Ferpectos desconocidos Al lado del panteón de brujas, vaqueros, payasos, mutantes, satanistas, santeros, fantasmas y todo tipo de freaks del cine de Alex de la Iglesia, su más reciente película Perfectos desconocidos (2017) es su obra más mansa y complaciente. Es una remake de la italiana Perfectos desconocidos (Perfetti sconosciuti, 2016), acerca de un grupo de amigos que se junta a cenar y la cizaña que se arma cuando comparten los secretos de sus celulares en la mesa. La adaptación una comedia divertida y a veces astuta pero se queda lejos de la usual mordacidad e irreverencia del cineasta español, y por ello no termina de justificar su existencia. La premisa reúne a tres parejas en un penthouse en Madrid, fatídicamente durante un eclipse que deja a la luna ensangrentada. Los anfitriones son Eva y Alfonso (Belén Rueda y Eduard Fernández), que están discutiendo de entrada; se les suman Antonio y Ana (Ernesto Alterio y Juana Acosta), que van discutiendo en el camino, y los recién casados Eduardo y Blanca (Eduardo Noriega y Dafne Fernández). Finalmente llega un séptimo amigo, Pepe (Pepón Nieto), sin pareja. La pregunta que hace la película - y nunca responde, porque la respuesta es más que obvia - es si la ubicuidad del celular y la vida digital crea problemas o los esconde. Blanca, joven, inocente y desesperada por ser aceptada en el círculo de amigos propone un juego: todos dejan su celular en la mesa y se exponen a revelar sus secretos. Si llega un mensaje de texto, lo leen en voz alta; si alguien llama, lo ponen en altavoz. Eva lo compara a una ruleta rusa, pero todos se suman al juego. Rehusar sería prácticamente confesar todo tipo de culpa. Se empieza por revelaciones bastante casuales - correos y mensajes con información que al dueño no necesariamente importa mucho pero que convoca opiniones que no son bienvenidas - hasta que llegan los mensajes ambiguos y las llamadas inoportunas. La gracia está en cuan desesperados se vuelven sus intentos de maquillar la obvia verdad, y la forma en que las mentiras se van apilando y van acomplejando la actuación de cada uno de los comensales. La película se estructura y avanza como una obra de teatro a medida que la superficial cordialidad entre los amigos y las parejas se va degenerando por la sospecha, la vergüenza, la recriminación y finalmente la bronca. En este sentido es muy parecida a Un Dios Salvaje (Carnage, 2011): el humor se divide entre el placer sádico de ver a un grupo de personajes intentar desesperadamente mantener la civilidad contra toda pulsión y el masoquismo de imaginarse en una situación parecida. Como la mayoría de estas ficciones teatrales, el final siempre es un problema - no es fácil dar con una conclusión satisfactoria para lo que ha sido puro paroxismo. A esto se suma la decepción de que algunos de los personajes son desperdiciados con salidas tempranas y la historia nunca se complica tanto como amaga en un principio (en la nada queda el cuchillo que un personaje planta cual advertencia). Hay una corriente de histeria muy a lo Alex de la Iglesia, pero nada que permee la burguesía de sus personajes o la trama. Así que por más entretenida que resulte la historia no lleva del todo su temática al límite y el giro del final ralla la estafa.
La farsa burguesa hecha añicos El cine europeo de las últimas décadas ha adoptado con mucho vigor el esquema comercial de las remakes, un típico mecanismo del mainstream hollywoodense en función del cual la gran industria pretende apostar a seguro refritando alguna premisa -o toda una estructura narrativa y su marco de referencias- que ha demostrado ser exitosa en alguna geografía específica. Tal es el grado de aceptación de la fórmula que los productores del viejo continente hasta han entendido que el enclave ideal para buscar proyectos es ni más ni menos que la propia Europa, a sabiendas de que más allá de las diferencias nacionales existe una sensibilidad general compartida que permite trasladar con relativa facilidad los engranajes retóricos de una película de tal país hacia las características de un mercado vecino, dando por resultado una especie de “diálogo” entre las cinematografías autóctonas. Así las cosas, hoy por hoy tenemos la particularidad de que -en lo que respecta al cine europeo- nos solemos encontrar por un lado con remakes que se centran en géneros antiquísimos como la comedia y el drama, y por otro lado con propuestas originales que tratan de emular a los productos yanquis de horror, suspenso y acción. Hasta cierto punto se podría afirmar que Perfectos Desconocidos (2017) combina elementos de ambas vertientes porque es de hecho una remake de una pequeña gran obra italiana de 2016, dirigida por Paolo Genovese, y a la vez responde a la idiosincrasia de un artesano de lo macabro como Álex de la Iglesia, sin duda un representante ineludible -por lo menos en España- de esta tendencia de “sustitución de opus tenebrosos estadounidenses” que ha copado Europa y buena parte del globo con la manifiesta intención de competirle a Hollywood en su terreno. Para aquellos que no lo sepan, vale aclarar que el eje pasa por una cena entre cuatro amigos de mediana edad, tres con sus respectivas parejas y un soltero, que de forma algo “azarosa” -fruto de la dinámica de la conversación y las relaciones de poder- deciden sumarse a un juego que consiste en dejar los celulares arriba de la mesa y leer/ escuchar en público cada nuevo mensaje, mail o llamada entrante. Lo que empieza siendo un chiste morboso de tono lúdico sobre la ausencia de secretos de cada comensal rápidamente deriva en una competencia pueril de “valentía” que lleva a los hombres y mujeres a acceder, algunos con soltura y otros a regañadientes y luego de ensayar diversas excusas para evitar participar. De a poco las patrañas y mentiras piadosas se irán cayendo y las dobles vidas, embustes y ocultamientos quedarán al descubierto en una noche que destruirá una armonía ya inestable. El guión del propio De la Iglesia y su colaborador de siempre Jorge Guerricaechevarría respeta a nivel general el del film italiano, ya que se focaliza en la catarata de arcanos que esconden los protagonistas de turno: infidelidades varias, homosexualidad, ninguneo laboral, propensión a la pederastia, fantasías sexuales a la distancia, falta total de deferencia mutua y hasta engaños mayores dentro del mismo grupo (cuernos incluidos… de nuevo). En esencia dos son los ingredientes que los españoles introducen en el armado narrativo, ambos en estrecha relación: en primera instancia tenemos una constante alusión a una Luna Roja que actúa como una suerte de influencia sobrenatural/ enigmática en el desarrollo de los acontecimientos, a lo que se suma -en segundo término- un pulso abiertamente volcado hacia el terror, con música ominosa y planos sugestivos que funcionan en consonancia. Estos detalles, los cuales anuncian de lleno la debacle emocional/ individual por venir, le dan a la realización de De la Iglesia una maravillosa personalidad propia que asimismo se ve potenciada por el histrionismo de una hispanidad descontracturada que supera el bullicio, fastuosidad y picardía de los italianos. Los diálogos son en verdad estupendos y permiten el lucimiento de un elenco perfecto que incluye a Belén Rueda, Eduardo Noriega, Ernesto Alterio, Eduard Fernández y Pepón Nieto, entre otros. Al igual que Perfetti Sconosciuti (2016), la película se burla del patetismo farsesco de la burguesía y además pone de manifiesto el fetiche actual con eso de dar una imagen de felicidad perpetua que por lo bajo encierra todo un catálogo de falsedades, delirios y autoengaños que ejercen presión sobre la máscara necia de los celulares y la virtualidad hasta hacerla implosionar…
Eclipse de Luna Ya sea desde su debut como director en la bizarra Acción Mutante (1993) o en su último trabajo cinematográfico, la remake de Perfectos Desconocidos (Perfetti sconosciuti, 2016), el film del realizador italiano Paolo Genovese, Álex de la Iglesia genera a nivel narrativo sus propios códigos y reglas que se aplican a la idiosincrasia española y a un estilo personal descarnado y satírico deudor del cine de Federico Fellini, pero combinado con un terror carnavalesco y grotesco. Con un guión en colaboración entre de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría, al igual que en El Bar (2017), Perfectos Desconocidos (2017) adapta la historia de Genovese junto a Filippo Bologna, Paolo Costella, Paola Mammini y Rolando Ravello para crear un film sobre la amistad, las relaciones de pareja, la paternidad y la falta de comunicación, debida precisamente a la prodigalidad de medios de comunicación, alrededor de una cena entre amigos en una noche de eclipse lunar total que coincide con un raro fenómeno de cercanía entre la Luna y la Tierra. En una combinación perfecta entre drama, comedia cáustica y terror, el realizador español crea un film en el que los secretos de cada personaje son expuestos a la luz a través de un juego aparentemente inocente. Cada uno de los personajes debe dejar su celular en la mesa y compartir los mensajes y las llamadas con el resto de los comensales. Lo que parecía un juego inofensivo de amigos que no tienen nada para ocultar se convierte en una pesadilla cuando todos comienzan a descubrir que sus parejas y sus amigos tienen una vida íntima que le ocultan al resto. Al igual que las exitosas adaptaciones de la pieza teatral El Nombre (Le Prénom, 2012), de Alexandre de La Patellière y Matthieu Delaporte, que fue llevada al cine por los propios autores en su versión francesa y por Francesca Archibugi en su versión italiana bajo el título El Nombre del Hijo (Il Nome del Figlio, 2015), Perfectos Desconocidos adapta una historia de carácter teatral, situada en un costoso piso de Madrid alrededor de siete personajes. Al igual que en el film original, hay una excelente dirección de actores de un elenco muy destacado que incluye a Belén Rueda, Eduardo Fernández, Ernesto Alterio, Juana Acosta, Eduardo Noriega, Dafne Fernández y Pepón Nieto como los protagonistas de esta gran comedia negra. También es destacable el manejo de la tensión de cada escena y el brillante cambio de tono del drama a la comedia e incluso al terror, manteniendo el mismo estilo sin que el film pierda el hilo conductor. Tanto el film original como su adaptación, que tiene un final completamente distinto y algunas escenas ligeramente diferentes acorde al estilo de Álex de la Iglesia, reconstruyen la neurosis alrededor del comportamiento de los adultos frente a las nuevas tecnologías, particularmente a través de los teléfonos celulares inteligentes, que son utilizados como agenda, reloj, despertador, teléfono, mensajería, o calculadora, entre algunos de los muchos tipos de uso que estos artefactos permiten y estimulan. El celular, como dispositivo significativo y paradigmático de la nueva sociedad de consumo, funciona como una extensión del cuerpo, según el relato, una prolongación del cerebro, permitiendo tener almacenado en una máquina de plástico, frágil y endeble, información que los seres humanos consideran invaluable e irremplazable, pero que en realidad es fútil y rápidamente sustituible como una prolongación intrascendente y prescindible del cuerpo. Pero también hay una crítica muy fuerte a la idea del macho y la idea del éxito laboral, el primero un concepto ya aniquilado por los estudios de género y el segundo tergiversado hasta la destrucción por el capitalismo a través de la figura del emprendedor. Perfectos Desconocidos es así una comedia dramática atrapante que desnuda la hipocresía de una sociedad burguesa que esconde sus mentiras en los dispositivos de sujeción creados y comprados por ellos mismos para guarnecerse de cualquier posibilidad de libertad. De esta forma los autores encuentran a través de este ensayo teatral una herida abierta del entramado social que exhibe sus cicatrices y sus ampollas mientras el cuerpo social aún se retuerce del dolor autoinflingido.
