícil de aceptar. Incluso, desde los primeros minutos se viola el supuesto de que los invasores carecen de emociones, ya que el propio usurpador de Saoirse Ronan claramente posee sentimientos. Mientras tanto, todavía peor, es gracioso que los invasores no presenten división de sexo, pero quien usurpa a Ronan resulta mujer. O sea, se podría seguir con un listado interminable de inconsistencias en el relato, pero lo principal en remarcar es que para ser una trama de ciencia ficción tiene demasiados agujeros para ser tomada en serio o en broma. Simplemente no funciona. Por otro lado, el otro fuerte de "La huésped" podría ser el costado dramático con el cuadrado amoroso entre dos almas ocupando el mismo cuerpo y cada una enamorada de un chico diferente. Sin embargo, el romanticismo se pierde en diálogos absurdos y situaciones tan grotescas como un beso forzado para revivir al alma adormecida. Asimismo, se presenta una situación de sacrificio tan innecesaria que incluso al no terminar siendo tal, todo se vuelve un gran chiste.
¿Podrías compartir tu cuerpo con un alma extraña? ¿Y si fuera una alienígena que sintiera lo mismo por el chico que amás? Este es el dilema que nos invita nuevamente Stephenie Meyer. "La Huésped" es una novela más adulta de romance y ciencia ficción, que trata sobre una invasión alienígena de almas parásitas y una humana que se resiste a abandonar su cuerpo y se rebela. La autora de la taquillera "Saga Crepúsculo" sobre el amor entre una humana y un vampiro, nos traslada a un futuro no muy lejano, en el que los extraterrestres se apoderan de los cuerpos humanos y crean una sociedad basada en la confianza y la amabilidad. Cualquier similitud con las películas de terror clásicas como "Invasión de Cuerpos" o "La Guerra de los Mundos" es pura coincidencia. El tema no se complicaría tanto para Melanie (Saoirse Ronan),una joven temperamental, que en su vorágine por escapar de los invasores se cruza en su camino un modelo de Calvin Klein Jared, interpretado por Max Irons (hijo del talentoso actor británico Jeremy). Y el despertar sexual vuelve a reaparecer tal como lo había hecho en la saga anterior. Los jóvenes se enamoran perdidamente hasta que ella intenta suicidarse cuán Julieta contemporánea para salvarlo a él y a su pequeño hermanito. Cuando vuelve a la vida, se encuentra que su cuerpo fue poseído por Wanderer (nómada) un alma que viajó por muchos años y pasó por varias vidas. Ambas deberán aprender a convivir con los recuerdos, los sentimientos y los sueños de cada una si quieren lograr su objetivo. A pesar de que Wanda no pertenece a este mundo, comienza a sentir sensaciones en su cuerpo cuando besa a Jared, pero también a Ian (Jake Abel) un joven que convive con la resistencia que lidera Jeb, el tío de Melanie. Quizás la cuestión más firme de la historia reside en cómo otra especie nos ve como seres violentos que viven sin pensar. La confianza de la palabra que ya es olvidada por la sociedad ambiciosa que se mide por lo mundano y el capitalismo. La maldad recae en la "Buscadora" con aires prusianos más parecidos al nazismo que a las tradiciones norteamericanas, Diane Kruger, musa inspiradora de Quentin Tarantino en "Bastardos sin Gloria". Ella no se dará por vencida, desatando un guerra interna contra la raza humana. Una persecución que no da respiro. Como una de las presencias que da cátedra a tantos actores de la nueva generación es el inglés William Hurt, quién interpreta al tío de Melanie, quien como si fuera un padre aconsejador y atento no descreerá de su sobrina, a pesar de lo que opinara el resto de la comunidad. La relación de confianza es el filtro de la historia. Un concepto olvidado por muchos. Técnicamente, la película dirigida y guionada por el neozelandés Andrew Niccol ("Gattaca", "El Señor de la Guerra", "El Precio del Mañana"), no tiene grandes efectos como los que presentaba los films de la "Saga Crepúscul"o, a no ser por la aparición metafórica de lo qué es el "alma", representado como un ente de luz y pureza que transmite paz. La adaptación es bastante fiel al libro y deja un pie al final para una próxima entrega. Se sabe que Meyer habría escrito dos volúmenes más que aún no tienen definido el lanzamiento.
