Boogie woman latina Para sorpresa de muchos, el universo de terror sobrenatural comandado por James Wan (El conjuro, La monja) acaba de sumar un nuevo adepto proveniente del folclore hispano parlante. La llorona, una suerte de contracara femenina del popular hombre de la bolsa, es ese mito urbano que habla de una mujer fantasmal cuyo llanto engaña a niños para capturarlos, en represalia por la pérdida de los propios. El relato tiene lugar en Los Angeles en el año 1973, continuando la costumbre de este universo terrorífico de ubicar sus historias en décadas pasadas... ¿será que no hay lugar en la modernidad para el terror clásico y conservador? Anna García (Linda Cardellini) es una flamante viuda y madre de dos hijos, que trabaja como asistente social y tiene ante sí un curioso caso, también de una madre soltera, acusada de maltratar a sus dos hijos varones. Conforme Anna investiga más a fondo, empieza a nota cierta conexión entre este caso y la figura de “la llorona”, ese personaje pagano que trae malos augurios según el folclore latino. Para colmo de males la maldición impacta de forma directa en Anna, siendo sus hijos también potenciales víctimas, convirtiendo a la lucha contra el ente en una cuestión personal. El director Michael Chaves hace su debut en un largometraje y construye un film que se apoya en los elementos fundacionales de este subgénero y en particular del universo Wan: una familia fracturada, víctimas inicialmente descreídas de aquellos sucesos del orden sobrenatural o fantástico, la respuesta ineficiente de las instituciones religiosas, la ayuda de un personaje poco ortodoxo que parece ser el único capacitado para enfrentar a la amenaza en cuestión, etc. El tono de la narración y la forma en que se elige retratar al ser maligno recuerda un poco a En la oscuridad de la noche (Darkness Falls, 2003) un film pequeño pero efectivo que daba un giro tenebroso a otra figura del folclore popular: el hada de los dientes. Abusando un poco de los sustos fáciles, jump scares para el mundo angloparlante, La maldición de la llorona (The Curse of La Llorona, 2019) hace todo de manera prolija y segura, decisión que seguramente atraerá tantos detractores como defensores. Apuesta a lo previsible y va tildado todos los casilleros que tienen para ofrecer tanto el manual del género como los respectivos tropos internos. Es así como el film queda parado sobre esa fina línea que divide lo más clasista del genero de aquellas producciones perezosas que buscan el susto fácil y los lugares comunes para asegurarse una buena afluencia de público que ocupe las butacas... y salte de las mismas tantas veces como el monstruo titular lo considere necesario.
Otra vez la formulita Ya nos hemos preguntado acá si James Wan era lo peor que le pudo pasar al terror estadounidense y, por añadidura (o colonialismo cultural), al cine de horror en general. Y la pregunta se sigue contestando con sus producciones. Conservador fue siempre, y no hablamos de su ideología aunque ya sabemos de qué van Saw (El Juego del Miedo, 2004) y Death Sentence (Sentencia de Muerte, 2007), sus mejores películas y a la vez las más reaccionarias, sino de su conservadurismo con relación a la puesta en escena. Lo demostró sobre todo en la segunda parte de El Conjuro en el año 2013 y en sus incursiones como productor, en tanto nexo con cineastas jóvenes a los que les saca el alma y a cambio les da los mejores jump scares del mercado. Las producciones de Wan son seriales genéricos e indiferenciables. Y no estamos en contra del laburo del artesano ni pedimos autoría, arte o las mil boludeces que piden algunos críticos y espectadores “serios”. También es entendible que el horror norteamericano es una industria y que quieran facturar; lo mismo quería Corman y casi todos los tipos del cine de explotación que bancamos. Pero pedimos al menos un buen par de cojones. Gente detrás de la película que nos pueda revolver un mínimo el estómago, que logre conmovernos; que nos cuente una historia tétrica alrededor de un fuego, sin más artilugios que la historia misma. Porque la formulita de Wan ya nos cansó hace rato. Y esa formulita responde a lo que ya dijimos cien veces: la mejor técnica de la industria pero sin una historia (una generación de suspense) que la sostenga. Películas organizadas alrededor del efectismo, tal como lo hacía The Woman in Black (La Dama de Negro, 2012) pero mal, porque acá ni se generan los climas que lograba aquella. Retomando lo de las historias alrededor del fuego, esta vez la historia encajaba justo para eso porque el relato que nos ocupa se basa en la leyenda de La Llorona, mito de la tradición oral latinoamericana, conocido de Argentina a México, sobre el alma en pena de una madre que mató a sus hijos y con sus llantos y apariciones nocturnas maldice pobladores generalmente rurales. Pero lo referido al mito se narra sólo en la introducción, después estamos ante una nueva y también soporífera monja de Wan. Por breves momentos podríamos pensar que hay algo de El Exorcista (The Exorcist, 1973) de Friedkin, sobre todo lo superficial (la madre, la hija, el cura, el ritual, etc.) y de otras buenas películas acerca de los problemas de la maternidad en solitario como The Babadook (2014); incluso podríamos pensar en los conflictos que puede generar la intromisión del Estado en los asuntos familiares y el prejuicio aún presente de cómo debe actuar una madre con sus hijos. Pero cualquier tipo de complejidad de la trama se aborta en pos del efectismo y la formulita conocida. Wan se armó su fábrica del horror basada en la dinámica marketinera del cine de superhéroes: a él le rinde, a nosotros no.
Con producción de James Wan y dirección de Michael Chaves llega esta película que retoma la vieja leyenda mexicana de la mujer que se aparece lamentándose por sus hijos, a quienes asesinó ahogándolos en un río, después de un desengaño amoroso. Esta historia fue contada de generación en generación desde la época colonial. Respetando la fórmula que tan buenos resultados dio con el universo de El Conjuro y los "spin off" de Annabelle y la más endeble, La monja, esta entrega está ambientada en Los Angeles en los años setenta y presenta una amenaza paranormal que altera la vida de una familia. La Llorona acecha a los niños por la noche y una madre -Patricia Velázquez- protege a sus hijos encerrándolos ante esta amenaza sobrenatural, un espíritu errante y vengativo. A pesar de advertir sobre el peligro que se avecina sobre los suyos, no es escuchada y es tratada como una loca. Anna -Linda Cardelini- es una asistente social, viuda de un policía, que visita la casa de la anterior pero las cosas se complican cuando los niños son asesinados. La función de Anna es controlar el hogar de los demás pero ahora ella misma será controlada y sus dos pequeños niños corren peligro ante la presencia de La Llorona. El relato juega con los climas y los sobresaltos -la escena del auto y del baño son efectivas- de manera adecuada y con elementos de relatos clásicos del género -la criatura no puede hechizo mediante entrar a la casa como si se tratara de un vampiro- en esta historia que también incluye a un sacerdote desilusionado, a un detective que sigue los pasos de Anna y a un curandero -Raymond Cruz- que cobra un rol preponderante en el segundo tramo y libra la batalla contra el Mal para ayudar a la familia. Aunque el film no presenta nada nuevo, se las ingenia como para mantener la tensión entre el horror cotidiano y el folklore que evoca, y hasta se permite linkear con Annabelle. Hay un altillo estremecedor, dos niños indefensos y una figura fantasmal que sobrevuela el vecindario con sus lágrimas de sangre.
Se queda a mitad de camino a la hora de posicionarse dentro de éste universo expandido de terror. Actuaciones mediocres y sustos a cuenta gotas son las principales características de esta peli que logra ampliar la franquicia pero de una manera efectiva. Vivimos en un época donde, en el cine, es muy difícil pensar en sólo una película por parte de un realizador o un estudio. Desde un tiempo a esta parte, tomando como base el éxito rotundo del MCU, la industria cinematográfica ha tomado la posición de “exprimir cada centavo” (gracias Simpsons), donde todo film puede tener varias secuelas, precuelas y spin-offs. Claro que si tomamos como premisa la contundente “victoria” de Marvel Studios para con el resto, hay que tener en cuenta la solida base con la que comenzó y el excelente desarrollo de personajes, previo a los grandes eventos en conjunto. Aún así muchos de estos universos no han sabido llevar la presión y responsabilidad de concretar un producto que sea de calidad asegurada. Como ejemplos más claros podemos ver al fallido Dark Universe de Universal y el ya aparentemente extinto Universo Expandido de DC, quienes parecen haber dado en el clavo desarrollando films que exploren personajes de forma individual. En el medio de estos dos polos, se encuentra el universo de terror creado por James Wan que tiene como piedra angular a El Conjuro (The Conjuring, 2013) mejor conocido como Warrenverse. Esta franquicia ya cuenta con una secuela del material original (2016), otra que esta en camino (2020) y varios spin-offs como Annabelle (2014) y La Monja (The Nun, 2018). Dentro de este grupo de películas que parten de la cinta de 2013 ahora llega La Maldición de la Llorona (2019), un film que explora la famosa leyenda urbana y que, una vez más, vuelve a expandir este basto y, aparentemente, interminable universo de terror. Esta película, dirigida por Michael Chaves, cuenta la historia de Anna Tate-García (Linda Cardellini) una agente de servicios sociales que se dedica exclusivamente a los casos relacionados con la violencia y el destrato infantil. Ella, quién acaba de perder a su esposo, es el único sostén de sus hijos Chris (Roman Christou) y Samantha (Jaynee-Lynne Kinchen) y actualmente está sintiendo el peso que esto conlleva. Pero los problemas van a empezar a multiplicarse exponencialmente cuando, luego de un severo caso de aparente violencia domestica, una malvada entidad denominada “La Llorona” empezará a acechar a los hijos de nuestra protagonista e intentará apropiarse sus almas. Anna deberá rastrear desde donde viene esta entidad y encontrar la forma de que este espíritu maligno deje de acecharlos para lograr proteger a sus seres queridos. Aunque las películas de esta franquicia estén bien consideradas dentro del género del terror, la realidad es que salvando algunas entregas las calidades de ellas van variando. Teniendo a El Conjuro como su mejor referencia y a La Monja como la peor, esta nueva película navega por el medio de ellas. Sin dudas lo mejor que la película otorga es la posibilidad de explorar esta fábula o leyenda urbana mexicana, que si bien ha sabido expandirse y re-imaginarse a lo largo y ancho en cada cultura, la transposición de ésta a la gran pantalla, ayuda a que se visibilice las costumbres de esa región. El guion es sencillo y bastante regular, no solo no tiene ningún giro inesperado sino que además se torna bastante aburrido y previsible. Por momentos roza los lugares comunes con demasiada frecuencia y termina siendo bastante ingenua y muy poco arriesgada. Si se podía destacar algo de las películas previas de este universo era que sus films provocaban miedo, obviamente eso es bastante subjetivo para cada espectador, pero en éste último film no hay señales de ese terror en casi ningún pasaje salvo por aquellos momentos donde la música y la imagen se mezclan para provocar los famosos jump scares. Algo realmente destacable es el aspecto estético, que si bien el film no tiene una cinematografía sobresaliente, hay planos que toman la puesta en escena de cierta manera que producen asombro de lo bien logradas que están. En cuanto a las actuaciones no se ve nada deslumbrante, quizás los que más sobresalgan son Linda Cardellini y Raymond Cruz. La primera, obviamente cuenta con la responsabilidad de ser la cara visible del film y está casi siempre en pantalla, pero ya siendo por la construcción de su personaje desde el guion y de su labor un tanto sobre actuada, no se logra empatizar con ella. Cruz, a pesar de tener un papel secundario y contar con momentos realmente absurdos, tiene la notable capacidad de sacar a flote el último acto solo con su presencia. Mayoritariamente utilizándolo como descarga de tensión, el actor cumple a la perfección con su labor y logra consolidarse como uno de los mejores del elenco. La Maldición de La Llorona no llega a ser material destacable dentro del Warrenverse pero es muy probable que en la taquilla pueda recaudar lo suficiente como para lograr una secuela. Las puertas han quedado más que abiertas para ello y teniendo en cuenta la época en donde nos encontramos, es bastante probable que así suceda.
