La caza de brujas corporativa. Considerando el tópico central de La Verdad Oculta (Concussion, 2015), nada menos que el descubrimiento de un trastorno cerebral degenerativo gracias al estudio de los cadáveres de varios jugadores de fútbol americano, uno podría esperar una propuesta de choque que apunte directamente a la National Football League, la megacorporación que controla el deporte -dentro de los límites del marco profesional- en suelo estadounidense, sin duda uno de los productos más redituables de la industria de los medios de comunicación y un baluarte a defender por el consumidor promedio, en base a su tendencia acrítica. Lo cierto es que la película pretende ubicarse en un rango ideológico intermedio, moderando las diatribas del protagonista/ denunciante y ofreciendo un equilibrio un tanto paradójico que señala la red de silencio alrededor del tema y al mismo tiempo licúa todo vía el melodrama. Por supuesto que esta perspectiva de por sí no implicaría problemas formales si no fuera por la intervención de dos factores más: hablamos de una actuación muy pobre por parte de Will Smith y de un guión con una estructura que tiende cíclicamente hacia la repetición y la falta de novedades significativas. Aquí el señor interpreta al Doctor Bennet Omalu, un patólogo forense que en 2002 se obsesiona con investigar la causa de la muerte de Mike Webster (David Morse), un jugador de los Pittsburgh Steelers con un largo historial de demencia y depresión. La curiosidad lo lleva a tropezar con un síndrome en torno a los golpes en la cabeza de Webster, producto de años de practicar el deporte, al que denomina “encefalopatía traumática crónica”. El film combina los ataques de la NFL a Omalu y la archiconocida fábula del sueño americano, gracias a su condición de inmigrante nigeriano. El realizador y guionista no es otro que Peter Landesman, quien venía de firmar el derrotero de la interesante Matar al Mensajero (Kill the Messenger, 2014), aquel thriller político setentoso sobre el rol de la CIA en lo que atañe a la provisión de armamento a los contras nicaragüenses y la importación de cocaína a Estados Unidos. Lamentablemente en La Verdad Oculta no aporta ni un ápice de originalidad y se muestra muy apegado al molde paradigmático de los relatos del “genio incomprendido” que -sin ambicionarlo- se gana enemigos poderosos, atraviesa el típico calvario familiar y eventualmente alcanza una suerte de redención popular y aceptación. Los diálogos por momentos están bien y en otros no van más allá del cliché, lo que funciona en consonancia con la falta de intensidad y valor de esta adaptación timorata de una caza de brujas corporativa contra Omalu y sus allegados. Volviendo a Smith, el actor hoy deja atrás su correcto desempeño en Focus: Maestros de la Estafa (Focus, 2015), obra que volcó hacia la elegancia a su semblante “modelo canchero”, y retoma algunos elementos de sus colaboraciones con Gabriele Muccino, las maniqueas En Busca de la Felicidad (The Pursuit of Happyness, 2006) y Siete Almas (Seven Pounds, 2008). Para colmo su caracterización unidimensional es opacada por la de sus colegas Alec Baldwin y Albert Brooks, quienes interpretan a dos médicos simpatizantes de la causa de Omalu. A pesar de las torpezas narrativas y la ausencia de una tesitura un poco más aguerrida a nivel discursivo, se notan las buenas intenciones de Landesman y su cruzada en pos de inculpar a la NFL de negar lo que ya sospechaban/ sabían: aquí se denuncia la faceta comercial del deporte pero nada se dice de su papel en la idiotización masiva del público…
Una excelente película convencional con una estupenda actuación de Will Smith para disfrutar a pleno. La interpretación emotiva y sentida de Will Smith logra que el espectador sienta empatía inmediata con...
Buscando Respuestas En el arranque de “La verdad oculta” (USA, 2015) de Peter Landesman, el personaje protagónico y excluyente Bennet Omalu (Will Smith), un médico forense, afirma en uno de los tantos juicios a los que ha colaborado “me interesa más conocer cómo la gente ha vivido que cómo la gente muere”. En esa sentencia está escondida la esencia del filme, un dantesco recorrido hacia la revelación de la verdad sobre la muerte de Mike Webster (David Morse) uno de los jugadores más importantes del fútbol americano, quien supo estar en la cima, ofreciendo una imagen inspiracional en medio de la crisis económica más grande que aquejó a EE.UU, pero que terminó en la miseria y al borde de la locura por misteriosas causas. La película desandará el sinuoso camino por el que Omalu llegará a la sorprendente revelación de un fenómeno irreversible que aqueja a miles de jugadores de la NFL y que se mantuvo en silencio para evitar la abstinencia de la llegada de nuevos integrantes que, al conocer las consecuencias del juego, evitaran sumarse a la liga. Landesman se apoya en la soberbia interpretación de Smith, quien se presenta como un ser solitario, enfrentado con cada uno que reniegue de sus métodos de trabajo (como por ejemplo hablarle a los cadáveres para conectarse con ellos) y luego con una gigantesca corporación deportiva (NFL) que intentará que su descubrimiento y posterior publicación en revistas científicas, sea defenestrado y Omalu puesto en la hoguera. Mientras avanza con la investigación Omalu se relaciona con su mentor, el Dr. Cyril Wecht (un increíble Albert Brooks), quien lo apoyará a seguir adelante sabiendo que las consecuencias quizás terminen generando daños colaterales para ambos. Además, conocerá a una bella mujer (Gugu Mbatha-Raw) con la que decidirá conformar una familia a pesar que todo le indica que debe huir del país para poder ser feliz. Con premisas simples y claras, una puesta en escena limpia, actuaciones secundarias de lujo (Alec Baldwin, Arliss Howard, etc.), “La verdad oculta” se introduce en el mundo de las corporaciones deportivas y en los siniestros manejos que éstas llegan a hacer para evitar la revelación sobre aspectos negativos de la actividad. Película de procedimiento, narrada con un ritmo que genera una tensión in crescendo, la propuesta de Landesman es un buen ejercicio fílmico sobre la manipulación de la información y la negación de la realidad que a diario se vive en el mundo. PUNTAJE: 8/10
La verdad incómoda La verdad oculta (Concussion, 2015) dramatiza la historia real del Dr. Bennet Owalu, quien en 2002 puso en jaque – brevemente – al mundo del futbol americano con su investigación sobre la encefalopatía traumática crónica: una enfermedad degenerativa causada por los reiterados traumas cerebrales que sufren los jugadores de deportes violentos. Will Smith interpreta a Owalu, un inmigrante nigeriano que siempre ha soñado con armar su vida en Estados Unidos, un país donde “uno puede elegir ser cualquier persona (salvo uno mismo)”. Buena línea. En su caso ha elegido ser patólogo y médico forense, y tiene a su nombre una impresionante lista de títulos. A su mesa llega el cadáver de un célebre jugador de futbol, caído últimamente en la desgracia de la droga y la indigencia; su autopsia es la primera de varias que apuntan a una verdad científica inequívoca: las contusiones cerebrales dejan secuelas suicidas a largo plazo. “Evidentemente Dios no hizo al hombre para que jugara futbol,” concluye Owalu. Su investigación desata un escándalo y lo lleva a una guerra contra la Liga Nacional de Futbol (NFL), la cual lo ataca con calumnias y difamaciones y hasta una visita del FBI. La película presenta la cruzada de Owalu como un suceso tan controversial como el de achacar cáncer a las tabacaleras. Lo respaldan el viejito Dr. Wecht (Albert Brooks), su mentor y doble idealista, además del Dr. Bailes (Alec Baldwin) – un ex NFL que busca la redención – y el Dr. DeKovsky (Eddie Marsan), que ante todo cree en la objetividad científica. Will Smith da una rara interpretación en la que demuestra que efectivamente es capaz de interpretar otra personalidad que la suya sin dejar de ser un protagonista bona fide. Su personaje no obstante es bastante convencional, un idealista anémico e intachable que no tiene ni la dulzura ni el magnetismo de Sidney Poitier (su obvio referente). La parte más superflua de la película es la subtrama de amor que comparte con Prema (Gugu Mbatha-Raw), una inmigrante de Kenya que se aloja en su hogar. Las escenas entre los dos son de manual: ella irrumpe en su ordenada vida, choca con su temperamento parco, hacen una puesta en común de idealismo, le enseña a bailar y finalmente entran de la mano a su cuarto para tener sexo elíptico. Se supone que este ritual ilustra cómo Owalu finalmente comienza a encontrar su lugar dentro del imaginario americano que tanto codicia (“Casémonos,” le dice, “podemos enamorarnos más tarde”). Pero nada de lo que se muestra contiene una imagen o un pensamiento original. La verdad oculta se para en algún punto entre otros dos films muy similares del 2015 – el thriller de espionaje Puente de espías (Bridge of Spies) y el thriller periodístico de En primera plana (Spotlight). Como la primera, es una balada al idealismo del individuo americano; como la segunda, sirve para desenmascarar un sistema podrido por dentro. Si no es tan buena como ninguno de esos dos films es porque, como film de denuncia, es demasiado conservador. Se presenta como importante, pero jamás se siente importante. No convence de su grandeza. A todo momento la película cuenta dos relatos: la puja por la verdad y la puja por el “americanismo”, las cuales son equivalentes a efectos de la historia. A medida que el personaje de Will Smith se bate en nombre de la verdad, su vida va adoptando la forma del Sueño Americano que siempre ambicionó, utilizando su compromiso sentimental y la lenta construcción de una casa suburbana a modo de índices semióticos. En el momento más obscuro del relato, en el que el corporativismo descarnado triunfa y Owalu es desacreditado por extranjero, nuestro héroe destroza la casa en un acto de furia poética. Y si el film terminara aquí retendría su dignidad. El pecado capital del film es dar por resuelto el problema que ataca. Ni bien una película de denuncia concede un final feliz, la denuncia se vuelve obsoleta, porque sugiere que en el mero acto del racconto yace la solución. Hacia el final de La verdad oculta, la película ha demostrado que el mismo sistema que alimenta la injusticia se retroalimenta de aquellos que la pelean. ¿Entonces cuál es la emergencia?