Perfectos Desconocidos: La amistad en tiempos de Whatsapp. Alex de la Iglesia. Solamente este nombre es marca registrada de calidad. Y, una vez más, nos entrega una fábula sobre la miseria humana; esta vez, en tiempos donde la tecnología nos invade por todas partes. “En la amistad y en el amor se es más feliz con la ignorancia que con el saber” William Shakespeare La intimidad, ese bonito y preciado tesoro. Nunca antes estuvimos tan expuestos como en esta época tecnológica: Facebook, Twitter, Instagram, Whatsapp. Redes sociales que nos “insociabilizan” constantemente. Acercándonos a personas que no conocemos y alejándonos de las que tenemos al lado. Una cena de amigos cualquiera puede ser el detonante de las miserias humanas, así como las cenas familiares porque, ¿que son los amigos sino la familia que cada uno elige? Alex de la Iglesia logra, una vez más, reflejar el comportamiento humano mediante una fábula que refleja lo primitivo que puede ser el humano en la era donde la tecnolo´gia evoluciona pero no así las personas. Perfectos Desconocidos es la remake del filme italiano homónimo del 2016. No voy a contar la premisa de aquella película ni compararla ya que el “esqueleto” es el mismo pero hay varias diferencias con la versión original, pero tampoco me compete analizar esa y sí ésta: siete amigos, tres parejas. Ellos se reúnen como habitualmente hacen en una cena. Con el marco de la “Luna de Sangre”, un eclipse lunar que pocas veces tenemos la oportunidad de apreciar, se da este meeting en el que un “inocente” juego librará la Caja de Pandora con destino incierto hacia los comensales. La cámara inquieta de de la Iglesia nos sumerge como espectadores voyeour de esta fatídica noche, donde los mensajes de los teléfonos celulares van cobrando dramática importancia a medida que avanza la trama; sin embargo el contexto del filme es una comedia, porque no podemos dejar de reírnos (quizás de forma incómoda porque nos reflejamos en algún personaje) de lo absurdo de las excusas, los diálogos, las tretas que cada uno debe decir o hacer para no ser descubierto. No hay un momento en el que no haya una carcajada nerviosa, o cómplice, porque estamos ante seres humanos con los que nos rodeamos día a día. Amigos, parientes. Perfectos Desconocidos logra enmarcar la acción con ese toque místico que el director español le imprime a sus obras, esta vez, la tan mentada “Luna de Sangre”, que según los antiguos volvía salvaje a las personas. Pura superstición irónica, ya que las propias acciones de los personajes del filme son las que traen consecuencias reales y nefastas a sus vínculos. Quizás Perfectos Desconocidos no sea la mejor película de Alex de la Iglesia, pero de seguro que es un retrato exacto a la relaciones interpersonales de hoy en día, atravesadas por la tecnología y las redes sociales tan drásticamente que, un simple mensaje de Whatsapp, puede destruir al matrimonio mejor consolidado.
Realmente tuvo que haberle gustado mucho el proyecto al gran Álex de la Iglesia como para disponerse a realizar una remake de “Perfetti sconosciuti” (2016) a tan poco tiempo de su estreno original. Pero conociendo lo mucho que disfruta las películas sobre personajes discutiendo en un espacio cerrado, tampoco extraña mucho. Un grupo de viejos amigos se dispone a reunirse para otra de las tantas cenas que ya han tenido a lo largo de los años. Como para escapar un poco de la rutina que rodea sus vidas ahora tan familiares y matrimoniales, deciden divertirse un rato con un juego: todo mensaje y llamada que reciban sus teléfonos durante la cena será compartido con el resto inmediatamente. La velada terminará siendo mucho más intensa de lo esperado y quizás algo tenga que ver el extraño eclipse que teñirá esta noche de rojo sangre. La introducción del film nos muestra que lejos de tratarse de una prueba para el bueno de Álex, es un ejercicio que le va como anillo al dedo a su estilo de dirección. De la Iglesia es un maestro de los espacios reducidos: mientras muchos directores se ahogan en piletas olímpicas, él gana medallas nadando en un vaso de agua. El dinamismo se une a las sutilezas visuales gracias a un trabajo de montaje y fotografía que permiten que cada detalle ofrecido por su talentoso elenco esté tan al frente como las enormes copas de vino. Aunque el nombre de Belén Rueda se lleve (con justicia) la mayoría de las luces, el resto del cast eleva completamente un guion que ya de por sí resulta más interesante con cada minuto que pasa. Las grandes actuaciones del español Eduardo Fernández y el argentino Ernesto Alterio son quizás las únicas que podrían destacarse entre el resto. Todos los personajes son coloridos y levantan extrañas sospechas por igual, y por supuesto todos ellos tienen algo que esconder. Aunque tenga labores impecables en todo aspecto técnico (como por ejemplo la muy buena banda sonora que nos estaba faltando destacar) y se encuentre dotado del talento justo para el proyecto tanto detrás como delante de cámara, hay detalles que terminan por “molestar” en la experiencia. No es ningún secreto que el cine del director español es por excelencia un cine de género, y de todas maneras ésta es una película en la que el tono sobrenatural que constantemente se sugiere nunca termina de encajar satisfactoriamente. Aún sin tener idea de que se trata de una remake, se siente inmediatamente como una adhesión tardía a la historia. Por más de que haya sido agregada de forma correcta por uno de los mayores especialistas en el tema, cada vez que los personajes o la música sugiere los efectos nefastos de este extraño eclipse termina sintiéndose como una distracción de los hechos que realmente competen a la narrativa. A pesar de molestias que intentan cerrarse de forma no del todo satisfactoria hacia el final, la realidad es que “Perfectos Desconocidos” resulta una opción ideal para una salida entre amigos. Una propuesta que además de entretener con abundantes risas y tensión atrapante, sabrá cautivar a cualquiera que se vea reflejado en sus varios personajes.
En tiempos donde reina la hiperconectividad, cada propietario de un teléfono celular puede esconder un verdadero universo detrás de su pantalla, oculto incluso para sus seres más cercanos. Tal es la premisa de la nueva película de Álex de la Iglesia, que si bien es una remake del éxito de taquilla italiano del año pasado -dirigido por Paolo Genovese-, aquella pulsión que tiene el bilbaíno por agrupar personas capaces cometer las peores bajezas unos a otros la hace parecer una concepción cien por ciento suya.
