Si de pasiones se trata… Estamos ante un dupla que a primera instancia parece prometedora, y hay que ser justos, no defrauda, pero nos deja con ganas de un poco más. Juan Taratuto (No sos vos, soy yo, Un Novio para mi Mujer) es un buen director de cine, con historias simples, en las que mayormente nos plantea los conflictos de una pareja, ya sea abordándola desde el punto de vista femenino o masculino. Eduardo Sacheri es un gran escritor cuyos libros han alcanzado gran aceptación en el público, y gracias a quien nuestro país recibió su segundo Oscar, por la película El Secreto de sus Ojos, basada en su libro homónimo. Ahora bien, la ecuación planteada: buen director de cine más un excelente escritor (quien se suma a la adaptación del guión) y actores que no destacan pero logran lo propuesto, nos debería dar una muy buena película. El resultado tal vez no llega a tanto pero hablamos de un buen largometraje, aceptable para los que nos gusta el fútbol, incluso algo nostálgico. Esto no es poca cosa para un cine argentino marketinero desesperado por mostrar en una película lo que se puede ver en cualquier noticiero a media tarde. La historia se centra en cuatro amigos fanáticos del fútbol y del club Independiente: el relato comienza con la muerte de uno de ellos, el “Mono”, quien reaparecerá a lo largo del film mediante recuerdos de sus amigos y de su hermano. Fernando, el hermano del Mono, el “Ruso” y Mauricio (no debe ser casual que el único que logró salir del barrio, y convertirse en un prestigioso abogado, no tenga apodo) se enteran que el Mono no dejó ni un solo centavo en su cuenta, había recibido una indemnización de 300.000 dólares y lo invirtió todo en comprar a una promesa juvenil del fútbol, Mario Juan Bautista Pittilanga, un delantero de un club de Santiago del Estero con un problema fundamental: no hace goles. Este grupo de entrañables amigos intentará por todos los medios, y bajo todos los trucos e ingenios, vender al jugador para asegurarle un futuro a la hija de nueve años del Mono, Guadalupe. Tal vez el fútbol sea utilizado como una excusa o contexto para contar una historia de amistad, de soledades y de compañías (que aunque ya no estén nos siguen marcando y nos dan la fuerza que a veces no creemos tener), y de lo que somos capaces de hacer por una pasión (perder la cabeza y apostarlo todo, y también perder la cabeza y dejar todo para recuperarlo). Papeles en el Viento es una buena película que sí posee una dupla que no falla ni en el cine ni en la vida real: fútbol y amistad, esa pasión que se respira en ese mismo aire donde quedan flotando y revoloteando los papelitos después de un partido de fútbol.
Emocionar... como sea Fútbol, amigos, crisis laborales, negocios y una enfermedad terminal. Con esos elementos está construida esta tragicomedia que por momentos resulta demasiado forzada, subrayada, como si estuviera diseñada con el mandato de conmover como sea, a cualquier precio. El problema es que en cine uno no puede verse obligado a reaccionar de determinada manera. La emoción se genera o no, surge cuando está trabajada con buenos recursos, pero cuando una película está delineada de manera artificial para ser inevitablemente “entrañable”, “emotiva” y “humanista”, pasa lo que ocurre con Papeles en el viento: no le crees, le ves las costuras. Y, entonces, esa emoción impuesta que no se produce deviene en golpe bajo y se traduce en irritación. Papeles en el viento es como una película de Campanella sin la eficacia de Campanella. O sea, podrá gustar más o menos El secreto de sus ojos, pero las actuaciones, el tono, el “cuentito”, la narración resultan irreprochables. En este caso -trabajando también como en aquel caso sobre una novela de Eduardo Sacheri- Taratuto no logra articular diálogos y situaciones verosímiles. Todo resulta demasiado calculado y ampuloso. Una pena porque en No sos vos, soy yo, ¿Quién dice que es fácil?, Un novio para mi mujer y La reconstrucción había demostrado méritos suficientes como para pensar en un resultado mucho más alentador. Tampoco ayudan las actuaciones con escasa carnadura de buenos intérpretes como Diego Peretti, Pablo Echarri y Pablo Rago, la obvia estructura en flashbacks donde se muestra la etapa final del cáncer del personaje de Diego Torres, la música sensiblera de Iván Wyszogrod, o los personajes secundarios casi sin desarrollo. Para colmo, la resolución de la trama futbolera (los protagonistas manejan el pase de un jugador del interior) es por demás ridícula e inverosímil para quienes conocen mínimamente cómo se maneja el negocio en la actualidad. Papeles en el viento, con todo, no es una mala película, pero sí una importante decepción.
La amistad o el dinero Hay mucho de la prosa de Roberto Fontanarrosa en la obra de Eduardo Sacheri, quien nuevamente es adaptado al cine, en esta oportunidad por Juan Taratuto en Papeles en el viento (2014). La película cuenta el desesperado derrotero de Mauricio, Fernando y el Ruso (Pablo Echarri, Diego Peretti y Pablo Rago), tres amigos de toda la vida, por recuperar la inversión que otro amigo, el Mono (Diego Torres), ya fallecido, realizó. Viajando al interior del país para conocer al “crack” de futbol en el que invirtió el Mono, los amigos aprovecharán el tiempo juntos para pensar la mejor estrategia con la que podrán conseguir el dinero para negociar con el club que actualmente lo tiene. En el camino se toparán con varios obstáculos hasta llegar al jugador, y cuando finalmente lo conocen se dan cuenta que la millonada de dinero y fe puesta en él, no valió la pena. Pero igualmente intentarán seguir con el plan para recuperarlo -o al menos en parte- hasta que uno de ellos traicione al resto y el film cambie de registro. Taratuto construye una historia lineal, excepto por flashbacks que llevan al momento en el que el Mono estaba vivo, con una vuelta de tuerca hacia el final, que claramente es puesta para despertar el interés de una película anodina que nada tiene que ver con sus obras anteriores, llenas de una particular observación sobre las relaciones humanas. Papeles en el viento es un largo muestrario de “argentinidades” en el que la pasión por el fútbol (y en particular el club Independiente) llevan la posta, para dar lugar a la construcción de identidades que claramente responden a estereotipos relacionados con la actividad y que, en algún punto y como se mencionó al principio, mucho de Fontanarrosa posee. Pero Sacheri no es él, y Taratuto tampoco puede reforzar las ideas que seguramente en el papel funcionaban de mejor manera. La pasión por el fútbol no se traspone correctamente a la pantalla, y se apela constantemente a música estridente para reforzar la idea, aunque con esto no alcanza. La polaridad de los buenos versus los malos y la mentira como valor, restan además credibilidad al verosímil que intenta presentar. En Papeles en el viento el piola, el vago, el que se esfuerza, el que baja los brazos, son los personajes que marcan el ritmo del film, con la metáfora de la “cancha” puesta en la línea argumental como guía, en una trama que no posee conflicto y que extiende, acaso, el único punto de interés que llega hacia el final. Echarri, Rago, Peretti, se esfuerzan por demostrar que sale naturalmente su “amistad” en la pantalla, pero se los nota forzados e incómodos con unos papeles que son básicos y que no permiten transmitir la verdadera pasión por el fútbol. Y aunque el cine argentino apela en forma recurrente a la literatura para poder construir historias netamente autóctonas, con el fútbol como vector, en este caso la fallida Papeles en el viento no suma nada al largo muestrario de particularidades que quiere presentar, y termina convirtiéndose en la película menos personal de un realizador que se afianzaba con sus propuestas e intereses.
Entre la pasión y la amistad El director Juan Taratuto, un especialista en exitosas comedias que hablan sobre los vínculos de pareja (No sos vos, soy yo y Un Novio para mi Mujer) elige ahora una historia que apuesta al tono nostálgico. Cuatro amigos entrañables intentan sobreponerse a la pérdida de El Mono (Diego Torres), quien aparece a lo largo de la película a través del recuerdo de quienes lo rodean. Para su círculo íntimo, Fernando (Diego Peretti), Mauricio (Pablo Echarri) y El Ruso (Pablo Rago) la tarea no será sencilla: deben recuperar una inversión realizada por el difunto en la compra de Pittilanga, un delantero de un club de Santiago del Estero cuya carrera quedó trunca y, como si fuese poco, asegurarle un futuro a Guadalupe, la hija de nueve años que ha quedado sin su padre. Papeles en el viento, basado en la novela de Eduardo Sacheri (El secreto de sus ojos), navega entre el clima de comedia (enredos y situaciones costumbristas), sortea los golpes bajos cuando puede, y aborda además el tema de la muerte. Los protagonistas (un profesor, un abogado ambicioso y un comerciante) harán lo imposible para cumplir sus objetivos en este relato que tiene al fútbol como excusa ideal para hablar de fracasos y del triunfo de la amistad. La trama incluye un reparto interesante en el que sobresale Pablo Rago con un rol diferente a los realizados hasta el momento, tanto en su composición como en su apariencia física, y bien secundado por Peretti, Echarri y Torres. Cabe mencionar la eficaz participación de Daniel Rabinovich (del grupo Les Luthiers) en un personaje que no tiene desperdicio (y con problemas de pronunciación). El comienzo desarrollado a bordo de un automóvil, la presencia en el cementerio y la firma de un jugoso contrato que despliega una serie de sorpresivas estrategias, son algunos de los acertados momentos que tiene la propuesta. El director de peliculas exitosas sumado al escritor aplaudido y a un elencio destacado hace que la pasión mueva los recuerdos y papelitos a los que se refiere el título del film.
Papeles en el viento intenta (y logra con mucha maestría) emular un tipo de película que Hollywood hace muy bien: las que tienen que ver con el deporte y el sentimiento. Obviamente aquí no vamos a ver baseball sino nuestro fútbol y desde el punto de vista de cuatro amigos hinchas del club Independiente. La historia es simple pero emotiva y con un agregado criollo de esos que Eduardo Sacheri sabe muy bien poner. La misión de los tres personajes principales de velar por el futuro económico de la hija de su amigo fallecido a través de vender un jugador de fútbol es tan loca y tan argentina que trae momentos fantásticos. Juan Taratuto ejecuta con agilidad un guión que podría haber caído en una simple comedia dramática con muy buenas secuencias propias de este género pero más rápidas. El elenco de estrellas está genialmente balanceado y si bien nadie opaca a nadie hay que destacar el magnífico laburo (sobre todo en su andar y gesticulación) de Pablo Rago, y la ambigüedad de Pablo Echarri. Diego Torres aporta la emoción (y algunas lágrimas) en los momentos justos y Diego Peretti pone todo lo suyo para convertir su personaje en uno de esos papeles cómicos (con aristas dramáticas) que tan bien le salen. Dicho esto, el problema que tiene el film es que no va a empatizar con todo el mundo e incluso hasta un sector puede llegar a odiarlo. Me explico: en un país tan futbolero como el nuestro, los que no comulgamos esa pasión por la pelota número cinco de arco a arco quedamos un poco afuera en ciertas referencias y datos, y por ello no nos “pegará” tanto como a los que respiran el deporte y van todos los domingos a la cancha. Ni hablar de los hinchas de Independiente, que amarán esta película y la defenderán en el infierno mismo. Todo en contraposición con un hincha de Racing, quien creo que puede llegar a pasarla mal y/o menospreciar el film con argumentos de fanático. Ahora bien, todo esto no le resta sino todo lo contrario porque será más que interesante el ver cómo reaccionan los espectadores. Taratuto y Sacheri lograron -una vez más- meterse en la piel de los argentinos para mostrar algo que vemos todos los días pero de una forma espectacular y emocionante dentro del marco de una pantalla.