Los triángulos de Meyer Aahh... Stephenie Meyer... (moviendo la cabeza hacia los lados y poniendo cara de constipación) Siempre apelando al gronchito cursi que tenemos dentro, ese que casi todos reconocemos pero lo escondemos bien en el fondo porque sabemos que es vergonzoso. Hay que reconocerle que supo identificar ese placer pecaminoso que tienen miles de mujeres y por qué no, cientos de varones, y hacerse millonaria explotándolo. En esta ocasión nos presenta un historia post apocalíptica en la que la humanidad ha sido dominada casi por completo por seres alienígenas, que ocupan nuestros cuerpos y ¿suprimen? el alma del humano. Estos alienígenas asesinos de especies (la Tierra es como el 7mo planeta conquistado), son en realidad también agentes del ¿bien y la bondad?, es decir que ocupan nuestros cuerpos con el objetivo de mejorarnos como especie... pero para ello nos matan... Bue... como verán de base la historia es bastante polémica y contradictoria. Yo creo que en realidad este contexto Sci-Fi mediocre que plantea Meyer es una mera excusa para reproducir esa fórmula romanticona tan efectiva que le está llenando los bolsillos, el triángulo amoroso adolescente. Sólo cambió el envoltorio, de vampiros y lobos a marcianos y rebeldes humanos, pero en esencia la trama central pasa por los amoríos juveniles y las decisiones basadas en la ebullición hormonal. A diferencia de "Crepúsculo", se ve que esta vez soltaron un poco más la billetera y se pudo contratar un cast de mayor categoría interpretativa, con nombres como Saoirse Ronan, Diane Kruger y William Hurt, pero aún así el producto es absolutamente mediocre y hasta por momentos irritante. No entiendo que le pasa a Andrew Niccol, un tipo que dirigió películas como "Lord of War" o "Gattaca" y que escribió el guión de esas dos pelis más el de "The Truman Show", ahora metido en proyectos descerebrados como este. ¿Es sabia la decisión de meterse en estos culebrones adolescentes? Ojalá Niccol vuelva a las raíces y se deje de joder con estos amoríos superficiales. Tiene los peores aspectos de Crepúsculo, sobre todo la amargura de esos personajes inexpresivos que dan ganas de tirarle con algo a la pantalla para ver si se despabilan un poco. Tiene momentos románticos bien pegajosos y como dice un amigo, extremadamente virgos, donde las hormonas parecen explotar por situaciones tan tontas como una caricia en el pelo. Sólo para los fans más fieles a la literatura "Meyer".
Dejemos de lado la política; lo que estamos viendo en ese termómetro que es el cine de gran entretenimiento, constantemente, es el fin del mundo como lo conocemos. Aquí, Andrew Niccol, más un guionista que un director (“Gattacca,” “Simone”, “El señor de la guerra”) cuenta la historia de una invasión extraterrestre casi triunfante (usa los cuerpos humanos como huéspedes, a la manera de “Los usurpadores de cuerpos”) y de una resistencia que aún, en medio del desierto, se les opone. Una joven resistente es capturada y enviada como espía, pero ¡ay! ama y resiste a su vez. Basada en una novela de la destrozadora de mitos Stephanie Meyer, que hizo puré a los vampiros con “Crepúsculo”, este pastiche de ciencia ficción tiene algo a favor e interesante: la pelea de un realizador contra un material de base cuya cursilería es aplastante. En muchas secuencias lo logra, aunque no en lo que concierne al romance, que ocupa demasiado metraje. La manera como están retratados los espacios abiertos y el recuerdo constante del western es un llamado a cierta tradición (también política) y condena, en la puesta en escena, la mirada ultramoderna, pasteurizada, uniforme de las superficies metálicas. En esos detalles de diseño es donde hay que encontrar el verdadero sentido de un film que, por pereza o por presiones de producción, queda en lo narrativo demasiado pegado al lugar común
Durmiendo con el enemigo “Todas las cosas son igualmente dignas de consideración, Platón y Elvis Presley pertenecen de igual modo a la historia.” Pietro Citati. No soy un conservador amargado ni un progresista en tensión, así que no me despeinan los, así llamados, fenómenos de masas. Ni me indignan, ni me encantan. Uno de los grandes problemas de la cultura consumista en la que vivimos, es la persecución obsesiva y compulsiva por lo nuevo. El periodismo, que apoya y promueve esta maquinaria suicida, ha engendrado un público sin memoria, incapaz de analizar un fenómeno de masas con toda la complejidad que representa, reduciendo la problemática a una opinión a favor o en contra y listo. Así es como Harry Potter es lo peor y lo mejor que le pasó a la literatura popular, hasta que una nueva saga reemplaza a la anterior. Es decir, nunca se profundiza en las razones específicas y estructurales por las que una obra funciona en un contexto específico. No se