La importancia del tono En 2016, Perfetti sconosciuti, de Paolo Genovese, se alza con los premios a la mejor película y guión del año en los premios David di Donatello (los Goya italianos). La historia de un grupo de amigos que plantean un juego con los móviles mientras cenan en casa de una de las parejas durante un eclipse conquistó a los espectadores, estableciendo récords de recaudación en la taquilla italiana. El guión de este filme italiano se convierte en el soporte para el remake español filmado por Alex de la Iglesia, Perfectos desconocidos, gracias al nexo de unión de Mediaset que está involucrada en ambas producciones. Si comparamos ambas versiones lo primero que llama la atención es que el filme italiano (obra de Genovese y otros tres guionistas) es seguido escrupulosamente por la versión española. El guión de Alex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría reproduce de manera idéntica las frases del diálogo incorporando las necesarias variaciones provocadas por el cambio de país (las alcaparras italianas y la referencia a Anzio se convierten en trufas y Valencia en la versión española) o la permuta del personaje que propone el juego del móvil que trastocará la cena. La introducción y presentación de los personajes, la composición escénica y la importancia del casting son otros puntos de unión que el filme de Alex de la Iglesia tiene con el original italiano. Podría por la tanto pensarse que estamos ante un simple remake considerado desde un punto de vista meramente profesional y más teniendo en cuenta que su realización viene inmediatamente a continuación del anterior proyecto del director vasco, El bar. Sin embargo si vamos más allá de la coincidencia en el texto, el tono del relato termina configurando dos filmes diferentes. Perfetti sconosciuti comienza con un tono cómico que poco a poco se va transformando en un drama, los equívocos provocados por el juego desvelan la verdadera naturaleza de las relaciones entre los amigos y sus propias parejas, y el desenlace, suavizado con un truco final de guión, nos deja un sabor amargo en relación con unos personajes a los que hemos ido viendo realmente como son tras la fachada de la amistosa apariencia inicial. Perfectos desconocidos mantiene el tono cómico, lo lleva hacia delante forzando la situación (gracias a la presencia de un actor que entra al trapo de la comicidad como es Ernesto Alterio) y termina convirtiendo la película en una sátira sobre las realidad y la mentira, introduciendo en el relato un punto de vista casi onírico resaltado por la importancia que se concede al acontecimiento del eclipse (un elemento no destacado en la versión italiana). La presencia del eclipse de luna de sangre causa un efecto extraño en la ciudad con un influjo lunar que crea una situación sobrenatural. Una esfera redonda que se va tiñendo de sangre y que, mostrada cada vez de una forma más engrandecida, parece provocar sucesos extraordinarios que enrarecen el ambiente. Desde la terraza del piso se observa cómo la violencia se adueña de la calle (el accidente de coche), un personaje habla de la leyenda de los mayas, las relaciones entre los amigos se van alterando y agriando llegando al enfrentamiento, se toman una foto y parece que ocurre algo extraño, etc. Bajo ese espíritu irónico el filme de Alex de la Iglesia repasa, al amparo del uso del móvil, la fragilidad de las relaciones humanas. Parejas y amigos parecen conocerse perfectamente en base a su larga amistad o la estabilidad de sus matrimonios; sin embargo, cuando detalles íntimos o secretos surgen a la luz, esa estabilidad adquiere una inconsistencia que hace tambalear la seguridad de sus sentimientos. El cirujano que recibe asistencia psicológica, la chica que es el paño de lagrimas de su ex, el marido que mantiene una relación con una joven, la mujer que tiene un compañero de juegos sexuales online, el personaje que oculta su homosexualidad, etc. Mientras el filme italiano se va sumergiendo en el drama al ir descubriendo todos los personajes que la fachada inicial esconde aspectos que minan su amistad, Perfectos desconocidos decide apostar por la tragicomedia, la sátira y el histrionismo llevando al límite las situaciones, provocando la hilaridad. Genovese apunta las situaciones mientras Alex de la Iglesia las hace patentes (en la versión italiana el personaje que descubre que su amigo es el amante de su mujer se limita a mirarlo, en la española, lo abofetea; el truco final para cerrar el relato es introducido de una manera muy liviana en la versión italiana, mientras Alex de la Iglesia lo explicita y ya lo había apuntado en la escena del selfie). Una sátira que permite sostener de una manera adecuada la irrealidad de la propuesta (el cúmulo de secretos y traiciones que son capaces de generar este grupo de amigos es exagerado) haciendo que el espectador no se plantee ninguna duda y decida disfrutar del abanico de situaciones cómicas que provoca el enredo de las distintas historias entrelazadas entre sí, planteando diferentes temas como la necesidad de mantener una parcela privada, el abuso de la tecnología o el riesgo de apostar por la verdad. Además, dentro del esquema del remake, Alex de la Iglesia nos propone un filme en el que podemos encontrar el universo que el realizador y su guionista han cultivado desde el inicio de su carrera. La limitación escénica de un espacio reducido que se convierte en un universo particular y que hemos visto en la finca de La comunidad, el plató de Mi gran noche o la reciente El bar; una situación externa que condiciona a los personajes (la llegada del Anticristo en El día de la bestia, unas muertes extrañas en El bar o el eclipse en esta última); o la apuesta por un casting coral en el que actrices y actores se convierten en una parte fundamental de la (re)creación de los personajes. Perfectos desconocidos supone también un homenaje al cine de Pedro Almodóvar. El color rojo mostrado aquí de una manera protagonista invadiendo la imagen de la luna o la blusa de Belén Rueda, el diseño escénico del piso y la terraza y el juego entre una situación real e imaginaria (esa luna irreal, el viento de la escena final), son trazos que nos recuerdan algunos elementos del cineasta manchego. Este último trabajo de Alex de la Iglesia nos deja un ejercicio cinematográfico que rompe con la teatralidad de un escenario único en un ejercicio fílmico que juega con los movimientos de cámara, el montaje y el movimiento interno de los actores en el propio plano; un ejercicio que, al igual que ocurre con una partitura musical, extrae nuevos significados de una misma escritura, para dejar patente que Perfectos desconocidos, a pesar de su inspiración foránea, cuadra perfectamente con la trayectoria fílmica de Alex de la Iglesia.
Ya conocíamos la película de Paolo Genovese, hecha en Italia, que el escribió con un equipo formado por Filippo Bologna, Paolo Costella, Paola Mammini y Rolando Ravelo. Ahora llega la versión de Alex de la Iglesia, que adaptó el guión con Jorge Guerricaecheverría. Y pronto conoceremos en Buenos Aires la versión teatral que va a dirigir Guillermo Francella. Evidentemente se trata de un fenómeno de taquilla primero en Italia, luego en España. Es que la trama esta tan bien construida que aún para aquellos que vieron la versión italiana, encontraran que se entretienen perfectamente con esta versión un poco más feroz del director español. Un elenco de primera que integran Belén Rueda, Eduard Fernández, Ernesto Alterio, Juana Costa, Eduardo Noriega, Dafne Fernández y Pepón Nieto. La gracia que se le ocurre a uno de los amigos en esa cena es poner todos los celulares en la mesa y que toda comunicación que se reciba se haga pública. Una mirada crítica a la dependencia hacia los celulares que padecemos todos y a los secretos mejor guardados con claves y ocultamientos. Cuestiones que saldrán a la luz de relaciones padres e hijos, infidelidades, gustos sexuales, con sus consecuencias inmediatas. Simpática, bien construida y por sobre todo muy entretenida. (###)
Extraños en la noche El director vasco Álex de la Iglesia se mete con la película italiana Perfectos desconocidos (Perfetti sconosciuti, 2016) y hace una remake que se convirtió en un éxito de taquilla en España siendo la película más exitosa del responsable de El día de la bestia (1995), Muertos de risa (1999), La Comunidad (2000), El Bar (2017), entre otras. La premisa parece simple: tres parejas y un amigo soltero se reúnen un sábado a la noche a cenar, y para que la reunión tenga más picante deciden jugar un juego en donde todos los celulares quedarán a la vista y cualquier notificación, mensaje o llamada deberá ser compartido con los demás. Todos parecen estar de acuerdo pero se darán cuenta que nunca se llega a conocer totalmente a los seres queridos. Con una puesta bastante teatral la película hace que de la Iglesia aproveche ese espacio reducido para desplegar todo tipo de movimientos de cámara que meten al espectador dentro de ese departamento, tal como lo había hecho en El Bar. En las actuaciones de Belén Rueda, Eduardo Noriega y Juana Acosta están los puntos más fuertes de los personajes. Además cabe destacar que los rubros técnicos son todos muy correctos y dan una película impecable visualmente, también la música a cargo de Víctor Reyes es una pata importante. Perfectos desconocidos tiene en su relato una parte más cerca del género fantástico que no llega a funcionar tan bien como sí lo hace la comedia que resulta bastante redonda. No estará entre lo mejor del director pero sí es bastante entretenida.
“¿No les gustaría que esta noche pasara algo?”, dice Eva, la psicóloga y dueña de casa, a su marido y a los cinco viejos amigos que han invitado a cenar. Es noche de eclipse, y el desafío de Eva (Belén Rueda) es que todos coloquen sobre la mesa sus teléfonos celulares, y cuando un sonido indique que ingresa un mensaje de texto, un Whatsapp o lo que fuera, lo comparta en voz alta con el resto de los comensales. ¿Ninguno tiene un secreto? ¿Ni uno solo que resguarde de sus amigos, o a su pareja? Cualquier cosa, la culpa la tiene el celular. “Va a ser muy divertido”, se acota. “¿Debería preocuparme?”, pregunta Blanca (Dafne Fernández) a su marido. “Para nada”, le suelta. “Es como la ruleta rusa”, grafica mejor otro personaje cuando los mensajes comienzan a llegar a la mesa y hay que dar más explicaciones que las que debería. Perfectos desconocidos es la remake española de la película homónima italiana estrenada el año pasado en nuestro país. Es una comedia, que a algunos espectadores les caerá dramática, y a otros no tanto, que toma el tema de las redes sociales y la dependencia a ellas. También, la sinceridad, las fantasías sexuales, la homofobia, la fidelidad y -se verá- el sincericidio. No es, claramente, un juego inocente, y pone en aprietos a más de uno. Pero no a todos. Es la primera vez que Alex de la Iglesia (El día de la bestia, La comunidad, con la que tiene algún punto en común por lo coral) realiza una remake. Y le ha venido bárbaro, porque el director vasco no estaba teniendo suerte en la taquilla y Perfectos desconocidos se transformó en un exitazo del cine español. La estructura, si se quiere, es teatral -no se sale del departamento, aunque se pase por distintos ambientes, incluido el balcón aterrazado-, pero el montaje es tan dinámico que uno no cae en ello. El suspenso, algo que De la Iglesia ha sabido manejar muy bien en toda su carrera, está en la espera de un nuevo mensaje, que corrobore o contradiga lo que los espectadores sabemos y algunos personajes ignoren. El guión, ya en el original italiano, permitía este juego casi participativo. Es como convertirse en un voyeurista, es un filme que nos habla de nuestra conexión con los otros en plena revolución tecnológica, y cómo ésta nos puede modificar, al margen de engaños o confianzas traicionadas. Hay algunos cambios que no develaremos e, igual que en el filme de Paolo Genovese, muy buenas interpretaciones. Todos están impecables: Eduard Fernández (el marido de Eva), Ernesto Alterio y la colombiana Juana Acosta (que son marido y mujer también en la vida real), Eduardo Noriega y Dafne Fernández, y Pepón Nieto. “Qué mierda de noche”, resume alguien casi al finalizar la película. Desde la platea se aprecia lo contrario.