Un cálido retrato sobre la amistad, la pasión y responsabilidades asumidas Luego de la muerte de El Mono, tres amigos se reúnen para hacerse cargo de su hija. Para esto van a idear una estafa con la que buscarán vender a una joven ex promesa del fútbol de la cual tienen el pase en su poder y hoy no atraviesa por su mejor momento. Desde chiquito yo te vengo a ver Papeles en el Viento es la cuarta colaboración entre Diego Peretti y Juan Taratuto. Ambos ya habían trabajado juntos en las exitosas No sos vos, soy yo, ¿Quien dice que es fácil? y La Reconstrucción. Con la incorporación al equipo de Pablo Echarri, Pablo Raggo y Diego Torres, esta vez adaptan a la pantalla grande la novela publicada en el 2011 por Eduardo Sacheri, autor de La Pregunta de sus Ojos, renombrada El Secreto de sus Ojos en galardonada adaptación de Juan José Campanella. Desde su opera prima, Taratuto demostró gran capacidad para contar historias simples, pero con una importante carga emotiva, algo que quedó bien en claro con La Reconstrucción, su anterior film. Si bien en aquella película había poco lugar para el humor que supo estar presente en sus anteriores trabajos, demostró que lo suyo no son solo las comedias románticas. Ahora redobla la apuesta y aborda uno de los géneros (o amalgama de géneros) más difíciles de lograr: la comedia dramática, o dramedia como le dicen ahora. Encontrar un balance entre ambos géneros no es tarea simple y es generalmente la razón por la cual este tipo de películas falla. Pero gracias a una historia que tiene el corazón en el lugar correcto, un guión por momentos sólido y buenas interpretaciones, el director sale airoso de este desafío. Taratuto encontró en Peretti, Echarri, Raggo y Torres un grupo de actores con buena química entre ellos que vuelve creíble a la historia en todo momento y es quizás el punto más alto de toda la película. Todos los interpretes tiene su momento para brillar y le dan vida a esta historia sobre la amistad y la pasión, tema que se repite en los trabajos de Sacheri. En esta oportunidad la pasión sirve como excusa para unir a los personajes, incluso en los peores momentos. Y esa pasión es la que lleva adelante el relato. La pasión por los colores de un equipo, la pasión por salir adelante y la pasión por redimirse. Seguramente el público futbolero será quien termine por sacarle mejor provecho al film, ya que la pasión por el equipo (Independiente, en este caso) está expresada de la manera más honesta posible. Si bien el guión siempre tiene en claro su temática y no se aparta demasiado de lo que busca contar, la historia no puede evitar caer en algunos lugares comunes que parecieran buscar desesperadamente generar algún tipo de emoción en el espectador. Aunque lejos están de arruinar la experiencia, es lo que termina por privar a Papeles en el Viento de convertirse en la película que uno espera. Conclusión Papeles en el Viento es una historia simple y bien contada con la que todos nos podemos relacionar. Es cierto que tiene sus problemas y en algún momento podremos sentirnos manipulados, pero durante la mayor parte de su metraje se la siente sincera. Gracias a un buen trabajo de Peretti, Echarri, Raggo y Torres, Taratuto logra armar un cuento sólido que retrata la pasión por el fútbol y los colores de un equipo como pocas películas lo han hecho dentro de la filmografía nacional.
PONELO A PITTILANGA Más allá de que uno pueda estar de acuerdo o no en cómo se vive el fútbol en la mayoría de los países (sobre todo en Argentina), no caben dudas de que éste deporte es una pasión que excede todos los límites. Lo decía Pablo Sandoval en “El secreto de sus ojos” (2009), esto es una pasión que el hombre nunca va a poder cambiar ya que es una virtud que lleva impregnada en la piel desde el día en el que nace y se lo lleva hasta la tumba. En un país en el que asisten cientos de miles de hinchas a las canchas y en donde la pelota es la reina de la televisión cada fin de semana, resulta muy raro no encontrar películas que traten esta temática. Por suerte esta historia se acabó, ya que gracias a la imaginación de Eduardo Saccheri (esa misma que llevó a Juan José Campanella a levantar un Oscar), llega “Papeles en el viento”, una emocionante historia dirigida por Juan Taratuto que retrata casi a la perfección lo que representa el fútbol en esta nación. El relato es sencillo pero se las ingenia para presentarse de forma bastante compleja: tres fanáticos del Club Atlético Independiente de Avellaneda (Diego Peretti, Pablo Rago y Pablo Echarri) tienen en su poder el pase de Mario Juan Bautista Pittilanga, una ex promesa de crack que terminó fracasando en un equipo humilde de Santiago del Estero. Como su otro amigo (Diego Torres) falleció, y había invertido los 300 mil dólares de una herencia en comprar el pase de Pittilanga, ellos son los encargados de que el nombre de este muchacho vuelva a resonar en el mercado con el objetivo de recuperar el dinero y así salvar sus vidas económicamente. Como bien decía, la película describe sin tapujos la cultura popular futbolera argentina, esa que sigue viva tras los 90 minutos de sufrimiento que implica cada partido. Saccheri nos habla de la pasión por la camiseta, la explotación al jugador profesional, la viveza gaucha, el chantaje contractual y los problemas conyugales que hay puertas adentro en cada casa cuando el fútbol es como un hijo más. Es claro, el argentino podrá meterle los cuernos a su mujer pero nunca se permitirá hacerlo a su equipo de fútbol. Los mejores del cuarteto protagonista son Peretti y Rago: El primero de ellos encarna a un decaído, pero no por eso arriesgado, hombre que se la juega por lo que quiere, mientras que el actual conductor de TVR interpreta a un vago que se la pasa sacándose el bóxer del culo y jugando a la play en su lavadero de autos. Por el contrario, el personaje de Torres está muy sobreactuado y por suerte es el que menos figura en la pantalla, mientras que el de Echarri resulta algo exagerado. Por momentos el desarrollo de la película se vuelve algo lento y la resolución final puede que no los llegue a sorprender del todo, pero eso no significa que cada uno de los detalles esté en el lugar correcto. La clave para disfrutar el film es que vivas el fútbol como lo hacen estos personajes. Si no entendés lo que es un offside, o sos un doble casaca que nunca alentó a su equipo en las malas ni fue de visitante un día de semana a la tarde a bancar los trapos, difícilmente esta propuesta sea de tu agrado. En resumen, “Papeles en el viento” no solo es una película ultra dominguera, sino que aspira a ser la mejor de todas ellas. No caben dudas de que en un par de años se volverá una joyita del cine nacional y la disfrutaremos de forma frecuente en algún canal. Todo hincha disfrutará esta historia y quizás, si son algo sensibles, hasta derramen una lágrima de la emoción por ver algo así en la pantalla grande. Acá no importan los premios, esta película es bien argentina y acá se va a quedar.
Dos temas siempre atractivos como la amistad masculina y la pasión por el fútbol son el eje de la emotiva y bien actuada película de Juan Taratuto que se une al libro de Eduardo Sacheri (“El secreto de sus ojos”) que es un talentoso buceador de estos temas. Muy bien elegidos los actores, un Pablo Echarri en su salsa, un Pablo Rago transformado y profundo, Peretti, que le da espesor a su criatura, y Diego Torres como ese amigo que muere y provoca toda la acción del film. El mundo del fútbol y sus lados oscuros, la amistad con traiciones y lealtades.
Juan Taratuto y Eduardo Sacheri escribieron un guión sobre la amistad y la pasión futbolera, basado en la novela de este último ("Papeles en el viento"), gran éxito editorial en 2011. Para quienes no conocen al escritor, deben saber que es el responsable del libro original de "El Secreto de sus Ojos" y su asociación con J.J.Campanella también dio sus frutos en "Metegol", ambos films con tremenda trayectoria internacional. En esta oportunidad, la historia presentada por el director de "La Reconstrucción" y "Un novio para mi mujer", nos lleva a conocer a una banda de amigos, unidos por los recuerdos de la infancia y la pasión por Independiente, quienes arrancan la historia con una pérdida física importante que además, deja una cuestión central por resolver. Fernando (Diego Peretti), Mauricio (Pablo Echarri) y el Ruso (Pablo Rago) duelan a su compañero del alma, el Mono (Diego Torres), quien dejó una pesada herencia: un dinero que tenía lo invirtió en el pase de un jugador que pintaba para romperla, pero el proyecto no generó los dividendos esperados. Los amigos deben tomar la rienda de la negociación y conseguir que ese último negocio ofrezca un retorno para que a la hija del Mono, no le falte nada en su vida... Pero la cruzada en memoria del amigo no es sencilla. Los tres van a encarar el conocer al futbolista en cuestión (que está jugando en un club del Argentino en Santiago del Estero) y al verlo, se darán cuenta de lo difícil que será recuperar algo de la inversión. No conocen nada del medio y encima, tienen maneras distintas a la hora de entender el problema. La trama será bastante simple y en ella veremos cómo las diferencias personales influyen para definir una estrategia común a la hora de ver cómo ganar dinero con un mediocre delantero. "Papeles en el viento" se apoya en dos sentimientos comunes de los argentinos: la pasión por el fútbol y la amistad incondicional hacia los amigos del barrio y la infancia. Sin embargo, Taratuto no parece sentirse muy cómodo en este encuadre ya que sus personajes no exploran sus mundos internos y sólo se mueven en función de la tarea propuesta. Eso quita conexión con el espectador. Si bien Peretti y Echarri dejan el corazón en la cinta (sobre todo este último, fanático del Rojo en la vida real), sus diálogos y discusiones nunca cobran vuelo. papeles_3_ew Algo sucede que la historia no fluye natural, sino que parece programada y lineal, con diálogos forzados y demasiado silencio entre cuadros. Cosa extraña cuando el fútbol atraviesa esas líneas. Sí, se apela a la emoción (en escenas fuertes) y eso da resultados, a medias. Rago regala un papel más que destacado en su composición y Torres cumple en las escenas de flashback que le tocan en suerte. Los hinchas de Independiente tendrán motivos extras para emocionarse (no anticipamos el porqué) y los neutrales, tratarán de verse reflejados en esos amigos que comparten la pasión por el grande de Avellaneda. "Papeles en el viento" no despliega todo su potencial (ese que sabemos que Taratuto posee) ni logra instalarse en el fervor que la redonda genera en todos nosotros. Se limita a contar una historia de amigos en una patriada comercial, con miras a sostener el contrato emocional que los hermana. Nos quedamos con ganas de más.
Partido accesible que cerró en empate La búsqueda de una producción de corte industrial en su construcción, clásica en su forma y popular en su alcance funciona en parte: el film que más a fondo se mete con el fútbol cae en la tentación del sentimentalismo, y de una banda sonora que lo subraya todo. Como Betibú, Arrebato, Tesis de un homicidio, Relatos salvajes y toda la filmografía de Juan José Campanella, Papeles en el viento es otro paso del cine argentino rumbo a aquella entelequia siempre anhelada –y pocas veces concretada– que es una producción de corte industrial en su construcción, clásica en su forma y popular en su alcance. Al primer aspecto pertenecen la elección de un libro escrito por una pluma reconocida como Eduardo Sacheri como materia base, un nivel técnico impecable y un compendio de publicidades encubiertas que abarcan desde bancos hasta fórmulas políticas de clubes y tiendas de productos musicales y electrónicos. Al segundo, un director con probados pergaminos en el manejo de los mecanismos de los géneros como Juan Taratuto (las comedias románticas No sos vos, soy yo, ¿Quién dice que es fácil? y Un novio para mi mujer; el drama La reconstrucción). Y al tercero, un grupo de actores familiares para el gran público como los Diegos Torres y Peretti y los Pablos Rago y Echarri. Pero hay un detalle en el último apartado que separa a este film del resto, y es la intención de embarrarse con una pasión durante años inexpugnable para el cine vernáculo: el fútbol.Quizá por las dificultades técnicas que conlleva aprehender su esencia o la imposibilidad de mostrar en toda su magnitud la táctica detrás del juego, el deporte más popular del mundo es un tema llamativamente inhabitual en un país que, vaya novedad, exuda fútbol. Esto con la excepción de Metegol, La despedida –aquel pequeño, emotivo e injustamente soslayado film sobre un jugador amateur al borde del retiro– o la inminente El 5 de Talleres, vista en el último Festival de Mar del Plata. ¿Cambio de tendencia? ¿Mera casualidad? El tiempo lo dirá. Lo cierto es que, hoy por hoy, Papeles en el viento es aquella que más lejos llega en su intención de amalgamarlo con el cine. Al menos en la previa. El resultado final es otra cuestión.El deporte, se sabe, es uno de los temas predilectos de los norteamericanos, faro en el entendimiento del cine como industria. Esto no sólo porque abre un amplio abanico temático (redención, autosuperación, etcétera), sino por la posibilidad de generar una empatía fácil con el espectador. Y es justamente ahí donde radica el principal acierto de Papeles en el viento. Hinchas fanáticos de Independiente y habitués del Libertadores de América, los cuatro amigos –dos de ellos hermanos– se conocen desde la infancia, cuando ya tenían un rectángulo verde en la cabeza y una pelota en el corazón. La pasión y la pureza transmitida en los diálogos futboleros, la verborragia a la hora de enunciar de memoria un equipo campeón y la preocupación genuina ante la certeza de que esa joven promesa que nunca terminó de explotar, y cuyo pase fue adquirido con una indemnización, es un auténtico perro emanan un aire de nobleza y sinceridad que, sin embargo, no logra traducirse al resto de los aspectos de film. ¿Por qué? Porque esta vertiente deportiva se tira de los pelos con otra mucho más forzada y sentimentaloide centrada en los pesares individuales cotidianos (problemas laborales, económicos, amorosos y demás) y, lo peor, la muerte de uno de ellos a raíz de una “enfermedad terminal” que, para colmo, nunca se nombra, situación que retrotrae a los tiempos en los que el cine argentino llamaba al cáncer de cualquier forma menos por su nombre.Esa muerte no impide, sin embargo, que el personaje vuelva una y otra vez en forma de largos flash-backs cuya función es mucho menos el adosarle complejidad al relato que subrayar lo ya visto y dicho. Porque aun antes de explicitarlo con un largo parlamento, se entiende que aquella adquisición fue motorizada por el amor por la pelota y la idea de legarle a su hija algo más que recuerdos. Otro aspecto que tampoco ayuda mucho a la sugestión es la música. Como nueve de cada diez películas mainstream nacionales, Papeles en el viento cae en el vicio de exacerbarla cuando menos se la necesita, puntuando qué sentir y en qué momento, y marcando el ritmo de juego de un equipo que se armó para golear, pero apenas rasca un pálido 0 a 0 de local y sin público visitante. 5-PAPELES EN EL VIENTO (Argentina/2014)Dirección: Juan Taratuto.Guión: Juan Taratuto y Eduardo Sacheri, sobre la novela homónima de Sacheri.Duración: 99 minutos.Intérpretes: Diego Peretti, Pablo Echarri, Pablo Rago, Diego Torres, Cecilia Dopazo, Paola Barrientos y Daniel Rabinovich.
