El proceso de convalidación Definitivamente los thrillers sobrenaturales han sido bastante maltratados a lo largo de los últimos lustros y hoy el mero intento de reincidir en semejante manojo de clichés puede resultar sospechoso, contraproducente y/ o destinado al fracaso. A esta altura del partido podemos afirmar que a Rodrigo Cortés le fascinan los géneros cinematográficos “difíciles” que necesitan de una progresión narrativa dinámica y una mínima originalidad para captar la atención del espectador promedio contemporáneo, un espécimen que a su vez gusta de vanagloriarse de conocer todos los truquillos del rubro en cuestión. Al igual que la comedia negra Concursante (2007) y aquella obra maestra del suspenso minimalista intitulada Enterrado (Buried, 2010), Luces Rojas (Red Lights, 2012) entrega eficacia e inteligencia...
Hay películas que prometen y después se hunden muy mal, y ése es el caso de Luces Rojas. Gran reparto, un tema interesante y un director prometedor. El problema es que, una vez que comienza la trama, el responsable de todo esto no tiene muy claro a dónde llevar el barco. Luces Rojas tiene algunas secuencias deliciosas, las cuales van compensando las desprolijidades que uno ve en el camino. Pero en los últimos 15 minutos el filme decide hacerse el hara kiri (o seppuku... o ikebana, como quiera llamarlo), y se manda con una vuelta de tuerca shyamalanesca que resulta descomunalmente estúpida y desconcertante. Habian mil formas diferentes de escribir un final decente para la película, y Rodrigo Cortés encontró la única que no funcionaba. Mal día para hacerse el banana en Hollywood. Sin dudas el director español - luego del suceso de Enterrado (2012) - debió haberse ganado el favor de algunos poderosos, quienes pusieron plata en abundancia para este proyecto. Así es como Cortés se dió el lujo de contratar a Cillian Murphy, Robert De Niro, Sigourney Weaver, el sabor del momento Elizabeth Olsen, y nuestro Leonardo Sbaraglia (ah, ése aún no es caro!). Hay que admitir que las perfomances son buenas, incluso diría - en un comentario típico del cholulismo criollo - que la actuación de Sbaraglia es una de las mejores cosas de la película. El Leo hace de un falso mentalista, pero le mete tanto picante a su rol que parece sintonizar, por momentos, a Antonio Banderas; hasta me atrevería a decir que lo suyo en este filme debería abrirle alguna que otra puerta en Hollywood. Ya tendremos más noticias de nuestro star en un próximo boletín. Mientras que el elenco es impecable (bah, la Olsen no tiene mucho para hacer y es un obvio relleno del relato como para demostrar que el personaje de Cillian Murphy es heterosexual... por si ese dato le provocaba insomnio a alguien de la platea), el relato no lo es. Por un lado el guión hace un gran esfuerzo en darle ángel y espíritu de camaradería a esta extraña pareja de científicos pero, por el otro lado, fracasa miserablemente a la hora de hacerlos intelectualmente fascinantes. En teoría éstos dos serían una especie de Sherlock Holmes y Watson de lo paranormal, pero llegan a unas conclusiones tan obvias y ped... que resulta imposible que se ganen nuestra admiración. ¿Mediums moviendo mesas con manos y pies? ¿Lectura síquica de cartas, trampeada por el reflejo de éstas en los lentes del testeador? ¡Vamos! ¿No había nada mejor (o mínimamente más sofísticado) que inventar?. Por el otro lado está Robert De Niro haciendo de Robert De Niro. Ok, el goodfella tiene un par de escenas realmente bien escritas, con lo cual se le pueden perdonar las muecas que hace siempre. Pero los problemas no pasan por los actores ni sus vicios de actuación. Verán, esto sucede así: estos dos mediocres investigadores van detrás de un siquico de mucho renombre y poderes (aparentemente) enormes. En el camino pasan cosas raras: pajaritos que se estrellan como misiles Exocet contra las vidrieras, aparatos eléctricos a los que les salta la térmica, sueños sicodélicos... Las cosas se ponen tan espesas que la Weaver se pone del tomate y decide estirar la pata (sí, otro director que quiere hacer la gran Hitchcock y extermina a su principal protagonista a mitad de la cinta a lo Psicosis). Eso ocurre a los 60 minutos exactos de haber comenzado la película y, a partir de alli, Luces Rojas se clava de nariz como el Titanic. Si antes era un pasable thriller sicológico con ribetes paranormales, después entra en los sustos obvios - habitaciones revueltas en dos segundos, puertas que se cierran solas y de golpe, más pajaritos kamikaze, etc -. Todo esto saca de las casillas a Cillian Murphy, y éste decide ir a ver en persona a De Niro para recordarle que no es un síquico sino un mal actor bien pagado. Y ahí ocurre el desastre. (alerta spoilers) De todos los finales posibles, decir que el protagonista es el responsable de todo lo que ocurre es, por lejos, el peor. No hay suficientes pistas como para que la audiencia lo justifique y, mucho menos, lo aplauda - el análisis en retrospectiva sólo termina por destrozar cualquier intento de valoración lógica -. Por contra, a mi se me había ocurrido otro final mucho mejor, y es que el personaje de De Niro realmente tuviera poderes y hubiera salido de su retiro para darle la bienvenida / cederle el cetro a Murphy. O quizás darle un giro apocalíptico al asunto, y hacer que De Niro se despachara con una serie de desconcertantes profecías. Acá nada de eso se da, y el finale queda como un enorme Deus Ex Machina que no satisface a nadie. Simplemente es una ocurrencia indignante del guión, metida con calzador en la última escena de la película. (fin spoilers) Luces Rojas no merece el precio de la entrada. Si la pasaran por la TV zafaría, simplemente porque es gratis y porque nadie se amargaría demasiado al descubrir el decepcionante final. Pero para el resto, el título lo dice todo: son luces de advertencia de un filme que hay que esquivar, sencillamente porque derrapa sobre la recta final y deja a todo el mundo pagando... y ésa no creo que sea una sensación que a usted le guste.
Luego de la sorpresa que fue "Buried" ("Enterrado"), cinta minimalista muy sencilla y efectiva, Rodrigo Cortés eleva la apuesta y plantea aquí una historia mucho más ambiciosa, con sucesivos golpes de efecto y con un guión que por momentos se preocupa más por sorprender al espectador que por relatar una buena narración de suspenso.
Luces rojas es entretenimiento 100% garantizado con una producción de excelente calidad. El film atrapa desde la primera escena y no aburre para nada, pero cerca del final el argumento se va debilitando ofreciendo un final que más de uno puede llegar a sospechar (y acertar) en los primeros minutos de proyección si se está atento a ...
Hace poco un amigo aficionado al terror me decía, mientras recordábamos El exorcista (1973), que a él no lo convence demasiado la nueva versión del film que se difundió en 2000. No le gusta la escena en la que Regan baja las escaleras en cuatro patas porque, según él, al hacer salir al personaje de su habitación se quiebra el cerco de ese espacio pequeño, extraordinario pero a la vez bien delimitado, que el relato venía construyendo como polo del horror. Sin la intención de discutir este caso particular (para lo cual, con todo gusto, debería volver sobre el film de Friedkin), divagué hacia otros espacios emblemáticos del género y confirmé nuevamente que el inconmensurable fuera de campo al que nos conduce esa puertita aspiradora de Poltergeist (1982) sigue siendo uno de los puntos ciegos más maravillosos de la historia del cine. Y el televisor encendido que hipnotizaba a la nena sólo pretendía abrir aún más el abismo. La pantalla no devolvía certezas. Más allá de la acotada tecnología que podía ofrecer el saber científico dentro de estas ficciones, en aquellas épocas no había tantos gadgets ni cámaras ni monitores que oficiaran de mediadores entre uno y la acción fílmica. Lo que se veía y se padecía ocurría una sola vez, para personaje y espectador. Para las víctimas no había rewind ni laptops ni panópticos hogareños a los cuales volver para chequear las dudas de la percepción. Hoy muchas películas del género, especialmente en la vertiente de fantasmas, zombies y posesiones diabólicas, parecerían no poder prescindir de la cámara dentro de la diégesis (Actividad paranormal, El último exorcismo, Terror en Chernobyl, REC, Con el diablo adentro). Y muchas veces, como en la fallida Donde habita el diablo (Emergo), no sólo hay cámaras sino otros artefactos (para el sonido, las ondas electromagnéticas y demás) desplegados para capturar señales de lo extraño y ver si es posible trazar alguna suerte de frontera. En estas ficciones los espacios son muchas veces fragmentarios y vaporosos (la propia cámara en mano así lo impone) o son revisitados, multiplicados o congelados en pantallas diversas. El Mal también se virtualiza y se licúa, y ya no es tan fácil ver brotar su aura en los espacios únicos y concentrados de otras décadas (aunque parte de esa fuerza escenográfica cada tanto reaparece, como en la reciente Chernobyl o en la primera Actividad paranormal). Tal vez estemos asistiendo a la saturación de esta tendencia. Los títulos que ahora voy a comentar justamente se apartan de esta propuesta y funcionan a partir de una relación más transparente entre el meganarrador del film y el espectador. Sin embargo, ambas películas necesitan apelar a la tecnología para determinar la distancia con lo desconocido. Posesión satánica (The Possession) es una película clásica. Un espíritu invade el cuerpo de una niña y comienza la metamorfosis, con una rosca atractiva: el demonio inquilino no es en verdad tan “espirituoso” y exhibe una materialidad pocas veces vista en el cine de exorcismos. Y cuando llega el momento de verificarlo ante los ojos de los personajes, el relato no acude a la inmediatez de la filmación casera sino a un estudio clínico. Todo el uso que hace el film de la tecnología se limita a una escena en donde la familia de la niña es testigo de una tomografía computada. Y la imagen fluorescente lo revela: dentro del pequeño cuerpo aparece la silueta de otro cuerpo. La madre observa con espanto lo que el espectador ya sabía. Pero nunca hay contraplano de la mirada de los médicos ni se vuelve a mostrar el marco completo de la situación, como si por un instante, por su invalidez, la ciencia fuera directamente desterrada del mundo. Uno siente que ahí, justo al borde del clímax, podría haber nacido otra película. Pero The Possession es un film absolutamente convencional e irritantemente conservador. En Luces rojas (Red Lights) el conflicto trasciende las visitas satánicas, pues aquí la historia presenta un verdadero popurrí de lo sobrenatural: conexión con el más allá, telequinesis, telepatía, videncia, curaciones del cáncer al estilo filipino, provocación volitiva de terremotos, trucos onda Tu Sam y otras rarezas varias que en su mescolanza arbitraria no le hacen nada bien a la película. Aquí la tecnología cumple un rol fundamental, ya que los científicos protagonistas (Sigourney Weaver y Cillian Murphy) se dedican a investigar fenómenos paranormales para desmontarlos como fraudes. No importa si quien se asume “psíquico” es un ciudadano común o un famoso showman: ellos van con sus equipos, sus radios y sus cámaras para producir un documento que divida claramente lo racional de lo inexplicable. Primero lo desenmascaran a Leo Sbaraglia (con estrategias que hace veinte años ya delataba con mucha más gracia el film Milagro de fe, protagonizado por Steve Martin), y luego es el turno de Robert De Niro, a quien le hacen un inmaculado test avalado por las mayores eminencias en el tema (una secuencia elíptica y confusa). Y efectivamente, será una imagen analizada al detalle con ayuda de la computadora la que otorgará la clave de lectura final. Pero la evolución de Luces rojas encierra tantas trampas que cuando la epifanía parece llegar de verdad, sus consecuencias ya no nos importan, y lo que debería jugar como imagen-indicio pierde entonces todo valor de contraste. Básicamente: una película voluble como sus protagonistas. Las escenas iniciales de Luces rojas me remitieron a un film que comenté el año pasado, Insidious, una de esas experiencias que crecen en el recuerdo, una película que pasa de lo mínimo a la exuberancia y sin que nos demos cuenta transforma el espacio cotidiano en plataforma de un angustiante carnaval.