Will Smith vuelve a pisar fuerte en una película que intentó llegar al Oscar pero quedó en el camino. Concussion, del director Peter Landesman (Parkland), cuestiona la relación entre la medicina y un tema pesado en Estados Unidos como lo es la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL). La historia se centra en el descubrimiento que cambió la vida del médico forense Bennet Omalu (Will Smith), basado en la justificación de muertes repentinas y estados de demencia de jugadores de fútbol americano recientemente retirados de su profesión. El minucioso médico nigeriano -que tiene muchísimos títulos universitarios encima- llega a la conclusión de que, al igual que el boxeo, los constantes choques de cabezas en el fútbol americano son los causantes. La verdad oculta enfrenta a la NFL con la misma convicción con la que la enfrentó Omalu. La serie de problemas que esta investigación le causó a la vida del prodigioso médico se ven reflejados en la película, y se llega a entender la impotencia que provoca la lucha contra una organización tan popular, política y corrupta. El amante de fútbol americano -fuera de Estados Unidos es complicado encontrar alguno- rechazará, al igual que los peces gordos de la NFL, esta teoría, mientras que a los no simpatizantes del deporte, les entrara un poco de rabia por el mismo. Will Smith interpreta a este superhéroe de la medicina casi de manera consagratoria. Se ve a un personaje y a un actor muy relacionados con el de En busca de la felicidad (Gabriele Muccino, 2006), sumado la destreza que implica mantener el acento nigeriano durante toda la película. Realmente el que lleva adelante esta consecución de complicaciones es su protagonista, de manera eficaz y efectiva. El resto del reparto que “ayuda” a Omalu se conforma por un agradable Alec Baldwin y una bella y correcta Gugu Mbatha-Raw. Landesman tiene como resultado una película ambiciosa que se basa en la superación de obstáculos del protagonista para demostrar una secreto a voces. Lamentablemente esto solo alcanza para que el espectador sepa que la NFL es una organización non sancta y que los constantes choques de cabeza pueden provocar suicidios. Lo primero algo deducible; lo segundo, para algunos, todo un descubrimiento. El logro cinematográfico de La verdad oculta quedó en el alcance de un buen clímax, no más que eso. A Will Smith nada que reprocharle, con otro actor quizá se le hubiesen complicado un poquito más las cosas.
Cabezas duras. La verdad oculta es una película cliché con un planteo cliché. Eso no necesariamente significa que sea mala en sí misma, pero ayuda bastante a definir el horizonte de pobreza de conceptos con el que el espectador promedio se cruzará. Basada en hecho real el film nos remonta a la labor de un patólogo forense nigeriano que descubre la encefalopatía traumática crónica en jugadores de la Liga de Football Americano (NFL), fallecidos por diferentes causas neurológicas e inexplicables. Bennet Omalu –Will Smith- llegó desde Nigeria a Estados Unidos para continuar sus estudios de medicina, radicarse definitivamente en la tierra de los sueños y vivir el propio American Dream, algo que él mismo define como tocar el cielo con las manos. Sus aportes a la comunidad como patólogo forense son el primer grano de arena que aporta a la causa noble de la medicina y de la ciencia como herramienta para llegar a la verdad y aliviar el dolor de muchas víctimas silenciosas. Sin embargo, algo ingenuo o tal vez voluntarioso en demasía, se cruza con el cadáver de una estrella del deporte nacional por antonomasia y mucho más en la ciudad de Pittsburgh donde reside, y descubre que a raíz de los golpes que este jugador había recibido durante su carrera la consecuencia no fue otra que el deterioro de su cerebro. La publicación del gran hallazgo científico pone en jaque el futuro de la NFL y entonces los intereses económicos comienzan a preponderar frente a las consecuencias de los golpes en la cabeza de los jugadores. Desde allí, todo lugar común de alegato tibio contra el sistema y la soledad del héroe anónimo aparecen una y otra vez, revestidos de una pátina melodramática que oculta la profundidad del planteo y por supuesto descarta todo nivel de proximidad a desmenuzar una trama de complicidades y silencios que involucran a muchos estamentos, actores sociales y una sociedad idiotizada e hipócrita como cualquier otra. Will Smith cumple apenas con un papel digno, no le aporta demasiado a su doctor nigeriano más que el juego con el idioma y cierta introversión que lo pone en el estereotipo del científico con poca vida social, sumado a un elenco de actores secundarios como David Morse, Alec Baldwin y Albert Brooks, entre otros.
Un inmigrante contra las corporaciones Una correcta reconstrucción del caso real de un médico de origen nigeriano que se embarcó en una lucha contra la NFL, la liga de fútbol americano (el deporte más popular en los Estados Unidos). La lucha de un personaje anónimo contra una corporación es uno de los temas favoritos de Hollywood. En su segundo largometraje, el director de Parkland reconstruye el caso real de Bennet Omalu, un patólogo forense de origen nigeriano que investigó y luego denunció las consecuencias cerebrales a raíz de los frecuentes golpes en la cabeza que sufren los jugadores de fútbol americano. Los ejecutivos de la todopoderosa National Footbal League (NFL), claro, contraatacaron con una campaña de difamación contra un inmigrante negro que osó cuestionar a uno de los negocios más lucrativos del mundo. Este es el eje principal de un film correcto, bienintencionado e intepretado con la prestancia propia de las estrellas por Will Smith, pero que al mismo tiempo extraña la contundencia y la potencia de otros exponentes de este subgénero como, por ejemplo, El informante, de Michael Mann; o Erin Brockovich, una mujer audaz, de Steven Soderbergh. Omalu, un tipo tímido y obsesivo, realiza la autopsia de un popular ex jugador de los Pittsburgh Steelers (David Morse) y descubre que las penurias físicas y psíquicas del fallecido se deben a los impactos sufridos durante su carrera profesional. Cuando analiza un par de casos similares ya está en condiciones de hacer pública su investigación y el escándalo se desata. La película expone con una narración clásica y por momentos de manera algo obvia la intimidad del protagonista (que incluye, por supuesto, una subtrama romántica con la actriz Gugu Mbatha-Raw) y la épica que emprende con la ayuda de su jefe (Albert Brooks) y de un culpógeno colega en busca de redención (Alec Baldwin) que trabajaba para el equipo de Pittsburgh y en medio de las presiones de la NFL (Luke Wilson es el malvado de turno) y hasta del FBI. Políticamente correcta (el inmigrante que se convierte en orgullo de los estadounidenses) y no exenta de valentía (la productora Sony es una de las pocas sin negocios con la NFL), La verdad oculta es un digno film, aunque resulta más valioso por su contenido que por su forma.
Cuando vemos una película basada en hechos reales sabemos que el suceso fue importante para la sociedad. Llega a los cines “La Verdad Oculta”, film protagonizado por un gran Will Smith que está dirigida y escrita por un políticamente correcto Peter Landesman. El Dr. Bennet Omalu es un nigeriano que fue a cumplir el sueño americano, es un gran hombre que además es extremadamente inteligente y curioso. Él trabaja en una morgue de Pittsburgh y le llega un cuerpo de un ex jugador de fútbol americano, que por lo que vemos en los primero minutos de la película sufre una especie de demencia que lo está matando. Él descubre que en su cerebro algo funcionaba mal, llega a la conclusión que los golpes producidos durante los partidos están destruyendo por dentro al cerebro de los jugadores y es su deber como científico advertir a la sociedad.