Amistad, fútbol y sentimientos Es para quienes hayan apreciado las dotes para la comedia que mostró Juan Taratuto en No sos vos, soy yo o en Un novio para mi mujer -por sólo mencionar un par de títulos- y aun para quienes hayan valorado su arriesgada exploración de territorios más dramáticos (La reconstrucción), esta nueva aventura del director, esta vez a partir de un relato melancólico y futbolero de Eduardo Sacheri, puede generar algo parecido a una decepción. Historia de varones -tipos de barrio, fanas de Independiente y por cierto bastante machistas ("La única mujer que vas a amar en la vida va a ser tu hija", resume uno de ellos, ya que considera a la nena como su novia y a su esposa como su suegra)-, el fútbol constituye un tema central en su vida. Lo es incluso en éste, el momento más dramático de su relación, ahora que uno de los cuatro originales miembros del grupo (el que llamaban el Ruso) acaba de morir. La historia empieza precisamente en el cementerio. Y enseguida vuelve al fútbol porque el Ruso no ha dejado como legado para su hija más que un jugador de fútbol, bastante devaluado, teniendo en cuenta que se trata de un delantero que raramente emboca un gol, que ha ido a parar a préstamo a un modestísimo club de Santiago del Estero y es bastante improbable que se lo pueda negociar a uno del exterior para recuperar algo de los miles de dólares (todos los que tenía) que el fallecido invirtió en su compra, confiando en su futuro ya que alguna vez había pertenecido al seleccionado Sub 17. Lo peor es que los tres amigos (andan por los 40, pero en más de una ocasión se los ve actuar como adolescentes) han decidido hacerse cargo del ignoto Pittilanga, con la esperanza de que una venta les rinda lo suficiente para reemplazar al padre de la nena por lo menos solventando los gastos de su educación. Y por supuesto, piensan vigilar que ni uno de los presuntos billetes que deban invertir vaya a parar a manos de la viuda, no sólo porque el finado ya estaba dispuesto al divorcio, sino porque todos tienen de ella la peor de las opiniones. El film prefiere hacer hincapié en lo sentimental, lo que no siempre logra. Y si el interés del relato se sostiene a duras penas es gracias a la desenvoltura de los actores y al humor filtrado en algunas líneas de diálogo.
Amistad con una pelota en el medio El film de Taratuto, basado en la novela homónima de Eduardo Sacheri, narra el periplo de tres amigos que intentan cumplir el sueño de El mono, alma mater del grupo que acaba de morir, con el fútbol como telón de fondo. Otra vez el fútbol como eje argumental de una película argentina de corte industrial, tal como ocurriera en la olvidable Fuera de juego (2011). Pero si esta malograda comedia en coproducción con España describía una incómoda amistad entre hombres, el quinto largometraje de Juan Taratuto construye desde la masculinidad el otro tema que recorre en paralelo a la anécdota futbolística. Cuatro amigos (Fernando, Mauricio, El Ruso, El Mono), una estructura de relato que va y viene en el tiempo, una subtrama que adquiere un peso importante y un recorrido desde el fagocitado naturalismo estético y argumental, resultan los mecanismos elegidos para la adaptación concebida por del director junto a Eduardo Sacheri (El secreto de sus ojos), también responsable del libro original. En realidad, el Mono es un hermoso recuerdo para sus amigos y el objetivo del trío será hacer feliz a su pequeña hija, especialmente, por el fanatismo que el padre le tenía a Independiente y a los colores de la institución. Debido a esto, la narración oscila entre un presente que exhibe carencias laborales y afectivas y un pasado, a través de flashbacks que hacen demasiado "ruido", dedicados a contemplar la enfermedad terminal de El Mono y la forma en que se solidifica la amistad del resto. Taratuto confía en los textos, tal vez en exceso, manejando una cámara sin demasiados riesgos formales, y en la acumulación de pequeñas anécdotas que de a poco van construyendo el propósito del grupo de amigos: hacer dinero con la venta al exterior de un jugador del interior del país y así satisfacer al grupo altruista y a la chica huérfana de padre. El problema principal de Papeles en el viento es su decisión por emplear todos los recursos comunes en esta clase de relatos. Se añora, en ese sentido, la sutileza que trasmitían las imágenes de La reconstrucción, del mismo director, al momento de narrar la enfermedad del personaje que encarnaba Alfredo Casero. Aquí, en cambio, la tragicomedia flaquea en su forzada fusión de escenas tristes y otras donde se intenta transmitir cierta comicidad. En ese punto, Papeles en el viento descansa en una concepción de relato donde los momentos en que se manifiesta el pasado escarban en ese fagocitado naturalismo del cine argentino que ya fuera apropiado por la (mala) televisión. Algunas escenas puntuales (la conversación entre Dopazo y Peretti; el viaje final hacia el estadio de los tres amigos y la niña; el casi desenlace donde se narra la venta definitiva del jugador), resuenan como escasos puntos a favor de una película sostenida a puro aporte del guión. O, en todo caso, a base de martillazos efectistas provenientes de la palabra escrita.
"Papeles en el Viento" es uno de los estrenos argentinos más esperados de los últimos meses. Juan Taratuto, director de pelis como "No sos vos, soy yo", "¿Quién dice que es fácil?, "Un novio para mi mujer" y "La reconstrucción", tomó la novela de Eduardo Sacheri y la llevó a pantalla grande... ¿El resultado? Una película hermosa para disfrutar con amigos y familia. Una historia masculina sobre la amistad y como la vida puede cambiarnos siempre manteniendo a los buenos amigos cuidados. Cada uno de los protagonistas, Peretti, Echarri, Torres y Rago, están impecables en sus personajes. El trayecto de la peli es super llevadero y con muy buenas escenas, tanto para reír como para emocionarse. "Papeles..." es un SI absoluto, sobre todo si leíste la novela, o sos de Independiente o simplemente te gusta el cine nacional.
El escritor Eduardo Sacheri me hace acordar a esa aguda y maliciosa frase de Borges que decía que García Lorca era un andaluz profesional. Sacheri es un porteño profesional que sin demasiado talento para la prosa -confieso que leí sólo La pregunta de sus ojos, quizás aprendió después- logró el éxito gracias a que Alejandro Apo leía en su programa de radio sus cuentos repletos de melancolía futbolera, de viejitas que hacían ravioladas y amigos con códigos. Así cosechó una audiencia de gente que no suele leer pero que se interesó por sus historias de barrio y argentinidad al palo. Tampoco soy un muy fan de Juan José Campanella pero hay que reconocer que si una virtud tiene el tipo es que sabe escribir guiones de formato clásico y eso se nota particularmente en El secreto de sus ojos, porque se ve con mucha claridad cómo corrigió todos los agujeros argumentales de la novela. Así, como estábamos también libres de la prosa torpe de Sacheri, el resultado fue una película bastante decente. Pero ahora llega al cine otra de sus novelas, esta vez escrita y dirigida por Juan Taratuto. Se trata de Papeles en el viento, una historia más sacheriana (perdón) que La pregunta de sus ojos porque se desarrolla en el ámbito del fútbol y cuenta la historia de cuatro amigos “entrañables” y sus “chantadas” típicamente argentinas. Y si bien Taratuto es un narrador capaz que demostró pericia para la comedia en Un novio para mi mujer -ayudado por una Valeria Bertuccelli espléndida y un libro del buen guionista Pablo Solarz- y sensibilidad para el drama en La reconstrucción, no le alcanza la magia para levantar un material que ya de por sí resulta bastante complicado. La historia: Fernando (Diego Peretti), Mauricio (Pablo Echarri) y El Ruso (Pablo Rago) son tres amigos de la infancia que comparten su pasión por Independiente y también la tristeza por la muerte de su otro amigo, El Mono (Diego Torres). El amigo muerto dejó una ex mujer (Cecilia Dopazo) muy enojada por el tendal de deudas y también una hijita que ellos quieren seguir viendo. El único capital que dejó El Mono es un jugador de fútbol mediocre que juega en un equipo de Santiago del Estero y que compró en su momento con el dinero de una indemnización. Así los tres amigos intentarán vender a ese jugador invendible para asegurar el futuro de la hija de El Mono. La premisa no es mala: una comedia con cierta crítica a los chanchullos del mundo del fútbol, con representantes chantas, periodistas corruptos, jugadores patadura y tres amigos que pondrán a prueba su fidelidad. Pero los diálogos impostadamente argentos que no terminan de resultar naturales, los agujeros en la trama, que está colgada de un pincel -que un Campanella tal vez habría corregido-, y cierta moral ramplona según la cuál los ricos son garcas y los pobres -o más bien la clase media venida a menos, porque no hay pobres en la película- también son garcas pero con buenas intenciones y las mujeres son todas unas hinchapelotas, hace de Papeles en el viento un espectáculo bastante difícil de tragar. Después está lo predecible no sólo de las vueltas de tuerca de la historia sino también de los chistes, que se ven venir desde tres líneas de guión antes, y el trabajo de Pablo Rago con una dentadura postiza que te saca de la película constantemente. Es una pena porque -y esto es un lugar común, pero no por eso menos cierto- el fútbol ha sido representado pocas veces bien en el cine argentino y si algo sabe hacer Sacheri, con todas sus limitaciones, es captar ese ambiente con sus códigos, con sus grandezas y sus bajezas. Y Taratuto es, a su vez, un director seguro dentro de la no tan extensa nómina de tipos capaces de hacer buen cine de género y popular en Argentina. La sociedad, en este caso, no funcionó.
Papeles en el viento: amigos son los amigos Quien haya leído literatura sobre fútbol (cuentos, novelas) sabrá que Osvaldo Soriano y Roberto Fontanarrosa son dos de los autores más reconocidos en esta temática. Con estilos diferentes, ambos supieron rescatar el espíritu, la pasión y mística futbolera que tan bien caracteriza a este deporte en nuestro país. Eduardo Sacheri tomó el legado de este género y en la actualidad, podemos afirmar con total seguridad, es el mejor autor en este rubro. Profesor en escuelas secundarias del conurbano bonaerense, comenzó a escribir cuentos a mediados de la década del noventa. Sus escritos captaron la atención del periodista Alejandro Apo que comenzó a leerlos en su programa de radio, logrando que Sacheri tome mucho reconocimiento. En 2005 se animó a escribir su primera novela: La Pregunta de sus Ojos. Al director Juan José Campanella le encantó el libro y se contactó con Sacheri pero no para adaptarla a la pantalla grande sino para hacer un guión original de otra historia. Finalmente decidieron hacerla, el escritor fue el guionista y dieron a luz a "El Secreto de sus Ojos", ganadora de muchísimo premios, entre ellos el Oscar a la Mejor Película Extranjera. "Papeles en el Viento" es la tercera novela de Sacheri, publicada en 2011, y también lo tiene a él como guionista, adaptando su propia obra nuevamente (algo poco habitual en el cine). Fernando (Diego Peretti), Mauricio (Pablo Echarri) y El Ruso (Pablo Rago) intentan sobreponerse por la muerte de El Mono (Diego Torres). Los cuatro eran amigos inseparables, más allá del camino que haya tomado cada uno en su vida. Y si la amistad no era suficiente para unirlos estaba la pasión por el club de sus amores: Independiente de Avellaneda. Pero El Mono dejó atrás a una pequeña hija, a quien quiso garantizarle el futuro, para dejarle un legado, haciendo una inversión: gastó todo su dinero en la compra de una promesa del fútbol que quedó en la nada. Ahora sus tres amigos intentarán hacer lo imposible para recuperar esa plata tratando de vender a este delantero que no hace goles y que está jugando a préstamo en un pequeño club del interior. ¿Podrán un profesor de secundaria, un ambicioso abogado y un comerciante sin suerte meterse en el complicado y extraño mundo del fútbol y lograr su cometido? Hay oportunidades en que los astros convergen y se juntan varios talentos en una misma película que logran regalarnos una hermosa obra. Y ése es el caso de Papeles en el Viento (2014). Por un lado tenemos a un director avezado como Juan Taratuto que maneja la comedia muy bien -"No sos Vos, Soy Yo"- y dio sobradas pruebas de hacer lo mismo con el drama en "La Reconstrucción". Taratuto y Sacheri realizaron un guión sólido, consistente, con toques de humor acertados entre tanta carga emotiva. Por otro lado, el elenco: Rago, Echarri y Torres siempre correctos, efectivos, mientras Peretti, que lleva el protagonismo, hace lo de siempre: pone todo su talento y oficio logrando que su trabajo sea excelente. Es importante aclarar que este largometraje no es para "futboleros", sino para todos aquellos que entienden y sienten el valor de la amistad. Sí, hay dos o tres gags sobre fútbol muy buenos y que los fanáticos del deporte disfrutarán sin lugar a dudas. Pero lo que más se valora es tratar de mostrar ese sentimiento que hace posible que hagamos lo que sea por nuestros amigos. Buen cine nacional para emocionarse y llorar un poquito. Dense la chance de hacerlo.