profundiza en la trama, en las posibles lecturas que pueden realizarse, en el alcance y dimensiones semiológicas y en el trasfondo discursivo cargado de “valores éticos al uso” que se esconden detrás de una obra narrativa masiva. Simplemente, se ama o se odia y después se olvida, como se olvida todo. Importa menos que el asunto nos irrite o nos encante, como el hecho de que nos sorprendemos por el último fenómeno de masas, como si fuera algo inédito o insólito y así es como evidenciamos nuestra pereza intelectual y nuestro corto alcance. El asunto es tan grave que, de alguna manera es como si los cómics de Milton Caniff jamás hubieran existido. Ni hablar de Ponson du Terrail. O de Fantomas. Sin embargo, existieron. Y los fenómenos de literatura masiva existen desde siempre y las reflexiones que algunos semiólogos han hecho al respecto (Umberto Eco, Oscar Steimberg) suelen ser agudas y acertadas. Lo que nos restaría sería prestarles debida atención y dejar de reproducir, como intelectualoides zaheridos, la pantomima del esnobista indignado. No pretendo hacer una apología de la literatura masiva. Lo que pretendo es que deje de reducirse todo el asunto a una discusión inicua, como todas las discusiones que buscan una adhesión a un modelo que nunca es (ni puede ser) estable o fijo. El fanatismo es producto de un mito construido con inteligencia mercantil. La literatura masiva prohija fanáticos que están a favor o en contra, que funcionan como las dos caras de una misma moneda. Antes que discutir si Games of Thrones es un gran libro u otro producto del mercado, deberíamos preguntarnos cómo es posible que los mitos aún tengan tanta influencia y permanencia en la sociedad actual. Si Stephane Meyer es sólo una escritora de moda o de verdadero talento, me parece una discusión menos interesante que el hecho de que aún es posible reproducir modelos narrativos arquetípicos cuya antigüedad y mínima variación, permiten pensar que el intelecto del ciudadano promedio varía poco y nada, si es que varía. Y si esto es así, ¿por qué es así? La discusión más interesante es, claramente, esa. Aunque nadie discute por qué estamos dispuestos a dejarnos sorprender por historias que ya fueron contadas mil veces, más o menos de la misma manera. En su lugar, seguimos sosteniendo las mismas discusiones estúpidas, sobre los mismos temas de siempre. El fanatismo es siempre un error, pues anula la capacidad crítica. Los que promueven y alimentan el fanatismo, contribuyen a un tipo particular de depauperación de todo aprendizaje posible. Oh, fanáticas de Stephene Meyerque no tienen ni idea de quién es Anne Rice, Oh, esnobistas resentidos e intransigentes, que no están dispuestos a tomarse la molestia de reflexionar medio minuto antes de emitir la opinión que ya tienen formada. La huésped es una película con aciertos y desaciertos. No he leído lo que la crítica opina sobre ella, pero ya lo sé. La amarán y la odiarán y la mayoría sólo repetirá las mismas trivialidades de siempre, que no se pronuncian ni a favor, ni en contra. Lo cierto es que no podemos esperar ni pretender otra cosa y que así es como funciona la maquinaria. Por otra parte, la película no es original y sus mejores aciertos remiten a otras películas. Desde The body snatchers hasta Being John Malkovich. Desde luego, si lo mejor de una película es que remite a otras películas, entonces sus méritos son discutibles. No obstante, vale la pena verla. ¿Por qué? Porque la lucha por la originalidad es una batalla perdida y suponer que el mérito de una obra es su originalidad, es cometer un error elemental. ¿Cuáles son las variaciones sobre un tema tan trillado como una invasión alien que introduce La huésped? Pocas variaciones, pero relata la misma historia que ya escuchamos mil veces con innegable gracia. Para empezar, no hay que olvidar que -aunque la película no está orientada específicamente a un público adolescente- los realizadores sabían de antemano que la mayor parte de su público serán adolescentes fanáticos de la saga Crepúsculo. Entonces, hay que ver la molestia que se tomaron en hacer un producto más o menos correcto, cuando podrían haber hecho cualquier estupidez que -de cualquier manera- iba a resultar rentable. Lo que quiero decir es que, cuando ya se sabe de antemano que la jugada será ganadora, la mayoría de los directores/ realizadores no se toman la molestia de poner buena voluntad en el asunto y esta película ha sido hecha con buena fe y esa buena fe se nota. A pesar de ser una película surgida desde el mainstream, para consumo masivo, cuenta con pequeños detalles, sutilezas, que hacen que la transacción que supone el cine de Hollywood se convierta en una transacción honesta. El mérito, cabe suponer, es de Andrew Niccol, cuya trayectoria debe ser seriamente considerada y