El gran truco Enterrado, segunda película de Rodrigo Cortés después de la aquí inédita Concursante y primera de relevancia mundial, había dividido aguas: para muchos, la historia de un camionero norteamericano al servicio del ejército (Ryan Reynolds) que despertaba dentro de un ataúd varios metros bajo tierra era un gran thriller, partes iguales de claustrofobia y tensión. Para otros, en cambio, se trataba de un melifluo ejercicio formal atravesado por una única idea/hipótesis -¿cómo hacer una película enteramente filmada dentro de un cajón?- que, para colmo de males, se engañaba a ella misma rompiendo la coherencia espacial con un travelling ascendente e imponiéndole al guión una vuelta de tuerca engañosa y, consecuencia directa de lo anterior, detestable En ese sentido, Luces rojas tiene también todos los elementos para polarizar opiniones: una historia fantástica y ambiciosa, audiovisualmente rimbombante, que ensaya otra vuelta de tuerca -¿marca autoral de Cortés?- tan innecesaria como simplista. Estrenada en el último Festival de Sundance, el opus tres del gallego comienza con dos científicos y docentes universitarios (Sigourney Weaver y Cillian Murphy) arribando a una casa supuestamente habitada por espíritus. Allí queda claro que su trabajo consiste en validar o no la presencia de fenómenos paranormales, sacando a luz que en la mayoría de los casos se trata de meros fraudes y engaños. Así, a lo largo del primer tercio de película se desenmascararán diversos casos, entre ellos el del mentalista apócrifo interpretado por Leonardo Sbaraglia, entre cuyos defectos está el de ser argentino (“Alguna vez van a averiguar que es argentino. Entonces sí estaremos en problemas”, dirá una de sus asistentes). No pasará demasiado tiempo hasta que la dupla le eche un ojo a un famoso psíquico ciego (Robert De Niro) que planea volver a la escena pública con una serie de shows después de varios años de ostracismo. A partir de ese momento, la pareja comienza el largo camino para develar los mecanismos de la potencial estafa, al tiempo que la atmósfera de la película empieza a dejar de lado la búsqueda de suspenso para abrazar un enrarecimiento en el que todo lo circundante puede ser producto de una manipulación. Así, Cortés hibrida la megalomanía metafísica de Christopher Nolan más “serio” (El gran truco es quizá la relación más directa posible) con la paranoia de Richard Kelly: no es casualidad que el apellido del personaje de Weaver sea Matheson, el mismo del autor del cuento Button, Button, en el que el director de Donnie Darko se basó para su última película, La caja mortal. Ahora bien, si se toma el potencial resultado de la combinación y se la transpola a una película cuyo eje está en la viabilidad de fenómenos metafísicos tan variados como doblar cucharas y desviar el chorro de agua de una canilla hasta la cura de parálisis corporales, el resultado podría ser más bien cómico. Pero Cortés se vale de eso para construir una película cuyo mérito principal es el de creer profundamente en lo que cuenta y muestra, impidiendo así que todo el asunto se desbarranque por el precipicio del absurdo irredento o la chabacanería religiosa. Así, podría decirse que Luces rojas es una apropiación de la histórica dualidad antipódica entre la fe y la razón, el positivismo más recalcitrante y la posibilidad de que la ciencia sea una disciplina insuficiente, atravesada por una cuota de fantasía. Pero Cortés se pasa de rosca con el dogma Nolan del cine como construcción racionalista en la que cada pieza debe encajar a la perfección en la totalidad, recurriendo así a la sobre explicación cartesiana del asunto en una vuelta de tuerca tan inesperada como tranquilizadora. Así, en lugar de ir a fondo con la apuesta, Luces rojas se queda en la medianía tranquilizadora y borra con el codo todo lo anterior. Casi como un acto de magia del que los mismos protagonistas renegarían.
Creer o desenmascarar El director español Rodrigo Cortés, quien cautivó al mundo con Buried/Enterrado (Buried, 2010), vuelve al cine con el thriller sobrenatural Luces rojas (Red Lights, 2012) de la mano de varias estrellas internacionales de la talla de Sigourney Weaver, Robert De Niro, Cillian Murphy e incluso nuestro Leonardo Sbaraglia. Cillian Murphy y Sigourney Weaver interpretan a científicos encargados de desenmascarar a quienes lucran con las actividades paranormales. Curanderos, médiums, psíquicos, todos rozan el fraude y los doctores se encargarán de demostrarlo. Entre ellos se encuentra un predicador de poca monta (Leonardo Sbaraglia) y el psíquico Simon Silver, interpretado por Robert De Niro. Rodrigo Cortés se atreve a un film de grandes proporciones –aunque no descomunales- para mostrar su oficio para el manejo de la tensión del relato. El guión escrito por él mismo desarrolla las suficientes líneas argumentales para despistar al espectador. Bajo la premisa de la existencia o no de actividad paranormal, se construye la persecución al personaje de De Niro. ¿Fraude o semi Dios? ¿Cuestión de creencia o un negocio millonario? ¿Raciocinio o espiritualidad? Las sub tramas parten de dichas preguntas acrecentando el suspenso en el film. El hecho de posicionarse del lado “racional” de lo paranormal, promueve una vuelta de tuerca a los films de eventos sobrenaturales. La estructura de la película es una trama policial a cargo de los protagonistas, que irán atando cabos para desenmascarar a Silver. En el transcurso, el relato detectivesco se fusiona con el sub género de terror dedicado a los inexplicables sucesos. Sin ser un gran film, Luces rojas es un atractivo producto de suspenso, que cuenta con buenas actuaciones y atractivas vueltas de guión, con el agregado extra para los argentinos de ver a Sbaraglia en una producción hollywoodense.
Un gran despliegue actoral que no llega a brillar por las carencias estructurales de su guión Siempre es interesante ver si el espiritismo es algo que se puede palpar o es la elaborada tramoya de un sequito de habilidosos intérpretes. También es interesante ver el debate que hay entre los que creen, los que no, y por supuesto aquellos que creen lo que quieren creer. Pero los debates consisten en la confrontación de dos puntos de vista en oposición sobre un tema concreto. La película que nos compete tiene muchos puntos de vista en oposición, pero da muchas vueltas para establecer un tema concreto. ¿Cómo está en el papel? El genial Billy Wilder (el maestro siempre presente) dijo una vez que si el tercer acto tiene un problema, el verdadero problema está en el primero. Este dicho del gran maestro es fundamental para entender por qué para mí el guión de esta peli hace agua. El guión tiene serios problemas de establecimiento de los elementos argumentales y temáticos. ¿Es una historia sobre contactar los espíritus o sobre la verdad y la mentira detrás de las habilidades extrasensoriales? La película se gasta la mitad del metraje en esta indecisión y uno siente que pasado ese tiempo, recién ahí ya lo tiene claro, pero la ensalada el espectador ya se la hizo. Párrafo aparte, las motivaciones de los personajes para ser investigadores de lo paranormal están excesivamente dialogadas cuando se hubieran podido explicar mejor desde el subtexto. No conformes con decidir en el momento equivocado a dónde querían ir, meten una vuelta de tuerca en el tercer acto con un enorme calzador. Esto si bien explica ciertas cosas, no lo hace con otras. Dicho final apunta a sorprender y nos debería conectar con el centro emocional de la película. ¿Pero por qué no funciona? Por no tener claro en su primer acto cuál era ese centro emocional, y cuando se quisieron acordar era tarde. Lástima, porque con un armado más claro, detallado y sin tanto rebusque, el final elegido hubiera sido poderoso, y sin embargo es uno de tantos “finales sorpresa” que de sorpresa sólo tiene el nombre. En fin, al guión le sobran elementos y no quiere sacar eso que sobra, pero lo que sí tiene en su justo lugar es una ensalada que ninguna explicación, racional o irracional, visual o dialogada, va a bastar para resarcir lo que es una estructura mal organizada. ¿Cómo está en la pantalla? En el apartado actoral, destacan los protagonistas Cillian Murphy y por supuesto la señora Sigourney Weaver (Ripley para los amigos). Aunque sorprenden desempeñando su oficio ––sobre todo Murphy que deberían darle más protagónicos como este, eso sí con guiones mejor armados––, sus logros no terminan por salvar a la película de la zozobra. El legendario Robert DeNiro esta desaprovechado en un rol que no representa ningún desafío y que pudo haberlo hecho cualquier actor de televisión en vez de un grosso de su altura. Obviamente querrán saber cuáles son mis dos centavos sobre la interpretación de Leonardo Sbaraglia, ya que a pesar de que tiene una breve participación, es anunciado en el cartel como si fuera un intérprete principal. Él es para mí uno de los grandes actores argentinos; a partir de Plata Quemada (a mi entender uno de sus mejores papeles) no hizo más que escalar para arriba con roles complejos y desarrollados. Pero en esta, su primera intervención en una película americana (o debería decir semi-intervención porque hay muchos capitales españoles), lamentablemente sobreactúa. Van a decir que es por su manera de habla el inglés, pero esto va más allá del idioma; su breve rol de predicador chanta lo exige. Esto no es un derrape de Sbaraglia, es el director que no supo medir la energía que despedía el actor en cada toma. Un director está obligado a velar por esa justa medida cada vez que se dirige a un actor y siento que aquí eso se descuidó, trayendo como consecuencia una performance débil de un actor que ha probado, y seguido, que no lo es para nada. El apartado técnico se distingue por el uso de claves bajas, abundantes usos de sombras y una paleta de colores intensos. El sonido es utilizado meramente para subrayar momentos de terror que no van más allá de un simple sobresalto. Conclusión Una película que, aunque pasa rápido, tiene serios problemas de estructura. Ni su excelente reparto con el que disponía pudo salvarla de ser un confuso y forzado despliegue.
La fe del creyente En épocas del auge de lo sobrenatural como moneda corriente para el cine y para los falsos documentales llega una película que parte de la premisa sugerente de poner en tela de juicio la realidad de lo paranormal y así dejar abierta la controversia entre fe y razón, elementos muy ricos para confrontar en relatos de género como Luces Rojas. Sin anticipar demasiado sobre la trama, que expone por un lado la farsa que existe detrás de todas aquellas actividades de las pseudociencias como la parapsicología desde la presentación de clarividentes truchos, actos paranormales manipulados y una serie de situaciones sin explicación lógica hasta la introducción de un caso de crisis de fe, el film del español Rodrigo Cortés (Enterrado) se estructura a partir del derrotero de un grupo de expertos en detectar fraudes relacionados a episodios sobrenaturales como una suerte de policía que investiga la falsedad y la puesta en escena de esos acontecimientos inexplicables. Sigourney Weaver, Robert De Niro y Cillian Murphy son los encargados de llevar a buen puerto la historia con actuaciones convincentes, sin dejar de mencionar a la pasada la presencia del argentino Leonardo Sbaraglia en un rol secundario. La ex teniente Ripley en este caso bajo la piel de la doctora Margaret Matheson se dedica a desenmascarar a todos aquellos inescrupulosos –Sbaraglia es uno de ellos y es argentino- que se aprovechan de la necesidad de creer en algo más allá de la razón. La acompaña en su tarea su ayudante, el doctor Tom Buckley (Cillian Murphy) que alterna sus trabajos en la universidad con las investigaciones y para quien la figura de un enigmático clarividente ciego, Simon Silver (Robert De Niro), quien tuvo que retirarse de la esfera pública por un incidente hace unos 30 años en el que también está vinculada indirectamente la doctora Matheson, despierta todo tipo de sospechas sobre sus verdaderos poderes y por un motivo personal se transforma en la obsesión del científico. Rodrigo Cortés apela a todos los elementos válidos que le brindan los recursos cinematográficos para jugar el rol de prestidigitador con el público y lo hace a fuerza de ingenio y sin trampas, por lo que su obra es más que atractiva. Conocedor de los resortes que se deben ejecutar en una trama donde los elementos del thriller sobrenatural se respetan a rajatabla y en la que no se busca caer en obviedades, consigue un producto que supera el mote de mero entretenimiento para dejar algo más en la mente del espectador que vaya con el propósito de pasar un momento atractivo y en el que pueda dispersar su cabeza sin problematizarse mucho por la propuesta, que sin ser sencilla tampoco presenta un sinfín de vueltas de tuerca, o inconsistencia, como suele ocurrir en este tipo de películas.