Fútbol y amistad, para reír y llorar Cuesta afirmar que Papeles en el viento sea una película futbolera casi como cuesta afirmar que el filme de Juan Taratuto sea un drama o una comedia a secas. Sí es evidente, a veces demasiado evidente, que busca emocionar y hacer reír al mismo tiempo, apelando a sentimientos presentes en casi todos los mortales: el amor, la amistad, la nostalgia, y la pasión futbolera. Pero en el terreno de las emociones, queda en off side varias veces, en el límite de la sensiblería, salvado apenas por el oficio de los actores, los diegos y los pablos: Torres, Peretti, Rago y Echarri. El propio argumento motiva excesos y estereotipos. Rondando los 40, el Mono (Diego Torres), uno de cuatro amigos de la infancia fanáticos del Rojo de Avellaneda muere de cáncer. A los otros tres les queda su legado: una hija sin herencia con una madre bien jodida y un jugador de fútbol que alguna vez fue promesa, que le costó 300 mil dólares, y que ahora transpira por el sánguche y la coca en los áridos campos del Argentino A, en Santiago del Estero. Allí el juego táctico se desdibuja. Tienen un objetivo tan loable como rebuscado los amigos, vender al jugador para recuperar la guita y así “comprar” y compartir la patria potestad de Guadalupe, la hija del Mono. Guadalupe pasa rápido al banco y no aparece hasta el final del filme, pero entonces vamos conociendo a estos personajes bien argentinos. El Ruso (Pablo Rago) es el romántico del grupo, Fernando (Diego Peretti) un hermano fiel y decidido y Mauricio (Pablo Echarri, que no es Macri) un abogado jodido, bien jodido, pero el único de Independiente en la vida real. Como está el fútbol de por medio, la película se permite una buena dosis de machismo y también algunos chivos, como el de una marca sueca de automóviles, que aparece en versiones y colores varios. Son los autos del negocio del fútbol, sobre el que Eduardo Sacheri (autor de la novela) y por añadidura Taratuto, ofrecen una mirada crítica. Gran ejemplo el de Rabinovich, digno ejemplar del más perverso periodista deportivo, bastante parecido a uno que anda suelto por allí todavía, disfrazando negocios de información. Ironía, cinismo, negocios y deporte al día. Se destacan diálogos acertados, humor y mensajes para delanteros fracasados. El Ruso descubre en la play que un jugador se puede transformar y convence a su representado de jugar de 6. “Vos le pegás a todo, pero no metés una, como delantero la tenés que embocar en un arco de siete metros, como defensor tenés 50 metros para revolearla”. Enseñanzas en boca del actor que se come la cancha, Rago. Los flashbacks con el Mono exudan dramatismo, las historias dentro de la historia confunden el rumbo, pero cuando el combo funciona el libro se vuelve película y da para reir y llorar, seas del club que seas. Una vez que el tiempo horade la memoria, recordaremos a Papeles como una película de Independiente. ¿Es eso bueno o malo? PORQUE SI: Pese a algunos baches y abuso de estereotipos, la sensación final es pura sonrisa emotiva.
El director de cine y televisión argentino Juan Taratuto (44) es un experto a la hora de hablar sobre los vínculos de pareja. Ya lo disfrutamos en: “No sos vos, soy yo” protagonizado por Diego Peretti, Soledad Villamil y Cecilia Dopazo, ¿Quién dice que es fácil? en 2006 y “Un Novio para mi Mujer”, 2008. Ahora elige una historia a la cual le imprime un tono más melancólico, con cuatro amigos que rondan los cuarenta años e intentan adaptarse ante la pérdida de un amigo. Parafraseando a Alberto Cortéz “cuando un amigo se va queda un espacio vacío”, y acá quien ya no esta es “El mono “(Diego Torres), este personaje que a lo largo del film aparece a través del flashback. “El mono” dejó un negocio trunco y quienes quieren remediar esto son: Fernando (Diego Peretti), Mauricio (Pablo Echarri) y El Ruso (Pablo Rago). Como casi todo en la vida esto será una tarea algo difícil, ya que deben recuperar una importante suma de dinero por un jugador de fútbol (un delantero que no mete goles) llamado Pittilanga (Ezequiel Maldonado) y que se encuentra en Santiago del Estero, por lo tanto deberán viajar. Les surgen varios problemas y además ellos no conocen mucho el negocio de fútbol. Como se dice en la jerga de este deporte este jugador es un “pata dura” de aquellos y deben viajar varios kilómetros para charlar con él. Estos tres amigos piensan en el futuro de la hija que dejo “El mono”, Guadalupe (Victoria Parrado), una dulce niña de unos nueve años .Entre otro de los legados que tienen que cumplir y que quizás sea el más importante, se encuentra el de lograr que Guadalupe siga siendo hincha del Club Atlético Independiente. La historia es sencilla, habla del amor, de los compromisos, de los fracasos, los miedos, la soledad, las traiciones, las pasiones y las distintas crisis entre otros temas. El tema fundamental es el valor de la amistad (se ve en la cancha). Los protagonistas se destacan: un profesor de nombre Fernando, el hermano del Mono; El Ruso (Pablo Rago) un comerciante venido a menos y que realiza una buena composición también desde lo físico; Mauricio, un prestigioso abogado bastante ambicioso que salió del barrio y “El Mono” que solo aparece a través del flashback. El relato se encuentra basado en una novela de Eduardo Sacheri (“El secreto de sus ojos” ganadora de un premio Oscar), quien conjuntamente con el director adaptaron el libro (recomiendo leerlo). Posee toques de comedia, enredos, momentos nostálgicos y donde el fútbol es utilizado como una excusa para tocar otros temas. Parte del elenco secundario da los toques adecuados y todos se lucen de alguna manera: Victoria Parrado que en su mirada tiene la dulzura e inocencia; Daniel Rabinovich (del grupo Les Luthiers) es Armando Prieto, un personaje que tiene problemas de pronunciación, increíblemente simpático; Cristian Cardoner es Williams; Cacho Buenaventura es Rodolfo Pittilanga; Paola Barrientos, la esposa de Pablo Rago, Eduardo Sacheri que aparece como mozo y la participación de Juan Pablo Varsky, entre otros.
El fútbol en Argentina trasciende ya el popular dicho pasión de multitudes y se encuentra enraizado en todos los hogares del país, en cada conversación y en cada ámbito social. La nueva película de Juan Taratuto - No sos vos, soy yo y la genial Un novio para mi mujer - toma basamento en la novela de Eduardo Sacheri para explorar en Papeles en el viento la profunda pasión que despierta el fútbol y los límites insospechados de la amistad y la camaradería. Tras la muerte de El Mono - Diego Torres, su hermano y amigos cercanos descubren que el fanatismo ferviente de su amigo lo llevó a depositar una ingente cantidad de dinero para patrocinar a un jugador de fútbol, dejando el futuro de su pequeña hija en ciernes y cerrando el trato con un moño agridulce frente a su inesperada partida. Criados todos juntos bajo el ala y los colores del club Independiente, toda su vida asistieron a partidos, pero saben poco y nada de los tejes y manejes internos del deporte. Fernando - Diego Peretti - es un profesor de secundaria, Mauricio - Pablo Echarri es un abogado que lleva una vida exitosa, y El Ruso - Pablo Rago es el dueño de un lavadero de autos de poca monta, que se pasa el tiempo libre jugando con sus empleados. Los tres tienen sus mañas, pero deberán aunar fuerzas para lograr recuperar ese dinero que su amigo invirtió y forjarle un camino a su primorosa sobrina. Para un espectador que no tiene muchos nexos para con el fútbol, Papeles en el viento representa una historia emotiva que vadea con firmeza lugares que pueden resultar poco comunes. En cambio, ser un fanático de dicho deporte puede comportar una espada de doble filo, al representar fehacientemente la mística religiosa que lleva a ciertas personas a cometer con raciocinio lo que otros pensarían como locura, pero que también se toma ciertas licencias para llevar a buen puerto la tremenda hazaña que se proponen los amigos con tal de recuperar el dinero peligrosamente invertido por su amigo. Compartiendo un poco de la picardía criolla presente en Nueve Reinas, Taratuto va bordando las (des)aventuras y cruces del trío de amigos. Cada uno tiene su propia cruz en la espalda - uno tiene problemas con su esposa, el otro problemas con la esposa y el trabajo - pero por un motivo u otro ciertas situaciones no terminan de explotar, ni tampoco ciertos personajes secundarios terminan de caracterizarse del todo. Peretti, Echarri y Rago interpretan al trío de amigos con bastante química entre sí, incluso cuando ciertos pasajes se notan muy forzados cuando los actores se atienen al guión y sus cruces verbales suenan empolvados y nada orgánicos a la trama. El trabajo del cantante Diego Torres destaca a partir de los flashbacks, en los cuales se cuenta su historia y la progresión de su enfermedad, donde su voz quebrada genera mucha emoción y empatía con su situación y la pasión que le profesa la fútbol. Papeles en el viento que se apoya mucho en la pasión por el fútbol, donde encontará un sector demográfico más que aceptable, siendo que el país respira prácticamente por el deporte. Para el resto, es una comedia dramática ligera que hará llorar a más de uno con su sentimentalismo.
Jugador en toda la cancha Así como la pasión por el futbol es algo inerte e intangible, con la amistad pasa exactamente lo mismo o por lo menos eso es lo que quiere dejar expresada la pseudo moraleja de Papeles en el viento, último opus de Juan Taratuto inspirado en la novela homónima del escritor Eduardo Sacheri, también guionista de Metegol de Juan José Campanella. La conjunción de elementos entre la animación de Campanella y este drama de corte costumbrista, ligado a los cánones del cine industrial con pretensión de masividad, gira en torno al futbol tanto como negocio o trampolín para salir del pozo económico con la compra y venta de jugadores por un lado, y por otro con el sentimiento que implica seguir a un equipo desde la infancia y compartir con los amigos ese ritual semanal a pesar de las diferencias o los avatares de la vida. Ese pequeño pero gran detalle que corona la amistad entre Mauricio, Fernando, el Ruso y el Mono (Pablo Echarri, Diego Peretti, Pablo Rago y Diego Torres) será la vara por la que se mida cada conducta individual a partir de la ausencia de uno de ellos así como el legado para la pequeña Guadalupe. Pero como se dice en la jerga futbolística hay pocos jugadores de toda la cancha y en ese sentido Papeles en el viento es un cabal ejemplo porque Juan Taratuto no encuentra el equilibrio entre la idea de la pasión futbolera con su mística (algo que cualquier historia de Roberto Fontanarrosa reflejaría sin lugar a dudas) y la sinuosa amistad entre un amigo con éxito y dos fracasados pero leales a la causa. Sin embargo, el director de Un novio para mi mujer siempre consigue tensar los mecanismos de identificación primaria y que el público reciba empáticamente la épica cotidiana de los personajes que parecen buscar revancha en el partido de la vida, en una cancha que viene muy complicada y sucia sabiendo que al final del partido entregaron hasta lo último y dieron todo por el equipo. Mentalidad sumamente argentina, que encuentra aparentemente la aprobación del autor de la novela y del propio Taratuto. Quizá resulte cuestionable el detonante del melodrama (¿Era necesaria la enfermedad terminal?) y la idea de estructurar el relato a partir de largos flashbacks para justificar de cierta manera la presencia del jugador ausente, pero lo cierto es que desde el punto de vista de la historia no hay tantos escollos a la vista como para encontrarle defectos en cuanto a la cohesión interna del relato, el ritmo y su fluidez. Esta vez los personajes secundarios sobre todo el de Daniel Rabinovich no sorprenden demasiado y las veces que se apela al humor (pocas por cierto) la efectividad sólo llega de la mano de Diego Torres y su histrionismo habitual.