A menos de dos años del estreno de Perfectos desconocidos, tragicomedia italiana sobre los enredos, equívocos, secretos y mentiras de siete amigos que se van descubriendo durante una de sus habituales cenas, el guionista y director vasco Álex de la Iglesia presentó una versión que repite aquella fórmula con mínimos cambios. El film original fue un éxito de taquilla y la versión española también tuvo una recepción masiva, pero -aunque ingenioso en su cuestionamiento a la dependencia y los riesgos de los celulares y eficaz en algunos planteos y situaciones- se trata de un producto esquemático, obvio en sus resoluciones y subrayado en su moraleja sobre la hipocresía y la doble moral de la clase media. Tres parejas y un séptimo personaje que llega sin su nueva novia pasarán una larga noche de eclipse (elemento que pretende darle una dimensión fantástica al vodevil) que podría haber sido tan previsible y aburrida como tantas otras anteriores. Pero cuando proponen que todos escuchen las llamadas y lean los mensajes que van llegando a sus teléfonos móviles empiezan a surgir revelaciones, contradicciones y tensiones inesperadas. Más allá de su innegable profesionalismo (y el del elenco), el otrora revulsivo De la Iglesia -quien supo revolucionar el cine de género español- se convierte con este trabajo (con mucho de teatro filmado) en un director por encargo al que solo se le pide que recicle un material predigerido. Un autor anónimo. Perfecto desconocido.
Una comedia perfecta El genial Alex de la Iglesia dirige esta remake de una comedia italiana en la que un juego de "verdad/consecuencia" con los teléfonos celulares deriva en un conflicto de proporciones entre varias parejas amigas Con el marco de un extravagante eclipse de luna que parece haberse apoderado de la ciudad y que a la vez da la impresión de estar influyendo en las personalidades de todos los protagonistas, somos testigos de una cena entre varias parejas amigas. Alfonso (Eduard Fernández) y Eva (Belén Rueda) son los anfitriones de la velada. Los invitados son dos parejas más (una con varios años de convivencia y otra de recién casados) y un amigo soltero que jura que su novia está enferma y por eso no ha podido acudir. Todo transcurre con relativa normalidad hasta que, de pronto, surge una inocente idea. ¿Qué pasaría si los comensales dejaran sus celulares encima de la mesa, al alcance de todos? Llamadas, mensajes, chats, notificaciones de redes sociales, su vida entera compartida al instante sin tapujos y sin red. El juego se pone en marcha y las consecuencias pueden ser catastróficas. Esta brutal comedia sobre las relaciones, los secretos y la dependencia a las nuevas tecnologías, no podría haber tenido mejor realizador detrás de cámaras que Alex de la Iglesia. Su puesta en escena, hace que esta "obra teatral" resulte dinámica, frenética y muy intensa. Un verdadero dream-team de actores españoles se sacan chispas alrededor de una mesa que regada con buen vino y exquisiteces termina transformándose en la arena de un circo romano. Todos los intérpretes brillan (en especial Ernesto Alterio), y cada uno de ellos tiene su instante de lucimiento, pero en la interacción se dan los momentos más logrados, escenas de patetismo y surrealismo conyugal que resultan hilarantes. Los diálogos mordaces, las miradas cómplices, la tensión que crece a medida que avanza el metraje, un conjunto de virtudes que hacen del film un verdadero entretenimiento para adultos en el que muchos encontrarán situaciones y personajes con los que identificarse. La película italiana original en la que se basa esta remake era igual de buena e inteligente, pero sin dudas carecía del humor negro y salvaje que de la Iglesia suele volcar en sus creaciones. Con menos sutilezas que la cinta de Paolo Genovese pero mucho más delirio y acidez, esta versión resulta un interesante paso adelante en la filmografía del director vasco. Una tragicomedia que es necesario ver… con el teléfono móvil apagado.
Esquizofrénico hombre del siglo XXI, tal como reza el título del grandioso tema de King Crimson. El hombre aislado en su celular, su vida pasa por una pantalla, y su personalidad será distinta dependiendo la imagen que muestre a los demás. Perfectos Desconocidos se encarga, en clave de comedia, de esta enfermedad. El bueno de Álex de la Iglesia toma la posta de esta remake de la italiana Perfetti sconosciuti (2016), y en su puesta en escena se encuentra todo lo que el director vasco suele ofrecer con sus ágiles diálogos chispeantes, hilaridad, teatralidad y muchísimo humor, todo acompañado por su condimento sobrenatural característico.
Un grupo de seres encerrados en una situación desesperante que los impulsa a mostrar su verdadero rostro. Con ese esquema, el formidable Álex de la Iglesia nos ha brindado terribles y divertidísimos grotescos, y ahora nos regala una comedia (en el fondo) burguesa: su versión española de "Perfetti sconosciuti", la película de Paolo Genovese que fue éxito en medio mundo, inclusive en Argentina. La recordará el lector: en una cena entre amigos de toda la vida alguien propone dejar los celulares sobre la mesa, para confirmar o desmentir aquello de "contigo no hay secretos". Recordará también que era una obra un poquito ácida. Cabe imaginar entonces el grado de acidez que puede alcanzar en manos españolas. Pero de la Iglesia no abusa. Pinta a los suyos con la franqueza habitual, pero esta vez sin los trazos gruesos habituales, porque así lo pide la obra. Por lo demás, en muchos aspectos su remake es mejor que la original. Adaptación, intérpretes, cámara, puesta en escena y un agregado, un fenómeno natural que amenaza con volverse una señal profética, tales son los puntos a favor. En lo alto, Belén Rueda, Pepón Nieto y Eduard Fernández, que en una parte llega a emocionarnos. También Ernesto Alterio. Para rematar, el final está un poquito mejorado, aunque quizá daba para más. Pero es un buen final, máxime teniendo en cuenta las situaciones extremas que viven los personajes. En síntesis, más que una remake, una de Alex de la Iglesia.
Con esta película serán ya varias las remakes sobre la obra homónima del título y que supo cosechar varios laureles en cine y teatro, pero que en la recurrencia de su relato termina por descartar la novedad como motor narrativo, imponiendo un retroceso en las posibilidades discursivas. “Perfectos desconocidos” junto a “Toc Toc” son las obras que más tiempo han permanecido en cartelera. Su mirada analítica y reflexiva sobre los vínculos, son una radiografía de la época, como así también una desplaciente postura sobre la sociedad actual. Alex De la Iglesia se pone al hombro la versión española de esa cena en la que un grupo de “amigos” decide jugar al atiende tu teléfono móvil si puedes, y si no puedes, pues deberás explicar el motivo o al menos dejarlo que nosotros lo hagamos por vos. Para contarlo propone a actores como Eduardo Noriega, Ernesto Alterio, Belén Rueda, entre otros, actores con oficio y capacidad resolutiva, pero que aquí no saben bien qué hacer con aquello que ya han visto anteriormente. Entonces, “Perfectos Desconocidos” bien convoca a un elenco de estrellas, un dream team con lo mejor de las últimas producciones cinematográficas ibéricas, éstos dan una lección de interpretación sobre la base de lo ya visto y conocido. Allí es en donde principalmente “Perfectos Desconocidos” no funciona, estando De la Iglesia detrás de la cámara, excepto algún juego con una luna roja inmensa nada conmueve, emociona o libera. Cuando se olvida que el cine es un experimento sensorial que apela a una estructura clásica de inicio, conflicto, resolución, conflicto, inicio y así ad infinitum y solo se busca presentar y luego desaparecer, es cuando comprendemos que al ver una propuesta sin nada nuevo se termina por explorar algo que ni siquiera es cine. En el repaso plano por plano de la primera “Perfectos Desconocidos” hay algo que resuena a su reciente puesta cinematográfica, algo que nos dice ahora viene tal o cual cosa. Al evitar “innovar” y seguir al pie de la letra a la original, De la Iglesia, otrora uno de los realizadores más transgresores y avant garde del cine español, termina por construir un relato chato, vacío, que hace extrañar por otras propuestas plagadas de emoción y pasión. Calcada, así, intenta avanzar dentro de su lógica interna de mecanismo de precisión para buscar capturar, principalmente, a aquellos incautos en materia de la narración de la historia de engaño y desengaño original. Para el resto, aquellos que ya vieron o conocieron la historia, la película se presenta como un correcto ejercicio, sin estridencias que impregna de corrección política todo, queriendo que algo pase, pero nada, por lo que se extraña a un realizador que supo hacer de la fantasía y la originalidad un estandarte.