Hay que reconocerle a esta película el mérito de animarse a tratar un tema delicado, relacionado con la salud, que en los Estados Unidos se viene esquivando desde hace muchos años.Will Smith interpreta en esta historia al doctor Bennet Omalu, un patólogo forense que descubrió los daños crónicos que sufren los jugadores de fútbol americano luego de recibir golpes en la cabeza durante sus carreras deportivas.En la última década la muerte de varios ex jugadores, ocurrida por este tipo de lesiones, llevó a Omalu a desarrollar una investigación que la NFL, la liga de fútbol americano, intentó ocultar.Esta producción de Ridley Scott se centra en la lucha que emprendieron este médico y sus colaboradores contra una de las corporaciones más poderosas de los Estados Unidos.La película brinda un drama muy interesante que describe la persecución que sufrió este hombre por parte de la NFL, con el objetivo de esconder de la luz pública este tema que afecta los intereses comerciales de la liga de fútbol. Scott delegó la dirección en Peter Landesman, un realizador que surgió hace unos años en el circuito independiente con Parkland (2013).El film se desarrolla dentro del género del drama deportivo y cuenta con sus principales méritos en las interpretaciones de los protagonistas.Muy especialmente Will Smith, quién ofrece una de las mejores labores de su filmografía. Su composición del doctor Omalu es excelente y tiene muy buenos momentos junto a Albert Brooks y Alec Baldwin. Un personaje que desde lo cinematográfico trae al recuerdo a esos héroes nobles que en el pasado interpretaron Gregory Peck (Matar a un ruiseñor) y James Stewart (El señor Smith va a Washington).En ese sentido el rol de Smith es retratado como un digno discípulo de Atticus Finch.La película del director Landesman no busca convertir a este deporte en un demonio, sino que expone un tema relacionado con la salud de los deportistas que la liga de fútbol intentó mantener oculto.Su trabajo por momentos pierde fuerza cuando el conflicto se concentra demasiado en la vida personal de Omalu en lugar de su investigación, que en definitiva es el principal gancho de esta propuesta.No obstante, La verdad oculta logra ser un drama interesante que aborda un aspecto diferente del fútbol americano que no había sido trabajado en el cine y vale la pena su visión
El football no es para todos. Will Smith interpreta nuevamente uno de esos personajes que parecen lo más bueno, más inteligente y más espiritual del mundo. En este caso encarna al doctor Bennet Omalu, un inmigrante nigeriano con un currículum de varias páginas, que trabaja como neuropatólogo forense. En su trabajo diario realizando autopsias se obsesiona con el cadáver de un famoso ex jugador de football americano que sufría demencia y depresión, con apenas cincuenta años de edad. Luego de una profunda investigación descubre un síndrome al que llama encefalopatía traumática crónica, que es provocado por la enorme cantidad de fuertes golpes que los jugadores reciben en su cabeza a lo largo de su carrera.Al publicar su trabajo el doctor no tarda en recibir amenzas de la FNL (National Football League) que niega por completo la veracidad de su investigación.Tratando de salvar vidas y a favor de la ciencia y la salud el correcto doctor termina sin quererlo tocándole el culo a uno de los negocios que más dinero mueven en el país del norte.La primera mitad de la película es realmente entretenida, la investigación y el modo en que trabaja Benet y su equipo es atrapante, los métodos científicos están mostrados de un modo muy claro, casi pedagógico, como para que ningún espectador que no sepa de medicina se quede sin entender de qué se trata.El problema es que, terminada esa etapa, la película se transforma en una cruzada épica donde el doctor se convierte en un héroe atacado por enormes corporaciones de malvados. Smith está lejos de sus mejores interpretaciones, encarnando a un hombre sin matices que solo representa la verdad y la justicia, y que cansa hablando de Dios y del sueño americano.La historia hace eje en el personaje, y no en un negocio que mueve millones al usar jugadores como si fueran descartables e idiotizando gordos sentados en un estadio o frente a la pantalla de un televisor, de quienes se aprovechan vendiéndoles merchandising.Peter Landesman parece haber armado esta historia con enormes aspiraciones a un Oscar y ha caído en todos los lugares comunes para hacerlo: música insufriblemente melodramática, un protagonista heroico, y un luminoso camino hacia la redención.Técnicamente la dirección es correcta, la historia interesante y las actuaciones secundarias de Alec Baldwin, Albert Brooks yDavid Morse logran convertirla en un filme aceptable, a pesar de lo predecible y pretencioso que es su guión.Nuestra calificación: Esta película justifica el 50% del valor de una entrada.
Will Smith protagoniza esta historia “basada en hechos reales” (las comillas las agrego porque hay gente que tiende a ver estas películas creyendo que cada cosita que se muestra en ella sucedió de igual manera), en la piel de un doctor africano que llega a los Estados Unidos queriendo ser ante todo, americano. O al menos el concepto que él tiene de ser americano. Trabaja haciendo autopsias, entendiéndose más con los cuerpos fríos que los calientes, un día conoce un nombre: Mike Webster. De repente, algo muy americano a lo que él era ajeno, el fútbol, se introduce en su vida. Mike Webster, jugador, ídolo de los Pittsburgh, que a la hora de morir tiene poco más de 50 años, fallece en un aparente suicidio pero todo indica que hacía tiempo llevaba teniendo problemas que nunca le fueron diagnosticados. Bennet Omalu, el hombre al que interpreta Smith, una persona culta y estudiosa que tiene varios títulos en su haber, descubre que su cerebro estaba muy dañado a causa de los golpes, literales, que le dio su carrera como deportista. Un caso no es suficiente para crear una teoría, pero entonces se dan a conocer otras muertes extrañas de ex jugadores. Es entonces que a medida que va recolectando pruebas, comienzan a callarlo. El mundo del fútbol americano es demasiado grande y demasiado poderoso, y no se puede permitir que lo hagan ver como algo malo para la gente, si en realidad da tantas satisfacciones. Es así que la historia que cuenta “La verdad oculta” es realmente interesante y radica allí el atractivo principal de una película que a la larga no es más que un telefilm, menos provocador de lo que promete y con personajes pobremente construidos, demasiado unidimensionales. Los diálogos se tornan reiterativos (incontable cantidad de veces mencionan lo que es, o debería ser, ser americano, por ejemplo) y subrayados. Will Smith está bien, mucho más contenido de lo que acostumbra, pero su interpretación pide a gritos ser tomado en serio, y si es con una nominación al Oscar (la cual, claro, no obtuvo aunque mucho se especuló con eso), mejor. Resumiendo, a nivel cinematográfico no tiene mucho que ofrecer, incluso la dirección deja que desear, pero es interesante por el tema que trata y cuenta, que aún hoy se mantiene bastante oculto, sino prestémosle atención al éxito que implica el SuperBowl.
La verdad oculta, estreno de esta semana con una gran actuacion de Will Smith. La verdad oculta cuenta la historia de cómo Bennet Omalu, un médico nigeriano residente en EEUU, logró identificar una enfermedad degenerativa (traumatismo craneoencefálico crónico) que afectaba exclusivamente a los jugadores de fútbol americano y que estaba causando serios problemas a algunos profesionales retirados. Omalu se especializó en temas forenses y realizando la autopsia de Mike Webster, una ex estrella de los Pittsburgh Steelers descubre lesiones parecidas a los de las personas que sufren de alzhéimer o demencia. Típico exponente de David contra Goliat, La verdad oculta, peca de excesiva corrección y muestra menos de lo que sugiere. En ese sentido, parecen leves los “aprietes” que el médico y su entorno sufren a raíz de su descubrimiento. El enfrentamiento de un hombre de ciencia, con pruebas irrefutables, contra una corporación poderosísima, la NFL (National Football League) que mueve millones de dólares. El director Peter Landesman se apoya en una sólida actuación de Will Smith quien interpreta a Omalu, un médico algo tímido, obsesivo, y con una pizca de soberbia. Cuenta además con un sólido reparto de secundarios como David Morse (el jugador cuya autopsia motoriza la investigación), Albert Brooks (el jefe de Omalu y su mentor) Alec Baldwin (un ex médico del equipo de Pittsburgh) Luke Wilson, como el villano de la NFL y la actriz Gugu Mbatha-Raw, una inmigrante de Kenia, alojada por Omalu, quien tiene a cargo la subtrama romántica. La verdad oculta (Concussion) sobrevoló la zona de nominaciones al Oscar, en el siempre atractivo mundo de las denuncias con contenido social, con el subtítulo “Basada en hechos reales”. No logró nominaciones en ninguna categoría. En parte debido a cierta frialdad con la que maneja el tema álgido de las lesiones en algunos deportes y la ambivalencia de glorificar el sueño americano (en el doble exponente de llegar a la gloria a través del deporte y del médico extranjero que descubre algo que puede causar la temprana muerte de muchos). O quizás por que los votantes son demasiado conservadores y prefieren no tocar al más exitoso de los deportes en Estados Unidos. Entre temas fríos y calientes, La verdad oculta no termina de definir que temperatura prefiere obtener, quedándose en un clima tibio. No obstante, es valiosa como denuncia de un tema desconocido fuera de las fronteras de EEUU. Sobre todo teniendo en cuenta que dentro de ese país, hay quienes prefirieron soslayar la crueldad de ese deporte, y acusar al médico que descubre la atrocidad causada por los infinitos golpes en la cabeza que sufren los jugadores, de querer “feminizar el football americano”. Es preferible no reconocer que a veces la verdad duele.