Colgado del travesaño Soy hincha de Racing. Eso significa que pienso -o más bien siento- que los hinchas de Independientes son seres amargos y pecho fríos, y esto lo digo tratando de ser moderado. Pero a pesar de que los veo como mis enemigos mortales, siempre he respetado la mística roja, el paladar negro que caracteriza desde tiempos históricos a sus hinchas, esa vocación por ir para adelante en todo momento, como una identidad que los marca a fuego. También sé que hay algo que me une a ellos, porque atraviesa a todos los fanáticos del fútbol: la pasión, ese amor prácticamente inexplicable pero imposible de dejar de lado por una camiseta. Cuando empezás a amar a un equipo, ese amor no tiene vuelta atrás y es algo que nos sucede a todos. Hace no mucho, una amiga me contó cómo se hizo hincha de Independiente: empezó a ver junto a su familia por televisión un partido de Independiente y enseguida sintió cómo se le erizaba la piel. “Fue amor a primera vista”, me dijo. No sé de qué carajo estaba hablando -¿cómo mierda te podés enamorar de un equipo tan choto como Independiente?- y a la vez la entendí perfectamente: cuando te enamorás, te enamorás, no hay un razonamiento lineal que lo explique. Entonces te toca amar al mejor equipo del mundo -es decir Racing- o a uno con escasez de azúcar, como Independiente. En fin… Toda esta introducción me sirve para decir que en Papeles en el viento hay tan poca mística como pasión. No por escasez de alusión a esos términos -en el film se la pasan hablando de esas cuestiones- sino porque no consigue transmitir apropiadamente desde las imágenes o el desarrollo de los personajes lo que implican esas nociones. Lo cierto es que en la novela de Eduardo Sacheri aparecían por lo menos dos variables interesantes pero a la vez riesgosas para la adaptación cinematográfica: en primer lugar, es un relato donde la mirada sobre las mujeres bordea el machismo, lo objetual e incluso la misoginia, pero nunca termina de caer en esas características porque queda bien en claro que el punto de vista es masculino y a la vez hay una problematización sobre esa visión, indagando sobre la forma en que el hombre se relaciona con el género opuesto, las cargas afectivas que decide poner en las mujeres o lo que elige no ver, en la que se acepta que realiza un recorte particular, a su conveniencia, y que a la vez siempre se sentía atraído o necesitado del sujeto femenino. En un punto, lo que dice el libro es que los hombres construimos nuestra identidad en buena medida a partir de las mujeres que nos rodean: las que nos odian o putean, las que nos quieren y bancan, las que están o nos dejaron, todas nos aportan elementos en nuestra constitución como hombres. En segundo lugar, es una historia donde la amistad está puesta en crisis, para su posterior reafirmación, como un entramado de conexiones y entendimientos que incluye y trasciende a la vez diferencias de clase, pertenencia o caminos emprendidos, como algo casi imposible de racionalizar y que también va constituyendo a cada uno de los protagonistas. Son dos líneas de reflexión que se van hilvanando en la trama a partir no sólo del conflicto central -tres amigos que luego de la muerte del cuarto integrante del grupo, tratan de revalorizar a un jugador en el que el fallecido invirtió, para así poder darle el dinero a su hija, quien se quedó sin padre-, sino también de sucesos puntuales y hasta pequeños, y principalmente de las cavilaciones que traspasan a cada uno de los personajes. Frente a esta multiplicidad de desafíos, el planteo de Juan Taratuto en la dirección y el guión (coescrito junto al mismo Sacheri) es conservador en el sentido más futbolístico del término: no busca correr ningún riesgo, apuesto a lo más seguro y más que ganar, intenta no perder, aunque su estrategia lo termina conduciendo paradójicamente a una derrota inevitable. En el recorte obligado que presenta el film se acumulan las secuencias inconexas, apelando de forma insistente a la sensibilidad del espectador -tocando todos los botones posibles para activar la risa o la lágrima de forma casi pavloviana-, confiando en exceso en el carisma de los actores -en especial de Diego Peretti, con el que el realizador se siente indudablemente más cómodo trabajando- y reivindicando la amistad por la amistad misma, sin capas en los personajes donde se intuyan coherencias o contradicciones. Pero la peor parte se la llevan las mujeres, que son meros cuerpos vacíos de significado y pensamiento, pura decoración que aparece y desaparece sin mayor explicación, sirviendo apenas como artilugio para hacer avanzar el film. Esto se traslada hasta en la forma en que la película aborda el fútbol, con los diálogos del libro como única arma para transmitir tanto lo pasional como insólito que caracteriza a muchos factores del deporte en la Argentina, desperdiciando situaciones propicias para potenciar la “mística” -el clásico ante Racing al que asisten los protagonistas- o forzando otras -Mauricio (Pablo Echarri) contemplando un video que muestra un gol histórico de Bochini a Boca-, con varios monólogos a cargo del personaje de Diego Torres explicando lo que significa ser hincha del Rojo porque no hay nada en las imágenes que lo exprese. En consecuencia, lo que queda es un film amarrete, en el que Taratuto, después de haberse arriesgado -y mucho- con La reconstrucción, vuelve a tirarse para atrás, del mismo modo que lo había hecho con Un novio para mi mujer. Papeles en el viento es tan defensiva, que termina siendo indigna de los hinchas de Independiente.
Uno esperaba más del nuevo filme de Juan Taratuto. No es fallido, pero está por debajo de “No sos vos, soy yo”, de “Un novio para mi mujer” y de “Reconstrucción”. El libro de Eduardo Sacheri intenta, desde el amor fanático que despierta el fútbol, armar un retrato costumbrista, sensible y barrial que tiene en el centro a cuatro amigos. El cáncer acabó con uno de ellos y la promesa de los otros es cuidarle la hija y hacerla hincha de Independiente. En el medio hay una trama, algo inverosímil y con un final muy anunciado. El Mono compró en 300 mil dólares un delantero que ahora sobrevive malamente en la liga de Santiago del estero. Y los muchachos harán lo imposible para poder venderlo: autorobos, promotores (¿no había otro actor menos recitador que Rabinovich?), videos truchos. Hay buenos diálogos, toques de humor y los actores no desentonan, pero el film exagera con el tono sensiblero y suena recargada tanta pasión futbolera con esa nenita en el medio. Pero Sacheri se vengó: en “El secreto de sus ojos” debió capitular ante la adaptación de su novela que hizo el rancinguista Campanella. Aquí, por eso, todo es del Rojo de Avellaneda.
Elogio de la amistad y también de la picardía Amigos desde la infancia, Fernando, profesor de secundaria, Mauricio, abogado de prometedora carrera, y El Ruso, se juntan para despedir al Mono, que se les fue en pocos meses. El Mono era hermano de Fernando, íntimo del Ruso, que lo apoyaba en todas, y padre de Guadalupe, que estaba a cargo de la madre. Para la niña (y también para imponerse a la odiosa de la madre, que le amargó la vida al finado) los amigos quieren recuperar una inversión. Pero no saben cómo. Esa inversión es un delantero en la mala. Si el club le da el pase libre, se le acabó la carrera. Hay que venderlo cuanto antes. Pero hay que saber venderlo. Y estos tipos sólo saben de fútbol lo que ven en las tribunas. Son fanáticos de la camiseta e ignorantes del negocio. A merced de los lobos, como lo estuvo El Mono. Por suerte esto es una película. Entretenida, muy bien actuada, con personajes queribles, situaciones reconocibles, diálogos graciosamente naturales, y un desenlace gratificante, como corresponde. Un elogio de la amistad, y también de la picardía para los negocios, un buen cuadro del ser nacional, y unos vivas al cuadro de sus amores. Tiene sus puntos flacos, es cierto. Por ahí se afloja "el verosímil". Son debilidades que vienen de origen, de la novela de Eduardo Sacheri en que se basa. Pero de ella viene también su atractivo y su riqueza, y del director Juan Taratuto su buen ritmo y la síntesis. Adaptar la novela no habrá sido nada fácil. Se estructura mediante capítulos dobles, donde cada capítulo de la historia presente va siendo iluminado, o acompañado en los acordes, por el capítulo de una historia pasada, que ya quedó fija y que define a las personas y al posible destino de las mismas. Había que reconvertir eso, y apretar de paso los diálogos sin que pierdan la gracia. El resultado es satisfactorio. Incluso más que satisfactorio. Sobre todo para los hinchas de Independiente. Titulares, Pablo Rago, en una composición notable, Diego Peretti (que ya en la comedia "Fuera de juego" quería vender un jugador sin saber nada), Diego Torres, que hace el personaje más tocante, y Pablo Echarri, conocido fana de Independiente, tanto que en una española de terror donde participaba, "No debes estar aquí, insistió hasta lograr que el protagonista usara la camiseta del Rojo de Avellaneda en una escena clave. Eso habrá sido un misterio para el público peninsular, pero acá fue un guiño bien recibido. Y de amores y guiños está hecha la película que ahora vemos. A señalar, Cacho Buenaventura y Daniel Rabinovich en sendos personajes laterales, la música de Iván Wyszogrod, y una característica del Ruso, hermosamente expuesta por Sacheri en su libro: "es incapaz de hacerse problema durante más de diez minutos seguidos sin que la felicidad lo distraiga y lo arrebate de allí y se lo lleve a mundos mejores con la excusa más estúpida". Ese es el personaje más querible, y en el fondo el más inteligente.
“It is a dramatic comedy about a group of longtime friends, it's not the usual boy meets girl stuff, and what is at stake is whether they will keep on being friends or not,” states Argentine filmmaker Juan Taratuto (Un novio para mi mujer, La reconstrucción), about his new film Papeles en el viento, based on the novel of the same name by Eduardo Sacheri, who also co-wrote the film with Taratuto. Sacheri is the author of the novel La pregunta de sus ojos, adapted into the 2010 Academy Award-winning The Secret in Their Eyes. In Papeles en el viento, this group of four forty-something friends and soccer fans have to face the death of one of them, el Mono (Diego Torres), because of cancer. Prior to his demise, El mono had invested U$300,000 to buy a young soccer player who showed great promise, but ultimately turned out to be a dissapointment. Now the remaining friends, Fernando (Diego Peretti), Mauricio (Pablo Echárri) and El Ruso (Pablo Rago) need to recoup the investment to provide El Mono's young daughter with the money to make sure she will grow up with no monetary problems. But considering how harsh and foul the bussiness of soccer can be, their enterprise is bound to face endless difficulties. Let alone the arguments among themselves resulting from trying to agree on what strategies to employ. So will they remain friends and accomplish their goal or will they grow apart? What would the best road to take? These are some of the questions posed as the film unfolds. Unfortunately, Papeles en el viento tends to lack the neccesary dramatic progression to provide a gripping scenario. There’s two main reasons for this: most of the conflict is repetitively conveyed via explanatory dialogue that leaves little room for anything else (at times you could close your eyes and still miss nothing), and the overall mise en scène is not cinematic — it often resembles a conventional TV movie. So no wonder after a while the film becomes static and somewhat dull. On the plus side, the four actors give engaging, well-tuned performances and convey the feeling that they are longtime friends at ease. They manage to make the most out of the few actions and reactions the script offers them, and even add some flair to many good dialogue lines. The supporting actors do quite a decent job as well. You could say that if the film holds some interest until the end it’s because the actors flesh out their characters even more aptly than the somewhat underwritten script. The sentimental tone in the film may seem too easy to like, but this is a deliberate choice on the part of the filmmaker, and it does work out as intended. Yes, it's not the best possible choice for a film that needed a more profound gaze, but you can’t blame the director for getting it right in his own terms. All in all, Papeles en el viento is watchable, and this is also an achievement, even if a minor one. Production notes Papeles en el viento (Argentina, 2014). Directed by Juan Taratuto. Written by: Juan Taratuto and Eduardo Sacheri, based on the latter’s novel. With Diego Peretti, Pablo Echarri, Pablo Rago, Diego Torres, Cecilia Dopazo, Paola Barrientos, Cacho Buenaventura, Daniel Rabinovich. Distributed by: Disney.