Producida por el padre de las últimas producciones de terror, léase “El Conjuro”, “Annabelle” y todas sus spin-offs, aparece “La Maldición de la Llorona”, una leyenda que data de México del 1700, cuando una bella mujer se casa con un hombre poderoso, tienen dos niños, él la engaña y ella enloquece ahogando a sus hijos en un río como venganza. Cuando se da cuenta de su error, ya es tarde y ella penará por los siglos de los siglos, llorando y así atrayendo a otros niños para suplantar a los propios. Luego de los sucedido en el 1700 nos situamos en Los Angeles, en 1973, donde una viuda con dos hijos, varón y mujer (su marido era policía) llamada Anna García (Linda Cardellini) es asistente social y está encargada del caso de una mujer (Patricia Velázquez) que tiene a sus dos hijos encerrados en un placard ante la amenaza de la Llorona. Como las autoridades no le creen los liberan y encierran a su madre, para obtener el peor desenlace. Ahora la vida de Anna y sus hijos corre peligro, porque la Llorona irá tras ella y su familia y todos comienzan a creer lo que parecía imposible. Una muy buena dosis de suspenso dirigida por Michael Chaves, un buen elenco de niños (como siempre), varios jump-scares y excelente recreación de época. Los 70’ parecen ser los mejores años para el cine de terror. https://www.youtube.com/watch?v=kMKnMxkL4FM TITULO ORIGINAL: The Curse of La Llorona DIRECCIÓN: Michael Chaves. ACTORES: Linda Cardellini, Patricia Velasquez, Madeleine McGraw. GUION: Mikki Daughtry, Tobias Iaconis. FOTOGRAFIA: Michael Burgess. MÚSICA: Joseph Bishara. GENERO: Terror . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 93 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años DISTRIBUIDORA: Warner Bros FORMATOS: 2D. ESTRENO: 18 de Abril de 2019 ESTRENO EN USA: 19 de Abril de 2019
La maldición de la llorona es una propuesta ideal para los espectadores de once años que recién empiezan a adentrarse en el género y pueden ver este film desde una perspectiva más fresca. De hecho, el tono de las situaciones de horror que presenta esta producción parece haber sido desarrollado para ese target de público específico. Por ese motivo, para quienes suelen consumir a menudo cine de horror puede resultar un bodrio que no merece mayor atención. Queda claro que los productores del forzado universo de El conjuro ya no saben que inventar para estirar la franquicia y terminaron por presentar estas películas desapasionadas que son aburridas de ver. La ópera prima de Michael Chaves tiene un comienzo decente donde amaga a jugar con la mitología de la llorona desde una impronta policial. Sin embargo, tras la presentación de los protagonistas al cineasta se le agotan rápidamente las ideas y no ofrece otra cosa que un collage visual de escenas trilladas que vimos centenares de veces en otras películas similares. La llorona es un clásico del folclore latino que encuentra su origen en las culturas aborígenes precolombinas, con diferentes interpretaciones según la región que se estudie. Es decir que el personaje daba para hacer algo más original y elaborado pero los productores optaron por la vía más fácil de clonar la fórmula de misterios sobrenaturales que vimos hasta el hartazgo en los últimos años. El director demuestra una incompetencia absoluta para construir situaciones de terror intensas y todo lo que ofrece son los típicos momentos de susto de manual que a esta altura se volvieron predecibles. Por otra parte, Chaves comete el error de exponer tanto a la Llorona en la narración que tras su tercera aparición el personaje se convierte en un típico fantasma de la serie animada de Scooby Doo. En la película de La monja, con la que fui extremadamente generoso en su reseña, al menos tenía una puesta en escena interesante con las ambientaciones góticas y los detalles que presentaba el diseño de producción. Esta nueva película ni siquiera es atractiva desde los aspectos visuales y falla por completo en hacer algo interesante con la iconografía latina asociada a esta leyenda. El único aspecto positivo que se puede rescatar es el desempeño del reparto que al menos es decente. Linda Cardellini, quien casualmente interpretó a Velma Dinkley en los filmes live action de Scooby Doo, del 2002 y 2004 (hay un guiño a eso en una escena), resulta muy convincente en su rol y los chicos que interpretan a sus hijos también presentan una labor digna. El problema es que faltó un realizador más creativo que pudiera aprovecharlos y hacer algo más interesante con esta historia. En ese sentido resulta un poco preocupante que este mismo sujeto sea el encargado de realizar la próxima entrega de El conjuro. Una franquicia que hace rato perdió su encanto.
Luego del gusto a poco que dejó La monja (2018), también perteneciente a este universo expandido de El Conjuro, llega La Llorona para enderezar un poco (para arriba) la balanza. Ojo, no se trata de una obra maestra del cine de terror, e incluso está bastante más por debajo de las dos películas madre de este universo, y de la última aparición de Annabelle, pero es entretenida y cuenta con un par de sustos que valen la pena. La cuestión particular para analizar es, justamente, al personaje, ya que es raro que Hollywood destine recursos hacia algo de un folclore que no les pertenece. Pero, por fortuna, los tiempos están cambiando. Y si bien el mito de La Llorona es mexicano, tengo bien presente que me lo contaron de chico en algún campamento o algo así. Creo que eso le suma al film. Tiene un condimento latino universal. No esperaba nada, mis expectativas eran muy bajas, lo que también ayudó. También hay que decir que la película no innova, y que los sobresaltos te los ves venir. Pero aún así, algunos funcionan muy bien porque te asustás igual. Amén de eso, en líneas generales es una película muy simple y con una puesta muy básica. Se nota el bajo presupuesto -motivo por el cual el saldo quedará muy positivo- con el que tuvo que trabajar el director Michael Chaves en su ópera prima. A mi me dejó serias dudas, porque si hay algo bueno del terror es que no necesitás presupuesto para asustar. Aún así, su laburo es correcto, y queda claro que dejó impresionados a todos en Warner, ya que será él quien sustituya a James Wan en la tercera parte de El Conjuro. Ya veremos… El elenco está bien, pero nadie en particular para destacar. En síntesis, La maldición de la Llora es un film de terror decente, que logra su cometido y que es ideal para ver en pareja y/o en grupo de amigos.