El camino del efectismo No es ninguna novedad que Sigourney Weaver es excelente para interpretar científicas, lo saben desde James Cameron hasta Rodrigo Cortés. El gallego Cortés -nacido en la provincia de Orense, Galicia-, director de Luces rojas , es el de Enterrado , también hablada en inglés. Enterrado era apenas astuta, muy efectista y desplegaba una alta dosis de trampas, como los planos violando el espacio cerrado autoimpuesto y el falso final imaginario. Aunque Luces rojas es una película con buena parte del equipo técnico español, Cortés vuelve a hacer cine que luce estadounidense, ahora con más elenco y mayor producción. Y, hasta cierto punto, logra una película con fallas, pero de planteo sustancioso. Weaver y el protagonista Cillian Murphy son dos científicos dedicados a desenmascarar lo que se presenta como paranormal: espíritus persistentes, sanadores gritones, niños que son poseídos artísticamente por pintores muertos. Los dos científicos son apasionados por lo que hacen: viven para que la ciencia triunfe sobre las supercherías. Esa es la mitad de "acción general de la película", la del planteo, anterior a la concentración en el enfrentamiento con "el psíquico principal", el interpretado por Robert De Niro. En toda la película son visibles e identificables los claros defectos de la puesta en escena del director, guionista y montajista Cortés (o los defectos industriales de baja estofa que permite): travellings desde o hacia los personajes ostensiblemente puestos para intentar sumar dinamismo superficial, explicaciones que se imponen y automatizan las conversaciones (y eso va in crescendo) y, sobre todo, esos golpes orquestales para generar tensión efímera y que dejan un regusto a deshonestidad narrativa. Pero en el segmento Murphy-Weaver (la primera mitad) esos ripios son parcialmente disimulados ante la lógica de las acciones y la exposición sencilla y eficaz de las disputas científicas. Cuando llega el segmento Murphy-De Niro, el efectismo de Cortés queda desnudo ante informaciones amontonadas, elementos dispuestos para que después, al final, se nos "sorprenda" con una revelación al estilo M. Night Shyamalan e incluso con una secuencia de montaje de lo que ya vimos "ahora visto con una nueva luz" (mismo recurso, aunque no misma revelación, que en Sexto sentido ), una luz que incluye la tremenda molestia de la siguiente revelación (o confirmación): a Cortés le interesa menos ser un narrador que un vendedor de películas "de concepto". Al igual que Enterrado , Luces rojas muestra a un realizador que parece identificarse con el estilo gritón, efectista y autoindulgente de los shows de los sanadores. Y es una lástima, porque en la primera de las dos secuencias con Leonardo Sbaraglia (protagonista de Concursante , primera película del director), Cortés demuestra que no carece de habilidades, que puede construir tensión con elementos nobles, esos que lo ayudan, brevemente, a crear algunos climas que no dependen de fugaces trampas retóricas.
Dos cráneos que hubieran hecho temblar a Tu Sam ¿Qué tienen en común Robert De Niro, Sigourney Weaver, Leonardo Sbaraglia y Uri Geller? Luces rojas, el nuevo largometraje del gallego Rodrigo Cortés, realizador de la exitosa Enterrado, tiene la respuesta a esa pregunta. Claro que Uri Geller no aparece en el film; ni siquiera es nombrado al pasar. Pero sus proezas con cucharas y otros utensilios fácilmente doblegables andan sobrevolando por encima del guión como un espíritu juguetón. Mucho más expansiva que su claustrofóbico film anterior, Luces rojas presenta a una dupla de investigadores psíquicos que encarna algo así como la antítesis de los Cazafantasmas. Margaret y su joven asistente Tom (la Weaver y Cillian Murphy, quien se revela como el verdadero protagonista) se dedican a la sistemática refutación de fenómenos paranormales y actividades parapsicológicas varias, el terror de médiums y mentalistas, particularmente de aquellos que hacen de esos supuestos poderes una actividad lucrativa. Precisamente Sbaraglia, que interpreta en un par de escenas a un no tan típico chanta argentino (se hace pasar por un tano con poderes mentales, tomar nota), sufre en carne propia el hostigamiento del escéptico dúo. El hecho de que la universidad provea a su departamento con fondos cada vez más exiguos, prefiriendo en cambio la más vendedora y cool dependencia pro-parapsicológica, no les ayuda precisamente a promover sus actividades científicas. Y las cosas no mejoran cuando Simon Silver, Némesis de Margaret y una súper estrella del mentalismo que estuvo alejado de las candilejas por varias décadas, sale de su ostracismo para dar una serie de presentaciones y demostrarle al mundo, de una vez por todas, la supuesta autenticidad de sus poderes. Silver es, por supuesto, De Niro, en una de esas performances “de taquito” –o de manual– que actores de su talla pueden darse el lujo de dar de tanto en tanto. A propósito, no hay nada de malo en el reparto. El problema es qué hacer con él. Si Luces rojas arranca como un film menor pero con cierto atractivo por su particular enfoque sobre un tema transitado, el pronunciado derrape posterior hace más evidente la falta de gracia de todo el asunto. Circunspecta, por momentos solemne, la historia escrita por el propio Cortés abunda en vueltas de tuerca, sorpresas, traumas del pasado, el uso sistemático de lugares comunes narrativos y un giro alla Shyamalan (otro más, y van...) que resignifica por el absurdo toda la película. La segunda mitad del film, que se estira hasta casi las dos horas, parece por momentos un capítulo de Scooby-Doo al que se le hubiera quitado hasta la última gota de ironía, con su bandita de estudiantes tratando de descular los trucos de Silver mientras el tiempo apremia y el héroe se enfrasca en una pelea a las trompadas que parece trasplantada de otra película. Ejemplar representativo de cierta clase de coproducción contemporánea (es una película española con algo de dinero americano, rodada en España y Canadá, con actores mayoritariamente de habla inglesa), si Luces rojas puede destacarse por alguna razón es precisamente por su cualidad de pastiche desangelado, su rotunda medianía.
Los refutadores de leyendas El nuevo film de Rodrigo Cortés, protagonizado por Robert De Niro, hace foco en personajes que pueblan el planeta estafando a la gente y en quienes intentan desenmascararlos. Allá por la década del setenta hizo su aparición en los medios de todo el mundo Uri Geller, un "mentalista" que tenía varias rutinas espectaculares bajo la manga, la principal consistía en doblar cucharitas con solo mirarlas fijamente. El chanta vivió de eso durante décadas y fueron varios los científicos que explicaban los trucos del israelí, pero no había caso, mucha gente estaba dispuesta a creer en los poderes de Geller más allá de las pruebas que afirmaban lo contrario. Desde ese lugar, es decir, desde la fascinante caterva de personajes que pueblan el planeta estafando a la gente haciéndoles creer que poseen cualidades inexistentes, junto a los racionales analistas que dedican su tiempo a demostrar, inútilmente, que se trata de trucos de feria, se asienta Luces rojas, de Rodrigo Cortés, el director que logró cierta fama con Enterrado, sí, ese ingenioso ejercicio cinematográfico que partía de la base de sostener un relato tenso y entretenido desde la premisa de que debía transcurrir por completo (casi), dentro de un ataúd. El realizador español entonces juega en su elemento natural para darle una vuelta de tuerca a lo inexplicable, con una historia que arranca con los físicos Margaret Matheson (Sigourney Weaver) y Tom Buckley (el supuestamente inquietante Cillian Murphy), dos científicos y profesores universitarios dispuestos a desenmascarar a todo tipo de personajes fraudulentos que mueven objetos, se comunican con el más allá, pueden predecir qué carta va a salir del mazo, y un largo etcétera variopinto. Y allí van los refutadores, recorriendo regiones, haciendo lo suyo mientras que el film se encarga de revelar el porqué la doctora Matheson se dedica a una actividad tan poco reconocida y Buckley la sigue con veneración, aunque de él se sepa poco. Justamente en este personaje estará centrado el nudo dramático del relato, que irá ganando fuerza a medida que el thriller paranormal avance hacia el gran elefante blanco de la pareja, Simon Silver (Robert De Niro), un mentalista al que nunca se le pudo probar nada, peligroso y siniestro, el mejor. Por supuesto, Buckley desoye las advertencias y al borde del fanatismo racionalista, se propone desenmascarar a Silver. Lo cierto es que el cometido primero de la película se cumple, con algunas dificultades, pero se cumple. De nada valen los aparatos electrónicos, las pruebas irrefutables de las estafas, de la manipulación que se hace desde los medios, hay mucha gente que prefiere creer –el segmento que protagoniza Leonardo Sbaraglia como un ex discípulo de Silver, va en ese sentido–. Pero no hay que olvidar que Cortés es un realizador ambicioso y que la complejización es su elemento distintivo, así que el film necesariamente tiene que dar algo más. Y el plus es la famosa vuelta de tuerca, el cálculo de la puesta con la revelación sobre el minuto final, que atenta sobre una película que hasta ese momento era correcta, entretenida y sin ambiciones desmedidas.
Sbaraglia y De Niro juntos Hacía muchos años que Robert De Niro no protagonizaba un film de suspenso (o un thriller, para ir más acorde a la clasificación shopping) que estuviera a la altura de su lugar en el mundo del cine. En ese contexto, Luces rojas es para el legendario actor un bienvenido regreso a las elecciones acertadas. La trama firmada por el español Rodrigo Cortés (el mismo de la muy atendible Buried) cuenta lo que sucede con dos científicos (Sigourney Weaver, Cillian Murphy) dedicados a investigar fraudes paranormales. En ese contexto, se produce el regreso estelar del hombre conocido como Simon Silver (De Niro), exitoso y popular personaje con presuntos poderes psíquicos, que representa no sólo un desafío superior, sino más que nada un peligro que crece segundo a segundo. La película pertenece claramente al suspenso clásico, gracias a un cast ajustado, un guión a tono con la prolijidad que exhibe visualmente la puesta, un villano intenso e interesante y un par de "buenos" con sus costados grises y una sombra de tragedia siempre al acecho. Se trata, eso sí, de un trabajo en el cual los personajes y sus perfiles son fundamentales para la narración de la historia. Los investigadores que encarnan Weaver y Murphy llevan el peso dramático de la trama durante el primer tercio de metraje, estableciendo los puntos que sirven como base de lo que vendrá luego. Ahí es donde entra el personaje de nuestro Leo Sbaraglia, como un farsante ("si se enteran que es argentino estamos en problemas", dicen por ahí) que sirve de introducción a lo que luego desplegará De Niro con su impecable Simon Silver. Luces rojas amerita una vuelta al género del suspenso en pantalla grande para los que lo habían relegado a los fin de semana en cable, o a la descarga al voleo de lo que se consiguiera en la web. Se trata de un film que parte de los buenos oficios y de una honestidad a la hora de ponerse detrás de cámara que no suele sobrar por esos lares de la gran industria y el american way. Y está Sbaraglia, el crédito local, que aporta lo suyo y comparte fílmico con el gran Robert. No es poca cosa como para un viaje hasta la sala más cercana.
Lo suyo es puro teatro Margaret (Sigourney Weaver), doctora en psicología, y su asistente, Tom (Cillian Murphy), investigan fenómenos paranormales. Aunque en realidad su trabajo los ha convertido en detectores de fraudes, ya que en toda su carrera no han encontrado un solo caso de “poderes” reales. Cuando ya están algo aburridos de enfrentar siempre los mismos casos, llega a la ciudad Simon Silver (Robert De Niro), un ciego célebre por sus dones sobrenaturales, que se retiró hace treinta años, sospechado de haber provocado la muerte de uno de sus detractores en su última presentación. Tom comienza a obsesionarse con él, y quiere investigarlo a toda costa, pero Margaret se niega ya que lo considera una persona muy peligrosa. A pesar de todo, no logra controlar a Tom, que va a insistir, sin importarle las consecuencias. Rodrigo Cortés, guionista y director, crea una atmósfera sórdida para enmarcar su historia. La lluvia, y el tono predominantemente gris de la ciudad, el trabajo en el sótano de la Universidad, todo colabora dándole este tono ideal para película de suspenso con algo de thriller, en la que el espectador puede esperar que pase cualquier cosa, en cualquier momento. Cortés sabe trabajar muy bien el suspenso, y ese es el gran logro del filme. El manejo de la tensión a lo largo de toda la película es atrapante, incluso en los momentos en los que queda claro que se están enfrentando a farsantes, y no a fenómenos de otras dimensiones. Bien actuado (aunque De Niro por alguna razón ya no es lo que supo ser), especialmente por el ascendente Murphy, la resolución, si bien no es brillante, es interesante, y coherente.
Tiene un buen comienzo, un durante prometedor y un final un tanto decepcionante. Una contraposición con seres con poderes psíquicos investigados por serios científicos empeñados en una cruzada contra los fraudulentos. Especialmente contra uno, que parece realmente dotado y que cuenta con una enorme popularidad. El papel de Leo Sbaraglia es corto pero intenso. Muy bien Robert De Niro. Tanta tensión merecía una conclusión más trabajada.