Hay ciertos conceptos vacíos de sentido pero cargados de simbologías varias. Uno de ellos, acaso de los más familiares para nosotros, es el de la “argentinidad”, una especie de combo de lugares comunes folclórico-publicitarios que resumen o condensan ese concepto en una serie de figuras icónicas: la amistad, el barrio, la pasión, la familia, la “viveza criolla” y el fútbol, entre otros. PAPELES EN EL VIENTO juega con todas esas figuras y las hace pasarse la pelota como en una competencia de argentinismos, para terminar armando un combo que resulta un tanto excesivo. Y es una pena porque el filme cuenta una potencial buena historia y Juan Taratuto, su director, tiene la suficiente habilidad y conocimiento del manejo de los tiempos y recursos cinematográficos como para poder conducir a los espectadores por una trama que tiene momentos e ideas narrativas ingeniosas. Pero el filme vuelve, una y otra vez, a esa celebración/justificación sentimental de “la piolada” porteña, echando a perder los logros que va tratando de construir de a poco. Es la historia de cuatro amigos, uno de los cuales ha muerto hace poco a causa de un cáncer. Los tres restantes, hinchas fanáticos de Independiente (como era el fallecido, apodado El Mono e interpretado por Diego Torres), quieren ayudar a la hija de éste, recuperando un dinero (300 mil dólares) que El Mono tuvo en sus manos tras una indemnización laboral pero luego (mal) invirtió en un jugador de fútbol que no rindió como todos esperaban y hoy da pena en un equipo de cuarta categoría de Santiago del Estero. papeles3El filme –más allá de algunos flashbacks a las épocas en las que El Mono vivía y cuando se enfermó– se centrará en Mauricio, Fernando –hermano del fallecido– y El Ruso (encarnados por Pablo Echarri, Diego Peretti y Pablo Rago) y en sus esfuerzos por recuperar el dinero de la manera que sea, tratando de “reinventar” al jugador que era delantero como defensor, intentando venderlo al exterior y lidiando con sus representantes pero, sobre todo, tomando esa misión casi como una manera de homenajear a su amigo y, paralelamente, darle la posibilidad a la hija de “sentir los colores” del Rojo de Avellaneda. La película –cuya trama recuerda, por momentos, a las idas y vueltas narrativas con el eje puesto en la “viveza criolla” patentadas por NUEVE REINAS– tendrá sus confusiones y vueltas de tuerca ingeniosas, pero lo que estará siempre al frente de todo será esa idea sentimental de que, por los amigos y por la familia, vale todo. Y el filme de Fabián Bielinsky, si bien lidiaba con algunas ideas relativamente similares, jamás empujaba esos lugares comunes vacíos de significado hacia el primer plano de la narración. Ni tampoco terminaba celebrando una mezcla de conservadurismo barrial y canchera xenofobia (“los argentinos somos los más vivos del mundo” o algo así) de la manera en la que lo hace esta película, justificándose en esos valores filiales, con una enfermedad terminal como frutilla del postre. papalesenelviento030114wideHabiendo visto todas las películas de Taratuto tengo la impresión que no es ése ni el universo ni la filosofía de vida del director de LA RECONSTRUCCION y NO SOS VOS, SOY YO, sino que responde más al mundo creado por Eduardo Sacheri en la novela homónima, con su “neo-fontanarrosismo” y su nostalgia “gasolera” que bordea un universo televisivo en sus versiones más old-school (digamos, de AMIGOS SON LOS AMIGOS a –ay!– EL SODERO DE MI VIDA). En EL SECRETO DE SUS OJOS –la película basada en su novela LA PREGUNTA DE SUS OJOS–, la trama policial, la dimensión política y la pericia de Juan José Campanella como narrador lograban dejar en segundo plano esos excesos temáticos (el barrio, el fútbol, la pasión, la amistad, etc, etc), pero aquí Taratuto no logra taparlos, tal vez porque no hay nada con que hacerlo. Tampoco es un problema de los actores, quienes más allá de algún exceso de caracterización, no abusan de los clichés que el guión casi parece pedirles (de hecho, Rago está muy bien en el rol del más loser de los amigos). Es un problema, si se quiere, ético (o moral o ideológico) con el que la película termina coqueteando la que tira para abajo sus esfuerzos de ser una narración simpática, amable y, sobre todo, dramáticamente ajustada. No hay planificación visual que se pueda sostener cuando la idea de “la argentinidad al palo” parece ganar la batalla por todos los costados.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
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CUATRO AMIGOS Y UNA TRAICIÓN (En esta nota se revelarán algunos aspectos del desenlace de la película. Teniendo en cuenta la cantidad de lectores de la novela que le da origen y los lugares comunes que la sustentan y la recorren, es realmente poco importante que se cuente el final de la historia). Papeles en el viento[i] sirve como excusa para intentar, sin llegar a proponer un ensayo, hacer distinciones entre tres conceptos interesantes. Es probable que se utilicen indistintamente para hablar de esta película, pero no son en absoluto equivalentes. El primero es el de cultura popular (o cine popular, si quieren aplicarlo al caso). La cultura popular es una expresión o creación en la cual el punto de vista que se asume en la construcción del hecho es la de los sectores populares, o específicamente oprimidos. Las fiestas populares que implican las tradiciones de los pueblos no mercantilizadas, el neorrealismo italiano, las letras de lo mejor del folklore o el tango, la novelística de Roberto Arlt, los cuentos de Horacio Quiroga o el cine de Leonardo Favio son hechos que nos hablan de la cultura popular. El segundo de los conceptos es el de espectáculo masivo, que supone la construcción de un hecho cultural / artístico formateado de acuerdo a los requerimientos de un modelo de circulación de obras dentro de un mercado donde la producción es cada día más indiferenciada, más estereotipada y más marcada por una oferta unidimensional, dirigida a convocar a gran parte de espectadores que son consumidores pasivos. El tercer concepto es el de cultura de masas. En este caso hablamos de fenómenos que implican la participación de las masas en el hecho cultural, no exclusivamente como productores directos, si como partícipes necesarios para otorgar entidad al mismo. Este es el concepto más complejo, pues sin dudas puede intersectarse tanto con formas de la cultura popular como con muchos fenómenos del espectáculo masivo. Entre estos cruces se encuentran habitualmente tanto el cine como el fútbol. A partir de estas definiciones entendemos que Papeles en el viento no es cine popular, sino un ejemplo concreto de un espectáculo masivo, preformateado, entregado al espectador como un devenir previsible, moralizante, libre de toda angustia y duda sobre los hechos, las motivaciones y la integridad de sus personajes. Un relato digerido que libera al espectador de todo trabajo de interpretación o de operación de pensamiento. Un cine que responde, de pe a pa, todos los mandatos del peor cine industrial, cuando no del peor modelo de novelística televisiva. Y para legitimar su falsa naturaleza popular utiliza al futbol como telón de fondo de una historia contada una y mil veces de la misma manera. La historia es un relato de amistad masculina y barrial. Tópicos que permiten caer no solo en lugares comunes, que Taratuto – Sacheri recorren a montones, sino también en un discurso misógino y ramplón del cual la dupla autoral hace gala sin ningún tipo de pudor. Tras la muerte de el Mono, su hermano y dos amigos de toda la vida se proponen hacerse cargo de garantizar el buen pasar de su hija, Guadalupe. Para ello apelan al único capital que el Mono dejó como resultado de una indemnización: un mediocre jugador de futbol que compró suponiendo que tendría un venturoso futuro en su carrera, pero que al momento de su muerte, apenas si jugaba en un modesto club de la liga de provincias. O sea, un jugador cuyo valor de mercado es prácticamente nulo. Lo que el trío de amigos deberá lograr es vender a la antigua joven promesa en una cifra que les permita garantizar el buen pasar de la niña, ahora huérfana de padre. Pero el buen resultado económico de la gestión será el modo en el que “comprarán” el derecho a compartir el tiempo familiar con la niña, a quien la mezquina madre no les permite ver (y mucho menos llevar a la cancha). Formalmente la película no solo que no tiene búsqueda alguna (resulta especialmente notable en la escena en la cual los tres amigos desmantelan la habitación donde vivía el mono. La misma carece de toda idea dramática y espacial, reduciendo el diálogo a planos cortos), sino que además claramente sostiene con la imagen lo que desarrollaremos más adelante: el fútbol es un gran ausente, aun cuando haya pelotas, canchas y gentes de pantalones cortos que las patean. La notable incapacidad de contar la pasión, el juego y la tensión espacial que supone el deporte, es el sostén formal de la propuesta narrativa, una simple comedia romántica, contada con planos y diálogos televisivos. En el camino hay dos claves para reconstruir el pensamiento que sostiene el relato: el primero es el rol de la ex mujer del Mono (ellos estaban separados al momento de su muerte). Soberbia, injusta, detestable, es el paradigma de la ingratitud y el egoísmo. Además si analizamos lo no dicho en la película, carece –o peor aún está impedida por su propia condición de mujer- de hacerse cargo por si del futuro de su propia hija. Serán solamente estos “tíos”, obviamente hombres con códigos de barrio, de futbol y de misoginia, quienes deberán no solo garantizar el futuro, sino decidir sobre cuestiones tales como la educación de la niña. El segundo hecho clave está en la mutación que la relación pasional por el futbol, anclada en una idea romántica e idealizada del hincha originario, se convierte sin tensión ni mirada crítica, en una relación mercantil, donde el jugador deja de ser objeto de deseo del hincha para convertirse en un bien de cambio capaz de motorizar una cadena de negocios. Ese desplazamiento del hincha romántico al mercantil propietario de un jugador de futbol, aparece naturalizado dentro del marco de fanatismo genuino. Podría pensarse, con cierta libertad, que esta es la misma parábola que va del realizador idealista de cine al realizador de un producto masivo acondicionado a las demandas de la circulación del negocio del espectáculo. Quizás estemos en presencia de un extraño encuentro entre el decir y el hacer entre el personaje y el realizador. Pero el punto central donde se pone en juego la ideología presente en la película está en lo que llamamos la traición del deseo. Es claro el discurso del Mono a sus amigos. Les ruega que a su muerte sean quienes lleven a cabo su legado: transferirle a su hija su pasión por Independiente, por su historia, por sus colores, por su mística (que cada hincha atesora como algo personal y que se transfiere en un ritual que requiere una participación concreta y corporal, ir a la cancha). Ese deseo, no es el que se proponen llevar a cabo el trío de legatarios. Aun cuando ellos, en una impostada puesta en escena llevan a la niña a la cancha, lo que pretenden hacer con la recuperación del valor de mercado del intrascendente Pittilanga, es garantizar a la niña una buena escuela privada que puedan pagar con el monto obtenido y “comprar” el derecho a verla. La traición está allí. Mientras el padre quería legar un capital simbólico, romántico e idealizado, lo que los “tíos” transfieren es el sueño material de la clase media urbana, libre de toda huella del mandato del padre muerto. Es en este punto donde se puede observar el punto de vista del par de narradores. Ellos asumen como propio el lugar del sueño del poder: vender a Pittilanga por más que lo que vale “estafando” a un grupo de millonarios árabes, para con eso garantizar a la niña la educación privada de más alto nivel. Cualquier intento de definir esto como cine popular es conceptualmente una aberración. Esta traición al deseo del Mono, el desplazamiento del lugar del hincha al del empresario y la negación del lugar de la madre, son las tres vías esenciales para entender la ideología que sostiene Papeles en el viento, una película que como el futbol del presente y la abrumadora mayoría del cine que circula en las salas comerciales, es el producto estándar de un espectáculo masivo que lejos están, uno y otro, del deporte y del arte. Por Daniel Cholakian @d_cholakian ________________________ [i] Para anticiparme a lecturas erradas declaro: 1) Me gusta mucho el futbol y he sido asiduo concurrente a las canchas durante gran parte de mi vida. Y he sido un interesante jugador amateur. 2) Soy hincha de Independiente y he visto en la cancha a casi todas las glorias que nombran los protagonistas de la película. Cuento en mi propia mitología personal haber estado en la cancha una helada noche de 1976 en que Bochini hizo el mejor gol de la historia –sí, mejor aún que el del Diego- en el que eludió a 9 jugadores y definió con un caño al arquero. Al día siguiente el relato emocionado de esa jugada inolvidable fue el texto de la prueba de biología para la que, obviamente, no había estudiado por ir a la cancha.
Con las recomendaciones de amigos que leyeron el libro, como también por un muy buen trailer entré a ver Papeles en el viento. Tiene un muy buen desarrollo hasta la primera mitad, con un elenco muy sólido y buenas situaciones que hacen pasar un muy buen rato en la sala de cine. Pero desde la mitad la película se duerme en algunas cosas, mezcla otras, deja temas confusos que en algunos casos serán aclarados con el final, pero no se entiende del todo para los que los hacen así. No puedo asegurar si es del libro o de la película. Taratuto hizo grandes películas hasta ahora, y creo que esta es la menos sólida. El elenco está muy bien y se llega a lamentar que algunos personajes aparezcan poco. De los protagonistas se lucen Rago y Peretti. Tiene una gran producción y una excelente cámara con buenos momentos fotográficos. Para mi es un aprobado, pero sinceramente esperaba mucho más.