1976. Anna es una asistente social, que vive en su enorme casa junto con sus dos hijos, tratando de sobrellevar la reciente muerte de su marido. Luego de que intenta ayudar a una mujer en su trabajo, los niños de dicha persona mueren en extrañas circunstancias, circunstancias que también empiezan a suceder en su propio hogar. Todo parece indicar, que se cruzaron en el camino de la mítica La Llorona. El Warrenverse se sigue extendiendo y este año nos llega La maldición de La Llorona, introduciendo a un personaje que hasta entonces, no habíamos visto en ninguna película de dicho universo. Y como ya sabemos que solo El Conjuro 1 y 2 son las únicas buenas, las dudas hacia este proyecto, no se hicieron esperar. Desde ya tenemos que decirles, que nos encontramos frente a un mejor film que La Monja. Primero por una sencilla razón; La maldición de La Llorona tiene un guion que no pareciera que fue escrito sobre la marcha mientras se rodaba, como si pasó con la recién mencionada cinta. Y la otra, es porque es un proyecto mucho menos ambicioso, y por ende más controlado y menos hypeado. Pero hasta ahí podríamos decir que llegan las virtudes de La maldición de La Llorona. La película peca de ser previsible, y utiliza por millonésima vez la historia de persona ajena a lo sobrenatural, que, por intentar ayudar a un tercero, termina poniendo a su familia en peligro. A la vez que se nota en varios tramos, el escaso presupuesto que se manejaba, y algunas escenas quedan bastante baratas (sobre todos las que muestran por demás a la propia Llorona). Eso sumado a que casi toda la acción sucede en un solo lugar. Por suerte con ese poco presupuesto, se pudo contratar a una buena protagonista como es Linda Cardellini, quien lleva todo el peso dramático de la película en sus espaldas. A ella le vamos a creer tanto su rol de mujer segura con el que inicia la historia, y como poco a poco va quebrándose en post de la presencia sobrenatural que quiere hacerse con sus hijos. La maldición de La Llorona es un film decente. Si bien abusa de los jumpscares (otra cinta de terror que lo hace y van…) y que tiene una historia mil veces vista, logra entretener. No se extiende en metraje, ni en explicaciones innecesarias, o introduciendo demasiados personajes para que no hagan nada. Siendo bastante superior al bodrio que fue La Monja, pero sin llegar a acercarse a la saga de El Conjuro; el Warrenverse va a seguir extendiéndose. Y no lo decimos porque se nos viene una tercera Annabelle y El Conjuro, sino que se anunció un spin off de La Novia…
Una incoherente propuesta de género. Cada don tiene su maldición. En el caso de la franquicia (podemos decirlo a esta altura) de El Conjuro, por las dos películas de la saga que tienen como protagonistas al matrimonio Warren que fueron tan sólidas como entretenidas y exitosas, se desataron una serie de spin-offs que son claramente lo contrario. Infortunadamente, La Maldición de La Llorona no es una excepción. Se llora… pero no de miedo o tristeza La cámara y su movimiento deben narrar por encima de todo. Un plano sin cortes que no eleve la tensión, o que no muestre el universo de una forma particular, no es más que una simple proeza técnica y por lo tanto vacía. La intención aquí es clara: emular o repetir la receta de una proeza similar lograda en las películas madre de la franquicia. Si las primeras eran una jerarquía clara donde el trazo escénico respondía a la narración y la cámara respondía al trazo escénico, en este caso es un momento cotidiano que no justificaba semejante argucia técnica. Es una cámara (y unos efectos digitales) que llaman demasiado la atención sobre sí mismos. Pero este efectismo nada medido no hace más que denunciar inconscientemente el pulso narrativo al que nos vamos a sostener. El efecto está pero no causa sustos. La Maldición de La Llorona se une tristemente a los rangos de las películas de terror que se conforman con otorgar sobresaltos. No conforme con su actitud endeble hacia el género elegido, las incoherencias narrativas empiezan a poblar indefectiblemente el guión. Por ejemplo, la madre de la familia maldita va con un curandero para que le solucionen el problema con el ente maligno, informándole que irán a un hotel para protegerse del mal. El curandero les responde que ellos están malditos, no la casa. ¿Y qué es lo primero que hacen? Ir a proteger espiritualmente la casa. ¿No podían ir a proteger espiritualmente el Hotel? Podría ser una exageración o un juicio apresurado de algo que debería leerse más atentamente, pero cuando se ve al mismo curandero frotar huevos por toda la casa de los protagonistas y estos salen negros, al cargo de incoherencia se le suma el de confusión. ¿Es la casa un problema o había muchas ganas de meter el artilugio visual del huevo negro como una denotación diabólica? Como si la coherencia interna de la historia no tuviera suficientes problemas, también plantea serios problemas para la coherencia de todo el universo expandido de la franquicia. Cuando un sacerdote plantea la posibilidad de invocar a los Warren para resolver el problema, se arrojan un montón de recovecos legales de la Iglesia como justificación para su ausencia física en esta trama. Si repasamos con mucha atención a los entes malignos de las películas que los tienen como protagonistas, dichos recovecos no aparecían, incluso para los que tenían una fuerte vinculación religiosa como es el caso de la subtrama de la monja en aquellos films. Es como que la mención de los Warren es la única conexión que tiene esta película con aquellas, y hasta podríamos decir que pretende calentar motores (maniobra tan innecesaria como de nulos resultados) para lo que será la tercera película de la muñeca Annabelle.
Dirigida por Michael Chaves (que hará “El conjuro 3” para el 2020) de la mano del productor James Wan (que dirigió las dos primeras de “El conjuro”, “Rápido y furioso 7”) llega la cuota de terror de la semana con el soporte de una de las leyendas populares más famosas de la cultura mexicana, similar a nuestro “hombre de la bolsa” como terror infantil. Aquí se trata sobre una mujer del siglo pasado, que mata a sus hijos para castigar la infidelidad de su esposo y arrepentida ante su propio horror vaga por el mundo, como una aparición, apropiándose de hijos ajenos, transformada en un fantasma horripilante, vestida de novia y con un llanto que es mejor no escuchar. Es un film de género, que no se amiga con las sutilezas, que prefiere los golpes de efectos que mantendrá a la audiencia adicta a estas emociones, lo suficientemente sobresaltada y entretenida. Una viuda, madre de dos hijos, asistente social, recibe una denuncia sobre una mujer mexicana que conoce, que tiene encerrados a sus hijos en un armario. Sorda a las súplicas de esa madre desesperada libera a los niños. Así atraerá sobre si dos maldiciones juntas, la de la llorona en cuestión y la de esa madre que la culpa por la muerte de sus hijos. Doble trama con exorcista incluido, apariciones, vientos que abren puertas y ventanas, y otras situaciones de miedo.
No le da miedo ni al Chavo del 8 Con el ancla en una leyenda popular del México colonial, la película de terror dirigida de modo impersonal por Michael Chaves no logra conjurar la rutina. El estreno de La Llorona sirve para ilustrar la desbocada tendencia de exprimir el éxito eventual de una película, atomizándola en una miríada de apéndices que extienden el concepto de spin-off (o derivación) ad infinitum. Esta vez se trata de un nuevo desprendimiento del universo creado en torno de la película El conjuro, que en 2013 y con dirección de James Wan ofreció una eficaz historia de terror clásica que homenajeaba el espíritu y la estética del género en los años '70. Su éxito alcanzó no solo para llegar a la esperable secuela, sino a toda un red de subproductos como las dos películas de la muñeca Annabelle y La monja (2018), a la que pronto se sumarían otras como The Crooked Man(personaje presentado en El conjuro 2) y la tercera entrega de la saga original, cuyo estreno está previsto para 2020. La mala noticia adicional es que esa tercera parte de El conjuro ya no estará a cargo de Wan, sino de Michael Chaves, director de La Llorona. Y la noticia es mala porque en esta, que es su ópera prima, Chaves no demuestra ninguna virtud como cineasta más allá de los requisitos mínimos que debe cumplir cualquier aspirante a hacer películas en Hollywood. Es decir, manejar con aceptable solvencia los recursos narrativos básicos. Más allá de eso, su trabajo en La Llorona apenas lo muestra como un empleado obediente, incapaz de desafiar los límites ya no del género (que sería pedirle demasiado), si no de lo que la propia saga viene mostrando de forma recurrente en cada una de las películas que se van sumando a la lista. La historia vuelve a ubicarse en el territorio de los años '70, pero con el ancla en una leyenda popular del México colonial: la de una mujer que asesinó a sus propios hijos y cuyo espíritu sollozante vaga por ahí, capturando hijos ajenos. Como el Hombre de la Bolsa en versión femenina, pero sin ninguna idea cinematográfica que la sostenga más allá del recurso del susto por el susto mismo. Y otra vez la idea maniquea del bien y el mal filtrado por el prisma de la iglesia católica, que al mezclarse con la cultura popular mexicana impone como horizonte una estética de santería. Quienes ronden entre los 40 y los 50 años de edad recordarán a la mítica Llorona como una historia de fantasmas con la que solían asustarse los niños que vivían en la vecindad del Chavo del 8, la aún vigente comedia infantil creada por Roberto Gómez Bolaños. La cita no puede ser más oportuna, en tanto la película difícilmente ofrezca mayores sustos que los que les provocaba a aquellos chicos la aparición de la pobre Bruja del 71.
La maldición de la llorona cumple con lo justo, no logra crear ese ambiente que tanto gusto con las dos películas de "El Conjuro", pero tampoco decepciona, es una opción mas para ver para los amantes del terror.
Entre el cielo y el infierno. El prólogo de La maldición de la llorona, la nueva película del “Warrenverse” dirigida por Michael Chávez, nos cuenta una versión de las tantas historias que giran en torno a este mito urbano, que ha espantado a más de uno. Allá lejos y hace tiempo, la mujer más bella del condado se casa con un hombre acaudalado, con quien tiene dos hijos. De repente descubre que este la engaña con una mujer más joven, la furia la llevará a cometer una locura: ahogará a sus dos niños en el río. Al caer en cuenta de lo que hizo, se unirá a ellos arrojándose al agua. Cuenta la leyenda, que su espíritu vaga por todos lados, llorando sin cesar y buscando reemplazar a sus hijos. Tras la dolorosa presentación, el relato nos sitúa en Los Ángeles, año 1973, en donde Anna García (Linda Cardellini), una flamante viuda y madre de dos niños que trabaja como asistente social, debe resolver un caso extraño sobre una madre acusada de maltratar a sus chicos. Y todo desencadena de la peor manera: los hermanitos mueren ahogados. De allí que surge de la boca de la madre el nombre de la llorona. Esta historia que parece increíble, de repente se volverá un hecho fáctico cuando Anna sufra en carne propia la presencia de una llorona amenazante queriendo dañar también a sus niños. Acechados por esa presencia fantasmal herida y en busca de desasosiego, recurrirá a un ex sacerdote, ahora chamán, para que los ayude a luchar contra esta alma en pena. La maldición de la llorona, forma parte del universo Warren, y es consciente de ello. Estética y narrativamente, sigue la línea de sus antecesoras, Annabelle y La Monja. La cinta se estructura en base a golpe de efectos, por lo que más de una vez saltaremos de la butaca; su narración es correcta, y aborda todos los tropos del género. El conflicto dramático nos remite a la Dark Water (2002) de Hideo Nakata, con la diferencia que esta bebe del terror psicológico. El mito que cobra vida, si bien no trae nada nuevo bajo el sol, no defraudará a los amantes del género, sobre todo a los fans “conjuristas”.