El cineasta español Alex de la Iglesia, director de filmes como La Comunidad, Crimen Ferpecto, Perdita Durango, entre otros, vuelve a la pantalla grande con Perfectos Desconocidos, una remake de la película italiana con nombre homónimo dirigida por Paolo Genovese (Inmaduros e Incantesimo napoletano). A partir del 8 de marzo, se encontrará en la cartelera de los cines argentinos. Un grupo de amigos comparte una cena un día especial, esa noche hay luna de sangre, un eclipse lunar que, según la mitología, enloquece a la gente. Los anfitriones de la velada son Eva, interpretada por Belén Rueda (Séptimo, El orfanato y Mar Adentro) y Alfonso (Eduard Fernández, actor de Truman y La piel que habito), que recibirán a los recién casados Eduardo y Blanca, protagonizados por Eduardo Noriega (Abre los Ojos y Tesis) y Dafne Fernández (Un paso adelante) y a Antonio y Ana, interpretados por Ernesto Alterio (Las viudas de los jueves y El método) y Juana Acosta (Vientos de la Habana), quienes son también pareja en la vida real. Entre sarcásticas charlas, todos esperan ansiosos la llegada de Pepe (Pepón Nieto, Mi gran noche) que presentará a su nueva pareja. Dada la ocasión especial y que todos se jactan de no tener nada que ocultar, Blanca propone un juego para pasar una noche distinta: Dejar los teléfonos celulares en la mesa y que el primer mensajito que llegue sea leído en público. Esto traerá serios problemas entre las parejas y los amigos, ya que comenzarán a “sacarse los trapitos al sol”. El guion original de Filippo Bologna, Paolo Costella, Paola Mammini, Rolando Ravello y Paolo Genovese, quien también dirige el filme italiano, se destaca por aggiornarse a los tiempos del mundo actual sumergidos en la nueva tecnología que ha provocado un cambio en la comunicación interpersonal a través del smartphone y redes sociales, y plantea algunas preguntas a reflexionar: ¿Los teléfonos celulares y la nueva tecnología nos expone a situaciones que no queremos compartir? ¿se ha perdido la intimidad? ¿está toda nuestra vida en un smartphone? ¿cuál es el límite entre lo privado y lo público? La película cuenta con excelentes actuaciones. Como es típico del cine de Alex de la Iglesia, este film tragicómico que bordea al género fantástico transita por momentos románticos, de incertidumbre, misterio, de pura ternura y de muchísima risa.
Secretos en reunión Un grupo de viejos amigos tiene la costumbre de juntarse a cenar. Eligen como fecha para la más reciente, la noche en que habrá un eclipse de Luna que planean ver desde la terraza. El otro atractivo de la velada será la demorada presentación de la pareja del amigo solterón del grupo: eso tiene tan intrigado al resto que hasta hacen apuestas al respecto. Apenas comenzada la velada la charla los lleva hacia los borrosos límites de la privacidad en tiempos de celulares y redes sociales, por lo que una de las invitadas propone un juego a simple vista simple pero también bastante riesgoso: durante el tiempo que dure la cena todos los celulares deberán quedar sobre la mesa y cada llamada o mensaje que entre deberá ser automáticamente compartido con el resto. Poco a poco, parejas y amigos van exponiendo sus secretos mejor guardados, detonando conflictos y confirmando que hay una diferencia importante entre las personas que creían conocer y las que realmente tienen enfrente. Letra por letra Toda la estructura de Perfectos Desconocidos (2018) es la de una obra de teatro, no solo porque casi todo sucede confinado dentro de un única locación, sino porque depende completamente de un guion ajustado al milímetro y el talento actoral de sus intérpretes como fórmula del éxito. Cada palabra es exactamente la que se supone que digan los personajes, algo fácil de comprobar habiendo visto la versión italiana que Alex de la Iglesia se limitó simplemente a traducir con escaso margen para cambiar algo. Esto significa dos cosas: una es que nadie que haya visto la italiana tiene real motivación para ver la versión española, porque salvo por los últimos minutos es exactamente la misma película, casi al detalle. Y esos minutos que cambian el ya criticado final de la primera versión, no pretenden arreglarlo sino sólo hacerlo lo más explícito posible. Tampoco debería ir corriendo quien ande con ganas de ver alguna de las geniales comedias negras y absurdas que le dieron fama al director, su sello personal está completamente ausente de Perfectos Desconocidos y apenas asoma en pequeños instantes donde se permite agregar algo de violencia a las discusiones o resaltar cuestiones sobrenaturales que eran apenas insinuaciones en la película original. Hechas esas salvedades, es una comedia muy efectiva que entretiene a fuerza de buen ritmo y diálogos afilados que no dan descanso, tirando un chiste detrás de otro con foco en las infidelidades y los secretos que se guardan en matrimonios de muchos años. Conclusión Salvo para el público que ya vio la versión italiana y que no encontrará nada nuevo, Perfectos Desconocidos (2018) es una comedia interesante y divertida, tomando la precaución de tener en cuenta que no guarda ninguna relación con el humor característico de Alex de la Iglesia.
La remake de la película italiana (Perfetti Sconosciuti, 2016) que ahora dirige el gran director vasco Álex de la Iglesia, adaptada junto a Jorge Guerricaecheverría nos presenta tres parejas que se reúnen a cenar en la casa de una de ellas , en Madrid. Los anfitriones tienen una hija adolescente, la otra pareja está casada hace varios años y ya siente la la rutina, con dos hijos y la suegra viviendo en su casa y la tercera pareja recién casada, se encuentra en las mieles del amor. Al cabo de un rato llega el amigo soltero y como ocurre últimamente, todos están con sus celulares en lugar de conversar y mirarse a la cara. Entonces la más joven, la recién casada, propone el peligroso juego de dejar todos los móviles arriba de la mesa y no tocarlos durante toda la cena. Y si suenan, puede atender cualquiera y todos pueden escuchar en altavoz la conversación, ya sea llamados, whatsapp o mensajes. Por supuesto, algunos son reacios...pero eso implicaría que tienen algo que ocultar, y finalmente, todos aceptan la propuesta. A partir de allí, lo que parecía un divertimento se transforma en tragedia, al aparecer llamados extraños que presuponen infidelidades y secretos. Al parecer, todos tienen algo que esconder.... Con un gran elenco compuesto por Belén Rueda, Ernesto Alterio, Eduard Fernández, Juana Costa, Dafne Fernández, Pepón Nieto y Eduardo Noriega es un film sobre la amistad, la sexualidad, la tolerancia, y la incomunicación en la era de la comunicación. Una película que refleja una realidad muy actual con una gran dirección de actores, entretenimiento puro. Nuestra opinión: Muy Buena.
Esta remake tiene 96 minutos de duración y si bien no es la mejor película del reconocido director, es ligera y entretenida para ver. La película original tuvo mucho éxito en varias partes del mundo, llegando hasta una obra de teatro en Argentina. La misma la dirigirá Guillermo Francella, también actuará acompañado por Alejandro Awada, Agustina Cherri, Mercedes Funes, Gonzalo Heredia, Peto Menahem, Carlos Portaluppi y Magela Zanotta. Es luna llena en Madrid y el eclipse de “sangre” comienza a aparecer. Un grupo de amigos cuarentañeros de toda la vida (tres parejas heterosexuales y un soltero) deciden juntarse a comer con la esperanza de hacer algo divertido y no lo mismo de siempre. El elenco está integrado por: Belén Rueda (Eva), Eduard Fernández (Alfonso), Ernesto Alterio (Antonio), Juana Acosta (Ana), Eduardo Noriega (Eduardo), Dafne Fernández (Blanca), Pepón Nieto (Pepe). En medio de la cena se desata un juego raro. Tienen que dejar los celulares en una ronda y cada mensaje, llamada, o mail deberán leerlo en voz alta. ¿Por qué no? ¿Qué hay que ocultar? Si son amigos y matrimonios donde se cuentan todo, donde reina la transparencia. ¿No? No. Los misterios y secretos empiezan a salir de a poco a la luz, con la luna llena de testigo. Infidelidades, gustos sexuales, confesiones de hartazgo y paternidad/maternidad. Son básicamente los temas que los guionistas decidieron contar para demostrar que cada persona tiene su vida, a pesar de lo que muestre habitualmente hacia el exterior. La idea central es mofarse tanto de la clase alta, como del machismo y los secretos entre parejas. En reiteradas situaciones los hombres quedan en ridículo por hacerse los ganadores o los “machos”. También utilizan una forma de comedia en la que algunos personajes y el espectador saben lo que pasa realmente. Esto genera suspenso y tensión por lo que pueden descubrir los otros personajes. Las actuaciones ayudan a que el humor tenga un engranaje preciso. La luna vestida de rojo por un eclipse de sangre genera situaciones sobrenaturales que cambian el rumbo de la película. Podría considerarse parte del género fántasy. Además, como suele gustarle a Álex de la Iglesia, el largometraje se filmó -casi- enteramente en un departamento -aunque la decisión del encierro sea por parte de los personajes-.
En mayo de 2017 se estrenó en nuestro país la premiada “Perfectos desconocidos del italiano Paolo Genovese. Esta remake llega de la mano del reconocido y exitoso cineasta español Alex de la Iglesia (52 años) con un ritmo ágil, ocurrente, chispeante, inteligente y con un toque de humor negro. Casualmente el 28 de marzo se estrena en Buenos Aires la versión teatral con la dirección de Guillermo Francella con un gran elenco: Alejandro Awada, Agustina Cherri, Mercedes Funes, Gonzalo Heredia, Peto Menahem, Carlos Portaluppi y Magela Zonatta. Esta remake es del brillante Alex de la Iglesia que adaptó el guión con Jorge Guerricaecheverría. Su trama está bien construida, de este grupo de amigos que se encuentra una noche para cenar bajo un eclipse lunar (se dice que altera a las personas), todo se trastorna cuando dejan sus móviles a la vista de todos, nos demuestra las hipocresías, varias situaciones muestran cuanto dependemos de la tecnología, las relaciones entre padres e hijos, la doble moral, si podemos ser paranoicos o meticulosos, cuando salen los trapos sucios de las personas, ante situaciones extremas sacamos a la luz la maldad absoluta y el lado más primitivo de los seres humanos, tiene muchos mensajes y los espectadores se ríen de situaciones ajenas esperando que no les toque. Cuenta con un elenco de excelencia integrado por: Belén Rueda, Eduard Fernández, Ernesto Alterio, Juana Costa, Eduardo Noriega, Dafne Fernández y Pepón Nieto, algunos se destacan más que otros, consiguen tener credibilidad, complicidad y personajes que sobresalen. Su desarrollo consigue conquistar al espectador y que pase una hora y media entretenida.