El último refugio de la inocencia Papeles en el viento es la adaptación cinematográfica del relato homónimo de Eduardo Sacheri a cargo de Juan Taratuto. Sabido es el especial fanatismo que profesa el autor por el universo del fútbol y la mística que lo rodea,como también la maestría que maneja el director para reflejar los diversos conflictos humanos mas intensos ( recordemos sus films No sos vos, soy yo, Un Novio para mi Mujer, La reconstrucción). El relato se centra en el universo masculino y sus vínculos (las mujeres ocupan un lugar más que secundario en el relato). La amistad , la paternidad , la pertenencia, son los tópicos que unen a estos cuatro amigos de la infancia que han compartido una de las cosas mas sagradas que puedan vivenciarse en grupo : la pasión por un equipo de fútbol. Han crecido juntos , algunos cumpliendo sus metas de juventud. Otros frustándose por no hacerlo. Y es así como estos cuatro amigos (interpretados correctamente por Diego Peretti, Pablo Echarri, Pablo Rago, Diego Torres) se ven enfrentados a la súbita muerte de uno de ellos y la imperiosa necesidad de pasar ese luto de la manera menos dolorosa posible. Es así que deciden buscar la forma de ayudar a la hija del difunto enmendando los desaciertos económicos que realizára el mismo en sus días finales. Y la fallida inversión tiene nombre y apellido: Mario Juan Bautista Pittilanga un jugador con tanta maestría para el fútbol como su ahora manager para los negocios. Así Diego Peretti, Pablo Echarri, Pablo Rago intentarán vender a este fallido joven deportista y recuperar algo del dinero de su amigo muerto. De esta forma ingresa una interesante mirada sobre el universo de este deporte con toda su mística , pero también con todas sus miserias. Los ” formadores de opinión” deportivos y su habilidad para crear grandes deportistas donde no los hay. Los grandes comerciantes de humo. BqqB4xtIgAEBbvQ.jpg large En una entrevista hace unos años Sacheri enunció “…Los hinchas sabemos la mugre que hay en el fútbol, pero terminamos haciendo como que no sabemos porque hay algo que nos importa más. No sé si está bien o mal, pero así funciona; es una inocencia que en otros ámbitos no nos permitimos.El fútbol es el último refugio de la inocencia”. Tal vez de eso se trate el eje del film : de la inevitable pérdida de la inocencia. De experimentar por primera vez la muerte de un par y saberse mortal. De dejar de observar en las tribunas para pasar a la cancha y jugar el partido que defina el resto de tu campeonato. Papeles en el viento logra construir vida a través de la muerte , resignificando la amistad como ese vínculo que nos permite ser eternos.Por lo menos en el recuerdo de nuestros afectos.
Una derrota inesperada Juan Taratuto, si bien no es garantía absoluta, es uno de los directores más confiables del cine mainstream nacional. Ahí están Un novio Para mi Mujer o ¿Quién Dice que es Fácil? como ejemplos palpables de esa afirmación. Eduardo Sacheri, junto a Taratuto, escribieron el guión de Papeles en el Viento, adaptando la novela homónima del escritor de La Pregunta de sus Ojos. La premisa resultaba alentadora. Un director solvente detrás de las cámaras, un libro cargado de amistad y referencias futboleras y un elenco integrado por figuras reconocibles eran buenos puntos de partida para esperar bastante de Papeles en el Viento. Lamentablemente, el resultado del film es un poco decepcionante. La historia de la quinta película de Taratuto nos cuenta, a grandes rasgos, las desventuras de tres amigos al vender a un delantero que juega con más pena que gloria en el Argentino A (tercera categoría del fútbol argentino). La idea de Fernando, el Ruso y Mauricio es ubicar a Pittilanga (así se llama el muchacho que milita en un equipo de Santiago del Estero) en algún club para que puedan recuperar los 300 mil dólares que pagó en su momento su amigo de toda la vida, el Mono (fallecido de cáncer), y poder entregárselos a su hija para que disponga de esa suma de dinero en el futuro. Las actuaciones tampoco logran torcer el resultado a favor de la película. Papeles en el Viento tiene varios problemas, pero el principal es cómo se dejan ver los hilos en determinadas escenas. ¿Qué quiero decir con esto? Todas -o casi todas- las películas tienen momentos que buscan generar algún tipo de sentimiento, pero la magia del cine se da cuando uno se encuentra y se sorprende cumpliendo ese cometido del film, y no cuando ve venir esas intenciones desde muy lejos. Con Papeles en el Viento pasa esto último; en la mayoría de las escenas se anticipa el chiste o el propósito del realizador de generar la tan deseada emoción. Los flashbacks (que subrayan lo mostrado y no aportan nada a la trama), acompañados por una música terriblemente sensiblera, rondan con una cercanía alarmante el temible golpe bajo. Es en toda la secuencia final en la cancha de Independiente donde la obra consigue cerrar una escena conmovedora con fuerza y determinación. Además, el apartado de las actuaciones tampoco logra torcer el resultado a favor de la película. Pablo Echarri, Diego Peretti, Pablo Rago y Diego Torres no tienen la química necesaria para que uno compre la historia, y todas sus líneas son dichas al aire sin ningún tipo de carisma o vigor. Después, el elenco secundario, integrado por Cecilia Dopazo, Paola Barrientos y Daniel Rabinovich, tiene un desarrollo nulo, lo que no les favorece en absoluto para poder brillar en el nublado cielo del film. Incluso la escena con la fugaz aparición de Cacho Buenaventura parecía, a priori, atractiva pero no es explotada en absoluto. Hay en Papeles en el Viento ciertos puntos de contacto con el cine de Juan José Campanella, especialmente en el costumbrismo argentino presente en las obras del director de El Secreto de sus Ojos. Los diálogos bien porteños, las chantadas, los asados, etc. parten del libro de Sacheri, pero la impericia de Taratuto (eficacia que a Campanella no se le puede cuestionar en ese aspecto) hace que esas situaciones suenen forzadas o impostadas. Es una verdadera pena que el fútbol siga esperando una película que le dé una victoria abultada. Lamentablemente, con Papeles en el Viento se da una derrota inesperada, y esa deuda con el deporte más popular de nuestro país seguirá sin saldarse.
Amigos son los amigos Que Argentina es un país futbolero, nadie lo puede negar. Solo hace falta juntar a más de dos hombres para que en algún momento de la charla salga el tema del deporte. Pasionales por naturaleza, sorprende que en nuestro cine tengamos tan pocos films sobre el “balón pie” en los últimos años. De hecho, casi que las últimas entregas medianamente conocidas, vinieron desde afuera. Quizás por eso llamaba tanto la atención este film. Fernando, el Ruso, Mauricio y el Mono son cuatro amigos de la infancia, que además comparten la misma pasión por Independiente y el futbol en sí. Luego de la muerte de el Mono, los otros tres deciden hacerse cargo de los gastos para la pequeña hija del primero; el problema es que el Mono gastó toda su plata en el pase de una joven promesa que nunca triunfó y hoy apenas juega en el Torneo Argentino A. Ahora deberán intentar recuperar esa inversión, sin perder la amistad en el proceso. papeles1 Antes de avanzar, quiero admitir que aun no leí el libro de Sacheri, así que me limitaré a hablar únicamente de la película. Film que apunta al corazón del argentino por definición. Futbol, amigos y el sueño de pegarla; solo faltan las mujeres y tenemos ante nuestros ojos al típico argento promedio. Y ahí radica el mayor acierto o error de la película, según como se lo mire. Es un acierto en el sentido que con unas pocas pinceladas, ya conocemos a los personajes y nos identificamos con ellos. Tenemos al triunfador con una vida personal bastante problemática, al busca vida que se mantiene a flote vaya uno a saber como, al alma del grupo que todos extrañan, y al centrado y más responsable. Pero a la vez es criticable lo poco que están trabajados los cuatro amigos. Irónicamente del que mas sabemos como es su vida personal (Echarri) es el que menos tiempo tiene en pantalla de los tres principales protagonistas. De Rago conocemos que está casado (por una única escena) y que apenas sobrevive con su lavadero. Diego Torres era el eterno soñador sin visión de futuro que pasó su vida mirando a su pasado. Y Peretti, quizás el protagonista por sobre los demás, solo sabemos que es maestro y nada más. ¿Entonces por qué la película logra salir bien parada? Porque transmite la famosa “argentinidad al palo” por todos lados. Como dije, el cuarteto pese a lo poco que está trabajado a nivel personajes, se hacen personas reales porque todos conocemos a alguien como ellos. Además hay que sumarle el periodista deportivo chantun, el joven futbolista que quiere triunfar y su padre que se quiere salvar, etc. Es por esto que habrá que estar atento a la película a nivel internacional. El hecho de que juegue tan de local con el espectador, quizás le juegue en contra a países que manejen otros códigos y lenguajes, o no sientan la misma pasión por el deporte. Peretti-Rago-patadura-Papeles-viento_CLAIMA20150108_0213_27 Lo que si no tiene nada que ver con el país donde se vea, es que a nivel historia el film funciona y mucho. Reemplacen el futbol por cualquier deporte, pero el mensaje seguirá estando ahí. La amistad masculina prevalece a todo. Esto también se hace un hecho gracias al cuarteto actoral. Si bien ninguno destaca o sobre sale como para llevarse un premio, tampoco alguno falla en su rol. Pero tienen lo que deben tener los personajes en estas películas grupales y es química. Los chistes hacen reír, los actores se entienden entre si y todo fluye con naturaleza. Y cuando esto pasa, un gran porcentaje del film está asegurado en el público. Papeles en el Viento seguramente no sea un peliculón, ni pase a la historia del cine nacional. Es más, el hecho que aun todos tengamos Relatos Salvajes en la memoria, diría que hasta le juega en contra. Pero para aquellos grupos de amigos que aman ver la pelotita rodar, y manejan el lenguaje futbolero, sus chanzas, que deciden ignorar la parte turbia del espectáculo (cosa que se ve en la película), acá tienen su candidata ideal para el cine.
Producción que trabaja por encima de cualquier otro tema la nostalgia, si bien el vehiculo temático que hace avanzar la trama es la amistad, la añoranza de un tiempo pasado mejor se huele a cada instante. Hay otros temas en danza a lo largo de todo el texto audiovisual, y lo que por momentos parece querer posicionarse como denunciante, en el orden de la corrupción económica en el fútbol y los medios de comunicación, termina siendo apenas una leve aproximación al tema que nada resuelve. No sólo se puede atravesar el filme desde lo formal, por la utilización de los cortes temporales, éste va y regresa en el tiempo casi de manera aleatoria, pues la intención de ese recurso parece primar en la presentación del verdadero protagonista, que es el disparador de la historia, y que de otra manera sólo se constituirá en un personaje fuera de cuadro. En éste caso no hay una intención calificadora del recurso, de su utilización y de sus formas, sino poder escudriñarlo desde ese lugar incomodo del justificar lo que se hace en cine, pues nada es casual en éste arte. El director Juan Taratuto se presenta con su cine como un muy buen contador de historias, no le pidan que tome riesgos sobre las formas de narrar, ni demasiadas búsquedas estéticas, ni siquiera con el diseño de sonido o la música, que en éste caso se limita a esta puesta para redundar sobre lo contado y mostrado. Y si algo afloraba como metonimia desde el titulo, el final da por tierra con esa posibilidad de lectura. Lo cual pone a éste buen ejercicio audiovisual como muy dependiente del guión, que es en realidad una traslación de la novela homónima de Eduardo Sacheri, el mismo autor de “El secreto de sus ojos” (2009). La historia se centra en res amigos (Diego Peretti, Pablo Echarri y Pablo Rago) quienes se sienten en la obligación de poder darle un futuro a la hija del “El Mono” (Diego Torres) que él no pudo concretar, el es cuarto de los amigos, todos unidos por la pasión sobre el fanatismos del fútbol, e hinchas del Club Atlético Independiente. Dueño del pase de un jugador del interior de Argentina, la devaluación monetaria, y del mismo jugador, los llevara a actos improbables, no imposibles, con la firme intención de recuperar la pésima inversión económica de su amigo fallecido. Si bien no recurre al grupo de los catálogos de golpes bajos, la historia en sí misma no necesita de ese recurso artero para funcionar como una comedia dramática, que cuando se coloca en el lugar de la moraleja, patina.
Un grupo de amigos decide llevar adelante una estafa en el mundo de la compraventa de jugadores de fútbol para favorecer a la hijita de un cuarto amigo fallecido repentinamente. Culto a la amistad, película “de reír y llorar”, paisaje urbano -y conurbano- argentino. No está mal, por cierto, y los actores otorgan dignidad a una historia que recorre lugares comunes con naturalidad y desparpajo.