La llorona es una leyenda de origen mexicano que se ha extendido por toda Latinoamérica. Es una historia que tiene paralelos en otras historias en diferentes partes del mundo. Esta película de terror toma esa leyenda como centro para su historia. Una mujer que ha asesinado a sus hijos para vengarse de su marido infiel, vaga como un alma en pena buscando adueñarse de otros niños. Al haber ahogado a sus hijos en un río, y por sus lágrimas, es a través del agua que ella hace sus apariciones. Lo primero que se percibe de ella es su llanto. Año 1973. Anna, una trabajadora social, que acaba de enviudar de un policía, vive con sus dos hijos y hace lo posible para volver a organizar su vida. Pero en uno de sus casos toma una decisión que lo cambia todo. Al visitar a una madre que no ha reportado a la asistencia, descubre que ella los tiene encerrados con candado en un cuarto. Naturalmente, Anna libera a los chicos y los lleva a un hospicio, pero esa noche ambos aparecen muertos. La madre acusa a Anna de ser la culpable de habérselos dejado a la llorona, y le dice que ahora el espectro irá por los hijos de Anna. La maldición de la llorona pertenece al universo de El conjuro, algo que tiene valor cero y que no afecta en nada a la trama. Tal vez solo importa para tener en cuenta que, como en aquel film, lo que se busca es un terror de la vieja escuela, con herramientas nobles del género. Y, aun con sus limitaciones, esta película respeta ese espíritu. La maldición de la llorona está narrada de forma prolija, todo está presentado con clasicismo, desde el prólogo hasta el desenlace. Los actores son buenos y los efectos especiales nunca se vuelven disparatados o pasados de tono. Un inesperado sentido del humor le da un toque extra que la termina de convertir en una película digna, sin aspirar a más.
The Curse of La Llorona no tiene demasiado con qué trabajar, así es que su corta hora y media de duración se hace extensa. Hay un rumbo conocido, predecible, con la variación de que el origen del miedo y las muertes se remiten a un espíritu propio del folklore mexicano. Ahí se acaba la innovación, con algo de inclusión y con una mirada superficial a la cultura latina. Fuera de eso queda una película prefabricada, que se destaca con esporádicos recursos ingeniosos a la hora de construir sus sustos.
Cuenta la leyenda que una mujer despechada vestida del blanco de una felicidad perdida ahoga a sus propios hijos en un río para perseguir los ajenos como extraño anhelo de sacrificio y redención. El mito de la Medea mexicana reclamaba una película a su medida. Sin embargo, los responsables de las inefables secuelas y derivaciones de El conjuro han decidido contagiarla de esa puesta previsible y efectista que quiere asegurar la receta, plagada de recursos maniqueos y sin ninguna verdadera oscuridad que asome en los intersticios de la incansable cacería de La Llorona. Ambientada en Los Ángeles en los 70, la historia de Anna (Linda Cardellini, que ofrece lo mejor a su personaje), viuda y madre de dos hijos, es la de la perfecta víctima: asistente social de ideas progresistas que claudica ante sus prejuicios y acusa a una madre de maltratos, solo para desencadenar una irremediable tragedia. A partir de allí, la venganza terrenal y la que nace de tiempos remotos llegan hasta la puerta del hogar de Anna, junto con los curanderos y las supersticiones. Ese mundo, que podía ser explotado con un verdadero sentido de lo ominoso, se reduce a disfraces y efectos de sonido. Siguiendo los mismos pasos de La monja, La maldición de La Llorona se ata a la herencia de El conjuro, pero sin alcanzar las virtudes de aquella película, que consistía en arraigar el miedo mucho más allá de la conciencia.
Los mitos y las leyendas urbanas no hacen más que perder poder de creencia y/o convencimiento cada vez que Hollywood les echa una mirada con la única finalidad, la vista específica y únicamente en la taquilla. Y los que somos devotos de James Wan, el director, guionista y productor que dio a luz El juego del miedo y luego a El conjuro poco a poco empezamos a perderle sino el respeto la confianza. No es todavía para retirarle el saludo. Pero cada spin-off de El conjuro fue peor que el otro –y prepárense porque se viene Annabell 3-, y ahora con La maldición de La Llorona repite el esquema –aquí sólo produce- que en pocas palabras se traduce en figura fantasmagórica asusta a chicos y grandes desprevenidos desde el más allá por lo general de noche. Hartos ya de que los monstruos ataquen más en casas que en departamentos, La Llorona en México (de allí proviene la leyenda) se entera de que su marido la engaña, y decide quitarle lo que más quiere. No es el fútbol, ni el tequila, sino sus hijos, a los que ahoga en un riacho. A partir de entonces la mujer, a la que apodan La Llorona porque pena por sus hijos, se dedica a buscar otros vástagos. Y llega a los Estados Unidos, mucho antes de que Donald Trump soñara con el muro. Hay una asistente social Linda Cardellini, de Bloodline, por Netflix) que es madre soltera porque su esposo, oficial de policía, falleció, que tiene un caso entre manos. Una latina tiene encerrados a sus dos niños bajo llave. Le pide a Anna que les de una noche más. Pero -siempre hay un pero- los liberan, los mandan a una suerte de orfanato y no va a ser que La Lorona se los lleve y ahogue en el río. Pero como Anna no tiene con quién dejar a los chicos –son los años ’70 imagínense si fuera hoy- La llorona los ve cuando Anna acude al río a ver qué pasó. Y lo que va a pasar todos ya lo sabemos. Wan interrelaciona esta trama con la de El conjuro (el cura Pérez es el mismo de Annabelle). Chavez dirigirá El conjuro 3. Mamita. Tal vez no hay sido un chiste premeditado, pero que el curandero que se ponga la lucha al hombro contra La Llorona se llame Rafael… como el cantante español, que cantaba Llorona, no sabemos si es un guiño, otro bache kitsch u obra de La llorona. Vaya uno a saber. O no. En fin, igual que uno se pega unos bueno sustos, por esto de que los personajes hacen lo que uno nunca haría, como ir a ver qué pasa solos, o hasta salir a buscar una muñeca afuera cuando La llorona los está esperando. El que avisa no traiciona, y La maldición de La Llorona tiene todo eso que hoy poseen lo blockbusters de terror. No le pidan originalidad, ni historia ni entramado que sostenga el suspenso. Y a llorar a la Iglesia.
Los viejos nuevos trucos de siempre Cuando en 2013 James Wan estrenaba El Conjuro, le aportaba un aire fresco al género basado en creencias y leyendas populares. Seis años después este universo cinematográfico (término que le encanta a Hollywood) estrena un nuevo spin-off, esta vez basado en la leyenda latinoamericana de La Llorona; el cual está muy lejos de la originalidad de aquella primera entrega y parece más preocupada en la sucesión de sustos por minuto que en la concepción de una buena historia. Anna (Linda Cardellini haciendo lo que puede con un papel endeble) es una trabajadora social, recientemente viuda, que vive junto a sus dos pequeños hijos. Una noche, ella se involucra con uno de sus casos descubriendo a una madre que mantiene encerrados a sus pequeños. Lo que parece un grave caso de maltrato infantil, pronto desvela una faceta sobrenatural. Esos niños eran acechados por La Llorona, un espíritu que según la leyenda vaga por el mundo en un llanto eterno tras haber asesinado a sus propios hijos en un ataque de locura, y ahora busca hacer lo mismo con niños ajenos. Cuando la familia de Anna se vea marcada por la maldición, ella se verá obligada a buscar la ayuda mística de un sacerdote devenido en chamán, para hacerle frente al espectro. Si alguno de los elementos de la trama suenan conocidos, es porque lo son. De hecho, aunque la leyenda sea de origen latino, esa representación es apenas un contexto y la mitología del espectro es casi nula. Bien podría ser la Llorona o el Hombre de la bolsa, y no habría gran diferencia. Incluso aunque la película se sitúe en los años 70, la época apenas repercute en la estética, en lo que parece más bien ser una excusa para que los personajes no tengan celulares. Además, la conexión con la serie de El Conjuro consta básicamente de un personaje de Anabelle que aparece en un par de escenas y un breve cameo de esa diabólica muñeca, quizá escenas que se agregaron a algún viejo guion sólo para sumar esta historia a la maquinaria. Pero bien, hablemos de uno de los aspectos fundamentales de la película: ¿En verdad asusta? Se podría decir que sí, pero al utilizar el mismo mecanismo de jump scare y repetirlo constantemente va perdiendo fuerza y efectividad, en especial en su tramo final. El mismo se podría resumir en; Personaje está en calma, siente algo extraño, observa en silencio sin que pase nada, aparece La Llorona de sorpresa y con música estridente. Podría decirse que la puesta de Michael Chaves es correcta en estos pasajes, incluso con alguna linda referencia visual a otras películas. La maldición de la Llorona, si bien es moderadamente entretenida y deja algún buen susto, es otro paso en falso de una serie cada vez más acostumbrada a los viejos trucos de siempre. *Review de Javier Puma
Con respecto a las actuaciones, están en armonía. El trabajo actoral realizado por parte de todo el elenco es justo y no exagerado, como comúnmente ocurre en estas tramas. Recordemos que “La Maldición de la Llorona” es una producción de James Wan, quien ya tiene varios éxitos en el género del terror como “El juego del miedo” y “El conjuro”. Es por ello que cuando vemos la película nos encontramos con una estética similar con elementos e historias que se entrecruzan. No hay razones para no verla, es una clásica leyenda que necesitaba estar en la pantalla grande.