BASADA EN UN HECHO REAL. Esta inscripción en el marco de una película a esta altura de las circunstancias ya debería ir indicándonos con qué tipo de películas podemos encontrarnos. Bien un melodrama sobre el triunfo, o no, frente a las adversidades varias de la vida; una historia que ocupó primeras planas mundiales, o locales, durante cierto tiempo; o un film de denuncia sobre alguna clase de injusticia social; o todo eso junto como es el caso de La verdad oculta (local título de manual para el original “contusión”). Will Smith es Bennet Owalu, un inmigrante proveniente de Nigeria, que posee varios diplomas, entre ellos un título como Médico Forense/Patólogo. Estamos en inicios del Siglo XXI en una de sus causas, se topa con el cadáver de un jugador de Fútbol Americano con un pasado reciente alejado de todo tipo de gloria. Este hecho, depara una investigación que pondrá en jaque a la NFL, liga de estadounidense de Fútbol Americano. Owalu relaciona varias muertes en el mundo del NFL, junto a otros deportes violentos, mediante el síndrome de encefalotropía traumática, a causa de los golpes proporcionados en las prácticas, y que lleva como consecuencia tendencias suicidas. Hasta aquí, tenemos un film de denuncia, sobrio, y hasta de manual, con todas las idas y venidas típicas, y los personajes típicos, esquemáticos, que, o son buenos o son malos; que no presenta sorpresas pero tampoco fuertes decepciones. El asunto es que estamos frente al Will Smith del drama; aquel que nos trajo En Busca de la Felicidad y Siete Almas, aquel que quiere a toda costa que la industria lo considere para un premio como mejor actor, o como mejor película/guión (o lo que sea) en algo que él (y su familia) se encargó de producir. Ahora, quienes recuerden los dos títulos mencionados en este párrafo sabrán dónde radica el problema. La verdad oculta no se conforma con denunciar el comercio detrás del deporte profesional, pretende encumbrarse como otra lección sobre el sueño americano. A medida que avanza el relato, Owalu descubre las bondades de vivir en el país donde los sueños se hacen realidad, y este deseo de convertirse en un ciudadano más se contrapone a la continuidad de su investigación y su lucha. Para enfatizar estas cuestiones, se introduce una historia de amor con otra inmigrante, en este caso de Kenya, con la que convive, y con la que pretende llevar adelante el estilo de vida americana que tanto anhela. Llena de frases hechas, lugares redundantes, personajes acartonados, y situaciones que bordean y traspasan el verosímil; La verdad oculta hace agua en su propósito de ser tomada en serio. El director Peter Landesman tiene como único antecedente Parkland, otro film de similar o aún más tono patriótico. Aquí, se limita a desarrollar una labor correcta sin demasiado vuelo ni demasiados traspiés. La verdad oculta es un film de Will Smith, en su deseo de hacer otra carta de amor al país que lo vió progresar. Esta vez, lo disfraza con una denuncia que en el desarrollo sólo sirve como excusa para hablar de esas otras cuestiones.
Will Smith y los riesgos del deporte La verdad oculta es un film noble en sus propósitos que intenta combinar polémica y melodrama al partir de una historia real, una suerte de David versus Goliat representados por un lado por la más poderosa liga deportiva de los Estados Unidos, la NFL, que maneja el popularísimo y redituable negocio del fútbol americano, y por otro por el acreditado patólogo forense de origen nigeriano que descubrió la íntima conexión que hay entre la salud de los atletas que practican ese durísimo deporte y la encelopatía traumática crónica (CTE), una enfermedad degenerativa y progresiva que se manifiesta en las personas que han sufrido frecuentes y violentos golpes en la cabeza y que puede conducir incluso al suicidio o a la demencia. Hombre estudioso, religioso y honesto, Omalu asume como un servicio humanitario la necesidad de advertir sobre esos graves riesgos a quienes deciden consagrarse a esa práctica, y en especial a sus responsables, ya que su ejercicio suele iniciarse en la infancia. El film le fue inspirado al director Peter Landesman por un artículo periodístico acerca de las investigaciones y experiencias del doctor Bennet Ifeakandu Omalu, que por supuesto enfrentó todo tipo de resistencias en el mundo del football. Tal origen no suele ser el más recomendable para elaborar una construcción dramática, aunque hay que reconocer que tanto Will Smith, que mucho tuvo que ver con la realización del film, como sus compañeros de elenco, en especial Albert Brooks, se esforzaron por imponer algún espesor humano a sus criaturas, terreno en el que no siempre los acompañaron los guionistas y el realizador, más atentos a los lugares comunes que al retrato de la vida real. El protagonista se aproxima demasiado al estereotipo del clásico héroe norteamericano, valeroso y decidido, pero también bastante ingenuo, y el film, entre cuyas intenciones puede percibirse asumir el papel que El informante, de Michael Mann, desempeñó respecto de las alertas acerca del tabaco, además de unos cuantos momentos que parecen destinados a apoyar a Smith en su búsqueda de reconocimiento de sus dotes dramáticas por parte de la Academia. Aun con sus limitaciones, el melodrama no deja demasiado espacio para que el film ilustre claramente sobre las reacciones que Omalu despertó en una industria deportiva de la que se dice es ahora la dueña de los domingos como antes lo fueron los templos religiosos, y que adoptó algunas medidas para disminuir las conmociones a las que alude el título original.
Y péguele fuerte Vale la denuncia contra la National Football League, pero el excesivo patriotismo atenta contra el filme con Will Smith. El señor Omalu (el Dr. Bennet Omalu, como le gusta que lo llamen, especialista en patología forense) pone el guiño antes de doblar en una calle, por más que no lo siga nadie. No sólo es formal y hace todo lo correcto, sino que, algo ingenuo, cuando denuncia que los terribles golpes que se dan los jugadores de fútbol americano en sus cabezas ocasionan en su mayoría concusiones y pueden llevarlos a la muerte, se sorprende. No entiende cómo la corporación de la National Football League no le agradece que su informe revele algo que se venía ocultando. El Dr. Omalu es nigeriano, Will Smith exagera su acento como si fuese Penélope Cruz hablando en inglés, y tiene mucho que aprender del american way of life antes de, en esta película producida por Ridley Scott, abrazar la ciudadanía estadounidense. Porque como le dirán en Washington, cuando el caso escale proporciones que el inmigrante no imaginaba, él, el doctor Omalu, tiene unos valores por los que merece ser estadounidense. Así. Casi, casi textual. Hasta ese momento, La verdad oculta se seguía como un drama en el que la lucha desigual entre un hombre común -pero con los valores del Dr. Omalu, eh- y el sistema se planteaba en blanco sobre negro. Era el negocio del deporte -que vino a reemplazar los domingos a la Iglesia, le dicen- contra la ciencia. En esta historia basada en hechos reales, el Dr. Bennet Omalu era forense en Pittsburgh, y le tocó hacer la autopsia de Mike Webster, reciente gloria de los Steelers, el equipo de la ciudad. Obsesivo, después de hablarle al cadáver -el Dr. Omalu siempre les habla a los cuerpos, y les pide que lo ayuden a revelar la causa de su muerte- descubre aquello de los golpes. Forense estatal, la investigación la tiene que pagar de su bolsillo. Lleva gastados US$ 20.000 cuando llega a la conclusión de que Webster, tras jugar fútbol americano en la niñez, la secundaria y 18 años de profesionalismo, recibió 70.000 golpes en la cabeza. Y terminó como terminó. Con un progresivo degeneramiento del cerebro. La verdad oculta no es Erin Brockovich, ni El informante, y el director Peter Landesman -fue periodista de investigación- no es Steven Soderbergh ni Michael Mann. El Dr. Omalu quiere que hagan algo para prevenir nuevos casos, cuando hay más muertes de ex jugadores aún jóvenes, y seguramente no le interesaba convertirse en héroe. En la pantalla, tal vez medio a su pesar, es otra cosa. La verdad oculta es valiente en su denuncia -los manejos de la NFL, pero dejando a los fans fuera de cuadro, y de otra sigla de tres letras, como el FBI-, aunque se pasa de sentido patriótico. Smith demuestra que puede ser creíble más allá de perseguir extraterrestres, que fue como se hizo conocido, o como uno de los Bad Boys, del lado del Gobierno. Igual, las dos horas se hacen largas justo en el momento en el que debería fluir mejor, llegando a la última media hora. Nadie es perfecto, aunque el Dr. Omalu merezca la ciudadanía estadounidense, y Smith se quede sin nominación al Oscar.