La vida casi como un decorado de la TV Aunque el film del realizador de El día de la bestia cosechó el mismo éxito que su predecesora, poco hay aquí del espíritu que distinguió al español: apenas un sopapo leve en la cara de la hipocresía, en una historia que se desliza hacia una mera rutina cómica. Remake casi inmediata de Perfetti sconosciuti, el largometraje dirigido por Paolo Genovese y estrenado en su país de origen hace poco más de un año, la versión española encargada al realizador Álex de la Iglesia logró repetir los logros comerciales de la original, transformándose, asimismo –según afirma con bombos y platillos la gacetilla de prensa–, en la película más taquillera en toda la carrera del director de La comunidad y El día de la bestia. Lo cual no la transforma en una de sus obras más acabadas; más bien todo lo contrario: se trata de uno de sus títulos más rutinarios e impersonales. Brillan aquí por su ausencia el desenfado y originalidad de sus mejores creaciones y el humor oscuro se transforma apenas en un sopapito ligero en la cara de la hipocresía, algo que ya estaba presente en la versión all’italiana. Hay ahora un montaje más frenético y existen lógicas diferencias lingüísticas y culturales, aunque persiste un fenómeno astronómico de trasfondo, un eclipse de luna con perigeo (que el astro esté todo el tiempo en el mismo sitio más allá del paso de las horas se disculpa como licencia poética) que habilita hacia el final ciertas tonalidades fantásticas, replicando el doble final de la cena original. Porque de eso se trata: de una mesa bien servida y de un grupo de amigos –con sus respectivas parejas, salvo una notoria excepción– que se juntan a comer una noche como cualquier otra. Lo que ocurrirá luego te sorprenderá. O no tanto. Película construida alrededor de un único concepto narrativo, es teóricamente en las variaciones y en el crescendo de las revelaciones donde debería estar depositada la gracia. Un comentario al paso acerca de la esclavitud moderna y su opresor, el teléfono celular, deriva hacia un juego sencillo, pero potencialmente peligroso: disponer los aparatos a la vista de todos y esperar a que entren los llamados y mensajes, que serán respectivamente atendidos o leídos en público sin ninguna clase de censura previa. Que todos o casi todos los personajes tienen cosas que ocultar es algo que va de suyo, abriendo así las puertas del concepto humorístico, que llegará cuando, por ejemplo, los esfuerzos por ocultar un amorío se enreden de maneras inesperadas. Como ocurría en la versión original, los movimientos de cámara y cortes de montaje no logran ocultar el concepto “teatral” del relato, que en el caso del film de de la Iglesia parece reafirmarse a partir de una fotografía plana –como en las tiras diarias televisivas– que destaca la impronta escenográfica del living donde se mueven y hablan los siete protagonistas. Y los personajes hablan. Mucho. De hecho, es casi lo único que el guión les permite hacer. Y si bien el reparto de profesionales –que incluye a Belén Rueda, Ernesto Alterio y Eduardo Noriega– aporta algo de credibilidad a las criaturas, éstas no son mucho más que figuras unidimensionales con secretos escritos del lado oculto a la vista. El resto es rutina cómica con rastros de vodevil y una misantropía de papel maché que intenta pasar por reflexión satírica sobre la condición humana. No sería nada extraño que a alguien se le ocurra llevar a estos comensales al teatro, preferentemente en temporada de verano.
En las adaptaciones se corren riesgos: romper la esencia de la historia original, elegir un casting inapropiado o, directamente, destrozar la reversión de un buen material preexistente. La gran pregunta es: ¿hace falta volver a filmar una historia que ya se contó en otro idioma de manera exquisita? El caso de la flamante Perfectos desconocidos, dirigida por el español Alex de la Iglesia, tiene condimentos para analizar desde distintos ángulos. La versión original de esta comedia negra es Perfetti sconosciuti, una película de factura italiana, dirigida en 2016 por Paolo Genovese. De la Iglesia tomó el guion original y le hizo sutiles modificaciones (que en algunos casos hasta torcieron el hilo y el destino de algunos personajes). Aunque las comparaciones son siempre odiosas, hay que decir que la apuesta española es más caricaturesca, pero mantiene casi intacta la trama central: cuatro parejas de amigos se juntan a cenar y deciden llevar adelante un juego: hasta que se levanten de la mesa, los celulares estarán abiertos para que todos puedan leer las notificaciones y escuchar en altavoz las llamadas. Aunque inocente, el pacto conlleva una serie de riesgos que comienzan a poner en evidencia a los personajes, de quienes empezamos a conocer detalles y antecedentes que sobresaltan. Casi toda la película transcurre en torno a esa mesa en la que la tensión y los malos entendidos llevarán al film a un clímax con sorpresas. Algunos actores dentro del casting convocado por Alex de la Iglesia están centrados, aunque otros (por caso Ernesto Alterio y Eduardo Noriega) se salen de registro y rozan la parodia, aunque no llegan a poner en riesgo la historia completa. En nuestro país tenemos antecedentes de fallas estrepitosas en materia de adaptación, como lo ocurrido con El secreto de sus ojos, que terminó opacada con una versión norteamericana paupérrima, o el de Nueve reinas, que corrió similar suerte. En una reversión se corre el riesgo de convertir una buena propuesta en un remedio genérico para el aburrimiento. Los espectadores que se toman el trabajo de ver “original y copia”, suelen ser lapidarios. Pero aunque se pueda haber disfrutado mucho (más) la versión original producida en Italia, hay que reconocer que el resultado de Perfectos desconocidos es digno. Y lo confirma el guarismo de los tickets en la taquilla, que ponen a De la Iglesia en el podio de los que la están rompiendo con una copia certificada.
La primera remake de Alex de la Iglesia (el original, film italiano que se estrenó aquí el año pasado) le dio, en su país, las alegrías de un gran éxito de taquilla. Esperable por la presencia de un grupo de actores notables y populares jugando al juego peligroso que jugaban los intérpretes de aquella película, dirigida por Paolo Genovese: compartir con los demás, a lo largo de una cena, el contenido de todos los mensajes que lleguen a sus teléfonos celulares. Primero, como truco para repeler el aburrimiento, según se plantea ("que pase algo"), pero a medida que la cosa avanza, cada vez con más morbo y conflicto. Contra la teatralidad estática del material (un grupo de gente sentada alrededor de una mesa o mirando el cielo en una terraza), el director de El día de la Bestia ofrece un manejo de la cámara y un dinamismo en la edición que quieren seguir el ritmo de los diálogos picados. Pero sus muy buenos actores tampoco pueden hacer milagros frente a las limitaciones de personajes que no son lo que parecen sino todo lo contrario, en un espiral caprichoso, ya presente en el original, que va restando verosimilitud a la situación toda. Como le viene pasando en sus últimas películas, lo que arranca como una comedia fresca y picante, que promete diversión segura, se va desgastando hasta la exasperación. Habrá que ver si, con estos reparos, el combo que parece tan irresistible -redes sociales, teléfonos, secretos y mentiras- vuelve a funcionar aquí tan bien como allá.
COPIA UNIVERSAL ¿Con qué necesidad sale a la luz esta remake de la comedia italiana de Paolo Genovese a un año de su estreno, y bajo el pulso poco sólido y creativamente pobre de Alex de la Iglesia? El español viene en picada con su filmografía: ¿estamos una película por encargo? A veces no existe respuesta para tamaño despropósitos, pero aquí tenemos Perfectos desconocidos versión española que también -como su antecesora- deambula entre la comedia y el drama con crítica social al uso de las redes sociales y su dependencia, pero sin la gracia u originalidad que tal vez sostiene la serie Black Mirror. También se pone en tela de juicio la fidelidad, la homofobia, las fantasías sexuales y la sinceridad ante todo entre un grupo de siete amigos adultos, seis de ellos parejas entre sí que parecían ser honestos y conocerse con el paso de los años pero parece que sus dispositivos móviles dicen todo lo contrario. Y esto es porque para hacer una cena más entretenida donde afuera está por comenzar un eclipse lunar, se propone un juego muy poco inocente donde todos dejan sus celulares al conocimiento público. No podemos decir que Alex de la Iglesia maneje bien el suspenso en esta ocasión porque gran parte del relato es calcado a su original, aunque la dinámica de la narración se mantiene a partir del montaje. Dinamismo interesante, ya que las escenas se limitan entre un comedor, el living y el balcón de un mismo departamento. Eso sí, salvo por un final al que se llega con una narración desinflada y molesta, especialmente en los últimos minutos donde se propone un viraje a lo fantástico y estúpido como para sentar cierto sello de autor. En ese sentido, la original era más correcta en volcarse a lo agridulce. Decíamos que no existe mucho riesgo en esta adaptación, que había cosechado seguidores del film anterior. Tal vez De la Iglesia incluye un aire a comedia costumbrista española, pero que en esta oportunidad hace cosquillas y carece de diversión. En fin, Perfectos desconocidos promete cuando sus personajes comienzan a recibir un cúmulo de mensajes incómodos que tratan de sortear, y hasta de intercambiar sus celulares para cubrir ciertos “chanchullos”. Pero más allá de ese arranque efectivo la película termina aburriendo por reiteración y además porque cansa que estos amigos que se confiaban secretos terminen siendo sólo seres despreciables, avaros e irrespetuosos donde nadie parece estar a salvo. En este contexto, la actuación más realista es la del personaje machista y violento de Ernesto Alterio, que se lleva todos los elogios como ese reverendo mal nacido. Y la mejor actuación y más destacada, porque Belén Rueda como perfecta anfitriona vino sólo a poner su tarjetita de presentación y no más que eso, mientras que Pepón Nieto -un favorito de De la Iglesia- funciona en su rol tragicómico pero está muy limitado por la historia. Los demás, casi prescindibles. Perfectos desconocidos es una copia idéntica en otra lengua. Una pieza innecesaria que le hace mucho mal a la trayectoria del director español y a las cenas entre amigos.