La Maldición de La Llorona: La leyenda llega a los cines. De la mano de los productores del universo de “El Conjuro” llega este mito de origen mexicano con buen estilo, aterrador, pero lamentable historia. Una asistente social, Anna, ignora el hecho de que una madre protege a sus hijos de un espíritu maligno. Esto le juega en contra debido a que ahora ella será la que deba enfrentar a La Llorona para salvar a sus propios hijos. Esta leyenda latinoamericana tiene sus diferentes versiones en cada país. En este caso la película se basa en la original que proviene de México. La Llorona se presenta como una mujer que al estar completamente furiosa con su pareja mata a sus hijos, para quitarle lo que más le importa. Pero luego de ahogarlos se arrepiente, y se suicida. Una leyenda muy fuerte la cual hace que el lamento de La Llorona se escuche y se aprecie en las salas de cine. Aunque en este caso la historia no es lo que más resalte en la película. Según esta obra nos metemos en los años 70 en Los Ángeles, pero la ambientación puede llegar a fallar. Más que algún auto que aparezca, y muy poco de vestuario, casi ni se siente estar en esa época. Además de no introducirnos por completo en la historia dramática de La Llorona, lo que podría haberle dado más profundidad al tema de ser madre y perder a tus hijos. El guion de Mikki Daughtry y Tobias Iaconis queda algo simple comparado a la buena técnica y estilo que presenta el film. El director Michael Chaves, como la producción, dejaron en claro que prefirieron enfocarse más en los sustos/jumpscares que en la historia en sí. Cada secuencia parece estructurada de manera que haya un poco de diálogo y explicación para luego introducirnos una situación tensa. No hay nada de malo en eso, habiendo grandes momentos estremecedores como el del auto, piscina o una casa. Sin embargo un exceso de estos puede llegar a perder su efecto por momentos. Más allá de alguna aparición de un personaje perteneciente al universo de El Conjuro, no hay ninguna actuación destacable, con Raymond Cruz (Tuco Salamanca en 'Breaking Bad') interpretando un curandero de importancia en la trama, pero no muy aprovechado como personaje. En sí ningún personaje es muy explotado. Habiendo una escena con La Llorona que pudo haber sido mucho más emocionante. La película ingresa al Universo de El Conjuro de James Wan sin mucha excitación, pero tampoco desalienta lo que vendrá para el futuro. Lo que deja en claro esta película es que El Conjuro 3 estará en buenas manos con Chaves como director, quien demostró tener buenas técnicas de susto junto al director de fotografía Michael Burgess. Dejando de lado algunos huecos o fallos en el guion, ya conocidos en el género. O el clímax sencillo que al ser difícil equiparar las fuerzas de un ente maligno y poderoso como La Llorona no trae nada innovador. Esta película trae consigo buenos momentos, aterradores y entretenidos.
EL RUIDO Y LA FURIA No hace falta esperar a diciembre. La maldición de La Llorona es la película más ruidosa del año. Unidimensional en su capacidad por aterrar al espectador, el film solo tiene un arma y la usa indiscriminadamente: cuando el ente malvado (una mujer mexicana del siglo XVII que ahogó a sus propios hijos y aún continúa con la tradición innoble de perseguir niños) se acerca a cámara y grita, el volumen estalla en la sala. Imaginen al realizador Michael Chaves, en la oscuridad interrumpida por los monitores de la posproducción, ordenándole al montajista que aplique el ruido con la mayor furia posible. Una actitud tiránica, ¿no te parece? El alarido monstruoso es menos traumático para los protagonistas que para el público: rogamos una tregua antes del próximo ataque. La maldición de La Llorona es además una experiencia irritante. Chaves ni siquiera parece confiar en la leyenda que toca contar. A diferencia de un buen cuento de fantasmas, en el que el clima es más importante que el susto, en el que la cámara no necesita encontrar al monstruo escondido en la oscuridad para generar miedo (¿se acuerdan del comienzo de La niebla, de John Carpenter?), el realizador no cree en la figura espectral de turno. En vez de esconderla hasta el tercer acto, Chaves se pone ansioso y muestra a su espectro a los 15 minutos. El misterio queda desempolvado: ¿era esto? La Llorona es una versión aguada del espectro de La monja: una cara pálida, unos ojos amarillentos y dientes perfectos pero grises. El relato es, a su vez, mecánico y previsible: tras una escena explicativa vienen las secuencias de terror. Y ni siquiera Chaves consigue generar algo más o menos ingenioso. Pretende ser como su maestro James Wan (quien ha puesto la vara bien alta sin considerar los Salieris decadentes que copiarían su estilo) pero es apenas un mal alumno. En esta descomposición visual de la imagen, el juego es prohibido. La maldición de La Llorona es una película extremadamente severa que, como un padre castigador, impide la diversión. No hay elementos en la puesta en escena que se usen con un tono lúdico (así es también el humor, aburrido e inapetente) y cuando Chaves pretende ser poético es para peor. En una secuencia, por ejemplo, la protagonista (trabajadora social con dos hijos perseguida por La Llorona) habla con un cura en la iglesia. La cámara muestra –dos veces– la forma en que la luz del día atraviesa una puerta y forma una cruz invertida. En este film, no hay interés por los personajes (tan espectros como el villano a derrotar) ni por el misticismo alrededor de las leyendas ancestrales. La maldición de La Llorona ni siquiera nos obliga a rememorar esa época en la que las películas se interesaban por construir una atmósfera, nos obliga a recordar que en un momento los directores al menos se interesaban en cuidar a su audiencia.
Variaciones sobre lo mismo. El Universo Cinematográfico impulsado por James Wan para New Line Cinema/ Warner Bros., a partir de la notable acogida de crítica y público que tuviera El conjuro (2013), agrega con La Maldición de La Llorona (2019) un nuevo título a una saga que sólo levanta vuelo cuando detrás de cámaras se encuentra el realizador de Aquaman (2018) y aquella original primera entrega de El juego del miedo (2004). Tanto El Conjuro como su secuela, estrenada en 2016, deslumbraron a los admiradores de esta clase de relatos por el ingenio y la gran variedad de recursos que manifestara en su puesta en escena el malayo creador de La noche del demonio (2010). Wan sabe obtener el máximo rédito explotando con talento un minimalismo muy propio del género, aunque pocas veces tan aprovechado como en su obra. Con los filmes que vinieron tras el éxito de aquella posesión que narrara El Conjuro, la caída resultó indisimulable: la falta de buenos guiones sólo puede maquillarse con grandes directores. Michael Chaves, que debuta en el largometraje con La Maldición de La Llorona, no es uno de ellos y su película aporta un eslabón muy débil a esta hábil cadena comercial que pese a los altibajos continúa proporcionándole millones de dólares a sus responsables. Tanto Annabelle (2014) y su secuela Annabelle 2: la creación (2017) como La Monja (2018) intentaron darle un mayor desarrollo a esos personajes que causaran tanto impacto en sendas entregas de El Conjuro. Empero, no lograron replicar en un largometraje la sensación generada en el público en los escasos minutos de pantalla que tuvieran la muñeca y la religiosa (tan parecida a Marilyn Manson ella) en su primigenia aparición en la gran pantalla. La Maldición de La Llorona cuenta con una muy breve aparición de Annabelle, aunque tan forzada que resulta injustificable. Se entiende: quisieron dejar explicitado que coexiste en el mismo universo que el resto de los personajes de la película sin que se les caiga una idea sobre cómo hacerlo. Y ése es uno de los problemas que James Wan y su equipo no han logrado superar hasta el momento: no existe un conocimiento profundo del género de terror, apenas la implementación de fórmulas probadas que se quedan en la cáscara más superficial convirtiendo a esta serie de filmes en un descartable use y tire. La leyenda de La Llorona cuenta con su propia versión en varios países, pero esta vez el guión de Mikki Daughtry y Tobias Iaconis adapta básicamente la mexicana que asume la figura de un espectro doliente por toda la eternidad por haber matado a sus hijos como venganza a su marido infiel con el intolerable arrepentimiento posterior. En el filme de Michael Chaves esta presencia sobrenatural se cruza en el camino de la asistente social Anna (Linda Cardellini), viuda de un policía y con dos hijos pequeños, luego de un intento infructuoso por ayudar a otra madre (la actriz de La Momia, Patricia Velásquez) cuyos niños terminan siendo víctimas de ya sabemos quién. La película no tiene una historia que la sustente mínimamente ni tampoco personajes atractivos como para compensarlo. Con respecto a La Llorona en sí, queda la sensación de que no supieron integrarla de la mejor forma al guión. Quizás por esa visión sesgada propia de los estadounidenses a quienes se les escapan las sutilezas del folclore mexicano… o quizás por algo mucho más sencillo como la falta de inspiración. El último acto de La Maldición de La Llorona apuesta por la unidad de espacio para concentrar el suspenso y jugar a fondo las cartas de las que disponen. El lugar elegido es la casa de Anna con La Llorona atacando una y otra vez. El equivalente al sacerdote, médium o especialista en lo paranormal de turno es el ex cura Rafael (Raymond Cruz), quien en primer término no quiere ayudar a la pobre mujer para acceder luego sin oponer mucha resistencia. Caso contrario no tendríamos un clímax, ¿verdad? En este tramo final Michael Chaves saca de la galera todos los trucos que conoce para asustar… fracasando casi en su totalidad. A diferencia de James Wan, no hay aquí auténtica creatividad sino sólo la aplicación mecánica del sobresalto audiovisual que está a años luz del terror psicológico quedándose en la comodidad del copy/paste más ramplón. La Maldición de La Llorona no asusta, no emociona y no entretiene. A lo sumo se la puede tomar como un déjà vu de tantas otras producciones igualmente limitadas que al menos tuvieron el mérito de haber llegado antes.