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La nueva película de Will Smith y Peter Landesman (Parkland, Kill the Messenger) nos lleva al año y a la ciudad de Pittsburg. Ahí, el patólogo Bennet Omalu (W. Smith) es un doctor obsesivo, que casi religiosamente realiza las autopsias de las personas que tiene enfrente con un solo objetivo, contar la historia de cómo llegaron ahí. Cuando termina frente a el un ídolo del equipo de la ciudad, Mike Webster (David Morse), completamente desahuciado, el Dr. Omalu se pregunta que lleva a una persona de 50 años, a tratarse de tal manera que sin ningún indicio claro, termina muerto. A medida que investiga los motivos, y el cerebro del jugador, descubre algo que potencialmente puede destruir la liga de futbol americano. La película funciona como la mayoría de este tipo de cintas. Nos cuenta una historia reciente, tratando de escandalizarnos por algo que ahora nos parece lógico, y no entendemos como se oculto tanto tiempo. Si bien lo logra por momentos, es repetitiva en cuanto a la manera de contarlo. Solamente cuando la historia entra en la etapa que llamo “David y Goliat” se pone realmente entretenida, y de alguna manera cumple con lo que promete. Más allá de esto, la película es buena. El reparto es sólido, y tal vez deberían haber nominado a Will Smith al Oscar como mejor actor, pero sabiendo como es la academia últimamente con la gente de color (termino que personalmente odio, ya que no son verdes, sino negros) no es para sorprenderse. Una lastima, porque tenían todo para hacer una película al nivel de “El Informante” de Michael Mann, y se quedaron cortos.
Una verdad antipática para fans del fútbol americano Ésta es una película que trata sobre un tema original e interesante por donde se lo mire: el descubrimiento de una enfermedad cerebral provocada por los golpes constantes a los que son sometidos los jugadores de fútbol americano. La historia es real y la parte más pesada, que hasta casi llega al thriller conspirativo, es la que tiene que ver con la necesidad de la asociación de clubes de que la enfermedad en cuestión sea considerada una falacia. Por otra parte, el protagonista, interpretado por Will Smith, es totalmente atípico. Se trata de un erudito forense nigeriano que vive y trabaja en Pittsburgh, que por pura casualidad recibe el cadáver de un exsuperastro de fútbol americano muerto en circunstancias extrañas para que realice la autopsia. El jugador -muy bien interpretado en una breve aparición por David Morse- tenía un nivel de demencia inusitado y una decadencia general imposible de entender en un atleta de apenas 50 años, detalles que llevan al forense a investigar especialmente su cerebro, llegando a la conclusión de que las "contusiones" provocadas durante años de entrenamiento y juegos profesionales de la víctima, que para colmo ocupaba la más vapuleada ubicación central en la formación de su equipo, son las culpables de sus padecimientos. A partir de este momento, la película se divide entre los ataques de demencia de otros exjugadores, la vida personal y romántica del forense y los ataques de la asociación de fútbol americano al descubridor de la enfermedad, y a la existencia de la enfermedad misma. Aquí el film pierde fuerza por no encontrar un modo contundente de contar la historia. Lo que no implica que no esté bien filmada y que no cuente con buenas actuaciones de Will Smith, y de Albert Brooks y Alec Baldwin como dos profesionales que lo apoyan. "La verdad oculta" daba para más, pero es una buena película sobre un tema tan antipático para el público estadounidense como el daño que provoca su deporte favorito.
Las consecuencias del impacto La mesa ya está servida para esta temporada de premios, y uno de los platos más usuales es la historia basada en hechos reales. Si ver a Michael Keaton desenmascarando un complot de la Iglesia no les alcanzó, tienen otra oportunidad con Will Smith desenmascarando a la NFL (Liga de fútbol américano). Casi irreconocible para el público acostumbrado a verlo, cambia radicalmente también su estilo interpretativo. Lejos de ser un especialista en seducción o un agente secreto entre alienígenas, este actor se pone en un rol dramático como el Dr. Bennett Omalu. Él es un nigeriano (lo que su forzado acento se ocupa de recordarnos a cada rato) en busca del “sueño americano”, pero demasiado calificado para su puesto. Se pasa los días haciendo autopsias en la morgue municipal de Pittsburgh. Ferviente católico, adicto al trabajo y antisocial hasta que un día le toca realizar una autopsia a un jugador de fútbol americano. Sintomas inusuales que no se corresponden con el estado del cerebro comienzan a intrigarlo, por lo que comienza una investigación contra viento y marea para acabar descubriendo una nueva enfermedad. Todo indica que su causa eran los golpes que solían recibir los jugadores, por lo que su trabajo recién empezaba. Comienza entonces una cruzada para publicar y difundir su investigación, mientras recibe descrédito y amenazas de la NFL. Es una película dirigida a un público puramente “yanqui”, no sólo porque trata de un deporte que en Latinoamérica nos es bastante indiferente, sino por la constante reafirmación de que los estadounidenses son los mejores del mundo. Es cierto que es un estereotipo común en Hollywood, pero en este caso es tan exagerado que podría resultar ofensivo. Es decir, ¿hace realmente falta que el protagonista sea nigeriano y se pase toda la película deseando ser estadounidense? Lo deja claro cuando afirma que Estados Unidos está nomás un escaloncito abajo del Cielo. Por suerte en las (pocas) escenas de la esposa del Dr. Omalu, Prema (Gugu Mbatha-Raw), esto no se repite aunque sí tenemos otro estereotipo; ella es una inmigrante a quien conoce en la iglesia. Si bien el planteo que nos hace esta película es harto interesante y suceptible a ser explotado, la historia está contada con una estructura narrativa y visual muy predecible. Peca de no haber sabido dar una vuelta de tuerca. Si están familiarizados con los policiales, seguramente les recordará a un capítulo largo de “La Ley y El Orden” o la serie de su preferencia. Igualmente, no todo es crítica, y no podemos dejar de destacar las interpretaciones, especialmente Will Smith y Alec Baldwin. De todos modos nos es más fácil identificarnos con ellos en los momentos en que se sacuden ese nacionalismo que roza lo ridículo. Sin embargo, lamentablemente le falta innovar en el modo de contar la historia. Es evidente que no alcanza con una buena idea, sino que se necesita contarla de una buena manera. Entretenida, pero demasiado común, sin nada nuevo bajo el sol.
El film, basado en la historia real de un medico ejemplar que debe luchar contra el sistema y los enormes intereses económicos, sociales y políticos para dar a conocer la verdad sobre las devastadoras consecuencias de las lesiones cerebrales crónicas entre los jugadores de fútbol americano, parece haber sido pensado para darle a Will Smith un lugar en los Oscar. Will Smith interpreta al medico de origen nigeriano Bennet Omalu, a quien le corresponde practicar la autopsia del mítico Mike Webster, un ex jugador e ídolo de futbol americano que muere repentinamente y en condiciones extrañas, y ante lo que todos argumentan fue consecuencia de la locura.Bennet comienza una serie de investigaciones y descubre una verdad oculta y sumamente polémica, que la causa de la muerte de Webster y de algunos otros ex jugadores es un síndrome -CTE por sus siglas en inglés- de post conmoción cerebral generado por el exceso de golpes muy fuertes en la cabeza en jugadores de fútbol americano.Cuando consigue publicar su investigación en una revista científica se convertirá en el enemigo número 1 de la NFL -Liga Nacional de Fútbol de Estados Unidos-. Si bien el centro de la historia pasa por el descubrimiento del Doctor y su lucha para hacer pública la información, el relato se detiene en varios momentos en el drama familiar de este inmigrante y su esposa que permanentemente trata de reivindicar el "American Way of Life", dejando de lado la escandalosa temática y decayendo el ritmo de un film que se vuelve aburrido y demasiado localista. Will Smith hace un gran trabajo encarnando a este brillante medico inmigrante que idealiza permanentemente la grandeza Americana y que por momentos exagera demasiado sus atributos -honrado, buen ciudadano, solidario, íntegro, trabajador, amable, desinteresado, noble, etc-, consiguiendo el efecto contrario en el espectador que termina empatizando mas con los ex-jugadores que sufren las consecuencias y no encuentran explicación a sus actos.La verdad oculta es un film que denuncia y expone una fuerte critica a un drama real que aun existe, pero nunca llega a apasionar ni llegar profundamente al espectador, funcionando mas como alegato y plataforma para el camino de Will Smith tras la codiciada estatuilla del Oscar.