A veces un celular puede convertirse en un arma. Para comprobarlo hay que ver "Perfectos desconocidos". Basada en la lograda y exitosa película italiana de Paolo Genovese, ahora es Alex de la Iglesia, nada menos, quien se atreve a dar su versión con actores españoles. Más allá del cambio de escenario, que aquí es en un coqueto departamento de Madrid, no hay demasiadas diferencias con la historia original, a excepción de una vuelta de tuerca basada en un eclipse que le vino de perillas a esta comedia agridulce. La invasión de las nuevas tecnologías (representada en los teléfonos celulares) en la vida de los mayores de 40 años es el disparador de esta trama. Un grupo de parejas de amigos y un soltero crónico se juntan a cenar y deciden pasar una noche con algo de emoción y sin secretos. Para eso no tienen mejor idea que poner todos los celulares sobre la mesa y usar el altavoz para que los comensales escuchen los llamados o mensajes de voz. El complejo tema de convertir algo privado en público es una piedra en el zapato que lastima. Porque cada uno de estos amigos y amigas, supuestamente superados, algunos profesionales de buen pasar y otros con problemas para conseguir empleo, tienen un muerto en el placard. La película pone a prueba la delgada línea que separa la verdad de la mentira. Y también muestra, como en "Match point" de Woody Allen, que todo puede cambiar de cuajo cuando la pelotita pasa para el otro lado.
Luna sangrienta En este presente apresurado, siempre urgente, sería imposible concebir la vida sin dispositivos móviles, sobre todo sin celulares. La red global nos desnuda de secretos, de impudicias, también de necesidades básicas. Nos salva y a la vez nos condena. La frontera entre aquello que teníamos como un bien preciado, nuestra privacidad, de pronto se vuelve pública. La memoria, que era confusa, selectiva e íntima, se ha vuelto una memoria digital, un simple disco rígido, que no distingue lo importante de lo urgente. Guardamos en el celular nuestras fotos, nuestras palabras, nuestras relaciones y sobre todo nuestras voces –ícono preciso de nuestra identidad–, decimos y hacemos, construimos y destruimos relaciones atravesados por un aparatito, pequeño, casi diminuto que es la extensión de la mano, parte de nuestro cuerpo, incorporado a la circulación del flujo sanguíneo. Y los celulares, finalmente, se han apropiado de nuestra ética y a veces de la moral social. Perfectos Desconocidos trata de eso, de cómo nuestra ética privada, íntima y personal se quiebra cuando se accede a esa parte casi diabólica de la tecnología. Como se desnuda la doble moral en apenas un mensaje de texto, una foto, un “¿donde estas?”. Siete adultos, amigos de toda la vida, comparten una cena con un telón de fondo mágico y a la vez perverso: un eclipse de luna, la “luna que sangra”, dice una de las protagonistas. Esa sangre cubrirá de a poco cada una de las situaciones que se desarrollan en la película y a la vez cubrirá de desvelos y violencias a cada uno de los protagonistas. En un juego que ahora puede considerarse macabro, deciden jugar al “juego de dejar los celulares encendidos” durante la cena. Abiertos y desangrados, esas maquinitas irán mostrando la endeble ética de cada uno de ellos y a la vez poniendo de manifiesto los prejuicios morales de una sociedad que los lleva tan arraigados. La infidelidad, la paternidad, la profesión, la sexualidad, el trabajo; se desnudan a las miradas y a los oídos de los demás, mientras la luna, lenta e indefectiblemente, se cubre de rojo. El eclipse, un hecho natural, presagia desapariciones y muertes en la mitología del pueblo maya que nunca imaginó celulares, ni discos rígidos, ni ordenadores personales. Tal vez, esos viejos mitos anclados en la naturaleza sean reemplazados ahora por otra mitología: la del digital. Amamos dioses digitales, virtuales, dejamos en sus manos nuestros destinos de hombres pequeños, con debilidades, con recaídas, con secretos íntimos. Lo natural versus lo digital. Extraña tensión entre estos dos órdenes, y en el medio el hombre con sus miserias y sus grandezas. La cámara de Alex de la Iglesia se mueve rápida, los primeros planos abundan, los gestos de esas siete almas son tal vez más importantes que las palabras. Sus celulares cuentan su intimidad, sus secretos, desnudan a los protagonistas de prejuicios morales y quiebran su débil ética. La película se mueve en interiores: las casas de cada una de las parejas al inicio y luego ese interior espléndido del departamento de los anfitriones repleto de objetos de valor, esos considerados de diseño que muestran también que esta es la historia de una clase social determinada. El magnífico edificio en el que se reúnen nos hace saber que estamos en presencia de un grupo de amigos de clase alta. También la tecnología, más certeramente el uso que hacemos de ella, es una cuestión de clase. La película se mueve en interiores y solo se abre al exterior cuando se mueven hacia el balcón donde algunos van a fumar, a consolarse, a ver el eclipse. Apenas asomados al exterior, suele producirse el “desastre”: la doble moral se desnuda, las miserias despuntan, los secretos se develan. La tensión entre ese exterior un poco fingido (es un balcón, no la calle) y el interior cargado de un aire denso, hecho de subjetividades y de mentiras, se desmadra cuando el aire, el viento, la fuerza de la naturaleza vuelve todo a su lugar. De nuevo el enfrentamiento entre la naturaleza con su fuerza irremediable y la tecnología con sus pálidas subjetividades. Esos burgueses viven entre interiores lujosos, tecnología de punta y objetos valiosos. Las apariencias son así, apariencias. La noche eterna en la que ese grupo se reúne también es importante. El espacio y el tiempo definen las acciones de esos personajes determinando su estatus y sus conductas. Esos interiores recargados no son nada más que el reflejo de los interiores de los propios protagonistas, densos, cargados, cerrados. La cámara de De la Iglesia se mueve rápida y certera, un poco histérica, dando agilidad y ritmo sostenido a una película que trabaja temas complejos. Los contrapicados, los picados, los primeros planos, la irrupción del viento o del efecto de la luna sobre las personas de alguna manera dan cuenta de la dinámica interna de esas parejas, de esos hombres y mujeres que guardan en sus interiores – en sus cuerpos y en sus teléfonos– una marea de secretos y de prejuicios, de infidelidades y de éticas deshechas, de sangre y de violencia, de silencios. La escala cromática de la película tiene como eje los colores oscuros, sobre todo el rojo, o más bien la sangre que irá tiñendo a ese grupo de burgueses un poco bohemios, un poco aburridos. Alex de la Iglesia se desvía apenas de ese guion original llevado a la pantalla hace tan solo dos años por Paolo Genovese, que ha sido un contundente éxito de público. Me pregunto las razones íntimas (si es que estamos hablando de intimidades) que llevaron al director español a adaptar una obra tan cercana en el tiempo y quizá tan alejada de las coordenadas de su universo cinematográfico. No lo sabré, por suerte, aún no podemos conocer todas las intimidades de los otros, siempre nos quedará algo en secreto, algo guardado, algo que solo tiene que ver con la sensibilidad, con la emoción, con aquello que es intransferible.
En mi última crítica hablé sobre una película que me hizo reír mucho, y también lo hizo la película que en la cual estaba basada la crítica. No fue el caso de este film. Tiene momentos en los que podes reírte o tirar una buena carcajada, pero no logra tentar, no logra dejarte sin respiración y que te duela la panza de tanto reírte. Arranca introduciéndonos a las 3 parejas que serán parte de la cena, a la cuarta pareja no la presenta por razones que luego conoceremos, pero que son obvias. Ya en la cena empieza este juego de dejar los celulares y ver qué pasa. Tiene muchos chistes misóginos y homofóbicos. Una de las mujeres dice en un momento “Quiero ser madre para sentirme realizada como mujer”, un horror esa frase pero no culpo al guionista o director, culpo a la sociedad en la que vivimos que aún en el siglo XXI se cree que la mujer debe ser madre para poder “realizarse”. Pero no es la única escena en la que se deja ver el machismo, hay una en la que el marido cree que tiene el derecho de levantarle la pollera a su mujer para ver si lleva “braga” o no. Y hay más. Las actuaciones están bien tienen el histrionismo necesario para este film, cada uno con su personaje, pero ninguna se destaca por encima de otra. Lo que me pareció molesto e innecesario fueron las insinuaciones obvias durante la primera parte del film. Antes de que se sienten a cenar ya sabes casi todos los secretos que hay entre este grupito. Es destacable el ritmo que tiene, por momentos parece que cae, pero luego levanta (tampoco levanta mucho). Hay ciertos lugares en la película que te sentís involucrado al cien por ciento y hay otros que te aleja totalmente. Parece un poco lenta, con algunas escenas que no aportan nada al total. Mi recomendación: Si la enganchan en el cable véanla. Mi puntuación: 5/10 Zona de spoilers: De lo único que voy a hablar acá es del final. ¡Mi Dios! Qué final tan…horrible. Sin sentido. Durante 90 minutos estuve viendo un film de comedia dramática y los últimos seis…uno de ciencia ficción. No logro entender que carajos fue ese final. Fue algo así como: “Te muestro todo esto, todos estos engaños, todos estos problemas entre los personajes, rompo amistades y parejas. Pero como se me hace muy largo el film para darle un final con sentido, voy a hacer que el eclipse tenga el poder de conceder un deseo y volver el tiempo atrás” Ok. Me tomaste por gil.