revisada. La huésped es una distopía que cuenta la historia de un mundo perfecto, que es nuestro propio mundo, cuando dejamos que nos invadan y gobiernen un tipo particular de raza alienígena, que se hospeda en nuestros cuerpos. El Planeta Tierra ahora es un lugar agradable, ya no existe el hambre, ni las guerras. Pero tampoco existen los seres humanos. O casi. En realidad, algunos seres humanos se niegan a ser “invadidos” y se rebelan contra el “monstruo” que habita dentro de ellos mismos. Entre paréntesis, el golpe de timón que supone que el monstruo no esté afuera, sino dentro de cada uno, es un golpe de timón valioso (dije valioso y no novedoso). La protagonista, obviamente, es una “rebelde” que no deja que el alienígena que habita dentro suyo acabe por poseerla por completo y lucha consigo misma, para no sucumbir ante la invasión alien. Salvaguardando, así, su vida y la de los pocos humanos que no han sido colonizados y que viven en un refugio bajo tierra Todo muy lindo. No es que yo sea un obsesivo y vea la influencia de Philip Dickpor todos lados, pero cualquiera que conozca la obra dePhilip Dick sabe que Gattaca (la ópera prima deAndrew Niccol) le debe mucho, mucho a la imaginería de Philip Dick. Ya que estamos, hay que decir que Andrew Niccol también fue guionista de Truman Show, que muchos consideran, directamente, una adaptación libre de El tiempo doblado. En fin, que la influencia de Philip Dick sobre Andrew Niccolno es agarrada de los pelos. La teoría del cerebro escindido es totalmente Dickeana. La pregunta que constantemente se hacen los humanos (y los aliens) respecto a qué es exactamente ser humano, es totalmente Dickeana, ni hablar de que viven en un refugio bajo tierra, viviendo una realidad paralela a la realidad cotidiana. ¿Alguien leyó La penúltima verdad? En algún momento, los rebeldes tienen que tomar una decisión y alguien le dice al jefe que han votado y la mayoría está de acuerdo en tal cosa. El jefe les responde que no viven en una democracia y que es él quien toma las decisiones. La película está atravesada de momentos así, detalles que hacen a las delicias de quien mira prestando debida atención. Finalmente, hay que decir que toda la película es poco creíble, totalmente irreal, impostada. No obstante, eso no me parece un desacierto. El hecho de que todos sean tan rubios y lindos y que todas las decisiones pasionales y éticas que se toman sean tan estúpidas y falsas, no hace más que confirmar la sensación de que estamos viendo una película irreal, que no pretende ser un ensayo de una alternativa posible, sino una pura construcción. Para disfrutarla, simplemente hace falta que sepamos previamente que lo que vamos a ver no pretende ser realista, ni siquiera convincente. No es más que una fantasía y una historia de amor enrevesada y, como tal, es capaz de llegar a momentos caóticos en sus planteamientos teóricos que rozan la genialidad absoluta. Plantear cuestiones como la infidelidad en un cuerpo con dos mentes es una idea brillante. Como coda final, aprovechando que me están leyendo, quiero mencionar la brillante actuación de Saoirse Ronan, que también protagonizó esa obra maestra incomprendida que fue Hanna, que algún día se convertirá en la obra de culto en la que merece convertirse. - See more at: http://www.housecinemaescuela.com.ar/estrenos/item/244-la-hu%C3%A9sped#.Ue5o2m3OA15
Un romance hermafrodita En el inicio, una panorámica del sistema solar barre la pantalla, mientras una voz en off nos sitúa en un futuro utópico. Habla de un escenario imposible, una Tierra donde los habitantes viven en armonía… porque sus cuerpos fueron expropiados por extraterrestres. Y así, cuando se espera un cruce entre Un mundo feliz y Los usurpadores de cuerpos, La huésped (adaptación de la novela de Stephenie Meyer) deriva en una versión de Crepúsculo con hombrecitos verdes. Melanie es una integrante de la resistencia que se suicida antes de entregarse. Su identidad la ocupa un invasor que se presenta como Wanderer y un comité le pide datos de la resistencia en la memoria que habita. Entonces reaparece Melanie, como voz de la conciencia, confundiendo la identidad del huésped. Wanderer es empática con Melanie; llega a la resistencia y la bautizan Wanda; es un ET humanoide que se enamora de Ian, un romance al que Melanie y su novio Jared asisten “desde afuera”. Pese a la endeble historia y las pésimas escenas de acción, hay algo peculiar en las actuaciones anodinas que recuerda (sí, es una blasfemia) a los autómatas de Bresson, como también en el implícito romance que sostiene la trama, el de Melanie con su huésped; un amor hermafrodita. Y en el fondo, eso es la ciencia ficción. La huésped, un film a tono con la generación whatsapp, sería un clásico para la juventud alfa que había imaginado Aldous Huxley.