Querer ser de USA La premisa de La verdad oculta es bastante similar a la de la recientemente estrenada En primera plana: es acerca de una investigación (en este caso científica) cuyas conclusiones atentan contra lo establecido en una institución importante (aquí la NFL), muy influyente y con mucho poder de lobby. Tiene un gran problema y es que, de alguna manera, Will Smith logra convertir un interesante prólogo en una nueva versión de la infame En busca de la felicidad, sobre todo por la aparición de una sub-trama de un nacionalismo manipulador y berreta, que hace que la película se desmorone en un mar de tedio y artificialidad. Vayamos por partes, La verdad oculta (como siempre la mala versión del título argentino dando la nota, aunque hay que decir que el titulo en inglés Concussion no es precisamente atractivo) nos cuenta la historia del doctor nigeriano Bennet Omalu (interpretado correctamente por Smith) quien, haciendo la autopsia de un ídolo del fútbol americano llamado Mike Webster (David Morse), que había muerto en extrañas circunstancias, descubre una relación entre la cantidad de golpes que reciben los jugadores profesionales de ese deporte y su tendencia a desarrollar enfermedades psíquicas graves, lo cual deriva en el descubrimiento de un síndrome llamado encefalopatía traumática crónica (CTE es la sigla en inglés). Este descubrimiento al parecer pone en jaque la esencia del deporte más importante de Estados Unidos, y muy nerviosos a los dueños de este gran producto deportivo, la National Football League. Una vez desatado este conflicto, que es una variación del tema de la lucha individual de un hombre de convicciones contra la poderosa y malvada corporación (como cuando Homero se enfrenta a la Duff), la trama toma un curso obvio pero también lógico, las consecuencias de la lucha solitaria del doctor Omalu son más bien negativas para su vida y para la vida de quienes lo rodean. Aquí se activa una pequeña trampa que nos tienen preparada el director Peter Landesman y Will Smith. La verdad oculta abandona su dinamismo y el interés que había generado en su primera parte para hablar de otras cosas, más específicamente de Estados Unidos. Smith recicla el optimismo ramplón de En busca de la felicidad y nos habla con todo cariño de la tierra de la libertad y las oportunidades. El conflicto se reduce a Omalu debatiendo en su interior entre el amor ridículo que siente por aquel país, y el estar atentando, desde su actividad, contra uno de sus símbolos deportivos más fuertes como es el fútbol americano. En el medio, en una discusión con el doctor Julian Bailes (Alec Baldwin), Omalu que era un obsesivo simpático se nos devela un ser egoísta pura voluntad, un hombre fuerte que quiere ser aceptado dentro del sistema doble estándar del cinismo norteamericano dominante. Es uno de los momentos quizás más interesantes del film, ya que luego vendrá todo ese Sueño Americano barato. Si de hecho la trama romántica está mal desarrollada. La esposa de Omalu, Prema Mustiso interpretada por Gugu Mbatha-Raw, está allí tan solo para estar en peligro cuando el guión lo requiera, y decir frases obvias acerca de seguir adelante a pesar de la adversidad y alguna que otra cosa sobre las convicciones. Paradójicamente, La verdad oculta esconde bajo un velo de ambigüedad una serie de lugares comunes aburridos acerca de lo que significa ser norteamericano. Este es un daño del cual el film nunca se repone.
Los oscuros secretos de la NFL Will Smith es Bennet Omalu.El médico forense nigeriano Bennet Omalu sacudió los cimientos del popularísimo y multimillonario negocio del fútbol americano y arrinconó contra las cuerdas a la poderosa entidad que lo regentea, la NFL, cuando, a raíz de la investigación de las causas de la muerte de una ex estrella de los Pittsburgh Steelers en 2002, descubrió que estrolar la cabeza una y otra vez durante décadas de carrera profesional destruye el cerebro de los jugadores, empujando a muchos de ellos a una locura sin retorno. Al principio, claro está, todos los miraron de reojo: nadie, ni mucho menos un extranjero, ni mucho menos un extranjero africano, ni mucho menos un extranjero africano y negro, debía meterse con un deporte constitutivo de la identidad estadounidense. Lo presionaron, lo persiguieron, lo arrinconaron, pero el tipo siguió adelante hasta que más o menos le dijeron que sí, que un poco de razón tenía. Vale preguntarse, entonces, por los motivos de semejante patriada. La respuesta es que Omalu quería ser un buen ciudadano de la tierra de George Washington. O al menos eso transmiten las dos horas de esta enésima visita a la historia del héroe anónimo enfrentándose al sistema que es La verdad oculta.Basado en un artículo de Jeanne Marie Laskas para la revista GQ y en el libro de esa periodista sobre esa investigación, el film de Peter Landesman fue catalogado como una de las grandes omisiones de la próxima entrega de los Oscar; pero lo cierto es que, al menos por una vez en la vida, los electores tuvieron razón. Aunque quizá no haya primado un criterio artístico sino otro económico, por el cual nadie estuvo demasiado dispuesto a darle más circulación a un film que tematiza los mecanismos espurios de un universo cuyo alcance masivo es utilizado asiduamente por Hollywood: basta ver los trailers emitidos en el último Super Bowl (la gran final de la liga) para comprobarlo. El propio film es consciente de esa encrucijada, y apuesta a un tono más bien acrítico que prioriza el costado melodramático de las consecuencias de la investigación (los temores de su mujer, las amenazas de deportación, las llamadas anónimas con insultos) por sobre la investigación en sí, ubicándose lejos tanto de la frialdad detectivesca y empresarial de El informante, de Michael Mann, como de la corrección política de Erin Brockovich, de Steven Soderbergh.Así, simplificada y dispuesta a no herir susceptibilidades ni intereses de ningún tipo, La verdad oculta hace del enfrentamiento casi solitario de Omalu (Will Smith, en una sobreactuación que pedía a gritos una nominación) contra una corporación con tentáculos infinitos una somera entronización de la bonhomía inherente a todo norteamericano que se precie de serlo. Más allá de todos los contratiempos, las cosas le salieron bárbaro: las placas negras que clausuran el relato aseguran que los jugadores siguen muriéndose y la NFL entrega enormes sumas de dinero a las víctimas a cambio de silencio, pero también que Omalu consiguió su tan ansiada ciudadanía.
Este film tiene varios puntos importantes, basada en hechos reales, con estupendas actuaciones de la dupla Smith y Baldwin quienes se encuentran bien dirigidos. Por otra parte el director Peter Landesman logra manejar muy bien los tiempos y su ritmo, además contiene intriga, una serie de denuncias y subtramas. Acompañan bien en los papeles secundarios: Gugu Mbatha-Raw, Albert Brooks, David Morse y Luke Wilson como el villano. Algunos metáforas y momentos resultan bastante previsibles.