Hubiera sido maravilloso que Henry Houdini y Sir Arthur Conan Doyle estuvieran vivos en la actualidad para poder ver esta película junto a ellos. El debate a la salida del cine hubiera sido de antología. Houdini era un enemigo absoluto de los videntes y psíquicos que argumentaban tener poderes especiales y solía desafiarlos públicamente para demostrar que eran un fraude y lo que hacían era un simple truco de ilusión. Por esta cuestión solía tener muchas discusiones y debates con su amigo Conan Doyle, el padre de Sherlock Holmes, quien a diferencia del famoso detective, era una apasionado creyente del espiritismo y los fenómenos paranormales. Luces rojas está relacionada con esta cuestión, donde el director Rodrigo Cortés (entrerrado) brinda un buen film de misterio. Se habló bastante en algunos medios de este estreno por ser la película en la que Leonardo Sbaraglia trabajaba junto a Robert De Niro. En realidad Sbaraglia, quien fue protagonista de la ópera prima de Cortés, Concursante (2007), tiene una pequeña participación con un personaje divertido y sólo llega a compartir una escena con Cilliam Murphy, quien es el gran protagonista de esta historia. Lamentablemente con De Niro nunca se cruza en la trama. El film se centra en el eterno debate entre lo científico y lo paranormal y esos enemigos acérrimos que parecen ser la creencia y la razón. Dos contendientes que en realidad son la cara de la misma moneda, ya que uno no puede existir sin el otro. Creo que el tratamiento de Cortés de estas temáticas en la trama se refiere a esta cuestión. Durante gran parte de este film el director hace un gran trabajo creando situaciones de tensión y suspenso que se desinflan con el final que le dio a la historia y que seguramente será discutido entre los espectadores a la salida del cine. Lo bueno de la película es que trata las temáticas paranormales desde otra óptica que no tienen nada que ver con los repetitivos filmes de terror que llegaron en el último tiempo a la cartelera. Luces rojas se complica un poco cuando el director intenta emular a M. Night Shyamalan (segunda referencia semanal) con un giro final que te sorprende pero por las razones equivocadas. En este caso uno hubiera esperado que Cortés cerrara el relato con un recurso menos trillado. De todos modos, pese a que Luces rojas no está a la altura de Enterrado es una película de suspenso que brinda una buena cuota de entretenimiento.
Cuestión de fe El director español Rodrigo Cortés disfruta del cine de género y lo demostró con buenos recursos en la arriesgada apuesta de Enterrado. Ahora arremete con este thriller que juega con los poderes paranormales, el fraude y se rodea de figuras de primer nivel. Igualmente, los resultados de Luces Rojas distan mucho de su película anterior. La doctora Margaret Matheson (Sigourney Weaver) y su joven ayudante Tom Buckley (Cillian Murphy) estudian los más diversos fenómenos paranormales con la intención de demostrar que son falsos. Cuando el mentalista ciego Simon Silver (Robert De Niro) reaparece en escena para hacer otra demostración de sus poderes y seguir facturando, los investigadores se ponen en alerta y se lanzan, junto a una alumna (la ascendente Elizabeth Olsen, vista en La casa de al lado), tras sus pasos. Luces Rojas impone su trama de suspenso y el comienzo (durante una sesión espiritista) es lo mejor de la película, que con el correr de los minutos hasta se da el lujo de hacer "desaparecer" a uno de sus intérpretes centrales, al mejor estilo Alfred Hitchcock. El relato cae luego en una suerte de meseta de la que no puede salir, entre fenómenos inexplicables, un Robert De Niro (convicente en su papel) que se mueve, impune, con su séquito y un Cillian Murphy sobreactuadio en la mayoría de las escenas. El film prometía más de lo que entrega y deja algunos cabos sueltos que tampoco resuelve a través de una trama que se presentaba como atrapante. En el reparto aparece el argentino Leonardo Sbaraglia como un mentalista que cae preso y que antes trabajó con el cuestionado Simon. En la película dicee presente el choque entre la ciencia ortodoxa con sus escépticos profesionales y los poderes paranormales del que hacen gala estos personajes "dotados" que buscan su propia salvación. Las "luces rojas" no se ven tan intensas como al principio y parpadean a lo largo de un film que merecía un tratamiento menos disperso y más contundente desde el impacto.
Variados buscadores de fraudes Estamos inundados de películas violentas, de horror y de fenómenos paranormales. Parece ser que la racionalidad, la cotidianeidad dejó de estar de moda y el que no tiene un monstruo escondido, planea un crimen, se asocia con protagonistas de un cómic que quieren apropiarse del mundo, o se transforman en aliens. En este caso, lo paranormal gana la partida. Dos investigadores universitarios: Margaret Matheson (Sigourney Weaver) y Tom Buckley (Cillian Murphy). Ella es una destacada estudiosa de los fenómenos paranormales, muy racional y enemiga de todo tipo de fraude. El un muchacho con cara angélica que esconde razones afectivas que lo hacen manifestarse contra todo lo esotérico, más habiendo perdido la vida de un ser querido por creer en determinadas experiencias. Los dos se han unido con la intención de combatir los fraudes pseudocientíficos. Justamente en esos días, cuando se multiplican los presupuestos para sectores de la universidad que estudian estos fenmenos psíquicos, reaparece en escena un viejo conocido de la doctora Margaret. Se trata de Simon Silver (Robert De Niro), una especie de gurú, un psíquico con ciertas orientaciones hacia "la medicina sanadora", que opera con las manos y se ha enfrentado algunas veces con la doctora, mientras treinta años de actividad avalan su discutida virtud. SIN SORPRESAS El enfrentamiento con Simon Silver asumirá características de lucha armada y no todos podrán seguir vivos. La película del español Rodrigo Cortés, exitoso director de "Enterrado", el mismo de la remake de "La casa silenciosa", que se dio a conocer en la Argentina, como "La casa del miedo", no aporta nada nuevo al género thriller. El guión y la historia en sí es plana, sin sorpresas, con un guión débil que sólo asusta con golpes bajos y una insoportable banda sonora a puro estruendo. Lo único que vale la pena son las actuaciones de esa gran actriz que es Sigourney Weaver (Margaret Matheson), el irlandés Cillian Murphy (Tom Buckley) y la protagonista de "La casa del miedo", Elizabeth Olsen (Sally Owen) en un personaje obviable. Hay una muy buena intervención de nuestro Leonardo Sbaraglia (Palladino), personificando a otro mentalista fraudulento como el que protagoniza nada menos que Robert De Niro. En papeles menores se desempeñan Toby Jones (Paul Shackleton), un profesor universitario y Joely Richardson (Monica Handsen) -la hija menor de Vanessa Redgrave-, en el papel de la representante de Simon Silver, que hace De Niro. Como síntesis de esta película puede decirse que los buenos guiones escasean, aunque es gratificante para el espectador observar que sobran excelentes actores.
Octubre rojo En el 2004 se presenta un drama francés Feux Rouge, conocida bajo el nombre Luces Rojas del director Cédric Kahn. En la actualidad el realizador español Rodrigo Cortés vuelve a utilizar ese título para su nueva producción que, como en Enterrado, pone todo al asador pero se olvida de prender el fuego. Margaret Matheson y Tom Buckley son dos psíquicos que tienen la habilidad de desarticular cualquier asunto de fuerza o presencia sobrenatural que esté molestando en algún hogar. Casualmente, después de varios años fuera de circuito, llega un psíquico dispuesto a pasar todas las pruebas que sean necesarias para comprobar que él tiene poderes de verdad. El dúo experto en desenmascarar farsantes cazafantasmas está compuesto por Sigourney Weaver y Cillian Murphy. Ellos forman una muy buena dupla, algo así como Fox Mulder y Dana Scully de Los Expedientes Secretos X. Juntos, se apersonan en un teatro para descubrir la verdad que hay detrás de Leonardo Palladino que no es más que nuestro actor argentino Leo Sbaraglia… y acá es cuando el espectador empieza a incomodarse en la butaca y peor aún cuando se refieren a él con una hermosa frase: “si descubren que es Argentino”. ¿El argentino tiene pinta de chanta o qué quiso decir Cortés en el guión? Uno no tiene dudas del profesionalismo de Sbaraglia pero escucharlo hablar en inglés (porque todavía faltan algunos pesos pesados por aparecer) hace un poco de ruido. Como dice un amigo, en la escena en la que se encuentra con Murphy, Leo se lo come crudo. Y la verdad tiene razón, nada tiene que envidiarle. Cuando al director se le ocurre eliminar a Weaver, Murphy comienza a tener algunos trastornos mentales que ni siquiera se puede comparar con el personaje que interpretó en Batman Inicia. Él cree que la llegada de este psíquico, un Robert De Niro no vidente como Simon Silver, algo tiene que ver con la muerte de su amiga. Hombre a hombre se enfrentan, cada uno quiere mostrar su verdad y las resoluciones son tan obvias que el realizador por las dudas te las remarca por si no quedaron claras. Si en la escena donde De Niro está por bajarse del avión, se quita las gafas oscuras para que sepamos que es “ciego” ¿es necesario después, que entre gritos: “Cómo lo has hecho… cómo lo has hecho…”, recalque esta escena y otras para decir que todo lo anterior era una farsa? Tampoco era necesario, además, darle a Toby Jones el personaje de doctor insoportable, cerrado de creencias y que la supuesta verdad la descubran un par de alumnos. Rodrigo Cortés, mezcla, mezcla todo y mal. Hasta la muerte de Weaver la película tenía un ritmo y oscuridad que perdió después estrepitosamente, sin poder remontarla jamás.
Escepticismo a medias En un capítulo de las últimas temporadas de Los Simpsons, Homero asegura que el lema de la familia es: “abandona mientras vas ganando”. Inmediatamente Marge se encarga de contarnos que una vez fueron a ver Carrie y salieron del cine cuando la protagonista es coronada reina del baile ya que se veía tan feliz. El chiste está bueno e ilustra lo que muchos cientificistas escépticos hubieran tenido que hacer de haber sabido de antemano el final de Luces rojas. La película de Rodrigo Cortés (Enterrado) cuenta cómo dos científicos universitarios, la doctora Matheson (Sigourney Weaver) y el físico Thomas Buckley (Cillian Murphy), se dedican a desenmascarar falsos videntes, curanderos, psíquicos y médiums. Y además relata cómo el más famoso y hábil de estos falsos profetas, Simon Silver (Robert De Niro), vuelve a la actividad luego de 30 años de reclusión, y la obvia relación entre estas dos historias. Para ser justos, Luces rojas, hasta minutos antes del final, es un thriller muy bien construido, que dosifica bien la información y construye sólidos personajes. Todos los actores son de talento y están en perfecto registro de acuerdo a lo que la historia les reclama, incluso De Niro está soportable. Asimismo, la actuación de Sbaraglia (este es un momento Catalina Dlugi) está muy bien. Como ya habrá descifrado el lector, el principal problemas de Luces rojas se encuentra en el final y por dos razones claras que describiremos a continuación intentando no develar ningún detalle de la trama. La primera razón es que Rodrigo Cortés aquí juega a ser M. Night Shyamalan, no sólo porque el final es sorpresa o revelador de una supuesta verdad oculta durante todo el film, sino también por el tema que está tratando: en este caso, lo sobrenatural contra lo natural, creyentes y no creyentes, etcétera. Son tópicos que disfrutaba contar con su habilidad y sensibilidad el director de Sexto sentido en sus años felices, antes de El fin de los tiempos. El problema de Cortés es que no incluye la posibilidad de lo sobrenatural en la realidad lógica del film. Nosotros los espectadores estamos del lado de los escépticos aunque no lo seamos, porque en esa característica policial reduccionista de Luces rojas, los malos son los psíquicos y los buenos los científicos, nunca se cuestiona esta relación. Por lo tanto, el desenlace final es en contra de la lógica de la historia. La otra razón, que se desprende de la anterior, es el problema de la postura que toma la película. Antes de la vuelta de tuerca infantil a la que nos somete Cortés, Luces rojas es un film que tranquilamente hubieran visto muy contentos y tomados de la mano Carl Sagan, Richard Dawkins y el querido Christopher Hitchens (que en paz descanse). Hombres de saber, que a grandes rasgos nos han dicho que no hay razón para meter a Dios (o cualquier otra explicación imbécil) en cualquier hueco de ignorancia abierto en el saber científico y filosófico. Es que mientras la película sostiene una lógica, también sostiene una opinión, y en este caso una opinión fuerte sin concesiones, hasta esos tres minutos de montaje guarango finales. El señor Shyamalan (en otras épocas) hubiera sido mucho más habilidoso, hubiera dejado que la posibilidad de lo sobrenatural nos invadiera y, en esos tres minutos finales, nos hubiera bombardeado con su inverosímil verdad. Pero estas son cuestiones de narración. Lo que aquí se devela es la imposibilidad que tenemos de aceptar la absoluta carencia de magia que hay en nuestro mundo.