La característica principal de los géneros populares es la repetición de una fórmula. Esto quiere decir que en una película de terror sobrenatural se seguirá un criterio que el género mismo se ocupó de definir. Por ejemplo, va a haber un fantasma que provoca muertes y sustos mediante una sucesión de violentas apariciones, hasta que los protagonistas logren vencerlo mediante los recursos habituales: un exorcismo, una pelea final mano a mano, una ceremonia ritual. El director y productor James Wan y sus colegas trabajan con fórmulas, con criterios narrativos que no obedecen a la lógica del denominado cine arte, cuya característica sería la capacidad de ser siempre “original”. Es decir, Wan pertenece a esa tradición de artesanos que trabajan con cierto tipo de modelos de relatos, a los que, desde luego, tienen que ponerles el contenido. Justamente, el problema de las películas de Wan es el contenido, ya que nunca se preocupa por introducir alguna variante interesante o por contar una historia novedosa. El contenido de sus películas (sobre todo las que produce) es tan repetitivo, mecánico y predecible como la fórmula en la que se basa (desde Annabelle hasta La monja). Como su título lo indica, La maldición de La Llorona aborda la antigua leyenda de un espectro de mujer vestida de blanco que solloza de modo escalofriante y ataca a los niños. La película pertenece al universo expandido de El conjuro y está producida por James Wan y dirigida por Michael Chaves, quien también dirigirá El conjuro 3 (2020). El filme empieza en 1673, en México, y muestra a una madre que ahoga a sus hijos para vengarse de la traición de su marido. Luego pasa a 1973, a Los Ángeles, cuando una trabajadora social llamada Anna (Linda Cardellini) va a la casa de Patricia (Patricia Velasquez), una madre que mantiene a sus dos hijos encerrados en una habitación. Lo que Anna no sabe es que Patricia no ejerce violencia contra los menores como se cree, sino que los protege de La Llorona, que desde el siglo 17 se encarga de llevarse a los hijos de otros como reemplazo de los suyos. Si bien al principio no cree en la historia del fantasma, pronto Anna y sus hijos empiezan a vivir en carne propia la presencia de la horrible mujer con velo, que los arrastra a un mundo terrorífico del que solo podrán salir con la ayuda de un chamán especialista en ahuyentar espíritus maliciosos. El abuso del susto efectista (puertas que chirrían, pasillos con luces que se prenden y apagan, apariciones repentinas, gritos abruptos), la falta de ideas originales y la predictibilidad son algunos de los trillados recursos a los que recurre la película, cuyo mayor problema es que no se anima a tomar ningún tipo de riesgo. Todo es de una prolijidad técnica desalmada, de un profesionalismo sin vuelo, sin creatividad alguna para meter miedo. Si no la ven, no se pierden de nada.
Lo malo: es una película de terror tan superpoblada de lugares comunes. Lo bueno, la presencia de Linda Cardellini. Mítica figura terrorífica mexicana recorre Los Ángeles en busca de chicos y pone en problemas a señora con niños, con algunos sustos a reglamento y un pequeñísimo lazo con la serie “El Conjuro”. Lo bueno: está Linda Cardellini, que es de las mujeres más lindas de ver en el cine en los últimos veinte años. Lo malo: es una película de terror tan superpoblada de lugares comunes que ese vacío e incertidumbre sobre lo que vendrá (la raíz del miedo) no aparece casi nunca. Una película más.
Desde México, con terror El film trata sobre una de las leyendas mexicanas más populares, el espíritu de una mujer que deambula por las calles en búsqueda de niños que suplanten a los suyos, a quienes ella misma mató. Es curioso cómo percibimos el miedo. El susto es un mero sobresalto, pero el temor tiene que estar arraigado en algún trauma o prejuicio. Un hecho, pensamiento o idea del pasado que nos atormenta. Las leyendas con las que muchos crecen en nuestro país tienen que ver con “el viejo de la bolsa”, “el pombero”, “la luz mala”, y demás supersticiones, o historias pasadas por un teléfono descompuesto, que atraviesan el tiempo y llegan a al presente. Para algunos como un cuento, y para otros como un rito importante, que merece un respeto similar al religioso. “La maldición de La Llorona”, llega con la referencia “de los productores del universo de ‘El conjuro’”, y quizás relacionarla a esa franquicia ponga en problemas a la película. Con dos filmes excelentes (protagonizados por la pareja Warren) y tres spin-off de regulares o malos resultados (“Anabelle” “Anabelle 2” y “La monja”), la saga de terror más popular de los últimos tiempos intenta repetir el éxito, pero se aleja cada vez más de la calidad de las originales. En México, país que siempre tomó la muerte como algo muy serio (tienen festividades en su nombre), una de las leyendas más populares es la de La Llorona, que trata sobre el espíritu de una mujer que deambula por las calles en búsqueda de niños que suplanten a los suyos, que ella misma mató ahogándolos en un río. La historia, que comienza con una escena de ese hito inicial, con una madre que mata a sus pequeños, continúa en Los Ángeles. Nadie sabe cómo ni por qué La Llorona llegó allí, y tampoco habrá explicaciones durante el filme. Lo cierto es que todo comienza con una asistente social (Linda Cardellini) que al creer que una madre es peligrosa para sus hijos, la aleja de ellos, pero ninguna podrá salvar a los nenes del espíritu que quiere llevárselos. Luego, La Llorona posará su atención en sus hijos, y la única manera de ahuyentar al ente maligno será confiar en un extraño curandero (Raymond Cruz). Con algunas escenas rescatables, principalmente cuando se involucra en el suspenso y no tanto en el terror, la película puede ser entretenida. El problema es que a pesar de su corto metraje (apenas sobrepasa los 90 minutos) su intención por asustar todas las veces que sea posible terminan aburriendo. Quizás con alguna referencia más cercana a “El conjuro”, hubiese funcionado, dando significancia al término “universo”, y no siendo una mera estrategia de márketing.
Pocas veces una producción de estas características, del género del terror supuesta y específicamente, se puede leer como sosteniendo el discurso del poder de turno. Todo transcurre en los Estados Unidos, una ciudad asolada por una maldición mejicana, esto es así tal cual, es más, el prólogo de la historia transcurre en Méjico. ¿Hace falta realizar alguna otra disquisición filosófica para explicar el punto? Este no es en sí mismo “el” problema de esta producción, que tiene muchos otros como para no recomendarla. La leyenda mejicana de La Llorona, tiene varios años de existencia, su historia se podría equiparar a la tragedia de Eurípides “Medea”, pequeña y no tanto obra maestra del teatro griego, solo que Medea no termina siendo un espectro. En este caso lo impecable de todo los rubros, incluida las actuaciones, se hunden indefectiblemente por la debilidad y la previsibilidad del guión. Pues hay que reconocer que la dirección de arte es impecable, empezando por la escenografía y el vestuario, continuando con el manejo de cámara, la luz, el trabajo de fotografía que no le van en saga, incluyendo el diseño de sonido, soportando un par de exabruptos sonoros, pero sin ser la idea primordial como para sobresaltar al espectador. Situación que sólo lo logran esos desatinos mencionados, o sea con herramientas desleales. La historia narra las vicisitudes por aquellos que no creen, o han sido elegidos por la maldita mujer. Ignorando la escalofriante exhortación que realiza Patricia Alvarez (Patricia Velasquez), una mujer de origen mejicano, madre soltera, sobre el peligro que podrían correr sus hijos, podría causar una tragedia. Anna Tood (Linda Cardellini) una trabajadora social, viuda y madre de dos niños pequeños, sufrirá las consecuencia por desestimar la advertencia, caerá presa de extraños sucesos sobrenaturales e inexplicables para ella. Su única esperanza será escapar de la maldición de La Llorona, en los límites donde el pánico y la fe colisionan, necesitara toda la ayuda posible, en este caso no hay ley humana, sino que viene en forma de Rafael Olivera (Raymond Cruz), un cura sin iglesia. Exorcismo garantizado. La Llorona es una aparición tenebrosa, atrapada entre el Cielo y el Infierno, con un destino terrible sellado por su propia mano. En vida, ahogó a sus hijos en un ataque de rabia producida por celos provocados por su marido. Sus lágrimas de sangre son eternas letales, aquellos que escuchan su llamada de muerte en la noche están condenados. Se arrastra por las sombras de la noche, ataca a los niños, desesperada por reemplazar a los suyos. A medida que los siglos han pasado, su deseo se ha vuelto más voraz. Este sería algo así como la síntesis extendida de este filme, en tanto realización cae en clichés absolutamente previsibles, si bien la instalación del mito en tierra azteca es correcta, la ausencia de explicación de su traslación de un país a otro sólo queda acoplada a la llegada de la gente oriunda de allí. Por lo que se retorna indefectiblemente al discurso político establecido al principio. Esa falencia de construcción y desarrollo del relato es recurrente, no hay una razón que sostenga desde el guión las acciones de sus protagonistas, por lo que el derrumbe de la película es también previsible, ni las buenas actuaciones de sus protagonistas la pueden sostener. No es de lo peor que se ha visto en los últimos años en este género, pero su mediocridad es pasmosa.