Un hombre de buena voluntad La verdad oculta es la biografía de un médico que hace un descubrimiento importante. Pero la historia estaba destinada a ser un documental. Sin dudas el conflicto entre ciencia y poder económico que vivió en carne propia el médico Bennet Omalu era más apropiado para un documental que para una película biográfica como La verdad oculta. La materia parece exigir un tratamiento de periodismo de investigación: el choque entre una millonaria corporación como la liga de fútbol americano (NFL, por sus siglas en inglés) y un patólogo nigeriano que descubre las consecuencias letales de los golpes que reciben los jugadores del deporte más popular de los Estados Unidos. Sin embargo, se eligió el camino de la ficción, con una superestrella como Will Smith en el rol protagónico, tal vez para que la explosión de la denuncia tuviera una onda expansiva mayor. Algo que no sucedió en la medida en que los productores esperaban, si se juzga por la escasa repercusión crítica y de público que tuvo hasta ahora esta biopic dirigida por Peter Landesman. El salto de la realidad a la ficción, que siempre implica una dosis de mitología, resulta doblemente problemático en este caso, por la sencilla razón de que Omalu es demasiado bueno. Inteligente, abnegado, valiente, estudioso y religioso. Son muchas virtudes para digerir en una sola persona. Ya hace tiempo que las series televisivas nos enseñaron que los personajes unidimensionales puede ser aptos para la comedia pero nulos para el drama. Lo único insoportable de Omalu –la exigencia de que lo llamen “doctor” en vez de “señor”– es transformado por Will Smith en un rasgo simpático de orgullo profesional. Además, La verdad oculta no resiste la tentación de transformar a este médico inmigrante en un símbolo de los grandes valores perdidos de los Estados Unidos. Desde su pulcritud para vestirse hasta sus firmes convicciones científicas y religiosas, todo remite a una Arcadia moral que nunca existió pero que los norteamericanos creen que sigue viva en el fondo de sus corazones. Hay algo del mito de buen salvaje en el modo en que se resalta la pronunciación áspera de Omalu y sus gestos definidos, índices de su confianza en la pureza de los sentimientos y en la frontalidad para resolver los problemas que se le presentan. Y a esto se suma otro componente profundo de la mentalidad estadounidense: la idea de predestinación. La fe en que Dios ha señalado el camino individual de cada uno de sus elegidos. En términos visuales, salvo alguna que otra postal de Pittsburgh –la ciudad donde Omalu trabajó como forense y descubrió la afección de los futbolistas antes de mudarse a California– no es mucho lo que La verdad oculta tiene para ofrecer. Un relato bastante clásico, no por amor al clasicismo, sino por falta de riesgo cinematográfico. Una tibieza que se irradia a toda la historia y parece secarla por dentro, convirtiendo al drama en una anécdota saturada de voluntarismo triunfante y de emociones convencionales.
Hablar por los muertos. La traducción literal del título, Concussion, sería Conmoción Cerebral. Sin embargo, ambos títulos (ese y La Verdad Oculta) hacen correcta referencia al argumento de la película. La misma trata sobre el experto neuropatólogo Bennet Omalu, nacido en Nigeria e instalado en los Estados Unidos, con el sueño de sentirse reconocido como un verdadero americano. Ese lauro y otros más llegarán tiempo después, no sin sufrir ciertas consecuencias laborales y personales. Basada en hechos reales, nos relata cómo a través de la autopsia de Mike Webster (David Morse, siempre genial), un reconocido y querido jugador de fútbol americano, el doctor Omalu descrubre el síndrome ETC (Encefalopatía traumática crónica), una lesión cerebral difícil de reconocer en los estudios típicos médicos, pero consecuente de las constantes contusiones que sufren los jugadores de este deporte a lo largo de los años. Más casos irán surgiendo a lo largo de la investigación. Will Smith (en uno de los mejores papeles que ha desarrollado al momento) contará con la ayuda y apoyo de un médico proveniente de la intimidad de uno de los equipos locales (Alec Baldwin), amigo íntimo del fallecido Webster. La batalla por dar a conocer la verdad sobre esta grave lesión será quijotesca: no sólo se enfrentarán ante una industria multimillonaria, sino que irán en contra de uno de los mayores entretenimientos del público norteamericano. Reuniendo un gran elenco, esta historia verídica es una muestra más del poder que ejercen el dinero y la política, llevándose puesto la salud tanto de esos niños que son alentados desde pequeños a realizar este deporte, como de los adultos, a quienes dejan aislados y sin contención médica ni psicológica, por lo que se producen varios casos de suicidio en el camino. Escrita y dirigida por Peter Landesman, y basada en un artículo de la revista GQ titulado “Game Brain” de Jeanne Marie Laskas, invita a la reflexión y propone una toma de consciencia. Tal vez sería una película más del montón, pero la soberbia interpretación de Will Smith la convierte en un film digno de verse.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
Cualquiera que sufre una concusión, un golpe en la cabeza, puede quedar confundido. Aturdido tal vez. Si se sufren más de 70.000 en 20 años de carrera en un deporte, como el fútbol americano, es probable que le traiga consecuencias irreversibles. Esta es la historia que Peter Landesman se propone contar en “La verdad oculta”. La historia, de narración tradicional con introducción, desarrollo, climax y desenlace, cuenta parte de la vida de Bennet Omalu (Will Smith), un médico forense de origen africano que, instalado en Estados Unidos, ejerce su profesión con varios diplomas, porst grados, masters, y todo lo que se le ocurra. Un hombre inteligente, calculador (frío si se quiere, en términos científicos),y sobre todo muy seguro de sí mismo. Su particular método, aplicado en un hospital estatal de Pittsburgh, incluye una suerte de conexión previa con el cadáver a estudiar. Entabla un diálogo con el occiso antes de proceder a seccionarlo a los efectos de su investigación. Una especie de Patch Adams con cadáveres. Semejante modus operandi lo lleva un buen día a descubrir en el cuerpo de Mike Webster (David Morse, cuando se lo muestra vivito, pero no coleando), que las causas de su suicidio tienen que ver con un terrible e inidentificable desorden neurológico causado por los múltiples golpes recibidos como jugador en la posición más expuesta de todo el equipo de jugadores en el campo. Omalu está contento porque éste descubrimiento basado en su conocimiento lo acerca más al sueño de ser reconocido. ¿Cómo profesional? Sí, pero sobre todo como ciudadano norteamericano. Ante todo celebramos siempre que éste sea un ejemplo más del arraigo cultural que el cine norteamericano tiene con su pueblo. El fútbol americano es el deporte por excelencia allí, de manera tal que si se pretende lograr una identificación cultural en el espectador de cine promedio es de esperar que todos los años se puedan ver tres o cuatro películas con esta temática, contrario a lo que sucede aquí con el fútbol. Dicho esto, es importante destacar que “La verdad oculta” se instala fuera de la cancha pero con una profunda mirada hacia adentro. El núcleo que pone en jaque toda la industria generada por éste deporte tiene que ver con un hombre que se animó a decir públicamente que “Dios no quiso que el hombre juegue al fútbol americano”. Claro, la NFL (National Football League, algo así como la AFA de acá) no está nada contenta con esto, pues desde el punto de vista médico, para que no sigan las muertes provocadas por un comportamiento errático de jugadores retirados, simplemente hay que dejar de practicar éste deporte. Loable propuesta la del director, con una notable actuación de Will Smith quien logra, en especial con el acento, despojarse de su nacionalidad e instalase como un verdadero extranjero viviendo en Estados Unidos y absorbiendo su cultura. Sus compañeros de elenco también sostienen el gen dramático. Alec Baldwin y Albert Brooks (tremendo personaje) tienen la solidez de los grandes. Por otro lado, la música del gran James Newton Howard pincela la banda de sonido con percusión africana logrando darle identidad a cada situación. El relato transita el camino de la denuncia hasta que no puede evitar la corrección política. Tal es así que llega al punto de arruinar esporádicamente el texto cinematográfico. En especial en la escena en la que el protagonista declama: “para nosotros está Dios (coloca la palma de la mano a la altura de su cabeza) y Estados Unidos (baja la palma unos centímetros más abajo)”. Nadie está en contra de un director o un guionista que diga eso, cada uno expresará su amor a la patria como mejor le parezca, pero desde el punto de vista de construcción del relato ese discurso, manifestado más de una vez a lo largo de la trama, no solamente queda colgado o descolocado de un guión que no lo pide ni lo necesita; además distrae con semejante obsecuencia. Posiblemente sería más acorde a un texto como el de “Francotirador” (2015) de Clint Eastwood, pero aquí resulta disfuncional a una historia que realmente genera intriga, interés, y que invita al espectador a querer avanzar en un cuento cuyo director elige un camino panfletario. Es cierto, no logra tapar del todo las buenas virtudes de la película, pero las empaña bastante.
El buenazo de Will Smith interpreta a un médico que descubre una enfermedad vinculada directamente al ejercicio del foot-ball americano, lo que lo lleva a enfrentarse con poderes económicos tremendos y presiones de todo tipo, además del descrédito y las campañas de prensa. Pero como es Will Smith, al final de tan bueno que es logra algo. Película clásica de “señor que descubre la fisura del sistema”, contada con lo necesario para entretener.