Entre el thriller y el drama sobrenatural «Luces rojas» es original como drama sobrenatural, con momentos de buena tensión fantástica que llegan a climas de película de terror. Pero también cambia mucho de estilo y climas a lo largo de las casi dos horas de proyección quitándole fuerza a todo el conjunto, que también peca de una teatralidad algo exagerada. La trama empieza describiendo el extraño trabajo de los científicos Sigourney Weaver y Cillian Murphy, dedicados a acudir a cualquier tipo de evento sobrenatural o de poderes psíquicos, simplemente para demostrar que siempre hay algún tipo de fraude o explicación natural. Como el público está cada vez más interesado en descubrir lo contrario, el departamento de su universidad cada vez les da menos fondos. El regreso de un famoso clarividente ciego retirado hace décadas (Robert De Niro) les podría dar una buena promoción, pero por algún extraño motivo relativo a un experimento de hace tiempo con el mismo personaje, la científica no quiere tener nada que ver con el asunto. Mientras desenmascaran a otro farsante de menor importancia (Leonardo Sbaraglia en una sólida actuación secundaria) va creciendo la tensión alrededor de la presentación en un teatro del famoso no vidente que lo ve todo. Las cosas se complican, y de golpe los científicos que divulgan el escepticismo se ven rodeados de signos de lo sobrenatural. Por supuesto, finalmente la gran confrontación va a tener lugar, pero para ese momento el director no sabrá bien cómo mantener los climas, ni dentro de qué estilo mantenerlos, por lo que la película pasa del melodrama al thriller, con escenas que no cierran del todo bien. La fotografía y todos los rubros técnicos son de primer nivel, y algunos actores se lucen más que otros, empezando por Cillian Murphy que es el verdadero protagonista del film, y un Robert De Niro en un papel atípico que se roba un buen par de escenas.
Cansados hasta el hartazgo de repetir que el español Rodrigo Cortés reventó la escena en 2010 con la asfixiante y perfecta Buried, este sabía que se estaba construyendo una reputación muy grande y que la decepción estaba a la vuelta de la esquina, sea cual fuese el proyecto que abordase a continuación. Pues bien, Luces Rojas constituye un buen ejercicio fílmico que gira en torno a la fe, entre el escepticismo y lo paranormal. ¿Existe o no algo que trasciende a la mente humana? ¿Es que en verdad estamos solos y todo es obra del Destino? Su película plantea buenos interrogantes impulsados por un elenco de primera pero que en resumidas cuentas hace agua cuando elige mostrar las cartas en sus momentos finales. El guión, cortesía de Cortés, establece enseguida la relación entre la curtida doctora Matheson y el joven físico Tom Buckley, ambos en busca de una verdadera prueba tangible de que lo paranormal existe. Hasta ahora, poca suerte han tenido y ambos están a punto de bajar los brazos. Ella es una total escéptica, pero mantiene una luz al final del túnel en espera de que algo pueda salvar a su comatoso hijo; él todavía no se da por vencido, porque sabe que algo más puede existir. Cuando el misterioso Simon Silver regrese a los escenarios luego de una desaparición de tres décadas -hecho obscurecido por la muerte de su detractor número uno en su último show- hace que la curiosidad de Buckley despegue, aún a pesar de la férrea reticencia que le opone su mentora. Con éste hombre no se juega, le advierte. Gran parte del film se desarrolla mientras el dúo escéptico acaba uno a uno con todos los susodichos fenómenos paranormales y genera el ambiente que tendrá toda la película. Sigourney Weaver está especialmente motivada como siempre, y uno de sus discursos es tan emotivo que por poco y te saca lágrimas al transmitir una vulnerabilidad que contrasta muchísimo con el personaje que conocimos al comienzo del film. Su relación con el Dr. Buckley de Cillian Murphy es tierna, hay mucho respeto entre sí y una química innegable. Para cuando entra en escena el psíquico ciego de Robert De Niro, todo se va cuesta abajo. Cortés decide utilizar a un genial, como de costumbre, De Niro para generar miedo en la audiencia, como si el personaje fuese una figura omnipresente y ofrece varios sustos de manual que no encajan del todo con la propuesta en clave thriller que durante la previa media hora venía gestándose. Más aún, hay personajes secundarios que son vagamente esquemáticos, como la pseudonovia de Tom en la piel de una desperdiciada Elizabeth Olsen o la inquietante (sólo en apariencia) asistente de Silver, jugada por Joely Richardson. Hay una mención especial, eso si, para Leonardo Sbaraglia, en una interesante e hilarante escena donde interpreta a un hábil mentalista que resulta ser un farsante absoluto. El trío Weaver, Murphy y De Niro la descose en pantalla pero el guión de Cortés se va desinflando y la emoción de saber si realmente podemos, por una vez, creer o reventar va decreciendo en pos de un acto final carente de imaginación y golpe de efecto, además de un cierre revelatorio que resignifica la película y la sube por un punto o la baja en el mismo rango, todo depende del ojo que la mire. Luces Rojas demuestra que Rodrigo Cortés es un director a seguir de cerca, pero también que debe cuidarse en los excesos que se marca en su propio guión, en este caso. Ni de lejos una mala película, sino que carente de la emoción que poseía Buried. Mejor suerte para la próxima, sabemos que podés Rodrigo.
Entre la razón y la fe Thriller basado en la confrontación entre dos científicos que desenmascaran a farsantes y un psíquico ciego que encarna De Niro. Enterrado, aquel thriller claustrofóbico con un hombre que se despertaba atrapado en un cajón (Ryan Reynolds), le abrió al español Rodrigo Cortés las puertas de Hollywood. Luces rojas es, para bien y para mal, su consecuencia. Un filme de suspenso con elemen- tos sobrenaturales -o bien, con su refutación- plagado de estrellas, bastante esquemático -la industria borrando, una vez más, rasgos de autor-, en el que no sólo se ponen en juego enigmas y tensiones sino también posiciones frente a la existencia. Los doctores Margaret Mathe- son (Sigourney Weaver) y Thomas Buckley (Cillian Murphy) son una dupla de positivistas que combaten a farsantes amparados en las llamadas pseudociencias. Ambos, profesores universitarios, parecen arrastrar situaciones familiares traumáticas (Matheson tiene a su hijo en coma irreversible) y se complementan cual Sherlock Holmes (ella) y Watson, en un vínculo que, además, tiene mucho de relación materno/filial sustituta. En la primera parte, Cortés procura nuestra empatía con ellos, que están del lado de la razón. Que echan luz sobre oscurantismos mercantilistas. Que tienen, como cualquier persona de bien, confrontaciones con colegas esbirros. En este caso, el jefe de un departamento de su universidad (Toby Jones) que, amigo de las apariciones mediáticas y del dinero, intenta darles entidad a ciertos fenómenos supuestamente paranormales. Pero Matheson y Buckley arrasan con los impostores a pura raciona- lidad (en una secuencia intentan dejar en evidencia a un mentalista llamado Leonardo, interpretado con solvencia por Leonardo Sbaraglia, sin que falte un chiste sobre el típico chanta argentino). Pero todo será menos claro cuando aparezca, hacia la media hora de película, un venerado psíquico ciego (Robert De Niro, tan aplomado como ampuloso) que será la contraparte del dúo protagónico y cuestionará los límites de la ciencia. Lo cierto, sin dar más detalles, es que Luces rojas es una película irregular. Oscila entre el liso entretenimiento, con algún destello de humor, y la pretensión metafísica. Tiene calidad técnica, una edición demasiado vertiginosa -muchas veces sin justificación- y algunas puestas en escena pobres y al mismo tiempo grandilocuentes. Las actuaciones de Weaver y Murphy son convincentes; la de De Niro, más allá de las demandas de su personaje, luce más impostada, sobrecargada, distante. Aunque el guión elude ciertos lugares comunes del género, propende a la manipulación, algo que queda más claro en el final. Tal vez lo mejor sea ver Luces rojas sin fe ciega ni racionalismo, suspendiendo, en lo posible, momentáneamente la incredulidad.
El subgénero del thriller sobrenatural es uno de los más atrayentes del cine contemporáneo, con un claro refundador como M. Night Shyamalan con su obra emblemática Sexto sentido. Si bien Luces rojas no llega a un logro semejante, además de abordar una temática apasionante, cuenta con uno de los mejores y más sorprendentes desenlaces de la pantalla grande en los últimos tiempos. El cineasta gallego Rodrigo Cortés ha logrado con sólo dos films ser coptado por Hollywood, en un vínculo que se avizora perdurable. Tras la avasallante y lúcida tragicomedia Concursante, protagonizada por Leonardo Sbaraglia en épocas de gran actividad actoral en España, sacudió al ambiente cinematográfico con la claustrofóbica y fenomenal Enterrado. En este caso arriba a su film más ambicioso, no sólo en cuanto a producción y elenco sino también por internarse en tópicos que llegan a ser más escabrosos –y hasta reveladores- de lo que aparentan. Un dúo de académicos e investigadores de fenómenos psíquicos, empecinados en desenmascarar adivinos, predicadores, médiums y especimenes por el estilo, se topan con el retorno, luego de treinta años, de un legendario metafísico ciego, lo cual se transforma en su mayor reto profesional. Alternativas entre dramáticas y paranormales irán acrecentando la tensión y la intriga – brillantemente urdida- de la trama. No caben dudas que Cortés tiene talento y buenas ideas fílmicas y aquí lo vuelve a demostrar, más allá que Luces rojas (o rotas, porque estallan unas cuantas) deje algunos cabos sueltos. Incluso habrá que verla más de una vez, especialmente en sus tomas finales que presentan ciertos simbolismos al pasar. Dentro del sólido reparto hay que destacar a un De Niro con destellos de sus mejores trabajos, a Cillian Murphy, que lleva con convicción casi todo el peso expresivo del film, y la intensa y desbordante participación de Sbaraglia.
Mentes contra mentes Hay historias que podrían ser mucho más interesantes si abandonaran la idea de que es necesaria una conclusión. Sin dudas en el tema que trata Luces rojas -el conflicto entre ciencia y seudociencia- estaría totalmente justificado pues ambas posiciones son irreductibles. Antes que con un punto final, entonces, ¿no hubiera sido mejor terminarla con un signo de interrogación? Durante toda la primera parte, la nueva película de Rodrigo Cortés (Enterrado) se mueve en un territorio de contrastes y oposiciones, pero lo hace con sutileza y pericia narrativa. Presenta a dos profesores universitarios, Margaret Matheson y Thomas Buckley(encarnados por Sigourney Weaver y Cillian Murphy) que investigan los fenómenos paranormales desde una perspectiva positivista. Persiguen a los farsantes que lucran con la necesidad de la gente de creer en milagros. Uno de esos impostores desenmascarados es un mentalista argentino que se hace pasar por italiano. Lo interpreta Leonardo Sbaraglia -debutante en Hollywood-, en una actuación intensa y creíble. La relación entre ambos científicos es la de maestra y discípulo, aunque hay algo profundo que los une, ya que ella tiene un hijo en coma irreversible y él parece necesitar una madre. A la dupla viene a sumarse una alumna (Elizabeth Olsen), que se convierte en la novia de Thomas. Si bien ese aspecto sentimental de la relación no es desarrollada, la chica termina siendo funcional a la trama, aun cuando no le agregue una pizca de sustancia dramática. Pero el momento clave es la aparición de Robert De Niro metido en la piel de un famoso psíquico ciego que vuelve a los escenarios después de 30 años. Pese a que al personaje es amplísimo, el veterano actor apenas cabe en él, y sus ya legendarios tics y gestos ampulosos atentan contra la tonalidad de la película, como si la atmósfera se enrareciera. Desde ese momento, tanto el guión como la edición (algo apurada para ahorrar tiempo) empiezan a mostrar mínimos desperfectos que se acumularán en la vuelta de tuerca final y harán que todos los enigmas abiertos se cierren uno tras otro como portazos. No obstante, en el camino, hay varias escenas memorables, cargadas de genuino misterio. Además, la sola rivalidad abstracta entre mentes poderosas -aun cuando se degrade el conflicto entre lo racional y lo irracional a una mera cuestión moral- basta para que Luces rojas se destaque al menos por la intención de contar una historia distinta.