Fútbol y sentimientos Desde Osvaldo Soriano y Roberto Fontanarrosa, hasta Eduardo Sacheri, la literatura sobre fútbol y su mística conforma con distintos estilos al menos en esta parte del mundo una especie de subgénero rápidamente identificable, que se ha trasladado también al cine. Navegando entre el clima de comedia, con muchos enredos y situaciones costumbristas, “Papeles en el viento”, basada en la novela de Eduardo Sacheri, aborda la tragedia de la muerte que repercute sobre un largo vínculo de amistad entre cuatro hombres unidos por el barrio y la pasión del club de sus amores. Los protagonistas -que se conocen desde niños pero ya están cuarentones- son: un profesor (Peretti), un abogado ambicioso (Echarri) y un comerciante en quiebra (Rago) quienes harán lo inimaginable para llevar a buen puerto los objetivos inconclusos de “El Mono” (Diego Torres), víctima de una enfermedad terminal y padre de una niña de nueve años. El único capital que dejó “El Mono” es un jugador de fútbol mediocre que juega en un equipo de Santiago del Estero y que compró en su momento por 300.000 dólares con el dinero de una indemnización, lo que los hace herederos de la ira de su ex esposa (Cecilia Dopazo) que aborrece el entorno futbolero de quien fue su pareja. La trama se inicia precisamente cuando los amigos de “El Mono” deciden una estrategia para vender a ese jugador desprestigiado, apelando a mentiras fraudulentas y a un cotizado periodista de renombre para que lo reposicione en el ranking de promesas valiosas. El objetivo es recuperar el dinero de cualquier forma, para asegurarle el futuro a la pequeña hija, sorteando la oposición de la madre, para tomar simbólicamente el lugar del padre ausente. Códigos irregulares La trama tiene algunos agujeros y ciertos chistes predecibles, además de una moral poco ecuánime, según la cual la clase media venida a menos puede estafar pero con buenas intenciones. Con el fútbol de por medio, la película se permite una buena dosis de machismo y también algunos chivos comerciales. El humor no excluye una mirada bastante crítica a los tejes y manejes del mundo del fútbol, con sus representantes chantas, algunos periodistas manipuladores de opiniones a cambio de dinero y jugadores panqueques, que pintan un día para delanteros y otro para zagueros. Aunque toda la trama es para poner a prueba la fidelidad y resistencia del vínculo amistoso de los protagonistas. La película incluye un reparto interesante, donde sobresale Pablo Rago con un rol diferente a los realizados hasta el momento, tanto en su composición como en su apariencia física, y bien secundado por Peretti, Echarri y Torres. Cabe mencionar la eficaz participación de Daniel Rabinovich (del grupo Les Luthiers) en el rol del periodista deportivo. Con costuras y todo “Papeles en el viento” intenta un tipo de película que Hollywood hace muy bien: las que tienen que ver con el deporte y los sentimientos. La historia es simple pero emotiva y con agregados autóctonos de esos que Eduardo Sacheri sabe colocar en el momento justo y que impacta en mucha gente que no suele leer pero sí interesarse por historias de barrio, en las que puede reconocerse, entretenerse y emocionarse. Son relatos especiales, rezumantes de melancolía futbolera, amigos con códigos y otros estereotipos, antes patrimonio exclusivo del tango, que actualmente son canalizadas por los medios de comunicación. Como en Campanella y Sacheri, el tema de las pasiones: la amistad y el fútbol están muy unidos y conllevan el respeto a la palabra dada, el recuerdo siempre presente del amigo; casi ingenuidades... pero igualmente conmovedoras aunque se les vean las costuras y su considerable dosis de misoginia, compensada con el afecto hacia la niña aunque las esposas parecen compartir el mismo perfil antipático de las suegras. Nada con lo que el público masivo no esté de acuerdo, sino por el contrario, que celebra y sigue con simpatía hasta el final.
El Valor de la Amistad Juan Taratuto vuelve a la dirección en 2015, ahora con una producción basada en la novela de Eduardo Sacheri -em mismo autor responsable de "El secreto de sus ojos"-, se trata de un melodrama con algun que otro ribete de comedia costumbrista y que sin ser la historia, o el guión mas meritorio ofrece una historia amable, llevadera y sobre todo muy bien actuada. El futboll siempre tuvo sus relaciones con la literatura en inolvidables novelas o cuentos de Fontanarrosa u Osvaldo Soriano, y aquí es una consecuencia de la relacion amplia y vigorosa de un grupo de amigos que ante la muerte anunciada de uno de ellos tan tempranamente, deciden hacerse cargo en parte de la manutención de su pequeña hija. El tema es que lo único de valor que dejará es el pase de un jugador ignoto y en préstamo a un perdido club del interior. La cuestión será ponerse las pilas e intentar la venta a algún club importante o del exterior a este promesa -o no tanto- llamada Pittilanga. Con un ritmo melancólico, Taratuto -dueño de una filmografía de muy buenos títulos, que van desde la estupenda "No sós vós, soy Yo" (2004) al muy notable dramón "La Reconstrucción" (2013)- sabe filmar una historia donde prevalece el sentido de la amistad, como también la pintura social, los afectos, con esos amigos que son: un magnífico Pablo Rago, un sustancioso Pablo Echarri, un ajustado Diego Torres y por sobre todos ellos, un increible Diego Peretti, que como siempre sabe bordar su rol como pocos. Alguna crítica demasiado exigente le ha dado la espalda, sin embargo habría que preguntarles a esos criticos si solo merecen atencion los súper-tanques como "Relatos salvajes" o las aburridas y escuetas propuestas que a veces son infladas siendo bastante estériles..?? "Papeles al viento" es una propuesta que merece tener su posiblidad de ser disfrutada, sin mucho más eso si, en esta cartelera veraniega.
Historia de fútbol y amigos Sacheri y Taratuto en una apuesta infalible En un país como el nuestro, en el que el concepto de amistad es sagrado y está repleto de ceremonias y rituales, y teniendo en cuenta que, paradójicamente, no son muchos los films nacionales que se han acercado a esta temática, Papeles en el Viento viene a compensar en parte esta falencia. Por otra parte el film reúne una serie de apellidos valiosos, empezando con la dupla creativa articulada aquí para hilvanar la historia, compuesta por los reconocidos Eduardo Sacheri como autor y Juan Taratuto como cineasta. A ellos se les suma un elenco sumamente atractivo, encabezado por el cuarteto Echarri-Peretti-Rago-Torres, nunca antes unificado en un film. Nombres que aportan sus respectivos talentos en cada puesto de tarea, pero que sin embargo, sumados, no elevan la realización a un punto extraordinario, aunque si garantizan su eficacia. La trama aborda las vicisitudes de un grupo de amigos atravesados por una serie de cismas, algunos más traumáticos y decisivos que otros, tras lo cual entrará en juego el futuro de su niña, querida como si fuera hija del grupo, y una inversión efectuada en una promesa de fútbol que está lejos de ser lo que se esperaba. A partir de allí se vivirán momentos encarnizados, graciosos y patéticos, en pos de darle algún potencial a ese jugador casi irrecuperable. Si bien algunos personajes y situaciones quedan a mitad de camino y hubiesen precisado de mayor desarrollo, la ecuación de fútbol y amistad de Papeles en el Viento, como principal motor de la trama, funciona. Además el film está surcado por un puñado de muy buenas escenas, en especial la última, resignificada por el revoloteo de papelitos al término de un partido de fútbol. Convincentes y sensibles, Diego Peretti, Pablo Echarri, Pablo Rago –el más comprometido en su composición, física y gestual– y Diego Torres, aportan también su carisma, dentro de un elenco que incluye intérpretes de gran nivel como Daniel Rabinovich, Cecilia Dopazo, Paola Barrientos y Daniel Loisi, entre otros.
Papeles en el viento es la adaptación de un libro de Eduardo Sacheri (sí, el mismo de El secreto de sus ojos) y está dirigida por Juan Taratuto (Un novio para mi mujer, entre otras); cuenta la historia de tres amigos (Pablo Rago, Pablo Echarri y Diego Peretti) que deben hacerse cargo de recuperar una inversión que realizó "El Mono" (Diego Torres) antes de morir de un cáncer fulminante, y destinar esos fondos para la crianza de la hija huérfana. La narración no es lineal, sino que va intercalando la trama principal y diferentes anécdotas del pasado que dan cuenta de cómo era la relación entre los cuatro, siempre atravesada por el amor al Club Atlético Independiente. La verdad que a simple vista parece que la película va a ser un embole, pero la inversión que hizo "El Mono" antes de morir fue... comprar un jugador del ascenso. Y al jugador le va mal y parece imposible recuperar el dinero. Entonces te enganchás con la historia, porque no es que es un tema que tengas claro, y no tenés ni pálida idea cómo va a resolverse. El desarrollo de todo esto obviamente es a través del diálogo en su mayoría: conversan con el técnico del jugador, se reúnen con un periodista deportivo muy influyente (el siempre impecable Daniel Rabinovich) para convencerlo que genere falsos rumores sobre el jugador así los clubes grandes se interesan en su pase, etc. Pero así y todo, la historia es llevadera y no te dan ganas de irte de la sala en ningún momento. Las actuaciones son sólidas y absolutamente creíbles, lo esperable del reparto elegido. A destacar Pablo Rago, haciendo una especie de Rafa de Villa Domínico. Lo malo es que está llena de clichés. Pero llenísima. Exceso de costumbrismo argentino. En un momento, Torres agoniza y Peretti lo va a visitar; al salir de la habitación la cámara hace un paneo rarísimo y deja en mitad de plano a éste yéndose y en la otra mitad a la máquina que te monitorea el corazón haciendo pip pip pip. Y habiendo visto tanto cliché, esperás que Torres muera y que la máquina haga piiiiiiiiiiiiiiiip. Pero no, no muere. Por esa pechofriada te perdiste la nominación al Oscar, Taratuto. VEREDICTO: 6.0 - INTRASCENDENTE Una película argentina comercial más, que intenta dejar algún tipo de mensaje pero por momentos se olvida cuál y todo se diluye. Tiene algunas cosas incomprensibles a nivel técnico (cortes raros, encuadres que dejan afuera a algún personaje), recursos que no terminan de responder a una poética y están más cerca de parecer errores. Pero más allá de ello, la película se entiende y se deja ver, aunque no suma ni resta. Es una más del montón.
Amigos y lágrimas forzadas "Papeles en el viento" es una peli de tipo lacrimógena que se centra en el poder de la amistad de cuatro tipos, que con todos sus problemas (que no son pocos) tratan de mantener al cuarteto unido. El grupo de amigos está compuesto por los hermanos Fernando (Diego Peretti) y el Mono (Diego Torres), Mauricio (Pablo Echarri) y el Ruso (Pablo Rago). La trama se centra en cómo tres de los cuatro amigos, Fernando, Mauricio y el Ruso , tratan de sobrellevar la muerte del Mono a causa del cáncer y ayudar a su pequeña hija a tener un futuro mejor que el que le dejó su padre. Acá aparece una de las primeras cuestiones polémicas del film. Al personaje de Diego Torres, lo pintan como un pobre tipo que más allá de ser buena persona, era un irresponsable e infantil que se deliró la guita de una indemnización en un mal negocio antes de morir, la compra de un pibe futbolista que estaba jugando en un campeonato de tercera categoría. Es extraño que luego el director trate de hacernos emocionar con la lucha de este personaje contra el cáncer ya que de entrada al público le va a caer un tanto gordo por la estupidez que carga y porque sólo llega a conocer la faceta mala del tipo. En una escena del film él mismo se pregunta con desilusión, "¿qué le dejo a mi hija?"... La respuesta es bastante tonta también, "que sea hincha de Independiente"... Y así nos pasa con los demás personajes a excepción del de Peretti. Mauricio es un chanta que entre otras cosas la cuernea a la mujer, el Ruso es un vago rematado que fracasa en cada negocio que emprende lo cual le ha generado deudas varias y el reproche constante de la esposa, y Fernando si bien lleva una vida solitaria y aparentemente aburrida, al menos no le caga la vida a la gente. De nuevo, es extraño que con semejante cuarteto el director pretenda hacernos sentir identificados y emocionarnos. En todos también hay claros rasgos de machismo, al estilo "la única mujer que realmente vas a amar en tu vida es a tu hija", cuando tres de ellos están o estuvieron casados. Las contrapartes femeninas son mostradas como brujas insoportables que sólo viven para romperles los huevos a nuestros protagonistas. Por otro lado la historia que se plantea es por momentos bastante inverosímil. Entre los tres amigos se hacen cargo del futbolista que compró el fallecido y se empeñan en no sólo sacarlo bueno, sino además hacer un negocio millonario con su pase al algún club del exterior. El pibe no es de lo más habilidoso que se haya visto, pero eso no importa, porque entre Fernando, el Ruso y Mauricio le van a hacer creer a los posibles compradores, juego de marketing de por medio, de que este es el próximo crack del fútbol. Tres tipos, que no saben nada de negociados en el mundo del fútbol van a engañar a empresarios que se dedican de lleno a esto... es muy poco creíble. Si se quiere se puede destacar el buen trabajo interpretativo de los cuatro actores, que ponen al servicio del film toda su experiencia actoral. Quizás también se puede resaltar algún que otro momento divertido a cargo de Peretti y algún atisbo de emotividad genuina. Lo demás es muy forzado y tiene pinta de haber sido concebido de manera muy desprolija. Un entretenimiento regular.