La huésped es la adaptación al cine de un libro de Stephanie Meyer, la misma de la saga Crepúsculo. Inconsistente y aburrida, desperdicia recursos y elenco. Y sí, hay ocasiones en que un buen guionista y director, o si no bueno por lo menos pongamos aceptable, decide estampar la firma en un contrato y engrosar su cuenta bancaria con varios millones a condición de tomar las riendas de un proyecto inclasificable. Si ese no fue el motivo, la verdad es que no se entiende como Andrew Niccol figura en los créditos como responsable de La huésped, un cambalache que pretende combinar romance, ciencia ficción, drama y alguna otra cosa, y que en definitiva parece no encuadrar en ninguno de esos géneros. Niccol es un tipo que si bien no forma parte de ese primer pelotón de grandes y prestigiosos realizadores, al menos tiene en su foja de servicios películas como Gattaca o El señor de la guerra (en ambas escribió y dirigió) y quizá en lo que pueda destacarse como su mayor trabajo, el libro de la recordada The Truman Show. Aquí tomó la novela del mismo nombre de Stephanie Meyer (sí, la creadora de la saga Crepúsculo) y le dio formato en pantalla grande. El tema es que cuando un director se encuentra (o se mete por su propia cuenta) con un libro que es malo, por lo general trata de utilizar la cantidad de recursos que le brindan las técnicas cinematográficas, más alguna que otra licencia, para mejorarlo un poco. Al salir de la sala, da la impresión de que no le importó demasiado ese problema. Invasión. La trama de la película tiene como eje una invasión extraterrestre, por la que la mayoría de los humanos terminan como meros vehículos, porque los malos “toman” los cuerpos implantándoles un alma. En la Tierra quedan unos pocos que no pudieron ser sometidos. Una chica (Saoirse Ronan), dividida entre su lado terrícola y eso extraño que intenta dominarla y “asimilarla”, será el eslabón para llegar a ese refugio donde quedan los últimos habitantes. Hasta aquí, algo parecido a lo que se vio en La invasión de los usurpadores de cuerpos (un clásico de los 50 que tuvo varias remakes, la última con el protagónico de Nicole Kidman). Pero respetando el libro de Meyer aparecen los chicos facheros, los besos, el romance, conflictos adolescentes y un montón de escenas sacadas de los cuentos de Corín Tellado. Resulta exasperante leer los mismos diálogos que se ya presenciaron en cada una de las entregas de Crepúsculo, aunque en este filme la combinación de elementos fantásticos queda más desubicada, fuera de todo encuadre. Basta con ser testigos de la lucha argumental entre el costado humano de la protagonista con su ser invasor, y la bizarra pelea de ambas por dos pibes. Y un dato a tener en cuenta es que los 90 minutos estándar de una película de estas particularidades se alargan hasta llegar a los 125. También resulta un poco chocante ver a Diane Kruger, pero sobre todo a William Hurt (el mismo de El beso de la mujer araña, La peste, Hacia rutas salvajes o Una historia violenta, entre muchas otras) embarcados en un proyecto de estas características. Paso en falso de Andrew Niccol como director, La huésped es una película sólo para adolescentes que gustan de romances sin hacerse demasiadas preguntas sobre las inconsistencias de la historia que se cuenta.