La crítica integrada Concentrándonos en los datos fríos, en la denuncia específica en la que se centra esta película, en lo asombroso de la trama, el planteo es sumamente interesante. Basada en una anécdota real, esta película relata la historia del neuropatólogo forense Bennett Omalu, quien a partir de un descubrimiento científico se enfrentó a una de las más poderosas instituciones de Estados Unidos: la NFL (National Football League) liga profesional de fútbol americano, la que administra el deporte más popular de ese país. Pues resulta que este molesto médico nigeriano ató algunos cabos, sumó A con B, pagó de su bolsillo algunas autopsias inconvenientes y comprobó que los terroríficos golpes a los que los jugadores de fútbol américano son constantemente sometidos durante los partidos sacuden antinaturalmente sus masas encefálicas, derivando en secuelas irreversibles a largo plazo. Omalu dio nombre al CTE (Encefalopatía Traumática Crónica), una enfermedad progresiva degenerativa, propiciada por la inmensa cantidad de sacudones a los que son sometidos los jugadores durante su carrera (70 mil golpes es la cantidad promedio que se maneja en esta película para un mediocampista experiente). "Dios no nos creó para jugar fútbol americano", llega a decir el investido protagonista. No deja de ser profundamente pertinente que el deporte favorito del país sea tan nefasto para la salud mental y, como en Spotlight, esta película presenta una investigación, el descubrimiento de una verdad incuestionable y la siempre atractiva lucha de un David contra un Goliat que niega y tapa sistemáticamente. Como decíamos, esa es la parte interesante. Pero a diferencia de Spotlight, el convencional planteo se vale de herramientas y clichés sumamente manidos. En un comienzo se presenta por separado al especialista y al problema, y está claro que la narración va a unirlos más temprano que tarde. Se introduce un personaje intachable en cualquier sentido y el nacimiento de una historia de amor (con ciertos excesos de azúcar), se le da rostros al enemigo y se plantea el conflicto, por el cual la parte antagonista contrataca con todo lo que tiene. Luego viene el clásico momento de tristeza y apuros, con chirriante melodrama (sobre todo la escena en que el personaje dialoga con el bebé en la panza de su mujer embarazada) y luego el "todo está perdido", con muerte incluída. Finalmente, la obvia iluminación y un resultado más o menos esperanzador devuelve a las cosas su orden perdido. Dentro de todas estos asuntos previsibles, hay temáticas que de tan repetitivas se vuelven cansinas: en primer lugar la evocación constante a la gran "América"; que si el país es así o asá, que si es la tierra de las oportunidades o no, que si le abre o le cierra el camino a un inmigrante negro en su lucha contra un poder establecido. Lo que podría estar solamente sugerido se verbaliza media docena de veces, así como la ineluctable idea del triunfo del voluntarioso, y los designios de Dios. En su constante alusión, en el hecho de que los Estados Unidos sea el centro de esta película, la que podría ser una crítica feroz acaba convirtiéndose en un complaciente autobombo.
El doctor Bennet Omalu es un profesional de alto grado, altamente formado, nacido en Nigeria y que decide mudarse a Estados Unidos para vivir como siempre soñó. Cuando una leyenda del fútbol americano muere en circunstancias extrañas, Omalu, patólogo forense, será el encargado de realizarle la autopsia al finado ex deportista encontrando una patología producto de sus años como futbolista profesional. Es entonces cuando comenzará su lucha contra la NFL, el monstruo que es dueño hasta del séptimo día. Un nigeriano en Pittsburgh Como si a las distribuidora y los encargados de traducir los títulos tuviesen memoria a corto plazo, nuevamente llega otro estreno a las carteleras del país bajo el título de La Verdad Oculta, y no hay que confundirlo con la cinta de 2010 protagonizada por Rachel Weisz que casualmente llegó con el mismo nombre a las salas. Concussion –su título original–, nos traerá una historia bastante interesante que tranquilamente se podría extrapolar a nuestro país: ¿qué pasaría si se descubriera que nuestros ídolos del fútbol padecen una enfermedad mental producto de sus años como profesionales del balón? Imaginemos que el Burrito Ortega, el Titán Palermo y tantas otras leyendas van cayendo uno por uno consumidos por un negocio más grande que todo un país junto. Esa es la premisa que nos propone La Verdad Oculta, estrellas queridas por los estadounidenses se ven afligidas mentalmente hasta llegar a la muerte y nadie sabe el porqué. Will Smith se pone en la piel del doctor Bennet Omalu, un médico nigeriano que vive en Estados Unidos. Siempre se le ha achacado a Smith que realiza el mismo papel, concatenando varios roles mediocres apagando la estrella que supo ser en algún momento. Lo cierto es que con esta interpretación, Smith se redime totalmente de tantos papeles mal actuados, dándole vida a ese doctor egoísta, egocéntrico y ambicioso que producto de la serendipia se encuentra con algo muchísimo más grande que él. Smith afortunadamente no hace de Smith, y el acento africano que usa en sus diálogos no está para exagerado y le sienta muy bien, nos olvidamos de que estamos viendo al actor que repetía sus papeles con distintos nombres una y otra vez. Una más que encomiable interpretación que sorprende que no haya sido reconocida por la Academia, siendo solamente nominado a los Globo de Oro como mejor actor en una película de drama. La Verdad Oculta se hace fuerte en las actuaciones de sus protagonistas y en su sólido guion. Pudiendo caer fácilmente en diálogos enrevesados, donde las explicaciones de lo que les sucede a los ex deportistas sean galimatías llenos de términos técnicos que la mayoría del público no pueda comprender, la cinta opta por hacerlo lo más simple posible, y en ningún momento se hace difícil entender la patología de los pacientes. Si bien podría la trama es una especie de David y Goliat en nuestros tiempos, la historia de Omalu contra la NFL termina reduciéndose a algo tan básico como el sueño de un extranjero de vivir en Estados Unidos solo porque el país es genial y porque “podés hacer lo que quieras, podés ser quien quieras”. Un mensaje tan pero tan básico que termina siendo un oprobio para el espectador y termina asolando casi por completo todo lo realizado. Conclusión El guion de La Verdad Oculta es su gran fuelle, la trama hace que poco a poco nos interesemos por los problemas neurológicos de los ex jugadores y el litigio de Omalu con la NFL y eso resulta ser un gran mérito. Después de concatenar bodrio tras bodrio, Will Smith nos brinda una actuación magistral y es ostensible el compromiso del actor con el papel, siendo quizás esta interpretación una bisagra en su carrera. Es cierto que el ritmo de la cinta es un tanto lento, pero los toques de suspenso terminan salvando la partida, por lo que no deja de ser una opción recomendable.
Una historia real, un film lineal y políticamente correcto, protagonizado por Will Smith. Quizás no tenga la carga de emoción de otros films de su tipo, pero es digno y sorprendente. Un medico patólogo, inmigrante de Nigeria, se enfrenta nada menos que a la poderosa liga nacional del fútbol americano. Descubre que esos constantes golpes en la cabeza de los jugadores los empuja en muchos casos a la locura y el suicidio. Perseguido, rehabilitado, todo se tapa y ese deporte sigue sembrando victimas.
La oscuridad detrás de un negocio multimillonario "La verdad oculta" es una muy buena película que quedó fuera del circuito de premios y esto generó malestar entre la comunidad afroamericana que reclamó falta de apreciación por la interpretación de Will Smith como el doctor nigeriano Bennet Omalu. En mi opinión, si bien es un buen film, intenso y relevante, sus competidores tenían también todo el paquete y algunos factores adicionales que hicieron quedar fuera de competencia a este trabajo del director Peter Landesman ("Parkland"). Si hay racismo o no dentro de la Academia Cinematográfica no lo se, pero sí puedo decir que hubiera sido injusto que alguna de las otras películas nominadas quedara fuera por incluir esta como un gesto político. Pasando de lleno al film, "Concussion" trata un tema delicado en los Estados Unidos, la naturaleza del fútbol americano como deporte y las secuelas perjudiciales que su práctica prolongada pueden producir en el organismo de un ser humano. Todos sabemos que este juego mueve millones y millones de dólares al año, convirtiéndola en una de las industrias más rentables del mundo. Un doctor descubre que una serie de muertes, por lo general suicidios provocados por desequilibrios mentales de la persona, podrían estar relacionados con los traumas que producen los golpes propios del fútbol americano. Por supuesto, cuando esto toma vuelo mediático, desencadena un infierno de amenazas hacia la persona y familia del doctor que termina siendo silenciado por un tiempo. La temática me resultó interesante y reveladora ya que no sabía el tipo de traumas que genera este deporte en sus jugadores, sobre todo los profesionales de alta competencia. Por otro lado, creo que el guión de Landesman y Jeanne Marie Laskas está bien elaborado y nos compromete como espectadores con los acontecimientos que van viviendo los protagonistas. Eso es lo que esperamos cuando vamos al cine. Debe haber conexión, si no se pierde el sentido. Los actores están todos muy bien en sus roles, sobre todo Will Smith y Alec Baldwin. Un drama bien concebido, que sin ser de lo mejor del año logra poner al público a reflexionar y hasta por momentos lo emociona.