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CREER Y DESPUÉS REVENTAR Había bastantes expectativas con respecto al nuevo proyecto de Rodrigo Cortés, un tipo que en su trabajo previo, ENTERRADO (BURIED, 2010), había sido capaz de filmar una gran película adentro de un ataúd y con un solo actor (que encima era el madera de Ryan Reynolds). Su siguiente film, LUCES ROJAS (RED LIGHTS, 2012), es más ambicioso en muchos sentidos. Tiene una historia más "grande", que toca temas trascendentales (la vida después de la muerte, el clásico debate fe versus ciencia y hasta la existencia o no de los fenómenos paranormales) y cuenta con un elenco de nombres importantes: Cillian Murphy, Sigourney Weaver, Robert De Niro, Toby Jones, Elizabeth Olsen y Leonardo Sbaraglia (sí, el argentino). No es malo apuntar más alto, pero el reverso negativo de esa búsqueda se hace notorio en ciertos aspectos, como la presuntuosidad de algunos diálogos, especialmente los de la doctora Margaret Matheson (Weaver), quien junto a su asistente, Tom Buckley (Murphy), se dedica a desenmascarar a los psíquicos, videntes y parapsicólogos que dicen tener poderes sobrenaturales. Cuando el mentalista Simon Silver (De Niro) regresa de su retiro, Buckley intentará convencer a su jefa para que lo investiguen, aunque ella se negará por cuestiones personales. La primera mitad de LUCES ROJAS es superior a la segunda: la buena presentación de los personajes, su mundo y sus inquietudes están bien plasmadas, pero todo se desperdicia con un final sorpresivo pero sin demasiada potencia que no logra aprovechar lo que se había construido hasta ese momento. Es como si el desenlace, a pesar de toda su teatralidad, le quedara chico (qué paradoja) a ese inicio paciente e intrigante que nos hacía tener fe en el cineasta español. Pero como toda burbuja, aunque esta se infle de forma prometedora, se produce el estallido inesperado pero ineludible: en el aire sólo quedan microscópicas gotas de agua flotando imperceptiblemente. Luz roja, entonces, para Rodrigo Cortés: que frene, aproveche y saque el mapa, que elija otro rumbo, porque viene bien, pero podría ir mejor.
Hombres de ciencia vs. Hombres de fe. Un elenco de lujo, una historia interesante, un director prometedor. Todo eso tenía Luces Rojas (Red Lights, 2012) en su arsenal como para convertirse en una de las películas de suspenso más interesantes del año ¿Qué falló? Mayormente, el final. Pero vamos desde el principio. Lo que nos propone Luces Rojas es el clásico enfrentamiento entre la fe y la ciencia. La primera, representada por gente que dice tener poderes telepáticos, telekinéticos, curativos y demás yerbas. Y, por el otro, a científicos que intentarán demostrar con pruebas lógicas y factibles que todo lo que dicen los otros tipos es puro bla bla. Este segundo grupo está representado por la doctora Matheson (Sigourney Weaver) y su asistente, el físico Tom Buckley (Cilian Murphy). Ellos son parte de un departamento cada vez más menospreciado dentro de una universidad y, casi sin fondos, recorren el país para ver fenómenos paranormales, comprobarlos y, siempre, refutarlos. El problema se dará cuando, luego de muchísimos años en el anonimato, vuelva a los escenarios el psíquico ciego Simon Silver (Robert De Niro), que bajó de los escenarios luego de que uno de sus mayores detractores muriera frente a él en un teatro. Claro, los creyentes no dudaron en que el mismísimo Simon le hizo explotar el corazón con el poder de su mente, con lo cual decidió retirarse un tiempo para salir del foco de atención. Él y la doctora Matheson ya tuvieron un encuentro, en el cual ella quedó muy mal parada. Es por eso que la científica no quiere volver a enfrentarse a Silver, algo que Buckley desea con toda su alma. Hasta ahi lo que se puede contar sin dar spoilers relevantes. Luego, la película da un giro tan dramático que parece que estamos viendo otra cosa. La primera hora, pongamos, es una típica obra de suspenso, buena e interesante, pero después todo se va al diablo por algo así como un síndrome M. Night Shyamalan: intenciones de dar giros y sorpresas todo el tiempo que, en la mayoría de las veces, quedan truncas. Si Rodrigo Cortés (conocido por la claustrofóbica Enterrado) hubiera tenido menos pretenciones y mejor desarrollo, todo podría haber sido distinto. Eso si, Cortés pecó también con los clichés, haciéndolos excesivos, obvios y hasta graciosos. Un ejemplo claro es la escena en la que conocemos a Silver. Ahí está, bajándose de un avión con un porte solemne y unos anteojos negros. De golpe, se quita las gafas solo para mostrar sus ojos atrofiados a la cámara. Luego, vuelve a ponérselos ¿Qué necesidad había de demostrarnos tan tontamente que Silver es ciego? ¿No había una millonada de recursos más sutiles? Y, lo peor: como este, infinidades. Luces Rojas tiene una buena primera hora y un pésimo descenlace. Es gracioso, pero hasta recomiendo que vean los primeros 60 minutos porque de verdad es una película interesante, con cierto ritmo y un suspenso que logra atrapar, pero el remate de la película cae tan bajo que hace que todas las buenas intenciones sean bombardeadas por resoluciones tontas, sobreactuaciones y cosas que solo se pueden explicar mediante algún fenómeno paranormal, porque de lógica, nada nada. @JuanCampos85
Hay otra realidad que no se deja ver “No debes negar la realidad que no puedes explicar”. Lo dice un personaje, pero le cabe a más de uno con poder. El que habla es un científico con problemas de presupuesto que confronta con un par de colegas que se dedica a desenmascarar mentalistas magos, curanderos y cuánto personaje desafíe los límites de lo racional. Desde allí el filme comienza un largo batallar entre la fe y la razón, el positivismo y el relativismo, lo normal y lo paranormal, los misterios y los misteriosos. Y atrapa ese juego de cajas chinas y suspenso. Este par de científicos descreído desbarata mucho adivino trucho, pero hay algo que no los deja estar tranquilos del todo, un más allá que cada tanto da señales que la realidad no se agota en la razón y que hay una zona donde lo inexplicable se abre paso. La lucha crece cuando regresa a los escenarios un parapsicólogo que dobla cucharas, cura enfermos, juega con la telepatía y desafía a los científicos. Un tema interesante, bien manejado, con un impecable tratamiento visual que tiene más de un logro a la hora de plantear el asunto. Pero de a poco el suspenso va dejando lugar al thriller, los personajes se desatan y todo empieza a caer a partir de una rebuscada pelea en un baño. El desenlace, insólito y grotesco, sólo sirve para que el director firme la paz entre estos dos polos opuestos. Y para que confirmemos que hay otra realidad más allá de lo que nos cuentan
Entre la ciencia y la fe La doctora Margaret Matheson (Sigourney Weaver) y su joven ayudante Tom Buckley (Cillian Murphy) se dedican a desenmascarar a los que lucran con las actividades paranormales. En su mira están los curanderos, los médiums y demás chantas del mercado espiritual. Su trabajo da resultados con un curandero de poca monta (Leonardo Sbaraglia), pero su mayor desafío es el psíquico Simon Silver (Robert De Niro), que reaparece después de treinta años de ausencia. El planteo es ambicioso, pero el director y guionista español Rodrigo Cortés, que sorprendió hace dos años con “Enterrado”, no eligió el mejor camino para desarrollar el tema. “Luces rojas” es claramente un thriller sobrenatural, que en su estructura también tiene una subtrama policial. El filme se vislumbra como interesante cuando se concentra en la apasionante búsqueda de los científicos, pero a medida que pasan los minutos es evidente que el director prefiere crear suspenso a cualquier precio, aún con recursos muy previsibles, y que temas tan ricos como la tensión entre la fe y la ciencia quedan reducidos a un puñado de golpes de efecto. El final con vuelta de tuerca (al mejor estilo “Sexto sentido”) da por tierra con lo poco de original que podría haber tenido la película. Y cuando llega — después de tantos gritos, sobresaltos y efectismo— la verdad es que ya no causa ninguna sorpresa.
Los fenómenos paranormales han dividido las aguas desde siempre. Están aquellos que creen a ultranza en que hay una fuerza superior que nos permite experimentar sensaciones generadas por fuentes desconocidas. En la otra vereda se ubican los que aseguran que para todo fenómeno sobrenatural existe una explicación lógica, racional y científica. Margaret Matheson y Tom Buckley (Sigourney Weaver y Cillian Murphy) son investigadores dedicados a develar engaños paranormales: se trasladan hasta el ámbito en donde se producen estas apariciones o “contactos” con el más allá para comprobar el origen fraudulento de los charlatanes que se aprovechan de la necesidad y desesperación ajenas. Luego de desenmascarar a un mentalista argentino que se hace pasar por italiano (Leonardo Sbaraglia, con un inglés imposible de descifrar si no fuera gracias a los subtítulos) llega el desafío que marcará un quiebre en sus carreras: Simon Silver. Misteriosamente retirado hace más de treinta años, Silver (Robert De Niro) es un adivino ciego que vuelve al candelero para brindar una serie de shows en diversas ciudades. Desoyendo las recomendaciones de Matheson, Tom comienza a obsesionarse con Silver, hasta que realidad, magia, escepticismo y credulidad se funden a tal punto que nada es lo que aparenta ser. Bajo la dirección de Rodrigo Cortés, “Luces rojas” está claramente dividida en dos partes, que funcionan de manera muy distinta. El inicio, los viajes, las investigaciones, los modos de desacreditar a los falsos mentalistas y cómo se transmite ese conocimiento a los estudiantes funciona gracias a la dupla Weaver/Murphy. Mucho de ese descreimiento recuerda a la Agente Scully tratando de echar algo de raciocinio a las especulaciones fantásticas de Mulder. En cambio, la segunda mitad, cuando se transforma el relato en un supuesto thriller de suspenso, con algo de policial y de persecución psicológica, todo lo que se fue construyendo segundo a segundo, cuadro a cuadro, en los primeros sesenta minutos, termina temblando y desmoronándose. El final, un desenlace pomposo, exagerado y ridículo además propone una gran “revelación”, similar a esas que en un momento destacaron a M. Night Shyamalan y que luego terminaron convirtiéndolo en un hazmerreír en Hollywood.
Me gusta ir a ver las películas sabiendo lo menos que pueda de ellas. De esta forma no me genero demasiadas expectativas, no me veo condicionado por otras opiniones y puedo ser lo más objetivo posible, si es que existe la objetividad, a la hora de juzgarla. En este caso sabía que la película estaba escrita y dirigida por Rodrigo Cortés (me encantó “Buried” y no me gustó, para ser un tanto eufemístico, “Emergo”). Por lo tanto no sabía si el film era un thriller o una película de terror, y en los primeros minutos me incliné por esta segunda opción. Por suerte me equivoqué. El film es un thriller y trata sobre dos científicos que se encargan de investigar los diferentes fenómenos paranormales con el fin de declararlos fraudulentos. Ellos son la renombrada Margaret Matheson (Sigourney Weaver) y su genial aprendiz Tom Buckley (Cillian Murphy). Cuando, luego de una ausencia de treinta años, reaparece un adivino y mentalista ciego llamado Simon Silver, interpretado por Robert De Niro, es cuando los problemas comienzan. Silver es el único médium que la Dra. Matheson no ha podido atrapar realizando fraude. Tom Buckely termina por obsesionarse con el mismo lo que lo llevará a una peligrosa carrera para demostrar la falsedad de Silver, carrera en donde varias vidas se pondrán en riesgo. Lo más atractivo del film es sin lugar a dudas el reparto. En este se destaca la pareja de protagonistas, Weaver y Murphy, ambos con grandes actuaciones, en papeles que son bastante exigentes, sobre todo el de este último. Bobby De Niro dejó de tener ganas de actuar hace años. Yo realmente creo que lo hace por costumbre ya. No se luce, como ya sabemos, de acuerdo a su presente actoral. Dentro de los actores de reparto tenemos a Elizabeth Olsen (La hermanita menor de las gemelas), que recién está comenzando su carrera actoral, pero se puede apreciar que tiene talento (hace poco vi y reseñé “Silent House” y ella realmente se lució). Joely Richardson (Julia McNamara en la irreverente Nip/Tuck) interpreta a la manager de Simon Silver, y si bien tiene un papel menor, se puede apreciar su capacidad actoral. Y Finalmente tenemos a “nuestro” Leo Sbaraglia, que interpreta a un mentalista, quien por supuesto es un fraude. Solo aparece en dos escenas, pero está muy bien, sobre todo en la última. La dirección no terminó por convencerme. Puede ser que cómo sabía que el director era Rodrigo Cortés, yo esperase un poco más del film, pero me pareció demasiado obvio en algunos momentos. Yo entiendo que en los parámetros del cine de Hollywood uno tiene que mencionar las cosas tres veces para que el espectador se dé cuenta de la misma, pero se puede ser un poco más sutil. Tomemos la escena donde se nos presenta a Simon Silver. Primero lo vemos que camina por un avión tocando las paredes, luego vemos que se enoja cuando alguien le ofrece ayuda, y por último lo vemos que sale con anteojos de sol a la escalera para bajar del avión. Si todavía no te habías dado cuenta de que él es ciego, no te preocupes, porque él se saca los anteojos de sol y podemos verle los ojos, que son de ese color lechoso y mirada perdida, típico de los ciegos. Si el film es predecible, y realmente el mismo apunta a sorprenderte, quiere decir que algo falla. El guión por lo tanto no es efectivo. Si bien los diálogos son creíbles y hay varias escenas que te generan escalofríos y hay otras muy bien realizadas, la opinión general que me queda tanto de la dirección cómo del guión no es del todo positiva. Si te gustan los thrillers, si querés disfrutar de un gran reparto en su mayoría bien aprovechado, si te gustan los sustos, aunque no es una película de terror tiene varios, y si querés sentirte estúpidamente orgulloso de ver a un gran actor argentino compartiendo cartel con las estrellas de Hollywood te recomiendo ir a ver “Red Lights”. Te vas enterar de ciertos trucos que tienen los mentalistas a su disposición a la hora de engañarte. Pero te vas a dar cuenta del más importante de todos, y es que vos querés creer, por lo tanto vas a hacer lo que puedas para engañarte a vos mismo.