El universo terrorífico de James Wan se sigue expandiendo y esta vez suma folklore latinoamericano a la ecuación. El universo terrorífico de Warner Bros. se sigue expandiendo e interconectando de alguna manera. Si bien “La Maldición de La Llorona” (The Curse of La Llorona, 2019) no tiene relación directa con “El Conjuro” (The Conjuring, 2013) y los Warren que iniciaran todo, logra vincularse y convencernos de que, acá, todo tiene que ver con todo. El debut cinematográfico de Michael Chaves no deja de ser una historia de sustos genérica, pero trae consigo una novedad muy anclada a la coyuntura hollywoodense. La inclusión y diversidad de que la que tanto se habla (no como moda, sino como cambio sociocultural y económico dentro de la industria), acá transciende las caras que aparecen delante de las cámaras -o en su defecto, detrás- para meterse de lleno en el folklore y las tradiciones latinoamericanas, no siempre reconocidas más allá del ámbito local. James Wan, uno de los productores y artífices de este universo extendido, se hace eco del “otro”, y dejando lo casos reales y sus propias creaciones terroríficas a un lado, prueba suerte con este mito originario de México, muchas veces considerado un cuentito para asustar a los más chicos. “La maldición de La Llorona” arranca en el país azteca muchos siglos atrás para ponernos en contexto y mostrarnos donde nació esta leyenda. Inmediatamente, nos traslada a la ciudad de Los Ángeles a principios de la década del setenta, donde Anna Tate-Garcia (Linda Cardellini), viuda y trabajadora social, hace lo que puede para criar sola a sus dos hijos. La señora parece estar desbordada entre la casa y el trabajo, pero igual quiere encargarse de esos casos que ya tiene asignados. Entre ellos, el de Patricia Álvarez (Patricia Velasquez) y sus dos pequeños, una madre sin ayuda como ella, que debe hacer buena letra para mantener la custodia. Lo que encuentra al llegar a la casa de los Álvarez parecen ser extrañas señales de abuso infantil y, sin entender lo que la madre y los chicos tratan de explicarle, a Anna no le queda otra que separar a Patricia de sus hijos. La tragedia no se hace esperar, y pronto empiezan a acumularse diferentes situaciones que Garcia ya no puede entender del todo. Su falta de fe choca de frente con las costumbres de Álvarez y su comunidad, convencidos de que esta es una intervención de La Llorona, un alma en pena que tiempo atrás asesinó a sus propios hijos y ahora persigue (y se apropia) de otros pequeñines para llenar ese vacío. Después de que sus propios chiquitines, Samantha (Jaynee-Lynne Kinchen) y Chris (Roman Christou), comienzan a sufrir los efectos de esta maldición que persigue a la familia, a Anna no le queda otra que buscar ayuda “profesional”, primero en el padre Perez (Tony Amendola) -sí, el mismo que tuvo que lidiar con la poseída “Annabelle” (2014) y quien liga esta película al universo ya establecido-, y después con Rafael Olvera (Raymond Cruz), un chamán que abandonó la religión convencional para bucear en estos asuntos más oscuros. Así descubren que La Llorona se encaprichó con ellos y que no va a parar hasta lograr su objetivo. Esto es lo que tiene para ofrecer “La Maldición de La Llorona”, un relato bastante convencional que nunca logra escapar de los lugares comunes del género, pero expande su “temática” más allá de los clásicos mitos norteamericanos y europeos. Por lo demás, la historia escrita por Mikki Daughtry y Tobias Iaconis -los mismos responsables de “A Dos Metros de Ti” (Five Feet Apart, 2019)- es un tanto frustrante cuando vemos a los adultos y los niños actuar de manera tan estúpida e irresponsable. Creer o reventar Los productores (y ejecutivos de los estudios) saben que estas pequeñas historias de terror -con presupuestos bastante acotados- cumplen con sus mínimos estándares e igual logran llenar sus arcas, porque los sustos siempre funcionan entre la audiencia, más que nada, adolescente. Apuestas de escaso riesgo de las que nadie espera nada más allá del entretenimiento, mucho menos que vengan a sacudir el género. De ahí, la previsibilidad y poco entusiasmo en los detalles que tiene esta película, más enfocada en sus “jump scares” que en delinear una narración interesante que sume con estas leyendas y contexto latinoamericanos. Imposible empatizar con esta familia donde los chicos son tan sonsos y los grandes no indagan un poco más cuando las cosas a su alrededor resultan tan extrañas. Ok, podemos culpar al raciocinio de gran parte de los protagonistas, pero cada cliché y decisión mal tomada van derrumbando el universo intrínseco que quiere construir “La Maldición de La Llorona”. Un mundo que se sostiene hasta ahí por lo eficaz de su puesta en escena y reconstrucción de época y algunos momentos de la “criatura” terrorífica, pero al cual se le ven los hilos cada vez que cae en esos lugares comunes que conocemos de memoria y podemos anticipar sin mucho esfuerzo. Cardellini está lejos de ser una gran madre sufrida, a los pibes queremos que le pasen cosas feas y Olvera no logra entrar en nuestro ranking de “curitas” buena onda. El humor que maneja la película siempre queda fuera de lugar (no vamos a pretender que aprendan de Jordan Peele) y nunca ayuda a liberar las tensiones del momento, justamente, porque esas tensiones nunca llegan. Aplaudimos el entusiasmo de Hollywood por bucear en el folklore latino, pero poco sirve si es sólo un vehículo para una mediocre historia terrorífica.
James Wan, director de las dos primeras entregas de El conjuro y productor de títulos como Annabelle y La monja, se aferra con uñas y dientes a esa premisa del espectáculo que consiste en no arriesgar demasiado cuando una fórmula funciona. Y así, mientras ocupó la silla de realizador para la saga Aquaman o el capítulo número 7 de Rápidos y furiosos, también se encargó de mantener en funcionamiento su fábrica de sobresaltos, apadrinando a diversos directores para que despachen suculentos embutidos de taquilla, con resultados notablemente inferiores a las creaciones del maestro malayo. En este caso, el debutante Michael Chaves sigue a rajatabla los aspectos más superficiales manual de estilo Wan con La maldición de la llorona, a la vez que se prepara para estar al frente del tercer episodio de El conjuro. El punto de partida tiene que ver con la leyenda de una mujer que presa de un ataque de celos por un engaño de su pareja, ahoga a sus propios hijos en un río y acto seguido se suicida en el mismo lugar. Devenida más tarde en una figura fantasmal que deambula en eterna culpa, la llorona va captando niños a quienes somete a traumáticos martirios con el fin de hacerlos suyos. Linda Cardellini, actriz de series como Bloodline y películas como Green Book, da en la tecla interpretando a Anne, una asistente social que ha enviudado joven quedando a cargo de sus hijos. La acción se remonta a comienzos de los años '70, en algo que parece ser un vicio de toda película proveniente de la factoría de James Wan, ese afán retro está vinculado con tres motivaciones: conectar a sus películas con hitos del cine de terror de la mencionada década, buscar en la dirección de arte con aire vintage un aliado visual para seducir al público, y sobre todo; dotar a los personajes y a la historia de una ingenuidad que no resultaría viable en estos tiempos. El envoltorio funciona y la factura técnica es impecable. Pero a diferencia de clásicos como El exorcista, con el que La maldición de la llorona tiene más de un punto de anclaje, aquí no hay una lograda creación de atmósfera que convoque a un verdadero horror, sino una sucesión de instancias de sobresaltos tan perezosos en términos de planteo narrativo, como de resolución en su puesta en escena. En cuestión de unos pocos minutos, el fantasma de aquella madre asesina asechará a los pequeños de la protagonista, y Anne hará todo lo posible para mantener a sus criaturas a salvo. Al contar con un guión tan pobre como esquemático, la película se refugia permanentemente en la búsqueda de propinarle unos buenos sustos a la platea. Como todo film que no entiende la verdadera esencia del terror, La maldición de la llorona es incapaz de construir una trama dotada de una inquietud que vaya in crescendo. Más que apostar por la progresión de un misterio, va rápidamente por el subrayado. Es cierto que gran parte del público que consume estos productos, concurre en masa a las salas con avidez de atravesar una serie de descargas adrenalínicas, pero el nivel de desgano en el trazado de un puñado de personajes que no tienen matiz ni carisma alguno, sumada a la compilación de cuanto cliché haya transitado el género (un pasillo con luces intermitentes, la consabida escena en el altillo, o el clímax durante una noche de tormenta); transforman a este film en un trámite que ni siquiera cuenta con un folio de originalidad. En síntesis, tras los prometedores dos capítulos iniciales de El conjuro, los siguientes subproductos se han encaminado al mandato de apilar muñecas, monjas y fantasmas, para que cada cual genere su correspondiente y millonaria saga. Mientras tanto, el terror duerme una larga siesta en la oscuridad de un rincón. The Curse of La Llorona / Estados Unidos / 2019 / 93 minutos / Apta para mayores de 13 años / Dirección: Michael Chaves / Con: Linda Cardellini, Tony Amendola, Roman Christou, Madeleine McGraw.
La que mataba a los niños La Maldición de La Llorona (The Curse of La Llorona, 2019) es una película de terror dirigida por Michael Chaves, siendo éste su debut como director de un largometraje. Co-escrita por Mikki Daughtry y Tobias Iaconis, el filme se enmarca como la sexta producción dentro del Universo Cinematográfico del Conjuro, que ya cuenta con dos cintas del Conjuro, dos de la muñeca Annabelle y una sobre la Monja. Con James Wan como productor, el reparto está compuesto por Linda Cardellini (Green Book), Roman Christou, Jaynee-Lynne Kinchen, Sean Patrick Thomas, Patricia Velasquez, Raymond Cruz, entre otros. Los Ángeles, 1973. La asistente social Anna (Linda Cardellini), viuda y madre de los pequeños Chris (Roman Christou) y Sam (Jaynee-Lynne Kinchen), ingresa en la casa de Patricia (Patricia Velasquez) y descubre que ésta mantiene a sus niños encerrados en un armario. Luego de unos días, los hijos de Patricia aparecen ahogados en un lago cercano. Patricia la culpa a Anna por haber abierto el lugar donde los mantenía a salvo. Desde esa tragedia, el espíritu profano de la Llorona volverá a hacerse presente para arrebatarle a Anna sus seres más preciados. La leyenda de la Llorona, proveniente de México, contiene el horror necesario para armar un buen producto cinematográfico. Una bella mujer se entera que su marido la engañó y, como venganza, decide arrebatarle lo que más ama: los dos hijos que comparten. Consumida por la rabia los ahoga en un río, solo para después darse cuenta del terrible hecho que cometió. Tanta es la culpa que siente la Llorona que, como su nombre lo indica, se pasará los días sollozando en búsqueda de más niños para llevarse con ella. Teniendo en cuenta esto, es fácil creer que la película de Michael Chaves va a tener una gran cuota de sustos y tensión. Sin embargo, y para decepción de muchos, el resultado final deja mucho que desear. El mayor inconveniente con este filme se basa en que se siente como algo que ya vimos en otras tantas películas. El director abusa de los lugares comunes y no busca sobresalir generando un estilo propio. Aunque la atmósfera oscura y silenciosa está bien lograda, todo se echa a perder cuando se decide utilizar el sonido al máximo volumen para asustar con la aparición repentina del espíritu maligno. Salvo una escena de la hija de la protagonista en la bañera, lo demás se vuelve ultra predecible por lo que a pesar de durar hora y media, la cinta se vuelve larga debido a la ridiculez con la que se encara el ritual final a cargo de un chamán. Cuando uno piensa que ese proceso para echar a la Llorona de la casa ya dio resultado, siempre algo tonto sucede que hace que el problema persista. A su vez, los efectos que se utilizan cuando los personajes son tirados por los aires lucen muy falsos. Por otro lado, los guionistas se encargan de reafirmar, como si no lo supiéramos, que esta producción pertenece al universo del Conjuro, ya que incluso el mismo cura de Annabelle (2014) tiene su momento en este filme para hablar de lo que le pasó con la muñeca. Sin sorprender ni ser original, La Maldición de la Llorona se convierte en la película más floja de esta franquicia hasta el día de la fecha. Tranquilamente se puede obviarla y esperar a la tercera entrega de Annabelle que llegará en junio.