Crítica emitida en Cartelera1030-Radio Del Plata, sábados de 20-21hs. La remake de Perfectos Desconocidos (2017) de Álex de la Iglesia, basada en el filme italiano Perfetti Sconosciutti (2016), torna el relato más cómico que drámatico a diferencia de su original. No hay cambios radicales a nivel guión, sin embargo, el gran aporte aquí es lo incisivo y sarcástico que se vuelven los diálogos, la mayor expresividad de los actores españoles y la mejoría a nivel visual y estético. Mientras la versión italiana se apoyaba en la sutileza, la versión española apunta a exponer -mediante objetos o ironías- los secretos y conflictos, y acentuar a través de la comicidad, los cuales son rasgos propios del director español. En adición, en Perfectos Desconocidos el suspenso de la intriga está mejor construido desde el inicio y va en crescendo. A pesar de ello, hay que reconocer que ésta segunda adaptación no sería posible si no fuese por la creativa idea de la versión italiana de reflexionar sobre el celular y las consecuencias de su uso en los vínculos sociales de la posmodernidad. Lo que en ambos filmes inicia con un inocente juego, terminará exponiendo una especie de estudio sociológico sobre la tecnología y la humanidad actual. Ambos finales carecen de potencia y astucia respecto a lo planteado en el desarrollo. Aunque es una película correcta, dista de estar a la altura de lo mejor de la filmografía del talentoso Álex de la Iglesia, que aquí es efectivo pero no sorprendente como de costumbre.
Si el título le suena, es porque se trata de la remake española de la película italiana del mismo título. La premisa es la misma: grupo de amigos que deja el celular ahí, a la vista y hace públicos todos sus mensajes y conversaciones, lo que lleva indefectiblemente al desastre. De la Iglesia tiene ese genio cómico que no abunda y sabe cómo y dónde sacarle el jugo de la risa a las situaciones, y también cómo llegar al grotesco -casi monstruoso- a partir de seguir la lógica de las relaciones cotidianas. Aquí el problema consiste en que el mecanismo se torna demasiado evidente, y que en algunos casos se nota la sobreactuación forzada como intento para causar risa. Sin embargo, como la original, la película funciona como retrato de una generación y un preciso contexto social. Lo mejor es, y no está de más repetirlo, cómo el realizador logra inyectar el humor “a lo bestia” español, ese que viene del esperpento y que encumbró el gran Miguel Gila. Por que sí, algo hay del “que se ponga”.
Crítica emitida en radio.
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Crítica emitida por radio.
El estreno de una nueva película de Álex de la Iglesia siempre es un hecho a tener en cuenta. Si bien el cineasta español es considerado algo irregular a la hora de hablar de sus realizaciones, al menos en lo referido a sus últimos trabajos, no podemos olvidar el hecho de haber engendrado es su momento cintas como la ya mítica El día de la bestia, la delirante y ocurrente Crimen Ferpecto, la traumática, aunque sumamente valiosa, La habitación del niño y la menospreciada 800 balas. No pasaron muchos meses de la llegada a las salas argentinas de El bar, que ya tenemos una nueva propuesta, aunque se trate de una remake de la notable película de Paolo Genovese Perfectos desconocidos, un film que fue un éxito en Italia, y que no es para menos considerado su brillante impronta. La historia de Perfectos desconocidos inicia de la misma manera que su versión original; se trata de un grupo de amigos conformado por tres parejas y un soltero que se reúne a cenar en la casa de una de esas parejas, siendo Eva (Belén Rueda) y Alfonso (Eduard Fernández) los anfitriones. El último en llegar al punto de encuentro es el soltero, quien había prometido llevar a su nueva novia, pero termina arribando en solitario, lo cual decepciona un poco al resto de los invitados. Una vez dispuestos en la mesa, y tras comentarios que afirman que nadie tiene nada que ocultar, y que no hay secretos (ni entre parejas, ni entre amigos), porque se conocen hace añares, surge la propuesta de dejar los celulares a la vista de todo el grupo, y que todos tengan acceso a la llegada de mensajes, whatsapp y llamadas de cada uno, con la consigna inclusive de leer los mensajes en voz alta y poner las llamadas en altavoz. Si bien no todos los integrantes lo toman como una buena idea, tras la insistencia de la mayoría, y el hecho de que aquél que no se anime deja en evidencia algún posible misterio, la alocada propuesta es llevada a cabo. Lo que iniciará como un simple juego entre amigos, conforme avance la noche, tomará un rumbo poco agradable. Si bien el sello de Alex de la Iglesia por momentos se hace notar y genera algunas situaciones de tono hilarante, en la mayor parte del film el director español prefiere no arriesgar y respeta en demasía lo que es la historia original. Quienes no hayan visto la sobresaliente película de Genovese, se reirán naturalmente ante gran parte de la cinta; el problema reside en que muchos de esos chistes y ocurrencias son calcadas del film previo, la cual a lo largo de esta nueva versión, no hará más que hacer sobresalir a su predecesora. Tampoco es que todo lo agregado por Alex de la Iglesia sea categórico; mientras en algunos pasajes vale ciertamente la pena destacar su aporte, así como ciertos detalles, en otros cae en instancias mucho menos ocurrentes, de menor creatividad y hasta incluso algo burdas. El reparto es de altura, otro punto innegable, pero exceptuando la acertada actuación de Juana Acosta (tanto en lo referido a la concepción del personaje, como por la forma en que ella lo lleva adelante), ninguno del resto de los actores sobresale por encima de los originales; Rueda y Fernández cumplen, como es de esperarse, pero quizás se perciba que no alcancen el grado de entrañabilidad que logran transmitir Marco Giallini y Kasia Smutniak. Por ende, esta nueva versión de Perfectos desconocidos se deja ver, y para quienes no hayan visto la original puede ser una propuesta más que interesante, y ciertamente entretenida, pero en la comparativa con su versión original, poco hay por rescatar.
Cuando el año pasado, el aclamado director Álex de la Iglesia (El día de la bestia, La comunidad, Crimen ferpecto), estrenó una nueva versión de la taquillera comedia italiana Perfetti sconosciuti, presentada en salas de cine en 2016; la crítica especializada se dividió claramente en dos bandos. Por un lado, aquellos que se sintieron decepcionados frente a la idea de que el referente del sarcasmo ibérico, haya aceptado por encargo un ejercicio de repetición de un film muy reciente. Por otro, aquellos que saludaron con entusiasmo el hecho de que la remake del vasco lograra mejorar los resultados de la película original. Lo cierto es que ambas producciones fueron grandes éxitos en los cines, dentro y fuera de Europa. Tras algunos tropiezos en la taquilla, con Perfectos desconocidos, Álex de la Iglesia consiguió el título más convocante de toda su carrera. Ahora, el suceso se replica en Netflix, ya que la película se ubicó en el top 5 de los largometrajes más vistos en la versión latinoamericana de la plataforma durante el mes de mayo. Si bien los cambios entre ambas comedias son mínimos, el director de Muertos de risa y Mi gran noche, saca ventaja a partir de la reescritura de los diálogos, junto a su habitual co guionista Jorge Guerricaechevarría. Sin temor a un banquete que deambula entre el grotesco y el absurdo, se vale de una prodigiosa puesta de cámara y un montaje vertiginoso; para potenciar la impronta teatral de la propuesta. Toda la acción transcurre en el living comedor de un elegante departamento madrileño, por lo que la pronta mudanza de este éxito de la gran pantalla a los escenarios era inevitable. De hecho, actualmente se presenta a sala llena en un porteño teatro de calle Corrientes, una puesta dirigida por Guillermo Francella. Solamente vamos a anticipar aquí la juguetona y promocionada premisa de Perfectos desconocidos. Un matrimonio conformado por una destacada psicóloga (superlativa Belén Rueda) y un cirujano plástico (notable Eduard Fernández), invitan a cenar a tres parejas de amigos. Sin embargo, uno de ellos (el talentosísimo Pepón Nieto), llegará solo. En la previa de la reunión, ya se vislumbran las tensiones entre una dupla hastiada por la vida conyugal (Ernesto Alterio y Juana Acosta, quienes son esposos también en la vida real), y el chichoneo propio de recién casados entre un cuarentón devenido en taxista (Eduardo Noriega) y su joven mujer (Dafne Fernández). Será justamente la más nueva del grupo, quien proponga un juego para "amenizar" la cena. Todos deberán colocar sus celulares en el centro de la mesa, y a partir de ese momento cada llamada o mensaje que ingrese, serán compartidos a viva voz. Lo que sigue es obviamente un festín de secretos y revelaciones, en el que más de uno de los comensales quedará atragantado. Como telón de fondo, una noche de eclipse con su enorme luna teñida de rojo, aporta el necesario matiz macabro y fantástico; para que esta historia pueda salirse del delimitado territorio del vodevil. Álex de la Iglesia vuelve a ensayar esa mixtura de humor recargado y suspenso, que ya supo dominar por lo alto en las mejores creaciones de su filmografía: El día de la bestia, La comunidad y Crimen ferpecto. Es cierto que aquí juega más a lo seguro, no sólo porque se dedica a trasponer un material original que ya fue avalado por la taquilla, sino porque trabaja sobre una temática que atraviesa a diversas generaciones y clases sociales: el enigmático mundo del celular ajeno. El desdoblamiento, esa suerte de otro yo, que esconde cada teléfono, es el meollo de Perfectos desconocidos. En este sentido, la película no sólo saca provecho de la catarata de mensajes y llamadas, que ponen al descubierto el costado más oculto de la pareja de cada protagonista; también funciona como vehículo de descubrimiento personal de los bordes más oscuros, que cada uno de ellos han intentado tapar o negar durante mucho tiempo. Perfectos desconocidos / España / 2017 / 96 minutos / Apta para mayores de 13 años / Dirección: Álex de la Iglesia / Con: Belén Rueda, Eduard Fernández, Ernesto Alterio, Juana Acosta, Pepón Nieto, Eduardo Noriega y Dafne Fernández.