(Anexo de crítica) El año pasado Rodrigo Cortés sorprendió a público y crítica con la inesperada Enterrado, una obra pequeña que logró sorprender por su clima sofocante. Nobleza obliga, admito que particularmente la película no llego a conmoverme, casi todo lo contrario; cuestión de gustos. Lo cierto es que este director español pasó del día a la mañana a ser un autor muy “apreciado”, y había muchísimas expectativas respecto a su próximo film; de este modo llega Luces Rojas. Lo primero que hay que aclara es que este nuevo opus (que nada tiene que ver con el excelente film francés de 2004 con el que comparte título) tiene algunas similitudes con Enterrado, pero también fuertes diferencias. Es muy difícil contar un argumento como el de Luces Rojas sin caer en la tentación de adelantar algo. Sigourney Weaver (en un rol muy logrado) es una doctora en parapsicología que trabaja, junto a un ayudante, Cillian Murphy, para una universidad descubriendo a los farsantes que dicen poseer algún poder místico o sobrenatural y en realidad sólo buscan el lucro (gran participación pequeña de Leonardo Sbaraglia como uno de ellos). Sin revelar más de lo justo, en un principio la historia nos sumerge en su mundo, para luego (tras un hecho que no voy a contar) pasar al caso de un ciego (Robert DeNiro en su salsa de sobreactuación bien lograda) que la juega de mentalista y dice poder sanar o matar tan sólo con su mente… no va a ser tarea fácil desmentirlo. Para apreciar esta película desde el comienzo hay que aceptar ciertos convencionalismos, hay planteos que uno no debe hacerse desde la lógica; es un film de magos y descubrefarsantes serios y académicos, como El Ilusionista pero en un tono más cruento, misterioso, por decirlo de algún modo. Es obvio que Cortés contó con muchos más elementos esta vez, todo se nota más grande. Pero aun así el clima opresivo está presente al igual que en su anterior película, solo que de una manera distinta. Ese es el gran logro del director en Luces Rojas, la construcción desde todos los detalles de un mundo extraño y a la vez fascinante. Tal vez esto se deba a la oportunidad ahora de contar con un guión propio, aunque su última experiencia e el área (Donde habita el diablo) haya sido bastante pobre. Sin lugar a dudas el protagonismo es de Cillian Murphy, pero las fuerzas interpretativas de Weaver y De Niro terminan por comerse su rol; y el guión sabe otorgarles sus buenos momentos. Luces Rojas tiene mucho de dos películas recientes, una es La Invención de Hugo Cabret con su visión cinematográfica de la magia (o mágica del cine), y otra es la aún no estrenada The Awakenings en la cual Rebecca Hall se encarga descubrir la verdad detrás de ciertos mitos como casa embrujadas. Dos grandes películas a las cuales esta obra de Cortés no llega a igualar pero que igualmente le alcanza para ofrecernos un buen rato de misterios, intrigas, y fascinación por ese mundo oculto que es la magia. Hay momentos hipnóticos, vueltas y giros constantes (hasta uno sobre el final que dividirá las aguas), y una pregunta, lógica, queda rondando, la eterna ¿sirve descubrir el truco de los magos, o es mejor entregarse a su mundo de fantasias sin cuestionamientos?
Dada la anticipación del filme, esto es los actores citados, Robert de Niro, Sigourney Weaver, Cillian Murphy, Toby Jones, Joely Richardson, más la expectativa por la aparición de Leo Sbaraglia en una producción de la industria yankee, todo estaba dado para bien predisponerse. A todo esto se suma que su responsable directo es el realizador nacido en Galicia, España, Rodrigo Cortés, quien se habría abierto las puertas de Hollywood con su último filme “Enterrado” (2010). Película esta en la que hacia un despliegue increíble de conocimiento de como manejar los espacios y las posiciones de cámara, promoviendo un suspenso con variables honestas que otorga el cine como estructura narrativa. Las primeras secuencias de “Luces Rojas”, en la cual nos presentan a dos científicos, Tom Bucley (Cillian Murphy) y Margareth Mateshon (Sigourney Weaver), revelando a un par de farsantes mentalistas que dicen tener percepciones paranormales pero cuyo único fin es el de abultar sus arcas engañando a la gente. Nada de lo visto es de gran originalidad, pero sí es en este momento donde el director vuelve a demostrar que sabe cómo, cuándo, y con qué herramientas narrar para atrapar al espectador. Conlleva en esas secuencias una toma de posición al respecto, pero el problema es que luego el texto fílmico derrapa de tal manera que nunca podrá volver a encausarse, y no es porque un entrecruzamientos de géneros sea pecado, sino que el problema es cuando no esta del todo justificado, ni bien resuelto. Estos dos científicos son subvencionados por los fondos de una universidad, pero estos se ven en detrimento por otra área de la misma universidad que intenta demostrar la existencia de personas dotadas para las actividades y los fenómenos metapsíquicos, su coordinador es el Dr. Paul Shackleton (Toby Jones), presentado aquí como el antagonista de los científicos cuya única finalidad es desenmascara farsantes. Por supuesto que es mucho más lucrativo lo místico del misterio, y hacia allá apunta el interés de la alta casa de estudios. Si uno hiciera el ejercicio mental, luego de ver la película, de producir la desaparición de este personaje, pondría de relieve que nada en cuanto a esencia se modifica ni en la estructura, ni en el discurso, ni en la manipulación engañosa que realiza el director del filme, siendo este elemento el primero en aparecer. Transcurrida casi la primera mitad la proyección hace su aparición en la pantalla, reaparición según el cuento, Simon Silver (Robert De Niro), un gran mentalista ciego que se llamó al ostracismo hace treinta años por, al parecer, razones más que muy justificadas. Él será el verdadero contendiente, en principio no del dúo científico sino históricamente de Margareth, pero por otros giros, que intentan ser sorpresivos, flshback mediante, como recurso de instalación de verosímil, música empática acorde al momento, el manejo de la cámara, sin el cuidado de hacer jugar los espacios como otro protagonista, todo esto en su conjunto sólo terminan siendo a esta altura, en el siglo XXI, un catalogo de lugares comunes sin la menor gracia y atractivo. Ni siquiera el buen despliegue técnico, como la muy buena dirección de fotografía, el buen diseño de sonido, y las buenas actuaciones, salvan al producto del incendio. De Niro construyo su personaje con los ojos cerrados; Murphy de buena labor, termina siendo el verdadero protagonista de la historia; Weaver al igual que Jones no necesitan de esto para demostrar sus capacidades histriónicas, y Leo siempre sólido y encontrándole la vuelta a su personaje, cumple. Lastima, me hubiese gustado verlo en una misma escena, en un mismo plano, con De Niro. Pero no todo en la vida es como uno lo desea, esta película tampoco.
Apenas una fascinación hipnótica Entre incrédulos, desenmascaradores de los que dicen poseer poderes parapsicológicos y auténticos videntes, transcurre esta historia que se mueve entre maestros y discípulos, algunos planes y coartadas, con ciertos elementos de intriga. Debo decir que al ver su film anterior, Enterrado, ("Buried"), experimenté frente a este joven director, Rodrigo Cortés, una muy particular y por cierto renovable, en el cine de géneros, sucesiva gama de reflexiones. Ambientar una microhistoria en un espacio cerrado, centrar toda la atención en un único personaje, la luz de una llama y los llamados de un celular pueden llegar a reescribir los paradigmas del relato clásico, en el marco de las tensiones sociales y políticas del mundo de hoy; en el que el individuo, no es más que un sujeto identificado con un código, expuesto a sistemas de vigilancia, instrumento de la voluntad de perversos marionetistas. A lo largo de noventa y cinco minutos, en este film que conocimos hace sólo dos años, el personaje que compone un destacado Ryan Reynolds, Paul Conroy, quien por razones ajenas a su voluntad y por prepotencia bélica del accionar expansionista se ve atrapado en un espacio lóbrego (en un símil poeiano de "Entierro prematuro), el lóbrego espacio que lo circunda está atravesado por voces que provienen del mundo exterior, imágenes que van languideciendo a medida que el oxígeno se va diluyendo entre claroscuros y sombras evanescentes. Frente a esta construcción severa, tensionante, en este nuevo film Cortés ha optado por una temática que en sí puede llegar a fascinar hipnóticamente a más de uno (me cuento entre ellos), pero que a los fines de servir a los guardianes de la industria, va perdiendo esa línea de suspense inicial,para hacer uso de efectos, recursos, que pretenden shockear y causar sobresaltos...pero que,en definitiva, fatigan, por echar mano de ese abc del manual del cine que pretende alimentar taquillas. Entre incrédulos, desenmascaradores de los que dicen poseer poderes parapsicológicos y auténticos videntes, transcurre esta historia que se mueve entre maestros y discípulos, algunos planes y coartadas, con ciertos elementos de intriga y evidente intención de chorrear misterio desde la banda sonora, plagiaria de ruidos risiblemente pesadillescos. Con un cartel actoral, que nos trae al mismo Leonardo Sbaraglia en un rol no precisamente de paso, aquí tenemos ya a una decidida y severa Sigourney Weaver y a De Niro, en un rol en el que ya desde su primera aparición en cuadro, bajando del avión, con anteojos negros, protegiendo su ceguera, deberá enfrentarse a desafíos. Aunque es un joven, el actor Cillian Murphy, protegido de la Dra. Matheson el que lleva a su cargo el recorrido por ese fallido laberinto. De pronto, nos planteamos: ¿por qué haber olvidado la lección de los grandes maestros del género, cuando señalaban que no se trata de ir acumulando ni de explicitar; sino, la de sugerir, la de narrar desde los silencios, desde lo que no se muestra, desde ese fuera de campo que está más en la mente del espectador y no en el desaforado y repetido empeño de remarcar lo obvio y subrayar lo que se podría apenas sugerir?. Se trata, entonces, de volver a mirar a aquellos grandes maestros: Fritz Lang, Jacques Tourneur, Robert Siodmak, Alfred Hitchcock, Claude Chabrol, el mismo Orson Welles, Robert Aldrich, William Castle, Curtis Harrington, René Clement y entre los realizadores argentinos, Carlos Hugo Christensen, Mario Soffici y Daniel Tinayre, entre otros. Recordemos que hace algunos años, conocimos un film de origen francés llamado igualmente, Luces Rojas, sobre la misma novela de Georges Simenon. En clave de relato de suspense, en una línea borrosa entre la vigilia y el sueño, esta realización de Cedric Kahn, más que recomendable, cuenta con las actuaciones de Carole Bouquet, una de las actrices de Buñuel de su último film, y de Jean Pierre Darrousin, actor que componía al inspector de policía en el sublime film El Puerto de Aki Kaurismaki.