“El Conjuro” o “The Conjuring” (2013) fue un exitoso film de James Wan (“Saw”, “Aquaman”), que sin quererlo fue la primera parte de un Universo Cinematográfico que comenzaría a expandirse exponencialmente. El problema es que de todos los films que fueron estrenándose como spin off o secuela de aquella película, solo podemos destacar a la entrega original y a su continuación directa dirigida también por el mismo Wan. Si bien la idea de armar un mundo audiovisual compartido por varios personajes del ámbito del terror parece una buena idea, todos los relatos que fueron derivándose de aquella novedosa propuesta cayeron en los vicios y los clichés del género, cosa que los relatos del director de origen malayo evitaban enérgicamente. “The Curse of La Llorona” no es la excepción lamentablemente, aunque se encuentra un escalón por encima de las películas de “Anabelle” (2014) y la de “The Nun” (2018). A diferencia de aquellas, esta tiene a una actriz interesante como lo es Linda Cardinelli (“Bloodline”, “Green Book”, “Scooby Doo”), la cual ha sido ignorada muchas veces por la industria sin tener el lugar que merece, y también por la dirección de Michael Chaves, que si bien es su ópera prima. demuestra ser un digno sucesor de Wan al incorporar varios de los elementos/recursos característicos de su estilo (pero con voz propia), generando momentos y atmósferas verdaderamente terroríficas. El problema principal es la falta de originalidad de la historia y el desarrollo de la misma en el guion (al igual que un abuso de los jumpscares). El largometraje se centra en la historia de un espectro de origen mexicano conocido como “La Llorona”. Cuenta la leyenda, que el fantasma corresponde al alma de una mujer atrapada entre el Cielo y el Infierno, con un destino terrible sellado por su propia mano al descubrir que su marido le era infiel y matando a los dos hijos suyos en modo de venganza. Al darse cuenta de lo terrible de sus actos, la mujer comenzó a lamentarse profundamente y luego se suicidó. Ahora aquellos que escuchan su llamada de muerte en la noche están condenados. Se arrastra en las sombras y ataca a los niños, desesperada por reemplazar a los suyos. A medida que los siglos han pasado, su deseo se ha vuelto más voraz y sus métodos más terroríficos. Esto nos lleva a los años ’70, donde Anna Tate-Garcia (Cardinelli) es una asistente social y reciente viuda que investiga casos de abuso doméstico. En el medio de lo que parecería ser un caso normal, termina liberando al espíritu de la Llorona, haciendo que comience a perseguir a sus propios hijos. Ante este panorama adverso buscará la ayuda de Rafael (Raymond Cruz, Tuco de “Breaking Bad”), un ex cura devenido en chamán que intentará alejar al temible fantasma. Si bien la dirección es interesante, la puesta en escena y la recreación de los ’70 es impecable, las actuaciones son correctas y el manejo de la cámara junto con la fotografía de Michael Burgess termina de generar una atmósfera asfixiante, la falta de originalidad de la historia y su convencionalismo hacen que el relato se vuelva repetitivo y de fórmula. Aunque tenemos ciertos momentos bastante terroríficos, el resultado final se ve pobre en comparación con “El Conjuro”. También, se nota un poco forzada la unión con el universo, ya que lo único que tienen en común los films es al personaje del Padre Pérez (Tony Amendola), a quien pudimos ver en “Anabelle”, pero aquí tiene una participación bastante menor. A su vez, el relato desaprovecha algunos elementos atractivos como por ejemplo el hecho de que los compañeros de trabajo de Anna comienzan a dudar de ella por los golpes y marcas que comienzan a exhibir sus hijos luego de sus encuentros con La Llorona, cosa que no hacía más que enriquecer la trama con esa ironía de que la protagonista se vea en el rol de los padres que ella tiene que supervisar cotidianamente en su ámbito laboral. Este aspecto nunca termina de ser desarrollado al igual que el personaje del Detective Cooper compañero de trabajo de su difunto esposo que en un principio parece tener relevancia pero que luego desaparece prácticamente por completo en el tercer acto del film. “La Maldición de la Llorona” es un film fallido en varios aspectos pero bastante entretenido para aquellos que disfruten del cine de terror. Dentro del universo de “El Conjuro” es el spin off mejor hecho aunque tampoco es mucho decir. Con semejante leyenda detrás uno podría haber esperado algo más que unos cuantos jumpscares y Linda Cardinelli luciéndose en medio de un guion convencional.
LLANTO DE DOLOR, SEÑAL DE TERROR La leyenda mexicana de La Llorona vuelve, esta vez de la mano de Michael Chaves (quién estará a cargo de la dirección de la tercera entrega de El conjuro). Esta nueva adaptación al cine aprovecha varios aspectos de este personaje tan peculiar. Sin embargo, al igual que pasó con La monja -la anterior película de los creadores del exitoso universo-, el personaje es mostrado en reiteradas veces a cuerpo completo, agotando así el recurso del terror que puede causar. Al comenzar, la película nos lleva al siglo XVII, momento en el que se sitúa esta versión de la leyenda de La Llorona. Una mujer mata a sus hijos en el río y luego se ahoga, espantada y dolorida. Así es como ella queda expectante de recuperar a sus hijos, capturando y matando niños, tratando de suplir su deseo y, al no poder lograrlo, volviendo a realizar esto con otros. Luego, La maldición de La Llorona nos sitúa en 1970, en Los Ángeles, donde vemos a una trabajadora social y sus dos hijos acechados por este fantasma. Un punto a favor que logra capitalizar el film es lo controvertido del personaje de La Llorona. Da miedo por sus actos y aspecto, pero también genera compasión desde su lamento. Un ejemplo de esto es la canción de cuna que aparece cantada por ella durante el film: contempla esa brecha entre un amor genuino y un próximo final escabroso. En la misma sintonía es que encontramos a La Llorona peinando a la nena que luego querrá captar o mostrándose con su rostro original lleno de lágrimas antes de atacar. Estos detalles marcan la contradicción que integra a esta mujer y la posicionan como un fantasma mucho más complejo que otros. La estética del personaje es ciertamente atractiva, aunque bastante parecida al maquillaje que se le otorgó a La monja, pero al igual que este film, el abuso de su aparición la vuelve menos terrorífica. Al poder apreciarla reiteradas veces, se estropea el impacto. El vestuario, por su parte, compuesto por un vestido de novia, se constituye en un recurso interesante, ya que mantiene una tela parecida a la de las cortinas y genera la posibilidad de encontrarla en cualquier parte del hogar. El mayor reproche que se le puede hacer a La maldición de La Llorona es recurrir siempre a fórmulas que ya son un cliché en las películas de terror: las apariciones repentinas, los sótanos, los objetos que se mueven y las puertas que se abren son algunos de los elementos que retoma el film. Pero la tradición mexicana, que toma un papel preponderante en la película, le otorga un estilo distintivo, tornándola más mística y con un vínculo más estrecho con lo paranormal.
La leyenda de La Llorona se traslada a la pantalla grande en La maldición de La Llorona, la nueva película perteneciente al universo de El Conjuro. El director James Wan revivió parte del género de terror de la última década –aunque también podemos destacar la gore El juego del miedo, realizada en 2004–. Tanto La noche del demonio como El Conjuro, trajeron un aire fresco al género. Ambas presentaban propuestas originales y bien realizadas (al menos la primera entrega de ambas, las otras podemos obviarlas). Es el éxito de El conjuro lo que llevó a explotar al máximo el producto, creando un universo al respecto: Anabelle, La monja y ahora La maldición de La Llorona, esta última a cargo de Michael Chaves. Muchas versiones se crearon respecto a quién fue realmente La llorona. Esta entrega cuenta la historia de una mujer que, en un arrebato de celos tras descubrir a su marido siéndole infiel con una chica más joven, ahogó a sus propios hijos en un río y luego, al percatarse del acto que cometió, se quitó la vida. Su espíritu quedó vagando en un plano terrenal, en busca de otros niños que reemplacen a los suyos. Luego de ese prólogo, la película salta a Los Ángeles en la década de los 70. Anna (Linda Cardellini), una viuda que trabaja como asistente social, rescata a dos niños de su madre, Patricia Alvarez (Patricia Velásquez), quien los encerró en un armario como supuesta protección a un espíritu maligno. Los chicos son enviados a un orfanato y, pese a la promesa de Anna de que estaránn a salvo, finalmente mueren esa misma noche. La protagonista de esta historia tiene dos hijos pequeños (Sam y Chris, interpretados por Jaynee-Lynne Kinchen y Roman Christou). El ya mencionado espectro (una mujer con ojos amarillos, que llora lágrimas negras y que porta un vestido de novia), comenzará a acechar a estos dos chicos y hará lo posible para que sean suyos. Como era de esperar, La maldición de La Llorona no está exenta de decenas de clisés. La película construirá su clima de terror entre apariciones repentinas, puertas y ventanas que se abren y se cierran de golpe, canillas que gotean, sombras sospechosas, y algún que otro lugar común tan típico de este género (y de este extraño universo). Las actuaciones son una de las pocas cosas (¿o debería decir lo único?) que se puede rescatar plenamente de esta película. La química entre Anna y sus hijos es eficaz y creíble. Otra cuestión positiva podría ser la presencia de Rafael Olvera (Raymond Cruz), un sacerdote “poco ortodoxo” que aporta alguna que otra risa –aunque el guion lo obliga a aparecer y desaparecer cada vez que es conveniente para la trama–. El guion no logra ser congruente, sobre todo en lo que respecta al espectro maligno, el cual es capaz de desafiar las leyes de la física cuando así lo requiere la trama. “Pese a ser una película de terror, en ningún momento genera miedo en el espectador. Esto se debe, en parte, al mal logrado CGI de La llorona que resulta exagerado y no deja nada librado a la imaginación”.
La aterradora leyenda Mexicana se adentra en EEUU para formar parte del universo de The Conjuring.