"HIPNÓTICO Y TENSO THRILLER CON GRANDES ACTORES" Habiendo debutado en el largometraje con “Concursante” (2007) y logrado atención internacional y enorme impacto con “Enterrado” (2010), el director español Rodrigo Cortés presenta su tercer trabajo, “Luces rojas” , un intrigante thriller sobrenatural, para el que ha contado con los protagónicos de Sigourney Weaver, Robert De Niro y Cillian Murphy. La trama arranca poderosamente, con una intensa escena de espiritismo en una alejada casa, a la que fueron convocados la doctora Margaret Matheson (Weaver) y su joven asistente Tom Buckley (Murphy). Ambos se dedican a desenmascarar los fraudes de quienes se atribuyen poderes paranormales, y lo logran una vez más en esta escena inicial. La investigadora, con la soberbia de quienes triunfan en sus descubrimientos, presenta sus teorías dando clases en una universidad, pero su altanería se derrumba cuando se entera que, tras treinta años de ausencia, el legendario psíquico Simon Silver (De Niro) reaparece en escena, convirtiéndose en todo un desafío para científicos y escépticos. A pesar que Margaret pretende no involucrarse, porque Silver es el único que, en el pasado, la ha hecho dudar sobre sus propias certidumbres (relacionado con una subtrama que implica al hijo de ella), su asistente Buckley empieza a obsesionarse con él y con los fenómenos que lo rodean. Un sorprendente giro relacionado con el personaje de Sigourney Weaver hace que el de Cillian Murphy se lleve todo el peso y dramatismo de la historia, hasta un final con (tal vez) demasiada parafernalia. Lamentablemente, en ningún momento emocionan o angustian los devenires de los personajes principales, a pesar que la construcción de los mismos incluyen características dignas de ello. Sí hay que reconocer el gran trabajo actoral de Weaver y Murphy, logrando excelente química entre ambos y con una presencia hipnótica en las escenas que llevan adelante, tanto juntos como separados. Robert de Niro le aporta su enorme estampa al reparto, erigiéndolo como poderosa figura antagónica del relato. Toby Jones, Joely Richardson, la ascendente Elizabeth Olsen y "nuestro" Leonardo Sbaraglia en roles de reparto, logran atraer con sus breves participaciones. Habiendo dedicado un año y medio a estudiar los fenómenos paranormales y las distintas respuestas a éstos, Rodrigo Cortés presenta una aproximación a este discutido campo de los poderes ultrasensoriales. Crea una perfecta ambientación para generar expectativa, intriga, tensión, drama; y lo logra de manera tal que, posiblemente, lo ha dejado sin energía para el desenlace, que se presenta algo grandilocuente y pretenciosamente sorpresivo (con una revelación que resignifica lo anteriormente visto), un poco por debajo de la calidad obtenida durante gran parte del metraje. A pesar de ello, el filme atrae muchísimo y logra ser un perfecto entretenimiento que no decae nunca, al contrario, se acrecienta, pero no termina de ser redondo por todo lo apuntado. Lo mejor es verla, disfrutarla, y sacar propias conclusiones.
En “Luces rojas”, dos investigadores de fraudes paranormales —la veterana doctora Margaret Matheson y su joven ayudante Tom Buckley— estudian los más diversos fenómenos metapsíquicos con la intención de demostrar su origen fraudulento. Simon Silver, legendario psíquico, tal vez el más célebre de todos los tiempos, reaparece después de treinta años de enigmática ausencia para convertirse en el mayor desafío mundial para la ciencia ortodoxa y los escépticos profesionales. Tom comienza a desarrollar una densa obsesión por Silver, cuyo magnetismo se refuerza de forma peligrosa con cada nueva manifestación de oscuros fenómenos inexplicables…
Expectativas... malditas expectativas Un poco de decepción es lo que se siente cuando uno termina de ver el film y se retira de la sala, sobre todo por las expectativas que se habían generado en torno a este nuevo trabajo del prometedor director español Rodrigo Cortés, el mismo que se hizo cargo de la exitosa "Enterrado". El reparto que compone la historia también suscitaba mucha ansiedad, las superestrellas Robert De Niro y Sigourney Weaver junto a uno de los jóvenes actores más talentosos de los últimos tiempos como es Cillian Murphy, esto sumado a una trama sobrenatural interesante y pocas veces vista en la gran pantalla. El problema fue justamente esa expectativa gigante que se creó para una producción que, sin ser mala, no era todo lo fabulosa que se venía prometiendo en la promoción del film. Esperar mucho de alguien o algo, a veces produce este tipo de decepciones, sobretodo cuando el producto en cuestión no está a la altura de las circunstancias como es el caso de "Luces Rojas". Rodrigo Cortés se equivocó en querer ser original emulando a un controvertido como es M. Night Shyamalan... esta vez la vuelta de tuerca no produjo el efecto que seguramente el director se imaginó en su cabeza y el final de la historia termina siendo una copia media chabacana de alguna conclusión Syamalanama (me salió con rima y todo). El trabajo de todos los actores es muy bueno, sobre todo el del protagonista Cillian Murphy y el de Sigourney Weaver, pero más allá del talento interpretativo y del buen ojo de Cortés para crear tensión y clima, la película se va cayendo de a poco a medida que avanza el metraje, en gran parte, por la falta de resolución de una trama que estaba bien encaminada pero que no supo cerrar con la sorpresa y el impacto deseado, y por otro lado algunos problemas estructurales que no se solucionaron de la mejor manera. El espectador llega medio agotado al final. Creo que las aguas van a estar divididas... habrá gente que disfrute bastante este thriller sobrenatural y otros que no saldrán del todo convencidos de la sala... yo soy de estos últimos.
Un filme pleno de artificios y ardides Rodrigo Cortés debutó como director con Concursante (2007), pero adquirió fama con el claustrofóbico filme titulado Enterrado (2010), que le abrió las puertas para encarar esta coproducción y convocar a intérpretes de primer nivel como Sigourney Weaver y Robert De Niro. Weaver interpreta a Margaret Matheson, profesora universitaria dedicada a refutar las actividades fraudulentas de parapsicólogos, psíquicos y mentalistas, farsantes que lucran con la ingenuidad o buena voluntad de sus ocasionales espectadores. Es asistido por Thomas (Tom) Buckley, interpretado por el joven irlandés Cillian Murphy. Uno de los desenmascarados es un chanta argentino llamado Leonardo Palladino (Sbaraglia), quien se hace pasar por un psíquico italiano. Además, para graficar su labor, Matheson y Buckley también intervienen en sesiones de espiritismo y algunos otros casos de similar catadura. Pero el verdadero conflicto dramático se instala en la trama con la reaparición de Simon Silver (De Niro), un ampuloso astro del mentalismo, que es ciego, fue una gloria en los años sesenta y principios de los setenta, y se retiró a cuarteles de invierno después de la muerte de un periodista, que fue su principal impugnador. El regreso de Silver genera una enorme expectativa. Buckley le propone a Matheson investigarlo, pero ella se niega, porque lo considera un hombre peligroso y por un episodio del pasado que la tuvo como protagonista y que se explicita en el filme. Buckley resuelve, entonces, investigar a Silver por su cuenta y riesgo, lo que le acarreará consecuencias no deseadas, inclusive en su integridad física. La decisión de Buckley también quiebra la relación profesor-asistente y la "materno-filial", que en cierta medida se había establecido entre ambos desde el momento que el hijo de Matheson entró en estado de coma irreversible. Las confrontaciones de Buckley con Silver llevarán al joven universitario a un insólito descubrimiento, que inclusive llega a contradecir los sustentos científicos que hasta entonces motorizaron sus investigaciones. Luces rojas registra pretensiones metafísicas y un suspenso fantástico al estilo de los filmes de M. Night Shyamalan. Pero Cortés sucumbe en sus propias ambiciones, porque si bien filma de manera brillante, como guionista todavía se encuentra en trance de descubrir una identidad creativa. Viendo el filme, se puede verificar que el mayor tramposo no es Silver, sino el propio Cortés. Se sabe que por su naturaleza, el cine está plagado de artificios y ardides, pero Cortés hace uso de esos recursos con el mismo descaro que los tristemente famosos mentalistas o sanadores gritones. Esta artificiosidad narrativa es la que domina a la historia de cabo a rabo. De todos modos, si el espectador se presta al juego que propone el director y admite que lo engañen, puede pasar dos horas de intenso entretenimiento. Y de paso descubrir por qué el personaje central de esta historia es el personaje interpretado por Murphy, quien arriesga mucho más que sus dos veteranos coprotagonistas.
A medias luces Rodrigo Cortés nos había dejado más que entusiasmados con su anterior filme "Enterrado", verdadero thriller minimalista e ingenioso, en tanto ahora regresa con un nuevo título que desde el vamos parecía prometer bastante perooo...al inicio la historia pinta bien, parece augurar más de lo que va a darnos. Hay una pareja de investigadores de fraudes paranormales, la Dra. Matheson (Sigourney Weaver) y su asistente Tom (El irlandés Cillian Murphy), quienes van por allí desenmascarando algunos fenómenos metafísicos que no lo son tanto. Hasta la aparición de un célebre superdotado llamado Simón Silver (Robert de Niro, con actuación en piloto automático), quién ha sido históricamente el más famoso y polémico, y que ahora será destino de rebelación de si se está ante un genuino "freak" o simplemente un farsante. El filme atraviesa un tiempo de misterio y suspenso que no desentona para después desbarrancar casi torpemente, algo asi como que al mejor cazador se le puede escapar la liebre, en esta caso el cazador sería Cortés (director) y la liebre (el guión). He aquí el error de esta propuesta en su segunda hora más floja cuando el asunto nunca termina de levantar vuelo. Entre tanta ida y vuelta de la trama, surge en el rol de un medium chanta, nuestro compatriota Leo Sbaraglia, quién borda correctamente su papel, más que aceptable.
No todos los fenómenos paranormales son auténticos. Dos científicos acuden a una casa donde se han producido estas alteraciones de la realidad. Los especialistas parecen muy dispuestos a demostrar que en este tipo de experiencias abundan las supercherías, el fraude y las manipulaciones. El asunto se complica con el regreso de un famoso clarividente ciego (R. De Niro). Por algún motivo, la doctora que encarna Sigourney Weaver no quiere seguir adelante con las investigaciones. El protagonista es Cillian Murphy, pero por ahí anda Leonardo Sbaraglia como una rara mezcla de mago, vidente y farsante. La presencia de De Niro le pone color e inquietud a la trama, una mezcla de thriller y melodrama con extrañas e impensables derivaciones. Dentro del género, una pieza desconcertante. Dirigió el español Rodrigo Cortés (“Enterrado”).
Retomando algunas clases universitarias y analizando el filme, recuerdo las palabras de un gran profesor: “El protagonista no siempre es el primer actor”. Pero aquí no importa solamente eso. La película respeta los tiempos de Hollywood, introduce respuestas a preguntas básicas (y reveladoras), y tiene un punto de quiebre minuciosamente marcado. Todo esto convierte a “Luces Rojas” en un gran thriller. Luces rojas cuenta cómo dos científicos investigadores de fraudes paranormales, la veterana doctora Margaret Matheson (Sigourney Weaver) y su joven ayudante Tom Buckley (Cillian Murphy), estudian los más diversos fenómenos metapsíquicos con la intención de demostrar su origen fraudulento. Simon Silver (Robert De Niro), legendario psíquico, tal vez el dotado más célebre de todos los tiempos, reaparece después de treinta años de enigmática ausencia para convertirse en el mayor desafío mundial para la Ciencia ortodoxa y los escépticos profesionales. ¿Cómo retomar un tema tan trillado como “lo paranormal”? ¿Cómo darle una vuelta de rosca sin caer en los típicos finales? Una vez más el director español Rodrigo Cortés demuestra su capacidad de entrometerse en Hollywood y satisfacer. Es que después del éxito de “Enterrado” en 2010 no podía ser menos y decidió apostar a lo grande. Cortés convocó un gran reparto de actores, de la talla de Robert De Niro, Sigourney Weaver, Cillian Murphy, Toby Jones y Leonardo Sbaraglia (si, Leo Sbaraglia el argentino) que brillan durante todo el filme. Enfrentó una temática más que usada en estos días y le introdujo giros narrativos, vertiginosidad, bastante suspenso y un giro final que nos hace repensar toda la película. Esta bien, no todo es color de rosa. Hay que prestarle bastante atención al filme. Si bien tiene un buen ritmo, tiene gran cantidad de diálogo y la trama se enreda a medida que pasan los minutos. Es por eso que digo que dan ganas de verla nuevamente, al estilo “Sexto Sentido”, para prestar atención a otros detalles. No es malo recordar que el director sabe muy bien como marcar los climas, como generar los suspensos y la iluminación de la película ayuda mucho a crear ambientes. En todo esto, la edición final aporta gran fluidez a un filme que no se hace monótono ni aburrido y que tiene dos momentos bien marcados en la narración. Sin dudas, una nueva y buena película del director español que los mantendrá atentos de principio a fin en las butacas del cine. Y recuerden: “El protagonista no siempre es el primer actor”.